sensaciones conflicto y cuerpo en argentina despues de 2001

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Sensaciones, conflicto y cuerpo en Argentina después del 2001* Adrián Scribano** Resumen

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Sensaciones conflicto y cuerpo

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    Sensaciones, conflicto y cuerpo

    en Argentina despus del 2001*

    Adrin Scribano**

    Resumen

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  • Sensations, Conflict and Body in ArgentinaAfter 2001

    Abstract

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    Introduccin: capitalismo, conflicto, cuerpo

    y sensaciones

    Diciembre de 2001 implic un aumento de la contienda pblica sobre laspolticas de los cuerpos en Argentina. Pobreza, hambre, desocupacin y dolorsocial fueron los nodos conflictivos fundamentales.

    En el marco de un programa de investigacin que llevamos adelante des-de 1994 sobre accin colectiva-, el presente trabajo pretende mostrar los prin-cipales resultados obtenidos entre el 2002 y el 2007 acerca de los rasgos de laconflictividad social pos-crisis, otorgando especial atencin a las percepcio-nes, emociones y sentimientos asociados a dicho contexto. Por esta va se in-tenta responder: Cmo es posible caracterizar la situacin actual de los meca-

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  • nismos de soportabilidad social y los dispositivos de regulacin de las sensa-ciones? Cul es el estado de la batalla de los cuerpos?

    Para ello seguiremos el siguiente recorrido expositivo: tras explicitar acontinuacin los puntos de partida de la red conceptual que liga cuerpo, con-flicto, sensaciones y dominacin, se analiza en primer lugar, la batalla de loscuerpos que implic la pobreza y el hambre en el 2001. Luego se resean lasconsecuencias de las protestas sociales en el perodo de crisis, sus vnculoscon la poltica, y las repercusiones para la sensibilidad social. En tercer lugar seindagan las tensiones entre sntomas, mensajes y ausencias de las protestascon la sociodicea de la frustracin y las fantasas sociales. A continuacin semuestra cmo se instala la impotencia como sensacin y rasgo de una viven-cialidad acotada y opacada en tanto procesos bsicos de los dispositivos de re-gulacin de las sensaciones y las polticas de los cuerpos para, finalmente,abordar la lgica del dolor social. A modo de cierre se presentan algunas res-puestas a la pregunta: Cules sern los caminos de la conflictividad social enla Argentina?, abogando por la necesidad y urgencia de incorporar las contri-buciones de la sociologa de las emociones y los cuerpos para el anlisis de laconflictividad social.

    La produccin acadmica sobre los movimientos y protestas sociales esmuy variada, y en los ltimos siete aos se ha multiplicado muchsimo. Intentarresearlas est fuera de los alcances de esta introduccin. A los libros (ya clsi-cos) de Jelin (1987) y Fernndez (1991) se han sumado los trabajos individua-les y colectivos de Schuster (1996; 1998), Seoane y Tadei (2001), Giarraca yGras (2001), Svampa (2000), Rodrguez (2001), Iigo Carrera (2001), Auyero(2002), entre muchos otros. Cabe destacar que casi siempre quedan sin men-cionar las investigaciones realizadas desde el interior del pas, como las deGordillo en Crdoba o Farinetti (1999) en Santiago del Estero. En los ltimosaos se pueden encontrar algunos balances parciales de esas contribucionesen Di Marco, Palomino y otros (2003), Grimson (2003) y Masseti (2004), slopor mencionar algunos.

    Desde 2001 se han escrito un sinnmero de interpretaciones sobre la lla-mada crisis argentina, las cuales, ms all de acuerdos y desacuerdos teri-cos y empricos, han tomado en general, la perspectiva del auge de la moviliza-cin social, y a veces, concentrada en la Provincia de Buenos Aires.

    En otros lugares (Scribano, 2003a, 2003b, 2005), se ha interpretado la si-tuacin conflictual de la ciudad Crdoba en base a diversos tipos de informa-cin. Aqu se ha credo conveniente sintetizar los hallazgos, resultados y explo-raciones poniendo odo atento a la palabra de los sujetos: sus valoraciones,sensaciones y representaciones sobre lo que qued luego del huracn eco-nmico, social y poltico.

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  • En paralelo a nuestras investigaciones sobre acciones colectivas y pro-testas, desde el 2002 hasta el presente, fuimos profundizando las indagacio-nes en torno a las relaciones entre estructuracin social y las marcas del ham-bre en los cuerpos; los sntomas, ausencias y mensajes de la post-crisis hacien-do evidente la densidad fantasmtica de la des-estructuracin que se viva. En2004, tratamos de hacer evidente la sociodicea de la frustracin y su impactoen las naturalizaciones de la post-crisis. Luego nos preguntamos por el estadode la conflictividad cuando las aguas bajan, para finalmente analizar la impo-tencia y dolor social como caractersticas de los dispositivos de regulacin delas sensaciones. Por esta va nuestro programa de investigacin fue armando elpuzzle de las polticas de las emociones y de los cuerpos entre el 2002 y el2007, a partir de un diagnstico del capitalismo en su fase actual.

    Hoy, ms enfticamente, el capital se presenta como indeterminado, sulgica es la metamorfosis en la incertidumbre del qu pero no del cmo y elexistenciario del capital es ser una relacin in-substancial. En este marco, esposible intuir que la expansin imperial puede ser caracterizada como: a) unaparato extractivo de aire, agua, tierra y energa, b) la produccin y manejo dedispositivos de regulacin de las sensaciones y los mecanismos de soportabili-dad social, y c) como mquina militar represiva.

    As, es posible observar los entramados que se entretejen entre expro-piacin, depredacin, coagulacin y licuacin de la accin. Todo ser social esun cuerpo que en ciertas condiciones de operacin, dadas las caractersticasactuales del capital y la extraccin del plus de operacin de dichos cuerpos, seconstituye en el centro de la expropiacin, que es en primer lugar de ndole or-gnica y luego, locus insubstancial de subjetividades posibles. La actividaddepredadora del capital se constituye en torno a la absorcin sistemtica de lasenergas naturales socialmente construidas en ejes de la reproduccin de lavida biolgica: agua, aire, tierra y formas de energa. La dialctica entre expro-piacin corporal y depredacin se configura a travs (y por) la coagulacin y li-cuacin de la accin. La tensin de los vectores bio-polticos se produce y re-produce en prcticas cotidianas y naturalizadas del olvido de la autonoma in-dividual y/o evanescencia de la disponibilidad de la accin en mimesis con lascondiciones de expropiacin.

    Desde aqu se comprende que una de las cualidades de la situacin im-perial en la actualidad es la lgica de expropiacin corporal, a saber, unas for-

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  • mas de extraccin de la plusvala energtica de cuerpos dispuestos en geome-tras y gramticas de las acciones para-los-otros en situaciones de domina-cin. En ese contexto la razn imperial se entrelaza con una racionalidad quese vuelve cscara de la inaccin mimetizada en la licuacin (y coagulacin) delmovimiento. El estar para otro sin capacidad autnoma de accin facilita lacaptacin, por parte de ese otro, de las tonalidades de la accin. Lo que sabe-mos del mundo lo sabemos por y a travs de nuestros cuerpos, y si ellos per-manecen en inaccin lo que hacemos es lo que vemos, lo que vemos es comodi-vidimos el mundo. En ese ah-ahora se instalan los dispositivos de regula-cin de las sensaciones mediante los cuales el mundo social es aprehendido ynarrado desde la expropiacin que le dio origen a la situacin de dominacin.

