posteconomía, de antonio baños

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7/31/2019 Posteconomía, de Antonio Baños http://slidepdf.com/reader/full/posteconomia-de-antonio-banos 1/31 ¿QUÉ ES LA POSTECONOMÍA? “The party is over” Nancy Pelosi Presidenta del Congreso Norteamericano 29 de septiembre del 2008  En una rigurosa descripción del término, podría afirmar, casi sin temor a equivocarme, que post economía es lo que viene después de la economía. Hasta ahí estaríamos de acuerdo. Pero ¿Porque es necesario acuñar una palabra para designar estos tiempos en los que precisamente, la economía de toda la vida, inunda toda nuestra experiencia vital? Es cierto. Pero el libro necesitaba un título y, después de un profundo trabajo de investigación mirando el Google, descubrí que éste término no estaba muy pillado. Así que la posibilidad de poner una palabra relativamente nueva en el título y llamar con ello la atención de ustedes, vendría a ser el motivo fundamental del acuñamiento del término. Aunque está también el hecho que intentaré justificar (demostrar sería demasiado vanidoso) de que la economía clásica ya ha sufrido una mutación irremediable que la ha desnaturalizado hasta tal punto, que precisa una nueva categoría. Por su cambio de métodos, reactores y de objetivos, la economía ya no hace honor a su nombre. Así pues, la posteconomía es una forma de dominio basada en el miedo y la deuda, que genera una obediencia servil a un nuevo estamento señorial que rige por encima de la geografía, el estado y la ley. Es un poder escolástico. Es postcientífica y no racionalista. Funciona por exaltación e imitación. No tiene discurso, se explica con símbolos y gestos. Recupera la analogía y la semejanza. El pathos de la posteconomía no es el progreso sino la notoriedad, el arjé, el principio de fama que movió a Aquiles hasta Troya. La Post es la economía que ya no se lo cree. Cuando se deja de lado toda intención científica, toda esperanza de bienestar, toda función instrumental y la economía deviene directamente en una doctrina, en una teología, cuando se transforma en un complejo tabú

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¿QUÉ ES LA POSTECONOMÍA?“The party is over”Nancy PelosiPresidenta del Congreso Norteamericano

29 de septiembre del 2008 En una rigurosa descripción del término, podría afirmar, casi sin temor aequivocarme, que post economía es lo que viene después de la economía.Hasta ahí estaríamos de acuerdo. Pero ¿Porque es necesario acuñar unapalabra para designar estos tiempos en los que precisamente, la economíade toda la vida, inunda toda nuestra experiencia vital? Es cierto. Pero el

libro necesitaba un título y, después de un profundo trabajo deinvestigación mirando el Google, descubrí que éste término no estaba muypillado. Así que la posibilidad de poner una palabra relativamente nuevaen el título y llamar con ello la atención de ustedes, vendría a ser el motivofundamental del acuñamiento del término.

Aunque está también el hecho que intentaré justificar (demostrar seríademasiado vanidoso) de que la economía clásica ya ha sufrido una

mutación irremediable que la ha desnaturalizado hasta tal punto, queprecisa una nueva categoría. Por su cambio de métodos, reactores y deobjetivos, la economía ya no hace honor a su nombre. Así pues, la posteconomía es una forma de dominio basada en el miedo yla deuda, que genera una obediencia servil a un nuevo estamento señorialque rige por encima de la geografía, el estado y la ley. Es un poderescolástico. Es postcientífica y no racionalista. Funciona por exaltación e

imitación. No tiene discurso, se explica con símbolos y gestos. Recupera laanalogía y la semejanza. El pathos de la posteconomía no es el progresosino la notoriedad, el arjé, el principio de fama que movió a Aquiles hastaTroya.

La Post es la economía que ya no se lo cree. Cuando se deja de lado todaintención científica, toda esperanza de bienestar, toda función instrumentaly la economía deviene directamente en una doctrina, en una teología,cuando se transforma en un complejo tabú

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Si lo económico fuese como la Iglesia, la diferencia entre economía yposteconomía es la que hay entre San Francisco de Asís y Alejandro VI, elpapa Borgia. Entre los guisantes de Mendel y el Papa Inocencio II, aquelque proclamó la primera cruzada al grito de” Dios lo quiere!”.

Postulaba el monje Juan Escoto Erígena, en el cachondo y desmadradosigo IX, que Dios se explica a sí mismo en la multiplicidad de la physis.Lo que él  llamaba “deus explicitus”. De la misma manera, la naturaleza,su caos diverso, es la manera que tiene lo posteconómico de manifestarse.Ya no se trata del dios padre de Moisés, arbitrista y fisiócrata. Ni el diosrelojero de Newton que alumbró con su mecanicismo y causalidad laeconomía y el capitalismo. Nuestro nuevo dios se explica con las leyes de

la biología. Vamos pues hacia una especie de panteísmo en lo económico.Y si no me creen, escuchemos a Paul Krugman en La organizaciónespontánea de la economía: “Toda economía dinámica compleja presentala estructura que en teoría de la evolución se conoce como equilibriopuntuado, esto es, largos periodos de inactividad seguidos de cortosperiodos de cambios precipitados...” Calmas y tormentas en una sucesióncaótica, impredecible e ingobernable. La posteconomía volvería a invocarla fuerzas naturales con la única intención de aplacarlas, no ya de

someterlas a su imperio. En la economía mandaba el ciclo, en posteconomía la crisis. La economíaera un río, la posteconomía un remolino, un Maëlstrom.  La crisis, laburbuja ya no son  periodos de purga entre nuevos ciclos productivosshumpeterianos, La crisis es el arma, la catapulta con la que la econocraciaasalta los viejos estados y las empresas. La crisis es una forma de guerra.Es la versión financiera de la razzia, de la correría medieval. Dar el harb, la

casa de la guerra. Mordor, todos contra todos. Peste alta.

En la posteconomía el feudo no está en la tierra, en el espacio. Se sitúa enel tiempo. Las luchas señoriales ya no se libran por el dominio de la tierrasino de la deuda. Y la deuda no es más que tiempo enfeudado, tiempo queya no nos pertenece. Al endeudarnos, accedemos a nuestro futuro y se locedemos al nuevo señor deudal. Por otra parte, las complejísimas,relaciones clientelares devienen vasallajes. La hipoteca, el terrorsecuritario, el temor a la epidemia y al extranjero fijan a la gente a unterritorio y a un amo. Desde el punto de vista intelectual y de la academia,

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el acatamiento a lo real ha sustituido a la interpelación y la indagación. Ladependencia de fondos, el miedo a la discrepancia y el consenso comomedio conciliar de establecer la verdad, hacen que el pensador devenga enuna suerte de oratores, clero dogmático cuya función es sostener y

 justificar el régimen señorial. Queda así descrito el concepto. Pasemospues, a destriparlo y, a ser posible, descabezarlo.

ENTRE TODOS LA MATARON Y ELLA SOLA SE MURIÓPregunta: ¿De dónde proceden las ideas económicas?Respuesta de Paul Krugman: De los eco-nomistas, por supuesto.Entrevista en la Revista Venezolana

de Análisis de Coyuntura, vol. 13, n.o 2, Caracas, diciembre de 2007

En el año 2000 los estudiantes de economía de la Sorbo- na, como buenosuniversitarios y mejores franceses, es- cribieron un manifiesto. En élalzaban la voz sobre el pe- ligro de que la licenciatura en económicas seconvirtiese en una mezcla de astrología y sudokus: un conjunto de reglasde previsión basadas en modelos matemáticos muy aparentes pero nadaajustados a la realidad, es decir, puros pasatiempos numéricos. La

economía, argumentaron, es una ciencia social porque se ocupa de lasnecesidades y los anhelos de las personas y comunidades. Sin embargo,parece que sólo estuviera interesada en la producción y comercio demercancías. Por eso llamaron a su manifiesto «Economía postautista». Erauna fantástica definición de la principal patología que sufre dicha ciencia.Una in- capacidad patológica (e ideológica) para dialogar con el resto delsaber humano.

El manifiesto postautista quizá fue el más sonado y glamuroso (es lo quetiene la Sorbona), pero, dieciocho años antes, en plena euforia neoliberal,la American Eco- nomic Association organizó una comisión para evaluarlos programas de las licenciaturas en economía. Las con- clusiones, de unafranqueza incuestionable, fueron publi- cadas en el Journal of EconomicLiterature en 1991. Allí pue- de leerse que la comisión temía que: «Losprogramas de licenciatura dieran lugar a una generación con demasia- dos“tontos sabios”, hábiles en técnicas pero inocentes cuando se tratara deasuntos económicos reales». En ese informe, sin embargo, no se exploranlas causas de esa docta ignorancia, ni se desvía la culpa hacia dogmas

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como la eficiencia eterna del mercado o la racionalidad absoluta de lasdecisiones económicas.Los miembros de esa generación por la que el infor- me sufría, esos tontossabios que se licenciaron a finales de los ochenta son, precisamente, los

que han ayudado a arruinar el mundo. En 2006, cuando la crisis era un im-posible, la revista Forbes hizo un ranking de los mejores y más preclarosanalistas financieros. El número uno era Robert Spingarn, especialista envender armamento. Te- nía cuarenta años cuando encabezó la lista; o sea,licen- ciado a finales de los ochenta. El segundo y el tercero tambiénestaban en el rango de cuarentones que apren- dieron economía en los añosdel fin de la historia. Nin- guno de ellos lo vio venir. Ninguno supo quéhacer.

