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ROSARIO CRUZ-AUÑÓN BRIONES EDUARDO FERRER ALBELDA (coordinadores) ESTUDIOS DE PREHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA EN HOMENAJE A PILAR ACOSTA MARTÍNEZ

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RosaRio CRuz-auñón BRiones

eduaRdo FeRReR alBelda

(coordinadores)

estudios de PRehistoRia y aRqueología

en homenaje a

Pilar acosta Martínez

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Estudios dE PrEhistoria y arquEología

En homEnajE a

Pilar acosta Martínez

sevilla 2009

rosario Cruz-auñón BrionEs

Eduardo FErrEr alBElda

(coordinadores)

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serie: Historia y Geografíanúm.: 145

reservados todos los derechos. ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún pro-cedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de infor-mación y sistema de recuperación, sin permiso escrito del secretariado de Publicaciones de la Universidad de sevilla.

© secretariaDo De PUBlicaciones De la UniVersiDaD De seVilla 2009 Porvenir 27 - 41013 sevilla tlfs.: 954 487 447; 954 487 451; Fax: 954 487 443 correo electrónico: [email protected] http://www.publius.us.es

© rosario cruz-auñón Briones y eduardo Ferrer albelda (coordinadores) 2009

impreso en españa-Printed in spain i.s.B.n.: 978-84-472-1140-1 Depósito legal: se-1.279-2009 Maquetación e impresión: Pinelo talleres Gráficos, s.l. camas-sevilla

Comité Editorial:

antonio caballos rufino (Director del secretariado de Publicaciones)

carlos Bordons albaJulio cabero almenaraantonio José Durán Guardeñoenrique Figueroa clementeantonio Genaro leal MillánBegoña lópez Buenoantonio Hevia alonsoJuan luis Manfredi Mayoralantonio Merchán ÁlvarezFrancisco núñez roldán

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Índice

Pilar acosta Martínezrosario Cruz-auñón BrionEs .......................................................................... 13

recuerdos del gabinete de dibujo de Pilar acostaFErnando amorEs CarrEdano ........................................................................... 19

comentarios acerca del neolítico antiguo en andalucíaoswaldo artEaga / anna-maria roos ............................................................ 37

algunas reflexiones sobre la interpretación del adorno personal. el caso del neolítico andaluzisaBEl ruBio dE miguEl ...................................................................................... 75

Propuesta para la clasificación funcional y cronológica del arte rupestre esquemático a partir del modelo extremeñohiPólito Collado giraldo ............................................................................... 89

acerca del arte esquemático en aragón. terminología, superposiciones y algunos paralelos mobiliaresPilar utrilla y manuEl martínEz BEa .............................................................. 109

Pintura megalítica en andalucíaP. BuEno ramírEz / r.dE BalBín BEhrmann / r. Barroso BErmEjo .................... 141

análisis de imagen y documentación integral del arte rupestre: una propuesta de futuromiguEl ÁngEl rogErio CandElEra ................................................................... 171

Prospecciones en tierra de Barros (Badajoz). los asentamientos del iii milenio a.n.e.ViCtor hurtado / Pilar mondéjar .................................................................... 187

sistemas de informacion geográfica y análisis espacial intrasite aplicados al estudio de la dispersion del registro arqueológico en la necrópolis del iii milenio a.n.e. de “el negrón” (Gilena, sevilla)rosario Cruz-auñón BrionEs / juan Carlos mEjías garCía ........................... 207

campaniforme, jerarquización social y selección interdémica en el suroeste de la Península ibérica. Una aproximación desde la arqueología evolutivadaniEl garCía riVEro ........................................................................................ 233

sobre barcos y astros. en torno al imaginario cósmico de la Prehistoria reciente en el Mediodía ibéricojosé luis EsCaCEna CarrasCo / BEatriz gaVilÁn CEBallos / martí mas CornEllÁ 255

Metal para los dioses. la secuencia del grupo Baiões durante el Bronce Final ii y el comercio chipriota de hierro hacia Portugal (1200-1050 ac)alFrEdo mEdEros martín .................................................................................. 279

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“arqueología rural”, territorio y Paisaje en la protohistoria del Guadiana Medio: una propuesta metodológicaalonso rodríguEz díaz .................................................................................... 305

la vestimenta ibérica prerromana: una lectura social desde “su imagen”mª luisa dE la BandEra romEro ....................................................................... 337

los sacerdotes del Heracleion gaditano y el poderjosé maría BlÁzquEz martínEz ......................................................................... 357

el Kronion de Gadir: una propuesta de análisismª. Cruz marín CEBallos y a.mª. jiménEz FlorEs ........................................... 373

el periplo de Hanón y las islas canariasantonio tEjEra gasPar y mª E. ChÁVEz ÁlVarEz ............................................. 395

a propósito de Tagilit y de otras ciudades púnicas del sureste de iberiaEduardo FErrEr alBElda ................................................................................... 407

la imagen de los dioses de la turdetania a la BéticamErCEdEs oria sEgura ...................................................................................... 419

las ánforas republicanas de Hispalis (sevilla) y la “cristalización” del repertorio anfórico provincialEnriquE garCía Vargas ...................................................................................... 437

el urbanismo del municipio romano de Turobriga (aroche, Huelva)juan m. CamPos CarrasCo ................................................................................ 465

la colonización agrícola de las terrazas del Guadalquivir en época romana: el caso del arroyo de las culebras (Dos Hermanas, sevilla)FranCisCo josé garCía FErnÁndEz ..................................................................... 483

sobre el descubrimiento y primera lectura de cil ii 1151: correspondencia entre ivo de la cortina y antonio Delgado a propósito de los trabajos en itálica en 1839josé BEltrÁn FortEs ........................................................................................... 505

la casa del Oscillvm en Astigi. aspectos edilicioss. garCía-dils dE la VEga, s. ordóñEz agulla y o. rodríguEz gutiérrEz ..... 521

análisis forense de la imagen y manchas de sangre de la sábana santa. aportaciones para la valoración de las circunstancias alrededor de la muerte de Jesús de nazaretmiguEl lorEntE aCosta..................................................................................... 545

las cerámicas finas –alcarrazas blancas– de sevilla en la edad Moderna: la expresión barroca de una tradición almohadeFErnando amorEs CarrEdano / Pina lóPEz torrEs .......................................... 563

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Campaniforme, jerarquización social y selección interdémica en el suroeste de la Península Ibérica. Una aproximación desde la arqueología evolutiva1

Daniel García RiveroDpto. Prehistoria y arqueología. Universidad de sevilla

1. Sistemas autopoiéticos, Selección Natural y unidades políticas‑territoriales

el concepto de “autopoiesis” fue acuñado hace más de tres décadas, y se re-fiere concretamente a la capacidad de organización de los seres vivos como sis-temas para constituirse a sí mismos. Por momento, más que la propia definición del término, nos interesan los mecanismos y los diferentes procesos de consecu-ción que pueda encerrar entre las distintas formas de vida y entre todas las diver-sas clases de sistemas existentes en la tierra.

