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RAE 1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado para optar por el título de LICENCIADO EN FILOSOFÍA 2. TÍTULO: LA RELACIÓN LENGUAJE-MUNDO: UNA LIMITACIÓN DE LA FILOSOFÍA DEL ATOMISMO LÓGICO DE BERTRAND RUSSELL 3. AUTOR: Pedro José Carreño Medina 4. LUGAR: Bogotá, D.C. 5. FECHA: Enero de 2014 6. PALABRAS CLAVE: Atomismo Lógico, Holismo, Análisis, Conocimiento, pragmatismo, Referencia, Mundo, Lenguaje. 7. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: El trabajo de presente investigación está basado en los planteamientos del atomismo lógico de Bertrand Russell, el cual es comprendido por el filósofo inglés como como una “doctrina lógica” con un cierto “tipo de metafísica”. En esta condiciones, el objetivo general cuestionar algunos postulados que hacen de esa teoría una posición con posibles limitaciones en su pretensión de representar el mundo mediante el lenguaje. En ese sentido, la pregunta orientadora de este trabajo será: ¿Es el atomismo lógico una teoría que da cuenta cabal de la relación entre lenguaje y mundo? Para llegar una posible respuesta de este interrogante, se tuvo en cuenta la posición holística de la filosofía de W.O.Quine, la cual está orientada a comprender la relación lenguaje mundo de una forma dinámica y pragmática. 8. LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN: El trabajo no pertenece a ninguna línea de Investigación de la USB. 9. FUENTES CONSULTADAS: Ayer, A.J, “Lenguaje, verdad y lógica” Martínez Roca 1971. Ayer, A.J, “The Analytical Heritage” Macmillan 1971. Botero, J.J, “Presentación de W.V.O. Quine: EPISTEOLOGÍA, SEMÁNTICA, ONTOLOGÍA” Universidad Nacional de Colombia 2001. Duica, W, “Ciencia y Contenido Empírico” Universidad Nacional de Colombia 2001. Gibson, R, “The Cambridge Companion to Quine” Cambridge University 2006. Gómez, S, “Naturalismo pragmático e indeterminación en la traducción” Universidad Nacional de Colombia 2001. Griffin, N, “The Cambridge Companion to Bertrand Russell” Cambridge University 2003. Klement, K, Russell's Logical Atomism. The Stanford Encyclopedia of Philosophy. Recuperado 3 de octubre de 2013, en <http://plato.stanford.edu/archives/win2011/entries/logical-atomism/>. Quine, W.V, “Relatividad ontológica” Tecnos 1974. Quine, W.V, “Las raíces de la Referencia” Revista de Occidente 1977. Quine, W.V, “Del estímulo a la ciencia” Editorial Ariel, S.A 1998. Quine, W.V, “Palabra y objeto” Herder 2001. Quine, W.V, “Dos dogmas del empirismo. En: Desde un punto de vista lógico (pp. 61-91)” Paidos 2002. Russell, B, “Investigación sobre el significado y la verdad” Losada 1946. Russell, B, “Our knowledge of the external world” Allen 1949. Russell B, “Lógica y conocimiento” Taurus 1981. Russell, B, “Los problemas de la filosofía” Labor 1983. Stroll, A, “La filosofía analítica del siglo XX” Siglo Veintiuno de España Editores 2002. Tomasini, A, “Los atomismos lógicos de Russell y Wittgenstein” Universidad Autónoma de México 1994. 10. CONTENIDOS: La filosofía del atomismo lógico de Bertrand Russell tiene por objeto dar a conocer un tipo de lógica, que fue propuesta después de haber escrito el libro de los principia mathematica, donde se expuso la idea de que la matemática se reduce a sus aspectos lógicos. Al tener en cuenta esto, no sólo observó aspectos matemáticos, sino también filosóficos. Entonces, comenzó a reflexionar sobre la posibilidad de que la filosofía fuera fundamentalmente lógica, en este caso, se centró en estudiar las estructuras lógicas del lenguaje, el cual debe estar guiado por la claridad que la misma lógica le brinda. De aquí que se trate de hallar un lenguaje que escape de la vaguedad y de la ambigüedad, pues como el mismo Russell declara el lenguaje corriente está inmerso en una imprecisión, la cual se clarificará siguiendo los pasos de una lógica que defina y delimite la estructura de cómo debe ser el mundo, para que pueda ser pensado. 11. METODOLOGÍA: Es de carácter teórico-analítico, con base en el estudio de diferentes autores de la filosofía, entre ellos, Bertrand Russell para encontrar en la Filosofía del Atomismo Lógico posibles limitaciones. 12. CONCLUSIONES: el lenguaje social, corriente, pragmático, etc., es una posición que puede entrar en confrontación con el atomismo lógico de Bertrand Russell. Específicamente hay dos conceptos que pueden ser problemáticos: la referencia y el significado, los cuales, a mi modo de ver, no dan cuenta cabal a la relación lenguaje- mundo desde una filosofía lógica y atomista tal como la presenta Russell. Por ello, a partir de lo que se pudo ver en los planteamientos de Quine, se pudo comprender que el significado y la referencia se construyen no sólo desde un ámbito social y holístico, sino que también desde el pragmático. En contravía, la intensión de Russell de hallar sentidos unívocos y referencias rígidas, desvirtúan la relación dinámica y flexible en la relación entre el lenguaje y el mundo. Esta relación en la perspectiva russelliana es de carácter uno a uno, esto es, una proposición se corresponde con un hecho. Este carácter rígido de la relación entre lenguaje-mundo, no tiene en cuenta el marco de la vida humana, que trascurre en contextos sociales, y cuyo lenguaje se ve validado por su uso en medio de las diferentes conductas y sistemas lingüísticos que existen.

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RAE

1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado para optar por el título de LICENCIADO EN FILOSOFÍA

2. TÍTULO: LA RELACIÓN LENGUAJE-MUNDO: UNA LIMITACIÓN DE LA FILOSOFÍA DEL ATOMISMO LÓGICO DE BERTRAND

RUSSELL

3. AUTOR: Pedro José Carreño Medina

4. LUGAR: Bogotá, D.C.

5. FECHA: Enero de 2014

6. PALABRAS CLAVE: Atomismo Lógico, Holismo, Análisis, Conocimiento, pragmatismo, Referencia, Mundo, Lenguaje.

7. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: El trabajo de presente investigación está basado en los planteamientos del atomismo lógico

de Bertrand Russell, el cual es comprendido por el filósofo inglés como como una “doctrina lógica” con un cierto “tipo de

metafísica”. En esta condiciones, el objetivo general cuestionar algunos postulados que hacen de esa teoría una posición

con posibles limitaciones en su pretensión de representar el mundo mediante el lenguaje. En ese sentido, la pregunta

orientadora de este trabajo será: ¿Es el atomismo lógico una teoría que da cuenta cabal de la relación entre lenguaje y

mundo? Para llegar una posible respuesta de este interrogante, se tuvo en cuenta la posición holística de la filosofía de

W.O.Quine, la cual está orientada a comprender la relación lenguaje mundo de una forma dinámica y pragmática.

8. LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN: El trabajo no pertenece a ninguna línea de Investigación de la USB.

9. FUENTES CONSULTADAS: Ayer, A.J, “Lenguaje, verdad y lógica” Martínez Roca 1971. Ayer, A.J, “The Analytical Heritage”

Macmillan 1971. Botero, J.J, “Presentación de W.V.O. Quine: EPISTEOLOGÍA, SEMÁNTICA, ONTOLOGÍA” Universidad

Nacional de Colombia 2001. Duica, W, “Ciencia y Contenido Empírico” Universidad Nacional de Colombia 2001. Gibson, R,

“The Cambridge Companion to Quine” Cambridge University 2006. Gómez, S, “Naturalismo pragmático e indeterminación

en la traducción” Universidad Nacional de Colombia 2001. Griffin, N, “The Cambridge Companion to Bertrand Russell”

Cambridge University 2003. Klement, K, Russell's Logical Atomism. The Stanford Encyclopedia of Philosophy. Recuperado 3

de octubre de 2013, en <http://plato.stanford.edu/archives/win2011/entries/logical-atomism/>. Quine, W.V, “Relatividad

ontológica” Tecnos 1974. Quine, W.V, “Las raíces de la Referencia” Revista de Occidente 1977. Quine, W.V, “Del estímulo a

la ciencia” Editorial Ariel, S.A 1998. Quine, W.V, “Palabra y objeto” Herder 2001. Quine, W.V, “Dos dogmas del empirismo.

En: Desde un punto de vista lógico (pp. 61-91)” Paidos 2002. Russell, B, “Investigación sobre el significado y la verdad”

Losada 1946. Russell, B, “Our knowledge of the external world” Allen 1949. Russell B, “Lógica y conocimiento” Taurus 1981.

Russell, B, “Los problemas de la filosofía” Labor 1983. Stroll, A, “La filosofía analítica del siglo XX” Siglo Veintiuno de España

Editores 2002. Tomasini, A, “Los atomismos lógicos de Russell y Wittgenstein” Universidad Autónoma de México 1994.

10. CONTENIDOS: La filosofía del atomismo lógico de Bertrand Russell tiene por objeto dar a conocer un tipo de lógica, que

fue propuesta después de haber escrito el libro de los principia mathematica, donde se expuso la idea de que la

matemática se reduce a sus aspectos lógicos. Al tener en cuenta esto, no sólo observó aspectos matemáticos, sino también

filosóficos. Entonces, comenzó a reflexionar sobre la posibilidad de que la filosofía fuera fundamentalmente lógica, en este

caso, se centró en estudiar las estructuras lógicas del lenguaje, el cual debe estar guiado por la claridad que la misma lógica

le brinda. De aquí que se trate de hallar un lenguaje que escape de la vaguedad y de la ambigüedad, pues como el mismo

Russell declara el lenguaje corriente está inmerso en una imprecisión, la cual se clarificará siguiendo los pasos de una lógica

que defina y delimite la estructura de cómo debe ser el mundo, para que pueda ser pensado.

11. METODOLOGÍA: Es de carácter teórico-analítico, con base en el estudio de diferentes autores de la filosofía, entre ellos,

Bertrand Russell para encontrar en la Filosofía del Atomismo Lógico posibles limitaciones.

12. CONCLUSIONES: el lenguaje social, corriente, pragmático, etc., es una posición que puede entrar en confrontación con

el atomismo lógico de Bertrand Russell. Específicamente hay dos conceptos que pueden ser problemáticos: la referencia y

el significado, los cuales, a mi modo de ver, no dan cuenta cabal a la relación lenguaje- mundo desde una filosofía lógica y

atomista tal como la presenta Russell. Por ello, a partir de lo que se pudo ver en los planteamientos de Quine, se pudo

comprender que el significado y la referencia se construyen no sólo desde un ámbito social y holístico, sino que también

desde el pragmático. En contravía, la intensión de Russell de hallar sentidos unívocos y referencias rígidas, desvirtúan la

relación dinámica y flexible en la relación entre el lenguaje y el mundo. Esta relación en la perspectiva russelliana es de

carácter uno a uno, esto es, una proposición se corresponde con un hecho. Este carácter rígido de la relación entre

lenguaje-mundo, no tiene en cuenta el marco de la vida humana, que trascurre en contextos sociales, y cuyo lenguaje se ve

validado por su uso en medio de las diferentes conductas y sistemas lingüísticos que existen.

LA RELACIÓN LENGUAJE-MUNDO: UNA LIMITACIÓN DE LA

FILOSOFÍA DEL ATOMISMO LÓGICO DE BERTRAND RUSSELL

PEDRO JOSÉ CARREÑO MEDINA

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA

FACULTAD DE FILOSOFÍA

PROGRAMA DE LICENCIATURA EN FILOSOFÍA

BOGOTÁ, D.C. – 2014

LA RELACIÓN LENGUAJE-MUNDO: UNA LIMITACIÓN DE LA

FILOSOFÍA DEL ATOMISMO LÓGICO DE BERTRAND RUSSELL

PEDRO JOSÉ CARREÑO MEDINA

Trabajo presentado como requisito parcial para optar al título profesional en

Licenciatura en Filosofía

Asesor:

Profesor Alejandro Rojas Benjumea

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA

FACULTAD DE FILOSOFÍA

LICENCIATURA EN FILOSOFÍA

Bogotá, D.C. -2014

DEDICATORIA

A mis padres, Carmen Medina de Carreño y José Carreño Mojica, porque gracias al

apoyo moral y sentimental que me han brindado, tengo una formación que me lleva a luchar

por mis sueños e ideales en la vida. Además, porque me han visto en los momentos más

alegres de mi vida académica; pero también en aquellos donde la filosofía representaba una

crisis.

A mis hermanos, porque ellos han sabido guiarme y decirme con el sentimiento que nace

de sus corazones, lo orgullosos que se sienten de tener su hermano menor.

A mis sobrinos, porque detrás de sus sonrisas y su mirada siempre han guardado en mí la

esperanza de ser un gran personaje en la vida y en la historia.

A mis Amigos, que me han dado los consejos más humanos y solidos desde sus

experiencias, para que no me canse de luchar por mis sueños.

AGRADECIMIENTO

Dar un agradecimiento, quizás resulta un poco limitado a la hora de pronunciar el

sentimiento, que brota desde el espacio infinito que tiene mi razón y mi corazón. A cada uno

de estos agradecimientos, le debo la formación de mi pensamiento y del ser humano de lo

que hoy soy.

A Dios por darme la fuerza espiritual y transcendental en todas las facetas de mi vida. Sin

él mi vida sería un motor viejo, que no tiene el mínimo impulso de caminar hacia adelante.

A la Comunidad de los Padres Camilos, por brindarme el espacio filosófico en mis

primeros semestres de formación filosófica, sin ellos, posiblemente las ideas filosóficas se

perderían en la oscuridad.

A la Facultad de Filosofía de la Universidad San Buenaventura, por propiciar espacios en

mi pensamiento y, así mismo, por permitir que en muchos momentos mis ideas fueran

valiosas para la realización de cada uno de los espacios filosóficos.

A mi Director de Tesis, el Profesor Alejandro Rojas Benjumea, por guiarme en mi

formación por el sendero de la filosofía analítica y, además, por cautivarme filosóficamente

entre las letras de los diferentes pensadores que me apasionan. De ante mano, por la ayuda

incondicional en la elaboración de este escrito.

