reinhart koselleck - futuro pasado

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Futuro pasado >':'V. ''A'j , hi '": ,. .V.

Paids Bsicaltimos ttulos publicados:11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 2'). 30. 31. 32. 33. 34. 35. 3. 37. 38. 3'). 40. 41. 42. 43. 44'. 4,r>. 46. 47. 48. 4(>. 50. 51. .'>2. 53. 55. 50, 57, 5H, 59, (IO. (il E. Jaques - La forma del tiempo L. A. White - Tecnologa medieval y cambio social C. G. Hempel - La explicacin cientfica P. Honigsheim - Max Weber R. D. Laing y D. G. Cooper - Razn y violencia C. K. Ogden e I. A. Richards - El significado del significado D. I. Slobin - Introduccin a la psicolingstica M. Deutsch y R. M. Krauss - Teoras en psicologa social H. Gerth y C. Wright Mills - Carcter y estructura social C. L. Stevenson - Etica y lenguaje A. A. Moles - Sociodinmica ae la cultura C. S. Nio - Etica y derechos humanos G. Deleuze y F. Guattari - El Anti-Edipo G. S. Kirk - El mito. Su significado y funciones en la Antigedad y otras culturas K. W. Deutsch - Los nervios del gobierno M. Mead - Educacin y cultura en Nueva Guinea K. Lorenz - Fundamentos de la etologa G. Clark - La identidad del hombre ,1. Kogan - Filosofa de la imaginacin G. S. Kirk -Los ) ooemas de Homero M. Austin y P. Vidal-Naquet - Economa y sociedad en la antigua Grecia li. Russell - Introduccin a la filosofa matemtica G. Duby - Europa en la Edad Media C. Lvi-Strauss - La alfarera celosa J. W. Vander Zanden - Manual de psicologa social .1. Piaget y otros - Construccin y validacin de las teoras cientficas S. J. Ta^lor y R. Bogd an - Introduccin a los mtodos cualitativos de investigacin II. M. leinstein - La formacin de William James II. Gardner - Arte, mente y cerebro W. II. Newton-Smith - La racionalidad de la ciencia C. Lvi-Strauss - Antropologa estructural I .. Festinger y D. Katz - Los mtodos de investigacin en las ciencias sociales I. Arrillaga Torrens - La naturaleza del conocer M. Mead - Experiencias personales y cientficas de una antroploga C. Lvi-Strauss - Tristes trpicos G. Deleuze - Lgica del sentido li. Wuthnow - Anlisis cultural (i. Deleuze - El pliegue li. Korly, J. B. Schneewind y Q. Skinner l.a filosofa en la historia J. Le Goff - Pensar la historia .1.1 ,e Goff - El orden de la memoria S. Toulmin y J. Goodfield El descubrimiento del tiempo P. liourdieu - La antologa poltica de Martin Ili'idt'gger I(. Horly - Contingencia, irona y solidaridad M. Cruz - Filosofa de la historia M. Itliiiicliol - /',/ espacio literario T. Todorov - Crtica de la critica II. White l'.l contenido de la fuma I1. Helia - I I silencio y las talabais T. Todorov lus morales de la historia II. KoNclleck Futuro pasado

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Reinhart Koselleck

Futuro pasadoPara una semntica de los tiempos histricos

fik ediciones PAIDOSBarcelona B u e n o s Aires Mxico

Ttulo original: Vergangene Zukunft. Zur Semantik geschichtlicher Zeiten Publicado en alemn por Suhrkamp, Francfort Traduccin de Norberto Smilg Cubierta de Eskenazi & Asociados

/." rilicin, 1993Qik-iIuii r KuroH4m . . i. l>.i|ii unos presupuestos completamente nuevos: i nli H .1. l i i i Ir Miinsler y O s n a b r c k sirvi, h a s t a la Revolui Iiim I i i i, i uno I n u d a m e n t e de derecho pblico p a r a la toleranii i !i i uoncias tuvo la nueva coordinacin entre religin i".lnii i p.ii.i la formacin de la experiencia m o d e r n a del tiempo?, i , i|in i .iinhio de situacin del f u t u r o a c u este proceso? I .i ex pe iencia conseguida en un siglo de s a n g r i e n t a s luchas fue, i n primer lugar, que las g u e r r a s civiles de religin no iniciaban evidi lilemente el juicio final, al m e n o s no en el sentido f u e r t e en el que se haba e s p e r a d o antes. Ms bien f u e posible u n a paz en la m e d i d a en que las potencias religiosas se destruyeron o se c o n s u m i e r o n en la lucha abierta, o, c u a n d o se consigui, se debilitaron o neutralizaron polticamente. De este m o d o se a l u m b r un f u t u r o nuevo y de concepcin c o m p l e t a m e n t e diferente. El proceso se realiz l e n t a m e n t e y estaba p r e p a r a d o desde haca mucho. En p r i m e r lugar, llama la atencin que ya en el siglo XV y en p a r t e incluso antes, se aplazara cada vez m s el e s p e r a d o fin del mundo. Nicols de Cusa lo fij, en u n a ocasin, hacia comienzos del siglo XVIII; Melanchton calculaba un plazo de 2.000 a o s a p a r t i r del nacimiento de Cristo, h a s t a que se agotara la l t i m a era. La ltima gran profeca papal de 1595, a t r i b u i d a a san Malaquas, ampliaba la lista u s u a l de p a p a s a m s del triple, de m o d o que, segn la d u r a c i n media del reinado de los papas, h a b r a que colocar el fin de todos los tiempos en t o r n o a 1992. En segundo lugar, no hay que d e s p r e c i a r el papel que desempe la astrologa, que floreci en el Renacimiento y cuyo i n f l u j o se m a n t u v o sin m e r m a h a s t a que las ciencias de la naturaleza, que en cierto m o d o la h a b a n llevado a cuestas, la llevaron al descrdito. Incluso Newton profetiz en 1700 el final del reinado papal p a r a el ao 2000. El c m p u t o astrolgico del f u t u r o desplaz, calculndolas, las esperanzas escatolgicas hacia un f u t u r o cada vez m s lejano. Finalmente, en las expectativas respecto al fin se infiltraron determinantes a p a r e n t e m e n t e naturales. Es de u n a coincidencia simblica que en el ao de la paz religiosa de Augsburgo, 1555, N o s t r a d a m u s publicara sus Centurias. Como era tradicional, N o s t r a d a m u s concluy sus visiones con u n a profeca acerca del final, pero p a r a el t i e m p o intermedio f o r m u l u n a p r o f u s i n i n t e r m i n a b l e de orculos variables y sin fecha, de m o d o que le d e s c u b r a al lector m o d e r n o un fut u r o e n o r m e m e n t e interesante. En tercer lugar, con el desvanecimiento de las expectativas respecto al tiempo final, el Sacro I m p e r i o R o m a n o f u e perdiendo, de

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un modo distinto del de antes, su funcin escatolgica. A ms tardar, desde la paz de Westfalia se hizo evidente que la salvaguardia de la paz se haba convertido en tarea de los sistemas estatales europeos. Como historiador, Bodin abri aqu nuevos caminos, al igual que con la fundamentacin del concepto de soberana. Separando la historia sagrada, la h u m a n a y la historia natural, Bodin t r a n s f o r m la cuestin de los ltimos tiempos en un problema de clculo astronmico y matemtico. El ocaso del m u n d o se convierte en un dato del cosmos, la escatologa fue desplazada hacia una historia natural confeccionada expresamente para eso. Bodin sostuvo como absolutamente posible con la tradicin cabalstica que este mundo slo terminara tras un ciclo de 50.000 aos. De este modo, tambin el Imperio Romano de la nacin alemana qued privado de cualquier tarea histrico-salvfica. La historia humana, considerada como tal, no tiene ninguna meta, sino que es el campo de la probabilidad y de la inteligencia humana. Salvaguardar la paz es tarea de los Estados, no misin de un imperio. Si es que un pas pudiera reclamar la sucesin del imperio, ste sera a lo sumo el turco, pues se extendi sobre tres continentes. El descubrimiento de una historia h u m a n a que prescinde de la historia sagrada y la legitimacin del Estado moderno que sabe moderar a los partidos religiosos ciertos de la salvacin son, para Bodin, uno y el mismo fenmeno. Esto nos conduce hasta un cuarto punto. La gnesis del Estado absoluto va acompaada por una lucha sostenida contra las profecas polticas y religiosas de cualquier tipo. El Estado consigue, a la fuerza, convertirse en monopolio del dominio del futuro reprimiendo las interpretaciones apocalpticas y astrolgicas. De este modo, asume una tarea de la Iglesia antigua, aunque ciertamente fijndose un fin antieclesial. Enrique VIII, Eduardo VI e Isabel de Inglaterra promulgaron prohibiciones estrictas contra cualquier tipo de estos vaticinios. A los profetas reincidentes les esperaba cadena perpetua. Enrique III de Francia y Richelieu se adhirieron al ejemplo ingls para taponar de un vez por todas el flujo constante de expectativas religiosas. Grocio, que en calidad de emigrante de u n a persecucin religiosa public en 1625 su Derecho de gentes, contaba entre los motivos injustos de una guerra la voluntad de cumplir los vaticinios, voluntatem implendi vaticinia. Y aada el aviso: guardaos vosotros, telogos arrogantes; guardaos vosotros, polticos, de los telogos demasiado arrogantes,8 En conjunto, se puede decir que una poltica8. Grocio: De jure belli ac pacis, Amsterdam, 1670, 389 (II, 22, p r r a f o 15).

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I.ACION

PASADO

Y

FUTURO EN

LA HISTORIA RECIENTE

lu i h il.i i i or,cnido eliminar lentamente del mbito poltico de i ' .I. i i mi mi , y de la formacin de la voluntad las firmes esperan n li|'io\.i', en el futuro, que proliferaron tras la decadencia de la ll-li -iln. I '.lo muestra tambin en Inglaterra, donde en la revolucin pui il.in.i In ola ron otra vez las antiguas expectativas envueltas profti. menle. Pero la ltima gran lucha contra los vaticinios en el campo publico, en 1650, sobre si la monarqua retornara o no, ya se llev .i cabo con plumas crtico-filolgicas. El astrlogo republicano Lilly demostr al caballero enemigo que haba extractado mal sus fuentes. Y si Cromwell divulg sus intenciones para el ao siguiente en forma de prcticas astrolgicas de calendario, hay que atriburselo a su fro realismo ms que a la certidumbre en la revelacin. En Alemania surge la ltima profeca del fin ampliamente efectiva a partir de la guerra de los Treinta Aos: el comentario al Apocalipsis de Bartolom Holzhauser, que fijaba un plazo de unas pocas decenas de aos. Los topoi de los vaticinios eran siempre limitados, pero hasta el siglo XVII se compilaron creativamente. Desde entonces se amontonan puras reediciones como el Adivinos estatales europeos, que quera aplicar textos antiguos a la guerra de Silesia. Una tradicin que, como es conocido, llega hasta nosotros. Y el ltimo intento de salvar la doctrina de las cuatro monarquas fue impreso en 1728. Era un eplogo. Es caracterstico del transcurso del siglo XVII que se destruyeran las interpretaciones del futuro, cualquiera que f u e r a su motivacin. El Estado las persegua donde tuviera poder para ello, como ltimamente en la rebelin de los Cevennes, y las haca retroceder a mbitos privados, locales, folclricos o a crculos secretos. Paralelamente, se desarroll tambin la hostilidad literaria de espritus humanistas y escpticos en contra de los orculos y supersticiones similares. Los primeros nombres conocidos son Montaigne y Bacon, quienes, adelantndose mucho a sus contemporneos, desenmascararon psicolgicamente los vaticinios en sus agudos ensayos. Tambin en Alemania se present en 1632 una Meditacin escrita acerca de las visiones. La crtica ms consecuente de la profeca la ofreci Spinoza en 1670. No slo combati las visiones religiosas de su tiempo como pretexto usual de partidos ambiciosos y peligrosos para el Estado, sino que incluso dio un paso ms e intent desenmascarar a los profetas cannicos, como vctimas de una fuerza imaginativa primitiva. Con la Histoire des oracles de Fontenelle, en 1686,

