redalyc. invención y olvido historiográfico del estilo neocolonial

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Palapa Universidad de Colima [email protected] ISSN (Versión impresa): 1870-7483 MÉXICO 2007 Johanna lozoya Meckes INVENCIÓN Y OLVIDO HISTORIOGRÁFICO DEL ESTILO NEOCOLONIAL MEXICANO: REFLEXIONES SOBRE NARRATIVAS ARQUITECTÓNICAS CONTEMPORÁNEAS Palapa, enero-junio, año/vol. 2, número 001 Universidad de Colima Colima, México pp. 15-24 Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal Universidad Autónoma del Estado de México http://redalyc.uaemex.mx

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Page 1: Redalyc. Invención y olvido historiográfico del estilo neocolonial

PalapaUniversidad de [email protected] ISSN (Versión impresa): 1870-7483MÉXICO

2007 Johanna lozoya Meckes

INVENCIÓN Y OLVIDO HISTORIOGRÁFICO DEL ESTILO NEOCOLONIAL MEXICANO: REFLEXIONES SOBRE NARRATIVAS ARQUITECTÓNICAS

CONTEMPORÁNEAS Palapa, enero-junio, año/vol. 2, número 001

Universidad de Colima Colima, México

pp. 15-24

Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal

Universidad Autónoma del Estado de México

http://redalyc.uaemex.mx

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Revista de Investigación Científica en ArquitecturaJournal of Scientific Research in Architecture

INVESTIGACIÓN || RESEARCH

Invención y olvido historiográfico del estilo neocolonial mexicano: reflexiones sobre narrativas arquitectónicas contemporáneas

Historiographic invention and oblivion of mexican neocolonial style: reflections on contemporary architectural narratives

Johanna lozoya Meckes1

recibido: 07/05 /07 || dictaminado: 17/05/07, 21/05/07.

1 [email protected] Centro de Investigaciones y Estudios de Posgrado, Facultad de

Arquitectura, unam, Edificio Biblioteca Luis Unikel, Circuito Inte-rior s/n, Ciudad Universitaria, Coyoacán, cp 04510, México, df.

Resumen

este texto, estructurado a partir del problema historio-gráfico, desea señalar el papel relevante que ha tenido la ar-quitectura escrita a lo largo del siglo pasado en la censura y destrucción de los imaginarios de la arquitectura del estilo neocolonial mexicano. esta forma identitaria nacionalista moderna de corte hispánico se desarrolló ampliamente en la ciudad capital y en la provincia urbana entre 1914 y 1934. Más allá de una rearticulación formal historicista, esta ar-quitectura fue la representación espacial de un proyecto de nación fundamentado a partir de un complejo imaginario hispanista posrevolucionario. a partir de los años treinta, la propuesta espacial, cultural y política del estilo neocolo-nial se abandona en la ciudad de México, perdurando unas décadas más en las capitales del centro-norte del país. sin embargo, para finales del siglo xx esta arquitectura escrita y edificada ha sido prácticamente eliminada del horizonte urbano capitalino, así como de la memoria arquitectónica nacional. A partir de una revisión historiográfica sobre la construcción del neocolonial en los relatos de fines del si-glo xx, este texto, que deriva de una investigación en curso, presenta una introducción sintética a los imaginarios es-tructurales de esta historiografía a partir de los cuales han sido sometidas la legitimidad, viabilidad y modernidad del estilo neocolonial.

Abstract

the following paper has being written from a historiograph-ical point of view. it deals with the role of written architec-ture in the (de)valuation of the architectural and cultural imaginaries of Mexican neocolonial style. this modern Mexican hispanic identitary form was developed extensive-ly during the 20´s in Mexico city and in the north-central cities of the country. such architecture was considered in its time, not a formal historical revival, but an identitary figure of Nation imagined through a complex Mexican pro-tohispanic posrevolutionary imaginary. during the 30´s this identitarty, political, cultural figure was abandoned in the capital city developing until the 40´s only in the provinces. nevertheless, at the end of the century the neocolonial style´s architecture and imaginary has being banned from the urban horizon and contemporary architectural narra-tives. this paper, related to a further more complex current research, points out briefly the basic cultural and ideologi-cal imaginaries that structure actual historiographic views on neocolonial style.

PALABRAS CLAVE | estilo neocolonial, historiografía de la ar-quitectura, arquitectura mexicana, imaginarios hispanistas, imaginarios identitarios. KEY WORDS | neocolonial style, historiography of architec-ture, mexican architecture, spanish imaginaries, identitary imaginaries.

