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1 2.- LAS FUNCIONES DE LA CONCIENCIA, TIPOLOGÍA La penicilina es una especie de moho que tiene propiedades antibióticas bien conocidas. Pero durante generaciones la gente tiró el pan con moho en lugar de ingerirlo como un antibiótico natural capaz de curar infecciones de todo tipo. Mientras muchos morían a miles en otras culturas por falta de conocimiento, en ciertos países sudamericanos los nativos precolombinos creaban «antibióticos» colocando pastelitos de cereales bajo las ollas de barro húmedas para que se enmohecieran. Aunque igualmente sufrían infecciones, sobrevivieron al comer esos pastelitos de cereales enmohecidos. Por esta razón, al contemplar la vida, observamos en la ignorancia y la falta de conciencia la fuente de todo nuestro .sufrimiento. Muchas veces nuestro desconocimiento llega incluso a tal extremo que ni siquiera nos damos cuenta de que lo somos. Toda nuestra pena, no importa lo grande que sea, puede ser superada en un espacio situado en la profundidad de nuestra mente inconsciente. Este refugio interior, por el contrario, está absolutamente libre de ignorancia, miedo y necesidades, permaneciendo en un silencio musical perfecto en el epicentro del colérico tifón que asalta nuestras vidas. Por esta razón, este libro aspira a enseñar el arte de llevar nuestras mentes a ese estado de tranquilidad, usando de los insights y descubrimientos de Jung. Este capítulo contempla cómo podemos reconocer nuestras partes ignoradas, revelándonos con ellas el potencial sepultado bajo nuestra falta de conciencia. Nuestras manchas ciegas, de acuerdo con Jung, se reconocen por la tipología, que describe el modo particular en que nuestras psiques individuales procesan la experiencia humana. ¿Cómo «perciben» la realidad y cómo «evalúan» lo que ellas perciben? Tipología Junguiana La tipología declara que la conciencia funciona de dos maneras: percibiendo y evaluando. Percibimos la realidad con nuestra función de sensación, usando nuestros cinco sentidos vista, oído, olfato, gusto y tacto. También podemos percibir la realidad con un «sexto sentido» llamado intuición. Con la sensación vemos esquinas, pero con la intuición vemos lo que está a la vuelta de ellas. Con la sensación sólo podemos leer las líneas impresas en blanco y negro. Con la intuición podemos leer lo que está entre líneas. Por ejemplo, un sensato agente de bolsa casado con una intuitiva ama de casa siempre preguntaba a su esposa dónde resultaría más conveniente invertir. Sólo le era necesario mencionar algunas posibilidades y ella, sin conocer el más mínimo detalle, siempre elegía una inversión provechosa. Ella no sabía ni entendía cómo se las arreglaba, su esposo tampoco. Simplemente sonreían durante todo el camino hacia el banco, ya que ella raramente dejaba

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2.- LAS FUNCIONES DE LA CONCIENCIA, TIPOLOGÍA

La penicilina es una especie de moho que tiene propiedades antibióticas bien conocidas. Pero durante generaciones la gente tiró el pan con moho en lugar de ingerirlo como un antibiótico natural capaz de curar infecciones de todo tipo. Mientras muchos morían a miles en otras culturas por falta de conocimiento, en ciertos países sudamericanos los nativos precolombinos creaban «antibióticos» colocando pastelitos de cereales bajo las ollas de barro húmedas para que se enmohecieran. Aunque igualmente sufrían infecciones, sobrevivieron al comer esos pastelitos de cereales enmohecidos.

Por esta razón, al contemplar la vida, observamos en la ignorancia y la falta

de conciencia la fuente de todo nuestro .sufrimiento. Muchas veces nuestro desconocimiento llega incluso a tal extremo que ni siquiera nos damos cuenta de que lo somos. Toda nuestra pena, no importa lo grande que sea, puede ser superada en un espacio situado en la profundidad de nuestra mente inconsciente. Este refugio interior, por el contrario, está absolutamente libre de ignorancia, miedo y necesidades, permaneciendo en un silencio musical perfecto en el epicentro del colérico tifón que asalta nuestras vidas.

Por esta razón, este libro aspira a enseñar el arte de llevar nuestras mentes

a ese estado de tranquilidad, usando de los insights y descubrimientos de Jung.

Este capítulo contempla cómo podemos reconocer nuestras partes

ignoradas, revelándonos con ellas el potencial sepultado bajo nuestra falta de conciencia. Nuestras manchas ciegas, de acuerdo con Jung, se reconocen por la tipología, que describe el modo particular en que nuestras psiques individuales procesan la experiencia humana. ¿Cómo «perciben» la realidad y cómo «evalúan» lo que ellas perciben?

Tipología Junguiana

La tipología declara que la conciencia funciona de dos maneras: percibiendo y evaluando. Percibimos la realidad con nuestra función de sensación, usando nuestros cinco sentidos —vista, oído, olfato, gusto y tacto—. También podemos percibir la realidad con un «sexto sentido» llamado intuición. Con la sensación vemos esquinas, pero con la intuición vemos lo que está a la vuelta de ellas. Con la sensación sólo podemos leer las líneas impresas en blanco y negro. Con la intuición podemos leer lo que está entre líneas.

Por ejemplo, un sensato agente de bolsa casado con una intuitiva ama de

casa siempre preguntaba a su esposa dónde resultaría más conveniente invertir. Sólo le era necesario mencionar algunas posibilidades y ella, sin conocer el más mínimo detalle, siempre elegía una inversión provechosa. Ella no sabía ni entendía cómo se las arreglaba, su esposo tampoco. Simplemente sonreían durante todo el camino hacia el banco, ya que ella raramente dejaba

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de dar en el blanco. Podemos evaluar lo que percibimos con la función de pensar. Al pensar

usamos el análisis lógico e intelectual para averiguar el verdadero carácter de una persona o la verdadera naturaleza de una cosa o de un acontecimiento para hacernos una idea de cómo funcionan.

Podemos también evaluar nuestras experiencias con personas o situaciones utilizando nuestra función de sentir, según sean nuestras reacciones agradables o desagradables hacia la gente, lugares o actos. Esta función —la de sentir— difiere de las emociones o los afectos. La palabra alemana que Jung usaba para nombrarla era Einfühlung, que significa «sentir hacia dentro», que es también el término usado para el concepto de «empatía» en la lengua alemana. La función de sentir acepta o rechaza como bueno o malo, apropiado o inapropiado, cualquier cosa que nuestra conciencia perciba a través de la sensación o la intuición.

Desafortunadamente, en cada individuo las cuatro funciones de la conciencia no están desarrolladas por igual, lo que constituye la raíz de muchos de nuestros problemas. En cada uno de nosotros predomina una función, ayudada sin embargo por una o dos más, ya que una o dos funciones permanecen generalmente sin desarrollar. Ésta es nuestra tipología personal. A veces, las circunstancias nos fuerzan a desarrollar una cierta función por encima de otra que nos es más natural por influencia unilateral y presionante de nuestros padres o de la cultura en la que vivimos. Algunas sociedades son muy pensantes y orientadas por la técnica. Otras, non más sensitivas y «musicales». Ciertas culturas permanecen más orientadas hacia la sensación y «en la tierra», mientras que otras muchas son intuitivas y místicas. Todas configuran nuestro mundo y son igualmente valiosas. Los escoceses no funcionan como los polinesios. ¡Y podemos sentirnos agradecidos por ello! Idealmente, sin embargo, necesitamos una oportunidad igual para desarrollar las cuatro funciones de la conciencia. Mas, por desgracia, lo ideal y lo real son dos cosas distintas.

