prácticas médicas en la nueva granada

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PRÁCTICAS MÉDICAS EN LA NUEVA GRANADA DURANTE EL SIGLO XVIII. Abstract The Following essay consists of the approaches, knowledge, and conceptions of sickness, public health, and medicine in the 18 th century colonial society of the new kingdom Granada. In the first part it will contextualize the official medical practices in contrast to other more popular practices such as herbal medicines and witchcraft. Next it will show the certified individuals that were able to practice in an official manner, such as doctor, pharmacist, surgeons, and barbers. Later we refer back to the Bourbon Reforms; in order to show the politics of health and the actions that in one way or another were to be applied in the city and hospitals; and of the intent to build cemeteries outside of the city. Palabras Claves: Enfermedad, Medicina, Colonia, Reformas Borbónicas, Higiene, Hospitales, Cementerios, Cadáveres. INTRODUCCIÓN. El presente trabajo se constituye como un acercamiento a las nociones sobre la enfermedad, salud pública y la medicina en la sociedad colonial dieciochesca del Nuevo Reino de Granada. Así, se contextualizará, en primera instancia, las prácticas médicas oficiales en clara contraposición, con otras prácticas más populares, tales como la yerbatería y la hechicería. 1

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Escrito que describe el uso de la medicina en la nueva granada, mostrando las formas y los paradigmas, el uso de las plantas y los paradigmas seguidos en esta práctica

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Page 1: Prácticas Médicas en La Nueva Granada

PRÁCTICAS MÉDICAS EN LA NUEVA GRANADA DURANTE EL SIGLO XVIII.

Abstract

The Following essay consists of the approaches, knowledge, and conceptions of sickness, public

health, and medicine in the 18th century colonial society of the new kingdom Granada. In the first

part it will contextualize the official medical practices in contrast to other more popular practices

such as herbal medicines and witchcraft. Next it will show the certified individuals that were able

to practice in an official manner, such as doctor, pharmacist, surgeons, and barbers.

Later we refer back to the Bourbon Reforms; in order to show the politics of health and the

actions that in one way or another were to be applied in the city and hospitals; and of the intent to

build cemeteries outside of the city.

Palabras Claves: Enfermedad, Medicina, Colonia, Reformas Borbónicas, Higiene, Hospitales,

Cementerios, Cadáveres.

INTRODUCCIÓN.

El presente trabajo se constituye como un acercamiento a las nociones sobre la enfermedad,

salud pública y la medicina en la sociedad colonial dieciochesca del Nuevo Reino de Granada.

Así, se contextualizará, en primera instancia, las prácticas médicas oficiales en clara

contraposición, con otras prácticas más populares, tales como la yerbatería y la hechicería.

Posteriormente se señalarán aquellos individuos certificados que podían ejercer la medicina de

manera oficial, tales como los médicos, los boticarios, cirujanos y barberos.

Luego nos remitiremos al contexto de las “Reformas Borbónicas”, para señalar las políticas de

“salubridad” y las acciones que de una u otra manera buscaron ser aplicadas a la ciudad, los

hospitales y el intento de construir cementerios en lo posible fuera de la misma.

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Page 2: Prácticas Médicas en La Nueva Granada

1. MEDICINA OFICIAL Y OTRAS PRÁCTICAS MÉDICAS:

La enfermedad es ante todo una construcción cultural, entendida de distintas formas según las

sociedades y el tiempo en el que se desarrollan. Así podemos ver por ejemplo, la “comunión”

entre magia y medicina (Antiguo Egipto, por ejemplo) e incluso entre medicina y religión la

enfermedad como castigo divino, el poder curativo de las reliquias, y los reyes como lo expresa

Marc Bloch en los “Reyes Taumaturgos” el agua bendita, la piedra de altar, de las imágenes de

los santos, la intersección de los mismos en las enfermedades1, predominante desde el Medioevo.

A esto podemos añadir con respecto al nacimiento de los hospitales medievales, que tales

nacieron como una forma de institucionalizar la caridad, como casas de ayuda a los pobres,

dotados de capilla y derechos de sepultura.2 En términos actuales, ya se trate de una parte

(medicina) como de la otra (las prácticas mágicas), hay que entenderlos como sistemas

simbólicos que pretenden conocer, comprender y actuar sobre la naturaleza, tienen una relación

de causalidad y exigen un orden, una lógica y una racionalidad determinada, así como una

función social3 .

