pérez galdos, benito - episodios nacionales - cádiz.pdf

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Episodios Nacionales Cádiz Ben ito Pér ez Galdó s    O    b   r   a   r   e   r   o    d   u   c    i    d   a   s    i   n   r   e   s   o   n   s   a    b    i    l    i    d   a    d   e    d    i    t   o   r    i   a    l

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  • 5/19/2018 P rez Galdos, Benito - Episodios Nacionales - C diz.pdf

    Episodios NacionalesCdiz

    Benito Prez Galds

    Obrare

    rod

    ucidasinres

    onsabilidad

    editorial

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    Advertencia de Luarna Ediciones

    Este es un libro de dominio pblico en tan

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    Luarna lo presenta aqu como un obsequisus clientes, dejando claro que:

    1) La edicin no est supervisada pnuestro departamento editorial, de fma que no nos responsabilizamos de

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    3) A todos los efectos no debe consideracomo un libro editado por Luarna.

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    -I-

    En una maana del mes de Febrero de 18

    tuve que salir de la Isla, donde estaba de gunicin, para ir a Cdiz, obedeciendo a un avtan discreto como breve que cierta dama tula bondad de enviarme. El da era hermo

    claro y alegre cual de Andaluca, y recorr cotros compaeros, que hacia el mismo puntono con igual objeto caminaban, el largo istmque sirve para que el continente no tengadesdicha de estar separado de Cdiz; exam

    namos al paso las obras admirables de Torgorda, la Cortadura y Puntales, charlamos clos frailes y personas graves que trabajaban las fortificaciones; disputamos sobre si se pciban claramente o no las posiciones de franceses al otro lado de la baha; echamos uncaas en el fign de Poenco, junto a la Puede Tierra, y finalmente, nos separamos enplaza de San Juan de Dios, para marchar ca

    cual a su destino. Repito que era en Febrero

    http://www.luarna.com/
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    p q

    aunque no puedo precisar el da, s afirmo qcorran los principios de dicho mes, pues aestaba calentita la famosa respuesta: La ciud

    de Cdiz, fiel a los principios que ha jurado, reconoce otro rey que al seor D. Femando V6 de Febrero de 1810.

    Cuando llegu a la calle de la Vernica, y

    la casa de doa Flora, esta me dijo:

    -Cun impaciente est la seora condecaballerito, y cmo se conoce que se ha distrdo usted mirando a las majas que van a albo

    tar a casa del seor Poenco en Puerta de Tierr

    -Seora -le respond- juro a usted que fuede Pepa Hgados, la Churriana, y Mara de Nieves, la de Sevilla, no haba moza alguna casa de Poenco. Tambin pongo a Dios por ttigo de que no nos detuvimos ms que uhora y esto porque no nos llamaran descortesy malos caballeros.

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    -Me gusta la frescura con que lo diceexclam con enfado doa Flora-. Caballerito,condesa y yo estamos muy incomodadas c

    usted, s seor. Desde el mes pasado en que amiga acert a recoger en el Puerto esta ovdescarriada, no ha venido usted a visitarnms que dos o tres veces, prefiriendo en shoras de vagar y esparcimiento la compaa

    soldados y mozas alegres, al trato de persongraves y delicadas que tan necesario es a

    jovenzuelo sin experiencia. Qu sera de aadi reblandecida de improviso y en tono

    confianza-, tierna criatura lanzada en tan teprana edad a los torbellinos del mundo, si nsotras, compadecidas de tu orfandad, no agasajramos y cuidramos, fortalecindote avez el cuerpecito con sanos y gustosos platos

    alma con sabios consejos! Desgraciado niVaya se acabaron los regaos, picarillo. Esperdonado; desde hoy se acab el mirar a esdesvergonzadas muchachuelas que van a ca

    de Poenco y comprenders todo lo que vale

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    y p q

    trato honesto y circunspecto con personas peso y suposicin. Vamos, dime lo que quiealmorzar. Te quedars aqu hasta maan

    Tienes alguna herida, contusin o rasgupara currtelo en seguida? Si quieres dormir,sabes que junto a mi cuarto hay una alcobmuy linda.

    Diciendo esto, doa Flora desarrollaba anmis ojos en toda su magnificencia y extensinpanorama de gestos, guios, saladas muecgraciosos mohnes, arqueos de ceja, repulgos labios y dems signos del lenguaje mudo qen su arrebolado y con cien menjurjes albarddo rostro serva para dar mayor fuerza a la plabra. Luego que le di mis excusas, dichas mtad en serio mitad en broma, comenz a dic

    rdenes severas para la obra de mi almueratronando la casa, y a este punto sali conniendo la risa la seora condesa que haba ola anterior retahla.

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    -Tiene razn -me dijo despus que nos sadamos-; el Sr. D. Gabriel es un chiquilicuasin fundamento, y mi amiga hara muy bien

    ponerle una calza al pie. Qu es eso de miralas chicas bonitas? Hase visto mayor desvgenza? Un barbilindo que debiera estar enescuela o cosido a las faldas de alguna persosentada y de libras que fuera un almacn

    buenos consejos... cmo se entiende? DoFlora, sintele usted la mano, dirija su corazpor el camino de los sentimientos circunspecy solemnes, e infndale el respeto que to

    caballero debe tener a los venerandos monmentos de la antigedad.

    Mientras esto deca, doa Flora haba traluengas piezas de damasco amarillo y rojo

    ayudada de su doncella empez a cortar uncomo dalmticas o jubones a la antigua, qluego ribeteaban con galn de plata. Como etan presumida y extravagante en su vestir, cque doa Flora preparaba para su propio cu

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    po aquellas vestimentas; pero luego conoviendo su gran nmero, que eran prendas comparsa de teatro, cabalgata o cosa de e

    jaez.-Qu holgazana est usted, seora conde

    -dijo doa Flora-, y cmo teniendo tan buemano para la aguja no me ayuda a hilvan

    estos uniformes para la Cruzada del ObispadoCdiz, que va a ser el terror de la Francia y dRey Jos?

    -Yo no trabajo en mojigangas, amiguita

    repuso mi antigua ama- y de picarme las mancon la aguja, prefiero ocuparme, como me ocpo, en la ropa de esos pobrecitos soldados qhan venido con Alburquerque de Extremadu

    tan destrozados y astrosos que da lstima vlos. Estos y otros como estos, amiga doa Floecharn a los franceses, si es que les echan, qno los monigotes de la Cruzada, con su D. Pdro del Congosto a la cabeza, el ms loco en

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    todos los locos de esta tierra, con perdn sdicho de la que es su tiernsima Filis.

    -Niita ma, no diga usted tales cosas delate de este joven sin experiencia -indic con mdisimulada satisfaccin doa Flora-; pues poa creer que el ilustre jefe de la Cruzada, paquien doy estos puntos y comas, ha teni

    conmigo ms relaciones que la de una aficipursima y jams manchadas con nada de aqullo que D. Quijote llamaba incitativo melindConociome el Sr. D. Pedro en Vejer en casa mi primo D. Alonso y desde entonces prend de m de tal modo, que no ha vueltoencontrar en toda la Andaluca mujer queinteresara. Ha sido desde entonces ac su devcin para m cada vez ms fina, espiritada

    sublime, en tales trminos que jams me lo manifestado sino en palabras respetuossimtemiendo ofenderme; y en los aos que nconocemos ni una sola vez me ha tocado puntas de los dedos. Mucho ha picoteado p

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    ah la gente suponindonos inclinados a cotraer matrimonio; pero sobre que yo he aborcido siempre todo lo que sea obra de varn,

    seor D. Pedro se pone encendido como la gna cuando tal le dicen, porque ve en eshabladuras una ofensa directa a su pudor ymo.

    -No es tampoco D. Pedro -dijo Amaranriendo- con sus sesenta aos a la espalda, hobre a propsito para una mujer fresca y lozacomo usted, amiga ma. Y ya que de esto trata, aunque le parezcan irrespetuosas y vez impdicas mis palabras, usted debieapresurarse a tomar estado para no dejar queextinga tan buena casta como es la de los Gutrrez de Cisniega; y de hacerlo, debe bus

    varn a propsito, no por cierto un jamelempedernido y seco como D. Pedro, sino cachorro tiernecito que alegre la casa, un jovepongo por caso, como este Gabriel, que nos eoyendo, el cual se dara por muy bien servid

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    si lograra llevar a sus hombros carga tan ducomo usted.

    Yo, que almorzaba durante este graciodilogo, no pude menos de manifestarme coforme en todo y por todo con las indicacionde Amaranta; y doa Flora sirvindome csingular finura y amabilidad, habl as:

    -Jess, amiga, qu malas cosas ensea usta este pobrecito nio, que tiene la suerte de saber todava ms que la tctica de cuatro fondo. A qu viene el levantarle los casc

    con...? Gabriel, no hagas caso. Cuidado con qte desmandes, y mal instruido por esta pcacondesa, vayas ahora a deshacerte en requbros, y desbaratarte en suspiros y fundirte

    lgrimas... Los nios a la escuela. Qu costiene esta Amaranta! Criatura, acaso el muchcho es de bronce?... Su suerte consiste en que con personas de tan buena pasta como yo, qs comprender los desvaros propios de la

    ventud, y estoy prevenida contra los veheme

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    , y y p

    tes arrebatos lo mismo que contra los lazos denemigo. Calma y sosiego, Gabriel, y especon paciencia la suerte que Dios destina a

    criaturas. Esperar s, pero sin fogosidades, exaltaciones, sin locuras juveniles, pues nasienta tan bien a un joven delicado y caballeso, como la circunspeccin. Y si no aprende ese Sr. D. Pedro del Congosto, aprende de

    mrate en el espejo de su respetuosidad, de severidad, de su aplomo, de su impasible

    jams turbado platonismo; observa cmo efrena sus pasiones; como enfra el ardor de

    pensamientos con la estudiada urbanidad las palabras; cmo reconcentra en la idea aficin y pone freno a las manos y mordaza alengua y cadenas al corazn que quiere saltsele del pecho.

    Amaranta y yo hacamos esfuerzos por cotener la risa. De pronto oyose ruido de pasosla doncella entr a anunciar la visita de un cballero.

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    -Es el ingls -dijo Amaranta-. Corra ustedrecibirle.

    -Al instante voy, amiga ma. Ver si pueaveriguar algo de lo que usted desea.

    Nos quedamos solos la condesa y yo plargo rato, pudiendo sin testigos hablar tra

    quilamente lo que ver el lector a continuacisi tiene paciencia.

    -II-

    -Gabriel -me dijo-, te he llamado para decique ayer, en una embarcacin pequea, venide Cartagena, ha llegado a Cdiz el sin par

    Diego, conde de Rumblar, hijo de nuestra prienta, la monumental y grandiosa seora doMara.

