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REVISTA EUROPEA. NIÍM. 81 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 5 . AÑO ÁNGELA_MARÍA. i. '. María es el nombre de una fábrica de productos resinosos. Ángela María Pérez de Bar- radas es el nombre de una dama más ¡lustre por sus propios méritos que por el brillo que puedan impri- mirle los títulos de duquesa viuda de Medinaeeli y de Santistéban con que la conocen, tanto las clases aristocráticas como las que necesitan los auxilios de la caridad. En esa fábrica, y atendidos por esa elevada se- ñora, que afina y embellece cuanto se halla al al- cance de su mirada, hemos pasado días agradables García Martino, Pedro de Alarcon y yo, siempre admirando los contrastes que nos ofrecían la natu- raleza, el arte y la industria. Cada uno de nosotros representaba allí algo: García Martino, como hom- bre de ciencia, como naturalista, como inspector general del Cuerpo de ingenieros de montes; Pedro de Alarcon conio-iiriís.ta' y como poeta; y yo, que apenas tenía allí,jKp<xtía'tener; más representación que la que me^dan,ñus* quizá desmedidas aficiones ^industriales. Por- &só fio-era extraño ver á Martino ^.-examinar las entalladuras practicadas en los (tinos; á Alarcon absorber la fragancia de los heliotropos, las rosas y los geranios, y á mí permanecer al lado de la retorta, comparando breas y uolofonias, y ca- tando el aguarrás. Cada uno de nosotros tenía su centro de acción: Angela María era el foco de todo, y de ese foco ir- radiaba la luz. Ángela María describía un pino, ex- plicaba una flor y discutía los métodos de destila- ción de la trementina. Me acuerdo que en un mo- mento en que el parque se hallaba iluminado eon piras de Bengala, y en que la duquesa se hallaba dulcemente preocupada con los delicados comenta- rios que Alarcon estaba haciendo acerca de una do- lorosa poesía de Alfredo de Musset, vino el adminis- trador de la fábrica á consultar algunas dudas que se le ofrecían sobre una trasformacion especial de la resina, y la aristocrática duquesa se trasformó á su vez en Ángela María, y resolvió de plano el pro- cedimiento. Un minuto después la duquesa exprimía y saboreaba gota á gota con su talento y su sensi- bilidad las dulzuras que se desprendían de los ver- sos del poeta francés y de las atinadas observacio- nes de Alarcon. TOMO V . II. Al poniente de Madrid, entre las divisorias del Tajo y del Duero, en las ondulaciones que corla y atraviesa el camino de hierro del Norte y entre las estaciones do Robledo de Chávela y Navalperal, se hallan los estados conocidos con el nombre de las Navas del Marqués, pertenecientes á la casa de Me- dinaeeli. Figúrense nuestros lectores un espesísimo monte de pino marítimo, de seis leguas cuadradas de superficie, cuyo pasto bajo lo constituyen la olo- rosa jara común y una alfombra de tomillos, mejo- ranas, torbiscos, retamas y romeros, que despun- tan millares de cabezas de ganado cabrio, produ- ciendo esa nunca bastante ponderada leche de las Navas, que no tiene rival en ninguna otra región de la tierra, y tendrán una ligera idea del bordado manto que cubre las rocas graníticas que forman el subsuelo. Pocos años há, aquello era una mansión agreste yemnarañada, como las maniguas america- nas y comolas intrincadas y medrosas selvas indias que nos describo Póe. Allí, no en consorcio, sino en cruda guen<b, el águila real perseguía al cabri- tillo, el buitre» al conejo, el zorro á la perdiz, el lobo al ciorvoj'y mordíanse, arañábanse y devorá- banse el gato montes y el tejón, el cernícalo y el grajo, la garduña y el turón, y la culebra, la víbora y otra porción de alimañas y salvajinas. Era aquello un pandemónium de desconcierto, un infierno de ani- males, que pudo servir de inspiración á aquel co- munüla amigo de Courbet, que hace cinco años embriagaba á los habitantes del Marais predicán- doles acerca de la nianducationfraternelle de Vhom- me pour Vhomme y que terminaba con aquella ex- travagante fórmula de: «Mangeons noins les uns í les auíi'es.i) Aquella destructora república , que vivia á la sombra del escudo de los Medinaeeli, debía estar presidida por algún fauno rabioso, que huyó al po- ner su planta leve sobre aquellos toniiUares la bellí- sima Duquesa. Propúsose esta dama hacer allí un nuevo Jericó, y no tuvo más que pensarlo para que lo ejecutase Ángela María.—¿Cómo lo verificó?— Veámoslo á vista de pájaro. III. Desde la estación de «Las Navas» hasta el centro de la región florida que preside el CMlet, hay un hermoso camino de un kilómetro de extensión que 31

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REVISTA EUROPEA.NIÍM. 81 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 5 . AÑO

ÁNGELA_MARÍA.i.

'. María es el nombre de una fábrica deproductos resinosos. Ángela María Pérez de Bar-radas es el nombre de una dama más ¡lustre por suspropios méritos que por el brillo que puedan impri-mirle los títulos de duquesa viuda de Medinaeeli yde Santistéban con que la conocen, tanto las clasesaristocráticas como las que necesitan los auxiliosde la caridad.

En esa fábrica, y atendidos por esa elevada se-ñora, que afina y embellece cuanto se halla al al-cance de su mirada, hemos pasado días agradablesGarcía Martino, Pedro de Alarcon y yo, siempreadmirando los contrastes que nos ofrecían la natu-raleza, el arte y la industria. Cada uno de nosotrosrepresentaba allí algo: García Martino, como hom-bre de ciencia, como naturalista, como inspectorgeneral del Cuerpo de ingenieros de montes; Pedrode Alarcon conio-iiriís.ta' y como poeta; y yo, queapenas tenía allí,jKp<xtía'tener; más representaciónque la que me^dan,ñus* quizá desmedidas aficiones

^industriales. Por-&só fio-era extraño ver á Martino^.-examinar las entalladuras practicadas en los (tinos;

á Alarcon absorber la fragancia de los heliotropos,las rosas y los geranios, y á mí permanecer al ladode la retorta, comparando breas y uolofonias, y ca-tando el aguarrás.

Cada uno de nosotros tenía su centro de acción:Angela María era el foco de todo, y de ese foco ir-radiaba la luz. Ángela María describía un pino, ex-plicaba una flor y discutía los métodos de destila-ción de la trementina. Me acuerdo que en un mo-mento en que el parque se hallaba iluminado eonpiras de Bengala, y en que la duquesa se hallabadulcemente preocupada con los delicados comenta-rios que Alarcon estaba haciendo acerca de una do-lorosa poesía de Alfredo de Musset, vino el adminis-trador de la fábrica á consultar algunas dudas quese le ofrecían sobre una trasformacion especial dela resina, y la aristocrática duquesa se trasformó ásu vez en Ángela María, y resolvió de plano el pro-cedimiento. Un minuto después la duquesa exprimíay saboreaba gota á gota con su talento y su sensi-bilidad las dulzuras que se desprendían de los ver-sos del poeta francés y de las atinadas observacio-nes de Alarcon.

TOMO V.

II.

Al poniente de Madrid, entre las divisorias delTajo y del Duero, en las ondulaciones que corla yatraviesa el camino de hierro del Norte y entre lasestaciones do Robledo de Chávela y Navalperal, sehallan los estados conocidos con el nombre de lasNavas del Marqués, pertenecientes á la casa de Me-dinaeeli. Figúrense nuestros lectores un espesísimomonte de pino marítimo, de seis leguas cuadradasde superficie, cuyo pasto bajo lo constituyen la olo-rosa jara común y una alfombra de tomillos, mejo-ranas, torbiscos, retamas y romeros, que despun-tan millares de cabezas de ganado cabrio, produ-ciendo esa nunca bastante ponderada leche de lasNavas, que no tiene rival en ninguna otra región dela tierra, y tendrán una ligera idea del bordadomanto que cubre las rocas graníticas que forman elsubsuelo. Pocos años há, aquello era una mansiónagreste yemnarañada, como las maniguas america-nas y comolas intrincadas y medrosas selvas indiasque nos describo Póe. Allí, no en consorcio, sinoen cruda guen<b, el águila real perseguía al cabri-tillo, el buitre» al conejo, el zorro á la perdiz, ellobo al ciorvoj'y mordíanse, arañábanse y devorá-banse el gato montes y el tejón, el cernícalo y elgrajo, la garduña y el turón, y la culebra, la víboray otra porción de alimañas y salvajinas. Era aquelloun pandemónium de desconcierto, un infierno de ani-males, que pudo servir de inspiración á aquel co-munüla amigo de Courbet, que hace cinco añosembriagaba á los habitantes del Marais predicán-doles acerca de la nianducationfraternelle de Vhom-me pour Vhomme y que terminaba con aquella ex-travagante fórmula de: «Mangeons noins les uns íles auíi'es.i)

Aquella destructora república , que vivia á lasombra del escudo de los Medinaeeli, debía estarpresidida por algún fauno rabioso, que huyó al po-ner su planta leve sobre aquellos toniiUares la bellí-sima Duquesa. Propúsose esta dama hacer allí unnuevo Jericó, y no tuvo más que pensarlo para quelo ejecutase Ángela María.—¿Cómo lo verificó?—Veámoslo á vista de pájaro.

III.

Desde la estación de «Las Navas» hasta el centrode la región florida que preside el CMlet, hay unhermoso camino de un kilómetro de extensión que

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REVISTA EUROPEA.—-12 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 81

recorrimos en un espléndido carruaje á la Da%-Motit, cuyos caballos, pintorescamente enjaezadosy su postillón lujosamente vestido, podían servir domodelos en Epson, en Compiegne y en las Billas del'ieghi que embellecen la antigua Liguria.—No en-tremos en el Chalet; subamos para orientarnos alMirador que, sobro un grupo colosal do rocas, seostenta atrevido y elegante, con sus fáciles aveni-das, sus esbeltas escaleras de hierro, sus festones ypreciosa cúpula.—Desdo allí, todo lo dominaremos;lodo lo veremos; de todo podremos darnos cuenta.

Nuestra primera impresión fu ó acordarnos de lainolvidable Lombardia. En aquellas extensísimasllanuras de esmeralda bordadas de moreras, enla-zadas por lesiones de parra, son necesarios los Bel-vedere para espaciar la vista y encontrarse ante losm.últiples y variados accidentes y colores con queel sol, las sombras y la luna, irisan y embellecenaquellos horizontes. Desde el Mirador del Guadar-rama vimos la población urbana distribuida en elmonto á manera de los Gaarls de Siiecia: hicímonoscargo de la orografía y topografía de la finca, en-cerrada, digámoslo así, en setos de piedra forma-dos por las montañas que la circuyen, cuyas ver-[ ¡cutes se hallan tapizadas de verdura que el airoacaricia imprimiéndoles un balanceo idéntico al quelas brisas del Adriático dan á las mansas y tranqui-las ondas de las lagunas del Lido, y que en elmonte vienen ondulando hasta besar las ñores delpai'que.

Muchas veces hemos contemplado la lucha deCeros y de Flora, ó sea del campo y del monte, tanenemigos entre sí. A semejanza de la guerra ámuerte que en Holanda hace la tierra al agua, cuyodominio invade el campo, aquí el cultivo hiere,corta y roba al monte la vegetación espontánea,trazando líneas secas y duras que sublevan la sensi-bilidad del hombre menos artista.—Cuando atra-vieso un bosque y veo la inexorable recta quedeja el arado dentro de la vegetación natural, en-cuentro irregular la regularidad, y el dorado ras-Irojo, contrastando con la variedad de la verdura,hiere mi vista y apaga mi entusiasmo.

Así ha debido sentir también la Duquesa; porquelos límites entre el parque}1 el monte están diluidos\ mezclados: no hay una línea seca, ni una muralla,\\\ una cerca, ni un seto, ni un foso que geométri-canionte corle al monte en beneficio del cultivo,sirm que poco á poco y lentamente el bosque vacesando para dar lugar al jardín, así como los colo-res fuertes van degradando en colores medios ydesvanecidos, ó á la manera que van aclarándoselo> grises que forma la vasta generación de mati-ces producida por la unión del blanco y del negro.

,()ué se descubre desdo el Bel-vedére? Diferentessendas y veredas, que culebrean en el bosque y

conducen al parque por entre bosquetes, praderas,canastillos, fuentes y estatuas, y converjen (con labelleza de la irregularidad que tanto hermosea áHamplon Court) en las avenidas del Chalet y de losdemás edificios de la colonia. Esas cintas de arenase ven sombreadas por árboles frutales, por dife-rentes clases de robinia, y festoneadas y adornadascon cortinajes de madreselvas y parras, y bordadascon fresones, fresas, holiotropos, margaritas, rosa-les, fúxias, claveles, tréboles y todo cuanto los jar-dineros belgas aprecian y acarician. La teoría, laaplicación y la ejecución de todo el arle, do toda laindustria que en sí envuelvo el perfeccionamiento,la aclimatación, la hibridación y la colocación deestos bosquetes, que se aclaran, se funden y so en-trelazan como los claro-oscuros del celaje sobre loshorizontes, obra exclusiva son de la Duquesa y deÁngela María, doble ser que asume en sí la ideaagrícola, la invención artística y la acometividadindustrial.

La vegetación que desdo el Bel-vedére contem-plábamos conducía nuestra imaginación á las re-giones más apartadas. Los cedros libanilas nosrecordaban la Siria; la variedad de los abetos, á lasmajestuosas colinas de la Carinthia; las araucarias,á Tasmania, y los castaños de Indias á Delhi y alEufrates. Allí hemos visto la llora exótica luchandoen lozanía y en magnificencia con la flora indígena.La acacia de tros púas, el serval y una notabilísimavariedad do áceres viven allí amorosamente, entre-lazando sus ramas, besándose sus hojas, mezclandosus alientos, comunicándose sus fragancias, delei-tándose, mutuamente con el murmullo do sus ramas,y cobijando en la frescura de sus sombras á pajari-líos bullidores y á matizadas mariposas.

En medio de ese magnífico ramillete que vivecon todo el lujo de la más esplendorosa vegetación,aparecen como botones riquísimos el Chalet, laGranja, la Capilla, el Salón de baile, la Casa debaños, el Teatro, el Cuartelillo de la guardia civil,las Casitas de los obreros y los albergues de losguardas. Si la naturaleza do la vegetación del par-que nos ha conducido á las regiones más apartadas,los edificios que contemplamos nos llevan á otrossitios, á otros lugares y á otras ideas.

El Chalet es suizo puro; pero no de la Suizaafrancesada de Intorlackon, ni de la alemanesca dellago de Constanza, ni de la rhiniana de Scbaffhaus-sen: es el estilo helvético genuino, que no so con-templa más que al lado de las cascadas de Meírin-gen, en los musgos de Rósenlawi y en los liqúenesy en las grutas de esmeralda de los hielos de Grien-denwalden. No se asienta, en verdad, sobre unapradera do flores de los Alpes; pero le envuelveuna cortina de madre-selva y lo rodea una peana deflores que son el pebetero natural de la mansión

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N.° 81 J . E. SANTOS. ÁKGliLA MARÍA. 403

de la Duquesa. El Chalet, todo de madera, es detres cuerpos y puede dar albergue cómodo y ele-gante a veinticinco personas. En el piso bajo sebaila situado el salón, el comedor, la sala de billary la azucena, donde de noche se recoge la nereida.El piso principal es la hospedería de las damas con-vidadas, y el segundo la do de los caballeros, ocu-pando la servidumbre unas muy confortables bohar-dillas.—Hablar del mueblaje sería interminable yhasta ocioso: la combinación del gusto, del lujo y dela sencillez es encantadora. Los muebles son depino barnizado, incrustado, ensamblado y torneadohasta la maravilla, y no hay más que mirarlos paracomprender que por ellos ha velado la idea inteli-gente de la Duquesa y la potente acción industrialde Angela María. Si queremos hallar la mano de laDuquesa, contemplemos la cerámica de Deck, delsalón, y las acuarelas de Llovera, el catalán, en elescritorio general do los caballeros.—Ni Martino, niAlarcon ni yo las conocíamos, y ao sería justo si noaprovechara esta ocasión ¡tara alabar la colecciónde Las sotas, La cacería de pollos en Jauja y el paseode El prado en el dia del juicio final. La fantasía deLlovera se remonta á grande altura, y su inventivaes inagotable. No dudamos en asegurarlo: si Llove-ra, que, según tenemos entendido, está encerradoen el interior de una botica de Barcelona, quieredar dias de gloria á su país y que dentro de poco nose eche de menos á su compatriota el malogradoFortuny, dé rienda suelta á sus impresiones y hagaacuarelas realistas como las que posee la Duquesade Medinaceli.

Entre las «.arpas del desierto,» como ha llamadoArólas á los pinos, se elevan varias cúpulas que re-velan la existencia de la granja, cuyo magnífico re-loj ajusta las horas del trabajo y del descanso. Elestilo es también suizo, pero más moderno, comoel que se usa en el Flüelen; pero el plano y la dis-tribución más se asemeja á la isbah de Novogorodque á el uso de los labradores de las orillas de loslagos. El orden y el método que reinan en este re-cinto son admirables.

La capilla, naciendo entre un bosquete de gera-nios, nos recuerda el gótico filigrana de las igle-sias de Istria, que sin perder nada del orden tu-desco tiene ciertos encajes y calados para facilitarel acceso de la luz que encantan y deleitan por todoextremo. Cuando al declinar la tarde entra ÁngelaMaría en el sagrado recinto, envuelta en la negramantilla española, acompañada por sus amigos yescoltada por su servidumbre, y se arrodilla y apa-ga la ardiente mirada, y concentra sus pensamien-mientos que se calman, y eleva la plegaria á laVIRGEN, hay algo que hace estremecer dulcementeel corazón, de la misma manera que hace sentirLamartine en la salve de Qraziella.

Allá entre las rocas se descubre una chimeneagigantesca; más allá un lago; en eso lago un em-barcadero, y en ose embarcadero un gig inglés.Creíamos ver en el lago una náyade, pero no eraotra cosa que el reflejo de la cara de Angela María,retratada en las aguas, como lo estaban los escudos,las almenas y las saeteras con que Bussato, elaplaudido pintor escenográfico del teatro Real, haadornado el exterior de la casa de baños. La inteli-gencia con que está aplicado y distribuido el percaleu esta casa, os digna do mención y de estudio: elque quiera saber cómo se hacen marcos de cuadrosy de espejos con el percal, que lo aprenda en ÁngelaMaría.

Un edificio octógono con una cúpula rara, de es-tilo entre húngaro y bulgario nos llama la atención.Es el salón de baile unas voces, sala de café otras,y muchas gabinete do labor y retiro de lectura.Aquí se ven juntas á la Duquesa y á Ángela María.Mézclanse los entrepaños de pino de las paredes conmagníficas colgaduras de reps sostenidas con gale-rías de porcelana. Hay en el salón una mesa de ma-dera de un trabajo preciosísimo, buenas estatuas yunas jardineras de porcelana decorada de lo mejorque ha hecho Minton en sus fábricas del Trenl; perolo que llama la atención por la belleza de la des-igualdad es que entre las numerosas sillas que elsalón tiene, no hay dos iguales ni semejantes; y elque quiera conocer el mostruario de los vestidosque ha usado la Duquesa no tiene más que ver lasricas y variadas telas con que las sillas están for-radas. Observé, sin embargo, que la Duquesa, alacompañarnos en esta visita, vestí» un traje depercal de á tres duros el corte. Era el traje deÁngela María.

El Teatro es más notable por su construcciónque p#r su valor. Todos sabemos que la Duquesarindió culto á Talia dando el soplo de la vida, comodecía Barroso, á las bellísimas estatuas que cince-lan los poetas, y demostrando que la manifestacióndo la filosofía de las pasiones, de que nos hablaLekain, no es ajena á su clarísima inteligencia y ásu manera de sentir. La sencillez del teatro cam-pestre nos llevaba con ¡a imaginación á Marly, y al-guno de sus adornos á la Cámara de Polemkin enMoscow.

Distínguense desde el Bel-vedére, como bandasde palomas reposadas en los pinos, las casas de losguardas y de los obreros. En esos albergues hadesplegado Ángela María su idea del bien. Su ca-riñosa solicitud quiere el bienestar de las familiasque bajo su amparo ayudan á la vida con el aromá-tico fruto del trabajo.—Una torrecilla cilindrica seve entre un ramillete de pinos; tiene atributosguerreros. ¿Üuión vive allí? La guardia civil, quealegra la vista, infunde confianza, inspira sosiego y

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derrama tranquilidad. Siempre que veo á uno deesos millares de hijos de mi malogrado amigo el di-funto duque de Ahumada, figuróme ver incrustadoun él el espíritu caballeresco del que fue el primerguardia civil de la nación y cuya memoria es tandigna de respeto.

Algo más columbramos que se había escapado ánuestra investigación: una marquesina de estilo in-glés, que parece brotar entre canastillos de flores.Ella nos brinda sombra y sosiego; los heliotroposnos dan su fragancia, la cercana fuente su armo-nioso murmullo, el céfiro su grata frescura. Ocul-témonos en ella, y allí, fuera de la vista de todos,hagamos al lápiz estampar nuestras impresiones delmomento.

Pasa una hora: la campana llama á comer... ¿Serápreciso explicar el sencillo lujo, la delicada aten-ción, la distinguida finura con que la Duquesa ob-sequia á sus amigos? Examinando los ramilletesde la mesa, dignos de un banquete real; contem-plando los adornos del comedor; saboreando man-jares delicados, y oyendo la inteligente conversa-ción de la Duquesa y la chispeante, discreta y amenaplática de Ángela Maria, se experimenta el efectosintético que se nota al aspirar la fragancia en unramillete de escogidas flores; no se siente el aromaindividual de una, pero sí un conjunto que embal-sama y hace vibrar suavemente las apenas percep-tibles fibras de la vida del espíritu.

IV.

Aprovechamos la mañana siguiente para hacernuestra visita á la fábrica.

Ángela María no puede acompañarnos; tiene queescribir la correspondencia de sus rentas y de susindustrias, decretar y despachar sus expedientes.Cierto que hubiera podido dejar todo esto un dia,pero comprendemos que un sentimiento delicado laimpulsa á dejarnos estudiar con libertad su obra, yno cumple á su modestia recibir nuestros plácemes,ni á su sinceridad fiscalizar nuestras impresiones.Quiere que podamos preguntarlo todo sin embarazoalguno. A Martino, á Alarcon y á mí nos acompañaI). Alfonso, hijo segundo de la Duquesa, que en sudiíi tendrá que sostener la tradición de la obra quesu esclarecida madre pensó, estudió y creó.

Rodeada la fábrica de cuatrocientos mil pinos ta-jados por la mano del industrial, la sangre que brotade ese millón y seiscientas mil heridas, renovadasfrecuentemente, va destilando poco á poco en tazasde barro, muy pronto llenas de una sustancia blancay viscosa que unos conocen con el nombre de resi-na y otros con el de miera. Esta materia se recogediariamente en grandes cubas que las carretas con-ducen á un depósito, desde el cual, con el auxiliode un tram-via de mano, entra á sulrir las trasfor-

maciones necesarias para producir la brea negra, lablanca, las colofonias, la trementina y la esencia.Setenta y cuatro resineros fijos hacen y renuevanlas heridas de los pinos; treinta y cuatro recogedo-res embarrilan la resina; veinte carreteros la con-ducen á la fábrica; dos cuberos distribuyen; y todasestas operaciones se hallan vigiladas por un admi-nistrador, un inspector, un guarda-almacén, tresguardas montados y diez peones, no incluyendoaquí los diez y ocho guardas que, bajo la direcciónde un sobre-guarda, vigilan el pinar. El motor de lafábrica lo constituye una máquina de vapor de sietecaballos.

La miera se coloca en el monte, como ya hemosdicho, en barricas de á 250 kilogramos cada una,construidas por los toneleros de la casa. Ihiida estacifra á la de las barricas destinadas á envasar lacolofonia, llegan á dos mil anuales las que se hacencon pino del propio monte y aros de castaño. En lafábrica hay tres enormes pailas y un alambiquedonde se van depositando gradualmente la miera,las colofonias, la trementina y el aguarrás. En laprimera se purifica al calor, bajo la inspección deun destilador y de un trementinoro. Allí se elaborala colofonia de tercera clase, y quedan unos des-perdicios de los cuales se sacan las dos breas, lanegra y la clara. Si la colofonia saliese roja, la ope-ración no sería perfecta, pues para ser aceptable alcomercio necesita tener la trasparencia del cara-melo y el color del aceite. Trasladada la colofoniade la tercera paila á la segunda, se verifica ©1 re-poso y la segunda purificación, y de ahí pasa á laprimera, donde se perfecciona, separándose la co-lofonia y la trementina, que pasa á la retorta paraproducir la esencia bautizada por el comercio conel nombre de aguarrás. Cada una de esas pailas tienela cabida de 1.628 kilogramos.

Practicadas esas operaciones resultan los siguien-tes productos de la resina en bruto que da el monte:

1." DESPERDICIOS consistentes en corteza, ramas,maderas y despojos.—Esta masa comienza á utili-zarse como abono, pudiendo ser de gran efecto enlos arrozales mezclándolos con ciertas sustancias.

2.a BREA NEGRA. Se extrae del desperdicio y seaplica al calafateo, al revestimiento de la pellejería,de las tinajas y de las cubas para envasar ciertoslíquidos, á la construcción de hachas de viento y áesmaltar techumbres.

3.a BREA CLARA. ES la purificación de la negra,y se emplea en la satinacion del papel y del cartón,en el aderezo de ciertas telas, y en la fabricacióndel jabón, cerillas y bujías, y en untar los ejes delos carruajes.

4.a COLOFONIA. Las clases primeras, segundas yterceras, que son las que en la fábrica se hacen, ycuya trasparencia y finura nada dejan que desear,

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se aplican á la construcción de barnices y lacres, yá la formación de toda esa familia de masas pegajo-sas conocidas con el nombre de masties.

5." EsENfilA DE TREMENTINA Ó AGUARRÁS. Se apl ica

también á diferentes clases de barnices, á materiassecantes, al apresto de ciertas telas, á bruñir made-ras, y á la limpia de objetos, con especialidad á laindustria de quitar manchas.

El producto medio anual de esta fábrica, con-siste en:

120.000 Kilogramos de aguarrás.460.000 — de colofonia.

10.000 — de brea clara ó pez rubia,o.000 — de brea negra.

Los precios medios de estos productos son:Kilo

Pesetas, gramos.

La brea negra á 10 100La brea clara á 12,80 —La colofonia de i." clase á 13,78 —La idem. de 2.a idem. á 15,28 —La idem. de 3." idem. á '20 —La esencia de trementina ó aguarrás á. 41,28 —

El precio del desperdicio ó abono no está fijadotodavía.

