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http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/mito-poeta- contemplativo_0_1358264186.html 20/05/15 Las lecturas históricas lo habían arrinconado en el doble “poeta del paisaje” y “poeta social” (una tensión que atraviesa sus libros sin resolverse nunca), pero como advirtió Juan J. Saer, las verdaderas obras se resisten al juego de las caracterizaciones, siguen siendo de algún modo secretas. Pero cuidado, mis amigos, con envolveros en la seda de la poesía igual que en un capullo... No olvidéis que la poesía, si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva, es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin, cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin y tendida humildemente, humildemente, para el invento del amor... JUAN L. ORTIZ, De las raíces y del cielo, 1958. “Ah, mis amigos, hablais de rimas” Militancia y política aparecen en la formulación reiterada del anhelo de justicia social o aludiendo sucesos históricos concretos, mediante la diseminación de marcas que la frase descarga y borronea en su apertura constante Juan L Ortiz militó en la filial de Gualeguay de la AIAPE (Asociación de Intelectuales, Artistas y Periodistas) y en su órgano de difusión, la revista Nueva Gaceta , publicó poemas, relatos y traducciones; finalmente es bajo el sello de la AIAPE en el que en 1940 se edita su cuarto libro, La rama hacia el este . Son hitos como este los que Alzari rescata para poder dar cuenta hasta qué punto Juan L. fue leído en primer término –al contrario que ahora– bajo el signo de lo político. Cuando en 1943 Álvaro Yunque publica el libro Poetas sociales de la Argentina (1810-1943), agrupándolos en categorías tales como

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Seminario I - El junco y la corriente

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http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/mito-poeta- contemplativo_0_1358264186.html 20/05/15

Las lecturas históricas lo habían arrinconado en el doble “poeta del paisaje” y “poeta social” (una tensión que atraviesa sus libros sin resolverse nunca), pero como advirtió Juan J. Saer, las verdaderas obras se resisten al juego de las caracterizaciones, siguen siendo de algún modo secretas.

“Pero cuidado, mis amigos, con envolveros en la seda de la poesía

igual que en un capullo...

No olvidéis que la poesía,

si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva,

es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin,

cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin

y tendida humildemente, humildemente, para el invento del amor...”

JUAN L. ORTIZ, De las raíces y del cielo, 1958. “Ah, mis amigos, hablais de rimas”

Militancia y política aparecen en la formulación reiterada del anhelo de justicia social o aludiendo sucesos históricos concretos, mediante la diseminación de marcas que la frase descarga y borronea en su apertura constante

Juan L Ortiz militó en la filial de Gualeguay de la AIAPE (Asociación de Intelectuales, Artistas y Periodistas) y en su órgano de difusión, la revista Nueva Gaceta , publicó poemas, relatos y traducciones; finalmente es bajo el sello de la AIAPE en el que en 1940 se edita su cuarto libro, La rama hacia el este . Son hitos como este los que Alzari rescata para poder dar cuenta hasta qué punto Juan L. fue leído en primer término –al contrario que ahora– bajo el signo de lo político.

Cuando en 1943 Álvaro Yunque publica el libro Poetas sociales de la Argentina (1810-1943), agrupándolos en categorías tales como “Poetas idealistas”, “Poetas anarquistas” o “Poetas de diversa inquietud”, los poemas de Ortiz aparecen en el grupo “Poetas Comunistas”, junto a nombres como los de Tuñón, Portogalo y Guerrero.

