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Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales ISSN: 0186-0348 [email protected] Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora México Ortiz Monasterio, José Jaime E. Rodríguez O. (coord.), Revolución, independencia y las nuevas naciones de América, Fundación MAPFRE Tavera, Madrid, 2005, 614 pp., ils. Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 68, mayo-agosto, 2007, pp. 167-173 Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319127423006 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Page 1: Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales · independencia y las nttelJas naciones de América, Fundación MAPFRE Tavera,Madrid, 2005, 614pp., ils. REVISIONISMO DE LA INDEPENDENCIA

Secuencia. Revista de historia y ciencias

sociales

ISSN: 0186-0348

[email protected]

Instituto de Investigaciones Dr. José María

Luis Mora

México

Ortiz Monasterio, José

Jaime E. Rodríguez O. (coord.), Revolución, independencia y las nuevas naciones de América,

Fundación MAPFRE Tavera, Madrid, 2005, 614 pp., ils.

Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 68, mayo-agosto, 2007, pp. 167-173

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319127423006

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Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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nización maya primero fue el verbo, anó­malamente antes de las armas" (p. 329).Así resulta que Jerónimo de Aguílar lle­vaba entre sus pertenencias un libro dehoras, "un manual de oracionespara santi­ficar las horas de cada día y los días decada año". El autor se pregunta si no fueeste libro lo que marcó la gran diferenciaentre Aguílar y Gonzalo Guerrero. Comotodo mundo sabe, esre úlrimo decidióquedarse a vivir con los mayas. En el casode Aguílar las Horas loaferraron al mundohispano, pues le sirvieron paraorar y llevarla cuenta de los días, algo que su compa­ñero perdió. Jerónimo de Aguilar fue elprimer europeo en introducir un libroeuropeo a Yucatán. Según Martín Ramos,este libro habría tenido influencia en laestructura de los almanaques mayas es­critos después de la conquista, aunque sóloes una hipótesis en la que ya no ahonda.Finalmente, Bracamonte y Salís se abocanal mito de Guerrero, personaje sobre elque se tienen dos posiciones. La primera,proveniente de sus contemporáneos, quie­nes lo consideraron un traidor al negarsea dejar a su familia indígena y alinearse,primero con Cortés, y luego con Montejo.La segunda, elaborada por los modernos,quienes lo consideran el primer forjadorde la nacionalidad mexicana y a sus hijoslos primeros mestizos . En esta visiónQuintana Roo es la cuna del mestizaje.Poco se sabe del papel que desempeñó enla nueva sociedad que lo acogió, pero hayalgunas evidencias que señalan que murióen Honduras hacia 1534 luchando con­tra los españoles.

Este libro es importante porque abre lareflexiónacercade los orígenes de Yucatány los personajes implicados en los proce­sos de conquista. También sobre los con­ceptos de territorialidad y cómo han ido

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cambiando, pues tal parece que en el sigloXVI se tenía una visión más de conjunto ymás global de Yucatán de la que tenemosahora.

Laura MachucaCJESAS-PENINSULAR

Jaime E. Rodríguez o. (coord.),Revolución,independencia y las nttelJas naciones de América,Fundación MAPFRE Tavera,Madrid, 2005,614 pp., ils.

REVISIONISMO DE LA INDEPENDENCIA

A principios de la década pasada, EnriqueFlorescano publicó El nuevo pasado mexi­cano, 1 donde pone en valor la revoluciónhistoriográfica de los años 1960-1990,cuyo fundamento teórico era un trabajopionero? del propio Florescano donde ha­bía demostrado que los avances historio­gráficos siempre van asociados al conjuntode los cambios sociales. En su libro, donEnrique se ocupa principalmente de la co­rriente "revisionista" de la revolución me­xicana y, aunque considerable, es más ma­gra la cosecha para la historiografía delsiglo XIX; no obstante, menciona obrasfundamentales sobre la independenciacomo su propio trabajo sobre Precios delmaíz y crisis agrícolas en México (1708­1910), así como los trabajos de Luis Villo­ro, Netrie Lee Benson, Hugh Hamill,Brian R. Hamnerr, Ana Macías, TirnothyE. Anna, John Tutino, sin faltar El naci-

I Enrique Florescano, El nueuo pasado mexicano,Cal y Arena. México. 1991.

