prefacio de la autora

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Page 1: Prefacio de la autora
Page 2: Prefacio de la autora

El impostor-Camila Winter © Todos los derechos reservados.© Novela original e inédita publicada en edición digital en marzo de 2018.© Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcialsin el consentimiento de su autora.Amparada en la Ley Universal de derechos de autor y en la ley 17.616 de laRepública oriental del Uruguay.© María Noel Marozzi Dutrenit. Autora de las novelas firmadas comoCamila Winter.Todos los nombres mencionados en la presente novela son invención de laautora de este libro y no guardan semejanza alguna con la realidad.

Prefacio de la autoraLa presente novela está ambientada en la era victoriana, en Devon, NewForest y en un principado llamado Arezzo: lugar ficticio ubicado al norte deItalia, pero que representa en gran medida a los principados del siglo XIX, enuna Europa convulsionada por el espíritu del nacionalismo que empezaba aver la República como el único sistema político coherente capaz derepresentar a la pujante clase burguesa. Por esa razón todos los nombres,lugares e intrigas son completamente ficticias, al igual con los apellidosnobiliarios utilizados en la presente.Y por último decirles que esta novela tendrá continuación y su publicaciónserá a mediados de junio. Avisaré de esto en mi página de autora deFacebook.Cualquier sugerencia o comentario pueden dejarlo en mi correo de autora:[email protected]

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El impostorCamila Winter Primera parte.El huésped misterioso

El amor nace con una mirada y en una mirada se puede ver el amor, la

complicidad y el brillo en los ojos de dos enamorados y también cuando un

hombre ama locamente a una mujer.

Y Ernestine notó esa mirada en Francis y se estremeció de rabia y

dolor porque esa mirada ardiente no estaba dedicada a ella sino a otra joven

presente en el salón.

—¿Te sientes bien, Ernestine? Te has puesto pálida—dijo su amiga

Berenice.

Ernestine sintió que las lágrimas le hacían arder los ojos sin que

pudiera evitarlo.

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—Es que pienso que Francis siempre amará a Audrey—dijo con un

hilo de voz y se alejó para que nadie en el salón notara su dolor.

Es que lo amaba tanto. Lo amaba no porque fuera guapo, no lo amaba

por algo tan frívolo como eso. Aunque para ella fuera el hombre más guapo

del mundo. Lo amaba porque era un joven bondadoso y generoso, de firmes

preceptos morales, siempre dispuesto a ayudar a los demás, a hacer el bien.

Todos decían que era demasiado bueno para este mundo y ella sabía que era

verdad.

Porque todos en ese condado sabían quién era Francis Edenbrough.

Y ahora que había regresado de Londres se sintió tan feliz, era su

querido primo Francis y él le dedicó un momento de su atención,

conversaron, pero no había nada especial en sus ojos, nada más que el afecto

por una prima a quien conocía de siempre.

La mirada llena de amor y devoción era para Audrey Briston. La hija

del extraño conde de Leighton. Su única hija.

Y podía entender que la amara porque Audrey era muy hermosa. La

más bella flor de Devon. Así la llamaban. Hermosa y delicada, de cabello

oscuro y grandes ojos color topacio, todo en su rostro de mejillas llenas, era

como de terciopelo, sus labios rojos, las mejillas rosadas y Ernestine sabía

que siempre estaría a la sombra de Audrey.

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—Ernestine por favor, deja de amargarte por Francis y de envidiar a

Audrey—le dijo su amiga Berenice.

Ella la miró.

—Es que sufro en silencio y me pregunto por qué nací fea, amiga y

Audrey tan hermosa.

Y Francis la había mirado con una pasión tan encendida, como sabía

que nunca la miraría a ella.

Y Audrey le sonrió y fue a hablar con él.

—Mi querido amigo. ¿Cómo estás? —la oyó decir a la distancia.

Era su querido amigo, nada más.

Por eso su padre le permitía conversar con él y gozaba de su alta

estima. Pues el conde de Leighton era muy celoso y guardián de su única hija

y se decía que la pobre se quedaría solterona porque todos sus pretendientes

eran poco para el caballero.

Era un hombre extraño.

Viudo de forma prematura, se había encerrado en sus libros y con la

selecta compañía de personas cultivadas y también algo extravagantes. No

eran personas comunes quienes visitaban el castillo de Elendale.

Pero su pequeña hija siempre había permanecido guardaba con siete

candados y jamás le había permitido participar de sus tertulias.

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Los niños debían estar en su mundo, con sus juegos. Y así fue durante

tanto tiempo que la pobre seguía siendo algo tonta y aniñada. Inocente.

Confiada.

Y nada dada al flirteo como las chicas de su edad.

No tenía muchas amigas, tal vez por eso, pero Francis era un amigo

muy querido. Seguramente ella no había notado esa mirada encendida llena

de amor y devoción, no había visto con sus ojos lo que esa mirada significaba

y por lo tanto no había sentido el dolor punzante del corazón de amar

locamente a un caballero sin tener la más remota esperanza.

Ernestine lo sabía bien.

Y su mejor amiga Berenice, también.

—Querida por favor, disimula o hasta él lo notará—se quejó.

Berenice era su amiga más cercana y consejera.

Ernestine miró hacia la fiesta y al verles juntos sintió una punza de

dolor.

—No sé cómo está tan ciega. ¿O es realmente boba: la señorita

Audrey Briston?

Berenice sonrió y su rostro regordete se formaron dos hoyuelos.

—Es un poco boba, sí. Como todas las damas que son demasiado

bellas. Si fuera inteligente sería perfecta. Es decir, el señor da virtudes y

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defectos a las personas, pero no los hace con todas las capacidades. Todos

saben que es muy bella pero muy tonta. Y se ríen a sus espaldas.

Ernestine sonrió con amargura.

—Quisiera ser como Audrey, bella y boba, rematadamente idiota y

tener en mis manos el corazón de Francis, Berenice. ¿Crees que alguno de los

seres misteriosos que visitan el castillo del conde podría hacer un hechizo

para conseguirlo?

—Hechizos de amor… ¿quién cree en esas tonterías? Ernestine, creo

que te gusta sufrir por amor y si te acostumbras a eso serás muy desdichada el

resto de tu vida. Olvida a Francis Edenbrough por favor—Berenice bajó la

voz y continuó: —Debemos buscar un marido tú y yo, es nuestra

oportunidad. O nos quedaremos solteronas.

Su amiga hizo un gesto de negación como le respondiera “al diablo

¿qué me importa buscar un marido ahora?”

—No quiero casarme, no me interesa, prefiero ser una solterona que

atarme a un hombre por conveniencia—se quejó luego, sombría.

—Pues deberías preocuparte. Ya hemos hablado de esto. No podemos

quedarnos a esperar al príncipe azul amiga, el tiempo apremia y es necesario

para nuestras familias. ¿Qué será de nosotras sin un esposo?

Ernestine ya había oído eso muchas veces, hasta en la sopa leía la

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frase: ¿qué será de ti sin un esposo? Y se fastidió.

—¡Diablos! Pues no he visto que ninguna mujer se muera por no

tener un marido, al contrario, las he visto morir en el parto muchas veces por

tener uno—murmuró.

Berenice se puso colorada y comenzó a abanicarse nerviosa. Odiaba

cuando su amiga se ponía de ese humor, tan negativa.

—Si fue voluntad de Dios, nadie puede decir nada, querida amiga. Ni

tú por supuesto—y al verla tan desdichada le dio una palmada en su hombro

y agregó: —Por favor Ernestine, olvida a Francis, seguramente terminará

casándose con Audrey. Cuando ella deje de ser tan boba o tan ciega como

ahora, claro. Tal vez en cinco o siete años. Y si no lo hace, pues se convertirá

en el solterón más guapo y respetable del condado. Estoy segura de ello.

—¿En serio lo crees? ¿Crees que se casará con Audrey?—Ernestine

estaba alarmada.

—Bueno, si no acepta casarse con él es mucho más tonta de lo que

pensábamos. Y si no lo hace, Francis será como su tío el señor Lionel

Edenbrough. Un intelectual muy ilustre siempre investigando sobre la

ciencia, dicen que en su juventud sufrió un desengaño y por eso nunca quiso

casarse. Si Audrey lo rechaza, será como su tío pues dudo que se fije en otra.

Todos dicen que siempre ha estado enamorado de ella.

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—Menudo consuelo que me das.

—Ernestine, por favor, no tiene sentido insistir. Mientras esté aquí

Audrey no mirará a otra joven, no pierdas el tiempo. Sólo te haces daño,

amiga. Trata de olvidarle.

—Es que Audrey no lo merece, él es demasiado bueno para esa joven

mimada. Además, para ella es sólo un amigo y lo quiere como se quiere a un

amigo. Nada más.

—Bueno, nuestra Audrey llama demasiado la atención y a su padre

no le hace gracia. Ya tiene esa cara de ogro… en cualquier momento se la

llevará de la fiesta, ya verás. No quiere ni a un pretendiente cerca de su hija.

Parece un noble medieval, dispuesto a deshacerse de los posibles candidatos

arrojándolos a los fosos de su castillo.

Ernestine rio.

—Exageras.

—Pues ya verás. Es como mi tío Hipólito. Enviudó y luego, cuando

sus tres hijas llegaron a la adultez no quería que se casaran para no quedarse

solo. Era egoísta como un demonio. Para hombres como esos las hijas nunca

crecen, ¿sabes? Siempre son las niñas que deben proteger y encerrar cuando

hacen algo incorrecto. Y al final la que se quedó para cuidar a mi tío Hipólito

fue mi prima mayor y la pobre pudo casarse recién a los cuarenta años

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cuando su padre murió. Y luego no pudo tener hijos, pero al menos encontró

un esposo a pesar de ser tan vieja.

—Oh vaya, sí que era anciana. Siento terror de que algo así me pase.

—Pues te veo en ese camino, amiga, encaprichada con un joven

Ernestine suspiró y miró a Francis. Tal vez su amiga tenía razón.

Estaba perdiendo el tiempo esperando que ocurriera un milagro. Francis

adoraba el piso que pisaba esa joven bajita y delgada, con un envidiable talle

y unos inmensos ojos color zafiro. Tenía un rostro hermoso, dulce y angelical

y Francis no era el único que suspiraba a su paso.

Observó que mientras ambos charlaban animadamente, un caballero

seguía a Audrey con la mirada.

Nunca lo había visto y algo en sus ojos llamó su atención. Eran casi

negros como su cabello y su tez… No parecía de esas tierras donde los

hombres son pálidos y de facciones lánguidas. Ese caballero debía ser

extranjero y sin embargo, sus maneras y la ropa que llevaba le delataban

como un joven de noble linaje. ¿Quién era? Estaba segura de que nunca le

había visto en el condado, pero estaba conversando con el conde de Leighton

en esos momentos.

Los ojos del misterioso caballero siguieron a Audrey con una

expresión aviesa. Como miran los mozos a las criadas con las que se besan a

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escondidas.

No era la mirada que había visto en los ojos de Francis.

Y entonces notó que Audrey se detenía y se sonrojaba al ver al guapo

joven de ojos negros. ¿Acaso le conocía o sólo se sintió ruborizada por la

insistencia de esos ojos que la seguían a todas partes como si ella fuera su

presa y él, el cazador?

No. Audrey era una tonta colegiala, de diecinueve años, pero con la

mente de una niña de trece. Era tan tonta que no sabía coquetear, ni flirtear,

seguramente había notado la mirada del desconocido y por eso estaba muy

turbada. ¿O acaso ocurría algo entre ambos?

Era un hombre muy atractivo a pesar de su aire mediterráneo. ¿Sería

español o…?

—¿Qué sucede?—preguntó Berenice.

Ernestine la miró perpleja.

—¿Quién es ese caballero?—quiso saber.

Su amiga se puso colorada al ver a ese joven alto tan bien parecido y

de elegante estampa.

—No lo sé, nunca lo había visto. Es algo extraño, ¿no crees? Parece

extranjero—comentó Berenice—Pero es muy guapo, cielos.

—Ve y averigua quién es.

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—¿Qué? ¿Y por qué haría eso, Ernestine?

—No es por mí boba, ve vamos.

—¿Y por qué habría de investigar sobre ese desconocido? Faltaba

más. Pensarán que me interesa.

—Es que no deja de mirar a Audrey.

—¿Y eso qué tiene de especial? Como si fuera el único que lo hace.

Ernestine sonrió de forma extraña.

—Pero Audrey se sonrojó ante su mirada y mírala, se ve muy

nerviosa.

—Por favor, Ernestine, deja de vigilar a Audrey. No ganarás nada con

eso, debes quitarte a Francis de la cabeza de una vez. Sé sensata. El tiempo es

oro, el tiempo es demasiado valioso para perderlo en tonterías y para sufrir

por un amor que no es correspondido, amiga. Piensa en lo que te digo.

Ernestine no la escuchaba, sus ojos se desviaron nuevamente al

misterioso caballero que tampoco dejaba de seguir los pasos de la bella

Audrey.

***********

Días después, en la sala del castillo de Elendale, propiedad del conde

de Leigthon reinaba la más absoluta calma. Su hija Audrey tocaba el piano y

sus invitados se encontraban reunidos en el comedor conversando sobre tema

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tan apasionantes que casi nadie prestaba atención a la bella joven.

Excepto ciertos caballeros que vivían pendientes de la hija del conde

y parecían adorar el suelo que ella pisaba.

Un joven de unos veinte y cinco años, alto de cabello oscuro y ojos

grises, que parecía un caballero medieval pero no era más que un viejo

admirador y un antiguo amigo de siempre llamado Francis Edenbrough,

luego un hombre de unos veinticinco años, de un cabello rubio y ojos color

miel llamado Anthony vecino del condado y pariente del conde, y por

supuesto, ese otro caballero, apartado de los demás. Un personaje misterioso

y algo siniestro, a decir verdad, que con su llegada había provocado un

extraño silencio todo alrededor.

Valentino Castelli, sobrino del príncipe de Arezzo y perteneciente a

un linaje antiguo y soberbio. Nadie sabía mucho más del joven italiano, pero

todos parecían temerle. Algo en su mirada parecía provocar miedo a su

alrededor y cierta inexplicable tensión. Alguien mencionó un viejo asunto de

hechicería, por ser nieto de un rey alquimista pero lo cierto es que no parecía

haber nada razonable en todo eso. Excepto que era extranjero y los lugareños

al parecer no tenían muy buena opinión de los italianos.

¿Por qué era invitado del distinguidísimo conde para empezar y por

qué se movía a sus anchas con esa arrogancia como si fuera el dueño de todo

y pudiera hacer lo que quisiera? Se preguntó Francis Edenbrough mientras

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veía con desagrado como todas las damas presentes sucumbían a su encanto,

en especial la señorita Audrey Briston…

Y él también parecía estar pendiente de la bella hija del conde de

Leighton.

Francis Edenbrough observó al caballero italiano con gesto torvo. Ese

hombre no le gustaba nada. En su último viaje a Londres había conocido a un

par de italianos que se dedicaban a hurtar las carteras de las señoritas y se

decía que uno de ellos había raptado a una joven y la había violado, y que lo

mismo le había hecho a otra joven decente y que ambas habían dado a luz un

bebé de ojos muy negros con un rabo como si fuera hijo del demonio. Una de

ellas había perdido el juicio. Tal vez por eso inventó la historia de que su hijo

había nacido con un rabo…

Afortunadamente habían atrapado a esos malandrines y estaban en

prisión. Pero él recordaba bien las fotografías de esos sujetos en el diario, esa

mirada oscura, maligna y turbadora. Y reconoció esa mirada impía en el

huésped extranjero y lo que más lo indignó fue notar que sus ojos malvados

observaban a Audrey una y otra vez, siguiendo sus pasos, deteniéndose en su

figura si ningún pudor, deleitándose en la contemplación de su belleza como

si pudiera hacerlo. Francis no podía entender tanto descaro y tenía sus dudas

con respecto a que fuera pariente del príncipe de Arezzo. ¿Realmente era un

caballero de la nobleza? ¿Es que no tenían modales en su país? Era una falta

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de respeto que mirara tanto a la señorita Audrey, a la hija de su anfitrión de

esa manera.

Y entonces el italiano notó que él lo estaba observando y le miró

como si fuera un insecto impertinente. Francis sostuvo su mirada al mejor

estilo inglés, sin expresar nada, pero sin apartar sus ojos como si aceptara su

desafío y este no le afectara en absoluto. El italiano le miró con altanería y

luego lo vio acercarse a Audrey que estaba en el piano ejecutando una

melodía.

Ella notó su presencia al instante y lo miró sonrojada.

—Es usted maravillosa, señorita Audrey. Hermosa y tan dulce…. —

le dijo sin rodeos.

La joven se sintió atrapada por esos ojos y habría deseado correr, pero

todos la veían en ese momento y no habría sido cortés.

—Gracias señor Castelli, es muy amable—balbuceó.

—Y tiene una voz tan dulce… y unos ojos… cuando entré en este

castillo vi sus ojos y no quise ver nada más—dijo el italiano mirándola con

tanta intensidad.

Audrey se sonrojó y tembló como una hoja, era la primera vez que el

italiano le hablaba con tanta franqueza y temía que fuera a declarársele allí en

ese salón atestado.

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Pero él se quedó allí mirándola de esa forma tan intensa mientras ella

se esforzaba por no equivocarse y seguía tocando la melodía.

—Señor Castelli, por favor. Venga conmigo. Necesito presentarle a

unos amigos que desean conocerle.

Su padre fue a salvarla, al parecer había presenciado la escena de

lejos y no le gustó nada.

Pero el extranjero no se mostró siquiera inquieto por haber disgustado

a su anfitrión, al contrario, sus ojos se desviaron una última vez para mirar a

la joven sentada junto al piano.

—Audrey.

La joven escuchó su nombre y miró a Francis distraída y al ver que

era su viejo amigo sonrió.

—Francis. ¿Cómo has estado?

Sentía un afecto espontáneo, un cariño especial porque Francis era un

viejo amigo de infancia, con él habían compartido juegos en la infancia y al

crecer comenzaron a compartir charlas y momentos de cultivada

conversación las frías tardes de invierno, cuando el mal tiempo hacía escasas

las visitas y sin embargo Francis jamás faltaba a una invitación al castillo de

Elendale como ese día.

Pero él la quería más que como una amiga y todos lo sabían, todos

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menos Audrey y esa noche se sintió muy molesto al notar que ese caballero

extranjero se había acercado demasiado a su amada y la había importunado

mirándola de forma inapropiada. Y buscó la oportunidad para tratar de

averiguar qué le había dicho ese extraño sujeto, luego de sentarse junto a ella

en el piano.

No fue difícil convencerla de abandonar el atestado salón y recorrer el

castillo, Audrey se veía algo inquieta pero sus nervios se apaciguaron

mientras conversaban del último libro que habían leído los dos.

Sin embargo, cuando dejaban atrás el salón sus ojos azules miraron

nerviosos a su alrededor, como si esperara ver a alguien. O tal vez lo

imaginó.

Francis pensó que estaba imaginando demasiadas cosas.

Audrey no se fijaría en un sujeto tan feo como ese. Y con unos

modales tan peculiares. Seguramente sólo se sentía incómoda por la situación

y no era para menos. Se preguntó cómo un caballero de sangre noble tenía

modales tan raros. ¿Reamente sería un noble de Arezzo o sólo fingía serlo?

—Al fin, ese salón me estaba asfixiando—le confesó ella cuando

entraron en la biblioteca.

Esa sala atestada de anaqueles repletos de libros era una especie de

santuario y Audrey podía estar horas buscando un nuevo libro que leer. Sus

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gustos eran muy amplios. Le gustaban los clásicos y también los modernos.

Los libros raros que hablaban de fantasmas y castillos embrujados. Le

divertía mucho Anne Radcliffe, pero no tanto Mary Shelley y le gustaba un

autor americano de nombre extraño. Edgard Allan Poe.

Él en cambio prefería leer libros de historia, algo de poesía, pero sus

predilectos eran los manuscritos medievales. Una pasión que compartía con

el conde, padre de Audrey. Él le había prestado algunos ejemplares muy

valiosos y él se los había devuelto de forma puntual pues sabía cuánto

adoraba el conde sus preciados manuscritos.

Y mientras buscaban un libro Audrey sonrió al sentir su mirada.

—Tal vez quieras leer una de esas leyendas medievales, buscaré un

libro…

Francis esperó paciente y entonces, le preguntó por el joven Castelli.

La mención de su nombre la alteró, fue tan evidente para él.

Se ruborizó y sus ojos adquirieron un extraño brillo.

—¿Por qué me preguntas? Sólo he hablado dos veces con él—le

respondió.

—Es que me parece extraño que esté aquí.

—No lo es. Mi padre lo ha invitado y sabes que en este castillo llegan

caballeros de todas partes del mundo. Creo que el señor Castelli es un

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coleccionista de manuscritos raros y desea comprarle una colección a mi

padre, pero él no quiere vendérsela. Pero le ha ofrecido mucho dinero y… en

realidad creo que mi padre necesita vender algunos libros, tenemos

demasiados.

—¿Entonces no es amigo de tu padre ni le conocía antes de su llegada

aquí? — insistió Francis.

—No lo sé… es un coleccionista y los coleccionistas de manuscritos

se conocen porque se escriben cartas. Según dijo mi padre, él vino a ofrecerle

mucho dinero por la colección de manuscritos de fábulas del medioevo.

—Pero están en inglés.

—Sí y algunas en latín.

—¿Y él sabe latín?

—Sí… es un hombre muy instruido, Francis. Habla varios idiomas…

Creo que no te agrada él. ¿Por qué?—Audrey guardó un libro y siguieron

recorriendo la biblioteca despacio.

—Oh, no… sólo me sentí intrigado nada más, discúlpame Audrey.

—No me molesta, Francis. Es que él es algo extraño, lo sé, todos lo

han notado. Es de la realeza de Arezzo y hay algo raro en él, cierto misterio.

—¿Un misterio?—preguntó Audrey mientras se detenía en un

anaquel para tomar un libro de fábulas medievales.

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—Sí… Es que he notado que no habla mucho de su familia ni nada

más en realidad y sin embargo nos observa a todos, siempre. Parece estar

pendiente de todos nosotros. Como si le divirtiera observarnos.

—Sí, eso también lo noté Audrey y me pareció algo descortés de su

parte.

—Bueno, yo no creo que sea descortés exactamente, tal vez nos

observa porque no somos como él o porque le divierte hacerlo. En realidad,

sus modales son encantadores y mi padre dice que es un caballero muy

instruido y educado.

No era sencillo hablar de ese sujeto sin despertar sospechas. Habría

deseado saber más, pero Audrey cambió de tema con rapidez.

Y él se sintió cada vez más inquieto mientras fingía leer en los

anaqueles de la biblioteca. Tuvo una extraña corazonada. No le agradaba ese

sujeto y sólo esperaba que se marchara pronto.

**********

Audrey tembló cuando vio al señor Castelli en los jardines a la

mañana siguiente.

Por momentos tenía la sensación de que él buscaba acercarse a ella,

que la seguía y no dejaba de mirarla.

—Buenos días, lady Audrey. ¿Cómo está? —le preguntó.

Page 21: Prefacio de la autora

Ella murmuró un saludo igualmente amable y se alejó, pero él la

siguió.

—Aguarde por favor, quería preguntarle por esta especie de rosa que

hay en el jardín cerca del lago.

Ella los siguió tratando de dominar la agitación que sentía al sentirle

tan cerca. Él la guió hasta el estanque y allí se detuvo frente las rosas blancas.

—Pero sólo son rosas, señor Castelli.

Él la miró con intensidad.

—Me encantan esas rosas, lady Audrey. Son tan blancas… me

recuerdan la pureza de una doncella que está a punto de florecer.

Ella parpadeó inquieta.

—¿De veras? OH vaya, no lo había notado, las veo tan a menudo

que… creo que hay flores más bellas y exóticas aquí.

—Pues las plantaré cuando regrese a mi palacio, lady Audrey. ¿Le

gustaría conocer Arezzo un día?

Ella sonrió sonrojándose.

—Es un lugar muy hermoso según he oído.

—Sí… pero supongo que su padre no la llevaría de viaje por mi país.

Audrey pestañeó inquieta y esquivó esa mirada tan intensa.

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—Tal vez lo haría si se lo pidiera, por supuesto. Me encantaría

conocer los castillos medievales de Arezzo y sus bosques mágicos habitados

por duendes y brujas.

Él se acercó y se detuvo frente a sus labios.

—Y yo la llevaría encantado a recorrer mi país, hermosa dama.

Audrey pensó que su actitud no era adecuada y se alejó espantada,

pero no llegó a tiempo, no pudo impedir que él rodeara su talle y le robara un

beso fugaz y apasionado.

Fue tan inesperado que al comienzo se quedó tiesa sin saber qué hacer

y cuando finalmente quiso apartarlo escandalizada, pero él fue más rápido y

la retuvo, la empujó contra su pecho mientras atrapaba su boca y saboreaba

de ella.

Audrey sintió que el corazón le latía enloquecido, nunca antes la

habían besado y ese hombre la ponía tan nerviosa. No podía entender por

qué, pero su mirada la hacía sentirse muy incómoda y ahora al sentir sus

besos sintió que iba a desmayarse. Fue una sensación tan extraña, una mezcla

de terror, fascinación y deseo.

Pero el recato y la decencia clamaban que lo rechazara y se mostrara

indignada y luchó por escapar de sus besos y de ese abrazo apretado con

todas sus fuerzas, pero no le fue posible escapar, ese hombre era muy fuerte y

Page 23: Prefacio de la autora

sólo la liberó cuando él quiso, pero no la liberó del todo, sino que la miró con

intensidad y sonrió.

—Lo siento, lady Audrey… es que estoy loco por usted, sabe y me

dejé llevar. Por favor, discúlpeme—le dijo.

Ella lo miró furiosa pero incapaz de articular palabra. ¿Cómo se

atrevía a besarla en ese lugar y a decir que simplemente se había tentado?

Para la jovencita un beso debía significar algo más que deseo y tentación, ella

había soñado que su primer beso se lo diera un enamorado, no ese sujeto tan

extraño.

—No vuelva a besarme por favor, mi padre lo matará si intenta

propasarse conmigo de nuevo—replicó con frialdad—ahora suélteme, por

favor—agregó irascible.

La tenía agarrada como un bribón, como hacen esos hombres sin

modales cuando quieren tomar a una moza gazmoña en los campos. Lo había

visto una vez. Un guapo mozo de los establos, guapo, pero más bruto que una

bestia, persiguió a una criada del castillo llamada Betsie. Una jovencita rubia

y bajita que siempre estaba sonriendo. Lo vio atraparla y besarla y parecía

que ella se negaba a sus atenciones, hasta que los vio esconderse en la

pradera… desaparecieron de su vista de repente.

Audrey luchó para librarse de ese hombre, furiosa y agitada, pero él

Page 24: Prefacio de la autora

no quería dejarla en paz.

—Es que no le temo a su padre, lady Audrey—replicó el italiano

desafiante mientras la liberaba despacio. Al parecer ahora la retenía para

disculparse por haberla besado.

—Pues debería temerle. Le ruego que no vuelva a besarme, señor

Castelli.

—Es que no puedo prometerle nada, mi bella dama.

Audrey se alejó mareada e inquieta por la experiencia vivida y buscó

refugio en su habitación. Estaba muy agitada por lo ocurrido y no dejaba de

suspirar al recordar ese beso apasionado robado en los jardines de la forma

más inesperada por el guapo caballero de Arezzo.

Su primer beso y se lo había dado ese joven huésped del castillo, pero

sabía que si su padre llegaba a enterarse lo expulsaría de inmediato…

Esa noche no podía dormir pensando en ese hombre, algo había

despertado en ella, algo desconocido que la turbaba demasiado. El deseo de

ser besada de nuevo…

Audrey no era la colegiala que todos creían. No era una niña como la

creía su padre, durante muchos años él la consentía comprándole muñecas y

juguetes, encerrándola en su mundo de infancia demasiado tiempo y sin

embargo ella había crecido igual. Era una jovencita que empezaba a notar que

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atraía a los caballeros más guapos del condado.

Hace tiempo un caballero había intentado cortejarla en el castillo, era

hijo de un amigo de su padre, pero ella lo rechazó con mucho tacto para no

ofenderle y él no insistió por supuesto, era demasiado sensato y educado para

hacerlo.

Algo le decía que Valentino Castelli no se rendiría.

Pero no volvería a tener esas atenciones, ella no lo permitiría.

Suspiró al recordar ese momento, el momento en que un hombre que

le gustaba mucho la había tomado entre sus brazos y la había besado. El

sabor de su boca era especial también su olor, descubrió que le encantaba su

olor y la textura de sus labios, y de esa lengua hambrienta que la había

devorado… sentir su lengua invadiendo su boca la había excitado, como si

hubiera sido tomada a la fuerza por un vil seductor, vil pero tan guapo…

Audrey se horrorizó al tener esos pensamientos impíos y rezó en

silencio, le pidió al señor que apartara los pensamientos impuros que una

joven decente no debía tener.

Pero ella sabía que le había gustado y que nunca olvidaría su primer

beso. Nunca podría olvidar lo que sintió cuando ese atrevido italiano la atrapó

entre sus brazos para robarle un beso tan apasionado… pero no sólo la había

besado, también le había dicho que era hermosa.

Page 26: Prefacio de la autora

************

Verle durante el desayuno a la mañana siguiente fue bastante

turbador, nada más entrar en el comedor y verle charlando con su padre la

hizo sonrojar y cuando la miró tembló como una hoja sin poder evitarlo.

—Buenos días, lady Audrey—le dijo. Sus ojos la miraron con fijeza

mientras le sonreía.

Ella habría querido correr y se preguntó cuándo se marcharía ese

huésped, llevaba más de dos semanas en el castillo y ni miras de irse.

Su padre la miró y notó que algo pasaba, pero no dijo nada. ¿Sabría

que su huésped extranjero no dejaba de mirarla? Era un padre sobreprotector

y bastante celoso, no quería ni pensar en lo que ocurriría si se enteraba de que

ese hombre la había besado.

Los días pasaron y se hicieron más cortos y oscuros. Las tertulias

llegaban a su fin y se preparaban para pasar el invierno aislados en el castillo

de Elendale pero estaban acostumbrados. Para Audrey sería un alivio dejar de

recibir visitas.

El caballero italiano no dejaba de mirarla y eso la turbaba, pero al

menos no había vuelto a besarla.

Una mañana, mientras recorría los jardines secretos de Elendale

aprovechando el buen tiempo, sintió pasos y se detuvo. ¿Alguien la había

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seguido hasta su refugio preferido? Miró a su alrededor inquieta y se

envolvió con la capa tiritando. Entonces lo vio aparecer como un espectro de

repente y dio un salto hacia atrás.

Vestía un largo sobretodo y un sombrero de copa muy elegante, las

botas de caña se veían levemente húmedas y notó que debajo del abrigo traía

puesto todavía el traje de montar y todavía sujetaba el rebenque para espolear

al caballo.

—Buenos días lady Briston, lamento haberla asustado—dijo.

Pero ella supuso que ese encuentro no era casual, hacía días que ese

caballero seguía sus pasos y sintió temor de que el encuentro fuera en ese

lugar tan apartado.

—Buenos días—replicó sonrojándose al sentir su mirada. Diablos, no

podía mirar esos ojos sin sentir que temblaba como una hoja.

Era un hombre extraño, pero tan guapo. Se preguntó qué edad tendría

y por qué parecía prolongar su estadía de forma indefinida. Tuvo la sensación

de que lo hacía por una razón…

—Lamento mucho haber perdido el control el otro día. No suelo

hacerlo, ni deseo que piense que soy un aprovechado, lady Audrey—le dijo

muy serio.

—Está bien… no importa—respondió ella evasiva.

Page 28: Prefacio de la autora

Él sonrió.

—Este parece ser un refugio para usted… es un lugar muy hermoso.

El jardín secreto—dijo el caballero mirando a su alrededor.

—Sí… solía venir aquí y esconderme cuando era una niña y mis

pobres padres tardaban horas en encontrarme—Audrey sonrió y se le

formaron dos hoyuelos en las comisuras de sus labios.

El caballero observó sus ojos y sus hoyuelos completamente

embelesado.

—¿Me permite acompañarla a dar un paseo, lady Audrey?—le

preguntó.

Ella aceptó que la acompañara a recorrer el jardín secreto.

Él se detuvo cuando llegaban al estanque, sin darse cuenta ambos

habían regresado al lugar donde se habían besado por primera vez. Audrey se

sonrojó al sentir su mirada intensa. Esos ojos la habían hechizado desde el

primer momento.

—Debo partir la semana entrante señorita Audrey, y me pregunto si

podría escribirle alguna vez, si usted no lo toma a mal por supuesto.

Ella sonrió encantada.

—Sí, por supuesto.

—Temo que ya he abusado demasiado de la hospitalidad de su padre,

Page 29: Prefacio de la autora

es que encuentro su compañía fascinante—dijo mirándola con fijeza pero

luego agregó:—Su padre es un coleccionista y todo un erudito.

—Pero usted no ha podido convencerle de que le venda la colección

me temo.

Él sonrió.

—No, no he podido, pero al menos me ha dejado leer los libros y

temo que esa ha sido la excusa para quedarme y disfrutar de tan grata

compañía.

—¿Entonces se irá con las manos vacías?

—Oh no exactamente, su padre me ha obsequiado unos libros y

además, me voy feliz de haber conocido a una damisela inglesa tan hermosa

como usted, señorita Briston.

Audrey sintió una punzada de dolor al pensar que el caballero se

marcharía en unos días, casi se había acostumbrado a su inquietante

presencia, pero al menos había prometido escribirle.

—¿Y qué hará cuando regrese a su país, señor Castelli?—le preguntó

para romper el incómodo silencio.

Él sonrió.

—Extrañar su compañía y soñar con sus ojos, mi bella damisela.

Tiene los ojos más hermosos que he visto en mi vida y eso que he recorrido

Page 30: Prefacio de la autora

medio mundo, señorita.

—Oh gracias, es muy gentil…

Él se acercó cuando dijo eso y miró sus labios con deseo. Se moría

por besarla, pudo verlo en sus ojos, pero no era correcto, no era prudente y

para evitarlo ella se alejó y le dijo que debían regresar.

Pero él la detuvo, la tomó de la cintura y la abrazó. Fue un impulso

que no pudo evitar.

—Hermosa—le susurró al oído— y ella tembló al sentir el roce de su

voz y de sus labios y se sintió como en trance, como si estuviera bajo el

hechizo de ese hombre. Era como si no tuviera voluntad, como si no pudiera

resistirse…

—Mi bella damisela, ¿sabe lo que pensé el instante que la vi por

primera vez?—le preguntó.

Audrey suspiró deseando saber qué le diría a continuación.

—Pues pensé que era tan hermosa y delicada como un hada salida de

los cuentos, dulce y etérea y que me casaría con usted sin dudarlo. Es tan

bella que podría estar todo el día mirándola… ¿Cree en el amor a primera

vista, hermosa?

Ella asintió porque le pasaba lo mismo.

—Sí, creo en el amor a primera vista, señor Caselli.

Page 31: Prefacio de la autora

Habría deseado decirle que sentía lo mismo, pero no se atrevió, era

muy tímida y tenía miedo, se sentía inmersa en una vorágine de sentimientos

intensos y confusos. Por momentos quería escapar, deseaba hacerlo. Pero ese

italiano no dejaba de mirarla y seguirla con los ojos, la miraba como ningún

hombre la había mirado.

Y entonces sintió que la besaba con suavidad, la besaba y le pedía que

fuera su esposa.

Ella lo miró aturdida y respondió a sus besos sintiendo que deseaba

que la hiciera su esposa. Pero entonces pensó que su padre no lo permitiría.

—Mi padre no me deja casarme señor Castelli, no hasta que cumpla

los veintiún años me lo ha dicho varias veces—le dijo inquieta—Y faltan dos

años para eso. Sólo tengo diecinueve.

—¿Entonces aceptaría ser mi esposa, señorita Briston? Puedo hablar

con él e intentar convencerle.

—No, no lo haga, se enfadará mucho con usted y no me dejará volver

a verle.

Él sonrió al oír sus palabras.

—¿Entonces si aceptaría ser mi esposa?

Ella asintió, sin embargo en su mirada había cierta duda.

—Señor Castelli, estoy algo confundida ahora, no le conozco muy

Page 32: Prefacio de la autora

bien para tomar una decisión tan importante…

—Está bien, lo entiendo, no tema… no es mi intención apresurar las

cosas. Por favor, permítame que le escriba a menudo, voy a echarle mucho de

menos cuando regrese a mi país.

—Por supuesto, puede escribirme las veces que desee y…

Audrey se sintió mareada por las emociones que la dominaban.

—Si pudiera pediría su mano ahora, señorita. Lo haría y la convertiría

en mi esposa sin dudarlo. Pues lo supe en el mismo instante en que la conocí.

—¿Pero y su familia lo permitiría? ¿Sus padres estarían de acuerdo?

—Por supuesto que sí, nada me lo impediría. ¿Huiría conmigo si se lo

pidiera, mi hermosa dama?

—¿Huir con usted? No, no puedo hacerlo.

Audrey se apartó lentamente pero él la envolvió en sus brazos y la

besó y ella deseó que siguiera, aunque comenzara a resistirse pues temía que

su padre los viera.

—Por favor señor Castelli, mi padre puede vernos. Déjeme… no es

correcto que me bese así.

El caballero sonrió.

—Lo siento, sé que no es correcto pero no pude resistirlo. Hermosa.

Page 33: Prefacio de la autora

Audrey se alejó turbada y pensó que debía mantenerse lejos de ese

caballero, no era prudente que su padre o algún criado pudiera verla.

Esa noche no podía dormir pensando en ese hombre.

Le había pedido que fuera su esposa y que huyera con él, no podía

creerlo. Dijo que se había enamorado de ella nada más conocerla y sabía que

era verdad, recordaba bien la forma en que la había mirado ese día y lo que

ella sintió también. Todo ese tiempo había tratado de evitar a ese caballero, lo

evitaba, pero también lo buscaba porque quería verlo. Era difícil de explicar.

Ahora sabía lo que era, pero sintió tristeza al pensar que pronto

regresaría a su país y tal vez no volvería a verle. No quería pensar en eso.

Pensó que su padre jamás lo permitiría, no hasta que cumpliera los veintiún

años… él todavía pensaba que era una niña y se ponía furioso si notaba que

algún joven flirteaba con ella o intentaba cortejarla.

Así que no dijo nada y trató de disimular para que su padre no lo

echara todo a perder.

**********

Al día siguiente debía haber una reunión en su castillo, pero su padre

tuvo que suspenderla porque no se sentía bien. Había pillado una gripe y se

sentía fatal y no quiso que su hija lo visitara para no contagiarla.

Otros criados también habían enfermado esos días con fiebre y fuertes

Page 34: Prefacio de la autora

dolores de cabeza, pero no era una epidemia muy seria, al menos eso dijo el

doctor cuando fue a verle a media tarde. Reposo, beber mucha agua fresca y

comer liviano y en unos días se pondría bien.

Audrey vio a su enamorado italiano a media tarde, a la hora del té.

—Lamento mucho lo de su padre, señorita. Supe que ha pillado un

resfriado.

Ella lo miró sobresaltada.

—Sí, pero no es grave, el médico dijo que se pondrá bien. Es que mi

padre siempre pesca alguna gripe cuando comienza el invierno.

La joven tiritó, era un día helado y todavía no había llegado lo peor

del invierno.

—¿Tiene frío señorita Audrey? La noto algo pálida—observó.

Ella se sonrojó al sentir su mirada.

—Es que hace un poco de frío aquí—le respondió.

Cuando el frío comenzaba a sentirse en el castillo todas las estufas

encendidas eran insuficientes y había días en los que a media tarde se

encerraba en su habitación para meterse en la cama y recibir algo de calor. Su

padre dijo que el frío era subterráneo, pero ella tenía la sensación de que el

frío y la humedad se colaban en los gruesos muros y no había manera de

soportar eso.

Page 35: Prefacio de la autora

—No es nada… es que hace mucho frío hoy, señor Castelli.

Él bebió un sorbo de té y la miró.

—Sí, es verdad… es un tiempo muy inclemente.

Se hizo un extraño silencio y de pronto él dijo que se iría al día

siguiente.

Eso la alarmó un poco, pero sabía que era inevitable.

—Si me lo permite esta noche luego de la cena pasaré a despedirme

de usted porque mañana partiré muy temprano y me espera un largo viaje,

señorita Audrey.

—Oh sí, por supuesto.

Sintió tristeza al pensar en eso. Al pensar había decido adelantar su

partida.

—Vendré a buscarla un día hermosa, lo prometo—dijo.

Ella sonrió, pero de pronto se preguntó si no sería un simple galanteo,

si no la olvidaría luego.

—Su familia ha de extrañarle.

—Es que me ha llegado un mensaje y debo regresar antes de lo

previsto. Lamento tener que irme tan pronto—dijo sin ocultar su disgusto.

Lo echaría de menos y sus días volverían a ser tan solitarios. Las

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visitas dejarían de llegar a Elendale y sólo le quedaría el recuerdo de ese

amor inesperado y misterioso. Sabía que pasaría el resto de sus días pensando

en él y que luego, no podría mirar a otro hombre pues le compararía con el

caballero de Arezzo.

Fue a ver a su padre para saber cómo estaba, pero lo encontró

durmiendo en su habitación y todos sus esfuerzos de ese día por distraerse

fueron en vano. Él se iría y tal vez no volviera a verlo…

Dijo que iría a despedirse un momento en su habitación y ella lo

esperó paciente y algo nerviosa.

Acababa de darse un baño de agua caliente porque tenía frío y no

había manera de quitarse esa fea sensación de que estaba congelada. Su

doncella la ayudó a bañarse y a lavar su abundante cabello castaño y dejarlo

terso y perfumado.

Luego que salió de la tina de agua caliente tiritó, pero se cubrió

enseguida con las prendas interiores y un vestido ligero que se pegó a su

cuerpo. Era una joven de baja estatura, pero al verse en el espejo mientras se

vestía con la ayuda de su doncella notó que su cuerpo era el de una mujer, por

más que su padre siguiera tratándola como una niña. Pero lo que más le

gustaba era su cintura pequeña y sus piernas firmes y torneadas. Aunque él

había dicho que adoraba sus ojos.

Page 37: Prefacio de la autora

Su doncella le entregó una copa de vino caliente para que entrara en

calor mientras la preparaba para irse a la cama. Es que ella no sabía que esa

noche tendría visitas…

Él iría a despedirse y tal vez le obsequiara una rosa o algo igualmente

bonito, algo para que pudiera recordarle.

Sintió que el vino le daba calor y la dejaba algo somnolienta cuando

de pronto sintió los golpes en la puerta.

