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Revista de Sociología Cultural y Urbana. No. 2 ISSN 0719-3335 Valparaíso, Chile. Enero-Diciembre 2014. En esta edición: Del estándar a la experiencia urbana. Acercamientos metodológicos para evaluar capacidades y realizaciones sociales en espacios públicos. Juan Cristóbal Moreno Crossley. Desarrollo local y políticas territoriales de la Unión Europea. Perrotta Fabrizio Traducción: Maria Bianchini La Vega Central: Del lugar al no lugar. María Teresa Herrera Urrutia Reconstruir la ciudad sobre la ciudad. El Project Euroméditerranée en Marsella. Irene Marotta Traducción: Gaia Ialisa Marotta Reseña de Libro: Mujeres de la Vega (2011). Eloísa Maldonado

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Revista Eltopo NO.2 Diciembre - Enero 2014Gran Valparaíso. ChileISSN: 0719-3335Mail: [email protected]: www.eltopo.cl

Dirección: Felipe EspinosaGino Bailey

Consejo Editorial: Felipe EspinosaGino BaileyFélix GonzálezRolando Tiemann

Consejo Asesores: Juan Cristóbal MorenoCamilo Arriagada LucoBeatrice Collignon

Traducción:Maria Bianchini | [email protected]

Dirección Diseño Gráfico y Fotografías:Stephany Bailey | [email protected]

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INDICE

Juan Cristóbal Moreno Crossley

Del estándar a la experiencia urbana. Acercamientos metodológicos para evaluar capacidades y realizaciones sociales en espacios públicos.

Fabrizio Perrotta

Desarrollo local y políticas territoriales de la Unión Europea

María Teresa Herrera Urrutia

La Vega Central: Del Lugar al No Lugar

Irene Marotta

Reconstruir la ciudad sobre la ciudad. El Projet Euroméditerranée en Marsella

Eloísa Maldonado

Reseña Bibliográfica: Bastías, C. (et. al). 2011, Mujeres de la Vega. Género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. Chile Santiago, Salesianos Impresores S.A.

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EVALUAR, PROYECTAR Y REPENSAR EL VALOR SOBRE EL CONTENIDO LOCAL

Este número no habla de Valparaíso ni del Gran Valparaíso, sin embargo cada uno de los artículos contribuyen directamente en la comprensión so-bre el grueso de los procesos de transformación que están aconteciendo hoy en la ciudad puerto. En cuanto a la perspectiva de la política y planificación urbana del espacio público, el sociólogo de la ciudad Juan C. Moreno, cuestiona en su trabajo: “Del estándar a la experiencia urbana. Acercamientos metodológicos para evaluar capacidades y realizaciones sociales en espacios públicos” el están-dar urbano para los procesos de intervención y evaluación sobre los espa-cios públicos. El estándar se asume como necesario en relación a la factibi-lidad y eficacia de las políticas urbanas, sin embargo existe un sesgo en la búsqueda de estandarización sobre contextos donde la experiencia urbana es una invitación para hacer de los programas e instrumentos urbanísticos más pertinentes al territorio y ajustables en su visión programática. De este modo el articulo sugiere un cambio de perspectiva en la evaluación y diseño sobre los espacios públicos, para este propósito se aproxima a casos inter-nacionales (Reino Unido y Suecia) nacionales (Sistema de Instrumentos de Monitoreo y Evaluación, SIME) ofreciendo algunas pistas que innoven sobre el estándar de los mínimos urbanos.

Sin ir más lejos en Valparaíso se han constituido casos emblemáticos de intervención (Población Obrera de la Unión; Plan Rumbo, entre otros), los cuales requieren de investigadores que puedan estar evaluando las conse-cuencias programáticas de este modo de planificar sobre espacios públicos de manera participativa ¿existió – por ejemplo – una pertinencia desde la experiencia urbana que llevó a calificar y evaluar una intervención en la Pla-za Sotomayor de Valparaíso?, la cual no obstante su factibilidad tuvo con-secuencias de impactos estructurales en la loza implementada así como también impactos sociales en la fragmentación de su uso público. Por otra

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parte, ¿ha existido un estudio adecuado de la política urbana respecto a los modos y usos del espacio público por parte de los porteños respecto a los es-caños, pasajes, subidas, intersticios entre cerros o quebradas? Sin embargo lo que prima es el estándar de los mínimos en obras de mejoramiento como en el último periodo (2013 - 2014) hemos podido constatar en “Av. Brasil” o en “Pla-zuela Ecuador”, que en ningún momento queda en evidencia alguna noción de integración o inclusión en el lugar con la rica vida comercial y peatonal que exis-te en el entramado comercial-bohemio, más allá de que funcionalmente haya sido estandarizado como un espacio de tránsito y de conexión con la locomo-ción pública, para lo cual finalmente se evaluó y diseñó dicha obra de refacción. ¿Alguien ha procurado la recuperación o el mejoramiento de espacios públicos pensando – por ejemplo – en la integración de la recreación para segmentos medios y medios bajos que son la mayoría de los habitantes de Valparaíso? Fabrizio Perrotta en: “Lo sviluppo locale e le politiche territoriali dell’Unione Eu-ropea” (Desarrollo local y políticas territoriales de la Unión Europea) analiza las perspectivas recientes sobre la política de planificación urbana que está eje-cutando la Unión Europea, haciendo un recorrido histórico sobre los distintos sucesos que van consagrando una agenda programática común respecto a la política territorial en la Comunidad Europea, decantando recientemente en pro-gramas emblemáticos como URBACT, Interreg, Leader y Equal, entre otros, que aún son desconocidos en su formulación e impacto en los países latinoameri-canos, por lo que conocerlos se vuelve en sí mismo un aporte para la política territorial.

El desarrollo local ha sido el concepto acuñado por la entidad europea desde el fin de 1990 – inclusive anterior a esta década - para abordar la mayoría de las políticas urbanas dentro del continente, sin embargo, esta superestructura termina afectando el eje programático de las políticas más locales: su princi-pal tensión. Igualmente, la crisis económica que viven los países de cultura mediterránea en la actualidad plantea ciertos desafíos a ser observados en la próxima programación comunitaria 2014-2020, que tendría que alcanzar los objetivos de la estrategia Europa 2020, la cual busca entre otras cosas combatir la crisis. Aunque el contexto de crisis es una inminente señal dentro de este artículo, conceptos como el de sostenibilidad y reciclaje, la llamada

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riqualificazione urbana son ideas que intentan dinamizar la economía desde lo local. La densificación muchas veces ha sido pensada como una alternativa sobre el habitar y no sobre los entramados económicos, sean estos comercia-les, turísticos o industriales. En ese sentido Perrotta además de actualizar la perspectiva europea a través de URBACT, nos entrega claves de lecturas apli-cada desde el desarrollo local para sostener los territorios en crisis. Valparaíso hace un tiempo considerable experimenta un periodo crítico desde el punto de vista ocupacional y económico, la cual coincide con la transformación de la economía global y una aparente integración en términos portuarios y culturales (Patrimonio de la Humanidad). En ese sentido estas perspectivas son un aporte para entender o posibilitar una activación económica desde lo local-céntrico sin que esto signifique recurrir necesariamente a una estructura de oportuni-dades que radique en el desarrollo portuario o patrimonial. ¿Existe un plan de desarrollo al momento de pretender recuperar el Mercado Puerto de Valparaíso o alguna residencia o inmueble de valor histórico y patrimonial? ¿Qué aspectos económicos son considerados en dichas obras de regeneración desde el hito patrimonial (2003) a la fecha?

Eventualmente existe un “emerger” del localismo en términos de la política ur-bana. Destacamos en esa orientación el trabajo de María Teresa Herrera: “La Vega Central: Del Lugar al No Lugar”, quien como apuesta de actor emergente dentro de la revista, intenta posicionar a los Mercados urbanos, como un tema central y de preocupación actual sobre las políticas urbanas globales. Los Mer-cados – muchos de ellos en deterioro – son herederos del modelo de ciudad mercantil, desarrollado en un momento determinado de la edad media, que aún sigue vivo y a los cuales se les asocian nuevas políticas y programas de revitalización (URBACT). La principal característica de los mercados es el inter-cambio económico y público, que activa circuitos y economías locales. En la era global, estos han sido expuestos a procesos de mutación y empobrecimiento, otros a fases de atracción migratoria como lo es La Vega Central de Santiago. Los mercados son espacios públicos no por su variable económica sino por la participación y mixtura social que congrega, ahí radica su valor como lugar pero al mismo tiempo el riesgo de transformarse en un no lugar frente a la presión de los traslados y las exigencias de una economía global de consumo y servi-

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cios asociados. María Teresa profundiza sobre este aspecto como la principal tensión que experimenta en la actualidad La Vega Central de Santiago. Ciertamente esta es una invitación para pensar el rol de los mercados en la ciudad de Valparaíso. Descontando ferias y puntos de ventas como caletas y terminales pesqueros, sólo en el Plan de la ciudad de Valparaíso existen dos mercados, uno vigente: El Cardonal y el otro -Mercado Puerto- en plan de re-facción desde hace al menos cinco años. Ambos mercados se conectan con circuitos económicos y peatonales estratégicos: Universidades, Plazas y entra-da a la ciudad para El Mercado Cardonal; Plaza, casco histórico y puerto de Valparaíso para el caso del Mercado Puerto. Sin embargo, aún no han sido pen-sados de un modo estratégico acorde al realce económico y social que estos pudieran tener, manteniendo el equilibrio urbano y local del plan. Por otra parte, los mercados para la ciudad de Valparaíso son potenciales amortiguadores de impacto económico frente a la polarización y concentración que generan obras de gran escala urbana como: Shopping Malls o Retail con forma de Shopping Malls. El inminente riesgo que vive hoy el plan de la ciudad logra ser sostenido en segmentos bien específicos de la ciudad (Desde Plaza Victoria hasta Plaza Soto Mayor), en otros (polo barón – polo aduana), hay una tendencia hacia el deterioro urbano y social, empobrecimiento, y a la emergencia del denomina-do comercio callejero global, como producto de este ejercicio de desigualdad. Los Mercados podrían – manteniendo el dinamismo económico local – ir inte-grando variables culturales y de conocimiento que sean un verdadero atractivo, ofreciendo ventajas comparativas en relación a la gran escala comercial (Shop-ping- Malls) para los ciudadanos. Sobre todo si pensamos que en la ciudad los residentes y extranjeros (turistas o estudiantes) tienen una cultura peatonal inherente.

La Vega Central es un punto de partida para abrir la discusión de lo que sucede con los mercados en la ciudad de Valparaíso, y al mismo tiempo un paran-gón que habla de dos procesos urbanos totalmente opuestos: Consolidación del centro vs. Expansión urbana. Los Mercados de Valparaíso no obedecen a un desarrollo urbano de la ciudad hacia afuera, fundamentalmente porque en términos geográficos ello es imposible, pero también porque todo ocurre y se desarrolla desde la dinámica cerro-plan. El Mercado de la Vega Central, que

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en este número se propone, forma parte de un proceso de expansión urbana de Santiago, que se activa a comienzos del Siglo XX y que sólo hasta estos días (2012-2014) muestra matices de recogerse o compactarse hacia el centro. Esto determina un poco la dinámica urbana del público, aunque ciertamente en mercados como El Cardonal, también concurre un público proveniente de otras comunas.

Esto nos hace asumir el hecho que ineludiblemente Valparaíso necesita de un patrón de confrontación analítica internacional, fundamentalmente por las ca-racterísticas propias de una ciudad puerto: la dinámica compacta, la estructura cerro-plan, la cultura urbana; pero también por convivir con problemáticas pro-pias al contexto latinoamericano y periférico en la integración a la economía global. En esta línea, Irene Marotta con su artículo: “Ricostruire la città sulla città, il Projet Euroméditerranée a Marsiglia” (Reconstruir la ciudad sobre la ciudad. El Projet Euroméditerranée en Marsella), nos muestra la transforma-ción que tuvo Marsella - como puerto emblemático del mediterráneo - desde el periodo de decadencia (1980) hasta el reimpulso que llegó con una serie de trabajos programáticos de reinvención de la ciudad puerto, en la valorización y recuperación del antiguo puerto industrial y el casco histórico de la ciudad.Sin pretender renunciar a la idea conjunta del número, este artículo en particu-lar debe ser el más crucial para discutir con el Valparaíso actual. La decadencia del puerto, desde el traspaso de propiedad estatal hasta el contrato de conce-sión y la administración de un directorio mixto (EPV), ha sido enfocada como un proceso de corte nacional. Solo a partir de los últimos años (2010-2014), hemos asumido el carácter global de la transformación portuaria y la manera de gestionar los puertos en el mundo, como algo inherente de cada ciudad por-tuaria que vivió un proceso de decadencia y que se ha reinsertado de alguna u otra forma a los circuitos de economías globales (servicios turísticos, diversifi-cación de logística portuaria y un gran etcétera)

Marotta nos entrega ciertos matices de similitud para el caso de Marsella res-pecto de Valparaíso. En una la crisis contó con una gobernanza organizada, con una fuerte estrategia de recuperación del tejido urbano desde lo económico y cultural. En otra, fue y es el talón de Aquiles respecto de la gestión urbana y la

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administración local, que no por casualidad, aparece en las últimas evaluacio-nes por parte de la UNESCO1 como lo crucial que está haciendo de Valparaíso una ciudad en fase de decadencia estructural, más allá de mostrar atisbos y características propias de los procesos de transformación en una ciudad que fue históricamente global.

De este modo, el puerto de Marsella logra conciliar la recuperación del casco y puerto histórico de la fase industrial a la global, potenciando servicios, universi-dades y sectores residenciales, sin que eso significara un impacto urbano y eco-nómico mayor con consecuencias negativas. Como señala el artículo, eviden-ciando que: “la rentabilidad económica y la valorización del patrimonio material e inmaterial no son incompatibles”, algo que en Valparaíso tiene más rostro de deuda que de concreción, más allá que pareciera ser que los municipios tienen una característica universal de funcionamiento. Hacia el 2020 Marsella postula la sostenibilidad como principal eje de la recuperación urbana, generando para ello una propuesta de eco-barrios, que además de ser recuperados, puedan ser autosustentables sin ejercer una presión hacia el total de la ciudad que pueda generar un desequilibrio urbano (polarización económica, problemas de escalas, empobrecimiento, gentrificación u otro). Mientras allá la regeneración del waterfront se pensó como estratégica – no por eso menos problemática – aquí se ha reducido la recomposición del tejido en el “Muelle Baron” como algo más bien circunstancial, como si lo que resultara desde ahí no tuviera impacto alguno.

Finalmente la reseña a cargo de Eloísa Maldonado: “Mujeres de la Vega. Gé-nero, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago.” viene a cerrar un nú-mero de la revista, que pone en valor investigaciones que integran procesos y transformaciones culturales a una dimensión territorial que se encuentra en eventual transformación. El trabajo a cargo de Bastias, estudia los modos de vida existentes en el mercado de la Vega Central, observado desde un prisma de género, dilucidando los enclaves contemporáneos del trabajo femenino tal como lo esclarece S. Sassen como un aspecto característico de la globaliza-ción económica actual. Para estos “lugares” la ocupación inmigrante y femeni-na entra enriquecer el oficio y la identidad de los mercados, colocando una luz para poner atención, si pensamos sobre todo en los ya mencionados Mercado

(1) |Ver: http://www.cerroconcepcion.org/content/informe-icomos-unesco-historico-triunfo-de-las-organizaciones-sociales-de-valparaiso

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Puerto y Mercado El Cardonal para Valparaíso. ¿Observamos estos procesos de transformación ocupacional del mercado de trabajo? ¿Se visualiza una transfor-mación en dichos enclaves? Investigaciones como éstas, son una contribución que sirve como punto de partida y también de confrontación con realidades metropolitanas que toman distancia en algunos aspectos respecto de lo que sucede en Valparaíso.

Como establecíamos en un inicio, este número no habla de Valparaíso, sin em-bargo es una invitación directa a reflexionar sobre el modo en que se ha evalua-do, diseñado y proyectado el espacio público – originalmente rico en sus formas y singularidades de uso – así como la visión programática de la política urbana aplicada a las ciudades. Si entráramos a evaluar de un modo más sistemático existe un universo, desde el punto de vista de la investigación y análisis, para referirse sobre Valparaíso de aquí en adelante.Como equipo esperamos que la Revista pueda acoger en el presente y futuro una parte de esa totalidad en sus páginas, que a su vez, pueda servir y contri-buir a todos los sectores y mundos que interactúan con la variable del territorio, la cultura y por supuesto, la ciudad de Valparaíso.

Gino Bailey BergaminRevista Eltopo N2, Diciembre-Enero 2014

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Revista Eltopo. No.2. 2014: (pp.14-39)ISSN:0719-333514

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Resumen

Muchas de las herramientas de aplicación corriente en el ámbito de la evaluación so-cial de los espacios de uso público se sostienen en una valoración normativa de las funciones, beneficios y formas individuales y colectivas de apropiación que habría que considerar para su implementación. Desde un punto de vista metodológico, tal sesgo se traduce en un excesivo celo e idealización del estándar. Al respecto, no sólo se ad-vierte la dificultad inherente a la propia tarea de definir cualquier clase de estándar en materia de espacio público, sino que también se constata la necesidad de proponer acercamientos metodológicos sensibles a las características de los lugares y de las prácticas sociales que en ellos se desarrollan. El presente trabajo revisa algunas estra-tegias implementadas en diferentes contextos nacionales y plantea algunas claves ge-nerales para la construcción de herramientas metodológicas pertinentes al diagnóstico y la evaluación bajo un enfoque de política pública.

Palabras Claves: Espacio público, evaluación social, políticas públicas, metodología, urbanismo.

Abstract

Many of the current tools used in the evaluation of public spaces are based on a nor-mative assessment of the features, benefits and individual and collective forms of ap-propriation which can be observed in them according to different political or urbanistic requirements. From a methodological standpoint, this bias results in an excessive strict-ness and the idealization of the urban standard as a universal and measurable pattern. In this regard, is not only noticed the difficulty inherent in the task of defining any kind of standard in public space, but also remarks the need to propose methodological ap-proaches sensitive to the features of places and social practices. Without abandoning the possibility of incorporating precise, systematic and evaluative concepts, this paper reviews some methodological strategies implemented in different national contexts and raises some key issues for the development of new evaluation tools with a public policy focus.

Keywords: Public space, social evaluation, public policy, methodology, urbanism.

(1) | Juan Cristóbal Moreno CrossleySociólogo y Magíster en Geografía, Univer-sidad de Chile. Analista de la Comisión de Estudios Habitacionales y Urbanos, Minis-terio de Vivienda y Urbanismo.

E-mail: [email protected]

DEL ESTÁNDAR A LA EXPERIENCIA URBANA. ACERCAMIENTOS METODOLÓGICOS PARA EVALUAR CAPACIDADES Y REALIZACIONES SOCIALES EN ESPACIOS PÚBLICOSJuan Cristóbal Moreno Crossley1

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La generalización de prácticas evaluativas en el contexto de la gestión de pro-gramas sociales –si bien responde a una necesidad de creciente racionaliza-ción de la política pública- se presenta hoy como un proceso condicionado por la exigencia de traducir en logros cuantificables las transformaciones experi-mentadas por diferentes sujetos en un periodo de tiempo y en un ámbito terri-torial acotado. En el caso de los espacios públicos (o, en un sentido más espe-cífico, de los espacios urbanos de uso público, sean estos abiertos o cerrados, e independientemente del carácter público o privado de su propiedad), esta exigencia se asocia estrechamente con la noción de estándar (Gatica, 2009; Caquimbo, 2008).

Este concepto –de aplicación específica en el campo del urbanismo y la arqui-tectura, pero transversal a múltiples disciplinas-, surge como un lugar común al momento de señalar una fórmula adecuada para certificar la idoneidad de los espacios públicos existentes con arreglo a diferentes criterios de orden técnico y práctico. Así, se habla de estándares o parámetros de calidad, de accesibili-dad o de sustentabilidad –entre muchos otros- con objeto de medir el grado de adecuación que alcanza un determinado espacio público con respecto a la re-presentación normativizada de su estado ideal de funcionamiento, y, anclada al propósito de satisfacer ciertos fines sociales definidos a priori y externos, en principio, a la valoración particular de los sujetos.Si bien en muchos casos, la medición de la distancia entre la realidad y el es-tándar hace referencia a una norma explícita –a menudo sancionada en cuer-pos legales o manuales técnicos-, existe un conjunto de ámbitos en los cuales –existiendo o no dicha norma- se espera que la identificación de un estándar permita resolver de manera objetiva y no discrecional, la necesidad de generar un diagnóstico apropiado en torno al estado actual del espacio público para un contexto urbano singular (Gatica, 2009). En estas condiciones, el estándar tiende a expresarse como un indicador univariado que asocia algún atributo observable en el territorio a una operación de medición relativamente sencilla (por ejemplo: metros cuadrados construidos por habitante, distancia promedio en metros lineales u otra semejante) y a una escala de clasificación (continua o discreta). Sin perjuicio de la utilidad que puede prestar el proceso de formulación y apli-cación de un estándar, cabe sostener que la posibilidad de generar una evalua-ción integral y acabada de los espacios públicos conforme a este paradigma,

1. Introducción

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supone, a lo menos, tres problemas significativos: (i) desde un punto de vista práctico, resulta extremadamente dificultoso definir un estándar en materia de espacio público que sea susceptible de generalización –sea en virtud de crite-rios técnicos o científicos, apoyándose en la opinión de expertos, apelando a la construcción de un consenso político o mediante otra clase de protocolo- y válida para una determinada tipología de espacio público o bien para un de-terminado contexto urbano o geográfico; (ii) en segundo lugar -cualquiera sea la manera en que éste se defina-, prácticamente todo estándar comporta una visión unidimensional de la evaluación del espacio público, que se desprende de la necesidad de identificar y aislar atributos individuales (como garantía de su simplicidad, operatividad y eficiencia), y que conspira con los usos y apropia-ciones múltiples de las que puede ser objeto un espacio público; (iii) por último –y de modo más general-, cabe hacer notar que la noción de estándar está enraizada en una concepción profundamente utilitarista del espacio público, que define categorías cerradas de usos, funcionamiento y características que responden de manera unívoca a ciertas tipologías de espacio público, tales como plazas, parques, lugares para la práctica de deportes, sedes o sitios de encuentro vecinal, por solo mencionar algunas.Siguiendo esta línea argumental, el presente artículo explora las posibilidades existentes en un nivel metodológico para fomentar el desarrollo de evaluacio-nes con valor para la política pública y que, a partir de un instrumental original, sean capaces de escapar a los sesgos ya señalados que imprime el concepto de estándar. Con vista en tal objetivo, en primer lugar, se introducen los linea-mientos básicos de un marco de referencia conceptual que presta soporte a la tarea de construir categorías evaluativas alternativas a la noción de estándar. Ello bajo el entendido que, el uso de conceptos pertinentes, constituye un paso ineludible para la construcción de metodologías renovadas para la evaluación del espacio público. El marco conceptual que se propone intenta relacionar dos perspectivas provenientes de matrices disciplinarias divergentes pero compa-tibles en sus consecuencias prácticas: por una parte, la crítica al utilitarismo y la defensa de una economía del bienestar basada en un concepto de libertad planteadas por Amartya Sen y, por otra, el enfoque subjetivo y experiencial que apuesta a construir la geografía humana y cultural contemporánea, recogiendo especialmente los aportes de Alicia Lindón, Daniel Hiernaux y Guy Di Méo. En una segunda etapa, en tanto, se revisarán algunas estrategias metodoló-gicas que han sido implementadas en diferentes contextos nacionales y que suponen una reinterpretación consistente de las prácticas y de las finalidades que debiese incorporar la evaluación de espacios públicos con una mirada de

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política pública. En este nivel, se exponen y discuten las aplicaciones de dos metodologías sistemáticas que han sido desarrolladas por agencias reconoci-das internacionalmente como es el caso de CABE en Inglaterra (Spaceshaper) y de Spacescape en Suecia (Sociotope mapping). Junto a ellas se presenta, en tercer lugar, la experiencia generada desde el año 2011 en Chile a partir de la implementación del Sistema de Instrumentos de Monitoreo y Evaluación (SIME), iniciativa de apoyo a la gestión del Programa de Recuperación de Ba-rrios del Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Si bien se trata de experiencias heterogéneas en cuanto a sus objetivos y ámbito de interés, comparten una mi-rada común que releva la calidad de las experiencias subjetivas producidas por actores individuales y colectivos en relación con los espacios públicos como criterio central de evaluación. Finalmente, se presenta una síntesis que busca subrayar los principales apren-dizajes y desafíos que se extraen a partir de la revisión de dichas estrategias metodológicas.