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alcanz la hostilidad literaria, con sus frmulas racional y conscientemente fras, su punto lgido de elegancia estilstica, respecto al cual toda la burla que vierte Voltaire sobre los profetas ya no es ms que la burla de un vencedor. En 1650 ya no exista la naturalidad con la que se trasladaban a las acciones polticas las expectativas de los cristianos creyentes o los vaticinios de cualquier otro tipo. El clculo poltico y la reserva humanstica trazaron un nuevo horizonte de futuro. Ni el gran fin del mundo, ni los muchos pequeos pudieron afectar aparentemente en nada el curso de los asuntos humanos. En vez del esperado fin del m u n d o se haba abierto, de hecho, un tiempo nuevo y distinto. As tocamos un quinto punto. En adelante sera posible evocar el pasado como medieval. Los mismos conceptos, la trada de Antigedad, Edad Media y Edad Moderna, estaban ya disponibles desde el humanismo. Pero estos conceptos slo se han implantado lentamente a partir de la segunda mitad del siglo XVII, y ciertamente para toda la historia. Desde entonces se vivi en un tiempo nuevo y se supo que se viva en un tiempo nuevo. 9 Esto es vlido, obviamente, slo referido a naciones y clases sociales, pero era un saber que se puede concebir, con Hazard, como crisis del espritu europeo. 10 2 Si hasta ahora perseguamos la restriccin o socavamiento, la consumicin o canalizacin de las expectativas respecto a los ltimos tiempos, ahora surge la pregunta contraria por los proyectos de futuro (pues de eso se trata), de ponerse en el lugar del f u t u r o que pasaba. Se pueden p r e p a r a r dos tipos, aunque estn conectados entre s y remitan a las expectativas de salvacin: por un lado el pronstico racional, y por otro la filosofa de la historia. Como concepto contrario a las antiguas profecas apareci la previsin racional, el pronstico. El difcil arte del clculo poltico se9. Vase ms adelante, pg. 300 sigs. 10. Para la parte anterior vase H e r b e r t G r u n d m a n n : Die Papstprophetien des Mittelalters, en Archiv fr Kulturgeschichte, XIX, 1, pgs. 77-138; A. Hbscher: Die grosse Weissagung, Munich 1952; A. Klempt: Die Sakularisierung der universalhistorischen Auffassung, Gottinga, 1960; W. E. Peuckert: Die grosse Wende, 2 vol., Darmstadt, 1966; R. Taylor: The political prophecy in England, Nueva York, 1911; y, fundamental para Inglaterra, Keith Thomas: Religin and the Decline of Magie, Nueva York 1971.

I I I " I'" r\ .MIO Y I 1ITIIR0 l-N LA HISTORIA RECIENTEI M .. .11.., II !,I II.III.I D( los siglos XV y XVI, y luego en los gabineit i 1 I ' m i l i '. e peas en los siglos XVII y XVIII hasta su ms i i na mu '.lila ( ODIO lema de este arte puede repetirse una cita . I I. \ i i h l e l e s que Guiccardini ha introducido en la literatui i i'tiliiii i / V I I I I I I I i s contingentibus non est determinata veritas. (No . i i .1. i. i minada la verdad de los acontecimientos futuros.) Hay genn . .In i < am i ardini, que elabora tratados sobre el curso del futuro. I'., i l i l e i n e n l e tales obras se puedan leer bastante bien, pero como . ihln conclusin de estas reflexiones se deriva de otra, se derrumba I cili/icio completo con que slo una sea falsa.u I".le conocimiento, que Guiccardini haba conseguido en Italia, el pas de origen de la poltica moderna, lo llev a un procedimiento determinado. El f u t u r o se convirti en un campo de posibilidades I mitas escalonadas segn su mayor o menor grado de probabilidad. Se I rala del mismo horizonte que Bodin ha descubierto como tema para la historia humana. La ponderacin de la probabilidad de sucesos que iban a suceder o que no se presentaran eliminaba, por lo pronto, una concepcin del futuro, que era natural en los partidos religiosos: la de forzar como nica mxima de accin la alternativa entre bueno y malo, desde la certeza del juicio final. En cambio, el nico juicio moral que le restaba a un poltico se rega por la medida del mal mayor o menor. En este sentido, Richelieu deca que no hay nada que sea ms necesario para un gobierno que la previsin, pues slo as se pueden prevenir muchos males que, una vez que haban sucedido, slo se podan c u r a r con una dificultad cada vez mayor. La segunda consecuencia de tal procedimiento fue la actitud ante posibles sorpresas, pues en la mayora de los casos no se realizaba una u otra posibilidad, sino una tercera, cuarta o ensima. Del trato diario con tales incertidumbres se origin la obligacin de una mayor previsin y slo as alcanza el topos su tono especfico en Richelieu, cuando dice 12 que es ms importante reflexionar sobre el futuro que sobre el presente. Es, por as decirlo, la forma poltica previa a los seguros de vida que se propagaron a principios del siglo XVIII con la posibilidad de calcular la esperanza de vida.

Mientras que la profeca traspasaba el horizonte de la experiencia calculable, el pronstico se sabe vinculado a la situacin polti11. Guiccardini: Ricordi, Bari 1935,11,58, 114; citamos por la seleccin de E. Grassi: Das politische Erbe der Renaissance, Berna, 1946, pg. 36 sig. 12. Richelieu: Testament politique, comps., L. Andr y Lon Noel, Pars, 1947, pg.334.

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i a. Tan vinculado est que f o r m u l a r un pronstico significa ya modilicar la situacin. El pronstico es un momento conocido de aci ion poltica. Est referido a acontecimientos cuya novedad alumbra. Por ello, el tiempo se excluye continuamente del pronstico, de una manera que es imprevisible de prever. El pronstico produce el tiempo desde el que se proyecta y den1ro del cual se proyecta, mientras que la profeca apocalptica desI mye el tiempo, de cuyo fin precisamente vive. Los acontecimientos, vistos desde el horizonte de la profeca, slo son smbolos para lo que ya se sabe. Un profeta desilusionado no puede desconcertarse ante sus vaticinios. Como se mantienen variables pueden prolongarse a lo largo del tiempo, y lo que es ms, con cada expectativa frusl rada aumenta la certeza de una consumacin futura. Por el contrario, un pronstico desacertado no puede repetirse como equivocacin, pues permanece ligado a sus nicos presupuestos. El pronstico racional se limita a posibilidades intramundanas, pero precisamente por eso produce un excedente de dominio estilizado del mundo. El tiempo se refleja siempre en el pronstico de una lorma inesperada; lo que era siempre igual en la esperanza escatolgica queda disuelto por la novedad continua de un tiempo que se escapa en s mismo y que es atrapado por el pronstico. As, considerado desde la estructura temporal, se puede comprender el pronstico como el factor de integracin del Estado, que traspasa el m u n d o que se le ha entregado a un f u t u r o limitado. Tomemos un ejemplo cualquiera de la diplomacia clsica. La primera divisin de Polonia. En el fondo, se puede remitir a Federico el Grande, no el motivo, pero s la forma como se llev a cabo. Federico vivi bajo un doble temor tras las encarnizadas luchas de la guerra de los siete aos: en primer lugar, bajo el temor de una revancha austraca. Para aminorar esta posibilidad futura, f i r m una alianza con Rusia. Pero, de este modo, se uni a una potencia cuya creciente presin, debida no en ltimo lugar al aumento de su poblacin, perciba l desde la lejana como la mayor posible, incluso como un peligro. Ambas predicciones, el pronstico austraco a corto plazo y el ruso a largo plazo, entraron de tal modo en la accin poltica que modificaron los presupuestos del pronstico, es decir, de la situacin. La poblacin griego-ortodoxa de Polonia proporcion a los rusos el pretexto permanente para intervenir en Polonia como fuerza de proteccin religiosa. El e m b a j a d o r ruso, Repnin, domin Varsovia casi como gobernador general, celebrndose las sesiones del parlamento polaco bajo su vigilancia inmediata. Los diputados cados en des-

Mi >1 mu l'V.AIHM I H UIRO EN LA HISTORIA RECIENTE

1,1.1. . i... i I. | i .idos sin demora a Siberia. Polonia se convirti, . /.. . i | >1 < iviiu-ia rusa, cuya sangrienta guerra civil, a la que i .. m I i ni,, i i.., 11 ,i jo como consecuencia una continua intensificai ii .1. I.i i ii il.un i.i rusa. La creciente presin desde el Este hizo que U I. .LI .II iiindcl pronstico a largo plazo avanzara hasta u n a proxiI ..L IIIIIIIIH IIIC. En la misma medida se desvaneci en una lejana in. ,il. iil.iUr la meta propia de Federico: la anexin de Prusia occi.1. nial .i .II listado. En 1770 la situacin empeor. Rusia estaba dispin i i no slo a tragarse a Polonia, sino igualmente a Rumania y, pul i crio, en una guerra contra la Sublime Puerta. Esto no lo iba .i permitir Austria en ningn caso. En la anexin de Rumania vea el cu sus belli, y as, Federico, aliado de Rusia por aadidura, se habra visto obligado al segundo de los males temidos, es decir, a la lucha contra Austria, lo que quera evitar a toda costa. La solucin que encontr Federico para este dilema en 1772 es asombrosa. Inmediatamente despus de que Federico tuviera conocimiento de que los austracos se a r r e d r a b a n ante la guerra y antes de que pudieran saberlo los rusos, llev a Rusia, bajo la presin de sus obligaciones de proteccin, a renunciar a una anexin de Rumania. Como compensacin, Rusia obtuvo la parte oriental de Polonia que, de todos modos ya dominaba, pero Prusia y Austria recibieron como equiparacin Prusia occidental y Galicia: pases importantes que de esta manera se sustraan, adems, al influjo ruso. En vez de allanar a su temido aliado el camino de. una guerra en el Oeste, Federico haba salvado, en p r i m e r lugar, su paz, y adems le haba echado un cerrojo a la penetracin rusa. Lo que en apariencia se exclua mutuamente lo haba reunido Federico para su doble ventaja. Est claro que tal juego elstico con un nmero de mltiples posibilidades limitado, pero casi infinito dentro de los lmites, slo era posible en una determinada situacin histrica. Cul es el horizonte histricotemporal dentro del cual se pudo desarrollar el refinamiento de la poltica absolutista? El f u t u r o era abarcable y tanto ms cuanto que el nmero de fuerzas polticas a tener en cuenta permaneca limitado al nmero de los prncipes. Detrs de cada soberano haba un potencial cameralista calculable por el nmero de tropas y de habitantes, por el poder econmico y por la liquidez. En este horizonte, la historia todava era comparativamente esttica y se pudo aplicar a la poltica la afirmacin de Leibniz de que todo el mundo futuro cabe y est perfectamente preformado en el presente,13 En el horizonte de13. Leibniz: Brief an Coste, 19-XII-1707. Vase Dt. Schriften, edit. por Guhrauer, 1838, II, 48 sigs.

