palmer diana - hombres de texas 00 - el padre fund

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EL PADRE FUNDADOR DIANA PALMER Durante más de una década, la autora de best seller del New York Times, Diana Palmer, se ha ganado los corazones de los fans de todo el mundo con sus tentadoras historias en la serie Longs, Talls Texans. Ahora bien, esta gran autora nos trae la historia de cómo empezó todo. . . Descubre cómo las leyendas fueron hechas cuando el padre fundador de Jacobsville, Big John Jacobs, se casa con la hija de un próspero magnate del ferrocarril. ¿Arderá la pasión cuando este fuerte y alto texano busca-fortuna, marque dulcemente a su modesta esposa con sus ardientes besos del alma? Fue un matrimonio de conveniencia. Big John Jacobs sabía que una línea ferroviaria en la cercanía, aseguraría la supervivencia de su rancho, por lo que de mala gana le tendió la mano a Ellen Colby, la hija protegida de un magnate del ferrocarril. Cuando el sabor de la vida de un rancho de Texas, estimuló el espíritu ardiente de Ellen, Big John descubrió que había conseguido mucho más de lo que esperaba. (El libro que inspiró la serie Long, Tall Texans) (Traducido por Gaby para AEBks)

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Palmer Diana - Hombres de Texas 00 - El Padre Fundor

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  • EL PADRE FUNDADOR

    DIANA PALMERDurante ms de una dcada, la autora de best seller del New York Times, Diana Palmer, seha ganado los corazones de los fans de todo el mundo con sus tentadoras historias en la

    serie Longs, Talls Texans. Ahora bien, esta gran autora nos trae la historia de cmoempez todo. . . Descubre cmo las leyendas fueron hechas cuando el padre fundador deJacobsville, Big John Jacobs, se casa con la hija de un prspero magnate del ferrocarril.

    Arder la pasin cuando este fuerte y alto texano busca-fortuna, marque dulcemente a sumodesta esposa con sus ardientes besos del alma?

    Fue un matrimonio de conveniencia. Big John Jacobs saba que una lnea ferroviaria en lacercana, asegurara la supervivencia de su rancho, por lo que de mala gana le tendi lamano a Ellen Colby, la hija protegida de un magnate del ferrocarril. Cuando el sabor de lavida de un rancho de Texas, estimul el espritu ardiente de Ellen, Big John descubri que

    haba conseguido mucho ms de lo que esperaba.

    (El libro que inspir la serie Long, Tall Texans)(Traducido por Gaby para AEBks)

  • Captulo 1Se necesitaba mucho para hacer que Big John Jacobs se pusiera nervioso. Era alto,

    huesudo, con profundos ojos verdes del color de la botella de vidrio, y el pelo espeso, erade color marrn oscuro. Su rostro delgado y duro, tena cicatrices dejada por la Guerra delos Estados Unidos. Llevaba cicatrices por dentro y por fuera. Era originario de Georgia,pero haba llegado a Texas, justo despus de la guerra. Ahora viva en una de las mssalvajes partes del sureste de Texas, en un rancho que haba heredado de su difunto to. Elhaca crecer el rancho con frugalidad, conduciendo una partida de ganado hasta Kansas ycomprando ms ganado con los beneficios. Lo que l tena, era muy poco para mostrar,para quince aos de trabajo duro, pero era fuerte y tena buena cabeza para los negocios.Haba triplicado la propiedad de tierras de su to, y haba comprado nuevos toros en elEste, de la raza de cuernos largos. Su madre se habra sentido orgullosa.

    l not el profundo corte en su mano izquierda, una cicatriz que se hizo con un cuchillo,en una contienda con una banda de comanches, quienes atacaron su propiedad por loscaballos. John y su personal contratado haban luchado hasta lograr ponerlos en fuga. Surancho estaba aislado y tena un buen ganado de cra. Durante aos, haba tenido queluchar en varias ocasiones contra las incursiones de comanches, asaltantes y renegadosde la frontera mexicana, as como aventureros. Si no hubiera sido por la presencia militardespus de la guerra, del Ejrcito de la Unin, la anarqua habra sido peor.

    John tena ms razn que la mayora en odiar a los oficiales de la Unin. Pero en laparte de Texas, donde se encontraba su rancho, al sureste de San Antonio, la paz se habamantenido durante la Reconstruccin, por un comandante local, que era un caballero. Johnhaba admirado al oficial de la Unin, que haba capturado y procesado a un ladrn que lerob dos caballos del rancho. Eran buenos caballos, con excelentes lneas de sangre, queJohn haba comprado en una granja de caballos purasangre en Kentucky. El oficial, quemontaba un purasangre de Kentuncky de su propiedad, entendi el apego que un rancherosenta por este tipo de caballos. John rara vez se senta agradecido de otro ser humano.Como John mismo, el oficial era un intrpido.

    Intrpido. John se ri de su propia aprensin acerca de lo que iba a hacer. No leimportaba arriesgar su vida para salvar a su rancho. Pero esto no era una pelea conpistolas o cuchillos. Era una especie mucho ms civilizada de guerra. Con el fin de ganaresta batalla, John iba a tener que aventurarse a un mundo que nunca haba visto de cerca.No se senta cmodo con la gente de la alta sociedad. Esperaba que no avergonzarse a smismo.

    Se quit el sombrero de vestir y se pas una mano grande a travs de su pelo castao ysudoroso. Juana haba tenido que cortrselo, antes de que l dejara el Rancho 3J. lesperaba ser lo suficiente conservador, para impresionar al viejo Terrance Colby. Elmagnate del ferrocarril, que estaba de vacaciones en Sutherland Springs, no lejos delRancho 3J. La popular localidad contaba con ms de cien manantiales separados en unrea pequea. John haba montado hasta all para hablar con Colby, sin tener una solaidea de cmo abordarlo. l haba imaginado, que los detalles se deduciran solos, si lhaca el viaje.

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  • Se senta incmodo en compaa. Haba tenido que empear el reloj de su abuelo, paracomprar el traje usado y el sombrero que llevaba puesto. Era un riesgo el que estabatomando, uno grande. El ganado no era nada bueno para nadie si no poda entrar en elmercado. Conducir el ganado hasta Kansas era cada vez ms peligroso. En algunaszonas, se tema al ingreso de ganado desde Texas. Si l iba a lograr que su ganadoentrara al mercado, tena que haber una ruta ms directa.

    Necesitaba una lnea de la va frrea que fuera cercana. Colby era dueo de unferrocarril. l acababa de anunciar sus intenciones de expansin, para conectarse con SanAntonio. No seria una gran carga ampliar la lnea a travs del condado de Wilson al ranchoJacobs. Haba otros rancheros de la zona que tambin queran la va frrea.

    El viejo Colby tena una hija, Camelia Ellen, que era soltera y al parecer, incasable. Elchisme local deca, que el viejo no tena ningn uso para su poco atractiva hija, y estarafeliz de deshacerse de ella. As que Big John Jacobs haba venido a cortejarla, paraobtener un ferrocarril

    Empez a llover justo cuando lleg al pueblo. Maldijo su asquerosa suerte, sus ojosverdes ardan cuando not el fango que lanzaban los cascos de su caballo, salpicando susbotas y el dobladillo de un buen par de pantalones. Estara desordenado y no podapermitirse estarlo. Terrance Colby era un aristcrata de Nueva York, que por lo que Johnhaba odo, siempre estaba impecablemente vestido. Se hospedaba en el mejor hotel de lalocalidad de Sutherland Springs poda presumir, y que no era demasiado lujoso. Corra elrumor que Colby haba venido aqu en un viaje de caza y que tomara las aguas, mientrasestaba en la zona.

    John se baj de la montura a media cuadra del hotel, donde Colby se hospedaba, yesperaba tener la oportunidad de limpiarse todo el lodo de encima. Justo cuando l llegabade su paseo, un carruaje se detuvo cerca. Una joven sin nada en particular se baj de l,cogi el dobladillo de su vestido, pero el lazo de sus zapatos se enred en l, y cay debruces en un charco de lodo. Imperdonablemente, John se ech a rer. No pudo evitarlo. Elacompaante de la mujer lo fulmin con la mirada, pero la mirada que le dirigi la mujer,fue mucho ms expresiva.

    - Por amor de Dios, mujer, es que no puedes dar dos pasos sin tropezar con turopa? le pregunt el hombre, con un tono alto de voz y con acento britnico. Levntate. Ahora que hemos llegado al pueblo, tengo que irme. Tengo un compromiso parael que ya se me ha hecho tarde. Me citar con tu padre ms tarde. Conductor, adelante!

    El conductor dio a la mujer y a Big John una mirada elocuente, pero hizo lo que se leindic. John tom nota del forastero, y esperaba encontrrselo de nuevo un da. l semovi al lado de la mujer, y le ofreci un brazo.

    - No, no protest ella, ponindose de pie sola. Est demasiado bien vestido, paradejar que lo ensucie. Contine, seor. Simplemente, soy torpe, y no hay una cura para ello,me temo se ajust el sombrero de gran tamao sobre su moo oscuro y lo mir con losojos azules tristes en un rostro agradable, pero no muy atractivo. Ella era pequea ydelgada, y no el tipo de mujer que le hubiera atrado.

    - Su acompaante no tiene modales coment l.- Gracias por su preocupacin.

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  • - No hay problema dijo, quitndose el sombrero. No me hubiera importado que mehubiera salpicado. Como puede ver, ya he probado el barro local.

    Ella se ech a rer y su rostro adquiri una animacin de la cual, ella era inconsciente.- Buenos das.- Buenos das.Ella se alej y l se dirigi a la barbera

    - John! un hombre lo llam de cerca. Pens que eras t un hombre, corpulentoy con una placa, jade con inquietud, cuando lleg hasta l.

    Era el alguacil, James Graham, que a menudo visitaba el rancho de John, cuandoestaba en la zona es busca de fugitivos. Se estrecharon las manos.

    - Qu ests haciendo aqu? le pregunt John.- Estoy buscando un par de renegados dijo. Estaban escondidos en territorio

    indio, pero he odo de un primo, que uno de ellos se diriga a este camino, tratando dedejar atrs al ejrcito. Cuida tu espalda.

    - Y t, cuida la tuya replic l, abriendo su chaqueta para mostrar la Colt 45, quesiempre llevaba en una funda del cinturn, atravesado sobre sus estrechas caderas. Elalguacil se ri entre dientes.

    - He odo eso. Me di cuenta de que estabas tratando de ayudar a esa pobre joven alevantarse.

    - Si, la pobre cosita coment l. Nada para mirar y de poco inters para unhombre. Dos pies izquierdos como si fuera poco. Pero eso no fue problema para seramable con ella. Su acompaante le dio no ms ayuda que el borde spero de su lengua.

    - Ese era Sir Sidney Blythe, el acompaante de caza del magnate de los ferrocarriles,Colby. Dicen que la chica est enamorada de l, pero que l no tiene ningn uso para ella.

    - No es de extraar. l podra haber terminado en el charco de barro agreg conuna sonrisa. Ella no es del tipo que inspira pasin.

    - Podras sorprenderte. Mi esposa no es guapa, pero puede cocinar. El lucir bien, sedesgasta. La cocina dura siempre. Recuerda eso. Cuidate.

    - T, tambin.John continu hasta la barbera, inconsciente que una mujer cubierta de barro, estaba

    de pie, detrs de la esquina, tratando de limpiar un poco el fango de su pesada falda. Ellamir airadamente hacia la barbera con fieros ojos azules. As que l era esa clase hombre,del tipo compasivo con la pobre gallinita esculida de pies torpes. Haba pensado que lera diferente, pero era igual a los dems hombres. Ninguno de ellos, miraba dos veces auna mujer, a menos que tuviera un hermoso rostro y cuerpo.