No existe nada en la psicología de Jung que sea rígido o dogmático. Por

razones didácticas, la psique está descrita en cuidadas y precisas categorías, pero solamente con la intención de establecer aproximaciones prácticas y esbozos de tipologías individuales según determinados rasgos de conciencia. A pesar de los variados sistemas que estudian la psique humana, no debemos olvidar que cada psique es tan única como lo es la huella dactilar de la persona o el material genético. Es Imposible concebir que haya al menos dos psiques exactamente iguales. Jung enseñó a sus alumnos a dejar de lado todo lo aprendido en sus estudios de psicología cuando una persona entraba a la consulta, exigiendo que se centrasen por entero en la unicidad de quien tenían delante.

La tipología, como herramienta descriptiva, ha sido pensada sólo como una

ayuda en la autoexploración personal. Estudiar un mapa de carreteras antes de empezar un viaje a través del país constituye una experiencia totalmente diferente de la aventura del viaje en sí, pero es fácil ver cuán útil puede ser

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estudiar el mapa de carreteras por adelantado.

Aprender sobre tipologías es como familiarizarse con el mapa de carreteras. La aventura de vivir y crecer con las tipologías propias y las de los demás permanece todavía sin descubrir.

(YANG)

CONCIENCIA DEL EGO

(YIN)

EL INCONSCIENTE

FIGURA 2.1

Jung estaba convencido de que la conciencia personal de cada individuo funcionaba de una manera dominante. Encontró que si el pensar domina nuestra mente consciente, entonces el sentir permanecerá sin desarrollar en el inconsciente, y viceversa.

Jung gustaba de usar un símbolo chino denominado ted-chi-tu (Figura 2.1) para representar las energías o cualidades opuestas y complementarias de la Naturaleza en todos nosotros —el femenino y el masculino, la noche y el día, lo pasivo y lo agresivo—. En chino estas energías se llaman «yin» (oscuridad, tierra, femenino) y «yang» (luz, cielo, masculino).

Jung usaba el símbolo del «tai-chi-tu» para representar la interacción de los dominios del consciente y del inconsciente, los aspectos «yin» y «yang» de nuestras psiques. Con este sistema dejó a un lado la manera en que se presentaba hasta ahora. La parte superior, luz, «yang», para Jung representaba la conciencia del ego, mientras que, la parte baja, oscura, «yin», representaría por su lado lo escondido, la psique inconsciente desconocida. Cada lado contendría dentro de sí una porción de su opuesto.

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I II

PENSAR SENTIR

INTUICIÓN

SENSACIÓN

INTUICIÓN

SENSACIÓN

SENTIR SENTIR

III

IV

SENSACIÓN INTUICIÓN

PENSAR

SENTIR

PENSAR

SENTIR

INTUICIÓN

SENSACIÓN

FIGURA 2.2

Cada porción de la Figura 2.2 muestra una de las cuatro funciones en la posición dominante, con las otras tres en varios estados de desarrollo respecto del continuum consciente/ inconsciente.

Véase que en el ejemplo I —con el pensar arriba como función principal de

la conciencia y el sentir abajo como función inferior alojada en los escondrijos del inconsciente— las dos funciones perceptivas de intuición y sensación permanecen suspendidas en la frontera entre el consciente y el inconsciente. Conocidas como funciones asistentes, una de ellas podría ser más consciente que las otras, o bien ambas se desarrollarían conscientemente por igual. En casos raros se lio visto incluso a ambas funciones asistentes permanecer en un estado sin desarrollar. No hay, sin embargo, reglas fijas, lo que conduce a la individualidad. Dentro de la gran variedad de Individuos, algunos operan con sólo una función consciente; otros, con dos; y otros, con tres; mientras que raramente ninguno con las cuatro en la esfera consciente.

El Rol de la Función Inferior

La Neurosis, término clínico que define el sufrimiento psicológico y emocional, aparece cuando el crecimiento de la función natural principal de uno es frustrado, posiblemente por los padres o por el medio cultural. Si un pensador nato se ve forzado por las circunstancias a operar con la función inferior de sentir, él o ella se convertirán con el tiempo en personalidades desajustadas, mal adaptadas, desordenadas o confusas. Si una de sus funciones asistentes —sensación o intuición— se ve enfatizada y acentuada por la familia o la sociedad, esas personas podrían desenvolverse mejor en la vida, ya que las funciones asistentes son llevadas a la conciencia con una mayor facilidad que la cuarta restante: la función no desarrollada o «inferior»,

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que continuará hondamente sepultada en el inconsciente.

El problema es que cada persona cree que su particular función principal es la mejor manera de introducirse en la vida, tanto para él o ella como para todo el mundo. Esto es porque uno aprende, a través de la experiencia, a desconfiar de la propia función inferior como un modo capaz de actuar en la vida, ya que normalmente funciona mal. Como consecuencia, se menosprecia su imperfecta función inferior tanto como a quienes la tienen como función dominante. Puede que a ellos les vaya bien, pero eso al individuo que desconfía de su propia función inferior no le importa, puesto que la ve como a una entidad bloqueadora y obstaculizante de su vida.

Este fenómeno explica por qué individuos y grupos se desprecian unos a

otros —marido y esposa, los vecinos, hermanos, y culturas enteras pueden estar perpetuamente enfadados—. Un pensador generalmente considera a los más sensibles como seres inferiores. Los sensatos, por su parte, desconfían de los pensadores, creyendo de ellos lo peor. Probablemente la mayoría de los divorcios son el resultado de esta dinámica interior, mucho más que por otras circunstancias.

Los sensatos creen que los intuitivos son dudosos y no realistas, mientras

que los intuitivos ven a los sensatos como rinocerontes aburridos y sin imaginación. Tales aversiones y antipatías envenenan innumerables situaciones cotidianas en el lugar de trabajo y los encuentros sociales en general.

Pero la vida se complica más aún cuando los opuestos, además de

repelerse mutuamente con tanta violencia, también se atraen. Esto explica por qué los sensibles se casan a menudo con pensadores, y los intuitivos se acoplan a menudo con los sensatos. La batalla proverbial de los sexos podría ser muy bien, en parte por lo menos, una diferencia oposicional de la tipología funcional. La explicación práctica para esto es que en su visión unilateral cada uno necesita desesperadamente al opuesto «otro» como un contrabalance y complemento.

Normalmente, los partners matrimoniales —o de cualquier otra asociación

significativa— tienen en común una función asistente que facilita la comunicación entre ellos y, por lo tanto, su relación. Pensadores y sensibles usarán de su sensación o intuición asistente —cualquiera que sea la que tengan en común— para llegar el uno al otro. Tenemos que aprender a ver que los opuestos se necesitan porque cada uno proporciona una pieza del cuadro que, justamente, el otro no ve, no evalúa, o sencillamente no entiende a fondo.

En Asia se cuenta la historia de un grupo de hombres ciegos que rodean de

pie a un elefante, ilustrando este fenómeno de un modo pintoresco. Uno de ellos, después de tocar la trompa del elefante, asegura que aquello que debe descubrir se asemeja una serpiente. Otro, al palpar la cola, afirma que es como una cuerda. Un tercero, al inspeccionar la oreja con la yema de sus dedos, declara que el elefante es como una enorme hoja; y un cuarto, golpeando uno de los costados, asegura que el elefante es como un gran tambor. Todos están

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ni lo cierto. Lo que los perceptores y evaluadores ciegos necesitan ahora es comunicarse unos y otros para tener así una imagen total, ya que ninguno de ellos la posee todavía.

Si contemplamos de cerca y desapasionadamente los conflictos maritales,

raciales y disputas internacionales de todo tipo —desde el ventajoso punto de mira de la tipología funcional— puede que veamos que realmente se trata de rígidas y espeluznantes diferencias tipológicas. Por regla general, lo que no entendemos es aquello a lo que tenemos miedo y de lo que escapamos o a lo que atacamos. Es la eterna respuesta del luchar y el huir.