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l i poltica de los prncipes soberanos, y slo en esa, no poda produi use nada fundamentalmente nuevo. ( a racterstico de ello es el lmite extremo dentro del cual se mo\ la el clculo poltico. Hume, que formul pronsticos de posibili I.mI a largo plazo, predijo en una ocasin 14 que en un mdico no se oiil a ms de catorce das, y en un poltico algunos aos como m\ iiiiu Una ojeada a aquellas acciones diplomticas confirma esta afirmacin. Claro que haba constantes que con frecuencia llegaban a un luluro cada vez ms hipottico. Por ejemplo, se tena en cuenta I i constancia del carcter que poda acreditarse permanentemente poi la posibilidad de corromper al ministro. Pero, un momento consi uile del clculo poltico de las probabilidades fue, ante todo, la suposicin de la duracin de la vida del soberano gobernante. El futu10 ms avanzado que predijo en el ao 1648 el e m b a j a d o r veneciano en Pars para los prximos cincuenta aos f u e el caso, para l apairnlcmente claro, de una Guerra de Sucesin en Espaa: caso que .m edi justamente cincuenta aos despus. El hecho de que la mayora de las guerras en las repblicas soberanas europeas de los sirios XVII y XVIII f u e r a n guerras de sucesin nos muestra inmediatamente hasta qu punto era an h u m a n a m e n t e natural el horizonte del tiempo histrico. Pero, como refera nuestro e m b a j a d o r veneciano, aqu quedaba an espacio de juego para el tiempo y el futuro, pues IIO todo lo que puede suceder suele ocurrir,15 Recurdese slo el papel modificador del curso de la guerra que se atribuy a la m u e r t e de la zarina en 1762. Acostumbrada a la vida y al carcter de los personajes, la repblica soberana europea an poda, de hecho, entender su historia de un modo natural. No hay que asombrarse de que pudiera adquirir evidencia universal el modelo circular de la antigedad, que Maquiavelo haba puesto de nuevo en circulacin. El propio carcter repetible de esta nocin de la historia remite al pasado el f u t u r o previsible. Est claro que as no se demuestra de ninguna manera que el distanciamiento entre la conciencia poltica del tiempo del principio de la modernidad y la escatologa cristiana f u e r a tan grande como pudiera parecer en un principio. Ya no puede suceder nada nuevo sub14. Hume: Theory of Politics, comp. por F. Watkins; Essays I, 7, Edimburgo, 1951, pg. 162. 15. Barozzi e Berchet: Relazioni degli ambasciatori Veneti nel secolo decimosettimo. Ser. II, Francia, Venecia, 1859, II; vese Battista Nani: Ein Venezianischer Gesandtschaftsbericht, comp. p o r A. v. Schleinitz, Leipzig, 1920, pgs. 61, 72.

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l< I I.ACION PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

,s-pede aeternitatis, tanto si se considera el futuro como creyente, como m se apunta hacia l calculando framente. Un poltico podra hacerse ms inteligente o ms hbil; si quisiera refinar sus tcnicas podra volverse ms prudente o cuidadoso: pero la historia no lo llevai i;i nunca a regiones nuevas y desconocidas del futuro. La sustitucin del futuro profetizable por el f u t u r o pronosticable no haba roto an bsicamente el horizonte de la expectativa cristiana. Esto es lo que une a la repblica soberana con la Edad Media, tambin en aquellos aspectos en los que ya no se reconoca como cristiana. Quien liber el comienzo de la modernidad de su propio pasado y tambin abri con un nuevo f u t u r o nuestra modernidad fue, sobre todo, la filosofa de la historia. Desde las sombras de la poltica absolutista se form, primero ocultamente y luego de forma abierta, una conciencia del tiempo y del f u t u r o que surgi de u n a arriesgada combinacin entre poltica y profeca. Se trata de una mezcla, propia del siglo XVIII, entre pronstico racional de f u t u r o y esperanza cierta de la salvacin, que f o r m a parte de la filosofa del progreso. El progreso se desarrolla en la medida en que el Estado y su pronstico no puedan satisfacer nunca la pretensin soteriolgica, y su fuerza de motivacin llega hasta un Estado que, en su existencia, sigue siendo dependiente de la eliminacin de las expectativas acerca del final. Cul f u e la novedad de la expectativa de f u t u r o propia del progreso? El fin del mundo, que no llegaba, haba constituido a la Iglesia y junto con ella un tiempo esttico que se puede conocer como tradicin. Tambin el pronstico poltico tena una estructura temporal esttica, dado que funcionaba con magnitudes naturales cuyo carcter potencialmente repetitivo constitua el carcter circular de su historia. El pronstico implica un diagnstico que introduce el pasado en el futuro. Mediante la f u t u r i d a d del pasado, garantizada siempre de ese modo, el mbito de accin del Estado f u e tanto ampliado como limitado. As pues, hasta aqu slo se poda experiment a r el pasado porque l mismo contena un elemento del m a a n a y viceversa, por lo que la existencia poltica del Estado sigue estando vinculada con una estructura del tiempo que puede entenderse como movilidad esttica. De aqu en adelante, el progreso despliega un f u t u r o que va m s all del espacio de tiempo y experiencia natural, pronosticable y tradicional y que, por eso, provoca en el curso de su dinmica nuevos pronsticos transnaturales y a largo plazo. El f u t u r o de este progreso se caracteriza por dos momentos: primero, por la aceleracin con la que viene a nuestro encuentro y, por

FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD

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1 a parte, por su carcter desconocido, pues el tiempo acelerado en >1 i, es decir nuestra historia, acorta los espacios de experiencia, los I>i iva de su constancia y pone en juego continuamente nuevas incg11 i las, de modo que incluso el presente rehye lo no experimentable, debido a la complejidad de estas incgnitas. Esto comienza a perfilarse ya antes de la Revolucin Francesa. El sujeto de la moderna filosofa de la historia fue el ciudadano emancipado de la sumisin absolutista y de la tutela eclesial, el prol>hte philosophe, como fue acertadamente caracterizado en una ocaion en el siglo XVIII. Las especulaciones sobre el futuro, disueltas por la religin cristiana y ahora liberadas, as como el clculo poltico, fueron los padrinos cuando el filsofo proftico recibi las rdenes sagradas. Lessing nos ha descrito este modelo. Con frecuencia ve acertadamente el futuro, pero se parece tambin al visionario, pues no puede ms que esperar el futuro. Desea acelerar este futuro y que sea acelerado por l... Pues, para qu le sirve si lo que reconoce como lo mejor, no va a llegar a ser lo mejor en toda su vida.16 El tiempo que se acelera de esa forma priva al presente de la posibilidad de ser experimentado como presente y se escapa hacia un f u t u r o en el que el presente, convertido en inexperimentable, ha de ser alcanzado mediante la filosofa de la historia. Con otras palabras, la aceleracin del tiempo, en el pasado una categora escatolgica, se convierte en el siglo XVIII en una obligacin de planificacin temporal, aun antes de que la tcnica abra completamente el espacio de experiencia adecuado a la aceleracin. Sobre todo en la resaca de la aceleracin surge una dilacin que ayuda a estimular el tiempo histrico en el cambio entre revolucin y reaccin. Lo que se podra concebir como katechon antes de la revolucin se convierte en estimulante de la revolucin. La reaccin, usada en el siglo XVIII an como categora mecnica, se convierte funcionalmente en un movimiento que pretende detenerla. La revolucin, deducida, en un principio, del curso natural de las estrellas e introducida como cclica en el curso natural de la historia, adquiere desde entonces una direccin sin retorno. Parece desencadenarse en un f u t u r o anhelado pero sustrado por completo a la experiencia correspondiente al presente, a p a r t a n d o de s continuamente la reaccin y buscndola para destruirla en la medida en que la reproduce.16. Lessing: Die Erziehung des Menschengeschlechts, p r r a f o 90 (G. W. Leipzig, 1858, 9. 423).

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Pues la revolucin moderna queda siempre afectada por su contraria, la reaccin. Este cambio entre revolucin y reaccin, que debe dar lugar a un estado final paradisaco, ha de entenderse como un f u t u r o sin futuro, pues la reproduccin y la superacin continuamente necesaria de lo opuesto fijan una mala infinitud. A la caza de esta infinitud mala, como Hegel deca, la conciencia de los actores se adhiere a un todava no finito, que posee la estructura formal de un deber perenne. Desde aqu ha de ser posible transferir a la realidad histrica ficciones como el imperio milenario o la sociedad sin clases. La fijacin en un estado final por parte de los que actan se muestra como pretexto para un proceso histrico que excluye la consideracin de los participantes. Por eso es necesario un pronstico histrico que vaya ms all de los pronsticos histricos de los polticos y que relativice, como si se tratara de un hijo legtimo de la filosofa de la historia, el proyecto histrico-filosfico. Tambin hay signos de esto previos a la Revolucin Francesa. Los vaticinios de la revolucin de 1789 son numerosos, pero pocos apuntan ms all. Rousseau se cuenta entre los mayores pronosticadores, sea porque previo el estado permanente de la crisis, sea porque avis del sometimiento de Europa por los rusos y de los rusos por los asiticos. Voltaire, que no se cans de juzgar la belle rvolution insulsamente y, por eso, con benignidad, denunciaba a sus opositores como falsos profetas, reincidentes en la conducta de tiempos superados. Aqu se ha pasado por alto un anlisis de mltiples pronsticos de deseo o de coaccin con los que la Ilustracin se apropi de su propia certeza. Pero entre ellos se encuentra uno de los mayores vaticinios que ha permanecido hasta ahora desconocido en la oscuridad del anonimato y del disfraz geogrfico. Se trata de un pronstico del ao 1774, acuado aparentemente para Suecia, pero que apuntaba realmente a Francia. Se nutre de la clsica literatura de la guerra civil, de las doctrinas desptica y cclica de la antigedad y de la crtica al absolutismo ilustrado, pero su origen es moderno. Su autor es Diderot. Diderot escribi: Bajo el despotismo el pueblo, resentido por el largo tiempo de sufrimiento, no perder ninguna oportunidad de recuperar sus derechos. Pero, como no tiene ni un fin ni un plan, va a parar, de un momento a otro desde la esclavitud a la anarqua. En medio de esta confusin resuena un nico grito: libertad. Pero, cmo asegurarse del precioso bien? No se sabe. Y el pueblo est ya dividido