    Ella pas por delante de la barbera, hacia su hotel, hirviendo de furia. Esperaba algnda, tener la oportunidad de estar con ese hombre otra vez, cuando estuviera vestidaadecuadamente y en su propio elemento. Sera una sorpresa para l, estaba segura.

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  • Poco tiempo despus, John se dirigi hacia el Hotel Sutherland Springs con unaconfianza que realmente no senta. Estaba agradecido por la conversacin del alguacil,que ayud a calmarlo. Se pregunt si la hija de Colby estara tambin enamorada delhorroroso Sir Sidney, as como la pobre gallina flaca, que haba estado en el carruaje conl. No estaba seguro como tendra que ir en el cortejo de tal persona inadaptada, aunquelo tena en mente.

    A los treinta y cinco aos, John era ms sabio que muchos de sus contemporneos,despus de haber sido criado por una madre culta, que le ense latn mientras trabajabanen los campos. Desde entonces, l haba sido educado de otra manera, tratando demantenerse vestido y alimentado. Su hermana casada, la nica otra sobreviviente de sufamilia, haba tratado de conseguir que l fuera a trabajar con su esposo en Carolina delNorte, en su granja, pero l no quiso instalarse en el Este. Era un hombre con un sueo. Ysi un hombre poda hacer una fortuna con nada ms que trabajo duro y la abnegacin,entonces, estaba dispuesto a ser ese hombre.

    Le pareci vagamente deshonesto tener una novia por razones monetarias y esto cortrpido el pretender un afecto que no senta, para conseguir una novia rica. Si haba unamanera honesta de hacer esto, l la iba a encontrar. Su nica certeza, era que si secasaba con la hija de un magnate del ferrocarril, l tendra muchas ms posibilidades deconseguir una lnea ferroviaria hasta su rancho, que si l simplemente pidiera ayuda. Enestos das, nadie se apresuraba en ayudar a un ranchero sin un centavo. Menos an, unrico ranchero del norte.

    John entr en el hotel, erguido, asumiendo la auto-confianza y la misma ligeraarrogancia, que haba visto en hombres ricos, que la utilizaban para salirse con la suya.

    - Mi nombre es John Jacobs le dijo al secretario, formalmente. El seor Colby meest esperando.

    Eso era una mentira pura, pero audaz. Si funcionaba, podra cortar una gran cantidad deprotocolo, que era una prdida de tiempo.

    - Oh, de verdad? Digo, por supuesto, seor el joven se tambale. El seor Colbyest en la suite presidencial. Es el segundo piso, al final de pasillo. Puede usted subir. Elseor Colby y su hija, estn recibiendo esta maana.

    Estn recibiendo. Segundo piso al final del pasillo. John asinti, aturdido. Fue ms fcilde lo que haba soado, el ver a uno de los hombres ms ricos del pas. l asintieducadamente al empleado y se volvi hacia la escalera.

    La suite fue fcil de encontrar. Llam a la puerta con confianza interior, apretando losdientes, ante la prxima reunin. No tena idea de que iba a dar como excusa por habervenido. No saba cmo lucira Ellen Colby. Podra acaso decir que la haba visto de lejos yse haba enamorado locamente de ella? Sin duda, eso arruinara sus posibilidades con supadre, quien se convencera que l solo quera el dinero de Ellen.

    Mientras l estaba pensando en excusas, una criada abri la puerta y se apart paradejarlo pasar. Tardamente se quit el sombrero, esperando que su frente no estuvierasudando tan profusamente como la senta.

    - Su nombre, seor? la mujer de mediana edad le pregunt cortsmente.

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  • - John Jacobs respondi. Soy un terrateniente local agreg.Ella asinti.- Por favor, espere aqu.Ella desapareci en otra habitacin detrs de una puerta cerrada. Los segundos

    pasaban, mientras John miraba a su alrededor, incmodo, recordando, por la opulencia dela suite, cun lejos estaba l de la clase alta.

    La puerta se abri.- Por favor, pase seor le dijo la criada con respeto, e incluso le sonri.Eufrico, entr en la habitacin y mir un par de los ms fros ojos azules que haba

    visto nunca, en un rostro que pareca mediocre en comparacin con el muy caro vestido deencaje blanco, usado por su duea. Ella tena una hermosa figura, a pesar de su falta debelleza. Su pelo era espeso y de color marrn oscuro, tomado en un moo en lo alto de sucabeza. Ella estaba muy equilibrada y elegante, y totalmente hostil. Desde un comienzo, lla reconoci. Era la nadadora del charco de barro de la entrada del hotel.

    No deba rerse, no deba! Sin embargo, una dbil sonrisa dividi sus labioscincelados y sus ojos verdes danzaron en las facciones indignadas de ella. Aqu estaba suexcusa, tan inesperada!

    - Vine a preguntar por su salud dijo, con su voz profunda y perezosa. El clima esfro, y el charco de lodo era muy grande.

    - Yo estoy ella se sonroj, al parecer halagada por su visita. Me siento muybien. Gracias!

    - Qu charco de fango? pregunt una voz ntida desde la puerta. Un hombre msbajo que John, calvo y de ojos azul oscuro, vestido con un caro traje, lleg hasta lahabitacin. Soy Terrance Colby. Quin es usted?

    - John Jacobs se present. No estaba seguro de cmo continuar. Soy dueo deun rancho en las afueras del pueblo empez a decir.

    - Oh, est aqu por lo de la caza de codornices dijo Colby, inmediatamente. l sonriante el asombro de John, y se adelant para estrecharle la mano. Pero me temo, quelleg unos minutos tarde. Ya he adquirido una invitacin en el Rancho Four Aces, paracazar antlopes y codornices. Sabe usted lo que puedo esperar?

    - Por supuesto que s, seor respondi John. Y as lo hizo. Ese rancho era del tipoque John deseaba desesperadamente tener un da, una enorme propiedad con ganado deraza pura y caballos, que fuera conocido en todo el pas, de hecho, en todo en mundo! -Estoy seguro que encontrar el alojamiento, inestimable.

    El hombre mayor lo mir con curiosidad.- Gracias por la oferta.John asinti.- Ha sido un placer, seor. Pero yo tena otro propsito al venir. Un transente

    mencion que la joven aqu, se alojaba en este hotel. Ella, eh, tuvo una mala cada en sucamino hacia aqu. Yo la ayud. Solo quera asegurarme por mismo, que result ilesa. Suacompaante no fue de mucha ayuda aadi con honesta irritacin.

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  • - Sir Sidney se march y me dej all dijo la mujer enojada, con los ojos brillantes.Colby le dio una mirada indiferente.- Si vas a ser tan torpe y caerte en los charcos de lodo, Ellen, entonces, puedes

    esperar a ser ignorada por cualquier hombre normal.Ellen! Esta desafortunada pequea gallina esculida, era la misma heredera, por la que

    John haba venido a la ciudad a cortejar, y estaba teniendo ms buena fortuna de lo quehaba soado! Lady Luck1, estaba lanzando ofertas en su camino, con cada palabra quedeca.

    Le sonri a Ellen Colby con deliberado inters.- Por el contrario, seor, yo la encuentro encantadora murmur.Colby lo mir, como si esperara hombres con redes, que irrumpieran en la habitacin.Ellen le dio una mirada dura. Podra haberse sentido halagada por la visita, pero conoca

    el lmite, cuando lo oy decir esas cosas acerca de ella. Muchos hombres haban acudidoa buscar a su padre a travs de ella. Esta era otra, cuando habra esperado gustarle porella misma. Pero cundo le haba pasado eso? Decepcionada, se irgui en toda suestatura.

    - Le ruego me disculpe. Estoy en medio de un trabajo importante ella levant labarbilla y aadi deliberadamente: - El perro de mi padre est teniendo su bao.

    Ella se volvi y fue hacia la puerta entre las habitaciones, mientras que John ech sucabeza hacia atrs y se ri con alegra genuina.

    Colby tuvo que rer, ante la audacia de su hija. Ella nunca levantaba la voz, por reglageneral, y desde haca ya un tiempo vena pensando en ella, como en un felpudo. Peroeste hombre pinch su temperamento y le hizo brillar los ojos.

    - Una reaccin interesante le dijo l a John. Ellen nunca es grosera, y no puedorecordar un momento en que alzara la voz.

    John sonri.- A un caballero le gusta pensar que ha hecho una impresin, seor le dijo con

    respeto. Su hija es mucho ms interesante con temperamento, que sin l. Para m, almenos.

    - Dijo que tena un rancho? le pregunt Colby.John asinti.- Uno pequeo, pero en crecimiento. He empezado a cruzar razas con buenos

    resultados. Tengo un toro de cuernos largo, de cra, y una pequea manada de ganadoHereford. Espero tener un mejor tipo de carne, para satisfacer los gustos del este yenviarlo al mercado de Chicago.

    Colby mir a su husped, los gastados, pero todava tiles zapatos, el traje y lacartuchera muy gastada y una pistola muy usada discretamente llevada debajo de lachaqueta abierta.

    - Usted tiene acento sureo le dijo Colby.

    1 Seora Suerte

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  • John asinti de nuevo.- Soy georgiano, por nacimiento.Colby, hizo una mueca.John se ri sin humor.- Usted sabe, entonces, lo que Sherman y sus hombres le hicieron a mi estado.- La esclavitud est en contra de todo lo que creo le dijo Colby. Su rostro se

    endureci. La conducta de Sherman estaba justificada.John tuvo que morderse la lengua para no devolverle una fuerte respuesta. Poda sentir

    el calor del fuego, or a su madre y su hermana, gritando al caer en la vorgine de lasllamas crepitantes

    - Usted posey esclavos? Colby persisti, secamente.John apret los dientes.- Seor, mi madre, mis hermanas y yo, trabajbamos en una granja en las afueras de

    Atlanta dijo, casi ahogado en los recuerdos, a pesar de los aos entre l y el recuerdo. Solo los hacendados ricos podan permitirse los esclavos. Mi gente eran inmigrantesirlandeses. Usted debe recordar las seales puestas en las puertas delanteras de lasfincas en el norte, que deca: NO SE ADMITEN LOS DE COLOR E IRLANDESES.

    Colby trag saliva. Haba visto, en efecto, esas seales.John pareca crecer un centmetro ms.- Para responder a su pregunta, si yo hubiera sido un rico hacendado, yo habra

    alquilado la mano de obra, no comprado, porque no creo que un hombre de cualquier color,tenga el derecho de ser dueo de otro sus ojos verdes brillaron. Hubo muchos otrospequeos propietarios y aparceros, como mi familia, que pagaron el precio, por la codicia yel lujo de los dueos de plantaciones. El ejrcito de Sherman, no discrimin entre los dos.

    - Perdneme le dijo Colby, inmediatamente. Una de mis lavanderas fue unaesclava. Sus brazos estaban lvidos de cicatrices de un ama que la cort, cuando ella lequem el vestido que le haban dicho que tena que planchar.

    - He visto cicatrices similares respondi John, sin agregar que uno de loscopropietarios de su rancho tena esas feas cicatrices, as como su esposa e incluso, suhija mayor.

    - Su madre y sus hermanas viven con usted? le pregunt Colby.John no respondi durante unos segundos.- No, seor. Con excepcin de una hermana casada en Carolina del Norte, en mi

    familia estn todos muertos.Colby asinti, sus ojos entrecerrados, evaluaban.- Pero, entonces, usted lo ha hecho muy bien en Texas, no es as? l sonri.John se oblig a devolver la sonrisa y olvidar los insultos.- Y lo har mejor, seor le dijo l, con una confianza inquebrantable. Mucho mejor.Colby se ech a rer.

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  • - Me recuerda a m, cuando yo era un hombre joven. Me fui de casa, para hacerfortuna, y tuve el buen sentido de mirar hacia los trenes, como el medio.

