psicoterapia lopera
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CCAAPPÍÍTTUULLOO 33
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En los capítulos precedentes se mostraron algunas de las relaciones psicología-psicoanálisis
desde las perspectivas histórica y científica. En este, serán abordadas a partir de un campo
de aplicación en el que ambas disciplinas han incursionado: la psicoterapia, lo cual
permitirá entrever las relaciones psicología-psicoanálisis en una práctica concreta. Otra
razón para la inclusión de este tópico como uno de los centrales en el estudio de estas
relaciones es que gran parte de las discusiones y cuestionamientos que se dan entre ambas
disciplinas se dirigen a la práctica terapéutica de cada una.
Mientras las relaciones entre psicoterapia y psicoanálisis han estado presentes desde la
creación misma de este último —no hay que olvidar que Freud comenzó con la intención
de crear un tratamiento para la histeria—, las relaciones entre la psicología moderna y la
psicoterapia aparecieron tardíamente, puesto que el propósito de la psicología ha sido —al
menos en lo que corresponde a la psicología con pretensiones científicas a partir del
nacimiento de la ciencia galileana— la construcción de un conocimiento sobre el alma,
independiente en principio de sus posibles aplicaciones en el campo psicoterapéutico.
Incluso, ateniéndose a la etimología de la palabra psico–logía, ésta se diferenciaría de la
psico–terapia, pues su objeto sería el estudio del psiquismo, no su tratamiento. Sin
embargo, en la antigüedad y en la Edad Media la psicología también fue entendida desde la
perspectiva de la ascesis subjetiva —como un proceso terapéutico— y no solamente como
un conocimiento sistemático sobre el alma. En el primer capítulo se presentaron esas dos
orientaciones en la psicología y fueron llamadas ascética y epistémica respectivamente. En
la época de la ciencia moderna la psicología se desarrolló preferentemente desde la
vertiente epistémica y, en consecuencia, su interés principal —casi exclusivo— fue esa
construcción de conocimientos sobre el psiquismo. A finales del siglo XIX, pero
especialmente a comienzos del siglo XX, diversos acontecimientos históricos exigieron a la
apenas naciente ciencia psicológica la aplicación de sus descubrimientos y elaboraciones,
por lo que hubo de incursionar, casi forzadamente, en el terreno psicoterapéutico. Esto
implicó trasladar directamente de la teoría a la praxis los conocimientos adquiridos por la
vía de la investigación,1 cosa que en muchos casos resultó inconveniente por el abismo que
separa estos dos campos, el cual no puede ser sorteado a la ligera.2
Las relaciones entre la psicología y la psicoterapia son menos problemáticas que las
existentes entre el psicoanálisis y la psicoterapia. En el nacimiento de la psicología no
estuvo presente como propósito fundamental el proponer un tratamiento para afecciones
psíquicas, sino el de establecer procedimientos que permitieran estudiar y comprender el
funcionamiento del psiquismo. La práctica psicoterapéutica vino más tarde, y en la
actualidad es sólo uno entre los múltiples campos de aplicación de la psicología, como lo
son el educativo, el comunitario, el organizacional, entre otros. El caso del psicoanálisis es
distinto, pues su origen estuvo marcado por la búsqueda de un tratamiento para los
pacientes histéricos, a partir de lo cual su vinculación con la psicoterapia es ineludible. Por
ello se hace necesario, como se notará a lo largo del capítulo, hacer hincapié en las
relaciones psicoterapia – psicoanálisis, aunque sin perder de vista que muchas de las
propuestas psicoterapéuticas con las que se contrastará el psicoanálisis en tanto tratamiento,
provienen de escuelas psicológicas. También vale la pena recordar que muchas de las
críticas que la psicología hace al psicoanálisis apuntan a su práctica terapéutica, aspecto que
fue examinado en detalle en el capítulo anterior.
Se comenzará por establecer algunos antecedentes de la psicoterapia sin pretender por ello
realizar una historia de este concepto. Al final de este recorrido se analizarán algunos
modelos psicoterapéuticos, sus relaciones y diferencias. Con base en este análisis se
examinarán a continuación las divergencias y convergencias entre psicología-psicoanálisis-
psicoterapia.
1 Mónica Schnitter. La emergencia de una clínica psicológica. En este texto la autora diferencia entre
psicología clínica —aquella que aplica los conocimientos generales a un caso— y clínica psicológica —la
aplicación de un modo de razonamiento— para resaltar dos perspectivas de trabajo divergentes, donde lo que
se aplica (conocimientos generales o modo de razonamiento) marca una diferencia fundamental en la posición
del clínico y los objetivos que se traza. 2 Alberto Ferrer. La ética en la clínica cognitivo-comportamental. Revista Psique. Vol. 2, Nº 1, pp. 24–29.
Ferrer plantea que muchos de los problemas éticos que tuvo que enfrentar la psicología en el comienzo del
siglo XX, derivaron de una apresurada aplicación de los conocimientos psicológicos aun no desarrollados o
no formalizados suficientemente.
La psicoterapia
Etimológicamente, psicoterapia significa tratamiento del alma (de psique: alma y terapia:
tratamiento). Según Gadamer ―terapia‖ en griego significa servicio.3 Michel Foucault
amplía esta definición al señalar que, en la antigüedad clásica, específicamente en algunos
estoicos, la palabra griega therapeuein —de donde deriva el vocablo terapia— significaba
tres cosas: 1) Acto médico con el propósito de sanar; 2) actividad del servidor que obedece
órdenes y sirve a su amo; y 3) rendir un culto.4 Ahora bien, la expresión therapeuein
heauton sería: cuidarse, ser el servidor de sí mismo y rendirse culto. En última instancia
podría entenderse como terapéutica de sí. Cabe recordar que la expresión griega heauton es
ampliamente desarrollada por Foucault, y se refiere al sí mismo.
Basándose en Filón de Alejandría, Foucault indica que la therapeutike —terapéutica— era
una forma de actividad asistencial más amplia, más espiritual, menos directamente física, a
diferencia de la iatrike —de donde toman su raíz expresiones como psiquiatría, pediatría,
fisiatría, entre otras—, que sería un procedimiento curativo aplicado al cuerpo, referido a la
actividad médica. Dice Foucault, parafraseando a Filón, quien describe un grupo de
personas que se retiran cerca de Alejandría y crean una comunidad de terapeutas:
(...) se llaman terapeutas porque quieren cuidar el alma como los médicos cuidan el cuerpo, y
también porque ejercen el culto del Ser (to on: therapeuousi to on). Cuidan el Ser y cuidan su
alma. Y al hacer las dos cosas a la vez, en la correlación entre el Ser y el cuidado del alma,
pueden titularse los ―terapeutas‖.5
Estas referencias al Ser y al alma, muestran claramente que la psicoterapia ha estado
asociada desde sus orígenes con un propósito espiritual en sentido amplio, con la ascesis
subjetiva derivada de la inquietud de sí (epimeleia heautou) y no solamente con una
intención curativa puntual, localizada, sintomal, como sería el caso de algunos
procedimientos llamados también psicoterapéuticos —quizá impropiamente— que se basan
en la manera médica de proceder, más relacionada con la iatrike.
3 Georg Gadamer. El estado oculto de la salud, p. 144.
4 Michel Foucault. Hermenéutica del sujeto, p. 110.
5 Ibíd., p. 111.
La relevancia otorgada al cuidado del alma fue característica de los filósofos en la sociedad
griega. En esta era destacable:
(...) la existencia de las escuelas filosóficas (p.e. Academia platónica, Liceo aristotélico, Casa
Jardín de Epicuro, etc.) donde se cultivaban formas o estilos de vida con su propio
entrenamiento psicológico, como las técnicas de autocontrol, recitación, memorización y control
de la dieta. Estas escuelas no sólo eran contextos bien estructurados alrededor de una doctrina
filosófica sino también, como se ha apuntado, formas o estilos de vida6.
Sin embargo, se observan también desde la antigüedad una serie de procesos terapéuticos
puntuales, tendientes a resolver una problemática de orden corporal o psíquico,
independientemente de la formación espiritual, ascética o virtuosa del sujeto. Se incluyen
en estas terapéuticas procedimientos supremamente variados, como los ritos y ceremonias
religiosas, ensalmos, brebajes, exorcismos y todas aquellas prácticas destinadas a expulsar
los demonios, sacrificios animales y humanos, sangrías, rezos... la lista podría ser
interminable. Al lado de estas prácticas populares y religiosas, la medicina aportó su acervo
cultural y saber acumulado, incluyéndose en esas terapéuticas destinadas a prestar un
servicio y a procurar la curación de las enfermedades del cuerpo y del alma. Cabe aclarar
que estos procedimientos no son privativos de terapéuticas puntuales, destinados a resolver
una problemática específica; también pueden ser utilizados en aquellas experiencias en las
que se procura, como propósito más amplio, una transformación del sujeto, en orden de la
ascesis, purificación, o salvación de su alma.
Teniendo en cuenta los propósitos que buscan, se pueden establecer dos tendencias
generales en las cuales se ubican los diferentes modelos psicoterapéuticos: la primera, se
refiere a todas aquellas prácticas que, desde la antigüedad, conciben el cuidado del alma
como un aspecto que ha de basarse en una revisión exhaustiva de la existencia del sujeto,
coincidiendo con la epimeleia heautou o inquietud de sí, con la búsqueda espiritual para
acceder a la verdad y, por esta vía transformarse —una búsqueda de la verdad animada por
el amor al saber o por la experiencia del sufrimiento, o por ambas, como se verá más
adelante—; la segunda, corresponde a aquellas formas de proceder que se han interesado
pragmáticamente en resolver una problemática específica, siguiendo muchas veces un
6 RUIZ, Juan José y CANO, Justo José. Las psicoterapias.
modelo médico y resaltando, en primer término, la curación de síntomas y no la formación
existencial o espiritual. En este caso la verdad del sujeto pasa a un segundo plano, pues no
se requiere una amplia comprensión o toma de conciencia de la propia subjetividad, ni
tampoco el cultivo o inquietud de sí, sino más bien, la eficacia de las intervenciones en la
remoción de un problema específico. Es por ello que algunas de las propuestas
psicoterapéuticas contemporáneas que se ubican en esta tendencia, pueden ser —e incluso
aspiran a ser— sustituidas por intervenciones bioquímicas, posibilitadas por los fármacos.
