polanyi sustentodelhombrep1

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  • TITULO ORIGINAL

    Karl Polanyi Del libro: The Livelihood of Man. Fuente: Academic Press, Ine., Londres, 1977

    Del Libro: Kari Polanyi Levitt De la traduccin de The Livelihood of Man: Ester Gmez Parro @De la Presentacin: Csar Rendueles

    http://creativecommo ns. org/I icenses/by-nc-nd/3.O/es/ De esta edicin : Capitn Swing Libros, S. L

    C/ Rafael Finat, 58, 2 4. 28044 Madrid Tlf: (+34) 91 705 1425 Correccin ortotipogrfica: Rafael Diaz Ayala Diseo de coleccin: Filo Estudio.www.filoestudio.com capitanswinglibros@gmail .com www.capitanswinglibros.com Primera edicin en Capitn Swing Libros: noviembre de 2009 ISBN: 978-84-613-5394-1 Depsito Legal: M-45673-2009 Impreso en Espaa / Printed in Spain Grficas Top Printer Plus S.LL Madrid

    Ouedan prohibidas, sin autorizacin escrita de los titulares del copyright. bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento. La presenta cin a la edi cin queda baio una licencia Creafive Commons.

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  • * NDICE

    PRESENTACIN Karl Polanyi contra el milenat1smo Ilibera!.. ... .......... .................. .... Csar Rendueles

    11

    Prlogo del autor. ... ... .. .. ... ... .... ........ .. ... ... .. ... ... .. .. .. .. ..... ... ...... ..... .... ... 31

    Introduccin ........... 37

    El lUGAR DE LA ECONOMIA EN

    LA SOCIEDAD (Conceptos y teora)

    57' \1. La falacia econmica 2. El doble significado del trmino econmico ...... .. ............................. . 75 \

    3. Formas de integracin y estructuras de apoyo 97J

    ORIGEN DE LAS TRANSACCIONES ECONMICAS:

    DE LA SOCIEDAD TRIBAL A LA ARCAICA (Instituciones)

    111 -',4. La economa incrustada en la sociedad ........... ...... ......... 1255. Origen de lastransacciones econmicas ...

    6. Equivalencias en las sociedades arcaicas ............................................. 133

    7. El papel econmico de la justicia, la ley y la libertad ... ..... 147

    ..

    7

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  • * RESENTACIN Karl Polanyi contra el

    LA TRADA CATALCTlCA: COMERCIO, milenarismo liberal DINERO Y MERCADOS

    Csar Rendueles 8. El comercio y los comerciantes ...... . ... .... ... .. .... ..... ... ........ .......... ...... .. 157

    9. Objetos y usos del 179

    10. Elementos yorgenes del mercado 213

    COMERCIO, MERCADOS Y DINERO EN LA ANTIGUA GRECIA

    - Introduccin 241

    11. La era de Hesodo: el declive tribal yel

    sustento de los campesinos 245

    12. Mercados locales: la economa poltica de

    la polis yel 259

    13. Mercados locales ycomercio exterior 297

    14. Las importaciones de grano 311

    15. El crecimiento del comercio de mercado .. .... .. ....................... ............. 345

    16. Dinero, banca yfinanzas ........... .............. .......... ... ... .. ... ..................... 381

    17. El capitalismo en la antigedad ............... .... ............................... .. 407 ,

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    Qu le dijo Milton Friedman a los pobrecicos alacalufes' A comprar, a comprar, que el mundo se va a acabar

    Nicanor Parra

    Krl Polanyi* (1886-1964) es el autor de un nico libro de historia econmica -un terreno intelectual poco proclive a generar clsicos- y el defensor de un programa de investigacin de sociologa histrica humilde y basado en investigaciones que, desde la perspectiva actual, parecen parcialmente superadas. A pesar de la modestia de estas herramientas - o tal vez gracias a ella- las tesis de Polanyi poseen un filo critico abrumador. Es prcticamente el nico cientfico social que se ha tomado en serio la tarea de pensar nuestro tiempo como un genuino final del neoltico, por emplear la expresin de Santiago Alba Rico. A travs de una exploracin pionera del modo en que las consideraciones antropolgicas generales podan ayudar a entender tanto la dinmica de las sociedades capitalistas como algunas limitaciones importantes de la teoria econmica convencional, Polanyi traza un horizonte de sentido en el que la civilizacin moderna queda retratada como un experimento social autodestructivo, tan infantilmente irracional como una guerra nuclear aunque mucho ms lento y doloroso. De espaldas tanto a las condenas vaporosas de la racionalidad occidental como a la gran teora huera, trata de identificar los mecanismos culturales que han convertido nuestras sociedades en un proceso carcingeno. Y

    A)guno s mJteriaJes prelimin:nes de este texto ~c publi caron en I;j Icvis[,1 t.lt;XI, n" 2, 2004, bajo el ttul o .K3r1 Polanyi o la humi ldad d~ b , ciencias so,' ;ol es' ~

    11

    . ~ '1 ~

  • lo consigue con una extrema continencia metodolgica y sin recurrir al ensalzamiento o la condena del proyecto ilustrado, una circunspeccin que en el contex to de la globalizacin postmoderna le proporciona una potencia poltica an por explorar.

    Karl Polanyi naci en Hungra y su formacin intelectual estuvo muy ligada a los crculos universitarios socialistas de Budapest. Sin embargo, sus primeras aportaciones intelectuales relevantes se produjeron hacia 1922, cuando se traslad a Viena en un momento de efervescencia sociolgica en el que confluyeron el desafo de la escuela liberal austriaca, la recepcin de la experiencia sovitica, el legado institucionalizado del Verein y las aportaciones del austro marxismo. Los primeros escritos de Polanyi estn muy marcados por este contexto.! Dedic grandes esfuerzos a defender la racionalidad y posibilidad misma de una economa socialista frente a las tesis de Ludwig Von Misses. Polanyi propugn un proyecto poltico poco ortodoxo: una economa colectivizada pero parcialmente monetarizada, articulada a travs de una estructura municipal descentralizada que evitara que las decisiones econmicas se tomaran desde una base puramente tcnica.2 Un elemento

    1 Cf. Jr6me Maucourant, Descllbrir a Polanyi, Valencia, Bellacerra, 2006, cap. 1; l. D. Polanyi, .Karl Polanyi: apuntes sobre su vida, en K. Polanyi, El sustento del hombre, Barcelona, Mondadori, 1994 , pp. 28 Y ss. Respecro al contexto sociolgico austriaco, vase Julia Yarda y Fernando lvarez-Ura, Sociologa, capilalismo y democracia , Madrid, Moraca, 2004.Vase, adems, Lee Congdon, .The Sovereigncy ofSociecy: Polanyi in Vienna, en K. Polanyi-Levicc (ed.), The Uje and Work of Karl Polatlyi, Momreal, Black Rose , 1990; Eva Gbor, .The Early Formacion of Karl Polanyi's Ideas., en K. McRobbic (ed.), Karl Po/anyi in Vienna. The Contemporary Significante afThe Creat TransJorrnation, Momreal, Black Rose, 2000, y P Moreno Feli, Presentacin. , en K. Polanyi, El sllslenlo del hombre, op. cit., p. 15.

    2 Cf. K. Pobnyi, . Sozialiscische Rechnunslegun, Archiv fr Sozialwissenschoft Und Sozia/politik, vol. ", n 2, 1922. Hay traduccin francesa en Michele Cangiani y Jr6me Maucouf1m, Essais de Kar/ Polateyi, Pars, Seuil, 2008, un volumen imprescindible para conocer numerosos trdbajos de Polanyi de muy difcil acceso. Vase, ,de' n,"s, P Rnsner, ,On Socialis[ A.ccouncing , en Th e U{e and Work of Karl Po/an)';, "1' lit , p. SR Y I ~t' nl e M., ,, colll-Jnt, De""I", r a PU/0I1}'I, op cil. , pp. 132- 144.

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    12

    importante ya en esta propuesta es la idea de que las prcticas que categorizamos convencionalmente como econmicas constituyen un haz de relaciones sociales con importantes dimensiones extramercanrues. No se trata de un desideratum moral o poltico sino de un rasgo estructural de la sociabilidad humana que, a lo sumo, se puede atrofiar mediante instituciones productivas e ideolgicas socialmente suicidas: se es el caso justamente del capitalismo. As, en sus primeros escritos Polanyi otorga una gran importancia al hecho de que en una economa capitalista los intereses del consumidor estn desestructurados y, en consecuencia, las evaluaciones colectivas no pueden afectar a la produccin. Del mismo modo, la base conceptual de la combinacin de sistema de precios y control poltico de la economa caracterstica del socialismo posibilista polanyiano es la distincin procedimental -basada en criterios ajenos al mercado-- entre los costes sociales y naturales de la produccin. Con independencia de su solidez terica, esta propuesta, posiblemente infravalorada, desempea un paso importante en el avance de Polanyi hacia una redefinicin de la nocin de economa que le lleva a escribir sobre las (,falsas necesidades como el alcohol, la moda y las armas y, ya en su etapa inglesa, a recuperar ideas procedentes del joven Marx para postular la ndole ficticia de ciertas mercancas muy importantes, como son la tierra, el trabajo y el dinero.3

    A principios de los aos treinta Polanyi emigr a Inglaterra, donde trabaj simultneamente en campos tericos de improbable solidaridad, como son las relaciones internacionales, la historia econmica y la reflexin religiosa. De algn modo, la originalidad del enfoque de Polanyi consiste en lograr que estas tres perspectivas se compadezcan para fundamentar un anlisis coherente y realista -o sea, apocalptico- de los

    3 Kari Polanyi-Levi[[, "Origins and Significan ce o[ Tho Creat Tra tl~r()rmatio" .. , en 7h, Lif- a/ld Work o( Katl Pola"yi, op. cil., p. 123.

    13

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  • cataclismos sociales de la modernidad. Bsicamente, Polanyi explica la tectnica poltica del periodo de entreguerras como una reaccin a procesos sociales de gran envergadura y larga duracin que, a su vez, examina a travs de filtros normativos que en ese momento adoptan la forma de una sntesis irrepetible de marxismo y cristianismo.4 El resultado de esta extraa coctelera ser uno de los pocos ensayos realmente indispensables de las ciencias sociales del siglo xx.

    1. la gran transformacin

    La gran transjorman (1944) intenta explicar la crisis del proyecto liberal que, tras un largo periodo de paz, desemboc en dos guerras mundiales, una crisis econmica global sin precedentes, la cada del patrn oro y el surgimiento de distintas alternativas no librecambistas, como el fascismo, el socialismo sovitico y los proyectos desarrollistas. A tal efecto, une datos econmicos, histricos y antropolgicos para analizar acontecimientos de gran magnitud. La gran transformacin puede leerse como un estudio de los terribles efectos que tuvo la conversin de los factores de produccin en meras mercancas, es decir, la transformacin de sistemas productivos estables con varios milenios de antigedad en un enfebrecido ensayo social librecambista. 0, si se prefiere, tambin puede entenderse como una profundizacin y una extensin del anlisis que propone Marx en el captulo de El capital dedicado a (,La acumulacin originaria - esto es, a los orgenes de una institucin tan inslita como es el mercado de trabajo-, aplicndolo a otras mercancas igualmente extraas, como los recursos naturales.

