santa lucía, patrona de suchitoto

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Suchitoto Suchitoto Fiestas Patronales en honor de Santa Lucía Santa Lucía. Iglesia del Calvario, San Salvador, 5 de agosto de 2.008. Effren Argueta. Santa Lucia. Iglesia del Calvario, San Salvador. 5 de agosto de 2.008. Effren Argueta.

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Suchitoto

Suchitoto Fiestas Patronales en honor de Santa Lucía

Santa Lucía. Iglesia del Calvario, San Salvador, 5 de agosto de 2.008. Effren Argueta. Santa Lucia. Iglesia del Calvario, San Salvador. 5 de agosto de 2.008. Effren Argueta.

Santa Lucía Madera de cedro tallada y policromada, dorada y esmaltada; 110 cms de alto; 126.6 cm con la peana; ojos de vidrio soplado; aureola de latón; palma de

cedro policromado; bandeja de plata en su color, martillada, incisa, con un agujero de rosca para insertar la figura de sus ojos en plata fundida, 13.2 cms

de diámetro. Buen estado de conservación, pero presentando ampollas y roturas en el encarnado, el cabello, los dedos de ambas manos y las zapatillas.

Faltantes: la palma y aureola de plata; las pestañas de pelo de res y los pendientes para las orejas. Procedencia: Santiago de Guatemala. Autor

desconocido. Segunda mitad del siglo XVIII. Iglesia parroquial de Santa Lucía.

Santa Lucía

Aunque hacia fines del siglo XIX, se encontró dentro de unas

catacumbas siracusanas una placa del s. VI, aludiendo a Lucía que

había expirado un 13 de diciembre, su vida, recogida por el fraile

dominico Jacopo da Vorazze, está teñida de lo áureo de su leyenda.

Hija de Eutiquia y Lucio, nobles de Siracusa, según la costumbre

romana recibirá el nombre de su padre en femenino, el cual

significa “luz”, “comprensión”, “conocimiento”, “inteligencia”.

Dicho fraile del s. XIII, tratando de clarificar aún más su nombre,

poéticamente escribió que podría provenir del latín lucis via,

“camino de luz” y tal vez tuviera razón, pues a veces debe andarse

mucho para obtener la verdad. Siglos y siglos después, trovadores

como Al Bano y Roque Narvaja, exclamarían “Santa Lucía”; el

primero, tratando de echar alguna luz sobre el amor, la soledad y la

incoherencia del mundo, a finales de los despreocupados años

sesenta; el segundo, respecto a una situación más enigmática y de

doble sentido, a mediados de los libertarios y más liberales años

ochenta.

En cuanto a Lucía misma, hay pocos datos. Cristiana desde muy

niña, perdió a su padre siendo pequeña. Santa Águeda, la exhortó,

por sus méritos, a confiar en ella misma para poder curar a su

madre quien era como la hemorroísa. Así, Lucía, iniciaría su

camino de servicio y desprendimiento, propia de los grandes

iniciados lo que le acarrearía muchos males, pues un prometido,

ignorante de su secreto voto de castidad, la denunciaría ante un

secuaz del intolerante Diocleciano. Éste, tras varios días de tortura

y represión, terminaría decapitándola sin lograr que abjurase de su

fe, el 13 de diciembre de 304, cuando rondaba los 24 años de edad.

Ya santificada, fue patrona de Siracusa, su ciudad en la Sicilia,

ciudad de entorno único y luminoso, como ella.

Lucía, si ser cortesana como Afra, era algo de virtudes taumaturgas

como Ágape y sus hermanas, a quienes Dios concedió mudarse en

vasijas, antes que ser tocadas en su integridad virginal. Sin ser tan

feliz como Basilisa, quien respondió con inteligencia a lo que la

costumbre esperaba de ella, equilibrando entre ésta y su nueva

identidad cristiana, Lucía, acorde a todos los escritos, fue una

doncella práctica cuya inteligencia hace imposible que creamos que

ella misma llegó a arrancarse los ojos, tratando de evitar que su

pretendiente la viera hermosa. Pero no obstante que pensemos así,

la imagen más antigua que conocemos suya, portuguesa, de la

primera mitad del s. XV, ya la presenta con sus ojos puestos en un

platillo, el cual en realidad, debería hacer alusión a su patronazgo

sobre la iniciación en el Conocimiento y por tanto, de los ojos y las

enfermedades que pueden entorpecer la visión.