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cu los diferentes partidos, instigado por intereses contradictorios... Iras breve tiempo vuelve a haber slo dos partidos en el Estado; se diferencian por dos nombres que, sea quien sea el que se oculte detrs, slo pueden ser realistas y antirrealistas. ste es el momento de las grandes conmociones. El momento de las conspiraciones y conjuras... Para eso, el realismo sirve como pretexto del mismo modo i ricnte escptica que an se pudo articular en la Ilustracin, b a j o l.i presuposicin de lo siempre igual, no poda poner fundamentalmente en tela de juicio el sentido de nuestro topos. A pesar de ello, por ese mismo tiempo fue socavado el contenido significativo de nuesIra expresin. Cuando la Historie antigua fue derribada de su ctedra y, por cierto, no en ltimo lugar por los ilustrados que usaron i'iistosamente sus enseanzas, sucedi en el curso de un movimienlo que coordin de f o r m a nueva el pasado y el futuro. Finalmente, era la historia misma la que comenzaba a abrir un nuevo espacio de experiencia. La nueva historia consigui una cualidad temporal propia, cuyos diferentes tiempos e intervalos de experiencia cambianIes le quitaron la evidencia a un pasado ejemplar. Ahora hay que investigar estos antecedentes de la transformacin di' nuestro topos en sus lugares sintomticos. 2 Para caracterizar el suceso de un tiempo nuevo que despunta ani ic i pernos una frase de Tocqueville. Tocqueville, a quien no deja descansar en toda su obra la experiencia de cmo lo moderno se sale de la continuidad de u n a temporalidad anterior, dijo: Desde que el pasado ha dejado de arrojar su luz sobre el futuro, el espritu humano anda errante en las tinieblas.31 La frase de Tocqueville indica una reprobacin de la experiencia cotidiana y se oculta tras un proceso de muchas capas que, en parte, se realiz invisible y furtivo, pero a veces repentino y abrupto, y por fin conscientemente impulsado. La historia del concepto, como se intenta aqu, nos sirve como enIrada para fijar estos antecedentes. As se aclara cmo se destruy y enajen nuestro lugar comn en toda transmisin a causa de las relaciones de sentido cambiantes. Sobre todo a partir de entonces adquiere el topos su propia historia: se trata de una historia que le sustrae su propia verdad.30. G. W. F. Hegel: Phanomenologie des Geistes, comp. p o r J.Hoffmeister, Leipzig, 1949, pg. 156. 31. Alexis de Tocqueville: De la Dmocratie en Amerique, parte 4, cap. 8; Oeuvr. compL, comp. por J. P. Mayer, Pars, 1961,1, pg. 336: Je remonte de sicle en sicle iusqu' l'antiquit la plus recule: je n'apergois rien qui ressemble ce qui est sous mes yeux. Le pass n'clairant plus l'avenir, l'esprit m a r c h e dans les tnbres. Al respecto, H a n n a h Arendt: Fragwrdige Traditionsbestande, Francfort, 1957, pg. 102 e ibd. Uber die Revolution, Munich, 1963, pg. 70.

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En p r i m e r lugar se realiz en el mbito lingstico alemn, por empezar con ello, un deslizamiento de la palabra que vaci de contenido al antiguo topos o, al menos, lo impuls a vaciarse de sentido. La palabra Historie, extranjera y nacionalizada, que se refera preferiblemente al informe o narracin de lo sucedido, especialmente las ciencias histricas, f u e desplazada visiblemente en el curso del siglo XVIII por la palabra historia [Geschichte]* El desplazamiento de Historie y el giro hacia historia se realiz, desde, aproximadamente 1750, con una vehemencia medible estadsticamente. 3 2 Ahora bien, historia significa en p r i m e r lugar el acontecimiento o una secuencia de acciones efectuadas o sufridas; la expresin se refiere, m s bien, al mismo acontecer que a su informe. Ciertamente, desde hace tiempo, historia inclua tambin el informe, como inversamente Historie indicaba el acontecimiento mismo. 33 Se coloreaban mutuamente. Pero por este entrelazamiento m u t u o que Niebuhr quiso invalidar en vano, se form en el alemn un centro de gravedad peculiar. La historia se carg con ms contenido al rechazar la Historie del uso lingstico corriente. Cuanto ms convergieron la historia como acontecimiento y como representacin ms se prepar lingsticamente el cambio trascendental que condujo a la filosofa de la historia del Idealismo. La historia como conexin de acciones se fusion con su conocimiento. La afirmacin de Droysen de que la historia slo es el saber de ella es el resultado de esta evolucin. 34 Naturalmente, esta convergencia de un doble sentido modific tambin el significado de una historia como vitae magistra. Obviamente, la historia como acontecimiento nico o como conexin universal de sucesos no poda ensear del mismo modo que una Historie como informe ejemplar. Se introdujeron determinaciones eruditas del lmite entre retrica, Historie y moral, y el uso de la palabra alemana historia alcanz, de esta manera, nuevos modos de experiencia para la antigua frmula. As, para Luden el arte consiste,* Vase la aclaracin sobre el criterio de traduccin de estos trminos en N. del T.p. 8.

32. Vase W. Heinsius: Allgemeines Bcherlexikon (1700-1810), Leipzig 1812, vol 2, donde se puede leer el desplazamiento de Historie en favor de historia en los titulares. En todo el proceso detalla R. Kosseleck la formacin del concepto m o d e r n o de la historia en Geschichtliche Grundbegriffe, Stuttgart, 1975, vol. 2, pg. 647 sigs. 33. A este respecto, J o h a n n e s Hennig: Die Geschichte des Wortes "Geschichte", en Dt. Vjschr. f. Lit.wiss. u. Geistesgesch. 1938, XVI, pg. 511 sigs. y Heinz Rupp y Oskar Khler: Historia-Geschichte, en Saeculum, vol. 2, 1951, pg. 627 sigs. 34. J. G. Droysen: Historik, comp. p o r R. Hbner, Munich-Berln, 1943, pg. 325 (impresin del m a n u s c r i t o de 1858), pg. 357 (prr. 83).

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i acaso, en procurar a los propios sucesos la carga probatoria para la enseanza histrica. Como escribi en 1811, insiste en que sea la propia historia la que hable realmente ah... Utilizar sus enseanzas o desatenderlas queda a cargo de cada uno.35 La historia adquiri una nueva dimensin que se sustraa a la capacidad de i n f o r m a r del informe y que no se captaba en todos los enunciados sobre ella. Si la historia slo poda enunciarse a s misma, pronto se propona el iguiente paso, que converta la frmula en algo completamente superficial, haciendo de ella una cscara tautolgica. De la historia slo puede aprenderse historia, como formul Radowitz sarcsticamentc' 6 volviendo contra Hegel su propia expresin. Esta conclusin verbal no era la nica consecuencia que se impona -no casualmenle desde el lenguaje. Utilizando la duplicidad de sentido de la palabra alemana, un oponente poltico de nuestro testigo confiri a la antigua frmula un nuevo sentido inmediato: La verdadera maestra es la historia misma, no la escrita.31 As pues, la historia slo instru35. Heinrich Luden: Handbuch der Saatsweisheit oder der Politik, Jena, 1811, VII sigs. La expresin la historia misma impide e q u i p a r a r la locucin de Luden con el antiguo topos de que el historiador slo tena que hacer h a b l a r a los hechos de modo que slo tena que a c t u a r como un mero espejo o como un pintor que reproduce la verdad d e s n u d a un giro que se f u e imponiendo desde Luciano y su recepcin ;i travs de la traduccin latina de W. Pirckheimer (1514) y la traduccin a l e m a n a de Wieland (1788). (Al respecto, Rolf Reichardt: Historik und Poetik in der deutschen und franzosischen Aufklarung, Heidelberg, 1966.) Esta autocomprensin del historiador queda comprometida con aquella ingenua teora del conocimiento segn la cual se puede y se debe imitar los hechos histricos en el relato. Vase J. L. v. Mosheim: la historia debe pintar, pero sin colores. Esto quiere decir que debe a d o r n a r lo menos posible con alegoras, con imgenes, con expresiones f i g u r a d a s los hechos y las personas que representa. Si es que puedo h a b l a r as, todo ha de ser enseado y expuesto en el estado de naturaleza (Versuch einer unpartheyischen und grndlichen Ketzergeschichte, 2a. edic., Gottinga, 1748, pg. 42 sig.). Moser tiende aqu el puente hacia Luden, exigiendo en el prlogo a su Osnabrckischen Geschichte (1768, comp. por Abeken, Berln, 1843, I, VII) que en la historia, al igual que en una pintura, hablen slo los hechos, debiendo quedar las impresiones, consideraciones y juicios para los propios espectadores. 36. Radowitz: Ausg. Schr. II, pg. 394, Regensburgo, s.a. 37. Gustav von Mevissen, en el ao 1837, dirigido tambin contra Hegel (Ein rheinisches Lebensbild de J. Hansen, Berln, 1906, I, pg. 133). Una f o r m a previa de esta crtica se encuentra en Lichtenberg (Ges. Werke, Francfort, 1949, I, pg. 279): Que la historia es una maestra de la vida es una f r a s e que, sin duda, han repetido m u c h o s maquinalmente sin investigarla. Investiguemos p o r u n a vez de dnde han sacado su entendimiento los hombres que han progresado mediante su comprensin. Lo han ido a buscar en los hechos mismos, en los acontecimientos, pero no all donde se cuentan. Claro que Lichtenberg encuentra el camino p a r a volver de nuevo al antiguo topos de que los grandes h m b r e s deberan escribir sus propias historias, mientras Mexissen, consecuentemente, tiene esto por intil, pero formula en su lugar nueva tarea de escribir la historia de la reflexin de la historia.

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ye renunciando a la Historie. Las tres variantes jalonaron un nuevo espacio de experiencia en el que la antigua Historie tuvo que renunciar a su pretensin de ser magistra vitae. La perdi, sobreviviendo a s misma, en la historia. Esto nos conduce a un segundo punto de vista. De repente, hemos hablado de la historia, de la historia misma, en un singular de difcil significacin sin un sujeto ni un objeto coordinados. Esta locucin nica, completamente usual para nosotros, procede tambin de la segunda mitad del siglo XVIII. En la medida en que la expresin historia se impona a la de Historie, la historia adquiri otro carcter. Para apostrofar el nuevo significado se habl de historia en y para s, de la historia en absoluto, de la historia misma simplemente de la historia. Droysen resumi este proceso diciendo: Por encima de las historias est la historia.38 Esta concentracin lingstica en un concepto, llevada a cabo desde 1770 aproximadamente, no puede infravalorarse en absoluto. En la poca siguiente, desde los acontecimientos de la Revolucin Francesa, la historia misma se convirti en un sujeto provisto de los eptetos divinos de omnipotencia, justicia suprema o santidad. El trabajo de la historia, usando palabras de Hegel, se convierte en un agente que domina a los hombres y destruye su identidad natural. Tambin aqu, el idioma alemn haba preparado el trabajo. La abundancia de significado y la novedad en aquel momento de la palabra historia se basan en que se trata de un singular colectivo. Hasta mediados del siglo XVIII la expresin la historia rega, por lo comn, el plural. Por mencionar un ejemplo tpico del ao 1748: Las historias son se dice en el Diccionario Universal de las Artes y las Ciencias de Jablonski 3 9 un espejo de las virtudes y los vicios, en las que se puede aprender por la experiencia de otros qu hay que hacer u omitir; son un monumento tanto a los actos malvados como a los loables. Hemos escuchado la definicin convencional y esto es lo caracterstico: que est ligada a una pluralidad de historias individuales aditivas, as como Bodin, en su mtodo para el mejor conocimiento de las historias, escribi historiarum, en plural. As pues, en el mbito de la lengua alemana estaban, en p r i m e r lugar, la historia y las historias de las f o r m a s singulares das Geschichte y die Geschicht, 40 formas plurales que remitiran a una38. 39. 40. 2, pgs. Droysen: Historik, Munich-Berln, 1943, pg. 354. Knigsberg-Leipzig, 2.a edic., div. 386. Benecke-Mller-Zarncke: Mittelhochd.eutsch.es Wrterbuch, Leipzig, 1866, II, 115 sigs.