    -Ya sospechaba -respond- que ese perdi

    recalara por aqu. No trae en su compaa

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    p q p

    un majo de las Vistillas o a algn cortesano los de la tertulia del Sr. Mano de Mortero?

    -No s si viene solo o trae corte. Lo que sque su mam ha recibido mucho gusto coninesperada aparicin del nio, y que mi ta, sea por mortificarme, ya porque realmenhaya encontrado variacin en el joven, ha dic

    ayer delante de toda la familia: Si el seconde se porta bien y es hombre formal, otendr nuestros parabienes y se har acreedola ms dulce recompensa que pueden ofrecedos familias deseosas de formar una sola.

    -Seora condesa, yo a ser usted me reira don Diego y de las mortificaciones de cuanmarquesas impertinentes peinan canas y gu

    dan pergaminos en el mundo.-Ah, Gabriel; eso puede decirse; pero si

    comprendieras bien lo que me pasa! -exclamcon pena-. Creers que se han empeado

    que mi hija no me tenga amor ni cario algun

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    q j g g

    Para conseguirlo han principiado por apartaperpetuamente de m. Desde hace algunos dhan resuelto terminantemente que no venga

    las tertulias de esta casa, y tampoco me reciba m en la suya. De este modo, mi hija conclupor no amarme. La infeliz no tiene culpa esto, ignora que soy su madre, me ve poco, oye a ellas con ms frecuencia que a m... Sa

    Dios lo que le dirn para que me aborrezca! si no es esto peor que cuantos castigos puedpadecerse en el mundo; di si no tengo razpara estar muerta de celos, s, y los peores,

    ms dolorosos y desesperantes que pueddesgarrar el corazn de una mujer. Al ver qpersonas egostas quieren arrebatarme lo quemo, y privarme del nico consuelo de mi vidme siento tan rabiosa, que sera capaz de acc

    nes indignas de mi categora y de mi nombre

    -No me parece la situacin de usted -le dini tan triste ni tan desesperada como la ha p

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    tado. Usted puede reclamar a su hija, llevndsela para siempre consigo.

    -Eso es difcil, muy difcil. No ves que aprentemente y segn la ley carezco de derechpara reclamarla y traerla a mi lado? Me h

    jurado una guerra a muerte. Han hecho los iposibles por desterrarme, no vacilando hasta

    denunciarme como afrancesada. Hace pocomo sabes, proyectaron marcharse a Portugsin darme noticia de ello, y si lo imped psentndome aquella noche en tu compaa, mfue preciso amenazar con un gran escndapara obligarlas a que se detuvieran. La Rumblar me cobr un aborrecimiento profudo, desde que supo mi oposicin a que Insdesposase con el tunantuelo de su hijo. Mi

    con su idea del decoro de la casa y de la honde la familia me mortifica ms que la otra csu enojo, que tiene por mvil una desmediavaricia. Si me encontrara en Madrid, donmis muchas relaciones me ofrecen abundan

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    recursos para todo, tal vez vencera estosotros mayores obstculos; pero nos hallamos Cdiz, en una plaza que casi est rigurosame

    te sitiada, donde tengo pocos amigos, mientrque mi ta y la de Rumblar, por su exageraespaolismo cuentan con el favor de todas personas de poder. Suponte que me obliguenembarcarme, que me destierren, que duran

    mi forzada ausencia engaen a la pobre mchacha y la casen contra su voluntad; figrque esto suceda, y...

    -Oh!, seora -exclam con vehemencia- eno suceder mientras usted y yo vivamos paimpedirlo. Hablemos a Ins, revelmosle lo qya debiera saber...

    -Dselo t, si te atreves...-Pues no me he de atrever?...

    -Debo advertirte otra cosa que ignoras, Gbriel; una cosa que tal vez te cause tristeza; pe

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    que debes saber... T crees conservar sobella el ascendiente que tuviste hace algn tiepo y que conservaste aun despus de hab

    mudado tan bruscamente de fortuna?-Seora -repuse-, no puedo concebir q

    haya perdido ese ascendiente. Perdnesemevanidad.

    -Desgraciado muchacho! -me dijo en tode dulce compasin-. La vida consiste en mmudanzas dolorosas, y el que confa en la ppetuidad de los sentimientos que le halagan,

    como el iluso que viendo las nubes en el hozonte, las cree montaas, hasta que un rayo luz las desfigura o un soplo de viento las dbarata. Hace dos aos, mi hija y t erais d

    nios desvalidos y abandonados. El aparmiento en que vivais y la comn desgracaumentando la natural inclinacin, hicierque os amarais. Despus todo cambi. Paqu repetir lo que sabes tan bien? Ins en

    nueva posicin no quiso olvidar al fiel comp

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    p q p

    ero de su infortunio. Hermoso sentimienque nadie ms que yo supo apreciar en su vlor! Aprovechndome de l, casi llegu ha

    tolerarle y autorizarle, impulsada por el despcho y por mortificar a mi orgullosa parienpero yo saba que aquella corazonada infanconcluira con el tiempo y la distancia, como efecto ha concluido.

    O con estupor las palabras de la condeque iban esparciendo densas oscuridades dlante de mis ojos. Pero la razn me indicaque no deba dar entero crdito a las palabde mujer tan experta en ingeniosos engaosesper aparentando conformarme con su onin y mi desaire.

    -Te acuerdas de la noche en que nos presetamos aqu viniendo del Puerto de Santa Ma? En esta misma sala nos recibi doa FloLlamamos a Ins, te vio, le hablaste. La pobreta estaba tan turbada que no acert a contes

    derechamente a lo que le dijiste. Indudab

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    q j

    mente te conserva un noble y fraternal afecpero nada ms. No lo comprendiste? No ofreci a tus ojos o a tus odos algn dato pa

    conocer que ya Ins no te ama?-Seora -respond con perplejidad-, aqu

    instante fue tan breve y usted me suplic ctanta precipitacin que saliese de la casa, q

    nada observ que me disgustara.

    -Pues s, puedes creerlo. Yo s que Ins noama ya -afirm con una entereza tal que se mhizo aborrecible en un momento mi hermo

    interlocutora.

    -Lo sabe usted?

    -Yo lo s.

    -Tal vez se equivoque.

    -No: Ins no te ama.

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    -Por qu? -pregunt bruscamente y cdesabrimiento.

    -Porque ama a otro -me respondi con cma.

    -A otro! -exclam tan asombrado que plargo rato no me di cuenta de lo que senta-.

    otro! No puede ser, seora condesa. Y quinese otro? Sepmoslo.

    Diciendo esto, en mi interior se retorcan dlorosamente unas como culebras, que me estr

    jaban el corazn mordindolo y apretndocon estrechos nudos. Yo quera aparentar senidad; pero mis palabras balbucientes y cieinvencible sofocacin de mi aliento descubrla flaqueza de mi espritu cado desde la cubre de su mayor orgullo.

    -Quieres saberlo? Pues te lo dir. Es ingls.

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    -Ese? -pregunt con sobresalto sealanhacia la sala donde resonaba lejanamente el ede las voces de doa Flora y de su visitante.

    -Ese mismo!

    -Seora, no puede ser!, usted se equivoexclam sin poder contener la fogosa clera q

    desarrollndose en m como sbito incendio, admita razn que la refrenara, ni urbanidque la reprimiera-. Usted se burla de m; ustme humilla y me pisotea como siempre lo hecho.

    -Qu furioso te has puesto -me dijo sonriedo -. Clmate y no seas loco.

    -Perdneme usted si la he ofendido con

    brusca respuesta -dije reponindome-; pero no puedo creer eso que he odo. Todo cuanhay en m que hable y palpite con seales vida, protesta contra tal idea. Si ella misma mlo dice, lo creer; de otro modo no. Soy un cie

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    estpido tal vez, seora ma, pero yo detestoluz que pueda hacerme ver la soledad espansa que usted quiere ponerme delante. Pero

    me ha dicho usted quin es ese ingls ni en qse funda para pensar...

    -Ese ingls vino aqu hace seis meses, acopaando a otro que se llama lord Byron, el cu

    parti para Levante al poco tiempo. Este qaqu est, se llama lord Gray. Quieres sabms? Quieres saber en qu me fundo papensar que Ins le ama? Hay mil indicios queengaan ni pueden engaar a una mujer exprimentada como yo. Y eso te asombra? Eres mozo sin experiencia, y crees que el mundoha hecho para tu regalo y satisfaccin. Es tolo contrario, nio. En qu te fundabas pa

    esperar que Ins estuviera querindote todavida, luchando con la ausencia, que en eedad es lo mismo que el olvido? Pues no peas poco en verdad! Sabes que eres modestitQue pasaran aos y ms aos, y ella siemp

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    querindote... Vamos, pide por esa boca. preciso que te acostumbres a creer que hadems de ti, otros hombres en el mundo

    que las muchachas tienen ojos para ver y odpara escuchar.

    Con estas palabras que encerraban profunverdad, la condesa me estaba matando. Par

    ame que mi alma era una hermosa tela, y qella con sus finas tijeras me la estaba cortanen pedacitos para arrojarla al viento.

    -Pues s. Ha pasado mucho tiempo

    continu-. Ese ingls se apareci en Cdiz; nvisit. Visita hoy con mucha frecuencia la ocasa, y en ella es amado... Esto te parece incrble, absurdo. Pues es la cosa ms sencilla d

    mundo. Tambin creers que el ingls es hombre antiptico, desabrido, brusco, coloradtieso y borracho como algunos que viste y ttaste en la plaza de San Juan de Dios cuaneras nio. No: lord Gray es un hombre finsim

    de hermosa presencia y vasta instruccin. P

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    p y

    tenece a una de las mejores familias de Inglarra, y es ms rico que un perulero... Ya... creste que estas y otras eminentes cualidad

    nadie las posea ms que el Sr. D. Gabriel Tres-al-Cuarto! Lucido ests... Pues oye ocosa.

