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PRÓLOGO En junio de 1989, Stephen H. Cutcliffe llegaba porplimera vez a Espai'ía para participar como invitado en unas jornadas sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) que tenían lugar en Valen- cia. El congTeso había sido organizado por el Instituto de Investi- gaciones sobre Ciencia y Tecnología (INVESCIT), creado un par de años antes por un grupo de académicos' de las universidades de Barcelona, Valencia, Oviedo y el País Vasco que estaban decididos a introducir y desan-ollar los Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad tanto en la investigación como en la docencia universita- ria y en la enseñanza en general. En aquel plimer congreso sobre CTS celebrado en España, además de Stephen H. Cutcliffe, qtúen presentó tilla ponencia con el título "Ciencia, Tecnología y Socie- dad: till campo interdisciplinar», inteniÍnieron, entre otros ponen- tes, Paul Durbin, Cad Mitcham y Langdon WÍlmer como repre- sentantes destacados de la filosofía de la tecnología en EE. UD. Postelion11ente, INVESCIT organizó unas jornadas sobre Estudios de la Ciencia y la Tecnología en la Investigación y la Educación que se celebraron en Barcelona en marzo de 1992 y en las que intenrinieron los más significativos estudiosos de CTS en Europa, como Bnillo Latour y Steve \Voolgar, quienes se daban a conocer personalmente por primera vez a un públi- co espai'íol. Entre tanto, se había editado en 1990 la plimera publicación en Espai'ía con el título de Ciencia, Temologia y So- ciedad, I en la que se recogían, junto con la intervención de Ste- 1. Manuel Medina y José Sanmartín (eds.), Ciencia, Tecnología y Sociedad. Estll- dios interdisciplinares en la universidad, en la educación y el1 la gestión pública, Anthro- pos, Barcelona, 1990. IX

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Page 1: PRÓLOGO · 2011-04-04 · PRÓLOGO Enjunio de 1989, StephenH. Cutcliffe llegaba porplimeravez a Espai'íapara participar como invitado en unas jornadas sobre Ciencia, Tecnología

PRÓLOGO

En junio de 1989, Stephen H. Cutcliffe llegaba porplimera veza Espai'ía para participar como invitado en unas jornadas sobreCiencia, Tecnología y Sociedad (CTS) que tenían lugar en Valen­cia. El congTeso había sido organizado por el Instituto de Investi­gaciones sobre Ciencia y Tecnología (INVESCIT), creado un parde años antes por un grupo de académicos' de las universidades deBarcelona, Valencia, Oviedo y el País Vasco que estaban decididosa introducir y desan-ollar los Estudios de Ciencia, Tecnología ySociedad tanto en la investigación como en la docencia universita­ria y en la enseñanza en general. En aquel plimer congreso sobreCTS celebrado en España, además de Stephen H. Cutcliffe, qtúenpresentó tilla ponencia con el título "Ciencia, Tecnología y Socie­dad: till campo interdisciplinar», inteniÍnieron, entre otros ponen­tes, Paul Durbin, Cad Mitcham y Langdon WÍlmer como repre­sentantes destacados de la filosofía de la tecnología en EE.UD.

Postelion11ente, INVESCIT organizó unas jornadas sobreEstudios de la Ciencia y la Tecnología en la Investigación y laEducación que se celebraron en Barcelona en marzo de 1992 yen las que intenrinieron los más significativos estudiosos deCTS en Europa, como Bnillo Latour y Steve \Voolgar, quienesse daban a conocer personalmente por primera vez a un públi­co espai'íol. Entre tanto, se había editado en 1990 la plimerapublicación en Espai'ía con el título de Ciencia, Temologia y So­ciedad, I en la que se recogían, junto con la intervención de Ste-

1. Manuel Medina y José Sanmartín (eds.), Ciencia, Tecnología y Sociedad. Estll­dios interdisciplinares en la universidad, en la educación y el1 la gestión pública, Anthro­pos, Barcelona, 1990.

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phen H. Cutcliffe, las demás ponencias presentadas en las jor­nadas sobre CTS de Valencia, otras contlibuciones de variosmiembros de INVESCIT y el programa del grupo, basado en .una comprensión constructiva y un estudio clitico de la cienciay la tecnología claramente diferenciados tanto de la filosofíaanalítica como de los estudios puramente sociológicos.

Con la publicación de la presente obra, Stephen H. Cutcliffevuelve a estar presente, una vez más, en la escena española deCTS. Como era de esperar, el campo de los estudios de CTS haevolucionado considerablemente a nivel internacional. Sin em­bargo, el atento seguidor de esa evolución que es Stephen H.Cutcliffe, ha elaborado la Il1ejor guía para Olientarse en el in­tlincado entl-amado de actores, estudios, instituciones, discipli­nas, tendencias, realizaciones y controversias entorno a CTS.Con la rigurosidad propia de su quehacer de histOliador, halogrado tejer la Inás completa crónica y el estudio más equili­brado de CTS desde sus oligenes hasta principios del siglo XXI.

