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  • Manuales

    01 Creditos:M. Egipto 14/02/2011 13:25 Pgina 1

  • MARCIAL PONS HISTORIA

    CONSEJO EDITORIAL

    Antonio M. BernalPablo Fernndez AlbaladejoEloy Fernndez ClementeJuan Pablo FusiJos Luis Garca DelgadoSantos JuliRamn ParadaCarlos Pascual del PinoManuel Prez LedesmaJuan PimentelBorja de RiquerPedro Ruiz TorresRamn Villares

    01 Creditos:M. Egipto 14/02/2011 13:25 Pgina 2

  • EL ANTIGUO EGIPTO

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  • 01 Creditos:M. Egipto 14/02/2011 13:25 Pgina 4

  • JOS MIGUEL PARRA ORTIZ(coord.)

    EL ANTIGUO EGIPTOSociedad, Economa, Poltica

    Marcial Pons Historia

    01 Creditos:M. Egipto 14/02/2011 13:25 Pgina 5

  • Josep Cervell Autuori, Andrs Diego Espinel, Jos Manuel Galn Allu,Jos Lull Garca, Juan Carlos Moreno Garca, Ana Isabel Navajas Jimnez,Jos Miguel Parra Ortiz, Jos Miguel Serrano Delgado

    Marcial Pons, Ediciones de Historia, S. A.San Sotero, 6 - 28037 Madrid( 91 304 33 [email protected]

    ISBN: 978-84-15817-99-4

    Diseo de cubierta: Manuel Estrada. Diseo Grfico

    Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escrita de los titulares delCopyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial deesta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamientoinformtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos.

    Motivo de la cubierta: detalle de la estatua Ka del rey de la XII dinasta Hor I(Autibre). Museo Egipcio. El Cairo.

    01 Creditos:M. Egipto 14/02/2011 13:25 Pgina 6

  • Abreviaturas ............................................................................................... 009

    Prefacio....................................................................................................... 011

    Nota sobre las palabras egipcias en el texto............................................... 013

    Introduccin por Jos Miguel Parra Ortiz .................................................. 015

    Captulo I.ALa Prehistoria. Desde el Paleoltico hasta Nagada II, AnaIsabel Navajas Jimnez ................................................................... 037

    Captulo II.ALa aparicin del Estado y la poca Tinita, Josep CervelloAutuori........................................................................................... 069

    Captulo III.AEl Reino Antiguo, Jos Miguel Parra Ortiz ......................... 125

    Captulo IV.AEl Primer Perodo Intermedio, Juan Carlos Moreno Garca ...... 181

    Captulo V.AEl Reino Medio, Andrs Diego Espinel ................................. 209

    Captulo VI.AEl Segundo Perodo Intermedio, Juan Carlos Moreno Garca........ 273

    Captulo VII.AEl Reino Nuevo I: la construccin del imperio, Jos Ma-nuel Galn Allu ........................................................................... 301

    Captulo VIII.AEl Reino Nuevo II: la poca Ramsida, Jos Lull Garca..... 389

    Captulo IX.AEl Tercer Perodo Intermedio, Jos Lull Garca ................. 425

    Captulo X.ALa Baja poca, Jos Miguel Serrano Delgado ....................... 463

    Notas........................................................................................................... 495

    Cronologa .................................................................................................. 511

    NDICE

    Pg.

    02 Indice:M. Egipto 14/02/2011 13:26 Pgina 7

  • Comentario Bibliogrfico........................................................................... 519

    Los autores ................................................................................................. 537

    ndice de ilustraciones................................................................................ 541

    ndice onomstico ...................................................................................... 549

    ndice8

    02 Indice:M. Egipto 14/02/2011 13:26 Pgina 8

  • ABREVIATURAS

    A gyptologische Abhandlungen.ArOr Archiv Orientalni.AfO Archiv fr Orientforschung.AJA American Journal of Archaeology.ASAE Annales du Service des Antiquits de lgypte.BACE Bulletin of the australian Center for Egyptology.BAEDE Boletn de la Asociacin Espaola de Egiptologa.BAR British Archaological Records.BdE Bibliothque dtudes, IFAO.BIFAO Bulletin de lIFAO.BSFE Bulletin de la Socit Franaise dgyptologie.CASAE Cahiers Supplmentaires des Annlaes du Service des Antiquits

    de lgypte.CdE Chronique dgypte.CAH Cambridge Ancient History.CRIPEL Cahiers de Recherches de lInstitut de Papyrologie et gyptologie de

    Lille.EEF Egypt Exploration Society.FIFAO Fouilles del IFAO.GM Gttingen Miszellen.HB Hildesheimer gyptologische Beitrge.IFAO Institut Franais dArchologie Orientale.IEJ Israel Exploration Journal.JA Journal Asiatique.JARCE Journal of the American Research Center in Egypt.JBL Journal of Biblical Literature.JEA Journal of Egyptian Archaeology.JESHO Journal of the Economic and Social History of the Orient.JHS Journal of Helenic Studies.JNES Journal of Near Eastern Studies.JSSEA Journal the Society for the Study of Egyptian Antiquitues.

    03 Abreviaturas:M. Egipto 14/02/2011 13:27 Pgina 9

  • Ld Lexikon der gyptologie, 1975-1987.MS Mnchner gyptologische Studien.MDAIK Mittelungen des Deutschen Archlogischen Institus.OBO Orbis Biblicus et Orientalis.OLA Orientalia Lovainiensia Analecta.OrMonsp Orientalia Monspeliensia.RdE Revue dgyptologie.SAGA Studien zur Archologie und Geschichte Altgyptens.SAK Studien zur Altgyptischen Kultur.SAOC Studies in Ancient Oriental Civilization.SSEA Society for the Study of Egyptian Antiquities.VTSup Suplemento a Vetus Testamentum.ZS Zeitschrift fr Agyptische Sprache und Altertumskunde.

    Abreviaturas10

    03 Abreviaturas:M. Egipto 14/02/2011 13:27 Pgina 10

  • PREFACIO

    Desde el momento en que se perdi la capacidad para escribir lalengua egipcia en jeroglficos, stos se transformaron en un secreto quegeneraciones de estudiosos lucharon por desvelar. As fue hasta 1822,cuando Champollion consigui penetrar en l y abrir de nuevo la cultu-ra escrita faranica al escrutinio y estudio de los historiadores. Este he-cho, unido a los abundantes textos dejados por aqulla, ha sesgadohasta cierto punto el modo en el que los egiptlogos se han acercadosiempre a la cuestin de cmo presentar el objeto de su estudio: los do-cumentos escritos eran prcticamente la nica referencia utilizada, con-siderando a la arqueologa ms como una herramienta destinada aproporcionar inscripciones u objetos artsticos (entendidos como ma-nifestaciones de la potencia cultural de los faraones) que como unafuente de informacin en s misma. Matizada apenas por la historia delarte y su inters por los artefactos, esta tendencia ha continuado hastanuestros das y ha hecho de la egiptologa una disciplina atrasada meto-dolgicamente respecto a otros campos de estudio del pasado. Esta cir-cunstancia queda reflejada en los no muy abundantes manuales quesobre ella se han escrito, donde el hincapi se ha hecho, sobre todo, enlos textos y la informacin fctica que describen, apenas incidiendo enlas circunstancias sociales o econmicas que de ellos se desprenden.

    No obstante, de algunos decenios a esta parte esta tendencia filolo-gista de la egiptologa est cambiando. Tras los trabajos pioneros deK. Weeks (como editor) en Egypt and the social sciences (1979) o deB. G. Trigger, B. J. Kemp, D. OConnor y A. Lloyd en su Ancient Egypt,a social history (1983) son cada vez ms las obras que se esfuerzan porestudiar otros aspectos de la cultura faranica. Para ello se recurre a meto-dologas dispares, que van desde la antropologa a la excavacin de yaci-mientos, pasando por estudios de arqueologa espacial, paleoclimatologa,

    04 Prefacio:M. Egipto 14/02/2011 13:28 Pgina 11

  • etctera, tal cual demuestran obras como Anthropology & Egyptology.A developing dialogue (1997), editada por A. Lustig; la obra de B. J. Kemp,Ancient Egypt. Anatomy of a civilization (19891), convertida ya en un cl-sico, o el trabajo de S. T. Smith, Wretched Kush. Ethnic identities andboundaries in Egypts Nubian empire (2003); todo ello con la intencin deproporcionar unas reconstrucciones histricas ms precisas, fiadas y asen-tadas en una base documental cada vez ms amplia y contrastada.

    En el mbito hispano, la dolorosa ausencia de la egiptologa comociencia de estudio acadmico ha tenido al menos una consecuencia po-sitiva: los profesionales que actualmente comienzan a crear una escuelaegiptolgica en nuestro pas estn incorporando esta nueva tendencia asus estudios, tal y como se refleja en sus publicaciones. Resultado deello es el presente volumen, cuya intencin es ofrecer al lector hispanoun sucinto manual de la historia del Egipto faranico escrito por egipt-logos espaoles y en el cual el texto no se limite a ofrecer una mera suce-sin de faraones y aos de reinado, sino que indague tambin en losprocesos de cambio de esa sociedad, procurando ofrecer una visin ampliano slo del transcurrir factual de la misma, sino tambin de su evolucinsocial, econmica y cultural. Para conseguirlo se han utilizado estudios ico-nolgicos e iconogrficos (para comprender la ideologa subyacente a lascermicas predinsticas o la de los documentos de la unificacin), de ar-queologa espacial (para entender mejor la malla de favores visible en elemplazamiento de las tumbas en torno a las pirmides), de redes de pa-rentesco (para vislumbrar el verdadero poder ejercido por los nomarcas ylos soberanos del Reino Medio o la aparicin de los llamados perodosintermedios), de microhistoria (para comprender mejor la sociedad definales del Reino Nuevo atendiendo a casos concretos de latrocinio oabusos de poder), de anlisis literario (para entrever las verdaderas razo-nes de la hereja de Amarna), etctera. No obstante, los autores no sehan olvidado de situar sus descripciones dentro de un marco de referenciacronolgico y fctico, con el cual esperamos que el lector pueda aprehen-der la evolucin de la historia de Egipto de un modo general y distinto acomo le haba sido expuesta hasta ahora.

    EL COORDINADOR

    Prefacio12

    04 Prefacio:M. Egipto 14/02/2011 13:28 Pgina 12

  • La lectura del egipcio presenta sus dificultades, pues se trata de unalengua que no escriba las vocales, como el hebreo o el rabe modernos.Cuenta adems con muchos fonemas inexistentes en espaol, por lotanto, al carecer el mundo hispano de una tradicin egiptolgica propia,el coordinador ha preferido mantener en el texto el modo de translitera-cin comn a franceses e ingleses, al considerar que de este modo al lectorle resultar ms fcil reconocer nombres y palabras en la bibliografa inter-nacional sobre la materia. Al enfrentarse a palabras como Djet, Khaefre,Shepseskaf, Hemiunu o Tjanefer el lector ha de tener en cuenta que el d-grafo dj se pronuncia aproximadamente como di, as Diet; el dgra-fo kh como si fuera la j espaola, as Jaefre; el dgrafo tj comola ch espaola, as Chanefer . Por otra parte la h y los dgrafossh y ph han de leerse como en ingls. En cuanto al dgrafo oufrancs, se ha sustituido por su equivalente en espaol, la u.