Hermosa, rica, e inteligente como quiso ver el idealista catolicismo

medieval a todas las vírgenes y mártires, sin lugar a dudas, debido

al número de cofradías (18, entre Guatemala y lo que es ahora El

Salvador), anotadas por Monseñor Cortés y Larraz, Lucía, es una

de las cinco “que canta el Evangelio”, según una letra de dos

autores indígenas entre los siglos XVI y XVII, recuperada por la

Cantoría de Tomás Pascual en un pueblo de indios del Occidente

guatemalteco. Las otras deberían ser por su popularidad, Catarina

de Alejandría, con 11 cofradías; Bárbara, con 5; Tecla, con 4 y

Eulalia, solo con 1 en el pueblo de san Pedro Soloma,

Huehuetenango, pueblo del hallazgo musical. Pero en realidad, si

nos atuviéramos a los registros de Monseñor, antes que santa

Eulalia, habría que anotar a Úrsula con 2 y a Apolonia también

solo con una cofradía a ellas dedicadas, con lo cual el registro de la

devoción colonial a las santas martirizadas, subiría a siete. Nada

anotó el prolijo cura aragonés acerca de alguna dedicada a santa

Cecilia, otra de las hermosas y castas vírgenes sacrificadas

heroicamente por su Fe.

Descripción de la imagen de Santa Lucía

Lucía se yergue ante nosotros, adelantando levemente su rodilla derecha, en la clásica posición de descanso de la

imaginería guatemalteca, hecha para presidir un pueblo importante. Porta en la mano derecha, una palma y en la

siniestra un platillo en el que sobresale la figura de lo que parecería ser un antifaz. Su rostro, un óvalo perfecto sin muchos

salientes con rasgos greco-romanos muy dulcificados, es el de una jovencita alrededor de los quince años cuyo cabello

largo y crespo, partido al medio, cae en cascada sobre la espalda alcanzando casi la altura de la cintura. Su cabeza, con

resplandor de hojalata, inclinada hacia la izquierda, denota con ello, una expresión suavemente compasiva, en el cual sus

ojos grandes y brillantes –que han perdido las pestañas superiores de pelo natural, aunque conservan las inferiores

pintadas a pincel fino-, están enmarcados por cejas delicadamente delineadas, se acompañan de una sonrisa, a tono con

aquellos. Su tez, de carnaciones blancas aunque todavía muy ruborizadas en las mejillas y las palmas de las manos como

era costumbre en toda la imaginería del barroco, muestra ya el influjo neoclásico-, es ahora tanto más pálida por los

efectos de la luz. Su cabello, denota por la fuerza de su coloración que fue carbonatado y repintado en alguna ocasión.

Viste túnica verde claro con oquedades más oscuras, con decoraciones de origen vegetal puestas a mano libre como un

brocado al uso barroco, a la que sobrepone un jubón amarillo dorado con cuello, cintura y mangas de corte mixtilíneo y

ajustado al cuerpo de cuyos ángulos más oblongos en las mangas, penden borlas que atestiguan su procedencia basada en

un grabado antiguo, el cual anacrónicamente al intentar en el siglo XVI o XVII, retratar la moda romana de tiempos de la

santa, considerada más bien indecente, no hacía más que retratar en cierta forma, la española al uso. Una orla

transparente, de sutil diseño, imitando encaje valenciano, sobresale levemente del cuello. El manto, de un rojo

tornasolado, con profundidades ocres, le cae sobre los hombros pero da la vuelta bajo su brazo derecho para subir hasta

su cintura, mientras por el otro lado, da la vuelta rehundiéndose bajo su brazo izquierdo, sin más adorno que un reborde

grueso de purpurina dorada. Calza zapatillas que en su caso, infrecuente, se dejan ver.

Palma de Santa Lucía

Plata en su color, fundida, grabada

e incisa; largo : 45 cms . Sin marcas. Iglesia

parroquial de Santa Lucía. S.XVIII-XIX.

Platillo con los ojos de Santa Lucía

Plata martillada, oblongo de poco fondo y grueso reborde; Ojos

de plata en su color, fundida, grabada y calada; diámetro:13.2

cms. Sin marcas.. Iglesia parroquial de Santa Lucía.S. XVIII-

XIX..

Aureola de Santa Lucía

Plata en su color, grabada , repujada, incisa y calada; diámetro: 26.4

cms. Sin marcas. Iglesia parroquial de Santa Lucía. S.XVIII-XIX .

Interpretación de la imagen

Los objetos que la imagen de la santa porta, excepción hecha de la palma, son los atributos que la identifican como mártir de la Iglesia

romana y el catolicismo universal. En cuanto a la hoja de palma, aparentemente, se la concede durante el barroco, arte de emblemas y

significados como ninguno, pues aun en la Baja Edad Media, cuando van popularizándose los cultos hacia las santas jóvenes y bellas

como Lucía –de alrededor de 1385, data la primera imagen de bulto que conozco suya-, únicamente se le representaba con el platillo de

sus ojos. Así, la palma, que lleva en la diestra, es símbolo de su muerte martirial, pero también de su gloria. El mismo salmo que se

aplica a la Asunción, sirve a igualmente a Lucía y a todos los mártires. En cuanto al platillo, con la figuración de sus ojos en la siniestra,

más bien una especie de antifaz veneciano, aludiría al cuento medieval de cómo ella misma se cegó a sí misma para impedir otro

piropo sobre la belleza de éstos, versión no contenida en los Martirologios romanos o tan siquiera en la a veces tan fantástica Leyenda