    Lord Gray cautiva a las muchachas con

    amena conversacin. Figrate, que con ser tjoven, ha tenido ya tiempo para viajar por toel Asia y parte de Amrica. Sus conocimienson inmensos; las noticias que da de los mchos y diversos pueblos que ha visto, curiosimas. Es hombre adems de extraordinavalor; hase visto en mil peligros luchando cla naturaleza y con los hombres, y cuando relata con tanta elocuencia como modestia, p

    curando rebajar su propio mrito y disimusu arrojo, los que le oyen no pueden contenerllanto. Tiene un gran libro lleno de dibujrepresentando paisajes, ruinas, trajes, tipedificios que ha pintado en esas lejanas tierr

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    y en varias hojas ha escrito en verso y prosa mhermosos pensamientos, observaciones y dcripciones llenas de grandiosa y elocuente p

    esa. Comprendes que pueda y sepa haceamar? Llega a la tertulia, las muchachas le dean; l les cuenta sus viajes con tanta verdadanimacin, que vemos las grandes montalos inmensos ros, los enormes rboles de As

    los bosques llenos de peligros; vemos al trpido europeo defendindose del len queasalta, del tigre que le acecha; nos describe lugo las tempestades del mar de la China, c

    aquellos vientos que arrastran como plumaembarcacin, y le vemos salvndose de muerte por un esfuerzo de su naturaleza gipoderosa; nos describe los desiertos de Egipcon sus noches claras como el da, con las pi

    mides, los templos derribados, el Nilo y pobres rabes que arrastran miserable vida aquellas soledades; nos pinta luego los lugarsantos de Jerusaln y Beln, el sepulcro del S

    or, hablndonos de los millares de peregrin

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    , p g

    que le visitan, de los buenos frailes que dhospitalidad al europeo; nos dice cmo son olivares a cuya sombra oraba el Seor cuan

    fue Judas con los soldados a prenderle, y nrefiere punto por punto cmo es el monte Cvario y el sitio donde levantaron la santa Cru

    Despus nos habla de la incomparable V

    necia, ciudad fabricada dentro del mar, de modo, que las calles son de agua y los cochunas lanchitas que llaman gndolas; y all pasean de noche los amantes, solos en aqueserena laguna, sin ruido y sin testigos. Tambiha visitado la Amrica, donde hay unos salv

    jes muy mansos que agasajan a los viajerosdonde los ros, grandsimos como todo lo aquel pas, se precipitan desde lo alto de u

    roca formando lo que llaman cataratas, es decun salto de agua como si medio mar se arrojasobre el otro medio, formando mundos de puma y un ruido que se oye a muchsimas guas de distancia. Todo lo relata, todo lo pin

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    con tan vivos colores, que parece que lo esmos viendo. Cuenta sus acciones heroicas fanfarronera, y jams ha mortificado el orgu

    de los hombres que le oyen con tanta atencisi no con tanta complacencia como las mujere

    Ahora bien, Gabriel, desgraciado jovepor lo que digo comprendes que ese ing

    tiene atractivos suficientes para cautivar a umuchacha de tanta sensibilidad como imagincin, que instintivamente vuelve los ojos hatodo lo que se distingue del vulgo enfatuadAdems, lord Gray es riqusimo, y aunque riquezas no bastan a suplir en los hombresfalta de ciertas cualidades, cuando estas se pseen, las riquezas las avaloran y realzan mLord Gray viste elegantemente; gasta con p

    fusin en su persona y en obsequiar dignamete a sus amigos, y su esplendidez no es el drroche del joven calavera y voluntarioso, sinogala y generosidad del rico de alta cuna, qemplea sabiamente su dinero en alegrar la ex

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    tencia de cuantos le rodean. Es galante sin aftacin, y ms bien serio que jovial.

    Ay, pobrecito! Lo comprendes ahorLlegars a entender que hay en el mundo guien que puede ponerse en parangn conSr. D. Gabriel Tres-al-Cuarto? Reflexiona biehijo; reflexiona bien quin eres t. Un bu

    muchacho y nada ms. Excelente corazn, dpejo natural, y aqu paz y despus gloria. punto a posicin oficialito del ejrcito... biganado, eso s... pero qu vale eso? Figura... mala; conversacin, tolerable; nacimienhumildsimo, aunque bien pudieras figuracomo de los ms alcurniados y coruscantValor, no lo negar; al contrario, creo que tienes en alto grado, pero sin brillo ni lucimie

    to. Literatura, escasa... cortesa, buena... Pehijo, a pesar de tus mritos, que son muchdada tu pobreza y humildad, insistirs hacerte indestronable, como se lo crey el bu

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    D. Carlos IV que hered la corona de su padrNo, Gabriel; ten calma y resgnate.

    El efecto que me caus la relacin de mi atigua ama fue terrible. Figrense ustedes cmme habra quedado yo, si Amaranta hubiecogido el pico de Mulhacn, es decir, el monms alto de Espaa... y me lo hubiese echa

    encima.

    Pues lo mismo, seores, lo mismo me qued

    -III-Qu poda yo decir? Nada. Qu deb

    hacer? Callarme y sufrir. Pero el hombre apl

    tado por cualquiera de las diversas montaque le caen encima en el mundo, aun cuanconozca que hay justicia y lgica en su situcin, rara vez se conforma, y elevando las mnecitas pugna por quitarse de encima la colo

    pea. No s si fue un sentimiento de noble d

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    nidad, o por el contrario un vano y pueril orgllo, lo que me impuls a contestar con entereafectando no slo conformidad sino indifere

    cia ante el golpe recibido.-Seora condesa -dije-, comprendo mi in

    rioridad. Hace tiempo que pensaba en estonada me asombra. Realmente, seora, era

    atrevimiento que un pobretn como yo, qjams he estado en la India ni he visto otcataratas que las del Tajo en Aranjuez, tenpretensiones nada menos que de ser amado puna mujer de posicin. Los que no somos nbles ni ricos, qu hemos de hacer ms qofrecer nuestro corazn a las fregatrices y dmas del estropajo, no siempre con la seguridde que se dignen aceptarlo? Por eso nos llen

    mos de resignacin, seora, y cuando recibimgolpes como el que usted se ha servido darmnos encogemos de hombros y decimos: pciencia. Luego seguimos viviendo, y comem

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    y dormimos tan tranquilos... Es una tontemorirse por quien tan pronto nos olvida.

    -Ests hecho un basilisco de rabia -me dijocondesa en tono de burla-, y quieres aparectranquilo. Si despides fuego... toma mi abany refrscate con l.

    Antes que yo lo tomara, la condesa me daire con su abanico precipitadamente. Sin nguna gana me rea yo, y ella despus de un rade silencio, me habl as:

    -Me falta decirte otra cosa que tal vez te dguste; pero es forzoso tener paciencia. Es qestoy contenta de que mi hija correspondaamor del ingls.

    -Lo creo seora -respond apretando cconvulsa fuerza los dientes, ni ms ni menque si entre ellos tuviera toda la Gran Bretaa

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    -S -prosigui-, todo suceso que me d espranzas de ver a mi hija fuera de la tutela y reccin de la marquesa y la condesa, es para

    lisonjero.-Pero ese ingls ser protestante.

    -S -repuso-, mas no quiero pensar en e

    Puede que se haga catlico. De todos modese es punto grave y delicado. Pero no repaen nada. Vea yo a mi hija libre, hllese en situcin tal que yo pueda verla, hablarla comocuando se me antoje, y lo dems... Cmo

    biara doa Mara si llegara a comprenderMucho sigilo, Gabriel; cuento con tu discreciSi lord Gray fuera catlico, no creo que mi taopusiera a que se casase Ins con l. Ay!, lue

    nos marcharamos los tres a Inglaterra, lejlejos de aqu, a un pas donde yo no viera priente de ninguna clase. Qu felicidad tgrande! Ay! Quisiera ser Papa para permque una mujer catlica se casara con un homb

    hereje.

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    -Creo que usted ver satisfechos sus deseo

    -Oh!, desconfo mucho. El ingls aparte

    su gran mrito es bastante raro. A nadie ha cofiado el secreto de sus amores, y slo tenemnoticias de l por indicios primero y despupor pruebas irrecusables obtenidas medianlargo y minucioso espionaje.

    -Ins lo habr revelado a usted.

    -No, despus de esto, ni una sola vez he coseguido verla. Qu desesperacin! Las t

    muchachas no salen de casa, sino custodiadpor la autoridad de doa Mara. Aqu doFlora y yo hemos trabajado lo que no es decibpara que lord Gray se franquease con nosotry nos lo revelara; pero es tan prudente y caldo, que guarda su secreto como un avaro tesoro. Lo sabemos por las criadas, por murmuracin de algunas, muy pocas personde las que van a la casa. No hay duda de que

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    cierto, hijo mo. Ten resignacin y no nos dun disgusto. Cuidado con el suicidio.

    -Yo? -dije afectando indiferencia.-Toma, toma aire, que te incendias por tod

    lados -me dijo agitando delante de m su abaco-. Don Rodrigo en la horca no tiene ms org

    llo que este general en agraz.Cuando esto deca, sent la voz de doa F

    ra y los pasos de un hombre. Doa Flora dijo:

    -Pase usted milord, que aqu est la conde-Mrale... vers -me dijo Amaranta c

    crueldad- y juzgars por ti mismo si la nia tenido mal gusto.

    Entr doa Flora seguida del ingls. Etena la ms hermosa figura de hombre que visto en mi vida. Era de alta estatura, concolor blanqusimo pero tostado que abunda

    los marinos y viajeros del Norte. El cabello r

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    y j

    bio, desordenadamente peinado y suelto segel gusto de la poca, le caa en bucles sobrecuello. Su edad no pareca exceder de treinta

    treinta y tres aos. Era grave y triste pero sinpesadez acartonada y tardanza de modales qsuelen ser comunes en la gente inglesa. Su rtro estaba bronceado, mejor dicho, dorado pel sol, desde la mitad de la frente hasta el cu

    llo, conservando en la huella del sombrero y la garganta una blancura como la de la mpura y delicada cera. Esmeradamente limpia pelo la cara, su barba era como la de una muj

    y sus facciones realzadas por la luz del Mdioda dbanle el aspecto de una hermosa estua de cincelado oro. Yo he visto en alguna pte un busto del Dios Brahma, que muchos adespus me hizo recordar a lord Gray.

    Vesta con elegancia y cierta negligencia estudiada, traje azul de pao muy fino, medoculto por una prenda que llamaban sortllevaba sombrero redondo, de los primeros q

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    empezaban a usarse. Brillaban sobre su persoalgunas joyas de valor, pues los hombres etonces se ensortijaban ms que ahora, y lu

    adems los sellos de dos relojes. Su figura general era simptica. Yo le mir y observ damente, buscndole imperfecciones por todlados; pero ay!, no le encontr ninguna. Mme disgust orle hablar con rara correccin

    castellano, cuando yo esperaba que se exprese en trminos ridculos y con yerros de los qdesfiguran y afean el lenguaje; pero consolomla esperanza de que soltase algunas tonter

    Sin embargo no dijo ninguna.Entabl conversacin con Amaranta, proc

    rando esquivar el tema que impertinentemenhaba tocado doa Flora al entrar.

    -Querida amiga -dijo la vieja-, lord Gray nva a contar algo de sus amores en Cdiz, quemejor tratado que el de los viajes por Asiafrica.

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    Amaranta me present gravemente a l, cindole que yo era un gran militar, una espede Julio Csar por la estrategia y un segun

    Cid por el valor; que haba hecho mi carrera un modo gloriossimo, y que haba estado ensitio de Zaragoza, asombrando con mis hechheroicos a espaoles y franceses. El extranjepareci or con suma complacencia mi elogio

    me dijo despus de hacerme varias pregunsobre la guerra, que tendra grandsimo conteto en ser mi amigo. Sus refinadas cortesanme tenan frita la sangre por la violencia y f

    gimiento con que me vea precisado a respoder a ellas. La maligna Amaranta rease a hutadillas de mi embarazo, y ms atizaba con sartificiosas palabras la inclinacin y repentiafecto del ingls hacia mi persona.

