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pueblo admirable 88 El siguiente extracto de Daniel Florencio O´Leary refiere esta situación del año 1812 y 1813, y explica por qué la Constitución de Cádiz era letra muerta en tiempos de guerra. …La descarada violación del convenio, que puso de nuevo a Venezuela bajo el desgobier- no español, fué origen de injusticias y excesos sin cuento, y causa inmediata de la descon- fianza general. Individuos de intachable re- putación fueron aherrojados en las cárceles, bastando para ello la simple acusación de vi- les mercenarios denunciantes; en las bóvedas de La Guaira tan sólo se habían amontonado centenares de los más respetables ciudada- nos. Toda queja, toda súplica era inútil. Ci- taré un caso: en cierta ocasión se le permitió a un médico visitar a una de las víctimas en su calabozo, al entrar en él le rechazó el aire pestilente que allí se respiraba, y volviéndose al carcelero, le manifestó, en términos mode- rados, cuán perniciosa era aquella atmósfera mef ítica, tan humanitaria observación bastó para que en el acto se ordenase su prisión. Aunque estas venganzas se ejercían sobre todo contra las clases altas de la sociedad, no estaban exentas de ellas las demás, y tal fúe el terror que infundieron, que de la capital, de los pueblos vecinos y hasta de las hacien- das huían personas inocentes que preferían vivir a la intemperie en los bosques, a estar a cada instante expuestas al capricho o a la cólera del tirano. Un rayo de esperanza iluminó por un mo- mento las obscuras nubes del despotismo, pero sólo brilló para dejar ver los horrores de la tempestad. Habíase mandado a promul- gar la Constitución de Cádiz como ley fun- damental; pero Monteverde retardó su publi- cación por algún tiempo, y cuando al fin la sancionó, fue sólo para sujetarla a su antojo. Así, los venezolanos, que la habían saludado con alegría, aunque no la creían adecuada a las actuales circunstancias, no obtuvieron ningún beneficio de ella, pues siguió imperan- do el terror con todas las violencias, injusti- cias y extravíos que la acompañan. El comercio, las artes y la agricultura su- frieron necesariamente en medio de la ge- neral consternación, en una palabra, ya no existían en Venezuela sino dos clases, oprimi- dos y opresores, americanos y españoles. Pero en justicia a éstos, debo hacer constar que había muchos entre ellos que lamenta- ban como hombres de honor, el oprobio que la conducta de Monteverde y la in- fracción de un pacto solemne arrojaban sobre su patria. Mas ¿de qué sirvió ese hu- manitario sentimiento, si no se logró con él desarmar al verdugo ni arrancarle una sola víctima a su insano furor, ni reconciliar a los venezolanos con los españoles, ni impedir el espantoso y terrible castigo que iba a caer so- bre éstos? Daniel Florencio O´Leary, Memorias del General O´Leary, Narración, Biblioteca Ayacucho, Madrid, pp, 172-173. O´Leary: constitución de Cádiz era letra muerta ”Monteverde retardó su publicación por algún tiempo, y cuando al fin la sancionó, fue sólo para sujetarla a su antojo” La Constitución de Cádiz promulgada en 1812, suponía un cambio en el orden polí- tico y social de la época. Fue elaborada en un contexto histórico complejo para España y América. Se intentaba una serie de refor- mas que corrigieran los excesos del des- potismo y contribuyeran al mejoramiento de las instituciones del Estado. Pero en América colonial e irredenta no tuvo alcan- ce alguno. Constitución de Cádiz. Portada de la primera edición de la Constitución política de la monarquía española. Cádiz, 19 de marzo de 1812. Fuente: Memoria de las revoluciones en México N°5 (2009) ISBN 978-607-7748-04-5 http://espanaeterna.blogspot.com/2011/12/ la-primera-constitucion-de-espana-cadiz.html

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  • pueblo admirable 88

    El siguiente extracto de Daniel Florencio O´Leary refiere esta situación del año 1812 y 1813, y explica por qué la Constitución de Cádiz era letra muerta en tiempos de guerra.

    …La descarada violación del convenio, que puso de nuevo a Venezuela bajo el desgobier-no español, fué origen de injusticias y excesos sin cuento, y causa inmediata de la descon-fianza general. Individuos de intachable re-putación fueron aherrojados en las cárceles, bastando para ello la simple acusación de vi-les mercenarios denunciantes; en las bóvedas de La Guaira tan sólo se habían amontonado centenares de los más respetables ciudada-nos. Toda queja, toda súplica era inútil. Ci-taré un caso: en cierta ocasión se le permitió a un médico visitar a una de las víctimas en su calabozo, al entrar en él le rechazó el aire pestilente que allí se respiraba, y volviéndose al carcelero, le manifestó, en términos mode-rados, cuán perniciosa era aquella atmósfera mef ítica, tan humanitaria observación bastó para que en el acto se ordenase su prisión.

    Aunque estas venganzas se ejercían sobre todo contra las clases altas de la sociedad, no estaban exentas de ellas las demás, y tal fúe el terror que infundieron, que de la capital, de los pueblos vecinos y hasta de las hacien-das huían personas inocentes que preferían vivir a la intemperie en los bosques, a estar a cada instante expuestas al capricho o a la cólera del tirano.

    Un rayo de esperanza iluminó por un mo-mento las obscuras nubes del despotismo, pero sólo brilló para dejar ver los horrores de la tempestad. Habíase mandado a promul-gar la Constitución de Cádiz como ley fun-

    damental; pero Monteverde retardó su publi-cación por algún tiempo, y cuando al fin la sancionó, fue sólo para sujetarla a su antojo. Así, los venezolanos, que la habían saludado con alegría, aunque no la creían adecuada a las actuales circunstancias, no obtuvieron ningún beneficio de ella, pues siguió imperan-do el terror con todas las violencias, injusti-cias y extravíos que la acompañan.

    El comercio, las artes y la agricultura su-frieron necesariamente en medio de la ge-neral consternación, en una palabra, ya no existían en Venezuela sino dos clases, oprimi-dos y opresores, americanos y españoles. Pero en justicia a éstos, debo hacer constar que

    había muchos entre ellos que lamenta-ban como hombres de honor, el oprobio que la conducta de Monteverde y la in-fracción de un pacto solemne arrojaban sobre su patria. Mas ¿de qué sirvió ese hu-manitario sentimiento, si no se logró con él desarmar al verdugo ni arrancarle una sola víctima a su insano furor, ni reconciliar a los venezolanos con los españoles, ni impedir el espantoso y terrible castigo que iba a caer so-bre éstos?

    Daniel Florencio O´Leary, Memorias del General O´Leary,

    Narración, Biblioteca Ayacucho, Madrid, pp, 172-173.

    O´Leary: constitución de Cádiz era letra muerta”Monteverde retardó su publicación por algún tiempo, y cuando al fin la sancionó, fue sólo para sujetarla a su antojo”

    La Constitución de Cádiz promulgada en 1812, suponía un cambio en el orden polí-tico y social de la época. Fue elaborada en un contexto histórico complejo para España y América. Se intentaba una serie de refor-mas que corrigieran los excesos del des-potismo y contribuyeran al mejoramiento de las instituciones del Estado. Pero en América colonial e irredenta no tuvo alcan-ce alguno.

    Constitución de Cádiz. Portada de la primera edición de la Constitución política de la monarquía española. Cádiz, 19 de marzo de 1812. Fuente: Memoria de las revoluciones en México N°5 (2009) ISBN 978-607-7748-04-5

    http://espanaeterna.blogspot.com/2011/12/ la-primera-constitucion-de-espana-cadiz.html