Soy economista y os pido disculpas es un libro de Floren- ce Noiville,antigua alumna de uno de esos cenobios posteconómicos que son lasescuelas de negocios. En una entrevista de La Vanguardia Noivilleexplicaba: «En las escuelas de negocios tu talento lo vuelven avaricia. Soncomo aspiradoras de inteligencia, ilusión y juventud que devuelven a lasociedad tipos engreídos, cínicos y ajenos al bienestar colectivo. Estánobsesionados por hacerse más ricos normalmente a costa de todos». Son,

pues, hi- jos de aquellos tontos sabios de los años ochenta, gente formadaen un esprit de corps, en la obediencia a la doctri- na y en la praxis derazzia financiera. Sus conocimientos económicos se limitan a saber dóndese juegan las timbas y los trucos para hacer trampas. «Le aseguro que nohay nada que hagan que no pueda hacer cualquiera con una inteligenciamedia y capacidad de ponerse una corbata y una camisa limpias cadamañana. Y de decir “sí, señor”», sentenciaba Noiville en la entrevista. Laignorancia es una parte fundamental de ese entrenamiento castrense que

ahora se llama profesionalismo. No preguntarse nada es hoy lo propio delsabio. Sobre todo del economista.

En 1936 Keynes ya reconocía que el problema de la economía no era tantotener nuevas ideas, sino escapar de las viejas, de esos antiguosplanteamientos que persisten por la vanidad académica y el miedo a que unpensa- miento crítico o una actitud contestataria te arruine una buena beca.En Debunking Economics. The Naked Emperor of Social Sciences elaustraliano Steve Keen advierte que los econo- mistas insiders rechazan

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ser comparados con los políticos o intelectuales, e insisten en que susrecetas, que invariablemente ayudan a los ricos, son neutras y científicas.Keen afirma:

Llegué a la conclusion de que el motivo por el que su comportamiento

era tan antiintelectual, tan aparente- mente destructivo desde un puntode vista social, y tan aparentemente cargado de ideología, era

profundo, más profundo que cualquier clase de patología personal de

superficie. Comprendí que la causa no se debía a nada individual, sino

que radicaba en la formación que los economistas habían recibido,

pues era ésta la que les conducía a mostrar comportamientos más

propios de unos fanáticos que de unos intelectuales desapasionados.

Según Keen, es la educación económica en su ver- sión actual la que incitaal dogmatismo y la intolerancia. Y sería esa misma academia la que hahecho del científico un inquisidor. La que ha convertido al economista,azu- zado por una mezcla de vanidad, codicia y poder omní- modo, enevangelizador posteconómico.

LA BURBUJA

Vamos a necesitar un barco más grande.Roy Scheider,TiburónEl papel pintado vuelve a estar de moda. Este básico de la decoración haregresado con fuerza para marcar tendencia en el siglo xxi. Nuevosestampados, atrevidas combinaciones y la estética de los setenta comotrend topic constitu- yen el paisaje donde este clásico elemento de

decoración puede dar más de sí. Barato, divertido, juvenil y fácil deinstalar, el papel pintado se posiciona con fuerza como una opciónsostenible y artística para decorar todo tipo de espacios.

Instalar el papel pintado puede ser además un diverti- do juego y unadesestresante terapia. ¡Probadlo en pareja! Eso sí, a la hora de ponerlo,tengan mucho cuidado con las burbujas de aire que suelen formarse. Amenudo, si no estamos atentos, esas irregularidades nos harán pasar un mal

rato, pues pueden desplazarse y es difícil aplastarlas. Esas burbujas en elpapel pintado recuerdan, en su rebel- de comportamiento, a las burbujas

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financieras que asolan la tierra desde la privatización del campo socialista,a fina- les de los años ochenta.

Es tan fastidioso eliminar una burbuja del papel pinta- do como del

sistema económico global. Por eso les doy algunos consejos. En el casodel papel, lo recomendable es ocultarla detrás de algún armario o cuadro.En el caso de la economía, la ocultación no hace más que alimen- tarla. Lomejor es desplazarla rápidamente hacia las zonas que se han visto pocoafectadas por una burbuja anterior. Bueno, por la anterior posición de lamisma burbuja, para ser más exactos, porque el proceso llamado financia-rización lo que ha generado es la infinita movilidad, mu- tación ydesarrollo de una gran burbuja primigenia.

Una burbuja de dinero que, como no existe, no se puede extinguir. Si ladeuda no se salda, la burbuja conti- núa en otro lugar y con otros medios.Y como saldar deu- das es un marrón, más vale sacar beneficio de losegundo. Así que las burbujas se han convertido en medio de transporte (de activos)y en fuente de alimento cuando se las deja pastando sobre un país o sector.Igualito que un rebaño de yaks.

 Nixon y la jota manchega

Mientras en un abarrotado Teatro Quijano de Ciudad Real se celebraba conéxito el III Festival de la Canción Manchega, en un sombrío despacho deuna Casa Blanca, en la ciudad de Washington, Richard Nixon la liaba par-da. Era el 15 de agosto de 1971, y el mundo vivía confia- do en que laprosperidad creciente conseguida después de la guerra sería eterna. Peroaquel día de verano Nixon no estaba para jotas manchegas. La guerra de

Vietnam, que salió por un pico, trajo problemas deficitarios y som- bras deinflación internacional. Miedos que hicieron que comenzaran a cambiarsedólares por oro de la Reserva Federal, lo cual debilitaba aún más la posturayanqui. Asesorado por un tal Milton Friedman, Nixon decide pulirse laconvertibilidad del dólar con el oro, base del sistema de Bretton Woodsadoptado en 1947 y puntal de la prosperidad de Occidente. A partir de eseverano, la volatilidad, que es cuando una divisa se vuelve ligera de cascos,sería cada vez más escandalosa. El tipo de cambio entre monedas quedó alarbitrio del mercado. Y eso hizo que de la nada apareciera un nuevonegocio: la especula- ción global.

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Allí empezó todo. Con Nixon, no en Ciudad Real. Pero la burbuja viajerase vistió de largo de la mano de la perversa globalización, nacida en 1989.Su primer baile de debutante lo tuvo con el apuesto filósofo-manganteGeorge Soros. En 1992, tres años después de la caída del Muro de Berlín,

este Atila de las finanzas mostró al mun- do lo divertido que podía ser estenuevo business al atacar a la libra esterlina, sacarla del sistema financiero yhacerse rico y famoso en un plis-plas. En El nuevo paradigma de losmercados financieros Soros explica muy bien cómo va el burbujismo queél ayudó a inflar:

Todas estas crisis forman parte de lo que yo llamo una superburbuja, un

proceso reflexivo de largo plazo que ha evolucionado a lo largo de los

últimos veinticin- co años. Proceso que consiste en una tendencia actual, laexpansión crediticia, y una concepción equivocada ac- tual, el

fundamentalismo de mercado... La crisis actual es un punto de inflexión en

el que tanto la tendencia como la concepción equivocada se han vuelto

insostenibles.

Por lo tanto, creer en el mercado y en la expansión del crédito comoargumentaba la ortodoxia económica es como mezclar Mentos con Coca-

cola. Explosivo y di- vertido pero queda todo perdido. Soros nos dice queese juego ha llegado a un punto que no se puede sostener. Así que,conociéndolo, lo que habrá que hacer es ampliar y extender. Patadaadelante.

Desde 1971 esa burbuja, alimentada primero por el ahorro, la deudasoberana, y luego por los derivados fi- nancieros, ha ido arrasando laseconomías, como un tor- nado en Kansas. Para reforzar la imagen de una

burbuja errática e inquieta no hay más que acudir al estudio de Caprio yKlingebiel del año 2003 sobre las crisis, en el que contabilizaron 117 crisisbancarias king size en 93 paí- ses, desde 1970 hasta 2003. Asimismo, elmundo sufrió 113 episodios del llamado «stress financiero» en otros 17países. De las 117 crisis bancarias sistémicas, 78 se desa- rrollaronmientras sonaba britpop, es decir, en los alegres años noventa. Y las quepodemos calificar como no sisté- micas, los 42 patatús restantes, tambiéntuvieron lugar en la misma década, cuando, ironicamente, el capitalismo

global, según los expertos, chutaba como un tiro.