Aúrea. En relación a su vestimenta, la túnica verde claro con adornos de polvo de oro queriendo figurar un brocado, significaría la

esperanza del cristiano en la Resurrección. Su jubón amarillo dorado de cuello, cintura y mangas de corte mixtilíneo con ángulos más

oblongos de los que penden pequeñas borlas, atestiguan su procedencia basada en un grabado antiguo, el cual anacrónicamente en el

siglo XVI o XVII, intentaría retratar la moda romana de tiempos de la santa. En este sentido, hemos visto hace poco un grabado

italiano al parecer de la primera mitad del siglo XIX, donde Lucía lleva un jubón y un atuendo en general muy similar al de sus

imágenes en Suchitoto. El manto, de un rojo tornasolado, como se suele utilizar para los mártires pues recuerda el sacrificio de su

sangre, le cubre los hombros pero da la vuelta bajo su brazo derecho para subir hasta su cintura, mientras se rehúnde bajo su brazo

izquierdo, sin más adorno que un reborde grueso de purpurina dorada. Sin embargo, los colores que luce la imagen aquí tratada son o

una convención muy del anónimo artista que la policromó, o de los comitentes que la encargaron; aunque otras imágenes suyas en

Italia, visten indistintamente, ya de túnica verde oscuro con manto rojo; ya de azul y rojo; o de blanco y azul. Pero mientras los restos

mortales de la santa conservados en Venezzia, visten de rojo sangre, como es lógico, la imagen patronal en la catedral de Siracusa su

ciudad natal, viste de plata con atributos de oro. Una imagen suya en La Palma de Gran Canaria, datada hacia 1687, viste de blanco y

azul, mientras la imagen en la preciosa iglesita de su nombre en la antigua Santa Ana Grande, aunque de bulto redondo, viste de saya

blanca y manto rojo y otra, hecha en Izalco, por un artista local, la muestra de azul y rojo. Siempre representada de pie, en otra ciudad

italiana, Belpasso, aparece sentada en un valioso trono y si ya, con la espada clavada al cuello sangrante, nos resulta dramática la

imagen siciliana, tenemos que ver una de dos de la colección de imaginería guatemalteca guardada en el museo Franz Mayer de la

ciudad de México: Fiel a la inmisericorde y poco piadosa leyenda medieval, la virgen ha sido interpretada por el anónimo artista,

cuando ha empezado a apuñalarse los ojos. En fin, que la imaginería de la santa, es copiosa y da para todos los gustos, demostrando a la

vez la coincidencia a ambos lados del mar de la fascinación por la sangre, algo que a veces se piensa, es propio de las culturas indígenas

de este lado del Mar, tal el otro afán por lo relumbrante. Así, sus atributos en Suchitoto, sin marcas, ni inscripciones son el resultado de

un barroco local, tardío de no fáciles medios pero que sobre todo, hoy día, como propiedad de ostentación común resultan muy

hermosos y brillantes, como los ojos algo irregularmente destacados de la imagen, lo cual en el fondo, es algo muy propio en todas las

imágenes de santa Lucía.

A todos mis amigos de Suchitoto, con cariño. Carlos Leiva Cea, investigador y restaurador de Imaginería.

Grabado italiano, de la primera mitad del s.XIX, mostrando una imagen más antigua de Santa Lucía.

Bibliografía y otras referencias: Butler, Alban. Vida de los santos. México: Collier´s International-John W. Clute, tomo, traducción de Wilfredo Guinea, 1965; Montes,

Santiago: Etnohistoria de El Salvador, tomo II, Ministerio de Educación, 1977; Sellner, Christian Albert. Calendario perpetuo de los santos. México: Editorial Hermes,

traducción de Mercedes Figueras, 1995; Vorazze, Jacopo. La leyenda dorada, tomoI. Madrid: Alianza Editorial, traducida del latín por fray José Manuel Macías, 1987;

Amici di Santa Lucia (WWW); Al Bano en español: “Historia de Hoy” , Emi-Odeón, Madrid, España., sin año; El repertorio de San Miguel Acatán. La cantoría de Tomás

Pascual, 1994. Roque Narvaja al natural: “Santa Lucía”, Fonomusic, Madrid, 1985.

Santa Lucía, capilla de la casa Coto, Suchitoto

Restos mortales de Santa Lucía, en Venecia

Santa Lucía, imagen por un artífice de Izalco, hacia

1997.

Santa Lucía, patrona de Siracusa

Santa Lucía, imagen guatemalteca en el museo Franz

Mayer. Ciudad de México. Siglo XVIII.

Santa Lucía, en Cavatirreni, Italia