protestantismo peripatético, no patético

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PROTESTANTISMO PERIPATÉTICO, NO PATÉTICO Emmanuel Flores-Rojas CDXCVIII Aniversario de la Reforma Protestante y III Aniversario de la Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP), Iglesia Presbiteriana Gethsemaní, México, D.F. 25 de octubre de 2015 Hoy conmemoramos con gozo y gratitud a Dios por el vendaval profético y espiritual que en el siglo XVI hizo reformar la iglesia medieval para transformarla en una iglesia más cercana al prístino y sencillo evangelio de Jesucristo. A través de un redescubrimiento de las Escrituras, el Espíritu Santo movió la conciencia de hombres y mujeres que abrazaron con una fe viva y sincera los postulados que emanaban de la Biblia. En nuestras iglesias casi siempre se ha enaltecido a Martín Lutero como el único “reformador” de la iglesia, pero no podemos olvidar los movimientos pre-reformadores, y menos, a quienes impulsaron reformas por la misma época de Lutero, e incluso antes que él. Como sostiene el profesor suizo George Plasger, “La Reforma no debe identificarse [únicamente] con Lutero”: En Alemania, cuando se habla de la Reforma, ésta suele asociarse directamente con la persona de Martín Lutero, y es cierto, porque con él empezó. Las 95 tesis que fijó en la puerta exterior de la iglesia del castillo de Wittenberg el 31 de octubre de 1517 son el mejor testimonio. Sin duda, Lutero es el reformador más importante. Pero no es el único, no en Alemania y mucho menos en otros países. Hay que prestar atención a dos cosas: Por un lado, la Reforma no debe ser identificada con Lutero; justamente la Iglesia Reformada se remonta a Zwinglio y Calvino sin poder ni querer cuestionar los méritos de Lutero. Por otro lado, Lutero no puede ser la medida absoluta para lo que se considera "reformado" o no. Esto significaría estrechar nuestro horizonte y no poder valorar los conocimientos y descubrimientos de otros reformadores. 1 En la antesala del jubileo por los 500 años del protestantismo, y sin ánimo de caer en una banalización de la llamada “teología de la gloria”, haciendo declaraciones desafortunadas como aquella que recorrió todo el año 2012, afirmando que la historia de la iglesia presbiteriana en México había “sido gloriosa”; hoy como Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP) deseamos celebrar el 498 aniversario del inicio de la Reforma haciendo una profesión de nuestra fe reformada, contextualizándola a la realidad que se nos impone . Al inscribirnos nosotros también en esta historia del protestantismo mexicano, no olvidamos que somos llamados por la Escritura a caminar en la senda del Resucitado. 1. Reformar implica cambiar nuestra manera de pensar La mejor manera de celebrar la Reforma es reformarnos como iglesia e individuos, “por medio de la renovación de nuestro entendimiento” (Rm 12:2). La práctica paulina, nos plantea la posibilidad del cambio y su necesidad para la reforma constante de la iglesia: “Para reconstruir la iglesia, se impone la relectura de Pablo. En verdad, en el vocabulario y el pensamiento paulinos se fundamenta la doctrina y la teología cristiana. Los grandes momentos del cristianismo han sido momentos paulinos: Pablo, Agustín, Lutero, [Barth]. ¡Frente a nosotros, el reto de releer a Pablo hoy! Tal vez reencontrarlo puede servirnos de estímulo para continuar con la Reforma”. 2 2. La reforma de la inteligencia por el poder del Espíritu En el pensamiento teológico del apóstol Pablo, no es posible la reforma de la vida del creyente, si primero no hay una reforma de la mente, del pensamiento o de la inteligencia. Pablo nos llama a lo que bien podríamos considerar “la inteligencia de la fe”. Eso es lo que el apóstol a los gentiles enseña en Romanos 12:2: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que es grato, lo que es 1 Curso Historia y Teología Reformada, “Lección 2: La Reforma”, en línea: www.reformiert- online.net/t/span/bildung/grundkurs/gesch/lek2/index.jsp#1 2 Sebastião Armando Gameleira Soares, “Relectura de Pablo. Desafío para la iglesia”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 20, www.clailatino.org/ribla/ribla20/relectura%20de%20pablo.html.