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Adjuntamos, a modo de juego mnemotécnico, la lla- mada lista corta delas crisis financieras de los últimos trein- ta años para que vean que no esexcepción, es sistema:1982: México

1985: Chile1987: Lunes Negro de Wall Street1990: Burbuja inmobiliaria sueca1992: Devaluación de la libra esterlina1995: México, efecto Tequila1995: Argentina1997-1998: Crisis financiera asiática1998: Rusia, bolsas mundiales y estanflación japonesa 1999: Se inicia la

crisis Argentina2000-2001: Estados Unidos, crisis puntocom, Enron,Worldcom2001: Corralito argentino2008: Estados Unidos: Lehman Brothers 2010: Grecia, Irlanda2011: Portugal Sin fricción física ni temporal y alimentada por la red, la gran burbuja,

como una tormenta solar en al vacío, no tiene por qué desacelerarse. No segesta por escasez de materias primas. No la origina el exceso o la falta enel flujo de producción. Al contrario. El principio activo, el daimon de laposteconomía es la burbuja misma. Ella toca y determina si un bien seráescaso o abundante, si aquel producto llegará a venderse o si ese sectorcaerá en la rui- na. Primero la burbuja móvil, planetaria, el djinn de ladeuda, y a su disposición, la vieja economía real abierta a ser vampirizada.Lo sólido frente al torbellino, frente a la tormenta de arena, el simún, el

tsunami que todo lo arra- sa. La burbuja precede a la recesión, como latrompeta al Apocalipsis. Por eso una burbuja sólo puede ser sustitui- dapor otra burbuja: la puntocom por la inmobiliaria, y ésta por la burbuja delrescate, en la que andamos ahora y luego...

A comienzos de la crisis, Stephen Schwarzman, di- rector ejecutivo deBlackstone Group LP, una de las ma- yores empresas de serviciosfinancieros, dijo que en un año y medio se había destruido entre el 40% y45% de toda la riqueza mundial. Obviamente, se trata de riquezafinanciera, de esa que sólo se crea y se destruye inflando globos. Lo

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destacable es el tamaño de la explosión, lo que obliga a que la implicaciónde los estados (y su dinero público) empiece a ser sistémica incluso paraellos.

El gran saqueo de los fondos públicos ha elevado la apuesta al máximoporque la próxima vez ya no tendre- mos a los estados para rescatarnos.Ellos serán los que ne- cesiten tal rescate... ¿De manos de quién?, mepregunto. PARECE QUE SE VA PERO VUELVE¿Es malo apostar o sólo perder?Marlon Brando,

Ellos y ellas

Richard Sennett es un señor muy simpático y razonable que ha tenido elacierto de describir la crisis actual con el ajustadísimo nombre de «capitalimpaciente». Esa impa- ciencia es debida, en parte, a la imposibilidadideológica y física de hacer reposar el capital fluctuante sobre algún sectorproductivo; la dificultad de que ese capital riegue, desde las nubosasalturas del mercado financiero, el cam- po de la economía productiva. Un

capital ansioso que tiene, además, una característica muy particular: la re-flexividad.

Los precios financieros actúan a partir de una función autorreflexiva, segúndescubrió nuestro ya viejo amigo George Soros. Esto quiere decir que elprecio de un pro- ducto se fija según las expectativas de lo que ocurrirá conél mañana, pero esta acción modifica de inmediato el presente de lo tasado.Ese cambio inicia un nuevo proce- so de estimación futura y un nuevo

precio según: a) lo que se cree que sucederá, y b) lo que hacen hoy algunosagentes a partir de a). Es lo que se llama una reflexión de segundo grado,que no tiene nada que ver con pensarse las cosas dos veces.

La reflexividad soriana (de Soros) es un motor burbu- jero de primerorden. Pongamos un ejemplo. «Compra estufas de Malasia», te dice Sorosuna tarde tonta al sali del multicine con la cuadrilla. Se corre la voz y todosacuden a la puja. Ante el subidón de demanda sube el precio. «¿Ves? Tedije que comprases estufas de Malasia. Están subiendo», te confirma. Anteel hecho empírico de que la estufa sube de valor, hay quien dobla la

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apuesta por participar en el next big thing. Las informaciones se expandenvíricamente y los malayos flipan. Evidente- mente nadie allí quiere oírhablar de reflexividad del mercado. El suyo ha sido un modelo de éxito yde I+D en el ramo de la calefacción. Muchos malayos abrirán fá- bricas de

estufas; ahora creen estar especialmente dotados para fabricarlas. Es más,la economía malaya se volcará con crédito y dinero público a la industriaestufera. Pese a haber más oferta, no baja el precio, sino que suben losbeneficios de quien trafica con el calor malayo. La super- burbuja absorbedentro de sí todas las contradicciones. El final de la historia creo que se loimaginan: una mañana, a la hora del vermut, alguien comenta: «¿Y paraqué sirven exactamente las estufas en Malasia?». ¡Pum!, la cagamos.Llaman apurados, pero les salta el contestador: «Hola, soy George Soros,

ahora no puedo ponerme, he ido a una comunión en las Chimbambas...».Un ping-pong infer- nal, si se me permite ponerle título de peli china deserie B. Un proceso que acaba con el poder de verificación de todo valoren el futuro. Ese lugar donde sólo se accede con poderes espiritistas oponiéndole morro.

El mercado, así entendido, no distribuye ni asigna re- cursos de maneraracional, tal y como dicen los teóricos. Bombea impulsos y tiene pálpitos

según ese extraño con- cepto del que hablaba Federico Rampini: elmomentum investing, o lo que es lo mismo: «Que para ganar en la Bolsano era necesario perder el tiempo en el análisis de las sociedadescotizantes; era necesario intuir a tiempo sobre qué títulos se estabaabalanzando la muchedumbre, hacerse transportar por la ola, entrar en lainevitable subi- da». (Dall’euforia al crollo. La seconda vita della neweconomy, 2001.) Muere el mercado como reunión de sujetos infor- madosque toman decisiones racionales para convertirse en una turbamulta de

borregos persiguiendo el mogollón guiados tanto por el miedo como por lacodicia.

ESPERANDO SEXTO CICLO COMO QUIEN ESPERA EL 34El capital jamás resuelve sus problemas: simplemente los cambia de lugar.David Harvey

Tengo una gran simpatía por el economista ruso Nikolai DmítrievichKondratiev. El bueno de Kondratiev y Pak Nam-gi, ministro de Corea delNorte, que firmó una catastrófica reforma monetaria, han sido los dos

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únicos economistas fusilados por el ejercicio de su oficio. No estoydiciendo que sean pocos ni que ésa sea una práctica recomendable, aunquellama la atención tan pocas bajas dentro de un gremio que causa unascalamidades tan de- vastadoras.

A Kondratiev le fusilaron por pensar que la economía iba a ciclos largos ycortos, como las faldas. El comunismo no podía admitir los cicloseconómicos (las faldas cortas tampoco) porque el camino hacia ladictadura del proletariado y la superación de la lucha de clases estaba claray rectamente marcado. Pero el mundo capitalista sí que ha sabido apreciara Kondratiev (a Pak Nam-gi no, injusta- mente) difundiendo la creencia enciclos largos, medios y cortos, que se solapan y se estiran o arrugan entre

sí.

Los ciclos largos, los K, se dividen en cuatro estacio- nes, como la pizza.Ahora nos encontramos en el invier- no del descontento del quinto cicloKondratiev, que, di- cho así, parece sacado de un calendario maya. Dicenlos expertos como David Knox Barker que los inviernos K duranaproximadamente dieciseis años, o sea, que si este empezó en el año 2000con la burbuja tecnológica, aún tenemos nevada para rato.

Sin embargo la percepción actual es que el ciclo, en tanto que metáforalineal, ha sido superado. No porque sea concepto inválido, sino porquetiene más dimensio- nes. Al ciclo temporal se le añaden dimensiones.

Como ocurre en física, encontramos ciclos paralelos, propiedades deubicuidad y distorsiones de todo tipo. Hoy la burbuja eterna viaja en eltiempo instalada en los ciclos, pero tam- bién se mueve por el espacio.David Harvey, el geógrafo y hombre de moda del anticapitalismo de hoy,

llama a estas propiedades milagrosas el «ajuste espacio-temporal».La nebulosa de capital-riesgo, los púlsares financieros, las espirales decapital burbujista modifican el clasicote ciclo de producciónshumpeteriana. Pero no sabemos cómo ni hacia donde. Sí podemos intuirqué pasa cuando la burbuja es gigantesca mirando hacia el pasado. Si lee-mos, por ejemplo, la descripción que hace Hannah Aren- dt de laglobalización del siglo xix en su libro Los orígenes del totalitarismo, lassimilitudes son pasmosas: La expansión imperialista ha sido provocada porun curioso tipo de crisis económica, la sobreproducción de capital y elsurgimiento de dinero «superfluo», producto del ahorro excesivo que ya no

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podía encontrar inversio- nes productivas dentro de las propias fronteras.Por pri- mera vez, la inversión del poder no abría el camino para lainversión del dinero, sino que la exportación del po- der se limitaba aseguir, tímidamente, a la exportación del dinero, puesto que las inversiones

incontroladas en países lejanos amenazaban con convertir a amplias capasde la sociedad en apostadores, con transformar al con- junto del sistemacapitalista de un sistema de producción a uno de especulación financiera yreemplazar el beneficio de la producción por los beneficios de las comisio-nes. La década inmediatamente anterior a la era imperia- lista, los setentadel siglo XIX, fue testigo de una escalada sin precedentes de losescándalos financieros y la especulación bursátil.