Audrey se incorporó inquieta y entonces supo que era él y corrió a

recibirle olvidando que llevaba un vestido ligero de dormir y no era correcto

que la viera así.

La emoción de verle una última la hizo olvidar cualquier prudencia y

abrió la puerta confiada, sonriéndole con total inocencia.

Pero él sí notó que llevaba un vestido de lo que usaban algunas damas

para dormir y sus ojos la miraron con deseo.

—Por favor, le ruego me perdone por haberla despertado… —dijo.

—Oh no importa…. es que bebí vino caliente y…

Él sintió el perfume que emanaba de su cabello y de su piel y se

acercó, era la primera vez que veía su hermosa cabellera castaña con reflejos

cobrizos completamente libre y suspiró, pero trató de controlarse. Era un

caballero y los caballeros tenían pensamientos impíos, pero sabían cuando

Page 38: Prefacio de la autora

debían controlarse…

Así que se sentó y aceptó beber con ella una copa de vino mientras

conversaban sobre la salud de su padre y su próximo viaje.

—Voy a echarle de menos—dijo ella en un momento y su mano rozó

la suya con suavidad y luego se sonrojó al sentir su mirada.

Era la imagen de la hermosura y el candor, el encanto de una flor que

acababa de dejar de ser un capullo y su hálito despertaba su deseo de una

forma terrible.

—Le escribiré apenas llegue a mi país, se lo prometo—dijo él muy

serio y tomó la mano que lo había acariciado y la besó con suavidad. Pero no

quería besar su mano, quería besarla a ella, besar su cuerpo húmedo y

perfumado hasta hacerla enloquecer de pasión.

La miró con fijeza, torturado por un deseo cada vez más feroz y

desesperado y al sentir su mirada tembló. Tembló y la tomó entre sus brazos

y le robó un beso muy ardiente. Audrey se dejó llevar sabiendo que debía

hacer lo contrario, pero fue débil… era la última vez que le vería y si no lo

besaba se arrepentiría el resto de su vida.

Había ido a despedirse y a entregarle su joya más preciada, la tenía en

su chaqueta, un anillo de bodas. Quería hacerlo y largarse.

Pero ella respondió a sus besos con timidez y lo envolvió con su

Page 39: Prefacio de la autora

cuerpo cálido y femenino, podía sentir sus pechos redondos y llenos a través

de la tela de ese vestido y sin poder contenerse los apretó contra su pecho

para sentirla un poco más.

—Es usted tan hermosa… quisiera hacerla mi esposa esta noche…

quisiera pedirle que nunca me olvidara porque creo que moriría si no volviera

a verla—le dijo y cayó arrodillado ante ella como un caballero del medioevo

arrojándose a los pies de su dama.

—Oh por favor, no diga eso… tal vez sea usted quien se olvide de mí

—le dijo ella.

Él se puso muy serio.

—Eso no pasará hermosa, nunca podría olvidarla—dijo y entonces

sacó el anillo de su pequeño estuche de cuero y se lo entregó colocándose en

su dedo anular. Era el símbolo de su compromiso.

—Jamás podría olvidarla, señorita Audrey. Es usted un ángel.

Audrey tembló al ver un anillo tan hermoso y lo que eso significaba.

—¿Promete ser mi esposa esta noche, hermosa?— le preguntó él.

Ella aceptó sin vacilar.

—Sí, lo prometo.

Él se incorporó y se acercó para sellar su promesa con un beso. Un

beso ardiente y apasionado que la hizo temblar y luego abrazarle, abrazarle y

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dejar que siguiera besándola.

Debía detenerle, no era correcto… le apartó despacio y él la retuvo

entre sus brazos.

—Entonces le ruego que venga conmigo ahora y selle su promesa en

la capilla—le pidió.

—¿En la capilla de Elendale?—preguntó algo mareada por el vino y

el deseo.

Sus ojos brillaban con intensidad.

—Sí, nos casaremos esta noche, preciosa. No deseo otra cosa—le

respondió el caballero.

Audrey tembló de la emoción y pensó que debía ponerse un vestido

adecuado.

—Está bien, pero necesitaré cambiarme—dijo y miró a su alrededor

—. Buscaré un vestido adecuado.

No vaciló, amaba a ese hombre, estaba loca por él y de haberle

pedido que se fugaran esa noche lo habría hecho.

Él aguardó a que se vistiera y luego tomó su mano y la llevó hasta la

capilla de Elendale. Todo el castillo estaba en silencio, no se oía más que sus

pasos mientras descendían por las escaleras.

Estaba algo mareada cuando llegaron a la capilla y vio a un prelado

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que no conocía en el altar. También estaban cuatro hombres que debían ser

amigos del caballero italiano.

El prelado sonrió y les dio la bienvenida.

—Estamos aquí para celebrar el matrimonio del señor Castiglione y

lady Audrey …

¿Castiglione? Se preguntó ella perpleja. ¿Habría oído bien? ¿Pero no

se llamaba Valentino Castelli?

Audrey sonrió feliz mareada por el vino y la emoción del momento,

tuvo la sensación de que todo era un sueño. No podía creerlo. Estaba

casándose con el hombre más guapo que había conocido en su vida, con el

hombre del que se enamoró en el instante en que su mirada la atravesó como

un rayo.

Y cuando la tomó entre sus brazos y la besó supo que acababan de

convertirse en marido y mujer y tenía el anillo de oro y rubíes en su mano,

era el símbolo de su compromiso y de su amor. Era un sueño, tal vez sólo

estaba soñando y despertaría de un momento a otro…

El prelado los felicitó y ellos firmaron el acta junto a los dos

caballeros que oficiaron de testigos.

Ahora era legalmente su esposa…

Regresaron a sus aposentos para besarse y celebrar. Audrey estaba

Page 42: Prefacio de la autora

algo asustada por lo que había pasado, pero era feliz y cuando él la tomó

entre sus brazos para besarla no se resistió porque era su esposo ahora. Lo

era.

Pero casi sin darse cuenta sintió que su cuerpo ardía de deseo y

deseaba ser suya, como marido y mujer… había visto en unos grabados

prohibidos escondidos en la biblioteca casi por error cómo era el acto de

amor entre los amantes, cómo eran los besos y caricias y la cópula y eso

había sido bastante turbador, pero sabía cómo era y en esos momentos casi

perdió la cabeza.

Y cuando cayeron en su cama su deseo se había convertido en volcán

y rodaron por el lecho besándose hasta que quedó desnuda ante él.

—Eres mi esposa, Audrey, no debes sentir vergüenza… eres tan

hermosa—le dijo él —tan pura e inocente…

Audrey no tenía miedo al sexo, deseaba ser suya, era su deber de

esposa, pero no pensaba que cumplía con un deber, sólo que era tan

precipitado todo… que en un momento le detuvo.

—Aguarda… creo que es muy pronto. Todo ha sido tan precipitado—

dijo.

—No temas… no voy a hacerte daño, hermosa. Sólo voy a besarte,

pero no te haré mi mujer esta noche si no lo deseas. Me detendré si me lo

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pides, lo juro—respondió el caballero.

Audrey tembló al sentir que la abrazaba por detrás y sus manos

acariciaban sus pechos y la rodeaban con caricias y besos. Era maravilloso

sentirle así… tembló al sentir que se desnudaba y su piel la abrazaba y era la

caricia más sublime. Su piel y su calor y sus palabras dulces…

Entonces él se detuvo para que le viera desnudo y ella se sonrojó

mientras miraba con curiosidad y deleite su cuerpo viril y marcado, sus

brazos fuertes y musculosos y luego, su miembro erecto listo para poseerla.

Él sonrió al sentir su mirada inocente y curiosa y se acercó lentamente

para tocar sus pechos y acariciarlos con sus manos y luego con sus besos. Era

un deleite hacerlo y de pronto succionó de sus pezones pequeños y rosados

como si fuera un niño hambriento. pero no lo era, era un hombre hambriento

de esa hermosa doncella y el deseo que sentía por era tan intenso que le hizo

perder la cabeza.

Audrey gimió al sentir su boca prendida de sus pezones, de sus juegos

y caricias y deseó que siguiera, que la llenara de caricias como hacían los

amantes en esos grabados que había visto escondidos en la biblioteca.

Él deslizó su boca por su cintura y luego, muy despacio buscó su

femenino rincón y gimió cuando se abrió como una flor para que la besara.

Era pequeña y rosada, era perfecta pensó que estaría horas allí deleitándose

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con el néctar de su femenino rincón.

Audrey cerró los ojos avergonzada al comprender que estaba

haciendo algo más que besar su vientre, su boca hambrienta succionaba de

ella con desesperación y esa lengua maligna la atrapaba y poseía,

enloqueciéndola por completo. Quiso escapar, era muy turbador para ella

hasta que tuvo que rendirse porque ahora su cuerpo pedía que siguiera así. su

sexo pedía más y esas caricias húmedas eran la gloria.

Estaba tan excitada que ya no podría detenerse, no podía hacerlo,

lloró al sentir que moriría si no la tomaba como su mujer esa noche, como su

esposa.

A pesar de la excitación del momento, cuando llegó el momento de la

cópula él se detuvo y la miró.

—Tranquila… no temas, eres mi esposa ahora, lo eres, mi mujer—le

dijo al oído.

Audrey se sintió prisionera de un deseo salvaje, algo tan fuerte como

desconocido y no le importó que le doliera al comienzo, lo soportó todo y

sólo gimió cuando sintió que introducía toda su inmensidad en ella y

comenzaba a rozarla muy despacio.

Pero era un dolor distinto, era un dolor que le gustaba porque

significaba que acababa de convertirla en suya, su esposa, su mujer y le

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encantaba la sensación. Observó mareada como esa inmensidad se perdía en

tu interior y la abría para poder hacerlo, para quedar apretados y fundidos en

una cópula ardiente y apasionada.

El dolor cedió lentamente y casi lo olvidó, sólo sintió el deseo de que

continuara. No sabía cuánto duraría pues ese momento fue eterno y sintió ese

abrazo como el más dulce y apasionado, él atrapó sus labios y su cuerpo

entero, su vientre, todo su ser y la hizo suya hasta llenarla con su simiente…

—Eres maravillosa hermosa, eres mía, mi esposa hermosa—le dijo al

oído y luego la besó.

Audrey lloró cuando todo terminó y vio que sangraba manchando la

sábana. Se sintió confundida y mareada por lo que había pasado.

Él la miró con fijeza y se acercó para abrazarla, para besarla.

—Calma, no temas, eres mi esposa ahora… Eres mi mujer, eres mía

—le dijo.

Audrey lo miró sintiéndose extraña, ahora sabía cómo era compartir

la intimidad con un hombre, con su esposo y el hombre que amaba. Era tan

distinto a lo que había imaginado, era mucho mejor que en sus fantasías

juveniles, y que los cuentos de alguna prima casada que al parecer detestaba

la intimidad… pero para ella era algo maravilloso, único, se sintió tan unida a

él y tan enamorada.

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—¿Estáis bien?—le preguntó él, entonces.

Ella sonrió feliz.

—Sí… estoy bien—le respondió.

El caballero italiano la miré embelesado y la besó, la besó y cayó

sobre ella y le introdujo su miembro erecto y rosado y se fundieron de nuevo

en un apretado abrazo. Fue maravilloso, sublime y respondió a él abrazándole

con fuerza.

Estuvieron juntos toda la noche, varias veces hasta que se durmieron

abrazados. Pero al amanecer él tuvo que regresar a su habitación.

Audrey se estremeció al despertar y verle vestido y listo para partir.

No había sido un sueño, había sido real, estaba desnuda en su cama y

habían hecho el amor toda la noche. Si su padre se enteraba de eso lo mataría,

era mejor que escapara en realidad. Pero no podía reprenderla pues estaban

casados, se habían casado en secreto.

—¿Te irás ahora?—preguntó con un hilo de voz.

Él sonrió y dijo que regresaría mientras se vestía con cierta prisa.

—¿Regresarás a tu país?

¿Acaso se iría sin ella? Pero era su esposa…

Ella lloró al comprender que tal vez no volvería a verle y estaba tan

triste que fue incapaz de moverse de la cama.

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—No llores preciosa, por favor… vendré por ti, eres mi esposa, pero

ahora no puedo llevarte. Debo terminar un asunto antes, ¿entiendes?

Escucha… no importa lo que te digan de mí, lo que piense tu padre, confía en

mí. Eres mi esposa, yo acabo de hacerte mía y no temas, tú me perteneces y

no te abandonaré, nunca lo haría mi bella damisela. Pero ahora no puedo

llevarte, sería peligroso, no sería seguro hacerlo.

Audrey lo miró con los ojos llorosos, pero no dijo nada y él se detuvo

y regresó a su lado para consolarla al verla tan triste.

—Eres mía Audrey, eres mi esposa y vendré por ti, vendré a buscarte

en unas semanas. No temas. Todo estará bien…

Eso le dijo una y otra vez mientras la besaba y en un arrebato volvió a

desnudarse para hacerle el amor. La deseaba y se moría por hacerlo. Sentirle

en su interior, aunque de forma algo apresurada le dio consuelo. Audrey

gimió mientras sentía que la llenaba con su miembro y la rozaba con

suavidad, muy lentamente pues todavía era estrecha a pesar de haber perdido

la virginidad. La sensación era extraña, pero calmaba parte de la angustia

que sentía.

—Te amo preciosa, te amé desde el primer instante en que te vi y

desde ese día quise hacerte mía—le dijo muy serio y cayó sobre ella y la

estrechó con fuerza llenándola con su miembro por completo, llenándola

luego de su simiente encontrando alivio al hacerlo, mientras Audrey

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disfrutaba el placer de ser tomada por él y llenada por su placer una vez

más…

Eso hizo que retrasara su partida como si no pudiera desprenderse de

sus brazos.

—No quiero que te vayas, quédate un día más, por favor… siento que

si te vas nunca más volveré a verte.

Él la miró muy serio cuando le dijo eso.

—Volveré preciosa, lo haré. No tengas miedo… eres mi esposa,

¿cómo crees que no regresaré por ti?

Audrey lloró al pensar que tal vez esa boda no había sido real, había

oído que en ocasiones los caballeros desposaban a una joven para luego

seducirla y tener lo que tanto deseaban. Pero eran bodas falsas, celebradas

por falsos curas. Ella nunca había visto a ese prelado en el castillo y quien

debió casarlos fue el capellán Antonio…

Se había dejado llevar por el amor y sus fantasías románticas, ¿pero

podía confiar en que el caballero de Arezzo regresaría a buscarla, en que no

le había mentido?

—Volveré por ti preciosa, lo haré… en unos meses me temo, pero no

olvides que ahora eres mi esposa. Lo eres—le dijo el italiano antes de partir y

selló su promesa con un beso suave y delicado.

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Audrey se durmió poco después, sintiendo su ausencia como un

manto de tristeza y desolación.

El caballero italiano partió ese mismo día y dejó una carta para su

padre.

Habría deseado leerla, saber qué decía, pero no lo hizo.

Se sentía demasiado abatida para pensar en todo lo que había pasado,

para considerar los hechos con detenimiento, se negó a hacerlo.

Sólo pensaba en la locura que había hecho y se sintió atormentada ese

día y los siguientes pensando si esa boda había sido legal y si él regresaría

como había prometido. De pronto se sintió llena de malos presentimientos

¿pues no era de esperar que si era su esposa la llevara con él a Arezzo?

Luego se dijo que no debía ser tan dramática.

Ahora sabía cómo era la intimidad de los amantes y lo había

disfrutado como jamás había imaginado. Suspiraba recordando esa noche de

bodas cada momento, cada caricia y se sentía anhelante y ansiosa por su

regreso. Se había convertido en su esposa y tenía un anillo en su dedo y él la

había convertido en su esposa, ahora era su mujer, la había hecho sentir tan

suya…

Fue a darse un baño para asearse mientras se preguntaba qué diría su

padre cuando se enterase de acababa de casarse con el señor Castelli. Ahora

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estaba recluido en sus aposentos con un fuerte resfriado, pero… ¿Acaso

Valentino le había confesado que la había convertido en su esposa?

Luego del aseo se sintió mejor pero entonces tuvo que enfrentar la

mirada asustada de su doncella Emily.

—¿Qué sucede, por qué me miras así, Emily?—inquirió molesta.

Su doncella la miraba con cara de horror.

—Algo ocurrió anoche en su cuarto lady Audrey… Hay sangre en la

sábana y todo está hecho un desastre. ¿Qué le han hecho señorita Audrey?

Por favor, debe decirme la verdad.

Audrey se sonrojó mientras la doncella la ayudaba a ajustar su corsé.

—Estoy bien… Pero por favor no se lo digas a nadie Emily, te lo

ruego… no es lo que crees. Mira este anillo… él me hizo su esposa anoche.

Nos casamos en la capilla en secreto.

Los ojos cafés de Emily la miraron sin ocultar su estupor.

—¿Os casasteis anoche, señorita Emily, en secreto? Pero eso es un

disparate. No puede ser. ¿Con quién se ha casado?

—No puedo decirlo, es un secreto. Mi padre se enfadará… él vendrá

a buscarme, no pudo llevarme con él.

Su doncella cayó en la cuenta de que algo muy malo había pasado y

luego de ayudar a la señorita Audrey con el vestido dijo que tenía que

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marcharse.

Audrey regresó a la cama y vio la sábana revuelta y buscó la mancha

de sangre que mencionó su doncella. Rayos, era sólo una pequeña mancha.

¿Cómo lo había notado? Tenía una vista de lince.

Pero debía deshacerse de la sábana cuanto antes, que nadie más la

viera o estaría perdida…

Sintió unos pasos y levantó la mirada. Su doncella había regresado.

—¡Jesús! No puede ser. Ese caballero la ha seducido y abandonado

señorita Audrey. Es una calamidad. Se ha ido… Valentino Castelli, el

caballero de Arezzo—clamó.

—Calla por favor. Es un secreto. No digas nada Emily—Audrey

estaba alarmada.

La doncella puso cara de espanto.

—¡Ay qué tonta fui! Debí imaginarlo. Ese caballero no le perdía

pisada. ¿Dice que se casó con usted en secreto? Pero él se ha marchado esta

mañana señorita, ¿acaso no lo sabe? Se ha ido. ¿Qué clase de marido

abandona a su esposa la noche de bodas?—replicó asustada mientras veía que

la señorita Audrey llevaba un anillo muy valioso.

—Dijo que volverá a buscarme, por favor, no se lo digas a nadie, es

mi secreto. Oculta la sábana, haz algo. Nadie debe saber que pasó esto. Sé

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que fue mi noche de bodas pero creo que mi padre se disgustará si sabe que

me casé en secreto sin avisarle. Él me lo había prohibido hasta cumplir los

veintiuno.

—Señorita Audrey… no diré nada, pero… Esto no es correcto. Las

bodas secretas no traen nada bueno.

—¿Por qué lo dices, Emily?

Su doncella parecía muy apenada.

—Es que es muy extraño y precipitado que se casara así sin avisar a

nadie, ni a su padre con un caballero que conoce hace poco tiempo. Él debió

pedirle permiso a su padre para cortejarla en vez de casarse con usted y

luego…

Audrey se sonrojó al pensar en su noche de bodas. No era sencillo

para ella hablar de esos asuntos ni con su criada ni con nadie.

—Por favor, no se lo digas a nadie, te lo ruego… es mi secreto. Él

dijo no podía llevarme ahora, pero sé que dejó una carta para mi padre, tal

vez en ella le diga que nos casamos en secreto.

—¿Se casaron en Elendale? ¿El capellán Antonio ofició la

ceremonia?

—No… fue un prelado que hablaba en italiano. Pero… firmamos un

acta y nos declaró marido y mujer.

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—Es muy extraño—sentenció Emily—Creo que el conde de Leighton

debería saberlo.

—Luego le diré, cuando se recupere. Sabes que está enfermo ahora y

necesita descansar.

Su doncella prometió guardar silencio y se deshizo de la sábana y

luego arregló el desastre del cuarto para que las mucamas no lo vieran.

—Señorita esto no debió pasar, un verdadero caballero espera hasta

tener la aprobación de su padre para casarse. ¿Y si luego no viene a buscarla?

—insistió la doncella. Estaba muy asustada y nerviosa.

—¿Y si la deja preñada? ¿Es que no lo pensó? ¿Acaso él..?

Tuvo que preguntárselo, le preguntó si la había llenado con su

simiente, era poco delicado pero su doncella estaba desesperada. Jamás

habría pensado que ese caballero tan guapo y encantador fuera capaz de

seducir a la hija del conde en su propio castillo luego de celebrar lo que

seguramente era una boda falsa. No creía que un noble italiano se casara con

una dama sin las amonestaciones, sin publicarlo por todo lo alto en los diarios

más importantes. Eso no debía ser una boda verdadera.

—Sí, lo hizo. Muchas veces, Emily, pero me he lavado. Y sangré

mucho, no sé por qué. ¿Crees que me lastimó?

—Tranquila señorita, es normal… el sangrado dura días a veces,

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señorita, más si lo hizo varias veces. Pero le aseguro que no es suficiente que

se realice un aseo. señorita, si se queda preñada ahora luego no encontrará un

esposo… escuche. Hay un método. Debe escucharme con cuidado y no

escandalizarse. Es necesario que expulse todo eso ahora y sólo lo podrá hacer

si se introduce una esponja de vinagre.

Audrey se sintió horrorizada al oír eso.

¿Una esponja de vinagre introducida en su vagina? Oh qué horror,

jamás lo haría.

—Es la forma más efectiva, debe hacerlo—insistió su doncella— Yo

puedo ayudarle a conseguir el vinagre y las esponjas. Le arderá un poco sí,

pero podrá evitar la preñez que es lo principal por si el caballero no regresa.

No querrá quedarse preñada y abandonada por su marido, sería una

calamidad.

—No, no haré eso, Emily. Soy su esposa ahora y si quedo

embarazada mi padre lo buscará para que regrese, estoy segura.

—¿Es que no lo entiende, señorita Briston? Si no lo hace puede

quedar con un bebé en la barriga. ¿Y si luego no regresa y usted se queda

sola y encinta? No podrá casarse ni tener un esposo, ningún hombre la querrá

ahora sin su virginidad, pero eso tiene solución, hay una bruja que puede

ayudarla a ser virgen otra vez, pero si tiene un bebé…eso sí que será muy

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diferente.

—Oh deja de decirme cosas tan horribles, me haces sentir muy

angustiada. Él regresará Emily y por favor, guarda mi secreto. No se lo digas

a nadie. Él es mi esposo ahora, lo es, y sé que regresará.

Pero nadie debía saber que se habían casado en secreto.

Audrey obligó a su doncella a guardar silencio.

—Está bien, no diré nada, lo prometo, pero temo que eso no será

suficiente. Rezaré por usted señorita, rezaré para que nada malo le pase. Que

esta locura no traiga consecuencias que deba lamentar.

—Gracias, Emily.

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La pasiónLos días pasaron y su padre se recuperó del resfriado. Todo volvió a

la normalidad, aunque quedó algo débil por la gripe. No mencionó nada de la

carta que había dejado el italiano y Audrey se sintió intrigada. Tal vez

Valentino había guardado silencio sobre su boda para no disgustar a su padre.

Día tras día ella aguardaba con ansiedad una carta de su amado, algún

mensaje de que regresaría a buscarla, pero ninguna carta llegó al castillo, sólo

invitados, visitas y parientes que estaban de paso.

Pronto el frío los aisló de las visitas.

Y un buen día, durante el almuerzo su padre notó que tenía un anillo

en su dedo anular.

—Ese anillo … nunca te lo había visto, querida.

Ella se sonrojó al sentir su mirada de extrañeza.

—Me lo obsequió el señor Castelli antes de marcharse, papá—dijo.

Su padre quedó bastante preocupado con eso.

—¿Te lo dio el joven Valentino Castelli?

Ella asintió.

—Sí, papá. Él me lo obsequió.

Su padre tomó su mano despacio y observó el anillo con torvo

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semblante.

—Pero Audrey, esto es un anillo muy costoso y además… parece una

sortija de bodas. ¿Cómo diablos llegó a sus manos? ¿No te pareció extraño

que te hiciera un obsequio tan costoso?

Audrey se sonrojó y lo miró nerviosa.

—Papá por favor, no me mires así… no lo pensé entonces. Creí que

sólo fue un gesto de generosidad y amistad. Sólo fue eso.

—Pues no esperaba que se marchara tan pronto, pero supongo que

han de necesitarlo en Arezzo. He oído que corren tiempos muy violentos en

su país.

Audrey sintió una punzada de dolor y lloró, no pudo evitarlo. Todo su

mundo se hacía trizas en ese instante. ¿Entonces su boda no había sido más

que una farsa como tanto temía?

El conde notó que su hija estaba llorando y la miró consternado al ver

que su niña se alejaba incapaz de enfrentar su mirada.

De pronto todo fue evidente para el erudito. El anillo y las lágrimas

en la hermosa carita de su niña. Un capricho amoroso… bueno, sabía que

algún día le pasaría, pero no ahora por supuesto. Sólo tenía diecinueve años,

era tan joven. Eso no podía ser más que una ilusión pasajera.

Trató de consolarla y fue a verla a su habitación.

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—Hija mía, no llores por ese caballero. Es un príncipe y sabes que la

realeza siempre tiene bodas concertadas. Es imposible que no sea así. Corren

tiempos muy convulsos para toda Europa me temo, y muchos desean derrocar

a la monarquía. Las uniones estratégicas entre las casas nobles son una forma

de perpetuar su poderío.

—¿Entonces Valentino es un príncipe, papá? —Audrey sintió una

punzada de miedo y dolor, se sintió engañada, embaucada… ¿Un príncipe

casándose en secreto en la capilla de Elendale cuando estaba prometido en

matrimonio a una joven de la aristocracia de Arezzo? —¿Por qué jamás me

dijiste eso? Pensé que era sobrino del príncipe.

—Fue por discreción, su viaje a Inglaterra fue con la escolta real y

nadie sabía que estaba aquí. No quiso que nadie lo supiera querida. Corren

tiempos convulsos en su país y en realidad casi huyó de su palacio para venir

a verme, estaba interesado en una colección de manuscritos. Nadie supo que

era el príncipe ni que su verdadero nombre es otro.

—Está bien, no diré una palabra, papá. Pensé que sólo estaba

emparentado con la nobleza. ¿Cómo es su verdadero nombre papá?

—Massimo Visconti Castiglione y es el príncipe heredero de una casa

reinante muy importante de su país. Es muy triste verte desdichada y lamento

que fuera así. Sospecho que te agradaba ese joven y te habías hecho ilusiones

con él.

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Audrey asintió con un gesto. ¿Le agradaba? Se había enamorado de

un príncipe italiano y se había convertido en su esposa la otra noche. Pero

ahora sabía que todo era mentira, no se había convertido en su esposa como

creyó sino simplemente en su amante, en su querida… qué palabra tan

horrible.

—¿Y por eso se fue así, tan de repente? ¿Por qué iba a casarse pronto

con otra joven?—preguntó inquieta.

Su padre no lo sabía.

—El príncipe está casado con una princesa alemana, hija. No debes

hacerte ilusiones. La realeza siempre hace bodas estratégicas.

—¿Está casado?

Su padre asintió.

—Lamento que te hicieras ilusiones, hija, pero se ha ido y supongo

que el tiempo te ayudará a olvidarle. Aunque me molesta pensar que ese

caballero te ha ilusionado.

Audrey trató de serenarse y disimular. Pero tenía el corazón roto en

esos momentos y la pena le duró días, semanas. Fue un duro golpe para su

tierno corazón, se sentía burlada y engañada, seducida por los ardides de un

príncipe seductor y mentiroso. Ni siquiera le había dicho su verdadero

nombre. Y lo peor era que era casado. Así que su boda no podía ser más que

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una farsa para seducirla, para tener lo único que quería de ella: su virtud. Ya

había pasado otras veces, por desgracia, hombres que se valían de ardides

para seducir muchachas ingenuas.

Pero una parte de ella se negaba a pensar que él le había mentido, ella

creía que la amaba y que lo que pasó esa noche había sido importante para

ambos. Llevaba el anillo… ¿para qué le daría una sortija tan valiosa y

celebraría una ceremonia de bodas que fuera falsa?

No tenía sentido.

A menos que sólo quisiera seducirla…

************

Los días se hicieron grises y fríos haciendo que se deprimiera mucho

más.

Y mientras veía la nieve cubrir los jardines del castillo y todo

alrededor pensó que era inútil esperar que regresara. Tal vez nunca más

volviera a verlo. Era un príncipe regente y tenía asuntos muy importantes que

resolver en su país. Tal vez sí quiso hacerla su esposa, pero ahora entendía

por qué no la había llevado esa noche. Si realmente se hubieran casado no la

habría dejado abandonada en Elendale.

A pesar de su dolor rezaba para que volviera, rezaba todas las noches

y se dormía pensando en él, recordando esa noche de amor que habían

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compartido. Soñaba con él, soñaba despierta, soñaba cuando se dormía y en

el sueño hacían el amor y despertaba húmeda, como si realmente hubiera sido

suya en sueños.

Pero ninguna carta llegó al castillo las semanas siguientes y el

invierno pasó con su natural melancolía y aislamiento.

Trataba de distraerse leyendo algún libro o tocando el piano al

atardecer, pero nada la calmaba por completo y lloraba cuando nadie la veía.

Siempre lloraba y parecía un alma en pena en el castillo, distante y alejada

todos. Lo peor era recibir cartas de sus primas casadas y sus amigas, con la

esperanza de que una de esas cartas fuera del príncipe.

Su doncella era la única que sabía de su pena y un día mientras leía

distraída una carta de su prima Katherine le habló.

—Su padre no lo sabe, ¿verdad?

Audrey miró a su sirvienta con expresión de alarma.

—No…

—Debería decirle para que sepa lo que ese caballero le hizo.

Audrey guardó la carta nerviosa.

—No digas nada, por favor. Lo prometiste Emily.

—Y él no le ha escrito una carta, ¿verdad? ¿Ni una sola?

La joven señorita lo negó con un gesto.

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—Tal vez no debería esperar que me escribiera…

Su doncella la miró apenada.

—Ay señorita, ¿cómo pudo ser ese caballero tan malvado y cruel?

Creo que lo odio ¿sabe? Eso no se hace.

—Yo no lo odio, Emily… todavía lo amo. Creo que siempre lo

amaré.

—Pero ese joven no merece su amor. Señorita, ¿por qué no va a Kent

a visitar a sus primas Cassie y Theresa? Eso la animará. Este castillo se

vuelve algo triste y solitario en invierno. Le hará bien salir de aquí.

—No puedo hacerlo… espero que él regrese Emily. Tengo la

sensación de que a pesar de todo él piensa en mí, que no fui una conquista

para él.

—Ay señorita, es porque está enamorada de ese hombre y porque

además…

Su doncella no quiso decirlo sin embargo Audrey lo entendió. Sabía

de qué hablaba. Acababa de perder su virtud y convertirse en la esposa del

príncipe, pero ahora era una esposa abandonada, sin marido. En realidad, él

nunca había sido su esposo, sólo su amante y el recuerdo de esa noche

perduraba en su corazón. Sabía que nunca podría olvidarlo.

—Señorita, no debe aferrarse a un imposible. Debe tratar de salir y

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distraerse. Eso la ayudará a olvidar.

—¿Olvidar al príncipe? Jamás podría.

Mientras conversaban entró una criada anunciando la visita del joven

Francis Edenbrough.

La doncella de la señorita Briston se sonrojó y sonrió feliz como si

ella fuera la homenajeada.

—Anímese señorita, dicen que el señor aprieta, pero no ahorca y aquí

está ese joven amigo suyo para darle amistad y consuelo—dijo.

Audrey la miró con extrañeza.

—¿Por qué lo dices? El joven Francis es un viejo amigo, nada más.

La mirada de su doncella era de picardía y logró que se sonrojara, al

punto que tuvo que tomar un abanico y abanicarse con energía para quitar el

rubor de sus mejillas.

Francis entró poco después y ella le sonrió.

—Siéntate por favor… pediré que sirvan el té—le dijo.

Él obedeció, pero la miró con fijeza como si sospechara que le pasaba

algo.

—Audrey, ¿te sientes bien? Te noto muy pálida—observó.

—Estoy bien, algo mareada. Hace mucho frío aquí.

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No se alimentaba bien, no dormía bien, y si lo hacía soñaba con el

príncipe. No tenía paz. Esa era la verdad, y luchaba para que la melancolía no

se adueñara de su corazón.

—¿Te sientes mareada? ¿Has visto un doctor?

—Es que no es necesario… no he dormido bien y estoy cansada.

—Discúlpame por favor, creo que he sido muy inoportuno al venir sin

avisarte es que quería devolverte el libro de fábulas que tomé prestado de la

biblioteca—le respondió Francis incómodo.

—OH no por favor, quédate. Me hará bien charlar contigo y

distraerme. He estado algo nerviosa estos días… no recibimos visitas estos

días. El mal tiempo nos deja aislados por semanas.

—Es verdad… tampoco en Spring Cottage.

—¿Cómo están tus padres Francis?

Audrey sabía que su amigo era algo más que el heredero de

Edenbrough, era el hijo que más se preocupaba por sus padres, pues su otro

hermano Justin era un aventurero que se dedicaba a viajar y a escribir libros

de sus viajes.

—Están bien, gracias. Te envían saludos.

Eran un matrimonio encantador, pero demasiados mayores para criar

a dos niños traviesos como lo fue Francis y su hermano. Al parecer ella no

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podía quedar encinta al principio y luego, perdía los embarazos al poco

tiempo. Hasta que nació Francis y su hermano Justin tres años después. Lady

Anne, siempre lamentaba no haber tenido una niña y cada vez que visitaba

Elendale se lo decía. Eso no era muy justo para Francis, pero él no se ofendía,

adoraba a sus padres.

Y mientras él le hablaba de libros y de Spring Cottage, Audrey logró

olvidar al príncipe, apartarlo de su mente un rato y le hizo bien.

Tenía que salir adelante con su dolor, tenía una vida en Devon, a su

padre y a sus primas y amigas. Siempre era bueno preocuparse por los demás

y Francis tenía una conversación interesante.

Tomaron el té y hasta fue capaz de comer unas pastas de hojaldre y

crema.

Tal vez su doncella tenía razón, no sería mala idea que hiciera un

viaje a Kent a ver a sus primas… eran muy alegres y les tenía mucho afecto.

—Vendré a visitarte otro día si quieres, Audrey—dijo de pronto su

viejo amigo.

Parecía una frase de cortesía y sin embargo algo en su mirada la hizo

sentirse rara y entonces vio a su doncella haciéndole un guiño en un rincón

mientras se llevaba la bandeja del té y se puso tensa.

Tal vez lo había imaginado pero la mirada de Francis era distinta. No

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era la mirada de su viejo amigo, no era la mirada de siempre…

Era una mirada de admiración y amor…

Y eso la asustó. No estaba preparada para pensar en eso, ni siquiera

imaginó que él pudiera sentir un amor romántico hacia ella.

—Por supuesto—balbuceó inquieta—Ven cuando lo desees. Sabes

que para mí es una alegría que vengas a verme.

Como su amigo por supuesto.

Pero sus ojos brillaron alegres cuando dijo eso y mientras besaba su

mano lentamente tuvo la sensación de que sus labios rozaban su mano de

forma inapropiada y quiso gritar. Demonios. Estaba viendo cosas que no

eran. Estaba imaginando cosas. Francis era su amigo de infancia.

Cuando se fue se quedó sentada mirando por la ventana ese día gris

que lentamente iba oscureciendo. Su padre entró en la sala.

—Audrey, recién vi a Francis. Qué pena que no pude llegar antes—

dijo.

Acababa de regresar del pueblo para hacer unas encomiendas y lo

notó algo cansado y su mejilla estaba helada cuando la besó.

—Vino a devolver el libro de fábulas—explicó Audrey.

Su padre vio el libro en la mesa y asintió.

—Es uno de los pocos amigos que siempre devuelve los libros—

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objetó—me agrada ese joven. Es tan bueno, tan integro. Deberías casarte con

él cuando cumplas los veintiuno.

—Papá, ¿qué dices?

Su padre tomó una taza de té caliente que le sirvió una criada y

sonrió.

—Es un buen partido hija, y ciertamente es de los pocos que me

agradan como posibles candidatos.

Tenía razón, los demás no eran apropiados para su padre. Aunque en

realidad no hablaba en serio.

—Papá, quisiera ir a ver a mis primas Anne y Catherine la semana

entrante.

Su padre la miró sorprendido.

—¿Viajar a Kent ahora, con este tiempo?

—¿Crees que no debería?

—Pero mi niña, la nieve cubre todo el norte, no podrás llegar a Kent.

—Es que quisiera distraerme papá, pasaré las siguientes semanas

encerrada aquí.

El conde miró a su hija intrigado.

—Bueno, es lo que pasa siempre mi niña. Y tú te encierras a leer o a

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bordar cojines.

Pero ahora era distinto. Ahora no soportaba estar día tras día

encerrada pensando en el príncipe, llorando en silencio, y esperando una carta

suya con desesperación.

Tal vez si hacía un viaje podría distraerse y olvidar, olvidar ese dolor

en su corazón, esa angustia y el miedo a que él jamás regresara.

**********

Los días pasaron y Francis cumplió su promesa de ir a verla. También

fue Megan Trent, la hija del vicario, su amiga más cercana. Tenían tanto de

qué hablar.

Y mientras recorrían la biblioteca pues deseaba prestarle un libro de

poemas su amiga notó que algo le pasaba.

—¿Te sientes bien, Audrey? Te ves distinta.

Ella la miró.

—Es que tengo el corazón roto, Megan… es por eso.

Su amiga la miró espantada.

—¿Hablas en serio? ¿Pero quién es él?

Audrey sintió deseos de abrir su corazón, pero no pudo hacerlo.

—No me hagas caso, son tonterías–dijo.

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Pero su amiga quedó preocupada.

—Audrey, creí que no tenías un enamorado, vuestro padre no lo

aprobaría. Aguarda… llevas una sortija de bodas. Ese anillo. Nunca te lo

había visto—Megan parecía preocupada mientras veía el anillo.

—Es una sortija, pero no puedo hablar de eso ahora, otro día te

contaré.

Su amiga la miró picada.

—¿Y no vas a decirme quién te obsequió este anillo? Audrey, por

favor. No me dejes con la intriga, no voy a perdonártelo.

Audrey lamentó haber hablado pues sabía que era su secreto y nadie

debía saberlo. Sus nervios la habían delatado, era como si ella quisiera

delatarse, desahogarse y gritar a los cuatro vientos que era la esposa del

príncipe Massimo de Arezzo. Pero temía que tampoco eso fuera verdad.

¿Para qué diablos tenía esa alianza? ¿Esa sortija de bodas? ¿Si su marido la

había abandonado? De pronto sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas y se

disculpó con su amiga.

—Debo irme, es que no me siento bien hoy. Olvida lo que te dije.

Megan se preocupó.

—Audrey, ¿qué te pasa? ¿Por qué no me cuentas? ¿Es que ya no

confías en mí?

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Audrey miró a su amiga y secó sus lágrimas.

—No digas eso… no es verdad. Es que me cuesta hablar de esto, nada

más.

Sólo su doncella sabía la verdad y no era capaz de hablarlo con nadie

en esos momentos, ni siquiera con su amiga de infancia.

—Está bien. Entiendo… sufres porque te has enamorado de un

caballero y él no corresponde a tu afecto… suele pasar. No te angusties, ¿sí?

Ni te encapriches con él porque si no se acerca a ti es porque no te merece. O

tal vez sea muy tímido. Los caballeros también son tímidos. Mi padre lo dijo

el otro día.

—Supongo que sí—Audrey quiso que su amiga pensara eso, pero

cuando se marchó se sintió mal, más alejada que nunca pues no tenía a quién

confiarle su pena.

**********

Un mes después fue su doncella quién le dijo que ese secreto iba a

condenarla.

Audrey despertó mareada y cansada, sin energías, pero como

últimamente se había sentido así no le sorprendió. Pero cuando su doncella

llegó con el desayuno sintió que sería incapaz de probar bocado.

—Señorita Briston, se ve muy mal. Pálida y demacrada. Si no come

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algo enfermará—le dijo su doncella.

—Es que no me siento bien hoy… la comida me da náuseas y estoy

muy cansada.

Su doncella la miró como si hubiera dicho una imprecación, pero no

era eso, era que estaba pensando algo.

—¡Ay Jesús! Señorita Audrey, eso que usted tiene es por lo que pasó

esa noche… no ha tenido la regla desde entonces.

Audrey se sintió enferma cuando le dijo eso con tan poco tacto.

Habría deseado correr de la vergüenza que sintió entonces.

—No puede ser—balbuceó.

—Pues no podrá ocultarlo por mucho tiempo, en unos meses se

comenzará a notar porque… si fue esa noche ya debe tener dos meses de

preñez.

Audrey sintió que todo se derrumbaba a su alrededor. Sus temores se

habían confirmado. Estaba esperando un bebé del príncipe y él no había

regresado a buscarla como había prometido. Ni siquiera le había escrito una

carta.

—Señorita, debe decírselo a su padre para que hable con ese

caballero. Si se confirma su preñez…

—No, no digas nada Emily, por favor. Es mi secreto, nadie debe

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saberlo.

—Pero su secreto crecerá y se convertirá en un bebé. Es un ser

inocente y usted tiene que tener un esposo antes de que empiece a notarse.

—Tengo un esposo, Emily. El príncipe es mi esposo.

—¿El príncipe?

Audrey la miró mortificada.

—Sí, pero él ya está casado, Emily, por eso sospecho que nuestra

boda fue falsa. No es mi esposo en realidad y nadie puede obligarlo a volver.

Si mi padre se entera se disgustará, se sentirá tan defraudado. Fue mi culpa…

yo me entregué a él por amor y por debilidad.

—No se culpe señorita, usted fue embaucada por ese demonio. Un

caballero jamás habría hecho lo que hizo para robarle su virtud. Usted ni

siquiera había tenido un flirt… es tan injusto. Pero no puede quedarse así

llorando el resto de su vida, pagando por un error que cometió por culpa de

ese demonio. Su padre debe saberlo. Deje que yo hable con él, por favor,

señorita.

—No, no lo hagas. Moriré de la vergüenza. No podré soportarlo.

Debo ocultar esto, Emily. Tal vez el príncipe sí regrese…

—Pero ha dicho que tiene esposa y además es un príncipe. Señorita

Briston, despierte, él la engañó, la embaucó.

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Estaba asustada. Iba a tener un bebé y no ganaría nada ocultándolo a

su padre, pronto todos en el castillo lo sabrían y ella quedaría marcada como

la oveja negra. Su familia fingiría no conocerla y sus amigas no volverían a

dirigirle la palabra. Nadie estaría de su lado… porque cuando una joven caía

en desgracia sólo le quedaba el ostracismo y la soledad.