Se llamará a las psicoterapias que se ubican en la primera tendencia descrita, psicoterapias
ascéticas, esto es, experiencias, búsquedas, relaciones consigo mismo y con los otros,
tendientes a alcanzar la virtud, al cuidado de sí, a la formación espiritual y a la
transformación subjetiva. Estas experiencias están directamente relacionadas con la
búsqueda de la verdad y, precisamente por ello, con la ascesis que ha de vivirse en todo
proceso de acceso a la verdad.
En contraste con lo anterior, es posible llamar a las propuestas psicoterapéuticas que se
inscriben en la segunda tendencia mencionada, psicoterapias sintomales, es decir, referidas
a la curación o desaparición de síntomas (trastornos, enfermedades, problemas, conflictos)
o enfermedades consideradas psíquicas. Se trata de un proceso localizado, restringido a un
conflicto o problema específico que perturba la existencia y que se re-quiere minimizar o
resolver en el menor tiempo posible7. Sin embargo, al trabajar sobre dicho conflicto, puede
suceder que el consultante descubra otros aspectos de su vida sobre los cuales también
quisiera realizar una revisión, lo que llevaría a una ampliación de la intervención.
En el caso de las perspectivas ascéticas, el individuo se elabora constantemente —se
constituye como sujeto—; descubre y construye su propia verdad y llega a un saber que no
le preexiste sino que es efecto de la elaboración de sí. Esta elaboración de sí, según señala
Foucault, puede darse tanto en compañía de un maestro como en solitario. Algunas
tradiciones —de las que son paradigmáticas las orientales— enfatizan la importancia del
7 Stephen Mitchell muestra cómo las condiciones de vida actuales llevan a que las personas privilegien cada
vez más ―los tratamientos más breves, orientados a problemas y de carácter sintomático‖. Véase: Más allá de
Freud. Una historia del pensamiento psicoanalítico moderno, p. 21.
maestro como guía para aquellos que deciden emprender el camino de la transformación de
su ser. Otras, en cambio, consideran que el acompañamiento es secundario, y que es posible
transformarse a través de prácticas sobre sí realizadas en solitud, como la lectura o la
autorreflexión.8
Tanto si se emprende el proceso de ascesis subjetiva bajo la guía de un maestro, como si se
hace en solitario, hay dos maneras de llevar a cabo este proceso: mediante la elaboración y
construcción de un saber9 sobre sí, que permita acceder a la propia verdad; o a través de la
adquisición de un conocimiento ya constituido sobre la virtud. De la combinación de estas
posibilidades (con y sin maestro; mediante el acceso a la verdad o a través de la adquisición
de un conocimiento), surgen al menos cuatro vías para la transformación:
1) En compañía de un maestro que transmita un saber ya constituido sobre la virtud (de
esta vía son ejemplos los sofistas, los retóricos, los estoicos, el cristianismo…).
2) A través de la búsqueda de ese mismo tipo de saber, pero en solitario, es decir, sin la
presencia física de ningún guía o maestro. (los libros de autoayuda o de sabidurías
milenarias serían un ejemplo de este tipo de búsqueda).
3) En compañía de un maestro que le permita al sujeto acceder a su propia verdad,
enseñándole caminos posibles y no una meta predeterminada a la cual llegar (un
ejemplo de esta vía sería el método mayéutico).
4) Emprendiendo por cuenta propia la construcción y el descubrimiento de la verdad
sobre sí.
Estas vías, a su vez, pueden estar imbricadas a fin de obtener mayores y mejores efectos. La
más usual de estas combinaciones es la complementación del trabajo que se hace con el
maestro con actividades (o tareas) realizadas en solitario.
8 Hannah Arendt destaca la importancia del pensar en solitud como ese acto esencial del dos-en-uno. Sin
embargo, no por ello subvalora la importancia de la relación con un maestro. Véase: La vida del espíritu, p.
207. 9 La palabra saber es usada aquí en un sentido más amplio que conocimiento, y abarca todo lo que Foucault
incluye en la expresión inquietud de sí (epimeleia heautou) o cura sui (cuidado de sí).
En la(s) psicoterapia(s) se dan estas mismas combinaciones, y hay diversidad en los
aspectos que se privilegian según cada enfoque. Sin embargo, es inusual que se propongan
psicoterapias sin el acompañamiento de un terapeuta y, de hecho, la mayoría de los autores
que conceptualizan esta práctica le otorgan importancia a la relación que se establece entre
el terapeuta y el consultante10
, con lo cual se evidencia su cercanía con las posturas que ven
en el acompañamiento del maestro un aspecto fundamental de la posibilidad de
transformación o, como se ha propuesto llamar, de ascesis.
La importancia otorgada al maestro estuvo muy extendida en la antigüedad, primero como
maestro que transmite un saber y, luego, como quien permite al discípulo acceder a su
propia verdad. Dice Foucault:
(...) el sujeto debe tender hacia un status de sujeto que no conoció en ningún momento de su
existencia. Tiene que sustituir el no-sujeto por el status de sujeto, y en ello debe intervenir el
otro. (...). En lo sucesivo, el maestro ya no es el maestro de la memoria. Ya no es aquel que, al
saber lo que el otro no sabe, se lo transmite. Ni siquiera es quien, al saber que el otro no sabe,
sabe mostrarle que en realidad sabe lo que no sabe. El maestro ya no va a inscribirse en ese
juego. En lo sucesivo, el maestro es un operador de la reforma del individuo y su formación
como sujeto. Es el mediador en la relación del individuo con su constitución de sujeto.11
No hay que desconocer, sin embargo, que la función del maestro que transmite un
conocimiento ya constituido también se ha mantenido a lo largo de la historia de la
humanidad. Los sofistas afirmaban ser maestros de la virtud y, para ello, proferían largos
discursos que debían ser escuchados por los discípulos12
. En Tecnologías del yo, Foucault
comenta que este modo de aprender estuvo presente en los movimientos filosóficos del
estoicismo. Según nos dice:
Asistimos, en primer lugar, a la desaparición del diálogo y a la importancia creciente de una
nueva relación pedagógica —un nuevo juego pedagógico— donde el maestro/profesor habla y
no plantea preguntas al discípulo, y el discípulo no contesta, sino que debe escuchar y
permanecer silencioso. La cultura del silencio se vuelve cada vez más importante. En la cultura
pitagórica, los discípulos mantenían el silencio durante cinco años como regla pedagógica. No
planteaban preguntas, ni hablaban durante la lección, sino que desarrollaban el arte de la
escucha. Esta es la condición positiva para adquirir la verdad13
.
10
Ver, entre otros: Joan Coderch. La relación paciente – terapeuta. El campo del psicoanálisis y la terapia
psicoanalítica; Alejandro Ávila. Manual de técnicas de psicoterapia; Bruno Bettelheim. El arte de lo obvio;
Reiner M Holm-Hadulla. El arte psicoterapéutico; Isabel Caro. Manual de psicoterapias cognitivas. 11
Michel Foucault. Op. Cit., p. 133. 12
Platón. Protágoras o de los sofistas. 13
Michel Foucault. Tecnologías del yo, p. 68.
Hay entonces, como se señaló anteriormente, dos clases en los diversos modelos
psicoterapéuticos: la ascética y la sintomal. Entre los extremos opuestos de estas dos
perspectivas hay una amplia gama de posibilidades y gradaciones con sus puntos
intermedios y articulaciones dialécticas entre ambas. Cabe aclarar que esta categorización
no significa una necesaria oposición entre ambos propósitos: desde una aproximación
ascética se pueden producir cambios sintomales o puntuales; y desde una sintomal pueden
derivar cambios estructurales o, más correctamente, iniciarse un proceso que apunte a la
reestructuración subjetiva.
Antes de pasar al siguiente apartado, es importante hacer algunas precisiones sobre la
división de las psicoterapias que se acaba de proponer, especialmente en lo que se refiere al
sentido atribuido al término ascesis, el cual se deriva de la teoría de Foucault. Para este
autor, el ascetismo debe ser entendido en ―un sentido muy general, es decir, no en el
sentido de una moral de la renuncia sino el de un ejercicio de sí sobre sí por el cual uno
intenta elaborarse, transformarse y acceder a un determinado modo de ser14
‖.
Tal acepción del ascetismo es muy distinta de la que se ha popularizado a partir del
cristianismo, en donde se refiere fundamentalmente a una renuncia de sí y de la realidad, a
fin de alcanzar la gloria eterna después de la muerte. En la tradición filosófica dominada
por el estoicismo, la ascesis significa algo muy distinto, casi opuesto: no una renuncia, sino
una consideración progresiva de sí, en donde el dominio sobre el propio ser es ―obtenido no
a través de la renuncia a la realidad sino a través de la adquisición y de la asimilación de la
verdad15
‖. Su meta no es la preparación para otra realidad, sino el acceso a la realidad de
este mundo, la posibilidad de construir un actuar ético, en donde los saberes adquiridos en
el proceso de transformación son puestos a prueba.
La cuestión del sufrimiento y el amor por el saber
14
Michel Foucault. La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad, p. 258. 15
Michel Foucault. Tecnologías del yo., p. 73.
El cuidado y tratamiento del alma (psicoterapia) en la antigüedad estuvo animado en gran
parte por la búsqueda de respuestas a la pregunta por cómo vivir la vida, esto es, por
aquello en lo que consiste la eudaimonía —entendida como felicidad, pero también como
buena vida—.16
La buena vida era considerada en dos sentidos: uno, negativo, consistente
en no sufrir ni padecer las perturbaciones del alma y del cuerpo (ataraxia y aponía
respectivamente); otro, positivo, consistente en la búsqueda del placer, del regocijo, del
contento, de la sabiduría y de la verdad.
Para los filósofos clásicos (Sócrates, Platón, Aristóteles) el cuidado del alma estaba
determinado por una forma particular de vivir la vida: en constante búsqueda de la verdad
en tanto actividad del verdadero filósofo —amante del saber—, y en esa medida,
fundamentada en lo que modernamente se llama pasión por el saber. Los alegatos de
Platón con los sofistas y con los retóricos, pero más específicamente, la actitud de
―tábano‖17
que ha inmortalizado a Sócrates, muestran que esta relación con el saber era
entendida como un proceso de constante pregunta, de indagación, de análisis, de crítica, y
no un complacerse con lo sabido o ya adquirido al modo de los maestros de la sofística, que
valoraban más la erudición que la búsqueda de la verdad. Es el saber entendido como verbo
—el proceso de saber— a diferencia del saber como sustantivo —lo sabido.