2 lbid., y "El poder y la lucha por el poder en lahistoriografía mexicana" , Nova Americana, núm. 3,1980, Turín, pp. 199-238.

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mientodeHispanoamérica, de Jaime E. Ro­dríguez O. Sería muy deseable una actua­lización de la mencionada obra en vistade lo que se ha escrito en los últimos treslustros , producto de tendencias anteriores,pero también de condiciones sociales yacadémicas nuevas .

El libro que reseño es un espléndidoejemplo de las rendencias más recientes.Entre las continuidades podemos señalarla modernización de muchos archivos y lapublicación de nuevas fuentes. Entre lasnovedades es importante, por un lado,la ap ortación historiográfica de Españaque, a raíz de la muerte de Francisco Fran­co en 1975, inició un proceso paularinode renovación que ha producido ya frutossazonados; en el mismo sentido, los pro­cesosde democratización en muchos paísesde Latinoamérica, sobre todo a partir de198 2, brindaron a los investigadores nue­vas condiciones para la reflexión. En el in­terior de nuestro país, por arra parte, sehan multiplicado los posgrados en historiay allí imparten clases historiadores del ni­vel de Juan Ortiz Escam illa. Hoy d ía latrinchera contra la historia de bronce estáen ciudades medias como Iguala, dondelos nuevos h istoriadores con posgrado,como Florencia Ben írez, combaten a losviejos cron istas y los viejos m itos -comoel de la confección de la primera banderamexicana- y, a manera de artillería, orga­nizan conferencias con invitados de la tallade J aim e del Arenal. La tecnología ha te­nido también su papel : el acceso por Inter­net a bibliotecas y archivos, el crecientenúmero de bases de daros, la digitalizaciónde fuentes de difícil acceso y el uso univer­sal del correo electrónico han facilitadotodas las etapas del trabajo del historiador,incluyendo la publicación, y han agilizadoel diálogo con los colegas . Pero , a m i pa-

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recer, el mayor logro ha sido la conforma­ción de equipos verdaderamente interna­cionales de investigación que han logradoestablecer objetivos y métodos comunes,que practican una fructífera discusión consus pares y han conseguido publicar finasediciones de sus resultados.

Como'animador y como editor de unode estos grupos internacionales, en el quedebe mencionarse la importante parti cipa­ción de Virginia Guedea, el papel de Jai­me E. Rodríguez O . no puede ser suficien­temente bien ponderado. Además de suobra personal, que es muy vasra, ha sidoeditor, entre otras , de las siguientes obrascolectivas: The Independence of Mexico andtheCreation of theNewNation y TheMexi­can and Mexican American Experience in the19th Century (1989); TheRevolutionary Pro­cess in Mexico (1990); PattemsofContentionin Mexican History (1992); The Evolutionof theMexican Political System (1993); Me­xico in theAgeoftbeDemocraticReoolstions,1750-1850 (1994); Myths, Misrieeds, andMisunderstandings. Tbe Roots of Conflict inthe U. S.-Mexicanrelations; CommonBorder,UncommonPaths. Ruce, Culture, and Natio­nal ldentity in U. S.-Mexican Relations yOriginsofMexican National Politics, 1808­184 7 (1997), y TheDivine Cbarter: Consti­tutionalism and Liberalism in N ineteentb­Century Mexico (20 05).

La obra que reseño es de considerableextens ión y reúne 20 ensayos de autoresde seis países que tienen varias característi­cas comunes: todos son trabajos maduros,es decir, producto de reflexiones profundasy de investig aciones extensas; más quesimples narraciones los textos p lanteanproblemas históricos específicos y biendelimitados que resultan en aportacionesnuevas al conocimi ento. El uso de fuentesprimarias de archivo es masivo, pero a la

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vez discuten y po nderan sus hallazgos conotros especialistas del tema; asimismo,plantean, finalmente, reflexiones comple­jas al tiempo que ofrecen los elementospara hacerlas accesibles a los estudiantesde buen nivel. De todo ello resulta un li­bro que es la explicación más interesantey más cabal qu e conozco del derrumbe delos imperios hispano, lusitano y francésen Am érica. En efecto, fuera de lo qu e seacostumbra, en este libro se estud ian loscasos de Brasil, H ait í e incluso de Francia.

