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405 PRESENCIA DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS EN EL QUIJOTE 1 JUAN ANTONIO LÓPEZ FÉREZ Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Madrid En trabajos anteriores me he ocupado de algunos mitos y personajes míticos clásicos en Cervantes, así como de la tradición clásica en el Quijote. Amplío ahora mi búsqueda, concentrándome en la presencia de autores griegos y latinos en la genial novela. 1. ALUSIONES A AUTORES DE LA LITERATURA GRIEGA He contado veintisiete menciones de tales autores 2 . Procuro seguir un orden cronológico y ceñirme a lo esencial. a. De Homero 3 he localizado ocho noticias. En el prólogo de la inmortal obra leemos así: “si (sc. tratáredes) de encantadores y hechiceras, Homero tiene a Calipso y Virgilio a Circe” 4 . 1 Trabajo realizado dentro del Proyecto de investigación HUM2006-08548 de la Dirección General de Investigación (Ministerio de Educación y Ciencia). Sigo la edición de F. Rico, Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha, Madrid, Real Acade- mia Española, 2004. (Los puntos suspensivos entre paréntesis son míos, señal de que, por mor de brevedad, he omitido elementos innecesarios para este trabajo). 2 No entran en la cuenta los adjetivos correspondientes de que hablaré. 3 Su vida poética tiene lugar a fines del VIII a. C., según los estudiosos. 4 Don Quijote, Prólogo, p. 12. Se entiende bien la referencia a Calipso, que es mencionada bastante en la Odisea (24). Por su lado, Medea la tenemos cuatro veces en Virgilio: Bucólicas, 8.70; Eneida, 7.20.191.282.

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PRESENCIA DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS EN EL QUIJOTE1

JUAN ANTONIO LÓPEZ FÉREZ

Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Madrid

En trabajos anteriores me he ocupado de algunos mitos y personajes míticos

clásicos en Cervantes, así como de la tradición clásica en el Quijote. Amplío ahora mi búsqueda, concentrándome en la presencia de autores griegos y latinos en la genial novela.

1. ALUSIONES A AUTORES DE LA LITERATURA GRIEGA He contado veintisiete menciones de tales autores2. Procuro seguir un orden

cronológico y ceñirme a lo esencial. a. De Homero3 he localizado ocho noticias. En el prólogo de la inmortal obra leemos así: “si (sc. tratáredes) de encantadores

y hechiceras, Homero tiene a Calipso y Virgilio a Circe”4.

1 Trabajo realizado dentro del Proyecto de investigación HUM2006-08548 de la Dirección General

de Investigación (Ministerio de Educación y Ciencia). Sigo la edición de F. Rico, Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha, Madrid, Real Acade-

mia Española, 2004. (Los puntos suspensivos entre paréntesis son míos, señal de que, por mor de brevedad, he omitido

elementos innecesarios para este trabajo). 2 No entran en la cuenta los adjetivos correspondientes de que hablaré. 3 Su vida poética tiene lugar a fines del VIII a. C., según los estudiosos. 4 Don Quijote, Prólogo, p. 12. Se entiende bien la referencia a Calipso, que es mencionada bastante

en la Odisea (24). Por su lado, Medea la tenemos cuatro veces en Virgilio: Bucólicas, 8.70; Eneida, 7.20.191.282.

406 PRESENCIA DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS EN EL QUIJOTE

En otro lugar tenemos una adaptación de Horacio. En efecto, Sansón Carrasco dialoga con nuestro héroe a propósito de quienes se afanan por buscar errores en las obras impresas:

–Todo eso es así, señor don Quijote –dijo Carrasco–, pero quisiera yo que los

tales censuradores fueran más misericordiosos y menos escrupulosos, sin atenerse a los átomos del sol clarísimo de la obra de que murmuran: que si “aliquando bo-nus dormitat Homerus”, consideren lo mucho que estuvo despierto por dar la luz de su obra con la menos sombra que pudiese, y quizá podría ser que lo que a ellos les parece mal fuesen lunares, que a las veces acrecientan la hermosura del rostro que los tiene5.

Recojo ahora una secuencia admirable, algo extensa, pues nos servirá para refe-

rirnos a varios autores griegos y latinos. Efectivamente, preguntándole Don Quijote al Caballero del Verde Gabán cuántos hijos tenía, así le contesto éste:

–Yo, señor don Quijote, – respondió el hidalgo–, tengo un hijo, que, a no tener-

le, quizá me juzgara por más dichoso de lo que soy, y no porque él sea malo, sino porque no es tan bueno como yo quisiera. Será de edad de diez y ocho años; los seis ha estado en Salamanca, aprendiendo las lenguas latina y griega, y cuando quise que pasase a estudiar otras ciencias, hallele tan embebido en la de la poesía (si es que se puede llamar ciencia), que no es posible hacerle arrostrar la de las le-yes, que yo quisiera que estudiara, ni de la reina de todas, la teología. Quisiera yo que fuera corona de su linaje, pues vivimos en siglo donde nuestros reyes premian altamente las virtuosas y buenas letras, porque letras sin virtud son perlas en el mu-ladar. Todo el día se le pasa en averiguar si dijo bien o mal Homero en tal verso de la Ilíada; si Marcial anduvo deshonesto o no en tal epigrama; si se han de entender de una manera o otra tales y tales versos de Virgilio. En fin, todas sus conversacio-nes son con los libros de los referidos poetas, y con los de Horacio, Persio, Juvenal y Tibulo, que de los modernos romancistas no hace mucha cuenta; y con todo el mal cariño que muestra tener a la poesía de romance, le tiene ahora desvanecidos los pensamientos el hacer una glosa a cuatro versos que le han enviado de Sala-manca, y pienso que son de justa literaria6.

5 Don Quijote, 2.3, p. 573. En la horaciana Arte poética, 358-359, leemos: [...] et idem/ indignor

quandoque bonus dormitat Homerus, “e, igualmente, indígnome cuando el buen Homero dormita”. 6 Don Quijote, 2.16, pp. 665-666. Los mencionados autores griegos y latinos entraban, en mayor o

menor medida, dentro de los planes de estudios de la universidad de Salamanca, según los especialistas en el siglo XVI. Por ejemplo, Nebrija se ocupaba de Virgilio y Persio en sus lecciones de crítica textual. Por otra parte, en el plan ideal de Pedro Simón Abril se enumera, entre los citados, a Homero, Hora-cio,Tibulo, Virgilio y Marcial.

Para ayuda del lector siguen unos datos cronológicos para los autores de que no vamos a añadir na-da más por contar con sólo esta mención en la insigne novela: Tibulo (54-19 a. C.), Persio (34-62 d.C.), Marcial (40-104 d.C.), Juvenal (65-128 d. C.).

TUS OBRAS LOS RINCONES DE LA TIERRA DESCUBREN (VI CINDAC) 407

El héroe manchego no cree apropiado forzar a los hijos a estudiar determinada ciencia, defiende la vocación del muchacho, pero discrepa de que no aprecie en lo debido la poesía escrita en romance:

Y a lo que decís, señor, que vuestro hijo no estima mucho la poesía de roman-

ce, doyme a entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es ésta: el gran-de Homero no escribió en latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en grie-go, porque era latino; en resolución, todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las extranjeras para declarar la alteza de sus conceptos; y siendo esto así, razón sería que se extendiese esta cos-tumbre por todas las naciones, y que no se desestimase el poeta alemán porque es-cribe en su lengua, ni el castellano, ni aun el vizcaíno que escribe en la suya7.

En otro lugar, Don Quijote le habla a Sancho con estas razones:

[...] y así lo ha de hacer y hace el que quiere alcanzar nombre de prudente y su-frido, imitando a Ulises, en cuya persona y trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de prudencia y de sufrimiento, como también nos mostró Virgilio en persona de Eneas el valor de un hijo piadoso y la sagacidad de un valiente y entendido ca-pitán, no pintándolo ni descubriéndolo como ellos fueron, sino como habían de ser, para quedar ejemplo a los venideros hombres de sus virtudes8.

