selección de poemas de baudelaire (pau)

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Selección de poemas representativos de Las Flores del Mal A continuación, algunos poemas representativos de Baudelaire, ordenados de la siguiente manera: Tras la dedicatoria del libro, el primer poema, el titulado Al lector, que sirve de prefacio y que nos orienta sobre el libro. Doce poemas del apartado SPLEEN ET IDÉAL (de entre los cuales puede salir el propuesto para el comentario de las PAU) Otros poemas representativos de esa sección y de otras del conjunto del libro. LAS FLORES DEL MAL. Al POETA IMPECABLE, al perfecto mago de las letras francesas, a mi muy querido y muy venerado MAESTRO Y AMIGO THÉOPHILE GAUTIER, con los sentimientos de la más profunda humildad, le dedico estas Flores enfermizas. C.B. AL LECTOR El pecado, el error, la idiotez, la avaricia, nuestro espíritu ocupan y el cuerpo nos desgastan, y a los remordimientos amables engordamos igual que a los parásitos los pordioseros nutren. Nuestro pecar es terco, la contrición cobarde; cómodamente hacemos pagar la confesión, y volvemos alegres al camino enfangado pensando que un vil llanto lave todas las faltas. En la almohada del mal es Satán Trismegisto

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Poemas representativos de Las Flores del Mal (Se incluyen los doce que deben ser trabajados especialmente para las PAU en la Comunidad Valenciana

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Page 1: Selección de poemas de Baudelaire (pau)

Selección de poemas representativos de Las Flores del Mal

A continuación, algunos poemas representativos de Baudelaire, ordenados de la siguiente manera:

Tras la dedicatoria del libro, el primer poema, el titulado Al lector, que sirve de prefacio y que nos orienta sobre el libro.

Doce poemas del apartado SPLEEN ET IDÉAL (de entre los cuales puede salir el propuesto para el comentario de las PAU)

Otros poemas representativos de esa sección y de otras del conjunto del libro.

LAS FLORES DEL MAL.Al POETA IMPECABLE, al perfecto mago de las letras francesas,

a mi muy querido y muy venerado MAESTRO Y AMIGO THÉOPHILE GAUTIER, con los sentimientos de la más profunda humildad,

le dedico estas Flores enfermizas. C.B.

AL LECTOR

El pecado, el error, la idiotez, la avaricia,nuestro espíritu ocupan y el cuerpo nos desgastan,y a los remordimientos amables engordamosigual que a los parásitos los pordioseros nutren.

Nuestro pecar es terco, la contrición cobarde;cómodamente hacemos pagar la confesión,y volvemos alegres al camino enfangadopensando que un vil llanto lave todas las faltas.

En la almohada del mal es Satán Trismegistoquien largamente mece nuestro hechizado espíritu,y el preciado metal de nuestra voluntadeste sabio alquimista por completo evapora.

¡El Diablo los hilos que nos mueven sujeta!Encontramos encantos en cosas repugnantes;hacia el infierno damos un paso cada día,sin horror, a través de tinieblas que hieden.

Igual que un libertino pobre que besa y comeel pecho torturado de una antigua ramera,robamos al pasar un placer clandestino

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que exprimimos con fuerza cual a vieja naranja.

Preso y hormigueante, como un millón de helmintos,un pueblo de Demonios nos bulle en el cerebro,y cuando respiramos, la Muerte a los pulmonesbaja, río invisible, con apagadas quejas.

Si el estupro, el puñal, el veneno, el incendio,no bordaron aún con sus gratos dibujosel banal cañamazo de nuestra suerte mísera,es que nuestra alma, ¡ay!, no es lo bastante osada.

Pero entre los chacales, las panteras, los linces,los simios, las serpientes, los buitres y escorpiones,los monstruos aulladores, gritadores, rampantes,en el infame zoo de nuestras corrupciones,

¡hay uno más malvado, más inmundo, más feo!,Aunque no gesticule ni lance grandes gritos,gustosamente haría de la tierra un desechoy dentro de un bostezo al mundo engulliría;

¡Es el Hastío! El ojo lleno de involuntario llanto, sueña cadalsos, mientras fuma su pipa.Lector, tú ya conoces a ese monstruo exquisito,¡Mi semejante, hipócrita lector, hermano mío!.