2. Hacia un marco conceptual alternativo para la evaluación de los espacios públicos: Realizaciones, capacidades y experiencia urbana subjetiva

En gran medida, los espacios públicos se conforman en la actualidad como áreas residuales de las ciudades en los que se habilita el uso y la apropiación –a menudo conflictiva- por parte de diferentes sujetos sociales (individuos y colectivos), con relativa independencia de la propiedad o condición de tenen-cia del suelo –que puede ser privada, estatal o, en un sentido más difuso, de carácter “público-no estatal” (Borja, 1998; Pol y Vidal, 2005; Segovia y Oviedo, 2000; Schlack, 2007). Si bien muchos espacios públicos son construidos deliberadamente para satis-facer determinados objetivos y planificados con el propósito de facilitar ciertas actividades o funciones sociales (que sintetizan un “programa” particular, aso-ciado, por ejemplo, a la recreación, el encuentro, el tránsito, la práctica de de-portes o la conservación del paisaje y la naturaleza, entre otros), su valoración social reside esencialmente en los usos y en la experiencia subjetiva que las

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personas y colectividades elaboran a partir de su apropiación, los que pueden o no coincidir con dicho programa (Pol y Vidal, 2005; Saraví, 2004). Del mismo modo, existen otros espacios –típicamente de propiedad privada, diseñados para cumplir otras finalidades o sencillamente intersticios urbanos no planifi-cados- que de manera espontánea pueden soportar un uso público prolongado por parte de diferentes categorías de actores, pasando a tematizarse como espacios públicos con idéntica legitimidad, no obstante su origen informal (Se-govia y Oviedo, 2000; Schlack, 2007). Conforme a esta premisa, una plaza es mucho más que un “área verde” o un conjunto de equipamientos recreativos dispuestos de modo organizado –como juegos infantiles o máquinas de ejercicios-: es un espacio de prácticas sociales y, a la vez, un espacio significado y simbolizado por sujetos sociales, que refle-ja –si se quiere- un tipo específico de experiencia territorial (Delgado, 1998; Lindón, 2010). Si se acepta esta definición, los criterios bajo los cuales co-rresponde evaluar la calidad de un espacio público son –indefectiblemente- de índole social e involucran percepciones, usos, prácticas, apropiaciones y “rea-lizaciones” que son producidas a instancias de la relación entre tal espacio y sus ocupantes, sean estos visitantes esporádicos o usuarios/as frecuentes. La finalidad de un espacio público no se agota, por consiguiente, en el cumplimien-to de metas tales como producir entretención o favorecer la reducción del se-dentarismo de una población, aun cuando individuos o colectividades extraigan (y, eventualmente, valoren) algún tipo de utilidad específica relacionada con dichos objetivos. Por el contrario, cabría esperar que un buen espacio público se afirme en su capacidad para contribuir al desarrollo de sujetos sociales en el territorio, en su valor como recurso para favorecer el despliegue –con grados significativos de libertad- de modos particulares de ser y hacer, de identidades y prácticas, de imaginarios y apropiaciones de los lugares.Por otra parte –aun cuando no pueda desconocerse la relevancia de criterios técnicos, de diseño y de sustentabilidad como componentes funcionales a la gestión de espacios públicos-, no parece admisible sostener, desde una pers-pectiva como la que se plantea aquí, que ciertas exigencias urbanísticas o fun-cionales (como la disponibilidad de circulaciones pavimentadas y sin obstácu-los, la disposición y suficiencia de luminarias, la aplicación rigurosa de criterios de accesibilidad universal en el diseño de mobiliario y equipamientos, la exis-tencia de riego o mantención regular de especies vegetales y arbóreas, entre muchas otras posibles) se esgriman como factores aplicables a todo evento y en cualquier contexto socioterritorial a la evaluación cualitativa del espacio público urbano. La heterogeneidad del territorio y de los sujetos que lo habitan

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supone, correlativamente, la legitimidad de diferentes soluciones cuya perti-nencia debe ser juzgada por la adecuación que muestran de acuerdo a las necesidades de quienes los usan y por la capacidad que éstas tengan de esti-mular el acceso a oportunidades, garantizar la protección de derechos de los individuos y colectividades y, por cierto, favorecer el ejercicio incondicionado de diversas opciones de vida en un contexto urbano. De alguna forma, esta visión coincide con la reflexión desarrollada –en el mar-co disciplinario de la economía del bienestar- por Amartya Sen quien, a partir de la discusión de la validez de un concepto de calidad de vida en general, esboza algunas claves que pueden resultar de aplicación pertinente para la evaluación de los espacios públicos (Sen, 1984; Nussbaum & Sen, 1993). De acuerdo a este autor, existen tres abordajes principales al concepto de la ca-lidad de vida, los que se condicen con las nociones de utilidad, opulencia y libertad. Sen subraya las limitaciones aparejadas a los dos primeros enfoques, visualizando el tercero como un terreno fértil para desarrollar nuevos tipos de análisis. Mientras la noción de utilidad fija la evaluación de la calidad de vida a un criterio de “deseabilidad” o satisfacción derivada del consumo de ciertos bienes y la noción de opulencia conduce a un análisis limitado al nivel de rique-za acumulada como función del bienestar de una sociedad (medida, por ejem-plo, a través de sus ingresos reales), un enfoque de calidad de vida basado en la noción de libertad exige del desarrollo de un aparato conceptual diferente, donde el acceso a bienes y servicios sea considerado como una condición habi-litante para alcanzar un determinado nivel de vida y no un fin en sí mismo (Sen, 1984). En estos términos, Sen aboga por un concepto de libertad comprendido en un sentido “positivo”: esto es, entendido como libertad para hacer esto o ser aquello y no –como corrientemente se le considera en el marco de los análisis trazados por la economía neoclásica- en un sentido “negativo”; a saber, como eliminación de obstáculos o restricciones externas a la acción de individuos racionales y, por añadidura, maximizadores de beneficios (Sen, 1984). Si el fin último del bienestar es potenciar una mayor libertad de elegir y rea-lizar de manera legítima y segura diferentes modos de vida –posibilitando el acceso a un cierto estándar o calidad de vida, sujeto a una valoración particu-lar por parte de cada individuo-, la evaluación del papel jugado por diferentes clases de bienes (como en el caso de los espacios públicos) deberá reconocer distintas dimensiones relacionadas con este proceso. En este nivel –como es ampliamente reconocido entre sus aportes a la teoría económica contemporá-nea-, Sen introduce dos conceptos originales a los que designa “capacidades” (capabilities) y “realizaciones” (functionings) (Sen, 1988). Mientras que el se-

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gundo de estos conceptos señala lo que una persona está actualmente “ha-ciendo” o logrando, el primero describe las condiciones (materiales) de las que dispone una persona para poder hacer o lograr aquello (Sen, 1988; Sen, 1984). Para el ámbito que nos ocupa, un espacio público podría verificar distintas cla-ses de realizaciones (la práctica de deportes, el encuentro entre personas per-tenecientes a diferentes grupos sociales) y las características singulares que reviste el propio espacio público -en tanto bien económico- podrían constituirse en factores que faciliten el desarrollo de las capacidades requeridas entre las personas para garantizar la continuidad y sostenibilidad en el tiempo de tales realizaciones, en la medida en que se conjuguen con otros elementos habilitan-tes (por ejemplo: el estado de salud de los miembros de una comunidad en el caso de la práctica de deportes o la cercanía física de distintos grupos sociales en el territorio) (Sen, 1984). Si bien las realizaciones (o “funcionamientos”) observadas en el espacio pú-blico pueden ser diferencialmente evaluadas en su pertinencia con arreglo a distintos criterios éticos y/o normativos, la libertad de una persona estaría dada, esencialmente, por el volumen y efectividad de las capacidades que dis-pone y que le permitirán manifestar de modo concreto un conjunto cada vez más amplio de realizaciones. Pese a que Sen no proyecta su reflexión sobre el análisis de colectivos humanos y no aporta mayores pistas acerca de cómo se “construye” la valoración de distintas clases de realizaciones (ámbito que, de todas formas, subsume a una noción de utilidad en tanto satisfacción del deseo subjetivo), el esquema que sugiere asoma fructífero para la identifica-ción de algunas interrogantes primarias para la evaluación cualitativa de los espacios públicos. Entre ellas, se plantean las siguientes: ¿Qué realizaciones se producen en el contexto de diferentes espacios públicos? ¿Cuáles de ellas son valoradas, en un nivel subjetivo, por quienes los usan habitualmente? ¿Cuáles de ellas resultan relevantes de asegurar y potenciar desde una perspectiva de política pública? ¿Qué características del espacio público pueden contribuir a la generación de capacidades que permitan materializar y sostener en el tiempo tales realizaciones? Desde luego, estas interrogantes representan sólo la antesala para abordar una cuestión aún más de fondo: ¿Cuál es, en términos concretos, el objeto de eva-luación al que aludimos cuando hablamos de evaluar la calidad de los espacios públicos? ¿Se trata de un bien económico como cualquier otro? ¿O su expresión como bien económico u objeto físico constituye sólo una de las posibles dimen-siones o aproximaciones que reviste su análisis? Para encarar estas preguntas, acudiremos a una fuente radicalmente disímil: el enfoque constructivista que

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ha sido propuesto, entre otros, por autores como Alicia Lindón, Daniel Hiernaux y Guy Di Méo, entre otros, en el marco disciplinario de la geografía humana. Dichos autores resultan representativos del creciente diálogo que se ha insta-lado entre la geografía y otras ciencias sociales –tales como la sociología y la antropología-, y en el que se plantea un denodado esfuerzo por resituar la mi-rada de la geografía humana en torno al sujeto y al modo en que éste conoce, coproduce y se apropia del espacio. Según Lindón, una geografía sensible a los “giros” (culturales, interpretativos, humanistas o como se los quiera llamar) que se han dado en las ciencias so-ciales contemporáneas y capacitada para hacerse cargo de la ciudad como foco de investigación debiese plantearse simultáneamente en tres planos ana-líticos: (a) el del “actuar” de los sujetos en la ciudad (sus prácticas); (b) el de la subjetividad urbana o del sentido que está puesto en juego en el actuar de dichos sujetos; y, (c) el de las formas espaciales con las que los sujetos se rela-cionan a través de sus prácticas y de las tramas de sentido que comprometen (Lindón, 2010; Lindón, 2008; Hiernaux, 2007). De acuerdo con lo anterior, el espacio público puede ser enunciado en términos de una experiencia social específica que involucra de manera directa al sujeto y al modo en que éste se apropia del espacio –movimiento que se suele asociar, también, al concepto de territorio como espacio vivido o significado por sujetos (Di Méo, 1999; Claval, 2002). Este acercamiento tiene indudables raíces fenomenológicas, que em-parentan el enfoque de la geografía constructivista al concepto de experiencia sensorial trazado por la filosofía por Merleau-Ponty, quien recurre a esta noción para hacer referencia a aquella “comunicación vital” que el sujeto entabla con el mundo del que se hace partícipe, forjando un lazo indisoluble entre el objeto percibido y el sujeto perceptor (Merleau-Ponty, 1975). De tal suerte, el espacio público no se concibe como un objeto externo al sujeto –o al menos no únicamente en dicha dimensión-, sino como forma represen-tada y vivenciada, que moviliza diferentes significados subjetivos que emergen de las prácticas y percepciones. Consecuentemente, como ha insinuado Lin-dón, además, el concepto de sujeto al que se intenta aproximar la geografía constructivista es, más precisamente, el de un sujeto-habitante, figura que pre-supone simultáneamente a la persona y al lugar, definido por una particular y compleja forma de habitar el espacio (Lindón, 2010). Un espacio público, por cierto, no es habitado del mismo modo en el que un individuo fija residencia en una vivienda, sino que implica relaciones que varían en intensidad, conforme cambian la frecuencia, el tipo de uso del espacio y, también, el compromiso afectivo y/o el apego que el sujeto expresa en dicho habitar. Tal como señala

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Caquimbo, “(…) habitar implica constituir vínculos con el territorio, poder sentir-lo como propio, como parte constitutiva del ser en ese lugar” (Caquimbo, 2008, p.77). Reconocer el espacio público como una experiencia urbana, entonces, significa valorar su calidad desde la perspectiva del sujeto que lo experimenta y de la relación que éste (o éstos) establece con dicho espacio, más allá de su expresión objetual o física (Lindón, 2010). Ahora bien, ¿Cómo se hace compatible este enfoque con los conceptos previa-mente discutidos de realizaciones y capacidades que se desprenden del en-foque económico de Sen? Aceptando, con Bustelo, que la evaluación supone una práctica cualitativamente diferente de la investigación –al menos en su acepción académica- y que la evaluación, en un contexto de política pública, persigue como principal finalidad la mejora de lo existente con objeto de pro-ducir una información que “permita ilustrar posibles acciones futuras” (Buste-lo, 1999, p.4), la evaluación de espacios públicos debiese plantearse bajo el imperativo de analizar la calidad de las experiencias urbanas subjetivas que se producen en concomitancia con el proceso –controlado, en alguna medida al menos, por instituciones públicas- de provisión de espacios públicos, cuyas características y uso potencial aparecen intencionados por un determinado pro-grama. Tal responsabilidad pública se hace aún más patente cuando se consi-dera el caso de barrios desarrollados a instancias de la radicación de conjuntos de vivienda social. Como advierte Gatica, el Estado es “(…) el organismo con más herramientas y mecanismos para poder subsanar la situación de deterioro en que se encuentran muchos espacios públicos en los barrios de vivienda so-cial” (Gatica, 2009, p.190). Bajo esta perspectiva –aun cuando el diseño de los espacios públicos no pueda prever la infinitud de posibles apropiaciones subjetivas que se vuelven admisi-bles en la praxis (visibilizadas, desde una mirada externa, como realizaciones sociales en el espacio público)-, parece necesario fomentar el estudio dedi-cado de los modos en que se articulan el conjunto de características físicas y los usos explícitos que propone cada espacio público urbano (concebido como bien económico) con la experiencia subjetiva concreta que se genera a sus instancias. Describir esta experiencia constituye la clave para desentrañar las potencialidades del espacio público en tanto factor habilitante para desarrollar capacidades que permitan a individuos y colectividades escoger y materializar de manera libre diferentes opciones de vida (garantizando siempre la satisfac-ción de necesidades y la protección de sus derechos) y concebir procesos que conduzcan, finalmente, a verificar mejoras sustantivas en la implementación de políticas a partir de la retroalimentación entre los procesos de diseño del espa-

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cio público y la construcción (social y territorializada) de la experiencia urbana.

3. Acercamientos metodológicos: Aperturas posi-bles, propuestas recientes

Complementando las orientaciones trazadas en la sección precedente, es posi-ble sugerir un esquema de análisis propicio para evaluar la calidad de espacios públicos urbanos a partir de las categorías presentadas en la figura 1. Este esquema puede interpretarse siguiendo dos recorridos opuestos: un recorrido de ida –en el que las características (formas y materialidad) del espacio público se corresponden con determinados usos propuestos (programa, definido de antemano por el planificador), movilizando, a su vez, una experiencia subjetiva que reacciona ante tal programa (adaptándose, desafiándolo o realizándolo)- y un recorrido de vuelta –que, a partir de la experiencia subjetiva del espacio público, produce apropiaciones originales (usos, aparejados a un sentido sub-jetivo) que, eventualmente, tienen un efecto sobre la dimensión objetiva del propio espacio público.

Cumpliendo el recorrido de ida, entonces, se puede analizar la calidad de las realizaciones que propicia el espacio público por contraste con las orientacio-nes presupuestas en su programa o diseño. De esta forma, se busca contestar a la siguiente pregunta: ¿En qué medida el espacio público consigue materia-

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Figura Nº1Esquema de análisis para la evaluación del espacio público urbano conforme a capacidades y realizaciones.

Fuente: Elaboración propia

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lizar los usos para los cuales fue diseñado y concebido? Siguiendo el recorrido de vuelta, en cambio, se facilita el análisis de las capacidades fomentadas a instancias de la apropiación del espacio público, poniendo de relieve la tensión entre la experiencia del sujeto-habitante y sus expectativas de cambio y mejora de la actual situación. En este plano, la interrogante subyacente puede ser for-mulada en los siguientes términos: ¿En qué grado el espacio público favorece la autonomía del sujeto-habitante y posibilita el desarrollo de prácticas y resulta-dos valorados en un nivel subjetivo? Este modelo, por ahora, sólo cumple una función ilustrativa, aunque puede pre-figurar las bases para la formalización de un paradigma metodológico novedoso para el diseño de evaluaciones pertinentes para la política pública. Al hablar de paradigma, en todo caso, no se busca inducir una reinvención teórica ni la construcción de un nuevo objeto de estudio, sino simplemente –apropiándonos de las palabras de Csordas- proponer una perspectiva metodológica consistente que estimule la revisión de los análisis existentes y sugiera nuevas interrogantes pertinentes a la investigación empírica (Csordas, 1990). No obstante, al no exis-tir iniciativas concretas que hayan surgido a consecuencia de una revisión ex-haustiva compatible a la que se ha propuesto aquí, los elementos para construir dicha perspectiva metodológica requieren ser desarrollados. Ello no significa, en ningún caso, partir desde cero, ya que existen muchas experiencias valiosas que vale la pena reconocer, y que –de una u otra manera-, han buscado desafiar las limitaciones de la lógica del estándar urbano que se criticaba al comienzo de este texto. Asumiendo esta realidad, a continuación nos ocuparemos de documentar y dis-cutir algunos acercamientos a la práctica de la evaluación del espacio público que entregan aprendizajes relevantes para estimular el desarrollo de herramien-tas metodológicas renovadas. En este contexto, se expondrán someramente dos modelos de evaluación relativamente consolidados y reconocidos a nivel global –representados por las propuestas de CABE en Inglaterra (Spaceshaper) y de la agencia de planificación urbana Spacescape de Suecia (Sociotope mapping)- y luego se comentará una experiencia de aplicación metodológica en Chile rea-lizada en el contexto del Programa de Recuperación de Barrios del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Sistema de Instrumentos de Monitoreo y Evaluación, SIME). Esta última experiencia –si bien reviste un menor grado de sofisticación desde un punto de vista académico y responde a fuentes conceptuales algo más heterodoxas- tiene valor en la medida que se constituye como una iniciati-va pionera en la consolidación de un sistema de información desarrollado con el propósito explícito de intervenir sobre el mejoramiento y la recuperación del

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espacio público urbano en barrios segregados de las principales ciudades del país.

3.1. Spaceshaper (CABE, Inglaterra)

Uno de los referentes contemporáneos en materia de evaluación de espacios públicos desde una mirada urbanística y proyectual lo constituye CABE (Com-mission for Architecture and the Built Environment), institución británica que opera como ente asesor de iniciativas gubernamentales y locales en el ámbito del diseño urbanístico, la regeneración urbana y el desarrollo de proyectos de espacios públicos, en general. Si bien recibe financiamiento estatal, se trata de una institución autónoma, cuyo giro no se agota en la asesoría y el desarrollo de proyectos, incluyendo una intensa vinculación con el mundo académico y con la sociedad civil, tal como se evidencia en el alto número de publicaciones que edita, en el desarrollo de actividades de capacitación a entidades locales tanto en Inglaterra como en otros países, y en la gestión de una amplia red de recursos electrónicos (que incluye boletines, sitios web, software especializado y redes sociales de profesionales especializados en el área del urbanismo y el diseño). En términos genéricos, el acercamiento que ha propuesto CABE a la problemá-tica de los espacios públicos se sostiene en dos pilares fundamentales: (i) el énfasis en la sustentabilidad como característica indispensable del desarrollo de espacios públicos y edificación en general; y, (ii) el compromiso con el “buen diseño” en todos los proyectos, aspecto que se considera parte constitutiva de la calidad del espacio público urbano y de la funcionalidad que presta (y no un mero elemento decorativo). Para CABE –según destaca Gatica-, “(…) el produc-to debe ser funcional, hermoso y durable, porque un proyecto que se realiza a partir de un buen diseño tiene un valor adquirido” (Gatica, 2009, p. 55). Esta declaración de principios, sin embargo, no se restringe a la simple traducción de un saber experto al diseño de espacios públicos, sino que asigna un papel preponderante a aspectos tales como la satisfacción experimentada por los habitantes, además de sus expectativas y necesidades declaradas, los que se consideran criterios centrales en la evaluación de la calidad de los espacios públicos. En esta línea –desde el año 2007- CABE ha contribuido al desarrollo de una he-rramienta especializada de evaluación, denominada Spaceshaper. De acuerdo a lo declarado en sus manuales, Spaceshaper se define como un kit de herra-mientas prácticas que puede ser usado por cualquiera (profesional o activista

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local) que esté interesado en medir la calidad de un espacio público “antes de invertir tiempo y dinero en mejorarlo” (CABE, 2007). Bajo tal perspectiva, se trata de un instrumental dirigido a un público amplio y cuya efectividad se in-crementa en la medida que actores locales son capacitados para operar como “facilitadores” de esta metodología. Entre los objetivos específicos que se definen para la aplicación de Spaceshaper en un contexto singular se cuentan los siguientes: (i) identificar las fortalezas y debilidades de un espacio público; (ii) establecer qué es lo que resulta más importante para las personas con respecto a dicho espacio; (iii) comparar las visiones de diferentes personas o grupos; (iv) medir el grado de ajuste entre las características del espacio público y las necesidades de la gente; (v) estimular el desarrollo de nuevas ideas para realizar mejoramientos; (vi) monitorear los cambios en las percepciones de las personas a través del tiempo; y, (vii) vincu-lar a los profesionales y usuarios en la discusión del espacio público mediante un formato estructurado (CABE, 2007). Todos estos objetivos, se resumen en la idea de que el mejoramiento o recuperación de un espacio público nace de un proceso participativo, donde se desarrolla un tipo de negociación entre los intereses de distintos actores para asegurar que las soluciones y diseños pro-puestos no sólo respondan efectivamente a las necesidades del conjunto, sino que también contribuyan a incrementar significativamente el agrado que las personas sienten hacia dicho espacio.En tal sentido, la propuesta de Spaceshaper se sostiene en la premisa de que la calidad corresponde a un concepto relativo y que, por lo tanto, la posibilidad de medir adecuadamente el nivel de logro alcanzado por un espacio público en relación a un atributo de semejante complejidad, exige poner en tensión las diferentes definiciones (subjetivas) propuestas por los actores. Según se mani-fiesta explícitamente, “medir calidad significa involucrar a una variedad de per-sonas interesadas en definir qué tan bien funciona un espacio (público)” (CABE, 2007, T. del A.). En consecuencia, la metodología misma se define en su carác-ter subjetivo-experiencial y participativo, desarrollándose en diferentes etapas a través del trabajo dedicado con grupos de personas. Entre los procesos que se establecen se contempla como hito inicial la realización de una visita al sitio en cuestión (con una duración aproximada de una hora), lo que permite interactuar con el lugar y compartir opiniones entre los diferentes participantes. Al finalizar la visita, se procede a aplicar un cuestionario de 41 ítems destinado a evaluar la calidad del espacio con arreglo a diez dimensiones de interés: (i) acceso (en qué condiciones se llega al espacio público y las personas se orientan dentro de él); (ii) uso (qué actividades y oportunidades ofrece el espacio); (iii) otras perso-

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nas (cómo el espacio se ajusta para las diferentes necesidades de las perso-nas); (iv) mantenimiento (qué tan limpio y cuidado se encuentra el espacio); (vi) ambiente (qué tan seguro y confortable es); (vii) diseño y apariencia (cómo se “ve” el espacio y de qué está hecho); (ix) comunidad (qué tan importante es el espacio para la comunidad residente); y, (x) tú (usted) (cómo le hace sentir ese espacio a la persona consultada) (CABE, 2007). La dinámica que se propone es grupal y se desarrolla a modo de un taller en el cual se invita a un conjunto específico de personas. Considerando el sello cua-litativo de la técnica, no se consideran procedimientos de muestreo ni se espe-ra –en un sentido riguroso- satisfacer algún criterio de representatividad en la selección de los participantes. No obstante lo anterior, se sugiere un listado de categorías de personas que debiesen ser convocadas y donde se considera la motivación y el interés respecto del mejoramiento del espacio público como un filtro relevante para decidir la inclusión de determinados perfiles. Asimismo, se privilegia alcanzar un balance entre expertos/técnicos y usuarios del espacio público. El foco principal de la actividad es generar un debate constructivo en-tre actores / tomadores-de-decisión (stakeholders), por lo que se considera un número limitado de participantes (sugiriéndose un mínimo de 8 y un máximo de 18). Ello no significa, en ningún caso, agotar la discusión entre quienes han participado en el taller, ya que se considera que la metodología es parte de un proceso de mejoramiento y donde se pueden realizar sucesivas convocatorias que, además, permitirán ilustrar cambios de opiniones y nuevas actitudes que surgen a consecuencia de las iniciativas implementadas en el intertanto (CABE, 2007).

