san juan eudes, · “¡oh corazón de mi jesús, hoguera inmensa de amor, lanza tus llamas...

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San Juan Eudes,Profeta

de Misericordia

EUDISTASNº 242018

Eudistas No. 24San Juan EudES Profeta de Misericordia

ISSN: 2619-3094

Editor: Congregación de Jesús y María (Padres Eudistas) Edición No. 24.Edición en francés (2016)Edición en español: noviembre 2018Periodicidad: anualBogotá, ColombiaPreprensa e Impresión: DGP Editores, SAS

San Juan EudES,ProfEta dE MiSEricordia

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Tabla dE conTEnido

Editorial .................................................................................. 9

La creación: el primer “don” de la misericordia, en la obra escrita de San Juan Eudes ..................................... 18Daniel Granger

La misericordia en la vida y la obra de san Juan Eudes ........ 47P. Renarld Hebert, cjm

La misericodia en las huellas de Juan Eudes y en la escuela de María: Nuestra señora de la Caridad ........ 65Hna. Marie-Françoise Le Brizaut, ndcbp

Sacerdote, profeta de la misericordia .................................... 84P. Álvaro Duarte

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! ......................................................... 115Pierre Drouin, cjm

Una espiritualidad de fuego – san Juan Eudes ...................... 139Gilles Ouellet

Las “hermanas caminantes” entregan resultados sobre la empobrecida comunidad Congolesa de Kolwezi .............. 167

El Carisma Eudista de la Misericordia en Filipinas .............. 175Padre Ronald Bagley,cjm

6 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

La Misión Eudista de Misericordia en el suroccidente de los Estados Unidos ............................................................ 183Por Steve Marshall

Bibliografía - Misericordia 2015-2016 ................................... 195Daniel Doré, cjm. Biblista y archivero general

Vocabulaire de la misericordia en diccionarios bíblicos ....... 197

Sommario: PSV 29, 1994 ....................................................... 198

Descubrimiento en los archivos de la provincia de norteamerica ...................................................................... 199

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PrEliminar

Para responder a la invitación del Papa Francisco de abrir las puertas en este año jubilar de la Misericordia, la Provincia eudista de América del Norte y Filipinas reunió bajo el título de Juan Eudes, profeta de Misericordia, las diversas intervenciones de los colaboradores de esta publicación. ¿Todavía es posible abrir las puertas al volver a leer la venerable doctrina de san Juan Eudes?

Esta revista lleva la marca de la diversidad cultural de la Pro-vincia en su factura lingüística. Aquí podrán encontrar artículos y testimonios en francés e inglés. Los autores en su mayoría son norteamericanos, pero sin exclusividad. Agradecemos al Padre Camilo Bernal, Superior General y al Padre Álvaro Duarte, de la Provincia Minuto de Dios, por su colaboración.

También hemos hecho el llamado a los recursos internacionales de la gran familia eudista: para un mejor conocimiento de la faceta mariana de la historia de Nuestra Señora de la Caridad, para hacer conocer un proyecto humanitario de la Fundación Buen Pastor, para la presentación de sociedades vividas en las regiones de Cali-fornia y de Filipinas.

El tema de la Misericordia es como el hilo conductor que atra-viesa los textos y los testimonios.

Sin ser un estudio exhaustivo de la obra de san Juan Eudes, el conjunto permite algunos sondeos a partir de sensibilidades más contemporáneas. Ojalá puedan inspirar a las generaciones jóve-nes de la familia eudista a abrir nuevos campos de investigación

8 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

en teología, en mariología, en espiritualidad y, tal vez, incluso en iconografía.1

1 Podemos igualmente hacer referencia a otra publicación colectiva de la Provincia, bajo la dirección del Padre Clemente Legaré, que lleva el título de Au Cœur de la Miséricorde avec saint Jean Eudes, Médiaspaul, Montréal, 1995, 280 p.

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EdiTorial

Extracto de la carta de Superior General a la Congregación

(20 de octubre de 2015)

Muy queridos hermanos, asociados(as) y candidatos: Con in-mensa alegría los saludo en el día en que celebramos el Corazón de Jesús en la familia eudista. Todos los eudistas oramos con el Ave Cor, una bellísima oración que sintetiza de forma admirable el espíritu eudista. Durante la parte final del Año de la Vida Consagrada, da-remos inicio al jubileo extraordinario de la misericordia; por ello, quiero invitarlos a pensar brevemente en dos palabras: corazón y misericordia.

Siempre he creído que ser eudista es tener un corazón como el de Jesús, siguiendo el ejemplo de san Juan Eudes, un corazón ple-no de virtudes, no por nuestros méritos, sino porque sin merecerlo, el Espíritu Santo lo va configurando con el mismísimo Corazón de Jesús, para ofrecerlo, entregarlo, consagrarlo y sacrificarlo a Dios para que viva y reine siempre en él.

1. Corazón

El libro “El Corazón Admirable de la Sagrada Madre de Dios” es la obra más considerable de san Juan Eudes (OC, VI, VII y VIII). Es a este Corazón, al que la divina misericordia le concedió la gracia a Juan Eudes de consagrar desde su infancia, su corazón, su cuerpo, su alma, su tiempo y eternidad. Nuestro Padre Fundador

10 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

nos pide a los hijos de la CJM, imprimir en nuestros corazones una imagen viva y una semejanza perfecta de las virtudes del Corazón Admirable. Conocemos los textos y las definiciones que sobre los Corazones de Jesús y de María nos presenta san Juan Eudes. Per-mitamos que un experto en la materia, P. Álvaro Torres, nos intro-duzca brevemente en el Libro doce (OC, VIII)

Pensó san Juan Eudes que su obra sobre el Corazón Admirable de María debía culminar con una meditación teológica y espiritual sobre el que prefería llamar, EL DIVINO CORAZÓN DE JESÚS. Dedicó a este tema el libro doce de su obra. Es quizás el texto más rico que existe sobre el Corazón de Jesús, estudiado no solo desde la teología sino también desde la experiencia espiritual de un santo. Su concepto del término corazón se acerca mucho al lenguaje bíblico correspondiente. Es la interioridad de la persona en su dimensión de pensamiento, voluntad, sentimiento, amor, responsabilidad, de-cisión. Y tratándose de Jesús, Verbo encarnado, no puede dejar de hablar de un corazón divino sino también de un corazón humano, en la unidad de una persona2. Se adentra en el misterio de Dios, Trini-dad de personas. El Corazón de Jesús es el Corazón del Padre y del Espíritu Santo. Toda la obra divina de la creación y de la salvación, su intervención en la historia, tiempo y espacio, en el misterio de la encarnación y la redención, son expresamente vistos desde la riqueza del contenido del corazón. Vive ese misterio, divino y humano, de manera muy sentida en su larga meditación sobre la pasión de Cristo, seguida y padecida por Jesús y María, cada uno en su corazón, dos corazones que son una sola realidad, el Corazón Grande3

En siete de los 20 capítulos del Libro Doce, el Padre Eudes ma-nifiesta que el Corazón de Jesús es una hoguera de amor al Padre eterno, a su santísima Madre, a la Iglesia, por cada uno de noso-tros… En la pintura original del P. Eudes (1672)4, nuestro funda-

2 OC, VI, 5 1 OC, VI, 9. 2 1.3 OC, VI, 51 ; OC, VI, 92. Introducción al libro doce de las OC, VIII, tra-

ducción española realizada por el P. Álvaro Torres, octubre 3 de 2014, version.4 Obra del pintor Leblond.

Editorial 11

dor tiene en su mano derecha un corazón, coronado por llamas en todas direcciones, con las siguientes palabras: Coriesu et Marie for-nax amoris. Siempre me pregunto, ¿por qué quiso nuestro Padre Fundador ser pintado con este corazón en su mano derecha? Ima-gino que nos está entregando a sus hijos e hijas su propio corazón que no es otro que el mismo Corazón de Jesús tal como Juan Eudes lo concibió, lo adoró, lo experimentó, lo describió y lo propuso para toda la Iglesia. El divino Corazón de Jesús es una hoguera de amor ardentísimo. Lo señala en tres palabras san Bernardino: Horno de ardentísima caridad para inflamar e incendiar todo el universo. (Sermón 114). El divino Corazón de Jesús, hoguera de amor para cada cristiano, con el fin de ser transformados en Dios, revestidos, henchidos y penetrados de todas las perfecciones de Dios, y mejor que el hierro, de las cualidades del fuego; es decir, ser una misma cosa con Dios: Como tú, Padre, en mí y yo en ti, así ellos en nosotros sean uno (Jn 17, 21), nos recuerda nuestro Padre Eudes. Nuestro infatigable fundador termina su vida terrena a los pocos días de concluir este Libro Doce. Es realmente significati-vo que Juan Eudes parte de este mundo realizando ejercicios de amor, que le fueron tan afectos y constantes a lo largo de toda su existencia. Los constantes actos de amor a Dios de san Juan Eudes, no son sentimientos pasajeros ni debilidades de carácter; todo lo contrario, son la explosión de un alma contemplativa, profunda-mente enamorada de Jesús, de quien recibió el don precioso de su propio Corazón, el cual ha legado como herencia a su amada Congregación y que hace parte de nuestro patrimonio espiritual. Heredar tal patrimonio implica, para cada uno de nosotros, tener la capacidad y la decisión de realizar los ejercicios de amor que hizo nuestro Padre Eudes. Estos ejercicios de amor, que hacen par-te de la identidad eudista, anteceden siempre a los ejercicios de la misiones y a la formación de buenos obreros del Evangelio pues son el punto de partida y la fuerza espiritual para la realización de la tarea. Cuando en el cuerpo humano se debilita el corazón, la vida se hace triste. De igual forma, cuando los hijos de san Juan Eudes dejamos de realizar ejercicios de amor, se entristece la misión y se de-bilita la Congregación.

12 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

“¡Fuego que siempre ardes sin nunca extinguirte; amor que siem-pre hierves y nunca te enfrías, enciéndeme enteramente para que en-teramente te ame!”5. “¡Oh Corazón de mi Jesús, hoguera inmensa de amor, lanza tus llamas sagradas a todos los corazones del universo, para iluminarlas con tus divinas luces y para abrasarlas en tus celes-tiales ardores!”6.

Estoy convencido de que ser eudista es tener un corazón en fue-go, un corazón ardiente, un corazón encendido en amor por el mis-mísimo Corazón de Jesús. Desde ahí nace nuestra identidad pro-funda, nuestro ser profundo. Juan Eudes nos entrega su corazón encendido como una hoguera de amor, por el propio Corazón de Jesús. Celebrar el Corazón de Jesús es dejarse abrazar en las llamas de su amor infinito, del Espíritu Santo, tal como lo hizo nuestro Padre Eudes para poder realizar las obras que Dios mismo nos está pidiendo.

2. Misericordia

“Ave Cor misericordissimum” fue la última línea que añadió el Padre Eudes a la oración del AVE COR; lo hizo cuando se le per-mitió reabrir la capilla del seminario de Caen (1653). Según san Juan Eudes, ello sucedió “con el fin de hacernos ver que es un efecto de su grandísima misericordia, y que nosotros somos los Misioneros de la divina misericordia, enviados por el Padre de las misericordias, para distribuir los tesoros de su misericordia a los miserables, es de-cir, a los pecadores, para tratarlos con un espíritu de misericordia, de compasión y de dulzura.” Quizá algunos pudieran pensar que Juan Eudes descubrió por estos años la misericordia. Sin embargo, al analizar su vida, podemos afirmar que, desde el primer momento de su ministerio, cuando se dedicó a servir a los apestados (1627 y 1631), o cuando trabajó por la dignidad de las mujeres y creó el Refugio, o al predicar el Evangelio en las misiones, o cuando se sentó a confesar a los penitentes y, aún, al tomar la decisión de

5 OC, VIII, 353.6 OC, VIII, 307.

Editorial 13

servir a los sacerdotes que estaban mal formados, nuestro Padre Eudes practicó y ejercitó la misericordia de diversos modos. Su ca-pacidad de ver y comprender las necesidades concretas del pueblo, de las personas heridas y marginadas… es decir, su capacidad de ver las miserias del mundo, le llevó a encontrar diversas soluciones audaces que son un verdadero ejemplo de innovación pastoral para nosotros en los tiempos actuales. Juan Eudes fue el primer eudis-ta en salida, que se dirigió a diversas periferias de las realidades humanas y eclesiales de su época, no tuvo miedo al mundo ni a la complejidad de su contexto social y religioso; plenamente de-cidido, hizo presente el amor misericordioso de Dios por medio de su ministerio sacerdotal y de sus creativas iniciativas pastorales. ¿Qué eudista no conoce de memoria la bellísima descripción de san Juan Eudes sobre quién es misericordioso? “Misericordioso es quien lleva en su corazón, por compasión, las miserias de los mise-rables”. ¡Qué palabra tan sencilla y extraordinaria! Justamente se encuentra en el Libro Décimo, donde explica el Magnificat como el cántico del Corazón de María7.

Estamos bien enterados que el próximo Año Santo, que iniciará el 8 de diciembre, es el jubileo extraordinario de la misericordia. El Papa Francisco nos recuerda que

“la Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe al-canzar la mente y el corazón de toda persona… El tema de la misericordia exige ser puesto una vez más con nuevo entu-siasmo y con renovada acción pastoral. Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia” (MV 12).

Esta convocación tiene un peso especial para todos los eudis-tas sin excepción. Juan Eudes, hasta cuando sus fuerzas se lo per-mitieron, le concedió un acento muy particular a la misericordia en su vida y en su predicación; fue un sacerdote misionero que

7 OC, X, 400. Agrega también líneas parecidas en el l’AveMaria, filia Dei Patris, y en las letanías de Nuestra Señora et auxlitanies de Notre–Dame.

14 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

dedicó cerca de 60 años a los ejercicios de las misiones. Él acu-ñó para nosotros la expresión “misioneros de la misericordia” que ha sido propuesta por el Papa Francisco con ocasión del próximo año santo y que ha sido bien acogida por las diócesis que van a enviar misioneros de la misericordia por el mundo entero: “Los misioneros del misericordia serán un signo de la solicitud materna de la Iglesia… serán signo vivo de cómo el Padre acoge a cuantos están en busca del perdón… serán los artífices de un encuentro cargado de humanidad… serán predicadores convincentes de la misericordia… anunciadores de la alegría del perdón… (MV 18). Sin duda alguna, este es un sello netamente eudista en la bula Mi-sericordiæVultus. Con mayor razón, nosotros como eudistas y con todas nuestras energías, debemos asociarnos a este ejército de mi-sioneros de la misericordia que lleva a todos los rincones del mun-do y a todas las situaciones humanas el toque salvífico del amor misericordioso del Señor.

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ExPEdiEnTE iconográfico

A lo largo de este Cuaderno, presentaremos algunos elemen-tos de iconografía, apoyándonos en investigaciones actuales. Los primeros expedientes habían sido recogidos principalmente por el Padre Ange LeDoré y Charles Lebrun en la oportunidad de los trá-mites necesarios de beatificación y de canonización de Juan Eudes.

Esperamos así sensibilizar el lector hacia las búsquedas contem-poráneas de las representaciones gráficas del “corazón” utilizadas para ilustrar la literatura espiritual del s. XVII.

En un sabio libro8, Anne Sauvy escribe a cerca de las imágenes del corazón utilizadas en las páginas de diversas publicaciones re-ligiosas:

“No olvidemos las marcas de libreros que, desde entonces, re-curren a este símbolo, como las del s. XV, de Georgius Mit-telhus, de Pierre Levet, etc. Que fueron en los s. XVI y XVII seguidas por muchos otros (Nicole y Antoine dela Barre, Pierre de Vingle, Gilles Corrozet, Jean Bogard, Jean Corbon, Sébas-tien Huré, etc…”

Un año después de la publicación de La Vie du Cardinal de Bé-rulle por Germain Habert, abad de Cerisy, realizada en 1646, que utiliza un elaborado grabado, rodeado de la frase “Ego dormio et cormeumvigilat”, se encuentra el mismo grabado en el Tratado del Amorde Dios del bienaventurado Francisco de Sales, en Paris, en Sébastien Huré, padre e hijo, calle St. Jacques en el buen Corazón

8 Le Miroir du Coeur, Quatresiecles d´imagessavantes et populaires, Paris, Cerf, 1989, p. 48.

Expediente iconográfico 17

y en la Visitación, 1647. El mismo símbolo de Jesús dormido en el corazón para identificar al editor está junto con un grabado de la Visitación, buscando ahora, sin lugar a duda, identificar el autor y fundador de la Congregación que lleva su nombre. En 1648, tam-bién en Sébastien Huré, el mismo tipo de grabado, un poco más burdo, sirve para ilustrar una edición “pirata” de Vida y Reino que no figura en la lista de las ediciones conocidas presentadas por el P. Charles Lebrun en el tomo 1 de las Obras Completas. En esta fecha Juan Eudes es todavía identificado como “sacerdote del Ora-torio” cinco años después de haber dejado esta institución

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la crEación: El PrimEr “don” dE la miSEricordia, En la obra EScriTa dE San Juan EudES

Daniel Granger

Incorporado a la Congregación, Daniel Grangé ha continuado sus estudios para la maestría en teología en la Universidad Laval (Quebec). Su tesis de maestría tenía como título: “La misericordia según San Juan Eudes”. Él es ahora responsable de una unidad pas-toral a Gatineau (Ottawa), su diócesis original. Él aceptó compartir con nosotros una parte de su búsqueda.

Introducción

Con la carta encíclica Laudato si, el llamado del papa Francisco vuelve a poner en primer plano el tema, siempre discutido en la teología contemporánea: el misterio de la creación. Los desarrollos científicos de nuestro siglo habían cuestionado una teología esco-lástica estereotipada. Las búsquedas de los filósofos, los testimo-nios de los místicos de diversas tradiciones, la nueva sensibilidad espiritual de los mismos científicos, que no pueden ser acusados de ingenuidad, ofrecen nuevos espacios para la reflexión.

¿Será, entonces, posible hoy descubrir unos acentos desconocidos en la venerable tradición de la Escuela Francesa de espiritualidad?

La creación: el primer “don” de la misericordia 19

La búsqueda de las fuentes

En su libro Bérulle y los orígenes de la restauración católica (1575-1611)9, Jean Dagens se había propuesto

“restituir, tan exactamente como sea posible, el ambiente inte-lectual, espiritual y político en el cual (Bérulle) vivió y actuó. (…) Pero ciertamente la grandeza de Bérulleante todo es espi-ritual: él es, en su siglo, el primero y uno de los más grandes discípulos de san Agustín. El anticipa la obra de M. Vincent, de Olier, del Padre Eudes, de Grignon de Montfort, y al mismo tiempo, como M. Orcibal lo demostró recientemente, él cuenta también a Saint-Cyran entre sus herederos espirituales”10

A finales del s. XVI, y por primera vez en la historia del cristia-nismo, los Padres de la Iglesia eran accesibles a los teólogos y a los cristianos instruidos. Y la renovación del pensamiento agustiniano, a principios del s. XVII, es un hecho sobresaliente en la historia del pensamiento francés.

Además, Bérulle fue formado en una escolástica renovada, tan-to con los jesuitas como en la Sorbonne. Hacía ya dos siglos que los métodos de una escolástica decadente estaba sujeta a fuertes ataques.

Ya en los primeros años del Oratorio, Bérulle dicta en latín las conferencias espirituales a sus colegas11. El utiliza formas de expo-sición y de razonamiento que son realmente ideas de la tradición escolástica, por ejemplo, la manera de oponer el mundo de la na-turaleza y el mundo de la gracia, que volveremos a encontrar en Juan Eudes.

En su búsqueda por lograr la publicación de la Correspondencia de Bérulle, Monsieur Dagens constata: “A Bérulle le gusta hacer

9 Desclée de Brouwer, 1952.10 Idem, Preface, p. 8.11 Ver las “Collationes Congregationis nostrae” (1611-1644). Se trata sin

duda de notas tomadas por jóvenes oratorianos.

20 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

referencia a santo Tomás”. Pero él mismo contribuye a oscurecer el debate en una carta al Padre Bertin. Lo invita a declarar que él sigue la escuela de santo Tomás “en esto (se trata aquí de la Encar-nación) y en el tema de la gracia y de todo lo demás” en la medida de lo posible12.

“Esta estrecha alianza de santo Tomás y de san Agustín es pre-cisamente lo que define la teología del Oratorio beruliano (…) Pero hubo en la Edad Media otros agustinianos, además de santo Tomás: san Bernardo y san Buenaventura, entre otros; y parece que es en esta parte donde hay que buscar las verdaderas inspiraciones de Bérulle”13.

Este el marco general de las primeras fuentes del joven oratoria-no Juan Eudes.

¿Qué hay en san Agustín?

Centrando nuestra atención únicamente en “la definición de la misericordia”, que Agustín da en la “Ciudad de Dios”, encontra-mos tres elementos de una dinámica antropológica que veremos expresada, al final de la vida de Juan Eudes, en su obra maestra El Corazón Admirable de la Sagrada Madre de Dios14

La definición de Agustín comienza indicando que la misericor-dia nace a partir de un encuentro con un desdichado o miserable, nuestro corazón en seguida se llena de compasión, y en un último momento, somos movidos a socorrerlo, en la medida de nuestras posibilidades.

No es difícil reconocer, en el Corazón Admirable, los mismos elementos retomados por Juan Eudes:

“Se necesitan tres cosas para la misericordia: la primera es te-ner compasión de la miseria del otro, ya que es misericordioso

12 Correspondencia de Bérulle, III, p. 20-21.13 Dagens, Bérulle y los orígenes, DDB, p. 45.14 OC, VIII, 53.

La creación: el primer “don” de la misericordia 21

aquel que lleva en su corazón, por compasión, las miserias de los demás.

La segunda, tener un gran deseo de socorrerlos en sus miserias.

La tercera, pasar de la voluntad a la acción”.

Sin pretender quitar nada de la originalidad de san Juan Eudes en su experiencia espiritual personal, hay que reconocer que, como los otros maestros de la época, él está sumergido en el clima espi-ritual de su tiempo, y toma de Agustín el lenguaje común de la época. Así hay que ser prudente cuando se atribuye a Juan Eudes la paternidad de esta definición; ella formaba parte ya del bien co-mún de la Iglesia.

Esta corriente agustiniana, presente en el Oratorio de Francia, se reforzará a lo largo del siglo y dará lugar a una coexistencia de los extremos, antes de que lleguen las rupturas inevitables. La anti-gua controversia sobre de la gracia oponía los partidarios de Moli-na (la mayor parte de los jesuitas eran “molinistas”) y los discípulos de san Agustín (entre ellos Saint Cyran, que había sido discípulo de Bérulle, y también muchos oratorianos); los primeros reconocían a la libertad humana cierta autonomía frente a la libertad de Dios, los segundos afirmaban con fuerza la soberana iniciativa de Dios en el corazón mismo de nuestra libertad.

“La simpatía de Juan Eudes iba hacia san Agustín, aunque siempre se mantuvo fuera de las disputas de ideas, y no uti-lizaba, en sus escritos, los conceptos escolásticos, en los cuales se apoyaban. (…) Juan Eudes se veía obligado a ubicarse con relación a sus colegas. El compartía con ellos, sin ninguna re-serva, las grandes líneas de la tradición oratoriana…”15

“Mientras que varios de sus compañeros no ocultaban su sim-patía hacia la austera exigencia de los “discípulos de san Agus-tín” (quienes muy pronto se llamarán “los jansenistas”), Juan Eudes, después de un tiempo de duda, muy cercano a ellos

15 P. Milcent, Saint Jean Eudes, Un artisan du renouveau chrétien, Cerf, 1985, p. 59-60.

22 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

por una parte, sin abandonar la necesidad de una verdadera renovación espiritual ni renegar de san Agustín, optó por la misericordia”16

En su capítulo sobre el desarrollo de los años 1642-1643, el P. Paul Milcent agrega que no debe ser casualidad si la opción de Juan Eudes, que había empezado a encontrarse con María des Va-llées entre septiembre de 1641 y julio de 164217, se concretizara en el momento en que él fundaba la casa del Refugio para las mujeres prostituidas, y también meditaba el proyecto de unirse con nuevos compañeros para formar sacerdotes, y en él maduraban las intuicio-nes espirituales, que le iban a permitir presentar en sus misiones, el descubrimiento del “Corazón” amante de Jesús.

¿Y en santo Tomás de Aquino?

En su reciente libro sobre La Misericordia, Noción fundamental del Evangelio18, el cardenal Walter Casper en el comienzo de un capítulo sobre “Reflexiones fundamentales”, propone, como una afirmación sin equívoco, la opinión siguiente: “Se debe identificar la misericordia como atributo fundamental de Dios”.

Por mucho tiempo la teología, en nombre de los principios de la escolástica clásica, rehusó atribuir al Dios cristiano, conocido como “inmutable”, este atributo que permitía, sin embargo, hacer-lo conocer como aquel que se inclina con benevolencia sobre los hombres y sobre el mundo. Apoyándose sobre dos autores con-temporáneos, Yves Congar, dominico19,y Bertrand de Margerie, jesuita20, retoma la teología de santo Tomás21:

16 Id. p. 106-107.17 Id. p.107.18 Editions des Beatitudes, 2015, p. 94.19 La Misericorde, Attributsouverain de Dieu, en La Vie Spirituelle, n°

482, abril 1962, pp.380-395. Artículo retomado por Y. Congar, en Les Voies du Dieu Vivant, Cerf. 1962, pp. 61-75.

20 Les perfections du Dieu de Jésus-Christ, Paris, 1981, p. 263.21 Tomás de Aquino, S. T. I, p. 21 a 3.

La creación: el primer “don” de la misericordia 23

“La misericordia debe ser atribuida a Dios en su máximo pun-to, según sus efectos, no según una emoción que pertenecería a la pasión”.

Al calificar a Yves Congar como el “más grande teólogo de la tradición occidental”, afirma que fue él quién dio el impulso para ela-borar una “ontología de la misericordia”.

A partir de algunos ejemplos tomados de la historia, el padre Congar indica que la misericordia siempre apareció como un atri-buto real. (…) Se hizo a menudo (…) de la “piedad” latina, un atributo de los emperadores. Un simple funcionario debe aplicar estrictamente la ley; no puede perdonar ya de debe hacer respe-tar los derechos, el orden social. Pero un soberano si puede ya que no está atado al bien público y no a la letra de las leyes. Es por eso que los hombres de Iglesias han a menudo exhortado a los empe-radores o a los reyes a imitar a Dios,especialmente en su clemencia, del cual eran las imágenes y los vicarios,

Entre los representantes de la “ortodoxia agustiniana” del s. XVII, el teólogo dominico cita una homilía de Bossuet quien tenía una idea muy alta de la realeza de su tiempo:

“Yo aprendí de san Agustín que el amor puro, el amor liberal, es decir el amor verdadero tiene un no sé qué de grande y de noble que solamente quiere nacer de la abundancia y en un corazón soberano. Para prevenir a todos los corazones con una bondad soberana, ¿quiere usted saber, dice este gran hombre, cual es el afecto verdadero? “Es, dice, el que baja y no el que sube; el que proviene de la misericordia y no del que viene de la miseria; es el que surge de fuente y de plenitud, y no el que sale de sí mismo debido a su indigencia”. Así el sitio natural del afecto, de la ternura y de la piedad, es el corazón de un sobe-rano. Y como Dios es el verdadero soberano, de ahí se deduce que el corazón de Dios es un corazón de una extensión infinita,

24 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

siempre dispuesto a dar en exceso su misericordia antes que los otros pidan por el exceso de su miseria”22.

En el fondo, la misericordia es suprema cuando se está en la posición de soberano, en la cual no hay nada que buscar para sí mismo, sino únicamente dar, comunicar el bien a otros seres, in-digentes, por pura liberalidad y bondad. Es así que santo Tomás considera la misericordia en Dios.

Sin embargo está claro que ella no se encuentra en el estado de pasión. Dios no recibe una sacudida emotiva, acompañada de tristeza por el espectáculo de nuestra miseria. La Sagrada Escritura parece suponerlo, pero sus enunciados deben ser comprendidos, y han sido siempre comprendidos, según las reglas críticas de la analogía. La misericordia se encuentra solamente en la voluntad de Dios, como disposición y como actividad del don. Al menos si se trata de Dios según su divinidad. Pero sabemos que Dios tomo, en Jesucristo, una humanidad, y que incluso, ha revelado, en esta humanidad, la profundidad de su misterio.

La creación puede ser considerada como una obra de misericor-dia divina si, con santo Tomás, se entiende “miseria” en el sentido más amplio, la indigencia radical y al no-ser, y si llamamos miseri-cordia, incluso a la liberalidad y la bondad, que comunican pura y simplemente el ser al que no lo tiene o no lo es. Pero es sobre todo en el perdón del pecado donde santo Tomás, con toda la tradición católica, ha visto la manifestación suprema de la misericordia divi-na. El perdón de las faltas es, en efecto, un acto del poder divino. Sólo Dios puede hacerlo. Ya que cuando nosotros perdonamos sólo anulamos lo que podría ser de parte nuestra, resentimiento, justicia vengativa, ira y castigo. No podemos borrar la falta misma en cuanto pecado, en la conciencia del otro. Sólo lo puede hacer Dios que actúa hasta en lo íntimo de las voluntades libres.

22 Homilía para la Anunciación, 25 de marzo de 1662.

La creación: el primer “don” de la misericordia 25

¿Qué hay en la teología de san Juan Eudes?

Como discípulo de Bérulle, san Juan Eudes retomará, a su ma-nera, según su experiencia y su comprensión, la doctrina teológica de su tiempo. Su aproximación sigue fiel a los datos escolásticos tradicionales de la época. Su trato asiduo de la Escritura lo familia-rizo más con los testimonios de san Juan y san Pablo. En su predi-cación popular se esfuerza por reemplazar el galimatías teológico por un estilo de paráfrasis bíblica. Ser cristiano, dice, es ser hijo de Dios y tener el mismo Padre con Jesucristo, su Hijo único. “Vean lo que es el amor de nuestro padre hacia nosotros, que quiere que seamos llamados y que seamos en realidad hijos de Dios” (1 Jn.3,1); su es-piritualidad es totalmente impregnada del mensaje del apóstol bien amado. Y si somos privilegiados hasta el punto de ser llamados hijos de Dios, es por su gran misericordia para toda la humanidad. Se complace en citar al apóstol Pablo escribiendo a los Corintios: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo” (2 Cor.1, 3). Comenta así este texto de la carta a los Corintios:

“La primera perfección de Dios es la divina Paternidad, por la cual es el Padre de su Hijo Bien amado, como también de todos los miembros de este mismo Hijo: la cual nos da un dere-cho infinitamente honorable y ventajoso, que es poder llamar-lo Padre nuestro, palabra que el mismo Cristo nos enseñó. La segunda perfección es aquella extraída de la Escritura donde se dice de Dios que se llama el Padre de las misericordias y el Dios de todo consuelo”23.

En todos sus escritos Juan Eudes nos enseña hasta qué punto este “Padre de las misericordias” lleva todas nuestras miserias en su Corazón. Juan Eudes se complace en utilizar este título bíblico para dirigirse a Dios, ya que expresa ventajosamente el amor de Dios hacia el hombre, la ternura del Creador hacia su creatura. Por la creación, Dios es nuestro creador, nuestro principio; y nosotros

23 OC, VII, 499-500.

26 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

somos sus creaturas, sus súbditos, sus servidores y en el ejercicio de su misericordia, “Él mira las miserias de su creatura para aliviar-la y también para liberarla”24.

Retomando el vocabulario que hemos encontrado en su maestro Bérulle, afirma que esta misericordia se extiende sobre todas las obras de Dios, tanto las de la naturaleza como las de la gracia y de la gloria:

“Sobre las obras de la naturaleza, puesto que ella (la misericor-dia) sacó de la nada todas las cosas contenidas en el orden de la naturaleza, que estaban desde toda eternidad en la nada, la cual es un abismo de infinidad de imperfecciones y la fuente de una inmensidad de miserias…

Sobre las obras de la gracia, ya que habiendo caído el hombre en el pecado, que es un abismo de males infinitamente más pavoroso que el anterior, la divina Misericordia no solamente lo sacó de allí, sino que lo restableció en un estado de gracia tan noble y tan divino, que de miembro de Satanás en que se había convertido por su crimen, lo hace miembro de Jesucristo, y de hijo del diablo, hijo de Dios, y en consecuencia heredero de Dios y coheredero del Hijo único de Dios…

Sobre las obras de la gloria porque, no contento con haber ele-vado al hombre al estado sobrenatural y muy sublime de la gracia cristiana, por medio de la cual se convirtió en partícipe de la naturaleza divina, ella quiso también sacarlo de las baje-zas, miserias, imperfecciones y peligros que lo rodean mientras vive en la tierra, y exaltarlo hasta el cielo, hasta el trono de Dios, hasta la participación en su gloria inmortal, y hasta el goce de su felicidad eterna y de todos los bienes que posee…

Y así todas las cosas que son del orden de la naturaleza, del or-den de la gracia y del orden de la gloria, son otros tantos efectos de la divina Misericordia. De manera que se puede decir con verdad que, no solamente la tierra está llena de la misericordia

24 OC, VII, 20.

La creación: el primer “don” de la misericordia 27

del Señor… sino que el cielo, la tierra y todo el universo están llenos de ella y que aún se encuentra en el infierno, ya que los condenados según santo Tomás y otros teólogos, no son tan castigados como se merecen; lo cual es un efecto de la divina Misericordia que se extiende sobre todas las obras de Dios”25.

Este gran texto del “Corazón admirable” nos presenta un resu-men impresionante de la visión que san Juan Eudes tiene del plan de salvación como concebido de toda eternidad por el “Padre de las misericordias”.

1. La creación

En un escrito, en forma de meditación, titulado: De los favores que Dios nos ha hecho antes de nuestra creación y desde toda eterni-dad, san Juan Eudes expresa su firme convicción de que la creación misma es una obra de misericordia.

“Yo consideraría que, como todas las cosas siempre han estado delante de Dios, y para él no tienen pasado ni futuro, sino que todo es presente y visible a su luz eterna él puso sus ojos divi-nos sobre mí desde toda eternidad; él me miró con ojos de misericordia; él pensó en mí seriamente y atentamente; él me amó tierna y ardientemente. Él tuvo el proyecto de crearme con todas las ventajas y todas las perfecciones naturales que me ha dado”26

Creado a la imagen de Dios, el hombre es, en el corazón de la creación, la creatura más favorecida. Pero en su búsqueda de independencia, el hombre no supo reconocer las grandezas de su vocación a la que estaba llamado por Dios, es decir una vocación de alabanza, de adoración, de acción de gracias al Dios creador por tanto beneficios otorgados. Desafió a su creador intentando constituirse voluntariamente en autoridad suprema. Ignorando el dinamismo depositado en el por el Creador, el hombre no supo

25 OC, VII, 8.26 OC, II, 135.

28 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

elevarse a la dignidad a la que lo llamaba el Maestro de la Vida. No supo beneficiarse del privilegio que le era otorgado. Esto explica la reserva que Dios tuvo al aprobar la creación del hombre con el mismo título que lo hizo por el resto de la creación. Jean Dagens nos trae este pensamiento de Bérulle:

“Dios aprobaba cada una de sus obras en el momento mismo que la hacía, y con relación a cada una, él veía y juzgaba que estaba bien: esto está omitido en la creación del hombre, a fin de que pensemos que no la había aprobado como una obra por no tener todavía su último toque”27

1.1. La dependencia de la creatura

El hecho es que el relato de Génesis 1,26-31 presenta al hom-bre como una obra que todavía no estaba totalmente acabada pero es significativo y capital en cuanto al futuro del hombre. Esta im-perfección requiere entonces ser terminada, colmada. El hombre está llamado a regresar hacia Dios. Este es el movimiento que Dios le insufló al crearlo e instintivamente, está en búsqueda de cum-plimiento. Es un movimiento inherente a la creatura que durará eternamente. Todos, de la condición que sean, creados por Dios, aspiran en el fondo de su ser a este regreso a Dios.

Reconocerse creatura obliga al ser humano a aceptar su depen-dencia de Dios. De este modo, para ciertos espirituales como Bé-rulle, confesarse “esclavo de Dios”, lejos de ser algo negativo, es más bien la expresión de nuestra realidad en la fe. En efecto, por el favor de la creación, nosotros le pertenecemos en todo lo que

27 Al final del relato de la creación del hombre, el texto de Gn. 1,31 dice: “Y fue así”, pero al final de cada uno de los días precedentes el escritor sagra-do ponía el estribillo: “Y Dios vio que era bueno”. Dagens J., Bérulle y les ori-gines de la restauration catholique (1575-1611), Bruges, Desclée de Brouwer, 1952, pp. 281-282. Sin expresar su pensamiento tan explícitamente como Bérulle acerca del tema de la creación, sospechamos en san Juan Eudes la misma orientación. Por otra parte lo que propone acerca de la nada de la crea-tura en relación con el universo de la creación parece concluir lo mismo.

La creación: el primer “don” de la misericordia 29

somos. Todo lo que está en el mundo es de él. Nosotros podemos humildemente reconocernos “esclavos de Dios” en razón del dere-cho soberano que posee sobre nosotros por derecho de la creación. No hay ninguna diferencia entre un verdadero esclavo y nosotros: el esclavo está sometido a alguien por la fuerza. Nosotros, es por pura libertad y por amor que podemos hacerle homenaje para toda la eternidad de nuestro servicio.

“Quiéralo o no, una creatura será siempre la esclava de Dios si se entiende por esclavitud su dependencia esencial; ya que el ser creado es siempre emanado de Dios y no tiene subsistencia sino en esta emanación continua y perpetua sin tener ningu-na consistencia fuera de esta emanación siempre presente, será más fácil eliminar su ser que su servicio”28

Dios que sacó al hombre de la nada, lo sacó para sí mismo. Él es el principio y también es su fin. Esto es verdadero para todas las creaturas, pero especialmente para el hombre.

“Aceptar nuestro origen sirviendo a Dios, queriendo y compla-ciéndonos con este servicio, es la felicidad suprema. Se trata en-tonces de ratificar por pura “libertad” y por “amor” nuestra doble relación de dependencia ontológica hacia Dios, dándole para la eternidad el homenaje de nuestro servicio. Esta ratifica-ción convierte nuestra referencia esencial a Dios en un servicio voluntario o “adherencia”29

La enseñanza espiritual de Bérulle fue retomada por Juan Eu-des. Prudente, frente a las controversias suscitadas por los “vo-tos de servicios”, que su maestro proponía a las Carmelitas y a los Oratorianos, se apoyará más bien en la teología escolástica para desarrollar, en los años 1663, una serie de Meditaciones sobre la humildad.

28 Cochois, Paul, Bérulle initiateurmystique – les voeux de servitudes. Tesis inédita, Paris, 1960, p. 26.

29 Cochois P., op. cit., p. 28.

30 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

“Consideremos que no somos nada por el cuerpo y por el alma, ya que tanto el uno como la otra son sacados de la nada así que nuestro origen es la nada. Gloríese quien quiera de su nobleza o de su nacimiento, somos todos extraídos de la nada, de la cual hemos salido y de la cual Dios nos ha sacado… Por su pura bondad nos sacó de allí. Además hay otra cosa que debe humillar nuestro orgullo, es que si Dios no nos conservara en todo momento y nos dejara a abandonados a nosotros mismos, regresaríamos a la nada de la que hemos salido, ya que es ver-dad que por nosotros mismos no somos nada”30

La conservación del ser que continua la obra comenzada el día de la creación es otra manifestación de la benevolencia del “Padre de las misericordias” hacia su creatura.

1.2. La conservación en el ser

En su estudio sobre Una espiritualidad de la adoración en Bé-rulle, Michel Dupuy nos enseña que solamente más tarde, hacia 1614, vemos que el maestro de Juan Eudes coloca en el mismo plano creación y conservación.

En una carta a los profesores oratorianos el Cardenal expresa largamente la idea de la creación continuada:

“Debemos nuestra conservación a Dios mismo del cual somos deudores por nuestra creación, y con el mismo poder y bondad que nos produjo él nos conserva en el ser; y lo que es conside-rable, nos conserva por la misma acción por medio de la cual nos produjo, lo cual nos pone en mayor dependencia de Dios”31

La conservación es para Juan Eudes también otra manera por la que Dios muestra su amor al hombre. Este aspecto de la benevo-lencia divina, nueva expresión de su misericordia, toma un rostro

30 OC, II, 81-82.31 Dupuy, M., Bérulle, Une spritualité de l´adoration, Tournai, Desclée,

1964, p. 164.

La creación: el primer “don” de la misericordia 31

concreto en la comida, en la ropa, en la habitación, en los animales, en las plantas y todas las otras creaturas visibles del universo, con todo lo que ellas tienen y con todo lo que ellas hacen; tantos bienes que Dios puso al servicio del hombre.

“La conservación, escribirá san Juan Eudes, es otra creación continua, hasta el punto de que si Dios retirara su poderosa mano por medio de la cual me lleva y me sostiene, y que dejara aunque sea por un solo momento de conservarme, yo regresaría en ese mismo instante a la nada de la cual me sacó. Por eso en cada momento él me da el mismo ser que me dio en el primer instante de mi vida, y con el mismo poder y la misma bondad con la cual me la dio entonces”32

La conservación es de alguna manera permanencia de la crea-ción. No se diferencia esencialmente de la primera creación.

“Dios no ha creado el mundo una vez, sino una infinidad de veces, es decir tantas veces como momentos que han desde hace más de seis mil años que tiene el mundo de creado, ya que en cada momento impide que caiga en la nada de la cual lo sacó, que lo sostiene y conserva perpetuamente, y que la con-servación es una creación perpetua… y como él creó el mundo por amor a cada uno en particular, también desde que lo creó, lo conserva en cada momento para cada uno en particular, con un amor infinito”33

La conservación corresponde al primer movimiento de la crea-ción. En esta creación continua, Dios ha querido expresar un afec-to todavía más especial hacia el hombre:

“Su bondad inefable se manifiesta en que no me ha sacado de la nada para darme el ser de una piedra, o de la vida vegetativa de una planta o de un árbol, o la vida sensitiva de un caballo o de un sapo (…) sino para formarme a su imagen y semejanza, y para hacerme nacer con las ventajas del lugar y del tiempo

32 OC, II, 141-142.33 OC, II, 148.

32 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

de mi nacimiento, de los padres de los cuales he nacido, y de las perfecciones del cuerpo y del espíritu que me dio, y otras circunstancias favorables que han acompañado mi nacimiento, las cuales debo considerar con atención.

