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¿Porqué las cofradías?Las cofradías novohispanas como instituciones están relativamente poco estudiadas a pesar de la existen-cia de una cantidad ya significativa de obras y artí-culos seminales sobre el tema que apuntan a su im-portancia en eras pasadas, así como para el estudio de los fieles y sus prácticas. Estos establecimientos formados en su gran mayoría por fieles, aunque tam-bién por curas, frailes y monjas, son comunidades ideales, por su popularidad, distensión territorial y la presencia de todos los sectores de la sociedad novohispana, para estudiar aspectos acerca de la his-toria del cristianismo, así como de la historia social, política y económica de la Nueva España, época en la que tuvieron su auge.1

Parar escribir una historia del cristianismo en méxico: las cofradías novohisPanas y sus fuentes

clara García ayluardo

división de historia, cide

1 John Chance y William Taylor, “Cofradías y cargos: una pers-pectiva histórica de la jerarquía cívica-religiosa mesoamericana”, en Antropología, suplemento nueva época, núm. 14 (1987), pp. 1-23. Nancy Farriss, Maya Society Under Colonial Rule. The Collec-tive Enterprise of Survival, Princeton, Princeton University Press, 1984. Charles Gibson, Los aztecas bajo el dominio español, 1519-1810, México, Siglo xxi, 1989. Antonio Rumeu de Armas, Historia de la previsión social en España. Cofradías-gremios-hermandades-montepíos, Madrid, Ediciones Revista de Derecho Privado, 1944. Teresa Sepúlveda, Los cargos políticos y religiosos en la región del lago de Pátzcuaro, México, inah, 1974. Emma Pérez Rocha, La tierra y el hombre en la villa de Tacuba durante la época colonial, México, inah, 1982. David Brading, Una iglesia asediada: el obispado de Mi-

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La documentación es abundante pero por desgracia no siempre es completa y por sus características locales está dispersa en muchos acervos, algunos de los cuales aún están por descubrirse. Como las cofradías reunieron a gran parte de la población y usualmente se pertenecía a más de una, y dado que las cofradías respondieron a varias necesidades de la sociedad, se encuentran archivos en muchos sitios por todo el país. Los acervos que contienen una concentración más densa de documentación sobre estas instituciones son: El Ar-chivo General de la Nación (especialmente los ramos de Cofradías y Archicofradías, Historia, Bienes Nacionales, Obras Pías y Cape-llanías, Consolidación y Real Hacienda); el Archivo Histórico de la Secretaría de Salud; el Centro de Estudios de Historia de México, carso; la Biblioteca del Instituto Nacional de Antropología e Histo-ria; la Biblioteca Nacional de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Archivo de Notarías, pero se pueden localizar especial-mente en los archivos de las catedrales, parroquias e iglesias y de los conventos, así como en los archivos de los ayuntamientos. Unas fuentes que contienen mucha información sobre las cofradías de toda la Nueva España son los censos que se levantaron por orden real a partir de 1788 para conocer la cantidad de cofradías existen-tes en cada obispado y la suma de sus bienes.2 Precisamente son los libros de cuentas de los bienes y propiedades de las cofradías lo que más abunda, junto con las escrituras de préstamos, y los testamentos que dan cuenta de los legados, donativos y obras pías encargadas a las cofradías en eterno patronato.

choacán, 1749-1810, México, fce, 1994; “Tridentine Catholicism and Enlightened Despotism in Bourbon Mexico” en Journal of Latin American Studies, vol. xv, 1983, pp. 1-22. Albert Meyers y Diane Elizabeth Hopkins, Manipulating the Saints: Religious Brotherhoods and Social Integration in Postconquest Latin America, Hamburg, Wayasbah, 1988. Francisco Santiago Cruz, Las artes y los gremios en la Nueva España, México, Jus, 1960. Manuel Ca-rrera Estampa, Los gremios mexicanos. La organización gremial en la Nueva España, 1521-1861, México, ediaPsa, 1954. Alicia Bazarte Martínez, Las cofradías de españoles en la ciudad de México (1526-1864), México, uam-Azcapotzalco, 1989. Pilar Martínez López-Cano, Gisela von Wobeser y Juan Guillermo Muñoz (coords.), Cofradías, capellanías y obras pías en la América colonial, México, unam, 1998, (serie Historia Novohispana, núm. 61)

2 Archivo General de la Nación (en adelante aGn) Bienes Nacionales vol. 1170, exp. 5. 1788 y vol. 574, exp. 4. 1788.

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Las cofradías se desarrollaron con rapidez por todo el territorio vi-rreinal, tanto en las zonas rurales como en las recién fundadas ciudades. Tomaron fuerza al interior de la república de indios, así como dentro de las poblaciones de europeos, africanos, orientales y castas en las ciu-dades y en el campo. Jugaron un papel central en la época fundacional del cristianismo en la Nueva España al organizar a la nueva sociedad cristiana anticipando la disposición diocesana que seguiría. En su inicio, el clero regular se encargó de fundar y promover las primeras cofradías junto con sus devociones con la finalidad de cristianizar, castellanizar y crear una conciencia de comunidad cristiana y ayuda mutua en los mundos nativos y unificar, bajo el cristianismo, a las poblaciones dramá-ticamente desarticuladas por los efectos de la conquista, las enfermeda-des y políticas de colonización. Las cofradías fueron a la vez vehículos de colonización e integradoras de identidades, territorios, poblaciones y bienes comunales indígenas que crearon una unidad indivisible entre la cofradía y la comunidad y que, con el tiempo, tomó la forma de ma-yordomía. El mismo fin tuvieron en las ciudades donde los españoles ya establecidos y los recién llegados se organizaron en hermandades fundadas en parroquias o iglesias, muchas veces sin el patrocinio del cura. Algunas de las primeras parroquias de la ciudad de México fueron establecidas por cofradías como las de la santa Veracruz o santa Catali-na Mártir. Las cofradías de la ciudad de México, y en particular aquellas con membresía derivada de los grupos prominentes de la sociedad, se desarrollaron hasta convertirse en centros de poder y devoción, además de ser fuentes importantes de crédito. El estudio de las cofradías pri-mitivas demuestra las formas asociativas de los diferentes grupos de la nueva sociedad así como su crecimiento y su patrón de asentamiento en todo el territorio. Además se puede seguir, a lo largo del tiempo, la historia de las distintas devociones antiguas junto con las que se crearon posteriormente, y su relación con los grupos de fieles, el territorio y el clero. Sin embargo, debe tomarse en cuenta que, en realidad, no exis-tieron tipologías fijas ya que las definiciones funcionaron más como des-cripciones de todas las variedades que había. El arzobispo ilustrado An-tonio Núñez de Haro y Peralta (1729-1800) hizo un intento de tipificar a las cofradías dividiéndolas en devocionales, es decir, aquellas que re-