Los resultados de la aplicación del cuestionario –aun cuando no se tratan en términos de un producto estadístico- son desplegados en gráficos que apoyan el proceso de discusión y que relevan el mayor o menor nivel de logro alcanza-do en cada dimensión individual. En función de este diseño, Spaceshaper se postula como una herramienta útil para conducir procesos de regeneración o recuperación de espacios públicos, favoreciendo el diálogo intersubjetivo y la búsqueda de acuerdos. Sin embargo –aun cuando no se perciba como una limitación, sino más bien como una característica inherente a la metodología-, no se estima prudente generalizar resultados ni desarrollar comparaciones, en atención a que cada caso moviliza a personas con características únicas y con una relación especial con el espacio público. De acuerdo a lo que se declara en el sitio web institucional2 , el instrumento indaga en la subjetividad, lo que impide la comparación entre distintos casos. De esta forma, su pertinencia se

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(2) |Ver: http://www.landscapeinstitute.org/Spaceshaper/spaceshaper914.php

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justifica en términos de servir de insumo a la construcción de una línea base para la intervención, descartándose su valor como herramienta de evaluación generalizable a otras escalas de análisis.

3.2. Sociotope mapping (Spacescape, Suecia)

Sociotope mapping (o, indistintamente, sociotop mapping), es una herramienta de diagnóstico híbrida, que se nutre tanto del juicio experto como de las per-cepciones subjetivas de los habitantes, para recrear un modelo espacial de las ciudades que permite calificar el estado actual y la potencial evolución de los espacios públicos a una escala agregada. Desarrollada en Suecia a partir del trabajo de dos connotados urbanistas (Alexander Stahle y Anders Sandberg, de la agencia de planificación Spacescape) que implementaron esta metodología en el contexto de la elaboración del programa de parques de la ciudad de Es-tocolmo. Sociotope mapping se postula esencialmente como una herramienta de planificación urbana funcional a la tarea de detectar requerimientos de es-pacios públicos. Este proceso se concibe en estrecha vinculación con el recono-cimiento de la estructura específica de preferencias subjetivas y de las formas culturales que caracterizan a los habitantes de una ciudad. En este contexto, el concepto de sociotopo (si se admite la transliteración) es planteado en analogía a la noción ecológica de biotopo (o hábitat). Dicha noción supone un área o territorio caracterizado por condiciones ambientales homogé-neas que facilitan el desarrollo de una comunidad biológica determinada (fauna y flora). No obstante –en lugar de concebirlo como un equivalente funcional o un complemento “social” a este concepto-, Stahle y Sandberg justifican su propuesta en atención a la necesidad de producir un desplazamiento del foco que tradicionalmente ha caracterizado al análisis urbanístico de los espacios públicos y, particularmente, de aquellas áreas verdes y espacios abiertos de gran extensión (típicamente, aunque no de modo exclusivo, representados por los parques urbanos que conforman la “estructura verde” –green structure- de la ciudad) (Stahle, 2006). En estos términos, apelan a colocar al sujeto en el centro de la cuestión, soste-niendo que determinados usos del espacio público cobran una valoración sin-gular en el seno de una cultura urbana específica y que en éstos usos es posible encontrar la clave para evaluar la calidad de aquellos espacios existentes. Este enfoque reconoce vínculos explícitos con perspectivas fenomenológicas, así como con conceptos provenientes de la psicología ambiental. Pero, junto a este giro paradigmático –que sus promotores señalan como una reacción deliberada

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a la visión biocéntrica que dominó gran parte del debate en torno a las áreas verdes urbanas, sobre todo a contar de la década de 1980-, esta estrategia metodológica se plantea asimismo como una respuesta pragmática a la nece-sidad de contar con cartografías urbanas que representaran de manera fiel los usos sociales de los espacios verdes para fines de planificación (Stahle, 2006). Habiendo cuenta de estas fundamentaciones, en diferentes textos se sugiere que el concepto de sociotopo hace referencia al conjunto común de valores de uso directamente percibidos que caracterizan a un lugar, en el marco de una cultura o grupo específico (Stahle, 2006). Del mismo modo, también se suele indicar que el concepto describe el uso y experiencia corriente que se genera en torno a un lugar por parte de una cultura singular (Stahle, 2005). Siguiendo estas orientaciones, se sugiere que una metodología construida a partir del concepto de sociotopo, debiese ser capaz de responder a las siguientes pre-guntas al momento de evaluar un espacio público: ¿Para quién? ¿Para qué? ¿Dónde? (Stahle, 2006). De tal forma, se busca ligar tres elementos de interés: un sujeto que otorga sentido al espacio público (construido como una categoría sociocultural), un conjunto de usos o valores de usos (que relevan prácticas y un tipo singular de experiencia urbana) y, finalmente, una representación es-pacial (cartográfica) de la distribución de tales usos dentro de la trama urbana. Este último punto señala que el producto principal de esta metodología sea la confección de mapas –que adquieren relevancia en el contexto de la planifi-cación urbana- y justifica su clasificación dentro del ámbito de metodologías asociadas a los Sistemas de Información Geográfica (SIG).

Según enumera Stahle, el proceso de mapeo propuesto contempla cinco pasos sucesivos: (i) en primer lugar, la identificación y registro de todos aquellos es-pacios abiertos de acceso público en la ciudad que revisten una extensión geo-gráfica igual o superior a 0,5 hectáreas; (ii) luego, el desarrollo de una evalua-ción experta a partir de la observación en terreno de profesionales calificados quienes visitan en más de una oportunidad cada espacio público identificado y asignan una valoración inicial fundamentada en criterios técnicos; (iii) en una tercera etapa, se incorpora la evaluación de los usuarios/as, la que es recogida en el marco de “actividades de diálogo” que comprometen a la comunidad y en las que se aplican distintos instrumentos de investigación, incluyendo cuestio-narios de encuesta en diferentes formatos (de aplicación presencial, autoadmi-nistrados o electrónicos), entrevistas individuales y grupales, grupos focales y otras estrategias que se consideren pertinentes; (iv) a continuación, se genera una síntesis que remite el conjunto de las evaluaciones producidas a categorías

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estandarizadas que buscan describir el valor de uso principal asociado a cada espacio público y que, típicamente, se expresan en términos de actividades o prácticas cotidianas ampliamente reconocidas (por ejemplo: jugar, caminar, encuentro, tranquilidad, silencio, aglomeración, ruido, etc.); y, (v) finalmente, se realiza el mapeo propiamente tal, que consiste en la traducción mediante una simbología específica de las categorías construidas a un ambiente SIG y donde la información se estructura en capas aditivas que hacen referencia a lugares definidos en dos niveles o escalas territoriales diferenciadas: lugares de relevancia local (local place) y lugares de relevancia regional (regional place) (Stahle, 2006).

El éxito de la experiencia inicial en Estocolmo favoreció una rápida difusión de la metodología y del concepto de sociotopo, resultando en nuevas aplicaciones que han influido significativamente en las prácticas de planificación urbana se-guidas en numerosas ciudades europeas. Asimismo, ha probado ser un enfo-que altamente atractivo para la academia, abriendo un campo de investigación que ha facilitado el diálogo teórico y metodológico entre disciplinas como el urbanismo, la geografía, la sociología urbana y la psicología ambiental. Desde mediados de la década del ’00, dicho impacto se ha hecho sentir en la prolife-ración de tesis y publicaciones que han emprendido estudios de casos basados en la metodología del Sociotope mapping y en el surgimiento de redes sociales virtuales orientadas al intercambio de experiencias en la materia. A pesar de sus indiscutibles méritos y de su directa aplicación en el campo de la planificación urbana, cabe observar que la propuesta se muestra más sólida en lo conceptual que en lo metodológico, destacando por su capacidad de in-tegración interdisciplinaria y por su énfasis en fomentar una reflexión sobre el espacio público con foco en los procesos de apropiación subjetiva y sociocul-tural del territorio. Las técnicas que permiten arribar a la construcción de una cartografía coherente admiten una alta flexibilidad, mientras que –más allá de las experiencias concretas que han sido documentadas - no parece existir una práctica lo suficientemente formalizada que pueda traducirse sino en un enfoque analítico, al menos en un protocolo específico que detalle el modo en que se sintetizan las evaluaciones realizadas por expertos y usuarios de los es-pacios públicos. Por otra parte, sus resultados –traducidos en mapas- todavía parecen ser mejor valorados por su utilidad ilustrativa que por la posibilidad de derivar, efectivamente, en una práctica evaluativa sistemática pertinente a los procesos de regeneración y transformación urbana conducidos por la política pública.

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3.3. SIME: Sistema de Instrumentos de Monitoreo y Evaluación (Programa de Recuperación de Barrios-MINVU, Chile)

El Sistema de Instrumentos de Monitoreo y Evaluación (SIME), corresponde a una iniciativa vinculada a la gestión del Programa de Recuperación de Barrios del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU). Si bien dicho programa se inició en su versión piloto en el año 2006, a contar de 2011 se consolida como programa regular asociado a la línea de intervención que el MINVU desarrolla a escala de barrio (actualmente radicada en la Secretaría Ejecutiva de Desarrollo de Barrios). En este contexto, se empieza a instalar la necesidad de sistema-tizar los procesos de desarrollo de información estratégica para fines de diag-nóstico, monitoreo, evaluación y seguimiento de las intervenciones generadas por el programa, tanto a nivel de barrios como a nivel regional y nacional. Como tal, el SIME ha sido definido como un “un conjunto de herramientas y pro-cesos vinculados entre sí cuyo propósito fundamental es generar información de valor estratégico para el diagnóstico, seguimiento y evaluación del programa en sus diferentes fases de ejecución y en conformidad con los productos, re-sultados e impactos que se espera producir en cada una de las comunidades y territorios intervenidos” (MINVU, 2013ª, p.4) La implementación del SIME corre en paralelo a la ejecución del programa en la escala barrial, iniciando sus acti-vidades de modo inmediatamente posterior al proceso de selección de barrios realizado mediante concurso público. El desarrollo del SIME contempla una propuesta en la que se articulan diferen-tes perspectivas, instrumentos y técnicas, teniendo en cuenta los principios ge-nerales que inspiran la gestión del Programa de Recuperación de Barrios. Entre éstos, cabe resaltar: (i) la concepción multidimensional e integral aplicada a las intervenciones en el ámbito barrial; (ii) la visión interescalar del territorio; (iii) el fortalecimiento de la participación ciudadana; y, (iv) el desarrollo de un enfoque sensible a la promoción de la sostenibilidad en sus diferentes dimensiones (social, medioambiental y económica) (MINVU, 2013b). Asimismo, el diseño del SIME se inscribe en el marco de la tradición de Investigación-Acción Par-ticipativa (IAP o PAR, por sus siglas en inglés), escuela que ha formalizado un método de trabajo sistemático dirigido a vincular la investigación con los pro-cesos de transformación social (fundamentalmente en la escala local) y donde se estimula un compromiso activo con la comunidad como protagonista y co-responsable en la producción y el análisis de la información (Alberich, 2008). En términos generales, el desarrollo del SIME contempla tres fases de trabajo:

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la primera, que considera el levantamiento y análisis de información para el diagnóstico de la situación inicial del barrio; la segunda, concebida como etapa de monitoreo, en la que se desarrolla información relevante para la revisión de procesos y resultados intermedios del programa; y, la tercera, definida como etapa de cierre de la evaluación de los resultados directos asociados al progra-ma. En cada una de estas etapas se produce y analiza información proveniente de instrumentos cuantitativos y cualitativos (MINVU, 2013a). Entre los primeros, se considera una encuesta de opinión aplicada en dos mo-mentos (al inicio y al final de la intervención) a una muestra estadísticamente representativa de personas que aborda en profundidad los siguientes tópicos (i) valoración y experiencia de vida en el barrio; (ii) evaluación del entorno, espa-cio público y equipamiento; (iii) uso, valoración y cuidado del espacio público; (iv) seguridad barrial integral; (v) medioambiente; (vi) confianza, organización y participación vecinal; (vii) acceso a comunicaciones; y, (viii) evaluación glo-bal del barrio y preferencias (MINVU, 2012). Con respecto a los instrumentos cualitativos, se considera una marcha exploratoria (consistente en un recorrido organizado por el barrio en el que se convoca a grupos de vecinos/as que parti-cipan intercambiando sus opiniones y valoraciones acerca del espacio público), grupos focales (dirigidos a ilustrar la percepción de actores acerca de los resul-tados intermedios y del proceso de implementación del programa en el barrio), y la creación de un archivo audiovisual documental (que recoge diferentes ma-teriales generados a lo largo del proceso de trabajo en el barrio). Con relación a la evaluación del espacio público, el SIME fija una opción es-tratégica por relevar la experiencia subjetiva e intersubjetiva de los habitantes de barrios vulnerables en el contexto de barrios periféricos que muestran, en general, situaciones agudas de segregación socioespacial y deterioro urbano. En este plano, se persigue la complementariedad de enfoques de investigación (cuantitativos / cualitativos, discursivos / espaciales), junto con un desarro-llo secuencial de perspectivas de análisis (desde un nivel descriptivo a uno evaluativo, pasando por la exploración de problemáticas emergentes a partir de los discursos de diferentes actores). En este sentido, aparece como una metodología tributaria de los enfoques de sistematización de experiencias que han emergido como una alternativa consistente en el marco de las prácticas de evaluación de programas sociales en América Latina. Asimismo, el SIME ha buscado innovar sobre algunos registros convencionales (como es el caso de las encuestas de opinión, que concentran gran parte de su atención sobre aspectos discursivos y perceptuales), a la vez que busca adaptar y especificar

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otras técnicas cualitativas que ahondan expresamente en la relación cotidiana de los sujetos con los espacios públicos del barrio. En este punto, cabe destacar especialmente el trabajo realizado con marchas exploratorias. Pese a que este instrumento tiene un origen vinculado a los es-tudios de prevención situacional y seguridad ciudadana, en el caso del SIME se ha propiciado una reformulación de la técnica con objeto de facilitar una comprensión multidimensional de los espacios públicos, los que son categori-zados de acuerdo a diferentes clases de usos y prácticas recurrentes, junto a las cuales emergen significados y valoraciones que ayudan a precisar tramas de sentido intersubjetivo. A su vez, también se destaca la potenciación –a tra-vés de las dinámicas generadas en el marco de la aplicación técnicas como las marchas exploratorias y los talleres de autodiagnóstico- de identidades te-rritoriales vinculadas al género y al ciclo de vida. En este último aspecto, es de especial interés rescatar la experiencia del trabajo con niño/as, quienes no solamente son incluidos de manera formal en las actividades, sino que tam-bién son considerados en su carácter de sujetos portadores de discursos e imaginarios territoriales. Por comparación con el convencionalismo predominante en los módulos de evaluación asociados a la generalidad de los programas sociales gubernamen-tales vigentes, el SIME se destaca como una experiencia valiosa por el abordaje multidimensional y participativo que propone, así como por la comprensión en profundidad de la problemática en la que interviene. Se trata, además, de una iniciativa que hace una apuesta contundente por analizar al territorio desde el plano de las experiencias subjetivas, incluyendo sucesivas capas discursivas y de información con referencia a múltiples unidades de análisis (desde la pobla-ción en su conjunto al sujeto en su expresión individual, además de reconstruir categorías socioculturales y territoriales a partir de instancias conversaciona-les en grupos focales, talleres y marchas). No obstante lo anterior, algunas de las debilidades que muestra actualmente se relacionan con su implementación: el tiempo de aplicación –sobre todo en su etapa inicial- se percibe muy acotado en virtud de las exigencias que pa-ralelamente se establecen para el desarrollo de otros hitos importantes en la gestión del programa. Por otro lado, las tareas de producción de información recaen en los propios equipos ejecutores del programa (incorporando profesio-nales del gobierno regional y municipal), lo que no sólo tiene consecuencias en la distribución de la carga de trabajo, sino que repercute sobre la calidad de los datos producidos. Del mismo modo, también se evidencia la falta de espa-

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cios que permitan vincular de manera más eficaz a la comunidad local en la discusión de los resultados, de manera que las tareas de producción y análisis de la información sean parte integrante del diálogo que se construye con los vecinos/as en el marco del proceso de recuperación del barrio.

4. Síntesisyreflexionesfinales

La tarea de desarrollar un instrumental adecuado para evaluar la calidad de los espacios públicos urbanos surge como una necesidad consustancial a la pro-pia gestión de estos espacios, la que recae principalmente en entidades de ca-rácter público o semi-público. Bajo este entendido, no sólo resulta indispensa-ble que toda acción orientada al mejoramiento, la rehabilitación, recuperación, reciclaje o construcción de nuevos espacios públicos haga explícitos los crite-rios mediante los cuales aspira a ser evaluada, sino que también fundamen-te la pertinencia de tales criterios de manera coherente a los propósitos que persigue. Asumiendo que una política de espacios públicos debiese afirmarse, de una u otra manera, como un tipo de política social (sea por su contenido, finalidad o por el carácter del sujeto destinatario de su accionar), no parece justificable que el diseño de evaluaciones en esta materia continúe eludiendo las valoraciones del sujeto-habitante y se contente con la simple verificación de estándares técnicos o urbanísticos. La discusión planteada en este trabajo insinúa un camino para el desarrollo de nuevas metodologías, tarea que debiese considerar –a lo menos- tres princi-pios basales: (a) que el objeto de evaluación desborda con creces la dimensión puramente física o material del espacio público, implicando prácticas y sentidos subjetivos; (b) que son, precisamente, los sujetos quienes significan y asignan valor de uso a los espacios públicos, construyendo en torno a ellos un tipo de experiencia urbana compleja y singular; y, (c) que la calidad de los espacios pú-blicos está asociada, de modo fundamental, al grado en que éstos contribuyen al desarrollo autónomo de los sujetos, favoreciendo el acceso a oportunidades e incorporando capacidades que les permitan realizar diferentes resultados sociales. Bajo la concepción de un espacio público “habilitante” y “socializado”, entonces, aquello que es factible evaluar está dado simultáneamente por lo que los sujetos hacen en estos espacios (realizaciones, entendidas en palabras de Sen como modos de “ser” y “hacer”), así como por las capacidades para alcanzar otros estados de realización que se activan a instancias de su uso.

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En gran medida, puede decirse que las metodologías reseñadas en la sección precedente reflejan bien estos principios, constituyendo experiencias concre-tas en las que se intenta operacionalizar criterios de evaluación alternativos a la visión convencional del estándar urbano. Aunque los objetivos que persi-guen, las técnicas de investigación implementadas y los resultados alcanzados hasta ahora difieren significativamente, en ellas se perfila un conjunto de apli-caciones y técnicas susceptible de ser adaptado para generar nuevos modelos de evaluación apropiados a una mirada de política pública. El balance que se sigue de la revisión de estas experiencias, sin embargo, no es convergente en todas sus líneas, planteándose la necesidad de discutir ventajas y limitaciones específicas aparejadas a diferentes enfoques. Entre otras disyuntivas y consideraciones, surge la interrogante acerca de si al adoptar una perspectiva abiertamente subjetiva-experiencial no se anula la po-sibilidad de construir alguna clase de comparación o generalización (exigencia que no resulta fácil evadir al momento de trazar diagnósticos que trascienden una dimensión estrictamente local y/o proyectual). Aun cuando, en principio, un enfoque subjetivo no debiese inhibir la tarea de generar indicadores perti-nentes para describir procesos en diferentes escalas, las metodologías comen-tadas señalan posturas disonantes en esta materia. Otro aspecto a debatir dice relación con el diálogo que puede tenderse entre la mirada del sujeto-habitante y las valoraciones del juicio experto de profesio-nales urbanistas y/u otros criterios técnicos objetivables. Pese a que todas las experiencias documentadas aquí hacen una apuesta fuerte por relevar la per-cepción subjetiva, ninguna de ellas renuncia por completo a incorporar esta vi-sión técnica. En este sentido, se vislumbra algún espacio para conciliar ambas visiones, aun cuando son escasas las precisiones que se aportan en la mayor parte de las referencias consultadas con relación a los procedimientos emplea-dos para arribar a una síntesis evaluativa basada en ambas clases de registros.

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Resumen

La Unión Europea ha desarrollado diversas políticas territoriales priorizando el desarro-llo local con el fin de abordar la profunda crisis económica y así alcanzar los objetivos de la estrategia Europa 2020. Una revisión a estas políticas fundadas desde el entra-mado local y sistemas de desarrollo local, es una lectura que permite prever la manera en que la política territorial y urbana debe mantener ciertos principios fundantes, pres-cindiendo e interactuando con contextos tensos y conflictivos como lo esa la recesión económica y una situación de austeridad. De este modo, el estudio se presenta como un aporte analítico a la situación actual de las políticas territoriales de la Unión Euro-pea desde un enfoque local, con el fin de ponerlas a disposición para la discusión y debate en otros contextos regionales.

Palabras claves:Unión Europea, desarrollo local, políticas territoriales, crisis económica, Europa 2020.

Abstract

The European Union has developed regional policies based on local development. The-se aim to resolve the deep economic crisis and thus achieve the objectives of the Euro-pe 2020 strategy. This research is a reading of these policies, which allows to foresee how the territorial and urban policy must maintain certain principles, interacting simultaneously with tight and conflicting as is the European economic crisis contexts. Thus, the study is presen-ted as an analytical contribution to the current situation of the territorial policies of the European Union from a local approach, in order to make them available for discussion and debate in other regional contexts.

Keywords:

European Union, local development, regional policy, economic crisis, Europe 2020.

(1) | Fabrizio PerrottaGraduado en Geografía, y especializado en procesamiento territorial en la Universidad de Bolonia. Tiene experiencias en gestión de proyectos europeos para el desarrollo lo-cal, educación y política juvenil. Ha trabaja-do como aprendiz de capitalización para el URBACT secretariat y actualmente colabora con el GAL (Local Action Group) Isla Salento en Martano, Lecce, Italia.

E-mail: [email protected]

(2) |Maria BianchiniIntérprete y traductora que colabora ac-tualmente con la Revista Eltopo. Desarro-lló sus estudios en Lenguas y Literaturas extranjeras en la Università Alma mater Studiorum di Bologna, en Italia, además de Lenguas y Literaturas extranjeras en la Ruhr Universität Bochum, Alemania.

