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REVISTA EUROPEA. NUM. 60 1 8 RE ABRIL DE 1 8 7 5 . AÑO II. HISTORIA DEL MOVIMIENTO OBRERO EN LA GRAN BRETAÑA. III.* Owen.—Sus ¡deas y ensayos comunistas.—Origen de las sociedades cooperativas (Cooperatif-socielies).—Primeras asociaciones.—Propa- ganda de la idea cooperativa.—Historia de la asociación de los explo- radores equitativos de Rochdale.—Otras asociaciones cooperativas de consumo y producción en muchos puntos de Inglaterra.—Conside- raciones acerca del progreso de estas sociedades.— Oposición injustifi- cada entre los partidarios de las cooperativas de producción y las cooperativas de consumió.—Ventajas de toda» ellas.—Asociaciones para la construcción de casas de obreros [Btiilding Svcietie.).Sociedades de crédito popular. R. Owen, rico fabricante inglés, fue uno de los re- formadores socialistas que más influencia ejercieron con sus doctrinas en la primera mitad del presente siglo. Empezó por moralizar las costumbres y mejorar las condiciones de sus propios operarios, para darles después una participación proporcional en los bienes comunes. En ello no perdonó medio ni sacrificio algu- no: escuelas de pobres, escuelas de adultos, escuelas dominicales, asilos de beneficencia, talleres de artes y oficios. La idea metafísica que sirvió de base al sistema de Owen, y de la cual deduce la igualdad de los derechos de cada uno á los goces de este mundo y á los benefi- cios de la vida social, es la siguiente: «Nacen los hombres con una organización que decide de las facul- tades ó inclinaciones que les son propias, y su modo de obrar depende de la naturaleza de esas inclinacio- nes, combinada con las influencias exteriores del me- dio social y físico en que viven, crecen y se desarro- llan. Mas como los hombres no se forman sus propias organizaciones, ni pueden influir en que su nacimiento sea en tal ó cual condición de fortuna conveniente á sus necesidades, gustos, inclinaciones, aptitudes, fa- cultades, se sigue de aquí que ninguno de ellos es res- ponsable del modo con que se conduce.» La sola enunciación de estas ideas basta para com- prender que Owen aceptaba el fatalismo, y fundaba la igualdad social sobre la desigualdad natural; error de lógica, que además entraña una injusticia y provoca á la inmoralidad. De tal conclusión en el orden moral se pasa el autor lógicamente á otra ú otras de la misma índole en el orden material. Y aquí no hace más que * Véale el número 55, página 48. TOMO I V . seguir la huella del comunismo práctico que tra/.aron Morus, Campanella y Morelly, y ensayar en New- Lanark, New-Harmony y Orbiston, el ideal de las ciudades de aquellos sus predecesores. En New-Lanark los resultados parecieron satisfac- torios al principio; pero luego que Owen se decidió á predicar que la tierra era el fin del hombre y el cielo una quimera, que el matrimonio debía desaparecer ante la unión libre del hombre y la mujer, que la fa- milia no era nada ante la sociedad local, perdió mu- cha de su antigua popularidad, y en poco tiempo cayó el sistema racional, como su mismo autor le llamaba, en el más profundo descrédito, sin que sean ya sufi- cientes á levantarle los grandes esfuerzos de algunos sectarios fieles que aún quedan en Inglaterra. A Roberto Owen, sin embargo, se debe en primer término el influjo poderoso de la idea cooperativa como fundamento ó base de asociaciones obreras de Inglaterra. En verdad que las sociedades cooperativas del fundador de New-Lanark y New-Harmony pueden considerarse como plagios de las ciudades comunistas, ideadas ó proyectadas por Mably, Morelly, Campane- lla, Bodin y Monis; pero también es cierto que sus principios y trabajos, descartando cuanto tienen de confusos y desordenados en lo que se refiere á la igualdad social como producto ó resultado de la des- igualdad natural, sirvieron mucho para que los obreros ingleses hayan mejorado sus condiciones morales, in- telectuales y materiales. Veámoslo. Hacia 1820 fundóse en Londres el primer estable- cimiento cooperativo con el objeto exclusivo de cam- biar directamente los productos y artículos de primera necesidad. Los productores depositaban en él sus gé- neros; los consumidores les recogían á cambio de su trabajo durante unas horas equivalentes al precio con- signado en los productos. Otras veces, el cambio era sólo de horas de trabajo por horas de trabajo; es decir, que varios obreros trabajaban un número determinado de horas por otras tuntas que otros obreros trabajaban para ellos. Además, los asociados circulaban entre sí billetes que reemplazaban á la moneda y servían como representación de valores de los objetos depositados en el establecimiento. La imposibilidad absoluta de practicar tales principios y cumplir tales condiciones arruinó el establecimiento, disolvió la asociación y des- acreditó por el momento el ideal de Owen. En 1830 volvió éste á propagar la cooperación; y tan grande fue su esfuerzo por asociar los obreros en esa forma salvadora de sus intereses, que logró ver crea-

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REVISTA EUROPEA.NUM. 60 1 8 RE ABRIL DE 1 8 7 5 . AÑO I I .

HISTORIADEL

MOVIMIENTO OBRERO EN LA GRAN BRETAÑA.

III.*Owen.—Sus ¡deas y ensayos comunistas.—Origen de las sociedades

cooperativas (Cooperatif-socielies).—Primeras asociaciones.—Propa-ganda de la idea cooperativa.—Historia de la asociación de los explo-radores equitativos de Rochdale.—Otras asociaciones cooperativasde consumo y producción en muchos puntos de Inglaterra.—Conside-raciones acerca del progreso de estas sociedades.— Oposición injustifi-cada entre los partidarios de las cooperativas de producción y lascooperativas de consumió.—Ventajas de toda» ellas.—Asociacionespara la construcción de casas de obreros [Btiilding Svcietie.).—Sociedades de crédito popular.

R. Owen, rico fabricante inglés, fue uno de los re-formadores socialistas que más influencia ejercieroncon sus doctrinas en la primera mitad del presentesiglo. Empezó por moralizar las costumbres y mejorarlas condiciones de sus propios operarios, para darlesdespués una participación proporcional en los bienescomunes. En ello no perdonó medio ni sacrificio algu-no: escuelas de pobres, escuelas de adultos, escuelasdominicales, asilos de beneficencia, talleres de artes yoficios.

La idea metafísica que sirvió de base al sistema deOwen, y de la cual deduce la igualdad de los derechosde cada uno á los goces de este mundo y á los benefi-cios de la vida social, es la siguiente: «Nacen loshombres con una organización que decide de las facul-tades ó inclinaciones que les son propias, y su modode obrar depende de la naturaleza de esas inclinacio-nes, combinada con las influencias exteriores del me-dio social y físico en que viven, crecen y se desarro-llan. Mas como los hombres no se forman sus propiasorganizaciones, ni pueden influir en que su nacimientosea en tal ó cual condición de fortuna conveniente ásus necesidades, gustos, inclinaciones, aptitudes, fa-cultades, se sigue de aquí que ninguno de ellos es res-ponsable del modo con que se conduce.»

La sola enunciación de estas ideas basta para com-prender que Owen aceptaba el fatalismo, y fundaba laigualdad social sobre la desigualdad natural; error delógica, que además entraña una injusticia y provoca ála inmoralidad. De tal conclusión en el orden moral sepasa el autor lógicamente á otra ú otras de la mismaíndole en el orden material. Y aquí no hace más que

* Véale el número 55, página 48.

TOMO IV.

seguir la huella del comunismo práctico que tra/.aronMorus, Campanella y Morelly, y ensayar en New-Lanark, New-Harmony y Orbiston, el ideal de lasciudades de aquellos sus predecesores.

En New-Lanark los resultados parecieron satisfac-torios al principio; pero luego que Owen se decidió ápredicar que la tierra era el fin del hombre y el cielouna quimera, que el matrimonio debía desaparecerante la unión libre del hombre y la mujer, que la fa-milia no era nada ante la sociedad local, perdió mu-cha de su antigua popularidad, y en poco tiempo cayóel sistema racional, como su mismo autor le llamaba,en el más profundo descrédito, sin que sean ya sufi-cientes á levantarle los grandes esfuerzos de algunossectarios fieles que aún quedan en Inglaterra.

A Roberto Owen, sin embargo, se debe en primertérmino el influjo poderoso de la idea cooperativacomo fundamento ó base de asociaciones obreras deInglaterra. En verdad que las sociedades cooperativasdel fundador de New-Lanark y New-Harmony puedenconsiderarse como plagios de las ciudades comunistas,ideadas ó proyectadas por Mably, Morelly, Campane-lla, Bodin y Monis; pero también es cierto que susprincipios y trabajos, descartando cuanto tienen deconfusos y desordenados en lo que se refiere á laigualdad social como producto ó resultado de la des-igualdad natural, sirvieron mucho para que los obrerosingleses hayan mejorado sus condiciones morales, in-telectuales y materiales. Veámoslo.

Hacia 1820 fundóse en Londres el primer estable-cimiento cooperativo con el objeto exclusivo de cam-biar directamente los productos y artículos de primeranecesidad. Los productores depositaban en él sus gé-neros; los consumidores les recogían á cambio de sutrabajo durante unas horas equivalentes al precio con-signado en los productos. Otras veces, el cambio erasólo de horas de trabajo por horas de trabajo; es decir,que varios obreros trabajaban un número determinadode horas por otras tuntas que otros obreros trabajabanpara ellos. Además, los asociados circulaban entre síbilletes que reemplazaban á la moneda y servían comorepresentación de valores de los objetos depositadosen el establecimiento. La imposibilidad absoluta depracticar tales principios y cumplir tales condicionesarruinó el establecimiento, disolvió la asociación y des-acreditó por el momento el ideal de Owen.

En 1830 volvió éste á propagar la cooperación; y tangrande fue su esfuerzo por asociar los obreros en esaforma salvadora de sus intereses, que logró ver crea-

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REVISTA EUROPEA.—18 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 60das en varios puntos de la Gran Bretaña (Liverpool,Birminghan, Manchester, Derby, Saldford, etc.), so-ciedades de consumo y producción; pero, sea por elescaso entusiasmo ó ignorancia de las masas, sea porla mala fe ó indiferencia de los gerentes y administra-dores, sea por el éxito desgraciado de algunas empre-sas que se fundaron con arreglo á las bases impuestasó recomendadas por el reformador comunista, la ideacooperativa volvióse á desacreditar de nuevo en mediode las satisfacciones de cuantos miraban con malosojos el movimiento de las clases jornaleras hacia subienestar material.

Lo que Owen no consiguió con su generosa y activapropaganda, pudieron conseguirlo en pocos años unoscuantos obreros, tejedores de Rochdale, villa del duca-do ó distrito de Lanscashire, los cuales resolvieronempezar por la formación de un capital, producto decotizaciones semanales (31 céntimos), hasta reunir unasuma suficiente para alquilar una pequeña tienda,comprar por mayor algunos comestibles y venderlosdespués por menor entre sí mismos. En 1842 eran lossocietarios en número de 28, y el capital ascendíaá 3.000 reales En 1849 eran 400 los miembros afilia-dos, con un capital superior á 5.000 duros. Hoy elnúmero de socios se cuenta por millares, y sube ámillones el capital social.

Bien merece la famosa asociación de los Exflora-dores equitativos de Rochdale, que hi servido deejemplo á todas las sociedades cooperativas del mun-do, y es la admiración de cuantos no creen en lo quevule esa fuerza poderosa que se llama asociaciónobrera, una historia, si bien ligera, de su origen ydesarrollo.

En 1844, repetimos, unos cuantos tejedores de fra-nela, D.nley, Howart, Smithers, Hill y Kent, pues susnombres deben publicarse por todas parles para quesiempre sean conocidos y respetados, decidieron me-jorar su suerte y la de los demás obreros compañerossuyos, por medios buscados en ellos mismos, aunquesin más capital ni elementos de fortuna que sus bra-zos, casi siempre empleados en un trabajo penoso ymal retribuido. La resolución se cumplió formal-mente en este programa:

l.° Fundación de un almacén para ventaja y pro-vecho de los societarios, donde no se vendieran lico-res fuertes, ni se dieran los géneros á crédito, bajoningún pretexto. 2;.° Compra y construcción de casasconvenientes para »os societarios y reforma délas ha-bitaciones. 3.° Compra y arrendamiento de terrenos.4." Asociación para la producción de todos los artícu-los que pudiesen reportar grandes beneficios á losasociados fabricándolos por sí mismos. S.° Empleo deuna parte de los beneficios para la fundación de es-cuelas, bibliotecas y salas de lectura. 6.° Fundaciónde una colonia, de un casino ú hotel de Templanza, y

de una asociación fundada sobre la armonía de los in-tereses. 7.° Relacionar la producción y la repartición,la instrucción de los ciudadanos y su influencia po-lítica.

Al principio se inscribieron como Friendly societie;pero como el Parlamento votó en 18S2 una ley másfavorable á las sociedades cooperativas, con mejoresgarantías y seguridades que las de amigos ó de socor-ros mutuos, decidieron, en23 de Octubre de 1854, afi-liarse como asociación cooperativa é industrial. Ya en184S los exploradores equitativos de Rochdale pidie-ron licencia para la venta del té y tabaco. En 1847reformaron y extendieron su almacén, tomaron lacasa entera donde se hallaba éste situado, contrataronel servicio de carne y celebraron con un gran banqueteel aniversario de la inauguración del establecimiento.En 18S0 tenían sus empleados para la venta al deta-lle y establecieron sucursales en varios puntos de lapoblación.

Por entonces formaron los exploradores de Roch-dale una asociación harinera, tomándola desde losprimeros momentos algunas acciones por valor de60.000 reales, y ayudándola luego á salvarla de lasgrandes dificultades que en los primeros años se opo-nían á su desenvolvimiento. Desde 1860 la sociedadse cuenta dueña de bien surtidas tiendas de comesti-bles, carnicerías, sastrerías, roperías, zapaterías, queal frente de sus muestras se leen estas declaraciones:«Asociación de los exploradores equitativos, regis-trada según las leyes. Su objeto es mejorar la con-dición moral y doméstica de sus miembros. Cinco porciento de interés al capital. Participación de benefi-cios repartidos entre los compradores proporcional-mente al valor de sus compras. PRECIO FIJO. Todaslas compras se pagan al contado. Dividendos tri-mestrales.-» Al lado de estos establecimientos figuranunas magníficas propiedades de molinos, fábricas, al-macenes ó depósitos, bibliotecas de 6.000 volúmenes,sslas de lectura que contienen más de 200 publicacio-nes en diversos idiomas, salones de conversación yrecreo, salas de conferencias, etc. El número de afi-liados pasaba de 4.000 en dicha fecha, y el capital so-cial era mayor de 8.000.000 de reales. El valor delos negocios realizados en la misma época suman16.000.000 y 20.000.000 respectivamente. Puede me-dirse el éxito de las empresas de los cooperativos deRochdale por las sumas considerables que anual-mente destinan al socorro de calamidades públicas ysostenimiento de asilos para huérfanos, de hospitalespara inválidos del trabajo, viejos ó incurables, de bo-ticas para medicación gratuita á los pobres, de bañosy lavaderos públicos, escuelas de párvulos y adultos,etcétera.

Róstanos añadir, acerca de la organización de losexploradores equitativos de Rochdale, que se rigentodos por un reglamento, modificable siempre que lo

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N.° 60 J. M. OLÍAS. EL MOVIMIENTO OBRERO EN INGLATERRA. 243

exige una larga y hábil experiencia. Todo en él esdigno de estudio, desde la admisión de socios, for-mación del capital, cobro de las suscriciones, emprés-titos, reducción de acciones, salidas ó exclusiones,transferencias de acciones, reducciones del valor delos géneros almacenados, interés de las acciones y di-visión de los beneficios, hasta el fondo dedicado á laeducación de los socios y sus familias, administraciónde los negocios, modo de conducir éstos, empleo delcapital sobrante, deberes de la junta administrativa,del presidente, secretario y tesforero, de los emplea-dos, de las fianzas, remuneraciones, incompatibilida-des, separaciones, asambleas ordinarias y extraordi-narias, reuniones generales y especiales, quejas, pro-posiciones, votaciones, expulsiones, arbitrajes, etc.Por esto, porque creemos que nuestros lectores agra-decerán su inserción, y porque sabemos la necesidadque hay en nuestra pobre y atrasada nación de que seconozcan y propaguen las bases sobre que se fundaesa asociación poderosa y digna de ser imitada en to-das partes, decidimos publicar un extracto del regla-mento citado, que ha servido de modelo á miles deasociaciones cooperativas que con tanto éxito funcio-nan en el Reino Unido de la Gran Bretaña.

«Los aspirantes son propuestos por dos socios alcomité directivo; sus nombres, residencias y profesio-nes se exponen por tres días en una tablilla fijada enla sala de juntas. La mayoría de votos decide la ad-misión, y en este caso los socios depositan comocuota de entrada poco más de una peseta, y la mismacantidad entregan semanalmente hasta completar elpago de cinco acciones. El capital se forma por accio-nes de 100 reales, intransferibles, exceptuando el casode un socio que muere sin testar ó sin haber avisadoal secretario qué persona ha de recibir sus fondos.Entonces la junta directiva da al viudo ó viuda, á loshuérfanos ó á la persona que tenga legítimo derecho ála herencia, previa presentación de los documentosde prueba, el capital inscrito por el socio difunto, conlos intereses ó dividendos que le correspondan. Ad-mitido un socio tiene derecho á un solo voto, poseamuchas ó pocas acciones; pero no puede ser miembrodel comité hasta pasado medio año. Las cuotas sema-nales se pagan con puntualidad, bajo multas, salvo loscasos bien justificados de enfermedad ó falta de traba-jo. Los empréstitos se votan por la asamblea general,á condición de que no excedan de las dos terceraspartes del capital social, ni de un interés anual de í>por 100. Cuando obran en caja cantidades suficisntespara el pago de los empréstitos, la junta directiva noaguarda para verificarlo al cumplimiento de los plazos.Las salidas y exclusiones de los socios se llevan á cabomediante reglas y formalidades que garantizan la exis-tencia normal de la asociación.»

«Cada socio recibe, después de pagados los gastosde la sociedad, un ínteres que no pasa del 8 por 100

al año por el valor desembolsado á cuenta de sus ac-ciones. Los beneficios netos se dividen ó reparten en-tre los socios á proporción del valor de sus comprasdurante el trimestre en los establecimientos de laAsociación, después de pagar los gastos de admi-nistración, intereses de las acciones, amortización deempréstitos y deducción del valor de los géneros al-macenados; después de lo que las asambleas trimes-trales estiman necesario para aumento del capital ó ne-gocios de la sociedad; después también del 2 y 1/2por 100 de dichos beneficios netos para emplearlo enla educación de los socios y sus familias. Los benefi-ciosque resultan por los compradores extraños á laAsociación se destinan á compensar la pérdida de valorque experimentan los géneros almacenados, ó parausos benéficos que la sociedad juzga conveniente.»

«Rígense los exploradores equitativos de Rochdaleen su gobierno y administración, por principios pura-mente democráticos. El comité administrativo se eligecada año en asamblea general. Consta de un presi-dente, un secretario, un tesorero y ocho consejeros;sus derechos, sus atribuciones, sus funciones y susdeberes, están claramente definidos y clasificados. To-dos son reelegibles, y dan cuenta de sus actos cadatrimestre ante dos censores ó auditores, elegidostambién por sufragio universal de los miembros de lasociedad. Todo dinero que entre en la caja social porcualquier concepto, se deposita en cuenta corrienteen uno ó varios Bancos designados por e) comité, ánombre de la Asociación.»

«El capital sobrante puede emplearse en accionesde otras sociedades industriales por cuenta de la Aso-ciación, nombrando de entre sus miembros ios quesean suficientes para representar dichos fondos dondefuesen empleados. Los administradores son remune-rados del modo y en la forma que determinen lasasambleas generales. Todos los socios se reúnen elprime* lunes de cada mes para la admisión do socios,discusión de actas y proposiciones, lectura de infor-mes, etc. Las reuniones de los meses de Enero, Abril,Julio y Octubre se destinan al examen de cuentas.Las quejas se hacen siempre á la junta directiva, conlas firmas de los que las dirigen. Los arbitros, en nú-mero de cinco, deciden de las cuestiones sometidas álas juntas directiva y general, y cuya resolución noha satisfecho á los interesados. Son de cuenta de és-tos los gastos de arbitraje.»

Hasta aquí el reglamento, que, si bien lo publica-mos muy extractado, sirve para conocer y apreciar elorganismo de la famosa asociación de los exploradoresequitativos de Rochdale.

A su sombra ya hemos dicho que se formaron otrasen la misma localidad, también con excelentes resul-tados; por ejemplo, la asociación para la fábrica deharina, que en trece años (1881-1864) ha elevado uncapital desde 200.000 rs. á 6.0'JO.OOO, su cifra de los

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REVISTA EUROPEA .—18 DE ABRIL DE 1875. N.°60negocios realizados en dicha fecha desde 500.000 rea-les á 16.000.000, y sus beneficios desde 30.000 realesá 3.000.000; la asociación manufacturera, que ensicle años (1857 1864) ha aumentado su primitivocapital de 400.000 reales á 10.0OO.O0O, sus ventasdesdo 1.000.000 á 12.000.000, y sus beneficios desde60.000 reales á 1.000.000; la asociación para la cons-trucción de casas de obreros, con un capital doS.noo.OOO de reales, dividido por acciones de 100 rea-les; la asociación de socorros mutuos para asegurarla asistencia facultativa y los gastos de entierro; laasociación de seguros de la vida, y otras que, biencombinadas entre sf, favorecen la regeneración socialy determinan el bienestar material de los 10.000 obre-ros de Rochdale, los cuales, animados de un espíritufraternal y practicando el fecundo y moral principiode solidaridad, señalan á todos los de su clase unejemplo provechoso que imitar y una buena senda queseguir.

-X-* *

En más de quinientas grandes poblaciones de In-glaterra se han establecido también sociedades coope-rativas de producción ó de consumo, registradas conarreglo á las leyes, y todas, ó la mayor parte, se ha-llan en vías de prosperidad. Entre ellas, y sin contarlas do oficios, tales como carpinteros, sastres, zapate-ros, silleros, carniceros, etc., merecen especial men-ción por su capital social, que no baja de 3.000.000y pasa en muchas de 8 y 10.000.000, la de Gast-Lancnshire, la fábrica de Church, la fábrica de papelde Bury, la compañía de hilados de Salford y Man-chester, la compañía industrial de Seneride, la de Ro-sendale, la de algodón de Manchester, la de York-shire, la de hilados y tejidos de New-Church, lacomercial de Heyvood, la de Rantenstall, la de Has-tingdon, la manufacturera de Bagslate, la de Walsden,la comercial de Bacup y Wardle, la de hilados de algo-don de Atherson, la de Oldham, que distribuye alaño entre sus socios compradores 100 reales por cadaííOO reales impuestos; la de Leeds, ya casi tan impor-tante como la de Rochdale, etc., etc.

Es innegable que nada desahoga al obrero comoprescindir de los agentes entre la producción y elconsumo, los cuales viven con los beneficios que re-sultan como diferencias del precio de compra y venta.De consiguiente, si el consumidor busca, trata y com-pra directamente al productor, ha de hallar en prove-cho propio la ganancia que de otro modo adquiere elcomerciante ó agente intermediario. Sigúese de aquí,que si los obreros se asocian para comprar por símismos en grande y para vender al detalle, entre ellosó á otros extraños á la asociación, todas las materiasque no pueden adquirir individúalo aisladamente, y silas adquieren, es á costa de grandes privaciones ycostosos sacrificios, encontrarán siempre á favor suyouna gran economía en los precios y una mejor calidad

de los productos, además de los beneficios metálicosque debe reportarles su capital impuesto, según lasbases fijadas, por ejemplo, en las asociaciones coope-rativas de Rochdale. La cuestión no es otra para eléxito lisonjero de la empresa que ei pago al contado,condición primera, esencial, inevitable, forzosa de losexploradores equitativos.

Pero en Inglaterra hemos visto que no se ha limi-tado al consumo la aplicación de la teoría cooperativa,sino que se ha extendido con fe y entusiasmo á la pro-ducción, en virtud de la cual queda el obrero redimidodel salariado, convirtiéndose en propietario de su tra-bajo. Unas veces los mismos obreros trabajan en co-mún para la explotación de sus propias obras, y otrasveces la asociación so verifica entre empresarios ómaestros y obreros, dando aquellos a éstos una parti-cipación facultativa y proporcional en los beneficios.El siguiente caso práctico, tan notablemente conocidoy comentado por los escritores ingleses, nos daraáconocer, aunque ligeramente, el organismo de unasociedad de este género.

Henry Briggh y Son, propietarios de una rica minacarbonífera de Whitwood y Mathley, en el SouthYorkshire, trasformaron la compañía en asociacióncooperativa, con un capital de medio millón de durospróximamente, dividido en 10.000 acciones de 50 du-ros cada una. Los antiguos propietarios se reservaronlas dos terceras partes para hacerse dueños de la ad-ministración; las acciones restantes se ofrecieron á losempleados y obreros de la mina, á los clientes consu-midores y al público. Según el prospecto repartidopor Briggh, Son y compañía, se aconsejaba á los fu-turos accionistas distribuir en cada año, á título deexcedente, entre los empleados y obreros, fuesen óno accionistas, la mitad de los beneficios que pasa-ran del 10 por 100 del capital social, á fin de que«hubiese más celo en el trabajo por parte de los bene-ficiados, menos dificultades entre el capital y el tra-bajo, completa armonía en la adopción de nuevosmótodos, nuevos experimentos y nuevas herramien-tas ó máquinas, perfecta posibilidad de encontrar tra-bajadores hábiles.» El fondo ó capital social se consi-deró como compuesto de dos elementos, uno el dinerode los accionistas, otro el trabajo de los mineros. Lossalarios marcarían el interés'asegurado á los obrerospor su capital ficticio. Los accionistas por dinero ob-tendrían ol 10 por 100. Ya hemos dicho cómo habríande repartirse las sumas que fueran resultado de mayo-res beneficios.

Fundóse la asociación en 1863 , y al poco tiempo,no sin luchar los fundadores contra las dificultadesnacidas de errores y preocupaciones de los obreros,funcionaba ya con tan buen éxito, que éstos y los em-pleados, accionistas de dinero y accionistas por tra-bajo, dedicáronse con ardor á la explotación de lahullera. Desde los primeros años, de 1.000 trabajado-

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N.° 60 J. M. OLÍAS. EL MOVIMIENTO OBRERO EN INGLATERRA. 245res, 144 se hicieron propietarios de 178 acciones,equivalentes á unos 9.000 duros; las acciones llegaroná cotizarse de seguida con 20 y 2b duros de prima.De las acciones restantes, fuera de las reservadas álos fundadores Briggh y Son, se colocaron 86 entrenueve empleados, 114 entre los corresponsales de lacompañía, 1.878 entre el público, y 1.068 entre losclientes. A imitación de la hullera de Briggh, se hanformado sociedades cooperativas de producción enRochdalc, Bradfort, Halifax, Leeds, Bury, Greening,Middles, Borangh, Fox, Head, Salford y otros puntosindustriales de Inglaterra.