    Las sensaciones estn distribuidas de acuerdo a las formas especficasde capital corporal, en tanto conjunto de condiciones de existencia alojadas enel cuerpo individuo, en el cuerpo subjetivo y en el social.

    El cuerpo individuo es una construccin elaborada filogenticamenteque indica los lugares y procesos fisio-sociales por donde la percepcin natu-ralizada del entorno se conecta con el cuerpo subjetivo. El cuerpo subjetivo esla auto-percepcin del individuo como espacio de percepcin del contexto y elentorno en tanto locus de la sensacin vital enraizada en la experiencia de unyo como centro de gravitacin de sus prcticas. El cuerpo social consiste enlas estructuras sociales incorporadas que vectorizan al cuerpo individuo y sub-jetivo en relacin a sus conexiones en la vida-vivida-con-otros y para-otros.

    En esta direccin, el sujeto y sus condiciones materiales de existenciason el resultado de una interaccin tensional entre las diversas maneras desentir(se)-en-cuerpo. Dicha percepcin implica las lgicas de contradiccin ycoherencia necesarias para el mantenimiento del primer orden social elabora-do y aceptado, esto es, el de vivir en relacin con un estado de cosas dado alcual se le imputa la cualidad de cuerpo.

    Esta elaboracin es en su materialidad inmediata parte de la certeza delcuerpo individuo que en tensin dialctica con el social y el subjetivo provee delos procesos experienciales bsicos que permiten sentir(se) en el mundo atravs de un cuerpo.

    En el contexto expuesto es fcil comprender por qu el ser humano seauto-percibe, es percibido y se auto-representa como inmediatamente en uncuerpo. Pero tambin puede ser una gua para rastrear los modos de domina-cin que parten y llegan a esos cuerpos explicados como pura naturaleza.

    La tensin entre cuerpo individuo, subjetivo y social es una de las clavespara entender las conexiones entre geometras de los cuerpos y gramticas dela accin que forman parte de la dominacin neo-colonial en los pases deAmrica Latina; tensin que cobra aun mayor sentido si se entrecruza con la vi-sin desde las sensaciones.

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  • Percepciones, sensaciones y emociones constituyen un trpode que per-mite entender dnde se fundan las sensibilidades. Los agentes sociales cono-cen el mundo a travs de sus cuerpos, mediante un conjunto de impresionesimpactan en las formas de intercambio con el con-texto socio-ambiental. As,objetos, fenmenos, procesos y otros agentes estructuran las percepciones,entendidas como modos naturalizados de organizar el conjunto de impresio-nes. Dicho entramado con-figura las sensaciones que los agentes se hacende aquello que puede designarse como mundo interno y externo, mundo so-cial, subjetivo y natural, recreando as una dialctica entre impresin y per-cepcin, de lo que resulta el sentido de excedente -ms ac y ms all- de lassensaciones. stas, como resultado y antecedente de las percepciones dan lu-gar a las emociones como efecto de los procesos de adjudicacin y correspon-dencia entre percepciones y sensaciones. Las emociones, pueden verse comoel puzzle que adviene como accin y efecto de sentir o sentirse y as, se enra-zan en los estados del sentir el mundo que permiten vehiculizar las percepcio-nes asociadas a formas socialmente construidas de sensaciones.

    Los sentidos orgnicos y sociales trasladan aquello que parece nico eirrepetible para el agente, como son las sensaciones individuales y, elaborana la vez, el trabajo desapercibido de la in-corporacin de lo social hecho emo-cin.

    Identificar, clasificar y volver crtico el juego entre sensaciones, percep-cin y emociones es vital para entender los dispositivos de regulacin de lassensaciones que el capital dispone como uno de sus rasgos contemporneospara la dominacin social.

    Hasta aqu, explicitamos sucintamente los puntos de partida de la redconceptual que liga cuerpo, conflicto, sensaciones y dominacin. As, el cuerpoes el locus de la conflictividad (y el orden), en el marco de una economa polti-ca de la moral a la luz de unos modos de sensibilidades, prcticas y representa-ciones que ponen en palabras la dominacin. En lo que sigue se desarrollan al-gunos de los hallazgos de nuestras investigaciones que permiten caracterizarlas aludidas tensiones.

    I. La batalla de los cuerpos: estructuracin social

    y las marcas del hambre en los cuerpos

    Uno de los efectos ms inmediatos e impactantes de la crisis del 2001 fueel sentirse pobre. Luego de aos del sueo de la clase media, el pas se vioenvuelto en la neblina fantasmal de la pobreza y la desnutricin. Se abra as laignominia de los porcentajes altsimos de los que vivan bajo las lneas de po-breza e indigencia. Las conexiones entre polticas de los cuerpos, alimentariasy de la identidad se volvieron transparentes.

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  • La magnitud de la pobreza oculta sus lados ms oscuros, por eso teneruna poltica de alimentacin se relaciona ntimamente con una poltica de laidentidad. La relacin entre nutrientes biolgicos y carencias afectivas prepara elterreno para una vida sin estmulos. La potencial identidad personal es maneja-da en su raz ms natural con el alimento y las relaciones sociales que ello impli-ca: agredir a una sociedad es dejar a sus futuras generaciones sin las energasindividuales y sociales para reconocerse y ser reconocido. En este sentido (y en elmarco de un primer momento analtico), develar lo que oculta una poltica de loscuerpos significa entrever la poltica de identidad que se est aplicando.

    Si se sigue con la conceptualizacin mdica se encuentran an ms se-ales para el diagnstico de las repercusiones sociales de la desnutricin. En-tre ellas se pueden destacar dos: consumo de las propias reservas grasas yautofagia protenica y, [los nios] dependen de terceras personas para sualimentacin (Sfeir Byron y Aguayo Acasige, 2000).

    Los dos extremos de la fundamentacin del nacimiento del Estado que-dan disueltos: el hombre como lobo, pero ahora comindose sus propias ener-gas, y el hombre librado a su suerte. Ni Hobbes ni Rousseau; estamos ms acdel hombre que es lobo del hombre que justifica un pacto de no-agresin y dela ligazn familiar como demostracin de la inexistencia de un individuo aisla-do como mediacin para el contrato social. Por un lado, es posible entendercmo la agresin colonial a los nios significa la erosin de las posibilidades depacto social alguno y, que las formas polticas de mediacin institucional yadisueltas-, tendern a desaparecer como tales. Por otro, los nios sern pa-dres, y la probabilidad de reproducir un crculo de indefensin aumenta. Lasenergas sociales estn en estrecha relacin con las energas corporales: a ma-yor deficiencia nutricional, mayor probabilidad de estructurar un conjunto derelaciones humanas dbiles. La capacidad de desplazamiento social, la trayec-toria de clase y la regionalizacin de la vida se ven y se vern afectadas: sujetosque no disponen de todas las energas para trasladarse ven menguadas sus ca-pacidades pblicas, encerrados y atrapados por la trayectoria de clase de eseconjunto. Sin desplazamientos las trayectorias se rigidizan, y esto implica re-gionalizaciones de la accin que condenan a la ritualizacin y encapsula-miento de los sujetos y sus relaciones. Desde esta perspectiva, la desnutricincomo enfermedad social es un sntoma del profundo y gentico proceso de re-estructuracin social al cual nos enfrentamos.

    Uno de los efectos tal vez ms importantes de la desnutricin es que loscuerpos caen en estado de somnolencia, sueo enfermizo que inmoviliza.