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Emmanuel Flores Rojas, 25 de octubre de 2015

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PROTESTANTISMO PERIPATÉTICO, NO PATÉTICO Emmanuel Flores-Rojas CDXCVIII Aniversario de la Reforma Protestante y III Aniversario de la Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP), Iglesia Presbiteriana Gethsemaní, México, D.F. 25 de octubre de 2015

Hoy conmemoramos con gozo y gratitud a Dios por el vendaval profético y espiritual que en el siglo XVI hizo reformar la iglesia medieval para transformarla en una iglesia más cercana al prístino y sencillo evangelio de Jesucristo. A través de un redescubrimiento de las Escrituras, el Espíritu Santo movió la conciencia de hombres y mujeres que abrazaron con una fe viva y sincera los postulados que emanaban de la Biblia. En nuestras iglesias casi siempre se ha enaltecido a Martín Lutero como el único “reformador” de la iglesia, pero no podemos olvidar los movimientos pre-reformadores, y menos, a quienes impulsaron reformas por la misma época de Lutero, e incluso antes que él. Como sostiene el profesor suizo George Plasger, “La Reforma no debe identificarse [únicamente] con Lutero”:

En Alemania, cuando se habla de la Reforma, ésta suele asociarse directamente con la persona de Martín Lutero, y es cierto, porque con él empezó. Las 95 tesis que fijó en la puerta exterior de la iglesia del castillo de Wittenberg el 31 de octubre de 1517 son el mejor testimonio. Sin duda, Lutero es el reformador más importante. Pero no es el único, no en Alemania y mucho menos en otros países. Hay que prestar atención a dos cosas: Por un lado, la Reforma no debe ser identificada con Lutero; justamente la Iglesia Reformada se remonta a Zwinglio y Calvino sin poder ni querer cuestionar los méritos de Lutero. Por otro lado, Lutero no puede ser la medida absoluta para lo que se considera "reformado" o no. Esto significaría estrechar nuestro horizonte y no poder valorar los conocimientos y descubrimientos de otros reformadores.1

En la antesala del jubileo por los 500 años del protestantismo, y sin ánimo de caer en una banalización de

la llamada “teología de la gloria”, haciendo declaraciones desafortunadas como aquella que recorrió todo el año 2012, afirmando que la historia de la iglesia presbiteriana en México había “sido gloriosa”; hoy como Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP) deseamos celebrar el 498 aniversario del inicio de la Reforma haciendo una profesión de nuestra fe reformada, contextualizándola a la realidad que se nos impone . Al inscribirnos nosotros también en esta historia del protestantismo mexicano, no olvidamos que somos llamados por la Escritura a caminar en la senda del Resucitado. 1. Reformar implica cambiar nuestra manera de pensar La mejor manera de celebrar la Reforma es reformarnos como iglesia e individuos, “por medio de la renovación de nuestro entendimiento” (Rm 12:2). La práctica paulina, nos plantea la posibilidad del cambio y su necesidad para la reforma constante de la iglesia: “Para reconstruir la iglesia, se impone la relectura de Pablo. En verdad, en el vocabulario y el pensamiento paulinos se fundamenta la doctrina y la teología cristiana. Los grandes momentos del cristianismo han sido momentos paulinos: Pablo, Agustín, Lutero, [Barth]. ¡Frente a nosotros, el reto de releer a Pablo hoy! Tal vez reencontrarlo puede servirnos de estímulo para continuar con la Reforma”.2 2. La reforma de la inteligencia por el poder del Espíritu En el pensamiento teológico del apóstol Pablo, no es posible la reforma de la vida del creyente, si primero no hay una reforma de la mente, del pensamiento o de la inteligencia. Pablo nos llama a lo que bien podríamos considerar “la inteligencia de la fe”. Eso es lo que el apóstol a los gentiles enseña en Romanos 12:2: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que es grato, lo que es

1 Curso Historia y Teología Reformada, “Lección 2: La Reforma”, en línea: www.reformiert-online.net/t/span/bildung/grundkurs/gesch/lek2/index.jsp#1 2 Sebastião Armando Gameleira Soares, “Relectura de Pablo. Desafío para la iglesia”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 20, www.clailatino.org/ribla/ribla20/relectura%20de%20pablo.html.