    4 Vase, en especial, The Essence of Fascism. , en J. Lewis, K. Polanyi y O.K. Kitchin , Christia,1ily and Ihe Social Revoluliorl , Londres, Gollancz, 1935 . Otro, muchos escritos d (~ esla poca aparecc..1l [;l rTl hi n r~; cog i do .. en I\1 ichdc C;m g l3m y Ji'Torne M :,;,uLourant, i.;S \ l1I.~ de Ka rl ))olall yi, op. ril .. st:gu nd; p~H l e.

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    14

    La gran transjormacin comienza estudiando las reacciones polticas que se produjeron en el contexto de la Inglaterra de . finales del siglo XVIII tras la mercantilizacin de esferas de la vida social que hasta ese momento haban quedado ms o menOS al margen del comercio. Estos procesos trastocaron de arriba abajo las relaciones sociales tradicionales y favorecieron el surgimiento de propuestas conservadoras que intentaron afrontar la crisis mediante subsidios y medidas disciplinarias, filantrpicas y penales. En concreto, Polanyi analiza las leyes de Speenharnland, promovidas por el colectivismo tory, que trataban de garantizar la subsistencia fsica de los ms pobres a travs de una especie de renta bsica. En su opinin, la abolicin de esta legislacin constituye el pistoletazo de salida del predominio del ideal del mercado autorregulado y de la atribucin al estado, como tarea fundamental, de la promocin del comercio y la mercantilizacin. Polanyi describe la Inglaterra de Ricardo como una poca caracterizada por una serie de cambios profundos en la tecnologa, la poltica y la ciencia social que crearon una nueva idea de la econolla y de la motivacin econmica. Estas transformaciones radicales dieron lugar a una sociedad nica cuya economa se organizaba enteramente en torno al mercado.

    En trminos generales, La gran transformacin trata de fundamentar empricamente la idea de que el capitalismo no ha liberado una tendencia natural al intercambio, no ha despejado de sometimientos feudales un impulso arcano y omnipresente sino que ha dado lugar a una civilizacin histricamente extica. Los liberales no son los depositarios del sano sentido comn, sino parientes cercanos de milenaristas, adolescentes contraculturales y fanticos religiosos que, por un extrao azar histrico, han conseguido imponer sus extravagancias a sangre y fuego al resto del mundo. En las comunidades tradicionales la econolla est empotrada en otras relacion es sociales, como los vnculos de parentesco o las

    15

    l.

  • falso. En otros trminos, si nos atenemos a la definicin emprica de la mercanca, se puede decir que trabajo, tierra y

    prcticas religiosas. Por eso tiende a ser un fenmeno invisible, ya que la reproduccin material tiene lugar en el transcurso de

    dinero no son mercancas. El trabajo no es ms que la actividadprocesos hibridos, no exclusivamente productivos, comerciales econmica que acompaa a la propia vida -la cual, por su

    o consumistas. En palabras de Marshall Sahlins, en las socie parte, no ha sido producida en funcin de la venta, sino por dades primitivas, normalmente una transaccin material es un razones totalmente distintas- ( ... ). La tierra por su parte es, episodio momentneo en una relacin social continua.s En bajo otra denominacin, la misma naturaleza que no es cambio, el capitalismo es la primera civilizacin en la que el producida por e! hombre. Finalmente, e! dinero real es

    simplemente un signo del poder adquisitivo que, en lneasmercado se separ radicalmente de las dems instituciones generales, no es en absoluto un producto sino una creacin del

    sociales y, al establecerse al margen, ha obligado al resto de la mecanismo de la banca o de las finanzas de! Estado.8

    sociedad a funcionar plegndose a sus leyes particulares.6 Se trata de un fenmeno dificil de sobreestimar y que podra

    Polanyi distingue los mercados, un fenmeno casI servir para caracterizar la dinmica poltica de los ltimos dos

    universal pero de importancia social marginal, del sistema siglos de historia mundial. La escisin de la economa como

    mercantil, es decir, la integracin de todos los mercados en una esfera autnoma y el predominio del mercado sobre

    nica economa nacional o internacional, que constituye una cualquier otra institucin demarcan los lmites entre los que

    autntica innovacin en la historia de la humanidad. 9 El han pendulado, con mrgenes muy estrechos, las diferentes

    sistema mercantil proporciona consistencia ideolgica a la alternativas polticas no rupturistas. Lo caracterstico es que

    ficcin de que mecanismos econmicos de gran complejidad se trata de lmites no materiales o tecnolgicos sino sociales

    pueden llegar a funcionar autnomamente con coherencia y, por eso, Polanyi centra su atencin no en la produccin

    como subproducto de la agregacin de conductas individuales,sino en el intercambio, donde se concentra la exoticidad por tanto, sin ningn tipo de intervencin colectiva, ya sea etnolgica del capitalismo.

    heredada o deliberativa. La escisin de la economa se produjo a travs de un En efecto, uno de los grandes atractivos del proyecto

    autntico asalto al marco institucional en el que la economa econmico liberal es su parsimonia individualista. Frente al

    haba estado empotrada.7 La consumacin de este ataque fue frondoso panorama de dependencias personales que caracte

    precisamente el proceso de mercantilizacin de tierra, trabajo rizaba las comunidades premodernas, el liberalismo histrico

    y dinero: defenda un desrtico programa social en el que las nicas motivaciones econmicas eran el temor a la necesidad material Es evidente que trabajo, tierra y dinero no son mercancas,

    en el sentido de que, en lo que a estos tres elementos se refiere, y el deseo de lucro y que no precisaba de ms soporte jurdico e! postulado segn e! cual todo lo que se compra y se vende que la proteccin de la propiedad y el cumplimiento de los debe haber sido producido para la venta es manifiestamente contratos. En cambio, segn Polanyi , la realidad es que el

    5 M . Sahlins, Stone Age Economics, Nueva York. Aldine, 1972, p. 185.

    (, M. Goddier, J ideal y lo material, Madrid, Taurus, 1989, p. 2 11. B K. Polanyi, J gTan transforman, Madrid, La Piqueta, 1989, pp. 127-128.

    7 Marg; ret R . So",ers, , KJrl Pobnyi'.< lnteUcctual Legacy'), en n,"L,fi' and I-Vork 9 c e Gregol)' n aurn, KaT/ Po/an)'i on Ethics and Economic.

  • desempotramiento de la economiay su consiguiente colonizacin del resto de la sociedad slo fue posible tras la aparicin de instituciones polticas centrales. La autonomia del mercado es el resultado de una regulacin poltica de una intensidad sin precedentes: fueron los estados y no los empresarios los que impulsaron efectivamente el comercio y la industria. Pero, sobre todo, las instituciones centralizadas son las nicas capaces de preservar las sociedades de las que los mercados se han escindido: la mercantilizacin generalizada tiene un efecto destructor del tejido comunitario informal que debe ser paliado a travs de un creciente aparato burocrtico. De modo que el efecto paradjico (o no) de la liberalizacin econmicaes el incremento del poder estatal. En las economias tradicionales no hay una organizacin econmica separada, sino que el sistema econmico est incrustado en las relaciones sociales, [por eso] tiene que existir una fuerte organizacin social que se ocupe de aspectos de la vida tales como la divisin del trabajo, la distribucin de la tierra, la organizacin del trabajo, la herencia, etctera.lo En cambio, la sociedad moderna se caracterizara por un doble movimiento, de un lado la destruccin de esa retcula social, de otro, el fortalecimiento del poder del estado como institucin vicaria de los vnculos antropolgicos informales.

    El objetivo ltimo de La gran traniformacin es describir el liberalismo econmico como un proyecto radicalmente utpico cuya puesta en prctica habra destruido los cimientos materiales y polticos de la civilizacin moderna y, as, habra potenciando diversas respuestas de la sociedad que ve amenazada su supervivencia. Estos contramovimientos, como Polanyi los denomina, abarcan una amplia gama de apuestas polticas: desde las reacciones colectivistas autoritarias hasta las apuestas socialistas por la emancipacin pasando por los proyectos de regulacin estatal de la economia de mercado.

    '" K. Polanyi, El susten~ del hombre, op. til., p. 147.

    18

    2. Polanyi, Aristteles y la antropologa

    Tras la Segunda Guerra Mundial Polanyi emigr a Estados Unidos, donde profundiz en su inters por la antropologa histrica. Es entonces cuando plantea un anlisis ms minucioso de las tesis que subyacan a La gran traniformacin. Bajo el lema del sustantivismo antropolgico -en oposicin al formalismo que proyectaba a otras sociedades la racionalidad prctica del horno economicus-,11 Polanyi generaliz la idea de que el capitalismo moderno haba propiciado una autntica desviacin de la norma social, moral e incluso espiritual de la humanidad. Por eso, como seala Grald Berthoud,12 sera totalmente equivocado entender su obra como si propusiera un anlisis dual, de un lado la antropologa y de otro la historia reente. Polanyi establece la unicidad del capitalismo, pero esa excepcionalidad slo se hace visible desde un marco antropolgico amplio en el que resultan evidentes las distintas posiciones que ha ido ocupando la economa a lo largo de la historia humana. De igual modo, el fascismo sera una declinacin atroz de tendencias antropolgicas imposibles de eludir, un contramovimiento que sac a la luz el perverso triunfo de la realidad, especialmente de ciertas verdades sociolgicas duraderas cuya realidad haba sido negada y suprimida por la falacia economicista 13

    11 Cf. George Dalton, Wrirings that Clarify Theorical Disputes Over Karl Polanyi's Work, en The Life and Work 01 Ka,l Polanyi, op. dt .; G. Dalton y J Kcke, ,The Work of the Polanyi Group", en s. Ortiz (ed.), EcorlOmic Anthropology, Nueva York, University Press of America, 1983. D. Little atribuye la creacin del poco aforrunado, trmino ,formalismo a Weber y seala como principales antroplogos formalistas a S. Popkin, M. Nash,T Schultz, R. Firth o R. Myers (cf. D. Little, Varieties of Social Explanation, Oxford, WestView Press, 1991, p. 185). Respecto a la polmica entre formalistas y sustantivisras vase tambin M . Godelier, Antropologa y economa, Barcelona, Anagrama, 1976.

    12 G. Berthoud, .Toward a Comparative Approach: The Contribution of Karl Polanyi, en 71,e Lije o"d Work ofKarl Polanyi, 0p. dt .

