roberto zucco

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 ROBERTO ZUCCO  Bernard-Marie Koltès PERSONAJES ROBERTO ZUCCO SU MADRE SU HERMANA SU HERMANO SU PADRE SU MADRE LA CHIQUILLA HOMBRE COMISARIO EL SEÑOR MAYOR LA SEÑORA ELEGANTE EL FORZUDO CHULO PATRONA EL INSPECTOR MELANCOLICO UN INSPECTOR PUTA CHICO MUJER (2), POLI (2), GUARDIA(3), TIPO (2), PRESO (3) ESCENA 1 / LA EVASION  El camino de ronda d e una prisión, a ras del tejado. Los tejados de la prisión, hasta su coronación. A esa hora en que los guardias, cansados del silenc io y hartos de escrutar la oscuridad, son, a veces, víctimas de alucinac iones. GUARDIA PRIMERO: ¿Has oído algo? GUARDIA SEGUNDO: No, nada de nada. GUARDIA PRIMERO: Tú nunca oyes nada. GUARDIA SEGUNDO: ¿Y tú, has oído algo? GUARDIA PRIMERO: No , pero ten go la impresión de haber oído algo. GUA RDIA SEGUNDO: ¿Has oído o no has oído? GUA RDI A PRIMERO: No he oído po r los oídos, pero tengo la idea de haber oído algo. GUARDIA SEGUNDO: ¿La idea? ¿Sin usar los oídos? GUARDIA PRIMERO: Tú nunca tienes ideas, por eso nunca oyes nada ni ves nada. GUARDIA SEGUNDO: No oigo nada porque no hay nada que oír y no veo nada porque no hay nada que ver. Nuestra presencia aquí es inútil, por eso siempre acabamos discutiendo. Comple tamente inútil: los fusiles, las sirenas mudas, nuestros ojos abiertos cuando a estas horas todo el mundo los tiene cerrados. Me parece inútil mantener los ojos abiertos para contemplar la nada, y los oídos alerta para no escuchar nada, cuando a estas horas nuestros oídos deberían escuchar el ruido de nuestro universo interior y nuestros ojo s con templa r nuestros pai saj es interiores. ¿Tú cre es en el universo interior? GUARDIA PRIMERO: Y o creo que no es inútil que estemos aquí, para impedir las evasiones. GUARDIA SEGUNDO: Pero si aquí no hay evasiones. Es imposible. La prisión es demasiado moderna. Ni siquiera un preso pequeñito podría ev adirse. Ni siquiera un preso ta n pequeño como una rata. Si llegara a atravesar las rejas gr andes, des pués ha y otras más fin as, como coladores, y luego otras aún más finas, como tamices. Habría que ser de líquido para poder cruzarlas. Y una mano que ha apuñalado, un brazo que ha es tr angulado no pueden estar hechos de líquido. Al contrario, deben volverse pesados y voluminosos. ¿Cómo crees que puede ocurrírsele a alguien la idea de apuñalar o de estrangular, primero la idea, y después pasar a la acción? GUARDIA PRIMERO: Puro vicio. GUARDIA SEGUNDO: Yo, que llevo seis años de guardia, siempre he observado a los asesinos preg untándome donde podr ía encontrarse lo que los diferenciaba de mí: guardia penitenciario inca pa z de apu ñalar o de estrangular, incapaz hasta de pens ar lo. He reflexionado, he bu scado, incluso los he observado bajo la ducha porque me dijeron que era en el sexo donde se al oj aba el instinto asesino. He visto más de seiscientos sexos, pues bien, no hay ningún punto en común entre ellos; los ha y gr andes, los hay pequeños , los hay delgados, los hay chiquititos, los hay redondos, los hay puntiagudos, los hay enormes, de ahí no se saca nada. 1

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"Los héroes son criminales. No existen héroes que no tengan las ropas empapadas en sangre, y la sangre es lo único en el mundo que no puede pasar desapercibido. Es lo más visible del mundo". Zucco, es un personaje contradictorio, un asesino que genera contradicción: los malos no son tan malos, los buenos no son tan buenos. La idea de héroe cambia de sentido en cuanto se le concede una dimensión más humana, visceral, menos mítica.

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ROBERTO ZUCCO Bernard-Marie Koltès

PERSONAJESROBERTO ZUCCO

SU MADRE

SU HERMANASU HERMANOSU PADRESU MADRE

LA CHIQUILLAHOMBRE

COMISARIOEL SEÑOR MAYOR

LA SEÑORA ELEGANTEEL FORZUDO

CHULOPATRONA

EL INSPECTOR MELANCOLICOUN INSPECTOR

PUTACHICO

MUJER (2), POLI (2), GUARDIA(3), TIPO (2), PRESO (3)

ESCENA 1 / LA EVASION

 El camino de ronda de una prisión, a rasdel tejado. Los tejados de la prisión, hasta

su coronación. A esa hora en que los

guardias, cansados del silencio y hartos deescrutar la oscuridad, son, a veces,

víctimas de alucinaciones.

GUARDIA PRIMERO: ¿Has oído algo?GUARDIA SEGUNDO: No, nada de nada.GUARDIA PRIMERO: Tú nunca oyes nada.GUARDIA SEGUNDO: ¿Y tú, has oído algo?GUARDIA PRIMERO: No, pero tengo laimpresión de haber oído algo.

GUARDIA SEGUNDO: ¿Has oído o no hasoído?GUARDIA PRIMERO: No he oído por losoídos, pero tengo la idea de haber oído algo.GUARDIA SEGUNDO: ¿La idea? ¿Sin usar losoídos?GUARDIA PRIMERO: Tú nunca tienes ideas,por eso nunca oyes nada ni ves nada.GUARDIA SEGUNDO: No oigo nada porque

no hay nada que oír y no veo nada porque nohay nada que ver. Nuestra presencia aquí esinútil, por eso siempre acabamos discutiendo.Completamente inútil: los fusiles, las sirenasmudas, nuestros ojos abiertos cuando a estashoras todo el mundo los tiene cerrados. Me

parece inútil mantener los ojos abiertos paracontemplar la nada, y los oídos alerta para noescuchar nada, cuando a estas horas nuestrosoídos deberían escuchar el ruido de nuestrouniverso interior y nuestros ojos contemplarnuestros paisajes interiores. ¿Tú crees en eluniverso interior?GUARDIA PRIMERO: Yo creo que no es inútilque estemos aquí, para impedir las evasiones.GUARDIA SEGUNDO: Pero si aquí no hay

evasiones. Es imposible. La prisión es demasiadomoderna. Ni siquiera un preso pequeñito podríaevadirse. Ni siquiera un preso tan pequeñocomo una rata. Si llegara a atravesar las rejasgrandes, después hay otras más finas, comocoladores, y luego otras aún más finas, comotamices. Habría que ser de líquido para podercruzarlas. Y una mano que ha apuñalado, unbrazo que ha estrangulado no pueden estarhechos de líquido. Al contrario, deben volversepesados y voluminosos. ¿Cómo crees que puede

ocurrírsele a alguien la idea de apuñalar o deestrangular, primero la idea, y después pasar ala acción?GUARDIA PRIMERO: Puro vicio.GUARDIA SEGUNDO: Yo, que llevo seis añosde guardia, siempre he observado a los asesinospreguntándome donde podría encontrarse loque los diferenciaba de mí: guardiapenitenciario incapaz de apuñalar o deestrangular, incapaz hasta de pensarlo. He

reflexionado, he buscado, incluso los heobservado bajo la ducha porque me dijeron queera en el sexo donde se alojaba el instintoasesino. He visto más de seiscientos sexos, puesbien, no hay ningún punto en común entre ellos;los hay grandes, los hay pequeños, los haydelgados, los hay chiquititos, los hay redondos,los hay puntiagudos, los hay enormes, de ahí nose saca nada.

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GUARDIA PRIMERO: Puro vicio, te digo. ¿Noves algo?

 Aparece Zucco, caminando por el bordedel tejado.

GUARDIA SEGUNDO: No, nada de nada.GUARDIA PRIMERO: Yo tampoco, pero meparece ver algo.GUARDIA SEGUNDO: Veo un tipocaminando por el tejado. Debe ser la falta desueño.GUARDIA PRIMERO: ¿Qué iba a hacer untipo en el tejado? Tienes razón. De vez encuando deberíamos cerrar los ojos sobrenuestro universo interior.GUARDIA SEGUNDO: Yo diría que pareceRoberto Zucco, el que han encerrado esta tardepor el asesinato de su padre. Un animal furioso,un animal salvaje.GUARDIA PRIMERO: Roberto Zucco. No mesuena.GUARDIA SEGUNDO: ¿Pero tú ves algo allí,o solo lo veo yo?

 Zucco sigue avanzando, tranquilamente,por el tejado.

GUARDIA PRIMERO: Me parece que veoalgo. Pero, ¿qué es?

 Zucco empieza a desaparecer tras unachimenea.

GUARDIA SEGUNDO: Es un preso que seevade.

 Zucco ha desaparecido.

GUARDIA PRIMERO: Mierda, tienes razón:es una evasión.

 Disparos, focos, sirenas.

ESCENA 2 / ASESINATO DE LA MADRE

 La madre de Zucco, en ropa de dormir,ante la puerta cerrada.

LA MADRE: Roberto, tengo la mano en el

teléfono, descuelgo y llamo a la policía.ZUCCO: Abreme.LA MADRE: No.ZUCCO: Si le doy un golpe a la puerta, se cae,tú lo sabes, no te hagas la idiota.LA MADRE: Pues hazlo, enfermo, loco, hazlo ydespertarás a los vecinos. Estabas más seguroen la cárcel, porque si te ven te linchan: aquí nose tolera que alguien mate a su padre. En estebarrio, hasta los perros te mirarán con malosojos.

 Zucco golpea la puerta.

LA MADRE: ¿Cómo es que te has escapado?¿Qué clase de cárcel es esa?ZUCCO: Jamás me retendrán en prisión másde unas horas. Jamás. Abre; le harías perder lapaciencia a una babosa. Abre ,o te destrozo lacasa.LA MADRE: ¿Qué has venido a hacer aquí?

¿De dónde te viene esa necesidad de volver? Yoya no quiero verte, no quiero verte. Ya no eresmi hijo, se acabó. Tú para mí ya no vales másque una mosca de mierda.

 Zucco tira la puerta abajo.

LA MADRE: Roberto, no te acerques a mí.

ZUCCO: He venido a buscar mi uniforme.LA MADRE: ¿Tu qué?

ZUCCO: Mi uniforme.LA MADRE: Esa porquería de traje militar.¿Para qué quieres esa porquería de trajemilitar? Estás loco, Roberto. Hubiéramos debidodarnos cuenta cuando estabas en tu cuna, yarrojarte a la basura.ZUCCO: ¡Muévete, date prisa, tráemelo enseguida!

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LA MADRE: Te daré dinero. Es dinero lo quequieres. Te comprarás todos los trajes quequieras.ZUCCO: No quiero dinero. Lo que quiero es miuniforme.LA MADRE: No quiero, no quiero. Voy a

llamar a los vecinos.ZUCCO: Quiero mi uniforme.LA MADRE: No grites, Roberto, no grites, medas miedo; no grites, o despertarás a losvecinos. No puedo dártelo, es imposible; estásucio, está asqueroso, no puedes ponértelo así.Dame tiempo para que te lo lave, para que te loseque, para que te lo planche.ZUCCO: Yo lo lavaré. En la lavanderíaautomática.

LA MADRE: Desvarías, pobre infeliz. Estáscompletamente chiflado.ZUCCO: Es el sitio que más me gusta en elmundo. Es apacible, tranquilo, y hay mujeres.LA MADRE: Y a mí qué. No quiero dártela. Note acerques, Roberto. Aún llevo luto por tupadre. ¿Acaso vas a matarme a mí también?ZUCCO: No tengas miedo de mí, mamá.Siempre he sido dulce y amable contigo. ¿Porqué ibas a tenerme miedo? ¿Por qué no ibas adarme mi ropa? La necesito, mamá, la necesito.