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muneraban a sus miembros únicamente con beneficios espirituales por medio de misas y oraciones; y retributivas, o las que cobraban cuotas y proporcionaban servicios materiales como medicinas, camas de hospi-tal, funerales y entierros. En realidad las características de las cofradías variaron de acuerdo con la época, el tipo de membresía, sus devocio-nes, su ubicación y sus recursos. Las cofradías rurales se compusieron fundamentalmente de indígenas, pero también de mestizos y españoles; muchas veces, indígenas y españoles pertenecieron a cofradías separa-das al interior de una misma iglesia o en iglesias separadas. Los capitales de las cofradías rurales se acumularon principalmente con las limosnas para la celebración de la fiesta del santo patrono (la actividad más im-portante en la vida de la institución) y su giro económico se centró en las actividades agrícolas, pecuarias, ganaderas o en una combinación de las tres.3 En las zonas urbanas, se establecieron bastantes cofradías por todos los grupos sociales, aunque dominaron las acaudaladas que inclu-yeron como miembros a comerciantes, mineros y hacendados, así como a integrantes de la burocracia real y del ayuntamiento. Algunas cofra-días se compusieron por miembros de cuerpos como los gremios o de las diversas etnias (indios, pardos, chinos, vascos, montañeses, riojanos, etc.). Otras veces, aunque una cofradía fuera pobre económicamente, la presencia de algunos acaudalados en su mesa directiva le proporcio-naba un estatus mayor. Faltaría hacer más estudios monográficos, así como de larga duración y comparativos para interpretar los patrones de asentamiento y asociación de los grupos novohispanos y sus relaciones especialmente desde el punto de vista político, económico y espiritual.

Las cofradías, fueron asociaciones principalmente de fieles que con-taron con sus reglas o constituciones exclusivas, estuvieron gobernadas por su propia mesa directiva elegida, y que celebraron sus juntas con el fin de promover su devoción particular como emblema colectivo. Promovieron, a nivel cotidiano, una vida cristiana basada en la reci-procidad y hermandad, la práctica de la caridad y la oración colectiva en pos de la salvación. Algunas cofradías hasta nombraron a sus pro-

3 Asunción Lavrin, “Mundos en contraste: cofradías rurales y urbanas en la ciudad de México a fines del siglo xviii” en Bauer, A. J. (Comp.), La iglesia en la economía de América latina. Siglos xvi al xix, México, inah, 1986, pp. 235-257.

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pios capellanes sin la intervención de un prelado y construyeron y ad-ministraron sus capillas exclusivas dedicadas a su santo patrón. En sí, representaron los intereses, necesidades y devociones locales que, a su vez, transmitieron los preceptos universales emitidos por el Concilio de Trento (1560-63); en cuanto a las prácticas cristianas la devoción a los santos y a sus reliquias, la participación en las liturgias y la recepción de los sacramentos. Esta institución fue capaz de aglutinar a todos los diversos mundos cristianos como hermanos al proporcionar un medio adaptable y colectivo, pero a la vez particular, para las expresiones de las idiosincrasias locales.

Por ejemplo, sabemos por medio de las constituciones y patentes de las cofradías y por las escrituras de préstamos y establecimientos de patronatos, que la devoción a la Virgen de Aránzazu se había difundi-do por los vascos en diversas partes de la Nueva España y el culto a la Virgen del Carmen por los conventos de carmelitas descalzos. Las co-fradías a la Virgen de Guadalupe se popularizaron por los jesuitas y las del Rosario por los dominicos; los franciscanos prefirieron establecer cofradías dedicadas a san Francisco de Asís, san Antonio de Padua y san Benito de Palermo. El santo Ecce Homo era el patrón de la cofradía de mercaderes, san Homobono el de los sastres y san Cosme y san Da-mián de los médicos. En la ciudad de México las cofradías de La santa Cruz de los Caballeros, la Ilustre Cofradía del Santísimo Sacramento, la Cofradía de santa Justa y santa Rufina, y la Cofradía de san Francisco, Javier estaban establecidas en la parroquia de españoles de la santa Ve-racruz y la Cofradía del Santísimo y santa Catalina Mártir, la Cofradía de Nuestra señora de los Dolores, la Archicofradía de la Preciosísima Sangre de Cristo, estaban asentadas en la también parroquia de espa-ñoles de santa Catalina Mártir. Por su parte, la Cofradía del Tránsito de Nuestra Señora y la del Santísimo Sacramento se encontraban en la parroquia de indios de san Pablo mientras que la Cofradía de la se-ñora santa Ana y del Acompañamiento del Santísimo estaba erigida en la parroquia de santa Ana en la república de indios. Se debe tener en cuenta qué tipo de cofradía se estudia para entender verdaderamente su carácter. También hacen falta más estudios monográficos sobre estas instituciones para entender su funcionamiento, conocer su membresía y

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sus políticas económicas y estudios comparativos más profundos entre, por ejemplo, cofradías de españoles y de indios o entre las urbanas y rurales, así como la relación entre las devociones y las poblaciones. Esto implica un trabajo minucioso de archivo que recopile y siga la huella de las cuentas, los miembros, las políticas caritativas, los actos litúrgicos y devocionales, así como las relaciones con la Corona y con la Iglesia. Sólo cuando tengamos una buena cantidad de estudios de corte sincrónico y diacrónico nos acercaremos con mayor certeza a la personalidad de estas instituciones y obtener una mejor idea del comportamiento de los fieles en una sociedad cristiana.

