persistencia ideológica y cambio social: reflexiones sobre ... · grupos extranjeros, diferentes,...

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Persistencia ideológica y cambio social: Reflexiones sobre la religión de los mayas clásicos Miguel RIVERA DORADO y Rafael DIAZ MADERUFLO (Universidad Complutense) 1 La historia y el mito se confunden, o mejor, la manera de concebir la historia por parte de los pueblos mesoamericanos es invariable- mente mítica. Queremos decir que el mito cosmogónico de las edades sucesivas, de los tiempos cíclicos, de los mundos que son creados y destruidos, sustituidos por nuevas tierras, nuevas gentes y nuevos ali- mentos, no sólo entraña una teoría de la evolución universal, sino la idea de la historia de las progresivas culturas, o formas culturales, o agrupaciones étnicas, que la tradición oral y escrita indicaba que ha- bitaron un determinado paisaje. Los Anales de Cuauhtit/an (1975) son explícitos a este respecto, señalando Tollan (luía), Azcapotzalco y Te- nochtitlán como las cabeceras de tres épocas continuas de la historia del centro de México, o sea, el tiempo tolteca, el tepaneca y el mexíca. En otras fuentes se puede adivinar la era de Teotihuacán. Los llama- dos so/es vienen a ser, por tanto, horizontes cultura?es, etapas históri- cas de predominio de un pueblo mesoamericano en una cierta región del área cultural. El problema surge cuando las fuentes escritas regis- tran esos tiempos de una manera imprecisa o según la incidencia irre- gular que han tenido en la localidad que las produce. Sabemos que los mexicas elaboran la leyenda del «Quinto Sol» para que se corresponda con el estadio de su ascenso político y de su predominio en la cuenca de México> y esto puede suceder muy tardíamente, aunque el nacimien- to del dios Huitzilopochtli se sitúe en el siglo xíí aproximadamente. En el caso maya, el único testimonio, inteligible en una primera apro- ximación al gran mito cosmogónico, está en el Popo! Vuh de los quichés de Guatemala, mayas muy ~ctoltequizados”, es decir, que comparten Revista Española de Antro potogía Americana, nY XVII. Ed. Univ. Compí. Madrid, 1987.

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Persistenciaideológica y cambio social:Reflexionessobre la religión de los mayasclásicos

Miguel RIVERA DORADO y Rafael DIAZ MADERUFLO

(Universidad Complutense)

1

La historia y el mito seconfunden,o mejor, la manerade concebirla historia por parte de los pueblos mesoamericanoses invariable-mentemítica. Queremosdecir que el mito cosmogónicode las edadessucesivas,de los tiempos cíclicos, de los mundos que son creadosydestruidos,sustituidospor nuevastierras, nuevasgentesy nuevos ali-mentos, no sólo entrañauna teoría de la evolución universal, sino laidea de la historia de las progresivasculturas, o formas culturales,oagrupacionesétnicas, que la tradición oral y escrita indicaba que ha-bitaron un determinadopaisaje. Los Analesde Cuauhtit/an (1975) sonexplícitos a este respecto,señalandoTollan (luía), Azcapotzalco y Te-nochtitlán como las cabecerasde tres épocascontinuas de la historiadel centro de México, o sea, el tiempo tolteca, el tepanecay el mexíca.En otras fuentesse puedeadivinar la era de Teotihuacán.Los llama-dos so/es vienen a ser, por tanto, horizontescultura?es,etapashistóri-cas de predominio de un pueblo mesoamericanoen una cierta regióndel áreacultural. El problemasurgecuandolas fuentesescritasregis-tran esostiempos de una maneraimprecisao según la incidencia irre-gularque han tenido en la localidad que las produce.Sabemosquelosmexicaselaboran la leyendadel «Quinto Sol» para que se correspondacon el estadiode su ascensopolítico y de su predominio en la cuencade México> y estopuedesucedermuy tardíamente,aunqueel nacimien-to del dios Huitzilopochtli se sitúe en el siglo xíí aproximadamente.En el casomaya, el único testimonio, inteligible en una primera apro-ximación al gran mito cosmogónico,estáen el Popo! Vuh de los quichésde Guatemala,mayas muy ~ctoltequizados”, es decir, que comparten

Revista Española de Antropotogía Americana, nY XVII. Ed. Univ. Compí. Madrid, 1987.

