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Page 1: Pechêux Las condiciones de produccion del discurso

Las condiciones de producción del discurso 1

Michel Pechêux

1. Los elementos estructurales pertenecientes a las condiciones de producción. Dos tipos de esquemas compiten a propósito de la descripción extrínseca del comportamiento lingüístico en general (por oposición al análisis intrínseco de la cadena hablada): a) Un esquema “reaccional” que surge de teorías psicofisiológicas y psicológicas del comportamiento (esquema “estímulo-respuesta” o “estímulo-organismo-respuesta”). b) Un esquema “informacional” que surge de teorías sociológicas y psicosociológicas de la comunicación (esquema “emisor-mensaje-receptor”). El primer esquema parece dominar ampliamente aún el pensamiento actual: “…las preferencias de la mayoría –escriben S. Moscovici y M. Plon (1966 : 720)- se dirigen a buscar una captación del fundamento del lenguaje en la organización del sistema nervioso que es su matriz material, y no en aquello que se dice que es su función: la comunicación. Por este motivo, indicamos que el desarrollo teórico a partir del punto de vista psicosociológico es insuficiente, lo cual hace que resulte necesario, entonces, un cambio de las condiciones actuales, cambio que, para comprender el lenguaje, debiera situar a la psicología social junto a otras disciplinas psicológicas”. Si aplicamos el esquema E.O.R. al comportamiento verbal tenemos:

Esta representación presenta el inconveniente de anular el productor de (E) y del destinatario de (R): esta anulación es perfectamente legítima cuando el estímulo es psíquico (por ej. Una variación de intensidad lumínica) y la respuesta orgánica. Por ejemplo, la dilatación o no de la pupila; en este caso, en efecto, el experimentador es sólo el constructor de un montaje, que funciona independientemente de él. En una experiencia sobre “el comportamiento verbal”, por el contrario, el experimentador es una parte del montaje, cualquiera sea el tipo de su presencia, psíquica o no, en las condiciones de producción del discurso-respuesta: dicho de otro modo, el estímulo sólo lo es en referencia a la situación de “comunicación verbal” en la que se sella el pacto provisorio entre el experimentador y el sujeto. Respecto de esta cuestión los autores ya citados escriben: “… la actitud skinneriana vuelve a excluir, en el examen del comportamiento humano, en general, y del lingüístico en particular, la acción de las reglas, de las normas que los individuos establecen entre sí. Por eso, ella también conduce a minimizar la dimensión simbólica que adquiere, por su asociación con esas

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reglas y con el rol, no desdeñable, que juega en la constitución de las mismas el lenguaje” (Ibid. : 718). Como vemos, para ser conservado bajo esta forma el esquema E.O.R implica, en el dominio que nos ocupa, demasiados “olvidos” teóricos.

El esquema “informacional” presenta, por el contrario, la ventaja de poner en escena a los protagonistas del discurso, así como a su “referente”. Haciendo el inventario de los “factores constitutivos de todo proceso lingüístico”, Jakobson escribe: “EL DESTINADOR manda un mensaje al DESTINATARIO. Para que sea operante el mensaje requiere un CONTEXTO de referencia (un referente, según otra terminología, un tanto ambigua) que el destinatario pueda captar, ya verbal, ya susceptible de verbalización; un CODIGO del todo, o en parte cuando menos, comúna destinador y destinatario (o, en otras palabras, al codificador y al decodificador del mensaje); y, por fin un CONTACTO, un canal físico y una conexión psicológica entre el destinador y el destinatario, que permite tanto al uno como al otro establecer y mantener una comunicación”2 (Jakobson : 352)

En el esquema siguiente:

D (L) A B

R

Tendríamos: A: el “destinador” B: el “destinatario” R: el “referente” (L): el código lingüístico común a A y a B : el “contacto” establecido entre A y B D: la secuencia verbal emitida por A y dirigida a B Subrayemos que, a propósito de “D”, la teoría de la información, subyacente a

este esquema, lleva a considerar al mensaje como transmisión de información: lo que habíamos dicho más arriba nos hace preferir el término discurso que implica que no se trata necesariamente de una transmisión de información entre A y B sino de un “efecto de sentido” entre los puntos A y B.

Hechas estas observaciones, podemos ahora enunciar los diferentes elementos estructurales de las condiciones de producción del discurso.

Es evidente, en primer término, que los elementos A y B designan otra cosa que la presencia psíquica de organismos humanos individuales. Para que tenga sentido lo que acabamos de señalar es necesario advertir que A y B designan lugares en la estructura de una formación social, lugares a los que la sociología puede describir, indicando el haz de rasgos objetivos característicos que los constituyen: así, por ejemplo, en el interior de la esfera de la producción económica, los lugares del “patrón” (director, gerente, etc), del jefe, del capataz, del obrero están marcados por propiedades diferenciales reconocibles.