Las pérdidas de material que se experimentan en-tre la primera y última operación, es decir, entre elenvase de la resina hasta la producción de la esen-cia de la trementina, se calcula, por término me-dio, en la fábrica Ángela María, en 33 por 100.Prueba es do afinación inteligente en los trabajos;pues recordamos, si no estamos equivocados, queen algunas fábricas austríacas, y aun en algunas delas de las Landas francesas, las pérdidas suben á37 y aun á 39 por 100.

De 280 kilogramos de trementina se obtienen:58 de esencia.

185 de colofonia7 de pérdidas.

250

Las colofonias de primera clase salen líquidas yse depositan en moldes de zinc, donde se enfrianlas tortas, resultando con un peso aproximado de30 kilogramos cada una. Diez tortas bastan parallenar una barrica, y los intersticios se rellenancon colofonia líquida que une los panes y forma,cuando se enfria, una masa general adecuada almolde del envase.—Cada treinta y cinco minutosse hace un cocimiento.

El aguarrás, limpio, puro y diáfano como lascristalinas aguas del Guadarrama, se conserva enveinticinco depósitos de cobre y tres de zinc, decabida de '2.200 kilogramos cada uno, lo cual da untotal de 50.000 kilogramos próximamente. Para eltrasporte á los mercados, se utiliza 1? vasijería de

-ANGELA MARÍA. 405

madera con que los norte-americanos nos envian supetróleo.

Proyectada la fábrica en 1870 con el pensamien-to, con el estudio y con la ejecución de Ángela Ma-ría, surgieron grandísimas dificultades. En un paíscuyos habitantes no se relacionaban más que conlas cabras, los pinos y los pucheros que construyenpara la leche, y donde no se tenía la menor idea delas industrias agrícolas, químicas y mecánicas, Án-gela María, corazón ardiente y valeroso, acometióla empresa de traer una colonia de resinadoresextranjeros, compuesta de siete maestros y diezobreros, de los cuales, no queda ya en la fábricamás que el maestro destilador, que percibe una do-tación anual de cuatro mil pesetas, á vuelta de otrasadealas, gajes y emolumentos dignos de la generosaadministración de Ángela María.

No fue esto todo: Ángela María costeó de su pe-culio la educación industrial en el extranjero de dospersonas, á quienes envió á estudiar, las cualeshan correspondido debidamente y desempeñan enla actualidad los cargos de administrador é inspec-tor de la fábrica.

Desde entonces so han hecho y se siguen ha-ciendo mejoras, y se promueven adelantos parallevar la fabricación al progreso posible. Bombaspara elevar las aguas por medio del vapor; un apa-rato Dromac para descomponer, depurar y extraerlos desperdicios que pasan luego por el alambique,á fin de sacar el aguarrás y la colofonia, y un gran-dioso depósito de hierro, cuyas planchas solamentepesan 9.000 kilogramos, para conservar el aguarrás,con una cabida de 120.000 kilogramos. El edificiode granito en que se encierra es notable por su for-taleza.

Otros proyectos bullen hoy en la mente de Án-gela María, mezclándose con las ideas rosadas de laDuquesa; pero estos proyectos han sido sorprendi-dos, y sería una traición consignarlos aquí. Unasola cosa diremos: si los proyectos se realizan, lospobres estarán de enhorabuena.

Los productos de la fábrica están ya juzgados yenaltecidos por la ciencia y por el comercio. Losmercados de Liverpool, Amberes, Barcelona, Se-villa, Cádiz, Alcoy y Santander, donde se consumen,son la prueba del valor que tienen los talentos in-dustriales de Ángela María.

V.

Hemos dicho que uno de sus ilustres hijos ha deponerse al servicio de la casa de Medinaceli, paraconservar la tradición de la ciencia y del trabajo,iniciada por su distinguida madre. Este hijo entrarádentro de poco en la Escuela de Montes del Esco-rial en demanda del título de ingeniero forestal.Para nosotros, este será el acto más grande de la

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vida de Ángela María, y nos trae á la memoria elsiguiente párrafo, escrito por mi antiguo compa-ñero el estadístico belga X. Heuschling, on su in-teresante libro «La noblesse artiste et letree,» queviene aquí de molde:

«Rappelons, en terminante qw/il-y-á a peine troissiecles que des nobles regardaienl encoré comme VMhonneur de ne pas savoir ecrire; il riest pas rare derencontrer dans les cicles publics de cette epoque, quicorrespondent au regne de Francois premier enFrance des mentions comme celle-ci «LEQUEL N'A PAS3ICNÉ «ATTEXniJ SA QUAL1TÉ RE GENTILHOMME.»

Los hijos de Ángela María harán contraste conla nobleza del tiempo de Francisco I y de Carlos V,v no valdrán menos para su patria empuñando laazuela y la podadera, que hayan podido valer aque-llos do sus antepasados que, no sabiendo leer ni(iseribir, emularan las glorias de Poscara y de Anto-nio do Leiva. Olvidémoslos, y aplaudamos la noble-za tal cual la entiende y la enseña Ángela María.

J. EMILIO DE SANTOS.

HISTORIADEL

MOVIMIENTO OBRERO EN SUIZA.

Suiza.—Modificaciones de su constitución en el presente siglo.—Ten-

dencia progresiva hacia !a unidad.—Partidos reaccionario» ó católicos,

y radicales ó protestantes. — Insurrecciones cantonales.—Asociación

política obrera nacional de Ginebra.—Sentido reformista de las clases

jornaleras.—Tendencias diversas de los republicanos suizos.—Funda-

mento de Ja federación helvética.—Estado social de Suiza.—De la be-

neficencia de bis casas de trabajo y de la instrucción popular en los

cantones principales.—El principio de asociación es la base de la

emancipación de las clases obreras de Suiza.—Consideraciones,—De-

mócratas socialistas.—Diferencias entro la Suiza alemana y la Suiza

francesa acerca de la revolución social.—Ventajas de la asociación

obrera en Ginebra, Lausanne, Zurich, Gi'ütli, Bale, Lóele, etc.—

Movimiento cooperativo: bancos populares, sociedades de consumo y

producción.

Entre los pueblos de Europa que más racional ypacífico sentido han demostrado en la revolución de-mocrática, se cuenta el pueblo suizo, el cual ha sabidoá la vez sacudirse de toda influencia extraña que pu-diera mantener en pleito constante sus límites nacio-nales. A principies de este siglo cambiaron los suizosla constitución de sus cantones, trasladando el go-bierno de manos de una aristocracia orgullosa y opre-sora á poder de los hombres que más se habían distin-guido por extender en Suiza las conquistas liberalesde la revolución francesa. Quedó entonces disuelta laconfederación, y en su lugar se estableció la repú-blica una é indivisible, con cinco directores y dos con-sejos legislativos nombrados por el voto popular. Lasdistintas clasificaciones de nacionalidades v los arre-

glos políticos que determinaron las victorias de Na-poleón I, las convulsiones europeas y las incorporacio-nes de unos á otros Estados que se produjeron con laformación de la llamada Santa Alianza, las revolucio-nes de Francia en Julio de 1830 y Febrero de -1848,modificaron sucesivamente la república helvética, pri-mera de las confederaciones democráticas de Europa,pero siempre con un más claro sentido liberal y pro-gresivo, tras de largas luchas religiosas y en mediode graves dificultades internacionales que aún sostie-nen los gobiernos reaccionarios de otros países antela república que sirve siempre de asilo seguro á losemigrados políticos.

La tendencia actual de la república suiza hacia launidad está bien dirigida por los que miran el progresocomo una ley que ha de juntar y organizar en las es-feras políticas y sociales lo que debe estar junto y or-ganizado, de una manera propia, natural y espontá-nea, aunque guardando un sagrado respeto á la libreacción y justa relación de las diversas partes que for-man juntas la nación. Los reaccionarios y ultra-cató-licos contrarían este espíritu progresista de los demó-cratas suizos, atizando desde 1830 el fuego de la in-surrección cantonal contra las nuevas constituciones,viéndose obligado el gobierno en 1840 y 1841 á ins-peccionar la Iglesia católica y vigilar sus obispos, á es-tablecer la libertad de enseñanza y destinar los bienesconventuales á la aiministracion municipal, para lainstrucción y benefleenein públicas. Tal oposición en-tre radicales y conservadores, apoyados los últimospor los jesuítas y separatistas, dirigidos los primerospor los protestantes y demócratas, mantiene en cons-tante lucha civil la república helvética; pero afortu-nadamente ha llevado y sigue llevando la ventaja elliberalismo sobre el catolicismo avasallador é intole-rante de Roma, hasta modificarse la constitución en1848 con un criterio todavía más democrático que elque inspiró las reformas anteriores, centralizando yunificando la acción gubernativa, y dando una repre-sentación al pueblo en la Asamblea nacional al lado dela representación cantonal.

Desde entonces, hasta nuestros días, ha influido no-tablemente en la marcha de la democracia suiza lallamada Asociación política obrera nacional de Gi-nebra. Conforme ésta en la nueva revisión de la Cons-titución federal, aceptó la libertad de conciencia, la li-bertad industrial, el matrimonio civil, la instrucciónobligatoria y gratuita, los derechos de reunión y pe-tición, la abolición de portazgos, la protección á losobreros de las fábricas y la reforma legislativa sobrobancos y caminos de hierro. Cierto es que el sentidoreformista de 1872 no satisfizo enteramente á los de-mócratas, pues que dejaba de ajustarse en un todo álas necesidades ds los tiempos modernos, y en muchospuntos de gran trascendencia en el orden civil, en elpolítico y en el social, manteníase fiel á la tradición

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N.° 81 J. M. DE OLÍAS. EL MOVIMIENTO OBRERO EN SUIZA. 407

legal de Francia y Alemania; es decir, que los legisla-dores suizos seguían inspirándose aún en el derechoromano y en el antiguo derecho germánico, quizáscon el propósito de cambiar poco á poco el organismofederativo de la república por otro unitario y centrali-zador (unidad de legislación y centralización militar).De aquí que la Asociación politica nacional obrera deGinebra decidiese votar negativamente en la últimareforma constitucional, aunque á ia vez, como ya he-mos dicho, declarase que aceptaba todos aquellosprincipios cuya aplicación afirmaba un progreso posi-tivo en la vida de los Estados.

Pero conviene advertir, que no deben confundirsecomo iguales, ni siquiera como idénticas, dos tenden-cias de los republicanos suizos. Refiérese una de ellasá la unidad despótica del poder superior y al criteriocentralista ó absorbente en todas las esferas políticas,sociales, administrativas, económicas, al uso y modotíe las repúblicas constituidas en Francia como prólo-gos de sus tiránicos imperios. Refiérese la otra á laiiüidad que relaciona exacta y perfectamente las par-tes de la nación entre sí y con el todo, la mayor varie-dad bajo la más alta unidad, con libertad y responsa-bilidad de todos los poderes, con independencia yautonomía de ios Estados en la esfera de sus propiasatribuciones.

En vista, pues, de hallarse alterado en cierto modoel principio federativo en la última revisión de laConstitución, los obreros federales decidieron votarnegativamente el dia de la consulta, 12 de Mayo de1872, mientras que los separatistas y los unitarios,cada uno de ellos por bien opuesta razón, resolvieronque coincidiesen también sus votos con los de aque-llos. No hay para qué esforzarse en demostrar aquícómo los obreros suizos quieren á toda costa mante-ner la base federal de la Constitución del país; bastarásólo recordar que entre ellos es nacional el espíritude asociación; que éste ha servido, desde hace muchossiglos, para sostener y afirmar el organismo de la re-pública; que mediante él se hace pacífica y justa lasolución de las complicaciones económicas que, vanmanifestándose en la esfera del trabajo; que á él tam-bién se debe que las crisis políticas no sean ya, comoantes, violentas y terribles. Por esto en Suiza los de-mócratas radicales hacen común «federación, patria yrepública» y no de otra manera conciben cómo ha desubsistir la autonomía municipal y provincial (Com-mune y Cantón); cómo cada uno de éstos ha do con-tribuir á la prosperidad de toda la nación; cómo cadauno de los ciudadanos suizos ha de cumplir leal yconscientemente sus derechos y deberes. Este espíritupatriótico, en sentido federal republicano, lo encontra-mos casi siempre vivo y fuerte en las Asambleas can-tonales, un poco apagado y frió en la Asamblea nacio-nal, quizás porque en ésta no tienen asiento los másfieles representantes de la clase obrera y en aquellas

es muy común que el trabajador influya con su pala-bra y decida con su voto en las cuestiones todos queinteresan vitalmente á la localidad que representa.

En Suiza es donde tiene fundamento serio la clasi-ficación de población en boitrgeois ó ciudadanos, lascuales son propietarios agrícolas ó industriales ; bra-ceros 6 simples jornaleros, y pobres ó indigentes, sindomicilio fijo, que van de cantón en cantón, persegui-dos siempre por la policía. A pesar de sus leyes libe-rales y de su carácter republicano, la Suiza ha con-sentido por mucho tiempo la explotación de los bra-ceros por los bourgeois, que á su vez so coaligabanpara oprimir y abusar indignamente de los pobres.Calcúlanse en Suiza sobre dos millones de habitantes,de los cuales más de millón y medio deben conside-rarse como propietarios agrícolas ó industriales; elresto pertenece á la desgraciada clase de los que pa-san el dia sin comida ni casa, sin esperanza de adqui-rir al siguiente una y otra. No hay exacta proporciónde la riqueza y la miseria entre los cantones helvéti-cos; porque, mientras en unos, por regla general losanticatólicos, la propiedad y la industria están gene-ralizadas de tal modo que todos sus habitantes cubrenperfectamente sus necesidades, en otros todo el mun-do es pobre; no ya por el atraso considerable en losmedios de trabajo, sino también, y muy especialmente,por las enfermedades propias de la raza y las malascondiciones del terreno. La criminalidad en Suizanunca ha alcanzado las proporciones escandalosas delos demás países de Europa, lo cual dice mucho enfavor del sentido moral de sus habitantes.

Como en Inglaterra y Alemania, también en Suizala Reforma vino á suprimir la pitanza ó bazofia quediariamente recogían los pobres á la puerta de losconventos de frailes, reemplazándola con una cuotaseñalada á los ricos por la administración municipal ycantonal. Berna y Zurich, Lucerna, Vaud y demáscantones protestantes contribuyen cada año, por tér-mino medio, con 4.000.000 de reales para el socorrode los pobres, cantidad que distribuyen sus respecti-vas corporaciones municipales, unas veces en dineroy otras en especio, ai domicilio de los necesitados, úlas casas de trabajo, á los hospitales y hospicios. Sereconoce sólo este derecho á la asistencia en cuantosse ven imposibilitados de trabajar por enfermedades,vejez, defectos físicos, etc. En los cantones católicos,la limosna particular está formalmente autorizada; porlo mismo está poco desenvuelta la beneficencia pú-blica. Excusado es añadir que las ventajas todas sehallan de parte de la caridad legal, así para los que ladan y sostienen, como para los que la reciben y dis-frutan.

Aquella se verifica entre los suizos más comun-mente en forma de socorros á domicilio, medio mejorpara respetar la dignidad y favorecer la necesidad del

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408 REVISTA EUROPEA. 1 2 DE SET1EMCHE DE 4 8 7 5 . N.° 81

pebre. Requiéreso en tal caso una averiguación acer-tada sobre el verdadero estado del individuo ó la fami-lia que reclaman la asistencia. Las imposiciones par-ticulares para el sustento de uno ó más pobres duranteun número fijo de días, han ido desapareciendo, conaplauso de los mismos filántropos, que en tal medioveían no más que la vagancia organizada. En cambio,las casas de trabajo están fomentándose mucho enestos últimos años, porque no sólo impiden la indigen-cia y detienen la miseria, sino que sirven de centrode instrucción y moralidad entre los que á ellos con-curren habitualmente. Los hospicios, hospitales, asilosdéla infancia, casas do huérfanos ó dcamparados,manicomios y demás establecimientos de la mismaíndole, están perfectamente dispuestos y conveniente-mente organizados para cumplir de! mejor modo posi-ble los fines humanitarios para que fueron creados.

Pero, entre los medios que la Suiza constantementeemplea para conseguir la desaparición de la miseriapública, y que debe presentar ante los pueblos de Eu-ropa como un orgulloso timbre nacional, debe figuraren primera línea la instrucción popular, y al lado suyolas casas preservativas de la prostitución, y las es-cuelas rurales en aquellos cantones exclusivamenteagrícolas. Los tres han bastad J para que en pocos añosse vean reducidas á proporciones casi insignificanteslas estadísticas de pobres y mendigos en los principa-les cantones de tan floreciente república. Aún, con elobjeto de proscribir la mendicidad, vienen dictándosemedidas extraordinarias para castigar severamente álos que hacen de la limosna pública ó privada un objetode especulación particular ó un medio de vida: talesson la pérdida de los derechos de ciudadano, la nega-tiva de la asistencia, la prisión y el servicio forzosode las armas. Otros más crueles, como la alimentacióná pan y agua, el aporreamiento, la marca, etc., handesaparecido á impulsos de la civilización, que ya nopuede consentir esas penas corporales, dignas de otrasinstituciones y propias de otros tiempos.

** *

Es inmensa la influencia que sobre Suiza ejerce laley del progreso. Los congresos de obreros, las asam-bleas públicas, las asociaciones, las reuniones y mani-festaciones, que -allí se suceden con frecuencia, dan lamedida de que la libertad penetra en las concienciasde los suizos con paso firme y para fines de ilustracióny cultura superiores, que en vano se esfuerzan pordetener ó atajar los partidarios del oscurantismo y losenemigos declarados de la consagración de la verdad.A! amparo de la Constitución republicana y democrá-tica, los obreros suizos han aprovechado en estosúltimos años los cortos instantes que deja libres el tra-büjo diario para estudiar las causas de la miseria delproletariado y ver de remediarlas, trasformando tesnegaciones en afirmaciones, la muerte en vida, la in-justicia en justicia, el abuso, la fuerza, el privilegio

y la arbitrariedad en perfecto ejercicio del derecho.Con este santo propósito se ha levantado en Suiza

la asociación como bandera de la emancipación obrera,á cuyo término conspiran todos los que quieren verresuelto el problema social de un modo que se ajusteexactamente á las necesidades humanas, sin absurdasé injustas distinciones. Ocasiones hay en que su go-bierno quiere contrariar esa idea salvadora de la claseobrera; pero como ella conmueve y agita á la inmensamayoría de los suizos, siguen éstos su camino deemancipación económica, convencidos de que llega-rán pronto al término de sus penalidades y sufri-mientos, quieran ó no los poderes establecidos bajolas formas do monarquía ó de república. Si esos mis-mos poderes investigasen con acierto el secreto im-pulso que dirige e! pensamiento de los obreros parala asociación, concluirían por aceptarle y aun ayudar-le, siquiera no por otra cosa sino por evitar mayoresmales, que siempre trae consigo el tenaz empeño decontrarestar una ¡dea nueva. No quieren ni desean lostrabajadores que la asociación sea fuerza disolventeni principio destructor de la sociedad; desean y quie-ren que sirva de elemento salvador para su presentecondición social, ó de solución justa del trabajo, y queéste no sea jamás una carga infamante ó un castigoduro y penoso impuesto al obrero, sino una ley nece-saria ó un deber sagrado del hombre que vive en so-ciedad.

Con este sentido se ha formado y organizado en elpaís que estudiamos un partido demócrata socialistaque pide la legislación directa por el pueblo, unidadde legislación, centralización del ejército nacional,separación de la Iglesia y del Estado, de la Iglesia yla Escuela, instrucción obligatoria y gratuita; socor-ros gratuitos á los enfermos pobres; abolición de losimpuestos indirectos; introducción del impuesto pro-gresivo sobre el capital, la renta y la herencia; pro-hibición del trabajo de los niños en las fábricas antesde los catorce años, fijación del dia de trabajo enocho horas para los menores de diez y seis años, endiez horas para los que pasan de esta edad; vigilan-cia sanitaria del gobierno en los talleres; informacióngubernativa sobre la situación de los obreros, tiposdel salario y precio de las habitaciones; crédito con-cedido por el Estado á las sociedades cooperativas.Zurich fue la cuna de este partido, así como Basilea,Lóele y Ginebra se disputan el honor de ser las pri-meras que dieron favorable acogida á la AsociaciónInternacional. Como so ve, la Suiza alemana sigue lamisma tendencia de los republicanos socialistas dePrusia, mientras que la Suiza francesa camina al parde los revolucionarios comunistas de Paris, lo que hasido causa muchas veces de profundas divisiones en-tre los trabajadores de distintos cantones.

En nuestro concepto, tanto han influido Alema-nia y Francia como Rusia, Bélgica, Italia é Inglaterra

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N.° 81 F. HERRAN. LAS ANT1GÜKDADES DEL CERRO DF. LOS SANTOS. 409

en el movimiento democrático socialista de los obre-ros suizos, quizás porque los más ardientes revolu-cionarios y exaltados republicanos de aquellos países,encontraban en la confederación helvética un asilopermanente y seguro á las persecuciones de sus go-biernos respectivos. La misma Internacional de tra-bajadores logró implantarse en Suiza á los pocosdías de su creación en Londres, adquiriendo for-mal desarrollo en breve tiempo por Lóele, Bienne,Jura Bernois, Neuchatel, Ghaux-de-Grands, "Val deSante Jonier, Val de Travers, Bale., Genéve, y otrasvillas ó ciudades de gran importancia industrial. Estoen virtud de la anterior formación de las seccionesde oficios en dichos puntos, para sostener las huelgasmediante cajas de resistencia, y para mejorar su es-tado material por sociedades cooperativas de con-sumo y de socorros mutuos.

Para que nuestros lectores conozcan hasta dóndehoy llega la asociación en Suiza, bastará decir que en1829 un sólo cantón, Ginebra, poseía dos socieda-des de socorros mutuos; pero gracias á los esfuerzosloables del comité de utilidad general, Ginebra cuentaya ha3ta treinta de aquellas, formadas por individuosde un mismo Estado ó cantón, y que sirven para ga-rantizar recursos en los casos de enfermedad, vejez,imposibilidad de trabajar y muerte. Las que funcionancon obreros de un mismo oficio ó profesión extien-den el socorro hasta los casos de huelga. De carácterpuramente benéfico pasan de veinte en esta villa, qnepasa por cosmopolita, juzgando que hay en ella ha-bitantes de todas las naciones del mundo; además,por la estadística de sus asociaciones figuran veinti-cuatro religiosas, veinte científicas y literarias, ochoagrícolas, doce artísticas, seis ó siete para préstamoscon escaso interés, diez y siete patrióticas, nueve ódiez cajas de ahorros, dos sociedades de mujeres y lomenos ocho cuyo esencial objeto es fortificar los la-zos de fraternidad entre los obreros de un mismooficio, facilitar sus relaciones para procurarse trabajoconstantemente, socorrerse en casos de huelga ó en-fermedad y formar un fondo social que permita man-tener la mano de obra en su más justo precio.

Con tales elementos de vida social y prosperidadeconómica en Ginebra, y que relativamente vienen ásor los mismos en otros cantones, ¿quién ha dudarque Suiza alcanza los primeros grados de la civiliza-ción de Europa?

Aún va más allá el espíritu de asociación en ia Re-pública helvética. En 1839 fundaron una sociedad áprima fija los profesores de instrucción primaria, paraasegurar una pensión vitalicia anual de 2.800 reales álos miembros que contasen 2iS años de servicios, ásus huérfanos menores de 18 años, y en defecto deéstos á sus viudas. El capital es de unos 300.000 rea-les, las imposiciones trimestrales de 60 reales, el tér-mino medio anual de los ingresos ue 80.000 reales, y

el de gastos 20.000 reales. En 1880 fundóse otra enel término municipal de Jussy, cuyo objeto es asegu-rar á los socios la residencia de un médico. Su capitales do 100.000 reales (200 acciones de 800 reales) y 10reales anuales como cuota por cada individuo de lasfamilias de los societarios. La sociedad se comprometeá la adquisición de una casa con jardín espacioso, parahabitación gratuita del médico, quien por su parte soencarga de visitar á los socios enfermos de la Com-mune de Jussy, al tipo de 6 reales por visita. EnLaussanne, Zurich, Grtítli, Bfile, Lóele y otros puntos,existen también numerosas asociaciones de segurossobre la vida, de seguros contra incendios y calami-dades imprevistas, de provisiones para el invierno, deinstrucción mutua, de edificaciones de casas, etc., etc.Como quiera que todo ciudadano suizo forma parte dela milicia federal, se han fundado sociedades para so-corros de sus viudas ó huérfanos, mediante cuotasmetálicas, que varían según los grados, desde simplesoldado á general. Este propósito de asociación es taninherente a! carácter de los suizos, que donde quierase hallen éstos fuera de su patria, allí la practican ydesarrollan con lisonjero éxito. Tal sucede en Lon-dres, San Petersburgo, Paris, Roma, Manchester,Liverpool, Leipsig, y en muchos pueblos de América.

Por lo que al movimiento cooperativo atañe, enSuiza se encuentran muchos Bancos populares conidénticas bases á los de Alemania. Hay también nopocas sociedades de consumo é industriales de pro-ducción, las cuales, por su floreciente estado, testifi-can el entusiasmo societario que anima á todos y cadauno de los libres habitantes de la confederación hel-vética. En nuestros dias el movimiento obrero deSuiza ha tenido tanta influencia en la marcha y des-arrollo de la Asociación Internacional que nos ve-mos precisados á pasarle ahora por alto hasta que deésta hablemos con la atención que su importanciaexige y merece.

JOAQUÍN MARTIN DE OLÍAS.

JUICIO CRÍTICODE LAS

ANTIGÜEDADES DEL CEHHO DE LOS SANTOS,EN TÉRMINO DE MQNTEALEGRE,

Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia, en la recepciónpública del Sr. I). Juan de Dios de la Rada y Delgado» el din 27 dpJunio de t87f>.—Madrid, imprenta de T. Fortanet.

i.

Vivo en provincias, en una de las más oscuras,envuelto en el desconcierto que produce una guer-ra que ha hecho de padres é hijos contrarios acér-rimos y enemigos encarnizados, y, aunque por de-Tender la causa de la libertad me roban no pocashoras, y, sobre lodo, tranquilidad de espíritu las

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410 REVISTA EUROPEA. \% DE SETIEMBRE I>E 4 8 7 5 . N.° 81

ocupaciones militares, es tal mi amor á las letrasque trato de estar al corriente del movimiento in-telectual de la península.

Entre otros trabajos, leí á su tiempo el concuyo título encabezo este artículo, y tan notableme pareció, que esperaba con ansia la publicacióndo las buenas críticas que sobre él habían de llover.Pero mi esperanza se ha frustrado, ni una tan si-quiera ha visto la luz, y esto, a más do ser injusto,haoo poco favor á nuestros sabios filólogos y geó-grafos.

¡Han sido tantas, sin embargo, las obras valiosasque han pasado en silencio!