En los estoicos y en los epicúreos la pregunta por la eudaimonía estuvo mucho más
relacionada con el sufrimiento, hecho que se constata al examinar sus deliberadas
búsquedas de la ataraxia y de la aponía, como maneras de enfrentar las penas y
sufrimientos referidos a la existencia.18
No obstante, también fue central en ellos la
formación teórica, tendiente a la búsqueda de la verdad —subordinada de todas formas a la
adquisición de la virtud19
y de la fortaleza o templanza para soportar la vida.
Foucault señala que el grupo de terapeutas de Alejandría tenía tres actividades centrales que
resumen su peculiaridad: 1) prácticas religiosas y culturales muy marcadas; 2) un trabajo
16
Hannah Arendt. Op. Cit., p. 293. 17
Ibíd., p. 195. 18
Nicola Abbagnano. Op. Cit., p. 154. 19
Abbagnano muestra que en los estoicos y en lo epicúreos la concepción de que la virtud es ciencia
(Sócrates), se invierte: la ciencia es virtud. Op. Cit., p. 141.
muy acentuado sobre lo intelectual y lo teórico; y 3) la búsqueda de la cura de las
enfermedades —razón fundamental por la cual se había retirado de la ciudad—. Estas
enfermedades son:
(...) aquellas causadas por ―los placeres, los deseos, las aflicciones, los temores, las codicias, las
necedades, las injusticias, y la multitud infinita de las pasiones‖. Estos son los terapeutas:
acuden allí para curarse. (...) lo que buscan es, ante todo, la egkrateia (el dominio de sí sobre sí
mismo), considerada la base y el fundamento de todas las demás virtudes.20
En San Agustín, por otra parte, se observa la experiencia del sufrimiento como
posibilitadora de la purificación del alma, pero también, la curiosidad y deseo de conocer a
Dios a través de la vuelta sobre sí.21
Durante la Edad Media, como se destacó en el capítulo
primero, el interés en la salvación del alma condujo a una serie de prácticas de purificación
o formación espiritual, de ascesis, que continuaba, con diversos y variados medios,22
ese
ocuparse de la propia interioridad, característico de la inquietud de sí y de la actividad
terapéutica en tanto tratamiento del alma.
Con base en lo anterior, puede verse que a lo largo de la historia de la humanidad las
actividades tendientes al cuidado y tratamiento del alma han estado basadas en la pregunta
acerca de cómo vivir la vida, y ésta, a su vez, ha sido motivada por dos razones centrales: el
sufrimiento y la pasión (amor) por el saber. Gradualmente lo psicoterapéutico se ha ido
relacionando mucho más con esas experiencias cuyo propósito es el tratamiento del
sufrimiento humano, la manera de resolverlo o moderarlo hasta donde sea posible. Incluso
en la actualidad, las diversas definiciones de psicoterapia señalan como aspecto esencial el
tratamiento del malestar o sufrimiento humano, considerado en algunos modelos como
enfermedad o trastorno.
Con el nacimiento de la ciencia moderna se plantea la posibilidad de que el cuidado del
alma se ejerza desde una perspectiva científica, ya no solamente desde posiciones
filosóficas y religiosas. Esto a su vez determinará dos formas de abordaje del alma: la
20
Michel Foucault. Hermenéutica del sujeto, p. 124. 21
Julián Marías. San Agustín. Conferencia del curso ―Los estilos de la filosofía‖, Madrid, 1999- 2000. 22
Véase: Gabriel Jaime Saldarriaga. El dispositivo psicoanalítico, una técnica de sí. Una exploración desde
la obra de Michel Foucault. En este texto se resumen, basándose en Foucault, las diversas técnicas utilizadas
a lo largo de la historia de la humanidad respecto del cuidado de sí.
primera, a partir de un conocimiento constituido y validado como científico (episteme); la
segunda, a partir de un método científico que enseña vías, caminos, maneras de acceder a la
propia verdad. En el primer caso se tiene la concepción de un saber constituido al cual el
terapeuta debe llevar a su paciente; en el segundo caso, es el paciente quien accede a un
saber que él mismo construye y elabora con ayuda del psicoterapeuta. En este caso, el
método no es algorítmico sino, como dirá Foucault al referirse a la crítica en sentido
moderno, una actitud, un ethos.23
Cabe también señalar que las diferencias entre los sofistas
y los mayéuticos se basan en ambas formas de proceder: los primeros consideran que
poseen un saber acerca de lo verdadero y acerca de los principios que deben seguirse para
llegar a la virtud —saber que transmiten al discípulo—; los segundos consideran que es el
mismo sujeto quien debe dar a luz su verdad.
Algunas definiciones de psicoterapia
Con el propósito de aprehender algunos aspectos comunes en las diversas propuestas
psicoterapéuticas se expondrán unas cuantas definiciones de psicoterapia. No se pretende
hacer un recorrido exhaustivo por todos los modelos existentes ni tampoco por los autores
más representativos de cada corriente —lo cual excedería los alcances de la presente
investigación— sino más bien obtener unos puntos de referencia que nos permitan analizar
las relaciones entre la psicología, el psicoanálisis y la psicoterapia. Se ha optado por
presentar aquellas definiciones de psicoterapia que nos parecen más amplias y
significativas, es decir, que abarcan distintos aspectos de la práctica psicoterapéutica en el
amplio espectro del psicoanálisis y de la psicología.
Se iniciará con los planteamientos de Freud, puesto que, según diversos autores24
, sus
aportes fueron —y siguen siendo en gran medida— esenciales en este campo. Su definición
de psicoterapia constituye una contribución a la concepción general de este procedimiento.
23
Michel Foucault. ¿Qué es la Ilustración? En: Daimon, Nº 7, p. 11. Véase también del mismo autor ¿Qué es
la crítica? En: Daimon, Nº 11. 24
Véase: Edmund Thomas Dowd. La evolución de las psicoterapias cognitivas. En. Manual de psicoterapias
cognitivas, p. 25; Joseba Atxotegi. Delimitación conceptual del área de las psicoterapias psicoanalíticas. En:
Manual de técnicas de psicoterapia. Un enfoque psicoanalítico, p. 39; Jacques-Allain Miller. De la utilidad
social de la escucha.
Sobre la importancia de Freud, dice Dowd refiriéndose a la evolución de las psicoterapias
cognitivas:
Aunque en muchos círculos de la actualidad las ideas de Freud no están de moda, es difícil
negar la influencia continua de su pensamiento. En efecto, generaciones de psicoterapeutas, en
algo así como una formación reactiva teórica, desarrollaron sus ideas, bien apoyando o
desarrollando sus innovadoras teorías, o bien oponiéndose a ellas.25
De manera similar se expresa Atxotegi refiriéndose a la corriente psicoanalítica:
No en vano fue, si miramos hacia el pasado, la primera corriente que surgió en el campo de la
psicoterapia, en el sentido actual del término, y ha sido hasta ahora la que más profesionales ha
aglutinado a su alrededor.26
Jacques-Allain Miller afirma que ―entre las psicoterapias, la mayor parte de ellas que
operan con la palabra y la escucha, proceden del psicoanálisis‖27
.
Juan David Nasio, por su parte, dice:
El psicoanálisis ha sido desde sus inicios un procedimiento terapéutico y jamás ha dejado de
serlo. La afirmación de Freud en 1932, en Las Nuevas Conferencias, según la cual ―el
psicoanálisis es la más poderosa de todas las terapias‖ continúa siendo válida, desde mi punto
de vista, en 1990: es innegable que el análisis produce efectos curativos (…)28
Freud, en 1890, retoma la acepción clásica que hemos descrito —tratamiento psíquico—,
acuñando en su definición tres elementos más: 1) la relación con los fenómenos patológicos
—referidos a la experiencia con el sufrimiento ya mencionada; 2) el uso de la palabra como
herramienta básica; y 3) el hecho de que consiste en un tratamiento desde el alma:
«Psique» es una palabra griega que en alemán se traduce «Seele» {«alma»}. Según esto,
«tratamiento psíquico» es lo mismo que «tratamiento del alma». Podría creerse, entonces, que
por tal se entiende tratamiento de los fenómenos patológicos de la vida anímica. Pero no es este
el significado de la expresión. «Tratamiento psíquico» quiere decir, más bien, tratamiento desde
el alma —ya sea de perturbaciones anímicas o corporales— con recursos que de manera
primaria e inmediata influyen sobre lo anímico del hombre.
Un recurso de esa índole es sobre todo la palabra, y las palabras son, en efecto, el instrumento
esencial del tratamiento anímico.29
25
Edmund Thomas Dowd. Op. Cit., p. 25. Véase también: Juan David Nasio. La curación. En: Posiciones.
Colección de textos psicoanalíticos; Stephen Mitchell y Margaret Blanck. Op. Cit., p. 21–22. 26
Joseba Atxotegi. Op. Cit., p. 39. 27
Jacques-Allain Miller. Op. Cit. 28
Juan David Nasio. La curación. En: Posiciones. Colección de textos psicoanalíticos, p. 115. 29
Sigmund Freud. Tratamiento psíquico (tratamiento del alma). Vol. 1, p. 115.
La precisión de Freud al indicar que se trata de un tratamiento psíquico desde el alma y que,
además, el recurso primario e inmediato es la palabra, muestra que se trata de un
procedimiento en el que la formación del psicoterapeuta es esencial —puesto que es desde
sí que interviene: desde su alma—, y que, en tanto el recurso es la palabra, consiste en un
proceso relacionado con lo anímico, no con el cuerpo directamente o con la aplicación de
técnicas no verbales como los masajes, relajación, meditación, aprendizajes
comportamentales, baños, entre otras; o mediante el suministro de químicos a través de
fármacos.
Muchas terapias no se sustentan en la palabra sino en técnicas corporales
fundamentalmente, como las basadas en el zen, el yoga, la bioenergética, la modificación
de la conducta, la farmacoterapia, etc. Desde estos procedimientos se ha buscado, además
de la resolución de problemáticas específicas (sintomales), la transformación subjetiva a
través de técnicas no verbales o en combinación con éstas. A propósito de esto, cabe
mencionar que las psicoterapias en psicología incluyen técnicas no verbales, mientras en el
psicoanálisis se prescinde de ellas por su supuesto carácter imaginario.