LA MADRE: No seas amable conmigo,Roberto. ¿Cómo quieres que olvide que hasmatado a tu padre, que lo has tirado por laventana, como quien tira una colilla? Y ahoraeres amable conmigo. No quiero olvidar que hasmatado a tu padre, Roberto, y tu dulzura mehará olvidarlo todo, Roberto.ZUCCO: Olvida, mamá. Dame mi ropa, aunqueesté sucia, aunque esté arrugada, dámela. Yluego me marcharé, te lo juro.

LA MADRE: ¿He sido yo, Roberto, he sido yoquien te ha parido? ¿Has salido realmente demí? Si no te hubiese parido aquí mismo, si no tehubiese visto salir de mí, y seguido con los ojoshasta que te acostaron en tu cuna; si no hubiesefijado, desde entonces, mi mirada en ti sindesviarla jamás, vigilando cada cambio de tucuerpo, hasta ser incapaz de ver que seproducían esos cambios, y si no te viera ahora

ahí, idéntico al que salió de mí en esta cama,creería que no es mi hijo el que tengo delante.Pero te reconozco, Roberto. Reconozco la formade tu cuerpo, tu cintura, el color de tu pelo, elcolor de tus ojos, la forma de tus manos, esasmanazas fuertes que no han servido más que

para acariciar el cuello de tu madre, paraapretar el de tu padre, a quien has matado. ¿Porqué aquel niño, tan sensato durante 24 años, seha vuelto loco bruscamente? ¿Cómo te hasdescarrilado, Roberto? ¿Quién ha atravesado untronco de árbol en ese camino tan recto parahacerte caer al abismo? Roberto, Roberto, uncoche que se estrella en el fondo de un barrancono tiene arreglo. Un tren que descarrila nopuede volver a los raíles. Hay que abandonarlo,

hay que olvidarlo. Yo te olvido. Roberto. Ya te heolvidado.ZUCCO: Antes de olvidarme, dime donde estámi uniforme.LA MADRE: Está ahí, en la cesta. Está sucio yarrugado. (Zucco saca la ropa). Y ahoramárchate, me lo has jurado.ZUCCO: Sí, te lo he jurado.

Se acerca, la acaricia, la abraza, laestrecha, ella gime. La suelta y ella cae,

estrangulada. Zucco se desnuda, se ponela ropa y sale.

ESCENA 3 / BAJO LA MESA

 En la cocina. Una mesa cubierta hasta elsuelo por un mantel. Entra la hermana de

la chiquilla. Se dirige a la ventana, laentorna.

LA HERMANA: Entra, no hagas ruido, quítate

los zapatos: siéntate ahí y calla. (La chiquillaentra por la ventana.) Así que a estas horasde la noche, te encuentro acurrucada al pie deun muro. Tu hermano está registrando la ciudadde arriba abajo con el coche, y ten por seguroque cuando te encuentre te dará unos buenosazotes, porque se ha llevado un susto demuerte. Tu madre se ha pasado las horas en la

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ventana, haciendo toda clase de conjeturas,desde la violación colectiva a manos de unapandilla de delincuentes, hasta el cuerpodescuartizado que encontrarán en un bosque,por no mencionar al sádico que te habríaacorralado en el sótano, todo ha pasado por su

cabeza. Y tu padre está ya tan seguro de novolver a verte, que no ha parado de beber yduerme la borrachera en el sofá, roncando conel ronquido de la desesperación. En cuanto a mí,doy vueltas por el barrio como una loca y teencuentro ahí, simplemente acurrucada al piede un muro. Cuando hubiese bastado con quecruzaras el patio para tranquilizarnos. Lo másque te hubiera pasado, es que tu hermano tediese una buena zurra, y espero que te la dé

hasta hacerte sangre. Pero ya veo que hasdecidido no hablarme. Has decidido guardar unsilencio total. Silencio. Silencio. Todos discuten ami alrededor pero yo callo. Punto en boca.Veremos si sigues callada cuando tu hermano tedé una paliza. ¿Cuándo piensas abrir la bocapara explicarme por qué has vuelto tan tarde,cuando sólo tenías permiso hasta lamedianoche? Y si no abres el pico, voy aempezar a asustarme, voy a hacer toda clase desuposiciones yo también. Gorrioncillo mío,

habla con tu hermana, soy capaz de escucharlotodo, y te protegeré, te lo juro, de la cólera de tuhermano. ¿Has vivido una pequeña aventura dechiquilla, has conocido un chico y se ha puestotonto como todos los chicos, ha sido torpe, te hatratado con brusquedad?. Lo conozco,pichoncito, yo también he sido una chiquilla, heido a esas fiestas donde los chicos se portancomo imbéciles. Aunque te hayas dejado besar,¿qué más da? Te dejarás besar mil veces más

por unos imbéciles, te apetezca o no; y tedejarás tocar el trasero, pobre infeliz, quieras ono. Porque los chicos son imbéciles y lo únicoque saben hacer es tocarle el trasero a laschicas. Les encanta. No entiendo que placer leencuentran, es más, creo que no le encuentranningún placer. Forma parte de su tradición. Nolo pueden remediar. Pura imbecilidad. Pero nohay que dramatizar. Lo esencial es que no te

dejes robar aquello que nadie te debe robarhasta que llegue el momento. Pero yo sé que túesperarás ese momento, que escogeremos,todos juntos -tu madre, tu padre, tu hermano, yyo misma, y tú también, por supuesto-. Oentonces tendrían que forzarte, ¿y quién se

atrevería a forzar a una chiquilla como tú, tanpura, tan virginal? Dime que no te han forzado.Dime, dime que no te han robado eso, verdad,que nadie te debe robar. Contesta. Contesta ome enfado. Escóndete en seguida bajo la mesa.Me parece que ahí vuelve tu hermano.

 La chiquilla desaparece bajo la mesa. Entra el padre en pijama, medio dormido.Cruza la cocina, desaparece unosinstantes, vuelve a cruzar la cocina y regresa a su dormitorio.

Eres una chiquilla, eres una virgencita, eres lavirgencita de tu hermana, de tu hermano, de tupadre y de tu madre. No me digas esa cosa tanhorrible. Calla. Me vuelvo loca. Estás perdida, ytodos nosotros nos hemos perdido contigo.

 Entra el hermano, con gran estrépito. Lahermana se abalanza sobre él.

LA HERMANA: No grites, no te pongasnervioso. No está aquí pero la han encontrado.La han encontrado pero no está aquí.Tranquilízate o me volveré loca. No puedo contantas desgracias a la vez y como grites memato.EL HERMANO: ¿Dónde está? ¿Dónde está?LA HERMANA: Está en casa de una amiga.Duerme en casa de una amiga, en la cama de suamiga, caliente, segura, nada malo puedeocurrirle, nada. Nos ha ocurrido una desgraciaterrible. No grites, te lo suplico, porque puedeque después te arrepientas e incluso llores.EL HERMANO: Nada podría hacerme llorar,salvo una desgracia terrible que le ocurriera ami hermanita. La he vigilado tanto, y esta nochese me ha escapado. Se me ha escapado unashoras, frente a años y años de desvelos. La

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desgracia necesita más tiempo para caer sobrealguien.LA HERMANA: La desgracia no precisatiempo. Llega cuando quiere, y lo transformatodo en un instante. Destruye en un instante unobjeto preciado que uno guarda durante años.

(Coge un objeto y lo deja caer al suelo) . Yno podemos volver a pegar los pedazos. Nisiquiera gritando, podríamos volver a pegar lospedazos.

 Entra el padre. Cruza la cocina como laprimera vez y desaparece.

EL HERMANO: Ayúdame, hermana mía,ayúdame. Eres más fuerte que yo. No soportolas desgracias.LA HERMANA: Nadie soporta las desgracias.EL HERMANO: Compártela conmigo.LA HERMANA: Ya no puedo más.EL HERMANO: Voy a tomar un trago. (Sale)

Vuelve a entrar el padre.

EL PADRE: ¿Lloras hija mía? Me ha parecidooír llorar a alguien.

 La hermana se pone en pie

LA HERMANA: No. Cantaba. (Sale.)EL PADRE: Haces bien. Eso aleja la desgracia.(Sale.)

 Al cabo de un momento, la chiquilla salede debajo de la mesa, se acerca a laventana, la entorna, dejando entrar a Zucco.

LA CHIQUILLA: Quítate los zapatos. ¿Cómote llamas?ZUCCO: Llámame cómo quieras. ¿Y tú?LA CHIQUILLA: Yo no tengo nombre. Mellaman todo el tiempo con nombres deanimales, pollito, pichoncito, gorrioncillo,alondra, estornino, palomita, ruiseñor. Yopreferiría que me llamaran rata, serpiente decascabel o lechón. ¿Qué haces en la vida?

ZUCCO: ¿En la vida?LA CHIQUILLA: Sí, en la vida: tu oficio, tutrabajo, cómo ganas dinero, y todas esas cosasque hace todo el mundo.ZUCCO: Yo no hago lo que hace todo elmundo.

LA CHIQUILLA: Por eso, dime lo que haces.ZUCCO: Soy agente secreto. ¿Sabes qué es unagente secreto?LA CHIQUILLA: Sé lo que es un secreto.ZUCCO: Un agente además de ser secreto,viaja, recorre el mundo, lleva armas.LA CHIQUILLA: ¿Tú llevas un arma?ZUCCO: Por supuesto que la llevo.LA CHIQUILLA: Enséñamela.ZUCCO: No.

LA CHIQUILLA: Entonces es que no llevasarma.ZUCCO: Mira. (Saca un puñal)LA CHIQUILLA: Eso no es un arma.ZUCCO: Con esto puedes matar tan bien comocon cualquier arma.LA CHIQUILLA: Y además de matar, ¿qué máshace un agente secreto?ZUCCO: Viaja, va a Africa. ¿Conoces Africa?LA CHIQUILLA: Muy bien.ZUCCO: Hay lugares maravillosos en Africa,

montañas tan altas que siempre nieva en ellas.Nadie sabe que en Africa nieva. Es lo que másme gusta en el mundo: la nieve en Africacayendo sobre los lagos helados.LA CHIQUILLA: Me gustaría ver la nieve enAfrica. Me gustaría patinar sobre los lagoshelados.ZUCCO: También hay rinocerontes blancosque atraviesan el lago, bajo la nieve.LA CHIQUILLA: ¿Cómo te llamas? Dime tu

nombre.ZUCCO: Jamás diré mi nombre.LA CHIQUILLA: ¿Por qué? Quiero saber tunombre.ZUCCO: Es un secreto.LA CHIQUILLA: Yo sé guardar secretos. Dimetu nombre.ZUCCO: Lo he olvidado.LA CHIQUILLA: Mentiroso.

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ZUCCO: Andreas.LA CHIQUILLA: No.ZUCCO: Ángelo.LA CHIQUILLA: No te burles de mí o grito. Noes ninguno de esos nombres.ZUCCO: ¿Y cómo lo sabes, si no lo sabes?

LA CHIQUILLA: Imposible. Lo reconoceríaenseguida.ZUCCO: No puedo decirlo.LA CHIQUILLA: Aunque no puedas decirlo,dímelo de todos modos.ZUCCO: Imposible. Podría ocurrirme unadesgracia.LA CHIQUILLA: No importa. Dímelo de todosmodos.ZUCCO: Si te lo dijera, moriría.

LA CHIQUILLA: Aunque tengas que morir,dímelo.ZUCCO: Roberto.LA CHIQUILLA: ¿Roberto qué más?ZUCCO: Confórmate con eso.LA CHIQUILLA: ¿Roberto qué más? Como nome lo digas, gritaré, y mi hermano, que estáfurioso, te matará.ZUCCO: Me has dicho que sabías lo que es unsecreto. ¿De veras lo sabes?LA CHIQUILLA: Es lo único que sé

perfectamente. Dime tu apellido, dime tuapellido.ZUCCO: Zucco.LA CHIQUILLA: Roberto Zucco. Jamás loolvidaré. Escóndete bajo la mesa: viene alguien.