1

E incluso después de la muerte su ayuda en el más allá, razón por la cual se justifica el enterramiento en las iglesias. Y razón por la cual encontramos reiteradamente en los testamentos la necesidad de ser enterrado con un determinado hábito de amortajamiento, en determinada Iglesia, etc.

2 Brown Andred D. Popular piety in late Medieval Englad. The Diocese of Salisbury. 1250-1550, Oxford.Historical Monographs, 1995. pp. 181-183.

3 “La medicina, mágica o no, considerada sólo en su proceso curativo, como todo sistema simbólico, proporciona una explicación de la enfermedad o del padecimiento, y brinda, a su vez una alternativa para la cura, para la eliminación del agente “perturbador” del equilibrio del organismo, ya sea un virus, una bacteria, un crecimiento desordenado de las células, un espíritu agresivo, una fuga de fuerzas vitales, el pecado, un maleficio o una maldición. El principio rector de la cura es desequilibrar el “orden” perdido y restablecer lo que falta, encontrando los medios adecuados para tal fin: el equilibrio en el crecimiento celular, el equilibrio hormonal, el de lípidos, o el orden cardiovascular, si hablamos de la medicina occidental; la armonía perdida de los cuatro humores y las cuatro complexiones de la medicina hipocrática; el logro del perdón y la reparación de la falta por el pecado, por parte de los ensalmadores o curanderos de la oración o de reliquia; el equilibrio del alma y de los espíritus en la medicina chamánica, por la recuperación de las fuerzas secuestradas -dobles espirituales-; o el equilibrio entre las fuerzas positivas y negativas mediante una contra o triaca –filtro-, cuando se han roto por obra del maleficio”. Diana Luz Ceballos Gómez. « Enfermedad, magia y medicina en el Antiguo Régimen » En: Márquez Valderrama, Jorge Casas Orrego, Álvaro y Estrada Orrego, Victoria Eugenia, directores de edición « Higienizar, medicar, gobernar. Historia, medicina y sociedad en Colombia ». Grupo de

2

Page 3: Prácticas Médicas en La Nueva Granada

Pero es en la época colonial el lugar en el cual confluyen, se enfrentan y se anteponen dichos

sistemas simbólicos. El lugar en donde un tipo de medicina, la española, termina por imponerse

al chamanismo y a la llamada brujería4; que, una vez pasada la etapa de reconocimiento a una en

la cual se intentó homogenizar culturalmente a la sociedad, daría paso a lo que es en sí el

hechicero, el curandero (más mestizo), al yerbatero-herbolario y al embaucador (aquel que no

podía demostrar su conocimiento médico).

Así, para el tema que nos ocupa, fueron las autoridades civiles las que “persiguieron y

controlaron las actividades asimilables a los delitos de brujería y hechicería: religión, medicina

tradicional, venenos, bailes, fiestas, en fin, todos los ritos paganos”5. Pero, fueron los

protomedicatos (a la cabeza de los protomédicos), los encargados de regular la práctica médica

oficial, ya que son ellos los encargados de expedir los títulos, licencias y permisos para que los

médicos puedan curar; los encargados de verificar el abastecimiento, el estado de conservación

de las medicinas y de regular sus precios para el caso de las boticas.

Por ejemplo, para el caso del médico, fuera de ser bachiller6, debía ser “bachiller en Medicina”.

En segundo lugar, debía presentar y aprobar el examen requerido por la Ley Real (ante

protomédico y examinadores). En tercer lugar, haber practicado dos años con médicos o

cirujanos de renombre (por lo menos reconocidos) y luego presentar otro examen para recibir el

título de licenciado. Por último, si se quería ejercer, en teoría se deberían “presentar los títulos

ante el cabildo de la ciudad o villa y ser examinado y autorizado por el protomédico del lugar o

Investigación Historia de la Salud, Universidad Nacional. Medellín, Editorial Lealon, 2004. Pág. 49.