Y como ya pasó en aquella megaburbuja, la inmensa nube de capitalespeculativo sólo puede reinyectarse en el sistema productivo creando unevento singular, espas- módico y masivo. La expansión colonial, laSegunda Guerra Mundial... fueron todas ellas situaciones de reset materialo de necesidad excepcional que facilitaron la conversión del dinerosuperfluo en dinero útil. Hoy de- beríamos estar ya buscando una buenaguerra, un inven- to revolucionario o una catástrofe gigantesca que permi-tiera reiniciar ese movimiento. Así que, si se les ocurre cualquier cosa...

 

HIZO LLAMAR LA REINA A UN ECONOMISTA...Hizo llamar el rey a magos, astrólogos, en- cantadores y caldeospara que leexplicasen sus sueños...Entonces hablaron los caldeos al rey en lengua aramea: «Rey, di el sueño atus sier- vos y te mostraremos la interpretación».Daniel 2, 2

En Inglaterra el 5 de noviembre se celebra el día de Guy Fawkes, uncatólico que quiso volar el parlamento con el rey Jacobo y sus lores dentro.El fracaso del complot se celebraba como el triunfo de la monarquía, hastaque Alan Moore utilizó el personaje de Fawkes para ilustrar su obra V deVendetta. A partir de entonces el malvado conspirador pasó a ser elsímbolo de la revuelta de principios de siglo.

El 5 de noviembre, que ha pasado de ser una fiesta real a una celebraciónlibertaria, acumula otra singular efeméride.. Ese nuevo significadoapareció en el año 2008. En esa memorable jornada, su resistente majestad

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Isabel II, cabeza de la Iglesia de Inglaterra, se fue de visita a la London

School of Economics, lugar donde estudió con provecho Mick Jagger,entre otros triunfadores. Traje chaqueta blanco con bolso, guantes yzapatos ne- gros cubiertos todos por un gran sombrero en forma de

marmita invertida. Iba la señora a inaugurar el New Aca- demic Buildingcon sus tijeritas para la cinta y su discursi- to doblado en el bolso de manocuando, de repente, se giró hacia un súbdito que la guiaba con solícitopelotis- mo y le preguntó: «¿Por qué nadie lo vio venir?». Edeca- nes ychambelanes, mayordomos y asistentes, pares del reino, lores y villanos,todos sostuvieron el aliento ante aquella pregunta real.

Hay que recordar que tan sólo hacía tres meses que el catacrac de Lehman

Brothers había tenido lugar de forma sorpresiva, y la peña andaba bastantemosca con la profe- sión economística. «¿Por qué nadie sabía nada?»,insistió la señora, en plena inquisición sobre la crisis financiera que abríasus fauces, por aquel entonces, a su primer bostezo.

Y frente al escalofrío de la corte, el súbdito que la acompañaba, su bizarroguía en la visita al LSE, le dio cumplida respuesta. Allí estaba él. Un joveny apuesto caballero castellano, hirsuto hidalgo que a la sazón im- partía en

la institución y era conocido en la comarca por el nombre de LuisGaricano. A pesar de ser español, Ga- ricano fue capaz de contestar eninglés a la monarca: «En cada etapa, alguien confiaba en otro alguien, ycada uno pensó que hacía lo correcto», dijo el recio economista ibérico.Pero si estas cosas son tan grandes, ¿por qué todo el mundo «las obvió»?,insistió una vez más la Reina no por miedo a que su pueblo sufriesepenalidades, sino porque su real fortuna ya había perdido veinticincomillones de libras en el patatús de Lehman. Garicano y el séquito le

regalaron un pomo de flores blancas, la dejaron ir a hacer pipí en el nuevoedificio y finalmente la acompañaron hasta el coche. Sin embargo, elcuadro de economistas reales, y los virtuales que supieron de real cuestión,se quedaron con un mal sabor de boca, de manera que no podían dar porzanjado el asunto.

Tras ocho meses de mucho pensar y discurrir, enviaron dos respuestas a lasiguiente dirección de correo postal: Her Majesty The Queen, BuckinghamPalace, London SW1A 1AA. En el remite podía leerse una céntricadirección: 10 Carlton House Terrace, London SW1Y 5AH, lugar que

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corres- ponde al garito de la British Academy. Y como remiten- tes, dosnombres serios y contrastados: Tim Besley y Pe- ter Hennessy.

Tres folios apretados le llegaron a Isabel II, y la expli- cación, después de

tan duro trabajo, sonaba a excusa bal- buceante propia de alumnos pilladosen mitad de una guerra de tizas: «La mayoría estaba convencida de que losbancos sabían lo que hacían. Creían que los expertos fi- nancieros habíanencontrado nuevas fórmulas para diluir la gestión de riesgos. Es difícilimaginar un mejor ejem- plo de ficción y soberbia». Creían, pensaban...Una ter- cera persona del plural inquietante viniendo de una aca- demia,pues traslada y escabulle su responsabilidad mientras reduce a la nada suautoridad como centro de análisis y previsión. Es posible que la codicia

alimentara a los banqueros y que el orgullo cegara a los reguladores quedeberían, como bien decía la carta, «retirar el ponche cuando se anima lafiesta». Pero lo que parece extraño es que los científicos, los quesupuestamente observaban la economía de manera desapasionada yobjetiva, no fuesen conscientes y combativos ante el desastre.

«Entonces, ¿cuál era el problema?», se pregunta la real misiva. «Todo elmundo parecía estar cumpliendo su de- ber de acuerdo con su nivel de

calificaciones. Y, según los criterios estándar de medición del éxito, casisiempre lo estaban haciendo bien.» Pero si todos hacían lo correcto, ¿cómoes posible que ese comportamiento les llevase a la catástrofe? Juan LuisVives, el humanista valenciano del siglo xvi, se preguntaba lo mismo ensus comentarios acerca de La Ciudad de Dios de san Agustín: «¿Cómo elbien puede ser causa del mal?». Y contestaba: «Porque cuando la voluntadabandona lo superior y se vuelve ha- cia las cosas inferiores, se hace mala;y no por ser malo aquello hacia lo que se vuelve, sino porque es malo el

hecho de volverse». Cuando los reguladores y académicos cayeron en laautocomplacencia y la vanidad, cuando no directamente en la codicia,causaron el mal, puesto que se desviaron de la función de rigidez, control yneu- tralidad. Con Vives no se trata de hacia dónde miraron, sino que,irresponsables, dejaron de vigilar lo que debían.

Y sigue la jeremiada: «La psicología del gregarismo y el mantra de losgurús financieros y políticos condujeron a la adopción de una recetapeligrosa. Si bien pudo ser correcto pensar que los riesgos individualeseran peque- ños, parece que nadie pensó en que los riesgos a los que se

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enfrentaba el sistema visto como un todo eran enormes». Psicologismo,gregarismo, magnitud del riesgo, errores que una disciplina como laeconomía, supuesta- mente científica, debería saber depurar de su propioins- trumental epistemológico. La pregunta de la Reina si- guió

produciendo abundante literatura, y son esos textos, las respuestas y lasexcusas, las que constituyen un valioso corpus que disecciona lo que no esmás que el agota- miento gnoseológico de la economía. Cansanciometodológico y casi diría que hasta fatiga física, con sudoración y bufidospor puro desfondamiento.

Agotamiento de una ciencia desmadrada, que ha per- dido, por supuesto,su capacidad predictiva y su utilidad planificadora. Una disciplina que,

ante la inocente pre- gunta de una humilde Emperatriz, es ella, y no lamonar- ca, la que se descubre desnuda sin que nadie antes le hu- bieseadvertido de su estado.

La primera de las cartas termina así: «En resumen, su Majestad»,concluyen estos economistas, «la incapacidad para prever el momento, elalcance y la gravedad de la crisis se debió principalmente a un fallo de laimaginación colectiva de mucha gente brillante que no comprendió los

riesgos del sistema económico y financiero en su con- junto». Dicen quefalló la imaginación colectiva de la gente brillante, pero no fueexactamente así. Lo que pasa es que la imaginación colectiva de la gentebrillante no estaba precisamente trabajando para mantener el sistema. Laimaginación colectiva de la gente brillante soñaba con apropiárselo.

(...)