E-mail: [email protected]

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:(pp.40-59)

DESARROLLO LOCAL Y POLÍTICAS TERRITORIALES DE LA UNIÓN EUROPEAFabrizio Perrotta1

Traducción: Maria Bianchini2

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La Unión Europea ha dado muestras claras de la preocupación que tiene sobre el desarrollo local y territorial sobre el continente europeo. En un momento de crisis se ha producido una acentuación sobre la agenda programática europea desde lo local. Tales políticas se caracterizan por el objetivo de desarrollar y enfatizar las específicas vocaciones que tiene el continente por su historia, par-ticular geografía y diversidad cultural.La más interesante emergida en las últimas décadas, es la que se define en el desarrollo local. A pesar de que este término tiene una connotación general y, algunas veces, haya sido usado de manera inadecuada, esta concepción se refiere al “proceso de cooperación y cambio (inducido por presiones externas o fruto del dinamismo local) enfocado a la producción de bienes colectivos locales (infraestructuras y servicios para la comunidad local), en los cuales es de fundamental importancia el rol de los actores locales para alimentar una estrategia de valorización de los recursos locales”. Se trata de un proceso de cambio que afecta horizontes de tiempos medios-largos, en los que se pone el acento sobre el territorio y la dimensión territorial, “es decir, ese nivel geográ-fico que puede corresponder, en clave administrativa, a un ente local y en cla-ve proyectual a acciones llevadas adelante por más entes y que, de cualquier forma, involucra todos los actores públicos y privados y los ciudadanos que residen en ese territorio” (Ciapetti, 2010, p.18).

El siguiente trabajo es estructurado principalmente en dos capítulos: el prime-ro, profundizará el tema del desarrollo local en Italia y Europa, a través del aná-lisis de las definiciones que han sido declaradas por algunos de los principales estudiosos, que son a su vez quienes se han ocupado de estas problemáticas, como Trigilia, De Rita, Becattini e Ciapetti. Será interesante individualizar el acercamiento teórico al desarrollo local y los tradicionales conceptos del desa-rrollo regional, que han dirigido las acciones políticas de las administraciones europeas, nacionales y regionales.

El segundo capítulo, versará principalmente sobre la historia de las políticas te-rritoriales de la Unión Europea, la institución, o mejor dicho la superestructura para utilizar un término acuñado por Marx, que penetra las políticas territoria-les del espacio europeo, a través de determinadas directivas conectadas con el enfoque teórico del desarrollo local. Finalmente, la conclusión del articulo

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1. Introducción

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introducirá la próxima programación comunitaria3 2014-2020, que tendría que alcanzar los objetivos de la estrategia Europa 2020 y combatir la dura crisis económica.

2. Desarrollo local: Capacidad y recursos de la ciudad y de los territorios

El paso de la economía fordista, caracterizada por economías de escala y por políticas del welfare, a una economía post- fordista, focalizada en la “especia-lización flexible”, la information tecnology, y por el advenimiento de la globa-lización con la progresiva liberalización de los mercados, han provocado una reestructuración del sistema económico mundial (Harvey D, 2007). Esta trans-formación, iniciada en los setenta y todavía en fase de perfeccionamiento, ha tenido una implicancia y repercusión en las políticas territoriales, traduciéndo-se como la necesaria aproximación que cambiara el paradigma de las políticas y programas con respecto a lo aplicado durante el periodo fordista-keynesiano, que tuvo al mismo tiempo grandes resultados.

La competición global ha creado un nuevo sistema de “autorregulación” del mercado mundial, en el cual los sistemas territoriales revisten un nuevo rol. Para comprender esta nueva situación es necesario investigar sobre lo que se entiende por sistemas territoriales y territorialidad. Según R. D. Sack, esta “pue-de ser definida como el intento de un individuo o de un grupo de influir o contro-lar a las personas, los fenómenos y las relaciones delimitando y ejerciendo un control sobre una área geográfica. Esta área será llamada territorio” (Sack R.D, 1986). Sin embargo, hay otros estudiosos, como C. Raffestin, que definen la territorialidad como “un conjunto de relaciones que nacen en un sistema tridi-mensional, sociedad-espacio-tiempo, en vista de alcanzar la mayor autonomía posible compatible con los recursos del sistema” (Raffestin C., 1981).

Estas definiciones incluyen dos “filosofías” diferentes en la visión sinóptica del territorio: la primera, de naturaleza estática, individualiza el territorio como be-neficiario pasivo de los acontecimientos socio-económicos, mientras que la se-gunda, por el contrario, incluye una percepción activa y dinámica del sistema territorial, que se destaca por ser idónea para comprender los cambios plan-

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(3) | El termino comunitario es sinónimo de europeo.

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teados en las últimas décadas y que han determinado el nacimiento de nuevos métodos de planificación territorial y de gobierno del territorio. En este debate, ha emergido la expresión “desarrollo local”, utilizada para indicar una alta va-riedad de posiciones culturales tanto científicas como políticas, además de una diversidad de referencias teóricas y metodológicas que son acompañada por una multiplicidad de prácticas y ejemplos (De Matteis, G., 2003).

Se hace referencia al desarrollo local cuando una ciudad o un territorio (que puede coincidir, por ejemplo con los confines administrativos de un común o de una provincia, pero también ser un área que comprenda más entes locales a nivel sub regional) se enfrenta con un proceso de renovación, incremento y adaptación de recursos locales (De Matteis G., 2003). Hay varias manera de entender el desarrollo y su dimensión local: una contribución importante en este ámbito está realizada por A. Sen que en su ensayo “Sviluppo e Libertà”, afirma que el desarrollo ha de ser entendido como un proceso de expansión de las libertades reales de las que gozan los seres humanos. Según esta perspec-tiva, todas las conquistas en la esfera privada, en la pública y en la política son solamente medios para aumentar cualquier forma de libertad, que permanece, a la vez, el fin primario y el medio principal para conseguir el desarrollo mismo (Sen A., 2000).

Por lo tanto, los recursos involucrados en el desarrollo pueden ser inmateria-les como materiales y entonces referirse al crecimiento económico, relevado por indicadores como el Producto Interno Bruto (PIB), la ocupación, el número de las empresas, etc., tiene un carácter fundamental, pero también se hace necesario enfatizar la presencia en el territorio local de bienes útiles para me-jorar el contexto local (como las infraestructuras) y sobre todo los recursos in-materiales presentes. Estas son constituidas por el patrimonio de redes de intercambio y de cooperación que ponen en relación los individuos y los sujetos institucionales locales, que son habitualmente comprendidas bajo el concepto general de “capital social de una comunidad” (Ciapetti, L., 2010, p.11). Otro au-tor, que se ha dedicado a estas problemáticas es Trigilia, quien ha definido este último como las aquellas relaciones sociales de las cuales un sujeto individual (por ejemplo un emprendedor o un trabajador) o un sujeto colectivo (privado o público) dispone en un particular momento... entonces será posible decir que un determinado contexto territorial resulta más o menos rico de capital social en base a que los sujetos individuales o colectivos que allí residen estén im-plicados en redes de relaciones sociales más o menos difundidas” (Trigilia C.,

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1999).

Según estas conceptualizaciones se evidencia cierta complejidad en definir y representar el desarrollo local. De cualquier forma, hay algunas características por la cuales este proceso podría fortalecerse, de hecho, son indispensables las redes de relaciones, de pertenencia como de experimentación4, a las que “una acción política se encuentra orientada a la producción de vínculos fiducia-rios y bienes colectivos locales” (Ciapetti, 2010, p.15). Por lo tanto, es necesario conectar el territorio con los flujos económicos de la globalización (dinámicas exógenas) valorando los recursos presentes en el lugar (dinámicas endógenas).

En este contexto, la governance del territorio, este recorrido de procesos com-partidos que nacen de formas de cooperación entre autores públicos y privados a nivel local, revisten un rol fundamental en las estrategias de desarrollo local.

Otro concepto importante para delinear las políticas de desarrollo local desde su eficiencia, es lo referido al “capital territorial”5 , el cual está considerado como “el conjunto localizado de bienes comunes que producen ventajas colec-tivas no divisibles y no apropiables privadamente” (De Matteis G., 2005, p.27). Estas tienen algunas características como: la inmovilidad, que puede ser esta-blemente incorporados a ciertos lugares, la especificidad, en cuanto son difícil-mente replicable en otro lugar con las mismas cualidades y la patrimonialidad, por la que se acumulan y sedimentan sólo dentro de un periodo medio-largo.

Los componentes del capital territorial pueden ser agrupados en cuatro gran-des conjuntos:

Las condiciones y los recursos del ambiente natural, inclusa la posición geográfica ;

El “patrimonio” socio-cultural, material (monumentos, paisajes, etc.) e inma-teriales (idiomas y dialectos, saberes tradicionales etc.);

El capital fijo acumulado en infraestructuras e instalaciones, considerado en conjunto y por las externalidades que derivan;

Los bienes relacionales, incorporados en el capital humano local, que van

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(4) | Las redes de relación de pertenencia están basadas en el arraigamiento en un lugar y pueden afluir en redes cerradas de corto plazo, a las que les cuesta abrirse hacia el exterior. Las redes de experimen-tación, en contra, son más ocasionales y facilitan el intercambio de informaciones, aunque a veces desembocan en comporta-mientos contrastantes y de estilo clientelar.

(5) | La expresión “capital territorial” emergió durante las discusiones prepa-ratorias del 3° informe sobre la cohesión económico-social de la Comisión Europea y, sucesivamente, examinada en territorial Outlook 2001 del OCSE. En el capital terri-torial están incluidos también los bienes colectivos locales.

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del capital cognitivo local, al capital social, a las variedades culturales, a las capacidades institucionales. De estas dotaciones activas y pasivas, las políticas de desarrollo local se pue-den nutrir para elaborar proyectos y planes completos. Con ese propósito, De Matteis elaboró un modelo especifico, sobre los Sistemas Locales Territoriales (SloT), según el cual “una red local de sujetos que, en función de relaciones específicas que tienen entre ellos y con las especificidades territoriales del mi-lieu (medio) en el que operan y accionan, se comportan, de hecho y en ciertas circunstancias, como un sujeto colectivo” (De Matteis G., 2005, p.27). Tal mo-delo tiene la ambición de representar las relaciones entre la interacción social, las potencialidades del territorio, la governance y el desarrollo. Esto empieza por el examen de los dos componentes de referencia, por una parte las redes sociales y por la otra los milieu (medios) territoriales locales.La red de los sujetos está compuesta por el conjunto de las relaciones e in-teracciones entre los individuos (públicos, privados, asociaciones, empresas, etc.) presentes en un territorio local. Es importante relevar la escala geográ-fica de estas relaciones sociales ya que estas tienen que fundarse sobre el conocimiento y la comunicación directa basada en la confianza: por lo tanto, es posible individualizar un SloT en base a la acción colectiva y participativa de un determinado territorio en un camino de desarrollo compartido. El milieu (medio) local representa el conjunto de los recursos del territorio percibidos por los sujetos locales; en este caso, además del capital territorial material, es importante la percepción de los sujetos locales respecto a las potencialidades del mismo territorio.Para individualizar y activar un SloT funcional es necesario que los sujetos loca-les participen activamente al proceso de desarrollo compartido y que sean par-te de los procesos de transformación de las potencialidades del milieu local en valores (de tipo ambiental, cultural o social) simbólicos e identitarios. En fin, el SloT no está pensado como un sistema cerrado autorreferencial, sino extrema-mente conectado con las dinámicas exógenas, sea en términos de institucio-nes administrativas como en la importación de valores cognitivos, culturales, sociales, económicos, producidos en otras realidades. La interacción entre red local y sobre local tiene que ser balanceada por los sujetos locales con el fin de no perder el “capital territorial” del SloT.La compleja interacción de estos componentes tiene el objetivo final de crear valor adjunto territorial en un doble sentido: “transformar en valor de uso y de intercambio los recursos potenciales (inmuebles y especificas) de un territorio

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(valor adjunto del primer tipo), e incorporar al territorio nuevo valor bajo la forma de incremento del capital territorial (valor adjunto de segundo tipo)” (De Matteis G., 2005, p.10).A pesar de los intentos de hacer del desarrollo local una práctica pragmática de desarrollo compartido, han emergido en la realidad unos riesgos concretos: el principal es el celo y exceso de “localismo”, es decir la trampa de asumir el local como nivel óptimo de proyección con respecto a cualquier otro plano (Pur-cell, 2006; Governa, 2008) que a menudo ha llevado a los actores del territorio a convertirse en imanes de recursos financieros para meros fines clientelares. Trigilia definió esta tendencia como ilusión decisionista, con referencia espe-cialmente a las expectativas generadas por la reforma de 1993 que permitió la elección directa del alcalde en Italia y que acrecentó la percepción respecto a que el acercamiento entre administración y política, garantizaba eficiencia y capacidad de enfrentar los problemas de la comunidad. Trigilia, en cambio, sos-tiene la necesidad de una mayor cooperación en la gestión del territorio entre los actores públicos y privados (Trigilia C., 2005).Otros problemas, a menudo desvalorados, se han revelados: la valuación y la selección de los proyectos, aunque el instrumento de la planificación estratégi-ca haya aportado mejoramientos en este proceso.

3. Las políticas territoriales y regionales de la Unión Europea

Las primeras fases de la política regional comunitaria, estaban dedicadas a hacer frente a la creciente necesidad de amortiguar el impacto del proceso de integración económico europeo. Con este objetivo fue instituido en 1975 el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDR), que tenía “el fin de corregir los principales desequilibrios regionales de la Comunidad, en particular los re-sultantes por la prevalencia de las actividades agrícolas, por la efectuación de reconversiones y restauraciones industriales, y por la existencia de una subocu-pación de tipo estructural” (Bruzzo A., 2009, p.129). La intervención del Fondo podía revestir sólo un carácter complementario y adjunto con respecto a los importes asignados por los estados miembros, quienes especificaban las áreas beneficiarias de estas inversiones a fondo perdido. No estaba prevista ninguna

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influencia de la Comisión Europea, pero en 1977, después de la crisis energéti-ca, un documento titulado “Orientamenti in materia di politica regionale”, tomó conciencia del cambio económico e introdujo un refuerzo de la dimensión políti-ca regional comunitaria, a través de una mayor coordinación entre las análogas políticas de los estados miembros. Fue introducida, con el Reglamento n. 214 de 1979, una sección denominada “fuera de cuota” (correspondiente al 5% de la denotación financiera del FESR), que la Comisión podía emplear para inver-siones en sectores específicos decididos por ella. Además fue introducida, con el reglamento n. 1797 de 1984, la posibilidad que el Fondo financiara también por completo las iniciativas comunitarias conectadas con los objetivos prefija-dos por la Comisión.Este cambio en la gestión de dinero público comunitario fue causada por la falta de realización de los objetivos prefijados: de hecho, los financiamientos asignados no habían reducido los desequilibrios regionales, es más, en algunas zonas como el Italia meridional los habían acentuados. En ese sentido se ha consolidado el rol central y hegemónico de las áreas fuertes de Europa en la llamada Banana azul, constituida por la franja territorial que empieza desde In-glaterra sud-oriental, el eje del Reno con el área dinámica del territorio alemán entre Mónaco-Stuttgart-Zurigo hasta alcanzar la parte meridional correspon-diente a las regiones del norte-oeste de Italia (Bonavero , 1998).Varias investigaciones evidenciaron que la línea de delimitación entre las áreas más prosperas de Europa podían cambiar, dando lugar a nuevos escenarios de desarrollo diferentes del modelo centro-periferia. Derivado de algunos estudios, emergieron varias perspectivas de mejoras: un potencial refuerzo de la parte septentrional (Inglaterra, Francia, Bélgica, Países Bajos, Alemania), un eje ho-rizontal de potenciación hacia el este, causado por el ampliación del UE a los países de la ex URSS, o un refuerzo de los centros urbanos periférico basado en la valorización de los recursos endógenos de los territorios (Europa a racimos o policentrismo). Entre los modelos evidenciados, este último es destacable, ya que prevé un foco entre las áreas urbanas y las rurales, salvaguardando el ecosistema, la calidad de vida y las identidades locales.En esta óptica se delineo que el objetivo que había que alcanzar era el policen-trismo de los sistemas locales a través las nuevas políticas territoriales, que entraron en vigencia en la política comunitaria europea al final de la década de los ochenta. De hecho, se percibía que para alcanzar la cohesión económica y social necesaria para la creación de un mercado único europeo, era indispen-sable contar con políticas territoriales dirigidas hacia un “desarrollo armonioso”

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(6) | Trattato sull’Unione Europea, Maastri-cht, 1992 – art. 130 A

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con el fin de reducir la discrepancia entre los niveles de desarrollo en las diver-sas áreas de la Unión Europea y el retraso de las regiones menos favorecidas6 . Por lo tanto, desde una primera fase que puede ser denominada como la de la política regional, se pasó a una segunda con la adopción de un complejo siste-ma de Fondos estructurales para repartir entre los estados miembros (Bruzzo A., 2009).El cambio en la orientación territorial de las políticas de la Unión se ratificó con el Acto Único Europeo de 1987, en el que fue acogido el concepto de desarrollo sostenible con el empeño de garantizar un nivel elevado de protección y de me-joramiento de la calidad ambiental, la elevación del nivel de la calidad de vida, la ya mencionada cohesión económica y social y la solidaridad entre los Esta-dos miembros. Después de la publicación del Acto Único Europeo, la Comisión europea se empeñó en organizar una serie de etapas oficiales de reflexión junto a la comunidad científica. El documento principal, firmado por los Ministros res-ponsables de la disposición territorial, es el Esquema de desarrollo del espacio europeo (publicado en 1999) en el que se desglosan las líneas generales de las políticas territoriales de la Unión Europea.La Comisión europea entonces elaboró una serie de herramientas capaces de intervenir, que consideran dos modalidades de financiación. Se trata de ayudas, consistentes en “subvenciones en cuanto capital, sin obligación de reembolso, destinados a los sectores productivos, a las infraestructuras, a los proyectos demostrativos en sectores de energía, fuentes alternativas, transportes y am-biente”. Además están autorizados prestamos, para financiar “proyectos consi-derados en sede comunitaria en el ámbito de todos los sectores de la economía para el desarrollo regional, desde la modernización hasta la reconversión de las empresas en todos los Estados miembros” (G. Lizza, 1999, p.131 y 132). Para poner en práctica tales intervenciones el gobierno de la Unión Europea instituyó unos depósitos de financiación entre los cuales: el Fondo europeo de desarrollo regional (FEDER), Fondo social Europeo (FSE), el Fondo europeo de orientación y garantía (FEOGA), lo de orientación para la pesca (SFOP)7. La ins-titución financiera que coordina la erogación de todos los financiamientos es el Banco Europeo para las Inversiones. En realidad el verdadero cambio para es-tos financiamientos ha sido la modalidad con la que estos fueron interpretados: el punto de referencia de las intervenciones ha sido el territorio entendido como región con el centro urbano y su contexto productivo. El acercamiento de estas políticas quiso considerar las unidades territoriales como lugares de “formación profesional, de desarrollo, de know-how y la com-

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(7) | El SFOP ha sido instituido en 1993 mientras que el FEDER ya estaba operativo en la primera fase de la política territorial de la UE, aunque la dotación del fondo cre-ció notablemente.

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petitividad” (G. Lizza, 1999, p.133). El primer Plan Comunitario de Financiamientos (Cuadro Comunitario de Apoyo) se llevó a cabo en el periodo 1987-1993, aunque solo en el siguiente plan de 1994-199 se evidenciaron claramente las líneas generales y los objetivos que caracterizan las inversiones sucesivas. Los fondos han sido erogados en fun-ción de seis diferentes objetivos, subdivididos en categorías:

El objetivo 1 apunta particularmente al desarrollo y a la adaptación estruc-tural de las regiones que tienen un bajo nivel de crecimiento económico. Las regiones beneficiarias de este financiamiento fueron aquellas con un Producto Interno Bruto inferior del 75% de la media comunitaria.

El objetivo 2 está dedicado a la reconversión de las regiones y de las zonas industriales en declinación. Para usufructuar del financiamiento hay tres condi-ciones indispensables: la tasa de desocupación superior a la media de los esta-dos miembros, el porcentaje de trabajadores en el sector secundario superior a la media de los estados miembros y una flexión de la ocupación, siempre en la industria.

El objetivo 3 se propone contraer la desocupación de largo plazo y favorecer la inserción profesional de los jóvenes y de las personas que arriesgan la exclu-sión del mercado laboral.

El objetivo 4 está dirigido a favorecer la adaptación de los trabajadores a las transformaciones en el mundo de la industria y a la evolución de los sistemas de producción.

El objetivo 5a apunta a la adaptación de las estructuras productivas en los sectores de la agricultura y de la pesca.

El objetivo 5b está dedicado al desarrollo de las áreas rurales particular-mente frágiles con un alto índice de ocupados en el sector primario, que tienen además un ingreso modesto.

El objetivo 6 se empeña en hacer posible el crecimiento de las regiones a escasísima densidad de población. En específico, para las áreas finlandesas y

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suecas que tienen una densidad máxima de 8 habitantes/km2.Algunos de los objetivos (1-2-5b-6) son intervenciones territoriales específicas, dirigidas a acrecentar el desarrollo económico de las áreas menos desarrolla-das en la Unión Europea, las otras (3-4-5a), se concentran en toda la comuni-dad europea, por lo menos así lo establece el Cuadro Comunitario de Apoyo de 1994-1999.

Los principios en que se fundan los fondos estructurales son los de la partner-ship, de la adicionalidad y de la concentración, entendida como participación de los actores en todas las fases operativas de las intervenciones y como inte-gración de los recursos, también con financiamientos de otros entes locales.Analizando los importes relatados y que evidencia el cuadro, se nota como el objetivo 1 representa el 68% de los fondos repartidos de la UE en ese periodo y que los financiamientos más consistentes, en relación con la población total, han sido erogados a los países periféricos del territorio europeo con performan-ce económicas y sociales inferiores de las medias comunitarias de esos años, es decir Italia meridional, España, Portugal, Grecia e Irlanda. Los resultados han sido confortantes para las regiones que han gestionado los recursos euro-peos con eficacia, mientras que otras, entre las cuales se encuentra la Campa-nia, Sicilia y Calabria8 , no fueron capaces de crear proyectos aptos a utilizar los fondos y así catapultar un salto al desarrollo.

Este nuevo acercamiento a las políticas territoriales destacó por ser “lapida-ria” y castigar algunos territorios que no se habían consolidado en el pasado, sufriendo el paso “de la era de government, caracterizada por el dominio del autor público en el sistema de gobierno, a la era de governance, marcada por el emerger de estructuras policéntricas en las que la gobernabilidad de los te-rritorios está garantizada a través de modelos institucionales basados en la flexibilidad, la participación, la negociación y colaboración entre autores públi-cos y privados” (Bruzzo A., 2009, p.79). Tal proceso implica la adopción de los principios del desarrollo local como dirección política de perseguir.

La eficiencia y la rapidez de la utilización de los fondos en países como España e Irlanda, indujeron a la Comisión Europea a aumentar las inversiones en una segunda etapa del Cuadro comunitario de apoyo para el 2000-2006, mante-niendo de manera inalterable los principios y las líneas generales de la política territorial, pero reformulando la línea estructural para integrarla con la de co-hesión. Empieza así la tercera fase de la política territorial europea, ya que se

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(8) | Estas regiones corresponden al sector meridional de Italia, es decir el sur de la pe-nínsula que históricamente ha disputados diferencias políticas y económicas respec-to al norte económico y financiero de Italia (Nota del editor)

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acogen los principios elaborados por el relato Agenda 2000, publicado por la Comisión europea en Julio 1997.Por lo que concierne las políticas internas, el documento indica cuatros gran-des objetivos: crear las condiciones para un crecimiento duradero (1), que este basado en el conocimiento; emprender una modernización del sistema ocupa-cional (2), promover una sociedad solidaria y segura (3), inspirada en el interés general y respetos del ambiente. La atención fue puesta principalmente en el advenimiento de la moneda única y, sobre todo, a sobre la futura expansión de Europa hasta la inclusión de países como Moldavia, Bielorrusia y Ucrania. Fueron propuestos nuevamente los principios de la precedente programación y se introdujeron otros, entre los cuales destacan los de subsidiariedad (nivel de gobierno más idóneo), coordinación, compatibilidad (en este caso con otras normas comunitarias) y programación. Para simplificar y hacer más eficiente la repartición de los fondos, la Unión Europea ha reducido a tres los objetivos para el periodo 2000-2006 entre los cuales se enfatiza: promover el desarrollo y la adaptación estructural de las regiones con un desarrollo más incipiente; moti-var la reconversión económica y social de las zonas con problemas infraestruc-turales; favorecer la adaptación y la modernización de las políticas de instruc-ción, formación y ocupación. Como se deduce de la repartición de los fondos en la tabla que sigue, algunas áreas insertas en los objetivos 1 y 2 están en fase de ejecución de la condición de desventaja con respecto a la media de los pa-rámetros económicos y sociales europeos, otros, en contra, no logran colmar su retraso y luego sufrirán una drástica disminución de los recursos en la progra-mación 2007-2013 a causa de la entrada de los nuevos miembros en Europa. El primero de Enero 2007 la Unión Europea ha llegado a incluir 27 estados, entre los cuales 12 de nueva admisión encontramos a: Eslovenia, Chipre, Mal-ta, República Checa, Hungría, Estonia, Eslovaquia, Lituania, Polonia, Letonia, Bulgaria, Rumanía. La mayoría de estos Estados tienen un Producto Interno Bruto inferior al 75% de la media de los países de la región, por consecuencia la Comisión Europea ha asignado grandes presupuestos en el Cuadro Comuni-tario de Apoyo 2007-2013.