CONTENIDO INTRODUCCIÓN ...................................................................................................................................1

1. NATURALEZA DEL ATOMISMO LÓGICO ...............................................................................4

1.1. El método analítico .................................................................................................................6

1.2. El conocimiento en Russell ................................................................................................. 13

1.2.1. Conocimiento directo .......................................................................................................... 14

1.2.2. Conocimiento por referencia .............................................................................................. 16

1.2.3. Conocimiento de verdades .................................................................................................. 19

2. LA RELACIÓN LENGUAJE – MUNDO PARA EL ATOMISMO ............................................ 25

2.1. Hechos atómicos .................................................................................................................. 27

2.2. Proposiciones atómicas ....................................................................................................... 29

2.3. Proposiciones Moleculares ................................................................................................. 30

3. LIMITACIONES DEL ATOMISMO LÓGICO: VISTAS DESDE UNA OPCIÓN HOLÍSTICA

33

3.1. El lenguaje como construcción social ................................................................................ 34

3.2. Acerca de la referencia ....................................................................................................... 37

3.3. El significado holístico ........................................................................................................ 41

4. CONCLUSIONES ........................................................................................................................ 45

BIBLIOGRAFÍA: ................................................................................................................................. 48

1

INTRODUCCIÓN

La filosofía del atomismo lógico de Bertrand Russell tiene por objeto dar a conocer un tipo

de lógica, que fue propuesta después de haber escrito el libro de los Principia mathematica,

donde se expuso la idea de que la matemática se reduce a sus aspectos lógicos. Al tener en

cuenta esto, no sólo observó aspectos matemáticos, sino también filosóficos. Entonces,

comenzó a reflexionar sobre la posibilidad de que la filosofía fuera fundamentalmente lógica,

en este caso, se centró en estudiar las estructuras lógicas del lenguaje, el cual debe estar

guiado por la claridad que la misma lógica le brinda. De aquí que se trate de hallar un

lenguaje que escape de la vaguedad y de la ambigüedad, pues como el mismo Russell declara

el lenguaje corriente está inmerso en una imprecisión, la cual se clarificará siguiendo los

pasos de una lógica que defina y delimite la estructura de cómo debe ser el mundo, para que

pueda ser pensado.

De igual forma, se debe añadir que la filosofía russelliana tiene un fuerte componente de

corte epistemológico, por eso el filósofo británico se apoya en un punto de partida certero: los

datos sensoriales, que sirven de fundamento al conocimiento en general. Sin embargo, Russell

mismo reconoce que el conocimiento del mundo no puede depender única y exclusivamente

de unos estados psicológicos, es decir, de la certeza o lo que nuestro filósofo llama datos

incontestables. Estos últimos deben guardar una relación con una realidad exterior a ellos

mismos, de la cual no se tiene una constancia que brinde una precisión de la estructura del

mundo. En esas condiciones la única forma de pensar esa realidad externa es mediante el

recurso de la lógica.

Teniendo en cuenta esto, el presente trabajo está basado en los planteamientos del atomismo

lógico de Bertrand Russell, y tiene como objetivo básico cuestionar algunos postulados que

hacen de esa teoría una posición con posibles limitaciones en su pretensión de representar el

mundo mediante el lenguaje. En ese sentido, la pregunta orientadora de este trabajo será: ¿Es

el atomismo lógico una teoría que da cuenta cabal de la relación entre lenguaje y mundo? Para

lograr esto, en primera instancia, se tendrá en cuenta la naturaleza del atomismo lógico

dividida dos partes. «1» Se expondrá la importancia de tener el método analítico dentro del

2

atomismo lógico, ya que éste permitirá ver cómo se limpia el lenguaje y se dejan ver las

estructuras básicas que dan sentido al mundo, en otras palabras, llegar a identificar por medio

del método analítico las unidades mínimas de naturaleza lógica; «2» El conocimiento en

Russell, en el cual se tendrá en cuenta que si se quiere hablar del mundo exterior, se debe

observar cuáles son los puntos de partida del conocimiento; para luego hablar de la verdad o

la falsedad de lo que se predica del mundo.

En un segundo momento, se explicará la relación entre hechos y proposiciones. Esto servirá

para comprender que con el conocimiento de verdades se plantea el vínculo que hay entre los

hechos del mundo y las proposiciones. En esa medida, se debe tener en cuenta que dichas

relaciones se pueden dar de dos formas: elemental y compleja. La relación elemental se da

entre los hechos atómicos y proposiciones atómicas, que están constituidas por predicados,

relaciones y átomos lógicos particulares (sonidos, manchas, olores, texturas, etc.) Según

Russell: “toda proposición que podamos entender debe estar compuesta exclusivamente por

elementos de los cuales tengamos conocimiento directo” (Russell, 1983, p.56). Sin embargo,

las relaciones simples dan paso para que se construyan las relaciones complejas o

proposiciones moleculares que, por su lado, unen a las relaciones simples con formas lógicas

como: «A ˄ B», «A ˅ B», etc. Para comprender esto se expondrán tres aspectos: «1» Los

hechos atómicos; «2» Las proposiciones atómicas; «3»Las proposiciones moleculares.

En tercera instancia, se presentarán los aspectos más determinantes de la limitación que tiene

el atomismo lógico russelliano, visto desde los planteamientos de la filosofía del lenguaje en

W.V. Quine. Se ha de tener en cuenta que la filosofía de Quine es compleja y extensa, y

abordar sus postulados de forma aguda, lleva a que se desborden los límites del presente

trabajo. Por ello, el análisis que se hará en este capítulo, considerará de forma general solo

algunos aspectos de su filosofía, que permitan identificar las deficiencias del atomismo

lógico. Igualmente, hay que agregar que no existe un texto especifico de Quine donde se

dedique con exclusividad a confrontar las tesis del atomismo lógico, en especial a la filosofía

de Russell. Por esta razón, lo que trato de hacer aquí es retomar ideas claves de Quine sobre la

teoría del lenguaje, e identificar las limitaciones del pensamiento lingüístico del filósofo

británico.

3

Cuando se toma una teoría como la de Quine, abre la posibilidad para que se pueda hallar un

salto histórico, pues no se toman posiciones cronológicas que hacen parte de la herencia

analítica como las de Frege, Moore o las de Wittgenstein. Esto no quiere decir que nuestro

ejercicio tenga algún tinte de anacrónico. Así mismo, cabe aclarar que hacer un trabajo que

incluya la posición de cada uno de los pensadores, sería tratar de pensar la elaboración un

andamiaje un poco confuso, pues cada filósofo trata los conceptos de una forma particular. En

últimas, llevaría a que nuestro escrito sea visto a grandes proporciones. Abordar una posición

holística como la de Quine lleva a que la relación de lenguaje-mundo sea vista de forma

dinámica e incluya las conductas de la vida humana, no descuidando que hay contextos

lingüísticos que crean sus propios usos en el lenguaje. Aquí vamos a entender por holismo,

como un cuerpo que incluye todo, en otras palabras, es la unidad de toda la ciencia. (Gibson,

2006).

En consonancia con lo anterior, las ideas de nuestro tercer capítulo se hilarán teniendo en

cuenta los siguientes aspectos; «1» en este punto, se mostrará que el lenguaje es construido

por la sociedad y, bajo estas condiciones, se verá que los sistemas lingüísticos que existen

siguen un patrón cultural, pragmático y social. «2» Después de haber visto que el lenguaje en

Quine sigue un lineamiento social; aquí se observará que el aspecto referencial, desde una

posición holística, no comprende de manera única y rígida. «3» En este apartado, se expondrá

que el significado de los enunciados, siguen un marcado carácter empírico y holístico,

llevando a que los enunciados que se construyen al interior de las ciencias constituyan la

totalidad del saber.

4

1. NATURALEZA DEL ATOMISMO LÓGICO

La filosofía del atomismo lógico es una teoría expuesta por Bertrand Russell, la cual está

explícita en el libro Lógica y conocimiento del año 1918, dentro del capítulo titulado la

filosofía del atomismo lógico; dicho filósofo expone en primera instancia la importancia que

tiene la relación entre: hechos y proposiciones. El estudio de esta relación surge como

inquietud a partir de una concepción filosófica de las matemáticas. Aquí se ha de tener en

cuenta, que dicho atomismo, si bien es de carácter lógico guarda relación con un mundo real,

de tal manera, que permite pensarlo (el mundo) de forma coherente, es decir, de forma lógica.

Según esta concepción, Griffin (2003) concibe que la metafísica es una teoría de la estructura

del mundo con las expresiones de un lenguaje lógico. De acuerdo con esto, Russell

comprende a la metafísica como aquella doctrina que establece una relación entre la estructura

del mundo y la estructura del lenguaje. Esto lleva a que el lenguaje sea un elemento esencial

para conocer aquello que existe en el mundo.

El lenguaje es un fenómeno empírico como cualquier otro y quien pretenda ser agnóstico

metafísicamente tiene que negar lo que conoce cuando usa una palabra. En cuanto a mí, creo

que en parte a base del estudio de la sintaxis podemos alcanzar un conocimiento considerable

de la estructura del mundo (Russell, 1946, p. 427).

Teniendo en cuenta las anteriores líneas, se observa que el lenguaje tiene una relación con lo

empírico, es decir, con aquella realidad que hay en el mundo. Con los hechos que lo

conforman. Pero aquí se habla, de un mundo que es conocido por medio del lenguaje lógico,

que es el que da afirmaciones o negaciones de las estructuras que subyacen en él. Ahora bien,

dentro del párrafo hay una expresión muy importante que habla acerca de la metafísica. Ésta

es: “agnóstico metafísico”. Cuando Russell, se refiere a esto es para decir que aquella persona

que es escéptica de los problemas metafísicos, es una persona que tiene que negar dos cosas.

En primera instancia, las palabras que describan algo del mundo, pues, como se vio

previamente, la metafísica para Russell es aquella que por medio del lenguaje lógico explica

las estructuras del mundo. Así el lenguaje del agnóstico es vacío, no refiere a nada. En

5

segunda medida, dicha persona negará el mundo, pues no le interesa conocer nada acerca de

él. Así pues, bajo este parámetro, esta persona, no tendrá en su conciencia la estructuración

del mundo y, por ende, del lenguaje lógico que describe todos sus acaecimientos.

De acuerdo con lo que se ha dicho, la inquietud de Russell recae en analizar las estructuras

lógicas del lenguaje. Esto es, hacer un análisis de la estructura del mundo y de las

proposiciones que describen algo de él. Para llevar acabo esto, surge en él la necesidad de

desarrollar un tipo de filosofía: la atomista. Veamos lo que dice literalmente: “cuando yo digo

atomista, quiero decir que comparto la creencia de un sentido común en que hay multitud de

cosas diferentes” (Russell, 1981, p.250). Aquí muestra que la realidad está compuesta por

partes diferentes, es decir, la concepción de que el mundo se puede considerar como una

diversidad. Un mundo de la variedad.

El atomismo lógico “es una metafísica inspirada en el análisis lógico; pero no una proyección

simple de las características del lenguaje en el mundo. El análisis de las proposiciones es una

guía para el análisis de los hechos cuando les son correspondidos” (Griffin, 2003, p.372).

Nótese que desde aquí, se abre un panorama más explícito de lo que es el atomismo lógico,

pues se entiende como aquel que recurre al análisis, para precisar el sentido de las

proposiciones que puedan tener en sí vaguedad. De antemano, en dichas líneas también se

observa que los hechos tienen correspondencia con el lenguaje, así pues, el análisis aquí opera

de tal forma que el lenguaje que representa al mundo, siga las reglas y estructuras que la

lógica le brinda.

En última instancia el atomismo es una concepción de mundo y, en ese sentido, como dice

Russell: “un cierto tipo de metafísica” que a diferencia de la metafísica monista, asume la

existencia “de una multitud de cosas diferentes”. Esa diversidad no está puesta como pura

dispersión, sino con unas relaciones determinadas mediante un orden lógico, que Russell

comprende como “un cierto tipo de doctrina lógica”. Según ella deben existir unas unidades

mínimas, como átomos lógicos, susceptibles de hallar al término de un ejercicio de reducción

o método analítico. De esta manera, puede entenderse el atomismo lógico como un cierto tipo

6

de “doctrina lógica” con un cierto “tipo de metafísica”. Veamos a continuación, qué se puede

entender por el método analítico mencionado.

1.1. El método analítico

El filósofo inglés considera que no puede hallar su propósito, sin antes, diseñar un método

analítico que sustente esto. Para hablar de dicho método, Russell llama la atención sobre el

concepto de análisis, el cual es una herramienta básica para comprender su filosofía atomista.

Sin embargo, definir completamente tal concepto se vuelve algo inmanejable por la variación

de posiciones que él presentó en diferentes momentos de su carrera, pues no hay un texto

específico de él que exponga con exactitud qué es análisis.

El método analítico es, entonces, un instrumento russelliano reconocido por muchos autores

como un problema, pues no se encuentra en este filosofo una posición sólida y unívoca que dé

cuenta de lo que quería decir con semejante expresión. Entre esos autores está, Tomasini

Bassols, quien afirma lo siguiente: “Una dificultad seria que encontramos es que es imposible

hallar en su obra una explicación o descripción satisfactoria de lo que quería decir mediante

<análisis> y de cómo lo practicaba” (Tomasini, 1994, p.21). Sin embargo, observemos qué

nos dice Klement (2011) quien en la Stanford Encyclopedia da una definición como posible

interpretación: el análisis es un método que toma teorías, doctrinas o sistemas que se

consideran vagas, imprecisas, desunidas, demasiado complejas o, de alguna otra manera,

confusas e incomprensibles. Entonces, bajo un procedimiento del método del análisis se

eliminan aspectos innecesarios o vagos de las teorías, para que así se halle en ellas una

purificación.

Con estas líneas se puede ver, que Klement llama análisis a un método, procedimiento, que

consiste en precisar aquello que se considera como verdadero en las creencias; pero que en sí

mismas son imprecisas. Aquí en este punto, se debe tener en cuenta que para Russell el

mundo de la vaguedad, es lo que se conoce como lenguaje ordinario. Esto es, un tipo de

lenguaje imperfecto que al descomponer cada una de sus partes para examinarlo, se llega a la

conclusión de que es ambiguo y no ha alcanzado un nivel de limpieza o purificación, para

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pertenecer al lenguaje de la lógica. Ante esto, dicho filósofo, considera que se debe hacer una

transformación lógica en el lenguaje; para ello emplea el método analítico, el cual consiste en

pasar de lo vago a lo preciso, para que en el conjunto de creencias haya proposiciones que

sean comprensibles, precisas y que, por su lado, no contenga alguna vaguedad, como sucede

en el lenguaje ordinario.

Tomemos una expresión clásica de Russell para referirse al modo de operación del análisis. El

actual rey de Francia es alto. Cuando se tiene esta oración se debe tener en cuenta que el

artículo “el”, determina claramente la singularidad del objeto del cual se está hablado, esto es,

que actualmente sólo hay un rey de Francia que existe y que, así mismo, no hay otro objeto

que guarde la propiedad de ser alto, sino sólo él. Con esto se ve, que cuando se sabe la

delimitación particular de un objeto, es porque se tiene la claridad del objeto que se está

hablando, en otras palabras, se tiene definido el referente. Aún más, si decimos “El actual rey

de Francia es alto” es porque dicha proposición puede ser sometida a un análisis lógico, donde

la proposición como tal puede ser traducida en formas lógicas. Si una proposición simple

como la que hemos mencionado, después de someterse a un análisis, no puede ser traducida

en términos lógicos, dicha proposición no será del interés lógico. Habrá, entonces, una

vaguedad que no ayude a delimitar cuál es el objeto sobre el cuál se está hablando. Ahora

bien, veamos cómo la proposición “el actual rey de Francia” puede ser traducida a términos

lógicos:

1. [(∃x) (MFx)] – Al menos una cosa es ahora el rey varón de Francia.