Por su lado, a propósito de los libros de caballerías Palmerín de Olivia y Pal-

merín de Ingalaterra, dice el cura:

–Esa oliva se haga luego rajas y se queme, que aun no queden de ella las ceni-zas, y esa palma de Ingalaterra se guarde y se conserve como a cosa única, y se haga para ello otra caja como la que halló Alejandro en los despojos de Dario, que la disputó para guardar en ella las obras del poeta Homero9.

A manera de composición en anillo, en el último capítulo de la novela se nos

dice de este modo:

Este fin tuvo el ingenioso hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Ci-de Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha

7 Don Quijote, 2.26, p. 667. 8 Don Quijote, 1.25, p. 234. Cfr. el pasaje citado en nota 56. 9 Don Quijote, 1.6, p. 64. En la Vida de Alejandro plutarquea, 26, se nos dice que el macedonio,

habiéndosele presentado un cofrecito (kibótion) que era tenido por lo más precioso de entre los despojos de Darío, preguntó a sus acompañantes qué sería lo más adecuado para guardarlo en tal lugar, y, respon-diéndole cada uno una cosa, afirmó que depositaría allí la Ilíada para tenerla a salvo. Añade Plutarco: “Eso lo han testimoniado no pocos de los dignos de crédito”.

408 PRESENCIA DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS EN EL QUIJOTE

contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero10.

Finalmente, en otra ocasión, no aparece explícitamente el nombre de Homero

pero se trasluce claramente por el contexto. Tal sucede cuando el cura contesta a las palabras del canónigo a propósito de los libros de caballería:

–Así es como vuestra merced dice, señor canónigo –dijo el cura–, y por esta

causa son más dignos de reprehensión los que hasta aquí han compuesto semejan-tes libros, sin tener advertencia a ningún buen discurso ni al arte y reglas por donde pudieran guiarse y hacerse famosos en prosa, como lo son en verso los dos prínci-pes de la poesía griega y latina11.

b. De Esopo12 cuento con una referencia. Cuando se iban adentrando por lo más

áspero de Sierra Morena, Sancho se queja amargamente de que Don Quijote no le permita hablar todo lo que quisiera:

–Señor don Quijote, vuestra merced me eche su bendición y me dé licencia,

que desde aquí me quiero volver a mi casa y a mi mujer y a mis hijos, con los cua-les por lo menos hablaré y departiré todo lo que quisiere; porque querer vuestra merced que vaya con él por estas soledades de día y de noche, y que no le hable cuando me diere gusto, es enterrarme en vida. Si ya quisiera la suerte que los ani-males hablaran, como hablaban en tiempo de Guisopete, fuera menos mal, porque departiera yo con mi jumento lo que me viniera en gana y con esto pasara mi mala ventura; que es recia cosa, y que no se puede llevar en paciencia, andar buscando aventuras toda la vida, y no hallar sino coces y manteamientos, ladrillazos y puña-das, y, con todo esto, nos hemos de coser la boca, sin osar decir lo que el hombre tiene en su corazón, como si fuera mudo13.

c. Dos menciones de Hipócrates he hallado. Las dos aparecen en relación con el

médico de la ínsula Barataria. La primera alude a la vigilancia estricta de los man-jares que ha de comer, o no, el gobernador, y está a medio camino entre lo serio y

10 Don Quijote, 2.74, p. 1104. Efectivamente, según la tradición, desde el siglo VI a. C., Esmirna,

Rodas, Colofón, Salamina, Quíos, Argos y Atenas afirmaban haber sido la patria del poeta ciego. 11 Don Quijote, 1.48, p. 493. 12 Bajo el nombre de Esopo, personaje semilegendario, nos ha llegado la mayor parte de las fábulas

griegas. Lo mencionan, entre otros, Heródoto (2.134: habría sido un esclavo frigio cuya vida transcurrió hacia el 600 a.C.; por medio de fábulas aconsejó a Creso, entre otros, y murió en Delfos de modo injus-to) y Aristófanes (Avispas 1446: fábula del águila y el escarabajo). Aristóteles, Plutarco y otros escrito-res nos han transmitido detalles curiosos sobre su vida y obra. La primera colección de fábulas que nos ha llegado es la Augustana, redactada en los siglos II-III d. C.

13 Don Quijote, 1.25, p. 231. Durante la Edad Media se llamó Guisopete o Isopete, es decir, Peque-ño Esopo, a una colección de fábulas muy conocida.

TUS OBRAS LOS RINCONES DE LA TIERRA DESCUBREN (VI CINDAC) 409

lo jocoso. Efectivamente, cuando Sancho se disponía a dar buena cuenta de un plato de perdices bien sazonadas, leemos así:

–Ésas no comerá el señor gobernador en tanto que yo tuviere vida. –Pues, ¿por qué? –dijo Sancho. Y el médico respondió: –Porque nuestro maestro Hipócrates, norte y luz de la medicina, en un aforis-

mo suyo dice: “Omnis saturatio mala, perdicis autem pessima”. Quiere decir: ‘To-da hartazga es mala, pero la de perdices malísima’.

Unas líneas más adelante, afirmando Sancho que le sería de gusto y provecho

una olla podrida, que delante de él estaba humeando, obtuvo esta respuesta:

–¡Absit! –dijo el médico–. Vaya lejos de nosotros tan mal pensamiento: no hay cosa en el mundo de peor mantenimiento que una olla podrida. Allá las ollas po-dridas para los canónigos o para los rectores de colegios o para las bodas labrado-rescas, y déjennos libres las mesas de los gobernadores, donde ha de asistir todo primor y toda atildadura14.

La segunda la leemos, algo después, cuando Sancho se extiende en un ordenado

discurso a propósito de los jueces y gobernantes, mencionando al doctor Recio de quien dice que, a fuerza de no dejarle comer nada, quiere que muera de hambre, por más que afirme que esa muerte es vida:

Todos los que conocían a Sancho Panza se admiraban oyéndole hablar tan ele-

gantemente y no sabían a qué atribuirlo, sino a que los oficios y cargos graves o adoban o entorpecen los entendimientos. Finalmente, el doctor Pedro Recio Agüe-ro de Tirteafuera prometió de darle de cenar aquella noche, aunque excediese de todos los aforismos de Hipócrates15.

d. De Platón he contado tres apariciones. Una de ellas contiene una máxima la-

tina. En efecto, casi al final de la carta que el hidalgo manchego dirige a su escude-ro ya gobernador de la ínsula Barataria, leemos así:

14 Don Quijote, 2.47, pp. 900-901. No he localizado en la versión latina el aforismo hipocrático co-rrespondiente. Leyendo los Aforismos, el que más se le aproxima es el 1.4, que, en mi versión española, dice así: “Las plenitudes llevadas al extremo: molestas”. El resto sería invención cervantina.

Puede ilustrarnos lo que leemos en Feijoo, Teatro crítico universal (Régimen para conservar la sa-lud, 1.3.10): “El famoso médico Sanctorio borró el vulgarizado aforismo omnis saturatio mala, panis vero pessima, sustituyendo por el pan la carne, y pronunciando así: omnis saturatio mala, carnis vero pessima”.

Nótese, por lo demás, el subjuntivo prohibitivo absit, es decir, “aléjese, apártese”, referido al plato que Sancho tanto deseaba. En este caso, el médico acude al latín para dar más fuerza a sus palabras. Tal forma latina es clásica: contamos con 190 apariciones de la misma.

15 Don Quijote, 2.49, pp. 917-918.

410 PRESENCIA DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS EN EL QUIJOTE

Un negocio se me ha ofrecido, que creo que me ha de poner en desgracia de es-tos señores; pero aunque se me da mucho, no se me da nada, pues, en fin en fin, tengo de cumplir antes con mi profesión que con su gusto, conforme a lo que suele decirse: “Amicus Plato, sed magis amica veritas”. Dígote este latín porque me doy a entender que después que eres gobernador lo habrás aprendido16.