 Entra la madre.

LA MADRE: ¿Hablas sola, mi ruiseñor?LA CHIQUILLA: No. Canto para alejar la

desgracia.LA MADRE: Haces bien. (Ve el objeto roto.)Mejor. Hacía tiempo que quería deshacerme deesta porquería.

Sale. La chiquilla se acerca a Zuccoescondido bajo la mesa.

VOZ DE LA CHIQUILLA: Tú, amigo, me has

quitado mi flor y te la vas a quedar. Ahora ya nohabrá nadie que me la pueda quitar. La tieneshasta el fin de tus días, la tendrás inclusocuando me hayas olvidado o hayas muerto.Estás marcado por mí como por una cicatriz trasuna pelea. Yo no corro el riesgo de olvidar,

porque no tengo otra que darle a nadie; seacabó, solucionado, hasta el fin de mi vida. Lahe dado y eres tú quien la tiene.

ESCENA 4 / LA MELANCOLIA DELINSPECTOR

 La recepción de un hotel de putas en el Pequeño Chicago.

EL INSPECTOR: Estoy triste, patrona. Siento

el corazón pesado y no sé por qué. Estoy triste amenudo, pero esta vez hay algo que falla. Decostumbre, cuando me siento así, con ganas dellorar o de morirme, busco la razón de eseestado. Repaso todo lo ocurrido durante el día,durante la noche, y la víspera. Y siempre acaboencontrando un acontecimiento sin importanciaque, de momento, no me ha impresionado, peroque, como un pequeño microbio repugnante, haanidado en mi corazón y me lo retuerce en

todos los sentidos. Entonces, cuando descubrocuál es ese suceso sin importancia que me hacesufrir tanto, me río, el microbio queda aplastadocomo un piojo bajo la uña, y todo se arregla.Pero hoy he buscado, me he remontado a tresdías atrás, primero en un sentido y después enotro, y ahora estoy de vuelta, sin saber dedónde viene el mal, tan triste como antes y conel corazón igualmente pesado.LA PATRONA: Hurga usted demasiado en loscadáveres y en los enredos de los chulos,inspector.EL INSPECTOR: Tampoco hay tantoscadáveres. Pero chulos, sí, hay demasiados.Sería preferible más cadáveres y menos chulos.LA PATRONA: Yo prefiero a los chulos: meayudan a vivir y ellos mismos están llenos devida.EL INSPECTOR: Tengo que irme, patrona.

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Adiós.

 Zucco sale de la habitación, cierra lapuerta con llave.

LA PATRONA: Nunca se debe decir adiós,

inspector.

Sale el inspector, seguido por Zucco. Alcabo de unos instantes entra una putamuy alterada.

LA PUTA : Madame, fuerzas diabólicas acabande atravesar el Pequeño Chicago. El barrioentero está revuelto, las putas han dejado detrabajar, los chulos se han quedado con la bocaabierta, los clientes han huido, todo se ha

detenido, todo está petrificado. Madame, hacobijado al demonio en su casa. Ese muchachoque llegó hace poco, ese que no abre la boca,que no responde a las preguntas de las chicas,como si no tuviera voz ni sexo; ese muchacho,sin embargo, de mirada tan dulce; esemuchacho, tan guapo, sin duda, ya lo hemoscomentado mucho entre nosotras, ha salidodetrás del inspector. Lo observamos, nos reímos,nos imaginamos cosas. Camina detrás del

inspector que parece sumido en una profundareflexión; camina tras él como su sombra; y lasombra se encoge como al mediodía, se acercacada vez más a la espalda encorvada delinspector, y bruscamente saca un largo puñal deentre sus ropas, y lo clava en la espalda delpobre hombre. El inspector se detiene. No sevuelve. Balancea suavemente la cabeza, como sila profunda reflexión en que estaba inmersoacabara de encontrar solución. Después todo sucuerpo se balancea, y se desploma en el suelo.Ni el asesino ni su víctima se han mirado enningún momento. El muchacho tenía los ojosclavados en el revolver del inspector; se inclina,lo agarra, se lo guarda en el bolsillo, y se va,tranquilamente, con la tranquilidad deldemonio, patrona. Porque nadie se ha movido,todo el mundo, inmóvil, ha contemplado cómose marchaba. Ha desaparecido entre la gente.

Era el demonio lo que tenía bajo su techo,madame.LA PATRONA: De todos modos, con elasesinato de un inspector, ese muchacho estáacabado.

ESCENA 5 / EL HERMANO COMPLICE

 La cocina. La chiquilla está apoyada en lapared, aterrorizada.

EL HERMANO: No tengas miedo de mí,pichoncito. No te haré daño. Tu hermana es unaestúpida. ¿Por qué cree que yo te iba a pegar?Ahora eres una mujer y yo nunca le he pegado auna mujer. Me gustan mucho las mujeres; es loque más me gusta. Es mucho mejor que una

hermana pequeña. Una hermana pequeña esuna lata. Hay que vigilarla todo el tiempo, sinperderla de vista. ¿Para proteger qué? ¿suvirginidad? ¿Cuánto tiempo hay que estarvigilando la virginidad de una hermana? Todo eltiempo que he pasado cuidando de ti es tiempoperdido. Y echo de menos ese tiempo. Echo demenos cada día, cada hora que he perdidovigilándote. Más valdría desflorar a las chiquillasen cuanto son chiquillas, así se dejaría en paz a

los hermanos mayores, que no tendrían nadaque vigilar y podrían ocupar su tiempo en otrosasuntos. Me alegro que te hayas dejado violarpor un tipo, porque ahora tengo paz. Tú vas portu camino, yo por el mío, ya no te llevo a cuestascomo una cruz. Vente mejor a tomar una copaconmigo. Ahora tienes que aprender a no bajarlos ojos, a no sonrojarte, a atreverte a mirar alos chicos. Todo eso se acabó. Sé descarada.Levanta la cabeza, mira a los chicos, míralos a lacara, les encanta. No sirve de nada que sigassiendo recatada ni un minuto más. Hazte notar,pequeña, y en seguida. Abandónate a lanaturaleza, vete a hacer la calle en el PequeñoChicago con las putas, hazte puta: ganarás pastay no dependerás de nadie. Y si nos encontramosen algún bar, te haré una seña y seremoshermano y hermana de bar, es menos aburridoy te diviertes más. No pierdas más el tiempo

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bajando la mirada y cerrando las piernas,pichoncito, eso ya no sirve de nada. De todosmodos, ahora, la boda se ha ido al garete.Merecía la pena vigilarte para la boda, merecíala pena que bajaras tímidamente los ojos hastael día de la boda, pero ahora la boda se fastidió,

así que todo lo demás se fastidió también. De unsolo golpe, así todo se ha ido al garete: la boda,la familia, tu padre, tu madre, tu hermana; y amí me da igual. Tu padre ronca de pena, y tumadre llora; más vale dejarlos que lloren yronquen y marcharse de casa. Puedes tenerhijos: nos da igual. Puedes no tenerlos, tambiénnos da igual. Puedes hacer lo que quieras. Hedejado de vigilarte, y tú has dejado de ser unachiquilla. Ya no tienes edad; podrías tener

quince o cincuenta años, es lo mismo. Eres unamujer y a todo el mundo le da igual.

ESCENA 6 / EL METRO

 Bajo un cartel de "Se busca", con la fotode Zucco en el centro, sin nombre;

sentados uno junto al otro en el banco deuna estación de metro, tras la hora del

cierre, un señor mayor y Zucco.

EL SEÑOR: Soy un viejo y me he entretenidomás de la cuenta. Me alegraba de haber tomadoel último tren cuando de pronto, en unaencrucijada de este encrucijada de pasillos yescaleras, ya no he reconocido mi estación, laque sin embargo frecuento tan asiduamente,que creía conocerla tan bien como mi cocina.Ignoraba no obstante que oculta, tras elrecorrido nítido que practico cada día, unmundo oscuro de túneles, de direccionesdesconocidas que hubiera preferido seguir

ignorando, pero que mi necia distracción me haobligado a conocer. Y he aquí que de pronto lasluces se apagan y no dejan más claridad que lade esos farolillos blancos, en los que nuncahabía reparado. Camino entonces, derecho antemí, en un mundo desconocido, lo más aprisaposible, que por cierto no es mucho al tratarsede un anciano como yo. Y cuando al final de

interminables escaleras mecánicas detenidas,creo vislumbrar una salida, zas, unas enormesrejas me cierran el paso. Y entonces heme aquí,en una situación harto caprichosa para unhombre de mi edad, castigado por mi descuido ypor la parsimonia de mi paso, a la espera de no

sé muy bien qué, y tampoco me interesademasiado saberlo, ya que a mi edad ciertasnovedades son decididamente duras de tragar.Sin duda es el amanecer, sí, sin duda es lo queespero en esta estación que me era tan familiarcomo mi cocina, y que ahora me atemoriza. Sinduda estoy esperando que las luces habitualesvuelvan a encenderse y pase el primer metro.Pero estoy inquieto porque ignoro cómo volveréa ver la luz del día tras una aventura tan

extravagante, esta estación nunca me parecerála misma, ya no podré ignorar la presencia deesos farolillos blancos que antes no existían; y,además, una noche en blanco, no sé comopuede transformar la vida, nunca me habíaocurrido, todo debe quedar desfasado, los díasya no deben alternarse con las noches comoantes. Me siento muy inquieto ante estas cosas.Pero usted, joven, parece tener piernas muyágiles y el espíritu muy claro, sí, veo su miradaclara, y no turbia y necia como la de este viejo,

es imposible creer que se haya dejado confundirpor esos pasillos y esas verjas cerradas; no, un joven de espíritu claro como usted atravesaríaincluso una verja cerrada como una gota deagua pasaría a través de un colador. ¿Trabajaaquí por la noche? Hábleme de usted, eso metranquilizará.ZUCCO: Soy un chico normal y razonable,señor. Nunca me he hecho notar. ¿Se habríafijado en mí si no me hubiera sentado a su lado?

Siempre he pensado que la mejor manera devivir tranquilo es siendo transparente como uncristal, como un camaleón sobre una piedra,atravesar las paredes, carecer de color y de olor;que las miradas de la gente te atraviesen y veana la gente detrás de ti, como si no estuvieras allí.Ser transparente es una tarea dura: es un oficio;es un sueño antiguo, muy antiguo, el de serinvisible. No soy un héroe. Los héroes son

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criminales. No existen héroes que no tengan lasropas empapadas en sangre, y la sangre es loúnico en el mundo que no puede pasardesapercibido. Es lo más visible del mundo.Cuando todo haya sido arrasado, y una brumade fin del mundo envuelva la tierra, siempre

quedarán las ropas empapadas en sangre de loshéroes. Yo he cursado estudios, he sido un buenalumno. Uno no se vuelve atrás cuando se haacostumbrado a ser un buen alumno. Estoymatriculado en la universidad. Tengo mi sitioreservado en los bancos de la Sorbona, entreotros buenos alumnos y nunca me hago notar.Le aseguro que hay que ser buen alumno,discreto e invisible, para estar en la Sorbona. Noes una de esas universidades periféricas donde

van los gamberros y los que se creen héroes. Lospasillos de mi universidad son silenciosos y losrecorren sombras cuyo paso ni siquiera se oye. Apartir de mañana volveré a asistir a mi curso delingüística. Mañana es el día del curso delingüística. Allí estaré, invisible entre losinvisibles, silencioso y atento en la brumaespesa de la vida corriente. Nada puede alterarel curso de las cosas, señor. Soy como un trenque atraviesa tranquilamente una pradera y quenada podría hacer descarrilar. Soy como un

hipopótamo hundido en el cieno que sedesplaza lentamente y al que nada podríadesviar del camino y del ritmo que ha decididotomar.EL ANCIANO: Siempre se puede unodescarrilar, joven, sí, ahora sé que cualquierapuede descarrilar, en cualquier momento. Yo,que soy un hombre viejo, yo, que creía conocerel mundo y la vida tan bien como mi cocina,fíjese, aquí estoy fuera del mundo, en esta hora

que ni siquiera existe, bajo una luz desconocida,sumido en la inquietud de qué ocurrirá cuandose enciendan las luces habituales y pase elprimer metro, y la gente normal, como lo era yo,invada esta estación; y yo, tras esta mi primeranoche en blanco, no tendré más remedio quesalir, cruzar la verja abierta por fin, ver el díacuando no he visto la noche. Y ahora no sé nadade lo que va a ocurrir, de la manera en que veré

el mundo y en la que el mundo me verá o no meverá. Porque ya no sabré cuál es el día y cuál esla noche, ya no sabré qué hacer, daré vueltaspor mi cocina en busca de la hora, y todo esome da mucho miedo, joven.ZUCCO: Es como para tener miedo.