Las cofradías formaron parte de la estructura general de la Iglesia católica pero en la práctica fueron comunidades naturales que le pro-porcionaron al individuo un medio para asociarse y articularse política, económica, social y espiritualmente dentro de un mundo cristiano. Es por esto que las hermandades proliferaron durante la época de los Aus-tria y, posteriormente, fueron blancos de ataque de los reformadores borbónicos del siglo xviii. una alternativa Para el estudio de la economía novohisPana

La tenencia de la tierra, la distribución de la riqueza y las actividades económicas de las comunidades indígenas y los grupos de españoles, negros, mulatos y mestizos rurales se pueden estudiar por medio de las cofradías. ¿Qué papel desempeñó la propiedad de la tierra y gana-do en la vida de las cofradías rurales? ¿Cuáles fueron las actividades productivas a las que se dedicaron? ¿Cómo se relacionaron los dis-tintos grupos sociales y castas? ¿Qué tan cierta es la acusación que las cofradías de indios sacaron tierras del fundo legal de los pueblos para donarlas a los cuerpos eclesiásticos? Las autoridades virreinales efectivamente acusaron a las cofradías de indios, especialmente en las últimas décadas del siglo xviii, de mermar las tierras comunales y de poner en peligro, por lo tanto, las cajas de comunidad que garantiza-ban el pago del tributo.4

Los bienes y rentas de las cofradías de indios, fueron necesarias para la supervivencia de los pueblos. Las cofradías de indios adquirie-

4 Ibidem, pp. 241- 42.

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ron tierras por medio de cesiones y compras que luego fueron culti-vadas o arrendadas; además, prestaron dinero excedente a rédito para incrementar sus reservas. Los préstamos se hacían principalmente en dinero pero muchos consistieron en animales o trabajo.5 ¿Qué tipo de bienes tenían las cofradías? ¿Cómo se distribuyeron los recursos? ¿Cuáles fueron los sistemas de trabajo? ¿Cómo se administraron los bienes?; ¿A quién pertenecían? Se solía repartir el excedente de capi-tal entre los cofrades y otros prestatarios al 5% de interés para sufra-gar los costos del culto y especialmente de la fiesta, momento cumbre de la celebración del pueblo como comunidad junto a su santo pa-trono. La cofradía fue una institución importante para conservar, por medio del cristianismo, el patrimonio comunal de los pueblos, pero también su identidad y memoria.

En un sentido económico, las cofradías se fundaron como respuesta colectiva a la pobreza de muchas comunidades indígenas, a la despo-blación provocada por las epidemias, a los cambios económicos sufri-dos por los movimientos de la población y a la imposición del tributo. Sin embargo, todas estas razones también funcionaron para limitar los recursos de la cofradía.6 Un estudio comparativo de los ingresos y gas-tos de las cofradías podrá iluminar las condiciones económicas de los pueblos, las relaciones sociales y políticas a su interior así como con las autoridades y hasta las razones del abandono del terruño por unos y la llegada al pueblo de otros.

Como instituciones económicas y financieras, muchas hermandades, tanto rurales como urbanas sostuvieron a las parroquias, iglesias y capi-llas así como a muchos curas y capellanes y sufragaron los gastos del cul-to tanto público como privado. Como cuerpos privados, las cofradías invirtieron sus capitales excedentes en préstamos a individuos como mineros, hacendados y comerciantes y a otros cuerpos como ayunta-mientos, cofradías, Consulados, la Corona y a la Iglesia.7

5 Ibidem, pp. 241- 257.6 Ibidem, p. 256.7 Aunque los libros de cuentas son una fuente básica para detectar los préstamos de

una cofradía, otra vía, aunque más complicada, es seguir los protocolos de préstamo en los archivos de notarías. Algunos de los problemas asociados con esta fuente: no conocer los nombres de los notarios de las cofradías o que no exista índice. En estos casos, se tendrá

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Mucho se ha debatido acerca de la base material de la Iglesia novohis-pana. Ésta pudo acumular riquezas gracias a los donativos piadosos de los fieles (testamentos), o por sus ingresos fijos como el diezmo, cuotas parroquiales y los réditos de los capitales invertidos de las capellanías, censos y otras obras pías que tenían.8

Un ejemplo de la importancia de las cofradías para el estudio de la economía novohispana tiene que ver con las cuotas parroquiales. La Iglesia diocesana recibía ingresos del diezmo y las parroquias debían costear el mantenimiento físico del templo, la liturgia, los objetos de culto y la manutención del cura con estos dineros que a veces no eran suficientes o que, peor aún, no les llegaban. Muchas cofradías rurales y urbanas asentadas en las iglesias tuvieron formas de acumular capital junto con políticas económicas propias que ayudaron a sufragar estos gastos sosteniendo a nivel local a la Iglesia. Sin embargo, faltan estudios que analicen la importancia de las diversas cofradías en el mantenimien-to del aparato diocesano y de los conventos tanto masculinos y feme-ninos. Estos estudios descubrirán que los fieles jugaron un papel muy activo en la vida espiritual y material de la Iglesia y que ésta institución también estaba compuesta de carne y hueso además de almas.

Una razón práctica para pertenecer a una o más cofradías era la ayuda económica que proporcionaron. Con las cuotas semanales y sus políti-cas de acumulación, las cofradías cubrían las necesidades materiales y espirituales de los fieles: enfermedades, funerales y entierros, dotes de huérfanas, la manutención de viudas y capellanes; mantenimiento de su capilla, lucimiento de su santo patrono, organización de las procesiones y celebración de misas y oraciones para los cofrades vivos y los difuntos. Las cofradías, entonces, son útiles para analizar el volumen de cuotas que proporcionaron ingresos a las parroquias, iglesias y capillas, pero su estudio puede demostrar las diferencias económicas entre la ciudad y el campo, entre los españoles, las castas y los indios, y entre las diversas

que buscar en los libros de cada notario, un trabajo a veces insuperable pero que si se tiene perseverancia y se encuentran los notarios que asentaban las transacciones crediticias, de compra y venta y los testamentos de los miembros de las cofradías, se tendrá una veta muy rica de información seriada.

8 Pilar Martínez López-Cano, Gisela Von Wobeser y Juan Guillermo Muñoz, Cofradías, capellanías y obras pías.

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9 A. J. Bauer, “Introducción”, en A. J. Bauer (Comp.), La iglesia en la economía de Amé-rica latina, pp. 13-27.

iglesias y parroquias de la Nueva España. Ha servido también de indi-cador en la distribución de una parte de la riqueza hacia los cofrades, otros fieles y al aparato eclesiástico.

Con el estudio de las prácticas de beneficencia y de caridad cristiana puede seguirse el comportamiento de la sociedad; así como compro-bar los patrones caritativos de los fieles y el nivel de inversión en estos rubros; obtener una idea del nivel económico de sus miembros y, por lo tanto, de la comunidad, y constatar la procedencia y destino de los capitales a lo largo del tiempo.