Con su talante personal ecuánime y respetuoso, el autor ar­moniza bajo lill mismo paraguas colectivos, actitudes, posicio­nes, publicaciones y metodologías muy diversas y sabe encon­trar, de alguna manera, un míníl1l.0 común denominador paracaracterizar la pertenencia al dominio general de CTS que vienedado por i) la comprensión constructiva y el estudio de la cien­cia y la tecnología en su contexto social, político y cultural, ii) lavaloración clitica de los desalTollos científicos y tecnológicos yiii) las formas democráticas de intervención en ellos.

Para comprender el origen de CTS hay que remontarse alfinal de la Segunda GuelTa Mundial y al principio de la Guen-aFria. La organización estatal y militar de la investigación cientí­fica durante la guerra condujo a resultados decisivos, de los queel rnás espectacular fue, sin duda, la construcción de bombasatómicas en el proyecto Mal111hatan. Tras la guelTa, el papel dela ciencia se acrecentó notablemente en EE.UU., el país quesurgía de ésta como líder mundial, especialmente en lo relacio­nado con las investigaciones en las ciencias fisicas, que fueronorganizadas y financiadas por el Departamento de Defensa decara al desarrollo de tecnologías de relevancia militar y políticaen el contexto de las confrontaciones de la Guerra Flia.

Al mismo tiempo, se fue estableciendo una imagen de la cien­cia como cumbre y esencia de la razón y de la cuhura humana y

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núcleo de la organización democrática y racional. En Europa, elfilósofo de la ciencia Karl Popper abogaba, fTente a los plantea­mientos marxistas, por «la aplicación de los rnétodos criticos yracionales de la Ciencia a los problemas de la sociedad abielia»como base para la organización democrática y la reforma social.De alglill modo, las concepciones de la filosofía de la ciencia delernpüismo lógico encajaban con esta exaltación del conocimientocientífico. La concepción fLilldamentalmente representacional ymetodológica de la ciencia desernbocaba en la defensa de la objeti­vidad y la superiOlidad racional de ésta por encima de cualqlúerotl-a forma de conocimiento. La tecnología, interpretada comoaplicación de conocimientos científicos, heredaba esa excelenciaque la conveliía en la forma de acción óptima.

Estas claras valoraciones positivas por parte de la filosofia dela ciencia contrastaban con el maridaje entre esa misma filosofiay la teOlia de la neutTalidad valorativa de la ciencia, promovi­da Oliginariamente por el economista y sociólogo Max Weber aprincipios del siglo xx. En su lucha por estabilizar la institLlcio­nalización de las nuevas ciencias sociales en las universidadesalemanas, vVeber se enfTentó a los acadérnicos de izquierdas quedefendían el compromiso y la implicación política y propugnóla teOlia de lilla ciencia libre de todo tipo de valores y de víncu­los ideológicos y políticos. De esta forma, se quiso establecer,teóricamente, una clara dernarcación entre el ámbito de la cien­cia como conocimiento y constatación objetiva de cuestiones dehecho y el ámbito de los valores, las normas, las ideologías, losintereses, etc.

Así pues, por un lado, se podía declarar, filosóficamente, a laciencia libre de implicaciones valorativas y políticas, movidapuramente por intereses teóricos y constataciones de hechosy, consecuentemente, exenta de responsabilidades por las posi­bles consecuencias problernáticas de los resultados de la inves­tigación científica libremente ejercida. Por otro lado, según esamisma filosofia se podía legitimar, como racionales y óptimas,cualesquiera innovaciones y procedimientos científicos y tecno­lógicos, tomas de decisiones administrativas y políticas tec­nOCl-áticas, siempre que bera posible interpretarlas como apli­caciones de conocimientos científicos.

Sin embargo, a pariir de finales de la década de 1960 elconjunto de estos presupuestos filosóficos ELle puesto radical-

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mente en entredicho en el marco de un giro interpretativo, valo­rativo y político que se consolidó socialmente, de forma espe­cial, en EE.UU. y pasó posteriormente a Europa. En el contextode los movimientos antinucleares, la oposición a la gueua deVietnam, las crisis ecológicas, las revueltas estudiantiles y la cri­tica académica fueron cristalizando replanteamientos criticosque eA1Jlícitamente cuestionaban la rigida delimitación' entrehechos y valores, así como la supuesta supremacía racional dela ciencia y de la tecnología y su neutralidad.

Así surgieron los programas de CTS en numerosas e impor­tantes universidades estadounidenses. El mensaje de este movi­miento, originariarnente académico, insistía sobre los condicio­namientos políticos y sociales y los trasfondos valorativos queregían la investigación y el desan-ollo científico y tecnológico, yalertaba de los graves impactos que se estaban derivando parala sociedad y el medio ambiente. En vista de las consecuencias,en buena parte negativas, de muchas de las innovaciones cientí­ficas y tecnológicas, se reivindicaba la concienciación pública yel control social sobre éstas. En el entorno de los estudios deCTS se fueron consolidando nuevas disciplinas sobre materiastradicionalmente marginadas, como la filosofia y la histOlia so­cial de la tecnología.