    13 Ma'ga rd P, . SOlllers. Ka ,l Polan)'i's In lc llectual Legacy" en Tire Life ond 11 0,1, 01 Ka,1 Polal1 )';, "r (ir. , p. 153 .

    19

  • Como punto de partida, Polanyi establece una definicin de los modelos productivos tradicionales en los que la economa est empotrada. 14 En estos sistemas las motivaciones individuales , definidas y articuladas, surgen como una norma de situaciones determinadas por hechos de orden extraeconmico (familiar, poltico o religioso); el lugar de la pequea economa familiar es poco ms que un punto de interseccin entre lneas de actividades llevadas a cabo por grupos de parentesco ms amplios en diversas 10calidades .ls Tal vez una de las ms sorprendentes conclusiones de este giro sustantivista sea la rehabilitacin de Aristteles como economista. Segn Polanyi, Aristteles interpreta correctamente la econorrua como un proceso teleolgicamente orientado a asegurar la subsistencia de una comunidad. Para Aristteles

    la autosuficiencia del grupo humano, ese postulado de la supervivencia, est asegurada cuando es posible fsicamente el abastecimiento de lo necesario. Con este trmino se quiere designar los bienes que sirven de sustento y se pueden almacenar, es decir, que se conservan. El trigo, el vino y el aceite son chremata, como tambin la lana y determinados metales. Los ciudadanos y los miembros de la familia han de poder vivir de ellos en caso de caresta o de guerra . La cantidad que la familia o la ciudad necesitan es un dato objetivo. La familia es la unidad de consumo ms pequea y la polis la mayor; en los dos casos lo necesario est determinado por las pautas de la comunidad, de donde la nocin de su carcter intrnsecamente restringido16

    14 Para una cntica marxista de esta distincin vase M. Godelier, Racionalidad e irracionalidad en eCMomla, Madrid, Siglo XX I, 1967, p. 264.

    15 K. Polanyi, "Aristteles descubre la economa en K. Polanyi, C.M. Arensberg y H .W. Pearson, Comercio y mercado en los imperios antiguos, Barcelona, Labor, 1976, p. 117 .

    1 K. Polany i, qAnsct f:k$ descubre la t:co [lo ma1) , op. cit. , p. 124; \' ;~e t::mbin K. Polan yi, LI.,U-'W llO "I I''''''bre, op cit. . p. J 51.

    20

    polanyi ve en Aristteles una fuente para la crtica de dos de los pilares de la economa ortodoxa: el predominio individualista de la racionalidad instrumental -cuyo nico objetivO es la seleccin de los medios idneos para alcanzar un fin dado- en el contexto de los procesos econmicos y la recurrencia del fenmeno de la escasez al margen de cualquier consideracin material. En primer lugar, cuando Aristteles analizaba alguna cuestin econmica, siempre trataba de subrayar su relacin axiolgica con el conjunto de la sociedad: El marco de referencia era la comunidad tal como existe en sus diferentes niveles dentro de todos los grupos humanos (... ). Los conceptos de referencia eran la comunidad, la autosuficiencia y la justicia.17 Por otra parte, para Aristteles las necesidades humanas, aunque son relativas a un contexto institucional concreto, no son formalmente ilimitadas. Una vez cubiertas ciertas necesidades, la escasez procede del lado de la demanda, es decir, tiene que ver con una idea equivocada de la buena vida.

    A partir de Aristteles, Polanyi trata de establecer un doble sentido de la palabra econorrua en las ciencias sociales. De un lado estara el significado formal, vinculado a la teora de la eleccin racional y cuyo predominio es histricamente excepcional. En cambio, el significado real o emprico trata de tomar en Consideracin la dependencia en que se encuentra el individuo con respecto a la naturaleza ' y a sus semejantes. Desde esta perspectiva, la econorrua consiste en una relacin de intercambio con el entorno fsico y social a travs de la cual se obtienen los .medios para satisfacer las necesidades materiales y simblicas. El significado real de la econorrua no est basado ni en la eleccin ni en la escasez de recursos: a menudo el sustento es el resultado de un marco normativo heredado y no de un proceso de eleccin racional individual;

    17 K. Polallyi, -Aristteles descubre la economa . , op. tit., p. 125 .

    21

    - . (

  • pero incluso si se producen elecciones, stas no tienen por qu estar determinadas por la escasez. 18

    Por supuesto, una objecin sencilla a la tesis de Polanyi es que parece claro que la racionalidad instrumental s es una caracterstica antropolgica universal. Tal vez no se pueda caracterizar las economias tradicionales nicamente en trminos de comportamientos instrumentales individuales, pero parece evidente que los miembros de las sociedades etnolgicas son tan capaces de buscar los medios idneos para lograr un fin dado como cualquier occidental weberiano. Como ha sealado Litde, la distancia entre el paradigma sustantivista y el formalista podra no ser tan grande como parece. El enfoque sustantivista no necesita negar la eficacia de la racionalidad medios-fines en las sociedades tradicionales; basta con que insista en la importancia esencial de las normas y valores ( ... ). Pero esta descripcin es compatible con la posibilidad de que la conducta individual en, por ejemplo, una aldea balinesa sea racional cuando tomamos en cuenta las creencias y valores que influyen en la eleccin19

    3. los mritos de la sociologa popular

    Polanyi buscaba una deflacin tcnica de la cienCIa econmica para prestar atencin a aspectos de la formalizacin oculta. Como subray Godelier, la definicin del proceso econmico. que presenta Polanyi concuerda con la nocin espontnea que se hace de la economia el sentido comn20

    Este bajo rango de abstraccin le permite superar algunas limitaciones de la economia ortodoxa, como su incapacidad

    18 Cf. D. J. Fusfeld, Karl Polanyi's Leerures on Genera! EconolTc History: A Srudenr Remembers., en K. MeRobbie (ed.), Humanity, Society and Commitmen t. On Karl Polan)'i, Momrea!, Bllek Rose, 1994 , p. 3.

    ~'J u. LiG..It: . VOri('t.~ (lrS(lcial E)..~/al"ll:1titm , (Ip. d,. } p. 1~7 . :!O1 M. Godeher, l~, ideal )' lo 1/I0Icr",, nI'- lir., p. 21 7.

    para tomar en consideracin fenmenos sociales que no sabemos expresar en trminos individualistas o, ms exactamente, extensionales. Sencillamente utiliza ideas generales y un tanto impresion.istas acerca de la naturaleza de las sociedades humanas que, a su vez, le permiten recuperar factores que normalmente no forman parte del bagaje del economista. Segn sus propias palabras, la inclusin de lo no-econmico es vital .21

    Polanyi subraya la importancia que tienen los aspectos institucionales en la economa, en la medida en que aseguran la recurrencia de los movirn.ientos econmicos y proporcionan integridad al sistema productivo. Por eso, el estudio del modo en que estn institucionalizadas las economas tiene que comenzar por la forma en que la economa adquiere unidad y estabilidad:

    La observacin emprica demuestra que las pautas principales son la: reciprocidad, la redistribucin y el intercambio. La reciprocidad supone movimientos entre puntos correlativos de agrupaciones simtricas; la redistribucin consiste en movimientos de apropiacin en direccin a un centro primero y, posteriormente, desde este centro hacia fuera otra vez; por intercambio entendemos movimientos recprocos como los que realizan los sujetos en un sistema de mercado. Superficialmente podra parecer que las formas de integracin no hacen sino reflejar agregados de las formas respectivas de conducta individual ( ... ) pero los meros agregados no bastan para producir las estructuras. La conducta de reciprocidad slo integra la economa si estn ya dadas estructuras de parentesc02 2

    En el fondo, se trata de fenmenos que los antroplogos han analizado desde los tiempos heroicos de la disciplina, y el propio Polanyi cita abundantemente a autores como Malnowski o Mead. De hecho, Marvin Harris critic agria

    21 K. I:'nlanyi, La gran transformacin , op. cit., p. 46. 22 K. Polanyi, , La econona conl() 3crivlebd insrirtlcio nalizJda)) , ":11 K. Polanyi . C .

    M. Arensberg y H. W Pearson, Comercio}' mercado ('11 l05 impe.rios antiguos, 01'. l,) P 2~6 .

    22 23

  • mente la pOSlClOn sustantivista en la medida en que habra magnificado un descubrimiento de sobra conocido.2J En realidad, la cuestin podra entenderse justamente al revs de corno la plantea Harris. Por qu un descubrimiento de sobra conocido ha afectado tan poco a una ciencia, la econoITa, con importantsimas repercusiones prcticas? Por qu todo nuestro aparato institucional se empea en fomentar medidas basadas en presupuestos antropolgicamente endebles? El inters principal de destacados miembros del grupo de investigacin dirigido por Polanyi, corno Terence K. Hopkins y Harry Pearson, era rebatir las tesis de sociologia econmica general de Talcott Parsons, dominantes en aquel momento en la academia norteamericana. En ltima instancia, Polanyi pretenda fundamentar la necesidad poltica de excluir del intercambio ciertas reas sociales demasiado importantes corno para estar sujetas a esa comprensin deportiva de la vida en comn que est dispuesta a jugarse la supervivencia colectiva a los azares de la competicin y la bsqueda de ventaja individual.

    Se ha sealado justamente en el regateo la esencia de la conducta negociadora. ( ... ) Este comportamiento contrasta con el del intercambio a un precio fijo. ( ... ) El intercambio a precios fluctuantes tiene como objetivo una ganancia que slo se puede conseguir por una actitud de claro antagonismo entre los contratantes. Este elemento de antagonismo puede presentarse muy diluido, pero no se puede eliminar. Ninguna comunidad que desee preservar la solidaridad entre sus miembros puede permitir que se desarrolle una hostilidad latente en torno a una cuestin como la comida, tan vital para la existencia animal y, por consiguiente, capaz de producir tensin y ansiedad. De ah la prohibicin de las transacciones motivadas por la ganancia, por lo menos en lo que se refiere a artculos de primera necesidad, prohibicin prcticamente universal en las sociedades arcaicas. La exclusin generalizada del regateo sobre las vituallas

    21 M. Harris. El ma/4rialismo (ul/L/ml. Madrid. Ahanza . 19S2, pp. 258 Y ss.

    24

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    elimina automticamente los mercados creadores de precios del mbito de las instituciones primitivas.24

    Polanyi rastrea en la historia indicios de criterios econmicos categricos, ya sea en forma de necesidades humanas universales o de limites estructurales, que permitan fundamentar emprica, y no slo moralmente, la oposicin a la hybris capitalista, a la concepcin de la produccin y el intercambio como un proceso ilimitado y expansivo que constituye un fin en s mismo. Se concentra en las discontinuidades extremas -el liberalismo radical y las comunidades neoliticas- y por eso sus tesis resultan pragmticamente poco problemticas. Cabra pensar incluso que la potencia prctica de las ideas de Polanyi procede en buena medida de su premeditada ingenuidad terica.