Una característica imprescindible en un sistema autopoiético es una mem-brana o limes que impide por ejemplo la desintegración del metabolismo celular (Maturana y Varela 1996: 38-40) y la entrada de elementos indeseables o el es-cape de energía en cualquier organismo o sistema dado. Junto a esta membrana, otro requisito necesario es una red de conexiones generalmente entre multitud de elementos que conforman el sistema. ambas están encadenadas indisoluble-mente, porque la red de conexiones permite la posibilidad de creación de un borde, mientras que este mismo límite es la condición necesaria para el operar de las conexiones de la red (Maturana y Varela 1996: 38-40). ambos conforman uni-dades o sistemas generalmente eficaces.

Hemos adoptado provisionalmente este concepto porque explicita la idea cen-tral que ahora nos interesa, pero fundamentalmente porque pueda tratarse de la

1. es un honor poder participar en este homenaje a nuestra querida Pilar acosta Martínez. tuve la suerte de tenerla como profesora en dos asignaturas durante la licenciatura y, además, de poder com-partir con ella numerosas e interesantes conversaciones por los pasillos de nuestra facultad. siempre me atrajeron y recordaré, aparte de su reconocida labor científica, su inmensa imaginación y apertura de mente, así como su jovialidad y buen trato con los alumnos.

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definición más al gusto para la mayoría de científicos de las ciencias sociales que no rehúsen, sesgadamente, a la consideración de la base biológica para comprender-nos a nosotros mismos. Y añadiremos, por extensión, para asimismo comprender algo más acerca de la cultura material a la que nos enfrentamos los arqueólogos.

Posiblemente, la propuesta y desarrollo de la perspectiva autopoiética sea un intento de convergencia o aproximación entre la ciencia social y la ciencia natural o, quizás incluso, una tentativa de hacer “social” la ciencia natural o biológica. Ya que ha sido referida aquí, debemos hacer algunas aclaraciones sobre la propia etimolo-gía del término, de cara a señalar brevemente algunas posibles diferencias de esta perspectiva respecto al núcleo central de la teoría de la evolución. las implicacio-nes a resaltar residen en la última parte de la definición expuesta al principio que, aunque efectivamente no se trate de una cita literal, sintetiza pertinentemente las características elementales y novedosas de la propuesta (cf. Maturana y Valera 1973; 1980; 1996). Destaca las connotaciones estructurales e individuales frente al medio circundante, pero sobre todo la carga extremadamente generosa que, a mi juicio, se le atribuye a la intencionalidad como mecanismo operativo. en general, aunque esta propuesta ‘describe’ procesos que tienen lugar en la evolución de organismos y sistemas, posiblemente flaquee en ‘explicar’ por qué estos se han desarrollado de tal forma y no de otra. su base analítica reduce la importancia de conceptos y meca-nismos recurrentes e importantes en las aproximaciones evolucionistas, como es el caso de la propia selección natural, y parece olvidarse de hechos frecuentemente constatados, como procesos de competencia y de extinción, entre otros.

Desde la perspectiva evolutiva, digamos tradicional, la emergencia y desa-rrollo de organismos y sistemas discretos responden a procesos de especiación, procesos de simbiosis y de coevolución entre poblaciones o especies distintas, y a presiones selectivas que operan a diferentes niveles (todos estos mecanismos, generalmente, suelen encerrar un carácter de adaptación a entornos dados en momentos determinados). son de sobra bien conocidos los niveles de selección mediante los cuales los biólogos evolucionistas, y recientemente otros científicos de áreas diversas, realizamos nuestras aproximaciones, y por ello no nos deten-dremos excesivamente en su explicación2. sólo diremos que las presiones selec-tivas, las cuales atañen no sólo al soma sino también al comportamiento o a la cultura, suelen actuar a nivel de grupos o poblaciones, de individuos, de genes y de memes. el grado de importancia otorgado entre los científicos a cada uno de estos distintos niveles de selección viene dado fundamentalmente por el área de conocimiento, la perspectiva particular adoptada, y la escala del análisis. tam-bién el siglo y medio de vida de la teoría de la evolución cuenta en este sentido, pues la atención puesta en unos u otros niveles ha ido frecuentemente a remol-que del desarrollo desigual entre las disciplinas y de las diversas metodologías de experimentación. el propio Darwin exponía meticulosa evidencia de cómo la variación funcionaba individualmente, a nivel de organismos, pero no hay que

2. Puede consultarse (lewontin 1970; Bell 1997); en relación a la selección en ecología cultural y arqueología evolutiva (o’Brien 1990; 1995; smith y Winterhalder 1992: 25-37; García rivero 2005).

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olvidar que argumentó favorablemente sobre la “selección de grupo”3. Gran parte del neoevolucionismo basa sus fundamentos básicos en presiones selectivas in-dividuales, aunque posteriormente pueden dar lugar a niveles selectivos más in-clusivos4. también, concretamente en el panorama arqueológico evolucionista que ahora nos interesa, y que se reduce prácticamente al mundo angloamericano, predominan aproximaciones de este tipo, en torno por ejemplo a la transmisión y el cambio cultural dentro de grupos y culturas.

la aplicación de los principios evolucionistas al campo del comportamiento y la cultura contó con un gran impulso en la Sociobiology. Ésta supondría la base para la emergencia de las actuales Human Behavioral Ecology, Evolutionary Psycho-logy y Cultural Evolution. el estudio de la evolución de la cultura ha desarrollado líneas de investigación más específicas, como Evolutionary Anthropology y Evolu-tionary Archaeology. esta última, que más nos interesa ahora, cuenta con aplica-ciones desde distintas perspectivas (unas de carices más seleccionistas y otras más adaptacionistas). actualmente se aplican diversos de estos enfoques en arqueolo-gía, por ejemplo, Dual Inheritance Theory, Memetics, Niche Construction Theory, etc.

al margen de la breve introducción teórica y de la discusión entre la visión autopoiética y la perspectiva más generalizada de la teoría de la evolución, lo que nos interesa retener ahora es cómo organismos y sistemas pueden consti-tuir temporalmente unidades discretas (factibles de análisis) mediante el efecto de presiones selectivas. en este sentido no hay discusión alguna entre los científi-cos evolucionistas o de las ciencias naturales, y por ello merecía la pena explicitar cómo mediante las dos posturas anteriores podíamos sostener la idea principal que aplicaremos a continuación en nuestro análisis arqueológico.

Desde los principios generales de la teoría de la evolución, y en este caso qui-zás tangente a los enfoques referidos como Human Behavioral Ecology y Evolutio-nary Archaeology, sería viable utilizar estos conceptos no sólo para el estudio de células u organismos vivos, sino también para el análisis de sistemas adaptativos humanos de índole económica o política (redes de mercado, bloques geopolíticos, etc.) (Figura 1). ciertamente no parece una tarea sencilla, básicamente debido a que dichas redes políticas, económicas y culturales son generalmente dinámicas modificando asimismo el propio límite de la unidad y en algunos casos llegando incluso a fusionarla con otras unidades. evidentemente, esto ocurre también con

3. Por ejemplo, recuérdese una conocida cita de La descendencia del hombre y la selección en relación al sexo, cuando anotaba que a los grupos de hombres con moralidad no tendían porqué irles mejor que a aquellos de hombres inmorales, pero que potencialmente los primeros podrían contar con cierta ventaja sobre los segundos, donde podrían predominar rasgos de conducta egoístas y contraprodu-centes para el beneficio del grupo total.

