patria, pueblo y perón: la contracultura peronista

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PATRIA, PUEBLO Y PERÓN: LA CONTRACULTURA PERONISTA Julián Otal Landi I. S. P. Joaquín V. González [email protected] Finalizando la década del 20 y a principios de la siguiente la elite (la porteña principalmente), que había disfrutado de su momento potencial durante la belle époque de aquellos “locos años veinte” , entraba en su ocaso cultural (cultura en el sentido de un conjunto de valores y conductas que dan cuenta de una determinada visión y concepción de la realidad) percibiéndose un notable estancamiento en esta elite propia del novecientos, heredera de la generación del ochenta (ROMERO, J. L. 1973). El proceso de modernización provocó cambios en las experiencias y los comportamientos sociales que se dieron implícitamente en tiempos de la primer posguerra incidiendo notoriamente: hago referencia del desarrollo tecnológico, el crecimiento de la población y su nuevo perfil demográfico, la movilidad social, el avance feminista, la aparición de la juventud como actor social definido, la extensión de nuevas modas (como el jazz o el tango) que la alejan de los clásicos europeos. La modernización acelerada es inquietante y las novedades y modificaciones sociales y tecnológicas no dan tregua: las novedades se hacían eco. La crisis mundial de 1929 también puso en jaque al imperialismo británico y el empuje estadounidense empezó a imponer su presión sobre todo los ordenes, impregnando a toda la sociedad con su american way life, acelerado por una nueva cultura de consumo masiva, que emergería durante los años posteriores. Por entonces, Estados Unidos hizo hincapié en un orden panamericano donde pueda ejercer una incorporación de líder –guía indiscutido. En 1929 llegaba al país Waldo Frank, quien fue recibido por el presidente Yrigoyen, y saludado por Alfredo Palacios, en representación de la Unión Latinoamericana, como por la SADE, y el grupo, que posteriormente por idea de Frank y siguiendo su orientación cultural, conformarían Sur. Algunos (entre los que me cuento) le debemos a Frank el haber vuelto la mirada hacia el Norte de nuestro mundo nuevo. Hasta entonces, salvo raras excepciones –pienso en Sarmiento- la teníamos continuamente fija en Europa”, recordaba Victoria Ocampo (WARLEY 1985). En Argentina, donde las bases de la cultura elevada fueron tomadas directamente de Europa, ahora bajo este período de crisis que la asolaba con la

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Peronismo y su incidencia dentro de la cultura popular, la conformación de una cultura hegemónica alternativa

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Page 1: Patria, Pueblo y Perón: la contracultura peronista

PATRIA, PUEBLO Y PERÓN: LA CONTRACULTURA PERONISTA

Julián Otal LandiI. S. P. Joaquín V. González

[email protected]

Finalizando la década del 20 y a principios de la siguiente la elite (la porteña

principalmente), que había disfrutado de su momento potencial durante la belle époque

de aquellos “locos años veinte” , entraba en su ocaso cultural (cultura en el sentido de

un conjunto de valores y conductas que dan cuenta de una determinada visión y

concepción de la realidad) percibiéndose un notable estancamiento en esta elite propia

del novecientos, heredera de la generación del ochenta (ROMERO, J. L. 1973). El

proceso de modernización provocó cambios en las experiencias y los comportamientos

sociales que se dieron implícitamente en tiempos de la primer posguerra incidiendo

notoriamente: hago referencia del desarrollo tecnológico, el crecimiento de la

población y su nuevo perfil demográfico, la movilidad social, el avance feminista, la

aparición de la juventud como actor social definido, la extensión de nuevas modas

(como el jazz o el tango) que la alejan de los clásicos europeos. La modernización

acelerada es inquietante y las novedades y modificaciones sociales y tecnológicas no

dan tregua: las novedades se hacían eco.

La crisis mundial de 1929 también puso en jaque al imperialismo británico y el

empuje estadounidense empezó a imponer su presión sobre todo los ordenes,

impregnando a toda la sociedad con su american way life, acelerado por una nueva

cultura de consumo masiva, que emergería durante los años posteriores. Por entonces,

Estados Unidos hizo hincapié en un orden panamericano donde pueda ejercer una

incorporación de líder –guía indiscutido. En 1929 llegaba al país Waldo Frank, quien

fue recibido por el presidente Yrigoyen, y saludado por Alfredo Palacios, en

representación de la Unión Latinoamericana, como por la SADE, y el grupo, que

posteriormente por idea de Frank y siguiendo su orientación cultural, conformarían Sur.

“Algunos (entre los que me cuento) le debemos a Frank el haber vuelto la mirada hacia el

Norte de nuestro mundo nuevo. Hasta entonces, salvo raras excepciones –pienso en

Sarmiento- la teníamos continuamente fija en Europa”, recordaba Victoria Ocampo

(WARLEY 1985). En Argentina, donde las bases de la cultura elevada fueron tomadas

directamente de Europa, ahora bajo este período de crisis que la asolaba con la

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amenaza fascista y bolchevique instauraba en estas minorías selectas nacionales, “un

horror al vacío” (debido al aislamiento que acontecía), y a su vez a perder su sustento

estructural por parte de los sectores dominantes. Esta encrucijada cultural persuadió a

los intelectuales a considerar la problemática de la integración cultural americana,

mientras se buscaban las raíces y valores al “ser nacional”.En efecto, la revista Sur

cumplía con la necesidad de tender puentes entre América y Europa, apuntando a ser

americanista sin distinguir la latina de la sajona, así como también haciendo caso

omiso a las desigualdades políticas y sociales. Victoria Ocampo, como representante de

la cultura elevada nacional, consideraba que había que defender el buen gusto y las

buenas costumbres más allá de toda situación. Su revista adhería a un

panamericanismo que carecía de una visión crítica porque no era algo que le

incumbiera a los intelectuales. Les servía de referencia el libro La traición de los

intelectuales de Julien Benda. Éste afirmaba: “(...) a fines del siglo XIX se produjo un

cambio capital: los intelectuales se dedican a hacerle el juego a las pasiones políticas. Los que

eran un freno al realismo de los pueblos, se convirtieron en sus estimuladores. Este trastorno

en el funcionamiento se podía, hasta el último siglo, discernir ahí otra esencialmente distinta y

que, en cierta medida, le servía de freno: quiero hablar de esa clase de individuos a quienes yo

llamaría intelectuales (clercs), designando con tal nombre a todos aquellos cuya actividad,

en sustancia, no persigue fines prácticos, pero que, al solicitar su alegría para el ejercicio del

arte, o de la ciencia, o de la especulación metafísica, en suma, para la posesión de un bien no

temporal, dicen en cierto modo: “Mi reino no es de este mundo”(BENDA 1974) .