    NOTA SOBRE LAS PALABRAS EGIPCIAS EN EL TEXTO

    05 Notas sobre..:M. Egipto 14/02/2011 13:28 Pgina 13

  • 05 Notas sobre..:M. Egipto 14/02/2011 13:28 Pgina 14

  • Adems de cometer una barbaridad ecolgica, cuando Nasser deci-di construir la presa de Asun (con la inestimable ayuda sovitica)mat uno los elementos definidores del alma de Egipto, la crecida delNilo. Desde la poca prehistrica, la llegada de las regeneradoras aguasdel ro tras varios meses de desesperante escasez ayud a dar forma ycontenido a la ideologa faranica. Al fin y al cabo, Egipto es un dondel Nilo, como dijo Hecateo de Mileto en una frase hecha clebredespus por Herdoto (Historias, II, 5).

    En realidad, el Nilo que finalmente atraviesa Egipto es el resultadode la suma de varios ros (fig. 1.1). El cauce principal, que mantieneun flujo constante de agua durante todo el ao gracias a las incesanteslluvias de la regin ecuatorial, nace en el ro Kagera (Burundi) y tienesu fuente principal en el lago Victoria (Uganda). Se trata del NiloBlanco, el cual aporta un 80 por 100 del caudal total del ro durante latemporada seca, pero slo el 10 por 100 durante la inundacin. A supaso por la ciudad de Jartum se le une el caudal del Nilo Azul, quenace en las montaas de Etiopa (lago Tana) y es el responsable tantode la inundacin anual como de los ricos sedimentos que la acompa-an. Son las lluvias cadas durante el monzn las que aumentan sucaudal, hasta convertirlo en el 68 por 100 de las aguas del Nilo duran-te la crecida. Ro abajo de la capital sudanesa se encuentra la ltima delas seis cataratas que definen el recorrido del Nilo por Nubia, vistodesde la perspectiva egipcia1. Precisamente entre la Sexta y la QuintaCataratas se une al Nilo el ltimo de sus afluentes, el Atbara, a tres-cientos kilmetros al norte de Jartum. Tambin nace en las montaasde Etiopa y proporciona hasta un 22 por 100 de las aguas del rodurante la crecida, pero en otros perodos del ao puede llegar asecarse.

    INTRODUCCIN

    Jos Miguel PARRA ORTIZ

    06 Introduccion:M. Egipto 14/02/2011 13:29 Pgina 15

  • Las peculiaridades del caudal fluvial del Nilo fueron muy importan-tes a la hora de definir la tcnica agrcola de los egipcios. Dado que elcauce del ro es convexo, cuando llegaba la crecida las aguas repletas dericos sedimentos en suspensin se desbordaban, inundando la llanuraadyacente. Con rapidez, el limo se depositaba formando alargadosmontculos paralelos al curso del ro, que alcanzaban alturas de entreuno y tres metros. Los egipcios comprendieron pronto que el modoms sencillo de cultivar la tierra era reforzar estos diques naturales ycomplementarlos con otros perpendiculares; creaban as grandesestanques artificiales de escasa profundidad, que se llenaban de aguapor s solos con la siguiente crecida del Nilo. Confinadas de estemodo durante varias semanas, las aguas empapaban, limpiaban y ferti-lizaban el terreno antes de desaparecer absorbidas por la tierra y mer-ced a la evaporacin. Entonces los campesinos se apresuraban a labrarla tierra y sembrarla antes de que el calor la endureciera tanto comopara volverla intrabajable. El proceso se repeta con pasmosa regulari-dad todos los aos. A finales de junio, el incremento del volumen deagua que anunciaba la crecida llegaba a Elefantina, algo que tardabaentre cuatro y seis semanas en apreciarse en Menfis. El punto lgidode la inundacin tena lugar en septiembre, cuando las aguas podanalcanzar picos de hasta ocho metros de altura. Tras unas pocas semanasde caudal estable, durante las cuales Egipto pareca una gran lmina deagua encajonada por las montaas que lo separan de los desiertos cir-cundantes, las aguas del Nilo comenzaban a descender lentamente has-ta alcanzar su punto ms bajo en mayo-junio.

    La inundacin coincida de forma aproximada con un sucesoastronmico importante, el orto helaco de la estrella Sirio (Sepedetpara los egipcios). Tras permanecer oculta a la vista durante setentadas, el da del solsticio de verano (21 de junio) la estrella era visiblede nuevo en el firmamento justo antes del amanecer. A partir de estefenmeno y de la regularidad con la que llegaba la crecida, los egip-cios crearon un calendario solar llamado civil. El ao administrativocomenzaba para ellos con la estacin de akhet (la inundacin), a laque seguan la de peret (la salida, la poca de la siembra) y la de she-mu (la sequa, la poca de la cosecha). Cada estacin estaba com-puesta por cuatro meses de treinta das cada uno, a su vez divididosen tres semanas de diez das. Este total de 360 das quedaba completa-do con cinco das ms llamados epagmenos. Como el ciclo solar tieneexactamente 365,25 das y los egipcios no conocan los aos bisiestos, elcalendario civil y el orto helaco se iban separando a razn de un da cadacuatro aos, no volviendo a coincidir hasta transcurridos 1.460 aos civi-les. A pesar de ser conscientes del desfase, durante la poca faranica losegipcios no hicieron nada para corregirlo, con los resultados que se pue-den esperar y se describen en un texto de poca Ramsida:

    Jos Miguel Parra16

    06 Introduccion:M. Egipto 14/02/2011 13:29 Pgina 16

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    Figura 1.1. Las fuentes del Nilo.

    06 Introduccion:M. Egipto 14/02/2011 13:29 Pgina 17

  • Ven a m oh Amn! Slvame de ese ao malo. Con el sol hasucedido que no se ha levantado, el invierno ha venido en verano,los meses transcurren en sentido inverso, las horas caen en desor-den (Papiro Anastasi IV)2.

    En realidad, la coincidencia del primer da del ao con la llegadade la inundacin se convirti en una circunstancia tan espordica que,en s misma, era un acontecimiento memorable y, gracias a ello, lahistoria egipcia cuenta con varias fechas de cronologa absoluta. Seconocen ocho documentos donde se menciona el orto helaco con refe-rencia a una fecha del calendario civil: la ms antigua se cree que serefiere al reinado de Senusert III y las dems a los de Amenhotep I, Tut-mosis III, Seti I, Ramss II o III, Ptolomeo III Evrgetes, Ptolomeo IVFilpator y el reinado del emperador Antonino Po. En teora, cono-ciendo una fecha concreta en la que coincidieron la aparicin de Sirioy el comienzo del ao nuevo, no habra ms que restar o sumar losaos del ciclo sotaco para contar con varias fechas exactas a partir delas cuales montar la cronologa faranica. Desgraciadamente, existenvarias circunstancias que deshacen la supuesta exactitud de estas fechasy dificultan los clculos; una de ellas es que, dependiendo de la latitud ydel arco visionis del punto de observacin, la fecha calculada vara. Porejemplo, si el orto de Senusert III se observ en Menfis, pudo habertenido lugar el 18 de julio del 1875 a. C.; mientras que si lo fue en Ele-fantina, la fecha cambia al 11 de julio del 1848 a. C. A esto hemos desumarle que, debido a la precesin de los equinocios, el ciclo sotaco noes regular y vara de duracin, por lo cual no basta con sumar o restar1.460 aos civiles para conseguir la fecha deseada.

    Por si esto fuera poco, tampoco ayuda el modo de numerar los aosde reinado que utilizaban los egipcios. Al contrario que nosotros, stoscarecan de un punto calendrico fijo a partir del cual calcular el restode las fechas. Para ellos cada nuevo reinado supona la renovacin deun ciclo y el de cada soberano comenzaba en el ao uno. Esto signifi-ca que no contamos con ningn documento que nos informe del aode acceso al trono de Amenhotep III ni del ao de su muerte, pudien-do as averiguar sus aos totales de reinado mediante una simple resta.Para poder conocer esa cifra necesitamos un documento que nos digacuntos aos rein en total, algo que no siempre tenemos. Adems, seha de tener en cuenta que las fechas conservadas en los monumentospueden no ser las ms altas; pues nuevos hallazgos arqueolgicos pue-den hacer variar de forma repentina fechas consideradas definitivas.Recientemente, por ejemplo, gracias a una inscripcin en el desiertooccidental, el reinado de Khufu (constructor de la Gran Pirmide) hapasado de tener veintitrs aos de duracin a tener veintisiete, obligan-do a desplazar cuatro aos todas las fechas de la cronologa egipcia.

    Jos Miguel Parra18

    06 Introduccion:M. Egipto 14/02/2011 13:29 Pgina 18

  • Conscientes de su propia historia, los egipcios recogan en susarchivos listados con los nombres, aos, meses y das de reinado decada soberano, en ocasiones con alguna referencia aadida a un acon-tecimiento destacado de cada ao, amn de la mencin a la altura dela crecida del Nilo3. Los anales reales, que as se llama este tipo dedocumento, son una extraordinaria fuente de informacin para loshistoriadores. Se conservan muy pocos ejemplos. El ms antiguo esdel Reino Antiguo y es conocido como la Piedra de Palermo (fig. 1.2),aunque varios de sus fragmentos se conservan en Londres y El Cairo.Contiene informacin de reyes desde la I dinasta hasta mediados dela V dinasta (reinado de Neferirkare). Inmediatamente posteriores sonunos anales de la VI dinasta, reutilizados despus como tapa de un sar-cfago y encontrados hace pocos aos; en ellos apenas son legibles las

    titulaturas de Teti, Userkare, Pepi I y Merenre. Ms tardos son un frag-mento de los anales de Senusert I, otro de los de Amenemhat II, los ana-les de Tutmosis III (donde se recoge la informacin da a da y noanualmente, como en los dems) y los anales de Pami, del Tercer Perodo

    Introduccin 19

    Figura 1.2. El recto de la Piedra de Palermo. En el recuadro un detalledel reinado de Ninetjer.

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  • Intermedio, en los cuales aparece un listado de las ofrendas realizadas enel templo de Helipolis durante su reinado.

    Igual de interesantes, si bien menos informativas, son las listas rea-les. Se trata de meras sucesiones de nombres de reyes, en ocasiones endesorden o modificadas para no incluir a monarcas consideradosusurpadores. Dado que se trata de recopilaciones destinadas al cultoreal (la escena completa consiste en la figura del faran adorando a suspredecesores en el trono, representados en forma de una lista de nom-bres), no era necesario incluir en ellas los aos de reinado. Se conocenvarios ejemplares: en el templo de Seti I en Abydos (in situ) (fig. 1.3),en el templo de Ramss II en Abydos (Museo Britnico), en el templode Karnak (in situ) y en la tumba de Tjuloy, conocida como la Lista deSaqqara (Museo de El Cairo). No obstante, la lista real ms completa es elllamado Canon real de Turn, un papiro de poca Ramsida donde serecogen todos los soberanos egipcios desde la poca en que los diosesreinaban sobre las Dos Tierras. Descubierto en torno a 1820, los desper-fectos sufridos durante su primer traslado lo han convertido en un rom-pecabezas al que los especialistas han dedicado, y dedican, muchotiempo (fig. 1.4). Su importancia radica no slo en su amplitud, puesincluye a los soberanos considerados ilegtimos, sino tambin en quemenciona la duracin de sus reinados y ofrece varias sumas parcialesde los mismos.