… Yo pensaría que siendo Dios el autor y el principio eterno de mi ser y de mi vida, y no el mundo, ni Satanás, ni yo, yo debo dedicarme totalmente al mundo, ni al príncipe de este mundo, ni a mis intereses e inclinaciones, sino a Dios, para su gloria y el cumplimiento de su santa voluntad; siendo Dios no solamente el principio del cual yo he salido, sino también el prototipo del cual soy la imagen viviente, estoy obligado a imitarlo en su santidad, en su caridad, en su paciencia, en su mansedumbre, en su vigilancia, en su justicia y en su miseri-cordia”34

Dios, creó al hombre a su imagen y semejanza, y lo dotó de dos perfecciones en el orden de la naturaleza: una es la de conocer quién es, la otra es la de amar lo que a él le agrada. Estas dos capa-cidades de conocer y amar hacen del hombre su propio dueño en la tierra. Además de reconocer el amor creador que le dio vida, el ser humano aprenderá a alabar y a servir al Creador Todopoderoso:

“Esta bondad inefable con la cual Dios creó todas las cosas que están en el universo se manifiesta en que, no solamente las creó para nosotros y nos las dio, sino que nos las dio con un amor infinito; de tal manera que si cada pedazo de pan que comemos y cada gota de agua que bebemos fueran de un precio infinito, él nos lo daría con el mismo amor con que nos lo da. Yes así en todas las demás cosas que sirven a nuestro uso”35

Es por esto que en su oración Juan Eudes no deja nunca de encontrar razones que le permiten proclamar como nuestro “gran Dios”, expresión del Cardenal de Bérulle, nos ha colmado de sus beneficios y nos guarda bajo su mirada llena de misericordia.

34 OC, II, 139-140.35 OC, II, 147-148.

La creación: el primer “don” de la misericordia 33

1.3. La nada de la creatura

El hombre debería reconocer su nada, su finitud. Solo y por sí solo, el hombre no puede hacer nada. Es solamente mirando a Dios como puede aceptar su grandeza. Está constantemente confronta-do a esta realidad. Bérulle retoma a menudo el tema de la nada de la creatura sin por esto atribuirle alguna connotación peyorativa. Estas ideas no tienen nada de pesimismo.

“Mirando de cerca, se trata sobre todo de una nada compara-tiva, de una metáfora que traduce la entera dependencia de la creatura con respecto a la esencia divina”36. Aunque la creatura sea nada (es decir creada de la nada), es sin embargo una nada (creatura limitada), “orientada hacia su Creador”, y algo de esta orientación persiste después de la caída. Hemos soñado con la autonomía y hemos querido subsistir por nosotros mis-mos, aquí se encuentra la raíz de los pecados del hombre.

“En lugar de regresar a Dios como su principio (el hombre) se desvió de él y se volvió hacia sí mismo. En lugar de referir a Dios todos los bienes de naturaleza y de gracia que recibió, se los apropió por complacencia, por temor y por estima de sí mismo, como si hubieran salido de él que no es más que la nada. En lugar de seguir a Dios como su ejemplo y su regla, no quiere más regla que sus pasiones (…) ¿Qué hace el pecador? Prefiere su voluntad, sus intereses, su contento y su honor a la voluntad, intereses, contento y honor de Dios. Y así toma el lugar de Dios, se hace dios él mismo, se adora a sí mismo y se rinde los deberes que solamente pertenecen a Dios”37

Hace falta que nos vaciemos de nosotros mismos, que nos ani-quilemos. Está claro para Bérulle y para Juan Eudes que el aniqui-lamiento no significa la destrucción del ser creado sino la renuncia a esta autonomía ilusoria, que impide a la creatura estar totalmente

36 Cognet L., Les origines de la spiritualité francaise, (Culture catholique # 4), Editions du Vieux Colombier, Paris, 1949, p. 66.

37 OC, II 98-99.

34 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

disponible en las manos de Dios. Así como el rayo solamente existe por el sol, la creatura solamente escapa de la nada por su acepta-ción del acto creador.

Esta dependencia voluntaria es el fundamento de los votos de servidumbre de Bérulle. El fundador del Oratorio nos enseña la razón con la perspectiva de un llamado más que de un final por alcanzar.

“Como Dios quiso emplear su poder en sacar el alma de la nada por la creación, él quiere también emplear su supremo poder en reducirla a otra nada, afín de que no sea más que capacidad de Dios que quiere ser en adelante todo en ella por la gracia, de alguna manera parecida por la cual Él será todo en todos en su gloria”38

Sin embargo es necesario que el hombre reconozca y entienda la grandeza de este llamado.

“Como fin, como centro, como elemento y como soberano bien, (Dios) nos llama y nos atrae sin cesar a él y nos dice: “Vengan a mí los que trabajan y están agobiados, y yo los aliviaré”. Ya que si hay una virtud secreta en el centro de la piedra, en el elemento del pez y en la esfera del fuego que los atrae tan pode-rosamente, ¿cuánto más debe ser la virtud atractiva de nuestro verdadero centro, de nuestro verdadero elemento y de nuestra verdadera esfera que es Dios?, ¿De dónde proviene entonces que nos dejamos atraer tan poco hacia él? Ciertamente hay que creer que el impedimento y la resistencia que hacemos es muy grande y que el peso del pecado que está en nosotros, que resiste esta poderosa atracción, es espantoso”39

A pesar de la buena voluntad y de los esfuerzos sobrehumanos que realiza el hombre en su deseo de reintegrar su condición pri-mera, es decir la de la creación a la imagen de Dios, su condición pecadora sigue omnipresente. La decadencia a la que lo condujo

38 P. Cochois, op. cit. p. 39.39 OC, II, 152.

La creación: el primer “don” de la misericordia 35

el pecado será uno de los motivos principales de la misericordia de Dios para él.

1.4 La caída de la creatura

La fuente primera del pecado es esta decisión del hombre de atribuirse la posibilidad de descansar en su ser sin referirse a Dios. ¿Acaso no es la tentación original y en definitiva la única tenta-ción? El pecado rompió los lazos de la creatura con Dios: lazos de conocimiento y lazos de amor.

“Los malvados, los demonios y los pecadores anclados en sus pecados son verdaderamente creaturas por su origen, pero no son creaturas de Dios, es decir creaturas mirando a Dios, ten-diendo hacia él y perteneciéndole”40

Entonces el hombre se hace indigno de los bienes de Dios. El hombre no puede, por su propia cuenta, liberarse del pecado para regresar a Dios. Y lo que permanece en él como sus prime-ras grandezas no hace sino más doloroso y más irremediable su miseria. En este estado somos seres dislocados, divididos en noso-tros mismos. Hemos perdido nuestro dinamismo esencial. Nos hemos vuelto incapaces de adorar y de amar. Es, gracias al Padre de las misericordias y por el don misericordioso de su Hijo en la Encarnación, que el hombre podrá reintegrar su título muy noble de creatura de Dios.

“El gran Dios hizo dos creaturas muy nobles al comienzo del mundo, el Ángel y el hombre, el Ángel en el cielo y el hombre en la tierra, y los dos habiéndose precipitados y perdidos en el abismo del pecado, la divina justicia, en un secreto y terrible juicio, ordena que el Ángel quede en su perdición; la Misericor-dia, por un exceso de clemencia, quiere sacar de ella al hombre. Para esto, el Padre de las misericordias y el Dios de todo con-suelo desea que su Hijo único y bienamado, que es Dios como él, y que es un solo Dios con él, consubstancial, coeterno e

40 J. Dagens, op. cit. p. 290.

36 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

igual a él en potencia, en gloria y en majestad, se hizo hombre mortal y pasible, para liberar a los hombres de la muerte eter-na y para hacerlos vivir una vida inmortal y bienaventurada”41

Para los maestros de la Escuela Francesa, la Encarnación es un elemento central en su espiritualidad. Es también una obra de Mi-sericordia el envío del Hijo, el “Reparador”; san Juan Eudes es muy explícito a este respecto.

2. LA GRACIA O LA RE-CREACIÓN

Dios dio a su Hijo único al hombre, restableciéndolo así en su estado de gracia e indicándole el camino de regreso hacia él. La gracia imprime un nuevo movimiento hacia Dios. Perfecciona y realiza la naturaleza que ya lo lleva a Dios. Para decirlo mejor, los dos movimientos vienen de Dios, uno en la naturaleza por la crea-ción, el otro por la infusión de la gracia. Dios en su amor infinito por la creatura no puede sufrir esta ruptura del pecado que lo aleja de su creatura.

“Cada uno de ustedes, por haber sido bautizado, debe saber que, en su Bautismo, usted hizo un contrato de la más alta im-portancia que pueda haber: Contrato escrito, no con la mano del hombre, sino de la de los ángeles; no con tinta, sino con la sangre preciosa de Jesucristo; no sobre papel o pergamino, sino en los libros eternos de la divina Misericordia; es un Contrato de sociedad y de alianza, y de la más noble, más rica y más honorable alianza que el espíritu humano pueda concebir…”42

Por esto ofrece a los hombres este universo de gracia que les permitirá reincorporarse en su rango cerca del Padre de las mi-sericordias. Louis de Grenade, a quien Juan Eudes gustaba mucho referirse, reconoce en la gracia una segunda creación. Uno creería escuchar san Juan Eudes cuando dice:

41 OC, V, 79.42 OC, II, 208.

La creación: el primer “don” de la misericordia 37

“Así, Señor, es a ti sólo que yo debo haber sido sacado de la nada y de conservar el estado natural que me has dado al crear-me; así eres tú sólo que, por tu Espíritu, me has hecho nacer a la vida de la gracia, y me has conservado esta vida después de habérmela dado”43

“Si dice, también Louis de Grenade, la gracia es una participa-ción de la naturaleza divina, que convierte al hombre en justo, ya que no solamente se entrega por su conducta semejante a Dios, sino también que tiene como apoyo el poder divino y una armadura divina para defenderse contra los ataques del diablo”44

Esta armadura, que nos refiere Luis de Granada, está consti-tuida por los múltiples beneficios de la gracia entre los cuales se encuentran la Encarnación del Hijo de Dios, su nacimiento, los misterios de su vida y de su muerte, las Sagradas Escrituras, los buenos libros, la predicación del Evangelio, el Bautismo, la Eucaris-tía y los demás sacramentos. Son otros tantos medios por los cuales el hombre puede responder al amor de Dios y volver a conquistar su estado de gracia.

Seamos conscientes de la grandeza que representa a los ojos del cristiano el estado de gracia. Dios realiza una maravilla incompara-ble sustituyendo en el hombre el estado de gracia al estado de pe-cado ya que un abismo separa estos dos mundos. Y sin esta gracia divina, nos es imposible ejercer el más pequeño acto de virtud cristiana. Si, la divina Misericordia, dice san Juan Eudes,

43 Louis de Grenade (1505-1788), dominico, es célebre por sus predica-ciones y sus obras ascéticas. Las obras del p. de Granada eran muy leídas en el s. XVII. Juan Eudes, que reconoció su valor, se refiere a él ya en su primera obra titulada Vida y Reino de Jesús en las almas cristianas. Citando san Fran-cisco de Sales, tomará para sí la recomendación hecha que el obispo hace a uno de sus amigos: “Tenga, le ruego, todo Granada, y que sea su segundo breviario” (Carta del 3 de junio de 1603) OC, I, 197.

44 Ibid, T. VII, p. 358.

38 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

“Se extiende sobre las obras de la gracia, en que el hombre, habiendo caído en el pecado que es un abismo de males infini-tamente más espantosos que el anterior, la divina Misericordia no solamente lo sacó de allí sino que lo restableció en un esta-do de gracia tan noble y tan divino, que de miembro de Sata-nás en que se había convertido por su crimen, lo hace miembro de Jesucristo, y de hijo del diablo, hijo de Dios y, por lo tanto, heredero de Dios y co-heredero con el Hijo único de Dios”45

Una vez que el hombre es dotado de esta gracia, le hace falta transparentarla por sus actitudes de misericordia y de compasión hacia sus hermanos más desamparados, sea por obras corporales o espirituales. La gracia se convierte entonces en un paraíso de ben-diciones para aquellos que se dejan habitar y transformar por ella. San Juan Eudes no deja de exhortar a los misioneros a esta difusión de la vida de gracia:

“Son ustedes, mis muy queridos hermanos, que el Hijo de Dios llamó, por una muy grande misericordia, para ser según la pa-labra de su Apóstol “buenos y generosos soldados de Jesucris-to” a fin de combatir con él contra su enemigo… que se había apoderado… de tantas almas, que le costaron tan caro. Son us-tedes los que eligió especialmente para emplearlos a una tarea realmente apostólica, y para ser buenos y fieles dispensadores de su gracia, de su Espíritu y de su sangre”46

Este compromiso de seguir a Jesús, único Sacerdote, toma toda su importancia del hecho de conducir a la gloria del Padre a aquel que haya cumplido, con toda honradez y buena voluntad, lo es que justo a los ojos de Dios. La gracia es el comienzo de la gloria. Luis de Granada escribe también:

“Oh, ¡si conocieran el pequeño espacio que separa el pecado del suplicio y la gracia de la gloria! Un hombre está en estado de gracia, nada más fácil para él como el paso de la gracia a la glo-

45 OC, VII, 8.46 OC, IV, 146.

La creación: el primer “don” de la misericordia 39

ria. Está en estado de pecado, nada es más fácil para él como el paso del pecado al suplicio que le está reservado. Así como la gracia es el principio y comienzo de la gloria, así el pecado es el principio y el comienzo del infierno”47

3. LA GLORIA

El conocimiento que Dios tiene de sí mismo engendra en él su propia Gloria, afirman los escolásticos48. De la misma manera que Dios es el Ser, la Verdad, la Eternidad, él es también la Gloria. Esta gloria interna hubiera podido bastar a Dios, pero cuando las crea-turas inteligentes dan testimonio de la bondad del creador, ellas reconocen la meta a la que son llamadas y la invitación inscrita en su ser por el Padre Todopoderoso, en su misericordia. Mediante la expresión de sus alabanzas y de su gratitud, contribuyen a la gloria del Creador.

Todas las cosas que están en el cielo, en la tierra y aun en el in-fierno, son otras tantas vías que anuncian el celo ardiente, que Dios tiene por su gloria y por la salvación de las almas. No podría ser de otra manera ya que es a la vez el principio y el fin. Actuar de otra manera sería renegar de sí mismo. Dice san Juan Eudes:

“el celo que tiene por su honor, lo lleva a sacar gloria de to-das las cosas, aun de los peores males que puedan hacerse, los cuales él no los permitiría nunca, si no fuera suficientemente poderoso para sacar de ellos su mayor gloria”49

Juan Eudes nos revela hasta donde se extienden, según él, las obras de la misericordia divina. El incluye las obras de la gloria: la entrada en la gracia, la participación de la naturaleza divina, la invitación a participar de la gloria inmortal. Está convencido que el “comienzo” de la participación a la vida de Dios se realiza en la gracia sobre la tierra. Esta gracia, en el hombre, le vuelve a dar su

47 Luis de Granada, op. cit., TX, p. 358.48 S. Tomás, Suma Teológica, la, q.9 a.3.49 S. Tomás, op. cit. II-II, 3 ad 2.

40 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

dignidad de creatura, lo constituye “hijo adoptivo” y lo destina a la plena visión de Dios.

El “cumplimiento” de esta gracia se realiza en la bienaventu-rada eternidad. Tal es la posición de santo Tomás que afirma que “gracia y gloria se refieren a lo mismo, la gracia, que es en nosotros el comienzo de la gloria50.

Hay que entender también que esta recompensa de la gloria será otorgada al hombre si su vida terrena ha sido una búsqueda de la gloria de Dios. En esta búsqueda el hombre reconoce el puesto que le toca a Dios y profesa la fe que le tiene. Reconociendo así a Dios, el hombre se maravilla de lo que es: Creador, Conservador, Palabra sagrada, Redentor por la Encarnación de su Hijo, este Hijo que nos dio todo lo que tiene y todo lo que es.

San Juan Eudes, como misionero práctico, propone a sus oyen-tes diversos métodos para anclar en su espíritu esta mirada de ad-miración hacia el Padre que nos colma de sus dones. Primero nos sugiere, como paso cotidiano en la oración de la mañana, consa-grarle todos los gestos de nuestra vida para su más grande gloria.

“Todos tus pasos, todas tus respiraciones, todos los latidos de tu corazón, todo uso de tus sentidos interiores y exteriores, y en general todas las acciones que hagas, que en sí no son malas, pertenecerán a Jesucristo, y serán otros tantos actos de glorifi-cación para él”51

Luego, para animarnos más a la compasión, a la caridad cristia-na, nos sugiere mirar al prójimo

“como una cosa que salió del corazón y de la bondad de Dios, que es una participación de Dios, que fue creado para retornar a Dios, para ser alojado un día en el seno de Dios, para glori-ficar a Dios eternamente, y en el cual Dios será efectivamente glorificado, sea por la misericordia o por la justicia”52.

50 S. Tomás, op. cit. II-II, 24, 3 ad 2.51 OC, I, 105.52 OC, I, 259.

La creación: el primer “don” de la misericordia 41

Tercero, san Juan Eudes propone a la gente sencilla del campo un ejercicio de piedad particular. Los exhorta a rezar el Rosario de la Gloria de Jesús: rosario compuesto por tres decenas y de cuatro cuentas grandes en honor a los treinta y cuatro años53 de la vida de Jesús en la tierra. Este rezo tiene como objetivo centrarse sobre cada uno de los años de la vida de Jesús, realizando cada uno en dos tiempos:

“Ofrecer a Jesús la gloria que le ha sido dada en cada año de su vida por su Padre, por su Espíritu Santo, por su santa Madre… como satisfacción de las faltas que hemos cometido hacia él, en cada año de nuestra vida; como también de ofrecerle cada año de nuestra vida suplicándole que haga de tal manera que todo lo que pasó sea consagrado en honor de lo que pasó en cada año de su vida… En las cuentas grandes, hay que decir el Gloria Patri, y, diciéndolo, ofrecer a la santa Trinidad toda la gloria que Jesús le rindió y le rendirá eternamente como satis-facción de todas las faltas que hemos cometido hacia la misma Trinidad”54

En resumen, este ejercicio tenía como meta permitir al cristiano glorificar mejor a Dios en todas sus obras. Y así el hombre puede ser elegido a la gloria eterna, gloria prometida a todo hombre de bue-na voluntad y de buena fe.

CONCLUSIÓN

La doctrina espiritual de san Juan Eudes sobre el Padre de las Misericordias, que encontramos dispersos en el conjunto de sus obras, se apoya sobre un cuadro teológico que pone en primer pla-no el proyecto de salvación y su realización.

Entonces se pueden destacar ciertas constantes que explican esta iniciativa de Dios, haciéndolo merecedor de este título tan afectuoso y benévolo de “Padre de las Misericordias”.

53 Era la convicción de la época.54 OC, I, 360.

42 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Nos damos cuenta por las iniciativas de Dios con respecto a la creatura (en ocurrencia el hombre), hasta qué punto le importa. La primera expresión de su amor es la creación del hombre a su semejanza. San Juan Eudes nos presenta un Dios amor, un Dios tierno que quiere colmar al hombre con la plenitud de sus bienes. Dios tiene para el hombre solamente iniciativas benévolas; habién-dolo sacado de la nada por amor, habiéndolo creado a su imagen, y sabiendo muy bien que el hombre no puede nada sin él, Dios sigue proveyendo su conservación lo que hace sin cesar.

El motivo primero de su actuación: el rescate del pecado. La perspectiva de salvación a la que predestina el hombre nos hace descubrir este amor inicial que nos entrega. Así llega hasta entre-gar a su Hijo Jesús quien, a su vez, nos introduce en el mundo de la gracia ya que Dios no puede tolerar la ruptura de la alianza que había hecho con el hombre. El quiere restablecerla. Por su lado, el hombre, consciente de su deuda con este Padre misericordioso, deberá servirlo y glorificarlo por todo lo que le dio con tanta bondad y misericordia. Hay que aprender a amar este movimiento que es parte de nuestro ser y que es invitación a rendir a Dios lo que nos ha dado. Movimiento natural de reconocimiento hacia Aquel que da gratuitamente y generosamente.

El camino recorrido en esta reflexión nos puso primero en con-tacto con las principales fuentes reconocidas en las obras escritas de san Juan Eudes.

Hemos evocado el bagaje común de los teólogos y espirituales de este siglo XVII, haciendo referencia a San Agustín y a Sto. Tomás.

Esta primera presentación es propia del conjunto de los autores que han pertenecido a este grupo de espirituales y que han con-tribuido a hacer nacer, alrededor del cardenal de Bérulle, lo que Bremond calificó en su Histoire litteraire du sentimentreligieux en France como la Escuela Francesa de Espiritualidad.

Pero estas referencias comunes no han impedido a múltiples maestros espirituales, en este período de efervescencia, presentar, con ciertos acentos personales, la doctrina tradicional. Hemos vis-

La creación: el primer “don” de la misericordia 43

to que los escritos de Juan Eudes se colocan en el movimiento de los de Bérulle de las “Collations”, durante la formación de los pri-meros discípulos del Oratorio.

Partiendo de las nociones escolásticas clásicas del ser de natura-leza, de gracia y de gloria, evocadas en las conferencias espirituales del maestro, Juan Eudes articula bastante largamente, por su lado, estas nociones en la base de los conceptos de “renuncia” y de “adhe-sión”, sacados de una doctrina de la creación y de la conservación tal como lo enseñaba santo Tomás.

Cuando el cardenal Kasper, citado al comienzo de este artículo, nos presenta al Padre Congar como el teólogo de una reflexión ontológica sobre la misericordia, al principio de este siglo, él nos invita a retomar el contacto con estas nociones clásicas.

En su encíclica Laudato Si, el papa Francisco retoma práctica-mente ciertas imágenes utilizadas por Juan Eudes:

N°. 84… Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmedida ternura hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios.

N°. 85… Dios escribió un libro precioso “cuyas letras son la multitud de creaturas presentes en el universo”. Los obispos de Canadá han subrayado acertadamente que ninguna creatura queda fuera de esta manifestación de Dios: “desde los panoramas más amplios a la forma más íntima, la naturaleza es un continuo ma-nantial de maravilla y de temor. Es además una revelación continua de lo divino”

N° 88… Los obispos del Brasil han subrayado que toda la na-turaleza, además de manifestar a Dios, es el lugar de su presencia. En cada creatura habita su Espíritu vivificante que nos llama a una relación con él (…) No olvidemos que hay una distancia infinita entre la naturaleza y el Creador, y que las cosas de este mundo no poseen la plenitud de Dios. Sino no haríamos un bien a las crea-turas, porque no les reconoceríamos su propio y verdadero sitio,

44 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

y terminaríamos exigiéndoles, en forma indebida, lo que en su pe-queñez, ellas no pueden darnos.

Encontramos allí, en lenguaje contemporáneo, algunas intuicio-nes de la escuela beruliana que nos invitan libremente y humilde-mente a reconocer nuestra relación con el Creador.

N° 240… Las Personas divinas son relaciones subsistentes, y el mundo, creado según el modelo divino, es un tejido de relaciones. Las creaturas tienden a Dios, y es lo propio de todo ser humano tender a su vez hacia otra cosa, de tal modo que, en el seno del universo, podemos encontrar numerosas relaciones constantes que se entrelazan secretamente. Esto nos invita no solamente a admirar las múltiples conexiones que existen entre las creaturas, sino tam-bién descubrir la clave de nuestra propia realización.

La persona humana crece, madura y se santifica más en la medi-da en que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los otros y con todas las creaturas. Asume así, en su propia existencia, este dinamismo trinitario que Dios ha impreso en ella desde su creación. Todo está unido, y esto nos in-vita a madurar una espiritualidad de la solidaridad que brota del misterio de la Trinidad.

La interpelación del papa Francisco a hacerse cargo de la “casa común” no se hará sin una espiritualidad abierta a la presencia de “misericordia” del Padre creador hacia todas sus creaturas.

¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados. (2 Cor.1,3-4)

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Étienne Luzvic, sj., Corazón devoto, trono real de Jesús pacífico, Salomón, Anvers; apud Henricum Aertissium, 1628

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ExPEdiEnTE iconográfico

Es importante notar que muchos libros con emblemas religiosos circulando en Francia en el siglo XVII no eran producciones ori-ginales francesas, sino más bien importaciones de los Países Bajos. A partir sólo de la presentación de la obra, hay pocos medios con-fiables para darse cuenta de esto. Por ejemplo, partiendo de una obra francesa, publicada en Francia en 1630, encontramos una versión de una obra anónima titulada Amoris divini et humanianti pathia, publicado unos diez años antes, en los Países Bajos. Nada permitía indicar que el texto se procediera de un lugar distinto a Francia. Cuando el libro, inmensamente popular de Herman Hugo, Pia Desideria fue publicado tanto en Paris como en Lyon, en latín y en francés simultáneamente, una vez más no se eviden-ciaba su origen extranjero. La constante popularidad en Francia de colecciones de emblemas devocionales del corazón provenien-tes de los Países Bajos, se refleja en el hecho que, más tarde hacia 1673, el libro puramente francés de Guillaume De Mello, Les di-vines operations de Jesús dans le coeurd´une ame fidele, publicado en Paris, era una clara imitación de una obra publicado en Anvers, cincuenta años antes, por el jesuita Etienne Luzvic, bajo el título: Coeur devot, throsne royal de Jesús pacifique Salomon.55

55 Alison Saunders – The Seventeen Century French Emblem: A study in Di-versity, Droz, 2000, chapter VI. Aparecieron en varias universidades europeas y norteamericanas, nuevos avances en las investigaciones interculturales e in-terdisciplinarias. Una consecuencia importante de estos avances es el creciente interés de las indagaciones sobre las relaciones entre el texto y la imagen en los primeros años de lo que, después del Renacimiento, se llamó el comienzo de la modernidad.

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la miSEricordia En la vida y la obra dE San Juan EudES

P. Renarld Hebert, cjm

El P. Hébert, antiguo Superior General, ha participado en la animación de numerosas sesiones y retiros en las comunidades vinculas a la gran familia eudista. Ha colorado en trabajos del equi-po provincial y del equipo internacional de espiritualidad eudista.

En este texto, procuraremos descubrir el sentido y el alcance de la palabra miséricordia, no solamente en los espíritus sino también en ciertos momentos importantes de la vida de San Juan Eudes. Así se podrá comprender mejor el significado que da a este tér-mino que sueña hoy, gracias a las directivas del papa Francisco, una importancia particular, para que reconocer la actualización en la experiencia espiritual como en las acciones, en la vida y misión de nuestro Fundador.

Una colaboración internacional entre las universidades de Illinois at Urba-na-Champaign, en los Estados Unidos, la Herzog August Bibliothek, Wolfenb-ttel en Alemania permitió digitalizar dos de las más importantes colecciones de libros “emblemas” del Renacimiento y hacerlos accesibles en un nuevo portal “Emblematica on line”. Este portal ofrece igualmente enlaces con la Duke University; la Getty Library, la Glasgow University y la Ultrech University.

El puesto importante de los jesuitasGracias a la colaboración de tres universidades europeas, Lovaina, Lou-

vain-la-Neuve y la Universidad Paul Verlaine de Metz, una biblioteca digital, localizada en Maurits Sabbebibliotheek en Lovaina, Bélgica, logró reunir una de las más grandes colecciones de “Jesuitica” en Europa.

48 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

1. SENTIDO DE LA PALABRA “MISERICORDIA”

Parece oportuno preguntarse desde el principio por el sentido de la palabra “misericordia” en relación con las percepciones ac-tuales, las nuestras, y las que nos dan los leccionarios más familiares.

• Según las raíces latinas, la palabra está formada por dos seg-mentos: miseria (desgracia, adversidad, inquietud, cuidado) y cor (sede del sentimiento). Al unir los dos segmentos, aparece un sentido que se aproxima a lo que san Juan Eudes concebía como sentido de la misericordia, o sea miseri /cordia, la miseria de uno en el corazón del otro, la desgracia del uno en el corazón del otro.

• Según el diccionario Robert: sensibilidad a la miseria, a la des-gracia del otro; sensibilidad por la miseria, por la desgracia del otro; piedad por la cual se perdona al culpable.

• Según el diccionario Larousse: Piedad que impulsa a perdonar al culpable, a un vencido; perdón concedido por pura bondad: implorar misericordia. – Disposición para venir en ayuda a quien está en la necesidad. Atributo de Dios que explica su designio de salvación para la humanidad.

• La misericordia y la compasión en un texto importante, van a establecer una complementariedad significativa entre dos pa-labras.

2. LA MISERICORDIA EN LA OBRA Y LA VIDA SAN JUAN EUDES

San Juan Eudes no ha escrito mucho sobre la misericordia aun en sus Obras Completas que cubren unas 5.500 páginas. El Pa-dre Jean Rémi Coté ha realizado una investigación sobre la palabra “misericordia” en esta obra gigantesca. Su importante trabajo ha puesto sobre todo en exergo pasajes donde la palabra “misericor-dia” es utilizada, pero sin que revele enseñanza alguna que esté asociada a ella, salvo para unos grandes textos. Para medir la im-

La misericordia en la vida y la obra de san Juan Eudes 49

portancia de lo que representa la misericordia para Juan Eudes, hay que tomar entonces en consideración no solamente lo que ha escrito sino el conjunto de su vida y de su misión.

Se puede decir que, para san Juan Eudes, el aprendizaje de la misericordia comienza siempre en el interior de la persona, en su corazón, luego de una profunda experiencia espiritual. Concibe la misericordia en una perspectiva “global”, como una disposición que cubre todo, que nace y que dimana de la vida espiritual de la persona para ensancharse hasta el acto más pequeño que la sitúa en el servicio a otra persona.

Podemos comprobar esta noción de la misericordia, según san Juan Eudes en algunos pasajes muy reveladores tomados de su Memorial de los beneficios de Dios: “… Comencé, a la edad de 12 más o menos, a conocer a Dios, por una gracia especial de su divina bondad, y a comulgar todos los meses, después de haber hecho una con-fesión general…” (OC, XII, 105). ¿Quién es ese Dios con el que Juan Eudes se ha encontrado? La respuesta aparecerá poco a poco a medida que se recorra su vida y su obra. Su primer conocimiento de Dios va a desarrollarse gradualmente hasta llegar a su corazón, y como consecuencia de esta experiencia, hasta definir en él el con-cepto de misericordia. La experiencia toma forma ante todo du-rante los estudios que hace donde los Jesuitas de Caen: “… El P. Robin…quien nos hablaba frecuentemente de Dios y con un fervor extraordinario, lo cual me ayudó mucho más, de lo que no tengo pala-bras para explicarlo, sobre las cosas de la salvación” (Ibid.). Notemos que esta última expresión ilumina el hecho de que la profundi-zación de la fe en Dios hará nacer en Juan Eudes la conciencia y la importancia del hecho de que sea salvado gracias a un inmenso e incomparable gesto de amor. Es este amor de Dios el que infla-mará su propia vida y que será el motor de los actos de caridad y de ayuda que cumplirá de manera asimismo intensa en todo lo que hará en el resto de su vida. Se ve ya brotar en su pensamiento la noción de misericordia.

50 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Juan Eudes menciona entonces una enfermedad que padeció durante los años 1625-1626 y que será para él una fuente de pro-fundización de la misericordia:

“…dos años… para dedicarme a la oración, a la lectura de li-bros de piedad, y otros ejercicios espirituales: lo que fue para mí una gracia muy particular…” (p. 107).

He aquí otra dimensión de interioridad. Es un joven sacerdote muy fervoroso, que había ya colaborado en la predicación de “mi-siones” y que, de un golpe, está obligado a detenerse. Él agradece-rá esta enfermedad que le permitió frecuentar la Palabra de Dios y los Padres de la Iglesia, y que, por lo tanto, lo puso en una situación de ejercicios espirituales prolongados.

La misericordia de la que Juan Eudes da un testimonio de lo más conmovedor, se revela en un episodio de su vida en el que lo vemos ir en ayuda de los apestados de la diócesis de Séez en 1627, cuando esta terrible epidemia hizo estragos. No es la ayuda médica lo que Juan Eudes juzga más necesario para sus conciudadanos, sino más bien ayudas espirituales: “…los enfermos (que estaban) abandonados de toda ayuda espiritual, yo pedí permiso… para ir y asistirlos…; luego ponía las hostias que yo mismo había consagra-do, en una cajita de hojalata, que está en el fondo de mi armario… íbamos entonces, este buen sacerdote y yo, a buscar a los enfer-mos… que confesábamos; luego les daba el Santo Sacramento…” (Ibid, p.107-108).

En 1630-1631 surge una nueva epidemia en Caen. Su supe-rior y dos compañeros mueren. Juan Eudes cuenta que se había ocupado de ellos, dándoles todos los cuidados corporales y es-pirituales posibles, y él no fue contaminado por la enfermedad. Luego se instala en un tonel, en las afueras de la ciudad, para no infectar a su comunidad. Da a los apestados los mismos servicios de ayuda espiritual que había prestado en 1627. Si no menciona la palabra misericordia en este ministerio tan inusual como peli-groso y altruista, reconocemos aquí todos los aspectos de un amor incondicional, nutrido de una perfecta imitación de Dios quien,

La misericordia en la vida y la obra de san Juan Eudes 51

en Jesucristo, se entregó totalmente a la salvación de los hombres y mujeres de su tiempo.

A partir de 1631 Juan Eudes retoma el trabajo de las misiones; desde este momento la compasión y la misericordia están omni-presentes.

En 1637, publica Vida y Reino de Jesús en las almas cristianas. Una primera edición que será seguida de otras más. En ella se en-cuentran al menos 80 menciones de la palabra misericordia, una palabra siempre utilizada en su sentido espiritual.

En el centro de la vida misionera de san Juan Eudes, surgieron proyectos de fundación de comunidades. Es necesario constatar que estas acciones surgen no solamente de un ardiente deseo de comunicar a otros su gozo de expresar la misericordia de la cual él mismo se siente beneficiado, sino también, para los hombres y mujeres de su tiempo, el hecho de que Dios los ama y los salva: “… Dios me hizo la gracia de formar el proyecto de la fundación de nuestra Congregación… En este mismo año 1641, Dios me dio la gracia de comenzar la fundación de la Casa de Nuestra Señora de la Caridad…” (OC, XII, 111).

Conviene resaltar, en estas citas, la palabra “gracia”, que pare-ce brotar de una profunda experiencia espiritual: “Nuestro señor y su santísima Madre nos hicieron la gracia por un exceso de bondad, de empezar la fundación de nuestra pequeña Congregación, el 25 de marzo, día en el cual el Hijo de Dios se encarnó, y la santísima Virgen fue hecha Madre de Dios” (Ibid., p.112).

Descubrimos a Juan Eudes tocado por el amor de Dios y pertur-bado por lo que le es contrario, o sea, lo que se opone al amor de Dios que es el pecado. Reconocemos en su experiencia realidades de orden espiritual que llevan hacia la misericordia hecha acción.

52 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

3. LOS DOS POLOS DE LA EXPERIENCIA DE LA MISERICORDIA TAL COMO LA VIVIÓ SAN JUAN EUDES: EL AMOR DE DIOS Y EL PECADO

Tomar en cuenta estas dos realidades es absolutamente esencial para entender lo que es la misericordia según Juan Eudes. Las re-ferencias que preceden iluminan la vida interior de Juan Eudes: las expresiones “conocer a Dios”, “salvación”, “vida espiritual”, “gracia” lo muestran totalmente tomado por el amor de Dios y angustiado por todo lo que se le opone.

EL AMOR DE DIOS

Esta es una realidad muy presente en la vida de nuestro santo, la cual se va a expresar más adelante por la palabra “corazón”, luego por la palabra “misericordia”. He aquí, como ejemplos, lo que podía significar el amor de Dios en la vida de san Juan Eudes (Extractos de los 34 actos de amor. OC, I, 383-404).

“Entre los deberes y los ejercicios de un alma verdaderamente cristiana, el más noble, el más santo, el más destacado y el que Dios nos pide principalmente, es el ejercicio del amor di-vino. Por esto deben ustedes estar muy atentos, en todos sus ejercicios de piedad y en todas las demás acciones, a declarar a Nuestro Señor Jesucristo que los quieren hacer, no por miedo al infierno, ni por la recompensa del paraíso, ni por el mérito, ni por su satisfacción y consolación, sino por amor a él, por su complacencia, por su sola gloria y por su muy puro amor” (Ibid,. P.383).

“Oh Jesús, no hay nada en ti que no sea todo amor, y todo amor para mí; y en lugar de que yo sea todo amor para ti, no hay nada en mí, como mío, tanto en mi cuerpo como en mi alma, que no sea todo contrario a tu amor. ¡Oh dolor! ¡Oh an-gustia! (Ibid., p.386).

“¡Oh divino amor, sé la vida de mi vida, el alma de mi alma y el corazón de mi corazón! Que yo no viva sino en ti y de ti.

La misericordia en la vida y la obra de san Juan Eudes 53

Que yo no exista sino por ti. Que no tenga ningún pensamien-to, que yo no diga ninguna palabra, que yo no haga ninguna acción, sino por ti y para ti” (Ibid., 389).

Sabemos, por el ejemplo de la vida de Juan Eudes, que el amor de Dios estuvo intensamente presente. Por ejemplo su expresión “hoguera de amor” aplicada al corazón de Jesús será más tarde un testimonio elocuente.

EL PECADO

Para San Juan Eudes, el pecado toma su gravedad y su fealdad por su oposición al amor de Dios. Aquí, como ejemplo, lo que dice hablando del “segundo fundamento de la vida cristiana” (OC, I, 173-177)

“Como estamos obligados a continuar en la tierra la vida santa y divina de Jesús, así debemos revestirnos de los sentimientos e inclinaciones de este mismo Jesús, según la enseñanza de su Apóstol ‘tengan en ustedes los sentimientos de Jesucristo’. Y Jesucristo tuvo en si dos tipos de sentimientos extremadamen-te contrarios, a saber: un sentimiento de amor infinito hacia su Padre y hacia nosotros, y un sentimiento de odio extremo hacia lo que es contrario a la gloria de su Padre y a nuestra salvación, es decir hacia el pecado; ya que, como él ama infinitamente a su Padre y también a nosotros, él odia el pecado infinitamen-te… En esta luz y con estos ojos, ustedes verán que el pecado, es de alguna manera infinitamente contrario y opuesto a Dios y a todas sus divinas perfecciones, y es una privación del bien infinito que es Dios, lleva en sí mismo una malicia, una locura, una fealdad y un horror igual de tal magnitud, para decirlo de alguna manera, como Dios es infinito en bondad, sabiduría, belleza y en santidad…” (Ibid. 173-174)

El pecado aparece como la ruptura de la corriente de amor que fluye de Dios hacia nosotros y que regresa a Dios. “En fin, reconoce-rán que el pecado es el mal de los males, la desgracia de las desgracias;

54 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

que es la fuente de todos los males y de todas las desgracias que llenan la tierra… Oh cristianos que leen estas cosas, todas fundadas sobre la palabra de la Verdad eterna, si todavía les queda una pequeña chispa de amor y de celo por el Dios que adoran, tengan horror a lo que él tiene horror y le es tan contrario” (Ibid, 176-177).

No hay otro fundamento de la misericordia que el amor de Dios, y el pecado es la ruptura del amor de Dios. Si el amor de Dios circu-lara libremente entre nosotros y en el mundo, ¿existirían las gue-rras, la corrupción, el abuso de personas, el terrorismo y sus con-secuencias? Parece que Juan Eudes tiene toda la razón: el pecado constituye la ruptura que causa todas las demás desgracias.

Juan Eudes expresa entonces palabras extremadamente duras con respecto al pecado, que a pesar de todo, hay que leerlas siem-pre a la luz del amor de Dios. Este amor es tan maravilloso, bello, grande, benevolente, etc. que todo lo que se le opone, todo lo que rompe la corriente de amor de Dios se convierte en algo terrible-mente odioso. Es lo que hace el pecado, rompe el lazo de amor en-tre Dios y nosotros, lo mismo que entre nosotros, los hijos de Dios.

La experiencia de la misericordia representa fundamentalmente este amor que va más allá del mal y del pecado. Hay que tener en cuenta, sobre todo, que la oposición entre el amor de Dios y el pecado del hombre ayuda a comprender, en Juan Eudes, que la mi-sericordia se sitúa en la raíz del acto fundador de la Congregación de Jesús y María y de la Orden de Nuestra Señora de la Caridad.

4. A PROPÓSITO DE LA CONGREGACIÓN DE JESÚS Y MARÍA

Cuando Juan Eudes predicaba las misiones populares, en con-tacto directo con las miserias temporales y espirituales de su tiem-po, y cuando fundó su “pequeña Congregación”, podemos decir con toda sinceridad, que estaba poniendo en obra la misericordia. Encontramos testimonio de esto, por ejemplo, cuando, desde Cou-tances, escribe a sus colegas de Caen con ocasión de la reapertura

La misericordia en la vida y la obra de san Juan Eudes 55

de la capilla del Seminario. En efecto, en 1650, la Oficialidad de Caen había cerrado la capilla. Era prácticamente darle un golpe fa-tal, un golpe mortal a su Congregación. En 1653, la capilla estaba de nuevo abierta. El Padre Eudes escribe entonces a sus hermanos: “…Somos los Misioneros de la divina misericordia, enviados por el Padre de las misericordias, para distribuir los tesoros de su misericor-dia a los miserables, es decir a los pecadores, y para tratarlos con un espíritu de misericordia, de compasión y de dulzura” (OC, X, 399)

Vemos bien que el acercamiento de Juan Eudes no es solamen-te teológico o espiritual. Se sitúa en el comportamiento concreto de dulzura y de compasión con las personas que se encuentran en la vida diaria.

