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41 ventana abierta M edio rural y patrimonio: el corredor patrimonial de la Serena, la Siberia y las Vegas Altas. Javier Cano Ramos, Francisco Pérez Urbán, Ismael Sánchez Expósito Recientemente, al patrimonio material e inmaterial, artístico o documental, histórico o contemporáneo, culto o vernáculo... se ha sumado el natural. El paisaje ha adquirido una dimensión cultural al entenderse como una manera de actuar de la sociedad sobre el territorio, expresando, incluso, la identidad de esa sociedad. Esta concepción abierta está ligada a una serie de hitos monumentales, muchas veces olvidados, pero que hoy sirven como referencia clara para ordenar aquel territorio. Entre el paisaje y su ordenación existen, pues, una serie de relaciones conceptuales que deben seguirse desarrollando. Ahora bien, estos espacios con un alto valor patrimonial han de orientarse de manera adecuada para no perder la calidad que tienen al sustituir una idea por otra, al «borrar» el poso histórico en pos de una falsa modernidad, al hacerlos ininteligibles. En España, desgraciadamente, se ha invertido poco en una política territorial que, a todas luces, la sociedad cada vez reclama más. En Extremadura, sin embargo, el proyecto sobre la Vía de la Plata nos abrió perspectivas hasta ahora desconocidas en este ámbito. El trazar un eje vertical que corra la región de norte a sur ha determinado la aparición de estrategias concretas sobre un testi- monio insoslayable y permanente, como el paisaje, que ahora deben dar paso a otros corredores para que la relación paisaje-territorio tenga carta de naturaleza en; una identidad que en nuestro caso ha de ligarse indudablemente al extraordinario acervo patrimonial que recorre de este a oeste estos parajes. No ha de olvidarse, empero, que ordenar el territorio es sinónimo de defender una política de bienestar y desarrollo sostenible. Una actuación que preserve y realce todos y cada uno de los paisajes sobre los que se pretende revalorizar: la Convención Europea del Paisaje (CEP), en este sentido, aconseja no disociar la realidad con las actividades para que de verdad exista una clara incidencia en la población. Para encuadrar el patrimonio en el medio rural es necesario hablar hoy de paisajes; pero de unos paisajes culturales. Esto es, de territorios o espacios que constituyan un conjunto pa- trimonial, diverso, complementario e integrado por elementos diacrónicos que representen la evolución histórica, supongan un bien colectivo, tenga valores ambientales y paisajísticos y no tengan alterado los elementos constitutivos de la zona. Ello no implica que no se haya abordado la conservación de esos espacios con perspectivas renovadas, con una utilización so- cial que garantice de algún modo una sostenibilidad adecuada que demuestre a la comunidad su capacidad de transformación (desarrollo local – espacios agrointensivos, espacios turísticos, espacios no distales…-) y su interés por corregir los deterio- ros paisajísticos (negligencias, permisividad, impunidad, acu- mulaciones, poca información, políticas agresivas…). Y en este punto hemos de valorar la implicación de los ciu- dadanos en su patrimonio histórico y natural, así como recono- cer la importancia de la gestión institucional sobre este acervo Arco de Cáparra y Vía de la Plata

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M edio rural y patrimonio: el corredor patrimonial de la Serena, la Siberia y las Vegas Altas.

Javier Cano Ramos, Francisco Pérez Urbán, Ismael Sánchez Expósito

Recientemente, al patrimonio material e inmaterial, artístico o documental, histórico o contemporáneo, culto o vernáculo... se ha sumado el natural. El paisaje ha adquirido una dimensión cultural al entenderse como una manera de actuar de la sociedad sobre el territorio, expresando, incluso, la identidad de esa sociedad. Esta concepción abierta está ligada a una serie de hitos monumentales, muchas veces olvidados, pero que hoy sirven como referencia clara para ordenar aquel territorio. Entre el paisaje y su ordenación existen, pues, una serie de relaciones conceptuales que deben seguirse desarrollando. Ahora bien, estos espacios con un alto valor patrimonial han de orientarse de manera adecuada para no perder la calidad que tienen al sustituir una idea por otra, al «borrar» el poso histórico en pos de una falsa modernidad, al hacerlos ininteligibles.