    Porque es cierto que a poco que se torne en consideracin la coherencia formal del planteamiento de Polanyi salen a la luz problemas irresolubles. Por ejemplo, en cierto momento caracteriza el sistema de mercado como una matriz econmica sin control consciente. Significa eso que en las sociedades tradicionales los individuos son kantianos cotidianos o hay alguna otra forma de conexin normativa entre el inters individual y el colectivo? Peor todava, cmo surgen los contramovimientos?, qu significa materialmente la pervivencia en la modernidad de tendencias colectivistas arcaicas? Polanyi se despreocupa completamente de ahondar en los presupuestos colectivistas que subyacen a la nocin de contramovimiento que, adems, es extraordinariamente amplia hasta el lmite de la vaguedad: abarca desde el militarismo al urbanismo, pasando por el control de la polucin, las leyes bancarias, los sindicatos o los bancos centrales. 25 Marvin Harris ha expresado el problema con notable precisin:

    24 K. Polanyi. La econotIa corno actividad insti tucionalizada., en Comercio y mercado en los imperios anliguOSJ op_ cit." p_ 300.

    2'> C L J. ROl! Sranie!d . K2r! Pohny "nel Conternporary E'QllooUC Thoughr" . " :1 n" L.k am/ l{'ork ~r Kml P.Jlan)' op. cit. , !, 202 .

    25

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  • Desde una perspectiva materialista cultural, tanto los sustantivistas como los formalistas se hallan atascados en el mismo lodazal metafsico. Afirmar que para los sustantivistas la economa es el "proceso de aprovisionamiento material de la sociedad carece de sentido a menos que se especifique cmo deben identificarse las categoras del proceso en relacin COn acontecimientos mentales y conducruales, y con puntos de vista del actor nativo o el observador26

    Si Polanyi se hubiera rendido a la tentacin teoreticista a la que parecen condenados muchos socilogos, seguramente habra propuesto alguna clase de truco funcionalista. Pues a menudo presupone con desparpajo que la sociedad acta como un todo a espaldas de los individuos, por ejemplo, incitndoles a responder a la destruccin liberal de los vnculos comunitarios. Sin embargo, Polanyi nUnca se ocup de este asunto con claridad, si bien sus discpulos han negado que pueda leerse su obra en clave funcionalista. 27 Parece que la solucin que dio Polanyi a esta clase de aporas fue, sencillamente, negarse cuidadosamente a tomarlas en consideracin. Probablemente si se le hubiera pedido cuentas de ellas, habra recurrido a alguna clase de argumento moral cercano a Tolstoi: el convencimiento de que el deseo de los seres humanos es vivir juntos y amarse mutuamente sin lmites y de un modo inmediato,28 se convierte en sus manos en una herramienta cientfIca que permite evitar disquisiciones ontolgicas paralizantes y preocuparse de aspectos empricos que otras teoras mejor rrcrofundamentadas obvian.

    26 M. Harris, El materiaLismo ",LturaL, op. cit., p. 260. 27 Gregory Baum, Karl PoLanyi on Ethics and Ecorzomics, op. cit., p. 15 Y ss. 28 Citado en Lee Congdon, The Sovereignty of Society: Polanyi in Vienna", en

    The Life and Work of Karl Polanyi, op. cit., p. 78. Sobre la influencia de Tolsroi vase llana Duc;; yn~ka Pol;l nyi, (t I flrst Mee Kar! PO lally] in 1920 ... 1\, en Kar! Po IUII yl i/l Viemw op. ci!., p. 310.

    i.

    26

    As que sera facil llegar a la conclusin contraria a la de Harris. El xito cientfico Y prctico de la obra de Polanyi --su utilidad como matriz de un amplio abanico de investigaciones y su potencia como herramienta de intervencin polticadebera hacer reflexionar sobre el sentido de las propuestas sociolgicas metodolgica Y tericamente ms sofIsticadas. De algn modo, la leccin que cabe extraer de la pervivencia de Polanyi, que ha sobrevivido a innumerables modas sociolgicas muy agresivas, slo puede ser epistemolgicamente pesimista. Saca a la luz los mritos de lo que, parafraseando a Quine, podramos denominar sociologa popular frente a propuestas acadmicamente ms estilizadas. Las tesis de Polanyi son un ejemplo paradigmtico de la naturaleza praxeolgica de las ciencias sociales que, al igual que la traduccin, la cocina o la doma de animales, se componen de una amalgama heterognea de conocimientos que abarca desde nociones cotidianas con importantes dimensiones valorativas hasta informaciones muy tcnicas, por ejemplo, estadsticas o histricas. En las praxeologas hay, naturalmente, diferencia entre el conocimiento y la ignorancia, pero es una distancia de grado -delimitada por requiebros difusos antes que por un corte neto- y no sistematizable: tiene ms que ver, por emplear una expresin de Jon Elster, con la alquimia mental que con la axiomtica. Por eso, desde otro punto de vista, los textos de Polanyi tienen una moraleja poltica optimista. Por un lado, no hay expertos polticos, cada uno de nosotros disponemos de las capacidades precisas para contribuir al gobierno colectivo de nuestra vida en comn. Por otro, hay conocimientos objetivos y no evidentes que pueden resultar de gran ayuda para acometer esa tarea, pero guardan una conexin ntima con la clase de intuiciones que nos guan en nuestra vida cotidiana, por eso son materia tanto para el gora como para el laboratorio.

    27

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  • El proposlto de esta obra es que la historia econ01lca universal se convierta en el punto de partida de un replanteamiento comprensivo del problema del sustento del hombre"

    Continuaremos la investigacin emprendida hace ms de una dcada en La gran transformacin, cuya conclusin implicaba que para obtener una visin ms realista del lugar ocupado por la econoITa en la sociedad humana, es necesario que la historia econmica general se asiente sobre bases conceptuales ms amplias.

    Se invirtieron ms de cinco aos de investigacin sistemtica en ese esfuerzo (1948-1952) patrocinado por el Consejo de Investigacin de Ciencias Sociales de la Universidad de Columbia. El trabajo se interrumpi durante varios aos mientras me dediqu,junto con los profesores C. M .Arensberg y H.W Pearson, a la preparacin del libro Comercio y mercado en los imperios antiguos (1957), obra a la cual aportamos tambin diversos artculos. El sustento del hombre representa una vuelta al esfuerzo inicial.

    Desde un punto de vista terico, desarrollaremos conceptos sobre el comercio, el dinero y las instituciones de mercado aplicables a todos los tipos de sociedad. En el mbito

    E

  • histrico, pretendemos que los estudios de casos concretos ilustren nuestras generalizaciones mediante la contrastacin y el . paralelismo. Polticamente, la historia debera darnos respuestas para resolver algunos de los problemas morales y prcticos ms candentes de nuestra poca.

    Cul es el mundo del pensamiento al cual invitamos a entrar al lector? Cmo se van a presentar los hechos, las discusiones y las perspectivas?

    El uso del trmino econmico parece estar maldito por las ambigedades que presenta. La teora econmica le ha investido de una connotacin temporal que resulta intil fuera de los estrechos lmites de nuestras sociedades dominadas por el mercado. Trminos como oferta, demanda, precios, deberan reemplazarse por otros ms amplios, tales como recursos, requisitos y equivalencias. El historiador podra entonces comparar las instituciones econmicas de los diferentes perodos y regiones sin correr el peligro de atribuir a los hechos la forma mercantil de las cosas.

    Una vez liberados de nociones engaosas, podremos enfrentarnos a las realidades. En nuestras economas de mercado, el comercio y el dinero parecen meras funciones del mercado, cosa que, hasta cierto punto, es verdad; pero tal apariencia, si se generaliza, falsifica los hechos del pasado. El comercio exterior y algunos usos del dinero son tan antiguos como la humanidad misma , mientras que los mercados formadores de precios son una innovacin comparativamente reciente.

    Esta idea particular puede parecer de alcance limitado, aunque lgicamente implica un replanteamiento de la escala temporal de la civilizacin euroasitica. Despus del descubrimiento del Cdigo de Leyes de Hammurabi en 1902, grabado en una estela de obsidiana, se dio por sentado el carcter eminentemente comercial- de la sociedad babilnica. El alto ndice de actividades mercantiles y el abundante uso del

    32

    dinero, tanto en forma de pago como de patrn de valor, se tomaron como prueba de comercio y del florecimiento de los mercados. Los orgenes de nuestra civilizacin comercial

    arecan retrotraernos entonces a los mismsimos comienzos ~e la historia escrita, aunque el comercio y los usos del dinero, como vimoS, no implican necesariamente la existencia de mercados y, como revelan los recientes descubrimientos arqueolgicos, en realidad no haba rastro de lugares de mercado en toda la zona. No ser Babilonia , sino Atenas, la ciudad a la que se le atribuir en el futuro el ttulo de ser la primera urbe qu e cont con un mercado importante. Parece ya evidente que la historiografia del mercado empieza a desviarse al menos un milenio en el tiempo y varios grados de longitud en el espacio.

    El punto de vis ta crucial resulta familiar en cuanto pasamos a analizar los problemas humanos de los primeros milenios . Lo que a nuestra generacin parecen nicas y fatales encrucijadas -libertad contra burocracia, planificacin contra mtodOS de mercado- se reconocen como variantes tpicas de situaciones humanas recurrentes. La econorrua totalmente planificada del Egipto helenstico cre el primer mercado mundial de granos en el Mediterrneo oriental. Armonizar la iniciativa personal del comerciante con las directrices comerciales del gobierno fue un fin perseguido por los gobernantes asirios en una poca tan temprana como los comienzos del segundo milenio antes de Cristo. Y parece que tuvieron bastante xito, a juzgar por los ingeniosos mecanismos mediante los cuales sus mtodos de comercio colonial salvaguardaban la liber tad del comerciante individual. La llamada colonia comercial de Capadocia, que nos viene ahora a la memoria, careca de mercados de precios y practicaba un tipo de negocios sin riesgo m ediante precios [jos, en el que el beneficio del comerciante se basaba en los porcentajes de comisiones. Asimismo era sorprendente la

    33

  • forma en que se respetaban las leyes y la libertad personal de[ negociante. De manera similar se encontraron sistemas que reconciliaban la planificacin econmica con las necesidades de mercado en comunidades tan distintas como la tica democrtica del siglo v a.e. o el reino negro de Dahomey en el oeste de frica, donde, unos dos mil aos despus, e[ comercio exterior era an dirigido por la organizacin comercial del palacio real, mientras que la vida econmica de las aldeas y los grupos familiares descansaba sobre los mercados locales y la autonoma de cada pueblo.

    Aunque en trminos del sustento nuestro mundo moderno puede ser an ms joven de lo que pensamos, los grandes problemas de la raza humana -libertad y centralizacin, iniciativa y planificacin- ciertamente conllevan una serie de rasgos ms duraderos de lo que se crea posible .

