primera edición, 1998. fuente: isbn 970-654-343-3 relación
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Tonda Magallón, Ma. del Pilar (1998). La arquitectura de la Orden del Carmelo Descalzo y su tipología. p. 123-146 En: Estudios de tipología arquitectónica 1998 / editores: Luis F. Guerrero Baca y Manuel Rodríguez Viqueira. México: Universidad Autónoma Metropolitana. Unidad Azcapotzalco, 1998. Primera edición, 1998. Fuente: ISBN 970-654-343-3 Relación: http://hdl.handle.net/11191/5284
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Ma. del Pilar Tonda Magallón La arquitectura de la Orden del
Carmelo Descalzo y su tipología
Profesora-Investigadora pel
Departamento de Evaluación del Diseño
en el TIempo, de la UAM-Azcapotzalco.
Generalidades
Entre los historiadores se ha presentado la duda acer
ca de la existencia de una arquitectura propia de la
Orden del Carmelo que pudiera adquirir la categoría
estética de estilo o modo. En la polémica al respecto,
la mayoría de los especialistas en el tema' han opina
do que es incorrecto afirmar que pueda llamarse
carmelitano el arte que asimilado plenamente a la Or
den se repite de manera invariable.
No obstante, otros estudiosos, entre ellos Muñoz Jiménez,2 defienden la idea de que a mediados del
siglo XVII los carmelitas descalzos tuvieron como pro
pio y peculiar de su Orden un estilo manierista
clasicista que había ido paulatinamente configurán
dose a partir de la reforma de Santa Teresa.
Además de hacer una descripción del perfil
tipológico de los edificios de la Orden, se estudian en
este reducido trabajo las características más relevantes
de la arquitectura clásica carmelitana, su gestación y
etapas de desarrollo hasta alcanzar su apogeo. Des
pués declina su pureza formal al intervenir en las cons
trucciones otros estilos en boga, como el barroco tardío,
1. Martín González, Bustamante García, Santiago Sebastián.
Echeverría Goñi, Fernández Gracia, J.R. Buendia, Marias
Franco y Bonet Correa, entre otros.
2. José Miguel MuñozJiménez, La arquitectura carmelitana.
Diputación Provincial de Ávila. Institución Duque de Alba.
Ávila, 1990.
rococó y neoclasicismo. Dejando a un lado las obras
heterodoxas, se analizan de manera general: plantas,
alzados, uso de órd~nes, materiales, cubiertas, facha
das, atrios, claustros, y retablos, referidos a la arquitec
tura carmelitana.
Orígenes de la Orden
El monte Carmelo está situado en Palestina, se adentra
en el mar Mediterráneo formando parte de la bahía
de Haifa. Las órdenes religiosas toman su nombre de
un lugar o de un santo, y los carmelitas tomaron su
nombre del monte Carmelo, así como los cistercienses
del lugar llamado Citeaux. La fecha de inicio de la
Orden carmelita es imprecisa.
Durante los siglos XI y XII surgió un renacimiento
en la vida eremítica, al que contribuyeron varios fac
tores, uno de los cuales fue la progresiva declinación
que había sufrido el monaquismo.3 En este periodo
de tiempo se presenta además otro fenómeno que
también concierne a la historia de la Orden del
Carmelo: las Cruzadas o peregrinaciones masivas a
Tierra Santa. La vida eremítica estaba íntimamente li
gada a la idea de peregrinación y en todas las épocas
los ermitaños acudieron preferentemente a
Compostela, Roma y Tierra Santa. Tanto la peregrina
ción como la Cruzada tenían un carácter penitencial,
que muchas veces se sellaba con un voto consistente
en permanecer toda la vida en Tierra Santa. Siria y
Palestina islámicas fueron ocupadas por los cruzados
en el siglo XII. Se estableció entonces el Reino Latino
de Jerusalén, que extendiéndose por toda Palestina
consistía en un Estado feudal compuesto por peque
ños territorios teóricamente subordinados al rey de
Jerusalén. Los francos se apoderaron de las ciudades
3. Grandes figuras del monaquismo se dedicaron a la vida
contemplativa en la soledad, búsqueda de la pobreza
absoluta, praxis ascética y retiro a los poblados. Joaquín
Smet. Los carmelitas. Tomo 1. Biblioteca de Autores
Cristianos. Madrid, 1987. p. 5.
4. Salah Al-Di n Ibn Ayyub (1137-1193) invadió Palestina en
1 187 (batalla de Hattín) y después atacó las ciudades y plazas
fuertes del Reino de Jerusalén, el condado de Trípoli y el
principado de Antioquía. En la tercera Cruzada, el gran sultán
del litoral, entre las cuales Acre fue un puerto más se
guro que el de Jaffa y el principal punto de desem
barque de la gran cantidad de peregrinos q'ue
llegaban a Tierra Santa desde Occidente.
El control de los territorios recuperados de manos
dellslám fue siempre endeble, aun en los tiempos de
mayor poder por parte del Reino cristiano, ya que de
manera intermitente beduinos y musulmanes hacían
incursiones incluso en periodos tanto de guerra como
de amnistía. La población musulmana emigró ante el
empuje de los cruzados y la franca era insignificante.
así que la composición de los habitantes de Siria con
sistió fundamentalmente en una nobleza de origen
greco-latino y en Palestina se. quedaron ortodoxos
griegos, armenios, jacobitas, nestorianos y captas.
A partir de la conquista de los cruzados, los canó
nigos regulares de San Agustín se ocuparon de los
templos más importantes de Jerusalén: el Santo Se
pulcro, el Templum Dom;n; en el Monte de los Olivos
y el Monte Sión. Sin embargo, la victoria del gran sul
tán Saladin04 en Hattín en 1187 derrumbó la vida reli
giosa, cenobítica y eremítica de Palestina. Las Cruzadas
subsiguientes no consiguieron recuperar los territo
rios ocupados. El tratado de Ricardo Corazón de León
y Saladino, con que culminó la tercera Cruzada. con
cedió a los francos algunas ciudades costeras desde
Tiro hasta Jaffa. Pero sólo era cuestión de tiempo. En
efecto, Jerusalén cayó nuevamente en manos del
Islám, en 1244, con la invasión mongólica.
Los eremitas del monte Carmelo
Después de Hattín se volvió casi imposible la vida
eremítica de los latinos, solamente en el monte
Carmelo quedaron los francos hasta el final del reino.
de Egipto y Mesopotamia, Saladino, tuvo un sangriento
encuentro con el rey de Jerusalén cerca del lago Tibiríades
(batalla de Tibiríades). El ejército cristiano fue aniquilado
por completo y el rey cristiano cayó prisionero. En vano
lucharon con tenacidad los caballeros Hospitalarios y
Templarios, casi todos perecieron. R. Grousset Las Cruzadas. Editorial Eudeba. Buenos Aires, 1972. M. Zaborov. Historia
de las Cruzadas. Edit. Akal. Madrid, 1979.
El Carmelo se levanta escarpado desde el mar hasta
170 m y su altura máxima alcanza 550 m. La subida al monte Carmelo, se convirtió después, con la obra de San Juan de la Cruz,s en el' símbolo del laborioso as
censo del hombre hacia Dios. Es difícil el acceso por
todas sus vertientes, y sus altiplanicies están cortadas
por torrentes y barrancos. Pero sus ásperas pendien
tes con frondosa vegetación, sus profundos valles y
amplias vistas sobre el azul Mediterráneo o las colinas de Galilea, invitan a la oración y la contemplación.
Alberto de Vercelli, legado papal y patriarca de Je
rusalén, escribió una regla para los ermitaños del mon
te Carmelo entre 1206 y 1214. Su formula vitae se
asocia con la vida de los antiguos monjes de las lauras palestinas. El lugar escogido por los ermitaños fue la
Fuente de Elías, la cual tuvo siempre una influencia
profunda en la historia de la Orden del Carmen. Tanto
el profeta Elías como Eliseo están asociados con el monte Carmelo, el cual tiene un significado profun
damente espiritual y así lo confirma la Biblia.6 Los. eremitas establecieron contacto con la Santa Sede y en
1226 obtuvieron la confirmación de su norma de vida que concedió el papa Honorio 111. Tres años más tarde Gregorio IX confirmó la aprobación de su predecesor.