La obra consta de dos partes: "La revo­lución" y "La independencia y las nuevasnaciones". Al final de la obra se incluyeuna amplísima y actualizada bibliog rafía.Algunos de los capítulos se ciñen a proce­sos breves como, por ejemplo, alg unaasamblea constituyente, pero al comple­mentarse con otros sobre la misma regiónofrecen, a un tiempo, visiones de conjuntoy calas a profundidad de las revolu cionesaclánt icas, desde la aventura de Napoleónen España de 1808 hasta la independenciadefinitiva, que en alg unos casos llegaráhasta 1830. La obra puede incluirse dent rode las revoluciones aclánticas porque nofalta un capítulo titulado "El proceso de larevolución francesa", escrito por TimothyTackett, que tiene especial interés, pues pro­pone una nueva periodizaciónparalos acon­tecimientos que siguieron al año de 1789.

La temática puede decirse qu e es fun­damentalmente política y militar, resulta­do inevitable de la crisis dinástica españolay de la guerra por las independencias. Latesis de J aime E. Rodríguez O ., que havenido enriqueciendo y perfeccionando,en el sentido de qu e el pro ceso revolucio­nario pasó por dos etapas distintas, la pri ­mera buscando la igualdad y la autonomía,y la segunda la independenciaplena, queda,a mi parecer, definitivamente demostrada;

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y su importancia radi ca no en estableceruna mera cronología, sino que es una in­terpretación fund amental para compren­der cabalmente la verdadera naturalezadel p roceso revoluc ionario y sus repercu­siones en las décadas posteriores. Otra tesisnueva que Rodríguez ha defendido vigo­rosamente en varios trabajos es que H is­panoamérica recurrió a su propia tradi ciónjurídico-política, especialmente en tornoal concepto de soberan ía, para transitar algobierno represenrat ivo. El ensayo de Mó­nica Quijada, "Lasdos 't radiciones' . Sobe­ran ía popular e imag inarios compartidosen el mundo hispán ico en la época de lasg randes revoluciones atl ánticas", estudia afondo la rebelión de los comuneros deCastilla (1518-1521), demuestra que elloslucharon no por una soberanía compat ida,sino por "un cambio de su titular" (p. 74),Ya la vez prueba que en las Cortes de C.1­diz se argumentaba por un liberal ismofundamentado en la tratad ística españolade los siglos XVI y XVII. Por su parte, J orgeCañizares-Esguerra, en "La ilustración his­panoamericana: una caracterización", llegaal punto de afirmar que: "H ispanoaméricaexperimentó un a auténtica revoluciónmientras que la de los Estados Unidos noalcanzó el mismo grado", pues mantuvo laesclavitud de la población negra, y, agregoyo, es un hecho que aun después de Lin­coln se mantuvieron sus derechos ciudada­nos disminuidos hasta 1970.

En alguna ocasión el historiador deci­monónico Vicente Riva Palacio señaló qu eEspaña bien podía afirmar como CameliaLa Romana : "Tengo más orgullo en sermadre de los gracos, que en ser hija deEscipión El Africano", en vista de que lamadre patria fue la cuna de las nacioneshispanoamericanas. En nuestros días, mar­cados por la conformación de grandes blo-

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ques geopolíticos, nos preguntamos porqué no se consiguió dar forma a una com­monwealth española, transatlántica y fili­pina. Para Ivana Frasquet, en "La cuestiónnacional americana en las Cortes del trie­nio liberal, 1820-1821", esta posibilidad"todavía era real en 1820" (p. 156). Pero,como demuestra José M. Portillo en "LaFederación imposible: los territorios euro­peos y americanos ante la crisis de la mo­narquía hispana", pesó más una historiaque -a diferencia de Vizcaya, por ejem­plo- jamás consideró a los reinos america­nos como constitucionales, sino meramen­te patrimoniales. Esto condujo a "unaincapacidad metropolitana de aceptaciónde las consecuencias políticas y consti­tucionales de la afirmación de igualdad"(p. 121), derivada de las juntas, cuando elproyecto americano era todavía predomi­nantemente de autonomía y no de inde­pendencia plena. A propósito de las juntasque asumieron la soberanía a raíz de la in­vasión napoleónica, Virginia Guedea apor­ta el ensayo "El proceso de independenciay las juntas de gobierno en la Nueva Es­paña (1898-1821)" y nos sorprende consus hallazgos, pues su número se creía me­nor, y con las peculiaridades de algunasde ellas, como la de San Antonio de Béjaren Texas, que se declara independiente nosólo de España, "sino de cualquier otranación, léase los Estados Unidos" (p. 226).

