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La fauna y la producción de trajes en Teopancazco / 43 Teopancazco Raúl Valadez Azúa, Bernardo Rodríguez Galicia y Gilberto Pérez Roldán LA FAUNA Y LA PRODUCCIÓN DE TRAJES EN TEOPANCAZCO Ubicado en el espacio urbano de Teotihuacan, Teopancazco permite conocer con detalle la forma en que se utilizó el recurso animal duran- te medio milenio, llevándonos a esquemas sorpresivos, pero propios de una entidad multiétnica como lo fue aquella majestuosa ciudad. En Teopancazco se identificaron 357 pie- zas de hueso trabajadas para elaborar he- rramientas, adornos y trajes, como los de los personajes del mural principal. Aquí pueden verse las placas de un caparazón de armadillo y una aguja de hueso. FOTOS: RAFAEL REYES / INAH Viajes a las costas, grandes banquetes, compañeros hasta el fin ía PARA REVISIÓN DEL AUTOR arqueología MEXICANA arqueología MEXICANA

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Page 1: Raúl Valadez Azúa, Bernardo Rodríguez Galicia y Gilberto ... · vienen de este espacio que no mide más de tres por tres metros!” Ante la pregunta de qué tan diversa es la fauna,

La fauna y la producción de trajes en Teopancazco / 43

Teopancazco

Raúl Valadez Azúa, Bernardo Rodríguez Galicia y Gilberto Pérez Roldán

LA FAUNA Y LA PRODUCCIÓN DE TRAJES

EN TEOPANCAZCO

Ubicado en el espacio urbano de Teotihuacan, Teopancazco permite

conocer con detalle la forma en que se utilizó el recurso animal duran-

te medio milenio, llevándonos a esquemas sorpresivos, pero propios

de una entidad multiétnica como lo fue aquella majestuosa ciudad.

En Teopancazco se identificaron 357 pie-zas de hueso trabajadas para elaborar he-rramientas, adornos y trajes, como los de los personajes del mural principal. Aquí pueden verse las placas de un caparazón de armadillo y una aguja de hueso. FOTOS: RAFAEL REYES / INAH

Viajes a las costas, grandes banquetes, compañeros hasta el fin

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Dosier Teopancazco

Es junio de 2001, junto con la arqueóloga Jo-hana Padró, observábamos los huesos de animales del cuarto denominado “C251A”, de Teopancazco, excavado por Linda R. Manza-nilla y su equipo. Bernardo Rodríguez co-

menta: “¡Vean la cantidad de huesos que hay, y todos vienen de este espacio que no mide más de tres por tres metros!” Ante la pregunta de qué tan diversa es la fauna, responde: “Hay de todo, perros, venados, tortugas, pero también hay huesos de aves muy chicas, de peces muy grandes que quizá son marinos, y ¡mira! La tenaza de un cangrejo marino”.

Se toma un minúsculo y largo hueso; sin duda era de un ave muy pequeña, quizá de canto; se piden los archi-vos del sitio y se busca una imagen, una pintura mural de Teopancazco.

Al verla con detalle todo va tomando sentido; un sacer-dote frente a un altar con un traje muy decorado: tocado de plumas; máscara de un carnívoro, quizá un cánido; mo-rral hecho con el caparazón de un armadillo; traje deco-rado con elementos marinos. “¡Miren, estamos viendo la fauna de un cuarto donde se elaboraban estos trajes!” Más tarde, Gilberto Pérez Roldán corrobora que se reconoció gran cantidad de herramientas de hueso, pero sobre todo agujas y alfileres. Estaba todo claro: ¡habíamos descubier-to una “sastrería” teotihuacana!

Éste fue, sin duda, el hallazgo arqueozoológico más sorpresivo durante los 18 años que duró la investigación, pero definitivamente no fue el único, de ahí que pueda decirse, con toda certeza, que el centro de barrio de Teo-pancazco ha sido el espacio teotihuacano más relevante en cuanto a la importancia del recurso animal para esta cultura.