Las cofradías destinaron una parte de sus capitales a objetos de cul-to como estandartes, flores, velas, aceite para la lámpara del Santísi-mo, mobiliario, esculturas, vestimentas y alhajas para sus santos pa-tronos, y en procesiones, entre otras cosas. Pero si bien aplicaron sus recursos a fines aparentemente suntuarios, también los utilizaron para el mantenimiento del sistema eclesiástico y económico. El análisis de las cofradías puede esclarecer el debate acerca de si la Iglesia colonial fue un obstáculo para la formación de capital o si, por el contrario, contribuyó a su circulación. Se sabe que las propiedades tanto rura-les como urbanas estuvieron gravadas por enormes y diversas cargas financieras. Los gravámenes limitaron la producción y provocaron que las propiedades no permanecieran a lo largo de las generaciones en manos de unos mismos propietarios ya que sus rentas estuvieron comprometidas al pago de los réditos por préstamos y censos que fre-cuentemente se debían a organismos eclesiásticos. Se dice, entonces, que la Iglesia actuó como simple rentista, y que extrajo rentas del 5% sobre la economía colonial.9

Las cofradías pueden ofrecer un punto de vista distinto y enriquecer la óptica de percepción hacia la Iglesia. Se sabe que estas instituciones las establecieron en su gran mayoría seglares y que tuvieron la política activa de prestar a réditos para mantenerse vivas y sufragar las necesi-dades materiales y espirituales de sus miembros mientras satisfacían la demanda de numerario en una economía que sufría la escasez crónica de capital circulante. De este modo, muchas cofradías, especialmente

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las urbanas y concretamente las de la ciudad de México y otras ciuda-des ricas como Puebla, Zacatecas y Guanajuato, acumularon grandes caudales y formaron espacios de poder y de prestigio social. Hacen falta más trabajos sobre las cofradías de otras ciudades virreinales para ver las redes sociales y económicas entre individuos y entre cofradías.

Junto con organismos eclesiásticos como el Juzgado de Capellanías y Obras Pías,10 las cofradías desempeñaron un papel clave como pres-tamistas. El depósito irregular o préstamo al 5% de interés fue una política generalizada entre las cofradías ricas y pobres como forma de inversión para mantener el capital excedente activo.11 Aquellos que ne-cesitaron crédito recurrieron a las hermandades y usaron el dinero para pagar otros créditos, comprar materias primas para la producción agrí-cola, para “el giro de sus negocios” comerciales, y también para el pago de las fiestas y procesiones que consumían un sinnúmero de productos desde telas, velas, flores y vestuario hasta bebidas y comida.

Algunas cofradías con rasgos mercantiles prestaron dinero casi exclu-sivamente a los comerciantes quienes junto con mineros y hacendados formaron parte importante del gobierno y membresía de muchas her-mandades. Por lo mismo, el estudio de las cofradías da pautas para la identificación de los mecanismos crediticios y el funcionamiento de los mercados monetarios novohispanos. Al carecer de instituciones ban-carias formales, el sistema de préstamos formó redes informales que proporcionaron el crédito que demandaba la economía novohispana a todos los niveles. Por lo tanto, las cofradías y los cofrades participaron en el desarrollo del comercio y en el movimiento de capitales invertidos en sectores productivos.

Cada cofradía tuvo su propia política económica y financiera que obedeció a sus estatutos y que reflejó sus necesidades y objetivos parti-culares. Algunas obras pías de las cofradías se administraron en patro-nato para las familias acaudaladas del virreinato. Estos fondos, creados

10 Michael P. Costeloe, Church Wealth in México. A Study of the Juzgado de Capellanías in the Archbishopric of Mexico, 1800-1856, Cambridge, Cambridge University Press, 1967.

11 V. Richard Greenleaf, “The Inquisition Brotherhood: Cofradía de San Pedro in Colo-nial México” en The Americas, vol. xl, 1983, pp. 171-207 y Asunción Lavrin, “La Congrega-ción de san Pedro: una cofradía del México colonial”, en Historia mexicana, vol. xix, núm. 116, abril-junio, 1980, pp. 562-601.

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con propósitos de devoción y caridad, actuaron como fideicomisos ya que las cofradías invirtieron el capital para mantener con sus réditos la obra de caridad a favor de los beneficiarios. Además, estas instituciones invirtieron su propio capital en obras pías para su enriquecimiento a largo plazo. En los libros de cargo y data, quedan asentados los ingresos y egresos de las hermandades y el establecimiento de obras pías propias y en patronato sobre bienes raíces y capitales.

Un ejemplo lo proporciona la colección de libros de cuentas de la Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario establecida en el convento principal de santo Domingo de Guzmán en Puebla, que abarca des-de el siglo xvi hasta 1834.12 Aunque la colección no está íntegra ni es consecutiva, el libro principal abarca desde el siglo xvi hasta mediados del siglo xvii de forma consistente y después, la mayoría de los libros tienen que ver especialmente con el siglo xviii y principios del xix. La Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario fue una de las cofradías más importantes que se estableció en ciudades importantes de la Nueva España. Los libros asientan los ingresos y egresos por cada año con un desglose al final y una revisión y aprobación de la mesa directiva. La Archicofradía de Nuestra señora del Rosario era devocional y no retributiva ya que los miembros no pagaron una cuota ni la cofradía les proporcionó beneficios materiales. Los ingresos de Rosario consis-tieron únicamente de limosnas, recogidas por limosneros, para ejercer la caridad, acto de hermandad sublime y fundamento práctico del cris-tianismo. Las limosnas se utilizaron para dotar a huérfanas y viudas (su actividad principal), pagar la fiesta de la Virgen y otras festividades ce-lebradas por la Archicofradía, así como las memorias de misas, misas en capellanía y la misa general dedicada a todos los difuntos cofrades en el Día de los Muertos. También se utilizaron para costear trámites legales o judiciales, reparos de sus propiedades y para invertir en préstamos. La Archicofradía administraba el dinero de los réditos y del arrendamiento de las casas de su propiedad adquiridas por compra o donación. El dinero sobrante se ingresaba en un arca de tres llaves que se abría al

12 La colección de la Archicofradía de Nuestra señora del Rosario, fundada en el con-vento de santo Domingo de Guzmán en Puebla de los Ángeles, se encuentra en el Centro de Estudios de Historia de México carso.

