reescrituras del aborto. valeria flores
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Reescrituras del aborto
“La práctica activa de la deslealtad tiene su precio así como sus recompensas”Chandra Talpade Mohanty 1
“Toda obra con una nueva forma funciona como una máquina de guerra, pues su intención y su objetivo son destruir las viejas formas y las reglas convencionales. Una obra así se produce siempre en territorio hostil”
Monique Wittig2
Tal vez este año asistamos a la posibilidad de que se discutan en el Congreso los proyectos de
legalización del aborto en Argentina. Aunque si no se (re)activa una enérgica movilización en
las calles por esta demanda, en el recinto es muy probable que dicha oportunidad se diluya.
Sin embargo, este escrito no pretende ser una anticipación de los devenires decisionales del
parlamento, en todo caso borronea una sucinta reflexión sobre una estrategia discursiva y
política diferencial más que interesante, por los desplazamientos de las argumentaciones más
convencionales en la lucha por el derecho al aborto, puesta en marcha hace más de un año
por el grupo Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto (LyF)3, a partir de la
implementación de la línea “Aborto: más información, menos riesgos”4.
Cuando me remito a la convencionalidad argumentativa pretendo señalar aquellas
construcciones discursivas y políticas que tanto desde el ámbito académico como desde el
activismo feminista, se fueron instalando como los “apropiados” en defensa del derecho al
aborto. Argumentos que, trabajosamente -debido al poder de la Iglesia y los sectores más
conservadores-, ocuparon el escenario del debate y devinieron un guión convencional para
movilizar este reclamo. Sin embargo, la estrategia política de LyF5 ha complejizado y re-
elaborado esos argumentos en la intersección de las teorías y políticas feministas queer
descoloniales, LGTTBI, el modelo de reducción de daños en el consumo de drogas, el acceso a
las biotecnologías y los biocódigos de género, y las políticas de acción directa. Me interesa
destacar algunos de ellos, dado que inspiran nuevas escrituras corporales.
La re-apropiación de las tecnologías biomédicas como es el misoprostol, descolonizando su
uso y prescripción bajo los criterios exclusivos de la corporación médica y farmacéutica.
En el actual contexto de un capitalismo fármaco-pornográfico, a decir de Beatriz Preciado,
donde hay una influencia cada vez más decisiva de la industria farmacéutica en la regulación
1 “Bajo los ojos de occidente: Feminismo Académico y Discursos Coloniales”, en Descolonizando el Feminismo: Teorías y Prácticas desde los Márgenes. Liliana Suárez Navaz y Rosalva Aída Hernández Castillo (editoras)2 “El caballo de Troya”, en El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Ed. Egales, 2005. Pág. 963 Sin desalentar el lobby parlamentario, las alianzas políticas con organizaciones sociales, feministas y de profesionales. 4 Número de la Línea: 011-156-664- 7070 5 Ver documentos en http://informacionaborto.blogspot.com ; http://abortomidecision.wordpress.com ; http://abortoconpastillas.info
de los cuerpos, activando nuevos procesos de medicalización de la sexualidad y la
reproducción, resulta un potente acto de resistencia el colocar la información del uso de una
droga para abortar de modo seguro en manos de las mujeres. Pensemos en la píldora
anticonceptiva, desarrollada por la industria farmacéutica y reabsorbida en el anonimato
cotidiano del espacio doméstico, que operó más como producción y control molecular del
género que como gestión de la reproducción6, convirtiéndose esta técnica hormonal en una
prótesis feminizante. ¿Por qué no considerar, entonces, el misoprostol como una prótesis
desfeminizante y desmaternizante?
El agenciamiento de las propias mujeres y su decisión, al postular el aborto como una práctica
doméstica en condiciones seguras a partir del uso del misoprostrol, en un clima de
criminalización social y jurídica.
La disponibilidad de información cierta y certera sobre el uso de misoprostol, hace de este
método la opción más accesible, desde el punto de vista económico (es más barato), social
(se lo puede hacer en la casa) y de salud (es seguro), para que las mujeres aborten en un
contexto de clandestinidad. Esto tiene efectos altamente beneficiosos, especialmente, para la
vida de las mujeres pobres. Son las propias mujeres quienes llaman a la Línea y quienes
toman la decisión de abortar. En este mismo sentido, se postula la desjerarquización de la
práctica del aborto en el plano de las decisiones acerca del propio cuerpo. No aparece como
la última opción ante las fallas de otras instancias, sino como un método más en la regulación
de la vida reproductiva.