Nuestra hipótesis es que esos lugares son representados allí donde son puestos en juego, es decir, en los procesos discursivos. Sin embargo, sería ingenuo suponer que el lugar entendido como haz de rasgos objetivos funciona como tal en el interior del proceso discursivo: el es representado allí, es decir, está presente pero transformado; en otros términos, lo que funciona en el proceso discursivo es una serie de formaciones

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imaginarias que designan el lugar que tanto A como B se atribuyen a sí mismos y al otro, la imagen que se hace de su propio lugar y del lugar del otro. Si esto es cierto, en los mecanismos de toda formación social deben existir algunas reglas de proyección que establezcan las relaciones entre las situaciones (objetivamente definibles) y las posiciones (representaciones de esas situaciones). Agreguemos que es muy probable que esta correspondencia no sea biunívoca, de manera que diferentes situaciones puedan corresponder a una misma posición, y que una misma situación pueda representarse según varias posiciones, y todo esto no por azar, sino de acuerdo a leyes que únicamente una investigación sociológica podría revelar.

Por el momento sólo estamos en condiciones de indicar que todo proceso discursivo supone la existencia de esas formaciones imaginarias, formaciones que designaremos aquí de la manera siguiente:

Expresión que designa las formaciones imaginarias

Significación de la expresión Pregunta implícita cuya “respuesta” aporta la formación imaginaria

correspondiente I (A)

A Imagen del lugar de A para el

sujeto ubicado en A “¿Quién soy para hablarle a él

del modo en que le hablo?” A I (B)

A Imagen del lugar de B para el

sujeto ubicado en A “¿Quién es él para hablarle a él del modo en que le hablo?”

I (B) B

Imagen del lugar de B para el sujeto ubicado en B

“¿Quién soy yo para que él me hable del modo en que me habla?”

B

I (A) B

Imagen del lugar de A para el sujeto ubicado en B

“¿Quién es él para que me hable del modo en que me habla?”

Acabamos de esbozar la forma en que la posición de los protagonistas del discurso interviene en calidad de condiciones de producción del discurso. Conviene ahora agregar que el “referente” (R en el esquema anteriormente mencionado, el “contexto”, la “situación”, en la que aparece el discurso) pertenece igualmente a las condiciones de producción. Subrayamos, una vez más, que se trata de un objeto imaginario (a saber, el punto de vista de un sujeto) y no de la realidad psíquica. Así tendremos:

Expresión que designa las formaciones imaginarias

Significación de la expresión Pregunta implícita cuya “respuesta” soporta la

información imaginaria correspondiente

A I (R) A

“Punto de vista” de A acerca de R

“¿De qué le hablo del modo en que le hablo?”

B I (R) B

“Punto de vista” de B acerca de R

“¿De qué me habla del modo en que me habla?”

Teniendo en cuenta, como habíamos indicado más arriba, que todo proceso discursivo supone, por parte del emisor, una anticipación de las representaciones del

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receptor, y que es ella la base sobre la que la estrategia del discurso se funda, se formularán las expresiones

I (I (A)) I (I (A)) A B

B A

I (I (B)) I (I (A)) A B

A A

I (I (R)) I (I (R))

A

A B

B

B A que manifiestan la manera en que, en un momento dado del desarrollo del discurso, A y B se representan las representaciones de B y de A, respectivamente. Es necesario notar que, dado que se trata, por hipótesis, de anticipaciones, esos valores que preceden a las eventuales “respuestas” de B, vienen a sancionar las decisiones anticipatorias de A: las anticipaciones de A a los ojos de B, por ejemplo, deben ser, pues, pensadas como derivadas de I A (A), I A (B) e I A (R). Simbolizaremos esta derivación por las siguientes expresiones, las que, por el momento, nos sirven sólo para explicitar nuestra hipótesis sobre la naturaleza de la derivación en cada uno de los casos:

I A (I B (A)) =

f (I A (B)) . (I A (A))

I A (I B (B)) =

g (I A (A)) . (I A (B))

I A (I B (R)) =

h (I A (R)) . (I A (B))

Se ve en cada caso que la anticipación de B por A depende de la “distancia” que A supone entre A y B; así es como se encuentran formalmente diferenciados los discursos según se trate de que el orador pretenda transformar al auditor (tentativa de persuasión, por ejemplo) o en aquellos casos en que el orador y su auditorio se identifiquen (fenómeno de complicidad cultural, “guiñado” que manifiesta acuerdo, etc). De lo dicho resulta que el estado n de condiciones de producción del discurso D

que A envía a B a puposito de R –que nosotros anotamos I nx (A, B)- será representado por el siguiente vector: 3