2. [[(x) (y)] {[MFx ˄MFy ⊃ (x = y)]}] – A lo sumo una cosa es ahora el rey varón de

Francia.

3. {[(x)] [(MFx) ⊃ (TX)]} – Sea quien sea ahora el rey y varón de Francia es alto. (Stroll,

2002, p. 27).

En este ejemplo se ve que la proposición está construida de tal forma que al pasar a un

análisis lógico, puede llegarse a una definición exacta del objeto del que se está hablando y,

así mismo, la verdad o la falsedad. Esa medida, si hay un objeto que sea “El rey de Francia”

en la actualidad, como se expresa en las proposiciones 1 y 2, son verdaderas. Y si hay existe

“el rey de Francia con la propiedad de ser alto” como se expresa en la oración 3, será

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verdadero. Según Stroll (2002) delimitar que un objeto y solamente uno es el actual rey de

Francia, es porque tal objeto existe ahora y no hay otro distinto a él que tenga esa propiedad.

Por ello cuando se expresa toda la frase “el actual rey de Francia es alto”, se ha tener en

cuenta que todas las partes de la oración posean sentido, de lo contrario, si “algún componente

de la oración compuesta conjuntivamente es falsa, la oración globalmente es falsa” (Stroll,

2002, p.27).

Stroll dice (2002) que la oración: “el actual rey de Francia” resulta falsa globalmente en estas

tres condiciones: Si en la primera no hay un objeto que sea rey de Francia; o si en la segunda

hay más de un objeto de ese tipo; o si en la tercera hay un objeto de ese tipo, pero no tiene la

propiedad de ser alto. En todo caso, si alguno de los tres componentes que se han traducido a

las formas lógicas, llegarán a ser falsos, toda la oración de “el actual rey de Francia es alto”

sería falsa. En realidad, lo que interesa aquí es observar que aunque sea falsa o sea verdadera,

la oración es significativa. Esto muestra que al descomponer la oración en sus partes, y luego

traducirla al lenguaje lógico, puede mostrar lo riguroso que puede resultar un proceso

analítico de ese tipo.

Por otro lado, lo que se puede observar en la actitud asumida por Russell es que generalmente

a partir de unas condiciones del lenguaje donde todo pareciera muy claro, para el sentido

común, pero que realmente constituye lo que él denomina una presencia de datos

absolutamente incontestables. Dichos datos no deben entenderse como datos verdaderos, ya

que “incontestable” es una expresión que le pertenece a la psicología, una apreciación más

subjetiva, de carácter idiosincrático, que de carácter lógico; lo claro es que el término

“verdadero” no se concibe desde una visión psicológica. Entonces, los datos incontestables

son aquellos a los que “nadie se le ocurriría negar; no se sigue de aquí que sea verdadero, si

bien se sigue que todos lo coincidiéramos en creerlo verdadero” (Russell, 1981, p.251).

No es tarea fácil ni sencilla la de llegar, a partir de semejantes cosas vagas e incontestables, a

cosas precisas que hayan de retener la incontestabilidad del punto de partida. Las

proposiciones precisas a que lleguen ustedes podrán servir lógicamente de premisas en un

sistema construido sobre la base de las mismas (Russell, 1981, p.253).

9

En las líneas citadas, se puede ver que no es tarea fácil llegar a unidades mínimas que sirvan

de base, para construir proposiciones que escapen de lo que es vago e incontestable. Entonces,

aquellas proposiciones que dentro de sus partes contengan dichas unidades mininas, serán las

que le pertenezcan a la lógica. Esas unidades mínimas son los elementos que operan en el

atomismo lógico. El filósofo insiste en que esos elementos mínimos no son físicos, sino de

carácter lógico. Algunos de ellos son particulares, como en el caso de manchas rojas, sonidos

y otros datos que se dan a la conciencia a través de los sentidos. Con ellos pueden describirse

algunos objetos en una estructura lógica más compleja. Otros serán expresiones como

predicados: la casa es blanca; blanca es un predicado y constituye una unidad lógica que sirve

para construir proposiciones con sentido. También las relaciones son para Russell unidades

lógicas, que existen realmente y permiten las posibles conexiones entre objetos. Tomemos un

ejemplo, para observar cómo se relacionan las unidades lógicas: «Cartagena está al norte de

Bogotá». En la oración se muestra una relación entre dos lugares Cartagena y Bogotá. La

relación de estos lugares muestra la existencia independiente de nosotros mismos, pues

Cartagena no ocupará otro espacio diferente que el de estar al norte y estar en relación con

Bogotá. En última instancia, las unidades mininas mencionadas son, pues, los cimientos del

atomismo lógico.

Tras haber llegado a este punto, conviene hacer una reflexión acerca del concepto de análisis

desde los planteamientos del Círculo de Viena y, más estrictamente, con la filosofía de A. J.

Ayer. ¿Por qué desde los planteamientos del Círculo de Viena? Precisamente, aquí se debe

dejar claro que ellos heredan la concepción de análisis de Bertrand Russell y, así mismo, Ayer

que pertenece a dicho círculo, busca dentro de sus postulaciones filosóficas mantener alguna

cercanía con los conceptos de la filosofía de Russell, entre ellos, el de análisis.

Ayer en el libro: Lenguaje, verdad y lógica, presenta una explicación acerca de la naturaleza

del análisis y, con base en los planteamientos de Russell, determina que al hablar de un

método filosófico, se deben tener claro dos aspectos: las definiciones explícitas y las

definiciones dadas en el uso. Si el ejercicio analítico se refiere a un procedimiento de limpieza

en las expresiones lingüísticas, no deja de llamar la atención que Ayer hace un estudio de las

definiciones para, a partir de ellas, delimitar la función del concepto de análisis. En el

10

“lenguaje común” se sabe que las definiciones dan significados a los múltiples objetos que

hay en el mundo. Considero que el punto de interés es descomponer aquellas definiciones que

se han dado normalmente en el lenguaje ordinario, para así alcanzar, por medio de un

procedimiento analítico, una definición que precise lo que se puede decir de un objeto.

Cuando alguien se refiere (nombra, indica, etc.) a algo para definirlo, normalmente, recurre a

la atribución de predicados. Por ejemplo: “La casa es roja”, “La tabla es suave”, etc. Pero

definir algo o alguien no es un ejercicio fácil, puesto que cada “frase que denota algo debe

obedecer a un sentido y a una referencia” (Ayer, 1971, p.32). En las líneas previas, hay dos

conceptos a tener en cuenta a la hora de dar una definición: el sentido y la referencia. Estas

nociones tienen un carácter importante, pues llegar a una definición precisa se debe tener clara

la referencia, para que así la definición tenga un sentido. Por ello la inquietud que tiene

Russell acerca de la definición es dejar claro que la referencia y el sentido no sean ambiguos.

Ahora bien, recordemos que Ayer hace una distinción entre las definiciones explícitas y en

uso, por ello veamos a qué se refiere con las definiciones explícitas. Este tipo de definiciones,

según Ayer (1971), son dadas en diccionarios del lenguaje corriente, que buscan sinónimos

para significar los objetos del mundo. Para explicar esto, el filósofo toma el siguiente

ejemplo: “el oculista es el doctor de los ojos”. En esta oración hay dos símbolos que se

comprenden como sinónimos, el “oculista” con “doctor en ojos”. Igualmente, no hay una

definición clara del objeto que está tratando de significar, pues si alguna persona del común

dice: “oculista”, ya está incluyendo directamente el oficio de un doctor que tiene

conocimiento de los ojos. Bajo estos parámetros, si un objeto es definido con símbolos que

impliquen sinonimia, la significación se verá envuelta en una ambigüedad. En este caso, el

referente de “oculista” no ha sido precisado de tal forma que permita ver de manera clara qué

se puede decir de él, por ello, la opción es recurrir a los sinónimos para definirlo.

Las definiciones vistas previamente no son del interés filosófico, según Ayer, pues la filosofía

busca definiciones claras y precisas que han sido el resultado del trabajo riguroso y agudo del

análisis. Por ello las definiciones dadas en el uso son las que cumplan condiciones de un

lenguaje claro y preciso. Veamos qué comprende este filósofo por una definición en el uso:

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Nosotros definimos un símbolo en uso, no diciendo que es un sinónimo de otro determinado

símbolo, sino demostrando cómo las frases en las que aparece significativamente pueden ser

traducidas a frases equivalentes, que no contengan ni el mismo definiendum, ni ninguno de sus

símbolos. Una buena ilustración de este proceso nos la facilita la llamada teoría de las

descripciones de Bertrand Russell, que no es una teoría en el sentido ordinario, sino una

indicación de cómo deben ser definidas todas las frases de la forma «la persona o cosa

indeterminada» (Ayer, 1971, p.69).

De acuerdo con lo anterior, hay dos aspectos a tener en cuenta a la hora de considerar una

definición en el uso. El primero recae en considerar que una definición en uso, no son frases

que se buscan dentro de la gama de posibilidades en los diccionarios que son elaborados en el

lenguaje común, los cuales implican sinonimia. Una definición no puede llevar en el

definiendum (algo que está o va a ser definido) el mismo símbolo que lo está definiendo. Esto

es, “el perro es el perro”. Aquí vemos que el definiendum tiene el mismo símbolo del término

que lo está definiendo. En estos dos primeros aspectos, se puede decir que hay vaguedad,

puesto que la definición se reduce a una implementación de sinónimos y, por ende, no hay

una determinación clara y lógica de los símbolos que se están definiendo. En otras palabras,

no se especifica la cosa o aquello de lo que se habla.

Respecto del segundo aspecto visto en las líneas citadas, es la tesis de “la teoría de las

descripciones de Russell”. Cuando nos referimos a semejante tesis, nos lleva a considerar que

es una de las más complejas de la filosofía russelliana, pues exponerla de forma aguda y clara,

sería un trabajo tan amplio que daría material para otras investigaciones. Sin embargo, aquí la

vamos a traer a cuenta, en rasgos generales, para observar que es una herramienta básica para

la filosofía de Russell en su búsqueda de alcanzar precisión lógica en aquellas proposiciones

que afirmen algo acerca del mundo y, formen parte de ese otro tipo de lenguaje que se escapa

del ordinario: el lógico. Ahora bien, aquí se debe tener en cuenta que las descripciones deben

tener la característica de ser determinadas y definidas, de lo contrario, no se tendría la claridad

acerca de qué se habla del mundo exterior.

12

Tomemos un ejemplo, para comprender esto: “la frase « El autor de Waverley fue Scotch» es

equivalente a « Una, y sólo una persona, escribió Waverley, y esa persona fue Scotch»”

(AYER, 1971, p.70). En esta ilustración se ve, que una proposición descriptiva que está

definida, no contiene una relación de sinónimos, sino de equivalencias que responden a una

forma determinada y, así mismo, a una estructura del lenguaje lógico. Hablar aquí de análisis

es, precisamente, llegar a una definición filosófica donde no haya cabida para definiciones

explícitas, a sinónimos, ni afirmaciones de diccionarios del lenguaje común. De acuerdo con

el ejemplo previo, miremos cuáles son los términos que son susceptibles de sinonimia: “el

autor de Waverley” y “Scotch”. Cuando tenemos esto, se ve que los términos guardan una

equivalencia que sigue una estructura que puede ser traducida en términos lógicos.

Cuando se tienen estructuras lógicas, se da por entendido que hay un X que es el autor de

Waverley y, Y que es equivalente a X Scotch. Entonces, dicha estructura, según Klement

(2011), permite dar a entender que la oración «El autor de Waverley fue Scotch» es una

descripción definida, puesto que puede traducirse en términos lógicos. Con esto se determina

con precisión que una persona y, solamente esa persona, escribió una obra que lleva por título

Waverley. Igualmente, la teoría de las descripciones definidas, sirven como instrumento para

denotar que la estructura lógica de la proposición le corresponda a un referente empírico que

está en la realidad. En este sentido, cuando se tiene una correspondencia que obedezca tanto a

la estructura del mundo como a la lógica, no se podrá decir que hay vaguedad.

La idea de que una descripción definida pretende llegar a la denotación exacta del objeto (del

que se está hablando) por su naturaleza, hay que distinguir que ésta no es una labor fácil, ya

que requiere de un esfuerzo riguroso en el análisis. Entonces, si el autor emprende un ejercicio

de este tipo, habrá de tener claro que el objetivo de “todas las buenas definiciones es de

acrecentar nuestra comprensión de determinadas frases. Y éste es un beneficio que el autor de

tal definición concede no solamente a los demás, sino también a sí mismo” (Ayer, 1971,

p.70). Una descripción definida amplía los niveles de claridad en el lenguaje, es decir, en las

partes que componen una oración. Si esto se ha alcanzado es porque el autor conoce, después

del análisis, cómo están constituidas las unidades mínimas del conocimiento para dicho

13

objeto, de lo contrario, se verá rodeado de vaguedades que no le permiten ver con precisión

cuál es la definición exacta para él y para los demás.

Dentro de la teoría de las descripciones un objeto es definido, cuando se considera que la

definición ha sido descompuesta por el filtro analítico, por la operación del ejercicio

filosófico, que después de su proceso permite ver cómo está establecido el objeto. Por eso, si

se define que “el autor de Waverley” equivale a “Scotch”, es porque se menciona el artículo

definido “el autor”. Nótese aquí que el artículo definido hace que dentro de los autores de

libros, solamente haya uno que escribió la obra de “Waverley”, que fue Scotch. Si dicho

artículo fuera indefinido se diría, entonces, “un autor escribió Waverley”, con esto se ve que

al decir “un” no hay posibilidad de delimitar que sólo hay una persona que escribió Waverley.

En ese sentido, no se puede saber sobre qué objeto se está hablando y, así mismo, no habrá

una claridad que garantice que solamente hubo una persona que escribió la obra de

“Waverley”.

1.2. El conocimiento en Russell

Una concepción realista como la de Russell tendrá que dar cuenta de la existencia de un

mundo complejo, apoyado en las unidades mínimas y en las estructuras lógicas, que se han

obtenido o identificado por medio del método analítico. En otras palabras, una vez alcanzados

los resultados satisfactorios de la reducción analítica, se está en disposición de continuar hacia

la tarea de conocer ese mundo de las múltiples cosas diversas. Para ello es necesaria una

teoría del conocimiento que sea compatible con dicho mundo. El punto de partida para el

filósofo inglés, siguiendo una cierta tradición en la historia de la filosofía, es tomar aquello

que ofrece el mayor grado de certeza, es decir, que cuente con un fundamento del

conocimiento. La certeza cumpliría esa función de fundamento. Esto no deja de ser

problemático porque cabe preguntarse cómo un fenómeno psicológico subjetivo, la certeza,

puede servir de base al conocimiento del mundo. Es evidente que si todo el conocimiento

quedara reducido a esta certeza, el hombre quedaría limitado al más absoluto solipsismo; esto

es así porque la certeza es acerca de datos sensoriales subjetivos. La consecuencia de dicho

solipsismo es que: no se sabría de los hechos del mundo, ni de las otras personas. Pero al

14

mismo tiempo, resulta claro que Russell echa mano de un instrumento de garantía para

conocer y pensar lo externo, esto es, la lógica por su capacidad para figurar y representar

como relaciones.