La dotación financiera total del Fondo europeo de desarrollo regional (FEDER), del Fondo social europeo (FSE) y del Fondo de cohesión, es decir de los recur-sos asignados por la Comisión Europea para erogar los financiamientos, es de 346,1 billones de euros para 7 años (excepto 1,3 billones de euros que tocan a la Comisión para la asistencia técnica).

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Tab. 1: Fondos estructurales (2000-2006): reparticiones por Estado y por objetivos (en millones de euros, precios 1999, a exclusión de las iniciativas comunitarias y de las acciones innovadoras)

El Estado que mayormente se beneficiará de las sumas asignadas es la Po-lonia con 67,284 billones (8,1billones en 2007, 10 billones en 2011 y has-ta 11,2 billones en 2013), a seguir España (35,216 billones), Italia (28,811 billones) República Checa (26,691 billones). Los nuevos estados de la Unión Europea usufructúan de los financiamientos comunitarios en relación al peso demográfico: Hungría (25,307 billones), Rumanía (19,667 billones) Eslovaquia (11,587 billones) Lituania (6,884 billones), Bulgaria (6,852 billones), Letonia (4,620 billones), Eslovenia (4,205 billones), Estonia (3,455 billones)9 . En esta nueva fase los mayores beneficiarios han sido los nuevos miembros de la Unión Europea, respetando los objetivos de policentrismo y de cohesión económica y social, expresados por la entidad.

La programación de la política comunitaria europea (2007-2013) sigue la hue-lla de la precedente. El elemento más innovador consiste en las, así dichas, directrices estratégicas comunitarias en materia de cohesión (DOUE), con las cuales la Comisión ha definido el rol de la política de cohesión y ha marcado las prioridades de intervención. El objetivo principal queda el incremento del creci-miento y de la ocupación en todas las regiones europeas, entonces la Comisión

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Fuente: Comunicado de la Comisión Europea de 1° de julio 1999, n. lp/99/442(http://ec.europa.eu/regional_policy).

(9) | http://ec.europa.eu/regional_policy

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Europea ha definido tres objetivos hacia los cuales dirigir recursos y proyectos: la convergencia (81,5% de los recursos), la competitividad regional y ocupación (16%) y la cooperación territorial europea (2,5%). Además los procedimientos de financiamiento iniciados por cada Estado miembro para beneficiar de los Fondos Estructurales, es posible acceder a las disponibilidades financieras de la Unión Europea a través de programas iniciados por la Comisión que tienen como objetivo la solución de específicos problemas comunes presentes en todo el territorio europeo. Las principales iniciativas comunitarias inherentes a las políticas territoriales son:

Interreg: Favorece la formación de cooperación transfronteriza, transna-cional e interregional para estimular el desarrollo equilibrado de áreas multi-regionales (financiada por el FEDER).

Urbact: Sostiene y promueve estrategias innovadoras para el saneamiento de centros urbanos y barrios deteriorados (financiada por el FEDER).

Leader: Sostiene acciones de desarrollo rural favoreciendo intercambios de experiencias, entre operadores socio-económicos de zonas rurales, en las nuevas estrategias de desarrollo sostenible (financiada por el FEGA).

Equal: Aspira a eliminar las causas de desigualdad y de la discriminación en el acceso al mercado laboral.

Estas iniciativas son verdaderos talleres de ideas para las regiones desfavo-recidas, porque a los sujetos que operan a nivel regional se les concede una cierta flexibilidad que no está prevista para los fondos estructurales. Estas han acompañado los fondos estructurales en la gestión de las políticas regionales y territoriales, representando además unos de los proyectos más importantes para construir y potenciar los modelos Slot necesarios para la aplicación del policentrismo.

4. Conclusiones

Examinando la situación socio-económica de la Europa contemporánea, los esfuerzos para la realización de un territorio policentrico son parcialmente con-

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(10) | http://ec.europa.eu

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trastantes con la tendencia a la polarización de las actividades económicas y financieras que comienzan a ser claves como actores globales en áreas con de-terminados servicios y potencialidades. La crisis estructural ha enfatizado esta tendencia y la Unión Europea, en evidente dificultad de legitimación, tendría que intensificar las acciones para atraer los flujos económicos y, al mismo tiem-po, valorar las características de cada sistema local territorial. Tales esfuerzos han de considerarse en la estrategia decenal para el crecimiento solidario10 . Para dar mayor concreción a este discurso, la UE ha dispuesto cinco objetivos que se tienen que realizar antes del año 2020. Entre los principales temas encontramos la ocupación, la enseñanza, la investigación y la innovación, la in-tegración social y la reducción de la pobreza, el clima y la energía. En particular, los objetivos específicos que hay que conseguir son:

1. Ocupación: Elevación hasta el 75% de la tasa de ocupación ( para la franja de edad incluida entre los 20 y los 64 años);

2. Investigación y desarrollo: Aumento de las inversiones en investigación y desarrollo hasta el 3% del PIB de la UE.

3. Cambios climáticos y sostenibilidad energética: Reducción de las emisio-nes de gases invernaderos del 20% (o incluso hasta el 30% si las condiciones lo permiten) con respecto a las de 1990, 20% del requisito de energía obtenido de fuentes renovables , aumento del 20% de la eficiencia energética;

4. Instrucción: Reducción de la tasa de abandono escolar precoz por debajo del 10%, aumento hasta el 40% de las personas con 30-34 años con instruc-ción universitaria;

5. Lucha contra la pobreza y a la marginación: Por lo menos 20 millones de personas con riesgo o en situación de pobreza y marginación en menos11.

Sucesivamente a la monitorización efectuada de la programación 2007-2013 prácticamente en fase conclusiva, algunos estados miembros van notoriamen-te atrasados en el acuerdo de los objetivos prefijados. Para obtener estos resul-tados, la Comisión Europea ha reelaborado la política regional y territorial de la Unión, concentrando las inversiones en los sectores claves para el crecimiento de la ocupación. Por lo tanto, una cuota comprendida entre el 50 y el 80% del

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(11) | http://ec.europa.eu

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balance FEDER está dirigida a contener la innovación, investigación y desa-rrollo, agenda digital, competitividad de las pequeñas y medias empresas, y transición hacia una economía de bajas emisiones de carbono.

El imperativo categórico es de concentrar los recursos hacia objetivos claros y medibles, aumentar la monitorización y la integración de las fuentes de finan-ciamientos de los proyectos de desarrollo local. Tal lógica de intervención ha determinado que los principios centrales de la nueva programática europea sean las intervenciones territoriales integradas (ITI – Art.99 Reglamento Único), las cuales se dirigen principalmente a las áreas urbanas e incluyen el acer-camiento integrado a las políticas territoriales12 , y el desarrollo local de tipo participativo (Community Local Led development – Art28/31 Reglamento Úni-co), que concierne básicamente los territorios rurales y periféricos del espacio europeo y apunta al incremento de la participación activa y propositiva de los ciudadanos a nivel local.

El camino para la creación de una Europa policentrica está en fase de cons-trucción a través de la nueva política programática europea. Queda la dificultad de conciliar la estrategia Europa 2020 y las políticas de desarrollo local con la crisis económica en curso. Este es el nuevo desafió de la Unión Europea.

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Revista Eltopo. No.2. 2014: (pp.60-75)ISSN:0719-333560

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Revista Eltopo. No.2. 2014ISSN:0719-3335

Resumen

La Vega Central de Santiago de Chile. Un mercado reconocido por los santiaguinos como mercado popular, compuesto por personas de distintos orígenes tanto sociales como étnicos. Para comprender la importancia de este sector comercial, es necesario hacer un recorrido histórico que muestre cuál es el origen de La Vega y cómo el lugar que ocupa le otorga un significado en el mundo popular para así entender los nuevos procesos emergentes relativos a la multiculturalidad.Desde la teoría de los No Lugares, se intenta entender cómo La Vega logra constituirse como un Lugar en la medida en que es habitado y construido por las personas, y como, a su vez, la temporalidad a la que es sometida logra generar un pliegue que transforma a este mercado en un No Lugar. Por lo tanto, la hipótesis que dirige este artículo tiene relación con que el horario de funcionamiento de La Vega permite el pliegue o la trans-formación entre este mercado como un Lugar y como un No lugar.

Palabras claves:Lugar – No Lugar – La Vega – Pliegue

Abstract

This paper focuses in a particular place, the Vega Central in Santiago de Chile. This is a marketplace known for santiaguinos as a people’s market, composed of people from different backgrounds, both social and ethnic. In order to understand the importance of this commercial sector, it is necessary to do an historical overview showing La Vega’s origin and how the place gives it a meaning in the popular world.From the Non-place theory, we try to understand how La Vega does constitute a Place to the extent that it is inhabited and built by people, and how, in turn, the temporality to which is subjected to achieves to generate a fold that transforms this market in a Non-place. Therefore, the hypothesis that runs this article is related to La Vega’s operating hours that allows the market’s transformation as a Place and a Non-place.

Keywords: Place – Non-place – La Vega - Fold

La Vega Central: Del Lugar al No Lugar1

María Teresa Herrera Urrutia2

(1) |Este artículo ha sido desarrollado den-tro del proyecto de investigación que lleva por título “Del No-Lugar al Lugar en la di-dáctica del Proyecto Arquitectónico”, finan-ciado por el concurso de Investigación FAU, de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, realizado en los años 2012-2013.

(2) | María Teresa Herrera Urrutia.Licenciada en sociología de la Universidad de Chile.

E-mail: [email protected]

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:(pp.60-75)

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Los mercados como objeto de estudio están saliendo cada vez más a la luz, ya que a pesar de ser espacios que generalmente se asocian sólo a intercambios comerciales hoy en día se han comenzado a observar desde una mirada más social, enfatizando en las relaciones intersubjetivas que conllevan y la impor-tancia que tienen para el espacio urbano en el cual se despliegan. En esta dirección, se están llevando a cabo en diversos países proyectos relacionados con los mercados de Abastos. Como ejemplo, en la Unión Europea se está rea-lizando un proyecto llamado URBACT market, el que empezó a desarrollarse el 1 de Mayo del 2012 y que tiene como fecha de término el año 2015. Este proyecto tiene como objetivo la promoción de los mercados urbanos, debido a que se consideran importantes espacios de intercambios económico y social, además de ser lugares que concentran turismo y reúnen a la comunidad más próxima3. Por otro lado, en Septiembre del año 2012, se realizó en Estados Unidos la 8va Conferencia Internacional de Mercados Urbanos con el fin de discutir el rol vital que tienen estos tipos de mercados en las economías locales y en la comunidad, buscando indagar también en cómo la comunidad puede desarrollar redes de mercados que generen lugares dinámicos, estimulen el desarrollo económico, la promoción de la salud comunitaria acercando a la población a un espacio común4.

Sin embargo, los mercados como eje de preocupación teórica y práctica no son algo nuevo. Ya en 1921 Max Weber planteaba la importancia de los mercados para la ciudad en la que se establecían. De hecho, Weber (1987) señalaba que se habla de una ciudad en términos económicos, cuando una población resi-dente de una localidad lograba satisfacer gran parte de sus necesidades por la compra de productos en el mercado local. De esta forma, el autor manifiesta que toda ciudad es un lugar de mercado, es decir, toda ciudad tiene como centro económico el asentamiento de un mercado. Este mercado se debía ca-racterizar por ser fuerte y dinámico, pudiendo fomentar el surgimiento de un sector comerciante. Si bien este planteamiento surge desde el pensamiento de los mercados medievales, hoy también lo podemos aplicar en un sentido más urbano-social y no tan económico. Aún sigue siendo importante el esta-blecimiento de estos mercados, ya que permiten que el sector en donde están emplazados experimente mejorías.Si bien este estudio se concentra en un mercado de abastos en particular: La

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1. Introducción

(3)|http://urbact.eu/en/projects/urban-renewal/urbact-markets/homepage/

(4)|http://www.pps.org/publicmarkets12/about/

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Vega Central de Santiago de Chile, no nos enfocaremos en la relevancia econó-mica asociada, ni tampoco nos detendremos en su posible regeneración. Consi-deramos que estos aspectos ya han sido desarrollados en trabajos precedentes de arquitectura o en proyectos internacionales. Aquí hay un interés particular por comprender a este espacio desde la teoría de los lugares, ampliamente co-mentada por el antropólogo Marc Augé. Miramos el mercado en su condición de Lugar y de No Lugar, conceptos que abordaremos a lo largo del artículo. Desde este particular enfoque surge la pregunta ¿Cómo La Vega puede ser compren-dida como un Lugar y como un No Lugar al mismo tiempo? Esta pregunta se plantea en base a la hipótesis de que La Vega, como espacio urbano, logra constituirse como Lugar gracias a las relaciones sociales, a los vínculos, a las identidades que surgen dentro de ella, pero al mismo tiempo La Vega suspende sus características de Lugar para transformarse, dentro de un periodo de tiem-po, en un No Lugar. Esta hipótesis surge de la idea de que la temporalidad de La Vega, en cuanto a sus actividades, condiciona la comprensión de este mercado como Lugar o como No Lugar. No existe un marco definitorio y temporal.

Con el fin de adentrarnos en esta problemática, se discutirá en un primer mo-mento el desarrollo histórico de La Vega en cuanto su contexto espacial, ya que la historia de este mercado permite comprender la importancia que tiene tanto para las personas que trabajan en él como para los que van solamente a comprar. Desde este contexto histórico y espacial, podremos dar cuenta de la particularidad de las relaciones que se constituyen en La Vega, los vínculos que surgen en sus dinámicas internas y externas, y los procesos identitarios que se juegan entre este mercado y las personas que lo habitan.

2. Breve historia de la Vega y su contexto espacial

Desde el periodo colonial en Chile, la ribera norte del río Mapocho en donde se desplaza La Vega fue conocida como la “Chimba”, palabra perteneciente al quechua que significa “de la otra banda”. De esta forma, se da cuenta de la diferencia que existía con la ribera sur del río en la que se situaba la ciudad propiamente tal, sus instituciones y sus ciudadanos. Mientras que por el lado norte del Mapocho se encontraban las actividades complementarias y relega-das a la ciudad como la venta de productos frescos, cementerios, manicomios,

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la vivienda de los indios –mano de obra barata-, entre otras cosas (Bastías de la Maza et al, 2010). Como se ve en el siguiente croquis de Santiago de 1600, la Chimba era considerada como tal desde mucho antes de la Independencia de Chile:

No sólo por la complementariedad entre ambos lados del río es que surge la necesidad de generar una conexión entre ellos, sino que, además, la ribera norte era parte de un importante cruce de caminos, siendo el más significativo el llamado “Camino del Inca”, camino que hoy conocemos como la Avenida Independencia. En términos estrictos, esta calle podría ser catalogada como la más antigua de Chile, ya que en 1540 los conquistadores llegaron por este ca-mino, llamándolo “Camino de Chile” (Romera, 2010). Fue así como el “Camino de Chile” se convirtió en un punto importante de conexión no solo para la ciu-dad de Santiago, sino que también se transformó en un camino que conectaba a ésta con otros puntos del país. Esto significó que por el sector hubiese un alto flujo de viajeros, dando como resultado un mayor dinamismo económico y social al sector norte del río Mapocho.

“A pesar de la importancia económica, cultural y social que fue adquiriendo con el paso del tiempo, La Chimba, mantuvo una condición bastante marginal en relación al resto de la ciudad” (Bastías de la Maza et al, 2010, p.23). Una de las causas de esta condición de aislamiento se debía a las crecidas del río

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Figura 1: Croquis realizado por Tomás Thayer Ojega en el Siglo XIX de la Ciudad de Santiago de 1600.

Fuente: www.memoriachilena.cl

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Mapocho, provocando que este sector quedara muchas veces desconectado de la capital, ya que su único puente de conexión era un puente de madera, llama-do Puente de los Carros. Además, se constata en el espacio físico la condición de aislamiento del sector debido a la falta de conexión efectiva entre la Chimba y la ciudad. Incluso el trazado rígido que se podía observar en el lado sur del río no logró traspasar hacia la ribera norte, lugar donde se generaron de forma espontánea caseríos en los que se instalaron indígenas que se dedicaban a servir en la capital. Fue un espacio que intentaba conservar las tradiciones en un proceso inevitable de extinción cultural (Romero, 2010).Debido a su condición de extrarradio, la Chimba se caracterizó por ser una zona eminentemente rural con plantaciones de viñas, hortalizas y frutales, destinada a abastecer de estos productos a la capital. Asimismo, surtía de mano de obra a la naciente ciudad de Santiago. La Chimba antigua:

“[…] era una barriada tranquila, compuesta de casas modestas de piso único, de quintas frondosas y huertos caseros que dominaban alguna palmera […]

eran tranquilos campos de labranza, donde no llegaban alborotos de la vecina capital, de quien apenas se sentían los variados toques de las campanas de

sus iglesias y conventos” (Rosales, 1888).

Como solución al problema de conexión que existía entre ambas riberas se decide canalizar el río Mapocho, permitiendo una mejor delimitación del sector.

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Figura 2: Vista de La Chimba.

Fuente: Archivo Andrés Bello, Universidad de Chile.

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De esta forma, en 1772 se construyó el puente Cal y Canto y, posteriormente, entre 1888 y 1891 se creó el parque Forestal. Si bien la construcción de este puente resolvió el problema de conectividad entre ambos sectores, no generó un proceso de urbanización al sector norte de la ribera, sino hasta bien entra-do el siglo XIX, por lo que la Chimba permaneció con marcadas características rurales. Fue recién a comienzos del siglo XX cuando, producto de los procesos de modernización y urbanización que vivía el país, se observa en La Chimba un cambio tanto en su apariencia como en sus características. Sin embargo, gracias a este relativo aislamiento que vivió el sector, se logró desarrollar un ac-tivo mundo de cultura popular que iba más allá de la venta de frutas, verduras y animales, consolidándose, de esta forma, una naciente cultura popular con reminiscencias campesinas (Bastías de la Mazo et al, 2010). De esta forma:

“Junto a las carretas de los vendedores se instalaban ramadas, chinganas, burdeles y quintas de recreo, donde se desarrollaba un submundo carna-valesco que se desplegaba y fusionaba con el comercio, y que expresaba

vívidamente la cultura popular del Chile tradicional […]” (Bastías de la Maza et al, 2010, p. 25).

Debido al “desorden” urbano que existía en el sector, el Estado hizo grandes intentos para normalizar la gran actividad comercial de las riberas del río Ma-

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Figura 3: Mercado popular a orillas del río Mapocho. Imagen ambiental de Santiago 1880-1930.

Fuente: www.memoriachilena.cl

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pocho. Es así como se construyó, en 1873, el Mercado Central ubicado en la ribera sur como reemplazo de la Plaza de Abastos que venía desde la época de O’Higgins. Sin embargo, el Mercado Central no logró “ordenar” la actividad comercial del sector, generando más bien una gran cantidad de comercio no establecido y desregulado. Fue por ello que el gobierno trasladó a estos comer-ciantes al sector de la Chimba, posteriormente conocido como “La Vega Mapo-cho”; lugar que se fue nutriendo del crecimiento urbano y de las obras públicas que se estaban realizando en la ciudad (Divin, 2010).

En esta dirección, se funda “La Vega” -llamada en sus comienzos “Gran Merca-do de Abastos de la ciudad”- en 1895 por Agustín Gómez García, vecino de la zona que se dedicaba a comerciar con frutas, verduras y hortalizas. En 1916, luego de su construcción y de la ampliación de sus terrenos, La Vega ocupaba ya más 6.000m2 (Divin, 2010).

Entrado el siglo XX, Santiago se fue expandiendo hacia lo que eran sus márge-nes. Producto de este crecimiento, el sector de la Chimba se fue integrando len-tamente a la capital, cubriendo la demanda de otras comunas en conformación que veían en ella un punto de conexión y acceso a productos. Al mismo tiempo, la Vega comenzó a crecer por el aumento en la demanda de productos frescos, generando un incremento en las solicitudes de los vecinos y comerciantes que demandaban mejores y mayores instalaciones para este mercado. Es así como en 1972 había más de 8.000 personas trabajando en La Vega, y alrededor de 60.000 personas iban a comprar diariamente. A finales de los años 80 se con-formó la Inmobiliaria Vega Central, constituida gracias a un decreto presiden-cial que les permitía a los comerciantes comprar los locales. Actualmente, La Vega es un recinto privado cuya propiedad pertenece a la comunidad “Mercado de la Vega S.A.”, contando con 9,5 hectáreas de extensión, 2.000 comercian-tes minoristas y 150 mayoristas que manejan el 20% de las ventas que tienen lugar en Santiago (De la Maza, 2010, pp.25-29)

3. La Vega como lugar

Como hemos visto, La Vega de hoy es el resultado de un devenir histórico, sus formas y pasillos entrampados responden a una construcción espontánea y

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sin planificación, generando que su expansión fuera absorbiendo sin discrimi-nación todo lo que encontró en su camino. En esta dirección, la elección de La Vega como caso de estudio no es antojadiza, ya que responde a la relevancia histórica y social que tiene este mercado de abastos para la ciudad de Santia-go. Aquí conviven diariamente personas de distintas clases sociales, de diferen-tes profesiones u oficios e, incluso, de distintas nacionalidades. Todos quienes habitan y deambulan por esta singular realidad santiaguina comparten el gusto por la frescura de los alimentos y por el ambiente popular de sus pasillos. En este sentido, la “teoría de los lugares” nos permite un acercamiento más prolijo para comprender la importancia que tiene La Vega como lugar de interacción.¿Por qué podemos decir que La Vega se constituye como un ‘Lugar’? La Vega es un espacio abierto a la ciudad pero a su vez se retrae, lo que produce que sus movimientos internos, las personas que la recorren y sus caminos internos se desliguen de la vorágine citadina (De Certeau, 2000). Este mercado se plantea y dialoga con la ciudad como un espacio de permanencia, en donde los sujetos pueden entrar y permanecer. Estos caminantes o, como los llama De Certeau, Wandersmänner son personas que experimentan la ciudad y que van escribien-do, sin darse cuenta, en sus recorridos los trazos finos y gruesos de este texto urbano.

“[…] Las redes de estas escrituras avanzan y se cruzan componen una histo-ria múltiple, sin autor ni espectador, formada por fragmentos de trayectorias y alteraciones de espacios: en relación con las representaciones, esta historia

sigue siendo diferente, cada día, sin fin” (De Certeau, 2000, p.105).

Para De Certeau estos recorridos, los pasos que realizan los transeúntes en su marcha, van construyendo lugares. Es decir, los lugares emergen en la medida en que los sujetos van ocupando el espacio con algún tipo de significado para ellos. En consecuencia, podemos señalar que la Vega se constituye como Lugar gracias a que es apropiada por sujetos, ya sean los vendedores, compradores, cargueros, transeúntes; quienes le otorgan un sentido, no solo comercial, sino también de identidad a este Mercado (De Certau, 2000, p. 105).

