proyecto de conductas prosociales y su relación con otras habilidades (1)
TRANSCRIPT
UNIVERSIDAD PRIVADA DE TACNAFAEDCOHESCUELA PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA
Autoras:
Menéndez Pinto María Fernanda
Vizcarra Cabrera Diana
Proyecto:
Conductas Prosociales y otras habilidades sociales
1. EL PROBLEMA
1.1 Planteamiento del problema
La conducta de ayuda al otro se considera un aspecto importante en la vida
social del ser humano, tanto así que puede distinguirse como una forma de equilibrio de
la sociedad, en la medida en que permite a cada uno de los miembros del grupo percibir
que hace parte de una gran red de apoyo de la cual puede disponer en cualquier
momento y sentirse protegido.
Este comportamiento en beneficio de otras personas ha sido estudiado por la
Psicología y particularmente por la Psicología social, acuñado bajo el nombre de
conductas prosociales; entendiéndose bajo esta categoría aquellas acciones que realizan
las personas en beneficio de otras, sin esperar recompensa e incluso, en ocasiones,
suponiendo un riesgo para quienes la ejercen.
Según R. Roche (1991) son prosociales aquellos comportamientos que sin
buscar una recompensa externa, favorecen a otras personas o grupos sociales, según el
criterio de éstos, y aumentan la probabilidad de generar una reciprocidad positiva de
calidad y solidaridad en las relaciones interpersonales o sociales, preservando la
identidad, creatividad y la iniciativa de los individuos o grupos implicados. En los
últimos años se ha generado un interés teórico y práctico hacia las conductas
prosociales.
La elección de variable independiente en relación a la conducta prosocial a
investigar es descrita por los siguientes autores: Molero, Candela y Cortés (1999)
sostienen que esta tendencia responde al incremento de fenómenos como la agresión
entre las personas, las conductas de indiferencia hacia el prójimo e incluso hacia la
naturaleza y la cultura; además de los tratos discriminatorios hacia mujeres, niños con
discapacidades, ancianos, homosexuales, entre otros. Según Rafael Yus Ramos (1997)
más de 100 millones de personas han fallecido a causa de la intransigencia del hombre
por el hombre.
1.2 Formulación del problemaCon respecto a las conductas prosociales surgen preguntas como ¿Qué se conoce
acerca de las conductas en beneficio de las demás personas? , ¿qué lleva a que
una persona presente una conducta prosocial con otro semejante? Y ¿Existe
relación entre las conductas prosociales y otras habilidades sociales en los
estudiantes de la carrera de psicología de la Universidad Privada de Tacna?
1.3 Objetivos
Identificar mediante los diferentes instrumentos si en los alumnos pertenecientes a la
carrera de psicología, entre el III al V ciclo, de la universidad privada de Tacna existe
relación entre las conductas prosociales y otras habilidades sociales.
1.4 Hipótesis
Existe una relación entre las conductas prosociales y otras habilidades sociales
de los estudiantes de la carrera de psicología de la Universidad Privada de
Tacna.
No existe una relación entre las conductas prosociales y otras habilidades
sociales de los estudiantes de la carrera de psicología de la Universidad Privada
de Tacna.
2. MARCO TEÓRICO
2.1 Antecedentes del estudio
Las conductas pro sociales son entendidas como las ayudas voluntarias que se
hacen para ayudar a los demás (Eisenberg y Fabes, 1998), por otros lado se enfatiza que
la mejor forma de contener o controlar las emociones es a través del autocontrol el cual
va enfatizado a la conducta de ayuda.