Casi por la misma época creóse una agrícola porGurdon, en la villa de Assington, mediante ol arren-damiento de 30 hectáreas de tierras á una asociaciónde IB labradores. Cada uno de ellos depositó unos 300reales, y entre todos una suma de 4 800 reales; conéstos, y un adelanto del propietario Gurdon por valorde 40.000 reales, se formó un fondo común de algunaconsideración para dar comienzo á los trabajos. Alcabo de veinte años el arrendamiento se ha extendidohasta 60 hectáreas, y se ha reembolsado Mr. Gurdondel préstamo que hizo á la asociación por vía de anti-cipo. Además de las tierras, los cooperativos agríco-las de Assington poseen seis caballos, cuatro vacas,ciento diez oveyas y treinta cerdos. Sus acciones alcan-zan en el mercado inglés una estimación seis vecesmayor de la que tenían en su principio.

Algunas de las asociaciones que acabamos de enu-merar, y otras muchas que existen con el mismo ca-rácter cooperativo do producción, se han reconocido yregistrado como Friendly Societies, ó de socorrosmutuos, como industrial ant provident societies, óindustrial y de ahorros, como joint stock company, ócomercial. Entre las así reconocidas, se cuentan mu-chas de herreros, ebanistas, constructores de pianos,cordoneros, carpinteros y zapateros de Londres; losfabricantes de bujías de Belmont; los serradores deWollterhampton; los sastres, tejedores y sombre-reros de Manchester, y diversos oficios de Birstnll,Leeds, Liverpool, Presión, Coiné, Cillera y High Wy-combe. En Newport Rolling Mills, los señores Fox yHedd, fabricantes de barras y planchas de hierro, ini-ciaron la participación industrial en sus herrerías.Los 400 ó 500 obreros que éstas cuentan , se han re-partido sobre sus salarios el 21/2 por 100 en el pri-mer año (1869), y el 4 por 100 en el segundo.

Los partidarios más decididos de las cooperativasde producción, no tan sólo aparentan hasta indiferen-cia ó menosprecio por las cooperativas de consumo,sino que abiertamente rechazan toda relación deaquellas entre capitalistas y obreros, que es lo queconstituye el sistema de participación! Así, no es deextrañar su crítica, si bien p'arcial é injusta, de lasasociaciones fundadas y apoyadas por Briggh y Gur-don, á pesar del éxito que han alcanzado una y otra

con aplauso de los antiguos dueños y sus jornaleros,y sin tener en cuenta que ese género de asociaciónpara ol trabajo entre clases tan opuestas y elementostan contrarios hasta ahora, sin otra razón ni otro de-recho que la mala tradición económica y las injusti-cias políticas y sociales, debe apreciarse en los pre-sentes tiempos como una gran manifestación del pro-greso humano.

Si reconocemos que el principio de cooperación en-tre las clases obreras contribuye notablemente á ladestrucción del proletariado, no suprimiendo el capi-tal ni la propiedad, sí trasformando ó convirtiendo üobrero en pequeño capitalista, al trabajador en propie-tario de su trabajo,.reconocemos también que el mis-mo principio aplicado entre maestros ó empresarios yjornaleros determina por de pronto, y como prepara-ción al ideal de aquellas clases, una más justa rela-ción entre el capital y el trabajo, una más razonadarepartición de beneficios entre capitalistas y trabaja-dores y la supresión de las huelgas, puesto que éstasde cerca ó lejos, á la corta ó á la larga, perjudicanenormemente á empresarios y obreros. A estas venta-jas inmensas debe ir unida la abolición del salario, sibien respecto de esta cuestión gravísima los mismoscooperativos piensan en la imposibilidad inmediata óinstantánea de realizarla; de aquí la admisión de obre-ros auxiliares, á quienes pagan al tipo más alto del sa-lario, pero dejándoles sin participación en los benefi-cios y sin responsabilidad en las pérdidas.

Hay, sin embargo, algunas asociaciones que hanempezado la tiasformacion do los auxiliares en asocia-dos por el medio de la participación en los beneficiosrealizados por los maestros empresarios, medida muyconveniente para los obreros que casi siempre se ha-llan imposibilitados de comprar por sí mismos talle-res, máquinas, materias primeras, y demás instrumen-tos necesarios al trabajo. De uno y otro modo quedansahigdas las dificultades que hoy dia aún presentan lassociedades cooperativas de producción formadas porobreros solamente, dificultades que nacen de la impo-sibilidad en reunir un capital propio ó prestado conanterioridad á las funciones de la asociación, dificul-tades que nacen también de la imposibilidad en hallarasociados bien instruidos en sus oficios respectivos, yen cuantos asuntos competen á la redacción de los es-tatutos, seguridad y prosperidad de la asociación. Co-munmente el capital de una cooperativa de producciónse forma por imposiciones ó entregas sucesivas enmetálico, ó por retenciones de los dividendos corres-pondientes á los socios que deide el principio no impu-sieron ó entregaron sus cuotas en dinero. Los benefi-cios se reparten por igual entre el capital metálico yy el capital trabajo, y en el caso que una sociedad noconsienta los salarios, queda remunerado el trabajomensunlmente á prorata, y el capital recibe un inte-rés de 8 por 100.

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Hé ahí el estado pasado y presente de las asociacio-nes de consumo y producción en Inglaterra, del modomás exacto que nos ha sido posible describirlo á nues-tros lectores. En dicho país ejercen unas y otras talinfluencia sobre el mercado, que mantienen relativa-mente á un justo precio las subsistencias y los sala-rios, haciéndose menos posible cada día por los co-merciantes, fabricantes y capitalistas el agiotaje y elmonopolio sobre aquellas, como la miserable explota-ción y escandaloso abuso sobre éstos.

Y no para aquí la idea cooperativa que se predicapor el Reino Unido con tanto entusiasmo como dete-nido examen, pues se la ve aplicada con asombrosoéxito á la construcción de casas y al crédito mutuo.Respecto de las primeras, cuya influencia es tan gran-de y legítima en la vida intelectual, moral y materialdel obrero y su familia, empezó la reforma eu 1848, ysiguió en 1851,1883, 1838 y 1862 hasta hoy, aunqueen 1844, antes que el gobierno y la administración,los particulares fundaron en Londres, si bien con ca-rácter benéfico y caritativo, sociedades para mejorarla condición de los obreros, siendo de las más nota-bles una presidida por lord Shaftesbury, que cuentaya con ocho grandes casas, y otra que tomó el nom-bre de Metropolitana, la cual posee en aquella capitaldiez casas, y otras tantas en Bristol y Rumsgate.

Alquilan las habitaciones á precios sumamente mó-dicos, lo que no obsta para que la primera realice uninterés anual de 5 por 100, y que la segunda, al li-quidar á los veinte años de su fundación, se encuentrecon un beneficio de 18.000 duros. Estos brillantesresultados han estimulado el celo de muchas personaspara la constitución de sociedades de carácter benéficounas é industrial otras, cuyo principal objeto es lamejora de las habitaciones de obreros y la construc-ción especial de casas para pobres. Algunas de las so-ciedades ¡industriales han realizado en estos últimosaños tan pingües ganancias, que ya no sólo aumentansu capital social, sino que abaratan sus acciones á 800reales para que puedan colocarse entre los obreros;obtienen préstamos considerables del gobierno al 3 1/2por 100, y cotizan sus acciones en la Bolsa con granventaja sobre sus primitivos precios.

Ciertamente que estas sociedades que acabamos demencionar no sirven de ejemplo ó modelo de coope-rativas; pero no puede negarse que constituyen ungran adelanto en los proyectos de mejorar las condi-ciones de las clases jornaleras, y anticipan el ideal detrasformacion del obrero en propietario de su casa óhabitación, sea por anticipos para la compra de ter-renos y edificación, satisfechos luego con retencionesó descuentos del salario, sea por los procedimientosadoptados por las Building Societies temporales ólijas, que consisten en la formación del capital me-diante imposiciones semanales, quincenales ó mensua-les, en préstamos á los asociados y reembolso á la caja

social con cantidades equivalentes á las presupuestadaspara el arrendamiento de la casa ó habitación ensubastas y sorteos.

Participan, como ya hemos indicado, del carácterde las cooperativas de consumo por su operación decomprar los terrenos en grande y venderlos al detall;de las cooperativas de producción por su condiciónde edificar por sí mismas; de las cooperativas de cré-dito por sus funciones primeras que son relativas á lacreación de un capital y su destino inmediato al prés-tamo para la compra de terrenos y edificación. Sobreestas bases prosperan las Building Societies en Bir-minghan, hasta el número de 12 á 18; en Liverpool,hasta 180; en Wolverhampton, hasta 6 ú 8; en Co-ventry, hasta 7; en Manchester, hasta 80; y en muchomayor número en Londres, Leeds, Sheffield y en elpaís de Galles. Pasan de 1.000 en toda Inglaterra.Las asociaciones cooperativas más sencillas para laconstrucción de casas se crean de este modo: unoscuantos individuos forman un fondo común por im-posiciones metálicas semanal ó mensualmente, desti-nado al pago del terreno, material y mano de obra.Cada casa concluida se sortea, y el agraciado sigueabonando el equivalente al alquiler hasta la completaextinción de ia deuda con hipoteca de su finca. Con-cluye la sociedad cuando se acaban los fondos, y todoslos interesados son ya propietarios. Ó también de estaotra forma: un número de alhamíes y demás indus-triales en la construcción de edificios se asocian parala formación del capital que ha de emplearse en lacompra de terrenos, edifican y cobran sus salarios, yluego venden la finca, repartiéndose por igual las uti-lidades.

Así como eu Francia se han desarrollado las socie"dades cooperativas de producción con preferencia álas do consumo y crédito, y en Alemania veremoscómo han prosperado las cooperativas de crédito sobroias de producción y consumo, así en Inglaterra el pro-greso económico ha tomado el camino de las coope-rativas de consumo, cuyo número ó importancia essuperior á las de producción ó infinitamente superiorá las de crédito mutuo. Estas se limitan casi exclu-sivamente á cajas de ahorros, y cuando más, aunque yaesto es muy raro en Inglaterra, al préstamo de canti-dades pequeñas con la garantía de dos ó tres personasde responsabilidad que testifican la honradez y mora -lidad del obrero solicitante.

La mayoría está registrada entre las Friendly socie-ties; de aquí el número inmenso que de ellas acusanlas estadísticas de Inglaterra. Es notable por más deun concepto la diferencia que resalta entre Inglaterray Escocia, por ejemplo, en la manera de apreciar elcrédito para el obrero. Mientras que allí es difícil cla-sificar las sociedades que tienen por principal misiónla de prestar á los que no tienen más garantía positivay real que su trabajo, aquí es posible definirlas, expli-

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carias y seguir paso á paso sus progresos en los me-dios de. asegurar el crédito popular. Quizá la causa seaque los obreros han emplado y continúan empleandosus recursos metálicos y sus fuerzas económicas en lacooperación de consumos, y por lo mismo que enéstas hallan la economía de sus gastos, el ahorro desus salarios, la seguridad de sus subsistencias y elbienestar de su familia, no necesitan recurrir á lassociedades de crédito ó bancos populares, como enEscocia y Alemania, donde la cooperación adoptaesta última forma con preferencia al consumo y pro-ducción.

Insistimos, por último, en asegurar con datos posi-tivos, que la idea cooperativa es la que por de prontodecide en favor suyo la revolución económica que hoyse opera paulatinamente en Inglaterra. Sobre todas lasdemás asociaciones, alcanzan las así formadas venta-jas innumerables. No tienen, como las Trade's Unions,que sostener una guerra constante entre los obreros ypatrones; de consiguiente, no se exponen á perecerante el terrible lockout (coalición de los patrones), niá temer por la falta de capitales en sus cajas. No vivencomo las Friendly societies, limitadas al socorro encases excepcionales. Con un pensamiento más eleva-do, con un sentido más común, digámoslo así, lascooperatifs societies han encontrado por sí mismas losmedios de armonizar el capital coa el trabajo, de favo-recer ¡os beneficios y las economías en los patronescomo en los obreros.

Bajo la forma de asociación para la compra de pri-meras materias, los obreros de una misma industriacompran máquinas y herramientas de gran precio parausarlas en común; bajóla forma de asociación de con-sumo, los obreros de diversos oficios compran por ma-yor y de mejor calidad los artículos indispensables ála vida, que venden luego por menor; bajo la forma deasociación para cajas de socorro y asistencias, losobreros obtienen por cuotas insignificantes los cuida-dos del módico y las medicinas; bajo la forma de aso-ciación para la venta, depósito ó almacenaje, los obre-ros exponen los productos de su trabajo para la ventapor su cuenta persona!; bajo la forma de asociación deproducción, los obreros explotan colectivamente unaindustria por su cuenta y riesgo; bajo la forma deasj-ciacion para adelantos ó anticipos, préstamos, bancospopulares, etc., los obreros aseguran su crédito yrecogen los capitales que necesitan. ¿Es ó no esto unarevolución económica?

Si, pues, los países todos sin excepción favoreciesental movimiento cooperativo, del mismo modo que seve favorecido ó protegido en Inglaterra, es lógico su-poner que nadie se asustaría de la emancipación socialde las clases jornaleras.

JOAQUÍN MARTIN DE OLÍAS.

EL GUSTO Y EL OLFATO.Cuando quiera que un fisiólogo se imponga la

difícil tarea de tratar ante un público numeroso yculto y en forma á todos comprensible, de untema propio de su ciencia, con dificultad hallarámaterias más adecuadas que las relativas á la fi-siología de los sentidos. Tendrá desde luego laventaja de poder abarcar fenómenos generalmenteconocidos, y apenas le ofrecerá ninguna otraparte de la Fisiología asunto de tan universal ín-teres, como el de estos admirables órganos de quetodos nos estamos continuamente sirviendo conplena conciencia, para ponernos en relación conel mundo de los objetos. Por lo mismo, todoanuestros lectores habrán tenido ocasión, en escri-tos ó en conferencias públicas muy comunes alpresente, de conocer algo sobre los sentidos de lavista, el oido y el tacto. Tal vez menos se habránocupado del gusto y del olfato, y por esto voy ápermitirme llamar su atención sobre estos pocoestudiados sentidos.

Seguramente que ambos no tienen para el co-nocimiento de las cosas tanta importancia comosus otros tres hermanos; pero su estudio ofrece,en cambio, el atractivo de poner más de manifiestolos principios de la doctrina del sentido en ge-neral.

Cuando nos proponemos averiguar qué debeentenderse por un sentido y su órgano correspon-diente, acudimos á la propia observación, ajenade preocupaciones; é inmediatamente se nos pre-senta el hecho fundamental de la experiencia dediversas sensaciones, que es como llamamos álos diferentes estados de nuestra conciencia, queno pueden definirse inmediatamente con palabras,pero»que tampoco necesitan más determinación,dado que nos son conocidos en la contemplacióninterior con perfecta evidencia.

Entre estas sensaciones hay unas que la razónrefiere en seguida á la idea de un objeto"ex.terior,al cual se supone causa de la sensación, mientrasque hay otras en que esto no sucede. Las prime-ras son propias de los sentidos y así las llama-mos para diferenciarlas de las segundas. De estemodo distinguimos, por ejemplo, la sensación delhambre de la de la visión: aquella no es apreciadapor la razón como el efecto producido por un ob-jeto exterior, ni cae bajo el dominio de ningúnsentido, mientras que la otra se refiere inmedia-tamente á la existencia de la luz, hiriendo nues-tros ojos.

No se necesitan especiales estudios fisiológicos,y basta la simple observación para comprenderque las sensaciones propias de los sentidos se

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producen siempre que en los nervios de un ór-gano determinado tiene lugar algo, que no hacefalta explicar con más precisión, y que llamamosexcitación, impresión ó simplemente acción, pueses sin duda un estado de movimiento de partícu-las pequeñísimas, que sólo proviene de circuns-tancias especiales. Así, por ejemplo, sucede conla sensación de la luz, cuando se ponen en acti-vidad los elementos nerviosos de la retina del ojo,y con la del sonido cuando los nervios del oidose excitan. Estos nervios especiales, cuyo movi-miento trae consigo la sensación, son los nerviossensibles. Sus extremidades están en relación conaparatos particulares, dispuestos de varias ma-neras, á fin de que á cada uno sólo alcance en ge-neral la influencia de un agente exterior, que seconoce como el excitante peculiar del respectivosentido. Tal sucede con los extremos de los ner-vios ópticos esparcidos por la cámara posteriordel ojo, delante de los cuales se hallan los partestrasparentes del órgano, de forma que ordenada-mente los rayos luminosos, que las atraviesancasi sin debilitarse, puedan herir las extremida-dades de los nervios. Igualmente los acústicosestán colocados en el interior del oido, en térmi-nos que no son impresionados sino por las ondassonoras. Bl rayo de luz y la onda sonora son,pues, los excitantes respectivos del sentido de lavista y del oido.

Pero no es exacto pensar que la diferencia cua-litativa de las sensaciones de los sentidos con-siste en que el ojo impresionado percibe la luz y eloido la onda sonora, por haber sido el uno exci-tado por rayos de los cuerpos luminosos, y el otropor las vibraciones del aire. En realidad sólo exis-te la referencia del estado de sensación, que lla-mamos sonido, con la idea de las vibraciones delaire y la del que llamamos claridad, color, etc.,con la idea de los movimientos de ese medio su-tilísimo, umversalmente difundido, que la Físicanos da á conocer al explicarnos los fenómenos dela luz.

Si alguno encuentra dificultad en estas abs-tracciones, puede por su propia observación dia-ria convencerse de que la naturaleza de la sensa-ción nada tiene que ver con la manera de impre-sionarse el sentido correspondiente. Bien sabidoes, por ejemplo, que lo mismo se puede experi-mentar la sensación de claridad ó de luz, dándoseun golpe en un ojo, que dirigiendo la vista a uncuerpo luminoso: puede en este concepto decirseque á los nervios ópticos les es indiferente la ma-nera como han sido impresionados.

Los extremos de estos nervios tienen ademásotra propiedad notable: son extraordinariamentesensibles al más mínimo contacto. Podemos, por

tanto, admitir que están formados por sustanciasdiferentes que los propios vasos nerviosos, puestoque éstos necesitan una impresión relativamentefuerte para producir la sensación. La materia deque se componen debe de poseer cualidades aná-logas á la de los cuerpos explosivos: parece comoque en ellos se desarrollan á la más leve excita-ción fuerzas comparativamente considerables,que desde liego producen sus efectos sensiblessobre los nervios coherentes. De ello daremosejemplos en el curso de este artículo.

Apoyados en estas ideas fundamentales, pode-mos entrar en consideraciones particulares sobreel gusto y el olfato. Los vasos nerviosos, cuyaexcitación da por resultado la sensación del gusto,vienen á terminar en una parte de la epidermisde la lengua y del paladar, y sus últimas ramifi-caciones son corpúsculos solamente visibles conel microscopio, que salen á ia superficie y estánbañados por la saliva y humedad de la boca. Suspropiedades específicas son: el permanecer indi-ferentes á los movimientos mecánicos, á los gol-pes, á la presión, al calor, al enfriamiento, á laluz, y el ponerse en actividad inmediatamenteque la más leve parte de una sustancia disueltaen la humedad de la boca los toca, produciéndoseen ellos aquel interior movimiento (de naturalezapara nosotros desconocida), que se reconoce porla impresión causada en los vasos nerviosos y queorigina la sensación del sabor.

Decía que sólo á una parte de la epidermis de lalengua y del paladar están limitados los nerviosdel gusto, y conviene fijar con exactitud esta ob-servación, pues vulgarmente se da como asientodel gusto toda la lengua y todo el paladar. Real-mente sólo lo es la raíz de la lengua, una estre-cha faja que recorre ambos bordes hasta la punta,y otra faja, también estrecha, en la superficie delos repliegues de la membrana que desde los arcosdel paladar suben hacia el cielo de éste. Oon algode práctica y de dominio de los músculos, puedehacerse el experimento y convencerse de que nose sienten los sabores ni sobre la parte centralsuperior de la lengua, ni sobre la mayor parte delpaladar. La prueba debe ensayarse en los distin-tos puntos de la boca con cuerpos de sabor pro-nunciado, por ejemplo, con una disolución deazúcar, manteniendo completamente quieta lalengua, á fin de que no se esparza el líquido. Si setienen estos cuidados y precauciones, se verá queal mojar ó tocar el dorso de la lengua y la partedura del paladar, se siente lo mismo que cuandose toca ó moja la epidermis de los labios ó de lasmejillas ó cualquiera otra parte sensible delcuerpo.

Las sustancias cuyo contacto excita el sentido

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del gusto, y que se llaman sápidas, son, entreotras, el vinagre, la sal de cocina, el azúcar, laquina, que producen sensaciones de calidad com-pletamente diferente: el vinagre sabe ácido, la salde cocina salado, el azúcar dulce, la quina amar-go. Alguien podrá creer sencillamente que el vi-nagre sabe ácido, porque es ácido, y el azúcardulce porque es dulce. A esta candida apreciaciónbasta oponer una ligera advertencia; ¿qué analo-gía tiene la naturaleza de un estado de nuestraconciencia, pues no es otra cosa la determinadasensación de ácido, ó en qué forma es compara-ble con la composición de una sustancia particu*lar, como el vinagre? Y tanto es esto importante,cuanto que la misma sensación, el mismo saborácido se puede producir haciendo pasar por lalengua una corriente eléctrica.

Según estos principios, la Fisiología sólo tieneuna explicación para la diferencia cualitativa delas sensaciones del gusto. Debe de haber distintosgéneros entre los numerosos vasos nerviosos delgusto; unos que excitados, sea por al vinagre,sea por una corriente eléctrica, dan por resultadola sensación de lo ácido, otros la sensación de lodulce, otros la de lo amargo, y quizá otros la delo salado. Además, los corpúsculos de los extre-mos nerviosos de cada uno de estos géneros debende ser distintos entre sí, de forma que los unossean de preferencia excitados por unas sustanciasy los otros por otras. Asi, por ejemplo, el vina-gre debe de afectar solamente á los vasos nervio-sos propios para el sabor ácido, permaneciendoindiferentes ó en reposo los peculiares del sabordulce, porque de otro modo á la vez se obtendríanuno y otro sabor (1).

Bueno es advertir que hay numerosas sustan-cias que realmente provocan dos y aun varios sa-bores: tal es el ácido sulfúrico, que en diversosgrados de diluicionsabe dulce y sabe ácido. Sabidoes también que la sal de acederas sabe amargo ysalado á la vez. Numerosos ejemplos conocen losfisiólogos de cuerpos que según su estado puedenimpresionar una ú otra especie de las extremida-des nerviosas de este sentido: precisamente lo ex-traño sería que cada cuerpo pudiera impresionaruna clase sola de los nervios del gusto.

Las cuatro especies de cualidades del gusto,meramente citadas como ejemplos, ácido, salado,amargo y dulce, comprenden todas las variedadesdel sabor, por más que éstas parezcan inagota-bles, cuando se considera la increíble capacidad yexquisita finura de algunos paladares, que dis-tinguen por medio de este sentido innumerables

^1) Aun dentro de la doctrina psicológica que acerca de la senia-

cion profesa el autor, es innecesaria esta hipótesis de la diferencia de los

nervios. Además, son endebles las razono» que In abonan.—[N. de] T.)

sustancias. Asombro causa ver á algunos catado-res reconocer en un solo trago las propiedades delos diferentes vinos y hasta indicar las condicio-nes en que se han producido y fabricado. Perofácil es explicar este hecho y ponerle en armoníacon nuestra afirmación de los cuatro gustos tí-picos.

En primer lugar, sus combinaciones pueden darorigen á una inmensa variedad de sabores, comosucede con las mezclas de lo amargo y lo dulce,que según domina uno ú otro y en proporcionesdiversas, dan lugar á los indefinidos grados de loagridulce.

En segundo lugar, inflúyense recíprocamentelas sensaciones del gusto con las correspondientesá otros sentidos inmediatos y afines. Entre lasnerviaciones del gusto sobre la suporflcie de lalengua se encuentran numerosas extremidades delos nervios del tacto, y nadie ignora que la lenguaes un órgano del tacto por demás sensible, y tantocomo las yemas de los dedos; por lo cual las im-presiones de unos y otros nervios se suman ycomponen con gran diversidad. Media también lacircunstancia de que no estando en la lenguacomo en el resto del cuerpo las papilas táctilescubiertas con el esmalte de la epidermis, sontambién impresionadas por las materias, quevienen disueltas químicamente en la humedad dela boca, y con tal viveza, como si en una partecualquiera, de la mano por ejemplo, se nos des-pojara de la capa más exterior del cutis. Nada,pues, tiene de extraño que ciertas sustancias poruna parte exciten el sentido del gusto, y por otrael del tacto, y que ambas sensaciones se aparez-can á nuestra conciencia tan indisoluble y simul-táneamente unidas, que en el lenguaje común lasapreciemos en su conjunto y complejidad y lasapliquemos solamente al gusto. Esto hacemoscuando llamamos astringente al sabor amargo delas sales metálicas, como el vitriolo (sulfato) decobre, y cuando calificamos de picante el saborácido del ácido sulfúrico. Es más, algunas sensa-ciones, como la sensación urente, que en nuestralengua experimentamos por la presencia de cier-tas sustancias, como la pimienta ó la guindilla,son exclusivamente impresiones del tacto, y que,sin embargo, atribuimos al gusto. Véase cómo lasrelaciones entre ambos sentidos elevan conside-rablemente nuestra capacidad de distinguir dife-rentes cuerpos por las impresiones que sobre lalengua nos producen.

Pero aún en mayor grado acontece esto por lamás íntima alianza del gusto con el olfato. Demuchísimas sustancias se dice comunmente quesaben, cuando la verdad es que huelen. Hasta hayen la lengua alemana un dialecto, que es el suizo,

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que carece del verbo oler «riechen» y emplea entodo caso el saber «sehmeeken»; y dicen: «la rosasabe bien (schmeckt)», «aquí sabe á gas (sch-meckt)», etc. Asimismo se expresa equivocada-mente lo que se advierte cuando uno está consti-pado y suele decirse que no tiene «gusto», siendoasí que lo que ha perdido es la finura del «olfato»,pues á pesar de su mal, es capaz, como cuandoestá sano, de distinguir lo ácido de lo dulce y delo salado y de lo amargo. ¿Cuántas veces no deci-mos también el olor del asado, el aroma de un platode legumbres y la fragancia del vino?