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  • Qu sociedad podr estructurarse con individuos de cuerpos dormidos? Puespara que existan procesos de interaccin, mecanismos de reproduccin socialy estructuracin de marcos de significados compartidos debe haber sujetoscon energas individuales disponibles. Entonces, la primera alerta a la prolife-racin del hambre y la desnutricin es la potencial incapacidad de interaccin,es decir, individuos condenados al aislamiento. Una sociedad que cae en elsueo es entonces, apenas un conjunto de fragmentos sin ligazn alguna.

    Este efecto se conecta directamente con las consecuencias de la situa-cin de hambre para la visibilidad social del cuerpo. La persistencia de la des-nutricin marca el cuerpo en sus rasgos ms visibles: la piel, el rostro, el abdo-men y las piernas, toman formas particulares. Cmo presentarse socialmentecon un cuerpo as? Junto a la discriminacin por clase, sexo y religin, la poten-cial discriminacin biolgica es un foco de violencia social muy esperable.Cmo mirar cuerpos desnutridos?, qu dispositivos sociales de clasificacinse activarn?

    Pero adems, la visibilidad social tambin afecta la disposicin tempo-ro-espacial de los sujetos. Una sociedad de in-visibles crea ciudades amuralla-das, regiones de interaccin reservadas, donde transponer los lmites generael conflicto del inesperado. Los individuos marcados por el hambre no sonbienvenidos en todos los lugares, son invisibles que, al tomar cuerpo, se pre-sentan como peligro, disparando lo que podramos llamar el crculo de laamenaza. Por un lado, los amenazados en su condicin lmite de estar marca-dos y recluidos; por el otro, los que se hallan en su regin fortificada. La exclu-sin de uno genera la inadaptacin del otro, la injusticia funcional funcionalizala injusticia en tanto percepcin de amenaza. De este modo, es muy posibleque los cuerpos marcados por el hambre sean victimizados por su propia con-dicin. Y la ciudad presta forma a la amenaza generalizada penalizando a losinvisibles. Ellos all, nosotros ac es la sintaxis del lenguaje de las calles y losbarrios. Una vez ms, no hay camino para la intersubjetividad; los individuos vi-ven en tanto no-individuos aislados.

    Finalmente, los sntomas analizados dejan a la sociedad, casi literalmen-te, cuerpo a cuerpo. Las consecuencias del hambre vaticinan una redefini-cin del ropaje social. Los cuerpos como fragmentos sociales se vuelven frag-mentos-sujetos de intervencin. As, la poltica de los cuerpos, es decir, las es-trategias que una sociedad acepta para dar respuesta a la disponibilidad socialde los individuos es un captulo, y no el menor, de la estructuracin del poder.

    Qu biografas podrn narrar los nios desnutridos? qu sociedad segenera sin alimentos? son algunas de las preguntas que intenta ocultar la fan-tasa colonial, como oclusin del antagonismo central sobre el que se libra labatalla de los cuerpos.

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  • Ahora bien, qu significaron las protestas que antecedieron y constru-yeron la sensacin de diluvio que marc la crisis del 2001? Cules fueron sussentidos y repercusiones para la sociabilidad y la sensibilidad social? En elprximo apartado nos ocuparemos de abrir una puerta para responder estaspreguntas.

    II. Des-institucionalizacin e incertidumbre:

    el significado de las relaciones entre las

    protestas y la poltica

    Una radiografa de los procesos de estructuracin social evidencia losmodos que adquieren las protestas sociales en tanto testigos de las cone-xiones entre espacios pblicos, instituciones y sensaciones. El escenario delas protestas en la Argentina entre mediados de los 90 y comienzo del 2000se caracteriza por la pluralidad de actores, situaciones y conflictos que ellasexpresan como por la aparicin de un gran nmero de organizaciones condistintas identidades y objetivos que apoyan, convocan y participan de lasprotestas.

    Adems emergen dos primeras impresiones: por un lado, han aparecidonuevas estrategias colectivas que los agentes utilizan para recobrar visibili-dad social y por otro, se observa la constitucin fragmentaria de identidadescolectivas y personales, cuyas consecuencias pueden mencionarse del si-guiente modo:

    Las protestas implican una seal de los lmites de compatibilidad sist-mica en relacin a los mecanismos de resolucin de conflictos.

    Las protestas involucran la configuracin de diversas identidades en unproceso de redefinicin de la esfera pblica.

    Los actores que protestan buscan reducir la incertidumbre que provocala precariedad social y la resignificacin institucional.

    Se multiplican los centros de poder, des-centrando las protestas, que sedirigen simultneamente al estado nacional, provincial y municipal, a lospartidos polticos, a los medios de comunicacin y a los empresarios.

    Se redefinen los mecanismos de coordinacin de la accin en el marcode una dialctica entre clientelismo y representacin social y poltica.

    Se evidencia la constitucin y reconstitucin de clases en trayectoria y ladistancia en trminos econmicos provocada por la representacin polti-ca: desocupados, nuevos pobres, pobres estructurales, clases en descen-so y lucha por la permanencia en el sistema, se hallan en redefinicin per-manente.

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  • De esta manera, las protestas ponen de manifiesto claramente la desin-tegracin de lo poltico como sntesis social e hipstasis de la totalidad, de lapoltica como indicio y marca del sentido de un pacto originario y preformativo,por lo cual hay que reparar en la utilizacin y resignificacin de recursos expre-sivos anclados en tradiciones de resistencia.

    Las protestas sealan tambin, la ausencia de una praxis social comn yse postulan como referentes de un mundo que ya no es y an no puede ser.Frente a esto, se estructura una poltica del prejuicio a partir de la visin de inu-tilidad que supondra la incapacidad para articular un movimiento poltico queimpugne sistmicamente al gobierno. La demanda de sistematicidad no visua-liza la disolucin de los lazos con el sistema poltico y oculta la potencialidadtransformadora de las protestas, que radica en la posibilidad de superar la invi-sibilidad, reconstruir lazos colectivos, resignificar tradiciones y usar formas ex-presivas para sealar los lmites del sistema.

    En las protestas se entrecruzan utopa y accin colectiva de una maneradiferente. Sin la apelacin a un centro, sin un telos previamente definido, lasprotestas son la expresin ms acabada de los lmites de la accin en contextosde empobrecimiento y disolucin de la poltica.

    La sensacin de multiplicacin y mayor densidad conflictiva fue acompa-ada por la progresiva percepcin de desencanto y decepcin, de la cual nosocuparemos en el prximo apartado.

    III. Fantasa social y sociodicea de la frustracin:

    sntomas, ausencias y mensajes en la protesta

    post-crisis

    Las protestas sociales sirven como guas de la topologa social en tantomuestran los quiebres estructurales, evidencian sintomticamente las redesconflictuales y se proponen como mensajes de los procesos aludidos. Dichaconflictividad social permite a la vez, retomar el anlisis de las fantasas socia-les y mostrar el surgimiento de una especial sociodicea de la frustacin.

    Un conjunto de elementos configuran los mecanismos ideolgicos de loque denominamos sociodicea de la frustracin, donde las fantasas socialesocupan un lugar destacado. En lo que sigue identificaremos las redes conflictua-les que subyacen al mapeo antes realizado a travs de la lectura de ausencias,sntomas y mensajes. Desde aqu se propone dar cuenta de un fragmento de loque se considera la fantasmtica social en la actualidad. Al mostrar lo que estasfantasas ocultan e invierten de la red conflictual, se intenta buscar posibles ca-minos de intervencin.