Y no acierta d disculpar á los críticos lo que mihuen amigo, el notabilísimo historiador D. IldefonsoAntonio Bermejo, me escribe: «Disculpe usted lapereza de la crítica en estos tiempos tan azarosos,y donde las impresiones son tan rápidas y fugaces,que necesitan continua renovación en las novedadesíúliles.» Manera, en verdad, harto discreta de pro-tostar contra la injusticia y el punible olvido en quelos críticos han dejado la obra maestra—-Estafeta dePalacio—de todos los historiadores políticos mo-dernos que ha habido en España. Tan maestra, quepor ella sólo merece su autor ocupar un sillón en lalíoal Academia de.la Historia.

Eslas razones me han movido á escribir algo so-bre el presente trabajo, fiado en la indulgencia demis lectores, y desconfiando de mi competencia enel asunto, siendo, en verdad, extraño, que sea enuna provincia, y no de las de primer orden, dondese. haga lo que por diferentes críticos debió hacerseen la capital, pagando de este modo el desdén conque la mayor parte de los escritores madrileños mi-ran á los provincianos, excusando hablar y escribirde sus obras, que siempre tuvieron en poca estima.

Era costumbre generalmente admitida, y por to-dos llevada á cabo, publicar los discursos de recep-ción de la Real Academia de la Historia, con im-presión elegante, ya que por lo que respecta á laparte literaria, venían á ser preciosos estudios mo-no-biográficos, en general, pero sintéticos, hasta elpunto á que la necesidad do encerrar en corto es-pacio su trabajóles obligaba.

A esta costumbre, establecida de antiguo y se-guida por todos los académicos, no han faltado,pero mejorándola, los. Sres. I). Juan do Dios de laHada y Delgado, y D. Aureliano Fernandez-Guerra yOrbe, en la recepción del primero que tuvo lugar eli"i do Junio de 1875.

Mo es ya un discurso lo que han hecho, sino unlibro notabilísimo, que representa esfuerzos y sa-crificios supremos, lo mismo en su parte tipográficaque en la literario-artística. Su impresión es'esme-i'ada como la de ningún otro libro académico; lacircunstancia de tener grabados de monumentos

antiguos en veinte láminas y dos mapas, aumenta suvalor, y lo quilata y subo mucho más la de tenercaracteres ibéricos, púnicos, árabes, caldeos, he-breos, siriacos, pulmirenos, bártulo-lemcios, egip-cios y paleo-griegos, tan limpios y tan claros, queclan una idea muy elevada del que á su cargo ha te-nido una empresa de tanta responsabilidad.

En cuanto á la arte intelectual, no puedo pasardesapercibidos lo obstáculos con que han tenidoque luchar para d r cima á ese trabajo, que honrasobremanera á sm autores.

Hacer el estudio de un asunto determinado su-pone conocimientos superiores, investigacioneseruditas; pero, á la par de conocer concienzuda-mente los objetos, tener que dar vida á civilizacio-nes que pasaron, construir pueblos y ciudades quefueron destruidas por el fuego devorador de lostiempos y de las calamidades humanas, esto ya ex-cedo de los límites de lo posible; y la más grandeerudición, la más recomendable paciencia, la pro-fundidad de pensamiento más admirable, se estrellanante la oscuridad de sus misteriosos antros, quelegaron las civilizaciones pasadas á la presente paraponer á prueba su poder y mostrar su escasa sabi-duría.

Juzgúese, en vista do todo, los inauditos esfuerzosque habrán necesitado hacer los señores do la Raday Fernandez-Guerra, para dar al público estos dosextensos discursos, que, si asombran por sus infini-tos datos y noticias, por los conocimientos que su-ponen, no asombran menos por la elegancia y cla-ridad del lenguaje, por las atrevidas y profundas ob-servaciones que una continua meditación sobre elasunto ha sugerido á los dos eruditos etnógrafos ygeógrafos.

Expongamos el cuadro

II.

Divide el Sr. de la Rada su discurso en dospartes, sin contar las modestas palabras de veniaque escribe en su prólogo y las de despedida y dis-culpa que coloca, á manera de epílogo, en el finalde su trabajo. Esto, después de haber manifestadocon una sinceridad que le honra sobremanera áquién debe favores y auxilios para encontrar el hilode tan intrincado laberinto como el do las ANTIGÜE-DADES DEL CERRO DE LOS SANTOS, EN TÉRMINO DE MOK-

TEALSGRE, asunto de su discurso. En la primera seocupa del arte, que divide en arquitectura y escul-tura. Luego de describir el terreno y los restos quedel edificio descubierto han ofrecido las excavacio-nes, afirma que no son necesarios largos raciociniospara demostrar que son ruinas de un templo prós-tilo, de un templo griego; hace después un examenhistórico-crítico de los restos arquitectónicos delCERHO DE LOS SANTOS, que dan una noción primera

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N.° 81 F. HERBAN. LAS ANTIGÜEDADES DEL CERRO DE LOS SANTOS. 411

acerca de su origen; compara el capitel jónico deMontcalegre con el capitel egipcio, y nota sus gran-des diferencias.

Algo más que en la arquitectura se detiene en laescultura, y sobre ella dice: que halla estatuas ro-manas, aunque alguna lleva caracteres de los llama-dos ibéricos ó celtibéricos, que se conocen, á pesarde la poco esmerada ejecución artística, por el mo-vimiento propio del arte greco-romano, por el trajey la manera con que le llevan, pero que las demás,por la inamovilidadhierática, pertenecen á la escul-tura egipcia que tiene por base esta condición; ytermina haciendo un ligero análisis de los caracte-res marcadamente propios de ella; y de la compara-ción de éstos con los de los objetos encontrados de-duce quo las estatuas halladas tienen sobre unabase egipcia trazos característicos griegos, y en lorelativo al indumento, influencias asirías.

En la segunda parte se ocupa de la lengua, reli-gión y ciencia, y es tanto lo que estudia, tanto loque presenta para comprobar lo quo da por verda-dero, que el lector se envuelve en un caos do eru-dición, que no soporta la cabeza mejor organizada.

En llegando á este punto yo me declaro del todoincompetente.

Si el señor de la Rada conociese á fondo todas laslenguas de que da muestras en esta parte, seria elprimer polígloto europeo; si poseyera los cono-cimientos que supone, sería el primer sabio delmundo.

El va explicando uno por uno, con detenido aná-lisis, porque su estudio nace de una comparaciónescrupulosa y nimia y de una testificación de anti-guos escritores asombrosa, todos los objetos halla-dos en el CERRO DE LOS SANTOS, y él llega á descu-brir verdades muy ocultas, llevando no pocas vecesel convencimiento al aturdido espíritu del lectormás atento. La lengua, la religión y la ciencia, todo,todo viene en apoyo del Sr. de la Rada, que lasobliga á prestarle no escasos servicios en pago deltrabajo que le costara adquirirlas. Imposible osque yo vaya haciendo mención, uno por uno, de to-dos los relatos y sentidos que él hace y da sobrelas estatuas de Montealegre, quo para entenderloquien me leyese, sería necesario leer línea por línealo escrito por el Sr. de la Rada, y tener á la vista lasláminas y planos que acompañan al texto. Todo loexamina más ó menos detalladamente, inscripcio-nes, divinidades y objetos científicos, que clasificaen monumentos egipcios, asirios y griegos.

El discurso del Sr. Fernandez-Guerra es princi-palmente geográíico-histórieo. El electo académicoá que contesta, hale limitado cortés y lisonjera-mente á la investigación geográfico-histórica de lascomarcas donde las ruinas de Monlealegrc han apa-recido, y el Sr. Fernandez-Guerra, después de pre-

guntar: ¿qué ciudad hubo allí? ¿fue su nombre hu-milde ó espléndido? ¿habrá do ser para nosotros ig-norado? ¿no so interesan la geografía y la historiaen que se averigüe? ¿cuándo, cómo, por qué la des-trucción del pagánico templo? ¿cuándo cayó subver-tida la ciudad? se prepara á ceñir á ello su discurso,creyendo que la investigación, aunque difícil, ni osárida ni enfadosa. Anhelante de recordar, para ad-quirir ánimos, cómo ha visto claro el día de hoyen Vesci, Ituci Virtus lulia, Tucci, Ucubi y Uno,habiendo andado ciegos, con él, todos los anticua-rios y geógrafos en el dia de ayer, afirma que laciudad ibérica ora grande, fuerte y de no pequeñaimportancia. Apoyado en los Vasos Apolinarios y enel Itinerario de Antonino, asegura que la ciudadfuá Elo, su alcázar ó capitolio so alzó en el Arabí,y su barrrio de Palé en el CÉREO DE LOS SANTOS. Guefue espléndida y pereció en el año 921, trata de pro-barlo con textos y. disquisiciones eruditísimas, ycuándo fue destruido el pagánico templo lo deducehaciendo un estudio de cómo fundaban los antiguosuna colonia, de lo que eran los oráculos y misterios,los hemeroscopios ú observatorios diurnos y de loque se propusieron los astrólogos y llegaron á rea-lizar al ocupar el trono de los Césares, Vario AritoBaciano, que hubo de llamarse Marco Aurelio Anto-nino Elagábalo.

Sobre esto versan los dicursos que examino; voyá decir algo de lo que á mi fatigado espíritu ocurredespués de leídos.

III.

Confieso mi incompetencia, por ignorancia, porcariño y por deber. Por ignorancia, porque aunqueamigo desde muy joven de revolver papeles y rato-near bibliotecas, no han llegado mis conocimientosá $mto, que sin temor alguno pueda enmendar laplana á los que tan sabios aparecen; por cariño,porque el que profeso al Sr. D. Aureliano Fernan-dez-Guerra y Orbe es inmenso; y por deber, porquefuera en mí presuntuoso hasta la necedad, ademásde ingrato, censurar la obra de dos individuos quepertenecen á una doctísima corporación que tuvola deferencia de nombrarme su individuo correspon-diente, y fuera pagar de mala manera tales favores,.á los cuales debo hacerme merecedor, ya que node otro modo, mostrándola mis respetos y agrade-cimiento.

Debiera, pues, constante con mi modo de pen-sar, concluir aquí; pero, ¿no cumpliré mejor la in-merecida distinción que me ha hecho exponiendoleal, modesta y sencillamente, todas las dudas úobservaciones que me ocurren? ¿no mostraré conesto mismo que leo y estudio las obras de aquelladigna corporación con ánimo de aprender y de con-tribuir, como átomo insignificante, al esclarecí-

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miento de la verdad? Creo que sí; mi conciencia asíme lo dieta, y con ella por norte, y contando siem-pre con la benevolencia de mis dignos maestros, meatrevo á proseguir tan peligroso camino, haciendola protesta de que no es mi ánimo herir en lo másmínimo la reputación de dichos señores, y que reti-raré desde luego toda idea ó palabra que en lo másmínimo pueda ofenderles; manifestando con igualsinceridad que me he servido, para ir menos desca-minado, de los consejos y lecciones de algunos sa-bios amigos, tan modestos que se ofenderían si yoescribiera aquí, para ser justo, sus nombres.

Insisto, pues, en que antes de decir la primerapalabra de mi juicio sobre los eruditísimos trabajosquo ocupan mi atención en estos momentos, tengoque hacer varias protestas de sinceridad: que res-peto muy mucho los nombres de los dos ilustradísi-mos académicos, con los cuales me unen lazos decompañerismo y de dulce y respetable amistad parasólo morder con espíritu zoilo por el placer de mor-der; que mis conocimientos etnográficos, filológicosé históricos no llegan á tanto, ni mucho menos,para enmendar la plana á mis maestros; que hijosde la duda, producto de mi ignorancia, propongo losescrúpulos de mi conciencia liara que sean desva-necidos con la luz de la inteligencia.

Hechas estas aclaraciones, que me salvan de quepuedan ver en mi conducta un mal propósito, va-mos adelante.

Confieso que el Sr. U. Juan de Dios de la Rada yDelgado no ha sido nunca escritor de mi predilec-ción. Ni sus Mujeres célebres de España y Portugal,ni su Viaje de S. M. la Reina doña Isabel II, sonobras que pueden conquistar un nombre ilustre, de-biendo la mayor parte de su mérito á sus elegantescondiciones materiales; y su Crónica de la provin-cia de Granada y sus trabajos del Museo español deAntigüedades, apenas si bastan á merecer el ingresoen la Real Academia de la Historia; de modo que sutrabajo ha debido ser tan notable, que por sí sólojustificara la elección hecha en su favor. V en estolia obrado discretísimamente el Sr. de la Rada. Sudiscurso es quizá, sin rebajar en lo más mínimo elmérito de los demás, el de más estudio y trabajoque encuentro entre todos los publicados por ladocta corporación. Es un esfuerzo granelísimo hechopor su autor, y esto merece los plácemes ue todos.Ayer, antes de escribir este discurso, hubiera soste-nido que había otros más merecedores del título deacadémico que el Sr. de la Rada; hoy el Sr. de laliada me parece digno de él como el que más.No es esto decir, sin embargo, que en todo hayaestado acertado; que no tenga puntos vulnerables yhasta errores; que sea su trabajo tan exacto, quesus conclusiones no puedan someterse á una seriacontroversia en la que no pocas se echarían por

tierra; esto quiere deeir que su mérito es relevan-tísimo hasta el punto de que, aun conceptuándomecompetente, no liaría más objeciones y observacio-nes que las siguientes:

El Sr. de la Rada, en la página 49, dice, hablandode los tiempos griegos: «Conforme en un todo conesta planta de los primeros templos griegos fabrica-dos con piedra... se encuentran los restos arquitec-tónicos del CERRO DE LOS SANTOS que voy examinan-do, indicándonos claramente su antigüedad ó el ar-caismo, hijo del atraso de un pueblo, que labrabalas casas de sus dioses muchos miles de millas ais-lantes de la patria primera.» Las circunstancias dedetalles no bastan para comprobar la antigüedad demonumentos erigidos á muchos miles de millas desu modelo, y la á que so refiere el Sr. de la Radaes insignificante. Demás de quo la perturbación delos tiempos, para nosotros envueltos en nieblas, yla confusión de las razas ó familias, pudieron per-mitir el paso á la idea más ó menos tarde.

Do mucho de lo expuesto por el Sr. de la Rada,deduciría yo que las antigüedades del CERKO DE LOSSANTOS son del tiempo de Baciano, que introdujo elculto del Sol en el imperio romano, y por esto y porque destruye todo lo que sobre otras razas que nosean las siro-egipcias ha escrito, sostendría yo queno tiene gran fundamento la compenetración de ci-vilizaciones. Y, ¿no le llama al Sr. de la Rada laatención el quo hasta ahora sea el único monumen-to,—ó casi el único si quiere quo haga la excepcióndel de Tarragona,—que se ha encontrado al quepueda aplicar sus conclusiones?

El Sr. de la Rada muestra una afición sin limitesá resolver las cuestiones históricas por medio de lafilología, y esto es peligroso. No he de ser yo, enmanera alguna, el que menosprecie el apoyo deesta ciencia, llamada á resolver grandes dudas y ádeshacer errores históricos do mucho peso; conce-deré, por el contrario, que ha servido á las demásciencias, habiendo contribuido no poco al descu-brimiento de los tiempos prehistóricos, y sido elprincipal fundamento de la clasificación y conoci-miento de las primitivas razas; pero ella no ha de serbastante á quo reconozca que, para usar de ella dela manera que lo hace el Sr. de la Rada, se necesi-tan conocimientos, no profundos, sí profundísimos,sin los cuales os muy fácil incurrir en graves erro-res quo nos desorienten en las invesíigaciones filo-lógicas.

No nos parecen flojos y escasos los que posee elnovel académico, y sin embargo, para que sirvande apoyo á mis escrupulosas observaciones, el se-ñor de la Rada ha incurrido en no pocos errores.A mi vista, muy corta para mirar y ver bien estosobjetos á tan grande hondura, saltan algunos.Allá van.

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Página 96. «Los hebreos que vivieron entre cal-»deos y persas, llamaron (Nisan) al Abid ó primer»mes del año mosaico, nombre tomado del zendiconnav-azan (nuevo dia del año).» Es verdad que alprimer mes del año sagrado llaman los hebreosNisan, pero no lo es que esté tomado del zendico,ni que signifique nuevo dia del año, ni primermes, etc. Nisan es una palabra puramente hebreay caldea, nacida de un verbo que significa huir, ylos hebreos le dieron el nombre de NÍSOM (fuga,huida) á su primer mes, por referencia al tiempo enque salieron de Egipto huyendo de la tiranía de Fa-raón. Es sabido que el nombre de Abid, con que losjudíos designan igualmente al mes primero del añomosaico, significa espiga, y la razón de este nom-bre está en la circunstancia de germinar las miesesen ese período de tiempo.

Página 409. «¿No tendría relación con esta divi-«nidad (Alidath} el nombre del rio Lete (Guadalete)«por su vecindad á las minas argentíferas de Tar-«tero, tan celebradas do los antiguos?»—se pre-gunta el Sr. do la Rada, y yo me atrevería á con-testarle:—No, señor; y en comprobación de lopeligroso que es el procedimiento de las etimolo-gías cuando no se dominan completamente losidiomas, cuando no se tiene en ellos conocimien-tos profundísimos, voy á responder á su pregun-ta.—El Sr. de la Rada cree ver analogía entre elnombre Lete y Alidath, conjetura que pudiera te-ner alguna relación, é infiere que pudo llamarseGuadalete al rio por su vecindad á las minas argen-tíferas de Tarterio; y esto es de todo punto inexac-to, porque la terminación lele es una palabra alte-rada de alguna antigua población que debierondesignar los romanos con el nombre de Leha, segúnse desprende de las crónicas árabes que llamanOuadaleka (rio del Lela) al que conocemos porGuadalete.

En la página 402, dice el Sr. de la Rada: «El cs-«tilo es el hombre, ha dicho Bufón, y yo añado,«viendo los monumentos de Monlealegre, los carac-t e re s epigráficos ó el estilo, materialmente consi-derado, es la nación.» Si esto es verdad; si en losmonumentos del CERRO DE LOS SANTOS; si en los ca-

racteres epigráficos encontramos el latino, griego éibérico, que se codean con los geroglíficos ya figu-rativos y fonéticos del Egipto, es claro que paraesta reunión tan diversa de elementos heterogéneoshubieron de pasar muchos años. Ahora bien: ¿vinie-ron estos elementos diversos paso á paso y en susépocas respectivas, ó son arcaísmos, como dice elSr. de la Rada, más ó menos vetustos.

Si repaso con atención las láminas que acompa-ñan á su eruditísimo trabajo, me encuentro con losparecidos más ó menos marcados que desde laépoca de la piedra pulimentada hastí1, el pretendido

hombre simio nos dan los que hasta hoy se hanocupado de la especie humana.

Dudas abrigo también sobre la más ó menos re-mota antigüedad de la estatuaria del CURRO DE LOSSANTOS; porque si bien encuentro evidentes pruebasde los mitos orientales; si no puedo dudar de laparticipación que dieron éstos á la idea, tampocose me oculta que en los primeros siglos de nuestraera, al transformar las basílicas en templos cristia-nos y al erigir los nuevos, fueron mezclados en laornamentaria mil atributos de la cristiana creencia,que hoy, muchas veces, se confunden con los gen-tílicos, bien por falta do costumbre de interpretary discernir la presentación de la idea, bien por elcontacto de ésta con las moribundas adoraciones.

Del Sr. I). Aureliano Fernandez-Guerra y Orbe¿qué |)iicdo decir? Él es para mí amigo y directorcariñosísimo; es tan singular como escritor, quecasi ningún otro puede ponérsele sn parangón, ycomo sabio geógrafo y.erudito, á la cabeza se hallade los que más lo son. Dice verdad el Sr. de laRada: «así sabe levantar héroes y personajes almágico conjuro de su inspiración poética, como le-vantar villas, ricos suburbios y ciudades, poblandocon la ciencia el desierto abandonado por la igno-rancia ó revuelto por la atrevida osadía.»

El trabajo que, más por compromiso que por otracosa, había echado sobre sus hombros era pesadí-simo, y aun lemendólos tan robustos, ora peligrosoprometerse llevar tan allá su carga. Por estas difi-cultades me atrevo yo á aventurar, que el argu-mento en que asegura que «las ruinas que, por en-«vidiable lauro, ha sabido escoger el señor de la»Rada por tema de su disertación, no hay duda«pertenecen á un hemeroscopio, esto es, á un cole-»gio sacerdotal, á un observatorio diurno,» es demuyjioco peso, y que al apoyarse en él, se ven lacavilosidad y el ingenio del quenecesita fuertes ma-romas y sólo tiene delgadas cuerdas de casi inútilresistencia.

Había conseguido, después de esfuerzos gigantes-cos, crear una gran ciudad romana; era, pues, nece-sario probar cuando fue destruida, y el Sr. Fernan-dez-Guerra lo intenta con la conciencia del sabioque está acostumbrado á acertar, á veces, por unainluioion desconocida. Cita en su apoyo la Crónicakispano-latina do Sampiro; y yo, aunque con senti-miento, no puedo menos de decir, á mi buen señor1). Aureliano, que de la citada crónica, y monos delas palabras que copia, no se infiere ni puede infe-rirse lógicamente, que Ordoño 11 destruyese la granciudad de Elif. Del texto literal sólo se deduce quelomó — y no incendió—los castillos Sarmaleon,Eliph, etc., y no nos dice una palabra de que des-truyese ciudades, ni de que Eliph fuese olra cosaque un castillo.

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Ni aun forzando el texto podría deducirse lo queel Si". Fernandez-Guerra afirma; pero aún me ha ex-trañado mucho más, sabida y tenida por mí encuenta esa acertada manera que tiene de discurrirdicho señor, tan acertada, repito, que á veces creacosas que sólo el que poseyese una verdadera in-tuición profética podría aseverar con tanta antici-pación, para después ser confirmadas con nuevosdescubrimientos. Y tan allá se la concedo al ilustregranadino, que me quedo con la esperanza de ver,antes de mucho, nuevos estudios que desvanezcanpor completo todas las dudas que me ocurren, ydejen sentado de una manera terminante y clara loque hoy sólo parece hijo de premeditadas cavila-ciones.

l'or lo demás, mejor sabe que yo mi bondadosoamigo—toda vez que él es maestro en esa ciencia,que; hace de los jóvenes que la conocen viejos quela aprovechan,-—que los reyes cristianos, si que-maban, talaban y destruían las fortalezas que toma-ban, porque no volvieran á quedaren poder del ene-migo y costara su recobro arroyos de sangre, enmanera alguna hacían esto con las ciudades, que lasaprovechaban más que nadie, á más de obligarles áello la consideración de habitarlas no pocos mo-zárabes, y por cuyo auxilio algo debieran intere-sarse.

l'oco me atreveré a decir sobre lo peligroso quees contrariar lo tenido por todos como verdadero,porque si la gloria que se adquiere, al salir victo-rioso de la empresa, suele ser, y debe, mayor, confrecuencia pecase de atrevido y descarriado por elalan de conquistarla. Y D. Aureliano está por demásinnovador en los siguientes casos.

La nota 42, correspondiente á la página MI, estáen contradicción con el testimonio unánime de loscronistas árabes, que desde el autor del AjbarMach-'mw&, hasta Al-Makkari, refieren el suceso de la in-vasión musulmana al reinado de don Rodrigo, ácuyo monarca atribuyen la violación de la hija delConde Julián.

El rey Witiza, sobre cuya memoria hace recaerel Sr. Fernandez- Guerra los más negros borrones,eslá cumplidamente vindicado de todos los cargosconcretos que, contrariando el testimonio de Isi-doro Pacense, su contemporáneo historiador, habíaido acumulando la historia, sin examen ni juicio crí-I ico.

Ignoro en qué razones de peso se funda el ilus-Iradorde Quevedo para calificar de nuevo Pelayoal rebelde y astuto Omar-ben-Hafsún (página 152), elcual se aliaba indistintamente con los judíos, cris-tianos y muslimes, y se apoyaba en todos para sa-tisfacer sus ambiciones, deseos y propósitos revol-tosos; y si bien es cierto que Ebn-Adzari dice quellegó á abrazar la religión cristiana, D. Rodrigo de

Toledo niega rotundamente la sinceridad de la con-versión, y este parecer se justifica, no sólo con elhecho de las alianzas referidas, sino también conel de haber invadido sus huestes, acaudilladas porAlkama, al territorio cristiano en tiempo de Alfon-so III, quien, después de haberlas reducido en Za-mora, se adelantó hasta Toledo para rendir á Ben-Hafsún, según se desprende del testimonio deSampiro.

Aparte de esto, y de hallar fuera de sitio la apo-teosis del cristianismo hecha en las últimas páginasdel discurso—si es que fuera de lugar puede estarnada de lo que tienda á celebrar y mostrar la clari-dad y luz refulgente de la única religión verdade-ra,—¿qué puedo yo decir que no sea en honra ygloria del autor del trabajo que critico?

Sinteticemos.Ambos académicos se han colocado á inmensa

altura. El Sr. de la Rada tenía que justificar suelección, y lo ha hecho á maravilla, y digo á mara-villa, no á humo do paja, porque una maravilla essu trabajo. El Sr. Fernandez-Guerra no tenía quehacerse digno de nada, porque de todo es dignodentro de su campo, pero el que mucho vale, elque muy alto se halla, ha de buscar manera de norebajarse nunca;—por eso á los nobles do título ytalento, exijo yo mucho más, en bien del Estado,que al ignorante populacho,—y lo ha conseguido,alardeando de su espíritu observador excelentísimo.

Claro, sencillo, natural, amigo de pocos menjur-jes es el lenguaje del Sr, de la Rada, sin dejar deser correcto y castizo en su frase.

Fresco y almibarado, elegante, y por serlo engrado superlativo, con afeites de muy buen gusto,es el del Sr. Fernandez-Guerra, tan primoroso (¿porqué no decirlo?), acaso sin rival.

Ignoro si al leer este artículo critico—dado casoque lo lean—mereceré un silencio despreciativo delos Sres. D. Juan de Dios de la Rada y Delgado yD. Aureliano Fernandez-Guerra y Orbe—aunque deéste no lo espero, que siempre fue indulgente hastacon mis yerros, siquier nunca me los perdonara;—pero yo les aseguro que, á hallarme en su situacióny á encontrarme con un admirador tan franco, tansencillo y tan buen amigo—tengo el orgullo de creerque todo esto soy—como el autor de estas líneas,tendría gran placer en estrechar su mano, y nocrea usted, Sr. do la Rada, que el tendría rnénos enllamarse su amigo; yo se lo garantizo. A D. Aure-liano, no mi mano, mis brazos le tendería gustoso,ya que posee mis cariños y mis respetos.

FERMÍN HERRAN.

Vitoria, Agosto, 187S.