    John hizo girar su sombrero entre sus manos grandes. Quera acercarse a Colby por sulnea frrea, que le dara la oportunidad de enviar su ganado, sin tener que correr el riesgode conducir hacia el norte, a la estacin en Kansas. Pero eso sera empujar su suerte.Colby podra sentir que l estaba, traspasando su lugar en sociedad y siendo arrogante.No poda arriesgarse a molestar a Colby. l cambi su peso.

    - Debera irme le dijo con aire ausente. No tena ninguna intencin de ocupar granparte de su tiempo, seor. Solo quera ofrecerle la libertad de mi rancho para cazar, y parasaber sobre la salud de su hija, despus de su desafortunado accidente.

    - Desafortunado accidente Colby sacudi su cabeza. Ella es la mujer ms torpeque he conocido dijo con frialdad y no he encontrado ni un solo caballero que dure msde un da como pretendiente.

    - Pero ella es encantadora respondi John con gallarda. Tiene sentido del humor,la capacidad de rerse de s misma, a pesar de la rudeza de su acompaante, ella secomport con dignidad.

    Colby lo estaba escuchando atentamente.- Usted la encuentra atractiva?- Seor, ella es la mujer ms atractiva que he conocido le dijo John, sin elegir sus

    palabras.Colby se ech a rer y sacudi la cabeza.- Usted quiere algo reflexion. Pero que me aspen, si no lo encuentro como un

    soplo de aire fresco, seor. Usted tiene estilo y el toque.John sonri.- Gracias, seor- Y puedo tomar esa invitacin que me hizo, en una fecha posterior, joven. Mientras,

    he aceptado la otra oferta. Pero podra hacerme un favor, si usted se siente inclinado.- Cualquier cosa que est a mi alcance, seor le asegur John.- Ya que usted encuentra a mi hija tan atractiva, me gustara que mantuviera un ojo en

    ella, durante mi ausencia.- Seor, no hay suficientes chaperones adecuados en mi rancho dijo John,

    rpidamente, viendo el desastre con anticipacin, si el anciano o su hija vieran unvislumbre del estado verdadero de las cosas en su rancho.

    - Oh, por Dios, hombre, no estoy proponiendo que viva con usted en pecado! estall Colby. Ella se quedar aqu, en el hotel, y le he dicho que no se aventure fuera delpueblo. Me refera solo a que me gustara que usted la chequeara de vez en cuando, paraasegurarme de que est a salvo. Ella estar sola, a excepcin de la criada que hemosconservado aqu.

    - Ya veo John solt el aliento que haba estado sosteniendo. En ese caso, estaraencantado. Pero, qu hay de su acompaante, Sir Sidney? pregunt.

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  • - Sir Sidney, estar conmigo, a mi costa se quej Colby. El hombre es un dolortotal, pero tiene una extensin de tierra, que necesito para una rotonda nueva paralocomotoras, cerca de Chicago confes. As que tengo que seguirle la corriente, hastacierto punto. Le aseguro que mi hija no va a llorar su ausencia. Ella solo fue a pasear conl, a peticin ma. Ella lo encuentra repulsivo.

    Tambin John, pero no deseaba mecer el bote.- Me alegro que haya venido, joven Colby le tendi la mano, y John se la estrech.- Yo tambin, seor respondi. Si no le importa, me gustara despedirme de su

    hija.- Adelante.- Gracias.John se dirigi hacia la puerta abierta, en donde estaba la doncella, la seorita Ellen

    Colby y un perro mojado, muy enojado, de incierta edad y pedigr. Era un perro lanudo,negro y blanco, con orejas muy largas. Ladraba lastimosamente, agitando el agua conjabn por todas partes.

    - Ay, seorita Colby, este perrito no quiere ningn bao se lamentaba la doncella,mientras trataba de enderezar su cofia.

    - No te preocupes, Lizzie, vamos a baarlo o morir en el intento Ellen sopl unmechn de su pelo suelto, sujetando al perro con las dos manos, mientras la criada echabaagua sobre l, con una taza.

    - Un abrevadero podra ser mejor propuesta, seorita Colby dijo John, arrastrandolas palabras desde la puerta.

    Su voz la sorprendi. Sacudi la cabeza en su direccin y afloj el agarre con el quesostena al perro. En los pocos segundos que siguieron, el animal dio un aullido de puraalegra, salt de la batea a la mesa y corri por los tapetes hacia la libertad del living.

    - Oh, Dios mo! grit Ellen. - Agrrala Lizzie, antes que llegue a la dormitorio! Ellava directo a la cama de pap, como suele hacer!

    - S, seorita!La doncella corri por todo lo que vala la pena. Ellen Colby se puso las manos

    enjabonadas en las caderas y mir con dagas a los ojos verdes del hombre en la puerta.- Mire lo que ha hecho! Ellen estaba furiosa con John.- Yo? las cejas de John se arquearon. Le aseguro que mi nico fin era decir

    adis.- Desvi mi atencin en un momento crtico.l sonri lentamente, le gustaba la manera en que sus ojos azules brillaban con ira. Le

    gustaba el grosor de su pelo. Le pareca muy largo. Se pregunt si ella lo soltaba antes deacostarse. Ese pensamiento lo inquiet. Se enderez.

    - Si su vida social en su conjunto consiste en baar al perro, seorita, est perdiendo.- Tengo una vida social!- Cmo caerse en los charcos de barro?

    10

  • Ella agarr el cepillo empapado que haba usado con el perro y consider tirrselo.John ech la cabeza hacia atrs y se ri a carcajadas.- Tranquila! murmur. Esconde tus fuegos le dijo con alegra. Su padre me ha

    pedido que mantenga un ojo en usted, seorita Colby, mientras l se va a su viaje de caza.Puedo encontrar hermosa la perspectiva.

    - No puedo pensar en nada que gozara menos!- Soy bastante buen acompaante le asegur l. S donde estn los nidos de las

    aves y donde crecen las flores, e incluso, puedo cantar y tocar la guitarra, si me lo pide.Ella dud, manchas hmedas en todo su vestido de encaje y jabn en el pelo, que le

    levant las puntas. Ella lo mir con curiosidad abierta.- Usted lleva un arma de fuego seal ella. Dispara a la gente con ella?- Solo a la peor clase de gente le dijo. Y todava tengo que dispararle a una mujer.- Eso me tranquiliza.- Tengo un rancho de ganado no muy lejos de aqu continu. En el pasado, raras

    veces he tenido que ayudar a defender mi ganado del ataque de los comanches.- Indios!l se ech a rer al ver su expresin.- S. Indios. Hace mucho tiempo que ellos viven en territorio indio. Pero todava hay

    ladrones y asaltantes en toda la frontera con Mxico, as como soldados desertores yvagabundo de la ciudad, con la esperanza de robar mi ganado y hacer alguna gananciarpida, vendindolo al ejrcito.

    - Cmo se pueden detener?- Con vigilancia dijo l simplemente. Tengo hombres que trabajan para m por

    acciones.- Acciones? ella frunci el ceo. No por salarios?l podra haberse mordido la lengua. No tena la intencin de decir nada. Ella saba que haba bajado la guardia. Lo encontr misterioso, encantador y astuto. Era

    atractivo. Era el primer hombre que haba conocido, que le daban ganas de saber mssobre l.

    - Puede ser que la lleve a dar un paseo en mi calesa reflexion l. - Y yo, podra ir.John se ri entre dientes y le gust la respuesta coqueta de ella. No haba mucho en ella

    que mirar, de verdad, pero tena cualidades, que l todava no encontraba en otrasmujeres. Se volvi para irse.

    - No lleve al perro al paseo dijo l.- El perro de pap va a todas partes conmigo minti, queriendo llevarle la contraria.l la mir por sobre el hombro.- Estaba sola en el charco de lodo, por lo que recuerdo.

    11

  • Ellen lo mir. l le dio un largo escrutinio, curioso y le sonri lentamente.- Podemos hablar de ello despus. La ver de nuevo en un da o dos se quit el

    sombrero, respetuosamente. Buenos das, seorita Colby.- Buenos das, seor?Solo entonces se le ocurri que ella ni siquiera saba su nombre.- John respondi. John Jackson Jacobs. Pero la mayora de la gente me llama Big

    John.- Usted es bastante grande ella estuvo de acuerdo.l sonri.- Y usted es ms bien pequea. Pero me gusta su espritu, seorita Colby. Me gusta

    mucho.Ella suspir y sus ojos azules empezaron a brillar dbilmente, cuando encontr los

    verdes de l. John le gui un ojo y ella se ruboriz. Pero antes que pudiera decir nada, lacriada le pas el perro mojado, luchando.

    - Disculpe, seor, pero este paquete, es bastante desesperante, mojado se quej lamuchacha, mientras se diriga hacia la batea, que estaba en al mesa.

    - As veo. Buenos das, seoras l se quit el sombrero otra vez, y se fue en untintineo de espuelas.

    Ellen Colby se lo vio irse con curiosidad y una extraa sensacin de prdida. Eraextrao, que un hombre al que apenas conoca, pudiera resultarle tan familiar a ella, y quepudiera sentir tal alegra en su presencia.

    Su vida haba sido solitaria, una vida de servicio, ayudando como anfitriona de su padrey cuidando de su abuela. Pero ahora su abuela estaba de viaje y ella se senta ms unestorbo, que una ayuda en su familia, y no era ningn secreto que su padre quera verlacasada y fuera de sus manos.

    Pero esa posibilidad, sera una cosa fina, pens. Se volvi hacia el perro, con una ligeratristeza, deseando ser ms bonita.

    12

  • Captulo 2John cabalg de vuelta a su rancho, ms all del moderno alambre de pas, que

    contena su toro de cuernos largos, y pasada la segunda valla, estaba su toro Hereford ysu pequeo rebao de vacas Hereford, con sus terneros y tambin la cabaa, en dnde ly la familia de sus hombres vivan juntos. Tena centenares de cabezas de novillos, peroellos recorran una extensin sin vallas, identificados solo por su marca 3J, marcada afuego en sus gruesas pieles. Los terneros se haban marcado en primavera.

    Mary Brown, estaba en la puerta vindolo acercarse. Era principios de junio y hacamucho calor en el sur de Texas. El pelo negro de ella, sudoroso, estaba contenido en unpauelo, y sus ojos marrones, le sonrieron.

    - Yo y Juana, lavamos sus ropas viejas, seor John le dijo ella. Isaac y Luis sefueron de pesca con los chicos hasta el ro, para la cena, y las chicas estn haciendo pan.

    - Bueno le dijo. No tengo nada seco para ponerme?Mary asinti.- Se quedar tal como esta, seor John. Unos pocos agujeros ms, y ninguna costura

    lo va a salvar de un piel roja.- Estoy trabajando en eso, Mary le dijo, riendo entre dientes y se agach para

    levantar al hijo menor de ella, en sus brazos. Tienes la oportunidad de crecer, amiguito, yrpido jovencito, tienes que ayudar a pastorear el ganado como yo.

    El nio gorgoteaba y John le sonri, ponindolo de nuevo en el suelo.Isaac vena por la puerta de atrs justo en ese momento, con una montn de peces.- Ya has vuelto? sonri. Ha habido suerte?- Mucha. Toda inesperada le dijo al hombre alto, negro y gil. Mir a Luis Rodrguez,

    su capataz, que era bajo y robusto, que traa tambin un montn de peces. l tom los de Isaac y se los entreg a los chicos jvenes. - Ustedes muchachos, a limpiar estos, para Mary, me oyen?- Si, pap dijo el chico ms alto y negro. Su baja compaera latina, sonri y lo sigui

    hasta la puerta.- Tenemos otra ternera perdida, seor le dijo Luis, irritado. Isaac y yo solo hemos

    venido a traer a los chicos y los peces a casa sac su pistola y la comprob. Vamosa ir a rastrear al becerro.