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perfecto” (DHH). La inteligencia de la fe se desarrolla a través del ejercicio de la sabiduría en la vida cotidiana, como sostiene Elsa Tamez:

En la vida cotidiana hay que actuar con discernimiento, orientados por la lógica del amor. Los postulados teológicos anteriores (Cap. 1-11) son fundamentos para orientarse en las acciones de la vida diaria. Sin embargo, Pablo pide una constante renovación de la mente y los cuerpos para tratar de dilucidar la voluntad de Dios en cada momento (12.1-2). Aquí, el discernimiento es fundamental. Saber conducirse con la lógica del espíritu o la fe, implica actuar con mucha sabiduría. A veces implica someterse a la ley coyunturalmente para sobrevivir, a veces implica limitar nuestra libertad para no ser escándalo al hermano o hermana débil (Cp. Rm 14). La renovación constante, el discernimiento sabio y el régimen del amor son la garantía que nos indica que estamos bajo la lógica del espíritu y la fe, cuyas aspiraciones son hacia la vida, la justicia y la paz.3

Para Pablo, la reforma de nuestra vida es precedida por una reforma mental que además, nos pone en

sintonía con la voluntad de Dios. Conocer la voluntad de Dios, en última instancia debiera constituir la aspiración más genuina de la vida cristiana, porque ella nos encaminará a todo lo que es bueno, agradable y perfecto delante de Dios.

La Biblia RV-1909 dice en este mismo texto: “…no os conforméis a este siglo: mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento”. ¡Reformaos por la renovación de vuestro entendimiento! Pablo dice que es posible llegar a una reforma mental, intelectual y cognoscitiva, que posibiliten los cambios más sustanciales en nuestra vida como cristianos. Pero esa reforma y renovación no es producto del esfuerzo o mérito humanos sino que son una gracia del Espíritu Santo en la vida de los creyentes. ¡A la reforma mental se llega por el camino que traza el Espíritu Santo! Nunca debemos pensar que esa reforma mental viene como una búsqueda meramente humana. Como creyentes en Jesucristo estamos llamados a vivir como regenerados y renovados por el Espíritu Santo (Ti 3:5-6). La Biblia enseña claramente que es Dios quien ilumina nuestras mentes por el poder de su Espíritu en nosotros. La renovación de nuestra mente es una reforma espiritual que lleva a cabo el Espíritu Santo. En su oración por la iglesia de Éfeso, Pablo dejo eso muy claro: “17 Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, al glorioso Padre, que les conceda el don espiritual de la sabiduría y se manifieste a ustedes, para que puedan conocerlo verdaderamente. 18 Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo, 19 y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes”. (Ef 1:17-19a, DHH).

La iluminación de nuestra mente y su consiguiente reforma son una obra del Espíritu Santo de principio a fin, no es algo con lo que nosotros contribuimos a nuestra salvación y posterior santificación, sino que son una gracia de Dios, por medio de la cual él nos capacita para hacer su voluntad y así vivir de acuerdo como a él le agrada. ¡La sabiduría también es un don espiritual! El Espíritu Santo que vive y mora en nosotros nos lleva a ya no vivir como antes vivíamos sino a andar en nueva vida, en novedad de existencia. Los cristianos estamos capacitados para vivir vidas plenas, para experimentar una clase de existencia superior en el nivel ético, que contrasta con la de aquellos que no conocen al Señor: “17 Esto, pues, es lo que les digo y les encargo en el nombre del Señor: que ya no vivan más como los paganos, los cuales viven de acuerdo con sus equivocados criterios 18 y tienen oscurecido el entendimiento. Ellos no gozan de la vida que viene de Dios, porque son ignorantes a causa de lo insensible de su corazón. 19 Se han endurecido y se han entregado al vicio, cometiendo sin freno toda clase de cosas impuras”. (Ef 4:17-19, DHH)

Los paganos son descritos en el texto precedente como gente que vive con criterios equivocados, cuyo entendimiento está oscurecido e ignorantes en todo lo concerniente a Dios. A raíz de su impotencia humana para conocer a Dios, están completa y absolutamente corrompidos. La invitación apostólica paulina es a “ser renovados en la actitud o el ‘espíritu’ de nuestra mente” (Ef 4:23). Por eso, la ética cristiana no se basa en discernir entre el bien y el mal, sino en llegar a conocer cuál es la voluntad de Dios, porque sólo entonces podremos experimentar todo lo bueno, agradable y perfecto. Según esto, un cristiano tiene que llegar a saber o conocer la voluntad de Dios, por medio de la renovación espiritual que reforma su mente, para transformarla según la mente de Cristo. ¿Cómo podremos conocer cuál es la voluntad de Dios, si no nos lo revela el propio Espíritu Santo? (1 Co 2.11-16). ¡Nosotros tenemos la mente de Cristo porque estamos poseídos por el Espíritu