En España, desgraciadamente, se ha invertido poco en una política territorial que, a todas luces, la sociedad cada vez reclama más. En Extremadura, sin embargo, el proyecto sobre la Vía de la Plata nos abrió perspectivas hasta ahora desconocidas en este ámbito. El trazar un eje vertical que corra la región de norte a sur ha determinado la aparición de estrategias concretas sobre un testi-monio insoslayable y permanente, como el paisaje, que ahora deben dar paso a otros corredores para que la relación paisaje-territorio tenga carta de naturaleza en; una identidad que en nuestro caso ha de ligarse indudablemente al extraordinario acervo patrimonial que recorre de este a oeste estos parajes. No ha de olvidarse, empero, que ordenar el territorio es sinónimo de defender una política de bienestar y desarrollo sostenible. Una actuación que preserve y realce todos y cada uno de los paisajes sobre los que se pretende revalorizar: la Convención Europea del Paisaje (CEP), en este sentido, aconseja no disociar la realidad con las actividades para que de verdad exista una clara incidencia en la población.

Para encuadrar el patrimonio en el medio rural es necesario hablar hoy de paisajes; pero de unos paisajes culturales. Esto es, de territorios o espacios que constituyan un conjunto pa-trimonial, diverso, complementario e integrado por elementos diacrónicos que representen la evolución histórica, supongan un bien colectivo, tenga valores ambientales y paisajísticos y no tengan alterado los elementos constitutivos de la zona. Ello no implica que no se haya abordado la conservación de esos espacios con perspectivas renovadas, con una utilización so-cial que garantice de algún modo una sostenibilidad adecuada que demuestre a la comunidad su capacidad de transformación (desarrollo local – espacios agrointensivos, espacios turísticos, espacios no distales…-) y su interés por corregir los deterio-ros paisajísticos (negligencias, permisividad, impunidad, acu-mulaciones, poca información, políticas agresivas…).

Y en este punto hemos de valorar la implicación de los ciu-dadanos en su patrimonio histórico y natural, así como recono-cer la importancia de la gestión institucional sobre este acervo Arco de Cáparra y Vía de la Plata

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cultural y lo que supone para la ordenación del territorio. Por ello es importante ver hasta qué pun-to el paisaje o un edificio concreto se inscribe en un marco territorial con contenidos patrimoniales, o si existe o no un proyecto integral el territorio (implicando el edificio, el caso urbano y el medio físico dentro de la acción del hombre). En este sentido, la ordenación del territorio y la prevención o realce de los paisajes culturales en Extremadura debe ser una buena práctica al servicio de una convivencia justa, un bienestar palpable y un desarrollo sostenible: el territorio como factor de identidad, de calidad ambiental, de ordenación local (uso de suelos, planeamiento urbano…) y como recurso económico o de empleo. Y no hemos de olvidar, por supuesto, los temas concernien-tes a la biodiversidad, que aportan una gran riqueza de matices, atajan problemas ambientales que le afectan y son vitales para la convivencia de especies y ecosistemas.

Pero cómo se gestionan estos paisajes. La Constitución española no hacen mención alguna la preservación de los paisajes, y por ello las competencias son autonómicas y municipales. No se puede entender la gestión territorial sin la presencia de los ayuntamientos. En el año 2000, Espa-ña firmó el acuerdo internacional de la Convención Europea del Paisaje y el desarrollo legal es importante para dar identidad cultural y calidad ambiental a uno de los recursos económicos y de empleo de la zona. Es conveniente por esa razón aprovechar todo cuanto se haya legislado en Ex-tremadura sobre patrimonio, conservación de la naturaleza, desarrollo rural, ordenación de recur-sos, urbanismo... para dibujar un largo recorrido que tiene unos límites imprecisos, como, en este caso que nos ocupa, son los de la Serena, la Siberia y las Vegas Altas. Un trayecto que abarca desde la antigüedad hasta el patrimonio industrial, la arquitectura vernácula, vías romanas, balnea-rios, fortificaciones… que se levantaron como puntos estratégicos desde las guerras sertorianas1, centros religiosos y comerciales, enterramientos prerromanos, embalses, elementos inmateriales pertenecientes a la cultura pastoril o paisajes agrícolas que se van perdiendo en nuestra memoria.