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creenciasy estilo literario con los pueblos del altiplano de México;pero sus edadesno son cinco, sino cuatro, y la forma de expresarlasdemasiadooscuray concisapara poderestablecerrelacionescon ideasde tiempos histórico-culturalesprevios al suyo (por ejemplo, los gran-des cortes en la conocida evolución cultural de la zona: las transfor-macionesde finales del períodoformativo, la irrupción de la influenciateotihuacana,el hundimientode la civilización clásica,la invasión tol-teca, las migracioneso dispersiónde los pueblosnonoalcas,olmecas-xicalancas,itzaes,etc.). De todos modos,a lo largo y anchode Meso-américa,edificios como los de Teotihuacán,Cholula, o incluso lJxmal,son asignadosa «otras edades’>,cuandohabía gigantes,o hechiceros,grupos extranjeros,diferentes,en definitiva, de la que se vive ahora,en la que se narrao escribeel mito.

Nuestra intención es hacerver a lo largo de estebreve ensayoqueen el áreamaya, en el surestede Mesoamérica,los grandes cambioshistórico-culturalesfueron incorporadosa la mentalidadindígenacomosucesivasrestauracionesdel ordencósmico, y que tal pensamientodaorigen a tres importantesfenómenos:

1. La ideología que explica y da legitimidad al cambio culturalllega a condicionar el desenvolvimientode la cultura toda. Así, la eco-nomía, la organizaciónsocial y la política, ademásde resultarconvali-dadassimbólicamentepor el pensamientoreligioso se encuentrancon-dicionadasfuertementepor él.

2. Es posible establecerun orden o secuenciade la evolución dela sociedaden términos de las grandestransformacionesque sufre elsistema ideológico preponderante,es decir, la religión.

3. Los dos supuestosanterioresculminan en un modelo que se ob-tiene de la observaciónarqueológicade la aparición del estadodespó-tico oriental en las tierras bajascentralesdel Mayab, en los siglos in-mediatamenteanterioresy posterioresal comienzode la Era Cristiana.La elaboraciónde una ideología muy diferenciadapara definir y jus-tificar esetipo de estructurasocial actúa en adelantecomo condiciónineludible del funcionamiento y desarrollo de los restantessubsiste-mas.El mismo colapsode la civilización en esa región a partir del si-glo ix obedecea la irreductible contradicciónentreunosplanteamien-tos religiosos ancladosen una situación social producida medio mi-lenio antesy el cambio dinámico y aceleradoen el terreno económico,demográfico, y de los grupos aristocráticos que detentabanalgunasparcelasdel poder.

II

Los mitos de origen o de creaciónmesoamericanosocultan entresus plieguesla sustitución de un mundo por otro. Las luchas que in-

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variablementecontienenlo sonentre los símbolosde principios opues-tos; y sonesencialespara la fundacióny continuidad de la vida, comoentre los representantesdel tiempo nuevo con los del tiempo viejo ycaduco que se resisten a desaparecer.Tales batallas campales ter-minan siempre con la instauración de un orden que es el de los as-tros de la era histórica, a cuyo ritmo sideral se asimilan las biografíasde los hombres, las vicisitudes de los reinadosy la configuración ysentido del tejido social.

El mundo presente,como afirma Michel Graulich (ms) es inter-medio entre la luz perpetua del paraísoperdido y las tinieblas de]caos. Está basadoen la alternanciade ambos estadosy en su pugnaconstante:el día sucedea lá noche, la temporadade lluvias a la tem-poradaseca,la muerte a la vida, y el bien coexistecon el mal, la feli-cidad con el dolor. La misión lógica de los sereshumanoses adecuarsu comportamientosocial a los requisitos de tan dilatadacircunstan-cia para que se mantengael equilibrio, que los poderes de la oscuri-dad no prevalezcan:es decir, hay que perpetuaruna situación que’ esintrínsecamentetransitoria, paradojafatal causantede un sinnúmerode conflictos fácilmente apreciablesen la ideología precolombina,ger-men del sufrimiento y la pena que afligen a la humanidad,y, por úl-timo, camino hacia un final seguro, el retorno del caos luego de unespantosocataclismo.Desde luego, esta manerade pensarexplica laansiedad,la resignación, la suavemelancolíadel pensamientoindíge-na, pero en los tiemposclásicos, cuandola doctrina adoptó su formaacabada,la responsabilidadabsoluta de la conservacióndel Universorecaíasobre las espaldasdel individuo que encarnabala sociedad,elrey, el intermediario entre la superficie de la tierra —entre el ordensocial— y las otras regionesdel cosmoscon las que eranecesarioman-tener la debida armonía.