Si yo, un pensador, tengo miedo de usar mi función del «sentir» porque siempre me hace tropezar, empezaré a desconfiar y odiar dicha función en mí mismo y en cualquier otra persona. Por extensión, empezaré a temer y, como consecuencia, a desconfiar de las personas sensibles, desagradándome la sensibilidad de las etnias y de los grupos que manifiesten este potencial. Esta dinámica opera en todas direcciones: los sensibles pueden entender mal y por lo tanto temer y detestar a las personas y grupos pensadores; los sensatos tal vez juzgarán mal o sentirán miedo y desdén por las personas o los grupos intuitivos; éstos, a su vez, quizá malinterpreten o rechacen a las personas y a los grupos sensatos. Si bien éste es un cuadro muy simplificado, si se usa en la experiencia práctica ayudará muchísimo a dilucidar tanto las dinámicas indi-viduales como las grupales, así como las razones de muchos de nuestros «me gusta» y «no me gusta».

Miedo y odio, como venenos psicológicos mortalmente auto-destructivos, son ambos productos de la ignorancia —ignorancia de la dinámica de la psicología humana en general y de la topología en particular—. Si la ignorancia es la causa mayor de nuestro sufrimiento, entonces nos conviene aprender no solamente cómo funcionan nuestras psiques individuales sino también cómo operan las energías psíquicas de la humanidad como un todo.

Cada individuo, cada grupo étnico, cada nación con su tipología colectiva tiene una contribución única respecto de la percepción y evaluación de los desafíos de la vida a escala personal, local, nacional y mundial. La comprensión de este hecho reducirá viejas fricciones e irritaciones mutuas. Cada nación o grupo étnico es como uno de aquellos hombres ciegos que propone afirmaciones sobre el elefante.

Cuando comprendemos la imperante influencia de la tipología en la

comunidad humana, podemos ir más allá de una tolerancia arrogante ante los demás. Seremos capaces de ver que todos somos minúsculas partes de un cuerpo total de conciencia global, cada uno con nuestros varios aspectos tipo-lógicos y contribuciones diversas.

Sea lo que sea a lo que nos resistamos persistirá de cualquier modo,

psicológicamente hablando, energetizándolo literalmente con nuestra resistencia.

Si un sensato resiste de manera obstinada toda intuición, él o ella será

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acosado por todo tipo de presentimientos salvajes que inundarán la conciencia —por ejemplo, clairvoyant insights que nunca salen bien— creando así una personalidad de perdedor.

Si los intuitivos se oponen tercamente a los datos de los sentidos a toda

costa, sus mentes conscientes se inundarán de vividas y fastidiosas imágenes. Sus cuerpos experimentarán un tumulto de sensaciones y síntomas hipocondríacos.

El pensador que obstinadamente se niega a sentir dirá cosas inapropiadas y

estúpidas o actuará rígidamente, sin sangre y sin diplomacia en el momento en que debería ser de otra manera, creando la impresión de una «reina de hielo» o de un «rey de hielo».

Los sensibles que testarudamente resisten el propio pensar son sitiados por

análisis erróneos, interpretaciones chapuceras y falsas conclusiones sobre cualquier cosa bajo el sol. Se vuelven «cabezas de chorlito».

Estos tropezones psicológicos son causados siempre por una función

tipológica no desarrollada, no integrada y, por lo tanto, inconsciente, fuertemente anclada en los niveles profundos. Nuestra función inferior actúa en nuestro lado (psicológico) como la espina proverbial.

En general, la función inconsciente y la inferior —o la(s) función(es)

asistente(s) no desarrollada(s) alojadas en ellas— son óptimamente complementarias y compensatorias del total en la conciencia. Mientras estamos en estado de vigilia, la cuarta función —la inferior— trabaja mal y de manera problemática. Sin embargo, durante nuestros sueños nocturnos vemos que sí opera bien. Ésta es la causa por la cual resulta tan valioso recordar nuestros sueños, porque a través de ellos accedemos a cualquier dinámica valiosa que está faltando en nuestro estado de vigilia.

El ego-conciencia es meramente el vértice del iceberg. La masa del iceberg y el océano en el cual flota simbolizan la vasta mente inconsciente. Toda la vida psíquica brota de estas profundidades, y ésta es la razón de nuestro acto de soñar despiertos (ensoñación), tal vez porque invertimos más de un tercio de nuestra existencia en el dormir a fin de poder reconectar con nuestras energetizantes raíces psíquicas. Este recontacto con la matriz de nuestra mente inconsciente restaura y equilibra nuestra mente consciente, suministrándonos lo que nos falta durante la vigilia. La razón principal para recordar los sueños consiste en ganar acceso a un aspecto de nuestra psique que necesitamos asimilar e integrar en el ego-conciencia, si queremos vivir nuestras vidas de una manera más plena y satisfactoria.

¿Cuál es su Tipo?

Si usted desea determinar su tipología, un analista junguiano puede administrarle tests profesionales tales como el de Myers-Briggs, Grey-Wheelwright o el más reciente y puesto al día de Singer-Loomis. En lugar de

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uno de éstos, usted puede hacerse fácilmente un test a sí mismo con la ayuda de un popular libro introductorio llamado Please Understand Me, escrito por David Keirsey y Marilyn Bates. Ayuda a los lectores a determinar sus tipologías personales de una manera clara, simple y divertida.

Una aproximación experiencial —en otras palabras, la auto-observación— constituye por último la mejor y más segura manera de determinar la tipología a la que se pertenece ya que sobrepasa en mucho a cualquier test. La auto-observación de nuestros modos cotidianos de funcionar nos mantiene alerta, más conscientes y más sensibles sobre quiénes somos. Ya que nuestra vida diaria siempre se enreda a causa de la función inferior, observe simplemente si usted falla más al percibir la realidad vía sensación o intuición; o si lo hace al evaluar la realidad vía pensar o sentir. Hágase las siguientes preguntas:

En su experiencia: ¿le dicen los demás que usted no percibe muy bien la

realidad objetiva? ¿Que se pierde lo obvio? ¿Que es usted un soñador? ¿Que siempre llega tarde a las citas? Si es así, su función sensitiva le está causando problemas y, probablemente, usted pertenezca al tipo intuitivo. Si la gente le acusa de no ser capaz de leer entre líneas, de no ver más allá de las fachadas que la gente le ponga ante sus narices, o se le acusa de tomar todo literalmente y de ser un crédulo, entonces usted es más parecido a un tipo sensato.

Si sus compañeros o amigos le acusan de hablar con los pies y decir cosas

inapropiadas, de ser frío y estrictamente moral pero inconsecuente, lo más probable es que se le pueda definir como un tipo pensador. Si usted realiza inferencias lógicas a lo Sherlock Holmes, es un obsesivo matemático, malinterpreta las intenciones y motivaciones de los demás y derrama efusiones a todo lo que pasa interna o externamente, o si contiene toda su efusión embotellada, usted es sin duda un tipo sensible.

Mientras que el «pensador» sugerirá que si estamos en guerra con un

enemigo peligroso deberíamos usar una bomba nuclear y echarla sobre las principales ciudades del enemigo, el sensible muy probablemente se plantará ante él vociferando: «¿Y qué hay de la población civil y de nuestro personal en la embajada y en el consulado y todos los de los países «Hados?»

El pensar provee reglas y regulaciones morales frías y rígidas: «Debería» y

«No debería». La función del sentir, sin embargo, prefiere un comportamiento ético que es dócilmente contextual; por ejemplo, «no se debe matar», pero si alguien está a punto de asesinar a una víctima inocente, será justo y honorable matar al presunto culpable; en caso de que no haya otros medios de prevención posibles.

¿Qué aproximación evaluativa le atrae a usted más? Ambas posturas,

pensar y sentir, son necesarias para vivir la vida prudente y conscientemente. El pensar proporciona reglas y estructuras, mientras que el sentir convierte a la estructura lo bastante elástica y flexible para resistir los «estremecimientos y temblores» inherentes a los comportamientos de los miembros de la sociedad. El vivir iluminado es realmente un acto de equilibrio. ¿Hacia qué lado de la

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escala tiende usted?