Al pasar a otros autores puede observarse que en las diversas acepciones de psicoterapia
unos enfatizan la importancia de que la intervención se base en teorías psicológicas
firmemente establecidas en sentido científico; otros, en la propia subjetividad del
psicoterapeuta: su formación, empatía, comprensión; otros más, en la relación que se
establece entre paciente y psicoterapeuta; algunos, finalmente, en el método en cuanto tal,
entendido como actitud, y no en teorías preestablecidas sobre la técnica o sobre el
psiquismo humano.
Binswanger —en 1926 aproximadamente— refiere que en la psicoterapia (a la que analiza
desde el punto de vista de la práctica médica) no se actúa con las manos, ni con
instrumentos, medicamentos, electricidad, luz, aire… sino ―con la conversación humana, la
palabra y todos los otros «medios» por los cuales el hombre puede entrar en contacto con el
hombre y «actuar» en él‖30
. La definición que da de psicoterapia médica es: ―servicio
médico al alma de un prójimo‖31
, concepción que considera acertada pero que, a su juicio,
puede ocultar la dimensión existencial que está en su base.
En 1987 Coderch define la psicoterapia como:
(…) un tratamiento de naturaleza psicológica que se desarrolla entre un profesional especialista
y una persona que precisa ayuda a causa de sus perturbaciones emocionales, se lleva a cabo de
acuerdo con una metodología sistematizada y basada en determinados fundamentos teóricos, y
tiene como finalidad eliminar o disminuir el sufrimiento y los trastornos del comportamiento
derivados de tales alteraciones, a través de la relación interpersonal entre el terapeuta y el
paciente.32
Feixas y Miró (1993), en el libro Aproximaciones a la psicoterapia intentan plantear una
definición de psicoterapia que englobe lo común que hay en las diversas definiciones. De
este modo indican que la psicoterapia es:
Un tratamiento ejercido por un profesional autorizado que utiliza medios psicológicos para
ayudar a resolver problemas humanos en el contexto de una relación profesional. Algunas
definiciones resaltan el valor del proceso interpersonal entre cliente y terapeuta como
característico de la psicoterapia. Otras destacan fines específicos en términos de la personalidad
del cliente, o de sus pautas de comportamiento (...).33
Las definiciones de Coderch y Feixas y Miró destacan el aspecto de la psicoterapia como
un tratamiento ejercido por un profesional especialista, posición que es matizada por
algunos autores, como Binswanger desde la analítica existencial y Kinget desde un enfoque
humanista.
Binswanger, en su conferencia Sobre psicoterapia, cuando se pregunta por el modo como
esta última actúa cuando es eficaz, establece una importante diferencia: por un lado, estaría
el ser del médico, que puede limitar el ser del prójimo (paciente) o puede insuflarle algo
nuevo. Por otro, estaría el saber del médico: el saber médico psicológico, con base en el
cual se debe actuar34
. Estas dos dimensiones están articuladas dialécticamente, de allí que el
autor afirme: ―Como psicoterapeuta médico nunca podrá ser «solamente» el amigo ni el
30
Ludwig Binswanger. Sobre psicoterapia. En: Artículos y conferencias escogidas, p. 117. 31
Ibid., p. 118. 32
Joan Coderch. Teoría y técnica de la psicoterapia psicoanalítica, p. 53. 33
Citado por: Juan José Ruíz y Justo José Cano. En: Las psicoterapias. 34
BINSWANGER, Ludwig. Sobre psicoterapia. En: Artículos y conferencias escogidas, p. 119-120.
simpatizante del enfermo, como tampoco estará exclusivamente consagrado a la tarea‖35
,
como profesional.
G.M. Kinget, en su libro Psicoterapia y relaciones humanas, sostiene que el terapeuta
―debe esforzarse por portarse totalmente como persona, no como especialista. Su papel
consiste en llevar a la práctica actitudes y concepciones fundamentales relativas al ser
humano y no en la aplicación de conocimientos o habilidades especiales, exclusivamente
reservados a sus contactos terapéuticos.‖36
Sin embargo, es importante anotar que si bien se
enfatiza en que el terapeuta no debe comportarse como un especialista, no se desconoce que
la relación psicoterapéutica es una relación profesional, la cual lleva consigo cierta división
del trabajo. El reconocimiento de la relación terapéutica como una relación profesional es
compartido por muchos autores37
, pero hay diferencias en cuanto a la función que
desempeña el terapeuta: en unos casos es visto como un experto que aplica sólidos
conocimientos científicos al caso que conduce; en otros, es considerado como un guía
acompañante en el proceso de transformación de la persona; en otros más, como alguien
que aplica y transmite un método —no una teoría preestablecida— que le permite al
paciente acceder y construir su propia verdad. Se considera la psicoterapia, entonces, de
manera similar a la forma como la definió Freud: como un tratamiento psíquico desde el
alma, fundamentándose en la palabra.
Hilgard da una definición similar a esta última concepción:
Estamos hablando de la curación por medios psicológicos en contraste por la curación por
cirugía, drogas u otras formas de tratamiento físico o médico. Cuando hablamos de psicoterapia
nos referimos a una curación por medio de conversaciones entre el paciente y el terapeuta, pero
el tratamiento no es tan sencillo como parece.38
Aquellas modalidades de intervención que se han basado en la teoría del aprendizaje, han
recurrido a dos pilares básicos: el condicionamiento clásico y el condicionamiento
operante. Patterson señala que estos paradigmas no son completamente opuestos y que
35
Ídem. 36
G.M Kinget. Psicoterapia y relaciones humanas. Teoría práctica de la terapia no dirigida. Tomo II: La
práctica, p. 7. 37
Al respecto, véase el primer capítulo del libro Manual de técnicas de psicoterapia. Un enfoque
psicoanalítico. 38
Ernest Hilgard. Op. Cit, p. 46.
incluso ha habido intentos por combinarlos en un solo modelo. A partir de esta
aproximación, señala que Lindsley introduce el término Terapia conductista —
ampliamente aceptado— y que se refiere a:
(...) la aplicación de una amplia gama de técnicas derivadas o relacionadas con los principios
del aprendizaje, para modificar conductas anormales más o menos específicas, tanto en las
entrevistas del Counseling o Psicoterapia, como fuera de ellas. También se oye a menudo el
término ―modificación de la conducta‖, incluso a veces sustituyendo al de terapia conductista;
pero en U.S.A. tal término se emplea para referirse a los métodos del condicionamiento
operante, y también para distinguir tales métodos de la terapia conductista de Wolpe, también
se suele emplear como término general referido a la aplicación de principios o leyes de
aprendizaje en una amplia variedad de situaciones fuera de las entrevistas terapéuticas.39
Ross, en su Terapia de la conducta infantil, critica los conceptos de terapia y de conducta
por considerarlos muy restringidos; no obstante, los acepta debido a su amplia difusión y
establece una diferencia con el de modificación de la conducta:
Como la terapia de la conducta se utiliza en los intentos por modificar la conducta, cabe
suponer que la terapia de la conducta puede clasificarse bajo el término más general de
modificación de la conducta. Pero son muchas las maneras en que puede modificarse la
conducta, entre ellas los medios químicos, como el uso de agentes farmacéuticos; medios
quirúrgicos, como las intervenciones psicoquirúrgicas; y en la interferencia física directa con el
movimiento de una persona, como el uso de las restricciones. Ninguna de éstas se basa en
principios psicológicos, como tampoco lo son ciertos enfoques brutales para disciplinar a los
niños, los cuales han tratado de legitimizarse y hacerse respetables llamándolos programas de
modificación de la conducta. 40
Considerando las definiciones anteriores se constata que coinciden en que se trata de
psicoterapia cuando, para el logro de los propósitos planteados, se utilizan recursos o
medios psíquicos, no físicos ni químicos —como sería el caso de la medicina y de otros
procedimientos. La mayoría de los modelos psicoterapéuticos considera que es el uso de la
palabra el recurso psíquico por excelencia, si bien no es el único.
Llegados a este punto, es pertinente arriesgar una definición general de psicoterapia:
tratamiento psíquico —desde y hacia lo psíquico— con el propósito de moderar el
sufrimiento o de transmitir una actitud que permita enfrentar la existencia. El énfasis en la
circunstancia de que se trata desde y hacia lo psíquico busca mostrar que, entre los medios
utilizados y considerados esenciales para los efectos que se pretenden, se encuentra la
39
C.H Patterson. Teorías del counseling y psicoterapia, p. 114. 40
Alan Ross. Terapia de la conducta infantil. Principios, procedimientos y bases teóricas, p. 26.
palabra y demás expresiones simbólicas. Procedimientos que preferentemente utilizan otras
vías como los masajes, la meditación, la relajación, la gimnasia, los aromas, entre otros, y
que relegan a un papel secundario el uso de la palabra, más correctamente pueden llamarse
terapias, no psicoterapias. De manera similar, Ávila dice: ―Las técnicas de modificación de
la conducta, e las que le terapeuta propone planes de acción, pueden ser beneficiosas para el
paciente, pero no se ajustan plenamente al concepto de psicoterapia‖41
.
Con la expresión tratamiento se está aludiendo a un proceso dirigido por alguien formado
para ello (el psicoterapeuta), incluyendo la vivencia de una psicoterapia personal. Pocas
corrientes sostienen que esto último es innecesario. Es el caso de algunos modelos
conductuales y cognitivos en psicoterapia que parten de la idea de que las técnicas
utilizadas deben, en lo posible, estar validadas y servir así de fundamento a protocolos de
intervención, que serán eficaces independientemente de que el psicoterapeuta se haya
realizado una psicoterapia.
No obstante, virtualmente todos los autores coinciden en que debe ser un proceso orientado
por alguien formado, puesto que el consultante habitualmente acude a psicoterapia cuando
ha ensayado varios medios por sí solo sin obtener el resultado esperado. Es por esta razón
—entre otras— que la relación que se establece entre psicoterapeuta y paciente es esencial
en la mayoría de los modelos. Asimismo, es una condición compartida por muchos
modelos el que el terapeuta haya vivido un proceso de formación riguroso para poder luego
dirigir el proceso de otros. Esta formación comprende la propia experiencia
psicoterapéutica, el estudio del modelo en el cual se inscribe y la supervisión —asesoría—
de sus propios casos una vez se decide a recibir pacientes en consulta.