Empezaron a proliferar estudios críticos sobre la ciencia, al­gunos de ellos, como los publicados por Paul Feyerabend, pro­venientes de una nueva filosofia de la ciencia, y se plantearon,en general, una serie de cuestiones criticas que, de una forma uotra, se han mantenido vivas en el caTnpo de los estudios deciencia, tecnología y sociedad. La idea era sacar a la luz lasdependencias de la gran ciencia respecto a centros guberna­mentales, militares, industriales y corporativos de dirección ycontrol sobre el desarrollo científico y tecnológico, así como po­ner en evidencia las constmcciones filosóficas dirigidas a forta­lecer la autoridad científica y desvelar las extrapolaciones deteorias científicas utilizadas para justificar determinadas posi­ciones o legitimar modelos, agentes y medidas en la toma dedecisiones económicas, sociales y políticas.

A lo largo del último tercio del siglo xx, el movimiento socialy educativo CTS fue cuestionando eficazmente, sobre todo enEE.UU., las concepciones, las prácticas y las legitimaciones tra­dicionales de la ciencia y de la tecnología, así como de la políti-

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ca y de la educación científica y tecnológica a partir de susimpactos e implicaciones, que iban desde la guerra, los riesgosy las consecuencias de las industrias armamentísticas, nuclea­res y químicas hasta las contaminaciones medioambientales,las catástrofes ecológicas y las crisis sociales, etc. Como campoacadémico, los nuevos estudios de ciencia, tecnología y socie­dad, especialmente en el ámbito de la histOlia y de la sociologíade la ciencia y de la tecnología, desestabilizaron la autoridad delas interpretaciones y de las valoraciones propagadas por la filo­sofia analítica y la historia internalista de la ciencia, que hastala década de 1960 habían dominado la escena académica, insti­tucional y educativa. Estas investigaciones ['ueron poniendo,progresivamente, de manifiesto la compleja trama de los diver­sos agentes, actividades y entornos que integran las ciencias ylas tecnologías contemporáneas. Al estudiar integradamente lasprácticas y los contextos científicos y tecnológicos, la ciencia yla tecnología se mostraron, al igual que cualquier otro resultadode la cultura hurnana, como realizaciones sociales y culturales,que dificilmente podían reclamar los privilegios de la soberaníaepistemológica, la ,=xcelencia racional y la neutralidad valorati­va que tradicionalmente se les había otorgado.

Con todo ello, no f'ue de extrañar que un buen número decientíficos y académicos sintieran amenazadas su imagen, suprestigio profesional y su preeminente posición en las institu­ciones de investigación, educación y gestión pública y temieranque sus trabajos, métodos y resultados de investigación pasarana ser objeto de valoración y de intervención social y política. Dehecho, se puso en rnarcha, a mediados de los años noventa enNorteamérica, una contrarreacción que dio paso a las llamadasSciel1ce Wars, en las que científicos junto con filósofos aliadosempezaron a combatir los estudios críticos de ciencia, tecnolo­gía y sociedad acusándolos de pseudocientíficos y antiuaciona­les e intentando restaurar la hegemonía de la idea tradicionalde la ciencia y, de paso, defender posiciones y tenitOlios profe­sionales y académicos.

En estas confTontaciones se han distinguido por su combati­vidad algunos filósofos, como es el caso del filósofo de la cien­cia Mario Bunge, estadounidense de origen argentino, quienhaCÍa ya tiempo que había declarado la guerTa a los estudiososy los activistas de CTS bajo la bandera de la filosof1a analítica

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de la ciencia. Según su visión de Sciel1ce T/\lars, a partir de me­diados de los afias sesenta se habían infiltrado, en muchas uni­versidades estadounidenses, enemigos anticientíficos y pseudo­científicos que habían «construido un caballo de Troya dentrode la ciudadela académica con la intención de destruir desdedentro la cultura superior». 2 Entre esos enemigos destacan losrepresentantes de la nueva filosofía y la sociología de la ciencia,descarriados, según Bunge, por la influencia de teOlias marxis­tas. Para Bunge, se trata, en realidad, de «charlatanes académi­cos» que hablia que expulsar de los «templos de la ensefianzasuperior» antes de que puedan minar la civilización modernaconduciéndonos a una nueva Edad Oscura. En vistas de lo seriode la situación, el filósofo de la ciencia hace un llamamiento deguerra a «todos los genuinos intelectuales» para que se alistenen el «Escuadrón de la Verdad» y luchen para desmantelar elcaballo de Troya que intenta acabar con la Academia.

Cieriamente no se puede tachar de exagerado a Stephen H.Cutcliffe cuando compara los planes del extremista Bunge conla caza de brujas de McCmihy. Pero, sin duda, es aún más sig­nificativo cómo se pretende legitimar la confTontación. El peca­do capital de los estudiosos de CTS, en general, consiste en nocomulgar con la imagen ni con las concepciones de la ciencÍa yde la tecnología caractelisticas de la filosofía analítica de laciencia, y, aún menos, con las implicaciones valorativas, socia­les y políticas que se quieren derivar de ellas.

En buena Oliodoxia m1alítica, hay que entender la ciencia,sobre todo, como sistemas lógicamente estructurados de con­ceptos y de enunciados verdaderos, y la actividad científi­ca como tilla empresa intelectual de investigación teórica que,como Bunge no se cansa de insistir, se rige por la búsqueda dela verdad objetiva. La tecnología se entiende como el resultadode la aplicación de los conocimientos científicos en forma desistemas de reglas de acción basadas en leyes científicas y, porconsiguiente, má'Cimamente racionales. De ahí se llega a con­cluir que «el conocimiento científico, la tecnología basada en laciencia y las humanidades racionalistas no son sólo valiosos

2. Malio Bunge, «In Praise of Intolerance to Charlatanisll1 in AcademÍ<1n, en P.R.Gross et al. (eds.), The Flight fi'ol1l Science alld Reasoll, Jo1m Hopkins University Press,Baltimore, 1996, p. 96.