Los intuitivos observan primero el abanico de posibilidades y después extraen una probabilidad, mientras que los sensatos registran solamente lo que se muestra delante de sus ojos. Un verdadero intuitivo, sin embargo, verá más bien la probabilidad que no está «visible» en ese momento entre las muchas posibilidades. Esto hará reír al sensato, quien se dejará atrapar únicamente por las probabilidades concretas del aquí y ahora. Por contra, el sensato se hallará en el barco que el intuitivo habrá perdido por completo, porque éstos, por lo general, no ven lo que está justo delante de sus nances. ¿De qué manera tiende usted a percibir la realidad?

La vida es básicamente una cuestión de tipologías. Cuando nuestros egos comprenden que los comportamientos y actitudes de nuestra psique son tan reales y tan sustanciales como nuestros cuerpos físicos que constituyen la personalidad que somos, entonces entendemos la causa de aquello que nos ocurre aparentemente sólo a nosotros. Si deseamos cambiar nuestro destino necesitamos transformar nuestro carácter, que en gran parte es lo mismo que nuestra tipología personal. Para realizar una transformación, primero debemos concentrarnos en la función principal natural, para luego armonizarla. Después se tratará de desarrollar las dos funciones asistentes naturales, dejando conscientemente sola por el momento a la cuarta, la función inferior. Ésta, saldrá por sí misma a la superficie mediante nuestro cambio de dirección en la mitad de nuestras vidas; cuanto más despacio vamos en ciertas áreas tomamos una mayor velocidad en otras o cuando necesitamos adaptarnos a cambios de vida de una manera totalmente diferente. Hasta ese momento sólo necesitamos apoyarnos en una esposa o en alguien cercano, para obtener el input complementario de nuestra función inferior —que no es otra que la principal del otro—. Lo que llamamos crisis de mediana edad implica, en general, un nacimiento y resurgimiento de nuestra tercera y cuarta función inferior no desarrollada, desenterradas de nuestro inconsciente. Este fenómeno en principio nos sobrecoge, ya que empezamos a percibir y a evaluar nuestro mundo interno y externo de un modo totalmente nuevo y refrescante.

Así, nuestra tipología también afecta al trabajo que elegimos hacer en

nuestra vida, la profesión o el oficio en el que nos sentimos más satisfechos. Por ejemplo, un pensador intuitivo preferirá quizá la investigación en ciencias físicas, o los ordenadores, la ingeniería, el trabajo técnico o algún tipo de actividad en que deba dirigir personas. Un sensato intuitivo tal vez opte por una carrera de arte, música o literatura, o bien el cuidar enfermos, la terapia o el servicio religioso. Un sensato sensitivo se sentirá más cómodo con una carrera relacionada con la enseñanza, trabajos de oficina, ventas, o supervisión de gente. Por último, un pensador sensitivo será más feliz en un trabajo que le proporcione habilidades técnicas con objetos y hechos, tales como negocios, leyes, banca, producción, construcción o administración de negocios.

Actitudes de la Psique

Cuando hablamos de nuestras esferas consciente o inconsciente, nos

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referimos en realidad a un sistema de energía psíquica, con sus flujos y reflujos, progresos y regresos. Mientras estamos despiertos, el mundo exterior fuerza nuestra psique a fluir hacia el exterior para tratar con él; cuando dor-mimos, el flujo se vuelve hacia dentro, hacia el mundo interior del reino inconsciente. Todos experimentamos esto a lo largo de nuestras vidas.

Jung clarificó lo que él mismo denominó como actitudes típicas y

dominantes de nuestra psique a aquellas que operan de manera conjunta con nuestras funciones tipológicas. Ciertas personas, cuando permanecen despiertas, se interesan mayormente y se sienten más atraídas hacia el mundo psíquico interno, observando que los reinos externos resultan ser como una intrusión en su campo de conciencia. Los individuos que por naturaleza tienden más hacia el mundo interior fueron los llamados por Jung introvertidos. Otros, sin embargo, parecieron estar más dispuestos a dejar fluir su energía psíquica hacia las esferas exteriores de la vida, experimentando cualquier incursión del mundo interno como una molestia en el campo de conciencia. A la gente que se siente seducida por el mundo externo los clasificó como extrovertidos. Los extravertidos están simplemente más interesados en personas, cosas y acontecimientos exteriores, que en personas, cosas y acontecimientos interiores.

Estos dos términos, «introvertido» y «extravertido», que Jung acuñó, forman parte ya del lenguaje occidental cotidiano. Desafortunadamente, ambas denominaciones han devenido en connotaciones negativas. Si se aceptan dichas connotaciones uno no puede identificarse, de ningún modo, ni como introvertido ni como extravertido.

En el lenguaje popular, los introvertidos son lelos mientras que los

extravertidos unos gritones. De acuerdo con el estereotipo del pensamiento extravertido, los introvertidos que gustan de paseos solitarios por los bosques pueden eventual-mente llegar a ser asesinos. Por su parte, el estereotipo de pensamiento introvertido, creerá que los extravertidos se visten con colores chillones, hablan en tono alto y exuberante, y siempre son excluidos de cenas y ágapes elegantes.

Para Jung, estos conceptos utilizados para describir facetas sutiles de la

naturaleza humana —introversión y extraversión—constituyen meramente términos descriptivos neutrales que designan dos movimientos básicos de la energía psíquica de la conciencia. Según el uso junguiano nunca connotarán, de ninguna manera, lo que la mayoría de la gente —erróneamente— entiende cuando los usa.

Estas expresiones significan que ambos tipos —las personas introvertidas y

las extravertidas— reaccionan de un modo distinto ante un mismo acontecimiento determinado a causa de la dirección del flujo de los sistemas energéticos de sus psiques. Los introvertidos —vis-á-vis— son tímidos ante el mundo exterior, y uno podría decir que los extravertidos lo son con respecto del mundo interior. Los introvertidos se ven mermados al tener que actuar externamente en tareas dirigidas que requieran implicación personal. Los extravertidos, por el contrario, se muestran reservados cuando se entra en su

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realidad interna. Los términos junguianos no están creados en absoluto para ser usados con categoría moral o despectiva. Ambas actitudes delinean cualidades innatas de interés psíquico. Eso es todo. Algunas personas se interesan más por el mundo interior y otros por el exterior. El uso de los términos no implica, en este sentido, ningún carácter evaluativo. Una persona con una actitud extravertida se orienta predominantemente —sea él o ella— por normas externas colectivas, por lo que llamamos el espíritu de los tiempos ajustándose pobremente a las demandas del mundo interior. Si los extravertidos contemplan el pensar, el sentir, la sensación o la intuición en relación con los demás y los acontecimientos del mundo externo, tenderán a perderse a sí mismos en las personas, cosas y acontecimientos del exterior. No es ningún crimen llevar la propia vida de esta manera, pero, como todas las cosas, tiene sus desventajas e inconvenientes.

La actitud introvertida le impele a uno a relacionarse más con las

experiencias psíquicas interiores. El introvertido opera principalmente con factores personales, subjetivos y, en consecuencia, se adapta menos, o como mucho sólo a veces, al entorno externo, al que consideran de interés secundario. La primera reacción espontánea del introvertido ante un estímulo exterior es retroceder. Esto no es paranoia. Las afectaciones del mundo exterior toman al introvertido siempre por sorpresa.

Es responsabilidad de cada uno el determinar el flujo natural de la energía

psíquica. Para ello, la introspección y la auto-observación necesarias resultan más fáciles para los introvertidos. Los extravertidos parecen preferir determinantes externos tales como los tests de tipología, ya sean éstos escritos u orales.