Los carmelitas emigraron a Europa en 1238, fecha
aproximada ya que se trasladaron paulatinamente.
La reforma teresiana
El resurgimiento de las órdenes religiosas fue un as
pecto de mucha importancia para la gran restauración
de la vida católica que siguió al Concilio de Trento,
pero ninguna de las órdenes logró ser tan vigorosa y
brillante como la del Carmelo. En el Capítulo General de 1564 celebrado en Roma, al que asistieron quinien
tos carmelitas, se eligió al nuevo prior general de la Orden, que resultó ser Juan Bautista Rossi. Fue una inauguración regia de la Contrarreforma en la Orden
del Carmen, la que se comprometía a llevar a efecto
5. San Juan de la Cruz. Obras Completas. Editorial Monte
Carmelo. Burgos, 1993. p. 143.
6. La Biblia. Libro Primero de los Reyes, Cap. 17: verso 19;
Cap. 18: 41-42; Libro Segundo de los Reyes, Cap.4, verso 25-27 yen muchos otros versículos a lo largo de ~stos dos libros.
los decretos del Concilio de Trento. Dentro de este mismo espíritu, bajo la presidencia de Rossi, el capí
tulo elaboró una serie de decretos relativos al culto, el gobierno y la administración de los conventos y la reforma.
Felipe 11, que continuaba la reforma de las órdenes religiosas que no tenían observancia, empresa inicia
da por los Reyes Católicos y principalmente llevada a cabo por Cisneros/ puso su atención en los carmelitas. El rey tuvo que convencerse del correcto proceder de Rossi precisamente en favor de la observancia,
al sustentarse éste en el Capítulo General de 1564 que
había exigido el título de observantes y había denunciado la conventualidad.
Casi todos los historiadores cuando hablan de reformas de la Orden del Carmelo, suelen referirse so
lamente a la reforma teresiana, no obstante, ésta es
una más. La actividad de Santa Teresa como reformadora de la Orden, la obliga, según testimonio de ella misma, a fundar numerosos conventos de desca/zas-labor que comparte con San Juan de la Cruzincentivada por el General de la Orden: Juan Bautista
Rossi.8
En el proceso de la reforma tere~iana surgieron di
ferencias entre las dos ramas de la Orden, las cuales
recibieron los nombres históricos de descalzos y calzados (estos también denominados mitigados). Los
conventos· descalzos tenían los mismos derechos que
los no descalzos en cuanto a asistencia a capítulos y
demás elementos que constituyen la vida de una provincia. En su esfuerzo por fundar monasterios carmeli
tas reformados, $anta Teresa consiguió su propósito
de restauraren ellos la observancia de la regla de 1247: la vida eremítico-cenobítica.
Concepto de arquitecto Antes de abordar el estudio de la arquitectura que se
gesta en la Orden de los carmelitas, es oportuno men-
7. Ma.del Pilar Tonda Magallón. La reforma Cisneriana. Publicación pr(lxima en Revista Fuentes Humanísticas. UAM.
1998.
8. Joaquín Smet. Op. cit., tomo 11, cap. 1.
cionar brevemente el concepto del término arquitecto que se tenía en el siglo XVI. Sin duda el renovador
es Alberti en el siglo xv, a través del cambio que su
teoría establece, modificando el criterio de Vitruvio.
La arquitectura ha de ser puesta al servicio de la so
ciedad. Deslinda Alberti, apoyado en el pensamiento
de Brunelleschi, el proyecto de la ejecución. De esta
manera la tarea principal del arquitecto es pensar y,
por lo tanto, un acto liberal. En este sentido Diego de
Sagred09 basándose en la teoría renacentista, escri
bió su tratado de arquitectura Medidas del Romano,
publicado en Toledo, en el año 1526, en el cual apare
cía por primera vez el término arquitecto, empleado
en castellano e impreso, referido al architectus vitruviano y albertiano y no al maestro tradicional, más
artesano que artista. El de arquitecto era un oficio liberal y liberales se llaman los que trabajan solamente con el espíritu y con el ingenio, frente a los oficios mecánicos (como el de los canteros). Es significativo
el párrafo'o en el que Sagredo se refiere a los oficiales
como las herramientas de los arquitectos, desligando
por completo la actividad intelectiva de la manual.
Sin embargo, el vocablo arquitecto tardaría en im
ponerse. Generalmente se hablaba de cantero, maes
tro de cantería o maestro de obras. Lo que confiere
relevancia al arquitecto es en realidad su capacidad
para proyectar, es decir, elaborar trazas. De ahí que
en el siglo XVII arquitecto fuera sinónimo de tracista. Es en el núcleo cortesano donde se da paso de maes
tro mayor de las obras reales al de arquitecto. Aun
que recibieran el título de maestros mayores, las
facultades que se les otorgaban eran las propias de
los arquitectos. Faltaba sólo la palabra. Es en 1552
9. Carlos Chanfón Olmos. Sagredo tratadista. UNAM.
México, 1992.
10. Juan José Martín González. El artista en la sociedad española del siglo XVII. Ediciones Cátedra. Madrid, 1996. p.
54. Se estudia en esta obra lo relacionado con la legislación
de los artistas, los gremios y ordenanzas.
11. Loe. cit.
12. Muñoz Jiménez. Op. cit., p. 26. Recogemos un
fragmento de la Regla y Constituciones de los religiosos
descalzos de Nuestra Señora del Carmen del Monte Carmelo
cuando el príncipe Felipe nombra a Francisco
Villalpando: geómetra y arquitecto, vecino de la ciudad de Toledo ... título que se explica por la traduc
ción de la Arquitectura de Serlio hecha por el propio
Villalpando. Una vez más el término y el ejercicio pro
fesional proceden de Italia, pues era la Corte el me
dio a través del cual penetró directamente el . Renacimiento italiano en España."
Por consiguiente, los arquitectos de entonces, en
sentido moderno, serían los maestros tracistas, cuya
cultura era coincidente con la postulada por la teoría
italiana. Aquellos que no se identificaron con el ar
quetipo vitruviano, no deberíamos considerarlos ar
quitectos.
Canon arquitectónico
El inicio formal e histórico del modo o estilo arquitec
tónico propio de la Orden del Carmelo tiene una base
canónica fundamentada en la legislación carmelitana,
la cual alude al tamaño y aspecto formal de sus edifi- .
cios. Las Constituciones del Capítulo de Alcalá de 1581, elaboradas por Santa Teresa, recogen ideas muy
claras de sencillez y moderación, mismas que se re
fuerzan más adelante en el Capítulo General de Pastrana de 1604, publicado en 1623. Se encuentran
aquí indicaciones cada vez más precisas, aunque no
son todavía las totalizadoras.'2 Las medidas están
explicitadas de modo normativo hasta el Capítulo General de 1784, en donde mencionan por separado
el tamaño del templo, celdas y claustro.'3 Mucho an
tes de ser recogidas tales prescripciones éstas ya se
habían llevado a la práctica, incluso existieron iniciati
vas que conminaban a tracistas y prelados a observar
de la Congregación de España. Uclés. 1623 ( ... J De aqui en
adelante no se fabrique ningún convento ( .. . J sin que preceda traza de los artífices de la Orden. en que esté delineada la forma que ha de tener. Y esta mandamos. que sin falta se
guarde, y no se añada ni se quite cosa alguna della, sin especial licencia del Padre General y de consentimiento del mismo artífice ( ... ) los que hicieren o permitiesen lo contrario. sean suspendidos del oficio ( .. . J. 13. Muñoz Jiménez. Op. cit., p 26.
el canon arquitectónico. El proceso iniciado en la se
gunda mitad del siglo XVI culminó cuando el General de la Orden, fray Francisco de la Madre de Dios, re
unió en 1600 a los frailes niás preparados en arquitectura, en Madrid, con objeto de elaborar una traza
moderada de los conventos que se construyeran.