SPLEEN ET IDÉAL

II. EL ALBATROS Por distraerse, a veces, suelen los marinerosDar caza a los albatros, grandes aves del mar,Que siguen, indolentes compañeros de viaje,Al navío surcando los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,Dejan penosamente arrastrando las alas,Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

El Poeta es igual a este señor del nublo,Que habita la tormenta y ríe del ballestero.

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Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,Sus alas de gigante le impiden caminar.

IV. CORRESPONDENCIASLa Creación es un templo de pilares vivientesque a veces salir deja sus palabras confusas;el hombre la atraviesa entre bosques de símbolosque le contemplas con miradas familiares.

Como los largos ecos de lejos se mezclanen una tenebrosa y profunda unidad,vasta como la luz, como la noche vasta,se responden sonidos, colores y perfumes.

Hay perfumes tan frescos como carnes de niños,dulces tal los oboes, verdes tal las praderas- y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes,

que tienen la expansión de las cosas infinitascomo el almizcle, el ámbar, el benjuí y el incienso,que cantan los transportes de sentidos y espíritu.(En algunas traducciones en vez del término Creación se utiliza Nauraleza.)

X. EL ENEMIGO

Mi juventud tan sólo fue una negra tormenta, cruzada acá y allá por soles luminosos;tan estrago en mí han hecho los rayos y la lluvia,que en mi jardín ya quedan muy pocos frutos rojos..

Y heme que ya el otoño toqué de las ideas,y es menester usar la pala y los rastrillospara igualar de nuevo las tierras inundadas,donde el agua ha cavado grandes hoyos cual tumbas.

¿Encontrarán las nuevas flores con las que sueño En este suelo igual que una playa empapadoel alimento místico que ha de darles vigor?

- ¡Oh dolor!, ¡ Oh dolor! ¡Come el tiempo a la vida,y el oscuro Enemigo que el corazón nos roese fortifica y crece robándonos la sangre!

XVIII . EL IDEAL

No serán jamás esas beldades de viñetas,Productos averiados, nacidos de un siglo bribón,Esos pies con borceguíes, esos dedos con castañuelas,Los que logren satisfacer un corazón como el mío.

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Le dejo a Gavarni, poeta de clorosis,Su tropel gorjeante de beldades de hospital,Porque no puedo hallar entre esas pálidas rosasUna flor que se parezca a mi rojo ideal.

Lo que necesita este corazón profundo como un abismo,Eres tú, Lady Macbeth, alma poderosa en el crimen,Sueño de Esquilo abierto al clima de los austros;

¡Oh bien tú, Noche inmensa, hija de Miguel Ángel,Que tuerces plácidamente en una pose extrañaTus gracias concebidas para bocas de Titanes!

XXI. HIMNO A LA BELLEZA

¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo,Oh, Belleza? Tu mirada infernal y divina,Vuelca confusamente el beneficio y el crimen,Y se puede, por eso, compararte con el vino.

Tú contienes en tu mirada el ocaso y la aurora;Tú esparces perfumes como una tarde tempestuosa;Tus besos son un filtro y tu boca un ánforaQue tornan al héroe flojo y al niño valiente.

¿Surges tú del abismo negro o desciendes de los astros?El Destino encantado sigue tus faldas como un perro;Tú siembras al azar la alegría y los desastres,Y gobiernas todo y no respondes de nada.

Tú marchas sobre muertos, Belleza, de los que te burlas;De tus joyas el Horror no es lo menos encantador,Y la Muerte, entre tus más caros dijes,Sobre tu vientre orgulloso danza amorosamente.

La cegada polilla vuela hacia ti, candela,Crepita, arde y dice: ¡Bendigamos esta antorcha!El enamorado, jadeante, inclinado sobre su bellaTiene el aspecto de un moribundo acariciando su tumba.