Palapa | issn: 1870-7483 | Vol. 1i | Núm. 1 | pp. 15-24 | Enero-junio de 2007

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en la década de los veinte se desarrollaron, en la arquitec-tura de la ciudad de México,1 una pluralidad de imaginarios arquitectónicos hispanistas con una presencia fundamen-tal e irrepetible durante el siglo en la mirada social y urbana de esta ciudad y que en la época fueron denominados estilo neocolonial o renacimiento colonial.2 esta representación,

1 Enesteartículoel imaginariodelestiloneocolonial seejem-plifica a partir de la experiencia edificatoria capitalina, pero debe señalarse que esta arquitectura también se desarrolló, y con mejor futuro, en la provincia urbana. De hecho, mientras en losañostreintaesteestilodesaparececasiporcompletoenlametrópoli, en los años cuarenta es totalmente vigente en varias ciudades capitales de provincia. Sin embargo, el presente texto se interesa por la arquitectura escrita y no edificada del estilo neocolonial y en este sentido la mirada historiográfica centralis-ta, llamémosle capitalina, es fundamental. Los grandes relatos contemporáneos sobre esta particular forma espacial mexicana de corte hispánico se originan, principalmente, en y a partir del centro del país, y ha sido esta historiografía la que ha estable-cidolosparámetroscontemporáneosvalorativosycronológicossobre el estilo neocolonial. Sobre esto último debo aclarar que estahistoriografíaconsideralapervivenciadelestiloneocolonialhasta mediados de los años sesenta, argumentando, y creo que equivocadamente, una continuidad tipológica formal en los es-tilos californiano y/o polanco. Por el contrario, puntualizo que el estilo neocolonial se desarrolla en la década de los veinte, en realidad entre 1914 y 1934, en relación a la vigencia de una serie de imaginarios culturales e ideológicos mexicanos de corte his-pánicoquesearticularonenunproyectomuyconcretodenacióny a través del cual se definió, únicamente en este corto periodo, la orientación de la arquitectura mexicana moderna como la uni-ficación entre la enseñanza de la tradición (hispánica) y su evo-lución creativa bajo los parámetros del movimiento moderno.

2 La diversidad de este imaginario es notoria, y aunque denomi-nado bajo el único nombre de estilo neocolonial, que estricta-mente corresponde sólo a la forma de una modernidad barroca novohispana como una forma identitaria cultural vigente, in-cluyó también a las formas de lo español mexicano en sincronía con imaginarios nacionalistas de la España de Primo de Rivera, a los imaginarios de la Colonia española en México durante la década, y a una serie de miradas norteamericanas desarrolla-das por poetas, historiadores y fotógrafos del Este de Estados Unidos, que a partir de la incorporación de Cuba y Texas con-struyen entre finales del siglo xixyprincipiosdelxx, la imagen de la Norteamérica hispana. Véase: Johanna Lozoya, “Formas de lo español en las revistas mexicanas de arquitectura, 1920-1929”, en Agustín Sánchez y Tomás Pérez Vejo (coords.), Imaginarios mexicanos sobre España, iih Universidad Nicolaita de Michoacán y Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (2006, en prensa).

descrita como “un resurgimiento de la arquitectura neta-mente mejicana”,3 imaginó a través de las múltiples figuras de la raza española� en México una particular representa-ción nacionalista moderna en la vivienda de clase media y alta. Este tipo de edificación se desarrolló rápidamente a partir de la especulación inmobiliaria de los terrenos peri-féricos a la ciudad antigua, conformando en una década el horizonte de la nueva ciudad posrevolucionaria. práctica-mente, todo arquitecto que se consideró moderno, y que la historiografía del siglo le asumió como tal –carlos obregón santacilia, Juan segura, Manuel ortiz Monasterio, luis ba-rragán, Mario pani, carlos tarditi, bernardo calderón, entre otros– desarrolló en el periodo este imaginario.

sin embargo, a partir de la década de los treinta éste es devaluado por el mismo gremio de arquitectos, y para la mitad de siglo ha desaparecido casi por completo del horizonte urbano de la capital mexicana al punto que, en la actualidad, sólo se mantienen en pie unos cuantos ejem-plos en el paseo de la reforma y en las colonias roma y cuauhtémoc. en realidad, su otrora relevante presencia ur-bana se verifica fundamentalmente a través de imágenes en revistas, periódicos y archivos fotográficos. Paradójica-mente, a la pérdida material ha correspondido un singular abandono historiográfico.

en términos cuantitativos, la historiografía mexicana de la segunda mitad del siglo xx publicó, a lo menos hasta la década de los ochenta, más estudios sobre el funcionalis-mo mexicano desarrollado entre 1930 y 1960, una singular arquitectura racionalista con espíritu indigenista a partir de la cual se establecieron los parámetros históricos y teóricos de la modernidad mexicana,5 que de cualquier otro tipo de arquitectura nacional. entre el breve estudio dedicado al tema en La arquitectura contemporánea mexicana (1963), de israel katzman, y una publicación reciente, como la de ra-

3 José Cantú Corro, “Renacimiento de la Arquitectura Colonial”, enArquitectura. Publicación mensual, ilustrada, dedicada a la Ciencia y a las Bellas Artes, vol. 1, núms. 11-12, octubre-no-viembre de 1922, México, p. 31.

4 El concepto de “raza española” en el hispanismo del siglo xxtra-sciende una cuestión de sangre incorporando cultura, historia, tradiciones, religión y lenguaje como partes imprescindibles de lo que se considera “la patria espiritual”. Véase, sobre el tema: Ricardo Pérez Monfort, Hispanismo y falange. Los sueños imperiales de la derecha española, México, Fondo de Cultura Económica, 1992.