Mientras que las cuatro funciones —pensar, sentir, la intuición y la

sensación— indican la forma en que procesamos las experiencias humanas, las dos actitudes de introversión y extraversión revelan la dirección del flujo y reflujo de nuestra energía psíquica, tal como se expresa en las actitudes correspondientes a cada una de ellas. Consecuentemente, podemos hablar de un tipo de pensador introvertido o de un tipo de pensador extrovertido. Ambos usan razonamientos analítico» o discursivos, pero en relación a cosas absolutamente diferentes. El pensador introvertido está ocupado en especulaciones filosóficas interiores, mientras que el pensador extrovertido se reconoce envuelto en la resolución y la comprensión de los problemas del mundo externo a lo Sherlock Holmes.

Los sensibles introvertidos pueden estar locamente enamorados de usted,

pero por lo que a ellos concierne «no es ningún condenado asunto suyo», y eso es todo. Los sensibles extravertidos, en su propensión a exhibir y expresar sentimientos evaluativos, «lo dicen» con flores y postales de felicitación poética o con invitaciones a la ópera o con cenas con velas a la orilla del mar. Ellos tienen que comunicar sus reacciones sentimentales a toda costa. Si es bueno, tienen que hacerlo. Si no es bueno, se abstendrán.

Los intuitivos introvertidos pueblan los monasterios y los picos de las

montañas del mundo, los lugares «místicos» que están «más cerca de los

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dioses». A los intuitivos extravertidos se los encuentra jugando en los hipódromos, en el mercado de valores, o en los locutorios de lectores psíquicos, persiguiendo sus quimeras por donde quiera que revoloteen.

Los sensatos introvertidos prefieren la música refinada, se rodean con

objetos bellos y artísticos y se deleitan en los efectos de la alta cocina ya que se interesan por el impacto que ellos causan a sus sentidos. Los sensatos extravertidos crean y nos proveen de la música, los objetos de arte, la alta cocina y los maravillosos equipos estéreo en los que los sensitivos introvertidos encuentran tanto placer.

Sin embargo, no existen en realidad tipos puros tales como se ha descrito

más arriba no sin cierto humor. En efecto, la vida sería insoportablemente aburrida si sólo hubiera ocho, o dieciséis, o incluso treinta y dos o sesenta y cuatro tipos de personas. Cuando describimos tipos, estamos representando modelos de conciencia abstractos que facilitan enormemente la comprensión de los seres humanos y su comportamiento. Somos personas, no modelos, pero cuando decimos que una persona es «muy «francesa» o «muy rusa» o «sudamericana» o «australiana», todos captamos la idea global de inmediato. De forma similar ocurre con las actitudes y funciones tipológicas. Una persona es de alguna manera un extravertido y más o menos un pensador, intuitivo hasta cierto grado, molestamente insensible, etcétera. Los tipos no son absolutos, y nosotros como individuos, definitivamente tampoco.

Jung observó de modo interesante que si la función principal era la de

introvertido, el opuesto —la función inferior— sería extravertido. Y al revés, si la función principal era la de extravertido, la función inferior resultaría ser introvertido. Ver la Figura 2.3 en la página siguiente.

En el primer ejemplo, el modo de pensar introvertido constituye la función

dominante, mientras que la función inferior lo es el sentir extravertido. En términos prácticos, la producción inconsciente de sueños y ensueños de esta persona se colorearán más por el sentir extravertido que opera en su nivel inconsciente. La función inferior del sentir extravertido, cuando este individuo permanece en estado de vigilia, no funcionará correctamente y será la fuente de todo tipo de tropezones personales —mal humor, temperamento explosivo, manifestaciones de una sentimentalidad sensiblera, etcétera—. Pero en las producciones inconscientes de sueños del pensador su función del sentir operará realmente de un modo eficiente. Por este motivo, dichas personas no serían buenas para un puesto de relaciones públicas, ya que el componente del sentir es el menos desarrollado en su ego consciente y, normalmente, se manifestará a sí misma de un modo primitivo y arcaico.

Los introvertidos, cualquiera que sea su función principal, en general trabajan mejor solos, cuando el mundo exterior no se interpone demasiado en su atención. Los extravertidos, por el contrario, trabajan de un modo más ventajoso en un entorno exterior desafiante y estimulante que demande un total compromiso de su energía psíquica.

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Es crucial recordar que el sueño sensible de un frío pensador introduce un sonido, en la evaluación del sentir respecto de sus experiencias vitales. Por otro lado, el sueño pensador de una persona cuya función principal es el sentir sensitivo ofrecerá un análisis imparcial, objetivo y lógico ante cualquier situación psicológica.

De igual forma, el sueño del sensato garantiza accesos extraordinarios de intuición que pudieron pasar hasta ahora Inadvertidos, detalles concretos de una realidad interior o exterior. Por su parte, el sueño intuitivo de los realistas sensatos dará informaciones precognitivas o proféticas o simplemente permitirá al soñador «leer entre líneas» los sutiles insights perdidos durante las horas de vigilia.

Por lo que a las relaciones humanas, romances y amistades se refiere —

áreas en las cuales la «química» es una cuestión clave—, los extravertidos se ven, irónica y predominantemente atraídos por los introvertidos, y viceversa. Los pensadores son cautivados por los sensibles y éstos a su vez por los primeros. Los sensatos y los intuitivos se encuentran el uno al otro mutuamente fascinantes. En resumen, los opuestos se atraen y «se enamoran» el uno del otro, y —para hacer la vida más intrigante—, ¡también se repelen! La polaridad parece ser la esencia de la vida. Si contemplamos seriamente las desgracias en nuestras relaciones, tanto íntimas como casuales, veremos que esta dinámica juega un papel importante.

La tipología explica muchos de nuestros espontáneos «me gusta» y «no me

gusta» respecto de los otros individuos. En las relaciones románticas es como si un individuo estuviera buscando una personalidad complementaria relacionada con su propio inconsciente, una que esté representada externamente en la otra persona. Por lo que constantemente buscaremos a un tipo específico como amante.

Ya que es muy laborioso integrar en la personalidad consciente de uno la

«otra mitad» que permanece dormida en la propia psique inconsciente, resulta mucho más fácil encontrar esos rasgos precisos en el romanticismo de una pareja exterior que nos provea de las piezas que faltan. En las relaciones de amistad, esas mismas características oposicionales estrictas— no son tan rígidas. Por ejemplo, dos pensadores pueden ser amigos, uno que posea como función secundaria la sensación y el otro la intuición. En una simple relación de amistad, a menudo las funciones secundarias están en interesante oposición y ejercen una atractiva complementariedad. La tipología no es ni blanca ni negra ni definitiva en ningún modo, y las

relaciones y las carreras profesionales no son predeterminadas mecánicamente. Sin embargo, en términos generales, si la función principal de un individuo es extrovertida, su función inferior será introvertida. Las dos funciones asistentes serán así más o menos extravertidas y/o Introvertidas, dependiendo de hasta qué punto han sido hechas conscientes por las circunstancias. Si no se han desarrollado, y por lo tanto permanecen en el inconsciente, las funciones asistentes estarán más coloreadas por la actitud del inconsciente: la función inferior. Una persona que tenga una función principal introvertida habrá de relacionarse en el mundo exterior con una o ambas

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funciones asistentes que puedan llegar a ser extravertidas.

Las funciones por sí mismas raramente aparecen en forma pura. Por lo

general se manifiestan como tipos mezclados. La Figura 2.4 ilustra este punto.

FIGURA 2.4

Al igual que con las cuartas funciones, si una actitud que es impulsada en un niño no es natural a su constitución psicológica innata, la neurosis (sufrimiento psíquico) aparecerá casi sin duda a una edad temprana. Las actitudes de introversión y extraversión están fijadas por la naturaleza mucho más rígidamente que las cuartas funciones, ya que éstas pueden ser incorporadas a la conciencia con mayor facilidad que las actitudes antes mencionadas.