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bienes públicos, sino también medios de producción y de bie­nestar, así como condiciones para el debate democrático y lasolución racional de conflictos».3

El anterior enunciado de Bunge resume en pocas palabrasalgunos de los principales «mitos» positivistas que, según elcientífico Daniel Sarewitz, han guiado el desarrollo de las cien­cias en los último~ cincuenta ai'íos, sirviendo más a los interesesde los científicos que a los del conjunto de la sociedad. Entreellos se encuentran:

• El mito del beneflcio infinito: más ciencia y más tecnologíaconducen a más bien público.

.. El mito de la autoridad: la información científica proveede una base objetiva para resolver disputas políticas.

• El mito de la ti'ontera si11límites: los nuevos conocimientosgenerados en las fronteras de la ciencia son autónomos respec­to a las consecuencias morales y prácticas de éstos en el seno dela sociedad.

Si comparamos los bandos de las guerras de la ciencia,que­da claro que, desde la dialéctica, las batallas se libran, fl..ll1da­mentalmente, entre concepciones filosóficas de tradición analíti­ca y concepciones cliticas, que implican, respectivamente, posi­ciones de carácter valorativo, social y político muy divergentes yfTecuentemente opuestas las unas a las otras. De un lado se en­cuentran las concepciones divisOlias tradicionales de la ciencia,la tecnología y la sociedad, que sitúan a la ciencia en la posiciónjerárquica supelior como conocimiento teórico objetivo, a la tec­nología en el segundo lugar del escalafón como conocimientopráctico racional y a la sociedad, disociada de ambas, en el ám­bito de las interacciones sociales, las ideas y las preferencias sub­jetivas, las valoraciones y las confTontaciones políticas de intere­ses y objetivos distintos. Las divisiones teóricas entre ciencia ysociedad se levantan sobre el postulado de la neutralidad valora­tiva de la plimera, con el que se quiere, de algún modo, garanti­zar su descontaminación social. Este discurso filosófico tiende alegitimar la ciencia establecida, estabilizar el busimss-as-usualde la investigación )' de la innovación tecnocientíficas y, de paso,

3. ¡bid., p. 110.

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fomentar la imllUllidad investigadora. Pues, las responsabilida­des éticas se plantean, preferentemente, en relación con las nor­mas internas de «control de calidad}) de los propios sistemas deproducción científica y tecnológica, como las relacionadas con larevisión por pares o la «honestidad científica». Dichos sistemasquedan prácticamente sellados para cualquier tipo de valoracióndemocrática o intervención exógena debido a que para tener vozy voto se exige Como condición general la competencia científicaespecializada. A la inversa, sin embargo, los sistemas de delibe­ración e intervención social y política se consideran dominiosque han de estar especialmente abiertos a la intervención tecno­crática de los eA:pertos científicos.

Del lado de los planteamientos de CTS, por el contrario, secuestionan tales supuestos filosóficos analíticos junto con susimplicaciones valorativas y políticas. Frente a las divisiones teó­ricas entre la ciencia, la tecnología y la sociedad, se promuevela integración de los entornos teóricos, técnicos, sociales y polí­ticos, así como de los contextos de valoración y de intervención,y se destaca su relevancia para poder comprender y manejar latecnociencia contemporánea. Al yuxtaponer los términos quedichas divisiones habían disociado, el mismo nombre de losprogramas de Ciencia, Tecnología y Sociedad indica que tratande reunificar, en un complejo entramado, lo que había sido di­,ridido filosófica y académicarnente.

En contraposición a las tesis que postulan la neutTalidad, lasuperioridad racional y la libertad absoluta de la investigacióncientífica, los nuevos planteanlientos cliticos interpretativos y va­lorativos reivindican nuevas fornlas de investigación responsablejlmto con la valoración y la intervención social de carácter demo­crático en los desarrollos científicos y tecnológicos, así como nue­vos planteamientos para la gestión y la política de la ciencia y latecnologia, y para la evaluación de las consecuencias y de los ries­gos derivados de las innovaciones científicas y tecnológicas.

Por todo ello, se considera necesario, no tanto difLll1dir teo­rias filosóficas qu~ estabilicen interpretativamente la investiga­ción y el desan-ollo científico y tecnológico al uso y fomenten laconfianza aclitica en la bondad y la fiabilidad de la ciencia y latecnología como base fLmdamental de la cultura moderna, sinopromover la competencia cultural en CTS de todos los ciudada­nos, en general, y de los científicos y tecnólogos, en particular,

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con vistas a su participación en procesos de valoración crítica yde intervención democrática en los problernas planteados por el .desarrollo de las innovaciones, los impactos y las transforma­ciones tecnocientíficas.