SEGUNDA PARTE

SAN AGUSTÍN INVIERTE EN HEDGE FUNDS “Las dos ciudades, en efecto,

se encuentran mezcladas yconfundidas en esta vida terrestre,hasta que las separe el Juicio Final”San AgustínCivitate Dei

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 ¡A por otra metáfora medievalista! San Agustín de Hipona vio con sus ojitos de santo cómo Roma, la Eterna,

caía en manos de Alarico que era un bruto. No debió ser aquella una tardecon mucho ambiente en las terrazas de Via Veneto. Y se conoce que, delmismo susto, el hombre escribió De Civitate Dei, La Ciudad de Dios. Allí habla, entre muchas y muy sustanciosas cosas, de la existencia de dosciudades, una terrenal y corrupta y la otra (ya lo habrán adivinado)celestial y pura. La caída de Roma le hizo albergar la esperanza de que pormucho bárbaro antorcha en mano que arrasase la obra del hombre, otraciudad, a salvo de la destrucción, se estaba construyendo en el cielo. Ya

ven, literatura escapista. Como bien explica la cita, ambas ciudades seencuentran juntas, indistiguibles y uno ha de saber a cual quiere servir paraencontrar piso en la buena cuando eso del Apocalipsis. Vamos a trasladar la idea de Don Agustín a lo nuestro. Podemos interpretarel cesaropapismo derivado de la metáfora agustiniana en los dos poderesque sufrimos: el econócrata y el político. El primero, celestial, trata de laJerusalén cibernética, el mundo de intercambios, hiper-intercambios y la

generación estocástica de precios gobernados por la teología de lamultiplicación. La Jerusalén terrena (el mundo de lo político) se asociaríacon el control social old school, de toda la vida. El corpus biopolítico:movimiento, pensamiento, costumbres, enfermedad, educación etc. Puescomo dice San Agustín: “Unos viven según la carne, y otros según elespíritu.”  El gobierno de lo etéreo

Un ejemplo que saco del libro “El club de los elegidos” de DavidRothkopf y por eso los datos tienen sus añitos aunque nos siguen siendoválidos. De acuerdo con la lista de la revista Institutional Investors Alpha,hay tres gerentes de fondos de cobertura que ganaron más de 1.000millones de dólares en 2006: James Simons, un ex profesor dematemáticas, por su fondo Medaillon de 6.000 millones de dólares;Kenneth C. Griffin, del célebre Citadel Investment Group de Chicago, yEddie Lampert. Estos tres magnates ganaron ese dinero con tres compañíasque no han fabricado nada. Ni el palo de una escoba. Sin embargo sus

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ganancias están por encima del PIB de más de 30 países con sus cocoteros,pescadores y profesores de gimnasia. Es en la ciudad celestial por la que se mueven esos tres y otros miles, los

“santos” de hoy. Una ciudad muchísimo más espaciosa y rica que laJerusalén nuestra y terrena, de atasco y caca de perro. Fíjense en losiguiente. El 31 de diciembre del año 2010 el dinero existente en el mercado de derivados llegaba a la nada desdeñable cifra de 601 billones dedólares. El 30 junio del 2011 ya era de 707 billones de dólares, segúninformaba el Banco de Pagos Internacionales (BIS, en inglés) El caso esque el PIB del planeta Tierra es, tan sólo, de 63 billones. Las cifras estánbien, no faltan ceros. La cantidad de dinero “etéreo”, ficticio, creado

financieramente supera más de diez veces la cantidad de bienes y serviciosque se pueden comprar en este mundo.

Y no sólo hay diez veces más dinero del que es necesario para comprarlotodo sino que éste, el dinero financiero, crece de manera exponencial. Enesos seis meses que reseñamos creció tanto como en los últimos 12 años,en los que se incrementó también en unos 100 billones de dólares. Laciudad de dios (es decir, la esfera del dinero seráfico) es diez veces más

grande que la Jerusalén terrena. Diez veces más ángeles que pecadores,por seguir con San Agustín. Eso ejemplifica a las claras el poder de laJerusalén divina sobre la terrena puesto que el dinero financiero, elinefable, no sólo es invisible sino que al estar orientado sobre la deuda,atraviesa también el muro del tiempo y vive en toda la escala temporal. Eseterno, como la mala uva del arcángel San Miguel.

Ustedes saben que el banco solo debe guardar de manera efectiva una parte

de su dinero. Pongamos un 10%. Si a un banquero su madre le da comoaguinaldo 10 leuros físicos, de papel, inmediatamente él puede prestar 90,los tenga o no. Ya saben, tirando de numeritos en el ordenador. El sustentode estos prodigios es una sencilla función matemática que se aplican a lasreservas bancarias.  Se trata del multiplicador monetario, y su fórmula, degran simpleza es m=1/r. Como aquí somos todos de letras, pondré lo quehe leído: Por ejemplo, ante un nivel de reservas del 50% (r =0,5 en laecuación), el multiplicador monetario es 2. Pues bien, cuando llegó lasburbujas, las reservas llegaron a ser inferiores al 0,001%, lo que indica quepor cada millón de dólares que estaban efectivamente en depósito, se

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podían crear 1.000 millones de dólares de la nada. Los anglosajones tienenuna fantástica expresión para este tipo de pasta etérea: Thin-air money.Todo un percepto deleuziano que emparenta la mar de bien con aquello del“espíritu sutil” que se solía utilizar en la alquimia medieval. Aunque en

todo esto lo que resuena con fuerza es el chirriar de las esferas celestesneoplatónicas, en su incesante y automática danza o, como dijo, DanielBell en «Models and Reality in Economic Discourse», El capitalismo seconsidera «un precioso conjunto de movimientos (…) una maquinaria celestial”. Las referencias a la divinidad del proceso de creación monetario y de lasantidad de su gestión no son ocurrencias mías ¡Que más querría! “La Fed

hizo el trabajo de Dios y rescató en secreto a megabancos y grandescorporaciones” Así titulaba Marco Antonio Moreno su artículo del 4 dediciembre de 2010 en el conocido Blogsalmón. En ese caso, la labor deDios es ampliar el dinero thin air para aumentar el espejismo. Sigue así laimagen del banquero-demiurgo que hiciera famosa el director de GoldmanSachs Lloyd Blankfein cuando dijo: “No soy más que un banquerohaciendo el trabajo de dios” De dios o de un teólogo porque laposteconomía, como ya hemos dicho, es una disciplina teológica.

Ptolomeo, en el prefacio de su Almagesto nos avisa de que la teología secaracteriza por: «La absoluta invisibilidad e incomprensibilidad de suobjeto» En este caso, el dinero electrónico, el producto derivado complejo,El High Frequency Trade y cientos de categorías angélicas de una sutilidadpropias de la más fina escolástica o de la más mordaz finanza. Y tal comose desarrolló el negocio de las bulas e indulgencias a partir de que seinventa el purgatorio a mediados del siglo XII, de la misma manera

vendemos hoy bonos para un limbo cotizable. Haríamos bien pues en hacer caso a aquella frase de Burke que dice que eldinero es el sustituto técnico de dios. Georg Simmel, siempre brillante, en“La  filosofía del dinero: (edición del instituto de estudios políticos 1977Cita extraída de Las máscaras del dinero de Celso Sánchez Capdequí) “Eldinero como medio absoluto, y al mismo tiempo, punto de unión deincontables órdenes finales en su forma psicológica, tiene relaciones muyimportantes con al idea de dios. La idea de Dios encuentra su esencia másprofunda en el hecho de que toda la diversidad y las contradicciones del

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mundo alcanzan la unidad en Él, puesto que es, coincidentia oppositorum.”Así es cómo Nicolás de Cusa describía a la divinidad, la coincidencia deopuestos, algo que el dinero cumple a la perfección. Material/ etéreoLimitado/sin fin. Benefactor/corruptor. Y remato la faena con Chesterton,

que siempre da lustre: "Cuando los hombres ya no creen en Dios, no esque ya no crean en nada: creen en todo”

LA ORDEN DE LOS SEÑORES DEUDALES

Los ricos no son felices. Desde el día en que nacen hasta el día en que muerencreen que son felices. Mas créeme... no lo son.

Moe Szyslak,

 Los Simpson

Es posible reunir a un considerable número de gente en amor mutuo,siempre que haya otra gente dejada fuera para recibir las manifestacionesde su agresividad», dejó escrito Freud en La civilización y sus

descontentos. La clase señorial, la nueva aristocracia, se agrupa, como bienper- cibió el médico austríaco, en torno al desprecio por aquellos que noforman parte del ya célebre 1%.

La conformación de esa clase, la ebullición y la solidi- ficación de esaorden selecta ha sido bien dibujada por el antes citado David Rothkopf en El club de los elegidos. Dice el autor, que suele frecuentar Davos y otroscóncla- ves y sínodos de La Orden: «Desde hace algunos dece- nios se haestado formando una nueva comunidad, al mismo tiempo que laseconomías se extienden más allá de las fronteras». Rothkopf recogemúltiples declaracio- nes en ese sentido, como la de Stephen Schwarzman,

di- rector ejecutivo del Grupo Blackstone: «El mundo es muy pequeño —me dijo Schwarzman durante nuestro almuerzo—. En casi todas las áreasen las que interactúo o en las que buscamos negocios para Blackstoneencuen- tro veinte, treinta o cincuenta personas de todo el mun- do quefinalmente impulsan la industria o el sector».

Por lo tanto, no se trata de «conspiranoia» ni de oscu- ras hermandades deencapuchados, (aunque si yo fuese uno de los que gobiernan el mundoestaría muy tentado de vestirme con hábitos y sacrificar machos cabríos enun pentáculo) Tampoco se trata de una secta. Es una panda, y muchos lollaman «capitalismo de amigotes»: crony capi- talism, o como

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ingeniosamente se conoce en islandés, Pilsfaldakapítalismi (capitalismo delas faldas, por ese gesto infantil de andar siempre bajo la falda de mamá,travieso pero protegido).

Walter Wriston en The Twilight of Sovereingty definió más sutilmente elfuncionamiento de esta orden. Se trata de una «conversación global». Unfantástico ejemplo de este tipo de «conversaciones» tuvo lugar el 8 defebrero de 2010. Como informaba The Wall Street Journal del 26 defebrero de 2010, ese día se concelebró una cenita en- tre amigos, un ágapeque ya se conoce como «el complot del filet mignon».