No obstante, el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la entrada en la contienda

por parte de Estados Unidos influyó notablemente sobre los posesores de la “cultura

elevada”, que a su vez no dejó de sacar los ojos sobre los acontecimientos que sacudían

a Europa, que imponía una visión críptica con el avance fascista y su totalitarismo que

amenazaba las libertades individuales. En síntesis, la cultura tradicional elitista, de su

característica fe en el progreso heredada del siglo XIX, adoptando el positivismo;

pasaba a una visión pesimista y plena de incertidumbre, producto de la primer

posguerra y agravada por el crack mundial del ’29. Luego de las consecuencias de la

Guerra Civil Española y la cruenta Segunda Guerra Mundial, obligaron a tomar

posiciones político –sociales a favor del liberalismo, que privilegiaba a las oligarquías.

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Los tiempos nuevos significaron una amenaza para el mundo de las artes y la

inteligencia. Porque su principal consecuencia fue el avance de las masas, como nuevo

factor de poder.

Uno de los primeros en dar la señal de alarma fue Ortega y Gasset en La Rebelión

de las masas, donde le advertía a las “minorías selectas” que el ámbito cultural había

dejado de ser una comarca pacífica y neutral y que su salvación dependía de la elite,

guardiana de los bienes largamente atesorados, cuya misión debía lanzarse a una lucha

abierta contra el avance barbárico y corruptor de las masas.

Con la irrupción de la masificación, la cultura elevada se sentía sumamente

amenazada (lo que caracteriza a la época de un notable escepticismo y visión

apocalíptica) pues había cesado de ser una comarca pacífica y neutral, y su salvación

dependía de la elite. Esa era una de las principal misiones que encaraba Sur, y su

desafío es la de conseguir un compromiso fraternal entre las minorías selectas. La

revista desde un comienzo adhería a la preocupación de Ortega. En la crítica del libro,

publicada en el número 2, el filósofo Francisco Romero advertía: “El hombre-masa, al

pasar al primer plano histórico, impone su torpeza, su mediocridad, y la civilización de

Occidente corre peligro de fracasar asfixiada por esta invasión vertical de bárbaros que se

regodean con los productos y bienes de la cultura, pero que ignoran o desprecian la íntima

esencia de esa cultura, sus principios supremos, las virtudes cardinales sobre las que

reposa”(ROMERO, F. 1931). La “usurpación” a la que hace alusión Romero, es una de

las causas de la reciente gravitación de las masas en el campo cultural, debido a que se

ha puesto de manifiesto a través del aumento constante de “bienes de consumo” cuyo

aspecto guarda superficial analogía con la apariencia de las obras de arte tradicionales,

“pero cuyo carácter responde a la existencia de un público vasto e indiscriminado que

demanda productos intrascendentes y perecederos, de escasa o ninguna significación poética e

imbuidos de funciones puramente serviles, ya sea como meros pasatiempos o como vehículos

de evasión de una vida, pasiva, sedentaria y monótona” (REST 2006).

La apertura de un vasto mercado consumidor, integrado por una mayoría aplastante

de la población total, cuya apetencia se vuelca hacia los más variados artículos

ofertados (artefactos, objetos culturales, ideas, programas políticos) se vincula con el

ascenso de las masas como nuevo sujeto activo político. En el país, 1930 constituye

para las masas un punto de quiebre de una fuerte y original tradición cultural popular

(que reúne expresiones tales como el tango, la literatura folletinesca, el sainete), y el

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surgimiento de nuevas formas o su masificación (el cine, los teatros independientes,

etc.) Estas novedades se pueden leer a través de un amplio proceso por el cual, la

concentración poblacional en las grandes urbes, constituyó un fuerte detonante que

provocó modificaciones en el estilo de vida de la sociedad.

Se puede considerar que el autentico sujeto de la transformación política, social y

cultural de los años siguientes, es el movimiento nacional de las masas. Es evidente

dilucidar, entonces, la falta de comprensión de las minorías selectas, ajenas a cualquier

movimiento multitudinario y a un modo de gobierno que sea distinto al proyecto de

país oligárquico generado en el 80. Los primeros indicios de esta ceguera antipopular

frente a la realidad es la falta de reconocimiento del peso político de una nueva parte

de la población que emergió después de la primera gestión radical (1916 –1922) por

parte de nacionalistas y liberales. Por devaneos aristocratizantes y elitistas unos; por

dogmatismo ideológico los otros, ambos ignoraban y desdeñaban a las masas.

Esa amenaza bárbara que incidía y ponía en peligro a la cultura occidental en

Europa fue explorada sus consecuencias por parte de viajeros que alertaban la

decadencia del orden liberal. Tanto Perón como sus adversarios estuvieron atentos a los

acontecimientos, pero tomaron caminos distintos. El coronel a través de su exploración

en Europa, comprendió inmediatamente que el ascenso inevitable de las mayorías

tendría que ser organizado por un orden que le de racionalidad al movimiento social, y

su estrategia fue construir un bloque de poder desde su cargo de Secretario de trabajo y

previsión social. Mientras él consideraba que lo ideal era huir hacia delante, dándole

coherencia a la masificación; para la oposición, desde sus distintas posturas,

consideraban que era necesario un orden sistemático que mantenga el status quo social.

Sólo así podemos concebir la conformación de la Unión Democrática que nucleaba a

partidos tan disímiles como radicales, conservadores y comunistas. Para Perón, “la

masa es el instrumento de acción dentro de la política. Para conducirla tenemos que empezar

por conocerla; conocerla, prepararla y organizarla. (...) El conocimiento de este instrumento

presupone, en primer lugar, que el conductor que va a conducir la masa sepa perfectamente

bien cuáles son los factores que influyen en ella, cómo esa masa reacciona, cuál es el medio

habitual de esa masa, dónde incide la acción de esa masa en conjunto o para cada una de sus

partes. (...) El político debe saber perfectamente cuál será la reacción de la masa, porque el

juego, dentro de la conducción de la masa, es siempre un juego de acciones y reacciones; vale

decir que el conductor, no solamente debe conducir la masa por donde él quiere, sino que

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también debe considerar lo que la masa quiere”(PERÓN 1952). Mientras que por el otro

lado, tanto del nacionalismo oligárquico y liberal, como por parte de la izquierda

pseudo marxista, sólo veían amenaza y desorden, civilización y barbarie. Así, Américo

Ghioldi, en su libro panfletario Alpargatas y libros en la historia argentina (1946)

decía: “Viendo moverse en la historia argentina a esas masas que surgen, que se transforman

en proletariado, que participan en la guerra civil, que se agitan en montoneras, que son gente

de los caudillos nos acercamos a la presencia de los dos elementos que son trama de la

historia, que luchan entre sí y forjan jornadas apasionantes y dramáticas: la vitalidad

primitiva, el instinto, la fuerza toda del primitivo que es lo próximo o lo cercano a la

animalidad, y el ideal de la cultura, los progresos de la inteligencia, la presencia del libro, los

movimientos esclarecidos, las acciones dirigidas por el juicio y el pensamiento”. Con el

advenimiento del peronismo, sólo se observaba la proclama de Sarmiento desde su

libro Facundo, y veían en Perón y a sus seguidores, el retorno del tirano sanguinario

que encarnó Juan Manuel de Rosas en el siglo XIX, así como también lo habían visto

en Yrigoyen anteriormente.