Audrey pensó que lo peor era que su padre se enterara de lo que había

hecho, casi deseaba que la tierra la tragara en esos momentos. No quería estar

allí, no quería enfrentar su vergüenza ni que le preguntara el nombre de su

seductor.

Jamás lo diría.

Ella tenía la culpa, debió sospechar que la boda era falsa, pero estaba

algo ebria entonces, es verdad, y se dejó llevar por la pasión. ¿Qué iba a

imaginar que todo era una farsa para robarle su virtud?

Fue tan débil y tonta. Y tan ciega. Perdió la cabeza y ahora con un

bebé creciendo en su barriga ¿qué hombre sensato la querría por esposa?

Muchos la habían cortejado y rodeado de atenciones cuando era una

joven casta y sensata, pero ya no lo era. Estaba segura que ninguno volvería a

mirarla siquiera cuando supieran que estaba encinta del príncipe.

Se dejó caer en la cama sintiendo que su secreto saldría a luz y no

podría hacer absolutamente nada por evitarlo.

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—El conde debe saberlo señorita, él le buscará un esposo—insistió su

doncella—Deje que yo hable con él. Es un buen hombre y no la juzgará, al

contrario, querrá darle su merecido a ese demonio. O tal vez pueda lograr que

regrese, no lo sé. Pero si no le dice a su padre, si él no se entera…

Audrey se dio por vencida. ¿Qué ganaba ocultándolo? En unos meses

su vientre crecería y todos sabrían que estaba encinta y sin esposo.

—No digas nada Emily o te acusará de haber encubierto al príncipe.

Mi padre se enfadará. Deja que yo hable con él. Tal vez pueda hablar con el

príncipe. Él debe saber que estoy esperando un hijo suyo.

—Usted no se atreverá a hacerlo, está demasiado asustada señorita.

No tendría el valor de confesarle todo a su padre, déjeme ayudarla.

—Ahora no… déjame descansar, me siento muy débil…

Pero los malestares recién estaban comenzando y los días siguientes

su padre llamó al doctor Thomson al ver que tenía vómitos y fuertes dolores

de cabeza.

Audrey vio entrar al doctor y suspiró. Conocía al doctor desde niña y

le tenía mucho aprecio, él también solía visitar el castillo para participar de

las tertulias cuando tenía algún tiempo libre.

—Audrey, mi niña. Te has puesto malita. ¿Tal vez has comido algo

que te cayó mal?—le preguntó mientras se acercaba para examinar sus

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pupilas y la lengua.

—No, no es eso—Audrey supo que debía decirle la verdad al doctor,

no podría engañarle.

Lo hizo entre lágrimas, le habló de la boda y del abandono de su

esposo. Tenía la sospecha de que estaba esperando un hijo.

El doctor se puso muy serio, parecía impresionado con la noticia y de

pronto dijo:

—¿Vuestro padre lo sabe, Audrey?

—No, no lo sabe, doctor.

—Necesitarás cuidado, hija, no podrás ocultar más tiempo tu estado.

Debo hablar con el conde de Leigthon ahora.

Audrey sabía que era inevitable.

Su padre entró en su habitación una hora después, visiblemente

conmocionado por la noticia y furioso. Sus ojos oscuros tenían un brillo

especial y en esos momentos parecía un verdadero ogro.

—Audrey… ¿qué te hicieron? ¿Quién lo ha hecho? Por favor, debes

decírmelo porque te juro que haré que reciba su merecido. ¿Quién te hizo

esto? ¿Acaso ese joven Francis se atrevió a deshonrarte?

—Oh no papá, Francis es sólo un amigo.

—Un amigo que te mira con otro interés.

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Audrey se sonrojó.

—Eso no es verdad, papá. Francis es mi mejor amigo y él es un

caballero y no… pero no fue su culpa… yo fui débil papá porque creo que me

enamoré de él— dijo, pero no dio su nombre, no quería hacerlo.

Su padre estaba fuera de sí, lleno de rabia y de impotencia. Sólo

quería saber quién lo había hecho hasta que de pronto vio el anillo y supo la

verdad. Era un anillo de bodas y ese maldito italiano le había prometido

matrimonio para seducirla. En su propio hogar. Había tomado a su hija y le

había robado su inocencia y luego había roto su corazón en mil pedazos.

Podía verlo. Ella se había enamorado del príncipe y él se había aprovechado

de su inocencia, embaucándola, seduciéndola mientras fingía estar interesado

en sus manuscritos… Por supuesto, era la hermosa flor de los jardines de

Elendale quién atraía toda su atención. Su hermosa hija. Debió verlo, ¿cómo

fue tan estúpido, tan ciego? Él los había visto conversar algunas veces, pero

jamás, jamás lo habría creído capaz de un acto tan ruin.

Su pobre niña seducida y embaucada sin que él sospechara de las

siniestras intenciones de ese canalla. Maldito príncipe. Él se metía en el

bolsillo a toda la realeza de su país y de todo el mundo. No tenían la más

mínima decencia.

Pero el dolor de su hija fue mayor que su orgullo y su honor

mancillado. Su dolor hizo que olvidara que quería cortar a ese sujeto en

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pedazos.

—Lo siento papá, creo que te he desilusionado. Perdóname… me iré

a casa de mi tía y me quedaré allí hasta que nazca el bebé que estoy

esperando. Perdóname por favor, papá.

Su padre guardó silencio y la miró.

Sabía que la ira jamás conducía a algo bueno, debía serenarse para

poder pensar con calma qué hacer.

Y necesitaba mucha calma para apaciguarse y buscar una salida a esa

difícil situación.

—Soy tu padre mi niña, y prometí a tu madre que siempre velaría por

ti, se lo prometí el día que murió y temo que os he fallado a ambas. Debí

protegerte de ese demonio, pero temo que fui embaucado por sus modales,

pensé que era un hombre decente, pero veo que me equivoqué.

Ella palideció.

—Sí, sé que fue el príncipe, Audrey. Por eso te dio el anillo, para

prometerte que se casaría contigo. Por eso te dio un presente tan valioso que

compró en algunas de sus escapadas a Londres. Lo planeó todo… y yo le di

asilo a un maldito seductor de muchachas. Eso no se hace hija, hacerle esto a

una jovencita pura y dulce como tú… esto es cosa de malnacidos. De

italianos malnacidos y sin escrúpulos.

Page 78: Prefacio de la autora

—No digas eso por favor. Yo lo amo, papá. Y fui su esposa, hubo una

boda esa noche en la capilla. Nos casamos y jamás sospeché que la boda no

fuera auténtica…

Esas palabras sorprendieron a su padre.

—¿Una boda, en el castillo?

—Sí, el día antes de su partida nos casamos en secreto en la capilla

del castillo… hubo dos testigos y firmé un acta. Soy su esposa papá y esa

noche me entregué a él si saber que era un príncipe.

—¿Y el capellán os casó sin mi consentimiento? Eso no es legal, no

puede hacerse en este país, Audrey. Esa boda debió ser una farsa

seguramente. ¿Acaso el capellán hizo esto?

—No, no fue él… era un prelado al que nunca había visto.

—¿Un prelado de Elendale a quien nunca viste siquiera oficiar una

misa?

Ella murmuró que no lo conocía.

Ahora su padre temblaba de furia.

—Pues voy a ver quién hizo esta maldad hija, eso no se hace.

—Es mi esposo papá y debes buscarlo… por favor. Tal vez la boda

fue verdadera y debe saber que estoy esperando un bebé.

—Pero el príncipe está casado con otra mujer, ya te lo dije Audrey.

Page 79: Prefacio de la autora

Ningún príncipe de Arezzo podría casarse con una dama inglesa a menos que

su familia lo apruebe y su familia ha de tener otros planes. Me indigna pensar

que jugó así con tus sentimientos como un maldito desalmado sin escrúpulos

ni corazón.

—Pero esa boda… los testigos. ¿Todo fue actuado?

—Me temo que sí, hija. El príncipe regente tiene esposa, todos lo

saben.

Audrey lloró, entonces no había nada qué hacer.

—¿Y si le escribes y le pides que vuelva? Voy a tener un bebé, es su

hijo…

Los ojos de su padre brillaban de furia.

—¿Y acaso esperas que entregue a mi hija a ese demonio para que

viva como su querida, escondida en un castillo, clandestina, viviendo una

vida de vergüenza como la concubina de un príncipe regente? ¡Sobre mi

cadáver!

Ella miró a su padre mortificada. Si él supiera que eso no le habría

importado si lograba estar junto a su amor… pero tal vez él no quisiera que

estuviera a su lado.

—Investigaré ese asunto de la boda, por supuesto que debió ser una

farsa hija. Y lo que hizo ese hombre no tiene perdón de Dios.

Page 80: Prefacio de la autora

Él no merece ese amor, Audrey. El amor es un tesoro hija, es un tesoro que

debe ser entregado a quien lo merece y ese hombre no merece siquiera tu

perdón ni compasión por lo que te hizo. Pero no debes sentir dolor ahora,

tienes un bebé en tu vientre hija y eso es sagrado. Es una criatura tierna e

inocente como tú que debe ser preservada y protegida toda su vida. No debes

tener pensamientos tristes, ni llorar, porque eso sólo va a debilitarte y ahora

debes ser fuerte.

—No sé si podré… lamento mucho haberte fallado papá, él dijo que

regresaría y pensé que nuestro matrimonio fue celebrado. Había dos testigos.

—Hija, no fue un matrimonio verdadero sino una farsa y estoy

furioso con todo esto, pero debo contenerme y mantener la cabeza fría. Debo

hacerlo. Pero no temas, yo resolveré esto, buscaré una solución. Ahora me

preocupas tú. Has estado guardando este secreto todo este tiempo, te he visto

llorar y pensé que era sólo un capricho amoroso que pronto se te pasaría. No

imaginé lo que estabas sufriendo. Jamás lo habría creído del príncipe, que

actuara con tanta maldad, que fuera tan ruin y desalmado. Y pensar que lo

recibí en mi castillo y se hospedó aquí y ha dejado a mi hija deshonrada y con

un hijo en su vientre. Digno de un hombre sin honor, demonios, el más

humilde de mis sirvientes tiene más principios que ese que se dice príncipe.

—¿Y qué haré ahora, papá? Debo alejarme del castillo antes de que

empiece a notarse.

Page 81: Prefacio de la autora

—No, no te irás a ningún lado, este es tu hogar Audrey y el de ese

niño que esperas. Al diablo con el que dirán, nunca me ha importado. Sólo te

pido que seas fuerte y cuides mucho a ese niño, es un ser inocente que debe

ser protegido como tú. Nada más. Buscaremos una solución, lo prometo, pero

tú debes estar tranquila. Deja de culparte, te has atormentado demasiado por

esto en silencio, no fue justo que lo hicieras, que cargaras tú sola el fruto de

la seducción. Porque fuiste seducida y embaucada y ninguna dama merece

eso. Se han reído de ti y también de mí, pero te aseguro que tanta maldad será

castigada, porque el señor ve en nuestros corazones y sabe cuándo actuamos

mal y tarde o temprano nos castiga, sin piedras y sin palos… pero castiga.

Justicia divina. Es en la única justicia que creo. Ahora descansa… pediré que

te traigan un té. Y no te preocupes, porque ese hombre no te arruinará.

Inventaremos que te has casado y has enviudado cuando llegue el momento.

Nadie tiene por qué enterarse. Ya pensaré en algo, tú descansa y quédate allí.

Tu estado es delicado, hija mía.

Audrey obedeció, pero se sintió triste. Al final sus peores temores se

habían confirmado. No sólo la boda había sido falsa, también sus promesas.

Él tenía una esposa y no regresaría y al final no había sido nada más que un

lío amoroso para el príncipe, un capricho… tal vez ni siquiera la recordara.

Page 82: Prefacio de la autora

Una boda apresuradaLuego de ese día no volvieron a hablar del asunto, pero su padre

quiso que estuviera siempre acompañada y hasta la animó a visitar a sus

amigas ahora que el frío había cedido y sus malestares también.

Ninguna notó nada extraño y salir de Elendale le hizo mucho bien,

aunque no se atrevió a visitar a sus primas Cassie y Theresa pues temía

sentirse mal de nuevo.

Pero estaba triste. No podía evitarlo. Pensaba en él todos los días, no

podía quitárselo de la cabeza. Esperaba su regreso, día tras día llegaba al

castillo deseando que hubiera alguna carta del príncipe para ella.

Estaba preocupada por ese bebé que crecía en su vientre ¿Qué haría

cuando su embarazo fuera avanzado, cuando se le notara y no pudiera salir

del castillo?

Pasaron las semanas y Audrey contempló las primeras flores de la

primavera desde la ventana de su habitación y sonrió. Su bebé nacería a

comienzos de otoño y ya empezaba a notarse su forma. Era muy poco por

supuesto, apenas empezaba a endurecerse la parte baja del vientre, pero

estaba allí y lo amaba. Era el fruto de su amor y se preguntaba si sería niña o

varón… Se sentía plena y orgullosa de tenerle en su vientre, pero por

Page 83: Prefacio de la autora

momentos también se sentía asustada, no sabía cómo saldría adelante sola y

sin un esposo para criar a su hijo. Su padre era un hombre muy mayor y se

veía cansado, envejecido prematuramente. Ahora se culpaba por lo que le

había ocurrido a ella.

Apartó esos pensamientos y quiso dar un paseo por los jardines. Por

fortuna sus vestidos cubrían su embarazo y no se notaba pues apenas había

engordado un poco.

—Señorita Audrey, ¿se siente bien? —preguntó su doncella

preocupada.

Ella le sonrió.

—Sí, es un día hermoso, quisiera dar un paseo, Emily.

La doncella se puso seria.

—Señorita su padre no quiere que dé largos paseos, su estado es

delicado.

Ahora hablaban del bebé, ya no era un secreto entre ambas.

—Sólo daré un paseo, quiero ver las flores Emily—se quejó Audrey

—ayúdame a cambiarme.

Su doncella la ayudó a quitarse el vestido de noche y entonces la

miró, fue inevitable.

—Tiene suerte de ser delgada, todavía no se le nota, señorita Audrey.

Page 84: Prefacio de la autora

Pero eso puede cambiar en unos meses y entonces. ¿Qué será de usted sin un

marido? —dijo asustada.

—No quiero pensar en eso Emily. Mi padre dijo que tendré al bebé

aquí y que luego diremos que enviudé a sus amistades. Es lo que se hace en

estos casos creo.

—Es tan injusto… usted tenía tantos enamorados. Es injusto que

tenga un bebé sola, señorita Audrey. No es justo. Debería tener un esposo.

—Pero no lo tengo, Emily. Ni lo tendré cuando todos se enteren de

mi secreto—dijo ella y recordó la noche de pasión que había tenido con el

príncipe. Lo extrañaba tanto, se moría por verle, por saber algo de él y lloró,

no pudo evitarlo. Pues a pesar de su engaño todavía lo amaba y no había día

que no pensara en él.

—No llore señorita, todo se solucionará. Su padre cuidará de usted,

está muy preocupado por su salud y dijo que todos debemos velar por su

bienestar y tranquilidad.

Ella secó sus lágrimas.

—Me siento avergonzada aquí, Emily. Todos saben que estoy

preñada y no tengo esposo. ¿Qué pasará cuando todos los del condado lo

sepan?

—No piense eso, por favor, usted fue seducida señorita, fue tomada

Page 85: Prefacio de la autora

por la fuerza, no tiene culpa de nada.

—Eso no es verdad. Él no me forzó.

—Pero la engañó para tener lo que quería con ese matrimonio falso y

luego se largó. Eso es una vil seducción, es tomar a una mujer con engaños y

promesas falsas y todos condenamos al caballero italiano, señorita. Dijo que

vendría a buscarla y ni siquiera le escribió una carta.

Audrey palideció.

—¿Emily, entonces todos saben que fue el príncipe?

Su doncella no supo qué decir.

—Estamos indignados, señorita Audrey, ese caballero ha arruinado su

vida y lo odiamos. Un caballero jamás habría actuado así, un lord inglés

jamás la habría seducido de esa forma. Usted debía ser la esposa de un

caballero importante señorita y no estar sola y esperando un hijo aquí. Eso no

fue justo. Fue una maldad. Como si esos hombres no tuvieran mujeres para

eso, tener que robarle la virginidad y luego embarazarla. Una joven pura

como usted que jamás supo ni lo que era un flirt. Tanto que la hemos cuidado

siempre.

Audrey tembló al pensar en él, al recordar la pasión de esa noche.

Jamás pensó que sería capaz de entregarse así, y no fue por la boda, fue

porque lo amaba. Pero no estaba arrepentida ni sentía odio por el príncipe

Page 86: Prefacio de la autora

como su padre, sólo triste y dolor. ¿Qué sentido tenía ahora lamentarse?

Había sido la noche más feliz de su vida y todavía recordaba esas sensaciones

embriagantes en su piel. Recordaba cada momento y extrañaba estar entre sus

brazos. Se preguntó si algún día volvería a verlo mientras caminaba despacio.

—¿Has sabido algo de él, Emily? Siento que mi padre sabe algo del

príncipe, pero no me lo dice—preguntó luego.

La doncella puso cara de espanto.

—No lo sé, señorita… El conde no habla de él, ni lo menciona.

ignoro si el señor conde ha averiguado algo. Más bien que no quiere saber

nada de ese príncipe. Él no actuó como un caballero.

Audrey no dijo nada y trató de distraerse, pero sabía que nunca

olvidaría al príncipe y que ningún otro hombre ocuparía su lugar jamás. Pero

necesitaba saber qué había pasado y por qué ni siquiera le había escrito una

carta. Se negaba a pensar que la había seducido y que era un hombre malvado

que sólo quiso robarle su virtud.

—Señorita Audrey, por favor, deténgase. Debe descansar. En su

estado no es prudente que camine tanto—le recordó su doncella.

Ella se detuvo y la miró y se tocó su panza a través del vestido.

Y como era obediente se sentó y sonrió al ver las flores. Qué feliz se

sintió al pensar que ese triste y solitario invierno al fin había terminado.

Page 87: Prefacio de la autora

¿Regresaría él a buscarla en primavera? ¿Sería un día su esposa como él le

había prometido? La atormentaba pensar que se había casado con otra,

obligado por su familia.

Miró su anillo en el dedo y suspiró. Esa noche él la había convertido

en su esposa, lo había hecho y ahora estaba esperando un hijo suyo. ¿Acaso

ni siquiera le enviaría una carta? Si ella supiera sus señas le escribiría, pero…

De pronto sintió ruidos de pisadas y se estremeció, creyó que

Valentino estaba allí pero no era él sino su amigo Francis. Su visita le

sorprendió y lo notó algo serio. Su doncella se alejó para que pudieran hablar

a solas.

—Audrey… tu padre acaba de hablarme del daño que te han hecho.

—Oh Francis, por favor… no quiero hablar de esto. Te lo ruego.

Siento mucha pena ahora y…

—Lo sé, pero eres mi mejor amiga y quiero ayudarte Audrey.

—¿Ayudarme? Te ruego que no lo digas a nadie, Francis. Por favor.

—No diré nada a nadie, jamás haría algo así. Pero he hablado con tu

padre muy seriamente sobre esto.

—¿Has hablado con él?

Él asintió, parecía nervioso, tenso.

—Por favor, déjame ayudarte tú me necesitas más que nunca y yo

Page 88: Prefacio de la autora

siempre he sido tu mejor amigo. Y sé que necesitas un esposo ahora y yo

estoy dispuesto a ser tu esposo si tú quieres—le dijo con cierta timidez.

Audrey no podía creerlo. ¿Estaba pidiéndole matrimonio?

—Francis, no, te lo ruego, no hagas esto. Tú eres mi amigo—le

respondió—Y yo estoy esperando un bebé y no puedo aceptar esto.

Él se acercó y tomó su mano y la besó.

—Déjame ayudarte, Audrey. Sabes cuánto te aprecio y saber que has

tenido que pasar por esto me indigna tanto. Te han hecho tanto daño tú no lo

merecías. De haber sabido… pero no temas, podemos casarnos en secreto y

luego hablaré con mis padres. Ellos no se molestarán, te lo aseguro.

—¿Casarnos en secreto?—Audrey lo miró aturdida. Le llevó un rato

hacerse a la idea. Pero su amigo hablaba en serio. Parecía indignado por lo

que le había hecho el caballero de Arezzo y sólo quería ayudarla.

—Sí, debemos casarnos sin pérdida de tiempo. El bebé debe nacer

dentro del matrimonio para que pueda reconocerlo ante la ley. Aún es pronto,

diremos que nació prematuro, ha ocurrido antes.

—Pero todos sabrán que el niño que espero no es tuyo, tú serías

incapaz de cometer un desliz.

—No importa eso. Por favor, Audrey, déjame ayudarte.

Audrey se emocionó cuando le pidió que fuera su esposa. Era su

Page 89: Prefacio de la autora

mejor amigo y lo quería, sentía un cariño muy grande por su antiguo

compañero de juegos y travesuras, pero no se imaginaba convertida en su

esposa. Esa era la verdad.

—El matrimonio es algo muy serio, Francis. Tú no puedes hacer esto,

no lo permitiré. Él me hizo su esposa, Francis y prometió que vendría a

buscarme. Sé que un día vendrá y quiero esperarle. Por favor, no te ofendas,

sabes cuánto te quiero, eres mi mejor amigo y eres tan bueno y noble y sé que

te sacrificarías por mí, pero no es justo. Todos sabrán que tú no lo hiciste,

¿quién te creería capaz de hacer algo así? Nadie.

Entonces él la miró de otra forma, la miró con tanta intensidad y amor

que ella tembló. Su padre se lo había advertido hacía tiempo, que Francis la

amaba en secreto, aunque para ella sólo fuera su amigo y ahora comprendió

que no se había equivocado.

—Él no regresará Audrey, está casado, tu padre acaba de decírmelo.

Es una boda concertada por supuesto, una alianza familiar. Ese hombre no

vendrá y por más que él te ame, no puede hacerte su esposa y darle su

apellido al niño que esperas.

Audrey sintió que todo se tambaleaba a su alrededor. Francis tenía

razón, era un príncipe y estaba casado. Y ni siquiera le había enviado una

carta, pero ella no perdía las esperanzas de que un día regresara.

Page 90: Prefacio de la autora

—No debes seguir aferrándote a una ilusión. Yo estoy aquí y quiero

ayudarte. Como tu amigo. Jamás te obligaría a ser mi esposa si no lo deseas,

no te tocaría Audrey. Te doy mi palabra. Imagino lo que debiste sufrir cuando

ese malnacido abusó de ti y te juro que lo mataría si lo tuviera enfrente, lo

haría…

—Francis, por favor, no digas eso. No es verdad…

Él tomó sus manos y le rogó que pensara en su proposición.

Prometió no tocarla porque creía que había sido forzada por ese

tunante y él era un caballero, cumpliría su promesa de no hacerla suya.

Y mientras le hacía esa promesa sus ojos la miraron con tanto amor.

¿Cómo podía mirarla así y prometer que jamás la tocaría?

—Eres tan bueno Francis, tan bueno… no sé ni cómo agradecértelo.

¿Tú te casarías conmigo para salvarme del escándalo? ¿Estarías dispuesto a

unirte a una mujer que está esperando un hijo de otro hombre?

No había ápice de duda en el semblante de su viejo amigo cuando le

respondió:

—Sí, lo haría… Y te prometo que querré a ese bebé como si fuera mi

hijo y lo criaré para que tenga los principios y valores que debe tener un

caballero. Lo prometo, Audrey. Te aseguro que amaré a ese niño y seré un

esposo para ti si me aceptas.

Page 91: Prefacio de la autora

Audrey se sintió emocionada por sus palabras y también atrapada.

Necesitaba un esposo, no podría ocultar su embarazo más tiempo,

temía que algún criado hablara y todo se supiera. Sentía terror de que eso

pasara. Por momentos quería huir muy lejos pero su padre no lo permitiría,

además no tenía a dónde ir. Esa era la triste verdad. Nadie la ayudaría en su

estado y una parta de ella quería esperar el regreso de su amor pues a pesar de

todo creía que tal vez él tenía una explicación razonable para todo lo que

había pasado. Su matrimonio había sido concertado y podía estar luchando

por librarse de esa odiosa princesa en esos momentos…

Siempre se inventaba esas cosas, era la única manera que tenía de

convencerse para no perder la esperanza. Hasta que supo que estaba

esperando un bebé, ahora tenía un ser inocente en quién pensar. Demonios.

Estaba esperando un hijo y no tenía esposo. Y pronto comenzarían a recibir

visitas con la primavera, y en unos meses su estado comenzaría a notarse y

todo el condado se enteraría.

Pero ahora su mejor amigo se ofrecía a ayudarla, le había pedido

matrimonio y ese gesto la emocionaba. Él estaba allí dispuesto a sacrificarse

y sabía la razón. Dijo que era en honor a su amistad y que sólo quería

ayudarla, que no la tocaría…

Ella lo miró fijamente y vaciló.

Page 92: Prefacio de la autora

—Necesito pensar esto con calma, Francis. Agradezco de corazón tu

ofrecimiento, pero no me siento segura… no sería justo para ti.

—Te equivocas, sería muy feliz de poder ayudarte. Tu padre me lo ha

pedido, Audrey, dijo que sólo confía en mí para tratar de salvarte. Que no se

lo pediría a ningún otro hombre.

Porque Francis era un ángel, y lo quería, confiaba en él como no

confiaría en otro hombre para que fuera su esposo, lo sabía.

—Oh Francis no sé qué decirte… necesito pensarlo por favor. Ahora

estoy muy triste al saber que ya no debo esperar su regreso.

Francis dijo que entendía y se fue.

Audrey se encerró en su habitación porque se sintió débil y mareada,

sin fuerzas para dar un paso más. Porque a pesar de que le ofreció su ayuda

comprendió al fin que había estado viviendo en una nube todo ese tiempo,

viviendo una quimera, él no regresaría y debía aceptarlo que la había

embaucado para hacerla su amante, una vez que tuvo lo que tanto deseaba se

marchó y seguramente la olvidó… Tenía una esposa y responsabilidades,

¿por qué pensaría en esa noche? Su padre tenía razón, era un seductor de

muchachas y seguramente ella no había sido la única y los seductores rara

vez se casaban con las jóvenes que seducían… sintió que todo se derrumbaba

a su alrededor y estaba demasiado deprimida para pensar en nada más.

Page 93: Prefacio de la autora

**********

A la mañana siguiente se reunió con su padre en la biblioteca para

hablar de Francis. Imaginó que ese era el motivo por el cual la había llamado.

—Audrey, siéntate por favor.

Siempre le decía eso, pensaba que era de cristal por estar encinta o

porque temía que algo le pasara. Ella obedeció y miró a su padre intrigada.

—Francis quiere casarse contigo, Audrey. Me ha pedido permiso para

cortejarte y sé que no es sencillo para ti. Comprendo que te sientes triste y

confundida, pero creo que no debes tener esperanzas de que él regrese, hija.

No lo hará.

—Sí, lo sé, pero… es que todo esto ha sido tan repentino. No me

siento preparada para ser la esposa de Francis. Es un viejo amigo y siempre le

he querido como amigo—le confesó ella.

Su padre dijo que entendía.

—Comprendo. No te obligaré a aceptarle. Pero quiero que sepas que

hablé con Francis porque es un joven íntegro y de buena familia, hija, lo

llamé porque sé que te ama. Te adora. Se lo pregunté y él me lo confesó.

Confieso que durante mucho tiempo lo supe y eso me tuvo muy inquieto y

molesto, aunque sabía que él era un caballero y nunca te hizo ninguna

insinuación, por eso toleré esa amistad.

Page 94: Prefacio de la autora

—¿Dices que Francis me ama, papá? Pero él es sólo un viejo amigo,

jamás hubo nada que me hiciera sospechar de que sus sentimientos por mí

fueran tan profundos—Audrey se sintió confundida.

—Francis te ama, hija y es un hombre de bien, integro, por eso lo

llamé. Creo que te amaba en silencio, como todo un caballero.

—Pero yo no lo quiero de esa forma papá, mi cariño por él nació por

nuestra amistad. Es afecto sí, pero no es amor. No la clase de amor que debe

sentir una mujer por su marido.

—El amor vendrá después, Audrey. Pero ahora no debes atormentarte

por eso, él está muy preocupado por ti y quiere ayudarte. Sé que es

precipitado y ahora no quieres pensar en casarte, pero … por favor, piensa en

esto con calma. No voy a obligarte a que te cases con él, por supuesto. Le

hablé porque soy muy viejo para criar un bebé, mi niña, y me preocupa tu

futuro y el del niño que esperas ¿qué será de ambos cuando yo ya no esté en

este mundo y lo más importante: qué será de ti? Ese demonio te hizo un gran

daño, siempre supo que no se casaría contigo y te embaucó para lograr lo que

quería, pero ahora debes olvidarlo y salir adelante. Sé que es muy difícil lo

que te pido, pero es lo que debes hacer. No eres la primera ni la única que ha

sido seducida en este condado, ocurre con frecuencia, por desgracia y ahora

tienes un hijo en quién pensar y sé que luego de que nazca podrás recuperarte

de tanto dolor y que Francis podrá curar tu corazón lastimado. Es un buen

Page 95: Prefacio de la autora

hombre. Y ustedes son viejos amigos, tienen mucho en común, tienen

armonía y afinidad, pueden estar horas conversando de libros y de lo que sea.

Eso es algo muy bueno hija, además hay cierto afecto entre ustedes, no es un

extraño y sé que él se preocupa mucho por ti y te cuidará cuando yo ya no

esté en este mundo.

—Padre por favor, no diga eso. Ni en broma.

Él la miró con tristeza y Audrey tembló pues de pronto lo vio como

envejecido y pensó que era su culpa, ella lo había disgustado al cometer esa

imprudencia y meterse en aprietos de esa forma. Por más que no pudo

evitarlo, el mal estaba hecho, no sólo mancilló su honor, sino que ahora

llevaba el fruto de la seducción en su vientre.

Pero no quería pensar en su hijo como en el fruto de la seducción, era

cruel hacerlo…

—Es inevitable hija, no te angusties por favor. Sabes que fui un

solterón hasta que conocí a tu madre y me enamoré de ella. Me casé viejo y

tardaste tanto en llegar, pero cuando viniste al mundo me hiciste el hombre

más feliz, te lo aseguro. Eras tan pequeñita y sin embargo cómo gritabas. Tu

madre lloraba de la emoción y fuimos tan felices… pero el tiempo es cruel e

inexorable, nos arranca todo lo bueno de la vida, juventud, belleza, y hasta se

lleva a las personas que amamos… pero el tiempo no puede robarnos

nuestros recuerdos de los días felices ni tampoco la esperanza, pero igual

Page 96: Prefacio de la autora

corroe nuestra vida, lentamente, minuto a minuto. Pero no te digo esto para

que sientas pena por mí, sólo para que valores este momento hija. Eres joven

y tienes un corazón lastimado tal vez, pero tierno, un corazón listo para latir

de nuevo y una nueva vida en ti. Y donde hay vida siempre hay ilusión, hay

amor y esperanza. Aunque veas todo oscuro ahora tienes toda una vida por

delante. Yo ya viví mi vida hija y me siento afortunado por todo lo que me ha

dado a pesar de que sienta dolor por lo que he perdido, no puedo dejar de

agradecer a nuestro Señor que un día pusiera a tu madre en mi camino y

luego vinieras tú.

Audrey se emocionó al oír sus palabras.

—Pero te he decepcionado, padre. Siento que te he fallado.

Su padre se puso muy serio.

—No digas eso, por favor. No es verdad. Fue mi culpa Audrey, tanto

que os cuidé y permití que ese demonio se alojara en mi castillo sin ver que

seguía vuestros pasos como un buitre. Todo esto ha sido mi culpa porque tú

no sabías nada de los ardides de un seductor y yo debí ser más cauto y

encerrarte, alejarte de ese hombre y no lo hice…

—Padre, no fue vuestra culpa, no digáis eso… es que yo me enamoré

del príncipe y estaba tan enamorada y tan ciega que jamás pensé en la

posibilidad de que él pudiera engañarme. Esa boda…

Page 97: Prefacio de la autora

—Audrey, debes comprender que el matrimonio celebrado aquí no

tiene valor porque el príncipe ya está casado. No fue más que una ceremonia

sacrílega, una farsa y una burla a lo que debe ser un matrimonio. Carece de

legalidad, de lo contrario te aseguro que buscaría a ese caballero y lo

obligaría a cumplir con sus obligaciones. Pero eso no es posible y he

desistido, me he rendido a su villanía, porque no quiero ver a ese desalmado

cerca de ti, nunca más Audrey. Debes olvidarte de ese hombre, sólo te hará

daño pensar en él…

—Si pudiera hacerlo, si pudiera olvidar…

—Sé que es muy reciente y que ha sido todo muy doloroso para ti,

pero eres joven y podrás recuperarte. Además, pienso que de no haber

aparecido ese demonio con el tiempo te habrías enamorado de Francis. El

amor nace como una amistad, hija mía, nace de conversar largas horas y

compartir momentos gratos, sin prisas ni arrebatos. Temo que ese caballero te

deslumbró con sus galanterías y poder de seducción, pero dudo mucho que

sus sentimientos por ti fueran sinceros o profundos. Sólo fue un episodio

triste que debes dejar atrás y enterrar junto a las lágrimas y la desilusión. Eres

muy joven y pronto serás madre. Lamento mucho no haber estado más

atento, pero tampoco puedo detenerme a pensar que fue mi culpa, no

podemos detenernos a lamentarnos en la vida, sólo buscar la mejor manera de

sortear los obstáculos y seguir adelante. Piensa en esto. Francis es tu amigo y

Page 98: Prefacio de la autora

él te ama, realmente te quiere y jamás haría nada que te hiciera daño. Es un

joven que acaba de graduarse en leyes, no tiene vicios y es un orgullo para

sus padres. Acaba de heredar una próspera finca de su tío llamada Garden

house y en realidad lo habría aprobado para pedir tu mano cuando fuera el

momento.

Audrey sabía que su padre tenía razón, que Francis la ayudaría y sería

un buen esposo, era un hombre muy bueno y lo quería, pero sabía que no

podría ser una verdadera esposa para él. Estaba segura que no soportaría que

la tocara y eso no era justo, él merecía una esposa para suplir esa necesidad.

¿Y si luego estaba atrapada en ese matrimonio y él príncipe regresaba a

buscarla?

Miró el anillo que llevaba en su dedo y furiosa se lo quitó. Él la había

engañado, su matrimonio había sido una farsa. Nunca regresaría y no debía

seguir esperándole. No era sensato hacerlo, sólo le haría daño.

Debía casarse con Francis y esmerarse en ser una buena esposa para

él.

Él sería un esposo complaciente y amoroso, compartirían charlas y

con el tiempo tal vez pudiera entregarse a él y quererle. Ahora no podía ni

pensar que un hombre la tocara.

**********

Page 99: Prefacio de la autora

Dio vueltas en su lecho poder dormirse.

Sabía que el tiempo se agotaba. Debía casarse cuanto antes para que

luego no fuera tan precipitado el nacimiento de su bebé. Tenía dos meses y

medio de preñez y el tiempo apremiaba.

Y sin embargo no perdía las esperanzas de que él regresara.

Una carta. Un mensaje…

Si tuviera alguna esperanza… Ella esperaría.

Pero su única esperanza era Francis ahora y lo sabía.

Él fue a visitarla esa tarde para conversar. No esperaba que le diera

una respuesta tan pronto.

Sus ojos se iluminaron al verla y Audrey supo que esa luz era porque

él la amaba, no sabía cuándo había ocurrido, pero él se lo había dicho a su

padre antes que a ella. Tal vez temía ser rechazado. Se preguntó si no habría

terminado enamorándose de su viejo amigo si el príncipe no hubiera

aparecido en su vida.

—Te traje este libro, Audrey. Pensé que te gustaría leerlo—dijo.

Ella sonrió. Sus visitas eran las únicas que llegaban esos días. Su

padre había dejado de organizar tertulias. Tal vez porque no estaba de ánimo

para ello.

—Demos un paseo, Francis, hace un día tan hermoso—dijo Audrey

Page 100: Prefacio de la autora

entonces.

Él pareció sorprenderse.

—Pero en tu estado…—murmuró.

—Estoy bien, Francis—le respondió—El doctor dijo que no me hará

daño caminar.

Extrañaba sus largas caminatas y poder correr a campo traviesa. Lo

raro es que había dejado esos paseos sin saber que estaba esperando un bebé,

pero ahora se moría por caminar.

Recorrieron los jardines tomados del brazo, como dos viejos amigos,

como era su costumbre.

Charlaron del tiempo y de las flores, hasta que ella se detuvo y lo

miró.

—Francis, antes de darte mi respuesta necesito saber algo.

Él se puso serio.

—Ven, siéntate por favor—le dijo.

Ella se sentó en uno de los bancos del parque y luego lo miró.

—Mi padre me dijo algo el otro día y quisiera saber si es verdad.

Él tragó saliva y se puso tenso.

—¿Qué te dijo, Audrey?

Page 101: Prefacio de la autora

—Dijo que tú no hacías esto sólo para ayudarme, que tú me amabas.

Francis sostuvo su mirada con firmeza.

—¿Acaso saber eso cambiaría tu decisión, Audrey?

Ella asintió.

—Debo ser sincero contigo. Sé que soy un amigo para ti, pero para

mí eres más que una amiga, yo te amo, Audrey… siempre te he querido, pero

sé que sólo éramos amigos y no pienses que deseo aprovecharme de tu

desgracia. Nunca lo haría.

—¿Y por qué nunca me lo dijiste? ¿Por qué jamás intentaste acercarte

a mí?

—Estaba decidido a hablarte esa noche, Audrey, iba a hacerlo. En la

fiesta del castillo Elendale, pero cuando vi lo turbada que estabas ante la

presencia de ese caballero extranjero pensé que no era el momento. Además,

sabía que tu afecto por mí era un amor fraternal, que me quieres como un

amigo y no… no espero que tú me ames. Sólo quiero ser tu esposo y cuidar

de ti.

Audrey notó que se moría por besarla, pero sabía que jamás se habría

atrevido a robarle un beso, él no era como el príncipe, no debía haber dos

hombres más distintos en este mundo. Siempre terminaba pensando en él.

¿Es que nunca olvidaría a ese hombre que tanto daño le había hecho?

Page 102: Prefacio de la autora

Apartó esos pensamientos y regresó al presente. A Francis.

—Temo no ser una buena esposa para ti, Francis. Estoy tan triste que

no soy una buena compañía para nadie—se quejó.

—Eso no pasará, yo te protegeré Audrey, te defenderé y te juro que

nunca permitiré que nadie se atreva a criticarte. Mis padres te aprecian mucho

Audrey y mi padre me aconsejó que te hablara, que no te dejara escapar

porque eras un tesoro. Una joven bella y de buen corazón. Creo que siempre

esperaron que me casara contigo.

—Pero este niño nacerá antes de tiempo y habrá rumores, dirán que

no es tu hijo.

—Audrey por favor, deja de torturarte con eso. Serás mi esposa y

nadie se atrevería a ofenderte. Jamás lo permitiría. Por favor, déjame

ayudarte, en honor a nuestra amistad.

Ella esquivó su mirada y supo que no había otra salida. Él quería

sacrificarse para salvarla, le ofrecía su ayuda sin pedirle nada a cambio. La

ayudaría tener al bebé, a cuidarle. Se sentía tan sola y herida, porque sabía

que sólo le esperaba el encierro en el castillo hasta que su hijo naciera y que

luego todos sabrían que la hija del conde había dado a luz al bastardo del

príncipe. La horrorizaba pensar en eso. La horrorizaba que su pobre hijo

sufriera las consecuencias de su locura amorosa.

Page 103: Prefacio de la autora

Y entonces prometió que sería su esposa. Sabía que no tenía otra

salida que casarse con Francis.

La emoción que vio en sus ojos fue tan intensa. Francis estaba feliz de

poder casarse con ella y no le importaba que estuviera esperando un hijo de

otro hombre. La amaba, la amaba y no le importaba nada más que convertirla

en su esposa como un día había soñado.

**********

Se casaron en secreto una semana después, luego de conseguir una

dispensa especial y a la boda sólo asistieron sus padres y algunos familiares y

allegados.

Audrey se sentía algo aturdida en esos momentos, estaba preciosa con

un vestido blanco y flores de azahar y el traje de novia disimulaba por

completo su embarazo. No se notaba.

Pero cuando el padre los declaró marido y mujer y Francis la besó

lloró, no pudo evitarlo. Todos pensaron que era de la emoción, pero no era

exactamente eso, sino sentir que no era Visconti quien le colocaba ese anillo

sino Francis y por momentos sintió deseos de huir, de correr.

Durante todo ese día experimentó ese desasosiego, esa necesidad

imperiosa de correr y escapar. No era feliz. No quería esa boda. No era lo

que ella había soñado y sentía en el corazón una pena espantosa al recordar

Page 104: Prefacio de la autora

su otra boda… Tal vez por eso se sintió tan triste y como ida, sin poder estar

presente en cuerpo y alma como era de esperar en un momento tan

importante como ese. no era justo y lo sabía, se sintió mal por ello, pero no

pudo evitarlo. Porque uno no mandaba en su corazón.

Al entrar en la mansión ancestral de los condes de Edenbrough se

sintió muy extraña a pesar de lady Anne y sir Edward Edenbrough, sus

suegros fueron muy gentiles con ella. Echaba de menos el castillo de

Elendale.

Francis la llevó a su habitación nupcial para que pudiera descansar y

le llevó un vaso de agua.

—Descansa preciosa, te ves cansada.

Ella agradeció que la sacara de esa fiesta de bodas, comenzaba a

sentirse mareada y aturdida y no quería ver a nadie.

—Gracias… pensé que viviríamos en Garden Cottage—se quejó

Audrey.

—Nos quedaremos unos días, luego nos mudaremos a la granja. No te

preocupes. Estaremos solos.

Cuando se tendió en la cama nupcial sintió que era la gloria, al fin

podría descansar y quitarse los incómodos zapatos. Se durmió poco después

como su amiga, su huésped, no como su esposa, pero se lo agradeció, si

Page 105: Prefacio de la autora

hubiera intentado algo habría gritado.

***********

Los padres de Francis eran amorosos y vivían pendiente de ella.

Lady Anne se empeñó en enseñarle el manejo de la mansión, pero

Francis le advirtió que sólo se quedarían unas semanas.

La anciana lo miró sin ocultar su desolación.

—¿Se irán, de veras?—miró a ambos desconsolada.

—Pero vendremos de visita. Sabes que debo cuidar Garden house.

—Oh sí por supuesto, pero…

Era sencillo vivir con Francis y sus padres, él era muy amable y vivía

pendiente de su bienestar. Pasaban las tardes juntos charlando de los viejos

tiempos como dos buenos amigos.