Delfina--- Juanele ve lo político del paisaje, no solo lo “paisajístico” del paisaje; es decir: la mano del hombre, la injusticia social, la revolución en el paisaje (en China)--- el puente del Yan-Tsé, construido POR la Revolución, la política como acción y trabajo humano sobre la

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naturaleza y el paisaje. 1957 China, “(…) el líder chino ya había iniciado su programa de colectivización que se extendría hasta el año siguiente y que tendría como objetivos la redistribución de tierras tras su expropiación a terratenientes y la industrialización de la economía nacional” (Bitar, Notas, 185)

http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_china_de_1949

“La revolución china de 1949 o revolución comunista china fue el resultado de la larga guerra civil china, iniciada en 1927, en la que se enfrentaron los nacionalistas del Kuomintang, encabezados por el Generalísimo Chiang Kai-shek, y los comunistas del PCCh de Mao Zedong, y que se saldó con la victoria de estos últimos, que instauraron la República Popular China —proclamada en Pekín el 1 de octubre de 1949—, mientras que Chiang Kai-shek y sus partidarios se refugiaban en la isla de Taiwán donde fundaron la República de China (Taiwán), conocida durante los dos primeros decenios de la guerra fríacomo la «China nacionalista» opuesta a la «China comunista»”

Tras el derrocamiento de Perón, el PCA criticó la pérdida de libertades democráticas y la proscripción de los partidos políticos que llevó adelante el golpe de Estado de 1955. Si bien el peronismo era el principal objetivo de las persecuciones, el aumento de la represión en el Gobierno de Arambruru lo llevo también a reprimir a los miembros del Partido Comunista, en 1956 el Ministerio de Interior sale a denunciar que la Unión de Mujeres Argentinas y la Liga de los Derechos de Hombre tenían vinculaciones con el P.C. En abril de 1957 se anunciaba oficialmente la cancelación de la personería jurídica del P.C. también se procedió a detener a 360 militantes y a clausurar 56 locales partidarios.

Borges

“En el curso de 1956 espero y confío en que se consolidarán en nuestro país la libertad, la justicia y la democracia, que acabamos de reconquistar.” Borges En el Hogar, ¿Cómo ve usted el año 1956?

En Argentina en 1957--- Revolución Libertadora, proscripción del peronismo, ya no del PC?? Revol. Libertadora del 16 de sept. De 1955 a 1 de mayo de 1958, Frondizi presidente. Juanele viaje a la China de 8 años de Revolución desde una Argentina de Revol. Libertadora

“dada la naturaleza esencialmente musical de todo paisaje” “El paisaje en los últimos poetas entrerianos” (p. 1073)“El paisaje en…”Despersonalización, “es lo que hace la poesía, descubrirnos el misterio de un lugar” (de el estar en un lugar, En el aura del sauce”)

Lo musical en el paisaje: “Si, las rosas”, “No, no es posible” -“Fuera, fuera, Brahms flotando sobre los campos!”

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-, “Entre Ríos” "(de “El agua y la noche”), nota/cita de Ortiz en el texto de Helder.

Y cuando fui a China en 1957 y conocí a Mao y a Chou En-Lai, supe que en los poemas chinos hay una alternancia de sonidos... uno es mate y el otro cristalino, y los finales son siempre cristalinos, con i, y entonces descubrí que yo había hecho lo mismo sin saberlo, sólo por mi deseo, ¿no?, de evitar la densidad, de dejar la cosiiiiiita suspendida, que se evapore, que se pierda... Aunque pensándolo bien -añadió tras el paso de un ángel-, mi debilidad por la í también puede venirme del guaraní: casi todas las palabras guaraníes terminan cristalinas.

¿Narrar o describir? La narración articula (las cosas, el drama épico-humano en sus movimientos y contradicciones, todo el elemento se proyecta ulteriormente, no hay detalles” inecesarios” (Barthes vs, Lúkacs), “relación del hombre con el mundo” (Saer, 1986); la descripción nivela, pone “un cuadro al lado del otro”, no hay movimiento (contradicción), sólo la apariencia de vida en esta elección.