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  • III.1. Conflicto, neoliberalismo y la revolucin de la

    desigualdad

    Comencemos por caracterizar tres dimensiones naturalizadas de la revo-lucin conservadora -neoliberalismo criollo- que an hoy se vive en el pas ysus consecuencias.

    Primero, es una mquina de transformar lo colectivo en individual. Laimagen neoliberal del mundo es la de individuos aislados -de ah el sistemaMenem lo hizo- en el que cada uno cuenta solamente consigo mismo o conlos programas fragmentados (que muchas veces aplican las ONGs). El neolibe-ralismo deja solos a los sujetos, porque los niega, porque los tacha.

    Segundo, el neoliberalismo lleva a un paroxismo nunca antes visto el im-perativo sea mercanca sin morir en el intento en la medida que lo sita enuna escala mundial, pues todo el mundo nos ve y circulamos como-siendo-mercancas globalmente localizadas. En este sentido, la globalizacin se ca-racteriza por una reaccin a distancia: cuando nos negamos a comprar una ca-misa coreana por ayudar a la industria nacional, en realidad estamos alte-rando el salario del obrero coreano.

    Tercero, el neoliberalismo no slo nos individualiza, nos transforma encosas y globaliza ese espritu, sino que, adems, nos suelta, pues ya no existered de contencin alguna, no hay soporte y el da a da deviene un mero puntopara la subsistencia.

    En este contexto, podemos identificar cinco redes conflictuales. La prime-ra se vincula al hambre, los cuerpos, la sociabilidad y el riesgo social. Una segun-da lnea se enlaza con la impunidad, en tanto sensacin generalizada de estarparalizados frente a la pornografa de los poderosos. En tercer lugar, los conflic-tos sociales suponen la discusin sobre la identidad personal y colectiva que an-cla en las lgicas de la fragmentacin. En cuarto lugar, existe una red de conflic-tos en torno a la apropiacin de la palabra como dispositivo clasificador. Final-mente, se visualiza la destruccin y distribucin desigual de la seguridad, perso-nal y colectiva. La estructura narrativa de la identidad la vuelve eminentementefrgil. Pero el escape a la precariedad supone justamente nuestra inclusin en elsistema de distribucin desigual de lo que podemos pensar que somos.

    Veamos ahora cules son las consecuencias de estas redes de conflictoen trminos de los sntomas, ausencias y mensajes que implican.

    III.2. Accin colectiva como manifestacin de ausencias,

    sntomas y mensajes

    Las protestas sociales pueden entenderse desde las ausencias que deve-lan, como sntomas de la estructuracin social y como mensajes de la redefini-cin de los lmites de compatibilidad sistmica de una sociedad.

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  • La aplicacin de estas claves se han ejemplificado en trabajos anteriores(Schuster y Scribano, 2001; Scribano, 2003). Sintetizaremos aqu slo sus l-neas generales como vas concurrentes para interpretar el fenmeno de la pro-testa social. Ante todo sabemos que toda accin colectiva est ligada al conflic-to, y todo conflicto se relaciona con una red conflictiva. En un esquema tericomuy sencillo proponemos entender, como va de entrada a estos conflictoslas ausencias (dejan ver), los sntomas (manifiestan) y los mensajes (comuni-can) que provienen de dichas redes. As vistos, la protesta, los movimientos so-ciales y las acciones colectivas en general, muestran que en la sociedad estpasando algo. Evidencian que podemos escuchar, leer, ver, entre otros rasgosde la protesta, en las demandas de visibilidad y subjetividad, en las formas y enla disposicin pblica de los agentes. Como sugera Melucci, qu profetizanestos nmades del presente?

    En primer lugar, las protestas refieren a vacos, a momentos de las rela-ciones sociales donde la lgica social no puede unir los lazos naturales entrelos agentes que dichas relaciones suponen. Como ausencias, refieren tambina fallas en la estructura social que generan grietas, lugares donde la estructurasocial se ha quebrado y ya no hay puentes que liguen las partes separadas. Lasprotestas hacen ver los lugares donde la sociedad no tiene cemento, donde nose puede unir, donde no se sutura. En segundo lugar, las acciones colectivasson un epifenmeno de lo que pasa en la sociedad, pues emanan de redes quesiempre tienen que ver con lo estructural y con los procesos de estructuracin,ya sean en sus momentos materiales y/o simblicos. Los sntomas trabajanpor transposicin metafrica: de un signo se interpreta el sentido de un con-junto de relaciones a las cuales ese signo no hace referencia directa, pero lassupone. Las protestas son signos de los procesos de produccin y reproduc-cin social de modo tal que posibilitan ver lo que ocurre en el interior de eseproceso, porque dan visibilidad a lo que, por lgica social, se pone patas paraarriba -o invierte-, o a lo que impide un acceso inmediato. En tercer lugar, lasprotestas son mensajes porque fundamentalmente hablan de los lmites decompatibilidad sistmica. Al mostrar el estado de los mecanismos de resolu-cin de conflictos, las protestas profetizan, es decir, anuncian la precaria rela-cin entre los lmites de compatibilidad e incompatibilidad sistmica; envanseales de los lugares por donde, si el sistema quiere empujar ms, no lo po-dr hacer, salvo a costa de su propia redefinicin o disolucin.

    En el contexto del juego entre sociodicea, redes conflictuales y procesode re-estructuracin social, es posible percibir una serie de ausencias, snto-mas y mensajes:

    Ausencia: La disolucin de la poltica de la identidad del neo-liberalismocomo falla estructural.

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  • La era neo-liberal produjo una serie de identidades fragmentarias msac de la destruccin de los colectivos tradicionales y lazos colectivos informa-les. La situacin actual se caracteriza por la estabilizacin de dicha fragmenta-cin como regla de los procesos identitarios. Un quiebre estructural de los mo-mentos y relaciones que configuraron y configuran la redes de inclusin colec-tiva, adviene como central para cualquier intento de re-inscripcin en la simb-lica de inclusin-exclusin. De esto se sigue la necesidad de reparar en la frac-tura de las polticas de identidad en este momento de lo social.

    Sntoma: La re-estructuracin de los lmites del disciplinamiento corporal

    La accin colectiva como sntoma alerta sobre las transformaciones delos modos societales de disciplinamiento y control. La preocupacin por la sa-lud evidencia que los lmites de la reproducibilidad estn mudando y que elabandono del cuidado de lo corporal no es ya solamente un error de polticaspblicas sino una poltica. Junto a esto, la pugna por la redefinicin de institu-ciones como la escuela, donde se come, se cura y contiene, pero donde es dif-cil ensear y aprender. La instalacin de la violencia como regla de convivenciaen el marco del proceso -redefinido- de urbanizacin sin ciudad, instaladora demuros y creadora de ghettos. El lenguaje sintomal de las acciones colectivasmuestra las nuevas formas de control que se estn construyendo.

    Mensaje: La normalizacin de una subjetividad adecuada

    Uno de los mensajes que envan las acciones colectivas y los conflictos esla aparicin de presiones por llenar las expectativas de una sustancializacinetiquetante de las subjetividades. El quiebre societal en situaciones de sociabi-lidad cambiantes presiona a los sujetos a adoptar los dispositivos clasificato-rios y normalizadores de la sociedad. Se vuelve norma el Todos debemosempujar para el mismo lado, ms all de que todos sabemos lo que est mal

    pero nadie sabe lo que est bien. La perplejidad ante lo pornogrfico de la cri-sis implica una presin constante por la adecuacin, pero el problema es queno hay patrn al cual adaptarse, abrindose as un momento de control sin re-glas socialmente vlidas para el mismo.