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N.°81 .1. DUVAL. LA ACCIÓN FISIOLÓGICA DE LA LUZ. 44 5

LA ACCIÓN FISIOLÓGICA DE LA LUZ.El difunto Enrique Holland, presidente del Ins-

tituto Real de la Gran Bretaña, decía en 1858 ensu Ensayo acerca de los progresos y del carácter dela ciencia física: «Los experimentos de Detrey prue-ban que con frecuencia la impresión de la luz per-siste sobre la retina de un modo completo durantedos minutos y medio; en cuyo tiempo una partículaluminosa ó una ondulación atraviesa un espacio deunos treinta millones de millas. Si se concibe laluz como materia ó movimiento, ó como fuerza, ¿enqué estado se encuentra cuando es así detenida yencadenada en un organismo vivo?

M. Dewar y el doctor John Mekendrick lian hechoun estudio especial de este profundo problema, queconsiste en el efecto específico producido por laacción de la luz sobre la retina y el nervio óptico.De vez en cuando los Tísicos y los fisiólogos hanhecho sobre este asunto numerosas hipótesis; perohasta hoy nuestros conocimientos no se apoyan enninguna base fundamental. Por ejemplo, Ncwton,Melloni y Seebeck han admitido que ¡a acción dela luz sobre la retina sólo consiste en vibraciones;Young ha tenido la idea de que proviene de un mo-vimiento pequeñísimo é intermitente de alguna partedel nervio óptico; Du Bois Reymond la ha atribuidoá un efecto eléctrico; Draper ha supuesto que de-pende del calor desarrollado en una coroidea, yMoser la ha comparado á la acción de la luz sobreuna placa fotográfica sensitiva.

Es evidente que, refiriéndose al principio de latrasmisión de la energía, hoy generalmente adopta-do, la acción de la luz sobre la retina debe produ-cir un resultado equivalente, y se lo debe conside-rar como del orden del calor, de v :a ficción químicaó de la potencia electro-motriz. Sabido es que lapotencia electro-motriz de una ] irte del músculodisminuye cuando esta parte se contrac bajo laacción de su estimulante normal, siendo reempla-zada por la energía del nervio que se reparte en sulongitud; y, de igual manera, un nervio sufre unadisminución de su fuerza electro-motriz normalcuando está en acción. Por consecuencia de un he-cho de este género, cuando un nervio está afectadode una manera secundaria por la acción de la luzsobre la retina, el grado y las variaciones de la po-tencia electro-motriz son manifestaciones físicas deciertos cambios que se producen en el nervio, ó, enotros términos, son funciones de energía existenteexterior, energía que, en estos casos, es la luz.Consideraciones de esta clase nos inducen á formarla opinión de que el problema de saber si la acciónde la luz tiene una fuerza electro-motriz sobre laretina y el nervio óptico, exige un estudio atentísi-mo y experiencias sumamente delicadas.

Este estudio se divide en dos partes: la primeraconsiste en comprobar la tuerza electro-motriz enla retina y el nervio; y la segunda en observar si sugrado so modifica por la acción de la luz. La fuerzaelectro-motriz de todo tejido vivo puede determi-narse sin trabajo por el método de Du Bois Rey-mond. El gran fisiólogo ha descubierto que todoslos puntos de la superficie exterior del globo delojo de una tenca grande, son positivos con relacióná ima sección practicada trasversalmente al nervioóptico, pero negativos con relación á la sección lon-gitudinal.

lia obtenido este resultado por medio de sus co-nocidos electrodos no polanzables: estos electrodosestán formados do pilas de zinc amalgamado cui-dadosamente, conteniendo una solución de sulfatoneutro de zine y guarnecidas de almohadillas de pa-pel de filtro de Suecia, sobre los cuales se encuen-tra la preparación. Para proteger la preparacióncontra la acción perjudicial del sulfato de zinc, secoloca sobre cada almohadilla una capa delgada, ópreservativo de escultores, de arcilla, impregnadade una solución conteniendo 75 por 100 de sal or-dinaria, y se forma sobre olla una punta. Reunidoslos electrodos con un galvanómetro, so les arreglade modo que el globo del ojo, limpio do todomúsculo, esto sobre una de las capas de arcilla,mientras que la sección trasversal del nervio ópticoesté en contacto con la otra.

Los experimentadores que quieran seguir el mé-todo de Du Bois Reymond no encontrarán dificultadalguna ¡tara obtener grandes desviaciones por me-dio do los ojos de conejos, gatos, perros, palomas,tortugas, muchas ranas y de peces rojos. Con fre-cuencia la desviación ha sido bastante grande parallevar la marca de la luz fuera de la escala del gal-vanóinjstro.

La segunda cuestión consiste en saber hasta quépunto la fuerza electro-motriz es afectada por laluz, y en este punto se encuentran algunas mayoresdificultades. El método consiste en colocar el globodel ojo sobre las almohadillas, según se ha descritoantes, y en notar la desviación de la aguja del gal-vanómetro, observancia en seguida si entre la llega-da y el alejamiento de un rayo de luz se producealgún efecto. En algunos experimentos hechos enprimer lugar se ha empleado el galvanómetro mul-tiplicador de Du Bois Reymond; pero como la des-viación obtenida era tan débil, que el efecto de laluz no podía observarse sino con trabajo, empleóseen seguida el galvanómetro de reflexión de "WilliamThomson, que es extraordinariamente sensible, yque M. Tait tuvo la bondad de prestar. Hubo queluchar aún con dificultades secundarias, tales comola extinción de la vida en el nervio, la imposibilidadde conservar un cero absolutamente constante, y

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un grado de polaridad exactamente igual, los efec-tos del calor, etc.; pero estas dificultades fueronvencidas, en lo posible, por los métodos más san-cionados. Los cambios de polaridad de los aparatossólo se presentaban lentamente, no cabiendo en-gaño respecto á los cambios producidos por la ac-ción de la luz, que se verificaban repentinamente yduraban corto período de tiempo. Importa tambiénhacer constar que las desviaciones observadas nodeben hasta ahora considerarse como valores abso-lutos, sino como valores relativos. Se han hechounas quinientas observaciones antes del mes deAbril de 1873, Lomándose todas las precaucionespara obtener resultados exactos. Se han evitadocuidadosamente los efectos del calor, cubriendo condoble campana de cristal esférico las pilas en lascuales se encuentra el ojo sometido al examen; esta«ampana contiene, á lo menos, una pulgada de aguaentre sus paredes.

Se han obtenido los siguientes resultados:•1.° La acción de la luz sobre la retina altera el

tirado de fuerza electro-motriz de 3 á 7 por 100 de lacantidad total de la corriente natural. L'n relám-pago, durante una fracción de segundo, produceun ef'eclo marcado.

2." Una cerilla fosfórica, inflamada, mantenida ádistancia de cuatro ó cinco pies, basta para pro-ducir el efecto.

3." Se ha obtenido también un cambio en la can-tidad de potencia electro-motriz con la luz de unapequeña llama de gas encerrada en una linterna,delante de la cual se ha puesto un globo de cristalde -12 pulgadas de diámetro, lleno de una disoluciónamoniacal do sulfato de cobre ó .de bicromato depotasa, de manera que la luz atraviese esta diso-lución.

4." La acción de la luz sobre el ojo de una ranaes la siguiente: Si se proyecta una luz difusa sobreel ojo de una rana cuando se ha llegado á una con-dición suficientemente estable, la potencia electro-motriz natural aumenta primero y disminuye enseguida; continuando la acción de la luz, la dismi-nución os lenta hasta un punto en que permanececonstante y, al retirar la luz, hay un aumento re-pentino do potencia electro-motriz, volviendo éstapróximamente á su cantidad primitiva. Los cambiosde que se acaba de hablar son variables: dependende la calidad y de la intensidad do la luz empleada,da la posición c.el globo del ojo sobre las almoha-dillas, y de las modificaciones en la vitalidad de lostejidos.

5." Experimentos semejantes, hechos con el ojode animales de sangre caliente, puesto sobre lasalmohadillas tan pronto como era posible despuésde la muerte del animal y en las mismas condicio-nes, jamás han dado una variación inicial positiva

del género de la que hemos referido respecto á lasranas, sino siempre una variación negativa. El efectode inducción que se manifiesta después que se liaretirado la luz, se presenta de la misma manera.

6.° Se han hecho muchos experimentos relati-vos al efecto de la luz procedente de diversas par-tes del espectro. Se los ha practicado haciendo lle-gar sobre el ojo las diferentes partes del espectrode oxihidrógeno. Todas estas observaciones tien-den á demostrar que el mayor efecto está produ-cido por las partes del espectro que se revelancomo las más luminosas, á saber, el amarillo y elverde.

7." De igual modo los experimentos hechos conla luz de intensidad variable, demuestran que losefectos físicos observados varían de modo á cor-responder exactamente con los valores que se ob-tendrían si la ley bien conocida de Fechner fueraaproximadamente exacta.

8." El método seguido en estas investigacioneses nuevo en las investigaciones íisiológicas, y puedeextenderse á otros muchos casos, no sólo de losque se refieren á la visión, sino también á los demássentidos.

Después del mes de Abril de 1873, los señoresDewar y doctor Mekenctrich procuraron obtenerresultados numéricos, haciendo entrar el tiempocomo elemento variable en ol caso de la acción dela luz sobre la retina y sobre el nervio óptico. Paraello juzgaron necesario construir una representa-ción gráfica exacta de las variaciones de la fuerzaelecto-motriz, resultante del principio y del fin dela impresión de la luz. Evidentemente, el único me-dio que puedo emplearse para registrar los cambiosgalvanométricos pequeñísimos, es el de fotografiaren una superficie sensitiva, formando la cubierta deun cilindro que gire rápidamente sobre un eje hori-zontal, los cambios de posición del punto de la luzreflejada por el espejo, al mismo tiempo que se re-gistran las observaciones magnéticas hechas de unmodo continuo.

Como el aparato necesario para estas observacio-nes os complicadísimo y exigiría gran práctica pre-liminar, los observadores han adoptado un métodode registro más sencillo. Este método consiste ennotar la indicación del galvanómetro por intervalosiguales de tiempo, antes, durante y después de lallegada de la luz al ojo. Para estas observacioneshan empleado un péndulo de segundos que dé ungolpe muy sonoro. Un observador lee en alta vozlas indicaciones del galvanómetro; otro marca cadaintervalo de dos segundos y medio, registra los nú-meros obtenidos y regula la cantidad de la luz reci-bida. Con esto método, teniendo alguna prácticapara ejecutarlo, pueden obtenerse resultados muysatisfactorios; los observadores han encontrado mu-

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N.° 81 J . DUVAL. LA ACCIÓN FISIOLÓGICA DE LA LUZ. 417

cho acuerdo entre los varios experimentos, y lospuntos salientes de las variaciones de la curva sedestacan con claridad.

Las curvas hacen ver que, á la llegada de la luz,hay un aumento repentino de fuerza electro-motriz;mientras dura la luz, esta fuerza se reduce á unmínimum, y al retirar la luz se produce lo que sellama un efecto do inducción, es decir, un aumentorepentino de fuerza electro-motriz que permito alnervio restablecer su energía normal. La disminu-ción de fuerza electro-motriz durante la acción con-tinua do la luz es la representación física de lo queen el lenguaje tisiológico se llama fatiga; el efectode inducción manifiesta la vuelta del organismo ásu estado normal. En ciertos casos la llegada de laluz no va seguida de una elevación de fuerza elec-tro-motriz, sino de una disminución. Puede, sinduda, explicarlo el hecho de que el término de lavida de la retina y del nervio está indicado por undecrecimiento gradual de la fuerza electro-motriz,y á veces este cambio se verifica tan rápiciaincnle,que el contacto de la luz no puede producir unaelevación. En estas circunstancias la mancha do luzque antes de la llegada parece moverse, descen-diendo queda en el momento del choque fijada porun instante, y en seguida continúa descendiendocon mayor rapidez.

Por estas diferentes series de observaciones haquedado demostrado:

•1." Que si no hay dificultad alguna para obtenerde la piel de una rana una fuerte corriente, estacorriente, sin embargo, no es afectada por la luz.Esta observación prueba que las células pigmenta-rias de la piel, en la aproximación de la córnea, noinfluyen en los resultados Obtenidos.

2.° La corriente obtenida de una masa de célu-las pigmentarias de la ceroidea no se presenta sen-sible á la luz.

3." Una inyección subcutánea en las ranas, he-cha por medio de la woorara, de la santonina, de labelladona ó del haba de Calabar no destruye lasensibilidad de la retina para la luz.

4." En cuanto á la acción sobre la porción exte-rior del ojo, hé aquí lo que se ha observado. Cor-tando cuidadosamente en dos partes el ojo de unarana, de modo que se separe por completo la parleanterior, conteniendo la córnea el humor acuoso,el músculo ciliar y el cristalino, y poniendo la reti-na en contacto con una de las almohadillas do arci-lla, se obtiene inmediatamente una gran desviaciónque se ha encontrado también sensible á la luzcuando se empleaba el ojo entero; se elimina así laposibilidad de que la contracción del iris por el es-timulante de la luz puede influir en los resultadosobtenidos.

a." Empleando la porción anterior del ojo, deTOMO V.

modo que la córnea y la superficie posterior delcristalino fuesen polos, se ha obtenido una grandesviación que, sin embargo, era insensible ála luz.

6." La esclerótica y el nervio, sin la retina, danuna gran fuerza electro-motriz natural, pero tam-bién con insensibilidad.

7.° La repartición de la fuerza electro-motrizentre las diferentes partes del ojo y la sección tras-versal del nervio puede definirse del siguiente modo:El tejido más positivo es la córnea, después la es-clerótica, después la superficie longitudinal del ner-vio; la córnea es también positiva con relación á lasuperficie posterior del cristalino, y la misma retinaparece ser positiva con relación á la sección tras-versal del nervio óptico.

8." Hé aquí lo que concierne á los efectos pro-ducidos por lucos de distintas intensidades. Si secoloca una luz á un metro del ojo y en seguida sela aleja á diez metros, la cantidad de luz recibidapor el ojo es exactamente la centésima parte de laque recibo á un metro, mientras que la fuerza elec-tro-motriz, en vez do ser alterada en la misma pro-porción, sólo es reducida á una tercera parte. Repe-tidas experiencias, hechas con el ojo en diferentesposiciones, han demostrado de un modo concluyente,que una cantidad de luz cien veces más fuerte, noaumenta la cantidad de fuerza eléctrica sino en eltriple.

9." Debía esperarse que estos experimentosacabarían por dilucidar la teoría de la percepciónde los sentidos en lo que se relaciona con la visión.Hoy se admite generalmente que ninguna imagen estrasmitida como tal al órgano de los sentidos, alsensorio, sino que en realidad es el cerebro quienpercibe ciertas impresiones á causa de los cambiosque se verifican en el órgano receptor. Aquí apare-ce náftiralmente una cuestión. ¿Los efectos físicosque hemos descrito y medido son realmente com-parables do algún modo con nuestras diferencias desensación en la percepción de la luz, eliminandoLodo procedimiento mental de asociación, o te , yno dejando más que la percepción de la diferenciade intensidad? En otros términos: ¿representan estoscambios lo que pasa en el órgano de los senti-dos? Parece, á primera vista, que este problema estácompletamente fuera de las investigaciones expe-rimentales. Sin embargó, es un modo de llegar ;ímedidas exactísimas de la variación de la diferenciade nuestras sensaciones en el caso de la luz, y estoes lo que ha desarrollado, teórica y experimental-mente, el fisiólogo Fechner, que goza de tan mere-cida reputación. Expresando la ley de Fechner deuna manera general, podemos decir que la diferen-cia de nuestras sensaciones es proporcional al lo-garitmo del cociente de las intensidades lumino-

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sas respectivas. Una serie de experimentos recien-tes que ha hecho Dalbeuf, confirma por completo laverdad de esta ley. Así, pues, si las diferencias ob-servadas en la fuerza electro-motriz, cuando estáregistrada en condiciones de intensidad luminosavariables, están de acuerdo con dicha ley de Fech-ner, que coordina las impresiones de nuestros sen-tidos, sin duda alguna deben considerarse estas va-riaciones como causa, y son comparables á nuestrapercepción de las diferentes sensaciones. AhoraInen, hemos dicho antes que con una cantidad deluz, cien veces mayor que otra cantidad, la fuerzaelectro-motriz sólo es tres veces más grande. Si-guiendo la ley de Fechncr, podemos decir que ladiferencia de nuestras sensaciones, debida á esta va-riación en el grado de intensidad luminosa, estarárepresentada por 2, el logaritmo de 400.

Siendo el resultado de los experimentos de 3 á 4,la diferencia es también de 2, lo que está perfecta-mente de acuerdo. Preciso es, no obstante, recor-dar que estos resultados han sido obtenidos pormedio de experimentos hechos en ojos de ranas, silien se han observado cambios semejantes en ojosde mamíferos, aunque en ellos el grado de cambiono es tan grande: esto se debe probablemente á lamuerte más rápida de las diferentes partes.

10. Cuando una de las puntas de arcilla estápuesta en contacto con la córnea ó el nervio, y laotra con la sección del lóbulo óptico, se obtiene almismo tiempo una corriente que es sensible á laluz. En este experimento el ojo está conservado ensu órbita, y no es atacado el nervio, por lo cual elefecto de la luz sobre la retina se traslada al ce-rebro.

La serie de estos experimentos ha conducido áIns siguientes resultados:

1.° La luz de un rayo de luna no condensado,aunque de intensidad débil y casi completamenteprivada de rayos de calor, basta para alterar la po-Icncia electro-motriz del nervio y de la retina.

2." Se ha examinado el fenómeno en los ojos delos animales siguientes: 1.", el lagarto ordinario,tritón aquáticus; 2.°, los peces rojos, dorados, cy-prinus auratus; 3.°, ia motella vulgaris; 4.°, las es-pinólas, gasteroteus traehurus; S.°, el cangrejocomestible ordinario, cáncer pagurus; 6.", el can-grejo nadador, portunus púber; 7.°, el cangrejo-araña, hyas coarctatus; 8.°, el cangrejo-ermitaño,pagurus bernhardus, y 9.°, la langosta, homarusvulgaris.

Los resultados generales, obtenidos con los ojosde estos diferentes animales, han sido semejantes:i los anteriormente descritos. Los ojos de la doraday de la motella vulgaris, peces apáticos, tienen, se-gún se ha observado, semejanza entre sí, en el sen-tido de que las variaciones en la fuerza electro-mo-

triz eran lentas y, bajo este punto de vista, presen-tan un contraste marcado con los de la espinóla,pez vivo y activo, cuyos ojos son muy sensibles ála luz.

Los experimentos en los ojos de los. crustáceostienen importancia, porque prueban que la acciónde la luz en el ojo compuesto es igual que en el ojosimple, á saber: que altera la^ cantidad de fuerzaelectro-motriz de la superficie sensible. Se ha adver-tido que el ojo de una langosta daba una desviaciónde unos 600 grados galvanométricos, colocando laescala á la distancia de unas 26 pulgadas. La luzproducía en esta desviación una variación de unos60 grados, es decir, un 40 por 400 aproximada-mente; el mayor grado de variación observado enun ojo, cualquiera que sea la especie á que perte-nezca. Se ha demostrado también que el efecto dela luz disminuye de intensidad por la distancia, yesto es exactamente lo que se había observado enun ojo simple; por ejemplo, á la distancia de un pié,se ha observado una variación de unos 400 grados,y á la de 40 pies, con una luz cien veces menor, elefecto no era de un grado, sino de 20 grados, ó seala quinta parte de la cantidad observada á un piéde distancia.

3." Se ha observado la acción de la luz sobre lafuerza electro-motriz del ojo vivo de los gatos yde las aves (una paloma y un buho).

En los primeros experimentos se han tropezado

dad por la luz en los ojos de los mamíferos y de lasaves, cuando se les arranca de las órbitas del ani-mal con gran prontitud, inmediatamente despues'üela muerte. Es evidente que influye el hecho de quela sensibilidad del sistema nervioso en estos anima-les desaparece tan pronto como la sangre no existeen movimiento. Se debe hacer entonces el experi-mento en un animal vivo. Se ha cloroformizadoun gato y un ave; se les ha dispuesto, por medio deun aparato adecuado, de modo que la cabeza estu-viese perfectamente inmóvil, y, en fin, se le haquitado la envoltura exterior de la órbita, pertur-bando lo menos posible los vasos ciliares. Entoncesha sido cortado el nervio óptico; la sección trasver-sal, dirigida hacia arriba y las puntas de arcilla delos electrodos ajustadas, una sobro la sección tras-versal del nervio y otra sobre la córnea. Por mediode estas disposiciones so ha obtenido una grancorriente extraordinariamente sensible á la luz.

4.° Se obtiene este efecto en los lóbulos ópticosde una paloma viva cloroformizada. Hé aquí los re-sultados de esta operación: a. Cuando se aplica unpolo al lóbulo óptico izquierdo y otro á la córneadel ojo derecho, se obtiene una desviación sensiblede la luz. b. Cuando el polo está apaVtado del ojo de-recho y aplicado á la córnea del ojo izquierdo.

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N.° 81 H. D. MACLEOD. ¿QUÉ ES ECONOMÍA POLÍTICA? 419se obtiene una pequeña desviación, sensible tam-bién á la luz. c. Cuando la luz hiere los dos ojos,estando un polo en contacto con uno do ellos y elotro con el lóbulo óptico izquierdo, el resultado escasi el doble del producido por el choque de la luzsobre un ojo solamente, sea el derecho ó el iz-quierdo. Estos electos pueden explicarse por laoposición de los nervios ópticos en la comisuraóptica.

5." Se ha examinado también un ojo de ser-piente, dando los mismos resultados que el deuna rana.

6." La ley de la variación en la fuerza electro-motriz de la retina y del nervio óptico, se encuen-tra comprobada en los siguientes grupos del reinoanimal: los mamíferos, las aves, los reptiles, losanfibios, los peces y los crustáceos.

7.° Se han hecho muchas experiencias que prue-ban que la ley fisiológica do Fechner, de queantes hemos hablado, no depende sólo de la per-cepción del cerebro, sino, en parte, de la estruc-tura del ojo mismo. Los efectos que se verificandurante y después de la acción de la luz sobre laretina, tienen también lugar después que el ojo hasido desprendido de todo lazo con el cerebro. Así,pues, la ley de Fechner no es, como se había su-puesto hasta ahora, función del cerebro solamente,sino también del órgano terminal, de la retina.

8." - Para apreciar las variaciones galvanoinétri-cas se ha empleado un nuevo método que puede serútil en muchas investigaciones físicas y fisiológicas.Consiste en colocar á una distancia conveniente delgalvanómetro, en vez de la escala gradual ordinaria,la superficie de un cilindro cubierto de papel, mo-viéndose alrededor de un eje horizontal, por mediode un aparato de relojería. La mancha de luz refle-jada por el espejo del galvanómetro la hace más pre-cisa la sombra de la lámpara del galvanómetro, queestá ennegrecida en toda su superficie, á excepciónde una mancha de unos tres milímetros de larga, enel centro de la cual se traza con hollin una línea óuna cruz. Naturalmente la imagen de esta línea óde esta cruz es reflejada del espejo sobre el cilin-dro. Cuando el cilindro gira por el movimiento derelojería, la mancha de la luz puede, con algunapráctica, ser exactamente seguida por la mano delobservador, armada con un ligero pincel mojadoen tinta. El cilindro realiza una revolución completaen ochenta segundos: este tiempo ha sido divididoen cuatro partes iguales, representando cada unaveinte segundos, por medio de cuatro líneas traza-das por intervalos iguales sobre el papel del cilindro.El primer espacio entro las líneas 1." y 2." repre-sentaba veinte segundos, durante los cuales el ojoestaba en la oscuridad, y la fuerza electro-motriz erarepresentada por una linea recta; el segundo espa-

cio, entre las líneas 2." y 3.*, representaba veintesegundos, durante los cuales se verificaba el efectodel choque de la luz, y la variación de la fuerza elec-tro-motriz oslaba indicada por una curva, sea á laderecha ó á la izquierda; el tercer espacio, entrelas líneas 3." y i.*, representaba veinte segundosde acción continua de la luz, durante los cualesla fuerza electro-motriz crecía gradualmente; y,por último, el cuarto espacio, entre las lineas4." y i.", línea de punto de partida, representabaveinte segundos, durante los cuales las fuerzaselectro-motrices crecían primero con la retiradade la luz y decrecían después rápidamente.

Los resultados de los experimentos son: 1.° Paralos grupos de animales, como los mamíferos, lasaves, los reptiles, los anfibios, los peces y los crustá"ecos, el choque de la luz sobre los ojos produce unavariación que se eleva de 3 á 10 por 100 de la fuer-za electro-motriz, existente entre la superficie dela córnea y la sección trasversal del nervio. 2.° Estaalteración eléctrica puede ser trasmitida al cerebro.3." Los rayos que consideramos mas luminosos sonlos que producen mayor variación. -i.° La alteracióndel efecto eléctrico, con una intensidad luminosavariable, parece seguir exactamente las relacionesdadas por la ley fisiológica de Fechner. 5." La al-teración eléctrica se debe á la acción de la luz sobrela estructura de la misma retina, como indepen-diente de la porción anterior del ojo, lo que elimi-na, por consecuencia, la suposición bastante natu-ral de que la contracción del iris podría producir unresultado semejante. 6." Es posible descubrir porla experiencia la significación física de lo que or-dinariamente se llama fatiga en el lenguaje fisioló-gico. 7." Por último, el método seguido en las in-vestigaciones puede emplearse en el estudio de losórganas especiales de los demás sentidos.

JAMES DUVAL.

(Lección dada en el Instituto lleal de la Gran Brelaña.)

íQüE ES ECONOMÍA POLÍTICA'

Como la ciencia de la Economía política crecediariamente en importancia y se ha hecho asuntode examen en las universidades y en el servicio pú-blico, deseo hacer algunas observaciones sobre sunaturaleza y objeto. En las más de las grandesciencias, tales como la astronomía, la óptica yotras, se han operado grandes cambios de opinión;el mismo conflicto de opiniones tiene lugar exacta-mente hoy en todo el mundo, por lo que se refiereá la Economía política; y deseo explicar la natura-leza de este conflicto, que fue originado por mi

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hace veinte años, pudiendo decir que la mayoría delos más eminentes economistas, lo mismo en Eu-iÉopa que en América, han declarado seriamente suadhesión al sistema que yo he expuesto.

Si un estudiante, deseando dar comienzo al estu-dio de la Economía política, tomara cualquier libro,encontraría sentado que la Economía política es lacioncia que trata de la producción, distribución yconsumo de la riqueza; otro libro le diría que laEconomía política es la ciencia de la riqueza; otrocomenzaría por decir que es la ciencia de los cam-bios. Ahora bien, todas estas son aseveracionesdogmáticas, y un estudiante en presencia, al pare-cer, de tan diversas afirmaciones sobre la misma na-turaleza de la ciencia, probablemente marcharíadescarriado.