El atomismo lógico considera a los particulares como el punto de partida de todo

conocimiento, es decir, es la primera conexión que se tiene con el mundo. Sin el conocimiento

de particulares no se podría construir proposiciones como: “la mesa es roja”, pues no se

tendrían los datos sensibles que componen la mesa. En cuanto a las relaciones son las que

permiten que se hallen conexiones entre los objetos que hay en el mundo; de esta forma, se

podrá decir que “la mesa que está arriba” tiene relación con varios objetos que lo rodean. Por

último, las propiedades permiten que los objetos del mundo tengan sus propias características.

Entonces, ¿Cuáles son los tipos de conocimiento para Russell? En este punto habrá que hacer

la distinción, entre conocimiento directo, conocimiento por referencia y conocimiento de

verdades, para así comprender que el conocimiento directo, por ejemplo, es el punto de

partida del conocimiento y que, además, en él no hay un conocimiento de verdades, ya que

solamente se puede hablar allí de datos de los sentidos, mas no de una creencia que afirme o

niegue algo. También, para comprender que “Gavagai”, por ejemplo, es un objeto que es

conocido por referencia, cuando éste se ha visto referenciado en un libro, o cuando alguien

habla de él, o cuando la historia misma ha construido un concepto de él, etc., lo importante

aquí, es comprender que quizás nunca he visto un “Gavagai”; pero lo conozco por diferentes

medios que me han llevado a crearme una imagen mental de él.

1.2.1. Conocimiento directo

¿Qué es conocimiento directo? A esta pregunta se le puede responder de la siguiente forma:

“tenemos conocimiento directo de algo cuando sabemos directamente de ello, sin el

intermediario de algún proceso de inferencia ni de ningún tipo de verdades” (Russell, 1995,

p.47). Aquí se quiere precisar que el conocimiento directo es lo más simple de cualquier tipo

de conocimiento o, dicho de otra forma, es el punto de partida para tener conciencia de cómo

están constituidos los elementos simples que estructuran al mundo exterior. Tener un

conocimiento de este tipo, no supone un proceso que intente encontrar verdades e inferencias

15

en los objetos, sino de afirmar que hay experiencia inmediata y consiente que se da en los

datos de los sentidos.

Con base en lo anterior, sale a la vista una categoría muy característica al momento de

justificar el conocimiento directo en Russell: los datos de los sentidos. Por tanto, ¿qué son los

datos de los sentidos? “Daremos el nombre de datos de los sentidos a lo que nos es

inmediatamente dado en la sensación: así, los colores, sonidos, olores, durezas, asperezas, etc.

Daremos el nombre de sensación a la experiencia de ser inmediatamente conscientes de esos

datos” (Russell, 1983, p.18). De acuerdo con las líneas anteriores, los datos de los sentidos

son aquellas figuraciones que se dan en la mente del sujeto, cuando éste se enfrenta a una

experiencia sensible con el mundo. Al llegar a este punto se debe aclarar que, según Russell

(1983), el hecho de que haya una representación de datos en la mente, no quiere decir que un

objeto físico sea datos de los sentidos. Esto es, los objetos físicos están compuestos por

machas, olores, colores, texturas, etc., en otras palabras, hay datos de los sentidos que están

asociados a los objetos físicos. Pero no se puede decir que la textura, el color u otros datos

sean falsos o verdaderos, puesto que cuando hablamos de la verdad o la falsedad estamos

hablando de un conocimiento verdades en los objetos físicos, no de un conocimiento de

verdades que se pueda aplicar a los datos sensibles.

Para comprender esto con claridad, observemos el siguiente ejemplo: una silla. Cuando el

sujeto conscientemente entra en relación con una silla, en primera medida, lo hace frente a

ella y, al hacer esta acción, toma conciencia exactamente de los datos de los sentidos que

componen a dicho objeto. Es así que en su mente morarán datos sensoriales acerca de la

realidad de la silla: su color, su forma, su imagen, su suavidad, su textura, etc. Se conoce la

silla con una variedad de datos de los sentidos, que le dan la apariencia de dicho objeto. En

concordancia con el ejemplo, emerge un interrogante: ¿se puede dudar de la existencia de la

mesa o de cualquier cosa que se conozca directamente? De acuerdo con los planteamientos de

Russell, se puede dudar de la existencia del objeto o de la mesa en cuanto que es objeto físico;

pero en cuanto que está en los datos de los sentidos no. En esa medida, si se tiene

conocimiento directo de los datos sensoriales, entonces, no se podrán poner en duda en cuanto

a su carácter de existencia y de verdad.

16

En suma, se puede decir que los datos de los sentidos pertenecen a la mente de cada sujeto.

Bajo estos lineamientos, no se puede dudar de aquellos datos, sino de los objetos físicos que

hacen parte de la realidad, del mundo. Si se pusiera en interrogación a los datos de los

sentidos es como si se dudará de la mente y de lo que hay en ella. Es así que la mancha de

color rojo que habita en mi mente y, a la vez, es un dato sensible que no puede ser puesto en

duda. En cambio, las paredes y los objetos que están en el mundo exterior sí.

1.2.2. Conocimiento por referencia

Nuestro conocimiento no sólo se queda limitado en el conocimiento directo, el cual ya

expliqué en el punto anterior, sino que éste abre la panorámica a dos tipos de conocimiento

más. Estos son: el conocimiento por referencia y el conocimiento de verdades. En el primero,

se puede decir que es un de tipo de conocimiento que permite proyectarse hacia a los objetos,

esto es, al hecho de hablar y nombrar a los objetos, mas no hallar un conocimiento de

verdades en ellos. Así pues, cuando hablamos del conocimiento de verdades es cuando se

pasa del conocimiento directo y referencial, para hablar de una creencia verdadera y falsa del

mundo exterior, de los hechos.

Russell expone que el conocimiento por referencia es comprendido de la siguiente forma:

“por «referencia» entiendo toda frase de la forma «un esto o aquello» o «el esto o aquello».

Denominaré referencia «ambigua» a la frase de la forma «un esto o aquello», y referencia

«definida» a la frase de la forma «el esto o aquello» (en singular)” (Russell, 1995, p.52). En

consonancia con este pasaje, se puede precisar que el interés de este filósofo inglés es ahondar

en el estudio de la referencia definida, la cual está caracterizada por los artículos definidos el

y la, en singular. Así pues, cuando tenemos conocimiento por referencia de “el esto o

aquello”, sabemos que determina la singularidad de un objeto.

Para tener claridad de esto, analicemos el siguiente juicio: «el presidente de Alemania tiene la

máscara de hierro» de acuerdo con esto, se puede decir que de este hombre no se conocen sus

datos de los sentidos directamente, ya que no se ha tenido un contacto inmediato con él. A lo

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sumo lo que se conoce de éste son algunas referencias traídas a la mente, porque alguien me

habló de él, porque lo he visto en una revista, he leído algo acerca del gobierno de Alemania,

etc. Así pues, si enunciamos algo acerca del presidente de Alemania, aunque no lo

conozcamos de forma directa, se da por hecho que esta persona existe o ha existido, pues hay

un número de datos referenciales que hablan de él y, expresan la singularidad determinada de

él. Al tener esto, se pueden enunciar proposiciones que estén dirigidas a él, con artículos

definidos como “el presidente de Alemania”.

“Los nombres comunes, y aun los nombres propios, son generalmente verdaderas referencias.

Es decir, el pensamiento que está en la mente de una persona que usa correctamente un

nombre propio, no puede ser explicado generalmente de un modo explícito sino sustituyendo

el nombre propio por una referencia” (Russell, 1995, p.53). De acuerdo con esto, se

comprende que la referencia de nombres propios recae sobre una persona o cosa concreta, la

cual tiene una caracterización distinta de otras personas que tengan, incluso, su mismo

nombre. Observemos un ejemplo: “El actual presidente de Colombia”. Éste es un nombre

propio, el cual tiene una historia y tiene una determinada variedad de cualidades, que lo

distinguen de otros presidentes que pudieron existir en la historia colombiana. En esta medida,

si el nombre no es reemplazado por una referencia definida, no tiene sentido decir que “El

actual presidente de Colombia” le equivale a “Juan Manuel Santos”, pues no se sabrá en

particular sobre cuál persona está recayendo dicha referencia.

Aún más, si la referencia no está definida, no tiene sentido traducir: “El actual presidente de

Colombia es Juan Manuel Santos”, a la siguiente forma: si existe un X tal que actualmente sea

presidente de Colombia, entonces, solo hay un X que sea presidente de Colombia. Si una

persona no tiene clara esta traducción en el lenguaje lógico, es porque su referencia está

indefinida e, igualmente, no está respetando las reglas que la lógica brinda. Del mismo modo,

como se observó en la teoría de las descripciones, si no hay una delimitación del objeto sobre

el cual se está defendiendo, su definición será vaga, pues no hay una descripción determinada

para definirlo. En cuanto a la referencia se puede decir que si no hay una claridad del objeto

del cual se está haciendo referencia, no hay una demarcación tal que permita expresar en

términos lógicos y del lenguaje, que dicho objeto es de tal o cual forma.

18

No obstante ¿qué sucede si se conoce de forma directa al sujeto? Ante esta duda, tenemos dos

situaciones: el conocimiento directo de sí mismo y el conocimiento directo de otra persona

que conoce el nombre propio. Para la explicación de esto tomaré la siguiente proposición: “El

actual presidente de Francia”. En el primer caso, “El actual presidente de Francia” construye

los juicios de sí mismo, pues él conoce sus propios datos de los sentidos. En cuanto al

segundo, si alguien conoce “Al actual presidente de Francia” directamente, esta persona

conocerá o, tendrá en mente las diversas formas de apariencia que él causa, es decir, los datos

de los sentidos que están enlazados tanto con el cuerpo como en el nombre propio: “El actual

presidente de Francia”.

Por otro lado, ¿Qué pasa si yo no conozco directamente a un señor que tiene la máscara de

hierro? Ante esto Russell dice que: “los juicios que enunciamos sobre él, la referencia que

tengamos en nuestra mente será un conjunto más o menos vago de conocimientos históricos”

(Russell, 1983, p.54). En el caso del “Actual presidente de Colombia”, se tendrá una

referencia clara, pues hay historia, hechos, artículos, periódicos o referencias lingüísticas que

conducen a tener un concepto claro de que “El actual presidente de Colombia” es “Juan

Manuel Santos”. Nótese aquí que se sabe con claridad cuál es el objeto referencial del cual se

está hablando. No obstante, si se habla de la referencia “El señor de la máscara de hierro”, se

verá que la referencia de éste no es tan clara, pues no se han elaborado las referencias

suficientes, a nivel histórico para poder determinar con claridad cuál es el objeto del cual se

está hablando, en este caso, quién es “El señor de la máscara de hierro”.

Así mismo, se puede ver que hay grados de claridad en la referencia que dependen de los

datos, acumulados históricos, libros, revistas, periódicos, etc., que ayuden a definir con

precisión quién es esa persona, o de quién es ese nombre. Es por esto que, cuando hay menor

grado de conocimiento en los datos referenciales, no se puede determinar con claridad quién

es esa persona u objeto; por eso, si alguien dice: “El señor de la máscara de hierro”, quienes

escuchan dirán quién es ese personaje, por qué lo menciona, qué hay escrito de él, dónde

trabaja, etc., en últimas, no hay un punto de referencia definida en los datos referenciales, que

determine particularmente quién es él.

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En suma, se puede finalizar de la mano con Russell diciendo que:

El argumento principal del conocimiento por referencia es que va más allá de nuestra

experiencia privada. A pesar del hecho de que no podemos conocer verdades que no estén

compuestas exclusivamente de términos que hayamos experimentado por un conocimiento

directo, podemos tener un conocimiento por referencia de cosas que no hemos experimentado

jamás (Russell, 1983, p.57).

Con base en lo anterior, es claro observar que el conocimiento por referencia no se queda

reducido al conocimiento directo, pues con la referencia se puede tener el conocimiento de un

objeto, de mundo exterior a la mente del sujeto, sin la necesidad de tener una relación directa

con él. De este modo, se puede decir, por ejemplo, que se conoce la torre Eiffel sin la

necesidad de haber estado en relación directa con ella. Aquí, simplemente, lo que se ha tenido

es una variedad de recursos referenciales, que llevan a construir una imagen mental de que la

torre Eiffel queda en Francia, que es alta, que es famosa, que tiene una historia, que tiene unas

formas determinadas, etc.

1.2.3. Conocimiento de verdades

Hablar de los dos primeros tipos de conocimiento que hemos expuesto aquí: conocimiento

directo y conocimiento por referencia, nos lleva a considerar un tercer conocimiento: el

conocimiento de verdades, el cual recae sobre las creencias que se conciben como falsas y

verdaderas. Aún más, con el conocimiento de cosas bien sea en apariencia por el

conocimiento directo o por referencia, aún no se ha penetrado la estructura más compleja del

mundo como son los hechos. Argumentar que el conocimiento no se reduce al conocimiento

directo (datos de los sentidos), ni al conocimiento por referencia (conocimiento de objetos),

lleva a que se considere un tercer conocimiento que será el que determine, si lo que se ha

conocido es falso o verdadero. Por ello, las creencias son las que determinan lo que es falso y

verdadero. Pero la operación de una creencia no funciona de forma independiente, sino que

depende de algo exterior a ella: los hechos, que son los permiten establecer, según Russell

(1981), si una proposición es falsa o verdadera. Entonces, los hechos de los que está hablando

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nuestro filósofo son los que permiten establecer una relación con el conocimiento de

verdades. Observamos lo que nos dice Russell para comprender esto:

Nuestro conocimiento de verdades, a diferencia de nuestro conocimiento de cosas, tiene un

contrario que es el error. En lo que se refiere a las cosas, podemos conocerlas o no, pero no hay un

estado positivo de espíritu que pueda ser denominado conocimiento erróneo de las cosas, por lo

menos mientras los limitamos al conocimiento directo. Todo lo que conocemos directamente debe

ser algo; podemos sacar inferencias falsas de nuestro conocimiento, pero conocimiento directo

mismo no puede ser engañoso. Así en relación con el conocimiento directo no hay dualismo. Pero

hay un dualismo que se refiere al conocimiento de verdades (Russell, 1983, p.57).

Con lo anterior, se puede ver que el conocimiento de verdades pertenece a una clase de

conocimiento diferente del conocimiento directo y del conocimiento por referencia, porque en

estos dos se puede hablar de inferencias, mas no de una dualidad entre lo verdadero y lo falso.