Además del conjunto de normas moderativas y la
aportación trata dística de algunos artífices de la Or
den, se encuentra entre los carmelitas una gran abundancia de construcciones de alta calidad realizadas
por arquitectos y maestros de obras.14 Destacan seis: fray Alberto de la Madre de Dios, fray Alonso de San
José, fray José de la Concepción, fray José de San
Juan de la Cruz, fray Pedro de la Visitación y fray Mar
cos de Santa Teresa, algunos de los cuales llegan a
extender sus intervenciones fuera de la comunidad
religiosa .. A ellos correspondió velar por la disciplina
formal y la voluntad de estilo al construir edificios para la Orden, siguiendo la traza moderada establecida.
El proceso de selección y formación arquitectónica
de los tracistas carmelitanos comenzó por reunirlos en
tres grupos: 1) El de los arquitectos y maestros seglares que se
integraron como legos en el seno de la religión. Los ejemplos de fray Lorenzo de San Nicolás, fray Anto
nio de Herrera o de Francisco Díaz de Ribero, mues
tran que también estaban presentes en otras
órdenes.15
2) Religiosos e incluso prelados que por su dedica
ción y habilidad ejercieron como arquitectos. 3) Artífices formados dentro de la misma Orden por
medio del aprendizaje de novicios especialmente ca
pacitados por tracistas ya consagrados. Esta política fue llevada a las Constituciones
Carmelitanas de 1604 ( ... ) Los que se reciben de legos han de ser artífices y no de cualquier arte, sino de aque
llos que puedan servir. a la Orden, como la de ensamblador, escultor, carpintero, albañil, dorador,
14. Ibídem. 15. Fray Lorenzo de San Nicolás, quien renunció a su carrera
de arquitecto al tomar el hábito agustino en 1612; fray
Antonio de Herrera, hijo o sobrino de Juan de Herrera,
maestro de obras del convento de San Agustín en Manila;
pintor, cirujano y que estén en dichas artes diestros y no sean principiantes ( .. . ).16
Pero la mayoría de los arquitectos eran legos. como fray Andrés de San Miguel. que prefirió dedicarse al
estudio de la arquitectura que ordenarse. Tqnto en este
caso como en el del ilustre fray Alberto de la Madre
de Dios, consta que su formación tuvo lugar dentro
de la congregación. pues no tenían ni antecedentes familiares en el oficio ni previa formación.
El estilo o modo carmelitano también recibió aportaciones y estímulos formales exteriores a la Orden. En efecto, Juan de Herrera. Nicolás de Vergara el
Mozo, Francisco de Mora y Juan Moreno contribuye
ron a la definición del estilo arquitectónico. La jerar
quía del Carmelo necesitada de sacar adelante fábricas, o bien obligada por los patrones. recurría a
los artífices seculares. Pero. sobre todo. acudió a ellos debido a la lucha por conseguir aquella autonomía arquitectónica que con tanto anhelo buscaban tanto los jesuitas como los carmelitas. de ahí la creciente nómina de arquitectos particulares especialmente en
estas dos órdenes.
Evolución de la arquitectura Existen dos modalidades sometidas una y otra a los
sucesivos cambios estilísticos a lo largo de dos siglos
y medio: a) La arquitectura carmelitana. Caracterizada por su
homogeneidad.
b) La arquitectura de los carmelitas. Caracterizada
por su diversidad. El análisis de los numerosos edificios levantados por
la Orden del Carmelo ha conducido a distinguir histó
ricamente cinco etapas sucesivas en el desarrollo de
su estilo arquitectónico. de su gestación. consecución, aceptación y difusión. Ellas son las siguientes: 1. Conventos teresianos y sanjuanistas (1562-1582)
2. Los años de experimentación (1583-1600)
fray Francisco de Ribero, profesó como hermano en la Compañía de Jesús. George Kubler. Arquitectura de los
siglos XVII y XVIII. Ars Hispaniae tomo XlV. Editorial Plus Ultra.
Madrid. passim. 16. Muñoz Jiménez. Op. cit. , p. 35-36.
3. El clasicismo carmelitano (1600-1635) 4. El barroco carmelitano (1635-1700)
5. El siglo XVIII: barroco tardío. rococó y neoclasicismo
Primera etapa: conventos de tiempos de Santa Teresa (1562-1582)
Los primeros veinte años de la reforma teresiana. co
rresponden a la acción personal de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Se caracteriza por la sencillez ex
tremada de los conventos. por la variedad de las fuen
tes de financiación de las fundaciones y por un
consecuente eclecticismo formal propio de los co
mienzos de una empresa religiosa.
Fueron 16 el número de conventos que fundó Santa Teresa (1515-1582) en este lapso de tiempo (véase
Lámina 1). Su primera fundación es la de San José de
Ávila. su ciudad natal. Su preocupación era restaurar
la vida de oración en soledad. que era la esencia de la
vida en el monte Carmelo. "Esto es lo q~e siempre
han de pretender nuestras monjas. estar solas con ti solo". así resumía la narración de la fundación de San
José (Vida). Enseñaba a las hermanas: "El estilo de
vida que profesamos· no es sólo ser monjas. sino soli
tarias" (Camino de perfección). y, de nuevo. en el Cas
tillo Interior'7 les dice: "todas las que traemos este
hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la ora
ción y contemplación ". La nueva fundación estaba
llamada a convertirse en "un retrato imperfecto del
principio de nuestra Orden". El pequeño monasterio
de San José de Ávila -en realidad una casa condicio
nada- no era un eremitorio. El edificio primitivo data
de 1562 y sufrió muchas transformaciones. pero la im
portancia capital que tiene se debe a la intervención
posterior. en 1608. de Francisco de Mora. como después veremos. Las hermanas vivían en estrecha rela
ción. de la que se había eliminado toda d istinción de
clase y de rango. Por iniciativa de Rossi. lo que podría
llamarse la "observancia de Ávila" se convirtió en la
reforma teresiana .
17. Santa Teresa. Obras completas. Editorial Monte Carmelo.
Burgos. 1994.
En los conventos masculinos de estos años se apre
cia una clara tendencia hacia el eremitismo. lo rupes
tre y soterrado. de enorme rigor. pero aún sin ningún rasgo estilístico propio.
Segunda etapa: los años de experimentación (1583-~ 600)
La Orden del Carmelo Descalzo entra en un proceso
de depuración y búsqueda de uniformidad arquitectó
nica que se puede considerar como el tiempo de ex
perimentación. intentando reducir las fábricas a la
pobreza originaria y a un modo o estilo común. Fenó
meno de racionalización que se detecta en otras órde
nes de aquellos años de clasicismb.
Se fundan 67 establecimientos en España y 9 en el
extranjero. Hay una homogeneidad y regularidad en
los edificios que tomarán como modelo el convento
del Espíritu Santo de Toledo. de 1587. No obstante.
aún no se logra el tipo de fachada carmelitana. em
blema de la religión y aportación reservada para la siguiente etapa.
Tercera etapa: el dasicismo carmelitano (1600-1635)
El primer tercio del siglo XVII. 40 años después de la
primera fundación teresiana. se inauguraron en Espa
ña unos 25 conventos carmelitanos y una docena más
en el extranjero. Pero a este número hay que añadir la
renovación de más de 40 edificios fundados con ante
rioridad.lo que configura un panorama de gran riqueza
y complejidad. Ya para entonces existen más de 50
conventos que pertenecen todos a un tipo clásico y
perfectamente definido de templo carmelitano. más
repetitivo que variado y que por adscribirse plenamen
te a un manierismo clasicicista tardío puede llamarse
clasicismo carmelitano.
El Carmelo acaba aceptando el manierismo
clasicista. que Juan Bautista de Toledo. Juan de
Herrera y Felipe 11 intentaban imponer en todo el ám
bito hispano. Los postulados de funcionalidad. seve
ridad y economía de líneas. así como de elementos
arquitectónicos, son comunes en ambos clasicismos.
tanto en el carmelitano como en el de Felipe 11. Esta
modalidad alcanzó en España su máximo exponente
en San Lorenzo del Escorial18 (véase Lámina 2). Así
pues, las formas hispánicas del renacimiento tardío,
es decir, del manierismo arquitectónico de la segun
da mitad del siglo XVI, y el Escorial, junto al texto de
Vitruvio y las versiones españolas de Viñola y Palladio,
son la fuente fundamental de inspiración y el o'rigen
formal de lo que se ha denominado estilo o modo carmelitano 19 (véase Lámina 3).