Nada hay aparentemente en el nombre de la Eco-nomía política que pueda sugerir la idea, ya de quees la ciencia de la producción, distribución y con-sumo de la riqueza, ó ya de que sea la ciencia de loscambios; y en una ciencia tan joven como ésta, enla cual se ha producido tal conflicto de opiniones,los escritores debieran hacer alguna relación histó-rica del modo por el cual llegan á la conclusión de«pie la ciencia es uno ú otro. El propósito de las si-guientes observaciones es llenar este vacío y tra-zar el origen é historia de esta ciencia, y de lasideas referentes á su naturaleza y extensión.

Hay, sin embargo, ciertos principios generalesi leí razonamiento, los cuales regularán el curso dela investigación, y será de gran ventaja decir algu-nas palabras sobre este primer punto.

Todos los modernos cultivadores do la Economíapolítica sostienen que es una ciencia física, y quesus investigaciones deben ser conducidas de unmodo análogo á las de las otras ciencias de igualgénero. Dejando sentado que esto sea verdad, de-bemos considerar lo que es una ciencia física, yesto nos facilitará los medios de saber el métodogeneral con que se ha de construir una ciencia dela economía política.

Las condiciones generales y fundamentales deuna ciencia física son estas: Que debe aparecercomo un gran cuerpo de fenómenos, basados todosen una concepción general ó cualidad de la más uni-versal naturaleza. El propósito de la ciencia es des-cubrir las leyes de los fenómenos. Toda cienciadebe estar basada sobre ciertos conceptos que espreciso sean perfectamente generales, y sobre cier-tos grandes principios llamados por Bacon, Newton,llerschel y otros, axiomas, los cuales deben ser deigual modo completamente generales. Así la cien-cia de la mecánica trata de las leyes de los fenó-menos de la fuerza; la óptica de las leyes de los fe-nómenos de la luz; y así hay distintas cienciassobre el calor, la electricidad ó el sonido.

Si, pues, la Economía política es una ciencia fí-sica, puede establecerse que debe ser un grancuerpo de fenómenos, todos basados sobre un con-cepto único, cualquiera que él sea; y si es unaciencia de la misma generalidad que las otras cien-cias, es preciso que se halle basada sobre concep-ciones de la misma extensión y generalidad que lasde toda ciencia física. La cuestión, según esto, queha de considerarse, es:—¿Qué cuerpo de fenómenoses éste, basado todo él sobre una sola idea, al cualel nombre de la Economía política puede ser opor-tunamente aplicado? Y á más do esto, si hubieracierto acuerdo entre los economistas en cuanto ásu naturaleza general, ¿cuál es la mejor concep-ción de la ciencia, que pueda más claramente seña-lar su naturaleza y límites y su separación de otrasciencias, mostrando además su relación con el gransistema de las ciencias físicas?

Como todos los economistas, no obstante, con-vienen ahora en que la Economía política trata ex-clusivamente acerca de la riqueza, me propongotrazar, tan sucintamente como sea posible, la his-toria del nombre de la Economía política y los cam-bios de significación que ha sufrido; y después in-vestigaremos el significado que los escritores handado á la palabra riqueza durante dos mil años.

La primera vez que aparece el término Economíapolítica es en el tratado llamado en el segundo librode Aristóteles Oiconomos; pero todos los críticosdeclaran que está adulterado. La Economía se en-cuentra usada por este escritor, significando uningreso ó la adquisición de una renta. Dice queexisten cuatro clases de economía: la real, la satra-pial, la política y la doméstica. La significación delas dos primeras bien clara está, y como itóXií engriego quiere decir un Estado libre, opuesto á latiranía, la Economía política expresa en este pasajeel método por el cual un Estado libre alcanza algúningreso. Este es el único pasaje, que yo sepa, enque, entre los antiguos escritores, se haga menciónde este término, por lo cual es fuerza que venga-mos á los modernos tiempos.

La primera persona que en los tiempos modernosha usado de este término fue Monchretien, que vivióen los comienzos del siglo XVII; mas su obra noconsiguió llamar la atención. Muchos, después deéste, escribieron muy buenos tratados sobre pun-tos especiales; pero ninguno concibió jamás lá ideade que pudiera existir una ciencia general de laEconomía política.

La Economía política adquirió el carácter de cien-cia independiente en la mitad del último siglo enFrancia. Este país había sido conducido al estadomás lamentable de relajamiento y de miseria porlas guerras de Luis XIV, por la catástrofe final delproyecto del Mississipi, los efectos perniciosos del

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predominio del sistema mercantil, la opresión de lanobleza y el peso de los impuestos. La pintura ter-rible de la tiranía social, de la crueldad y de laopresión bajo las que gimió el pueblo francés du-rante la primera mitad del siglo XVIII, puede verseen los escritores contemporáneos. Pensando sobrela intolerable miseria que afligía á su país, fue comoalgunos generosos y sensatos filósofos dieron á luzla idea de que es necesaria la existencia de una cien-cia natural, de algunos principios eternamente cier-tos, en lo que concierne á las relaciones sociales delgénero humano, cuya violación fuera la causa de lamiseria espantosa que contemplaban en su patria.Quesnay, el ilustre padre de esta ciencia, la dio elnombre de Derecho natural, y su objeto fue descu-brir y formar una ciencia abstracta de los derechosnaturales de los hombres en todas sus relacionessociales. Y esta ciencia comprendía sus relacionescon el gobierno, con la sociedad, y también con lapropiedad.

El término política, en francés, podía en ciertomodo servirla de nombre; pero esta palabra se de-dica tan exclusivamente al arte del gobierno, queQuesnay hubo de adoptar la denominación de Eco-nomía política para su nueva ciencia. Uno de suscontinuadores, Dupont de Nemours, propuso elnombre de Physiocracia, ó gobierno de la natura-leza; pero habiendo sido apropiada la palabra áciertas doctrinas de la escuela, señaladas hoy comoerróneas, ha caido en desuso, y el término Econo-mía política ha sobrevivido.

La ciencia de la Economía política, pues, comofue concebida por sus fundadores, abrazaba todo elcampo de las relaciones sociales de la humanidad,asi físicas como morales. «El derecho no ha sidocomprendido, dice (¿uesnay, porque ningún hombrede Estado, sacerdote ó filósofo, lo ha mostrado contoda claridad.» Su objeto, según esto, era suplir estadeficiencia de la Filosofía y descubrir las leyes deorden referentes á la libertad, á la autoridad y á lapropiedad.

Ahora bien, cualquier verdad que pudiera haberen la doctrina que mantiene la existencia de ciertasleyes naturales en las relaciones de los hombres yen su gobierno, es evidente que las bases trazadaspor los Economistas ó Fisiócratas no comprendíantan sólo una ciencia, sino una multitud de ciencias;pasaré sobre todas las parles sociales y políticasdel asunto, limitándome á sus doctrinas sobre lapropiedad.

Una de las partes de este vasto agregado de cien-cias, que los economistas llaman Economía política,la definen «producción, distribución y consumo dela riqueza.» Vamos á examinar ahora lo que quierensignificar con esto.

Por riqueza, como mostraré con toda extensión

más adelante, entienden ellos el producto nativo dela tierra que ha sido traído al comercio.

Hacen consistir la producción en recoger el pro-ducto nativo de la tierra para traerlo al comercio.

Pero como el produelo nativo de la tierra seencuentra muy raras veces acomodado para un usoinmediato, y tiene que sufrir ordinariamente muchasoperaciones, y pasa á través de varias manos antesde ser propio para el uso, llaman á todas estas in-termediarias operaciones y trasferencias, distribu-ción ó tráfico.

Por consumo entienden la última evolución, queconsiste en sacar el producto ya formado del co-mercio para dedicarlo á la satisfacción de las nece-sidades.

La evolución total del producto desde el produc-tor ó vendedor por los varios parajes do la distribu-ción y del consumo, se llama por ellos comercio ócambio.

Asi, el labrador cultiva el trigo y io presenta enel morcado; es el productor; lo vende al molinero,el cual lo muele y lo vende á su voz convertido enharina al panadero; éste amasa y cuece la harina yvende el pan á su parroquiano, á quien ellos llamanconsumidor.

La completa trasferencia ó los pasos que recorreel trigo del labrador hasta llegar al consumidor, re-cibe el nombre de comercio ó cambio.

Es de observar por esto, que en el lenguaje delos Fisiócratas, los que la dieron origen, la frase«producción, distribución y consumo de la riqueza»es absolutamente idéntica á cambio ó comercio.

También es digno de notar que el productor y elconsumidor son las dos partes esenciales en uncambio; el consumo, además, suele llamarse á me-nudo distribución.

Asi, pues, «producción, distribución y consumode 1$ riqueza», «producción y distribución de lariqueza», «producción y consumo de la riqueza»,son frases completamente idénticas, y significansimplemente cambio ó comercio.

Las doctrinas de los Economistas eran, sin em-bargo, erróneas en varios puntos, por lo cual se le-vantó una oposición contra ellos en Francia, Ingla-terra é Italia simultáneamente.

En 1776, Coudillac publicó su obra titulada Elcomercio y el gobierno, en la cual deiine la Econo-mía política como la ciencia del comercio.

En el mismo año publicaba Smith su Riqueza delas naciones. Ambas obras fueron escritas con elmismo objeto, esto es, para combatir las doctrinaserróneas de los Fisiócratas. Por tanto Smith no fueel fundador de la Economía política, como se hadicho con frecuencia, sino el fundador de la segundaescuela de Economía política.

Tampoco debe llamarse á su obra un tratado de

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Economía política; él lo titula Investigaciones acercade la naturaleza y de las causas de la riqueza de lasilaciones. La idea que tenía sobre la significacióndel término Economía política, aparece claramente(.TI la introducción al libro IV. .

«La Economía política, considerada como unarama de la ciencia de! estadista ó legislador, sepropone dos distintos objetos: primero, suministrarabundantes subsistencias para el pueblo, ó, máspropiamente, ponerle en aptitud de proporcionarseestas subsistencias; y en segundo lugar, abastecerla riqueza pública con los ingresos suficientes parapagar todos los servicios del Estado. Se proponeenriquecer, á un mismo tiempo, al pueblo y al so-berano.»

Lo que esto quiere decir os lo siguiente: ante-riormente los hombres de Estado consideraban elcomercio como la única fuente de riqueza para unpueblo, y toda la legislación se formó con el fin depromover y desenvolver el comercio: después deesto, los hombres de Estado consideraron que laagricultura era el único origen de riqueza, y, segúnesto, las leyes promovieron y desenvolvieron laagricultura: entonces el sistema proteccionista pre-valeció bastante tiempo en este país; ahora vivi-mos bajo el sistema del libre-cambio: cada uno deestos sistemas debieran ser llamados Economía po-lítica, según Smith.

La obra de Smith está dividida en cinco libros, delos cuales los dos primeros constituyen lo que es-trictamente se denomina Economía política ennuestros dias. Y ¿de qué tratan estos libros? De laproducción y de la distribución. Pero el mismoSmith asevera que se hallan destinados á «investi-gar los principios que regulan el valor en cambio delas comodidades y satisfacciones.» Y Mac-Cullocli,su anotador, dice:—«Esta ciencia bien pudiera serllam:¡da la ciencia de los valores.»

Así, pues, los Fisiócratas decían que la frase"producción, distribución y consumo de la riqueza»significaba comercio ó cambio; Condillac manifiestaque la ciencia económica es la ciencia del comercio;y Smith y Mac-Culloch reconocen que es la cienciade los valores.

.1. B. Say, el fundador de la segunda escuela deEconomía política en Francia, restringió primero eltérmino á la producción, distribución y consumo dela riqueza. Asi dice:

«La política propiamente llamada, esto es, laciencia de la organización de las sociedades, hasido por largo tiempo confundida con la Economíapolítica, la cual se ocupa en estudiar cómo son for-madas, distribuidas y consumidas las riquezas quesatisfacen las necesidades del pueblo. No obstante,la riqueza es esencialmente distinta de la organiza-ción política. Bajo todas las formas de gobierno, un

Estado puede prosperar si esta bien administrado.Hemos visto enriquecerse naciones bajo las monar-quías absolutas, y también las hemos visto arrui-narse bajo el imperio de la democracia.»

Desde aquí en adelante, el término Economía po-lítica ha sido completamente separado de todo loconcerniente á la política, y confinado exclusiva-mente ala riqueza; la única cuestión verdadera quehay que resolver es, cuál de las dos definiciones«producción, distribución y consumo de la riqueza,»ó «la esencia de los cambios» es la mejor.

Condillac fue el primero que dio esta definiciónen 1776. El primer escritor en este país, que yosepa hubiera adoptado este concepto, es Whately,el cual dice, después de mostrar que la Economíapolítica sólo trata de las cosas en cuanto son objetode cambio:

«Por esta misma razón os quizá más convenienteconsiderar á la Economía política como ciencia delos cambios, que como ciencia de la riqueza na-cional.»

Y proponía sustituir su título por Cataláctica óciencia de los cambios. Este nombre, sin embargo,no ha sido aceptado, y más adelante demostraré queno hay razón para tal sustitución.

La verdadera cuestión que debe ser discutida es:¿Cuál de aquellas dos definiciones que Jos econo-mistas han considerado siempre como idénticas esla más comprensiva y aceptable en el dia de hoy? YMili hace algunas observaciones referentes á estepunto:

«En medio de un agregado tan complejo de cosasparticulares como el que forma el contenido de unaciencia, la definición con qire la expresamos raravez es aquella que un extenso y profundo conoci-miento del asunto presenta como la más adecuada.Hasta que nosotros conozcamos todos los detallesy particularidades por sí mismas, no es posible quelas condensemos y encerremos en una definicióngeneral... Así, pues, en tanto que las ciencias per-manezcan imperfectas, las definiciones han de par-ticipar de estas imperfecciones; y si las prime-ras progresan, las últimas progresarán del mismomodo.»

Estas observaciones nos parecen bien decisivas.Toda la discusión parece volverse hacia el signifi-cado y extensión de la palabra riqueza; y por miparte procederé á trazar la historia de la idea ó sig-nificado de esta palabra desde hace dos mil años.Porque cuando hayamos llegado á conocer qué cua-lidad general de las cosas es la que las constituyecomo riqueza, la ciencia de la riqueza no podrámenos de presentársenos como el conocimiento delas leyes que determinan los fenómenos de estacualidad.

Y la cuestión acerca del significado de la palabra

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riqueza no es una pura logomaquia, sino por el con-trario, la base de una gran ciencia, y ha tenido con-secuencias importantísimas en la historia de las na-ciones. Tenemos por imposible conocer la historiamoderna sin estudiar los diversos sentidos que estetérmino ha tenido. J. B. Say dice que de los dos-cientos cincuenta años que anteceden, cincuenta sehan gastado en guerras, que tuvieron por causa lassignificaciones de la palabra riqueza. Whatoly dice:

«Fuera bueno si las ambigüedades de esta pala-bra no hubieran hecho más que confundir á los filó-sofos. Una de ellas dio origen al sistema mercan-til... Los resultados han sido el fraudo, los doloresy la pobreza en casa, y la guerra y la discordiafuera... Durante siglos ha hecho más, y quiza lo hagatodavía, para retardar el progreso de la Europa,que todas las otras causas juntas.»

Storch dice:«En suma, donde ha sido menos funesta, retardó

considerablemente el progreso de la prosperidadnacional; en otras partes ha inundado la tierra desangre y ha despoblado y arruinado algunos deaquellos países, cuyo poder y opulencia se creyóque los llevaría al pináculo.»

El primer escritor, si no me equivoco, que da unadefinición de la riqueza, es Arristóteles. Dice (Ni-comaco. Etica, lib. iv, cap. i.):

áijía

« F nosotros llamamos riqueza toda cosa cuyovalor se mide con dinero.»

Encontramos en ésta una perfecta definición dela riqueza, basada sobre una idea general, la decambio, que forma una buena base para levantarsobro ella una ciencia; porque no hay duda que de-bemos tener una ciencia que trate de las leyes queregulan las relaciones de las cantidades cambiables,lo mismo que hay una ciencia que trata de los fe-nómenos de la fuerza, ó de la luz, ó del valor, ó decualquier otra cosa.

Así como una bellota es el germen que obliga ánacer y á desenvolverse una colosal encina, estasola sentencia de Aristóteles es el germen de dondeha salido toda la ciencia de la riqueza.

Habiendo recabado, pues, una buena idea gene-ral, debemos considerar ahora cuántos órdenes dis-tintos de cantidades existen, que comprueben estadefinición.

I. Hay cosas materiales, como las tierras, lascasas, el dinero, el ganado y otros innumerablesobjetos de esta naturaleza, sobre los cuales nonecesito detenerme, porque todos los aceptan comoriqueza.

II. Pero una persona puede vender su trabajo ósus servicios de muchas suertes, como abogado,como médico, como ingeniero, como profesor, etc.,

y cuando un hombre vende su trabajo por dinero,su valor se mide por dinero del mismo modo exac-tamente que si fuera trigo ó madera El trabajo es,pues, riqueza, según la definición do Aristóteles.

III. Existe además un tercer orden de cantida-des que puede entrar dentro de esta definición. Siuna persona poseo cien mil libras en billetes delBanco de Inglaterra, ó un millón en bonos del Te-soro ó en acciones de los Bancos de Londres yWeslminstor, se le considerará rico. Todas estascosas, pues, son una forma de la riqueza, distintassin duda de las otras dos; pero se compran y sevenden por dinero, y pueden entrar por esto en ladefinición de la riqueza de Aristóteles. Hay tambiénderechos puramente abstractos de varias clases, quepueden ser comprados y vendidos, tales como lapropiedad literaria, los privilegios de invención, elcrédito de un comercio, un patronato, etc.

Todos estos son derechos abstractos, completa-mente distintos y separados de toda moneda, y sinembargo, todos son una propiedad valuable, todospueden ser comprados y vendidos, y por eso, todosellos satisfacen la definición de la riqueza áe Aris-tóteles.

Hemos encontrado, según esto, tres distintos ór-denes de cantidades que satisfacen la definición dela riqueza do Aristóteles: la reflexión nos enseñaráque no hay nada que pueda ser comprado ó vendi-do, que no caiga dentro de uno de estos órdenes decantidades; os decir, ó es algo material, ó es algúntrabajo, ó es un derecho abstracto. Hay, pues, tresórdenes de cantidades, solamente tres, que puedanentrar en la definición de la, riqueza de Aristóteles.

Vamos á examinar ahora si algunos otros escrito-res de los tiempos antiguos han seguido y desen-vuelto esta definición.

Existe un notabilísimo tratado que corre bajo elnombre de Esquines Socrático, el cual se consideraunánimemente por los críticos como apócrifo, sibien muy respetables autoridades lo hacen pertene-cer á la primitiva escuela Peripatética. Se denominael Eryxias 6 la definición, de la riqueza,, y es nota-ble, sobre todo por ser probablemente el primertratado sobre un asunto exclusivamente económico.

Se ha hecho con la ocasión siguiente: Los Siracu-sanos habían enviado una embajada á Atenas. Pa-seando un dia Sócrates con sus amigos, uno deellos le mostró á uno do los embajadores comoel hombre más rico de Sicilia. Esto conduce á Só-crates á inquirir la naturaleza de la riqueza. Eryxiasdice que el hombre más rico es el que posee másdinero. Sócrates le pregunta inmediatamente ¿qu£clase de dinero.

¿Es el dinero de los Cartagineses que usan elcuero como moneda? El hombre que poseyera másde esto en Cartago, sería el más rico; pero en Ate-

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ñas no lo seria más que si poseyera otras tantaspiedras de la montaña. En Lacedemonia el hierroinútil hace oficio de moneda; el que poseyera eneste país una gran cantidad de ello, sería rico; peroen cualquier otra parte no lo sería ciertamente.

Sócrates, entonces, después de largo argumen-tar, enseña que una cosa debe tomarse como rique-za ó nó, según sea ó nó necesitada y cambiable.Como Aristóteles, hace consistir la esencia de la ri-queza exclusivamente en la facultad de ser cambia-da. Y pregunta, si hay personas que ganan su vidadifundiendo la instrucción en varias ciencias. Ery-xias contesta que las hay. Sócrates entonces diceque aquellos que suministran la instrucción en estasciencias, ganan su vida cambiando algo de ollas porlas cosas necesarias, lo mismo que si fuera plata úoro. Y por esto dice que las ciencias son riqueza(al é7ti3-?i¡xai -^pr|jj.aia oOaai), por la misma razón quelo son la plata y el oro.

Ahora bien, este ejemplo incluye, por supuesto,el trabajo en todas sus formas y manifestaciones.Sócrates expresa que el cambio es la única esenciade la riqueza; que una cosa es riqueza en aquellosparajes y circunstancias en los cuales puede sercambiada, y que el trabajo es riqueza precisamenteporque se paga. Este diálogo, pues, tiene el propo-sito de mostrar que el segundo orden de cantidadesenumerado más arriba como cayendo dentro de ladefinición de Aristóteles—llamado trabajo,—estáincluido en la palabra griega ^pf,¡xa.

Vengamos ahora á la ley romana. En las Pandec-tas de Justiniano se asienta como fundamental estadefinición.

«Pecunia nomine, non solwm numerata pecunia,sed omnes res, tam soli quam mobiles, et tam cor-pora quamjura, continentur.»

«Bajo el nombre de riqueza, no sólo se incluye eldinero contante, sino todas las cosas, ya sean mue-bles ó inmuebles, las corporales lo misino que losderechos.»

Y hay otros varios pasajes análogos que no nece-sitan citarse, excepto uno de Ulpiano.

^Nomina eorwn qui sub conditione vel in diemdebent et emere et venderé solem/us. Ea enim res est,</%a emi et nenire potest.»

«Estamos acostumbrados á comprar y vender lasdeudas pagaderas á cierto dia ó bajo condición.Porque esto es riqueza que se compra y que sevende.»

1.a ley romana incluye expresamente todos aque-llos derechos que hemos dicho ya pertenecían altercer orden de .cantidades que entraban en la defi-nición de Aristóteles bajo los términos res, bona,pecunia y mera;.

lina de las divisiones de la propiedad en Romaes la de corporal é incorporal, esto es, el derecho

á una sustancia específica y material, tal como eldinero, las casas, las tierras etc., y un derechopuramente abstracto, como aquellos que ya hemosmencionado. Pero se incluyen ambas clases de pro-piedad bajo los términos res, bona, pecunia y mera;.

Durante varios siglos, después que Constantinohubo trasladado la silla imperial á Constantinopla,la corte permanecía latina, pero ia masa del puebloera griega; por consiguiente, aunque el idioma la-tino era el oficial para el pueblo, seguía ininteli-gible.

Por esto y porque las Pandectas y las Institucio-nes de Justiniano se publicaron en latín, todas lasdefensas en los tribunales se hacían en griego. LasPandectas latinas cayeron muy pronto en desuso, yfueron sustituidas en la práctica popular por las tra-ducciones, tratados y compilaciones griegas.

Por último, en los siglos IX y X se olvidaron porcompleto bajo la dinastía basiliana. Las Pandectas,las Instituciones y toda la legislación de Justinianofu6 rechazada como enteramente fuera de uso, yse publicó un nuevo Código ó Digesto en griego lla-mado las Basílicas, cuyo código fue en adelante laley del Imperio oriental, y ha permanecido hastalos tiempos presentes, como la ley común de todala población griega en el Oriente.

En las basílicas se conserva la definición romanade la riqueza.

TYp óvójjicra T&v ^p-rjijiáxtjjv úv |jtóvov xa ^p r^a ta ,illa návxa xct -/.ivnxá xal axivTiTa, xat xa <jio¡jt.axix.á>̂ ai xa Stxaia SriXcOiai.

«Bajo la palabra XP7)̂ 01 s e expresa, no sólo el di-nero, sino todas las cosas, muebles ó inmuebles,los derechos espirituales y los corporales.»

Así, pues, por declaración terminante en la ju-risprudencia griega, la palabra xP'ñH11* comprendelos derechos de todas clases; y por tanto, los tresórdenes de cantidades cambiables que ya hemosvisto cómo satisfacían la definición de la riquezade Aristóteles.

Todos los escritores de los tiempos antiguos opi-nan unánimemente que la esencia de la riquezaconsiste en que sea susceptible de cambio, y quetodo lo que se cambia es riqueza, cualquiera quesea su forma. También habían reconocido distinta-mente la existencia de tres formas de cantidadescambiables, las cuales pueden simbolizarse por laspalabras dinero, trabajo y crédito: el dinero tomán-dolo como tipo de las cosas materiales ó corpora-les; el trabajo, como tipo de todo género de servi-cios, y el crédito, como tipo de toda suerte dederechos. Y todos los cambios residen en la per-muta de estos tres órdenes de cantidades.

Preciso es que volvamos á los tiempos modernosy tracemos el significado que en ella se dio á la pa-labra riqueza.

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Cuando los hombres de la época presente comen-zaron á discurrir acerca de la riqueza, la hicieronconsistir únicamente en el oro y la plata, y la legis-lación de todos los países de Europa parecía que sehabía formado con el objeto de acumular la mayorcantidad posible de oro y plata en la nación. Vol-vimos á la fábula del rey Midas. Fue consideradocomo axioma en el comercio, por los más sabios es-tadistas y filósofos, que la ganancia de una parte esla pérdida de la otra; y, durante largo tiempo, lamitad de las guerras fueron promovidas por lasdisputas de las naciones sobre la adquisición deloro y la plata.

Por último, el absurdo de llamar riqueza única-mente al oro y á la plata fue percibido, y hacia elfin del siglo XVII fueron lomados como riqueza to-dos los productos de la tierra útiles al hombre, di-ciéndose comunmente que la riqueza era «la pro-ducción anual de la tierra y del trabajo.»

Los Fisiócratas, primera escuela de economistas,creían que todas las cosas necesarias para la con-servación y comodidad del género humano sonproductos de la tierra. A los productos consumidospor los productores mismos, los llaman bienes; perodenominan riqueza á los artículos que los produc-tores cambian. Así, uno de los más eminentes deellos (Bandeau) dice: «Se llama bienes á los objetosútiles y agradables propios para satisfacer nuestrasnecesidades, porque conducen á la conservación,propagación y bienestar de la humanidad sobre latierra.

Mas algunas veces estos bienes no son riqueza,porque no pueden ser cambiados por otros bienesó para procurarse otras satisfacciones. Los produc-tos naturales ó las obras de arte, las más necesariasy agradables, cesan de ser riqueza cuando perde-mos la facultad de cambiarlas y de procurarse otrosgoces por medio de este cambio. Cien mil pies delas más hermosas encinas del mundo no serían ri-queza en el interior del Norte de América, dondeno podríamos deshacernos de ellas por medio delcambio. La noción de la riqueza supone, según esto,dos cosas: primero, cualidades en los objetos quelos hagan propios para satisfacer nuestras necesi-dades y nuestros goces, cuyas cualidades los con-vierte en Menes; segundo, la posibilidad de cambiar-los, esto es, de proporcionarse con ellos otros bie-nes, y esta posibilidad es lo que los constituyecomo riqueza.»