    III.3. Hacia una caracterizacin de las fantasas argentinas

    Antes de esquematizar los nodos discursivos por donde discurre la pro-duccin y reproduccin de las fantasas sociales es indispensable resear suscaractersticas bsicas desde una mirada sociolgica.

    Lo que desde el lenguaje se podra denominar perfomatividad de las fan-tasas sociales, y desde la poltica de la identidad lo persuasivo de las mismas,corresponde al hecho de que en ellas cada uno puede ocupar lugares socialesdistintos, y como parece que no imponen nada (reglas, disposiciones clasifica-doras, etc.), slo nos dice cmo clasificar, cmo construir reglas. Pero ade-

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  • ms, producen una operacin de aceptacin sobre aquello que parecen supri-mir dada su capacidad para ocultar conflictos hacindolos visibles sin su anta-gonismo inherente.

    Por otra parte, el sujeto que vive la fantasa propuesta y socialmenteaceptada no necesita ni puede salirse de esa misma escenificacin, so pena deque sta deje de serlo, lo cual se combina con otra caracterstica: su heterono-ma, es decir, se constituyen siempre al margen de la autonoma de los sujetos.Finalmente, la fantasa no aparece en textos explcitos. No tiene un contenidofijo. No puede ser determinada, pero debe ser expuesta como contradiciendola realidad. Algunos ejemplos ilustran en forma parcial, la caracterizacin reali-zada hasta aqu:

    El techo de tus sueos. La no territorialidad de los conflictos quese ha expuesto es un indicador de esta ausencia estructural que configura laciudad en partes no muy discernibles. La nocin de ciudades de refugio, a lasque aludan los estudios urbanos, hoy debemos re-leerla desde esos espa-cios-tiempos que constituyen las murallas de contencin y las zonas de in-fraccin. Murallas que hablan de la distribucin social de lo aceptable y valora-ble. Murallas que hacen de una ciudad moderna una especie de refeudaliza-cin territorializada con sus torres de observacin y redefinicin de los lmites.Desde all es que, inadvertidamente, se pone lmites de regionalizacin de laco-presencia, mostrando la negacin de bordes que, de ser traspasados,conducen hacia zonas de infraccin donde la Ley no tiene otro mecanismo deinstauracin que su propia transgresin. Crdoba como un todo y para to-dos, con el techo de tus sueos se vuelve un elemento fantasmtico que ocul-ta el conflicto de base: no hay una ciudad, sino muchas apropiaciones diferen-ciales de la ciudad. Lo ms alto para un pobre, el techo de lo que puede soar,es un barrio preparado para reproducir pobreza: comedores y lugares paralos carros y los caballos.

    Si no te ven, no exists. Qu tipo de accin es pedir y publicar? Esperceptible el camino de hacer pblico mediante los mass media. Son visibles

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  • slo si estn los medios y slo si es lo suficientemente importante como paraatraer la atencin de los que disponen de la solucin. Desde otra perspectiva,esto seala un sntoma muy especial: los pobladores creen y se creen en, por ya travs de los medios. Hay un lmite de compatibilidad sistmica muy claro: nohay mecanismo de resolucin, sino mediacin. Es claro que el mecanismo fan-tasmtico se potencia aqu en su capacidad de invertir: pone un particular -losmedios- en lugar de un universal -el Estado. Da vuelta el status de la orienta-cin de la accin: para que haya solucin hay que presionar privatizando la de-manda a travs de los medios.

    No hay responsables, somos todos culpables Qu contigidadms interesante aparece en los conflictos? Impunidad, Habitabilidad e Inexis-tencia de solucionador- efector. Cmo va a haber quien solucione el proble-ma de vivir en la ciudad si hay impunidad en los mecanismos de satisfaccin dedemandas? Ahora bien, esto se contradice con los tipos de acciones y los anta-gonistas, y es cuando debemos reconocer una ausencia muy clara: la incapaci-dad de sutura del nico que puede cerrar las fallas de vivencialidad y habitabili-dad: la poltica y el Estado. Por esta va, se cierra un circuito de irresponsabili-dad organizada donde todos somos culpables, pero nadie es responsable.Aqu se puede observar cmo se ocluye el conflicto de la red de impunidad bajola participacin virtual del todo como responsable.

    Con estos ejemplos es posible comprender cmo la consumacin de lasestrategias de coagulacin de las energas sociales es su ritualizacin, por unlado, y su contencin pblica, por el otro. La presencia disruptiva es cooptadapor las mediaciones. La no existencia es una forma de existencia siempre msdependiente y menos autnoma. Desde esta posicin, es posible entender porqu participamos tan simplemente de ella y por qu la obedecemos. La de-pendencia a la inscripcin en alguna totalidad narrada es la condicin de posi-bilidad de la negacin del nosotros colectivo.

    Para finalizar, es clara la instalacin de una respuesta ideolgica contrala accin colectiva en trminos fantasmticos que se evidencia en:

    Las campaas solidarias Lo vi en la tele y me solidaric.

    En frases como La libertad de uno termina donde empieza la libertadde otro.

    O en el lapidario Todos tienen derecho a protestar pero de la maneracorrecta.

    Estos estatutos del orden simblico legitimante ocluyen los antagonis-mos sociales e invierten las causas con los efectos de las acciones disruptivas,dando origen a la mxima ideolgica de los ltimos aos: hay que ser positi-vo, hay que protestar de acuerdo a la regla. En esta subjetividad negada delprotestante se encierra una potencial salida autoritaria. Lo disruptivo es algo

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  • ms que una simple protesta, es lo negativo que no ve el cambio y niega lo quese est haciendo. Seguir con frases como: El que protesta en algo raro andar,por algo ser, son los infiltrados, enuncia un lmite que aparece como amena-zante para toda accin colectiva que apunte a formas distintas de sociabilidad.

    La mesa est servida, las fantasas sociales pueblan los dispositivos deregulacin de las sensaciones y los mecanismos de soportabilidad social. Unacompleja re-estructuracin de las polticas de los cuerpos amuralla y coagulalas energas sociales y las capacidades disruptivas. En el prximo apartado sehace evidente cmo se instala la impotencia como sensacin y rasgo de una vi-vencialidad acotada y opacada.

    IV. La lgica de la impotencia: el miedo y la mentira

    como formas sociales de expropiacin de las

    energas para la accin

    El agente social aprehende y performa sus prcticas convencido de quehay una sola forma de sentir, un solo tipo de emociones y que no va a podersentir de otro modo.

    Las formas de disciplina y violencia epistmica se cruzan y reproducendesde las mismas nociones de invariabilidad y unicidad de lo social percibido.Como se ha afirmado ya, los agentes sociales conocen el mundo a travs de suscuerpos, donde un entramado de impresiones con-figuran las sensaciones quelos agentes se hacen de aquello que puede designarse como mundo interno yexterno, mundo social, subjetivo y natural. De la tensin dialctica entre impre-sin, percepcin y sensaciones se estructura la impotencia frente a lo dado, entanto excedente efectual de las naturalizaciones del miedo y la mentira.