El término comportamiento prosocial fue introducido a principios de los años 70
a raíz de un asesinato cometido en Nueva York donde 38 vecinos ignoraron las súplicas
y las llamadas de auxilio de una mujer que fue apuñalada y finalmente asesinada por su
agresor. La investigación de las conductas prosociales se encuentra en auge desde la
última década y despierta gran interés dentro de los investigadores de la psicología
social en el estudio de conceptos como las interacciones positivas con los otros,
incluyendo la ayuda, compartir, colaborar o apoyar a otra persona, como así lo refieren
en su estudio sobre los estilos de crianza en la adolescencia y su relación con el
comportamiento prosocial (Mestre, Tur, Samper, Nácher, & Cortés, 2007). En términos
generales, podríamos decir que este interés sobre el tema se debe por el aumento de
fenómenos asociados con la agresión entre las personas, la naturaleza y la cultura,
además de los tratos discriminatorios hacia mujeres, niños y ancianos, entre otros. A
estos conceptos los encierra un constructo macro de interacción social, el cual es
objetivo principal en esta revisión.
Marín (2010), señala que son prosociales “aquellos comportamientos que, sin
buscar una recompensa externa, favorecen a otras personas o grupos sociales y
aumentan la probabilidad de generar una reciprocidad positiva de calidad y solidaridad
en las relaciones interpersonales o sociales”. Es por eso que diferentes autores han
mostrado un constante interés por lograr integrar o diferenciar la conducta prosocial de
la conducta altruista considerando al altruismo como “aquella conducta voluntaria que
beneficia a otra/as, y que, aparentemente, supone más costes que beneficios externos
para su autor” (Chacón, 1985).
Aunque la mayoría de autores admite que la conducta prosocial puede estar
caracterizada tanto por motivos egoístas como por motivos altruistas, en muchas
ocasiones no se puede diferenciar entre una conducta prosocial y una conducta no
prosocial (Redondo & Inglés, 2009). En este sentido, Fuentes et al. (1998) presentan
una distinción entre conductas prosociales y conductas altruistas, precisando que las
conductas prosociales se entienden como aquellas conductas que benefician a otros y se
realizan de forma voluntaria y, en cambio, las conductas altruistas presentan un
componente motivacional, ya que generalmente se realiza con la intención de beneficiar
a otras personas excluyendo la voluntad de obtener recompensas a corto o largo plazo.
Por otro lado, desde la perspectiva del aprendizaje, el comportamiento social
proviene de las contingencias ambientales donde el entorno social, por medio de
refuerzos positivos o negativos, promueve comportamientos socialmente aceptables
(Urquiza & Casullo, 2005).
Además, la perspectiva cognitivo evolutiva señala que “el desarrollo moral es la
resultante de la construcción, por parte del individuo, de razonamientos morales cada
vez más ricos y elaborados” (Urquiza & Casullo, 2005) destacando que si el
razonamiento moral es mayor, el comportamiento social se da mejor. Para la perspectiva
epistemológica, “el comportamiento altruista es una manifestación de la existencia de
estrategias eficaces para la supervivencia de cada especie, del clan o grupo cultural de
pertenencia” (Urquiza & Casullo, 2005).
En la Psicología social se ha formulado insistentemente la pregunta sobre los
factores o variables que dan cuenta de las conductas prosociales. Latané y Darley
(citados en Cooper, Goethals, Olson, Worche, 2002) sostienen que ayudar a alguien,
bien sea de manera directa o indirecta, no se da de manera instantánea. Dentro de las
acciones y decisiones que impulsan a una persona a ayudar a otra se encuentran:
Percatarse o darse cuenta de una situación; interpretar que, de hecho, lo que ocurre es
una emergencia; asumir la responsabilidad de ayudar; saber la forma correcta en que se
puede ayudar; tener disposición para actuar, y, finalmente, intervenir en la emergencia.
Esta cadena de decisiones personales ha permitido formular un modelo para comprender
las conductas de ayuda, que se ha denominado El árbol de decisiones. De acuerdo a este
modelo, ayudar a alguien no corresponde solamente a la decisión de ayudar o no ayudar.
Debe darse una cadena de decisiones que incluye: decidir si es realmente una
emergencia. Si considera que sí, actúa, sino se abstiene de ayudar. Es su responsabilidad
actuar ó le corresponde a otro. Si considera que es su responsabilidad actúa, sino evade
la ayuda. Tiene los medios para ayudar y sabe cómo utilizarlos. Si la persona no sabe
cómo ayudar o no tiene los medios, seguramente no va actuar.