Bonet Correa encuentra, a su vez, el modelo italiano
antecesor de la fachada carmelitana,20 y dice que este
procede de la arquitectura clásica de la antigua Roma,
de la Curia Hostila, el Aula del Senado, que adquirió su
aspecto definitivo bajo el emperador Diocleciano, cons
trucción que fue después reelaborada en la Baja Edad
Media en Italia, en especial por la Orden franciscana,
para ser I?erfeccionada posteriormente por Francesco
di Giorgio en el convento de San Bernardino de
Urbin021 (véase Lámina 4).
La traza moderada se lleva a la práctica a través de
tracistas o arquitectos oficiales de la Orden, de fuerte
personalidad. El papel que estos desempeñan, además de las medidas legislativas, acabaron por propo
ner un modelo unitario de convento. Todo este
proceso unificador ya tenía por los mismos años un
claro precedente en la arquitectura de la Compañía
de Jesús.22 La búsqueda de la traza moderada, de la
fijación de una tipología, es típica de las épocas de
clasicismo y, en particular, del manierismo clasicista
de la Contrarreforma.
Las tres décadas de gran actividad arquitectónica
en el seno del Carmelo Descalzo están representadas
18. George Kubler. La obra del Escorial. Alianza Editorial.
Madrid, 1983.
19. Muñoz Jiménez. Op. cit., passim. 20. Antonio Bonet Correa. Prólogo de La arquitectura
carmelitana de Muñoz Jiménez, Op. cit., p. 11.
21. Peter Murray. Renaissance Architecture (History ofWorld
Architecture. (Pier Luigi Nervi, General Editor). Harry N.
Abrams. Unc. Publishers. New York. 1971 . p. 94 Y ss. 22. Ma. del Pilar Tanda Magallón. "Conceptos teóricos y
arquitectónicos de la CompañIa de Jesús N
• Estudios de
Tipología Arquitectónica 1997. UAM. México. 1997.
23. Fray Lorenzo de San Nicolás. Arte y uso de la
por tres edificios que serán los arquetipos de todos
los que siguieron y cuyos rasgos más destacados son
la severidad y la elegancia del lenguaje clásico simpli
ficado. El primero es la iglesia de San Hermenegildo
de Madrid (1605) (véase Láminas 5 y 6) que es el mo
delo en cuanto sede del Generalato y en cuanto a la
plasmación de la citada traza moderada; continúa el
prototipo con San José de Ávila (1608) (véase Lámina
7), cristalizando en la Real Encarnación de Madrid
(1610) (véase Láminas 8 y 9) pensada para monjas car
melitas y que marcará el momento clásico que llega
hasta 1620. La tercera etapa arquitectónica carmelitana favore
cida por los esfuerzos uniformadores de los años de
experimentación del último cuarto del siglo XVI. lo
gra un tipo de convento descalzo dotado de rasgos
tan característicos que su influencia se extiende fuera
de los límites del Carmelo. En efecto. el convento
arquetípico es imitado por otras órdenes descalzas (trinitarios, mercedarios, agustinos recoletos. etcéte
ra) que con algunas innovaciones. debidas al agustino fray Lorenzo de San Nicolás23 repiten el modelo a
lo largo de todo el siglo XVII. El tipo de composición.
particularmente referido a las fachadas de las iglesias
de carmelitas, fue el que alcanzó mayor éxito en Es
paña durante los siglos XVII y XVII 1.24 Pero es tan fuer
te el prestigio del modelo carmelitano que se continúa
fielmente en Nueva España, y en otros conventos
carmelitanos portugueses (Evora y Oporto).
El momento clásico fue obra especialmente de un
arquitecto externo a la Orden: Francisco de Mora
arquitectura. Editorial Manuel Román . Madrid. 1716. El
tratadista y arquitecto fray Lorenzo de San Nicolás condujo a la arquitectura conventual hacia derroteros personalisimos
basados en la geometrización casi abstracta de las fachadas
(a base de combinación de piedra. yeso y ladrillo en placas
recortadas) así como a la propagación de cúpulas
encamonadas y otras soluciones contenidas en su técnico y
práctico manual. 24. Antonio Bonet Correa. Iglesias madrileñas del siglo XVII. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto
Diego Velázquez. Madrid. 1984.
(m.1610) y dos carmelitas: fray Alberto de la Maqre de
Dios (1575-1635) en España y fray Andrés de San Miguel (1577-1652) en el virreinato de la Nueva España,
estos últimos pertenecen a la misma generación. De los tres, fray Alberto de la Madre de Dios es el más
activo de todos los tracistas de la Orden; es el autor
de la Real Encarnación de Madrid25 y de numerosas
obras, entre las que se distingue la construcción del
monasterio de la Madre de Dios en la Villa de Lerma,
iniciado por Francisco de Mora, obra que volveremos
a mencionar. El tercero, fray Andrés de San Miguel,
interviene en todas las obras mexicanas de la época y tiene enorme interés por ser el autor de un tratado de
arquitectura,26 sobre el que más adelante nos exten
deremos. Así pues, en todos los templos se impone un mo
delo de estilo homogéneo que sigue fielmente al es
tablecido en San Hermenegildo de Madrid, traza que se instituye legislativamente en las Constituciones
redactadas en Pastrana en 1602, arquetipo basado en la
iglesia de una sola nave sin capillas ni hornacinas laterales, de orden toscano en pilastras y entablamentos,
con cúpula ciega en la capilla mayor, y testero recto.
La posterior existencia de un crucero de brazos muy
cortos que acentúa la longitudinalidad del interior, del
coro alto en los pies y del atrio o compás delantero,
acaban por completar el tipo de iglesia carmelitana
de extremada sencillez. Como ya anticipamos, culmi
na este modelo en el tipo clásico carmelitano: la Real
Encarnación de Madrid, que ya presenta la fachada
organizada a los pies del edificio y el nártex del
sotocoro abierto al exterior con pórtico, faltante en
las obras precedentes, con la excepción de San José
de Ávila. Francisco de Mora. De suma importancia es el ar
quitecto real Francisco de Mora,27 autor de la iglesia
25. Algunos autores (entre ellos Sonet Correa) han asentado
que el autor de la Real Encarnación de Madrid fue Juan
Gómez de Mora, pero actualmente se ha rectificado tal
afirmación. Cfr. Sonet Correa. Las iglesias y conventos de
los carmelitas en México y fray Andrés de San Miguel.
Archivo Español de Arte. Madrid, 1964. P. 34.
26. Eduardo Sáez Macias. Obras de fray Andrés de San
de San José de Ávila (1608) (véase Lámina n que dio
un gran prestigio a la arquitectura de la Orden. Al re-'
construir el antiguo conjunto de Santa Teresa, su aportación notable es el tri pórtico de la fachada del templo. Mora supo interpretar de manera muy personal y ele
gante el nártex sotocoro, y sentó las bases de lo que
sería la arquitectura de la primera mitad del siglo XVII.
La incidencia de Mora en la arquitectura carmelitana es relevante por ser una nueva y vigorosa vinculación de
ésta con el manierismo clasicista de la escuela
herreriana. Con ello los conventos de la Orden alcan
zaron una mayor calidad artística y un definitivo sello
de elegancia y nobleza. El edificio de San José de Ávila
fue enriquecido con obras artísticas de escultura. como
es la valiosa imagen de San José en la fachada, así como en pintura, con obra de Juan Ricci, y los retablos
central y colaterales. A su valor arquitectónico se aña
de el de ser santuario y centro de devoción teresiana.
Por las mismas fechas (1608) consta que Francisco de
Mora en persona atendió la marcha de las obras del monasterio provisional para las monjas carmelitas en la Villa
de Lerma respondiendo a la impaciencia del duque de
Lerma por establecer la nueva comunidad.28 La existen
cia de una traza previa a la construcción del definitivo monasterio de la Madre de Dios (véanse de la Lámina
10 a la 16) induce a pensar que la idea original de este
edificio fue de Francisco de Mora. A su fallecimiento el
duque recurre al fraile carmelita fray Alberto de la Ma
dre de Dios para intervenir en la construcción de dicho
monasterio.