La fundación de la Congregación de Jesús y María es, realmente, una “obra de misericordia” tal como san Juan Eudes la considera-ba. Las Constituciones que le dio, sin emplear la palabra “miseri-cordia”, describen a su manera la puesta en obra de su expresión “para distribuir los tesoros de su misericordia a los miserables, es decir a los pecadores, y para tratarlos con un espíritu de misericordia, de compasión y de dulzura”

5. LAS CONSTITUCIONES

En las Constituciones, Juan Eudes dio a su Congregación un fin general y dos fines particulares.

El fin primero y general de la Congregación, que es común a muchas otras, es que todos los que la componen, tratan de rea-lizar lo que está contenido en estas palabras del Espíritu Santo: “Temer a Dios y hacer su voluntad con gran corazón y buen ánimo” (2 Mac.1,3). Y también en estas: “Servir a Cristo y su Iglesia en la justicia y la santidad en su presencia todos nuestros días” (Lc.1,75). Y, por este medio, adquirir la perfección que un cristiano y un sacerdote deben tener para agradar a Dios.

Además de este fin último y general, ella tiene otros dos sub-alternos y particulares: El primero y principal es que sus hijos

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se esfuercen cuidadosamente, por los ejercicios de los Semina-rios, en preparar obreros irreprochables para la viña del Señor, es decir, buenos y santos eclesiásticos, que sean dignos minis-tros de Dios, que realicen todas las funciones de su ministerio santamente, y que sean ejemplos de virtud y de buenas obras para todos los fieles.

La palabra “obreros” es importante ya que implica algún tra-bajo al servicio de las personas. En la época, los “obreros de la viña” eran los sacerdotes. Actualmente, después de Vaticano II, los bautizados toman también su puesto, en colaboración con los sacerdotes.

El segundo fin particular de la Congregación es que sus hijos se esfuercen, por su ejemplo, por sus oraciones, por sus ense-ñanzas, por el ejercicio de las funciones sacerdotales y especial-mente por los ejercicios de las Misiones, en renovar el espíritu del cristianismo en los cristianos, y hacer vivir y reinar en ellos a Jesucristo Nuestro Señor.

Esta doble misión de los “ejercicios” ¿no apunta a renovar la vida de las personas, tanto en el plano espiritual como en todos los demás planos? Los medios para llegar a estos fines son todas las Reglas y Constituciones que están en este libro, si son observadas fielmente” (OC, IX,144-145).

Juan Eudes fundaba su Congregación en el momento en que es-taba él mismo en contacto constante, tanto en los campos como en las ciudades, con las miserias y desgracias a la vez morales, espiri-tuales y materiales de la sociedad de su tiempo. Se trataba a menudo de ambientes muy duros, de brutales revueltas, particularmente en la época de la Fronde. La acción de Juan Eudes no podía ser otra que un compromiso de misericordia.

Se ve bien, como él describe, que los ejercicios de los seminarios y de las misiones tenían como primera meta “distribuir los tesoros de su misericordia a los miserables, es decir a los pecadores”, y que “los obreros irreprochables para la viña del Señor, encargados de renovar el espíritu del cristianismo”, iban a hacer una obra de misericordia.

La misericordia en la vida y la obra de san Juan Eudes 57

Encontramos el mismo espíritu en las Constituciones actuales de la Congregación, donde la misericordia está presente, aunque expresada en otros términos. Por ejemplo, hay que notar los nú-meros 12 al 14: “Jesús, el Hijo de Dios, quiso compartir la condición humana para revelar al mundo la venida del Reino de Dios. Reunió en torno a él a los Doce, para hacer de ellos sus compañeros y sus en-viados. Unidos a Cristo como los miembros a su Cabeza, los Eudistas se reúnen en comunidad fraterna, a la manera de los Apóstoles, y po-nen su alegría a “hacerlo vivir y reinar” en el corazón del mundo (12).

“Dóciles al Espíritu, participan en la misión de la Iglesia, sa-cramento de salvación para el mundo, anunciando “la Buena Nueva a los pobres, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos” (Lc.4,18). (13).

“Juan Eudes, arrebatado por el amor a Jesús, llevó en su cora-zón las angustias y las necesidades de sus hermanos y herma-nas. Abrió con audacia nuevos caminos para hacer crecer el Reino de Jesús. En él encuentran los miembros de la Congre-gación su inspiración profunda” (14).

6. A PROPÓSITO DE NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD

Descubrimos en los escritos que conciernen a la Orden de Nues-tra Señora de la Caridad algo inusual, un texto que Juan Eudes había colocado al principio de las Constituciones: Los Deseos par-ticulares, relacionados con el hecho de que se preocupaba mucho de las miserias y de las angustias de las personas que encontraba.

Empecemos recordando algo. Ya existían en Francia refugios para las prostitutas. Juan Eudes con unos amigos laicos tenían pro-yectos en este sentido, pero aparentemente tardaban en realizarlos. Aquí está, en algunas palabras, un episodio relatado por uno de sus biógrafos, Paul Milcent: “Un día que pasaba con algunos amigos, el señor de Bernières, el señor y la señora de Camilly, por el sector de San Julián, frente a la casa de Madeleine Lamy, ésta los vio y

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los interpeló rudamente: “¿A dónde van ustedes? A la iglesia, a comerse las imágenes, ¡y después se creen bien devotos! Nos es allí donde se esconde la liebre, más bien trabajen para fundar una casa en favor de estas pobres muchachas, que se pierden por falta de posibilidades”. Esta interpelación los hizo reflexionar. Una segun-da vez, algunos días más tarde, Madeleine Lamy presionó todavía más, así que decidieron actuar” (p.103). A partir de este desafío, Juan Eudes se decidió, y fundó un primer refugio. El resto de la historia es bien conocido.

Es necesario resaltar este escrito fundamental en relación con la misión de la Orden de Nuestra Señora de la Caridad. Se trata de un texto muy significativo e importante, no muy conocido afuera de este Instituto: “Deseos Particulares – La humilde gloria de las religiosas de Nuestra Señor de la Caridad” (OC, X, 70-77).

Esta obra tenía la misión de acoger las mujeres prostituidas, que eran consideradas en esta época, ante todo, como pecadoras. Las perspectivas hoy en día están un poco más matizadas… Esto con-firma la percepción de la misericordia que tenía san Juan Eudes.

El primer párrafo puede parecer bastante complicado a primera vista, pero hay que leerlo ya que aporta algo esencial. Las religio-sas de Nuestra Señor de la Caridad pueden humilde y santamente gloriarse de ser (aunque sean infinitamente indignas) las Hijas del Santísimo Corazón de la Bienaventurada Virgen María…

“Ante todo, son las Hijas del muy amable Corazón de la Madre de Dios, puesto que la vocación de las personas escogidas por su divina Majestad para trabajar para la salvación de las almas perdidas, tiene su origen, de manera particular, en el muy ca-ritativo Corazón de Jesús, todo inflamado de amor hacia estas almas, que no es más que un mismo Corazón con el de su santí-sima Madre. Aunque este divino Corazón es la fuente de todos los buenos proyectos, de todos los santos institutos, y de todas las obras de piedad, sin embargo, lo es, más especialmente, de aquellos que atienden directamente a la salvación de las almas pecadoras, porque es lo que más quiere y desea, ya que nuestro

La misericordia en la vida y la obra de san Juan Eudes 59

benigno Salvador nos asegura, que vino a este mundo, no por los justos sino por los pecadores” (OC, X, 70-71).

La salvación de las almas pecadoras, que es lo que más quiere… Esta expresión recuerda las invitaciones del papa Francisco a ir a las periferias, incluso hasta las almas pecadoras, hacia las personas que de verdad están muy mal. Se entiende, por otra parte que, al recibir a las personas en los lugares que les estaban destinados en los monasterios, se trabajaba en su bienestar total, físico, sicológi-co, espiritual, etc.

La experiencia espiritual de la misericordia está, entonces, en la raíz misma del acto fundador de la Orden de Nuestra Señora de la Caridad. Lo que Juan Eudes decía para la Congregación de Jesús y María se aplica igualmente a esta fundación: “para distribuir los tesoros de su misericordia a los miserables, es decir a los pecadores (pecadoras), para tratar con ellos (ellas) con un espíritu de misericor-dia, de compasión y de dulzura” (OC, X, 399).

San Juan Eudes recuerda claramente la presencia “fundadora” de la misericordia: “En tercer lugar, cuando quiso Dios formar el pro-yecto de esta Congregación en el corazón de los que su divina mise-ricordia ha empleado para formarla, les dio también el pensamiento de consagrarla en honor del dignísimo Corazón de su muy honrada Madre, al que se la dedicó y consagró efectivamente” (OC, X, 70-73).

Para él, siempre la salvación de las almas perdidas tiene su ori-gen en el Corazón de Jesús, todo encendido de amor hacia ellas. He aquí un extracto de la Constitución 1.

7. CONSTITUCIÓN 1

DEL FIN DE ESTE INSTITUTO Y LOS MOTIVOS QUE DE-BEN TENER AQUELLAS QUE LE PROMETEN CUMPLIR DE BUEN CORAZÓN LAS FUNCIONES.

“Como hay varias moradas en la casa del Padre celeste, tam-bién hay diversas familias y oficios diferentes… Pero su fin propio y particular, que lo distingue de las demás, es el de

60 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

imitar, tanto como puedan, con la divina gracia, la muy ardien-te caridad de la que el amabilísimo Corazón de Jesús, Hijo de María, y de María, Madre de Jesús, está inflamado, por las al-mas creadas a imagen y semejanza de Dios, y redimidas por la sangre preciosa de su Hijo, empleando todo su corazón, con el ejemplo de una vida muy santa, con el fervor de sus oraciones y con la eficacia de sus enseñanzas, en la conversión de las hijas y mujeres que han caído en el desorden de una vida licen-ciosa, y que, habiendo sido tocadas por Dios, quieren salir del estado de pecado, para hacer penitencia bajo su orientación, y para aprender más fácilmente las maneras de servir a su divina Majestad y de salvarse” (OC, X, 79-80)

Juan Eudes dio, en estos textos dirigidos a las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad, diez párrafos acerca de la salvación de las almas, los que hubiera podido dar igual a los de la Con-gregación de Jesús y María. Nos damos cuenta entonces que las religiosas y nosotros, Eudistas, tenemos la misma vocación, pero en universos diferentes.

“Así, como en la Iglesia de Dios, hay Religiosas hospitalarias, que están destinadas para cuidar los cuerpos enfermos, tam-bién es muy necesario que haya Religiosas, cuyos monasterios sean como hospitales, para recibir a las almas enfermas, y para trabajar para que recuperen la salud espiritual; y así como hay Religiosas ursulinas, cuya meta principal es emplearse en in-troducir el temor de Dios en las almas inocentes, así también es muy importante que hayan quienes tengan como fin particular trabajar en restablecer este mismo temor en las almas peniten-tes. Pero, a fin de aplicarse con más afecto y valentía a las fun-ciones de este santo Instituto, es necesario que aquellas que lo siguen consideren a menudo las verdades siguientes:

A saber:

(Aquí están unos extractos de los diez párrafos citados, atribui-bles “mutatis mutandis”, a los miembros de la Congregación de Jesús y María:)

La misericordia en la vida y la obra de san Juan Eudes 61

1. Que es el más digno servicio y el más grande honor que ellas puedan dar a Dios, y la obra más agradable a su divina Ma-jestad, que ellas puedan hacer, ya que él no tiene nada más urgente en su corazón que la salvación de las almas.

2. Que es una obra que contiene en sí, por excelencia, todas las demás buenas obras, tanto corporales como espirituales…

3. Que es una obra que vale más que un mundo, y por lo tanto, que dar la mano para sacarla del abismo del pecado, es una cosa más grande que crear un mundo entero…

4. Que una sola alma es más preciosa ante Dios que todos los cuerpos que están en el universo…

5. Que, según san Crisóstomo, trabajar para la salvación de las almas con un verdadero espíritu de caridad, es mucho mejor que tener grandes austeridades y mortificaciones corporales…

6. Que, según este mismo Santo, emplear su tiempo y su vida en este santo trabajo, es cosa que agrada más a la divina Majestad que sufrir el martirio.

7. Que, según san Dionisio, la cosa más divina de todas, es coo-perar con Dios en la salvación de las almas, y especialmente de aquellas que están abandonadas y sin ayuda…

8. Que con esta intención este Instituto fue fundado y estableci-do en la Iglesia…

9. Que es para ellas una gracia particular y un favor extraordina-rio del cielo, de lo cual son infinitamente indignas, el estar asociadas, en esta obra, con Nuestro Señor Jesucristo, con su Santísima Madre, con sus Apóstoles…

10. En fin que ésta es la primera y principal de sus Constituciones, y la más importante de sus obligaciones; que es el espíritu y el ama de su Instituto… (OC, X,79-83).

Sucedió en el pasado, por lo menos en Canadá, que las Hermanas de Nuestra Señor de la Caridad (y del Buen Pastor, ellas también salidas de la misma fundación de Juan Eudes) han sido consideradas

62 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

más bien desde afuera, como las “Hermanas de las cárceles”, lo que ocultaba lo esencial de su misión de misericordia tal como se les había confiado san Juan Eudes, la misericordia entendida de mane-ra global, teniendo su fuente en el Corazón, en la vida espiritual y en la conversión, hasta el completo restablecimiento de la persona, cuerpo y alma, en su dignidad de hijos de Dios.

Así, la misericordia se encontraba en la raíz del acto fundador de los dos institutos, La Congregación de Jesús y María y Nuestra Señora de la Caridad, con la misma misión en contextos diferentes.

N.B. Muchas gracias al sr. Pierre Loiselle, asociado Eudista, por su preciosa colaboración en la redacción final de este artículo.

“La misericordia de Dios es grande… por manera como se hace nuestra reconciliación con Dios. El es el primero que nos ama, que nos invita, que nos exhorta y nos estimula para que lo busquemos y nos convirtamos a él. Este Dios de amor y de misericordia va detrás de nosotros cuando lo abandonamos, nos persigue con un amor in-decible, y nos suplica que no nos separemos de él, que nos busca con tanto afán…” (OC, VIII, 55-56)

63

64

ExPEdiEnTE iconográfico

En esta edición de Vida y Reino de Jesús, se vuelve a encontrar el emblema de Jesús durmiendo, sentado sobre el corazón abierto del creyente, ya utilizado por el editor Sebastien Huré en las edi-ciones de la Vida de Bérulle y del Tratado del Amor de Dios, de San Francisco de Sales.

Ahora se hace más evidente que no se trata de una imagen pro-puesta por Juan Eudes para presentar la doctrina contenida en su libro, sino más bien, como se indicó al comienzo del artículo ante-rior, la marca del editor.

El interés de este ejemplar se encuentra en la nota incluida por el mismo P. Charles Lebrun, en la carátula interior, el 29 de marzo de 1932, o sea 10 años después de la edición del tomo 1 de las Obras Completas.

“Llevado del Monasterio de Nuestra Señora de la Caridad de Tours al Buen Pastor de Angers, por la Venerable Madre Maria de Santa Eufrasia Pelletier, este volumen iba a ser quemado cuando la Hermana Marie de Jesús LeDoré, actualmente reli-giosa en el Monasterio de Avignon, pidió poder guardarlo para ella. Éste fue entregado por ella al R.P. Emile Georges de Paris en el Monasterio de Avignon el 28 de marzo de 1932, y él me entregó para los Archivos”.

Por lo tanto hay que estar atento a las búsquedas subsiguientes, que podrían revelarnos otros descubrimientos más recientes.

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la miSEricodia En laS huEllaS dE Juan EudES y En la EScuEla dE maría:

nuESTra SEñora dE la caridad

Hna. Marie-Françoise Le Brizaut, ndcbp

Fue superiora general de la Unión de Nuestra Señora de la Caridad y provincial de Francia. Hoy es consejera provincial de la provincia de Europa de BFMN. También es responsables de la acogida y la anima-ción de la “Antigua Misión” en Caen (casa donde murió Juan Eudes) y vice-postuladora para la causa del doctorado de san Juan Eudes.

INTRODUCCIÓN

María tuvo un lugar muy importante en la vida de san Juan Eu-des. En su juventud hizo con ella una alianza de amor, y ciertamen-te aprendió mucho sobre la misericordia en su corazón de Madre, lo que poco a poco modeló su propio corazón, sus actitudes y sus comportamientos.

Es posible que su relación profunda e íntima con María haya contribuido a impregnar su relación con las mujeres; a lo largo de sus recorridos encontró a muchas, de todas las capas de la socie-dad y en todas las situaciones; algunas de ellas participaron, de diversas maneras, en sus misiones y en sus fundaciones. También contribuyó, mediante la fundación del Instituto de Nuestra Señora de la Caridad, a ayudar a las mujeres en peligro moral, que eran rechazadas y despreciadas por la sociedad. Nuestra Señora de la Caridad es una fundación innovadora con las mujeres y para las mujeres, que Juan Eudes quiso colocar bajo la protección de María.

66 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, profeta de misericordia

Algunas de las páginas que siguen recorren los comienzos de esta fundación y sus prolongaciones a lo largo de la historia. Ellas qui-sieran subrayar en particular como Juan Eudes se dejó guiar en esta fundación por la que era para él la Madre de Misericordia.

LA “CASA DE NUESTRA SEÑORA”56

En los surcos de Juan Eudes, el misionero, algunas mujeres inven-tan junto con él una nueva manera de vivir la vida religiosa; desarro-llan sus cualidades femeninas en la Iglesia para la oración y la puesta en obra de la misericordia, sacada del Corazón de Dios Salvador y de su Madre: es la historia del nacimiento de Nuestra Señora de la Caridad.

A lo largo de las semanas transcurridas en las parroquias nor-mandas durante las misiones, el Padre Eudes llama a sus oyentes a regresar a su bautismo y a sus exigencias de vida; muchedumbres acuden a escucharlo. Tan discretas como posibles, se deslizan en medio de ellas,mujeres marginadas la sociedad debido a su con-ducta. Ellas también se presentan ante el misionero, expresando a la vez su deseo de conversión y sus dificultades para lograrlo, debido al ostracismo del cual son víctimas.

Cuando toma conciencia de su angustia, de su necesidad cla-mando por apoyo para cambiar de vida, él se deja conmover hasta el punto de que ellas reconocen en él a “su apóstol”. En 1634, con su amigo Jean Bernières, decide comprometerse con ellas y, en un primer momento, acude a familias que acepten acogerlas por algún tiempo.

Sin embargo, en 1641, la intervención de Madeleine Lamy lo impulsa a cambiar la orientación. Con un sólido sentido común, esta mujer lo interpela insistiendo sobre la necesidad de una ins-titución estable, más duradera. Ayudado por amigos él pone las

56 Citado en Paul Milcent, Un artesano de la renovación cristiana en el s. XVII, p. 290, nota 2.

La misericordia en las huellas de Juan Eudes y en la escuela de María 67

bases de un “Refugio”, abierto en Caen el mismo año, para acoger algunas mujeres voluntarias.

La obra que comienza, está inspirada por la misericordia. Toma su raíz en el Corazón de Dios que “no quiere que ninguno de esos pequeños se pierda”57. Se apoya sobre María, Madre de Misericor-dia, que Juan Eudes ruega con insistencia a quien confía la obra naciente58. Ésta se concretiza en un compromiso efectivo y duradero con el servicio a estas mujeres, para que puedan, de alguna manera, ‘renacer’: “ellas vinieron para aprender a conocer, a amar y a servir a Dios, y para empezar una vida enteramente nueva”59.

Inicialmente una casa de Refugio acoge a las mujeres “peniten-tes”; luego nace una familia religiosa, cuya única misión será tra-bajar en restaurar, en el corazón de estas mujeres, la conciencia de su dignidad de hijas de Dios. El Refugio debe permitirles, en un primer momento, protegerlas del desprecio de la sociedad y de sus propias fragilidades, y posteriormente volver a encontrarse con su propia vida y con la sociedad de su tiempo; claro que esta obra de “volver a levantarse” está en dificultad con los valores mora-les de la época que consideraba los desórdenes sexuales, especial-mente en la mujer, como el pecado por excelencia60. Para alcanzar el objetivo, la vida de las “penitentes” está organizada de manera austera, centrada en el trabajo, la oración, la enseñanza religiosa y la penitencia.

Los comienzos son extremadamente difíciles, la permanencia de la obra varias veces fue cuestionada a causa de los obstáculos en-contrados. A todo lo largo de este recorrido sembrado de escollos, el fundador ora, y consulta. Encontró un apoyo fiel en la persona de María des Vallées, “la santa de Countances”, una mística llena de sentido común: ella afirma, desde el principio, que el Refugio es

57 Mt. 18.58 Deseos particulares para las religiosas de Nuestra Señora de la Ca-

ridad, OC, X, 70-77.59 Reglamento de las mujeres penitentes, OC, X, 182.60 Carisma original 36.

68 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, profeta de misericordia

la casa de Nuestra Señora, y que no la abandonará: “Mi Hijo y yo queremos que se mantenga”61, transmite ella de parte de María.

¡“La casa de Nuestra Señora”! ¿Cómo explicar tal convicción en María des Vallées? Ella misma transmitió a Juan Eudes un mensaje recibido de María, más o menos en la misma época en que surge el proyecto del Refugio: el rigor no debe ser lo prime-ro en la relación del misionero con las personas. Al contrario, cuando escuche a alguien, él debe privilegiar “la dulzura, la benignidad, la paciencia y la caridad… tener una gran com-pasión… buscar entrar en su espíritu y en sus sentimientos… abrirle el corazón y las entrañas, darle testimonio de un cariño muy grande y hablarle con caridad y cordialidad, dejándole saber que se le ama verdaderamente…”62

Éstas son las disposiciones que Juan Eudes quiere ver en la ca-sita del Refugio abierta en Caen. La consagra a la Virgen María y empieza a llamarla “Nuestra Señora del Refugio”. Era ya el nom-bre dado en Nancy a una obra similar, fundada por Elizabeth de Ranfaing en 162463. ¿Será para evitar confusiones, o por otra razón más profunda que aparece la denominación de “Nuestra Señora de la Caridad”? Paul Milcent64 afirma que este nuevo nombre fue adoptado en 1644, y se encuentra confirmado con la aprobación episcopal en 165165.

Sea lo que sea, este nombre es bien significativo para el proyec-to de Juan Eudes. Nuestra Señora de la Caridad ¿no es Nuestra Señora del Amor? “La caridad muy ardiente de la que Corazón de Jesús y de María, su Madre, está inflamado, por las almas creadas a la imagen y semejanza de Dios y redimidas por la preciosa sangre

61 Orígenes de NS de la Caridad, 82.62 OC, IV, 366-369.63 Estudio del carisma original de Nuestra Señora de la Caridad, hacia

1970, Paul Milcent con las hermanas NDC y NDCBP, 1464 Paul Milcent, San Juan Eudes, un artesano de la renovación cristiana

en el s. XVII, 17265 Orígenes de Nuestra Señora de la Caridad, 46.

La misericordia en las huellas de Juan Eudes y en la escuela de María 69

de su Hijo”66; es lo que las Hermanas están llamadas a imitar, en todas las dimensiones de su vida. No se trata de un vago senti-miento afectivo, sino del amor mismo de Dios, que debe embargar e inflamar a las hermanas.

Como Hijas de Nuestra Señora de la Caridad, deben ser “las hijas del amabilísimo Corazón de la Madre de Dios”67, que tiene un solo corazón con el de su Hijo68. El fundador afirma que pue-den gloriarse de ello “humildemente y santamente”69, ya que es en este corazón de la Madre de amor donde surge la fuente de su vocación específica. Juan Eudes está convencido que, si es cierto que el amor Salvador, al cual María está íntimamente asociada, alcanza a toda persona, sin embargo tiene predilección por los que están más perdidos: en efecto, son los que tienen más necesidad de ser acogidos, de descubrirse amados, valiosos, de oír decirles que nada de lo que han podido hacer, descorazona al amor que los ha creado. Evocando los sentimientos que deben animar los confesores hacia los penitentes, Juan Eudes escribe en otra parte que “por un instante de verdadera contrición, por una lágrima que proviene de un perfecto arrepentimiento, por un solo suspiro que procede de un corazón contrito y humillado, Dios perdona cincuenta, sesenta años de pecado y millares de crímenes de todo tipo, y recibe al pecador en su gracia, lo restablece en número de sus hijos y herederos, y en el derecho de poseer un día todos sus bienes”70. Esta cita muestra claramente su convicción que existe en Dios un amor del cual a veces se habla hoy como de un amor “entrañable”, un amor que se enraíza en el Corazón de Dios, que desborda al infinito nuestras transgresiones y que se puede llamar “misericordia”.

Los textos fundacionales de Nuestra Señora de la Caridad, en particular la “Constitución Fundamental” y los “Deseos particula-

66 Constitución fundamental de Nuestra Señora de la Caridad.67 Deseos particulares, OC, X, 70-77.68 OC, VI, 148, 182.69 Id.70 OC, VII, 23.

70 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, profeta de misericordia

res”, así como otras cartas del Padre Eudes, resaltan el puesto de la misericordia en la fundación de Nuestra Señora de la Caridad, y cómo está asociada María a todo esto: lo que está perdido a los ojos del mundo, es llevado por compasión en el corazón de María, la Madre de la misericordia,71 y Dios viendo la obra de amor de su Corazón, no tiene descanso para que esta obra se manifieste abier-tamente. A menudo Juan Eudes afirma que un alma, una persona “vale más que mil mundos”72.

El Padre Eudes anhela que el Instituto por él fundado, sea “ver-daderamente apostólico”73, en una época en que las leyes de la Igle-sia se resistían a permitir a las mujeres un estilo de vida consagrada distinta del ideal de la vida monástica de clausura74. Siendo, ante todo, un hombre práctico, el fundador se acomoda a las institucio-nes existentes, adaptándolas a su proyecto, y desarrolla el Instituto de Nuestra Señora de la Caridad a partir de la forma de vida de las Hermanas de la Visitación. Su insistencia está esencialmente en el celo por la salvación de las almas, que tiene su raíz en el celo de Jesús mismo por la salvación, por la vida en abundancia de toda la humanidad75, y también en el celo que embargaba el Corazón de María76. Juan Eudes quiere concretizar este ardor por la vida y la salvación de las personas acogidas en el Refugio, este sentimiento de urgencia para ir en su ayuda, por medio de un voto adicional, que hacen las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad, y que las ata a su vocación específica de servicio a las mujeres y las jóvenes. Este voto debe nutrir en ellas la caridad, el “fuego”77 largamente contemplado en el Corazón de Jesús y María, antes de transmitirlo

71 OC, VII, 11.72 Constitución Fundamental, OC, X, y también carta a las Damas de la

Misericordia de Rouen, mismo tomo.73 Carta a las hermanas para la fiesta de la Asunción, Lect. 2674 Basta pensar en las hermanas de la Visitación, enclaustradas a su pe-

sar; en las Hijas de la Caridad, que no son religiosas para tener la libertad de visitar las familias necesitadas.

75 OC, IV, 166-172; 196-197.76 Deseos Particulares.77 Cf. Lc. 12,49.

La misericordia en las huellas de Juan Eudes y en la escuela de María 71

en un compromiso total y sin reserva, sin jamás cansarse de ser testigos e instrumentos de la misericordia. Debe abarcar y orientar todos los aspectos de su vida, su oración y todo lo que ellas pueden decir y hacer; debe suscitar en ellas una atención creativa por las necesidades de las mujeres acogidas, y un trabajo generoso para su servicio, ya que ellas tienen la suerte de ser “asociadas al Señor Jesús en la obra más grande para la cual vino al mundo, que es salvar a los pecadores”78.

Esta vocación, les dice él, es común con la de la Madre de Dios. En efecto, María fue escogida por Dios para hacer entrar a su Hijo en la raza humana, y su misión sigue siendo la de continuar for-mándolo en los corazones de sus hijos. Las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad, también fueron “escogidas para hacer vivir a su Hijo en ellas y para resucitarlo en las almas en las cuales ha muerto”79. ¿Acaso se puede hablar mejor de una obra de restaura-ción, de promoción de las personas? Claro que esto tiene un costo. Dentro del hábito de las Hermanas, y por lo tanto invisible a los ojos exteriores, está cosida una cruz azul: ella recuerda a las Her-manas todo lo que Jesús sufrió por nuestra salvación, y las estimula a sumergirse en el misterio pascual80. Ya que este misterio del amor es más fuerte que la muerte, las mujeres acogidas deben poder “to-carlo” en la presencia amorosa de las hermanas. ¿Cómo resucitar a Jesús en el corazón de estas mujeres, sin haber hecho ellas mismas la experiencia de la cruz salvadora?81

“Ellas son sus hermanas” les recuerda también el fundador; otra manera de decir que su dignidad de hijas de Dios nunca desapare-ció en ellas, aunque hayan perdido esa conciencia. Lejos de juzgar-las, de tratarlas con condescendencia, cada Hermana debe llevarlas en su corazón, tenderles la mano, respetando su profunda libertad; con humildad y con paciencia perseverante, deben tener esperanza

78 Id.79 Carta para la fiesta de la Asunción, OC, X, 511-514.80 Orígenes de N.S. de la Caridad, 28; véase también la Carta para la

fiesta de la Asunción, OC, X, 511-514.81 Véase la Carta para la fiesta de la Asunción, OC, X, 511.

72 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, profeta de misericordia

en ellas, a pesar de lo muy dañadas que parezcan: esto es realmente una obra de resurrección, fuente de una profunda alegría82.

Para las que Juan Eudes llama “las hijas del santísimo Corazón de la Bienaventurada Virgen María”, el objetivo final es formar un solo corazón con el de Cristo y de su Madre. En este Corazón, cuya motivación es el amor y con la fuerza de este amor, es posible mirar y amar con esperanza toda persona sumergida en la miseria moral, en la angustia: amor que ama y que salva, amor de misericordia que restaura y promueve83.

Esto exige que las hermanas entre de manera particular en la escuela de la Madre de Misericordia, para “imprimir en el corazón de ellas una imagen y una semejanza de la muy santa vida y de las virtudes del Corazón de su muy buena Madre… a fin de que, de esta manera, ustedes sean según el Corazón de su Hijo”84. Como María constantemente “guardó en su corazón” todo lo que prove-nía de su Hijo y todo lo que le concernía, y se dejó modelar a su imagen, así es esencial que las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad tomen el tiempo de contemplar largamente a Jesús en el corazón de María donde él reina, y dejar que María forme en ellas los rasgos de Jesús misericordia, para que su actuar provenga de esta fuente viva.

Dos maneras concretas para mantener presente, en su espíritu y en su corazón, su “filiación” y la orientación de su vocación: cada Hermana, al tomar el hábito, recibe el nombre de María; luego, en la profesión, un corazón de plata en el que está grabado, en relieve, la imagen de María con el Niño Jesús en sus brazos85, el cual llevará como símbolo. Cada Hermana está llamada a “permanecer en este corazón maternal de su muy querida Madre”86, y el corazón, que tie-ne sin cesar ante los ojos, le repite que ella debe comportarse como

82 Cf. Lc.15.83 Cf. Encíclica de JP II sobre la misericordia, 1981.84 Deseos particulares, OC, X, 70-77.85 Orígenes de Nuestra Señora de la Caridad, 28.86 Deseos particulares, OC, X, 70-77.

La misericordia en las huellas de Juan Eudes y en la escuela de María 73

´Hija del Corazón de María´, y ser, para las mujeres acogidas, un testimonio y un instrumento del amor de Dios, y de su misericor-dia hacia ellas. Que lleve a cada una de ellas en su corazón, como María “lleva en su corazón a todos los miembros de su Hijo, como sus hijos bienamados”87. En resumen, Jesús y María deben vivir siem-pre en sus corazones.

Con mucho sentido práctico, incluso en las devociones, Juan Eudes tenía costumbre de invitar a orar a María de un modo más insistente en las situaciones difíciles, y de utilizar para esto una sa-lutación que él había compuesto: “Ave Maria, Filia Dei Patris…”88. La misión de Nuestra Señora de la Caridad lleva a menudo a en-frentar situaciones graves, a encontrar a personas particularmente vulnerables y heridas, ¿cómo entonces no invocar a María, con la certeza que ella acompaña a sus hijas en su delicada misión?

Trescientos años después del misionero normando, Juan Pa-blo II también percibió cómo María puede ser una guía en el ca-mino de la realización de la misericordia. Ella es la “que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina. Ella conoce su precio, y sabe cuán grande es”89. La cercanía con su Hijo, en el don de su vida, hace “que ella haya sido llamada de manera especial a hacer cercano a los hombres este amor, que él había venido a revelar: amor que encuentra su manifestación más concreta en los que sufren…”90

MAS DE TRES SIGLOS DE REALIZACIÓN DE LA MISERICORDIA EN NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD

Mirando atrás en el tiempo, hoy se puede decir que “la insti-tución” fundada por san Juan Eudes, con las características y las circunstancias propias de su época, no era lo esencial de su intuición.

87 OC, VIII, 431.88 OC, IV, 366-369.89 Encíclica DM, 9.90 Idem.

74 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, profeta de misericordia

Esta institución moldeó generaciones de religiosas de Nuestra Se-ñora de la Caridad, pero no forma parte integral del carisma propio del fundador91. La historia mostró que han sido necesarias ciertas adaptaciones, aunque no siempre ha sido fácil discernir esta nece-sidad y sus modalidades.

La mayor adaptación fue la introducida, a partir de 1835, por santa María Eufrasia Pelletier, hermana de Nuestra Señora de la Caridad en Tours y luego en Angers92: bajo su impulso, la misión de la misericordia se extiende rápidamente por los cinco continen-tes, y su celo apostólico la empuja a buscar respuestas adaptadas a las aflicciones que padecen las mujeres y las jóvenes de esa época. En efecto, a partir de una organización diferente, nace una nue-va Congregación: ‘Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor’, mientras que la Orden de Nuestra Señora de la Caridad sigue su desarrollo en paralelo, hasta que estas dos Congregaciones deciden ‘reunificarse’, recientemente en junio 2014.

Evoluciones en la aproximación apostólica a las mujeres, cam-bios en la organización estructural de la vida de las hermanas: es la vida la que empuja en esta dirección, según las necesidades de la Iglesia y de la sociedad. Pero lo que fundamentalmente no ha cam-biado, es la intuición que estuvo en el origen de la primera funda-ción: un corazón humano que ha vibrado con el Corazón de Dios y se ha dejado moldear a la imagen de este Corazón, hecho visible en Jesús; un corazón que se ha sido tocado por la compasión ante el encuentro con las angustias femeninas en particular93, y que se ha comprometido a promover la vida, entrando en la escuela de Ma-ría, la Madre buena de Misericordia y del bello amor. Hoy como ayer, en respuesta a las necesidades de las mujeres vulnerables, esta esencia del carisma de Nuestra Señora de la Caridad puede nutrir a otras mujeres, que se sienten llamadas a restaurarlas en su digni-dad, y a permitirles crecer en una vida más plena.

91 Carisma original, 38.92 Pasar de “casas autónomas” a una estructura de “generalato”.93 Cf. Ex. 3,7-8.

La misericordia en las huellas de Juan Eudes y en la escuela de María 75

Una ojeada rápida de las actividades apostólicas de Nuestra Se-ñora de la Caridad del Buen Pastor hoy por el mundo, en los 74 países donde la Congregación está presente, permite medir a la vez la pertinencia del carisma y la fidelidad creadora vivida por las comunidades y las hermanas. De las ‘casas de refugio’ del origen a las múltiples redes tejidas hoy, la diferencia parece importante. Pero en realidad, se trata de buscar,en cada época, respuestas a las nuevas necesidades. En el s. XIX, María Eufrasia se lanzó, por ejemplo, en el rescate de jóvenes esclavas, porque ella no podía tolerar que una hija de Dios sea “vendida como una cabra en el marcado”. Hoy en día, nuevas formas de esclavitud han aparecido, y se hizo imperativo, frente a las redes mafiosas, asociarse con otros para construir redes contra la trata de seres humanos, en la cual las mujeres son las primeras víctimas. La dimensión internacional de la Congregación, su estatuto de ONG, son elementos positivos para una acción eficaz, aunque todavía sea modesta.

Los desplazamientos de populaciones siempre han existido; pero en nuestra época, en la que muchos países son golpeados por guerras, sin mencionar su nombre, y a causa de las consecuencias dramáticas del cambio climático, se ven cada vez más personas en los caminos del exilio; también allí, mujeres y niños son los que pagan el precio más elevado. ¿Cómo no movilizarse para hacer su vida un poco menos difícil, en los países de tránsito como en aque-llos donde las familias buscan instalarse?

Guerras, rivalidades y violencias interétnicas, interreligiosas: la paz es a menudo amenazada, atropellada. Para construirla y conso-lidarla es indispensable trabajar al mismo tiempo por la reconcilia-ción y por construir la justicia: estos dos nombres de reconciliación y justicia están cada vez más asociados al carisma de misericordia de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. En su encí-clica sobre la misericordia, Juan Pablo II afirmaba que “el perdón es la primera condición para la reconciliación, no solamente en la relaciones de Dios con el hombre, sino también en las relaciones entre los hombres… Un mundo donde se eliminara el perdón sería solamente un mundo de justicia fría e irrespetuosa… Los egoísmos

76 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, profeta de misericordia

de toda índole, que yacen en el hombre, podrían transformar la vida y la sociedad humana en un sistema de opresión de los más débiles por los más fuertes, o también en la arena de una lucha permanente de los unos contra los otros… Por esto la Iglesia debe considerar como uno de sus principales deberes… proclamar e introducir en la vida el misterio de la misericordia…”94. Estas palabras del Papa resuenan como un llamado a todos aquellos y aquellas que, traba-jando para establecer una sociedad más justa, se presentan como testigos de la misericordia.

En tiempo de san Juan Eudes y de santa María Eufrasia, se aco-gía a una persona y se hacía todo lo que se podía para ayudarla a re-construirse. Se necesitó tiempo para tomar plenamente conciencia de las dimensiones familiares y sociales de cada persona, las cuales ya se han vuelto imposibles de ignorar: no solamente no se puede actuar “sin” estas dimensiones, sino que hay que hacerlo “con” ellas. De ahí la importancia de reflexionar sobre la puesta en mar-cha de la misericordia en el contexto, de reflexionar sobre la ma-nera con la que puede impregnar todas las relaciones, hasta llegar a ser un “estilo de vida”, como invitaba también Juan Pablo II95.

Tanto Juan Eudes como María Eufrasia supieron rodearse de colaboradores para llevar a cabo sus proyectos. Para las hermanas, a lo largo de los siglos, esta colaboración era tanto más necesaria, puesto que vivían en un medio encerrado, y tenían, por lo tanto, ne-cesidad de personas en “el exterior” de las casas, que les servían de antenas. Hoy en día, las comunidades están abiertas al mundo, pero la globalización, así como los desarrollos técnicos, han desarrollado sociedades más complejas; es, entonces, más necesario que nunca trabajar con los otros, y particularmente asociarse con colaborado-res laicos que se convierten en verdaderos compañeros de la misión de la misericordia. Este aspecto está actualmente en desarrollo.

Es claro que lo anterior no es más que un rápido recorrido sobre el desarrollo actual de Nuestra Señora de la Caridad del Buen

94 DM 14.95 Ibid.

La misericordia en las huellas de Juan Eudes y en la escuela de María 77

Pastor. Es legítimo preguntarse, a propósito de este recorrido, ¿cuál es hoy el puesto de María en la Congregación? ¿Todavía las hermanas aprenden,en su escuela, a vivir la misericordia en sus di-ferentes componentes?

Con la ocasión del Año Mariano de 1988, las hermanas de la Unión Latina de Nuestra Señora de la Caridad96 se interrogaron sobre “el papel desempeñado por María en Nuestra Señora de la Caridad”. Les respuestas dadas en ese momento siguen siendo in-teresantes.

Varias hermanas se refirieron primero a los textos fundacionales citados en este artículo, los cuales muestran la relación explícita en-tre María y la Congregación fundada por Juan Eudes. Algunas agre-garon ciertos comentarios más personales: “María es nuestra Madre, nuestra superiora… pero también vive nuestra vida de cada día, ella está en su casa”. La relación que ella mantiene con Nuestra Señora de la Caridad está situada con nuestra misión específica: “¿Acaso no tiene el papel especial de manifestar su inmensa ternura a toda la humanidad?”. De hecho, dice otra hermana, “ella es el corazón de Nuestra Señora de la Caridad… ella es la que nos conduce al Corazón de Jesús, al amor de misericordia con el cual Jesús ama a cada perso-na…” O también: “Madre atenta a sus hijos… ella es la guardiana y la estimuladora de la misión, ella nos enseña la misericordia”. Otra agrega: “Porque ella vivió en la proximidad, la verdad del “pobre”, permanece atenta a los pequeños, a los desamparados, a los excluidos de hoy… Tiene un papel de apaciguamiento y de paciencia en la apro-ximación a las miserias”.

De hecho, también se dijo, ella tiene “un papel de acompañadora de la misión, para ir hacia las mujeres en dificultad”. Ella puede

96 La Unión Latina de Nuestra Señora de la Caridad era uno de los com-ponentes de la Orden de NSC entre 1967 y 1989. Un boletín era publicado con regularidad. El n°. 11, de mayo de 1988, trataba extensamente del pues-to de María en el origen de NSC y delos lazos existentes entre la vocación de NSC y el misterio de María, tales como los concebían los miembros de la Unión en aquella época.

78 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, profeta de misericordia

desempeñar de alguna manera “un papel de mediadora, para obte-ner de ellas la fuerza para volverse hacia Jesús”.

Como Madre de misericordia, es también “portadora de espe-ranza, que quiere que el carisma de la esperanza, del amor y de la misericordia, confiado a san Juan Eudes, progrese también hoy, en Nuestra Señora de la Caridad, en la humildad y la caridad”.