Si un individuo es básicamente introvertido bien puede fingir una actitud de

extravertido, a pesar de que la depresión lo acompañará inevitablemente por esa falta de expresarse a sí mismo.

De modo similar, aquel que sea básicamente extravertido puede pretender

ser un introvertido sólo invirtiendo mucho esfuerzo, aunque experimentando también algún tipo de depresión. Si bien estadísticamente la Madre Naturaleza crea a una población global que es mitad introvertida y mitad extravertida, los países y los grupos de gente desarrollan modelos colectivos característicos. En la cultura americana, por ejemplo, alrededor de un setenta y cinco por ciento de individuos son pensadores extravertidos y un veinticinco por ciento son sensibles introvertidos, con un mayor número de mujeres para el segundo caso y de varones para el primero.

Es interesante observar que los introvertidos en la relativamente más

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introvertida Nueva Inglaterra en general lo pasan mejor que los introvertidos en la más extravertida California; la atmósfera psíquica y el clima de Nueva Inglaterra son de algún modo más confortables para la actitud de introversión. Sin embargo, la cultura en general en Estados Unidos hace que un extravertido se sienta más cómodo que un nacido introvertido. Sentirse así con el temperamento y la actitud de uno es algo que se ve muy afectado, positiva o negativamente, por el entorno psíquico familiar y cultural. A menudo, simplemente con el reasentarse en una cultura que concuerde más con la propia tipología individual, se pueden eliminar muchas aflicciones neuróticas sin sentido.

Respecto del desarrollo y la evolución de la psique, los niños parecen tener

una mayor extraversión en el período escolar y, más tarde, al establecer una carrera y una familia, es cuando aparecen las demandas de crecimiento. A me-diana edad, normalmente se requiere una actitud introvertida y más Introspectiva —en busca del alma— a fin de vivir la confrontación sensitiva emocional con la realidad de la vejez y la eventualidad de la muerte.

Quienes nacen extravertidos, por lo tanto, poseen un sistema de integración

más fácil en edad temprana, aunque más difícil en los últimos años, cuando las energías manifiestan su impulso de volverse hacia dentro.

Para los introvertidos los años de la primera infancia constituyen por lo general una experiencia más ardua, ya que la introversión normalmente va en contra de las demandas características de ese período de la vida en sociedad. Los nacidos introvertidos deben ser «coaccionados», a fin de que comprendan lo bueno que resulta en ciertos momentos dirigir sus energías psíquicas hacia asuntos exteriores. Se les debe permitir simultáneamente amplias oportunidades por medio de actividades introvertidas vitalmente necesarias, tales como leer, descubrir la Naturaleza, escuchar música, pintar y dibujar, incluso jugar solos si lo desean, o simplemente soñar despiertos. Un viejo proverbio romano dice: «Moderación en todas las cosas y moderación en la moderación». Es duro conseguir un equilibrio ingenioso y feliz que garantice a los niños introvertidos su libertad y su derecho a ser quienes son, al mismo tiempo que necesitan de un estímulo compasivo para adaptarse a las imposiciones del medio, tanto en la vida cotidiana de la escuela como de la sociedad.

Los extravertidos se re-generan y re-crean a sí mismos lanzándose a

divertidas aventuras y actividades exteriores, mientras que los introvertidos lo hacen mejor ahondando en sus exploraciones interiores favoritas y en sus ensoñaciones. Estas dinámicas, aunque matizadas, deben ser respetadas.

En mi primera experiencia como docente se me asignó por horario la última

clase del día. Una tarde, un joven estudiante alzó una mano y me preguntó si podía sentarse cerca de la ventana y, simplemente, «contemplar la lluvia» en lugar de concentrarse en sus deberes. Era muy introvertido, y necesitaba recargar sus baterías psíquicas sumiéndose en la ensoñación a fin de poder continuar con la tarea y la exigencia. Le dije entonces que unos diez minutos para mirar por la ventana cómo caía la lluvia serían suficientes, pero que

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después debería intentar concentrarse de nuevo en sus obligaciones. Al escuchar mi respuesta se puso contento como una alondra. Muchas veces diez minutos de «trabajo interior» es todo lo que los introvertidos necesitan para manejar las intrusiones de la extraversión requerida. Esta anécdota constituye el ejemplo perfecto de la expresión francesa: Reculer pour mieux sauter, que se traduce generalmente como: «Regresar para mejor progresar». Los introvertidos necesitan en especial comprometerse en tales regresiones, más aún durante un día atareado.

Para el común de la gente, dormir por la noche es un modo de regresión

necesaria para continuar al día siguiente donde lo habíamos dejado. La necesidad de una mini-dosis de introversión a lo largo del día es extremadamente importante para la gente muy introvertida que se siente presionada por un mundo en exceso extravertido. Nunca está de más insistir en esto. La vida, en cualquier caso, es en sí un conjunto de comienzos y pausas, de modo que permitir a los introvertidos breves momentos de tranquilidad y soledad debería no ser visto por los desconcertados extravertidos como una pérdida de precioso tiempo o como una negligencia ante los deberes sociales. Si son privados de momentos de introversión, los Introvertidos se cerrarán por completo, actuando con desgastante ineficacia hasta parecer incompetentes.

En el apogeo de sus confrontaciones con el imperialismo británico, Mahatma

Gandhi, un introvertido, se tomaba diariamente el tiempo de sentarse frente a su rueda para hilar. El hilar es muy hipnotizante, ya que permite que las manos se mantengan ocupadas mientras el ego-conciencia se baña, por así decirlo, en las aguas del inconsciente. En su contacto con el inconsciente, Gandhi encontró la sabiduría creativa, tanto las estrategias sutiles como una inagotable energía para combatir a su colosal enemigo exterior.

En el Japón moderno, naturalmente más introvertido, los empleados de las

grandes empresas pueden dedicar un tiempo a la meditación en una habitación tranquila —simplemente para vaciar la mente consciente— con el objeto de ser más productivo* y de permanecer alerta en un trabajo orientado según su cultura a la eficiencia. SI bien Asia es más introvertida que Occidente, esto no implica que los extravertidos occidentales no se beneficiarán con el uso de sus técnicas de relajación, parando la agitada exteriorización de sus mentes durante algunos breves momentos al día para actuar de un modo más competente y correcto, con menos estrés y menos tensión, nervios y problemas cardíacos. Aptitud y eficiencia constituyen el resultado de una mente calmada, libre de tensión y re-energizada. Incluso los extravertidos más acérrimos necesitan sus pausas de mañana y tarde para el café y para el respiro psíquico.

Una Cena de Invitados

Para ayudar a resumir los variados colores y sombras de las tipologías —algo que, por supuesto, no puede ser por último genuinamente sistematizado—, vamos a examinar la cena de invitados organizada por una anfitriona de Washington que agasajó a siete personas. La lista era la siguiente:

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1. Un talentoso abogado. 2. Una distinguida ingeniera. 3. Una reconocida accionista. 4. Un taciturno y enigmático músico. 5. Un eminente erudito.

6. Un tranquilo coleccionista de arte.

7. Un famoso poeta que se olvidó por completo de la invitación.

Estos ocho caracteres constituyen meros ejemplos que facilitarán nuestra comprensión respecto de la tipología.

Nuestra anfitriona es una mujer muy entendida en asuntos mundanos, la

iluminación correcta, el mejor champán para que cada uno se sienta buoyant y se divierta. Sus dotes de dirección, de organización y su instinto, le hacen saber exactamente a quién invitar y a quién no. Es una public-relations natural, con un constante stock de quiches en su gran refrigerador, y además una pequeña habitación a disposición para cualquier momento. Recoge sus trajes sastre de paso por París durante sus vacaciones de esquí en invierno en Montreal; los veranos —dónde mejor que en St. Paul-de-Vence; noblesse oblige— es uno de sus exquisitos gustos viscerales. Ella es probablemente una «sensible extravertida» con algo más que una brizna de aire triunfal.