III

En toda Mesoamérica,y por supuestoentre los mayas,la aparicióndel Sol y la Luna, es decir, la creaciónactual, estáforzosamenteacom-pañadade la terrible confrontación con las fuerzasde las tinieblas yde la occisión de la tierra, madre o, más a menudo, abuela de losastrosgemelos.Existe cierta confusión entreLuna y Venus, y puedenser tres los jóvenesprotagonistasde los mitos. Con mucha frecuenciael cuerpomás caliente surgedel pasode uno de los muchachospor lahoguera,aunquelos que se arrojan a ella y se quemana continuación,cuandoya está algo fría, se conviertan en Luna o en Venus, cuerposmenos luminosos y brillantes. La necesariamuerte de la ancianaqueconvive o tiene algunaclasede relacióncon los jóvenes es sin dudauna

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manera de simbolizar el daño y desgarramientodel parto —pues Soly Luna son hijos de la Tierra, surgende su interior y allá regresanperiódicamente—y la oposición fundamentalentre la noche y el día,la oscuridady la luz, la muertey la vida, lo que está abajo y lo queestá arriba. Pero no olvidemos que Tierra es también agua y es tam-bién Luna —el eternofemenino,podríamosdecir— de maneraque Soly Luna son,a la vez que hermanosy amantes,enemigoseternose irre-conciliablesquese sucedenen el dominio del ámbito celeste,que com-baten a muerte cada mañana, como Huitzilopochtli y Coyolxauhqui,y cuyos itinerarios y mudanzastienen valor y significado para la vidade los humanos.

Cuandoen los alrededoresdel siglo iv antesde Jesucristolos ma-yas se transformaronde sociedadde agricultores igualitarios en jefa-tura jerarquizaday centralizada,el individuo que se puso al frente dela comunidadse identificó con la parejade astrosfundadores,esdecir,se consideróhijo de la unión del Cielo y de la Tierra, producto de lahicrogamiafundamental,unido en línea recta a los primeros padres.En otras palabras,el resultadode la creacióny la equivalenciafueradel plano metafísico de las mismísimas potenciascreadoras.Las ra-zones de tal ideología son largas, complicadas,tediosas y difíciles deexponer aquí; bastedecir que los mayasestabanconstreñidospor unmedio hostil que imponía la dispersión,el predominio de las fuerzascentrífugasy disgregadorasy la perpetuaciónde un ritmo de creci-miento de la producción que lindaba con el cero y que no se despe-gaba de los niveles de subsistencia.Para dar el salto a una sociedadcompleja, organizadaen rangoso clases,solidaria, cohesivae integra-da, con penetrantes,uniformes y convincentesprocedimientos edu-cativos, con alta producción de excedentesy la obligada especializa-ción económica,la vía más adaptativaque se encontró fue el modelodespótico,la proyección del ordensocial en el ordencósmico, la ela-boración de una ideología del poder total basadaen la sacralizaciónde la figura del decano genealógicoy en la co-responsabilidadde lapoblación toda —que aportabadisciplinadamentesu fuerza de traba-jo y su fe en la doctrina de la «salvación’>diaria por la «acción» dia-ria— en la tareaesencialde dar continuidad al mundo y a la vida.