Lo importante de este bosquejo histórico es el prejuicio clasista que se remitía a un

ideario cultivado en el siglo XIX, de una mentalidad que aglutinaba y relacionaba lo

cultural y social con una forma de gobierno liberal tradicional, en tanto que por el lado

izquierdista que, si bien cuestionaban ese modo de gobierno, creía imprescindible en

un ideario para adquirir esa cultura elevada y poder transmitirla a las masas para

constituir un pueblo instruido.

En la etapa de la cultura popular iniciada en el 43 y consolidada en el lapso 1946

–1955, podemos distinguir dos formas diversas: la primera se evidencia dentro de la

convivencia ciudadana, donde aparecen nuevas pautas de asociación colectiva, tanto en

la vida laboral (agremiación masiva) como en la política (manifestaciones

multitudinarias, sobre todo a partir de las conmemoraciones del 17 de octubre) y en las

diversiones. Los bailes de carnaval, así como las competencias deportivas en estadios

repletos (auge del fútbol, boxeo y turismo carretera), los torneos populares Evita, las

confiterías y los cines colmados, etc. Debemos destacar la apertura de un turismo

social argentino, estimulado por los beneficios que otorgaban los sindicatos, además

del mejoramiento del estándar de vida que obtuvieron los trabajadores que le

permitieron acceder a una amplia oferta, relacionadas al ocio y tiempo libre. Romano

destaca la reestructuración en las relaciones personales que impactan dentro de la

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sociedad: “El deterioro de los signos exteriores de pertenencia o jerarquía enferma a

muchachos, que sólo atinan a escudarse en la sobriedad, el saco, la corbata, cierto modales, si

bien la situación desborda y están obligados a alternar con los “cabecitas” en diferentes sitios

y ambientes antes exclusivistas o poco menos. En Plaza Italia y adyacencias, principalmente

servidoras domésticas y conscriptos, pero también peones, guardas, obreros, etc., configuran

nuevos hábitos de consumo como el “veinte y veinte” (precio de una porción de pizza y de un

vaso de vino), que se convierte inclusive en título de una columna periodística, o la moda

“divito” (pantalón de tiro alto, con muchos ojales, tiradores anchos, zapatos vistosos o de

colores combinados, muy llamativos, al igual que las camisas, peinado “a la cachetada”). Los

recién llegados a la ciudad habitan departamentos baratos o casas de inquilinato; se hacían

en una pieza hasta que surgen las primeras villas de emergencia que el gobierno popular trata

de paliar con la edificación de monobloques, los cuales modifican el aspecto de ciertas zonas

suburbanas”(ROMANO 1973).

La otra forma de la cultura popular proviene de la selección y especial lectura de

los mensajes recibidos a través de los medios de comunicación masivos: diarios y

revistas, libros de quiosco, radio, cine, teatro, salas de espectáculo. Tal actitud encierra

nuevas exigencias que los intelectuales y artistas vinculados con los medios van a

satisfacer; en consecuencia, su labor se diferenciará con la que le incumbe a los

intelectuales tradicionales, de estirpe liberal principalmente, debido al menosprecio

que les genera la cultura de masas, además de no concebir la labor social como su

principal función; de hecho, como mencionamos anteriormente, la suya es la de actuar

como células defensivas de la alta cultura; como sostenimiento de pequeños pero

selectivos espacios de la “intelligentzia” (según definición jauretchiana) en un mundo

que ven precipitarse ante la barbarie.

No podemos aludir a una conjunción coherente que de forma a una cultura

peronista más que la asociación vaga ligada obligadamente con lo popular. No se

encuentran intelectuales orgánicos, debido a la desconfianza que tenía Perón hacia

ellos, además también conspiró su afán de “organizarlo todo” ya que Perón intentó

organizar a los pocos intelectuales que adhirieron a su gobierno con poco éxito

(PLOTKIN 2007). Estos factores lo detallaremos más adelante.

Los intelectuales que se adhirieron al movimiento peronista, fueron afines a una

tradición nacionalista, al criollismo, vinculados al lenguaje popular, el sainete, en

síntesis: artistas populares, mientras que otros, salvo excepciones, pertenecen a una

intelectualidad de segunda línea, no porque sean considerados mediocres, sino porque

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estuvieron marginados o se abstuvieron de adherirse a los círculos de escritores de

elite, consagrados por la crítica y reconocidos internacionalmente. Entre otros se

destacan Scalabrini Ortiz; Luis María Albamonte (Américo Barrios) premiado en 1936

por el diario La Prensa; Roberto Tamango; Ernesto Palacio; Arturo Cancela; Alberto

Vacarezza; Arturo Jauretche; Homero Guglielmini; Armando Cascella; Manuel Gálvez;

Rafael Jijena Sánchez; Luis Cané, León Benarós; Leopoldo Marechal; Julia Prilustky

Farni; Manuel Ugarte; Carlos Astrada; Jorge del Río; Leonardo Castellani; Ramón

Doll; Juan Carlos Giacobbe; José Imbelloni; Enrique Santos Discépolo; Homero

Manzi; Cátulo Castillo; José Gobello; Hugo del Carril; Tita Merello; María Granata;

Jorge Newton; Enrique Pavón Pereyra; José María Rosa; Fermín Chávez; etc.

Algunos de los artistas llegaron a convertirse en auténticos ídolos populares; en

algo muy distinto de los que se prefabricaron después del 55 bajo el control de las

empresas de publicidad, cuyos grupos de decisión residen en el exterior y cuyos

intereses son multinaciones (ROMANO 1973). Un caso ejemplar es el de la TV, que

era controlada por la Secretaría de Prensa y Difusión hasta 1955, y caería luego bajo

dominio de monopolios que bajo intereses foráneos, aprovechando la apertura de los

mercados de consumo masivo, para dirigir nuevos estilos de consumo, una especie de

“cocacolización de la sociedad”, además de intervenir y deformar la opinión pública:

así el canal 9 respondería a los dictados de la Nacional Broadcasting Co. (NBC); el

canal 11 a los de la American Broadcasting Co. (ABC) y el 13 a los de la Columbia

Broadcasting System (CBS), merced a una desnacionalizadora campaña de

privatización. Otro caso ejemplificador, es el de los grandes mercados editoriales, que

ya se habían gestado durante los años peronistas, que fueron los verdaderos

beneficiarios del llamado Boom latinoamericano de la década posterior, donde los

escritores adquieren mayor conciencia profesional, con la categoría cuantitativa del

best seller.