5 Véase: Johanna Lozoya, “La arquitectura como poder y el Es-tado como imagen: imaginarios modernos arquitectónicos en el totalitarismo mexicano, 1950-1970”, en Jean Claude Seguin y Phillipe Merlot, Image et Pouvoir, Université Lumière, Lyon, pp. 305-317.

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fael Fierro gossman, La gran corriente ornamental del siglo xx. Una revisión de la arquitectura neocolonial en la ciudad de México (1998), en cincuenta años no se reúne ni una dece-na de textos especializados sobre el tema. cabe indicar, por ejemplo, que entre 1980 y 1993, en un periodo de rescate historiográfico, de un total de 284 publicaciones mexicanas sobre historia de la arquitectura nacional, 25 por ciento co-rrespondió a publicaciones sobre la arquitectura colonial mientras que 1.5 por ciento a arquitectura neocolonial.6

sin embargo, lo verdaderamente relevante es el proble-ma cualitativo de este cuerpo historiográfico. En éste, las historias sobre el estilo neocolonial se caracterizan por una singular pobreza interpretativa y por un inmutable relato común. es decir, entre Caminos para una arquitectura mexi-cana (1952), de alberto t. arai, y La arquitectura de la Revo-lución Mexicana. Corrientes y estilos de la década de los veinte (1990), de enrique X. de anda, ambos textos de relevancia en la historiografía arquitectónica nacional, el estilo neoco-lonial se caracteriza, en mayor o menor medida, como una figura identitaria espacial única (una sola representación del hispanismo mexicano), una forma ornamental de for-mas novohispanas (barrocas y misionales), una represen-tación de los valores criollos o una arquitectura ecléctica historicista ligada con la política educativa vasconcelista y con el discurso cultural del ateneo mexicano. Formas arquitectónicas, se describe con recurrencia, cargadas de nostalgia por el pasado colonial.

esta caracterización, que hace especial hincapié en ma-nifestar un juicio histórico sobre la fidelidad identitaria de las élites conservadoras porfiristas y posrevolucionarias, se ha fundamentado en un imaginario nacional esencialista que se estructura a partir de cuatro ideas:

1) la arquitectura mexicana es una forma identitaria natu-ral mestiza formada por la fusión cultural entre la raza española y el espíritu indígena manifestado a través de la destreza técnica.

2) no obstante, la forma moderna de la “tradición” nacional es dual y se conforma por el imaginario hispánico de la élite blanca colonial y por el imaginario prehispánico del pueblo indio y mestizo tanto colonial como moderno.

3) a pesar de que la imagen de lo mestizo, tanto en el nacionalismo hispanista como en el indigenista, se ha construido a partir de un mismo sustrato mental y de

6 Los datos estadísticos se calcularon a partir de la bibliografía delCentrodeDocumentacióndeArquitecturaLatinoamericana(Cedodal). Véase: Ramón Gutiérrez y Patricia Méndez, Biblio-grafía de arquitectura y urbanismo iberoamericano 1980-1993, Cedodal-Instituto Español de Arquitectura, Universidad de Alcalá y Valladolid, Alcalá de Henares-Buenos Aires, 1996.

una misma forma primigenia en la cual el papel de la raza española es siempre culturalmente protagónico so-bre la raza indígena, esta historiografía posrevoluciona-ria se alinea con el nacionalismo indigenista.

4) este esencialismo indigenista se fundamenta en el mito de un heroico y perdido pasado prehispánico e imagina una mexicaneidad moderna como una forma a-histórica de la espiritualidad y técnica indígenas.

A partir de ello, este cuerpo historiográfico ha someti-do la legitimidad, viabilidad y modernidad de otras arqui-tecturas nacionales, entre ellas las arquitecturas llamadas “afrancesadas” y las hispanistas de las primeras décadas del siglo xx, a formas identitarias cíclicamente imaginadas como extranjeras o extranjerizantes y cuyas fronteras entre lo nuestro y lo otro son, a la fecha, sumamente inestables.

bajo estos parámetros ideológicos la visión de nación del estilo neocolonial que se fundamenta en una visión católica, anti-anglosajona (latinoamericanista/hispanista), mexicana (una forma de mestizaje hispánico) y moderna (tradición y progreso), tiene muy poca cabida histórica en los “verdaderos” imaginarios nacionales. “la mexicaniza-ción de México”, decía ya en 1923 carlos pellicer, “es de cor-te indigenista”.7 a partir de la consolidación en el estado, en los años cuarenta, del partido revolucionario institucio-nal, esta particular mexicanización será la figura identitaria oficial de la nación posrevolucionaria, de sus mitos y de sus relatos históricos, y esta historiografía no intentará discutir sino justificar, y de manera muy simplista, el abandono del estilo neocolonial, contraponiendo al indigenismo la cara hispanófoba de la compleja relación identitaria hispano-mexicana.