Por otro lado, Ball (1977) destaca que la conducta prosocial, de por sí, parte de
una motivación, bien sea externa o interna. El elemento crucial y complejo estriba en
cómo se puede percibir lo que motiva a una persona a actuar de determinada manera,
dado que lo que se percibe es el acto observable, en este caso la ayuda, y sólo quien
actúa de determinada forma es el indicado para expresar la motivación que lo impulsó a
actuar. No obstante, a partir de la observación de la conducta de las personas y el
entorno en el cual se desenvuelven, se pueden inferir los estados interiores.
Con respecto a la conducta prosocial, la psicología del aprendizaje refiere que
los comportamientos y las respuestas de las personas ante episodios que se presentan
cotidianamente siempre generan cierto tipo de consecuencia. De esta manera, la
evaluación, en términos de aprobación o desaprobación que se le dé a una persona por
una acción realizada influenciará la posible aparición de una conducta similar. Lo
anterior tiene relación con el concepto de reforzamiento o de elemento reforzador que
plantea Skinner:
“Cuando a un elemento concreto de conducta le sigue determinada
consecuencia, es más probable que ocurra de nuevo, y una consecuencia que
tiene el efecto de renovar esa conducta de que hablamos, se denomina
reforzador. Esta idea se refiere a que las conductas más frecuentes en nuestro
medio; bien sean “buenas” o “malas”, son de algún u otro tipo reforzadas.”
Otro elemento que sirve para comprender las conductas prosociales viene
derivado de la percepción humana. La percepción se entiende como aquel proceso
psíquico mediante el cual las personas captan información del medio, comparan esta
información con elementos ya asimilados del pasado, efectúan una interpretación y
generalmente dan una respuesta. En el caso de la percepción social se pueden
identificar, con fines didácticos, cuatro variables: la persona que percibe, el suceso
percibido, la relación entre objeto percibido y sujeto que percibe, y el contexto donde se
da la percepción.
Además de la motivación y la percepción, existen otros elementos que pueden
explicar la prosocialidad, como la personalidad. Por personalidad se entiende la
estructura más o menos estable que caracteriza a los individuos, conformada por
elementos afectivos, volitivos, motivacionales y cognitivos, y es producto de la
influencia de aspectos biológicos, sociales, culturales e históricos.
Graciela Celener (1996) concibe la personalidad como la forma de ser de una
persona producto de una configuración peculiar de sus rasgos psicológicos, que
constituye una estructura dinámica modelada por condiciones fisiológicas y psico-
socioculturales. Este constructo se manifiesta en la conducta, que a su vez expresa la
relación entre demandas internas y situacionales, y constituye un intento por adaptarse a
las mismas. Para esta autora, la personalidad también contiene un aspecto latente que
puede inferirse en parte mediante las pruebas proyectivas, y que determina gran parte de la
conducta.
¿Por qué actuamos de forma prosocial?
Así mismo, diversos autores manifiestan que los individuos actúan de forma
prosocial porque de alguna forma, sin ser tangible, obtienen algún beneficio personal
(Urquiza & Casullo, 2005); es por eso que dentro de la conducta prosocial se
manifiestan diferentes elementos que encierran este tipo de conducta, como la empatía,
el voluntariado, la solidaridad y reciprocidad basada en la confianza, por lo cual es
necesario ampliar la visión de cada uno y los efectos que generan en la conducta
prosocial .
Para Gibbs, Basinger y Grime (2003) la empatía es “la capacidad para actuar
teniendo en cuenta las necesidades de las demás personas, respetando las normas
vigentes y la legalidad”. El poseer la habilidad para situarse en el lugar del otro sin tener
en cuenta la situación particular en la que se encuentra una persona lleva a que el
individuo muestre una mayor cooperación desinteresada haciendo visible una conducta
prosocial; desde esta perspectiva, la empatía se relaciona de forma positiva con los
comportamientos prosociales y, contrario a ello, se relaciona de forma negativa con las
conductas agresivas (Garaigordobil & García, 2006).