En estos dos tipos de conocimientos se conoce a un mundo que está compuesto por manchas,

objetos, etc., pero no hay cabida para el error o la verdad. Recordemos que en el

conocimiento directo, por ejemplo, no se puede dudar de los datos sensoriales que se han

recibido en la mente. Entonces, cuando Russell llama la atención sobre el conocimiento de

verdades es para reflexionar sobre las creencias verdaderas y falsas, y así no quedarnos en un

conocimiento de las meras cosas, sino pasar a un conocimiento de lo que es verdadero o

erróneo en el conocimiento del mundo exterior.

Ahora bien, ¿Qué entendemos por verdadero y falso? O, en otras palabras, ¿Qué significa que

una creencia sea verdadera o falsa? Tratar de responder a estas preguntas, desde la

concepción russelliana, nos lleva a tener en cuenta un aspecto: la naturaleza de la verdad, ya

que si hay una comprensión clara de ella, se puede dar por hecho un conocimiento de

verdades. No obstante, nuestro filósofo plantea que para hallar una naturaleza de la verdad, se

deben abordar tres requisitos:

De acuerdo con nuestros tres requisitos, debemos buscar una teoría de la verdad que: 1.°, admita

que la verdad tiene un contrario, a saber, la falsedad; 2.°, haga de la verdad una propiedad de la

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creencia; pero 3.°, una propiedad que dependa totalmente de la relación de la creencia con las

cosas exteriores a ella (Russell, 1983, p.108).

En cuanto al primer requisito, Russell, explica de antemano que hablar de la verdad es hablar

del opuesto a ella: lo erróneo o lo falso. Este requisito difiere del conocimiento directo, pues

en éste no hay cabida para hablar acera de lo falso o lo erróneo, pues los datos sensibles que

causan los objetos, siempre serán verdaderos para la mente del sujeto que los ha adquirido.

Aún más, no hay cabida para dudar de la verdad - del color, la forma, la dureza, suavidad,

etc.-; de aquello que ha sido conocido directamente de un objeto. Cuando se conoce al

escritorio de color verde, no como objeto, sino como conocimiento directo, hay que

considerar que el color que compone a dicho escritorio siempre será verdadero, porque “es

aquello de lo que somos inmediatamente conscientes” (Russell, 1983, p.19), cuando lo veo y

lo toco. Entonces, si quiere pretende caracterizar un conocimiento de verdades, dicho

conocimiento no puede quedarse fijo en este nivel, pues la verdad aquí abarcaría todos los

lugares, sin darle un espacio a la falsedad.

En el segundo, hay una apuesta por explicar la necesidad de las creencias, pues sin ellas no se

podría hablar de la verdad y la falsedad, las cuales son propiedades de la creencia. Esto quiere

decir, que si negamos la posibilidad de las creencias, solamente podríamos tener la

imaginación o construir un mundo que está lleno de lleno de materia, de objetos, pero no un

mundo donde haya la susceptibilidad de hallar una verdad o falsedad: una creencia. En esa

medida, si yo me paro frente al mundo para conocerlo solamente como materia y, aunque en

él haya hechos, no podré enunciar que en dicho mundo hay cabida para la verdad o la

falsedad. En esa medida, si quiere pasar de un conocimiento de meros objetos, se deberá

recurrir a las creencias, quienes acreditan un espacio para la verdad y la falsedad.

En el tercero, Russell, pretende explicar que las afirmaciones o negaciones de una creencia

dependen de algo exterior a la misma creencia. Esto es, si se yo creo y afirmo que “El actual

presidente de Colombia es Juan Manuel Santos”, dicha creencia tendrá el carácter de ser

verdadera, pues se sabe que desde el carácter referencial que ha brindado la historia de

Colombia, se puede decir que Juan Manuel es el actual presidente de Colombia y,

actualmente, no hay otro diferente a él. Pero si yo creo y afirmo que “El actual presidente de

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Colombia es François Hollande”; esta creencia será falsa, pues como es sabido él es

presidente de Francia y, al tener esto, se puede ver que no hay correspondencia de las objetos

exteriores de la creencia (los hechos) con el grado de veracidad, que confirme que ese

nombre-lógico le pertenezca al actual presidente de Colombia. En efecto, el mundo exterior

(los hechos) determina si la creencia es falsa o verdadera.

Los tres requisitos que hemos visto son fundamentales para comprender la naturaleza de la

verdad. Sin embargo, el tercero de ellos, lleva a que se adopte un punto de vista que es muy

común entre los filósofos, esto es, que “la correspondencia con un hecho constituye la

naturaleza de la verdad” (Russell, 1983, p.108). En contravía, hay filósofos que han querido

confrontar esta noción de verdad, buscando explicar que la verdad no consiste en la

correspondencia entre el pensamiento (las creencias) con algo exterior a él. Este intento llevó

a instaurar una teoría, la cual según Russell (1983), la verdad radica en una coherencia. Dicha

teoría comprende que la falsedad no guarda alguna relación con el cuerpo de creencias, y por

su lado, la forma fundamental de la verdad es pertenecer a un sistema completamente

elaborado.

Aceptar este punto de vista, presupone dos grandes dificultades. La primera de ellas consiste

“en que no hay razón alguna para suponer que sólo es posible un cuerpo coherente de

creencias” (Russell, 1983, p.107). El filósofo inglés aquí confronta, la concepción de que la

verdad sea el fundamento de un gran cuerpo o sistema que está totalmente elaborado, donde

no hay fisuras que conlleven al error. Por otra parte, la correspondencia entre la creencia con

el mundo exterior no sea vista como la esencia para hallar la verdad, pues ella es construida al

interior de dicho cuerpo coherente. Por ello, una visión de tipo coherente rompe con el

argumento de que la verdad y la falsedad sean una correspondencia entre los hechos y las

creencias, como lo expone Russell.

Desde una posición russelliana, también, no hay cabida para determinar que la verdad

pertenece a un sistema de creencias totalmente acabado, pues la verdad y la falsedad no son

dos elementos separados, sino que los dos guardan una igualdad de condiciones, puesto que si

se reconoce que una proposición es verdadera, es porque hay otra de su misma naturaleza que

23

la confronta. Aún más, cuando Russell define a “la proposición como un vehículo especifico

de la verdad y la falsedad” (Russell, 1981, p.259)., no está determinando que una proposición

falsa sea menos importante que una verdadera, sino que muestra que a una proposición le

corresponden dos valores de verdad uno verdadero y otro falso.

La otra observación que hace Russell a esta noción de la coherencia de la verdad es “que

supone conocido lo que entendemos por «coherencia», mientras que, de hecho, la

«coherencia» presupone la verdad de las leyes lógicas” (Russell, 1983, p.107). Ante esta

objeción Russell explica que, el término de «coherencia» ha sido comprendido de forma

ambigua, pues para entenderlo de forma precisa se debe admitir que la verdad se cimenta a

partir de las leyes lógicas, entre ellas, el principio de contradicción. La «coherencia» acepta,

por ejemplo, que “dos proposiciones son coherentes cuando ambas pueden ser verdaderas a la

vez” (Russell, 1983, p.107). Desde lo que se ha visto, la lógica russelliana no admite que dos

proposiciones al mismo tiempo sean verdaderas, pues una a proposición le pertenece una

correspondencia entre lo falso y lo verdadero. Una concepción de este tipo, aplica la ley de

contradicción pues al emitir una proposición hay una que la afirma y otra que la niega. Por

ejemplo si se dice: «la puerta es azul» es porque la proposición «la puerta no es azul » niega

la posibilidad de que sea de otro color diferente al azul.

Las dificultades que Russell observa en la verdad como coherencia, hace que se mantenga la

posición de que la naturaleza de la verdad, como se había dicho anteriormente, sea concebida

como la correspondencia entre el hecho y las creencias. Se admite que la creencia tiene como

propiedad a la verdad y a la falsedad, llevando a que la relación de la mente con los objetos

no se quede reducida al conocimiento directo, pues éste operaria de tal manera, que la

creencia “no admitiría la oposición de lo verdadero y lo falso, sino que sería siempre

verdadera” (Russell, 1983, p.108). Cuando Russell expone que la relación no es restringirse

al conocimiento directo, es porque acepta la idea de que el “mundo existente consiste en

muchas cosas, con muchas cualidades y relaciones” (Russell, 1949, p.60). De este modo,

describir al mundo requiere que los términos se relacionen de diversas formas, esto es, un

término no se relaciona exclusivamente con otro término, sino con dos, tres, cuatro, cinco, etc.

24

Se podría multiplicar indefinidamente los ejemplos, para sustentar que existen relaciones de

más de dos términos, pues así como en el mundo hay gama de posibilidades para objetos, así

mismo, hay una para que los objetos se relacionen. Así pues, observemos una relación de tres

términos, una tríadica: “Pedro le regaló el libro a Juan”, aquí que hay tres términos en

relación, “Pedro”, “Libro”, “Juan”. La agrupación de todos los términos debe guardar una

estructura gramatical y, así mismo, una correspondencia con los hechos para que la

proposición tenga sentido. De lo contario, si yo digo: “El libro le regaló el Juan a Pedro”, esta

proposición aunque guarde los mismo términos en relación e, incluso, no tenga una estructura

correcta gramaticalmente, no se corresponde con un hecho que elabore la representación de

que en el mundo haya un hecho posible que ilustre que: “El libro esté entregándole un regalo

a Juan a Pedro”. Por tanto, dicha oración no tendrá sentido lógico.

En suma, se puede decir que el conocimiento de verdades de Russell concibe que la verdad o

la falsedad no se puede determinar, simplemente, bajo el conocimiento directo, sino

concibiendo que hay un mundo exterior a la mente del sujeto, los hechos, que son los que

determinan la verdad o la falsedad de una creencia que habita en la mente del sujeto. En

efecto, la verdad debe estar construida bajo la relación entre proposiciones y hechos. De aquí

que se pueda decir que: “Una de las características más distintivas del atomismo lógico es su

consideración de la verdad, como correspondencia entre las proposiciones, que es el objeto de

la lógica, y los hechos que constituyen el mundo” (Griffin, 2003, p.372).

25

2. LA RELACIÓN LENGUAJE – MUNDO PARA EL ATOMISMO

Lo que llamo aquí relación lenguaje-mundo es el tratamiento que da Russell a las

conexiones o vínculos que se puedan establecer entre hechos y proposiciones. Conviene

observar entonces la manera cómo el atomismo lógico entiende la descripción del mundo

existente a partir del lenguaje de la lógica. En otras palabras, exponer cómo el lenguaje

constituye un andamiaje de significaciones que permite pensar la representación de los hechos

que están acaeciendo en el mundo, con un mínimo grado de coherencia y sentido. Como

señala Russell el mundo existente consiste: “en muchas cosas con muchas cualidades y

relaciones. Una descripción completa del mundo existente requeriría no sólo un catálogo de

las cosas, sino también una mención de todas sus cualidades y relaciones” (Russell, 1949,

p.60). Esa descripción debe tener un sentido.

De acuerdo con la concepción de mundo russelliano, observamos que no está compuesto por

mera materia, es decir, por meros objetos, sino que en él se encuentran cualidades y

relaciones. Todo ello es lo que hace posible conocer un mundo, que está conformado por

hechos y, del cual se pueden describir una variedad de predicados, cualidades, etc. De manera

que el lenguaje ocupa una posición importante, pues él será el encargado de representar lo que

acontece en el mundo.

Con lo que se ha dicho, se puede ver los puntos de partida del conocimiento, para

comprender qué se puede decir del mundo o no. En esa medida, los hechos y las

proposiciones juegan un papel, entonces, ¿qué importancia tiene la relación entre hechos y

proposiciones para el atomismo lógico? En cuanto al hecho –dice Russell- es aquello que

hace que la proposición sea falsa o verdadera. Y proposición es una oración que expresa algo

acerca del mundo de forma lógica; en esa medida, el lenguaje lógico será aquel que describe

algo de los hechos que están acaeciendo en el mundo. Para que una proposición resulte siendo

falsa o verdadera, en primer lugar, ella debe tener sentido pues de no ser así impide

completamente un proceso de verificación, pues, ante la falta de sentido no se sabe qué es lo

que se ha de verificar.

26

Dentro de este marco, el atomismo lógico que expone Russell obedece al principio de

verificación, el cual mantiene la concepción de que la verdad es una correspondencia entre

proposiciones y hechos. El principio de verificación, se trae a cuenta gracias a que el Círculo

de Viena guarda afinidades con la filosofía de Russell; ahora bien, veamos una consideración

traída por Ayer:

Se admite que el principio de verificación facilita un criterio mediante el cual puede

determinarse si una frase es literalmente significativa o no. Un modo sencillo de formularse

sería decir que una frase tiene sentido literal siempre y cuando la proposición por ella

expresada fuese o analítica o empíricamente verificable (Ayer, 1971, p.11).

El principio de verificación tiene el objetivo de garantizar una seguridad en la verdad y la

falsedad de las proposiciones. Dentro del marco de la filosofía de Russell, se entiende como

aquel encargado de verificar el sentido y la verdad de las proposiciones con el contenido

empírico, con los hechos. Esto es, afirmar si una proposición es susceptible de ser verificada

con los hechos, para así determinar si carece de sentido. Aún más, dentro del lenguaje

científico, el lenguaje lógico, no puede haber enunciados que no se encuentren verificados con

los hechos del mundo, puesto que si esto acontece, se estaría construyendo un lenguaje con

andamiaje ambiguo, que no tiene una aceptación lógica y científica.

Nótese lo siguiente. En la cita de arriba Ayer habla de proposiciones empíricamente

verificables, que son las que van a ser sometidas al principio de verificación, y más adelante

agrega que:

Una frase es factualmente significante para toda persona dada, siempre y cuando esta persona

conozca cómo verificar la proposición que la frase pretende expresar, es decir, si conoce qué

observaciones le inducirían, bajo ciertas condiciones, a aceptar que la proposición como

verdadera, o a rechazarla como falsa (Ayer, 1971, p.40).

Comprender que una de las preocupaciones del proyecto russelliano, recae en purificar las

frases que constituyen el conocimiento del mundo, se ha de tener en cuenta que el principio de

verificación es un elemento, que le permite delimitar el significado y el carácter empírico de

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las frases que constituyen a dicho conocimiento. Dentro de este marco, Russell al igual que

Círculo de Viena comparte la idea de que las frases metafísicas no tienen significado ni

sentido, a lo sumo se pueden considerar pseudo-proposiciones. Cuando una persona,

entonces, procede a describir el mundo exterior sin el sustento empírico, de forma metafísica,

no hay una garantía de que aquella persona pueda verificar si lo que está diciendo sea o falso

o verdadero. Observemos la siguiente frase: “el Absoluto forma parte de, pero es, en sí mismo

incapaz, de evolución y progreso” (Ayer, 1971, p.40). Esta frase metafísica no es susceptible

de ser verificada, pues carece de un referente empírico que dé el aval. Entonces, si a una

persona (cuando hablo aquí de persona no me refiero a un asunto de carácter subjetivo

psicológico) dada le presentan dicha frase, no encontrará en dónde está el Absoluto, para así

estipular si éste hace parte o no de la evolución y del progreso.