la tendencia neocolonial no tuvo la misma historia que la neoprehispánica, debido a la animadversión de la corriente liberal hacia nuestro pasado reciente y la hispanofobia pre-valeciente hasta finales del siglo xix. como consecuencia de estos sentimientos, pocos fueron los esfuerzos por conser-var, estudiar o copiar la arquitectura de la colonia.8

Esta justificación ha permitido una construcción his-toriográfica del estilo neocolonial en la que se articula la imagen del anti-México, concebida en la ideología del esta-do priísta, y la imagen de la premodernidad arquitectónica –modernismo y eclecticismos– desarrollada en el imagina-

7 Carlos Pellicer, “El pintor Diego Rivera”, en Azulejos. Revista mensual mexicana, México, agosto de 1923, pp. 20-23.

8 Ernesto Alva Martínez, “La búsqueda de una identidad”, en Fer-nando González Gortázar (coord.), La arquitectura mexicana del siglo xx, Conaculta, México, 1994, p. 59.

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rio ideológico del movimiento moderno y vigente durante todo el siglo xx.9 a partir de esta híbrida conformación, el estilo neocolonial se inventa, se imagina,10 como un proble-ma de estilo en sentido pevsneriano, es decir, de la imita-ción o reproducción de prototipos históricos reconocibles y no de estilo en el sentido culturalista de espíritu de época y que era el utilizado por los neocolonialistas, reduciendo al imaginario cultural del estilo neocolonial a un problema de estética formal, eliminando toda interpretación cultural sobre este fenómeno histórico:

los promotores del estilo neocolonial decidieron acudir a las bases estéticas del arte producido en los tres siglos de la colonia, debido en gran medida a dos consideraciones: la cultura del México de principio de siglo, es heredera del mestizaje producido en el país a partir de la conquista es-pañola en el siglo xvi... la otra circunstancia tiene que ver tanto con el desconocimiento casi total que en el México de la primera década se tenía respecto de la historia prehispá-nica, como en la hasta entonces escasa valoración de la ca-lidad artística de sus producciones escultóricas, pictóricas y arquitectónicas... los ideólogos del neocolonial del siglo xx, toman el modelo ornamental impuesto por el barroco, sobre todo aquel que se aplicó en la construcción religiosa y residencial de la nueva españa, circunstancia que puede ser fácilmente explicable toda vez que eran éstos los edifi-cios que en su mayoría integraban el actual centro históri-co de la ciudad de México, zona que a principios del siglo constituía el asiento de las actividades económicas, políti-cas y sociales de la capital de la república, además de haber sido el punto de la ciudad con más alta concentración de vivienda de las clases media y baja.11

Esta postura historiográfica es sostenida por unos cuan-tos enunciados apriorísticos que a lo largo del siglo xx no

9 Véase: Johanna Lozoya, “Los relatos de la arquitectura del siglo xx: el monopolio historiográfico de los imaginarios del Movimien-to Moderno”, en Johanna Lozoya y Tomás Pérez Vejo (coord.), Arquitectura escrita: ensayos sobre historiografía latinoameri-cana de arquitectura, México, unam (en prensa, 2006).

10 Utilizo a lo largo del texto el concepto “imaginario” o la acción de imaginar, como la formulación de una serie de imágenes men-tales a través de las cuales una colectividad reconoce y hace inteligible su realidad. En este sentido articulo la interpretación que Anderson presenta en los ochenta del concepto gellneriano: “inventar nación” (inventar identidad). Benedict Anderson, Co-munidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1993.

11 Enrique X. de Anda, La arquitectura de la Revolución. Corrientes y estilos de la década de los veinte, unam, México, 1990, pp. 55-56.

han sido sometidos a ningún tipo de revisión histórica, pero que a la fecha permiten establecer, bajo las condicio-nes ideológicas del pensamiento arquitectónico nacionalis-ta, la naturaleza censurable de este imaginario:

1) las formas neocoloniales, en tanto representación de una tradición arquitectónica nacional, es una fuente his-tórica de conocimiento de lo mexicano pero inadecuada para representar al México contemporáneo.

incluso los arquitectos y habitadores más refractarios al proceso revolucionador encontraban en la tradición colo-nial un acervo formal tan inexplorado como promisorio de novedosas creaciones espaciales […] Muy pronto se cayó en la cuenta de que, pese a su mucha mayor elasticidad, tampoco en esas formas encontraban acomodo las nuevas modalidades de la vida cotidiana o la especializada: las ins-talaciones, sistemas constructivos y terminados […] hacían evidente que el México del segundo cuarto del siglo xx ya no se identificaba con la forma de entender la habitación en tiempos de la colonia.12

2) es inadecuada, se insiste, por dos razones de índole “práctico”. las formas (neo) coloniales –que en reali-dad, han sido reducidas a un problema de ornamenta-ción y no de espacio– no se adaptan a las necesidades y la economía modernas. en el plano teórico esto las

12 Ramón Vargas Salguero, “El imperio de la razón”, en Fernando González Gortázar (coord.), La arquitectura mexicana del siglo xx, Conaculta, México, 1994, p. 91.