De esta forma, desarrollar la empatía en los individuos implica “respuestas
emocionales, experiencias vicarias o la capacidad para diferenciar entre los estados
afectivos de los demás y la habilidad para identificar las dificultades y necesidades de
los demás” (Garaigordobil & García, 2006). En este sentido, investigaciones aplicadas
han demostrado una relación directamente proporcional en la que se describe que cuanto
más alto es el nivel de empatía, mayor es la conducta cooperativa, aspecto éste de vital
importancia para entender por qué a veces actuamos de esta forma particular
considerando la posibilidad de que no se obtenga ningún beneficio objetivo.
Otra conducta representativa dentro de las conductas prosociales es el
voluntariado, entendido como un “comportamiento de ayuda con carácter no
obligatorio, que se lleva a cabo planificadamente y a través de la gestión de una
organización y que no es puntual sino que se desarrolla por un periodo de tiempo
relativamente extenso”. El ejercer acciones de voluntariado generalmente lleva a que el
individuo cree lazos afectivos y termine involucrándose emocionalmente con aquellas
personas a las que les ha brindado su ayuda. Parece ser que de forma general este tipo
de conductas implican compromisos temporales más estables, de tal forma que aunque
inicialmente se puedan dar entre desconocidos se puede llegar a relaciones más
estrechas entre los implicados (López & Chacón, 1997).Cabe destacar que el
voluntariado puede abarcar una gran variedad de conductas en pro del beneficio de las
demás personas tratándose de una conducta de ayuda que se da a nivel grupal.
Otro tipo de conducta prosocial que debe tenerse en cuenta en esta revisión es la
reciprocidad basada en la confianza. El intercambio de favores entre personas conocidas
o desconocidas es un tipo de conducta prosocial que tiene la probabilidad de aumentar
cada vez que el individuo actor de ello confía en que ayudando, posiblemente en un
futuro cuando lo necesite, también será ayudado. De esta forma, es posible observar la
directa relación entre la confianza y la reciprocidad. La confianza en la reciprocidad
positiva en los tiempos futuros es esencial para iniciar una integración cooperativa
durante la adolescencia.
Finalmente, ocurre muy frecuentemente en algunas culturas que el hecho de ver
a una persona necesitada despierte en los individuos un impulso hacia el querer ayudar
desinteresadamente; pues bien, esto es un ejemplo de lo que aquí se concibe como
comportamiento prosocial y hace referencia específicamente a la conducta prosocial de
solidaridad. La solidaridad se entiende como “la colaboración desinteresada y sin fines
de lucro con personas que padecen algún tipo de necesidad no satisfecha, generalmente
de orden básico” (Merlino, Roqué, & Virdó, 2007).
Es importante resaltar que el significado otorgado a la conducta de solidaridad
actualmente al igual que al de voluntariado no tienen una connotación de
obligatoriedad. Con esto se quiere dar a entender que un individuo no actúa
solidariamente cuando cree que lo debe hacer por cumplir una obligación moral con
alguien; por el contrario, se actúa solidariamente solo cuando la persona en realidad
desea hacerlo por voluntad propia y sin ningún interés
2.2 Fundamento Teórico
Si profusa es la terminología de las conductas prosociales, más lo son aún las
teorías. Lo único que tienen en común las distintas definiciones es la idea de conducta
social positiva. A partir de aquí, las distintas posiciones hacen hincapié en:
a) factores biológicos y etológicos
b) factores situacionales o procesos cognitivos
c) procesos afectivos y motivacionales
d) constructos complejos (inteligencia y personalidad)
e) factores sociales
f) factores culturales.