4. los últimos años de la síntesis finalmente acabaron por asentar la importancia de la selección a nivel de organismos en detrimento de la de grupo. esta última no ha contado con mucha atención en Bio-logía desde finales de la década de los 60 del siglo pasado –véase, por ejemplo, la discusión entre Wynne-edwards (1962; 1963) y Williams (1966)-, aunque recientemente se está reclamando su importancia en muchos ámbitos de la vida (e.g. Goodnight 1990; Wilson 2008; citados en Wilson y Wilson 2009).

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Figura 1. ejemplos de sistemas naturales de la tierra que pueden considerarse unidades discretas en un momento determinado, y diversos casos de limes o fronteras. 1-4: Diversidad neuronal (de izquierda a derecha): célula bipolar de la retina, cuerpo celular de una motoneurona de la médula espinal, célula mistral del bulbo olfatorio, célula piramidal de la corteza cerebral de un mamífero (según Maturana y Varela 1996: Figura 46); 5: Muro de adriano en inglaterra en el imperio romano; 6: demarcación territorial de naciones africanas tras la época colonial; 7: Denominado «espacio schengen» para el control de la

inmigración en la Ue (según El Atlas de Le Monde diplomatique 1995: 51).

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las unidades discretas orgánicas que habíamos citado, si bien nuestros casos pue-den tener frecuentemente ritmos de cambio más rápidos que aquellos objetos de estudio de la Macrobiología. sin embargo, las diferencias desaparecen si compa-ramos los ritmos de evolución entre la cultura humana y el mundo microbioló-gico. en el caso concreto de una aproximación arqueológica tenemos además el problema de que los restos perdurables de esos sistemas, de esas redes y mem-branas, son generalmente más escasos y en algunos casos difícilmente palpables. Pero no debemos desesperar porque en último término, y dadas nuestras posibi-lidades perceptivas, los arqueólogos solemos crear frecuentemente esas unidades, esos compartimentos estancos y divisiones que nos permiten analizar y establecer conclusiones. De una u otra forma, todas estas unidades discretas son finalmente entidades plausibles de medida, análisis y experimentación que permitan la diag-nosis del funcionamiento del sistema así como contrastar las hipótesis de partida.

este enfoque, aunque no es sencillo, tiene algunas ventajas sobre otros. Per-mite análisis teniendo en cuenta un mayor número de elementos integrantes de los

Figura 2. Ubicación del marco de estudio en la Península ibérica, e hipótesis del territorio política y culturalmente definido en tierra de Barros (según Hurtado 2000: Figura 1).

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sistemas, de unidades discretas, que no son desechados previamente de forma auto-mática. esto ocurre usualmente desde otros muchos enfoques teóricos en las cien-cias sociales y en arqueología, debido a sesgos antropocéntricos muy comunes y extendidos, aún cuando los asuntos estudiados se refieren a sistemas complejos y fe-nómenos a grandes escalas geográficas y cronológicas (García rivero 2005). Y es que muchos trabajos científicos, fundamentalmente desde la ecología y la Biología de poblaciones en general, coinciden en lo que se ha venido a llamar la “hipótesis de la reina roja”, que demuestra los efectos concatenados de la introducción de una es-pecie nueva en un ecosistema y, por tanto, la estrecha relación de todos los elementos de un nicho ecológico o sistema dado (Van Valen 1973). también podría entenderse que, ante los mismos recursos, el incremento reproductivo o la escalada jerárquica de una especie se producen generalmente en detrimento del proceso inverso de otra.

entrando en materia arqueológica, podríamos tomar como unidades discre-tas, entre otras, los asentamientos, paisajes culturales, territorios políticos o cultu-ralmente definidos, etc. en este caso concreto centraremos nuestra atención en el iii Milenio a.c., fundamentalmente en la cuenca Media del río Guadiana. Des-pués de dos décadas explorando e investigando esa región, V. Hurtado propone con sólidos argumentos un territorio políticamente definido en la comarca de tie-rra de Barros que tendría como centro nuclear el poblado de la Pijotilla (1995; 1999) (Figura 2). la conformación y sustento principal de este territorio parece deberse a las favorables características agrícolas que posee esta zona, cosa que no ocurre por ejemplo en la comarca de la serena, adyacente por el lado este. Deli-mitando ambas, se conoce una gran cantidad de poblados fortificados que defini-rían así el flanco oriental de este territorio de tierra de Barros. algo similar ocurre en el flanco meridional, donde también se conocen algunos asentamientos forti-ficados, si bien la definición de este límite no está totalmente clara aún. Hay prin-cipalmente dos posibilidades. en un principio se pensó que el límite meridional del territorio discurría en sentido noroeste a lo largo de la sierra de María an-drés y el curso del río olivenza hasta confluir con el propio río Guadiana. sin em-bargo, tras la excavación de nuevos emplazamientos curso abajo del Guadiana en años recientes, debido a la construcción de la presa de alqueva, también existe la posibilidad de que el flanco meridional de este territorio se extendiese a lo largo de toda la cuenca de la margen izquierda del río situándose en el límite de sie-rra Morena y englobando de esta forma localizaciones como san Blas, Porto das carretas y Monte do tosco. el límite septentrional y el occidental quedarían esta-blecidos, según dicho autor, por el propio curso del Guadiana (Hurtado 1995: 60). el primero de ellos no parece suscitar muchas dudas, pero el flanco occidental en el río Guadiana encierra alguna discusión (García rivero 2008: 66 y 81-82; 2007). aunque existan algunas discusiones acerca de la definición precisa de sus lími-tes hay en cambio una gran cantidad de argumentos favorables para tomar esta región como territorio propiamente definido con una articulación autónoma po-lítica, económica y cultural (Hurtado 1999: 67), funcionando así como unidad te-rritorial discreta frente a otras posibles unidades como el sureste ibérico, el valle del Guadalquivir, el algarve, el alentejo posiblemente y la estremadura portu-guesa, la cuenca media del tajo y la Meseta central.

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239Campaniforme, jerarquización social y selección interdémica en el suroeste de la..