Elementos heterogéneos que deben sumarse uno tras otros para equilibrar aquellos desacier-tos que se hayan cometido en el pasado, intentando restablecer las relaciones entre patrimonio y naturaleza. Unos vínculos que nos deben conducir a la idea de tomar la naturaleza como una herramienta esencial para el conocimiento del territorio y de la región. Esta razón nos ha de llevar a tomar el paisaje como sujeto, como proceso, como destino del hecho artístico, estableciendo un nuevo nivel de relación entre arte y naturaleza; una relación distinta a las que se plantearon los románticos o aquellos que han intentado jugar con el término de mímesis.

Se trata de una visión progresista para el futuro, muy alejada de ciertos reduccionismos ecolo-gistas, donde se mezclan disciplinas como la filosofía, la psicología, la antropología o la ciencia. Esto es, una proposición de «cómo podemos ver el mundo» con otros ojos, dando importancia a los significados exteriores y donde los objetos patrimoniales los aporte el propio paisaje para con-formar un verdadero espacio público. Ordenar y componer, pues, han sido los objetivos de todos los hombres que han pasado por estas tierras. Eso sí, entendiendo el territorio como una sucesión de momentos a través del espacio y del tiempo, desde la Antigüedad al siglo XXI, desde el cultivo

1 Sertorio convirtió en el director de las incursiones de los lusitanos contra Roma y así logró apoderarse de un amplio territorio peninsular. Ante esta respuesta de Sertorio, Sila decide nombrar a Quinto Cecilio Metelo procónsul de la Hispania Ulterior donde llegó con dos legiones en torno al año 79 a. C.: aproximadamente en esta época funda Castra Cecilia (Cáceres) y Metellinum (Medellín, Badajoz), ampliando la futura Vía de la Plata. Al principio Metelo consiguió algunas victorias pero pronto Sertorio, mejor conocedor de esas agrestes tierras y habiendo aprendido de los pueblos celtíberos y lusitanos la táctica de la guerrilla.

Vista general de La Vera

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tradicional del olivo, la presencia de la Mesta, desde los abrigos de pintura rupestre a los asen-tamientos orientalizantes o la romanización, desde la reconquista y repoblación de las Órdenes Militare (que dejarán su impronta en los latifundios frente a los minifundios de la zona del Tajo, fruto de una repoblación concejil y no militar), de la ganadería como base de un sistema económi-co o de las muestras de una endeble industrialización (donde debemos incluir el Plan Badajoz) a la construcción de una imagen de un paisaje cultural en este nuevo milenio.

Espacio geográfico y representación paisajística confluyen en este triángulo de la Serena-la Siberia-las Vegas Altas para dar una dimensión real y concreta a la zona, para darle una dimen-sión abierta al viajero: la perspectiva del viajero no es abstracta, como la de los visitadores de los museos; está especialmente determinada por su situación, por su participación, por ese «habitar» el espacio geográfico y paisajístico. Su idea estética no es desinteresada, al viajero le importa el lugar y por ello necesita de un gran número de referencias que le sitúen. Nuestro territorio cumple, a todas luces, esta premisa básica: organiza en la menta del viajero un pensamiento sobre el pai-saje. La pregunta que nos surge al hilo de lo expuesto es ¿cómo relacionamos paisaje, patrimonio y ordenación del territorio? Y proteger, gestionar y ordenar son los ejes que marcan la ruta, pre-servando la «naturalidad» de toda la zona, los atributos patrimoniales y los significados históricos y simbólicos, con el único objetivo de dar a los ciudadanos un paisaje de calidad donde se tengan presente los impactos paisajísticos, la accesibilidad y la visibilidad

Cuando se habla de patrimonio, solemos remitirnos a la sala de los museos o las piezas de las iglesias, olvidándonos de la perspectiva contemporánea que nos ofrecen los paisajes en todas sus dimensiones: el paisaje es el protagonista y a él se suman otros factores que conforman un espacio singular que tenemos que percibir para apropiarnos de él. Y por esto hay que desarrollar paisajes activos que relacionan la agricultura con la historia y con el arte. Pero todo ello entendido como una lógica estructural que garantice una sostenibilidad adecuada y trate las «ruinas» como un mo-tor de transformación. Así debemos plantear el tema en los siguientes términos: Como un proyecto integral en el territorio, implicando naturaleza y medio físico, monumentos, acción del hombre y construcción de otros espacios patrimoniales; como información abierta que pueda ser comprendi-da por el público; como un estudio científico del paisaje, siguiendo la Convención Europea, para estructurar de manera lógica todo el continente en el contenido; como análisis crítico de la situa-ción real para sentar un proyecto que pueda tener futuro; como vínculos territoriales para hacer más solidario el espacio y garantizar la diversidad cultural, como entender el territorio desde una perspectiva productiva; y como un planteamiento que tenga presente poner en pie talleres sobre empleo y patrimonio, sobre turismo cultural.