4 Fuera de todo el imaginario asociado a lo que es la Inquisición, la asociación con las prácticas y pactos demoniacos, la asociación de mujer-bruja-seducción, negro-brujo (un negro es brujo, un indígena es hechicero). Véase Diana Luz Ceballos « Magia, medicina, hechicería, Yerbatería, Brujería », En: « Hechicería, Brujería e Inquisición en el Nuevo Reino de Granada. Un duelo de Imaginarios» Editorial Universidad Nacional. Fondo Universitario, Bogotá, 1994. Dicha autora plantea que los ya mencionados imaginarios y acusaciones cumple la doble función: En primer lugar estigmatiza y controla desde arriba a los otros sectores sociales, marginales, que representan el lado oscuro de la sociedad y por lo tanto son temidos; y, por otro lado, tiene una función social, ya que, parafraseando a la autora, al ser conocido sirve como catalizador de sus problemas.

5 Diana Luz Ceballos « Magia, medicina, hechicería, Yerbatería, Brujería », Óp. Cit., pág. 95.

6 Es decir, haber realizado los estudios en las artes del trívium: gramática, retórica y dialéctica Y, del quadrivium: Aritmética, geometría, astronomía y música. Diana Luz Ceballos « Magia, medicina, hechicería, Yerbatería, Brujería », Óp. Cit., pág. 69.

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reino”7. En un hospital un médico8, fuera de lo obvio, que es atender a los enfermos, debía

estudiar las propiedades curativas de las plantas, visitar a los enfermos, vigilar que se alimentasen

bien, etc.

Para el caso de los Boticarios, especieros, cirujanos y barberos, no se requería una formación

universitaria como tal, pero sí, tener un permiso o licencia por parte del protomedicato para

ejercer. Los boticarios “preparaban los alimentos con fórmulas con nombres prestablecidos –

droga blanca-, se vendían plantas medicinales y otros productos elaborados, es decir, en materia

prima. Eran lugares [las boticas] con anaqueles, muchos frascos y potes, y una gran colección de

olores”. En un hospital (200 pesos anuales) debería acompañar al médico en sus visitas diarias

y dar los medicamentos a los enfermos, etc. Los Barberos-Cirujanos: realizaban, “las sangrías,

también recetaban y, a falta de médicos, suplían sus funciones en muchos lugares, los barberos

además, hacían las veces de “sacamuelas”… los cirujanos aprendían el oficio, en forma

práctica, al lado de médicos y cirujanos reconocidos. Para poder ejercer, debían presentar un

examen e información sobre su aprendizaje. Estos exámenes verificaban los conocimientos en el

“arte”: en anatomía del cuerpo humano, llagas, heridas y enfermedades graves”.9 Otro de los

oficios asociados a la medicina era el de los flebotomianos, que eran los “especialistas en sajar

venas”.

Como bien lo señalan Diana Luz Ceballos y Paula Ronderos, en la práctica los terrenos y las

delimitaciones en los oficios no eran claras, a menudo se desencadenaban procesos judiciales

debido no sólo a la “validación” de los títulos, sino a que muchas veces unos entraban a ejercer

en el campo de los otros. Igualmente, en las villas, reducciones indígenas e incluso en algunas

7 Diana Luz Ceballos Gómez. « Enfermedad, magia y medicina en el Antiguo Régimen » En: Márquez Valderrama…« Higienizar, medicar, gobernar…». Óp. Cit., pág. 50.

8 “Plan de constituciones que se presentan al excelentísimo señor Virrey del reino para el hospital real de San Pedro de la parroquia de Zipaquirá”, Firmado por don Pedro Fermín de Vargas, 29 de septiembre de 1790. Citado por: Andrés Soriano Lleras, « La Medicina en el Nuevo Reino de Granada, Durante la Conquista y la Colonia ». Biblioteca de Historia Nacional, Vol. CXIX. Bogotá, Editorial Kelly, 1972. Pág.211-215. Aquí aunque no se trae a colación el texto completo (sería interesante verificar el original), y aunque el hospital no se realizó, nos da una idea de la diferencia de salarios entre los individuos que según su campo ganaban, así como nos puede dar una idea de las actividades que se realizaban en un hospital. En adelante las cantidades que citaré están tomadas de aquí.