IV

Se iniciaba unanueva era cosmogónicacon la nueva era social. Enlas ciudadesde Cerros y Tikal aparecen,junto a la arquitecturamo-numental, los relieves del dios solar que se iba a convertir en el em-blema de la monarquía. Poco después,en la iconografía clásica, elrey maya lleva atuendode piel de jaguar,y en toda Mesoaméricaeste

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animal —símbolo del trono, del valor y de la autoridad—está conec-tado con la noche, la Luna y las fuerzasdel inframundo. Pero en laespaldao en el tocado, los señoresportan al mismo tiempo los ador-nos de plumasque indican el ámbito celestial.El rey lleva en la manola efigie del dios K —el llamado cerro maniquí—,o sujeta entre losbrazos la acostumbradabarra ceremonial, ambos símbolos del f ir-mamento y del interior de la Tierra. De estemodo, en la personadelmonarca se funden las regiones cósmicas y él se eleva sobre ellascomo su síntesis, el ordenadorpor excelencia,el mediador, hijo delcielo y dueño del arriba y del abajo, la unión de los contrarios, esepunto de confluenciao comunicaciónque es el emblemamáximo -—yla exigencia insoslayable— de lo sagrado. La persona dcl rey quecontemplamosen centenaresde estelasy pinturas por todas las tie-rras bajas mayasdebe ser considerada,por tanto, como la única po-sibilidad de supervivenciapara el conjunto del sistema social.

Dada la solemne grandezay majestad del soberano varón maya,es sorprendentela abundanciade representacionesfemeninas a sulado, a la misma escala,o incluso suplantándoleen algunas ocasio-nes. Ciertamenteeste hecho es también típico de Egipto y otras cul-turas orientales; sin embargo,en Egipto las reinas suelen ser repre-sentadasmás pequeñaso en un segundoplano; pero en el Mayab cree-mos que no obedecetanto al deseode expresarel ambientefamiliardel dios viviente o su potencia generadoracomo a la simbolizaciónartística de la dualidad político-ideológica en que se apoya el ejerci-cio del poder. Es decir, lo mismo que es Sol y Luna, Cielo y Tieíra,es también hombre y mujer y ejecuta su autoridad sobre el interiory el exterior de su reino. Las figuras femeninasde las estelasde mu-chas ciudadesde las cuencasdel Usumacintay del Motagna, empare-jadas frecuentementecon las de los varones, indican con toda pro-babilidad la «otra cara» del significado de la monarquíadivina: en lavida social son esposas,madres,princesasy reinas, mas sobre todo,en el plano simbólico, son unaparte de la pareja esencialque encarnael propio señor. Son tanto lx Chel —diosa precisamentede la Luna ydel Amor— como son el hombre, el marido y el hijo y, a la vez, It-samná o Kinich Abau —dioses del firmamento, de la Tierra y delSol—. Son definitivamente la Tierra/Luna y el Cielo/Sol, y con todaprobabilidad indican la existencia de personajesparecidos al Cihua-coatí (serpiente hembra) mexica, que hasta cierto punto compartenel gobierno y siempre simbolizan lo opuesto.

y

La ideología envolventey complicadísima de la monarquía mayacondicionó sin duda el cambio acaecidoduranteel milenio clásico (si-

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glos Ii a. C. —Ix d. C). Paralos mayas,cada mañanaera ir más lejosen la profundizaciónde la doctrina de la sociedadpiramidal en cuyacúspidese alzabael rey Sol, el hijo del Cielo. Se erigieron centenaresde gigantescaspirámidespor todo el territorio que permitían el trán-sito de los reyes-diosesa la esfera celeste,conmemorabansu nom-bre y su linaje eternamentey servían de templos que polarizabanelculto dinástico. Estos mausoleos-santuarios,verdaderasmontañasar-tificiales, fueron elevadosmerced al concurso de un extraordinariovolumen de fuerza de trabajo, que abandonabamomentáneamentelalabor de las milpas aldeanas,pero que atravesabatambién un procesode adiestramientoen el esfuerzocomún,que más tardese pondría demanifiesto al afrontar las empresasestatalesrelacionadascon la pro-ducción: drenaje y puesta en cultivo de áreas pantanosas,aperturade canalesde riego, excavaciónde grandescisternaspara el almace-namiento del agua, construcción de camellonesy terrazas agrícolas,etcétera.