EL ANCIANO: Tartamudea usted, muyligeramente, eso me gusta mucho. Metranquiliza. Ayúdeme en la hora en que el ruidoirrumpa en este lugar. Ayúdeme, acompañe aeste viejo perdido hasta la salida; y más allá,acaso.

 Las luces de la estación se encienden. Zucco ayuda al anciano a levantarse y loacompaña. Pasa el primer metro.

ESCENA 7 / DOS HERMANAS

 En la cocina. La chiquilla, con una bolsa. Entra la hermana.

LA HERMANA: Te prohibo que te marches.LA CHIQUILLA: Tú no puedes prohibirmenada. De ahora en adelante soy mayor que tú.LA HERMANA: ¿Qué dices? Eres ungorrioncillo posado en una rama. Y yo soy tu

hermana mayor.LA CHIQUILLA: Tú eres una virgen perenne,no sabes nada de la vida, bien que has cuidadode ti misma, bien que te has protegido. Yo soymayor, he sido violada, estoy perdida, tomo misdecisiones yo sola.LA HERMANA: ¿No eres tú mi hermanapequeña, la que me contaba todas susconfidencias?LA CHIQUILLA: ¿No eres tú una solteronaque no sabe nada de nada, y debería callarse

ante mi experiencia?LA HERMANA: ¿De qué experiencia hablas?La experiencia de la desgracia no sirve de nada.Sólo sirve para que la olvidemos lo antesposible. Tan sólo la experiencia de la felicidadsirve de algo. Siempre recordarás las hermosasveladas tranquilas que has pasado con tuspadres, tu hermano y tu hermana; las

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recordarás hasta que seas vieja. Mientras que ladesgracia que nos ha caído encima, esa laolvidarás pronto, pajarillo mío, bajo la mirada detu hermana, de tu hermano y de tus padres.LA CHIQUILLA: Olvidaré y ya olvido, a mispadres, a mi hermano y a mi hermana; pero no

olvidaré mi desgracia.LA HERMANA: Tu hermano te protegerá, mipequeño vencejo: te querrá como nadie te quisonunca, porque siempre te ha querido como noha querido a nadie. El sólo será todos loshombres que tú puedas necesitar.LA CHIQUILLA: No quiero que me quieran.LA HERMANA: No digas eso. No hay ningunaotra cosa en la vida que valga la pena.LA CHIQUILLA: ¿Cómo te atreves a decir

eso? Nunca has tenido un hombre. Nunca tehan querido. Te has quedado sola toda tu vida, yhas sido muy desgraciada.LA HERMANA: Nunca he sido desgraciadahasta tu desgracia.LA CHIQUILLA: Sí, yo sé que has sido muydesgraciada. Te he pillado a menudo llorandodetrás de las cortinas.LA HERMANA: Lloro sin motivo, siempre a lamisma hora, para ganar ventaja, y ahora, nuncavolverás a verme llorar; yo he sacado mucha

ventaja. ¿Por qué quieres marcharte?LA CHIQUILLA: Quiero encontrarlo.LA HERMANA: No lo encontrarás.LA CHIQUILLA: Lo encontraré.LA HERMANA: Imposible. Sabes que tuhermano lo ha intentado durante días y noches,para vengarte.LA CHIQUILLA: Pero como yo no quierovengarme, lo encontraré.LA HERMANA: ¿Y qué harás cuando lo

encuentres?LA CHIQUILLA: Le diré una cosa.LA HERMANA: ¿Cuál?LA CHIQUILLA: Una cosa.LA HERMANA: ¿Dónde piensas encontrarlo?LA CHIQUILLA: En el Pequeño Chicago.LA HERMANA: ¿Por qué quieres perderte,paloma inocente? No, no me abandones, no medejes tan sola. No quiero quedarme sola con tu

hermano y con tus padres. No quiero quedarmesola en esta casa. Sin ti mi vida no valdrá nada, ynada tendrá sentido. No me abandones, te losuplico, no me abandones. Detesto a tuhermano, y a tus padres, y esta casa; sólo tequiero a ti, paloma, paloma; sólo existes tú en

mi vida.

 Entra el padre furioso.

EL PADRE: Su madre me ha escondido lacerveza. Tendré que pegarle como hacía antes.¿Por qué habré dejado de hacerlo? Me dolía elbrazo, pero hubiera debido esforzarme, hacerejercicio, o encargarle a otro que lo hiciera pormí. Hubiera debido seguir como antes,pegándole todos los días, a la misma hora. Peroel caso es que he sido negligente, y ahora ellame esconde la cerveza, y estoy seguro de quevosotras sois sus cómplices. (Mira bajo lamesa) Quedaban cinco botellas. Os pegarécinco veces a cada una como no las encuentre.

Sale.

LA HERMANA: ¡Mi tortolita en el PequeñoChicago! Qué infeliz debes ser, y cuánto más lo

serás.

 Entra la madre.

LA MADRE: Vuestro padre está otra vezborracho. Se ha soplado una cerveza tras otra.¿Y vosotras, tan complacientes con ese viejoloco? Dejáis que me enfrente sola con eseborrachín. Os importa un bledo, dejáis que nosarruine en alcohol. Sois dos tontas que solohabláis de bobadas, y me dejáis solas con eseborracho. ¿Qué significa esa bolsa?LA HERMANA: Va a pasar la noche en casa desu amiga.LA MADRE: Su amiga, su amiga... ¿A quéviene tanta amiga? ¿A qué vienen esas historiasentre chicas? ¿Acaso necesita pasar la nochecon su amiga? ¿Las camas son mejores que lasnuestras? ¿La noche es más negra allí que aquí?

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Si aún tuvierais edad, y yo fuerza, os pegaría alas dos.

Sale

LA HERMANA: No quiero que seas

desgraciada.LA CHIQUILLA: Soy desgraciada y soy feliz.He sufrido mucho, pero ese sufrimiento me hadado mucho placer.LA HERMANA: Y yo moriré si me abandonas.

 La chiquilla toma su bolsa y sale.

ESCENA 8 / JUSTO ANTES DE MORIR

Un bar de noche. Una cabina telefónica.

 Zucco sale disparado por la ventana, congran estrépito de cristales rotos. Gritos en

el interior.Aglomeración en la puerta.

ZUCCO: "Así yo fui creado como atleta,Hoy tu cólera enorme me completa,Oh mar, y soy grande sobre mi zócalo divinoDe toda tu grandeza mordiendo mis pies envano.Desnudo, fuerte, la frente hundida en una sima

de bruma".UNA PUTA: Hace un frío horrible. Esemuchacho va a pescar un catarro mortal.UN TIPO: No sufras por él. Está sudando, debeestar muy caliente por dentro.ZUCCO: "Envuelto en ruido y en granizo y enespumaY en la noche y viento chocando furiosos,Alzo mis brazos al éter tenebroso."UN TIPO: Está borracho.UN TIPO: Imposible. No ha bebido nada.

UNA PUTA: Está chiflado, eso es todo. Hayque dejarlo en paz.FORZUDO: ¿Dejarlo en paz? ¿Lleva horas jorobándonos y aún tenemos que dejarloenpaz? Que me busque de nuevo y le rompo lacrisma.UNA PUTA: (Se acerca a Zucco paralevantarlo) No busques más pelea, chico, no

busques más pelea. Esa carita tan guapa ya estábastante destrozada. ¿Quieres que las chicas nose vuelvan ya a mirarte? Es una cosa muy frágilla carita, nene. Te crees que es tuya para toda lavida y de pronto te la destroza un gilipollas quenada tiene que perder con la suya. Tú tienes

mucho que perder, nene. Una cara destrozada ytu vida entera se derrumba como si te hubierancortado el rabo. No lo piensas antes, pero te juro que lo pensarás después. No me mires así,que voy a llorar, eres de la raza de los que te danganas de llorar sólo con mirarlos.

 Zucco se acerca al forzudo y le pega unpuñetazo

UNA PUTA: No irán a empezar otra vez.FORZUDO: No me busques, pequeño, no mebusques.

 Zucco le pega otro puñetazo. El forzudo selo devuelve. Pelean.

UNA PUTA: Voy a llamar a la policía. Lo va amatar.UN TIPO: Ni se te ocurra llamar a la poli.UN TIPO: De todos modos, ya lo ha tumbado

otra vez.

 Zucco se incorpora y persigue al forzudoque se alejaba. Se le acerca y le pega en lacara.

UNA PUTA: No respondas, déjalo en paz, yano se tiene en pie.ZUCCO: ¡Pelea, cobarde, cagueta, no tienescojones!

 El forzudo lo lanza por los aires.

FORZUDO: Una vez más, y lo aplasto como aun mosquito.

 Zucco vuelve a incorporarse, buscando denuevo pelea.

UNA PUTA: ( Al forzudo) No lo toques, no lo

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toques, no le hagas daño.

 El forzudo tumba a Zucco de un puñetazo.

UN TIPO: Lo ha derribado, que bárbaro.UNA PUTA: Era fácil. Tiene razón cuando dice

que son unos cobardes.FORZUDO: Un hombre no debe dejarsemorder dos veces por el mismo perro.

 Entran en el bar. Zucco se incorpora, seacerca a la cabina. Descuelga, marca unnúmero, espera.

ZUCCO: Quiero marcharme. Hay quemarcharse en seguida. Hace demasiado calor, enesta mierda de ciudad. Quiero ir a Africa, bajo la

nieve. Tengo que marcharme porque voy amorir. De todos modos, nadie se interesa pornadie. Nadie. Los hombres necesitan a lasmujeres y las mujeres necesitan a los hombres.Pero lo que es amor, no hay. Me excito con lasmujeres por compasión. Me gustaría volver anacer perro, para ser menos desgraciado. Perrocallejero, buscador de basuras; nadie se fijaríaen mí. Me gustaría ser un perro amarillo, roídopor la sarna, del que uno se aparta sin prestarle

atención. Me gustaría ser un buscador debasuras por toda la eternidad. Creo que no haypalabras, no hay nada que decir. Hay que dejarde enseñar palabras. Hay que cerrar las escuelasy ampliar los cementerios. De todos modos, unaño, cien años, da igual; antes o después todostenemos que morir, todos. Y eso, eso es lo quehace que los pájaros canten, que los pájarosrían.UNA PUTA: (En la puerta del bar) Ya les decíayo que estaba loco. Habla por un teléfono queno funciona.

 Zucco suelta el auricular, se sientaapoyándose en la cabina. El forzudo seacerca a Zucco.

FORZUDO: ¿Qué cavilas, pequeño?ZUCCO: Pienso en la inmortalidad del

cangrejo, de la babosa y del abejorro.FORZUDO: Sabes, no me gusta pelearme.Pero me has buscado tanto las vueltas,pequeño, que uno no puede tragar sinresponder. ¿Por qué has buscado tanto la pelea?Cualquiera diría que quieres morir.