La promoción de la desmedicalización del cuerpo de las mujeres al propiciar el ejercicio de la
autonomía, con información segura a partir de un medicamento disponible en el mercado y
recomendado por organizaciones médicas.
La medicina fue desde la modernidad -y sigue siendo- un dispositivo de construcción de la
diferencia sexual (al producir cuerpos bajo el ideal binario de la anatomía humana) y de
regulación de la sexualidad desde una perspectiva heterosexual. Así, la medicalización fue
una estrategia biopolítica de control y disciplinamiento de los cuerpos, cuyos efectos fueron,
entre otros: la pérdida de autonomía, la dependencia de los medicamentos y del modelo
hospitalario, la invención constante de nuevas patologías. El monopolio del conocimiento
acerca del propio cuerpo que se arroga la medicina se ve cuestionado a partir de la estrategia
de la Línea. 6 “La invención de la píldora como nanotécnica de modificación hormonal doméstica, portable y comestible, es contemporánea de la invención de la noción de género, de la fabricación de la bomba atómica, de los primeros transplantes de siliconas, de las primeras prótesis electrificadas, del ordenador, de la fórmica y de las sillas en contrachapado”. Beatriz Preciado, Testo Yonqui. Pág. 129 (Ed. Espasa, España. 2008)
La descriminalización del aborto no sólo se dirige a la despenalización de la práctica sino
también a desmantelar la atmósfera de culpabilización de las mujeres.
La reiterada afirmación -casi axiomática- “Ninguna mujer quiere abortar, pero…”, que muchas
veces hemos escuchado en charlas y seminarios a favor del derecho al aborto, ha ido
normando cómo debe pensar y sentir una mujer ante esta posibilidad, totalizando las
narrativas acerca de esta experiencia. El deseo de abortar, de este modo, se vuelve interdicto;
una narrativa vedada para componer una vivencia subjetiva del aborto como experiencia que
no esté articulada por el malestar, la culpa o el sufrimiento, en tanto organizadores
obligatorios del sentido. Y aquí me pregunto, ¿qué efectos políticos provoca inscribir el
llamado “trauma postaborto” como una prótesis de la heteronormatividad y la maternidad
compulsiva?
La descriminalización supone un cortocircuito en el dispositivo jurídico y mediático que
penaliza prácticas e identidades, en virtud de los cuales abogados, jueces, policías y medios
de comunicación disponen de nuestros cuerpos. ¿No es la penalización del aborto uno de los
modos represivos de la institución de la heteronormatividad sostenida por el Estado?
Tanto la descriminalización como la desmedicalización como procesos de des-sujeción del
cuerpo de los criterios normativos de los dispositivos disciplinarios, encuentran resonancias,
además, con otras luchas sobre la soberanía corporal como es la lucha contra la
patologización de las identidades trans, que batalla contra los procesos médicos y jurídicos de
normalización genérica. A su vez, también hay ecos en la lucha por la despenalización del
consumo de marihuana (tema silenciado en el activismo feminista, no así en el ejercicio de la
cotidianeidad), que cuestionan las figuras estigmatizadoras y desvalorizadoras del
consumidor/a como “delincuente” o “fármacodependiente”, denunciando la hegemonía del
modelo biomédico en la inscripción social de las experiencias de las sensaciones y placeres.
La estrategia de LyF busca el desandamiaje del sistema heteronomativo patriarcal racializado.
Por eso, el término “lesbiana” que encabeza la identificación del grupo no es meramente una
descripción identitaria de su composición, sino que la crítica a la heteronormatividad permea
toda la estrategia política. Lesbiana sigue produciendo picor en la lengua y escozor en la
escucha. Lesbiana no es aquí la mano de obra silenciada en la lucha por el derecho al aborto
de un feminismo heterocentrado, lesbiana opera aquí como la incisión visible e irreverente en
un discurso que suele ser articulado desde una perspectiva heterosexual.
Estamos ante reescrituras de las experiencias del aborto que tallan otras narrativas, más
cercanas al (des)orden celebratorio de los cuerpos, que implosionan las perspectivas
victimizantes al dejar de fiscalizar los sentimientos apropiados en relación a una práctica
común. Reescrituras del cuerpo y el deseo con menos sangre y más voces. La consigna “Yo
aborté”, que sacó del armario la experiencia ignominiosa y estigmatizante del aborto, se
reescribe, de este modo, en tiempo presente, en un plural de contornos racializados, en un
desafío al libreto argumental y testimonial codificado, en un continuum de prácticas gestadas
en/contra/por la prohibición de la autonomía corporal.
valeria flores
setiembre del 2010
http://escritoshereticos.blogspot.com