Esta profusión de enfoques hace que dicho tipo de conducta pueda ser abordada
desde una perspectiva sistémica. Cuatro enfoques clásicos de lo que es actuar
prosocialmente son: el psicoanálisis, el cognitivo-evolutivo, el aprendizaje y la
sociobiología.
Más ampliamente se distingue tres tipos de orientaciones para explicar que
mueve al ser humano a actuar prosocialmente o ayudar, según acentuemos la
fundamentación teórica, la situación de los sujetos implicados o el tipo de tarea a
realizar (cf. Gordillo, 1996, p. 18). Estos tres enfoques incluyen teorías provenientes de
distintas ciencias. La orientación teórica incluye: las normas sociales (lo societal), los
costes-beneficios, la toma de decisiones, el aprendizaje, la emoción (empatía), la
consistencia entre actitudes y conducta y la reactancia (estado motivacional para
recuperar la libertad perdida). La orientación según la situación incluye: el número de
personas presentes, la falta de ambigüedad de las situaciones, la capacidad de ayudar
eficazmente, el grado de incomodidad y la relación entre el agente y el necesitado. Y la
orientación según el tipo de tarea incluye: la dimensión de los costes, las clasificaciones
intuitivas y las clasificaciones de base empíricas.
La psicología básica: procesos cognitivos, motivación y emoción.
La psicología cognitiva actual, en cuanto a la psicología básica, estudia cómo
las personas mediante el procesamiento de la información se representan el mundo y
cómo dichas representaciones determinan la conducta. No haremos distinción entre
representación cognitiva y representación social, ya que son las dos caras de una misma
moneda (Mayor & Moñivas, 1992). Constructos cognitivos implicados en la secuencia
cogníctón-accíón, de cara al tema que nos ocupa son las metas, las expectativas, los
valores y las atribuciones.
La representación cognitiva, pues una meta, una expectativa y una atribución
influirá en los estados motivacionales y, en consecuencia, en la acción. La importancia
de la cognición en las conductas prosociales se pone de manifiesto porque éstas
implican: a) un cierto grado de comprensión de las necesidades ajenas —ponerse en la
posición del otro—, b> la intervención del razonamiento moral para decidir el curso
correcto de la acción y c) la posibilidad de responder vicariamente a las emociones de
los demás. Normalmente, también son el resultado de procesos de toma de decisiones en
los que se sopesan diferentes motivos, valores, principios, necesidades, deseos
personales y estados personales. Las personas responden a una situación de manera
subjetiva, en función de cómo la perciben, y no de cómo la situación es en sí; diferentes
personas, pues, percibirán una misma situación objetiva de maneras diferentes al
procesar diferentes aspectos de la misma; es más, para un mismo sujeto la misma
situación es interpretada de modo distintos en diferentes momentos. Cualquier situación
es interpretada en función de los esquemas y guiones del sujeto; el que se activen unos u
otros depende de los estados de ánimo del sujeto, la presión del tiempo, las experiencias
anteriores.
Desde la psicología, pues, la conducta prosocial es un constructo componencial,
ya que hay varios sistemas y capacidades individuales implicados, tanto cognitivos
como afectivos, influyéndose mutuamente, así como con variables como la experiencia,
expectativas, recompensas, factores disposicionales y factores; nuestro estado de ánimo,
por ejemplo, influye en varios procesos cognitivos (atención, percepción, memoria,
juicio, pensamiento y resolución de problemas ) que a su vez influyen en las conductas
prosociales o antisociales, ya que la cognición es un proceso activo y constructivo y los
motivos del individuo desempeñan un papel importante en el procesamiento y
recuperación de la información.
Simpatía y empatía sirven como base motivacional para la conducta prosocial.
La simpatía se refiere a sentimientos de pena o preocupación por la situación de otra
persona. La empatía emocional, en cambio, se refiere a una reacción emocional vicaria
ante el estado o situación emocional de otra persona que es congruente con ese estado o
situación emocional (una persona alegre siente más empatía por una alegre que por otra
triste).