    *'ntroduccin

    ..

    34

  • Esta obra es la contribucin de un historiador econmico a los asuntos mundiales en una poca de peligrosa transformacin. Su objetivo es muy simple: ensanchar nuestra libertad de modificaciones creativas, y por ende mejorar nuestras posibilidades de supervivencia . El problema del sustento material del hombre debe ser reconsiderado en su totalidad.

    En este libro no se puede hacer ms que marcar el comienzo. Sin embargo, se intentar arrancar algunos conceptos errneos, profundamente arraigados, que yacen en la filosoua social de nuestra poca y que se refieren al lugar ocupado por la economa en la sociedad. Este esfuerzo se centrar en el estudio del comercio, el dinero y las instituciones de mercado, tan familiares en nuestra poca y que, quizs por esa misma razn, siguen siendo lamentablemente origen de una inadecuada comprensin de la naturaleza de la economa del hombre.

    Si alguna observacin personal interrumpe, de vez en cuando, el anlisis fro de los hechos es porque el historiador no puede permanecer por ms tiempo al margen de las necesidades de su tiempo, a pesar de que al responder a su llamada, puede que introduzca extraas tensiones en la estructura tradicional de una disciplina acadmica. Aun as, la perspectiva de esta empresa no surge de una visin mantenida

    *

    37

  • individualmente. La naturaleza de los peligros mencionados puede calibrarse objetivamente, y el ms elemental examen del presente revela algunos de los factores permanentes en el prximo perodo de la historia. No obstante, el enfoque que se le ha dado a esta labor puede ser tachado de personal. Hay poderosas razones subjetivas para creer que, incluso una figura tan acadmica y perifrica como el estudioso de historia econmica, debera ser capaz de descubrir una utilidad concreta en este proceso secular. As, por ejemplo, puede liberar nuestra mente de nociones obsoletas, y, en tanto en cuanto pueda discernir correctamente los males de la poca, podra incluso aventurarse a ofrecer una opinin sobre cmo juzgar los problemas de la poltica a largo plazo.

    Los hechos concretos de la situacin en que nos encontramos son, en realidad, vistos por muchas personas de la misma forma. Hace aproximadamente una generacin, se hizo evidente la cada del sistema de la econoITa mundial. Despus de la Primera Guerra Mundial, el patrn oro internacional, los mercados mundiales de mercancas y materias primas, y la distribucin universal de los crditos e inversiones se hundieron por los cambios, algunos repentinos, otros ms graduales. Al mismo tiempo, empez a desintegrarse la organizacin poltica de los pueblos del planeta. El equilibrio de poderes que haba evitado guerras mayores durante un siglo dej de funcionar. Surgieron y cayeron nuevas formas de gobierno dictatoriales . Se pusieron a prueba nuevas formas de organizacin econmica con un xito variable. Tras la Segunda Guerra Mundial, los continentes de Asia y frica hicieron ms flexibles sus fronteras. Hubo un momento en que pareca inminente la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, a pesar de las diferencias, las posibilidades de vida parece que superan a las de muerte. Pero, cualquiera que sea el resultado final, se puede sacar con certeza una conclusin: que es inevitable la lJl cesid;J de h:JCer ms reajustes en el marco institucional de

    t

    38

    la vida nacional e internacional. Esto puede sonar a tpico, ya que la historia nunca. permanece inmviL En realidad, dentro de este contexto significa prever los cambiOS que afectan a los aspectos vitales de nuestra existencia colectiva aunque, por muY posible que parezca ahora, no sucedan acontecimientos tan espectaculares como los de la dcada que acabamos de asar. La circunstancia crucial que debe destacarse, y que se

    :asa por alto muy fcilmente, es precisamente que las fuerzas politicas e ideolgicas en conflicto dentro de la escena internacional tendrn por necesidad que chocar destructivamente, o armonizar constructivamente, o quizs ambas cosas. Pero es tal la naturaleza institucional de estas fuerzas que, aunque no ocurra nada dramtico, tendr que haber una importante adaptacin hecha paso a paso. De algo podemos estar seguros: que, sea lo que sea lo que nos depara el futuro, es inevitable que haya un cambio creativo mnimo en los rasgos permanentes de la esfera humana. La mera coexistencia, si tiene que funcionar, necesita eso y ms.

    Ms all de los mecanismos institucionales que involucra la sola coexistencia, es posible otro tipo de cambio no espectacular en el mundo humano, pero ms extenso que lo que la imaginacin haya concebido hasta ahora. La energa nuclear, una vez liberada, nunca dejar de perseguirnos. Esas preocupaciones constantes en las que tenemos puesto nuestro ser pueden alterar su direccin, cambiando desde su eje econmico actual a uno que, pudiramos llamar, moral y poltico. El progreso econmico y el bienestar ya no sern los fines supremos del hombre, sino que su lugar ser ocupado por la paz y la libertad. El temor, ese arquitecto del poder, est ya dando lugar a tendencias totalitarias de una magnitud hasta ahora desconocidas. Para mejor o para peor, lo cierto es. que la estructura misma del cambio est cambiando.

    39

    t ; .

  • Cambio e historia econmica

    En cuanto a la esperanza de aportar su grano de arena, historiador econITco puede alimentar, como debe ser, y

    del sustento humano e instar a su reconsideracin a la luz de necesidades debe parecer un bastante El por las diversas econonas en sociedades es, en el de los casos, un tema

    es esencial que cada sociedad tenga un sta relacionarse con e! resto de esa ~uue!l::t(l

    de muy diferentes maneras, Baio la influencia de la los cambios a

    econITca pueden ser considerados la

    econmica parece con cambios bruscos en el

    CasI un realizado a lo

    )nVenClUO de que la debilidad

    ser expuesto

    enfocado como en la est por esa misma razn mal

    para enfrentarse a las necesidades econmicas de de cambios. Una sociedad netamente de mercado

    nuestra tiene que encontrar las

    lo econmico Debido a que las actividades diarias del hombre han sido a travs de mercados de varios

    sistema como por cuando una SOCiedad mercado pasa de una democracia liberal al fascismo o viceversa, Este fenmeno es de lo ms si e! cambio ha sido

    por una fuerza externa, como ser una hecho bastante comn en la historia de! mundo,

    oal

    uremaua sobre las dems y mantenerla durante como para ser COUSIaunque la econona

    ocupar tan slo un segunao nunca falla cumpllcar los resultados de manera imorevisibl

    No obstante, si he ~1,,~;"~ y enrevesado tema de! sustento del fue con la conviccin de que no est ms all de la esfera del esfuerzo intelectual eliminar

    de los ms incurables los cuales se le presenta al hombre de nuestro sicio el problema de la

    s TlIisffi"

    por

    se ha convertido en un a

    la

    en hombre y la que ayUda a sino una serie de fines

    concretos, de actitudes totalmente a los que l est acostumbrado a denoITnar

    aunque no sean ms que meros accesorios de la econOITa que deben su existencia a una efimera interaccin de caractersticas No son los rasgos duraderos y permanentes de todas las economas las que le parecen

    sino los puramente transitoros, ver dificultades que no existen si miran de

    4 41

  • otro modo, y tropezar con obstculos fcilmente salvables, cuya misma existencia le resulta desconocida . En su ignorancia, no puede entender ni las verdaderas condiciones previas de supervivencia ni las formas menos evidentes de conseguir lo posible. Esta obsoleta mentalidad de mercado es, a mi parecer, el principal obstculo para hacer un enfoque realista de los problemas econmicos de las futuras dcadas.

    Tal proposicin tiene que parecer casi contradictoria. Puede dar la impresin de que implica supervalorar la importancia de la econorra contra la cual desea advertir tan ostensiblemente. Sin embargo, de ningn modo es as. Afirmar que los hbitos y costumbres de la sociedad de mercado tienden a ir acompaados de un cierto tipo de razonamiento econmico es enteramente compatible con eL ms absoluto rechazo de la visin ilusoria del predominio eterno del factor econmico en los asuntos humanos. El siglo XIX, que universaliz el mercado, experiment el determinismo ecollmico en su vida diaria y se inclin a presumir que tal determinismo era eterno y general. Su dogmatismo materialista con respecto a los hombres y la sociedad reflejaba las instituciones que conformaron su entorno. Afirmar que tales nociones centradas obsesivamente en lo econmico, reflejando unas condiciones temporales, resultan un obstculo para la solucin de problemas ms amplios, incluyendo el ajuste de la economa a los nuevos ambientes sociales, es, simplemente, mostrar lo evidente.

    Por tanto, es precisamente por la desproporcionada influencia que el sistema de mercado ha ejercido en la sociedad y en nuestra propia experiencia personal por lo que encontramos dificil comprender el carcter limitado y subordinado de la econorra tal y como sta se presenta fuera de dicho sistema. De aqu tambin la esperanza de que, una vez reconocida nuestra tendencia interna como lo que es, deberamos ser capaces de desprendernos de sus efectos mortferos. Un mayor conocimienro de los hechos es el mejor conectivo para Jos prejuicios

    i

    42

    . o'vos Para reducir a su verdadera dimensin las cuestionesrestrIC .

    t S del cambio econmico debemos aprender a ver Conurgen e los ojos del historiador.

    Las versiones emblemticas de la historia, sin embargo, han demostrado que seran perjudiciales para nuestra aeneracin como un mapa falso a un general en la vspera de :na batalla. En primer lugar, la historia mundial no es fundamentalmente historia econmica. La existencia fsica de un grupa, su seguridad fsica y mental, la totalidad de su forma de vida, trasciende cualquier cosa que pueda presentarse razonablemente como inters econmico. Pero afirmar lo contrario tambin tiene sus peligros. Quien pueda ofrecer soluciones econmicas siempre tendr ventaja en el juego del poder sobre aquel que no pueda ofrecer nada. Una vez ms, las simples prcticas mercantiles, por muy queridas que sean, no pueden presentarse a s mismas como las nicas encarnaciones de valores tan trascendentales como la personalidad y la libertad. Esto sera sustituir crdito por credo, e infravalorar la fuerza de uria religin secular que no ha depositado su fe en una cuenta bancaria . Tampoco el progreso tecnolgico debera ser convertido en dolo al que sacrificar ciegamente la moralidad y la felicidad humana. Pero, por otra parte, elevar el primitivismo al rango de moralidad y huir de la tecnologa refugindose en una caverna neoltica es una forma de desesperacin que ignora la irreversibilidad del progreso.

    Las generalizaciones discordantes Como sta no tienen por qu hacernos agnsticos. Las vividas y variadas experiencias del sustento humano llevan consigo un falso empaque, empezando por su mismo nombre. La postura ms Correcta es tener cuidado ame las generalizaciones abstractas en cuestiones econmicas, ya que tienden a oscurecer y simplificar la trama de situaciones reales, cuando son estas ltimas las nicas que deben importarnos. Nuestra tarea es distinguirlas de las generalidades y entt'" nderJas en su aspec to concreto. No es necesar.io hacer una

    43

    ;.