    - Voy con ustedes les dijo John. Denme un minuto para cambiarme. l llev su ropa a la habitacin individual que tena una puerta improvisada y se puso

    mejores ropas, las que colgaban en una silla hecha a mano, que l le haba proporcionadoa Mary. Se sac el cinto de sus caderas delgadas y mir su pistola. Los cuatreros eran la

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  • perdicin de cualquier ganadero, pero en esos tiempos difciles, cuando un solo becerro,significaba la diferencia entre mantener o perder su tierra, no poda permitirse el lujo deperder ninguno. l volvi junto a sus hombres, con el rostro sombro.

    - Vamos a hacer un poco de rastreo.Encontraron el becerro, masacrado. Los signos de alrededor, les dijo que no eran

    ladrones, pero s, un par de indios, comanches, de hecho, a juzgar por el eje de la flecharota y las huellas que se encontraban cerca.

    - Maldita suerte! gru John. Qu hacen los comanches tan al sur? Y si tienenhambre, por qu no pueden cazar conejos o codornices?

    - Todos prefieren bfalos, seor, pero las manadas se han ido, y las presas son anms escasas aqu. Es por eso que tuvimos que traer peces para la cena.

    - Podran irse al infierno y regresar al territorio indio. No podran irse de aqu, en vezde acosar a nuestra pobre gente? John frunci los labios, pensativo, recordando lo quehaba odo en Sutherland Springs. Me pregunto reflexion en voz alta si estos,podran ser los mismos dos renegados del territorio indio, perseguido por el ejrcito?

    - Qu? dijo Isaac.- Nada dijo John, dndole una palmada en el hombro con afecto. Slo pens para

    mis adentros. Vamos a volver al trabajo.

    Al da siguiente se puso su mejor traje y regres a Springs, para comprobar comoestaba Ellen Colby. Esperaba encontrarla en su suite o jugando con el perro de su padre.Lo que se encontr, fue vagamente impactante. Lejos de estar en su habitacin, Ellenestaba en la acera, con un brazo alrededor de un asustado joven negro, que haba sido,aparentemente derribado por un hombre enojado.

    - l se puso en mi camino. l no tiene que caminar por la acera, de todos modos.Debera estar en la calle. Debera ser muerto. Todos ellos deben ser muertos! Hemosperdido muchas cosas, a causa de ellos, y luego, son protegidos por el mismo ejrcito, quequem nuestras casas! Aljese de l, seora. l no ir a ninguna parte hasta que le duna leccin!

    Ella levant la barbilla.- No tengo ninguna intencin de moverme, seor. Si lo golpea a l, tiene que

    golpearme a m, tambin.John subi a la acera. No mir a Ellen. Sus ojos estaban fijos en el hombre enojado, y

    no vacil. l no dijo ni una palabra. Simplemente, tir hacia atrs la solapa de su chaqueta,para revelar la pistola enfundada que llevaba.

    - Otro! critic el hombre enojado. Ustedes, malditos yanquis deben recibir elinfierno fuera de Texas y volver hacia el norte, a donde pertenecen!

    - Soy de Georgia dijo John, arrastrando las palabras. Pero es aqu en dondepertenezco ahora.

    El hombre se sorprendi. Se enderez y mir a John, con los puos apretados.

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  • - Usted se aprovechara de un habitante del sur? exclam l.- Yo soy parcial a la piel morena le dijo John con un acento meloso. Su figura alta y

    esbelta, se inclin lo suficiente hacia el hombre de edad, que recuperaba el aliento. Perousted hace lo que cree que tiene que hacer aadi deliberadamente.

    - Mire dijo Ellen Colby, altiva, ayudando al joven a ponerse de pie. Ve lo queconsigue cuando acta por motivos innobles? le dijo ella, al hombre amenazante. Es unnio un nio, independiente de su color, seor!

    - Eso no es un nio dijo el hombre. Es una abominacin.- No estoy de acuerdo la voz vino de un recin llegado, con una estrella en la

    camisa, abrindose paso entre el pequeo grupo de personas. Era el alguacil auxiliar,James Graham, conocido localmente por ser imparcial y justo. Hay algn problema,seora? le pregunt a Ellen, tocndose el sombrero ante ella.

    - Este hombre pate a este joven en la acera y lo atac dijo Ellen, fulminando alhombre con su mirada. Yo y el seor Jacobs, interferimos justo a tiempo, para impedirnuevos actos de violencia.

    - Te encuentras bien, hijo? le pregunt el alguacil al joven, que estaba con la bocaabierta, por lo inesperada de su defensa.

    - Oh, s, seor. No estoy lastimado balbuce.Ellen Colby tom una moneda de su bolso y los puso en la mano del joven.- Ve a buscar una vara de hierbabuena le dijo ella.l tir la moneda al aire y sonri.- Gracias por su amabilidad, seorita, pero voy a comprarle a mi madre un saco de

    harina. Gracias a ustedes, tambin le dijo al alguacil y a John, antes de precipitarse porla acera.

    Graham se dirigi al hombre que haba iniciado el problema.- No me gustan los alborotadores le dijo con una lacnica voz de mando. Si te

    vuelvo a ver en una situacin similar, te voy a encerrar. Esa es una promesa.El hombre escupi el suelo y les dio a los tres defensores del nio, una mirada fra,

    antes de volverse, pisando fuerte en direccin opuesta.- Estoy en deuda con los dos les dijo Ellen.John se encogi de hombros.- No fue una molestia.El alguacil se ech a rer.- Un georgiano que defiende a un nio negro l neg con la cabeza. Estoy

    asombrado.John se ech a rer.- Tengo una familia de ex esclavos que trabajan conmigo le explic. Su rostro se

    tens. Si pudieras ver las cicatrices que llevan, incluso los nios, es posible entender miposicin an mejor.

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  • El alguacil asinti con la cabeza.- Yo la entiendo. Si usted tiene algn problema ms le dijo a Ellen Estoy a su

    servicio se quit el sombrero y se fue devuelta a su caballo.- Usted es un hombre de sorpresas, seor Jacobs le dijo Ellen a John, mirndolo

    con aprobacin. Gracias por su ayuda.John se encogi de hombros.- Estaba pensando en el hijo de Isaac, quien muri en Georgia confes,

    acercndose de entre la multitud que se dispersaba. Isaac es mi domador agreg. Su primer hijo fue golpeado hasta morir por un capataz, justo antes que terminara laguerra.

    Ella se qued mirando su cara delgada y dura, con extrema curiosidad.- Tena entendido que todos los sureos, odiaban a la gente de color.- La mayora de los sureos, estaban en los campos de trabajo al lado de ellos le

    dijo John con frialdad. Hemos sido poco ms que esclavos de nosotros mismos, mientraslos ricos vivan en el lujo y hacan la vista gorda a los abusos.

    - No tena idea dijo ella, vacilante.- Muy pocos pueblos del norte la tienen dijo rotundamente. Sin embargo, hubo un

    condado en Georgia, que flame la bandera de la Unin durante toda la guerra, y cadaintento, por parte de la Confederacin, de forzarlos a hacer lo contrario, el ejrcito seencontraba con una resistencia abierta. Ellos se escaparon y el ejrcito se cans deperseguirlos l se ri de su sorpresa. Le contar todo en el t, si lo desea.

    Ella se ruboriz.- Me gustara mucho eso, seor Jacobs.l le ofreci su brazo. Ella puso su mano pequea en la parte interior del codo y lo dej

    escoltarla al inmaculado comedor del hotel. l se pregunt si debera haberle dicho aGraham sobre el rastro que los comanches, que haban encontrado su tierra. Hizo unanota mental, para mencionrselo la prxima vez que lo viera. A Ellen le gustaba el hombreesbelto y gil, que estaba sentado frente a ella, tomando t y comiendo pastelillos, como sihubiera nacido en la alta sociedad. Pero saba que l no perteneca a ella. l an tena unoque otro gesto spero, pero an as, eran entraables. No poda olvidar la imagen que ellatena de l, de pie delante del muchacho asustado, sin atreverse el atacante a intentaragredir de nuevo. John era valiente y ella admiraba el coraje.

    - De verdad vino usted a ver a mi padre para preguntar sobre mi bienestar? lepregunt, despus de haber discutido sobre la guerra.

    l la mir, sorprendido por su audacia. Dej su taza de t.- No dijo con sinceridad.Ellen se ri tmidamente.- Perdneme, pero yo saba que no era la verdadera razn. Le agradezco su

    honestidad.John se recost en su silla y la observ sin pretensiones. Su mirada verde se desliz por

    su cara simple y baj hasta el impulso dbil de sus pechos bajo la blusa a rayas verde y

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  • blanco de su vestido y subi hasta la riqueza de su pelo oscuro, cogido encima de sucabeza.

    - Las mentiras son difciles para m le dijo l. Debo ser completamente honestoacerca de mis motivos, arriesgndome a alterarla?

    Ella sonri.- Por favor. He perdido la cuenta de los hombres que pretendan admirarme, solo

    como un medio por la riqueza de mi padre. Me gusta mucho ms un enfoque abierto.- Hered una participacin muy pequea de mi to, que muri hace algn tiempo l

    jug con la taza de t. He trabajado por un salario en el pasado, para comprar mstierras y ganado. Pero hace poco, he empezado a experimentar con el cruce de razas.Estoy criando un nuevo tipo de carne de novillo, con la cual, espero tentar el hambre de lapoblacin del Este, con el rango de esta carne Los ojos de l buscaron su mirada. Esun proceso largo y lento, conducir al ganado hasta el ferrocarril de Kansas, que est llenode peligros y riesgos, y ahora ms que nunca, ya que el temor a la fiebre de Texas en elganado, ha causado tanta resistencia para ser puesto en la ruta del ganado. Mis finanzasestn tan apretadas ahora, que la prdida de una sola cra sera un revs importante param.

    Ella estaba interesada.- Usted tiene un plan.l sonri.- Tengo un plan. Quiero traer el ferrocarril a esta zona del sur de Texas. Ms

    precisamente, quiero que una lnea ferroviaria llegue hasta mi rancho, para que puedaenviar el ganado a Chicago sin tener que conducirlo a Kansas, primero.

    Los ojos de ella se iluminaron.- Entonces, usted no tena un verdadero propsito de invitar a mi padre a cazar

    codornices en su rancho.- Seorita Colby dijo l mis dos capataces y sus familias viven conmigo en una

    cabaa de una sola habitacin. Se ve bien de lejos, pero de cerca, es muy primitiva. Setrata de una mansin fingida. Como yo, finjo ser aristcrata. l hizo un gesto en suchaqueta. He utilizado lo ltimo de mi dinero constante y sonante, para disfrazarme a mmismo y venir hasta la ciudad, porque o que su padre estaba aqu, y que tena una hijacasadera su expresin se convirti en burla, cuando parpade. Pero no soy losuficientemente sinvergenza para fingir un cario que no siento. l estudi como ellajugaba con la cuchara al lado de su taza. As que permtame que le haga una propuestade negocios. Csese conmigo y deje que su padre nos d una lnea ferroviaria comoregalo de bodas.

    Ella trag saliva, luego tom un sorbo de t caliente y resopl sorprendida.- Seor, usted es contundente!- Seora, yo soy honesto le respondi. Se inclin hacia adelante rpidamente y ella

    se fij en sus ojos verdes. Esccheme. Tengo un poco ms que tierra y perspectivas.Tengo cabeza para los negocios y s de ganado. Dada la oportunidad, voy a construir un

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  • imperio que Texas nunca ha visto. Tengo una buena ayuda, y he aprendido mucho sobre lacra de ganado de ellos. Csese conmigo.

    - Y qu puedo obtener yo de tal enlace? balbuce ella.- Libertad- Cmo dice?- Su padre se preocupa por usted, creo, pero l la trata como una obligacin. Como

    ese caballero escupi la palabra que la estaba escoltando y que se qued tan tranquilocuando usted se cay al charco de lodo y ni siquiera le ofreci una mano. Usted esinfravalorada.