Por otro lado, cuando Cervantes, en el prólogo de la insigne novela, cuenta a un

amigo sus vacilaciones a la hora de escribirlo, de tal modo que ni quería escribirlo ni sacar a la luz las hazañas del noble manchego, nos dice de este modo:

–Porque, ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo le-

gislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis años a cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes?17.

En otra ocasión, la Trifaldi está hablando del enamorado de la infanta Antono-

masia, lamentándose de haberse dejado convencer por él mediante la adulación y unas coplas que cantó una noche:

Pareciome la trova de perlas, y su voz, de almíbar, y después acá, digo, desde

entonces, viendo el mal en que caí por estos y otros semejantes versos, he conside-rado que de las buenas y concertadas repúblicas se habían de desterrar los poetas, como aconsejaba Platón, a lo menos los lascivos, porque escriben unas coplas, no como las del marqués de Mantua, que entretienen y hacen llorar los niños y a las mujeres, sino unas agudezas que a modo de blandas espinas os atraviesan el alma y como rayos os hieren en ella, dejando sano el vestido18.

16 Don Quijote, 2.51, pp. 942-943. “Amigo es Platón, pero más amiga la verdad”, máxima clásica en

la que se exhorta a seguir la verdad por encima de cualquier amistad, aunque se trate de una persona de la mayor relevancia y prestigio. En Aristóteles, Ética nicomaquea, 1.6.1, 1096 a 16, leemos: “parecería que es mejor, e, incluso, necesario, perder los lazos personales para salvación de la verdad, sobre todo cuando se es filósofo: siendo ambos nuestros amigos, sagrado es preferir la verdad (amphoîn gàr óntoin phíloin hósion protimân tēn alētheian)”. La frase transcrita parece ser, en parte, un verso anóni-mo.

La frase Amicus Plato, magis amica veritas, la registra, por ejemplo, Aldo Manucio, Adagia, París, 1500. Véase, además, L. Taran, 1984.

17 Don Quijote, Prólogo, p. 8. 18 Don Quijote, 2.38, p. 843. En la República platónica, libros segundo y décimo, se propugna deste-

rrar a los poetas de la ciudad.

TUS OBRAS LOS RINCONES DE LA TIERRA DESCUBREN (VI CINDAC) 411

Con las debidas reservas incluyo aquí el adjetivo “platónico”, presente tres ve-ces, según mis datos, en la inmortal novela cervantina. Dispuesto Sancho a mar-charse para cumplir el encargo de su amo –llevarle a Dulcinea una carta (escrita ahora de modo provisional en un librillo, pero que el escudero había de conseguir que la trasladaran en papel con buena letra) y contarle los desatinos que estaba haciendo por ella–, Don Quijote puntualiza de este modo:

–Y en lo que toca a la carta de amores, pondrás por firma: “Vuestro hasta la

muerte, el Caballero de la Triste Figura”. Y hará poco al caso que vaya de mano ajena, porque, a lo que yo me sé acordar, Dulcinea no sabe escribir ni leer y en to-da su vida ha visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin extenderse a más que a un honesto mirar. Y aun eso tan de cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en doce años que ha que la quie-ro más que a la lumbre de estos ojos que han de comer la tierra, no la he visto cua-tro veces, y aun podrá ser que de estas cuatro veces no hubiese ella echado de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con que sus padres, Lorenzo Corchuelo y su madre Aldonza Nogales, la han criado19.

La segunda se nos presenta cuando Sansón Carrasco le cuenta a Don Quijote

cómo se difunde la obra escrita por Cide Hamete, en la cual se trata, entre otros puntos, de “la honestidad y continencia en los amores tan platónicos de vuestra merced y de mi señora doña Dulcinea del Toboso”20.

En la tercera, ante la reprimenda del eclesiástico que niega la existencia de ca-balleros andantes, gigantes, malandrines y Dulcineas encantadas, el héroe manche-go, entre otras razones, afirma:

–Yo he satisfecho agravios, enderezado tuertos, castigado insolencias, vencido

gigantes y atropellado vestiglos; yo soy enamorado, no más de porque es forzoso que los caballeros andantes lo sean, y, siéndolo, no soy de los enamorados vicio-sos, sino de los platónicos continentes21.

e. Tan sólo en una ocasión se nos presenta el nombre de Jenofonte, como vere-

mos en seguida22. f. De la única aparición de Zoilo trataré más abajo23. g. He localizado una mención de Demóstenes, más tres del adjetivo correspon-

diente. Efectivamente, a la pregunta que la duquesa le dirige a Don Quijote para que le describiese cómo era Dulcinea, el héroe afirma:

19 Don Quijote, 1.25, p. 242. 20 Don Quijote, 2.3, p. 568. 21 Don Quijote, 2.32, p. 793. 22 Cfr. nota 26. 23 Véase nota 26.

412 PRESENCIA DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS EN EL QUIJOTE

–Si yo pudiera sacar mi corazón y ponerle ante los ojos de vuestra grandeza, aquí sobre esta mesa y en un plato, quitara el trabajo a mi lengua de decir lo que apenas puede pensar, porque Vuestra Excelencia la viera en él toda retratada; pero ¿para qué es ponerme yo ahora a delinear y describir punto por punto y parte por parte la hermosura de la sin par Dulcinea, siendo carga digna de otros hombros que de los míos, empresa en quien se debían ocupar los pinceles de Parrasio, de Timan-tes y de Apeles, y los buriles de Lisipo, para pintarla y grabarla en tablas, en már-moles y en bronces, y la retórica ciceroniana y demostina para alabarla?

–¿Qué quiere decir demostina, señor don Quijote –preguntó la duquesa–, que es vocablo que no le he oído en todos los días de mi vida?

–Retórica demostina –respondió don Quijote– es lo mismo que decir retórica de Demóstenes, como ciceroniana, de Cicerón, que fueron los dos mayores retóri-cos del mundo24.

h. Aristóteles, con cinco apariciones, es el segundo autor griego por orden de

frecuencia25. Precisamente en el prólogo de la excelsa novela lo hallamos dos ve-ces. El autor, tras mencionar la Biblia y los doctores de la Iglesia, añade:

De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué acotar en el margen,

ni qué anotar en el fin, ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al princi-pio, como hacen todos, por las letras del abecé, comenzando en Aristóteles y aca-bando en Xenofonte y en Zoílo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro26.

En el mismo prólogo, el amigo quiere quitarle al autor los temores respecto al

modo y contenido convenientes a la hora de presentar el libro:

Cuanto más que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesi-dad de ninguna cosa de aquellas que vos decís que le falta, porque todo él es una

24 Don Quijote, 2.32, pp. 798-799. Los tres primeros fueron excelentes pintores griegos; el tercero,

eminente escultor. Parrasio, junto con Zeuxis y Apeles, es el paradigma de los más destacados pintores de la antigüedad griega; trabajó en Atenas entre 440 y 390 a. C.: su naturalismo y harmoniosas propor-ciones eran famosas. Timantes vivió en la segunda parte del siglo V a. C.: llegó a vencer a Parrasio en una competición artística (Plinio, Historia natural, 35.72). Alejandro, contemporáneo de Apeles, sólo quería ser pintado por éste, de quien Plinio (Historia natural, 35.79) afirmaba que había superado a todos los de su arte, anteriores y posteriores a su época. Lisipo es, sin duda, el escultor más importante del siglo IV: el mismo Alejandro sólo aceptaba las esculturas que le hacía el extraordinarío artífice.

25 Cfr. el pasaje mencionado en nota 17. 26 Don Quijote, Prólogo, p. 9. Jenofonte, discípulo de Sócrates, fue famoso historiador griego de

comienzos del siglo IV a. C., autor, entre otras obras, de las Helénicas. Zoilo (transcrito en el texto con otra acentuación), réctor y filósofo del siglo IV a. C., mereció el triste título de “Látigo de Home-ro”(Homēromástix) por sus críticas, entre cómicas y acerbas, contra el poeta épico. Por su lado, Zeuxis, ilustre pintor, vivió en la segunda parte del V a. C.