Que procedas del cielo o del infierno, ¿qué importa?,¡Oh, Belleza! ¡monstruo enorme, horroroso, ingenuo!Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puertaDe un infinito que amo y jamás he conocido

De Satán o de Dios ¿qué importa? Ángel o Sirena,¿Qué importa si, tornas —hada con ojos de terciopelo,Ritmo, perfume, fulgor ¡oh, mi única reina!—El universo menos horrible y los instantes menos pesados?

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XXII. PERFUME EXÓTICOCuando, los dos ojos cerrados, en una cálida tarde otoñal,Yo aspiro el aroma de tu seno ardiente,Veo deslizarse riberas dichosasQue deslumbran los rayos de un sol monótono;

Una isla perezosa en que la naturaleza daÁrboles singulares y frutos sabrosos;Hombres cuyo cuerpo es delgado y vigorosoY mujeres cuya mirada por su franqueza sorprende.

Guiado por tu perfume hacia deleitosos climas,Yo diviso un puerto lleno de velas y mástilesTodavía fatigados por la onda marina,

Mientras el perfume de los verdes tamarindos,Que circula en el aire y satura mi olfato,Se mezcla en mi alma con el canto de los marineros.

XXIX. UNA CARROÑARecuerda lo que vimos, alma mía,esa mañana de verano tan dulce:a la vuelta de un sendero una carroña infameen un lecho sembrado de guijarros,

con las piernas al aire, como una mujer lúbrica,ardiente y sudando los venenosabría de un modo negligente y cínicosu vientre lleno de exhalaciones.

El sol brillaba sobre esta podredumbre,como para cocerla en su punto,y devolver ciento por uno a la gran Naturalezatodo lo que en su momento había unido;

y el cielo miraba el espléndido esqueletocomo flor que se abre.Tan fuerte era el hedor que tú, en la hierbacreíste desmayarte.

Zumbaban las moscas sobre este vientre pútridodel cual salían negros batallonesde larvas que manaban como un líquido espesopor aquellos vivientes andrajos.

Todo aquello descendía y subía como una ola,o se lanzaba chispeantese hubiera dicho que el cuerpo, hinchado por un aliento vago,vivía y se multiplicaba.

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Y este mundo producía una música extrañacomo el agua que corre y el vientoo el grano que un ahechador con movimiento rítmicoagita y voltea con su criba.

Las formas se borraban y no eran más que un sueño,un esbozo tardo en apareceren la tela olvidada, y que el artista acabasólo de memoria.

Detrás de las rocas una perra inquietanos miraba con ojos enfadados,espiando el momento de recuperar en el esqueletoel trozo que había soltado.

Y, sin embargo, tú serás igual que esta basura,que esta horrible infección,¡estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,tú, mi ángel y mi pasión!

¡Sí! tal tú serás, oh reina de las gracias,después de los últimos sacramentos,cuando vayas, bajo la hierba y las fértiles florescencias,a enmohecer entre las osamentas.

Entonces, oh belleza mía, di a los gusanosque te comerán a besos,¡que he guardado la forma y la esencia divinaDe mis amores descompuestos!

XXXI. EL VAMPIROTú que, como una cuchillada;entraste en mi dolorido corazón.Tú que, como un repugnante tropelde demonios, viniste loca y adornada,

para hacer de mi espíritu humilladotu lecho y tu dominio.¡Infame!, a quien estoy ligadocomo el forzado a su cadena,

como al juego el jugador empedernido,como el borracho a la botella,como a la carroña los gusanos.-¡Maldita, maldita seas tú!

Supliqué a la rápida espadaque conquistara mi libertady supliqué al pérfido veneno

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que sacudiera mi ruindad.

¡Ay! el veneno y la espada.me desdeñaron diciéndome:.-No eres digno de que se te liberede tu esclavitud maldita.

-¡Imbécil! -Si de su dominiote libraron nuestros esfuerzos,tus besos resucitaríanel cadáver de tu vampiro.