9 Diana Luz Ceballos Gómez. « Enfermedad, magia y medicina en el Antiguo Régimen » Óp. Cit., págs. 50 y 51. Negrillas mías

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Page 5: Prácticas Médicas en La Nueva Granada

ciudades, debido a la ausencia de médicos certificados o a la imposibilidad de costear con los

gastos del médico o los remedios de las boticas o incluso por simple creencia, las gentes recurrían

a otra clase de “médicos no oficiales” los yerbateros, ensalmadores (santiguadores y curanderos

de oración, según Diana Luz Ceballos) o simplemente a lo que hoy llamaríamos (so pena de ser

anacrónica) a auto-medicarse, a recurrir al indio, a la negra o a alguna mestiza que pueda curar

sus dolencias.

2. REFORMAS BORBÓNICAS:

“En América las Reformas Borbónicas constituyeron, de cierta manera, un proyecto de

civilización de las costumbres, buscaban crear sujetos sanos, obedientes y productivos, con base

en prácticas ligadas al canon definido por las ideas ilustradas. A partir de 1759, Carlos II

(1759-1788) se da a la tarea de acelerar las reformas iniciadas por los Borbones desde su

llegada al trono español al alba del siglo XVIII con la idea de ubicar a España a la altura de las

demás naciones europeas, habida cuenta del retraso que aquella mostraba frente a otros

países”10

Así las reformas Borbónicas buscaron un control más eficaz de sus territorios, buscaron no sólo

hacer más eficiente la recolección de los recursos (a través de los monopolios de tabaco o

aguardiente, por ejemplo), sino, buscaron ejercer un mayor dominio sobre el espacio y la

población, por lo tanto de una mayor vigilancia y control. Ahora bien, dentro de ese sistema de

control, se intervino en la sanidad de los súbditos, ya que individuos sanos incrementan el

número de la población activa y por ende, los recursos a las arcas del rey.

a. Ciudad:

10 Adriana María Alzate Echeverri. « Suciedad y orden. Reformas sanitarias borbónicas en la Nueva Granada 1760-1810 ». Óp. Cit., pág. 12.

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Page 6: Prácticas Médicas en La Nueva Granada

Se trata aquí de una tendencia iniciada en Europa, en países como Francia11, seguida

posteriormente en España, que buscaba conservar y permitir el crecimiento de la población en sus

principales focos poblacionales: las ciudades. Y es así, como se establecen un sin número de

factores que tienen una clara relación (e impacto) con la salud de sus habitantes: la humedad, el

aire, la constitución de los empedrados, las acequias, la adecuada “eliminación” de los desechos

corporales (el no tirarlos a las calles), basuras y escombros. Así como la circulación de las aguas,

el hecho de no contaminar sus fuentes, el no arrojar bienes de difuntos a los arroyos y el delimitar

el espacio de los animales domésticos en las calles, como por ejemplo, los perros y los cerdos.

Si contrastamos un poco esta mirada con la ciudad de Popayán por ejemplo y nos atenemos a la

descripción de Peter Marzahl,12 veremos como los espacios de la vida y la muerte, a través de las