Las confTontaciones que han aflorado en las llamadas Scíen­ce \IVars (con la intención, más o menos consciente, de poner enmarcha la restauración de la hegemonía académica e ideológicade las teOlias tTadicionales de la ciencia y la tecnología) marcanla situación aC1Llal y las perspectivas de los estudios de ciencia ytecnología con la clara contraposición de dos tipos fLll1damen­talmente distintos de modelos y de proyectos culturales, socia­les y políticos fTente a los retos de la tecnociencia en el siglo XXI.

Situados ante esta encrucijada, se plantea la pregunta decisivade Stephen H. Cutcliffe acerca de ¿hacia dónde va CTS a partirde aquí? Sin duda, la respuesta podrá ser tanto más Olientadoracuanto más locales sean las coordenadas de su plantearniento.

En el caso de Espafia, donde CTS llegó con más de veinteafias de retraso, se está aún muy lejos de poder afirmar lo queDavid Edge dijo ya en 1995 refiliéndose a países de habla ingle­sa: «Para la mayoría de nosotros, la perspectiva crítica de CTSserá un rasgo permanente de toda la educación liberal a lo largode nuestras ,ridas». De hecho, CTS no ha llegado a estabilizarsepropiamente en el estado espafiol ni como campo académico nicomo movimiento social. De alú que tampoco haya llegado arepresentar un peligro real de desestabilización para las con­cepciones y las posiciones tradicionales de la ciencia y la tecno­logía rli, por tanto, a dar lugar a reacciones de confTontación almodo de Sciel1ce \IVars.

Sin embargo, cuando al principio INVESCIT empezó a in­troducir con fLlerza los estudios de CTS en el contexto académi­co del área de lógica y filosafia de la ciencia, la reacción porparte de los partidarios de la filosofia analítica dominante fue,por lo menos, de recelo. Recuerdo el comentario de un colegade departamento quien refLltó la filosofía de la tecnología con elargum.ento de que ésta era in1.posible, pues «¿cómo se podíahacer filosofia de una cámara fotográfica?». Con el tiempo, al­gunas actitudes se han ido modulando de una forma menosreacia a los estudios CTS, especialmente a partir de la implanta­ción por la LOGSE (Ley de Ordenación General elel SistemaEducativo) de la <1.signatura de Ciencia, Tecnología y Sociedad

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en la Enseñanza Secundaria y del interés despertado por CTSen algunos estados iberoamericanos. Al parecer, se debieronpercibir en el horizonte de la enseñanza posibles rentabilidadesacadémicas que animaron a subirse al tren de los estudios deCTS ya intentar redirigirlo.

Con todo, los intentos de asimilar, de alguna forma, los obje­tos de est.-udio de CTS han puesto repetidamente de manifiestolas sel1lidumbres semióticas de la filosofia analítica de la ciencia,deli'vadas de su dependencia fundamental y su fijación analíticarespecto a las representaciones lingüísticas, así como de susparticulares alergias a los contextos materiales y sociales. Elcomentmio sobre la filosofía de la tecnología y la cámara foto­gráfica mencionado anteriormente es significativo en este senti­do en cuanto identifica la tecnología con artefactos materialesy, al considerar que estos están desprovistos de componentesenunciativos, no ve ningún interés ni ninguna posibilidad de untratamiento filosófico de ésta.

Pero otros practicantes de la filosafia analítica de la cienciahan seguido la vía de la que podliamos llamar asimilación semi­ótica en el intento de producir una versión analítica de las cues­tiones de CTS referentes no sólo a la tecnología, sino también ala valoración y la intervención relacionadas con los desan-ol1oscientíficos y tecnológicos. En los inicios de esta vía encontra­mos, de nuevo, a Mario Bunge, el cual se ha encargado de di­fundirla como patrono de la filosofia analítica de la ciencia enlos ámbitos hispánicos.

Para poder aplicar el tratamiento propio de la filoso[1a analí­tica de la ciencia, había que encontrar para el campo de la tec­nología formulaciones lingüísticas que, de alguna forma, fl..leransimilares a los sistemas conceptLmles y teóricos con los que seidentifica analíticamente a la ciencia. La interpretación de latecnología como ciencia aplicada resolvió este problema. ParaBunge, 10 que caracteriza a la tecnología y constituye el estudiocentral de la filoso[ia de la tecnología son las reglas tecnológicaso nonTIas fl..l11damentales de la acción.

La condición de que las reglas tecnológicas habían de estarfl..l11damentadas en leyes científicas, establecía el nexo directoentre la filosofia de la tecnología y la filos afia analítica de laciencia. Dado que el modo analítico de fundamentar Se basa enla derivación lógica y que en buena lógica asertOlia no se pue-

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den derivar reglas tecnológicas (enunciados normativos) de le­yes científicas (enunciados nomológicos), Bunge introdujo loque él llamó enunciados lWll1opragmáticos, a guisa de una espe­cie de equivalentes asertOlios de las reglas que permitían la de­

rivación en cuestión.De esta filosofia se derivan importantes consecuencias para

el método tecnológico y la valoración de tecnologías. De acuer­do con ella, la investigación tecnológica ha de partir de teoliaspara llegar a reglas intentando transfon11ar algunas fórmulaslegaliformes en reglas tecnológicas efectivas. De hecho, en lavisión de Bunge, los científicos y los tecnólogos elaboran reglassobre la base de las teorías científicas y los técnicos aplicandichas reglas. Es decir, la tecnología selia ciencia aplicada, y laingeniería, a su vez, aplicalia la tecnología. Para la filosofía ana­lítica, las reglas tecnológicas prescriben el curso de la acciónpráctica óptima y los actos guiados por la tecnología puedenconsiderarse máximamente racionales.