Pero no compartían el lecho. No como debían hacerlo marido y mujer

y eso le dio alivio. No sabía si podría llegar un día a dormir con su mejor

amigo, ni siquiera podía hacerse a la idea, pero…

Sabía que él la miraba y la deseaba, pero jamás intentó nada esos

días.

Audrey no se sentía del todo a salvo a pesar de haberse casado con

Francis. Sus pensamientos siempre volaban al príncipe, y a esa noche de

amor. No podía evitarlo.

Page 106: Prefacio de la autora

Se preguntó si sería feliz con su esposa o sería tan desdichado como

ella esperaba que lo fuera.

Se preguntó si él pensaría en esa noche o ya la habría olvidado.

No sabía por qué, pero jamás había sentido rabia ni rencor por el

príncipe, nunca lo vio como un seductor… ella lo amaba todavía y en su

corazón sentía que él no la había olvidado.

Todavía guardaba el anillo de compromiso que le había dado el

príncipe, aunque ahora llevara la sortija de su boda con Francis.

***********

Mudarse al rincón más agreste y escondido de New Forest dos

semanas después le trajo la calma que necesitaba. Estar lejos de sus suegros

fue un alivio y poder usar vestidos más holgados y descansar. La casa era

preciosa, un Cottage con techo de quincho y madera con una granja muy

próspera y espaciosa.

Ya no tenía que vestirse para asistir a la cena de etiqueta ni hablar con

esas viejas comadres que la miraban con sus impertinentes.

Sentía que en esa casa sí podría ser feliz.

Y mientras contemplaba el paisaje lleno de verde se dijo que sería

feliz si pudiera olvidar al príncipe.

No lo olvidaría si se negaba a su marido todas las noches.

Page 107: Prefacio de la autora

No lo olvidaría si no hacía un esfuerzo por querer a Francis.

Sin embargo, se sentía incapaz de hacerlo.

Él seguía siendo su viejo amigo y le costaba verlo como a su marido.

Era como una barrera que los separaba y los mantenía alejados.

Tal vez era muy pronto para pensar en un acercamiento.

—¿Te sientes bien? Tal vez desees descansar—dijo Francis.

—No es necesario, quisiera quedarme aquí, es un día tan hermoso de

primavera.

Ambos se sentaron en los jardines para contemplar el paisaje.

—¿Tus padres no lo saben todavía, ¿verdad? —le preguntó.

Él se puso serio.

—¿Te refieras al bebé?

Audrey asintió.

—No, no lo saben. ¿Crees que deba decírselo?

—Es que nacerá en seis meses.

Él la miró algo apenado por verla tan preocupada.

—No temas, todo estará bien, lo prometo.

—Creo que tu madre lo sospecha. No dejaba de mirarme como si me

notara cambiada.

Page 108: Prefacio de la autora

—No lo creo preciosa, tranquila. Luego hablaré con ellos, pero… es

muy pronto, recién nos casamos y temo que se disgusten si saben que…

—Nunca creerán que fuiste tú.

—¿Crees que soy un santo, preciosa?

—Por supuesto que eres un santo, tú nunca harías algo así.

—Pero ellos saben que estaba loco por ti y deseaba pedirte

matrimonio. Siempre estábamos juntos. No es tan extraño que piensen que

nos dejamos llevar por la pasión. Yo los convenceré, no temas. Hablaré con

ellos para que dejes de preocuparte.

Estaban solos y eso le daba tanta paz.

De pronto comprendió que era la primera vez que vivía lejos del

castillo y tenía su propio hogar y esa sensación le agradó. Fue muy especial.

Sin visitas, sin horarios estrictos, pasaban horas charlando como en

los viejos tiempos.

Él la cuidaba tanto, y por eso había suspendido las reuniones sociales.

No quería que se cansara en las fiestas o se sintiera mal por su estado.

Tenía una nueva doncella y menos sirvientes que en la mansión

ancestral, pero era mejor así.

Los días pasaron tranquilos y esa soledad los acercó. Creó cierta

intimidad. Él supervisaba la granja y pasaba algunas horas en esas tareas

Page 109: Prefacio de la autora

mientras él se ausentaba Audrey leía un libro o tocaba en el piano del salón

principal.

O escribía cartas a sus amigas para contarles de Garden house.

Su padre fue a visitarla ese día y su visita la dejó muy contenta. Hacía

semanas que no lo veía y lo echaba de menos.

—Audrey… qué bonita es tu nueva casa. Y la granja. Recién estuve

allí con tu marido.

Francis sonrió y la miró embobado haciendo que se sonrojara. Su

padre los miró a ambos mientras tomaba asiento en el salón principal.

—¿Cómo has estado, papá? ¿Y Elendale?

Su padre le habló de su último viaje a Londres la semana anterior en

busca de un manuscrito.

—¿De veras, un nuevo libro?

Su padre se puso serio.

—No exactamente, pero me he traído unos ejemplares únicos y a muy

bien precio querida.

Su esposo y su padre hablaron de ciertas personas eruditas que ella no

conocía y se distrajo.

En un momento se quedaron solos porque Audrey quiso ir a buscar un

libro que su marido quería devolverle.

Page 110: Prefacio de la autora

—Puedo ir yo si quieres—se ofreció Francis.

—Oh no… necesito estirar las piernas un poco.

Escuchó sus voces a lo lejos. Sabía que cuando se ponían a conversar

de historia, de arte o de política podían estar horas y se entendían

perfectamente. Sin embargo, cuando regresó poco después notó que ambos

estaban serios.

—¿Está seguro, Lord Leighton?—preguntó

—Me temo que sí hijo. Debemos estar preparados… no creo que sea

buena idea…

No pudo oír más porque al sentir sus pasos cambiaron bruscamente

de tema. ¿De qué hablaban? ¿Estar preparados para qué?

Cuando ella entró en el comedor ambos se distendieron y su esposo le

sonrió.

—Es un buen hombre, Audrey y te veo más tranquila y con mejor

color. El matrimonio te sienta bien—dijo su padre en un momento cuando

Francis se alejó a buscar algo.

Audrey sonrió.

—Sí yo lo quiero mucho papá, pero como amigo—le respondió ella.

—Bueno, dicen que de la amistad al amor hay un paso—dijo su

padre.

Page 111: Prefacio de la autora

—¿De veras? Nunca lo había escuchado.

—Audrey, trata de dejar atrás el pasado. Eres tan joven… intenta ser

feliz y olvidar. Concéntrate en el ahora, en el presente.

Su padre tenía razón. Debía pensar en el presente y tratar de ser feliz.

Y no podría encontrar la dicha si vivía esperando que su primer amor

regresara. Él no regresaría y debía aceptar que ahora tenía un esposo que la

amaba y era tan bueno y encantador.

¿Por qué no intentaba acercarse a él?

Sólo la había besado el día de su boda y parecía evitar besarla. Tal

vez no se atrevía a hacerlo o temía ser rechazado.

Sin embargo, cuando en la noche se dormían juntos la abrazaba.

Siempre la abrazaba y ella se dormía en sus brazos y ese abrazo era increíble.

Ese abrazo le daba paz y también mucho sueño pues luego se dormía como

un lirón.

Esa noche, luego de la cena fueron a acostarse temprano porque

ambos estaban cansados.

Audrey le pidió a su doncella que la ayudara a cambiarse y Francis

aguardó antes de entrar. Pero al verla con ese vestido rosa transparente no

pudo evitar mirarla a través del espejo.

Esa mirada era una caricia porque en sus ojos vio un deseo intenso y

Page 112: Prefacio de la autora

desesperado. Un deseo sofocado que no podía ser satisfecho…

Ella lo miró a través del espejo y se sonrojó.

—Eres un ángel Audrey, a veces pienso que eres demasiado buena

para este mundo, ¿sabes?

—Oh no digas eso… no soy un ángel—replicó ella.

—Sí lo eres, eres una mujer preciosa y yo no puedo creer que seas

mía ahora, mi esposa. Es un sueño para mí, tenerte aquí en Garden house…

Ella sonrió.

—Pero no soy una buena esposa para ti, sigo siendo sólo tu amiga—

se quejó ella y se volvió.

—Eres mi esposa, Audrey. Y soy tu esposo, sabes que puedes confiar

en mí, que cuidaré siempre de ti.

Ambos se quedaron en silencio y él se acercó atraído por su radiante

belleza. Quería besarla y se acercó temeroso y la besó. La envolvió entre sus

brazos y le dio un beso apasionado como sólo un marido podía darle, un

abrazo apretado que la hizo sentir cuánto la deseaba, pero Audrey se sintió

asfixiada de repente. No podía hacerlo, no podía ser su esposa en esos

momentos porque el recuerdo de su viejo amor se hizo presente y lloró, no

pudo evitarlo. A pesar del tiempo y la distancia y una boda concertada para

él, todavía lo amaba y se sentía incapaz de entregarse a Francis, aunque fuera

Page 113: Prefacio de la autora

su esposo. No podía hacerlo.

—No… es muy pronto. No puedo Francis… perdóname—dijo.

Él la miró con tristeza mientras se apartaba despacio.

—No temas cielo, esperaré a que estés lista para ser mi mujer un día

—le respondió.

Sus ojos la miraron con tanto amor y en ese abrazo ella había sentido

cuánto la deseaba y sin embargo jamás había intentado acercarse a ella, hasta

esa noche. Debía ser capaz de convertirse en su esposa un día, no quería ser

una desdichada soñando con su amante perdido el resto de su vida. Él era su

mejor amigo y le había dado un hogar, le daría el nombre a su hijo. ¿Por qué

no podía simplemente cerrar los ojos y dejar que pasara?

Sintió que las lágrimas recorrían sus mejillas mientras se acostaba esa

noche. Porque cuando intentó acercarse a Francis esa noche sintió más que

nunca el recuerdo de Valentino en su piel, sus besos y caricias y la forma en

que una noche la convirtió en su mujer y pensó que nunca más soportaría que

un hombre la tocara en su vida.

************

La primavera tocó a su fin y todos sabían que tendría un bebé a

mediados de otoño. Francis había hablado con sus padres y ellos estaban

encantados. Como era delgada no se notaba que su estado fuera de más

Page 114: Prefacio de la autora

tiempo del que había declarado. Todos pensaban que había quedado

embarazada al mes de casarse.

Recibió visitas de los primos de su esposo y también de sus suegros

días después y de un hermano de Francis que había llegado del extranjero

hacía una semana.

Conocía a Justin de vista, era menor que Francis y no se parecía a él,

era lo que en ese entonces se llamaba un trotamundos. Alto, delgado y

barbudo sus ojillos castaños sonreían sin cesar.

Durante un almuerzo familiar en Garden house su madre le retó por

llevar aún esa barba poblada y pelirroja.

Él sonrió y dijo que pronto se la quitaría.

—Eso espero—replicó lady Catherine Edenbrough.

—¿Dónde has estado?—le preguntó Audrey en un momento.

Él dijo que había estado en Arezzo, Sicilia y España y también en la

India.

Entonces le habló de Arezzo y Audrey se puso tensa. Al parecer había

un conflicto entre las casas reinantes. Intrigas y ambiciones y cosas que no

podía entender. Al parecer los nacionalistas querían derrocar la monarquía de

una vez. No era la primera vez que lo intentaban y sabía que había pasado en

otras zonas del continente ahora y en el pasado.

Page 115: Prefacio de la autora

—Los príncipes de Arezzo han perdido prestigio y también poder. El

príncipe Alessandro ha repudiado a su esposa contrariando la voluntad de sus

padres y eso ha causado mucho escándalo y revuelo.

Audrey sintió una punzada de dolor, no pudo evitarlo, al tiempo que

sentía su corazón latir acelerado.

Lady Catherine intervino mostrándose muy escandalizada.

—¿Ha repudiado a su esposa? Eso es terrible. Qué conducta tan

reprobable. Imagino el disgusto de sus padres—dijo.

—Bueno, he oído que el príncipe fue obligado a casarse con una

joven a quien detestaba y ahora la ha acusado de adúltera y la ha repudiado.

Pero la pobre dice que es inocente y le creo, tuve la oportunidad de conocer

al príncipe en persona y noté su genio vivo y temperamento. Esa corte es un

nido de intrigas y la amenaza de levantamiento es constante—explicó Justin.

—¿Conoció al príncipe en persona?—preguntó Audrey sin poder

evitarlo.

Francis la miró inquieto, toda esa conversación le desagradaba por

completo y lo notó muy disgustado de que mencionaran a su antiguo rival.

Justin asintió.

—Así es. Es un hombre joven con una personalidad fascinante, tiene

ideas revolucionarias y no está de acuerdo con las decisiones de la

Page 116: Prefacio de la autora

monarquía. Todos decían que odiaba a su esposa y no lo culpo, es una mujer

caprichosa de mal carácter, además su familia es la responsable de muchos

levantamientos en Arezzo porque son nobles como los de antes, cometen

excesos y crueldades. Ciertamente que fue un matrimonio concertado, pero

no afortunado al parecer. Ahora el príncipe la acusa de adúltera y ella asegura

ser virgen a pesar de los meses que lleva casada y llevará todo este asunto a

los tribunales.

—Oh por Dios—dijo lady Catherine—qué hombre tan terrible.

Audrey sintió que su corazón palpitaba de prisa. La mención de su

amado puso su mundo de cabeza en un instante y sintió que todo le daba

vueltas. Al parecer muchos ignoraban que el príncipe había sido huésped de

su padre hacía meses y ahora, al saber que repudiaría a su esposa la llenaba

de esperanzas. Si lograba separarse entonces…

—Querida, te has puesto pálida… por favor, ve a descansar. Tal vez

comienzas a sufrir los malestares de tu estado—le dijo su suegra.

Ella le sonrió agradecida y Audrey se alejó para descansar. Pero no

derramó una lágrima esta vez, era feliz al saber algo de su primer y único

amor, no dejaba de preguntarse si él la buscaría ahora que acababa de

repudiar a su esposa.

Luego sintió dudas. Si al menos le hubiera escrito una carta ella lo

Page 117: Prefacio de la autora

habría esperado y no se habría casado con su mejor amigo. ¿Por qué seguía

pensando que él la había amado? ¿Cuándo entendería que él sólo la tomó

porque deseaba hacerla suya? Nunca había significado algo más que una

conquista. El hombre que le robó su virtud nunca la había amado, el hombre

que la había enamorado esa noche no correspondía a sus sentimientos, sólo

fingió que era especial para seducirla, para tener lo que más deseaba. Para él

sólo había sido un episodio, una conquista mientras que para ella había sido

el amor de su vida.

—Audrey…

La voz de Francis la despertó de sus pensamientos.

—¿Te sientes bien?—quiso saber mirándola con ansiedad.

—Sí, es que me sentí algo cansada y mareada.

—¿Quieres que llame al doctor?

—No, no es necesario.

Él se acercó a la cama y al ver que lloraba la abrazó. No le preguntó

por qué, Francis lo sabía. Sabía que la mención del príncipe la había afectado

mucho.

—Ángel, no llores, ya pasará… ya verás que sí. Eres mi esposa ahora

y nuestro bebé nacerá pronto… Tú me haces tan feliz. Yo te amo Audrey, te

amo con toda mi alma—le dijo.

Page 118: Prefacio de la autora

Ella trató de controlarse, pero las lágrimas fluyeron.

—Yo te ayudaré a olvidar a ese demonio, Audrey, lo prometo—le

dijo Francis y le dio un beso apasionado y posesivo.

No era la primera vez que intentaba hacerla suya y en esos momentos

debió sentirse picado por los celos por la mención del príncipe.

Él la ayudaría a olvidar a Valentino, lo haría, sólo tenía que dejar que

le hiciera el amor…

Audrey se dejó llevar por la necesidad de sanar su corazón de una

vez, si no la había buscado en todos esos meses luego de decirle que

regresaría a buscarla, por qué lo haría ahora? era un príncipe y tal vez tuviera

muchas enamoradas y mujeres hermosas a su alrededor. Había oído que las

italianas eran damas elegantes y muy bellas.

Pero en esos momentos sintió que lo necesitaba. Necesitaba estar con

su marido, sentirle, quería que él la ayudar a olvidar a ese hombre de una vez.

Estaba tan triste. ¿Es que su fantasma jamás la dejaría en paz?

Pero cuando su esposo intentó seguir adelante y desnudarla Audrey

no pudo soportarlo porque entonces el recuerdo de su príncipe fue más vívido

que nunca y casi sintió su presencia en ese cuarto, a su lado.

—Perdóname Francis, es que no puedo hacerlo, no puedo…

No podía seguir adelante, sólo algunas veces la había besado y lo

Page 119: Prefacio de la autora

había intentado, pero jamás habían llegado más lejos. Llevaban meses de

casados y todavía no eran marido y mujer. Es que Francis era un viejo amigo

y no podía verlo como hombre ni tampoco como su esposo y eso la

mortificaba. Porque su único marido había sido el príncipe Visconti y seguía

siendo suya, aunque llevara la sortija de la familia Edenbrough.

Él la miró con tristeza, pero no se movió de su lado.

—Audrey por favor, nunca olvidarás a ese demonio si no me dejas ser

tu esposo. Eres mi mujer ahora y yo te amo, preciosa. Daría mi vida por ti.

Sólo deja que te haga mía una vez y cure tus heridas—dijo su esposo. Parecía

desesperado, se moría por hacerle el amor, llevaba tanto tiempo esperando.

Otro hombre menos paciente le habría exigido que fuera suya la

misma noche de bodas, y Audrey sintió que le debía tanto a Francis… tal vez

si lo intentara…

Francis volvió a envolverla entre sus brazos, a besarla con suavidad

mientras la arrastraba a la cama.

—Por favor preciosa, olvida a ese hombre sé mía ahora, te lo ruego…

—le dijo al oído mientras le quitaba despacio el vestido.

Ella cerró los ojos y dejó que siguiera adelante, su esposo gimió de

deseo al verla desnuda por primera vez.

—Eres hermosa, Audrey—dijo—eres tan hermosa.

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No quería verlo, no quería ver cuándo lo hiciera, sólo entregarse a él

porque era su esposa y le pertenecía… quería que pasara rápido. Pero él era

un caballero y se tomó su tiempo para envolverla con besos y suaves caricias.

—Mírame Audrey, por favor—le dijo al oído.

Ella obedeció y notó que estaba desnudo y era un hombre distinto al

príncipe, delgado pero anchas espaldas y brazos fuertes. Por primera vez dejó

de pensar que era su mejor amigo y lo vio como un hombre, como su marido.

—Tócame, Francis, por favor—le rogó.

Él la miró emocionado y le dio un beso ardiente y sus besos

recorrieron sus pechos despertando en ella un cosquilleo, algo largo tiempo

dormido. Y entonces pensó en el príncipe, no pudo evitarlo y al abrir los ojos

y ver que no era su amor se echó a llorar. No pudo evitarlo y se alejó

desconsolada.

—Lo siento, no puedo seguir adelante.

Francis se puso serio y dijo que la entendía.

—Tranquila… no temas. No lo haré si no estás lista… calma, no

llores.

Audrey jamás pensó que su primer acercamiento a Francis sería tan

desastroso. Se vistió deprisa y se metió en la cama y él la abrazó y consoló lo

mejor que pudo, pero ella comprendió que no podía hacerlo, no podía olvidar

Page 121: Prefacio de la autora

al príncipe. Era como si lo tuviera gravado en su piel…

**********

Francis no volvió a tocarla luego de ese día y Audrey supo que su

matrimonio había sido un error. Que a pesar del cariño y amistad que sentía

por su marido eso no era suficiente para que pudiera convertirse en una

verdadera esposa para él.

El recuerdo de esa noche la atormentaba y también pensar en su viejo

amor, no podía evitarlo, no había dejado de pensar en él todos los días.

No salían con frecuencia, su esposo la trataba como si fuera de cristal

y por eso rara vez asistían a una reunión social.

—Pensarán que somos gente sin modales—le reprochó ella durante el

desayuno de ese día.

Francis sonrió levemente. La amaba tanto, a pesar de no poder

tocarla… él era feliz sabiendo que era su esposa y le gustaba presumir con

sus amistades, aunque últimamente pasaban más tiempo recluidos en el

señorío.

—No te preocupes… es que el doctor dijo que los viajes en tu estado

no son buenos.

Audrey sonrió. La atendía el doctor Thomson que la conocía de niña

y decía que el embarazo iba bien pero no debía hacer viajes ni caminar

Page 122: Prefacio de la autora

demasiado.

—Es que a veces deseo salir de casa.

Tantos cuidados la agobiaban, su vientre empezaba a notarse, pero lo

disimulaba con los vestidos. Ahora todos sabían que estaba esperando un

hijo, pero era muy reciente…

El tiempo pasó y su vientre creció mucho de golpe y Audrey supo que

debían marcharse de Garden house para que sus padres no notaran que tenía

más tiempo de preñez del que creían. Habían planeado mudarse a otro

condado y decir a todos que se irían de viaje.

El médico había dicho que era riesgoso viajar en esa etapa del

embarazo él debió notar que tenía más tiempo del que decía, pero era un

hombre discreto y jamás dijo nada al respecto.

—Tal vez deberías decirles la verdad a tus padres, Francis—le dijo

Audrey ese día al notar que su vientre crecía muy deprisa.

Él se acercó y la abrazó.

—Es que no quiero hacerlo, preciosa, no quiero que piensen que…

este bebé es mío, será mi hijo. Nadie debe saber la verdad jamás. Por favor.

Debemos guardar el secreto. Podemos hacerlo, viajaremos y luego

regresaremos con el bebé, no notarán que nació antes de tiempo. —le dijo él,

luego besó su cabeza con suavidad.

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—Presiento que alguien lo sabrá, lo notarán, tengo demasiada panza

nos casamos hace tres meses y el bebé nacerá a principios de otoño. Me

faltan sólo tres meses Francis, no lo creerán… sospecharán y habrá

rumores…

—Por eso debemos irnos de viaje. No te inquietes, todo estará bien.

Lo prometo, ángel. Cuidaré de ti y de nuestro hijo, lo prometo. Es nuestro, es

mi bebé también… Deja de preocuparte, tranquila, todo estará bien.

Viajar ahora era lo mejor, alejarse de Garden house un tiempo sería lo

mejor para todos.

*********

Audrey comenzó a sentirse mal días después, mientras preparaban las

maletas para viajar a Norfolk, donde Francis tenía propiedades. Era un pueblo

tranquilo y de pocos habitantes al norte del país. Estarían allí hasta que

naciera su bebé, pero ese día Audrey sintió que le dolía su vientre y se ponía

duro. Ya había ocurrido antes y el doctor dijo que era normal pero nunca

antes había sentido dolor y además se sentía mal.

Su esposo se asustó y pidió a los criados que llamaran al médico,

luego regresó a su lado y le llevó un vaso de agua.

—Toma, bebe esto, te sentirás mejor.

Audrey le sonrió.

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—Gracias Francis Drake.

Él sonrió cuando lo llamó así, solía burlarse de que su padre le

hubiera puesto el nombre del famoso pirata. En realidad, él no se parecía en

nada a un pirata, el hombre más bueno y gentil que había conocido.

—Estoy bien Francis, ya pasará… creo que debo descansar. Me

siento cansada, no sé por qué, pero…

Cuando su esposa se tendió en la cama vio que su vientre había

crecido mucho esos días. Ya no podría ocultarlo y hasta temía que ese bebé

naciera antes de tiempo.

—Audrey, creo que tendremos que quedarnos aquí cielo… no harás

un viaje ahora. Sería peligroso para el bebé.

—Tal vez no pueda tener el bebé… tu tía dijo que soy demasiado

pequeña para tener hijos—dijo Audrey entonces y lloró.

—Mi ángel por favor, no digas eso. Mujeres más bajitas que tú han

dado a luz un montón de niños.

Ella secó sus lágrimas y lo miró.

—¿De veras?

—Sí, la esposa de John el granjero, es una mujer menuda y tuvo

como diez hijos sin problemas… y si vieras que altos son todos y todos

fueron muy saludables. Los mellizos trabajan con el padre, son Nelly y

Page 125: Prefacio de la autora

Thom.

—Sí, creo que los vi una vez, pero no sabría distinguir cómo se llama

cada uno, son tan parecidos.

—No le hagas caso a mí tía, es la madre de Ernestine, así que ya

ves… es un poco maliciosa, dice cosas así pero no debes prestarle atención.

Audrey trató de serenarse, pero estaba asustada, esos dolores no eran

buenos, era muy pronto para que naciera su hijo, todavía le faltaban más de

dos meses.

El doctor Thomson llegó en ese momento y le hizo preguntas.

Audrey le dijo que tenía más tiempo de preñez. Que quedó

embarazada de su esposo y tuvieron que casarse.

El médico no se sorprendió, como si lo hubiera sospechado.

—Por favor señora Edenbrough, no se angustie por eso. Suele pasar.

Lo que sospecho es que será un varón muy grande señora.

—¿Un varón?

—Bueno, por lo general los varones son más grandes y su padre es

alto. Usted es baja pero su esposo no y… Temo que deberá hacer quietud.

Nada debe alterarla y deberá suspender toda vida social.

—¿Entonces tampoco podré viajar?

—No se lo aconsejo, señora Edenbrough. No es bueno el traqueteo de

Page 126: Prefacio de la autora

un carruaje para una dama encinta, menos si su estado de preñez es tan

avanzado. Debe pasar en cama hasta que nazca el bebé y no moverse. Evite

caminar, sólo lo necesario… es decir si debe ir al lavatorio o… pero es

necesario que la quietud sea absoluta. Por el niño, señora. Estos dolores que

tiene podrían hacerse intensos y provocar el parto y es muy difícil que

entonces el bebé pueda sobrevivir, es muy pequeño aún. Sin embargo, no

debe alarmarse, sólo quedarse en cama hasta que nazca y… debo hablar con

su esposo. Le daré un tónico para que pueda descansar y fortalecerse.

Audrey comprendió que estaba grave y debía cuidarse.

Recordó que una hermana de su padre había pasado todos sus

embarazos en cama, se decía que cada vez que salía de la cama pasaba unos

meses y luego volvía a quedar encinta porque su marido no la dejaba en paz.

“Era un infierno” había dicho su otra tía alzando los ojos al cielo. Ella nunca

había entendido por qué lo llamaban infierno hasta que una amiga suya le

explicó que las mujeres llamaban infierno a los hombres que siempre

necesitaban tener intimidad con su esposa. Por eso la pobre siempre tenía un

bebé en la barriga y como había perdido uno se lo pasaba en cama.

Francis fue a verla poco después preocupado por su estado.

—Ya no podremos viajar, deberé quedarme en cama hasta que nazca

el bebé—dijo Audrey.

Page 127: Prefacio de la autora

Él se acercó y tomó su mano y la besó. Faltaban dos meses y medio

para que naciera el bebé y debería quedarse confinada.

—Ahora debes pensar en el bebé. Descansa por favor, te traeré un té

y algo para comer. Debes alimentarte y no puedes moverte. El médico dijo

que sólo si necesitas asearte pero que debes evitar salir de la cama, ángel.

—Ahora todos sabrán que me casé contigo embarazada Francis,

cuando nazca…

—No te preocupes, diré a todos que no puedes recibir visitas. Nadie

te molestará Audrey y además… ¿qué importa que lo piensen? Diremos que

nació antes de tiempo, que es prematuro y no pueden verlo. En ocasiones

nacen niños antes de tiempo.

Audrey comprendió que su esposo tenía razón. ¿Qué importaba lo

que dirían? Tenía un esposo y su bebé tendría un padre, las cosas pudieron

ser muy distintas de haberse quedado sola en el castillo. Francis había sido

más que un amigo para ella, él nunca la había juzgado por haber cometido esa

imprudencia. Le debía tanto, pero se sentía mal por no poder ser una

verdadera esposa para él.

—Gracias Francis, no sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por

mí—le dijo—Si al menos pudiera… luego de que nazca el bebé trataré de ser

una verdadera esposa para ti.

Page 128: Prefacio de la autora

Sus palabras lo sorprendieron y de pronto la miró con tanto amor.

—Sé que es difícil para ti, que necesitas tiempo y jamás pensé en

aprovecharme de ti. Sólo quería ayudarte Audrey.

Ella sonrió y él le dio un beso suave. Francis la besó y la abrazó muy

fuerte.

—Tú me amas y no lo merezco.

Él la miró.

—Por favor, no digas eso Audrey, siempre te he amado y es un sueño

para mí que seas mi esposa y no me importa que no puedas entregarte a mí

ahora. Sabes que esperaré y entiendo que necesitas tiempo y quiero decirte

que no me importa pues para mí eres mi esposa., ángel y eso me hace muy

feliz. Además, el doctor me dijo que debemos evitar la intimidad hasta que

nazca el bebé.

Audrey se sonrojó al oír eso.

Él la miró con tanto amor.

—Dios mío Francis, tú siempre me has amado y nunca me lo habéis

dicho. Jamás me hablasteis ni me disteis a entender…

—Es verdad… no tuve el valor, quise esperar porque siempre supe

que me querías como un amigo, Audrey.

—¿Y cuándo tuvisteis la certeza de que me amabais Francis?

Page 129: Prefacio de la autora

Él sonrió levemente.

—Desde que eras una jovencita de hermosos bucles castaños y cintas

blancas y yo me acercaba a ti para oler tu cabello. Siempre te he amado

Audrey, pero jamás me habría atrevido a hablarte. Porque sabía que me

querías como un amigo y nuestra amistad era muy valiosa para mí. Lo era

todo…

—También para mí, Francis, pero jamás pensé que tú sintieras algo

más que amistad, que fuera amor. Eras tan gentil y correcto, pero…

—Tu padre lo había notado y me advirtió que no daría su aprobación

a menos que tú me aceptaras.

Audrey sonrió.

—¿Te dijo eso?

—Sí, y que me vigilaba, pero sabía que era un caballero. Por eso

permitió nuestra amistad. Sabía que sería incapaz de haceros daño.

Ella se puso seria.

—Sabía que jamás me harías daño como lo hizo el príncipe, por

supuesto… me sedujo y me abandonó y sin embargo no puedo olvidar que

esa noche arruiné mi reputación y mi vida, Francis. Fui tan imprudente y no

sé ni cómo fui capaz…

Sabía la respuesta, se había entregado por amor a un hombre que la

Page 130: Prefacio de la autora

arrastró a la pasión y a la lujuria y temía con tristeza que nunca más volviera

a sentir algo así. que pasaría el resto de su vida enamorada del italiano, atada

a él en cuerpo y alma. Un amante fantasma, un amante dulce y ardiente que

se convertiría en un penoso recuerdo. Su primer amor, su único amor.

Lloró al pensar en eso, sintió tanta tristeza entonces.

—Audrey no te atormentes, ya pasó y ahora eres mi esposa. Por

favor, deja de culparte. Sé que no fue tu culpa. Ese hombre… yo lo vi esa

noche en el castillo de tu padre, era un sujeto oscuro y malvado. Siniestro…

eso pensé sin siquiera haber cruzado una palabra con él, pero no me agradó.

Su mirada era oscura y maligna. Y lo que te hizo fue muy cruel, él abusó de

ti, te robó la virtud y te embarazó, te hizo el peor daño que un hombre puede

hacerle a una joven buena y decente. Un caballero de bien jamás le habría

hecho eso a una mujer honesta, cuando seguramente no le deberían faltar

damas experimentadas para complacerle. Pero no te creas que eres la única,

muchas jóvenes son seducidas y abandonas, algunas forzadas… tú eras

demasiado inocente para entender siquiera lo que ese hombre te estaba

haciendo. Prometió que se casaría contigo, pero no lo hizo, dijo que

regresaría, pero nunca más te buscó. Eso no hace. Embaucar a una joven

hermosa y pura como tú, que además era la hija del hombre que lo había

invitado a su casa y en quien depositó su confianza… Tu padre quiso

matarlo, creo que lo habría matado de haberle visto otra vez.

Page 131: Prefacio de la autora

Ella secó sus lágrimas y miró a su esposo.

—Es que confíe en sus promesas y pensé que me amaba Francis.

Jamás imaginé que me dejaría sola y embarazada… confiaba en que un día

regresaría.

—Pero no lo hizo y no lo hará, Audrey. Se comportó como un

hombre ruin y malvado, como lo que sospeché que era. ¿Acaso pensaba que

como era un príncipe podía tomar lo que se le apeteciera? Pero no te sientas

culpable ni me pidas perdón, sólo debes entender que ese hombre no te

amaba Audrey, sólo te sedujo con falsas promesas. Siempre supo que no

podía casarse contigo, por más que lo deseara, pero dudo mucho que

realmente pensara hacerlo. Fue un engaño para seducirte, para tenerte

Audrey. Eso no es amor. El amor no es egoísta, el amor da todo sin esperar

nada a cambio, es desinteresado y generoso, el amor espera y perdona… el

amor es mil cosas nobles Audrey, y sueño con que un día puedas amarme,

pero no te lo pediré, porque el amor nace en el corazón preciosa, el amor no

se pide ni debe forzarse. Pero quiero que dejes de culparte por esto, porque

tendremos un bebé y será nuestro hijo, seremos una familia Audrey y el niño

no debe saber quién es su verdadero padre porque sería muy cruel que se

sintiera no deseado.

—Oh Francis, me harás llorar de nuevo.

—No, no quiero que llores, quiero que rías, quiero hacer feliz ángel…

Page 132: Prefacio de la autora

deja de llorar seremos feliz, ya lo verás, todo va a estar bien. Luego de nazca

el niño seremos una familia y tendremos una oportunidad de recomenzar y

ser felices. Ya verás…

Ella secó sus lágrimas y deseó tanto que se cumplieran sus

predicciones porque hacía tiempo que llevaba ese amor en su corazón y más

que amor era un tormento porque sentía que no había esperanzas para ella.

Tal vez luego de que naciera el niño todo cambiaría, serían una

familia y un matrimonio normal, porque a pesar de estar casados seguían

siendo buenos amigos y aunque eso era muy valioso, no creía que el pobre

Francis fuera feliz ni se sintiera satisfecho. Audrey sabía que necesitaba una

esposa pues para eso se había casado y a pesar de que lo hizo para ayudarla él

la amaba… y la deseaba, pero ella había sido incapaz de corresponderle.

Page 133: Prefacio de la autora

El príncipe regenteLos días pasaron y Audrey se acostumbró a estar confinada y pasaba

gran parte del día durmiendo y no sentía deseos de salir, además esos días

recibió varias visitas.

Sus primas se quedaron unos días en Garden House pues estaban de

paso por Londres. Las encontró cambiadas, no hablaban de otra cosa que de

flirteos y de bodas.

Hasta que hablaron del príncipe de Arezzo y sus problemas

conyugales que al parecer estaban en boca de todos.

—La princesa Elizabeth es una dama de carácter—dijo Laura, la

mayor. Su hermana hizo una mueca de desdén:

—Sí, pero es una pena que sea estéril… no ha podido engendrar un

solo hijo.

Audrey tembló y comenzó a sentirse mal. Francis la miró

consternado.

—Es muy hermosa pero estéril, dicen que el príncipe pedirá la

anulación del matrimonio.

Saber eso hizo que su corazón palpitara, ¿entonces su amado príncipe

iba a pedir la anulación y luego la buscaría como había prometido?

Page 134: Prefacio de la autora

—El príncipe Massimo Visconti no es guapo—dijo muy segura su

prima menor—a mí me parece viejo y feo. Su esposa tiene la mitad de la

edad. Ella sí es hermosa y dicen que fue una boda concertada… él está loco

por su princesa alemana.

—¿De veras?—preguntó Audrey.

Sus primas la miraron con fijeza.

—Es lo que dicen. La ama locamente por eso no quiere repudiarla y

prefiere conservarla a su lado.

—¿Y qué edad tiene él? —de pronto Audrey tuvo una rara

corazonada.

—¿Edad? Ay más de cuarenta o tal vez más, pero no estoy segura.

Bueno, no es tan importante como nuestra reina, es una monarquía menor.

Arezzo es un principado insignificante, no lo crees primo Francis?

Francis estaba más incómodo que Audrey.

—En realidad ese principado atraviesa serios problemas de sucesión

pues dicen que en realidad la corona le pertenece al tío del actual príncipe y

por eso, su futuro es algo incierto.

Al parecer sabía mucho al respecto y las primas de Audrey lo

escucharon maravilladas.

—¿Cuarenta años? ¿El príncipe tiene cuarenta años?

Page 135: Prefacio de la autora

Francis miró a su esposa con expresión de alarma, herido por el

interés de ella en el príncipe.

—Tal vez más… aguarda, aquí traje una foto del periódico. Está junto

a su esposa y no se ve muy bien.

Audrey tomó el diario y contempló la fotografía sintiéndose muy

extraña.

—Pero este no es el príncipe—balbuceó.

—¿Claro que lo es, es que no has leído los titulares? Es su aniversario

de bodas, pero no se ve muy feliz en realidad. Así que me pregunto si las

habladurías de que ama a su esposa son ciertas.

Ella leyó los titulares que hablaba de la realeza y entonces vio que se

trataba de Massimo Antonio Visconti Castiglione, el príncipe regente.

No era el joven que había conocido en Elendale hacía meses, era un

completo extraño. De cabello oscuro plateado en las sienes, ojos encapotados

y pintoresco bigote, más que un príncipe parecía uno de los intelectuales que

visitaba el castillo Elendale en busca de una charla interesante. Era una

mirada profunda e inteligente que de cierta forma le recordó a Valentino.

Sintió que todo se desmoronaba a su alrededor.

¿Acaso su padre le había mentido sobre el príncipe? No podía

creerlo… por qué lo había hecho? No podía entenderlo.

Page 136: Prefacio de la autora

Audrey trató de disimular para no despertar sospechas, pero cuando

esa noche estuvo a solas se sintió incapaz de conciliar el sueño. No dejaba de

pensar en esa fotografía. Su padre dijo que el príncipe regente había ido a

Elendale y lo dijo con mucha seguridad, como si lo conociera, pero… ese no

era el hombre que la había seducido una noche en el castillo. Sin embargo, en

el acta matrimonial decía el apellido Castiglione…

************

Audrey sintió que necesitaba hablar con su padre y recortó la

fotografía del periódico para que él la viera cuando acudiera a Garden House.

Estaba molesta y muy intrigada y Francis no tardó en notarlo.

Y cuando esa noche se reunieron en su habitación le preguntó si se

sentía bien.

Ella no pudo disimular la turbación que sentía.

—Esa fotografía, Francis. No era el príncipe. No era el príncipe

regente como me dijo mi padre. Él me engañó y eso me duele mucho más.

Francis dejó que se desahogara y luego dijo que no creía que su padre

lo supiera.

—El príncipe rara vez se deja ver en las fotografías y… tu padre no

dijo que fuera el príncipe regente.

—Sí me lo dijo, Francis. Lo dijo con mucha seguridad, pero también

Page 137: Prefacio de la autora

aseguró que estaba casado y mi boda era falsa.

Francis se asustó y trató de encontrarle una explicación razonable.

—Audrey… pudo equivocarse sí, pero no creo que mintiera al decir

que era un príncipe y estaba casado. Ten calma. Debió haber alguna

confusión, pero…

—Pero ese no era su nombre, mi padre dijo que era el príncipe

Massimo Castiglione, no hubo ningún malentendido y os aseguro que el de la

fotografía sí era el príncipe regente y mi prima dijo que tenía más de cuarenta

años. No puede ser él… él jamás estuvo en Elendale.

—Audrey, tu padre jamás te mentiría… esto es muy confuso. Tal vez

ese hombre se hizo pasar por el príncipe y es un impostor. Hablad con

vuestro padre, seguro ha de tener una explicación para esto.

Pero esa explicación le parecía una locura. ¿Un joven que se había

hecho pasar por un príncipe que tenía más de cuarenta años?

Entonces pensó en el anillo que le había obsequiado y en sus modales

encantadores, la ropa que vestía… él debía ser un caballero de Arezzo,

alguien de la realeza pues le había visto un anillo en su dedo anular con un

sello que sólo usaban los miembros de la realeza en su país.

Afortunadamente su padre acudió a Garden House al día siguiente

luego de recibir su mensaje. Fue un alivio que sus primas se marcharan,

Page 138: Prefacio de la autora

ciertamente que no se sentía de humor para soportar su charla incesante.

—Audrey… pasó algo? ¿El bebé está bien?

—Sí... pero debo hacer quietud, padre. El médico me lo ha dicho.

Su padre la miró consternado.

—Debes hacerle caso al doctor, mi niña.

Francis se alejó para que pudieran hablar a solas.

Audrey no demoró en mencionar la conversación del día anterior con

sus primas y luego, sin más, le enseñó la fotografía del príncipe regente.

El caballero de Elendale palideció al ver la fotografía y luego la miró.

—No lo sabía hija… fui engañado. Escucha… él no era el príncipe

como creí sino su pariente, un primo lejano llamado Alessandro. Lo supe

luego de que es marchó, a los pocos meses recibí una carta del príncipe

regente diciéndome que corrían tiempos muy difíciles y por eso decidió

enviar a su primo a último momento. Audrey, ten calma por favor, en tu

estado no es bueno hablar de esto.

—Por favor, papá, quiero que me digas la verdad. Necesito saber por

qué me has mentido. Yo estaba casada con ese joven, nos casamos esa noche

y mi boda tal vez sí fue celebrada.

—Mi niña, ¿crees que sería capaz de mentirte? No encontré registro

alguno de esa boda, nadie conocía a ese prelado y mi capellán jamás habría

Page 139: Prefacio de la autora

autorizado una boda sin tener mi consentimiento pues no puedes casarte sin

mi autorización. Además, un matrimonio debe celebrarse con tiempo no con

prisas. Esa boda fue falsa y no tengo dudas de ello, de lo contrario, ese

caballero te habría llevado con él. O habría regresado a buscarte, pero no lo

hizo. Esto no cambia nada, porque lo que he condenado es el proceder de ese

hombre al hacer lo que hizo, sin pensar en las consecuencias.

Su padre tenía razón. Sin embargo, esa respuesta no era suficiente

para ella.

—Cuando te has enterado de que él no era el príncipe regente?

¿Acaso nunca habías visto su fotografía en los diarios para reconocer que no

era el príncipe regente el joven que nos visitó en Elendale?

—El príncipe regente asumió el mando hace cinco años, hubo una

encarnizada guerra por el trono y nunca lo había visto, es verdad, lo hacía de

más edad, pero entonces no sospeché nada. Nunca tuve trato con la realeza de

Arezzo, conocí al abuelo del príncipe hace muchos años en una tertulia en

Londres, pero nunca vi una fotografía, sabes que nunca leo esa parte del

periódico. No suelo mirar las fotos sociales.

—Entonces él no era casado, papá, no sabes nada de él en realidad.

Su padre la miró mortificado.