FIGURA 1|casa de la señora Josefa n., viuda de llorente, en calle de las ar-

tes núm. 5 (1922), ciudad de México, arquitecto Manuel ortiz Monasterio.

revista Arquitectura.

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convierte en formas no verdaderas, es decir, no acordes a través del material, estructura y forma con el espíritu de la época. a partir de esto se les incluye como forma ecléctica historicista en el cajón de sastre del art déco.

el neocolonial hizo sus últimos intentos para resolver esta necesidad, incluso sacrificando lo que conformaba, según los teóricos, dicho estilo. Una leve silueta del perfil del pretil de la azotea que recordara los remates coloniales, aunada a un rodapié de azulejo y piedra, combinado con tezontle artificial, fueron los resultados de la integración de lo mo-derno con este estilo.13

3) esta forma ecléctica no sincera, es decir, no esencial-mente moderna –y aquí se plantea una interpretación absolutamente singular sobre el papel de la historia en la conformación de los imaginarios del estado moder-no–, en la medida en que es una forma histórica, una representación de la “tradición”, tampoco es moderna. “querer ser moderno y al mismo tiempo representar una identidad nacional” es, para esta historiografía, una contradicción.1�

…todo parecía indicar [con respecto al estilo neocolonial] –y la experiencia inmediata parecía convertirlo en evidente–

13 Jorge Jiménez, “Las condiciones materiales de vivienda en la dé-cada de 1920”, en Fernando González Gortázar (coord.), La arqui-tectura mexicana del siglo xx, Conaculta, México, 1994, p. 121.

14 Celia E. Arredondo, “La modernidad en la arquitectura de Méxi-co. El caso de la Ciudad Universitaria”, en Edward R. Burian (ed.), Modernidad y arquitectura en México, Gustavo Gili, Méxi-co, 1998, p. 92.

que lo nacional y lo moderno eran aspectos recíprocamen-te excluyentes. lo nacional se había decantado a lo largo de siglos y mostrábase refractario a lo actual. lo moderno, por otro lado, parecía carecer de origen, de raigambre, de nacionalidad.15

FIGURA 3|casas de los señores alejandro quijano rueda y José luis rivero

quijano, en el paseo de la reforma números 186 y 188 (1922), ciudad de

México, arquitecto bernardo calderón y caso. revista Arquitectura.

sin embargo, este sinsentido, por decir lo menos, que no reconoce el papel de los imaginarios nacionalistas en la conformación del pensamiento teórico de las vanguar-dias racionalistas europeas de principios de siglo,16 y que, paradójicamente, es la fuente teórica primaria de esta his-toriografía, sí es utilizado como argumento para legitimar el racionalismo con espíritu indigenista.

15 Ramón Vargas, op. cit., p. 94.16 Elargumentodenacionalismovs.modernidadresultasumamen-

te interesante y constante, cuánto más que esta historiografía le considera filosóficamente posible. De hecho, un argumento utilizado para insistir en la viabilidad de la idea, es la represen-tación del mal a través del imaginario fascista: “Visto retrospec-tivamente, casi nadie discute hoy que los primeros historiadores delaarquitecturamodernasevieronmuyapremiadosadiferen-ciarelmovimientomodernodecualquierversiónhistoricistaonostálgica; durante la década de 1930, toda la cuestión de los ingredientes regionales o nacionales pasó a ser un tema tabú, debido posiblemente a la preponderancia que tenía lo tradicio-nalista en los programas fascistas y nazis”. William Curtis, “Lo general y lo local. Casa del arquitecto Enrique del Moral, 1948”, en Edward Burian (ed.), Modernidad y arquitectura en México, Gustavo Gili, México, 1998, p. 119.

FIGURA 2|casa habitación en el paseo de la reforma, ciudad de México

(años veinte). Fototeca nacional del inah, Fondo casasola.

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contrariamente a lo que había supuesto Mariscal en su tiempo, las sencillas formas precolombinas tenían más po-sibilidad de ser utilizadas en la arquitectura moderna, que las complejas novohispanas… debe hacerse notar que se imitan las formas antiguas visualmente, pero no la función que aquéllas tuvieron.17

4) en la medida en que este sinsentido devalúa el imagi-nario cultural del estilo neocolonial y le transforma en formas ornamentales eclécticas, historicistas y no mo-dernas, le introduce al terreno de lo moralmente repro-bable. Este es un terreno historiográfico pantanoso en el cual se encuentran sumergidos los imaginarios ligados con la academia de bellas artes, es decir, la arquitectura afrancesada, las arquitectura (neo) clásica y la arquitec-tura academista novohispana del siglo xviii.

el primer gobierno posrevolucionario no disponía de un programa cultural claro que apoyase las innovaciones, sino que seguía dominado en buena medida por la sim-plista pero poderosa cultura del porfiriato… La arquitec-tura religiosa colonial, que para vasconcelos era la fuente de inspiración formal, no suponía una ruptura radical con la tradición. antes bien, era una continuación lógica de la práctica de la École des beaux arts, en cuanto tenía de ma-nipulación estilística de la arquitectura.18