  • larga regresin en el tiempo para encontrar el origen histrico de nuestros actuales embrollos.

    El siglo XIX vio nacer dos acontecimientos de diferente orden y magnitud: la era de las mquinas, un desarrollo de origen milenario; y el sistema de mercado, que fue una adaptacin a ese desarrollo.

    Con la era de las mquinas vemos el comienzo de una de esas excepcionales mutaciones que marcan la vida de la raza humana de una manera tan determinante que se puede dividir la historia del hombre desde la Edad de Piedra en tres perodos. El primero fue el Neolitico; el segundo perodo, en el cual tuvo lugar la mayor parte de la historia, fue el desarrollo de la agricultura y el arado; el tercero es el reciente nacimiento de la era de las mquinas. Los tres estuvieron marcados por la tecnologa. El hombre neolitico nunca fue mucho ms all de la etapa de recolectar alimentos y cultivar con una azada. El crecimiento del grano requera de un arado y una bestia que tirara de l, y la introduccin de estos elementos inici una nueva civilizacin hace siete u ocho mil aos aproximadamente. El uso de las mquinas que funcionan mediante una fuerza distinta a la del hombre o los animales es bastante reciente. Nos lanz a un nuevo mar, y es de esperar que esta nueva civilizacin que ha conseguido ya doblar la poblacin del globo contine por mucho tiempo. Ha vellido para quedarse. Es nuestro destino. Debemos aprender a vivir con ella, si es que vamos a vivir.

    2. La economa y la era de las mquinas

    El hecho fundamental es que la mquina cre una nueva civilizacin. Si consideramos que el arado dio origen a la primera civilizacin, tenemos que admitir que la mquina dio origen a la segunda, la industrial. Se extendi por todo el planeta creando la perspectiva de las edades futuras. Tal

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    acontecimiento va mucho ms all del campo econmico; slo el tiempo dejar ver sus poderes y peligros y demostrar sus im licaciones para la existencia del hombre. La civilizacin industrial ha revestido la fragilidad del hombre con la efectividad del rayo Y el terremoto; ha movido e! centro de su ser de lo interno a lo externo; ha conferido dimensiones desconocidas hasta ahora al alcance, estructura y frecuencia de las comunicaciones; ha cambiado la sensacin de nuestro contacto con la naturaleza; y, lo que es ms importante, ha creado nuevas relaciones interpersonales que reflejan fuerzas, fisicas y mentales, capaces de autodestruir la raza humana.

    Sus comienzos no fueron nada espectaculares. A finales de! siglo XV[l[ nadie excepto unos espritus raros poda sospechar que estaba a punto de nacer una nueva civilizacin. Todava no se haban inventado muchas mquinas, y las que existan, como el telar mecnico, an no estaban en uso. No obstante, unos cuantos privilegiados reconocieron a simple vista los signos y anticiparon cambios de una magnitud, sutileza y repercusin inimaginables hasta entonces. Algunas de sus ideas provocaron risas. Una vez ms comprobamos que no son los ms realistas, sino los profetas ingenuos, los que se aproximan ms a la verdad. En realidad, los mayores problemas de nuestra poca, as como la esperanza de los siglos venideros, son simples derivaciones de ese discreto comienzo mecnico. Robert Ov,en fue e! primero en percibir que un nuevo mundo estaba sepultando al viejo. La mquina exiga alteraciones en los detalles de la vida diaria, como la existencia comunal. Sinti no slo la bendicin de un crecimiento explosivo de la capacidad de producir, sino tambin su potencial para convertirse en un don odioso a menos que el impacto de una vida hecha para la mquina fuese absorbido por nuevos modelos de asentamiento y hbitat, nuevos lugares de trabajo, nuevas relaciones entre los sexos, nuevas formas de ocio, e incluso de indumentaria, y a todo ello dedic su atencin personal. Abog por una reforma

    45

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  • total del cristianismo. Se refera a la econona como a una Como , .

    energlcO dpesar e

    '0' ngeneraCl

    idea tarda, recomendando la reforma de la moneda y de las formas cooperativas de vida econmica (no exista an el concepto capitalismo). En Francia, la imaginacin grotesca de Fo engendr proyectos de falansterios donde se ajustara la divisin industrial del trabajo, mediante artilugios psicolgicos, a la espontaneidad de hombres, mujeres y nios. Saint-Simon proclam que su Nuevo Catecismo llevara la salvacin a la sociedad industrial. Lo mismo hicieron los socialistas utpicos, anticipar la amenaza de un desarrollo cultural que un siglo despus se hizo general en todo el mundo, como una fragmentacin del hombre, una normalizacin del esfuerzo, una supremaca del mecanismo sobre el organismo y de la organizacin sobre la espontaneidad. Desde el principio estuvo presente la amenaza a la personalidad y la libertad. Hacia finales de siglo, Henry Adams predijo la fecha misma de la bomba atmica. l

    Sin embargo, durante mucho tiempo permanecieron latentes esos primeros temores de lo que podra seguir despus de la mecanizacin. Fueron eclipsados por los cambios manifiestos en la organizacin econmica, urgentemente necesitados para dar juego a los milagros tecnolgicos de la poca.Adam Smith haba encontrado la respuesta en el mercado. El sistema fabril, que al principio pareca necesitar poco ms que unos cuantos despachos comerciales ms de los habituales en ultramar, llev pronto a un proceso de cambio institucional de una magnitud muy diferente. El resultado fue el acercamiento a un sistema autorregulador de mercados que revolucion la sociedad occidental en las primeras dcadas del siglo XIX.

    1 Creo que aqu se refiere a una carta que Adams escribi a Henry Osborne Taylor el 17 de enero de 1905. En ella deca: .... no har falca OtrO siglo para dar la vuelta al pensamiento .. Los explosivos llegaran entonces a la violencia csmica . La desi ntl"g ran n ~c conv("rtir:} en integ r:H.-jn. Ver ]--hrold De:.tn C jtcr, ed . He,.,,-y dO/m "nd H Fricnd,. N u,,,'J York , J-! o ughton Mlllhn, 1947, pp 558-559 .

    ..

    46

    ya sabemos, esto. fue slo un ,primer ~ntento d reaJ' uste La iniCIatIva demostro tener eXlto, a

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    1 S amargos sufrimIentos que ocaSIOno a toda una o " . ,pero la adaptacion a la maquma no se completo

    ,

    . b' nunca Cuanto ms general se haca el sistema de III aca o . ms revelaba su incapacidad para satisfacer lasmercado,

    necesidades de una sociedad estable. Millones de personas

    erimentaron una Y otra vez la falta de empleo, y los queexp

    lo tenan sufran constantemente la inseguridad de su puesto -males desconocidos para la sociedad anterior- mientras los continuos desajustes se convertan en agobiante acompaamiento, todo lo cual hizo el proceso de industrializacin una carga demasiado pesada de soportar Los movimientos socialistas y el aumento mundial de las tarifas en las importaciones fueron la manifestacin de una tendencia social hacia la autoproteccin, puesta en movimiento por los destrozos ocasionados por las fuerzas incontroladas del sistema de mercado.

    Tambin en nuestros das comenz otra fase de cambio econmico. Lgicamente fue la continuacin de la anterior, aunque apuntaba en una direccin bastante diferente. La desintegracin de la ms ambiciosa institucin de mercado, el patrn oro internacional, slo medio siglo despus de su establecimiento, acab finalmente con la utopa del mercado. Se introdujeron severas reformas econmicas, anlogas bajo regmenes polticos diferentes, en todos los pases ms avanzados de Occidente. Los postulados fueron: empleo para todos, regulacin del comercio exterior y desarrollo planificado de los recursos nacionales. Incluso en pases donde continu durante un tiempo el sistema de mercado a la manera tradicional, hubo un giro significativo en los mviles habituales de la vida econmica. La Seguridad Social y un sistema de impuestos ms justo diluyeron los incentivos del beneficio para el propietario y el temor al despido del obrero,

    ..c'C' 5

    47

  • ,sustituyndolos por otras motivac io nes como estatus seguridad de ingresos, trabajo en equipo y un papel ms creativo en la industria.

    Los tiras y aflojas que acompaan a esta segunda adaptacin de la economa a la mquina son diferentes del estrs tecnolgico que puso en peligro la vida civilizada durante el nacimiento de la Revolucin Industrial. Si hace un siglo la incansable tarea de los mercados interrelacionados de trabajo, tierra y capital tena que ser contrarrestada para que pudiera continuar existiendo una forma de vida humana, los peligros ahora vienen de un lugar desconocido, lo cual no implica que sean menos formidables. Las nuevas amenazas SOn tan parte de la civilizacin industrial como en su lugar de origen, la Inglaterra del siglo X,IX, lo eran la fbrica insalubre, los pueblos que crecan como hongos o la crueldad cientfica de los asilos. Pero hoy en da la preocupan subyacente no es la igualdad, la justicia, la caridad y una vida ms humana para el obrero, sino la libertad y supervivencia de todos. La tecnologa industrial se est mostrando a s misma capaz de generar tendencias suicidas que atacan la raz de la libertad y de la vida misma. Fuera de Europa convive el temor a la dominacin extranjera con una insistencia en la independencia y la autarqua como medios de controlar un proceso de industrializacin que universalmente es tan temido como deseado. La aparente contradiccin no debera sorprendernos. La industrializacin fue un compromiso, nada fcil, entre e! hombre y la mquina en el cual el hombre se perdi y la mquina encontr su camino. A comienzos del siglo XIX, tal vez el sistema de mercado fuese e! nico medio existente de emplear maquinaria cara y sofisticada para los fines de produccin. Cuando se inventaron las mquinas, ni la disposicin ni la capacidad de soportar riesgos, ni el conocimiento de los productos y del consumidor, exista ms que en la clase comerciante que durante generacion es h;ha estado

  • del mecanismo oferta-demanda-precio. Los precios, ongina_ riamente, los establece la tradicin o la autoridad, y sus variaciones, cuando tienen lugar se realizan mediante mtodos institucionales; es el origen de los precios fluctuantes, no el de los fijos, el problema que se le presenta al historiador de la antigedad.

    La idea de que la raz de las instituciones del comercio, del dinero e incluso de las de mercado fueron actos individuales de intercambio es dificil de mantener. El comercio exterior, como regla, fue anterior al comercio interno; el uso del dinero como intercambio se origin en la esfera del comercio exterior y los mercados organizados se desarrollaron antes en el mercado exterior. En cualquiera de los tres casos, la accin fue de tipo colectivo, no individual. A la luz de estos hechos, surge la pregunta de cmo, en ausencia de mercados formadores de precios, comercio, dinero y algunos elementos de mercado se integraron en la economa.