En este mismo artículo del Boletín de la Unión Latina, un diálo-go con el padre Paul Milcent, cjm, permitía despejar ciertas pistas, algunas de las cuales ya han sido mencionadas en este artículo. Si parten de la experiencia de Nuestra Señora de la Caridad, tienen el mérito de ayudar a encontrar a María en numerosas situaciones de vida:

• María está asociada a la obra de salvación en todas sus dimen-siones, e interviene por lo tanto cada vez que es necesario restau-rar la vida, ella que fue tomada por el Espíritu que renueva todas las cosas.

Juan Eudes, por su parte, afirmaba que las hermanas de Nues-tra Señora de la Caridad no tenían más que una sola vocación con la suya.

• María es también la imagen de la ternura de Dios97 hacia los pequeños, los pobres, los marginados, ella que nos afirma en su Magnificat que Dios levanta a los humildes.

• Las hermanas de Nuestra Señora de la Caridad son llamadas a vivir esta misma compasión, en una proximidad fraternal con aquellos y aquellas que la sociedad excluye tan fácilmente.

• María está plenamente realizada en la gracia; ella es la humani-dad totalmente reconciliada y armoniosa, la promesa de la vida

97 OC, VII, 7-16 “la divina misericordia comunica sus muy dulces inclina-ciones al corazón de la bienaventurada Virgen… lo llena de compasión hacia los pecadores y hacia todos los miserables para que ella lleve también nuestras miserias en su corazón”.

La misericordia en las huellas de Juan Eudes y en la escuela de María 79

a la que estamos llamados. Ella es para nosotros un signo de esperanza.

• Juan Eudes deseaba a una de las hermanas de Nuestra Señor de la Caridad: “Que ella imprima en usted una imagen de la nueva vida que tiene en el cielo”98. Con ella, cada hermana está invitada a “ser portadora de esperanza” y a “cultivar una espe-ranza empeñada en reconocer la Resurrección, que obra en toda persona”99.

• María está totalmente disponible a la obra de Dios, aun cuando no entiende a su desconcertante Hijo; ella se entrega totalmen-te a la obra de la salvación, inclusive al sufrimiento de la Cruz.

• ¿Acaso el servicio apostólico de las hermanas de Nuestra Se-ñora de la Caridad no continua llamándolas a la misma dispo-nibilidad para acoger al “Jesús difícil” que se les presenta en el rostro de sus hermanos y hermanas heridas?

• En fin, frente al poder del mal, al temible poder de las tinieblas, María nos garantiza la victoria de Cristo.

En esta misma línea, recordemos el lugar de la oración “Te saludamos, María, Hija de Dios Padre…” en las situaciones difíciles.

Estas reflexiones de Paul Milcent, que conocía a san Juan Eudes desde dentro y había caminado mucho con Nuestra Señora de la Caridad después del Concilio Vaticano II, parecen ser la mejor con-clusión a este artículo sobre la misericordia en Nuestra Señora de la Caridad, en la escuela de María. ¡Ojalá puedan inspirar todavía hoy a aquellas y aquellos que buscan acoger la misericordia para vivirla y transmitirla!

“La misericordia de Dios es grande… ya que es la vía de nuestra reconciliación con Dios. Él nos ama primero, nos invita, nos ex-horta y nos apremia a buscarlo y a convertirnos a él. Este Dios de

98 OC, X, 510.99 Constituciones de Nuestra Señora de la Caridad, 1990, N° 4 y 71.

80 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, profeta de misericordia

amor y de misericordia corre detrás de nosotros cuando nos aleja-mos, nos persigue con un amor inefable, y nos ruega que no nos alejemos del que nos busca con tan solicitud…” OC, VIII, 55-56

81

82

ExPEdiEnTE iconográfico

Los miembros de la Orden de los Jesuitas tuvieron un papel preponderante en la producción emblemática; hasta se puede decir que han sido los grandes contribuyentes en esta materia. Las ave-riguaciones hechas por Richard Dimler (Fortham University, NY) desde mediados de los años 1970, (…) cuentan un total de 1710 obras emblemáticas, impresas y publicadas entre 1597 y 1770 (de las cuales 501 son títulos originales) realizadas por jesuitas y pu-blicadas con su nombre o el de su colegio, o sea, casi un tercio de la producción emblemática total: es un número considerable. ¿En cuáles libros?, ¿Con qué intención?100

Colección de emblemas en los campos de la devoción y de la espiritualidad

Es en esta categoría que encontramos las obras emblemáticas jesuitas, que han tenido el más grande éxito católico y reforma-do, todas compuestas en las provincias belgas o germánicas entre 1600 y 1625. Recordemos aquí los nombres de Jan David en sus diferentes colecciones, de HieremiasDrexel en sus De Aeternitate Considerationes (74 ediciones y traducciones), y de Herman Hugo en sus Pia Desideria (142 ediciones y traducciones).

En este emblema que ilustra el libro de Luzvic (1628), donde se ve a Jesús pintar en el corazón, donde él habita, los misterios de la

100 Anne Elisabeth Spica, “Los Jesuitas y la emblemática”, en s. XVII, 2007/4, n° 237, p. 635. Ella trabaja en la Universidad de Metz.

Expediente iconográfico 83

fe. Se podría retomar los textos bíblicos citados por Juan Eudes en la Regla del Señor Jesús:

“Oigo también mi regla que me dice: Hoc sentite in cordibus-vestris, quod et in ChristoJesu: “Tengan en su corazón los mismos sentimientos que están en el Corazón de Jesús”101

101 OC, VIII, 319.

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SacErdoTE, ProfETa dE la miSEricordia

P. Álvaro Duarte

Ustedes (sacerdotes) son su corazón: Porque a través de ustedes da la vida verdadera,

la vida de la gracia en la tierra y la vida de la gloria en el cielo (OC, III 14)

CONTEXTO GENERAL DEL CONTENIDO DEL CONCEPTO “CORAZÓN”

El concepto Corazón en los escritos de san Juan Eudes es uno de los puntos estructurales de su pensamiento y de su espiritualidad, que ha dado origen a muchas reflexiones posteriores tanto a nivel teológico como a nivel espiritual con las respectivas consecuencias en el terreno práctico. Su doctrina sobre el Corazón constituye una verdadera fuente de contemplación y de efectos concretos de amor hacia Dios y misericordia para con el prójimo tanto en las personas como en las comunidades que la han descubierto. Su contribución a la Iglesia en este campo es ampliamente conocida, puesto que el Papa san Pío X en el decreto de beatificación afirma de san Juan Eudes que es “Padre, Doctor y Apóstol del culto litúrgico a los santísimos Corazones de Jesús y de María”, palabras que son pos-teriormente retomadas y confirmadas por el Papa Pío XI, en la bula de su canonización.

Sin embargo, la doctrina que más desarrollada sobre el Corazón se encuentra en la obra escrita más extensa de san Juan Eudes Le Coeur Admirable de la Mère de Dieu, distribuida en doce partes

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 85

llamadas “libros”, el último de los cuales es dedicado al Corazón de Jesús. Se tiene datos sobre unos manuscritos que no han sido encontrados y que presumiblemente desarrollan más ampliamente la doctrina sobre el Corazón de Jesús como tal, dado que, entre ellos, se menciona el libro titulado La Dévotion au Coeur Adorable de Jesús, y el libro Tout Jésus. Una consecuencia clara de esto consiste en que diversos elementos sobre la doctrina del Corazón en san Juan Eudes remiten, en alguna forma, a los escritos sobre el cora-zón de María. Un dato indicativo de lo anterior es el establecimiento de la fiesta del Corazón de María en 1648 y, muy posteriormente, la fiesta del corazón de Jesús, que se celebra por primer vez en 1672.

EL CORAZÓN DE JESÚS

Con la consideración sobre el concepto general de la palabra Corazón se puede hacer a aproximación en forma más concreta al Corazón de Jesús. Conservando los lineamientos generales de lo que san Juan Eudes dice con relación al Corazón de María, es-pecialmente lo aportado por los diferentes significados de este tér-mino102, en el enfoque doctrinal del Corazón de Jesús vale la pena destacar ciertos elementos fundamentales y ricos de contenido.

102 Significa el corazón material y corporal, que llevamos en nuestro pe-cho, que es la parte más noble del cuerpo humano, el principio de la vida, el primero que vive y el último que muerte, la sede del amor, del odio, de la alegría, de la tristeza, de la cólera, del temor y todas las otras pasiones del alma. De este corazón habla el Espíritu Santo cuando dice: “Conserva cuidadosamente tu corazón, porque él es el origen de la vida”; que es como si dijera: Pon mucho empeño en dominar y disciplinar las pasiones de tu corazón, pues si están bien sometidas a la razón y al espíritu de Dios, tendrás una vida larga y tranquila, en cuanto al cuerpo, y una vida santa y honorable, en cuanto al espíritu; pero si, por el contrario, se adueñan y controlan a su antojo tu corazón, te causarán la muerte temporal y eterna por su desorden.

El sustantivo corazón se usa en las sagradas Escrituras para significar la memoria. En este sentido pueden tomarse estas palabras de nuestro Señor a sus Apóstoles: “Pongan en sus corazones” esto es, recuerden, cuando los lleven delante de reyes y jueces, por mi nombre, “no preocuparse sobre lo que deberán responder”.

86 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Denota el entendimiento, por el cual se hace la santa meditación, que consiste en un discurrir y razonar de nuestro intelecto sobre temas de Dios, que tiende a persuadirnos y a convencernos de las verdades cristianas. Este es el corazón que se expresa en las palabras: “Mi corazón”, esto es, mi enten-dimiento, “está siempre dedicado a considerar tus grandezas, tus misterios y tus obras”.

Expresa la libre voluntad de la parte superior y racional del alma, que es la más noble de sus potencias, la reina de sus otras facultades, la raíz del bien o del mal, y la madre del vicio o de la virtud. Nuestro Señor hace mención de este corazón de este corazón cuando dice: “Un buen corazón”, esto es, la buena voluntad del hombre justo, “es un tesoro rico del cual él puede sacar toda clase de bien; pero un mal corazón”, esto es, la mala voluntad del hom-bre malvado, “es una fuente de toda clase de mal”.

Indica aquella parte suprema del alma que los Teólogos llaman la punta del espíritu, por la cual se lleva a cabo la contemplación, que consiste en una mirada única y en una visión de Dios sin discurso, ni racionamiento, ni multiplicidad de pensamientos. De esta parte los santos Padres escuchan las palabras que el Espíritu Santo hace decir a la bienaventurada Virgen: “yo duermo y mi corazón vigila”. Porque el descanso y el dormir de su cuerpo, dice san Bernardino y otros autores, no era ningún impedimento para que su Corazón, esto es, la parte supre-ma de su espíritu, no estuviera siempre unido a Dios en una alta contemplación.

A veces da a entender todo el interior del hombre; me refiero con esto a todo lo que pertenece al alma y a la vida interior y espiritual, según las palabras del Hijo de Dios al alma fiel: “Colócame como un sello sobre tu corazón y sobre tu brazo”, esto es, imprime la imagen, con una imitación perfecta de mi vida interior y exterior, en tu interior y en tu exterior, en tu alma y en tu cuerpo.

Significa el Espíritu divino, que es el Corazón del Padre y del Hijo, que nos los quieren dar para que sea nuestro espíritu y nuestro corazón. Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo en medio de ustedes.

El Hijo de Dios es llamado el corazón del Padre eterno en las sagradas Escrituras; porque el Padre divino habla de este Corazón a su divina Esposa, la purísima Virgen, cuando le dice: Heriste mi corazón, hermana mía, esposa mía; o, según los Setenta: Has encantado mi corazón. Este mismo Hijo es también llamado en las mismas Escrituras, Espíritu de nuestra boca, “espíritu nuestro”, esto es, el alma de nuestra alma, el Corazón de nuestro Corazón.

Este sustantivo corazón significa toda la facultad y capacidad de amar, que puede estar en la parte superior e inferior del alma, tanto natural como sobrenatural; así como también el amor, sea humano o divino, que puede proceder de esta facultad. De este corazón se dice: Amarás al Señor tu Dios

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 87

Tres corazones que son uno solo

En nuestro Salvador tenernos para adorar tres Corazones que, sin embargo, son un solo Corazón por la estrechísima unión que tiene en conjunto. El primero es su Corazón divino que, desde toda la eternidad, tiene en el adorable regazo de su Padre, y que es un solo Corazón y un solo amor con el Corazón y el amor de su Padre, y que, junto con el Corazón y el mor de su Padre, es el principio del Espíritu Santo. Por esto, cuando nos entregó su Corazón, también nos dio el Corazón de su Padre y su adorable Espíritu…103

El segundo Corazón de Jesús es su Corazón espiritual, que es la voluntad de su alma santa, la cual es una facultad puramente espiritual, lo propio de ella es amar lo que es amable y odiar lo que es odiable. Pero este divino Salvador ha sacrificado de tal manera su voluntad humana a su Padre, que jamás la hizo mientras estuvo en la tierra y que, incluso, jamás la hará en el cielo sino sola y únicamente la voluntad de su Padre…104

El tercer Corazón de Jesús es el santísimo Corazón de su cuer-po deificado, que es una hoguera de amor divino, y de un amor incomparable para nosotros. Porque este Corazón Sagrado, que está unido hipostáticamente a la persona del Verbo, está encendido en las llamas de su amor infinito hacia nosotros, amor tan ardiente, que obliga al Hijo de Dios ha llevarnos continuamente en su Corazón, a tener continuamente los ojos fijos en nosotros, a preocuparse mucho hasta de los menores de-talles que tienen que ver con nosotros, él tiene contados todos los cabellos de nuestra cabeza y no permite que se pierda nin-guno, a pedir a su Padre que vivamos eternamente con él en

con todo tu corazón, esto es, con toda la capacidad de amar que él te ha dado (OC, VI, 33-36)

103 OC, VIII, 344-345.104 OC, VII, 344-345.

88 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

su regazo: Padre, quiero que los que tú me diste estén siempre conmigo donde yo esté (Jn 17,24)105

La unión hipostática

Esta visión eudesiana de los tres corazones de Jesús, que son uno solo (del corazón de María dice algo semejante) presenta, a su manera, aquello que la teología en determinado momento ha lla-mado el “Christus totus”: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, esto es, la realidad total de la persona de Jesucristo, consecuencia, de la unión hipostática. Representa, en otras palabras, la base fundamen-tal de la Cristología en sí y del pensamiento eudesiano. San Juan Eudes lo explicita en la figura del Corazón corporal y espiritual, unidos íntimamente con el Corazón divino

Dicha unión hipostática representa igualmente el fundamento del misterio de la Encarnación del Verbo, base de todos los demás misterios referentes a la salvación. En nuestra reflexión se hace in-dispensable destacar que el sacerdocio precisamente se apoya en esta gran realidad de los tres corazones que forman uno solo, pues-to que por su condición de Dios y Hombre verdadero, llega a ser con plenitud el único sacerdote, ya que con sus corazón corporal y espiritual asume la realidad humana, y con su Corazón divino trae la salvación al género humano. Es el único sacerdote porque es Dios y Hombre: “Y precisamente, porque era Hijo, aprendió a obedecer. Llegado a la perfección se convirtió en causa de salva-ción eterna para todos los que le obedecen, y ha sido proclama-do por Dios sumo sacerdote a la manera de Melquisedec” (Hb 5, 8-10). Sin necesidad de forzar los textos va apareciendo claro que, en el pensamiento de san Juan Eudes, el sacerdocio de Jesucristo está profundamente enraizado en su doctrina del Corazón.

105 OC, I, 346-347.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 89

EL CORAZÓN MISERICORDIOSO DE JESÚS

Dinamismos de amor

Además de los diferentes significados que san Juan Eudes des-cubre en el término Corazón como tal, vale la pena plantearse al-gunos de los contenidos con relación al Corazón de Jesús, que se refieren necesariamente al ejercicio del sacerdocio. Como ya se ha visto, el punto fundamental para este tipo de planteamientos radi-ca en el postulado de los tres corazones que forman una solo, en otras palabras el Corazón corporal de Jesús, el Corazón espiritual de Jesús y su Corazón divino son un solo Corazón. Con su Corazón humano (corporal y espiritual) experimenta y sufre las limitaciones propias de la naturaleza humana; desde su Corazón divino derra-ma su salvación y su misericordia sobre las tribulaciones y faltas de la humanidad.

Una primera afirmación básica con relación al Corazón de Je-sús es que éste es una hoguera de amor. Se trata del amor grande e infinito de Dios que llena el universo y que es el origen de todas las manifestaciones de su acción salvífica. Por tanto, desde el tema que nos ocupa, se puede afirmar claramente que es Corazón sa-cerdotal de Jesús es una hoguera de amor ardiente, misericordiosa y salvífica.

Amor al Padre

La imagen de la hoguera de amor ardiente, tiene contenidos su-mamente dinámicos, con dimensiones infinitas, puesto que se trata de la realidad de la Trinidad inmanente y de la acción ad extra de la Trinidad. Las afirmaciones de san Juan Eudes, entre entusiastas y místicas están dando los trazos del paradigma para lo que se po-dría llamar el ideal del Corazón sacerdotal: con que ama al Padre, que lo coloca como el centro de la vida, y que, por consiguiente, está dispuesto a hacer en todo momento su voluntad.

90 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Es un amor digno de tal Padre y de tal hijo. Es un amor que iguala perfectamente las perfecciones inefables del objeto ama-do. Es un hijo infinitamente amante que ama a un Padre infi-nitamente amable. Es un Dios que ama a un Dios. Es un amor esencial que ama al amor eterno, es un amor inmenso, incom-prensible, infinito, infinitas veces infinito, que ama a un amor inmenso, incomprensible, infinito, infinitas veces infinito. En una palabra el divino Corazón de Jesús considerado según su divinidad o según su humanidad, esta infinitamente más en-cendido de amor por su Padre, y cada momento lo ama más que todos los corazones de los ángeles y de los santos juntos.106

Amor a María

Otra de las características del Corazón sacerdotal de Jesús es el ser una hoguera con llamas de amor para la Santísima Virgen. Dentro de los parámetros de la espiritualidad eudesiana se subra-ya el amor especial a Jesús y a María. Desde esta perspectiva es comprensible que se subraye este elemento tan característico del Corazón de Jesús, un amor grande, serio y a la vez tierno hacia María. Este es otro rasgo del Corazón sacerdotal de Jesús, que se convierte en paradigma del Corazón de todo sacerdote: un amor muy particular a la Virgen santísima que es la madre del sacerdote y que fortalece y anima el ejercicio de su ministerio.

No hay nada más fácil que el fundamento de esta verdad. Por-que las gracias inexplicables e inconcebibles con que nuestro Salvador lleno a su bienaventurada Madre, manifiestan cla-ramente, que le tiene un amor, sin medida y sin límites, que después de su divino Padre, ella es el más digno objeto de su amor; y que él la ama incomparablemente más que a todos los ángeles, que a todos los santos y a todas sus criaturas juntas. Los favores extraordinarios con que la ha honrado y los privile-

106 OC, VIII, 209.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 91

gios maravillosos con que la ha colocado por encima de todas las cosas creadas, son pruebas evidentes de esta verdad. 107

Amor a la Iglesia

El Corazón de Jesús es igualmente una hoguera de amor ardien-te hacia la Iglesia. La visión de san Juan Eudes sobre la Iglesia se refiere a la totalidad de la misma: la Iglesia gloriosa que él llama triunfante, la Iglesia peregrina que él llama militante y la Iglesia en proceso de purificación que él llama sufriente, según el lenguaje de su época.

Desde su espiritualidad san Juan Eudes propone una figura eclesiológica bajo el símbolo del Corazón, y le da el nombre de Corazón Grande, que es: “El corazón inmenso que contiene en sí, el corazón de la santísima trinidad, el corazón de Jesús y de María y todos los corazones de todos los ángeles y de todos los santos” (OC, VI, 262). En otro lugar san Juan Eudes dice que el gran corazón contiene el “Corazón de su santa madre y de todos su santos”.108

Es claro que en la consideración del Corazón sacerdotal de Je-sús centra se subraya el gran amor a la Iglesia, que es su esposa, por ella entrega su tiempo, sus energías, su sangre y su vida:

Es muy cierto que este corazón adorable es una hoguera ardiente de amor divino que extiende su fuego y sus llamas por todas partes en el cielo, en la tierra, e incluso en el infierno: en el cielo, en la Iglesia triunfante; en la tierra en la militante; en el infierno en la sufriente, y en cierta manera, en el infierno de los condenados.109

107 OC, VIII, 203.108 OC, VI, 263.109 OC, VIII, 241. San Juan Eudes en esta cita parece identificar la Iglesia

sufriente con el infierno, sin embargo, un poco más adelante (p. 243) afirma: “vamos al purgatorio, a la Iglesia sufriente”. En este caso es claro que la Igle-sia sufriente es la del purgatorio.

92 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

La presentación del Corazón de Jesús como hoguera de amor ar-diente manifiesta su interés por todos los que él ama en forma des-bordante: los que entran en la gloria, los que peregrinan en la tierra, los que se purifican, todos han sido envueltos y alcanzados por el amor ardiente de Jesucristo. Aquí se puede descubrir también el Corazón de Jesús como paradigma del corazón sacerdotal que de-rrama su amor a todos los seres humanos.

Amor a cada uno de nosotros

De esta manera, san Juan Eudes considera al corazón de Jesús como una hoguera de amor para cada uno de nosotros. Al llegar a este punto el amor de Jesús se vuelve práctico, puesto que se trata de que Jesús ama cada persona con su historia y las circunstancias particulares de su existencia.

No solamente nuestro Salvador no ha librado de la muerte eterna y de todos los tormentos que la acompañan, sino que también nos ha colmado de una inmensidad de bienes inena-rrables, más aun, nos ha dado, en general todos sus días. ¿Qué le daremos a él? “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal, 115, 12) ¿No es verdad que, si tuviéramos tantos corazones de los serafines, como hay estrellas en el cielo, átomos en el aire, briznas de hierba en la tierra, granos de are-na y gotas de agua en el mar y que los usamos totalmente para amarlo y glorificarlo, todo esto no sería nada en comparación con el amor que él nos tiene y de las obligaciones que tenemos, para consagrarle nuestros corazones?110

San Juan Eudes se extiende en detalles tanto de perdón como de paciencia y de misericordia con nosotros, así como en elementos concretos de bendición, de cuidado y de ternura sobre cada uno de nosotros. Es una clara muestra de que el Señor no discrimina a na-die, sino, todo lo contrario: todos los siervos y señores, pecadores

110 OC, VIII, 250.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 93

o santos e incluso los que nos hacen algún daño son considerados objetos del amor inmenso de Jesús.

Acción eucarística del Corazón sacerdotal de Jesús

Según lo anterior, en esta perspectiva, el amor del corazón sa-cerdotal de Jesucristo se materializa en acciones concretas para la gloria de Dios y por el bien de otras personas, especialmente por las más necesitadas. En este punto el pensamiento Eudesiano pasa del campo estrictamente teológico al campo de lo factico y de lo práctico. Basta pensar en la vida de Jesús centrada en los enfermos, los vejados por espíritus impuros, los hambrientos, los pobres, los marginados de la sociedad, para entender el alcance inmensamente grande de un amor desbordante en forma muy concreta y específica.

Después de hablar de estas llamas de amor al Padre, a la Virgen, a la Iglesia y a cada uno en particular, san Juan Eudes presenta otro rasgo que llama la atención cuando afirma que el Corazón de Jesús es una hoguera de amor por nosotros en la Eucaristía.

De hecho viene a considerar la Eucaristía como el mismo Co-razón de Jesús que está en medio de nosotros. A semejanza de lo que afirma sobre el corazón de Jesús se refiere a la eucaristía como el amor de los amores, como una hoguera que lanza grandes llamas de amor: una llama de amor que lo lleva a permanecer presente en este sacramento, una llama de amor que aquí adora, alaba y glori-fica al Padre celestial, una llama de amor que lo impulsa a hacer prodigios maravillosos en este sacramento al convertir el pan en su propio cuerpo y el vino en su propia sangre y al hacer muchos otros milagros; una llama amorosa que llena de amor a todos los que lo honran en este sacramento; una llama de amor inmenso a cada uno de nosotros; una llama de amor que lo lleva hasta entregarse a sí mismo a cada uno de nosotros en la santa comunión; una lla-ma de amor increíble que lo lleva a sacrificarse continuamente por

94 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

nosotros; una llama de amor que da testimonio de su bondad en medio de la indiferencia y de la ingratitud de tantas personas.111

EL SACERDOCIO LAICAL ANUNCIA LA MISERICORDIA

En un sentido análogo se puede hablar del sacerdocio común de los fieles, puesto que, a partir del bautismo, el cristiano está unido a Jesucristo de forma profunda. “No somos más que uno solo con Cristo, como los miembros con su cabeza, somos santificados por la misma gracia y santidad que santifica a nuestra cabeza y, por con-siguiente, compartimos con él el mismo nombre de cristianos”.112

Para san Juan Eudes el fundamento del sacerdocio laical es cla-ramente el sacramento del bautismo en el cual se crea la unión más perfecta comparada a la del cuerpo humano, concretamente a la de los miembros con la cabeza. Este fundamento es traído por san Juan Eudes con relación al sacerdocio ministerial, puesto que, el bautismo es la base y la puerta de todos los otros sacramentos.

En el sacerdocio laical existe un nexo muy fuerte y muy especial con el sacramento de la eucaristía, distinto al del sacerdocio minis-terial, pero igualmente válido.

Al ir a la santa Misa ustedes deben pensar que no van solo a contemplar, sino a realizar la acción más santa y divina más grande e importante, más digna y admirable del cielo y de la tierra (…). Noten que he dicho que se trata del acto más im-portante que van a realizar, porque todo cristiano, forma con Cristo un solo ser, y en razón de su divino sacerdocio participan de esa cualidad excelsa, por lo cual tienen derecho no solo de asistir al santo sacrifico sino también de ofrecerlo en unión del celebrante y del mismo sacerdote eterno Jesucristo.113

111 Cfr. OC, VIII, 252-256.112 OC, II, 232.113 OC, I, 459.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 95

La razón de este acto eucarístico del sacerdocio laical es la unión profunda con Jesucristo a partir del bautismo. Lo que se ha dicho de la unión con Jesucristo tiene que ver, desde el punto de vista de la realidad del corazón ciertamente con el misterio del cora-zón de Jesús, puesto que, el corazón humano, el corazón espiritual y el corazón divino de Jesucristo son un solo corazón. A partir del bautismo el cristiano queda entonces unido en alguna forma con la persona de Cristo y por consiguiente con el Corazón Santo de Jesús.

Recuerden que los cristianos no constituyen sino un solo ser con Jesucristo como miembros de una misma cabeza y jefe, y que, por tanto si Jesús está en este sacrificio en calidad de sacer-dote y de victima los que a él asisten deben igualmente partici-par de él como sacrificadores para ofrecer con Jesucristo, sumo sacerdote el mismo sacrificio que él ofrece a su Padre celestial, y como hostias y victimas que, junto con Jesús, han de ser in-moladas para la gloria de Dios en este acto sublime de nuestra religión sacrosanta.114

Puesto que ustedes participan del divino sacerdocio de Jesús y como cristianos y miembros ostentan el título y el oficio sa-cerdotal, deben ejercer tal maravilloso ministerio de ofrecer a Dios el sacrificio del cuerpo y de la sangre del hijo de Dios con las mismas disposiciones e intenciones con que lo hace Jesu-cristo115.

Las últimas referencias están tomadas del libro Vida y Reino de Jesús en el cual el autor todavía no ha desarrollado la doctrina sobre el corazón. Sin embargo, la manera de hablar de la unión del bautizado con Jesucristo sacerdote de la urgencia, que el cristiano tiene de asumir las mismas disposiciones e intenciones de Jesús, son claramente un campo en el que posteriormente san Juan Eudes explicitara la realidad de corazón de Jesús. Por esto sin temor al-guno se puede afirmar que el ejercicio laical de los bautizados está directamente referida a la realidad del sagrado corazón de Jesús.

114 OC, I, 460-461.115 OC, I, 465.

96 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

EL CORAZÓN MISERICORDIOSO DE JESUCRISTO Y EL SACERDOTE

La consideración del Corazón de Jesús con relación a la Eucaris-tía toca un punto central en la realidad sacerdotal y subraya de tal manera esta realidad sacramental, que ve en ella una representación muy particular de su mismo Corazón, también bajo la figura de hoguera de amor ardiente, que igualmente se convierte simultá-neamente en fuente de vida y en paradigma para la vida sacerdotal.

Las consideraciones sobre el corazón de Jesús se convierten, de esta manera, en el punto de unión entre la realidad del Corazón de Jesús y el ejercicio del sacerdocio para los presbíteros como se va a considerar a continuación.

La primera gran consecuencia que se desprende de lo expuesto hasta aquí por san Juan Eudes muestra muy a las claras que, en esta propuesta eudesiana, el corazón del sacerdote es el corazón de Cristo:

Un buen pastor es un salvador y un Jesucristo en la tierra, que ocupa el puesto de Jesús, representa su razón, está revestido de su autoridad, obra en su nombre, continua su obra de redención en el mundo. A imitación de Jesús emplea su espíritu, sus afec-tos, sus fuerzas, su tiempo, sus bienes y, si es necesario, entrega su sangre y su vida para procurar de todas las formas la salva-ción de las almas que Dios le ha confiado. Un buen pastor es la imagen viva de Jesucristo en este mundo, de Cristo que vigila, que ora, que predica, que hace la catequesis, que trabaja, que pe-regrina de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo; es la imagen de Cristo que sufre, que agoniza y que muere por la salvación de todos los hombres creados a su imagen y semejanza.116

116 OC, III, 31.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 97

Funciones orféticas del ministro

Las anteriores consideraciones de san Juan Eudes llevan a re-forzar la idea del corazón sacerdotal de Cristo como el corazón del presbítero. Desde el punto de vista teológico es preciso considerar que el sacerdocio del presbítero es continuación del único sacer-docio de Cristo, como lo enseña el gran principio teológico del actuar in persona Christi elemento muy claro en los escritos de san Juan Eudes

No hay más que un sacerdocio en la religión cristiana: “Unum est sacerdotium”, el cual originaria y soberanamente está en Cristo (…), de igual manera, propiamente hablando no hay más que un sumo sacerdote que es Jesucristo (…).117

Semejante afirmación viene a constituir una base firme para ex-tender la reflexión sobre el corazón de Jesucristo al corazón del presbítero, puesto que, Jesucristo es el sumo sacerdote, el funda-dor y autor de la orden del presbiterado.118

Cuando san Juan Eudes considera el ejercicio de las funciones sacerdotales, lo hace en forma tal que es casi una reproducción de lo que él mismo afirma sobre las llamas de amor que brotan de su corazón.

Consideremos lo que él es y lo que él ha hecho:

1. Con relación a su Padre.

2. Con relación a los hombres, y especialmente los que perte-necen a su Iglesia

3. Con relación a si mismo

4. Si consideramos lo que él es y hace con relación al padre, veremos que él es todo parea su Padre (…). Todo lo que pretende es dar a conocer, y hacer adorar y amar a su padre, y todos los designios de su padre están en manifestar a su

117 OC, III, 9.118 Cfr. OC, III, 182.

98 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

hijo (…). Ha puesto todas sus riquezas, su honor, su felici-dad, en buscar la gloria de su Padre y en hacer su santísima voluntad. Con este fin, se comportó de una manera muy santa en todas las funciones sacerdotales y las realizaba con disposiciones completamente divinas.

5. Si queremos ver lo que Jesucristo ha hecho con los hombres, especialmente con los de su Iglesia, no tenemos más que diri-gir la mirada de la fe sobre las cosas hechas por él y sufridas por él mientras estuvo en la tierra veremos que cada una de ellas es otra de tantas lenguas que claman: “tanto amo Dios al mundo, tanto amo Dios a la Iglesia…

6. Si consideramos lo que Jesús es y ha hecho con relación a si mismo, veremos que siendo sumo sacerdote, quiere tomar como bien la condición de hostia o de víctima y que viéndo-se como víctima destinada a la muerte y al sacrificio para la gloria de su Padre, se humilla y se aniquila continuamente (…) y que toda su vida no es más que un continuo sacrificio de cuanto hay en él para la gloria de su Padre.119

Además de los diferentes significados propios el término Cora-zón, vale la pena plantearse algunos de los contenidos con relación al Corazón de Jesús, que se refieren necesariamente al ejercicio del sacerdocio. Como ya se ha visto, el punto fundamental para este tipo de planteamientos radica en el hecho de los tres corazones que forman una solo, esto es el Corazón humano de Jesús, el Co-razón espiritual de Jesús y su Corazón divino son un solo Corazón. Con su Corazón humano experimenta y sufre las limitaciones pro-pias de la humanidad; su Corazón divino derrama su misericordia y la salvación sobre las tribulaciones y faltas de la humanidad.

119 OC, III, 190.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 99

Acción misionera

Otro aspecto que vale la pena destacar, en el pensamiento eu-desiano, es el de la misión, que nace precisamente del envío que el padre hace de su Hijo para la salvación de todos.

Él es el primero y soberano misionero, enviado por su Padre a todos los hombres para trabajar en su salvación. Es la prime-ra cualidad que su padre, le dio, que la trajo consigo del seno Paterno cuando él salió para venir al de la Virgen.120

San Juan Eudes en su vida sacerdotal da mucha importancia al aspecto misionero, pues de hecho paso muchos años de su minis-terio dedicado a las misiones. Igualmente en algún momento de su vida, quiso que su congregación fuera ya conocida como “los misioneros de la misericordia”. El tema de la misión no se reduce a un interés personal en la vida del santo, sino que constituye un punto fundamental en la obra salvífica y en la concepción del ejer-cicio del sacerdocio

Otras funciones proféticas

Además de la cualidad de misionero vale la pena subrayar otras cualidades entre muchas que san Juan Eudes subraya en el sacer-docio de Jesucristo, que se continúan en el ejercicio del sacerdocio ministerial. Una de las funciones sacerdotales de Jesucristo es la de enseñar. En palabras de san Juan Eudes es su función de Doctor:

Cristo sacerdote es visto como doctor “nos dio al doctor de jus-ticia” (Joel, 2, 23) (…) vino a la tierra para disipar las tinieblas de la ignorancia, la que estaba envuelta; para traer la luz al mundo: “Yo soy la luz del mundo” (Juan, 1, 8) y para enseñar-les las verdades del cielo, las verdades de la salvación, la ciencia de los santos.

120 OC, IV,154-155.

100 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Otra de las funciones que se refieren al presbítero es su función de médico:

También es médico, porque vino al mundo (…) para curar las enfermedades de nuestra alma, para resucitarlas y hacerlas pa-sar de la muerte del pecado a la vida de la gracia

Igualmente subraya su función de Sacerdote y Pastor:

Yo soy el buen Pastor

También hace presente de manera general la función de Salva-dor y de Juez:

Él mismo fue constituido por Dios juez de vivos y muertos (Hech 10, 42).121

Este breve vistazo de continuación de las funciones sacerdotales de Jesucristo, no puede distraernos del tema central que es el cora-zón de Jesús. Es muy claro que se trata del Corazón sacerdotal de Jesucristo que manifiesta su misericordia a través del ministerio de los presbíteros.

Espiritualidad de la unidad

Jesucristo es el único sacerdote y su sacerdocio es el único que existe y se hace presente en los fieles a partir de los sacramentos del bautismo y de la ordenación. El sacramento del orden se ejerce in persona Christi, según el principal postulado teológico del sacerdo-cio ministerial. La consecuencia de esta afirmación tiene un efecto muy importante desde la perspectiva del Corazón de Jesús, ya que, en otras palabras, el Corazón sacerdotal de Jesús se manifiesta a través del ministerio de los presbíteros. Con razón puede decirse que el ministerio presbiteral está inmerso en el amor ardiente del Corazón de Jesús.

“Ustedes no son sino un mismo sacerdote con el Soberano Sacerdote, puesto que no habiendo sino un sacerdocio en la

121 Las citas referentes a estas funciones se encuentran en OC, IV, 154-155.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 101

religión cristiana, el cual está originaria y soberanamente en Jesucristo y, por extensión y comunicación en los demás sacer-dotes, están verdaderamente consumados con él en la unidad, según la oración que dirigió a su Padre en estos términos: Que todos sean uno (Jn 17, 28)122

“Ustedes está revestidos de su Sacerdocio Real que es uno con el suyo”.123

El misterio del presbiterado que hace presente en forma con-creta el sacerdocio de Jesucristo, es una realidad subrayada con mucho vigor por san Juan Eudes.

Yo los honro como imágenes vivas y perfectas de nuestra ima-gen y perfecta de Jesucristo, hijo único de dios, con quien todos ustedes juntos no son sino un solo Sacerdote y están revesti-dos del mismo sacerdocio que su padre eterno le entregó y son uno con él como los miembros son uno con su cabeza.124

Un sacerdote es un Jesucristo que vive y camina sobre la tierra: “no toquen a mis Cristos”. Porque él tiene el lugar de Jesucris-to, representa su persona, actúa en su nombre, está adornado con su autoridad: “como el Padre me envío los envío yo a uste-des” (Jn, 20, 21).125

El autor subraya igualmente, que el único sacerdocio de Cristo, se ejerce a través del ministerio de los presbíteros. Sin embargo, esto no oculta el aspecto de la debilidad humana sino que manifies-ta la fuerza y el poder de Dios a través de esta debilidad: “él me dijo: te basta mi gracia, pues mi poder se manifiesta en la debilidad… me alegro en mis debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo, porque cuando soy débil, en-tonces soy fuerte” (2 Cor 12, 9-10). La maravilla del sacerdocio de

122 OC, III, 9.123 OC, ibídem.124 OC, III, 4.125 OC, III, 187.

102 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Jesús, manifestado en el sacerdocio del ministerio presbiteral, lleva a san Juan Eudes a afirmaciones sobre la grandeza del sacerdocio:

Ustedes son la parte más noble del cuerpo místico del hijo de Dios. Son los ojos, la boca, la lengua, el corazón de la Iglesia de Jesús; o mejor dicho, son los ojos, la boca, la lengua y el corazón del mismo Jesús. Son los ojos: porque por ustedes este buen pastor cuida continuamente su rebaño; por ustedes ilumina y guía… son su boca y su lengua; porque habla a los hombres por me-dio de ustedes y continúa predicándoles la misma palabra y el mismo evangelio. Son su corazón: porque a través de ustedes da la vida verdadera, la vida de la gracia en la tierra y la vida de la gloria en el cielo.126

De las anteriores citas se pueden deducir fácilmente dos grandes principios muy importantes para san Juan Eudes: uno es que el sacerdote es otro Jesucristo, que continua bautizando, predican-do, perdonando y haciéndose presente en la eucaristía válidamente a través del ministro ordenado. El otro gran principio se encuentra expresado en la afirmación “ustedes son su corazón” que, en algu-na forma, explicita la realidad, que aparece como una novedad teo-lógica y espiritual, de que el corazón del presbítero es el Corazón de Cristo, porque a través del sacerdocio ministerial manifiesta su amor y su misericordia para la humanidad.

Recordemos aquí la afirmación de san Juan Eudes acerca de los tres corazones de Jesucristo que son un solo corazón:

El tercer corazón, es su corazón divino que es el espíritu santo con el cual su humanidad adorable siempre estuvo más anima-da y vivificada que con su propia alma y su propio corazón (…) estos tres corazones forman un corazón muy único, lleno de amor infinito a la santísima trinidad y de una caridad inconce-bible para los hombres.127

126 OC, III, 14.127 OC, VI, 37.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 103

¿Quién tuviera todos los corazones de los hombres y de los án-geles, con toda la capacidad de amar que ha existido y que exis-tirá siempre, para dedicarlas a amar a Jesús, hijo de María, y a María, Madre de Jesús? pero esto no me dejaría contento. Hay que tener el corazón de un Dios para amar dignamente a un Hombre-Dios y a una madre de Dios. Gracias a Dios, yo tengo uno, porque Jesús se entregó todo a mí, y por consiguiente, me entrego su corazón. Si el corazón de Jesús es mi corazón.128

Semejante convicción se ajusta totalmente a la idea presente, aunque no muy desarrollada, de que el corazón del presbítero es el corazón de Jesucristo, en un sentido místico, esto es referente a la realidad del cuerpo místico de Cristo que, en el caso del sacerdote toma un significado y una fuerza muy grande.

EL CORAZÓN SACERDOTAL ES UN CORAZÓN MISERICORDIOSO

Los grandes principios de la espiritualidad eudista que se pue-den explicitar en los axiomas fundamentales de origen paulino, a saber, formar Jesús en el corazón y continuar y completar la vida de Jesús en la tierra (cfr. Col 1, 24), de modo que lleguemos a ser otro Jesús (Gál, 2, 20) llevan a la convicción de que a partir del bautismo, y, con mayor razón, en la realidad del sacramento del orden, se da una unión íntima con Jesucristo, una espiritualidad, no dual sino de profunda unidad.

Estos fundamentos estructurales de la espiritualidad llegan a descubrir la profunda consonancia de sentimientos, disposiciones (medios) e intenciones (objetivo) entre Jesús y el bautizado, entre Jesús y el ordenado, que crea una unidad de corazones (Hch 4, 32). El punto obligado de referencia, la conditio sine qua non, es la contemplación de Jesucristo como la realidad única, como la realidad más grande y más esplendorosa en el sacerdocio sea laical o ministerial.