XXXIV. EL GATOVen, bello gato, a mi amoroso pecho;Retén las uñas de tu pata,Y deja que me hunda en tus ojos hermososMezcla de ágata y metal.

Mientras mis dedos peinan suavemente Tu cabeza y tu lomo elástico,Mientras mi mano de placer se embriagaAl palpar tu cuerpo eléctrico,

A mi señora creo ver. Su mirada Como la tuya, amable bestia,Profunda y fría, hiere cual dardo,

Y, de los pies a la cabeza, Un sutil aire, un peligroso aroma,Bogan en torno a su tostado cuerpo.

XLIX. EL VENENO

Revestir sabe el vino los más sórdidos antros de un milagroso lujo, y hace surgir más de un pórtico fabuloso entre el oro de su rojo vapor, como el sol que se pone en un cielo nublado.

Agranda el opio aquello que no tolera límites, lo ilimitado alarga, el tiempo profundiza, los deleites ahonda, y de placer triste y oscuro, anega y colma al alma rebasada.

Mas todo eso no vale el veneno que fluye de tus ojos, de tus verdes ojos, lagos donde mi alma tiembla y se ve invertida…

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Llegan mis sueños en tropel, para abrevar en esos dos abismos amargos.

Mas todo esto no vale el prodigio terrible de tu mordiente saliva, que sume en el olvido a mi alma impenitente y, el vértigo arrastrando, la trae desfallecida a orillas de la muerte.

LXXV. SPLEENPluvioso, irritado contra la ciudad entera,De su urna, en grandes oleadas vierte un frío tenebrosoSobre los pálidos habitantes del vecino cementerioY la mortandad sobre los arrabales brumosos.

Mi gato sobre el ladrillo buscando una literaAgita sin reposo su cuerpo flaco y sarnoso;El alma de un viejo poeta vaga en la goteraCon la triste voz de un fantasma friolento.

El bordón se lamenta, y el leño ahumadoAcompaña en falsete al péndulo acatarrado,Mientras que en un mazo de naipes lleno de sucios olores,

Herencia fatal de una vieja hidrópica,El hermoso valet de coeur y la dama de piqueCharlan siniestramente de sus amores difuntos.

LXXVII . SPLEENYo soy como ese rey de aquel país lluvioso,rico, pero impotente, joven, aunque achacoso,que, despreciando halagos de sus cien concejales,con sus perros se aburre y demás animales.Nada puede alegrarle, ni cazar, ni su halcón,ni su pueblo muriéndose enfrente del balcón.La grotesca balada del bufón favoritono distrae la frente de este enfermo maldito;en cripta se convierte su lecho blasonado,y las damas, que a cada príncipe hallan de agrado,no saben ya encontrar qué vestido indiscretologrará una sonrisa del joven esqueleto.el sabio que le acuña el oro no ha podidoextirpar de su ser el humor corrompido,y en los baños de sangre que hacían los Romanos,que a menudo recuerdan los viejos soberanos,reavivar tal cadáver él tampoco ha sabidopues tiene en vez de sangre verde agua del Olvido.

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OTROS POEMAS

XCVI. EL JUEGO (de Cuadros parisinos)

En sillones ajados de viejas cortesanas,cejas pintadas, pálidas, fatal su ojo mimoso,con melindres, y haciendo de sus finas orejascaer un tintineo de piedra y de metal;

rostros sin labio en torno de los verdes manteles,descoloridos labios, desdentadas quijadas,y dedos que una fiebre infernal convulsiona,hurgándose en el seno o el bolsillo vacío;

bajo los sucios techos una fila de arañaspálidas, y de enormes quinqués dando sus lucessobre las frentes fúnebres de poetas ilustresque a derrochar vinieron sus sangrantes sudores;

he aquí el negro retablo que en un sueño nocturnodesenvolverse vio mi ojo clarividente.Yo mismo, en un rincón del anto taciturno,me contemplé, acodado, frio, mudo, envidiando,

envidiando de aquellos la pasión obsesiva,la fúnebre alegría de aquellas viejas putas,¡y, alegremente, todos traficando en mi cara,ésta con su belleza, y aquel con su honor viejo!