ZUCCO: No quiero morir. Voy a morir.FORZUDO: Como todo el mundo, pequeño.ZUCCO: No es una razón.FORZUDO: Tal vez.ZUCCO: El problema con la cerveza es que nola compramos, sólo la alquilamos. Tengo que ir aorinar.FORZUDO: Ve, ve, antes de que sea tarde.ZUCCO: ¿Es verdad que hasta los perros memirarán con malos ojos?

FORZUDO: Los perros jamás miran a nadiecon malos ojos. Los perros son los únicos seresde los que te puedes fiar. O te quieren o no tequieren, pero nunca te juzgan. Y cuando todo elmundo te haya dado de lado, pequeño, siemprequedará un perro que deambule por allí paralamerte la planta de los pies.ZUCCO: "Morte villana, di pietá nemica,di dolor madre antica,giudizio incontrastabile gravoso,di te biasmar la lingua saffatica."

FORZUDO: Tienes que ir a mear.ZUCCO: Es demasiado tarde.

 Amanece. Zucco se duerme.

ESCENA 9 / DALILA

Una comisaría de policía. Un inspector, uncomisario. Entra la chiquilla, seguida por su hermano. Este se queda en la puerta,

en penumbra. La chiquilla avanza hacia la foto de Zucco y lo señala con el dedo.

LA CHIQUILLA: Lo conozco.COMISARIO: ¿Qué es lo que conoces?LA CHIQUILLA: Ese chico. Lo conozco muybien.EL INSPECTOR: ¿Quién es?LA CHIQUILLA: Un agente secreto. Un amigo.

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EL INSPECTOR: ¿Quién es ese tipo, detrás deti?LA CHIQUILLA: Mi hermano. Me haacompañado. El me ha dicho que viniera averlos porque he reconocido la foto en la calle.EL INSPECTOR: ¿Sabes que lo buscamos?

LA CHIQUILLA: Sí. Yo también lo busco.EL INSPECTOR: ¿Es un amigo, dices?LA CHIQUILLA: Un amigo, sí, un amigo.EL INSPECTOR: Un asesino de policías. Tevamos a detener y acusar de complicidad, porocultar armas y no denunciar a un malhechor.LA CHIQUILLA: Mi hermano me ha dicho queviniera a decirles que lo conozco. Yo no ocultonada, no denuncio a nadie, lo conozco, eso estodo.

EL INSPECTOR: Dile a tu hermano que salga.EL COMISARIO: ¿No has oído? Tú, fuera.

 El hermano sale.

EL INSPECTOR: ¿Qué sabes de él?LA CHIQUILLA: Todo.EL INSPECTOR: ¿Francés? ¿Extranjero?LA CHIQUILLA: Tenía un poco de acentoextranjero, muy gracioso.EL COMISARIO: ¿Germánico?

LA CHIQUILLA: No sé que quiere decirgermánico.EL INSPECTOR: Así que te ha dicho que eraun agente secreto. Es extraño. En principio, unagente secreto tiene que permanecer secreto.LA CHIQUILLA: Le dije que le guardaría elsecreto pasara lo que pasara.EL COMISARIO: Bravo. Si todos los secretosse guardaran así, nuestro trabajo sería fácil.LA CHIQUILLA: Me dijo que se iba de misión

a Africa, a las montañas, allí donde hay nievetodo el tiempo.EL INSPECTOR: Un agente alemán en Kenia.EL COMISARIO: Las suposiciones de la policíano eran tan erróneas, después de todo.EL INSPECTOR: Eran exactas, comisario. (Ala chiquilla) Su nombre, ahora. ¿Lo sabes?Deberías saberlo si era amigo tuyo.LA CHIQUILLA: Sí, lo sé.

EL COMISARIO: Dilo.LA CHIQUILLA: Lo sé muy bien.EL COMISARIO: Te burlas de nosotros,chiquilla. ¿Quieres que te demos una bofetada?LA CHIQUILLA: No quiero bofetadas. Lo sé,pero no consigo decirlo.

EL INSPECTOR: ¿Cómo es eso de que noconsigues decirlo?LA CHIQUILLA: Lo tengo ahí, en la punta dela lengua.EL INSPECTOR: En la punta de la lengua, enla punta de la lengua. ¿Quieres que te demos debofetadas, o de puñetazos, o tirones de pelo?Aquí tenemos salas equipadas para esas cosas,sabes.LA CHIQUILLA: No, no, si lo tengo aquí

mismo. Ya va a salir.EL INSPECTOR: Su nombre de pila, por lomenos. Tienes que acordarte, bien que se lohabrás chupeteado en las orejas.EL COMISARIO: Un nombre, un nombre.Cualquiera, o te llevo a rastras a la sala detorturas.LA CHIQUILLA: Andreas.EL INSPECTOR: (Al comisario) Tome nota:Andreas. (A la chiquilla) ¿Estás segura?LA CHIQUILLA: No.

EL COMISARIO: Yo la mato.EL INSPECTOR: Suelta de una vez esemaldito nombre o te parto la cara. Date prisa, ote acordarás.LA CHIQUILLA: Ángelo.EL INSPECTOR: Un español.EL COMISARIO: O un italiano, un brasileño,un portugués, un mexicano: yo conocía unberlinés que se llamaba Julio.EL INSPECTOR: Cuánto sabe, comisario. (A

la chiquilla) Me estoy empezando a ponernervioso.LA CHIQUILLA: Ya lo siento en los labios.EL COMISARIO: ¿Quieres un golpe en laboca, para que salga?LA CHIQUILLA: Ángelo, Ángelo, Dolce, o algoasí.EL INSPECTOR: ¿Dolce? ¿Como dulce?LA CHIQUILLA: Dulce, sí. Me dijo que su

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apellido se parecía a un nombre extranjero quequería decir dulce, o azucarado. (Llora) Era tandulce, tan amable.EL INSPECTOR: Hay muchas palabras paradecir azucarado, supongo.EL COMISARIO: Sucré, zuccherato,

sweetened, gezuckert, ocukrzony.EL INSPECTOR: Ya lo sé, comisario.LA CHIQUILLA: Zucco. Zucco. Roberto Zucco.EL INSPECTOR: ¿Estás segura?EL COMISARIO: Zucco. ¿Con zeta?LA CHIQUILLA: Con zeta, sí. Roberto. Conuna zeta.EL INSPECTOR: Acompáñela para que hagala declaración.LA CHIQUILLA: ¿Y mi hermano?

EL COMISARIO: ¿Tu hermano? ¿Quéhermano? ¿Para qué quieres un hermano? Yaestamos nosotros.

ESCENA 10 / EL REHÉN

 En un parque, a plena luz del día. Unaseñora está sentada en un banco. Entra

 Zucco.

LA SEÑORA: Siéntese a mi lado. Hábleme.

Me aburro; conversemos. Detesto los parques.Parece tímido. ¿Acaso lo intimido?ZUCCO: No soy tímido.LA SEÑORA: Sin embargo, le tiemblan lasmanos como a un muchacho ante su primerachica. Tiene una cara simpática. Es un chicoguapo. ¿Le gustan las mujeres? Es casidemasiado guapo para que le gusten lasmujeres.ZUCCO: Me gustan las mujeres, sí, mucho.LA SEÑORA: Seguro que le gustan esasgolfillas de dieciocho años.ZUCCO: Me gustan todas las mujeres.LA SEÑORA: Eso está muy bien. ¿Ha sidoalguna vez duro con una mujer?ZUCCO: Jamás.LA SEÑORA: Pero ¿y las ganas? Ya ha debidosentir ganas de ser violento con una mujer, ¿noes cierto? Todos los hombres han sentido esas

ganas alguna vez, todos.ZUCCO: Yo no. Soy dulce y pacífico.LA SEÑORA: Es usted un tipo curioso.ZUCCO: ¿Ha venido en taxi?LA SEÑORA: Por supuesto que no. Nosoporto a los taxistas.

ZUCCO: Entonces ha venido en coche.LA SEÑORA: Es evidente. No he venidoandando; vivo en la otra punta de la ciudad.ZUCCO: ¿De que marca es su coche?LA SEÑORA: ¿Tal vez piensa que tengo unPorsche? No, sólo tengo una birria de coche. Mimarido es un tacaño.ZUCCO: ¿Qué marca?LA SEÑORA: Mercedes.ZUCCO: ¿Qué modelo?

LA SEÑORA: 280 SE.ZUCCO: No es una birria de coche.LA SEÑORA: Tal vez. Pero mi marido siguesiendo un tacaño.ZUCCO: ¿Quién es ese? No hace más quemirarla.LA SEÑORA: Es mi hijo.ZUCCO: ¿Su hijo? Es muy mayor.LA SEÑORA: Catorce años, ni uno más. Nosoy un vejestorio.ZUCCO: Parece mayor. ¿Hace deporte?

LA SEÑORA: No hace otra cosa. Le pagotodos los clubes de la ciudad, todas las pistas detenis, de hockey, de golf y encima me exige quelo acompañe a los entrenamientos. Es unmocoso.ZUCCO: Parece muy fuerte para su edad.Deme las llaves de su coche.LA SEÑORA: Claro, claro. Tal vez tambiénquiera el coche.ZUCCO: Sí, lo quiero.

LA SEÑORA: Cójalo.ZUCCO: Deme las llaves.LA SEÑORA: No me fastidie.ZUCCO: Deme las llaves. (Saca la pistola, ladeja en sus rodillas.)LA SEÑORA: Está loco. No se juega con esosarmatostes.ZUCCO: Llame a su hijo.LA SEÑORA: De ninguna manera.

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ZUCCO: (La amenaza con la pistola.) Llamea su hijo.LA SEÑORA: Está chiflado. (Grita a su hijo.). Vuelve a casa. Arréglatelas por tu cuenta.

 El hijo se acerca, la mujer se levanta,

 Zucco le coloca la pistola en la garganta.

LA SEÑORA: Dispare, imbécil. No le daré lasllaves, aunque sólo sea porque me toma poridiota. Mi marido, me toma por idiota, mi hijome toma por idiota, la criada me toma poridiota, puede disparar, habrá una idiota menos.Pero no le daré las llaves. Peor para usted,porque es un coche magnífico, asientos decuero y salpicadero de raíz de nogal. Peor parausted. Deje de armar escándalo. Mire: esosimbéciles se van a acercar, van a hacercomentarios, van a llamar a la policía. Mire: yase están relamiendo. Les encantan estas cosas.No soporto los comentarios de esa clase degente. Así que dispare. No quiero oírlos, noquiero oír.ZUCCO: (Al chico) No te acerques.UN HOMBRE: Miren como tiembla.ZUCCO: No te acerques, maldita sea. Tírate alsuelo.

UNA MUJER: Le tiene miedo al niño.ZUCCO: Y ahora pega las manos al cuerpo.Acércate.UNA MUJER: Pero ¿cómo querrá que searrastre con las manos pegadas al cuerpo?UN HOMBRE: Se puede, se puede. Yo lo haría.ZUCCO: Despacio. Las manos a la espalda. Nolevantes la cabeza. Quieto. (El chico hace unmovimiento) Como hagas un solo movimientomato a tu madre.

UN HOMBRE: Es capaz.UNA MUJER: Seguro. Lo va a hacer. Pobreniño.ZUCCO: ¿Juras que no te moverás?EL CHICO: Lo juro.ZUCCO: Apoya la cabeza en el suelo. Vuélvetelentamente y gira la cabeza hacia el otro lado.Vuélvete, no quiero que nos veas.EL CHICO: ¿Por qué tiene miedo de mí? No

puedo hacer nada. Soy un niño. No quiero quemate a mi madre. No tiene por qué tenermemiedo: es usted más fuerte que yo.ZUCCO: Sí, soy más fuerte que tú.EL CHICO: Entonces, ¿por qué me tienemiedo? ¿Qué puedo hacerle yo? Soy muy

pequeño.ZUCCO: No eres tan pequeño, y no tengomiedo.EL CHICO: Sí, está temblando, estátemblando. Lo oigo perfectamente.UN HOMBRE: Ahí viene la policía.LA MUJER: Ahora sí va a tener motivos paratemblar.UN HOMBRE: Nos vamos a reír. Nos vamos areír.