2.3 Definiciones básicas
La conducta prosocial (Portal) es una conducta social positiva con o sin
motivación altruista. Positiva significa que no daña, que no es agresiva. A su vez se
entiende por motivación altruista el deseo de favorecer al otro con independencia del
propio beneficio. Por el contrario, la motivación no altruista es aquella que espera o
desea un beneficio propio además del, o por encima del, ajeno. Como se ve, la
definición incluye un aspecto conductual (alude a conductas) y otro motivacional (alude
a motivaciones).
Conducta de ayuda o altruismo (concepto inventado por Augusto Comte)
aquella que se realiza voluntariamente para ayudar a otras personas suponiendo más
costos que recompensas externas para el autor de dicha conducta. Es el interés por los
otros, estando motivada ésta por ayudar a otros. En términos de ciencias sociales la
motivación no se puede saber, no podemos saber con certeza por qué han hecho tal o
cual cosa; por tanto, en ciencias sociales es difícil utilizar una definición motivacional.
Asertividad; capacidad de expresar los propios sentimientos, pensamientos y
opiniones, en el momento oportuno, de la forma adecuada, y sin negar ni desconsiderar
los derechos de los demás.
Empatía; capacidad para ponernos en el lugar de otra persona, comprendiendo y
experimentando sentimientos similares.
3. Método
3.1 Identificación y Operalización de Variables.
3.1.1 Definición operacional
Conductas prosociales: La medición de la condcuta prosocial se puede
determinar a partir de las manifestaciones comportamentales de distintas
dimensiones psicológicas. Se adaptó un cuestionario sobre conducta prosocial el
cual se evaluará bajo la estructura de la Escala de Likert.
Empatía: La medición de la empatía se puede determinar como la experiencia
efectiva vicaria de los sentimientos de otra persona.
Altruismo: La medición del altruismo se puede determinar a partir de las
manifestaciones comportamentales como la preocupación o atención
desinteresada hacia otro u otros individuos.
Asertividad: Es la habilidad social que indica la capacidad para poder
expresarse socialmente de forma adecuada.
3.1.2 Dimensiones
En cuanto a las conductas prosociales, se encontró conveniente estables las
dimensiones: altruismo, asertividad y empatía
La medición de la dimensión prosocial se ha realizado tanto desde el punto de vista
objetivo (mediante el diseño y aplicación de una escala de prosocialidad), como desde el
punto de vista subjetivo, basándonos en percepciones y autovaloraciones de los
entrevistados respecto a su propia conducta.
Los ítems de la escala de altruismo se han construido a partir de ítems ya existentes de
otros inventarios: Interpersonal Reactivity Index.
Por otro lado, siguiendo la clasificación utilizada por Gambrill y Richey (1975), se han
elaborado ítems de asertividad positiva y negativa que describen cada una de las
categorías propuestas por los autores: 1. Rechazo de peticiones; 2. Expresión de
limitaciones personales; 3. Iniciación de contactos sociales; 4. Expresión de
sentimientos positivos; 5. Recibir críticas; 6. Expresar desacuerdo; y 7. Dar
retroalimentación negativa y hacer crítica
Finalmente, la construcción de los ítems de empatía se han basado en algunos
disponibles en la adaptación española del Interpersonal Reactivity Index (Mestre, Frias,
& Samper, 2004).
3.1.3 Escala
Para la construcción de la escala de prosocialidad se han tenido en cuenta las siguientes
subescalas: altruismo, asertividad y empatía. Se ha elaborado un inventario de
comportamientos representativos de cada una de estas dimensiones, evaluando la
frecuencia con que los entrevistados realizan dichas conductas en una Escala de Likert
de 1 (=nunca) a 4 (=siempre).
Escala Ítems
Conductas Prosociales 2,4,6,7,8,9,10,11,12
Altruismo 1,2,3,4,5,6,
Asertividad 7,8,9
Empatía 10,11,12
3.2 Ámbito de estudio
La presente investigación se realizará en la Universidad Privada de Tacna, Campus
Capanique, ubicada en la Av. Jorge Basadre Grohman s/n Pocollay, en la Facultad de
Educación, Ciencias de la Comunicación y Humanidad.