5) a partir de esta censura moral estética sobre el acade-mismo, recae sobre el estilo neocolonial una censura moral sociocultural: si el academismo novohispano, en cuanto institución del estado borbónico, es representa-ción del imaginario colonialista, la academia de bellas Artes, como institución del Estado porfirista, ignoran-do en gran medida que también lo fue de manera in-termitente del estado liberal reformista, representa en el mundo moderno los gustos, nostalgias y valores de la clase criolla durante este periodo y que pervive en la élite social económica del México posrevolucionario. en breve se imagina el estilo neocolonial a partir del “crio-llismo”, de la representación del anti-México.

la arquitectura “nacionalista” ha buscado siempre acercar-se a los grandes ejemplos, volverse grandilocuente y para-

17 Jorge Alberto Manrique, “El futuro radiante: la Ciudad Universi-taria”, en Fernando González Gortázar (coord.), La arquitectura mexicana del siglo xx, Conaculta, México, 1994, p. 199.

18 Antonio Toca, “Juan Segura. Los orígenes de la arquitectura mo-derna en México”, en Edward Burian (ed.), Modernidad y arqui-tectura en México, Gustavo Gili, México, 1998, p. 168.

digmática, husmear en catedrales y palacios: es, en cierto modo, una arquitectura de pretensiosos deseos de abolen-go. pero al lado de aquellos palacios y catedrales, igual en la edad Media que entre los mayas clásicos o en el Méxi-co de hoy, ha estado siempre la arquitectura espontánea y anónima, la arquitectura de la supervivencia.19

FIGURAS 4 y 5|casa de los Virreyes, Edificio Gaona, en av. Bucareli, ciudad de

México (1922), ángel torres torija. revista El Arquitecto.

Ahora bien, esta estructura interpretativa historiográfica se ha ejemplificado a partir de una selección muy concre-ta de edificaciones del estilo neocolonial y su inclusión en los textos como imágenes arquetípicas. en este sentido el Edificio Gaona de Ángel Torres Torija (1922), el Edificio Viz-caínas de Manuel ortiz Monasterio (1923), el pabellón de México en la exposición de río de Janeiro de carlos obre-gón santacilia (1922), el centro escolar benito Juárez del mismo arquitecto (1924), sin mencionar la serie de obras de restauración y reconfiguración del Zócalo citadino a lo largo de la década, resultan “adecuadas”.

19 Fernando González Cortazar, “Indagando las raíces”, op. cit., p. 254.

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sin embargo, esta historiografía ha ignorado ostensible-mente, a lo menos, dos fenómenos históricos fundamenta-les: ni toda la arquitectura del estilo neocolonial responde a un formalismo novohispano, ni toda la arquitectura de este imaginario representa a la clase social señalada. Muy brevemente, explicaré esta denuncia a partir de una imagen jamás utilizada en esta historiografía y que fue no sólo una imagen del estilo neocolonial promovida en las secciones de arquitectura moderna por revistas relevantes en la déca-da como El Arquitecto y Arquitectura, sino también una de las edificaciones más notorias en el Paseo de la Reforma y que actualmente ha desaparecido.

sometamos a la casa de carlos gonzález de cosío (1926), de Manuel ortiz Monasterio, a dos interpretacio-nes generales arquetípicas sobre el estilo neocolonial: en Modernidad y arquitectura en México (1998) antonio Mén-dez vigatá caracteriza al imaginario del estilo neocolonial a través del problema del criollismo:

dado que se trataba de un movimiento [el neocolonial] cuya idea fundamental era recuperar los valores criollos a tra-vés de nuestra “sangre e idioma”, existía muy poco interés por la arquitectura realizada fuera de latinoamérica. esto se torna evidente al analizar los periódicos y revistas de la época, en los cuales uno de los pocos edificios “modernos” en ser examinados fue la iglesia de notre-dame en raincy de auguste perret, a través de un artículo de Federico Ma-riscal publicado en el diario Excélsior del día 20 de abril de 1924 y titulado “cómo deben ser nuestras iglesias”.20

en este sentido, la casa gonzález de cosío, a pesar de desarrollar un imaginario montañés ibérico moderno y no uno barroco novohispano, representa “valores criollos” y no, por ejemplo, un imaginario de la colonia española en México durante los veinte.21 ahora bien, resulta interesan-te que los “valores criollos” que identifica Méndez Vigatá sean los imaginados por el arquitecto Federico Mariscal, efectivamente uno de los más importantes promotores de dicho estilo, quien, ante el asombro del historiador, iden-tifica como forma moderna el Notre Dame de Raincy, una forma neogótica abstracta edificada en concreto en 1922.22

20 Antonio Méndez-Vigatá, “Política y lenguaje arquitectónico. Los regímenes posrevolucionarios en México y su influencia en la ar-quitectura pública 1920-1952”, en Edward Burian (ed.), Moderni-dad y arquitectura en México, Gustavo Gili, México, 1998, p. 67.