Es complicado establecer una descripción coherente y satisfactoria que permita

definir una cultura peronista, así como también sería arbitrario descubrir la cultura

popular. En realidad, se podría decir que la cultura peronista se intentó amalgamar con

la popular, dándole una organización ideológica que no contradiga la doctrina

justicialista. Eduardo Romano la encuentra como un resultado del procesamiento de

“una cultura original por parte de las masas urbanas industriales, resultado de síntesis

inéditas entre lo autóctono más arcaico y los medios de comunicación más modernos”

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(ROMANO 1973). Esta formación fue la consagración de enlaces y rupturas que se

habían iniciado con la revolución del 43: no hay que olvidar las contradicciones que se

ejercieron sobre todo al comienzo del golpe militar que nucleaba diversos intereses.

Sólo así podemos entender medidas tales como la Circular de la Dirección General de

Correos y Telégrafos del 10 de junio de 1943, que les recordaba a las radiodifusoras

disposiciones vigentes en cuanto a la publicidad y a la difusión de versiones engañosas;

evitar las modalidades lingüísticas nativas, como el voseo: “Evitar el uso de modismos

que bastardeen el idioma y en particular lo relacionado con la comicidad de bajo tono que se

respalda en remedos de otros idiomas, equívocos, exclamaciones airadas, voces destempladas,

etc.” Tales medidas emprendidas por facciones del nacionalismo oligárquico, fueron

bien recibidas por parte de grupos liberales (La Nación respaldaba las medidas),

conservadores y eclesiásticos. Empero, la hegemonización cultural que emprendió el

peronismo absorbió un lenguaje popular, pues era su principal herramienta de

comunicación para acceder fácilmente a las bases populares, donde residía su poder.

Perón explotó los recursos de su oratoria con fraseologías simples y amenas, (muchas

inspiradas de los discursos que había ejercido FORJA, tomando por ejemplo

denominaciones creadas por Jauretche como “vendepatrias” o “cipayos”) manteniendo

un equilibrio entre la cautela discursiva, que lo constituía en el guía y padre ejemplar

recompensador por momentos, (...Imitemos el ejemplo / de este valor argentino... o

Mañana es San Perón, después de cada concentración multitudinaria que constituía la

ceremonia habitual entre el pueblo y el líder), y el primero inter paris en otros (El

primer trabajador o Juan Pueblo y Juan Perón). Como menciona el sociólogo Horacio

González, Perón toma la retórica clásica y al mismo tiempo intenta presentarla a la luz

del Viejo Vizcacha, de cierta fraseología del Martín Fierro (GONZÁLEZ 2007a). A su

vez, su discurso se diferenciaba del que ejerció su mujer, Eva Duarte de Perón, oradora

mucho más enérgica y pasional, cuyos discursos eran verdaderamente incendiarios. Se

podría decir que Evita representaba la voz popular, lleno de sentimiento y agresividad

social (encerraba a todo enemigo de Perón, como enemigo de la patria, dentro de la

oligarquía y el imperialismo), en tanto Perón encarnó una voz mediadora y

conciliadora por momentos, y unánime y directriz por otros, situándose como un

termómetro que regulaba la tensión y el clamor popular de acuerdo la situación. Esa

versatilidad en el discurso de Perón se destacó como una característica innata: “... las

ideas del general Perón resultan tan bien definidas como plenas de sentido. Bien definidas

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porque, además de constituir objetivos concretos, ante cada auditorio las expresa poniéndolas

al alcance de la respectiva mentalidad ambiente. Al descamisado le da el trato de compañero;

al mentor le habla como colega; al militar, en el lenguaje de los camaradas; al sacerdote,

como guía; al burócrata, en calidad de funcionario; al hombre de campo, en gaucho; al

diplomático, con la mayor claridad; a los jóvenes, dándoles ejemplo, en un palabra, va

revelándose a cada paso como el político que es...”(CIRIA 1983). El peronismo creó un

lenguaje político capaz de dar expresión pública a la experiencia privada de los

sectores populares, lo que Raymond Williams ha denominado “estructura del sentir”,

cuya referencia remite a as tensiones y desplazamientos que eluden una expresión

ideológica formal y sin embargo definen una cualidad particular de experiencia y

relaciones sociales: “El poder del peronismo radicó en dar expresión pública a lo que era

vivido como experiencia privada”(MARTUCCELLI –SVAMPA 1997).

Siguiendo los conceptos que trabajó Raymond Williams se podría aducir, a su vez,

que el peronismo adoptó una hegemonía cultural alternativa, a partir de oficializar y

hacer propio una serie de significados y valores que eran propias de las clases

populares, además de alentar nuevas prácticas, relaciones y tipos de relaciones de

carácter emergente que se concibieron a partir del avance en la democratización de las

relaciones sociales con el mejoramiento en la accesibilidad y mayor participación

cultural de las clases bajas (WILLIAMS 1997). Un ejemplo del desarrollo de la

hegemonización cultural del peronismo es cuando se incorporó como lectura escolar

obligatoria La razón de mi vida, que significaba algo más que un simple folletín

propagandístico, mezcla de misticismo y del desarrollo de “la misa hereje del

peronismo” (GONZÁLEZ 2007b), constituía la perfecta síntesis que evidenciaba el

sentir popular (en la cual los valores superan y apartan al enjambre teórico, fino y

racionalista de la cultura dominante) y la adhesión partidaria hacia un régimen que se

presentaba a imagen y semejanza del pueblo; de hecho, en el libro Evita se reconoce

como una persona que forma parte del pueblo (“hablo y siento como ellos, con sencillez y

con franqueza llana y a veces dura, pero siempre leal”) pero que cuenta con el privilegio

de ser además la intermediaria entre el líder y ellos. No muy lejano se encuentra la

apreciación de Evita en el capítulo “Me resigné a ser víctima” de la que tenía el típico

obrero que se encontraba desvinculado frente a las posturas de los teóricos marxistas:

“La lectura de la prensa que ellos difundían me llevó a la conclusión de que la injusticia

social de mi Patria sólo podría ser aniquilada por una revolución; pero me resultaba

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imposible aceptarla como una revolución internacional venida desde afuera y creada por

hombres extraños a nuestra manera de ser y de pensar. Yo sólo podía concebir soluciones

caseras, resolviendo problemas a la vista, soluciones simples y no complicadas teorías

económicas; en fin, soluciones patrióticas, nacionales como el propio pueblo que debían

redimir”(PERÓN, E. 1951: 29)