—No.…Es que no lo sé, hija. Pero eso no cambia nada porque ahora

Page 140: Prefacio de la autora

tienes un marido en quién pensar y pronto se convertirán en una familia.

Olvida todo esto… no fue más que un error de juventud. Tienes que tratar de

superarlo.

—Sé que tienes razón, estoy casada con Francis, pero todo esto me ha

dejado muy atormentada.

Su padre se acercó y tomó su mano.

—Ten calma por favor, no le hará bien al bebé que te inquietes por

esto. Trata de vivir el presente y olvidar.

Pero ella quería saber quién era ese hombre, estaba esperando un hijo

suyo y todavía lo amaba, no lo había olvidado, no era cosa menor saber la

verdad y hurgar en el pasado. Cuando no había pasado ni un día que no

pensara en él. Ni uno solo…

Sintió tanta pena en esos momentos.

—¿Y quién es él, papá? ¿Cuál es su verdadero nombre? ¿Es que no

vais a decírmelo? —le reprochó.

Su padre la miró.

—Ya os dije, se llama Alessandro, pero no sé nada de su vida. Sin

embargo, os diré que los nobles de Arezzo no se casan con damas inglesas,

hija, sus uniones suelen ser concertadas, siempre.

Entonces Audrey recordó la carta que Alessandro había dejado esa

Page 141: Prefacio de la autora

noche.

—¿Y la carta que él os escribió antes de marcharse, papá? ¿Qué

decía? Por favor, dímelo.

—¿Cuál carta?

—Mi doncella dijo que él había dejado una carta y él mencionó algo,

dijo que hablaría contigo.

La mirada de su padre se transformó y en sus ojos oscuros apareció la

rabia, el dolor y algo más que ella no pudo descifrar.

—Su carta no era más que una despedida, Audrey. Decía que

agradecía mi hospitalidad, pero sucesos inesperados en su país lo obligaban a

partir de inmediato cuando en realidad, la razón de su partida era la bajeza

que acababa de cometer contigo, en mi castillo. Por eso huyó sin siquiera dar

su verdadero nombre, celebrando una boda falsa a mis espaldas cuando lo

correcto era haberme hablado en privado y saber si le daba permiso para

cortejarte. Él huyó Audrey, y lo que has sabido por esa conversación con tus

primas no cambia nada. Actuó como un villano. Te abandonó hija. No lo

olvides. Y ahora tienes un esposo que realmente te ama, eso es lo único que

debe importarte.

—Es que no puedo olvidarle, papá, todavía lo amo y no puedo

arrancarlo de mi corazón. No me mires así, por favor, si has amado en esta

Page 142: Prefacio de la autora

vida sabes lo que se siente, sabes lo que es amar y mucho más triste amar sin

esperanzas… sin poder amar y sin poder olvidar.

—Sí, sé lo que es amar mi niña, tu madre fue el gran amor de mi vida

y la perdí tan pronto… Amé a tu madre desde el instante en que nos

presentaron y sin embargo esperé años para acercarme a ella y hablarle. Ella

era una mujer bella había una luz en su mirada, entraba en una habitación y

era como si saliera el sol, era la bondad y la dulzura y cuando la perdí me

enojé mucho con Dios y por eso pasé mucho tiempo resentido y furioso. Pero

el tiempo pasa, mi querida niña y te has convertido en mujer en poco tiempo,

serás madre y tienes un esposo que te adora. No sufras por un hombre que no

lo merece, por un amor que sólo te causa dolor. Eso no es amor, es un

capricho del corazón. El amor romántico que vuelve locos a los jóvenes de

hoy día no es más que una moda pasajera y dura lo que un suspiro. Todos

quieren ahora estar enamorados y suspirar por un amor que está condenado

nada más nacer porque no es más que una maldita quimera Audrey. Una

quimera que te hará mucho daño si sigues aferrada a su recuerdo.

—No es una quimera, no es un capricho. Todavía lo amo y siempre lo

amaré.

Su padre la miró horrorizado, pero no dijo nada, sólo le pidió que

descansara como le había aconsejado el doctor. Trató de distraerla hablándole

del castillo, pero los pensamientos de su hija estaban lejos y tuvo la sensación

Page 143: Prefacio de la autora

de que no prestaba atención a nada. ¡Maldito hombre! ¡Malvado seductor de

muchachas! ¡Que él diablo se lo lleve! Pensó mientras se alejaba ese día de

Garden House.

Page 144: Prefacio de la autora

El fruto de la pasiónEl tiempo pasó y Audrey intentó serenarse y no pensar en el príncipe.

Su padre tenía razón, se hacía daño esperando algo que no podía ser. Estaba

casada con Francis y lo apreciaba

Siguieron semanas de calma y a finales de primavera Audrey tenía un

vientre tan abultado que tenía algo asustado a la partera, la señora Bells y a su

doctor. Ellos creían que sería un varón muy grande pero la pobre ya no daba

más. Apenas podía dormir de lado por las noches y casi contaba los días para

que naciera.

Mientras eso pasaba trató de tejer zapatitos para su pequeño y leer

algún libro.

Entonces se desató una gran tormenta en la granja, una tormenta que

parecía sacudir los cimientos de la antigua casa de campo.

Audrey la vio desde la cama de su habitación y tembló. Francis estaba

a su lado leyéndole un libro y se incorporó de repente para acercarse a la

ventana.

—Dios santo, qué tormenta.

—Es terrible, mira los árboles a lo lejos—se quejó ella.

Él la miró.

Page 145: Prefacio de la autora

—No temas, esta casa ha resistido peores tormentas. Son tormentas

de finales de primavera, pasan rápido.

Pero un trueno hizo temblar la habitación y luego se desató una lluvia

torrencial y así estuvo el resto de la noche. Audrey sintió que no podría

conciliar el sueño.

Algo pasó luego de esa tormenta, Audrey comenzó a sentirse mal y

los días siguientes tuvo dolores de parto que asustaron al doctor Thomson.

Ella sintió que su alumbramiento estaba próximo y estaba aterrada.

Porque debía nacer en el verano y era malo que naciera antes.

La partera trató de calmarla.

—No tema, seguramente es una falsa alarma. Ya ha pasado antes. Es

el bebé que se prepara para nacer.

Su vientre había crecido tanto que no la dejaba dormir. Ella era

demasiado menuda para esa barriga. Tenía comezón, calor y no podía

soportar más esa cama. Quería salir de allí.

Pero los dolores persistieron y a la mañana siguiente supo que había

llegado el momento y sintió un dolor tan intenso que gritó pidiendo ayuda a

los criados.

Francis llegó poco después pero el doctor demoraba y la partera, la

señora Bells trató de consolarla, diciéndole que recién había empezado el

Page 146: Prefacio de la autora

trabajo de parto y que duraría unas horas.

Audrey miró espantada a su esposo. No resistiría tantas horas de

dolor.

Él tomó su mano y la besó.

—Me quedaré a tu lado, tranquila, todo estará bien.

La partera miró al señor Edenbrough con gesto torvo, eso no era

común, ningún hombre se quedaba presenciando el parto, pero Francis no se

movió de allí. Quería ayudar a su esposa a dar a luz dijo, él mismo había

traído al mundo a varios potrillos de sus mejores yeguas.

—No es lo mismo, señor Edenbrough—retrucó la partera.

Había mucha actividad en esa sala. Agua hirviendo en una palangana,

sábanas limpias y paños húmedos para ponerle en la frente a la parturienta.

—Es un bebé muy grande señor, es lo que veo—dijo la partera al ver

el vientre inmenso de la menuda joven señora. “Demasiado grande para la

pobre, la mataría” pensó, pero no dijo nada.

Trató de disimular, pero estaba algo asustada. Le sorprendía que una

joven primeriza tuviera un bebé tan grande siendo ella tan pequeña y delgada.

Audrey comenzó a sentir los dolores fuertes una hora después,

dolores que llegaban y la hacían gritar, no podía aguantarse.

—Señora, escuche, debe calmarse. El bebé ya está para nacer. Está

Page 147: Prefacio de la autora

aquí, pero debemos ayudarlo.

La partera estaba sorprendida al ver asomarse la cabeza del bebito

mucho antes de lo esperado.

—¿Va a nacer? —Audrey estaba muy dolorida y asustada.

Francis tomó su mano y la besó, su presencia le daba tanto alivio.

—Puje señora, debe pujar.

¿Pujar?

La partera le explicó y Audrey pujó, pujó con todas sus fuerzas una y

otra vez.

—Ya falta poco… falta poco, casi lo tengo señora Edenbrough.

Audrey pujó con todas sus fuerzas y entonces la partera pudo sacar al

pequeño y lo envolvieron en las toallas blancas y cortaron su cordón con

tijeras y lo ataron.

El doctor brillaba por su ausencia.

—¿Mi bebé, ya nació?

La partera se lo acercó, el bebé no dejaba de llorar.

—Es un hermoso varón señora, el médico tenía razón. Es sano y muy

grande. ¿Lo oye? No deja de llorar.

Un varón…

Page 148: Prefacio de la autora

Audrey lo tuvo en brazos y lo consoló, no dejaba de llorar.

—Es hermoso señora Bells, pero es muy pequeñito—se quejó

mientras contemplaba a su bebé italiano de cabello muy oscuro, tan parecido

a su padre.

Pequeño, pero tenía buenos pulmones, lloraba y lloraba desesperado

hasta que su madre lo acercó a su pecho y él lo tomó. El médico le había

dicho que debía alimentar a su hijo cuando naciera y siempre que pudiera,

que la leche de madre era la mejor y que si no tenía debía contratar a un ama

de leche de inmediato.

Francis la ayudó a alimentarle, a lograr que pudiera prenderse de su

pecho. Tenía los pechos llenos de leche, podía sentirlos y el pequeñito se

prendió enseguida.

Observó embobado la imagen de Audrey alimentando al bebé. Era

hermoso, algo pequeñito, pero se veía fuerte, rosado y de cabello muy

negrito.

Audrey observó a su bebé emocionada y lloró. Tanto dolor había

valido la pena, pues su hijo era la criatura más tierna y adorable.

Se alimentó cerca de diez minutos y luego se durmió como un santito.

Audrey notó que su esposo quería tenerlo en brazos y se lo dio.

Estaba exhausta y quería descansar.

Page 149: Prefacio de la autora

Los dolores habían comenzado otra vez.

Miró a la partera y preguntó por el doctor.

—Me duele otra vez. Me duele mucho—se quejó.

La partera se puso pálida y la examinó.

Audrey sintió que algo se movía en su interior, no podía ser…

—Señora, hay otro bebé en camino. Santo cielos, son dos bebés. Por

eso tenía tanta barriga.

Audrey gimió al sentir un dolor agudo y también la sensación de que

el bebé hacía fuerza para nacer y eso lo sentía.

—Puje de nuevo, señora Edenbrough, ya sabe cómo hacerlo. Puje

fuerte, está aquí, puedo ver su cabecita.

Audrey pujó mientras veía a Francis con su bebé, pendiente del

nacimiento del hermanito.

La partera trajo al mundo al bebé orgullosa y sonriente de haber

cumplido con su labor.

El nuevo bebé tenía un llanto menos estridente y parecía mucho más

pequeño que el anterior y el cabello más claro. La partera dijo que pesaba

menos de dos kilos.

—La felicito, lady Edenbrough… ha tenido una hermosa niña. Oh son

una pareja de gemelos.

Page 150: Prefacio de la autora

Audrey tomó a su otro bebé y se emocionó. Una niña… y era tan

pequeñita. Su rostro era rosadito y tenía unos labios rojos muy parecidos a los

suyos. Era hermosa y pequeñita, muy pequeñita y cuando la acercó para

besarla dejó de llorar y trató de abrir sus ojitos.

—Oh Dios es hermosa Francis, tendremos dos bebés… Son dos, qué

bendición—dijo.

Cuando dijo eso el otro bebé comenzó a llorar.

Habían dicho que si era niña se llamaría Claire como su madre y

Edward como su suegro.

Francis se acercó para ver a la niña.

—Rayos, es idéntica a ti ángel, es tan parecida.

Audrey sonrió y trató de alimentarla como le había dicho el doctor.

Este llegó poco después, cuando Audrey había vuelto a alimentar al

pequeño Francis que no dejaba de llorar. Estaba hambriento.

El doctor Thomson dijo que no había podido llegar antes porque

había tenido un percance en el carruaje y debió ir a caballo.

La partera le dijo que todo estaba perfectamente, era una dama que

conocía muy bien su oficio.

Pero el doctor se acercó para examinar a los pequeños y dijo que

estaban bien, al igual que su madre.

Page 151: Prefacio de la autora

—Es una dama fuerte doctor, los niños nacieron en menos de dos

horas, seguramente será siempre de buen parto.

Audrey sonrió, era tan feliz. Había estado aterrada ese día, pero

Francis la había ayudado mucho, su presencia había sido fundamental para

que venciera sus miedos y diera a luz. Cuando logró serenarse pudo parir a

sus bebés, a los dos. Dos pequeñitos que lloraban y berreaban como gatitos,

pero eran tan adorables.

—Señor Edenbrough, los pequeños deben estar siempre junto a su

madre y no es conveniente que los vean todavía. Su esposa debe descansar y

no creo que pueda alimentar sola a las dos criaturas. Debería buscar una

señora que pueda alimentarlos con su leche, pero debe ser una mujer sana y

joven.

Francis tomó en cuenta su consejo y le pidió al doctor que no dijera

nada del nacimiento de los niños en el condado.

El médico imaginó la razón, pero no dijo nada.

—Sí, es una decisión prudente, sir Edenbrough. Los niños deben estar

aquí a resguardo del frío y del calor, hasta que alcancen un peso adecuado.

**********

Claire y Edward, los mellizos de Garden house hacían sentir su

presencia. Desde el primer día.

Page 152: Prefacio de la autora

Francis habló con sus criados para que no mencionaran el nacimiento

de los niños. Sin embargo, fue anotarlos en la parroquia una semana después

de su nacimiento. Había hecho una promesa a Audrey y la cumpliría. Nadie

debía saber que habían nacido antes de tiempo, ni siquiera sus padres.

Y ese tiempo lo emplearon para cuidar a los bebés, no era sencillo

lidiar con dos a pesar de que tenían varias criadas para esa delicada tarea,

Audrey quería alimentarlos y pudo hacerlo, hasta que el médico notó que la

bebita había aumentado poco porque al parecer su hermano era quien estaba

todo el día prendido.

Tuvieron que contratar a una nodriza para alimentar al niño porque

lloraba mucho y las comadronas dijeron que el pobrecito no recibía suficiente

alimento porque la niña se lo llevaba todo, pues a pesar de ser más pequeña

era mucho más glotona.

Francis sonrió al enterarse. Adoraba a sus bebés, era dos cachorritos

que siempre se prendían de él y se dormían cuando los tenía en brazos, tenía

algo que los calmaba cuando su pobre esposa estaba exhausta y algo ansiosa

de que estuvieran bien.

Él veía a la bebita y era como ver a su esposa, era idéntica y sentía

tanto amor y ternura, el varón se parecía al italiano, tenía su temperamento

aun siendo tan pequeño, era quién más lloraba y protestaba. Pero también se

parecía a Audrey, eran parecidos, pero no idénticos y a media que pasaba el

Page 153: Prefacio de la autora

tiempo fueron diferenciándose.

Dos meses después pudieron avisar de su nacimiento prematuro y de

que no debían recibir visitas.

Ya no debían ocultar a sus tesoros. Y ellos se veían como dos niños

de mayor peso, y el médico dijo que habían engordado bastante y su aspecto

era muy saludable.

Ambos estaban exhaustos pero felices.

Lo habían hecho bien. Los bebés habían crecido y habían dejado de

ser tan pequeños. Pero Claire seguía siendo la más pequeña de los dos.

—No se preocupe señor Edenbourgh, es pequeña, pero se ve

saludable. Las niñas siempre son más pequeñas, aunque el varón será muy

grande.

Francis se había convertido en un bebé fornido con dos meses y

Audrey supo que sería igual a su padre. Era increíble que se pareciera tanto a

Castiglione y la niña a ella como si …

Apartó esos pensamientos al instante. Adoraba a sus hijos y los

cuidaba con esmero, y no quería pensar en el italiano ahora.

Le debía tanto a su esposo, sin él no habría podido cuidar a sus

pequeños, había estado tan agobiada y asustada al comienzo.

Él no dejaba de mirarla con tanto amor y deseo, pero no se atrevía a

Page 154: Prefacio de la autora

acercarse todavía. Tal vez temía ser rechazado.

Fue a darse un baño con ayuda de su doncella y mientras se vestía en

su habitación notó que su cuerpo había cambiado. Sus pechos habían crecido

mucho por tener que alimentar a dos bebés y a veces le dolían por la cantidad

de leche que producían. Pero ya no tenía esa panza, su vientre lucía liso y su

cintura menos fina que antes, pero esbelta. Sin embargo, había perdido su

cuerpo de señorita, ahora era una mujer. Era imposible volver atrás, debía

aceptar que ahora era madre y la esposa de Francis. Era su esposa, pero no

como una verdadera esposa debía ser, no era su mujer en realidad sino una

vieja amiga a la que había ayudado.

Y cuando lo vio en el espejo lo miró y sus miradas se unieron

mientras ella se cubría lentamente.

—Te ves hermosa, ángel, no te cubras por favor—le pidió él.

Ella sonrió y le obedeció y se mostró desnuda ante él. Su mirada

ardiente e intensa, llena de deseo la hizo estremecer. Él la deseaba y se moría

por hacerle el amor, pero permaneció allí parado hasta que se atrevió a

acercarse siguiendo un impulso.

Francis se detuvo y la tomó entre sus brazos y la besó mientras sus

manos atrapaban su cintura y la apretaba contra él.

Un beso dulce y apasionado. Un beso ardiente que luego atrapó sus

Page 155: Prefacio de la autora

pechos y comenzó a succionar de ellos esa leche tibia y deliciosa. Audrey se

sintió extraña al comienzo, como si le costara verse de nuevo como mujer y

no sólo la mujer madre de dos bebés, pero lentamente comenzó a disfrutarlo.

Su esposo liberó la tensión de sus pechos que se habían llenado de leche, los

dejó casi vacíos y suaves, blandos y luego se desnudó y calló sobre ella para

prepararla para la cópula llenando los pliegues de su sexo de besos

apasionados y húmedos. Audrey sintió que despertaba y caía rendida por sus

caricias. Era tan dulce y apasionado… cerró sus ojos y pensó en el príncipe,

no pudo evitarlo. Él también la había besado y llenado de caricias esa noche y

estaba allí, siempre estaría allí porque había dejado su cuerpo marcado a

fuego con sus besos, con su amor…

Rodaron por la cama sin dejar de besarse y ella estaba más que lista

para recibirle, y cuando entró en ella Audrey gimió porque sintió su vientre

estrecho y le dolía, le dolía sentir esa inmensidad en su cuerpo, a pesar del

deseo que la había llevado a ese momento hacía mucho tiempo que no estaba

con un hombre.

—Preciosa ¿estás bien? —le preguntó Francis preocupado.

Ella suspiró.

—Sí, estoy bien…

Él le dio un beso ardiente y entró en ella por completo, con mucha

Page 156: Prefacio de la autora

suavidad, le costaba hacerlo y no fue sencillo, pero deseaba que lo hiciera,

deseaba ser una verdadera esposa para él. Tenía que ser capaz de soportar la

intimidad y complacerle como muchas esposas debían hacerlo. Se preguntó

cuántas disfrutarían de la intimidad con sus maridos, cuántas lo harían por

cumplir con su deber. Como ella.

—Te amo Audrey, eres mía ahora… y no puedo creerlo—le dijo

Francis mientras la rozaba con mucha suavidad y delicadeza.

Era un hombre guapo y delicado, fuerte, y ahora era finalmente su

hombre, su marido y fue algo extraño al principio.

Notó que su miembro era ancho y por eso le había causado molestia

al comienzo, pero ahora todo estaba bien y podía tolerarlo sin sentirse

mortificada por el recuerdo de su primer amor. el tiempo había pasado y

Francis era su presente, su marido y quería ser su mujer y olvidarlo todo.

Lo hicieron varias veces esa noche y no se calmó hasta que la dejó

llena de su simiente, sólo entonces estuvo satisfecho.

Audrey lo abrazó y sonrió sin saber cómo había podido esperar tanto

tiempo sin tocarla, sin siquiera intentarlo pues notaba que era un hombre

ardiente y apasionado y seguramente no había estado con una mujer en

tiempo.

—Te amo ángel, eres maravillosa, tan dulce—dijo y la apretó contra

Page 157: Prefacio de la autora

la cama.

Ella sonrió y él le dio un beso ardiente y apasionado. Lo habían hecho

tres veces, pero sintió que su miembro crecía mientras la abrazaba y besaba

nuevamente sus pechos. Los había vaciado hacía más de una hora, pero

volvió a salir leche de ellos, pudo sentirlo y él succionó de sus pechos otra

vez como un niño hambriento. Y eso lo excitó mucho, lo hizo gemir de

placer, sabía que no escaparía y muy pronto le tuvo de nuevo en su cuerpo.

Lo harían de nuevo…

*********

Luego de esa noche todo cambió en su matrimonio y jamás volvió a

negarse a su esposo. Los días siguientes él la buscó casi todos los días y fue

como si estuvieran de luna de miel por primera vez. Él la encerró en sus

aposentos y la devoraba con sus besos y era tan ardiente que no tardó en

hacerla estallar de placer.

Lentamente la fue llevando por los caminos del goce carnal, algo

desconocido para ella. Audrey se había resistido al comienzo, pero él le hizo

comprender que nada estaba prohibido y que una mujer también debía

disfrutar la cópula.

Audrey no sabía nada de eso, sólo había tenido una noche de amor

con el príncipe y era muy poco tiempo para aprender, pero su marido quería

Page 158: Prefacio de la autora

enseñarle a disfrutar, y a que perdiera el miedo y la vergüenza.

Lo hizo muy lentamente y la fue llevando de a poco.

Pero Audrey no tardó en despertar y comprender que la intimidad no

tenía por qué ser una mera obligación, y se descubrió como una mujer

apasionada y ardiente que disfrutaba de la cópula y de los juegos de placer.

Esas caricias ardientes y prohibidas que su esposo le brindaba sin detenerse

hasta hacerla suspirar de placer

Francis la llevó por los caminos del placer y la hizo desear la cópula

sin embargo era él quién la buscaba porque Audrey seguía siendo tímida al

comienzo y le costaba mucho soltarse. Además, en ocasiones estaba muy

cansada luego de atender a los niños y se iba a dormir temprano, pero cuando

estaban juntos lo disfrutaba.

Todo cambió para ambos luego de compartir la intimidad, ella se

sintió muy unida a Francis y por primera vez se sintió su esposa, su mujer y

hasta llegó a quererle con el tiempo y a sentir un amor distinto al que había

sentido por el italiano. Era un sentimiento tranquilo que le daba seguridad

porque por primera vez sentía que tenía un esposo de carne y hueso y no uno

imaginario. Él era tan amoroso y compañero, la ayudaba en todo y era por

lejos el mejor marido que podía tener.

Y lo mejor de hacer el amor eran sus palabras.

Page 159: Prefacio de la autora

—Te amo Audrey, te adoro preciosa—solía decirle mientras la hacía

suya. Su deseo por ella era tan ardiente, jamás habría imaginado que un

hombre tan tranquilo como Francis fuera tan apasionado, pero lo era y a pesar

de tanto amor y devoción, de haberla despertado como mujer no lo amaba. Lo

quería sí pero no era un amor tan fuerte y doloroso como había sentido por el

italiano un día.

Todavía pensaba en él y lloraba a veces, no como antes pero todavía

lo sentía en su corazón, estaba allí y no podía quitarlo de allí, aunque sólo

fuera un triste recuerdo.

El tiempo pasó y los mellizos crecieron fuertes y saludables.

Cumplieron un año y empezaban a dar los primeros pasos. Jugaban

juntos en el corral con sus juguetes. La niña tenía sus bucles castaños y el

varón el cabello negro y los ojos de un azul oscuro.

Audrey se sintió feliz al mirarles jugar, eran tan unidos. Pero juntos se

notaba que el varón tenía casi el doble del tamaño.

El varón era quién seguía prendido al pecho siempre que podía, era

muy glotón, comía su papilla, a pesar de que siempre se escabullía para

prenderse al pecho y se dormía allí.

Audrey lo consentía, era tan parecido a su amor italiano, era idéntico,

pero en miniatura, era hermoso su niño de cabello oscuro y carita italiana.

Page 160: Prefacio de la autora

Lo dejó dormir en la cuna y luego regresó a su habitación. Su marido

aguardaba como lobo hambriento, hacía días que no hacían el amor pues

habían estado de viaje por Londres la última semana. Había sido la primera

vez que dejaban a los niños con sus nodrizas y para ella no había sido fácil en

realidad.

Ese día estaba cansada pero su marido la envolvió con caricias y la

despertó y cuando cayó sobre ella con su miembro erecto estaba más que lista

para recibirle.

Estuvo horas haciéndole el amor, horas llenándole con su simiente,

llenándola de placer y palabras tiernas…

Pero al día siguiente estaba tan cansada que no podía moverse.

Vio la claridad de su habitación y se sintió mal, descompuesta.

Pensó que había sido algo que comió en su viaje a Londres pues

habían estado en un hotel el primer día y les habían servido pescado y eso le

cayó mal.

Estuvo días en ese estado, con náuseas y malestares.

Francis se preocupó y llamó al doctor Stevens que era el nuevo doctor

del pueblo, pues el doctor Thomson había tenido que regresar a Devon.

El doctor la examinó y le recetó algo para el dolor de cabeza y los

mareos.

Page 161: Prefacio de la autora

—Señora Edenbrough—dijo de pronto—los mareos durarán unos

días, tal vez semanas y también puede haber vómitos y dolores de cabeza.

Ella lo miró inquieta.

—Es normal en su estado—agregó el doctor y entonces le dijo que

estaba nuevamente encinta.

Sintió su corazón latir acelerado.

—Pero la partera dijo que si amamantaba no podría quedar encinta—

balbuceó asustada.

No quería estar encinta tan pronto, sus niños la necesitaban, el

pequeño Edward se dormía la siesta prendido a su pecho y todavía tenía

buena leche para darle.

El doctor Stevens, un hombre joven y de poblada barba sonrió

levemente.

—Suele pasar, señora Edenbrough. Luego de dar a luz las mujeres

suelen quedar muy fértiles. Tal vez es prematuro este embarazo, pero

amamantar no impedirá que quede encinta porque sospecho que ha de tener

tres meses de embarazo.

Lo sabía, tres meses.

Habían hecho el amor al mes y medio de dar a luz y desde entonces

no habían dejado de copular y él siempre lo hacía dentro de ella, muy adentro

Page 162: Prefacio de la autora

en realidad. Quiso evitarlo, quiso pedírselo porque sabía que era riesgoso

tener un hijo tan pronto, se lo había dicho la partera, pero Francis se excitaba

mucho mientras lo hacían y nunca podía acabar afuera.

Allí estaba el resultado. Un bebé que nacería en seis meses.

Sintió tanto rechazo entonces, tanta rabia.

Quería disfrutar de la cópula sin pensar que eso traería consecuencias,

no quería ser como esas matronas que todo el tiempo tenía un bebé en la

barriga, demasiado había sufrido al tener a los mellizos y el tiempo que

estuvo confinada en sus aposentos.

—¿Está seguro, doctor? —preguntó—¿Estoy esperando un bebé?

El doctor Stevens se lo confirmó y Audrey lloró.

—Pero es muy pronto, mis hijos acaban de cumplir un año—se

lamentó.

—No se preocupe, hay damas que tienen hijos todos los años y usted

goza ahora de salud, es joven y tuvo a sus mellizos sin problemas. Es una

dama muy fértil y no debe preocuparse. Sólo debe evitar los pasos y las

caminatas y permanecer en cama unas semanas.

¿Unas semanas? ¿De nuevo la quietud, el encierro?

—Además deberá evitar amamantar a su hijo, señora Edenbrough.

Eso la debilita mucho ahora, no es bueno.

Page 163: Prefacio de la autora

—Pero tengo mucha leche para darle.

—Tiene leche porque su bebé sigue prendido al pecho, es un niño

robusto y tiene edad suficiente para beber leche de vaca. Es necesario que

interrumpa la lactancia ahora, lo siento, sé que el niño extrañará su leche,

pero ahora tiene otro bebé en su vientre y no es bueno que siga

alimentándole.

El doctor se marchó y su marido entró poco después emocionado por

la noticia de que serían padres en seis meses.

—Preciosa, un bebé… un bebé nuestro. Qué maravillosa noticia—

dijo.

Ella se esforzó por sonreír y mostrarse feliz, pero en su interior sentía

un vivo rechazo por ese niño y eso la mortificó los días siguientes.

Los malestares y el llanto de su pequeño al ser apartado de su pecho

por consejo del doctor la deprimieron. Estaba furioso y se ponía rojo cuando

no le daba su alimento.

Estuvo días así, y no la dejaba en paz, cada vez que iba a verla a su

habitación con su hermana buscaba el pecho y un día, en un descuido logró

con sus manitas liberar su pecho del corsé y Audrey gimió de dolor al sentir

que succionaba la leche que durante días había estado allí. tuvo que ceder y

alimentarle. A escondidas del médico por supuesto. Pensó que él exageraba

Page 164: Prefacio de la autora

pues tenía todavía mucha leche para alimentarle y les salía a borbotones.

Los malestares desaparecieron una semana después y comenzó a

hacerse a la idea de que ese bebé la uniría a Francis. Él estaba tan feliz y se

desvivía por cuidarla.

Su padre fue el primero en enterarse cuando fue a visitarla días

después. Francis le dio la noticia durante el almuerzo y él sonrió muy

contento.

—Qué estupenda noticia.

Ella se sonrojó al sentir su mirada, no pudo evitarlo. Llevaban meses

haciendo el amor con su marido y allí estaba el resultado. El hijo de la lujuria

pensó, pero luego se sintió mal por ello, porque ella quería a Francis.

—Me alegro mucho por ti y por Francis, querida. Creo que puedo

irme ahora sabiendo que estarás bien—dijo su padre entonces.

Ella lo miró alarmada y bebió de su copa de agua.

—Por favor, no digas eso, papá—le respondió.

El conde sonrió.

—Al menos sé que estarás bien, mi niña. Pase lo que pase—dijo.

Francis intervino y cambiaron de conversación, pero Audrey se quedó

mal por las palabras de su padre. ¿Por qué lo decía? ¿Acaso estaba enfermo o

sólo lo decía porque había estado preocupado por el futuro de su matrimonio?

Page 165: Prefacio de la autora

Se quedó unos días en Garden Cottage y pudieron conversar a solas

en ausencia de Francis pues había cosas que le gustaba charlar con su padre y

tenía la sensación que en presencia de su marido él no hablaría con tanta

libertad. Y mientras tomaban un refrigerio en el jardín le preguntó por el

castillo.

Se veía algo cansado y Audrey se preocupó, nunca lo había visto tan

pálido. Y de nuevo tuvo esa sensación de que quería decirle algo y no se

animaba.

—Bueno, temo que me he convertido en un ermitaño, cariño. Las

reuniones y tertulias escasean en estos tiempos. Debo ajustarme el cinturón

como dicen mis administradores.

Audrey lo miró con fijeza, sabía que su padre ya no recibía visitantes

en su castillo y eso había ocurrido luego de que el príncipe estuviera allí ese

invierno. Pero él prefería decir que lo hacía por economía doméstica.

Mucho lo había afectado lo que pasó ese invierno y podía entenderlo,

pero… su mundo eran los libros, la charla intelectual e interesante con

coleccionistas e historiadores. Ahora estaba enfrascado en un debate sobre el

Santo Grial y un misterioso cruzado llamado Artús que había escondido en su

castillo el sagrado cáliz. Siempre estaba metido en alguna investigación

interesante y lo escuchó hablar de ello un buen rato.

Page 166: Prefacio de la autora

Pero Audrey sabía que su padre escondía algo, lo notaba como más

viejo y triste y se preguntó si acaso la echaba de menos o era por otra razón.

—Padre, ¿ocurre algo? Por favor, dime la verdad. Te noto muy

extraño últimamente. ¿Acaso tienes problemas que me has ocultado? Sé que

no puedes hacer las reparaciones en el castillo y eso siempre os ha tenido

muy preocupado —le preguntó con suavidad.

Él la miró sorprendido.

—No te preocupes, mi niña. El castillo sobrevive de todas formas, la

granja y el campo da lo suyo para subsistir y poder pagar los impuestos, pero

ya no sobra tanto como antes. Eso es todo. Tranquila Audrey—respondió su

padre—Estoy bien, pequeña. Dichoso de verte feliz y establecida, con un

esposo maravilloso. Él cuidará de ti siempre, Audrey. Es el verdadero amor

del que te hablé un día.

Las palabras de su padre le resultaron bellas, pero algo extrañas, de

nuevo tenía la sensación de que intentaba decirle algo más.

—Papá, gracias por tus palabras y por visitarnos, pero te noto algo

agitado. Tal vez deba ir con los niños a verte al castillo un día.

—Oh no, no querida. Quédate, tu estado es delicado y debes cuidar tu

embarazo además los mellizos te necesitan aquí, son tan pequeñitos. No te

preocupes por este viejo, estoy bien y si mañana me voy de este mundo podré

Page 167: Prefacio de la autora

irme en paz y tranquilo de que hice lo correcto. Y sabré que estarás a salvo y

feliz con Francis. Siempre pensé que era el joven adecuado para ti.

—Por favor, no digas eso, papá. No digas que te irás un día.

Él se puso serio.

—Es la ley de la vida, mi niña. Era muy viejo para ser padre, pero he

sido feliz, de nada me quejo excepto de haber sido tan ciego una vez, de

haberte descuidado… fue mi culpa, mi amada hija, lo que te hizo ese

demonio fue mi culpa. Debía cuidarte más y …

Audrey se estremeció al pensar en el italiano.

—No puedes culparte por ello, yo me enamoré de ese hombre—habló

en un susurro temiendo que alguien pudiera escucharle.

Su padre se puso muy serio.

—Él te sedujo pequeña y traicionó mi amistad, abusó de la

hospitalidad… ese hombre no tiene perdón y no quiero que te mortifiques.

Abusó de tu inocencia y eso fue muy ruin. Pero dejemos atrás el pasado,

ahora tienes a Francis y estás esperando un hijo suyo. La vida te ha dado una

nueva oportunidad para amar y ser feliz, Audrey, no la desperdicies. Deja de

culparte, él te adora hija, y sé que es y será siempre el marido adecuado para

ti.

Tenía razón, ¿qué sentido tenía culparse por el pasado? Francis jamás

Page 168: Prefacio de la autora

se lo había reprochado y la amaba. Era un buen esposo y ahora estaba

esperando un hijo suyo.

Y sin embargo había sentido una punzada de dolor al pensar en el

príncipe Alessandro no había podido evitarlo. Era una herida abierta y lo

sabía, una herida que tardaría años en cerrar, pero ahora era la esposa de

Francis y tendrían un bebé. Era tiempo de dejar atrás el pasado, de olvidar.

********

Pero las semanas siguientes los malestares regresaron la dejaron

postrada, sufría dolores intensos en el vientre y sabía que eso no era bueno.

Sentía llorar a su bebé que extrañaba su leche y se negaba a tomar la

leche de la nana. Todo estaba de cabeza entonces, sentía angustia cada vez

que le oía llorar.

Extrañaba a su madre, podía sentirlo y ella no podía ni salir de la

cama con lo mal que se sentía.

Francis estaba preocupado y decidió llamar al doctor. Nunca había

visto a Audrey sufrir malestares del embarazo tanto tiempo.

El doctor Stevens la examinó y se puso muy serio y habló con su

esposo en privado.

—¿Qué ocurre doctor? Mi esposa se siente muy mal.

El doctor tenía cara de tragedia.

Page 169: Prefacio de la autora

—Señor Edenbrough, temo que este embarazo no viene muy bien y

lamento decírselo, pero puede perderlo. Es muy pronto para engendrar un

hijo, acaba de ser madre hace un año y debió esperar un poco más. Tuvo

mellizos y eso la dejó muy débil.

Francis tragó saliva.

—Lo siento, doctor, fue mi culpa…

—Bueno no se culpe señor Edenbrough, son un matrimonio joven,

estas cosas pasan. Su esposa está débil porque estuvo amamantando a su hijo

y este embarazo y eso la debilitó y ahora temo que no llegará a término. Debe

decirle la verdad.

Francis miró horrorizado al médico, no podía creerlo.

—¿Entonces cree que perderá al bebé? —dijo.

—Es muy posible, tiene contracciones y en esta etapa del embarazo

eso es muy peligroso. Tal vez el bebé está muy débil, señor Edenbrough.

Francis no dijo nada y regresó junto a Audrey. Tenía que estar a su

lado en esos momentos.

No le dijo la verdad, no tuvo valor para hacerlo. Una pena inmensa lo

consumía entonces al comprender que ella podía perder al bebé y los días

siguientes quedó sumido en la pena sin decir palabra al respecto. Se quedó a

su lado para cuidarla y conversar.

Page 170: Prefacio de la autora

Pero días después al despertar Audrey sufrió una fuerte hemorragia y

perdió al bebé que esperaba.

La partera la auxilió y fue quién la ayudó a salir adelante.

—Lo siento mucho, señora Edenbrough… el bebé estaba débil… es

muy pronto para engendrar, su cuerpo necesita tiempo para recuperarse.

La partera llamó al doctor Stevens de inmediato, pero Audrey quería

ver a sus hijos, sólo eso podría consolarla.

Pero todos le decían que debía descansar.

Audrey lloró y se sintió atormentada por no haberle deseado, por

haberle rechazado. Era un castigo. El señor la había castigado por no querer a

ese bebé y se lo había llevado. ¿Cómo pudo ser tan cruel? Quería a ese

bebito, quería a ese pequeñito y no podía resignarse a que lo había perdido

tan pronto, eso no debió pasar, era una mujer fuerte, había dado a luz

mellizos. ¿Por qué había pasado esa desgracia? Su partera dijo que era muy

pronto para tener otro hijo, que su cuerpo no estaba fuerte todavía o que tal

vez el bebé no venía bien por eso lo había perdido.

Pero ella se sentía desconsolada. Triste y vacía sin su bebé en la

panza. Cuando había comenzado a hacerse a la idea, a sentirle en su cuerpo lo

había perdido.

***********

Page 171: Prefacio de la autora

Le llevó semanas recuperarse, pues quedó débil y deprimida.

Pero tenía dos hijos en quienes pensar y ellos la necesitaban.

El tiempo pasó volando cuidándoles, tan rápido que cuando quiso

acordarse ya habían cumplido dos años y eran dos niños conversadores y tan

unidos. Daba la sensación que la niña dominaba al varón, pero era él quien

inventaba los juegos y ella lo secundaba en todo.

Estaban aprendiendo hablar y lo hacían con fluidez, pero su acento

era extraño. Audrey era una madre orgullosa pero no podía evitar pensar en el

pasado, su hijo era tan parecido al príncipe… hasta hablaba con ese acento de

Arezzo que ella le había conocido.

Esa noche al entrar en su habitación vio la mirada de su esposo y se

sonrojó pues sabía que se moría por hacerle el amor y se acercó a él con

timidez.

La vida continuaba y él deseaba tanto que le diera un hijo, pero

Audrey temía ser como su madre que perdió muchos embarazos antes de

tenerla a ella. Temía quedar encinta y perder a su bebé y por eso, trataba de

espaciar los encuentros con su esposo. Hacía casi una semana que no la

tocaba y estaba desesperado, podía sentirlo.

Audrey se dejó llevar porque sabía que no podría escapar.

Suspiró cuando todo terminó y pudo volver a dormirse. La llegada del

Page 172: Prefacio de la autora

invierno siempre la ponía nostálgica. No sabía por qué, o tal vez si sabía, pero

no deseaba pensar en ello.

Page 173: Prefacio de la autora

Secretos del pasadoY entonces la tragedia volvió a golpearla.

Un día helado de invierno vino el mayordomo a Garden house a decir

que su padre lo habían encontrado muerto esa mañana y que al parecer había

pasado de un sueño a otro, sin enterarse. Se durmió y nunca más se había

despertado.

Audrey sintió un dolor profundo. Al parecer había sido el corazón,

eso dijeron mientras conversaban. Por eso lo había notado tan pálido

últimamente y como ido, de pronto recordó lo que le había dicho cuando sus

hijos cumplieron un año que podía irse tranquilo sabiendo que era feliz se

quedó grabada en su mente. Al parecer había sufrido un ataque semanas atrás

pero no quiso decir nada a nadie.

—Lo siento mucho Audrey, tu padre era un buen hombre—dijo

Francis y trató de consolarla, la abrazó con fuerza, pero Audrey no paraba de

llorar.

—Sí, lo era… esto no puede ser. ¿Por qué jamás me dijo que sufría

del corazón?

Francis la abrazó y ella pudo llorar y desahogarse.

Su padre sabía que iba a morir y había dejado todo organizado para su

Page 174: Prefacio de la autora

funeral y también había expresado su última voluntad. Legaba el castillo y

sus propiedades a su única hija, lady Audrey Edenbrough.

Fueron días terribles para Audrey, pero a pesar de su dolor se esmeró

en que todo se hiciera como lo había planeado su padre. Le daría un funeral

digno de él y tuvo que mudarse al castillo con sus hijos y su marido para

poder organizarlo.

Esos días se sintió como un fantasma en el castillo de Elendale, el

lugar que había sido su hogar se había convertido en un sitio oscuro y

sombrío, tan triste…

Llegaron personas de todo el condado para sus funerales y parientes

lejanos que no había visto en años.

Francis también fue un gran apoyo para ella, pero estuvo muy triste y

deprimida, acababa de perder a su bebé y ahora a su padre. Había quedado

huérfana de repente, pero sabía que nunca olvidaría los consejos de su padre.

Sus enseñanzas.

¿Pero qué haría con ese castillo? Se preguntó entonces.

No estaba segura de querer vivir allí con sus hijos. Ahora su hogar

estaba en Garden house a pesar de que su suegra quería que se mudaran con

ellos a la mansión ancestral. Garden house era el hogar ideal, fresca en

verano y cálida en invierno, y como quedaba lejos no recibían visitas con

Page 175: Prefacio de la autora

frecuencia. Tenían soledad cuando lo deseaban y sabía que Francis no querría

mudarse.

Pero no quería vender el castillo. Tal vez fuera el hogar de su

primogénito un día, cuando quisiera casarse y tener su familia… imaginaba

que Edward sería un casanova como su padre. Era idéntico a él y hablaba el

inglés con acento italiano, podía notarlo. Le costaba un poco aprender su

lengua, pero hablaba mucho más que la pequeña Claire. Sus hijitos fruto de

su pasión por el príncipe eran tan dulces y adorables… los vio jugar en la

nursery y sonrió. Los adoraba y sabía que Francis también.