La expresión moderación del sufrimiento destaca que se puede tratar tanto de un propósito
de disminución del sufrimiento—o incluso eliminación como se pretende desde algunos
enfoques— como de una modulación: cambiar el modo, la manera de enfrentar el
sufrimiento, así no coincida con su disminución. Algunas propuestas psicoterapéuticas,
especialmente las derivadas del psicoanálisis, enfatizan que la resolución de síntomas o la
41
Alejandro Ávila y otros. Manual de técnicas de psicoterapia. Un enfoque psicoanalítico, p. 12.
búsqueda del alivio del sufrimiento del paciente son secundarias y, aunque se consideren
importantes, no constituyen el objetivo principal del tratamiento.
Ahora bien, el sufrimiento —o dolor en sentido amplio, para abarcar también lo corporal—
es una de las experiencias más importantes y vitales para todo ser humano. Puede ser
considerado como fuente de creación e inspiración, pero también, en su extremo opuesto,
como desgracia e infortunio que impiden el despliegue del ser.
Para Bion, el dolor no puede estar ausente de la personalidad ni del análisis, y forma parte
de toda adquisición de conocimiento. En Elementos de psicoanálisis dice:
El dolor no puede estar ausente de la personalidad. Un análisis debe ser doloroso, no porque el
dolor tenga necesariamente algún valor, sino porque un análisis en el cual no se observa el dolor
ni se lo trata no puede ser considerado como enfrentando una de las principales razones por las
que el paciente está en análisis42
.
Más adelante, y en consonancia con lo que se dijo líneas atrás acerca de la moderación del
sufrimiento, Bion expresa que el éxito de un proceso terapéutico no necesariamente debe
evaluarse a partir de si llevó o no a la disminución del sufrimiento, pues existe la necesidad,
―más obvia en algunos casos que en otros, de que la experiencia analítica aumente la
capacidad del paciente para sufrir aun cuando el paciente y el analista puedan desear
disminuir el dolor.‖43
Feixas y Miró coinciden en lo esencial con la definición que se acaba de proponer —
tratamiento psíquico con el propósito de moderar el sufrimiento—, ya que en su trabajo
sobre la definición de psicoterapia y luego de examinar varias acepciones, concluyen que lo
característico en estos procesos es la utilización de medios psicológicos, la asistencia por
parte de un profesional, el propósito de ayudar a resolver problemas humanos, y la relación
particular que se establece entre ―cliente‖ y terapeuta.44
42
W.R. Bion. Elementos de psicoanálisis, p. 87. 43
Ídem. 44
Guillem Feixas y Mª Teresa Miró. Aproximaciones a la psicoterapia: una introducción a los tratamientos
psicológicos, p. 16.
La expresión transmisión de una actitud para enfrentar la existencia —que hace parte de la
definición de psicoterapia que se está analizando— da cuenta de un propósito esencial en el
psicoanálisis y que es compartido por algunos modelos psicoterapéuticos: la transmisión de
una actitud para que el paciente sea quien construya un saber que le permita, desde sí
mismo, asumir la existencia y no a partir de un saber que le transmite el terapeuta. La
moderación del sufrimiento es importante pero ocupa un lugar secundario; no se busca
como meta especial del tratamiento.
Psicoterapias ascéticas y sintomales
Ya en el inicio de este capítulo se hizo referencia a la estrecha relación que, desde sus
orígenes, tiene el psicoanálisis con la psicoterapia. Aunque en el transcurso de su desarrollo
han surgido algunas divergencias respecto de esta relación, la mayoría de los psicoanalistas
considera a la psicoterapia —y en general al ejercicio clínico— como un aspecto central de
su disciplina. Ahora bien, para examinar las relaciones entre la psicología y el psicoanálisis
a partir del campo psicoterapéutico se tomarán, por un lado, algunas propuestas derivadas
propiamente de la psicología y, por el otro, las concepciones de algunos psicoanalistas que
toman la práctica psicoterapéutica como esencial y característica de su ejercicio clínico. Se
pospondrá por ahora el examen de los planteamientos de otros analistas que establecen
algún tipo de disyunción —gradual en unos casos, radical en otros— entre la psicoterapia y
el psicoanálisis.
Para Freud, el dispositivo o terapia analítica se fundamenta en cuatro elementos básicos: la
asociación libre, de parte del analizante; la atención flotante, del analista; la interpretación
y el análisis y manejo de la transferencia.45
Con base en estos procesos emprende un
tratamiento psíquico de las neurosis a partir de una revisión exhaustiva de la existencia del
sujeto, avanzando desde las ocurrencias producidas por la asociación libre hasta lo
reprimido, con la intención de alcanzar así las experiencias infantiles vitales y procurar que
la transferencia sea el medio de actualización y reelaboración de las mismas. Lo que busca
45
Sigmund Freud. Sobre la iniciación del tratamiento. Vol. 12.
Freud, finalmente, es un cambio de fondo en el paciente que puede llamarse ascesis
subjetiva, máxime cuando describe su objetivo de la siguiente manera:
Nosotros, los analistas, nos proponemos como meta un análisis del paciente lo más completo y
profundo posible; no queremos aliviarlo moviéndolo a ingresar en la comunidad católica,
protestante o socialista, sino enriquecerlo a partir de su propia interioridad devolviéndole a su
yo las energías que por obra de la represión están ligadas en su inconsciente, inaccesibles para
él, así como aquellas otras que el yo se ve precisado a malgastar sin fruto alguno en el
mantenimiento de las represiones. Lo que de tal suerte cultivamos es cura de almas en el mejor
sentido.46
Algunos planteamientos de Joan Coderch, resaltan la perspectiva ascética del psicoanálisis.
Por ejemplo, cuando en La relación paciente–terapeuta, señala que el objetivo de la terapia
psicoanalítica es ―la búsqueda de la realidad personal y de la auténtica subjetividad‖47
, se
refiere a un proceso que implica un cambio en la estructura del sujeto. También da cuenta
del propósito ascético al afirmar que:
(…) aquello que se propone el analista mediante la relación que establece con el paciente y a
través de sus interpretaciones, es proporcionar a su paciente la posibilidad de encontrar sus
significados subjetivos de una manera creadora y lúdica (T. Orden, 1986). Por tanto, lo que se
persigue no sólo es descubrir lo que es inconsciente, sino crear un nuevo sujeto que antes no
existía.48
Si bien la inmensa mayoría de los analistas ha introducido sustanciales diferencias tanto en
la técnica como en la teoría psicoanalítica propuestas inicialmente por Freud, conserva el
propósito de alcanzar una ascesis subjetiva en el más amplio sentido del término, aunque
las técnicas, los énfasis, las conceptualizaciones y maneras de intervenir sean
considerablemente variables. Se reúnen bajo el vocablo psicoanálisis por cuanto siguen
otorgando importancia al decir del paciente —su discurso— y al análisis de este discurso
mediante la escucha de las formaciones de lo inconsciente.
Wyss, en su obra Las escuelas de psicología profunda desde sus principios hasta la
actualidad (1961),49
muestra la pluralidad de enfoques derivados del psicoanálisis
freudiano: las primeras orientaciones divergentes con Adler y Jung principalmente; el
grupo británico en el que incluye a Glover, Jones, Anna Freud, Melanie Klein, entre otros;
46
Sigmund Freud. ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial. Vol. 20, p. 240. 47
CODERCH, Joan. La relación paciente – terapeuta., p. 219. 48
Ídem. 49
Dieter Wyss. Las escuelas de psicología profunda desde sus principios hasta la actualidad.
el grupo neoyorquino, con Hartmann, Kris y Loewenstein, por un lado, y René Spitz y
Erikson, por otro; el neopsicoanálisis con Fromm, Sullivan y otros; las teorías de
orientación filosófica y existenciales, con Binswanger, Buber, etc.
Por su parte, Bleichmar en El psicoanálisis después de Freud realiza una clasificación
similar pero más contemporánea; incluye en la escuela británica —desde el punto de vista
de las relaciones objetales— a Klein, Fairbairn y a Winnicott; retoma los aportes de
Mahler, Kohut, Lacan y los planteamientos de Kernberg.
Stephen Mitchell y Margaret Black en Más allá de Freud50
presentan una historia del
pensamiento psicoanalítico contemporáneo comenzando con Freud y lo que llaman la
tradición clásica; la psicología del yo; el psicoanálisis interpersonal; la teoría kleiniana
contemporánea; la escuela británica de las relaciones objetales; las psicologías de la
identidad y del self con Erikson y Kohut; y los revisionistas freudianos contemporáneos,
como Otto Kernberg, Roy Schafer, Hans Loewald y Jacques Lacan.
Otto Kernberg, en su artículo Convergencias y divergencias en la técnica psicoanalítica
contemporanea, muestra que el interés actual por hallar puntos comunes entre los distintos
modelos psicoanalíticos, ha llevado a examinar la técnica que se utiliza en dichos enfoques.
Encuentra áreas de convergencia técnica entre los kleinianos, la psicología del yo, los
británicos independientes (lo que se solía llamar el ―grupo intermedio‖), la corriente
principal francesa no lacaniana, los interpersonales (antes llamados ―culturalistas‖) y la
psicología del self51
.
Entre estas convergencias señala: la tendencia a realizar interpretaciones más tempranas de
la transferencia, la importancia otorgada al análisis del carácter, la relevancia de las
interpretaciones sobre el aquí y el ahora, la traducción de los conflictos inconsciente a la
terminología de las relaciones objetales, el lugar de la contratransferencia, la propensión a
darle mayor énfasis a la experiencia afectiva del paciente, el reconocimiento de la
50
Stephen Mitchell y Margaret Black. Op. Cit. 51
Otto Kernberg. Convergencias y divergencias en la técnica psicoanalítica contemporánea. En: Libro Anual
de la IPA, N° IX.
multiplicidad de caminos reales hacia el inconsciente, la búsqueda de indoctrinación de los
pacientes y el cuestionamiento de los conceptos lineares del desarrollo.