128 OC, XII, 163.

104 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

En la realidad de Jesucristo san Juan Eudes nos conduce a un punto muy concreto. Ya al hablar del corazón de Jesús vemos la descripción que de él hace san Juan Eudes como una hoguera de amor ardiente que lanza llamas intensas y fuertes de amor al padre, a la Virgen santísima, a la Iglesia, a la humanidad. En este contexto del fuego del amor infinito y eterno de Jesús Juan Eudes subraya de manera especial el amor del corazón de Jesús a los más necesitados, a los miserables:

Nuestro benigno redentor está lleno de compasión de nuestras miserias y las ha llevado en su corazón con tanto dolor… que su corazón benignísimo ha sido herido por miles y miles de dolores muy sensibles y muy penetrantes.129

Con esta contemplación del corazón de Jesús como hoguera de amor ardiente llegamos a un punto clave en el pensamiento eude-siano, esto es, tocamos el concepto de misericordia en san Juan Eudes, el cual es destacado en forma tan admirable, que afirma que, entre todos los atributos de la santísima trinidad, el principal, el más destacado es la misericordia de Dios. Esto significa que el amor ardiente del corazón de Jesús a la humanidad se traduce en términos de misericordia:

Podemos decir que la misericordia de Dios es grande y es el más grande de los atributos de cualquier género que sea, por-que los efectos de la misericordia superan los del poder, los de la sabiduría, los de la justicia y los de todas las perfecciones divinas que podemos conocer en este mundo.130

Llama la atención este “descubrimiento” de la misericordia de Jesús, o de aquello que bien podría llamarse la llama de amor misericordioso de Jesús, que necesariamente toca aspectos muy concretos de la realidad del mundo y de la realidad personal. Po-dría decirse que hasta aquí tenemos una gran contemplación del

129 OC, VIII, 53.130 OC, VIII, 52.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 105

corazón de Jesús en general, y del corazón sacerdotal de Jesús en particular.

A partir del concepto de misericordia este amor se materializa, se vuelve muy concreto en las diversas realidades.

Jesús mío, salvador mío, soberano salvador mío, qué maravilla es esta que yo tenga, y verdaderamente, en lo último de mi ser a aquel que recibe desde toda la eternidad en el seno del padre… y ¡Ay Dios! ¡Cuántas misericordias! ¡Cuántos favores!131

El Corazón misericordioso

El tema del corazón (en este caso el corazón sacerdotal de Jesús) y el tema de la misericordia están muy unidos en el pensamiento de san Juan Eudes. De hecho, el autor se fija, al hablar de la mise-ricordia, en la etimología latina que fundamenta en las palabras cor y miser, lo cual explica su afirmación cuando afirma, casi a manera de definición: “es misericordioso, el que lleva en su corazón por compasión las miserias de los miserables”.132

Con este concepto fundamental del pensamiento eudesiano se crea un nexo irreversible entre el concepto corazón y el concep-to misericordia, lo cual permite hablar directamente del corazón sacerdotal como el corazón misericordioso, sea que se considere el sacerdocio laical, sea que se considere el sacerdocio ministerial.

Al tocar el tema de la misericordia o del amor misericordioso del Corazón sacerdotal de Jesús, el autor opta por un giro prácti-co, pues la misericordia puede considerarse como una espirituali-dad encarnada, fáctica. No es sorprendente encontrar la siguiente afirmación:

Tres cosas son requeridas para la misericordia, la primera es que se tenga compasión de la miseria del otro, porque es mi-sericordiosos aquel que lleva en su corazón las miseria de los

131 OC, I, 142-143.132 OC, VIII, 53.

106 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

miserables. La segunda que tenga una gran voluntad de soco-rrerlos en sus miserias, la tercera que pase de la voluntad al efecto133.

Semejante afirmación al creyente lanza ineludiblemente al cam-po de la acción, de la Teopraxis, del servicio a los más necesitados, o, según la invitación del papa Francisco, a abrirse a las periferias, a que la Iglesia se convierta en “Iglesia en salida”:

El amor del Padre de las misericordias lo llevo a enviar a su hijo a este mundo y hacerlo nacer en la tierra para la salvación de los hombres134.

La obra de la salvación que Jesucristo realiza, se prolonga a lo largo de la historia a través del ministerio sacerdotal que tiene di-versas funciones. Si bien hay muchas miserias en todo el mundo es necesario comenzar por reconocer las propias miserias para atraer la misericordia de Dios.

Si deseas experimentar los efectos de la misericordia reconoce ante todo que eres un abismo de miserias que tienes una nece-sidad infinita del socorro de la Madre de la misericordia y que eres infinitamente indigno de ella.135

El abismo de mis miserias atrae el abismo de sus misericor-dias.136

La realidad del mundo en sus diversas áreas: personal, social, política, económica, familiar, entre otras, presenta una abundan-cia de fallas, errores, pecados, en una palabra de miserias, que exige la presencia de la acción sacerdotal a nivel laical o nivel ministerial para llevar una presencia del amor de Dios, sin discri-minación alguna.

133 OC, VIII, 53.134 OC, VIII, 125.135 OC, VII, 16.136 OC, III, 491.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 107

Es aquí donde la creatividad nuestra, iluminada, por la acción del Espíritu Santo, tiene la oportunidad de responder a las miserias humanas con el lenguajes de la misericordia, que en muchas cir-cunstancias puede ser el único lenguaje de Dios que muchas perso-nas estén dispuestas a recibir, ya que muchos no quieren oír hablar de religión y a veces ni siquiera del tema de Dios.

Todos los hombres, por grande que sea su condición a los ojos del mundo, llevan en sí mismos, las marcas de su infamia, es decir, la condición de pecadores, que los debe mantener en un gran abajamiento frente a todas las criaturas. Sin embargo, ¡Que desgracia tan deplorable! aunque el pecado nos vuelve tan viles e infames, no queremos reconocer nuestra miseria se-mejante a la de satanás.137

Ejercicio sacerdotal de la misericordia

Existen muchas maneras en el ejercicio del ministerio sacerdotal de ejercer la misericordia frente a las necesidades de los demás. Una de esas maneras es la predicación esto es el anuncio de la pa-labra de Dios de todas las formas posibles. El mismo Juan Eudes experimenta esa realidad misericordiosa.

Durante más de cincuenta y cinco años Dios me ha dado la gracia de anunciar su divina palabra en gran número de mi-siones, no solo en los pueblos sencillos del campo, sino en las principales ciudades de Francia y, (si es permitido a un misera-ble pecador aplicarse las palabras del apóstol) no con palabras persuasivas ni estudiadas de ciencia humana (1; Cor 2, 4. 13) sino en la sencillez del Evangelio138.

Otra manera de practicar la misericordia en el ministerio sacer-dotal es el trabajo por la salvación de las personas, lo cual repre-senta un campo inmensamente abierto y variado, donde se admiten muchas formas de creatividad para llevar la presencia salvífica de

137 OC, I, 220.138 OC, IV, 5.

108 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Jesucristo a diversos ámbitos y diversos tipos de personas. Se trata de un vasto horizonte que incluye las diversas periferias y que da lugar a la inspiración creativa que procede del Espíritu Santo.

La primera y la mayor obligación que tiene el eclesiástico es trabajar en la salvación de las almas. Para este fin estableció el hijo de Dios el sacerdocio en la Iglesia. Solo por este fin se debe entrar en este estado, no para limitarse a la propia salvación como dicen muchos que aspiran a esta profesión (…) para su salvación (…). El asunto de la salvación de ustedes debe estar tan garantizado,… que sean capaces con la gracia de Dios de salvar y santificar a los demás139.

La salvación de las almas es la obra de las obras, la obra más divina de todas las cosas divinas140.

Otro camino de ejercer la misericordia desde el corazón sacer-dotal es en la celebración de los sacramentos.

Mirémonos como las fuentes del salvador de las que viene a sacar las aulas de la gracia, los que aspiran a la salvación; como los divinos instrumentos del Espíritu por los que aplica el a las almas el fruto de la vida y de la muerte de Jesucristo141.

Finalmente se abre un horizonte ilimitado para el ejercicio de la misericordia del corazón sacerdotal en el ejercicio de la caridad que, en este caso, es sinónimo de la misericordia. San Juan Eudes usa la palabra amor preferencialmente (aunque no exclusivamen-te) para referirse al amor del creyente a Dios; la palabra caridad para indicar el amor entre hermanos; en tanto que la palabra mi-sericordia la emplea preferencialmente para expresar el amor de Dios hacia nosotros y, a través de nosotros hacia los necesitados.

La cuarta obligación de un pastor es el ejercicio de la caridad. debe ser todo caridad para escuchar a cualquiera, para hablar dulce y amablemente a todos para hacerse afable y benigno a cuantos

139 OC, IV, 165.140 OC, III, 133.141 OC, III, 74.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 109

se le acercan, para visitar con todo cuidado a sus enfermos, sin esperar que se le llame, (…) para consolar a los afligidos, para dar un consejo a los que lo necesitan, para corregir y advertir a los que fallan, para reconciliar a los que están en discordia, (…) para asistir a cuantos estén en necesidad y para hacerse, en lo posible, el procurador, el abogado, el defensor, y padre de todos los pobres, y el refugio de los miserables.142

Semejante afirmación de san Juan Eudes habla por sí misma, ya que más allá de las afirmaciones detalladas que presenta para el ejercicio de la misericordia sacerdotal está sencillamente sugirien-do otras acciones, que no se limitan a esta enumeración, que sólo sirve de ejemplo para incentivar la iniciativa y la creatividad frente a las necesidades de los demás. No hay límites, no hay fronteras para la misericordia.

Constituirse en protector, defensor, consolador, Padre, refugio de los pobres, de las viudas, de los huérfanos, de los indefensos y oprimidos y de todos los miserables; procurar que estén asis-tidos en sus necesidades, pero especialmente que sean catequi-zados e instruidos y que se confiesen en las principales festivi-dades del año, visitar a los encarcelados (…) cuidar a todos los afligidos y desolados (…) tener caridad particular con los enfer-mos (…) visitarlos con frecuencia (…) y estar siempre dispues-tos a prestar a todos los mismos servicios de caridad lo mismo a los pequeños que a los grandes, a los pobres que a los ricos143.

En esta página de san Juan Eudes se percibe claramente la ac-ción misericordiosa que se origina en el corazón sacerdotal no solo del presbítero, sino del sumo sacerdote Jesucristo. Se trata senci-llamente de que el corazón de Jesucristo, desbordante de mise-ricordia, llega a encender el corazón de los presbíteros como in-termediario de su misericordia, de manera muy especial para los necesitados.

142 OC, IV, 187.143 OC, III, 40, N° 15.

110 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

CONCLUSIÓN

En el desarrollo de esta reflexión se ha podido detectar, en for-ma clara, un nexo fuerte y profundo de tres conceptos estructu-rales en el pensamiento de san Juan Eudes, a saber: el corazón, el sacerdocio y la misericordia, sobre los cuales se construye el oficio de profeta de la misericordia.

El proceso que se descubre en la doctrina eudesiana es muy diá-fano. En efecto del corazón del Padre de las misericordias, brota la palabra buena (Sal 45, 1), es decir, la palabra de Dios que se hace carne y toma un corazón humano, un corazón espiritual unido hi-postáticamente con el corazón divino.

Las cualidades del corazón divino de Jesús, esto es, el espíritu Santo, presenta en primer lugar un atributo, que, según san Juan Eudes, es el mayor y principal de todos los atributos divinos, a saber, su misericordia.

Fundamentado en el sacramento del bautismo y posteriormen-te en el sacramento de la ordenación, san Juan Eudes subraya la unidad existente entre Jesús y el bautizado, y con mayor razón, entre el presbítero y Jesucristo sumo sacerdote, hasta el punto de afirmar que el bautizado y, con mayor fuerza el sacerdote es otro Jesús sobre la tierra.

De esta propuesta doctrinal de la unión mística (pues se trata del cuerpo místico) entre el sacerdote y Jesús, se pasa a explicitar la importancia de ser los ojos, los labios, en una palabra el corazón de Jesús.

Resulta claro, entonces, que el corazón sacerdotal, como profeta de la misericordia, late al unísono con los sentimientos, las inten-ciones y las disposiciones misericordiosas del corazón misericor-dioso de Jesús, que es la misma misericordia del Padre. El campo queda abierto para traducir la fuerza de la misericordia en formas nuevas y adecuadas a las diversas necesidades y a las diversas cir-cunstancias de las personas, de las instituciones, de las situaciones de los diversos lugares a donde el Señor nos envía.

Sacerdote, Profeta de la Misericordia 111

En La Biblia del corazón de Jesús (Presses de la Renaisance, Pa-rís, 2007, p. 553), el padre Édouard Glotin afirma:

“… la encíclica Haurietis Aquas, con su doctrina del triple amor del corazón de Jesús había avalado la doctrina eudista de los “tres corazones”.

“La mayor parte de los comentarios de Juan Eudes persistían ampliamente en la distinción que él hace de tres corazones en Je-sús: su corazón divino, su corazón espiritual y su corazón corporal, “que, sin embargo, no son sino un solo corazón por la unión tan es-trecha que tienen en conjunto”. Y desde la aparición de Haurietis Aquas, validan con razón que el autor fue el primero en reconocer, como la encíclica, la armonía perfecta que une, en la unidad de la persona de Jesús, el Amor divino que tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo, la caridad infusa en su alma y en su afectividad psicológica (p. 539).

La disputa sobre el corazón a lo largo de los siglos XIX y XX

“En un trabajo de discernimiento, solamente en 1956 Roma se decidirá a hablar. La Encíclica Haurietis Aquas dejará abiertas en-tonces dos cuestiones que no le parecerá suficientemente madu-ras todavía para tomar una posición: por una parte, evitará decidir sobre la palabra “corazón” en la Biblia y, por otra parte, después de haber reconocido inmediatamente que el culto del Corazón de Jesús es unión con el Divino Amor, que es el Espíritu Santo, rehu-sará implicarse demasiado pronto en el debate subyacente. Por los demás, gracias a una teoría muy exacta del conocimiento simbóli-co, Pío XII pondrá el punto final a las discusiones al tocar el objeto del culto al Corazón de Jesús: fruto de una unanimidad moral de más de dos siglos, el misterio del Corazón estaba definido como el misterio del amor misericordioso de Cristo y de toda la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– hacia la humanidad pecadora (p. 416).

112

Por el tema ilustrado, esta copia tardía de un grabado de los hermanos Wierix (hacia 1586), habría podido servir de página de título de Vida y Reino de Jesús en las almas cristianas de San Juan Eudes

113

ExPEdiEnTE iconográfico

Jesús establece su trono en el corazón de un alma fiel para vivir y reinar en ella como soberano

“Al ver a este pequeño soberano en este corazón no es difícil reconoce que se trata de aquél de quien había hablado un Rey Pro-feta, cuando decía que su belleza le hizo dueño de los corazones y que en ellos reinaba con imperio porque sería el más bello de los hijos de los hombres. Sí, es el Divino Jesús que, siendo Rey por derecho de su nacimiento eterno, quiere serlo también por el de su nacimiento temporal, pero que desprecia la soberanía de toda la tierra, para reinar solamente en un corazón fiel. ¡Qué bello y qué encantador es él en este pequeño trono! ¡Qué suaves y amables son las Leyes que nos manda observar! ¿No ves que es el mismo amor, que está sobre su corazón, quien se las dicta? Este amor esencial entrega los destellos de su Majestad a la debilidad de nuestros ojos y hace capaz a este corazón de uno y otro, a pesar de todas las gran-dezas y todos los destellos que lo rodean. ¿Acaso, después de esto, te sorprenderás si este amable Soberano te asegura que el Reino de Dios está por dentro puesto que él mismo viene a reinar en tu corazón? Sin embargo, debes saber que es un Rey pacífico, que no tolera las revueltas y no se pone a combatirlas en un corazón por medio de la violencia, porque él quiere ser el dueño por amor, no tiene para él sino el desprecio y lo abandona a una infinidad de ti-ranos, que se convierten en sus dueños y que lo despojan de todo lo que tiene de más precioso para enriquecerse con sus despojos. Ten cuidado de no entregarles este imperio soberano sobre ti; porque tu pérdida sería sin remedio y este amable Soberano, que viene a compartir su Reino contigo para hacer de ustedes pequeños Reyes,

114 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

no los consideraría sino como esclavos y como sujetos rebeldes. Pídele, pues, que reine en tu corazón, como él lo hace en el de sus Ángeles, que tú ves sumisos al pie de su trono con tanta humildad: y dile con toda tu alma: Ven, mi Divino, Jesús, ven y reina en mi corazón en el tiempo y en la eternidad”144

144 Extractos de Las Divinas Operaciones de Jesús en el corazón de un Alma fiel, compuesto por el señor de Mello, Doctor en Teología, Consejero, Capellán y Predicador ordinario del Rey, París 1673.

115

¡una dEvoción SiEmPrE válida quE noS rEvEla la miSEricordia dE dioS!

Pierre Drouin, cjm

Pierre Drouin, eudista, biblista. Trabajó muchos años en Vene-zuela donde fue superior provincial. Luego, fue elegido superior general. A su regreso a Canadá, aceptó el servicio de superior pro-vincial. Hoy es pastor en Nueva Escocia, lugar de llegada de los eudistas, hace 125 años.

Hemos sido invitados por el Papa Francisco a vivir el año de la Misericordia. Cuando me puse a reflexionar, una cita de san Juan Pablo II me vino a la memoria:

“La Iglesia parece profesar y venerar de una manera particular la misericordia de Dios cuando se dirige al Corazón de Cristo. En efecto, acercarnos a Cristo en el misterio de su corazón nos permite detenernos en este punto -punto central en un cierto sentido, y al mismo tiempo el más accesible en el plano huma-no- de la revelación del amor misericordioso del Padre, que constituyó el mensaje central de la misión mesiánica del Hijo del hombre”145

Quiero releer con ustedes algunos textos de la encíclica Hau-rietis Aquas de Pío XII (15 de mayo de 1956) acerca del culto al Corazón de Jesús. ¿Por qué?

Primero porque conmemoramos este año el 60° aniversario de esta Encíclica, que está totalmente consagrada al estudio de los

145 Juan Pablo II, en Dives in Misericordia n°. 13.

116 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

fundamentos del culto al Corazón de Jesús. Me detendré exclusi-vamente en el aspecto bíblico que el Papa Pío XII invoca para mos-trar la legitimidad de la devoción al Corazón de Jesús, basándose en textos de la Sagrada Escritura. Luego releeré algunos textos bí-blicos que san Juan Eudes escogió para introducirlos en la misa y en el oficio del Corazón de Jesús que compuso.

Para esto, recordaré lo que el P. Jacques Arragain, eudista, de grata memoria, trabajó ardientemente por más de cuarenta años146 y que fue publicado en diversas revistas, a las cuales no es siempre fácil acceder.

1. ANTES DE LA ENCÍCLICA HAURIETIS AQUAS

Los teólogos que han estudiado la devoción al Corazón de Je-sús, antes de la publicación de la Encíclica Haurietis Aquas, no han dado toda la importancia que le damos hoy a los textos de la Escritura para establecer los fundamentos de tal devoción. Lo que les interesaba, ante todo, era el tema de la adoración de la humani-dad de Cristo, que forma parte de la adoración única de Cristo a la cual estaba unida la devoción del Sagrado Corazón. Ellos querían poner en evidencia la relación entre el Corazón, órgano físico, con la persona de Cristo. Y esto gracias a la relación natural y simbóli-ca del corazón humano con la vida afectiva y especialmente la vida de amor del individuo. Esto llevó a algunos de ellos a interrogar la Sagrada Escritura acerca del Sagrado Corazón. Lo hicieron de dos maneras. La primera consistió en buscar el significado de la palabra “corazón” en el diccionario, en el lenguaje corriente. Otros han concentrado el tema haciendo un análisis de la palabra “cora-zón” en la Biblia. Descubrieron entonces que el significado de esta

146 Jacques Arragain: La Encíclica Haurietis Aquas, Nuestra Vida, T. VI, N°. 53, p. 129ss; Aspectos del Culto al Sagrado Corazón, en El Amigo del Clero (67° año) N°. 20, 16 de mayo de 1957, pp. 304-310; La Espirituali-dad eudista del Corazón de Cristo. Las intuiciones teológicas subyacentes. Su pertinencia para el presente y el futuro. Conferencia dada en el Congreso de Paray-le-Monial, 1995. Yo retomo su texto casi palabra por palabra.

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! 117

palabra había evolucionado y que no representaba, como hoy, una referencia universalmente reconocida como afecciones sensibles del hombre.

“Han constatado que el ‘corazón’ es una realidad bíblica muy rica en sentido: es el principio de la vida sensible, intelectual y mo-ral del hombre; todos las acciones de las facultades del alma se refieren al corazón como a su fuente. Han buscado los versículos del Antiguo y del Nuevo Testamento donde se encuentra mencio-nada la palabra ‘corazón’, pasajes susceptibles de ser aplicados al Corazón de Jesús profética o inmediatamente, y que podrían ha-ber servido a preparar el comienzo del culto al Sagrado Corazón, desde los primeros siglos de la Iglesia”. En efecto no parece que la Sagrada Escritura haya querido poner en relieve de una manera particular el Corazón del Señor para representar su amor. Este si-lencio de la Sagrada Escritura explica sin duda el que hubiera sido necesario esperar el s. XII para ver aparecer el principio de una de-voción indiscutible del Corazón de Jesús. En efecto, la historia de esta devoción no tiene ningún testimonio preciso, en los primeros once siglos del cristianismo, que indicara, que el simbolismo del Corazón de carne aplicado al Corazón de Jesús o de la herida de su costado considerada como imagen de la herida de amor, pudiera aparecer como base de esta devoción. Se puede entonces compren-der que los teólogos no se detuvieron a considerar los fundamentos escriturísticos de la devoción al Corazón de Jesús.

2. EL APORTE DE HAURIETIS AQUAS

El papa Pío XII quien, con la encíclica Divino Afflante Spiritu (1943) había abierto en la Iglesia la investigación bíblica, nos ofre-ce en la encíclica Haurietis Aquas una nueva manera de utilizar la Sagrada Escritura. Exhorta a los pastores y a los fieles a estudiar los fundamentos del culto del Sagrado Corazón en la Sagrada Es-critura, y afirma varias veces las raíces escriturísticas de este culto,

118 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

lo detalla largamente, utilizando en forma abundante el Antiguo y Nuevo Testamento. He aquí como se expresa el papa Pío XII147.

N°. 10 “Por esta Encíclica, yo deseo comprometerlos, a ustedes y todo los hijos muy queridos de la Iglesia, a considerar con más atención los principios sacados de la Biblia y de la doctrina de los Padres y de los teólogos, sobre los cuales se apoya, como bases sólidas, el culto del Sagrado Corazón de Jesús”.

N°. 11 “Estimo que, habiendo puesto en la luz de la Escritura y de la Tradición los grandes principios fundamentales de esta tan noble forma de devoción, se facilita a los cristianos ´sacar con gozo de las aguas de la salvación´ (Is.12,3)”.

N°. 55 “Después de lo que acabo de decir, Hermanos, está bien claro que es a la Escritura, a la Tradición, y a la Liturgia a donde los fieles deben remontar, como a la fuente límpida y profunda de este culto, si quieren penetrar su naturaleza ín-tima y recibir por su mediación un alimento que los nutre y aumenta su fervor”.

N°. 64 “Invito, entonces, a abrazar con premura esta devoción a todos mis queridos hijos en Cristo…, sea a los que tienen la costumbre de beber de las aguas salvadoras que brotan del Corazón del Redentor, sea sobre todo a aquéllos que, como es-pectadores, miran desde lejos, teniendo el alma dividida entre la curiosidad y la duda. Consideren atentamente que el culto, del cual se trata, yo lo he dicho, está establecido desde tiempo en la Iglesia y sólidamente fundado en los Evangelios”

En estas citas vemos que el Papa inaugura una nueva manera de consultar la Sagrada Escritura en relación con el Corazón de Jesús. La diferencia con los teólogos de antaño es que no busca absolu-tamente en la Biblia los significados de la palabra “Corazón”; tam-

147 Citamos la encíclica Haurietis Aquas en la traducción hecha por Eduard Glotin. Los párrafos numerados de acuerdo al original en latín, AAS 48 (1956) 309-353; (01-12-2005). (Volvemos a encontrar esta traducción en Internet Haurietis Aquas en francés)

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! 119

poco busca indicios del culto al Sagrado Corazón presentado como símbolo o expresión de su amor. Busca solamente las pruebas del amor de Dios. Está muy bien comprendido, parece pensar Pío XII, que el culto del Sagrado Corazón es el culto al amor de Dios por parte nuestra, sobre todo del amor manifestado en la humanidad de Cristo Redentor. Nada más obvio entonces, para fundar este culto en la Sagrada Escritura, que “recorrer las páginas del Anti-guo y del Nuevo Testamento que nos revelan y nos exponen la in-finita e insondable caridad de Dios hacia la humanidad” (N°. 11).

“En fin, si se quisiera caracterizar de una forma cómoda este método, diríamos que el Papa Pío XII distingue cuidadosamen-te “el fondo y la forma del culto del Sagrado Corazón”148.

El fondo, (lo dice el mismo: “el objeto principal de este culto” (N°. 13), es el amor de Dios, manifestado sobre todo por el Verbo encarnado y redentor:

“La forma, es el hecho de tomar el Corazón de Jesús como sím-bolo de este amor divino extremadamente rico. El fondo solo debe ser buscado en la Sagrada Escritura y debe ser afianzado en ella. Pero no es así para la forma de este culto. En efecto, de esta forma (de esta simbolización del amor mediante el Co-razón de Jesús), el Papa lo dijo varias veces claramente que no hay que buscarla en la Escritura como tampoco en los escritos de los Padres. Él se encuentra entonces plenamente de acuerdo con los teólogos y lo afirma con total franqueza”:

N°. 13. “Está evidentemente fuera de duda, que los Libros Sa-grados nunca hicieron mención de un culto especial de vene-ración y de amor hacia el Corazón físico del Verbo Encarnado como símbolo de su ardiente caridad. Reconociendo plenamen-te este hecho, no debe extrañar y menos todavía poner en duda que el Antiguo y el Nuevo Testamento desarrollan el tema del amor de Dios hacia nosotros, objeto principal de este culto”.

148 J. Arragain, Aspectos del Culto al Sagrado Corazón, en El Amigo del Clero (67° año) n°. 20, 16 de mayo de 1957, p. 306. Retomo esta parte tal que la presenta el autor.

120 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Después de haber expuesto la prueba escriturística y patrística, agrega:

N°. 26 “Sin embargo notemos que: aun cuando estas citas de las Sagradas Escrituras y de los Padres -y de muchas otras que les son parecidas y que yo anexo aquí-, atestiguan claramen-te que Jesucristo fue dotado de emociones, afectos sensibles y voluntad, y que asumió una naturaleza humana para proveer nuestra salvación eterna, nunca han sido unidos estos afectos a su corazón físico, ni han indicado abiertamente el corazón como símbolo de su amor infinito”.

Pío XII reconoce también que el empleo del Corazón de Cristo como imagen del amor de Dios nació progresivamente en la Iglesia a lo largo de los siglos:

N°. 50 “Hay que confesar que sólo un paciente progreso debía permitir que un culto particular sea finalmente rendido a este Corazón, en cuanto imagen del amor humano y divino del Ver-bo Encarnado”

Y el primer personaje citado en la encíclica como “precursor de esta forma de piedad” es San Buenaventura (+1274). (N°. 51).

En cuanto a saber lo que el Soberano Pontífice piensa de la le-gitimidad de esta simbolización, es fácil darse cuenta, que la reco-noce perfectamente fundada tanto sobre la teología como sobre la experiencia común. La teología nos enseña que “…su Corazón, el elemento más noble de la naturaleza humana, está unido hipos-táticamente a la Persona del Verbo divino: es la razón por la cual le debemos el mismo culto de adoración, que le es rendido por la Iglesia a la Persona misma del Hijo de Dios hecho hombre. Se trata aquí de una verdad de fe… (N°. 12)

Además, conformándose con el aprecio y la experiencia común, Pío XII no duda en escribir: “La otra razón concierne especial-mente al Corazón del Divino Redentor y reclama especialmente para él también un culto de latría; es que su Corazón, más que cual-

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! 121

quier otra parte de su Cuerpo, es el signo natural y el símbolo de su inmensa caridad hacia la humanidad”.

En otra parte, Pío XII subraya que el Corazón de Jesús es como el nuestro:

N°. 22 “… tampoco se podría dudar que Cristo tuvo un Co-razón de carne semejante al nuestro. Los latidos del Corazón de Jesucristo, unido hipostáticamente a la divina Persona del Verbo, han sido inspirados sin duda alguna por el amor y por todas las demás pasiones…”

En otra parte Pío XII muestra que:

N°. 26 “sobre todo el rostro de nuestro adorable Salvador fue el indicador y como el espejo fiel de estos sentimientos, que conmoviendo de diversas maneras su espíritu,fluían (quasire-ciprocantesundaeattigebant) sobre su Sacratísimo Corazón y activaba sus palpitaciones”

Estos parecen ser los motivos que hacían visible a los ojos del Sumo Pontífice, el simbolismo del Corazón de Jesús, que es lo que hemos llamado la forma de este culto. Se ve que en ningún caso hace referencia a las Sagradas Escrituras.

3. EL FONDO DE ESTA DEVOCIÓN ES EL AMOR DE DIOS MANIFESTADO A LOS HOMBRES…

Y precisamente la expresión de este amor la Pío XII analiza lar-gamente sirviéndose de las Sagradas Escrituras.

Algunos se han asombrado que el Papa Pío XII buscara las prue-bas de la devoción al Sagrado Corazón en el Antiguo Testamento. Esto es muy normal cuando se entiende el método empleado.

Repetimos, no se trata de buscar en la Biblia pruebas concer-nientes al empleo del Corazón como emblema del amor, y menos todavía, una mención explícita o implícita del culto al Sagrado Co-razón. Se trata solamente de recordar que, desde siempre, la Sagra-da Escritura nos presenta a Dios como un Dios de amor. Sin lugar a

122 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

duda, es Cristo quien manifestó más y mejor esta “caridad infinita-mente ardiente de Dios”, pero el Antiguo Testamento nos da prue-bas de este amor tierno y misericordioso. Debemos agradecer a Pío XII haberlos evocado. Recordemos: el pacto entre Dios y su pue-blo es un pacto de amor (Ex.24,27; Dt.6,14). Moisés, los profetas y el Cantar comparan los lazos de amor entre Dios y su pueblo con la solicitud del águila, que invita al vuelo a sus hijitos (Dt.32,11), con el amor del padre que enseña a caminar a su hijo (Os.11,1), con el cariño de madre que no abandona a sus hijos (Is.49,14) o con la ter-nura del novio para su novia (Ct. 2,2s.). Pero, de una manera más precisa, Pío XII subraya que el Antiguo Testamento anuncia la encarnación redentora de Cristo “este prodigio maravilloso que sería la consecuencia del misericordioso y eterno amor de Dios”, y es el texto famoso de Jeremías 31,3s (que constituye la 3° lectura del oficio actual del Sagrado Corazón de san Juan Eudes), que el Santo Padre cita: “con amor eterno te he amado…”.

Pero son sobre todo los libros del Nuevo Testamento y espe-cialmente el Evangelio los que, según Pío XII, nos revelan toda la profundidad del amor de Dios hacia nosotros.

En lugar de recurrir a una enumeración de los textos, la encí-clica prefiere recoger las conclusiones de la enseñanza del Nuevo Testamento.

Dos consideraciones, sobre todo, hacen aparecer la naturaleza del amor de Dios. Por una parte la nueva Alianza, mucho más que la antigua, está fundada en la amistad, y nos lleva enraizarnos y a fundamentarnos en el amor (Ef. 3,17).

Por otra parte, el misterio de la Redención es un misterio de amor: amor de Cristo por su Padre, que le proporciona una satis-facción sobreabundante por el deshonor que le han causado nues-tros pecados, y también el amor de la Trinidad y del Redentor para todos los hombres: amor de justicia por una parte, y amor de mise-ricordia por la otra. Hay que notar sin embargo, a partir de la apari-ción del Verbo encarnado, el tipo de amor que Dios nos manifiesta.

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! 123

No se trata solamente, como en el Antiguo Testamento, de un amor espiritual: se trata aquí de un amor humano. En efecto Cris-to, nos dicen los escritos del Nuevo Testamento, tiene una natura-leza humana parecida a la nuestra en todo: por lo tanto tiene un Corazón de carne, capaz de palpitar con un amor sensible, per-fectamente armonizado con la caridad que anima su voluntad de hombre y con el amor infinito que comparte, como Verbo, con el Padre y el Espíritu Santo.

Después de haber hecho un estudio patrístico y teológico del Sagrado Corazón, el Papa Pío XII retorna ampliamente al Nuevo Testamento, para contemplar y meditar las acciones y los dones del Corazón de Jesús. Recordando los principales episodios de la vida del Señor, el Papa Pío XII muestra que es el amor lo que explica todos los demás sentimientos de Cristo, sus actos y sus palabras, así como los dones más preciosos que entregó a la humanidad. Esta meditación, a la vez teológica y espiritual, de los escritos del Nuevo Testamento es, según el Padre Arragain, una verdadera obra maes-tra (Nos. 30 a 47)

En conclusión vemos por qué es nueva la manera con la cual Pío XII interroga las Sagradas Escrituras, a propósito del Sagrado Corazón. El Sumo Pontífice busca exclusivamente las expresiones del amor de Dios y del Redentor.

¿Será que excluye sistemáticamente los textos donde se encuen-tra la palabra “corazón”? No, esta palabra se encuentra, por ejem-plo, en el texto de Jeremías (31,3. 33-34) citado en la encíclica (n°. 17): “Pondré mi ley en su interior y la escribiré en su cora-zón…”. Asimismo, el Santo Padre medita ampliamente (n°. 39) evocando el texto de Juan (19,34) sobre la herida del costado, de donde nació la Iglesia y de la que el agua y la sangre, que manaron, representan los sacramentos. Pero, de estos pasajes, no más que de otros, el Papa Pío XII no saca ninguna prueba de la legitimidad de la simbolización del amor de Dios en el Corazón de Jesús: solamen-te ve la revelación del amor de Dios y de Cristo a la humanidad.

124 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Se sabe que en este tema, la encíclica realizó una revolución. No se detiene, como se hacía entonces, a buscar los textos donde se puede encontrar la palabra “corazón” o de expresiones o imágenes que la sugieren. Al contrario, de una vez, da preferencia al signifi-cado: el amor divino del cual, más tarde, el Sagrado Corazón será tomado como símbolo, y se convertirá, con este título, en el objeto del culto. Pío XII se interesa por la manifestación del amor de Dios hacia nosotros, anunciado por Moisés y los Profetas, luego revela-do en el Verbo Encarnado, subrayando que éste es capaz de afecto sensible y de sufrimiento para nuestra redención. Así mismo, Pío XII conoce perfectamente los episodios del agua viva (Jn.7,37) y de la herida del costado del Señor (Jn.19,37) ampliamente comen-tados, y aún más, según la expresión del P. De Margerie “glorifica-dos” por los Padres149.

4. EL CORAZÓN DE JESÚS Y LA BIBLIA EN SAN JUAN EUDES150

Es obvio que en la lectura de la Encíclica, y particularmente de su profundización de la Biblia, nos sentimos muy a gusto al compa-rarlas con la hace que Juan Eudes de los fundamentos bíblicos del culto al Corazón de Jesús. Al mirar la Misa y el Oficio del Corazón de Jesús descubrimos la riqueza bíblica de estos textos compuestos por san Juan Eudes151.

149 Bertrand De Margerie, Historia doctrinal del culto del Corazón de Je-sús, Paris, Mame, 1992, t.1, p.63; E. Glotin La Biblia del Corazón de Jesús, Presses de la Renaissance, Paris 2007, p. 269-273.

150 Nos inspiramos del trabajo del P. J. Hannimann en El Corazón del Señor, La Colombe, Paris 1955, pp. 87-100.

151 La reforma litúrgica, después de Vaticano II, nos hizo revisar este Ofi-cio y la Misa.

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! 125

Veamos… Inmediatamente notamos, como lo enseñó el P. Ha-nimann152, que san Juan Eudes hace un cuidadoso inventario de los significados bíblicos de la palabra “corazón”.

Sin embargo, cuando él busca los textos escriturísticos para su oficio del Divino Corazón, no se detiene preferencialmente en los que contienen la palabra “corazón”, sino en los que expresan el amor de Dios o de Cristo. Para él, como para Pío XII, lo esen-cial del culto al Sagrado Corazón es celebrar el amor de Dios y de Cristo; no es nada sorprendente, por tanto, que encontremos en su obra litúrgica muchos textos que cita la encíclica. Tanto en uno como en otro es citado el texto de Oseas (11,1ss): “Enseñaba a ca-minar a Efraín…”, que es el texto sagrado de la hora de sexta; el de Isaías (49,14): “¿Acaso una mujer olvida al hijo que amamanta?”, que es la tercera antífona de las segundas vísperas; el de la Carta a los Hebreos (10,5-7): “Aquí vengo para hacer tu voluntad…”, que abre en forma magnífica el oficio, como la primera antífona de las primeras vísperas. La Epístola a los Efesios (3,17)153 donde se menciona todas las dimensiones “lo largo, lo ancho, lo alto y lo profundo” del amor de Cristo.

Dentro de este mismo espíritu, cuando san Juan Eudes escoge un texto para el Evangelio de su Misa, deja de lado los textos don-de la palabra “corazón” es mencionada o sugerida (Mt.11,29; Jn. 19,34) y prefiere el pasaje del Evangelio de san Juan (15,9-17) en el que Jesús afirma su amor por su Padre y por los hombres, y les deja como testamento su “mandamiento nuevo”, considerado por Pío XII como la meta principal del culto del Sagrado Corazón. Lo volveremos a mencionar.

Permítanme retomar dos textos importantes para Juan Eudes, que volvemos a encontrar en la misa del Corazón de Jesús celebra-da por primera vez en 1672, y que fue conservada después de la re-forma litúrgica de Vaticano II. El antiguo misionero tiene 71 años

152 P. Hannimann en El Corazón del Señor, La Colombe, Paris, 1955, pp.87-100.

153 9 Ver SJE OC, VI, 89.132; VII,164; VIII,108.417.

126 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

y, después de una larga contemplación, como fruto de la meditación de toda una vida, se empeña en mostrarnos al Hijo, que recapitula toda la humanidad, y la une a sí mismo frente al Padre; este Hijo se ofrece a sí mismo y la ofrece en su Corazón, totalmente vuelto hacia el Padre, a quien presenta la humanidad redimida y llevada en todo por el Amor.

Él quiere, como predicador-misionero, hacer de esta fiesta un llamado urgente a una vida cristiana más perfecta. Este Corazón de Cristo es, para él, el Amor Redentor que se entrega:

Quiere unirnos a Él como sus hijos et hijas (Rom.8)

Quiere hacernos vivir en la libertad de hijos e hijas, esto es dar-nos la vida en abundancia (Jn. 10,10).

1. Ezequiel 36,23-27

1.1 ¿Qué nos dice este texto? Durante mis estudios bíblicos, tuve la oportunidad de trabajar este texto con el Padre Stanislas Lyonnet. Me había interesado este texto, que yo había orado –como todos los eudistas- en el seminario, en el “Oficio Parvo”154. San Pablo y el Nuevo Testamento retoman este texto de Ezequiel, igual que el de Jeremías 31,para darnos a conocer la grandeza de la vida cristiana, del Amor de Dios por cada uno, y cada una de noso-tros, para hablarnos de la vida nueva que nos era dada.

La exégesis contemporánea reactualizaba toda esta riqueza. Yo me acuerdo, además, que había podido descubrir que en el s. XVII, un exégeta jesuita, Benedetto Justiniani155 había publicado dos gruesos volúmenes acerca de las cartas de san Pablo, en donde ha-

154 Officia parva Divinissimi Cordis Jesuac Purissimi Cordis B.M.V. a S. Joanne Eudes composita (et a S.C. Rituum approbata (13 junii 1864). P. LaroseEnr. Quebec Canada 1952.

155 Benedetto Justiniani (1550-19 de diciembre de 1622), teólogo jesuita y comentador de la Biblia. De Génova, Italia. Había escrito en 1612: In omnes B. Pauli Epistolas explanationes, 2 vols.

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! 127

cía esta relación tan auténtica con la Vida nueva que nos es dada por el gran Amor de Cristo. Nos habla del cambio de corazón…

“Corazón de piedra, corazón de carne…” y cita a Ezequiel. To-davía ignoro si Juan Eudes tuvo entre sus manos estos libros de Justiniani que no cita en sus obras.

1.2 Escuchemos primero a san Juan Eudes que nos habla:

(OC, VI,98) “Yo puedo decir que el Corazón divino de Jesús es el Espíritu Santo, ya que este divino Espíritu fue dado por Dios a todos los cristianos para ser su espíritu y su corazón, siguiendo la promesa que su divina Bondad les había hecho por boca del profeta Ezequiel”

(OC, VI,261ss) “¡Oh Dios mío, qué excesiva es tu bondad, qué admirable es tu amor por nosotros! Tú eres infinitamente digno de ser amado, alabado y glorificado… tú nos diste el Espíritu y el Corazón de tu Hijo, que es tu propio Espíritu y tu propio Corazón, y nos los diste para que sea nuestro propio espíritu y nuestro propio corazón, según la promesa que nos has hecho por boca de tu profeta, con estas palabras: “yo les daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo en ustedes” (Ez.36,26). Para que sepamos, como eran este corazón y este espíritu nuevo, que nos has prometido, has agregado: “yo pon-dré mi Espíritu, que es mi Corazón, en medio de ustedes”. Sólo el Espíritu y el Corazón de Dios son dignos de amar y de alabar a Dios, y son capaces de bendecirlo y amarlo tanto como él se lo merece. Por esto, Señor mío, tú nos has dado tu Corazón, que es el Corazón de tu Hijo Jesús… Ustedes, que leen estas cosas, pongan esto en su espíritu, que este Corazón les ha sido dado para que sirvan y honren a Dios, y para que cumplan su voluntad con un gran corazón y un gran amor (2 Mac 1,3), es decir con un corazón y un amor digno de su grandeza infinita”.