Otros filósofos seguidores de Bunge definen, de forma máso menos equivalente, la tecnología como «conjunto de conoci­mientos prácticos de base científica», pero, en cualquier caso,las diversas variantes de la interpretación analítica siempre selevantan sobre concepciones fl..l11damentalmente semióticas, in­cluso cuando se echa mano del término de moda informaciónpara definir la cultura como «información transmitida poraprendizaje» y, a continuación, distinguir entre infODnación re­presentacional, práctica y valorativa. Ni que decir tiene que laciencia se entiende como la información representacional porexcelencia, la tecnología como información práctica y la socie­dad corresponde al ámbito de la información valorativa. Estasdistinciones actualizan las concepciones y divisiones tradiciona­les de la ciencia, la tecnología y la sociedad en términos infor­macionales y, de paso, heredan todas las deávaciones de carác­ter valorativo, social y político propias de la filosofia analíticade la ciencia y claramente contrapuestas a los planteamientos

Íl..mdamentales de CTS.Con el discurso acerca de la información valorativa y los

valores se intenta ablir la puerta, de alguna manera, a la asimi­lación analítica de las cuestiones relativas a la valoración y laintervención propias de CTS. Pues, así como la tecnología se in­terpreta como información práctica o formas ele conocímiento

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práctico que corresponden a algún tipo de reglas de aCClOn oenunciados l1omopragm.áticos con los que es posible operar almodo de la filosofia analítica, también se quiere procesar analí­ticamente los valores como infon11ación valorativa en forma dereglas o enunciados de valoración.

Ahora bien, hay que constatar, recapitulando, que estas ver­siones analíticas de CTS quedan fuera del mínimo común deno­minador que Stephen Cutcliffe señala como condición parapertenecer propiamente al dominio de CTS. Pues, ni parten deuna comprensión constructiva y contextual de ciencia, tecnolo­gía y sociedad ni, menos aún, conducen a formas de valoracióncritica ni de intervención social de carácter democrático. Encierto sentido, equivalen a un «secuestro» en cuanto deten11ina­das interpretaciones de ciencia, tecnología y sociedad descariandichas f0D11as de valoración y de intervención para ponerlasbajo el control tecnocrático de expel10s en virtud de sus compe­tencias teóricas especializadas.

En todo caso, las versiones de CTS académica y políticamen­te domesticadas y desvirtuadas tienden a convertirse en estudiosdescafeinados que, como dice Langdon Winner, en vez de ocu­parse de cómo expandir los espacios sociales y políticos dondelos ciudadanos normales puedan desempeñar un papel en latoma temprana de decisiones acerca de los desan.-ollos científi­cos y tecnológicos que les afectan, parecen servir, más bien, paraproducir tesis doctorales, ariículos y colecciones de libros.

En contraste con la atonía del compromiso académico engeneral, si se comparan el estado y los impactos de la ciencia yla tecnología a principios del siglo XXI con las situaciones y lascrisis que dieron origen al movimiento CTS hace más de treintaaños, se puede constatar que siguer110s mismos tipos de proble­mas y de retos. Siguen las guerras, como la de Irale, marcadas yalimentadas por el desarrollo científico y tecnológico de nuevosannamentos, comunicaciones y transportes. Sigue la amenazamtmdial de las armas de destmcción masiva nuclear, química ybacteriológica. Siguen los riesgos y los desastres ambientales delas industrias energéticas y químicas, etc.

Pero también es cierto que las configuraciones de la ciencia,la tecnología y la sociedad se han transfon11ado decisivamente.La división conceptual tradicional entre ciencia y tecnología seha ido esfumando y dando paso al término tecnocie71cia que re-

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marca el carácter híbrido propio de las investigaciones Ylas in­novaciones de finales del siglo XX y principios del XXI. Las confi­guraciones tecnocientíficas son caracteristicas de los campospunteros del desalTollo científico actual, como la ingenieria ge­nética o la informática, y han generado nuevas disciplinas comola bioinformática, sin la que no hubiera sido posible desarrollarel Proyecto Genoma Humano como una de las realizaciones tec­riocientíficas más representativas iniciadas en el siglo xx.

A su vez, las tecnociencias de la información y la comunica­ción han transformado los colectivos, los entornos, las interac­ciones y las dinámicas sociales, económicas y políticas dandopaso a la sociedad de la información digital, en la que se hapuesto de relieve el papel central que desempei'ían y han desem­peñado a lo largo de la historia las técnicas, los artefactos y losentornos de la información y la comunicación en la configura­ción particular tanto de las sociedades como, en general, de lasculturas, las ciencias y las tecnologías propias de cada época.