Las visitas de duelo se hicieron interminables y estaba agotada.

Los criados la ayudaron en todo y una mañana se acercó su antigua

doncella para decirle cuánto sentía la muerte del conde de Leighton.

Audrey la miró con fijeza, su presencia la hizo sentirse inquieta.

Emily le recordó su antiguo secreto y su amor por el príncipe.

—Gracias—replicó.

—Lady Audrey, quisiera hablar con usted un momento. No ahora

porque está muy abatida, pero…

—¿Qué sucede Emily?

Su doncella demoró en responderle.

—Es que necesito hablar con usted de un asunto delicado, pero temo

Page 176: Prefacio de la autora

que no es el momento. Luego… antes de marcharse me avisa, por favor.

—Sí, por supuesto.

Audrey no insistió, no sentía deseo de seguir adelante con esa

conversación. Estaba cansada y ya no quería recibir a nadie ese día y luego de

que se marchara su doncella dio órdenes a su mayordomo de que las visitas

de duelo se habían suspendido en el castillo. Debía regresar a Garden house,

porque su antiguo hogar le traía demasiados recuerdos tristes.

Esa noche Francis la abrazó con fuerza.

—Ven a dormir por favor, te ves agotada. Descansa ahora. Yo me

encargaré de todo—le dijo y la besó con suavidad.

Ella se quedó dormida en sus brazos deseando que toda esa pesadilla

terminara.

**********

Debían regresar a Garden house, pero antes tuvo que reunirse con los

albaceas de su padre y firmar los documentos para aceptar el legado.

Audrey quiso saber si su padre tenía deudas.

—No señora, todo fue pagado hace dos años.

Eso le sorprendió un poco.

—¿Dice que fue pagado?

Page 177: Prefacio de la autora

—Sí, todo está en orden ahora, la propiedad se encuentra libre de

deudas, pero necesitará mantenerla por supuesto. Los impuestos deben

pagarse anualmente y también se debe cobrar a los arrendatarios. Me temo

que su padre era algo descuidado con eso, hay familias aquí que nunca han

pagado el arriendo, supongo que él olvidaba cobrarles o…

Su esposo intervino.

—Yo me encargaré de pagar los impuestos, abogado—dijo y tomó la

mano de su esposa y la besó—No te preocupes, te ayudaré a administrar el

castillo y las tierras. Tú no puedes hacerlo.

Él tenía razón, no tenía idea de cómo hacerlo, su padre creía que sería

su yerno quién se encargaría de todo y al saber que era Francis debió sentirse

satisfecho. Pero jamás le dijo que estaba enfermo, debió decirle. Habría

pasado más tiempo con él, habría ido más a menudo a visitarle…

—Muy bien señor Edenbrough. Lo dejo en sus manos. Puede hablar

con los administradores y controlar que se paguen los impuestos, este es un

lugar muy próspero, pero necesita organización y también intimar a los

arrendatarios para que paguen lo que deben en cuotas al menos. Hay muchos

arriendos que no fueron cobrados. Sucedió durante una mala racha de

cosechas provocadas por la lluvia.

Audrey recordó ese invierno lluvioso en el que muchos campesinos

Page 178: Prefacio de la autora

perdieron las cosechas y su padre les perdonó la renta, ignoraba que luego de

eso se habían atrasado en los pagos.

—Mi padre era demasiado bueno—dijo.

—Es verdad… pero esta propiedad no podrá sostenerse sin los

arriendos lady Edenbrough—respondió uno de los albaceas.

Ellos se mostraron satisfechos, pero Audrey se quedó pensativa y

cuando ambos abandonaron la biblioteca, interrogó a su marido sobre el

castillo.

—¿Tú lo ayudaste con sus deudas, Francis? Dime la verdad, por

favor.

Él demoró en responderle.

—Sí, lo hice luego de nuestra boda. Él me pidió ayuda y… quería

dejarte el castillo sin deudas, preciosa. Y lo ayudé en todo lo que pude. Él no

les cobraba a unas familias que son muy pobres, Audrey, les perdonaba la

renta y por eso comenzó a atrasarse con los pagos. No era descuidado como

dijeron esos abogados, era un hombre de buen corazón y, además, descubrió

que un administrador lo había estafado llevándose el dinero de las rentas hace

tiempo.

—Pobre papá, jamás me dijo nada. Era un buen hombre, sé que no les

cobraba a los campesinos pobres… y sé que les obsequiaba ropa y calzado

Page 179: Prefacio de la autora

para sus niños. Nunca le interesó el dinero y… lo extraño mucho y sólo

lamento que no me dijera que sufría del corazón, habría venido aquí a verle

con los niños más a menudo y…

—Preciosa, no te culpes, él lo quiso así. No quería preocuparte. Y sé

que se fue feliz porque sabía que yo cuidaría de ti.

Audrey secó sus lágrimas.

—Es verdad… me lo dijo el último día que lo vi.

Sabía que debían partir, pero antes quiso ir a su habitación un

momento a despedirse. Y lo hizo sola, mientras su esposo le avisaba al

cochero que preparara un carruaje.

Necesitaba ese momento de soledad, pero sabía que no sería una

despedida, que su padre siempre viviría en su corazón el resto de su vida, él y

su adorable mamá que la dejó cuando tenía ocho años. También la echaba de

menos y guardaba su recuerdo en su corazón.

Entró en la habitación y notó que todo estaba a media luz y se

estremeció, no le gustaba que dejaran el cuarto de su padre en la oscuridad y

fue a correr los gruesos cortinados y luego abrió las ventanas para que entrara

aire.

Ahora podía ver todo con claridad. La inmensa cama de roble con

dosel, la habitación que habían compartido con su madre de recién casados,

Page 180: Prefacio de la autora

él jamás la había abandonado y tenía el retrato de su madre tamaño natural

frente a él para que pudiera verlo antes de irse a dormir y al despertar. Audrey

sonrió al notar cuánto se parecía a su madre ahora. Sólo que su madre era

rubia y ella había heredado el color de cabello de su tía Tita, la hermana

menor de su madre que murió a los quince años de un constipado.

Ese era el amor verdadero del que le había hablado su padre un día, él

había amado a su madre y jamás buscó una esposa para reemplazarle Ni

volvió a interesarse en una mujer. Su vida eran los manuscritos, las cartas que

recibía a diario, las charlas intelectuales y filosóficas y también criar a una

niña pequeña.

Contempló su escritorio de ébano y de pronto notó que había un cajón

levemente movido de lugar y lo abrió sin saber por qué lo hacía y entonces

vio que había dejado algunas cartas por enviar.

Tembló al ver que una de esos sobres blancos sellados tenía su

nombre.

Lady Audrey Edenbrough.

¿Entonces le había escrito esa carta antes de morir? No podía creerlo.

Tomó el sobre y lo abrió preguntándose por qué los criados no le

habían entregado ese sobre. Tal vez era de eso que quería hablarle su doncella

Emily el día que fue a verla a su habitación.

Page 181: Prefacio de la autora

Leyó nerviosa la carta.

“Mi querida Audrey.

Hace tiempo que deseo escribir esta carta pero me ha faltado coraje

para hacerlo y todavía no estoy seguro de que sea lo correcto pero el doctor

me ha dicho que no tengo mucho tiempo de vida y eso me ha hecho pensar en

el pasado una y otra vez.

Siento culpa y remordimientos por haberte ocultado la verdad ese día

y eso me persigue ahora.

Muchas veces me he sentido culpable por lo que ese hombre te hizo,

era responsable de tu bienestar y seguridad y fui burlado por ese demonio de

la forma más cruel. Se rio de mí y por eso me iré de este mundo odiándole y

eso no cambiará.

Hace tiempo supiste que no había sido el príncipe regente el autor del

malvado engaño, yo lo supe al poco tiempo de marcharse ese sujeto. Él me

escribió una carta explicándome las razones por las que envió a un familiar

cercano, un primo llamado Alessandro para que negociara la compra de los

manuscritos. Agradecía mi paciencia y comprensión y lamentaba que no le

hubiera vendido los manuscritos como esperaba.

Muchas veces estuve tentado de escribirle al príncipe para denunciar

a su primo y que supiera lo que te había hecho, pero me contuve pues si lo

Page 182: Prefacio de la autora

hacía delataría el secreto celosamente guardado.

Entonces supe lo que te había pasado hija y al saber que esperabas un

hijo me desesperó. Necesitabas un esposo que cuidara de ti y ese hombre no

era apropiado. La forma de comportarse contigo lo dijo todo y ciertamente

que no pensé en buscarle para reclamarle que cumpliera la promesa que había

hecho. No habría sido un buen marido. La corte de Arezzo está repleta de

mentiras y engaños y sé que esa corona ha costado sangre y lágrimas a todos

quienes la han tenido.

Por otra parte, dudaba que la familia de ese joven viera con buenos

ojos una boda de su hijo con la una dama inglesa de noble cuna. Todas sus

uniones son concertadas de antemano.

Cuando dijiste que te casarías con Francis pensé que esa era la

solución a nuestros problemas, él te cuidaría y amaría y conquistaría tu

corazón. Deseaba tanto que lo hiciera.

Pero nada ha sido como esperaba, por desgracia.

Sé que esperabas que ese caballero viniera a buscarte y que sufriste

mucho por su causa, pero comprendí que hacía lo correcto. Tú no debías estar

casada con ese hombre.

Y lo que debo confesarte pesa en mi corazón porque no he logrado

convencerme de que hice lo correcto.

Page 183: Prefacio de la autora

Ibas a casarte con Francis y ese documento podía llegar a manos

equivocadas así que lo destruí. Destruí el acta donde fue anotado el

matrimonio hija y lo hice para salvarte, porque, aunque tuve mis dudas de la

veracidad cuando lo tuve enfrente comprendí que podía impedir tu boda

porque ese malnacido logró estampar mi firma en esa acta de matrimonio. La

firma era falsa, pero nadie habría notado la diferencia porque la falsificación

era perfecta. No sé cómo lo hizo, pero la boda parecía legal. Por desgracia.

Eso me dijo el capellán Antonio cuando logró encontrar el libro de

anotaciones de la capilla. Por eso la destruí y eso no fue todo, porque luego

de tu boda llegó a Elendale una carta misteriosa dirigida a ti y tuve mis

sospechas.

Era de ese hombre hija, él te escribió para pedirte perdón por no haber

podido escribirte antes y decía que vendría a buscarte entre otras cosas.

Ahora sabía quién era ese malnacido que se hizo pasar por príncipe

heredero de Arezzo. Tenía su nombre y sus señas.

El muy maldito no arruinaría tu felicidad otra vez. No lo permitiría.

Estabas casada con Francis y él cuidaría siempre de ti, no era justo que te

hablara de esa carta.

Así que yo mismo le escribí y me hice pasar por ti. Le dije que no

quería volver a verle porque acababa de casarme con un caballero honesto y

respetuoso y le rogué que me dejara en paz y no me escribiera de nuevo.

Page 184: Prefacio de la autora

Pensé que esa carta era todo cuanto merecía ese miserable,

afortunadamente no volvió a escribir por meses, pero tuvo la osadía de venir

aquí un día. Seguramente furioso de saber que te habías casado con otro…”

Audrey sintió que su corazón latía enloquecido al saber toda la

verdad, aturdida siguió leyendo.

“Vino aquí pero no te encontró y todos le dijeron que te habías

casado.

Él esperó que regresara y entonces me enfrenté a ese demonio y sentí

deseos de matarlo. Era tal el odio que sentí entonces… que de haber sido más

joven y con un corazón más sano le habría dado una paliza como en mis años

mozos.

“Tú malnacido, ¿cómo te atreves a venir a mí casa”—le grité y de

haber sido más joven le habría dado una buena paliza, pero sentí un dolor en

el pecho muy fuerte y me contuve.

El impostor me miró con sus ojos negros de demonio, esa mirada

oscura insondable.

“Vine a buscar a su hija, lord Leighton. Usted me ha mentido, ¿dónde

la ha ocultado? Esa carta no pudo escribirla su hija sino usted, ¿no es así?

La conversación subió de tono y sentí que podía ser peor.

“¿Cómo tiene la osadía de venir a mi castillo después de lo que hizo?

Page 185: Prefacio de la autora

Además, mi hija Audrey se ha casado, y usted le ha hecho mucho daño y no

quiero que vuelva a venir a este castillo nunca más o le aseguro que enviaré

una carta a su esposa y a su primo contándoles que abusó de mi hija en mi

propia casa.

Él se puso pálido y supo que había perdido. Ese maldito cobarde no

tuvo la hombría de reconocer su error y mucho menos deseaba que se supiera

que había abusado de la inocencia de una joven. Tenía mucho que perder si

realmente era primo del príncipe. La casa real no soportaría otro escándalo

pues se tambaleaba su poderío de forma muy peligrosa. Y supongo que,

asustado por el alcance de mis amenazas, él me pidió perdón hija, dijo que

lamentaba el daño que te había hecho.

Pero luego insistió, tuvo la osadía de decir: —Su hija Audrey es mi

esposa señor Leighton, ella no puede ser la esposa de otro hombre. Usted me

ha mentido.

“Y tú ya tienes esposa en tu país, italiano tramposo y malnacido.

Impostor. Viniste aquí haciéndote pasar por un príncipe y eras su primo.

“Eso no fue mi culpa, mi primo no podía venir y pensó que no habría

problema en que lo reemplazara. Pero no tengo esposa en mi país, mi esposa

es su hija señor conde, lamento mucho habérselo ocultado “se defendió el

demonio.

Page 186: Prefacio de la autora

“Está bien, ¿qué importa? Abusaste de mi hija y ahora no quiero que

regreses nunca más a estas tierras. Olvídate de Audrey o lo lamentarás porque

ella tiene un esposo y está esperando un bebé” repliqué.

Cometí el error de decirle de tu preñez entonces y él se puso serio. No

lo esperaba.

—¿Se ha casado y está encinta? Pero su matrimonio debe ser anulado.

No es legal, ella es mi esposa, señor Leighton. ¿Con quién se ha casado?

Quiso saber el nombre de tu esposo, pero yo no se lo dije. Cometí un

error al hablarle de tu embarazo pues tal vez sospechó que era el responsable

de ese niño.

Perdí la paciencia y le grité que lo mataría si volví a poner un pie en

el castillo de Elendale.

Él me miró con esos ojos negros y volvió a decir que tú eras su

esposa y te encontraría.

Pero luego de ese día no regresó ni volvió a escribir cartas.

Tuve que contarle a tu marido lo que había pasado y le advertí que te

llevara lejos de la mansión familiar. Él no debía encontrarte Audrey,

¿comprendes? Y creo que es tiempo que sepas la verdad y olvides a ese

hombre. Jamás actuó como un caballero ni respondió como un verdadero

hombre después de haberte deshonrado.

Page 187: Prefacio de la autora

Y como sé que sufriste ese capricho mucho tiempo te diré algo más

hija: ese hombre nunca te habría hecho feliz. Francis es el marido adecuado

para ti, esos italianos nobles no tratan bien a sus esposas y he oído historias

siniestras sobre la dinastía Visconti— Castiglione. Y por más que fueras su

esposa jamás te habrían aceptado, han envenenado a varias esposas consortes

y maridos por mucho menos y no habrían permitido una esposa inglesa entre

ellos. Ese hombre es malo hija y sólo te hará daño.

Tal vez vuelva a buscarte, tal vez no ha dejado de buscarte todo este

tiempo. A Garden house sólo llegan los lugareños y los que conocen bien la

ruta del lago.

Pero si te encuentra debes saber la verdad. Lamento no haber tenido

el valor para decírtelo, pero tú debías olvidar a ese hombre. Y si algo le

ocurre a tu marido, si ese demonio te encuentra huye Audrey, no caigas en su

seducción de nuevo. Ese caballero no te merece ni te ama. El amor puede ser

algo bello y hermoso cuando eres digno de ser amado, pero puede también

ser algo enfermizo y dañino. El amor puede destruirte Audrey, él te robó la

inocencia y te dejó sumida en el dolor y la desesperación, sé bien cuánto

sufriste por su causa. No permitas que vuelva a pasar. Tienes una familia

ahora y dos hijos hermosos y otro en camino. Ellos te necesitan más que

nunca y también tu esposo. Francis es un buen hombre, su corazón es tierno y

puro, jamás te haría daño, él te adora y a su lado vivirás en paz y feliz… Pero

Page 188: Prefacio de la autora

sólo vivirás feliz si dejas atrás tu pasado, hija mía.”

Audrey sintió que lloraba cuando terminó de leer la carta de su padre.

Ahora sabía que Alessandro le había escrito una carta y había ido a

buscarla, pero su padre arruinó ese encuentro prohibiéndole que se acercara a

ella. ¿Por qué su padre fue tan cruel de no decirle nada, de separarlos así?

Demonios. ¿Por qué lo hizo? Sabía cuánto lo amaba. Habría corrido a su lado

y le habría dicho que estaba esperando un hijo suyo. Al demonio con esa

boda…

Su padre había arruinado su felicidad, la había empujado a casarse

con Francis pensando que era lo correcto para ella, pero…

No, su padre no tenía ni idea de lo que había hecho. Acababa de abrir

la caja de pandora. Y lo peor era que ahora sentía rabia y dolor y una

añoranza terrible de lo diferente que pudo ser su vida junto al hombre que

tanto había amado en el pasado… El príncipe la había buscado, no la había

olvidado… y sabía que ella habría corrido a sus brazos de saber que había

estado en el castillo de Elendale. Sintió tanto dolor y amargura… su padre le

había hecho mucho daño pensando que le hacía un bien, hasta destruyó el

acta de bodas. No debió hacer eso.

Una voz a la distancia la hizo estremecer y entonces descubrió a su

antigua doncella mirándola con ansiedad y algo más.

Page 189: Prefacio de la autora

—Lady Audrey, su esposo la está buscando—dijo parpadeando

inquieta.

—¿Tú sabías de esta carta Emily? Mi padre la escribió antes de morir.

La doncella dio un paso atrás asustada.

—¿Su padre le escribió una carta? —preguntó con un hilo de voz.

Audrey la miró furiosa mientras secaba sus lágrimas.

—Deja de fingir, tú debes saberlo bien Emily, siempre sabes todo lo

que ocurre en este castillo. Y sabes que el príncipe estuvo aquí, que me

escribió una carta y guardaste silencio.

La doncella la miró mortificada.

—Lo siento mucho, señorita Audrey, perdón… lady Edenbrough. Lo

siento… pero su padre me prohibió que dijera nada. No podía decirle.

Audrey contuvo su rabia y comprendió que decía la verdad. El conde

no habría permitido que sus sirvientes dijeran una palabra.

—¿Tú lo viste Emily?

La joven asintió.

—Su padre no lo dejó acercarse a usted señorita, dijo que lo

mataría… nunca lo había visto tan furioso. Iba a matarlo… me asusté mucho

y llamé al señor Sanders. Él lo detuvo, logró que dejaran de pelear, el

príncipe estaba furioso y dijo que la buscaría lady Audrey.

Page 190: Prefacio de la autora

—Mi padre me hizo mucho daño Emily, a ambos. Él regresó y yo era

su esposa, pero mi padre anuló nuestra boda y me obligó a casarme con

Francis… arruinó mi felicidad y me lo ha confesado esperando que lo

perdone. ¿Cómo crees que pueda hacerlo?

—Señorita por favor, su padre vivió mortificado por ese secreto

durante mucho tiempo, él no quería hacerlo, pero pensó que él estaba casado

y la había seducido. Usted sabe lo que pasó entonces, no creía que ese

matrimonio fuera legal… no quiso hacerle daño. Sólo pensaba en su bien.

Francis era el hombre indicado para ser su marido, señorita, es un buen

hombre y ahora es su esposo. No puede volver atrás. Olvide esto por favor y

perdone a su padre. Disculpe mi sinceridad, perdóneme por entrometerme,

pero la conozco desde niña y siempre he cuidado de usted, lady Audrey. Por

eso le digo esto. Intente comprender y perdonar, no le guarde rencor a su

padre. Él hacía lo correcto.

—¿Eso crees, Emily? Pues yo no lo veo así. Mi padre me engañó

desde el principio. Con su nombre, con quién era él y luego cuando lo

averigüé y le pregunté él no fue capaz de ser sincero conmigo. Debió decirme

la verdad.

—Hizo lo correcto, lady Audrey. Usted necesitaba un esposo, sabe

por qué y él habló con Francis… sé que está muy triste y dolida ahora, pero

tiene un esposo y dos hermosos niños en quien pensar. No puede pensar en

Page 191: Prefacio de la autora

abandonar a su marido por un amor del pasado, por un hombre al que ni

siquiera conoce.

—¿Tú qué sabes de lo que siento? Es el hombre que amo, nunca dejé

de amarlo en todos estos años y sufrí en silencio, sufrí porque no era él mi

esposo… porque jamás olvidé esa noche ni que me convertí en su esposa,

Emily—ella secó sus lágrimas y la miró—Sé que mi padre te obligó a

guardar silencio, pero tú eras mucho más que mi doncella, eras como una

amiga para mí Emily. Debiste decirme…

—Lo siento, lady Audrey, lo siento mucho, pero no podía decir

nada… todos decían que era tan feliz con su esposo y los niños, jamás

imaginé que sería diferente. Perdóneme…

Audrey comprendió que era inútil enojarse con su antigua doncella,

no era su culpa, sino de su padre. Siempre había dicho que la dejaría escoger

a su esposo cuando tuviera la edad suficiente, pero en realidad no la dejó

hacerlo. Casi la obligó a casarse con Francis…

Guardó la carta y secó sus lágrimas.

—¿Y esa carta que me escribió el príncipe, Emily? ¿Tú sabes dónde

está?

Su doncella lo negó con un gesto.

—Es que no lo sé. Creo que su padre la destruyó.

Page 192: Prefacio de la autora

—¿Y qué decía? ¿Tú la has leído?

—No la leí. Por favor señorita, olvide todo esto, no le hará ningún

bien.

Audrey se rindió. Le habían arrebatado todo, pero no sus recuerdos ni

ese amor que llevaba guardado en su corazón.

Ahora era tiempo de partir a Garden house, ese castillo le traía

demasiados recuerdos tristes.

Encontró a Francis en el salón principal junto a los niños.

—Debemos irnos, cielo. El carruaje está listo—le dijo.

Audrey secó sus lágrimas y trató de sonreír.

Sus hijos eran todo en su vida y Francis su marido, su amigo y

compañero. ¿Qué ganaba lamentándose por lo que pudo ser y no fue? Debía

dejar en paz esa historia, olvidar su pasado. Sus hijos la necesitaban y ellos

eran su vida ahora.

Page 193: Prefacio de la autora

La desaparición

La muerte de su padre la dejó abatida varios días. Pensaba en él con

frecuencia y en esa carta, no podía evitarlo.

Era una espina clavada en su corazón. Saber que él había ido a

Elendale… diablos, no podía quitárselo de la cabeza.

Trató de sobreponerse al dolor y a la rabia y se acercó a la iglesia en

busca de consuelo.

Pero el tiempo pasó y su malestar aumentó.

Había perdido a su padre y ella lo había amado, pero no podía

odiarlo, no sabía odiar y no aprendería a hacerlo ahora.

A pesar de ello le costaba perdonar a su padre.

Se sentía muy deprimida y en los meses siguientes le duró la pena. No

dejaba de atormentarse pensando en lo que había pasado. Eso hizo que

evitara la intimidad con su esposo. Él era muy paciente y no insistió, pero

Audrey no dejaba de pensar en el príncipe. ¿Y si todavía estaba buscándole?

Ahora sabía que fue confinada a Garden house no sólo para evitar que

las comadres notaran que se había casado encinta, lo habían hecho para

esconderla del primo del príncipe. Garden house era una mansión campestre

espléndida pero aislada y muy solitaria. No era sencillo llegar si no se

Page 194: Prefacio de la autora

conocía el lugar.

La atormentaba pensar que él la había buscado y era como si ahora

que lo sabía le sintiera cerca.

************

Una semana después ocurrió algo inesperado.

Audrey despertó sintiéndose cansada y con un fuerte dolor de cabeza,

así que se quedó en cama toda la mañana.

Le extrañó que su esposo no fuera a visitarla, pero no tardó en saber

que ese día había recibido visitas y estaba ocupado.

Al atardecer comenzó a sentirse mejor y fue a ver a sus hijos, ellos se

encontraban jugando muy animados con su nodriza.

Una criada le entregó las cartas y tarjetas de duelo que todavía

llegaban a Garden house por la muerte de su padre y Audrey tomó una tarjeta

que era una invitación a una tertulia en casa de lady Charlotte y pensó en

preguntarle a Francis si debían ir, pero cuando lo buscó en la biblioteca no lo

encontró. Tampoco estaba en el salón de música.

—Señora Adams, ¿ha visto a mi esposo? —le preguntó al ama de

llaves.

Esta pareció sorprendida.

—Su esposo salió hoy temprano lady Audrey… y todavía no ha

Page 195: Prefacio de la autora

regresado.

—¿No ha regresado?—dijo Audrey sorprendida y vio que el reloj

marcaba las seis.

—Pronto oscurecerá—se quejó luego.

Pero su esposo no regresó al final del día y comenzó a preocuparse.

—Esto es muy extraño señora Adams—dijo Audrey y fue a interrogar

al mayordomo para saber si había noticias.

Francis rara vez se ausentaba de Garden House y si lo hacía le

avisaba.

El mayordomo parecía perplejo.

—Es que no lo sé, lady Edenbrough. Todo esto me parece muy

extraño porque he enviado a los mozos y criados a buscar al señor y no está

aquí. Alguien lo vio marcharse a caballo con un hombre que vino a visitarle

esta mañana y tenía urgencia de hablar con él.

—¿Entonces no está aquí? ¿Lo buscaron y se ha marchado?

—Al parecer se ha ido, pero no dijo nada al respecto, lo cual me

sorprende porque él jamás se alejaba de la mansión sin avisarnos.

Audrey se sintió mortificada pensando que Francis estaba enojado

con ella y tal vez había decidido alejarse unos días para estar tranquilo.

Pero él no lo haría sin al menos decirle.

Page 196: Prefacio de la autora

—Señor Ashton ¡quién era el caballero que vino a verlo hoy y por

qué mi esposo se fue así, con tanta prisa? Tal vez ocurrió algo en Spring

Cottage o…

—Dijo llamarse Anderson, Robert Anderson creo un apellido común

y no era amigo suyo ni pariente. Y al parecer necesitaba hablar con sir

Edenbrough por un asunto privado. Parecía algo tenso y nervioso ahora que

recuerdo. Y cuando le dije a sir Edenbrough él se mostró sorprendido y dijo

que hablaría con él, pero tuve la impresión de que era un desconocido.

—¿Y usted los escuchó conversar?

El mayordomo dijo que él no solía oír conversaciones y que

simplemente escoltó al desconocido hasta la biblioteca para hablar con su

marido, lady Audrey.

—Pero luego ambos se marcharon de aquí según tengo entendido y

pensé que se trataba de un amigo y por eso salieron a dar un paseo. ¿Cuándo

salieron exactamente?

Audrey comprendió que cada detalle era importante.

—Hablaron en la biblioteca durante casi una hora y luego el señor

dijo que saldrían a dar un paseo con el señor Anderson. Como si necesitara

hablar de algo delicado y no desearan hacerlo aquí.

—¿Y cómo era ese hombre? —Audrey sintió una punzada de miedo.

Page 197: Prefacio de la autora

—Era de cabello gris, ojos azules. Parecía un abogado, llevaba ropa

elegante, pero al ver sus botas pensé que era un criado de cierta clase. La

forma de expresarse era correcta, pero…

—¿Y mi esposo se marchó con ese hombre y no ha regresado desde

las once?

El mayordomo parecía consternado.

—Es que hubo un malentendido lady Audrey, alguien vio a sir

Francis aquí, lo vieron cabalgar con ese caballero y yo di por sentado que

había regresado y dejé de preocuparme. Uno de los criados debió confundirse

porque vio a un caballero regresar a la casa horas después pero no era sir

Francis y no sé quién sería pues hemos buscado en la mansión y no ha vuelto.

No está. Pero tenga calma por favor… tal vez él tuvo que irse porque pasó

algo muy grave en la mansión Edenbrough y no le dio tiempo a avisar.

—Pero de haber pasado algo me habría enviado un mensaje o habría

hablado con algún criado señor Ashton. Esto es muy misterioso y extraño.

¿Quién era ese hombre? Por favor, intente averiguar de dónde era y por qué

tenía tanta prisa por hablar con mi esposo.

—Lo haré señora, por favor, cálmese. Tal vez tuvo que alejarse y los

caminos le han frenado el paso de regreso. Este tiempo es muy hostil.

Pero Francis conocía bien Garden House, como la palma de su mano,

Page 198: Prefacio de la autora

no imaginaba que errara el sendero de regreso. Aunque sí pudo ocurrir algo

que impidió que su esposo regresara ese día.

Al día siguiente, con más luz recibirían algún mensaje.

Sin embargo, Audrey tuvo un mal presentimiento. Nada de eso era

normal. Francis jamás se ausentaba de su hogar, vivía para ella, para cuidarla

y nunca habían estado separados. Él no se habría ido de no haber tenido una

buena razón para hacerlo.

Algo le dijo ese extraño sujeto, nunca le había oído nombrar y por la

descripción que dio el mayordomo no era pariente ni amigo. Y tal vez había

viajado de muy lejos para verle. ¿Por qué?

************

Al día siguiente despertó deseando saber si su esposo había regresado

pero su doncella lo negó con un gesto.

—Todavía no, pero no tema lady Audrey, han ido a buscarle. He oído

que creen que tuvo que ir a la mansión Edenbrough y algo malo debió pasar

allí.

Era una explicación posible.

Audrey desayunó sin demasiado apetito. Estaba preocupada, pero se

dijo que tal vez tuvo que salir rápido y no tuvo tiempo a avisar porque

esperaba regresar pronto.

Page 199: Prefacio de la autora

Pudo sufrir un accidente, tal vez estaba herido y afuera la nieve

empezaba a cubrirlo todo.

Fue en busca del mayordomo para ordenar que buscaran en los

alrededores. Por más que quisiera controlarse no podía evitar pensar que algo

malo le había pasado, tenía un mal presentimiento y sólo se calmaría cuando

escuchara su voz.

En vano quiso distraerse con el bordado o escribiendo cartas pues

tenía muy retrasada la correspondencia. Su mente volaba a Francis y se

preguntaba qué lo había llevado a huir de esa forma.

A media tarde los criados regresaron exhaustos y fue el mayordomo

quien le comunicó que no habían podido encontrar a sir Edenbrough.

—Lo lamento lady Audrey, pero no hemos encontrado a su esposo. Y

al parecer no ha ido a la mansión familiar como pensamos. Creo que

debemos indagar entre sus amistades. Es tan extraño—dijo.

—Sí lo es… estoy preocupada, temo que le haya pasado algo malo.

No pudo irse de viaje, faltaría su ropa o su maleta… y según oí no falta nada

o al menos no le vieron irse con una maleta.

—Es verdad. El señor sólo se puso el sobretodo y un sombrero por el

frío y nada más. Ni siquiera se puso el traje de montar como si tuviera prisa.

—Entonces tiene que estar en Garden house.

Page 200: Prefacio de la autora

La propiedad era de cinco mil acres y podían tardar días en recorrerla.

—No lo creo lady Edenbrough. Sospecho que se marcharon, debieron

irse esa mañana, pero ignoro qué camino tomaron.

Esa era la idea general, los criados por alguna razón no creían que

estuviera allí, en algún lugar y ella pensó que tal vez tuvo que marcharse por

un asunto secreto de su familia.

Su esposo había desaparecido sin dejar rastro y todo era tan

inesperado y extraño.

Los días pasaron y Francis no aparecía. Sus familiares llegaron a

Garden house días después para ayudar en la búsqueda y todos se mostraron

preocupados y desconcertados. ¿Qué había pasado ese día y qué hizo a

Francis huir así con tanta prisa con un desconocido?

Audrey tuvo la sensación de que los criados y la familia de su esposo

le escondían algo, la forma en que la miraban y hablaban en susurros…

Pero Francis no era un hombre que tuviera secretos, no se escaparía

con otra mujer como lo haría otro hombre estaba segura de eso.

Sin embargo, ese día habló casi una hora con un extraño, en la

biblioteca y luego se abrigó y dijo que daría un paseo… un corto paseo por

los campos.

Y luego desapareció. Como si la tierra se lo hubiera tragado.

Page 201: Prefacio de la autora

Pero él debía estar allí, tenía que estar en algún lado.

—Audrey, ¿puedo hablar contigo un momento?—le preguntó su

cuñado Justin.

Ella lo miró intrigada.

—Sí, por supuesto.

Pensó que él le hablaría en privado de algo relacionado con la

desaparición de Francis, no imaginó que él estaría tan desconcertado como

ella con todo lo ocurrido.

—Audrey, lamento mucho esto… es realmente inesperado. ¿Acaso él

dijo algo de que pensara viajar a Londres o…?

—No… Francis no me avisó nada ese día que saldría, al despertar él

ya no estaba.

—¿Y no te mencionó que estuviera preocupado por algo?

Audrey se sonrojó al pensar que últimamente había ciertos silencios

llenos de tensión entre ambos por su negativa a la intimidad, pero ni loca le

habría dicho que Francis y ella tenían problemas maritales.

—No me dijo nada, Justin… todo es tan extraño, ese día vino un

sujeto para hablar con él y luego se fueron juntos a recorrer Garden House

pues pidieron que ensillaran dos caballos.

La cara de su cuñado cambió.

Page 202: Prefacio de la autora

—¿Y tú conocías a ese hombre o habías oído hablar de él?

—No… Justin ¿acaso tú sabes que no quieres decirme sobre tu

hermano? Si es así te ruego que me digas la verdad.

—Es que no sé nada, eso es lo inesperado. Pero lo que recuerdo es

que lo noté extraño la última vez que vino a Spring Cottage… no quiso

decirme cuando le pregunté si le pasaba algo. Pero lo vi distinto ese día,

callado y preocupado y ahora esto… Pensé que tú podrías decirme.

—No lo sé, estoy tan desconcertada como tú.

—Creo que debemos avisar a la policía, van más de cinco días de su

desaparición.

—¿A la policía?—Audrey se sintió horrorizada de pensar a esos

uniformados revolviendo toda la mansión en busca de su marido.

Su cuñado en cambio dijo que era necesario.

—Iré a Londres a buscarle, pero…

Entonces apareció Thomas Grey, uno de sus amigos más cercanos de

Francis.

Audrey fue a saludarle y él la miró y besó su mano galante.

—¿Han sabido algo de Francis?—preguntó después visiblemente

preocupado.

—Pensé que tú podrías decirnos—le respondió Justin.

Page 203: Prefacio de la autora

Thomas se mostró perplejo.

—Hace tiempo que no veo a Francis en realidad. Lo vi en casa de sir

Edward hace más de tres meses.

Francis había dejado la vida social luego de su boda, pero seguía

viendo a sus amigos en la mansión de sir Edward donde se reunían a disertar

sobre ciencia, y filosofía y otros temas que Audrey consideraba aburridos,

por eso rara vez lo acompañaba.

La pregunta que hizo su cuñado la apartó de sus reflexiones.

—¿Entonces tampoco sabes si mi hermano pensaba viajar? Al parecer

no hablabas con él hace tiempo—dijo Justin a Thomas Grey.

—Francis no era como tú Justin, rara vez viajaba. Pero he venido a

ayudar en la búsqueda, en lo que sea necesario—declaró.

Audrey se lo agradeció, pero cuando esa noche se retiró a sus

aposentos se sintió triste y angustiada. La desaparición de Francis era tan

extraña. Se negaba a pensar que él pudo abandonarla, pero no podía negar

que algo lo impulsó a marcharse ese día y no regresar. ¿Y si fue llevado con

engaños por un grupo de pillos que no tardarían en pedir un rescate? Era

terrible y en realidad esos actos vándalos ocurrían en Londres no en un

pueblo tan tranquilo de New Forest.

Era un lugar apacible, donde nunca pasaba nada. No había crímenes

Page 204: Prefacio de la autora

ni robos, estaban muy lejos de los vicios y miserias de Londres. Su padre

siempre lo decía. En ese condado había tanta paz… por eso era tan raro que

alguien quisiera hacerle daño a su marido. Todos le apreciaban, sus criados,

sus amigos y familiares…

Audrey musitó una plegaria para que su esposo apareciera sano y

salvo.

************

A la mañana siguiente despertó angustiada pensando que debía

insistir en que buscaran a su esposo en los alrededores de la mansión. Eran

cinco mil acres, era un territorio demasiado extenso, aunque había partes

inundadas o cubiertas por el lago, era necesario registrar cada rincón y eso

llevaría días, pero luego de desayunar y asearse decidió hablar con el

mayordomo.

Él se mostró sorprendido cuando le comunicó sus planes de registrar

cada rincón de la propiedad.

—Pero ya hemos buscado, lady Edenbrough. Hemos registrado estas

tierras de palmo a palmo, se lo aseguro, todos los días, nunca hemos dejado la

búsqueda—le respondió.

—Entonces no dejen de buscarle, puede estar herido en algún lugar..

¿Dónde está su caballo?

Page 205: Prefacio de la autora

El mayordomo la miró sorprendido por la pregunta. Ciertamente que

no se le había ocurrido.

—No lo sé… en realidad sólo sé que ambos salieron a dar un paseo y

luego les vieron alejarse hacia el sur.

—¿Hacia el sur?

—Sí pero no se preocupe, investigaré si su caballo regresó, porque

eso cambiaría mucho las cosas.

Audrey fue a ver a los niños y tuvo que contener las lágrimas cuando

le preguntaron por su padre.

—¿Dónde está papá?—preguntó su hijo.

Claire la miró alarmada y repitió. “Papá”.

—Tuvo que irse de viaje al pueblo pero regresará—les dijo y tomó a

la niña en brazos y la besó, eran tan adorable sus pequeñines. Los aupaba por

turnos para evitar los celos pero ese día los notó nerviosos, inquietos.

Cuando abandonaba la nursery se encontró con el mayordomo.

—Lady Audrey… quería decirle que su caballo está aquí. Regresó

solo ese día por lo que he podido averiguar.

Esas palabras le provocaron un estremecimiento intenso.

—¿Su caballo regresó solo?

Page 206: Prefacio de la autora

—Me temo que sí… fue un detalle en el que nadie reparó, pero luego

de hablar con el señor Ned él dijo que ese día el caballo de sir Edenbrough

regresó sin él y estaba nervioso. Bueno, es un caballo muy especial, sabe que

sólo su esposo podía montarle.

—¿Y el otro caballo? ¿El que se llevaron ese día para el señor

Anderson?

—No se lo pregunté, pero lo haré de inmediato, por supuesto que se

llevaron dos caballos, y debemos saber qué pasó con el segundo. Quiero

decirle que he reunido a todos los mozos y aldeanos para que nos ayuden a

encontrar a sir Edenbrough cuanto antes. Se necesitarán muchas manos y

caballos para recorrer los campos.

—Hágalo por favor y avíseme si hay alguna novedad.

—Por supuesto lady Edenbrough.

Audrey caminó inquieta hasta la biblioteca sin saber qué buscaba o

qué esperaba encontrar allí, sólo estaba tratando de entender lo que había

pasado ese día.

La biblioteca era una especie de santuario, Francis pasaba algunas

horas en el día leyendo o escogiendo un nuevo libro para leer. Pero la

biblioteca también era el lugar de las reuniones con los arrendatarios y

aldeanos, con sus abogados y…

Page 207: Prefacio de la autora

Se acercó al escritorio que había en un rincón con tres sillas de roble

y sin pensarlo abrió los cajones en busca de alguna pista que la ayudara a

develar ese misterio.

Papeles, recibos, sellos y un montón de cartas sin abrir. No podía

abrirlas, si su esposo regresaba y lo notaba…

De pronto comprendió que Francis podía estar en peligro y tal vez

fuera necesario que abriera esas cartas.

Se detuvo al ver la fecha que figuraba en el matasellos, eran de hacía

dos años o más, pero había una que era relevante porque era de hacía dos

meses.

“Sir Edenbrough.

Lamento decirle que nada ha salido como acordamos. Mantenga a su

esposa y a sus hijos en Garden House. Allí estarán a salvo, pero no haga ese

viaje a Londres. Podía ser riesgoso. Él está aquí sir Francis. Ha regresado y

está decidido a vengarse de usted. Nada le detendrá esta vez”.

Audrey tembló al leer esa carta. Hablaba de venganza y de que todos

estarían a salvo si se quedaban en Garden House. ¿Por qué? ¿De quién

hablaban? Miró el sobre de la carta y notó que tenía iniciales y buscó en el

cajón esperando encontrar más mensajes del misterioso destinatario, pero no

había más cartas misteriosas.

Page 208: Prefacio de la autora

Volvió a leer el mensaje y tuvo un extraño presentimiento. ¿Entonces

su esposo tenía un enemigo secreto? ¿Y todos corrían peligro en la granja?

Tenía que hablar con su cuñado sobre esa carta.

Cuando salía de la biblioteca el mayordomo pidió para hablarle en

privado.

Audrey sintió que su corazón latía deprisa.

—¿Entonces han encontrado a mi esposo? —preguntó con un hilo de

voz.

El mayordomo negó con un gesto.

—No… pero un mozo dijo que el desconocido trajo su propio caballo

y al parecer se fueron a cabalgar hacia el sur y nunca regresaron. No vieron

volver por el camino al misterioso visitante ni a su esposo. Sin embargo…—

el mayordomo parecía apenado—Hemos encontrado su sombrero y la fusta

en un lugar que hemos marcado por si viene la policía.

—¿La policía?

—El señor Edenbrough dijo que mañana avisará al alguacil, porque

son demasiados días sin saber de su hermano. Él se encargará de investigar,

hará preguntas y podrá indagar a las personas del condado.

Su cuñado apareció poco después para hablar con ella. Se veía muy

consternado.

Page 209: Prefacio de la autora

—Audrey… no me gusta nada esto. La fusta y el sombrero que

encontraron hoy… Creo que debo decírtelo, puede que mi hermano sufriera

un accidente o alguien le hiciera daño. Francis siempre fue muy confiado y

tal vez … me pregunto si ese desconocido vino aquí para pedirle dinero o

resultó ser un ladrón. Creo que vino aquí con siniestras intenciones y me

pregunto si acaso no falta algo de valor en sus pertenencias.

—Es que no pensé eso, todo esto es tan inesperado.

—Audrey, no creo que sea prudente que te quedes aquí sola con los

niños. Sé que hay sirvientes que cuidan de ti todos los días, pero… este lugar

es tan desolado y triste… Ciertamente que nunca entendí por qué mi hermano

vino a vivir a Garden house. Ninguno de nosotros quería vivir ni cuidar esta

mansión, durante meses queda aislada por el frío y la lluvia y eso no tardará

en pasar.