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.mi dad correspondiente de ejemplos individuales. Es interesante perseguir cmo se ha condensado la forma plural de la historia en un singular colectivo, de f o r m a inapreciable e inconsciente, y, finalmente, con la ayuda de numerosas reflexiones tericas. Adelung lo hizo constar lexicalmente en 1775, anticipndose al desarrollo en i iernes. 41 Ya tres aos despus, censuraba un crtico en la Allgemeiticn deutschen Bibliothek42 lo ampliamente que se haba generalizado la nueva expresin historia, carente de cualquier significado narrativo y ejemplar: La palabra de moda historia es un verdadero uso impropio de la lengua, porque en la obra (de Flgel) slo aparei en narraciones como mximo en los ejemplos. Esta historia, realzada en cierto modo, que deja tras de s toda ejemplaridad repetible f u e y no el de m e n o r importancia el rebultado de una determinacin desplazada del lmite entre histrica v potica. A la narracin histrica se le exigi progresivamente la unidad pica, determinada por el principio y el fin. 43 Los hechos pasados slo podran traducirse a la realidad histrii a en el paso de la conciencia. ste fue el resultado de la lucha por el pirronismo. 44 Como dijo Chladenius, la historia slo podra repro41. En el Universallexikon de Zedler an falta la voz historia [Geschichte]. Adelung, que registr el desplazamiento de la Historie en favor de la historia p a r a favoireerlo, escribe entre otras cosas: La historia [Geschichte], plur. para nom. sing...... I ii la significacin habitual, la historia constituye u n a cierta totalidad y es verdadera, es decir, no inventada. La historia de este hombre es muy curiosa, es decir, lodo lo que le ocurri, los acontecimientos. Entendindolo as precisamente, se emplea colectivamente y sin plural, de diversos acontecimientos de una clase. (Versuch ines vollstndigen Grammatisch-kritischen Wrterbuches der Iiochdeutschen Mundurt, Leipzig, 1775, II, pgs. 600 sigs.). 42. Comp. por F. Nicolai, Berln-Stettin, 1778, vol. 34, pg. 473. Recensin annima de C.F. Flgel: Geschichte des menschlichen Verstandes, Breslau, 1776, 3.a edic. 43. Fnlon: La principale perfection de l'histoire consiste dans l'ordre et dans l'arrangement. Pour parvenir ce bel ordre, l'historien doit e m b r a s s e r et possder loute son histoire; il doit la voir tout entire comme d ' u n e seule vue... II faut en monI rer l'unit. Oeuvres compl., Pars, 1850, III, pg. 639 sigs. Projet d'un traite sur l'histoire, 1714. Gracias a la amable referencia de Hans R. Jauss, vase su Literarische Tradition und Gegenwrtige Bewusstsein der Modernitt, en Aspekte der Moderniteit, Gottinga, 1975, p. 173. Para Alemania, vase J u s t u s Mser, que en 1780 proyect un plan para la historia del imperio alemn desde 1495, en sus Patr. Phantasien, Hamburgo, 1954, IV, pg. 130 sigs.: h a b r a que darle el desarrollo y la fuerza de la epopeya. Pero mientras no alcancemos la unidad ...en el plan de nuestra historia se parecer a u n a serpiente que se arrastra, fustigada en cien trozos cada p a r t e de su c u e r p o y unida una a otra con un trocito de piel. Una historia [Historie] completa del imperio slo podra consistir en la historia natural (de su) unificacin. 44. Para esto, Meta Scheele: Wissen und Glauben in der Geschichtswissenschaft (Betr. z. Phil. H. 13), Heidelberg, 1930.

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ducirse en cuadros rejuvenecidos.45 En la medida en la que se exiga de la Historie un mayor arte expositivo de cmo investigar los motivos ocultos en vez de las series cronolgicas deba construir u n a estructura pragmtica para dotar a los sucesos casuales de un orden interno; y en esa medida operaban las exigencias de la potica en la Historie. A la Historie se le pidi mayor contenido de realidad mucho antes de poder satisfacer esa pretensin. Adems, sigui siendo an una coleccin de ejemplos de la moral; pero al desvalorizarse este papel, se desplaz su valoracin de las res factae frente a las res fictae. Es u n a buena forma de mediar la propagacin de una nueva conciencia histrica de la realidad el que, a la inversa, se tuvieran que poner en circulacin narraciones y novelas como histoire vritable, como historia verdadera. 46 As, participaron en una pretensin de verdad incrementada de la historia real, en un contenido de verdad que f u e detentado u n a y otra vez por la Historie desde Aristteles hasta Lessing. 47 De este modo, se entrecruzaban las pretensiones de la histrica y la potica, influyndose m u t u a m e n t e para sacar a la luz el sentido inmanente de la historia. Leibniz, que an entenda la historia y la poesa como artes instructivas morales, poda interpretar la historia del gnero h u m a n o como u n a novela de Dios cuyo inicio estaba contenido en la crea45. J. M. Chladenius: Einleitung zur richtigen Auslegung vernnftiger Reden und Schrifften, Leipzig, 1742. Chladenius distingue ya una Geschichte en s, que no se puede conocer p o r entero, y su representacin: de esta discrepancia se derivaban los puntos de vista (prr. 309), la necesidad de la interpretacin (prr. 316) y de la exposicin de la historia en cuadros rejuvenecidos (prr. 353). Vase ibd.: Allgemeine Geschichtswissenschaft, Leipzig, 1752. 46. Vase P. S. Jones: A list from French prose fiction from 1700 to 1750, Diss. Columbia Univ. Nueva York, 1939, gracias a la cordial referencia de H. Dieckmann y H e r b e r t Singer: Der deutsche Romn zwischen Barok und Rokoko, Colonia y Graz, 1963, cuyo ndice de f u e n t e s para la poca entre 1690 y 1750 indica m u c h a s m s historias que novelas. Para todo, Werner Krauss: Studien zur deutschen und franzsischen Aufklarung, Berln 1963, pg. 176 passim y H. R. Jauss: sthetische Normen und geschichtliche Reflexin in der Querelle des Anciens et des Modernes (= Einl. zur Parallle des Anc. des Mod. de Perrault, reimpres. Munich, 1964). 47. Aristteles: De Arte Potica, comp. edit. I. Bywater, cap. 9, 1451 b Oxford, 1958. Para Lessing vase ber den Beweis des Geistes und der Kraft, edit. v. Rilla, Berln, 1958, vol.8, pg. 12, o tambin Hamburgische Dramaturgie, prr. 19 (3 de julio de 1767). La clasificacin tradicional de la ciencia histrica no detuvo a Lessing como tampoco a los enciclopedistas a la hora de a b r i r nuevos caminos desde la filosofa de la historia, aun c u a n d o no emple p a r a ello el concepto historia en Die Erziehung des Menschengeschlechtes. Vase tambin H a n s Blumenberg: Paradigmen zu einer Metaphorologie, Bonn, 1960, pg. 105.

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ion.48 Kant hizo suyas estas ideas cuando tom metafricamente la novela para hacer resaltar la unidad natural de la historia univer il. Kn un tiempo en el que la Historie universal, que contena una lima de historias singulares, se transform en la historia univer..1, Kant busc el hilo conductor que pudiera convertir el agregado exento de planificacin de las acciones h u m a n a s en un sistema racional. 49 Es claro que el singular colectivo de la historia permita expresar tales ideas, sin perjuicio de que se tratara de u n a historia universal o de una historia individual. De este modo, Nieluihr public sus lecciones sobre la historia de la poca de la Revolucin francesa bajo este nombre, porque slo la revolucin le haba dado al todo, la unidad pica.50 Concebir la historia sobre todo como sistema posibilita u n a unidad pica que deja al descubierto y f u n d a la conexin interna. Humboldt resolvi finalmente la disputa secular entre la histrica y la potica derivando el carrter propio de la historia en general desde su estructura formal. Introdujo, siguiendo a Herder, las categoras de fuerza y direccin que se escapan siempre a sus datos previos. De este modo, neg todo carcter modlico del contenido aadido ingenuamente a los ejemplos del pasado y sac la siguiente conclusin general al escribir la historia de cualquier temtica: El historiador que sea digno de este nombre debe exponer cada acontecimiento como parte de un todo, o, lo que es lo mismo, debe exponer en cada acontecimiento la forma de la historia en general,51 Con esto le dio u n a nueva interpretacin al b a r e m o de la exposicin pica y lo t r a d u j o a una categora de lo histrico. El singular colectivo an posibilit un paso ulterior. Permiti que la historia adjudicara a aquellos sucesos y sufrimientos humanos una48. G. W. Leibniz: Theodizee, p a r t e 2, pgs. 148 y 149, comp. C. J. Gerhardt, Leipzig, 1932, 6, 198. 49. Kant: Idee zu einer allgemeinen Geschichte in weltbrgerlicher Absicht, novena parte, 1784 (comp. por W. Weischedel, Darmstadt, 1964, VI, pg. 47). Anttesis recibida de Ksteren su Art. Historie in der Teutschen Encyclopadie..., Francfort, 1790, vol. 15, pg. 652, que f u e f o r m u l a d a en p r i m e r lugar por la escuela de Gottinga. 50. B. G. Niebuhr: Geschichte des Zeitalters der Revolution, Hamburgo, 1845, pg. 41. 51. Wilhelm von Humboldt: Uber die Aufgabe d e r Gschichtsschreiber (1821), Werke, Darmstadt, 1960,1, pg. 590 (= Ges. Schr. IV, pg. 41): Los ejemplos particulares no sirven (para la historia) ni por lo que va a o c u r r i r ni por lo que hay que evitar, pues con frecuencia conducen al e r r o r y r a r a m e n t e instruyen. Su utilidad verdadera e inmensurable es revivir y clarificar el sentido para el tratamiento de la realidad, m s p o r la f o r m a en la que se relacionan los acontecimientos que por ellos mismos.