2. Jerarquización intracomunitaria y Campaniforme

los estudios arqueológicos sobre aspectos sociales de los grupos humanos de la Prehistoria reciente de la Península ibérica no son muy abundantes, y han sido desarrollados en su inicio fundamentalmente por científicos extranjeros (p.e., chapman 1978; 1982; Gilman 1976; 1981; 1987; Gilman y thornes 1985; Mathers 1984) con escasas contribuciones desde el ámbito académico portugués y espa-ñol (p.e., lull 1983). estos trabajos se centraron básicamente en aquellas regiones arqueológicamente mejor conocidas desde hace décadas como el sureste ibérico, cuyas culturas calcolítica de los Millares y del Bronce argárico eclipsaron gran parte del panorama investigador peninsular.

es más recientemente cuando estudios sobre complejidad social están siendo desarrollados con mayor profundidad desde el ámbito académico ibérico (p.e., nocete 1984; Díaz-andreu 1991; García sanjuán 1999; Gonçalves 1999; onta-ñón 2003) incluso habiéndose publicado algunos trabajos monográficos sobre el tema (p.e., Diaz del río y García sanjuán 2006).

no obstante, la mayoría de estos trabajos siguen limitándose a aproximaciones desde el enfoque teórico marxista, como puede comprobarse por ejemplo en esta última monografía referida (Diaz del río y García sanjuán 2006). suponemos que esto no es más que un reflejo del panorama actual en el mundo académico penin-sular, sin que apenas existan oportunidades de éxito o replicación para aproxima-ciones desde otras perspectivas teóricas, y mucho menos para aquella que ahora concretamente nos interesa y que ha venido a denominarse arqueología evolutiva.

ciñéndose a la edad del cobre, se ha planteado un cierto elenco de tipos o formas distintas de organizaciones sociales y políticas. con base en el estudio de la necrópolis de los Millares, se propuso que estas sociedades serían de base igualitaria (almagro y arribas 1963: 45-46), creencia que escasamente sigue vi-gente, en parte, para algunos investigadores. los estudios recientes sin embargo reflejan que el panorama actual no resulta tan simple.

tras el conocimiento de nuevos datos desde avanzada la década de 1980 y, sobre todo, tras la influencia de nuevos enfoques teóricos con los que analizar e interpretar el registro arqueológico, esa concepción anterior parece debilitarse notablemente. algunos estudios empiezan a proponer sociedades jerarquiza-das en el iii Milenio a.c. en diversas regiones geográficas peninsulares, como por ejemplo en la Meseta norte (Delibes y otros 1995: 46), en la Meseta cen-tral (Garrido-Pena 2006), en la estremadura portuguesa (Kunst 1995) y su exten-sión hacia el alentejo (lillios 2004), en el cuadrante suroccidental ibérico (nocete 2001), en el Bajo Duero (Díaz-andreu 1995) y en el sureste (chapman 1991; ar-teaga 2000; cámara y Molina 2006). Francamente, lo que resulta difícil es preci-sar qué grado de jerarquización o nivel de estratificación existen dentro de unos y otros grupos sociales, y es en este punto donde las opiniones entre los investiga-dores son más variables incluso frecuentemente antagónicas.

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algunos de estos estudios, por ejemplo, llevan incluso a un exponente mayor el asunto de las desigualdades sociales y ven en las sociedades del suroeste y su-reste peninsular el nacimiento de estados prístinos (cruz-auñón y arteaga 1999; arteaga 2000; nocete 2001; cámara y Molina 2006). estas últimas interpretaciones sobre estas comunidades como incipientes sociedades de clases han sido refutadas por r. chapman, que las considera más bien como jefaturas complejas (chapman 2003). argumenta que los criterios indicadores de sociedades estatales serían una fuerza militar legitimada, un gobierno burocrático, un poder de maniobra política centralizado y, también anota, que los emplazamientos de este sistema deben mos-trar al menos tres o cuatro niveles de jerarquía (chapman 2003: 190-193).

Ya que el presente trabajo se enmarca dentro del suroeste peninsular, deben mencionarse algunos otros estudios que han tratado cuestiones sociales, bien sobre el iii Milenio a.c. (García sanjuán y Hurtado 1997) o bien sobre la edad del Bronce (Barceló 1991).

Pero lejos de pretender entrar siquiera en asuntos de esta magnitud, lo que sobrepasa el marco de este trabajo, sí debemos en cambio analizar sistemática-mente el registro arqueológico de la cuenca media y baja del Guadiana mediante algún criterio, de cara a contrastar al menos la ausencia o existencia de socieda-des jerarquizadas en nuestro marco principal de estudio y, así, soportar nuestro razonamiento sobre una base empírica.

la cerámica campaniforme se constituye como indicador fiable en esta tarea por las siguientes razones. en primer lugar, la cronología que nos concierne, el iii Milenio a.c. aunque hasta hace algunos años el fenómeno campaniforme se había ubicado bien pasada la mitad de ese milenio, las nuevas fechas calibradas lo sitúan a partir del 2700 a.c. aproximadamente en la región que ahora nos in-teresa, llegando al menos hasta fines de ese milenio. en segundo lugar, y como factor de mayor importancia, tenemos que considerar la concepción mayoritaria que se viene intuyendo desde hace algunas décadas respecto a los materiales y, por extensión, al fenómeno campaniforme. en 1976 en el congreso de oberried ya fueron diversos los trabajos que apuntaron en la dirección de considerar los productos campaniforme como bienes de prestigio, de gran valor de intercam-bio (clarke 1976) y relacionados con actividades de ceremonias sociales o rituales de aceptación incluso a nivel internacional (Burgess y shennan 1976). esta úl-tima línea sigue desarrollándose en estudios de diversas regiones geográficas que están indicando la apropiación de estos objetos por parte de un determinado sec-tor concreto de esas sociedades, en un proceso de ostentación personal asociado a actividades rituales de consumo de diversas sustancias excitantes, a modo de «lubricantes sociales», y con un trasfondo relacionado con mecanismos de acceso y legitimación del poder, o incluso en último término destinado a la captación de seguidores y de efectivos humanos para el servicio guerrero (sherratt 1987; 1991; Garrido-Pena 1995; 1997; Garrido-Pena y Muñoz 2000). incluso hay estudios que consideran el campaniforme no como bien de prestigio sino, más allá, como bien de status (thomas 1987; Garrido-Pena 2006: 84-85). la diferencia radica en que

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un bien de prestigio actuaría como elemento de despliegue social mediante el cuál un individuo o sector social refleja una posición económica y social concreta en potencia. Un bien de status, sin embargo, se referiría a un elemento que de-fine y enfatiza una determinada posición económica o social previamente obte-nida mediante otras estrategias previas, o lo que es lo mismo una determinada posición heredada de una generación a otra. Habitualmente elementos u aptitu-des de este tipo son exclusivos de un sector social y, a la par, restrictos para otros.