Y si todavía estas razones no parecen convin-centes, recomiendo á cualquiera que haga un ex-perimento, que tal vez le sorprenda. Con las nari-ces apretadas y los ojos cerrados póngase sobrela lengua una gota, por ejemplo, de zumo de ce-bolla ó de esencia de vainilla ó de otro líquidoaromático, y verá que, por mucho que se em-peñe, difícilmente sabrá lo que tiene en la boca;pero no bien abra las narices ( se disipará toda sududa, porque vendrá el olor en ayuda de la sensa-ción del gusto.

Muéstrase como hermano gemelo inseparabledel gusto el sentido del olfato, de que nos vamosahora á ocupar. Bl nervio, cuya excitación originasus sensaciones, Sé encuentra, como es sabido, enla membrana de la nariz, en la pituitaria, perolimitada su extensión á una pequeña porción co-locada en la parte superior de las fosas nasales.Las extremidades de los nervios del olfato sonpapilas finas á modo de pelitos que parecen brotarde la superficie de la membrana en la cavidad delas fosas nasales; tienen propiedades comunes,pero más raras todavía que sus análogas delgusto. No parecen tampoco impresionables poracciones mecánicas, de cualquier clase que sean,ni se logra por este medio provocar en ellas la in-terior vibración que se traduce en excitación delos nervios correspondientes; por lo menos no hayhasta ahora observaciones que autoricen á pensarque, mecánica ó eléctricamente, por la aplicacióndel calor ó por el enfriamiento, se promuevansensaciones olorosas sobre ¡a membrana pituitaria.

También son indiferentes los nervios del olfatoá las acciones químicas, cuando se ejercen pormaterias en estado líquido ó en disolución, comose comprueba llenando las fosas nasales con agua,que lleve en disolución sustancias decididamenteactivas, sin que se produzca la menor sensaciónen el olfato. Por el contrario, ciertos cuerpos ga-seosos, conducidos por el aire en la respiración,al ponerse en contacto con las extremidades dedichos nervios, promueven violentísima excita-CÍOE, que comunicada al sensorio, determinanvivas sensaciones.

Respecto de tales sustancias, muestran los ner-vios del olfato una sensibilidad verdaderamentefabulosa. Todos han tenido ocasión de observarcuan mínima parte de almizcle basta para llenarcon su olor una casa entera. No ha sido posiblemedir la pequenez necesaria para que el olfato nola perciba, ni se conoce medio alguno de fijarla;puesto que la análisis química más delicada noacusa la pérdida de peso que un grano de almizclesufre para impregnar de su olor toda una habi-tación. Por de contado, una millonésima de mili-gramo es más que bastante para afectar de unmodo notable una nariz sana. Apenas puede ci-tarse fenómeno más propio para evidenciar tilprincipio fundamental de que los aparatos ner-viosos de los órganos de los sentidos se excitanpor acciones en sumo grado levísimas, cuandoson de la especial naturaleza á propósito paraprovocar las sensaciones.

Muchas otras sustancias pudiéramos citar, queen cantidades extraordinariamente pequeñas im-presionan el olfato, aunque ninguna puede riva-lizar con el almizcle. Basta una media diezmiló-sima de miligramo de esencia de rosa para serolida, y la tercera parte de una milésima de mili-gramo de ácido sulfhídrico es claramente perci-bida, y así de otras.

Mas, por desgracia, son aún absolutamente des-conocidas las propiedades químicas que una sus-tancia debe tener para afectar nuestro olfato, esdecir, para ser olorosa. Desde luego podemos ase-gurar que no se halla ciertamente entre estas pro-piedades la fuerza enérgica de afinidad para conotras sustancias conocidas; el almizcle y la esen-cia de rosa son, químicamente considerados,cuerpos muy indiferentes, y el amoniaco, que estan enérgico reactivo sobre muchas sustancias,queda por su olor muy por debajo de ellas; pues,esparcido en el aire en la proporción de 1 á 33.000,ya no huele.

Alguna luz para el futuro conocimiento de laspropiedades que hacen olorosa una sustancia sevislumbra en las consideraciones siguientes. An-tes dejo dicho que las sustancias olorosas sóloimpresionan, en general, los nervios del olfato,cuando son conducidas por el aire de la respira-ción (en su movimiento de aspirar ó espirar), yahora he de añadir que principalmente excitaneste sentido las partes del aire que se aspiran porlos vértices de las aberturas nasales. Ciérrenseéstas por su extremo y respírese solamente porlas partes posteriores de las fosas, y apenas sepercibirá débilmente la sensación, aunque se tratede sustancias fuertemente olorosas. De estomismo puede persuadirse con facilidad , conside-rando que siempre que se quiere percibir un olor

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se dilatan mucho los vértices de las aberturasnasales por medio de músculos especiales, á lavez que se aspira el aire, operación que se deno-mina husmear, rastrear (con el olfato). Este fenó-meno se explica por la especial conformación delas paredes de las fosas nasales, la cual hace queel aire introducido por la parte posterior de lasaberturas corra por las partes interiores de lasfosas, donde no se encuentran nervios del olfato.También esta disposición es causa de que la cor-riente de la espiración no llegue á ponerse en con-tacto con los nervios del olfato; que es en lo queconsiste que el aire espirado, como todo el mundoexperimenta, no sea olido (1), por más que biencargado salga de sustancias olorosas. Todos es-tos fenómenos están en íntima relación unos conotros; pero, con ser tan notables y tan comunes,no han merecido, á mi entender, la debida aten-ción de los fisiólogos.

Fíjense también mis lectores en otro hecho co-mún, y es que la sensación del olor no dura másque ínterin está en movimiento la corriente delaire en la aspiración. En cuanto cesa el movi-miento, cesa también la sensación. ó por lo me-nos, es pequeñísima su intensidad, á pesar de con-tinuar cargado de sustancias olorosas el aire quenos rodea, y de hallarse también saturado de ellasel aire que quedó dentro de las fosas nasales encantidad suficiente para producir la sensación.Diríase que se halla rendido á la fatiga el aparatonervioso, si inmediatamente no le viéramos en-trar en actividad, no bien respiramos de nuevo.No puede suponerse tal cosa; tal vez la hipótesisque a continuación explanamos nos encamine áá la explicación de este hecho.

Admitamos que el olor de una sustancia con-sista en su condición de ser ávidamente absorbidapor los nervios del olfato, de la misma maneraque el amoniaco es con avidez absorbido por elagua. Admitamos además que el acto de la absor-ción constituya la verdadera impresión de los ner-vios de este sentido y que una partícula de la sus-tancia odorífera no produce excitación, en cuantoaquel acto se ha realizado; hipótesis esta últimaque es algo más que un mero supuesto, una vezque he tenido ya ocasión de demostrar práctica-mente que los cuerpos olorosos, disueltos en elagua, no ejercen impresión alguna sobre el ol-fato. Combinando ambos supuestos, será fácildarse explicación del fenómeno que nos ocupa. Lacavidad limitada por las partes realmente activasde la membrana pituitaria es una estrecha doblehendidura comprendida por entrambas caras deldiafragma de la nariz y las paredes laterales de

(1) J>or el que espire, >e entiende.—(N. del T.)

las fosas nasales. Por esto el acceso del aire esmuy suave, y se comprende que, cuando éste sehalle en reposo, se agota con rapidez (admitida laviva absorción indicada) y cesa por el momentola sensación del olor. Al monos las capas de aireque se hallan en contacto con la pituitaria, per-derán pronto su acción y será preciso que el mo-vimiento las renueve para que suministren denuevo materia para la mezcla ó combinación enque hacemos consistir la sensación. Mientras elaire se mueve en la corriente de la aspiración, vallevando sucesivamente nuevas sustancias oloro-sas y poniéndolas al alcance de la membrana, ydura todo este tiempo la repetición de los actos deabsorción y va, por consiguiente, reproduciéndosela sensación; y esto que decimos de cada aspira-ción manifiesta claramente la razón de cesar elolor entre uno y otro momento de la respiracióny de comenzar de nuevo.

Recíprocamente el fenómeno y la hipótesis queantecede nos revelan una propiedad, experimen-talmente comprobable, que los cuerpos necesitantener, para ser odoríferos, á saber: que por sunaturaleza sean absorbibles con avidez por lassustancias de que está formado el aparato extre-mo de los nervios del olfato.

Existe otro momento, además de la respiración,en el cual se producen también sensaciones delolfato, y es el de la deglución. Nadie ignora queal verificar este acto es cabalmente, cuando per-cibimos el olor, por ejemplo, del vino y otros ali-mentos aromáticos; y á veces se da este caso encircunstancias tales, que es imposible sospecharque estos cuerpos hayan podido penetrar en cor-rientes gaseosas por las fosas nasales hasta lamembrana pituitaria. Es fuerza, pues, admitirque por virtud de un mecanismo anatómico, aúnno bM*i conocido, los vapores olorosos del boloalimenticio son llevados de atrás hacia adelante, yconducidos desde la faringe hasta la parte supe-rior de las fosas nasales.

El fenómeno más oscuro de los que al olfato serefieren, es el origen de las cualidades del olor.Suponer aquí, como cuando del gusto se trata,una cardinal diferencia por especies de los vasosnerviosos del olfato y agruparlos en cuatro gru-pos, difícilmente nos satisfaría; pues este sentidomuestra cualidades esencialmente distintas ó in-finitamente más ricas en variedad que el delgusto. No es posible calcular cuántos géneroshabríamos de necesitar para comprender estamaravillosa multiplicidad de los olores.

Como primer dato, en la rapidísima reseña quevenimos haciendo de los principales fenómenosdel gusto y del olfato, podemos establecer que lasimpresiones, que sobre estos dos sentidos ocasio-

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252 REVISTA EUROPEA. 1 8 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 60

nan los cuerpos, son dependientes de su natura-leza química, lo cual los caracteriza y distinguede los otros tres.

El tacto nos da á conocer las propiedades mecá-nicas de los cuerpos que nuestros órganos tocan;además nos muestra si están frios ó calientes, yposee en alto grado la capacidad de inducirnos áformar juicio de las relaciones de extensión delos cuerpos simultáneamente puestos á nuestroalcance entre sí y comparados con nuestro pro-pio cuerpo; es un sentido geométrico.

En este orden, aún le supera la vista, puespor su auxilio nos ponemos en condición de apre-ciar las dimensiones de los cuerpos, no sólo pró-ximos sino también distantes, siempre que nosenvíen luz. Sobre la base del tacto y de la vista,construimos el conocimiento y representación detodo el mundo fenomenal que nos rodea.

Posee el oido una capacidad parcial: sólo nosenseña, que el aire ambiente ejecuta unas peque-ñas ondulaciones, que llamamos ondas sonoras; ycomo tales sonidos por lo regular proceden decuerpos que se mueven, es el oido para los anima-les quede él están dotados, como el centinela queadvierte la aproximación del enemigo. Apenasconcurre al conocimiento teórico de los cuerposque nos cercan, ni á la regularizacion y direcciónde nuestros movimientos por entre ellos: no po-dría, por ejemplo, sustituir en un ciego al sentidodel tacto. Su incalculable importancia para elhombre estriba en que forma el medio de la co-municación espiritual entre las personas.

El tacto, la vista y el oido, son las tres colum-nas del conocimiento teórico y de la vida espiri-tual. Por eso prestamos al gusto y al olfato me-nor atención, pues consiste su importancia en losservicios que presta á la vida corporal: harto seda á conocer su objeto por la posición anatómicaen que se hallan.

Vénse colocados á guisa de guardianes en laspuertas por donde los alimentos entran en elcuerpo, y nada permiten pasar que pueda serleperjudicial. Con este intento están dotados ambosds una propiedad en virtud de la cual sus sensa-ciones provocan en nosotros el agrado ó la repug-nancia. Apenas existe un olor ó un sabor que nossea indiferente, condición que, propiamente ha-blando, no se realiza en las sensaciones de losotros tres sentidos. Por eso toda sustancia, antesde penetrar en el organismo, sufre el ensayo denuestra boca ó de nuestra nariz; si uno y otrosentido nos proporcionan una sensación agrada-ble, le abrimos paso, y se lo negamos si nos ins-pira aversión; evitamos los sitios de donde sedesprenden gases pestilentes, y hacemos con laayuda del gusto la elección de los manjares.

Ahora bien, preguntamos: ¿estos porteros denuestro cuerpo nos son fieles? ¿Podemos confiaren sus indicaciones? ¿Todo cuanto nos dan porbueno, es realmente conveniente para nuestraeconomía, y perjudicial lo que califican de malo?El vulgo contesta sin vacilar que sí; dice, que loque sabe bien, también es sano, y en general tieneindudablemente razón. El hecho es que el gé-nero humano, y como él todos los animales pro-vistos de estos sentidos, se valen dei gusto y delolfato, muchos siglos hace, para escoger sus ali-mentos y el aire que respiran; y puesto que nolos han engañado hasta ahora, hay que conveniren que los han dirigido por buen camino.

Pocos años hace, creíase ver algo misterioso enesta capacidad del gusto y del olfato para discer-nir lo sano de lo dañino. Darwin quitó de nues-tros ojos la venda é hizo hasta cierto punto com-prensible este fenómeno (1). Del mismo modo quehoy existen algunos individuos de gusto extra-viado, han debido de existir siempre; por ejemplo,algunos á quienes parece apetecible el amargo sa-bor de los alcaloides. En el estado primitivo, és-tos se alimentarían con preferencia de cicuta, be-leño y otras plantas venenosas que contienen enabundancia principios de sabor amargo. Su vidahubo de tener prematuro término, y la torcidadirección de su gusto ofrecería pocas probabilida-des de propagarse en fecundas generaciones. Na-turalmente lo contrario prevaleció por parte delos individuos que gozasen de un gusto exquisitoen conformidad con sus necesidades fisiológicas.En una palabra: al cabo de innumerables genera-ciones consecutivas, estos sentidos hubieron dedesenvolverse por selección natural, y se perfec-cionaron en términos de que todos los alimentossanos pareciesen agradables, y desagradables losnocivos ó peligrosos.

Cúmpleme explicar más algunos ejemplos queparecen estar en contradicción con esta regla ge-neral. El amoniaco, el ácido sulfhídrico y algu-nos otros gases hidrogenados provocan una sen-sación particularmente desagradable al olfato detodo hombre regularmente organizado. Estos ga-ses son, con efecto, deletéreos, si se respiran engran cantidad; pero no puede fundarse en estapropiedad la educación del olfato que los rechaza:la naturaleza rara vez los ofrece en tal estado deconcentración, para que multitud de individuoshayan podido envenenarse por no sentir haciaellos repugnancia alguna. Pero inedia una cir-cunstancia: dichos gases se escapan por lo regu-lar de cuerpos en putrefacción, y éstos, sobre ser

(1) Hasta cierto punto nada más, como por lo que sigue se demues-

t ra . Distingüese este autor por lo atinado de sus observaciones experi-

mentales, mucho más que por lo acertado de sus hipótesis.—(N. del T.)

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N.° 60 A. FICK. EL GUSTO Y EL OLFATO. 253

perjudiciales para el organismo y dar lugar á laproducción de emanaciones gaseosas insalubres,exhalan al propio tiempo invisibles gérmenes delas llamadas bacterias, que originan muchas en-fermedades peligrosas. Individuos, cuyo olfato nomostraba repugnancia hacia el amoniaco, el hi-drógeno sulfurado y otros análogos, sucumbieronal envenenamiento por alimentos en descomposi-ción y á la infección de las fiebres palúdicas yotros estragos, y así pudo ocasionarse la educa-ción del sentido. El tiempo en que esto sucediódebe de ser muy remoto respecto de nosotros. Loshabitantes de las célebres cavernas de Bélgica noparece que tuvieron muy exquisito el olfato, ni de-mostraron mayor aversión hacia las emanacionesde cuerpos pútridos. En un informe sobre ei Con-greso antropológico de Bruselas, encuentro á estepropósito el siguiente notable pasaje: «Los huesosroidos y á veces tostados, y otros restos de man-jares, permanecieron en la caverna; y aunque sudescomposición produciría poco olor, gracias á labaja temperatura del lugar, inficionarían sin em-bargo el aire lo suficiente para hacernos insopor-table la estancia en ella.» Las consecuencias deesta falta de aseo no dejaron de sentirse; el citadoinforme continúa diciendo: «que estas cavernas,por esta causa y por su humedad llegaron á seren sumo grado insalubres, y lo atestiguan losdespojos humanos encontrados, que denotan hue-llas de afecciones enfermizas y una gran mortan-dad de niños y de adultos.» He ahí testimonioshistóricos de la educación del olfato, respecto álas emanaciones de los cuerpos en putrefacción.

Bajo el punto de vista de su utilidad ó, mejordicho, bajo el punto de vista de la doctrina de laselección natural, es en sumo grado enigmáticoel agrado que sentimos por los olores de muchasflores y otros cuerpos aromáticos. No entendemosá qué puede conducir la aspiración de tales olores,y cómo puede ser para los individuos un arma enla lucha por la existencia.

Muy lejos estoy de pretender que he descifradoeste enigma; pero no se me niegue el intentarlo.Al efecto debo recordar, que las propiedades here-ditarias de nuestro cuerpo no se adquieren en si-glos, sino en miles de generaciones, y que de lamisma manera no se pierden hasta después detranscurridos largos espacios de tiempo. Así es quepuede suceder que una cualidad de nuestro or-ganismo no sea en la actualidad un arma en labatalla de la vida, y que lo haya sido en los pri-mitivos tiempos de la especie humana.

La cuna de la humanidad no se meció segura-mente bajo nuestros abetos del septentrión, sinobajo las palmeras de los trópicos. Nuestros pro-genitores hubieron allí de elegir para su sustento

frutas, que podemos asemejar á las naranjas ypinas, que en su mayor parte gozan de olores aro-máticos, cuya exquisita apreciación fuera para elhombre primitivo un elemento importante en suafán por la vida, y del que como herencia simple-mente nos queda el agrado que teniendo pocas oca-siones de emplear en nuestros climas para esco-ger las frutas, ejercitamos en las violetas, lasrosas y otras fragantes flores, cuyo olor tieneanalogía con los aromas de aquel primer alimento.

Si realmente, como yo afirmo, la afición y larepugnancia, ocasionadas por las sensaciones delgusto y del olfato, se han desarrollado por selec-ción natural, pueden sacarse las siguientes nota-bles consecuencias. El principio de que lo quesabe y huele bien es sano, y nocivo lo que hueleó sabe mal, sólo es verdad cuando se trata deaquellas sustancias que al hombre se ofrecen enestado natural y en abundancia. Las sustanciasraras ó los productos artificiales, no pueden ele-girse por el gusto y el olfato: si alguna vez nosdan estos sentidos indicaciones verdaderas sobresus cualidades nutritivas, será pura casualidad.Y si la experiencia demuestra que aun para talessustancias constantemente las indicaciones delgusto y del olfato son sin excepción exactas, ha-bremos de renunciar á nuestro principio y admitiruna armonía misteriosa.

Dichosamente, en la realidad esto no aconteceentre los productos artificiales desconocidos alhombre primitivo, saben mal aquellos que, ó sonperjudiciales,ó inofensivos y vice versa. Dos ejem:píos bastarán para comprobarlo. Este sentido nopudo educarse en el estado natural respecto alsabor de la sal de cocina, pues la naturaleza noofreció al hombre, al menos en los países medios,alimento alguno que contuviese aquella sustan-cia en cantidad suficiente para darle á conocer susabor (1). Ya en el estado de civilización, pudoproporcionarse la sal en gran cantidad; su saborparece haber halagado á la mayoría, pues^desdeantiguo fue muy estimada como aperitivo, y de-muestra hoy la fisiología que este estímulo favo-rito de la lengua e8 un útilísimo elemento denutrición.

Y para que se vea que sólo se puede atribuiresto á pura casualidad, citaremos el segundoejemplo, que se refiere á una sustancia, tambiéndesconocida para los primeros hombres, que encuanto fue apreciada, agradó á los más y que es,sin embargo, uno de los más terribles azotes de

(l) Permítasenos observar, que entonces fue inútil, durante un largoperiodo de la vida hunvana, aquel grupo de nerviaciones especiales, queantes nos dijo el autor constituían el aparato nervioso, propio paraapreciar uno de los cuatro tipos del sabor, hipótesis que ya hicimos no-tar tunta escaso fundamento.—(N. del T.)

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254 REVISTA EUROPEA. 1 8 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 60

nuestra especie; me refiero al alcohol, que vienecomo de molde para nuestro intento. Aunque esimposible demostrarlo experimentalmente, sepuede con seguridad matemática asentar, que siá nuestros remotos ascendientes en su primerestado se les hubiera ofrecido el vino, la cerveza,las bebidas alcohólicas con la profusión que elagua, hoy sería para nosotros repugnante y nau-seabundo su sabor y su olor. Todos los individuosque hubieran tenido el placer de dichas bebidashubieran indefectiblemente perecido victimas deldelirium, y sólo los que por azar no tuvieran gustoen beberías, hubieran sobrevivido y dejado suce-sión, la cual es verosímil hubiera heredado lamisma saludable repugnancia. Naturalmente, sehubieran dado casos de lo contrario; pero éstos severían expuestos á los mismos peligros de morirabrasados, sin dejar descendencia. Así se hubie-ra afirmado más y más aquella aversión, y cre-ciendo con el tiempo, hoy serían los aficionadosal alcohol excepciones patológicas tan raras, comoson algunos enajenados que beben aguas infectas.

Diráse que esta hipótesis debía realizarse tam-bién en el estado de civilización; pero no es así.En primer lugar, la civilización y la abundanteproducción de bebidas espirituosas no son tan an-tiguas como para alterar esencialmente por selec-ción estas propiedades del hombre; en segundolugar, no se ofrecen á la inmensa mayoría en lacantidad que se ha supuesto, y, por último, elhombre civilizado no se rige, para elegir sus ali-mentos, por sólo las sensaciones del sabor y delolor, sino que evita el exceso de los manjares ybebidas cuyos perjudiciales efectos conoce, aun-que sean del agrado de su paladar.

Este hecho nos conduce á pensar en el porve-nir de estos dos sentidos. Ya que no buscamospor las selvas nuestro sustento, sino que acudi-mos á los mercados, donde una esmerada policíaevita á nuestra nariz la molestia de rechazar lonocivo, no serán ya el gusto y el olfato elementosnecesarios en la lucha por la existencia. Tal en-tiendo; pero esto nada arguye acerca de su dura-ción en el cuerpo humano, y de todos modos,aunque no sobrevengan otras circunstancias quepresten nuevo valor á estos dos sentidos, todavíahan de pasar para el hombre y su civilización mu-chos siglos antes de que podamos dar la despedi-da al gusto y al olfato.

A. FICK.

Profesor de Fisiología de Wurzburgo.

Trad. del alemán, por 1'. de P. Árrillaga.

(Deutsche Rundschau.)

LOS GLÓBULOS DE LA SANGRE.

Con frecuencia se repite en las clases de las escue-las de medicina y en los laboratorios, el siguiente fácilexperimento: Colócase bajo la lente de un microscopiola tenue y fina membrana que une entre sí los dedosde una pata de rana. En vez de una superficie lisa ycompacta, aparecen entonces los más pequeños deta-lles de la estructura íntima de esta membrana, llenade canalitos por los cuales circula un líquido, acar-reando innumerables corpúsculos ovoideos ó brillan-tes. Los canalitos son vasos capilares, vasos inter-medios que sirven de insensible transición entre lasarterias y las venas; los pequeños corpúsculos songlóbulos de la sangre. Examinados atentamente, seadvierte que todos estos corpúsculos no tienen el mis-mo aspecto. El mayor número es amarillo pálido, deun diámetro pequeñísimo, y camina por el mismocentro de los vasos; otros menos numerosos, másgruesos, brillantes, cuyo aspecto se asemeja al de laplata mate, avanzan con más lentitud y ruedan encierto modo á lo largo de las paredes, á las cualesparece que se adhieren. Los primeros son glóbulosrojos de la sangre ó hematías; los segundos han reci-bido el nombre de Leucocytas ó glóbulos blancos.

Tales son, en breves palabras, las nociones queproporciona este rápido examen; son suficientes paradar exacta ¡dea de la naturaleza y de la constituciónfísica de la sangre, esa carne (luida, como la llamaBordeu. Hoy es inútil insistir sobre la importancia deeste fluido, en lo que atañe á la ejecución regular delos actos cuyo conjunto constituye la vida. A fuerzade ser evidente, ha llegado á ser una verdad sencillade la que se ha apoderado el lenguaje vulgar para con-vertirlo en fuente de metamorfosis usuales. Las pala-bras sangre y vida ó salud han llegado á ser casisinónimas, y no por efecto de la fantasía de poetas óde escritores, sino por ser expresión exacta de unaverdad admitida sin contradicción por módicos y fisió-logos.

Era, pues, natural que la atención de los observado-res se aplicase de este lado; así, pues, en todas épocasla sangre ha sido uno de los grandes asuntos de estu-dio de naturalistas y de médicos. Pero, como sucedecon frecuencia, en tales casos los progresos fueronlentos, y hasta en nuestros dias, á pesar del caminorecorrido, quedan muchas dudas por aclarar y muchospuntos oscuros por esclarecer. La experiencia y la ob-servación han demostrado que todas las partes cons-tituyentes de la sangre no estaban llamadas á repre-sentar el mismo papel en la economía, y que tampocotodas tenían la misma importancia funcional. Solónosocuparemos ahora de las investigaciones relativas á losglóbulos sanguíneos, y aun en este campo, demasiadovasto, nos limitaremos á la exposición de interesantes

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N.°60 a. BOüDIN. LOS GLÓBULOS DE LA SANCHE. 255

hechos relativos á ¡a evaluación numérica de los gló-bulos.

Sabido es que, después de la salida de la vena, lasangre se separa en dos partes, una líquida de coloramarillo de limón, que es el serum, y otra sólida yroja, el coágulo, formado de fibrina coagulada que ar-rastra consigo los glóbulos sanguíneos, y de aquí el co-lor más ó menos oscuro de este coágulo. Fácil es com-prender cómo se ha llegado por este hecho á determi-nar la proporción de los glóbulos rojos contenidos enuria cantidad conocida de sangre. Batiendo con palillosde madera la sangre en el momento en que sale de losvasos, se ve cubrirse los palillos de pequeños filamen-tos separados y resistentes, que son la übrina. Quedaentonces un líquido, el sorum, coloreado en rojo porla presencia de los glóbulos; este líquido, abandonadoá sí mismo, precipita como poso una capa sólida rojizaformada por las hematías. Esta masa sólida, secada ypesada, puedo indicar las proporciones relativas delserum y de los glóbulos sanguíneos.