El trabajo de Manuel Chust, "La na­ción en armas. La milicia cívica en México,1821-1835", resulta muy interesante,pues teniendo la milicia como origen laConstitución de 1812, y pese a las dificul­tades iniciales para su organización, co­brará gran fuerza después de la indepen­dencia, especialmente en Zacatecas dondese enfrentará con el ejército federal en1832 y nuevamente en 1835. Por su par-

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te, Jordana Dyrn, en "La soberanía de lospueblos: ciudad e independencia en Cen­troamérica, 1808-1823", estudia el proce­so revolucionario del istmo, especialmenteel, en apariencia, sutil pero decisivo cam­bio de la soberanía de los "pueblos" al con­cepto moderno de soberanía nacional del"pueblo". Este tránsito fue especialmentedifícil, pues la legislación gaditana, comose sabe, multiplicó enormemente el nú­mero de comunidades que alcanzaban lacategoría de "pueblos". Esto llevó a deciral famoso Sarmiento -señala Dym- queen Centroamérica la crisis de 1808 habíahecho un Estado soberano en cada aldea.En cuanto al trabajo de Carl T. Almer,"La confianza que han puesto en mí'. Laparticipación local en el establecimientode los ayuntamientos constitucionales enVenezuela, 1820-1821", a contrapelo conla interpretación tradicional, sostiene que"un análisis cuidadoso de los aconteci­mientos de 1820 y 1821 revela que losvenezolanos realistas abrazaron con entu­siasmo la oportunidad de continuar el ex­perimento democrático interrumpido, ini­ciado diez años atrás" (p. 365). Por suparte, Marta Irurozqui, en "De cómo elvecino hizo al ciudadano en Charcas y decómo el ciudadano conservó al vecino enBolivia, 1809-1830", sugiere que fue la"vecindad" o pertenencia a una comuni­dad"el concepto de representación polít icaque posibilitó el tránsito identitario delindividuo de súbdito a ciudadano" (p.479). Víctor Peralta Ruiz, en su trabajo"De absolutistas a constitucionales. Polí­tica y cultura en el gobierno del virrey Pe­zuela (Perú 1816-1820)", explora precisa­mente la cultura política del momento,tema que se había pasado por alto por losestudiosos de aquel virreinato. Como seve, no sólo la suma, sino las referencias

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cruzadas de todos estos ensayos contribu­yen a dibujar una imagen verdaderamentecontinental de! proceso revoluc ionari o.

El ensayo de Johanna van Grafensre insobre "La revolución haitiana, 1789-1804",me parece soberbio. Nos demuestra que:

La emancipación hait iana represent óla rup­tura más radical con el pasado, en lo político,económico y social. No sólo se alcanzó la in­dependencia política, sino que se destruyódesde sus raíces el modelo económico impe­rant e, lo que implicó la desaparición , víaem igración y desaparición física, de la anti­gua clase dom inante blanca L..J En lo socialnuevos seccores dominantes surgieron du­rante la guerra y se fortalecieron en los añosposteriores. El ascenso a los máximos puestosde mando por los líderes de la revolución,muchos de ellos salidos de las filas de ex es­clavos [oo.] es expresión de la ruptura radicalcon el pasado. Pero también se int ensifica­ron las divisiones int emas Loo] Lasrivalidadesentre mulatos y negros, antiguos y nuevos li­bres, en el seno de la clase dominante seráconstante en el siglo XIX y de hecho se pro­longó hasta el xx (p . 59).

La autora hace un excelente balance delas condiciones históricas imperantes en1789 y nos convence de que la revoluciónhaitiana debe considerarse "como una delas grandes epopeyas de la humanidad"(p. 60). Y diré aún más : esa epopeya hallóuna Homero perfecta en la historiadoraque ha cont ribuido más que nadie, en estepaís, al conocim iento de nuestra tercerafrontera, la caribeña.