Hemos analizado la distribución del conjunto cerámico campaniforme en nues-tra región, tanto a nivel macroregional como dentro de cada asentamiento (escala semi-micro). Un total de 54 yacimientos con cerámicas de tipo campaniforme se conoce actualmente en las cuencas Media y Baja del Guadiana. la mayoría de los sitios son asentamientos, concretamente 41 de ellos. son los que siguen a con-tinuación: Monte do tosco i, cerros Verdes 4, outeiro de são Bernardo, castelo Velho de safara, Peña de san sixto, sala nº 1, três Moinhos, são Brás 1, chapéu de Ferro de algares, Molino Perdido, Morro de nostra senhora, Morro da Man-gancha, Porto torrão, Monte da tumba, Monte da Ponte, Monte do Pombal, Fonte Ferrenha, terrugem, Famão, castelo de noudar, la Palacina, cerro cabril, el Pedro-sillo, los Palacios, Palacio Quemado, san Pedro, s. Gens, Barrada do Grilo, aljustrel, la sarteneja, Peñas Blancas, apeadero de zarza de alange, Vista alegre, los cor-vos, trasera de la Pepina, Porto das carretas y Miguens 35. en 4 casos, además, se ha documentado un área de necrópolis dentro o cerca del territorio de hábitat. son los ejemplos de san Blas, la Pijotilla, Perdigões y escoural. Por otro lado, existen 11 casos de sitios exclusivamente funerarios: Monte das Pereiras, Monte do outeiro, casas do canal i, estremoz 10, la zarcita, Dolmen de lácara, anta de Bencafede, Barbaño, zayas, Guadajira y Dolmen 1 da Herdade de carneiro6. Hay además un caso indeterminado, denominado Huerta de Dios, y un sitio peculiar que se trata de la ocupación de un covacho natural, denominado covacho del Monje.

el área que comprende el propio valle del Guadiana es la zona que concen-tra mayor número de emplazamientos con cerámicas campaniforme, decreciendo la cantidad de localizaciones en función de la mayor distancia respecto al río. en cuanto a la propia distribución espacial macroregional de esta cerámica hay que destacar algunas de las tendencias que muestran los datos. los asentamien-tos principales en la organización territorial, con tamaños notablemente mayo-res al resto y con ubicaciones normalmente céntricas y estratégicas respecto al marco regional y territorial, son los que cuentan con mayor cantidad de cerá-mica campaniforme. son los asentamientos de Porto torrão, la Pijotilla, san Blas

5. recientemente se ha excavado el asentamiento de cortijo de zacarías (almendralejo, Bada-joz), donde se han encontrado diversas cerámicas campaniformes.

6. Hemos sabido que, tras la revisión y el estudio de los informes de excavación de M. Heleno por parte de l. rocha, existe un enterramiento individual reutilizando el corredor del dolmen de nos-tra señora conceição dos olivais (estremoz), el cual tenía asociado un cuenco y un vaso campanifor-mes (rocha, l., comunicación oral en “Megalitismo e arqueología da Paisagem”. Workshop realizado en Évora, agosto de 2007).

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y Perdigões, con 100, 90, 50 y 16 ha respectivamente (Figura 3). además, del resto de asentamientos presumiblemente coetáneos, una escasa proporción cuenta con cerámica de este tipo, sugiriendo así unos patrones selectivos y jerárquicos en cuanto a la distribución macroregional de estos materiales se refiere (comparar Figura 2 y Figura 3). Éstos difieren mucho de los asentamientos mayores anterio-res por el tamaño que ocupan y por la proporción menor de campaniforme entre otros. entre éstos podrían distinguirse dos grupos con base en el tamaño. el pri-mero son asentamientos de entre 7 y algo más de 1 ha, de los que habría que destacar sus propias ubicaciones en torno a las supuestas periferias territoriales. Podríamos anotar, por ejemplo, los casos de Vista alegre y la Palacina en el flanco oriental, trasera de la Pepina y três Moinhos en los posibles límites meridiona-les del territorio/s (dependiendo la diferenciación que se establezca entre ambas márgenes del la cuenca media del Guadiana) y Monte da Ponte al oeste, en el alto alentejo. el segundo grupo, el resto de asentamientos con cerámicas campa-niformes, tiene extensiones menores de 1 ha, o un tamaño indeterminado. aparte de su proximidad a cualquier tipo de cauces hidrográficos, sus ubicaciones entre sí y respecto a las supuestas unidades territoriales no reflejan un patrón concreto claro, a excepción de que sí se encuentran generalmente en la periferia de estos territorios. no hay diferencias claras entre estos dos grupos en lo que a la frecuen-cia numérica y estilística de cerámicas campaniforme se refiere. sin embargo, sí hay fuertes diferencias de esta clase entre los asentamientos que denominamos principales y el resto de aquellos que cuentan con estas cerámicas. además de una clara diferencia cuantitativa de la cerámica, cuentan con mayor variedad de complejos o estilos decorativos campaniformes, y además la diversidad estilística de los motivos es mayor. son realmente escasos los asentamientos que cuentan con cerámicas impresas, de complejos Marítimo o Puntillado Geométrico, corres-pondiéndose con aquellos principales y escasos asentamientos semiperiféricos. el grueso de asentamientos cuenta exclusivamente con cerámicas del complejo inciso y, además, con escasos fragmentos que raramente excederían los 4 o 5 ejemplares (García rivero 2007: figura 2; 2008: mapa 5).

el análisis macroregional de las fortificaciones no revela, en cambio, que tengan relación con el tamaño de los asentamientos ni con la presencia o diversidad de ce-rámica campaniforme. Parecen obedecer a patrones territoriales de defensa de estas unidades discretas a lo largo de su propia evolución, ya que el grueso de estos sis-temas se encuentra en asentamientos ubicados justamente en sus fronteras o en su entorno, debido a la propia evolución dinámica de ésta a lo largo de los siglos.

respecto a la distribución espacial campaniforme a nivel semi-micro o dentro de cada asentamiento, hay que anotar también algunas tendencias que se repi-ten prácticamente en todos los sitios de la región que han contado con excavacio-nes arqueológicas relativamente extensivas. el mayor interés lo suscita el hecho de que en casi todos estos asentamientos la cerámica campaniforme se docu-menta de forma prácticamente exclusiva en el centro neurálgico de los asenta-mientos, que normalmente se corresponde con un recinto fortificado y/o con foso a modo de ciudadela. Podemos citar al menos los casos de san Blas, de la Pijotilla

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(Hurtado 1999: 65), de Porto das carretas (tavares y soares, comunicación oral7), de Perdigões (lago y otros 1998: 107), de Monte do tosco (Valera 2000; 2002), de Monte da tumba (tavares y soares 1987) y de Porto torrão (arnaud 1993: 46). en los casos de la Pijotilla (Hurtado 1999: 53) y Monte de tosco (Valera 2000: 48), los arqueólogos han interpretado que se debe a reducciones del área de ocupación en época campaniforme, sin embargo esta explicación no está exenta de proble-mas, habiendo sido rebatida en otros de nuestros trabajos (García rivero 2008: 69-70). en el resto de asentamientos no parece que existan discusiones en este sentido, y se cuenta con sólidos argumentos para defender que toda la exten-sión de los asentamientos estaba ocupada de forma simultánea. Podríamos tomar como ejemplo el caso de san Blas, excavado por nosotros mismos en un proyecto de excavación dirigido por V. Hurtado, y del que contamos con información de primera mano. Debemos anotar el caso de una cabaña documentada en el corte U-7. Por esta zona discurría una vaguada de correntía de aguas, y para salvar este obstáculo se realizaron unas técnicas hidráulicas para hacer factible la ocupación de esta área anegada (Hurtado 2004: 152). sería innecesario el empleo de tales técnicas en una zona alejada del núcleo del poblado, si la población se redujese al área central y, además, no hubiese problema alguno de espacio que obligase a la ocupación de zonas poco apropiadas. además, las fechas absolutas de cons-trucción de las murallas de ambos recintos sugieren que la interior se construyó a inicios del iii Milenio a.c. (c. 2955: 3020 a 2890 Bc cal con dos sigmas), colma-tándose el foso en el último cuarto de dicho milenio (c.2235: 2340 a 2130 Bc cal con dos sigmas), mientras que la muralla exterior se construye alrededor del 2550 Bc (2630 a 2470 Bc cal a dos sigmas). además, el argumento concluyente es la coincidencia de las fechas de radiocarbono practicadas a muestras orgánicas res-catadas en cabañas tanto del área central como del área perimetral. la procedente del corte H22 (sB/H22/ 29) arroja la cifra de 3950 ± 40 BP o 2550 a 2540 Bc cal. a dos sigmas. la del corte K7 (sB/K7/37) sugiere 3990 ± 40 BP o 2580 a 2430 Bc cal. a dos sigmas.