FAUNA Y OBJETOS

En Teopancazco se reconocieron 357 piezas de hueso ma-nufacturado, entre herramientas, adornos y otros obje-tos. En la “sastrería” se localizaron agujas, alfileres, pun-zones, botones, incrustaciones, pendientes y cuentas, relacionados con la elaboración de trajes para las elites intermedias, como sacerdotes y patrocinadores de arte-sanos. Las herramientas óseas indican que hubo, además, otros oficios, como las plegaderas de papel amate, leznas y agujas para el trabajo de tocados de plumas, cinceles y objetos romos para desbastar la concha, pizarra y mica que eran cosidas a las vestimentas.

La fauna marina de Teopancazco es sorprendente; so-bresalen los restos de Lutjanus (huachinango), Ictalarus (bagre), Lile (sardina), Centropomus (robalo), sin duda el resultado de un intercambio que se gestaba entre los an-tiguos habitantes de la costa veracruzana y los teotihua-canos. Los animales eran pescados y salados, ahumados o secados al sol, antes de ser transportados. La especie más abundante del registro y en la que más énfasis se hizo en su procesamiento fue el pez bobo (Joturus pichardi), es-pecie en peligro de extinción, pero de gran influjo cultu-ral en la costa veracruzana desde tiempos antiguos. Vive en ríos de montaña, pero desova en las desembocaduras en noviembre. En el presente se asocia su arribo a las fies-tas del día de muertos, y antaño su llegada se relaciona-ba con el fin de la temporada de lluvia y el tiempo de co-secha. Por todo esto, el pez bobo fue un elemento importante de los banquetes y como ofrenda en ritos di-versos, todo lo cual vemos en Teopancazco.

La fauna de Teopancazco estudiada abarca desde ini-cios de nuestra era hasta el siglo vi. Se reconocieron cerca de 3 500 organismos vertebrados (junto con algunos can-grejos y erizos marinos) que fueron utilizados de diversas formas: mascotas, comida, adornos, pieles, animales de sa-crificio, amuletos, herramientas y más. Algunos eran fau-na habitual de los teotihuacanos: perros, guajolotes, vena-dos, conejos y liebres; otros eran conocidos, pero tratados con cautela: lobo, puma, aves de presa; y otros más eran desconocidos para casi cualquier habitante de la ciudad: venado, cabrito, cocodrilo, barracuda, robalo y mero.

La arqueofauna de Teopancazco corresponde a dos fa-ses. En la primera, desde sus orígenes hasta inicios del si-glo iv, la fauna aparece en contextos, diríamos, habitua-les: entierros, espacios domésticos, basureros. Y en la

segunda, del siglo iv al vi, surge la manufactura de trajes; muchos hallazgos significativos aparecieron bajo los pi-sos, entre el material que se acumulaba antes de las labo-res de reconstrucción para elevar el nivel de los nuevos pi-sos. Ese material, llamado “relleno”, era basura o sedimentos acarreados del campo, pero en Teopancazco se incluían materiales de valor simbólico, por ejemplo ca-bezas de perro, esqueletos de guajolotes, huesos de fauna tropical, quizá para dejar a los dioses mensajes u ofren-das, pero ocultos, para evitar su robo posterior.

HALLAZGOS RELACIONADOS CON LA FAUNA

Hallazgos relevantes en Teopancazco ligados a la fauna hay muchos; por ejemplo, a inicios del siglo iii se realizó un banquete ritual, el primero reconocido para Teotihua-can, y entre los restos se reconocieron codornices, patos, guajolotes, conejos, venados, huachinangos, sardinas, pe-ces bobo y otros más. Algunas décadas después se lleva-ron a cabo unos entierros, y parte de la ofrenda fue la piel de un cocodrilo que se reconoció por las placas (osteoder-mos) que forman parte de ella. A mediados del siglo iv tuvo lugar una ceremonia con gran cantidad de fuego. Se hizo una gran fosa y ahí se arrojaron animales, 69 de ellos reconocidos, incluso rescatados completos: conejos, ra-tones, tuzas, pumas, perros comunes y de patas cortas, híbridos de lobo y perro, mapache, coatí, comadreja, pe-carí, venado, patos, guajolotes, una calandria, cáscaras de huevo, tortugas diversas y peces bobo.