El culto de los linajes realescomprometíaa determinadasunidadesde parentescoen la construcción y mantenimiento de grupos de edi-ficios religiosos en las ciudades.De manerasemejantea lo que suce-día en Perú con el grupo de parientes del Inca muerto, que debíanpreservarla momia y procurarlela debidaveneracióna través de fre-cuentesy costosasceremonias,así en el Mayab los linajes nobles es-taban asociadosa conjuntos monumentalesen los que se perpetuabala memoria familiar por medio de un ritual elaborado alrededordelas tumbas de los antepasados.Los mitos de fundación de los gru-pos de parentescoy los ritos fúnebresy de conservacióndel Univer-so constituíanel patrimonio de la nobleza;eran onerosospero otor-gaban prestigio y poder. Despuésdc varios siglos de instaurada lareligión oriental era lógico que la creciente pujanza y el dominio deestos grupossocialesentraraen colisión con un sistemapolítico y unorden social basadoen la figura del rey-dios, dondela centralizacióny el despotismoeran la condición del funcionamiento de las institu-ciones. Cabela posibilidad, por tanto, de que la rebeldía de los aris-tócratas,deseososde accedera la propiedadhereditaria de las tierrasy de compartir con el monarca mayores parcelasde autoridad, pre-cipitara el fin de la civilización clásica minando desdelos cimientosla estructuraideológica que habíaservido para mantenerel adecuadonivel de integración social y la complejidad propia de las formas es-tatales de organización.

VI

En el estudiode las transformacionessufridaspor la religión mayaentre los períodosClásico y Postelásico(Rivera, 1986), se observasin

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muchadificultad por medio del registro arqueológicoy de las fuentesetnohistóricasque la ideología oriental que había nutrido la civiliza-ción de las tierrasbajashasta el siglo ix de nuestraera, con su para-fernalia de dioses sideralesconfundidos con los monarcasomnipo-tentes,va dejando pasoen la península de Yucatán a una mayor va-riedad de cultos relativamente modestoscentrados en las figuras delos antepasadosdeificados y de los héroes culturales, patroneso nu-menestutelaresde muchosgruposétnicos y familiares. Los soberanosdejan de ser el corazón del Universo y no conocemosefigies de jefesde los linajes Cocom, Xiu o Chel que sean equivalentesa los senoresCaano Balam representadosen las estelasde Tikal, Copán y Palenqueseiscientoso setecientosaños antes. Esto quiere decir que se puedenapreciar tres fases —tal vez cuatro— en la evolución de la religiónmaya desdeel período Formativo Temprano (1000 a. C.) hasta la lle-gadade los españolesen el s. xw. Esas fasesconvendríaque fuerandenominadascomo: Religión doméstica de las aldeas igualitarias;religión orien¡a/ de las jefaturas y estadosclásicos; y religión descen-tralizada y familiar de la última época.Cabe, según decimos,dividirla tercera fase en dos momentos sucesivos,el primero caracterizadopor la difusión del culto de la SerpienteEmplumada,que llamaríamosreligión del gran dios celeste,y el segundo de dispersión de los gru-pos y división política del territorio, con la adopción de formas deculto que evocan,al menos superficialmente, la religiosidad sencillade los tiempospretéritos.

VII

A modo de conclusión podemos sugerir la necesidadde enfocarlos estudiossobre las ideologíasreligiosas de las antiguas civilizacio-nes, y no sólo sobre ellas, desdela noción de aparato determinantede los cambiosevolutivos que experimentandichas sociedades.En al-gunasde esascivilizaciones, las que llamamosorienta/es o despóticas,clasificadas desdeel modelo marxista Modo de Producción Asiático,la hipertrofia del sistema de creenciasorientadoa la justificación dela monarquía divina llega a originar insalvables contradiccionesin-ternasy, como en el caso maya, probablementeel hundimiento final.

En el surestede Mesoaméricala ideología de la monarquíadivinafue desarrolladapara explicar y legitimar el nuevo orden social sur-gido en el período Formativo Tardío, pero a la vez —por un procesoque los especialistasen Teoría Generalde Sistemashan denominado«ampliación de la desviación por reiroalimentación positiva»— co-bró una dinámica autónomay, al impulsar un procesocognitivo pro-pio, condicionó las transformacionesdel orden social, de modo quea finales del período Clásico la economíay las relaciones de produc-

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ción iban a remolque o eran claramentedirigidas por la penetrantereligión de Estado,creadapara cubrir necesidadesculturales que yano eran exactamentelas de ese momento histórico, pero cuya fuerzase manteníainalterada.