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mismo tiempo por el rector, secretario y tesorero de la Archicofradía. El 6 de septiembre de 1791, “se abrió la arca de hierro” en donde estaban 765 pesos con tres y medio reales del año anterior y, por otra parte, en 1796, se colocaron 879 pesos con dos reales y seis gramos que sobraron de los gastos de ese año.

Las obras pías más comunes de esta cofradía y de otras fueron las capellanías, oraciones y misas para el eterno descanso del difunto co-frade o fundador de un patronato; las anualidades para la manuten-ción de una imagen o altar y para la construcción de capillas. También fueron muy comunes las dotaciones a huérfanas y viudas, enfermos y pobres. El estudio de estos bienes administrados por las cofradías a perpetuidad, como instituciones eternas, proporciona una mirada hacia las mentalidades e intereses caritativos, financieros y espirituales de los novohispanos, sus angustias, sus percepciones acerca de la vida y de la muerte, así como un acercamiento a su vida familiar y entorno social. Los legados espirituales se pueden ver, entonces, como fuentes para el estudio de la cultura material y espiritual de los fieles novohispanos.lo Político y social en mundos cristianos

Para entender una monarquía católica compuesta, extensa y pluricul-tural como fue la española, es necesario estudiar las relaciones políticas entre todos sus componentes tanto a nivel local y cotidiano como en lo relativo a políticas más universales. También es pertinente entender la relación entre los poderes locales, regionales, virreinales y reales. De nuevo, las cofradías son instituciones bien dotadas para desarrollar estos tipos de estudios a corto, mediano y largo plazo.

Por una parte, las hermandades eran entes autónomos con sus pro-pios estatutos o constituciones que señalaron los privilegios y obligacio-nes exclusivas de sus miembros pero por otra, los fieles multiplicaron sus privilegios al pertenecer a varias cofradías a la vez para gozar de múltiples beneficios tanto espirituales como materiales y de prestigio social. Los documentos más representativos, entonces, son las consti-tuciones de las cofradías, expresiones formales de su normatividad y ética, junto con las actas de sus juntas o cabildos y los borradores de actas. Sin embargo, es asunto de suerte ya que estos tipos de fuentes no son tan abundantes ni completas como las cuentas; en el peor de

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los casos, las actas ya no existen y en el mejor de los casos sólo existen actas intermitentes que no permiten al historiador seguir los asuntos y las resoluciones a lo largo del tiempo. Las constituciones sí existen en abundancia; allí se pueden ver las normas a seguir para la elección de la mesa directiva, cuántos la debían integrar y la duración de cada cargo. También contienen descripciones de cada cargo, junto con sus corres-pondientes obligaciones y derechos. Se estipulaba claramente que los miembros de la cofradía debían votar por sus autoridades de manera secreta depositando un papelito en una urna. El análisis de las constitu-ciones y especialmente de las actas proporciona información invaluable para la reconstrucción de la vida institucional de estas comunidades locales que demuestra las formas cotidianas del quehacer político en una sociedad tradicional.

Las cofradías eran muy celosas de sus privilegios y autonomía. Un acercamiento a sus constituciones y actas revela sus percepciones y me-tas y nos ayuda a entender sus conceptos y reacciones frente a los asun-tos día a día. Lo más discutido fueron la administración y distribución de los dineros, los arreglos para las procesiones y la fiesta patronal, así como los preparativos para la celebración de las misas de aniversario de los difuntos cofrades y los entierros.

Pero no todo fue amistoso. Se dieron conflictos y luchas por el poder constantemente. El análisis de las hermandades nos ayudará a entender una sociedad que buscaba el bien común por medio de la hermandad y la negociación de beneficios y privilegios mientras, a la vez, debía re-solver lo contencioso generado por una sociedad con exclusividades. Las controversias entre cofradías y entre hermandades y las autoridades eclesiásticas, virreinales y reales se daban casi siempre en torno a sus privilegios y preeminencias. En este universo estamental y ritual, las lu-chas surgían, por ejemplo, cuando una cofradía más antigua quedaba relegada en el orden procesional por otra de más reciente creación o con menos prestigio. No se debía trastocar el orden especialmente en las procesiones ya que cada cuerpo tenía legitimidad propia y derecho a su lugar que debía reconocer al comunicar su poder. Referencias a asun-tos de preeminencia se ven en cartas dirigidas al virrey o en litigios que terminaban en la Audiencia o en el Consejo de Indias. Lo contencioso

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nos informa acerca de las percepciones de poder y del ejercicio del mis-mo en un ámbito donde cada cuerpo gozaba de sus propios derechos, debiendo debía recurrir a la conciliación para el arreglo de la contro-versia. Otros documentos que pueden proporcionar datos sobre este tema son los edictos, bandos y órdenes reales, además de los edictos episcopales y las cartas y visitas pastorales.

El momento cumbre de cada cofradía era el día de su santo patrón. En esa ocasión se vestía al santo a todo lujo y se sacaba orgullosamente en procesión seguida por todos sus miembros. El momento demostra-ba públicamente el tamaño, el poder de la cofradía y la belleza física y fortaleza espiritual de su imagen. La fiesta era el momento cuando la imagen y los cofrades salían de la exclusividad de su capilla para manifestarse en público y ofrecer a todos los dones milagrosos de su Cristo, Virgen o santo en un acto de caridad pública manifiesta. Tam-bién era la instancia para demostrar a todo el público la fe y la intensa devoción que se tenía al patrono que dotaba a la cofradía de cohesión y fraternidad.13 ¿Cuántos miembros integraron a las cofradías pode-rosas? ¿Las menos importantes se agregaron a las grandes para com-partir poderes y privilegios? De nuevo, las listas de miembros son las fuentes más idóneas para indicar el tipo de cofradía, si aceptaba a todos los que solicitaran la entrada o si tendía a ser más exclusiva; si se mantenían como miembros las mismas familias a lo largo de los años; si conservaron su membresía o la aumentaron o, por el contrario, se fue extinguiendo hasta quedar únicamente el nombre. Estos estudios pueden complementar los análisis demográficos de una zona para ver patrones de migración y de asentamiento así como procesos de mesti-zaje. En cuanto al comportamiento del cofrade tanto a nivel particular como público, las constituciones dicen mucho a nivel formal mientras que para ver la riqueza de la cofradía y la importancia de su imagen se puede recurrir a los inventarios de bienes como los objetos de culto, vestimentas y joyas.