TUS OBRAS LOS RINCONES DE LA TIERRA DESCUBREN (VI CINDAC) 413

invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón [...]27.

En el capítulo primero, tras dos primeros párrafos de presentación del hidalgo

manchego en los que se subraya su curiosidad y desatino por los libros de caballe-rías y su afición por la confusa e intrincada prosa de algunos de ellos, leemos lo que sigue:

Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por enten-

derlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello28.

Pero más relevante es el pasaje en que, enterado Sancho de quién era Dulcinea

del Toboso, hizo varias consideraciones que no fueron muy del agrado de su amo, el cual le cortó diciendo:

–Has de saber que una viuda hermosa, moza, libre y rica, y sobre todo desen-

fadada, se enamoró de un mozo motilón, rollizo y de buen tomo; alcanzolo a saber su mayor, y un día dijo a la buena viuda, por vía de fraternal reprehensión: “Mara-villado estoy, señora, y no sin mucha causa, de que una mujer tan principal, tan hermosa y tan rica como vuestra merced se haya enamorado de un hombre tan soez, tan bajo y tan idiota como fulano, habiendo en esta casa tantos maestros, tan-tos presentados y tantos teólogos, en quien vuestra merced pudiera escoger como entre peras, y decir: Éste quiero, aquéste no quiero”. Mas ella le respondió con mucho donaire y desenvoltura: “Vuestra merced, señor mío, está muy engañado y piensa muy a lo antiguo, si piensa que yo he escogido mal en fulano por idiota que le parece; pues para lo que yo le quiero, tanta filosofía sabe y más que Aristóteles”. Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra29.

i. En una ocasión leemos el nombre de Dioscórides. Sancho advierte que le fal-

tan las alforjas; por tanto no tienen nada para comer, según reconoce el hidalgo:

27 Don Quijote, Prólogo, p. 13. Los tres autores citados, en orden alfabético, eran bastante utilizados

en la época por los tratadistas literarios. Ante todo la Poética del primero, las obras retóricas del segun-do, y las cartas parenéticas del tercero, dirigidas a los jóvenes.

De éstas últimas diré sólo lo esencial. En efecto, Basilio de Cesarea fue un prolífico autor eclesiás-tico del siglo IV d. C: nos interesa señalar su trabajo titulado A los jóvenes: sobre cómo podrían sacar provecho de la lectura de los escritos griegos, conocido en latín por Ad adulescentes: de legendis genti-lium libris.

28 Don Quijote, 1.1, p. 29. Aparte de la Poética y la Retórica, pilares del saber poético, Aristóteles destacó durante toda la Antigüedad como fundador de la lógica, establecida en una serie de escritos llamados en su conjunto Órganon, es decir, “Instrumento”, apropiado para el conocimiento filosófico.

29 Don Quijote, 1.25, pp. 243-244.

414 PRESENCIA DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS EN EL QUIJOTE

–Eso fuera –respondió Sancho– cuando faltaran por estos prados las yerbas que vuestra merced dice que conoce, con que suelen suplir semejantes faltas los tan malaventurados andantes caballeros como vuestra merced es.

–Con todo eso –respondió don Quijote–, tomara yo ahora más aína un cuartal de pan o una hogaza y dos cabezas de sardinas arenques, que cuantas yerbas des-cribe Dioscórides, aunque fuera el ilustrado por el doctor Laguna30.

j. Sigue una referencia a Plutarco. Efectivamente, en el prólogo, varias veces

comentado, el amigo recomienda al escritor: “[...] si (sc. tratáredes) de capitanes valerosos, el mismo Julio César os prestará a sí mismo en sus Comentarios, y Plu-tarco os dará mil Alejandros”31.

k. De Claudio Ptolomeo he recogido tres citas. En la primera, el canónigo criti-ca duramente los libros de caballerías. Entre otras cosas dice las siguientes:

¿Qué ingenio, si no es del todo bárbaro e inculto, podrá contentarse leyendo

que una gran torre llena de caballeros va por la mar adelante, como nave con prós-pero viento, y hoy anochece en Lombardía y mañana amanezca en tierras del Pres-te Juan de las Indias, o en otras que ni las describió Tolomeo ni las vio Marco Po-lo?32.

Las otras dos referencias se nos muestran en el mismo contexto, algo extenso,

pero muy relevante por la mucha información astronómica y astrológica (cultura grecorromana, en suma) que contiene. Don Quijote, que, junto con su escudero, ha subido a una embarcación en el río Ebro, afirma que habrán caminado setecientas u

30 Don Quijote, 1.18, p. 164. El doctor Andrés Laguna tradujo, comentó e ilustró la obra que tituló

Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, traducido de lengua griega a la vulgar castellana e ilustrado con claras y sustanciales anotaciones y con las figuras de innumerables plantas, Amberes 1555 (reimp. Salamanca 1586) (Recogido en Científicos griegos, Madrid 1970). El hidalgo manchego, pues, está aludiento a una obra muy especializada, de carácter científico estricto, publicada cincuenta años antes.

Pedanio Dioscórides, natural de Anazarbo (Cilicia) vivió en la segunda mitad del I d. C. y llegó a ser médico militar en tiempos de Claudio y Nerón. Su obra, Sobre la materia médica, tiene un contenido amplio y variado, pero destacan en ella los remedios obtenidos a partir de las plantas. Al tratar las plan-tas medicinales el autor ofrece datos de enorme interés sobre el nombre, sinónimos, origen y preparación médica. Sus descripciones son tan exactas que han servido durante siglos como punto de partida para la investigación acerca de las plantas mediterráneas.

31 Don Quijote, Prólogo, p. 12. De César hablaré más abajo. En cuanto a Plutarco, el polígrafo de Queronea que vivió en el siglo II d. C., cabe decir que en sus Vidas paralelas se ocupó de Alejandro, sobre el que redactó una de ellas; precisamente, la vida “paralela” del romano correspondiente fue la de César.

32 Don Quijote, 1.47, p. 490. Claudio Ptolomeo vivió en Alejandría durante casi todo el siglo II d. C.; matemático destacado, sobresalió por sus estudios geográficos y astronómicos. La obra que aquí nos interesa señalar es la Guía geográfica, en ocho libros, que fue el manual más importante de la geografía antigua: se ofrecen allí unas tablas referentes, en latitud y longitud, a más de 8000 lugares conocidos.

TUS OBRAS LOS RINCONES DE LA TIERRA DESCUBREN (VI CINDAC) 415

ochocientas leguas y pasado, o están a punto de hacerlo, la línea equinoccial. Por ello, Sancho le pregunta cuánto habrían caminado hasta tal momento:

–Mucho –replicó don Quijote–, porque de trescientos y sesenta grados que

contiene el globo del agua y de la tierra, según el cómputo de Ptolomeo, que fue el mayor cosmógrafo que se sabe, la mitad habremos caminado, llegando a la línea que he dicho.

–Por Dios –dijo Sancho–, que vuesa merced me trae por testigo de lo que dice a una gentil persona, puto y gafo, con la añadidura de meón, o meo, o no sé có-mo33.

Riose don Quijote de la interpretación que Sancho había dado al nombre y al cómputo y cuenta del cosmógrafo Ptolomeo, y díjole:

–Sabrás, Sancho, que los españoles, y los que se embarcan en Cádiz para ir a las Indias Orientales, una de las señales que tienen para entender que han pasado la línea equinoccial que te he dicho es que a todos los que van en el navío se les mue-ren los piojos, sin que les quede ninguno, ni en todo el bajel le hallarán, si le pesan a oro; y, así, puedes, Sancho, pasear una mano por un muslo, y si topares cosa vi-va, saldremos de esta duda, y si no, pasado habemos.