El «abogado talentoso» es un hombre concentrado en reglas externas,

regulaciones y hechos evidentes. Se ha comprometido a memorizar muchas leyes y las manipula con astucia siempre a la medida de los delitos y locuras de sus clientes, proeza para la cual es generosamente recompensado. Ve cómo los acontecimientos y los hechos se entrelazan, reconociendo causas y efectos en todo lo que percibe, además de saber cómo esconder cierta información de modo suave y elegante. Siempre lleva zapatos relucientes, trajes ajustados y camisas almidonadas, combinado con un prístino traje de negocios para cada día. Él es probablemente un «pensador extravertido» con fuerte «sensación» y posible «intuición» como funciones asistentes.

La «ingeniera distinguida» es una práctica «solventa problemas» y un

árbitro de conflictos. Se puede apelar a ella cuando dos islas necesitan un puente, o cuando un acueducto debe atravesar un terreno escabroso. O bien cuando árboles frutales de exportación necesiten ser genéticamente alterados y adaptados a un entorno extraño. ¿Cómo podríamos tener un huevo pasado por agua en diez segundos si ella no hubiese inventado el microondas? Con su terrenal función de «sensata extravertida», la realidad objetiva de un problema es hábilmente discernida y escudriñada, y las funciones asistentes de «pensar» y «sentir» tratan de manera práctica hechos concretos. La función terrenal «extravertida» de la «sensatez» ha dado a luz la Coca-Cola, Kentucky Fried Chicken y los MacDonald's, así como muchas cuentas bancarias en Suiza relacionadas con ellos.

La «reconocida accionista» da vueltas y hace negocios a pasos acelerados

por Wall Street. Tiene presentimientos extraordinarios acerca de qué acciones subirán y cuáles van a bajar. Simplemente «sabe» si la gente le está dando una buena información genuina o le está sugiriendo una pista falsa. Si bien es

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remarcablemente afortunada en los casinos de Las Vegas, ¡ay!, no lo es tanto en el amor. Es una parlanchina capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa, sobre todo a sus desaprensivos clientes, que jamás han probado como erróneo su sexto sentido. Ella es claramente un tipo «intuitivo extravertido» con el «pensar» y el «sentir» como sus funciones asistentes.

El «músico enigmático y taciturno» es un seductor misterioso. Aunque

externamente parece apático a la mayoría de los invitados, uno imagina que este individuo está cósmicamente a tono con la música de las esferas, aunque no lo descubriremos hasta que no llegue el momento en que la anfitriona le pida que toque el violín para acompañar el café y la pastelería vienesa en el estudio de dibujo. El rapto de sus cuerdas mágicas hace que uno olvide su propio nombre, al tiempo que la anfitriona se inclina para susurrar que el músico ha estado secreta y apasionadamente enamorado de usted (sí, de «us-ted») durante una década, si no más. El «sensible introvertido» lo guarda todo adentro, pero las funciones asistentes del violinista, «sensatez» e «intuición», siendo más extravertidas, pueden darnos una clave, si lo espiamos de cerca y de modo penetrante, para estos poderosos fluidos que corren en profundidad.

El «eminente erudito», nuestro «pensador introvertido», probablemente está discutiendo filosofía presocrática como el factor motivante real en las campañas de Alejandro en Oriente, impresionando enormemente a la tipología opuesta de la sensible extravertida anfitriona quien, de hecho, permanece llena de adulación efusiva por el hipnotizante genio de su erudito invitado. ¡Le recuerda tanto a su último tercer marido! Él emplea sus funciones asistentes de «sensación» e «intuición» (las mismas funciones asistentes de nuestra sensible extravertida anfitriona) para impartir sus ideas con verbo elocuente.

El «tranquilo coleccionista de arte» ha experimentado un éxtasis carnal

absoluto en la nouvelle cuisine, el Beaujolais fin, el comedor Chippendale, la nueva decoración trompe l'oeil y faux marbre y, ahora, por la interpretación del violinista de una perdida obra maestra de Paganini. La noche entera ha sido física y neurológicamente terapéutica para este «sensato Introvertido», que permanecía virtualmente encantado y gratificado hasta la médula de sus huesos por la exquisita elección de invitados y el gusto incomparable de la anfitriona y su nuevo live-in chef.

La ausencia del famoso pero encantador «intuitivo introvertido» poeta

(invitado número siete), nunca conocido como residente en el tiempo y espacio, fue notada por todos. Su recientemente publicado libro de poesía lírica había sido un éxito arrollador, gracias a su terrenal y lanzado agente literario que se añadiera en su lugar en el último momento y quien ganara por lo menos un par de kilos en la cena. El poeta llamó por teléfono al día siguiente para excusarse por su ausencia; después de todo, sus funciones asistentes son «pensar» y «sentir», que tienen la soberbia destreza de apreciar una situación y rectificar un paso en falso imperdonable. Se le invitará de nuevo, sin duda, porque es increíblemente fascinante charlar con él, cuando sus musas le recuerdan que aparezca, claro.

Si bien no esperamos descubrir a un gato ladrar, un perro maullar, un pájaro

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mugir, o una vaca piar, con bastante extrañeza asumimos que todos los otros seres humanos expresarán siempre y en cualquier lugar las funciones de sensatez, pensar, intuir y sentir de forma óptima y bien diferenciada, además de tener las actitudes de introversión y extraversión totalmente desarrolladas. En resumen, esperamos que los otros sean perfectos —en todas sus relaciones con «nosotros»—. Esta flagrante expectativa es, por decir lo mínimo, altamente irreal y engañosa.

La comprensión de la tipología puede ahorrarnos muchos desacuerdos en la

vida y, por tanto, también todo el sufrimiento causado a su vez por las falsas expectativas. Muchos de nosotros intentamos ser lo que no somos, y esperamos, locamente, que los demás hagan lo mismo. El conocimiento de la tipología nos hace más prácticos y más sensatos, inspirándonos simplicidad y una poderosa fuerza que nos permite Jugar con gracia sobre quiénes somos, aceptando y disfrutando de los «otros» exacta e incondicionalmente tal como son.

Sólo ahora, al final del siglo veinte, las astutas observaciones de Jung de la

psique humana empiezan a ser más conocidas y apreciadas por un creciente público internacional, que las aplica en situaciones prácticas y cotidianas con la finalidad de crear salud y unidad.

El siguiente constituye un caso adecuado: en una clase de lectura para niños, cuando un cierto número de estudiantes no conseguía absolutamente ningún progreso, la maestra se aplicó tanto a sí misma como a los estudiantes una versión simplificada de un test de la tipología junguiana. Los resultados revelaron que la maestra era una «pensadora» extravertida y que los que tenían dificultades con la lectura resultaban ser «sensibles introvertidos», tipología opuesta a la de la maestra. Cuando pusieron a los estudiantes del «sentir introvertido» en una clase con una maestra de «sentir introvertido», todos los fracasados anteriores alcanzaron sus objetivos. La tipología y sus consecuencias colectivas nos siguen por todas partes, en nuestras clases, en nuestras camas y en nuestros lugares de trabajo.

La aplicación práctica de la tipología cubre todos los escenarios de la vida. La psicología junguiana no es solamente para la segunda mitad de la vida, tal como algunos «expertos» mal informados no-junguianos han declarado en alguna ocasión. Los principios tipológicos comienzan en la infancia, y los diversos institutos junguianos dispersos por todo el mundo forman a terapeutas en la visión junguiana de la psicología infantil. La psicología analítica de Jung no es solamente para una determinada edad; es para todas las edades y para personas procedentes de todos los antecedentes nacionales.