    Este tipo de documentacin es el que supuestamente consult elsacerdote egipcio Manetn durante el reinado de Ptolomeo II Filadel-fo (309-246 a. C.) para escribir su Aigyptiaka. Sin embargo, diversosdetalles del libro y su historia (slo conocemos el texto por compila-ciones tardas) parecen indicar una fecha bastante posterior para suredaccin. Resulta curioso que ni Estrabn (63/64 a. C.-c. 24 d. C.), niDiodoro Sculo (c. 90 a. C.-c. 30 d. C.), ni Plinio el Viejo (23-79 d. C.)hagan referencia alguna al texto o a su autor. El primer escritor greco-rromano en hacerlo es Flavio Josefo (37-100 d. C.) en su Contra Apiny despus los grandes crongrafos de la cristiandad: Africano (siglo IIId. C.), Eusebio (275-339 d. C.) y Jorge el Monje (muerto despus del810 d. C.). Si a esto le unimos las glosas que aparecen en el texto a lostrabajos de Herdoto y Diodoro Sculo, as como sus toques antisemi-tas (un sentimiento nacido slo tras la sublevacin de los macabeos enel siglo II d. C.), la conclusin ms probable es que Aigyptiaka sea untrabajo pseudoepigrfico compilado con posterioridad a Diodoro Scu-lo, aunque seguidor de la tradicin egipcia de las listas reales.

    La principal influencia de Manetn en la egiptologa moderna es sudivisin de los soberanos del valle del Nilo en dinastas numeradas que,aun siendo un sistema completamente ajeno al modo de pensar egipcio,se ha convertido en estndar para todos los egiptlogos. A pesar de falsearrelativamente el continuo de la historia egipcia, las dinastas resultan

    Jos Miguel Parra20

    06 Introduccion:M. Egipto 14/02/2011 13:29 Pgina 20

  • Figura 1.3. La lista real del templo de Seti I en Abydos, con algunos de losfaraones del Reino Antiguo: Esnefru, Khufu, Djedefre, Khaefre

    (a partir del tercer cartucho por la izq.).

    Figura 1.4. Fragmentos de el Canon real de Turn reorganizados por K. Ryhol.

    06 Introduccion:M. Egipto 14/02/2011 13:29 Pgina 21

  • tan cmodas de manejar que ser difcil verlas desaparecer de la litera-tura especializada. Siguiendo la divisin cronolgica de Manetn, eldesarrollo del Egipto faranico se divide en treinta dinastas, desdeMenes, fundador del Estado y primer faran, hasta Nectanebo, ltimosoberano egipcio. Los especialistas modernos han agrupado el conjun-to en perodos ms o menos coherentes: Tinita (I y II dinastas), ReinoAntiguo (III-VI dinastas), Primer Perodo Intermedio (VIII-X dinas-tas), Reino Medio (XI-XIII dinastas), Segundo Perodo Intermedio(XIV-XVII dinastas), Reino Nuevo (XVIII-XX dinastas), Tercer Pero-do Intermedio (XXI-XXIV dinastas), Baja poca (XXV-XXX dinastas).De este modo, la tradicin historiogrfica occidental considera la his-toria faranica como formada por tres perodos durante los cuales elpoder del Estado se dejaba sentir a todo lo largo del valle del Nilo (Rei-no Antiguo, Reino Medio y Reino Nuevo), entre los que se intercalarantres perodos intermedios de decadencia generalizada, originada por laausencia de control del faran. En la actualidad, esta imagen decimon-nica est variando y los perodos intermedios se ven ms comomomentos de cambio, no de hundimiento cultural y econmico. Dehecho, en ocasiones se agrupa a las primeras dinastas de forma ligera-mente distinta, formando la I-III dinastas el Dinstico Temprano(precedido de una dinasta 0), mientras que el Reino Antiguo lo for-maran la IV-VIII dinastas.

    Conocido a travs de segundas fuentes, el texto de Manetn con-tiene datos histricamente correctos, como pueden ser los aos en eltrono de algunos faraones o la existencia de otros desconocidos por laegiptologa hasta fechas tempranas (1970 en el caso de Ankhetkhepe-rure, soberano de la XVIII dinasta). No obstante, sus deficienciastambin son importantes: presenta el desarrollo histrico como lineal,con las diferentes dinastas sucedindose unas a otras, cuando la reali-dad es que durante los perodos intermedios hubo dinastas que fueroncontemporneas (como la XVI hyksa y la XVII tebana) eincluso duplica dinastas (la IX y la X dinastas no son sino el mismogrupo de reyes heracleopolitanos); sus compiladores discrepan en lainformacin que presentan (Africano otorga nueve soberanos a laXXII dinasta y Eusebio afirma que slo fueron tres); algunos datosson notablemente errneos (la composicin de la XVIII dinasta,entre otros); y los nombres de los soberanos aparecen muy distorsio-nados (Senusert, primer faran de la XII dinasta, se transforma enSesonkosis antes de terminar siendo asimilado a Sheshonq, mil aosposterior).

    La cuestin de los nombres de los faraones tiene su importancia,porque los soberanos egipcios terminaron teniendo una titulaturacompuesta por cinco diferentes; aunque no se conocen todos los nom-bres de todos los monarcas del Doble Pas y no todos los faraones

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  • tuvieron los cinco. En realidad, slo a partir de la IV dinasta encon-tramos la titulatura real completa, al incorporarse a la misma los nom-bres de Horus de oro y de Hijo de Ra. Su forma clsica definitivala adquiri durante la XII dinasta. A partir de entonces, el ordencannico de los nombres reales sera el siguiente: Horus, El de lasdos seoras, Horus de oro, El del junco y la abeja e Hijo deRa. El nombre de Horus fue el primero en aparecer (dinasta 0)y se escribe siempre dentro de un serekh4 (fig. 3.23.C); viene a signifi-car El poder divino de la realeza [= Horus] est encarnado por lapersona que reside en el palacio; durante el Reino Nuevo se le aa-di la coletilla Toro poderoso, un animal que desde el Predinsticoencarnaba el poder y la energa del soberano. El siguiente epteto, elnombre de Nebty o El de las dos seoras (I dinasta) relaciona al reycon las dos divinidades protectoras del pas, la diosa buitre Nekhbetdel Alto Egipto y la diosa cobra Wadjet del Bajo Egipto. El nombrede Horus de oro (III dinasta) indica que la encarnacin sobre latierra del dios Horus est hecha de la carne de los dioses, el oro. Elnombre de Nesubity o El del junco y la abeja (I dinasta) se ha tra-ducido tradicionalmente como rey del Alto y del Bajo Egipto; sinembargo, ms que con un significado geogrfico, ny-sut habra deentenderse como una referencia al cargo o la dignidad real, mientrasque bity se estara refiriendo a la persona que lo ostenta, siendo enton-ces preferible traducir el ttulo como rey dual. El quinto y definitivoelemento de la titulatura, el nombre de Sa Ra o Hijo de Ra, es el querecibe el rey al nacer y lo califica como vstago del dios sol. Estos dos lti-mos nombres aparecen destacados en los textos y monumentos porquevan enmarcados por un valo llamado cartucho5 (fig. 1.3). En realidad,ste no es sino una idealizacin del crculo del mundo y del diario recorri-do del sol por el firmamento, e indica que el soberano es el gobernante detoda la tierra iluminada por el sol durante su devenir diario. El primercartucho conocido est datado a finales de la III dinasta y contiene elnombre del faran Huni, aunque podra haber uno anterior de Sanakh.

    La titulatura de un faran no era cosa balad, porque en ella elmonarca expresaba los elementos que conformaran su poltica o lascualidades que deseaba demostrar le adornaban. Por este motivo eraanunciada a sus sbditos durante la ceremonia de la coronacin y luegocomunicada a los funcionarios mediante despachos oficiales:

    Orden real para el prncipe, supervisor de las tierras extranjeras delsur, Turi.

    Uno ha trado para ti esta orden del rey para informarte de losiguiente: Su Majestad ha aparecido como rey de Egipto sobre el tro-no de Horus de los que estn vivos, sin que pueda haber nunca jamssu repeticin.

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  • Mi titulatura se ha configurado como: el Horus Toro victorioso,amado de Maat; las dos seoras Quien aparece con la cobra-aureus,Grande de fuerza; el Horus de oro Perfecto en aos, Quien haceque los corazones vivan; el rey de Egipto Aakheperkara; el Hijo deRa Tutmosis que viva eternamente y por siempre!. As, debershacer que las ofrendas a los dioses del extremo sur, de Elefantina, se rea-licen como favores de parte del rey de Egipto Aakheperkara que se leconceda vida!. As, debers hacer que se haga tomar juramento ennombre de Mi Majestad, nacido de la madre del rey Seniseneb queest sana!.

    Es un mensaje para informarte de ello y, adems, de que la casa delrey est prspera y floreciente.

    ... Ao 1, tercer mes de la estacin de peret, da 21. Da de la cere-monia de la aparicin oficial (Estela de Berln nm 13725)6.

    En ocasiones la titulatura lleg a ser modificada para ajustarla a larealidad poltica o a los acontecimientos, como sucedi durante el reina-do de Khasekhem (II dinasta). Parece que entonces se produjo unmomento de enfrentamiento entre dos soberanos, el Horus KhasekhemEl poder ha aparecido y el Set Peribsen De corazn poderoso, ytras salir vencedor el primero, modific su nombre por el de Los dospoderes han aparecido, situando sobre sus serekh tanto a Horus comoa Set. Milenios despus, seran los cartuchos de los soberanos los res-ponsables finales del desciframiento de los jeroglficos, una vez que laexpedicin napolenica a Egipto (1798) descubriera la Piedra de Rosettay los veinte volmenes publicados por el ejrcito de cientficos que acom-pa a los soldados, la conocida Description de lgypte (Descripcin deEgipto) (1809-1826), convirtiera lo faranico en una moda europea quealent el estudio de esta lengua arcana.

    La ms moderna inscripcin jeroglfica se encuentra en el templode Fil, en Elefantina, y la inscripcin demtica que la acompaamenciona el da epagmeno de Osiris del ao 110 de la era de Diocle-ciano, es decir, el 24 de agosto del ao 394 d. C., durante el principadode Teodosio. A partir de ese momento el conocimiento de la lenguaegipcia y sus diversos sistemas de escritura: jeroglfico (monumental),hiertico (cursivo para los documentos administrativos) y demtico (cur-sivo derivado del hiertico) (figs. 1.5 y 1.9), fue desapareciendo. Elcamino para recuperar este conocimiento perdido fue largo.