En síntesis, la cultura popular era la mejor herramienta para apelar a la adherencia

de las masas, y adoctrinarlas simultáneamente. En cuanto a la falta de referentes

intelectuales dentro del movimiento, podemos responder, como primer factor, el

“antiintelectualismo” como tendencia muy acentuada dentro del peronismo (asimismo

en sus discursos, Perón mantenía un continuo descreimiento de los intelectuales; a su

vez que siempre destacó que “más importante que decir, es hacer”), por otro lado, el

mundo intelectual mantuvo su celoso resguardo de su libertad política y cultural con

ciertos factores característicos mencionados anteriormente. La Universidad y la

sociedad intelectual, fueron áreas de oposición militante y creciente, sobre todo a partir

de los excesos de peronización nacional que se dio junto con la caída de la bonanza

económica, empezándose a vislumbrar durante el segundo gobierno. Sin embargo, se

ensayaron intentos por parte de algunos intelectuales peronistas de buscar definiciones

teóricas sobre la evolución cultural de la nación, como por ejemplo en la obra colectiva

Argentina en marcha (1947), donde se destacan Leopoldo Marechal, Bruno Jacovella y

Carlos Astrada, pero no los podemos definir como verdaderos intelectuales orgánicos,

pues mantenían las mismas incoherencias que los opositores: no intentaron asimilar el

impacto político de las masas como verdadero factor revolucionario, sino que sostienen

el ideario elitista clásico. Por ejemplo, Marechal opina en su ensayo titulado

Proyecciones culturales del momento argentino: “Entre la minoría creadora y la mayoría

asimiladora debe existir, pues, un contacto efectivo y permanente, una relación que

llamaríamos amorosa, gracias a la cual el creador sale de su mundo para trascender a los

otros y lograr su objetivo humano, gracias al cual el asimilador participa de las iluminaciones

que no está en su naturaleza producir”. En realidad, habría que destacar que, los

auténticos intelectuales procreadores del peronismo fueron los principales referentes de

FORJA. Perón asimiló en sus discursos y acciones políticas, numerosas reminiscencias

que fueron inspiradas de esa facción del radicalismo, cuya principal finalidad era la

reivindicación popular y nacional, muy distintas a las de los nacionalistas oligárquicos

y católicos de derecha. Una anécdota de 1943 nos puede servir como ejemplo,

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rescatada por René Orsi: “Jauretche había hablado con Perón una mañana sobre las lacras

de la burocracia estatal que obliteraba permanentemente las iniciativas revolucionarias. Al

rato, Perón leyó un discurso dirigiéndose a los empleados y funcionarios de la flamante

Secretaría de Trabajo. Al día siguiente, Arturo notó que ese texto explicitaba todo lo que él le

había manifestado en la citada conversación aunque con mayor precisión y galanura, y

cuando llegó al ministerio y se encontró con Estrada, señalándole el diario que venía leyendo,

le expresó: -“Mirá que papel ridículo estuve haciendo; yo queriéndole enseñar un tema a un

hombre que lo dominaba de antemano”. Fernando se lanzó a reír, entrando en ese instante el

propio Perón, quien, al preguntarle de qué se reía y enterarse de lo que se trataba, también se

echó a reír, con su sonrisa abierta y franca: -“Contáselo”. Y Estrada le explicó a Jauretche:

-“Cuando te fuiste anteayer el coronel me dijo: -ya tengo el discurso para esta tarde”(ORSI

1985:106). Otro dato destacable, es el hecho de que Perón dentro de sus primeras

acciones gubernamentales, realizó la nacionalización de los ferrocarriles. Sin duda,

significó una reivindicación a la prédica que había realizado Raúl Scalabrini Ortiz en

numerosos artículos periodísticos como en sus reconocidos libros: Política británica en

el Río de la Plata e Historia de los ferrocarriles argentinos. El gobierno y los talleres

gráficos de los ferrocarriles celebraron la nacionalización con la distribución de un

lujoso libro donde, remitiéndose a la investigación de Scalabrini, en uno de sus

capítulos refleja la política británica en los ferrocarriles argentinos. En el epígrafe del

mismo se citaba a Scalabrini: “El ferrocarril, con excepción de las vías del Estado, está

fuera del alcance argentino, como si estuviera en la India”(VASALLO ROJAS –MATUS

GUTIERREZ 1947: 391)

Desde el comienzo de su primer gobierno, Perón utilizó muchas características de

la cultura popular, que en poco tiempo adquirió un color partidario al organizarlo con

la doctrina justicialista. En presentación del Primer Plan Quinquenal, se estableció que

la formación cultural sería el resultado de la acción de la tradición nacional, como de la

enseñanza, empleando ambos matices. Por tradición se entendía el folklore; danzas;

efemérides patrias; poesía popular; la familia; la historia; la religión cristiana; y los

idiomas. A su vez, el Estado fomentaría la cultura a través del aumento de las garantías

de la propiedad intelectual como estímulo de la cultura nacional. “Esa conservación de

la cultura popular, esa conservación de la cultura confiada a los museos, a los archivos y a las

bibliotecas, ha de incrementarse en sentido no sospechado. Para el fomento integral de

nuestra cultura, que es la base espiritual de nuestra nación y la base del verdadero sentimiento

popular, tendremos los centros de difusión de Bellas Artes, letras y ciencias; conferencias

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radiotelefónicas, centros de investigación científica; literaria, histórica, filosófica, ideológica,

artística y filológica, como así también las academias de ciencias, letras, artes, historia y

lengua, creencias religiosas, literatura popular y tradiciones familiares regionales” (PERÓN

1950).

En la Constitución Nacional de 1949, designa la función de la Universidad, cuyo

principal fin era “que prepare a la juventud para el cultivo de las ciencias al servicio de los

fines espirituales y del engrandecimiento de la Nación y para el ejercicio de las profesiones y

de las artes técnicas en función del bien de la colectividad”. Es conocida, la intervención

del Estado dentro de la Universidad, cuyo hecho más notorio fue la importante

democratización, estableciendo la gratuidad de la enseñanza que aumentó

notablemente el número de inscriptos, aunque el número de egresados no fue de una

proporción esperada. El punto oscuro de la intervención, fue la expulsión y separación

de notables académicos, sumados a los que renunciaron, perturbados por la orientación

que decidió darle el gobierno, además de sentir amenazadas sus libertades ideológicas

(entre de los que se destaca José Luis Romero, fundador de la revista cultural Imago

Mundi, que albergaría a otros ex catedráticos como Francisco Romero, Vicente Fatone,

Roberto Giusti, Jorge Romero Brest, Alberto Salas, Jaime Rest, Tulio Halperín Donghi.