Entre las divergencias indica: algunos sostienen una relación ―real‖ distinta de la
transferencia, mientras que para otros toda expresión del vínculo entre analista y paciente es
transferencial; seguidores de Balint y Winnicott dan valor a la regresión transferencial en
pacientes con patologías severas, mientras que para los kleinianos importa más el análisis
sistemático de la transferencia positiva y negativa, por su parte los relacionales objetales
proponen una técnica que estructure el marco de tratamiento para proteger de regresiones a
dichos pacientes. Las reflexiones sobre el psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica ha
llevado a que algunos propongan examinar con cuidado las posibilidades de modificación
del análisis clásico, mientras que otros optan por experimentar libremente sobre los
elementos técnicos del psicoanálisis y aplicarlos a diferentes ámbitos; con respecto a la
empatía, la psicología del self enfatiza en la primacía de la empatía del analista en la
experiencia subjetiva del paciente; los demás consideran la empatía una precondición
general de todo trabajo psicoanalítico; el papel de la verdad narrativa frente a la verdad
histórica lleva a interpretaciones distintas acerca del valor de la verdad que emerge en el
análisis.
La diversidad de concepciones teóricas, técnicas y terapéuticas en el psicoanálisis puede
entenderse como indicador de una torre de Babel en la que cada tendencia es
completamente independiente de las otras; o como una pluralidad de opciones que, sin
desconocer sus diferencias, tienen múltiples aspectos comunes. Jorge Salazar, en su reseña
del libro Perspectivas del psicoanálisis —del cual les coautor con Norberto Bleichmar y
otros—, dice que:
El psicoanálisis contemporáneo se caracteriza por una diversidad que lo ha desarrollado en
profundidad y en amplitud, enriqueciéndolo conceptualmente pero, al mismo tiempo, haciendo
casi imposible que cada psicoanalista, por separado, pueda abarcar la vastedad de la producción
bibliográfica disponible en la actualidad. La diversidad del psicoanálisis la podemos constatar,
además de los libros y revistas, en las diferentes escuelas, las teorías, los movimientos y las
instituciones que agrupan a los psicoanalistas. Ninguna de ellas es mejor que otras; ninguna
teoría es más verdadera que otra. Más bien cada una de ellas ofrece su propia perspectiva de los
fenómenos de los que intenta dar cuenta. Es así que el pluralismo de las ideas le permite
sostener al observador una visión de la realidad en la que covergen múltiples enfoques
simultáneos (…)52
.
No obstante esta diversidad, virtualmente todos los psicoanalistas coinciden con Freud en
que sus propuestas psicoterapéuticas buscan cambios profundos como resultado de una
revisión estructural del psiquismo del paciente —una ascesis—. Pero también una gran
número de ellos pretende que su manera de hacerlo es la mejor y descalifica los
procedimientos de quienes parten de supuestos y técnicas distintas. Para citar sólo un
ejemplo, Melanie Klein no estaba de acuerdo con Anna Freud en su forma de conducir el
tratamiento (y viceversa) y Jacques Lacan criticaba los procedimientos de ambas, habiendo
sido a su vez expulsado de la Asociación Internacional de Psicoanálisis (IPA) por las
variaciones que introdujo en la técnica analítica.
El que la mayoría de corrientes y escuelas de psicoanálisis se ubiquen en la tendencia
ascética y no en la sintomal, no quiere decir —como afirman algunos críticos— que se
subvalore o desconozca la importancia de los efectos terapéuticos en el paciente,
entendidos como moderación del sufrimiento, alivio, resolución de algunas inquietudes e
incluso, como una manera de vivir la vida acorde con el deseo subjetivo. Ha sido una
preocupación constante de muchos analistas el efecto de sus intervenciones en los
padecimientos del analizante. Sobre este asunto, es ilustrativa la siguiente cita de Freud en
la que se muestra que la eliminación de síntomas no es prioritaria en la terapia analítica. No
obstante se expresa también un interés en que el tratamiento psicoanalítico ayude al
paciente en el incremento de su capacidad de obrar y amar:
Como meta del tratamiento, puede enunciarse la siguiente: Producir, por la cancelación de las
resistencias y la pesquisa de las represiones, la unificación y el fortalecimiento más vastos del
yo del enfermo, ahorrándole el gasto psíquico que suponen los conflictos interiores, dándole la
mejor formación que admitan sus disposiciones y capacidades y haciéndolo así, en todo lo
posible, capaz de producir y de gozar. La eliminación de los síntomas patológicos no se
persigue como meta especial, sino que se obtiene, digamos, como una ganancia colateral si el
análisis se ejerce de acuerdo con las reglas. El analista respeta la especificidad del paciente, no
procura remodelarlo según sus ideales personales —los del médico—, y se alegra cuando puede
ahorrarse consejos y despertar en cambio la iniciativa del analizado.53
52
Jorge Salazar. Reseña del libro Las perspectivas del psicopanálisis. En: www.aperturas.org 53
Sigmund Freud. Dos artículos para enciclopedia. Vol. 18, pp. 246-247.
Más que la eliminación de síntomas se busca una meta más amplia54
, consistente en una
modificación profunda del sujeto que le permita tomar sus propias decisiones, esperando
además que el paciente pueda vivir su vida55
. Otros analistas coinciden en este aspecto.
Bruno Bettelheim, por ejemplo, indica que la psicoterapia buscaría en el paciente
―reestructurar su personalidad de modo que pudiera vivir más cómodamente consigo
mismo‖.56
Lacan por su parte señala que ―un análisis no tiene que ser llevado demasiado
lejos. Cuando el analizante piensa que él es feliz por vivir es suficiente‖57
.
En el último apartado del capítulo dos se examinó al psicoanálisis entendiéndolo como una
experiencia de ascesis subjetiva; por esta razón, se pasará ahora a indagar algunas
propuestas psicoterapéuticas ascéticas relativas al campo de la psicología. Cabe subrayar
que si entre los numerosos modelos psicoanalíticos hay diversidad de concepciones sobre la
técnica y sobre el conjunto de teorías, con mayor seguridad se hallarán divergencias si son
comparados con las psicoterapias psicológicas. Por este motivo las relaciones que pueden
establecerse entre el campo de las psicoterapias psicoanalíticas y el de las psicológicas no
son tanto de orden teórico —sin descartar que puede haberlas—, sino en cuanto a lo que
pretenden lograr cada una desde sus propios medios.
El propósito ascético referido en diversos momentos de esta investigación es
particularmente evidente en el enfoque humanista en la psicoterapia, enfoque que fue el
primero en darle un lugar preponderante a los aspectos trascendentales del ser humano y en
considerarlo de una manera fundamentalmente positiva. Bárbara Engler resalta que el
mayor aporte de Maslow, consistió en ―haber dirigido la atención de los psicólogos hacia
aquellas cualidades que constituyen la salud y funcionamiento humanos óptimos en lugar
de describir las fallas en el desempeño en la vida de las personas‖58
.
54
Sobre las propuestas sintomales derivadas del psicoanálisis volveremos más adelante. 55
En el primer capítulo de esta investigación se indicó la importancia que el logro de la buena vida o
eudaimonía tuvo en las prácticas de inquietud de sí desde la antigüedad. 56
Bruno Bettelheim y Alvin Rosenfeld. El arte de lo obvio. El aprendizaje de la práctica de la psicoterapia,
p. 14. 57
Jacques Lacan. Conferencia de Yale. Pronunciada en el Seminario Kanzer el 24 de noviembre de 1975 en la
Universidad de Yale. En: Suplemento al Correo de los Carteles Nº 22. 58
Bárbara Engler. Op. Cit., p. 367.
Dos de los autores más representativos de la psicoterapia humanista son Carl Rogers y
Víktor Frankl, quienes idearon la terapia centrada en el cliente o no directiva y la
logoterapia, respectivamente. A ambas les subyacen los presupuestos filosóficos del
existencialismo y la fenomenología, y hacen énfasis en que la atención debe centrarse en el
aquí y ahora de la persona. Según Rogers, se parte de lo sintomal y, progresivamente, se va
llegando a lo ascético:
Clínicamente parece claro que hay un movimiento desde los síntomas hacia el sí-mismo. La
exploración del cliente gira primero alrededor de los diferentes aspectos del problema, pero
gradualmente el interés se desplaza cada vez más hacia el sí-mismo. ¿Qué clase de persona soy?
¿Cuáles son mis verdaderos sentimientos? ¿Cuál es mi personalidad real? Una parte creciente
de la conversación se centra en estos temas. No sólo hay un movimiento desde los síntomas
sino también desde el ambiente y los otros hacia el sí-mismo.59
Frankl critica el concepto psicodinámico de hombre propuesto por psicoanalistas como
Freud o Jung, ya que poner el énfasis en las pulsiones o los arquetipos como motores del
accionar humano lleva a concebir que la existencia está dedicada a liberarse de las
tensiones internas, eliminando ―el hecho fundamental que se presta a un análisis
fenomenológico, a saber, que el hombre es un ser que va al encuentro de otros seres y
tiende la mano en busca de sentidos por realizar‖60
.
En Rogers se encuentra también esta búsqueda ascética en el trabajo terapéutico, enlazada
con la importancia que le otorga a la relación terapéutica y al cliente como guía del
proceso. Según Engler: ―Rogers estaba en realidad convencido que sus clientes tenían la
capacidad de entender y explorar sus problemas y que dada la relación terapéutica
apropiada, es decir, una actitud de aceptación, avanzarían más hacia una mayor
autorrealización‖61
En términos generales, la psicoterapia humanista se inscribe en la perspectiva ascética,
pues propende por la autorrealización y trascendencia del hombre, al mismo tiempo que
considera como fundamental la búsqueda del sentido de la vida. Es por eso que la posición
del terapeuta humanista no es la de un especialista: su función, como señala Kinget, es
59
Carl Rogers. Psicoterapia centrada en el cliente, p. 126. 60
Víktor Frankl. Psicoterapia y existencialismo, p. 24. 61
Bárbara Engler. Op. Cit., p. 370.
servir, en cierto modo, de resonador y amplificador de la experiencia del cliente‖62
. En este
sentido, es de suma importancia que su capacidad de resonancia sea lo más pura posible,
―es decir, despojada de perturbaciones causadas por la presencia indebida de elementos que
no provienen más que de su propio marco de referencia‖63
.