Todo ello nos conduce a la idea de recorrido o de corredor, una cuestión que nos es más que el fundamento de estas tierras. Aprovechando las vías de la trashumancia se pueden conectar varias zonas de interés en los ámbitos artístico y natural. Con la materialización de esta idea se formulará un itinerario para los visitantes o paseantes. El itinerario es siempre un recorrido que el hombre pone en marcha para alcanzar alguna meta, pero al mismo tiempo el caminante puede apercibirse de que es el propio camino el que sirve como finalidad. Y a ello responde la definición el itinerario patrimonial, pues en él se pueden encontrar diversos lugares y monumentos en la naturaleza que proporcionan el placer que se busca en unas determinadas rutas. Y es que el viaje por estas tierras no solamente es un viaje en el espacio sino también en el tiempo. El recorrido y las paradas ante los diferentes monumentos de distintas épocas, todos ellos en clara relación con la idea de la naturaleza y con sus elementos, como la tierra y el agua, confunden a aquellos que emprendan un viaje de modo lineal en el tiempo, pues el viaje que planteamos, del mismo modo

La Puebla de Alcocer

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que ya se plantearon los paseos pintorescos en el siglo XVIII, pretende transportar al paseante desde el presente al pasado, desde el pasado al presente, y en ocasiones tam-bién a las perspectivas de futuro.

Esta idea está tiene su origen en diversas ideas filosófi-cas sobre la naturaleza, el monumento, el lugar, el tiempo, el camino, algunas pertenecientes a épocas pasadas, y otras en plena vigencia hoy debido a los desastres ecológicos de la contaminación o el gasto indiscriminado de las materias primas. Con este argumento debemos ser capaces de resta-blecer algunos equilibrios tanto en el ser humano como en la naturaleza, aparte de revitalizar la zona. Los objetivos que hemos de alcanzar al establecer el nexo entre medio rural y patrimonio son los siguientes: proporcionar a la Serena-Siberia-Vegas Altas una nueva ruta turística, un camino diferente a la idea del turismo de tipo consumista; modernizar la zona con todos sus pro y contra; revitalizar un territorio de gran belleza paisajística, constituyéndose como un foco en potencia de futuros visitantes a Extremadura.

En este sentido, podemos transportarnos a la Edad del Bronce en la Malena, en Zalamea, donde existió una explotación minera. De la época megalítica es conocido el dolmen de Magacela o el del Cerro de la Barca, en Valdecaballero, y las pinturas rupestres de la Sierra de Castuela, Cabeza del Buey, Peñalsordo o la Cueva de San José en Zalamea. Del bronce final, con una clara influen-cia tartésica, tenemos el santuario de Cancho Roano, centro de intercambio comercial entre el Norte y el Sur peninsular. La Segunda Edad del Hierro nos ofrece varios testimonios de recintos fortificados, como Cerro de la Barca (Herrera del Duque, Badajoz). Este yacimiento, situado en la confluencia de los ríos Guadiana y Guadalupejo, representa un típico hábitat de esta época.

Hijovejo, en Quintana de la Serena, es uno de los conjuntos arqueológicos ciclópeos más representativos de la Península Ibérica que expresa la complejidad del poblamiento romano de época republicana. En sus primeras fases de ocupación tiene un inequívoco carácter militar, como demuestra el relieve con escudos de Hijovejo. Es el mejor conservado de todos los recintos-torre para explicar el proceso de romanización de toda esta zona, dándonos a conocer las viejas rutas naturales hacia el siglo I. Es el punto de partida para una ruta cultural importante con base arqueo-lógica que comienza a perfilarse hoy. Se iniciaría en Hornachos (castillo/pinturas esquemáticas), y continuaría por Zalamea de la Serena(castillo y dístilo sepulcral), por el santuario orientalizante de Cancho Roano, Magacela (fortaleza y pinturas esquemáticas/dolmen), por Campanario (conjunto sacro-funerario orientalizante de la Mata), por Medellín (castillo y teatro romano) para concluir en Don Benito (villa romana de la Majona), o en los recintos-torres de vigilancia, como el de las Mer-

chanas en Don Benito, que en la actualidad se están estudiando y que conformaron líneas de defensa romanas en las guerra sertorianas antes de la fundación de Medellín. Todo un conjunto que nos muestra la gran riqueza por-tohistórica e histórica de la comarca.