–Yo no creo nada de eso –respondió Sancho–, pero, con todo, haré lo que vue-sa merced me manda, aunque no sé para qué hay necesidad de hacer esas experien-cias, pues yo veo con mis mismos ojos que no nos habemos apartado de la ribera cinco varas, ni hemos decantado de donde están las alimañas dos varas, porque allí están Rocinante y el rucio en su propio lugar do los dejamos; y tomada la mira, como yo la tomo ahora, voto a tal que no nos movemos ni andamos al paso de una hormiga.

–Haz, Sancho, la averiguación que te he dicho, y no te cures de otra, que tú no sabes qué cosa sean coluros, líneas, paralelos, zodiacos, eclípticas, polos, solsti-cios, equinoccios, planetas, signos, puntos, medidas, de que se compone la esfera celeste y terrestre34; que si todas estas cosas supieras, o parte de ellas, vieras cla-ramente qué de paralelos hemos cortado, qué de signos visto y qué de imágenes hemos dejado atrás y vamos dejando ahora. Y tórnote a decir que te tientes y pes-ques, que yo para mí tengo que estás más limpio que un pliego de papel liso y blanco.

Tentose Sancho, y llegando con la mano bonitamente y con tiento hacia la cor-va izquierda, alzó la cabeza y miró a su amo, y dijo:

–O la experiencia es falsa o no hemos llegado adonde vuesa merced dice, ni con muchas leguas.

–Pues ¿qué –preguntó don Quijote–, has topado algo? –¡Y aun algos! –respondió Sancho35.

33 Es evidente que Sancho no comprende en absoluto el nombre propio, ni la profesión del mismo;

entiéndase “puto y gafo” por cómputo y cosmógrafo; por su lado, el escudero ha confundido quizá Ptolomeo con un supuesto to-lo-meo (por todo-lo-meo), de donde lo de “meón”.

34 Gran importancia para la presencia de la cultura grecorromana en el Quijote tendría un estudio de-tenido de todos esos términos.

35 Don Quijote, 2.29, pp. 774-775.

416 PRESENCIA DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS EN EL QUIJOTE

l. De Basilio de Cesarea, citado sólo una vez, acúdase al lugar oportuno36. 2. REFERENCIAS A AUTORES DE LA LITERATURA LATINA He localizado unas treinta menciones de autores clásicos. a. Catón el Censor, registrado seis veces, es el segundo en importancia numéri-

ca dentro de este apartado. En primer lugar, en el prólogo de la obra, hallamos un dístico en latín, el cual, en realidad, pertenece a las Tristes de Ovidio. Recordemos que el amigo del escritor le da varios consejos sobre el modo de citar:

Si de la instabilidad de los amigos, ahí está Catón, que os dará su dístico: Donec eris felix, multos numerabis amicos. Tempora si fuerint nubila, solus eris. Y con estos latinicos y otros tales os tendrán siquiera por gramático, que el ser-

lo no es de poca honra y provecho el día de hoy37. Además, en la excelsa novela cervantina, hay una evidente confusión de Catón

con un libro de máximas, utilizado tanto en latín (Catonis Disticha), como en caste-llano (el vulgar “Catón”) desde la Edad Media, para enseñar y aprender a leer. En un contexto interesante en que se recogen, en estilo indirecto, las palabras del ca-nónigo a propósito de los libros de caballerías respecto “al sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espa-cioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma”, leemos:

Puede mostrar la astucias de Ulixes, la piedad de Eneas, la valentía de Aquiles,

las desgracias de Héctor, las traiciones de Sinón, la amistad de Eurialio, la liberali-dad de Alejandro, el valor de César, la clemencia y verdad de Trajano, la fidelidad de Zópiro, la prudencia de Catón, y, finalmente, todas aquellas acciones que pue-den hacer perfecto a un varón ilustre, ahora poniéndolas en uno solo, ahora divi-diéndolas en muchos38.

36 Véase nota 27. 37 Don Quijote, Prólogo, p.11. El dístico corresponde a Ovidio, Tristia, 1.9.5-6: “ Mientras seas di-

choso, muchos amigos tendrás. / Si los tiempos fueran nublados, solo estarás”. En la secuencia, “gramá-tico” equivale a “maestro de gramática latina”, hombre culto.

38 Don Quijote, 1.47, p. 492. A Catón se le tiene por modelo de prudencia: vivió desde el 234 al 149 a.C. Por lo que a nosotros nos afecta, entre sus obras perdidas había unos preceptos para su hijo y un poema acerca de las costumbres de los que sólo nos han sido transmitidos algunos fragmentos. A partir del siglo III d. C. se formó una colección en verso de origen variado y contenido ético general titulada Dicta Marci Catonis ad filium suum (“Dichos de Marco Catón para su hijo”), y, desde Erasmo, Catonis disticha (“Versos de Catón”). Esta secuencia merece un estudio más extenso que el ahora ofrecido. Por

TUS OBRAS LOS RINCONES DE LA TIERRA DESCUBREN (VI CINDAC) 417

En contexto diferente, Don Quijote, en medio de la oscura noche, le ha pedido a Sancho que cuente algún cuento para entretenerse, y el escudero, lleno de miedo a causa del espantoso ruido originado por lo que luego, a la luz del día, resultarían ser batanes, replica así:

–Pero, con todo eso, yo me esforzaré a decir una historia que, si la acierto a

contar y no me van a la mano, es la mejor de las historias; y esteme vuestra merced atento, que ya comienzo. Érase que se era, el bien que viniere para todos sea, y el mal, para quien lo fuere a buscar [...]” Y advierta vuestra merced, señor mío, que el principio que los antiguos dieron a sus consejas no fue así como quiera, que fue una sentencia de Catón Zonzorino romano, que dice “y el mal, para quien le fuere a buscar”, que viene aquí como anillo al dedo, para que vuestra merced se esté quedo y no vaya a buscar el mal a ninguna parte, sino que nos volvamos por otro camino, pues nadie nos fuerza a que sigamos éste donde tantos miedos nos sobre-saltan39.

En otro pasaje, el cura le habla al oidor a propósito de un capitán (en realidad,

hermano del citado oidor):

–Llamábase –respondió el cura– Ruy Pérez de Viedma y era natural de un lu-gar de las montañas de León, el cual me contó un caso que a su padre con sus her-manos le había sucedido, que, a no contármelo un hombre tan verdadero como él, lo tuviera por conseja de aquellas que las viejas cuentan el invierno al fuego. Por-que me dijo que su padre había dividido su hacienda entre tres hijos que tenía, y les había dado ciertos consejos mejores que los de Catón40.

Por otro lado, Don Quijote le da varias recomendaciones a Sancho cuando el

escudero se disponía a marcharse hacia su ínsula:

Dispuesto, pues, el corazón a creer lo que te he dicho, está, ¡oh hijo!, atento a este tu Catón, que quiere aconsejarte y ser norte y guía que te encamine y saque a

limitarme a Alejandro diré que dentro de las Vidas paralelas de Plutarco, las que, según la tradición literaria, ocupan el número diecisiete son precisamente las de Alejandro y César. En Vida de Alejandro, 23, se nos dice que “era, con respecto al vino, menos inclinado de lo que se creía”, pero en 70, leemos que el rey organizó una competición con los suyos para ver quién se llevaba el premio por haber bebido más vino sin mezcla; venció Prómaco, que se tomó cuatro coes (casi trece litros: un coe ático equivalía a 3,24 litros), aunque sólo sobrevivió tres días a su proeza; de los demás participantes, murieron cuarenta y uno: en 75, se nos dice que Alejandro estuvo bebiendo durante la noche y a lo largo de todo el día anterior a sentirse indispuesto y con fiebre, a resultas de lo cual le sobrevino la muerte.

39 Don Quijote, 1.20, p. 178. La edición usada, en nota oportuna, ve en “Zonzorino” una deforma-ción burlesca de “zonzo”, es decir, “tonto”.

40 Don Quijote, 1.42, p. 442.

418 PRESENCIA DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS EN EL QUIJOTE

seguro puerto de este mar proceloso donde vas a engolfarte, que los oficios y gran-des cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones41.