No obstante el énfasis que se hace cnlos aspecto s político-militares, la obraabarc a otros temas importantes, pues e!acceso a la representación política en lasCortes de Cádiz puso sobre la mesa los

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problemas socialesy la potencial partic ipa­ción de los d istintos grupos étnicos decada región. En este aspecto nuestra Amé­rica presentaba un mosaico con estructu­ras ét nicas y sociales muy diversas, de loqu c resultó qu e en ciertas region es, comoe! actual Ecuador, según se demuestra enel magistral ensayo de J aime E. Rodr íguezO ., "La antigua provincia de Guayaquildurante la época de la independencia(1809-1820)", la realidad social rebasaralos límites impuestos por la Constituci ónde 18 12 (m e refiero a la exclusión de los"africanos" para integrar la entonces lla­mada "nación española"); al mismo tiem­po que en Brasil el negro permaneceráesclavo hasta 1888 y el indio será "brasi­leño ", pero no ciudadano, a pesar de losilustrados que pedían su inclusión, asícom o la de los esclavos "libertos", comolo documentan inteligentemente los tra­bajos de Márcia Regina Berbcl, "N aciónportuguesa, reino de Brasil y autonom íaprovincial", y Ki rsten Schulrz , "La in­dependencia de Brasil, la ciudadanía y elp robl ema de la esclavitud: A AssembléiaConstituintede 1823". La provincia de Gu a­yaq uil resulta ad mirable, pues "creó unade las sociedades más igualitarias de! an­t iguo régimen L.,]Los miembros de todoslos g rupos étnicos, incluidos los de ascen­den cia africana, se convirtieron en promi ­nentes miembros de la sociedad" (p . 513 ).La experiencia lusi tana, por otra parte, esdel mayor interés: el t raslado inicial de lacorre a Brasil a raíz de la invasión napoleó­nica, y la decisión de Pedro I, el príncipeheredero, de permanecer allí y unir su des­t ino a la nueva nación am ericana, el fa­moso eufico (yo me quedo), ofrece grandesposibilidades para la hisroria comparadalatinoamericana que comienzan a fructifi­car en los trabajos antes mencionados.

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Los aspectos económicos también seabordan, tanto los efectosdirectos derivadosde los gastos militares como las afectacio­nes al comercio exterior como consecuen­cia, en parte, de la piratería; pero tambiéndebido al restablecimiento de la paz enEuropa, a partir de 1815, que inundó deproductos los mercados americanos, siendoque en los años anteriores había dependidode las importaciones del Nuevo Mundo,especialmente de los granos producidos enEstados U nidos. Además se mencionanefectos económicos negativos indirectosque fueron producto de la terrible violenciay destrucción que se produjo en diversas'regiones americanas, y ha sido preciso queChriston 1. Archer, en "Peanes e himnosde victoria de la guerra de independenciamexicana. La gloria, la crueldad y la 'de­monizaci ón' de los gachupines, 1810­1821", haya rescatado nueva informaciónde los archivos para aquilatar las dimen­siones del desastre económico y el costohumano, por ejemplo, en Nueva España:

Desde el principio y bajo la dirección de Ve­negas, Calleja y muchos otros oficiales rea­Iistas recibieron órdenes directas de practicarla aplicación del terror e inculcar el miedo.Aunque cada comandante respondió de for­ma distinta, el resultado de esta brutalidadprodujo un daño permanente. Para los oficia­les, estas políricas y los años de vida dura enel deber de los tiempos de guerra destruye­ron su salud y produjeron numerosos efectospsicológicos. Casi todos los comandantesrealistas veteranos [incluido Calleja] parecíanestar aquejados de tensión mental y algunosmosrraban depresión, fatiga y síntomas deenfermedades mentales (p . 24 2).

Una novedad entre los trabajos edito­riales de Jaime E. Rodríguez O., que

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celebro decididamente, es la inclusión delensayo de Víctor Mínguez, "Fernando VII.Un rey imaginado para una nación inven­tada", sobre las manifestaciones artísticas-y sus implicaciones sociales- a que diolugar el culto a este monarca, siendo lamás interesante el retrato que pintaraFrancisco Goya en 1814, no sólo por lacalidad formal, sino por la ironía que con­sigue en la composición.