ENTREVISTA A MALLARMÈ POR JULES HURET, 1891

Nombrar un objeto supone eliminar las tres cuartas partes del placer que nos ofrece un poema que consiste en adivinar poco a poco; sugerirlo, éste es el camino de la ensoñación. En el uso perfecto de este misterio anida el símbolo: evocar paso a paso un objeto con el fin de manifestar un estado del alma; o, a la inversa, escoger un objeto y extraer de él un estado de alma, a través de una cadena de desciframientos.

Poesía e infancia (Bignozzi, Helder)

Veiravé sostiene que en la etapa, “que comienza con su vieja a China y otros paísesorientales en los cuales encuentra, sin duda, la afirmación de su concepción ‘mística’del mundo en contraposición con otra concepción conceptual o lógica”, su poesía se“despoja de todas las referencias más visibles y se ubica en el centro donde lascomunicaciones verbales obturan el sistema de información. Esta es su nuevaexperiencia ante un poema que no habla sino que es”2. Sólo cuando el verso corto de

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su primera época se une con el verso largo y con el corte de su última época, elpoema alcanza su estructura definitiva. El verso cortado3 fue algo así como unaconsecuencia natural de la preponderancia del ritmo y no un mero procedimientoformal. El corte surgió del impulso de la escansión frente al continuo lírico. Fue algo delorden de la música (de lo que significa y no de lo puramente musical) lo que hizo dellenguaje un lenguaje, y de un lenguaje una poesía. Hay que haberlo oído decirpoemas para comprender esto: leía con un ritmo trastabillante, dubitativo, en el quecada palabra se detenía como extática pero al mismo tiempo avanzaba arrastradapor su intrínseca movilidad. Creo que en ningún poeta de nuestra lengua se da unritmo semejante. Ritmo, repito, que es producto del aliento que sostiene el verso desdesu interior, trascendiéndolo, y no del juego de los acentos, de la extensiónsilábica…como si un gran viento dispersara las palabras arrojándolas al desatino de labelleza.

http://ccpe.org.ar/aqui-y-alla-la-corriente-por-agustin-alzari/

Es decir, no como algo que ha quedado atrás, sino como algo que seguirá funcionando, aunque no aparezca habitualmente, o, justamente, porque no será usual que aparezca. El ritmo de la contemplación contiene a su opuesto complementario, el ritmo de la acción. Lo que se ensaya, lo que ha pasado por el cuerpo, jamás se abandona.El hecho de que Juan L. Ortiz no mencione en los poemas de sus primeros cuatro libros, y en otros tanto posteriores, el río Gualeguay ni sus arroyos afluentes, no implica que este río no sea el soporte de sus experiencias fluvialesLa eficacia de estos poemas radica en un delicado equilibrio entre la precisión de un ojo y un oído agudo y entrenado en captar el detalle, la nota esencial del momento del río, y el hecho de no nombrarlo.Lo que no implica que Ortiz haya cantado el río Gualeguay tal cual era. En toda operación de escritura hay selección, recorte, transformación. Podría hacerse una lista de elementos del Gualeguay que no están en su poesía. Sin ir más lejos, las barcazas que transportan hacienda desde el puerto de Puerto Ruiz —su pueblo natal, a pocos kilómetros de Gualeguay— hacia el Paraná. No voy a entrar en detalles acerca de por qué prácticamente no aparecen, pero el hecho a remarcar es que no pesa en su obra ese aspecto del río, el Gualeguay como vía de salida del ganado y los cereales de esa región entrerriana. Algo habitual desde mediados del siglo XIX, que llegó incluso a modificar físicamente el río, con el canal dragado en los cuarenta kilómetros que separan a Puerto Ruiz de la desembocadura del Gualeguay en el Paraná. NO ES LA UTILIDAD DEL RÍO, COMO EN “ODA” DE LAVARDÉNPero el razonamiento, o la mirada, se vuelve interesante cuando la invertimos: no todo el río Gualeguay aparece en estos poemas de Ortiz, es cierto, pero ante el río, inmerso en su contemplación, el lector tiene la impresión de estar ante una totalidad orticiana. Si tuviésemos que resumirlo en una fórmula, sería la siguiente: su poesía no contiene el Gualeguay sino a la inversa, es el Gualeguay quien la contiene a ella. JL EXTRAE SU POESÍA DEL RÍOEl río sin nombre genera un vacío, y ese vacío imanta las más dispares —y disparatadas— vivencias fluviales. Los efectos –que siempre son individuales– interesan menos que la causa: una extraordinaria conciencia de las posibilidades del lenguaje en relación a la ausencia. EN “ENTRE RÍOS” (JYC, NO DE “EL AG Y LA N), “AGUJEREA EL NOMBRE, CREANDO UN VACÍO E IMANTANDO SERIES SIGNIFICANTES (HISTORIA, SOCIAL, ETC)