Otro modo de evaluación indirecta se funda en quelos glóbulos rojos contienen normalmente cierta can-tidad de hierro, deduciendo, que si por medio de pro-cedimientos químicos se lograba apreciar este hierro,podría calcularse la proporción do las hematías. Nu-merosos sabios han empleado estos p-ocedimientos, ycitando sólo los principales, recordaremos los nombresde Denis (de Commercy), d'Andral y Gavanet, y dePoggiale, en Francia; de Nasse y de Hering, en Ale-mania; de John Davy, en Inglaterra. A pesar de lahabilidad de tales observadores, los defectos de sumétodo han influido necesariamente en la exactitud delos resultados. Aun suponiendo que los datos en pesosfuesen exactos, habría que determinar el número, laforma y ¡as dimensiones de los glóbulos sanguíneos,nociones que no puede dar la medida indirecta.

Quedaba, pues, el único método aplicable, el de lanumeración directa de los glóbulos; pero en este puntosurgieron nuevas dificultades: si en una gotita de san-gre sólo hubiera corto número de glóbulos, sería faci-lísimo contarlos directamente. Pero no sucede así, yen una cantidad pequeñísima de sangre se encuentrauna gran cifra de hematías. En un milímetro cúbico dela sangre del hombre , por ejemplo, hay, por términomedio, cuatro millones de glóbulos rojos, y no es esteel mayor guarismo á que se puede llegar, puesto queen la cabra se encuentran, á lo monos, diez y ochomillones de glóbulos por cada milímetro cúbico desangre.

Y no deben admirar estas considerables cifras; paraexplicarlas basta recordar las pequeñas proporcionesde las hematías. En la sangre del hombre, que toma-remos desde luego como ejemplo, porque ha sido lamejor estudiada, los glóbulos rojos, de forma discoi-dea, tienen un diámetro que varía entre seis y sietemilésimas de milímetro, y un espesor de dos milési-

mas de milímetro. Para llegar á la longitud de un milímetro, sería, pues, preciso alinear 166 de estos pe-queños cuerpos, y en un espacio de un milímetrocuadrado se podrían acumular 27.5b6. Sí se les api-lase como moneda para formar un cubo de un milí-metro de altura, esto pequeño volumen contaría13.778.000 glóbulos. Se comprende, pues, que en unmilímetro cúbico de sangre, aunque el serum ocupecierto volumen, queden todavía cuatro millones deglóbulos rojos.

No se podía, pues, pensar en llevar pura y simple-mente una gotita de sangre al microscopio y contarsus glóbulos. Además, su considerable número, suaglomeración y su deformación al contacto del aire,hacían impracticable este procedimiento. Ha habidoque recurrir á artificios é imaginar medios de estudioque pudiesen remediar los obstáculos nacidos de lanaturaleza misma de las cosas. Desde luego se nece-sitaba impedir la coagulación de la sangie y la aglo-meración de los glóbulos, lo cual se consigue fácil-mente, mezclando al líquido sanguíneo soluciones deciertas sales alcalinas, como el sulfato de sosa ó la salmarina. Añadiendo á estos productos una pequeñacantidad de azúcar ó do goma arábiga, se obtiene unlíquido cuya densidad, aspecto y algunas propiedadesrecuerdan el serum de la sangre, hasta el punto deque generalmente se designan también estas solucio-nes con el nombre de serums artificiales.

En 1847, M. Piorry emitió la idea de desleír unapequeña cantidad de sangre con uno de esos líquidos,y en la sangre así desleída contar los glóbulos sanguí-neos; desgraciadamente, se detuvo aquí y no intentórealizar su idea. Más tarde, en 1882, imaginó Vierordtun procedimiento de recuento directo, cuya analo-gía hace notar M. Milne-Edwards en sus leccionessobre anatomía y fisiología. lié aquí, en pocas pala-bras, e§t$ procedimiento: En un tubo capilar, de diá-metro conocido, se aspira una pequeña columna desangre, de la cual se mide la altura, y por lo tanto, seconoce el volumen de la sangre empleada. Deslíeseesta sangre en el serum artificial, y después, con unapunta fina mojada en la mezcla, se extiende sobre plporta-objetos del microscopio una pequeña cantidaddel líquido, bajo la forma de strías finas y paralelas.Después que se secan estas pequeñas strías, se cuen-tan con un micrómetro los glóbulos contenidos en unespacio determinado y se saca la proporción en queestán con la sangre empleada. Pero este es un proce-dimiento delicado que exige tanta habilidad como pa-ciencia en el observador, porque hay que contar dosó tres mil glóbulos, en lo cual se tarda una hora, yporque, á pesar de los cuidados que se tengan, no essuficiente la exactitud del resultado. No se hicieronesperar mucho tiempo las modificaciones á este proce-•dinaiento. Los señores Kramer, en 18SS; Mantegazza,en 186S, y Potain, en 1867, realizaron perfecciona-

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míenlos bastante felices. Sin embargo, quedaba sub-sistente la dificultad principal. Se llega fácilmente áhacer una mezcla homogénea y á volúmenes conoci-dos de sangre y de serum artificial; pero el verdaderoobstáculo reside en esto: obtener un volumen de estamezcla que sea muy pequeño y que se pueda medirexactamente, de tal modo, que siendo determinado elnúmero de glóbulos, se pueda deducir el número deglóbulos contenidos en la masa total.

Uno de los últimos observadores que se han ocu-pado de este asunto, M. Malassez, ha realizado unbuen perfeccionamiento. En vez de colocar librementela mezcla bajo el microscopio, la introduce en un tubocapilar de calibre conocido, y después examina el ca-pilar con un microscopio provisto de un ocular cua-driculado. De este modo ve el observador una ciertalongitud del capilar limitada por las pequeñas cuadrí-culas del ocular, y se determina previamente que laporción del capilar limitada por cada una de las pe-queñas cuadriculas, corresponde á cierta fracción delmilímetro cúbico; por ejemplo, se necesitará cientocincuenla veces esa longitud del tubo capilar para quela cavidad así formada represente un milímetro cú-bico. Sí, pues, se cuenta cierto número de glóbulossanguíneos en una de las cuadrículas visibles, se mul-tiplica este número por ISO y se obtiene el númerode glóbulos en un milímetro cúbico. Como no seopera sobre la sangre sino sobre una mezcla de san-gre y de serum, se debe multiplicar el resultado porci número que represente la proporción de ia mezclapara obtener el verdadero número de glóbulos conte-nidos en un milímetro cúbico de sangre.

Con cierta costumbre de manejar instrumentos nose necesitan más que diez minutos para una observa-ción hecha con cuidado, y se comprende, por lo tanto,que este procedimiento de recuento haya obtenido,según los médicos y los fisiólogos que tienen necesi-dad de observaciones frecuentes, un éxito de que nohabían gozado los anteriores.

Las observaciones que se puedan hacer con ayudade este medio de investigación son numerosas é inte-resantes, y algunas de ellas raras, inesperadas y con-tradictorias de ciertas aserciones antiguas. Una de lasmás curiosas es la comparación entre las diversas cla-ses de animales para saber la relación que existe entrela composición de su sangre y la actividad de sus fun-ciones. En observaciones de esta clase han concor-dado nociones de diversos órdenes y, como se podíaprever, se ha demostrado que los animales superiorestienen mayor número de glóbulos. En ciertos mamí-feros, la cabra, por ejemplo, hay unos 18 millones deglóbulos por cada milímetro cúbico de sangre. El grannúmero de estos corpúsculos está compensado por supequeño volumen. En otros mamíferos se encuentrareducido el número de glóbulos á 3.600.000 por milí-metro cúbico, como sucede en la sangre del marsuino.

Cuesta trabajo darse cuenta del considerable númerode glóbulos que debe haber en toda la masa de lasangre de un animal. Un aficionado á la estadística haintentado sacar la cuenta de un conejo, y el resultadoha sido unos 919.000.000.000.000; de modo que sipudieran poner uno detras de otro, los glóbulos de lasangre de media docena de conejos se obtendría unaextensión que abarcaría casi toda la circunferenciade! mundo.

Otro hecho muy interesante es el número relati-vamente pequeño de Io3 glóbulos sanguíneos de lospájaros, cuya respiración es tan activa; sólo tienen,por término medio, 3.000.000 de glóbulos por cadamilímetro cúbico. Pero si los glóbulos son menos nu-merosos en los pájaros, en cambio su tamaño es mu-cho mayor que en los mamíferos; de manera que lamasa activa de los glóbulos es todavía más conside-rable en los pájaros que en los mamíferos, teniendoen cuenta todas las proporciones. Es un hecho gene-ral, que á medida que se desciende en la escala ?ni-mal y que se ve disminuir el número de los glóbulossanguíneos, se observa que su volumen sigue unaprogresión inversa, aumentando en los animales másinferiores.

Fácil es comprender toda la importancia que tie-nen para los médicos observaciones análogas hechasen la sangre del hombre en estado de salud y de en •fermedad, pues de este modo puede seguir paso ápaso la marcha de ciertos agentes terapéuticos, y for-mar una idea exacta y precisa de ciertas afeccionesvagas y todavía mal determinadas.

G. BOUDIH.

ENID.IDILIO DE A. TENNYSON,

PUESTO SN VERSO CASTILLA NO

L O P E O I S B E R T .

I.

El Príncipe de üévon, tributarioDel Rey Artur, espléndido ornamentoDe su corte, Gerant el valeroso,Uno de los insignes caballerosDe la Tabla redonda, á la divinaEnid tomado por esposa había.Y cual la luz del firmamento amamos,Así la amaba él; y cual nos placeEl ver cambiar la luz del firmamento,Ya al sol que nace ó muere; ya de nocheCon las estrellas y la blanca luna,

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N.°60 L. GISBERT. ENID, IDILIO DE TENNYSON. 257

Así él gozaba, viendo á su queridaEnid, cambiar de galas y colores.Y Enid por agradar á su gallardoGerant, que la encontró y la amó en adversaFortuna, siempre con primores nuevosA sus amantes ojos parecía.Y la Reina obligada á los lealesServicios de Gerant, á Enid amabaY muchas veces con sus blancas manosLa adornaba y prendía, y de su corteLa llamaba la hermosa. Y á la ReinaTambién amaba Enid, en ella viendoA la mujer más noble y más hermosaY mejor de la tierra. Y se alegrabaGerant de aquella unión. Mas cuando ei vagoRumor se difundió de los culpablesAmores de la Reina y Lanzarote,Él, aunque vago, le creyó: y temiendoQue en su inocente esposa el mal ejemploDe su amiga influyera, separarlaDe ella pensó; y al Rey se fue y le dijo,Que sus dominios por desgracia estabanLindando á una comarca que invadíanBandidos y ladrones; que a! Rey mismoConvenía purgar de tan dañinaPeste su tierra y que él solicitabaPermiso para hacerlo, yendo un tiempoA vivir en sus Marcas.

Mal talanteMostró el Rey al oirle; pero al caboLe concedió el permiso. Y cabalgandoEl Príncipe y Enid, de cien jinetesAcompañados, las desiertas playasPasaron de Severn y á sus dominiosLlegaron.

Allí el Príncipe, sabiendoQue, si alguna mujer fiel á su esposoEn el mundo existía, era la suya,Se consagró á adorarla y de su ladoNo se apartaba nunca, y dio al olvidoSus promesas al Rey y el ejercicioDel torneo y la justa; y dio al olvidoSu alcon y su lebrel, y el necesarioCuidado de sus pueblos, y aun la gloriaDe su nombre olvidó. Y era penosoTanto olvido á su esposa. Y cuando el puebloLos veía pasar, en mofa y burlaSeñalaban al Príncipe, diciendoQue iba menguando su pujante hombríaEn ocio indigno, por su amor extremoA su hermosa mujer.

TOMO IV.

Con honda penaElla en los ojos lo leyó del pueblo,Y lo oyó á la mujer que su tocadoSolía aderezar y como grataNoticia lo contaba, de su esposoPonderando el cariño. Gran tristezaConcibió Enid, y un dia y otro diaPensaba de ello hablar á su adoradoGerant y nunca por respeto osaba.Y él recelaba, viendo su tristeza,Si algún contagio su inocente pechoDel mal ejemplo padecido habría.

II.

Al fin una mañana, despuntandoEl sol de estío espléndido penetraPor la abierta ventana, y con sus rayosHiere en el rostro al paladín dormido.Él, sintiendo el calor, aparta un tantoLas cubiertas del lecho, do yacíaJunto á su esposa, y á la vista dejaLa robusta columna de su cuelloY el macizo cuadrado del heroicoTorso, y los duros brazos, bajo cuyaPiel suave los músculos corríanAnudados y recios.

DespertóseEnid; al lado se sentó del lechoY admirando á su esposo, así pensaba:— «¿Hubo jamás un hombre como el mió!»Pero en esto del vulgo las hablillasY la censura del amor extremoQu^le tiene Gerant, cruzan su mente;Y sobre él inclinándose, en sumisaVoz á sí misma ansiosa se decía:—«¡Oh noble pecho! ¡oh brazo omnipotente!¿Soy yo la triste causa* de que el mundoOs censure diciendo que amenguadaEs vuestra fuerza?... Si lo soy, no osandoDecirle lo que oigo, aunque me angustiaVerle languidecer al lado mió!...Quisiera yo mejor su arnés vestirleY á su lado correr y en la batallaVer á este fuerte brazo recios golpesDescargar en ruines y malvados...Quisiera yo mejor, en la sombríaTierra muerta yacer, y su armoniosaVoz nunca más oir, y de esos brazosNunca más ser ceñida, y de la lumbreCarecer de esos ojos..., que ser causa

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A mi Señor de afrenta ó de desdoro...Y me siento valor para seguirle;Y para verle en la batalla herido;Y para ser herida al lado suyo...Y no le tengo para hablarle nuncaDe las burlas del vulgo que su fuerzaEn culpable inacción juzga enervada...¡Triste de mí que obrando de este modoNo soy esposa fiel!...»

Sin percibirloAlzó la voz al acabar, gimiendoY derramando lágrimas ardientesQue en el desnudo pecho de su esposoCayeron, y él de pronto despertando,Oyó tan sólo por desgracia aquellaPostrer exclamación y vio aquel llanto...

—«¡Conque á pesar de todos mis cuidados!¡Pobre de mí!.. . de todos mis cuidados!...¡Ella no es fiel!..., pensaba...; y este llantoEs por algún doncel de esa malditaCorte de mal ejemplo!...» Y aunque tantoLa adora y la respeta, é inocenteLa cree de mala acción, siente que agudoDardo su pecho varonil traspasa;Y siente aquella pena que en presenciaDel dulce rostro de adorada amanteHace infeliz y desolado á un hombre.Mas de repente, la profunda penaSe trueca en ira; los fornidos miembrosDel lecho arroja; y sacudiendo rudoAl dormido escudero, con voz ronca—«¡Su palafrén y mi corcel!...»—le grita:Y á ella le dice:—«¡A los desiertos vamos;Y aunque parece que á mis años tengoPor ganar mis espuelas, no he caidoTan hondo aún como quisiera alguno!...Y vos vestid otro peor vestido,Y conmigo venid!...»—Ella aterrada:—«¡Si Enid faltó, sepa su falta al menos!»Le dicehumüde, y él responde!—«Os cumpleObedecer, no replicar.»

Se acuerdaElla entonces de cierto usado traje,De un manto y velo usados, que de cedroEn olorosa caja y con silvestresFlores en los dobleces, conservabaCon placer reverente. De la cajaLos saca y se los pone, recordandoQue eran los que traía la primera ^Vez que vio á su Gerant; y como al verse

Tan mal vestida se paró confusa:Y como de ella él se prendó, y al puntoLa pidió por su esposa y el empeñoQue hizo en llevarla con el mismo trajeAnte la Reina.

III.

Porque el Rey Arturo,En la anterior Pascua florida, habíaAsentado su corte en las riberasDel Usk, en Caerleon; y una mañanaSupo por un montero, que en la selvaDe Din cercana, aparecido habíaHermoso ciervo, de estatura procer,Blanco como la leche; y al instanteMandó sonar las trompas, anunciandoPara la aurora del siguiente díaLa alegre caza; y de asistir á ellaDio permiso á la Reina.

A las primerasLuces del alba se marchó la corte;Pero Ginebra se durmió, soñandoDulce sueño en su amor; y ya bien tardeSe despierta y levanta, y á caballoCon una sola dama, cruza el vado —'Del Usk y llega al bosque, y á la cumbreSube de un cerro; y al prestar oídoPara oir los lebreles, el galopeOye cercano de un caballo, y eraEl Principe Gerant, que, retrasado,También llegaba, y sin vestir de caza,Y sin más armas que un dorado estoque;El cual, cruzando á la carrera el vado,Chapoteaba el agua; y las vistosasPuntas, ornadas de borlones de oro,De la purpúrea banda que ceñía,Revolaban tras él, al sol brillandoSu rico traje de crujiente seda.

El tributario Príncipe saludaCon gran respeto, y ella le respondeAltiva y dulce, con suprema graciaDe Reina y de mujer:—«Tarde, le dice;Aún más tarde que nos.»

—«Sí, noble Reina,El Príncipe contesta: á ver tan sóloLa caza vengo, y no á correr en ella.»—«Quedaos, pues, conmigo; detesta cumbreEl campo se registra, y la jauríaPasará por str^pié,» dijo la Reina.

Y mientras prestan atención al vago

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N.°60 L. G1SBERT. ENID, IDILIO DE TENNYSON. 259

Rumor distante y distinguir pretendenEl sonoro ladrido de Cavalte,Predilecto lebrel del Rey Arturo,Ven llegar paso á paso á un caballeroY á su lado una dama y un enanoAlgo detrás. Traía el caballeroAlzada la visera, y descubríaJoven rostro, de rasgos decididos -—-^E imperioso ademan. No recordandoLa Rema el rostro aquel de entre los noblesDe la corte de Artur, mandó á su damaQue fuera á preguntar al viejo enano.Y fue la dama; pero el mal enjendroLe contestó insolente, de su amoLa soberbia imitando, que ignorabaEl nombre de él; y al replicar la dama:—«Yolesabrédeélmismo.»—«No,legnta;No le sabrás; que ni de hablarle dignaEres siquiera.»—Y tal diciendo, crujeEl látigo y la hiere.

Ella indignadaVuelve, y Gerantexclama:—«¡Por mi vida!¡He de saber su nombre!» Y al enanoLlega; y el vil grosero, igual respuestaLe da, y restalla el látigo, y al nobleHiere en el rostro, y la lujosa bandaSalpica de su sangre.

La terribleMano, avezada á herir, corre al estoqueY va á partir el corazón menguadoDe aquel vil. . . : mas, de pronto, su grandezaPropia le para, y á vergüenza tieneContra gusano tal enfurecerse; -•--Y le desprecia, y vuélvese, y serenoDice á la Reina:—«Este cobarde insultoHecho á vuestra persona en la personaDe vuestra dama, por mi nombre, os juroQue he devengar. Hasta su inmunda cuevaSeguiré á esa serpiente; y no os acucieEl verme desarmado: en cualquier parteArmas he de encontrar, y á ese insolenteHe de vencer y he de abatir su orgullo.Y al tercer día tornaré, si vivoSalgo de la contienda. ¡Adiós!»

La Reina:—«Adiós, gallardo Príncipe, le diceAfable y majestuosa: Dios bendigaVuestra jornada y os prospere en todoY os dé suerte en amores y os concedaUnir á vos á la que améis. Mas cuenta,Que si á tanto llegáis, antes de uniros

Quiero yo ver á la dichosa novia; ^Y bien sea una mendiga, bien la ilustreHija de un Rey, para sus bodas quieroYo con mis propias manos adornarla;Ponerla hermosa como un sol.»—

IV.

Ya marchaGerant, pensando que á lo lejos oyeOra bramar al ciervo, ora la sordaTrompa que anima á la feroz jauría:Y lastimado de perder la fiestaY con la pena del plebeyo insulto,Sigue á los tres por cerros y por vallesSin perderlos de vista, hasta que salenDel bosque y suben despejada alturaY pasan más allá. Gerant la subeTambién, y ve al llegar la larga calleDe pequeña ciudad, que se tendíaPor el declive; y á la izquierda alzarseRecien hecha y vistosa fortaleza,Y á- la diestra ruinoso y desoladoUn vetusto castillo con un puenteSobre un cauce sin aguas. Y del valleY la ciudad subía vagorosoRumor cual de torrente sobre lechoDe movibles guijarros; ó de alegreRanda de grullas que al espeso bosque,Cayendo el sol, á reposar desciende.

V.

Los tres se dirigieron á la nuevaFortaleza, y detras de sus murallasDesparecieron, y Gerant pensaba:—«¡Ya encerréá la serpienteen su guarida!»Y baja y va buscando y ocupadasHalla las hosterías, y en las calles /Ve bullir á la gente. Por do quieraTrabaja herrando el herrador y zumbaLa ardiente fragua y se oye de un manceboQue bruñe una armadura, el compasadoSilbo con que acompaña su tarea.

A este joven, Gerant se acerca, y llenoDe natural curiosidad, le dice:—«¿Qué significa este trastorno?» El mozuSin suspender su obra y sin mirarle—«¡líl Gavilán!» responde apresurado.

El Príncipe le deja y se dirigeA un anciano pechero que, sudandoBajo un saco de trigo, descendía,Y le hace igual pregunta. Con mal gesto

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Elviejo le contesta:—«¡Vaya en gracia!¡EíTkrvilan!»

Ve más allá un armeroEn su taller que á un yelmo á toda prisaAfirmaba los broches, y se llegaY le hace su pregunta; y el armero,Vuelta la espalda, golpeando el yelmo,Sin mirar, le responde:—«Amigo mió,JNo tienen tiempo que perder, hablandoLos que hoy aquí del Gavilán se ocupan.»—«¡Mala landre se coma, grita entoncesGerant exasperado, á ese malditoGavilán..., y á vosotros él . . . , cobardeBanda de espantadizos gorrionesQue sólo andáis del Gavilán piando!¿Acaso imagináis que debe el mundoSaber lo que acontece en vuestra aldea?¿Ni qué me importa á mí? Lo que me importaY tú me has de decir, si no estás loco,Como aquí todos parecéis estarlo, «*__Es dónde puedo hallar posada y dóndeEncontrar armas, armas, armas, armas...Para lidiar con mi enemigo... Pronto...Habla...»

El armero á esta embestida vuelveEl rostro y, viendo al Príncipe vestidoDe rica seda, sin soltar el yelmo,Todo turbado se levanta y dice:— «Perdonadme, señor: aquí mañanaTenemos gran torneo y no me alcanzaA la mitad de mi trabajo el tiempo.¡Armas pedís! ¡Por Dios! se necesitanTodas aquí. ¡Posada! no sé dóndeLa podáis encontrar, si no es en casaDel conde Iniol, en el castillo viejo,Al otro lado de aquel puente.» Y dichoEsto, comienza á golpear de nuevo.

VI.

Gerant de mala gana cruza el puenteY al llegar al castillo, encuentra al conde.Era grave su aspecto; ya de canasNevada su cabeza; su vestidoDe rica tela y de lujosa hechuraPero raido y deslustrado.

ViendoLlegar al joven Príncipe.—«Hijo mió,¿A dónde vais?», cortés le dice.

—«En buscaDe un hospedaje en que pasar la noche,»

Le responde Gerant.—«Entrad entonces,

Y con nosotros partiréis la humildeComida de esta casa, rica un diaY hoy pobre; pero siempre hospitalaria,»Le replica Iniol. Y Gerant dice:—«Muchas mercedes, venerable amigo;Y á condición que en vuestra franca mesaNo sirvan gavilán, prometo hacerleTodo el honor que cumple al apetito ^De doce largas horas á caballoY en ayunas.»

El conde suspirandoY á la vez sonriendo:—«Por más graveCausa que vos, le dice, aquí nosotrosAl gavilán, á ese ladrón, odiamos:Y así seguro, hasta de oir su nombre,Podéis estar, á no querer vos mismo.»

• VIL

Entra Gerant al patio del castilloY su corcel para pasar destrozaLas ásperas estrellas de los cardos,Que de las losas por las anchas grietasNacen espesos. Deplorable aspectoPresentaba la fábrica: partidoUn arco allí se ve, de rozagantesHeléchos festonado: allá caidaSe ve una torre, cual de erguida cumbreDesgajado peñasco y coronadaCual los peñas&os de silvestres flores:Y aislada más allá se eleva al aireCircular escalera, en sus peldañosEnseñando la huella de las plantasQue hoy no la huellan ya: pujantes yedrasLa abrazan en redor, con sus fibrososBrazos y trepan á formar un bosqueAllá en lo alto y por debajo asomanSus blancos troncos cual nudosos cuerposDe enlazadas culebras.

Mientras miraGerant estos destrozos, de repenteBrota por los abiertos agimecesDel salón del castillo, clara y dulceUna voz de mujer, la de la hijaDe Iniol, ENID. Y así como el viajero,Si al abordar á solitaria tierraOye el canto de un ave, piensa al puntoCómo será la forma y el plumajeDel ave aquella que tan dulce canta;

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Así pensó Gerant. Y cual sucedeA quien saliendo al campo en deliciosaPrimaveral mañana, oye en las aurasVolar suave la primera notaDe aquel canto carísimo á los pechosTiernos y enamorados, y suspendeSu trabajo ó su plática y exclamaO piensa.—«¡El ruiseñor!»—así aconteceCon la voz á Gerant que piensa al punto:—«¡Por la gracia de Dios! La voz que suenaEs la que busco yo!»

De la fortunaY de su rueda por extraño casoHablaba la canción y así decia:

«Haz tu rueda rodar, varia Fortuna,Hazla rodar por sombra ó resplandor:Hazla rodar que yo ni á tí ni á ella

Siento ni odio ni amor.Si tú la vuelves con voluble giro,No he de seguirla en su inconstancia yo:Si es pequeño mi hogar, étí cambio tengo

Muy grande el corazón.Rica, á tu risa sonreí algún dia;Pobre, á tu ceño sonriendo estoy;Bien puedes tú mudar; que yo inmutable,

Siempre la misma soy.Haz tu rueda rodar: sombra en las nubesTu rueda y tú para mi mente sois:Haz tu rueda rodar; ni á tí ni á ella

Siento ni odio ni amor.»

VIH.

—«¿Oís? dijo Iniol: por ese cantoDel avecilla, juzgareis el nido.Entrad, entrad.»

Y entrando en la ancha salaDe artesonado techo y de paredesDecoradas un tiempo, ve á una damaAnciana ya, vestida de brocado,Pero viejo y sin lustre; y junto á ella,Como gentil capullo, que entre mustiasHojas retoña, de carmín y nieve,La hermosa Enid, su hija, con raidoTraje de seda.