Mencionar un espacio también “lugariza”, ya que según De Certeau los nom-bres propios generan movimientos, producen constelaciones de ideas que son jerarquizadas y ordenan semánticamente la superficie de la ciudad, la ordenan cronológicamente y la legitiman históricamente. Los “espacios con nombres se ofrecen a las polisemias que les asignan los transeúntes […] sirven de guías

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imaginarios a viajes transformados en metáforas” (De Certeau, 2000, p.117). Estos nombres generan significantes, ideas y sentido en los sujetos, en la es-pera para guiar recorridos en el espacio físico, es decir, el nombre logra llenar un espacio vacío. En este sentido, nuestro espacio de estudio, La Vega, posee un nombre propio que circula en el inconsciente colectivo de los santiaguinos. Su nombre constituye un espacio de sentido para las personas; en otras pala-bras, el que su nombre esté institucionalizado para un grupo importante de la población permite que se transforme en Lugar, ya que implica un sentido que genera significados.

De esta forma, es sumamente importante lograr diferenciar la noción de “espa-cio” de la de “Lugar”, ya que para nosotros ambas palabras tienen un significa-do distinto. Al respecto, Heidegger señala que el espacio [Raum], Rum, es aquel sitio que se encuentra libre para ser colonizado, es decir, un espacio es algo que está espaciado, liberado en un límite. El filósofo advierte que no hay que entender el límite como el fin de algo, sino que hay que comprenderlo en el sen-tido de los griegos: el límite sería entonces donde algo comienza su ser. Para Augé, espacio es un concepto más abstracto que el de lugar, ya que la noción de espacio “[…] se aplica indiferentemente a una extensión, a una distancia en-tre dos cosas o dos puntos […] o a una dimensión temporal” (Augé, 2008, p.87).El Lugar, por otra parte, es el que localiza espacios, el espacio es localizado y tramado por medio de lugares, es decir, los espacios son localizados por los lugares. Estos lugares, según Heidegger, se producen por medio del construir. La palabra para construir proveniente del alto alemán medieval [bauen], ‘buan’, tiene por significado habitar, es decir, permanecer, mantenerse (Heidegger, 2007). “Habitamos no porque hayamos construido, sino que construimos y he-mos construido, en cuanto habitamos, esto es, en cuanto somos los habitan-tes” (Heidegger, 2007, p.212). De esta forma, un Lugar emerge en la medida en que es habitado, es construido por medio de los sujetos sociales.

Reforzando la idea de Heidegger, Félix Duque comprende también que el cons-truir es consecuencia del habitar. El habitar, para Duque, es lo propio de los sujetos, en el sentido que generan hábitos que están inscritos en las personas. Los individuos habitan el mundo transformándolo por medio de su uso, lo que genera, asimismo, una transformación en ellos mismos (Duque, 2008). El Lu-gar, en este sentido, surge como tal en cuanto los seres humanos despliegan sus hábitos, o sea, es Lugar en la medida en que resulta parte de la cotidiani-dad de las personas que lo habitan, que lo construyen día a día, transformándo-

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lo y transformándose a sí mismos por este diálogo constante entre el habitante y el Lugar. De esta manera, un Lugar puede ir mutando a lo largo de los años, incluso la visión que tiene el sujeto sobre ese Lugar puede ir cambiando por medio de la memoria.

En este sentido, La Vega se constituye como Lugar debido a que este mercado es “lugarizado” en la medida en que hay vida en su interior, en que los sujetos lo habitan, lo construyen como parte de su vida cotidiana al pasar gran parte de su tiempo en su interior5. Es un Lugar porque existe una identidad propia de los “beguinos”, ya que tienen hábitos asociados y un lenguaje en común. De esta forma, los sujetos que pertenecen a La Vega la van transformando y, a su vez, La Vega los transforma a ellos gracias a las dinámicas internas que se generan. Un Lugar como La Vega tiene la capacidad de generar sentido, configurando y afectando a los sujetos que la habitan.

4. El pliegue de lugar a no lugar: El caso de la Vega Central.

Los No Lugares son espacios contemporáneos, no simbolizados, es decir, no son habitados ni construidos, no poseen identidad. Tal como señala De Cer-teau, el No Lugar sería la ausencia de lugar. Para Augé los no lugares designan dos realidades que son complementarias: los espacios que tienen ciertos fines como el transporte, comercio, ocio, y la relación que los sujetos mantienen con estos espacios. Los No Lugares se caracterizan por ser espacios solitarios en donde las personas no generan vínculos ni se identifican entre sí ¿Pero cómo podemos decir que La Vega se desenvuelve como un No Lugar si hemos defen-dido lo contrario? Esto es posible, porque coincidimos con Augé en el sentido de que los lugares y los No lugares son tipos ideales que no existen de forma separada en la realidad. De esta manera, nosotros planteamos que La Vega se despliega en un No Lugar durante el horario en que no funciona ¿Esto por qué? Puntualmente porque consideramos que los lugares solamente existen en la medida en que son habitados por las personas y es en este uso en donde los lugares emergen. Es por lo anterior que consideramos que durante el periodo de cierre de La Vega, ésta pierde su calidad de Lugar para transformarse, por

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(5)| La actividad al interior de este merca-do comienza a eso de las tres o cuatro de la mañana, para terminar la larga jornada aproximadamente a las cinco de la tarde.

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un breve espacio de tiempo, en un No Lugar.

Los no lugares serán considerados aquellos espacios en donde no hay un reco-nocimiento de los sujetos con el espacio, no se identifican entre sí ni pueden es-tablecer vínculos (Sáenz, 2009). No es que La Vega pierda sus características de Lugar, sino que estas características quedan en una especie de suspensión temporal. De la misma forma, La Vega se transforma durante su horario de no funcionamiento en un espacio de tránsito, ya que sólo se permanece en estos no lugares por un corto periodo de tiempo (Bettini, 2011). Debido a que las condiciones de seguridad de La Vega prácticamente desaparecen de noche, se genera un sentimiento de inseguridad que hace de este espacio un lugar vacío – a diferencia del constante movimiento y de la variedad de relaciones sociales que ocurren durante el día-, siendo habitado sólo por algunos vagabundos que deambulan por el sector. Es así como La Vega pierde su identidad por un pe-queño espacio de tiempo, quedando sólo el espacio, sin personas que hagan de este un Lugar, donde no hay vínculo ni tampoco es habitado. Es la tempora-lidad de las actividades que se dan al interior de La Vega las que permiten que emerja como un Lugar o como un No Lugar. En definitiva, sin las interacciones sociales que se dan en su interior este mercado sólo es un espacio vacío y sin contenido.Con respecto a los No Lugares, Augé señala que un espacio que no se puede identificar como un Lugar de identidad, relacional e histórico, se debe conce-bir como un No Lugar, pero nunca hay que pensarlo de forma determinante ni taxativa, ya que ambos ámbitos, Lugar y No Lugar, se constituyen en la realidad como formas no ideales ni perfectas. En este sentido, “un no lugar existe igual que un lugar: no existe nunca bajo una forma pura […]. El lugar y el no lugar son más bien polaridades falsas: el primero nunca queda completamente borrado y el segundo no se cumple nunca totalmente” (Augé, 2008, p.84). Es decir, am-bos espacios nunca dejan de estar relacionados, siempre están en constante diálogo y confrontación. El paso de uno a otro deviene a partir de un pliegue que se origina en la materia del espacio urbano, que en nuestro caso sería La Vega.Como señala Spinoza desde la lectura de Deleuze, las cosas, la materia, están en constante repliegue y despliegue, están en un “constante pliegue, pliegue de pliegue de pliegue” (Sáenz, 2009, p.131). De este modo, se transforma en múltiple, no en el sentido de “que tiene muchas partes, sino lo que está ple-gado de muchas maneras” (Deleuze, 1989, p.11). Es así como un cuerpo, una materia, puede ser al mismo tiempo rígido y fluido, ya que consta de varios elementos coherentes.

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Por lo tanto, podemos señalar a modo de conclusión, que la temporalidad en la que está inmersa La Vega funciona como una piel, como un límite entre el interior –Lugar– y el exterior – No Lugar –, no siendo posible separar La Vega diurna de la nocturna, sino que vinculándolas: “ambas se vinculan en una sola superficie única que se pliega y deviene exterior, y al plegarse de nuevo se convierte en interior, sucediéndose o seduciéndose exterior e interior en un vaivén, ligado a un ciclo que se podría asociar a la continua danza en una cinta de Möbius, tal como se suceden el lugar y el no-lugar” (Gallardo, 2011, p. 9)

5. Conclusiones

Como se ha podido ver a través de estas páginas, La Vega Central es un mer-cado de abastos que ha sido reconocido a nivel nacional e internacional como un uno de los mercados urbanos más importantes que ha logrado reflejar las características populares de la población chilena. Es así como un ranking inter-nacional ha ubicado a La Vega dentro de los 5 mercados más importantes del mundo (The Daily Meal, 2013).Sin embargo, la importancia que tiene La Vega Central no responde a un reco-nocimiento internacional, sino que al significado que le han otorgado las perso-nas que lo habitan y lo transitan cotidianamente, emergiendo como un Lugar de sentido para los sujetos. De esta forma, este mercado con nombre propio se constituye como Lugar en la medida en que es apropiado y nombrado por quienes lo han hecho parte de su cotidianidad. Es por ello que no hay que confundir La Vega con un Espacio, pues ya fue colonizada y posee límites tanto de sentido como espaciales, es habitada, construye hábitos y está cargada de significados.

La Vega no es permanentemente un Lugar, ya que por un breve periodo de tiempo se despliega como un No Lugar, esto ocurre en el tiempo en que el mer-cado permanece cerrado debido a su horario de atención. Desde el momento en que se cierran sus puertas, deja de ser habitado por las personas, sus es-pacios pierden su uso diurno, generando una suspensión de su identidad. De esta forma, creemos que es la temporalidad de las actividades que se dan al interior y en relación a La Vega las que le dan sus características de Lugar o de No Lugar.

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Es así como este mercado está en un constante diálogo entre la identidad y la falta de identidad, entre el sentido y el no sentido. Pasa permanentemente de un Lugar a un No lugar y esto ocurre sólo en la medida en que las personas usan, habitan, otorgan significado a un contexto espacial en particular.

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Revista Eltopo. No.2. 2014: (pp.76-99)ISSN:0719-333576

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Resumen

A finales del siglo XX, la ciudad de Marsella sufrió una fuerte crisis sobre la actividad portuaria que hasta entonces representaba el movimiento económico de la ciudad. Pese a esto, el puerto consiguió reaccionar adelantando nuevas estrategias económi-cas y urbanas, siendo el proyecto de recualificación urbana: Euroméditerranée, pro-pulsado por el Etablissement Public d’Aménagement Méditerranée un caso ejemplar. Euroméditerranée (1995-2015) regenera el waterfront sobre el patrimonio industrial abandonado y el casco antiguo del puerto. Gracias a esto, Marsella fue posteriormente designada como Capital Europea de la Cultura 2013. Euroméditerranée II (2008-2030) intenta insertar la variable de sostenibilidad a la regeneración del waterfront, que per-mitirá potenciar los barrios septentrionales y el antiguo barrio portuario de la ciudad. Euromed II tiene el objetivo de realizar una nueva eco-ciudad dentro de la ciudad. Los objetivos de estas nuevas estrategias urbanas son: el progreso económico y social, la valorización del patrimonio urbano a través de los principios de la sostenibilidad am-biental y del desarrollo del turismo cultural.

Palabras Claves: regeneración urbana, arquitectura, patrimonio, waterfront, sostenibilidad

Abstract

At the end of XX century, the city of Marseille suffered a severe crisis caused by decline of industrial and port activities, on which was based city’s economy. Despite crisis, Mar-seille has reacted creating new economic and urban strategies. In particular, the arti-cle analyses two phases of Euroméditerranée redevelopment project, which has been promoted by the Etablissement Public d’Aménagement Méditerranée. The aim of this ambitious project is to set Marseille again in the core of its region and the whole Medi-terranean area. Euroméditerranée I project (1995-2015) deal with the requalification of waterfront and abandoned industrial heritage and the enhancement of historic city cen-tre. Moreover, due to this impressive work of urban transformation, Marseille has been chosen to be European Capital of Culture in 2013. Euroméditerranée II (2008-2030) is a project of socio-economic and sustainable urban renewal that will increase the at-traction of northern city districts and former port area. Euromed II aim to realizes a new eco-city inside the city. The objectives of these new urban strategies are: economic and social progress, enhancement of urban heritage through environmental sustainability principles and development of cultural tourism.

Keywords: urban renewal, heritage, waterfront, architecture, environmental sustainability.

RECONSTRUIR LA CIUDAD SOBRE LA CIUDAD. EL PROJET EUROMÉDITERRANÉE EN MARSELLAIrene Marotta1Traducción: Gaia Ialisa Marotta

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:(pp.76-99)

(1) | Irene MarottaArchitect and PhD Student, Department of Architecture, University of Palermo, Italy.

E-mail: [email protected]

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Reconstruir la ciudad sobre la ciudad: El Projet Euroméditerranée en Marsella|

Primer puerto del Mediterráneo y segundo municipio de Francia, Marsella es una ciudad portuaria desde hace siglos. Ciudad marítima ante todo, la cité pho-céenne da la espalda al continente, aislada por sus cadenas montañosas. Desde su fundación hecha por los griegos en 600 a.C., la ciudad se benefició por su posición privilegiada entre el norte de Europa, los países del Mediterrá-neo y de África, concentrando sus principales actividades económicas en la ex-plotación del tráfico marítimo. El desarrollo económico de esta ciudad siempre ha estado conectado con los intercambios comerciales internacionales, en el siglo XV, Marsella ocupó un importante papel en el Mediterráneo, llegando a ser el puerto comercial más importante de Francia.

En el siglo XIX, gracias a la ocupación de Argelia, Marsella, llamada la porte de l’Oriente, se ubicó como uno de los puertos más importantes del mundo, junto a Londres, Liverpool y Génova, desarrollando la producción industrial, yendo en detrimento de las tradicionales actividades mercantiles. Por causa de la siem-pre mayor afluencia de embarcaciones, los muelles y los bodegas se sobresa-turaron y el Vieux-Port resultó inadecuado. Entonces fueron realizadas nuevas áreas portuarias en el norte de la ciudad, cerca del ansa de Arenc, entre las cuales podemos mencionar el dique artificial de la Joliette (1844). Además, la ciudad fue objeto de importantes intervenciones urbanas, expandiéndose ha-cia el norte y oeste del barrio antiguo. Durante el siglo XX el área portuaria siguió creciendo, especializándose en la producción y comercialización de hidrocarburos (Bertrand, 2012, p.223). Sin embargo, en el curso de este siglo empezó un período de lento decaimiento causado por daños económicos y urbanos traídos por la segunda guerra mun-dial, la independencia de las colonias, el aumento de la concurrencia interna-cional y por el largo proceso de dislocación de las actividades portuarias e industriales en los territorios limítrofes de la ciudad. La condición orográfica de Marsella impidió su desarrollo urbano e industrial; durante la mitad del siglo XX se generó el problema de la falta de suelo libre para la construcción de servi-cios e infraestructuras, fueron entonces elegidas nuevas áreas. La expansión de la ciudad advino a gran escala territorial, la extensión prosiguió hacia el oes-te en el Rodano, con los objetivos de conectar Marsella con el continente y de contrastar los puertos del norte de Europa.

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Marsella y su puerto: una historia de profundas mu-taciones económicas, urbanas y sociales.

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El vasto lugar de Etang de Berre, a 40 km de Marsella, recibió las instalaciones industriales y portuarias que no encontraban sitio en la ciudad. El municipio de Marignane alojó el aeropuerto. En los años sesenta se construyó un gran puerto industrial en el golfo de Fos (1961-1968), a 50 km de Marsella con el triple objetivo de acrecentar las actividades portuarias conectadas con el petróleo; alojar las grandes áreas industriales; y de reequilibrar el desarrollo urbano, económico y demográfico de la región marsellesa. Estos nuevos polos industriales y terciarios redujeron de manera significativa el primado territorial de Marsella, por esta razón empezó un fuerte desequilibrio entre la expansión de los municipios periféricos y el decline de la ciudad.

Desde los años setenta el puerto presentó una significativa perdida de las acti-vidades, que causó un lento degrado de los barrios alrededor de éste. Entre 1975 y 1990, Marsella perdió mas de 100.000 habitantes y 58.000 em-pleos, triplicando su tasa de desocupación, desde 7,1% hacia 23,3% (Bertrand, 2012, p.220). Esta fue la consecuencia, no solo del declive de las industrias coloniales tradicionales y de la crisis global del sector portal, sino también de las intervenciones de dislocación de las actividades y de los servicios, que qui-taron a la ciudad su atractivo industrial sin encontrar otra alternativa creíble. A finales del siglo XX, el Port autonome de Marseille (PAM), rebautizado en 2007 Grand Port Maritime de Marseille (GPMM), compensó a duras penas la perdida continua de partes del mercado a daño de los otros puertos del norte de Europa y del Mediterráneo2 .

Desde los años noventa, no obstante la crisis económica, Marsella consiguió reaccionar llevando adelante nuevas estrategias económicas y urbanas. Los entes locales y el Estado francés entendieron que era necesario promover la ciudad a través del desarrollo del sector terciario presente en las actividades portuarias y de las industrias al interior de la provincia marsellesa. Por otra parte, fue necesario llevar a cabo un proyecto de regeneración urbana que se dirigiese hacia el desarrollo económico, urbano y social de la ciudad. Por esta razón nació el proyecto de Euroméditerranée (1995), que preveía la recupera-ción de una parte de la vieja área portuaria en el norte de la ciudad, con sus barrios degradados y el área de la estación ferroviaria con las zonas limítrofes.

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(2) | En los años sesenta fue el segundo puerto de Europa después de Rotterdam. En el año 2010 el puerto retrocedió al cuar-to puesto, después de Amberes, Hamburgo y Ámsterdam. Aunque la actividad portua-ria se redujo, el puerto es aún una de las principales fuentes de trabajo de la región. En el año 2006 el GPMM proveyó trabajo a 40.000 personas, de las cuales 9000 tra-bajadores se emplean directamente en el puerto directos (Bertoncello, Dubois, 2010, pp.32-33).

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Para definir esta intervención, los creadores de Euroméditerranée hablan de un plan de reconstrucción de la ciudad sobre la ciudad (Euroméditerranée, Rap-port d’activités, 2012, p.6); se decidió no expandir más el territorio de Marse-lla sino más bien trabajar en el existente, aspirando a la idea de una ciudad compacta, trabajando sobre el patrimonio urbano que había sido por mucho tiempo olvidado. Como explica el alcalde a cargo en aquellos años Robert-Paul Vigouroux3 :

“Euroméditerranée es una intervención urbana que tiene el objetivo de contri-buir a crear un nuevo barrio en el centro y entonces de cambiar la imagen de

la ciudad, frecuentemente percibida únicamente a través de este sitio” (Becquart, 1994, p.3).

En concomitancia con la realización del proyecto Euroméditerranée, se inició un proceso de tercerización que hizo disminuir las tasas de desocupación y por consiguiente un aumento de la población4.

Figura 1: Ridisegno della planimetria di Marsiglia con evidenziato il perimetro di Euromed I in rosso e Euromed II in verde.

Fuente: I. Marotta (2013).

(3) | Robert-Paul Vigouroux, alcalde de la ciudad de Marsella desde el 1986 hasta el 1995

(4) | Desde el 1999 hasta el 2006, la ciudad creció desde el punto de vista de-mográfico, del 0,71% anual, llagando a los 40.610 habitantes. Además, conquistó el cuarto puesto entre las más importantes ciudades franceses, aumentando la ocupa-ción del 31%.

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El presente de Marsella: Una metrópolis compleja

En la actualidad Marsella es una ciudad multiforme, que tiene 851.420 habi-tantes y se extiende por 24.000 hectáreas, más del doble de la superficie de Paris (10.540 ha), englobando múltiples realidades aisladas que difícilmente se comunican entre ellas. La cité phocéenne, con sus 111 barrios divididos en 16 arrondissements, presenta áreas urbanas que tiene fuertes especificidades. El casco antiguo es muy reducto respeto a toda el área urbana, presentando una superficie de 6 km2 en el interior, entre los que podemos mencionar: el Vieux-Port, la place de la Joliette y la Gare Saint-Charles.

Producto del desarrollo industrial y el creciente flujo migratorio, desde el siglo XX la ciudad se amplió de manera continua ocupando casi la totalidad de su te-rritorio. Desde los años cincuenta, Marsella se expandió sin la ayuda de un plan urbanístico coherente que previera el crecimiento en el futuro. Por causa del im-ponente fenómeno de la inmigración, fueron realizados los grands ensambles, grandes complejos residenciales que ocuparon los barrios periféricos5.

Como en numerosas otras ciudades industriales y portuarias, Marsella fue di-vidida en dos diferentes partes, la ciudad sur, en la que están las actividades terciarias, administrativas, los servicios de grande importancia metropolitana y las residencias de la clase burguesa, y la ciudad del norte, en la que habitaban las clases más pobres y muchos extracomunitarios. A la división urbana corres-ponde entonces una división social. Como explican los sociólogos Andrè Donzel y Thomas Bresson: entre las grandes ciudades francesas y europeas, [Marse-lla] es hoy una de aquellas en la que la disparidad social se manifiesta más claramente, en términos de renta como de empleo, o de inserción residencial (Bresson, Donzel, 2007, p.93). Por lo que afecta la salvaguardia y la valorización del patrimonio urbano, desde el posguerra Marsella olvidó su propio pasado, y de paso, olvidó también mu-chas sus potencialidades.Durante la mitad del siglo XX, el barrio antiguo fue objeto de muchas inter-venciones agresivas, entre las cuales podemos mencionar la construcción del viaducto de la autopista A7, que entraba en el casco antiguo y la realización de arquitecturas que poco se integraban con las antiguas y que recientemente han sido consideradas y modificadas, como por ejemplo el centro comercial Centre-Bourse (1977), que ahora es objeto de un proyecto de renovación.

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(5) | Entre el 1950 y 1974, la incesante crecida demográfica hizo necesaria la rea-lización de 172.000 edificios, de los cuales 50.000 (habitation à loyer modéré) fueron residencias de alquiler y/o arriendo. (Ber-trand, 2012, p.220).

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La cité phocéenne desatendió lo que en los años ochenta se había prefigurado en Europa, es decir el saneamiento y el fortalecimiento de los núcleos antiguos respecto de las aglomeraciones esparcidas. Después de haber sido bombar-deados y abandonados, la mayor parte de los cascos antiguos europeos fueron objeto de intervenciones de recualificación que tenían como propósito restituir una imagen positiva de lo que había estado antes ahí, colocándolas evidente-mente más atractivas para los turistas y para el mercado inmobiliario. Marsella – por el contrario – dirigió en este periodo su intervención hacia la construcción de nuevas banlieus suburbanas, dejando su patrimonio urbano en total aban-dono (Urbain, 2012, pp.82-85).En este periodo, las antiguas áreas portuarias y los barrios traseros fueron abandonados por los municipios. La arquitectura industrial de la ciudad, que testimonia la historia productiva y que constituye el patrimonio cultural inmate-rial de la ciudad, se encontraban en un fuerte estado de ruina. La parte norte del waterfront, de propiedad del GPMM, era un espacio inaccesible a los ciuda-danos, que podían ver el mar únicamente pasando con el proprio coche en el viaducto de la autopista, que estaba justo a un costado de la zona portuaria y que constituía una ulterior barrera para el acceso al litoral.

Breve historia del Projet Euroméditerranée

La Chambre de Commerce et Industrie (CCI) fue la primera entidad que mostró claras intenciones capaces de regenerar la ciudad. En 1987 la CCI propuso la creación de un barrio de los negocios en la antigua área portuaria de la Joliette, que habría podido ayudar a Marsella a potenciarse como capital económica del sur de Francia. En 1989, el alcalde Robert Vigouroux constituyó la Mission à l’amenagement urbain6 , un comité de expertos encargados de evaluar una posible intervención en la parte norte de la ciudad. La Mission retomaba la idea de la CCI de realizar un centro direccional parecido a la Défense de París, que potenciase el desarrollo del sector terciario poco presente en la ciudad; el proyecto fue nombrado Marsella Métropole Euroméditerranée (1991). Además, fue subrayada la necesidad de entender los efectos conectados a la realización de la alta velocidad ferroviaria TGV Paris-Marseille y a la creación de una nueva estación marítima. El trabajo de este comité subrayo la importancia de regene-rar los barrios ubicados en el norte y de favorecer la comunicación con el centro de la ciudad.