21 Véase: Johanna Lozoya, “Formas de lo español en las revistas mexicanas de arquitectura (1920-1929)”, op. cit. (en prensa).

22 Cabe señalar que es inexacta la afirmación de que existía poco interés por la arquitectura desarrollada fuera de Latinoamérica. De hecho, si se analizan la sección dominical “Arquitectura” de

notre dame de raincy reúne dos formas identitarias que en suma son la representación de un nacionalismo católico. esta fórmula identitaria era considerada en los imaginarios hispanistas mexicanos sobre la raza española a través de una original construcción americana: cristianis-mo-hidalguía-progreso. “es un deber sagrado y patriótico”, escribe en Arquitectura (1922) José Cantú, “identificarnos los que hemos nacido bajo este espléndido cielo con los que allende los mares alientan el mismo espíritu hidalgo, caballeresco y progresista”. el reconocimiento por parte de los arquitectos del estilo neocolonial de características pro-gresistas de la raza española conduce a esta generación al rescate de la primera modernidad ligada con la raza espa-ñola: la barroca, la modernidad contrarreformista. en bre-ve, una identidad católica que hace frente a la modernidad protestante, ambas en un contexto moderno.

bajo la perspectiva hispanista –la raza española, una eterna vanguardista– los espacios novohispanos, el neco-lonial y el Movimiento Moderno hispánico o iberoameri-cano en el imaginario del estilo neocolonial se consideran por igual expresiones progresistas (incluso revolucionarias en cuanto al ámbito estético tecnológico). Justamente, es

los periódicos El Universal y Excélsior, y la sección de “Con-strucciones modernas” de la revista El Arquitecto o “Revistas Extranjeras” de Arquitectura, por dar un par de ejemplos de vehículos difusores del estilo neocolonial, a la par de artículos sobre la arquitectura latinoamericana se encuentran textos so-bre la nueva arquitectura alemana y norteamericana. Véase: Jo-hanna Lozoya, “Formas de lo español en las revistas mexicanas de arquitectura, 1920-1929”, op. cit. (2006, en prensa).

FIGURA 6|casa del señor carlos gonzález de cosío, en paseo de la reforma

número 234, ciudad de México (1926), arquitecto Manuel ortiz Monaste-

rio. Fototeca nacional del inah, Fondo casasola.

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Federico Mariscal, en una conferencia en 1924 a propósito de la presentación del anteproyecto para el sanatorio de la Beneficencia Española, un proyecto de diseño racionalista creado por los arquitectos madrileños José arnal y rosas, Francisco reixa y Manuel sánchez arcas, que en esas fe-chas estaba participando también en la construcción de la primera fase de la ciudad universitaria de Madrid, quien enaltece el racionalismo iberoamericano.

ahora después de un siglo de independientes vuelve la Ma-dre patria a acordarse de su hija predilecta y, por conducto de la colonia española de México, con la obra arquitectóni-ca del sanatorio español, nos envía el más noble legado de cultura moderna.23

ahora bien, ¿qué relación puede darse entre el naciona-lismo católico del neogótico moderno y el nacionalismo del estilo neocolonial? existe, a la fecha, un ejemplo mexicano singular de la compatibilidad entre el neogótico y el neoco-lonial como propuestas de una modernidad nacional cató-lica, y éste es la capilla del panteón inglés en la ciudad de México. a decir de ernesto alva Martínez, esta capilla cons-truida entre 1908 y 1909 –en donde se guardaron los restos de los soldados irlandeses del batallón de san patricio– fue la primera obra neocolonial “con una intención deliberada de serlo”.2� esta intención, puntualiza con perplejidad, está “compuesta quizás de una mezcla de respeto a la morfolo-gía más característica de la ciudad y de nostalgia romántica por lo que se calificaba entonces de nuestra edad media, el virreinato”. es decir, el que la colonia británica en México representase su morada última con un imaginario hispa-nista y no con uno anglosajón, situación lo menos peculiar, sobre todo si se considera en primera instancia la impor-tancia que había adquirido el revival neogótico como forma identitaria de las iglesias católicas en el ámbito anglosajón, no se considera una comunión de dos imaginarios moder-nos católicos, se ignora toda una teoría de modernidad que tiene, por ejemplo en pugin y Los verdaderos principios de la arquitectura ojival o cristiana, un antecedente cultural para el pensamiento estético racionalista católico en el siglo xx y se limita a considerarle que una elemental adopción de formas estilísticas.

en este sentido la casa gonzález de cosío, que fue lla-mada en su época un edificio de estilo neocolonial, ¿puede

23 “Conferencia sustentada por el arquitecto Federico Mariscal”, 1924, p. 24.