    Sus mojones principales fueron: Horapolo y su Hieroglyphica(siglo V d. C.), origen del paradigma de los jeroglficos entendidoscomo una lengua simblica; el alemn Atanasio Kircher (1602-1680),un fantasioso traductor del egipcio7, pero autor de la primera gramti-ca y diccionario de la lengua copta; el francs Jean-Pierre Rigord(siglo XVIII), quien afirm que los jeroglficos eran una lengua pblica y unaescritura alfabtica; el francs J. J. Barthlemy (1716-1795), responsable de

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  • convencer a los eruditos de que los cartuchos contenan el nombre defaraones o dioses; el dans Carsten Niebuhr (1733-1815), el primeroen recopilar y dividir en grupos temticos gran parte de los jeroglficosconocidos hasta entonces; el dans Georg Zoga (1755-1809), quienno slo descubri el sentido en el cual haban de leerse los signos, sinoque tambin compil una lista con 958 diferentes y lleg a la conclu-sin de que posiblemente varios de ellos se unan para formar pala-bras, lo cual significaba que algunos haban de ser fonticos; elprofesor francs Silvestre de Sacy (1758-1838), que identific variosnombres del texto griego en el texto demtico de la Piedra Rosetta; eldiplomtico sueco Johan David kerblad (1763-1819), quien identifi-c diecisis nombres y palabras del texto demtico de ese mismodocumento; el francs tienne Quatremre (1782-1857), que lleg a laconclusin de que el demtico era el ltimo estadio evolutivo de laantigua lengua de los faraones; el britnico Thomas Young (1773-1829), responsable de averiguar que el demtico no era alfabtico y deobservar que sus formas se asemejaban mucho a las de los jeroglficos,

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    Figura 1.5. Tipos de escritura egipcia. De arriba abajo: jeroglfica(XII dinasta), jeroglfica cursiva (XVIII dinasta), hiertica

    (XII dinasta), hiertica (XX dinasta) y demtica (siglo III a. C.).

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    as como de traducir (con algunos errores) los nombres de los cartuchosde Ptolomeo y Berenice en la Piedra Rosetta; y, por ltimo, el francsJean-Franois Champollion (1790-1832), quien no slo tradujo el cartu-cho de Ptolomeo al mismo tiempo que lo haca Young, sino que conti-nu despus con los de Cleopatra, Berenice, Ramss y Tutmosis en otrosdocumentos, dndose cuenta al hacerlo de que en realidad existan sig-nos fonticos, ideogrficos y simblicos, terminando as con el para-digma del egipcio como una lengua simblica y consiguiendo romperel secreto del idioma de los faraones.

    Present sus descubrimientos en 1822, en su Lettre M. Dacierrelative lalphabet des hiroglyphes phontiques (Carta al Sr. Dacierrelativa al alfabeto de los jeroglficos fonticos), que completara despusen su Prcis du systme hiroglyphique des anciens gyptiens (Compendiodel sistema jeroglfico de los antiguos egipcios) (1824). El hallazgo tuvomucha repercusin, porque los afanes imperiales dominaban entoncesla poltica europea y todo era considerado un logro nacional, incluida lagloria del desciframiento; de hecho, los ingleses exigieron la inclusinde la Piedra de Rosetta entre el botn de guerra como una de las condi-ciones para la rendicin del ejrcito francs en Egipto. Unos aos des-pus del desciframiento, Champollion pudo cumplir su sueo y viajar aEgipto. Se trat de una expedicin de un ao y medio de duracin(1828-1830), en la que estuvo acompaado por varios dibujantes y sudiscpulo italiano, Ippolito Rosellini. Su objetivo era copiar tantos textoscomo pudiera y comprobar in situ la validez de su sistema de traduc-cin, criticado por muchos.

    El resultado de su viaje sera un libro de lminas de gran formato quesigue siendo una mina de informacin para el estudioso, I monumentidellEgitto e della Nubia, disegnati dalla Spedizione Scientifico-Lettera-ria Toscana in Egitto (Monumentos de Egipto y Nubia dibujados segnla Expedicin cientfico-literaria toscana a Egipto) (1832-1844), queescribi Rosellini con alguna colaboracin concreta del francs. Todoesto le vali a Champollion ser nombrado profesor de la primera cte-dra de egiptologa del mundo, en el Collge de France de Pars(1831). Desgraciadamente no pudo llegar a formar una escuela de disc-pulos, puesto que muri al ao siguiente de tomar posesin del cargo. Sugramtica, donde perfilaba de forma definitiva sus hallazgos sobre la len-gua egipcia, sera publicada de forma pstuma por su hermano mayor,Jacques-Joseph Champollion-Figeac: Grammaire gyptienne, ou princi-pes gnraux de lcriture sacre gyptienne applique la reprsenta-tion de la langue parle (Gramtica egipcia, o principios generales de laescritura sagrada egipcia aplicada a la representacin de la lengua hablada)(1836-1841).

    Mientras tanto, tras la derrota y expulsin de la expedicin france-sa, Egipto se encontraba gobernado por Mehemet Al. Sus afanes por

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  • Figura 1.6. Arriba, escena de un shaduf en la tumba de Neferhotep, publicadapor J. G. Wilkinson en el siglo XIX; debajo, la misma imagen en la publicacin

    cientfica del mismo hipogeo, editada casi cien aos despus por N. de G. Davies.

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  • modernizar el pas lo endeudaron notablemente y lo pusieron enmanos de las potencias extranjeras, en especial Francia e Inglaterra.Seran sus firmanes (permisos de excavacin) los que permitiran a loscnsules europeos, en especial los de Francia (Bernardino Drovetti,1776-1852) e Inglaterra (Henry Salt, 1780-1827) saquear la riquezaarqueolgica del pas, a la que nadie prestaba atencin en Egipto.Henry Salt tuvo la suerte de poder contar para ello con otro personajepintoresco de los primeros das de la egiptologa, Giovanni Battista Bel-zoni (1778-1823). Antiguo forzudo de circo (el Sansn patagn era sunombre artstico), lleg a Egipto para ofrecerle al sultn sus servicioscomo experto en hidrulica, que no fueron aceptados. Contratado porSalt, demostr ser un dedicado arquelogo, capaz de entrar por pri-mera vez en el templo de Abu Simbel, sacar una copia en papel secantede los relieves de la tumba de Seti I en el Valle de los Reyes o de trans-portar hasta Londres fragmentos de un coloso de Ramss II de muchastoneladas de peso.

    Los enfrentamientos entre los enviados de uno y otro cnsul fue-ron picos, terminando en alguna que otra ocasin a balazos por apo-derarse de una pieza especialmente codiciada. En sus aos de labor,ambos cnsules consiguieron reunir miles y miles de piezas faranicas,que posteriormente vendieron a museos de Europa, formando elncleo de sus colecciones egipcias. Drovetti ofreci su primera colec-cin al Museo del Louvre, que la rechaz por cara, siendo adquiridapor el rey del Piamonte para el Museo de Turn. La segunda coleccins fue comprada por el rey francs para el Louvre. An reuni una ter-cera coleccin, que fue adquirida por el emperador de Prusia. El des-tino de las colecciones de Salt fue similar, pues la primera la ofreci alprincipal museo de su pas, el British Museum, que la compr regatean-do el precio. Tras esta experiencia no tuvo escrpulos en venderle susegunda coleccin al rey de Francia, quien la adquiri tras el favorableinforme de Champollion (su participacin en la compra le vali sernombrado conservador de las antigedades egipcias del Louvre).Su ltima coleccin se vendera en Londres en pblica subasta, tras sumuerte.

    Mucho ms interesados por la civilizacin egipcia y menos porobtener provecho econmico de ella, estuvieron otros personajescomo sir John Gardner Wilkinson (1797-1875), cuyo Manners andcustoms of the ancient Egytians (Usos y costumbres de los antiguos egip-cios) (1837) todava contiene valiosa informacin en sus innumerablesgrabados. No obstante, la novedad del arte egipcio, y la peculiaridadde sus manifestaciones en forma de pinturas y relieves, hizo que lasilustraciones del libro tuvieran un estilo occidentalizado que causaextraeza a nuestros ojos, ms acostumbrados ya al modo de hacerfaranico (fig. 1.6).

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  • Espritu cientfico y recopilador, no exento de saqueo permitido,tuvo la expedicin organizada por Richard Lepsius (1810-1884) ennombre del emperador de Prusia. Su objetivo era copiar tantos textoscomo fuera posible, s, pero tambin conseguir monumentos para losmuseos de Berln. El resultado cientfico de su paso por el valle delNilo entre los aos 1842 y 1845, Denkmeler aus Aegypten und Aethio-pien (Monumentos de Egipto y Nubia) (1849-1859), sigue siendo unaobra de referencia para los investigadores actuales, tal es la cantidad dedocumentacin que esconden sus pginas. No slo merced a sus precisosmapas (fig. 1.7) y grabados, esta vez ms ajustados al estilo egipcio, sinoporque muchos de los monumentos recogidos en ellos han terminadodesapareciendo antes de poder ser estudiados con detalle. Otros, traga-dos por el desierto tras la visita de Lepsius, han podido ser localiza-dos de nuevo siguiendo los planos topogrficos del prusiano.

    Sera un egiptlogo francs llamado Auguste Mariette (1821-1881)quien finalmente se encargara de comenzar a poner coto al sistemticorobo de monumentos, tanto institucional como aficionado, a manos deturistas o de los propios egipcios, que no slo vendan objetos en el

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    Figura 1.7. Mapa de la meseta de Guiza publicado por R. Lepsius en su Denkmleraus Aegypten und Aethiopien.

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    mercado negro, sino que desmontaban los sillares de caliza de los tem-plos para reutilizarlos en la construccin de sus viviendas o para fabricarcal8. Presente en Egipto con la misin de comprar papiros coptos parael Louvre e incapaz de llevarla a cabo ante la negativa rotunda de lasautoridades religiosas coptas, decidi aprovechar la suma disponiblepara excavar y, siguiendo una descripcin de Estrabn, descubrir elSerapeo de Menfis. Fue el comienzo de una carrera que le llevara aser nombrado en 1858 director de todos los trabajos de excavacin enEgipto. Gracias a sus desvelos, aos despus se crearan el MuseoBulaq (germen del actual museo Egipcio de El Cairo, cuya sede se inau-gur en 1901) y el Servicio de Antigedades (transformado hoy en elConsejo Supremo de Antigedades). Mariette haba puesto los cimien-tos necesarios para poder detener al fin el saqueo de Egipto y obtenerde los monumentos toda la informacin que contienen. Desde enton-ces se convirti en tradicin que la presidencia de esa institucin estu-viera ocupada por un egiptlogo francs de renombre, alcanzando elnombramiento relevancia diplomtica. As fue hasta 1952, cuando larevolucin de los oficiales libres encabezada por Nasser instaurla repblica en Egipto tras derrocar a la monarqua.