    -Hoy -dijo lord Gray- hay en Cdiz grcuestin entre espaoles e ingleses.

    -No saba nada -exclam Amaranta-. En

    to ha venido a parar la alianza?

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    -No ser nada, seora. Nosotros somos alrudos, y los espaoles un poco vanagloriosoexcesivamente confiados en sus propias fu

    zas, casi siempre con razn.-Los franceses estn sobre Cdiz -dijo do

    Flora-, y ahora salimos con que no hay aqbastante gente para defender la plaza.

    -As parece. Pero Wellesley -aadi el inglha pedido permiso a la Junta para que desebarque la marinera de nuestros buques y dfienda algunos castillos.

    -Que desembarquen; si vienen, que vengaexclam Amaranta-. No crees lo mismo, Gbriel?

    -Esa es la cuestin que no se puede resolvedijo lord Gray-, porque las autoridades espalas se oponen a que nuestra gente les ayudToda persona que conozca la guerra ha de covenir conmigo en que los ingleses deben d

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    embarcar. Seguro estoy de que este seor mtar que me oye es de la misma opinin.

    -Oh, no seor; precisamente soy de la onin contraria -repuse con la mayor viveanhelando que la disconformidad de parecealejase de m la intolerable y odiossima amtad que quera manifestarme el ingls-. Cr

    que las autoridades espaolas hacen bien en consentir que desembarquen los ingleses. Cdiz hay guarnicin suficiente para defendla plaza.

    -Lo cree usted? -me pregunt.

    -Lo creo -respond procurando quitar a mpalabras la dureza y sequedad que quera fundirles el corazn-. Nosotros agradecemosauxilio que nos estn dando nuestros aliadms por odio al comn enemigo que por ama nosotros; esa es la verdad. Juntos pelean abos ejrcitos; pero si en las acciones campales

    necesaria esta alianza, porque carecemos

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    , p q

    tropas regulares que oponer a las de Napoleen la defensa de plazas fuertes harto se ha pbado que no necesitamos ayuda. Adems,

    plazas fuertes que como esta son al mismtiempo magnficas plazas comerciales, no dben entregarse nunca a un aliado por leal qsea; y como los paisanos de usted son tan merciantes, quizs gustaran demasiado de e

    ciudad, que no es ms que un buque ancladovista de tierra. Gibraltar casi nos est oyendolo puede decir.

    Al decir esto, observaba atentamente ingls, suponindole prximo a dar rienda suta al furor, provocado por mi irreverente censra; pero con gran sorpresa ma, lejos de ver ecendida en sus ojos la ira, not en su sonrisa

    slo benevolencia, sino conformidad con mopiniones.

    -Caballero -dijo tomndome la mano-, mpermitir usted que le importune repitind

    que deseo mucho su amistad?

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    q

    Yo estaba absorto, seores.

    -Pero milord -pregunt doa Flora-; en q

    consiste que aborrece usted tanto a sus painos?

    -Seora -dijo lord Gray-, desgraciadamenhe nacido con un carcter que si en algun

    puntos concuerda con el de la generalidad mis compatriotas, en otros es tan diferente cmo lo es un griego de un noruego. Aborrezcocomercio, aborrezco a Londres, mostrador naseabundo de las drogas de todo el mundo

    cuando oigo decir que todas las altas insticiones de la vieja Inglaterra, el rgimen colony nuestra gran marina tienen por objeto el stenimiento del comercio y la proteccin de

    srdida avaricia de los negociantes que basus cabezas redondas como quesos con el agnegra del Tmesis, siento un crispamiento nervios insoportable y me avergenzo de ingls.

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    El carcter ingls es egosta, seco, duro cmo el bronce, formado en el ejrcito del clcuy refractario a la poesa. La imaginacin es

    aquellas cabezas una cavidad lbrega y fdonde jams entra un rayo de luz ni resuena eco melodioso. No comprenden nada que sea una cuenta, y al que les hable de otra coque del precio del camo, le llaman mala

    beza, holgazn y enemigo de la prosperidad su pas. Se precian mucho de su libertad, peno les importa que haya millones de esclaven las colonias. Quieren que el pabelln ing

    ondee en todos los mares, cuidndose mucde que sea respetado; pero siempre que hablde la dignidad nacional, debe entenderse quequincalla inglesa es la mejor del mundo. Cuado sale una expedicin diciendo que va a ve

    gar un agravio inferido al orgulloso leopardes que se quiere castigar a un pueblo asiticoafricano que no compra bastante trapo de godn.

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    -Jess, Mara y Jos! -exclam horrorizadoa Flora-. No puedo or a un hombre de tato talento como milord hablando as de s

    compatriotas.-Siempre he dicho lo mismo, seora

    prosigui lord Gray-, y no ceso de repetirlomis paisanos. Y no digo nada cuando quier

    echrsela de guerreros y dan al viento el estadarte con el gato monts que ellos llaman lepardo. Aqu en Espaa me ha llenado de asobro el ver que mis paisanos han ganado ballas. Cuando los comerciantes y mercachifles Londres sepan por las Gacetasque los inglehan dado batallas y las han ganado, bufarn orgullo creyndose dueos de la tierra comoson del mar, y empezarn a tomar la medi

    del planeta para hacerle un gorro de algodque lo cubra todo. As son mis paisanos, seras. Desde que este caballero evoc el recuerde Gibraltar, traidoramente ocupado para covertirle en almacn de contrabando, vinieron

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    mi mente estas ideas, y concluyo modificanmi primera opinin respecto al desembarco los ingleses en Cdiz. Seor oficial, opino com

    usted: que se queden en los barcos.-Celebro que al fin concuerden sus ideas c

    las mas, milord -dije creyendo haber encontdo la mejor coyuntura para chocar con aqu

    hombre que me era, sin poderlo remediar, taborrecible-. Es cierto que los ingleses son merciantes, egostas, interesados, prosaicpero es natural que esto lo diga exagerndohasta lo sumo un hombre que ha nacido mujer inglesa y en tierra inglesa? He ohablar de hombres que en momentos de travo o despecho han hecho traicin a su ptria; pero esos mismos que por inters la ve

    dieron, jams la denigraron en presencia personas extraas. De buenos hijos es ocullos defectos de sus padres.

    -No es lo mismo -dijo el ingls-. Yo co

    cepto ms compatriota mo a cualquier esp

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    p p q p

    ol, italiano, griego o francs que muestre aciones iguales a las mas, sepa interpretar msentimientos y corresponder a ellos, que a

    ingls spero, seco y con un alma sorda a torumor que no sea el son del oro contra la play de la plata contra el cobre. Qu me impoque ese hombre hable mi lengua, si por mque charlemos l y yo no podemos compre

    dernos? Qu me importa que hayamos nacien un mismo suelo, quizs en una misma calsi entre los dos hay distancias ms enormes qlas que separan un polo de otro?

    -La patria, seor ingls, es la madre comque lo mismo cra y agasaja al hijo deformefeo que al hermoso y robusto. Olvidarla es ingratos; pero menospreciarla en pblico ind

    sentimientos quizs peores que la ingratitud.-Esos sentimientos, peores que la ingratitu

    los tengo yo, segn usted -dijo el ingls.

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    -Antes que pregonar delante de extranjerlos defectos de mis compatriotas, me arrancala lengua -afirm con energa, esperando p

    momentos la explosin de la clera de loGray.

    Pero este, tan sereno cual si se oyese nobrar en los trminos ms lisonjeros, me dirig

    con gravedad las siguientes palabras:

    -Caballero, el carcter de usted y la vivezaespontaneidad de sus contradicciones y rpcas, me seducen de tal manera, que me sien

    inclinado hacia usted, no ya por la simpatsino por un afecto profundo.

    Amaranta y doa Flora no estaban menasombradas que yo.

    -No acostumbro tolerar que nadie se bude m, milord -dije, creyendo efectivamente qera objeto de burlas.

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    -Caballero -repuso framente el ingls-, tardar en probar a usted que una extraordinria conformidad entre su carcter y el mo

    engendrado en m vivsimo deseo de entabcon usted sincera amistad. igame usted momento. Uno de los principales martirios mi vida, el mayor quizs, es la vana aquiescecia con que se doblegan ante m todas las p

    sonas que trato. No s si consistir en mi pocin o en mis grandes riquezas; pero es lo cieque en donde quiera que me presento, no hasino personas que me enfadan con sus deg

    dantes cumplidos. Apenas me permito expreuna opinin cualquiera, todos los que me oyaseguran ser de igual modo de pensar. Presamente mi carcter ama la controversia y disputas. Cuando vine a Espaa, hcelo con

    ilusin de encontrar aqu gran nmero de genpendenciera, ruda y primitiva, hombres de razn borrascoso y apasionado, no embadnados con el vano charol de la cortesana.

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    Mi sorpresa fue grande al encontrarmatendido y agasajado, cual lo pudiera estar Londres, sin hallar obstculos a la satisfacci

    de mi voluntad, en medio de una vida monna, regular, acompasada, no expuesto a senciones terribles, ni a choques violentos chombres ni con cosas, mimado, obsequiadadulado... Oh, amigo mo! Nada aborrez

    tanto como la adulacin. El que me adula es irreconciliable enemigo. Yo gozo extraordinriamente al ver frente a m los caracteres avos, que no se doblegan sonriendo cobard

    mente ante una palabra ma; gusto de ver bula sangre impetuosa del que no quiere ser dmado ni aun por el pensamiento de otro hobre; me cautivan los que hacen alarde de uindependencia intransigente y enrgica, por

    cual asisto con jbilo a la guerra de Espaa.

    Pienso ahora internarme en el pas, y unme a los guerrilleros. Esos generales que saben leer ni escribir, y que eran ayer arrier

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    taberneros y mozos de labranza, exaltan admiracin hasta lo sumo. He estado en ademias militares y aborrezco a los pedantes q

    han prostituido y afeminado el arte salvaje la guerra, reducindolo a reglas necias, y dcorndose a s mismos con plumas y colorinpara disimular su nulidad. Ha militado usta las rdenes de algn guerrillero? Cono

    usted al Empecinado, a Mina, a TabuencaPorlier? Cmo son? Cmo visten? Se me figra ver en ellos a los hroes de Atenas y del Lcio.