    Ella se ri nerviosamente.- Y no lo sera, si me casara con un forastero pobre y me fuera a vivir a las regiones

    inexploradas, dnde los ladrones de ganado abundan? l le sonri abiertamente.- Usted podra llevar pantalones y aprender a montar un caballo y arrear ganado le

    dijo l, tentndola. Yo le enseara a marcar el ganado y a disparar un arma.La actitud de ella cambi por completo. Se le qued mirando durante un minuto.- He pasado toda mi vida bajo el cuidado de la madre de mi madre, despus de haber

    perdido a mi madre, cuando yo era pequea. Mi abuela, Greene, cree que una damanunca debe ensuciarse sus manos, de ninguna manera. Insiste en el absoluto decoro entodas las situaciones. No querra or hablar de mi aprendizaje de montar a caballo odisparar un arma de fuego, porque esas cosas son solo para hombres. He vivido en unajaula toda mi vida sus ojos azules comenzaron a brillar. Me encantara ser unmarimacho!

    l se ech a rer.- Entonces, csate conmigo dijo l, tutendola por primera vez.Ella dud una vez ms.- Seor, yo s muy poco de los hombres. Despus de haber sido protegida de todas

    las formas, no me siento cmoda con la idea de bueno de tener a un extrao conser bueno

    John levant una mano.- Te ofrezco un matrimonio de amigos. En verdad, nada ms, algo ms, requerira un

    milagro, ya que no hay privacidad en donde vivo. Todos estamos bajo el mismo techo. Ymis capataces y sus familias son de color y de Mxico, no son blancos l vio su reaccin. Tal y como puedes ver, hay una remota dificultad adicional, en lo que respecta a laopinin pblica por aqu.

    Ellen, junt sus manos por sobre la mesa.- Me gustara pensarlo un poco. No por ningn prejuicio agreg rpidamente y

    sonri. Sino, porque me gustara conocerte un poco mejor. Tengo una amiga que se casa toda prisa a los quince aos. Ahora tiene veinticuatros aos, como yo. Tiene siete hijosvivos y su esposo la trata como de su propiedad y no es una condicin que envidio.

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  • - Entiendo dijo l.Lo ms curioso, es que ella pens que l realmente no entenda. l era un hombre

    complejo. Tuvo una visin repentina de l, de aos despus, en un elegante traje y en unambiente elegante. John tena un gran potencial. Nunca haba conocido a nadie como l.Ellen suspir.

    - Pero mi padre no tiene que saber toda la verdad le advirti. l tiene prejuicios yno estara dispuesto a dejarme con un hombre al que considera inferior socialmente.

    Los finos labios de l, se fruncieron divertidamente.- Entonces voy a hacer todo lo posible para que convencerlo que soy en realidad el

    nieto ilegtimo de un conde irlands l se inclin hacia delante. Hay condes enIrlanda?

    Ella se encogi de hombros.- No tengo idea. Pero, probablemente l tampoco tiene idea sus ojos brillaron.Ellen, se ri con deleite, y cambi su cara, sus ojos, su mirada completa. Era bonita

    cuando rea.- Hay una complicacin ms dijo l en un tono medio serio.- Cul es?Su risa era vergonzosa.- Tenemos un montn de charcos de lodo en el rancho.- Oh, t! exclam ella, alcanzando la tetera.- Si me la lanzas, los peridicos de maana, tendrn una portada muy interesante.- En serio? Y qu haras t? le desafi con ojos brillantes.- Yo soy civilizado le inform. Yo te pondra sobre mis rodillas y te dara una zurra,

    despus te tirara encima de mi hombro y te llevara a casa conmigo.- Qu emocionante! exclam ella. Nunca he hecho nada especialmente

    escandaloso. Creo que me gustara ser objeto de un escndalo le dijo, sonriente.- Muy tentador dijo l. Pero tengo grandes planes y no deseo empezar con el

    meneo de lenguas, an.- Muy bien. Voy a frenar mis impulsos menos civilizados, por el momento.l levant su taza de t y tostada.- Por las alianzas no muy santas brome l.Ella levant la suya, tambin.- Y por los argumentos alocados!Chocaron sus tazas de t y bebieron con ganas.

    Sera impropio que fueran vistos salir de la ciudad, solos, as que Ellen se vio impedidade visitar el rancho de John. Sin embargo, l la llev a la iglesia el domingo, un nuevo

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  • hbito que se senta obligado a adquirir, luego, pasearon por la acera, despus dealmorzar en el hotel.

    La semana siguiente, John fue un visitante frecuente. l y Ellen, se hicieron amigos deun elegante caballero escocs y su esposa, que se alojaban en el hotel, y que andaban degira por el oeste americano.

    - Es un gran pas dijo el escocs, Robert Maxwell a Ellen y John. Edith y yohemos estado esperando para viajar por este pas, pero nos han dicho que es peligroso.

    - As es les asegur John con gravedad. Mis amigos y yo, hemos estadopersiguiendo ladrones toda la semana aadi, para sorpresa de Ellen, porque no le habadicho nada. Hay hombres peligrosos en esta parte, y tenemos ladrones por toda lafrontera, tambin.

    - Hay pieles rojas? pregunt Maxwell, y sus ojos brillaban. Me gustaraencontrarme con uno.

    - Estn todos en territorio indio ahora, y no, no le gustara encontrarse con uno ledijo John. Los comanches que solan vivir por aqu, no animan a los visitantesextranjeros y tienen una bien merecida reputacin por oponerse a cualquier persona quetrata de invadir sus tierras.

    - Sus tierras? pregunt el escocs, con curiosidad.- Sus tierras le dijo John con firmeza. Ellos recorran este pas mucho antes que el

    primer pie blanco llegara aqu. Ellos se casaron con la poblacin mexicana Maxwellpareca muy confuso, ya que lo interrumpi.

    - Seguramente no haba gente aqu en absoluto, cuando usted lleg aqu le dijo.- Tal vez no lo sepan en el Este, pero Texas era parte de Mxico hasta unas dcadas

    atrs - le inform John. Por eso fuimos a la guerra con Mxico, porque Texas quera laindependencia de ellos. Nuestros valientes muchachos, murieron en el lamo, en SanAntonio, en Goliad y San Jacinto, para llevar a Texas a la Unin. Sin embargo, losmuchachos mexicanos lucharon, para evitar que se perdiera su territorio, es la forma enque ellos lo vieron. Ellos nos consideraban invasores. Ellen vea a Johndisimuladamente, con una admiracin silenciosa.

    - Ah, ahora entiendo se ri el escocs. Es como nosotros con Inglaterra. Hemosestado luchando durante siglos, para gobernarnos a nosotros mismos, como losirlandeses. Sin embargo, los britnicos, son gente obstinada.

    - As son los tejanos se ri John.- Le gustara ir a cabalgar con nosotros, joven? Maxwell le pregunt con nostalgia.

    Nos encantar ver un poco de la zona, y veo que usted lleva una gran pistola a la cadera.Supongo que puede disparar a cualquier amenaza de dos patas, por nuestra seguridad.

    John mir a Ellen y vio tal apreciacin en sus ojos azules, que l perdi su tren depensamiento durante unos segundos. Por ltimo, parpade y fij su mirada verde en losextranjeros, con la esperanza que su latido de corazn no fuera audible.

    - Creo que me gustara eso respondi John siempre y cuando Ellen venga connosotros.

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  • - Su joven dama agreg la escocesa, Nell Maxwell, con una sonrisa suave eindulgente.

    - Si dijo John, y sus ojos involuntariamente, volvieron a Ellen. Mi joven dama.Ellen se sonroj y baj la mirada, lo que provoc que la pareja extranjera riera con

    encanto. Ella estaba tan emocionada que se le olvid la advertencia de su padre, que nodeba dejar el hotel y salir de la ciudad. De hecho, cuando lo record, simplemente loignor.

    Ellos alquilaron un carruaje y John ayud a Ellen a subir al asiento trasero, antes que lse subiera con agilidad a su lado. l not que este era el mejor carruaje que el establotena, con una franja de flecos, que colgaban y le daban toda la vuelta. La librea de loscaballos era de plata y cuero negro.

    - Supongo que esto no es nada especial para ti le murmur John a ella, mirandofijamente los adornos de los caballos pero es algo as, como un regalo para m.

    Ellen alis la falda de su traje azul con ribete de color negro.- Es un placer para m, tambin confes. Tena muchas ganas de viajar por el

    pas, pero mi padre solo piensa en la caza, no en visitar lugares de inters, adems, no legusta mi compaa.

    - A m me gusta tu compaa, y mucho le dijo John, en un tono profundo y suave.Ella lo mir, sorprendida por la calidez su voz profunda. Y se perdi en la repentina

    intensidad de sus ojos verdes bajo el ala ancha de su sombrero de vestir. Sinti que todosu mundo cambiaba, por el placer lento, que su mirada le provocaba. l le sonri, sintiendocomo si pudiera volar, de repente. Impulsivamente, su mano grande y delgada, atrap la deella, en el asiento entre ellos, y acurruc sus pequeos dedos. Ellen contuvo la respiracin,arrobada.

    - Estn ustedes cmodos, jvenes? les pregunt Maxwell.- Muy cmodos, gracias, seor respondi John, y l mir a Ellen con posesin.- Yo tambin, gracias logr decir Ellen, a travs del nudo de su garganta.- Entonces, vamos lejos dijo Maxwell, con una sonrisa a su esposa, l tir de las

    riendas.El carruaje dio un salto hacia delante, los caballos, obviamente, bien elegidos para su

    tarea, porque el viaje fue tan suave como la seda.- Por cul camino iremos? pregunt Maxwell.- Solo siga por este camino le dijo John. S que este es el mejor camino. Pasa por

    delante de mi tierra hasta Quail Run, que es el siguiente pueblo. Puedo mostrarles lasruinas de una cabaa de tronco, donde una mujer blanca y su marido comanche, sedefendieron contra una compaa de soldados hace unos aos. l era un renegado, ellaera una viuda con un hijo pequeo, y esperando otro, cuando su esposo fue asesinado porladrn. Poco despus, el comanche que era parte de un grupo de guerreros, se encontrcon una compaa de soldados, que se enfrent con ellos. l fue herido y ella lo encontr ylo cuid hasta que estuvo sano. Era invierno. Ella no poda cazar ni pescar, o cortar lea, yno tena familia. l se comprometi a darle su apoyo. Los dos huyeron de los soldados,hasta territorio indio. Ella est all, ahora, segn dice la gente. l, nadie sabe donde est.

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  • - Qu historia tan fascinante! exclam Maxwell. Es cierta?- Por lo que odo decir, creo que s respondi John.- Que mujer tan valiente dijo Ellen.- Para tener contacto con un indio, tendra que serlo respondi la seora Maxwell.

    He odo a mucha gente hablar de los indios. Nada de lo que dicen es bueno.- Pienso que hay de todo, gente buena y gente mala aventur Ellen. Nunca he

    pensado que el patrimonio debe decidir quien es quien John sonri y le apret la mano.- Nosotros pensamos lo mismo.Los Maxwell intercambiaron una mirada compleja y se echaron a rer, tambin.Vieron la cabaa de troncos. No haba mucho que mirar. Haba un pozo escondido en la

    hierba alta y entre los arbustos de brezo, haba un solo rbol, en lo que alguna vez debiser el patio delantero.

    - Qu clase de rbol es ese? pregunt la seora Maxwell. Tiene una formaextraa.

    - Es un rbol del paraso le record John. Los tenemos en Georgia, de donde yosoy. Mis hermanas y yo solamos tirarnos las bayas que crecen en ellos, por jugar. dijosombro.