En Cogollado, en Navalvillar de Pela, en-clave sito entre las actuales demarcaciones de Navalvillar de Pela y Puebla de Alcocer, se ubicaría más tarde el municipio romano de Lacimurga. Situado a orillas del Guadiana, sobre un cerro estratégico, debió marcar en su territorio un lugar central de importancia similar a los de Medellín. Pero Medellín se

Magacela

Cancho Roano

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convirtió en la ciudad administrativa antes de la fundación de Mérida. El teatro romano que se excava es un documento valiosísimo para desentrañar la Roma republica y la conquista de Hispania.

El musulmán está bien definido siguiendo el río Guadiana. Desde Medellín hasta Almor-chón existen una serie de jalones patrimonia-les, como son el castillo de Medellín, la alcaza-ba de Magacela, el castillo de Benquerencia, el de Mojáfar (situada, al parecer, al sur de Cas-tilnovo), la de Lares o el de Puebla de Alcocer. Ellos nos hablan de la condición fronteriza que tuvo esta zona y de la importancia de las Órdenes Militares para la conquista del territorio: el río Guadiana sirvió, y toda es así, para dividir la Península Ibérica en dos economías distintas: el mi-nifundio al norte del río y el latifundio al sur. La razón de esta clara división se debe al sistema de reconquista: mientras en el norte se hizo a través de las ciudades que se crearon, al sur las Órdenes Militares controlaron la tierra a través del Priorato de Magacela. El sistema de encomiendas dio un nuevo giro a las tres comarcas, posibilitando el desarrollo de los espacios adehesados y el traspaso de las tierras a los señores; espacios donde también el Honrado Concejo de la Mesta defendió sus intereses.

Como herencia de la presencia musulmana, esta zona está repleta de huellas mudéjares: en la iglesia de Santa Ana de Magacela, en Herrera del Duque, Puebla de Alcocer, Siruela, Capilla son ejemplos que materializan esta presencia en las construcciones civiles y religiosas. Pero, el Rena-cimiento dejó edificios de gran significación: la firma del arquitecto Gil de Ontañón puede verse en las iglesias de salón, de procedencia alemana, en Santiago de Don Benito o Santa Cecilia de Medellín, aunque las trazas sean de finales del gótico, como sucede en la Iglesia de Santiago de Medellín, recuperada no hace mucho, en Orellana la Vieja (con su palacio e Iglesia) Una huella que se sostiene en el tiempo, y la vemos, por poner algún caso, en la obra del pintor manierista Juan Correa de Vivar en Villarta de los Montes y Herrera del Duque o en la Iglesia parroquial de Castuera, con elementos que nos hablan del Barroco y del Neoclasicismo. Del Barroco destaca la Casa de las Sirenas, la Capilla Real del Santo Cristo en Zalamea, la ermita de Belén en Cabeza del Buey, las parroquias de Peñalsordo, el Palacio de los Condes de Siruela…

A partir de la crisis general del siglo XVII, la zona cayó en el olvido y se convirtió en una tierra marginal y periférica, escenario de enajenaciones de las tierras por parte del rey para saldar cuentas en su economía, de guerras como la de la Independencia que dejó esquilmada la región, las guerras

carlistas que trajo la inseguridad y el bandole-rismo durante el reinado de Fernando VII, la desamortización con pérdida de derechos de los jornaleros o la guerra civil al convertirse en un frente permanente con todas sus conse-cuencias patrimoniales aplicadas por los dos bandos: el ejemplo está en la escasa industria-lización, aunque hay ejemplos de arquitectura industrial, como la harinera de Castuera o el matadero de Don Benito, en el campo de con-centración, incoado expediente para su decla-ración, o en todas las infraestructuras creadas desde la Ilustración (como el magnífico ejem-plo de la presa de Zalamea) en los canales y

Armentera

Teatro romano de Medellín

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represas hechas en el Guadiana que desembocó en los pueblos de colonización, también en estudio por su proyección en el cambio de modelo económico y de paisaje de las comarcas al dividirlas en secano y regadío. Y todo ello como fruto de estos avatares.