En contravía de la frase metafísica que se ha mencionado, se debe agregar que hay otras frases

o proposiciones que nunca han sido sometidas a la verificación. Esto no significa que no sean

susceptibles de ser verificadas, sino que no hay “los medios prácticos para colocarlos en una

situación en que podrían hacerse las observaciones pertinentes” (Ayer, 1971, p.41). Tomemos

un ejemplo que trae Ayer del profesor Schlick, para ilustrar este tipo de proposiciones: “hay

montañas en la cara oculta de la luna” (Ayer, 1971, p.41). Aunque no se haya tomado el

trabajo para verificar esta proposición, no quiere decir le falte significación o, que carezca de

verdad y falsedad, dicho de otra forma, que no sea susceptible de ser verificada. Quizás no

existan los medios astronómicos para ir y descubrir la cara oculta de la luna. Pero en el

momento en que se den los medios, ya no habrá una incapacidad de hacer las observaciones

pertinentes; por tanto, se procederá a verificar cuál es la observación real. En suma, el criterio

de verificación permite garantizar el significado, la verdad y la falsedad de las proposiciones

que describen la realidad. En otras palabras, expresa una forma de cómo Russell entiende la

relación entre el lenguaje y el mundo. Ahora veamos qué se puede entender por hecho.

2.1. Hechos atómicos

Cuando se procede a estudiar la noción de mundo en Russell, se observa que hay predicados y

relaciones. Todo ello da las condiciones para conocer el mundo, que está conformado por

hechos atómicos, y del cual se pueden figurar una multitud se predicados y relaciones, etc.

28

Establecer la concepción de un mundo sin hechos es negar la posibilidad de que se pueda

afirmar o negar algo de él, pues las creencias “se refieren a esos hechos y por referencia a

dichos hechos son verdaderas o falsas” (Russell, 1981, p.256). En lo que concierne a la

palabra hecho atómico, puede decirse que éstos se relacionan con proposiciones atómicas. De

aquí que los hechos guarden relación con el lenguaje, quien será el encargado de representar

mediante palabras lo que está acaeciendo en el mundo.

Ahora observemos cómo define la expresión hechos atómicos Russell: “cuando hablo de un

“hecho” –no me propongo alcanzar una definición exacta, sino una explicación que le permita

saber de qué estoy hablando- me refiero a aquello que hace verdadera o falsa a una

proposición. Si digo “está lloviendo”, lo que digo será verdadero en determinadas condiciones

atmosféricas y falso en otras” (Russell, 1981, p.256). Desde este punto de vista, el filósofo

inglés reconoce que no es su propósito precisar puntualmente la palabra “hecho”. Sin

embargo, trae a cuenta dicho término para distinguir que el hecho es quien brinda las

condiciones, para que una proposición pueda ser verdadera o falsa, según las condiciones

atmosféricas en que se situé. Esto es, si se dice: “Pedro está muerto”, dicha proposición es

verdadera si hay un hecho fisiológico que confirme que Pedro realmente está muerto y, que

hay otros hechos que nieguen la posibilidad de que Pedro esté vivo. Este ejemplo se tomó,

para expresar que hay múltiples hechos (fisiológicos, astronómicos, físicos, etc.) que afirman

o niegan a las proposiciones, debido a sus cualidades, particularidades, condiciones,

relaciones etc. Aún más, el hecho es el que muestra que el mundo tiene diversidad de

relaciones, cualidades y predicados.

Por otro lado, Russell, afirma que un hecho no es una cosa en particular. Por ello dice lo

siguiente: “lo que yo llamo un hecho es algo que se expresa por medio de una oración

completa y no un simple nombre como “Sócrates”” (Russell, 1981, p.256). Desde estas líneas

se ve, que un hecho no puede ser una cosa particular, es decir, hablar de lluvia, sol, casa,

perro, silla, camisa, etc., no tiene sentido lógico pues una cosa particular por sí misma, no

puede determinar una falsedad o verdad de la proposición. Entonces, se puede decir que las

cosas particulares no son ni verdaderas ni falsas, pues no hay una oración completa que le dé

el sustento lógico.

29

Así mismo, se debe añadir que “un hecho no puede ser ni verdadero ni falso” (Russell, 1981,

p.259). En esta afirmación, Russell quiere precisar que los hechos son neutros, pues en sí

mismos, no pueden tener la propiedad ser ni falsos ni verdaderos. Entonces, ¿qué pasa con la

verdad y la falsedad? Cuando se habla de esta dualidad, se debe considerar que falta un

elemento que determine si un hecho es falso o verdadero. Dicho elemento es la proposición

que es “el vehículo especifico de la verdad y la falsedad” (Russell, 1981, p.259). Nótese aquí

que si un hecho no está en relación con el lenguaje, no tendrá sentido afirmar o negar lo que

sucede en el mundo. Entonces, las proposiciones serán quienes expresen si lo que se ha

conocido o predicando del mundo es falso o verdadero. Por ello, veamos a continuación qué

se puede entender por proposición.

2.2. Proposiciones atómicas

En cuanto a la proposición, Russell la define de la siguiente forma: “La proposición es el

vehículo específico entre la verdad y la falsedad. Una proposición, puede decirse, es una

oración en indicativo, una oración que enuncia algo, no interroga, impera u opta” (Russell,

1981, p.259). En consonancia con esto, una oración puede ser optativa, imperativa,

exclamativa, etc. Pero la única oración que puede ser proposición es la indicativa, pues su

propiedad es la verdad y la falsedad. Además de tener la característica de ser falsa o

verdadera, una oración indicativa muestra que el sentido y la significación de toda la oración,

depende de cada una de las palabras que la componen. Por ello si “algún componente de la

oración compuesta conjuntivamente es falsa, la oración globalmente es falsa” (Stroll, 2002,

p.27).

En cuanto al otro tipo de oraciones (las exclamativas, imperativas, optativas, etc.) se debe

añadir que no tienen relación con la verdad o la falsedad, pues generalmente dependen de

resultados, actos, circunstancias, etc. Para observar esto un poco más, tomemos una oración

indicativa y luego una oración interrogativa, para observar en qué se diferencian. “Alejandro

fue un gran escritor”. Cuando se tiene esta oración se puede indicar si es verdad que hubo un

escritor famoso que se llamó Alejandro o, por el contrario, no hay nada que garantice su

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existencia. Ahora bien, si se dice: “¿Alejandro fue un gran escritor?” A diferencia de la

primera oración, aquí no se tiene claro si hubo un hombre llamado Alejandro que fue un gran

escritor. Al no tener una claridad tal, se hace necesario emplear los signos de interrogación

para encontrar una respuesta. Esto implica que la verdad o la falsedad no se den en esta

oración y, así mismo, se vean sujetas a depender de actos investigativos que avalen la

existencia de un personaje, que fue escritor y lleva por nombre Alejandro.

La proposición de forma indicativa es, entonces, la que describe la realidad, la multitud de

hechos que componen al mundo, mediante símbolos lingüísticos que representen de forma

lógica, articulada, precisa, etc., todos los hechos que componen la existencia del mundo. Todo

esto lo hace, para llegar a la determinación de que a un hecho le pertenecen dos

proposiciones, las de la verdad y las de la falsedad. Por eso Russell dice que: “una oración (o

una proposición) es el símbolo apropiado para referirnos a un hecho” (Russell, 1981, p.262).

En otras palabras, para referirnos al mundo.

En lo que hemos visto, se ha rescatado que los hechos y las proposiciones guardan una

relación, la cual consiste en que para “cada hecho corresponden dos proposiciones, la una

verdadera y la otra falsa” ” (Russell, 1981, p.263). En ese sentido, el mundo está compuesto

por hechos, pero dichos hechos son neutros, por eso no se puede decir que falsos o

verdaderos, ya que esto le pertenece únicamente al lenguaje, es decir, a las proposiciones que

afirman o niegan la validez de un hecho. Así mismo, se hizo la aclaración de que el mundo

existente está conformado por muchas cualidades y relaciones, donde el lenguaje es la

herramienta que por medio de sus símbolos describe y hace mención de cada uno de los

hechos, de las cualidades y de las relaciones.

2.3. Proposiciones Moleculares

“Las proposiciones "moleculares" son tales que contienen conjuntamente - si, o, y, a menos

que, etc. - y esas palabras son las características de una proposición molecular. Considera,

pues, la posibilidad de una afirmación como: "Si llueve, sacaré mi paraguas" (Russell, 1949,

p.63). En consonancia con lo anterior, se comprende que las proposiciones moleculares

pertenecen a un nivel más complejo que el de las proposiciones atómicas, ya que incluyen

31

conectores lógicos que son el punto de conexión entre dos o más proposiciones atómicas. En

otras palabras, las partes que constituyen una proposición molecular son las múltiples

proposiciones atómicas que la conforman.

Cuando se considera una proposición del tipo: “si llueve saco el paraguas”, “llovía y no saque

el paraguas”, etc., son consideradas en el tipo de las proposiciones moleculares, porque

contienen dentro de sí conectores lógicos que son la base para unir las diferentes partes de la

proposición. Es así que, si se dice: “llovía y no saque el paraguas”, dicha proposición tendrá

dos partes, es decir, se refiere a dos hechos: “llovía” y “no saque el paraguas”, entre dichas

partes está el conector lógico “y” que será quien conforme la unión de toda la proposición.

Así mismo, dentro de las proposiciones complejas, encontramos que al asociar las diferentes

partes con cada uno de los conectores, dará como resultado la construcción de múltiples

formas lógicas: la conjunción: “p o q”, la disyunción: “p y q”, la implicación: “si p entonces

q”, etc.

En este punto es necesario aclarar que las proposiciones moleculares no se corresponden con

hechos moleculares, pues desde la noción de mundo russelliano, la realidad está compuesta

por hechos atómicos que le corresponden a proposiciones atómicas. Pero si se presentan dos o

más hechos atómicos, que estén unidos por los diversos conectores lógicos, ya no se puede

decir que sea una proposición simple, sino una proposición compleja. Tomemos la siguiente

ilustración traída por Russell, para entender esto: “Sócrates es mortal o Sócrates está todavía

vivo”; la forma lógica aquí es “p o q”. Nótese en que en esta proposición está divida en dos

partes: “la mortalidad de Sócrates” o “la vida actual de Sócrates”, la unión de dichas partes

atómicas, formará la unidad de la proposición molecular. Aquí se “tendrán el hecho

correspondiente a p y el hecho correspondiente a q, hechos ambos que cuentan a la hora de

preguntar por la verdad o la falsedad de “p o q”” (Russell, 1981, p.292).

Con lo anterior se ha de tener en cuenta dos cosas. En primera medida, que una proposición

molecular contiene en sí la asociación de dos o más hechos atómicos, de aquí que yo pueda

decir que el hecho de p es diferente del hecho q. Con esto queda claro que no hay un hecho

“molecular” que le corresponda a la proposición “p v q”. En segunda instancia, la verdad o la

32

falsedad de una proposición molecular “dependerá de esos dos hechos y no tan sólo de uno,

como sucedería con p y con q por separado” (Russell, 1981, p.292). De aquí, la proposición

atómica p tiene su verdad o falsedad, independientemente, de la proposición atómica q, pues

la asociación de las dos constituirá la verdad o la falsedad del total de toda la proposición “p v

q”.

Para terminar lo que hemos visto hasta aquí, podemos ver que cuando Russell expone la

filosofía del atomismo lógico hace un tratamiento analítico “de una cierta metafísica”, que

será quien nos muestre cómo se debe conocer el mundo. Pero no solamente se queda con el

conocimiento del mundo, sino que pasa al campo del lenguaje lógico, que será el que

represente en sus símbolos lo que acontece en dicho mundo, por ello también llama al

atomismo “una cierta doctrina lógica”. En esa medida, la relación entre el lenguaje y el

mundo, vistos desde el atomismo lógico, guarda una concepción lingüística en la que la

proposición se corresponde uno a uno con un hecho de forma limitada, verificable,

independientemente de las otras proposiciones y otros hechos.

33

3. LIMITACIONES DEL ATOMISMO LÓGICO: VISTAS

DESDE UNA OPCIÓN HOLÍSTICA

La filosofía del atomismo lógico de Bertrand Russell, como lo vimos en el transcurso de

los anteriores capítulos, tiene como finalidad delimitar una cierta teoría “metafísica” y un

cierto tipo de “lógica”, donde el lenguaje esté destinado a traducirse en los enunciados de una

lógica ideal, un lenguaje científico. La metafísica russelliana concibe el mundo constituido

por una multiplicidad de cosas, independientes, aisladas, como componentes atómicos,

mientras que el lenguaje por su parte, es el que muestra la forma lógica de dicho mundo. La

sugerencia de Russell es que las proposiciones deben ser reducidas al lenguaje lógico,

científico, de lo contrario serán consideradas sin-sentidos. No obstante, esta pretensión de

reducir el lenguaje a unas estructuras básicas, como especies de fundamentos de sentido,

puede ser cuestionada desde una posición de carácter holístico tal como se puede observar en

la concepción del significado de Quine. Desde este punto de vista, no se trataría de conseguir

la verificación de una proposición, sino de hallar la consistencia o coherencia de dicha

proposición con proposiciones cercanas, que ayudan a darle sentido. Bajo esas condiciones, la

significación no está destinada a ser reducida a proposiciones verificables, pues las

proposiciones sobre el mundo externo, “no comparecen ante el tribunal de la experiencia

sensible individualmente, sino bajo la forma de un cuerpo organizado” (Quine, 2002, p.85).

Una propuesta holística del conocimiento del mundo externo como la presenta Quine,

requiere de un trabajo muy extenso, pues su filosofía incluye una diversidad de tesis de gran

complejidad, lo cual hace que este trabajo sea visto como una tarea de grandes proporciones.

Pero en las líneas que siguen, no me ocuparé de ofrecer una visión sinóptica, de un

pensamiento tan agudo y sistemático como éste, sino de presentar cómo a través de una

noción holística, se pueden detectar algunos puntos de limitación en el atomismo lógico

propuesto por el filósofo británico.

Defender la tesis de que la referencia tiene un carácter holístico, a diferencia de lo que cree

Russell en su concepción atomista, habrá de tener en cuenta, en primera instancia, que el

lenguaje obedece a patrones culturales, sociales, pragmáticos, etc. Tras haber llegado a la

comprensión de que el lenguaje es una construcción social; nos dará el paso para hablar de un

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segundo momento, esto es, exponer qué se entiende por referencia en Quine. En cuanto al

aspecto referencial se observará, que es “un aparato adecuado para hablar de objetos” (Quine,

1977, p.101). Pero dejando claro que dicho aparato no concibe la referencia de los objetos de

manera unívoca, sino de forma pragmática. Del mismo modo se observará, en un tercer

momento, cómo desde una concepción holística del significado, los enunciados no se

construyen a partir de una experiencia sensible aislada, sino desde un cuerpo organizado. En

otras palabras, observar que el holismo epistemológico asume la posición de que: “la unidad

de significación empírica es el todo de la ciencia” (Quine, 2002, p.86).