Fray Alberto de la Madre de Dios. A lo largo de los
años, la actuación del fraile carmelita fue cobrando
mayor importancia en las obras fuera de la Orden, que sucesivamente levantó el duque de Lerma, '19 convirtién
dose en arquitecto real a partir de la desaparición de
Mora. De esta manera trazó fray Alberto de la Madre
Miguel. UNAM. México, 1969.
27. George Kubler. Arquitectura de los siglos XVII y XVIII.
Op. cit., p. 9 Y ss.
28. Luis Cervera Vera. El monasterio de la Madre de Dios en
la Villa de Lerma. Editorial Castalia. Madrid. 1973. p . 32-33.
29. Cervera Vera. Op. cit., p. 43.
de Dios la mayor parte del conjunto palaciego y con
ventual de la villa ducal, en donde se encuentran algunos de sus mejores ejempl~res. 30 También intervino en edificios que realizó para la Compañía de Jesús (como
el Noviciado de Madrid y del Colegio de Salamanca).
Es fray Alberto de la Madre de Dios uno de los más
importantes discípulos de Juan de Herrera. Fue re
presentante magistral del último manierismo, y autor de conventos caracterizados por la perfecta adecua
ción a las necesidades y espíritu de la Orden del Carmelo. Llevó a cabo los principios del clasicismo,
es decir, la austeridad, sencillez y nobleza formulados
por Herrera y Andrea Palladio.
Así como en Europa el modelo del Gesú31 consti
tuye el tipo de iglesia moderna, en España fue el de la Encarnación de Madrid el que se repitió con ligeras variantes; creando la fachada más original del barro
co peninsular. El gran proyecto de fray Alberto de la Madre de Dios es precisamente el Real Convento de la Encarnación de Madrid32 (véase Lámina 8) y constituye el más perfecto arquetipo de iglesia y convento descalzo carmelitano. Es al mismo tiempo una obra
carmelitana y cortesana, con profunda trascendencia
nacional33 que sobrepasa los límites de la Orden. Des
tacan en especial los valores de la fachada, concebi
da aplicando la proporción áurea y consiguiendo en
un plano lo que Francisco de Mora en San José de
Ávila había desarrollado en dos, al unir el rectángulo
de las iglesias carmelitanas con el tri pórtico del nártex
sotocoro, superando con esta solución la de San José
de Ávila. El recurso del tri pórtico es paladiano y al
canza la más alta calidad arquitectónica en sobriedad,
proporción y elegancia geométricas, empleando los elementos habituales: nicho, ventanas y escudos. Con
esta obra fray Alberto de la Madre de Dios alcanzó el
prototipo más logrado y completo de convento
30. J. M. Muñoz Jiménez. Fray Alberto de la Madre de Dios
y la arquitectura cortesana. Urbanismo de la Vi/la de Lerma.
Goya. Madrid, 1989. No. 211-212. 31. Sobre el Gesú, modelo jesuita: Ma. del Pilar Tonda
Magallón. Conceptos teóricos y arquitectónicos de la
Compañía de Jesús. Op. cit., passim
32. Agustín Bustamante Garcla. Los artífices del Real
carmelitano, tan buscado a lo largo de la primera década del siglo XVII.
El único texto atribuible al arquitecto carmelita fue Advertencias sobre los tejados, que siendo de tipo técnico tal vez circulaba en el seno de la Orden con la
finalidad de asesorar a priores y maestros de obra para la complicada resolución de armaduras, una de las especialidades de fray Alberto.
Fray Andrés de San Miguel. Fue hermano lego de la Orden de Carmelitas Descalzos de la Provincia de San Alberto de México. Nació en Cádiz (1577) y des
de 1594 hasta 1644, en que fallece en Salvatierra, trabajó este arquitecto y teórico en los diferentes
conventos carmelitas de Nueva España.34 En 1594 se
constituyó la Provincia mencionada novohispana que en 1600 contaba con 92 frailes. La Corona procuró restringir mucho el paso a América de las órdenes reli
giosas, siendo el Carmelo el quinto en llegar, tras los franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas.
Los biógrafos de fray Andrés dicen que tomó el hábito en septiembre de 1600 en el Primer Convento del Carmen en México. Inició después toda clase de estudios en matemáticas, geografía, hidrología, arit
mética y astrología, contando con buenas bibliotecas y renunciando a ordenarse por el deseo de profundi
zar sus conocimientos en arquitectura.
El tratado de fray Andrés es una obra de arquitec
tura y matemáticas estrechamente enlazada con los
tratadistas vitruvianos. Tiene un completo reperto
rio de espadañas, retablos, plantas y fachadas, sien
do lo más destacable por su perfección lo dedicado
a la carpintería de lo blanco y a las maravillosas cu
biertas de madera de tipo ataujerado y de tradición
mudéjar. El tratado de fray Andrés de San Miguel incluye el
seguimiento de las Constituciones de la Orden sobre
Convento de la Encarnación de Madrid. Boletín del
Seminario de Arte y Arqueología. Universidad de Valladolid.
t. XL-XLI, 1975. 33. Antonio Bonet Correa. Iglesias madrileñas del siglo XVII.
Op. cit., p. 25-28. 34. Eduardo Báez Macias. Obras de fray Andrés de San
Miguel. Op. cit., passim.
el tamaño de los edificios. Por otra parte, también en dicho tratado se encuentran plantas tradicionales,
como las de San Angel de México, pero además otras con cubos o torres a los pies, y una característica planta de pequeña iglesia inscrita en un atrio rodeado de
celdas, típica de un desierto carmelitan035 (véase Lá
mina 17). La proporción fue la máxima preocupación
de fray Andrés, misma que le llevó a planear plantas
estrechas y largas, cada vez más alejadas de la planta
centralizada, y a concebir la unidad espacial como pro
fundidad, solución propia del manierismo. También
los patios y claustros desproporcionados, angustiosos, producen una sensación de extrañeza, una visión por
entero subjetiva de la realidad, una actividad
introspectiva del sujeto; una síntesis de la vida
contemplativa. Siguiendo las más avanzadas tendencias de su tiem
po, en especial las del humanista Juan de Herrera, y
el saber de la corte de Felipe 11, fray Andrés expone
su Descripción del Templo de Salomón, intentando
relacionarla con algunos míticos templos del Perú y
con la adecuada forma de los conventos carmelitanos.
Su primera intervención fue en 1606, cuando se le
vantó el conjunto del Desierto de los Leones en
Cuajimalpa (véase Lámina 18). En la iglesia añadió una
capilla lateral trebolada, elemento que luego repitió
en la capilla sacramental de San Ángel en México.
Dicha capilla es de acusado manierismo y está coro
nada con una cúpula sobre un alto tambor y media
naranja. La segunda intervención de fray Andrés tiene lugar
en 1608en la iglesia del Carmen de México, quesubs
tituía a la primitiva capilla de San Sebastián, cuya nave era de excesiva anchura. Fray Andrés moderó el tem
plo que tenía artesonado y cubierta de tijera. Lo que
manifiesta la pobreza original de estos conventos.
En la segunda década del siglo XVII, después de
las dos obras mencionadas, en 1615 trazó una de sus
35. Eduardo Báez Macias. Op. cit., passim. 36. Bonet Correa. Las iglesias y conventos de los carmelitas
en México y fray Andrés de San Miguel. Archivo Español de
Arte. Madrid, 1964. p. 41 .
obras maestras, paradigma de los cenobios carmelitanos para varones de Nueva España: el Cole
gio de San Ángel de Coyoacán, centro destinado a la enseñanza de la filosofía y la teología escolástica y moral. situado en la huerta de Chimalistac. Aquí al
canza fray Andrés de San Miguel su máxima expre
sión clásica casi al mismo tiempo que fray Alberto de
la Madre de Dios en la Real EncarnaCión de Madrid.
La nave de la iglesia de San Ángel ofrece un alzado dórico, está compuesta por cinco tramos de medio cañón
con lunetas, cúpula trasdosada en el crucero y un ábside
semicircular en el presbiterio, muy arcaizante. Dos
cupulillas de media naranja se sitúan a ambos lados de
la capilla mayor, espacios empleados como camerines o relicarios, motivo de verdadera novedad dentro de la
arquitectura carmelitana que volverá a utilizarfray Andrés
en Salvatierra. Son también de gran interés los altares
colocados en las hornacinas del crucero.