Y al mirarla piensaEn su interior Gerant lleno de gozo:—«¡Por la gracia de Dios! ¡esta doncellaEs la que ansiaba para mí!»

Callaron

Todos, excepto el conde, que así dijo:—«Enid, allá en el patio está el caballoDe este buen caballero: ve al instanteY átale en un pesebre y dale avena;Y ve después á la ciudad y compraCarne y vino; que alegres celebremosLa venida del huésped: pues muy grandeEs nuestro corazón, si muy pequeñoEs nuestro hogar.»

Enid partió: á seguirlaEl Príncipe se lanza; le detieneEl conde por la banda:—«No, hijo mío,Le dice; ¿á dónde vais? Mi noble casaNo consiente, aunque pobre, que á sí mismoSe sirva el huésped.»

Y Gerant, respetoSintiendo á la desgracia y la nobleza,No insistió más.

Enid ató el caballoEn el pesebre y le dio avena, y luegoFue á la ciudad, cruzando el puente, y vinoSeguida de un mancebo que traíaPara obsequiar al huésped vino y carne:Y ella traía dulces y en su veloEnvuelto blanco pan. Y como el fuegoDe la sala servía de cocina,Hizo allí de comer; y cuando estuvo,Paró la mesa y la sirvió; y sus padresY el Príncipe comieron, y ella, humildeY alegre, acudió á todo. Y encantadoGerant, más de una vez besado hubieraLa blanca y breve mano que cogíaPara servirle el vaso ó el trinchante.

IX.

Levantado el mantel, Gerant repuesto/De su fatiga y con el vino alegre,Seguía con los ojos á la hermosa,Noble sirviente, por doquier. De prontoAl conde dice:—«Pero en fin, yo os ruego,Conde y señor, queme expliquéis qué es esoDel gavilán. ¿Quién es? ¿Cómo se llama?Pero no, por mi fe: porque si acasoEs ese Caballero á quien he vistoHá poco entrar en el castillo, enfrenteDe la ciudad, su nombre, mal su gradoDe sus labios saber, juré en mi enojo.GERANT DE DÉVON soy. Esta mañanaLe vio la Reina y envió á su damaPara saber su nombre, y á un enano,

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Contrahecho, ruin, que del soberbioIba en pos, le pregunta; y el enano,Con su látigo hirió á la noble dama,Que se volvió llorando: y yo al inicuoJuré ojear hasta su albergue y luegoProvocarle á combate, y su soberbiaAbatir y su nombre de sus labiosSaber mal que le pese. DesarmadoEché tras él, pensando que en el pueblo \Podría encontrar armas; y me encuentroQue están locas las gentes, confundiendoEl rumor de su aldea con la olaQue retumba en el mundo; y ni atendermeQuieren siquiera.

Si sabéis, por tanto,Dónde hay armas, decídmelo; y si acasoVos las tenéis, prestádmelas mañana;Y á faz de todos rendiré el orgulloDe ese fiero y le haré decir su nombreY vengaré á la Reina.»

—«¡Conque tú eresGerant! exclama Iniol; ¡Gerant el fuerte,Cuyas hazañas por doquier se cuentan,¡Bien me pensaba yo cuando te víaPor el puente llegar, que algo muy grande

/fu aspecto revelaba!... Por tu trajeBien debí comprender que te sentabasA la Tabla redonda: y no atribuyasA lisonja mi hablar; mil y mil vecesMi hija me oyó alabar de tus heroicosHechos la historia, y la escuchaba ellaY otra vez la pedía: que tan grataEs la idea del bien á los que tienenEl alma noble y por desdicha sufrenMiseria y mal. Y ¡qué desgracia! nuncaUna doncella tuvo pretensoresTales cuales mi hija: fue el primeroEl vicioso Limours, que á toda horaCrápula y vino rebosaba; y ellaLe despreció y él se marchó muy lejos.Fue el otro mi sobrino, el maldecidoGavilán, mi enemigo, cuyo nombreJamás pronuncio, el cual tan malo y fieroEra, que nunca concederle pudeMi tierna hija; y el villano... ¡ah! ¡siempreEs el soberbio el más villano! esparceCalumnia vil, de que al morir sü padreDepositó en mis manos gran tesoroQue nunca quise devolverle: y compraA algunos de los mios y seduceA muchos en el pueblo, y una noche

Del cumpleaños de mi Enid, asaltaY saquea mi casa, y de mis tierrasMe priva y mi condado; y ahí enfrenteLevanta ese castillo, donde encierraY castiga á mis fieles; donde acasoYo hubiera muerto en hierros, si otra cosaDe mi sintiera que desprecio... Y tantoMi abatimiento es, que yo á mí mismoMe desprecio también, y no sé á vecesSi he obrado bien ó mal, siendo con todosPor demás indulgente; y no distingoSi cuerdo ó loco, si mezquino ó grandeHe sido: solo sé que cuantos malesDan sobre mí, con fortaleza sufro.»— ¡Biendicho, alma sincera!...; pero ¡armas,Armas!..., grita Gerant; que si á la justaVuestro sobrino acude, su soberbiaHe de humillar...»

Iniol responde.—«¡Armas!Armas tengo: aunque viejas y mohosas »—Son mías y son vuestras. Pero en vanoMe las pedís: en la cercana justaSólo pueden justar los caballerosQue traen á sus damas. En el pradoPonen dos altos pértigos; sobre ellosUna vara de plata, y en la varaPosado el gavilán, premio ofrecidoA la hermosura de la más hermosa.Y todo caballero que á la justaViene y quiere justar, para la damaQue trae consigo, el gavilán pretende.Y mi sobrino, manteniendo el campo,Justa con todos y hasta ahora siempreA todos ha vencido; que es muy diestroEn armas y muy duro. Y á su dama "*-»•Siempre regala el gavilán: por eso«El Gavilán» le nombran. Vos sin damaNo podéis, mal que os pese, entrar en campo.

Gerant, con la mirada refulgenteYacercándose al Conde:—«Oh, vuestra venia!Dice: ¡la venia de enristrar mi lanzaPor vuestra hermosa hija!, noble huésped,He visto mil bellezas: pero nuncaVi cosa igual... Si muero, nada importa;Limpio queda su nombre: y si por dichaLlego á vencer... ¡así me ayude el cielo!¡He de hacerla mi esposa!...»

El oprimidoCorazón de Iniol saltó en su pechoMejores dias augurando. BuscaEn torno suyo á Enid: pero ella, oyendo

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N.°60 L. GISBERT.-—EN1D, IDILIO DE TENNYSON. 263

Su nombre, se había ido: y él entoncesSe dirige á su esposa y con ternuraCogiéndole la mano, le decía:—«¡Es delicada cosa una doncella!Vé á descansar, pero refiere antesA Enid lo que has oido, y averiguaQué le parece el Principe.»

X.La madre

Asiente sonriendo, y va y encuentraA Enid ya desnudándose: la besaUna y otra mejilla, y en sus hombrosComo la nieve candidos, las manosPone, y la mira en los hermosos ojos;Y todo se lo cuenta, sondeandoSu corazón. Pero jamás hicieron —Las sombras y la luz en campo abiertoContraste igual, como en el dulce rostroDe Enid, rubor y palidez lucharonAl oir á su madre: lentamenteInclinó la cabeza (cual se inclinaUna balanza, si se añade el pesoGrano á grano), y la puso de su madreEn el seno amoroso, sin mirarlaNi hablar, absorta de temor y asombro;Y de allí se fue al lecho. Pero en vanoIntentaba dormir; la desvelabaVerse indigna de tanto; y cuando el albaSalió anunciando al sol, dejó su lechoY á su madre llamó, y á la praderaDonde el palanque de la justa estabaLas dos cogidas de la mano fueronY aguardaron al Príncipe y al Conde.

IX.Y llegaron los dos: y al ver GeranteA la divina Enid, que precedidoLe había, tal pujanza en sus nervudosBrazos sintió, que el gigantesco tronoDe ldris osara suspender, si el premioDe fuerza corporal la hermosa fuera.Las armas de Iniol enmohecidasTraía, y bajo de ellas revelabaSu gentileza y su poder.

Bien prontoCon sus damas andantes caballerosFueron llegando y numerosa turbaDe la ciudad. Y luego unos heraldosPonen el rico gavilán de oroSobre un varal de plata que apoyado

En dos erguidos pértigos se vía.Y sonó la trompeta: y el sobrino

Del conde habló á su dama:—«¡Oh,tú!ledice;La bella de las bellas; ven y tomaEl merecido prez que un año y otroConquisté para tí.»—«Detente, gritaCon recia voz Gerant; otra más dignaHay de ese prez aquí.»—

Con gran sorpresaY con mayor desden el caballeroSe vuelve y ve á los cuatro; y como lanzaFuego el volcan de Iule, así á su rostroLanzó fuego la ira que encendíaSu pecho y grita:—-«En buena lid vencermeDebéis, si tanto osáis...»

En rudo encuentroTres veces chocan y las lanzas rompen;Y echan pié á tierra, y las espadas sacanY se dan tales golpes, que el asombroEmbarga á todos: y de allá del muroDel castillo, volviéndolos el eco,Semejan recia lid que en sus merlonesLidian fantasmas.

Una vez y otraLa lucha empiezan, y una vez y otraFaltos de aliento, la suspenden: bañanSangre y sudor los fatigados cuerpos:El combate es igual, hasta que oyendoGritar á Iniol:—«Acuérdate del grandeInsulto hecho á la Reina!... RepentinoVigor siente Gerant; con ambas manosCoge la espada; furibundo golpeDe alto en bajo descarga á su enemigo,Y, hendido el yelmo, herida la cabeza,En ebfcuelo le tiende. Allí le poneAl pecho el pié, la espada á la garganta,Y le dice:—«¡Tu nombre!»

Y el caido—«Edirn, hijo de Nudd,» con cavernosaVoz le responde: confusión y rabiaAl decírtelo siento: han visto hombresMi caida: mi orgullo has humillado...»—«Edirn, hijo de Nudd, Gerant replica,Dos cosas has de hacer, si vivir quieres:Primera; tú y tu dama con tu enanoA la corte de Arturo iréis, y puestosDe hinojos, el perdón de vuestro insultoPediréis á la Reina, y el castigoQue ella os imponga, cumpliréis. Segunda:Bienes y honor has de volver al Conde.Estas dos cosas has de hacer ó mueres!»

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264 REVISTA EUROPKA .—48 DE ABRIL DE 4875. N.° 60

—«Ambas cosas haré; lo juro, diceEdirn; nunca vencido fui, y tú ahoraMe vences y me humillas, y en presenciaDeEnid...»—

Y levantándose, ambas cosasCumplió. Se fue á la corte, y fácilmenteLe perdonó la Reina, y en la corteSe quedó y odió el mal, y gran mudanzaHizo en sí mismo, y en la gran batallaDelante de su Rey murió lidiando.

LOPE GISBERT.

(Continuará.)

CONSIDERACIONES CRÍTICASSOBRE EL LIBRO TITULADO

GRITOS DEL COMBATEDE D. G. NUÑEZ DE ARCE.

Podrá disputarse cuanto se quiera sobre la de-cadencia en nuestro siglo déla poesía dramática,sobre la imposibidad de la epopeya heroica, sobreque la escultura, la pintura, y singularmente laarquitectura, no son ni pueden ser ahora lo quefueron en otros tiempos, á estas manifestacionesartísticas más favorables; pero todos tendrán queconvenir, como no estén ciegos ó discutan demala fe, en que la música florece hoy como nun-ca, y en que la poesía lírica del siglo XIX notiene rival sino en los cantos sagrados y primiti-vos de algunos pueblos de Oriente, y en las odasde Pindaro y de otros pocos poetas de la mejorépoca de Grecia.

Mil veces lo he dicho, pero no temo repetirmeafirmando una verdad, contradicha hoy por lapasión de los detractores de nuestro siglo: Fran-cia no tuvo jamás líricos superiores á Chenier, áMusset, á Lamartine y á Víctor Hugo; ni Alema-nia los tuvo superiores á Schiller, Goethe y Heine;ni Inglaterra á Byron, Moore, Shelley y tantosotros; ni Italia i Monti, Parini, Foseólo, Man-zoni y Leopardi; ni Portugal, á Garrett; ni Rusia,á Puschkin y Lermontoff; ni Polonia, á Miscki-wiez; ni España, por último, tiene nada superior,ni comparable siquiera, en lo estrictamente lírico,á mucho de lo que Quintana, Gallego y Espron-ceda han escrito, salvo algunas odas de fray Luisde León, dos ó tres canciones místicas de SanJuan de la Cruz y las coplas de Jorge Manrique.

Bien puede afirmarse que el siglo XIX ha aña-dido, ó si no ha añadido, ha cambiado de mudasen resonantes las más enérgicas y maravillosascuerdas de la lira, sin que por eso se hayan roto

ó se hayan aflojado las otras. El amor de la liber-tad política y la apasionada creencia en el pro-greso humano han hecho vibrar esas cuerdas queantes no existían, ó que resonaban apenas. Encambio, el sentimiento religioso, el deseo y la as-piración á lo infinito y eterno no han desapare-cido ni dejado de ser manantial riquísimo de poe-sía. Aunque no tuviéramos más que los himnossacros de Manzoni y los coros de Carmagnola yAdelchi, tendríamos lo bastante para competircon la poesía religiosa y católica de las genera-ciones pasadas, en quienes se supone mayor fe, áfin de denigrar á esta generación con la nota deatea, ó al menos de descreída.

Es más: entorpecida, si no atajada en su cursoy desarrollo, por la barbarie, anarquía y confu-sión de la Edad Media, la civilización cristiana nopudo desde luego dar todos sus frutos. Los prin-cipios regeneradores y salvadores del cristianismono pasaron del centro del alma del varón piadoso,que buscaba allí á su Dios, ni salieron fuera delhogar doméstico , donde santificaban la moralprivada: rara vez trascendieron á la vida pública;rara vez informaron el ser social y político de lospueblos, propendiendo á realizarse en institucio-nes y leyes. El corazón y la mente de los santoseran cristianos; el fuego de la caridad ardía enmuchas almas y se consumía en esfuerzos indivi-duales; en el seno de la familia, la religión eraluz, bálsamo y consuelo; pero la sociedad seguíaconstituida gentílica y bárbaramente. Las leyesromano-imperiales y las costumbres de los bár-baros del Norte eran su norma; á pesar del cris-tianismo, había esclavitud, servidumbre, tortura,duelos legales, suplicios espantosos y otros milhorrores. Han sido menester muchos siglos paraque la semilla que sembraron por el mundo losapóstoles, y que los mártires fecundaron y regaroncon su sangre, empiece á fructificar en las socie-dades; en las relaciones entre unos pueblos yotros; en las relaciones entre los gobernantes ygobernados; en la admistracion de justicia, en lapaz y en la guerra. Esto también, sentido ahora,y no sentido antes en la poesía, ha podido produ-cir, por ejemplo, el Canto de la campana, de Schi-ller, y el Himno á la Pentecostés, de Manzoni, que,no sólo no hubieran ellos acertado á componer,pero que nadie hubiera llegado á entender, encualquiera de las épocas anteriores, tan encomia-das por algunos.

Han dado en afirmar los materialistas y lostradicionalistas, porque los extremos se tocan,que pasó ya la edad de la fe y que vivimos en laedad de la razón: ya no hay ni poesía, ni creen-cias, ni filosofía siquiera; sólo ciencia experimen-tal es lo que debe privar y priva. Loa materialistas

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N.° 60 J. VALERA. CONSIDERACIONES CRÍTICAS. 265

y positivistas dicen esto en son de alta alabanza,como cantando un epinicio; los tradicionalistas,por el contrario, como quien entona trenos, la-mentaciones y nenias. En mi sentir, ni aquellostienen motivo para jactarse tanto de que triunfa-ron de la fe y de la imaginación, y hasta de lainspiración y de la especulación metafísicas, y deque ya no ha quedado más que el discurso induc-tivo; ni estos otros se quejan tampoco con funda-1: ento. En España, sobretodo, produce extrañoefecto esta queja. ¿Quién no ve que echar de me-nos en Español el fervor católico y hasta el archi-eatólico es quejarse de vicio, cuando, por el meroprurito de que seamos á la fuerza todos los espa-ñoles tan católicos, como suponen ellos que son,hay sesenta ó setenta mil hombres sobre las ar-mas, sosteniendo una guerra larga y sangrienta,y destruyendo, asolando y arruinando todo elpaís? ¿Todavía se quiere más fe? ¿Todavía se as-pira á más catolicismo? ¿ Todavía esto parecepoco? ¿Será menester que nos unamos todos losespañoles, formemos un ejército, vayamos á Ita-lia y restablezcamos el poder temporal del Papa?¿Convendrá que por virtud nuestra vea de nuevoJerusalem las banderas de los Cruzados?

¿Cómo he de negar yo que ahora hay ateos; queel materialismo anda muy soberbio con los ade-lantos recientes en las ciencias físicas; y que nofalta quien niegue, no ya sólo las religiones posi-tivas, sino la inmortalidad del alma y hasta laexistencia de Dios? Pero, ¿no ha habido todo estodesde el principio de la historia? El espíritu hu-mano, con más ó menos recursos, con más ómenos saber, adquirido por la meditación ó por laexperiencia, ¿no ha sido siempre víctima de lasmismas contradicciones? No parece sino que elpanteísmo, el materialismo y el positivismo na-cieron hace poco. Desde los primeros tiempos dela filosofía india ha habido panteistas y materia-listas. El bello ideal, el supremo bien de la reli-gión, que cuenta sobre la tierra, desde hace vein-te ó veinticuatro siglos, más millones de prosé-litos, es el Nirvana; la aniquilación ó la absorcióncompleta del cuerpo y del alma en el ser único ytodo. En Grecia hubo descreídos y ateos: los huboen Roma en la edad gentílica: y, desde la difusióny establecimiento del Cristianismo, ¿cuándo hanfaltado sectas de impíos, renegadores de Dios, ybrujos, adoradores del diablo ó del principio delmal, á pesar de las tenazas con que se les arran-caba la lengua á tirones, de las hogueras en quelos quemaban vivos, y del hierro y el fuego conque solían nuestros piadosos padres cauterizar elcáncer y cortar y extirpar los miembros gangre-nados, á fin de que las partes sanas no se inficio-nasen?

TOMO IV.

Estas reflexiones, hechas en mala prosa, notienen máa defecto que el de ser vulgares; el deestar ya tan repetidas y ser tan conocidas, quehasta vergüenza da de exponerlas; mas por esomismo no admiten impugnación, como no sea pormedio de sofismas insustanciales, donde luzcaquien los presente la agudeza y fecundidad de suingenio. Pero, si discurriendo prosaicamente es,en nuestro sentir, indudable la superioridad de lacivilización de ahora sobre las anteriores, para elsentimiento, para el espíritu poético puede habersus dudas. No es esto decir que el espíritu poéticoy el espíritu discursivo tengan ó deban tener cri-terios distintos, sino que ven las cosas por diver-sa manera; analizando el filósofo y haciendo dis-tinciones; el poeta en su conjunto y dejándosellevar de impresiones momentáneas. En esto últi-mo, ¿cómo negar que hay una falta de dialéctica?Pero esta falta es condición esencial de la poesía.El poeta que llenase sus versos de no obstantes ysin embargos; que viese el pro y el contra de todaslas cuestiones; que analizase y pesase con deteni-do y frió examen toda negación ó toda afirmación,sería un poeta insufrible.

Hay además otra disculpa ó justificación demás valer para el poeta y hasta para el filósofo,mal avenidos con lo presente. La moderación enlos deseos, el contentarse y aquietarse con poco,el darse por satisfecho y pagado con la realiza-ción de una pequeña dosis de ideal, será todo lorazonable que se quiera, pero no es poético. Lopoético es concebir tales esperanzas, forjarse tanalto ideal, soñar tanto bien y grandeza y alimen-tar en el alma tamañas aspiraciones, que, deltodo inadecuada la realidad presente, se renieguede ella, en nombre de un Paraíso, de una bien-aventuranza, de un estado de perfección, de unsiglo de oro, que tal vez se anhela realizar en lovenidero, mas al cual, si ha de dársele un pocode consistencia, importa prestar cierto ser vaga-roso y fantástico en algún período ya pasado dela historia de todo el humano linaje ó de la his-toria patria.

Por este lado, y considerada tal pasión de ánimocomo sentimiento poético, como venero cabalino,como estro, no sólo disculpo yo, sino que me essimpático y aplaudo hasta lo que llaman neo-ca-tolicismo. Las naciones decadentes, como nuestrapobre España, suelen forjarse fábulas para su pe-culiar consuelo; y así como, pongamos por caso,los antiguos bretones, vencidos y humillados porlos anglos, inventaron todo el ciclo fabuloso delrey Arturo, Merlin y los caballeros de la TablaRedonda, bien podemos nosotros, hacinando ma-teriales de glorias verdaderas, aunque harto de-cantadas ya, como Otumba, Pavía, Sagunto, Nu-

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maneia, Lepanto, y tantos otros trofeos que salená relucir de diario en periódicos, libros y discur- jsos, forjar, para nuestro deleite y entretenimientoen medio de tantas penas, un dechado de perfec-ción y ventura españolas, ó en tiempo de los Re-yes Católicos ó en tiempo de Felipe II, ó en tiempode Viriato ó de D. Pelayo, y tratar de renovarleahora, como soñaban los bretones que el rey Ar-turo, retirado en la isla de Avalon ó convertidoen cuervo, iba á volver también; ó como el vulgode Portugal ha soñado, durante mucho tiempo,que iba á volver D. Sebastian de África ó iba áfundar en Lisboa el quinto Imperio.

Aunque estos ideales, evocados de los tiemposremotos, tienen mucho de absurdo, han sido úti-les eon frecuencia y han contribuido á realzar elespíritu de las naciones. Los poetas, creyendo re-sucitar lo pasado, han creado lo porvenir ó lo hansuscitado, y lo han hecho salir del seno de lo po-sible, en virtud de sus poderosos conjuros.

Vencida Alemania por Francia, en sus guerrascontra el primer Napoleón, volvió los ojos á susHohenstauffen, á su Edad Media, á sus gloriasfeudales, y no fue Federico Barbaroja, sino Bis-mark, quien acudió á su conjuro. Italia, dividida,vejada, insultada y pisoteada por el extranjero,soñó, como Leopardi, con sus glorias pasadasgentílicas; fantaseó, como Gioberti, nuevos pon-tifiees patriotas y humilladores de los bárbaros, yá este conjuro no acudieron ni los Scipiones, nilos Fabios, ni los Gregorios VII, ni los Alejan-dros III, sino Cavour y Garibaldi. Asi podría tam-bién suceder con España, si Dios un dia se apia-dase de nosotros.

Kntre tanto, repito, que este soñar en las gloriaspasadas, y este rebajar también más de lo justola edad presente, tienen su plausible explicación.

Rl poeta además es muy inclinado á generali-zar, como el filósofo: y, si empieza, por ejemplo,á encontrar mal las cosas de su nación, en la po-lítica, será capaz de acabar por encontrarlo todomalo, por todos los órdenes y esferas de la civili-zación del mundo en el dia.

Ocurre, por último, que el poeta, asi en estesiglo como en otros, puede estar atormentado porlas dudas religiosas; y como su alma afectiva ne-cesita más que otras almas la fe en un bien su-premo y en sobrenaturales destinos, más allá deeste mundo, nace de esta contradicción entre suanhelo y su esperanza una inspiración poéticatristemente nobilísima; lo más patético y sublimeque en poesía lírica puede imaginarse.

Be dirá, y no nos atrevemos á negarlo, que di-cho género de poesía lírica desesperada es la másfrecuente en nuestro siglo, y se aducirá estocomo prueba de que nuestro siglo está más en-

fermo que los pasados; pero no poco puede y debealegarse en contra. En primer lugar, la modaquizás entre por algo en las quejas y lamentacio-nes: el convencimiento de que las dudas y el de-seo de la fe, luchando entre sí, producen el máspatético efecto, puede excitar el prurito escépticosentimental de. quienes poetizan; y por otraparte, hoy es dable hacer esto á mansalva, y casi,ó sin casi, agradando á los creyentes, por el vivodeseo que uno muestra de creer, aunque no crea,y por lo calamitoso y horrible que uno asegura,hasta con su propio martirio, que es el no creer;pero, en los tiempos antiguos, aunque se hubieralamentado y hubiera puesto el grito en el cielo elno creyente, no le hubiera valido, y, ganándose óno las simpatías de los inquisidores, ya le hu-bieran puesto á buen recaudo, y ya le hubierandado que sentir tormentos menos metafísicos ópsicológicos. Por consiguiente, el que entoncesandaba atormentado de la duda, se guardaba muymucho de decírselo á nadie, ni en verso ni enprosa, no fuera á verse atormentado por otro es-tilo más material y sensible.

Este negocio de la duda y de la fe es, no obs-tante, tan esencial, que conviene no pasar sobreél de ligero, por más que sea harto delicado detratar. Este negocio es la clave de todo.

Ya he dicho que no me conformo eon los queafirman que hubo uaa edad de fe, y que ahoravivimos en la edad de la razón. Ni los que lo can-tan como un triunfo, ni los que lo lloran comouna caida, logran convencerme. Yo no puedo creerque la imaginación, el sentimiento, la intuiciónpura de lo divino y de lo eterno y otras nobles fa-cultades y potencias del alma, estén en razón in-versa del recto juicio: yo no puedo creer que alcompás que los hombres van siendo más discre-tos, juiciosos é instruidos, van aprendiendo másper estudio y experiencia, y van explicándosemejor los fenómenos y apariencias de este univer-so visible, y descubriendo algunas leyes y esta-bleciendo algunas hipótesis, cuya verosimilitudse aproxima á la certeza, para comprender lascosas materiales, tales como son y hasta talescomo fueron, todas las otras prendas que ador-nan, hermosean y magnifican el alma humana,se sequen, marchiten y caigan, como las hojas ylas flores de un árbol cuando pasan la primaveray el verano, y llegan los frios y los hielos del in-vierno. Yo no puedo creer, en suma, que la poe-sía y el buen sentido, la razón y la fe, el cálculoy la imaginación, el sentimiento y el discurso, loideal y lo real, la tierra y el cielo, sean antitéti-cos; estén reñidos: y no otra cosa significa, ó nosignifica nada, eso de que pasó la edad de la fe yde que vivimos en la edad de la razón.