(OC, VII, 123) “Así como su amor incomprensible hacia noso-tros había concebido el proyecto de enriquecernos con el tesoro de los tesoros, que es su Corazón adorable,… él quiso prome-terlo mucho tiempo antes, por boca del profeta Ezequiel, con

128 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

estas palabras: “Yo les daré un Corazón nuevo”, “les quitaré su corazón de piedra”, es decir, este corazón duro e insensible a las cosas divinas y eternas: “Yo les daré un corazón de carne”, es decir, un corazón dócil, tratable, flexible a mis inspiraciones y a mis voluntades. Y queriendo darnos a conocer más claramen-te cuál es este corazón nuevo que quiere darnos, agrega: “Yo pondré mi Espíritu en medio de ustedes”; es decir yo pondré mi Corazón en su pecho, ya que su espíritu y su corazón son una misma cosa”

He aquí la promesa, que nuestro Salvador nos hizo de darnos su divino Corazón. ¿Hace cuánto tiempo que Nuestro Señor nos hizo esta promesa por boca de su profeta? La hizo más de seiscientos años antes de su Encarnación. ¿Cuántas veces nos lo ha hecho? Cuenten todos los momentos que han pasado du-rante todo este tiempo, y contarán otras tantas veces que nos ha reiterado estas palabras: “Yo les daré un Corazón nuevo” ya que están escritas en los Libros sagrados, en los Libros de Dios; y es el Hijo de Dios quien habla en estos libros, y quien habla siempre, porque estas palabras no son pasajeras, como las de los hombres, sino estables y permanentes. De manera que el Hijo de Dios nos ha hecho miles y miles de veces esta promesa.

¿Por qué, Dios mío, tantas veces? Era para preparar a los hombres a creer, a esperar y a desear el cumplimiento de esta promesa. Porque el don que promete es tan prodigiosoque,si lo hubiera prometido solamente una o dos veces,siendo ellos tardos para creer,(Tardicorde ad credentum Lc.24,25), no lo hubieran creído. Díganme ¿quién hubiera podido esperar tal gracia? ¿Quién se hubiera atrevido a pretender tal favor, de no tener sino un solo corazón con Dios? ¡Oh promesa grande y admirable! ¡Oh bondad inefable! ¡Oh amor sin igual! ¿No es suficiente, oh Jesús mío, que nos declares que tú nos amas como tu Padre te ama; que tú nos amas con el mismo corazón y con el mismo amor con que él te ama: Sicutdilexit me Pater, et ego dilexi vos (Jn.15,9)? Es demasiado para nosotros; pero no era suficiente para el exceso de tus bondades con nosotros.

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! 129

Tú deseas darnos tu Corazón, y por lo tanto el Corazón de tu Padre, que no tiene sino un solo Corazón contigo…”

OC, XI, 471 (Responso al I Nocturno de Maitines)

“Yo les daré un espíritu y un corazón nuevo. Yo pondré mi espíritu y mi corazón en ustedes para que ustedes amen con un corazón realmente grande y un espíritu lleno de ardor. Porque ustedes son los hijos de Dios y los miembros de Jesucristo, Dios puso su espíritu y el corazón de su Hijo en ustedes, para que no tengan sino un mismo espíritu y un mismo corazón con el Padre y su Hijo, su divina Cabeza. Para que amen a Dios con un gran Corazón y un deseo firme (2 Mac.1,3).

1.3 La interpretación de este texto

El profeta había anunciado (Jer.31,31-34)156 la llegada de la Nueva Alianza, que se opone a la Antigua, porque esta nueva Ley es un principio interno de acción. Ezequiel, unos veinte años des-pués (después de 586), presenta esta novedad de una manera toda-vía más clara cuando reemplaza la palabra “Ley” por las palabras “Espíritu y Corazón”. Estos versículos aportan, sin contradicción, algo absolutamente nuevo en la Revelación del Antiguo Testamen-to: nos dice que “el Espíritu”, que “el Corazón de carne” es el Espíritu de Dios (v.27) que vendrá no solamente sobre el Mesías (Is.11,1-5) sino también sobre toda la comunidad mesiánica; que es un principio de acción, dado al ser humano (v.26). Este Espíritu, que es un poder de renovación, capaz de hacer nuevas todas las cosas, va a cambiar el corazón de todos los hombres, es decir, va a renovar en ellos toda su vida, no solamente a traerles una restau-ración política sino también la purificación de su pecado (v.25); que su corazón duro y obstinado será reemplazado por un corazón dócil a la voluntad de Dios.

La Revelación del Nuevo Testamento, y particularmente San Pa-blo en la Carta a los Romanos y a los Gálatas, nos da a conocer la

156 Citado en Haurietis Aquas 17 y 60.

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naturaleza de este Espíritu, de este Corazón de carne de Ezequiel. Para él, es la persona misma del Espíritu Santo157.

“En efecto, éstos son hijos de Dios, que son conducidos por el Espíritu de Dios: no han recibido un espíritu que los hace escla-vos… sino un Espíritu que los hace hijos adoptivos”, “Hijos, lo son ustedes: Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba, Padre!” (Rom.8,15 y Gal.4,6).

Esto es lo que lee para nosotros san Juan Eudes, permaneciendo muy fiel a la exégesis, que de estos textos se hace. Como lo he-mos visto, el Espíritu Santo es el Corazón divino de Jesús y tenemos aquí la explicación de la elección que Juan Eudes hace del texto de Ezequiel. Nos dice que el Corazón divino de Jesús es el que derrama en nosotros su amor, como lo canta Rom. 5,5-11, en donde cierta-mente hace referencia al amor de Dios, como se puede deducir del v.8: “En esto Dios prueba su amor por nosotros: Cristo mu-rió por nosotros cuando todavía éramos pecadores”. En el v.5 “El amor de Dios fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”158.

157 Legasse S., Epístola de Pablo a los Romanos, Cerf, Paris 2002, p.483; Lyonnet S. “Rom.8,2-4 a la luz de Jeremías 31 y de Ezequiel 35-39” en Melan-ges Eugene Tisserant, t.I, Roma 1964, p.311-323; Biblia de Jerusalén, Epís-tola a los Romanos, Cerf. Paris 1967; Fitzmyer J.A., Romanos, The Anchor Bible, Doubleday, New York 1993, p.124-126

158 Encontramos este texto como segunda lectura de la Misa del Corazón de Jesús en su nueva versión, después de la reforma de Vaticano II. Ver SJE OC, VI, 89. ¿Por qué la escogencia de estos versículos? Claramente porque expresan, al mismo tiempo, la gratuidad y la generosidad del amor de Dios, en “cuando todavía éramos pecadores”, los cuales maravillaban a San Juan Eudes y que él supo transcribir en una antífona de Segundas Vísperas. El versículo 5, sin embargo, debe llamarnos más la atención, ya que esta efusión del amor de Dios en nuestros corazones por el Espíritu Santo otorgado, es la realización de la nueva Alianza de la profecía de Ezequiel. Sabemos que la Misa del Corazón de Jesús revisada fue aprobada por la C. de los Ritos, el 8 de febrero de 1966.Ver H. Macé:“El Oficio y la Misa del Corazón de Jesús” 1672-1972, Vie Eudiste N° 3, septiembre de 1972, p.123s.

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! 131

Lo extraordinario, es que, por la fuerza del Espíritu Santo en no-sotros podemos y debemos llamar a Dios “Abbá, Padre”. Es lo que nos enseña Pablo cuando dice que el Espíritu, que hemos recibido, es el Espíritu de filiación adoptiva con el cual gritamos Abbá, Padre. En Gálatas 4,5-7 “… para que recibiéramos el ser hijos adoptivos. Y como prueba de que realmente son hijos: Dios envió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que grita: ¡Abba, Padre! Entonces ya no eres esclavo, sino hijo; y como hijo, también heredero; es la obra de Dios” Jesús podía ciertamente orarle de esta manera, y ahora nosotros podemos hacerlo también, porque hemos recibido el Espíritu de su Hijo. Podemos comprender lo que decía san Pa-blo: “Este Espíritu es el que nos atestigua que somos hijos de Dios” (Rom.8,16) y el v. 17 “Hijos y por lo tanto herederos: herederos de Dios, coherederos con Cristo”. Y esto, en sentido propio y no me-tafórico. Es lo que quiere decir, hijos, hijas de Dios. La acción del Espíritu dentro de nosotros nos hace verdaderamente hijos, hijas y no esclavos, lo cual nos hace libres, libres en el amor.

El Espíritu, el Corazón que nos ha sido dado es nuestra Ley, nuestra Fuerza, y somos libres porque actuamos de acuerdo con el Espíritu que nos habita… porque actuamos con nuestro Gran Corazón (S. JuanEudes). El perfecciona interiormente la inteligen-cia y la impulsa a pensar bien y así, por amor, actuamos como si lo pidiera la Ley del Espíritu, el Corazón que nos habita (Rom. 8). Somos libres porque esta fuerza que nos habita, nos inclina a obrar según la Ley de Dios. Así podemos comprender por qué el cristia-no puede estar “sin ley”, sin estar obligado por una ley exterior, sin ser una persona “a-moral”, sino viviendo una vida moral perfecta. Pensemos en los frutos del Espíritu (Gal.5,22).

2. Juan 15,9-17

La escogencia del texto del Evangelio que hace san Juan Eudes es notable. No tomó Jn.19,34, que narra la herida del costado de Jesús, donde una parte de la tradición vio la mención implícita del corazón, tampoco Mt.11,29, donde Jesús proclama que él es

132 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

“manso y humilde de corazón”, sino Jn.15,9-17. A este misionero, que es también fundador de una comunidad “totalmente apostó-lica”, le gusta contemplar particularmente a Jesús en el evangelio de Juan.

Para esta fiesta, sacó del “Evangelio de la comunidad” (Juan cap.13-17)159 el texto que propone a nuestra meditación, y no duda en renunciar al símbolo cuando éste no le parece evocar suficien-temente el amor de Cristo que quería celebrar por encima de todo.

El texto es claro: la realidad que quería celebrar, ante todo, es el amor de Cristo enviado-misionero de su Padre para los hombres, lo cual no impide que este amor sea simbolizado por el Corazón. Queriendo permanecer fiel a quien escogió este texto, me parece que debemos hacer una lectura “misionera” de este texto. Para Juan Eudes, la fiesta del Corazón de Jesús, “corazón y vida” de nuestra comunidad, debe producir en nosotros los frutos de vida y de gozo por la misión que nos es confiada como Iglesia.

2.1. ¿Qué nos invita a contemplar?

Contemplamos el Verbo hecho carne, enviado del Padre (5,23.37; 6,38s.; 7,28; 17,3. 18. 21.25), que, en su Amor infinito, sale de sí mismo para habitar entre los hombres y para hacer nacer el hombre nuevo, engendrar en el nobles sentimientos (Fil.4,8s) y una nueva manera de vivir entre ellos. Es la manifestación del amor de Jesús por la humanidad. “Los amo” dice Jesús (Jn.15,9) quien

159 Preferimos el plan: 1. Prólogo (1,1-18); 2. El libro de los signos (1,19-12,50); 3. El libro de la comunidad (13-17); 4. El libro del cumplimiento (18,1-20,31). 5. Epílogo (21,1-25). En la tercera parte se trata de retomar el mensaje final de Jesús a los suyos, esto es a sus comunidades. Y este mensa-je se entiende bien solamente en un dinamismo personal del don total por amor (Jn.13s.). Seguimos el plan de distintos comentadores del Evangelio de Juan: X. Leon-Dufour, Lectura del Evangelio de Juan, Seuil, 4 vol. 1988-1996; F. Rubeaux, Mostranos o Paiumaleitura do QuartoEvangelho, CEBI N°. 20, 1989; A. Marchadour, El Evangelio de Juan, Comentario pastoral, Paris, Centurion, 1992.

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! 133

descendió del cielo voluntariamente y que vino aquí abajo para de-cirnos “Los amo… y los amor como mi Padre ama” (SJE, OC, VIII, 275).

Jesús realiza la misión recibida del Padre manifestando al mun-do el amor del Padre160.¿Cómo lo hace? Buscando al otro, yendo a su encuentro en su vida cotidiana, “viviendo con”, reconociéndolo en su realidad concreta y todo esto a fin de que el hombre sea libre (Jn. 8,32.36) y viva en plenitud (Jn.10,10).

En este evangelio de la Comunidad (Jn.13-17)161 Jesús no habla a unos individuos, sino más particularmente a las comunidades de origen diverso (judíos, griegos, samaritanos), de contexto cultural diverso, que manifiestan ya una cierta posibilidad de un compartir pacífico entre las diferentes culturas. Los llama a todos “sus amigos” (Jn.15,15); les enseña que es posible vivir juntos (Jn.4,39-40); que

160 El amor del Padre, manifestado en Jesús, y que ahora debe ser el di-namismo propio de la comunidad, ya que el amor es el don de la vida en función de un + de vida; es también la solidaridad que hace nacer lazos de comunión y lleva al compromiso de continuar lo que hacía Jesús: “Así como yo los amo, ámense los unos a los otros” (Jn.15,12). El Hijo, movido por el amor del Padre, da la prueba por excelencia de este amor “dando su vida por sus amigos”. La comunidad está en comunión con él en la medida que practica la misma cosa. Es por esto que el autor de la Primera de Juan, meditando la in-mensidad de este amor del Padre en Jesucristo llega a decir. “Dios es amor”.

161 Jesús realizó la misión recibida del Padre. Ahora son las comunidades que asumen este compromiso (Jn.20,21). Juan conservó la memoria de la persona de Jesús y de su misión para marcar bien el camino a seguir por las co-munidades. Como lo hizo Jesús en su tiempo, ahora, nosotros hoy… Estos capítulos guardan el testimonio espiritual de Jesús: son sus últimas volunta-des. Fueron conservadas entre el libro de los Signos y el de la glorificación o del cumplimiento, para mostrar que todas las comunidades deben vivir en tensión constante el hecho de ser a la vez signo vivo que conduce a la plena realización. La comunidad es la que lleva adelante ahora el proyecto de Vida. Es por eso que ella está confrontada a las mismas persecuciones y dificultades que vivió Jesús. He aquí el plan que hemos escogido: 1. Seguir con la praxis de Jesús (Jn.13,2-38) 2. Como hijos, con la fuerza del Espíritu (Jn.14,1-31); 3. La nueva comunidad de Jesús (Jn.15,1-17); 4. La persecución (Jn.15,18-16,33); 5. La oración de Jesús (Jn.17,1-26).

134 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

hay mucho de bueno, de bello, de positivo en el otro. Claro, esto no quiere decir que quedan eliminados los conflictos, los proble-mas internos, pero que todo esto es un desafío al amor. Les dice que hay que amar a los demás (Jn.15,12.17) esto es escucharlos (Jn.4,7. 35; 12,20); que la relación con el otro va hasta una amistad incondicional: dar la vida por sus amigos (Jn.15,13). Para Jesús y por él, las comunidades tienen como fundamento principal de su misión, el Amor, la práctica del Ágape.

2.2 Estas comunidades continúan a Jesús Misionero

2.2.1 Para Juan y también para Juan Eudes, Jesús, el Enviado del Padre, no es solamente un testigo personal y único. Jesús y las comunidades son una misma cosa. Recordemos:

• Juan 15,1-2: “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos”

• Juan 17,18: “Como me enviaste al mundo, así yo los he enviado a ellos”

• Juan 15,26-27: “Cuando vendrá el Paráclito, que yo les enviaré del Padre, el dará testimonio de mí y ustedes también serán testigos porque ustedes están conmigo”

• Juan 14,12: “Aquel que crea en mí hará también las obras que yo hago”

• Juan 20,21: “Como el Padre me ha enviado, así yo los envío a ustedes”

Las comunidades son enviadas y, si son enviadas, deben aceptar el desafío misionero de Jesús.

Entonces las comunidades deben continuar a Jesús y por lo tanto, como él, salir de ellas mismas, esto es, amar con un amor infinito; deben escuchar, acoger y “vivir con” el otro; deben ma-nifestar a Jesús que se hace presente en el otro, en su lenguaje, en sus gestos, en su manera de ser diferente, y descubrir su novedad. Deben como Él, encarnarse para dialogar, para ser solidario con los hombres.

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! 135

Y Jesús, quien es la manifestación del amor del Padre, el Me-diador entre el Padre que lo envía y las comunidades humanas a las que fue enviado (Jn.17, 17s), no fue enviado para condenar sino para anunciar la Buena Nueva, que hace del otro un amigo (Jn.15,14), lo fortalece y lo rehace… Esto implica que, en la misión de Jesús que la comunidad continúa, es preciso reinventaractos concretos de ágape continuamente y en cada contexto histórico.

2.2.2 Pero para continuar a Jesús, las comunidades deben “per-manecer en su amor”, esto es, responder al amor de Jesús, que nos él manifiesta, “amar con su Gran Corazón”. Él nos amó primero, él “permanece” en su Padre y debemos nosotros también “permane-cer” en su amor, dejarnos amar por él, ser fieles a lo que vivió, a su Palabra, continuar su vida, revestirnos de sus sentimientos de mi-sericordia, esto es, tener buenas relaciones con las personas, querer su bien, hacerles bien. Esto nos permitirá crecer lentamente por medio del compartir cotidiano, sencillo, paciente y fiel y “perma-necer” realmente en su amor.

¿De qué amor se trata, en el que debemos permanecer y que debemos practicar para continuar a Jesús misionero, amar como él amó, amar con su Gran Corazón? ¡Hay que amar con el mismo amor con el cual amó al mundo! Para esto es preciso contemplar el amor de Jesús… El amor, que el Padre revela en el Corazón de su Hijo, es el don de la nueva Alianza, que manifiesta y enseña a sus amigos (Jn. 15,14-15), que son las comunidades compuestas de sus discípulos para que ellas puedan vivir también el ágape, como el proyecto del Padre en la misión (v.16).

El amor de Jesús es una actitud de vida, una mística que siempre hay que buscar. Este amor rompe todas las cadenas de dominación o sumisión del otro (Jn.15,15). Engendra nuevas relaciones entre las personas, la amistad, la que ya no tiene secretos (15,15); es la fraternidad que informa y forma; es una amistad sin condición has-ta la muerte (v.13); es lo que empuja a actuar. Las comunidades deben, entonces, vivir de este amor, que es en realidad el proyec-to del Padre en la misión. “Este Corazón les ha sido dado a fin de que sirvan y honren a Dios, y que hagan su voluntad con un Gran

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Corazón y un gran Amor” (II Mac. 1,3)… ámenlo con todo el amor de su Gran Corazón” (OC, VI, 261s)

2.3 Frutos: La vida y la alegría

¿Qué pasará en esta comunidad, que contempla el Corazón de Jesús, su amor por la comunidad y que continúa a misión? ¡Va a producir frutos!

En lo cotidiano de la comunidad, el amor debe ser vivido para dar VIDA y ALEGRÍA. ¡Pero hay que amar con el amor de Jesús! Este amor implica el don de sí mismo, que se convierte en el princi-pio que rige la vida del hombre nuevo… Nacen nuevas relaciones, cuyo fruto es la vida en abundancia y la alegría plena. Ya no hay sitio para el cristiano individual y solitario (los sarmientos). Ya no hay sitio para el mal, para el pecado que destruye el amor. Nos hace vivir en función del otro.

La comunidad que ama como Jesús, vive y anticipa la ALE-GRÍA, la salvación, la esperanza, la armonía, amándose los unos a los otros, y la misión recibida de él, está hecha de amor incon-dicional por el otro… Ella trae una conversión humana y social pensada desde el otro… Trae una alianza nueva que hace nacer la comunidad que era negada por el pecado. Provoca el encuentro, la solidaridad entre los que trabajan en hacer nacer, como Jesús, un mundo nuevo y ella produce los frutos del amor: la VIDA y la ALEGRÍA (Jn. 10,10; 15,11).

Ahora entendemos mejor la elección que Juan Eudes hace de este texto para celebrar el Amor de Dios cuyo objeto es la comuni-dad. La comunidad, que es la Iglesia, está llamada, dondequiera se encuentre, a continuar la misión de Jesús. Tiene que “permanecer en su amor”, esto es, vivir este amor entre nosotros, en el seno de nuestra comunidad. Ella debe amar el mundo con su Gran Cora-zón, a fin de que haya vida en abundancia (Jn.10,10) y que todos los hombres sean llenos de la verdadera alegría de Dios (Jn.15,11).

¡Una devoción siempre válida que nos revela la misericordia de Dios! 137

¿Tenemos que leer esta página del evangelio en continuación de las palabras de Ezequiel? Aparece entonces cómo, por el don del Corazón, el Señor está presente con los suyos, “permanece en ellos”, y los hace participar de su vida de amor, amor del Padre y amor de los hermanos. Estas páginas de la Escritura nos hacen en-trar en la inteligencia de las profundidades del Misterio. Jesús “que quiere ser el Corazón de su corazón, el Espíritu de su espíritu. Él quiere establecer su vida en ustedes. Él quiere que todo lo que está en él viva en ustedes, que su Alma viva en su alma, su Corazón en su corazón, su Espíritu en su espíritu” (OC, VI, 107). Es la “vida nue-va” dada en el Bautismo (Rom.6,4) (OC, I, p.508-509; II, p. 183).

Sabemos que la Encíclica no tuvo el influjo, que hubiera debido tener y, a pesar de que el culto al Corazón de Jesús es objeto de notables trabajos, hoy en día, de parte de ciertos especialistas162, conoce también un descenso en el seno de la cristiandad163.

Hemos querido celebrar este año jubilar de la Misericordia, re-leyendo algunas partes de la Encíclica Hauretis Aquas y revisitar el acercamiento bíblico de san Juan Eudes cuando instituye la fiesta del Corazón de Jesús. A nosotros nos toca meditar y dar a conocer los textos bíblicos que escogió para la celebración de la fiesta del Corazón de Jesús y colaborar así con lo que Pío XII afirmaba: “que sea tan estimado el culto del Sagrado Corazón que se vea, en su práctica, la perfecta expresión de la religión cristiana”.

A nosotros toca hacer de nuevo la experiencia de la actualidad del culto del Corazón de Jesús. ¿Cómo hacer?

• Reflexionar todo esto, lentamente

162 L. Legare La estructura semántica. El lexema corazón en la obra de Juan Eudes, Montreal, Les Presses de la Universidad de Quebec, 1976; E. Glo-tin, La Biblia del Corazón de Jesús, Presses de la Renaissance, Paris 2007; B. De Margerie, Historia doctrinal del culto del Corazón de Jesús, Paris, Mame, 1992, t.1; t.2 El amor convertido en luz, ed. Saint Paul, Paris, 1995.

163 Cf. Theo, Nueva Enciclopedia católica, 1989, p.748 20 HA 60.

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• Meditar y predicar estos textos bíblicos, y los de san Juan Eu-des, para descubrir mejor el valor vital de esta comprensión del Corazón y de su riqueza en la sencillez. Es necesario que pro-fundicemos constantemente nuestra espiritualidad. Todo esto nos lleva a contemplar el Amor de Dios revelado en Cristo. A servir al Señor con alegría, a descubrir la acción del Espíritu Santo en nuestra vida de cada día. A continuar en nuestra vida a amar como Cristo ama… a vivir todo en la caridad fraterna.

139

una ESPiriTualidad dE fuEgo – San Juan EudES

Gilles Ouellet

El Padre Ouellet es consejero general y ecónomo provincial de la provincia de América del Norte y de Filipinas. Durante muchos años participó en la realización de los Congresos de diversas co-munidades canadienses, que pertenecen a la Escuela Francesa de Espiritualidad.

En la época de la madurez de san Juan Eudes, un pintor llamado Jean Leblond (1635-1709) nos dejó un retrato del fundador de la Congregación de Jesús y María, llamada “los Eudistas”. Este retra-to está hoy en los Archivos de la Congregación en Paris. Descubri-mos en la esquina superior izquierda Aetatis 1673, lo que indica la edad del personaje. El sacerdote misionero está representado con un crucifijo en una mano y en la otra la imagen simbólica de un

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corazón en llamas, coronado por una cruz, que lleva la inscripción: “Cor Jesu et Mariae fornaxamoris”, “Corazón de Jesús y María, ho-guera de amor”, el objeto central de su predicación.

El año anterior, el 20 de octubre de 1672, Juan Eudes había hecho celebrar por primera vez, una fiesta litúrgica dedicada al Co-razón de Jesús, para la cual había compuesto una misa y un oficio. “Al parecer, Hacia 1668-1669 Juan Eudes tomó la decisión de crear una fiesta del Corazón de Jesús contemplado en sí mismo, como el hogar primero del Amor nuevo, como el centro y la fuente de donde los otros corazones, por tanto también el de María, recibes el amor y la vida”164. Los textos propuestos a sus hermanos y a la Congregación de las Hijas de Nuestra Señora de la Caridad para la celebración de la fiesta están llenos de imágenes de hogueras, bra-sas, llamas devoradoras. “Qué lirismo… en toda la Misa, la “Misa de fuego” como se la llamaba en el s. XVII…”165. La expresión que utilizó M. Gastoué, y que se le atribuye a menudo, es del P. Curley, jesuita. En un estudio sobre la Madre de Saumaise, hizo un bello elogio de la misa del beato en honor del Sagrado Corazón de Jesús, cuya composición atribuía, por error, a la Madre Joly. “Si tuviéra-mos que darle un nombre, la llamaríamos la “Misa de fuego”. Es el eterno amor estallando en notas suplicante y enternecidas”166. En un libro reciente del Padre EduardGlorin, jesuita, que tiene como título La Biblia del Corazón de Jesús, podemos leer: “Desde el final del s. XVII se han contado más de una docena de formularios dis-tintos de misas al Corazón de Jesús. La elección del Evangelio era significativa cada vez. Para su “misa de fuego”, la primera en fecha (1670), san Juan Eudes había escogido el conjunto de textos que

164 Paul Milcent, Un artesano de la renovación cristiana en el s.XVII, San Juan Eudes, Cerf, 1985, p.455

165 G. Gastoué, El culto litúrgico del Sagrado Corazón desde la Edad Me-dia, Revista de los Sagrados Corazones, 1913, pp.465-476

166 Charles Lebrun, Diccionario de teología católica, 1915, t.V, coll.1466-1482. Estos datos son retomados en J.Dauphin- C. Lebrun, El Beato Juan Eudes, su Apostolado, su Doctrina, sus Institutos, 1909, Paris, Lethielleux. El número especial de la revista Vida Espiritual, n° 69, junio de 1925, pp.229-328. (porL. Poisson, L Levesque, J. Guaderon, D. Boulay, Fr. Hulin)

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 141

se abre a partir de la declaración de amor de Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me amó, yo también los he amado”. Celebrar el Corazón de Jesús, era contemplar, en su “Corazón de carne”, el amor que baja de su fuente divina hacia el corazón de los hombres y se convertía para ellos en el modelo del “más grande amor”167.

167 EduardGlotin, La Biblia del Corazón de Jesús, Presses de la Renaissan-ce, 1997, p. 252

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Relacionando el símbolo del corazón, evocado en el retrato de Lebond, con otra imagen, la de Nuestras Señora de los Corazones, que Juan Eudes distribuía en sus misiones, podríamos entender el sentido,que Juan Eudes intenta proponer a los discípulos de sus congregaciones y a los fieles, que encontraba en sus misiones, por los textos de su oficio y de su misa del Divino Corazón de Jesús.

Esta imagen lleva el nombre de Nuestra Señora de los Cora-zones, inscrito en una viñeta muy arriba en su parte superior168. Arriba se puede leer: “Cor Jesu et MariaeFornax amoris”, la misma expresión que en el retrato de LeBlond, y abajo, en banderolas blancas, un poco como en las burbujas de los dibujos animados, dos frases pronunciados por los eudistas: “Regina Cordisnostri”, y “Cornostrum in manutua”.

“Existen dos ediciones de esta imagen impresa por Huet “En la ciudad de Anvers”, Rue Saint-Jacques, a Paris. Una está en el monasterio de Nuestra Señora de la Caridad, en Caen, y lleva abajo la oración: “Ave Cor Jesus et Mariae”. La otra, en los Archivos Nacionales, lleva dosinvocaciones a los Sagrados Corazones. Por otra parte, aprendemos por el P. Malebeuf (op.cit. II,44) que el monasterio Nuestra Señora de la Caridad, en Blois poseía una que le fue dada por un jesuita de nombre Fessard, que él mismo había adquirido de las carmelitas de Orleans. ¿Acaso se trata del ejemplar de Caen o del de los Archivos Nacionales? No lo sabemos”169.

168 J. Simard, Una iconografía del clero francés en el s.XVII, PUL, 1976.169 Para el ejemplar de los Archivos Nacionales, ver el tomo VI de las

Obras Completas de san Juan Eudes. El de los Archivos Nacionales, ver: Car-

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 143

Concebida como una pirámide, cuya base está constituida por el globo terrestre con dos religiosos arrodillados, en el centro, el mo-tivo del corazón que contiene la Virgen y el Niño, arriba, la paloma que representa al Espíritu Santo, esta imagen resume toda la com-plejidad de la espiritualidad del corazón que proviene de la Escuela Francesa. Está concebida jerárquicamente. El centro es el Corazón de Jesús y María, hoguera de amor, tal como lo indica la leyenda latina en la banderola.

tones del Oratorio, M. 237 a 388 o el T.2 del P. AngeLeDoré, Los Sagrados Corazones de Jesús y María.

144 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Este corazón, hoguera de amor, lanza llamas, rayos y lenguas de fuego, que le vienen del soplo del Espíritu Santo. Abajo, los dos religiosos –uno de los cuales es san Juan Eudes (nota 2), el otro representa su congregación- reciben este fuego que comunican a la tierra por medio de una antorcha (…). Es el tema de la doble mediación jerárquica: la Virgen y el Niño transmiten el fuego del Espíritu Santo a los eudistas, y éstos al universo, mientras que los eudistas ofrecen su propio corazón junto con el de todos los cris-tianos, la Virgen los recibe y los transmite al Cristo niño. La imagen ilustra muy bien este dualismo de la devoción.

En el plano estrictamente formal, es llamativa la relación entre esta imagen de Nuestra Señora de los Corazones con la que fue es-cogida para ilustrar la edición de 1666 de Vida y Reino de Jesús. En los dos casos, el corazón lanza rayos luminosos que provienen de la paloma que representa al Espíritu Santo. En los dos casos recono-cemos la Virgen y el Niño insertados en el corazón, aunque la ma-jestad está mejor expresada en el grabado de Vida y Reino de Jesús.

Por otra parte un viejo lienzo que está en el monasterio de Caen ofrece también una llamativa analogía con el grabado de Nuestra Señora de los Corazones, y por lo tanto con el grabado de Vida y Reino de Jesús.

La composición de este lienzo recuerda muy bien la pirámide de la composición de Nuestra Señora de los Corazones. El con-torno del corazón está formado por una cadenita de corazones en cuyo interior aparecen, una vez más, la Virgen y el Niño. Este “Cor Jesu et Mariae” irradia una luz, venida de la paloma que represen-ta al Espíritu Santo, proyectada sobre dos grupos de religiosos y religiosas, que forman la base de esta pirámide. Estos dos grupos representan seguramente a los Eudistas y a Nuestra Señora de la Caridad.

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 145

Sin embargo, el sentido de este lienzo es diferente de la imagen de Nuestra Señora de los Corazones. En el grabado precedente, sólo figuraban los eudistas. Ahora la Congregación femenina par-ticipa de la contemplación del “Cor Jesu et Mariae”. El significa-do es por tanto más amplio. En el caso anterior, se quería ilustrar los principios de la mediación jerárquica; en este caso los miembros de una gran familia. La Virgen y el Niño ofrecen sus corazones a los religiosos y religiosas arrodillados, mientras que cada uno de ellos ofrece su propio corazón a Cristo y a la Virgen. Es realmen-te el tema del intercambio de corazones, mucho más antiguo, por cierto, que la devoción del s. XVII, que resaltaba el matrimonio místico. No se puede datar con precisión estas dos composiciones, sin embargo se puede sospechar, que son cercanas a 1650, por su

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similitud con el último grabado de Vida y Reino de Jesús, que sería del 1651. Por tanto, no hay ninguna duda de que provienen de san Juan Eudes de una manera u otra. Además, pertenecen mucho más a las “caridades”que a los eudistas, dado el tipo de representación de Cristo y de la Virgen, que se ven en los escudosde las dos “órdenes”.

La interpretación de Juan Eudes

En su obra maestra el Corazón admirable de la Madre de Dios, Juan Eudes nos ofrece las principales claves para la lectura de esta imagen, que encargó él mismo. Para describir el Corazón de María, Juan Eudes pone ante los ojos doce pinturas concebidas partiendo de símbolos bíblicos que se refieren por una parte a la Creación y por otra a la Primera Alianza.

La primera serie de pinturas evoca imágenes sacadas del univer-so creado por Dios: el cielo, el sol, la tierra, la fuente, los cuatro ríos de la primera Creación, el mar, el Paraíso terrestre.

Vienen luego seis imágenes simbólicas sacadas de la historia bí-blica: la zarza ardiente, el arpa de David, el trono de Salomón en Jerusalén, el Templo, el horno de los tres jóvenes en Daniel, y final-mente el monte del Calvario, que Juan Eudes cuidadosamente re-laciona con las tradiciones sacrificiales que se refieren a Abraham, David y Salomón.

Cuando describe el horno ardiente, en el que estuvieron los tres jóvenes acompañados por el Ángel, Juan Eudes explicita algunos contenidos de la imagen de Nuestra Señora de los Corazones170.

170 C. Lebrun, OC, VI 336: El V.P. Eudes había traducido este pensa-miento en la imagen simbólica de Nuestra Señora de los Corazones que re-partía al pueblo. Ver en el inicio del presente volumen una reproducción de esta imagen. Las dos estrofas siguientes, sacadas del Oficio del Corazón de Jesús compuesto por el P. Eudes, podrían servirle de leyenda:

En illa fornax, punditur, Affectaesucris, ignibus, Afferte corda, pascitur, Fornax amanda cordibus.

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 147

Solamente meten tres hijos de los Hebreos en el horno de Ba-bilonia, pero todos los hijos de la Madre de Dios forman su hogar en el horno de su Corazón, como en un paraíso de deli-cias, donde ellos alaban y glorifican a Dios continuamente jun-to con su divina Madre, con los corazones llenos de alegría y de consuelo: Sicutlaetantium omnium habitatioest in Cordetuo, sancta Dei Genitrix171. Aunque solamente se pusieron tres hijos israelitas en el primer horno, se ven cuatro, y el cuarto es semejante al Hijo de Dios: “Speciesejussimilis Filio Dei”. Sin embargo, es solamente un ángel, según el testimonio de la Escritura, el cual representa al Hijo único de Dios. Pero este mismo Hijo de Dios reside y permanece en el Corazón de su Santísima Madre. Como es todo fuego y llama de amor y de caridad: “Deus ignisconsumensest”, como tiene un trono de fue-go, “thronusejusflammaeignis”, y un carro de fuego, “Currusig-neus”, él quiere también tener una casa de fuego y llamas, que es el Corazón de su muy digna Madre. Esta casa está marcada con estas palabras:“Eteritdomus Jacob ignis, et domus Joseph flamma”:

“La casa de Jacob y de José, es decir la casa de Jesús, figurada por Jacob y José, será una casa de fuego y llama”.

¿Quieres, querido hermano mío, evitar esta desgracia, que es la desgracia de las desgracias? Entrégale tu corazón a la Reina de los corazones, y ruégale que se lo de a su Hijo, y que encien-da en él este fuego que vino a traer a la tierra, según el deseo infinito que tiene. A fin de corresponder de tu parte, saca de tu corazón todo lo que sea obstáculo; y si este fuego sagrado ya está prendido, esfuérzate por inflamarlo todavía más, median-te la meditación de las verdades evangélicas, la práctica de las

En corda quae mirabilis, Fornacis ignes concrement: Cordis facea amabilis, Terram polumque devorent.

171 Nota del traductor : “La habitación de todos los que se alegran está en tu corazón, Santa madre de Dios”. Salmo 86,7; OC, VI 334.

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virtudes cristianas, y especialmente por el ejercicio del divino amor y de la caridad.

Pero no te contentes con esto sino desea, junto con el Hijo de Dios, que todo el mundo esté encendido este fuego celeste, y trabaja con él por extenderlo en todas partes. Es lo que puedes hacer de más agradable a su divina Majestad. Es lo que deben hacer todos los que desean complacerlo, pero, sobre todo, los que él escogió particularmente para ser sus cooperadores en la obra de salvación de las almas. Toma entonces una antorcha en tu mano a fin de utilizarla para poner el fuego divino por el mundo entero, en la medida de lo posible.

Si me preguntas cuál será esta antorcha, te voy a responder que tú mismo debes ser esta antorcha. ¿No escuchas al Espíritu Santo decir al profeta Elías, que se elevó como un fuego, y que su palabra era ardiente como un antorcha: Surrexit, quasiig-nis, et verbum ipsius,fácula,ardebat? (Eccli. XLVIII,1). ¿No escuchas al Hijo de Dios decir a san Juan Bautista que era una hoguera ardiente y luminosa: Illeerat lucerna ardens et lucens? (Jn V,35)? ¿Acaso no sabes que Dios, hablando por boca de un Profeta, y hablando del tiempo en que promete hacer cosas maravillosas en su Iglesia y en todo el universo, dice que los jefes de Judá, es decir los Apóstoles y todos los hombres apos-tólicos, que escogió para cooperar con él en el cumplimiento de tan ardiente deseo,que él tiene de llevar el fuego del cielo en toda la tierra, serán como una hoguera de fuego y como una antorcha ardiente, que quemarán y devorarán todos los pue-blos de derecha y de izquierda, así como el fuego devora la ma-dera y la paja; es decir, que pondrán el fuego por todas partes y que cambiarán los terrestres y carnales en hombres celestes y espirituales, los cuales estarán todos abrasados del amor de Dios y de la caridad por el prójimo: In die illa ponam duces Judasicutcaminumignis in lignis, et sicutfacemignis in foeno; et devorabunt ad dextram et ad sinistram omnes populos in circuito (Zac. XII,6)

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 149

Esto es, querido hermano, lo que debes ser, especialmente si tienes una profesión que te obliga particularmente a trabajar por la salvación de las almas. Tú debes ser todo fuego, como Elías, y todo llama, como san Juan Bautista. Tú debes ser una hoguera encendida, y una antorcha ardiente y brillante: ardien-te interiormente, brillante exteriormente; ardiente ante Dios, brillante ante los hombres; ardiente en la oración, brillante en la acción; ardiente por el amor que tú debes tener para Dios, brillante por la caridad que tú debes tener por el prójimo.

Pero ¿dónde vas a encender esta antorcha, y dónde tomarás el fuego que debes poner en los corazones de los hombres? Es en la hoguera del divino Corazón de la Madre de amor. Para esto, acércate frecuentemente, con respeto y veneración, a esta sa-grada hoguera; considera atentamente los divinos ardores con los que está encendida; imita el amor y la caridad con que está ardiendo; suplica humildemente a esta muy caritativa Madre, que envíe a tu corazón algunas chispas de este fuego celeste que arde en su Corazón.

Cuando tu antorcha esté encendida, pondrás fuego por todas partes a derecha y a izquierda: es decir, la harás arder en los corazones de los buenos, que la encenderán en los corazones de los malvados, con el santo ejemplo de sus actuaciones, con el fervor de sus oraciones y con la luz de sus instrucciones.

¡Fuego divino, que abrasa el muy noble Corazón de nuestra gloriosa Madre, ven, ven al corazón de todos los hombres; apa-ga enteramente todo otro fuego; consume todo lo que te es contrario; quémalos, abrásalos, incéndialos, transfórmalos en ti mismo para que sean todo fuego y todo llama de amor hacia quienlos ha creada para que lo amen. Haz, en fin, que podamos decir junto con San Agustín, con las disposiciones santas con que las dijo: Ignissancte, quamdulciter ardes!Quam secrete luces!Quamdesideranteraduris!172 “Fuego santo, ¡qué dul-ces y agradables son tus ardores! ¡quéíntimas y penetrantes

172 Nota del Traductor: San Agustin, Soliloquios, cap. 34.

150 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

son tus claridades! ¡quédeseables y amables sontus brasas!” Vaeiisqui non illuminantur ex te! Va iisqui non ardent ex te! “¡Malditos los que no iluminas! ¡Malditos los que tú no que-mas!” Al contrario ¡benditos los que son iluminados con tu luz! ¡benditos los que son abrasados con tus llamas! Ven, ven fuego sagrado; vengan llamas celestes; vengan santos braseros; vengan divinas hogueras; vengan torrentes; vengan diluvios de fuego adorable del amor eterno, vengan y derrámense sobre nosotros y sobre todas las criaturas razonables que están en el universo. Quemen todo, abrasen todo, consuman todo, a fin de que todo sea cambiado en un fuego eterno de amor y de caridad hacia aquel que es todo amor y toda caridad hacia nosotros. O ignisquisemper ardes et nunquamextingueris! O amor qui Semper ferves et nunquam te pescis, accende me to-tum, ut totusdiligam te! Es san Agustín que habla: “¡Oh fuego que ardes siempre sin extinguirte nunca! ¡Amor que está siempre ardiendo sin nunca disminuir, enciéndeme todo para que yo sea todo fuego y toda llama para mi Dios”

Yo se lo entregué a ustedes como una hoguera ardiente de amor divino, en la que deben lanzarse y perderse, para que sean con-sumidos y transformados en fuego y llamas de amor hacia el que es todo fuego y todo llama de amor para ustedes”

LOS HISTORIADORES EUDISTAS

Cada época recibe del Espíritu Santo el arte de transmitir lo esencial de la experiencia cristiana y de renovar su expresión en las condiciones nuevas y específicas de cada generación. Es importan-te estar consciente de los diferentes sentidos, que se pueden pre-sentar bajo formas aparentemente idénticas, si queremos percibir a la vez la novedad y la permanencia del mensaje (…) El simbolismo del Corazón siempre tuvo un papel muy importante en la espiritua-lidad cristiana, y no se puede pensar en dejarlo de lado.