11 Michel Foucault para el caso francés lo llamaría “Medicina Urbana”, en donde este tipo de medicalización de la ciudad surge con la predominancia que cada vez más van adquiriendo las ciudades (fenómeno de urbanización) y epicentro de las relaciones comerciales lo que hace que las jurisdicciones y poderes actúen sobre ella (Ana María Alzate diría, por su parte que las ciudades se constituyen como símbolos de civilización, por oposición a la barbarie). Así mismo, las tenciones entre los distintos grupos sociales, la masa de población pobre (darían lugar a otro discurso que definiría a este tipo de población. Pobreza=enfermedades y epidemias). Paralelo a esto, el “temor urbano” que se manifestaría en los miedos a las cada vez más frecuentes epidemias urbanas, a las cloacas, basuras y a los cadáveres. Ahora bien, en el caso que nos ocupa, se evidencia una preocupación por éstos parámetros, no se puede equiparar totalmente al mismo (lo traigo a colación aquí como por dar una idea del contexto europeo); es el caso por ejemplo de las políticas que intentaron enterrar los cadáveres a las afueras de la ciudad, hecho que contó con un sin número de resistencias, entre esas la de la costumbre en ser enterrados en las Iglesias, la idea de que se deshonraba a los muertos enterrándolos en los cementerios, la idea de status social asociada a los enterramientos en dichos recintos sagrados, etc. En España por ejemplo, no se pudo establecer con normalidad hasta entrado el siglo XIX, sin hablar del caso nuestro que también se estableció con totalidad tardíamente. 12 Los muertos en Popayán –por lo menos los de las familias prominentes- eran mejor tratados que los enfermos. En 1570 Pedro de Velasco y Francisco Mosquera establecieron una capellanía designada para sostener en la catedral la capilla de Nuestra Señora de la Asunción. La mitad de ella serviría como sitio de inhumación y reclinatorio de oración exclusivamente para las familias de los fundadores de la figura y sus descendientes. En 1605 la capilla del Rosario de la iglesia de los dominicos fue incluida en una capellanía por Juan de Velasco y Beatriz de Zúñiga (hijo y nuera de Pedro de Velasco).Las donaciones estipuladas en los testamentos constituyeron la fortuna de la Iglesia. Algunas órdenes religiosas, como los jesuitas, o instituciones específicas como los conventos, fueron favorecidas entre las demás. Además de su función caritativa, estos establecimientos eclesiásticos cumplían metas utilitarias específicas. El convento de La Encarnación servía de repositorio para las hijas que no tenían vocación matrimonial y como institución educacional para las niñas demasiado jóvenes para contraer nupcias. El colegio-seminario jesuita otorgaba capacitación para cursar estudios avanzados en la universidad o seguir carreras profesionales. "Peter Marzahl: Town in the Empire: Government, Politics and Society in Seventeenth Century Popayán (Austin and London: University of Texas Press for the Institute of Latin American Studies, 1978”, Pág. 9

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comunidades, ordenes religiosas y clero secular, están entremezclados y cómo también importa

más la misma muerte, que la vida y la salud de muchas personas.

b. Cementerios y hospitales:

La institución hospitalaria que hoy conocemos como aquella institución médica encargada de

curar al enfermo, encargada de ejercer como procedimiento de curación una terapéutica,

atravesada por una práctica médica profesional, surge tal como la conocemos hoy a partir de las

últimas décadas del siglo XVIII. Anteriormente (Edad Media) y según Foucault13esta institución

(a menudo regida por un personal y/o una comunidad religiosa), era prácticamente un “lugar

para morir”, tenía en su seno por así decirlo dos funciones:

Por un lado, si bien era la encargada de asistir a los pobres, bajo esa asistencia se encargaba de

separarlos y excluirlos de la “comunidad en general”, al ser considerados como portadores de

enfermedades (Teoría del contagio directo, ya mencionada), al constituirse como “elementos

peligrosos”. Es incluso, hasta principios del siglo XVIII, un lugar de internamiento que acudía en

su seno diferentes “tipos de personajes” (por así decirlo) que incluían desde el loco, los enfermos

(como los leprosos), las prostitutas, y demás elementos excluidos de la sociedad que debían ser

asistidos y transformados espiritualmente (como es el caso de los lazaretos).

Por otro lado, la práctica médica como tal no era eficaz, no se trataba de un tratamiento efectivo

de las enfermedades, sino de un “recetario”, a menudo experimental “de ensayo y error”, en

donde en médico actuaba en torno al concepto de crisis, crisis durante la cual se podían

“observar los signos, pronosticar la evolución, y favorecer, en la medida de lo posible, el triunfo

de la salud y la naturaleza de la enfermedad. En la cura entraban en juego la naturaleza, la

enfermedad y el médico. En esta lucha el médico desempeñaba un papel pronosticador, arbitro y

aliado de la naturaleza contra la enfermedad”14. El camino entonces estaba ligado a la salvación,

no del cuerpo sino del alma del enfermo, del moribundo y de paso, de las personas que lo

cuidaban a través de esa “obra misericordiosa”.