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N.°60 J . VALERA. CONSIDERACIONES CRÍTICAS. 267

Un escritor americano, Draper, ha compuestoun curioso libro sobre el desenvolvimiento del en-tendimiento de los hombres en Europa. Infiéresede su lectura, que la fe es como el motor, comola fuerza impulsiva de las civilizaciones. Tienenlos pueblos un ideal, que va delante de ellos cualcolumna de luz que alumbra y guia en el caminodel progreso; pero este ideal se para, se extingue,se apaga, se consume y se apura al fin. Cuandoda cuanto tiene que dar de sí, cuando se realizaen lo posible y se deshecha en lo imposible, elideal se acaba: concluye el movimiento, pasa laedad de la fe, y llega el estancamiento y la edadde la razón fría. En la China hace siglos queconsumieron ya su ideal, que sacaron de él cuantohabia que sacar, y que por lo tanto se han pa-rado y estacionado en la edad de la razón china,que así como el ideal chino, era menos pro-funda y grande que la razón y el ideal de los pue-blos de Europa; pero nuestro ideal también pe-recerá, según Draper; nuestro ideal está dandoya las boqueadas; y entonces, cuando acabe demorir, será Europa una especie de China, in-dustriosa, fría, materialista y sin creencias. Lospoetas, los místicos y los metafísicos rezagados,que se queden por aquí, si se aburren y desespe-ran demasiado, podrán abrirse el vientre, comohacen algunos mandarines.

Draper me divierte y no me pone miedo. Suextinción de lo ideal me asusta menos y me pa-rece menos probable que la extinciun de este solque nos alumbra.

Más recelo me inspiran, por ejemplo, algunosingenieros de minas, á quienes he oido calcularque, para dentro de unos cuantos años, consumi-remos, al paso que vamos, todo el carbón fósilque hay en el globo. ¿Con qué nos calentaremosentonces? ¿Con qué andarán los trenes de los ferro-carriles? ¿De dónde sacaremos el gas para el alum-brado? ¿Nos quedaremos parados y á oscuras1? Per-siste, con todo, poquísimo este temor en mí.Pronto me persuado de que, antes de que se gastela hulla, ha de descubrirse otro medio de mover,otro combustible y otro cuerpo luminoso, máscómodos, más enérgicos y más baratos. Casi meda lástima de los infelices que posean y laboreenpara entonces las miníw> de carbón, porque nohabrá quien se les compre y quebrarán sin reme-dio. Así del ideal. Si hubiese uno, determinado ydistinto, que pereciera, antes de su muerte ten-dríamos otro superior para reemplazarle, y losúnicos dignos de compasión serían los que labo-reasen y beneficiasen la mina del ideal antiguo,que, ya fuera de uso, nadie buscaría ni pagaría.

Tranquilicémonos, pues, hasta dentro de estahipótesis de la próxima muerte de un ideal; pero

creamos mejor que el ideal no muere; que setoma por muerte lo que es crecimiento, sublima-ción, virtud elástica, con la cual se extiende y en-sancha, para que en él quepa con holgura todo elpensamiento humano, experimental y especulati-vo, práctico y teórico, que ha crecido y se ha en-sanchado también.

Las anteriores reflexiones y otras muchas, queomito para no pecar de cansado, se me agolpanen la mente al leer el precioso tomo de poesías,que con el título de Gfiíos del Combate, acaba depublicar un amigo querido.

Impenitente, como yo, de la revolución, se des-ahoga ahora publicando sus quejas y dejando en-trever algunos de los motivos que, á su ver,contribuyeron á que la revolución tuviera tanvergonzoso y miserable remate. El poeta, desen-gañado y afligido, no quiere acrecentar su desen-gaño y su aflicción, hallando tales motivos en pe-queneces y ruindades, sino en razones elevadas yde alta trascendencia. Por esto, sin duda, tiendeel azote terrible de su sátira contra el descrei-miento de la edad presente; y, en vez de tronarsólo contra las malas pasiones, envidias, tonte-rías y torpezas de nosotros mismos, los revolu-cionarios, maltrata á Darwin y maldice á "Vol-taire, que tal vez de nada tuvieron la culpa; perolo que más importa es que el ilustre poeta donGaspar Nuñez de Arce no se arrepiente, á pesarde todo, y sigue siendo un hombre de nuestro si-glo, creyendo en la libertad y amándola, y cre-yendo también y esperando en el progreso hu-mano, por más que afirme, en el Prefacio de su li-bro, que la cuerda de la esperanza no resuena ensu lira.

En efecto, si esta civilización complicada, ana-lizadora, pronta á examinarlo todo y á negar loque no presente pruebas de ser cierto, tuviese laculpa de los males que nos abruman, ¿por qué lospueblos, donde esta civilización es más activa yva más adelante, no habían de ser los más infeli-ces? Inglaterra, patria de Darwin, y Alemania,patria de Haeckel, Büchner y Moleschott, al ladode los cuales Darwin es un doctrino, en punto ámaterialismo, debían de ser los países más agita-dos, decaídos y lastimosos de la tierra; á no serque entendamos esto como entendían en la antigüedad clásica la fábula de los Hiperbóreos. LasMontañas Biféas eran cuna de vientos y de tem-pestades: de allí salían los frios que engendrabanel hielo y que arrancaban las flores, volando pordiversas comarcas; pero, entre tanto, al pié pre-cisamente de las tales Montañas Riféas, de dondebrotaba tanto mal, vivían felices los Hiperbóreos,en una perpetua primavera, gozando de largavida, paz y contento, entre danzas, músicas y

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festines, y muy queridos de Apolo y de otrosdioses.

Al decir esto, no pretendo yo impugnar las doc-trinas del Sr, Nuñez de Arce. Pudiera acusárse-me hasta de mala fe, si tal hiciera. Así como esridículo entrar sólo con el rastrero sentido comúná juzgar, decidir y contradecir á los sacerdotes yhierofantes, en el austero y sagrado templo de lametafísica; así también sería ridículo que, arma-dos de la dialéctica vulgar, con espíritu ergotistay disputador, pidiésemos cuenta al poeta de susaltos sentimientos, y nos pusiésemos á argumen-tar con él, ora en forma, ora en materia, pararefutar lo que nos parece que resulta de sus can-tares, reduciendo sus ayes y suspiros á proposi-ciones y teoremas, y sus clamores briosos y susñoridos conceptos á secos silogismos. La pasióndel poeta tiene su valor científico; hasta sus hi-pérboles son exactamente verdad, aun para losespíritus menos apasionados: responden á unaexi-gencia, á un estado del alma humana; pero de estono se puede juzgar con el mismo criterio con quese juzgaría un tratado en prosa sobre cualquieraciencia. El poeta, además, no tiene que responderal critico de sus opiniones, sino de la belleza desus obras, de la sinceridad de su entusiasmo y dela elevación moral de sus propósitos. En suma, elpoeta no tiene que responder de más, sino de quees poeta. Probado esto, y el Sr. Nuñez de Arce loprueba hasta la evidencia en su tomo de Poesías,el poeta, como dice Enrique Heine al encomiar ánuestro compatriota Jehuda ben Leví de Toledo,«es un Rey irresponsable del Reino del Pensamien-to: sólo á Dios tiene que dar cuenta y no al pue-blo, quien puede matarle, pero no juzgarle. Estepoeta por la gracia de Dios se llama Genio, ycomo la mayor excelencia es dicha gracia, el quela tiene no puede pecar. Dios, al crear su alma,satisfecho de su obra, besó el alma hermosa, y eldulce eco de aquel beso palpita desde entonces encada uno de sus cantares.»

Siendo esto así, es evidente que no debemosdisputar con el Sr. Nuñez de Arce; pero los mi-nistros responsables del poeta son los que tratanluego de interpretar sus creaciones en provechode sus ideas, y contra éstos no podemos menosde disputar. Queds sentado, pues, que aun supo-niendo que tales ó cuáles ideas, contrarias á lasnuestras, predominasen en las obras de estepoeta, no por eso dejaría de ser sinceramente ad-mirado por quien esto escribe. Por cierto que na-die dista más que nosotros de la sombría desespe-ración de Leopardi, de su ateismo, de su despreciohacia la moderna civilización, de su horrible de-sengaño de todo; y nadie, no obtante, le admiramás y reconoce mejor que ese mismo espíritu, el

cual se complacía sólo en evocar lo pasado remo-to, en desdeñar lo presente y en desesperar de loporvenir, ha contribuido poderosamente al rena-cimiento político de la Italia unida y regenera-da. Ojalá que los versos del Sr. Nuñez de Arcesurtan, como pueden, un efecto parecido en nues-tra España.

La elegancia, el brio, la corrección y el inspi-rado acento de dichos versos están sobre todoencomio. ¿Qué podremos añadir en su alabanzaque no se haya dicho ya? Tenemos que hablar delfondo, y dar la forma por bastante juzgada y ce-lebrada.

Lo que ante todo se nos ofrece al pensamiento,es que Nuñez de Arce es más verdadero, más sen-tido, más profundo, más poeta, en suma, en lossoliloquios, que en las peroratas: cuando hablaconsigo mismo, que cuando al pueblo se dirige.En el primer caso es poeta puro: en el segundocaso enturbian un si es no as la pureza poéticaciertos dejos y resabios del polemista político:hay alguna exageración afectada. Infiérese de lodicho, que preferimos á Nuñez de Arce comopoeta sujetivo. La aflicción de su espíritu, lapérdida de su fe, el dolor desesperado que estapérdida le causa, sus dudas y vacilaciones, losligeros asomos de esperanza que iluminan á veceslas tinieblas de su espíritu, todo está descrito connaturalidad y con sencillez, que no excluyen lomajestuoso y grande, antes son indispensablecondición de lo sublime.

En casi todas las poesías de que se compone eltomo hay ejemplos de esta verdad: en casi todasvuelve el poeta sobre su alma, y la examina, y lajuzga, y siente la herida que en ella tiene y lolamenta.

Llamo al cielo y está mudo,Busco mi fe y la he perdido,

dice en una composición.

¿Qué busco? ¿A dónde voy? ¿Por qué he nacidoEn esta edad sin fe?

exclama en otra. La única Musa, que supone quevive en esta edad, es la del análisis, y contra elladesencadena toda su ira:

Esa Musa fatal y tentadoraEn el libro, en la cátedra, en la escena,Se apodera del alma y la devora.¡Si á veces imagino que envenenaLe leche maternal! En nuestros lares,En el retiro, en el regazo tiernoDel amor, hasta al pió de los altaresNos persigue ese aborto del infierno.¡Cuántas noches de horror, comigo á solas,Ha sacudido con su soplo ardienteLos tristes pensamientos de mi mente,Como sacude el huracán las olas!

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6D 3. VALEHA. CONSIDERACIONES CRÍTICAS. 269

¡Cuántas, ¡ay! revoleándome en el lecho,He golpeado con furor mi frente,He desgari ado sin piedad mi pecho,Y entre visiones lúgubres y extrañasSu diente de reptil, áspero y frió,He sentido clavarse en mis entrañas!¡Noches de soledad, noches de hastío,En que lleno de angustia y sobresalto,Se agitaba mi s>ér en el vacío,De fe, de luz y de esperanza falto!

Esta esperanza, de que el poeta se supone falto,acude á consolarle en ocasiones; y en mi sentir,por más que crea lo contrario el mismo Nuñez deArce, él es más poeta cuando espera que cuandodesespera. Así nos prometemos, que en composi-ciones futuras, y dando mayor consistencia á Jasvisiones y ensueños de su esperanza, mereceráaún mayor lauro.

¡Quién sabe! Aunque las densasTinieblas nos envuelven,No eres eterna, ¡oh noche!¡Dolor, no duras siempre!

La esperanza, por desgracia, no es hasta ahoraen las poesías de Nuñez de Arce, sino como relám-pagos fugitivos. La duda y la desesperación sonel estado más permanente de su corazón y de suconciencia. ¿Qué es para él la vida?

El sueño de un momento;Onda que pasa, sombra que se aleja,Ave tímida y muda que no dejaNi el rastro de sus alas en el viento.

De todos estos soliloquios no hay ningunodonde el poeta raye á más altura que en el titu-lado Tristezas. Desmayado y flojo seria cuantoencarecimiento hiciéramos en alabanza de estacomposición, la más natural, la más sencilla, lamás sincera, la más espontánea, y por consi-guiente lamas bella del tomo. Se diría que el arteacudió invisible á tejer estos versos, según todassus reglas más sabias, sin que el poeta, llevadosólo de su inspiración, notase el esfuerzo queaquel numen hacía. Toda la composición debieracitarse como dechado. Citaremos sólo algunas es-trofas por no alargar por demás este artículo.

¡Oh anhelo de esta vida transitoria!¡Oh perdurable gloria!¡Oh sed inextinguible del deseo!¡Oh cielo, que antes para mí teníasFulgores y armonías,Y hoy tan oscuro y desolado veol

Ya no templas mis íntimos pesaros,Ya al pió de tus altares,Como en mis años de candor, no acudo.Para-llegar á ti perdí el camino,Y errante peregrinoEntre tinieblas desespero y dudo.

Voy espantado sin saber por dónde;Grito, y nadie respondeA mi angustiada voz; alzo los ojosY á penetrar la lobreguez no alcanzo;Medrosamente avanzo,Y me hieren el alma los abrojos.

Hijo del siglo, en vano me resistoA su impiedad, ¡oh Cristo!Su grandeza satánica me oprime.Siglo de maravillas y de asombros,Levanta sobre escombrosUn Dios sin esperanza, un Dios que gime.

¡Y ese Dios no eres tú! No tu serenaFaz, de consuelos llena,Alumbra y guia nuestro incierto paso.Es otro Dios incógnito y sombrío:Su cielo es el vacio,Sacerdote el error, ley el acaso.

¡Ay! No recuerda el ánimo suspensoUn siglo más inmenso,Más rebelde á tu voz, más atrevido;Entre nubes de fuego alza su frente,Como Luzbel, potente;Pei'o también, como Luzbel, caido.

A medida que marcha y que investiga,Es mayor su fatiga,Es su noche más honda y más oscura,Y pasma, al ver lo que padece y sabe,Cómo en su seno cabeTanta grandeza y tanta desventura.

¡Sálvanos, Cristo, sálvanos, si es ciertoQue tu poder no ha muerto!Salva á esta sociedad desventurada,Que bajo el peso de su orgullo mismoRueda al profundo abismo,Acaso más enferma que culpada.

Todo esto, sentido con honda sinceridad, estáexpresado con energía y belleza.

De los versos, donde el poeta es objetivo (y per-mítasenos abusar algo del vocablo ya que tan enmoda está), no podemos hacer tanto elogio. Hayen ellos, sin embargo, cualidades excelentes quedescubren siempre al egregio poeta.

Subdividiremos este linaje de versos en dosclases; permitiéndonos llamarlos, para que nosentendamos, á los unos de peroración, y de nar-ración y descripción á los otros. Entiéndase queesta división y esta subdivisión no son tan ma-teriales que valgan para colocar tal canto en ungéuero, y tal otro canto en otro. A veces hay enel mismo canto los tres géneros, que son comotonos ó modos diferentes de la misma lira.

Aun aquí, en esta nueva subdivisión de laspoesías objetivas, en narrativas y descriptivas, yen amonestatorias, prefiero la primera clase. Lafantasía del poeta suele campear en ellas sobera-namente, sobre todo en la composición titulada

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Miserere, quizás la mejor del tomo, después deTristezas.

En cuanto á lo amonestatorio ó en cierto mododidáctico, ya he indicado los defectos que encuen-tro. Toda amonestación, si no se limita á lugarescomunes, tiene que fundarse en ciencia, y la cien-cia es hoy harto compleja para que quepa en poe-sía. Los poetas gnómicos florecieron allá en losprimeros albores de toda civilización; pero no yacuando el saber se ha reducido á sistema y mé-todo. Esto no quita que aun ahora la poesía sigaenseñando; que. aún podamos decir de ella conHoracio:

Dictse per carmina sortea,Et vite mostrata via esl.

Pero esto ha de ser de más alta manera: casisin que lo sienta ni lo quiera el cantor inspirado,movido, poseído del numen, lleno de aliento fatí-dico y rompiendo en vaticinios y profecías.

No se niega aquí que á veces hay algo de estoen la parte amonestatoria de las poesías de Nuñezde Arce; pero á veces también, por vehemente yapasionado que sea su tono, no traspasa los lími-tes de una discusión, de una polémica con los lec-tores, acerca de política ó acerca de otras cien-cias, donde se prescinde de lo más esencial y sólose toca algo de secundario, que se presta más á lopoético y puede herir la imaginación de los lec-tores con mayor viveza.

Sirva de ejemplo la composición A Darwin. Siimporta al intento del poeta, le es lícito atribuiral naturalista inglés todos ios errores y dislatesimpíos del transformismo ó darwinismo, que enDarwin personifica. Sobre esto no le escatimamoslicencia alguna. Lo malo es, que la índole mismado; una composición lírica no consiente refutar enella lo más esencial de la mala doctrina. Lo másesencial apenas está indicado, cuanto menos re-futado. Rl poeta se divierte en burlarse de que sepiense que descendemos del mono, que es lo me-nos importante de la cuestión. Pero ¿obra ó no lamateria en virtud de una fuerza viva y eternaque en ella hay; y sin fin, ni propósito, ni inteli-gencia, ni voluntad, á puro trasformarse por se-lección natural y por lucha por la subsistencia,crea seres inteligentes y libres, siendo ella fatal yciega? La cuestión capital es esta: la cuestióncapital es una cuestión metafísica que jamás seresolverá, ni en el anfiteatro, ni en el laboratorio.Por lo demás, que el hombre, en cuanto participade la naturaleza animal, fuese inmediatamentehecho por Dios, con un poco de barro, ó que Diosmismo quisiese hacerlo aparecer sobre la tierraen el debido momento, pasando antes su serplástico, su forma material en germen, por otros

mil organismos menos perfectos, es cuestión mássecundaria, que en lo trascendental sólo afecta alsentido é interpretación que deba darse á dos ótres versículos del Génesis. Ya sabemos que entreel hombre y el más perfeeto de los animales haytal distancia, que muchos naturalistas han divi-dido la naturaleza en cuatro reinos en vez detres, separando así el reino animal del reino hu-mano: que para enlazar la cadena ascendente delos seres tienen los trasformistas que fingir uno óvarios eslabones entre el gorilla ó el chimpancéy el hombre, imaginando los pitecántropos, losantropiscos ó los átalos; en suma, que la tal pro-cedencia dista mucho de estar probada. Poro auncuando no fuera así, aun cuando se probase porexperimentos y observaciones que proveníamosdel mono, y el mono del cangurú, y el cangurúdel lagarto, y el lagarto de una célula, ¿estaríapor eso demostrado que Dios no existe, y que nolo hizo todo en virtud de cierta idea, y con nú-mero, medida y propósito sapientísimo y firme-¿Se demostraría por eso que el pensamiento esuna secreción de fósforo, y que Dios no infundióen nosotros una alma inmortal hecha á su imageny semejanza, cuando nuestro organismo llegó áser digno templo y noble y hermosa mansión,aunque pasajera y caduca, de un espíritu que nomuere? Pues qué ¿hemos de hacer que dependanlas verdades metafísicas, los dogmas religiosos,la filosofía fundamental y la teodicea, del resul-tado empírico de los trabajos de un geólogo óde un zoólogo; de lo que diseque el bisturí ó sal-ga de la retorta? ¿Con tan pocos alfileres hemosde tener prendida nuestra ciencia a priori ónuestras creencias en la revelación divina? Paradestruir nuestra fe en Dios, nuestro convenci-miento de que hay alma, dotada de conciencia,libre, responsable de sus acciones, capaz decomprender la moral y el derecho, y obligada ácumplir los deberes que Dios ha grabado en loprofundo de su ser, no basta la hipótesis deDarwin de que descendamos del mono, aun supo-niendo que se demostrase cerno verdad. Resulta,pues, una hipérbole desmedida, con que da fin lacomposición A Darwin, la cual es falso que con-mueva; no conmueve cou saludable terror, pormás que guste y sorprenda y deleite como inge-niosa y chistosa declamación retórica. Apenas sedivulga que descendemos del mono, las muche-dumbres humanas quieren imitarle: desconocen áDios, sacuden el yugo de la ley, niegan la pro-piedad y la patria, y pegan fuego á las ciudadespopulosas y magníficas. Los déspotas y los tira-nos acuden entonces, y como ya el hombre no sedeja guiar déla razón, doman con el hierro, y conel fuego también, su hambrienta rabia de fiera.

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N.° 60 J . V A L E R A . CONSIDERACIONES CRÍTICAS. 271

Como estilo brillante, como chiste acerado enla ironía, la composieion A Dartoin es, en verdad,un modelo acabadísimo. Tiene además estrofasen que, ora burlándose discretamente de la ideade que procedemos del mono, ora elevándose ánobles y melancólicas consideraciones, el Sr. Nu-ñez de Arce llega á no menor altura que en lomejor que de él hemos citado con encomio. Ladiferencia está en que en esta composieion, másque en ninguna otra de las amonestatorias, hayalgo de contraproducente que apesadumbra. Lacólera contra Darwin, justa si se afirma que Dar-win es materialista y ateo, estriba en que niegaal alma inmortal y á Dios, fundamento de la dig-nidad humana, de la cual debemos ser muy celo-sos; y, con todo, esta dignidad, esta grandeza denuestros destinos, está, para el poeta, menos quependiente de un cabello: casi de nada depende quetodo se lo lleve el mismo diablo. Basta casi queun zoólogo nos salga con la invención de que pro-cedemos de las ñeras, para que nos convirtamosen fieras. Basta prestar oido atento á una lecciónde uno de esos naturalistas, y que la creamos,para que incendiemos las ciudades y hagamosmil hechos atroces, si los déspotas y los tiranosno lo impiden. Se advierte en esto profunda des-confianza del poder benéfico de nuestra civiliza-ción, poca fe en lo que ya ha adelantado el génerohumano y hasta cierta inclinación misantrópicaá juzgar radicalmente malas alas muchedumbres.

No es menester cre'r que venimos del mono,para creer que el hombre puede haber sido peorque una fiera, olvidado de la nobleza de su origenespiritual, y sin el auxilio de la fe y de la ciencia;pero, ¿cómo creer que esta degradación, estavuelta al estado selvático, esta epidemia de ata-vismo, este olvido de todo lo bello, lo bueno ylo justo, ha de ocurrir de repente, porque á Dar-win, ó si se quiere, á Büchner ó á Haeckel, se lesantoje disparatar?

Pedro de Cieza, en su Crónica del Perú, citadopor un poeta más misántropo que Nuñez de Arce,por el famoso Leopardi, cuenta lo que sigue: «Loscaciques de estos valles buscaban por las tierrasde sus enemigos todas las mujeres que podían,las cuales, traidas á sus casas, usaban con ellas,como con las suyas propias, y los hijos que na-cían los criaban con mucho regalo, hasta quehabían doce ó trece años, y de esta edad, estandobien gordos, los comían con gran sabor, sin mi-rar que eran su sustancia y carne propia; y deesta manera tenían mujeres para solamente en-gendrar hijos en ellas para después comer.» Lacita se extiende después en pormenores no menosrepugnantes, que omitimos. Baste lo citado paraver que, sin confesar por nuestro abuelo al mono,

tenemos que confesar que estos indios, hermanosnuestros, hacían cosas que tal vez los monos ja-más hicieron; comerse á sus hijos y aun engen-drar hijos y cebarlos con el propósito deliberadode comérselos cuando creciesen y engordasen.¿Se ha de seguir de aquí, que, adquirida estanoticia, debemos dar un salto por cima de veinteó treinta siglos que llevamos de civilización, éimitar á los caciques de que habla Pedro de Cieza?

¡Ah! no: perdónenos el Sr. Nuñez de Arce, aun-que en esta censura hayamos estado severos, yaún si él nos cree injustos. Salvo en raros mo-mentos de amargura, el Sr. Nuñez de Arce tienefe como nosotros en el pensamiento humano, yama su libertad, cierto de que, ni en sus mayo-res extravíos, podrá llevarnos, si permanece li-bre, á la degradación ferina y al estado salvaje,adonde sólo puede conducir la servidumbre pro-longada, irrealizable ya en nuestra edad y en elconcierto de las naciones europeas. Él mismo lodeclara en estos elocuentes versos, que son unaprofesión de fe, donde rechaza hasta las verdadesmás salvadoras, si es que por fuerza quieren im-ponérselas:

Mas no porque condeneEsos, que errores de la ciencia juzgo,Para extirparlos pidoEl auxilio sangriento del verdugo.

Impuestas por la fuerzaO por la vil superstición del vulgo,Odiosas me seríanLa verdad y la fe que ansioso busco.

Hijo soy de mi siglo,¥ no puedo olvidar que por el triunfoDe la conciencia humana,Desde mis años juveniles lucho.

Por bárbaro rechazoDe la brutal intolerancia el yugo,Y quiero en campo abierto

\% Libremente luchar con el absurdo.

Si no nos hubiésemos detenido tanto en exami-nar en conjunto el volumen de poesías tituladoGritos del Combate, y en exponer las ideas y refle-xiones que su lectura nos sugiere, iríamos ahoraanalizando y estudiando una á. una cuantas com-posiciones encierra, pues todas son refulgentes yprimorosas joyas por la elocución, por la ga-llardía del estilo, por la propiedad y viveza delas imágenes y por la llama poética de inspira-ción que las animan y avaloran.

El temor de fatigar al lector, y nuestra propiafatiga, no ya el que consideremos agotado elasunto, es lo que nos obliga á terminar, salu-dando con sinceridad y alegría al Sr. Nuñez deArce como á un excelente poeta lírico, en estesiglo en que es quizás más difícil serlo, por lomismo que hay tantos buenos con quienes com-petir, ó á quienes eclipsar.

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272 REVISTA EUROPEA. 1 8 BE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 60

Como poeta narrativo, da el Sr. Nuñez de Arceno inferior muestra de sí en el citado volumen.La leyenda ó tradición Raimwido Lidio, en enér-gicos tercetos dantescos, tiene trozos bellísimos.

De las ideas políticas que, así en el elegantePrefacio, como en muchas composiciones, emiteel Sr. Nuñez de Arce, no queremos hablar deteni-damente por varias razones, y entre otras, por nohacer interminable este artículo, que damos aquípor concluido.

J. VALERA,de la Academia Espafiola.

DE LA CONSTITUCIÓN DE LA FAMILIA.

En la noche del miércoles pasado se terminaron lasdiscusiones de la sección de Ciencias Morales y Polí-ticas del Ateneo de Madrid acerca de la constituciónde la familia, pronunciando el presidente de dichasección, D. José Moreno Nielo, un discurso donde re-sumió el debate, y al propio tiempo expuso sus perso-nales opiniones, enteramente contrarias á la legisla-ción que establece el matrimonio civil y á las ideas fa-vorables al establecimiento del divorcio, manifestadasy defendidas por algunos oradores, pues en su con-cepto el derecho canónico ha dicho la última palabrado perfección, afirmando la absoluta indisolubilidaddel lazo conyugal.