Audrey comprendió que su cuñado tenía las mejores intenciones y

estaba preocupado por su futuro y el de los niños.

—Justin, te lo agradezco de corazón… pero no puedo irme ahora, si

Francis regresa no me encontrará.

—¿Y no has pensado que Francis podría no regresar? ¿qué será de ti

sola en este lugar? Han visto merodear personas extrañas los días previos a la

desaparición de mi hermano, forasteros dijeron unos, extranjeros, tal vez

Page 210: Prefacio de la autora

cazadores furtivos. Hombres peligrosos. Audrey. Y tú eres una mujer joven y

hermosa y mi hermano no está aquí para cuidarte. Y yo podría quedarme

unos días, pero también debo velar por mis padres, ellos están muy afectados

por todo esto y son personas mayores. Debo cuidarlos también. Por eso te

ruego que vengas conmigo a Spring Cottage hasta que Francis regrese… tal

vez sea un secuestro y pidan rescate, pero eso debió ocurrir estos días y no

pasó, no hubo ningún mensaje misterioso que llegara a tus manos.

—No.—la voz de Audrey se quebró—¿Tú sabes algo más Justin?

La mirada de Justin era de pena, pero había algo que parecía

ocultarle.

—¿Acaso sabes lo que le ocurrió a tu hermano y no quieres

decírmelo?

Él demoró en hablar, se veía tan atormentado.

—Descubrieron sangre cerca del lago, Audrey. Manchas de sangre en

la arena como si alguien hubiera sido herido y caminara… están registrando

todo el lugar, pero la luz es poca y seguramente mañana sigan con esta tarea.

Pero creo que es mejor que el alguacil investigue esto. Conozco a mi

hermano, él habría sido incapaz de abandonarte a ti y a los niños, tampoco

tenía enemigos, pero… este lugar está tan aislado. Tal vez ese sujeto era un

viejo amigo que vino a saludarlo y fueron a dar un paseo por los campos

Page 211: Prefacio de la autora

porque a Francis le encantaba cabalgar… entonces aparecieron cazadores

furtivos. Mi padre le advirtió que vendrían porque en el pasado siempre han

cazado aquí sin pedir permiso y lo harían de nuevo. Son gente malvada que

mata por placer a los animales, algunos lo hacen porque luego venden la

carne. Sólo estoy haciendo conjeturas, pero imagino que eso pudo pasar, mi

hermano tal vez les enfrentó y le dispararon porque se asustaron, no lo sé,

pero esa sangre…

Audrey lloró al pensar que Francis podía estar muerto, no se había

atrevido a considerar esa posibilidad, porque la desaparición de alguien era

una gran interrogante y nadie deseaba un desenlace tan macabro como ese.

Prefería pensar que estaba herido y no podía caminar pero que pronto lo

encontrarían, que en el momento menos pensado regresaría diciendo que

había tenido que ausentarse por un asunto urgente y no pudo regresar porque

fue asaltado por un grupo de bandidos.

Pero sabía que todas eran historias forzadas y poco creíbles.

—No puedo tomar una decisión ahora lo siento, estoy muy nerviosa

—le respondió ella.

Justin tenía razón, pero Audrey dijo que quería esperar.

Entonces escuchó gritos en la mansión, no muy lejos de allí. Algo

muy malo estaba pasando y Audrey miró aterrada a la puerta al sentir unos

Page 212: Prefacio de la autora

pasos acercarse.

Pero no era un cazador furtivo ni un bandido sino la señora Sanders,

la nodriza y la seguía el ama de llaves. Ambas traían cara de tragedia y sintió

un estremecimiento espantoso.

—Los niños lady Audrey… oh dios del cielo, los niños han

desaparecido. Se los llevaron, no están por ningún lado… llevamos horas

buscándolos.

—¿Cómo es posible eso señora Sanders? ¿Es que nadie cuida a los

niños en Garden house? ¿Acaso no tienen nodriza, niñera y criadas velando

por su bienestar?

—Lo siento mucho joven Justin… es una desgracia, pero estamos

buscándole. No pudieron llevárselos muy lejos. Todos los criados han ido a

buscarlos, pero es tarde y el sol se está ocultando.

—Esto no puede ser, ¿cómo se los llevaron? Mis niños… ¿quién pudo

hacer algo tan horrible?

—Era lo que quería evitar Audrey, sabía que esto no terminaría

pronto, que esos bandidos merodean Garden house. Bandidos o gitanos.

Bandoleros sin corazón.

Audrey corrió a la nursery sin convencerse de lo que había pasado,

creyó que se habrían escondido para jugar, a veces lo hacían… tal vez

Page 213: Prefacio de la autora

alguien dejó la puerta abierta y escaparon. Eran unos niños tan adorables y

traviesos… sintió su corazón acelerado mientras registraba cada rincón de la

habitación de los niños, no podía ser, el señor no podía ser tan cruel, primero

su marido y ahora sus hijos. Sus angelitos.

Pensó que se volvería loca de dolor ese día. Increpó a sus criados por

la desaparición de sus hijos.

—Lo siento mucho, lady Audrey, es que la casa se quedó sin criados

porque muchos fueron a ayudar a buscar a sir Francis. Y los bandidos

aprovecharon ese descuido para entrar en la mansión y llevárselos.

—¿Y nadie los vio irse? ¿Acaso nadie sintió gritos, ni vio nada

extraño? Esto no puede ser. Por favor, busquen a mis niños, tienen que estar

en alguna parte.

Justin se acercó horrorizado y también increpó a los criados y se unió

a la comitiva de búsqueda.

—Esto es una calamidad. No puede ser. Los niños.

Audrey sintió que se volvía loca y tuvieron que darle un tónico

sedante para que pudiera dormir esa noche.

************

Ahora eran tres los desaparecidos, Francis y sus hijos Claire y

Edward.

Page 214: Prefacio de la autora

El alguacil y sus policías se presentaron en la mansión y pidieron

hablar con lady Edenbrough.

Audrey fue sintiéndose peor que nunca, todavía le duraba el efecto

del tónico, pero se sentía destrozada y pensó que si ese hombre le decía que

había encontrado a sus hijos en los alrededores se desmayaría.

Nada más lejos de la realidad. El hombre se presentó como Robert

Adams y la miró con fijeza.

—Siento llegar en mal momento lady Audrey—dijo.

Pero luego de disculparse la interrogó sobre la desaparición de su

esposo para conocer todos los detalles del suceso.

Ella le dijo todo lo que sabía mientras apretaba las manos,

visiblemente nerviosa.

—Por favor inspector, busquen a los niños.

—Lo haré lady Audrey, pero antes debo hacerle más preguntas, por

favor. ¿Conocía usted a ese hombre llamado Anderson que le visitó el día de

su desaparición?

Audrey pensó que no podría controlar sus nervios. Era demasiado

para ella, pero tenía que responderle al inspector.

—No… jamás lo oí nombrar.

—¿Nunca estuvo aquí, en su casa?

Page 215: Prefacio de la autora

—No que yo recuerde.

—Tal vez debería revisar la correspondencia de su esposo. Necesito

comprender lo que pasó para darle una explicación satisfactoria. Lo extraño

es que al parecer sólo iba a dar un paseo con su amigo y luego no volvieron a

verles, a ninguno de los dos. Pero un criado dijo que el caballo de su marido

regresó solo y del otro no podían precisar porque no pertenecía a los establos

de la mansión.

Audrey miró al alguacil, completamente aturdida. No sabía qué la

desesperaba más: que la hiciera revivir todo ese infierno con sus preguntas

impertinentes o que pensara que su marido la había abandonado llevándose a

sus hijos con él. Francis jamás haría eso.

Y al verla tan abatida el alguacil volvió a disculparse.

—Siento mucho todo esto, lady Edenbrough, ciertamente que

comprendo que ha de sentirse muy angustiada, pero… ¿sabe si su esposo le

debía dinero a alguien?

—¿Dinero a alguien? Creo que no. Jamás mencionó eso.

—Bueno es que las damas no se interesan por esas cuestiones y sus

esposos no hablan de asuntos financieros con sus esposas.

—Dudo que pidiera prestado, él era muy cuidadoso con el dinero y

sus cuentas—replicó Audrey muy segura. Pero en realidad no tenía idea de si

Page 216: Prefacio de la autora

Francis llegó a pedir dinero prestado por alguna deuda de ese próspero

señorío pues siempre había pensado que era una propiedad floreciente.

—¿Por qué sería eso relevante, señor Adams?

Él alguacil la miró con fijeza y guardó silencio, pensó que ignoraría

su pregunta.

—Todo es relevante ahora, lady Audrey—le advirtió— Intuyo que

aquí hubo un crimen y que quien lo hizo luego se llevó a sus hijos. Por

venganza o para cobrar una vieja deuda. Seguramente le pedirán dinero en

unos días, cuando sus nervios estén destrozados… por eso le ruego que

conserve la calma porque nadie raptaría a sus hijos sin una buena razón.

—¿Por venganza o para cobrar una vieja deuda? Eso es una crueldad.

Pudieron pedirme dinero, no tenían que llevarse a los niños. Son tan

pequeños…

—Comprendo su angustia, pero es necesario desentrañar este misterio

y si esas personas se comunican con usted debe avisarme de inmediato. Por

mi parte investigaré y registraré esta propiedad con su consentimiento. En

cuanto surja alguna novedad le avisaré a menos que hacerlo entorpezca la

investigación. Pero si sabe algo o encuentra algo comprometedor de su

marido le ruego me lo diga. Mantendré todo este asunto con la debida

discreción. Con absoluta reserva.

Page 217: Prefacio de la autora

Audrey no esperó que cumpliera sus promesas, a esa altura todo el

condado sabría que su marido había desaparecido y sus hijos habían sido

raptados. Pero el dolor de perder a sus hijos fue superior a todo lo demás. No

podía soportar la idea de que un ser desalmado y sin corazón se los llevara y

los retuviera en algún infame cuartucho para cobrar una deuda o por

venganza.

Francis no tenía enemigos, era muy querido en su círculo de

familiares y amigos, en el pueblo.

Pero al parecer su marido tenía secretos que ella ignoraba. Primero

jamás le contó que había salvado el castillo de su padre de la ruina, ni que

tuviera enemigos o le debiera dinero a alguien. Siempre creyó que Garden

house era una finca floreciente, pero… De pronto recordó la misteriosa carta

y regresó a la biblioteca para saber quién la había escrito. Había cometido un

error al no mencionarla, pero estaba tan nerviosa que lo había olvidado.

Abandonó la sala sintiéndose enferma. Quería encontrar a sus hijos,

ellos eran su prioridad ahora y fue a hablar con los criados para saber si había

alguna novedad.

Los criados la miraron con expresión culpable.

—No hemos sabido nada, lady Audrey. Pero ha venido el alguacil y

él los encontrará, estoy segura de eso. No pueden estar muy lejos, señora.

Page 218: Prefacio de la autora

Tenga calma por favor, rezaremos por ellos…

Audrey sintió que perdía la paciencia.

—¿Y cómo diablos los sacaron de la mansión, de Garden house?

—Ay señora, fue un descuido. Estábamos atareados y sin criados

suficientes. Parece que esos malnacidos sabían… como si hubieran esperado

la ocasión propicia para raptar a los niños.

—Pero alguien debió oír sus gritos… ¿cuándo notaron su ausencia?

Las criadas se miraron con expresión culpable.

—Estaban aquí luego del almuerzo, fue durante la hora de la siesta…

cuando la nodriza vino a traerles la leche y el pan los angelitos no estaban.

Lady Audrey, lo siento tanto.

Vivió unas horribles horas de angustia pensando en sus hijos y hasta

quiso ir a buscarles, de tan desesperada que estaba, pero los criados le dijeron

que no era buena idea.

Su propio cuñado insistió en que se quedara.

—No ganarás nada si te atrapan a ti también Audrey, si son

malhechores te harán mucho daño—le advirtió.

—¿Y qué daño peor que se hayan llevado a mis hijos, Justin? Es que

no puedo quedarme aquí sin hacer nada.

—No los encontrarás tú sola, Audrey, pero el alguacil y sus hombres

Page 219: Prefacio de la autora

los están buscando. Conserva la calma por favor, debes ser fuerte ahora, sé

que todo ha sido terrible para ti, primero mi hermano y ahora los niños,

pero… el señor no permitirá tanta crueldad, no puede hacernos esto.

Audrey se detuvo y pensó que debía quedarse para saber si había

algún mensaje para ella. Si esos bandidos buscaban dinero se lo harían saber.

Page 220: Prefacio de la autora

Una luz en la oscuridad

Fueron días muy tristes para Audrey, se mantuvo fuerte porque tenía

la esperanza de que los niños regresaran, pero no se sentía segura de Francis.

El alguacil no se había mostrado optimista al respecto y pensaba que eso era

una venganza.

Cuando le vio llegar a media tarde de ese día sintió una punzada de

temor. Algo estaba pasando en la mansión que de repente se había llenado de

invitados indeseables. Parientes, aldeanos y curiosos recorriendo las salas

como hormigas, mirando aquí y allá. Cualquiera pudo entrar y llevarse a los

niños porque los criados estaban del otro lado de la casa. Ya lo había notado.

Molesta buscó al mayordomo para pedirle que se deshiciera

rápidamente de los aldeanos. No podía permitir que invadieran la mansión,

demasiado daño habían causado ya, no quería verse rodeada de caras

extrañas, curiosas, tal vez bandidos fingiendo estar consternados por la

desgracia que parecía cernirse sobre Garden house.

Cuando el mayordomo escuchó sus quejas se mostró levemente

sorprendido.

—Sólo son aldeanos lady Audrey, los conozco. Jamás le harían daño.

—Por favor señor Thomas, no quiero que haya extraños en la

Page 221: Prefacio de la autora

mansión, son demasiados. Busque la manera amable de sacarles de aquí—

replicó Audrey furiosa.

—Así lo haré, lady Edenbrough.

Audrey se alejaba de los intrusos cuando de pronto notó que alguien

seguía sus pasos. Un hombre alto de cabello oscuro muy corto y mirada

penetrante la miró con fijeza provocándole un gran susto. ¿Quién era ese

sujeto? No le gustó nada su mirada intensa y desconfiada.

Miró a su alrededor y pensó en gritar, pero el desconocido tomó su

mano y le rogó que tuviera calma.

—Tranquila. No le haré daño, lady Audrey. Sus hijos están bien y a

salvo. Lea esta carta y haga lo que dice si quiere reunirse con sus hijos muy

pronto. No le avise a nadie que estoy aquí. Sólo haga lo que le digo y todo

estará bien.

Audrey lo miró aterrada mientras veía que había depositado una carta

en sus manos. Un sobre que contendría instrucciones del raptor.

—Mis niños… por favor… ¿dónde están? —balbuceó.

Él le hizo un gesto de que callara y le sonrió. Algo en su mirada le

resultó familiar.

—Calma lady Audrey, ellos están bien. Pero si desea verlos de nuevo

debe acompañarme ahora. No grite ni le avise a nadie. Sólo venga conmigo.

Page 222: Prefacio de la autora

Verá a sus hijos en un momento.

—¿Y cómo sé que dice la verdad?

—¿Cree que inventaría algo tan serio como esto? Además, él no

quiere su dinero a cambio de liberar a los niños, la quiere a usted preciosa. Si

hace lo que le digo los verá en una hora, si se niega tendrá que quedarse aquí

sin sus hijos. ¿Qué elige, lady Edenbrough?

Audrey quiso protestar, gritar, pero no tuvo coraje. Se trataba de sus

hijos y estaba desesperada.

—¿Quién tiene a mis hijos? ¿Por qué hizo esto? —le preguntó

bajando la voz.

—Pronto lo sabrá lady Audrey, venga conmigo ahora.

—¿Ir con usted, pero a dónde? ¿Qué prueba tiene de que mis hijos

están con usted sanos y salvos?

Él la miró con fijeza y de pronto le entregó un mensaje garabateado

en una tarjeta blanca.

“Gracias por darme dos hermosos niños, preciosa. Hermosa, ¿acaso

pensabas que me había olvidado de ti?”

A.C

Tembló al comprender el mensaje y sintió que su corazón latía

acelerado. Era él, el príncipe…

Page 223: Prefacio de la autora

Miró al desconocido y le preguntó por el príncipe. ¿Acaso él estaba

allí en Garden house?

—Él no está aquí signora, pero muy pronto lo verá a él y a sus hijos.

—Pero es que no puedo irme así, mi esposo ha desaparecido y debo

avisarle a mi cuñado…

—Me temo que no será posible, pero si lo desea, puede empacar lo

que quiera llevarse en una maleta. Hará un largo viaje al extranjero muy

pronto.

—¿Un viaje al extranjero?

—Con su esposo y sus hijos por supuesto. A menos que quiera que el

príncipe se marche solo con los niños.

Audrey comprendió que ese hombre decía la verdad y no estaba

jugando.

Alessandro tenía a los niños, él se los había llevado en venganza por

todo lo que había pasado. Tal vez se enfureció al descubrir que tenía esposo e

hijos y mucho más al comprender que lo niños llevaban el apellido de

Francis, pero tenían su sangre. Edward era idéntico a su padre.

Pero no era su culpa, diablos, no lo era. Él la había dejado sola y

embarazada y su padre… su padre le ocultó que el príncipe fue a buscarla

meses después cuando estaba casada con Francis.

Page 224: Prefacio de la autora

No tuvo tiempo de pensarlo, quería reunirse con sus hijos y con el

hombre que siempre había amado, aunque no sabía qué esperar de ese

encuentro.

—Está bien, iré—dijo.

Y tembló cuando ese desconocido sonrió y miró sus labios. No le

agradaba la forma en que la miraba y cuando la condujo al pasadizo que

conducía a los jardines de atrás comprendió que debió ser muy sencillo para

él llevarse a los niños pues parecía conocer bien la casa y sus alrededores.

—¿Usted se los llevó, no es así? Se llevó a mis hijos—lo acusó.

Él sonrió y dijo una palabra en italiano que no comprendió.

—Fue sencillo, todos estaban distraídos buscando a sir Francis. Pero

no tema, los niños están bien, ni siquiera gritaron. Les pregunté si querían ver

a su padre y me dijeron que sí. Y los llevé con su verdadero padre. La niña es

hermosa, como usted lady Audrey, pero el varón es idéntico a su alteza. Lo

supe en cuanto lo vi ese día. Pero sígame por aquí y cúbrase con esta capa.

Audrey obedeció y luego de cubrirla con una capa él la atrapó y le

dijo al oído:

—Ahora entre al carruaje y no grite, no le haré daño, soy el

responsable de su bienestar bella dama. Pero si grita tendré que amarrarla.

—No gritaré, por favor deje de amenazarme. Ya le dije que iré con

Page 225: Prefacio de la autora

usted, quiero ver a mis hijos.

—Muy bien…

Audrey miró a su alrededor. No había nadie y caminó ese atardecer

con la extraña sensación de que se alejaba de Garden house para siempre. Sin

embargo, eso no le importó porque se reuniría al fin con sus hijos.

Entró en el carruaje envuelta en la capa y notó que había tres hombres

elegantemente ataviados hablando italiano. La saludaron en su lengua y los

escuchó conversar con el joven que la había llevado a ese carruaje.

Miró por la ventanilla y vio la inmensa y cálida mansión de Garden

House iluminada por los rayos de sol de ese atardecer frío de finales de

otoño. Se estremeció al pensar en Francis porque de pronto comprendió que

ningún chantajista lo había secuestrado. Su marido estaba muerto, muerto y

enterrado en algún lugar de esa inmensa propiedad y no tardarían en

encontrarle. Porque eso sospechaba el alguacil y ella creía saber la razón.

Y de pronto sintió la mirada de ese desconocido y lo miró. No tenía el

cabello gris ni los ojos azules como el desconocido que apareció la mañana

en que su esposo desapareció, sino que su cabello era castaño y sus ojos muy

oscuros. El carruaje arrancó a gran velocidad y ella le preguntó:

—¿Usted sabe dónde está mi esposo?

Su pregunta debió sorprenderle porque Audrey notó la mirada de

Page 226: Prefacio de la autora

miedo que le provocó la mención de Francis.

—En realidad no lo sé, hermosa. Pero no creo que al príncipe le

agrade que le hable de él.

—Miente. Usted sabe qué le pasó. Por favor, necesito saber la verdad.

La mirada del hombre cambió.

—Es que no sé dónde está. Mi misión era raptar a los niños y a usted

ese día, pero algo salió mal y tuve que irme sin usted. Ese no era el plan

original, el príncipe no quería causarle esta angustia al llevarse a sus hijos sin

avisar, pero luego debí tardar en regresar por el revuelo que provocó la

desaparición de los niños.

—¿Y qué hizo con mi esposo?

—Nada signora, no sé lo que el pasó, de veras. Su alteza dijo que se

había fugado. Pero deje de pensar tanto en su esposo, al príncipe no le

agradará eso. Es un hombre celoso y tiene heridas en su corazón que sólo

usted podrá sanar. Pero no lo culpe de la desaparición de sir Edenbrough, él

no lo hizo. De haber querido matar a su marido lo habría retado a duelo como

un caballero, porque eso era lo que él deseaba hacer. Pero entonces el señor

de Garden House se esfumó como un fantasma y lo arruinó todo de nuevo.

Imagino que su esposo tendría otros enemigos.

—Mi esposo no tenía enemigos, señor. Era un hombre bueno y debo

Page 227: Prefacio de la autora

saber lo que pasó, no puedo marcharme así sin saber.

Audrey hablaba en voz alta, no esperaba que ese hombre entendiera

sus sentimientos, él era leal al príncipe y ¿por eso le defendía, pero diría la

verdad?

Porque el príncipe tenía muchas razones para odiar a Francis y querer

vengarse, pudo hacerlo, pero… no lo mataría. Eso era algo cruel y terrible. Él

no sería capaz… ¿Y si fue un accidente, si cayó del caballo y nadie había

encontrado su cuerpo todavía?

Ella apartó esos pensamientos tristes de su mente, no quería pensar en

eso. Era tan triste y sin embargo quería saber la verdad, quería saber qué le

había pasado a Francis.

*************

Tardaron horas en llegar a destino y con los últimos rayos de luz

fueron guiados hasta una residencia campestre que a simple vista parecía

desierta. Audrey tembló de la emoción al pensar que al fin se reuniría con sus

niños.

Pero entonces lo vio a él y todo cambió.

—Audrey—dijo el príncipe y sus ojos la miraron con fijeza sin poder

disimular la emoción que lo embargaba.

Ella se acercó despacio y se detuvo frente a él sintiendo su corazón

Page 228: Prefacio de la autora

latir acelerado. Tuvo la sensación de que todo era un extraño sueño.

—Alessandro. ¿Por qué hiciste esto? ¿Sabes la angustia que me has

causado estos días? ¿Dónde están mis hijos? —dijo luego.

Él sostuvo su mirada y sonrió levemente.

—Lo siento, preciosa, no quise que fuera así pero no tuve alternativa.

Por favor, ven, siéntate.

Audrey obedeció y preguntó por los niños quería verlos, estaba a

punto de llorar y sin embargo la emoción de ver al hombre que tanto había

amado en el pasado hacía que su angustia se esfumara.

—Tranquila. Los niños están durmiendo ahora, ven…—dijo y la

llevó hasta la habitación donde dormían sus hijos.

Ambos se detuvieron para mirarles, pero ella se acercó y besó sus

cabecitas y lloró de la emoción, no pudo evitarlo. Todavía estaba resentida

por lo que le había hecho y lo miró.

—Fuiste muy cruel, Alessandro… Pudiste venir a Garden house y

hablar conmigo. Yo os habría atendido, pero raptar a mis hijos fue una

maldad.

Él la miró con una expresión extraña.

—Son mis hijos también y tú eras mi esposa Audrey.

Esas palabras la hicieron sonrojar mientras luchaba por contener las

Page 229: Prefacio de la autora

lágrimas.

—Pero eso no te impidió casarte con Sir Edenbrough. Cuando os

escribí ya era tarde, ¿verdad?

—Esa carta nunca llegó a mis manos… supe de ella hace meses,

cuando mi padre murió, él me contó la verdad.

—¿La verdad? ¿Cuál verdad?

Audrey le habló de la carta.

—Vaya… ¿entonces os dijo que había anulado nuestro matrimonio

para que pudierais casarte con el perfecto marido inglés?

—Es que hubo una confusión, él pensaba que tú eras casado y que

erais el príncipe regente.

—Por supuesto que te dijo esas cosas para separarnos. Tenía

poderosas razones para hacerlo.

—¿Cuáles razones?

—Tu padre estaba arruinado Audrey, iba a perder Elendale y

necesitaba que te casaras con Francis. Y supongo que tu preñez precipitó el

matrimonio.

Audrey se sonrojó.

—Yo no lo sabía, nunca supe eso… esperaba tanto que me

escribieras, que vinieras a buscarme. Sé que lo hiciste, mi padre lo dijo en

Page 230: Prefacio de la autora

una carta.

Audrey sintió que temblaba, no podía creer que su padre hiciera eso,

que la casara con Francis para salvar Elendale. Le costaba creer que esa fuera

la razón.

—Nos separó Audrey y nunca voy a perdonarlo y, sin embargo, luego

de su funeral supe cuál era tu apellido de casada y pude encontrarte. ¿No es

irónico? Nunca dejé de buscarte, aunque creyera que tú no querías saber nada

de mí porque tenías otro esposo. Jamás perdí las esperanzas, ¿sabes? Y

cuando comencé a sospechar que los niños eran míos, cuando los vi ese día

en Garden house.

—¿Fuiste a Garden house? Pero nadie me avisó.

Él la miró con fijeza.

—Fui varias veces, pero me prohibieron acercarme a ti. Francis. Por

supuesto, os ocultaron muchas cosas Audrey. Vuestro esposo también os

mintió.

—¿Mi esposo mintió? ¿Por qué lo dices?

El príncipe asintió.

—Él y vuestro padre mantenían una asidua correspondencia luego de

la boda, luego de mi visita a Elendale. Francis sabía que os había buscado y

también sabía que nuestra boda era tan legal que la suya podía ser anulada.

Page 231: Prefacio de la autora

En realidad, él no legalmente tu esposo ahora porque tengo conmigo una

copia del acta de ese día firmada y legalizada por el arzobispo de Arezzo.

Ella tomó el acta y tembló al leer la fecha y lamentó que él no hubiera

ido antes a buscarla. No se habría casado nunca con Francis. Qué injusticia.

Tanto tiempo separados y ahora que estaban juntos… el príncipe parecía

enojado, y ella demasiado emocionada para hablar.

—No lo sabía… pensé que esa boda era falsa porque tú ya estabas

casado. Si al menos hubiera leído tu carta…

—Te escribí muchas veces y sólo recibí una respuesta… que imagino

que no la escribiste tú, ¿verdad?

—No. No fui yo. Jamás recibí una carta, esperé tanto que me

escribieras, día tras día…

Él le mostró la carta en cuestión y Audrey leyó las primeras líneas

sintiendo que los colores le subían al rastro de la indignación. No podía ser.

Era una fría carta de desdén en la cual le decía adiós al único hombre que

había amado.

“Señor Castiglione:

Lamento decirle que las cosas han cambiado mucho los últimos

meses y ya no deseo seguir con nuestra amistad. Acabo de casarme con un

caballero de corazón noble y por primera vez en mi vida siento que amo y

Page 232: Prefacio de la autora

soy correspondida en mi amor. Por eso le ruego que deje de importunarme

con sus cartas.

No piense que le guardo rencor, a pesar de haberme roto el corazón

hace meses, ya le he perdonado por eso, pero debo recordarle que usted no ha

sido sincero conmigo, usted sólo me arrastró a una boda falsa para tomar lo

único que deseaba de mí y luego se marchó dejándome triste y desolada.

Ahora soy tan feliz que ya no siento rencor por lo que me hizo, al

contrario, creo que luego de lastimarme fui capaz de valorar y enamorarme

del único hombre que merece mi amor, señor Castiglione. Y ese hombre no

es usted sino mi esposo. Déjeme ser feliz y olvídese de mí.

Ahora le pediré un último favor: le ruego que comprenda y se aleje de

mí pues no deseo recibir más cartas. Espero que esta vez sea capaz de actuar

como un caballero y respete mi decisión, se lo ruego, si todavía queda algo

noble en usted, no vuelva a escribirme.

Le deseo lo mejor señor Castiglione”.

Audrey Briston

Leerla la hizo sentirse enferma de rabia y dolor y no pudo aguantar

las lágrimas de impotencia. Ahora entendía muchas cosas, su padre había

sido tan cruel pues hasta la letra era parecida a la suya. Entonces lo miró con

intensidad y dijo:

Page 233: Prefacio de la autora

—Yo no la escribí, jamás lo hice… Mi padre lo hizo, él me lo confesó

y estas son sus palabras, lo que pensó siempre de nuestro amor y lo que

esperaba que pasara al casarme con Francis. Él quería que yo lo amara, que

valorara su fidelidad y amor pero jamás pude hacerlo. Jamás pude querer a

Francis como lo amé a usted señor Castiglione… Le juro que yo no sería

capaz de escribir una carta tan cruel como esta. Le aseguro que yo rogaba

por recibir un mensaje de usted que me diera esperanza Alessandro… una

carta, un simple presente que me hiciera sentir que todavía te acordabas de

mí. De haber sabido jamás me habría casado con Francis. Lo hice obligada

por mi estado, me asusté, estaba esperando un hijo suyo fruto de nuestra

pasión y no quería que naciera fuera del matrimonio.

—Sí, lo sé… supe que esa boda fue precipitada, pero al principio no

supe qué pensar. Leer esta carta me rompió el corazón Audrey y en realidad

podía entender que estuvieras enfadada, pero saber que te habías casado con

otro me enfureció, lo confieso. Me sentí loco de celos que en tan poco tiempo

decidieras casarte con otro. Imaginé que estabas herida por haberte dejado esa

noche y por haber tardado tanto en escribirte y lo entendí.

El príncipe se acercó y la tomó entre sus brazos sin dejar de mirarla

con intensidad.

—Nunca dejé de pensar en ti, Audrey… ¿acaso creíste que te había

olvidado? ¿Pero qué crees que sentí cuando leí esto, preciosa? Me rompió el

Page 234: Prefacio de la autora

corazón y, sin embargo, a pesar del dolor y mi orgullo fui a verte, fui a

Elendale a hablar contigo y con tu padre, pues tuve la esperanza de hacerte

cambiar de idea. Entonces tu padre me dijo cosas muy crueles. Estaba furioso

y me prohibió acercarme a ti. Tú ya estabas casada con Francis y esperabas

un hijo suyo… te habías casado hacía tres meses y pensé que no querías

verme.

—Nadie me lo dijo, me mintieron… todo el tiempo. Yo habría

corrido a tu lado, lo juro, lo habría hecho. Me moría por verte y todo este

tiempo jamás dejé de pensar en ti Alessandro. Nunca pude olvidarte… por

más que me dijeran que tenías esposa…

—Tú eras mi esposa, y debí reclamarte, debí hacerlo… fui tan tonto y

orgulloso. Pero cuando supe que los niños eran míos… cuando los vi un día

decidí luchar por ti. O robártelo si te negabas a venir conmigo. Por eso los

rapté. No sabía si tú querías volver a verme, preciosa.

Y luego de decir eso atrapó sus labios y le dio un beso ardiente y

apasionado. Un beso que la hizo temblar de la emoción. Era tan feliz, él era la

felicidad que le había sido arrebatada esa noche y durante tantos años.

—No debiste hacerlo, casi me vuelves loca de dolor. Adoro a los

niños—dijo ella y lloró, lloró mientras él en un arrebato la llevaba a la

habitación contigua para besarla y arrastrarla a la cama nupcial.

Page 235: Prefacio de la autora

Ella lo miró emocionada y mareada por un deseo intenso.

—Perdóname, hermosa. Lo siento. No quise que fuera así…sé que no

debí raptar a los niños así, pero llevo meses tratando de acercarme a ti, meses

buscándote. Sabía el nombre de tu esposo sí pero no sabía dónde vivías —le

respondió él mientras volvía a besarla con desesperación.

—Eres mi esposa, preciosa, tú eres mía y me perteneces, ese

matrimonio no fue más que una celebración apócrifa y maldita. Tú nunca

dejaste de ser mi esposa—le dijo mientras le quitaba el vestido lentamente y

no dejaba de mirarla, de besarla y atraparla entre sus brazos con fuerza, como

si temiera que ella pudiera escapar. Audrey no quería escapar y cuando la

desnudó se entregó a él sin reservas, entre lágrimas y desesperada por sentirle

en su interior.

Temía que fuera un sueño, estar fundidos en un abrazo era más que

un sueño para ella, la sensación era tan hermosa y embriagadora.

Nunca había sido así con su esposo, jamás sintió tanto fuego en su

interior ni ese amor en su corazón. Lo amaba, lo adoraba como el primer día,

y como la primera noche de amor se entregó a él por completo y sin reservas

y fue más de una vez. Hasta sentirse llena de él, inundada con su simiente,

completa con su virilidad en lo más profundo de su ser…

No hacían falta palabras, sólo hacer el amor y estar en esa cama

Page 236: Prefacio de la autora

abrazados, tan apretados.

—Te amo preciosa, siempre te he amado, y lo que demoré en

encontrarte fueron las malditas piedras que otros pusieron en mi camino… te

escondieron, te llevaron al último confín para que no pudiera encontrarte,

pero de todas formas te encontré. Y sabía que cuando eso pasara te llevaría

conmigo, quisieras o no… porque eres mi esposa, mía—le dijo al oído y

luego le dio un beso ardiente y desesperado.

Audrey lo detuvo y lo miró.

—Siempre te amé… nunca pude olvidarte, a pesar de las dudas y de

mis miedos jamás perdí la esperanza de encontrarte un día… y ahora siento

que es un sueño, no puedo creerlo y temo despertar y que tú…

—No temas, estoy aquí y me quedaré contigo para siempre… te

aseguro que nadie podrá separarnos ahora. Nunca más podrían.

Ella pensó en Francis y tembló, pero no se atrevió a mencionarle.

Sólo quería dormirse abrazada a él esa noche y siempre.

Page 237: Prefacio de la autora

El primer amorDespertó sintiendo tanta paz, estaba desnuda en su cama rodeada por

sus brazos y él la miraba con intensidad. Era tal cual lo recordaba no… era

mucho más guapo. Y al parecer había despertado antes porque estaba allí

observándola.

—Buenos días preciosa, dormías como un lirón, tan profundo que

sentí pena de despertarte, pero es tiempo de partir.

Audrey se incorporó mientras se cubría con la manta.

—¿Nos iremos hoy? —quiso saber.

Él asintió y la envolvió entre sus brazos para besarla, para acariciarla.

—Te has convertido en una hermosa mujer, Audrey—le dijo al oído

—Y no quiero estar un solo día más sin ti.

—Pero Francis… los niños. Debo avisar en Garden house que ellos

están bien.

Su mirada cambió ante la mención de Francis.

—Nunca más podrá acercarse a ti, cielo. Está muerto… pero él lo

quiso así.

Audrey tembló al oír sus palabras.

—¿Dónde está Francis? ¿Qué pasó con él? ¿Acaso tú lo sabes?

Page 238: Prefacio de la autora

Todo el momento de magia había pasado y ahora se sentía arrojada al

abismo del miedo y la duda.

—Murió durante el duelo preciosa. Lo siento. No quise matarlo, pero

de haber vivido jamás nos habría dejado en paz. Él también nos separó y no

me dejó acercarme a ti hace semanas. Juró que me mataría… quiso hacerlo,

pero en el duelo no tendría oportunidad.

—¿Entonces celebraron un duelo? Pero está prohibido aquí, la reina

ha amenazado con enviar a prisión a quienes celebren duelos clandestinos.

—Sí, eso me dijeron, por eso debimos planear todo con mucho

cuidado.

—¿Cuándo pasó eso?

—Hace unos días en Derbyshire. Él acudió con su padrino y yo con

mi escolta. Nos reunimos al amanecer y todo fue como lo acordado.

—Pero nadie me avisó de ese duelo, cómo pudo…él desapareció,

hace días que se fue de la granja y no ha regresado.

—Edenbrough sabía que yo estaba cerca y quiso alejarme,

convencerme de que me alejara. Él siempre estuvo alerta de mi regreso

porque sabía que su matrimonio corría peligro.

Audrey recordó esa extraña carta fechada de hacía unos meses. Ahora

entendía que alguien debió poner sobre aviso a su esposo sobre la llegada del

Page 239: Prefacio de la autora

príncipe a Inglaterra. Debió estar muy alerta.

El príncipe la distrajo de sus pensamientos.

—Parecía que la tierra te había tragado, sabía que te habías casado en

secreto, sin ceremonias, pero no podía encontrarte. Garden house fue una

prisión, un lugar recóndito inaccesible para quienes no conocieran bien el

camino. Ni siquiera sabía que estabas allí, todos creían que vivías en la

mansión ancestral de la familia Edenbrough. Spring Cottage.

Ella sabía que decía la verdad, pues durante años vivió recluida en la

mansión campestre y su cuñado había dicho que le sorprendía que su

hermano quisiera vivir en un lugar tan alejado cuando ninguno de sus

familiares había querido vivir allí.

—Dijo que me mataría y yo lo reté a duelo y él aceptó. Ignoro qué

ocurrió después, pero vi su cuerpo inerte en la hierba y doy fe de que murió

por un disparo en el corazón. No tuvo oportunidad, siempre he tenido muy

buena puntería, pero quería hacerlo… él te robó de mi lado Audrey, lo hizo, y

disfrutó de todo lo que debía ser mío. Eran mis hijos, mi esposa, no tenía

derecho a robarme la felicidad.

Audrey comprendió que era un duelo de honor y ninguno estaría

dispuesto a renunciar a él. La intención de Francis fue matar al príncipe, pero

algo salió mal y al final él terminó muerto.

Page 240: Prefacio de la autora

—Pero lo dejaron en Derbyshire?

—No. Se llevaron su cuerpo en un carruaje. Su padrino dijo que

avisaría Audrey, no sé por qué no lo hizo. Debían enterrarlo en el mausoleo

familiar supongo, pero como su muerte fue durante un duelo imagino que

quisieron evitar el escándalo.

—Entonces debo avisar, debo hablar con el hermano de Francis.

Durante días lo han buscado por todas partes y deben enterrar a su hermano.

—Deja de preocuparte por ese maldito. Sólo hizo daño confabulado

con vuestro padre. Ellos siempre estuvieron pendientes de mi regreso y

planeaban quitarme del medio. Vuestro padre anuló nuestra boda, destruyó el

acta pero yo tenía una copia de resguardo. Debí venir aquí antes pero pensé

que tú… temí que realmente me hubieras olvidado y sin embargo, no lo creía

y quise oírlo de tus labios, preciosa. Pero saber que esos niños debían ser

míos me hizo cambiar los planes, estaba furioso y nada impediría que me los

llevara ese día.

Audrey lo miró mientras se vestía con prisa. Él la ayudó a ajustar a

prender los minúsculos botones del corsé.

—Antes de partir, necesito enviar un mensaje a Garden house y

decirles que estoy bien, los niños y yo, Alessandro, no puedo irme así. Hace

días que buscan a Francis y deben saber lo que pasó.

Page 241: Prefacio de la autora

—Si dices algo me acusarán de asesinato, ¿pues quién creerá que un

caballero tan respetable como sir Francis murió durante un duelo de honor?

Audrey comprendió que estaba acorralada, tenía razón. Acusarían al

príncipe de haber matado a su marido para poder llevársela.

—Pero debe ser sepultado, esto no puede quedar así…

—No hay tiempo cielo, tenemos que partir. Es tiempo de enterrar a

los que tanto daño nos hicieron no lo crees? No tenían derecho… sé que tu

padre me odiaba por lo que hice, pero fue demasiado soberbio para perdonar

y tomó decisiones que no le correspondían. Tú eras mi esposa y os diré más,

él os mintió. Soy príncipe de Arezzo, pero nadie debía saber que estaba aquí

porque eran tiempos violentos y muy inseguros en mi país. Hubo un complot

para derrocar a mi primo, para asesinarle y todo fue descubierto y sofocado

meses después de mi regreso. Pero no habría sido seguro llevarte conmigo,

por eso no lo hice.

Audrey lo miró fijamente.

—¿Por eso me dejaste en Elendale esa noche?

Él asintió.

—Y porque mis padres querían forzarme a una boda, creían que si mi

primo era asesinado como se sospechaba que pasaría, debía estar preparado

para sucederle. En mi reino los príncipes son los herederos de sangre más

Page 242: Prefacio de la autora

jóvenes y mi padre era muy anciano para suceder al príncipe regente.

—¿Entonces os casasteis con otra mujer?

El príncipe lo negó.

—No, no lo hice. Tú eras mi esposa, ¿cómo crees que podía casarme

con otra mujer? Jamás lo habría hecho, pero debía mantenerte oculta porque

no quería que sufrieras ningún daño. Ahora todo ha cambiado, los rebeldes

han sido encarcelados y se sospecha que todo fue tramado por uno de mis

primos, pero como es de sangre real no puede ser juzgado, aunque sí ha

perdido el rango y fue exiliado del reino.

Ahora entendía por qué la había abandonado esa noche y también por

qué nunca había podido olvidarle, porque él tampoco lo hizo. Nunca dejó de

buscarla ni perdió la esperanza de un día poder llevarla a su país.

Audrey fue a ver a reunirse con sus hijos y los encontró muy

tranquilos en una habitación, mientras una criada los alimentaba con leche

caliente y galletas. Al verla entrar corrieron a su encuentro felices.

—Mamá…—gritaron a coro.

Pero luego preguntaron por su padre. ¿Dónde está papá?

No fue sencillo para ellos, jamás debieron ser raptados ese día,

estaban nerviosos y asustados.

Audrey trató de hablar con ellos y calmarles, dijo que harían un viaje

Page 243: Prefacio de la autora

primero y nada más. No quería mentirse diciéndoles que pronto verían a su

padre ni que volverían a casa. Estaban demasiado asustados y necesitaban

tiempo para adaptarse a su nueva vida y a comprender que tenían otro

padre…

********

A media mañana partieron al reino de Arezzo. Fue un viaje largo e

incómodo y Claire no dejaba de llorar y hacer berrinches por todo, furiosa de

ver un lugar que no se parecía en nada a Garden house pues era mucho más

boscoso y a lo lejos se veían las montañas. La niña comprendió que no

regresaban a su casa y le molestaba mucho que su madre dijera que ese

hombre extraño era su nuevo padre. Ella empezó a exteriorizar el miedo que

ese hombre le inspiraba y cada vez que le tenía cerca corría o se escondía tras

las faldas de su madre como un cachorrito asustado. Su hermano mellizo no

le temía, al contrario, pronto demostró admiración por su padre extranjero.