ZUCCO: (Al chico) Cierra los ojos.EL CHICO: Están cerrados. Están cerrados.Dios santo, es usted un cagueta.ZUCCO: Cierra también la boca.EL CHICO: De acuerdo, lo cierro todo. Peroeres un cagueta. Estás asustando a una mujer.Estás amenazando con tu pipa a una mujer.ZUCCO: ¿Qué coche tiene tu madre?EL CHICO: Un Porsche, quizá.ZUCCO: Calla. Cierra el pico. Cierra los ojos.Hazte el muerto.

EL CHICO: No sé cómo se hace el muerto.ZUCCO: Lo vas a saber. Voy a matar a tu madrey verás como se hace el muerto.UNA MUJER: Pobre niño.EL CHICO: Me hago el muerto, me hago elmuerto.UN HOMBRE: Los policías no se acercan.UNA MUJER: Se mueren de miedo.UN HOMBRE: Qué va. Es una estrategia.Saben lo que hacen. Tienen medios que no

conocemos. Pero saben lo que hacen, créanme.Ese tipo está perdido.UN HOMBRE: La mujer también, no cabeduda.UN HOMBRE: No se hace una tortilla sinromper los huevos.UNA MUJER: Pero que no toque al niño, elniño sobre todo, por Dios.

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 Zucco se acerca al chico empujando a lamujer, a la que sigue apuntando en elcuello con la pistola.Después pisa con unpie la cabeza del chico.

UNA MUJER: Ah, Dios mío, los niños ven cada

cosa hoy en día...UN HOMBRE: Nosotros también hemos vistocada cosa, cuando éramos niños...UNA MUJER: ¿A usted también lo haamenazado un loco, por casualidad?UN HOMBRE: ¿Y la guerra, señora, ya no seacuerda de la guerra?UNA MUJER: ¿Y qué? ¿Acaso los alemanes leponían un pie en la cabeza y amenazaban a sumadre?UN HOMBRE: Peor que eso, señora, peor que

eso.UNA MUJER: En todo caso, ahí está ustedvivito y coleando, viejo y bien gordo.UN HOMBRE: Es usted una grosera, señora.UNA MUJER: Yo solo pienso en el niño, sólopienso en el niño.UN HOMBRE: Oiga, déjese ya de tanto niño.Quien tiene la pistola en la garganta es ella.UNA MUJER: Sí, pero el que va a sufrir es elniño.

UNA MUJER: A ver, señor, ¿esto es lo quellama la técnica especial de la pol? Conquetécnica. Quedándose en la otra punta. Lo quetienen es mieditis.UN HOMBRE: He dicho que es una estrategia.UN HOMBRE: ¡Estrategia mis cojones!LOS POLICIAS: (Desde lejos.) Suelte elarma.LA MUJER: Bien dicho.LA MUJER: Estamos salvados.

UN HOMBRE:Dichosa estrategia.

UN HOMBRE: Preparan un golpe, ya lo hedicho.LA MUJER: Yo al único que veo preparando ungolpe es a ese.UN HOMBRE: Además, el golpe ya estáprácticamente hecho.LA MUJER: Pobre niño.UN HOMBRE: Señora, como siga con lo del

niño le doy un tortazo.UN HOMBRE: ¿Les parece este momento dediscutir? Un poco de dignidad. Somos testigosde un drama. Estamos ante la muerte.LOS POLICIAS: (Desde lejos) Le ordenamosque arroje el arma. Está rodeado. ( El gentío

rompe en carcajadas.)ZUCCO: Díganle que me entregue las llaves delauto. Es un Porsche.LA SEÑORA: Imbécil.LA MUJER: Dele la llave, dele la llave.LA SEÑORA: Jamás. Que la coja él mismo.UN HOMBRE: Le va a reventar la cara, queridaseñora.LA SEÑORA: Mejor, así ya no veré las suyas.Mejor.LA MUJER: Qué mujer tan horrible.UN HOMBRE: Es mala. Hay tanta gente mala ycruel.LA MUJER: Quítele las llaves a la fuerza. ¿Nohay aquí un hombre que le registre los bolsillosy le quite las llaves?LA MUJER: A ver, usted, que sufrió tanto deniño, cuando los alemanes le pisaban la cabezaamenazando a su madre, demuestre de una vezque tiene cojones, demuestre de una vez quepor lo menos le queda uno, aunque sea

pequeño, aunque esté reseco.UN HOMBRE: Señora, se merece usted unabofetada. Suerte que soy un hombre de mundo.LA MUJER: Pues entonces regístrele losbolsillos, coja las llaves, y luego me pega labofetada.

 El hombre se acerca temblando, extiendeel brazo, rebusca en los bolsillos de laseñora, y extrae las llaves.

LA SEÑORA: Imbécil.UN HOMBRE: (Triunfante.) ¿Ha visto? ¿Havisto? Que traigan el Porsche.

(La señora ríe)

LA MUJER: Se ríe. Cómo podrá reírse cuandosu hijo va a morir.

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LA MUJER: Qué horror.UN HOMBRE: Está loca.UN HOMBRE: Dele las llaves a los policías.Que se ocupen ellos de eso, por lo menos.Espero que por lo menos sepan conducir uncoche.

 El hombre regresa corriendo.

UN HOMBRE: No es un Porsche. Es unMercedes.UN HOMBRE: ¿Qué modelo?UN HOMBRE: 280 SE, creo. Muy bonito.UN HOMBRE: Un Mercedes, ese es un buencoche.LA MUJER: Pues traigan de una vez ese coche,de la marca que sea. Ese va a matar a todo elmundo.ZUCCO: Quiero un Porsche. No quiero quenadie se burle de mí.LA MUJER: Dígale a los policías que busquenun Porsche. No discutan. Si está loco, está loco.Hay que encontrarle un Porsche.UN HOMBRE: Por lo menos eso sabrán hacerlos polis.UN HOMBRE: Por supuesto. Se mantienenapartados.

Van hacia los policías.

UN HOMBRE: Que nos miren, a nosotros, quesomos hombres del pueblo. Somos másvalientes que ellos.LA MUJER: (Al chico.) Pobre pequeño. ¿Note hace daño ese pie tan malo?ZUCCO: Cállese. No quiero que nadie le hable.No quiero que abra la boca. Tú, cierra los ojos.

No te muevas.UN HOMBRE: ¿Y usted, señora, cómo sesiente?LA SEÑORA: Bien, gracias, bien. Pero mesentiría muchísimo mejor si cerraran el pico yregresaran a sus cocinas a pegarles a sus hijos.LA MUJER: Qué dura es. Qué dura es.EL POLICIA: (Desde el otro lado de lagente) Aquí están las llaves del coche. Es un

Porsche. Está ahí. Puede verlo desde aquí. (A lagente.) Pásenle las llaves.UN HOMBRE: Pásenselas ustedes. Losasesinos son cosa de ustedes.EL POLICIA: Tenemos nuestras razones.LA MUJER: Razones del culo.

UN HOMBRE: No pienso tocar esas llaves. Noes asunto mío. Soy padre de familia.ZUCCO: Voy a liquidar a la mujer, y me pegoun tiro en la cabeza. Mi vida me importa unbledo. Les juro que me importa un bledo. Hayseis balas en el cargador. Me llevo por delante acinco y luego me mato.LA MUJER: Que lo hace. Que lo hace.Vámonos.EL POLICIA: No se muevan. Lo van a poner

nervioso.UN HOMBRE: Ustedes sí que nos ponennerviosos de no hacer nada.UN HOMBRE: No los molesten. Déjenlostranquilos. Seguro que tienen un plan.EL POLICIA: No se muevan. (Deja las llavesen el piso y las empuja con un bastónentre las piernas de la gente hasta los piesde Zucco. Zucco se inclina lentamente,recoge las llaves, se las guarda en elbolsillo.)

ZUCCO: Me llevo a la mujer. Apártense.LA MUJER: El niño está a salvo. Gracias, Diosmío.UN HOMBRE: ¿Y la mujer? ¿Qué le va aocurrir a ella?ZUCCO: Apártense.

Todos se apartan. Sujetando la pistola conuna mano, Zucco se inclina, agarra por loscabellos la cabeza del chico, y le disparaun tiro en la nuca. Gritos, fuga. Sujetandola pistola contra la garganta de la mujer, Zucco, en el parque ahora casi desierto, sedirige hacia el coche.

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ESCENA 11 / EL TRATO

 En la recepción del hotel, en el PequeñoChicago. La patrona en su butaca, y la

chiquilla a la espera.

LA CHIQUILLA: Soy fea.LA PATRONA: No digas tonterías, patito.LA CHIQUILLA: Estoy gorda, tengo papada,dos tripas, unos pechos como balones de fútbol,y en cuanto a las nalgas, menos mal que lastenemos detrás, así no las vemos. Pero estoysegura de que son como jamones que sebalancean a cada paso que doy.LA PATRONA: Te quieres callar, bobita.LA CHIQUILLA: Estoy segura, estoy segura; yaveo a los perros, por la calle, seguirme con la

lengua fuera y las babas colgando de la boca. Silos dejase, me morderían ahí como en elmostrador de una carnicería.LA PATRONA: ¿Pero de dónde sacas eso,tontina? Eres bonita, eres redonda, estásrellenita, tienes formas. ¿Crees que a loshombres les gustan las ramas de árbol seco, queparece que se van a romper cuando las cogescon la mano? Les gustan las formas, pequeña,les gustan las formas que les llenen bien la

mano.LA CHIQUILLA: Me gustaría ser delgada. Megustaría ser una rama de árbol seco que pareceque se va a romper.LA PATRONA: Vaya, pues a mí no. Y ademáseres redondita hoy, puedes ser delgada mañana.Una mujer cambia a lo largo de su vida. Notienes que preocuparte por eso. Cuando yo erauna chiquilla como tú, estaba delgada, delgada,era casi transparente, sólo un poco de piel yunos cuantos huesos. Ni sombra de pecho. Lisacomo una tabla. Eso me enfurecía, porque enesa época ya me gustaban los chicos. Soñabacon redondearme, soñaba con tener unos senospreciosos. Entonces me colocaba unos pechosde cartón que me hacía yo misma. Pero loschicos se daban cuenta, y siempre que pasabanpor mi lado me daban cada codazo en el pechoque me lo dejaban completamente aplastado. Al

cabo de unas cuantas veces, clavé una agujadentro del pecho, y los gritos se oyeron en todoel pueblo, puedes creerme. Después, ya sabes,todo empezó a redondearse, a llenarse, y yoestaba muy contenta. Tranquilízate, gorrioncillo;eres redondita hoy, puedes ser delgada mañana.

LA CHIQUILLA: Me da igual. Hoy soy fea,gorda y desgraciada.

 Entra el hermano, conversando con unchulo. Ni siquiera miran a la chiquilla.

EL CHULO: (Impaciente.) Demasiado caro.EL HERMANO: No tiene precio.EL CHULO: Todo tiene un precio, y el tuyo esdemasiado alto.EL HERMANO: Cuando se le puede ponerprecio a algo, es que no vale gran cosa. Quieredecir que se puede discutir, rebajar, subir elprecio. Yo he fijado el precio en abstractoporque no tiene precio. Es como un cuadro dePicasso. ¿Le has oído decir a alguien que escaro? ¿Has visto alguna vez a un vendedorbajando el precio de un Picasso? El precio quese fija en estos casos, es una abstracción.EL CHULO: Entretanto, es una abstracciónque va a pasar de mi bolsillo al tuyo, y el vacío

que se va a formar en mi bolsillo no me parecetan abstracto.EL HERMANO: Un vacío semejante se vuelvea llenar. Lo volverás a llenar muy aprisa, créeme,y olvidarás el precio que has pagado en menostiempo del que empleas discutiendo. Pero yo nopienso discutir. Lo tomas o lo dejas. Haces elnegocio del año, o sigues en la miseria.EL CHULO: No te impacientes, no teimpacientes. Estoy reflexionando.