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Lo que establecimos requiere el planteamiento de algunas observaciones: en primer lugar, en lo que concierne a la naturaleza de los elementos pertenecientes al vector arriba establecido ha sido ya indicado que se trata de representaciones imaginarias de las diferentes instancias del proceso discursivo; precisaremos ahora nuestra hipótesis acerca de ese sujeto agregando que las diversas formaciones resultan de procesos discursivos anteriores (que surgen de otras condiciones de producción) que han cesado de funcionar pero que han dado nacimiento a “temas de posición” implícitas que aseguran la posibilidad del proceso discursivo tenido en cuenta. En oposición a la tesis “fenomenológica” que postularía la “aprehensión perceptiva” del referente, del otro y del uno mismo como condición pre-discursiva del discurso, nosotros suponemos que la percepción está siempre atravesada por lo “ya oído” y lo “ya dicho”, a través de los cuales se constituye la sustancia de las formaciones imaginarias enunciadas; los conceptos de presuposición y de implicación presentados y utilizados por O. Ducrot,4 ponen en juego el mismo tipo de hipótesis: a propósito de la situación que escribe ese autor, “no puede ser simplemente concebida de manera cronológica o geográfica, como una localización espacio-temporal”, agrega: “la situación de discurso, a la que reenvían las presuposiciones, implica como parte integrante, ciertos conocimientos que el sujeto hablante brinda a su auditor. Ella concierne, pues, a la imagen que los participantes del diálogo se hacen uno respecto al otro”.5 Por otra parte, es claro que, en un determinado estado de las condiciones de producción de un discurso, los elementos que la constituyen no están simplemente yuxtapuestos sino que mantienen relaciones susceptibles de variar de acuerdo con la naturaleza de los elementos puestos en juego; parece posible anticipar que todos los

elementos de I nx no tienen la misma eficacia, sino que, según un sistema puede

devenir dominante en el interior de las condiciones de un determinado estado; I ny

aparece así como una secuencia ordenada, eventualmente de tipo vectorial, donde ciertos términos tienen la propiedad de determinar la naturaleza, el valor y el lugar de los otros.

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En efecto, sea, por ejemplo, una serie de discursos caracterizados por el solo hecho de que tematizan “la libertad”, según que se trate de un profesor de filosofía dirigiéndose a sus alumnos, del director de una prisión fomentando el reglamento a que deberán atenerse los detenidos, o de un terapeuta dirigiendo la palabra a su paciente, se asiste a un desplazamiento del elemento dominante en las condiciones de producción del discurso; considerando A el emisor y a B el receptor, tendremos que: en el discurso terapéutico, tal como es conocido por la psiquiatría clásica, es la imagen que el paciente se hace de sí mismo en el entrejuego del discurso (I (B)); en la relación pedagógica, es la representación que los alumnos se hacen de aquello que el profesor, que es quien domina el discurso, le indica (I (I (R)), en su relación con I (R) ). Por último, en el discurso del director de una prisión todo está condicionado por la imagen que los detenidos se formarán del representante del reglamento a través de su discurso (I (A)), puesto que para aquellos se trata de saber “hasta donde se puede llegar con este director” y para el director de decir “hasta donde se puede llegar”. En esta perspectiva, el objeto de una sociología del discurso será, pues, señalar los lazos existentes entre las relaciones de fuerza (exteriores a la relación de discurso) y las relaciones de sentido que se manifiestan en ellos, poniendo sistemáticamente en evidencia las variaciones de dominancia que acabamos de indicar. 1 Pecheux, M. “Análisis del contenido y teoría del discurso” en Análisis Automático del Discurso. Dunod. París. 1969 2 Jakobson. Ensayos de lingüística general. Seix Barral p. 352 3 Subrayemos que existen un cierto número de rasgos retóricos (sintácticos y semánticos) susceptibles de reenviar explícitamente a cualquiera de los elementos o instancias de I nx.

Por ejemplo: In I

n (A)): “Ud. pensará que soy indiscreto”.

In (I

n (R)): “Qué cosa extraña, pensará Ud.”.

Esto no significa, sin embargo, que todo fragmento de la secuencia discursiva puede ser referido de manera unívoca a una instancia determinada. Por otra parte no nos planteamos aquí la cuestión de saber si respecto del problema considerado, expresiones de grado superior tienen o no una significación. 4 Ducrot, O. “Lógica y lingüística”. Langages nº 2. 5 Ibid. P. 20-21. Traducción: María Rosa del Coto Versión para la Cátedra de Sociolingüística: Diego Groba