De manera similar —aunque desde otros presupuestos— la psicología transpersonal se
propone la búsqueda de trascendencia y liberación del ser a partir de un trabajo tendiente a
la obtención de niveles superiores de consciencia que permiten, finalmente, una
iluminación o captación de lo esencial en la existencia.64
Por otro lado, algunas de las terapias cognitivas clásicas, en especial las fundamentadas en
un paradigma racionalista del procesamiento de la información, se alejan de este propósito
ascético y se acercan a las psicoterapias que descritas anteriormente como sintomales, es
decir, procedimientos destinados a la curación o resolución puntual de un síntoma, un
problema, una patología, una dificultad, entre otros. Sin embargo, procuran un trabajo de
mucho mayor alcance que el llevado a cabo por aquellos modelos conductuales radicales,
estableciéndose así a mitad de camino entre las psicoterapias ascéticas y las sintomales.
Esto en gran parte porque las psicoterapias cognitivas, a diferencia de las conductistas,
tienen en cuenta el psiquismo bajo la modalidad de las cogniciones en juego, objetos de
intervención. Parten del supuesto de que las creencias de los seres humanos son las
responsables de sus dificultades, creencias que en muchos casos se fundamentan en
esquemas maladaptativos tempranos, afianzados fuertemente desde la infancia y resistentes
al cambio. Por esta razón la terapia cognitiva busca que el sujeto lleve a cabo un
procesamiento de la información diferente al habitual. Isabel Caro señala que D.A. Clark
sintetiza los puntos de vista de Rush, Beck, Kovacs y Hollon sobre la terapia cognitiva,
entendiéndola como:
Una psicoterapia estructurada, con límite de tiempo, orientada hacia el problema y dirigida a
modificar las actividades defectuosas del procesamiento de la información evidentes en
trastornos psicológicos como la depresión. Ya que la terapia cognitiva considera a un grupo
62
G.M Kinget. Op. Cit., p. 13. 63
Ídem. 64
Ken Wilber. Los tres ojos del conocimiento, p. 130.
hiperactivo de conceptos desadaptativos como la característica central de los trastornos
psicológicos, entonces, corregir y abandonar estos conceptos mejora la sintomatología.65
No obstante, con el desarrollo contemporáneo de los nuevos paradigmas científicos basados
en la complejidad, el caos y la incertidumbre, y con el valor que cada vez más se da en la
ciencias sociales y humanas a la construcción de mundos que posibilita el lenguaje,66
aparecen propuestas cognitivas que critican el modelo del procesamiento de la información
por su énfasis racionalista y que le dan más importancia al lenguaje como fenómeno central
—no como derivado de otros procesos psicológicos— productor de significaciones,
sentidos y experiencias no exclusivamente racionales. Asimismo, este cambio de
perspectiva hace que se acerquen mucho más a las psicoterapias ascéticas, pues sus
propósitos son de mayor alcance. Se proponen entonces terapias cognitivo-narrativas que,
según Oscar F. Gonçalves, tienen como objetivo:
(...) llevar al cliente a construir, en el curso de su interacción con el terapeuta y con su
comunidad conversacional, una realidad múltiple de experiencias sensoriales, emocionales,
cognitivas y de satisfacción. De este modo, se intenta que el cliente construya un discurso
narrativo rico en términos de multiplicidad, complejidad y coherencia, adaptado a las
exigencias impuestas por una sociedad que es esencialmente multivocal, multicultural y
multifrénica.67
Y más adelante dice:
La psicoterapia narrativa procura responder a las exigencias de una sociedad postmoderna a
través del desarrollo en el cliente de una actitud narrativa. Esta actitud narrativa se divide en
cinco elementos esenciales que estructuran, a su vez, otras tantas fases del proceso terapéutico:
recuerdo, objetivación, subjetivación, metaforización y proyección.68
Además de la propuesta narrativa existe otro paradigma bastante similar, llamado
constructivismo, en el que se inscriben procesos psicoterapéuticos de diferentes escuelas.
Michael J. Mahoney afirma que el constructivismo:
(...) describe al individuo como un complejo activo de sistemas dentro de sistemas que procuran
preservar y elaborar su viabilidad y coherencia ante los retos de la vida. Por supuesto, esta
descripción es general y abstracta, y no nos debe sorprender que existan constructivistas dentro
y fuera de las tradiciones psicodinámica, cognitiva y humanista en psicoterapia. (...) Desde la
perspectiva constructiva, la diversidad y la creatividad se sitúan en el corazón de la
65
Isabel Caro. Las psicoterapias cognitivas: modelos básicos. En: Manual de psicoterapias cognitivas, p. 39. 66
Barnett Pearce. Op. Cit., p. 272. 67
Oscar Gonçalves. El estado de la cuestión en la psicoterapia cognitivo-narrativa. En: Manual de
psicoterapias cognitivas, p. 340. 68
Ibíd., p. 341.
conceptualización y la práctica de la psicoterapia. Esto significa, entre otras cosas, que
cualquier cliente se considera como una expresión única de procesos continuos de
autoorganización. 69
La psicoterapia constructiva critica la concepción tradicional sobre la psicopatología
presente en el paradigma del procesamiento de la información, pues considera que no se
trata en la terapia de buscar una forma racional de vivir, sino más bien de brindar una
ayuda en la que prime un:
Respeto reverente por la sabiduría del sistema vivo por haber logrado su propia manera de
enfrentarse con sus circunstancias de vida. Aunque esa sabiduría puede tener costos
significativos de energía y bienestar, es todavía una sabiduría de autoprotección y de valor de
vida. De ahí que se respete la lógica de vida de la persona, y se tome a sus realidades personales
como soluciones creativas a una historia compleja de desafíos de vida.70
Las perspectivas narrativa, constructiva y psicoanalítica (esta última será trabajada con
detalle más adelante) son ejemplo de lo que Ramírez denomina psicología de orientación
analítica, expresión bajo la cual se incluyen todas aquellas escuelas en las que la escucha y
análisis del discurso del sujeto es la actitud fundamental. De este modo, la psicología de
orientación analítica no sería en sí misma una escuela, sino más bien una categoría general
en la que pueden agruparse distintas corrientes que tienen en común la actitud mencionada.
En el campo terapéutico se hablaría de orientación analítica en la psicoterapia71
para
describir una posición en la que se busca la moderación del sufrimiento a partir de la
transmisión de un método de escucha, análisis y respuesta que le permita al paciente decidir
por sí mismo respecto de sus inquietudes, problemáticas, síntomas... en suma, respecto de
su propia existencia. No se trata de sugerirle una forma particular de vida, sino más bien, de
que sea él quien construya, hasta donde le sea posible y, con base en las circunstancias y su
propio deseo, un estilo de vida para asumir la existencia. Ramírez expresa:
69
Michael Mahoney. El estado de la cuestión en la psicoterapia constructiva. En: Manual de psicoterapias
cognitivas, p. 402. 70
Ibíd., p. 404. 71
Según Ramírez, ―La palabra orientación pretende enfatizar una característica: que se quiere privilegiar el
método, la actitud y no la teoría o la doctrina. Se establece así una diferencia tajante con la mayor parte de
escuelas psicológicas, que tienden a privilegiar una teoría, que aplican luego en la práctica profesional.‖
No se trata entonces de enseñarle, y mucho menos imponerle una forma diferente, ―mejor‖ de
vivir. Él mismo, al reconocer su deseo ha de responsabilizarse por su destino y decidir el
camino que habrá de recorrer, las renuncias, aceptaciones y modificaciones que elegirá72
.
La psicoterapia constructiva sería de orientación analítica en tanto parte de la idea de que
es desde el sujeto —la persona— que se logran posibles soluciones creativas,
correspondientes con su estilo de vida. La narrativa se incluye también en esta orientación
al buscar la transmisión de una actitud y no de un conjunto de conocimientos o saberes
preestablecidos.
La coincidencia en la transmisión de una actitud habla de un paradigma u orientación al que
pueden adscribirse diversos modelos que incluso pueden ser diferentes en cuanto a sus
dispositivos, técnicas y principios teóricos. En esta misma línea Rainer Matthias Holm–
Hadulla, plantea que la hermenéutica puede servir de base para la práctica psicoterapéutica,
constituyéndose no en una nueva psicoterapia, sino en ―un complemento de las técnicas
psicoterapéuticas conocidas y probadas, que se apoya en el arte de la conversación o modo
de una práctica reflexiva.‖73
Se trata, en suma, de una orientación hermenéutica en la que
diferentes psicoterapias encuentran un punto en común.
Por otra parte, el enfoque humanista de la psicoterapia concuerda en algunos puntos con las
más recientes psicoterapias cognitivas, en especial por la importancia que tiene en ellas el
sentido. La preocupación por este elemento, y el interés por llevar el tratamiento psíquico
más allá de los límites de la razón surgió originariamente en esta corriente, la cual fue la
primera en darle un lugar preponderante a los aspectos trascendentales del ser humano y en
considerarlo de una manera fundamentalmente positiva.
Tal como se mencionó más arriba respecto de las terapias cognitivas clásicas, existe otro
conjunto amplio de modelos psicoterapéuticos que buscan, de manera más puntual, la
resolución de las dificultades del paciente, ubicándose en la corriente llamada sintomal. Sin
embargo, no debe olvidarse que entre los extremos de las perspectivas ascéticas y
sintomales, existe una amplia gama de posibilidades y de grados diversos que nos muestra
72
Carlos Arturo Ramírez. Ens. 240. Psicopatología. En: Ocurrencias. 73
Reiner M Holm-Hadulla. El arte psicoterapéutico, p. 13.
la riqueza y la diversidad de las psicoterapias. Por este motivo, el ubicar un modelo
psicoterapéutico como sintomal o como ascético, no significa, per se, una subvaloración o
descuido por la otra tendencia. Lo que se desea resaltar es el énfasis que cada modelo hace
y privilegia.