EL HERMANO: Pues reflexiona, reflexiona,pero no tardes mucho. Tengo que acompañar ami hermana a casa de su madre.EL CHULO: De acuerdo, hecho.EL HERMANO: (A la chiquilla) Te brilla lanariz, pichoncito. Conviene que te la empolvesun poco. (La chiquilla sale. La miran.) ¿Quéte parece mi Picasso?EL CHULO: De todos modos me parece caro.

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EL HERMANO: Te hará ganar tanto dineroque olvidarás el precio. Intercambio de dinero.EL CHULO: ¿Cuándo estará disponible?EL HERMANO: No te impacientes, no teimpacientes; tenemos todo el tiempo delmundo.

EL CHULO: No,no tenemos todo el tiempo delmundo. Tú tienes el dinero, yo quiero a la chica.EL HERMANO: La tienes, la tienes, es como sila tuvieras.EL CHULO: Ahora que tienes el dinero, tearrepientes.EL HERMANO: No me arrepiento de nada, denada. Pienso.EL CAFICHO: ¿Qué piensas? No es momentode pensar. Entonces, ¿cuándo?

EL HERMANO: Mañana, pasado mañana.EL CHULO: ¿Por qué no hoy?EL HERMANO: Sí, ¿por qué no hoy? Estanoche.EL CHULO: ¿Por qué no ahora mismo?EL HERMANO: Te impacientas, teimpacientas. (Se oyen los pasos de lachiquilla). Ahora mismo, de acuerdo. (Elhermano desaparece y se oculta en unahabitación.) Entra la chiquilla.LA CHIQUILLA: ¿Dónde está mi hermano?

EL CHULO: Me ha encargado que me ocupede ti.LA CHIQUILLA: Quiero saber dónde está mihermano.EL CHULO: Anda, ven conmigo.LA CHIQUILLA: No quiero ir con usted.LA PATRONA: Obedece inmediatamente,pava. No se discuten las órdenes de unhermano.

 La chiquilla y el chulo salen. El hermanosale de la habitación y se sienta frente a lapatrona.

EL HERMANO: Yo no quería, patrona, se lo juro. Ha sido ella la que ha insistido, ha sido ellala que ha querido venir a este barrio a hacer lacalle. Está buscando a no sé quién, y quiereencontrarlo. Está segura de que lo va a

encontrar aquí. Yo no quería. He cuidado de ellacomo ningún hermano ha cuidado nunca de suhermana. Mi pollito, mi pequeña adorada, jamás he querido a nadie como la he querido aella. No puedo evitarlo. La desgracia ha caídosobre nosotros. Ha sido ella quien lo ha querido,

yo sólo lo he consentido. Nunca he podido dejarde consentirle todo a mi hermanita. Es ladesgracia que nos ha escogido y se ceba ennosotros.LA PATRONA: Eres una basura.

ESCENA 12 / LA ESTACION

 En una estación de ferrocarril

ZUCCO: Roberto Zucco.

LA SEÑORA: ¿Por qué repite todo el tiempoese nombre?ZUCCO: Porque tengo miedo de olvidarlo.LA SEÑORA: Nadie olvida su propio nombre.Debe ser lo último que se olvida.ZUCCO: No, no; yo lo olvido. Lo veo escrito enmi cerebro, cada vez peor escrito, cada vezmenos claro, como si se borrase; tengo quemirar cada vez más de cerca para conseguirleerlo. Tengo miedo de encontrarme de pronto

sin saber mi nombre.LA SEÑORA: Yo no lo olvidaré. Seré sumemoria.ZUCCO: (Después de un tiempo) Me gustanlas mujeres. Me gustan demasiado las mujeres.LA SEÑORA: Nunca es demasiado.ZUCCO: Me gustan, me gustan, todas. No haybastantes mujeres.LA SEÑORA: Entonces, yo le gusto.ZUCCO: Sí, claro, es una mujer.LA SEÑORA: ¿Por qué me ha traído conusted?ZUCCO: Porque voy a tomar el tren.LA SEÑORA: ¿Y el Porsche? ¿Por qué no se vaen el Porsche?ZUCCO: No quiero hacerme notar. En un tren,nadie se fija en nadie.LA SEÑORA: ¿Se supone que debo tomarlocon usted?

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ZUCCO: No.LA SEÑORA: ¿Por qué no? No tengo ningúnmotivo para no tomarlo con usted. Desde que lovi no me ha desagradado. Voy a tomarlo conusted. Además, es lo que desea, de otro modome habría matado o abandonado en cualquier

parte.ZUCCO: Necesito que me dé dinero paratomar el tren. No tengo dinero. Mi madre teníaque dármelo pero se olvidó.LA SEÑORA: Las madres siempre se olvidande dar dinero. ¿Dónde quiere ir?ZUCCO: A Venecia.LA SEÑORA: ¿Venecia? Qué ocurrencia.ZUCCO: ¿Conoce Venecia?LA SEÑORA: Por supuesto. Todo el mundo

conoce Venecia.ZUCCO: Allí es donde he nacido.LA SEÑORA: Bravo. Siempre he pensado quenadie nacía en Venecia, y que todo el mundomoría allí. Los bebés deben nacer cubiertos depolvo y telarañas. En todo caso, Francia lo halimpiado a fondo. No veo ni rastro de polvo.Francia es un detergente excelente. Bravo.ZUCCO: Tengo que marcharme, esindispensable; tengo que marcharme. No quieroque me cojan. No quiero que me encierren. Me

da pánico estar entre toda esa gente.LA SEÑORA: ¿Pánico? Pórtese como unhombre. Tiene un arma; los pondría en fuga sólocon sacarla del bolsillo.ZUCCO: Precisamente porque soy un hombretengo pánico.LA SEÑORA: Pues yo no lo tengo. Después detodo lo que usted me ha hecho ver, ni lo tengoni lo he tenido nunca.ZUCCO: Es precisamente porque nunca ha

sido un hombre.LA SEÑORA: Es usted complicado, muycomplicado.ZUCCO: Si me cogen, me encerrarán. Si meencierran, me volveré loco. Además, ya mevuelvo loco ahora. Hay policías por todas partes,hay gente por todas partes. Ya estoy encerradoentre toda esa gente. No los mire, no mire anadie.

LA SEÑORA: ¿Acaso doy la impresión dequerer denunciarlo? Imbécil. Lo habría hechohace tiempo. Pero esos idiotas me repugnan.Usted, usted me gusta mucho más.ZUCCO: Fíjese en todos esos locos. Fíjese en elaspecto tan malvado que tienen. Son asesinos.

Jamás había visto tantos asesinos juntos. A lamás mínima señal en su cabeza, se lanzarían amatarse entre ellos. Me pregunto por qué laseñal no se dispara ahí, ahora, en sus cabezas.Porque todos están listos para matar. Son comoratas en jaulas de laboratorio. Tienen ganas dematar, se les nota en la cara, y en la manera deandar; veo sus puños cerrados en sus bolsillos.Reconozco a un asesino a primera vista; tienenlas ropas manchadas de sangre. Aquí, están por

todas partes; hay que quedarse tranquilo, sinmoverse; debemos ser transparentes. Porque sino, si los miramos a los ojos, si se dan cuentaque los miramos, si se ponen a mirarnos y avernos, la señal se dispara en sus cabezas, ymatan, matan. Y como haya uno que empiece,todos van a matar a todos. Todos esperan tansolo esa señal en sus cabezas.LA SEÑORA: Basta. No irá a tener un ataquede nervios. Voy a comprar los dos billetes. Perotranquilícese, o nos haremos notar. (Al cabo de

un tiempo) ¿Por qué lo mató?ZUCCO: ¿A quién?LA SEÑORA: A mi hijo, imbécil.ZUCCO: Porque era un mocoso.LA SEÑORA: ¿Quién se lo ha dicho?ZUCCO: Usted. Dijo que era un mocoso. Dijoque la tomaba por idiota.LA SEÑORA: ¿Y si a mí me gustara que metomen por idiota? ¿Y si me gustaran losmocosos? ¿Y si me gustaran los mocosos más

que nada en el mundo, más que los mayores?¿Si odiara todo, todo menos los mocosos?ZUCCO: Haberlo dicho.LA SEÑORA: Lo he dicho, imbécil, lo he dicho.ZUCCO: No hacía falta negarme las llaves. Nohacía falta humillarme. Yo no quería matarlo,pero todo se ha ido encadenando solo por culpadel asunto del Porsche.LA SEÑORA: Mentiroso. No se encadenaba

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nada, todo se atravesó. Era a mí a quienapuntaba con su arma. ¿Por qué le voló a él lacabeza, con toda esa sangre?ZUCCO: Si hubiese sido su cabeza, tambiénhabría saltado sangre.LA SEÑORA: Pero yo no la habría visto,

imbécil, yo no la habría visto. Mi sangre meimporta un bledo, ya no me pertenece. Pero lade mi hijo, he sido yo quien se la metió en las jodidas venas, es asunto mío, era mío, no sepueden derramar mis asuntos de cualquiermanera, en un parque, a los pies de una pandillade imbéciles. Ya no tengo nada mío, ahora.Cualquiera puede caminar sobre lo único queme pertenecía. Los jardineros lo limpiarán todomañana por la mañana. ¿Qué me queda, ahora,

que me queda?

 Zucco se pone en pie.

ZUCCO: Me marcho.LA SEÑORA: Voy con usted.ZUCCO: No se mueva.LA SEÑORA: No tiene ni con qué tomar eltren. Ni siquiera me ha dejado el tiempo dedárselo. No le deja a nadie tiempo de ayudarlo.Es usted como una navaja automática que de

vez en cuando cierra y guarda en su bolsillo.ZUCCO: No necesito ayuda.LA SEÑORA: Todo el mundo necesita ayuda.ZUCCO: No vaya a llorar. Tiene el aspecto deuna mujer a punto de llorar. Lo detesto.LA SEÑORA: Me ha dicho que le gustan lasmujeres, todas las mujeres, incluso yo.ZUCCO: Menos cuando ponen cara de mujeresque van a llorar.LA SEÑORA: Le juro que no lloraré.

 Llora. Zucco se aleja.

LA SEÑORA: ¿Y su nombre, imbécil? ¿Escapaz de decírmelo ahora? ¿Quién lo recordarápor usted? Ya lo ha olvidado, estoy segura. Estoysola, ahora, para recordarlo. Se va a marchar sinsu memoria.

 Zucco sale. La señora permanece sentada y contempla los trenes.

ESCENA 13 / OFELIA

 El mismo lugar, de noche. La estación está

desierta. Se oye caer la lluvia. Entra lahermana.

LA HERMANA: ¿Dónde está mi paloma? ¿Aqué inmundicia ha sido arrastrada? ¿En quéinfame jaula ha sido encerrada? ¿Qué animalesperversos y viciosos la rodean? Quieroencontrarte, tortolita mía, te buscaré hasta queme muera. (Tiempo.) El macho es el animalmás repugnante entre todos los animalesrepugnantes que produce la tierra. Hay un olor

en el macho que me asquea. A ratas en lascloacas, a cerdos en el lodo, un olor a estanquedonde se pudren cadáveres. (Tiempo.) Elmacho es sucio, los hombres no se lavan, dejanque la suciedad y los líquidos repugnantes desus secreciones se acumulen en sus cuerpos, yno los tocan, como si fueran bienes preciados.Los hombres no se huelen entre ellos porquetodos tienen el mismo olor. Por eso serelacionan entre ellos, todo el tiempo, y andan

con putas, porque las putas aguantan ese olorpor dinero. He lavado tanto a esa pequeña. Lahe lavado tantas veces antes de la cena, y la hebañado por la mañana, le he frotado la espalday las manos con el cepillo, y le he cepillado lasuñas por dentro, le he lavado el pelo todos losdías, y le he cortado las uñas, la he lavado dearriba abajo todos los días con agua caliente y jabón. La he tenido blanca como una paloma, lehe peinado las plumas como a una tortolita. Lahe protegido y guardado en una jaula siempre

limpia para que no manchara su blancurainmaculada, en contacto con la suciedad de estemundo, con la suciedad de los machos, para queno se dejara apestar por la peste del olor de losmachos. Y ha sido su hermano, esa rata entre lasratas, ese cerdo apestoso, ese varóncorrompido, el que la ha ensuciado y hundidoen el cieno y arrastrado por los cabellos hasta su

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estercolero. Hubiera debido matarlo, hubieradebido envenenarlo, hubiera debido impedirque rondara la jaula de mi tortolita. Hubieradebido levantar alambradas en torno a la jaulade mi amor. Hubiera debido aplastar a esa ratacon el pie y quemarla en la estufa. (Tiempo.)