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Existe, para concluir esta clasificación ad hoc de los poemas del río, una última serie a la que cabe prestarle una atención especial. Comparte, con la anterior, el atributo de la nominalidad extrema, y también, ciertamente, el de la intencionalidad, sólo que esta vez el centro de la atención estará puesto en el río. En realidad casi que no llega a serie, pues sólo la conforman dos poemas: “Al Paraná” y “El Gualeguay”, piezas que Juan L. Ortiz comienza a escribir a partir de la década de 1950, y se publican en libro entre 1970 y 1971, en la edición de Editorial Biblioteca, de la Vigil, en Rosario.Estos poemas a los ríos Gualeguay y Paraná comparten una clave que, a falta de una mejor expresión, podríamos denominar “histórica”. Aun en su delicado desenvolvimiento, dicha clave perturba la asimilación del paisaje en tiempo presente e impone, por su propia impronta, otro ritmo, otro tiempo, otra duración a la mirada que el poeta extiende sobre el río.“Al Paraná”, en cambio, se muestra como un poema más accesible. Es, por así decirlo, la declinación al conocimiento del gran río argentino. Ortiz reside en su costa, en la ciudad de Paraná, por muchos años. Pero esa convivencia no atenúa la distancia. El poema tiene, por otro lado, un cariz visual que impacta desde el momento inicial: su forma en la hoja remeda el cauce de un río visto desde el cenit. No es la primera ni la única vez que lo utiliza, pero es notable el juego entre el carácter mimético de la forma del poema y lo que el poema, a través de sus palabras, está expresando:

JITRIK: “EL LUGAR DONDE CAEN TODAS LAS AUSENCIAS”

Podríamos poner sobre la mesa de operaciones la idea de «afirmación»: su ejercicio es patrimonio del patrimonialismo verbal o, si se quiere, mejor dicho, del autoritarismo: conlleva la idea de verdad conocida, previamente adquirida, indispuesta a toda movida de piso.Esa acumulación nos enfrenta con un significante puro, ¿el vértigo?, puesto que lo que la produce, la puntuación, porque carece de significado al mismo tiempo provoca a la significación, la exige o contribuye a construirla. Ese vértigo es conductor, no nos deja tranquilos y establecidos, nos lleva a una zona indomesticable por la mera razón, que hierve, pese a la calma fluvial que nos presenta, y en la que todo cae en un agujero semiótico, en otras palabras una significación posible, abierta, hecha de elusiones y silencios, en la que la paradójica suma de ausencias genera una inminencia impresionante, aquella a la que durante muchas décadas Juan L. trató de acercarse para asirla, de la misma manera en que trató de asir la fugacidad y la fuga de sus entrañables corrientes líquidas.