    - Tienes familiares en Georgia? le pregunt Ellen, en voz baja. l suspir.- Tengo una hermana que se cas en Carolina del Norte. No tengo a nadie ms.Ellen saba que haba algo ms que simplemente eso, y tuvo la sensacin que la guerra

    le haba costado ms que su casa. Ella le acarici el dorso de la mano callosa,suavemente.

    - Mam muri de fiebre tifoidea cuando yo solo tena cinco aos. As que a excepcinde pap y la abuela, no tengo a nadie ms, tampoco le dijo ella.

    l contuvo el aliento. l no haba pensado en sus circunstancias, su familia, susantecedentes. Todo lo que l saba, era que ella era rica. Empez a verla con otros ojos.

    - Siento mucho lo de tu familia le dijo ella, en voz baja.John suspiro, pero no la mir. Los recuerdos le desgarraron el corazn. Mir ms all de

    los caballos que llevaban el carruaje, por el camino de tierra amarilla. El conocido clap-clap, de los cascos de los caballos, el crujido leve de la piel y la madera, y tambin elsonido silbante de las ruedas que rodaban, parecan muy fuertes en el silencio que sigui.La polvareda subi al coche, ellos estaban cubiertos de l, pero as eran los caminos detierra. Las tablas que hacan de asientos del carruaje, eran duros en la parte trasera, ydurante un viaje largo, era menos confortable que la silla de montar de un caballo, pensJohn.

    - T montas? le pregunt a Ellen.- Nunca se me permiti hacerlo confes. Mi abuela pensaba que no era propio de

    una dama.- Yo monto a sabuesos dijo la seora Maxwell, escuchando disimuladamente, y se

    dio la vuelta para afrontarlos con una sonrisa. Mi propio padre me puso en un caballo por

    22

  • primera vez, cuando yo no era ms que una nia. Monto como una amazona, porsupuesto, y puedo dejar atrs a cualquier hombre en un caballo. Bueno, a excepcin deRobert admiti ella, con una mirada cariosa a su marido. Corrimos y perd, y allmismo, decid que tena que casarme con l.

    - Y lo hizo agreg l con una sonrisa, lanzndoles una mirada sobre sus anchoshombros. Su padre me dijo que tena que mantenerla ocupada, para tenerla feliz, as quevolv a los establos por ella.

    - Hay toda una revolucin de clases en nuestra parte del pas, tengo que aadir. confes la seora Maxwell. Sin embargo, los muchachos se enteraron quien tena lasartn por el mango, y ahora hacen lo que yo digo.

    - Tenemos los mejores establos de los alrededores estuvo de acuerdo el seorMaxwell. No hemos perdido una carrera, todava.

    - Cuando tenga ms caballos, tiene que venir a ensearles a mis socios la forma deentrenarlos le dijo John a la seora Maxwell.

    - Y no te dije que la gente no sera tiesa y arrogante aqu en Texas? le preguntella a su marido.

    - Debo estar de acuerdo, no lo son.- Bueno, dos de ellos, al menos murmur John con sequedad. All dijo de

    pronto, sealando a travs de la pradera cubierta de hierba. Esa es mi tierra. Las trescabezas se volvieron. En la distancia haba una cabaa grande, rodeada de nogales yrobles, que no era muy visible. Pero alrededor era de color rojo y negro, cubierto por elganado, pastando en medio de las cercas de alambre de pas.

    - Eso es un cercado! exclam Maxwell.- El cercado es lo que mantiene a los forajidos lejos de mi ganado dijo John,

    defendiendo su cercado. A muchas personas no les gusta este nuevo alambre de pas,pero es la forma ms econmica, para contener mis rebaos. Yo no tengo un gran capitalpara trabajar.

    - Usted es un hombre honesto dijo Maxwell. No tena que admitir tal cosa ante unextrao.

    - Es porque usted es un extranjero que lo puedo hacer dijo John divertidamente. Jams admitira ser pobre ante mis propios compatriotas. Un hombre tiene su orgullo. Sinembargo, tengo la intencin de ser el ms rico propietario de tierras por aqu en unospocos aos. As que usted debe planear volver a Texas. Les puedo prometer que sernmuy bienvenidos como invitados a mi casa.

    - Si puedo, lo har le contest Maxwell. Por lo tanto, debemos mantenernos encontacto.

    - Por supuesto que s. Vamos a intercambiar las direcciones antes que se vayan de laciudad. Pero por ahora aadi John gire a la izquierda en el prximo cruce de caminos,y le mostrar un molino, donde llevamos nuestro maz para ser molido y transformarlo enharina.

    - Tenemos fbricas en nuestro pas, pero quisiera ver la suya dijo la seoraMaxwell, entusiasmada.

    23

  • - Y as ser prometi John.

    24

  • Captulo 3Dos horas ms tarde, cansados y sedientes, los turistas regresaron a la caballeriza para

    devolver los caballos y el carruaje.- Ha sido un placer les dijo John a los Maxwell, estrechndoles la mano.- Y para m, tambin aadi Ellen.La pareja de ms edad sonri con indulgencia.- Nos vamos a Nueva York, maana dijo Maxwell, lamentndolo y luego

    regresamos a Escocia. Ha sido un placer conocerlos a los dos, aunque me hubieragustado haber podido hacerlo antes.

    - Si dijo la seora Maxwell, con solemnidad. Que triste es hacer amigos y luegodebemos decirles adis.

    - Vamos a estar en contacto les dijo John.- De hecho, lo haremos. Debe dejar su direccin para nosotros en la recepcin, y

    nosotros, vamos a dejar la nuestra, para ustedes le dijo Maxwell a John.- Cuando usted haya hecho su fortuna, espero volver con mi esposa a visitarlos.Ellen se sonroj, porque ella tena una imagen vvida de repente, de ella con John y

    varios nios, en una gran finca. John estaba viendo la misma imagen. l sonriampliamente.

    - Los esperaremos con impaciencia les dijo John a ellos.Los Maxwell se acercaron a su habitacin y John se detuvo junto a Ellen, al pie de las

    escaleras, ya que habra sido impropio de un caballero, acompaar a una dama hasta sudormitorio.

    l le tom la mano y la sostuvo con firmeza.- He disfrutado el da de hoy le dijo. Incluso en compaa, eres nica.- Como eres ella le sonri desde un rostro radiante, rodeada de mechones de pelo

    oscuro suelto, que haba escapado de su moo y de los alfileres que sujetaban susombrero de ala ancha.

    - Debemos asegurarnos de que podemos construir un imperio propio - brome l para que los Maxwell, puedan volver y visitarnos.

    - Voy a hacer todo lo posible por ayudarte le respondi ella, con ojos burlones.l se ri entre dientes.- No tengo ninguna duda de eso.- Te ver maana? le pregunt ella.

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  • - Por supuesto que lo hars. Pero ser por la tarde aadi con pesar. Tengo queayudar a mover el ganado a un nuevo pastizal. Est muy seco y hay que cambiarlos mscerca del agua.

    - Buenas noches, entonces dijo ella, con suavidad.- Buenas noches l levant su mano a los labios, en un gesto que haba aprendido

    en buena compaa durante sus viajes.Eso tuvo un efecto vertiginoso en Ellen. Se sonroj y ri nerviosamente y casi tropez

    con sus propios pies, cuando suba la escalera.- Oh, Dios mo! dijo ella.- No te preocupes le asegur John, sombrero en mano y con los ojos verdes llenos

    de alegra. Ves? dijo l, mirndola con un aire divertido. No hay charcos de lodo!Ella le dio una exasperada, pero divertida mirada y se fue rpidamente por la escalera.

    Cuando ella hizo su recorrido, l todava estaba all, observndola.

    John y Ellen se vieron diariamente por una semana, durante los cuales se acercaronan ms. Ellen esperaba a John en el comedor del hotel, a final de la tarde de un viernes,pero para su consternacin, no era John quien se encaminaba directamente a su mesa.Era su padre, que volva inesperadamente temprano. l no estaba sonriendo. Sac unasilla y se sent, haciendo un gesto imperioso a un camarero, a quien le pidi un caf ynada ms.

    - Volviste pronto balbuce Ellen.- Volv pronto para prevenir un escndalo le respondi secamente. He tenido

    unas palabras con un conocido de Sir Sidney, que te vieron desafiar flagrantemente misinstrucciones de deber permanecer en este hotel durante mi ausencia! Has ido a montar acaballo al campo, sola, con el seor Jacobs! Cmo te atreves a crear un escndalo aqu?

    La Ellen de hace solo una semana atrs, habra inclinado la cabeza humildemente yaceptar que nunca ms le desobedecera. Sin embargo, su asociacin con John Jacobs, lahaba endurecido. l le haba ofrecido una nueva vida, una vida libre, lejos de lasconvenciones sociales sin fin y de reglas de conducta que mantenan a su padre tanocupado. Ella levant sus cejas con altivez.

    - Y es asunto del amigo de Sir Sidney mi comportamiento? quiso saber ella.Los ojos de su padre se abrieron con sorpresa.- Perdona?- No tengo ninguna intencin de ser pareja del Sir Sidney, en modo alguno le

    inform ella. De hecho, el hombre es repugnante y un mal educado fue un toque rarode rebelin, uno de los pocos que jams haba visto en Ellen. l solo la mir, confuso ydivertido a la vez.

    - Parece que tu amistad con el seor Jacobs te est corrompiendo.- Tengo la intencin de ser ms corrupta respondi ella con frialdad. l me ha

    pedido que me case con l.

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  • - Nia, eso est fuera de toda cuestin le dijo l, en un tono cortante.Ella alz una delicada mano.- Ya no soy una nia le inform ella, y sus ojos azules parpadeaban. Soy una

    mujer adulta. La mayora de mis amigas estn casadas y tienen sus propias familias. Yosoy una mujer soltera, y un estorbo, por lo que me has dicho, de una especie del cual loshombres no se apresuran a acompaar. No soy bonita ni dotada

    - Eres muy rica aadi l con sinceridad. Por lo cual, sin duda, es por qu el seorJacobs te considera tan atractiva.

    De hecho, se trataba de un ramal ferroviario, no el dinero, lo que John quera, pero noestaba dispuesta decirle eso a su padre. Que pensara lo que le gustara. Ella saba queJohn Jacobs la encontraba atractiva. Eso le dio la confianza para hacer frente a su padrepor primera vez, desde que recordaba.

    - Puedes desheredarme si eso es lo que quieres le dijo con facilidad, tomando cafcon mano firme. Sus ojos brillaban. Te prometo que no har ninguna diferencia para l. les el tipo de hombre que construye imperios de la nada, solo con trabajo duro ydeterminacin. Con el tiempo, su fortuna ser rival de la tuya, me atrevo a decir.

    Terrance Colby, estaba escuchando ahora, no fanfarroneando.- Ests pensando en su propuesta!Ella asinti, sonriendo.- l me ha pintado un cuadro encantador de caminos fangosos, huertas, trabajo

    pesado, cocinar a fuego abierto y marcar ganado ella se ech a rer. De hecho, se haofrecido a dejarme ayudarle a marcar el ganado en el otoo, cuando su segunda camadade terneros nazca.

    Terrance contuvo el aliento. Esper a hablar hasta que el camarero le trajo el caf.Frunci el ceo, despus que el mesero se retirara.

    - Deb haber pedido una taza de whisky, en vez de una taza de caf murmur paras mismo. Sus ojos volvieron a la cara de su hija. Marcar ganado?

    Ella asinti. - Montar a caballo, disparar un arma l se ofreci a ensearme un sinfn de formas

    asquerosas y socialmente inaceptables de recreacin.l se ech hacia atrs, expulsando el aire.- Podra hacer que lo arrestaran.- Por qu?l estaba desconcertado por la pregunta. - No lo he decidido todava. La corrupcin de una menor de edad aventur.- Yo estoy mucho ms all de la edad de consentimiento, padre le record ella.

    Tom un sorbo de caf. Puedes desheredarme, si es tu antojo. Porque ni siquieranecesitar el guardarropas tan elegante que has comprado para m. Voy a usar pantalonesy botas de tacn alto.

    Su mirada de horror ahora lo consuma todo.

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  • - No! Recuerda tu lugar, Ellen!Sus ojos se estrecharon.- Mi lugar es el que yo digo que es. Yo no soy una propiedad, para ser vendida o

    intercambiada por ganancia material!Estaba formulando una respuesta, cuando el sonido de unas pisadas fuertes lo

    molestaron, y mir hacia arriba. John Jacobs, estaba de pie justo a su lado, con su equipode trabajo, incluido su siniestro revlver enfundado, que colgaba inclinado sobre sucaderas delgadas.

    - Ah - dijo Colby, secamente. El villano en persona! - Yo no soy un villano le dijo John, lacnicamente. l mir a Ellen con un

    sentimiento en ciernes, de proteccin. Ella estaba ruborizada y muy enojada. Ciertamente, nunca le he dado a Ellen el dolor como el que ahora veo en su rostro lvolvi a mirar a Colby, con una mirada fra.

    Colby, empez a quedar impresionado. Este frreo joven, no se dejaba impresionar poralguien de su riqueza o posicin, cuando Ellen estaba angustiada.

    - Tiene usted la intencin de convocarme afuera? - le pregunt l a John. El jovenmir de nuevo a Ellen.

    - Sera una gran locura matar al padre de mi futura esposa le dijo finalmente. Porsupuesto, no tengo por que matarlo aadi, frunciendo los labios. Podra simplementeherirlo en el brazo la mirada de Colby fue a la culata de la pistola que l usaba.

    - Sabe usted cmo disparar a la pierna de un cerdo?- Podra darle referencias dijo John, arrastrando las palabras. O puedo

    demostrrselo, si lo prefiere.Colby se ech a rer.- Me imagino que podra. Deje de erizarse como un perro rabioso y tome asiento,

    seor Jacobs. He montado duro para llegar aqu, pensando que mi hija estaba a punto deser seducida por un sinvergenza. Y me parece ms un galn honesto que luchara inclusocontra su propio padre para protegerla. Estoy muy impresionado. Sintese. enfatiz. Ese hombre de la ventana se ve en condiciones de saltar a travs de ella. No ha quitadolos ojos de su pistola, desde que usted se acerc a m!

    La expresin dura de John se rompi en una sonrisa tmida. Sac una silla y se sentcerca de Ellen, sus ojos verdes suaves ahora y posesivos, cuando miraron el rostroenrojecido y feliz de ella. l la mir con ternura.

    Colby pidi un caf para John y luego se ech hacia atrs, para estudiar al decididojoven.

    - Ella dijo que quiere le ensee a disparar un arma y a marcar ganado comenzColby.

    - Si ella quiere, s respondi John. Asumo que usted objetara?Colby se ech a rer.- Mi abuela dispar un arma de fuego una vez, persiguiendo a un aspirante a ladrn,

    por las calles de una ciudad de Carolina del Norte. Ella fue una leyenda local.

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  • - Nunca me lo dijiste! exclam Ellen.l hizo una mueca.- Tu madre era muy puritana, Ellen, igual que tu abuela Greene le dijo. Ella no

    quera saber nada de la imagen poco convencional de mi madre, para tentar a laindiscrecin l frunci los labios y se ech a rer. Al parecer, la sangre saldr a la luz,como ellos dicen. l la mir con ojos amables. T has sido mimada durante toda tu vida.Nada de lo que el dinero pudiera comprar alguna vez, ha estado ms all de tu bolsillo.Eso no va a ser vida con este hombre dijo, sealando a John. No, por unos aos, almenos aadi con una sonrisa. Me recuerda a m, seor Jacobs. No hered mi riqueza.He trabajado como granjero en mi juventud agreg, sorprendiendo a su hija. Saqu lamugre fuera de los establos y heces de cerdo, para un hombre rico en una pequea ciudadde Carolina del Norte. ramos ocho nios, y ningn dinero para repartir. Cuando tenadoce aos, me sub a un tren de carga y fui detenido en Nueva York, cuando fui encontradoen uno de los coches. Me llevaron a la oficina del gerente, cuando el dueo de la va frreavena por casualidad a aventurarse en un asunto de negocios. Yo era grosero y arrogante,pero l debi haber visto algo en m, que lo impresion. Tena una esposa, pero no hijos.Me llev a su casa con l y su esposa me limpi y me visti bien, y me convert en su hijoadoptivo. Cuando muri, me dej el negocio a m. Para entonces, yo era ms que capaz dellevarlo.

    - Padre! exclam Ellen. Nunca hablaste de tus padres. No tena ni idea! - Mis padres murieron de tifus poco despus de haber salido de la granja confes

    l. Mis hermanos y hermanas fueron acogidos por parientes. Cuando hice mi fortuna, measegur de que estuvieran bien previstos.

    - T queras un hijo dijo dolorosamente para que heredera todo lo que tenas. Ytodo lo que conseguiste, fue a m.

    - Tu madre muri, dando a luz a un hijo muerto dijo l. A ustedes, les dijeron quehaba muerto de una fiebre, lo cual era parcialmente correcto. Sent que eras demasiadojoven para saber toda la verdad. Y tu abuela materna se horroriz cuando pens endecrtelo. La abuela Greene era muy correcta y formal seal. Cuando ella sepa lo quehas hecho, supongo que estar en el prximo tren, para salvarte, sin embargo, conmuchos nietos, ella se puede convencer para acompaarte.

    Ella asinti, sintindose nerviosa.- Ella es formidable.- No me importara tener un hijo, pero gustan las nias dijo John, con una clida

    sonrisa. No me importa si tenemos hijas.Ellen se sonroj, avergonzada.- Vamos a hablar primero del matrimonio, por favor dijo Colby, con una sonrisa

    irnica. Qu le gustara como regalo de bodas, seor Jacobs? John estabaabrumado y vacil.

    - Nos gustara una lnea ferroviaria, que se extienda hasta nuestro rancho dijo Ellen,por l, con una sonrisa maliciosa. As no tendramos que conducir el ganado hastaKansas, para conseguir que sean enviados a Chicago. Vamos a desarrollar una carneextraordinaria.

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  • John suspir.- De verdad, lo haremos dijo, asintiendo y mirndola con alegra.- Eso puede tomar algn tiempo reflexion Colby. Qu te gustara mientras

    tanto?- Una silla de amazona para Ellen, para que ella pueda sentirse cmoda al montar

    dijo John, sorprendindola.- No quiero una silla de mujer le inform secamente. Tengo la intencin de montar

    a horcajadas, como he visto a otras mujeres desde que vine aqu.- Nunca he visto a una mujer montar de esa manera! explot Colby.- Ella est pensando en Tess Wallace confes John. Ella es la esposa del viejo

    Tick Wallace, propietario de la lnea de la diligencia de aqu. Ella conduce el tiro decaballos, y a veces, monta con la escopeta. l es veinte aos mayor que ella, pero nadieduda de lo que sienten el uno por el otro. Ella est loca por l.

    - Una mujer poco convencional murmur Colby.- Como tengo la intencin de llegar a ser. T me puedes hacer un regalo de bodas,

    pero debe ser uno pequeo, ntimo y muy pronto agreg. No deseo a mi esposoavergonzado por una reunin de aristcratas esnob.

    La mandbula de su padre cay.- Sin embargo, lo repentino de la boda!- Lo siento, padre, pero ser mi boda, y yo siento que tengo derecho a pedir lo que

    desee dijo Ellen, obstinadamente. No he hecho nada malo, as que no tengo nada quetemer. Adems, ninguno de nuestros amigos viven aqu o estn presentes aqu en Springs.

    Su padre suspir.- Como quieras, cario dijo finalmente, y su afecto por ella, era evidente en la

    sonrisa que le dio.John estaba muy impresionado, no solo por su demostracin de espritu de ella, sino por

    su consideracin hacia l. Estaba haciendo un buen negocio, pens. Entonces, se detuvoa preguntarse en donde la estaba metiendo, con excepcin de una vida dura, queprobablemente la envejecera prematuramente, incluso poda matarla. l empez a fruncirel ceo.

    - Va a ser una vida muy dura, ms de lo que crees ahora le dijo John, abruptamentey con el ceo fruncido. No tenemos comodidades en absoluto

    - No tengo miedo de trabajar duro lo interrumpi Ellen.John y Colby se miraron preocupados. Los dos saban de la privacin ntima. Ellen

    nunca haba estado sin una criada y que haba tenido el alojamiento ms lujoso, durantetoda su vida.

    - Voy a ahorrar tanto como pueda dijo John, despus de un minuto. La mayora delos imperios funcionan escasamente, al principio.

    - Voy a aprender a cocinar dijo Ellen con una sonrisa.- Puedes limpiar una gallina? - quiso saber su padre.

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  • Ellen no vacil.- Puedo aprender.- Puedes transportar agua desde el ro y trabajar con la azada en un jardn?

    insisti su padre. Porque no tengo ninguna duda que tendrs que hacerlo.- Va a haber hombres para hacer el trabajo pesado le prometi John. Y tendremos

    el mayor cuidado con ella, seor.Su padre titube, pero la cara de Ellen estaba rgida de determinacin. Ella no se iba a

    echar atrs ni una pulgada.- Muy bien dijo l con una respiracin pesada. Pero si llega a ser demasiado para

    ti, lo quiero saber agreg con firmeza. Tienes que prometrmelo o puedo no autorizartu boda.

    - Lo prometo dijo ella, sabiendo que nunca ira a pedirle ayuda.l se relaj un poco.- Entonces, voy a darte un regalo de bodas que no har que tu futuro novio se irrite

    demasiado continu. Voy a abrir una cuenta para ambos, en la tienda mercantil.Necesitarn telas para los muebles de su hogar.

    - Oh, padre, gracias! exclam ella.John se ech a rer.- Muchas gracias. Ellen se lo agradecer, pero lo voy a considerar un prstamo.- Por supuesto, hijo respondi Colby con suficiencia.John saba que el hombre no crea en l. Pero l era capaz de construir un imperio,

    incluso si l era el nico que estaba en la mesa, lo saba en ese momento. Estir la manopara estrechar la mano del hombre mayor.

    - Dentro de diez aos le dijo l a Colby lo vamos a recibir como usted estacostumbrado.

    Colby asinti, pero l todava tena sus reservas. Solo esperaba no estar hacindole unflaco favor a Ellen. Y todava tena que explicarle todo esto a su abuela materna, que iba atener un ataque al corazn, cuando supiera lo que haba dejado hacer a Ellen. Pero todo loque le dijo a la pareja fue:

    - Ya veremos.

    Ellos fueron casados por un juez de paz, con Terrance Colby y la esposa del ministrocomo testigos. Colby haba encontrado una razn lgica, por la prisa de la boda, alegandosu prximo viaje a casa y la negativa de dejar a Ellen en Sutherland Springs. El ministro,un hombre relajado y romntico, estaba dispuesto a desafiar las convenciones por unabuena causa. Colby felicit a John, bes a Ellen y los llev a una carreta, que ya haba sidollenada con suficientes provisiones para un mes. Incluso, haba incluido una mquina decoser, telas para vestidos y los rudimentos de costura, que iban con ellos. Tampoco habaolvidado para Ellen, las preciosas agujas de tejer y lana, con las que ella se entretenadurante las tranquilas tardes, ya lejanas.

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  • - Padre, muchas gracias! exclam Ellen, cuando vio la silla de montar.- De verdad, muchas gracias agreg John, con un apretn de manos. Voy a tener

    el mejor cuidado con ella le prometi.- Estoy seguro que hars lo mejor posible le dijo Colby, pero estaba preocupado y

    se le notaba.Ellen le dio un beso.- No debes preocuparte por m le dijo con firmeza, y sus ojos azules estaban llenos

    de censura. Crees que soy un lirio, pero te puedo probar que soy como la flor de cactus,capaz de florecer en los lugares ms inverosmiles.

    l la bes en la mejilla.- Si alguna vez me necesitas- Sabr en donde enviar un telegrama le interrumpi ella, y se ri entre dientes.

    Qu tengas un feliz regreso a casa.- Voy a enviar tus bales antes de salir de la ciudad agreg l.John ayud a Ellen con el vestido de encaje blanco y un velo que haba usado para la

    boda, a subir a la carreta, y l se sent al lado de ella, con el nico traje que l posea. Erauna pareja dispareja, pens. Y teniendo en cuenta, la probable conmocin que ella iba atener, cuando viera en donde iba a vivir, no haca sino empeorar. Se senta culpable por loque estaba haciendo. Rez para que el fin justificara los medios. Le haba prometido muypoco, y ella no le haba pedido nada. Sin embargo, muchas parejas se haban iniciado conmucho menos e hicieron funcionar sus matrimonios. Tena la intencin de mantener a Ellenfeliz, y hacer lo que fuera necesario para lograrlo.

    La primera visin de Ellen Jacobs de su futuro hogar, habra sido suficiente para disuadira mucho ms de una joven, de bajarse de la carreta. Los rboles daban sombra a unacabaa grande, de madera bruta, con una sola puerta y una sola ventana, con chimenea.Muy cerca se encontraban plantas de cactus y arbustos. Pero haba pequeos rosales derosas de color rosa trepadoras, en plena floracin, y John le confes que l haba tradoaqu los arbustos de Georgia, plantados en un bote de jarabe. Las rosas le encantaban, yhacan ver la tierra menos salvaje.

    Afuera de la cabaa, haba una pareja mexicana y una de color, rodeada de nios detodas las edades. Se miraron y se vean muy nerviosos, cuando John ayud a Ellen a bajarde la carreta.

    Ella rara vez haba interactuado con gente de color, excepto con los sirvientes en lascasas que haba visitado la mayor parte de su vida. Era nuevo y emocionante el lugar yvivir entre ellos.

    - Soy Ellen Colby se present, y luego se ruboriz. Oh, perdn! Soy EllenJacobs! ella se ri, y luego los dems rieron, tambin.

    - Estamos encantados de conocerla, seora dijo el mexicano, manteniendo suancho sombrero delante de l. Sonri mientras se presentaba as mismo y a su pequeafamilia. Yo soy Luis Rodrguez y esta es mi familia. Mi esposa Juana, mi hijo lvaro y mishijas Juanita, Elena y Lupita todos asintieron y sonrieron.

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  • - Y yo soy Mari Brown dijo la mujer de color, con suavidad. Mi marido es Isaac.Estos son mis hijos, Ben, el mayor, y Joe, el menor, y esta es mi nia, Libby, que es la hijadel medio. Estamos contentos de tenerla aqu.

    - Y yo, estoy contenta de estar aqu les dijo Ellen.- Pero ahora mismo, lo que usted necesita es entrar y ponerse ropa cmoda, seora

    Jacobs le dijo Mary. Vamos, ustedes! Los hombres se van a trabajar y nos dejan hacernuestras propias tareas les dijo, mandndolos a retirarse.

    - Mary, no puedo trabajar con esto! exclamo John a la defensiva.Ella meti la mano en una caja y sac una camisa recin planchada y pantalones

    remendados.- Usted vaya detrs de un rbol a ponrselos, y yo har todo lo posible para expulsar

    las polillas de esta caja, as pondr su traje en ella. Y no me importara si no llenara delodo rojo esta camisa!

    - Si, seora dijo l con una sonrisa tmida. Nos vemos ms tarde, Ellen.Mary cerr la puerta tras l, sonriendo ampliamente a Ellen.- l es un buen hombre le dijo a Ellen, con toda seriedad, cuando ella sac el mejor

    vestido que tena y se lo ofreci a Ellen.- No le dijo Ellen, con suavidad y sonriendo. Te agradezco mucho el ofrecimiento

    de tu vestido, pero no solo traje un vestido de algodn. He trado rollos de tela y unamquina de coser.

    Hubo miradas de placer en todos los rostros femeninos.- Nueva tela? le pregunt Mary, vacilante. - Mquina de coser? exclam su hija.- Estn en la carreta les asegur Ellen con una sonrisa.Todas se desvanecieron como la niebla de verano, por la puerta. Ellen las sigui, sin

    dejar de rer. Haba hecho lo correcto al parecer, ms bien, su padre, lo haba hecho.Podra haberlo pensado primero, si hubiera tenido la oportunidad.

    Las mujeres y las nias se volvieron locas con todo el material, hasta lgrimas cayeronsobre el papel marrn, sin siquiera tomarse la molestia de cortar la cinta que lo sujetaba.

    - lvaro, t y Ben, lleven esa mquina de coser y la maleta de la seora Jacobs a lacasa, en este mismo instante! Lleven los rudimentos y las telas! Voy por el caf y elazcar, pero Ben, tendrs que volver por el cubo de manteca de cerdo y el saco de harina.

    - Si, seora dijo l, y todos se echaron a rer.Tres horas ms tarde, Ellen llevaba una falda azul marino con una blusa sencilla color

    ndigo, de cuello alto y fijo. Llevaba zapatos con cordones, pero poda ver que iba a tenerque usar botas si quera ser de alguna ayuda para John. La cabaa era muy pequea, ytodas las familias dorman en el interior, porque haba bichos por la noche. Y no solo de losms espeluznantes o seres de cuatro patas, sospechaba ella. Mary, le haba contadoacerca de los comanches que John, Luis e Isaac, haban estado rastreando, cuando unternero fue robado. Ella seal una escopeta cargada, que se mantena en un rincn de la

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  • habitacin, y Ellen no tuvo dudas, de que cualquiera de sus amigos poda manejarla si eranecesario. Le preguntara a John si poda ensearle a disparar, tambin.

    - Usted tendr vestidos muy bonitos con estas tela suspir Mary, mientas tocaba lastelas de diferentes colores, impresiones y diseos.

    - Vamos a tener muchos vestidos bonitos le dijo Ellen, ocupada en llenar una bobinade la mquina de coser. Ella levant la vista hacia las expresiones aturdidas. Seguro queno pensaban que podra utilizar toda esta tela en m misma, no? Hay suficiente paratodas nosotras, me imagino. Y nos tomar menos para las chicas aadi, con unasonrisa clida.

    Mary, de hecho se dio la vuelta y Ellen estaba horrorizada de haber herido lossentimientos de la otra mujer. Ella se levant de la silla improvisada, que John haba hechoa partir de ramas de rboles.

    - Mary, lo siento yoMary se volvi hacia ella, y las lgrimas corran por sus mejillas.- Es solo, que nunca he tenido un vestido que sea mo, un vestido nuevo, en toda mi

    vida. Solo heredaba el de mi ama, y tenan que estar rotos o muy usados. Ellen estaba enshock. Mary se limpi las lgrimas y la mir con curiosidad. Usted no sabe acerca de losesclavos, verdad, seora Ellen?

    - S lo suficiente, para sentirme muy triste, porque algunas personas piensan quepueden ser dueas de otras respondi Ellen, con cuidado. Mi familia nunca lo hizo.

    Mary le dio una sonrisa forzada.- El seor John nos trajo aqu despus de la guerra. Hemos tenido suerte. Dos de

    nuestros hijos se perdieron para siempre, ya sabe aadi con total naturalidad. Elloslos vendieron justo antes de la guerra. Y a uno de ellos le dieron una paliza hasta matarlo.

    Ellen cerr los ojos. Se estremeci. Fue abrumador. Las lgrimas corran por susmejillas.

    - Oh, no, seora no haga eso Mary la abraz y la meci. No llore. Dondequieraque mis hijos hayan ido, son libres ya. Vivos o muertos, son libres.

    Las lgrimas fluyeron an ms.- Y tambin fue malo para Juana le dijo Mary, a travs de sus propias lgrimas. A

    dos de sus pequeos hijos, les dispararon. Ese hombre se emborrach y pens que eranindios. Solo los mat ah mismo, en el camino, donde estaban jugando, y luego se fue, sinsiquiera mirar atrs. l se march rindose. Luis se lo dijo a los federales, pero no pudieronencontrar al hombre. Eso fue hace aos, antes que el to del seor John, contratara a Luis,para trabajar aqu, pero Juana nunca se ha olvidado de sus nios pequeos.

    Ellen se ech hacia atrs y sac un pauelo de la manga. Ella limpi los ojos de Mary yle sonri tristemente.

    - Vivimos en un mundo malo Mary le sonri. Va a mejorar le dijo. Espere y lover.

    - Mejor se hizo eco Juana, asintiendo y sonriendo. Ms bueno.- Ms bueno? repiti Ellen.

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  • Juana se ech a rer.- Vaya! Muy bien! Muy bien!Mary sonri.- Usted acaba de hablar sus primeras palabras en espaol!- Tal vez usted me podra ensear a hablar espaol le dijo Ellen a Juana.- Seora, ser un placer! respondi la mujer, y le sonri maravillosamente.- Espero aprender mucho, y muy pronto le dijo Ellen.

    Eso fue un eufemismo. Durante su primera semana de residencia, se convirti en parteintegrante de la familia de John. Ella aprendi algunas pocas palabras en espaol,incluyendo algunas que conmocionaron a John, cuando se las repiti con una sonrisamaliciosa.

    - Para con eso le dijo l. Tu padre me hara fusilar si te oyera!Ella solo se ri entre dientes, ayudando a Mary, a poner el pan sobre la mesa. Estaba

    aprendiendo a hacer pan que no rebotara, como lo haca en los primeros das.- Mi padre pensaba que le rogara que viniera por m en dos semanas. l estara

    sorprendido!- Yo estoy sorprendido tuvo que admitir John, sonrindole. Encajaste muy bien

    desde el primer da l la mir a ella y a las otras mujeres, todas llevaban vestidosnuevos, que se haban hecho con la mquina de coser de Ellen. l neg con la cabeza. Ustedes tres deberan abrir una tienda de ropa en la ciudad.

    Ellen mir a Mary y a Juana, con los labios apretados y los ojos centelleantes.- Sabes que eso no sera una mala idea, John dijo despus de un minuto. Eso nos

    dara un poco de dinero extra. Podramos comprar ms alambre de pas, inclusopodramos permitirnos una vaca lechera!

    John empez a hablar, pero Mary y Juana se movieron, y antes que l se comiera elprimer pedazo de pan, las mujeres ya estaban haciendo planes.

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  • Captulo 4John llev a Ellen a la ciudad el sbado siguiente, a la tienda de abarrotes. Ella habl

    con el seor Alton, el propietario.- S que deber haber un mercado de vestidos baratos en la ciudad, seor Alton dijo

    ella, con ojos vivos. Usted los ordena y los mantiene en stock, pero estos que ustedcompra, son muy caros, y la mayor parte de las mujeres de rancho no puedenpermitrselos. Suponga que yo pudiera suministrarle vestidos simples de algodn,confeccionados en la mitad del precio de estos, que usted especialmente ordena para susclientas?

    l levant las cejas.- Pero seora Jacobs, su padre es un hombre rico!- Mi marido no lo es contest ella simplemente. Debo ayudarlo como puedo ella

    ri. Tengo destreza para coser, seor Alton, y pienso que hago un trabajo bastantebueno. Tambin, tengo dos ayudantes que estn aprendiendo a usar la mquina. Medejara usted intentarlo?

    l vacil, pero sumaba las cifras en su cabeza.- Muy bien dijo finalmente. Usted me trae unos seis vestidos, dos de cada uno de

    los pequeos, media