Townhouse es un salón privado del Hotel Park Ave- nue, en el número 100de la calle 63, que está en un ba- rrio bastante bueno de Nueva York. Allí 

se reunieron para cenar (pollo al limón, champán y el ya célebre filetmignon de 44 dólares regado por un Montrachet y la consabida botellita deKrug) representantes de los más poderosos hedge funds: GreenlightCapital, SAC Capital Advisors y Soros Fund Management, entre otros.Según el The Wall Street Journal, allí se decidió, en un ambiente optimistay cordial, que sería rentable y factible atacar al euro. Pero lo importante noes lo que conversaron, sino el lento pero constante afloramiento a la luzpública de estos cenáculos. Primero fue Davos, convertido hoy en día enpuro folklore. Unas verdaderas justas entre caba- lleros posteconómicos.La idea, supongo es que los ciu- dadanos vayan aceptando que hay unpoder no democrá- tico pero eficazmente tecnocrático que gobierna porencima del gallinero parlamentario. Por ello va dejándose ver: para añadirauctoritas a su indiscutible potestas.

Al hilo de esta normalización, es significativo ver cómo se estáimponiendo el término «organización» don- de antes se hablaba de

empresa o compañía. Se destaca así su eficiencia, su control, por encimade su función pro- ductiva. Al igual que la Iglesia en el Bajo Imperio, anteel caos social, las organizaciones (bien sean de obispos o de MBAs)proveen no sólo productos, sino orden y sentido.

El desembarco de tecnócratas en los gobiernos euro- peos durante el año2011 formaría también parte de ese movimiento de legitimación. Al igualque se aceptó al se- ñor feudal porque poseía la fuerza y los contactos

políticos para mantener la paz en un territorio, así se va acentuando la ideade que es mejor un gran empresario, un insider, al- guien que calme a los

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mercados, de la misma forma que enviaron a Aecio, criado entre los hunos,para que se en- frentase a Atila. Sobornos, tratos o alianzas. Una figura deltipo John Doe, el héroe bueno pero ignorante de las películas de Capra,nos daría hoy un pánico insuperable. ¿Un inocente? No, por Dios, que

aumenta el riesgo.Quítate tú pa’ ponerme yo (la nueva rule class)

¿Cuál ha sido exactamente el objetivo de la revolución neolib? Si era elcrecimiento sin fricción, la economía sin ciclos y la previsión sin riesgo,podríamos decir que ha fracasado. Pero, siguiendo a David Harvey en Breve histo- ria del neoliberalismo, ¿qué pasa si el objetivo neolib no te-nía nada que ver con el aumento productivo ni con el crecimiento

económico, sino con el reforzamiento (o es- tablecimiento, en el caso deChina y Rusia) de una nue- va superélite, la restoration of class power,como lo denomi- na Harvey? Un proceso que arranca, como toda larevolución conservadora, en los años setenta.

Entre los autores que cita Harvey destaca Thomas Edsall, un periodistaconocedor de los entresijos de Was- hington, quien en 1985 publicó The

 New Politics of In- equality. Harvey retoma el siguiente párrafo de esa

obra:Durante la década de 1970, las empresas afinaron su capacidad para actuarcomo clase, sacrificando su instinto competitivo a favor de la unidad y de unaactuación co- operadora en la arena legislativa. [...] el tema dominante en laestrategia política de las empresas se convirtió en un interés compartido porechar por tierra leyes como las destinadas a proteger los derechos de losconsumidores y por sacar adelante la reforma legislativa laboral.

Sería sencillo y conveniente pensar que este asalto al poder estaba guiadopor la pura codicia, y que los ricos además de horteras, son malos malotes.Pero la percep- ción de los más ricos sobre sí mismos a finales de los añossetenta era totalmente diferente. Eran ellos los que se veían marginados ycastigados por una triple alianza: las élites intelectuales, el aparatoburocrático y los demago- gos populistas. Milton Friedman, el san Pablodel neolib, se sentía así en su artículo «De la tecnoestructura a la li- bertadeconómica», publicado en la revista Libre Empresa en 1978: «Un sentido

elemental de la justicia social exige hoy la defensa decidida y positiva delas gentes acomoda- das, por tanto tiempo maltratadas y vilipendiadas».

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No, no saquemos la faca todavía, dejémosle que se exprese. Las razones delos conservadores estaban avaladas por el fracaso de las llamadas políticasde desarrollo que desde los años cincuenta intentaban acabar con lapobreza: «Ha sido un excelente negocio para los millares de funcionarios

que han hecho carrera gracias a ella y para tantos in- telectuales yprofesores como han podido escribir un es- tudio tras otro sobre el tema,pero no ha hecho gran cosa para ayudar a los peor situados en nuestraeconomía». Y aquí aparece el primer gran enemigo de la revoluciónconservadora: el pensador nacido entre algodones en la alta burguesía yformado en los elitistas centros de saber tradicional: Oxbridge, elCambridge de Massachusetts, los normaliens de la rue d’Ulm... Tiposengreídos que constituían el motor del pensamiento izquierdista, una

ideología que pretendía salvar al pueblo sin tocarlo.El artículo de Friedman es un ataque cruel a las tesis del bueno deGalbraith y a su figura, como símbolo de esa élite izquierdizante: «Nopreconiza ningún tipo de impo- sición a las masas de los valores quedefiende. Sabe que estos valores son superiores, y cree que si las masasllegan a asimilar un número suficiente de obras suyas, acabarán porcompartir sus opiniones y pedirles a él y a sus colegas inte- lectuales que

les guíen». La vanity-gauche al descubierto.Por el contrario, la revolución neolib de finales de los años setenta nace enmanos de la clase media. Lejos del proletariado idealizado de lasizquierdas de salón, aparece tras la guerra un nuevo sujeto político y moralque es el consumidor. Es pueblo pero ya no es «el pueblo». Quieretranquilidad más que paz, desea tener en lugar de repar- tir, y quiere serpróspero antes que justo. Quiere un co- che, ¡qué caramba! Y ese puebloque ya no desconfía de la riqueza, al contrario, la jalea y estimula, es lavoz que recoge el neolib.

Friedman sostiene que esas malditas élites impiden al pueblo lo único quedesea: consumir. Y asegura:

Si nos guiásemos por un mercado libre, si fuese el mercado quien realmentegobernase en respuesta a unas necesidades válidas del consumidor, contaríamoscon una alternativa al gobierno de los espíritus superiores. Muchos

reformadores —en esto Galbraith no está solo— ponen como objeción básica ala libertad de mer- cado que no les deja llevar a cabo sus reformas, porque haceque el pueblo pueda tener lo que quiere y no lo que los reformadores le den. De

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ahí la tendencia de los reformadores de toda laya a ser enemigos del mercadolibre.

El éxito popular de Thatcher y Reagan tiene mucho que ver con ese antielitismoque tiene mucho de antiin- telectualismo. Es la revolución de la gente

«normal», en tanto que quiere ser o parecer rica, y eso nos normaliza a todos.La influencia de Schumpeter es también significa- tiva. Ante la crecientecomplejidad del estado burocráti- co, recomendaba una democracia limitada ala «lucha competitiva por el voto del pueblo». En otras palabras, Pepsi o Coca-Cola, Kennedy o Nixon.

Este apasionante proceso de impugnación de la de- mocracia lo relata muybien Gerardo Pisarello en Un lar- go Termidor. De este libro extraigo el

mismo plantea- miento que Hayek había descrito en los años cuarenta, laidea de poner «el orden espontáneo del mercado al res- guardo de lasurnas». Años después, se perfila la idea de la democracia como una merasustitución de las élites en un contexto claramente oligárquico, un procesomagnífica- mente relatado en el libro de James K. Galbraith titulado The

Predator State. How Conservatives Abandoned the Free Market and Why

 Liberals Should Too, una obra que mues- tra el vampirismo hacia lasestructuras de control y la dis- tribución social que entendíamos por

Estado.Y tras la crisis, el asalto final, definido por Antoni Domènech como «lavenganza del rentista». Un asalto que se apresta ahora a mudar de piel.Con David Harvey de nuevo: «Sólo nos queda constatar una tensión entreel mantenimiento del capitalismo, por un lado, y la restau- ración/reconstitución del poder de la clase dirigente, por otro». Éste es, sin duda,el núcleo de la mutación que se está produciendo mientras nosotros

miramos los fuegos artificiales de la Gran Recesión. Los neolibs seconstituyen en casta señorial y abandonan las leyes vagamente li- beralesdel capitalismo corporativo para abrazar un siste- ma de clientelismo,vasallaje y autoridad imperial. Un capitalismo de Estado a la china. SegúnDavid Havey: «Las clases superiores, insistiendo en la naturaleza sacro-santa de sus derechos de propiedad, prefirieron entonces destruir el sistemaantes que entregar parte alguna de sus privilegios o de su poder».

Así como el primer feudalismo nace a partir de la le- gislación romana, eincluso Carlomagno se corona como rey de los romanos cuando era obvioque las togas y el espíritu de los Graco ya nada tenían que pelar en la corte

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de Aquisgrán, de la misma manera se invocan los más lu- cidos valoresliberales: igualdad ante la ley, meritocracia, libertad individual... paraconstruir una estructura de po- der que, a la vista de todos, los desmiente.