Además para configurar este paisaje cultura existe un rico patrimonio inmaterial que no debe perderse de vista ya que es una fuente importante para esa economía sostenible que la zona precisa. Sólo basta enumerar tres ejemplos para darnos cuenta de ello. En primer lugar, el Corpus Christi y su Octava en Peñalsordo, una tradición que se remonta a la Reconquista y enlaza con la tradi-ción ganadera al ser protagonistas los carneros que portaban bengalas para hacer frente durante la noche, ante del día de Corpus, al ejército musulmán, haciendo creer que los cristianos era muy numerosos. En segundo lugar, los Auroros de Zarza Capilla: Los Auroros salían todos los domin-gos de madrugada. Un «llamador», elegido mensualmente, acompañado de un farolillo y una tenue luz, salía por las calles e iba de casa en casa llamando a cada Auroro. Poco a poco las puertas de las casas se abrían y salían los Auroros, algunos portaban en sus manos los instrumentos necesarios para acompañar a sus voces: la guitarra, la campanilla, el triángulo y el violín. Se dividían en dos cuadrillas que realizaban diferentes itinerarios. Ambas cuadrillas cantaban coplas por las calles del pueblo parándose delante de la aquéllas casas que presentaban en las puertas una estampa de la Virgen de la Aurora, ya que esto significaba que formaban parte de la Cofradía. Poco a poco la gente se dirigía a la Iglesia donde esperaban a los Auroros, que llegaban, una vez que había termi-nado el recorrido, para rezar el rosario. Con el paso del tiempo, la tradición se ha modificado Por último, la Encamisá de San Antón en Navalvillar de Pela que conmemora la histórica salvación de los peleños frente a los moros cuando éstos intentaron invadir el pueblo. Ésta se logró a base de encender hogueras y, con camisas blancas y carreras de sus caballos, lograron confundir a los invasores, que huyeron creyendo que los naturales del pueblo eran más. A San Antón se dedicó la salvación. Otros estudios, harían coincidir el origen con la tradición de los siglos XVI y XVII donde la encamisá era definida como «estrategia militar que se usa de noche para acometer a los enemigos y cogerlos de repente, lo que se hace poniéndose sobre los vestidos unas camisas para que con la oscuridad de la noche nos se confunda con los contrarios; y de aquí se vino a llamar encamisada la fiesta que se hace de noche por la ciudad en señal de regocijo». Por esta definición

y otras similares puede comprobar-se su origen bélico y el motivo de realizarse, que era la celebración de la victoria, emulando la estratagema que había conducido a ella. Por úl-timo, algunos historiadores remon-tan aún más el origen de la fiesta, señalándolo como la cristianización de una fiesta pagana, donde el fuego y la hoguera eran considerados ele-mentos de purificación. Siendo esto último muy común en infinidad de fiestas de España.

Presa de Zalamea de la Serena

Octava del Corpus en Peñalsordo.

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A ello hay que añadir, puesto que no hay que olvidarlo, toda la cultura pastoril que le da una identidad propia y nos habla de cordeles, pastos, careos (lenguaje de cabrero), de chozos y casi-llas, , de majadas, de recetas culinarias, utillajes, campanillos, creencias, supersticiones y cultura material del pastoreo (de madera, de corcho, de asta, de hueso) o de instrumentos musicales y re-pertorios de cancioneros. O de los oficios relacionados, como la alfarería y los numerosos talleres que se extienden por las tres comarcas. O la importancia del agua, como lo refleja los nuevos usos con los pantanos y los deportes acuáticos o los balneario, como el de Valdefernando. O la industria quesera y las rutas que pueden hacerse en torno al queso de oveja. O la gastronomía con los cardi-llos de Castuera, el salmorejo de conejo también de Castuera, las carpas en adobo de Campanario, la cahorreña de Cabeza del Buey o el pollo campero de Higuera de la Serena). O de las explota-ciones graníticas de Quintana de la Serena…

