“Reunión de sentimientos”

Dedicado a mi madre.

Miguel-A.

138 seg.A. Machín)

Para discutir sobre la ceguedad del amor, primero habríamos de definir el amor. Me parece un tópico, sin base, el dicho de que el amor es ciego. Diariamente pueden verse multitud de proezas hechas por amor, conyugal o familiar: por ejemplo, la situación que me ha tocado: la enfermedad. Pero eso no es ceguedad (ven y son conscientes de lo que ven), es resignación y aceptación. Lo más ajustado al dicho sería el enamoramiento... en ciertas fases... puesto que una inicial mira con lupa. ¿Quiénes somos los/las que nunca se comen una rosca? Los/las que carecemos de físico agradable o de futuro esperanzador.

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el ABURRIMIENTO había bostezado por tercera vez, por el resultado aburrido de la reunión, la intrépida LOCURA, tan loca como siempre, les propuso:

- ¡Vamos a jugar al escondite!.

La INTRIGA levantó la ceja, intrigada.

Y la CURIOSIDAD, sin poder contenerse, preguntó:

- ¿Al escondite?. ¿Y cómo es eso?.

- Es un juego -explicó la LOCURA- en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón, mientras vosotros os escondéis, y, cuando haya terminado de contar, el primero que encuentre ocupará mi lugar la próxima vez para continuar el juego.

El ENTUSIASMO bailó, secundado por la EUFORIA. La ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer a la DUDA para que jugase. E incluso la APATÍA, a la que nunca le interesaba nada, lo encontró interesante. Pero no todos quisieron participar. La VERDAD prefirió no esconderse. ¿Para qué iba a ocultarse la VERDAD? ¡Si al fin y al cabo siempre siempre la hallarían!. La SOBERBIA opinó que aquel era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese partido de ella). Y la COBARDÍA prefirió no arriesgarse...

- Uno, dos, tres... -comenzó a contar la LOCURA.

La primera en esconderse fue la PEREZA, que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino. La FE subió al cielo. La ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: un lago cristalino para la BELLEZA, la hendija de un árbol para la TIMIDEZ, el vuelo de la mariposa para la VOLUPTUOSIDAD, una ráfaga de viento para la LIBERTAD. Terminó por ocultarse en un rayito de sol.

El EGOÍSMO, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado. Era muy cómodo... pero sólo para él.

Cuando la LOCURA contaba 999.999, el AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse, pues se encontraba ocupado ayudando a esconderse a los demás... hasta que, por fin, divisó un rosal, y decidió esconderse entre sus flores.

- Un millón -contó la LOCURA, y comenzó a buscar.

La primera en aparecer fue la PEREZA, sólo a tres pasos, tras una piedra (era perezosa hasta para esconderse). Después, se escuchó a la FE (haciendo ruido), discutiendo con Dios en el cielo sobre teología. Y a la PASIÓN y al DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la ENVIDIA, y, claro, así pudo deducir dónde estaba el TRIUNFO (la envidia siempre va tras él). Al EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo: Él solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas.

De tanto caminar, la LOCURA sintió sed y, al acercarse al lago, descubrió a la BELLEZA (reflejada en el agua). Con la DUDA resulto más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de que lado de ella esconderse. Así fue encontrando a todos: al TALENTO entre la hierba fresca... a la ANGUSTIA en una oscura cueva... y halló hasta al OLVIDO (que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite).

Solamente el AMOR no aparecía por ningún sitio. La LOCURA buscó detrás de cada árbol, en cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas... y, cuando estaba a punto de darse por vencida, divisó un rosal con rosas... y fue a cortar una rosa para deleitarse con su fragancia.

Al agitar las ramas la LOCURA, de pronto se escuchó un doloroso grito: Las espinas habían herido en los ojos al AMOR que estaba allí escondido. La LOCURA no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón, y hasta prometió servirle de lazarillo.

Desde entonces... desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra: EL AMOR ES CIEGO, Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA.