palmiguía. edición especial. junio de 2012

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palmi guía Palmira, sus desafíos, su opinión. Palmira, Valle del Cauca, Colombia. Edición especial. Junio de 2012. Número 08. ISSN 2248-7123 Monumento a los gobernantes y políticos caídos De nuevo Palmira sometida a un robo por cuenta de sus políticos. Tanto Ritter como Arboleda se lavan las manos, mientras todos los palmiranos contemplan las ruinas de la Ciudadela Deportiva. Medios y miedos En esa fábrica de miedos, a la que hemos estado sometidos por muchos años, han jugado un papel muy importante los medios de comunicación, los comunicadores y la tecnología.

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Palmira, sus desafíos, su opinión.

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Page 1: Palmiguía. Edición Especial. Junio de 2012

palmiguíaPalmira, sus desafíos, su opinión.

Palmira, Valle del Cauca, Colombia. Edición especial. Junio de 2012. Número 08. ISSN 2248-7123

Monumento a los

gobernantes y políticos caídos

De nuevo Palmira sometida a un robo por cuenta de sus políticos. Tanto Ritter como Arboleda se lavan las manos, mientras todos los palmiranos contemplan las ruinas de la Ciudadela Deportiva.

Medios y miedosEn esa fábrica de miedos, a la que hemos estado sometidos por muchos años, han jugado un papel muy importante los medios de comunicación, los comunicadores y la tecnología.

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En el comienzo del siglo XXI el panorama del comportamiento de algunos seres humanos no parece distanciarse de los primitivos en su usanza como ocurre en el tiempo. Los tiempos de historia inmemorial nos cuentan que estos primigenios habitantes luchaban a muerte por la supervivencia, por el fuego, el agua y el alimento. Esas comunidades sin historia parecían crecer en medio de la maleza sin mucho utillaje y con alguna moral.

Hoy estamos ante un escenario que parece peor. Las noticias de los últimos días deberían asombrarnos más de lo que ocurre, no sólo por la gravedad de los hechos mismos, sino porque están evidenciando que el desarrollo moral, tecnológico y científico parece haber servido poco para el mejoramiento del ser humano, tal como se predicaba por los misioneros de la modernidad y del progreso.

Pablo Moreno

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Monumento a los gobernantes y políticos caídos

La Ciudadela Deportiva es la crónica de un desastre anunciado. El alcalde sus-pende la obra, los contratistas incum-plen, los interventores son incompe-tentes y la contraloría esconde.

Pág. 12

▪ La esencia del placer. Pág. 3

▪ Mi reino no es de este mundo. Pág. 4

▪ Sindicalismo en Palmira: de los verdugos no se puede reclamar compasión ni piedad. Pág. 6

▪ De violaciones, ácidos y otros géneros. Pág. 7

▪ Lágrimas de metal. Pág. 8

▪ Costos de Transacción en el Mercado de Biotecnología. Pág. 10

▪ Medios y miedos. Pág. 14

▪ Descartes y su teoría. Pág. 18

CONTENIDO

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Terror en Las DeliciasPor Cotudo

Caricaturas

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Bulevar de los días

La esencia del placerPor Leopoldo de Quevedo y Monroy

El placer. Ahhh, el pla-cer… Palabra que in-vita a la saliva a salir

de las papilas como cascada, a la imaginación a darle alas a los deseos, a remover los sentidos como un hormigue-ro de sensaciones, a la san-

gre para que llegue hasta las neuronas y a las sienes a que retumben como redoble golpeado por mil manos.

¿Qué es el placer sino deleite que inicia y no termina, júbilo supremo que no calma sino que excita todas las células del cuerpo, hervor de la sangre igual que erupción del Popo, pun-zada brutal de gozo, explosión de vida y muerte en las venas y en la aorta, soplo inagotable de fruición que abraza cada fibra y poro, música de violín y bombo, de trompetas y cornos que sacuden por entre piel y huesos del que es to-mado como por un torbellino de frenesí y azo-gue?

¿Acaso usted lo ha sentido tocar a su ven-tana, lo ha visto llegar por debajo de la almo-hada a media noche a cuando el alba nos llama con su vestido trasparente? Porque el placer llega cuando uno lo necesita. No se hace rogar ni es huésped que pida caviar o cien sirvientes. El placer es un personaje generoso igual que el vino que sale de la botella y llena la copa con buqué para dejar la garganta más sedienta. No exige nada cambio. Acude cuando el cuerpo en paroxismo grita auxilio.

Llega sin tocar sirenas ni anunciarse por mayordomos con levita y corbatín y se incrusta entre cabeza, costillas, pecho, espalda, brazos, vientre bajo y piernas. Cuando ya está adentro de su cliente parece poseído de un terremoto. Tiembla, quieren saltar sus ojos de contentura

fuera de su órbita, todo su interior crepita como zarza en incendio, los miembros no caminan ni aciertan a abrazar giran y parecen padecer de sambenito. Más es un espectáculo de muerte y de locura que paz de lago en quietud y noche callada. El placer es como una enfermedad que el ser humano quisiera muchas veces padecer.

Tal vez ni las gacelas y venados, o los toros de miura y sus vacas que los apacientan, o las mirlas y sus mirlos también lo han experimen-tado. Mas nunca lo podrán narrar. Tal vez los perros y sus perras de ocasión gocen sin tino pero jamás lo podrán repetir como lo puede ha-cer el hombre y la mujer, afortunados. Porque el placer es un manjar que estará siempre a la entrada, detrás de la puerta, en el desván, en la sala, en la mesa, en el momento de mirar el arrebol, en la cocina, en la alcoba o en el prado. No tiene precio ni tiene envoltura o marca que lo haga distinguir en una tienda de olores o de alquimia.

Lo han gozado por igual los truhanes, los pobres de tugurio, los ricos y sibaritas, el monje y la religiosa, los esposos y maridos de todos los tiempos, el don Juan, el avaro, la ninfómana o el sátiro. Hazañas se han sabido y muertes han ocurrido por buscar el placer y desfigurar su esencia y su figura.

El placer se puede hallar cuando se degus-ta una comida, se asiste en el palco o en platea a una obra de teatro o un recital o una gala de ópera o a un concierto de un tenor o de una so-prano o se asiste a un museo de arte. Mas nun-ca será mayor que la unión corporal con la per-sona amada. En ella se cumplen los requisitos de sabor, olor, pasión, alborozo y aguijón que causan la explosión, sudor, y sensación de caer el abismo donde todo es derrumbe y olvido de las pequeñeces de la vida.

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La Antorcha

Mi reino no es de este mundoPor Fernando Estrada

Mientras el alcalde Ritter nombra rei-na por decreto, las

bandas criminales coronaron a Palmira como su centro de operaciones. El sucesor de Arboleda deshoja margaritas y la ciudad anda convertida

en un cementerio que va desde Zamorano hasta el Sesquicentenario, pasando por Las Delicias y los barrios Villa Diana y Simón Bolívar. Los morbosos de la radio describen el corte frane-la que presenta la víctima, mientras la prensa de Cali (porque Palmira no tiene prensa) des-cribe como causas de los homicidios “el cobro de cuentas”. Según los reporteros, las víctimas de Las Delicias “algo debían”, y el criminal del Simón Bolívar que degollaba tranquilamente a su hermano parecía “poseído por un demonio”. ¿Dónde están la policía y el ejército? Respues-ta: en consejos de seguridad con el alcalde (o durmiendo en los cuarteles).

Se ha explicado la criminalidad con base en la victimización de los barrios y las comu-nas. Asimilando a los habitantes de Las Delicias como expendedores del microtráfico, mientras los vecinos del Simón Bolívar y Villa Diana (ba-rrios fundados por concejales) como negros asesinos llegados de Ruanda y Sierra Leona. El estigma social margina y excluye a nuestros hermanos cristianos. Y, claro, le es cómodo para la fuerza pública, al alcalde y los reporte-ros cerrar así la explicación: todo muerto era delincuente, marihuanero o ladrón, etcétera. Sin embargo, estas voces claman desde el cielo y sus madres reclaman justicia en la tierra. La fuerza pública (tapándose los ojos) afirma los crímenes como vendettas. Y todos juntos —con el alcalde— regresan a sus cuarteles, a dormir.

Las atrocidades deben explicarse mejor. Nadie parece percibir el impacto que han te-nido los desplazamientos entre los victimarios de la guerra insurgente o paramilitar. Hace dos

años llegaron los Rastrojos y hace tres años miembros activos del Bloque Calima se dispu-tan posiciones en la ciudad (ordenan el sicaria-to). Pero el señor presidente de la Cámara de Comercio no se inmuta por la extorsión gene-ralizada. Ni la Diócesis denuncia las confabu-laciones entre miembros de la policía con los criminales. Palmira ha sido ciudad receptora de renegados paramilitares. Y los crímenes en masa (masacres) han dado paso a homicidios selectivos. ¿Una guerra ajena? No, porque ma-ñana pueden tocar las puertas de su casa.

Sin duda que los victimarios paramilitares (e insurgentes), renovando nombres: Bacrim, Rastrojos, Urabeños influyen en la cantidad de crímenes que tiene la ciudad. Así como las atrocidades determinan su nueva división po-lítica. El mapa convencional de las comunas ha cambiado, ¿o no, señor alcalde? Por otro lado, los asesinatos en serie (como viene sucediendo en San Pedro, Las Delicias, Villa Diana y Simón Bolívar) tienen causas estratégicas; el contra-

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tista del Observatorio que cuenta los muertos no ve que los grupos que vienen actuando en Las Delicias salen del Simón Bolívar o Villa Diana. Y al revés. Parte del negocio es organi-zado desde la misma cárcel. Pero quienes or-denan los crímenes están a salvo en barrios de estratos superiores. Muy cerca de los cuarteles de la fuerza pública.

Necesitamos una geografía espacial que explique los crímenes selectivos. Y no el absur-do método sobre cuáles días de la semana esco-gen los asesinos, o las pasiones de venganza que llevan a las víctimas a su propia desgracia. En lugar de afirmar que los muertos “la debían”, las atrocidades son reflejo de guerras extraídas de la guerra. Es decir, la delincuencia común se articula perfectamente a los intereses de las bandas criminales que dejaron las falsas nego-ciaciones con paramilitares; de modo que con el paso del tiempo la escala de empleo en orga-nizaciones al servicio del crimen puede ofrecer mejores salarios que los 500 empleos tempora-les que promete don Pedro Gómez.

Una geografía espacial cumple mejores funciones que la explicación dada por el Obser-vatorio. O los métodos usados por los locuto-

res de Radio Chisme (Palmira) que presentan a los muertos como átomos flotando en Marte. ¿Dónde están las universidades y los centros de investigación? Respuesta: haciendo lo mismo que hace el alcalde y la policía. O graduando profesionales en marketing en una ciudad sin empresas, sin economía productiva y sin in-versiones diferentes a la suntuosidad de más centros comerciales. Con el levantamiento de cadáveres Palmira pierde la memoria de los muertos. La casa de la cultura puede recordar-nos estos hechos, pero me imagino que los fun-cionarios temen perder sus puestos. Porque la cultura también depende del presupuesto mu-nicipal, como el pago a los locutores de Radio Chisme.

He observado con detalle los métodos para contar los muertos. En ninguno se iden-tifica el fenómeno de migración paramilitar, ni desplazamiento de victimarios de la guerra contrainsurgente. Se tienen a los habitantes de estos barrios, estigmatizados, se les sepa-ra como si fueran una variable independiente (un parásito). Por el contrario, estos migrantes del conflicto violento son un factor que influye intensamente en la propagación de las atroci-dades. Muchos excombatientes son la mano de obra barata que reclaman comerciantes, pro-pietarios y personas que no confían en la po-licía. Mejor aún, de los barrios estigmatizados por el gobierno salen quienes se creen justa-mente gobiernan la Villa de las Palmas.

La cantidad de muertos en Las Delicias o Villa Diana, la cantidad de miembros reinserta-dos (renegados de falsos procesos de paz), y la cantidad de muertos entre familias, tienen una influencia descomunal en la explicación sobre la criminalidad en Palmira. Obviamente, en la inseguridad reinante. Por esto la reina no vive en Palmira.

Son también las razones por las que los consejos de seguridad sirven para tres cosas: (1) para que el Alcalde salga en fotografías. (2) Los agentes de policía (con el coronel) duerman en sus cómodos camarotes y (3) para que el señor Obispo y las iglesias mantengan su reino apar-tado de este mundo.

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Columnista invitado

Sindicalismo en Palmira: de los verdugos no se puede reclamar compasión ni piedadPor Arvey Lozano S.

Si bien es cierto que Co-lombia ha ratificado el Convenio de la Orga-

nización Internacional del Trabajo sobre la libertad sin-dical y la protección del dere-cho de sindicalización, 1948 (núm. 87), y el Convenio so-bre el derecho de sindicali-

zación y de negociación colectiva, 1949 (núm. 98), es evidente que cada vez el ejercicio sin-dical se convierte en una actividad de alto ries-go. Las noticias no cesan haciendo referencia a amenazas, desapariciones y asesinatos contra sindicalistas. Justamente, antes de celebrarse el Día Internacional del Trabajo, cayó asesina-do el compañero Daniel Aguirre Piedrahita, de Sinalcorteros, quien fue masacrado vilmente y, al respecto, las autoridades, que deben prote-ger la vida de los ciudadanos, manifestaron de inmediato y al unísono que se trataba de un cri-men por razones personales. Cabe preguntarse: ¿cómo es posible que con una agilidad monu-mental estas personas, que deben velar por la vida de los sindicalistas, desliguen el hecho de la labor sindical como causa de la muerte del compañero?

Los sindicalistas en Colombia, con la complicidad de autoridades y medios de comu-nicación, de modo reiterativo, son calificados, sin pruebas fehacientes, de tener nexos con grupos al margen de la ley. Esta situación co-loca a quienes ejercen la digna tarea de defen-der los derechos laborales, ajenos y propios, en blancos del conflicto interno. Hoy por hoy, para muchos medios de comunicación y miembros del Gobierno, ser sindicalista es sinónimo de terrorista. Si se realiza una marcha de protesta, se dice siempre que está “infiltrada”, entonces, se califica a todos los marchantes como auxilia-dores o permisivos con los subversivos. Quie-nes son los débiles y víctimas terminan siendo acusados y convirtiéndose en verdugos.

En nuestra patria colombiana, ser sin-dicalista es una actividad que se paga con la vida. A este respecto, El Tribunal Mundial de Libertad Sindical–Colombia se realizó durante los días 23, 24 y 25 de mayo de 2012 en el aula máxima de la Facultad de Derecho de la Uni-versidad Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá D.C. Esta institución, cuasi judicial por su conformación, ejercicio y objetivos; dirigida contra el Estado colombiano, sus autoridades o agentes que lo representan y contra los parti-culares o empresas nacionales o extranjeras, de quienes por queja o demanda se investigue y a quienes comunicará o notificará las decisiones que formule el Tribunal para que asuman las responsabilidades legales a que hubiere lugar.

En esa instancia, los representantes de las organizaciones sindicales Sintraestatales, Sindepal, Sintraempal y asociaciones de jubi-lados y pensionados de Palmira formularon quejas respecto de las reiteradas violaciones de la libertad sindical, consistentes en despidos injustos, discriminación laboral y amenazas de muerte a que han sido sometidos. Además, dieron a conocer en organismos internaciona-les la total indiferencia e inacción que tienen la Fiscalía General de la Nación y la Procuraduría General, en las cuales hay investigaciones des-de el año 2009, sin que se resuelvan sanciones para exfuncionarios públicos que violaron la libertad sindical y cuyos procesos duermen en los anaqueles de quienes, por disposición cons-titucional y de acuerdos internacionales, tienen el deber de proteger uno de los bienes más pre-ciados, como lo es el Derecho de Asociación.

Finalmente, el ejercicio de una loable la-bor, como es la de los defensores de los dere-chos laborales, no es ni será, como lo dicen los determinadores de crímenes de sindicalistas, un peligro para la sociedad. Solo resta la soli-daridad de toda la comunidad, porque de nues-tros verdugos no se puede reclamar compasión ni piedad.

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Pensare

De violaciones, ácidos y otros génerosPor Pablo Moreno

En el comienzo del si-glo XXI el panorama del comportamiento

de algunos seres humanos no parece distanciarse de los primitivos en su usanza como ocurre en el tiempo. Los tiem-pos de historia inmemorial

nos cuentan que estos primigenios habitantes luchaban a muerte por la supervivencia, por el fuego, el agua y el alimento. Esas comunidades sin historia parecían crecer en medio de la ma-leza sin mucho utillaje y con alguna moral.

Hoy estamos ante un escenario que parece peor. Las noticias de los últimos días deberían asombrarnos más de lo que ocurre, no sólo por la gravedad de los hechos mismos, sino porque están evidenciando que el desarrollo moral, tecnológico y científico parece haber servido poco para el mejoramiento del ser humano, tal como se predicaba por los misioneros de la mo-dernidad y del progreso.

No nos vamos a dar garrote diciendo que esto sólo ocurre en Colombia, porque no es cier-to, pasa en todas partes sólo que los medios no cuentan a todo el mundo lo que pasa en el mun-do y aunque lo hagan no se lee ni se comenta lo que ocurre en otras latitudes. Pero eso no debe ser consuelo de tontos, por el contrario, debe-ría despertar nuestra sensibilidad racional para hacer una reflexión profunda sobre el nivel de degradación al que hemos llegado.

Que a uno lo roben, pues pasa en un país donde la seguridad y la democracia no supe-ran el nivel de la retórica y la politiquería, pero que además de robarlo lo chucen, lo dejen para o cuadripléjico, es no tener ya la más mínima consideración con la víctima, a quien si no se le respetan los bienes, al menos que no se le des-honre su integridad.

Que a alguien la violen, no es de esperar-se en una sociedad inteligente y madura; pero, que además de que ocurra tal tragedia, la maten

y se ensañen con el cuerpo, es ir tan lejos y tan bajo que no será posible reponer el daño moral de la familia ni fácil un perdón social para el de-lincuente, dando paso a la acumulación de más odio para el futuro.

Que a otro, además de robarlo, le echen ácido en la cara, es como castigarlo por dejarse robar, como si se le exigiera hacerse matar para no tener que sufrir la pena de esa cicatriz imbo-rrable de por vida.

Parece que no tocamos fondo, sino que rompimos el fondo y seguimos derecho sin sa-ber a dónde vamos a llegar. Es la extralimita-ción de cualquier criterio o principio moral, por mínimo que este sea, pues ha sido ignorado, vaciado y borrado de una mente que, seguro, estuvo expuesta a la formación moral cristiana que predomina en nuestro paisaje, a las refor-mas de educación ensayadas por décadas y a las políticas de seguridad que tanto enarbolan como si hubiera sido verdad y no una simula-ción.

Atribuir las causas al mal gobierno, a la Iglesia y la religión, al modelo educativo, a la crisis económica o la falta de ciudadanía ayu-dará poco, aunque seguramente allí se encon-trarán explicaciones y muchas razones. Pero, a más de esto, hace falta reaccionar, confrontar y actuar, porque no es posible continuar así sin que alguna de esas acciones toque a nuestra puerta, y cuando eso ocurra, quizá sea dema-siado tarde para reaccionar o pedir por la soli-daridad.

Decir que este comportamiento es primi-tivo y salvaje, es hacer injusticia con los ante-pasados inmemoriales, porque ellos y ellas no tuvieron ni el uno por ciento de las condiciones, herencia y bagaje que hoy poseemos para vivir mejor. Pero nosotros que lo hemos logrado casi todo, en comparación con ellos, no tenemos ni excusa ni justificación para seguir tolerando la maña a que nos hemos acostumbrado en los tiempos del nuevo milenio.

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Baukará

Lágrimas de metalPor Teresa Consuelo Cardona G.

Como si no tuviéramos motivos para llorar en Colombia, a finales del

mes de mayo verificamos que la violencia contra las muje-res se arrecia, que los siste-mas cuya integralidad debe-rían protegerlas o sanarlas,

no funcionan y que todo lo que le sucedió a Rosa Elvira Cely no son casualidades o hechos aislados, sino una constante que se presenta en todo nuestro país.

Una serie de situaciones fueron eviden-ciadas en torno a la muy trágica muerte de Rosa Elvira Cely. Su sacrificio evidenció que los miles de millones de pesos que invierte el Gobierno en seguridad, no lograron proteger-la. Las multimillonarias cifras que se destinan a la salud no pudieron garantizarle un servicio oportuno. Y los enormes recursos que invierte en el sistema judicial no pudieron mantener en la cárcel a un violador, reincidente, que abusó hasta de sus propias hijas.

Ya he dicho en esta columna que para que a las mujeres se les respete mínimamente, es necesario escribir, proclamar, exigir y protestar el derecho a ser respetadas. No es un derecho automático como debiera serlo. Cuando la mu-jer obtuvo el derecho al voto (como si fuera una concesión especial), apenas nos pusimos en condiciones de igualdad de un derecho político, que debería haber existido desde siempre. So-bra anotar, que pasaron décadas antes de que, en realidad, la mujer decidiera por quién votar. Su derecho al sufragio, multiplicaba el voto del hombre dominante de su familia.

La violación de los derechos y de los cuer-pos de las mujeres es tradición en Colombia. Según cifras publicadas por Profamilia, en 2007, ¡hace cinco años!, unas 721.246 muje-res, entre 13 y 49 años, habían sido violadas en Colombia y en el 76% de los casos, las vulnera-ciones a sus cuerpos se había hecho por parte

de personas conocidas. De ellas, el 6%, más de 43.000 mujeres habían sido violadas más de una vez. Como si este informe no fuera preocu-pante, también se supo que las mujeres viola-das habían sufrido, además, golpes con objetos y heridas con armas de fuego y cortopunzantes, mordeduras, patadas, y muchas de ellas habían padecido intentos de estrangulamiento por parte de sus victimarios. Y solamente el 23% de los casos había sido denunciado ante las auto-ridades, porque, según lo afirman las víctimas consultadas, nadie les garantizaría la vida y la honra, después de acudir a las autoridades.

Pasaron cinco años desde cuando se pu-blicó este informe que, seamos honestos, pasó inadvertido. Las denuncias que en ese sentido se hacen en Colombia, cuentan con la compli-cidad tanto de leyes permisivas como de una tramitología insoportable para quién ha sido víctima de la peor profanación del templo que es su cuerpo.

Tuvimos que ser testigos mediáticos de la brutalidad con la que fue tratada esta mujer de 35 años, madre soltera, cabeza de familia, es-tudiante de bachillerato, es decir, una mujer común y corriente, para que la violencia contra la mujer fuera un asunto que nos conmoviera. Pero sigue sin ser un asunto urgente.

La responsabilidad directa del crimen co-metido contra Rosa Elvira Cely, recae sobre el violador y torturador que se cruzó en su vida. Sobre eso no hay discusión. El problema es que aunque un patrullero hizo ingentes esfuerzos por encontrarla viva y lo logró, a Rosa Elvira todavía le faltaba que la ineficiencia de los sis-temas del Estado le propiciaran el resto de la tortura.

Tras ser trasladada a un centro de salud, tuvo que esperar por cuatro horas la atención médica urgente que requería. Algunos dirán que tras las brutales lesiones que sufrió Rosa Elvira, hubiera muerto de todos modos. Nun-ca lo sabremos. Pero una urgencia, es una ur-

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gencia. Y en relación con violencia sexual, una urgencia debería ser inaplazable por ningún motivo.

Pero en toda esta trágica historia, lo que nadie comprende es cómo su agresor, que había sido condenado por homicidio y había violado a su propia hija, estaba en las calles buscando víctimas. Tal vez la explicación esté en que por incesto el castigo es cárcel por seis meses a cua-tro años. Así lo contempla el Código Penal, en su Título IX, Delitos contra la Familia, Capítulo Primero.

Me dirán que el agresor fue capturado en tiempo récord. Era obvio. Las autoridades sa-bían de él, tenían registros de sus antecedentes y sólo se necesitaba que cometiera otro crimen para capturarlo. Me parece que la explicación técnica deja por fuera la posibilidad de evitar el crimen.

Poco ha avanzado el país en el tema en los últimos cinco años, pese a las alarmantes cifras que le dan contexto a una evidente vulneración de derechos contra la mujer. Cómo pudieron los legisladores deducir que un hombre que viola a sus propias hijas es menos peligroso,

que uno que comete delitos contra la Libertad y el Pudor Sexuales, y, por lo tanto, su pena es menor. Cómo pudieron ignorar a las más de 500 mil mujeres violadas en este país por un conocido. Cómo pueden ignorar la reincidencia de los violadores. Legisladores, fiscales y jue-ces tendrán una explicación convincente, que tranquilice su conciencia. Pero las mujeres que estamos expuestas cada día al ultraje y la ve-jación que significa el viacrucis de denunciar, no quedamos satisfechas. Y no podemos callar, como si nada hubiera pasado. Rosa Elvira Cely, tal vez, sea una víctima más. De nosotros de-pende que sea el principio del fin de esta prác-tica brutal, tan frecuente, que nos hemos acos-tumbrado a ella. Tan nuestra, que tiene que ser agravada por actos feroces, para poder sacarla del estándar y llamar la atención. Haber igno-rado el informe de Profamilia del 2007, refleja un sexismo moderno que se materializaría en ignorar o retirar el apoyo a las demandas de las mujeres, o a subestimar sus reclamos. Es una negación de la discriminación que padecemos las mujeres.

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Columnista invitada

Costos de transacción en el mercado de biotecnologíaPor María Natalia Díaz

El conocimiento econó-mico contemporáneo enfatiza la idea de que

un país no puede depender de manera exclusiva de los recursos naturales y sus ca-racterísticas geográficas, es decir, de las denominadas

ventajas comparadas, para generar riqueza. Si una nación desea estimular su crecimiento eco-nómico, acompañando la generación de em-pleos calificados con salarios altos, lo que debe hacer es producir bienes y servicios de alto va-lor agregado. Significa no limitarse a vender materia prima, sin que ésta sea transformada en productos innovadores y de mayor compleji-dad y, en general, desarrollar las denominadas ventajas competitivas. Por tanto, el desarrollo de conocimientos, bienes y servicios basados en ciencia y tecnología, capaces de satisfacer necesidades concretas del mercado, adquieren un valor significativo. Tales bienes permiten, además, obtener dominio en campos estratégi-cos y generar bienestar social.

Frecuentemente se ha hecho referencia a la contradicción de la realidad colombiana, ca-racterizada por una enorme riqueza natural y una ubicación geográfica estratégica con acceso al Océano Atlántico y al Pacífico, que limita con once países y constituye la puerta de entrada a Sur América. Y en el otro extremo, las cifras de pobreza que para el 2012 indican un 44.4%, además el señalamiento de Colombia como uno de los países más inequitativos del mundo.

¿Por qué Colombia no sale del club de la miseria (Paul Collier) dado que su crecimiento económico es aún insuficiente para satisfacer la necesidades de su gente? Se responde a esta pregunta atribuyendo una única causa, bien sea: la corrupción, los bajos niveles de cobertu-ra y la calidad en la educación, razones históri-cas, culturales, al conflicto armado, entre otras.

Pero estas respuestas únicas son equivocadas. La pobreza encuentra sus orígenes y su lógica en una compleja interacción de condiciones tanto estructurales como coyunturales.

Si bien el elevado precio de las materias primas como el petróleo, el carbón y el oro constituyen los principales productos de ex-portación de Colombia, éstos han favorecido en los últimos años un crecimiento económico que bordea el 5% del PIB anual, lo que constituye un fenómeno coyuntural, cuya continuidad se encuentra en función de la oscilación de pre-cios de materias primas y el comportamiento de la inversión extrajera en el sector energético que, a propósito, de todos los tipos de inver-sión extranjera, es el que menos genera empleo y transferencia de conocimiento. Colombia no puede confiarse en éste tipo de actividades como fuente de riqueza capaz de generar em-pleos calificados, con mayores salarios y un mayor nivel de bienestar social.

La idea del paradigma económico con-cede relevancia a la generación de productos basados en alto valor agregado, y lo cierto es que en el conjunto de múltiples factores que in-ciden en el crecimiento económico de un país, uno de los que tiene especial importancia es a la generación de conocimiento, la innovación y el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Una razón por que vale la pena estudiar el desarro-llo de la biotecnología en Colombia. La biotec-nología es considerada como la “tecnología de frontera” después del invento de los chips y los computadores. Los ingresos que genera este sector constituyen uno de los de mayor creci-miento económico con ganancias de US$ 4.7 billones en 2011. Los desarrollos en este campo tienen aplicación en el sector agrícola, la me-dicina, diferentes industrias con el desarrollo de insumos novedosos, en el sector farmacéu-tico, de cosméticos y productos de aseo, para enfrentar el problema de la creciente demanda

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global de alimentos y para ofrecer soluciones alternativas a problemas ambientales.

Desde hace dos décadas, agentes inde-pendientes, y años más tarde el Gobierno Co-lombiano, han adelantado labores institucio-nales orientadas al desarrollo biotecnológico en Colombia. Se han realizado diferentes for-mulaciones de gobierno con este propósito. Las más relevantes son la institucionalización del Programa Nacional de Biotecnología como componente del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología (Colciencias), la identificación por parte del Ministerio de Comercio Exterior de la biotecnología como sector clave y del Depar-tamento Nacional de Planeación (DNP), como otros aportes han sido realizados por el Institu-to Alexander Von Humbolt. La biotecnología se destaca también en el Plan Nacional de Desa-rrollo de 2002–2006 “Hacia un Estado Comu-nitario” y en los documentos Conpes 3527 de Política Nacional de Competitividad y Produc-tividad, Conpes 3582 de Política Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación, y, finalmente, en el Conpes 3697 de Política para el Desarrollo Comercial de la Biotecnología a partir del uso sostenible de la biodiversidad.

Dentro de las razones que han dado susten-to a estos esfuerzos se encuentra la utilidad y el potencial de la biotecnología con la que Co-lombia:

1. Puede satisfacer necesidades globales y regionales.2. Encontrar nuevas formas de posicionarse en el mun-

do.3. Mejorar la competitividad económica.4. Trabajar en pro de la sostenibilidad ambiental.5. Generar ventajas competitivas para estimular el cre-

cimiento económico.6. Estimular la creación de empleos altamente califica-

dos.Sin embargo, dada la complejidad del

sector, pues la biotecnología constituye una tecnología interdisciplinaria, que requiere de una correcta coordinación entre la academia, el Gobierno y el sector empresarial, su desa-rrollo es problemático, y requiere más estudio y análisis. Con este propósito, y con el objetivo de identificar los “cuellos de botella” que obsta-culizan su desarrollo, he aplicado el reconocido Teorema de Coase y los Costos de Transacción,

para una mejor comprensión de las dificultades que afronta el sector. En mis investigaciones he advertido características del mercado bio-tecnológico con potencial para incidir de for-ma negativa sobre el beneficio social esperado. Pero también he podido explorar sus ventajas y alcances para el desarrollo de la economía.

Tenemos dificultades asociadas al marco legislativo, a la capacidad de coordinación ins-titucional, a la adquisición de activos físicos es-pecializados, a la falta de coherencia existente entre proyectos de investigación y las necesida-des del mercado y, por ende, dificultades entre el sector académico y empresarial, trabas buro-cráticas y exceso de requisitos exigidos por una fuerte estructura oligopólica, debilidades en los mecanismos de control y monitoreo, asimetrías entre los fondos de financiación de carácter privado y público, así como el actual esquema de patentes, estos constituyen algunos de los obstáculos principales asociados los costos de transacción. Su existencia deja ver problemas de riesgo, incertidumbre, problemas de agencia y riesgo moral, información asimétrica y racio-nalidad limitada, oportunismo, derechos y con-tratos incompletos. Son factores que impiden la inversión de capitales.

La existencia de estos obstáculos, además de limitar el desarrollo del sector biotecnoló-gico en Colombia, incide en los resultados de esfuerzos institucionales realizados. Estos no logran tener un impacto social significativo. Más aún, potencializan los riesgos ambientales y socioeconómicos inherentes a estas nuevas tecnologías.

El estudio del sector biotecnológico en Colombia a partir del marco teórico de Coase, sugiere que el desarrollo del mismo sea social-mente incluyente y respetuoso con el medio ambiente, los esfuerzos institucionales deben exceder el ámbito comercial y privado, y tras-cender al manejo tanto de las limitaciones como de los riesgos identificados. En resumen, no obstante los avances dados durante los úl-timos años para estimular la biotecnología en Colombia, las labores realizadas son, en algu-nos casos, insuficientes y prematuras.

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La antorcha

El alcalde suspende la obra, los contratis-tas incumplen, los

interventores son incom-petentes y la contraloría esconde. Cuando Arboleda y su gobierno proclamaba una inversión monumen-

tal de $14.777 millones los medios regionales declararon a Palmira como ciudad del primer mundo. Curiosamente esto sucedía mientras la banda criminal los Rastrojos aumentaba asesi-natos y la extorsión se generalizada en contra de pequeños y medianos comerciantes. Arbole-da realizaba juntas electorales para nombrar a Ritter como su inmediato sucesor. ¿Cómo per-dieron la memoria? ¿Por qué ahora se compor-tan como Poncio Pilatos?

Responsable es el alcalde. ¿Por qué des-cubre problemas de reforzamiento estructural dos meses después que caducara la fecha de entrega? Al anunciar quince días para un plan de contingencia, ¿no estaba tacando burro? De hecho, así sucedió, Ritter decide suspender los trabajos de la Ciudadela Deportiva mediante argumentos peregrinos: la plata no alcanzó, se destinarán recursos por $ 6.150 millones para su finalización; la obra se dejará en manos de nuevos contratistas.

Como Arboleda, el alcalde Ritter sabía que esta falsa promesa era una carta electoral. Ambos tenían conocimiento que la Ciudadela Deportiva se convertiría en un elefante blanco. Con contratistas chimbos y una interventoría sin competencia en ingeniería, a los gobernan-tes nunca les interesaban los deportistas de Palmira, su objetivo eran los votos. Por esto se callaron ante semejante fraude.

¿Quiénes calcularon los refuerzos necesa-

rios? ¿Quiénes estudiaron los diseños adapta-dos a los manuales de sismorresistencia? ¿So-bre quien recae la responsabilidad? Respuesta: sobre la interventoría. Lamentablemente las declaraciones de estos señores están llenas de babosadas: “No es nada grave, simplemente que se harán unas observaciones a la estructura de la gradería y se están corrigiendo unas cosi-tas y por eso se suspendió el contrato”. Las “co-sitas” terminaron en un elefante blanco. Senci-llamente los interventores se confabularon con los contratistas. Como en casos de obras públi-cas durante los gobiernos anteriores.

¿Quiénes deben responder por este ele-fante blanco? Se trata de un escenario depor-tivo construido sin ajustarse a normas de inge-niería. Porque cuando se proponen remiendos, pequeños ajustes, mejoras o revisiones ex post, tales agregados ocultan graves vacíos fiscales. Nadie sabe cómo diablos pueden reforzar es-tructuras con materiales que no cumplen es-tándares de calidad. Es probable que el próxi-mo anuncio sea la demolición del Estadio. Y la Piscina Olímpica como otros espacios serán el objeto de saqueo de ladrones callejeros.

De nuevo Palmira sometida a un robo por cuenta de sus políticos. Tanto Ritter como Ar-boleda se lavan las manos, mientras todos los palmiranos contemplan las ruinas de la Ciuda-dela Deportiva.

¿Dónde están las pólizas de seriedad y es-tabilidad de la obra suscritas durante la firma del contrato? ¿Quiénes ordenaron iniciar una obra tan pésimamente planificada? ¿Cómo su-cedió la licitación de este contrato y cuáles fue-ron sus términos de referencia originales? ¿A quienes beneficia las prórrogas de una obra que terminará inconclusa?

Los palmiranos debemos levantarnos. En

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Monumento a los gobernantes y políticos caídosPor Fernando Estrada

La Ciudadela Deportiva es la crónica de un desastre anunciado.

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este caso hay dos clases de responsables y dos tipos de responsabilidad. Primero, la responsa-bilidad fiscal que compromete a quienes se be-neficiaron directa e indirectamente. ¿Quiénes recibieron coimas, bonificaciones, adelantos y pagos? Tanto contratistas como interventores, ingenieros o firmas deben poner la cara ante los organismos de control. Este caso deben llevarlo a Bogotá. Al dejarlo en la contraloría de Palmi-ra, nada sucederá.

Segundo, la responsabilidad política. Co-menzando por el exalcalde Arboleda y su admi-nistración, los diputados de Palmira, el conce-jo municipal, los directorios de los partidos y los políticos. Palmira debe negarles cualquier respaldo en las urnas, debemos hacerles frente mediante un ¡No más!

El voto en blanco tiene que convertirse en la daga que tenemos los electores para rechazar a quienes han hecho de Palmira un moridero. Quienes comprometieron recursos fundamen-tales del presupuesto municipal en este elefan-te blanco.

El alcalde Ritter ha querido desligar su gobierno del requetemalo Arboleda. No puede, sin embargo. Con este monumento al desgreño administrativo ambos participaron, Arboleda para cerrar un período nefasto de la ciudad, Ritter para iniciar una alcaldía con los sobra-dos dejados por su antecesor. Los palmiranos experimentan los errores de dejar las llaves de la ciudad en semejantes manos. Palmira tiene como alcalde un doble de Arboleda.

Propongo que sobre estas ruinas los pal-miranos construyan un monumento a los go-bernantes y políticos caídos. Esta obra inaca-bada es un símbolo de los peores gobiernos que ha tenido la ciudad. Al mismo tiempo, significa el rechazo a sus malos gobiernos, a un concejo municipal manipulado y una clase dirigente in-capaz de responder por la grandeza de los pal-miranos.

Lo mejor que puede suceder es que la Ciu-dadela Deportiva sea destruida. Es preferible su pérdida a una prolongación del saqueo de Palmira.

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Especial

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Medios y miedosPor Teresa Consuelo Cardona G.

El miedo es una sensa-ción de alerta o angustia por la presencia de un

peligro o un mal, bien sea éste real o imaginario. Así lo define la Real Academia de la Lengua Española. Esa angustia deriva-da de la percepción de peligro tiene diversas manifestacio-nes, pero, tiene en común, que hace que los individuos que la padezcan reaccionen saliendo de la órbita normal. Es decir, cuando alguien tiene miedo, hace cosas que no haría nor-malmente. Las reacciones más comunes son atacar, huir, pa-ralizarse, o entregarse sumi-samente. Esta conducta que es normal, puede agravarse en cualquier momento, si las con-diciones que producen el mie-do se intensifican o se mantie-nen por mucho tiempo. Y si es así, las consecuencias suelen ser incontrolables y manifes-tarse aun sin motivaciones su-ficientes, generando miedo al miedo, falsas alarmas y, lo que es peor, un estado permanen-te de angustia que obliga a las

personas a que todo el tiempo estén atacando, huyendo, pa-ralizándose o mostrando su-misión ante cualquier forma de dominación que se les pre-sente.

El miedo sólo puede ser neutralizado si quien lo pade-ce puede racionalizar la fuente que lo produce. Pero raciona-lizar cualquier fuente de mie-do, pasa por conocerla, enten-derla y comprenderla. Pasa por el deseo desmitificante de pensar y contrastar la creencia contra la realidad. Pasa por saber argumentar para con-vencerse a sí mismo de que no hay razones para tener pánico. Esto último es lo más difícil en la lucha contra el miedo. Y los poderosos lo saben. Tal vez, por ello mismo, el miedo es el mecanismo de represión más utilizado en el mundo.

Colombia lo sabe todo acerca del miedo. Y Palmira es experta. No ha habido una época en la que no se haya sentido miedo. Algunos son reales y otros implantados en

el subconsciente colectivo. El racismo, por ejemplo, se ma-sificó gracias al miedo. Se nos hizo creer que los negros eran peligrosos. Nunca nos detuvi-mos a pensar que un blanco, rubio, zarco, podría ser mucho más peligroso para la sociedad si se apropiaba de las tierras más productivas, hacía leyes para favorecerse, repartía los dineros del Estado entre los más ricos, no pagaba sus im-puestos, formaba escuadrones armados para protegerse y es-clavizaba a los no tan blancos, haciéndoles creer que les esta-ba haciendo un favor. Pese a todo, seguimos temiéndole a los negros y creyendo que los peligrosos son ellos.

En esa fábrica de miedos, a la que hemos estado someti-dos por muchos años, han ju-gado un papel muy importante los medios de comunicación, los comunicadores y la tecno-logía, cada uno a su manera. Sin proponérselo claramente, juntos, han facilitado el des-vío de la atención de lo verda-deramente importante o han disimulado su trascendencia. Cuando un locutor dice que a la Administración Pública hay que ayudarle, está reconocien-do que cambió la neutralidad de su actividad por la sumi-sión y, en consecuencia, está intentando empañar la infor-mación que traslada a la opi-nión pública, afirmando algo que no es totalmente cierto o

En esa fábrica de miedos, a la que hemos estado sometidos por muchos años, han jugado un papel muy importante los medios de comunicación, los comunicadores y la tecnología, cada uno a su manera.

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lanzando noticias contradicto-rias que siembran confusiones y que arrastran a la población a la incertidumbre.

Cuando un radialista anuncia con bombos y plati-llos que tiene una “chiva” y antes de contarla la colma de elogios, de bienaventuranzas, de predestinaciones, lo que está haciendo, en realidad, es manipular los procesos afecti-vos de sus receptores, creando un contexto ficticio, en el cual

demuestra una supuesta iden-tidad y afinidad entre la fuente que le dio la “chiva” y sus re-ceptores, que resulta en una aceptación de las decisiones del otro, aunque sean dañinas. Pero si alguna duda sobrevive, la tarea se cierra especulando acerca de las oscuras motiva-ciones que tendrían quienes dudan y conduciendo la turba contra ellos. Al fin y al cabo, los individuos hacen grandes y costosos esfuerzos por pare-

cerse a los demás. Nos asiste un profundo miedo a ser dife-rentes. O a decir las cosas de otro modo.

Y es claro que los huma-nos (periodistas, locutores, redactores) que laboran en los medios (empresas de comu-nicaciones) también tienen miedo. Es apenas normal. Su existencia depende de pode-res económicos y políticos en ocasiones fusionados, lo que les deja pocas opciones de su-

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Especial

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pervivencia. Recordemos que cuando el miedo agrede la su-pervivencia, la respuesta es atacar, huir, paralizarse, o en-tregarse sumisamente.

Con esa garantía, los fa-bricantes de miedos avanzan triunfantes, apoyándose en una movilización ideológica que aplasta a la movilización popular. Las ideas se dan por sentadas, no hay tiempo para pensar ni para reflexionar. Las imposiciones son recibidas con aplausos rabiosos de quie-nes serán las víctimas, pero no se han dado cuenta de ello. Así sucedió con el anuncio de la instalación de un Esmad para Palmira. Se presentó el asunto en el marco de un Consejo de Seguridad en el que se estu-diaban los crímenes brutales que se venían cometiendo en un barrio de esta pequeña po-blación y el avance de la delin-cuencia común y organizada. La solución a esos problemas fue la “llegada de un nuevo componente de 35 hombres especializados, pertenecien-tes al Escuadrón Motorizado Antidisturbios, Esmad, para intervenir en sitios específicos de la ciudad, en donde la po-licía considere que haya afec-tación del orden público. La decisión fue tomada al térmi-no del Consejo de Seguridad regional celebrado en Palmira y presidido por el alcalde Rit-ter López”, según lo dice tex-tualmente el boletín de prensa oficial. Este asunto ameritaba un análisis muy simple, ya que

la solución no resuelve el pro-blema, en tanto, que el Esmad está diseñado para controlar multitudes, no para luchar contra la delincuencia. ¿Por qué necesitamos el Esmad en Palmira? ¿Por qué estamos preocupados de tener ajustado el orden público, que no es un problema actual?

Aunque nadie ha visto al Esmad combatiendo a la delincuencia común, o persi-guiendo ladrones por las ca-lles, o interviniendo el micro-tráfico, que según las mismas autoridades son las fuentes de los homicidios en Palmira, el asunto pasó sin inconvenien-tes y con el aplauso del público tras la puesta en escena por los medios de comunicación. Esta parece la estrategia de ocultar mostrando.

En cuanto se supo que un fiscal vinculó a Sigifredo López al secuestro y muerte de los once diputados del Valle, muchas personas se basaron en lo sospechosa que era su superviviencia y con esa sos-pecha, y muchos rumores, lo juzgaron y lo condenaron. No sería eso lo que programó al-guien sabiendo que tras tanta desconfianza en la que hemos crecido y envejecido, sería muy fácil distraer al público de lo importante, con un asun-to que se caería por su propio peso, pero que desató una ava-lancha de juicios precoces. Y, ¿qué era lo importante para los colombianos? ¿Qué hemos perdido mientras estamos

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ocupados condenando a Sigi-fredo?

Otro hecho que removió los más profundos miedos de los colombianos, fue el atenta-do contra Fernando Londoño, que revivió el fantasma de las Farc. El país abrió un parénte-sis de amnesia en el que reco-gió los miles de millones que Londoño ha ganado mediante demandas al Estado, el desfal-co de Invercolsa, cuya condena le impide ocupar cargos públi-cos, las amenazas contra cam-pesinos y sus relaciones con el paramilitarismo. Sorprende que mientras en unos casos se justifican los crímenes con un “venganzas personales”, en otros, se acude al dolor colecti-vo para rechazar el crimen.

En la última semana de mayo, fuimos testigos de un hecho inexplicable: un hom-bre es asediado por agentes que deberían protegerlo, lo abalean doce veces y las auto-ridades afirman lo contrario a lo que vemos. Dicen repe-tidamente que el ciudadano disparó primero, pero el video muestra lo inverso. ¿Cuándo fue el hecho? ¿Cuánto tiempo estuvo guardado el video? ¿El palmirano en mención iba a ser otro falso positivo? O, es mejor que creamos que armar-se es el único remedio, porque, al fin y al cabo, este ciudadano sobrevivió a ese ataque porque se defendió disparando, hu-yendo y atacando.

En otro aspecto de la información, el pasado 27 de

mayo el periódico regional de mayor circulación hizo un des-glose sorprendente de lo nega-tivo que puede ser el voto en blanco. Lo presenta como los pros y contras, pero sólo habla de los segundos. Si alguien se fija más detalladamente, la re-dacción del periódico en temas como el del conductor abalea-do y otros recientes, es desas-trosa y confusa. La del voto en blanco, en cambio, es limpia, unidireccionada, coherente con la idea principal de desvir-tuarlo como herramienta útil para una movilización popular de rechazo. Y acude al temor que puede representar para los vallecaucanos perder mucho dinero haciendo nuevas elec-ciones y calla frente a las cifras de dineros que se han perdido por no haber votado en blanco, aplastando cualquier idea de movilización de rechazo a los individuos y partidos que han desangrado al departamento. ¿Será que están preocupados porque el voto en blanco va por buen camino y que desca-bezará a algunos de los líderes que representan la confianza y tranquilidad de minorías ma-nipuladoras? Muy seguramen-te, los vallecaucanos le dedica-remos horas interminables a medios y miedos, para garan-tizar que quienes han tenido el poder y han despilfarrado nuestros recursos, lo sigan haciendo, bajo el pobrísimo argumento de que es mejor malo conocido que bueno por conocer.

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Descartes y su teoríaPor Leopoldo de Quevedo y Monroy

Hoy he decidido con-tradecir a un antiguo amigo. Me lo presen-

tó el padre Francisco Acosta cuando yo era joven y estudia-ba filosofía en el campus mo-nástico de El Cedro, en Zipa-quirá. Ni sabía con certeza qué era una teoría o una hipótesis o una hipotenusa. Yo andaba aún en la región de Babias, donde da lo mismo ser o no ser, atrás o en las espaldas.

Me dejé convencer que el buen Renato estaba en sus casillas cuando dejó salir su sentencia poética —por cier-to—, que dejó atónitos a sus contemporáneos y puso a ro-dar tintas y discursos. “Pien-so, luego existo”, espetó duro, como el primer estornudo de un acceso compulsivo. Lo dijo muy serio, sin demos-trar duda. Es más. Lo puso a prueba con la teoría de la duda como método para encontrar la certeza.

En efecto, no había na-cido la medicina como carre-ra universitaria ni se hablaba de hibernación, ni se había inventado la cámara hiper-bárica, Y ni habían nacido los creadores de la robótica o los ipads. No tuvo la posibilidad de encontrarse con Quevedo para que le hubiera dicho: “No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca, o ya la frente, silencio avises, o amenaces miedo”. Fue una época de muchas ideas, con-ceptos, divagaciones y agude-zas mentales. Todos hablaban y no se oían.

Quien en su época sufrió un desmayo o por un gran sus-to perdió el habla y la capaci-dad de escribir, a juicio del gran Des Chartes, no existía. Era o equivalía a un fantasma, un gnomo citadino —un holo-grama 3D o tridimensional, se diría ahora—. Aunque hable, baile, mire y cante.

Hoy la experiencia, los avances de la ciencia y la poe-sía nos han llevado a concluir que pensar, sí, es importante y de la esencia del ser humano. Pero que, puestas en la balan-za, la capacidad de pensar y de sentir, ésta última es la “pie-dra de toque” para establecer quien se acerca más al cora-zón, a la necesidad y al reme-dio de los males que le sobre-vienen a los descendientes de los primeros antropoides.

Pensar sirve para desme-nuzar algoritmos, cranear un crimen, distinguir entre lo tur-bio y claro, para encontrar la salida del laberinto y la solu-ción del acertijo o la localiza-ción del código para acceder al tesoro o a la página de la Dea. Quien posea esa capacidad puede ir a Harvard fácilmente, ganarse una beca o un reality o un cupo en una empresa. Será como un ratón muy inteligen-te que sigue un olor, un rastro, una intuición.

Difícilmente Aladino, si supiera hoy la importancia de sentir y lo pusiera el Genio de la lámpara a escoger un deseo entre pensar y sentir, se que-daría con este último don o premio.

Esta tarde me he encon-trado a Ala–donna y me dictó a la oreja este epigrama:

Anticartesianismo I

Por sentirexisto

qué tal que no tuviera pielni que no me doliera amar

que el aireno me tocara

que Neruda no corrierapor mis venas

que el aguano calmara el llanto

que el besono se hiciera agua

en mi bocaque el abrazo

no me amarrara a tiqué tal que no sintiera

el bulto de tu pechoque tu miradano me hirieraque tu ternura

no me amilanaraque no oyera tus pasos

cuando llegasque el mundo

no se derrumbaraabismal cuando

estás ausente

IIno valdrá la pena

la filosofíani ser ángel

o una estrellaque parpadeesin que existaotra estrellaque le pueda

decir quepor ella brilla