Los estudios de la fauna abarcaron hasta el fin de Teo-pancazco, de ahí la pregunta: ¿hay algún aporte de este aspecto en relación con la caída de Teotihuacan? La res-puesta es sí. La fase de abundancia abarca del 300 al

Estas agujas, objetos romos y cinceles fueron utilizados para coser telas y para fracturar y desbastar concha, mica y pizarra,

como lo indican sus huellas de uso. FOTOS: RAFAEL REYES / INAH

La estrecha relación entre la costa de Veracruz y Teotihuacan puede verse también en la gran cantidad de restos de fauna marina hallados en Teopancazco. De izquierda a derecha: mandíbula de barracuda,

diente de tiburón toro, pinza de cangrejo azul.FOTOS: RAFAEL REYES / INAH

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Dosier Teopancazco

550 d.C., y después decae, como si ya no hubiera recursos. Para ese momento se tiene un entierro antiguo que fue saqueado y los restos quedaron dispersos y en manos de perros que se apropiaron entonces del lugar, pues los hom-bres estaban protegiéndose de incendios provocados o preparándose para abandonar la ciudad, realizando si-multáneamente ritos de terminación, que incluían patas

de guajolotes, aparentemente una forma de lanzar un con-juro contra quienes pusieran pie en el lugar.

Siempre se da por hecho que el gran objetivo de la ar-queología es descubrir tesoros y sí, se busca un tesoro, pero de conocimiento sobre la cultura estudiada, tesoro que pudimos reconocer y extraer en Teopancazco, gra-cias a la increíble fauna presente.

Para leer más… Manzanilla, L. R., B. Rodríguez, G. Pérez y R. Valadez, “Arqueozoología y ma-

nufactura de vestimentas rituales en la antigua ciudad de Teotihuacan, Mé-xico”, Arqueología, núm. 17, Buenos Aires, 2011, pp. 221-246.

Manzanilla, Linda R. (ed.) y Raúl Valadez (coord.), El uso de los recursos natu-rales en un centro de barrio de Teotihuacan: Teopancazco, Dirección General de Asuntos del Personal Académico, Instituto de Investigaciones Antropoló-gicas, unam, México, 2017.

Valadez, Raúl (ed.), Entre alimentos y tradiciones en la Ciudad de los Dioses, Red de Ciencias Aplicadas a la Investigación y Conservación del Patrimonio Cul-tural, Instituto de Investigaciones Antropológicas, unam, México, 2017.

Raúl Valadez Azúa. Doctor en ciencias biológicas. Res-ponsable del Laboratorio de Paleozoología del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la unam.Bernardo Rodríguez Galicia. Biólogo y doctor en antro-pología, miembro del Laboratorio de Paleozoología del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la unam.Gilberto Pérez Roldán. Doctor en antropología. Profesor-investigador y responsable del Laboratorio de Arqueozoo-logía de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

La fauna marina de Teopancazco es sorprendente; sobresalen los restos de huachinango, bagre,

sardina, robalo, sin duda resultado de un intercambio que se gestaba entre los antiguos

habitantes de la costa veracruzana y los teotihuacanos. Los animales eran pescados y salados,

ahumados o secados al sol, antes de ser transportados

La gran diversidad de animales encontrados en Teopancazco, ya sea en sitios comunes como entierros, espacios do-mésticos o basureros, se relaciona también con los banquetes y ofrendas rituales realizados a partir del siglo iv. En este último contexto se encontraron una piel de cocodrilo (a), reconocida por sus osteodermos, y parte del esqueleto de un

pez bobo (b), cuyas vértebras se aplastaron cuando fue transportado. FOTOS: RAFAEL REYES / INAH

En el siglo iv, como parte de una importante ceremonia, se hizo una gran fosa a la cual se arrojaron muchos ani-males; este esqueleto parcial de perro (a) fue encontra-do en dicho lugar. Otros animales han sido ya plenamen-te identificados por los especialistas gracias a sus restos: un coyote (b), a partir de los fragmentos de cráneo, y un pípilo o polluelo de guajolote (c), descubierto como ofrenda en un relleno de construcción.FOTOS: RAFAEL REYES / INAH

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