Décadas más tarde su creador, J. L. Romero, confesó que el fin principal “...era una

universidad preparada, una shadow university preparada para reemplazar a la otra (la

peronista, claro)”), que sólo logró exacerbar los ánimos de los universitarios que se

sentían “violados” por la contrarreforma. Al fin que manifestaba la Constitución del

49, le faltó un coherente plan de adoctrinamiento, por lo tanto se mezclaron las

adulaciones al líder con una verdadera cultura nacional. Incluso a nivel historiográfico,

existían conflictos de interpretación, entre el llamado revisionismo histórico con el

tradicional liberal, del cual Perón decidió no apartarse. Lo único que se consiguió fue

una completa incoherencia, cuyo principal obstáculo para obtener una cultura nacional

popular fue la torpeza y el sectarismo partidario que terminó por convertir a buena

parte del alumnado, hacia 1954, en un frente opositor que se formaba a la espera de

cualquier futuro enfrentamiento.

Bajo el Segundo Plan Quinquenal, Perón enuncia los objetivos a lograrse en cuanto

a cultura se entiende. “Nuestra política social tiende, ante todo, a cambiar la concepción

materialista de la vida, en una exaltación de los valores espirituales. Por eso aspiramos a

elevar la cultura social”. Ya abordando la problemática enuncia: “Se quiere, pues, orientar

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organizadamente la cultura literaria, tradicional, artística e histórica, para que sea unidad, ya

en gran parte lograda en las conquistas materiales y políticas, obtenga la cohesión particular

que nace de la unidad espiritual del Pueblo. Difícil era lograr esa unidad mientras imperaba

una cultura de clase, reservada a minorías egoístas y fatuas. (...) Como el idioma es uno de los

elementos primarios de la unidad nacional, el Gobierno ha decidido romper los viejos moldes

de un academicismo arcaico... De ahí la creación de la Academia Nacional de la Lengua, que

deberá preparar el diccionario nacional, incluyendo en él las voces propias de las distintas

regiones argentinas, típicas del lenguaje popular cotidiano”.

En tiempos del peronismo, las crónicas costumbristas, las revistas de historieta,

como también la radio con sus populares radioteatros, estaban en auge. Es destacable

dentro de lo que comprende la estructura ideológica, el uso de diversos medios de

comunicación como fin propagandístico que fueron explotados notablemente por el

gobierno peronista. Como menciona Korn, en muchos de esos géneros se empieza a

vislumbrar nuevos tipos sociales, con arraigo en el gusto masivo, que modelan modos

de decir, tics, y situaciones cotidianas (KORN 2007: 21). El peronismo, como se

enuncia en el segundo plan quinquenal, tomará partido y explotará ese tipo de acceso

hacia las masas. La eficacia de dicho material ideológico ya había sido observado por

Gramsci: “(los medios audio-visuales) son un medio de difusión ideológica que tienen una

rapidez, un campo de acción y un impacto emocional mucho más vasto que la comunicación

escrita, pero superficialmente y no en profundidad” (PORTELLI 1973: 25). El uso de

afiches partidarios fue otro elemento innovador y destacable por el gobierno peronista.

La gráfica iconográfica de los mismo remitía, en lugar de una inspiración de la

propaganda fascista según se cree, a las expresiones gráficas acuñadas durante el New

Deal norteamericano, y en cierto grado con las soviéticas revolucionarias (GENÉ

2005). La disposición y rebautización del nombre de las calles y de otros espacios de la

sociedad civil por el de General Perón o Eva Perón, fue otro elemento explotado sobre

todo durante el segundo gobierno, aunque el abuso de dichos elementos aduladores

trajeron luego aparejados reacciones adversas.

Entre otras medidas que ejerció el gobierno peronista como fines culturales,

impartidas la mayoría de veces por intervención directa del Poder Ejecutivo, fueron por

ejemplo, en 1950 decretar la obligatoriedad de ejecutar por lo menos un cincuenta por

ciento de música nacional en radios y lugares de recreación. También recurrió a la

participación de destacar figuras para intervenir e incentivar a nivel cultural: el poeta

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Castiñeira de Dios ocupará la titularidad en la Subsecretaria de Cultura y Dirección

General de Cultura y Leopoldo Marechal, la Dirección de Enseñanza Artística. Otros

puestos claves de ésta área fueron ocupadas por Francisco Muñoz Azpiri, redactor de

los monólogos de radio que representaba Evita en sus tiempos de artista, que va a

Dirección de Acción Cultural; y Carlos Suffern al Departamento de Música. La

difusión de artistas promocionados por el gobierno, fueron participando en un show

musical creado por la Subsecretaría de Informaciones que se transmitía por Radio El

Mundo, titulado Estrellas al Mediodía. En el mismo actuaban cuatro cotizadas

orquestas de tango (Carlos Di Sarli, Aníbal Troilo, Ricardo Tanturi y Osvaldo

Fresedo); y ocho de jazz (Héctor, Oscar Alemán, Eduardo Muratore, Raúl Fortunato,

etc.). Actores de relieve en la comedia como Luis Sandrini, Iris Marga y Pringue Farias

o la cupletista española Conchita Piquer, participan en los “sketches”. El final del

programa estaba a cargo de dos poetas de la música ciudadana. Los textos, encerraban

un discurso que resumía toda la finalidad cultural peronista: popular y partidaria, al

punto que estos parecen indivisibles entre sí, estaban escritos y leídos alternativamente

por Cátulo Castillo y Alberto Vaccarezza. La audición era un éxito rotundo.(D’ARINO

ARINGOLI 2006: 232).

Sin embargo, existieron emprendimientos culturales masivos que muchos

detractores evitan recordar para no contradecir sus intervenciones interpretativas. Por

ejemplo, es difícil de calificar de propagandístico un acto promovido por el gobierno, y

conformado por poetas de renombre internacional y muchos de ellos referentes de una

ideología socialista y libertaria. Estamos mencionando la “olvidada” Fiesta de la

Poesía, del 27 de julio de 1947, realizado en Buenos Aires. El encuentro reunió por

primera, y probablemente única, vez en la historia a Pablo Neruda, León Felipe,

Nicolás Guillén y Rafael Alberti quienes recitaron obras personales. Neruda dijo su

Nuevo canto de amor a Stalingrado, León Felipe su Ganarás la luz, el cubano Guillén

su Elegía a García Lorca y Alberti su obra, Madrid, capital de la gloria.(SURRA

2003: 103).

También durante la presidencia de Perón se generaron importantes obras de

infraestructuras cuyo fin era constituir centros de difusión de cultura nacional y

popular. Por ejemplo, se levantó el Complejo Cultural y Teatro San Martín en la

Ciudad de Buenos Aires.