Todo está sucio aquí. Toda la ciudad está sucia ypoblada de machos. Que llueva, que sigalloviendo, que la lluvia lave un poco a mitortolita en el estercolero donde se encuentra.

ESCENA 14 / LA DETENCION

 El barrio del Pequeño Chicago. Dospolicías. Unas putas, entre ellas la

chiquilla.

POLICIA PRIMERO: ¿Has visto a alguien?POLICIA SEGUNDO: Es de idiotas. El nuestroes un trabajo de idiotas. Quedarnos aquíplantados, como señales de estacionamiento.Más nos valdría volver a tráfico.POLICIA PRIMERO: Es normal. Aquí fuedonde mató al inspector.POLICIA SEGUNDO: Por eso. Es el único sitiodonde no volverá.POLICIA PRIMERO: Un asesino vuelve

siempre al lugar del crimen.POLICIA SEGUNDO: ¿Volver aquí? ¿Para quéiba a volver? No ha dejado nada, ni equipaje, ninada. No está loco. Somos dos señales deestacionamiento completamente inútiles.POLICIA PRIMERO: Volverá.POLICIA SEGUNDO: Mientras tanto,podríamos tomar un trago con la patrona delhotel, y comentar el caso con las señoritas enotra parte, entre toda esa gente tan apacible ytranquila, el Pequeño Chicago es el barrio mástranquilo de la ciudad.POLICIA PRIMERO: Hay un fuego bajo lascenizas.POLICIA SEGUNDO: ¿Un fuego? ¿Quéfuego? ¿Dónde ves tú el fuego? Hasta lasseñoritas son apacibles y tranquilas comosecretarias; los clientes se pasean como por unparque, y los chulos recorren su territorio como

libreros controlando si todos los libros están enlas estanterías y no les falta ninguno. ¿Dóndeves tú el fuego? Ese tipo no volverá, te apuestolo que quieras, te apuesto un trago con lapatrona.POLICIA PRIMERO: Pues bien que volvió a

su casa tras matar a su padre.POLICIA SEGUNDO: Porque tenía algo quehacer allí.POLICIA PRIMERO: ¿Y qué era lo que teníaque hacer?POLICIA SEGUNDO: Matar a su madre. Ycuando lo hizo, ya no volvió. Y como aquí ya nohay ningún inspector al que matar, no volverá.Me siento como un idiota; siento que me crecenraíces y hojas por los brazos y las piernas. Siento

que me estoy hundiendo en el asfalto. Vamos atomarnos un trago con la patrona. Todo está encalma; todo el mundo se pasea tranquilamente.¿Tú ves a alguien con pinta de asesino?POLICIA PRIMERO: Un asesino nunca tienepinta de asesino. Un asesino se paseatranquilamente entre los demás como tú ycomo yo.POLICIA SEGUNDO: Tendría que estar loco.POLICIA PRIMERO: Un asesino está loco pordefinición.

POLICIA SEGUNDO: No estés tan seguro, noestés tan seguro. A veces casi siento ganas dematar yo también.POLICIA PRIMERO: Pues bien, a veces debesestar casi loco.POLICIA SEGUNDO: Puede ser, puede ser.POLICIA PRIMERO: Estoy seguro.

 Entra Zucco.

POLICIA SEGUNDO: Pero jamás - aunqueestuviera loco, aunque fuera un asesino - jamásme pasearía tranquilamente por el lugar de micrimen.POLICIA PRIMERO: Mira ese tipo.POLICIA SEGUNDO: ¿Cuál?POLICIA PRIMERO: El que se paseatranquilamente, ahí.POLICIA SEGUNDO: Aquí todo el mundo se

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pasea tranquilamente. El Pequeño Chicago se haconvertido en un parque donde hasta los niñospodrían jugar a la pelota.POLICIA PRIMERO: El de la ropa sucia.POLICIA SEGUNDO: Sí, ya lo veo.POLICIA PRIMERO: ¿No te recuerda a

alguien?POLICIA SEGUNDO: Puede ser, puede ser.POLICIA PRIMERO: Parece él.POLICIA SEGUNDO: Imposible.LA CHIQUILLA: (Al ver a Zucco.) Roberto.(Corre hacia él y lo abraza.)POLICIA PRIMERO: Es él.POLICIA SEGUNDO: No hay duda.LA CHIQUILLA: Te he buscado, Roberto, te hebuscado, te he traicionado, he llorado, lloradohasta convertirme en una isla pequeñita enmedio del mar, y las últimas olas me estánahogando. He sufrido tanto, que mi sufrimientopodría inundar los abismos de la tierra ydesbordar los volcanes. Quiero quedarmecontigo, Roberto; quiero vigilar cada latido de tucorazón, cada aliento de tu pecho; con la orejapegada a ti escucharé el ruido de los engranajesde tu cuerpo, vigilaré tu cuerpo como unmecánico vigila su máquina. Guardaré todos tussecretos, seré el cofre de tus secretos; seré la

bolsa donde ocultarás tus misterios. Velaré tusarmas, las protegeré de la herrumbre. Serás miagente y mi secreto y yo, en tus viajes, seré tuequipaje, tu cargador y tu amor.POLICIA PRIMERO: (Se acerca a Zucco.)¿Quién es usted?ZUCCO: Soy el homicida de mi padre, de mimadre, de un inspector de policía y de un niño.Soy un asesino.

 Lo detienen.

ESCENA 15 / ZUCCO AL SOL

 Los tejados de la prisión, a mediodía. Nose ve a nadie a lo largo de toda la escena,

exceptuando a Zucco, cuando trepa altejado. Voces mezcladas de guardias y 

presos.

UNA VOZ: Roberto Zucco se ha escapado.UNA VOZ: Otra vez.UNA VOZ: ¿Pero quien lo vigilaba?UNA VOZ: ¿Quién lo tenía a su cargo?UNA VOZ: Parecemos tontos.

UNA VOZ: Parecen tontos, sí. (Risas.)UNA VOZ: Silencio.UNA VOZ: Tiene cómplices.UNA VOZ: No; precisamente porque no tienecómplices siempre consigue escaparse.UNA VOZ: Solo.UNA VOZ: Solo, como los héroes.UNA VOZ: Hay que buscar en los recovecos delas galerías.UNA VOZ: Estará escondido en alguna parte.UNA VOZ: Estará acurrucado en un escondrijo,temblando.UNA VOZ: Seguro que no está temblando, sinoriéndose de ustedes.UNA VOZ: Zucco se ríe de todo el mundo.UNA VOZ: No irá muy lejos.UNA VOZ: Es una prisión moderna. Nadiepuede evadirse.UNA VOZ: Es imposible.UNA VOZ: Estrictamente imposible.UNA VOZ: Zucco está perdido.

UNA VOZ: Zucco estará perdido, pero por elmomento, está trepando al tejado y riéndose devosotros.

 Zucco, con el torso y los pies desnudos,alcanza la coronación del tejado.

UNA VOZ: ¿Qué está haciendo ahí?UNA VOZ: Baje inmediatamente. (Risas.)UNA VOZ: Zucco está perdido. (Risas.)

UNA VOZ: Zucco, Zucco, dinos como te lasarreglas para no quedarte en prisión ni unahora.UNA VOZ: ¿Cómo lo haces?UNA VOZ: ¿Por dónde te has largado? Dinos eltruco.ZUCCO: Por arriba. No hay que tratar deatravesar los muros, porque detrás de los muroshay otros muros, y siempre está la prisión. Hay

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que escapar por los tejados, hacia el sol. Jamásalzarán un muro entre el sol y la tierra.UNA VOZ: ¿Y los guardias?ZUCCO: Los guardias no existen. Basta con noverlos. De todos modos, yo podría agarrar acinco con una sola mano y aplastarlos de un

golpe.UNA VOZ: ¿De dónde te viene tu fuerza,Zucco, de dónde te viene tu fuerza?ZUCCO: Cuando avanzo, me ciego, no veo losobstáculos, y, como no los miro, caen solos antemí. Soy solitario y fuerte, soy un rinoceronte.UNA VOZ: Pero tu padre, y tu madre, Zucco.No hay que tocar a los padres.ZUCCO: Es normal matar a los padres.UNA VOZ: Pero un niño, Zucco; no se mata a

los niños. Se mata a los enemigos, se mata a lagente capaz de defenderse. Pero a un niño, no.ZUCCO: No tengo enemigos y no ataco.Aplasto a los otros animales, no por maldad,sino porque no los veo y les pongo el pieencima.UNA VOZ: ¿Tienes dinero? ¿Dinero escondidoen alguna parte?ZUCCO: No tengo dinero, en ninguna parte.No necesito dinero.UNA VOZ: Eres un héroe, Zucco.

UNA VOZ: Es Goliat.UNA VOZ: Es Sansón.UNA VOZ: ¿Quién es Sansón?UNA VOZ: Un rufián de Marsella.UNA VOZ: Yo lo conocí en la cárcel. Unaauténtica mala bestia. Capaz de romperles lacabeza a diez hombres a la vez.UNA VOZ: Mentiroso.UNA VOZ: Sólo con los puños.UNA VOZ: No, con una quijada de asno. Y no

era de Marsella.UNA VOZ: Y se dejó joder por una mujer.UNA VOZ: Dalila. Un asunto de pelos. Loconozco.UNA VOZ: Siempre hay una mujer quetraiciona.UNA VOZ: Estaríamos todos en libertad sin lasmujeres.

 El sol asciende, brillante,extraordinariamente luminoso. Se alza un fuerte viento.

ZUCCO: Mirad el sol. (En el patio se haceun silencio total.) ¿No veis nada? ¿No veis

como se mueve de un extremo a otro?UNA VOZ: No se ve nada.UNA VOZ: El sol nos lastima los ojos. Nosdeslumbra.ZUCCO: Mirad lo que sale del sol. Es el sexodel sol; de ahí surge el viento.UNA VOZ: ¿Qué? ¿El sol tiene sexo?UNA VOZ: ¡Callad!ZUCCO: Moved la cabeza; veréis cómo semueve con vosotros.UNA VOZ: ¿Qué es lo que se mueve? Yo noveo que se mueva nada.UNA VOZ: ¿Cómo quieres que se mueva algoahí arriba? Todo está colocado ahí desde laeternidad, y bien clavado; y bien atornillado.ZUCCO: Es la fuente de los vientos.UNA VOZ: Ya no vemos nada. Hay demasiadaluz.ZUCCO: Vuolved el rostro hacia Oriente y sedesplazará hacia allá y si volvéis el rostro haciaOccidente, os seguirá.

Se alza un viento huracanado. Zuccovacila.

UNA VOZ: Está loco. Va a caer.UNA VOZ: Detente, Zucco; te vas a romper lacabeza.UNA VOZ: Está loco.UNA VOZ: Va a caer.

 El sol asciende, tornándose cegador, comoel resplandor de una bomba atómica. Nose ve nada.

UNA VOZ: (Gritando.) Cae.

Fin

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