13 Algunas descripciones de procesiones se encuentran en Agustín de Vetancurt, Teatro mexicano. Descripción de los sucesos ejemplares, históricos, políticos, militares y religiosos del nuevo mundo occidental de las Indias, México, Porrúa, 1971. Antonio de Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), 3 vols., México, Porrúa, 1946. Gregorio M. de Guijo, Diario 1648-1664, 2 vols., México, Porrúa, 1952.

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Si en el sentido económico, los fieles buscaron participar en varias cofradías por los beneficios materiales que ofrecían, igualmente eran apreciadas por sus beneficios espirituales. El miedo a la muerte y la búsqueda de la salvación movió a la sociedad en los diversos mundos cristianos para adquirir gracias practicando las buenas obras, emulando a Cristo, los santos y a la Virgen y, sobretodo, manteniendo la comuni-dad cristiana al orar por las almas de vivos y muertos en actos colectivos de espiritualidad y comunión con Cristo.14 La cofradía articuló estos ac-tos a nivel cotidiano y funcionó como administradora de los beneficios y privilegios espirituales. Un cofrade moría con la certeza y consuelo de que sus hermanos se encargarían de que tuviera un buen morir. La cofradía enviaba al cura para que le administrara los últimos auxilios, se encargaba de proveer la mortaja, decir la misa y acompañar al cuerpo hasta ser enterrado. Después, se preocuparía de rezar para el eterno descanso de su alma. Las cofradías remunerativas pagaban normalmen-te 25 pesos a la muerte de un cofrade comprobando que éste había sido puntual en el pago de sus cuotas. Esto se hacía con un convenio o patente entre el fiel y la cofradía que se efectuaba el día de su asenta-miento que establecía la obligación del cofrade y de la institución. Ya se vio cómo los fieles maximizaron sus beneficios perteneciendo a varias cofradías, tanto retributivas como espirituales, simultáneamente. Los beneficios espirituales eran igual o más importantes que los materiales.15 Saber que se contaba con un ejército de cofrades que se dedicarían por siempre a rezar por la salvación de su alma calmaba la angustia que se sentía frente a la muerte. Al pertenecer a varias cofradías, la fuerza de las oraciones y de las misas colectivas se sumaba, incrementando la po-sibilidad de la salvación. Además, la pertenencia aseguraba la inclusión permanente a la comunidad cristiana por medio de las cofradías parti-culares, aún después de la muerte. Las hermandades tenían un alcance metafísico ya que en la vida eterna el cofrade seguía perteneciendo a la

14 Por ejemplo “[…] te pido por sus méritos, tengas misericordia de mi, librándome de todos mis males con que lo ilustraste para que como San Homobono te sirva en esta vida y te goce en la otra. Amén”, aGn, Bienes Nacionales, vol. 871, exp. 2.

15 Sobre el tema de la salvación y las cofradías v. Alicia Bazarte Martínez y Clara García Ayluardo, Los costos de la salvación. Las cofradías y la ciudad de México (siglos xvi-xix), México, cide-iPn-aGn, 2001.

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cofradía y si los cofrades vivos rezaban por los difuntos, los difuntos también oraban por sus hermanos en el mundo. De esta manera se tejió una red física y metafísica que albergó a los cofrades en el mundo mate-rial y en el eterno.

Las actitudes, percepciones y acciones de los fieles de tiempos pasa-dos sólo se entienden acercándonos a sus mundos; por esto la impor-tancia de leer y de entender las distintas fuentes que generaron estas ins-tituciones que ayudarán en la comprensión de las sociedades cristianas del pasado. Las cofradías ofrecieron consuelo y soluciones para sortear la incertidumbre del más allá al proporcionar oraciones y misas colecti-vas continuas para rescatar las almas de los cofrades que se encontraran en el purgatorio. Así, unieron un acto de caridad, con la acumulación de gracia y con el acto de liberación del alma que, una vez en el cielo, reciprocaría rezando por sus hermanos vivos. Las cofradías fueron las instituciones que más vincularon de manera evidente y desde las accio-nes de los mismos fieles, a la asamblea purgante, militante y triunfante de los creyentes.

Los documentos más informativos para ver estos aspectos centrales de las cofradías son, de nuevo, las actas y constituciones pero, especial-mente, las patentes de las cofradías y los sumarios de indulgencias. Hay miles de patentes, tantas como existieron cofrades, porque fueron las cartas de pertenencia de los fieles a las cofradías. Estos papeles existen en los fondos de las cofradías y de las iglesias e incluso pueden aparecer en archivos particulares o en lugares inusitados. Las patentes fueron las cartas compromiso entre el cofrade y la cofradía especialmente cuando la cofradía era retributiva. A la muerte del cofrade, el familiar presen-taba la patente al tesorero de la cofradía para que se le entregaran los 25 pesos o se le pagaran los costos de la mortaja o del entierro. Si un cofrade había sido capaz de pagar las cuotas semanales de varias cofra-días, entonces las patentes también actuaron como un tipo de seguro de vida por el cual se podía acumular dinero en efectivo, así como pagar los costos de la muerte. Tanto en las cofradías retributivas como en las devocionales se especificaron las obligaciones en cuanto a la cantidad y frecuencia de las oraciones y misas. Para entender estas prácticas es-pirituales y de fe, se hace un estudio comparativo entre los diferentes

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beneficios que ofrecieron las cofradías para ver si cambiaron a lo largo del tiempo o si variaron entre cofradías y localidades. Será de mucha ayuda examinar los conceptos como infierno, purgatorio, salvación y dilucidar el papel de la comunidad en la práctica colectiva de la salva-ción. Las cofradías fueron instituciones importantes para la vida de las almas. Junto con las patentes, los testamentos, especialmente los de los cofrades, son fuentes que ofrecen una idea de la importancia que se le daba a las oraciones eternas y colectivas para asegurar la salvación.