3.3 Población y Muestras
Se aplicará el instrumento de evaluación a los alumnos del III, IV y V ciclo de la carrera
profesional de psicología de la Universidad Privada de Tacna, contando con 50
estudiantes aproximadamente, los cuales fueron seleccionados para participar de la
investigación de la prevalencia de conductas prosociales.
3.4 Técnicas e instrumentos
Marque con un aspa y señale en qué medida usted realiza las siguientes conductas:
Nunca Pocas
veces
Muchas
veces
Siempre
1. Trabaja o ha trabajado como voluntario en alguna organización de tipo social.
2. En la medida de lo posible contribuye a la defensa del medio ambiente
3. Colabora o ha colaborado económicamente con alguna ONG u otra organización de tipo social.
4. Advierte a alguien de su error cuando le han cobrado de menos (en un banco, supermercado, etc.
5. Da o presta dinero a alguien que lo necesita más allá de familiares y/o amigos.
6. Permite que alguna persona pase antes que usted en la cola de un supermercado, banco, oficina, etc.
7. Si alguien crítica algún trabajo que ha realizado usted prefiere comentarlo abiertamente con él.
8. Felicita a una persona por haber realizado un buen trabajo o algo correctamente, a pesar de que no le “caiga bien”.
9. Se siente mal después de hacer algo que ha perjudicado a otras personas
10. Cuando ve que a alguien se le “toma el pelo”, tiende a defenderlo y protegerlo.
11. Le afectan mucho las noticias aparecidas en prensa o en TV sobre desgracias humanas.
12. En una situación conflictiva, antes de tomar una decisión, tiene en cuenta la información procedente de cada una de las partes.
Una persona altruista es aquella que procura el bien ajeno aún a costa del propio.
En una escala de 0 a 10 (0 significa NADA y 10 MUCHO) ¿en qué medida se considera una persona altruista? (___)
Una persona prosocial, es aquella que manifiesta conductas de ayuda, solidaridad, cooperación, es decir que se preocupa mucho por los demás
En una escala de 0 a 10 (0 significa NADA y 10 MUCHO), ¿en qué grado se considera usted una persona prosocial? (___)
4. Referencias
Ball, S. (1977). La motivación en la educación . Nueva York: Academic Press.
Baron, R. A., & Byrne, D. (2005). Psicología Social. Madrid: Pearson.
Gambrill, E. D., & Richey, C. A. (1975). An assertion inventory for use in assessment and research. Behavior Therapy, 550-561.
Garaigordobil, M., & García, P. (2006). Empatía en niños de 10 a 12 años. Psicothemia, 180-186.
López, M., & Chacón, F. (1997). Intevención Psicosocial y servicios sociales. Un enfoque participativo. Madrid: Síntesis Psicología.
Marín, E. (2010). Revisión teórica respecto a las conductas prosociales. Psicogente, 369-388.
Merlino, A., Roqué, G., & Virdó, E. (2007). Solidaridad: discurso y conducta. Identificación y análisis de las actitudes relacionadas con las conducta solidaria. Ciencias Sociales, 1-31.
Mestre, M., Tur, A., Samper, P., Nácher, J., & Cortés, M. (2007). Estilos de crianza en la adolescencia y su relacion con comportamiento prosocial. Latinoamericana de Psicología, 211-225.
Mestre, V., Frias, M. D., & Samper, P. (2004). La medida de la empática: análisis del Interpersonal Reactivity Index. Psicothema, 255-260.
Portal, M. G. (s.f.). Conducta prosocial: evaluación e intervención. Condensado.
Redondo , J., & Inglés, C. (2009). Conducta prosocial. San Juan de PAsto : I.U. CESMAG.
Urquiza, V., & Casullo, M. (2005). Empatía, razonamiento moral y conducta prosocial en adolescentes. Anuario de Investigaciones, 297-302.