    Amigo mo, si no recuerdo mal, la seocondesa dijo hace un momento que usted debsus rpidos adelantamientos en la carrera de armas a su propio mrito, pues sin el favor

    nadie ha adquirido un honroso puesto enmilicia. Oh, caballero!, usted me interesa vamente, usted ser mi amigo, quiralo o nAdoro a los hombres que no han recibido nade la suerte ni de la cuna, y que luchan con

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    este oleaje. Seremos muy amigos. Est ustde guarnicin en la Isla? Pues venga a vivimi casa siempre que pase a Cdiz. En dn

    reside usted para ir a visitarle todos los das..Sin atreverme a rechazar tan vehemen

    pruebas de benevolencia, me excus como pde.

    -Hoy, caballero -aadi- es preciso que vega usted a comer conmigo. No admito excusSeora condesa, usted me present a este cabllero. Si me desara, cuente usted como que

    recibido la ofensa.

    -Creo -dijo la condesa- que ambos se congtularn bien pronto de haber entablado amtad.

    -Milord, estoy a la orden de usted -dije vantndome cuando l se dispona a partir.

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    Y despus de despedirnos de las dos damsal con el ingls. Pareca que me llevaba el dmonio.

    -IV-

    Lord Gray viva cerca de las Barquillas Lope. Su casa, demasiado grande para hombre solo, estaba en gran parte vaca. Seanle varios criados, espaoles todos a excecin del ayuda de cmara que era ingls.

    Dbase trato de prncipe en la comida, y drante toda ella no tenan un momento de sosgo los vasos, llenos con la mejor sangre de cepas de Montilla, Jerez y Sanlcar.

    Durante la comida no hablamos ms que la guerra, y despus, cuando los generosos nos de Andaluca hicieron su efecto en la insne cabeza del mister, se empe en darme alg

    nas lecciones de esgrima. Era gran tirad

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    g g

    segn observ a los primeros golpes; y como no posea en tal alto grado los secretos del ay l no tena entonces en su cerebro todo aqu

    buen asiento y equilibrio que indican una orgnizacin educada en la sobriedad, jugaba cgran pesadez de brazo, hacindome ms dadel que corresponda a un simple entretemiento.

    -Suplico a milord que no se entusiasme dmasiado -dije conteniendo sus bros-. Me desarmado ya repetidas veces para gozacomo un nio en darme estocadas a fondo qno puedo parar. Ese botn est mal y pueser atravesado fcilmente!

    -As es como se aprende - repuso -. O no

    de poder nada, o ser usted un consumatirador.

    Despus que nos batimos a satisfaccincuando se despejaron un tanto las densas nub

    que oscurecan y turbaban su entendimien

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    q y

    me march a la Isla, a donde me acompadeseoso, segn dijo, de visitar nuestro campmento. En los das sucesivos casi ninguno d

    de visitarme. Su afectuosidad me contrariabacuanto ms le aborreca, ms desarmaba l clera a fuerza de atenciones. Mis respuesbruscas, mi mal humor, y la terquedad con qle rebata, lejos de enemistarle conmigo, ap

    taban ms los lazos de aquella simpata qdesde el primer da me manifest; y al fin puedo negar que me senta inclinado hahombre tan raro, verificndose el fenmeno

    considerar en l como dos personas distintaun solo lord Gray verdadero, dos personas, una aborrecida y otra amada; pero de tal manra confundidas, que me era imposible deslinddnde empezaba el amigo y dnde acababa

    rival.

    rale sumamente agradable estar en compaa y en la de los dems oficiales mcamaradas. Durante las operaciones nos segu

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    armado de fusil, sable y pistolas, y en los rade vagar iba con nosotros a los ventorrillos Cortadura o Matagorda, donde nos obsequia

    de un modo esplndido con todo lo que poddar de s aquellos establecimientos. Ms de uvez se hizo acompaar al venir desde Cdiz pdos o tres calesas cargadas con las ms ricprovisiones que por entonces traan los buqu

    ingleses y los costeros del Condado y Algeciry en cierta ocasin en que no podamos salir las trincheras del puente Suazo, transport acon rapidez parecida a la de los tiempos q

    despus han venido, al Sr. Poenco con toda tienda y brtulos y squito mujeril y guitarpara improvisar una fiesta.

    A los quince das de estos rumbos y gene

    sidades no haba en la Isla quien no conocieslord Gray; y como entonces estbamos en bunas relaciones con la Gran Bretaa, y se cantaaquello de

    La trompeta de la Gloria

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    dice al mundo Velintn...

    (lo mismo que est escrito) nuestro misterepopularsimo en toda la extensin que inuncon sus canales el cao de Sancti-Petri.

    Su mayor confianza era conmigo; pero deindicar aqu una circunstancia, que a todos l

    mar la atencin, y es que aunque repetidveces procur sondear su nimo en el asunque ms me interesaba, jams pude consegulo. Hablbamos de amores, nombraba yo casa y la familia de Ins, y l, volvindose ta

    turno, mudaba la conversacin. Sin embargyo saba que visitaba todas las noches a doMara; pero su reserva en este punto era ureserva sepulcral. Slo una vez dej traslualgo y voy a decir cmo.

    Durante muchos das estuve sin poder iCdiz, a causa de las ocupaciones del servicy esta esclavitud me daba tanto fastidio com

    pesadumbre. Reciba algunas esquelas de

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    p g q

    condesa suplicndome que pasase a verla, y me desesperaba no pudiendo acudir. Al logr una licencia a principios de Marzo y co

    a Cdiz. Lord Gray y yo atravesamos la Cordura precisamente el da del furioso tempoque por muchos aos dej memoria en los gatanos de aquel tiempo. Las olas de fuera, agidas por el Levante, saltaban por encima d

    estrecho istmo para abrazarse con las olas debaha. Los bancos de arena eran arrastradosdeshechos, desfigurando la angosta playa; horroroso viento se llevaba todo en sus a

    veloces, y su ruido nos permita formar idea las mil trompetas del Juicio, tocadas por ngeles de la justicia. Veinte buques mercany algunos navos de guerra espaoles e ingleestrellronse aquel da contra la costa de P

    niente; y en el placer de Rota, la Puntilla y rocas donde se cimenta el castillo de Santa Ctalina aparecieron luego muchos cadvereslos despojos de los cascos rotos y de las jarc

    y rboles deshechos.

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    y

    Lord Gray, contemplando por el camino tgran desolacin, el furor del viento, los horrres del revuelto cielo, ora negro, ora ilumina

    por la siniestra amarillez de los relmpagos,agitacin de las olas verdosas y turbias, en cyas cspides, relucientes como filos de cucllos, se alcanzaban a ver restos de alguna naque se hunda luego en los cncavos senos pa

    reaparecer despus; contemplando lord Grrepito, aquel desorden, no menos admirabque la armona de lo creado, aspiraba con decia el aire hmedo de la tempestad y me dec

    -Cun grato es a mi alma este espectcuMi vida se centuplica ante esta fiesta sublimde la Naturaleza, y se regocija de haber salide la nada, tomando la execrable forma q

    hoy tiene. Para esto te han criado oh mar! Ecupe las naves comerciantes que te profananprohbe la entrada en tus dominios al srdimercachifle, vido de oro, saqueador de pueblos inocentes que no se han corrompi

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    todava y adoran a Dios en el ara de los bques. Este ruido de invisibles montaas qruedan por los espacios, chocndose y redo

    dendose como los guijos que arrastra un restas lenguazas de fuego que lamen el cielollegan a tocar el mar con sus afiladas punteste cielo que se revuelca desesperado; este mque anhela ser cielo, abandonando su lec

    eterno para volar; este hlito que nos arrastesta confusin armoniosa, esta msica, amigy ritmo sublime que lo llena todo, encontraneco en nuestra alma, me extasan, me cautiva

    y con fuerza irresistible me arrastran a confudirme con lo que veo... Esta alteracin se repen mi alma; esta rabia y desesperado anhelo salir de su centro, propiedad es tambin de alma; este rumor, donde caben todos los rum

    res de cielo y tierra, ha tiempo que tambiensordece mi alma; este delirio es mi delirioeste afn con que vuelan nubes y olas hacia punto a que no llegan nunca, es mi propio af

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    Yo pens que estaba loco, y cuando le vi bjar del calesn, acercarse a la playa e internapor ella hasta que el agua le cubri las bot

    corr tras l lleno de zozobra, temiendo que su enajenacin se arrojase, como haba dichen medio de las olas.

    -Milord -le dije- volvmonos al coche, pu

    no hay para qu convertirse ahora en ola nube, como usted desea, y sigamos hacia Cdque para agua bastante tenemos con la qllueve, y para viento, harto nos azota porcamino.

    Pero l no me haca caso, y empez a grien su lengua. El calesero, que era muy pilhizo gestos significativos para indicar que lo

    Gray haba abusado del Montilla; pero a m mconstaba que no lo haba probado aquel da.

    -Quiero nadar -dijo lacnicamente loGray, haciendo ademn de desnudarse.

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    Y al punto forcejeamos con l el caleseroyo, pues aunque sabamos que era gran naddor, en aquel sitio y hora no habra vivido d

    minutos dentro del agua. Al fin le convencimde su locura, hacindole volver a la calesa.

    -Contenta se pondra, milord, la seora sus pensamientos si le viera a usted con inc

    naciones a matarse desde que suena un truen

    Lord Gray rompi a rer jovialmente, y cabiando de aspecto y tono, dijo:

    -Calesero, apresura el paso, que deseo llegpronto a Cdiz.

    -El lamparn no quiere andar.

    -Qu lamparn?-El caballo. Le han salido callos en la jerra

    ra. Ay s!Este caballo es muy respetoso.

    -Por qu?

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    q

    -Muy respetoso con los amigos. Cuandove con Pelatas, se hacen cortesas y se pregutan cmo ha ido de viaje.

    -Quin es Pelatas?

    -El violn del Sr. Poenco. Ay s! Si usteddice a mi caballo: vas a descansar en casa

    Poenco, mientras tu amo come una aceitunabebe un par de copas, correr tanto, que tedremos que darle palos para que pare, no sque con la fuerza del golpe abra un boquete la muralla de Puerta Tierra.

    Gray prometi al calesero refrescarle en cade Poenco, y al or esto pareca mentira!, lamparn aviv el paso.

    -Pronto llegaremos -dijo el ingls-. No s pqu el hombre no ha inventado algo para cortanto como el viento.

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    -En Cdiz le aguarda a usted una muchacbonita. No una, muchas tal vez.

    -Una sola. Las dems no valen nada, sede Araceli... Su alma es grande como el mNadie lo sabe ms que yo, porque en aparienes una florecita humilde que vive casi a escodidas dentro del jardn. Yo la descubr y e

    contr en ella lo que hombre alguno no suencontrar. Para m solo, pues, relampaguelos rayos de sus ojos y braman las tempestadde su pecho... Est rodeada de misterios encatadores, y las imposibilidades que la cercanguardan como crceles inaccesibles ms esmulan mi amor... Separados nos oscurecempero juntos llenamos todo lo creado con deslumbradoras claridades de nuestro pen

    miento.Si mi conciencia no dominara casi siemp

    en m los arrebatos de la pasin, habra cogia lord Gray y le habra arrojado al mar... Hc

    luego mil preguntas, di vueltas y giros sobre

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    g p g , y g

    mismo tema para provocar su locuacidanombr a innumerables personas, pero no mfue posible sacarle una palabra ms. Despu

    de dejarme entrever un rayo de su felicidacall y su boca cerrose como una tumba.