    Mientras tanto, el conocimiento de la lengua egipcia no paraba deacrecentarse, gracias sobre todo a la escuela de Berln. El primerode sus componentes fue Lepsius, formado en Pars en la ctedra crea-da para Champollion, pero sin llegar a recibir clases de l. Sus trabajosdemostraron, adems de la ausencia de vocales en la escritura jeroglfi-ca, la exactitud de la gramtica del francs, negada hasta entonces pormuchos especialistas. Le siguieron Henrich Brugsch (1827-1885), AdolfErman (1854-1937) y Kurt Sethe (1869-1934), quienes sentaran defini-tivamente las bases del estudio cientfico de la lengua egipcia. Estos dosltimos, a los cuales se sum Hermann Grapow (1885-1967), fueron losprincipales responsables de compilar un milln y medio de fichas conpalabras y ejemplos de la escritura egipcia, y publicar luego con ellaslos doce volmenes del Wrterbuch der aegyptischen Sprache (Dicciona-rio de la lengua egipcia) (1926-1953). Esos aos fueron el momento en elque comenzaron a publicarse grandes corpora de textos egipcios, comoLos textos de las pirmides de G. Maspero (1846-1916), El libro de losmuertos de E. Naville (1844-1926) o Los textos de los atades9 de A. deBuck (1892-1959). Sethe, por su parte, compil una gran cantidad detextos histricos de la XVIII dinasta y del Reino Antiguo, que publi-cara como Urkunden der 18. Dynastie (1906-1909) y Urkunden desAlten Reichs (1903-1933), respectivamente, y siguen siendo obras dereferencia fundamentales. Un discpulo britnico de Sethe, sir Alan H.Gardiner (1879-1963), contribuira enormemente al desarrollo de lalingstica egipcia y escribira una gramtica que hasta hace bien pocoha sido el manual de aprendizaje de todos los egiptlogos, Egyptian

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  • Fig

    ura

    1.8.

    Evo

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    grammar being an introduction to the study of hieroglyphs (Gramticaegipcia como introduccin al estudio de los jeroglficos) (1927). La publi-cacin de esta obra puso a disposicin de los egiptlogos una fuente dejeroglficos que se convirti en un clsico y cuya lista de signos, agrupa-dos por temas, sigue siendo el estndar para designar un jeroglfico con-creto en la bibliografa cientfica.

    Gracias a estos estudios y a su moderna continuacin, sabemos que lalengua egipcia forma parte del tronco lingstico afroasitico (camito-semita) y que durante sus ms de cinco mil aos de historia documenta-da sufri diversos cambios (fig. 1.8). En principio se pueden distinguirdos grandes divisiones: el egipcio temprano (3000-1300 a. C., pero quecontinu utilizndose en textos religiosos formales hasta el siglo III d. C.)y el egipcio tardo (1300 a. C.-1300 d. C.). El egipcio temprano se dividea su vez en egipcio antiguo (la lengua del Reino Antiguo y el PrimerPerodo Intermedio), egipcio medio (la lengua del Reino Medio y hastafinales de la XVIII dinasta) y egipcio medio tardo o egipcio de tradi-cin (la lengua de los textos religiosos desde el Reino Nuevo hasta elfinal de la poca faranica). La lengua es algo vivo que evoluciona, peroen una sociedad sin alfabetizar la capacidad de escribir es un elementode poder y, como tal, muy conservador. En consecuencia, a finales delReino Medio exista una situacin en la cual la lengua escrita y la len-gua hablada diferan. Un intento por equipararlas de nuevo se produ-jo durante la XIX dinasta (1300-700 a. C.), cuando se empez a utilizaren los textos el egipcio medio tardo (tambin llamado neoegipcio),cuyos primeros ejemplos son de poca Amrnica.

    Seguidamente, la Administracin y la literatura de la Baja poca uti-lizaron el demtico (siglos VII a. C.-V d. C.), que si bien es una lenguamuy semejante al neoegipcio, utiliza un sistema de escritura homnimo,y por completo distinto del hiertico. Con la llegada del cristianismo aEgipto entramos en el ltimo estadio de la evolucin de la lengua egip-cia, cuando se termin por adoptar el alfabeto griego (aadindole seis osiete signos para fonemas propiamente egipcios) para escribir la largaetapa final de la lengua de los faraones (siglos IV-XIII d. C.). La comple-jidad de toda la cuestin aumenta cuando consideramos los diferentessistemas de escritura (fig. 1.5) utilizados durante todo este largo caminoevolutivo (fig. 1.9): jeroglfico (para los monumentos), jeroglfico cursi-vo (para textos formales y religiosos en papiro), hiertico (escritura cur-siva con muchas ligaduras utilizada para los textos cotidianos en ostracay papiro), demtico (escritura muy cursiva utilizada para todo y casi porcompleto alejada de los jeroglficos, su lejano origen por intermedio delhiertico) y finalmente el copto (la primera vez que se escriba la len-gua egipcia exclusivamente con caracteres alfabticos y vocales).

    Las bases de la arqueologa cientfica en Egipto tardaron algo msen sentarse y lo hicieron gracias al britnico W. M. Flinders Petrie

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  • Figura 1.9. Evolucin grfica de los sistemas de escritura faranicos.

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  • (1853-1942). ste lleg a Egipto en 1880 para medir la Gran Pirmide ycomprobar as la veracidad de las estrafalarias teoras de J. Taylor,

    ampliadas por Piazzi Smyth,sobre el monumento. Sus medi-ciones verificaron la completafalta de base de la piramidolo-ga; pero l qued seducido porla arqueologa y continu exca-vando en el valle del Nilo duran-te toda su vida, desarrollando alhacerlo las tcnicas de la excava-cin cientfica. En la tarea estuvoacompaado por figuras como elnorteamericano George Reisner(1867-1942) o el alemn Her-mann Junker (1877-1962). Final-mente, la creacin de diferentesinstitutos arqueolgicos dioalcance institucional a la arqueo-loga cientfica en Egipto. En1880 se inaugur el Institut Fran-ais dArchologie Orientale(IFAO) francs; en 1882 le toc elturno al Egypt Exploration Fund(EEF) britnico, una institucinparticular creada gracias a los des-velos de Amelia Edwards, que enla actualidad se llama EgyptExploration Society (EES); y en1907 fue la vez del Deutsche Ins-titut fr gyptische Altertums-

    kunde alemn, incorporado en 1929 al veterano DeutscheArchologische Institut (DAIK). Despus han seguido otros muchos,como el suizo, el checo, etc.

    Todo ello ha contribuido a que, finalmente, la historia del antiguoEgipto se conozca con una cierta profundidad y con ella la importanciaque tuvo en el desarrollo histrico de la cultura occidental, aunqueslo sea por su influencia sobre los comienzos de la cultura griega y laque posteriormente tuvo sta sobre la romana. No hay ms que compa-rar los kouroi helenos con las estatuas egipcias (fig. 1.10) para darsecuenta de hasta qu punto los griegos consideraban Egipto un lugar deinspiracin, fuente de grandes conocimientos. Las visitas realizadaspor los helenos al pas del Nilo para formarse10 fueron algo muy habitual,y entre las figuras destacadas cuyas estancias conocemos se encuentran

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    Figura 1.10. Estatua egipcia del ReinoAntiguo (Museo Britnico) comparadacon un kouros griego (Museo Nacional

    de Atenas).

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    pensadores como Platn, mdicos como Galeno o historiadores comoHerdoto. Todo ello sin mencionar el irresistible influjo cultural emana-do desde Alejandra, con sus sabios y su biblioteca, a todo el Mediterr-neo en poca Helenstica.

    Asimismo imborrable es la impronta de lo judeocristiano en Occi-dente y, por medio de su influencia en el mundo sirio-cananeo, tambinen ella dejaron su huella los egipcios; como sabemos desde siempre porentremedio de la Biblia y desde hace menos tiempo merced a la arqueolo-ga. No slo se trata de la historia de Jos, de la dramtica huida de losjudos del valle del Nilo o del muy posterior saqueo del templo de Salo-mn a manos del faran Sheshonq, sino de la presencia del pensamien-to faranico en el propio Antiguo Testamento.

    La religin juda siempre haba sido considerada la primera reli-gin monotesta del mundo, hasta que los egiptlogos descubrieron lareforma religiosa llevada a cabo por el faran Akhenaton, quien pro-hibi el culto a todos los dioses egipcios excepto Atn, el disco solar.Ms sorprendente an fue encontrar en el salmo 104 del Cantar delos Cantares de la Biblia elementos tomados del Himno al disco solar,que se supone redactado por el propio Akhenaton. Lo mismo sucedecon algunos textos sapienciales egipcios, como por ejemplo Las ense-anzas de Amenemope, cuya influencia se deja notar en los Proverbios(desde 22, 23 hasta 23, 11).

    No es la nica muestra del duradero ascendiente de la literaturaegipcia en el imaginario occidental, al cual tambin lleg por intermediode la cultura rabe. Uno de los episodios de la historia de Al Bab y loscuarenta ladrones encuentra su origen en la estratagema empleada por elliterario general Djehuty para penetrar en la sitiada ciudad de Jaffa (sussoldados se escondieron en grandes cestas, que fueron introducidas en laciudad por los propios sitiados, como hicieran despus los troyanos conel caballo de madera); las tres hadas buenas que acompaan el naci-miento de la princesa destinada a convertirse en la bella durmiente delbosque ya podemos verlas en las diosas que acompaan durante el partoa Rudjedet, esposa de un sacerdote de Ra embarazada por el mismsmodios sol, en los relatos del Papiro Westcar; en cuanto al prncipe deincgnito que supera a sus iguales en buena lid y como recompensarecibe la mano de la hija del rey, la cual mora en una torre de grandesdimensiones, era una imagen conocida de todos los egipcios gracias alcuento de El prncipe predestinado.

    La misma escritura faranica deja sentir sus lejanos orgenes en nues-tro propio alfabeto latino, a travs de un retorcido camino que, posible-mente, llev a entre diez y quince de los signos jeroglficos monolteros aformar parte de la escritura protosinatica, la cual a su vez influy en laaparicin del alfabeto fenicio, que los griegos adoptaron a su lengua ylos romanos transformaron para escribir la suya propia (fig. 1.11).

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    Algunas de las palabras pronunciadas por los habitantes del valle delNilo han llegado incluso hasta las lenguas europeas, entre ellas la espa-ola, como puedan ser: adobe, a travs del rabe al-tub a partir del cop-to tobe y ste del original egipcio djobe (ladrillo); oasis, desde elegipcio uhat (oasis); Susana, desde el egipcio seshen (lirio de agua);o barca, desde el egipcio bar (barco). Como vemos, Egipto no es slouna civilizacin antigua productora de monumentos grandiosos, tam-bin forma parte muy en la lejana de nuestra propia herencia cultural.

    Figura 1.11. Evolucin del alfabeto, desde los monolterosegipcios hasta el alfabeto latino.

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  • CAPTULO I

    LA PREHISTORIA.DEL PALEOLTICO A LA POCA DE NAGADA II

    Ana Isabel NAVAJAS JIMNEZ

    El Paleoltico

    Los primeros hallazgos arqueolgicos que ratifican movimientos depoblaciones en territorio egipcio son de poca paleoltica. El Paleolticose caracteriz por unos cambios climticos a gran escala de miles de aos deduracin. A pocas de extrema humedad, con algunos perodos secos esta-cionales intercalados, le seguan perodos de gran aridez. As, el PaleolticoInferior (aproximadamente 300.000-90.000 a. C.)1 tuvo primero una po-ca hmeda y despus un gran perodo seco. El Paleoltico Medio(90.000-20.000 a. C.) se inaugur con un perodo hmedo, aunque des-de aproximadamente el 37.000 a. C. hasta el 30.000 a. C. las temperatu-ras se fueron elevando cada vez ms, de tal manera que se habla de unestadio hiperrido desde el 30.000 a. C. en adelante. El PaleolticoSuperior (20.000-6500 a. C.) empez con un perodo hmedo que ter-min hacia el 13.000 a. C., momento a partir del cual se radicalizaronlas temperaturas, alcanzando su cota ms alta hacia el 12.700 a. C., conun perodo hiperrido que hizo imposible toda vida en lo que hoy son losdesiertos que rodean el territorio egipcio. Es la poca del llamado Nilosalvaje, cuyo rgimen se caracteriz por unas crecidas muy abundantesy descontroladas, que dieron como resultado una llanura aluvial de inun-dacin mucho ms extensa que la actual.