Y mi alma se asustó de que envidiase a tantospobres hombres corriendo con fervor al abismo.Y que, hartos de su sangre, preferían en sumael dolor a la muerte, y el infierno a la nada.

XCIII. A UNA TRANSEÚNTE (de Cuadros parisinos)

La calle atronadora aullaba en torno mío.Alta, esbelta, enlutada, con un dolor de reinaUna dama pasó, que con gesto fastuosoRecogía, oscilantes, las vueltas de sus velos,

Agilísima y noble, con dos piernas marmóreas.De súbito bebí, con crispación de loco.Y en su mirada lívida, centro de mil tomados,El placer que aniquila, la miel paralizante.

Un relámpago. Noche. Fugitiva bellezaCuya mirada me hizo, de un golpe, renacer.¿Salvo en la eternidad, no he de verte jamás?

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¡En todo caso lejos, ya tarde, tal vez nunca!Que no sé a dónde huiste, ni sospechas mi ruta,¡Tú a quien hubiese amado. Oh tú, que lo supiste! 

CIX LA DESTRUCCIÓN (de LAS FLORES DEL MAL)A mi lado el Demonio sin cesar se revuelve;nada a mi alrededor como un aire impalpable;yo lo trago y lo siento quemando mis pulmonesy de un deseo eterno y culpable llenarlos.

Toma a veces, pues sabe cuánto me gusta el Arte,la forma de la más seductora mujer,y, bajo el engañoso pretexto de la murria,acostumbra mis labios a sus filtros infames.

Así me lleva, lejos de la vista de Dios,jadeante y trizado de fatigas, en mediode llanuras del Hastío*, profundas y desiertas,

y en mis pupilas llenas de confusión arrojamancillados vestidos, heridas palpitantes,y de la Destrucción el sangrante boato.

XVIII. LA BELLEZA (de LAS FLORES DEL MAL) Bella soy, ¡oh mortales!, como una pétrea flor,y mi seno que a todos por turno ha torturado,fue hecho para inspirar al poeta un amortal como mi materia, inmortal y callado.

Tengo un trono en lo azul, esfinge incomprendida;mi blancor es de cisne, mi corazón es frío;desdeño el movimiento que altera mi medida,y como nuca lloro, tampoco nunca río.

El poeta a quien deslumbra mi impasible actitud,semejante a la de los grandes monumentos,se aplicará al estudio con austera virtud;

pues para fascinar a mis amantes sedientos, puros espejos tengo que hacen las cosas bellas:mis grandes ojos y mis grandes estrellas.

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LAMENTACIONES DE UN ÍCARO (V. Apéndice y poemas varios)Los que buscan a las ramerasson felices después de saciados;yo ahora tengo los brazos quebradospor haber abrazado quimeras.

Astros de luz inigualadaque brillan al fondo del cielo,un recuerdo de sol y de anheloencienden aún en mi mirada.

En vano me esforcé en hallarel medio y fin de toda cosa.¿Qué ojo de fuego el ala hermosadel poeta hace ahora plegar?

Y abrasado en amor a lo puroy lo bello, no tendré el honorde legar mi nombre al horrorde mi tumba, ¡oh refugio seguro!

I EPÍGRAFE PARA UN LIBRO CONDENADO (de Nuevas Flores del Mal)

“Lector apacible y bucólico, sobrio e inocente hombre de bien, arroja este libro saturniano, orgiástico y melancólico.

Si no has estudiado tu retórica con Satán, el astuto decano, ¡arrójalo! No comprenderás nada de él, o me creerás histérico.

Pero si, sin dejarte hechizar, tu pupila sabe sumergirse en los abismos, léeme, para aprender a amarme; alma curiosa que sufres y andas en busca de tu paraíso ¡compadéceme! Si no, ¡yo te maldigo!”