    -Es usted feliz? -le dije al fin.

    -En este momento s -respondi.Sent de nuevo impulsos de arrojarle al ma

    -Lord Gray -exclam sbitamente- vamo

    nadar?-Oh! Qu es eso? Usted tambin?

    -S, arrojmonos al agua! Me pasa a m al

    de lo que a usted pasaba antes. Se me ha anjado nadar.

    -Est loco -contest riendo y abrazndomNo, no permito yo que tan buen amigo perez

    por una temeridad. La vida es hermosa, y qui

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    p , y q

    pensase lo contrario, es un imbcil. Ya llegama Cdiz. To Hgados, eche aceite a la lampalla, que ya estamos cerca de la taberna de Poe

    co.Al anochecer llegamos a Cdiz. Lord Gr

    me llev a su casa, donde nos mudamos ropa, y cenamos despus. Debamos ir a la t

    tulia de doa Flora, y mientras llegaba la homi amigo, que quise que no, hubo de darmnuevas lecciones de esgrima. Con estos juegiba, sin pensarlo, adiestrndome en un arte el cual poco antes careca de habilidad consmada, y aquella tarde tuve la suerte de probla sabidura de mi maestro dndole una estoda a fondo con tan buen empuje y limpieque a no tener botn el estoque, hubiralo at

    vesado de parte a parte.-Oh, amigo Araceli! -exclam lord Gray c

    asombro-. Usted adelanta mucho. Tendremaqu un espadachn temible. Luego, tira ust

    con mucha rabia...

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    En efecto; yo tiraba con rabia, con verdadeafn de acribillarle.

    -V-

    Por la noche fuimos a casa de doa Flopero lord Gray, a poco de llegar, despidiodiciendo que volvera. La sala estaba bien iminada, pero an no muy llena de gente, pser temprano. En un gabinete inmediato agudaban las mesas de juego el dinero de los ap

    sionados tertuliantes, y ms adentro tres o cutro desaforadas bandejas llenas de dulces nprometan agradable refrigerio para cuantodo acabase. Haba pocas damas, por ser ctumbre en los saraos de doa Flora que desc

    llasen los hombres, no acompaados por general ms que de una media docena de bdades venerables del siglo anterior, que, cucastillos gloriosos, pero ya intiles, nopreten

    an ser conquistables ni conquistadas. Amara

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    ta representaba sola la juventud unida a hermosura.

    Saludaba yo a la condesa, cuando se macerc doa Flora, y pellizcndome bonitamete con todo disimulo el brazo por punto cerno al codo, me dijo:

    -Se est usted portando, caballerito. Casi mes sin parecer por aqu. Ya s que se divirusted en el puente de Suazo con las buenpiezas que llev all el Sr. Poenco hace ocdas... Bonita conducta! Yo empeada en ap

    tarle a usted del camino de la perdicin, y ustcada vez ms inclinado a seguir por l... Yasabe que la juventud ha de tener sus trapichepero los muchachos decentes y bien nacid

    desfogan sus pasiones con compostura, anbuscando el trato honesto de personas gravejuiciosas que el de la gentezuela maja y tabnaria.

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    La condesa afect estar conforme con la primenda y la repiti, dndola ms fuerza csus irnicos donaires. Despus, ablandndo

    doa Flora y llevndome adentro, me dioprobar de unos dulces finsimos que no se partan sino entre los amigos de confianCuando volvimos a la sala, Amaranta me dijo

    -Desde que doa Mara y la marquesa dedieron que no viniera Ins, parece que faalgo en esta tertulia.

    -Aqu no hacen falta nias, y menos la co

    desa de Rumblar, que con sus remilgos impedtoda diversin. Nadie se haba de acercar ania, ni hablar con la nia, ni bailar con la nini dar un dulce a la nia. Dejmonos de ni

    hombres, hombres quiero en mi tertulia; litetos que lean versos, currutacos que sepan corrido las modas de Pars, diaristas que ncuenten todo lo escrito en tres meses por Gacetas de Amberes, Londres, Augsburgo

    Rotterdam; generales que nos hablen de

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    ; g q

    batallas que se van a ganar; gente alegre qhable mal de la regencia y critique la copblica, ensayando discursos para cuando

    abran esas saladsimas Cortes que van a venir-Yo no creo que haya tales Cortes -dijo Am

    ranta- porque las Cortes no son ms que ucosa de figurn, que hace el rey para cump

    un antiguo uso. Como ahora estamos sin rey.

    -Pues no ha de haber? Nada; vengan esCortes. Cortes nos han prometido, y Cortes nhan de dar. Pues poco bonito ser este espec

    culo. Como que es un conjunto de predicadres, y no baja de ocho a diez sermones los qse oyen por da, todos sobre la cosa pbliamiga ma, y criticando, criticando, que es

    que a m me gusta.-Habr Cortes -dije yo- porque en la I

    estn pintando y arreglando el teatro pasaln de sesiones.

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    -Pero es en un teatro? Yo pens que en uiglesia -dijo doa Flora.

    -El estamento de prceres y clrigos se unir en una iglesia -indic Amaranta- y el procuradores en un teatro.

    -No, no hay ms que un estamento, seor

    Al principio se pens en tres; pero ahora se visto que uno solo es ms sencillo.

    -Ser el de la nobleza.

    -No, hija, sern todos clrigos. Esto parecems propio.

    -No hay ms estamento que el de procudores, en que entrarn todas las clases de

    sociedad.-Y dices que estn pintando el teatro?

    -S, seora. Le han puesto unas cenefas am

    rillas y encarnadas que hacen una vista as c

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    mo de escenario de titiriteros en feria... En fmonsimo.

    -Para esta festividad quiere sin duda el Sr.Pedro los cincuenta uniformes amarillos y ecarnados que le estamos haciendo, todos ganeados de plata y cortados en forma que lman de espaola antigua.

    -Me temo mucho -dijo Amaranta riendque D. Pedro y otros tan extravagantes y loccomo l, pongan en ridculo a Cortes y procradores, pues hay personas que convierten

    mojiganga todo aquello en que ponen la man

    -Ya principia a venir gente. Aqu est Qutana. Tambin vienen Bea y D. Pablo Xrica.

    Quintana salud a mis dos amigas. Yohaba visto y odo hablar en Madrid en las ttulias de las libreras, pero sin tener hasta etonces el placer de tratar a poeta tan insigne.

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    fama entonces era grande, y entre los patrioexaltados gozaba de mucha popularidad, coquistada por sus artculos polticos y proclam

    patriticas. Era de fisonoma dura y basta, mreno, con vivos ojos y gruesos labios, signo cro esto, as como su frente lobulosa, de la venerga de su espritu. Rea poco, y en sus admanes y tono, lo mismo que en sus escrit

    dominaba la severidad. Tal vez esta severidams que propia, fuera atribuida y supuesta plos que conocan sus obras, pues en aquepoca ya haban salido a luz las principa

    odas, las tragedias y algunas de las VidPndaro, Tirteo y Plutarco a la vez, estaba orglloso de su papel, y este orgullo se le conoca el trato.

    Quintana era entusiasta de la causa espaoy liberal ardiente con vislumbres de filsofrancs o ginebrino. Ms beneficios recibi su valiente pluma la causa liberal que de la pada de otros, y si la defensa de ciertas ide

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    que l enalteca con todas las galas del estilotodos los recursos de un talento superior y vliente cual ninguno; si la defensa de cier

    ideas, repito, no hubiera corrido despus pcuenta de otras manos y de grrulas plumdiferente sera hoy la suerte de Espaa.

    Ms simptico en el trato que Quintana, p

    carecer de aquella grandlocua y solemne sevridad, era D. Francisco Martnez de la Rorecin llegado entonces de Londres, y que era clebre todava ms que por su comediaque puede un empleo, obra muy elogiada aquellos inocentes tiempos. Las gracias, la finra, la encantadora cortesa, la amabilidad, talento social sin afectacin, amaneramientoempalago, nadie lo tena entonces, ni lo tu

    despus, como Martnez de la Rosa. Pero habaqu de una persona a quien todos han conodo, y a quien vida tan larga no imprimi grmudanza en genio y figura. Lo mismo quevieron ustedes hacia 1857, salvo el detrimen

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    de los aos, era Martnez de la Rosa cuanjoven. Si en sus ideas haba alguna diferencno as en su carcter, que fue en la forma fes

    vamente afable hasta la vejez, y en el fongrave, entero y formal desde la juventud.

    No s por qu me he ocupado aqu de eeminente hombre, pues la verdad es que

    concurri aquella noche a la tertulia de doFlora, que estoy con mucho gusto describiend

    Fueron, s, como he dicho, Xrica y Bepoetas menores de que me acuerdo poco,

    duda porque su fama problemtica y la medcridad de su mrito hicieron que no fijase mcho en ellos la atencin. De quien me acueres de Arriaza, y no porque me fuera m

    simptico, pues la ndole adamada y aduladode sus versos serios y la mordacidad de sstiras me hacan poca gracia, sino porqsiempre le vi en todas partes, en tertulias, caflibreras y reuniones de diversas clases. E

    lleg ms tarde a la tertulia.

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    Despus de los que he mencionado, vimaparecer a un hombre como de unos cincuenaos, flaco, alto, desgarbado y tieso. Tena

    mo D. Quijote los bigotes negros, largos y cdos, los brazos y piernas como palitroques,cuerpo enjutsimo, el color moreno, el pelo etrecano, aguilea la nariz, los ojos ya dulces, fieros, segn a quien miraba, y los ademan

    un tanto embarazados y torpes. Pero lo msingular de aquel singularsimo hombre era vestido, a la manera de los de Carnaval, constente en pantalones a la turquesca, atacados a

    rodilla, jubn amarillo y capa corta encarnadaherreruelo, calzas negras, sombrero de plumcomo el de los alguaciles de la plaza de toroen el cinto un tremendo chafarote, que iba gpeando en el suelo, y haca con el ruido de

    pisadas un comps triple, cual si el personanduviese con tres pies.