13 Michel Foucault, «Incorporación del hospital a la tecnología moderna». [1974], En: «La vida de los hombres infames. Ensayos sobre desviación y dominación», pág. 74. Versión facsímil.pdf.

14 Óp., Cit., pág. 71.

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Es precisamente bajo este marco de caridad y fraternidad bajo el cual se establecían las formas

asistenciales al desvalido tales como hospitales, hospicios y expósitos. Julián Vargas Lesmes lo

contextualiza para el caso de la Santafé colonial: el intento de establecer un hospital que por

mandato real deberían tener los principales sitios de población no fue posible hasta 1564, el cual

(con el nombre “San Pedro” posteriormente “San Juan de Dios”) sería fundado en el campo

anexo a la Iglesia Catedral y el Colegio de la Compañía de Jesús (en donde funcionaría algo más

de siglo y medio). Durante el siglo XVII se evidenciarían sus problemas de “malversación de

fondos”, la ausencia de visitas continuas por parte de los médicos, el hecho de que los enfermos

se acomodasen “dos en una misma cama” y en suma, las disputas entre el clero secular, regular y

la Real Audiencia por el manejo del mismo.

No es, sino hasta 1723 que se construye un nuevo hospital y se traslada en 1739 (bajo el nombre

de “Jesús, María y José”) a las hoy calles once y doce con carreras novena y décima. El hospital

es objeto de una mejoría en sus instalaciones y de nuevas donaciones al mismo, se enriquecería a

través de los legados testamentarios, expolios a los presbíteros y la fundación de bienes muebles

que posteriormente serían arrendados y producirían algún dinero. Sin embargo los problemas

continuarían, la densidad poblacional de Santafé aumentó considerablemente así como el número

de enfermos que ingresaban al hospital (en 1739, 483 ingresados y en 1767, 1989)15, pronto, los

gastos del hospital serían superiores a sus ingresos.

Por otra parte, los cementerios han sido una preocupación constante para las autoridades del

Nuevo Reino Granada, en donde el “hacinamiento” de cadáveres enterrados en las Iglesias (e

incluso hospitales) se constituía en un verdadero problema. Las epidemias, el crecimiento de la

población y por ende el número de muertes y la cantidad de personas que solicitaban ser

enterradas en las iglesias, no ayudaban mucho al respecto. En éste orden de ideas, es ilustrativo el

caso del Hospital San Pedro, en 1723, este tenía graves dificultades de aprovisionamiento y de

15

Todo esto si tenemos en cuenta que el hospital debería atender a todos los pobres de las poblaciones no sólo de la cuidad sino circunvecinas y, posteriormente a los “soldados” de la cuidad, cuyo número se acrecienta después de la revuelta de los Comuneros, donde la corona decide instaurar dos batallones, que serán atendidos por el hospital pese a las resistencias y protestas de la orden hospitalaria y, pese al “prejuicio moral” que éstos causarían. La información citada aquí se encuentra en: Julián Vargas Lesmes, « Formas asistenciales y de beneficencia en Santafé. Hospitales, expósitos y hospicios ». Óp. Cit., págs., 261-297.

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espacio, los gritos de los enfermos molestaban fuertemente a los transeúntes, como bien lo

manifiesta el rey Felipe V:

“… no bastando ya la Iglesia y el Campo Santo para el entierro de los cadáveres se les

sepultan en unos angostos claustros en donde al tiempo de enterrar a unos se descubren otros

por consumir, exhalando pestilencial olor que no sólo molesta al corto convento sino también a

toda la ciudad, por el aire inficionado, concurriendo a estos los inmundos desagües que salen

por un claustro a las calles públicas que bajan por junto a la Catedral y por medio de la Plaza

Mayor sin poder darles otra vertiente por lo que está expuesto a que sobrevenga alguna peste

que inficione aquella república”. De allí que el rey conceda licencia a la religión de San Juan de

Dios, para que se realice convento y hospital en el sitio de la calle de San Miguel; Sin embargo,

en 1792, volvería a evidenciarse la necesidad de un cementerio (o de un terreno para que

funcione como tal) en el mencionado hospital, ya que los patios, la iglesia y los huertos no dan

abasto y el terreno húmedo imposibilita la descomposición de los cadáveres16.