“Pero no parece que se pueda decir que una devoción al Sagra-do Corazón, en el sentido exacto del término, haya existido

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 151

antes de Margarita-María y su época173. Ciertamente, desde siempre, la devoción cristiana, en el sentido fuerte del término, privilegió la palabra “corazón”, pero no estaba prácticamente representada por una imagen propia, indicando más bien la figura de un pecho y la de un costado abierto. En todo caso, no había sido instituido como objeto de devoción destinado a una difusión popular, como lo fueron el rosario y muchas otras prácticas. Solamente a finales del s. XVII empieza un período de la historia de la Iglesia en el que esta devoción tiene un pa-pel importante. El grafismo del corazón que representa la perso-na del cristiano y de Cristo, vista desde el interior, como centro capaz de relaciones con el otro, es utilizado entonces abundan-temente por la pastoral, especialmente la de las misiones174”

Aprovechando los expedientes de beatificación y de canoniza-ción, los teólogos eudistas, Padres Ange LeDoré y Charles Lebrun, estudiaron la interpretación que se debía dar al simbolismo del co-razón utilizado en los grabados escogidos por Juan Eudes, en las ediciones de sus obras y de sus imágenes.

En la asamblea general de 1870, había sido evocado un pequeño opúsculo, obra del Padre Le Doré, depositado en Roma, sobre el influjo de Juan Eudes en la propagación del culto de los Sagrados Corazones. En su tercera edición, publicada veinte años después en 1891, el P. Le Doré, en su introducción (p. XVIII) dice:175

“Sin embargo estamos felices de poder constatar en esta tercera edición que, desde la época en la que apareció nuestro estudio

173 AdrienDemoustier, sj. La devoción, lo sagrado y el corazón, en Chris-tus n°. 139, julio de 1988; artículo retomado en El Corazón de Jesús: Un regreso a las fuentes en Christus n° 190, mayo de 2001, pp. 117-118. Nota n°. 9: Juan Eudes emplea abundantemente el simbolismo del Corazón, sin embargo no parece convertirlo en una “devoción”, sino en un medio privile-giado de expresión de una espiritualidad.

174 Idem, nota 10: también JulienMaunoir, siguiendo a LeNobletz y tan-tos otros.

175 P. Ange Le Doré, Los Sagrados Corazones y el Venerable Juan Eudes, primer apóstol de su culto, Paris, Lamulle&Poisson, 1891, p. XVIII.

152 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

histórico (1870), el influjo del Venerable Padre Eudes, con re-lación a la institución y a la propagación del culto de los Sa-grados Corazones, fue mejor conocida y ahora es generalmente apreciada”176

Un poco más tarde, en 1917, el P. Lebrun, en su libro sobre El Beato Juan Eudes y el culto público del Corazón de Jesús,propone todo un capítulo para recalcar “el apostolado del Beato Eudes ante la opinión de 1870 y hasta hoy” y empieza su expediente de información con el libro del P. Le Doré.

“Los hechos que acabamos de relatar eran poco conocidos an-tes de 1870 (…) Los hechos presentados por el p. Le Doré eran de tal manera claros, las fechas tan indiscutibles que escrito-res universalmente reconocidos por su ciencia y su integridad, entre los cuales el P. Nilles, s.j., el cardenal Pitra, o.s.b., y el Doctor Thomas, aceptaron sin dudar la tesis del autor177

(…) Algunos escritores, sin embargo, creyeron poder refutar, no los hechos presentados por el P. Le Doré, lo que era ma-terialmente imposible, sino la conclusión que él sacaba. Los principales fueron Mons. Bourgaud y los PP Hausserr y Letier-ce, de la Compañía de Jesús.178

(…) Para responder al P. Letierce, el P. Le Doré reedita, agre-gando un estudio doctrinal, su libro de 1870. La obra fue pu-blicada en 1891 bajo el título: Los Sagrados Corazones y el Venerable Juan Eudes, primer apóstol de su culto. La doctrina

176 Sin embargo anotaba en el párrafo anterior: “Solamente en nuestros días hemos observado que algunos historiadores de la devoción al Sagrado Corazón han rehusado reconocer el papel importante que el V.P. Eudes tuvo, adelantándose aún a la Beata Margarita María y el P. de la Colombière en su difusión”. También debemos notar en la Revista Los Sagrados Corazones de Jesús y María una serie de artículos todavía más sustanciales acerca de La Ico-nografía de los Sagrados Corazones (Febrero, pp.54-62, marzo, pp.102-110; abril, pp. 148-157; junio, pp.244-253)

177 Paris, Lethielleux, p. 238-239.178 Id. p. 239.

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 153

del beato está allí expuesta con mucho talento y ciencia, quizás hasta de una manera demasiado sabia, ya que el libro del P. Le Doré suscitó comentarios sobre el hecho de que la devoción al Sagrado Corazón estaba al alcance sólo de una élite, pero al estudiar las obras del beato, nos damos cuenta ésta que es muy simple y al alcance de todos”179

El segundo tomo de la tercera edición del P. Le Doré nos pre-senta un grabado de “Nuestra Señora de los Corazones”, comen-tada en el capítulo XVII, titulado: “Actos exteriores y prácticas de devoción: Imágenes de los Sagrados Corazones”.

El venerable Padre Eudes no podía descuidar uno de los medios más poderosos para propagar su devoción, y me refiero a las imá-genes. En efecto, ellas no solamente ayudan a conservar los rasgos de una persona venerada y amada, sino también a traer a la memo-ria un recuerdo, un hecho importante; a simbolizar un pensamiento, un sentimiento; a despertar sensaciones recibidas; son también el complemento de la enseñanza cristiana; ellas tienen una gran efica-cia para elevar las almas a las realidades que representan; son el li-bro que está más al alcance del pueblo. Así, a pesar de la oposición y de las burlas de los Jansenistas quienes, en este aspecto, parecían haber heredado el odio y la rabia de los antiguos Iconoclastas, el V.P. Eudes recomendaba su uso180, y él mismo repartía entre los fie-les varias imágenes de los Sagrados Corazones. Él sabía que la Igle-sia las aprobaba como actos de piedad y que las favorecía cuando no tenían nada de profano, de inconveniente o de contrario a sus tradiciones y a sus prácticas181. Consideramos que ahora debemos dar algunos detalles acerca del modo de apostolado del V.P. Eudes.

179 Id. p.248.180 C. Admirable, 1 XII, ch.XVI.181 Nilles, 1.1. p.II, cap.IV, Decisiones del Concilio de Trento. D’Urbano

VIII y de Pío IX (12 de septiembre de 1857)

154 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Ya antes de él, encontramos un gran número de monumentos iconográficos que representan el corazón. Se agrupan en dos series paralelas: una comprende las imágenes del corazón de un fiel, otra las del Corazón de Jesús y del Corazón de María.

Al comienzo del s.XVII, se desarrolló muy ampliamente la pri-mera y los tipos son muy variados. Muchos se asemejan a este cora-

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 155

zón del cual habla San Francisco de Sales, y “en el cual el pequeño Jesús está sentado”182

Según el P. Thomas y M. Grimouard de Saint-Laurent, éste sería el mismo corazón del cual hablaba el obispo de Ginebra en su carta tan célebre a santa Chantal, acerca del escudo de la Visitación183. En todo caso, el Espejo de las Almas, la Escuela del Corazón, el Orato-rio del Corazón, varias obras y las pinturas que explicaban el P. Le Nobletz y el V.P. Maunoir, en sus misiones en Bretaña, permitirían reunir una colección muy curiosa de estos tipos de imágenes184.

(…) La imagen propiamente dicha del V.P. Eudes, la que él distribuía con más ganas entre la gente, era designada por él con el título de Nuestra Señora de los Corazones. “La coloca en todos los lugares donde él tiene algún crédito, y hace vender públicamente las figuras y las pinturas de Nuestra Señora de los Corazones, como él las llama”185. En el centro está un Corazón grande rodeado de rayos de gloria, de donde surgen llamas que activa con su soplo el Espíritu Santo, bajo la forma de Paloma. La Virgen está de pie, ángeles adoran a sus pies. María lleva en su brazo izquierdo a su Hijo Jesús, y éste se inclina para alcanzar un Corazón que ella tiene en su mano derecha. El Hijo y la Madre están coronados con un dia-dema real. Dos sacerdotes arodillados presentan unos corazo-nes encendidos. Uno de ellos prende una tea con las llamas de fuego que surgen del Corazón central; el otro prende, con una

182 Es recordando esta santa imagen que san Francisco de Sales escribió: “El tierno Jesús esté sentado en su corazón y juntamente con el mío; que viva allí y reine por siempre… Que este Corazón viva siempre en nuestro cora-zón” dice en otra parte. P. de Gallifet, 1, III, ch. III.

183 Thomas 1 III, ch. III, p.131 – Grimouard de Saint-Laurent, Imágenes del Sagrado Corazón, 2 Per., ch.IV. Esto parece ser también el significado del Corazón que sirve de sello a las Hijas de San Vicente de Paúl.

184 Le Doré, Los Sagrados Corazones y el beato Juan Eudes, T.2, p. 370.185 Arch.nat., cartons de l’Oratoire, 237 et 388. Libelo contra la devoción

del P. Eudes a los Sagrados Corazones. Esta es la imagen que se encuentra encabezando el segundo volumen.

156 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

antorcha encendida, el globo terrestre. Ángeles, en las nubes, también ofrecen unos corazones; y dos serafines, las alas exten-didas, desplegan, arriba de la imagen, una banderola con esta divisa: Cor Jesu et Mariae, fornax amoris. Arriba en la pintura-sobre el escudo, está escrito: Nuestra Señora de los Corazones. El grabado, conservado en el Monasterio de Nuestra Señora de la Caridad de Caen, está impreso en Huot, en la ciudad de Anvers, rue Saint-Jacques, Paris; tiene aproximadamente 0,30 m. de alto y 0,25 de ancho186

(…) Este doble retrato del Hijo y de la Madre en un mismo cora-zón, no nos permite dudar del simbolismo de las imágenes del V.P. Eudes. Estamos claramente en presencia del corazón de Jesús y de María187. Las figuras que están grabadas en ellas, así como los mono-gramas, los nombres de Jesús y de María, u otros signos, que a veces acompañan los Corazones, tienen como meta indicar que pertene-cen al uno y al otro. Por otra parte, siempre hay una inscripción neta y precisa para descartar cualquier posibilidad de duda con respecto a ello. Es la exclamación del escudo, Viva Jesús y María, que, por su incorrección gramatical, evidentemente hecha apropósito, se vuelve más expresiva aún; todavía más clara es la fórmula de la imagen de Nuestra Señora de los Corazones: Cor Jesus et Mariae, fornax amoris; por otra parte está la que se lee alrededor del Corazón en la viñeta de Morlaix (1666): Honor al Corazón de Jesús y de María, su Madre. El V.P. Eudes subraya también su pensamiento con “la salutación Ave Cor que está tan bien elaborada, al pie de esta célebre imagendel Corazón de la Virgen, que hizo grabar, donde él se hace representar con una antorcha encendida, poniendo el fuego al mundo”

186 Idem, p. 375-376 Idem, p. 384-385.

187 Biblioth. Nat. Ms no 14562. Factum de M. Dufour. Arch. Cong., D. 2324 Subtítulo: lo que es y cómo los santos la practicaron – Doctrina, Ico-

nografía, Historia – Oficinas de la Acción Franciscana, Paris, 1914, p. 9 – Este libro, que se vuelve a encontrar en los archivos de la Provincia de Amé-rica del Norte, tiene la siguiente dedicatoria: “Al reverendo Padre Lebrun – Homenaje y reconocimiento por los preciosos documentos entregados”.

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 157

Después de la beatificación en 1909, el Padre Lebrun continúa el trabajo de búsqueda y de publicaciones, junto con los especia-listas de la época. Nos referimos al libro de Hilaire de Barenton, La Devoción al Sagrado Corazón. Allí encontramos una indagción iconográfica, que intenta demostrar las correspondencias entre las diversas evoluciones del simbolismo del corazón.

Una lectura atenta nos permite visualizar en la nube superior el nombre de Dios escrito en hebreo, que lanza rayos descendientes hacia el corazón encendido, del cual salen rayos de fuego. De cada lado de la nube superior está la cita de Lc.12,49: “Es fuego lo que he venido a traer a la tierra, y cuanto deseo que esté ya encendido”. En el Corazón encontramos: Suma práctica de teología mística, dividida en dos partes. Autor: R.P.F. Victor Gelen, ministro provincial de la provincia renana.

158 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Este corazón abierto y encendido, con el texto evangélico de Lucas188, de fecha 1647, corresponde al período en que fueron en-cargado algunos de los grabados de JuanEudes.

Vienen más tarde los trabajos del Padre Charles Berthelot Du Chesnay, historiador y redactor de la Revista eudista Notre Vie. En el número de nov-dic. 1954, encontramos un artículo interesante: “Un grabado de Moncornet para “El Reino de Jesús”189.

“Habiendo recibido el favor, en septiembre pasado, de visi-tar el fondo normando de la Biblioteca municipal de Caen con su curador, M. d´Ymouville, noté en dos obras, impresas en Caen a principios del s. XVII, el escudo de la Sra. De

188 Lebrun, OC, VIII, 210 (en nota) Se sabe que en la imagen llamada Nues-tra Señora de los Corazones, el Venerable P. Eudes representó los sagrados corazones de Jesús y de María con el emblema de una hoguera ardiente, donde sus discípulos van a encender unas antorchas para prender el universo. En el fondo, esto no es sino una bella aplicación de la palabra de Nuestro Se-ñor en Lc 12, 49: Ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut accendatur (vine a traer fuego sobre la tierra y cómo quisiera que estuviera ardiendo).

189 Notre Vie, 1954, pp. 231-232

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 159

Budos. Buscando luego en Paris un clisé que podría ilus-trar el presente número, encontré el que está colocado entre el prefacio general y la introducción a Vida y Reino en las Obras completas de san Juan Eudes. Pronto vi el blasón de la célebre abadesa.

En este grabado, con fecha de 1648 y firmado por Balthasar Moncornet, reconocí también, en primer plano, dos grupos de cristianos y de cristianas, unos personajes que eran muy importantes en la Francia de 1648. La abadesa benedictina con su cayado no podía ser sino la Sra. De Budos, a quien el Padre Eudes había dedicado Vida y Reino; delante de ella es Ana de Austria, reina regente en aquella época. El niño mofletudo, con la cruz del orden del Espíritu Santo, es Luis XIV. Detrás de este rey de 10 años, el primer ministro, el cardenal Mazarin. En cuanto al obispo con su mitra ¿no es Jean-Pierre Camus?

Bastaba ir a la Biblioteca nacional para estar convencido: el Cabinet des Estampes, en tres gruesos volúmenes nos mostra-ría la mayor parte de las obras de BalthasarMoncornet, graba-dor de Rouen”.

¿Acaso es necesario volver a decir a los amigos de san Juan Eu-des cuál es el simbolismo de este corazón, donde Jesús y María están representados con las insignas de la realeza, el cetro y la corona? Es el corazón del cristiano, que debe ser el reino de Jesús y de María. Comparando los grabados de tres carátulas para tres ediciones, que el editor en Caen Pierre Poisson ha-bía previsto para 1644, 1648 y 1651190, se descubriría quizás un simbolismo más marcado. Si se admite que los tres graba-dos dependen los unos de los otros y se refinan cada vez más,

190 Este grabado de 1651 adorna el tomo II de las Obras Completas, con fecha de 1666; había sido realizado para una edición prevista en 1651, como se puede constatar en un ejemplar del Vida y Reino conservado en la Biblio-teca Nacional (D.33 992). El grabado de 1644 fue reproducido en 1948, en el primer número de Notre Vie (p. 3)

160 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

vemos un corazón cerrado que se abre en 1648, y las dos figu-ras de Jesús y de María que se miran mutuamente191, colocadas arriba de este corazón, son reemplazadas en 1651 por una palo-ma, imagen del Espíritu Santo. ¿Acaso estas transformaciones no sugieren que el alma cristiana es “capaz” de gracias más elevadas, como las de la vida sobreeminente o sobrehumana, como se decía entonces en la Ermita de Caen, o mística, como se diría hoy? Charles DU CHESNAY”

DESARROLLOS MÁS RECIENTES

Entre las fundaciones canadienses bajo la responsabilidad del Padre Blanche, debido al éxodo de numerosos hermanos de Fran-cia al Canadá, provocado por la ley Combes, aparece la parroquia del Sagrado Corazón de Chicoutimi.

Antes de la llegada de los Padres no existía nada. Hacía falta construir la iglesia y el Padre Padre Blanche no tenía dinero para entregarle al Padre Louis LeDoré, que había puesto una buena parte de su fortuna personal en esta iglesia, que le debe mucho. Un muy bello presbiterio fue construido. Allí donde en 1903 no había más que rocas y tierras baldías, se construyó la iglesia, el presbite-rio, la sala parroquial, una plazoleta y un jardín, formando todo un bello conjunto.

191 Podemos relacionar las miradas de Jesús y de María, grabadas en 1648, con las que el P. Eudes hizo grabar por Nicolas Cochin, el Antiguo, y utilizó en 1648 también (ver Notre Vie, ene-feb. 1953, couv. pp. 3-4)

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 161

La iglesia gótica, terminada en 1905, y el gran presbiterio, cuya construcción empezó en mayo de 1918, fueron los sitios privilegia-dos de la vida parroquial. En el curso de estos años (1918-1925) que siguieron la beatificación (1909), no nos extraña saber que la comunidad de los padres franceses había hecho adornar las pa-redes de la capilla del presbiterio con tres grandes pinturas, que recuerdan la devoción principal de Juan Eudes al Corazón de Jesús y de María.

162 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Retomando los grabados conocidos, publicados en los tomos VI y de las Obras Completas, mandaron a un pintor, que sigue siendo desconocido, unas pinturas inspiradas por los grabados propaga-dos por san Juan Eudes.

Si se presta atención a los detalles del grabado, nos damos cuen-ta de que el pintor, que reprodujo la imagen, no sigue exactamente el primer modelo. En el grabado, el marco tiene dos corazones encendidos en como parte de una guirlanda de rosas y lirios entre-lazados. El borde de la pintura de Chicoutimi fue simplificada por el artista.

También se puede ver que la palmera fue podada, que el globo terrestre es más pequeño, que la cruz que tiene encima también es diferente, que las llamas del corazón son más rectas y más distan-ciadas del corazón ofrecido y de la cinta donde está escrito: Reina de nuestro Corazón.

OTRA ORIGINALIDAD

En una publicación reciente de la colección Descubrimientos en Gallimard, n° 401, noviembre de 2000, titulada La Virgen, mu-

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 163

jer de rostro divino, bajo la pluma de SylvieBarnay, descubrimos un lienzo no identificado con la siguiente leyenda:

“San Juan Eudes (1680) y santa Margarita María Alacoque (1690) alrededor del divino corazón, cuyo culto han ayudado a extender, el uno por su tratado de la Devoción al Santísimo Corazón, la otra por sus visiones”

La relación de la imagen con la de Nuestra Señora de los Co-razones es evidente. El mismo Corazón grande encendido con las llamas des Espíritu Santo, los mismos ángeles que, de lado y lado, ofrecen unos corazones, personas que también ofrecen su corazón, hogueras que se prenden para encender la tierra. Han desapareci-do las cintas con las invocaciones. El globo terrestre está rodeado de una banda de soporte que sostiene la cruz que está allí plantada.

Pero la relación con los personajes identificados y representados en un mismo lienzo me parece en primer lugar un error cronológico.

164 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Esta presentación de personajes unidos por una “devoción” que se desarrolló durante el s.XVII, no hace de ellos unos contemporá-neos, y todavía menos unos promotores de la “misma devoción”, si se recuerda las disputas que siguieron para marcar la diferencia entre la una y la otra.

Además es imposible hacer corresponder esta imagen con las fechas de producción de los originales tales como fueron estableci-das por M. Jean Simard, en su libro sobre Una iconografía del clero francés en el s. XVII, PUL, 1976192.

Es todavía más evidente que el hábito religioso masculino, un hábito blanco con escapulario, a la manera de los dominicos o de otra comunidad, no corresponde al de los eudistas. Entonces ya no estamos en la corriente de la tradición eudista.

Parece que pocos eudistas hayan tenido conocimiento de esta publicación; por lo menos, pocos comentarios críticos han llega-do a nosotros. Así como lo fueron nuestros predecesores, debe-mos permanecer vigilantes en la defensa de nuestro patrimonio espiritual

EL CENTENARIO DE LA LLEGADA DE LOS EUDISTA A CANADÁ, OCASIÓN DE CREATIVIDAD

Es interesante señalar que el emblema eudista diseñado con oca-sión del centenario de la llegada de los eudistas a Canadá por M. Ronald Young, diseñador de Quebec, se inspira fuertemente de varias características de la primera imagen de Nuestra Señora de los Corazones.

El eje de las líneas curvas de la Cruz evoca la curvatura de los meridianos de la tierra para evocar la “misión universal de salva-ción” y el deseo expresado por san Juan Eudes, en sus textos acer-

192 Jean Simard, Una iconografía del clero francés enel s. XVII. Las devo-ciones de la Escuela francesa y las fuentes de la imaginaria religiosa en Francia y en Quebec. Presses de l’Université Laval, Quebec, 1976, p. 264

Una espiritualidad de fuego - san Juan Eudes 165

ca del Corazón de Jesús y de María: “Vine para traer el fuego sobre la tierra y como quisiera que estuviera ya ardiendo”

Las llamas, que forman el corazón, simbolizan el primado del Amor divino que se hizo carne en el gran Corazón de Jesús y de María. Los diferentes formatos de las llamas representan las Congrega-ciones, Institutos o grupos comunitarios, nacidos de la experiencia espiritual de san Juan Eudes, y que todavía hoy siguen extendiendo su mensaje.

Los colores azul y rojo que componen los bor-des de la imagen nos recuerdan los colores tradi-cionales que simbolizan a Jesús y María. Se difu-minan yendo al centro del Corazón y presentan la realización de esta máxima que se encuentra en varios fundadores de la Escuela francesa de espiri-tualidad: “Corunum, anima una”

Esta es una primera documentación para ayu-dar a releer y a comprender todo el simbolismo de esta imagen propagada por Juan Eudes a lo largo de sus misiones en los pueblos de Normandía y de Francia.

Esperamos que el esfuerzo, hecho por el mismo san Juan Eudes, para hacer comprender los fundamentos y la dinámi-ca de su devoción, y hacer arder el corazón de los fieles, pueda hoy todavía producir frutos

166 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

ORAS DE MISERICORDIA

Una gran familia carismática en distintos continentes

Africa,

Asia,

California

“Somos los misioneros de la misericordia…”

167

laS “hErmanaS caminanTES” EnTrEgan rESulTadoS SobrE la EmPobrEcida comunidad

congolESa dE KolwEzi

Con la amable autorización de The Good Shepherd Internatio-nal Foundation, les persentamos con satisfacción una produc-ción de las hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor en el Congo. Les invitamos a tomar conciencia de este pro-yecto audaz y a ver la película de 30 minutos, patrocinada por la Embajada de los Estados Unidos en la Santa Sede. La película nos entrega un mensaje esperanzador. Nos hace ver cómo una empobrecida comunidad congolesa ha sido capaz de afrontar los desafíos para construir un mejor mañana, terminando con el ciclo de pobreza, explotación y abuso

Tal vez usted no ha oído nunca hablar de Kolwezi, situado en el sur de la República Democrática del Congo, rica en minería. Las mi-nas de cobre y cobalto del área, nos proporcionan los materiales para

168 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

la fabricación de componentes vitales para computadores y teléfo-nos celulares. El auge de la minería colocó literalmente a Kolwezi en el mapa mundial desde hace algunas décadas.

Pero, a pesar del multimillonario comercio de la minería, muy poco de este éxito llega a la gente de la región. La electricidad en la ciudad y en los pueblos vecinos es intermitente de forma impre-decible . Las carreterasen su mayoría durante meses son intransi-tables hasta el destino final, las escuelas están superpobladas y con pocos recursos, e incluso los cuidados básicos de la salud, como aspirinas y vendas, son escasos. Como resultado se tiene una po-breza creciente (en la RD del Congo, el 72% de la población vive bajo el nivel de pobreza); hambre crónica y enfermedades hacen parte de la vida aquí. Y, aún más, la población sigue creciendo con los migrantes que llegan a la región atraídos por la esperanza de con-seguir un trabajo fijo en las minas.

Las vida es particularmente difícil en la población más vulne-rable del área: mujeres y niños pequeños. Muchos niños no tienen oportunidad de ir a la escuela. Para ellos el único modo de sobrevi-vir es arriesgar sus propias vidas y entrar en las minas. Entre tanto, las jóvenes y las niñas congolesas, son víctimas de la violencia de género, los crímenes y el abuso sexual en proporción alarmante. El Departamento de Estado de los Estados Unidos recientemente señaló a la RDC por fallar en la protección a las mujeres de su país frente al creciente comercio del tráfico de blancas; muchas muje-res son forzadas a servir como prostitutas en las poblaciones mineras.

Consciente de la difícil situación de las mujeres en su diócesis y del país, el obispo de Kolwezi, Nestor Katahwa en 2010 solicitó, con gran preocupación, a las Hermanas del Buen Pastor -no en la RDC sino en Kenya, donde las hermanas habían desarrollado una serie programas exitosos sobre justicia económica y derechos de la mujer- para orientar algunos de los más importantes temas que con-tinúan haciendo muy difícil la vida a las mujeres y la juventud en esta área. Después de una serie de misiones de contacto, las Hermanas del Buen Pastor de Kenya establecieron una presencia permanente en el sector de Dominio Mariano en la parroquia de Kolwezi.

Las “hermanas caminantes” entregan resultados 169

Aquí la gente llama cariñosamente a las Hermanas del buen Pas-tor “Hermanas Caminantes”, lo cual alude a su constante presencia en la comunidad visitando las familias puerta a puerta para conocer cuáles son los temas más importantes con relación al pueblo y cómo pueden empezar a mejorar sus vidas. En la primavera de 2012, las hermanas lideraron planes en favor de los pobladores locales para cambiar una estructura sin uso, primero en un lugar de encuentro de la comunidad y, más tarde, en una escuela primaria “informal”. En pocos meses ingresaron a la escuela –una humilde estructura de paredes de barro con un solo tablero y bidones de agua que también servían de asientos- más de 900 estudiantes y con una lista de espera de cientos de personas más. Erauna escuela construida y organi-zada ampliamente por la comunidad local. Las hermanas aportaron la orientación decisiva y el apoyo: ampliaron la escuela “informal” y la equiparon con libros de texto y maestros pagos.

Además de la escuela, de la obra con las mujeres y del programa de protección, las hermanas concibieron un programa a largo tiem-po para la comunidad, basado en cuatro principios orientadores:

1. Desarrollo de una comunidad auto-sostenible, menos depen-diente de la industria minera local para sus necesidades básicas. Eso no será tan difícil; desde hace tiempo la industria minera en el área ha estado en la mira por negligencia e incluso ha sido acusada de abuso ambiental y de abusos humanos y de los derechos humanos como el animara niños y menores de edad a trabajar en las minas. Como ya lo han hecho las hermanas en Kenya, han planeado promover el desarrollo de granjas comu-nitarias, granjas de pesca, cría de animales a pequeña escala, para empezar a sacar a flote el suministro de alimento local. Esto incluye la seguridad de alimento a una población que sub-siste con una comida al día, más un régimen de entrenamiento de habilidades para los lugareños. Las hermanas ya han estable-cido un programa de capacitación vocacional para 20 mujeres de la región.

2. Incremento de la protección infantil. Esto puede hacerse esta-bleciendo un sistema de educación primaria viable que mantenga

170 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

a los niños dentro del aula de clase y fuera de las minas. Otro gran proyecto consiste en proporcionar a la región servicios básicos en el cuidado de la salud. Esto incluiría un dispensario para suministros farmacéuticos y médicos.

3. Disminuir la incidencia de la discriminación de género para promover los derechos humanos, incluyendo gestiones para la creación de leyes más fuertes para proteger a las mujeres de abusos domésticos y violaciones.

4. Fortalecer la cohesión de la comunidad y pedir mayor respon-sabilidad de la industria minera que históricamente ha desaten-dido la gente de esta región.

Gracias a la donación de apoyo de Misean Cara y otros los resul-tados han sido impresionantes. A partir de marzo de 2014, el GSS alcanzó lo siguiente:

La escuela informal de GSS atendió regularmente a 719 niños y al 95% de los niños mineros registrados en el programa han enten-dido los peligros de las minas.

Todos los niños del programa, incluyendo los huérfanos, toman al menos una comida al día en vez de una cada 2 o 3 días

Los niños son activos en el Parlamento de Niños y en los clubes Cultura, Justica y Paz en donde ellos aprendieron cómo usar los mé-todos de noviolencia para la resolución de conflictos.

El 70 por ciento de los padres demuestra un creciente compro-miso con el desarrollo educacional de sus hijos y los estándisua-diendo del trabajo en las minas.

30 padres/tutores asisten regularmente a los encuentros de in-formación/información.

103 mujeres recibieron sobre cómo enera ingresos de manera sa-ludable/segura, en vez de trabajar en la peligrosa industria minera.

134 mujeres y niñas recibieron capacitación básica en alfabeti-zación, así como en tejido, costura y en habilidades de administra-ción y negocios. También recibieron información en la prevención

Las “hermanas caminantes” entregan resultados 171

de HIV/SIDA, enfermedades de transmisión sexual, planeación familiar, higiene personal y orientación legal sobre derechos huma-nos y la prevención de la violencia.

Más de 30 miembros de la comunidad Kolwezy, que trabajaban formalmente en las minas, fueron capacitados en la crianza de cer-dos y cabras, cuidado de aves de corral, preparación de terreno para viveros y cuidado general de la cosecha, y ahora son personas activas en la Cooperativa de la Hacienda Maisha.

24 hombres jóvenes fueron capacitados en piscicultura y ahora están cavando y preparando dos criaderos de pesca.

28 familias aseguraron hortalizas para el consumo/venta como consecuencia de la primera cosecha exitosa.

11 miembros del personal directivo y dos hermanas fueron ca-pacitadas en protección infantil; asistencia a víctimas de abuso, especialmente mujeres y niños; monitoreo/evaluación; gestión de proyectos; abogados/trámites para los derechos de los niños.

19 casos de violencia y abuso fueron reportados a las autorida-des locales, así como a los miembros de la comunidad.

En esta parte del Congo, dichos cambios comienzan a marcar la diferencia. Alguien, que trabajó recientemente con las hermanas en la comunidad de Kolwez, nos dijo que tomará años para que este tra-

172 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

bajo traiga cambios significativos en la comunidad, pero el impacto de las Hermanas del Buen Pastor ya se siente en forma significativa. “La escuela es un ejemplo de lo que puede hacer la comunidad, si trabajan juntos, y las hermanas están mostrándoles cómo”, nos dijo. Para estar seguros, todavía hay mucho trabajo por hacer, pero el pro-greso ya puede sentirse en el campo. Con la ayuda de la comunidad donante internacional, el cambio real es posible.

Película Maisha

Karibu! Aquí tenemos toda la información sobre nuestro Nuevo documental Maisha: A New Life Outside the Mines.

Un poderoso proyecto básico, desarrollado por las Hermanas del Buen Pastor, que contribuye a construir con alto riesgo una alternativa a las minas.

Esto incluye el establecimiento de una escuela informal para los niños exmineros (un total de 828 estudiantes ingresaron en el año académico 215-216), se estableció una granja cooperativa para ase-gurar alimento (35 miembros de comunidades capacitados) y se esta-bleció una empresa de diseño de ropa por parte de antiguos mineros (125 mujeres capacitadas en habilidades vocacionales de sastrería).

La película se presentó en Roma el 29 de octubre. Fue seguida de una mesa redonda de debate sobre los peligros del sector de la minería artesanal congolesa y las limitaciones de la actual legisla-ción el para detener el flujo de minerales de conflicto en el desa-rrollo de los productos que todos usamos. También presentamos la película en Nueva York

Maisha: A New Life Outside the Mines (“Maisha, una vida nueva fuera de las minas”) fue filmada por los peridistas/productores cinematográficos Bernhard Warner y Luca Paradiso en Kolwezi –la provincia de Katanga de la RDC- en abril/mayo de 2015

https://youtu.be/rb0a0t8JJnc

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ExPEdiEnTE iconográfico

Un descubrimiento significativo para nuestra historia reciente

174 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

En los artículos que precedieron la beatificación y canonización de san Juan Eudes, el Padre Charles Lebrun se refería a la experti-cia de Hilaire de Barenton para ayudar a entender el sentido de las representaciones iconográficas encontradas en las obras de Juan Eudes.

En el libro publicado por este autor193 encontramos con sorpre-sa en Filipinas un elemento de iconografía del corazón, que fue utilizado por los espirituales franceses del s. XVII. La imagen está acompañada por este texto:194

“Hay una imagen curiosa encontrada por Magallanes y sus com-pañeros en la ciudad de Cebu, en Filipinas, cuando durante su via-je de descubrimiento alrededor del mundo, tomaron posesión de ellas en nombre de Cristo y de su rey (1521). Muestra, saliendo de la herida de un corazón inflamado, a Cristo-Dios, sumido en la me-ditación y teniendo en la mano el mundo en el cual está plantada la cruz195. ¡Símbolo magnífico! He aquí lo que significa: El mundo salido del Corazón de Cristo, Dios y Hombre todo a la vez. El amor es su ley: el amor de Dios para su criatura y el amor de la criatura para Dios. Pero como para la criatura, el medio más perfecto de expresar su amor es el sacrificio y la inmolación a la voluntad divi-na, la Sabiduría eterna, que meditaba instalarse entre las criaturas, decidió fundar al menos una parte de este mundo, la que Ella había escogido parahabitar, el mundo material, sobre la ley del sacrificio y de la inmolación.

193 La Devoción al Sagrado Corazón, Lo que es y cómo los Santos la prac-ticaron, DOCTRINA – ICONOGRAFÍA – HISTORIA, Obra adornada de 90 grabados del s. XV al s.XVII, Bureaux de l’Actionfranscaine, 60, rue des Saints-Peres, Paris (VII°)/Librería Saint Francois, 4 rueCassette, Paris (VI°)

194 Pag. 247. Este libro es autografiado por el autor195 Gonzaga, que relata este hecho y reproduce la imagen, en su De ori-

gine seraphicoe reliognis (p.1300-1355), dice que ella fue encontrada, no sin cierto prodigio, en un cofre, cubierto de flores y de rosas. Misioneros francis-canos (estaban en China desde el x. XIII) habían pasado quizás por allí y dejado esta imagen. Ella se ve también encabezando el Tratado del Amor de Dios de san Francisco de Sales, edición 1620

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El cariSma EudiSTa dE la miSEricordia En filiPinaS

Padre Ronald Bagley,cjm

Hace diez años, el Padre Bagley fue el primer Eudista de la Pro-vincia de América del Norte, quien, en nombre de la Congregación, aceptó la invitación del Obispo Luis Antonio Tagle para trabajar en la formación de sacerdotes, seminaristas y laicos líderes de la Iglesia en la Diócesis de Imus. Actualmente es el superior local y trabaja como director de los candidatos a la formación Eudista en Filipinas.

Aunque la Congregación de Jesús y María ha estado presente en Filipinas solamente diez años, el carisma de San Juan Eudes de llevar el amor misericordioso de Dios a los más necesitados tiene una larga historia en Filipinas.

Las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor

Sabemos que San Juan Eudes tenía una preocupación espe-cial por las mujeres que habían quedado atrapadas en el pecado y deseaban arrepentirse. Durante las misiones parroquiales encontró mujeres, que él quería ayudar, de modo que pudieran cambiar sus caminos y acercarse más al Señor. Por esta razón en 1641 fundó las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad. En 1835, casi 200 años después. Santa María Eufrasia Pelletier, Hermana de Nuestra Señora de la Caridad, tomó la audaz decisión de establecer un ge-neralato que diera a las hermanas mayor movilidad entre las casas anteriormente autónomas, y así dar lugar a un espíritu misionero,

176 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

que permitiera el desempeñar ministerio en favor de las mujeres, que san Juan Eudes había deseado tanto que se difundiera en el mundo. Fue su celo por la misión lo que permitió que el trabajo Eudista de la misericordia llegara a Filipinas menos de un siglo después.

Las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor vinieron al archipiélago en 1912 con la llegada de dos Hermanas irlandesas, que habían estado misionando en Burma.Fueron invi-tadas a iniciar una escuela en la ciudad de Batangas con la prome-sa de que ellas podrían ejercer su carisma especial con mujeres y niños en necesidad. La escuela floreció no solamente en Batangas sino también en otra ciudad, en Quezon.

En 1921 las Hermanas, además de su ministerio en favor de las mujeres y los niños, también empezaron a dar clases a niñas, hijas de padres americanos y madres Filipinas. Las clases en Santa Eu-frasia se centraron en la reeducación, en tanto que en Santa Domi-tila se centraron en la prevención. El objetivo general era proteger a las jóvenes con necesidad de orientación para no caer en la de-gradación moral.

En 1951, se fundó en Cebú la de Santa Úrsula, para dar educa-ción y formación moral a las niñas con problemas de adaptación y cuidados familiares inadecuados. Mientras el ministerio ha creci-do y cambiado a lo largo de los años, ha mantenido su interés en las jóvenes que estaban viviendo en las calles y en la pobreza urbana.

Las Hermanas tenían también un ministerio para madres solte-ras y sus niños desde 1953. Sin juicio de discriminación, el amor misericordiosos de Dios se expresa se expresa a través del cuidado prenatal apropiado, valores de formación, acompañamiento espi-ritual, clases para padres, consejería y orientación para decidir el futuro tanto de las madres como de los bebés. Una vez que el bebé nace se da ayuda a las madres para el cuidado de sus hijos y, si lo desean, se prestan los servicios de adopción. Durante años este ministerio ha asumido varias formas, ha crecido y se ha expandido. Ho se llama Villa del Corazón de María, una manera de decir que

El carisma Eudista de la misericordia en Filipinas 177

Jesús, que vive en el Corazón de María, ofrece amor y misericordia para todo el que viene a él.

La Cordillera es una amplia región montañosa en la región central norte de Luzon. Comprende seis provincias y parte de otras seis. Los habitantes de esta vasta área montañosa con frecuencia permanecen aislados y alejados del mundo en desarrollo.Hay po-cas oportunidades de una educación superior. A estos muchachos y muchachas la comunidad de Baguío, de de las Hermanas del Buen Pastor, ofrece la oportunidad de conseguir una educación y esperanza para un futuro mejor. Se le da la oportunidad a más de 600 jóvenes de ganar el dinero que necesitan para pagarse su edu-cación fabricando la muy popular mermelada de fresa y mermela-da de ube196 y vendiéndola en el Mountain Maid Training Center’s store. Este centro, enormemente exitoso, atrae a cientos de clientes cada día. No solamente los estudiantes se capacitan para ser res-ponsables de su futuro al ganar dinero para pagar su educación sino que los agricultores de la región aseguran un mercado para sus cosechas puesto que el Mountain Maid Training Center,que es muy conocido, compra toda la cosecha de fresas y de ube de los agricultores de toda la región. Los estudiantes también reciben for-mación en valores, formación spiritual y otras formas de orienta-ción mientras vivan con sus compañeros en contexto de una.

La Welcome House (Casa de Bienvenida) fue fundada en 1970 para brindar protección y consejería a mujeres en crisis. Es recono-cida como el primer centro de intervención de crisis en Filipinas. Más recientemente Ruhama house empezó a proporcionar aten-ción domiciliaria, educación y servicios sociales para jóvenes invo-lucradas en la prostitución o víctimas de abuso. En diversas ocasio-nes, durante su larga historia en Filipinas, las Hermanas del Buen Pastor han respondido las peticiones de varios obispos para dar sus cuidados a mujeres y niños de sus diócesis. Algunos de estos

196 Ube es una especie de ñame o batata dulce. El ube es un sabor muy po-pular en Filipinas. El cultivo de la raíz se usa principalmente en preparaciones dulces. Es un sabor favorito para helados y pastelitos.

178 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

ministerios continúan floreciendo; otros han evolucionado o han sido entregados a otras personas para continuar la labor.

Bukid Kabataan (Granja Juvenil) fue fundada en 1987 y ofrece un programa de rehabilitación residencial en una granja(bukid), adaptada para la recuperación y curación de niñas y muchachos que han sido víctimas de abuso físico y sexual.Algunos de ellos han estado viviendo en las calles, la mayor parte de sus vidas.La escucha paciente de sus historias y contactos con diferentes terapeutas son esfuerzos para darles un grado de curación en un ambiente de paz.

Estos son solo algunos ejemplos de cómo las Hermanas de Nuestra Señora de la caridad del Buen Pastor han encarnado el amor y la misericordia de Dios en las Filipinas. Muchos otros pro-yectos han existido y siguen existiendo en varias regiones de las Filipinas.Las Hermanas personalmente y en pequeñas comunida-des proporcionan un cuidado compasivo a los pobres urbanos, a los pobres rurales a la población tribal de las montañas y a tantas otras situaciones desesperadas.

Cuando se presentan nuevas situaciones, en el contexto social de las Filipinas, las Hermanas tienen en cuenta el consejo de San Juan Pablo II con ocasión del bicentenario del nacimiento de Santa Ma-ría Eufrasia (1996).El dijo:Siguiendo el ejemplo de su fundadora, inventen siempre nuevos y audaces medios para expresar la ternura y la misericordia de Dios a quienes más necesidad tiene de ello.

Las hermanitas de los Pobres

Las Hermanas del Buen Pastor no son los únicos miembros de la Fa-milia Eudista en adelantarse a la Congregación de Jesús y María en las Fili-pinas.Sólo un poco antes de la llegada de la CJM en 2006, las Hermanitas de los Pobres abrieron su primera casa en las Filipinas.La residencia San Lorenzo Ruiz está situada Pasay (parte del área metropolitana de Manila). Más tarde se abrió otra residencia en Bolinao, hacia el norte de Manila. Una casa de formación para novicias procedentes de varias partes de Asia está situada cerca de la casa de Bolinao.