La elocuencia del Sr. Moreno Nieto, reconocidapor todos los que tienen el gusto de escucharle, no ne-cesita el tributo de nuestro aplauso; y esto es lo únicoque debemos decir en cuanto á la forma de su últimodiscurso; en cuanto al fondo, en cuanto á la doctrinasustentada por el Presidente de la sección de CienciasMorales y Políticas del Ateneo de Madrid, limitándonosal presente á ser meros cronistas, excusamos todocomentario, sin que esto se pueda ni deba entendercomotácita aprobación de sus dogmáticas afirmaciones.

Heducido, pues, nuestro propósito á presentar aquíun brevísimo resumen de los debates que acaban detener lugar en el Ateneo matritense, comenzaremosdando á conocer el tema puesto á discusión, el cual sehallaba redactado en los términos siguientes:

«¿Qué medios deben emplearse para precaver losmales que amenazan á la familia, en los tiempos pre-sentes? ¿Será necesario y conveniente introducir enella alguna reforma? ¿Podrá mejorarla, como algunospretenden, el establecimiento del divorcio y la lla-mada emancipación de la mujer?»

En la discusión de este tema han tomado parte losseñores Tubino, Revilla, Rivera Delgado, Charrin,Pisa Pajares, Azcárate, Galvete, Perier, Rico y algúnotro de cuyo nombre no queremos acordarnos en elmomento presente. Como era de esperar, ninguno delos oradores citados ha tratf.do de cortar el nudo gor-

diano del problema que se discutía, mostrándose par-tidarios de la abolición de la familia por medio de lacomunidad de mujeres, según proponía Platón en sufamoso libro La república, ni tampoco del amor libre,según lo defienden algunas modernas escuelas socia-listas. Todos los oradores del Ateneo han aceptado lafamilia, constituida por medio del matrimonio, comobase necesaria del organismo social.

Aún ha habido otro punto en que han convenidotambién todos los oradores del Ateneo, admitiendo laindisolubilidad como el ideal á que debe aspirarse enla anión conyugal.

Pero de aquí en adelante cesa ya la unanimidad deopiniones en la discusión que estamos reseñando. Deun lado ha aparecido la tendencia que con enteraexactitud pudiera llamarse neo-católica, que se em-peña en desconocer la intervención que el Estadodebe ejercer en la constitución de la familia (sin salirde su esfera propia, la realización del derecho), y poreste camino llega á considerar el matrimonio civilcomo la proclamación de un concubinato legal. Hemosdicho que á los que así opinan bien so les puede ape-llidar neo-católicos, pues el catolicismo tradicional hareconocido siempre el elemento de contrato civil queforma parte del matrimonio, y ha dicho que el sacra-mento del matrimonio se realizaba mediante la librevoluntad de los contrayentes, y que el párroco sólotiene el carácter de un testigo calificado.

Dada la distinción que existe en el matrimonio comosacramento y como contrato; sabiendo que el matri-monio considerado como contrato tiene su fundamentoen el derecho natural, pues existe bajo esta forma,«ab initio mundi y se halló entre Adán y Eva,» se-gún nos dice el P. Lárraga en su Prontuario de teo-logía moral, es evidente que en los pueblos dondehaya libertad de cultos, ha de haber también una leyrelativa á la constitución de la familia, la ley del ma-trimonio civil.

Claramente se deduce de lo que acabamos de decir,que en la discusión del Ateneo de Madrid los partida-rios de que sólo exista el matrimonio religioso, hanencontrado graves dificultades para hallar valederasrazones en que fundar su opinión, por más que segúnel dictamen de cierto académico, baste la índole pro-pia de la lengua española para evitar que el matri-monio civil tome carta de naturaleza en la legislaciónde nuestra patria.

Pero el punto que mayor controversia ha suscitadoentre los oradores del Ateneo, ha sido el relativo á sidebe ó no establecerse en la ley la existencia del di-vorcio, con la facultad de contraer nuevas nupcias álos cónyuges separados. Meros narradores de estosdebates, expondremos sin conentarios los razona-mientos generales en que han fundado sus opuestasopiniones los partidarios y los adversarios del divor-cio absoluto, comenzando por los de estos últimos.

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N.° 60 EL REALISMO EN EL ARTE DRAMÁTICO. 273

Han dicho los que se oponen al establecimiento deldivorcio, que el matrimonio considerado en el ordenreligioso es indisoluble, por haberlo prescrito así Je-sucristo cuando, después de manifestar el origen di-vino de la unión conyugal, añadió: «No separe, pues,el hombre lo que Dios juntó.» Que en el orden socialla disolubilidad del matrimonio produciría el desbor-damiento de las pasiones sensuales, y como conse-cuencia el relajamiento de todos los vínculos queforman la familia. Y por último, que e! divorcio esatentatorio al derecho que tienen los hijos al amparo yá la educación moral, que sólo pueden recibir en elseno de la familia.

A estas tres razones han contestado los defensoresde la disolubilidad del matrimonio, que en lo que tocaá los sagrados textos, Jesucristo admitió con toda cla-ridad el divorcio por causa de adulterio, pues en elcapítulo XIX del Evangelio de San Mateo se lee lo si-guiente: «Y se llegaron á él (á Jesucristo) muchos fa-riseos tentándole y dicióndole:—¿ Es lícito repudiar ásu mujer por cualquiera causa? A lo cual contestó Je-sús:—Yo os digo que cualquiera que repudiase á sumujer, si no es por causa de adulterio, y se casasecon otra, comete adulterio.»

Respecto á que la disolubilidad del matrimonio pro-duzca la disolución de la familia, dicen sus defensoresque en Inglaterra, Alemania, Suiza y los Estados-Unidos existe el divorcio, y que en alguno de estospaíses la moralidad de la familia es superior, y en nin-guno de ellos inferior, á la que produce la indisolubi-lidad del matrimonio en las naciones neo-latinas. Ypor último, que el derecho de los hijos á su educaciónmoral, si difícilmente podrá cumplirse cuando el ma-trimonio se disuelva por el divorcio, es, en cambio, detodo punto imposible, si en el seno de la familia sepresencia un dia y otro el especliculo de la lucha queengendra la malquerencia de los esposos, y quizá laspoco edificantes escenas de la infidelidad y del engaño.

Tales han sido los debates del año actual en la sec-ción de ciencias morales y políticas del Ateneo de Ma-drid; p3ro, antes de terminar este brevísimo resumen,debemos decir que, aun los oradores de ideas másavanzadas, al defender el establecimiento del divorcio(que era el punto más grave entre los que se discu-tían), han usado de fórmulas por extremo conciliado-ras; diciendo uno de ellos que la ley debía permitir,pero de ningún modo facilitar el divorcio; y mani-festando otro que, así como la unidad voluntaria deculto es el ideal religioso, a! cual sólo puede llegarsepor medio de la libertad de cultos, la indisolubilidadvoluntaria es el ideal del matrimonio, al cual sólopuede llegarse por medio de la racional facultad de sudisolución establecida en la ley del divorcio.

Madrid, 28 Marzo de 1878.

Luis VIDART.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Ateneo de Madrid.

SECCIÓN DE LITERATURA Y BELLAS ARTES.3 ABBII. 1875.

EL REALISMO EN EL ARTE DRAMÁTICO.

Continuando la discusión del tema que conocenya nuestros lectores, hizo uso de la palabra elSr. B. Luis Vidart, quien empezó sentando quelas dos esferas en que se divide la actividad delespíritu humano son el conocer (la ciencia) y laacción (el arte). .

Observando, dijo, que la acción no puede tras-pasar nunca los límites del conocimiento, puededecirse que el arte siempre se mueve dentro delos límites de la ciencia.

La literatura, ó mejor dicho, en su sentido másestricto, la bella literatura, tiene por fin propiola expresión de la belleza por medio de la palabra.

Siendo un arte la literatura, se mueve dentrode la esfera del conocimiento científico; y asi encada época la literatura es el portentoso reflejo dela vida humana en aquelmomento histórico. Estees sin duda alguna el mayor título que tiene parafijar la atención del historiador filosófico.

En el arte literario se presentan desde luegodos direcciones extraviadas y enteramente opues-tas: el materialismo que pretende hallar la bellezaen la exacta reproducción de la naturaleza,y prin-cipalmente de la naturaleza física, y el idealismoque busca la belleza en los sueños de la fantasía,creyendo que la obra literaria será tanto másbella, cuanto más se aparte de la realidad de lavida. A estos dos extravíos viene á oponerse laescuela realista, es decir, la escuela literaria quebusca la belleza en la realidad entera de la vida,en ese drama interno-externo que eternamente ssrepresenta en la conciencia de la humanidad. Asíentendido el realismo, es la forma literaria quecorresponde á esas direcciones compositivas de lafilosofía que se han llamado sincretismo en la fi-losoSa alejandrina, eclecticismo en Francia, y ar-monismo en Alemania.

Las obras que se toman como hijas del realis-mo contemporáneo pecan generalmente por faltade realismo. A este primero pertenece La mujer deClaudio de Dumas, hijo, que es un drama entera-mente idealista.

Se acusa al siglo XIX de presentar una grandecadencia artística, diciendo que el realismo esla causa de esta decadencia. Esta acusación es fal-sa en todas sus partes, el siglo XIX tiene .un artepropio que es la música; los músicos de este siglo,Weber, Mozart, Bellini, Donizeti, no tienen nimodelos, ni rivales en los siglos pasados. En lite-ratura, la lírica es la forma propia de este siglo.Víctor Hugo, Lamartine, Beranger y Alfredo deMusset en Francia; Manzoni, Leopardi y Monti enItalia; Soarez de Pasos, Herculano, y Riveiro enPortugal; Quintana, Espronceda, y Zorrilla en Es-paña , son nombres que prueban evidentemente laverdad de esta afirmación.

La literatura dramática de este siglo tiene unatendencia docente, porque así lo exige la crisis pro-funda que atravesamos, y no es culpa de los poe-tas dramáticos si, en obras que han de vivir del

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274 REVISTA EUROPEA.—18 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 60

aplauso del público, ceden á las exigencias queéste les impone.

Esta tendencia docente se presenta en nuestraliteratura desde El si de las Niñas y la Mogigatade Moratin y El Delincuente honrado de Jovella-nos; pero estas obras, lo mismo que las de la mo-derna literatura dramática francesa, han sido acu-sadas de inmorales, diciendo que en la primera seridiculizaba la autoridad de la madre; que en lasegunda, al criticar la falsa devoción, se herían lossentimientos piadosos del pueblo español, y porúltimo que en el Delincuente honrado, se pretendíacombatir una disposición justa y civilizadora, lapragmática de Carlos III, acerca de los desafíos.

Esta acusación en literatura es la más frecuen-te y la menos fundada, pues apenas puede encon-trarse una obra de arte en que un crítico severono pueda hallar algún mediu de presentarla comoinmoral.

Por regla general, además, puede afirmarse quetoda obra de arte, al pintar la sociedad, siemprelo hace con colores más bellos que los que á lasociedad adornan, ó lo que es lo mismo, pusde afir-marse que toda obra de arte es mucho más moralque la sociedad que pinta.

El Sr. "Vidart fue muy aplaudido.Pidió la palabra el Sr. Rayón para rectificar, y

habiéndosela concedido el Sr. Presidente, dijo quesólo se levantaba para hacer algunas observacio-nes á las excelencias del siglo XIX proclamadaspor el Sr. Vidart, así como en la sesión anteriorpor el Sr. Revilla.—Su ánimo no era aminorarlas grandezas del siglo actual; pero sí manifestarque lo que constituye el orgullo de la época ac-tual son algunos inventos cuya aplicación á lavida es realmente sorprendente, y en el cualmuestra su arrogancia, que si se quitaran estosdeseubrimientos quedaba un siglo vulgar comootro cualquiera. «Quitad, decía, el vapor, el telé-grafo, el alumbrado de gas y de petróleo, la foto-grafía, y algún otro, y veréis á lo que queda re-ducida la grandeza del siglo XIX: y notad que mu-chos de estos descubrimientos son ya de siglosanteriores, y que no sintiéndose entonces las ne-cesidades de ahora, por eso no se aplicaron, Ade-más, el siglo es triste porque la mente azoradano tiene á dónde volver los ojos en busca de subalvacion. Si en otros siglos se sufrió y padecióinfinito, había un ideal en que refugiarse paradescanso del espíritu; pero hoy, muertos y des-truidos todos, por la crítica de una razón indepen-diente, no hay á dónde caminar. ¿Qué ideal filosó-fico se puede seguir entre tantos, qué ideal polí-tico, qué ideal artístico, estando tan fraccionadointrínsecamente el pensamiento humano?

La catástrofe de la civilización romana y lasconsecuencias que la siguieron, comparadas conla presente, no tiene puntode comparación. Jamáslos bárbaros hicieron con Roma lo que los hijos deParis con su propia ciudad. Estremece ver á loshijos de una civilización incendiar y arrasar hastalos cimientos de su propio pueblo, tan superior enpoder y en grandeza quizá á la antigua Roma.Aquellos bárbaros, cuya lengua, usos y costum-bres se ignoraban, respetaron más que los bár-baros modernos, hijos de una misma civilización.En este sentido, las catástrofes sucedidas y lasmayores que aún han de venir, el siglo actual esinferior á tiempos pasados; porque hay una cosaaveriguada, y es que no sólo de pan vive el hombre,

según ha dicho un libro inmortal hace miles deaños, verdad indestructible que la Francia se haencargado de demostrar en la última guerra;pues siendo el país más rico del mundo, fue ven-cido en brevísimo tiempo por un pueblo de otrascostumbres y sobriedad producida quizás por supropia pobreza.

Por estas razones y por otras,—decía el señorRayón,—el siglo, como expresión artística, no essuperior á la época griega, romana y del Renaci-miento, que es lo que se ha intentado sostener.Es un siglo sólo superior en las ciencias exactas,en las físicas y naturales, y este es su gran dis-tintivo, pero en las ciencias de la especulaciónfilosófica y sus derivados, no ha hecho más quetal vez perfeccionar los métodos, puesto que lasideas fundamentales sobre que descansa todo elcúmulo de escuelas presentes tienen su raíz enépocas anteriores al siglo actual.' No hay cosa más triste—añadía,—en el sigloactual que ver las luchas diarias y contradicto-rias dentro del individuo, de la familia, del pue-blo, de la comarca, de la nación y de las nacionesentre sí, sin principios levantados ni fecundos queabran nuevos horizontes para el porvenir, y sin unfaro de luz que alumbre, como el que desde el Cal-vario vino creciendo y redimiendo por toda laEdad Media hasta nuestros días. Nada más tristeque sufrir, padecer y morir sin saber por qué.Ésto pasa al siglo XIX, pues fuera de Roma,que es el único poder moral existente en elmundo, que procura refrenar el movimientomaterialista moderno, á la manera que un volanteregula el movimiento de la máquina para queno se despedazase; fuera del poder moral de Roma,nada hay en la Europa capaz de contener este mo-vimiento desordenado, como no sea la dura leydel Estado y el mando brutal de los Césares, re-presentada aquélla por la policía y éstos por loscañones.»

Terminado el discurso del Sr. Rayón, oido congusto, y para rectificar, dijo el Sr. Vidart que nocontestaba á aquél hasta que no pusiera deacuerdo las proposiciones, contrarias en el fondo,que había sentado, al asegurar por ana parte queel único dique opuesto á la disolución en este si-glo era el Pontificado, y por otra, que la únicanación que de la catástrofe se salvaría era Ingla-terra, así como que Alemania había vencido áFrancia, lo cual, más bien que otra cosa, arguyecontra la eficacia tutelar de la Iglesia, que no evitadesastres á aquellos á quienes protege, como loprueba el hecho de haber vencido Alemania áFrancia y el de hallarse sólo en condiciones quele hagan capaz de salvarse de esta universal di-solución la protestante Inglaterra.»

El Sr. Moreno Nieto pidió la palabra, perosiendo tarde y habiendo de extenderse bastante,pidió que se le reservara para la próxima sesión.

Con efecto, el sábado 10 ocupó toda la sesiónel Sr. Moreno Nieto con un discurso notabilísimo,cuya extensión nos impide extractar hoy, y alcual han de contestar después extensamente losseñores Vidart y Revilla.

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N.° 60 J . V1LANOVA. LA AÑflGÜEDAD DKL HOMBRE. 275

CIENCIA PREHISTÓRICA.LECCIÓN XIV.—13 ABRIL.

ANTIGÜEDAD DEL HOMBRE.

PRIMERA EDAD, PALEOLÍTICA.

Completaremos el estudio de la época paleolí-tica con la exposición de los caracteres paleonto-lógico y antropológico, cuyos rasgos principalesquedan ya apuntados en otras sesiones.

CARÁCTER PALEONTOLÓGICO.

Prescindiendo de los restos humanos que dis-tinguen este gran período de su historia primiti-va, porque de ellos hemos de tratar de una mane-ra especial, los animales más distintivos, y cuyosrestos se hallan confundidos con los del hombrey de su industria, son los mamíferos y los molus-cos. Pero, cosa singular, mientras muchos deaquellos se han extinguido por completo, en éstosson muy contadas las especies que dejaron deexistir. Sin embargo, no viven hoy en los mismospuntos que habitaban en el principio de la épocacuaternaria, habiendo emigrado á latitudes másaltas unas, y á regiones alpinas otras. Uno de losejemplos que pueden citarse es el de los depósitosde conchas de Udewalla, Cedarslutid, y otros enSuecia y Noruega, cuyas especies se encuentranhoy en los mares del Norte á 10° de distancia.

Iguales consideraciones podrían hacerse res-pecto de la flora de dicho período, comparada conla actual, pero dejamos el esclarecimiento de esteasunto para cuando tratemos de Ja turba.

Entre los mamíferos extinguidos, no todos em-pezaron á vivir en este período, pues en particu-lar el Ursus spalcens, el Elephas primigenius y elRhinoceros tichorhinus, se cree procedan de los úl-timos momentos del terreno plioceno, habiendosido contemporáneos del Elephas meridionalis,E. antiqwus, del RMnor.eros leptorinus y demásmamíferos que. representan la fauna de tránsito.De manera que estas pocas especies establecen ellazo de unión entre la fauna anterior y la poste-rior, si bien todas ellas han podido ser contempo-ráneas del hombre, si la existencia de éste en elperíodo terciario es, según hemos dicho, cosaaveriguada.

Como carácter paleontológico negativo, pode-mos, pues, establecer que el Elephas meridionalis,el Rhinoceros leptorhinus, el Rhinoceros etruscus yotros, desaparecieron antes del período que esta-mos describiendo. El Elephas antiquns vivió en elplioceno superior y en el cuaternario, así como elElephas primigenius, Ursus spelaus, etc.

Otro hecho notable ofrece la fauna mamalógicadel período cuaternario, á saber: el hallarse re-presentada por especies extinguidas, por otrasque, aunque actualmente vivas, han emigrado álatitudes más septentrionales ó á mayores altu-ras, y por algunas que aún habitan en la actuali-dad las mismas comarcas que entonces, siquieracon tendencia á buscar las regiones alpinas. Locual significa que las leyes de geografía zoológi-ca, y botánica, encuentran en la distribución delos seres antiguos, el mismo fundamento que enla época actual. Con efecto, el estudio atento ycomparativo de la fauna y flora tacante á su dis-tribución, da como resultado el hallazgo en regio-nes alpinas, de las mismas especies que en otros

países ocupan latitudes más altas. Una cosa pa-recida ha demostrado el malogrado Porbes en ¡adistribución de los animales marinos, para loscuales la profundidad equivale á las altas latitu-des; y para que se vea cuan armónicamente enla-zan los fenómenos biológicos con los físicos ter-restres, puede señalarse el hecho del límite de lasnieves perpetuas, el cual, obedeciendo á los mis-mos principios de distribución de la temperatura,se ve al nivel del mar en las tierras polares, y &tres y cuatro mil metros en las regiones tórridas.

De aquí resulta la coexistencia de especies po-lares de regiones templadas, cálidas y aun tropi-cales, y la de animales de regiones alpinas conotros de países montañosos, de mesetas y llanu-ras; y si un aluvión arrastra los despojos de dichosseres, se encontrarán estos confundidos y mez-clados an un mismo depósito. Esto es precisa-mente lo que ha ocurrido en el dihnium ó forma-ciones de acarreo antiguo, como prueba evidente,por otra parte, de que los agentes naturalesactuaban á la sazón sobre poco más ó menoscomo en la época histórica. Y de que esto no selimita al reino animal, sino que se hace extensivotambién á la distríbuccion de las plantas, tene-mos una prueba en el hallazgo del laurel de Ca-narias, en la Provenza, asociado á otros árbolesque hoy sólo se encuentran á notable altura; y detres especies de musgos de las regiones árticas, ásaber: el Hipnitm sarmentosum, H. fluitans, eH. aduncum, Var. Groenlandieum hallados en laturba de Schuzenried, y en Walsse en el Wur-temberg, según refiere Saporta en su flora cua-ternaria, y Schimper, en el tratado de Paleonto-logía vegetal, que acaba de publicar. De maneraque, por lo visto, las plantas de piúses tropicalesy de regiones frias ó polares, pueden habervivido contemporáneamente en las templadas deEuropa; y haciendo aplicación de este hecho á ladistribución de los mamíferos y de las aves, en elterreno cuaternario, podemos formar con los re-presentantes de esta fauna dos grupos: septen-trional el uno, meridional el otro.

Consta el primero del Oso de las cavernas, delElef^te primitivo ó Mammuth, del Rinocerontede narices tabicadas, del Toro almizclado; delGlotón, del Heno, de tres especies de\ géneroSperrnophillus, del ave nocturna Strym ñyctea, ydel Tetrao wogallus ó gallo de jaral.

Los límites que han alcanzado hacia el S. estosrepresentantes del grupo boreal cuaternario, se-gún las observaciones últimas, son en Europa elMediodía de la Francia, nuestra Península, laItalia central, el Wurtemberg, la Rumelia yla baja Podolia; y en Asia la vertiente Norte delAltay y la Mongoüa.

Por lo común son abundantes en loa confinesmeridionales de esta región zoológica las especiesdel grupo, las cuales son tanto más frecuentes,cuanto más se aproximan á su cuna$ observán-dose también que el número de especies aumentaá la proximidad de las condiciones climatológicasmás adaptables á su naturaleza. Así se observaque el Reno, por ejemplo, que hoy habita hastael grado 52 de latitud, y que en tiempo de Pallasdescendía hasta el 45, es, entre las especies bo-reales que han sobrevivido, el primero que se en-cuentra á los 42". El Alce, que vive más alládel 55°, se extendía en la época cuaternaria hastael pió de los Pirineos y el alta Italia, y por último

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276 REVISTA EUROPEA. 1 8 DE ABBIL DE 1 8 7 5 . N.° 60

el Leming, que habita hoy del 62° al 82° N., seencontraba entre el 46° y el 52°.

De estos y otros muchos hechos que pudiéra-mos añadir, se deduce fácilmente, que los anima-les del grupo septentrional, presentan, por lo co-mún, una misma distribución zoológica relativa;y aunque no dejan de presentarse algunas excep-ciones, la regla es importante por la aplicaciónque puede hacerse á la Paleontología humana y ála distribución de sus respectivas razas.

Empezando la somera indicación que nos pro-ponemos trazar por el Mammuth (Elephas primi-genius), debemos recordar lo que ya indicamosacerca de su origen terciario, al menos en Siberia,perteneciendo por consiguiente en Europa al pe-ríodo de transición, á juzgar por los restos en-contrados en las formaciones ánteglaciales. Du-rante el período cuaternario adquiere toda suplenitud ocupando una área de dispersión suma-mente extensa. Encuéntranse sus restos en lastierras situadas al Norte de los mares Caspio yNegro, en las cuencas que arrancan del Ural; enlos aluviones antiguos de Hungría, en la Vala-quia, en Wurtemberg, en varios puntos de Ingla-terra, en Bélgica, Holanda, Francia, hasta el Me-diodía, y por último, en Italia, aunque sólo se leha citado por Gastaldi, no lejos de Turin, y porPonzi en Montesacro (Roma). En las cavernas ybrechas huesosas, los restos de esta especie sonmás raros que en los aluviones antiguos. Sin em-bargo, se encuentran en la de Naulette, en Bél-gica; en Kirkdale, Inglaterra, y en algunas deFrancia y de otros países. A la gran amplitud desu área corresponde la extensión vertical de estaespecie, siendo una de las últimas que desapare-cieron del centro de Europa.

El Oso de las cavernas (Ursus spelmus) ofreceuna extensión en el tiempo y en el espacio casitan considerable como el anterior, habiendo ocu-pado una gran superficie geográfica, acompañandoal Mammuth casi siempre, hasta un poco antesdel período del Reno. Esta es precisamente la ra-zón en que se funda la reunión en un solo períodode los dos admitidos por Dupont, quien creía en unprincipio que el Ursus spelmus debía considerarsecomo posterior al Mammuth.

Pistas dos especies, contemporáneas casi desdeel origen al fin, se distinguen no obstante, por sugénero de vida; de donde resulta que mientras elMammuth se halla más á menudo en los aluvio-nes antiguos, el Oso de las cavernas, por el con-trario, abunda más en éstas y en las brechas hue-sosas, aunque ambos á dos hayan dejado suodespojos en una y otra formación, en iguales ho-rizontes.

Tratando del Oso de las cavernas no puedo me-nos de citar el curioso dato de haber coexistidoesta especie con el oso común Ursus arctos, se-gún se desprende de los restos encontrados en di-ferentes cavernas.

El Rinoceronte de narices tabicadas (Rh. ti-corMnus), también característico del grupo sep-tentrional cuaternario, ofrece la analogía con elMammuth, de haber encontrado el célebre Pallasen 1771, en Siberia, un individuo cuya piel sehabía conservado en parte en el suelo congelado,habiendo podido observar hallarse cubievto de unagruesa capa de lana, como para resguardar alanimal del frío excesivo de aquellas regiones.Allí fue sepultado en el hielo junto con su insepa-

rable compañero el Mammuth. Aunque pertene-ciente también á la fauna de transición, aparecióen Europa un poco más tarde que éste, habiendotambién terminado su existencia antes, á juzgarpor el horizonte más superior en que suelen en-contrarse sus restos. No son éstos raros en el di-luvium inferior del Sena, Somma y Rhin; tambiénse le encuentra en algunas brechas huesosas y enlas cavernas, pudiendo citar las de Engis, Nau-lette, Kirkdale, Brixham, Arcy, Aurignac, etc.