La preocupación o el interés por erigir los cementerios, hace parte de la misma tendencia

ilustrada por la “salud de sus súbditos” (y sea dicho de paso, por la mejora de la eficacia

económica de los mismos). En el caso de los reyes Carlos III y Carlos IV, una práctica que

intentaron implementar en sus territorios mediante la promulgación de las Cédulas Reales del 3

de abril de 1787 (Reglamento del Cementerio real de San Idelfonso) y la Real Cédula de 1789.

Sin embargo, la aplicación de tales resoluciones resultó por demás infructuosa. Para el caso de la

Villa de Medellín, después de todo el trámite burocrático por dar a conocer la Real Cédula de

16

Ejemplo citado por Silvia Cogollos Amaya y, Martín Eduardo Vargas Poo. « Las discusiones en torno a la construcción y utilidad de los “dormitorios” para los muertos (Santafé, finales del siglo XVIII) », ». En: Borja Gómez, Jaime Humberto, ed. « Inquisición, muerte y sexualidad en la Nueva Granada », Santa fe de Bogotá, Editorial Ariel S.A., Ceja, 1996. Págs., 161-162. Otro ejemplo lo trae a colación Adriana Alzate Echeverri en “Suciedad y Orden” y es el caso de Cartagena a finales del siglo XVIII (1798), en una carta dirigida al virrey Mendinueta escrita por el gobernador de dicha provincia, Anastasio Zejudo. Allí se puede ver para el caso del Hospital de San Carlos ya que gracias a la marea “los muertos nadan debajo de la tierra y se demoran en consumirse”, es necesario ponerles piedras encima, los pozos son fétidos (hasta el punto de que hubo que secar uno de ellos); por Real Cédula de 1800, se ordenaría la construcción de un cementerio para los “enfermos” del hospital de San Carlos. Alzate Echeverri, Adriana María « Suciedad y orden. Reformas sanitarias borbónicas en la Nueva Granada 1760-1810 ». Escuela de Ciencias humanas, Universidad del Rosario, ICANH, 2007. P.P. 214-215.

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178717 y la de 1789, se dieron a conocer las razones disimuladas por las cuales no era factible

aplicar tales resoluciones:

1. La pobreza que alegaban las parroquias de la provincia, en donde las rentas de la fábrica

(incluidos los diezmos) es decir, los ingresos de las iglesias (de las cuales varios

eclesiásticos alegaron sostener con recursos propios) eran insuficientes, otros alegaron no

tener mayordomo de fábrica y por lo tanto no podían recibir los diezmos noveno y medio

dados por el rey. Recordemos que eran los eclesiásticos quienes en última instancia

financiarían la construcción de los cementerios, Y que, de una manera u otra manera la

construcción de los mismos amenazaba un privilegio que durante siglos habían tenido: el

administrar directamente la muerte y sepultura de sus fieles, las ganancias por las misas

(de cruz alta, baja, las de cuerpo presente, las mandas, las donaciones, etc. Que se

evidencian a través de las disposiciones testamentarias )

2. Cuando el gobernador Baraya y la Campa, junto al obispo de Popayán en cumplimiento

de la Real Cédula de 1789, manda a las autoridades civiles y eclesiásticas a dar un

informe sobre los lugares (respecto a la salud pública y las condiciones locales) y, la

cantidad de dinero necesario para la construcción de los cementerios. Se evidencia la falta

de “especialistas” o médicos sobre el tema, utilizando para ello algunos hombres

“sobresalientes en inteligencia” de cada uno de los curatos; aunque se volvió a insistir en

la falta de recursos para dichas obras.

3. La visión “popular” que se tenía del cementerio, en donde las “élites” de mayores

recursos económicos se negaron a ser enterradas allí.