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fuerza inmanente que lo interconectaba todo y lo impulsaba segn un plan oculto o patente, u n a fuerza frente a la que uno se poda saber responsable o en cuyo nombre se crea poder actuar. Este suceso histrico-lingstico tuvo lugar en un contexto epocal. Era el gran momento de las singularizaciones, de las simplificaciones que se dirigan social y polticamente contra la sociedad estamental: de las libertades se hizo la libertad, de las justicias, la justicia nica, de los progresos (les pro gres, en plural), el progreso, de la multiplicidad de revoluciones, La Rvolution. Y respecto a Francia se puede aadir que la posicin central que desempe en el pensamiento occidental la gran revolucin en su unicidad la recibi la historia en el mbito lingstico alemn. Fue la Revolucin Francesa la que hizo evidente el concepto de historia de la escuela histrica alemana. Ambas pulverizaron la ejemplaridad del pasado, aunque aparentemente la aceptaban. Johannes von Mller escribi en 1796, siguiendo an el modo de enseanza de sus maestros: No se encuentra en la historia lo que hay que hacer en casos particulares (las circunstancias lo cambian todo, finalmente) sino el resultado general de los tiempos y las naciones. Todo tiene su tiempo y su lugar en el mundo, y se deberan cumplir con acierto las tareas que el destino ordena. 52 El joven Ranke reflexion sobre el desplazamiento del significado que p u d o subsumir una relacin dinmica universal en su unicidad correspondiente, bajo el concepto unitario de historia. En 1824 escribi Geschichten der romanischen und germanischen Vlker y aadi expresamente que l consideraba slo historias [Geschichten], no la historia [die Geschichte], Pero la historia, en su correspondiente unicidad, sigui siendo incuestionable para l. Si el suceder se transforma en conflicto y resultado de fuerzas nicas y genuinas, est f u e r a de lugar la aplicabilidad inmediata de modelos histricos a la situacin propia. Como Ranke prosigui entonces: Se le ha atribuido a la Historie la misin de juzgar el pasado, de instruir al mundo para el aprovechamiento de los aos futuros: el presente ensayo no empren52. J o h a n n e s von Mller: Vier und zwanzig Bcher allgemeiner Geschichten desonders der europaischen Menschheit, Stuttgart y Tubinga, 1830, VI, pg. 351. Un paso parecido desarrolla E.M. Arendt desde el modo de enseanza pragmtico al cumplimiento histrico del destino: Es poca la enseanza que tomamos del pasado como individuos, cuando podramos tomar mucha ms, pero... est ordenado as sabiamente. Slo en el sentido del todo se aspira a lograr el f u t u r o desde el pasado; teoras, reglas, ejemplos, significan poco aisladamente, pues cada poca pasa con su propio espritu sin detenerse, Der Bauerstand politisch betrachtet, Berln, 1810, pg. 109.

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i/e tan altas misiones: slo quiere mostrar cmo ha sido realmente.53 I'.mke se refera cada vez m s al pretrito y cuando sala transito11.miente de esa referencia como redactor de la revista histricopoltica, reafirm el antiguo topos de la Historia magistra vitae.54 A pesar de su visible fracaso, pareca desautorizar histricamente el iclorno al antiguo topos. No fue slo por la perspectiva histrica mundial por lo que en indas las tradiciones de nuestra locucin, sobre todo en las historio) rafias f u n d a d a s en el derecho natural 5 5 se renunci a la aplica ion prctica inmediata de su enseanza. Ms bien, tras la relativi/acin de todos los sucesos que la historia magistra ha consumido, se ocultaba u n a experiencia universal de la que participaban tambin los que se oponan a los progresistas. Esto nos conduce a un tercer punto de vista. No es por casualidad que en el mismo decenio en el que comenz a imponerse el singular colectivo de la historia, entre 1760 y 1780, surgiera tambin el concepto de u n a filosofa de la historia. 56 Es la poca en la que prolieraron las historias conjeturales, las hipotticas o supuestas. IseI i n en 1764, Herder en 1774, Kster en 1775, iban a la zaga histricolingsticamente de los autores occidentales, preparando la filosoI ia de la historia para los investigadores de la historia. 5 7 Los aceplaron objetivamente o modificaron sus cuestionamientos, pero era comn a todos que echaran abajo el carcter modlico de los suce53. Samtliche Werke, Leipzig, 1874, 2.a edic., vol. 33, VI sig. 54. Historisch-politische Zeitschrift, Hamburgo, 1832,1, pg. 375: Con demasiada frecuencia abrigamos en los tiempos actuales la esperanza de que n u e s t r a s circunstancias sean nuevas y no hayan existido nunca. En nuestros das t o m a m o s guslosamente lo que nuestros vecinos consideran bueno; raramente nos acordamos de las enseanzas que nos proporcionan los siglos pasados... Dios no se ha hecho indemostrable p a r a nosotros... El libro de la historia est abierto; podemos saber por qu las naciones se hacen grandes, por qu se arruinan; tenemos los ejemplos concurrentes del pasado m s remoto y del recuerdo m s reciente. 55. Vase, por ejemplo, Karl von Rotteck: Allgemeine Weltgeschichte, Braunscheig (20.a edic.) y Nueva York (1.a edic.) 1848, I, pg. 42 sigs., prr. 70 sigs.: Nutzen der Geschichte. 56. Voltaire: Philosophie de l'Histoire, Amsterdam, 1765, p s e u d n i m o Abb Bazin; comp. crit. de J. H. Brumfitt, Ginebra, 1963 = Studies on Voltaire and the 18th Cent., vol. 28, comp. por Th. Bestermann; en 1767 Gatterer hizo una recensin en Allgem. Hist. Bibl., Halle, I, pg. 218; al ao siguiente f u e traducida y provista de un comentario teolgico p o r J. J. Harder: Die Philosophie der Geschichte des verstorbenen Abtes Bazin..., Leipzig, 1768. 57. Al respecto, R. V. Sampson: Progress in the Age of Reason, Londres, 1956, pg. 70 sigs. y H. M. G. Kster: ber die Philosophie der Historie, Giessen, 1775.

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sos pasados para, en su lugar, t r a t a r de rastrear la unicidad de los decursos histricos y la posibilidad de su progreso. Histricolingsticamente es uno y el mismo suceso el que se f o r m a r la historia en el sentido que es usual para nosotros y el que surgiera una filosofa de la historia referida a aqulla. Quien utilice la expresin filosofa de la historia deber observar, escribe Kster, que no es una ciencia especial y autntica, como se podra creer fcilmente a primera vista. Pues, en la medida en que se considera toda una parte de la historia o toda una ciencia histrica, ya no es otra cosa que la Historie en s misma.58 La historia y la filosofa de la historia son conceptos complementarios, que hacen imposible emprender un filosofar de la historia; concepcin que desapareci por completo en el siglo XIX. 59 La uniformidad y repetibilidad potenciales de las historias vin58. H. M. G. Kster: (= sigla 1), Art. Historie, Philosophie der Historie in der Teutschen Enzyklopdie, Frankfurt, 1790, vol. 15, pg. 666. An en 1838 escribi Julius Scha11er en los Hallischer Jahrbchem, n. 81, pg. 641: La historia como exposicin de lo sucedido es, en su perfeccin, al m i s m o tiempo y necesariamente filosofa de la historia. 59. Como siempre, las interpretaciones teolgico-cristianas de los sucesos terrenos fueron asignadas a una categora determinada en la genealoga del concepto moderno de historia la historia de la salvacin presupone, ya como concepto, el desmoronamiento de la historia sacra y de la historia profana, as como la independizacin de la historia en s. Thomas Wizenmann acept conscientemente toda la plenitud significativa del concepto m o d e r n o de Geschichte c u a n d o concibi la Historia de Jess con el subttulo Sobre la filosofa y la historia de la revelacin (Leipzig, 1789): Por fin ha llegado el tiempo en el que se comienza a considerar la historia de Jess no como m e r o libro de sentencias p a r a la dogmtica, sino como gran historia de la h u m a n i d a d (pg. 67). Y observa: Me gustara m s c o n f i r m a r la filosofa desde la historia, que la historia desde la filosofa. La historia es la f u e n t e desde la que todo debe ser creado (55). Bengel, su maestro espiritual, an no se poda servir (como tampoco Lessing) del concepto m o d e r n o de historia c u a n d o interpret la consecuencia de las exgesis del Apocalipsis, que hasta ahora eran errneas, como un proceso creciente de descubrimiento y toma de conciencia, en el que la historia fctica y la espiritual convergan en sus profecas ltimas y, p o r tanto, definitivamente verdaderas (Erklrte Offenbarung Johannis, 1740, bajo la direcin de Burk, Stuttgart, 1834). As se haba puesto un modelo teolgico de la fenomenologa del espritu, lo que i n d u j o a Kant, en Streit der Fakultten, a h a c e r notar: Que sea un deber la fe en la historia y que pertenezca a la felicidad es supersticin. Principalmente despus del desarrollo completo de la filosofa de la historia idealista, p u d o a c u a r en los aos c u a r e n t a J.Cr.K. von Hofm a n n el concepto contrario inevitablemente parcial de historia de la salvacin. Vase G. Weth: Die Heilsgeschichte, FGLPIV, 2, 1931 y Ernst Benz: Verheissung und Erfllung, b e r die theologischen Grundlagen des deutschen Geschichtsbewusstseins, en ZKiG, 54, 1935, pg. 484 sigs.

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lilailas a la naturaleza se remitieron al pasado, y la historia misma i|iu-d desnaturalizada en tal medida que desde entonces ya no se puede filosofar sobre la naturaleza del mismo modo que hasta ahoi a I )esde entonces la naturaleza y la historia se separan conceptualinciile y la p r u e b a de ello consiste en que precisamente en estas d< .ulas la antigua seccin de la historia naturalis f u e expulsada de la f . i r u c t u r a de las ciencias histricas as lo hizo Voltaire en la Enci lopedia y, entre nosotros, Adelung. 60 Detrs de esta separacin aparentemente slo histrico-cientfica V preparada por Vico, se nota decisivamente el descubrimiento de un tiempo especficamente histrico. Si se quiere, se trata de una temI loralizacin de la historia que se diferencia de la cronologa vinculada a la naturaleza. Hasta el siglo XVIII, la prosecucin y el cmputo de los sucesos histricos estaban garantizados por dos i alegoras naturales del tiempo: el curso de los astros y el orden de sucesin de soberanos y dinastas. Pero Kant, al desestimar toda interpretacin de la historia desde datos astronmicos fijos, y al ret Iazar el principio de sucesin como contrario a la razn, renuncia t ambin a la cronologa habitual como hilo conductor analtico y tenido teolgicamente. Como si no tuviera que juzgarse la cronologa segn la historia sino, a la inversa, la historia segn la cronologa.61 El descubrimiento de un tiempo determinado slo por la histoi ia fue la obra de la filosofa de la historia de la poca mucho antes de que el historismo usara este conocimiento. El sustrato natural se I ue perdiendo y el progreso fue la primera categora en la que se aboli una determinacin del tiempo transnatural e inmanente a la historia. La filosofa, en tanto que transpona la historia al progreso, ile una f o r m a singular y concibindola como un todo unitario, priv inevitablemente de sentido a nuestro topos. Si la historia se convierte en la nica manifestacin de la educacin del gnero humano, en60. Voltaire: Art. Histoire, en Encycl. Lausanna y Berna 1781, 17, 555 sigs.: Histoire naturelle, improprement dite histoire, et qui est une partie essentielle de la physique. Adelung: (La expresin "historia") se usa en una comprensin muy impropia en las p a l a b r a s historia de la naturaleza, en Versuch eines vollst... Wrterbuches..., II, pg. 601. Para la historizacin del concepto de naturaleza vase la Allgemeine Naturgeschichte de Kant de 1755, y su advertencia histrico-lingstica en la Krit. d. Urteilskraft, prr. 82 (V 549). Adems Lorenz Oken: berden Wert der Naturgeschichte besonders fr die Bildung der Deutschen, Jena, 1810. Sobre la afirmacin de Marx de que la historia es la verdadera historia natural del hombre vase Karl Lwith: Vom sinn der Geschichte, in Sinn der Geschichte, Munich, 1961, pg. 43. 61. Kant: Anthropologie (1798), comp. de Weischedel, VI, pg. 503.