Las vías para llegar al cielo también se examinan de manera inte-resante por medio de los sumarios de indulgencias otorgados por el pontífice a las cofradías que las solicitaron. Los sumarios concedían el privilegio de indulgencias y eran un tipo de contrato o carta compro-miso entre la cofradía que había obtenido el beneficio del Papa y que era extensivo a sus cofrades como privilegio espiritual. La pertenencia a una cofradía también determinó la cantidad de indulgencias para la remisión de los pecados a las que se hacían acreedores los cofrades. Los fieles novohispanos mantuvieron la percepción medieval europea de que las indulgencias compraban la entrada al cielo.16 Aunque la expli-cación teológica es más compleja (las indulgencias deben ser recibidas en un estado de gracia y con una actitud de verdadera contrición), las indulgencias limpiaban la mancha del pecado pero no la culpa, por lo que el paraíso, en realidad, no estaba asegurado. De cualquier modo, la comunicación de una cantidad importante de indulgencias plenarias y parciales por las cofradías a sus cofrades hacía que esta institución se percibiera como una fuente invaluable de vías hacia la salvación. Esta es la razón de la pertenencia múltiple a tantas hermandades. El estudio de estos documentos marca los derroteros americanos hacia la salvación y las prácticas de la acumulación de gracias por medio de las buenas obras y la oración. La pertenencia a las cofradías hacía que los herma-nos recibieran automáticamente las indulgencias en vez de comprarlas,

16 “Concede su Santidad a los dichos cofrades, así y estando así contritos y confesa-dos, y habiendo recibido el Santísimo sacramento de la Eucaristía, y en el artículo de la muerte invocaren el piadoso nombre de Jesús, si no pudieren con la boca, con el corazón, indulgencia plenaria y remisión de todos sus pecados.” Sumario de indulgencias de la pía y devota cofradía de los gloriosos santos san Crispín y san Crispiniano, aGn, Indiferente General, caja 23.

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práctica denunciada en Europa por muchos reformadores incluyendo Martín Lutero. Los sumarios indican los distintos tipos de indulgencias y lo que los cofrades debían hacer para obtenerlas, basándose en el sis-tema de reciprocidad u obligaciones mutuas entre cofradía y cofrade. Tanto las patentes como los sumarios son fuentes plenas de información para examinar a una comunidad orgánica y cristiana desde la óptica de la fe, caridad, hermandad y reciprocidad.reforma y tradición

El estudio de las cofradías con un análisis de larga duración permite ver los momentos de coyuntura y los procesos de continuidad polí-ticos, económicos y religiosos en un contexto institucional, pero es-pecialmente al nivel más profundo de la sociedad. Hacia las últimas décadas del siglo xviii, las autoridades eclesiásticas y reales comen-zaron a pedir una serie de informes y censos con la finalidad de fis-calizar pero sobretodo para generar información sobre estos cuerpos de los que se sabía poco y, en ese momento ya se concibieron como centros de lealtades locales potencialmente peligrosas para las políti-cas absolutistas de los monarcas Borbones. Los gobiernos eclesiás-tico y real vieron mal las características que hicieron tan fuertes a las cofradías: su exclusividad, privilegios y constituciones privativas. Sin embargo, el monarca y sus ministros ilustrados tenían claro que las hermandades contaban con fondos propios, que en muchas ocasio-nes eran considerables, y que, en la opinión ilustrada, se derrochaban en fastuosas fiestas y celebraciones que en los pueblos de indios pro-piciaban comportamientos degenerados y paganos y en las cofradías urbanas causaban desórdenes y fuga de capitales que harían más falta en las cajas reales. La Corona libraba una serie de guerras costosas en Europa para mantener su hegemonía; la necesidad de contar con fondos líquidos hizo que reparara en las cofradías como fuente de ingresos. En general, el pensamiento ilustrado percibió a las cofra-días como comunidades arcaicas y autónomas que organizaban ritos insensatos y costosos que sólo distraían a los fieles de practicar una devoción menos pública y escandalosa y más privada y recogida. Los tiempos habían cambiado especialmente para comunidades privile-giadas y exclusivas como las cofradías; España se encontraba en un

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proceso de fortalecimiento del absolutismo bajo los Borbones. Por su parte, las autoridades eclesiásticas también quisieron controlar las actividades de los fieles quienes, por medio de las cofradías, parecían dirigir sus propias devociones, liturgias y vidas espirituales en gene-ral. En esto coincidieron Corona e Iglesia a pesar de que el monarca, por otra parte, buscó someter a la Iglesia a la voluntad real ejerciendo de manera más enérgica su derecho de Patronato Real. La jerarquía eclesiástica, simpatizó y, en gran parte, colaboró con la política refor-mista de la Corona porque la gran mayoría de las cofradías estaban fuera de la jurisdicción de una Iglesia que tendía hacia la ortodoxia y la secularización. Las cofradías no sólo tenían estatutos propios sino que permitían que el fiel participara en áreas de devoción que debían ser del dominio exclusivo del clero. El catolicismo español ilustrado se preocupó por regresar a la pureza del Evangelio y a la ortodoxia de la creencia; las prácticas religiosas debían ser purgadas de las características paganas que las celebraciones populares mante-nían vivas. El comportamiento interior e individual se enfatizó frente a las manifestaciones exuberantes del sentimiento colectivo que fo-mentaban las cofradías. La ilustración católica regresó a la pureza de los Evangelios y a la austeridad espiritual del cristianismo primitivo. Muchos ilustrados también fueron regalistas que sostenían que la so-ciedad se regulara con normas reales dictadas y garantizadas por el monarca en todos sus reinos. Si el rey acababa con algunas cofradías y sus fiestas, entonces podría confiscar sus bienes y pagar los gastos de hospitales y recogimientos para pobres, administrando la caridad convertida ahora en beneficencia social.17

A partir del siglo xviii, se vio a las cofradías no como algo benéfico que mantenían soldada a la comunidad cristiana en cuerpos articulados y ordenados para el bien común, sino como comunidades separadas, divisorias, fuentes de lealtades y devociones locales que amenazaban más que compartían la autoridad del monarca.

17 V. por ejemplo Pedro Rodríguez Conde de Campomanes, Discurso sobre el fomento de la industria popular [1774]; Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento [1775], edición de John Reeder, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, Ministerio de Hacienda, 1975.