    A partir del 10.000 a. C. la perspectiva fue cambiando debido a variosfactores climticos, como el retorno de lluvias estivales, la modificacinde la circulacin mediterrnea, la subida del monzn, etc. El Nilo se fuehaciendo ms regular, lo cual permiti que la superficie inundada cadaao fuera retrocediendo y el desierto se fuera extendiendo cada vez ms.Un perodo de abundantes lluvias, unido a unas temperaturas no tan extre-mas como en la actualidad, inaugur la etapa conocida como el Holoceno(hacia el 8700 a. C.). Los actuales desiertos oriental y occidental no eran

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    tales, sino ms bien grandes sabanas herbceas, ms favorables para lavida, tanto animal como humana. Las temperaturas se fueron mantenien-do hasta el 5500 a. C., cuando volvieron de nuevo a hacerse extremas,hasta alcanzar en el 2900 a. C. aproximadamente cotas cercanas a lasactuales.

    Las consecuencias ms inmediatas producidas de resultas de la va-riabilidad climtica detectada durante el Paleoltico fueron cambios enlas especies vegetales y el traslado de los animales en busca de zonas fa-vorables para la vida. Los grupos humanos que vivieron durante las eta-pas ms antiguas (Paleoltico Inferior y Medio) tuvieron que adaptarse deigual forma. Como cazadores-recolectores que eran, su rgimen de des-plazamientos no deba de ser sustancialmente distinto al de los animales.Cuando las condiciones de vida no eran ptimas en un lugar buscabanotras zonas mejores, seguramente aquellas donde haban emigrado losanimales que componan su dieta. Adems, segn todos los indicios, es-tos humanos se vincularon a dos elementos fundamentales: los puntos deagua (los cuales atraan igualmente a los animales) y lugares de fcil acce-so a materias primas para la fabricacin de sus herramientas de piedra.Arkin 8, Bir Shara y Umm Shagir son los asentamientos del PaleolticoInferior ms importantes que se conocen y sus respectivas ubicacionesresponden precisamente a estos criterios. No eran asentamientos establesy es muy posible que estos grupos humanos consumieran directamente lacomida all donde la obtenan, ya se tratara de animales o de vegetales, loscuales constituan un aporte importante en la dieta de estos grupos. En elPaleoltico Medio se desarrollaron varias culturas. Los grupos de la cul-tura Musteriense y la Ateriense recorran el territorio del actual desiertooccidental, que por entonces deba de ser una gran sabana; mientras quelos grupos de la cultura Khormusan se desplazaban por los alrededoresdel ro Nilo practicando una economa diversificada, en la que se incluala pesca, la caza y la recoleccin de algunos vegetales.

    Durante el Paleoltico Superior, a partir de aproximadamente el17.000 a. C., se produjeron cambios sustanciales en las formas de vida yaprovechamiento de los recursos del entorno. En primer lugar, el traba-jo ltico se depur, comenzndose a elaborar puntas de aproximadamentetres centmetros de longitud para flechas y arpones. Los diversos asenta-mientos surgidos entonces a orillas del Nilo2 lo hicieron en una poca es-pecialmente complicada, ya que aproximadamente hacia el 13.750 a. C.el territorio sufri una poca de extrema sequa, alcanzndose unastemperaturas parecidas a las actuales, lo cual se tradujo en la desertiza-cin del territorio occidental. Las poblaciones vivan en pequeos gru-pos de unas veinte personas que se beneficiaban, sobre todo, de losrecursos que el ro les proporcionaba a lo largo de todo el ao. En unode estos asentamientos, el de Khubbaniya, se practicaba la movilidadestacional.

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    Durante la poca de la crecida los campamentos estaban situadossobre las dunas que se encontraban en el borde del wadi y, por tanto, deldesierto. Era justo el lmite que alcanzaban las aguas de la inundacin(el cauce del Nilo era ms estrecho que en la actualidad, pero discurraa travs de diversos brazos entrelazados, entre los cuales haba isletasboscosas). Cuando las aguas se retiraban los habitantes de Khubbaniyase trasladaban a la orilla del ro. Vivan, sobre todo, a expensas de lasespecies de peces que el Nilo les ofreca segn la poca del ao. Losejemplares ms grandes de clarias (Clarias sp.) y tilapias (Tilapia sp.) sepescaban durante la poca de la crecida, cuando stas aprovechabanpara ir a desovar a las llanuras inundadas, pues habitan en las aguas po-co oxigenadas del ro y slo cuando desovan abandonan el lecho menordel mismo. Conforme las aguas se iban retirando, las especies ms gran-des ya no se encontraban. Era entonces cuando se atrapaban los ejem-plares ms pequeos de clarias y tilapias, que an no haban emigradohacia el lecho menor del ro o haban quedado atrapadas en pequeoslagos sin comunicacin con el cauce principal del ro al secarse los dis-tintos ramales.

    Este mismo tipo de pesca era practicado por el grupo que habit enMakkadma (en la orilla derecha del ro, a unos doce kilmetros deQena). En este enclave, la zona de hbitat se cre durante el perodo delNilo salvaje (alrededor del 11.250 a. C.) y en la actualidad se encuen-tra situado a siete metros por encima del nivel del ro. Parece que tam-bin era estacional (se utilizaba cuando las aguas ya se haban retirado) yse especializ, sobre todo, en la captura de los ejemplares ms pequeosde clarias y tilapias. Sin duda, lo ms interesante de este asentamiento esque el pescado posiblemente se ahumaba para ser almacenado y consumi-do con posterioridad. Por suerte, la necrpolis de esta poblacin, situadaen Gebel Sahaba, se pudo excavar, constatndose ya en esta poca elenterramiento de los individuos en posicin fetal y en fosas individualeso colectivas. Adems, parece ser que el lugar de enterramiento se indi-caba colocando unos bucrneos sobre l. Sin embargo, lo que verdade-ramente resulta interesante de esta necrpolis es que ms de un 40 por100 de los esqueletos encontrados en las fosas presentaban signos dehaber muerto por causas violentas, ya que adems de roturas de huesosy traumatismos craneales, entre los huesos, y a veces clavadas en ellos,se encontraron pequeas puntas de flecha3.

    Hacia el 10.000 a. C. las lluvias de verano del frica tropical empe-zaron a desplazarse hacia el norte y este incremento en las precipitacio-nes marc el inicio del llamado Holoceno en el Shara Oriental. Laslluvias veraniegas permitieron la floracin de pastos del tipo saheliano,con rboles y arbustos que permitieron el desarrollo de la vida en deter-minados lugares privilegiados, como las llamadas playas, cuencas drena-das donde se formaban lagos que, en poca de precipitaciones, vean

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    aumentar su capacidad considerablemente. En esta poca, la presenciade vida humana se concentr precisamente en el Shara, en la zona deBir Kiseiba, en Gebel Nabta (a unos 100 kilmetros al oeste del LagoNasser), en Gilf Kebir y en algunos oasis como el de Dakhla. De hecho, enninguna parte del valle del Nilo se han encontrado restos de ocupacinen el perodo comprendido entre el 9000 y el 7000 a. C. aproximada-mente, sin que por el momento se sepan las causas de semejante vacoarqueolgico (acaso los vestigios de ocupacin se encuentran bajo losdepsitos de ocupacin modernos?). Por su parte, los asentamientossaharianos tienen unas cronologas que oscilan entre el 8300 a. C. y el5000 a. C. aproximadamente, momento en el que las temperaturas em-pezaron a radicalizarse hasta el extremo de convertir el territorio en eldesierto que es en la actualidad.

    Suele considerarse a las comunidades ms antiguas establecidas enNabta Playa como las que inauguran el Neoltico sahariano, porque esen ellas donde por primera vez hace acto de presencia la cermica4. Sinembargo, todava no se haban empezado a cultivar plantas ni existenpruebas suficientes como para afirmar que ya se practicara la ganaderavacuna. En esta poca, los grupos humanos vivan en torno a las playas, enasentamientos que tenan una reocupacin estacional regular o inclusoms o menos permanente (en las fases ms modernas hay pozos excava-dos en las zonas de hbitats), practicando una economa cazadora-reco-lectora como antao. Es posible, no obstante, que algunas plantas,como el sorgo [Sorghum bicolor (L.)], ya empezaran a desempear unmayor papel en la alimentacin.

    Sin embargo, hacia el 6300 a. C. se producen cambios. En GilfKebir y en la zona de los Mudpans aparece un tipo de cermica sin de-corar diferente a la que se produca hasta entonces y que, segn todoslos indicios, era de tradicin asitica y pudo ser introducida en territo-rio sahariano bien por contactos indirectos o bien por poblaciones veni-das directamente del Prximo Oriente. Parece que este nuevo tipocermico fue coetneo a su vez con un nuevo mtodo de trabajo ltico, latcnica bifacial, que por otra parte ser la que se imponga posteriormen-te en la poca predinstica. Por estas mismas fechas, adems, es posibleque se introdujeran ya dos especies de animales domesticados proceden-tes con toda seguridad del suroeste asitico, la oveja y la cabra. Por el mo-mento es difcil discernir si ambos fenmenos (la aparicin de nuevasformas cermicas y la aparicin de especies domesticadas procedentesde Asia) estn relacionados. El hecho es que hacia el 6000 a. C. las po-blaciones saharianas comenzaron un nuevo tipo de economa basadoen la ganadera, pero sin abandonar la recoleccin de especies vegetalesy la caza de pequeos animales. El valle del Nilo tendra que esperarunos mil aos ms para ver florecer las primeras comunidades neolti-cas plenas.

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    El Neoltico

    Aunque a primera vista pueda parecer lo contrario, la llegada delsistema productivo neoltico a Egipto no se tradujo en una sedentariza-cin completa de las poblaciones ni, como consecuencia de ello, en laaparicin de ncleos de poblacin comparables a los que se desarrolla-ron en Mesopotamia por esas mismas fechas. La agricultura [cultivos esta-cionales de trigo (Triticum dicorum) y cebada (Hordeum hexastichum yHordeum distichum)] se convirti en una prctica econmica que comple-mentaba otras aportaciones fundamentales, como la ganadera y el apro-vechamiento de los recursos fluviales del Nilo (adems de la caza y larecoleccin). La ganadera imprimi un carcter nmada a estas poblacio-nes, que durante el ao se iban desplazando en busca de los mejorespastos. Los asentamientos neolticos que se han constatado eran sobretodo estacionales, algunos utilizados durante largas temporadas a lo largodel ao y reutilizados a lo largo del tiempo.

    Entre el 5400 y el 4400 a. C. se desarrollaron en el norte de Egipto dosculturas neolticas, una en el Delta, Merimde Benisalame (a unos 45 kil-metros al noroeste de El Cairo), y la otra en El Fayum (cerca del lago Qaruna unos 80 kilmetros al suroeste de El Cairo) (fig. 2.1). En Merimde puedendistinguirse dos fases de ocupacin. La ms antigua se desarroll entre el5890/5860 y 5790/5760 a. C. y se caracteriza por unas estructuras en fosasredondas y ovaladas, ninguna utilizada para almacenar alimentos. Entre losrestos vegetales conservados aparecen semillas de trigo, cebada y guisantes,mientras que los restos de fauna son tanto de animales salvajes como do-mesticados (ovejas, cabras y cerdos). La cermica es de color negro, pulidao alisada, y decorada con unas incisiones en forma de espina de pescado.