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(6) | La Mission à l’amenagement urbain (Misión de Planificación Urbana) era una estructura conectada al Secrétariat géné-ral de la ville, órgano administrativo del Municipio y a la Agence d’urbanisme de Marseille (Agam), la Oficina Urbanística de Marsella.

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Sin embargo el trabajo de la Mission no tuvo ningún efecto concreto. La pri-mera etapa para la recualificación de las antiguas áreas portuarias se realizó por privados. En 1990, la sociedad de promoción inmobiliaria Sari, compró Les Docks, los viejos depósitos industriales del barrio de la Joliette7 . La sociedad decidió convertir el gran edificio en espacios destinados para la actividad del sector terciario, tomando como referencia de ello las intervenciones de valoriza-ción y reconversión llevados a cabo en algunas ciudades portuarias europeas, como Liverpool y Amberes para la época.

El proyecto de recualificación realizado por el arquitecto Eric Castaldi, se con-centró sobre la valorización de las cualidades arquitectónicas y técnicas de la estructura portuaria, manteniendo la identidad del lugar y su considerable memoria histórica vinculada con el periodo industrial del puerto. Este edificio, de hecho, representa uno entre los símbolos más importantes del patrimonio industrial de la ciudad. La operación fue un gran suceso desde el punto de vista arquitectónico y económico, representando la prueba concreta que la rentabi-lidad económica y la valorización del patrimonio material e inmaterial no son incompatibles. No solamente se activó la comercialización del lugar, demostró también que el sector terciario podía ser un polo central para el desarrollo del puerto.

Aún cuando estas aseveraciones fueran atractivas, pareciera ser que el mu-nicipio no actuó muy rápidamente sobre las políticas urbanas prefijadas. Las causantes principales de tal inmovilidad son la grave situación económica de las cajas municipales y los desacuerdos políticos que bloquearon todas las ini-ciativas en ese entonces8. No obstante las dificultades financieras, la voluntad política de llevar adelante una estrategia de regeneración urbana no se acabó ahí (Bertoncello; Dubois, 2010, pp.62-65). Desde el año 1992, el proyecto en el barrio de la Joliette se hizo cada vez más concreto gracias a la llegada a la ciudad de la ferrovía de alta velocidad TGV, por la cual se prevé un flujo de 14 millones de pasajeros cada año. Frente a este panorama La estación Gare Saint Charles, entra a jugar un rol fundamental de regeneración ya que vincula la co-nectividad con el desarrollo económico y cultural. Esta recualificación o regene-ración, tuvo que inscribirse en un programa más ambicioso que comprendió los barrios de alrededor, fundamentalmente los pertenecientes al ya mencionado Joliette y al casco antiguo. Durante este período, el alcalde Vigouroux, encargó al ingeniero Alain Villaret,

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(7) | Estos viejos depósitos industriales, de propiedad de la Compagnie des docks (1858/1864), están compuestos por 4 galpones articulados alrededor de unos pasillos internos y por el Hotel de Direction. Este imponente edificio industrial, 365 m de largo, es un símbolo de la edad de oro del comercio marítimo marsillense. (www.les-docks.fr ).

(8) | La situación financiera era tan difícil que el Municipio tuvo que endeudarse para realizar las obras públicas necesarias. En 1991 Marsella era la ciudad con la deuda más grande de Francia con su 11 millardos de francos de deuda.

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dell’Agence d’urbanisme de Marseille (Agam)9 , y a Jean Frébault, de la Direc-tion de l’Architecture et de l’Urbanisme (DAU)10 , elaborar un proyecto de rege-neración y de planificación con estas nuevas exigencias. Los ingenieros realiza-ron un dossier, en el que propusieron la creación de una estructura publica que tenía como objetivo la realización de una vasta intervención urbana. El 22 junio de 1992, la Región, el Departamento, el conjunto de Municipios, la Cámara de comercio, el Puerto y la SNCF11 - entre los actores participantes - firmaron el protocolo de acuerdo, pidiendo al Estado de sostener un gran proyecto de rege-neración urbana en la zona norte de la ciudad.

En julio de 1992, el ingeniero Alain Masson fue encargado de formular un es-tudio factibilidad de la intervención urbana sobre los sitios de Saint Charles y de la Joliette. También Masson sostuvo la importancia de la realización de un “union sacrée” entre el Estado y los entes locales (Dubois J., Olive M., 2004, p.105). Los resultados de la Mission Masson fueron contestados proponién-dose además otras hipótesis de intervención. No obstante estos problemas, en abril de 1994 el ministro de finanzas de la época acordó un presupuesto de 850 millones de francos para un período de cinco años. En el mismo año, gracias a las conclusiones del informe de Masson, fue constituida en 1995 por obra del Estado y de los entes locales públicos, una estructura pública (EPA)12 , decretada Operación de Interés Nacional, que gestionaría el Euroméditerranée.

El Projet Euroméditerranée nació de la unión entre el Estado y las adminis-traciones locales, bajo el efecto de una difusa sensación de miedo por el fu-turo y destino de Marsella. Se puede afirmar entonces que el l’Établissement Public D’amenagement Euroméditerranée (EPAEM) es la consecuencia de la grave situación económica y social que afectaba la ciudad: el producto de una situación emergente. La municipalidad, conociendo sus propios límites y la debilidad de sus recursos, vio garantizada a través del EPAEM, la presencia del Estado y sobre todo la ayuda financiera para esta compleja operación. El EPAEM a través de su poder institucional, pudo dirigir de manera más eficaz las delicadas relaciones con el GPMM y tenía la autoridad para negociar con los privados y las instituciones. En fin, este organismo estatal, tuvo la capacidad de convencer más fácilmente los grandes propietarios hipotecarios de la necesi-dad política de transformar la ciudad. El Estado consideraba la entidad EPAEM como un medio para dirigir las diversas acciones, a veces discordantes, de los poderes locales.

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(9) | L’Agence d’urbanisme de Marseille (Agam) es la Oficina Urbanística de Mar-sella, y tiene una función de coordinación panificada de la políticas de desarrollo ur-bano. (http://www.agam.org/fr/agence/decouvrir-lagam.html

(10) | La Direction de l’Architecture et de l’Urbanisme (DAU) es la dirección de la ad-ministración central encargada de la plani-ficación urbanística por parte del Ministère de l’Équipement.

(11) | Société Nationale des Chemins de fer Français, son las ferrovías del Estado francés.

(12) | Un Établissement Public D’amenagement (EPA) es una institución pública que consiste en una estructura operativa bajo la autoridad francesa; tie-ne el papel de realizar operaciones de planificación y recualificación urbana bajo guía de una administración pública. Las EPA son organismos dotados de persona-lidad jurídica. Los Établissement pueden ser elegidos para ejecutar unas Opération d’Intéret National. Estas intervenciones están realizadas para la planificación de un barrio, como en el caso de la Défense o de la Villette de París, de un territorio o de una región. En el caso de Marsella, es la primera vez que se utiliza esta estrategia para regenerar una parte de la ciudad ya existente; normalmente el EPA ha actuado para realizar nuevos barrios o nuevos con-glomerados territoriales.

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El patrimonio y la ciudad sostenible: Projet Euroméditerranée I

La zona que pertenece al Projet Euroméditerranée está en el centro de la ciu-dad, en un territorio extremamente heterogéneo en la que convergen: antiguos edificios industriales más o menos abandonados; barrios residenciales en el que hay edificios haussmanianos y arquitecturas poco llamativas; grandes re-des de infraestructura, monumentos y vacíos urbanos. El ambicioso proyecto urbano está compuesto por un perímetro de 310 hectáreas, establecido desde 1995 (Euromed I) y en dirección norte cerca de 170 hectáreas establecida en el año 2007 (Euromed II).

El proyecto Euroméditerranée I ha recibido un financiamiento de 3,5 millones de euro13 . Esta primera etapa del proyecto ha necesitado la ideación de cinco operaciones distintas: el nuevo barrio de los negocios, la Joliette; la Cité de la Méditerranée con el barrio del dell’Arenc; la zona de Saint-Charles; la recualifi-cación de la rue de la République y la Belle de Mai.

El barrio Cité de la Méditerranée (1995-2015) es un interesante ejemplo de re-cualificación del patrimonio urbano. El proyecto, realizado por unos proyectistas dirigidos por el arquitecto Ives Lyon, ha permitido la reapropiación de una parte del litoral a norte del Vieux-Port, que era inédito para la ciudad14. Esta interven-ción ha implicado la realización de un grande espacio público, el esplanade du J4, en lugar del antiguo muelle J4, permitiendo a los ciudadanos restablecer un contacto directo con el mar. En el esplanade du J4, están los monumentos símbolos de la transformación de la ciudad: el MuCEM, el Fort Saint-Jean y la Villa Méditerranée (2005-2013), que han estado objeto de dos concursos de proyección internacionales.

El MuCEM (Musée des Civilisations de l’Europe et de la Méditerranée), proyec-tado por el arquitecto francés Rudy Ricciotti, tiente la ambición de enseñar el patrimonio cultural mediterráneo15. Este museo es la primera gran infraestruc-tura cultural realizada por el Estado francés fuera de París. El edificio es un cubo alto 19 metros, revestido por paneles perforados en cemento. El museo está dividido en dos partes por una falla en la que penetra una pasarela metá-lica que lo colega a las salas expositivas del Fort Saint-Jean. Este imponente

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(13) | Los objetivos previstos por Euromed II, para 2015, son: la realización de 4.000 edificios residenciales, 500.000 m2 de oficinas, 200.000 m2 de servicios públi-cos, 20 hectáreas de espacios públicos, 20.000 nuevos empleos y 10.000 nuevos habitantes.

(14) | Esta zona, de propiedad del Grand Port Maritime de Marseille, era inaccesible caracterizada por viejos almacenes indus-triales abandonados.

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edificio militar del siglo XII, que por mucho tempo fue abandonado y olvidado por la ciudad, hoy expone una parte de la colección del MuCEM. El Fort (fuerte) fue recuperado y colgado a través de otra pasarela al barrio Panier, asegurando la conexión directa entre el casco antiguo y las nuevas infraestructuras cultura-les. Además, las terrazas y los espacios abiertos que pertenecen a la cobertura del Fort Saint-Jean, han sido recuperados y abiertos al público gratuitamente, volviendo a ser nuevos espacios públicos para los ciudadanos.

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Figura 2: L’esplanade du J4 con la Villa Méditerranée e il MuCEM.

Fuente: I. Marotta (2013).

Figura 3: Il MuCEM.

Fuente: I. Marotta (2013)

(15) | El MuCEM tiene colecciones que per-tenecen a las culturas mediterráneas del museo de las Artes y la Tradiciones popula-res creado en 1937 en París. Es la primera vez que un museo pertenece únicamente a las culturas del Mediterráneo como lugar de intercambios y de compartición, inten-tando crear una historia común entra las diferentes civilidades mediterráneas.

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La Villa Méditerranée, es el otro edificio símbolo del nuevo waterfront cultural marsellés. Financiado por la Regiòn Provence-Alpes-Côte d’Azur y proyectado por el arquitecto italiano Stefano Boeri, la Villa es un centro internacional que tiene la finalidad de favorecer las reflexiones sobre el dialogo y los intercambios en el Mediterráneo. Este edificio tiene la forma de una C, con la parte superior con una saliente (40 metros) y la parte inferior inmersa en un embalse artifi-cial realizado entre los dos edificios culturales. Ahora estas dos arquitecturas forman parte del patrimonio ciudadano, poniéndose como símbolos del evento Marsella Capital Europea de la Cultura 2013.

En la Cité de la Méditerranée, además de los espacios públicos del esplanade du J4, fueron realizadas dos nuevas plazas, la Place de la Joliette y la Place de la Méditerranée, conectadas entre ellas por una nueva calle, el boulevard du littoral, que sustituyó el viaducto de la autopista A55, en el lugar del cual fue construido un túnel16. El boulevard du littoral fue realizado con la finalidad de reducir el tráfico de los automóviles y de favorecer la circulación de los peato-nes, ofreciendo anchas aceras arboladas y carriles de bicicletas. En una ciudad en la que no hay muchos espacios públicos, la realización de nuevos lugares públicos fue fundamental para el mejoramiento de la cualidad de la vida de los ciudadanos. En fin la Cathédrale de la Vieille Major, que es uno de los testimo-nios más importantes del patrimonio arquitectónico de la ciudad, fue valorizada a través de la realización de un nuevo espacio público y de un nuevo acceso que conectará la iglesia con el waterfront.

Por lo que pertenece el tema de la recualificación del patrimonio industrial abandonado, es importante mencionar la recuperación del Silo d’Arenc (1927), antiguo depósito para la conservación de cereales, situado en la zona portal a norte de los Les Docks. En el año 2001, el municipio adquirió el edificio del GPMM para regenerarlo, transformándolo en un teatro de prosa (2011). El pro-yecto de recualificación del antiguo depósito es de los arquitectos Eric Castaldi y Ronald Carta. En 2004 el Silo fue reconocido “Patrimoine du XXe siècle”, por el Ministerio de la Cultura.Se planificó también la creación de un nuevo barrio, Quays d’Arenc, en el in-terior del barrio Cité de la Méditerranée; este nuevo barrio será caracterizado por una mixté de las actividades, comprendiendo zonas residenciales, activi-dades comerciales, oficinas y un aparcamiento subterráneo. El proyecto prevé la construcción de cuatros torres, actualmente en construcción, proyectadas por unos arquitectos franceses: Jean Nouvel, Yves Lion, Jean-Baptiste Pietri y

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(16) | El viaducto de autopistas A55, que dividía el waterfront de la ciudad, fue de-molido y en su fugar fueron realizados las galerías Major - Dunkerque (2002) y Jo-liette (2011), que permitieron hacer más fluida saliendo de la ciudad y recalificar los barrios en superficie.

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Roland Carta17 . Esta intervención fue financiada por un grupo inmobiliario pri-vado. Cerca del Quays d’Arenc se proyecta la realización del Euromed Center, también financiado por emprendedores privados. Es un gran complejo arqui-tectónico proyectado por el arquitecto Massimiliano Fuksas, en el que habrá un centro para congresos y exposiciones, un hotel de cuatro estrellas y un cine multisala. A norte de estos edificios está también la torre para las oficinas CMA CGM (2010), proyectada por la archistar Zaha Hadid. En el barrio del Arenc hay también importantes servicios para los ciudadanos, entre los que los Archivos Departamentales (2006), el Gymnase Ruffi (2000) y el hospital Euroméditerra-née Paré-Desbief (2013).

Para el nuevo barrio de los servicios: la Joliette, Euromed I se previó la realiza-ción de edificios para oficinas hechos por privados. En el barrio está también la nueva sede del Fondo regional de arte contemporánea (FRAC PACA), proyectado por el archistar japonés Kengo Kuma. Además de las oficinas y de los edificios culturales, el barrio abarca residencias y servicios, entre los cuales podemos mencionar: el Collège Jean-Claude Izzo (2005), edificio sostenible que obtuvo la clasificación PHE (Performance High Energy); la Escuela de enseñanza pri-maria Chevalier Paul (2012) en la que es conservada y integrada la fachada de un antiguo edificio industrial; y el M5 les Docks (2008), un antiguo complejo industrial transformado en edificios residenciales, el cual respeta los principios básicos del desarrollo sostenible.

Al proyecto Euromed I se le adjudica también la regeneración de la rue de la Ré-publique, un importante eje del siglo XIX, caracterizado por edificios haussma-nianos muy interesantes, que conecta el Vieux-Port con el barrio de la Joliette. Por causa de la crisis industrial la calle estaba en condiciones de degradación. El EPAEM previó su saneamiento a través de la proyección de espacios públicos y la recuperación de las fachadas de los edificios en la calle. Este eje perteneció a una Opération Programmée d’Amélioration de l’Habitat (OPAH)18 , realizada por el Municipio de Marsella, recuperando 482 edificios y más de 5200 aparta-mientos (2008), de los cuales 400 son viviendas populares. Esta acción de sa-neamiento no incluyó únicamente las residencias presentes en el eje haussma-niano, sino el área entera de Euromediterranée I. La rue de la République, junto a todos los barrios del proyecto Euromed I, están conectados por la nueva línea de tranvía Blancarde-Gantes Euromed (2007).En relación al polo Saint-Charles, además de la nueva estación de trenes Saint-Charles, idónea a contener el TGV, el proyecto Euromed I previó la construcción

(17) | Las cuatros torres fueron clasifica-das PHE (Performance High Energy). En el barrio se cerrará el tráfico y en la calle interna estarán las actividades comerciales principales.

(18) | L’OPAH (operación programada de mejoramiento del habitad) es el principal instrumento normativo con el que cuenta Francia para la recualificación – regene-ración - de los centros urbanos, el cual presenta los edificios degradados e insufi-cientes, así como habitaciones y servicios públicos aptos para un programa de mejo-ramiento urbano

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de un túnel para la autopista A7, liberando la superficie del tráfico de autopis-tas, la realización de un parque unbàn alrededor de la Porte d’Aix y la demoli-ción de los edificios derruidos de la manzana Bernard Dubois para permitir la construcción de nuevas residencias y servicios.

En el barrio Belle de Mai, está el antiguo complejo industrial de la manufactura de tabacos, desde el año 2004 se han instalados distintos polos de desarrollo como el Polo Media, Polo Patrimonio y la Friche de la Belle de Mai. En el prime-ro están los estudios cinematográficos y televisivos, mientras que el segundo contiene el Centro interregional de la conservación y de la restauración del patrimonio de los archivos municipales y de los museos de Marsella. En fin la Friche de la Belle de Mai es el lugar más importante de creación y de experi-mentación de arte contemporáneo de la ciudad. Dirigido desde el 1992 por una asociación privada, Systeme friche theatre (SFT), desde el 2007 el viejo edificio industrial es objeto de trabajos de regeneración. El proyecto de la Friche, reali-zado por el estudio ARM, tiene la finalidad de adaptar la arquitectura industrial a nuevos usos, transformándola y al mismo tiempo respetando su identidad. Además de la recuperación de edificios industriales existentes, la intervención previó la realización de un skate park, ateliers para artistas y un jardín de in-fancia para los niños del barrio, que obtuvo el reconocimiento de construcción sostenible por el polo BDM19. Fue realizada también una gran sala de exposicio-nes, la Tour-Panorama, para la exhibición de arte contemporáneo realizado en ocasión de Marseille Provence Capitale Européenne de la Culture 2013. Cerca del viejo complejo industrial fue construido también el Centre de Conservation et de Ressources del MuCEM (2004).

Un nuevo proyecto para el futuro sostenible de Mar-sella: Euromed II

Después de sucesos ejemplares obtenidos con el proyecto Euroméditerranée, el Etablissement Public d’Amenagement Méditerranée estableció el año 2007 continuar con la intervención urbana a través de una segunda fase. Euromed II, el cual se ocupa de la regeneración en la parte norte del perímetro de Euromed I, a través de la realización de una eco-ciudad. (19) | Batiments durables mediterranéens

(http://polebdm.eu).

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El objetivo de esta intervención es regenerar la vasta área urbana con accione concentradas en el desarrollo sostenible. También en este caso, no se pre-tende extender la ciudad en nuevos terrenos, sino trabajar en el interior de Marsella, en los barrios más pobres con la misma densidad urbana. El sitio y objeto de la intervención (170 hectáreas) tiene más de 3.000 habitantes y está delimitado en el norte por Cap Pinede e Les Arnavaux, en el este por el pueblo de Canet, y en el sur por la torre sede de la CMACGM, realizada por Zaha Hadid. Esta área se sitúa cerca del valle natural del arroyo des Aygalades y se caracte-riza por una topografía compleja.

Desde el siglo XIX, esta parte de la ciudad fue objeto de grandes transforma-ciones urbanas, la cual se presentó entonces como una importante zona in-dustrial. Por causa de la crisis industrial esta área fue abandonada, volviendo a ser uno de los sectores más degradados de la ciudad. En Julio del año 2008, el EPAEM realizó una convocatoria para proyectistas, con el objetivo de encar-gar un equipo responsable de la proyección y del desarrollo del plan urbano de esta área de la ciudad. Fue elegido el proyecto dirigido por el arquitecto François Leclercq, en el que participaron también el arquitecto Rémy Marciano, el arquitecto Jaques Sbriglio, los paisajistas de la Agence TER y el estudio de ingenieros SETEC.

Para Euromed II la inversión pública fue de 531 millones de euro por parte del Estado y de las administraciones territoriales; esta suma generó casi 3 millones que venían de parte de inversionistas privados. El proyecto se inició el 2012, y tendría que terminar hipotéticamente en el año 2030. Se realizarán 14.000 nuevos apartamentos20 , 500.000 m2 de oficinas, 176.000 m2 de servicios públicos, 176.000 m2 de actividades comerciales y 14 hectáreas de jardines. Además se piensa que al interior de esta zona residirán 30.000 habitantes, el cual generará 20.000 nuevos empleos (Euroméditerranée, Dossier de press, 2011, p.2).

El objetivo principal de la intervención es crear un nuevo modelo de ciudad sostenible mediterránea, que pueda diferenciarse de las ciudades sostenibles existente en los países del norte de Europa. Estos últimos presentan una condi-ción climática, económica y social diferentes y por momento más favorable por la cantidad de personas.

El Projet Euromed II tiene el objetivo de valorizar las singularidades del lugar,

(20) | De estas nuevas residencias, 4200 van a ser sociales y 2100 accesibles y con precios controlados. Además de la realización de nuevas resi-dencias, es prevista la recuperación de 1500 residencias existentes.

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desde el punto de vista morfológico y geológico. Esta parte de la ciudad olvidó su conexión con el mar, por causa de la barrera creada por el área portuaria, el viaducto que conduce la autopista y por causante lógico de lo que significa tener una ferrovía. La finalidad del proyecto es recrear - justamente- una co-nexión con el mar, sin eliminar la autopista y aunando el sentido del equilibrio con el GPMM y el SNCF. Se tendrá que remover el viaducto de la autopista, pero quedará como símbolo de la condición metropolitana de la ciudad. Encima de este pasará la corniche, un espacio público en el que se podrá pasear y mirar el paisaje. Por lo que pertenece la relación con las montañas, se valorizará el arroyo subterráneo des Aygalades, recuperando las aguas fluviales. Alrededor de éste se construirá un grande parque metropolitano que permitirá alcanzar la montaña del Massif de l’Etoile. El parque, además de ser el más grande de la ciudad (14 hectáreas) podrá resolver los problemas de inundación de las áreas alrededor del rio, que año a año presentaron un problema inminente de riesgo.

El proyecto se realizará de acuerdo a arquitecturas simples y económicas, sin el uso de nuevas tecnologías, sino utilizando métodos de enfriamiento y calefac-ción propios de la arquitectura tradicional mediterránea (patios internos, logias, captadores de viento…) Bajo este punto de vista se hace referencia directa a la arquitectura del pasado – culturalmente hablando- utilizando sus propias técnicas como la exposición a la luz solar, la utilización de la ventilación natu-ral, la atención en la sombra, la utilización de protecciones solares y el uso de materiales aislantes. Además, los proyectistas están estudiando la realización de un ciclo ad agua de mar: la producción de aire frío y de calor, disfrutando de la geotermia del mar.En el interior del perímetro de Euromed II, se construirá un barrio modelo, el quartier témoin Allar, en el que se experimentará los principios de la sostenibi-lidad conectados con el clima mediterráneo21 . Además de la construcción de nuevas arquitecturas, los edificios existentes y el patrimonio urbano serán re-generados, sobre todo en los barrios de Les Crottes e Vintimille. Como también ocurrió en Euromed I, se incentivará el saneamiento de edificios privados. Será a su vez desarrollada la red de transporte públicos, a través de la prolongación de las redes existentes del metro y del tranvía, que aún terminan al límite del perímetro de los barrios norte. La visión arquitectónica y urbanista no es mera-mente decorativa, sino que buscó llegar a la tecnología que se desarrolló en un momento determinado como parte de la cultura mediterránea. En ese sentido se puede hablar de la gestión de un modelo de regeneración urbano que es premeditado según su patrimonio e identidad cultural.