TENGAN CUIDADO CON ESOS TIPOS, SON PELIGROSOS

Con los mercados en contra, una econo- mía solvente puede verse abocada a lainsolvencia.

Jordi Gual, economista jefe de La Caixa, La Vanguardia Dinero, 14 de agosto de 2011

El gran tema de los próximos años será el problema de la oligarquía. ¿Quéhacemos con ellos? ¿Qué harán ellos con nosotros? ¿Nos dejarán algo paracomer? «Ya no es sólo un problema político o moral, sino también

económico», dijo Fareed Zakaria, director de Newsweek , en la cumbre deDavos de 2011. «Es un problema económico porque si todos los beneficiosdel crecimiento van a los más ricos —continuó Zakaria— invertirán eldinero en mercados como la bolsa o el inmobiliario, y esto crea burbujas;en cambio, si la riqueza se reparte, estimula el consumo y el crecimientode la economía real.» Zhou Min, el economista chino director del FMI,añade: «La desigualdad es el reto más grave al que tenemos que ha- cerfrente; va en paralelo con las subidas de la bolsa, y no sólo en Occidente,sino también en Rusia, India, China y Latinoamérica».

De hecho, el concilio de Davos de 2011 fue intere- sante porque planteó untema que sería impensable en el antiguo mundo económico: que unasretribuciones per- sonales puedan desequilibrar todo el sistema. Éste es untema propio de la posteconomía. Lo que pasó es que la preocupación nopasó de allí, y pronto se volvió a la doc- trina de la austeridad sobre losvasallos, que es, por su- puesto, socialmente más aceptable. Al fin y al

cabo, la gente común suele tener miedo y eso permite la extrac- ción deefectivo de manera muy fluida.

Las élites dan la espalda al mundo que las sostiene. Ése es un proceso yaantiguo que describió admirablemente Christopher Lasch en su proféticolibro La rebelión de las élites, que data de 1996. Allí se nos muestra cómola nue- va élite es hija directa de la globalización y, como ella, tiene unsolo patriotismo: la red cosmopolita. Describe Lasch: «El

multiculturalismo les sienta perfectamente ya que evoca la agradableimagen de un bazar mundial lleno de productos exóticos [...] Las nuevas

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élites sólo se sienten en casa cuando están en tránsito. Su visión del mun-do es esencialmente la de un turista, una perspectiva que difícilmentepuede suscitar una devoción apasionada por la democracia».

Hervé Kempf en su libro Comment les riches détruisent la planète abundaen esa idea banal, desenrraizada e irres- ponsable de la élite, calificando ala casta señorial como «la secte mondiale des goinfres goulus», y comoejemplo de lo ridículo de la oligarquía relata una fiesta que convocó elmagnate francés François Pinault. 920 amigos llegan a Ve- necia en susaviones particulares para conocer el nuevo museo privado de Pinault. Untotal de 160 aparatos co- lapsaron el aeropuerto Marco Polo: desvíos devuelos y una improvisada flota de helicópteros sobrevolando la ciudadpara transportar a los amiguitos de Pinault, como en un remedo de la 101Aerotransportada volando sobre los malvados Vietcongs. Este atasco demillonarios sirve como imagen del poder oligárquico que nos aguarda,descendiendo de un cielo despatriado como una manada de buitres sobre elobjeto de su interés temporal.

Pero no son sólo opiniones de un periodista hippioso y decrecionista(Kempf, no yo). Cito de nuevo a Paul Krugman, quien escribió un artículoen The New York Times titulado «Oligarchy, American Style», en el quedecía: «Esa extremada concentración de riqueza resulta incompatible conla auténtica democracia».

Como dato curioso, una investigación desarrollada en la UniversidadComplutense de Madrid, dirigida por el sociólogo Armando FernándezSteinko, ha comproba- do que los peligros reales contra el sistemasocieconómi- co español no proceden del narcotráfico ni del blanqueo dedinero, sino de la corrupción urbanística. Resulta que los casos de Correa y

los dos de Malaya que implicaron a Roca, Pantoja y Muñoz supusieron unmontante delicti- vo mayor que el acumulado por el narcotráfico a lo largode más de quince años: 455 millones de euros. Esto pone en entredicho laintención y el alcance de la durísima guerra contra las drogas, en oposiciónal paseo militar que han supuesto las invasiones oligárquicas. Una pulsióncriminal que habita en los ricos y que ha sido corfimada por el doctor PaulK. Piff de Berkeley en su reconfortan- te trabajo «Higher social classpredicts increased unethical behavior» (PNAS, 2011). Como dice el título,Piff sostie- ne que la gente de clase elevada tiene la mano más larga a la

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hora de coger objetos que no les pertenecían, compor- tarse peor y justificarse después de manera natural.

En su artículo «The quiet coup», publicado en The Atlantic Magazine enmayo de 2009, y que se convirtió en un pequeño clásico de la literaturasobre la Gran Rece- sión, Simon Johnson, ex jefe de economistas del FMI,señalaba que «la industria de las finanzas ha conseguido tener realmente ensu poder a nuestro gobierno». Sin duda, una frase con un deje melancólicoque recuerda a Einsenhower advirtiendo al mundo del poder del com-plejo militar industrial.

Este golpe de timón histórico también lo comenta Tzvetan Todorov: «Losmayores enemigos [de la demo- cracia] están entre sus hijos ilegítimos

ganadores de una gran revolución en marcha: se trata de un cambio en elpoder de dimensiones no inferiores a las revoluciones que acabaron con lasmonarquías absolutas para dar el poder a las nuevas soberanías populares».

Dan Ariely, más orientado a esa terrible moda de las neurociencias,explicaba en una entrevista el porqué de esa borrachera adictiva por losbonos de la power class: «Esto se explica por un concepto que lospsicólogos co- nocen como loss aversion (aversión a las pérdidas). Pasa lo

mismo con ratas en una jaula; si les das incentivos gran- des, se estresan ypierden el norte. Los ejecutivos no son tan diferentes de esas ratas». Anteeste comentario, el pe- riodista le preguntó: «¿Ha hablado con banquerosde Wall Street sobre los resultados de su investigación?». Y Arielyrespondió: «Sí, pero tuve la sensación de que no querían reconocer laposibilidad de que sus remuneracio- nes desorbitadas pudieran serexcesivas. Como dijo Up- ton Sinclair, es difícil hacer que un hombreentienda algo si su salario depende de que no lo entienda».

 La camada que nace encorbatada

Dijo Margaret Thatcher en una frase que ha servio de motto a buena partede los neolibs, que no existe la sociedad, sólo los individuos. De hecho, lafrase no es exactamente así, contiene un muy significativo cambio. LaDama de hierro dijo que no existía la sociedad solo “las familias y losindividuos”.

Como hacen los cocineros, vamos a retirar este aforismo para que se enfríey expliquemos otra cosa. El individualismo de los liberales se sostiene en

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una evidente y gigantesca mentira que dice que cada individuo esresponsable de sus destino, es decir, de su fracaso o éxito y que los demásmiembros de la comunidad no debemos hacer nada por ayudarlo, tan solodejar expedito el camino de las oportunidades que cada uno debe encontrar

y seguir. No existe la suerte sino el trabajo y la voluntad. Eso está muybien si no fuese que nunca en la vida los liberales han aplicado nadasemejante sobre si mismos.

Recogemos a Thatcher y su sutil frase. No hay sociedad, no haysolidaridad entre desconocidos pero sí hay familia. Es decir, que sí seaprueba la ayuda mutua, la subvención a fondo perdido y derroche siempreque sea para el mantenimiento de los miembros de la estirpe. Supongo queles resuena en las orejas, igual que a mi Dawkins, su gen egoísta y toda latribu neodarwinista que, curiosamente, en los 80 de Thatcher, irrumpieronen la biología. Por lo tanto, al final, el neoliberalismo no es más que unahorda paleolítica que viaja en audi.

 Sobre el tema del retorno a la estirpe, déjenme hacer unas risas con unaentrevista que me encanta. Se publicó el 21 de febrero del 2011 en LaContra de La Vanguardia. El entrevistado era Salvador García-Atance,anunciado como presidente de la Fundación Lealtad (¿?) El hombre tieneuna biografía de capitalista heroico. Fundó un banco e hizo eso tan chachipiruli de venderlo todo para reinventarse. Haga lo que haga, el tipo tieneéxito, es además deportista, solidario… En fin, insoportable.