La fachada de la iglesia (véase Lámina 19) es de
enorme relevancia en el conjunto de San Ángel, for
ma un ángulo recto con el convento, frente a un espacioso atrio. Su composición, originada en la Real
Encarnación de Madrid, es excepcional ~n México y
no se volverá a repetir en el virreinato novohispano. El
elemento más destacable es el tri pórtico del sotocoro
que presenta el arco central de mayor tamaño que los
laterales, rematados con un frontón. No obstante, este
nártex tripartito no guarda conexión con el resto de la
fachada, no parece que exista una división en tres fa
jas horizontales como ocurre en los hastiales peninsu
lares: tripórtico, ventana del coro y hornacina del santo.
Lo que sí aparece son las antas, clásicas de este tipo
de arquitectura. Se abre en el lado del Evangelio del
transepto una capilla subsidiaria, casi independiente,
con planta trebolada como la triabsidal del Desierto
de los Leones. Muestra su magnificencia el convento trazado por
fray Andrés, formado por 55 celdas, aparte de otros
recintos. El claustro es de un solo nivel (véanse Lámi
na 20 y 21) como los primeros conventos carmelitanos
españoles, con arcos sobre pilares flanqueados por
pilastras de orden toscano, cuyo modelo está toma
do de Viñola a través de la influencia de Serlio,36 que
permite la transformación de las columnas en
pilastras.
En esta segunda década del siglo, fray Andrés de San Miguel traza en el año 16181a iglesia y convento de Santa Teresa de Querétaro, construida sólo en cua~
tro meses. La primera capilla fue muy modesta y se
cubrió con armadura de tijera. El convento de la épo
ca de fray Andrés consistía en un pequeño claustro de un solo piso y tres arcos por lado, con sus dependencias en torno. Los capiteles rematan en corona
ciones manieristas piramidales. Posteriormente, bien entrado el siglo XVIII, se añadió una iglesia al convento.
Cuarta etapa: el barroco carmelitano (1635-1700>..
Empeñados los Padres Generales y los prelados
carmelitas en guardar y mantener el espíritu de pobreza y sencillez de los primeros conventos de Santa
Teresa y de San Juan de la Cruz, persiste el apego a la traza moderada de 1600 y a las fachadas y tipos de fray Alberto de la Madre de Dios. Sin embarg?,
irrumpió el primer barroco español, considerablemen
te más relacionado con las fórmulas manieristas tardías y herrerianas que con el seicento romano· de un
Sernini o un Sorromini. Sin embargo, se aprecia un aumento en la comple
jidad de las soluciones: se generalizan las capillas la
terales, y muchas veces el templo es de tres naves; en
las fachadas se utiliza el hastial mixto de rectángulo con aletones (de influencia jesuítica) que anteriormen
te se empleaba por lo regular solamente en iglesias
conventuales masculinas pero ahora también en las
femeninas. En el último tercio del siglo hay una ten
dencia a la complicación de planos en las iglesias y un
aumento en la ornamentación. En Anda!ucía surgirán
decoraciones pictóricas y yesería de gran riqueza, creándose una estética del todo barroca. Paralela
mente, en las fachadas se va imponiendo el modelo del controvertido convel)to de Santa Teresa de Ávila
(con formas e intenciones barrocas, construido por fray Alonso de San José en 1629 y después demolido (véa
se Lámina 22) con lo que se emplearán torres latera
les en las fachadas; o bien se \Jtilizará el hastial con
aletones. También se levantan magníficas capillas de comu
nión cada vez más grandes y ricas. En Andalucía los
preciosos camerines, yen todas partes espléndidos y
dorados retablos. La arquitectura carmelitana de Portugal y de Nueva España opta por las forma~ más
suntuosas y recargadas, al igual que los conventos an-daluces de ese mismo periodo. .
El siglo XVIII: barroco tardío, rococó y neoclasicismo
Esta etapa será motivo de un estudio posterior. No obstante, anticipando algunos datos significativos, mencionaremos que en el complejo Siglo de las Lu
ces, en el que se manifiesta un paulatino enfriamiento
religioso, se conservaron todos los conventos del si
glo XVII y hay una marcada diferencia entre los más
de 25 edificios de la primera mitad de la centuria (ocho
de ellos en México y Portugal) y los escasos siete ejemplares construidos después de 1750.
Ante la asimilación de formas artísticas de moda en la arquitectura conventual, con ejemplares inmersos en el barroco español, en el refinado rococó de tono internacional y en la aproximación hacia un severo y
elegante neoclasicismo, hay una docena de iglesias que pertenecen con estricta fidelidad al modo clásico
carmelitano, enlazando con la sencillez estructural y
la frialdad decorativa del neoclasicismo. Concluiremos diciendo que en el transcurso del siglo XVIII se cons
truyeron seis de los mejores templos de toda la Orden.
En la ciudad de México, el templo de Corpus Christi (1724) (véanse Lámina 23 y 24) proyectado por el gran
arquitecto barroco Pedro de Arrieta, es el único ejem
plo de iglesia conventual femenina que reproduce el
modelo arquitectónico clásico carmelitano; no obstante, las monjas no fueron carmelitas, si·no clarisas de la
37. Ma. Concepción Amerlinck y M. Ramos Medina .
Conventos de monjas. Grupo Condumex. México, 1995. p .
122. Respecto a Corpus Christi, Angulo señala el carácter
de la fachada: .. nos ofrece una traza que, a no ser por los
tres grandes motivos centrales, se creería de un herreriano
de principios del siglo XVlt . Diego Angulo lñiguez. Historia
del Arte Hispanoamericano. Tomo 11. Salvat Editores.
Barcelona. 1950. p. 533. En la fotografía que presenta Angulc.
la puerta de la fachada consta de un solo vano y no del
pórtico tripartito que aparece en tiempos posteriores.
Primera Regla .37 Las demás iglesias conventuales
mexicanas capitalinas, que sí fueron de carmelitas,
como Santa Teresa la Antigua y Santa Teresa la Nueva, no siguieron este esquema carmelitano.
Perfil tipológico
Encontramos en la arquitectura carmelitana cuatro ti
pos de edificios, de acuerdo a las distintas finalidades
religiosas y organizativas del Carmelo Descalzo: los con
ventos masculinos; los conventos femeninos; los hos
picios y los desiertos.
No hubo en la congregación hispana más que una
traza general aplicable indistintamente a los conven
tos masculinos y femeninos, diseñada en el año 1600
a petición de fray Francisco de la Madre de Dios, a la
sazón General de la Orden, como ya mencionamos.
Conventos femeninos
En España la diferencia entre unos y otros estribó en la mayor fidelidad a la regla teresiana por parte de los cenobios femeninos, en los que se procuraba no su
perar el número de 20 monjas, mientras que en los
masculinos, a veces con categoría de noviciados y
colegios, se superaba frecuentemente esa cantidad.
Otra diferencia sensible se encuentra en el hecho de
que en los conventos femeninos la iglesia se concibe
al servicio de la comunidad descalza, como simple
capilla en la que el elemento más importante es el
coro de monjas; así como los comulgatorios, confe
sionarios, locutorios, etcétera, que son espacios y es
tancias características de la clausura femenina .
También era imprescindible en ellos 'el zaguán del tor
no, al que se abre la puerta reglary la de los locutorios.
Conventos masculinos Los cenobios masculinos estaban dotados de porte
ría, a veces de hospedería, y ello les daba un carácter
más urbano o abierto a los barrios y villas, frente al
hermetismo y la autosuficiencia espacial de los feme
ninos que, con sus altas tapias en las huertas, sus mu
ros de muy pocas ventanas, y sus poco destacadas
capillas, eran como islas o desiertos en la población.
Hay un contraste entre los primeros cenobios mas
culinos sanjuanistas, eremíticos, rupestres y absoluta-
mente informales y algunos ejemplos construidos en
el primer tercio del siglo XVII, cuando se ha producido
el triunfo de la reforma teresiana, notorio por una parte en el gran número de fundaciones carmelitanas que se
llevan a cabo en España, México y Portugal, y por otra,
en la cristalización del estilo propio de la arquitectura.