En lo que ha durado la, relativamente, coria historia de CTS,se ha puesto de manifiesto que ciencia, tecnología y sociedad noconsti1:uyen una triada inmutable a lo largo del tiempo, sino quesus configuraciones van cambiando en la continua interacciónde tradiciones, innovaciones y transformaciones. Sin duda, en laactualidad en vez de hablar de la ciencia y la tecnología porseparado habria que referirse a la tecnociencia, y más que con­textualizarlas en la sociedad en sentido traclicional habría quesituarlas en la act1.lal sociedad de la información digitaL

Pero no se trata de afinar meras precisiones terminológicas,sino de tener en cuenta diferencias muy relevantes de cara aplantearse la comprensión de las innovaciones Ylos retos espe­cíficos de las tecnociencias y a abordar los impactos, las trans­formaciones y las crisis derivadas de los desarrollos tecnocientí­ficos. De hecho, el alcance de los impactos y la velocidad de loscambios operados por las tecnociencias informatizadas han su­perado ya el umbral crítico de las transformaciones revolucio­

narias en todos los ámbitos.Así, los procesos de tecnocientificación se extienden a toda

clase de bioentornos, desde la producción de animales y plan­tas, hasta la medicina y la reproducción humana. Los impactosde las innovaciones biotecnocientíficas (como los alimentostransgénicos, los animales clonados, el control prácticamente

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total de la reproducción humana, las terapias génicas o la clo­nación de humanos en perspectiva...) están generando transfor­maciones tan rápidas y radicales que desestabilizan de formatraumática tradiciones culturales muy mTaigadas, sin que se lle­guen a ver formas efectivas de encauzarlas culturalmente deuna manera adecuada.

La mTolladora eA']Jansión de las nuevas tecnologías de la in­forn1ación y la comunicación no sólo ha potenciado la tecno­cientificación de la producción industlial civil y militar, sinoque ha creado las redes digitales mundiales de información ycomunicación por las que está avanzando, de una forma quepmece imparable, la globalizaciól1 universal de la economía, lasfinanzas, la política y la culhlra. En los nuevos contextos globa­les, la plimacía en el control de las tecnociencias digitales es labase de nuevas formas de hegemonía impelialista económica,militar, geopolítica y culhlral. Pero, al mismo tiempo que hanavanzado la intensiva tecnocientificación de la producción in­dusüial y los procesos de globalización general, también hanproliferado las consecuencias negativas y los liesgos a escalamundial que han desembocado en la llamada sociedad del riesgoy en las clisis, los conflictos y las confrontaciones sociales, cul­turales e internacionales relacionadas con dichos procesos.

Así pues, tecnociencia y sociedad de la información digitalplantean en la actualidad retos tanto o, seguramente, más acu­ciantes e ineludibles que ciencia, tecnología y sociedad a media­dos del siglo xx, ante los que hay que retomar la pregunta deStephen H. Cutcliffe sobre ¿qué hacer en CTS? En su obra, labúsqueda de una respuesta se enmarca en el contexto de lacontraposición entre los practicantes ele la investigación aca­démica y los partidmios elel activismo en CTS. Su respuestaapunta a la integración de CTS como campo académico y movi­miento social, una apuesta que muchos estmiamos dispuestos acompartir. Pero la dificil cuestión de fondo es establecer lascondiciones de su realización.

La integración en cuestión supone, entre otras cosas, supe­rar la disociación que existe con frecuencia entre la vía acadé­mica, centrada preferentemente en estudios de interpretaciónteólica sin involucrarse en cuestiones concretas de valoración eintervención, y la vía activista, interesada en la resolución deproblemas de aChlalidad que implican detem1inadas posiciones

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valorativas y actuaciones, pero con bastante desconfianza hacialos tratamientos teólicos. Ciertamente, en el campo de los estu­dios de ciencia y tecnología se pueden encontrar, como hemosvisto, planteamientos teólicos prácticamente sin relevancia o,incluso, con implicaciones negativas respecto a los intereses delos activistas comprometidos en CTS. Pero también se dan ten­dencias al puro activismo según el cual, como dijo un conoci­do activista CTS estadounidense, no hace falta comprender los

problemas para resolverlos.La necesidad de integrar en CTS investigación Ycompromi­

so social y educativo no es una cuestión de armonía, sino lacondición de la posibilidad de afrontar efectivamente los gran­des retos planteados por las tecnociencias y las innovacionestecnocientíficas junto con los impactos y los procesos generali­zados de tecnocientificación Y globalización. Las complejasconfiguraciones tecnocientíficas actuales plantean, sin duda al­guna, el reto f1.mdamental de la comprensión de su carácteresencialmente híblido de teOlias, tecnologías, agentes, prácticasy entornos mateliales, simbólicos, sociales y ambientales.

Pero, más allá de las divisolias entre académicos y activistas,los retos más decisivos para las culturas del siglo XXI, en general,y para los estudios de ciencia, tecnología y sociedad, en particu­lar, tienen que ver no sólo con la comprensión de la tecnocienciay de las innovaciones tecnocientificas sino, de una manera espe­cial, con los procedimientos de valoración e intervención quepuedan manejar los impactos y las clisis generadas por las trans­formaciones y las globalizaciones tecnocientíficas. Así pues, latarea de los estudios teólicos no tiene por qué reducirse a lamera producción de sistemas interpretativos sin relevancia ope­rativa. Un objetivo necesmio para poder encarar los retos de latecnociencia y de la tecnocientificación global consiste en estabi­lizar modelos de interpretación, valoración e intervención, es de­cir, prácticas, entornos y recursos (tanto teólicos como técnicosy organizativos) de análisis y de reconstrucción que sirvan parainterpretar y comprender la estructura y la dinámica de los pro­cesos tecnocientíficos de innovación, estabilización Y tTansfor­mación y, a partir de ahí, poder valorar los impactos y las conse­cuencias e intervenir adecuadamente en dichos procesos.