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La oposición más fuerte a las cofradías fue después de la expulsión de los jesuitas en 1767 y el debate se dio en torno a la legalidad de ellas. Uno de los oponentes episcopales regalistas más tenaces fue el arzobispo Francisco Antonio de Lorenzana (1722-1804). Ahora se exigía la unifor-midad vigilada por el clero y no la diferenciación. Ya no sería la comu-nidad quien salvaguardara la concordia, sino la autoridad. El Patronato garantizaría que el obispo quedara bajo la jurisdicción del rey y los curas como soberanos de sus parroquias, bajo el mando del obispo. Todos quedaron como oficiales reales y así, el clero secular y los oficiales de la Corona se disputaron el control de los bienes comunales, en el caso de las cofradías de indios, y los obispos contendieron por la jurisdicción del territorio con los nuevos intendentes. En 1782, la Corona decretó que los bienes materiales no se podían convertir en espirituales sólo por per-tenecer a una institución eclesiástica. Este decreto intentó erosionar el ámbito jurisdiccional de la Iglesia pero también reconoció a las cofradías como instituciones laicas. Los bienes ya no eran asuntos de fe. Con esta política, todas las instituciones debían solicitar o confirmar la licencia real con una justificación por escrito, para operar. Estas solicitudes eran documentos que contenían muchos datos acerca de qué opinaban las cofradías del decreto y de cómo se percibían a sí mismas, su papel en la sociedad y al interior del cristianismo. Muchas solicitudes fueron decla-raciones de principios con la historia de la cofradía, desde su fundación, para justificar su existencia. Las respuestas del monarca confirmando o extinguiendo a la cofradía, por medio de su fiscal, son igualmente inte-resantes. Las confirmadas, en su gran mayoría, fueron las que contaban con bienes y una membresía prominente mientras que las extinguidas se vieron de poca utilidad, es decir, tuvieron membresía raquítica y poco capital. En el caso de las cofradías de indios, el fin fue controlar a estas instituciones y resguardar los bienes comunales al garantizar el pago del tributo. En términos políticos, quedó claro que se debía obedecer a la Corona y que la jurisdicción episcopal debía limitarse a lo espiritual.

El 24 de mayo de 1794, el arzobispo Núñez de Haro y Peralta entregó el informe de todo su arzobispado al virrey Revillagigedo. Reportó la existencia de 991 cofradías de las que 152 estaban en la ciudad de Méxi-

18 aGn, Cofradías y Archicofradías, vol. 18, exp. 3.

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co.18 El arzobispo recomendó que sólo subsistieran 425. Pero el golpe mortal a las cofradías vino con el decreto de Consolidación de Vales Reales de 1804-05 que ordenó que los fondos eclesiásticos invertidos se transfirieran a la Corona con el 3% de interés anual sobre los capitales incautados.19 El virrey mandó dos circulares el 10 y 28 de septiembre de 1805 respectivamente, donde se ordenó a todos los notarios presentar listas de las fundaciones eclesiásticas y sus bienes directamente a las autoridades virreinales sin pasar por las eclesiásticas. El decreto dio por hecho que los ingresos de las capellanías y cofradías eran temporales y que recaían bajo la jurisdicción real. La enajenación de los capitales de las cofradías perjudicó a muchos cofrades, los principales destinatarios de los préstamos. Muchos capitales fueron la suma de pequeñas canti-dades de 25, 50 y 100 pesos utilizadas para necesidades particulares. El resultado fue una crisis de confianza en el sistema político y el desplome de las redes crediticias, junto con la disminución dramática de la asis-tencia material que sostenían establecimientos eclesiásticos y las cofra-días. Aunque las cofradías de indios estuvieron legalmente exentas de las enajenaciones, en la práctica esta permisa no se cumplió. Solamente se lograron recursos de excepción al comprobar que las cofradías esta-ban compuestas únicamente por indígenas.20

Las peticiones de licencias junto con las apelaciones en respuesta a las confiscaciones de capitales por la Junta de Consolidación, nos dan una idea muy clara de la situación desesperada y el sentimiento de des-concierto que se generó por las reformas. Las peticiones se encuentran entre los papeles de las cofradías y también en la sección Audiencia de México en el Archivo General de Indias. Otras fuentes que contienen información cualitativa y cuantitativa para este periodo son las declara-ciones de los bienes de las cofradías a la Junta de Consolidación. Esta liberalización de la propiedad por la Corona siguió los principios de la nueva economía política que intentó desamortizar los recursos eclesiás-

19 V. Gisela Von Wobeser, Dominación colonial. La Consolidación de Vales Reales, 1804-1812. México, unam, 2003 (serie Historia Novohispana, núm. 68).

20 Ibidem, pp. 151 y 159.21 Rosa María Martínez de Codes, “Cofradías y capellanías en el pensamiento ilustra-

do de la administración borbónica, 1760-1808” en Pilar Martínez López-Cano, Gisela Von Wobeser y Juan Guillermo Muñoz (Coords.), Cofradías, capellanías y obras pías, p. 18.

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ticos y fortalecer el poder del monarca sobre la Iglesia.21 Las cofradías fundamentaron a la sociedad sobre una serie de cuerpos que unieron a los fieles y armonizaron las estructuras estamentales desiguales. La embestida ilustrada significó una ruptura en la monarquía que por si-glos había garantizado los derechos de las corporaciones. El sistema de crédito también se financió sobre la buena fe entre el prestamista y el prestatario. Los lazos familiares, de compadrazgo, amistad y de ne-gocios fueron institucionalizando el funcionamiento del sistema hasta convertirlo en tradición. Con la crisis que se suscitó a partir del for-talecimiento del absolutismo y de la Consolidación en particular, los fundamentos tradicionales de la sociedad, la política, la economía y de las prácticas religiosas se resquebrajaron y entraron en una situación de incertidumbre. Ya no había confianza. De nuevo, los papeles de las cofradías reflejan los sentimientos en torno a una transición tan súbita,

¿Qué de inconsecuencias se experimentarían si a los hombres se les per-mitiese quebrantar la fe prometida? Sin duda que ninguno se atrevería a contraer y cesarían en tal sistema los comercios tan útiles y necesarios para conservar la vida política y civil […]. La fe que se promete en los pactos y contratos debe inviolablemente observarse por el interés que resulta a la sociedad y pública utilidad que en esto se versa […]. Es notorio que la re-ligiosidad y honradez han formado siempre el carácter de los señores que han compuesto la Ilustre mesa de Aránzazu y que por esas apreciables cir-cunstancias se han granjeado la estimación y concepto público, como que más de una vez habrá oído a los necesitados de recibir a réditos capitales para sus giros que apreciaban tratar con dicha ilustre mesa por la formali-dad y equidad que han quedado en todos tiempos en sus contratos.22

Las cofradías y sus fuentes ofrecen un tema de estudio que refleja lo que fue la sociedad, por lo menos hasta las reformas borbónicas, una comunidad de fieles cristianos.

22 Archivo de la Biblioteca Nacional de Antropologia e Historia, Papeles sueltos. Fon-do de las Vizcaínas, Rollo 1 “Carta de don José Domingo Lazo de la Vega al señor licen-ciado D. Juan Martín de Juanmartiñena sobre la testamentaría de José de los Heros”, 2 de diciembre 1806.