    Parecer a algunos que es invencin ma to del figurn que pongo a los ojos de mis l

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    tores; pero abran la historia, y hallarn msvivo que yo lo hago pintadas las hazaas de personaje, a quien llamo D. Pedro, para no ri

    culizar como l lo hizo, un ttulo ilustre, qdespus han llevado personas muy cuerdas. vestido estaba como he pintado, y no fue l soquien dio por aquel tiempo en la mana de vtir y calzar a la antigua; que otro marqus, je

    zano por cierto, y el clebre Jimnez Guazoun escocs llamado lord Downie, hicieron mismo; pero yo por no aburrir a mis lectopresentndoles uno tras otro a estos tipos t

    caractersticos como extraos, he hecho con personas lo que hacen los partidos, es decuna fusin, y me he permitido recoger las etravagancias de los tres y engalanar con taatributos a uno solo de ellos, al ms gracio

    sin disputa, al ms clebre de todos.

    Al punto que entr D. Pedro, oyronse trepitosas risas en la sala; pero doa Flora saal punto a la defensa de su amigo, diciendo:

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    -No hay que criticarle, pues hace muy bien vestirse a la antigua; y si todos los espaolcomo l dice, hicieran lo mismo, con la costu

    bre de vestir a la antigua vendra el pensar aantigua, y con el pensar el obrar, que es lo qhace falta.

    D. Pedro hizo profundas reverencias y

    sent junto a las damas, antes satisfecho qcorrido por el recibimiento que le hicieron.

    -No me importan burlas de gente afranceda -dijo mirando de soslayo a los que le co

    templbamos- ni de filosofillos irreligiosos, de ateos, ni de francmasones, ni de democratas, enemigos encubiertos de la religin y drey. Cada uno viste como quiere, y si yo pref

    ro este traje a los franceses que venimos usanhace tiempo, y cio esta espada que fue la qllev Francisco Pizarro al Per, es porque quro ser espaol por los cuatro costados y atavmi persona segn la usanza espaola en todo

    mundo, antes de que vinieran los franchu

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    con sus corbatas, chupetines, pelucas, polvcasacas de cola de abadejo y dems porquerque quitan al hombre su natural fiereza.

    pueden los que me escuchan rerse cuanquieran del traje, si bien no lo harn de la psona porque saben que no lo tolero.

    -Est muy bien -dijo Amaranta-. Est m

    bien ese traje, y slo las personas de mal gupueden criticarlo. Seores, cmo quieren usdes ser buenos espaoles sin vestir a la angua?

    -Pero seor marqus (D. Pedro era marquaunque me callo su ttulo) -dijo Quintana cbenevolencia- por qu un hombre formalhonrado como usted, se ha de vestir de e

    manera, para divertir a los chicos de la calHa de tener el patriotismo por funda un juby no ha de poder guarecerse en una chupa?

    -Las modas francesas han corrompido

    costumbres -repuso D. Pedro atusndose

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    p

    bigotes- y con las modas, es decir, con las pecas y los colores, han venido la falsedad dtrato, la deshonestidad, la irreligin, el desca

    de la juventud, la falta de respeto a los mayres, el mucho jurar y votar, el descoco e impdor, el atrevimiento, el robo, la mentira, y cestos males los no menos graves de la filosofel atesmo, el democratismo, y eso de la sob

    rana de la nacin que ahora han sacado pacolmo de la fiesta.

    -Pues bien -repuso Quintana- si todos esmales han venido con las pelucas y los polvusted cree que los va a echar de aqu vistidose de amarillo? Los males se quedarn casa, y el seor marqus har rer a las gentes

    -Sr. D. Manolo, si todos fueran como ustque se empea en combatir a los francesimitndolos en usos y costumbres, lucidestbamos.

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    -Si las costumbres se han modificado, elsabrn por qu lo han hecho. Se lucha y puede luchar contra un ejrcito por grande q

    sea; pero contra las costumbres hijas del tiepo, no es posible alzar las manos, y me dcortar las dos que tengo, si hay cuatro personque le imiten a usted.

    -Cuatro? -exclam con orgullo D. PedrCuatrocientas estn ya filiadas en la Cruzada obispado de Cdiz, y aunque todava no hay uformes para todos, ya cuento con cincuentasesenta, gracias al celo de respetables damalguna de las cuales me oye. Y no nos vestimas, seores mos, para andar charlando en cafs y metiendo bulla por las calles, ni impmiendo papeles que aumenten la desvergen

    e irrespetuosidad del pueblo hacia lo ms grado, ni para convocar Cortes ni cortijos, para echar sermones a lo dmine Lucas, sipara salir por esos campos hendiendo cabezde filsofos y acuchillando enemigos de la Ig

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    sia y del rey. Ranse del traje en buena hoque en cuanto sean despachados los mosquique zumban ms all del cao de Sancti-Pe

    volveremos ac y haremos que los redactodel Semanario Patritico se vistan de papel ipreso, que es la moda francesa que ms cuadra.

    Dicho esto, D. Pedro celebr mucho con sas su propio chiste, y luego tom Bea la pabra para sostener la conveniencia de vestir aantigua. Verdad que era graciosa la manPara que no se dude de mi veracidad, quietrasladar aqu un prrafo del Conciso que coservo en la memoria:

    Otro de los medios indirectos- deca- pe

    muy poderoso, para renovar el entusiasmsera volver a usar el antiguo traje espaol. Nes decible lo que esto podra influir en la felidad de la nacin. Oh, padres de la patria, diptados del augusto congreso! A vosotros dir

    mi humilde voz: vosotros podis renovar

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    p

    das de nuestra antigua prosperidad; vestcon el traje de nuestros padres, y la nacin etera seguir vuestro ejemplo.

    Esto lo escriba poco despus aquel mismSr. Bea, poeta de circunstancias, a quien yoen casa de doa Flora. Y recomendaba a padres de la patria que imitasen en su atavo

    gran D. Pedro, pasmo de los chicos y alborode paseantes! Qu bonitos habran estado Agelles, Muoz Torrero, Garca Herreros, RuPadrn, Inguanzo, Meja, Gallego, QuintanToreno y dems insignes varones, vestidos arlequines!

    Y aquel Bea era liberal y pasaba por cudo; verdad es que los liberales como los abso

    tistas, han tenido aqu desde el principio de aparicin en el mundo ocurrencias graciosmas.

    Quintana pregunt a D. Pedro si la Cruza

    del obispado de Cdiz pensaba presentarse a

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    p p p

    futuras Cortes en aquel talante el da de la aptura.

    -Yo no quiero nada con Cortes -repuso-. Pro usted es de los bolos que creen habr tal nvedad? La regencia est decidida a echar tropa a la calle para hacer polvo a los vocingros que ahora no pueden pasarse sin Cort

    Angelitos! Dseles la novedad de este jugupara que se diviertan.

    -La regencia -repuso el poeta - har lo quemanden. Callar y aguantar. Aunque carez

    de la perspicacia que distingue al seor D. Pdro, me parece que la nacin es algo ms queseor obispo de Orense.

    -Verdaderamente, Sr. D. Manuel -dijo Amranta- eso de la soberana de la nacin que hinventado ahora... anoche estaban explicndoen casa de la Morl, y por cierto que nadieentenda; eso de la soberana de la nacin si

    llega a establecer va a traernos aqu otra rev

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    lucin como la francesa, con su guillotina y satrocidades. No lo cree usted?

    -No, seora; no creo ni puedo creer tal cos-Que pongan lo que quieran con tal que s

    nuevo -dijo doa Flora-; no es verdad, Sr. Xrica?

    -Justo, y afuera religin, afuera rey, afuetodo -vocifer D. Pedro.

    -Denme trescientos aos de soberana, de

    nacin -dijo Quintana- y veremos si se comettantos excesos, arbitrariedades y desafuercomo en trescientos aos que no la ha habidHabr revolucin que contenga tantas iniqdades e injusticias como el solo perodo de

    privanza de D. Manuel Godoy?

    -Nada, nada, seores -dijo D. Pedro cirona-. Si ahora vamos a estar muy bien; si vmos a ver aqu el siglo de oro; si no va a hab

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    injusticias, ni crmenes, ni borracheras, ni mirias, ni cosa mala alguna, pues para que nanos falte, en vez de padres de la Iglesia; ten

    mos periodistas; en vez de santos, filsofos; vez de telogos, ateos.

    -Justamente; el Sr. de Congosto tiene razreplic Quintana-. La maldad no ha existido

    el mundo hasta que no la hemos trado notros con nuestros endiablados libros... Pero do se va a remediar con vestirnos de mojigaga.

    -Pero en ltimo resultado -pregunt la codesa- hay Cortes o no?

    -S, seora, las habr.

    -Los espaoles no sirven para eso.

    -Eso no lo hemos probado.

    -Ay, qu ilusin tiene usted, Sr. D. Manu

    Ver usted qu escenas tan graciosas habr

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    las sesiones... y digo graciosas por no decir rribles y escandalosas.

    -El terror y el escndalo no nos son desconcidos, seora, ni los traern por primera vez Cortes a esta tierra de la paz y de la religiodad. La conspiracin del Escorial, los tumulde Aranjuez, las vergonzosas escenas de Bay

    na, la abdicacin de los reyes padres, las torpzas de Godoy, las repugnantes inmoralidadde la ltima Corte, los tratados con Bonaparlos convenios indignos que han permitido invasin, todo esto, seora amiga ma, que escolmo del horror y del escndalo, lo han trapor ventura las Cortes?

    -Pero el rey gobierna, y las Cortes, segn

    uso antiguo, votan y callan.-Nosotros hemos cado en la cuenta de q

    el rey existe para la nacin y no la nacin pael rey.

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    -Eso es -dijo D. Pedro- el rey para la naciy la nacin para los filsofos.

    -Si las Cortes no salen adelante -aadQuintana- lo debern a la perfidia y mala fe sus enemigos; pues estas majaderas de vestila antigua y convertir en sainete las ms resptables cosas, es vicio muy comn en los espa

    les de uno y otro partido. Ya hay quien dque los diputados deben vestirse como los guaciles en da de pregn de Bula, y no faquien sostiene que todo cuanto se hable, pponga y discuta en la Asamblea, debe decien verso.

    -Pues de ese modo sera precioso -afirmdoa Flora.

    -En efecto -dijo Amaranta- y como se renen un teatro la ilusin sera perfecta. Promeasistir a la inauguracin.

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    -Yo no faltar. Sr. de Quintana, usted mproporcionar un palco o un par de lunetas. se paga, se paga?

    -No, amiga ma -dijo Amaranta burlndosLa nacin ensea y pone al pblico gratis slocuras.

    -Usted -le dijo Quintana sonriendo- ser nuestro partido.

    -Ay, no, amigo mo! -repuso la dama-. Pfiero afiliarme a la Cruzada del obispado. Me

    pantan los revolucionarios, desde que he lelo que pas en Francia. Ay, Sr. Quintana! Qlstima que usted se haya hecho estadistapoltico! Por qu no hace usted versos?

    -No estn los tiempos para versos. Sin ebargo, ya usted ve cmo los hacen mis amigArriaza, Bea, Xrica, Snchez Barbero no dejdescansar a las prensas de Cdiz.