    IV.1. La Lgica de la impotencia

    Las condiciones sociales de posibilidad de la accin en el contexto delfuncionamiento de los dispositivos de regulacin de las sensaciones tienen enla impotencia uno de sus sentimientos claves.

    Una de las caractersticas fundamentales de la impotencia es la perma-nencia de un estado de minusvala frente a las condiciones materiales de exis-tencia, y dicho estado de in-capacidad deviene objeto de esas mismas constric-ciones en contexto de reflexividad sobre el significado de esa imposibilidad.Por esta va, lo que se sabe (del mundo social) se inscribe en un juego del velar yde-velar. Lo que es experienciado como inmodificable (en tanto aquello queaparece y parece oculto) se transforma en un proceso, en un movimiento per-manente de estados de incapacidad obviamente aceptados y aceptables.

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  • En consonancia con lo anterior es posible describir una lgica de la impo-tencia social del siguiente modo: a) el sujeto percibe la incapacidad de trans-formacin de las condiciones materiales de vida, b) dicha percepcin imprimeuna sensacin de minusvala subjetiva y colectiva, c) la sensacin deviene enuna emocin de incapacidad que constituye un sentimiento de imposibilidad.Los objetos de estos procesos -por ejemplo, la seguridad en el trabajo, la posi-bilidad de educacin y el acceso a la salud pblica- se hacen cuerpo como im-posibles. Esta in-corporacin se efecta, al menos, en dos momentos que sevectorizan mutuamente: a) saber que no se sabe por qu son imposibles (vela-do) y b) aceptar que el saber el por qu, no los transforma en objetos posibles(develado).

    Adems solidariamente y completando una economa de la aceptacin ynaturalizacin de la aceptacin emerge la percepcin de la mentira en tanto lofalso naturalizado y el miedo en tanto turbacin y culpabilizacin.

    La impronta de lo social hecho cuerpo y de la corporalizacin de lo socialhace incuestionable lo que adviene como pura realidad inmodificable. La im-potencia es una de las consecuencias de sentirse mentido y amenazado. Mie-do y mentira acompaan las posibilidades de accin; su volumen y peso colo-rean o neutralizan las luminancias de las disponibilidades de energa para per-formar acciones autnomas. Todos los das millones de trabajadores viven laamenaza de quedarse sin empleo dejando de reclamar sus derechos, al tiem-po que vivencian la falsedad de que slo el que reclama se queda sin trabajo.Mentira y miedo se entrecruzan en las prcticas de la constitucin de la impo-tencia, en la consagracin de un estado permanente de imposibilidad. Sabersementido y amenazado es la clave de bveda del edificio del siempre ser as.

    IV.2. La Mentira como repeticin de lo falso y los efectos

    de la no-verdad

    Socialmente constituido, lo que es falso se acepta por su transparencia eiteratividad, naturalizndose como dispositivo de aceptacin de la mentira quese estructura como lgica de la imposibilidad-posibilidad. Algunas frases deldiscurso pblico pueden aclarar este punto: Todos los polticos mienten, To-dos los sindicalistas roban son el plus de exceso de la mentira y el robo, queinstala as, un dispositivo transparente y reiterado que lo vuelve operativo.

    El engao es una forma sistemtica de absorber la brillantez de los cuer-pos mediante la sensacin de la mentira. La mentira es el resultado de una ma-deja vital urdida entre el engao y la falsedad que en tanto efecto, los excede yse constituye en aquello aceptado naturalmente. Ya no hay farsa y disfraz, la fal-sedad es una forma de sociabilidad que constituye sensibilidades. Aparecen yse reproducen as, entre otros, los lugares comunes como todo da lo mismo,para qu hacer algo si todo seguir igual.

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  • De este modo, en el marco del capitalismo aparece la no-verdad comocentro de gravedad de la subjetividad fetichizada. Emerge la consagracin ynaturalizacin de lo falso como condicin social de posibilidad de la mercantili-zacin de la vida vivida.

    La vida cotidiana de los que viven en el mundo del no, se cualifica por elcontacto directo de la no-verdad de las fantasas del capital. No tener trabajo,no tener educacin, no tener acceso a la salud se conectan directamente conlas mximas del sistema tales como: el que quiere trabaja, el que se esfuerzalogra lo que quiere.

    Cuando los sujetos experiencian la falta como ligadura normal y diariade su vida, los cielos prometidos por el mercado se des-hacen ante los ojosaceptadores de un cuerpo secuestrado en su propia materialidad de individuo.La vida se estructura por esta va alrededor de esa no-verdad como anverso deuna mentira sistemtica: nadie es dueo de nadie. Cuando los ciudadanos delmundo del no viven, lo hacen en y por lo que les falta pudiendo ver lo que son.Dada esta instancia aquello que se piensa como objetivo vital naturalizado sevuelve esquivo y lejano.

    Esa no-verdad comienza, a fuerza de repeticin, a convertirse en centrode gravedad de la subjetividad por donde las mltiples figuras de los fantasmasse catalizan.

    La no-verdad es escenificada como reverso necesario (y suturador) de ladominacin al ponerse en estado de una narracin que muestra la grafa de laacumulacin y de los no; se muestra por-no-grficamente. La grafa de la do-minacin se patentiza como aquello que, al verlo, es imposible de ser vividosino como resignacin a la identidad negada de la pluralidad de subjetividadesposibles. Los sujetos de la dominacin se ven as no-ms con lo nico quetienen: sus cuerpos expropiados y superfluos.

    IV.3. El miedo como mscara de la expropiacin de la vitalidad

    La situacionalidad pornogrfica abre la puerta al miedo que reviste lasubsuncin de las luminancias de los cuerpos en tanto expropiacin de la vita-lidad, de la capacidad de hacer y hacer(se).

    El miedo adviene como complemento econmico de la estructura fan-tasmal de la opacidad de la amenaza y la culpa. Los sujetos en-estado-de-dominacin estn sensiblemente atravesados por el chantaje de la vida o lainaccin. En este sentido, el miedo opera como suplemento de la expropia-cin de la vitalidad a travs del juego entre intimidacin e incertidumbre. Elsecuestro corporal se en-mascara de miedo individual y colectivo desplazn-dose hacia la lgica de la culpa. El mundo es visto como dado, como iterativoe in-transformable desde la voluntad individual, lo que implica la responsabi-

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  • lidad de ese ser as y no de otra forma. El miedo se anuda a la culpa de saber-se en inferioridad y se hace de la expropiacin vital un existenciario de la domi-nacin capitalista.

    Por otro lado, en la vida del no poder se instala una rigidez de los rostroslicuados como neutralidad cromtica, es decir, millones de rostros con sus fac-ciones y rasgos sin colores y sin movimiento en tantos efectos del saber(se)amenazados por la imposibilidad.

    Opera as, un en-mascaramiento de la expropiacin de las capacidadesdel hacer en tanto funcionamiento del par miedo-culpa que deja a los rostrosde la dominacin en estado de mismidad, de serialidad, de similitud. Las carasy contracaras de la vivencia del mundo del no se presentan como rigidez,como testimonio de la inflexibilidad en la que se enredan los cuerpos expropia-dos, como una paleta con tonalidades neutralizadas.