    Las investigaciones guiadas por las presuposiciones tradicionales sobre la inseparable unidad de comercio, dinero y mercado han prescindido de los problemas sealados . Donde vean comercio, daban por sentada la existencia de un mercado; y donde era evidente que haba dinero, se supona el comercio, y por lo tanto el mercado. Pero lo cierto es que en la historia econmica, el comercio, los diversos usos del dinero y los elementos de mercado deberan tratarse como casos distintos. Pero cmo funciona una econoITa a menos que el comercio se convierta en comercio de mercado, y el dinero se convierta en medio de cambio' Cmo, por ejemplo, es posible que algunos objetos monetizados se utilicen para el pago, y otros se utilicen como patrn de valor cuando no se llevan a cabo un nmero considerable de intercambios? Surgen an ms preguntas al investigar el funcionamiento a gran escala del comercio y el dinero en las llamadas economas primitivas sin mercado -preguntas que, desde lu ego, no se

    *

    50

    formularan si se ignora la existencia de dichas condiciones, o se negara su importancia, en nombre de una nocin dogmtica del progreso que nos lleva a evaluar errneamente el carcter general del desarrollo econmico, tanto la secuencia de los hechos como los hechos en s.

    4. Discontinuidades Ycambio

    No es ms que un prejuicio presumir que en todo desarrollo el espcimen ms pequeo sea necesariamente anterior al de mayor tamao. Mantener tal secuencia histrica no es ms que una prolongacin, una extensin acrtica de la ley de evolucin orgnica. El comercio a larga distancia precedi al local, al igual que las colonias ms distantes se fundaron antes que las ms cercanas, o que los grandes imperios surgieron histricamente antes que los pequeos reinos. Un error similar se comete al considerar fenmenos tales como el crdito O las finanzas desarrollos tardos, slo porque, ante la corta perspectiva de los ltimos siglos, d la casualidad de que han logrado consolidarse junto al moderno sistema de mercado. Esta falacia particular fue resumida en una de las ms populares teoras de estadios, que insista en que la secuencia econoITa natural, econoITa monetaria, economa de crdito era una ley de desarrollo. Pero en realidad, las deudas y obligaciones son fenmenos primitivos anteriores a la existencia de mercados, y las antiguas econoITas basadas en el almacenamiento practicaban la planificacin financiera y la contabilidad a gran escala mucho antes de que ganara importancia la utilizacin del dinero como medio de cambio.

    La predileccin de la historiografia decimonnica por la continuidad a menudo nos hizo malinterpretar no slo la secuencia de los hechos, sino los hechos mismos. La continuidad

    c onsid crad~ implcit:.t en los procesos orgni cos es solalJl en te

    51

    L

  • un modo de acontecer, junto al proceso

    el cual ocurre Un

    horo

    ccoro

    cual corren las para formar su propia historia. Ignorar el papel del bre inherentes al desarrollo (siendo, pues, e! cambio deliberado en las instituciones humanas disminuye la combinacin de ambas). Adems del crecimiento continuo on1ianza del hombre en las fuerzas de su mente y su espritu, partir de lo pequeo, existe tambin un modelo muy o una creencia mstica en la sabidura del crecimiento a saber: el de! desarrollo discontinuo partiendo de e!ement~ inconsciente mina su capacidad de restablecer los ideales de la anteriormente inconexos. El campo en justicia, la ley y la libertad en sus cambiantes instituciones. cambio tan sbito como e! surgimiento de un todo nuevo y complejo es el grupo social bajo unas condiciones determinadas. Estas discontinuidades determinan tanto qu ideas y conceptos ganan aceptacin general entre los miembros de un grupo como a qu ritmo ocurre.

    Pero, una vez difundidas , estas ideas y conceptos permiten e! cambio a una velocidad increblemente acelerada puesto que las pautas de conducta individual pueden ahora conciliarse fcilmente con la nueva pauta general ejecutada por esas ideas y conceptos. Elementos de conducta antes inconexos se unen as directamente a un nuevo y complejo todo, sin ningn tipo de transicin. Bajo esta perspectiva, los llamados planteamientos idealista y materialista de la historia no aparecen opuestos, sino ms bien como el resultado de dos fases diferentes del proceso total . El idealista, aunque de manera bastante mtica, expresa el hecho de que las ideas y pensamientos humanos juegan un papel decisivo en el origen de las instituciones y en los giros de la historia. El materialista recalca que los factores objetivos conclicionan la expansin de esas ideas y pensamientos,. que por tanto, no nacen de una dialctica abstracta, como suponan los idealistas hegelianos.

    La historia de la humanidad y el lugar que en ella ocupa la economa no es, como pensaban los evolucionistas, una secuencia de crecimiento inconsciente y de continuidad orgnica. Dicho planteamiento necesariamente oscurecera algunos aspectos del desarrollo econmico, tan vital para los hombres en la actual fase de transicin. El dogma de la continu idad orgnic , en ltimo extremo, debilita e! poder del

    ~.

    52

    .

    El empeo del eruclito debe ser, pnmero, dar clandad y precisin a nuestros conceptos de forma que estemos capacitados para formular los problemas de la subsistencia en trminos que reflejen lo ms fielmente posible los rasgos de la situacin real en que nos movemos y, en segundo lugar, ampliar la gama de principios Y medidas a nuestra clisposicin mediante el estudio del lugar cambiante de la economa en la sociedad humana y de los mtodos con los que las grandes civilizaciones del pasado realizaron con xito sus grandes transiciones.

    De acuerdo con esto, la tarea terica consiste en establecer el estudio del sustento del hombre a partir de amplios fundamentos histricos e institucionales. El mtodo a utilizar viene dado por la interdependencia entre la razn y la experiencia. Los conceptos y las definiciones, construidos sin referencia a los datos son vacos y huecos, pero una mera recopilacin de hechos sin ajustar nuestra perspectiva resulta estril. Rompiendo este crculo vicioso, la investigacin conceptual y emprica debe llevarse pari passu. Nuestros esfuerzos sern sostenidos por la conciencia de que no hay atajos en este sendero de la investigacin.

    Contribuir a esa mejor aproximacin al problema de la economa humana es el objetivo de este libro.

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  • .~

    V) o -+--' o... ClJ u e o U

    ,

  • 1, LA FALACIA ECONMICA

    general planteado Los esfuerzos para llegar a una visin ms real del problema

    a nuestra generacin por el sustento del hombre se encuentran desde el principio frente a un tremendo obstculo: un arraigado hbito de pensamiento propio de las condiciones de vida de ese tipo de economa que cre el siglo XIX en todas las sociedades industrializadas, personificado en la mentalidad de mercado.

    Nuestra tarea en este captulo es indicar de manera preliminar las falacias a las que ha dado lugar dicha mentalidad de mercado y, de paso, exponer algunas de las razones por las que estas falacias han influido de manera tan perjudicial en el pensamiento de la gente .

    En primer lugar definiremos la naturaleza de este anacronismo conceptual; luego describiremos el desarrollo instiolCional a partir del cual se origin y extenru su dominio a nuestra visin moral y filosfica. Seguiremos la influencia de esta actitud mental en los campos organizados del conocimiento, tales corno la teora econmica, la historia econmica, la antropologa, la sociologa, la psicologa y la epistemologa, que forman el conjunto de las ciencias sociales.

    Dicho estudio no debe dejar lugar a dudas sobre el impacto d"l pensamiento econmico en casi todos los aspectos

  • de los problemas que afrontamos, especialmente en cuanto carcter de las instituciones econmicas, su poltica principios, tal y como stos se revelan en las formas organizacin de los medios de subsistencia en e! pasado.

    Casi nunca es pertinente resumir la ilusin general de Una

    en

    poca en trminos de error lgico; aunque, conceptualmente, la falacia econmica no puede describirse de otra manera. El error lgico fue algo comn e inofensivo: un fenmeno especfico se consider idntico a otro ya familiar. Es decir, el error estuvo en igualar la economa humana general con su forma de mercado (un error que puede haber sido facilitado por la ambigedad bsica del trmino econmico, al que volveremos despus). La falacia es evidente en s misma: el aspecto fsico de las necesidades del hombre forma parte de la condicin humana; ninguna sociedad puede existir si no posee algn tipo substantivo de economa. Por otra parte, el mecanismo oferta-de manda-precio (al que popularmente se denomina mercado), es una institucin relativamente moderna con una estructllra especfica, que no resulta fcil de establecer ni de mantener. Reducir la esfera del gnero econmico, especficamente, a los fenmenos del mercado es borrar de la escena la mayor parte de la historia del hombre. Por otro lado, ampliar e! concepto de mercado a todos los fenmenos econmicos es atribuir artificialmente a todas las cuestiones econmicas las caractersticas peculiares que acompaan al fenmeno del mercado. Inevitablemente, esto perjudica la claridad de ideas.

    Los pensadores realistas definieron en vano la diferencia entre economa general y sus formas de mercado; el Z eitgeist econmico no tuvo en cuenta ni el tiempo ni las diferencias. Estos pensadores subrayaron el significado substantivo del trmino econmico. Identificaron la economa con la industria ms que con los negocios; con la tecnologa ms que con el ceremonialismo; con los medios de produccin ms que con

    t

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    los tulos de propiedad; con el capital productivo ms que con las finanzas; con los bienes de equipo ms que con el capital;

    resumen, con la substancia econmica ms que con la terminologa Y la forma de mercado. Pero las circunstancias pesaban ms que la lgica, y la poderosa fuerza de la historia actu para fundir dos conceptos dispares en uno solo.

    1. La economa y el mercado

    El concepto de economa naci con los fisicratas franceses simultneamente a la institucin del mercado como mecanismo de oferta-demanda-precio. El fenmeno, desconocido hasta entonces, de una interdependencia de precios fluctuantes afect a multitud de hombres. El naciente mundo de los precios fue resultado de la expansin de! comercio -una institucin mucho ms antigua e independiente de los mercados- dentro de la articulacin de la vida diaria .

    Los precios existan antes, desde luego, pero de ningn modo constituan un sistema propio, dado que su esfera estaba restringida al comercio y las finanzas, ya que slo los banqueros y comerciantes utilizaban el dinero regularmente, al ser la mayor parte de la economa rural y prcticamente sin ningn tipo de comercio, una diminuta cadena de bienes dentro de la vasta e inerte masa de la vida vecinal en el seoro o en las casas . Cierto que los mercados urbanos conocan el dinero y los precios, pero la base para controlar estos precios era mantenerlos estables. No fue su ocasional fluctuacin, sino su predominante estabilidad lo que les convirti en un factor cada vez ms importante a la hora de determinar los beneficios del comerciante, ya que estos beneficios se derivaban ms de las pequeas fluctuaciones de precios estables entre puntos distantes que de las anmalas fluctuaciones en los mercados Joc3les.

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    ;, .~ .