Clément Thibaud, en su ensayo "For­mas de guerra y mutación del ejército du­rante la guerra de independencia en Co­lombia y Venezuela", nos demuestra quesabe capturar a sus lectores cuando abrecon las siguientes palabras:

La historiografía de las independencias hapasado por una "revolución copernicana" enestos últimos años. Ya no se las consideracomo el acceso natural a la autonomía polí­tica de entidades nacionales en trance deparro desde la conquista --e incluso muchoantes en los países con una gran tradiciónindígena-, y tampoco se las tiene como elfruto de causas necesarias, sino como unacontecimiento fortuito en su origen, deri­vado del desplome de la monarquía españolabajo los golpes de los ejércitos napoleónicos(p. 339).

Pero a su vez, el autor marca el cambiode paradigmas que ha producido el revi­sionismo de la guerra de independencialatinoamericana, pues en el fondo es unasola guerra con muchas y variadas expre­siones. Ha quedado atrás la historia debronce, poblada de héroes sin racha y villa­nos folletinescos, auspiciada por muchasgeneraciones de gobiernos autoritarios, yahora el reto, por una parte, es divulgar auna ciudadanía poco o nada habituada alejercicio de la democracia, los orígenes

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históricos de la soberanía que es su patri­monio y las dificultades que entraña lapráctica democrática. Por otra parte, debeexigirse a los partidos políticos toda suresponsabilidad, pues las formas demo­cráticas por sí solas no bastan, sino quetienen que producir resultados en la vidacotidiana de la gente. Además, los poten­ciales beneficiosque ofreceel "bono demo­gráfico" de la actual estructura de la pobla­ción mexicana, al ser muy grande elnúmero de personas en la edad económica­mente activa, puede convertirse en graví­simo problema si la economía no crece demanera acelerada. Los bicentenarios, queya comenzaron con el del Diariode MéXicoen 2005 , pueden ser ocasión propicia parahacer ejercicio de la crítica, recordandosiempre las palabras del viejo Quesnay:"cuando hablo a los poderosos de moralno me escuchan, pero sí me atiendencuando les hablo de su interés".

En el libro de Enrique Florescano, alque aludía yo al principio de esta reseña,se destaca de manera muy notable la par­ticipación de investigadores extranjerosen el estudio de nuestra historia, al puntode que son ellos los que señalan "los para­digmas científicos, los desafíos intelectua­les y las metas de calidad por alcanzar".Me parece que este panorama hacambiadoen un grado considerable, citaré sólo unejemplo: la creación de revistas como His­toria y Grafía e Istor, la primera fundadapor Guillermo Zermeño y Alfonso Men ­diola, de vanguardia en teoría de la histo­ria, y la segunda que, rompiendo la visiónde campanario, Jean Meyer ha publicadopara explorar la historia internacionaldesde nuestra propia óptica, pero con lacolaboración de colegas de todo el mundo.Por otra parte, antes por extranjero se que­ría decir estadunidense o europeo, o más

RESEÑAS

propiamente francés, inglés y AntonioAnnino; ahora habría que añadir a histo­riadores españoles, portugueses y de mu­chas otras nacionalidades latinoamericanas.No obstante, algunas de las severascríricashechas por Florescano en 1991 siguen vi­gentes, siendo la más importante ofrecercondiciones dignas para la investigacióna las generaciones más jóvenes.

La globalización ha acelerado el cam­bio de los paradigmas -tanto los socialescomo los historiográficos- afectando demanera inevitable el trabajo de los histo­riadores. Las grandes síntesis, donde pre­dominan aún las obras extranjeras (recien­temente se ha traducido al español La otrarebelión de Eric van Young)," seguirán sien­do de señalada utilidad pero no manten­drán su vigencia por largo tiempo; sólo sesalvarán, como señala David A. Brading,las que se conviertan en clásicos, en granmedida debido a la calidad de su escrirura.Por esto, los trabajos colectivos internacio­nales, como este que he reseñado, ofrecenuna de las opciones más fructíferas parala futura historiografía. Especialmente enun mundo que tiende a la uniformidad,incluso en el discurso histórico, es nuestraresponsabilidad fomentar, en el ámbitoacadémico, una pluralidad de voces y pun­tos de vista, ensayar nuevos métodos ycuestionar nuestros fundamentos teóricos,a la vez que rescatar las voces de quienesfueron silenciados en el pasado .

José Ortiz MonasterioINSTITUTO MORA

3 Eric van Young, La otra rebelión, trad. deRossana Reyes. fCE, México, 2006.

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