PEDERNIK: “EL MITO JUANELE”

Los chinos, por su parte, llegaron en pleno siglo XX a una conclusión no menos asombrosa: leyendo algunos poemas en castellano o traducidos de Juan L. Ortiz descubrieron que en el fondo ellos, los chinos, eran, lo que no es fácil de comprender, todos argentinos.Hay, además de una lírica atravesando sus versos, una épica, en este aspecto cualquier diagnóstico de ensimismamiento, de alguien «ido de la realidad», deforma severamente la actitud orticiana.Un punto importante en el mito es la unanimidad de lecturas que instalan en Juanele a un poeta paisajista, cultor de la naturaleza. Desde ya la naturaleza no es algo sobre lo que la mirada pueda posarse o que una foto pueda retratar o un poema describir. Y aunque con todo derecho se postule una poesía que tenga por tema esta cuestión meramente intelectual, no es a lo que se dedica el poeta Ortiz; más aún, expresamente evita la naturaleza en los poemas, y así lo reconoce: «No hablo de la naturaleza tomada en grande, sino de una hojita o una brizna. Siento a través de la brizna toda la vida que está bullendo alrededor de ella. El tema serían las cosas naturales y no la naturaleza». La naturaleza es del orden de lo grande, una gran abstracción, mientras al poeta le interesa lo concreto, las cosas pequeñas

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Ortiz advierte que el tema del paisaje es problemático en sí y porque en su caso la mayoría de sus pares entrerrianos, contemporá- neos y predecesores, creen en el paisaje y se dedican poéticamente a él. Escriben bajo la suposición de que sí existe, de que es algo objetivo

El paisaje no se ve, es por eso que la mirada lo tiene que construir. Pero esa construcción, esa suerte de escenografía que la mirada arma, ese «sueño de paisaje que se fija», para citar un verso, no es lo que le interesa a Ortiz que opere en sus poemas. El paisaje incluye un principio de permanencia que los poemas en general no comparten. Más que el sauce, a la poética orticiana le interesa el aura del sauce, y más que el aura el «en», ese clima o estado del alma que se puede habitar y es lo que se habita.

Incluso el argumento de que las sinuosidades de los versos mostrarían al río o actuarían como él, dado que el recurso de las márgenes variables aparece en la escritura orticiana muy tardíamente, dejaría fuera de la explicación a la gran mayoría de sus poemas. (La escritura de Ortiz, como ocurre con este tardío recurso de los márgenes variables, se mueve por pequeñas conquistas; lo de la letra pequeña en las ediciones aparece por azar con el segundo libro (el primero, de 1933, usó una letra «normal»), por una cuestión técnica, de impresión, y a partir de entonces, es reconocido por Ortiz como apto para reforzar su decir, y adoptado como un recurso permanente. Lo mismo sucede, por ejemplo con la falta de signo de apertura de interrogación que, a consecuencia de un defecto en su máquina de escribir, terminó adoptando por convenir a su poética (hay que anotar que incluso en los manuscritos del último tiempo se siguen viendo los signos de apertura de interrogación, y que luego desaparecen en la versiones mecanografiadas), o el uso de neologismos adverbiales, o muchísimos otros: se puede establecer cuándo cada recurso aparece por primera vez y cómo a partir de su descubrimiento por el autor es incorporado como «propio» de su escritura, pasa a ser de su uso constante)

. De más peso para este tema es que la misma escritura orticiana trae objeciones a la idea central del río, del fluir, de la corriente permanente: todos los usos apuntan a la interrupción o a la pérdida del discurso poético, al cambio de curso, incluso a la incorporación constante de cursos nuevos que repiten a su vez el destino de pérdida o interrupción. Se trata de una propuesta del no fluir: en ella no hay un hilo discursivo único sino múltiples hilos que actúan e interactúan en formas diversas; se trata de una poética en la que el cambio y el movimiento insisten y por momentos vertiginosamente, pero son incompatibles con las formas fluviales. El uso del río aplicado a la escritura de Ortiz tiene por cierto la facilidad de la asociación de ideas, echar mano a lo más próximo, pero no su eficacia: que un poeta viva junto a un río no fuerza a que tenga que haber río en los poemas; y si lo hay, en todo caso literariamente conviene buscarlo en los poemas antes que en la residencia del autor. Más fértil como cifra de su escritura sería el «monte», presencia que Ortiz confiesa que nunca lo abandonó, desde su más temprana niñez: la selva del poema, que a diferencia de un camino exige detenerse, interrumpir una trayectoria, empezar otras nuevas, abrir brechas, retroceder, entrar en diálogo con la misma selva para seguir el transcurso, reposicionarse con frecu