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En cuanto a la proliferación de publicaciones y radioemisoras, en 1951 por gestión

del Estado se construyó el Canal 7 de televisión, constituyéndose en la primera

televisora de Argentina y Latinoamérica. Durante todo este proceso, como prioridad

para la consolidación y estabilización del orden gubernamental nacional, el peronismo

aglutinó importantes medios de difusión para hegemonizar la opinión pública. Se

destaca el grupo editorial Alea, en cuyos talleres gráficos se imprimían casi todos los

diarios. De ella surgió en 1951 un gran edificio levantado en Bouchard 722, donde se

editarían Democracia (donde Perón publicaría numerosos artículos bajo el seudónimo

de Descartes) y El Laborista. Sus modernas maquinarias instaladas en Bouchard

asimilaban también trabajos para terceros; sus rotativas llegaron a imprimir más de un

centenar de semanarios y quincenarios especializados, y sus plantas editaron toda clase

de folletos, revistas y hojas de propaganda para la Subsecretaría de Informaciones y el

Partido Peronista.(GAMBINI 2006)

Debemos dedicar particular atención a la revista quincenal difundida por la Escuela

Superior Peronista, de gran eficacia entre partidarios y simpatizantes, llamada Mundo

Peronista. En ella además de mencionar las obras gestionadas por el gobierno, se

edifica un culto, que se extiende a gran magnitud con el paso del tiempo, hacia el Líder

y Evita. Es interesante la amplia variedad de merchandising peronista que sugiere una

alta demanda de consumo. Para muchos, el escudo justicialista que llevaban en el ojal,

más que una obligación y muestra de fidelidad, era el símbolo patrio de la Nueva

Argentina. De hecho, el escudo peronista está ampliamente inspirado en el nacional.

Pero además se vendían desde el Departamento de Difusión de la revista numerosos

libros doctrinarios en su distintas variantes de presentación: por ejemplo; La razón de

mi vida en edición de cuero, cartoné y rústica; bustos de Perón y Evita en diversos

tamaños; colección de discos que contenían discursos del Líder y la primera dama;

banderas peronistas, etc.

La revista está dirigida a las clases populares, ¿el fin? Infundir mediante un mensaje

claro la doctrina peronista y el papel que tiene que asumir cada uno dentro de la

sociedad. Mundo Peronista era para toda la familia: una de las secciones iba dirigida a

los chicos: “Nuestro pequeño mundo” contaba con cartas y dibujos enviados a la

editorial, crucigramas infantiles con mensajes ocultos de frases de Perón y Evita, una

historieta cuyo dos protagonistas son dos chicos peronistas (Chispita y Grillito),

cronograma de actividades recreativas... pero lo más destacable son los cuentos que

Page 16: Patria, Pueblo y Perón: la contracultura peronista

siempre encerraban mensajes de moralidad y doctrina partidaria. Por ejemplo, uno de

los cuentos titulado “Chocolate” incitaba a que no debían existir diferencias entre los

chicos, menos por cuestiones étnicas: “...en la Nueva Argentina todos los niños son

iguales: el general Perón no quiere diferencias entre sus privilegiados”(fig. 1).

En Mundo Peronista se publican poesías partidarias y se satiriza a la oposición.

Por ejemplo, con humor estereotipa al contrera, que lo encarna un personaje llamado

Don Cangrejo, dibujado por Pum. (fig. 2)

Otra sección paródica se titula Fuerzas de Choque... Fuerzas de Cheque, donde

aparecen oligarcas, radicales y comunistas buscando siempre complotar, alterando el

orden público, la comunidad organizada. Por ejemplo, en una viñeta se ven a dos

opositores dejando una bomba en la entrada de una Unidad Básica, donde se dictará

una conferencia sobre el Segundo Plan Quinquenal. Uno de ellos, asomándose de

costado, mientras que el otro sigilosamente coloca la bomba le dice: -“Apurate Pitoto

que viene la poli...”, mientras que otros pasan simultáneamente en un auto, observando

la acción. El conductor, muy contento, le comenta al acompañante: -“¿Ves? Estas son

las fuerzas de la libertad y del respeto a la ciudadanía... Allá adentro están los salvajes

opresores, la chusma enemiga de la cultura...”(Mundo Peronista Junio 1953)

Es importante destacar que los artículos de Mundo Peronista llevan un discurso

informal que pertenece a la jerga cotidiana, así como la asimilación del idioma

gauchesco en numerosos versos dirigidos hacia la oposición (como es el caso de “Al

compás de vigüela”, fig. 3) así como también los hay de veneración hacia Perón, Evita

y las concentraciones del 17 de octubre o del 1 de mayo, descriptas como verdaderas

fiestas populares realizadas en su mayoría por el poeta Martínez Payva.

La incitación que hace Mundo Peronista a divulgar la revista y hacerla conocer aún

más, es porque además de difundir la doctrina, su carácter moralizante es modificar la

opinión media de la sociedad a partir de la crítica, la sugerencia, burlando, corrigiendo,

renovando, en definitiva, como distinguía Gramsci, introduciendo a nuevos lugares

comunes. A su vez las define a esta clase de revista como “de gran difusión y de ejercer

un influjo profundo. No debe tener <<cara seria>> ni científica ni moralizante, no deben ser

<<filisteas>> y académicas” aunque también dice que no deben parecer “fanáticas o

exageradamente partidarias”: No obstante, considero que Mundo Peronista cumple con

las características de una revista moralizante tal como Gramsci lo entiende, pues en el

imaginario social de este período, el peronismo no se diferenciaba del concepto de

Page 17: Patria, Pueblo y Perón: la contracultura peronista

Patria, y uno de los fines del adoctrinamiento peronista era que sus preceptos políticos

e ideológicos desarrollados por Perón formen parte del sentido común popular.

(GRAMSCI, A. 1975: 156).

La instrucción doctrinaria cubría diversos espacios de transmisión cultural e

ideológica. Los manuales escolares estaban ilustrados con retratos y efemérides

peronistas, creando un paralelo con personajes o episodios de la historia patria, dentro

de la que se puede llamar la historia tradicional liberal.(fig. 4-5). Sin embargo, frente a

la exaltación de la obra gubernamental se lo compara con la difusión ideológica del

fascismo y el nazismo (fig. 6), cuando en realidad, se denotan importantes diferencias:

en ningún momento en la difusión del material ideológico se enfatizó en la

construcción de un enemigo común; por el contrario, se aprovechaba en remarcar los

aspectos revolucionarios en la calidad social que había incentivado el justicialismo. A

la hora de las críticas opositoras, como en el ejemplo de Mundo Peronista, se apeló a la

descalificación en forma paródico humorístico. En las aulas se leía como libro de

cabecera La Razón de mi vida de Eva Perón, y además se realizaba el curso escolar de

Cultura Ciudadana, cuya finalidad era difundir la obra del gobierno peronista y su

doctrina. No obstante, el accionar cultural no debe resultar sorpresivo, ya que sus fines

se encontraban implícitos dentro de los objetivos del Plan de Gobierno. El sentido al

que iba dirigido se resumía en tres palabras: Patria, Pueblo y Perón; es decir, ambas

formaban una unidad homogénea, cuya finalidad era enraizar las costumbres

tradicionales, con una filosofía de índole nacional, popular y partidariamente peronista.