Quesnay, el fundador de la escuela, dice:«Es preciso que distingamos entre bienes que tie-

nen valor en uso, pero no en cambio, y riqueza, ¡acual siempre ha de tener valor en uso y valor encambio. Por ejemplo: los salvajes de la Luisiana go-zan de muchos bienes, tales como la madera, lacaza, los frutos de la tierra, etc., que no son ri-

TOMO V.

queza, porque no tienen valor en cambio. Perodesde que se ha establecido algún comercio entreellos y los franceses, ingleses y españoles, unaparte de estos bienes adquirió valor en cambio, ydebe ser considerada como riqueza.»

Estos ligeros extractos muestran bastante clara-mente la noción que la Fisiocracia tenia de la rique-za. No es otra cosa que los productos naturales dela tierra, cambiados en el comercio. Su dogma fun-damental era que la única fuente de riqueza es latierra, porque, como ellos repetían continuamente,el hombre no es capaz de crear nada, y nada puedesalir de la nada.

Los Fisiócratas, según esto, hacen consistir laesencia de la riqueza en el cambio, aunque lo res-tringieran á los productos materiales de la tierra, ysostenían que todos los cambios son á la postre deproductos con producios.

Algunos de los Fisiócratas comprendieron queesta definición era defectuosa, porque si admitíanque la facultad del cambio es la esencia de la ri-queza, todo aquello que pudiere ser cambiado de-biera considerarse riqueza. Por lo mismo exponenalgunas razones para demostrar que el trabajo y elcrédito no deben ser tomados como riqueza: su ar-gumentación es demasiado prolija para que aquí laexaminemos; pero repetían principalmente lo quemás arriba hemos apuntado, esto es, que el hombreno puede croar nada y que nada sale de la nada.La doctrina, pues, de que toda riqueza se formacon los materiales del globo terráqueo debe ser lla-mada Fisiocracia.

Precisa que vengamos ahora á examinar las ideasde Smith.

Titula su obra Investigaciones sobre la natura-leza y las causas de la riqueza de las naciones,pero desgraciadamente no nos dice con precisiónlo que^él entiende por riqueza. Hay, sin embargo,una frase que aparece al fin de la introducción:—«La verdadera riqueza es el producto anual de latierra y del trabajo de la sociedad;» y por la multi-tud de veces que esta expresión se repite en toda laobra podemos presumir que manifiesta aproxima-damente su idea sobre el asunto.

Esta definición difiere de la de los Fisiócratas,porque contiene en absoluto todos los productosde la tierra y del trabajo, mientras ellos incluyensolamente aquellos productos de la tierra que pue-den ser cambiados.

La frase, además de esto, es algo ambigua, puesno nos expresa claramente si es el producto de latierra y el producto del trabajo separadamente loque forma la riqueza, ó el producto de la tierra ydel trabajo combinados.

Cualquier camino que tomemos, la expresión esdemasiado amplia; porque si se establece en abso-

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luto que los productos de la tierra y del trabajo,separados ó combinados, son riqueza, entonces losmás inútiles resultados de la tierra y del trabajo,asi como los más útiles, son riqueza, lo mismo laortiga que el trigo. Todo trabajo estéril seria, pues,riqueza. Si un número de trabajadores se emplea-ra en edificar una pirámide en el desierto de Sa-hara, esto sería riqueza; cuando los niños hacenamasijos con el barro, aumentan la riqueza del país.

Muchas otras objeciones podrían hacerse á estadefinición, pero es bastante lo dicho. La definiciónes también demasiado estrecha, porque el mismoSmith incluye, bajo el titulo de riqueza, muchas co-sas que no pueden con verdad ser llamadas «pro-ductos de la tierra y del trabajo.»

Así, bajo la denominación de capitales fijos, in-cluye las «aptitudes útiles y adquiridas de todos losmiembros de la sociedad.» La adquisición de estostalentos por la constancia del individuo durante sueducación, estudio ó aprendizaje, siempre producegastos verdaderos, lo cual viene á constituir un ca-pital fijo en su persona. Del mismo modo que esíostalentos forman parte de su fortuna, así acrecen lafortuna de la sociedad á que pertenece.

Por tanto, Smith clasifica las aptitudes humanascomo riqueza, y las aptitudes humanas no son ciertamente «productos anuales de la tierra y del tra-bajo.» Ahora bien, el ejercicio de las aptitudes per-sonales es el trabajo, de lo cual se deduce queSmith reconoce el segundo orden de las cantidadeseconómicas como riqueza.

Más adelante, bajo el término de capital circulan-te, hace incluir la moneda, y bajo el término mo-neda incluye explícitamente los billetes de banco,letras de cambio, etc. Entre otros pasajes, dice:

«Supongamos que diferentes bancos emiten do-cumentos de crédito pagaderos al portador por va-lor de un millón, reservando en sus cajas 200.000libras para responder de las demandas ocasionales.Resultará de esto que habrá en circulación 800.000libras en oro y plata, y 1.000.000 en billetes de ban-co, ó 1.800.000 de papel y moneda juntamente.»

Hace también observar que los créditos en elBanco de Amsteidam se llaman dinero del banco.Asi. pues, Smith, en este y en otros numerosos pa-sajes, coloca el papel de crédito bajo el mismo pióexactamente y con el mismo valor que el oro y laplata.

Por lo tanto, aunque Smith comenzó su obra conla noción fisiocrática de que la riqueza es el «pro-ducto de la tierra y el trabajo,» en el curso de ellase ve obligado á reconocer también como riquezalas otras dos clases de cantidades económicas, sinque se le haya ocurrido que estas doctrinas no secompadecen muy bien.

Cero está muy lejos de ser esta su sola incon-

secuencia; porque después de haber infiltrado en lamente de sus lectores la noción de que la riquezaes el producto de la tierra y del trabajo, y, portanto, que el trabajo y la materia son necesariospara la riqueza y el valor, dice que «si una guineano pudiera cambiarse por algo, no tendría más va-lor que un pedazo de papel.»

Después de todo, pues, Smith vuelve á la facul-tad del cambio como la verdadera piedra de toquede la riqueza; y fácil es notar que estas ideas fun-damentales de la riqueza no conciertan, porquehay muchas cosas que son producto de la tierra y eltrabajo y no son cambiables, y existen tambiénmuchas cosas cambiables que no son producto dela tierra y el trabajo.

Asi, la tierra misma y el trabajo son cantidadescambiables, y no son ciertamente «producto de latierra y el trabajo.»

La mitad de la obra de Smith se funda sobre eltrabajo y la materialidad como la esencia de la ri-queza, y la otra mitad sobre la facultad del cam-bio. Dos clases de escritores ha habido que siguie-ron, ya una parte, ya otra; Ricardo y sus continua-dores, que adoptaron el trabajo como esencia de lariqueza, y "Whately, que aceptó la facultad delcambio.

Pasando sobre otros escritores, podemos ya venirá Mili, que está reputado como lógico y filósofo.Está perfectamente convencklo de la absoluta ne-cesidad de verdaderas y fundamentales concepcio-nes en la ciencia, y vamos á ver si es más conse-cuente consigo mismo que Smith.

Dice: «Todos tienen una noción suficiente parael uso ordinario de lo que es la riqueza.

»No entra en el objeto de este tratado acudir álas sutiles definiciones de la metafísica, donde lasideas sugeridas por un término son determinadasinmediatamente para-los propósitos prácticos.»

Esta es una extraña afirmación en un lógico.Smith no tiene una noción suficiente de lo que es lariqueza, y ya veremos si el mismo Mili la tiene.

Dice: «Todas las cosas, pues, forman parte de lariqueza, la cual es susceptible de comprarse y ven-derse.»

Esta es una buena definición de la riqueza. Lamisma de Aristóteles exactamente. Considera comoriqueza todo lo que es cambiable, y, por lo tanto,necesariamente incluye los tres órdenes de cantida-des cambiables, dinero, trabajo y crédito; y laproducción de la riqueza consistirá en formar todacosa que pueda ser comprada. Un poco más ade-lante, sin embargo, en el mismo capítulo, quedamossorprendidos al llegar á este concepto: «Producciónde la riqueza: la extracción de los instrumentos dela subsistencia y placer del hombre, arrancados delos materiales del globo.»

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De este modo, Mili ha cambiado por completo suconcepto fundamental de la riqueza. En el primerpárrafo afirma que reside únicamente en la facultaddel cambio; en el segundo, abandona enteramenteesta idea y cae en plena fisiocracia, comprendiendotoda la riqueza en los materiales extraídos delglobo!

Sorprende, en verdad, que un lógico no perci-biera que estas conclusiones son contradictorias,porque todas las cosas cambiables no son cierta-mente extraídas de los materiales del globo. Laprimera conclusión comprende el trabajo y los dere-chos como cantidades económicas; la segunda losexcluye enteramente, y de hecho excluye de la Eeoi-nomía el 95 por 100 de las cantidades cambiables.

Más adelante, en sus doctrinas, manifiesta toda-vía más inconsecuencia. Bajo el título de trabajoimproductivo, se ve obligado á considerar una vezmás lo que es la riqueza, y dice: «Es esencial en laidea de la riqueza el ser capaz de acumulación.»Aquí se introduce una nueva idea, porque el traba-jo, que es cambiable, se extingue en el mismo actodel cambio; no puede ser acumulado. Si, pues, seadopta esta nueva idea, es fuerza que excluyamosel trabajo de la definición de la riqueza.

Un poco más lejos, dice: «Ye preferiría, si estu-viera construyendo un nuevo lenguaje técnico, ha-cer la distinción, más bien sobre la permanencia,que sobre la materialidad del producto.»

Esta doctrina es la violación de uno de los prin-cipios fundamentales de la filosofía natural, la leyde continuidad,. Las cosas tienen todos los gra-dos de permanencia, desde la tierra que dura porsiempre, hasta las cosas que constantemente dis-minuyen de permanencia, tales como las casas, losrelojes, los vestidos, los alimentos, etc., hastael trabajo, el cual tiene el ínfimo grado de per-manencia. Todas estas cosas son capaces de sercambiadas un número vario de veces, hasta el tra-bajo, el cual no puede ser cambiado sino una. ¿Yen qué grado de permanencia y á qué número decambios vamos nosotros á trazar la línea entre loque es riqueza y lo que no lo es? Es imposibledecirlo. La ley de continuidad dice «que lo que esverdad sobre el límite, es verdad en el límite.»Ahora bien, el límite más bajo de los cambios con-siste en uno, y el grado más corto de permanenciaes lo que perece en el instante. El trabajo es cam-biable tan sólo una vez, y existe únicamente du-rante el acto de su ejercicio. Por las leyes funda-mentales de la filosofía natural, debe ser incluido,pues, bajo el título de riqueza.

Unas pocas líneas más abajo dice Mili:«Cuando hablo, pues, en este tratado de riqueza,

comprendo en ella la llamada riqueza material úni-camente.» Pero en la misma página dice:

«La habilidad, la energía y la perseverancia delos artesanos de un país, están reconocidas comoriqueza.» Y dice también: «El hombre, en sí mismo,no puede clasificarse como riqueza. Pero sus capa-jidades adquiridas, las cuales existen únicamentecomo medios y so han formado por el trabajo, caenperfectamente, según mi parecer, bajo esta deno-minación.»

¿Son las aptitudes y habilidades adquiridas de loshombres materiales? ¿Y se extraen aeaso de los ma-teriales del globo?

Es sorprendente que Mili estampara doctrinas tancontradictorias; y cuando dice que todos leñemosuna noción bastante clara de la riqueza, yo pregun-taría simplemente si él mismo la tiene.

Debo examinar ahora su doctrina con respecto alcrédito, el tercer orden de cantidades económicas,como quiera que el crédito ha sido objeto de nota-bles controversias en los tiempos modernos.

Demóstenes dice:el Sé ÍOOTO áyvoets 'óxi [itazn acpupu -r\ TEÜV [laaCiv

i<sx\ ¡J.£YÍ<TTTI i rpo; ^pt|p.aT¡!j|j.6v itSv av OL-jyoifltit.p.

«Si no supierais que el crédito es el capital másgrande de todos para la adquisición de la riqueza,debierais ser tenidos por ignorantes.»

Y muchos escritores han dicho lo mismo desdeentonces; entre otros Molón, un escritor francés:«Al cálculo de los valores en dinero debe añadirseel crédito del comerciante.»

Otro, Dutot, dice: «Un crédito bien manejado au-menta diez veces los fondos de un comerciante, ygana tanto por su crédito como si tuviera el décu-plo de dinero. El crédito es, por lo mismo, la ri-queza más grande que el hombre puede llevar sicomercio.»

Smilh, como ya he mostrado, clasifica el papel décréd^o bajo el título de capital, como materia detráfico; de hecho, todos los escritores del mundo,viendo que el comercio se expresa por medio delcrédito lo mismo que por la moneda, afirman que elcrédito es capital, sin dar, no obstante, un conceptopreciso de lo que os el crédito; ni aun trabajan ensu teoría para determinar sus verdaderos límites.

Un tlia, sin embargo, i. B. Say descubrió quetodo el mundo, desde Demóstenes hasta AdamSmith, había estado bajo una ilusión, y que decirque el crédito es capital es afirmar que la mismacosa puede estar en dos sitios á un tiempo! Todaesta contusión sale de la contradicción más absur-da. El mismo Say dice en una docena de pasajesque el crédito es capital; en otros ridiculiza estemismo concepto. Mas cuando nosotros comparamosestos diferentes pasajes, la causa de la contradic-ción aparece clara. Da á la palabra crédito una sig-nificación muy distinta en un sitio de la que le daen otro.

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Los escritores superficiales, sin embargo, no to-mándose la molestia de comparar estos diferentespárrafos, acogen la inocente ironía de Say, y cons-tantemente repiten que los que sostienen que elcrédito es capital afirman que una cosa puede es-tar en dos lugares á un mismo tiempo.

Vamos á examinar ahora las doctrinas de Mili so-bre el crédito, y veremos si es consecuente consigomismo en cuanto á su naturaleza.

Su primera definición de la riqueza es «todo loque puede comprar alguna cosa.»

Observando todavía que el dinero no es todo elcapital, dice: «Todo lo que es susceptible de sercambiado por otra cosa es capaz de contribuir á laproducción en igual grado.» Por esto, sin indagarel significado de la producción, dice Mili que si losbilletes de banco pueden ser cambiados como lamoneda, contribuyen ala producción en el mismogrado que la moneda.

Encabeza su capítulo sobre el crédito de estemodo: «Del crédito como sustituto de la moneda.»Ahora bien, cuando una cantidad se emplea en sus-titución de otra, precisa que ambas sean de igualnaturaleza, no de la misma perfección forzosamente,pero sí de la misma especie, aunque en distintogrado. La moneda es una cantidad independiente yque se cambia; por consiguiente, si el crédito puedeser sustituto de la moneda, es preciso que sea una(santidad cambiable é independiente.

Más lejos, Mili, después de haber sentado que lariqueza es todo aquello que tiene el poder de com-prar algo, dice: «Aunque el crédito no tiene un po-der productivo, tiene un poder para comprar:» «elcrédito que debemos considerar ahora como un po-der para comprar;» y en una multitud de pasajes ha-bla del crédito suponiéndole este poder.

Si, pues, Mili dice que «la riqueza es todo lo quetiene poder para comprar alguna cosa»;

Y si dice que «el crédito tiene este poder»;Entonces el crédito es riqueza. Este es un silo-

gismo del cual ningún lógico en el mundo puedeescapar.

Además dice Mili:«La suma de poder de comprar que una persona

puede ejercitar, se halla compuesta de todo el di-nero que posee ó que se le debe (de todos los bille-tes de Banco ó letras de cambio que tiene) y detodo su crédito.

El crédito, en resumen, tiene exactamente elmismo poder de comprar que la moneda.»

Y habla del crédito trasferible de mano á mano,con lo cual reconoce de un modo manifiesto que elcrédito es una cantidad sustantiva y cambiable.

También dice: «Una tercera forma, en la que elcrédito se emplea como sustituto para la circula-ción, es la de los documentos promisivos.» «Una

carta-órden 6 pagaré, ó billete pagadero á la vista,mientras dure el crédito del expedidor, es ni másni menos que la moneda.» Según esto, Mili dice queel crédito tiene el mismo valor que el oro; por con-siguiente, es riqueza; y ¿cómo puede el crédito,derecho puramente abstracto, ser extraído de losmateriales del globo?

Algunas lineas más abajo dice: «Pero hemos vistoya que hay otras cosas, tales como los billetes deBanco y letras de cambio, las cuales circulan comomoneda y ejecutan todas sus funciones.»

Ahora bien, una de las funciones de la monedaes el ser usada como capital; y si los billetes deBanco, etc., ejecutan todas las funciones de la mo-neda, no hay duda que pueden usarse como capital;pero los billetes de Banco son crédito; luego elcrédito puede usarse como capital.

Mili admite, por tanto, que el crédito puede serusado como capital. Pero en un capítulo posteriordice: «El valor que se ahorra á la sociedad prove-yendo la moneda de un sustituto, es una gananciareal para los que lo ejecutan. Pueden usar veintemillones de capital circulante, sin que les cuestemás que la plancha del grabador. Si emplean estaaccesión á su fortuna como capital productivo, elproducto del p?ús se aumenta, y la sociedad quedabeneficiada lo mismo que si fuera otro capital cual-quiera de igual magnitud.

«Cuando la circulación del papel está provista,como en nuestro propio país, por banqueros y com-pañías de banca, se convierte casi todo él en capi-tal productivo.

«Siendo la profesión del banquero la de prestadorde metálico, la emisión de billetes no es más queuna simple extensión de su ocupación ordinaria.Los presta á los labradores, manufactureros y co-merciantes, quienes los emplean en varios negocios.Empleados de este modo, rinden, como cualquierotro capital, salarios al trabajo y provechos al ca-pital.

»E1 mismo capital en su larga carrera se con-vierte completamente en salarios, aun después dereemplazado por la venta del producto; de estemodo ofrece un fondo perpetuo de veinte millonespara el sostenimiento del trabajo productivo.»

En otro lugar dice: «Un efecto de este últimocarácter presentan algunas de las extensiones delcrédito, especialmente cuando aparece en forma debilletes de Banco ú otros instrumentos de cambio.Los billetes de Banco son emitidos primero en elcurso ordinario á los productores ó comerciantespara que los empleen como capital.»

Así, Mili en estos párrafos reconoce, tan distinta-

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mente como es posible dentro del lenguaje, que elcrédito es un capital productivo, y, sin embargo,después de esta expresa declaración, se vuelveatrás y desprecia como imbéciles á los que dicenque el crédito es capital!

Comienza su capitulo titulado «Del crédito comosustituto de la moneda» en estos términos: «Lasfunciones del crédito lian sido objeto de muchoserrores y de mucha confusión en las ideas, comoningún otro principio de la Economía política.

»Como una prueba de las confusas nociones man-tenidas respecto á la naturaleza del crédito, pode-mos señalar el lenguaje exagerado que se usa fre-cuentemente respecto á su importancia nacional.El crédito tiene un grande, pero no mágico poder,como el vulgo supone; jamás podrá sacar nada denada. ¡Que á menudo se mira alguna extensión delcrédito como equivalente de una creación de capi-tal! (¿quién ha dicho más claramente que el mismoMili que el crédito es capital?). ¡Parece extraño quehaya necesidad de manifestar que el crédito, nosiendo otra cosa que la facultad de usar del dinerode otra persona, los medios de producción no pue-den ser aumentados por él, sino sólo trasferidos!

»E1 crédito no es otra cosa, pues, que una tras-ferencia del capital de mano en mano.»

La confusión sorprendente de ideas respecto á lanaturaleza del crédito es bien clara en los anterio-res extractos. En los primeros pasajes, Mili afirmaque el crédito es una promesa de pago, ó el dere-cho que se consigna en un papel bajo la forma deuna letra ó pagaré, los cuales asegura una y otravez que son una propiedad independiente y suscep-tible de cambio, del mismo valor que la moneda,que llena todas sus funciones y que por esto puedeser empleada como capital. En el segundo pasaje,Mili ya no piensa que el crédito es una promesa depago, sino una trasferencia del capital. Ahora bien,¿es un billete de Banco la trasferencia de un capi-tal? ¿Es una porción de propiedad sustantiva é inde-pendiente, que es de algún modo la misma cosa, lomismo que la trasferencia de alguna otra? ¿Es uncuartillo de vino lo mismo que la venta de un parde zapatos?

Después de esta exposición, bien claro apareceque no es Mili el llamado á despreciar á los otrospor sus nociones erradas y confusas del crédito: supropia obra es un ejemplo patente del error y con-fusión de ideas que existen sobre el asunto. Hemosnotado que él admite los billetes de Banco, las le-tras de cambio, etc., como encerrando el mismovalor que el oro, y siendo, por lo mismo, riqueza;pero aquellos documentos pertenecen al tercer or-den de cantidades económicas: ¿cómo pueden serextraídos de los materiales del globo?

Asi, pues, Smith, lo mismo que Mili, aunque en

alguna parte de sus obras dicen que la riqueza esmaterial y extraída de los materiales del globo, enotros pasajes reconocen el trabajo y los derechoscomo riqueza.

El resultado de todo es que precisa hagamos des-aparecer todas estas contradicciones y confusionessobre la idea de la riqueza y volvamos á la senci-llez y generalidad de los antiguos, esto es, que lasola esencia de la riqueza es el poder de ser cam-biada, y que existen tres órdenes de cantidadescambiables, determinadas por la moneda, el trabajoy el crédito.

Los Fisiócratas tan sólo admitían los productosmateriales dentro de la ciencia, y sostenían que to-dos los cambios son de productos con productos.La segunda escuela económica aceptaba el trabajocomo una cantidad cambiable, y Beccaria, un eco-nomista italiano, dice que los cambios son de pro-ductos con productos, de productos con servicios,y de servicios con servicios, admitiendo de estemodo la existencia de dos cantidades cambiables ytres especies de cambio. Pero yo he mostrado quehay tres especies de cantidades cambiables, y quelos derechos lo son lo mismo que los productos yel trabajo; por consiguiente, hay seis clases diferen-tes de cambio, y estas seis clases de cambio abra-zan todo el comercio en su más amplia acepción.

Habiendo separado ya estas contradicciones de laciencia, nos encontramos libres; y la primera cosaque debemos hacer ahora es tratar de buscar unnombre tan general que contenga estas tres formasde cantidades económicas, moneda, trabajo y cré-dito: este término general lo encontraremos en lapalabra propiedad.

Nada es más común que llamar á las cosas mate-riales, como las casas, las tierras, etc., propiedad;pero no es este el verdadero significado de la pala-b r a d a propiedad no es la cosa en sí misma, sino elderecho á ella, y jamás fue usada por los antiguosescritores ingleses para significar las cosas, sinolos derechos á las cosas.

En la ley romana, el derecho sobre todos losmiembros de la familia y todas sus posesiones,acumulado en el dominus ó cabeza de la casa, erallamado dominium. Después, cuando el rigor de lapatriapotestas se relajó algún tanto, se concedió ácada uno de los miembros de la familia un derechoá poseer, y este derecho se tituló proprietas: domi-niumid es I proprietas, dice Neracio, jurisconsultode la época de Trajano y Adriano.

Proprietas, por lo dicho, expresa el derecho deusar una cosa como nos plazca, vendiéndola, cam-biándola ó destruyéndola. Y los antiguos escritoresingleses emplean constantemente la palabra propie-dad en el solo sentido de un derecho. Así, Wiclif-fe dice: «Ellos hacen propiedad de los bienes divi-

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nos, donde la propiedad no puede existir, y preten-den no tener propiedad en los bienes mundanos,donde sólo la propiedad es legitima.»

Y Bacon también habla frecuentemente de la pro-piedad en las tierras y en los bienes; pero ni el niningún escritor de esta edad pensaron en llamar álas tierras y á los bienes mismos propiedad.

Cuando, según lo expuesto, observamos que lapalabra propiedad expresa un derecho y no unacosa, se esparce una luz bien clara por todo elasunto. Cuando se dice que uno tiene la propiedad.-.le tanto trigo ó de tanto oro, significa que tiene elderecho de usarlos como guste, vendiéndolos ócambiándolos; y cuando dos personas venden ócambian oro por trigo, cambian, sin duda, el dere-cho de usar el oro por el derecho de usar el trigo.l)ü este modo, el cambio de producios materiales esern realidad el cambio de derechos.

Sraith había observado ya que el trabajo y los ta-lentos de un hombre son su propiedad; es decir,i[ue él tiene el derecho de venderlos ó cambiarlos;y cuando un hombre conviene en trabajar para otromediante un estipendio, cambia sencillamente elderecho de exigir de él tanto trabajo por el derechode pedir tanto dinero. Esta clase de cambio, pues,también es un cambio de derechos.

Y cuando llegamos al tercer orden de las canti-dades económicas, hallamos que consiste en los de-rechos abstractos; por lo mismo, las tres formas delas cantidades económicas se reducen exclusiva-mente al término general de derechos.

Los Fisiócratas dicen que todos los cambios sonde productos con productos. Bastiat afirma que loscambios son siempre de trabajo con trabajo; masbion claro se ve ahora que todos los cambios son doderechos con derechos.

Cuando vemos ahora que la Economía política no(¡ene nada que partir con las cosas en sí mismas,sino tan sólo con los cambios de los derechos áellas, y que los jurisconsultos romanos denominanj'»ra,—derechos puramente abstractos,—como res,bona, pecunia y mera!, gcan parte de la oscuridad yconfusión se desvanecen. Porque estos jnra contie-nen los billetes de Banco, las letras y otra granvariedad de derechos. Hemos mostrado que Smithy Mili clasifican ambos estos créditos ó deudascomo riqueza y cspital, puesto que se compran y sevenden; y la cantidad de deudas circulantes ó decrédito es casi inconcebible en este país comer-cial. En el trascurso de 1874 pasaron por la Clea-Wng-House de Londres (una institución por mediode la cual los créditos se trasíieren de un Banco áolio) más de seis millones de libras en créditos; yesto es únicamente una parte del crédito que existeuu la actualidad. Estos seis millones de créditosproducen exactamente el mismo resultado que igual

cantidad de metálico; realmente, si este crédito noexistiese, hubiera sido necesario traer al comercioigual suma de moneda.

El hecho es que la propiedad afecta dos formas:la una es el derecho á una sustancia material queha sido ya adquirida, tal como la moneda que setiene, las tierras, las casas, etc., cuya propiedad sellama corporal; la otra es la propiedad ó derecho áalgún interés que se ha de poner en lo futuro, y estapropiedad se denomina en la ley romana, y en cual-quiera otro sistema de leyes, propiedad incorporal.Contiene dentro de sí el crédito de todas clases, losbilletes de Banco, las letras, la propiedad literaria,los fondos públicos, los privilegios de invención,las acciones de compañías comerciales, etc., etc.Mas ambas clases de propiedades pueden ser com-pradas y vendidas, y por eso caen ambas bajo el do-minio de la Economía política.