además, sólo en algunas de estas cabañas del centro de los asentamientos es donde se hallan prácticamente, y en parte relacionados con los objetos cam-paniformes, algunos otros ítems singulares que corroboran lo que venimos co-mentando.

en definitiva, los datos sugieren el acceso restringido de estas cerámicas sola-mente a un sector exclusivo de la sociedad, posiblemente los grupos clánicos más pudientes económica y socialmente, y seguramente dirigentes a nivel político. Éstos se envolverían en una aureola de mitos o magias y promocionarían estas ceremonias estratégicas y rituales exclusivos. efectivamente, el análisis semi-mi-cro evidencia que el campaniforme es un elemento con rol de prestigio y sta-tus exclusivo de un sector de sociedad. Por tanto, su distribución espacial refleja la materialización de la dinámica de las redes de contacto (redes de las unidades

7. comunicación presentada en el encuentro de arqueólogos de los asentamientos del iii Milenio a.c. en el área de la presa de alqueva, celebrada en el Museo de aldeia da luz el 15 de abril de 2005.

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discretas), bien políticas y sociales, dentro asentamientos, dentro de los territo-rios y entre las distintas comunidades culturales, cuestión que hemos estudiado en otros trabajos previos (García rivero 2007; 2008).

3. Selección interdémica

Desde una perspectiva evolucionista, puede argumentarse que la jerarquía in-terna de una comunidad está estrechamente relacionada con la competencia entre las distintas comunidades por los recursos del medio. esta presión evolutiva fue denominada “selección interdémica” por parte de V. c. Wyne edwards (1963). nos lleva a aceptar que la selección natural puede operar frecuentemente sobre grupos humanos discretos como unidades de selección, quizás con predominancia res-pecto al nivel de especies8. esto ha provocado diversos mecanismos por los cuales muchas comunidades simpátridas que compiten por el control de los recursos han reforzado entre otros sus límites étnicos, religiosos, y en el caso que nos ocupa, que sepamos, los límites sociopolíticos y territoriales. en la mayoría de especies sociales este fenómeno ha causado un sesgo espontáneo hacia la jerarquización intragrupal desde hace millones de años, y no hay ninguna razón científica por la cual excluir a Homo sapiens sapiens de esta tendencia (escacena y García rivero 2007).

Desde este enfoque, podemos considerar entonces las supuestas unidades po-líticas y territoriales del suroeste peninsular como unidades selectivas, discretas durante al menos parte del iii Milenio a.c. Y parece más apropiado tomar estas unidades de análisis mejor que los propios asentamientos, debido fundamental-mente a que son diversos los aspectos del registro que reflejan patrones selectivos a nivel territorial, como por ejemplo, la distribución de diversos ítems de prestigio y status como la cerámica campaniforme, las distintas formas de representación de los ídolos oculados en cada uno de estos supuestos territorios (Hurtado 2006) y el supuesto patrón territorial de los asentamientos fortificados. en este sentido, debemos mencionar uno de los trabajos de r. Parreira donde se advierte de las diferencias en los tipos de asentamientos, unos fortificados relacionados con co-munidades mineras y otros abiertos en suelos fértiles y llanos para la explotación agrícola (Parreira 1990: 33-34). según este autor, la proliferación de poblados en el iii Milenio a.c. junto con el acceso y explotación de recursos metalúrgicos y el sistema de control de intercambios lleva a un aumento de las necesidades de de-fensa y de la creación de identidades frente a otras comunidades, y se asiste a un establecimiento de territorios restringidos, lo cual le llevaba a advertir entonces una clara diferenciación entre los territorios de la estremadura, el alto alentejo, el alentejo litoral-valle del sado, el Bajo alentejo, el alto algarve y, por último, el algarve litoral (Parreira 1990: 36).

8. actualmente, la mayoría de investigadores enfatizan la selección a nivel de poblaciones en de-trimento de a nivel de especies. esto se debe al conocimiento que se tiene de los procesos de especia-ción. no obstante, el concepto de especie sigue como herramienta ontológica y operativa muy eficaz, por ejemplo, en tareas taxonómicas.

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territorios de esta clase han sido propuestos posteriormente también por parte de otros especialistas del suroeste ibérico y recientemente han sido denominados “territorios de extensión media”. Por ubicarse en nuestro marco geográfico, debe-mos mencionar los ejemplos aquellos en torno a la serra d’ossa (calado 2001) y a la ribera do Álamo (Valera 2006), ambos en el alentejo portugués.

nos centraremos principalmente en datos procedentes de la cuenca Media y Baja del río Guadiana, aunque la premisa teórica y el modelo general del trabajo se pueden extender al resto del suroeste peninsular.