Recordemos, finalmente, la plática de la duquesa con Sancho, donde la primera

manifiesta lo siguiente:

–Todo cuanto aquí ha dicho el buen Sancho –dijo la duquesa– son sentencias catonianas, o, por lo menos, sacadas de las mismas entrañas del mismo Micael Ve-rino, “florentibus occidit annis”. En fin, en fin, hablando a su modo, debajo de ma-la capa suele haber buen bebedor42.

b. He visto una alusión a Terencio43. Hablando Don Quijote con un joven que,

cansado de servir en la corte a gente advenediza y mísera, se dirigía a Cartagena para ponerse al servicio del rey, le da varios consejos, recomendándole el camino de las armas más que el de las letras:

Todo es morir, y acabose la obra; y según Terencio más bien parece el soldado

muerto en batalla que vivo y salvo en la huida, y tanto alcanza de fama el buen soldado cuanto tiene de obediencia a sus capitanes y a los que mandar le pueden44.

c. Cuatro veces he localizado a Cicerón45 dentro de la obra. Ya lo hemos visto

en dos secuencias: junto a Aristóteles y San Basilio en las admoniciones del amigo con respecto al prólogo de la obra46 y al lado de Demóstenes como uno de los dos mayores retóricos del mundo47. Por otra parte, tras lo sucedido a Basilio y Quiteria, y una vez que los dos jóvenes se llevaron consigo a Don Quijote y a Sancho que mucho sintió verse privado de la espléndida comida y fiestas de Camacho, leemos así:

Grandes fueron y muchos los regalos que los desposados hicieron a don Quijo-te, obligados de las muestras que había dado defendiendo su causa, y al par de la

41 Don Quijote, 2.42, pp. 867-868. 42 Don Quijote, 2.33, p. 812. Micael Verino compuso a fines del siglo XV un Disticorum liber (Li-

bro de dísticos), muy empleado en su tiempo; murió prematuramente, con diecisiete años. Angelo Poliziano fue autor del epitafio en que figura el citado texto latino, que equivale a “en sus años floridos murió”. Repárese en la referencia a Catón, bajo cuyo nombre, como hemos visto, nos ha llegado una colección de sentencias morales.

43 El comediógrafo latino vivió entre 190 y 159 a. C. 44 Don Quijote, 2.24, pp. 739-740. Según el editor, la frase no figura en las comedias del latino. Una

idea parecida (es hermoso morir luchando en primera fila, y evitar la huida vergonzosa) la leemos en Tirteo, 6.1-2, 15-16; Horacio la recogerá en el famoso dulce et decorum est pro patria mori (Epodos, 3.2.13)

45 La vida del político, orador y filósofo latino transcurrió entre los años 106 y 43 a. C. 46 Véase nota 27. 47 Cfr. nota 24: tenemos allí también el adjetivo “ciceroniana”.

TUS OBRAS LOS RINCONES DE LA TIERRA DESCUBREN (VI CINDAC) 419

valentía le graduaron la discreción, teniéndole por un Cid en las armas y por un Ci-cerón en la elocuencia48.

Por otro lado, el cura, hablando con el canónigo que llevaba escritas más de

cien hojas de un libro de caballerías y que, por otra parte, se manifestaba partidario de que los actores representaran comedias que siguieran las normas del arte y no obras disparatadas, afirma de este modo:

–En materia ha tocado vuestra merced, señor canónigo –dijo a esta sazón el cu-

ra–, que ha despertado en mí un antiguo rencor que tengo con las comedias que ahora se usan, tal, que iguala al que tengo con los libros de caballerías; porque habiendo de ser la comedia, según le parece a Tulio, espejo de la vida humana, ejemplo de las costumbres y imagen de la verdad, las que ahora se representan son espejos de disparates, ejemplos de necedades e imágenes de lascivia49.

d. Hemos visto ya la única mención de Julio César como autor literario50. e. De Tibulo contamos sólo con una referencia ya recogida51. f. Virgilio52, registrado o aludido en ocho ocasiones, es el autor latino más cita-

do. En primer lugar, he reparado en una cita virgiliana sin nombre de autor. En

efecto, de este modo se dirige la condesa a nuestro protagonista:

Muerta, pues, la reina, y no desmayada, la enterramos; y apenas la cubrimos con la tierra y apenas le dimos el último vale, cuando,

quis talia fando temperet a lacrimis?, puesto sobre un caballo de madera pareció encima de la sepultura de la reina el

gigante Malambruno [...]53.

48 Don Quijote, 2.22, pp. 714-715. El héroe manchego había pronunciado un excelente discurso en

defensa de las artimañas del amor. 49 Don Quijote, 1.48, p. 495. Clara referencia a Marco Tulio Cicerón. En el eximio orador latino no

he hallado esa referencia sobre la comedia. Por lo demás, Espejo de la vida humana se titulaba, por ejemplo, la versión castellana (Zaragoza, 1491) del Speculum vitae humanae publicado por Rodrigo Sánchez de Arévalo, Roma, 1468. La imagen viene de antiguo, pues según nos ha transmitido Aristóte-les, el rétor Alcidamante llamaba a la Odisea “hermoso espejo de la vida humana (kalòn anthrōpínou bíou kátoptron)”(Retórica, 1406 b 13).

50 Cfr. nota 31. Julio César (Caius Iulius Caesar) vivió entre los años 100 y 44 a. C. Cervantes se re-fiere a sus Comentarii de bello Gallico (Comentarios de la guerra gálica), en siete libros. Conservamos también De bello ciuili (Sobre la guerra civil), distribuido en tres libros. No recojo aquí seis referencias, que he localizado, referentes a César como hombre político.

51 Véase el pasaje apuntado en nota 6. 52 Vivió entre el 71 y el 19 a. C. 53 Don Quijote, 2.39, p. 846. Corresponde a la Eneida, 2.6-8: quis talia fando [....] temperet a la-

crimis?, a saber: “¿Quién, al contar hechos tales [...], puede moderarse en sus lágrimas?”, palabras que Eneas dirige a la reina Dido. Obsérvese un poco antes, la fórmula latina vale, realmente un imperativo

420 PRESENCIA DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS EN EL QUIJOTE

Luego, lo hemos visto ya en tres menciones directas54 y en una alusión55. En publicaciones anteriores, también me he ocupado de él en dos ocasiones a propósito de los mitos56. Conectado con los relatos míticos está también un pasaje en que se nos relatan los preparativos para montar sobre Clavileño, y donde se nos dice de Don Quijote lo siguiente:

Y sacando un pañuelo de la faldriquera, pidió a la Dolorida que le cubriese

muy bien los ojos; y habiéndoselos cubierto, se volvió a descubrir y dijo: –Si mal no recuerdo, yo he leído en Virgilio aquello del Paladión de Troya,

que fue un caballo de madera que los griegos presentaron a la diosa Palas, el cual iba preñado de caballeros armados, que después fueron la total ruina de Troya; y, así, será bien ver primero lo que Clavileño trae en su estómago.

–No hay para qué –dijo la Dolorida–, que yo le fío y sé que Malambruno no tiene nada de malicioso ni de traidor. Vuesa merced, señor don Quijote, suba sin pavor alguno, y a mi daño si alguno le sucediere57.

Veamos, por último, otra alusión al gran vate latino. Grisóstomo, que acababa

de morir de amores al verse desdeñado por Marcela, había dado la orden a sus amigos de que entregaran al fuego algunos libros y papeles que tenía escritos una que en nuestra lengua equivaldría a “que te vaya bien”, “adiós”. Tal forma es también la última palabra de la inmortal novela.

54 Véanse los textos aludidos en notas 7 y 8. 55 Acúdase al pasaje recogido en nota 11. 56 Una la he recordado a propósito de Homero (cfr. nota 8). Por otro lado, en su diálogo con Carras-

co a propósito del poeta y el historiador, cuando el Bachiller afirma que los autores de la historia deberí-an haber olvidado algunos de los infinitos palos que en diferentes encuentros le habían dado a Don Quijote, el hidalgo manchego sostiene lo siguiente: “ –También pudieran callarlos por equidad –dijo Don Quijote–, pues las acciones que ni mudan ni alteran la verdad de la historia no hay para qué escri-birlas, si han de redundar en menosprecio del señor de la historia. A fe que no fue tan piadoso Eneas como Virgilio lo pinta, ni tan prudente Ulises como le describe Homero” (Don Quijote, 2.3, p. 569).