A mi entender, los enfoques que parten de concepciones in­tegradas culturalmente ele la ciencia y la tecnología representan

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el planteamiento rT¡ás capaz de dar cuenta de la complejidadglobal de la tecnociencia con todas sus dimensiones simbólicas,sociales, materiales y ambientales. Ahora sí, hay que remarcarmuy bien que aquí no se trata de entender la cultura comoreducida a pura información en el sentido de pureza semiótica,ni a meras representaciones, interpretaciones y valores en elsentido usual de los llamados estudios culturales. En su concep­ción integrada, la cultura se refiere al gran entramado híbridopor excelencia que incluye, ciertamente, las prácticas y los en­tornos simbólicos, pero también abarca los agentes y las prácti­cas, los artefactos, las técnicas y los entornos tanto materialescomo sociales, situados conjuntamente en bioentornos determi­nados y dinamizados en el tiempo por la interacción de tradi­ciones, innovaciones y transformaciones.

El carácter reconocidamente híbrido de la tecnociencia noes una peculiaddad. Las subculturas tecnocientí[icas son híbd­das como lo son todas las culturas. Ciencia, tecnología y socie­dad no constituyen sistemas cen-ados que se delimitan mutua­mente, sino que representan dimensiones de un rnismo espaciocuhural o, si se quiere, tres cabezas de un mismo cuerpo consti­tuido por la cultura tecnocientí[ica.

El enfoque cultural integrado del estudio de la tecnocienciaproporciona una base decisivamente más adecuada que las con­cepciones representacionales de la filosofía analítica o las pura­mente sociológicas de los estudios sociales de la ciencia y latecnología, no sólo para interpretar e investigar integralmentela constitución y la dinámica de los sistemas, las innovaciones ylas transformaciones tecnocientíficas. A partir de dicha base in­terpretativa, es posible, además, abordar de una forma muchomás clarificadora las complejas cuestiones y problemas de va­loración e intervención que plantean los impactos, las crisis ylas controversias dedvadas ele los procesos de tecnocientifica­ción y globalización.

El estudio de los sistemas tecnocientíficos como prácticas yculturas implica la posibilidad de superar las teorías puramenteinterpretativas de la ciencia y la tecnología para tener en cuentala estrecha vinculación existente entre las cuestiones de inter­pretación y las de valoración e intervención. Los métodos y losresultados de las interpretaciones culturales pueden y han deservir de instrumentos útiles para desan-ollar mejores prácticas

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de valoración e intervención. La reconstrucción cultural de lasinnovaciones tecnocientíficas es decisiva, porque nos permitecomprender su constitución y la dinárnica de su estabilización yde sus impactos, y, así, abordar los retos con los que nos con­fTonta su implantación. Pues si las innovaciones que produci­mos y estabilizamos tecnocientíficamente constituyen, en reali­dad, entramados de nuevos sistemas culturales, entonces pode­mos recobrar (pace toda clase de determinismos tecnológicos,sociológicos, biológicos, epistemológicos, históricos o metafísi­cos) una relativa liberiad de valorar, seleccionar, cribar y ralen­tizar las innovaciones tecnocientíficas que han de configurar

nuestra cuhuraen el f-uturo.Embarcados ya en el siglo :x.XI, es evidente que los sistemas

tecnocientíficos se han constituido en los factores dominantesde la innovación y de la transformación a escala cultural global,con todos los riesgos, beneficios y perjuicios que se dedvan. Sinembargo, sistemas y subculturas tecnocientíficas no son crea­ciones aberrantes que pongan en peligro la cultura y la mismahumanidad, sino que constituyen auténticas realizaciones cul­turales humanas que rl1arcan distintivamente las culturas delpresente. Los retos que nos plantean ahora consisten en inter­pretar y valorar las eventuales consecuencias in-eversibles a lasque nos puede conducir la estabilización de determinadas inno­vaciones tecnocientíficas, así como las nuevas posibilidades quenos ofrecen, y en formular proyectos que permitan aprovecharlas oportunidades y esquivar los riesgos que compOlian, y deci­dir qué se va a hacer y cómo se va a intervenir. Para ello, lasdiversas culturas han de aprender a conjugar las innovacionestecnocientíficas con la innovación de sistemas culturales CTSde interpretación, valoración e intervención capaces de mode­rar la producción y la estabilización de las primeras. En estecontexto, la presente obra de Stephen H. Cutcliffe nos ofrece, almismo tiempo, una perspicaz crónica para tomar concienciahistádca y colectiva y una lúcida guía para proyectar los estu­dios y la acción de CTS en el fLlturo.

MANUEL MEDINA

http://ctcs.fsf.ub.es/prometheus21/

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