Con un conocimiento de la tipología junguiana es posible manejar de forma

fácil numerosos encuentros en la vida cotidiana. Un simple conflicto en una oficina entre un «pensador extravertido» con «sensación» como segunda función y un «sensible introvertido» con «intuición» como segunda función puede dejar a ambos frustrados y deprimidos, hasta que, quizás, intervenga alguna tercera persona. La tipología de esta tercera persona puede llegar a hacer de puente de comunicación y comprensión. Esta «tipología del

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pacificador» podría factiblemente ser «ambi-versado» (igualmente extravertido e introvertido) en sensación o intuición como funciones asislentes principales con el pensar y el sentir altamente desarrolladas como funciones asistentes, de modo que él o ella puede comunicarse con las funciones principales de las otras dos personas. La Figura 2.5 de la página siguiente lo ilustra.

A veces intentamos conseguir algo a través de otro individuo que parece

sobrevolar por encima de su cabeza. Cuando se trata de algo muy simple, tal vez no podemos desentrañarlo porque la otra persona no comprende lo que estamos diciendo tan llanamente. Entonces llega un amigo —o un asociado— a quien le relatamos lo que estamos intentando comunicar. Esa persona, que a su vez repite lo que acabamos de referir con su tipología particular, hace comprender sorprendentemente la idea a esa persona. El número de veces que esto sucede en la vida cotidiana es incontable —y frustrante.

Si la ignorancia parece ser la causa de todo sufrimiento, entonces el

antídoto debe partir del conocimiento. El conocimiento de la tipología, junto con un cierto grado de paciencia, tíos salvará específicamente de mucha frustración y agravio en las relaciones interpersonales.

Si las diferentes razas y grupos étnicos de nuestro planeta pudieran

comprender que la fuente de la mayor parte de nuestras mutuas malinterpretaciones, desconfianza y sospechas son en esencia cuestiones de tipología colectiva, entonces se realizaría un mayor esfuerzo en intentar comunicar vía terceras partes —individuos que actuaran como agentes armonizantes y puentes de comunicación entre las dos tipologías dispares—. En muchos ejemplos, Japón ha hecho de «Intérprete» de América para otras naciones del Lejano Oriente, actuando con éxito como intermediario, y hay otros ejemplos abundantes en el campo de los negocios internacionales. No olvidemos, por otra parte, que lo que llamamos cultura, política nacional y movimientos religiosos y sociales son creaciones de la psique y, por lo tanto, una tipología particular a través de los miembros de cada colectivo, ya social, étnico o religioso.

Entre los grupos religiosos, la tipología del fundador llega generalmente a

ser la tipología ideal a emular a modo de espejo para todos, tanto para los miembros presentes como futuros. Ya que la tipología del fundador se supone que es un modelo exacto, ciertos miembros que poseen tipologías naturales diametralmente opuestas a la del fundador tal vez no se sientan cómodos si ésa es la religión con la que nacieron. Estos miembros tipológicamente diferentes crean entonces un nuevo movimiento religioso o secta, una nueva versión que será tipológicamente diferente de la original. En la historia de la Cristiandad, la Ortodoxia de Oriente y el Catolicismo Romano separaron sus caminos en el 1054 d.C. debido a las diferencias teológicas y culturales —léase «tipológicas»—; el Protestantismo y el Catolicismo Romano divergieron cuatrocientos años más tarde, también por razones de este tipo, además de otras. Estas divisiones fueron motivadas en parte políticamente y en parte teológicamente, pero tendemos a olvidar que las psiques —tipológicamente definidas— fueron las que produjeron, en primer lugar, las teologías particulares y las visiones políticas.

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En el intermediario las dos funciones asistentes están igualmente desarrolladas. La persona "A" que intenta comunicarse con la persona "B", puede tener el sentimiento y la intuición sin desarrollar. La persona "B", que intenta comunicar con la persona "A", puede tener el pensamiento y el sentir sin desarrollar. La persona "A" y la persona "B" no tienen lazos tipológicos entre sí y necesitan de un intermediario para

poder comunicarse.

FIGURA 2.5

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En la televisión, hace algunos años, una especialista en alergias, de Buffalo, Nueva York, mostró un filme donde un pequeño muchacho golpeaba a su madre. El muchacho fue sometido a los conocidos tests de alergia, por insistencia de su madre que había notado los comportamientos violentos después de ingerir ciertos alimentos y bebidas. Los tests mostraron que la leche era lo más molesto e irritante para el niño: cuando se eliminó la leche de sus dietas, el niño se volvió calmado. La especialista continuó mostrando que ella no había hallado ninguna cosa extraordinaria como alimentos procesados con aditivos químicos capaces de alterar drásticamente el comportamiento. En su tratamiento con niños con problemas, encontró que los alimentos más corrientes, tales como leche y trigo, eran en efecto los responsables de los cambios de humor y de comportamiento.

El entrevistador cambió entonces a un profesor del M.I.T. para obtener su

experto comentario sobre las alergias y sobre el comportamiento ultrajante del niño alérgico que había aparecido en el film. El profesor del M.I.T. dijo, básicamente, lo siguiente: «No hay evidencia para esto. Nadie debería cambiar la dieta de un niño con la idea de controlar el comportamiento hasta que no se haya probado científicamente». La especialista en alergias replicó: «No disponemos de veinte años para que este niño cese de maltratar a su madre. Hacemos un test para encontrar alimentos culpables, le sacamos al niño estos alimentos en particular y su comportamiento violento cesa. Cuando se le da ese alimento "culpable", otra vez, el niño vuelve a pegar con violencia a su madre. Ustedes, los científicos, se pasan veinte años intentando encontrar los "porqués" y "cómos", pero nosotros, los especialistas en alergias que trabajamos tanto con niños con problemas como con sus padres, necesitamos resultados prácticos inmediatos».

He aquí dos tipologías que nunca se pondrán de acuerdo, porque miran el

problema desde perspectivas muy diferentes. La especialista en alergias parece tener una fuerte intuición extravertida así como la sensatez extravertida, prácticamente alineada con el pensar. El profesor aparece como un pensador introvertido que asume que algo no es válido hasta que él sea capaz de comprender cómo funciona ese «algo», como si la validez dependiera de su comprensión personal. Es obvio que él tiene una intuición pequeña, pocos fundamentos o poco sentido común.

Nuestra función inferior es nuestra mancha ciega. Si contemplamos

cuidadosamente los acontecimientos de nuestras vidas personales, reconoceremos que nuestra función inferior ha probado siempre ser la espina proverbial de nuestra parte psíquica. Si pudiéramos llegar a entender que nuestra propia función inferior puede funcionar perfectamente bien en la psique de alguna otra persona, nos beneficiaríamos consultando a esa persona a fin de obtener una percepción basada en su función superior, en lugar de enredarnos en debates y disputas sin fin.

La tipología es una de las más grandes contribuciones de Jung al mundo de la psicología. Muchos se preguntan cuál es la evidencia objetiva de que la tipología exista. Por mi parte, normalmente respondo, como hizo la especialista en alergias, que la gente en terapia no suele gozar de veinte años para

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encontrar pruebas sobre tipologías. Su propia experiencia debe ser sin duda lo bastante válida una vez que se les señala y observan su dinámica operando en sí mismos y en otros. Su propia experiencia sobre los funcionamientos de su tipología personal debería ofrecerles la posibilidad de expandir y adquirir una evidente e incondicional aceptación respecto de otras personas y sus formas de funcionamiento. Una vida llevada sin constantes juicios negativos sobre los demás y la paz profunda que esto conlleva al corazón de uno, es toda la prue-ba que cualquiera quisiera o necesitaría.

Cuanto más honestamente aplique usted la psicología junguiana a su vida,

tanto más ésta aparecerá como menos abstracta, más práctica y con más sentido común. Es verdaderamente un agente para la salud.