La revista oficialista Continente ofrece en uno de sus números un panorama

cultural del que forman parte todos los argentinos, ya que “no se circunscribe, como en

otras épocas, a un limitado sector dentro de la sociedad de la república, sino que de su mérito

participan todos los núcleos de la población, ya que ahora puede hablarse de una cultura del

pueblo.” (Continente Enero 1950). Lo destacable del artículo es el hincapié que se hace

sobre el obrero, que en estos tiempos era sinónimo de pueblo: “En todas esas disciplinas,

como en las musicales y literarias, hay, por sobre todas las cosas, la conciencia de un destino

y una inquebrantable voluntad de trabajo”. Finalmente, cuando menciona el intensivo

labor que desarrolla la Comisión Nacional de Cultura, junto con otros organismos

similares, se vuelve a remarcar el cauce cultural que ha sido elegido, que nace del

espíritu popular: “Antes hallábase limitada a los claustros universitarios y a los salones

Page 18: Patria, Pueblo y Perón: la contracultura peronista

opulentos. Hoy tiene por escenario al país entero, que demuestra con ello cuán grande y

fecunda es su transformación cultural”.

El peronismo significó un sentimiento que se relacionó íntimamente con la idea de

Patria. En cada acto se cantaba fervorosamente el Himno Nacional y se continuaba con

la Marcha Peronista. Evita decía: “Sabemos perfectamente que el peronismo no se proclama

ni se aprende; el peronismo se siente y se comprende. La nuestra es una lucha abierta y todos

los argentinos tenemos en ella un puesto. Desgraciado de aquel que no está en ningún

bando”(PERÓN, E. C.1952) Por eso, otros conceptos culturales directamente eran

marginados, por la simple razón de que no cohesionaba con la cultura de masas.

La crítica generalizada de la usurpación y monopolio de los medios de difusión por

parte del peronismo es otra consecuencia implícita dentro del Plan de gobierno. La

justificación que se da es otra concepción de lo que significa libertad de opinión.

Nuevamente notamos una predilección de la libertad colectiva por sobre la individual.

Perón expone a sus simpatizantes:

“(...) Cuando algunos países extranjeros dicen que defienden la libertad de prensa o la

libertad de llegar a las fuentes de información, generalmente están mintiendo a sabiendas:

defienden la posibilidad de disfrazar sus espías y sus agentes de información con el hermoso

manto de periodistas. Son lobos con inocente piel de cordero.

Hablamos de ciertas empresas de información: son lo que podríamos llamar empresas de

deformación.(...)¿Cuál es el mal que ha originado esa deformación informativa y

periodística? El que la verdad, la información y el comentario periodístico estén al servicio de

los intereses materiales y no al servicio de los intereses idealistas y patrióticas del

pueblo”(Mundo Peronista Junio 1953: 3).

A partir del dominio de la estructura ideológica y material ideológico de la

sociedad civil por parte del peronismo se lo llega a calificar o comparar con un “Estado

de excepción”, como lo fue el fascista o el nazi. Pero si es una característica primordial

y común el hecho de que el espectro del fascismo se agitaba con frecuencia con el fin

de frenar el impulso revolucionario de la clase obrera y de las masas populares, en el

caso de las causas del peronismo las diferencias se distinguen notoriamente.

Compararlos es caer en una inversión de relación causa a efecto. Su apelación a las

masas fue una acción generada a medida que iba creando la base de su poder y no

después de haberlo conseguido. El ascenso de Mussolini y Hitler al poder fue en plena

efervescencia política y social, además en ambos casos su trepada no fue gracias al

apoyo popular. Súmase a esto el carácter de la relación entre el Líder y el pueblo. De

Page 19: Patria, Pueblo y Perón: la contracultura peronista

hecho George Mosse en su análisis sobre la nacionalización de las masas en Alemania,

comprobó que continuaron siendo testigos mudos y sin capacidad de influir en el curso

inmediato de la política alemana, que fuera dirigida por hombres como Hitler.

(MOSSE 2007: 271) La doctrina fascista y su carácter antipacifista, difícilmente pueda

relacionarse con la búsqueda de una armonía social suscitada en una comunidad

organizada como la que buscara el justicialismo. El afán de cohesión entre lo masivo y

lo partidario es propio de la denominada sacralización de la política y es una

característica del siglo XX. Sin lugar a dudas adquirió notable impulso con el

comunismo, el fascismo y el nazismo; pero no hay que ignorar también el aporte que

realizaron gobiernos democráticos como el estadounidense y el francés (GENTILE

2007: 247). En cuanto a lo que la estructura ideológica se refiere, tanto el nazismo

como el fascismo supusieron una refundación que incluía lo artístico –cultural,

mientras que el peronismo se sumó a las constantes culturales con criterios definidos

dentro de lo que denominamos cultura popular. Frente a la formación de esta

contracultura, las elites culturales buscaron en todo momento, diferenciarse y combatir

la vulgarización. Su defensa la emprendía la SADE, grupos universitarios, miembros

académicos y el grupo de escritores adversos al régimen que encabezaba Victoria

Ocampo en Sur. La batalla que se emprendía era a favor de las libertades individuales,

que a su vez estaba relacionada con el carácter cultural, pues todo ello se ligaba a la

idiosincrasia liberal y al derecho natural que poseían las minorías selectas por sobre las

masas. Sin embargo, el golpe del ’55 no significó el retorno a la practica político

cultural del liberalismo, mientras que lo popular en los ’60 dio paso a una cultura

internacional- popular propio de una apertura consumista global. (ORTIZ 1997)

Page 20: Patria, Pueblo y Perón: la contracultura peronista

Fig. 1 Mundo Peronista. n° 84. Abril de 1955. Fig. 2 Mundo Peronista. N° 34. Diciembre de 1952.

Page 21: Patria, Pueblo y Perón: la contracultura peronista

Fig. 3 Mundo Peronista. n° 77. Diciembre de 1954. Fig. 4. Obreritos. Texto de 2do. Grado.

Fig. 5. Cajita de música. Texto de 1er Grado Superior.

Page 22: Patria, Pueblo y Perón: la contracultura peronista

Fig. 6. Contraste del virtuosismo germano frente al estereotipo judaíco. Libro infantil editado por elPartido Nazi.

Page 23: Patria, Pueblo y Perón: la contracultura peronista

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