    Pero tambin, el miedo a la rostrocidad del dominador aparece comocongelamiento de la accin y con-lleva a la evitacin del conflicto social. El do-minador es un rostro in-olvidable, sus figuras fantasmales amenazan, con suseductor perfil, con su obscenidad, con su forma fetichizada, los rostros deotras clases. Su rostro es medida, es lnea divisoria, es modelo, es lo que nuncaser sin investirse para la dominacin, es lo que enclasa la clase en su capaci-dad de disponer de rostro. Amado-Odiado-Amado el dominador est vestidocon los ropajes de lo inaccesible, de lo que jams se transforma, de lo que vale,del objeto de mimesis. Juventud, belleza y riqueza son las rostricidades de losmodelos de la prostitucin, los cuerpos del trabajo y el hambre. La sensacinde no ser como esos rostros deja en condiciones de miedo a los millones decuerpos que slo les queda ser como son, quedar desnudos en sus rostros mi-rantes y cuerpos expropiados. Millones de rehenes de esas rostricidades que seapegan a la consigna de intentar ser a travs de los rostros del dominador en elmarco de saber que nunca podrn serlo. Miedo a nunca poder ser como ellos;miedo que instala a la vez, una sola manera de hacer, y a la inaccin en sentidocontrario. La accin se congela como una toma de televisin en la pantalla de lavida, se congela como situacin-desplazada para un no-tiempo, se congeladada la posibilidad de nunca ser como aquellos rostros.

    Los dispositivos de regulacin de las sensaciones actan sobre las im-presiones en un doble sentido: preparan a los sujetos para reconocer estmu-los externos relevantes, lo cual permiten identificar y clasificar la realidad; ypor otro lado constituyen el grado de compromiso subjetivo con dichos est-mulos. Vuelven a las consecuencias de las acciones sociales eventos de lo realindependiente de las capacidades del individuo. Esta particularidad deja en elnivel de impresin o sea de sensacin cuasi natural a los acontecimientos quepor esta va se independizan de la voluntad del agente perceptor y designante.El sujeto se ve afectado en el rango de sensibilidad construida como normal,

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  • se ve con-movido pero no se mueve, se siente impactado pero a la vez encondiciones de no-accin. Se crea as una auto-imagen de no poder hacer,donde la independencia de la realidad se reproduce y renueva su fantasmag-rica sensacin de indestructible.

    Desde otra perspectiva las sensaciones se alan para constituir el mundode la impotencia. Una circunstancia que, al repetirse deja sin potencia. Repeti-cin y sociabilidad de la desconexin con las causas y motivos del evento, pin-tan una esttica del no-poder. Pero esto no podra hacerse efectivo sin la triste-za que, socialmente considerada, conlleva la posicin melanclica de no saberqu hacer, porque la impresin es tan fuerte, porque lo real es tan insondable,que anuda y condensa el juego entre lo impresionante, la tristeza y la impoten-cia como uno de los mecanismos de aceptabilidad ms fuertes. El otrora capi-talismo del derroche se troca por el de la tristeza y la lejana con las causas de laaccin. Millones de cuerpos coagulados, en tanto sucios e intocables, sonobservados como la frmula iterativa de una sociedad monstruosa. El Capitalya no necesita de cuerpos en condiciones de reproduccin de habilidades o deejercitar las condiciones mnimas del cuerpo individuo; su objetivo es mante-nerlos en la oscuridad de lo impresionante, en la disponibilidad para Otro, peroas, como miembros exiliados de su cuerpo.

    La estructura helicoidal y mobesiana de las sensibilidades que entramanmiedo y mentira en la lgica de la impotencia se perfecciona cuando lo socialse hace callo. Los dispositivos de regulacin de las sensaciones de la domina-cin neo-colonial se completan pero no se cierran con el dolor social vueltocuerpo. Sobre ello nos ocupamos en el prximo apartado.

    V. La corporizacin desapercibida de la dominacin

    como dolor

    Uno de los rasgos de las sociedades neo-coloniales es el hacer carne lasoportabilidad social de las consecuencias de las desigualdades y la domina-cin estructural a travs del dolor social. El dolor social se manifiesta, al menosprimariamente, a travs de tres procesos (a veces concurrentes, a veces para-lelos): lgica de configuracin social de la identidad, de la compasin y lades-afeccin.

    El dolor social es entendido como el sabor amargo que se percibe, por elquiebre de la articulacin entre cuerpo subjetivo, cuerpo social y cuerpo indivi-duo frente a la lgica de la constitucin de la subjetividad. El sufrimiento agrie-ta la articulacin de los modos sociales de vivir(se) y con-vivir asegurando ladistancia (corporal y sensible) con la accin disruptiva. El dolor social es esa ite-ratividad y regularizacin de tribulaciones, des-ventajas y depreciaciones. Loschicos que tuvieron hambre en las dos ltimas dcadas, hasta el estado de des-

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  • nutricin qu harn cuando tengan que presentarse socialmente?, cmo ad-ministrarn sus energas?, qu tipo de autonoma podrn tener? Para un de-sempleado nieto de desempleado, para un limpiavidrios nieto de un limpiavi-drios, cmo ser posible una articulacin socialmente aceptable entre cuerpoindividuo, social y subjetivo?

    La repeticin y normatividad de las maneras sociales de enfrentar las tri-bulaciones de la vida originan dolor social. Es decir, las distancias entre las ne-cesidades y medios para satisfacerlas, entre las metas socialmente valoradas ylas capacidades disponibles, entre lo que se tiene y lo que se puede tener, sonfuentes de dolor social. La identificacin de las ventajas que otros tienen y queson ledas en tanto des-ventajas de posicin y condicin de clase, junto al esta-do variable -pero permanente- de depreciacin del campo de oportunidadespersonales frente a lo que se estima y valora como xito social constituye otrasaristas del dolor social. La caracterizacin posible del beneficiario promediode un Plan Social (mujer sola, con hijos, desempleada, con bajo nivel educati-vo, sin cobertura de salud y con otros adultos a cargo) habla por s sola del con-junto acumulado de tribulaciones, desventajas y depreciacin a las que se vensometidos millones de argentinos.

    A travs de la composicin de las sensaciones se enhebran y co-constitu-yen culpabilizacin, minusvala, descontrol y des-afeccin en tanto resultadosde una reiterada vivencia de sufrimiento. El dolor social se va transformando(en trminos del sentido comn), se va haciendo carne primero y callo des-pus. Lo que pasa por los cuerpos, lo que pasa por la desarticulacin entrecuerpo individuo, cuerpo social y cuerpo subjetivo, deviene sociedad (y domi-nacin) desapercibidamente aceptada. La exposicin sostenida al dolor iniciauna espiral entre parlisis, reproduccin y olvido. El dolor social anestesia.

    Por esta va podemos explicar el proceso del comienzo y fin de un ciclo deprotesta: adentrarnos en la accin cuando las aguas bajan, bosquejar qu es loque queda despus del diluvio de la accin. El impacto se vuelve dolor social,adviene cambio de estado de la sensibilidad y coagula la accin para que staya no sea continua y permanente. Frases tales como: No entiendo qu pasa,no era lo que pareca, esto es un quilombo, mir que en la tele haban dicho

    otra cosa, entre otras, atestiguan que los sujetos no pueden encontrar senti-dos por donde la sociedad se va haciendo callo. Socialmente esas frases se vanhaciendo sensibilidad, elaborando un mapeo de las acciones posibles frente alreaparecer de los efectos que ya no se vinculan con fuentes predeterminadasdel dolor. Desde esta perspectiva, quin puede No pensar que siempre es lomismo?, quin puede No pensar que nada va a cambiar?, quin puede nopensar que No hay nada por hacer?