3.1. El lenguaje como construcción social

El lenguaje entendido a partir del atomismo lógico es aquel que se ha construido de tal

manera, que alcance un lugar diferente del lenguaje común, es decir, un nivel al cual se llega

mediante el ejercicio estricto que la lógica le proporciona. Es por este motivo, que la ciencia

acude a aquel lenguaje, porque le será de utilidad para construir un lenguaje ideal, donde no

haya cabida para los sin sentidos. Sin embargo, esta perspectiva dista de una posición

pragmática, como la de Quine, quien considera que en el lenguaje corriente se hayan

elementos de conocimiento que le son de utilidad para la ciencia. Aún más, el lenguaje

cotidiano, el de la cultura, es el punto de partida para comenzar a hablar de los diferentes

objetos que hay en el mundo exterior.

Duica (2001), en el ensayo Ciencia y Contenido Empírico, explica que la ciencia no es más

que un sentido común sofisticado, es decir, la ciencia tiene expresiones del lenguaje que no le

son ajenas al lenguaje ordinario. La interpretación inicial de estas líneas puede girar en torno a

la ciencia y, en un aspecto muy general sobre el sentido común. Pero lo que se quiere decir es

que “la ciencia no es un tipo de conocimiento que implique la ruptura con el sentido común, o

que exista una clara demarcación entre conocimiento científico y conocimiento de sentido

común (no-científico)” (Duica, 2001, p.106). Con base en lo anterior, se puede decir que

Quine no hace una ruptura estricta entre el lenguaje corriente y el lenguaje científico, sino que

los dos tienen igualdad de condiciones.

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“Tanto nosotros como los animales observamos lo que sucede a nuestro alrededor. Esta

actitud observadora contribuye de algún modo a indicar qué debemos esperar e, incluso, cómo

prevenirlo” (Quine, 1998, p.7). Esta forma común de explicar una actitud observadora en los

animales, lleva a que se incluya en nuestro escrito una expresión técnica de Quine: “oraciones

observacionales”. La importancia introducir este término es para explicar que los sujetos

cuando comienzan a conocer el mundo externo, lo hacen con actitudes visuales, esto es,

desarrollan la visión para distinguir visualmente que hay en el mundo. Pero dicho sujeto no

solamente se queda actitud de observar el mundo, sino que comienza a expresarlo

lingüísticamente. Entonces, cuando un niño, por ejemplo, tiene su primer acercamiento del

color «verde» comienza a distinguirlo de los demás colores y, después, enuncia una serie de

frases acerca de dicho color.

Las oraciones observacionales tienen dos rasgos: “uno privado en lo que respecta al

individuo, un rasgo público por lo que respecta a la sociedad” (Quine, 1998, p.54). En este

punto, Quine resalta que una oración observacional no solamente se construye en el individuo

que conoce, sino en la sociedad. La sociedad es el espacio público donde el individuo aprende

a referirse a su mundo. Pero nuestro filósofo norteamericano, más adelante agrega, que una

oración no se queda estática, sino que a lo largo del tiempo y de los años se desarrolla

científicamente en el sujeto. Por eso el profesor Duica afirma que la ciencia comprendida por

Quine no es más que un sentido común sofisticado.

“Con el transcurso del tiempo, las primeras oraciones observacionales del sujeto, adquiridas

por ostensión, habrán cambiado en algunos aspectos, a través de la presión pública sostenida”

(Quine, 1998, p.55). Obsérvese que cuando Quine emplea la expresión en el transcurso

tiempo, se refiere a que el sujeto aprende las primeras oraciones de la sociedad, las cuales

serán sometidas a una transformación cuando, a través de los años, se involucren teorías

sofisticadas. Entonces, tal vez cuando dicho individuo era niño y estaba aprendiendo sus

primeras oraciones, aprendió el término “agua”, y lo aplicaba a situaciones elementales que le

permitieron moverse de forma básica en la sociedad. Así pues, la exigencia social es la que

“permite al niño aprender el uso de las oraciones observacionales” (Quine, 1998, p.56). Pero

el niño no se queda inserto en el bagaje lingüístico que ha aprendido en la infancia, sino que

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en el trascurso del tiempo trasforma las palabras aprendidas y conoce otras nuevas, pues se

incluyen contenidos sofisticados que hacen más complejo hablar del mundo.

Comprender que las oraciones observacionales, que se han aprendido en trascurso de la vida y

del tiempo, llevan a “depender cada vez más de la selección que se haga de la comunidad

lingüística perteneciente” (Quine, 1998, p.55). Esto es, cuando el niño aprende sus primeras

oraciones, no se ve tan dependiente de la comunidad lingüística en donde se encuentra, pues

las expresiones, símbolos, etc., los ha aprendido de forma básica, por eso no lo llevan a verse

tan vinculado estrictamente con la cultura. Pero cuando el niño experimenta y desarrolla cada

vez más las expresiones lingüísticas de su comunidad, comienza a verse más dependiente de

cada uno de las reglas del lenguaje que la sociedad le proporciona. En esa medida, la

comunidad dada y el individuo se vuelven un parámetro, porque los dos son lo que establecen

las reglas que se pueden dar al interior de su sistema lingüístico.

Según Quine (2001) el lenguaje es un arte construido por la sociedad, pues en el contexto

social es donde se aprende acerca de lo que se puede decir del mundo y bajo qué

circunstancias. Esto lleva a suponer que los términos que se emplean para hacer referencia a

los objetos, están definidos por el carácter cultural y, así mismo, las significaciones que se dan

al interior de un lenguaje cualquiera, obedecen al sentido que el grupo de personas de una

cultura otorga. Veamos qué nos dice Quine al respecto: “nosotros mismos, que hemos crecido

juntos y hemos aprendido también juntos nuestra lengua, hablamos el mismo lenguaje por la

razón de que la sociedad nos ha instruido un mismo patrón de respuestas verbales a

incitaciones exteriores expuestas” (Quine, 1974, p.17). Desde esta perspectiva, la sociedad es

un espacio necesario, para comenzar a aprehender del lenguaje y a usarlo, esto es, brinda el

patrón lingüístico y de significaciones que se han edificado a partir de una herencia cultural,

de una historia, de un contexto, de unas circunstancias propias, etc. Entonces, bajo esto marco

de comprensión, el lenguaje obedece a lineamientos sociales, que llevan a que los individuos

que viven en dicho contexto respondan, desde el significado, a estimulaciones que son dadas

en el mundo exterior.

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El uso correcto de las palabras, de los símbolos, etc., son adquiridos bajo el entrenamiento que

la sociedad ejerce sobre el individuo. En tal caso, “la sociedad ha sido capaz de entrenar al

individuo a decir lo socialmente adecuado e incluso en respuesta a estímulos socialmente

indetectables” (Quine; 2001, p.22). Hablar del tema de las estimulaciones exteriores en Quine

es de gran complejidad, sin embargo, hay que comprender, para nuestro interés, las

estimulaciones son aquellas que provocan en el individuo conductas lingüísticas y no

lingüísticas. Esto es, cuando un individuo ve un objeto de color “rojo”, podrá expresar en

símbolos del lenguaje lo que está sintiendo en su vida privada. O tal vez, presente una

conducta no lingüística, que le provoque cuando ve el objeto “rojo”. En todo caso, la sociedad

cumple la labor de penalizar, si las conductas que presenta dicho individuo son aprobadas por

las reglas que ya están establecidas en dicho contexto.

En última instancia, el lenguaje no puede escapar de los lineamientos que son dados por una

sociedad. De esta manera, puede entenderse a la sociedad como el árbitro que acepta o

rechaza los usos lingüísticos o los comportamientos que se pueden hacer ante la presencia de

un mundo físico. Un individuo no puede aprender un bagaje de términos, de referencias sin la

presencia de un contexto, de un factor social, que garantice que lo que ha aprendido a

nombrar y darle sentido de mundo externo, tiene una aceptación en el contexto. La

concepción del lenguaje social, abre la temática de un aspecto fundamental: la referencia.

Veamos a continuación, qué se puede entender por éste término.

3.2. Acerca de la referencia

El lenguaje en Quine tiene en cuenta, como se ha dicho, un componente social. Ahora hay que

añadir que la referencia nos permite hablar del mundo, de los objetos que habitan en él. Este

filósofo dice: “Es un hecho que aprendemos a hablar de objetos, y no solo de objetos físicos

sino también atributos de números, de conjuntos, de toda una suerte de objetos abstractos”

(Quine,1977,p.101). Con base en esto, se debe decir que la referencia nos permite conocer y

hablar del mundo físico. Dicho de otra forma, la referencia es un “aparato adecuado para

hablar de objetos” (Quine, 1977, p.101). Esto lleva a que se indague lo siguiente: ¿en qué

cultura nació el niño que constantemente habla del mundo que lo rodea?, ¿qué lenguaje se

38

habla en dicha cultura? O en otras palabras ¿Cuándo se puede decir que un niño ha aprendido

a referirse a los objetos?

Ante las preguntas previamente mencionadas, se podrá responder de forma muy general que

el niño ha aprendido las referencias de acuerdo al contexto donde esté situado, ya que cuando

se refiera al mundo, la sociedad será el juez que apruebe o desapruebe lo que el niño está

decidiendo. Es así que cuando al niño ha aprendido a referirse al color “Rojo” es porque su

cultura le ha impuesto dicho patrón y, así mismo, cuando dicho niño diga algo incorrecto de

lo que significa “Rojo”, la misma cultura será quien corrija el sentido dicha referencia, para

que el niño pueda hacer un uso correcto del término, y así mismo, moverse al interior del

sistema lingüístico de su contexto. Cuando el niño ha llegado a incluirse de forma

considerable a las forma de comunicación del sistema lingüístico será capaz de definir qué es

rojo, y a cuáles objetos rojos puede referirse. Según Quine (2001) la sociedad apremia el uso

de «Rojo» cuando observa que el individuo está mirando o se está refiriendo a algo rojo, y a

penalizarlo cuando se aprecia que el individuo está se está nombrando o mirando otra cosa

diversa que no tenga el color rojo.

Ahora bien, dentro del atomismo lógico también se vio que Russell llama la atención sobre el

carácter referencial, pues éste sirve para referirnos al mundo externo. Aún más, el

conocimiento de una referencia en Russell debe obedecer a la singularidad de un objeto, para

que en dicha referencia no se halle vaguedad. Recordemos el ejemplo de “el actual rey de

Francia es alto”, aquí la referencia tiene una precisión lógica, puesto que puede traducirse a

términos lógicos y, de igual forma, porque la singularidad de la proposición demuestra que en

el mundo exterior, hay solamente una persona que pueda ser “Rey de Francia” y tenga la

propiedad de ser “Alto”.

Teniendo en cuenta el ejemplo traído anteriormente, nótese que Russell, para llegar a una

referencia definida como la que hemos explicado, no ha incluido en su aspecto teórico el

lenguaje corriente, el de la cultura, puesto que esto le quitaría el nivel de perfección lógica al

cual quiere llegar. Su pretensión de querer hallar un lenguaje ideal, lo llevo a que se limitara a

pensar que para que el uso del lenguaje sea correcto, el lógico, debe haber una relación rígida

39

y univoca entre el lenguaje y el mundo, ignorando que la referencia también puede ser

definida desde los diferentes contextos lingüísticos que existen y, por ello, no le quita el rigor

lógico, puesto que “el objeto de referencia varía según esas diferentes posibilidades. Aceptada

una, el objeto de referencia es un color. Aceptadas otras, es una mancha, y una macha

diferente según los casos” (Quine, 1977, p.102).

Observemos un caso tradicional que ha servido de herramienta para comprender algunas de

las tesis de Quine, es esto, el término “Gavagai”. Éste es un concepto traído por este filósofo,

para dar a explicar que un lingüista que llega por primera vez y desconoce completamente el

sistema lingüístico de una cultura nativa que vive en Estados Unidos, quiere conocer y

descifrar lo que significa “Gavagai”, para así poder armar un manual que compruebe que

cuando los nativos emplean dicho termino se refieren a un “Conejo”. Pero a lo largo de una

estadía con ellos, se da cuenta que cuando intenta preguntar por “Gavagai” hay diferentes

acontecimientos conductuales por parte de los nativos, que no permiten llegar a un punto en

común de su sistema lingüístico con el de cultura. Entonces:

Pondrá a prueba su teoría con los nativos, formulando nuevas sentencias autorizadas por su

teoría para ver si resultan verdaderas o no. Esta es una inversión de orden cronológico; se

construye la teoría antes de haber obtenido todos los datos posibles, y luego toma una guía

para obtener datos adicionales máximamente pertinentes (Quine, 1974, p.17).

El lingüista en este caso, hace una observación muy minuciosa, en su diario de campo, de las

estimulaciones verbales y no verbales por parte de los nativos, esto con el fin de llegar a una

posible hipótesis de que cuando se dice: “Gavagai” los nativos están entendiendo en su

mundo interno, en su sistema lingüístico, como un “Conejo”. Pero llegar a una sentencia de

este tipo puede resultar precipitado, según los planteamientos de Quine, porque dentro del

contexto, en este caso la cultura nativa, hay una estructura de creencias lingüísticas que se han

construido y, de acuerdo con ella, se han creado significaciones para hacer referencia a cada

uno de los objetos que están en su mundo exterior. Entonces, por parte del lingüista no podrá

determinar la referencia exacta del objeto, por medio de una significación y un estímulo,

porque dentro de la cultura habrá conductas verbales y no verbales para referirse de modo

indeterminado al mundo externo. Esto quiere decir, que en el caso del lingüista no le servirá

40

solamente fijarse en los sonidos verbales que emiten los nativos cuando ven pasar al

“Gavagai”, sino tratar de analizar el comportamiento no verbal de los nativos, para tener una

visión más o menos clara y, así dar una hipótesis aunque sea de forma indeterminada, de lo

que significa “Gavagai”.

Así mismo, aunque el lingüista reúna cronológicamente datos de los actos verbales y,

especialmente, no verbales por parte de los nativos de dicha cultura, no podrá determinar con

exactitud qué es un “Gavagai”, ya que quizás ha leído sobre él, ha vivido con la cultura y lo

visto, ha escuchado sobre él, etc., pero no sabrá determinar con exactitud desde las

estimulaciones no verbales, qué significa dicha referencia para este grupo de nativos, donde

cada vez que ven un objeto llamado “Gavagai” sus formas conductuales y verbales son

diferentes. En esa medida, por un momento, el lingüista puede quedarse quieto y, con la

pretensión de llegar a una hipótesis exacta, le pregunta a los nativos cuando ve pasar un

“Gavagai”: ¿Gavagai? Cuando les pregunta por dicha referencia, todos los nativos presentan

formas no verbales, conductuales, como: agachan la cabeza, se ponen de rodillas, ponen a

orar, etc. En todo caso, ve que para llegar a una hipótesis exacta debería haber nacido y

crecido con la reglamentación verbal y no verbal que tienen dicho grupo de nativos.