Para terminar este breve recorrido por uno de los corredores patrimoniales más interesantes de Extremadura haya que hacer a referencia a la arquitectura vernácula. En primer lugar, podríamos hablar de una vivienda prototípica que aparece comúnmente en la zona y que responde a caracteres generales de la casa tradicional de buena parte de la provincia pacense. Se distingue por la presencia de muros de carga paralelos a la fachada separando las respectivas crujías; estás últimas distribuirán los espacios relegados a alcobas, cocina y almacenes de productos agroganaderos. Este modelo, asimismo, consta de dos plantas, estando la segunda destinada al sobrao, doblao o cámara y raramente a espacio habitacional. Por otro lado, la cubierta a dos aguas dispuesta mediante teja árabe es una característica definidora, del mismo modo que la bóveda de arista, la cual se repite en distintas casas, corroborando la tesis según la cual es uno de los rasgos distintivos de la arquitectura tradicional extremeña. No olvidemos que las tres comarcas estudiadas han formado parte de la Extremadura más latifundista y generadora de abismos socioeconómicos, lo cual se deja entrever en los inmuebles habitacionales. En ese sentido, la vivienda de grandes propietarios agroganaderos dispondrá de numerosas crujías, las cuales distribuirán, respectivamente, los espacios habitacionales y los destinados al servicio de la casa, así como los espacios dedicados a cocina y almacén. En el caso de las de mediano propietario, que responden a la clase de los labradores que trabajan sus tierras y posees sus medios de producción, la distribución es similar, si bien con menor disposición de espacios. Por último, la casa de los más menesterosos (jornaleros y pequeños propietarios) dispondrá de algunas alcobas y un espacio posterior dedicado a cocina, estando la segunda planta destinada a almacenaje de aperos y productos agrícolas. Es interesante destacar que la presencia de espacios destinados a la curación de los productos de matanza o de bodega, será un signo distintivo del control de recursos por parte de sus moradores.

Cortijo en Castuera

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Con respecto a los materiales, la arquitectura vernácula de las tres comarcas responde a la máxima según la cual se utilizan los materiales autóctonos, prueba de la adaptación al medio ecológico de la llamada arquitectura vernácula. En ese sentido, el granito, la piedra y el barro serán los habituales. Este último será especialmente importante en Las Vegas, debido a la abundante presencia en el sustrato físico de materiales sedimentarios, el cual servirá para la confección del adobe y el ladrillo. La presencia de antiguos hornos ladrilleros en la zona atestigua la importancia de este material. Del mismo modo, los afloramientos graníticos de buena parte de la comarca de La Serena, influiyeron notablemente en su arquitectura tradicional. La cal fue especialmente representativa en aquellos municipios que se acerquen, siguiendo una dirección suroeste, a la Campiña Sur, aunque es algo habitual en todo el espacio al que nos referimos. En el caso de la madera, tendrá protagonismo a la hora de disponer los elementos sustentables del inmueble. Es importante reseñar que de las técnicas constructivas más frecuentes destaca la mampostería, y en menor medida la sillería y el tapial, estando relegada la piedra seca (a hueso), generalmente, a la arquitectura más elemental (chozos)

En el caso de Las Vegas del Guadiana, la gran transformación de su paisaje cultural a partir de los años cincuenta del pasado siglo con los proyectos de regadío y la implantación de poblados de colonización, significó una importante pérdida de modelos arquitectónicos tradicionales, no obstante, son representativas en bastantes municipios las viviendas que responden al modelo de la «casa del llano», siguiendo una estructura similar a la ya analizada. En ese sentido, hay que hacer una mención especial a Santa Amalia, por ser una localidad cuyos orígenes se rastrean en las ideas reformistas del periodo borbónico ilustrado, siendo un ejemplo pionero de la política de colonización que se llevaría a cabo en el siglo XX aunque subyaga el sello imperial de Roma.

También molinos harineros, almazaras, apriscos y cortijos son ejemplos de arquitectura rural dispersa que aún pueden hallarse en Las Vegas Altas, La Siberia y La Serena, y representan a esa parte de nuestros bienes culturales que irremediablemente parece estar condenados a perderse. Pero este será otro obsto de estudio.