Las ermitas
Son un elemento obligatorio tanto para los conventos
carmelitanos femeninos como para los masculinos. Las
ermitas se levantan en las huertas, donde el carmelita
debe retirarse a orar en silencio y soledad. El rigor de
la arquitectura unido a la existencia de amplios jardi
nes adomados de ermitas confieren a los monasterios carmelitanos una característica tipoiogía eremítica.
Los hospicios
Su función era asistir a las religiosas de la localidad.
No podían abrir la iglesia a la calle. Los hospicios son el paso previo a la erección de muchos conventos canónicos masculinos.
Desiertos carmelitanos
Son herederos del rigor inicial de los conventos de
San Juan de la Cruz. Se determinó oficialmente que
hubiera uno por cada provincia eclesiástica. Son simi
lares formalmente a los monasterios cartujos, aunque
con mayor sencillez y claridad en su distribución, ca
reciendo del claustro mayor de los cartujos.
Cuentan los desiertos con una iglesia común de una
nave alargada con el crucero en medio. Existen pasi
llos o corredores cubiertos de acceso a la capilla por
sus cuatro lados, lo que acentúa la disposición
cruciforme de su planta. A este núcleo central yorde
nado, seguido en la mayoría de los desiertos de la Orden, se añade un espacio exterior o monte cerca
do por la barda de excomunión, en la que se encuen
tra la portería del santuario y en cuya área se
distribuyen numerosas ermitas para las devociones
solitarias. Situados en lugares arriscados, la labor de
los frailes convirtió muchos de estos yermos en con
juntos de jardines, selvas sagradas, que son también
característica común de los conventos masculinos y
femeninos. Están dotados de espléndidas huertas que,
en ocasiones, como en San Ángel de Coyoacán en
México o en San José de Caravaca, disfrutan de arroyos en su interior.
Plantas eclesiásticas
Dentro del numeroso grupo de templos carmelitanos se opta generalmente por la planta longitudinal, exagerándose muchas veces este principio al encon
trarse iglesias muy largas y estrechas. Las plantas
treboladas y poligonales se aplican en algunas capillas adosadas y unos pocos camerines barrocos.
Ya en 1587 se señala en la legislación carmelitana una
anchura máxima autorizada de 8.40 m, coincidente con
los 7 a 8 m señalados en el Capítulo General de 1784 en
que por primera vez se publicaron las medidas de modo normativo. Hacia el año 1540, fray Andrés de San Miguel insiste en que el templo debe tener 4.5 veces la anchura
en longitud, con una proporción de altura igual a su an
chura. El resultado es un largo y angosto cajón que co
rresponde a uno de los tipos más sencillos y frecuentes de plantas carmelitanas. En ciertos casos estas iglesias
de cajón recibieron capillas adosadas que alteraron en parte su disposición primitiva. Esta planimetría da lugar
a un sistema constructivo muy sencillo, obligado por la.
delgadez de los muros rectos y sin contrafuertes o estribos de refuerzo, y basado en la cubierta liviana de ma
dera o de medio cañón fingido a base de escayola. No obstante, la planta canónica carmelitana será la
de cruz latina, que ofrece tres modalidades de mayor
o menor complejidad:
'a} La nave sin capillas laterales con brazos muy cortos del crucero y cabecera recta, habitual en los con
ventos femeninos. b} La nave con capillas laterales, de tipo jesuítico, muy
frecuente en los templos masculinos. En los tiem
pos barrocos se sigue en algunas iglesias de monjas
(San José de Calahorra o las Fecetas de Zarago~a).
c} Los templos de tres·nayes. Son los ejemplares más
ambiciosos y sin duda derivados también del tipo
jesuítico, por cuanto en ellos las capillas laterales comunicadas acaban porformar una nave continua
da que se abre lateralmente al crucero (Espíritu Santo de Toledo, San Hermenegildo de Madrid).
Edificios todos para varones. d} Variante de cruz latina: iglesias de nave con crucero
equidistante respecto a los pies y a la cabecera. El
presbiterio, muy profundo, es utilizado especial
mente como cementerio. A este tipo pertenecen
algunos desiertos carmelitanos (Desierto de los
Leones en Cuajimalpa México, San José de Batuecas). Los casos en que las iglesias constan de capillas o camerines laterales son excepciones barrocas comparables con las variaciones en la planta
de las cabeceras de las iglesias proyectadas porfray Andrés de San Miguel en México, tanto en el caso de San Ángel en Coyoacán, como en Salvatierra y quizás en Puebla, y aún con más complicaciones
en ejemplos recogidos en su tratado de Arquitectura.
Materiales Se utilizaron los más baratos y también los más
abundantes en la localidad donde se levantara el edi
ficio. Por ejemplo, se detectan fábricas de ladrillo (Malagón, Alcalá de Henares) localidades tradicional
mente arcillosas; o se recurre a tosca mampostería (Pastrana, Yepes, Toledo). Como ejemplo de acomodaciÓn al medio geográfico: en las bóvedas de la igle
sia del Carmen en Salvatierra, en México, construida
por fray Andrés de San Miguel, se utilizó la ligera piedra de tezontle. Con el tiempo se trató de dignificar estéticamente estos humildes materiales, combinan
do por ejemplo ladrillo con piedra en las fachadas.
consiguiéndose una bicromía característica y agrada
ble (Guadalajara, Pastrana, Medina del Campo o San
ta Teresa de Talavera). En otros casos se buscó la diferenciación compositiva, como en San Juan de la Cruz de Alba de Tormes, en que el rectángulo central es de buena sillería, mientras que los cuerpos latera
les se hicieron de ladrillo pardo. En otros casos se labra la fachada con cantería de
calidad, para resaltar aún más la elegancia del tipo carmelitano de origen paladiano (Medina de Rioseco,
Lerm¡;¡, Salamanca) llegándose en ocasiones a labrar
todo el conjunto de sillería (el Carmen de Segovia. la Encarnación de Madrid o Santa Teresa de Ávila).
Uso de órdenes clásicos Predomina abrumadora mente el toscano-pseudo
dórico, por ser el orden que se consideraba más ade
cuado a los templos de frailes como de monjas. El
uso de otros órdenes es muy escaso. Hay uno o dos ejemplos que emplean el orden jónico o el compuesto, y el orden salomónico se reduce a algunos ricos retablos y a exóticas y contadas portadas (Santa Teresa la Antigua en México, o la del Carmen de ~vora) .
Cubiertas
El análisis sistemático de las cubiertas de los templos
carmelitanos conduce a detectar varias versiones, pero
éstas son minoritarias: bóvedas rebajadas de cañón,
cubiertas de madera de par-hilera (en iglesias andalu
zas y mexicanas) o bóvedas de crucería góticoarcaizante en los primeros tiempos de la reforma
teresiana. Poco después predominó el tipo de cubier
ta que consistió en bóveda de medio cañón con lunetos
dividida por varios arcos fajones a lo largo de la nave, y
el mismo tipo de bóveda sobre el presbiterio y los bra
zos del crucero. Los lunetos arrancan de semicírculos
termales generalmente cerrados. Además, se levanta una cúpula ciega de media naranja, sin tambor, sobre
la capilla mayor o centro de la cruz. Con cierta frecuen
cia la media naranja se presenta rebajada y casi llega a
ser un casquete plano de dudoso efecto (Talavera,
Sigüenza, Alcalá, Toledo, Daimiel, Malagón, Aguilar o
Ecija). Estas cúpulas se envuelven por un cimborrio o
torre cuadrada que disimula su factura encamonada
(véase Lámina 14). Excepcionalmente aparecen las cúpulas trasdosadas, como las de San Ángel (véase Lami
na 25) (o la de los carmelitanos de Lorca) debidas al
influjo local. Se concluye que es difícil encontrar algún
ejemplo de cúpula completa, es decir, con tambor,
media naranja y linterna.
Fachadas Es uno de los elementos característicos del tipo
carmel itano. Se distinguen tres t ipos fundamentales:
la carmelitana, la viñolesca y la de torres laterales. Se
observa que las dos últimas pertenecen, casi sin ex
cepción, a templos masculinos.
38. Andrea Palladio (1508-1580). The Four Books of
Architecture. Dover Publications, Ine. New York, 1965.