El caso es que el hombre brama en la interviu contra que las familias dejanherencias. Como buen héroe randiano, todos debemos labrar nuestrodestino, perseguir nuestro sueño, no reblandecerse por la fortuna familiar ytodas esas cosas que nos machacan en los telefilmes yanquis de media

tarde. Dice Don Salvador: “Hoy en las sociedades más avanzadas lonatural es empezar desde cero -sea quien sea tu padre- ; crear riqueza ymorir pobre, después de haber reinvertido en la sociedad lo que ganaste: lohace Bill Gates; lo hace Buffet y lo trato de hacer muy modestamente” Esoes una biografía muy NEM. Como el Rey Ramiro II, o el emperadorCarlos I, se trata de empeñar tu vida a la muerte del infiel y la conquistapara luego morir con hábito de monje y oliendo a filantropía. Pero ese noes el tema. Sigamos. El hombre pide un aumento del impuesto desucesiones “porque creo en el capitalismo y el libre mercado. Si elcapitalismo triunfa es porque valora y aprovecha más que ningún otro

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sistema el mérito y el esfuerzo personal” ok, tope coherente “Si estás porel esfuerzo y el mérito, no puedes defender la herencia.” Vale, lo hemospillado. Pero en ese punto Lluis Amiguet, el periodista le hace unapregunta inocente ¿No le dejaría a los niños ni el pisito? Y emerge

entonces el auténtico liberal thacheriano. Individuo Y familia. “Tampocosoy un talibán: a todos nos gusta ayudar a nuestros hijos. Y la educación eslo más valioso que podemos darles: esa sí es una inversión fructífera, que,además, redunda en bien de todos.”

 Como ven, que cada palo aguante su vela excepto mi borjamari que a eselo formo yo a base de bien.

Por supuesto, no se trata de dejarles fortunas, se trata de dejarlos con

posibilidad de acceso a las fortunas: Masters, MBAs, contactos en elCountry Club….  Es el retorno de la sangre. “La solidaridad del linaje”como llamaba Marc Bloch en su libro Sociedad feudal.

 Desmantelada la lealtad al estado/patria, regresan las élites a su patrianatural: el clan. Si en otros tiempos el matrimonio fue la manera de

perpetuar esos clanes hoy es el bono y la acción. Se trata del acceso a laeducación exclusiva, a los créditos apropiados, a los círculos que cuentan. Cuando hablamos de la  rebelión y la irresponsabilidad de las élites,hablamos también de los García-Atance del mundo. El hombre, claro está,no es un talibán. La dureza de la competencia capitalista, la sombra delfracaso y la exclusión son cosas buenas, pero fuera de casa. Para losrenacuajos de otra charca. El liberal-no-taliban  sí cree en el subsidio nopor mérito sino por coincidencia de apellidos.

Les puede parecer un ejemplo anecdótico sobre un tema menor pero leanla siguiente noticia: “Los universitarios estadounidenses se ahogan enpréstamos” (El País 12 de enero 2012) y sigue: “La deuda universitariaestadounidense, que supera el billón de dólares” y explica que, desde el2005 a los estudiantes se les impide declararse en quiebra por lo que “loscálculos que vaticinan que uno de cada cinco estudiantes será perseguidopor impago”  ¿Es o no es un proceso de exclusión señorial? Otro dato.

Según el portal The Economic Collapse, el costo de la matrículauniversitaria en EE. UU. aumentó más del 900% desde 1978, irónicamenteel año de la irrupción de la revolución neolib. Se trata de la extensión de la

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servidumbre por deuda ya desde el primer momento de la vida adulta loque garantiza una obediencia temprana y un progresivo abandono de lasaspiraciones de alcanzar formación superior. Y aún más en lasuniversidades dónde los hijos de García-Atance podrán estirar las piernas

sin que compañeros de otras castas les entorpezcan el futuro control.(...)

TERCERA PARTE

USTED (Y SUS PADRES) SON ANTICAPITALISTAS Y NI LOSOSPECHAN

El mundo va en una dirección y la gente en otra

Poot, The Wire

Que clame por la victoria del anticapitalismo un tipo como yo, que soy unantisistema de pro, un pájaro de la tradición libertaria y amigo entusiastade okupas y pe- rroflautas, no debe inquietar al lector. Pero lo que quizá lesorprenda es que usted, amigo lector, también es, de forma inconscientequizá, un anticapitalista de tomo y lomo.

El capitalismo no es que sea injusto (que lo es), lo peor es que es cansino.Se trata de un sistema agotador, siempre exigiendo de sus súbditos másproducción, más fidelidad, más novedades... Como hemos visto, el capita-lismo contemporáneo es un juerga que sólo la juventud es capaz desoportar. A partir de cierta edad, se nos hace insoportable, como elcalimocho. Tanta ambición y tes- tosterona no casan con una vidaequilibrada. El capitalis- mo te exige entrega total, radicalidad ideológica yeso que ahora en la monserga corporativa le llaman pasión. Es decir, una

obsesión diaria por mear más lejos. «Míra- me, mamá, estoy en la cima delmundo.» Así reclamaba James Cagney la atención de su madre antes demorir quemado en Al rojo vivo. Y así, los fanboys del capitalismo,rodeados por las llamas del desastre, reclaman constantemente nuestraatención. «Mírame, mamá, soy líder en el sector de los congelados.» «Miracuántas tablets vende tu niñito...» El capitalismo posteconómico no es másque crueldad infantil dotada de medios.

Por ello, hoy en día podemos afirmar que el único discurso radical eintransigente que existe es el sistémico. El capital no admite disidencia ni

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descanso. El capitalis- mo no es tolerante con quien no quiere serlo, nofacilita exilios. No hace prisioneros.

Así que ser antisistema en un mundo de fanáticos se convierte en unapostura ponderada, razonable, adulta y decente con lo que es el planeta y lafelicidad de quien lo puebla. No importa cuál es su ideología, unanticapitalis- ta es cualquier persona de orden y de bien que se ha dadocuenta de que esto ya no es aquello. Que el sistema hacia el que vamos es,fundamentalmente, idiota.

Si usted proviene de una tradición liberal, el sistema posteconómico debeescalofriarle. Vivimos bajo una exaltación prochina del capitalismo deEstado, donde la oposición entre libertad/control y privado/estatal se ha

desplazado de eje. Hoy son las grandes mega-corpora- ciones-privadas-globales las que vigilan, controlan (y sancionan) a sus propios clientes. Esla iniciativa privada la que ha desarrollado una complejísima burocraciaque oscurece sus actividades (como ejemplo, intenten nego- ciar cualquiercosa con una operadora telefónica y dígan- me si no se sienten como K, elpobre agrimensor). Por su parte, el Estado incumple también las (pocas)funciones que los liberales le asignaban: igualdad ante la ley, libre accesoal control y las sanciones políticas, y protección de la propiedad.Funciones que quedan disminuidas ante el poder de la casta señorial que varemoviendo el engru- do Estado-empresa con la célebre puerta giratoriapor la que los señores pasan de lo privado a lo público, espesan- do cadadía más sus relaciones, hasta convertirlas en una oscura masa a la que losciudadanos no tienen ningún acceso.

Otrosí, el hecho mismo de la globalización impide de manera rotunda lasola idea de que pueda existir el mer- cado. En 1937 en su sorprendenteThe Nature of the Firm, Ronald Coase ya dijo: «El carácter distintivo de laem- presa es la superación del mecanismo de precios». Es de- cir, que laaparición de la corporación moderna significa la extinción del mercado,puesto que la complejidad de la misma provoca asimetrías irresolubles yuna tendencia al oligopolio. De la misma manera, la globalización ha faci-litado la creación del oligopolio global. Un oligopolio que no puede serembridado por ningún regulador deja de ser mercado para ser dominio.

Si usted viene del socialismo democrático, sabrá que hoy sólo se puede sersocialdemócrata desde una aristo- crática melancolía y se puede decir con

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Talleyrand: «Quien no haya vivido antes de la Revolución [francesa] nosabe lo que es la alegría de vivir» . Quien no haya co- nocido el estado delbienestar antes de la Revolución feudal que abandone toda esperanza derestauración. Por eso encontramos tanto socialdemócrata por nuestras ca-

lles y plazas afectados de capitalgia, nostalgia por el viejo capitalismo deBad Godesberg. Son gentes que, como aquel Diógenes, van con un farolbuscando un rostro hu- mano que, fugazmente, tuvo el capitalismo y queahora se ha evaporado.

En un ámbito más familiar, cualquier persona que sueñe con una vidahonrada, moderadamente próspera, con cumplir ese viejo anhelo de criar alos hijos y hacer- les personas de provecho y de bien; cualquiera que nodesee obsesivamente ser líder en el sector ni que su nego- cio tenga unposicionamiento global; cualquier familia que quiera ser feliz a la viejamanera pequeñoburguesa; cualquier amante del saber que quiera adquirirconoci- mientos y no habilidades; la gente que no quiere arruinar a otragente, los que quieran conservar sus propiedades sin arrasar las vecinas,todos ellos son ya unos anticapita- listas. Porque aquel sistema renano enque crecieron, «so- cial y de mercado», ha sido ya arrasado por losrevolucio- narios y han cubierto de sal el lugar donde estos últimos

cincuenta años nació la prosperidad que algunos aún creen posiblereverdecer.

El empresario ha sido devorado por el emprendedor, agresivo y ambicioso.El obrero se ha cuarteado en pre- carios de toda laya. El banquerodesbordado por el algo- ritmo está oculto tras los gritos de victoria delfinanciero. El político murió estrangulado por los gestores.

Así que venga, pruébenlo. Primero como un susurro y luego llenando de

aire el diafragma hasta gritar: a-anti- anticapitalista.