3 Elsa Tamez, “¿Cómo entender la carta a los Romanos?”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 20, www.clailatino.org/ribla/ribla20/como%20entender%20la%20carta.html.

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Santo que conoce lo más profundo de Dios! (1 Co 2:10). Un creyente no es un ignorante de las cosas de Dios, y no lo es, porque pasa tiempo conociendo a Dios con la lectura cotidiana de la Palabra de Dios, la cual es iluminada por la acción del Espíritu; también porque pasa tiempo en oración constante, y porque además, se congrega con otros creyentes para crecer en su fe.

La reforma de nuestra mente por la acción del Espíritu Santo produce en nosotros una reforma radical en el ámbito de la ética, porque nuestras acciones obedecen a la fe que profesamos, y por tanto, a quien ha venido a ser así el Señor de nuestra vida. Una reforma de tal envergadura sólo es posible porque tenemos bien claro cuál es el fundamento de la ética cristiana: Dios y no nosotros. Como sostiene Dietrich Bonhoeffer:

Es una exigencia enorme la que debe plantearse a todo aquel que quiere abordar el problema de una ética cristiana: la exigencia de renunciar desde el principio, como no adecuadas, a las dos cuestiones que en general le conducen a tratar de los problemas éticos: “¿Cómo me voy a hacer bueno” y “¿Cómo hago yo el bien?”. En lugar de estas cuestiones debe plantearse otra muy distinta, infinitamente diferente de las dos mencionadas, y que consiste en preguntarse por la voluntad de Dios.4

Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer.

HABACUC 3.2b

El cristianismo no es patético, pero está llamado a ser peripatético, que no es lo mismo. Expliquémonos.

Los peripatéticos eran los seguidores o discípulos de Aristóteles, que llegaron a ser conocidos así, por las inmediaciones del lugar donde el estagirita había establecido su escuela filosófica, el Liceo ateniense. El nombre de la escuela procede de la palabra griega que significa “ambulante” o “itinerante”. Este significado puede proceder, o bien por los portales cubiertos del Liceo conocidos como perípatoi, o bien por los enramados elevados bajo los que caminaba Aristóteles mientras leía. Algo patético es ridículo, por eso decíamos que el cristianismo no es patético.

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el término “patético” así: “Que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía.” El cristianismo como estilo de vida está lejos de ser doloroso, triste o melancólico. Al contrario, el cristianismo es una afirmación de la fe contra todo lo que destruye la vida en toda su plenitud, por eso Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn 10:10).

Pablo dice en Efesios (4.1), “vivan como es digno de la vocación con que fueron llamados”. Los cristianos reformados no vivimos en la inmediatez de una vida sin sentido ni programa, sino que nuestra vida tiene sus coordenadas y se desarrolla adecuadamente porque poseemos en primer lugar, una “vocación comunitaria”, porque hemos sido llamados junto a y junto con otros creyentes a “andar como es digno de la vocación”. El término “andar” denota en griego (peripateoo) la idea de que la vida cristiana señala un “camino” particular (4.17; 5.2, 15). Ese andar se convierte en un caminar dentro de la voluntad de Dios, y ésta es justamente la “vocación” a la que Dios nos llama.

En Efesios 4.4, Pablo vuelve a insistir sobre el tópico: “como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación”. En 1.18 Pablo dice: “Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo”. En otras palabras, la vocación del cristiano es un llamado a vivir en una comunidad profundamente unida. Sus condiciones son la humildad y la mansedumbre, la paciencia y la ayuda mutua en una unidad que no se imponga desde fuera, sino que proceda íntimamente de la acción del Espíritu. ¡Vivamos como cristianos protestantes peripatéticos!

4 Dietrich Bonhoeffer, Ética. Lluís Duch, ed. y trad. Madrid, Trotta, 2000, p. 41.