El carisma Eudista de la misericordia en Filipinas 179

Las Hermanitas de los Pobres fueron fundadas en 1842 por Santa Juana Jugan.Su misión es proporcionar hospitalidad (su cuarto voto) a personas mayores, que son pobres y no tienen quién se encargue de ellos. Sabemos que Juana se formó espiritualmente por más de 20 años como miembro de la “tercera orden” Eudista, conocida como la Sociedad del Corazón de la Madre Admirable.Por su largo compartir con esta comunidad de mujeres, ella se em-papa del Espíritu de San Juan Eudes. Como afirma Paul Milcent: “Allí encontró una fuerte tradición spiritual que se remonta a san Juan Eudes: el llamado a un Cristianismo del corazón, la invitación a una fe libre y personal, la vivencia de una relación con Jesucristo”. El Padre Milcent nos muestra que el espíritu de esta sociedad tuvo un profundo influjo en Juana,particularmente en la primera regla, que ella escribió para las Hermanitas de los Pobres: “especialmen-te los aspectos de vivir en comunión con Jesús, de renunciarse a sí mismo, de avanzar hacia la libertad interior”.

Todo esto se evidencia en el generoso y abnegado cuidado que las Hermanas muestran por los ancianos pobres en las Filipinas. Cuando ellas abrieron sus residencias, llevó un tiempo en ser acep-tadas, porque los Filipinos comparten el fuerte valor cultural de cuidar de los miembros mayores de la propia familia.Pero pronto se hizo evidente que había un elemento en la sociedad que se esta-ba negando.Se trata de la gente que ha pasado la mayor parte de su ida en la calle, y ahora se encuentran ya ancianos y vulnerables.En el corto tiempo que llevan en las Filipinas, la Hermanitas de los Po-bres han llegado a ser bien conocidas como quienes proporcionan un excelente cuidado, en un ambiente familiar amoroso, a quienes no tienen a nadie que se ocupe de ellos.

Los Padres Eudistas

¿Qué pasa con los Padres Eudistas? Desde la llegada de la Con-gregación de Jesús y María a las Filipinas, en 2006 solamente te-níamos unos posibles candidatos que llamaban a nuestra puerta y teníamos que preparar un programa de formación. Algunos

180 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

componentes de la formación estaban fácilmente disponibles (es-cuelas de teología, acceso a nuestra tradición espiritual, etc.). Pero nos dirigimos a nuestras Hermanas –tanto a las Hermanas del Buen Pastor como a las Hermanitas de los Pobres- para encontrar lugares para la formación pastoral de nuestros candidatos.

Los grandes trabajos de misericordia organizados por nuestras Hermanas también ofrecen excelentes ambientes para que nues-tros seminaristas se impregnen del espíritu de San Juan Eudes. Nuestro primer candidato fue producto de la espiritualidad Eufra-siana, aún antes de que llegáramos, y él realizó su primer apostolado como seminarista Eudista en Bukid Kabataan. Con su formación en consejería, Serg Kabamalan era capaz de compartir en la misión de misericordia del Buen Pastor con personas abusadas y abando-nadas. También nuestros sacerdotes estaban disponibles para cele-brar la Misa en Bukid Kabataan para los niños y las Hermanas. En los primeros años teníamos contacto regular con esa comunidad que practicaba esa gran obra de misericordia.

Durante estos 10 años nuestros seminaristas han tenido la opor-tunidad de adquirir experiencia apostólica en otros apostolados del Buen Pastor. Algunos han realizado programas espirituales paralas niñas, en la residencia Eufrasiana.Otros se han comprometido en la escucha compasiva y en consejería en Ruhama. La mayoría de nuestros seminaristas tuvieron un mes largo de inmersión con los pobres rurales en Sariaya (provincia de Rizal) bajo la dirección de una Hermana del Buen Pastor. Algunos de nuestros seminaristas han trabajado en un sector urbano pobre dando catequesis básica a niños y preparándolos para su Primera Comunión.Uno de nues-tros seminaristas irá a visitar a las Hermanas mayores para escuchar sus relatos sobre los muchos años de vida viviendo el ejemplo del Buen Pastor.

Nuestros seminaristas también han tenido la oportunidad de trabajar codo a codo con las Hermanitas de los Pobres en su re-sidencia en Pasay.Puede ser haciendo aseo o sirviendo los alimen-tos o escuchando las historias que cuentan los ancianos, nuestros seminaristas han llegado a apreciar esta especial encarnación del

El carisma Eudista de la misericordia en Filipinas 181

carisma Eudissta de misericordia. Hace pocos años nuestros se-minaristas tuvieron su retiro anual en la Residencia San José en Bolinao, que incluyó contacto diario con los residentesmayores y fue también una oportunidad de dialogar con las novicias de las Hermanitas de los Pobres.

Durante el Tiempo Especial de Formación Eudista en las Fili-pinas, los participantes de las Filipinas y de otros lugares tuvieron la oportunidad de visitar varios de los ministerios de las Hermanas de Buen Pastor y de las Hermanitas de los Pobres. De esta manera no solamente leen a cerca de nuestro carisma en los libros sino que también lo pueden ver vivido por nuestras Hermanas e incluso tener la oportunidad de unirse a los ministerios de las Hermanas.

Misiones parroquiales

Desde que abrimos la Casa de Formación San Juan Eudes en la ciudad de Quezon, hace pocos años, nuestra comunidad ha tenido la oportunidad de estar más involucrada en nuestra parroquia local de Santa María della Strada. Está dirigida por un sacerdote de la diócesis de Cubao. Durante estos años la parroquia ha llevado a cabo tres misiones parroquiales, cada vez enfocada, en un sector pobre que no tiene mucho contacto con la parroquia. Cada uno de estos sectores es económicamente pobre y falto de alimento spiri-tual. Nuestros seminaristas y sacerdotes fueron invitados a hacer parte del Equipo Acompañante de la Misión. Esto los involucra en visitas puerta a puerta en los sectores con el objetivo de escuchar las necesidades de la gente y hablar de los servicios disponibles en la parroquia.Este tipo de evangelización conduce a muchas peti-ciones de Bautismo, Primera Comunión, Confirmación, Confesión y Matrimonios en la Iglesia. Cada misión dura aproximadamente cinco semanas. Misas y confesiones hacen parte normal del pro-grama. Lo que es más importante, la misión restablece el contacto entre zonas aisladas de alguna manera y la parroquia más amplia. Uno de los objetivos de la misión es establecer varios ministerios en cada sector a través de organizaciones parroquiales y formar

182 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Comunidades Eclesiales de Base (CEB) en donde sea posible. Esto constituye un esfuerzo para asegurar que los beneficios de la mi-sión continúen.

El compromiso de los Eudistas en estas misiones parroquiales nos ha ayudado a experimentar un modo contemporáneo de conti-nuar el camino preferido de San Juan Eudes de llevar la misericor-dia de Dios al pueblo que tanto la necesita.

Así queda claro que el carisma de san Juan Eudes está vivo y en buen estado en las Filipinas. La gran Familia Eudista está dedicada a llevar el amor misericordioso de Dios a los necesitados. A través de ministerios largamente establecidos, así como de nuevas empre-sas misioneras estamos respondiendo a muchas necesidades de for-mación y evangelización en las Filipinas. La congregación de Jesús y María está animada e inspirada por la dedicación y la fidelidad de nuestras Hermanas.Estamos muy agradecidos por las muchas maneras con las que nos han ayudado en nuestros primeros diez años en las Filipinas.

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la miSión EudiSTa dE miSEricordia En El SuroccidEnTE dE loS ESTadoS unidoS

Por Steve Marshall

Steve Marshall tiene un título de maestría en Teología Espiritual del St. John’s Seminary. Después de pasar seis años en el programa de formación Eudista, sigue una carrera como teólogo laico aso-ciado a la Misión Eudista. También tiene un MBA en Gestión sin Fines de Lucro de la Universidad Católica Juan Pablo Magno, que pone al servicio de la administración Eudista en los Estados Uni-dos como Secretario Regional y Director de Desarrollo.

“Es misericordioso quien lleva en su corazón, por compasión las miserias de los miserables… (pero) pero debe pasar del pensamiento al efecto”197

La misión de misericordia ha sido una parte fundamentalde la presencia de la CJM en Norte América desde el principio.Ya que se han escrito varios escritos sobre el tema,198 nos enfocaremos

197 Juan Eudes, Œuvres Complètes VIII (Vannes: Lafolye, 1908), p. 53. En Inglés, véase The Admirable Heart of Mary (New York: P.J. Kennedy, 1948), p. 302 or p. 288 de la version reimpresa (Fitzwilliam, NH: Loreto Publications, 2004).

198 Véase especialmente la publicación bilingüe de la Provincia de Amé-rica del Norte bao la supervisión del Padre Clément Legaré: Au Coeur de la Miséricorde avec Saint Jean Eudes (Montréal: Médiaspaul, 1995). Este libro contiene dos artículos sobre la mission de misericordia en Estados Unidos: “Esperanza, una Obra de Misericordia” por John Howard & Philipe Gagné; y “SIDA, en búsqueda de un Buen Samritano” por Robert Perelli (ambos en inglés). Esperanza será brevemente descrito más adelante en este artículo.

184 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

sobre las historias más conmovedoras que todavía tienen que ser registradas. Empiezan con la colaboración entre miembros de la CJM en San Diego, California y las hermanas de nuestra Señora de la Caridad (actualmente HNSCPB)199, exactamente sobre la fronte-ra en Tijuana, y termina con nuevos proyectos en los comienzos de la recientemente erigida Región de os Estados Unidos de la CJM.

Esta misión ha propiciado un terreno fértil para nuestra implan-tación en los Estados Unidos. Ha sido una palestra para el lide-razgo, la innovación, el atraer personas y colaboración. Ha sido ocasión para la cooperación entre padres Eudistas, hermanos, her-manas y laicos. En síntesis, esta ha sido un lugar en el que toda nuestra familia se ha congregado y ha crecido.

Casa Eudes: un asunto familiar desde el mismo principio

En un día de primavera de 1977, la hermana Juan Eudes Rive-ra (NSC) respondió a alguien que llamaba a la puerta del Nuevo convento en Tijuana. El visitante tenía abundante barba negra, piel blanca y vestía traje civil. Con voz baja y ronca y en un español va-cilante se anunció como el padre John Howard, sacerdote Eudista y pidió conocer la casa. Sorprendida pero temerosa de ser ruda con

Para una historia general de los Eudistas en los Estados Unidos, véase Jac-ques Venard, Les Eudistes au XXe Siècle (Montréal: Médiaspaul, 2008), pp. 250-253, 359 y André Samson & Jacques Custeau, Les Eudistes en Amérique du Nord 1890-1983 (Charlesbourg: Service des Archives Provinciales des Eudistes, 1997), pp.142-146, 190-193.

199 Felizmente en 2014 las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad se reunificaron con las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor (conocidas también como Hermanas del Buen Pastor) después de 179 años de atonomía mutua. En el presente, todas las casas y personas (que todavía viven) mencionadas en este documento pertenecen a la Orden de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor (NSCBP). Sin embargo, dado que éste es un documento histórico, es preciso anotar que las dos comuni-dades no se habían fusionado en el período que estamos describiendo, usa-remos, en líneas generales, la apelación que se empleaba en ese momento : Nuestra Señora de la Caridad (NSC).

La misión Eudista de Misericordia 185

él, la Hermana accedió. Ella la mostró brevemente el lugar conoci-do como Casa Eudes.

La Casa Eudes había sido construida apenas hacía dos años para brindar un hogar a niñas de las áreas más pobres de Tijuana, y de la prisión local (donde las chicas permanecían en las mismas ins-talaciones de hombres y mujeres adultos). La casa tenía un salon para 30 niñas y 4 hermanas, pero era necesario ofrecer mucho más que simple alojamiento. Esas niñas “enfrentaban serios problemas psico-socio-emocionales, además de su poca o nula educación, así como falta de recursos y de trabajo.Estas niñas sencillamente de-seaban un lugar en la sociedad, pero ese lugar les fue sistemática y brutalmente negado a ellas”200.Esta era la miseria para la que habían venido a trabajar las hermanas.

Sin embargo, hasta las instalaciones que acababan de adquirir se complicaban.La estructura había sido construida por soldados voluntarios en poco tiempo, y mostraba la falta de mano de obra calificada y ya había necesidad de reparaciones serias.Al final de su visita, el Padre Eudista agradeció a la Hermana Juan Eudes y dijo que pronto volvería con ayuda.Más tarde ella le confesó que era el primer padre Eudista que ella había visto y que, al principio, ella de creer algo de lo que él le había dicho.

El Padre Howard se trasladó a San Diego en 1976 para comen-zar su PhD en psicología en una Universidad de renombre. Él ha-bía oído hablar de las hermanas antes de dejar su previa desig-nación como superior local en Buffalo, NY. Para la historia de la implantación de los Eudistas en esta zona es significativo que uno de sus primeros proyectos fue buscar otros miembros de la Fami-lia Eudista y agregarlos al apostolado de misericordia. También es importante el camino que él abrió para los laicos en esta misión.

Santiago/San león (St. James/St. Leo), la parroquia que había aceptado al Padre Howard estaba en Solana Beach, un barrio aco-

200 De la página web Casa2 Eudes: http://www.casaeudes.com/english.html tomado en febrero 19, 2016.

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modado en la parte norte de San Diego. Al ver el gran contraste entre la parte rica a 30 minutos al norte de la frontera y la pobreza de los niños a 30 minutos al sur, el Padre Howard reunió a varios feligreses para visitar la Casa Eudes y dar asistencia tanto material como en forma de mano de obra calificada. En el lapso de un año habían reunido muchos laicos “misioneros de un día”, tenían el apoyo de los obispos tanto de San Diego como de Tijuana y habían fundado el Círculo Misionero de Santiago, como una corpora-ción sin ánimo de lucro.

En la actualidad, casi 40 años después, el Círculo Misioneroy la Casa Eudes continúan en estrecha asociación en la misión. Dos ve-ces al mes un grupo de voluntarios dedica su sábado para colabo-rar con el mantenimiento de las instalaciones y el trabajo con niños. Para complementar la ayuda profesional ofrecida por el programa de las hermanas, los voluntarios ofrecen a los niños entrenamiento vocacional, tutorías de lenguaje y atención cariñosa. Los benefac-tores también financian educación primaria y secundaria a mas de 40 chicas y las apoyan más tarde si están calificadas para estudios universitarios. Más de 3.000 niñas han venido a la Casa Eudes y han sido capacitadas para crecer en un ambiente seguro y amoroso.

Círculo Misionero: la Misión crece

La energía misericordiosa del Círculo misionero no se agotó en la ayuda dada a la Casa Eudes. Bajo la orientación del Padre Howard se convirtió en un foro de acción y creatividad que se ex-tiende a los que están en gran necesidad.

Otra fuente de miseria que pesaba sobre los corazones de esta creciente familia era la de muchos indigentes que vivían en casu-chas destartaladas, construidas en la cima de los vertederos de la ciudad. Esperanza Internacional se fundó oficialmente en 1984 para traer voluntarios y benefactores que ayudaran a conseguirles un lugar para vivir, pero eso no era todo. Esperanza Internacional aspiraba a mantener de estas personas dándoles asistencia, ayudándolos a ayu-darse a sí mismos y, de este modo, darles un sentido de pertenencia

La misión Eudista de Misericordia 187

como resultado. El Padre Howard fue el presidente fundador, y en 1992 el Hermano Eudista Philippe Gagné fue su primer director ejecutivo. En la actualidad más de 18.000 voluntarios se han invo-lucrado en el programa, y se han construido innumerable casas201.

El Círculo Misionero continuó atrayendo personas, y colocán-dolas cara a cara frente a los necesitados, para seguir orientando sus esfuerzos al mayor impacto posible. El Padre Robert Boutet, el primer Eudista que se unió al Padre Howard en San Diego en 1978, dirigió un programa para llevarlo hasta la comunidad de la Misión de San León. La parroquia en Solana Beach es única en esto, también sirve a una comunidad Hispana, de clase trabajadora, que tenía su propia capilla de oración precisamente la colina abajo desde Santiago (St. James). El Padre Boutet tenía esta comunidad en su corazón y ayudó a cerrar la infortunada brecha cultural entre la muy pudiente de Santiago y los de San León, que generalmente trabajaban como empleadosde los primeros, amas de casa, etc. Más tarde los voluntarios del Círculo Misionero quisieron cons-truir una clínica médica y dental en San León, permitiendo, a quie-nes tenían capacitación médica en el sector, ofrecer sus servicios a los trabajadores pobres y a quienes estaban recién salidos de la prisión. Actualmente, la Hermana Zita Toto NSCPB trabaja como coordinadora pastoral de la Misión de San León.

El Círculo Misionero se ha extendido a otras organizaciones sin ánimo de lucro, incluyendo una organización que empaca alimen-tos deshidratados para enviarlos a personas en situaciones de de-sastre. En los últimos cinco años, los voluntarios han empacado más de 250.000 alimentos para enviarlos a lugares como Haití, Tanzania, etc202.

201 Para mayor información sobre Esperanza Internacional y la familia de organizaciones, que posteriormente se han derivado de ella, véase el artículo de Howard y Gagné en Au Coeur de la Misericorde, pp. 261-267.

202 Para mayor información sobre St. James Mission Circle (el Círculo misionero de Santiago), vea la siguiente página electrónica: www.missioncir-cle.com.

188 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Además, deconservar estos relatos como hechos históricos, estos ejemplos sirven también para ilustrar la filosofía mantenida por la Familia Eudista local en su misión de misericordia: quienes tienen la posibilidad de ayudar se han puesto en contacto con estas per-sonas en necesidad. El contacto persona a persona se prioriza en la medida de lo posible, se forma una comunidad y se fundamentan en el lugar estructuras sostenibles.Se practica la caridad en el modo más humano posible tanto para el que da como para el que recibe.

Los miembros consagrados de la familia Eudista han desempe-ñado el papel de orientadores, pero en pocos casos han alcanzado la pertenencia completa en este apostolado. El Círculo Misionero, Esperanza y las clínicas de san León han crecido más allá de la comunidad eudista local. Tal vez esto pueda verse como debilidad, pero el objetivo nunca ha sido crear una “marca” o un “imperio” con nuestro nombre.Más bien, ha sido empoderar al laicado para vivir con mayor plenitud su llamado bautismal de servir a la misión en una forma sostenible. Si esa misión crece más allá de nosotros, entonces la Gloria sea para Dios.

Las Siervas Eudistas de la Undécima Hora: una nueva rama en el árbol familiar

Diversos elementos surgieron de la misión, pero pasó algún tiempo hasta tomar decididamente el carácter Eudista. El primero que mencionamos es una nueva fundación en el árbol de nuestra familia realizada por la madre Antonia Brenner. Su biografía ha sido magistralmente consignada en El Ángel de la prisión: Viaje de la Madre Antonia desde Beverly Hills a una vida de servicio en una cárcel mexicana203Aquí solamente esbozaremos los elementos esen-ciales de la misión Eudista de misericordia, tal como se desarro-llaron allá.

203 The Prison Angel: Mother Antonia’s Journey from Beverly Hills to a Life of Service in a Mexican Jail. Por Mary Jordan & Kevin Sullivan (New York: Penguin Press, 2005).

La misión Eudista de Misericordia 189

La prisión de La Mesa en Tijuana se hizo famosa por su violen-cia radical, la corrupción y el trato inhumano de los prisioneros. La pequeña antorcha de una mujer, que había llegado a ser conocida por los prisioneros con el sencillo nombre de “mamá”, ha estado de visita durante años, llevándoles algún alivio, pero la miseria de ellos pesaba tanto en su corazón que ella sentía que tenía que hacer más en la medida de sus posibilidades. Finalmente, en marzo de 1977 (apenas un mes antes de que el Padre Howard visitara por primera vez la Casa Eudes) la Madre Antonia se puso un hábito, que ella misma se hizo, y se trasladó a una celda de la prisión donde quiso vivir los 30 años siguientes de su vida.

El obispo de Tijuana aceptó los votos privados de la Madre An-tonia e inicamente le pidió que se asociara a la Orden Merceda-ria. El apostolado de los Mercedarios con los prisioneros parecía ajustarse mejor al suyo. Sin embargo, en una ocasión conocióa las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad en Tijuana, poco tiem-po después, ya no hubo duda a cuál familia espiritual pertenecería. Inmediatamente surgió una hermosa conexión entre ellas, y la cre-ciente comunidad, que la había apoyado, emergió fácilmente con el Círculo Misionero.La Madre Antonia primero se hizo Asociada de Nuestra Señora de la Caridad, después en los años 1990 empezó a establecer los fundamentos para iniciar la fundación de las Siervas Eudistas de la Undécima Hora. Recibió la plena aprobación epis-copal en 2003, como un medio para dar a las mujeres mayores (en la undécima hora de sus vidas) la oportunidad de entregarse por amor a los más necesitados. Como un caso único en los institutos religiosos, busca candidatas que tengan al menos 45 años de edad.

El Padre Howard y la Provincial de NSC de México, la Hermana Ana María Jiménez, fueron instrumentos en esta fundación, cuan-do eraa Superiora General de NSC la Hermana Marie-Françoise Le Brizaut, quien vino de Francia (después de insistentes llamados del Padre Howard) a ayudar a la Madre Antonia a hacer los Es-tatutos del Nuevo Instituto. En la elaboración de los Estatutos la Madre Antonia también dejó un documento llamado El Corazón y el Espíritu de las siervas Eudistas de la Undécima Hora, que presenta

190 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

la misión Eudista de misericordia en bellos términos. La Madre Antonia falleció en 2013, se eligió una sucesora, y una nueva gene-ración de hermanas continúa la obra que ella empezó.

“Misioneros por un día” se convierten en Asociados Eudistas

La experiencia de la Madre Antonia como Asociada de Nuestra Señora de la Caridad (y algo de su alegre insistencia), entre otros influjos, ayudó a cristalizar un Segundo movimiento del Espíritu Santo en la familia Eudista.

En los comienzos del Círculo Misionero, algunos voluntarios fueron invitados a hacerse “misioneros por un día”. De entre ellos, un grupo de los más dedicados quería llevar su compromiso más allá. Miraban cómo la Madre Antonia literalmente se enamoró de San Juan Eudes y de su espiritualidad, aprendiéndola de las Her-manas y ellas querían aprender más. Pero los recursos humanos eran escasos y, además, existía el problema del idioma.El Padre Pierre Drouin, que en ese momento era Superior General de los Eudistas, había tenido un gran éxito con los laicos asociados, en el tiempo en que estuvo en Venezuela, y buscaba un potencial para hacer algo semejante en las comunidades Eudistas en el mundo, Su voz se unió con la de la Madre Antonia para animar la pequeña y creciente comunidad Eudista en los Estados Unidos a lanzar un programa de asociados.

Finalmente, en 1994, todo se juntó. El Padre Bill Rowland y el Padre Howard reunieron un grupo en la oficina de orientación de este último una tarde para hablar sobre los vínculos entre el apos-tolado de la misericordia y la espiritualidad de san Juan Eudes. El año siguiente, el Padre Rowland y el Padre Ron Bagley invitaron a un grupo, aún mayor, a una tarde de espiritualidad en la parro-quia del Santísimo Sacramento en San Diego.Allí fue el despegue. En 2001, cuando la Asociada Elisabeth Ferrera fue invitada a la Asamblea General, el grupo alcanzaba ya 40 personas. Se reunían en encuentros quincenales y esbozaban su común “mosaico de mi-

La misión Eudista de Misericordia 191

siones” que incluía el apostolado a lo largo del condado de San Diego, Tijuana y más allá.

La Misión de Asociados “Consagrados Permanentes”

Dentro del grupo de Asociados había comenzado a crecer otra nueva forma de vida, que sorprendió a muchos miembros de la familia Eudista, cuando comprendieron que era, de hecho, un Te-soro olvidado de la espiritualidad Eudista.

En 1648 san Juan Eudes empezó a fundar “cofradías” para el laicado con el que quería compartir su espiritualidad y su misión. Desde hacía mucho tiempo, algunos miembros de las cofradías empezaron a pedir una forma más radical de entregar sus vidas al apostolado. Aunque la fecha exacta de su fundación es incierta, parece que san Juan Eudes fundó un Instituto Secular para hom-bres y mujeres consagrados, dedicados a vivir en el mundo para realizar un apostolado Eudista. El lo llamó la Sociedad de los Hijos del Corazón de la Madre Admirable. Infortunadamente se ha ido apagando en la memoria distante204

Sin conocer el precedente histórico de sus acciones, tres mujeres de las Asocidas Eudistas en los Estados Unidos solicitaron un com-promiso más permanente y total como Asociadas. Muy similar a los miembros de la Sociedad original de San Juan Eudes, estas mujeres llevan una vida de celibato en el mundo y se entregan totalmente a la misión de misericordia.

La Hermana Carol Ann Clark hizo votos privados en 1994, y es directora, con licencia para servir en el ministerio de duelo, llegan-do especialmente a quienes están muy alejados de la fe, a quienes les resultaría incómodo tener sacerdote celebrando el funeral. Ru-thanne Besterci ha prestado un servicio invaluable dando atención

204 Cf. Dauphin & Lebrun, editores, Oeuvres Completes VII, p. 513ff. Este tomo contiene el conjunto, que pervive, de las más antiguas constituciones del instituto, y la introducción sugiere la fecha de fundación: probablemente entre 1648 y 1656.

192 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

a los padres Eudistas retirados o enfermos, asegurándose de que tengan todo el acompañamiento y el cuidado que necesitan. Sally Jacobus ayuda a administrar las instalaciones de un alojamiento de bajos ingresos para mujeres en el centro de San Diego, y colabora con el Proyecto de Espiritualidad Ignaciana ofreciendo retiros es-pirituales a personas en hogares de paso. Las dos últimas personas hicieron su acto de Asociación permanente en 2011 con la supervi-sión del entonces Superior Provincial, Padre Pierre Drouin.

Sería realmente fascinanteinvestigar más este fenómeno, pues otros Asociados en el mundo parece que han sentido el mismo im-pulse del Espíritu aprosimadamente al mismo tiempo.

Fe solamente: La Misión de Misericordia se difunde en Parroquias Eudistas

La última encarnación de la misión Eudista de Misericordia, de la que hablaremos aquí, tiene lugar en el contexto de parroquia. La situacióneclesial en los Estados Unidos es tal que el número de sacerdotes que sirven en cada parroquia rápidamente se hace insuficiente. “En espíritu de corresponsabilidad” (Cf. Cst 20), los Eudistas en los Estados Unidos han aceptado el cuidado pastoral de tres parroquias (actualmente).

Lo pastores Eudistas hacen lo que está a su alcance para admi-nistrar las parroquias en espíritu Eudista, despertando en ellas la importancia de la formación y de la evangelización, predicando la dignidad de la vocación Bautismal, y orientándolas hacia el lla-mado de ser misioneros de misericordia.

Como ya hemos comentado muchos frutos se han visto en la comunidad de Santiago/San León (St.James/St Leo) en Solana Beach a través del establecimiento del Círculo Misionero. En to-das las otras parroquias Eudistas los esfuerzos del Padre Lawrence Goodwin CJM han sido particularmente notables con relación a la misión de misericordia.

La misión Eudista de Misericordia 193

Inicialmente, cuando el Padre Goodwin era candidato Eudista (y antes de que fuera ordenado), él vivía en Phoenix, Arizona con el Padre Ben Drapeau CJM en la parroquia San Jerónimo. Mientras estudiaba trabajo social en la Universidad del Estado de Arizona, trabajaba como empleado en Catholic Charities, en la Oficina de Justicia y Paz, como Coordinador Regional para el Ministerio So-cial Parroquial, él hacía parte del equipo, que la Diócesis de Phoe-nix introdujo para el proceso de educación nacional de justicia so-cial llamado Solamente Fe. Como programa básico de la Parroquia, Solamente Fe pone a los feligreses en contacto con los pobres, en encuentros personales con varias agencias de organización de co-munidad y servicio social. Estas experiencias de descubrimiento están fortalecidas por debates sobre el material correspondiente, tomado de la enseñanza social de la Iglesia. Por otra parte, se pedía un compromiso de 32 semanas por parte de los participantes, y se sabe que ha tenido un efecto transformador en su vida de fe.

Cuando el Padre Goodwin se trasladó a San Diego para vivir allá con la comunidad Eudista, fue quien primero introdujo este pro-grama en la diócesis, iniciándolo en cinco parroquias en el decana-to local, donde continúa en la actualidad. Cuando fue enviado al Seminario en la Arquidiócesis de los Ángeles (siendo todavía semi-narista) lo introdujo en nuestra parroquia San Juan Eudes, de San Fernando Valley. Él investigó este tipo de pedagogía experimental en su tesis de grado de Maestría en Ministerio Pastoral que él obtuvo del Seminario San Juan, titulada: “Una Pedagogía para En-señar la Moral Social Católica”.

Conclusión

El compromiso con la misión de misericordia en Tijuana ha sido un factor crítico para una implantación exitosa en San Diego, pero ahora el impulso debe pasar a la siguiente generación. También debe destacarse que las misiones Eudistas de formación y evangeli-zación no han sido consideradas, por el enfoque de esta edición de Cahiers Eudistes, sinoporque no han sido tan predominantes en

194 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

la vida de la familia Eudista, en este rincón de la provincia, hasta hace poco. Abrir con audacia un nuevo campo en estas regiones será seguramente una tarea para la generación venidera, así como continuar el impulso de la misión de misericordia.

Programas como el trabajo del Padre Goodwins, en las parro-quias, genera la esperanza de que la misión de misericordia hará más que la simple continuidad, innovará y difundirá esta misión de misericordia. Compromisos como los de las Siervas Eudistas y los Asociados Permanentes son valiosos en su totalidad, y pue-den inspirar a otros a darse de manera tan generosa. Todos estos son signos de que el Espíritu ha estado trabajando aquí, de que nuestros corazones han llevado las miserias de los demás, y que los resultados muestran y que hemos pasado, del pensamiento y la voluntad, a la acción.

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dEScubrimiEnTo En loS archivoS dE la Provincia dE norTEamErica

En la oportunidad de una operación que quería fotografiar las páginas titulares de un depósito de libros antiguos, hemos descu-bierto esta mañana una edición “rara” de Vida y Reino de Jesús.

En la introducción del primer tomo de las Obras Completas, el Padre Lebrun hacía la lista de las ediciones conocidas por orden cronológico y escribía:

(…) en 1656 la obra del p. Eudes fue publicada de nuevo en Lyon en Claude La Riviere, en un volumen dividido en dos tomos de 396 y 316 páginas. Esta edición reproduce tal cual el texto de 1637, y el autor está presentado como “sacerdote del Oratorio”. Esto me lleva a pensar que ella fue publicada sin su conocimiento. De hecho él no la señala en ninguno de los Avisos al lector que se encuentra encabezando las ediciones subsiguientes. Algunos años más tarde, en 1662, el P. Eudes agregó al Reino de Jesús una octava parte que comprende una serie de Meditaciones acerca de la humildad y unos Coloquios interiores acerca de diversos temas, y obtuvo para su libro, así aumentado, la aprobación de los doctores Blouet de Than, Pig-nay y Grandin. Es bien probable que entregó ese mismo año una nueva edición, pero no lo puedo afirmar de manera posi-tiva (Nota 114 – Es posible también que exista una edición de 1664, pero no hemos encontrado ninguna prueba cierta).

Una edición del Reino de Jesús fue publicada en Rouen en 1665, en Richard l´Allemant. Allí se encuentra la disertación sobre El Honor debido a los lugares santos, pero falta la octava

200 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

parte. El año siguiente, el P. Eudes volvió a publicar su libro en Caen bajo este título: La Vida y el Reino de Jesús… Dividido en ocho partes. Por el P. JEAN EUDES, sacerdote de la Con-gregación de Jesús y María. Una nueva y última edición, revi-sada, corregida y aumentada de nuevo por el autor, en Caen, en Poissonl´Aine, 1666. Con privilegio del rey, 1 vol. In-8_de XXIV-712 páginas.

(…) La edición de 1666 presenta el texto completo y definitivo del p. Eudes y, en el margen, preciosas notas marginales de autores citados. Por desgracia contiene numerosos errores de impresión. Se agotó muy rápidamente ya que el año siguiente, 1667, Poisson publicó otra que sin duda no tenía diferencia con la anterior. En 1670, el P. Eudes publicó de nuevo su libro en Paris, en Frederic Leonard, 1 vol. De XII-688 páginas. Es, creo yo, la última edición que fue publicaba cuando vivía el Beato.

(…) Después de la muerte del P. Eudes, el Reino de Jesús fue reimpreso en Paris, en 1695, por Urbain Coutelier. A parte el nombre del librero y el milésimo, nada lo distingue de la edición precedente. Es el mismo texto, el mismo formato, los mismos caracteres de imprenta y el mismo número de páginas.

Creo deber ubicar aquí una edición sin fecha, pero de aparien-cia reciente, publicado en Lyon en AntoineBesson, 1 vol.de 453 páginas. Se la encuentra a menudo, pero como ofrece el texto primitivo del P. Eudes lleno de gruesos errores no presen-ta ningún interés y no tiene ningún valor.

En nuestra época, el Reino de Jesús fue reeditado en Rennes en Hauvespre, en 1869, y en Paris, en Haton, en 1884. Estas ediciones no dan el texto completo de la obra de la cual modifican las divi-siones y modernizan el estilo, pero son suficientes para iniciar a las almas piadosas a la espiritualidad del P. Eudes.

Lamentamos sin embargo encontrar en la Elevación del princi-pio la frase corregida por el Beato, en 1644: “En este mismo día, usted me ha recibido en esta santa Congregación por las manos

Descubrimiento en los archivos de la provincia de norteamérica 201

de… Mons. Ilustrísimo Cardenal de Bérulle”. Esto prueba que los editores modernos tomaron como base de su revisión una edición defectuosa. Lamentamos sobre todo que el editor de 1869 haya cambiado el título de la obra y la haya titulado Vida y Reino de Jesús. El editor de 1884, no hizo sino reimprimir el texto de 1869, sin embargo estuvo bien inspirado al devolver al libro su verdadero título.

El R.P. Watrigant, S.J. nos advirtió de una edición del Reino de Jesús, publicada en Mons (Bélgica), con una fecha que igno-ramos.

Hemos encontrado esta mañana, en los archivos canadienses, una copia de Vida y Reino editada en Mons. En 1662.

Se puede leer en página de cubierta esta dedicatoria autógrafa:

Ce volume a étégracieusementdonné par le Rev. Père Provincial des Rédemptoristes à notre T.R. P. Provincial lors de sa visite à la Basilique de SteAnne de Beaupré le 9 sept. 1938.

Este volumen fue gratamente dado por el Rev. Padre Provincial de los Redentoristas a nuestro T.R.P. Provincial en ocasión de su visita a la Basílica de Sta. Ana de Beaupré, el 9 de septiembre de 1938.

Se trata de una edición hecha con uno de los textos originales de las primeras ediciones ya que el volumen está dividido en siete partes (y no ocho, como ciertas ediciones aumentadas por el mis-mo Juan Eudes), y cuyo autor es el P. Juan Eudes, sacerdote del Oratorio de Jesús. Más abajo “Sexta edición, revisada y aumentada de nuevo por el Autor”

Acompañada del escudo de la Congragación del Oratorio, (la corona de espinas con la inscripción del nombre de Jesús y María). A MONS. De la imprenta DE LA ROCHE, 1662

202 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

Después de haber señalado nuestro descubrimiento al archiva-dor general en Paris, fuimos informados que el Padre Paul Mil-cent, en el número 14 de CUADERNOS EUDISTAS (1991) había publicado un artículo titulado “Cuando los Oratorianos difundían EL REINO DE JESÚS”, lo que nos revelaba la existencia de edi-ciones belgas.

“De hecho sabemos hoy que Vida y Reino fue varias veces edi-tado y aun parcialmente traducido al flamenco, en los Países Bajos españoles, entre 1643 y 1662; esto es lo que un descubrimiento for-tuito seguido de una búsqueda paciente nos permite afirmar hoy. Y es precisando que la iniciativa de estas publicaciones “flamencas” provienen seguramente de los Oratorianos de los Países Bajos.

Un editor de Mons.

Descubrimiento en los archivos de la provincia de norteamérica 203

Un ejemplar del Reino de Jesús perteneciente a la comunidad de Nuestra Señora de la Caridad de La Rochelle (hoy en Caen) despertó mi curiosidad: yo no conocía esta edición hecha en Bru-selas en 1662; y de hecho, el P. Lebrun, sabio editor de las Obras Completas de san Juan Eudes, no la menciona como tampoco el catálogo de la Biblioteca Nacional de Paris. Pero basta recorrer la preciosa Biblioteca Catholica Neerlandica Impressa, 1500-1727 (Nijhoff, La Haya, 1954) para descubrir, no solamente esta edición de Bruselas, sino también dos ediciones belgas que la había prece-dido, en Mons, en 1643 y 1647”.

(…) Encontramos un ejemplar de la edición de Mons 1643, en la Biblioteca de la Universidad del Estado; de la edición de Mons 1647, Bruselas, en la Biblioteca real; de la edición de Bruselas 1662 Ultrecht (Países Bajos), en la Biblioteca de la Universidad. La edi-ción del Catecismo de la Misión hecha en Lovaina en 1675 se en-cuentra en Anvers, en la Biblioteca de RuusbroekGenootschap.

(…) Se puede concluir con seguridad que son los Oratorianos que han tomado la iniciativa de editar en MonsVida y Reino. Por otra parte no es seguro que en 1643, fecha de la primera de las dos ediciones de Mons, que los Oratorianos belgas haya tenido cono-cimiento de la salida de su compañero de Caen: éste salió discre-tamente de la casa del Oratorio la noche del 19 de marzo de 1643, pero fue declarado excluido de la congragación solamente el 28 de agosto siguiente (…)

La edición de Bruselas

En 1662, Vida y Reinofue publicado en Bruselas, con un tipó-grafo llamado Vleugaert. Encontramos, encabezando esta edición, además de las aprobaciones normandas de 1636, fielmente repro-ducidas, una nueva aprobación, dada expresamente a Bruselas, el 17 de marzo de 1662, por “AntoniusSanderus, presb., S. Th. licent., lib. censor”. ¿Quién es este Sanderus? ¿Tendría alguna re-lación con los Oratorianos? No parece. Era un polígrafo y un gran

204 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

lector205. En búsqueda constante de todo lo que podría aportarle algunos florines, hacía de buena gana el oficio de censor, y su apro-bación no expresa ninguna escogencia particular. Se puede sin em-bargo suponer que esta edición, que presenta todavía a Juan Eudes como oratoriano, se ubica en la misma huella de las dos ediciones de Mons; parece posible que ellos han tenido aquí también la ini-ciativa de esta publicación206, como en Mons en 1643 y 1647.

La indagación del Padre Milcent nos enseña, que las dos edicio-nes belgas que encontró, salieron de las imprentas de los dos edi-tores siguientes: en 1643 y 1647 en Mons en Waudret (encontrado en una biblioteca en Mons), y en 1662 en Bruselas en Vleudaert (encontrado en Nuestra Señora de la Caridad de Caen).

Sorprende mucho descubrir otra edición belga por medio de la ramaredentorista hasta en Canadá. Vemos sobre la página portada tres sellos de bibliotecas diferentes; dos identifican bastante clara-mente la pertenencia a Santa Ana de Breaupré, el tercero se podría leer BibliothecaMarianapoli (Biblioteca de Montreal).

La edición belga de Charlesbourg proviene entonces de otra casa editora distina de las dos identificadas antes: De la imprenta De la Roche, 1662. Encontramos la aprobación de los dos doctores franceses de 1636, pero no la aprobación belga señalada por el Padre Milcent.

205 Ver Biografía Nacional… de Bélgica, Bruselas, 1911-1913, t.XII206 Lebrun ignora esta edición, pero está señalada por Mons. André Pio-

ger en su tesis, Un orador de la Escuela francesa, san Juan Eudes, Paris, 1940, p.442. En la alusión que hace, el nombre del editor fue deformado en Neu-gars. Él conocía esta edición por el catálogo manuscrito de la antigua abadía de Val-Dieu, cerca de Mortagne (hacia el año 1791), conservado a la biblio-teca municipal de Alenon.

Descubrimiento en los archivos de la provincia de norteamérica 205

Sin embargo se encuentra agregada una dedicatoria que se lee así:

Dedicatoria

A la muy virtuosa

Y muy noble

Señorita

Anne Marie

De Melun

Marquesa de Risbaye,

Canonesa

Del muy noble, ilustre

Y venerable capítulo

De Señora

S. VVAVDRV

Firma: Su muy humilde y muy obediente servidor P. de Wau-dret, hijo.

Hay aquí posiblemente una relación con las ediciones de 1643 y 1647 publicadas en Waudret. Aquí el autor de la Dedicatoria se llama Waudret, hijo.

Seguido del prefacio y de un aviso al lector no firmado.

“Mi querido lector, si gusta de este libro, al punto de aconsejar a otros de tenerlo, usted hará un acto de caridad advirtiéndoles que sean los impresos en Mons, de la quinta y sexta edición, y no los de Paris, de Rouen o de Caen, ya que la impresión de Mons es mucho más correcta, puesto que contiene varias cosas muy importantes y muy útiles, que yo agregué en esta Edición, especialmente en la primera parte de este libro, que no se encontrará en los que fueron impresos en otra parte”.

La persona a la que se dirige la Dedicatoria es llamada Anne Marie de Melun: presidenta o decana del capítulo de Sainte-Wau-

206 Eudistas No. 24. San Juan Eudes, Profeta de Misericordia

dru, nacida en 1619, ingresada en la orden en 1628. Deja la orden para el hospital de Baugé en Anjou donde muere en 1679.

Estamos muy satisfechos de poder ofrecerles nuestra contri-bución a la historia de la Congregación, gracias a las buenas rela-ciones establecidas entre el provincial de los Redentoristas cana-dienses y el de los Eudistas.

Gilles Ouellet, Charlesbourg, 8 de enero de 2015