    Por otro lado, y aparentemente de manera contradictoria, una serie defrases - antes no era as, esto no pasaba con, esto nunca se vio- atesti-

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  • guan la prdida de sensibilidad ante el dolor. Una especie de conversin delmundo que, al poner el peso de la prueba en un pasado no experimentable (ono enteramente recordable), consagra el olvido de las fuentes del dolor quecausan los fenmenos que dichas frases describen o asocian. As, la lgica delimpacto neoliberal inscribe a los sujetos (de diversos modos) indistintamenteen la minusvala, el descontrol o la culpabilizacin. Porque cuando el precipiciose abre, cuando la crisis se hace evidente, cuando la lgica de des-regulaciny del ajuste aparecen reiteradamente, la des-afeccin deviene lgica de con-tencin social. Lo que se siente es como una cada al vaco que no se puede fre-nar, de la que ya no se puede salir. Crece esa sensacin de siempre lo mismo ycada vez peor, des-afectando (desconectando) la cada de las fuentes del do-lor. Se tiene la sensacin del no hay fondo y del vamos a seguir cayendo yresuenan entonces frases como hay que pensar en uno, esto no lo arreglanadie y/o slvese quien pueda. La lgica del desfondamiento es lo que per-mite avanzar hacia la des-afeccin. Y como siempre se est en cada, no se sa-ben sus causas, es decir, se naturalizan, olvidan y ocluyen las condiciones so-ciales que la produjeron.

    Pero junto a esto, hay otro tipo de sntomas que tienen que ver con la sen-sibilidad del ahora, pues esto es lo interesante de una sociologa de las emo-ciones: el fenmeno no tiene una lgica cerrada y tal vez maniquea, ni hay unsolo lugar desde donde se construye la sensibilidad. Para ello, basta con tomarreflexivamente lo que se va tejiendo como colectivo entre estas formas de ma-nifestarse el cuerpo individuo, el cuerpo social y el cuerpo subjetivo, donde latensin que se presenta entre lo que somos, lo que no somos y lo que no pode-mos ser es un excedente. Porque somos ms que la lgica del confinamientodel cuerpo, y colectivamente eso es lo que parecen mostrar las acciones colec-tivas donde hay mucho ms que dolor social.

    Ahora bien, en este contexto argumentativo, fue hacindose evidenteque el dolor social es esa iteratividad y regularizacin de tribulaciones, des-ventajas y depreciaciones que la metamorfosis del capital inscribe en los cuer-pos mercantilizados, des-mercantilizados y no mercantilizables. Estar, pasar ydesposeer son las aristas de un dolor que se intersubjetiviza desde las posicio-nes y condiciones de clase, etnias, gneros y edades, que se elabora social-mente y se distribuye como marca social de los cuerpos individuos. Se puedeentender cmo las formas de dolor social son modos desapercibidos de in-cor-poracin de las maneras preciables y valorables de enfrentar los resultados deprcticas de dominacin. Desde esta perspectiva, dolerse implica, por un lado,una manera de asistir a la dramatizacin de la ficcionalizacin de la vida, perotambin (y fundamentalmente) una va de soportabilidad de los lugares de per-dedor asignado en dicha ficcionalizacin.

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  • En un juego espiralado de quiebres y recomposiciones, las prcticas coti-dianas y las pinturas del mundo bosquejadas en lo pblico instalan los blsa-mos del dolor. Las manifestaciones en el orden de lo privado (hacer el aguan-te, apretar los dientes,poner el pecho,tirar para adelante,bancrsela,etc.) descromatizan y coagulan la accin. Las frases nodales de los discursospblicos (pasar el invierno, la casa est en orden, les habl con el corazny me contestaron con la billetera, estamos mal pero vamos bien, estamos

    condenados al xito, Argentina, un pas en serio, etc.) sacralizan y naturali-zan la imposibilidad del hacer otra cosa.

    El dolor social aparece como aquella violencia epistmica y simblicaque, cruzada por lo cognitivo y la sensibilidad, dice cmo es el mundo y prepa-ra a los sujetos para aceptarlo. En sus efectos sobre los cuerpos y sensibilida-des, el dolor social se presenta como la accin sintomtica de cartografas deldes-nimo y la des-estructuracin. El dolor anestesia y tambin es el reversocmplice y necesario de la mercantilizacin del mundo donde los cuerpos pier-den sus energas y cromaticidades.

    VI. Las polticas de los cuerpos despus del diluvio:

    algunas lneas finales

    Luego de este recorrido, es pertinente elaborar una apretada sntesis delos ejes centrales presentados a modo de un balance provisorio y respuestas alas preguntas formuladas en este trabajo: Cmo es posible caracterizar la si-tuacin actual de los mecanismos de soportabilidad social y los dispositivos deregulacin de las sensaciones? Cul es el estado de la Batalla de los cuerpos?

    Hemos relatado las consecuencias de las marcas que dejan la batalla delos cuerpos en los sujetos, evidenciamos el significado de las protestas socia-les en el contexto de los efectos de las polticas neoliberales. Describimos lafantasmtica social contenida en los dispositivos de regulacin de las sensa-ciones y los mecanismos de soportabilidad social. Recorrimos la elaboracinde la sensacin de impotencia en tanto entramado entre el miedo y la mentira.Finalmente indagamos cmo el dolor social es producido por lgica de confi-guracin de la compasin y la des-afeccin.

    El estado de coagulacin de la accin colectiva y la sensacin de agota-miento de las energas sociales disruptivas que describimos no impide acep-tar, ni clausura la posibilidad de visualizar, la existencia de un gran nmero deprotestas y colectivos en lucha. Solo pretende llamar la atencin sobre la con-dicin actual de las cotidianas batallas de los cuerpos.

    Una pregunta aparece aqu con fuerza: Cules sern entonces los cami-nos de la conflictividad social? El libro sobre la protesta social, que seguramen-te los argentinos seguiremos escribiendo entre la normalidad y la ruptura tiene

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  • para nosotros un captulo central, cuyo ttulo podra ser: Todo va bien, pero am me va mal, escrito entre bronca, resentimiento y desatencin. La bronca esrabia sistemticamente expresada en la contingencia de una accin que implo-siona o mina la aceptabilidad de un cuerpo perdedor. El resentimiento es la es-tructuracin de un cuerpo que se resquebraja, cuartea y decolora la accin deresistir pasando al vaivn de la venganza. La des-atencin es la aceptacin deuna mirada que temporo-espacialmente se desancla de su cuerpo y las tribula-ciones a l asociables.

    El trptico bronca, resentimiento y des-atencin tapiza las paredes de lahabitabilidad del mundo del No, de la incapacidad de transformar, de la sen-tencia a vivir en geometras de los cuerpos y gramticas de las acciones comomero objeto de la expropiacin de energas y colores.

    Es por esto que estar atentos a las sensibilidades que se crean como con-secuencia de la impotencia y dolor social es un capitulo (y no el menor) de lasbatallas de las acciones colectivas que se rebelan ante la dominacin.

    Desde esta misma perspectiva, indagar en la pintura del mundo del Noimplica la apuesta por unas Ciencias Sociales que denuncien los mecanismospornogrficos de soportabilidad social y las formas sociales de tejer las made-jas de los dispositivos de regulacin de las sensaciones.

    Cuando las aguas bajan, cuando pasa el diluvio de la accin, se abre unespacio para las indagaciones desde la sociologa de las sensaciones y de loscuerpos, en tanto campo de lucha contra la imposicin de una visin nica e in-transformable del mundo.

    Referencias bibliogrficas

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