    La segunda fase de ocupacin de Merimde se desarroll entre el4700 y el 4100 a. C. y en ella se practic una estrategia de ocupacin di-ferente. Ahora aparecen estructuras para almacenaje de alimentosconstruidas en adobe y caa, adems de grandes cestas y jarras medioenterradas. Mientras, en la zona del hbitat, las fosas se tapizaron conuna fina capa de limo. Los restos de cultura material que han sobrevivi-do tambin son ms abundantes. En la cermica se observan algunoscambios en el color (ms variado en esta fase, con cermicas rojas, grisesy negras), en las formas (copas de paredes prcticamente verticales, reci-pientes cnicos y semiesfricos, vasos redondeados) y las decoraciones(en la ltima fase hay decoraciones con espigas en relieve o incisiones).Tambin han aparecido restos de industria ltica bifacial (puntas de fle-cha con alerones) y artefactos necesarios en la vida diaria como pesos, pe-sas para las redes, fusayolas, anzuelos, agujas, hoces, etc. Adems, seutiliz la piedra (cuarzo, gneiss, caliza) para realizar vasos ms elabora-dos, hachas pulidas y cabezas de maza de tipo piriforme. Destacan los

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  • Figura 2.1. Principales yacimientos predinsticos de Egipto.

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  • adornos de colgantes y brazaletes realizados en gata, turquesa, cornali-na, etc.; piedras que procedan de regiones alejadas de Egipto, por lo quelos contactos con otras poblaciones no eran desconocidos.

    Pero, tal vez, lo ms interesante sea que en los estratos de ocupacinms modernos (contemporneos al asentamiento Fayum A) aparecie-ron las primeras estatuillas de arcilla con forma de bvido y antropomor-fas, adems de un rostro humano modelado tambin en arcilla. Respectoa las prcticas funerarias, todo parece indicar que slo en la primera fasede ocupacin los difuntos de Merimde fueron enterrados en una zonaaparte, aunque cerca del hbitat. En las fases subsiguientes no existi uncementerio concreto, siendo enterrados los difuntos al azar en un reasituada cerca de la zona de ocupacin y en sectores de hbitat que yahaban sido abandonados. Los cuerpos se colocaban en fosas poco pro-fundas, en posicin fetal reposando sobre el lado derecho y con la cabe-za situada en el sur. En ocasiones los cuerpos se envolvieron en esteras opieles de animales, colocndose como ajuar funerario una sola pieza decermica. Esta escasez o incluso ausencia de ajuar funerario ser unaconstante a lo largo de todo el perodo predinstico en las tumbas delDelta de Egipto, completamente contraria a las de las tumbas del AltoEgipto, donde se invirti una mayor cantidad de energa y recursos.

    En el rea de El Fayum se observan los primeros indicios de neoliti-zacin hacia el VI milenio a. C., con la llamada cultura de Fayum A,contempornea de las ltimas fases de Merimde. En la parte norte dellago se situaron los dos sectores de hbitat (km W y km K)5, entre loscuales estaban los silos de almacenamiento. Las estructuras ms comu-nes son las fosas, tanto en los lugares de hbitat (aproximadamenteunas 300) como en los graneros (unas 180). Las paredes de las fosas enocasiones se revistieron con una capa de limo y se cubrieron igualmen-te con esteras, lo que confirma el cuidado que demostraban tener en laconservacin de los alimentos. Dentro de algunas estructuras de habi-tacin aparecieron recipientes de cestera, jarras y carbones vegetales(en lo que se supone que eran los hogares). Los restos de fauna domes-ticada son de las mismas especies que en Merimde (cabras, ovejas y cer-dos) y entre los restos vegetales se encontraron trigo y cebada. Estapoblacin practicaba, pues, una economa ganadera combinada con larecoleccin de productos vegetales y el aprovechamiento de los recur-sos nilticos, muy parecida a la que se practic en El Omari.

    El Omari es otro enclave neoltico del Bajo Egipto, aunque de crono-loga algo posterior a los anteriores, pues se sita entre el 4700 a. C. y el4300 a. C. Los hbitats encontrados (Omari A y Omari B) no difieren enmucho de los anteriores, consistiendo en unas 200 estructuras excavadas,redondas u ovales, cuyo tamao oscila entre los 0,40 y 3 metros de dime-tro. Las paredes en ocasiones estaban tapizadas con una fina capa de lo-do y cubiertas con esteras. Algunas de ellas se usaron como viviendas,

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    en cuyo interior se encontraron cestas y tapaderas de recipientes. Resultamuy interesante destacar que, entre los animales domesticados encon-trados en El Omari, adems de ovejas, cabras y cerdos, ya hubiera as-nos, que bien pudieron utilizarse como animales de carga. Las necrpolisse situaron en zonas de hbitat abandonadas y los difuntos presentabanposicin fetal, sin seguir un criterio concreto a la hora de colocarlos so-bre un costado. En algunas ocasiones les acompaa un ajuar funerarioconsistente en algunas cermicas (un pequeo cuenco situado delantedel rostro), conchas y elementos decorativos realizados con pequeascuentas de cscara de huevo de avestruz y perlas.

    Estos poblamientos neolticos del valle del Nilo fueron contempo-rneos de las culturas Bashendi B (6500-5200 bp) y Sheikh MuftahUnit (5070-4310 bp) del oasis de Dakhla y con la fase final del neolticode Nabta Playa, que se suele situar entre el 6500 bp y el 4800 bp. Esteltimo enclave, Nabta Playa, no slo se configur como un importantelugar de hbitat en este momento, sino que, habida cuenta de las estruc-turas arquitectnicas que se han encontrado all, posiblemente fue uncentro que sirvi como lugar de reunin de los grupos ganaderos que sedesplazaban por el territorio del desierto occidental y sudans. Entreotras estructuras, en Nabta Playa se levant un conjunto de tres gruposde alineamientos megalticos: un crculo realizado con pequeos bloquesde piedra que puede ser un calendario; ocho tmulos que contenan losrestos de un bvido, uno de los cuales se haba enterrado en una cmaracuyas paredes se haban revestido cuidadosamente con una fina capa debarro; y unas treinta estructuras complejas (compuestas de superestruc-tura y subestructura) realizadas con grandes piedras, tanto talladas comosin tallar. Independiente del significado que puedan tener, en cualquiercaso estas construcciones revelan que ya en pleno Neoltico los habitantesde Nabta Playa haban desarrollado un sistema social capaz de movilizara una cantidad de poblacin importante para construir determinado ti-po de monumentos.

    Poco ms es lo que se sabe del sistema de organizacin y de creen-cias de estas poblaciones neolticas. Desde el punto de vista social, esposible que estuvieran agrupadas en bandas y grupos familiares relacio-nados por lazos de sangre que, a juzgar por los restos arqueolgicosconservados, compartan los recursos de la comunidad.

    El Calcoltico: las culturas badariense y tasiense

    Contempornea a los ltimos estadios de las culturas neolticas delnorte (la ltima fase de el-Omari), hacia el 4500 a. C. hace acto de pre-sencia en el Medio Egipto la llamada cultura badariense. Se extiende enel tiempo hasta el 3900 a. C., coetnea entonces con el inicio de Nagada I.

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    Tanto sus orgenes como sus relaciones con la cultura de Nagada I, quese desarrolla posteriormente en el Alto Egipto, estn todava por dis-cernir. Algunos investigadores consideran que la cultura de Nagada Ino es sino un desarrollo y ampliacin en el sur de Egipto de la culturabadariense. Respecto a sus orgenes, se desconoce la procedencia de es-ta poblacin, porque sus conexiones con grupos del desierto occidentalno estn claras y no parece probable que procedieran del PrximoOriente. Aunque la cuestin sigue abierta, de lo que no cabe duda es deque puede considerarse a este grupo de poblacin como plenamente cal-coltico. Los principales yacimientos badarienses (Matmar, Mostagedda,Tasa, Badari y Hemamieh) se encuentran situados en la orilla orientaldel Nilo, extendidos a lo largo de unos 30 kilmetros y su cultura se co-noce, sobre todo, gracias a las necrpolis ms que a los lugares de hbi-tat, que continuaron siendo campamentos estacionales, como los vistosdesde poca neoltica en el Bajo Egipto.

    Pero sin duda alguna la principal novedad se encuentra en las necrpo-lis. A diferencia de los cementerios neolticos, los grupos humanos de estacultura parece que estuvieron muy interesados en dispensar a sus difuntosun trato esmerado, de tal forma que desplegaron en los enterramientos unmundo simblico hasta entonces desconocido en Egipto, lo que les haceestar emparentados con los grupos de Nagada I del Alto Egipto. Los cuer-pos se situaron en el interior de unas fosas ovaladas o redondas6, en posi-cin fetal, recostados sobre el lado izquierdo con la cabeza situada en elsur y la cara mirando hacia el oeste. Por regla general se envolvieron en unaestera o piel de animal y en algunas ocasiones aparecen en el interior deatades de cestera. Otras veces, sobre el difunto se levant una especie dedosel soportado por unas varas de madera. Respecto a los ajuares se obser-van diferencias en cuanto a la cantidad y la calidad de los mismos, no sloentre los diversos cementerios badarienses, sino tambin en el seno de losmismos7, lo que denota la existencia de una sociedad con un cierto gradode jerarquizacin, dominada posiblemente por familias o clanes, que mar-caban las diferencias de estatus dentro del grupo.

    La cultura material badariense refleja que se haba llegado a alcanzaruna tcnica de trabajo muy elaborada. Las cermicas de tipo black-topped8que aparecen en contextos funerarios alcanzaron una gran calidad, al igualque los adornos realizados en marfil como brazaletes, las cucharas conmangos con decoraciones zoomorfas, los peines, las estatuillas de mujeres,las paletas de maquillaje rectangulares y ovaladas realizadas en grauvaca,las perlas de esteatita esmaltadas en cobre, conchas del mar Rojo, etc.Adems, fueron descubiertas importaciones de cermicas de Palestina,lo que confirma los contactos con otras poblaciones. Pero tambin a lainversa, ya que materiales badarienses junto con producciones libio-nubiasy cermicas tasienses aparecen repartidos por las rutas del desiertoque se dirigen al oasis Kharga, en la zona de Qena. Esta asociacin de

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    materiales badarienses y tasienses en yacimientos del Medio Egipto esun hecho constatado desde los primeros momentos del descubrimientode la cultura badariense.