24 Ernesto de Alva es citado por Fausto Ramírez, “Vertientes nacio-nalistas en el modernismo” ponencia presentada en “El moder-nismo y el arte mexicano”, ix Coloquio de Historia del Arte, unam, México.

ser interpretada a partir de un esquema elemental sobre los “valores criollos”? ¿no se está ignorando toda una se-rie de imaginarios, incluso ajenos al imaginario criollo o al imaginario mexicano sobre españa, y que pueden estar vinculados más con imaginarios indianos del norte de la península, imágenes de la arquitectura montañesa, imagi-narios regionales o locales de los inmigrantes españoles en américa en la década, etcétera?

a su vez, el imaginario hispánico del neocolonial mexi-cano en México durante la década de los veinte no fue ex-clusivamente mexicano, ya que proviene a su vez de ima-ginarios sobre lo español y lo mexicano del romanticismo contemporáneo anglosajón de principios del siglo, que re-unió, a lo menos:

1) un revival de la imagen romántica de la españa exóti-ca exportada desde la península al mundo anglosajón a través de publicaciones periódicas durante el periodo de primo de rivera y reconocida, a su vez, en las publicacio-nes mexicanas de la época.

2) Un imaginario estadounidense de finales del siglo xix desarrollado por poetas, historiadores y fotógrafos nor-teamericanos que recorren los territorios de la américa hispana para reconocer la nueva fisonomía cultural del espíritu norteamericano.25

3) un imaginario estadounidense del sur de estados uni-dos de lo mexicano denominado en la época Spanish Style y que se inspira en los espacios misionales de la región y que será reconstruido en los sets cinematográ-ficos del recién creado Hollywood y en las villas vincula-das al imaginario de esta industria.

debido a la brevedad de este artículo, sólo puntualiza-ré una idea al respecto: la casa de gonzález de cosío fue edificada en la colonia Condesa, lindando la colonia Cuau-htémoc, un espacio urbano que en la época estaba siendo desarrollado por compañías inmobiliarias norteamericanas con capital norteamericano y nacional, que impulsaron en la década a partir de especulación inmobiliaria el desarrollo de las modernas colonias de la ciudad capital.26 un análisis

25 Estos viajeros, como Sylvester Baxter, Charles Dudley Warner, Frederic Edwin Church, Henry Greenwood, entre otros, eran poetas, novelistas, historiadores y fotógrafos vinculados a grupos intelectuales bostonianos como el surgido a partir del “Harper’s Magazine”. El Spanish-colonial Architecture in Mexico (1901) de S. Baxter es una de las fuentes obligadas para los colonialistas de los veinte, junto con El arte en México en la época antigua y durante el gobierno virreinal (1893), de Manuel G. Revilla, que también es utilizado por el propio Baxter.

26 Véase: Jorge Jiménez, La traza del poder. Historia de la política

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político económico sobre el desarrollo inmobiliario de la zona indica que hay capital proveniente de miembros de la colonia española en México, pero también lo hay de miem-bros de la colonia norteamericana. ambos mundos cultu-rales financian la construcción de arquitecturas de estilo neocolonial. el problema, por tanto, es mucho más com-plejo que lo que esta historiografía ha desarrollado.

queda entonces la pregunta: ¿utilizando estos argu-mentos podemos considerar que la historiografía mexica-na sobre el estilo neocolonial tiene un papel importante, quizás no en la destrucción, sino en la voluntad de no con-servar una imagen, una memoria? Mi apuesta es que sí, en la medida en que esta forma identitaria moderna de lo espa-ñol mexicano fue destruida a partir de la hegemonía de los imaginarios políticos y sociales del Movimiento Moderno que se integraron al imaginario espacial del estado mexi-cano. El cuerpo historiográfico que se desarrolla a partir de este fenómeno ha eliminado de sus relatos dos imagina-rios nacionales indeseables: los imaginarios “eclécticos” y los hispanistas. el hecho es que en la actualidad se carece de una revisión histórica e historiográfica crítica sobre los espacios neocoloniales, así como de un reconocimiento fí-sico e histórico sobre la presencia de esta arquitectura en la ciudad capital. la elaboración de proyectos integrales para el rescate de los reducidos ejemplos que aún están en pie, es una necesidad urgente.27

¿Cuál es el alcance del papel historiográfico? Ahondar sobre esto es asunto de otra historia que en estas breves páginas no se puede relatar. pero es una historia que debe preocupar y ocupar, puesto que si la arquitectura escrita ha tenido una responsabilidad en este abandono, justo es que a través de ésta y de una proyección patrimonial, se rescate, se rearticule y se le dé territorio a estas imágenes y a este imaginario identitario que es tan viable y tan legítimo como cualquiera que actualmente constituye el patrimonio cultural mexicano. la invención de una arquitectura censu-rable es la negación de un complejo problema cultural.

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27 Johanna Lozoya, “Claves historiográficas para el rescate de un olvido: la arquitectura neocolonial de la ciudad de México (déca-da de los veinte)”, Bitácora, México (en prensa, 2007).

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JOHANNA LOZOYA MECKES | doctora en arquitectura. inves-tigador titular c en el área teórico-histórica del centro de investigaciones y estudios de posgrado de la Facultad de arquitectura, unam, México. investigador nivel i en el sis-tema nacional de investigadores. línea de investigación: historiografía de la arquitectura. responsable del proyecto de investigación: “identidad e imaginarios culturales en la arquitectura hispanoamericana del siglo xx”.