17 De la Provincia de Antioquia a Bogotá y a Popayán y viceversa tomando resoluciones al respecto, entre ellas el realizar un estado de las rentas y de los medios que posibilitarían o no realizar los cementerios. Recordemos que partes de la provincia estaban bajo la jurisdicción eclesiástica de Santafé y otros bajo Popayán, y que nos encontramos en una sociedad en la que los estamentos eclesiásticos y civiles se mezclan, así para llevar a cabo la orden del rey, se debería apelar a la “opinión” de los curas y por otro lado de las autoridades civiles, a entre las cuales deberían circular los informes de las parroquias para luego ser enviados al rey. Para mayor información véase Álvaro Sierra Cardona, Raquel Varela, Laura Serrano Caballero y, Felipe Agudelo Acevedo. « Cadáveres, Cementerios y Salud Pública en el Virreinato de la Nueva Granada ». Óp. Cit. Los autores analizan los casos de cinco curatos de la Villa de Medellín: Atoviejo, San Cristóbal, Nuestra Señora de Copacabana, Nuestra Señora de Chiquinquirá de la Estrella y Santa Gertrudis de Envigado

10

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El caso de Bogotá, es trabajado por Martín Eduardo Vargas y Silvia Cogollos, analizando, entre

otras cosas, el tipo de respuestas frente a las disposiciones de la Real Cédula de 178918. Entre los

conceptos emitidos por los médicos, se encuentra un acuerdo implícito sobre la construcción de

los mismos: Sebastián López Ruiz por ejemplo justifica históricamente la práctica de enterrar a

los difuntos, da así mismo una explicación médica (epidemiológica, higiénica según los autores)

sobre la misma, las iglesias son lugares de culto y no sitios para contraer enfermedades por la

putrefacción del aire y el calor de las velas, cirios y lámparas. Antonio Joaquín Froes, especifica

las reglas bajo las cuales se deben construir: lejos de la población y los ríos, hacia el occidente y

muy espaciosos y, Domingo de Esquaqui, habla de la posible extensión del mismo y las

parroquias que se comprenderían, los costos y las posibilidades de donde obtener los recursos.

En esta tónica debemos también mirar los planteamientos de José celestino Mutis, el cual va a

ser uno de los precursores de la Medicina y la ciencia o si se quiere un visionario y conocedor de

la situación de la Nueva Granada:

“Las escrófulas, llamadas vulgarmente cotos y las bubas, llagas y demás vicios, que acompañan

al primitivo mal-gálico, ciertamente original del propio clima, se han ido propagando hasta el

punto de representar algunos pueblos un verdadero hospital. Para cúmulo de su desgracia se

van inficionando con los contagios de otras dos enfermedades no menos asquerosas, Lazarina y

Caratosa y siendo esta última en mi concepto una especie de lepra judaica, se verifica en este

Reino el azote reunido en ambas lepras, originarias de la Grecia y la Palestina. Si a estas dos

calamidades endémicas se agregan los males propios de la humanidad; las anuales epidemias

que son comunes a todo el mundo y la inmensa variedad de enfermedades originadas de los

desórdenes de los alimentos, bebidas y mal régimen; reunidas tantas calamidades que

diariamente se presentan a la vista, forman la espantosa imagen de una población generalmente

achacosa, que mantiene inutilizada para la sociedad y felicidad pública la mitad de sus

individuos, a los unos por mucha parte del año y a otros por todo el resto de la vida. [...]”19

18 Véase Silvia Cogollos Amaya y, Martín Eduardo Vargas Poo. « Las discusiones en torno a la construcción y utilidad de los “dormitorios” para los muertos (Santafé, finales del siglo XVIII) », Óp. Cit.19 Mutis, José Celestino. (1801, 3 de junio). “Informe sobre el estado de la medicina, la cirugía y la farmacia en el Nuevo Reino de Granada y forma de remediarlo”. En Hernández de Alba, Guillermo (Ed.). (1983). Escritos científicos de don José Celestino Mutis (Tomo 1, pp. 33–62). Bogotá D.E.: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica.

11

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Sin embargo, como contraste respecto a lo anteriormente dicho, en los conceptos de López Ruiz

está presente la idea (vista también para el caso de Medellín) de que las gentes que consideran el

enterramiento en cementerios como un ultraje (considerando también los dogmas e ideas

cristianas que influyeron en enterrar a los muertos en las iglesias), hicieron difícil la aplicación de

ese tipo de medidas (como bien lo plantean los autores), incluso hasta bien entrado el siglo XIX.

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