PICCOLI/RETAMOS “DEL AURA AL LINDE”

La poesía de J. L. Ortiz, si sinuosa, o puntillada en una capilaridad de deltas que reinciden, sin embargo, en el retorno a su curso, —poesía caudal—, no se deja situar por la displicencia del gesto que define un contorno, es poesía de ubicuidad, desde una concentrada y sutilísima asunción del lugar. Esta asunción del lugar, es la que funda su universalidad (unus, verto, vertum). Universalidad se entiende a su vez, en dos vertientes: la proyección más allá de su

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ámbito geográfico y lingüístico (la poesía de Juanele clama, con el imperio de su humildad esencial, desde su sinfónico silencio, ser vertida a otras lenguas), y el hecho de corporizar ella misma un universo, un mundo, es decir, una totalidad diferenciada y organizada de modo significante.

Para mi exposición parto de un tema (la construcción del paisaje en El junco y la corriente), una pregunta-problema y una hipótesis: ¿Qué es lo que que cambio y qué es lo que se conserva en El junco y la corriente? Hipótesis: el viaje a China intensifica la construcción del paisaje. JL se mueve a China, sus poemas empiezan a moverse, intenta aprehender los paisajes chinos con elementos familiares pero, a su vuelta, el paisje entrriano se le extraña más que nunca, la imposibilidad de nombrar se acentúa.

Primero, quería hablar sobre el lugar de El junco y la corriente en la obra de Ortiz, es decir En el aura del sauce. Se trata, justamente, de El junco… “en” El aura del sauce, no es tanto un lugar físico sino más bien un “alrededor” del sauce. Es UNA obra EN LA obra total. Y es, además, el primero de los últimos tres libros de Ortiz. El viaje a China, uno de los pocos movimientos que Ortiz hace fuera de Entre Ríos, provoca un movimiento en su obra, en la forma, no tanto en las formas de la poesía sino ya en la disposición gráfica o pictórica de las palabras del poema sobre el blanco de la página: el margen izquierdo libre, el poema fluye no sólo en su sintaxis (principal como cauce y suboordinadas-que parecen no terminar- como las afluentes-desembocan no en el mar sino en otro río-/efluentes- se desprende del principal a través de un río menor-) sino en su disposición. Esto sucede desde el vamos, desde “Luna de Pekín”. Es, entonces, El junco y la corriente, un momento de cambio, de cristalización de lo que García Helder llama “el motivo de la levedad”, procedimiento anclado en el simbolismo.

I- El lugar de El junco y la corriente En el aura del sauce. Radicalización de la construcción del pasiaje, anclaje simbolista. El paisaje ya no sólo habla y llama, está vivo (“Sí, las rosas”) sino que Ortiz se pregunta “cómo podría decirlo”, dice “no saber nada de él”, consiste en “un enigma o secreto”. Adelanta la radicalización de El Gualeguay (fragmento/continuará) y La orilla que se abisma

II- China (aserción)”estado de alma: llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé” Poetas/héroes chinos vs. Entre Ríos (duda, interrogación). De nombrar lo extranjero con lo familiar/íntimo al extrañarse de lo íntimo, familiar. Dice China pero cómo podría decirlo a él (E. Ríos (Simbolismo). Hace zoom en la ramita y tira más de 400 versos sobre aquello que puede decir, lo narra. La revolución China y la Libertadora, donde el paisaje está todavía manchado de injusticia. En China narra a los héroes-poetas, celebra, alusivamente, a la Revolución. En E Ríos sigue esperándola.