39. Muñoz Jiménez. Op.cit., p. 64 Y ss.
40. Peter Murray. Renaissance ... op. cit., pp. 233 Y ss.
La fachada carmelitana. Es de origen paladiano,38 y está compuesta por un rectángulo, de proporción áurea, coronado por un frontón recto en cuyo centro se abre un óculo. La superficie está delimitada lateralmente por
las antas o pilastras toscanas que abarcan toda la altura
de la fachada, desde un zócalo hasta un entablamento
inmediato al frontón citado. Elementos obligados en el
eje central son: la hornacina para la imagen titular, la ven
tana que ilumina el coro y , en ocasiones, los escudos de
la Orden o de los patronos del convento.39
Como entrada del templo encontramos tres soluciones:
a) Un solo vano arcado o adintelado.
b) Arco central y dos ventanas laterales (solución
serliana).
cl Tripórtico o nártex sotocoro que se abre al exterior
con tres arcos a veces iguales y otras destacando el . central en altura.
La tercera solución configura el modelo más
arquetípico y logrado de la fachada carmelitana, imitada por las otras órdenes religiosas (véase Lámina 3).
La fachada viño/esca. Corresponde a templos de
tres naves o con capillas laterales, es decir, de tipo
jesuítico, por lo que el cuerpo inferior se integra al
superior por medio de aletones siguiendo el Gesú de
Roma40 (véase Lámina 26). Así que los aletones son
característicos de este tipo de fachada. En este caso
la arquitectura carmelitana siguió la versión mixta,
consistente en presentar el rectángulo carmelitano en
la calle central y los aletones apoyados en el cuerpo bajo extendido. Hay algunas variantes dentro de este
tipo de fachadas, donde puede aparec~r el tripórtico
o carecer de él, o bien el empleo del orden gigante y
el menor, procedente de la fachada paladiana.
Son numerosos los templos carmelitanos con la
solución de fachada mixta (Lerma, Belén de
Antequera, Epifanía de Guadalajara, Espíritu Santo de
Toledo, Noles, Enguera, La Selva, Alba de Tormes,
Budía, Villanueva de la Jara, Soria, etcétera). Todos
templos masculinos, aunque acabaron aceptándose
en algunos femeninos (Zaragoza, Calahorra, Corella)
(véase Lámina 3).
La fachada de torres laterales. También, como la an
terior, suele reponder a un interior amplio de tres naves
y también se conserva el rectángulo central carmelitano,
o por lo menos los elementos habituales en los hastiales de la Orden. El modelo de fachada proviene de Santa Teresa de Ávila (véase Lámina 22) proyectada por fray Alonso de San José, como ya indicamos. Es habitual que las torres laterales se coronen con dos espadañas ge
melas (Burgos, Marquina, Salamanca, Triana-Sevilla, Málaga, Lorca, Padrón) (véase Lámina 3).
Conviene señalar que en cuatro iglesias carmelitanas aparecen dos portadas gemelas latera
les abiertas a la calle (solución de algunas iglesias de
otras órdenes), así como se hizo en las carmelitas mexicanas de: Santa Teresa la Antigua y Santa Teresa
la Nueva, esquema seguido en todas las iglesias conventuales novo hispanas, sobre todo del siglo XVII.
Atrios o compases delanteros
Es un fenómeno muy frecuente la apertura de las fa
chadas carmelitanas a atrios y compases delanteros con carácter urbanístico, en la búsqueda de perspectivas que favorecen la contemplación de la composición arquitectónica. Como es sabido, esta es una organización característica del urbanismo barroco, pero ya se percibe en la época del manierismo. Se
sigue el modelo de Francisco de Mora en San José de Ávila y de fray Alberto de la Madre de Dios en la
Real Encarnación de Madrid. Las variantes son:
a) Un atrio formado por dos alas conventuales (San
Hermenegildo de Madrid, Yepes, la Epifanía de
Guadalajara, Boadilla del Campo).
b) Los espacios abiertos a una plazoleta cercada por
un pretil o barandilla (Nules, Murcia, Peñaranda de
Bracamonte).
41. Muñoz Jiménez. Op. cit., p. 26.
c) Espacios abiertos o grandes atrios situados delante
de las iglesias conventuales mexicanas y andaluzas.
Claustros
Según las leyes arquitectónicas se debían construir los claustros con un solo piso. Se impuso en la Orden, a partir del 20. priorato de San Juan de la Cruz en el
convento de Granada, en 1583, la norma de evitar los corredores o pisos altos de los claustros, siendo des
de entonces obligatorio. Además las leyes señalaron las medidas máximas de los patios: 16 a 18 m de lado
y 2 a 3 m de altura . Las celdas no excederán la superficie de los 3 m, excepto las destinadas a los enfermos para las que se concede mayor amplitud.'l Las excepciones fueron en Santa Teresa de Ávila, de mayores medidas; claustros de dos pisos, como en Orizaba, México (Lesaca, Lucena, Jaén) y claustros de tres pisos (Fecetas de Zaragoza).
Retablos La mayoría de los templos carmel itanos colocan un retablo mayor en el muro del presbiterio y dos reta
blos colaterales de estilo semejante al central. Es importante señalar que a través de los retablos entró el arte barroco en la Orden, ya que no había normas que restringieran su composición, ni diseño estilístico.
Las primeras muestras obedecen a líneas muy clásicas y moderadas, pero progresivamente van
recargándose de más ornamentación. Aparecen en
fecha temprana las columnas salomónicas. diseñadas por fray Alonso de San José para el Carmen de
Corella en 1639.
Lámina 1. Primera etapa: conventos de los tiempos de Santa
Teresa (1562-1582).
Lámina 2. San Lorenzo de El Escorial. Patio de los Reyes (1563-
1584).
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g _ r!l """" Lámina 3. Fachadas de iglesias conventuales carmelitanas .
Lámina 4. Iglesia de San Bemardino en Urbino (Italia). Atribuida a
Francesco di Gio~gio (entre 1482 y 1491).
Lámina 6. Planta de San Hermenegildo de Madrid y de otras
iglesias carmelitanas.
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Lámina S. Iglesia de San Hermenegildo. hoy San José
(modificada). Grabado de 1844.
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Lámina 7. Iglesia de San José de Ávila (1608).
Lámina 8. Iglesia de la Real Encarnaci6n de Madrid (1610).
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Lámina 9. Planta de la Real Encarnaci6n de Madrid.
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Lámina 10. Planta primera . Monasterio de la Madre de Dios en la
Villa de Lerma (1608).
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Lámina 11. Planta general de cubiertas. Monasterio de la Madre
de Oios (Villa de Lerma)
Lámina 12. Sección transversal del Monasterio de la Madre de
Dios (Villa de Lerma).
Lámina 13. Sección longitudinal del Monasterio de la Madre de
Dios (Villa de Lerma).
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Lámina 14. Sección de la cúpula del crucero de la iglesia. Mon.
de la Madre de Dios.
lámina 15. Armadura del crucero. Proyecciones horizontales.
Mon. de la Madre de Dios.
Lámina 16. Fachada de la iglesia . Monasterio de la Madre de Dios.
Lámina 17. Tratado de fray Andrés de San Miguel. Plantas de
iglesias. Planta de un desierto.
Lámina 18. Conjunto del Desierto de los Leones (1606.
Cuajimalpa. México). Fotografía : cortesía del Arq. Pedro Irigoyen.
Lámlna19. Fachada de la iglesia del conjunto carmelita para
varones de San Ángel (1615). Fotografía: cortesía del Arq. Pedro Irigoyen.
Lámina 20. Claustro del conjunto carmelita de San Ángel.
Fotografía: cortesía del Arq. Pedro Irigoyen.
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l' LA~lna 22. Iglesia de Santa Teresa de Ávila ( 1629).
Lámina 21. Planta del conjunto carmelita de San Ángel.
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Lámina 23. Templo para monjas clarisas de Corpus Christi en
México (1724). Fotoorafía antigua de Angulo lñiguez (sin el
trip6rtico actuaO.
Lámina 24. Templo para monjas carmelitas de Corpus Christi en
Alcalá de Henares (1614) Madrid.
lámina 25. Cúpulas trasdosadas de la iglesia de San Ange l. I
Foto!=lrafía: cortesía del Arq. Pedro Irigoyen.
Lámina 26. La iglesia jesuítica el Gesú (Roma) (1568). Proyectada
porViñola.
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