El Reno (Cervus Tarcmdus), aunque caracterizapor sus restos la segunda época de piedra, sinembargo, su aparición remonta al período inter-medio entre el plioceno y el cuaternario, siendosiempre y en todas partes compañero del E. pri-migenius, según se desprende de las explora-ciones de Schmerling en las cavernas belgas; delos estudios de Desnoyers en las brechas de Mont-morency, cerca de París; de los de Pomel, en Au-vernia, y de muchos otros en distintas localidades.

El área de dispersión de esta especie es tan con-siderable como la de aquél, encontrándose en losaluviones antiguos de Siberia, en los de la Europacentral, y hasta en el Diluvium de Roma; siendosus restos más abundantes aún en las cavernas:entre éstas las hay que ofrecen á la vez huesos deesta especie y del Elephas primigemus; mientrasque en otras, ó se encuentra solo, ó por lo menosno coexiste con animales extinguidos, como su-cede en las de Chaleux, do Savigné, de Bice, deBrives, de Saleve, y otras.

De manera que el Reno sobrevivió á su compa-ñero el Mammuth, razón por la cual, constituyesu presencia un dato precioso que sirve para ca-racterizar la edad que lleva su mismo nombre.Pero habiéndose elevado las condiciones termo-métricas en las regiones centrales de Europa, elReno fue emigrando á latitudes más altas, hastala que ocupa hoy, lo cual hace que, en direcciónal Norte, se encuentren sus vestigios en turberasy otros depósitos que relativamente son más mo-dernos.

Completan la fauna mamalógica cuaternariados ciervos muy afines, compañeros casi siempredel Reno: el primero es el ütegaceros de Irlanda,que se extinguió pronto bajo la acción de circuns-tancias desconocidas; el otro es el Alce, que aúnvi ye, protegido por leyes severas, en el N. E. dePrusia.

El Olotón, que habita hoy la Noruega, la Sueeiay las regiones más frías de Rusia y América, sinembargo, se ha encontrado fósil en la AlemaniaCentral, en Gaylenreuth, en "Wurtemberg, en Bél-gica y en otras comarcas.

El Toro almizclado, habitante hoy en la Amé-rica del Norte, más allá del grado 61, vivió tam-bién durante el primer período cuaternario en di-ferentes puntos de Siberia, en los aluviones de laSuabia, en varios puntos de Inglaterra, y hastaen el departamento de la Borgoña en Francia.

El Toro primitivo y el Bisonte Europeo handejado sus restos en casi todos los niveles delperíodo cuaternario, siendo éste anterior en suaparición, según Lartet, al mismo Mammuth.Los huesos de dichos mamíferos no sólo se en-cuentran en el diluvium inferior y superior, sinotambién en las cavernas, en las turberas, y hastaen los Kiokenmodingos de Dinamarca y de otrasregiones.

De estas dos especies, el Bos primigenius ha vi-

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N.° 60 J . VILANOVA. LA ANTIGÜEDAD DEL HOMRRE. 277

vido en Alemania é Inglaterra hasta el siglo XVI,y el Bisonte vive aún en el Oáucaso, según el se-ñor Issakorff, y también parece encontrarse enAsia, en los alrededores del lago Ho-ho-noor, se-gún Brehem.

En las turberas de Escania ha encontrado Nil-son varios esqueletos del género Bos; entre elloses notable el B. urtts, que lleva en la quinta vér-tebra lumbar una arma de piedra, con la cual fueherido por el cazador primitivo. El Bos Bison óBison europ<sus, el Bos longifrons y el Bos fronto-sus; las dos últimas especies nuevas y descritaspor este sabio sueco. Todos estos restos y mu-chos otros se conservan y he tenido el gusto dever en el Museo de Lund.

El caballo, como oportunamente dice el señorHarny, fue ya cosmopolita en los primitivos tiem-pos cuaternarios, representado por algunas va-riedades, entre las cuales es notable la llamadapor Owenpliscidens por tener muy plegadas lashojas de esmalte en los molares. Ignórase hastael presente cuáles son las relaciones que enlazanlas especies fósiles con el caballo actual; por con-siguiente es difícil marcar loa límites de oste so-lípedo en el tiempo; en cuanto á la extensióngeográfica, puede decirse que se eucueutra fósilen toda Europa, siendo bastante común en el di-luvium, en las cavernas y hasta en los turbalesde nuestra Península, en Francia, Inglaterra, etc.Los hallados en la América del Sur parece difie-ren algún tanto de los cuaternarios y recientesdel antiguo mundo.

A estos mamíferos hay que agregar, entre lasaves, el gran mochuelo ó lechuza {Stryx-nyctea),cuyo habitante se halla hoy reducido al Sur delgrupo de islas llamadas Shaetlan (Escocia), ha-biéndose encontrado, no obstante, los restos desu esqueleto hasta en las cuevas de Bélgica,asociados á los de sus víctimas, que eran variasespecies del género Tetrao, á saber: el T. saliceti,el T. tetrix y T. urogallws ó gran Gallo de jaral;todas ellas, y especialmente la última, relegadashoy á la LapoDia y á Suecia, cuya sabrosa carnehe podido yo apreciar en mi viaje á Stokolmo.

El grupo meridional de la fauna cuaternariaconsta de una porción de especies, cuyas analo-gías con las de la africana viviente son muy no-torias. El número de dichos mamíferos llega áunos veinte, agregando á los que aún hoy tienensus representantes en el inmediato continente,otros extinguidos ó cuyas relaciones anatómicascon las especies vivas no están bien determina-das. Pertenecen estas veinte especies á los géne-ros Elephas, Rhinoceros, Hippopótamus, Felis,Hiwna, Viverra, Sus, Antílope é lstrix, obser-vándose que su distribución geográfica es ente-ramente inversa á la que hemos indicado en elgrupo setentrional; así, por ejemplo, del mismomodo que los animales comunes á África y Eu-ropa, tales como el Magot, la Magusta, el Puerco-espin, el Chacal, etc., sólo viven en nuestro Con-tinente, en las regiones mediterráneas, así tam-bién en los depósitos cuaternarios de nuestrascomarcas son mucho más frecuentes los restos delas especies extinguidas que en las setentrionales,en las que se extienden más ó menos, según di-ferentes circunstancias.

La analogía de esta fauna con la actualmenteexistente en África, hizo creer en un principio queera debida al excesivo enfriamiento de los conti-

nentes, que determinó la emigración hacia las re-giones cálidas. Pero la existencia en el principiodel período cuaternario de las especies boreales,y la emigración al Norte de las que aún viven hoy,hizo cambiar algún tanto esta opinión. ¿Cómo,sin embargo, compaginar estos hechos contradic-torios, armonizándolos en unas mismas condicio-nes climatológicas? Yo opino que la baja tempe-ratura que debió reinar á lá sazón en las regionescentrales, y aun meridionales de Europa, debíanservir de límite á una y otra fauna, como lo com-prueba su opuesta distribución, y que, elevándosedespués la temperatura, los del Norte emigraroná latitudes más altas, en busca de condicionesmás conformes con su organismo; mientras los dela fauna meridional, encontrando tal vez la insu-perable barrera del Mediterráneo, perecieron en suantigua habitación, subsistiendo únicamenteaquellas especies cuyos representantes ocupabanuno y otro continente. De esperar es que nuevasy minuciosas observaciones pongan en claro y densatisfactoria solución á este punto en litigio.

Obsérvase que en uno y otro grupo los génerosElefante y Rinoceronte son los representantes delas especies cuya área es mayor, corno si estos sé-res poseyeran la facultad de adaptarse más fácil-mente á diferentes medios. El Elefante se hallarepresentado en el grupo meridional del terrenocuaternario, por las especies Melitensis y Arme-niacus, de Falconer, encontrado el primero enMalta y el otro en Sharwoon, cerca de Khanos, enla provincia de Ercerum (Turquía asiática); e\Ar-meniacns existe también en Sicilia, en las gru-tas de San Teodoro, Macagnone y otras.

Los géneros Felis y Hyana se hallan represen-tados en Europa en el terreno cuaternario porcinco ó seis especies, entre las cuales las llama-das de las carvenas son las más comunes, encon-trándose sus restos en algunos depósitos diluvia-les, en Clermont, sobre el Ariege, Grrenelle, etc.,y en varias cavernas, no sólo de Francia (Lunel-Vieil, Aurignac, Eyzies y Échenos), en las bre-chas de Niza y Koestritz, remontando hasta Bél-gica y Alemania por una parte, y hasta Inglaterra(cueva de Kirkdale, Oreston y Gower) por otra.

Las relaciones de estos grandes carnívoros conlos actualmente vivos no están bien indicadasaún, faltando para ello datos. En cuanto & la Hie-na, que se ha referido por algunos á la manchadadel Cabo, cuestión aún no resuelta, es uno de losmamíferos característicos, más que de las forma-ciones diluviales, de las cavernas, en las cualesse encuentra en los primeros depósitos de acar-reo que en su seno se formaron, siendo su áreabastante considerable en Europa, habiendo lle-gado en dicha época hasta Bélgica, Inglaterra yAlemania. En cuanto á su extensión vertical no eamuy considerable, pues juntamente con el León delas casernas, los Rinocerontes é Hipopótamos,desaparecen deade que empiezan á formarse los ho-rizontes medios diluviales. Sin embargo, hay bas-tantes motivos para creer que formó parte de lafauna de transición entre el plioceno y el cuater-nario, supuesto que se encuentran sus restos en-tre otras localidades, en la gruta de Baume, aso-ciados á un Elefante, que parece ser el primitivo,y á otros seres representantes de dicha fauna. LasHienas prisco, é intermedia, que algunos comparaná la rayada del Cabo, llegaron en el período cua-ternario hasta el Sur de Europa, á juzgar por los

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despojos que se encuentran en alguna caverna deFrancia.

Completan la fauna meridional los Antílopes,el Zebú y los Hipopótamos, cuyas especies, á pe-sar de haber vivido en Europa, aunque no en la-titudes muy altas durante el período cuaternario,abandonaron por completo este continente por elafricano, ó bien perecieron, dejando aquí sus hue-llas; sobreviviendo tan sólo los que á la sazónocupaban las tierras africanas.

La distribución de las especies de mamíferosde uno y otro grupo cuaternario la regulan ciertasleyes que no estará de más indicar.

Asi la extensión en el tiempo se halla estrecha-mente enlazada con la duración de los fenómenosgeológicos que crearon las condiciones físicas delmndio ambiente.

Bn cuanto á la extinción verificada bajo la in-fluencia de los agentes, que, al marcar la longe-vidad de los individuos, limitan también la dura-ción de las especies, se verifica de un modo lentoy gradual, observándose que de los doce grandesanimales que representan la fauna extinguida ene¡ comienzo déla época cuaternaria, sólo cincosubsisten en tiempos intermedios, y ni uno soloal fin de este período.

CARÁCTER ANTROPOLÓGICO.

El carácter antropológico, de que vamos á tra-tar, consiste en la naturaleza de los restos delhombre mismo, que distinguen esta época de lasanteriores y de las sucesivas, con algunas brevesreflexiones que por vía de resumen del mismo,no.s permitiremos hacer relativamente al aspectoé importancia de las razas primitivas.

Sensible es tener que declarar que, mientras elcarácter arqueológico y aun paleontológico deesta época se halla perfecta y abundantementerepresentado, el antropológico sólo se funda enunos cuantos cráneos, alguna mandíbula, y pocoshuesos largos.

Varias circunstancias han contribuido á deter-minar esta pobreza, siendo las principales ia fa-cilidad con que se alteran y hasta descomponenlos materiales orgánicos en los terrenos de acar-reo, y si á esto se dice por qué es más frecuenteel hallazgo de huesos de mamíferos y hasta deaves, se puede contestar que la especie humana,sobre hallarse á la sazón mucho menos desarro-llada que dichos seres, no ofrece en su esqueletola solidez y consistencia que éstos. Hay que tenerademás presente lo poco que por desgracia hallamado la atención este género de exploraciones,y la influencia que han ejercido en el ánimo de losque tuvieron la fortuna de encontrar algún restohumano, ciertas ideas á la sazón dominantes,acerca de la antigüedad del hombre. Sin embar-go, los que hoy se conocen son bastantes parajuzgar, no sólo déla existencia del hombre en tanremota edad, sino también para poder discurrircon bastante acierto acerca de los rasgos carac-terísticos de aquellas razas. Entre ellas figura,según el orden de antigüedad, la de Canstat, ca-racterizada por la dolicoplaticefalia, por un granprognatismo, á la cual corresponden los cráneosde Canstat, de Brux, Denise, Neandesthal, Gibral-tar y otros que daremos á conocer oportuna-mente.

VtLANOVA.

Academia de Ciencias de Paris.22 MARZO 1875.

LA OBSERVACIÓN DEL PASO DE VENUS EN LA ISLA

CAMPBELL.

A la una no se observaba todavía nada de par-ticular. Dos minutos después lancé un grito al verfuera del punto del disco del sol en que debía ve-rificarse el contacto, una masa negra rodeada deuna débil aureola. Era Venus, dibujándose sobrela atmósfera coronal. Después, en el momento enque iba á verificarse el contacto, surgió una nubemuy espesa que impidió toda observación duranteun cuarto de hora.

Cuando se despejaron algo las nubes, Venushabía entrado ya como una mitad en el disco delsol. El planeta y el borde del sol eran de una lim-pieza admirable de contornos, y no había refrac-ción anormal en las intersecciones; la mitad delplaneta se proyectaba sobre el disco sin aureola;desgraciadamente la ausencia de nubes sólo duróunos veinte segundos, el tiempo preciso paratomar una doble distancia del borde interior.

Después no se pudo hacer observación ninguna;las nubes se hicieron cada vez más densas, y ápesar de levantar la capa de plata del gran obje-tivo, me fue imposible ver el disco del sol hastadespués del tránsito del planeta.

La Academia sabe que este mal éxito ha sidocomún á algunos de los observadores que estabanmás próximos á nosotros. En Christehurch (Nue-va-Zelanda), el Mayor Palmer, que había mon-tado una magnífica estación, ha sido todavía másdesgraciado, si es posible. En las islas Chatham,los americanos no han tenido mejor suerte. Úni-camente el profesor Peters, en Queenstown, en elinterior de la isla, ha podido fijar dos contactosy obtener una larga serie de pruebas fotográ-ficas.

Réstame indicar lo que traemos como paliativode nuestro poco éxito.

Los observadores de las dos lentes meridianashan aprovechado todos los claros que se han pre-sentado durante noventa y dos noches, para to-mar pasos ó alturas de astros. La longitud y lalatitud de la estación saldrán de estas observa-ciones con una aproximación suficiente. Esta lon-gitud se comprobará además por cuatro traspor-tes de tiempo efectuados por el Vire. Se ha hechola triangulación de la isla y se ha levantado engrande escala el plano topográfico de la bahía, deque ocupábamos un pequeño espacio. Se ha estu-diado el magnetismo en sus principales manifes-taciones, y se ha observado de hora en hora, du-rante tres meses, la variación diurna. También sehan hecho notables observaciones sobre la presiónatmosférica de la temperatura; y traemos las cur-vas de 160 mareas. La intensidad de la pesantezha sido igualmente objeto de estudios conti-nuados.

La isla Campbell, no sólo está sujeta á grandestemblores de tierra, sino que revela movimientoscuando las grandes olas se estrellan contra lasplayas. Así, pues, creí que era muy interesanteestudiar este nuevo fenómeno.

Para concluir, debo llamar la atención hacia lascolecciones recogidas por el naturalista M. Filhol,que constituyen uno de los principales resultadosde los trabajos de la comisión. Difícilmente hu-

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N.° 60 BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

biera podido encontrarse otro hombre que en tanpoco tiempo hubiese podido reunir tantos objetosde historia natural. Veintidós enormes cajas hansido embarcadas, bajo su inspección, á bordo delVire, y todos esos objetos, y los escritos de mon-sieur Filhol, servirán para uaa completa mono-grafía de la isla Campbell.

BouguET DE LA GavE.

Sociedad de Agricultura de Francia.EL GUANO.

El guano, formado principalmente por los ex-crementos de pájaros pelagianos, constituye endiversos islotes del Océano Pacífico porciones tanconsiderables, que algunos viajeros han creidodeber atribuir su origen á una época geológicaanterior al período aetual. Humboidt se incli-naba á esta opinión, pero observaciones más re-cientes, y en particular las del sabio M. Boussin-gault, tienden á probar que esos depósitos son de-bidos á los pájaros de la fauna acuática actual,cuyo número es incalculable en los citados para-jes, y cuyos excrementos se conservín, gracias ála escasez de lluvias.

La existencia de cadáveres de pájaros en mediodel guano y conservando sus partes blandas,viene en apoyo de esta manera de ver, y es muyinteresante saber si estos animales iierteneeen áespecies que viven actualmente en esa parte delglobo. M. Barral ha recibido varios ejemplaresde esos pájaros que ha regalado al Museo de His-toria Natural, donde yo he tenido ocasión de es-tudiar atentamente sus caracteres zoológicos.

Uuo de estos pájaros, casi momificado, es elCormorán, descrito por Lesson con el nombre deGraculus Qaimardis, y es muy común en la costadel Perú. Otro es el Sula piscator de Linneo, granpalmípedo que difiere poco del planga de las cos-tas de Francia, y que frecuenta todas las partesdel Océano Pacífico. Otro es una especie de la fa-milia de los petrales, perteneciente al sub-géneroPelecanoides de Lacep. (el P. Qarnoti de Lesson);y por último hay otro conocido entre los ornitó-logos, con el nombre de Spheaiscus Humboldtii.

Entre los restos de estos pájaros se han encon-trado también fragmentos de huesos de mamífe-ros procedentes de una foca de orejas, probable-mente la Otaria jubata de Desmaret. Así, pues,todos esos animales pertenecen á especies que vi-ven actualmente en la región en que se encuentrael guano. Pero también se extienden mucho máslejos, al Sur, y si no se encuentran depósitos deguanos eu las islas de las partes frias del OcéanoPacífico se debe sin duda á que las aguas pluvia-les impiden la acumulación del fiemo de esos pá-jaros.

MILHE-EDWARDS,de la Academia de Ciencias de Paria.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

El nivel del mar en la época romana.Importa mucho á lo? progresos ulteriores de la

geología conocer de uaa manera exacta cuál erael nivel del mar en la época romana; pero estacuestión sólo puede ser resuelta por medio de ob-

servaciones hechas en puntos muy lejanos entresí. Un trabajo muy reciente deM. Carlos Mar-tins sobre el pueblo de Aigues-Mortes (Francia),ha demostrado que el confluente del Ródano exis-tía primitivamente sobre el emplazamiento delpueblo de Arles, y que la llanura de Crau es deorigen reciente; pero esta llanura no es perfecta-mente horizontal, sino que está inclinada hacia lamar, y no puede comprenderle su configuraciónsin admitir que el nivel del Mediterráneo ha ba-jado próximamente dos metros desde el principiode los tiempos históricos.

Por otra parte, M. Debray, inspector de puen-tes y calzadas en Lila, acaba de publicar un es-tudio muy completo sobre las turberas del Nor-te, y llama la atención sobre una turbera quecontiene en su parte superior restos de la épocaromana y que está recubierta por un depósitomarino que tiene lm , 85 de espesor. Explícase estehecho admitiendo que, durante una parte de laépoca romana, la mar cubría esta turbera, y quesu nivel ha bajado gradualmente formando porla acción del viento y de las mareas un depósitoqus en seguida dejó en seco.

La constitución geológica de los terrenos queforman las costas occidentales de Francia, con-firma esta hipótesis. Puédese, pues, conjeturarque este descenso ¡ento del nivel de los maresque rodean la Francia, es un hecho general, peroquizá modificado parcialmente por cansas locales.En todo caso, se necesitan nuevas observacionespara establecer el hecho de una manera incontes-table (La Nature).

* *Tintas de anilina.

La mayor parte de los colores de la anilina so •lubles en el agua, suministran directamente tin-tas Je muy buena calidad, que han adquirido re-cientemente en Inglaterra justísima reputación.He aquí algunos informes prácticos para prepa-rar por sí mismo estas tintas de escribir. La tintavioletad;; anilina es la más extendida hasta ahora;se obtiene disolviendo una parte de violado-azulde anilina en trescientas partes de agua; e,s muylímpida, se seca pronto y presenta un color acen-tuado^muy notable. Para usarla es preeiso ser-virsev siempre de plumas nuevas, porque se al-tera con la más pequeña adición de tinta decopiar ó de cualquiera de las tintas ordinarias.La tinta azul se prepara haciendo disolver unaparte de azul de París soluble en agua en doscien-tas cincuenta partes de agua hirviendo; y la tintaroja disolviendo una parte de f%chsina soluble endoscientas partes de agua hirviendo. Debemosañadir que mientras las tintas ordinarias se des-componen por numerosas sustancias y especial-mente por el ácido clorhídrico, las tintas de ani-lina son completamente inalterables, y no puedenborrarse ni rasparse del papel eu que se escribecon ellas. Además resisten á la acción de losácidos y hasta á la del cloro (Dingler's poly-technishe jounal).

* •*•

Nueva aplicación de la fotografía.La fotografía, que en sus principios sólo habría

encontrado su esfera de acción en las artes ame-nas, presta de dia en dia servicios más importan-tes. En las aplicaciones militares puede desempe-ñar un papel muy importante. Los ingenieros

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280 REVISTA EUROPEA. 1 8 DE ABRIL Dfi 1 8 7 5 . N.° 60

civiles la emplean hace mucho tiempo, y todoslos grandes talleres de construcción hacen uso deella para reproducir y hacer conocer los tipos delas máquinas que se construyen. Pero no se limi-ta á esto. Por medio de dos ejemplos vamos á darcuenta de un nuevo género de aplicación. En unaciudad de la india inglesa, había necesidad detrasportar de un punto á otro una enorme masametálica que pesaba cien toneladas, y por lo tantono se podía pensar para ello en los medios detrasportes ordinarios. Para obtener informes delo que debían hacer, los ingenieros escribieroaá Inglaterra, donde se verifican con frecuenciatrasportes de grandes masas, especialmente enlas grandes fundiciones. El medio de que se va-lieron en Londres para suministrar las noticiasque se les pedían, fue bastante ssncillo, enviaruna serie de fotografías representando las diver-sas fases de la operación, tal como se practica enlas fundiciones, y en efecto éste era un medio máseficaz que toda descripción por más larga y com-pleta que esta fuose; era, por decirlo así, hacertestigos á los agentes de la India de las operacio-nes que se verifican diariamente en las fundicio-nes de Inglaterra.

El segundo ejemplo se refiere á la iljacion demachones para tender puentes de hierro, opera-ción de las más delicadas cuando las masas sonmuy pesadas y el nivel del agua presenta grandesvariaciones. En la actualidad se está construyendoun puente de este género en Londres, y se haacordado sacar una extensa serie de fotografíasdel estado de las obras á medida que van avan-zando. Estas fotografías suministrarán á losingenieros encargados de trabajos análogos, infor-mes, detalles y regias seguras acerca de la mar-filia que deben seguir. Deseamos, pues, que esteuso inteligente de la fotografía se extienda cadavez más en provecho, no sólo de los hombres prác-ticos, sino también de los alumnos de las escue-las técnicas, que encontrarían en las coleccionesfotográficas un gran arsenal de sólidos elementosde instrucción. (Revue industrielle.)

El Emperador de la China, que ha muerto re-cientemente, ha sucumbido á consecuencia de laviruela. Los médicos chinos consideran esta en-fermedad como una manifestación del favor delcielo. «El Emperador goza de la felicidad de lasflores celestes,» decía la Gaceta de Pekín, paraanunciar la enfermedad del Jefe del Estado. Másavisados el Mikado del Japón y su esposa, se hanhecho vacunar dos veces y se han sustraído á esaplaga que hace tantos estragos en el extremoOriente.

En estos momentos se está verificando en Aus-tralia un nuevo y gran viaje de exploración, cu-yos gastos satisface un rico propietario de South-Anstralia, llamado Tomás Eider, que posee enBeltan inmensos terrenos de pastos en los cualestiene más de seiscientos camellos. El jefe de laexpedición es M. Ernesto Giles, que se proponerecorrer la Australia occidental, atravesando seis-cientas millas inglesas, en línea recta, de tierrasdesconocidas, en las cuales no ha puesto antes deahora el pié ningún blanco.

Los favorables resultados obtenidos por losmédicos alemanes y los prácticos de Lyon en eltratamiento de las fiebres tifoideas por los bañosfrios, han determinado á varios facultativos delos hospitales de Paris á emplear el mismo trata-miento; pero los resultados no han sido tan favo-rabies como indican las estadísticas alemanas,pues en varias autopsias se ha demostrado unacongestión general de todas las visceras, por con-secuencia del agua fria, congestión que acaso in-fluyó mucho en la terminación por muerte de laenfermedad.

*Sabido es que los telegrafistas pueden leer los

despachos que reciben sin mirar al aparato re-ceptor, y sólo oyendo los choques sucesivos de laarmadura móvil del electro-iman. Fundado enesto, M. Neale ha inventado un aparato telegrá-fico para uso de los ferro-carriles, en el cual sesustituye la audición á la lectura, haciendo natu-ralmente más pronunciado el sonido. Un em-pleado colocado á bastante distancia del aparato,puede escribir el despacho sirviéndose del alfa-beto Morse y sin dirigir siquiera la vista al apa-rato. La señal de atención puede oírse fuera dela oficina á gran distancia, aun con las puertascerradas; de modo que el nuevo sistema presentaventajas muy notables para las estaciones peque-ñas de ferro-carriles.

* • *

El célebre compositor alemán Ricardo Wagner,cuyas obras han promovido siempre y continúanprovocando tantas y tantas polémicas, ha termi-nado una sinfonía titulada Fausto , que parecedestinada á producir las mismas controversias, yque se ejecutará en breve por la Sociedad de con-ciertos de Milán.

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Ha fallecido el célebre compositor inglés Wi-Uiam Sterndale, cuyos restos han sido sepultadosen la Abadía de Westminster, sepultura de loshombres más notables de la Gran Bretaña.

Hé aquí un cuadro reducido de la extensión yprecio de establecimiento de los ferro-carriles enel mundo entero:

Kilómetros.

Europa 97.660América 89 959Asia 7.158África 932Australia 1.974

Francos.

41.261.950.00012.163.945.0002.074.605.000

274.000.000501.000.000

197.683 56.275.500.000De donde se deduce que el precio medio del kiló-

metro es de 300.000 francos; pero este precio hasido excesivamente variable, según los países, yen un mismo país, según las dificultades del tra-zado. Sin embargo, puede considerarse como muyaproximado que los gastos de construcción porcada kilómetro han sido: En Europa, 422.000francos; en América, 148.000; en Asia, 289.000;en África, 294.000; y en Australia, 203.000. (Jow-tial deschemins defer, de Constantinopla.)