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    Bea y Xrica se haban apartado del grup

    -Ay, amigo mo!, que no oiga yo aquello d

    Oh! Velintn, nombre amablegrande alumno del dios Marte.

    -Es horrible la poesa de estos tiempos, pque los cisnes callan, entristecidos por el lu

    de la patria, y de su silencio se aprovechan grajos para chillar. Y dnde me deja ustaquello de

    Resuene el tambor;

    veloces marchemos...?

    -Arriaza -indic Quintana- ha hecho mamente una stira preciosa. Esta noche la er aqu.

    -Nombren al ruin... -dijo Amaranta, vienaparecer en el saln al poeta de los chistes.

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    -Arriaza, Arriaza -exclamaron diferentes vces salidas de distintos lados de la estancia-.ver, lanos usted la odaA Pepillo.

    -Atencin, seores.

    -Es de lo ms gracioso que se ha escrito lengua castellana.

    -Si el gran Botella la leyera, de puro avgonzado se volvera a Francia.

    Arriaza, hombre de cierta fatuidad, se g

    llardeaba con la ovacin hecha a los producde su numen. Como su fuerte eran los versde circunstancias y su popularidad por eclase de trabajos extraordinaria, no se hizo rogar, y sacando un largo papel, y ponindo

    en medio de la sala, ley con muchsima graaquellos versos clebres que ustedes conocery cuyo principio es de este modo:

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    Al nclito Sr. Pepe, Rey (en deseo) de Espaas y (en visin) de sus Indias.

    Salud, gran rey de la rebelde gente,

    salud, salud, Pepillo, diligente

    protector del cultivo de las uvas

    y catador experto de las cubas.

    . . . . . . . . . . . . . . . .A cada instante era el poeta interrumpi

    por los aplausos, las felicitaciones, las alabazas, y vierais all cmo por arte mgico haba

    se confundido todas las opiniones en el unme sentimiento de desprecio y burla hanuestro rey pegadizo. Por instantes hasta gran D. Pedro y D. Manuel Jos Quintana pacieron conformes.

    La composicin de Pepillo corri manuscrpor todo Cdiz. Despus la refundi su autorfue publicada en 1812.

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    Dividiose despus la tertulia. Los polticosagruparon a un lado, y el atractivo de las mesde juego llev a la sala contigua a una bue

    porcin de los concurrentes. Amaranta y condesa permanecieron all, y D. Pedro, comhombre galante no las dejaba de la mano.

    -VI--Gabriel -me dijo Amaranta- es preciso q

    te decidas a trocar tu uniforme a la francesa p

    este espaol que lleva nuestro amigo. Ademla orden de la Cruzada tiene la ventaja de qcada cual se encaja encima el grado que mscuadra, como por ejemplo D. Pedro, que se puesto la faja de capitn general.

    En efecto, D. Pedro no se haba andado cchiquitas para subirse por sus propios pasosltimo escaln de la milicia.

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    -Es el caso -dijo sin modestia el hroe- qnecesita uno condecorarse a s propio, pueque nadie se toma el trabajo de hacerlo.

    cuanto a la entrada de este caballerito en la den, venga en buen hora; pero sepa que nuestros hacen vida asctica durmiendo en utarima y teniendo por almohada una buepiedra. De este modo se fortalece el homb

    para las fatigas de la guerra.

    -Me parece muy bien -afirm Amaranta- ya esto aaden una comida sobria, como pejemplo, dos raciones de obleas al da, sern mejores soldados de la tierra. nimo, puGabriel, y hazte caballero del obispado Cdiz.

    -De buena gana lo hara, seores, si me econtrara con fuerzas para cumplir las leyes un instituto tan riguroso. Para esa Cruzadadobispado se necesitan hombres virtuossimollenos de fe.

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    -Ha hablado perfectamente -repuso con lemne acento D. Pedro.

    -Disculpas, hijo -aadi Amaranta con macia-. La verdadera causa de la resistencia este mozuelo a ingresar en la orden gloriosano slo la holgazanera, sino tambin que distracciones de un amor tan violento com

    bien correspondido, le tienen embebecidotrastornado. No se permiten enamorados enorden, verdad, Sr. D. Pedro?

    -Segn y conforme -respondi el grave p

    sonaje tomndose la barba con dos dedosmirando al techo-. Segn y conforme. Si catecmenos estn dominados por un amrespetuoso y circunspecto hacia persona

    peso y formalidad, lejos de ser rechazados, cms gusto son admitidos.

    -Pues el amor de este no tiene nada de resptuoso -dijo Amaranta, mirando con picares

    atencin a doa Flora-. Mi amiga, que me e

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    g , q

    oyendo, es testigo de la impetuosidad y dconsideracin de este violento joven.

    D. Pedro fij sus ojos en doa Flora.-Por Dios, querida condesa -dijo esta- ust

    con sus imprudencias es la que ha echadoperder a este muchacho, ensendole cosas q

    an no est en edad de saber. Por mi parteconciencia no me acusa palabra ni accin qhaya dado motivo a que un joven apasionase extralimitase alguna vez. La juventud, Sr. Pedro, tiene arrebatos; pero son disculpabl

    porque la juventud...

    -En una palabra, amiga ma -dijo Amarandirigindose a doa Flora-. Ante una persotan de confianza como el Sr. D. Pedro, pueusted dejar a un lado el disimulo, confesanque las ternuras y patticas declaraciones este joven no le causan desagrado.

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    -Jess, amiga ma -exclam mudando de clor la duea de la casa-, qu est usted diciedo?

    -La verdad. A qu andar con tapujos? Nes verdad, seor de Congosto, que hago bienponer las cosas en su verdadero lugar? Si nutra amiga siente una amorosa inclinacin ha

    alguien, por qu ocultarlo? Es acaso algpecado? Es acaso un crimen que dos personse amen? Yo tengo derecho a permitirme eslibertades por la amistad que les tengo a dos, y porque ha tiempo que les vengo acon

    jando se decidan a dejar a un lado los misterisecreticos y trampantojos que a nada conducs seor, y que por lo general suelen redunden desdoro de la persona. En cuanto a mi am

    ga, harto la he exhortado, condenando su instente celibato, y se me figura que al fin mprdicas no sern intiles. No lo niegue usteSu voluntad est vacilante, y en aquello decaigo o no caigo; de modo que si una perso

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    tan respetable como el Sr. D. Pedro uniera samonestaciones a las mas...

    D. Pedro estaba verde, amarillo, jaspeadYo, sin decir nada, procuraba al mismo tiemque contena la risa, corroborar con mis actides y miradas lo que la condesa deca. DoFlora, confundida entre la turbacin y la i

    miraba a Amaranta y al esperpento, y comviera a este con el color mudado y los ojos chpeantes de enojo, turbose ms y dijo:

    -Qu bromas tiene la condesa, Sr. D. Ped

    quiere usted tomar un dulcecito?

    -Seora -repuso con iracunda voz el esfermo-, los hombres como yo se endulzan cacbar la lengua, y el corazn con desengaos

    Doa Flora quiso rer, pero no pudo.

    -Con desengaos, s seora -aadi D. Pdro-, y con agravios recibidos de quien men

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    deban esperarse. Cada uno es dueo de dirisus impulsos amorosos al punto que msconviene. Yo en edad temprana los dirig a u

    ingrata persona, que al fin... mas no quiero aar su conducta, ni pregonar su deslealtad,guardareme para m solo las penas como mguard las alegras. Y no se diga para disculpesta ingratitud, que yo falt una sola vez

    veinticinco aos al respeto, a la circunspeccia la severidad que la cultura y dignidad de etrambos me impona, pues ni palabra incitatipronunciaron mis labios, ni gesto indecoro

    hicieron mis manos, ni idea impdica turbpureza de mi pensamiento, ni nombr la pabra matrimonio, a la cual se asocian imgencontrarias al pudor, ni mir de mal modo, ni flos ojos en las partes que la moda francesa ten

    mal cubiertas, ni hice nada, en fin, que pudieofender, rebajar o menoscabar el santo objede mi culto. Pero ay!, en estos tiempos crrompidos no hay flor que no se aje, ni pure

    que no se manche, ni resplandor que no se

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    q , p q

    curezca con alguna nubecilla. Est dicho todocon esto, seoras, pido a ustedes licencia paretirarme.

    Levantbase para partir, cuando doa Flole detuvo diciendo:

    -Qu es eso, Sr. D. Pedro? Qu arrebato

    ha dado? Hace usted caso de las bromas Amaranta? Es una calumnia, s seor, una lumnia.

    -Pero qu es esto? -dijo Amaranta fingien

    la mayor estupefaccin-. Mis palabras hpodido causar el disgusto del Sr. D. PedrJess, ahora caigo en que he cometido una grimprudencia. Dios mo, qu dao he causadSr. D. Pedro, yo no saba nada, yo ignorabDesunir por una palabra indiscreta dos volutades... Este mozalbete tiene la culpa. Ahorecuerdo que mi amiga le est recomendansiempre que le imite a usted en las formas r

    petuosas para manifestar su amor.

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    p p

    -Y le reprendo sus atrevimientos -dijo doFlora...

    -Y le tira de las orejas cuando se extralimde palabra u obra, y le pellizca en el bracuando salen juntos a paseo.

    -Seoras, perdnenme ustedes -dijo don P

    dro- pero me retiro.-Tan pronto?

    -Amaranta con sus majaderas le ha amos

    do a usted.-Tengo que ir a casa de la seora condesa

    Rumblar.

    -Eso es un desaire, Sr. D. Pedro. Dejar mi sa por la de otra.

    -La condesa es una persona respetabilsimque tiene alta idea del decoro.

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    -Pero no hace vestidos para los Cruzados.

    -La de Rumblar tiene el buen gusto de

    admitir en su casa a los politiquillos y diarisque infestan a Cdiz.

    -Ya.

    -All no se juega tampoco. All no van Qutana el fatuo, ni Martnez de la Rosa el pedanni Gallego el clerizonte ateo, ni Gallardo el dmonio filosfico, ni Arriaza el relamido, Capmany el loco, ni Argelles el jacobino, si

    multitud de personas deferentes con la religiy con el rey.

    Y dicho esto, el estafermo hizo una reverecia que medio le descoyunt, marchndo

    despus con paso reposado y ademn orgulso.

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    -Amiga ma -dijo doa Flora-, qu imprdente es usted! No es verdad, Gabriel, que sido muy imprudente?

    -Ya lo creo; contarlo todo en sus propbarbas!

    -Yo temblaba por ti, niito, temiendo que

    ensartara con el chafarote.-La condesa nos ha comprometido -afirm

    con afectado enojo.

    -Es un diablillo.-Amiga ma -dijo Amaranta-, lo hice con

    mayor inocencia. Despus de lo que he descbierto, me pongo de