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ls terrenales, pero influyendo tambin en los hombres o incluso deici minndolos, del mismo modo tambin resuena desde el siglo XVII n el concepto poltico de revolucin un doble sentido: las revoluciones se realizan por encima de las cabezas de los participantes, pero .ida uno de los afectados queda prisionero de sus leyes, como por i iemplo Wallenstein. Sin duda, esta doble significacin resuena tambin en nuestro uso .iclual del lenguaje. Pero lo que diferencia el uso de aquella poca del nuestro es la conciencia de un retorno, como lo indica la slaba re en la palabra revolutio. En este sentido, al terminar la gran revolucin inglesa de 1640 a 1660, Hobbes describi los veinte aos pasados: I have seen in this rvolution a circular motion.5 Advirti un movimiento circular que haba conducido desde el monarca absolulo a travs del largo parlamento hasta el parlamento incompleto, de este a la dictadura de Cromwell y, de vuelta, a travs de formas oligrquicas intermedias, a la monarqua, restaurada bajo Carlos II. En consecuencia, uno de los vencedores, Clarendon, que an echaba la culpa a las estrellas de las convulsiones polticas pasadas, pudo celebrar la subversin como restauracin tras el retorno final de los I stuardo. Lo que hoy nos parece incomprensible a nosotros estuvo unido entonces. El trmino y la meta de los veinte aos de revoluciones fueron una restauracin. Y, de este modo, se aproximaron tanto los monrquicos y los republicanos que no podan reconocerlo: para ambos se trataba terminolgicamente de la restauracin del anliguo derecho, de un movimiento de retorno a la verdadera constilucin. La metfora natural de la revolucin poltica viva de la suposicin de que el tiempo histrico, por tener la misma cualidad eslar encerrado en s mismo, tambin era repetible siempre. Qued una cuestin siempre controvertida, pero secundaria, con respecto5. Thomas Hobbes: Behemoth or the Long Parliament, comp. por F. Tnnies, Londres, 1889, pg. 204.

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al movimiento circular acerca de en qu punto del movimiento de ida o de retorno de una revolutio habra de ubicarse la situacin constitucional actual o aquella a la que se pretende llegar. Todas las posiciones polticas quedaron superadas en un concepto transhistrico de revolucin. Para las sangrientas luchas y las pasiones ciegas que implicaron los conflictos en los siglos XVI y XVII eran usuales expresiones totalmente distintas. Al igual que en la Edad Media, en el siglo de las terribles contiendas confesionales en las que se devastaron sucesiva y simultneamente Francia, los Pases Bajos, Alemania e Inglaterra, se us una larga escala de definiciones. Se intensificaba desde el motn y la sublevacin, pasando por el levantamiento, la revuelta y la rebelin, hasta la divisin, la guerra interna y la guerra civil. Guerra civil, guerre civile y civil war fueron los conceptos centrales en los que se concentraron los sufrimientos y experiencias de las fanticas luchas de religin, ms an, con los que aqullos quedaron fijados jurdicamente. Todas estas expresiones, que se podran ampliar en una lista considerable, tenan en comn que procedan de una organizacin de la sociedad ordenada en Estados. Los modos o f o r m a s de gobierno podan ciertamente cambiar, pero la estructura social raramente se modificaba de f o r m a inmediata por una guerra civil, sino en la mayora de los casos por sus consecuencias a largo plazo. Las pretensiones de legalidad de una guerra civil, incluso de las confesionales, estaban contenidas en el derecho a la resistencia frente al Estado, como reivindicaron para s los Pases Bajos Unidos, por ejemplo. La antigua guerra civil sigui siendo una guerra entre ciudadanos cualificados del Estado, justamente u n a bellum civile, por mucho que se movilizaran las clases sociales bajas. Tambin la guerra de los campesinos en Alemania constituye u n a analoga de derecho civil de la guerra civil, que slo despus de 1789 se llam revolucin, y as pudo recuperarse para la filosofa de la historia. Y si en Alemania no calificamos la guerra de los Treinta Aos como guerra civil segn denominan nuestros pases vecinos a acontecimientos semejantes no es por otro motivo que porque se haba t r a n s f o r m a d o el carcter imperialista en el transcurso de los treinta aos que duraron las luchas. Lo que haba comenzado siendo una guerra civil entre los Estados protestantes del Imperio y el partido imperial concluy con la firma de la paz entre Estados territoriales casi soberanos. As, nuestra guerra civil religiosa puede interpretarse, ex post, como una guerra entre Estados.

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Afirmamos que ambas expresiones, guerra civil y revolucin, no coincidan pero tampoco se excluan mutuamente en la poca en torno al ao 1700. La guerra civil se refera a aquella sucesin de hei los sangrientos cuyas pretensiones de legalidad se derivaban de la iluacin de contienda, ya en extincin, de los pactos entre Estados 0 posiciones confesionales. Se trataba de pretensiones de legalidad i|ue se excluan recprocamente en la lucha concreta y que marcalian al enemigo correspondiente como un insurrecto contrario a las leyes. As, el Estado se convirti en el concepto contrario a guerra < ivil, destruyendo todas aquellas pretensiones de legalidad. El Estado, elevado simblicamente a persona en el barroco, impeda la belliim intestinum monopolizando para s el derecho al uso de la fuerza en las cuestiones internas y el de la guerra en las externas. La revolucin, en principio una expresin transhistrica natural, se aplic como una metfora consciente a acontecimientos a largo plazo o a sucesos polticos especialmente repentinos, a movimienlos subversivos. De este modo podan incluirse momentos de una )',uerra civil. As traduca un diccionario alemn de 1728 el extranje1 ismo: Revolucin, la subversin, alteracin o transcurso del tiempo, i ovolutio regni, alteracin o revuelta de un reino o pas cuando sufre, por ejemplo, un cambio extraordinario de rgimen y esencia poltica.6 Por cierto que el diccionario francs de la Academia de 1694 seala la rvolution planetaria como el significado propio y primario. Y el sentido de una revolucin se nutri siempre de este trasfondo. Apunta a prototipos de luchas de organizacin poltica que seguan siendo las dadas con anterioridad. Con la repetibilidad de las formas de organizacin, la revolucin poltica pudo concebirse tambin como repeticin. Los disturbios y levantamientos sociales fueron entendidos y reprimidos, por el contrario, como rebelin. No se dispona de ninguna palabra que describiera un cambio repentino en el que los propios subditos se convirtieran en seores (Hannah Arendt). I ,a emancipacin social como proceso revolucionario an quedaba ms all de la experiencia. Esto tendra que cambiar en el curso del siglo XVIII, con la poca de la Ilustracin. Los ilustrados eran ntimos amigos de la revolucin y el concepto se convirti en una palabra de moda. Todo lo que se consideraba y describa se conceba bajo el punto de vista del cambio y la sub6. S p e r a n d e r (es decir, Friedrich Gladow): A la Mode-Sprach der Teutschen oder compendieuses Hand-Lexicon..., Nremberg, 1728, pg. 595 sig.

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versin. La revolucin abarcaba costumbres, derecho, religin, economa, pases, Estados y continentes, incluso el planeta entero. Como dijo Louis Sbastien Mercier en 1772: Tout est rvolution dans ce monde.1 El concepto originario, natural y, como tal, transhistrico, ampli su significado parcialmente metafrico: inclua todas y cada una de las cosas. Desde su trasfondo natural, el movimiento entr en la actualidad de la vida cotidiana. Qued especialmente al descubierto el mbito de una historia genuinamente humana, al contaminarse totalmente con la revolucin. Lo polticamente notable de este nuevo concepto universal de movimiento consista en que se perfil [stillisiert] como concepto contrario al de guerra civil. A los pacifistas ilustrados las guerras civiles les parecan u n a parte de la herencia de los fanticos partidos religiosos, que quedara a b a n d o n a d a con el crecimiento de la civilizacin. En 1788 Wieland afirm: La situacin actual de Europa (se aproxima) a una revolucin benigna, una revolucin que no se podr efectuar mediante sublevaciones y guerras civiles salvajes... ni con la lucha perniciosa de la fuerza contra la fuerza.8 Este optimismo impresionante, del que participaban muchos de sus contemporneos, se nutra de una experiencia extraa que ha actuado como generadora de modelos. Se trata de la experiencia de la glorious rvolution de 1688 en Inglaterra. 9 All se consigui derrocar una dinasta odiada sin derramamiento de sangre, para instaurar una f o r m a de gobierno de las clases altas, de carcter parlamentario y con divisin de poderes. As, Voltaire constataba, admirado, que en Inglaterra haba tenido lugar una revolucin mientras en otros pases slo haban tenido pronunciamientos y sangrientas guerras civiles sin resultado alguno. En muchos aspectos, la guerra civil adquiere ahora el significado de un girar-sobre-s-mismo carente de sentido, comparado con el cual la revolucin puede fijar un nuevo horizonte.7. Louis Sbastian Mercier: L'An deux mie quatre cent quarante, Rve s'il en fut jamais, Londres, 1772, pg. 328. La cita tiene una de las alusiones ms agudas, que dice as: La plus heureuse de toutes (rvolutions) a eu son point de maturit, et nous en recueillons les fruits (en el ao 2440). En la nota hay una referencia al ao de aparicin del libro: A certains Etats il est une poque qui devient ncessaire; poque terrible, sanglante, mais signal de la libert. C'est de la guerre civile dont je parle. 8. Chr. M. Wieland: Das Geheimnis des Kosmopoliten-Ordens, comp. por la Preuss. Ak. d. Wiss., Berln, 1909 y sigs., vol. 15, p. 223. 9. Rolf Reichardt (op. cit. en nota 1) advierte de ciertas reservas frente al efecto de este modelo (pg. 326); diferencindose de esto, Bender: op. cit. en nota 1, pg. 107 sigs.

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Cuanto ms progresa la Ilustracin, tanto m s parece perderse l.i guerra civil en la reminiscencia histrica. La Enciclopedia trata l.i guerra desde ocho apartados diferentes, y el concepto de guerre i ivile no aparece. Pareca que ya no eran posibles las guerras civiles. I II proporcin a esto se descubri la fuerza poltica del concepto de i evolucin y pudieron confluir en l todas aquellas esperanzas utp i c a s que hacen comprensible el mpetu de los aos posteriores a 1789. Se esperaba como en Inglaterra poder recoger los f r u t o s de una revolucin sin tener que exponerse al terror de una guerra > i vil. Y se tuvo que llegar al derramamiento de sangre para garantizar una salida feliz, segn parece tambin en el ejemplo del movimiento independentista americano. No faltaron, por cierto, advertencias y pronsticos que vaticinalon el espanto de una guerra civil tras la mscara de u n a radiante M-volucin. Leibniz f u e el primero que en 1704 indic con u n a claridad sorprendente, el carcter de la prxima rvolution gnrale en I u ropa; 10 Diderot proporcion el vaticinio ms exacto, que caractei i/.aba al f u t u r o Napolen como un producto dialctico del terror y la libertad; y Rousseau ya profetiz el siglo siguiente. Nos acercamos a un estado de crisis, escribi en 1762, y al siglo de las revoluciones. Si-ra imposible prever las revoluciones caso por caso e igualmente imposible anticiparse a ellas. Con seguridad, las monarquas europeas seran barridas, pero nadie saba lo que vendra despus. Eso mismo preguntaba Diderot: Cual ser el resultado de la prxima revolucin? No se sabe.u Con tales preguntas, formuladas por las cabezas ms ingeniosas de la Ilustracin y a las que an hoy no nos es posible responder, se abre un nuevo horizonte de esperanza. Obviamente, la revolucin ya no regresa, desde entonces, a situaciones o posibilidades pasadas; desde 1789 conduce a un f u t u r o tan desconocido que reconocerlo y lener autoridad sobre l se ha convertido en una tarea constante de la poltica... Le mot Rvolution a perdu son acception originelle, como afirmaba retrospectivamente Haurau. Desde entonces alimenta a un jond mobile de la science humaine,12

10. Leibniz: Nouveaux Essais sur l'Entendement Humain, libro 4, cap. 16, en Philosophische Schriften, comp. p o r H. H. Holz, vol. 3/2, Darmstadt, 1961, pg. 504. 11. Vase anteriormente, pg. 39. 12. Haurau: op. cit. en nota 2, pg. 846.