Es posible afirmar que las diversas terapias conductuales y de modificación de la conducta
son los modelos más cercanos al campo de las psicoterapias sintomales. Precisamente
muchas de las técnicas de modificación de la conducta han sido diseñadas para resolver, de
la manera más concreta y precisa posible, variedades de conductas anormales, como fobias,
enuresis, comportamiento impropio de género, ansiedades, estrés, entre otros. Patterson
indica que en esta terapia hay un interés por modificar conductas anormales; Ross, por su
parte, presenta en su texto sobre terapia de la conducta infantil una serie de propuestas y
protocolos de intervención específicos a cada problemática. Entre estas trabaja: deficiencias
de la conducta social, académicas, del lenguaje, de la atención, hiperactividad, problemas
de eliminación (enuresis y encopresis), conductas de violación de normas, conducta
agresiva, piromanía, conducta desordenada, conductas de evitación (temores y fobias),
trastornos somáticos, asma, conducta autodestructiva y conducta desobediente.74
Otro ejemplo de tratamiento sintomal es la terapia racional emotiva. Dentro de este modelo
terapéutico Albert Ellis investiga, en primer lugar, los pensamientos automáticos y las
inferencias negativas presentes en los individuos, que son los causantes de la
autoperturbación y, con ello, de las dificultades en la existencia. En segundo lugar, procura
develar las filosofías irracionales básicas de las personas, las cuales fundamentan aquellos
pensamientos automáticos. Se interesa particularmente en las formas deficientes de
resolución de problemas y en brindar una manera diferente de abordaje de los mismos.
Afirma que la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC) ―siempre ha considerado una
pobre resolución de problemas como una parte importante de la perturbación emocional y
conductual‖75
.
74
Alan Ross. Op. Cit. 75
Albert Ellis. Estado de la cuestión en la terapia racional-emotiva-conductual. En. Manual de psicoterapias
cognitivas, p. 97.
Así, con la mayoría de los clientes, los terapeutas intentan primero ayudarles a que se
despreocupen de sus dilemas prácticos. Pero a medida que se procede en esta resolución de
problemas, se consideran los dilemas prácticos a los que se enfrentan los clientes, y se discute
con ellos las maneras mejores y más apropiadas de resolver esos problemas. (…). Pero la TREC
insiste, particularmente, en enseñar a las personas cómo descubrir, Debatir, y actuar contra sus
Creencias Irracionales mientras que idean mejores soluciones a los problemas prácticos de su
vida.76
Además del propósito sintomal existe, en este modelo, un interés por lograr en los pacientes
un cambio que se articula con el objetivo de resolución de problemas —pero que lo
trasciende— y que Ellis denomina cambio filosófico profundo, ―que supone ser conscientes
de sus fuertes tendencias de necesidad de perturbación y seguir cambiándolas —sí, para el
resto de sus días— en deseos y preferencias de autoayuda‖77
En el campo del psicoanálisis también hay un conjunto de propuestas psicoterapéuticas
sintomales, que han tomado en cuenta una temprana indicación de Freud, según la cual,
El método catártico no pierde valor por ser sintomático y no causal. Es que en verdad una
terapia causal no es las más de las veces sino profiláctica, suspende el ulterior desarrollo de la
afección, pero no necesariamente elimina con ello los productos que ella ha dado hasta el
momento. Por regla general se requiere de una segunda acción que solucione esta tarea, y para
ese fin, en el caso de la histeria, el método catártico es de una idoneidad insuperable78
.
Para Freud la terapia sintomal es importante por cuanto precave al yo de un posible
avasallamiento o confusión definitiva, que lo inhabilita para ejercer sus funciones. En la
histeria por ejemplo, y particularmente si existe una trayectoria crónica de la enfermedad,
un abordaje sintomal es necesario como complemento de un tratamiento causal.79
Braier, en su Psicoterapia breve de orientación psicoanalítica plantea como elemento
básico el de la focalización, entendido como la búsqueda de resolución de un foco
terapéutico a partir de la evaluación del núcleo central a intervenir. Por esta razón propone
que la terapia breve de orientación psicoanalítica interviene en el aquí y en el ahora, evita la
regresión transferencial y toma como punto de mira el discurso consciente y preconsciente
del paciente. Dice Braier que los objetivos terapéuticos de la terapia breve son la
76
Ibíd., p. 98. 77
Ibíd., p. 93. 78
Sigmund Freud. Estudios sobre la histeria. Vol. 2, p. 269. 79
Ibíd., p 271.
―superación de síntomas y problemas actuales de la realidad del paciente, lo que ante todo
implica que éste pueda enfrentar más adecuadamente determinadas situaciones conflictivas
y recuperar su capacidad de autodesenvolvimiento (…)‖80
. Capellá coincide con esta
formulación en el estudio que hace sobre las psicoterapias breves. Enfatiza además que el
trabajo, aunque focalizado, puede ampliarse a otros focos terapéuticos si así lo acuerdan el
paciente y el analista81
.
La propuesta de Braier considera la intervención psicoanalítica breve como apuntando sólo
al discurso consciente y preconsciente, reservando la escucha y la intervención de las
formaciones de lo inconsciente para el dispositivo freudiano. Esta posición es sumamente
cuestionable desde la misma posición freudiana, puesto que la escucha de las formaciones
de lo inconsciente puede darse incluso en la vida cotidiana y la intervención relativa ha de
ser acorde con lo escuchado. El clínico escucha todo lo que puede y sus intervenciones
procuran sen adecuadas a los objetivos específicos del dispositivo de trabajo.
Fiorini, por su parte, preocupado por la creciente demanda institucional de métodos de
tratamiento psicoterapéutico, propone una psicoterapia dinámica breve orientada ―(…)
fundamentalmente hacia la comprensión psicodinámica de los determinantes actuales de la
situación de enfermedad, crisis o descomposición‖82
. Este autor no desconoce la
participación de factores disposicionales históricos, sólo que los subordina a la influencia
de las condiciones actuales de vida del paciente, es decir, de lo que ocurre ―afuera‖ del
tratamiento. Sugiere como propósitos de la psicoterapia breve el alivio o desaparición de
los síntomas, el manejo de defensas con ayuda de técnicas adaptativas, mayor ajuste en las
relaciones con el medio, incremento de la autoestima y el confort personal, incremento de
la autoconciencia y ampliación de perspectivas personales. Como puede apreciarse, se
incluye en las psicoterapias llamadas sintomales.
80
Eduardo Braier. Psicoterapia breve de orientación psicoanalítica, p. 26. 81
Alfredo Capellá. El psicoanálisis dialéctico. Aportes para un psicoanálisis actual en el campo de la salud
mental, p. 97-99. 82
Héctor Fiorini. Teoría y técnica de psicoterapias, p. 23.
Atxotegi en su análisis de las psicoterapias psicoanalíticas y, específicamente, de los
objetivos terapéuticos en juego, señala que, a diferencia de la cura-tipo psicoanalítica y de
la psicoterapia psicoanalítica, la psicoterapia breve:
(…) trabajaría en profundidad sobre un determinado foco psicopatológico escogido en función
de las capacidades de integración del paciente y en la psicoterapia de apoyo se trabajaría sobre
áreas más amplias, buscando fundamentalmente aliviar los sufrimientos del paciente más que
reestructurar su personalidad.83
Antes de seguir adelante, quizá sea importante mencionar que no todos los psicoanalistas
admiten las prácticas anteriores como parte de su campo y establecen con ellas una serie de
diferencias radicales. Este asunto será trabajado en la sección Psicoterapia y psicoanálisis.
Retomando el hilo conductor, puede resaltarse que Ramírez, desde una perspectiva
psicoanalítica, habla de consultoría —para diferenciarla de psicoterapia— cuando se
realiza con un sujeto un trabajo basado en la escucha de las formaciones de lo inconsciente
―restringido, localizado al conflicto específico (…) con la posibilidad de extenderlo a otros
aspectos de su subjetividad, de su discurso existencial‖84
. Desde este punto de vista no se
establece una ruptura o discontinuidad con una psicoterapia ascética, sino más bien una
gradualidad del trabajo que puede llevar, desde un interés por un aspecto específico, hasta
un abordaje exhaustivo de la vida del sujeto. Sobre la focalización o restricción del trabajo
psicoterapéutico dice:
Privilegiar en un momento dado lo particular dentro de lo universal, las leyes específicas sobre
las generales, abordando sólo marginalmente las relaciones con lo más general, es una forma de
trabajar lo concreto. De ―concentrarse‖ en un asunto, circunscribirlo y delimitarlo85
.
De este recorrido se desprenden una serie de relaciones entre psicoterapias psicoanalíticas y
psicológicas desde el punto de vista de los propósitos ascéticos o sintomales. Es evidente
que las diferencias estriban en la manera como cada modelo entiende la psicopatología, la
concepción de sujeto que subyace a cada uno de ellos y las formas de intervenir con sus
técnicas y estrategias particulares. También cada una tiene rasgos característicos respecto a
lo que consideran el ―motor‖ de la eficacia terapéutica.
83
Joseba Atxotegi. Op. Cit., p. 47. 84
Carlos Arturo Ramírez. Ens. 45. Preguntas sobre el psicoanálisis. En: Artículos y ensayúnculos. Medellín,
1999. 85
Carlos Arturo Ramírez. Ens. 269. Focalización.
En este punto es conveniente introducir una crítica que, con frecuencia, ha sido planteada
desde el psicoanálisis a ciertas formas de terapia. Consiste en señalar que algunos modelos,
al pretender reconocer sólo aquellas modalidades de intervención sintomales, derivan
fácilmente en una patologización de cualquier expresión psíquica que no corresponda con
determinados cánones de comportamiento. Ibáñez Guerra, sostiene algo similar cuando se
refiere a la entrada en escena de la modificación de la conducta:
Ya no es necesario que el Yo presente algún tipo de trastorno para acudir a ver a su terapeuta,
basta con que se sienta incómodo consigo mismo, o con que quiera estar mejor, o con que desee
aprender algo nuevo. Puede consumir terapia para mejorar su autoestima, para modificar sus
habilidades sociales, para solucionar sus problemas en las relaciones interpersonales y, también,
para quitarse sus miedos, sus fobias, sus ansiedades y todo aquello que perturbe su Bienestar. El
Yo comienza a tornarse débil, no sabe vivir bien sin su terapeuta (...).86
Los elementos presentes en la definición de psicoterapia propuesta por Coderch que se
planteó en el apartado anterior, pueden agruparse en tres grandes preguntas: qué propósitos
tiene la psicoterapia, desde dónde (o por qué) se traza esos propósitos y cómo procura
alcanzarlos. Estas preguntas llevan a interrogar la relación de las psicoterapias con las
teorías sobre el psiquismo —psicopatológicas o no— en las cuales se fundamentan para
trazarse los propósitos y las técnicas a implementar. A partir de esta relación de los
modelos psicoterapéuticos con las teorías psicológicas, pueden establecerse tres categorías
generales de intervención en las que pueden agruparse diversos modelos.
86
Elena Ibáñez. Op. Cit., p. 13.