la hipótesis principal de trabajo es considerar que el fuerte aumento de jerar-quización social que se produce en el iii Milenio a.c. dentro de esas sociedades, y nos referimos a nivel intragrupal, dentro de cada asentamiento y comunidad, está estrechamente relacionada con la competencia de los recursos del medio entre las diferentes grupos sociopolíticos y comunidades (intercomunitario). in-cluso pensamos que ambas tendencias o procesos están tan fuertemente aso-ciados que la evolución del uno influye notablemente al otro, y a la inversa, conformando de esta manera un desarrollo coevolutivo mediante mecanismos de retroalimentación. en palabras sencillas, podríamos decir que ante un au-mento de las poblaciones y un descenso de los recursos disponibles en un sis-tema cualquiera, incrementará la competencia entre dichos grupos, de tal forma que emerjan fuerzas selectivas grupales. los cambios de conducta que benefi-cien la reproducción y pervivencia de un grupo se replicarán más fácilmente, y pueden acabar desplazando otros rasgos culturales (reproducción diferencial a lo largo de las generaciones). Pero, ¿por qué existe una tendencia general hacia el aumento de la jerarquía interna ante circunstancias de este tipo, es decir, ante mayor competencia intergrupal? con un enfoque desde la ecología, damos fá-cilmente con la tecla. normalmente, ecólogos y biólogos de poblaciones han utilizado mediante métodos comparativos conceptos de sistemas jóvenes y ma-duros, refiriéndose a asuntos concernientes a ecosistemas o cualquier sistema dado. teniendo en cuenta la tendencia general hacia la complejidad en cual-quiera de estos sistemas, se denomina ecosistema joven a aquellos casos donde no existe tanta especialización por parte de las especies integrantes, procesando el flujo de energía con menos eficacia que un sistema maduro. esta última mo-dalidad se caracteriza en cambio por una alta especialización de las especies integrantes y por un aprovechamiento de la energía más óptimo, siendo ésta procesada en muchos de sus estados o calidades. Una vez ambos tipos de siste-mas confluyen en una circunstancia o proceso común, generalmente el maduro tiende a explotar al joven, básicamente por disponer de mayor eficacia en el pro-cesado energético y por el beneficio mismo de la mera diversidad (García rivero 2005: 29-30). aplicándolo al caso que nos ocupa, debemos de entender entonces que el aumento de jerarquización social interna en un grupo se debe frecuente-mente al aumento de la complejidad y especialización como unidad reproduc-tora y productiva frente a otros grupos y comunidades.

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4. El registro arqueológico: datos sugestivos en la experimentación de la hipótesis

la experimentación de la hipótesis propuesta debe centrarse principalmente en dos directrices. Por un lado, un análisis de la dinámica poblacional de la cuenca Media del Guadiana, con el objetivo de esclarecer la emergencia y el desarrollo de posibles unidades territoriales socioeconómicas y políticas. Por otro, un análisis de los indicadores de jerarquía intragrupal en la región (dentro de asentamientos y territorios) a lo largo de fines del iV Milenio y iii Milenio a.c.

respecto al primero, debemos empezar anotando que los asentamientos con fases avanzadas de neolítico en la región no son abundantes. se cuenta con algu-nas cuevas como aquellas identificadas en la sierra de Montánchez o la cueva de la charneca (Hurtado 1995: 56). además, se conocen diversos emplazamientos como araya, el lobo, los caños, los castillejos y los Barruecos, aunque esta época sigue siendo bastante desconocida en la región (cerrillo 2005: 161 y ss.). algunos de estos asentamientos han sido excavados recientemente. aunque no se cuenta todavía con fechas absolutas, debe situarse este neolítico Final en la segunda mitad del iV Milenio a.c., igual que en el mediodía portugués (cerrillo 2005: 162).

en la margen derecha del río, si se conocen más emplazamientos con fases de neolítico Final. se podría anotar a modo de ejemplo los sitios de igreja Velha de s. Jorge, Possanco, Marco dos albardeiros, sala nº 1, s. Brás y Foz do enxoé. res-pecto a la ocupación de este último, M. Diniz ha destacado su pequeña dimen-sión, la ausencia de una especialización agrícola, la ausencia de fortificaciones y del control visual sobre el territorio y un repertorio de artefactos bastante limi-tado, según ella y sirviéndonos como visión sintética para nuestros propósitos, elementos propios de sociedades agropastoriles en un momento previo a la revo-lución de productos secundarios (Diniz 1999: 125).

respecto a los enterramientos, la diferencia entre ambas márgenes del río está muy clara. los núcleos dolménicos alentejanos no se reproducen del mismo modo en la región extremeña. en Badajoz podríamos hacer referencia tan sólo al grupo de dólmenes de corredores largos del área de Bancarrota, mientras que sí son más abundantes en la provincia de cáceres, como los de Valencia de alcán-tara y la cuenca del tajo. Muchos de éstos, de corredor corto, llevan a pensar a P. Bueno que se trata de las concentraciones dolménicas más antiguas y numerosas de extremadura (Bueno 1988).

Parece, por tanto, que la ocupación neolítica de la margen izquierda del Gua-diana es escasa y que sería a partir de finales del iV Mileno a.c. cuando se produ-ciría una ocupación paulatina en busca de territorios idóneos para la agricultura y ganadería. el lugar de origen de estas movilizaciones no está totalmente claro, pudiendo proceder de la región alentejana (Hurtado 1995: 56), del norte de África vía región andaluza (escacena 2000) o, incluso, la posibilidad de diversos focos primigenios. sea lo que fuera, lo que sí parece claro es la escasa densidad de la

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ocupación en este momento. además, dado el paisaje en torno a las concentracio-nes de hallazgos neolíticos en la región, caracterizado por terrenos ricos en pas-tos y afloramientos de pizarra y granitos, parece que estas sociedades tendrían una economía principalmente pastoril con una incipiente agricultura, lo que les lleva-ría a mantener un sistema de vida seminómada (Hurtado 1995: 57). ante estas cir-cunstancias, se deduce que la fricción entre grupos o comunidades sería baja. la escasa ocupación del medio y la vida seminómada de las estas sociedades sugieren que raramente se hubieran producido graves problemas respecto a la disponibili-dad de recursos y consecuentemente una fuerte competencia entre estos grupos.

Posteriormente, en la etapa que V. Hurtado denominó Fase Pijotilla (entonces fechada entre 2300-2000 a.c.), se produce un fuerte aumento demográfico y la fun-dación de numerosos asentamientos (1995: 59). Dados los avances recientes y el progresivo uso de técnicas de datación absolutas, este momento de la fundación de la Pijotilla, de Porto torrão, así como de numerosos asentamientos de la región, habría que llevarlo al menos a la transición del iV-iii Milenio a.c. asimismo, la fase campaniforme que V. Hurtado fechaba desde el 2100/2000 hasta el 1800/1700 a.c. en sus trabajos previos, y a partir de la mitad del iii Milenio a.c. en estudios más recientes (Hurtado 2005: 333), habría que situarla aproximadamente desde el 2700 a.c. hasta fines del iii Milenio o, posiblemente, principios del ii Milenio a.c.

en fin, a inicios del iii Milenio a.c. aproximadamente se produce una intensifi-cación de la agricultura que ahora parece situarse como sector económico principal. Ésta como sistema económico permite una mayor producción de recursos ener-géticos y consecuentemente se produce un aumento demográfico. Pero al mismo tiempo que estos grupos se hacen cada vez más grandes también se hacen más nu-merosos, debido a mecanismos bioculturales de fisión y radiación. además, otro factor importante es que simultáneamente estos grupos buscan nuevas tierras sin explotar, y se hacen necesariamente sedentarios según las necesidades de la nueva intensidad agrícola. Una vez se establecen en estos nichos ecológicos supuesta-mente vacíos y trabajan la tierra con perspectivas de medio y largo plazo en el transcurso de las generaciones se creen asimismo propietarios y herederos divinos de las mismas, y no sorprendería pues que se hubiera producido entonces una ten-dencia hacia la definición y señalización de espacios políticos, económicos y cultu-rales, sobre todo una vez se intensifica la competencia por determinados recursos.

sabemos que se producen entonces las primeras fortificaciones de asentamien-tos así como extensas demarcaciones territoriales que sugieren la emergencia de estos territorios. se constata entonces la fortificación de los asentamientos del sur de la provincia de Badajoz justo en el reborde de sierra Morena y la comarca de llerena, así como los poblados que conforman el límite fronterizo entre los territo-rios de tierra de Barros y la serena (Hurtado 1995: 60). estas fortificaciones pueden responder a funciones específicas de protección y explotación de recursos como fi-lones minerales frente a grupos vecinos o grupos de paso, como pueden sugerir los casos de el Pedrosillo, los Palacios y san Blas, pero además parecen constituir tam-bién el reflejo de estas unidades territoriales discretas a las que hacíamos referencia.