El grave defecto de Smith, Mili y otros escritoresde la segunda escuela de los Economistas, consisteen que omiten completamente esta especie de pro-piedad, la cual representa ahora un valor de muchosmiles de millones en este pais, y que ha aumentadoen una proporción inmensamente mayor que la pro-piedad corporal. Y en tanto que el concepto de lariqueza se halle infestado con la noción de «latierra y el trabajo» y con la de la materialidad, lanaturaleza de esta propiedad no puede ser com-prendida. Pero tan pronto como admitamos que lafacultad de ser cambiable es la única esencia de lariqueza y el valor, todas las dificultades desapare-cen y todas las operaciones de banca y de créditopueden sujetarse á las más estrictas leyes de laEconomía.

Supongamos que un comerciante posee tanto di-nero, procedente de los ahorros de su industriaanterior. Compra con él mercancías y obtiene unprovecho: recupera el dinero que ha gastado, y elsobrante es su provecho.

Pero como Mili dice acertadamente que su poderde comprar consiste en su dinero y en su crédito,suponiendo que él calcula que se puede obtener unprovecho, compra bienes y da en cambio- de ellossu promesa de pagar en un tiempo futuro. Vendelos bienes; paga la deuda, y el sobrante es suprovecho.

Ahora bien: la moneda y el crédito contienenambos un poder de comprar: un comerciante ó ne-gociante recaba igual provecho que compre conmoneda ó con crédito: por tanto, si la verdaderadefinición del capital es «algo que produzca unprovecho», el crédito es capital lo mismo que lamoneda. Cuando un comerciante trafica con mone-da, trafica con los productos acumulados del pasa-do; cuando comercia con el crédito, comercia conlos productos anticipados del porvenir.

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En realidad, los futuros provechos de todas cla-ses tienen un valor actual, y este valor actualpuede ser vendido y comprado, y puede trancarsecon él lo mismo que con la moneda.

El derecho presente á un pago futuro se llamacrédito, y, bajo la forma de billetes de Banco, le-tras, etc., puede ser vendido ó trasferido varias ve-ces hasta que son pagadas estas deudas, y entoncescesan de existir como derechos ó cantidades eco-nómicas. De este modo, la Economía contiene lomismo la propiedad material que la inmaterial.

Fácilmente se ve ahora cuál es la mejor defini-ción de la Economía política,—«la producción, dis-tribución y consumo de la riqueza,» ó «la cienciade los cambios.» Los Fisiócratas que inventaronambas expresiones y sostenían que eran equivalen-tes, restringieron, no obstante, los cambios porquesólo hablaban del cambio de los productos materia-les de la tierra; y «la ciencia de los cambios» esuna definición inmensamente más amplia y más in-teligible que «la producción, distribución y con-sumo de la riqueza.» Algunos ejemplos pondrán enclaro la diferencia.

Supongamos que yo poseo un pedazo de tierrasobre el cual necesita la población extenderse: latierra aumentará mucho de valor. Supongamos queyo vendo la tierra: estoes un cambio y un fenó-meno de valor; pero ¿en qué manera es la produc-ción, distribución y consumo de la riqueza?

Supongamos que yo escribo una obra popular ypuedo vender su propiedad á un editor: este es uncambio y un ejemplo de valor; pero ¿en qué ma-nera es la producción, distribución y consumo dela riqueza?

Supongamos que dos personas se convienen enejecutar algún trabajo, la una para la otra respecti-vamente: cada especie de trabajo puede ser va-luado en dinero; esto es un ejemplo de valor y uncambio, pero ¿de qué modo manifiesta la produc-ción, la distribución y el consumo de la riqueza?

Un banquero descuenta una letra á un parro-quiano por medio de sus propios billetes: esto estambién un fenómeno de valor y un cambio; pero¿es, por ventura, la producción, distribución y con-sumo de la riqueza?

Estos ejemplos, que podrían multiplicarse exten-samente, demuestran que el concepto «producción,distribución y consumo de la riqueza» es inteligibleúnicamente cuando se aplica á una clase de cam-bios, mientras la definición «ciencia de los cam-bios» puede aplicarse á toda clase de ellos, y es,en realidad, el nombre de una gran ciencia, tanvasta y general como la mecánica ó la óptica.

El primer nombre se acomodaría tan mal á lagran ciencia de los cambios, como los vestidos deun niño puestos á un gigante; y por esto, según

aquella observación de Mili, de que la definición deuna ciencia es preciso que se extienda cuando laciencia se desenvuelve, «la ciencia de los cambios»es la única definición adecuada á la Economía poli-tica en su más amplia extensión.

Además, adoptando esta definición, percibimos áprimera vista de qué modo constituye una cienciafísica. ¿Qué hay en el concepto, producción, distri-bución y consumo de la riqueza que pueda hacer-nos notar la semejanza con una ciencia física? Perotan pronto como adoptamos la definición «cienciade los cambios», comprendemos la razón de estasemejanza. Porque existiendo tres órdenes de can-tidades cambiables,, y por lo mismo seis especiesde cambios, el objeto de la ciencia es determinarlas leyes do los fenómenos que estos cambios pro-ducen, esto es, los cambios con las relaciones nu-méricas en que estas varias cantidades han de cam-biarse; y asi como hay una sola ley general quegobierna y rige los movimientos tte los cuerposcelestes y explica todos los fenómenos de la astro-nomía, es muy fácil demostrar que existe una solaley general que gobierna todos los cambios en lasrelaciones numéricas de las cantidades cambiables.Y de este modo tenemos creada una nueva cienciafísica, un nuevo cuerpo de fenómenos, basadostodos sobre una sola concepción, incluida bajo eldominio de las leyes generales.

Resta únicamente demostrar que no hay necesi-dad de cambiar el nombre de la ciencia, comoWhately propone, en catalactica (ciencia de loscambios). Cuando una ciencia ha adquirido un nom-bre en el uso popular, ninguna ventaja se obtienecambiándolo, aunque no sea este nombre el mejorque pudiera elegirse si la ciencia se formara denuevo. El nombre por el que la ciencia se conocees de poca importancia; el requisito más interesantees qji* su naturaleza y objeto se hallen definidosclaramente. Platón hace ya mucho tiempo que veíala idea de llamar geometría á la ciencia que tratadel movimiento de los cuerpos celestes; y aun hoylos franceses llaman á un gran analítico como Le-verrier, un gran geómetra. La trigonometría hace yabastante tiempo que se extiende más allá de la me-dida de los triángulos, y esto sucede en otros mu-cjios casos.

El nombre de Economía política, ó ciencia econó-mica, está tan firmemente arraigado en el espíritupúblico, que ninguna ventaja se obtendría cambián-dolo. Además de esto, no hay necesidad de hacerlo,porque su carácter está bien expresado en estenombre. Muchas personas suponen que oTxo; engriego significa una casa, y que un economista, portanto, es el dueño de una casa. Orxo;, sin embar-go, tiene una significación mucho más extensa quwla de una casa; significa propiedad, sustancia ó

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estado de todas clases. Hornero, Herodoto, De-móstenes y Lisias, todos usan oVxo; en el sentidode propiedad en general. En el «Oiconomos» deJenofonte, Sócrates señala expresamente la dife-rencia entre oTVoc, que significa toda clase de pro-piedad, y ouía, que viene á significar una casa. Amás de esto, oTxo; es el término técnico, en la leyÁtica, para todos los bienes muebles ó inmueblesde un hombre, para todo estado y sustancia. Así,el gramático Ammonio dice:—OTXOÍ Xá-fetai -f¡ itoeuaoúcría.—OíV.o; significa propiedad.

Economía, pues, es el término más adecuado queha podido escogerse para denotar la ciencia quetrata de los cambios de la propiedad. Es preferibleaún á Economía política, porque determina quenada tiene que ver en la política, sino tan sólo enla propiedad. Puede ser denominada la ciencia delos cambios, la filosofía del comercio ó la teoría delvalor; todo ello viene á expresar la misma cosa.Por mi parte, he ofrecido esta definición para mos-trar sus relaciones con las otras ciencias físicas:

Economía es la ciencia que trata de las leyes quegobiernan las relaciones de las cantidades cambia-bles.

Y M. Michel Chevalier me ha hecho el honor demanifestar que es la mejor definición de la cienciapropuesta hasta ahora.

H. D. MACLEOD.Tr. p. A. PALACIO VALDES.

'The Contemporary Review.)

LITERATURA CONTEMPORÁNEA DE INGLATERRA.

E X P O S I C I Ó N DE LA OBRA DE M. ODYSSE BAROT I 1 ) .

Realizando uno de los propósitos señalados á lastertulias literarias que la sección de literatura delAteneo ha acordado celebrar un dia cada sema-na, voy á ocuparme hoy de un libro por muchosconceptos digno de llamar vuestra atención. Nopienso, ni extenderme en largas consideracionesacerca de los puntos que ese libro trata, ni hacerun juicio critico del mismo. Me limitaré á exponerossu contenido, excitando hacia él vuestra curiosidad,porque le creo digno de estudio para todos losamantes de las bellas letras.

El libro es la Historia de la literatura contempo-ránea en Inglaterra, por Odysse Barot, publicado enParís en los últimos meses de 1874. Pertenece á esegénero de obras que, sin profundizar seriamente los

{i) ñittoiredela litteraluve. conlemp: rOdyise Bjrol; París, Chorpuntier, 1874.

Atigleterre, pa

asuntos de que se ocupan y sin entregarse á proli-jas invesügaciones acerca de los mismos, aspiran áreunir en breves cuadros, trazados á grandes ras-;os,el movimiento científico, social ó literario, en un

orden y esfera determinados; género que constituyeuna especialidad del carácter francés, que se adaptacómodamente á la misión propagadora de ese ilus-tre pueblo, y que yo desearía ver más cultivado enEspaña, siquiera fuese por lo que contribuye á ge-neralizar nociones indispensables para todos, y porlo útil que serian sus circunstancias á aquellos queno pueden distraerse de los objetos que constitu-yen su tarea habitual en provecho de otros, que sólopor un medio de esta índole pueden serles some-ramente conocidos. Bajo el doble punto de vista delo que este género es y de lo que este género exige,el libro de Mr. Odysse Barot llena cumplidamentelas condiciones que podrían reclamársele. Golpesde vista rápidos é ingeniosos, cuadros completos delas diversas fases literarias de la Gran-Bretaña, ex-posición clara, lenguaje sencillo y elegante, gustodelicado en la elección de ejemplos y modelos, mé-todo llano y práctico, y una concisión tan discreta,en suma, que da á conocer sus vastos estudios res-pecto á la materia, y que le permite desenvolver enun corto número de páginas un asunto tan vasto yde tan extraordinario interés como el que consti-tuye el objeto de su libro.

Comienza éste por una Introducción histórica queabarca sucintamente desde Chaucer, el primer poetainglés digno de este nombre, hasta Byron, Shelleyy Burns; esto es, desde 1350 hasta 1830, y empiezamanifestando que la literatura inglesa excede en fe-cundidad, valor é importancia á la alemana, italianay española. Sin duda alguna esta proposición pre-sentada en absoluto es falsa, lo cual no obsta paraque pueda afirmarse que la literatura inglesa tieneuna verdadera, sólida y real importancia, como sedesprenderá, sin esfuerzo, de lo que va á indicarsemás adelante.

Después de la introducción mencionada y de al-gunas consideraciones generales que en parte estánrepetidas en distintos puntos de la obra, M. Odyssetrata de los poetas líricos; á seguida del teatro, delos novelistas, de los historiadores, de los filósofos,de los publicistas, y, por último, de la prensa, ter-minando su obra con un apéndice de modelos y tro-zos escogidos y un capitulo adicional, que es muynotable. Esta división de materias se encuentraajustada al número y á la variedad de las formas enque se desenvuelve la literatura en Inglaterra ennuestro tiempo. De ellas la más importante y en lasque más se ensaya la actividad de aquel pueblo son,aparte la filosofía, la poesía lírica, la novela, la his-toria y el periodismo. Acerca de estas, será conve-niente extenderse algo más para dar á conocer su

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N.° 81 F . DE A. PACHECO. LITERATURA CONTEMPORÁNEA EN INGLATERRA. 433

estado, de acuerdo con lo que afirma Mr. OdysseBarot, y limitándome á ligeras indicaciones respec-to de

EL TEATRO, LOS PUBLICISTAS \- LA FILOSOFÍA.

El teatro atraviesa hoy un período de completadecadencia. Achacada algunos á circustancias tri-viales que no son sino electos del mal que se señala.La que verdaderamente lo ocasiona, á juicio delautor del libro que examino, es la excesiva activi-dad empleada en los otros géneros, y el haberseencomendado á estos el desarrollo de los elemen-tos que antes desenvolvía la literatura dramática.

Por esto afirma M. Odysse que «el drama con-temporáneo se ha refugiado todo entero en la no-vela y en la historia.»—«Nuestros poetas trágicos^añade, no se llaman Shakspeare; se nombran Wal-ter Scott, Dickens, Macaulay ó Carlyle.—No meditaya Hamlet en un monólogo sobre el ser y el no-sér,sino en un capitulo de Stuart Mili, en una página deDarwin ó de Herber Spencer.» La época actual,además, no cuenta entre sus elementos esa espon-taneidad, esa sencillez y ese entusiasmo que sonindispensables para fundar un buen teatro. A estose deberá sin duda que no sea exclusiva del teatroinglés la decadencia referida, y el que nuestra pro-pia literatura y la literatura francesa se hallen bajoel influjo de circunstancias muy análogas á las quehe indicado.

Bajo el nombre de publicistas se clasifican grannúmero de escritores, cuyos trabajos no pueden su-jetarse, no se sujetan en realidad al molde fijo, es-trecho y determinado de los géneros literarios quese van enumerando. Entre esos escritores puedencitarse lord John Russell, y, sobre todo, Mr. Glads-tone, cuya sólida reputación dentro del género quefrecuentemente cultiva se ha afirmado en estos úl-timos tiempos con sus escritos religiosos, tan dignosde recuerdo y de aplauso.

Por último, me limitaré á mencionar tan sólo losfilósofos ingleses, cuyos puntos de vista generalesos son muy conocidos. Esta rama de la literatura,ya lo sabéis, ha sido y está siendo cultivada en laGran-Bretaña con extrordinario adelanto y efectosfecundísimos para la ciencia. Así lo prueban losnombres ilustres de Stuart Mili, Spencer y Bain, alsegundo de los cuales coloca Odysse Barot á la al-tura de Aristóteles y de Bacon. Es inútil insistir enla tendencia que domina á sus escritos y en el im-portante papel que desempeñan hoy dentro delmundo científico.

POESÍA LÍRICA

Tiempo es ya de examinar este género literario,que no está entre los ingleses tan poco apreciadocomo en algunos otros pueblos, e! francés entre

ellos, donde no se comprende aún que la fria y po-sitiva Inglaterra conceda á estas manifestacionesdel sentimiento, y muchas veces eco sólo de losafectos más tiernos y delicados, un lugar prepon-derante y distinguido. Sin embargo, nada hay taniorto, y lo confirman sobradamente multitud de

hechos sujetos á diaria comprobación. Entre ellosmerecen citarse el de que todas las publicacionesinglesas, y en primer término las políticas, desti-nen en sus columnas un largo espacio á las compo-siciones poéticas, el de que en un reciente concursose hayan presentado más de 800 poesías líricas, degran mérito casi todas, y la circunstancia, por úl-timo, de que en todas las esferas de la vida, y conspecialidad en la política, se reconozca influencia y

atribuya siempre una alta posición á los poetas yiteratos. Así sucede que dos de los miembros delactual gabinete, Mr. Disraeli y el Post master ge-neral Manners, deban á la poesía v á su renombreliterario los puestos que ocupan. Tales indiciosacusan, lo repetiré, el alto prestigio de las aficio-nes literarias y un respeto general hacia los queprofesan su estudio.

De éstos hay un número tan crecido, que sería im-posible citar ni aun los más importantes, cuando sehace preciso reducir á cortas proporciones el pre-sente análisis. Me limitaré, pues, á dar á conocerlas tendencias que dominan en los principales poe-tas y los nombres de aquellos que nunca podrá ol-vidar la nación inglesa por los preclaros timbresque ornan su frente.

Ninguno, sin duda, á tanta altura como Byron;ninguno cuyas obras sean más conocidas en el restode Europa; ninguno tampoco cuyo nombre se re-pita más y en medio de mayor admiración. No se leprofesa, sin embargo, en su patria la que le tribu-tan los extranjeros, y hasta tal punto allí ha de-caicfo la memoria, ha menguado el prestigio y des-aparecido la influencia del autor de D. Juan, queni se le cuenta siquiera entre las cuatro sublimesfiguras de la literatura británica: Chaucer, Shaks-peare, Milton y Shelley.

De éste último procede toda la actual direcciónpoética de Inglaterra. Fue contemporáneo y amigode Byron, murió antes que él y en tierra extraña,sin que hasta su muerte, ni en mucho tiempo des-pués, se apreciara la inmensidad de su talento. Hoy,sin embargo, todos le tributan algo más que consi-deración y respeto, todos le ofrecen testimonios deentusiasmo ardiente, y su recuerdo preside y dirigeel movimiento literario actual. Shelley es el poeta dela Bevolucion. Los recuerdos del 89 y del 93 se mez-clan con los de su primera edad, y en su poesía haymucho de aquella aspiración sublime que condujoentonces al pueblo francés á las más gloriosas con-quistas y á los más deplorables extravíos. Domina

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en ella la idea de la lucha por el bienestar de lahumanidad, el odio a la opresión y la tiranía, y elamorá la libertad.

Esta tendencia es hoy, no sólo el punto de vistade la poesía inglesa, sino el objetivo de todas las ma-nifestaciones de su literatura. Y á medida que aque-llos principios proclamados en el siglo XVIII han¡do desenvolviendo todas sus consecuencias, los li-teratos ingleses las han adoptado y defendido conuna generosidad y una perseverancia que sin dudaalguna no pueden ser estériles.

Tennyson y Hood, los dos poetas más ilustres dela época contemporánea en la Gran-Bretaña, handesenvuelto aquella tendencia, aunque cada unoron diverso sentido y con dirección distinta. Hoodos el inspirado cantor de todas las desventuras so-ciales; su ideal un ideal humanitario, y su pensa-miento la realización de esa fraternidad universalque este siglo es impotente para realizar, pero queha sido bastante generoso para presentir. Las pena-lidades del obrero, las angustias del desheredado,las horribles torturas del que sólo cosecha lágrimasen la heredad fecundada con su sudor y su sangre,son los temas predilectos de su poesía. En variosde sus trabajos, muchos de ellos en alto grado es-timables, armoniza y une con gran corrección ysentimiento elevado los más tiernos afectos y lasocurrencias más áticas y cultas; pero lo que le daverdadero carácter y ostenta de una manera biendefinida su personalidad literaria, es el espíritu queántes señalábamos, de que es elocuentísima pruebasu admirable poesía La canción, de la camisa, escritapocos dias antes de su muerte, y que es, sin dudaalguna, «el grito más doloroso que jamás hizo oir lí-rico alguno.» Voy á daros cuenta de ella, leyendola traducción directa del inglés, hecha por nuestroilustrado compañero y amigo el Sr. I). Armando Pa-lacio. Dice asi:

CANCIÓN DK LA CAMISA.

Con los dedos fatigados y gastados, los ojos ve-lados y enrojecidos, una mujer cubierta con pobresharapos se halla sentada y moviendo sin cesar laaguja y el hilo. ¡Cose! ¡cose! en el seno de la mise-ria, del hambre y de la abyección. Y todavía suvoz, con doloroso acento, entona la canción de la

¡Trabaja, trabaja, mientras el gallo alza su gritoá lo lejos! Y ¡trabaja, trabaja hasta que las estrellasbrillen en el firmamento! ¡Oh! ¡qué vale ser esclavadel bárbaro turco, allí donde la mujer no tiene al-ma que salvar, si este es el trabajo cristiano!

m.,Trabaja, trabaja, trabaja! hasta que el vértigo se

apodere del cerebro; trabaja, hasta que los ojos secierren por el peso y oscurezcan la costura, elcuadrado y la tira; hasta que caiga dormida sobrelos botones y pueda coserlos en un sueño!

IV.

Hombres que tenéis madres y esposas. Hombresque poseéis hermanas queridas, ¡no es lienzo lo quelleváis sobre los hombros, no, sino la sangre y lavida de criaturas humanas! Cose, cose, en el senode la miseria, del hambre y de la abyección; co-siendo con doble hilo una mortaja á la vez que unacamisa.

v.Mas ¿por qué hablo de la muerte, ese fantasma

de huesos repugnantes? No me infunde terror supavorosa silueta; ¡harto asemejan á la mia su figu-ra, los terribles ayunos que me martirizan! ¡Oh Dios!¡será posible que el pan se halle tan caro y la carney la sangre tan baratas!

vi.¡Trabaja, trabaja, trabaja! Mi labor jamás descan-

sa: ¿Y cuál es su recompensa? un puñado de pajapor lecho, una corteza de pan y algunos andrajos;este lecho destrozado y este frió pavimento;—unamesa, una silla rota y un muro tan blanco y desnu-do que á mi propia sombra doy las gracias por ocu-parle en algún punto.

VII.

¡Trabaja, trabaja del uno al otro toque de cam-pana! Trabaja, como el penado que expía un afren-toso crimen, hasta que la cabeza enferme y el co-razón se hiele como la rendida mano.

VIII.

Trabaja á la opaca luz de Diciembre, y trabajatambién cuando el cielo se muestre brillante y se-reno,—mientras bajo el alero de mi tejado cuelgansu nido las viajeras golondrinas para mostrarme susatezadas plumas y arrojarme al rostro la primavera.

IX.

¡Oh! ¡Quién respirara el aliento embalsamado dela dulce y bullente primavera, con la bóveda celes-te por cima de su cabeza y el menudo césped bajosu pié! ¡Oh! ¡una sola hora, una sola, para sentirlo que en otro tiempo he sentido antes de conocerlas angustias de la necesidad y lo que cuesta unpedazo de pan!

x.Una hora tan sólo es, sin embargo, un respiro

bien breve. ¡Ni un instante bendito siquiera para elamor ó la esperanza, cuando tan largo corre eltiempo para el dolor! Algunas lágrimas vertidas pu-dieran desahogar mi corazón ; pero hace falta dete-nerlas en su amargo lecho, porque cada una de susgotas entorpecería la aguja y el hilo.

XI.

Con los dedos fatigados y gastados, los ojos vela-

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N.° 84 F. DE A. PACHECO. LITERATURA CONTEMPORÁNEA EN INGLATERRA. 435dos y enrojecidos, una mujer cubierta de pobresharapos se halla sentada y moviendo sin cesar laaguja y el hilo.

¡Cose, cose en el seno de la miseria, del hambrey de la abyección: y todavía su voz con acento pe-netrante y lastimero, para que pueda herirlos oidosdel poderoso, entona la canción de la camisa!»

Hood ha tenido muchos imitadores. Conocidas lasespeciales tendencias do toda la literatura inglesa,puede decirse que éste es el poeta que mejor inter-preta su espíritu. Le han secundado con gran acier-to Carolina Norton, Isabel Barret y Carlos Mackay.

Tennyson, influido también por Shelley, sigue unrumbo que, sin ser el do Hood, no es enteramentecontrario á él. Tennyson es el poeta de las emocio-nes dulces y tiernas, de los sentimientos delicados,de la vida doméstica y de la naturaleza. Su tenden-cia social aparece, aunque no en primer término.Puede juzgarse de las admirables condiciones que leadornan, por un trozo de su obra maestra Lochsley-Hall (El castillo de Locksley), que voy también áleeros y que está asimismo traducido por el señorPalacio. Escribió Tennyson esta poesía desdeñadopor una linda joven, prima suya, á quien él amaba, yque, cediendo á los ambiciosos cálculos de su padre,había contraído matrimonio con un mozo labradorde su país, dueño de cuantiosos bienes. Véase hastaqué grado llega la desesperación y el apasiona-miento de Alfredo Tennyson;

«¡Oh, prima mia, corazón frivolo, amiga que hassido, y que ya no lo eres, de mi alma! ¡Desierto lú-gubre y funesto! ¡Desnuda y árida ribera! Más falsaque todas las imágenes soñadas por la fantasía yque todos los cantos del poeta; juguete vil de lasamenazas de un padre y dócil á su imperiosa voz.

¿Es acaso bueno desearte la felicidad? ¡Habermeconocido y descender por la escala de los más ba-jos sentimientos para caer en un corazón más ruinque el mió! Así ha de suceder: irás bajando dia trasdia hasta colocarte á su altura, y lo que es hermoso,muy pronto se convertirá en grosero y repugnante.

Á tal marido, tal mujer: te has desposado con unhombre rudo, y lo zafio de su naturaleza concluirápor hundirte en lo más bajo. Cuando las primerasfuerzas de su pasión se hayan agotado, él te esti-mará un poco más que á su perro y te amará algomenos que á su caballo.

¿Qué sucede? Sus ojos están pesados; no piensesque se encuentren turbados por el vino. Vé allá; estu deber;dale un dulce beso; estrecha su mano entrelas tuyas. Tal vez el señor se encuentre cansado y

su cerebro oscurecido. Distráete con tus cariciasmás delicadas y conmuévele con los más ingeniosospensamientos.

Lo que él contestará fácilmente se comprende.¡Oh, si mi mano pudiera darte la muerte! ¡Oh, si túy yo pudiéramos, libres de este tormento del cora-zón, yacer el uno en brazos del otro en un últimoy silencioso abrazo! Malditas sean las exigenciassociales, que así desconocen la fuerza de la juven-tud. Malditas las sociales mentiras, que así nosocultan la verdad viviente.

Malditas sean las fórmulas insanas, que tuerceny extravían las leyes de la naturaleza. Maldito eloro que dora la estrecha frente de los imbéciles.

¿Por qué te habré yo amado como ninguna mujerfue ainada jamás?

¿Soy, acaso, un loco, para seguir amando lo queno me ha dado sino frutos de amargura? ¡Yo arran-caré este amor de mi pecho, aunque su raíz estéen mi corazón!

¿Dónde hallaré consuelo? ¿En la dispersión de losrecuerdos del espíritu? ¿Llegaré, por ventura, á se-pararle de ella misma y á amarla tierna y afablecomo la he conocido?

Yo recuerdo una mujer que ha muerte, dulce ensus palabras y movimientos. Tal como se presentaá mi memoria, ¿no fuera posible verla ni amarla?¡Pluguiera al cielo que yo la creyese muerta y laamara con el amor que supo inspirarme! No, no...jamás me amó esa mujer. Amar es amar eterna-mente!