(21) | El barrio témoin Allar, ocupará 2,4 ha y contará de 400 residenciad, 20.000 m2 de oficinas y de servicios públicos.

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A través de este ambicioso proyecto urbano, el EPAEM quiere reforzar el eje Norte-Sur, ya creado con Euromed I, a través de la recualificación del litoral y del parque fluvial. Euromed II se ocupa también del saneamiento del eje Es-te-Oeste, creando la posibilidad de extensión en una tercera fase del proyec-to. A lo largo del boulevard Capitaine Gèze, llamado por los arquitectos axe d’événements, estarán importantes servicios dirigidos a los ciudadanos, entre los que se destacan: la entrada del parque, el polo multimedia Capitaine Gèze, una mediateca, una piscina, los i Dock des suds, un mercadillo, la corniche, un auditórium, la estación de los autobuses y un estacionamiento.

Respecto al patrimonio industrial, muy presente en esta área, se ha avanzado mucho en comparación a Euromed I. En la primera etapa del proyecto, la mayo-ría de los edificios industriales privados presentes en el área de intervención, fueron demolidos, para Euromed II, por el contrario, el EPAM ha evitado las posibles demoliciones adquiriendo las estructuras industriales más interesan-tes e importantes, para recuperarlas e integrarlas en el proyecto. Conservar el patrimonio industrial es importante para preservar una parte de la historia de la ciudad y además, permite a los proyectistas, que trabajan en estos lugares,

Figura 4: Croquis de quartier témoin Allar.

Fuente: http://www.euromediterraneeacte2.fr (2013)

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confrontarse con tejido urbano construidos con particularidades bien definidas. De este modo no se resuelve la regeneración urbana de acuerdo a la neta pre-servación y conservación, sino más bien según una planificación estratégica que tiene por objeto el desarrollo económico y cultural respetando la densidad y morfología de la ciudad, así como también su historia e identidad.

Gracias al proyecto Euromed II, Marsella recibió en el año 200922 el reconoci-miento EcoCité por el Estado francés. Esta modelo de eco-ciudad mediterránea es una propuesta aún no muy frecuente en Francia y en el Mediterráneo, no así en los países escandinavos. Como explica claramente el arquitecto Frank Ge-lling, Director de la sección de arquitectura, urbanística y desarrollo sostenible del EPAEM: «estamos a punto de perseguir una mutación económica, social y cultural aplicada desarrollando un modelo de ciudad sostenible, mediterránea a escala metropolitana. A través de esto testearemos principios que podrán ser utilizados en otras partes, como una alternativa al solo modelo Norte-europeo presente hasta ahora.» (Frank Geiling, entrevista I. Marotta, 16 de Julio 2013).

Objetivos y puntos críticos del proyecto: ideas para una conclusión.

Los objetivos estratégicos que condujeron a la creación del proyecto Euromedi-terranée reconocen la participación de la política internacional de la Francia y de la Unión Europea, según las indicaciones del “proyecto Barcelona”23 , con la finalidad de poner a Marsella como capital del Mediterráneo; en segundo lugar, consolidar el desarrollo económico de la ciudad y su área metropolitana; en fin, la construcción de una imagen positiva de la cité phocéenne, en lugar de la vie-ja imagen existente de la metrópoli industrial, caótica y contaminada, a través de la regeneración urbana de los barrios degradados del Norte.

Se está alcanzado el primer objetivo, la Joliette se vislumbra como el barrio más relevante e incidente de negocios de Europa del Sur. Desde el año 1995, los intercambios entre las dos riberas del Mediterráneo se han consolidado gracias al traslado en Marsella de más de veinte organizaciones internacionales que provenían de otros puntos de Europa. En el futuro, Euromediterranée preten-de ser un punto de referencia de Europa Sur-oriental, para las organizaciones

(22) | El Ministère de l’Écologie, du Déve-loppement durable et de l’Énergie otorgó el soporte y la realización de eco-ciudades en todos los territorios que tuviesen pro-gramas de desarrollo significativos. El 4 de noviembre del año 2009, se estableció una lista de las 13 eco-ciudades francesas.

(23) | La Declaración de Barcelona del 28 de noviembre de 1995, incentivó las políti-cas económicas, sociales y culturales para la cooperación multilateral entre la Unión Europea y los doce países del Sur del Me-diterráneo.

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internacionales, las instituciones y empresas que aspiran a extender sus ope-raciones económicas en esta parte del continente. (Euroméditerranée, www.euromediterranee.fr , octubre 2013)

La política del Etablissement se conduce bajo la idea de la ciudad neoliberal, en la que la participación de los emprendedores e inversionistas sea el principal motor de regeneración. Se calcula que en la primera etapa de Euromed, cada euro de dinero público generó 2,5 euros de inversiones privadas. El objetivo fue el desarrollo del sector terciario, que en la ciudad era muy débil. Esta política económica ha creado desde el año 2012, 19.000 nuevos empleos. Entonces la reactivación económica de la ciudad advino de manera exitosa, no obstante el difícil período de crisis económica internacional.

Desde el punto de vista de los objetivos sociales, el proyecto no ha conseguido obtener el mismo éxito y proseguimiento. Sobre todo durante Euroméditerra-née I, los habitantes de los barrios implicados no fueron bien informados de las intervenciones previstas por el proyecto y muchos vieron sus vidas trans-formadas por las radicales mutaciones urbanas sin entender las razones ni sucesos que estaban implicados. Por otra parte, si la realización de las nuevas construcciones y nueva arquitectura fue rápida y bien organizada, los trabajos de rehabilitación de los edificios privados generaron muchos problemas y ne-cesitaron de mucho más tiempo para su realización, por culpa de la falta de información hacia los habitantes y de una mutua implicancia en las decisiones que se estaban tomando.

En fin, en estos barrios, el fenómeno de la gentrificación es ahora un proceso irreversible, que se podrá detener únicamente gracias a políticas locales de in-clusión de los grupos más débiles presentes en el barrio, evitando la exclusión y la marginación, a través de las ayudas en la búsqueda de trabajo y la incenti-vación de un sistema educativo y cultural para todos.

Además de los problemas con los habitantes, el EPAEM aún tiene que afrontar las tensiones causadas por la relación conflictual con el Grand Port Maritime de Marseille (GPMM), que ocupa una vasta área del waterfront marsellés, so-breponiéndose en parte con el perímetro urbano. Después de las intervencio-nes planificadas por el Etablissement, que tenían como objetivo la crecida del sector terciario en lugar de las actividades industriales, las autoridades por-tuarias mostraron resistencia, afirmando que sería imposible alejar las activi-

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dades portuarias de la ciudad. El GPMM estorbó para la realización del Projet Euroméditerranée, en las dos fases, concediendo al EPAEM solo algunas zonas del perímetro de la zona portuaria, dejando inaccesible la mayor parte del waterfront. Igualmente, Euroméditerranée, en su voluntad de reconquistar las zonas traseras del puerto de Marsella, vinculó definitivamente la posibilidad de expansión por parte del GPMM, adquiriendo nuevos terrenos para modernizar sus servicios.

En fin, no obstante las diferentes estrategias de desarrollo adelantadas por el GPMM y el EPAEM, es importante decir que gracias al proyecto de las Terras-ses du Port y a la recuperación del Silo y del J1 se encontró posteriormen-te un acuerdo entre las voluntades de acoger de mejor modo a los cruceros, deseo explícito de las autoridades portuarias, y por otra parte, la valorización del waterfront, programada por Euroméditerranée24. Aunque el desenlace se disputó en la manera en que se compartía el territorio portuario, ambas institu-ciones públicas siguen existiendo hasta la fecha.

Por lo que respecta al objetivo del EPAEM, de crear una nueva imagen de la ciu-dad y de incrementar el turismo cultural que antes era casi ausente, los resul-tados previstos se lograron aunque a través de estrategias poco innovadoras. Euromediterranée I, retomó con veinte años de retraso, intervenciones ya rea-lizadas por ciudades portuarias europeas en el mundo (Barcelona, Lisboa, Bil-bao, Génova), que enlazaron ambiciosos proyectos de regeneración urbana, regenerando las antiguas zonas portuarias e industriales abandonadas. La pri-mara etapa del proyecto Euromediterranée focalizó las intervenciones de un modo – por decir menos- estandarizado. La idea de realizar desde el frente de mar (waterfront) un skyline caracterizado por algunas torres, no es seguramen-te algo preexistente en la arquitectura e historia de la ciudad, pero retoma mo-delos extranjeros que nos hacen recordar las ciudades de los Estados Unidos. Esta voluntad de referirse a intervenciones ya realizadas en el pasado, está presente también en la idea de realizar infraestructuras culturales en frente al mar cono el MuCEM y la Villa Méditerranée, arquitecturas realizadas por archis-tars de fama internacional, que han sido colocados cono nuevos símbolos de la transformación urbana. La creación de estos edificios culturales inspirados en experiencias ya consolidadas, demostraron cómo un museo puede llegar a ser un movilizador de la transformación de la ciudad, como demuestra el ejemplo del Guggenheim de Bilbao. Marsella, como muchas otras ciudades europeas, entendió la importancia de

(24) |Lea Terrasses du Port (2014) son un centro comercial dentro de la zona portal. El J1 es un viejo hangar hoy transformado en un espacio expositivo para exposiciones temporáneas. Los dos edificios son del GPMM.

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la valorización de la cultura cono instrumento del crecimiento y de la economía. Como explica claramente el geógrafo Boris Grésillos: «Desde hace unos años, parece que cultura y creatividad se encuentran puestas como palabras clave de las políticas urbanas. Las ciudades mediterráneas compiten positivamente a través de proyectos culturales y de eventos artísticos internacionales, con el claro objetivo de atraer, no solo los turistas, sino también las miradas, al fin de tener nuevas atracciones » (Grésillon, 2010, p.3).

De acuerdo al incremento del turismo cultural, el proyecto Euromediterranée fue fundamental para la renovación de la ciudad, que hoy tiene el mayor número de trabajadores del mundo del espectáculo después de París. Las estrategias que conectaron la cultura en Euromed I contribuyeron a la victoria de Marsella como Capital Europea de la Cultura en 2013. Los sitios en los que estuvieron los eventos de Marseille Provence 2013, se sitúan por la mayoría dentro del perímetro de la Cité de la Méditerranée, en la que está el waterfront culturel más repleto de Europa. Al mismo tiempo, en el año 2007, gracias a la elección de Marsella como Capital Europea de la cultura, los trabajos de finalización de los edificios símbolos del proyecto Euromed I (Mucem, Villa Mediterranée, Frac PACA) se aceleraron para llegar terminados a la fecha de dicho evento.

Además del turismo cultural, uno de los temas más innovadores de Eurome-diterranée es el interés para el patrimonio material e inmaterial de la ciudad. Este proyecto, en las dos etapas, intentó valorizar el patrimonio urbano, o sea el tejido existente, a través de la utilización de principios de desarrollo sostenible. Regenerar el tejido urbano según las reglas de la sostenibilidad ambiental, sig-nifica rechazar la tabula rasa para favorecer la integración de la ville sur la ville (Euroméditerranée, Rapport d’activités, 2012, p.6), a través de la idea de la superposición y de la reconstrucción permanente.

Crear un proyecto sostenible no significa únicamente utilizar energías renova-bles o realizar arquitecturas sostenibles, sino, también trabajar en el desarrollo de espacios públicos, en la mejora de la calidad de la vida, en los transportes públicos, en la mixté social y en la mixté de actividades; y además, valorizar el patrimonio urbano, inmaterial y natural de la ciudad. Marsella no tiene, como Génova o Barcelona, un patrimonio arquitectónico y ur-bano particular, que pueda legitimar un desarrollo del sector turístico. El trabajo debiera estar orientado hacia el patrimonio inmaterial, destacando la identidad cultural mediterránea, cosmopolita y popular. Uno de los méritos del proyecto

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es la salvaguardia de la imagen industrial y portuaria de la ciudad, a través de la valorización del patrimonio urbano y la conservación de las actividades que caracterizan estos lugares. Entonces, ¿el patrimonio puede situarse como mo-vilizador de la transformación urbana?

En el caso del Projet Euroméditerranée, la respuesta es positiva. La regene-ración del complejo de Les Docks (1990), fue la primera intervención en el patrimonio industrial de la Joliette, incentivando las futuras acciones realizadas por Euroméditerranée. Esta atención en el patrimonio material e inmaterial es verificable sobre todo en el barrio Cité de la Méditerranée a través de la recon-quista del frente a mar; la realización de nuevos espacios públicos, como la plaza del J4 y el boulevard du litoral; la transformación de las grandes redes infraestructurales; la regeneración de ciertos edificios patrimoniales con valor arquitectónico, industrial e inmaterial, entre los que destaca la recuperación de la Cathédrale de la Vieille Major y el Fort Saint-Jean; en fin, la creación de un nuevo centro cultural gracias a la realización del MuCEM y de la Villa Médi-terranée.

La atención puesta en el patrimonio urbano y el uso de estrategias de desa-rrollo sostenible, fueron aún más presentes en la segunda etapa del proyecto. En Euromed II se pueden leer ciertas transformaciones sociales y económicas advenidas desde el año 1995 hasta la fecha. La crisis económica global y la sensibilización hacia los principios del desarrollo sostenible, llegaron a replan-tear un cambio de los objetivos del EPAEM que en la primera etapa del proyecto favoreció las arquitecturas icónicas, muy costosas y poco sostenibles, mientras que en Euromed II prefirió las ideas de easy-tech y low-cost (Euroméditerranée, Dossier de press, 2011, p.5), a través de la creación de arquitecturas sencillas, sin la utilización de nuevas tecnologías, exageradamente costosas. Otro aspecto interesante de esta intervención es la aceptación del “patrimonio pesado” de la ciudad, que va a ser transformado sin ser escondido ni ocultado, a través de la integración del proyecto de regeneración con los imponentes sistemas infraestructurales existentes (la autopista A55, red ferroviaria...) que siguiendo motivaciones económicas se podrían simplemente mover o eliminar.

El aspecto más innovador de Euromed II es la experimentación de un modelo inédito de ciudad sostenible mediterránea, a través del estudio de las particu-laridades del sitio, sin referirse a los ejemplos estandarizados de las ciudades

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sostenibles del Norte de Europa. El objetivo de EPAEM es exportar esta meto-dología de trabajo en las otras ciudades mediterráneas: transformarse en un modelo. Como explica el arquitecto Remy Marciano: «lo que puede ser expor-table es una metodología, que sugiere unos ejes de investigación que pueden ser readaptadas, en otras ciudades y territorios, en la cuestión de las preexis-tencias, en la cuestión de la geografía y en la cuestión del patrimonio.» (Remy Marciano, entrevista I. Marotta, 21 mayo 2013).

Marsella entonces, quiere transformarse en un laboratorio de experimentación en la sostenibilidad ambiental – distinguiéndose y separándose de aquella es-candinava - con el objetivo de ser en el futuro un modelo para las ciudades me-diterráneas. En fin, se puede decir que, en este caso, la idea de una eco-ciudad mediterránea no sea únicamente un eslogan publicitario sino una practica real, una intervención bien formulada pop la equipe de trabajo de Euromed II.

Figura 5: Immagine del progetto Euromed II.

Fuente: http://www.euromediterraneeacte2.fr (2012)

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Una sugerente portada, que representa la gráfica y los colores de los carteles que habitualmente ofrecen los productos agrícolas, nos invita a entrar al mun-do de la Vega, uno de los mercados más importantes de Santiago. “Mujeres de la Vega. Género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago” es el libro donde se dan a conocer los resultados de una investigación realizada entre agosto de 2010 y enero de 2011, financiada por el Consejo Nacional de la Cul-tura y las Artes, a través del Fondart Regional 2010.

Sus autoras, Carolina Bastías, Licenciada en Historia de la Universidad Finis Terrae, Consuelo Hayden, Profesora de Historia y Ciencias Sociales de la Uni-versidad de Valparaíso y Magister (c) en Estudios Latinoamericanos de la Uni-versidad de Chile, y Daniela Ibáñez, Antropóloga Social de la Universidad Aca-demia de Humanismo Cristiano y Magister (c) en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile, se propusieron en esta investigación “dar a conocer, valorar y divulgar las prácticas que despliegan las mujeres de la Vega Central a partir de su trabajo en este espacio, con un énfasis especial en la dimensión de la memoria.”(Bastías, et. al, 2011, p.11) Se trata también de un esfuerzo por visibilizar su trabajo y aportar en la desmitificación que muchas veces instalan los medios de comunicación, de este mercado como un espacio masculino, de camiones, de carga y descarga de productos.Para esto no sólo profundizaron en un análisis sobre el trabajo femenino, sino también buscaron sus antecedentes en los orígenes mismos de La Vega como espacio de comercio y en la intimidad de la vida de once de sus trabajadoras, que revelaron en entrevistas en profundidad, sus historias, sus rutinas y sus ilusiones. Desde siempre los mercados han sido uno de los focos del contacto social. Es un espacio de transacción de productos, pero también de ideas, de opiniones y miradas. Si bien es un lugar donde se expresa la ciudadanía, suele quedar al margen del poder institucionalizado, ya que en este espacio en particular son los propios comerciantes y compradores quienes lo dominan.

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA:

Bastías, C. (et. al). 2011, Mujeres de la Vega. Género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. Chile Santiago, Salesianos Impresores S.A. Eloísa Maldonado1

(1) |Eloísa MaldonadoLicenciada en Historia, Pontificia Universi-dad Católica de Chile. Magister © Comuni-cación Social, Universidad de Chile.E-mail: [email protected]

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Es quizás esa misma mano invisible la que le da cuerda a este espacio, siem-pre en movimiento, cuya actividad no descansa por las noches ya que desde la madrugada llegan los camiones y comienzan una vez más las faenas de carga y descarga y con esto el bullicio, las compras, la entrada y salida de comercian-tes, las cajas de un lado para otro. Cuando sale el sol se abren las cortinas también al público minorista que comienza a recorrer los pasillos como en un laberinto lleno de gritos, ofertas y uno que otro perro que también deambula junto con los clientes.

Este es, a grandes rasgos, el espacio al que las autoras nos transportan. A tra-vés de la lectura se va desplegando todo ese movimiento de pasillos, trajines de caseros, carros llenos de frutas y de verduras, gritos ofreciendo las mejores ofertas, la música que no para de sonar, el olor del cilantro fresco que se con-funde con los demás olores. Esta investigación sitúa los orígenes de La Vega Central desde tiempos colonia-les, cuando era solo la Cañadilla de la Chimba. En ese entonces, se instaló en la ribera norte del río Mapocho, por la fertilidad de sus tierras y porque por ahí pasaba El camino de Chile en el siglo XVIII, que conectaba Santiago con el vi-rreinato del Perú. Estas cualidades convertían esta zona en un lugar estratégico en cuanto al abastecimiento agrícola de Santiago. Solo un puente lo separaba de la ciudad lo que dejaba a la Chimba en la frontera de la civilización, permi-tiendo que se desarrollara una rica cultura popular entre chacras, chinganas, comerciantes, y viajeros. Esa cultura que emergía al sonido de las cuecas, hará de hilo conductor a lo largo del recorrido histórico de este espacio, ya que en torno a ella se edifica una identidad que marcará e impregnará a La Vega y el barrio en donde se encuentra.

Durante el siglo XIX veremos cómo esa cultura comienza a entrar en tensión con los ideales propios de la urbe, que a través de la institucionalidad, intentan expandirse al otro lado del río para imponer el orden y el progreso. La contextua-lización histórica continuará con las transformaciones que surgieron durante el siglo XX, como los cambios en la administración, los incendios, las continuas ampliaciones y remodelaciones, las organizaciones gremiales, la venta a través de remates, hasta llegar a la privatización.

Pero en el fondo este libro habla de mujeres, y no lo hace desde estereotipos, sino desde el caso de mujeres reales. Junto con mostrar una historia de La Vega como espacio de comercio, también se muestra la evolución del trabajo

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femenino en ese establecimiento vinculándolo al panorama nacional. Con esto, el libro deja ver su análisis multidisciplinario en donde se unen la historia con la antropología y se incluye, a su vez, una perspectiva de género.

Completan el libro las historias de vida de once mujeres que se desempeñan en distintos oficios de este mercado, cafeteras, meseras, vendedoras, con puestos propios o apatronadas. Estos relatos nos permiten entrar la intimidad de sus vidas, sus deseos y frustraciones, las esperanzas que tienen para sus familias, sus gustos y rutinas. Cuentan sus historias y su relación con este mercado. Qué las conmueve y qué las impulsa a seguir adelante, a levantarse al alba para ir a trabajar, por qué eligieron La Vega y por qué les gusta trabajar ahí.

Son mujeres, madres, (y a veces también padres), trabajadoras, luchadoras, emprendedoras, independientes, jefas de hogar, características son muchas, pero se repite en todos los testimonios ese tesón por no rendirse, por sacar adelante su familia. En permanente lucha contra las vicisitudes de la vida, vuel-ven a levantarse una y otra vez. Muchas reconocen que La Vega las ha acogido y les ha permitido desarrollarse como mujeres, como comerciantes, empresa-rias y, lo más importante, les ha permitido ser quienes quieren ser, sujetos au-tónomos conscientes de sus capacidades, que se hacen respetar porque se respetan a sí mismas.

Por azarosos que sean los destinos y las formas en que cada una de ellas ha llegado a trabajar a La Vega, ya sea por vínculos familiares, por conocidos, en busca de una segunda oportunidad, todas se muestran agradecidas hacia ese establecimiento en donde han podido encontrar los recursos económicos nece-sarios para mantener a sus familias, pagar la educación de sus hijos, sacarlos adelante.

Pero no solo se trata de una acuciosa investigación, también se nota una es-pecial preocupación por el libro como objeto. No se descuidó ningún aspecto en su fabricación para que éste, en su materialidad, igualmente reflejara lo que es La Vega, su iconografía, sus imágenes, sus colores y también a las mujeres. Cuenta con imágenes extraídas de archivos históricos para retratar mejor la his-toria de La Vega, y fotografías de las entrevistadas las cuales fueron tomadas con mucho cuidado de que representaran en todos sus matices la femineidad de las protagonistas, su trabajo, su dignidad y su fuerza. Además se incorpora-ron otros elementos para ilustrar la vida de estas mujeres como fotos familiares

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cedidas por ellas o imágenes de sus utensilios de trabajo u otros objetos perso-nales que ya son parte de sus vidas.

Otro tipo de detalles que marcan una diferencia y hacen que el libro, se relacio-ne con su objeto de estudio es el cuidado que se puso en la gráfica, tanto en la tipografía como en la portada, la cual fue realizada por un experto cartelista, que conoce mejor que nadie la iconografía de un lugar tan ecléctico como La Vega.

Es un libro de gran utilidad para estudios de género, trabajo femenino, dinámi-cas laborales, dinámicas comerciales, espacios públicos, mercados y su impac-to territorial, así como la historia social y urbana de ciudades en Latinoamérica.

Al ser un proyecto financiado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, la edición fue limitada y sin fines de lucro, por lo que no está a la venta. Sin em-bargo se puede encontrar en la Biblioteca Nacional de Chile, en las respectivas bibliotecas de humanidades de las principales universidades de Santiago, en la Biblioteca de La Vega Central, en la Biblioteca Comunitaria de Ciudad Viva, en la Biblioteca de La Morada y en las bibliotecas de los establecimientos educacio-nales municipalizados de las comunas de Santiago, Recoleta e Independencia. Para más información se puede visitar el sitio mujeresdelavega.blogspot.com.

BIBLIOGRAFÍA

Bastías, C. (et. al). 2011, Mujeres de la Vega. Género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago., Salesianos Impresores S.A. Santiago, Chile

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