57 Don Quijote, 2.41, p. 858. Al Ciclo troyano correspondía, entre otros poemas, la Pequeña Ilíada, donde se recogía el famoso episodio del Caballo de madera, dentro del cual un grupo selecto de aqueos, bajo el mando de Odiseo, logró entrar en Troya. El Caballo había sido aparentemente abandonado por los griegos, mientras ellos se hacían a la mar rumbo a la isla de Ténedos. En tierra quedó sólo Sinón, que desempeñó bien su papel, engañó a los troyanos y logró que introdujeran el Caballo en la ciudad; poste-riormente, mediante una antorcha, dio a los demás griegos la señal de que todo iba bien, y, a continua-ción, para que salieran los griegos, abrió el vientre del animal, y, posteriormente, las puertas de la ciu-dad. Sinón aparece en el Quijote como modelo de traidor.

Realmente el Paladio era una estatua de Palas Atenea, dotada de propiedades mágicas. Había una tradición según la cual esa figura de Atenea, venerada en Troya desde su fundación, garantizaba con su presencia que tal ciudad no sería tomada por los enemigos. Durante el asedio de los griegos, Odiseo y Diomedes penetraron en Troya por la noche y robaron la famosa imagen. Cfr., entre otros, Apolodoro, Epítome, 5.13, y Quinto de Esmirna, 10.350-60.

En la Eneida, 2.163 ss, el protagonista narra el robo del Paladio y cómo los griegos decidieron la construcción del Caballo de madera, a modo de expiación por el sacrilegio cometido.

TUS OBRAS LOS RINCONES DE LA TIERRA DESCUBREN (VI CINDAC) 421

vez que lo hubiesen enterrado. Así pretendía hacerlo Ambrosio, amigo del muerto. Mas Vivaldo, un gentilhombre de a caballo que acertó a pasar por donde tenía lugar el entierro, le replicó de este modo:

–De mayor rigor y crueldad usaréis vos con ellos –dijo Vivaldo– que su mismo

dueño, pues no es justo ni acertado que se cumpla la voluntad de quien lo que or-dena va fuera de todo razonable discurso.

Y no le tuviera bueno Augusto César si consintiera que se pusiera en ejecución lo que el divino Mantuano dejó en su testamento mandado58.

g. Tengo recogidas cuatro menciones de Horacio59, aunque una de ellas no co-

rresponde al poeta latino. Recordemos el prólogo de la novela donde un amigo anónimo le da varias recomendaciones al autor que había manifestado abundantes dudas sobre cómo había de presentar el libro para evitar el reproche del vulgo. Entre las admoniciones figuran las siguientes:

En lo de citar en las márgenes los libros y autores de donde sacáredes las sen-

tencias y dichos que pusiéredes en vuestra historia, no hay más sino hacer de ma-nera que venga a pelo algunas sentencias o latines que vos sepáis de memoria, o a lo menos que os cuesten poco trabajo el buscalle, como será poner, tratando de li-bertad y cautiverio:

Non bene pro toto libertas venditur auro. Y luego, en el margen, citar a Horacio, o a quien lo dijo60.

La primera cita horaciana auténtica la hallamos, sin indicación de autor, en el

prólogo dirigido al desocupado lector, precisamente en boca del amigo que le acon-seja cómo hacer acotaciones en las márgenes: “Si tratáredes del poder de la muerte, acudir luego con Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas Regumque turres”61.

Por último, dentro del parlamento de Don Quijote a que hemos aludido, leemos de boca del manchego:

58 Don Quijote, 1.13, p. 118. Según la tradición, cuando el poeta había pasado ya once años en la re-

dacción de la Eneida a la que, sin duda, le faltaba una revisión definitiva, vio cómo se le acababa la vida y les pidió a sus amigos más cercanos que quemaran sus escritos. La intervención de Augusto fue defini-tiva para salvar de las llamas el excelso poema épico.

59 Vivió en los años 65-8 a. C. Véase el texto aludido en nota 4. 60 Don Quijote, Prólogo, pp. 10-11. El verso no corresponde a Horacio, sino a la traducción medie-

val de una fábula procedente de la colección atribuida a Esopo: “La libertad no se vende bien a cambio de todo el oro”. Véase, Fabulae Aesopicae 7.54 (De cane et lupo, 25).

61 Don Quijote, Prólogo, p. 11. El texto horaciano procede de las Odas, 1.4.13-14: “La pálida Muer-te, con pie justo, llama a las chozas de los pobres / y a las torres de los reyes”.

422 PRESENCIA DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS EN EL QUIJOTE

Riña vuesa merced a su hijo si hiciere sátiras que perjudiquen las honras aje-nas, y castíguele, y rómpaselas; pero si hiciere sermones al modo de Horacio, don-de reprehenda los vicios en general, como tan elegantemente él lo hizo, alábele, porque lícito es al poeta escribir contra la envidia, y decir en sus versos mal de los envidiosos, y así de los otros vicios, con que no señale persona alguna; pero hay poetas que, a trueco de decir una malicia, se pondrán a peligro que los destierren a las islas del Ponto62.

h. De Ovidio63 he visto, en primer lugar, dos citas sin indicación de autoría. La

primera, por cierto, atribuida por el inmortal autor a Catón. La segunda consiste en un verso de los Fastos, citado por don Quijote cuando

habla de la poesía con el Caballero del Verde Gabán:

[...] porque, según es opinión verdadera, el poeta nace: quieren decir que del vientre de su madre el poeta natural sale poeta, y con aquella inclinación que le dio el cielo, sin más estudio ni artificio, compone cosas, que hace verdadero al que dijo “Est Deus in nobis”, etc.64

Fuera de eso, he recogido cuatro referencias directas65. En el famoso prólogo a

que nos hemos referido ya varias veces, el amigo, entre otros consejos que le da a nuestro escritor, le dice de este modo: “[...] si (sc. tratáredes) de crueles, Ovidio os entregará a Medea”66.

Asimismo, en el segundo terceto del soneto que Gandalín, escudero de Amadís de Gaula, dirige a Sancho Panza, leemos:

Salve otra vez, ¡oh Sancho!, tan buen hombre, que a solo tú nuestro español Ovidio

62 Don Quijote, 2.16, p. 668. Horacio mostró su habilidad satírica, de modo especial, en los dos li-

bros de Sátiras y también en sus Epodos. La referencia a las “islas del Ponto” alude, sin duda, a Ovidio, el cual, en el año 8 d. C, fue desterrado a Tomos (Tomi, actual Constanza), a la sazón una pequeña península junto al Mar Negro, al sur de la desembocadura del Danubio: aparentemente a causa de la inmoralidad de su Arte de amar, pero, quizá, por haber hablado del escandaloso comportamiento sexual de Julia, nieta de Augusto; condenado por una orden imperial, sin juicio previo, no consiguió nunca ser perdonado.

63 Su vida transcurrió entre el 43 a. C. y el 17 d. C. Para una cita ovidiana sin nombre de autor, véa-se nota 37.

64 Don Quijote, 2.16, p. 667. El verso corresponde a los Fastos, 6.5: est deus in nobis, agitante ca-lescimus illo; la sentencia entera, en traducción, sería: “Un dios hay en nosotros; cuando él se agita, nos inflamamos”.

65 De una de ellas, “Ovidio a lo burlesco”, hablaré más adelante al ocuparme de Virgilio Polidoro. 66 Don Quijote, 1. Prólogo, p. 12. El poeta latino trató por extenso cómo Medea mató a sus propios

hijos para vengarse del matrimonio de su esposo, Jasón, con otra mujer: Metamorfosis, 7.1-452.