  • Pero la simple infiltracin del comercio

    transformnd

    una fluctuacin

    Aunque e . . almente

    or1gtnuCV05 conc n

    dcuenta e ~almente .

    en la vida no ha creado por s misma una econorra (en su sentido y especfico), sino slo un buen nmero de desarrollos i cionales posteriores. El primero de ellos fue la penetracin comercio exterior en los mercados, gradualmente, de mercados locales estrictamente en mercados formadores de precios con precios ms o menos libre. En el curso del tiempo, esto fui seguido por la revolucionaria innovacin de mercados coqprecios fluctuantes para los factores de produccin, trabajo y tierras. Este cambio fue e! ms radical de todos, por SU naturaleza y consecuencias. Sin embargo, no pas mucha tiempo antes de que los diferentes precios, que incluan ahor salarios, alimentos y renta, empezaran a mostrar una interde. pendencia poco notable, produciendo as las condiciones que hicieron al hombre aceptar la presencia de una readad sustantiva desconocida hasta entonces. Este nuevo campo de experiencia era la econorra, y su descubrimiento -una de las prcticas emocionales e intelectuales que formaron nuestro mundo moderno- lleg a los fisicratas como una iluminacin y les constituy en un secta filosfica. Adam Smith conoci a travs de ellos la mano oculta,), pero no sigui el camino mstico de Quesnay. Mientras su maestro francs apenas vislumbr la interdependencia de algunas fuentes de ingresos, su aventajado alumno, que viva en la menos feudal y ms monetarizada econorra inglesa, fue capaz de incluir salarios y renta en el grupo de precios., atisbando por primera vez la visin de la riqueza de las naciones como una integracin de las diversas manifestaciones de un sistema subyacente de mercado. Adam Smith se convirti en el fundador de la economa poltica porque reconoci, aunque dbilmente, la tendencia hacia la interdependencia de _ estos diferentes tipos de precios en la medida en gue eran e! resultado de mercados competitivos.

    "

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    xplicar la economa en trminos de mercado fue una forma de sentido comn de relacionar

    eptoS con nuevos hechos, puede que nos resulte _

    der por qu se tard vanas generaciones en darsedificil enten. que lo que Quesnay y Snuth haban descubierto

    '.

    era un campo de fenomenos esenCIalmente . . _,

    dientes de la IllStltUCJon de mercado que semdepen ..

    rnaIluesta--,.. ba en esa poca. Pero nI Quesnay n Smith intentaron. establecer la economa como un _ mbIto de la existencia social

    Cl-ende el mercado, el dmero o los precios y cuando loque traS _ _. ' hICler . on , fracasaron en el mtento. Se mclmaron no tanto hacia la universalidad de la economa como hacia el carcter espec'Ifico del mercado. En ,realIdad , la tradicional unidad de los asuntoS humanos gue aun conformaba su mentalidad les hizo contrarios a la idea de una esfera econmica separada de la sociedad, aunque ello no les impidi atribuir a la economa las caractersticas de! mercado. Adam Smith introdujo los mtodos de negocio en las cavernas del hombre primitivo, proyectando su famosa propensin al trueque, permuta e intercambio, hasta los jardines del Paraso. El enfoque que dio Quesnay a la econorra no fue menos catalctico. La suya era la economa del prod~t net, una cantidad precisa en la contabilidad del terrateniente, pero un simple fantasma en el proceso entre el hombre y la naturaleza, del cual la econorra es un aspecto. El supuesto excedente cuya creacin l atribua al suelo y a las fuerzas de la naturaleza no era ms gue una transferencia al Orden de la Naturaleza de la disparidad que se espera que muestre el precio de venta Contra el de coste. La agricultura pareca ocupar el centro de la escena porque estaban en juego los ingresos de la clase dirigente feudal, pero despus la idea de excedente apareci siempre en los escritos de los economistas clsicos. El produit net fue el padre de la plusvala de Marx y sus derivados. y as la economa se impregn de una nocin ajena al proceso total del cual forma

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    ; .

    _ .-'l

  • parte, proceso que no conoce lo que es e! coste ni beneficio y que no es una cadena de acciones productoras

    'al ~~~ tibene ClOS.

    ro:a auseconorru

    excedentes . Ni tampoco una serie de fuerzas fisiolgicas psicolgicas dirigidas por la necesidad de asegurarse excedente para s mismas. Ni los lirios del campo, ni pjaros que vuelan en e! cielo, ni los hombres en las prade en los campos o en la fbrica -cuidando el ganad, recogiendo la cosecha, o poniendo piezas en una cin~ transportadora- producen excedentes a partir de su prop~ existencia. El trabajo, como el descanso y el ocio, es una f~ en el curso independiente de! hombre a su paso por la vick El montaje de la idea de excedente fue simplemente k proyeccin del modelo de mercado sobre un aspecto ~ amplio de la existencia: la economa. \

    Si desde el principio la falaz identificacin de los fenmenos econmicos con los fenmenos de mercadOl era comprensible, despus se convirti en casi una necesidad prctica de la nueva sociedad y de la forma de vida que naci con los dolores de la Revolucin Industrial. El mecanismo oferta-demanda-precio, cuya primera aparicin dio origen al concepto proftico de ley econmica)), se convirti rpidamente en una de las fuerzas ms poderosas que jams haya penetrado en el panorama humano. Al cabo de una generacin -es decir de 1815 a 1845, la Paz de los Treinta Aos, como la llam Harriet Martineau- el mercado formador de precios que anteriormente slo exista como modelo en varios puertos comerciales y algunas bolsas demostr su asombrosa capacidad para organizar a los seres humanos como si fueran simples cantidades de materias primas, y convertirlos, junto con la superficie de Oa madre tierra, que ahora poda ser comercializada, en unidades industriales bajo las rdenes de particulares

    1 Harry W. Pcarson, "The Economy Has no Surplus: Critique of a Theory of D(~ vdoprnent'i , en Comtrn y merc.ado er-/ los imperios anliguos, edilJdo por K . Po lanyi , C. Aremherft,) H.1'

  • pIOneros de la economa. Es decir; la mentalidad mercan. contena nada menos que la semilla de una cultura c -con todas sus posibilidades y limitaciones-, y la imagen hombre y de una sociedad, transformada en econoila mercado, surgi necesariamente de la estructura esencial una comunidad humana organizada a travs del mercado.

    2. La transformacin econmica

    Esta estructura represent una violenta ruptura con bi condiciones precedentes. Lo que antes no fue ms que un ligera expansin de mercados aislados, se transform ahora en un sistema de mercado autorregulado.

    El paso crucial fue gue la tierra y el trabajo se convirtieron en mercancas, es decir, se trataron como si hubieran sidQ creados para la venta. Por supuesto, no eran realmente mercancas, ya gue no haban sido producidas (como la tierra), y de ser as, no podan estar en venta (como el trabajo).

    Sin embargo, jams se concibi una ficcin ms efecti~ en una sociedad, porgue la tierra y el trabajo se compraban y vendan libremente, y se les aplicaba el mecanismo de mercado. Haba oferta y demanda de trabajo; oferta y demanda de tiem. Por lo tanto, haba precios de mercado para utilizar la mano de obra, los salarios, y un precio de mercado para el uso de la tierra, la renta. El trabajo y la tierra eran ofrecidos en su; propios mercados, similares a los de las mismas mercancas que se producan con su intervencin.

    El verdadero alcance de este paso slo se puede estimar si recordamos gue el trabajo es otra forma de llamar al hombre, as como la tierra es sinnimo de naturaleza. La ficcin mercantil puso el destino del hombre y de la naturaleza en manos de un autmata que controlaba sus circuitos y gobernaba segn sus propia, leyes . Este instrumento de bienestar material

    "

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    rrolado exclusivamente por los incentivos del hambreestaba con " , . las ganancias o, dicho con mas exactItud, el temor a carecer de

    y 1'0 en la vida o la esperanza de obtener beneficios.10 necesar , '. . tal de que los desposedos pudieran satisfacer su necesIdad Con .

    de alimento vendiendo primero su trabajO en el mercado, y cO,n tal de que los propietarios pudieran comprar al precIO mas barato Y vender al ms caro, el molino ciego produca cada vez ms mercancas para beneficio de la raza humana. El temor al hambre del obrero y el deseo de ganancia del patrn mantefan el mecanismo continuamente en funcionamiento.

    Esta prctica utilitaria tan poderosa, lamentablemente, deform la comprensjn del hombre occidental de s mismo y de la sociedad.

    En cuanto al hombre, tenemos gue aceptar la idea de gue sus mviles pueden considerarse materiales o (,ideales), pero los incentivos sobre los gue se organiza la vida diaria forzosamente nacen de las necesidades ma~eriales . No es dificil ver gue bajo tales circunstancias el mundo humano en general parece determ.inado por mviles materiales. Si, por ejemplo, se separa cualquier mvil y se organiza la produccin de manera tal gue se haga de ese mvil el incentivo individual para producir, tendremos la imagen del hombre absorbido por ese mvil. Ese mvil puede ser religioso, poltico o esttico; puede ser orgullo, prejuicio, amor o envidia; y de acuerdo con eso el hombre aparecer como esencialmente religioso, poltico, amante de la esttica, orgulloso, con..prejuicios o arrastrado por el amor o la envidia. Otros motivos, por el contrario, aparecern distantes y en la sombra -ideales- puesto gue no se puede esperar gue afecten al negocio vital de la produccin. El mvil seleccionado representar al hombre real.

    De hecho, los seres humanos trabajan por una gran variedad de razones en tanto gue forman parte de un grupo social definido. Los monjes comerciaban por motivos religiosos , y los monasterios llegaron a ser los mayores

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    ;,

  • establecirrlientos comerciales de Europa. El comercio ku/a de MientraS que las clases sociales estaban directamente islas Trobriand, uno de los ms complicados sistemas de determinadas por el mecanismo de mercado, otras instituciones conocidos por el hombre, tena esencialmente un resultaron afectadas indirectamente. El estado y el gobierno, el esttico. La econoila feudal dependa en gran medida de matrimonio Y crianza de los hijos, la organizacin de la ciencia, costumbre o la tradicin. Para los kwakiutl, el principal fin de It industria pareca ser una cuestin de honor. Bajo e! despotismo' mercantil, la industria se planificaba a menudo para servir. poder y la gloria. Segn esto, tendemos a pensar que los monj~ los melanesios occidentales, los aldeanos, los kwakilutls o l~ hombres de Estado del siglo XVII, se guiaban respectivamente por la religin, la esttica, la costumbre, el honor o e! pode poltico. La sociedad del siglo diecinueve estaba organizada de tal manera que haca del hambre o del simple deseo de gananciJ motivos suficientes para que el individuo participara en la vida econrrlica. La imagen resultante de un hombre regido solamente por incentivos materialistas era totalmente arbitraria.

    Por lo que respecta a la sociedad