    As, en algunas tumbas de poca Badariense y Nagada I de las po-blaciones de Deir el Tasa y Mostaggeda aparecieron ya materiales9 quehicieron pensar a los arquelogos que estaban en presencia de una cul-tura diferente, la tasiense. Tanto es as, que desde un primer momentose consider que la cultura tasiense haba precedido a la badariense. Sinembargo, la gran dispersin de materiales tasienses por todo el territo-rio egipcio10 ha hecho reconsiderar de nuevo su posible origen. As, loque se denomin en su da cultura tasiense sera un complejo culturalmucho ms amplio, cuyo origen podra situarse en alguna parte del surdel Desierto Occidental. La movilidad que practicaban, segn se des-prende de la dispersin y diversidad de materiales encontrados en los di-versos yacimientos, hace que en la actualidad se les considere el vnculode unin entre las poblaciones del valle del Nilo y el desierto, concentra-das en los oasis y en Nabta Playa. As pues, la cultura tasiense, que enprincipio se crea como un fenmeno originado en el valle del Nilo, enla actualidad se considera un fenmeno cultural propio del desierto.

    El perodo predinstico

    A principios del cuarto milenio, mientras la cultura badariense sedesarrollaba en el Medio Egipto, surgieron en el valle del Nilo nuevosenclaves que daran comienzo a la poca predinstica como tal. En elnorte surgi la llamada cultura del Bajo Egipto, mientras que en el sur,en el Alto Egipto, se desarroll la cultura de Nagada. Ambas son cono-cidas por los egiptlogos desde tiempo atrs, pero slo desde hace relati-vamente poco tiempo y gracias a diversas prospecciones y excavacionesllevadas a cabo en el Delta se han descubierto otros enclaves, que hanpermitido ampliar nuestros conocimientos sobre esta zona durante elpredinstico. Aunque en ambas regiones se debieron practicar formas devida parecida, un hecho caracterstico y diferenciador entre ambas sonlas necrpolis. La riqueza desplegada en las tumbas del sur no se encuen-tra en las del norte, ms escasa y de una sobriedad similar a los enterra-mientos de poca neoltica. Con los lugares de hbitat ocurre justo locontrario, siendo los del norte los que estn siendo mejor estudiados.

    La cultura del Bajo Egipto (3900-3400 a. C.)11

    Dos de los asentamientos ms antiguos que se conocen de la culturadel Bajo Egipto son Maadi y Buto.

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    Maadi, que en la actualidad forma parte de un suburbio de El Cairo,adems de con varios lugares de hbitat cuenta con dos cementerios, rom-piendo de esta manera con la tradicin neoltica anterior de reutilizar hbi-tats abandonados al escoger un lugar de enterramiento especfico para losmuertos. Este asentamiento se extiende en el tiempo desde el 3900 hasta3400 a. C. aproximadamente, fecha esta ltima que coincide con el finde Nagada IIc en el Alto Egipto. Las estructuras de habitacin que se handescubierto en Maadi son de tres tipos. Existen chozas ovaladas cuyosmuros de madera estaban cubiertos con esteras y el techo soportado porpostes de madera. Hay igualmente estructuras rectangulares que mues-tran huellas de agujeros de postes de madera para la sustentacin de la te-chumbre, en cuyo interior hay hogares rodeados de piedras y jarras dealmacenamiento parcialmente enterradas en la tierra. Por ltimo, en elsector este de Maadi se descubrieron cuatro estructuras subterrneas ex-cavadas en la roca, muy similares a las encontradas en Abu Matar o en elvalle de Beersheva (Palestina). En los diversos asentamientos aparecieronuna gran variedad de granos correspondientes a especies domesticadas[Triticum monococcum (trigo escanda cultivada), Triticum dicoccum (fa-rro), Triticum spelta (espelta o escanda mayor), Triticum aestivum (trigocandeal), Hordeum vulgare (cebada), Pisum sativum (guisantes) y Lensculinaris (lentejas)] y huesos de vacuno, cabra, oveja y cerdo, al igual querestos de diversos tipos de peces del Nilo, mientras que los huesos de ani-males salvajes aparecen en una proporcin mucho menor. Es interesantedestacar que en Maadi ya se conoca el asno domesticado y que posible-mente se utiliz como un animal de carga.

    Son muchos los materiales manufacturados que han sobrevivido.Destaca la industria ltica, con la elaboracin de unos cuchillos de entre8 y 15 centmetros de longitud y el conocido como cuchillo bfido. Lasproducciones cermicas se realizaban con fines domsticos, predomi-nando las superficies alisadas (a veces pulidas) con colores marronesrojizos y zonas oscurecidas que revelan su uso en los hogares. Existenadems vasos rojos con superficies pulidas y sobre todo importacionesde cermica procedentes de Palestina, que se utilizaron como conte-nedores para diversos productos. En algunos casos, los recipientespresentan una decoracin impresa a peine en forma de pequeas l-neas rectas, de V, de tringulos, etc., dispuestos en lneas rectas o enzigzag.

    Nuestro conocimiento sobre las prcticas funerarias de la cultura delBajo Egipto procede de dos necrpolis: una situada a 150 metros del po-blado de Maadi, con un total de 76 tumbas, y la otra en el Wadi Digla,aproximadamente a un kilmetro del anterior, donde se han encontradoun total de 471 tumbas, 14 de las cuales son enterramientos de animales12,un fenmeno que se constata tambin en yacimientos badarienses y, sobretodo, en las necrpolis de Nagada I del Alto Egipto. En esta poca, los

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    enterramientos de individuos adultos en los lugares de hbitat son un he-cho excepcional. No obstante, los recin nacidos y los fetos se enterra-ban bajo las casas, bien en fosas, bien en el interior de jarras decermica de almacenaje. Los individuos enterrados en los cementeriosse encuentran en fosas ovales y sin ningn tipo de acondicionamiento.Los cuerpos estn colocados en posicin fetal, con la cabeza situadapor lo general hacia el norte (si bien el lado sobre el que reposaban esaleatorio) y las manos situadas hacia el pecho o cerca de la cara, aunquetambin hay excepciones a esta regla. Se solan envolver en esteras o enpieles de animales y, en ocasiones, se colocaba una piedra detrs de lacabeza.

    Pero, sobre todo, estas tumbas destacan por no tener apenas ajuar fu-nerario en su interior, hecho que contrasta de forma notable con las tum-bas predinsticas del Alto Egipto. En general predominan las tumbas sinofrendas, pero cuando stas existen lo normal es que se trate de entreuno y tres recipientes de cermica y, en ocasiones, algunas conchas. Laconclusin a la que llegaron los investigadores una vez estudiadas todasestas tumbas fue que, aparentemente, a los habitantes de Maadi no lespreocupaba en absoluto cmo eran enterrados sus muertos, ya que enalgunos casos parecan haber mostrado poca atencin tanto a la hora deexcavar la tumba como de conseguir que sta tuviera el tamao adecua-do para el individuo o a la posicin en la que al final se coloc al difun-to. Son, por lo tanto, muy escasos los datos que se pueden extraer sobrela estructuracin social de Maadi a travs de sus cementerios.

    En cambio, el lugar de hbitat ha arrojado ms informacin, vislum-brndose una comunidad agropastoril que mantena unos contactos msfluidos con las poblaciones del Levante que con las del Alto Egipto.Mientras que de all importaban cermica black-topped (algunas son imi-taciones locales), cabezas de maza discoidales, paletas romboidales y al-gunos vasos de piedra, la relevancia de los contactos levantinos se pone demanifiesto con la aparicin de cermicas de importacin, vasos de basalto,cobre13, resinas, aceite, madera de cedro, e incluso de betn, pigmentos, latipologa de algunas producciones lticas y las casas subterrneas al estilode las de Beersheva.

    El otro asentamiento destacado de la poca, Buto14, tuvo una vigenciatemporal ms larga en el tiempo que Maadi. Se han encontrado hasta sie-te niveles de ocupacin, siendo las fases Buto I y Buto II contemporneasde Maadi, Nagada I y Nagada IIab15. Situada sobre una gezira16, son po-cas las estructuras que han sobrevivido y cuando las hay consisten en fo-sas y estructuras de apuntalamiento que podran interpretarse comolugares de almacenaje o tal vez talleres. Predominan los huesos de ani-males domesticados, en especial el cerdo, aunque la pesca tambin ocu-paba un puesto importante en la alimentacin. Entre las especies que secultivaban, el trigo y la cebada son los cereales ms abundantes que han

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  • La Prehistoria 4949La Prehistoria

    sobrevivido. Respecto a la cermica hay producciones que recuerdan alas anteriores neolticas, de paredes gruesas, alisadas y con manchas enel exterior fruto de su uso en los hogares. Tambin existe una cermicade paredes ms finas y con un acabado ms cuidado, elaboradas en tor-no lento, que pueden presentar una decoracin pintada en blanco conbandas y en algunos casos con ondulaciones en relieve en el borde.Debido a que no se ha localizado la necrpolis de este asentamiento,poco ms es lo que se puede aadir sobre el mismo, aunque posible-mente se diera en l una forma de vida similar a la del asentamiento deMaadi.

    El Alto Egipto: la cultura Nagada I (o amratiense)

    Contemporneas a la cultura del Bajo Egipto, hacia el 4000 a. C. em-pezaron a surgir en el sur diversas poblaciones que, aparentemente, te-nan muchos rasgos en comn con los asentamientos badarienses delMedio Egipto. En su fase inicial, estas poblaciones se extendieron desdeMatmar (en el norte) hasta Kubbaniya y Khor Bahan (en el sur), es decir,una extensin de territorio considerable17. La uniformidad cultural quepresentan todos los asentamientos ha hecho posible considerarlos comola cultura prehistrica ms uniforme de toda la historia de Egipto, quedesde ese momento mostrar una continuidad sin rupturas en el tiem-po prolongada hasta el proceso de unificacin del territorio.

    La cultura predinstica de Nagada fue descubierta por el arquelogoFlinders Petrie a finales del siglo XIX, gracias a las excavaciones que lleva cabo en diversas localidades del Alto Egipto, entre ellas Nagada, quefue la que dio el nombre genrico al perodo. A travs del estudio de losmateriales cermicos encontrados en las distintas tumbas y siguiendoun criterio basado en la evolucin de sus formas, Petrie realiz una pri-mera seriacin cronolgica del perodo que llam Sequence Dates (SD).En total cre cincuenta SD, que empez a enumerar desde el nmero30, previendo, no sin razn, la posibilidad de que pudiera haber existi-do alguna otra cultura anterior a la primera predinstica, como prontose puso de manifiesto con el descubrimiento de la cultura badariense.As, la primera Sequence Date fue llamada Amratiense (nombre que re-cibe de la localidad de el-Amrah) y comprenda las SD 30-38; la segun-da fue llamada Gerzense (por la localidad de el-Gerza) y comprendalas SD 39-60; y la tercera Semainiense (por la localidad de Semaineh) ycomprenda las SD 61-80. Las tres culturas definidas mediante las SDtambin fueron llamadas Nagada I, Nagada II y Nagada III, respectiva-mente. En la dcada de 1960 esta secuencia temporal relativa fue revisadapor Kaiser, quien estableci el concepto de Stufen, once subdivisiones queabarcaban desde la poca de Nagada Ia a la de Nagada IIIb. Por ltimo,

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  • Ana Isabel Navajas50

    en la dcada de 1980 Hendrickx realiz algunos ajustes cronolgicosentre Nagada II y III. Conforme se han ido sucediendo las excavacio-nes arqueolgicas ms modernas, a esta cronologa relativa se le fueaadiendo una absoluta, que ha completado de forma ms precisa to-das las secuencias.

    La poca de Nagada I se caracteriza por una gran expansin de losasentamientos a lo largo del Alto Egipto, que de hecho au