El origen del carácterdel rey oriental, incluso, en términos másgenerales,de la monarquíadivina, puedetal vez hallarseen las ofren-das hechasa los dioses por los gobernanteso sus delegadossacerdo-tales. Esasofrendasperseguíanel bienestary la prosperida&paraelpaís,consecuenciasque llegarona asociarsea la acción ritual del sobe-rano y, finalmente,a susfuncionesglobales,a sucargo y a su persona.El mejor intermediario con la divinidad fue, entonces,el hijo de losdioses, o sea, un dios. La consolidación de este pensamientofue si-multáneaa la instalación definitiva de la monarquíacentralizada,quevio en él una excelentebasede sustentaciónpara el ejercicio del po-der despótico, rasgo adaptativo, privilegiado por ciertas condicionesambientalesque exigen un alto grado de control para evitar la desin-tegración social, o a las que se debe hacer frente con obras monu-mentalesy gran concentraciónde fuerzade trabajo. En la selvamayatodos los factores naturales sirvieron de acicate, cuandó surgió elembrión de comunidadcomplejahacia el siglo iv a. C., para que fueranecesarioel régimen despóticoy la monarquíadivina. Pero más ade-lante, cuandola sociedadcompleja habíacristalizado, la ideología re-ligiosa, necesariaparajustificar el ordensocial, se mantuvo firme enla mentalidad de las clasesdominantesy en su dinamismo interno yllegó a despegarsedel desarrollo que a su vez iban manifestandolosotros subsistemasdel conjunto sociocultural.A partir de esemomen-to el desfase,y la subsecuentetensión, producidos entre los nivelessociocconómicoe ideológico, se convirtieron necesariamenteen losimpulsores del cambio y, en la medida en que hoy nos es conocido,asumieron la forma dc un antagonismoentre los aristócratas,encar-gados del laborioso ritual fúnebrey de los centrosceremoniales,y lafigura del rey que, arropadopor la ideología dominante,evitaba laposibilidad de cualquier modificación de las condicionespreestable-cidas.

En estascircunstancias,resultaparadójicoque mientras los noblesdeseabanaccedera la propiedadhereditariade las tierras paraobtenermás poder, su actividad contribuía a reforzar la ideología dominante,que conferia la autoridad máxima exclusivamenteal rey. Pero es fá-dl comprender la contradicción de estasafirmaciones si se tiene encuenta que pai-a reclamar la institución de una cierta disponibilidadautónomadel usufructo de las tierras que correspondíana suslinajes,los aristócratastendían a elaborar en excesolos cultos ceremonialesde tipo funerario y los conmemorativosde los antepasadoscon la in-tención de fortalecersu status,aunquetambién,segúnla ideología del

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períodoClásico, tal actitud conducía a reforzar el valor simbólico delrey. En otras palabras,las accionesde la nobleza,cargadasde tintesrebeldes,de conatosde impugnación del sistema,constituían, sin em-bargo, verdaderasfuentesde incrementode la desviaciónde la propiaideología dominante,ya que la retroalimentabanpositivamentepor laúnica vía a su alcance.Estosprocesosde incrementode la desviación,analizadosminuciosamente,aunquede manera abstracta,por Mago-rogh Maruyama (1963), se encuentranen la base del aniquilamientode numerosossistemasy, por tanto, entendemosque pudieron contarentre los factores que originaron el desvanecimientoo hundimientode la civilización clásica maya.

Vemos, pues,que tres etapasde la evolución social al sur de Me-soamérica: las aldeastribales igualitarias, las jefaturas o ciudades-es-tados clásicas, y los distritos étnicos o confederaciónde pobladospostelásicosse correspondencon tres sistemasreligiosos diferentes.Nuestra opinión es que el paso de una a otra de esasetapas,el ritmoy orientación de las transformaciones,y las característicasde la cul-tura resultante,estuvieronclaramentecondicionadospor el crecimien-to diferencial de la ideología imperante,que no se limitó a dar la ne-cesarialegitimidad a las distintas estructurasorganizativas,sino queactuó prioritariamente en la dirección de su propia consolidaciónyconveniencia——como método de construir y entender la realidad detipo expansivocon una aplastantelógica interna y una notable fuerzaque emanabade su mismo significado— arrastrandotras de si y dan-do perfiles adecuadosa íos restantessubsistemassociales.

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