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aparte de ciertos afloramientos minerales, son los valles fértiles de los ríos el fac-tor fundamental que concentra el grueso de la población. en el asentamiento de Palacio Quemado se documenta que la segunda fase de fortificaciones se cons-truye sobre la destrucción violenta de la primera, con abundantes restos de ceniza evidenciando de esta forma el carácter belicoso en esta línea fronteriza (Hurtado 1995: 72). existe una gran jerarquización entre unos y otros asentamientos y funda-mentalmente destaca la especificidad de aquellos principales como la Pijotilla. se trata de un centro aglutinador según indica la gran cantidad de productos singula-res documentados, como por ejemplo aquellos de carácter religioso. en este asen-tamiento se halla una gran variedad de ídolos y su número constituye el conjunto mayor conocido en la región e incluso en el suroeste peninsular. Éstos llevan a que se haya pensado en un carácter religioso que sirve de sustento de las relaciones so-ciales en el territorio (Hurtado 1995: 68; 1999: 68).

en cuanto al análisis de los indicadores de jerarquización intracomunitaria, las diferencias jerárquicas entre unos y otros asentamientos han sido ya en parte de-sarrolladas arriba, denotando incluso redes de intercambio excluyentes. Pero di-ferencias intragrupales pueden advertirse también dentro de los asentamientos. además de las murallas y bastiones exteriores, generalmente se encuentran los recintos internos a modo de ciudadela. Ya fueron anotadas anteriormente las ra-zones para concluir que muchos de estos casos parecen deberse a factores socia-les, y no siempre a la reducción o ampliación del espacio habitado.

asimismo, en estos recintos se puede apreciar una mayor cantidad de mate-riales singulares y algunos ítems son prácticamente exclusivos de estas áreas cen-trales, como la cerámica campaniforme (García rivero 2008: 69 y ss.).

también se cuentan con numerosas innovaciones o incluso nuevos secto-res productivos como la metalurgia que podrían haber sido exclusivos y habrían expandido más fácilmente las posibilidades de diferenciación social. concreta-mente en este sector es destacable la proliferación de armas metálicas que se sucede con el campaniforme. algunos tipos cerámicos muestran también la ad-quisición de tecnologías o modos productivos más eficientes en relación al trata-miento, temperaturas de cocción y terminado cerámico.

si se traslada este enfoque al registro funerario, también se cuenta con aspec-tos de gran interés. se asiste en el iii Milenio a.c. a una reducción de las estruc-turas funerarias y también a un proceso de individualización de los ajuares de los muertos. en la transición del campaniforme con la edad del Bronce, que V. Hur-tado denominaba fase de Guadajira-solana i, se acentúa la evolución del enterra-miento colectivo al individual. asimismo se reduce el número de enterramientos en las estructuras y se aprecia un ascenso de los objetos metálicos, que robuste-cen entonces su carácter belicoso (Hurtado 1995: 77).

incluso la esfera de patrones culturales o algunos modelos de conducta social parecen haberse modificado sustancialmente. nos referimos a una evolución de

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patrones conductuales de grupo a nuevos modelos como la figura del guerrero, el líder emprendedor, etc.

también aparecen por vez primera piezas áureas, como en Barbaño o en la Pijo-tilla, donde todas ellas se encuentran dentro del área delimitada por el foso interno (Hurtado 1999: 65). los ídolos evolucionan; se mantienen los tipos anteriores, pero probablemente exista una tendencia hacia una mayor expresión de la figura antro-pomorfa. se manifiesta una diferenciación sexual explícita en las imágenes, y la fi-gura masculina parece que se incorporase a la categoría religiosa. la mayoría de estas piezas masculinas aparece generalmente asociada a poblados de gran tamaño o cen-tros nucleares de jerarquía territorial del sur peninsular, como los Millares, Malagón, Marroquíes Bajos, Valencina y la Pijotilla, según señala V. Hurtado (1999: 66-67).

5. Discusión

en definitiva, son muchos los datos que sugieren que la estratificación social se desarrolla simultáneamente a la intensificación de la competencia por los re-cursos entre los distintos grupos y comunidades de las cuencas media y baja del Guadiana y, por extensión, del suroeste de la Península ibérica. no parece, por tanto, casualidad que este drástico aumento de la desigualdad social se produjese al mismo tiempo que el crecimiento del número de asentamientos y de la ocu-pación general de estos territorios, máxime teniendo en cuenta el sedentarismo que se está produciendo en estos momentos y la necesidad de un volumen mayor de explotación energética, requerida en parte por un determinado sector privile-giado de la sociedad. todo esto incrementó la competencia entre grupos o comu-nidades y produjo un sesgo espontáneo hacia la estratificación social.

sí conviene apuntar que en el iii Milenio a.c., y fundamentalmente en su se-gunda mitad, todos estos cambios se produjeron a un ritmo más rápido que en mo-mentos precedentes, debido a la propia complejidad que se estaba forjando. esta aceleración evolutiva en cuanto a sistemas políticos, socioeconómicos y culturales recuerda al modelo evolutivo del “equilibrio puntuado” propuesto por los biólogos n. eldredge y s. J. Gould (1972), por el cual la evolución no siempre se produce de forma gradual sino que frecuentemente se producen puntos de inflexión o acele-raciones evolutivas. esto pudiera responder a la emergencia o el desarrollo de sec-tores productivos –como la metalurgia– y nuevos nichos sociales –líderes, sectores artesanales especializados, clanes como unidades económicas suprafamiliares–.

no obstante, si bien el paradigma actualmente dominante en los estudios sobre calcolítico en la Península ibérica es de carácter autoctonista, debemos considerar que no existen serios argumentos para desechar sistemáticamente fuertes influencias o, incluso, la llegada de grupos foráneos en la primera mitad del iii Milenio a.c. esto modificaría notablemente el grueso de premisas y con-clusiones que se manejan actualmente, añadiendo entonces nuevos factores de análisis en nuestros planteamientos.

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Agradecimientos: Quiero agradecer a mis colegas José luis escacena carrasco, Víctor Hurtado Pérez y Manuel casado ariza la lectura y revisión de este trabajo así como todos los comentarios interesantes que me hicieron al respecto.

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RosaRio CRuz-auñón BRiones

eduaRdo FeRReR alBelda

(coordinadores)

estudios de PRehistoRia y aRqueología

en homenaje a

Pilar acosta Martínez