“La referencia implica más que la mera capacidad de darse cuenta de una presencia” (Quine,

1977, p.103). A partir de las previas líneas y de lo que se ha dicho, se puede ver que hay un

punto de limitación respecto de la referencia russelliana, pues como se ha visto en la

ilustración que hemos traído, se puede ver que la referencia definida de un objeto como: “El

Gavagai es conejo”, puede variar según el contexto y los patrones de significación que se han

elaborado al interior de una cultura. En esta medida, no se puede decir que una referencia

puede ser definida de forma univoca, ya que existen múltiples contextos lingüísticos, donde

cada uno contiene sus propios parámetros y circunstancias. Comprender la referencia de

forma pragmática, holística, lleva a que cada una de las referencias que se han aprendido, no

sean sometidas a una reducción del lenguaje lógico, que escape de la carga de significados

que han sido construidos por los diversos contextos culturales.

41

En el conocimiento de verdades de Russell, se pudo ver que la verdad o la falsedad dependían

de una relación entre el hecho y la creencia. Aquí hay un punto de discusión, ya que a mi

modo de ver Russell al momento de hablar de la verdad o la falsedad, descuida que hay

múltiples sistemas de creencias que han sido elaborados pragmáticamente. De aquí que las

referencias que se anuncien del mundo exterior pueden resultar tan diversas, que al momento

de referirse a cualquiera de ellas, no pueda obtener una determinación exacta. Pero al tener

una referencia de tal característica, no quiere decir que no tenga un nivel de validez para la

lógica, pues la lógica se da mediante el uso apropiado de dicha referencia en la cultura. Así

pues, cuando los nativos aprenden el término “Gavagai”, ellos mismo le dan la lógica y el

sentido a dicho término. Por ello quizás el sentido que el lingüista quiere hallar no concuerde

con el de los nativos.

En conclusión, desde los planteamientos de Quine, se pudo ver que al momento de referirse a

los objetos, no se puede hallar en ellos una referencia completamente definida y univoca

como lo pretendía Russell, pues cada contexto cultural crea significaciones en su sistema de

creencias, para definir las múltiples objetos y hechos que hay en su mundo exterior.

Igualmente, se puede decir que desde la filosofía de Quine, el lenguaje es una construcción

social que crean sus propias reglas, su propia lógica, para que los individuos conductualmente

actúen de acuerdo a las estimulaciones verbales y no verbales de una sociedad, de una cultura

y de un contexto determinado. Llegar a la comprensión de que el lenguaje que describe al

mundo es una construcción social, abre el horizonte para que el mundo sea comprendido

metafísicamente como una estructura que contiene todo lo que existe y pueda existir en el

mundo. Esto es, no tener la pretensión de conocer y describir al mundo como si estuviera

dividido en partes mínimas, átomos, sino como un cuerpo organizado, donde todas las partes

constituye una gran estructura.

3.3. El significado holístico

La pretensión de entender el mundo desde un concepto quineano, lleva a tener en cuenta la

noción Holismo, que ha heredado Quine de Pierre Duhem, quien fue uno de los pensadores

antecesores, que reflexionó a cabalidad este asunto, pero Quine abre un espacio de

42

interpretación más amplio de dicho concepto. Por ello que cuando se habla de holismo se

denomina habitualmente como la tesis Duhem-Quine. Hablar de una labor tan grande como

comprender la significación total de una posición holística, desde todos sus aspectos, es una

labor que da materia para otro escrito y para una investigación más amplia. No obstante, el

holismo que se quiere rescatar aquí no tiene la pretensión de ser abarcado en su totalidad, sino

que nos permita ver a grandes rasgos de cómo Quine comprende el mundo exterior, para así,

poder hallar posibles limitaciones en la forma de entender el mundo en la filosofía del

atomismo lógico de Russell. En otras palabras, el holismo que se quiere tener en cuenta, en

este escrito, es de corte epistemológico y, aun así, no deja de resultar una tarea un poco

compleja.

La comprensión de las tesis del proyecto filosófico de Quine, entre ellas, la concepción

holística, lleva a tener en cuenta que su proyecto radica en revisar detalladamente las nociones

tradicionales del empirismo, como la que hereda el positivismo lógico, donde tanto B. Russell

como G. Moore tuvieron una gran influencia. Esto llevó, entonces, a que la epistemología

moderna fuera examinada y reemplazada por nuevas formas epistemológicas empíricas

contemporáneas, como la de Quine, quien considera que se ha de abandonar los “dos dogmas

del empirismo”. Cuando se habla del ensayo de los dogmas empíricos de Quine se tiene,

generalmente, la concepción de que es un texto muy complejo, pues el lenguaje y las

problemáticas que se presentan ahí suelen ser muy agudas y complejas.

Sin embargo, el escrito de los dogmas empíricos es importante para el holismo, puesto que es

allí donde el filósofo norteamericano da una visión más explícita de la nueva epistemología

contemporánea, o dicho de otra forma, donde se tiene una concepción más clara lo que

significa holismo epistemológico. Aún más, aplicar los dogmas empíricos al campo del

lenguaje, permitirá ver que desde una noción holística, el significado de una proposición está

determinado por un el gran conjunto de proposiciones, que constituyen la totalidad saber. En

esa medida, se compartirá la consideración que ha hecho Gibson en el Cambridge Companion

de Quine, donde afirma que: “nuestras afirmaciones sobre el mundo externo frente al tribunal

de la experiencia sensible, no se debe considerar individualmente sino como una empresa

jurídica en unidad” (Gibson, 2006, p.14). Una empresa jurídica es un sistema donde todas sus

43

partes que la componen son vistas de forma íntegra, de tal forma que conserve la unidad. Por

ejemplo si se dice “el Gavagai es un conejo”, la forma de proceder es viendo el sentido de la

oración como un todo, no haciendo una reducción de cada una de sus partes para hallar así el

sentido.

Según Quine (2002) los dogmas que deben ser criticados son:

a. La distinción entre proposiciones analíticas y proposiciones sintéticas.

b. La teoría verificacionista de la significación.

Aquí se trajo a cuenta a los “dos dogmas empíricos”, para ver a grandes rasgos que a partir de

allí, Quine rompe con la epistemología tradicional y, aún más, da una posición sólida al

holismo epistemológico, es decir, con una inclinación científica. “La formulación del holismo

epistemológico que aparece allí exige que sea la “totalidad de toda la ciencia” la que implique

las consecuencias observables de todas oraciones científicas”. (Botero; 2001, p.12). Nótese,

en este punto, que la ciencia es el gran conjunto, el cual no contiene fisuras, esto es, un cuerpo

perfecto que está cimentado sólidamente por la inclusión de todas las ciencias. Esa totalidad

de la ciencia no permite pensar al mundo externo de forma aislada, pues al ser el todo rompe

con la individualidad, para que en su cuerpo se integre todo, incluso, aquello que nunca se ha

conocido en el mundo. En otras palabras, holismo es sinónimo de un cuerpo científico que no

deja nada por fuera.

Los dos dogmas son importantes para el holismo epistemológico. No obstante, para el interés

de nuestro texto, el segundo dogma es el que permite ver que la significación no está dirigida

por una noción verificacionista, reduccionista, como la comprenden los positivistas lógicos,

entre ellos B. Russell, sino que para Quine el significado tiene un marcado carácter holístico.

Esto quiere decir, que el significado de una proposición no depende de las partes que lo

conforman, sino de un conjunto de sistemas lingüísticos sociales, pragmáticos, y científicos

que le dan el sentido a toda la oración. Por ello el filósofo norteamericano considera que:

44

La estructura de sentencias interconectadas es un único edificio conexo que incluye a todas las

ciencias, y hasta todo lo que podemos decir del mundo; por lo que hace a las verdades lógicas,

sin duda también a otras sentencias triviales, son afines a todos los temas y suministran así las

conexiones. De todos modos algún fragmento de teoría, de dimensiones medianas, contendrá

por el común todas las conexiones para la estimación de una sentencia dada (Quine, 2001, p.

31).

El párrafo previo habla de un edificio de sentencias, de proposiciones, que pertenecen a un

edificio científico. Pero dicha edificación tiene una característica fundamental, esta es que: “la

unidad de la significación empírica es toda la ciencia” (Gibson, 2006, p.66). De aquí que se

distingue que la significación tiene un referente empírico y, por ende, un corte

epistemológico, pero no un referente que va a significar a un objeto empírico, aisladamente,

(como los que defienden el reduccionismo) sino a todo un conjunto de conexiones del cuerpo

científico. Por ello Quine resalta que el holismo no puede comprenderse como pequeñas

partes atómicas que son reducidas y, así mismo, consideradas como partes independientes,

sino como un sistema global y complejo que funciona íntegramente como un conjunto.

Finalmente, el holismo se puede considerar como un sistema tan amplio y complejo que

abarca todo. Que no deja nada por fuera de su estructura. Uno que no acepta que las partes de

la teoría sean verificadas una por una o, en palabras del lenguaje, que las partes de una

oración sean verificadas, analizadas, etc., una por una para llegar al sentido pleno de toda la

proposición. En todo caso, dentro de esta gran estructura holista están incluidos diferentes

sistemas lingüísticos que existen, pues el saber es un “edificio único que incluye todas la

ciencias, e inclusive lo que digamos jamás sobre el mundo” (Botero, 2001, p.12).

45

4. CONCLUSIONES

Como lo hemos visto a lo largo de nuestro texto, el lenguaje social, pragmático, etc., es

una posición que puede entrar en confrontación con el atomismo lógico. En ese sentido me he

centrado dos conceptos fundamentales: la referencia y el significado, los cuales, a mi modo

de ver, son el punto de discusión en este escrito. A partir de lo que hemos planteado en Quine,

se puede comprender que el significado y la referencia se construyen no sólo desde un ámbito

social y holístico, sino que también desde el pragmático. En contravía, la intensión de Russell

de hallar sentidos unívocos y referencias rígidas, desvirtúan la relación dinámica y flexible en

la relación entre el lenguaje y el mundo. Esta relación en la perspectiva russelliana es de

carácter uno a uno, esto es, una proposición se corresponde con un hecho. Este carácter rígido

de la relación entre lenguaje-mundo, no tiene en cuenta el marco de la vida humana, que

trascurre en contextos sociales, y cuyo lenguaje se encuentra validado por su uso en medio de

las diferentes conductas y sistemas lingüísticos que existen.

El lenguaje social es considerado por Russell como un dato incontestable que debe ser

sometido a una limpieza, por medio de una reducción analítica, pues las proposiciones que se

construyen en el lenguaje corriente son ambiguas. En ese sentido, después de dicha reducción

se obtienen las unidades mínimas que son la base del conocimiento. Pero aquí podríamos

preguntarle a Russell ¿cuándo aprendemos a referirnos a cosas del mundo que nos rodea lo

hacemos por fuera del uso que le da la sociedad? Seguramente nuestro filosofo inglés dirá que

haber llegado al lenguaje perfecto, no habrá la necesidad de los contextos culturales. Sin

embargo, esta postura no muestra la relación dinámica que existe entre el lenguaje y el

mundo, puesto que los contextos culturales son quienes enseñan y dan los patrones para

aprender a referirnos a una cosa y, así, dan el sentido a los diferentes usos lingüísticos que se

pueden construir en un contexto dado.

Recordemos el ejemplo clásico de Quine (2001): “Gavagai”. Cuando el lingüista trata de

descubrir a qué se refieren los nativos con ese término, se da cuenta que no basta con el

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bagaje lingüístico y cultural que posee, puesto que hay aspectos culturales propios de los

nativos que no le permiten determinar con precisión qué significa dicho término. Aún más, el

lingüista a primer impacto no puede dar un sentido al término, pues nunca ha vivido y crecido

con los mismos patrones culturales de los nativos. Por ello cada vez que pasa el “Gavagai”,

dicho personaje extranjero le pregunta a los nativos: ¿Gavagai? esto en el fin de llegar a un

posible descubrimiento de que significa dicho término; pero tras muchos intentos se da cuenta

que los patrones culturales son tan sólidos, que entrenan verbal y no verbalmente a los

individuos que se mueven en un sistema lingüístico y pragmático.

Si le preguntáramos a Russell: ¿A qué se refieren los nativos cuando ven a un “Gavagai”?

quizás tomaría la teoría de las descripciones definidas, aunque como se dijo es una tesis aguda

en su pensamiento, para tratar de describir lo que pasa en el mundo exterior y llegar a un

punto de definición exacta, donde no haya cabida para la ambigüedad. Además, si se llegará a

la conclusión de que “El Gavagai es un conejo”, no se contentaría con dar una definición que

esté bien gramaticalmente, sino que descompondría cada una de las partes de la oración, para

verificar si dichas partes tienen sentido dentro del lenguaje lógico. No obstante, una posición

holística y pragmática nos diría que los contextos culturales crean sus propias significaciones

y determinan el sentido de sus palabras acuerdo a su sistema de creencias. De igual forma, los

contextos mismos crean sus propias reglas, su propia lógica, para que los individuos que

nacieron y crecieron tengan conductas que estén conforme a los patrones culturales de un

contexto dado.

Querer abordar la perspectiva de la relación entre lenguaje-mundo de un modo diferente como

lo hace la postura holística y pragmática de Quine, hace necesario romper con una tradición

epistemológica, donde hay una pretensión de hallar significaciones conmensurables, donde

hay una medida de verdad estrictamente formal e irrefutable para todos los contextos, como lo

presenta el atomismo lógico de Russell, el cual sigue la visión positiva de la ciencia, donde se

concibe que la verdad de las teorías y, por ende, de las significaciones, están dictadas

únicamente por la verificación de los hechos que acontecen en la realidad. Sin embargo,

pienso que en el ensayo “dos dogmas del empirismo”, aunque es un escrito que requiere de

una investigación aguda, se encuentran herramientas para mostrar que una postura holística

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concibe al significado como un todo, no de forma reduccionista como lo presenta el atomismo

lógico de Russell. Así mismo, brinda elementos para trabajar de una forma más amplia el

holismo epistemológico que presenta Quine.

Por último, quisiera decir que la indagación que he hecho no ha pasado a unos desarrollos

propositivos muy detallados, puesto que los pensamientos agudos y difíciles de cada uno de

los filósofos que he tratado, requieren de una investigación más larga y compleja. Esto quiere

decir, concretamente, que no he llegado a explicar de manera completa y profunda cómo es

que una concepción holística y pragmática sí explica la relación entre lenguaje y mundo. Sin

embargo quiero resaltar que lo que he querido mostrar son algunas deficiencias que presenta

la filosofía del atomismo lógico de Bertrand Russell, y para ello tomé la postura holística y

pragmática de Quine, la cual probablemente sea también objeto de muchas críticas.

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