TUS OBRAS LOS RINCONES DE LA TIERRA DESCUBREN (VI CINDAC) 423

con buzcorona te hace reverencia67. Finalmente, durante el escrutinio de los libros del insigne manchego se nos dice

lo siguiente:

Cansose el cura de ver más libros, y así, a carga cerrada, quiso que todos los demás se quemasen; pero ya tenía abierto uno el barbero, que se llamaba Las lá-grimas de Angélica.

–Lloráralas yo –dijo el cura en oyendo el nombre– si tal libro hubiera mandado quemar, porque su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no sólo de Es-paña, y fue felicísimo en la traducción de algunas fábulas de Ovidio68.

i. De Persio, Marcial y Juvenal, registrados sólo una vez, ya he tratado69. j. Me he permitido recoger aquí a un autor renacentista, Virgilio Polidoro, por-

que escribió su obra en latín70. Pues bien, el estudiante que acompaña a Don Quijo-te a la cueva de Montesinos afirma que es “humanista” y “sus ejercicios y estudios, componer libros para dar a la estampa, todos de gran provecho y no menos entrete-nimiento para la república”; ya había acabado uno que “se intitulaba el de las li-breas, donde pinta setecientas y tres libreas, con sus colores, motes y cifras, de donde podían sacar y tomar las que quisiesen en tiempo de fiestas y regocijos los caballeros cortesanos, sin andarlas mendigando de nadie [...]”71. Y añade:

–Porque doy al celoso, al desdeñado, al olvidado y al ausente las que les con-

vienen, que les vendrán más justas que pecadoras. Otro libro tengo también, a quien he de llamar Metamorfóseos, o Ovidio español, de invención nueva y rara, porque en él, imitando a Ovidio a lo burlesco, pinto quién fue la Giralda de Sevilla y el Ángel de la Madalena, quién el Caño de Vecinguerra de Córdoba, quiénes los Toros de Guisando, la Sierra Morena, las fuentes de Leganitos y Lavapiés en Ma-drid, no olvidándome de la del Piojo, de la del Caño Dorado y de la Priora; y esto,

67 Don Quijote, 1.Preliminares, p. 20. El poema rezuma ironía. De una parte, Cervantes se identifica

con Ovidio (Creo que a ambos autores les unen varios lazos literarios: la invectiva amable, el afán didáctico, el excelente dominio de la retórica, el manejo cuidadoso y sabio de la mitología, la importan-cia dada a Amor, que, con más de ochenta citas, es la divinidad clásica más mencionada en la inmortal novela, etc.). De otra, cuando el elogio de Sancho parece acabado, resulta que en el último verso aparece la clave: “buzcorona”, a saber, una burla que consistía en ofrecerle la mano a alguien para que la besara, pero, luego, en realidad, se le propinaba un inesperado manotazo, en la cabeza y cara, al que intentaba besarla.

68 Don Quijote, 1.6, p. 69. Se trata de Luis Barahona de Soto; el poema se titulaba, en realidad, Pri-mera parte de Angélica, publicado en 1586.

69 Cfr. texto indicado en nota 6. 70 Polidoro Virgilio, humanista italiano, fue autor de una obra titulada De inventoribus rerum (1499)

en que se estudian las referencias más antiguas de leyes, costumbres, ideas, etc. Tuvo notable influencia hasta el siglo XVII.

71 Don Quijote, 2.22, pp. 717-718.

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con sus alegorías, metáforas y translaciones, de modo que alegran, suspenden y en-señan a un mismo punto. Otro libro tengo, que le llamo Suplemento a Virgilio Po-lidoro, que trata de la invención de las cosas, que es de grande erudición y estudio, a causa que las cosas que dejó de decir Polidoro de gran sustancia las averiguo yo y las declaro por gentil estilo. Olvidósele a Virgilio de declararnos quién fue el primero que tuvo catarro en el mundo, y el primero que tomó las unciones para cu-rarse del morbo gálico, y yo lo declaro al pie de la letra, y lo autorizo con más de veinte y cinco autores, porque vea vuesa merced si he trabajado bien y si ha de ser útil el tal libro a todo el mundo72.

Algo después, cuando ese estudiante, junto con su primo, estaba atando a Don

Quijote para bajarlo a la Cueva de Montesinos, afirma: “–Suplico a vuesa merced, señor don Quijote, que mire bien y especule con cien ojos lo que hay allá dentro: quizá habrá cosas que las ponga yo en el libro de mis Transformaciones”73.

Al poco, el mismo personaje habla de las ventajas recibidas con lo que Don Quijote ha contado tras salir de la famosa Cueva74:

–Yo, señor don Quijote de la Mancha, doy por bien empleadísima la jornada

que con vuestra merced he hecho, porque en ella me he granjeado cuatro cosas. La primera haber conocido a vuestra merced, que lo tengo a gran felicidad. La segun-da, haber sabido lo que se encierra en esta cueva de Montesinos, con las mutacio-nes de Guadiana y de las lagunas de Ruidera, que me servirán para el Ovidio espa-ñol que traigo entre manos. La tercera, entender la antigüedad de los naipes, que por lo menos ya se usaban en tiempo del emperador Carlomagno [...], y esta averi-guación me viene pintiparada para el otro libro que voy componiendo, que es Su-plemento de Virgilio Polidoro en la invención de las antigüedades [...]. La cuarta

72 Don Quijote, 2.22, p. 718. Sancho le preguntó con socarronería quién fue el primero que se rascó

la cabeza y quién el primer volteador (es decir, acróbata). Y, dialogando con su amo, exponen ambos su reprobación de esta clase de libros.

“– Calle, señor –replicó Sancho–, que a buena fe que si me doy a preguntar y a responder, que no acabe de aquí a mañana. Sí, que para preguntar necedades y responder disparates no he menester yo andar buscando ayuda de vecinos.

– Más has dicho, Sancho, de lo que sabes –dijo don Quijote–, que hay algunos que se cansan en sa-ber y averiguar cosas que después de sabidas y averiguadas no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria” (Don Quijote, 2.22, p. 719).

73 Don Quijote, 2.22, p. 720. 74 El héroe manchego alude a la conversación de Montesinos con su primo Durandarte: el primero

se refiere a cómo, por obra del sabio Merlín, está allí encantado, entre otros, Guadiana, escudero de Durandarte, transformado en río y sumergido en las entrañas de la tierra por fidelidad a su señor; ade-más, menciona la transformación de doña Ruidera, sus siete hijas y dos sobrinas en otras tantas lagunas, llamadas, precisamente, las lagunas de Ruidera.

Por su lado, Durandarte pronuncia la frase “paciencia y barajar”, procedente del lenguaje de los naipes.

Don Quijote, pues, mezcla la tradición caballeresca con una personificación del Guadiana y de di-chas lagunas.

TUS OBRAS LOS RINCONES DE LA TIERRA DESCUBREN (VI CINDAC) 425

es haber sabido con certidumbre el nacimiento del río Guadiana, hasta ahora igno-rado de las gentes75.

k. Conviene citar también un dicho del poeta macarrónico Teófilo Folengo

(1491-1524) a propósito de Alejandro Magno y su famoso caballo Bucéfalo76. En el capítulo primero de la inmortal novela se nos cuenta qué hacía Don Quijote:

Fue luego a ver a su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real y más tachas

que el caballo de Gonela, que “tantum pellis et ossa fuit”77, le pareció que ni el Bu-céfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaban78.

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75 Don Quijote, 2.24, p.735. 76 En griego boukephálas, -a; en latín bucephalas,-ae y bucephalus, -i. 77 “Sólo fue piel y huesos”. 78 Don Quijote, 1.1, p.31. Gonela fue un renombrado bufón de la corte de Ferrara. En cuanto al di-

cho latino corresponde a una frase del poeta italiano Teófilo Folengo, famoso por sus escritos y senten-cias macarrónicos, llenos de ironía y sarcasmos, imitados, por ejemplo, por Rabelais.

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