¡Resignación! ¡Resignación que ha despreciado Sa-tanás! Los poetas cantaron con verdad que el doloi"tiene por corona el recuerdo de los instantes fe-lices... Embrolla y confunde tus recuerdos para queno asalten y estremezcan tu corazón en la nochefatal de la muerte, cuando la lluvia caiga sordamen-te sobre el techo.

Él caza como un perro en sus ensueños, mientrastú contemplas la pared donde la moribunda luz chis-porrotea y donde las sombras aparecen y se extin-guen velozmente. Entonces una mano pasará sobreti y te mostrará su sueño de borracho, viudas yalas almohadas de tus bodas y las amargas lágrimasque has de verter.

Escucharás el ¡jamás! ¡jamás! que pronunciará elfantasma de los felices años, y un cántico de otrosdias volverá á sonar en tus oidos, y unos ojos le

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turbarán trayéndote el recuerdo de aquel antiguoamor en medio de tus penas... Vuélvete, vuélvetesobre la almohada: torna si puedes á conciliar elsueño.

La naturaleza tan sólo te traerá la paz con el ge-mido de una tierna voz.

Es una vida más pura que la tuya. Unos labiosapagarán tu amargo dolor: unos labios infantiles seburlarán de mí, y mi pequeño rival te otorgará elreposo. Los dedos de un niño, tiernos y blandoscomo la cera, me arrancarán del pecho de la madre!

Mas ¡ay! El niño cubre también al padre con unascaricias que no merece.

La mitad es tuya, pero otra mitad suya es.Será digno de los dos.¡Oh! Te veo próxima ya á la vejez, desempeñando

tu vulgar papel, con una corta provisión de máxi-mas que tratas de inculcar en el alma de tu peque-ñuelo.

«Los sentimientos son guias muy peligrosos enla vida.

Yo misma no estuve exenta de tales peligros.¡En verdad que he sufrido mucho!»

Perece, sí, en el desprecio de tí misma...Triunfa de tu corazón...Desciende más aún...¡Sé feliz! ¿Qué me importa?Preciso es que yo me entregue al torbellino de la

vida para que no me consuma la desesperación.

¿A dónde volveré los ojos en estos dias?Todas las puertas tienen cerrojo de oro y necesi-

tan llaves de oro para abrirseTodas las puertas se hallan obstruidas por una

turba de pretendientes. Los mercados atestados demercancías... Yo no poseo más que una fantasía co-lérica.

¿Para qué les he de servir?

Yo hubiera sido dichoso muriendo sobre la arenadel combate, cuando las filas se hallan envueltaspor el humo denso de la pólvora y los vientos tras-miten en su seno el ruido pavoroso del cañón.

Mas el metálico sonido de las guineas cura hoylas heridas del honor, y las naciones no hacen otrairosa que gruñir de vez en cuando la una á los ta-lones de la otra.»

Tennyson ha tenido y tiene también gran númeroile imitadores. Él, además, no ha dicho todavía suúltima palabra, y desde el fondo de su tranquilo re-tiro, en la isla de Whygt, prodiga las inimitables

bellezas que le han conquistado ya un nombre im-perecedero.

La mayor parte de los discípulos y continuadoresde Tennyson son también mujeres, y esto es unrasgo peculiar de la literatura inglesa, que mereceser notado por los que todavía consideran á la mu-jer como incapaz de levantar su espíritu á ciertasregiones ó de contribuir defde elevada esfera aldesarrollo de la cultura humana.

NOVELA.

La aparición efectiva de la novela en la literaturainglesa se verifica después de la República y antesde la Revolución de 1688 con el Hudibras de Butler,y en el desenvolvimiento de este género se adviertela grande influencia ejercida por el Quijote de nues-tro Cervantes, que evidentemente inspira el Hudi-bras y las obras de Stnollet y Sterne, escritas algúntiempo después de publicada aquella.

Hoy la novela tiene en Inglaterra una preponde-rancia incontrastable. Si la prensa, se ha dicho allí,es el cuarto poder del Estado, la novela es el quinto.Constituye el género literario más popular, más uni-versal, porque lo abraza todo en su desarrollo, ymás social por la influencia directa que ejerce en lalegislación y en las costumbres, la cual es tan acti-va, que podrían señalarse progresos muy señaladosen estas esferas, debidos á la propaganda de los no-velistas. El nombre de Harriet Beecher Stowe y eltitulo de su obra La cabana del tio Tomás, se hallantan indisolublemente unidos á la abolición de la es-clavitud, que no hay quien niegue á aquel sentidorelato una gran influencia en la consecución deeste ideal generoso y nobilísimo.

Como un efecto de tal carácter, enlazado con losfines generales de la literatura inglesa en la épocapresente, á la novela la distingue su índole mora-lizadora y propagandista; se le pide que enseñe ydifunda las verdades sociales, que instruya y edu-que á las masas en la idea de su derecho y á lasclases elevadas y gobernantes en la de su deber,y que, antes que al deleite común, procure contri-buir á la reforma y mejora de la economía social,con el propósito de que el bien del mayor númerose realice, ensanchándose cada dia más la esfera delos beneficiados y aumentando á cada paso en ca-lidad el bienestar distribuido.

A medida que avanzan por semejante camino losnovelistas, van olvidando lo que constituye el ele-mento artístico de este género y posponiéndolo alelemento político.

Waltter Scott, Cooper y Bulwer cuidan con sin-gular esmero en sus obras la trama que las produce,la descripción de situaciones, la pintura de caracte-res y los retratos de sus personajes, que, sobre todoen el último, son modelos acabados,—recuérdese el

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Gui Darrell de ¿Qué hará con ello?;—pero al des-aparecer estos escritores ilustres, ó ambos elemen-tos se conciertan, como sucede en Dickens, ó des-aparece el primero para dejar completamente elpuesto al segundo, como se observa en las obras deReynolds, Georges Eliot, etc., donde predomina elfin político con menoscabo del arte, y se acentúancada vez más las tendencias democráticas, republi-canas y socialistas de la novela.

Esta base puede darnos una clasificación de losnovelistas ingleses en la época contemporánea.Dentro de ella hay que colocar en primer termino álos tres ya citados, Waltter-Scott, Cooper y Bulwer.Inmediatamente después de éstos, aunque sus mé-ritos lo coloquen á la misma ó mayor altura, seencuentra Dickens, socialista, pero no revoluciona-rio; que anhela reformas, pero que no excita surealización por los medios violentos, y que, aunsubordinando á la propaganda de estas doctrinas elgénero que cultiva, conserva y embellece las for-mas artísticas en todas sus obras. Wilkie Collins,autor de un admirable libro, El vestido blanco, yescritor de los que hoy gozan mayor prestigio,sigue á Dickens y puede decirse que forma ásu laclo.

Aparte de ellos y de los que más adelante enu-meraremos, constituyendo un grupo especial, estánThackeray y Disraeli; ambos cultivadores de la no-vela política, ambos escritores satíricos y ambosdedicados á defender, en medio de esta literaturatan reformista y tan revolucionaria, un sentido emi-nentemente conservador.

Reinolds, Hawthorne, Georges Eliot continúan laobra de Dickens; pero prescindiendo, como he di-cho ya, casi por completo, de los elementos artísti-cos á que deberían rendir algún culto. Las obrasde estos escritores obtienen asombrosa circulación.Reynolds publica un periódico, y al poco tiemporeparte 320.000 ejemplares. De la novela de HarrietBeecher Stowe se agotan en dos años un millón deejemplares. La literatura ya no es cuestión de arte,dice M. Odysse, sino una cuestión política y social.

Además de este género de novela, en que debeincluirse la mayoría de las que se publican, hayotros géneros que merecen alguna atención. El dela novela moral y religiosa es uno de ellos, y noporque tenga importancia intrínseca, ni porque lasobras que ha producido sean obras de primer orden,nó, sino por la singular y extraordinaria acogida deque gozan estas producciones. Miss Yonge, autoraque descuella entre los que cultivan este género,pudo comprar con el producto de su primera no-vela un navio, que destinó á las misiones de Áfricay Asia; su segunda novela le produjo 50.000 francos.

La novela de la vida mundanal tiene también bas-tante éxito. Las obras de Trollope, que es el corifeo

de esta sección, han sido recibidas con aplauso.Pero es mayor el que so prodiga y el que merece lanovela del sport, que M. Odysse no examina tandetenidamente como fuera de desear, y acerca de laque son muy dignos de consultarse los estudios he-chos por M. Th. Bentzon. Esta clase de obras ilus-tra el conocimiento de la vida inglesa respecto áuna de sus fases más importantes, más íntimas yque más contribuyen á revelar las cualidades quecaracterizan á esa nación, por tantos títulos dignade ser estimada. La novela del sport ha producidoalgunas obras notables. Las de M. Whyte Melvilledeben colocarse entre ellas, y principalmente KateCoventry, que no sólo llena de una manera cum-plida las exigencias del género á que pertenece,sino que ha servido al autor para describir, y des-cribir con acierto, el carácter de «la joven excén-trica,» que tiene un puesto muy definido y numero-sos modelos donde ser copiada, dentro de aquellasociedad.

Por último, enumerar y clasificar este género li-terario sería una tarea interminable, para la que senecesita indudablemente disponer de volúmenes en-teros. La novela inglesa ha adquirido un desarrollotan prodigioso, que puede dudarse fundadamentede que jamás, y en nación alguna, hayan existidogérmenes más fecundos y vigorosos que los de estegénero literario. Un detalle muy significativo bas-tará para que quede comprobada la exactitud deeste juicio. La fecundidad de los novelistas ha he-cho tan estéril el ingenio de los que á imitarlos seaplican, que á estas fechas se encuentran agotadastodas esas frases, combinaciones de nombres, etc.,más generalmente adoptadas para epígrafe de loslibros de esta especie. Ya no hay títulos. Los escri-tores han tenido que apelar al empleo de otras fra-ses más extensas y menos significativas, á fin dedistinguir sus novelas de las que han visto la luzpública antes de ahora. Esto explica que una de lasmás recientes se titule: Roja, como una rosa; y otra:¡Adiós, amada vaia! siendo estos mucho más pro-pios y significativos que otros que podrían citarsecomo verdaderos modelos de extravagancia.

HISTORIA.

Al llegar á este punto, M. Odysse Barot hace unpequeño resumen tan claro, tan exacto y tan com-prensivo, que basta á mi objeto leerlo á los señoressocios, seguros de que les suministrará una ideafiel de lo que es en este punto la literatura inglesa.

«Después de la novela, dice, y en-la misma linea,es la historia el género literario que ocupa el pri-mer puesto en la literatura de estos últimos cua-renta años. Y no es fácil decidir si por la importan-cia de sus resultados, los efectos de su acción, elnúmero de obras maestras y de grandes escritores

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que ella ha producido, será justo asignarle un pues-lu preponderante en absoluto.

Los dos géneros, novela é historia, no son, porotra parte, tan desemejantes como se podría creer áprimera vista. Ambos tienen el mismo objetivo, elestudio del hombre, que es el gran objetivo denuestro siglo. Si uno se refiere con preferencia alhombre individualmente considerado, el otro examina y diseca las colectividades humanas. La no-vela es la historia de los individuos: la historia esla novela de los pueblos. Esta afinidad entre unoy otro género aparece hasta en el lenguaje. La pa-labra Story designa al mismo tiempo una ficción yun relato histórico.

La novela no ha dejado de analizar ninguno delos sentimientos del alma; la historia ha llevado suespíritu de investigación á todos los problemas delpasado, desde las edades más remotas hasta las épo-cas más recientes. Ha escudriñado todos los miste-rios y destruido los errores más inveterados; ha es-parcido la luz y la verdad por todo el mundo, acla-rado los hechos más oscuros, y reconstituido losanales de todas las naciones. No hay pueblo anti-guo ó moderno, siglo ni período, que no hayan te-nido sus historiadores.

Es cierto que la Francia y la Alemania en estos úl-timos sesenta años han hecho dar un gran paso á laciencia histórica; acaso, sin embargo, no podríamosoponer á la Inglaterra contemporánea un conjuntotan vasto, una biblioteca. histórica tan completacomo la suya.

Hailam restablece la verdad para juzgar á la EdadMedia y el feudalismo; Oróte, Thirwall, y, en épocamuy reciente, Cox, se consagran á serias investiga-ciones acerca de la antigüedad griega, mientrasque Jorge Cornwall Lewis, y Arnold continúan, el[•rimero combatiendo y el segundo defendiendolos trabajos de Niebuhr sobre la antigua Roma,y mientras que Carlos Merivale rehace la histo-ria de los romanos bajo el imperio. Palgrave in-vestiga los orígenes "de Inglaterra. Macaulay, conla elocuencia de su estilo y la altura de su ingenio,refiere, dándoles un carácter acentuadamente dra-mático, las páginas brillantes ó sombrías, las lu-chas y las revoluciones de su patria. Los america-nos Prescott y Ticknor, queriendo pagar á Españala deuda del mundo que ella descubrió, estudian laPenínsula, el primero en el apogeo de su grandezapolítica, y el segundo en su grandeza literaria.

Motley estudia las provincias unidas y sus com-bates por la independencia; Bancroft, la América yla epopeya maravillosa de su fundación y de su po-der; Carlyle, la Alemania personificada en Federicoel Grande, y la Francia encarnada en los héroes desu revolución; Buckle, en fin, Guillermo Drapper yliagehot inauguran la verdadera filosofía de la histo-

ria, y piden, los dos primeros á la geología y el úl-timo á la fisiología, el secreto de las leyes que pre-siden al desenvolvimiento de las sociedades y alprogreso de la civilización.»

En esta larga lista de nombres ilustres, Hailamdescuella á grande altura. Sus trabajos han contri-buido de una manera poderosa á juzgar con exacti-tud la Edad Media. Antes de Hailam pintábase eserevuelto período de la historia de Europa como unalarga noche para el espíritu humano, un paréntesispara el progreso, una época, en fin, de inanición yde muerte para la cultura europea. Hoy se conoceya con más exactitud ese período y se le puedejuzgar con entera justicia. Su estudio prueba queen el progreso humano no hay paréntesis, ni parala civilización reposo, y que el mundo no ha ce-sado de adelantar un solo dia.

Lord Macaulay y Carlyle son dignos también demención especialisima. El primero de ellos nos hasuministrado un nuevo concepto de la historia. «Lahistoria, ha dicho, es un compuesto de filosofía yde poesía.» Sus obras, muy conocidas y recordadascon admiración, desenvuelven ese concepto. Car-lyle, que ha seguido sus huellas, y aun superádoleá juicio de algunos críticos, deja en la Historia dela revolución francesa, y más todavía en la de Fe-derico el Grande, brillantes muestras de su elo-cuente ingenio. El poeta y el filósofo se combinanen una y otra para producir el historiador, según eltipo de lord Macaulay, elevando este tipo á una al-tura extraordinaria. M. Odysse Barot incluye enel apémlice de su obra algunos trozos de Carlyle,que yo os leería si el temor de dilatar mucho estepesado análisis no fuera superior á mi deseo. A novedármelo una consideración análoga, discurriríaaquí más extensamente sobre Carlyle, utilizando elgran número de trabajos que la crítica moderna haconsagrado á este escritor, y especialmente los deTaine. A ellos pueden, sin embargo, acudir los quedeseen ilustrar sus conocimientos relativos á estepunto.

PRENSA PERIÓDICA.

No el cuarto, sino el primer poder del Estado,debe llamarse á la prensa en Inglaterra; porquecomo órgano el más genuino de la opinión, dentrode un pueblo en que dichosamente la opinión gobier-na, nada hay que pueda contrastar su influjo. ¿Mer-ced á qué condiciones ó circunstancias se ha pro-ducido esto? Hé ahí lo que importa esclarecer, y elautor del libro que examino lo esclarece en brevesconsideraciones.

La prensa inglesa debe su autoridad y su pres-tigio á la libertad de que goza, de un lado, á la cul-tura de los que profesan su noble ejercicio, de otro.

Con esa libertad definitivamente conquistada y

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asegurada en época próxima todavía, ha adquiridoel periodismo un gran desarrollo y una gran altura.No detienen su marcha progresiva ni disposicionesfiscales (timbre), ni límites políticos. Lo sabe todo,todo lo refiere, todo lo comenta, todo lo discute ylo analiza, sin miedo á que su propaganda, y su ac-ción perturben el orden, sólidamente asegurado porla práctica escrupulosa de la ley, ó desprestigien lasinstituciones basadas en algo más noble y más altoque la opresión, el temor y el silencio.

La independencia del escritor está garantida allípor las leyes y por la costumbre. Por las leyes, comoun resultado de la libertad general; por la costum-bre, en cuanto no se admite ni ha logrado desenvol-verse dentro de aquella sociedad un género de pe-riódicos harto conocido por desgracia en los paíseslatinos: el periódico oficioso que debe su existenciaá los recursos que un gobierno le procura y quejamás sabe llenar otra misión que la de defender áciegas el pensamiento de su patrono, envenenandopor exceso de celo las cuestiones más delicadas, ycontribuyendo á la decadencia de cuanto hay denoble, levantado y generoso en este fecundo ramode la literatura contemporánea. El sentido público,que no se equivoca jamás y que desdeña los juiciosde estas publicaciones, aplaude y basca cuanto llevael sello de la independencia: así se explica que el pe-riodismo inglés haya conquistado el éxito que todosle reconocen y que algunas ligerísirnas excepcionesno bastan á impedir. M. Odysse Barot escribe deestas cosas en una sociedad harto parecida á lanuestra bajo el punto de vista que examino, y sucritica es en esta parte tan sentida como enérgicay elocuente.

Después de esa rápida ojeada de las condicionesexternas que facilitan el desenvolvimiento de laprensa inglesa, hay que venir á sus condiciones in-ternas. La primera de ellas, la más notable acaso,es laque nace del éxito mismo que ha obtenido. Em-presas ricas y florecientes encargadas de la publi-cación de los diarios más autorizados pueden man-tener una redacción numerosa é ilustrada. La profe-sión del periodismo basta allí a satisfacer las nece-sidades de los que la adoptan, y aun á procurarlesese grado de bienestar indispensable para el hom-bre que dedica su vida á las nobles luchas de la in-teligencia. Así, el periodista puede educarse, ilus-trar su inteligencia y preparar su espíritu de unamanera conveniente para atender á las exigenciasdel género literario que cultiva, que son harto nu-merosas, más de lo que la generalidad suele creer.A este conjunto de circunstancias únese la divisióndel trabajo, base práctica y posible de toda empre-sa que quiere producir; á ninguna clase de esfuer-zos aplicada acaso con éxito tan seguro como áesta de que ahora me ocupo. Merced ''• todo ello,

alcanza en Inglaterra este cuarto poder del Estadoun lugar preeminente. Y lo sabe utilizar. No hayprensa en el mundo que pueda ponerse á la alturade la Gran-Bretaña, cuando se trata de designar laque más acertadamente realiza su alto ministerio.«El periódico se escribe para szis lectores;» este es,sin duda alguna, su lema. El periódico se escri-be para sus lectores, para el país, para ese con-junto anónimo cuyo deseo y cuyo pensamientoforman la opinión, y no para los excasos y fanáticosadeptos de un partido ó para las redacciones de losdemás diarios, lo que es peor y suele ser más fre-cuente. El periódico serio no está llamado, ni á des-atender los intereses del país ocupándose sólo defrivolidades de mal gusto, ni á redactarse paramantener una polémica constante, nimia y trivialen la mayor parte de los casos, personalísima yhasta inculta en algunos de ellos, con sus demáscolegas. Nosotros hemos importado del periodismofrancés el modelo á que en España se sujetan lamayoría de las publicaciones de esta clase, y hayque convenir en que á sus muchos defectos hemosagregado algunos otros, consiguiendo llegar eneste punto á un estado harto deplorable.

Para mantener con éxito cierto carácter en laprensa periódica, para hacer de un diario un bata-llador constante y un polemista ardoroso é infatiga-ble, se necesita ser un Girardin, y, aun siéndolo,muchas veces llegaría á producirse con enojososdebates el hastío del público. Este lo que quiere esconocer por momentos las diversas fases que en lopolítico, en lo económico, en lo artístico ó en lo cien-tífico presenta la sociedad en que vive; y no da másá sus lectores, puntual y fldelisimamente, la prensainglesa, dentro de la que cada diario se manifiestasiempre más decidido á convencer á sus abonadosy al país de la bondad de sus opiniones, que no ádisertar sobre ellas con el que piensa acerca de lasmismas de una manera diametralir.ente opuesta;trabajo aquel práctico y positivo con el que ganasiempre mucho la opinión, aunque pierdan bastantelos aficionados á esas contiendas personales, es-cándalo de toda persona de mediana cultura social.

Por lo demás, en cuanto á la forma de este gé-nero de publicaciones, habremos de observar quela mayor parte de los diarios, así de Londres comode los condados y las ciudades de provincia, noconsagran á las cuestiones políticas de Inglaterra ódel extranjero la mayor parte de sus columnas. Labella literatura, la ciencia, la industria, el movi-miento económico y comercial, los intereses gene-rales del país absorben casi toda su atención. Unidoesto al extraordinario desarrollo de los periódicosespeciales, se ve desde luego que Inglaterra hacomprendido bien la misión de la prensa.

Las revistas semanales, ó bien las que aparecen

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por quincenas, meses y trimestres, han adquiridoun grado de extraordinario desarrollo en provechoy como muestra de la difusión y elevación constan-tes de la cultura general. De este género de publica-ciones podríamos citar gran número. ¿Quién noconoce la Saturday Revietv, The Atheneum, Qua-terly Reviera, Arlh Journal, Ediwtburg Reviere,Westminster Reviere y tantas otras cuya autoridad

es europea?En cuanto á los periódicos políticos diarios, no

puede hablarse de la prensa inglesa sin citar ThePall Malí Gazetle, Daily-News, y, por último, TheTimes, el más acreditado de todos, si bien no el demás circulación. The Times se publica desde 1788,y para juzgar de su próspero estado, no es necesa-rio recordar más que tiene establecido en Paris,para su exclusivo uso, un servicio telegráfico cuyoctoste se evalúa en la suma de 200.000 francos poraño, y que hace muy poco tiempo ha contratadocon una empresa de ferro-carriles el envío diariode un tren á provincias, que podrá repartir sus al-cances y últimas noticias tres horas antes que losperiódicos que se confeccionan en las localidadesque ha de recorrer el expresado tren.

Una última observación: la vida de la prensa in-glesa no eslá concentrada en la capital. El númerode periódicos políticos diarios que ven la luz enLondres es de 13, y el de los que se publican enprovincias asciende á 108. Algunos de estos, sobretodo en Manchester, Birminghan y otros centros co-merciales, pueden competir, bajo cualquier aspec-lo, con los de Londres.

Para terminar esta serie de notas, diré conM. Odysse Barot, que, «en ninguna parte del mun-do, ni en Alemania, ni en América, puede ofrecer laprensa periódica un conjunto tan completo ni unflorecimiento tan magnífico. La prensa inglesa, bajosus diversas formas de diario y revista, debe serconsiderada como la primera del mundo entero.»

Voy á terminar: Considerada en su conjunto laliteratura contemporánea de Inglaterra, después delligero análisis que acabo de hacer, bien puede afir-marse que tiene una importancia efectiva, y quenegarle un puesto de primer orden seria injusticiaevidente. Esa importancia la debe á sus condicionesinternas, á su fecundidad maravillosa y á la alta re-presentación que puede conferírsela, simbolizando,como simboliza, el espíritu revolucionario, reforma-dor y democrático de nuestro siglo. Y es digno denotar, para explicarse de qué portentoso modo secumple en la historia la ley del progreso, el hechode que haya nacido, crezca y se desarrolle una lite-ratura que tales tendencias afecta en el seno delmás conservador y práctico de todos los países.Allí, donde la tradición recibe culto constante.

prospera una literatura que tiende á alterar las másantiguas instituciones sociales; allí, donde la mo-narquía se encuentra tan arraigada y estable, pro-gresa una literatura republicana; allí, por último,donde existe un pueblo profunda y seriamente reli-gioso, que ha tratado siempre como de asuntos degran valor los que con esta esfera de la vida se re-lacionan, vive y difunde sus doctrinas una tenden-cia filosófica cuya lógica y necesaria conclusión esel desconocimiento, y el olvido, y la censura de to-das las religiones. Si no por otra circunstancia,cuando menos por el estudio de estas luchas queagitan aquella sociedad, sería digna de apreciarsey de conocerse con más detenimiento que yo loacabo de hacer la literatura contemporánea de In-glaterra.

FRANCISCO DE ASÍS PACHECO.

Congreso geográfico de Paris .

En una Memoria que ha leido el coronel E. Bog-danowith en el Congreso geográfico de Paris, hadesarrollado su proyecto sobre un ferro-carril queuniese la Europa con Asia. Esta linea responde á lasexigencias ó intereses de la civilización. China estáseparada de Europa por desiertos, que son obstácu-los que solamente pueden vencerse por la construc-ción de un ferro-carril. No obstante su extensión,la linea se presenta con las condiciones de rendi-miento que forman la base de toda grande empre-sa. Todo el mundo conoce las riquezas que encierrael suelo de la Siberia y del Oural con sus productosmetalúrgicos. El trazado que propone el coronelE. Bogdanowith tiene por punto de partida Nijni-Novgorod, y pasa por Kazan, Ekaterimbourg, en di-rección á Tioumen y-Omsk, y prolongándose porKainsk hasta Tomsk, centro principal del comer-cio y de la industria de la Siberia occidental. DeTomsk iría á Yrkoustsk por Kansk y Nijni-Udinsk.Mas allá de lakustsk, la linea toma carácter ex-clusivamente internacional. En atención á las di-ficultades que ofrece el paso de la cadena de lasaltas montañas Khíngham, en su parte septentrio-nal atravesada por el Amor, necesitase elegir otropaso por el Mandchouria y dirigir la línea de la-kustsk á lo largo del camino de Baikal á Verhonou-dinsk, por el valle de Selenga. Desde aquí, la mejordirección que puede seguirse hasta Pekin es la deTchita y Dolon-nor. La longitud de la linea desdeNijni-Novgorod hasta Pekin seria de 7.160 kilóme-tros, 6.000 de éstos dentro de territorio ruso.Examinando de cerca esta grande obra, se ve quelos obstáculos son más imaginarios que reales. Laprimera parte, hasta Tomsk, atraviesa una estepaperfectamente nivelada. Los rios que hay que atra-vesar más allá de esta estepa tienen mediana an-chura, y la altura mayor del trayecto es de 1.150metros en el lago Baikal. En quince años, Rusia haempleado más de seis mil millones en la construc-ción de 24.000 kilómetros de ferro-carril, y no lecostaría muchísimo trabajo obtener los dos ó tresmil millones para la ejecución de esta gran lineade interés internacional.