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2 Qu rasgos caracterizan el campo conceptual de la revolucin desde 1789? Estamos preguntando por algunas caractersticas comunes tal y como las encontramos a travs de testimonios de los contemporneos desde el comienzo de nuestra modernidad. 1. Hay que asegurar, como una novedad, que la revolucin se concentra en un singular colectivo desde 1789 como se sealaba ya en Mercier: en este m u n d o todo es revolucin. De forma parecida al concepto alemn de historia que como historia sin ms recoge las posibilidades de todas las historias individuales, la revolucin se coagula en un singular colectivo que parece reunir en s mismo los cursos de todas las revoluciones individuales. De este modo la revolucin se convierte en un concepto metahistrico, desprendindose completamente de su origen natural y tendiendo ahora a ordenar histricamente las experiencias revolucionarias correspondientes. Con otras palabras, la revolucin recibe un acento trascendental, y se convierte en principio regulador tanto para el conocimiento como para la accin de todos los hombres incluidos por ella. El proceso revolucionario y la conciencia de la revolucin, afectada por aqul y que vuelve a actuar sobre l, se corresponden desde entonces de forma inseparable. Todos los dems signos distintivos del concepto moderno de revolucin se nutren de este significado de trasfondo metahistrico. 2 Hay que mencionar adems, sin que pase desapercibida, la experiencia de la aceleracin. Cuando Robespierre jur a sus conciudadanos que acelerara la revolucin para conseguir as la libertad, puede considerarse que detrs de eso an haba una secularizacin inconsciente de las expectativas de salvacin en el final de los tiempos. Desde Lactancio hasta Lutero y Bengel, el acortamiento del tiempo sirvi como signo de la destruccin venidera del tiempo histrico. Pero los tempi de los tiempos histricos se modifican, de hecho, desde su provocacin, y hoy la aceleracin pertenece a la experiencia cotidiana gracias a la explosin demogrfica y al poder tcnico disponible, as como a causa de la acumulacin de cambios de rgimen. Igualmente, se abandon desde entonces el horizonte natural de la historia y la experiencia de la aceleracin reclam nuevas perspectivas que impregnaron el concepto de revolucin. En 1794, por ejemplo, Chateaubriand concibi un paralelismo entre las revoluciones antiguas y las nuevas para juzgar, del modo habitual, el f u t u r o por el pasado. Pero pronto tuvo que declarar que la

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Revolucin francesa haba dejado atrs toda comparacin. As, Chaleaubriand public treinta aos despus su ensayo revisado y provisto de anotaciones en las que aventuraba pronsticos de organizacin progresista que ya no se nutran del paralelismo, es decir, de la repetibilidad de las revoluciones antiguas. 13 3. Desde 1789, todos los pronsticos se caracterizan por el hecho de contener un coeficiente de movimiento, que se entiende como < revolucionario, cualquiera que sea la procedencia de los pronsticos. Tambin el Estado cay bajo el mandamiento previo de la revolucin y as se comprende que, al germanizar el Diccionario de la Academia Francesa en el Berln ilustrado del 1800, se t r a d u j e r a el neologismo contrervolutionnaire como enemigo del Estado. 14 As pues, quien respete al Estado tiene que ser revolucionario como predefini la izquierda hegeliana. La cuestin no era si el Estado corporativo poda fomentar o impedir la revolucin. La alternativa significaba ms bien transformacin del Estado clasista por un camino pacfico o sangriento, como expresaron Struensee o Kant: revolucin desde arriba o desde abajo. Con respecto a la tendencia revolucionaria una vez desencadenada, desde entonces converge a l techos el concepto de reforma con el de revolucin, una convergencia que sera con frecuencia agotadora en la polmica poltica, pero cuyo ncleo objetivo estaba contenido en presin general hacia la planificacin social del futuro. 4. Con una perspectiva de futuro que cambiaba permanentemente, se modific tambin desde entonces la orientacin de la mirada hacia el pasado. Se abri, y hay que nombrarlo en cuarto lugar, un nuevo espacio de experiencia con puntos de fuga perspectivistas, que remitan a las diferentes fases de la pasada revolucin de 1789. Segn el inters y la situacin se podan identificar con u n a u otra etapa de la ltima revolucin, para extraer desde ah consecuencias para el futuro. Desde entonces, para todos en general, la revolucin se transformaba en un concepto perspectivista de carcter filosficohistrico, que indicaba una direccin sin retorno. Tan slo se discuta sobre un antes o despus, sobre un retardamiento o aceleracin, la direccin del movimiento pareca ya dada desde entonces. La revolucin cojea, se burlaba Rivarol, la derecha marcha siempre por la izquierda, pero la izquierda no lo hace nunca por la derecha. Con13. Vase pg. 64. 14. Dict. de l'Acad. Frang, nouv. d. enrichie de la traduction allemande des mots par S. H. Catel, Berln, 1800, suplem. al vol. 1, pg. 411.

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esto se marc una torsin con la que, desde entonces, todos los acontecimientos polticos pudieron hacerse extraos desde el punto de vista filosfico-histrico. Pero, tambin detrs de esos viraje que transportan desde lo espacial al tiempo, se advierte una experiencia incontestable. Las perspectivas filosfico-histricas implican, como los pronsticos, u n a tendencia que no tiene vuelta atrs y que abarca al mismo tiempo todas los campos. De ah que desde el siglo XIX la contaminacin que se realiza una y otra vez entre revolucin y evolucin no sea slo una negligencia lingstica o una acomodacin poltica; la posibilidad de intercambiar en ocasiones ambos conceptos apunta a desplazamientos estructurales en el conjunto del tejido social, que slo provocan diferentes respuestas polticas. En un empleo antittico, evolucin y revolucin se convierten en conceptos partidistas; su uso en el mismo sentido indica aquel proceso social emancipatorio que se propag universalmente y que f u e impulsado con la industrializacin. 5. Se trata del camino o del paso de la revolucin poltica a la revolucin social que distingue al concepto moderno de revolucin. Es obvio que toda agitacin poltica contiene momentos sociales. Pero la novedad es que la meta de una revolucin poltica sea la emancipacin social de todas las personas, la transformacin de la propia estructura social. En 1794, Wieland registr cuidadosamente an como extranjerismo el nuevo vocablo que se aplicaba a esto: el propsito de los jacobinos es hacer de la Revolucin francesa una rvolution sociale, es decir, una reversin de todos los Estados existentes.15 La inseguridad lingstica del momento no oculta la situacin de hecho. Desde que se declararon los derechos humanos, que abrieron un espacio de expectativa social, todos los programas se aprestan a una realizacin ms amplia en nombre de la libertad y/o de la igualdad. Babeuf fue el primero que vaticin, glorificndola rsticamente, que la Revolucin francesa no se acercara a su final hasta que no hiciera desaparecer la explotacin y el t r a b a j o de esclavos. De este modo se fijaba una meta que en el curso de la era del t r a b a j o industrial llegara a convertirse en un reto cada vez ms acentuado. Desde la revolucin de 1830 abundan las formulaciones de que la tendencia a la revolucin poltica conduce a la social basta recordar a Lorenz von Stein, Radowitz o Tocqueville. Y cuando el joven Marx acu15. En el mismo ao de 1794, Antoine l ; rani;ois Claude Ferrand public en Londres Considerations sur la Rvolution Sociale, pg. 262 sig.

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II la formulacin dualista de que una revolucin descompone la sociedad anterior en la medida en que es social. Una revolucin derriba el poder anterior en la medida en que es poltica,16 estaba formulando como principio universal algo que slo era posible pensar a partir de 1789. Poco despus, en 1832, Heine diferenci ms drsticamente los coeficientes temporales de ambos conceptos de revolucin: El escritor que quiera producir una revolucin siempre debe adelantarse a su tiempo en un siglo; por el contrario, el tribuno no debe distanciarse mucho de las masas," es decir, del presente que se vive i nmediatamente. Sigue siendo, de hecho, una cuestin clave de la historia moderna en qu medida coinciden o no una revolucin poltica y una social, y si dependen la una de la otra. La emancipacin de las antiguas colonias, casi finalizada polticamente, no escapa a la obligacin de ser continuada como proceso social para poder hacer efectiva la libertad poltica. 6 As, tocamos un sexto punto de vista, que se obtiene inmediatamente desde el paso de una revolucin poltica a una social. Si es que se han de tomar literalmente las explicaciones de las revoluciones americana, francesa o rusa, entonces no hay ninguna duda de que sus logros deben redundar en el provecho de todos los hombres. Con otras palabras: todas las acuaciones modernas de revolucin tienden espacialmente a una revolucin mundial y temporalmente a instalarse permanentemente hasta que se hayan alcanzado sus fines. Hoy ya podemos incluir en este grupo a la revolucin china. Segn se peda para la realizacin de los programas, su continuidad es el comn denominador conceptual. Robespierre lo a f i r m a b a ya patticamente: La moit de la rvolution du monde est dj faite; l'autre moit doit s'accomplir.18 Y aadi la metfora natural de que la razn del hombre se parece al globo en el que habita. Un hemisferio estara sumido en tinieblas, el otro brillara a la luz, con lo que se desautorizara a s mismo en una ruda adhesin a antiguas comparaciones naturales. Aunque de forma alternativa, una mitad de la Tierra permanece siempre envuelta en la oscuridad. El concepto total de una revolucin mundial se Hel. Karl Marx: Kritische Randglossen..., Pars, 1844, MEW, vol. 1, pg. 409. 17. Heinrich Heine: Franzsisehe Zustnde (art. IX, 16 de junio de 1832), Samtl. Schr. en 12 vols., bajo la direccin de Klaus Briegleb, Munich, 1976, vol.5, pg. 215. 18. Robespierre: Discurso el 18 de Floral (17 de mayo de 1794), en Les Oraleurs de la Rev. Frang., bajo la direc. de R. Garaudy, Pars, 1940, pg. 77.

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va a cabo del mismo modo; tanto es as que tambin los polticos desde Napolen persiguieron la meta de finalizar la revolucin. Desde la fundacin de las distintas Internacionales el concepto de revolucin mundial lleg a los programas de accin poltica inmediata. Si la Tierra entera ha de revolucionarse, se deriva obligatoriamente que la revolucin debe d u r a r en tanto esta meta no se haya conseguido. Despus de la cada de Napolen se estableci ya la suposicin de que la revolucin no haba acabado en modo alguno con la Restauracin como se pensaba antes sino que entraba en una nueva fase. Bonaparte no es nada, escribi en 1815 el consejero de gobierno Koppe, no ha sido otra cosa sino la revolucin personificada en uno de sus estadios. (Tras su cada) podra haber finalizado un estadio de la revolucin, pero de n