Audrey trató de consolar a su hija y tratar de hacerle entender que

Alessandro era su padre ahora y que no podrían regresar a Garden house,

pero la niña volvió a llorar y estuvo de un humor imposible los días

siguientes.

El castillo del príncipe en lo alto de un promontorio era un lugar

antiguo y oscuro, mucho más antiguo que Elendale y distinto, era

auténticamente medieval y Claire miró a su alrededor asustada con la carita

Page 244: Prefacio de la autora

roja luego de haber llorado todo el viaje.

Audrey intentó consolarla y Alessandro le obsequió una muñeca y

otros juguetes para conquistarla.

La niña tomó la muñeca y la miró sorprendida, era preciosa y tenía el

cabello rubio, ensortijado y grandes ojos azules fríos pero muy bellos. El

vestidito azul era de fino terciopelo y era una réplica de uno real. Claire miró

al príncipe ceñuda y luego se entretuvo mirando la muñeca.

Audrey sonrió y miró al príncipe que miraba a ambas.

—Necesita tiempo… todo es nuevo para ella—le dijo.

El príncipe se acercó y la miró.

—Sí, supongo que también todo es nuevo para ti—le respondió.

Ella se sonrojó al sentir su mirada pues nada más entrar un ejército de

sirvientes le rindieron homenaje como la nueva señora del castillo de

Piamonte y luego quien sería su doncella la condujo a sus aposentos

nupciales.

Audrey sonrió al ver esa inmensa cama con dosel a la distancia pues

supo que luego harían el amor con el príncipe.

De pronto notó que el príncipe se alejaba y sus hijos jugaban felices

con los juguetes nuevos. Claire parecía más calmada pero no dejaba de

preguntar cuándo volverían a casa, como si estuvieran de viaje. No podía

Page 245: Prefacio de la autora

culparla, tenía tres años y en su cabecita era muy difícil de asimilar que

acababan de mudarse a otro país porque su madre tenía un nuevo esposo que

además se convertiría en su nuevo papá.

Necesitarían tiempo. Todos lo necesitarían…

*********

Audrey tuvo que aprender clases de italiano y sus niños también, pero

como tenía ciertos conocimientos de italiano y francés le fue muy fácil

aprender.

Claire tardó una semana entera en calmarse, pero seguía teniendo

miedo al príncipe y no creía que fuera su padre. Edward en cambio, seguía a

su padre a todas partes encantado de ser incluido en los paseos y viajes del

príncipe, lo que despertó la ira de Claire y su tristeza al verse apartada de su

querido hermanito que hasta el momento siempre había hecho su voluntad.

Audrey sonrió feliz cuando vio a su pequeño niño montado en el

caballo de su padre, un semental gris pura sangre inglés irónicamente. En el

castillo había muchos caballos de raza inglesa, pero a ella nunca le había

gustado montar, sabía reconocerlos porque su padre sí había sido un

coleccionista de pura sangre que reservaba para partidas de caza cuando sus

amigos le visitaban en el castillo. El príncipe estaba encantado con sus hijos y

se veía muy orgulloso paseando a su primogénito por todas partes, pero

Page 246: Prefacio de la autora

también se esmeraba por conquistar a Claire, pero no era sencillo. La niña

todavía le tenía miedo, pero al menos estaba más tranquila.

Audrey tomó la manito de su hija y salieron juntas a recorrer los

jardines. A pesar del frío era un día hermoso y las nubes blancas cubrían

apenas el cielo azul de Arezzo. La niña se le había pegado mucho más que

antes y solía buscarla a toda hora pues extrañaba y ahora iba de su mano

sosteniendo la muñeca rubia que le había obsequiado el príncipe.

Parecía más tranquila y animada mientras le hablaba de su muñeca,

pero cuando vio acercarse a su padre su expresión cambió y lo miró ceñuda.

—Tranquila Claire… es tu papá y te ama—le dijo Audrey sabiendo

que no era sencillo para su hija entender eso ni nada de lo que había pasado el

día que fueron llevados por la fuerza de Garden house.

Audrey sabía que ese había sido el principal error que cometió el

príncipe, raptar a sus hijos porque los niños debieron estar aterrados cuando

ese grupo de hombres se los llevaron a la fuerza de su hogar.

Claire miró a su madre muy seria.

—Él no es mi papá—dijo con mucha firmeza.

—Claire, sí lo es… El príncipe es tu papá y te ama, te ama a ti y a tu

hermanito.

La niña puso cara de enfurruñada y vio al príncipe acercarse en el

Page 247: Prefacio de la autora

caballo con su hermano Edward demasiado mortificada para decir algo,

mortificada por el miedo y los celos que esto le provocaban.

Alessandro sonrió al verlas y se acercó para saludarlas. Sus ojos se

detuvieron en la niña y luego en Audrey. Ella sintió su mirada y se sonrojó.

Una criada se llevó a la niña de regreso al castillo y Audrey dio un

paseo junto a su esposo por los jardines.

Hacía frío pero el cielo de Arezzo era increíble, no había niebla ni

días grises, siempre salía el sol y las nubes eran blancas y ligeras. Audrey

pensó que era un lugar encantado, como de leyenda.

—¿Eres feliz, preciosa? —le preguntó él al verla sonreír.

Caminaban tomados de la mano y ella lucía ahora una sortija de

bodas con un inmenso diamante distinta a la anterior. Ella se detuvo y lo

miró, acababan de llegar al lago y era un lugar hermoso, se llamaba el lago de

azul porque siempre reflejaba el color del cielo de ese país y al parecer había

muchas leyendas sobre ese lago. Historias de fantasmas y apariciones que el

príncipe le había contado nada más llegar al castillo.

—Por supuesto que sí… esto parece un sueño para mí. Temo

despertar y que…

Temía que alguien pudiera encontrarla, que supieran que había huido

a Arezzo. La sombra de su pasado la acosaba a veces, a pesar de que luchaba

Page 248: Prefacio de la autora

por apartar esos temores.

Y como si leyera sus pensamientos él la envolvió entre sus brazos y le

dio un beso suave.

—Es real, estoy aquí—le dijo luego—Y nadie podrá separarnos

jamás.

Ella se sonrojó al sentir sus besos, se moría por estar con él y cuando

tomó su mano y la llevó a sus aposentos no se resistió. No podía olvidar que

habían hecho el amor sin parar desde su llegada al castillo y esa noche no fue

la excepción, pues luego de asearse y preparase para irse a dormir, llegó el

príncipe de repente, sin hacer ruido y besó sus labios con suavidad.

—Estás preciosa, cielo, te has convertido en una hermosa mujer—le

susurró luego al oído.

Él la envolvió entre sus brazos y la besó y le hizo sentir cuánto la

deseaba.

Ella gimió al sentir sus besos resbalar por su cuello mientras sentía

que la apretaba con su pecho con un deseo hambriento y desesperado

—Audrey te amo y nunca dejé de pensar en ti y no me importó

esperar porque sabía que un día volverías a mi lado, lo sentía… siempre lo

supe—dijo.

Ella se emocionó al oír sus palabras.

Page 249: Prefacio de la autora

—Y yo nunca dejé de soñar contigo, siempre te he amado

Alessandro. Y si me casé con Francis fue…

Él quiso evitar que hablara de él, pero ya era tarde, Audrey necesitaba

abrir su corazón y confesarle esa pena que llevaba dentro.

—Él era mi mejor amigo, nada más, le quise como amigo, pero no

podía soportar que me tocara, fue un tormento y no… no podía dejar de

pensar en ti, de desear que fueras tú.

Su mirada cambió y notó que se ponía celos picado por los celos.

—Él ya no existe Audrey, deja de pensar en él, te robó de mi lado y

también robó nuestra felicidad, pero ya no está ni podrá hacernos más daño.

Nunca más.

—Sólo quería que supieras que nunca te olvidé… aunque mi padre

dijera esas mentiras y te acusaran de haberme seducido, nunca pude

convencerme de eso ni quitarte de mi corazón ni de mis pensamientos. Creo

que te amé en el instante en que te vi y sentí tu mirada y todo este tiempo he

estado triste sin ti, es la verdad. Tenía una pena que sólo tu regreso podía

aliviar, y cuando os vi creí que era un sueño, no podía creerlo… pero estaba

angustiada por la desaparición de mis hijos, por lo que había pasado antes.

Yo no sabía que Francis fue capaz de hacer lo que hizo, jamás lo habría

imaginado que un hombre como él… siempre creí que era un buen hombre de

Page 250: Prefacio de la autora

noble corazón y pensar que pudo matarte para que no te acercaras a mí… es

horrible.

—Era un maldito farsante, tras esa fachada de hombre bueno y

respetable se escondía un loco manipulador, Audrey. Hizo todo por

separarnos, desde el principio, pero tu padre lo ayudó. Ambos son

responsables. Pero es tiempo de dejar atrás el pasado y comenzar nuestra

nueva vida juntos. Sin enemigos, sin intrigas ni maldades. Es lo que más

desea mi corazón Audrey, lo que siempre soñé, pero la circunstancias nos

separaron. También fue mi culpa… debí llevarte conmigo ese día, debí

hacerlo. Dejé una carta para decirte la verdad, para explicarte por qué no

podía llevarte conmigo y otra a tu padre, pero tú nunca supiste de esa carta ni

de las otras que te escribí. Y pensabas que te había abandonado, no te culpo

por ello, pagué muy caro mi error, pero quiero que sepas que lo hice para

protegerte, Audrey. No imaginaba que usarían eso en mi contra, pero no

podemos cambiar lo que pasó… comprendo que mis celos me cegaron mucho

tiempo y que pensé que tú me habías olvidado, todos decían que eran un

matrimonio feliz y eso me alejó de ti. Pero no me rendí y cuando supe de los

niños, cuando te vi allí con los niños supe la verdad y decidí raptarte, tú eras

mi esposa demonios, y por más que no me amaras te obligaría a volver a mi

lado en venganza por haberme ocultado el nacimiento de mis hijos. Iba a

raptaros ese día con ellos, pero algo salió mal, mis hombres no pudieron

Page 251: Prefacio de la autora

llevarte. No quise que se llevaran a los niños, sabía que eso te provocaría

mucho daño y me odiarías, pero lamento que fuera así. Perdóname…

Ella sintió una emoción muy intensa al oír sus palabras.

Por supuesto que lo perdonaba. La había encontrado y al fin podrían

estar juntos. Era su esposo ahora como siempre había soñado.

El príncipe avanzó y se detuvo frente a ella para tomarla entre sus

brazos con mucha suavidad. Audrey se estremeció cuando atrapó sus labios

en un beso apasionado y luego la llevó lentamente a la cama para desvestirla

lentamente. El anhelado momento de pasión había llegado…

A pesar de que se entregaba a él sin vacilar, al principio era tímida,

pero su timidez desapareció cuando él la desnudó y se detuvo para

contemplarla completamente embelesado.

—Hermosa… eres perfecta para mí, tan bella y delicada—dijo y

atrapó sus pechos y los besó con desesperación mientras se desnudaba con

prisa.

Estaba tan desesperado que su miembro erguido entró en su vientre

poco después mientras suspiraba de placer y caía sobre ella apretándola

contra la cama.

Audrey sintió que todo su ser añoraba esas caricias, le añoraba a él en

su cuerpo y un deseo furioso la envolvió y lo abrazó con fuerza deseando que

Page 252: Prefacio de la autora

la hiciera suya, que la rozara una y otra vez. Deseaba tanto que esas noches

de pasión dieran su fruto, deseaba tanto estar nuevamente embarazada de él,

del único hombre que había amado en su vida.

Él la miró con fijeza y atrapó su boca con desesperación, atrapó su

boca y luego sintió que sus labios la llenaban de besos y se inclinaba para

sentir su respuesta, para devorarla y hacerla gemir de placer… quería besar su

vientre y se apartó de ella para hacerlo.

Ahora estaba desesperada porque la hiciera suya y se lo suplicó, el

príncipe se detuvo y sonrió.

—Por favor—le rogó ella—Regresa, ven aquí—dijo con el corazón

palpitante y suspiró al sentir que entraba en su vientre de nuevo y la llenaba

con su miembro húmedo por la excitación de sus caricias. Ahora se sentía

plena y colmada, satisfecha de sentir ese contacto tan íntimo y profundo.

Nunca había sido como esa noche, por más que su esposo se esmeró en que

disfrutara la cópula, lo hacía para complacerle o por necesidad, el sexo había

sido una forma de calmar su tristeza y angustia por la ausencia de su amado,

pero ahora era la fiesta del amor y la pasión y cuando la llenó poco después

con su simiente sintió que era lo máximo. Cuando derramó su semilla

expulsada hacia lo más profundo de su cuerpo pensó que no había sensación

más placentera que esa.

Y todavía fundidos en ese apretado abrazo Audrey lloró emocionada

Page 253: Prefacio de la autora

y le dijo cuánto lo amaba.

—Te amo con toda mi alma, Alessandro. Siempre te he amado y fui

tan desdichada sin ti—le dijo en un susurro.

Él sonrió y le dio un beso apasionado y rodaron por la cama para

hacer el amor de nuevo. Porque una vez nunca era suficiente. Ahora que eran

nuevamente marido y mujer nada los detendría…

************

Hacía el amor casi a diario y como hacía frío era una buena excusa

para quedarse hasta tarde en la mañana haciendo el amor o en las tardes

grises y frías mientras los niños dormían y todo el castillo estaba sumido en

un silencio tan lleno de paz.

Ahora se sentía su mujer, su esposa, no sólo por un papel que había

sido legalizado meses atrás, eran esos encuentros apasionados que la llenaban

de bienestar y los unía como si el tiempo no hubiera pasado, como si se

hubieran separado ayer. Y descubrió qué distinto había sido dormir con

Francis en el pasado, ahora sentía rabia al pensar en todos esos años que

estuvieron separados por culpa de su padre, pero no sentía rencor, lo había

perdonado.

La había separado del hombre que amaba y había arruinado su

felicidad, porque ella nunca había podido ser feliz con él. Nunca había

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podido olvidar su primer amor y ahora sentía rabia y tristeza al pensar en su

pasado, en esos años que estuvieron separados. Pero ahora eran tan felices…

disfrutaban cada día como si fuera el último. Cada día era especial y

diferente.

Jamás se negaba a él, no inventaba excusas como en el pasado. Ni

siquiera cuando una mañana descubrió que acababa de tener la regla. Pero se

lo dijo.

Él sonrió y no dejó de desnudarla y acariciarla.

—No me importa cielo… me muero por hacerte mía—le dijo al oído

y momentos después entraba en ella y la llenaba con su miembro. Audrey

gimió sintiendo cuánto deseaba que lo hiciera, su deseo por él era inagotable

como un volcán, era fuego y pasión. En su cama nada estaba prohibido como

él dijo él su primera noche de amor hacía años y tenía razón.

Sin embargo, luego de hacer el amor por segunda vez esa mañana su

regla desapareció y pudieron retomar la intimidad días después.

Estaban en plena luna de miel, disfrutando del amor por primera vez

cuando recibieron la visita inesperada de donna Letizia, madre del príncipe.

Audrey comprendió que algo no iba bien cuando la dama de unos

cincuenta años irrumpió en el salón comedor con su porte regio y la mirada

aquilina y maligna mirándola a ella y a los niños como si fueran intrusos. Se

Page 255: Prefacio de la autora

encontraban almorzando y ella pensó que sería buena idea que los niños

compartieran almuerzos y cenas con sus padres, para que no se sintieran

apartados, no era lo que se estilaba entonces, pero a Audrey no le importó

que hubiera invitados y vieran a los niños. Sin embargo, nadie le avisó que

esa dama iría a verlos y apenas tuvo tiempo de ser anunciada por el

mayordomo que se presentó presta y con expresión furibunda, indignada.

—Buenos días—dijo en italiano.

Audrey saludó a donna Letizia pensando que el encuentro era

incómodo y poco amistoso de su parte.

La dama no se detuvo a hablar con ella, sino que increpó a su hijo y

pidió para hablar a solas con él.

Su esposo se puso pálido y Audrey notó que también parecía

incómodo y se quedaba muy quieto mirando a su madre. Al menos estaban

solos ese día, sin invitados, de lo contrario todos se habrían enterado del

incidente.

—Madre, creo que no has reparado en que no estoy solo ahora, sino

que mi esposa y mis dos hijos me acompañan.

Donna Letizia se percató de la presencia de los niños y algo cambió

en ella, al ver a Claire y Edward, todo su mal genio pareció esfumarse al

mirar a la niña que la miraba con sus grandes ojos azules y a Edward a quien

Page 256: Prefacio de la autora

debió notar muy parecido a su primogénito.

Se acercó lentamente y se detuvo.

—¿Son tus hijos, caro Alessandro?

—Por supuesto, madre. Y ella es lady Audrey, mi esposa.

La imponente dama miró a Audrey sin tanto entusiasmo, toda su

atención estaba centrada en sus nietos al parecer, hasta que habló.

—Supongo que ellos fueron la consecuencia de tu viaje a Inglaterra

hace cuatro años.

Era una frase poco feliz que enfureció a su esposo.

—Madre, creo que no tenemos nada más que decirnos. Hemos tenido

esta conversación muchas veces y nada hará que cambie de idea al respecto.

Esas palabras fueron como un insulto y la imponente dama

retrocedió. Pero no se rindió.

—No puedo creer que vayas a cometer la estupidez de dejarlo todo

por una mujer. Perderás la posibilidad de reinar, dejarás de ser príncipe y

jamás podrás acceder al trono si insistes en este capricho. Yo te lo advertí

hace tiempo, pero al parecer te ha vencido la belleza de una joven angelical.

Ahora hablaba en inglés para que ella le entendiera, por supuesto que

quería acusarla de haber seducido al príncipe y alejarlo de sus deberes como

futuro regente de la casa Castiglione. Por supuesto que no aprobaba su boda

Page 257: Prefacio de la autora

para nada.

Audrey miró a Alessandro inquieta, él estaba cada vez más furioso

con su madre y fue un momento muy incómodo para todos.

—Pues no permitiré que insulte a mi esposa ni a mis hijos, doña

Letizia. Si usted ha venido a intentar convencerme de que cambie de idea le

aseguro que ya es demasiado tarde pues he tenido la legalización y

aprobación del matrimonio por el arzobispo de Arezzo. Puedo enseñarte el

documento si lo desea. Audrey es ahora legalmente mi esposa y Claire y

Edward mis hijos porque acaban de ser anotados un año después de la

celebración de mi boda en Inglaterra, en el castillo de Elendale. Con cuatro

testigos. Todo es legal ahora, y ya no podrá hacer nada para impedir que esté

junto a la mujer que amo, donna Letizia. Ha llegado tarde, afortunadamente.

La mujer miró a uno y a otro furiosa y ofendida, no podía creerlo por

supuesto.

—¿Qué has dicho? ¿El arzobispo os firmó el acta de matrimonio?

¿Cómo pudo ser tan ruin, cómo pudo atreverse a hacer semejante cosa? Tu

boda no puede ser con cualquier mujer y lo sabes, debes tener una esposa de

la nobleza de tu país, un país al que deberás reinar en poco tiempo.

Al parecer la dama estaba decidida a ventilar todos los trapos al sol y

no le importaba que todo el mundo se enterara, en especial ella por supuesto.

Page 258: Prefacio de la autora

Audrey miró a la mujer consternada. ¿Por qué hacía eso? ¿Tanto la odiaba

por no ser una esposa apropiada para su hijo?

—El arzobispo firmó madre, aunque sé que tú le aconsejaste hacer lo

contrario… has manipulado todo desde hace años para que no encontrara a

Audrey, para separarme de mi esposa sin importarte que ella hubiera dado a

luz a mis hijos. Tú lo sabías ¿verdad?

Al escuchar eso Audrey le pidió a una criada que llevara a los niños a

la nursery, no era agradable que presenciaran esa discusión entre su padre y

su abuela.

También habría deseado marcharse con ellos, pero cuando intentó

hacerlo su esposo le rogó que se quedara.

La señora Letizia dijo entonces a su hijo que estaba ciego y loco.

—Haces esto porque tu padre está enfermo y no puede detenerte, no

te habrías atrevido de haber tenido él suficiente salud y voluntad para ponerte

en tu lugar—le advirtió.

Y luego dijo otras frases peores como: “Tú nos llevarás a la tumba,

Alessandro. Lo harás. Por tu necedad. Pero si persistes en esta locura todos

renegarán de ti. Ningún miembro de la familia Castiglione te considerará

digno ni te invitarán a sus fiestas y celebraciones. Estarás solo… Te quedarás

solo. Y veremos si tu esposa se queda a tu lado cuando lo pierdas todo.”

Page 259: Prefacio de la autora

Y su esposo le dijo que era una víbora maldita que no quería volver a

verla, le gritó, y le dijo otras cosas que no logró comprender pues las dijo en

italiano, pero que hicieron retroceder como una hiena apaleada con piedras.

Alessandro realmente perdió los estribos y Audrey miró a uno y otro

horrorizada de que la discusión llegara tan lejos.

Entonces Dona Letizia se alejó lentamente sonriente, sin demostrar

que había sido insultada y humillada por su hijo, pero en sus ojos había un

brillo de ira peligroso. Más que hiena parecía una víbora preparándose para

largar otra mordida.

—Recuerda mis palabras, maldito necio. Recuerda bien lo que te

digo, porque nuestro regente jamás aceptará esta boda celebrada en secreto.

Las bodas de los príncipes no pueden ser secretas y tú lo sabes bien, deben

ser anunciadas y publicadas por todo lo alto y tampoco podrás reconocer a tus

hijos—clamó—Acuérdate de las palabras de tu santa madre y aprende, muy

pronto vendrás arrastrándote como siervo cuando todos te den la espalda por

tu locura.

—Eso no ocurrirá madre, ya no me interesa ser el títere que

manipulas a tu antojo con la esperanza de que un día sea el príncipe regente.

Hace tiempo que renuncié a ello.

Donna Letizia lo miró horrorizada, furiosa.

Page 260: Prefacio de la autora

—¿Y renunciarás a ser el regente por el amor de una mujer? ¿Es que

te has vuelto loco?

—Ya lo hice, madre. Y te aseguro que no me arrastraré jamás ante

nadie para cumplir tus ambiciosos planes de tener el poder en tus manos. Tú

eres la que siempre quiso estar cerca de la corona, no yo. Tú me llenaste la

cabeza con tus sueños y ambiciones porque no soportabas haber sido relegada

del mando por haber nacido mujer. Tu boda ventajosa, tu vida entera se ha

centrado en estar cerca del príncipe regente y sabías que mi boda con Audrey

se interponía en tus planes. Por eso la mantuve alejada de ti y nunca te hablé

de mi boda.

Los ojos oscuros de la dama brillaron de rabia.

—Un día lamentarás esta locura Alessandro, pero no tendrás a tu

padre para ayudarte, tú lo matarás de los disgustos, nos llevarás a la tumba

con tu necedad. Y lo peor de todo es que perderás la corona cuando has sido

preparado para ser el príncipe regente desde niño. No puedes negar que os

preparé con tu santo padre para que un día supieras gobernar Arezzo. Pero

claro, tenía que ser una hermosa dama quien te hiciera perder la razón.

Siempre has sido un hombre enamorado de todas las mujeres, ellas serán tu

perdición un día, ya verás. Como si en esta familia no hubiera suficientes

ejemplos de ello para que aprendieras la lección. Pero claro, es más fuerte

que tú, es tu debilidad.

Page 261: Prefacio de la autora

El príncipe no respondió a los insultos de su madre y se hizo un largo

silencio. Donna Letizia había perdido y se marchó furiosa diciendo que se

arrepentiría, lo dijo varias veces.

Su esposo la miró y se acercó para besar su mano.

—Lo siento mi amor, lo siento mucho, habría deseado que esto no

pasara, pero esta vez llegó demasiado lejos—dijo y la envolvió en sus brazos.

Audrey notó que estaba nervioso y disgustado por lo ocurrido, ella

también pues había entendido casi toda la conversación pues dona Letizia

quiso que así fuera, para eso había ido, para que se enterara que toda su

familia se oponía a su matrimonio porque como la hija de un conde inglés no

era digna de ser la esposa de un príncipe de Arezzo.

—No te culpo por esto Alessandro, pero entiendo que tu familia

jamás habría aceptado nuestra boda y por eso me mantuviste alejada de ellos.

Por eso no me llevaste contigo esa noche, ¿no es así?

—Ya no podrán oponerse Audrey, ni me importa que lo hagan. Pero

había un complot para asesinar a mi primo cuando te conocí y no sabía qué

pasaría en ese entonces y no era seguro que vinieras conmigo porque yo

estaba comprometido con otra joven. Lo estaba. Por imposición familiar y

eso fue antes de conocerte. Y regresé solo porque debía deshacer ese

compromiso y evitar esa boda cuanto antes.

Page 262: Prefacio de la autora

—Y por ese compromiso el arzobispo no habría querido legalizar

nuestra boda, supongo.

El príncipe asintió.

—Me educaron para ser el príncipe regente porque era el primero en

sucesión, pero no quería renunciar a ti por ser el regente. Ya no quiero

hacerlo.

Él se acercó y la tomó entre sus brazos. Audrey se estremeció al

comprender que la familia de su marido la odiaba y no debían siquiera

reconocer su matrimonio.

—Pero ahora no podrán hacer nada, pues el arzobispo me conoce

desde niño y aunque mis padres le prohibieron reconocer esa boda él lo hizo

porque sabía cuánto te amaba y porque además tuvimos dos hijos. Habría

sido una crueldad anular nuestra boda, había dos inocentes que nacieron

luego de nuestra unión y debían llevar mi apellido y ser reconocidos por mí.

El arzobispo sabía que era riesgoso, pero no dudó en estampar su sello y su

firma y también hizo algo más, anotó nuestra boda en su libro de registro de

la Catedral de Arezzo, ahora estamos casados en tu país y en el mío, preciosa.

Audrey sonrió feliz pero luego se puso seria al recordar las amenazas

de donna Letizia.

—Pero tu familia no me acepta, me odian y yo no quiero que nuestra

Page 263: Prefacio de la autora

boda te perjudique, por favor. Debes tratar de calmar las aguas y hacer las

paces con tus padres.

—No temas preciosa… nadie va a separarnos jamás y te aseguro que

tendrán que aceptar mi matrimonio porque el arzobispo dará pronto una misa

en aniversario por nuestro matrimonio de ese día y será una forma de que

todos sepan que eres ahora legalmente mi esposa. Y será un festejo nacional,

el príncipe regente lo sabe y él fue mi aliado y me brindó su apoyo

incondicional cuando supo lo ocurrido, me apoyó mucho más que mis padres

y hermanos. Y quiere que sea su sucesor, está decidido a que tome el mando

del país porque me he formado a su lado, ha sido como un padre para mí. Y

sabe que estoy más preparado que el resto de mis hermanos.

—¿Y tu madre sabe eso?

El príncipe asintió.

—Lo sabe y está furiosa porque esperaba que el príncipe Massimo me

hiciera cambiar de idea para que me casara con la joven a la que estaba

prometido. El príncipe regente estuvo muchos años casado con una princesa

alemana por imposición familiar, fue muy desdichado en su matrimonio,

hasta que se enamoró de la hija de un conde y pidió el divorcio para poder

casarse con ella. Fue todo un escándalo y quisieron acusarle de ser débil

mental para arrebatarle el trono. Por eso sabe más que nadie lo que es tener

una familia en contra por seguir los dictados del corazón. Ven, tranquila.

Page 264: Prefacio de la autora

Todo estará bien. No temas—le dijo y le dio un beso apasionado mientras la

estrechaba con fuerza.

Audrey estaba asustada, no esperaba que la familia de su esposo

estuviera furiosa por su boda, aunque le había extrañado que no fueran a

visitarla al castillo, pensó que lo harían en cualquier momento. Ciertamente

que no imaginó que la visita fuera tan desagradable…

Pero ahora podía entender muchas cosas. Él había querido protegerla

de la maldad de los Castiglione, de su ambición y crueldad.

—No temas preciosa, ella no puede hacerte daño, jamás se

enemistaría con el príncipe Massimo. Tendrá que aceptarlo y en realidad

como no puede hacer nada para separarnos vino aquí para derramar su

veneno. Un último manotón de ahogado. No fue más que eso.

Él le dio un beso ardiente y tomó su mano y juntos fueron a sus

aposentos para hacer el amor. Audrey tembló excitada cuando él le quitó el

vestido con prisa y entró en ella. Lo deseaba tanto… su deseo por él era más

intenso cada vez y de pronto sintió algo tan intenso como jamás había sentido

antes, un placer tan fuerte que ahogó un grito de placer sin poder creer lo que

estaba pasándole, pero sentía que su vagina se contraía una y otra vez,

provocándole oleadas de placer que se extendieron a todo su cuerpo y notó

que el príncipe sonreía feliz y seguía rozándola con fuerza, tan fuerte que le

provocó un placer mucho más fuerte que el anterior mientras la inundaba con

Page 265: Prefacio de la autora

su simiente. Fue tan maravilloso, sensaciones tan fuertes y embriagadoras

que cayó exhausta en la cama sin saber ni qué le pasaba, pero incapaz de dar

un paso más.

El príncipe sonrió y ella se quedó tiesa y sonrojada. No sabía qué le

había pasado y fue él quien se lo dijo.

—Preciosa, acabas de sentir el placer máximo que siente una mujer

cuando hace el amor. Y lo tiene porque esas contracciones expulsan la

semilla del hombre hacia la matriz de la mujer y dicen que es para favorecer

la concepción—le explicó y luego besó sus labios y le preguntó si nunca lo

había sentido.

—No… no tan fuerte.

—Ahora ya sabes cómo es y lo tendrás cada vez que te haga el amor,

ya verás.

Audrey sonrió y pensó que luego de haber vivido un momento tan

desagradable con su suegra ahora estaba simplemente en las nubes.

********

La visita de su suegra le hizo comprender a Audrey que la familia de

su esposo no la aceptaba, pero ahora tenía otras cosas en qué pensar pues

cuando ese invierno llegara a su fin se casarían en una ceremonia privada en

la catedral de Arezzo y tenía mucho que organizar.

Page 266: Prefacio de la autora

A pesar de la renuencia de sus padres, sus hermanos se acercaron al

castillo días después para conocerla a ella y a sus hijos y fue su cuñada

Jocelyn una joven de castaña cabellera y ojos muy oscuros y vivaces quien

dijo que quería ayudarla con los preparativos.

Audrey se animó con su compañía y, además, Joselyn se hizo muy

cercana a sus niños y ellos sintieron que, a pesar de la ausencia de sus

abuelos, tenían una nueva familia de tíos y primos. Era una joven muy

agradable y afectuosa, su único defecto era hablar alto y muy rápido, en

ocasiones le costaba entender lo que decía a pesar de que estuviera muy

avanzada en las clases de italiano.

Audrey sintió que era tan feliz, pronto celebrarían su aniversario de

bodas y para ella sería un momento muy especial pues su boda en Elendale

había sido tan improvisada y durante años ignoró que la ceremonia fuera

legal. Sin embargo, el futuro le parecía incierto sin la aprobación de sus

suegros, le daba pena pensar que no asistirían a la celebración de la catedral.

El príncipe dijo que no importaba, pero eran sus padres y no estarían

presentes.

Atareada por los preparativos Audrey vio algo que llamó su atención.

Fue de casualidad o quizá fue el destino, pero vio su fotografía en la prensa y

también la de Francis. Sintió un escalofrío al ver los titulares. Crimen y

misteriosa desaparición de lord y lady Edenbrough.

Page 267: Prefacio de la autora

Era una fotografía antigua y extraña, pero estaba su nombre y también

el de Francis. No era un periódico local sino inglés y al ver la fecha supo que

era una noticia de dos semanas atrás.

“El trágico destino de sir Edenbrough y su esposa” decía la nota y

narraba la misteriosa desaparición del caballero y luego de sus hijos y de su

esposa. Se sospechaba de una banda criminal que era culpable del rapto de

dos señoritas en New Forest, a quienes habían asesinado luego de no tener el

rescate que esperaban. Se creía que lo mismo le había ocurrido a lady Audrey

y a sus hijos. Pero hasta el momento nadie había encontrado ni rastro de los

criminales ni de lady Audrey y sus dos pequeños hijos…

Luego hablaba de que sí habían encontrado el cadáver de su esposo

hacía meses, enterrado en los alrededores de Derbyshire.

Audrey sintió terror al leer los detalles.

“Se sospecha que fue durante un duelo, aunque otras hipótesis dicen

que fue ejecutado por unos bandidos de la forma más infame cuando intentó

escapar del cautiverio pues tenía marcas de cuerdas en sus muñecas y un

disparo en el pecho que le causó la muerte al instante.”

Sus restos descansan en el mausoleo familiar de Spring Cottage.

Lamentablemente la madre del caballero falleció poco después

agobiada por la tragedia de su hijo.

Page 268: Prefacio de la autora

Hasta el momento no han podido encontrar a esposa de sir Francis ni

a sus pequeños hijos, en lo que parece ser un caso enigmático incapaz de

resolverse.”

Audrey tomó el periódico y tembló y lo escondió a tiempo de que lo

viera su cuñada.

Francis había sido encontrado y tenía la herida del duelo, un disparo

en el corazón, el príncipe no había mentido. Sin embargo, mencionaba algo

de marcas de cuerdas en las muñecas.

Se sintió tan enferma que fue a encerrarse en su habitación pues era

incapaz de hablar con nadie en esos momentos.

Aún la buscaban y pensaban que la había raptado una banda de

criminales extranjeros. Lady Anne había muerto del corazón por el dolor de

enterarse de la muerte de su hijo. Todo había sido tan trágico. Jamás pensó

que el caso tomaría esas dimensiones, que seguirían hablando de ello hasta

meses después.

¿El príncipe había leído esa noticia? ¿Por qué nunca había llegado a

sus manos ese periódico, pero sí otros de su país? Tal vez ese no fuera el

primer titular que había sido publicado, sino que hubiera otros.

Escondió el diario y fue a buscar a su esposo, estaba nerviosa y temía

que se supiera la verdad. Había esperado vivir en paz en Arezzo, lejos de su

Page 269: Prefacio de la autora

país y de ese secreto del pasado, pero el pasado había regresado y tembló al

pensar que la buscarían y la obligarían a regresar a su país para dar

explicaciones de lo ocurrido.

Le buscó en sus aposentos, pero era media mañana y al parecer había

salido y cuando encontró a su cuñada con los niños esta le dijo que su

hermano había ido a dar un paseo a caballo con sus hermanos.

El castillo estaba repleto de invitados, ciertamente que esa noticia no

podía llegar en un momento más inoportuno. Si alguno lo leía y veía su foto

en él… Audrey tembló mientras buscaba a su esposo, pero tuvo que esperar

hasta el mediodía para verle.

Lo vio entrar en sus aposentos y darse un baño para asistir al

almuerzo. Estaba tan alegre y animado que casi sintió pena de tener que

contarle de lo que acababa de descubrir.

Estaba tan ansiosa que no pudo esperar a que terminara de asearse.

Al verla entrar en el baño él sonrió con picardía.

—Hola preciosa—le dijo mientras abandonaba la tina envuelto en una

toalla.

Ella se sonrojó al verle desnudo como si no lo viera todo el tiempo

así. Sin embargo, seguía siendo tímida en la intimidad, no podía evitarlo.

Entonces él notó que algo pasaba, pues con sólo mirarla él sabía que

Page 270: Prefacio de la autora

algo andaba mal.

—¿Qué sucede preciosa? Te ves preocupada. ¿Pasó algo? —

preguntó.

Ella asintió y le entregó el ejemplar del periódico que había guardado

celosamente en su habitación.

—Vi este periódico por casualidad—le explicó.

La mirada del príncipe cambió, pero no pareció sorprendido como si

ya lo supiera, pero sí parecía molesto.

—Malditos—balbuceó en italiano—. Y luego la miró con fijeza.

—¿Tú sabías de esto, Alessandro? ¿Entonces no es la primera vez que

hablan de mi desaparición?

—No… pero esto no debe preocuparte. Tú nunca has estado casada

con Francis Edenbrough, el acta fue destruida y también las de nuestros hijos,

era necesario para que el arzobispo pudiera anotarles en el libro de la iglesia

de Arezzo. Pero no te preocupes, haré que estos rumores desaparezcan, ya

estoy en ello en realidad y cuando pase el tiempo nadie sabrá que eras tú la

dama de Edenbrough. Además, si te fijas la fecha, este periódico es antiguo y

no sé cómo rayos lo encontraste pues ordené que no trajeran aquí periódicos

ingleses.

Ella tembló al comprender lo que eso significaba.

Page 271: Prefacio de la autora

—¿Acaso crees que alguien los ha enviado aquí para que sepa que

saben que soy yo? Alessandro… ¿entonces los criados del castillo lo saben?

Él se acercó y la abrazó para consolarla.

—Tranquila, no temas. Esto pasará y no volverán a mencionarlo.

Dudo que fuera alguien de aquí, debió ser un descuido de alguno de mis

criados.

—Pero mi foto aparecerá un día en los periódicos y la familia de

Francis sabrá que soy yo, y los niños…no tardarán en saber la verdad. Tal

vez debería escribir a Justin Edenbrough y decirle que estoy aquí con los

niños.

El príncipe se puso serio.

—No creo que sea buena idea, Audrey.

—Algún día ese secreto nos hará mucho daño, Alessandro.

—Ten calma por favor, esto ha sido una historia fabulada que

montaron para mantener la atención, las letras son muy sensacionalistas y

mienten descaradamente. Vuestro esposo jamás fue atado ni secuestrado por

una banda de rufianes. Además, no han vuelto a mencionar este asunto, te lo

aseguro y con el tiempo la olvidarán. No tiene ningún fundamento lo que

dicen, es tan absurdo que … lamento que fuera así, que tuviéramos que huir

como dos bandidos, pero sabes por qué lo hice.

Page 272: Prefacio de la autora

—Sí, lo sé, pero sigo pensando que es mejor decir la verdad. Me

atormenta pensar que un día lo descubrirán y querrán chantajearnos con eso.

—No pienses en eso, deja de preocuparte. Tal vez ni siquiera me

convierta en el príncipe regente, preciosa. No creo que sea capaz de resistir

tanta exigencia y presión, tengo demasiados enemigos en la corte. De todas

formas, luego de la celebración de nuestro aniversario de bodas nuestros hijos

tendrán un nuevo nombre y un nuevo título. También tú, Audrey. Te

convertirás en la princesa Isabella.

—¿Isabella?

—Sí, será tu nombre italiano preciosa, pero para mí siempre serás

Audrey, mi bella dama inglesa—dijo y le dio un beso ardiente. Luego miró

sus ojos y le dijo que nada debía temer.

—Estás a salvo aquí preciosa. Y te aseguro que no he dejado huellas

de mi estadía en New Forest.

Audrey trató de olvidar, pero la imagen de esas fotografías y los

titulares de la prensa perduraron en su mente durante días. Tuvo la sensación

de que un día la verdad saldría a la luz. Que tarde o temprano el hermano de

Francis sabría que ella había huido con su marido italiano. Sin embargo no

encontraría en Elendale prueba de ello porque su padre había destruido el

acta. Suspiró al pensar que al ahora Francis descansaba en paz. Sentía mucho

Page 273: Prefacio de la autora

su muerte, no debió ser así, nada debió ser así, pero sabía que él no podría

vivir sabiendo que ella lo había abandonado por el príncipe de Arezzo. ¿Es

que siempre habría secretos en su vida robándole la paz y la felicidad que

tanto le había costado conseguir?

Audrey suspiró y trató de apartar esos pensamientos.

Los niños eran felices en el castillo, lentamente empezaban a ver al

príncipe como su padre y ya no preguntaban por Francis.

Confió en que el tiempo borrara las huellas de su secreto y que esa

triste historia quedara olvidara, no podía vivir obsesionada con eso o se

volvería loca.

Y esa noche, durante una tertulia el príncipe la presentó como su

esposa a sus amigos que fueron a festejar la fiesta de comienzos de primavera

en Arezzo. Audrey estaba radiante con su vestido azul de terciopelo y se robó

todas las miradas de los amigos y parientes de su esposo.

Pero la única mirada de admiración que deseaba recibir era del

príncipe y él la miró deslumbrado, pero luego lo notó molesto cuando otros

caballeros se acercaron para conversar con ella.

Todavía le costaba entender que los habitantes de Arezzo eran mucho

más galantes y osados que en su país. Al parecer no estaban entre las normas

de etiqueta evitar galantear con la esposa del anfitrión y Audrey recibió

Page 274: Prefacio de la autora

muchos halagos, además de invitaciones a bailar que, por supuesto rechazó,

aunque sintiera que era descortés al hacerlo. Se sintió abrumada como una

debutante y sólo estuvo tranquila cuando su esposo la tomó entre sus brazos y

bailaron un vals. No había tomado más que unas clases de baile, pero sabía

seguir el ritmo y moverse con mucha elegancia. Pero en esos momentos no

pensaba en el baile sino en que bailaba con su esposo por primera vez y la

sensación eran tan embriagadora e intensa como su primera noche de amor.

Estar así abrazados, tan juntos bailando al compás de la música un placer

nuevo y sublime. Su mirada intensa diciéndole cuánto le amaba, para ella no

había caricia más bella que la mirada de su esposo ni hombre más guapo en

este mundo que su príncipe. Y mientras bailaban sintió que volaba en una

nube y nada más importaba.

—Estáis muy hermosa esta noche, mi bella esposa—le dijo él al oído

—Me encantaría sacarte ahora de la fiesta y hacerte el amor…

Audrey se sonrojó cuando le dijo eso, pero también lo deseaba. Al

estar tan cerca sólo quería que todos desaparecieran para poder bailar y estar

a solas. Y mientras bailaban la besó allí frente a todos, pero no le importó.

***************

Un mes después, un cálido día de primavera celebraron su aniversario

de bodas en un festejo privado y muy íntimo.

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El príncipe regente estuvo presente y también sus familiares y

amigos.

Audrey asistió a la ceremonia con un vestido blanco de novia y un tul

de encaje que la cubría casi por entero. Como si fuera a casarse de nuevo con

el hombre que la había enamorado con una mirada hacía ya casi cuatro años.

Fue como viajar en el tiempo y concretar el sueño más anhelado de su

corazón, como si volvieran a casarse, pero a plena luz del día. Pero ahora

había dos angelitos en la comitiva para llevar los anillos, sus retoños, el fruto

de su amor estaban allí y reían felices con una sonrisa iluminando sus caritas.

Claire y Edward.

Audrey se emocionó cuando los vio llegar con la comitiva de niños

portando los anillos y sin poder contenerse los tomó en brazos y el príncipe la

abrazó sintiendo que su felicidad era inmensa.

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