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erre?›, Orgapo äe su Veperable Oräep Cercera y (ofraäías Dirección y Administración: PP. MERCEDARIOS Silva, 39.—Madrid (12) 15 DE JULIO DE 1930 <> <> c NÚIM. 7 s -U NI A 10 EL PADRE DE LOS CAUTIVOS, por Fr. M. Escánez.—LA PAZ DE CRISTO EN EL REINO DE CuisTo, por Fr. R. Delgado.—EL Rvmo. P. MATÍAS PAPIOL, por Fr. G. Vázquez.—MI AMOR, por Fr. M. 5.—UN REFRÁN GALLEGO, por Fr. G. Placer.—DÍA EUCARÍSTICO, por Fr. R. Sanjurio.—LA FESTIVIDAD DEL CORPUS EN EL REAL SANATORIO DEL GUADARRA- MA. EL CASO DE SANTA TERESITA, por García CUENTOS VIEJOS, por Naturalista.—DE SAGRADA ESCRITURA, por Fr. G. VäZqUeZ. CARTA LÍRICA, por Sergio M. DUITI.- LO QUE Vi EN MILÁN, por Fr. G. Nlifiez.—PAGINA MISIONAL. jORA PRO NOBIS!, por 1. G. Herre- ros.—EL AMOR A CRISTO, por M. S.—NoTiciAs.— NECROLOGÍA. —INDULGENCIAS DEL MES. ESTAMPAS DE LA MERCED EL PADRE DE LOS CAUTIVOS Con este sobrenombre es conocido en Barcelona el santo Fundador de los Mercedarios. Está ya mu y viejecito. Camina su vida hacia el ocaso, como el sol de aquella tarde otoñal en que, a ruego de sus religiosos, hubo de acceder a dar un corto paseo, acaso el último de su vida, por la orilla de encajes y corales del viejo Mediterráneo. Su humildad no le permite hacer- lo por las plazas y calles de la po- pulosa urbe. En cuanto por ellas se deja ver su blanca y venerable si- lueta, un enjambre de niños le rodea aclamándole, besándole el escapula- río, pidiéndole la bendición. Las mujeres—las pobrecitas mujeres— que saben las lágrimas que ha en- jugado y las penas qué ha mitigado, alzan también su voz y lo bendicen. Los caballeros se le acercan ofre- ciéndole su poderosa ayuda; los me- nestrales y pescadores se descubren a su paso siguiéndole y vitoreándole sin cesar... «El Padre de los cautivos» es su padre. El afecto tiernísimo que siente por sus hijos, le lleva a condescender por esta vez con el deseo que tantas veces le han significado ellos de que

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erre?›,Orgapo äe su VeperableOräep Cercera y (ofraäíasDirección y Administración:

PP. MERCEDARIOSSilva, 39.—Madrid (12)

15 DE JULIO DE 1930

<> <> c NÚIM. 7

s -U NI A 10EL PADRE DE LOS CAUTIVOS, por Fr. M. Escánez.—LA PAZ DE CRISTO EN EL REINO DE

CuisTo, por Fr. R. Delgado.—EL Rvmo. P. MATÍAS PAPIOL, por Fr. G. Vázquez.—MI

AMOR, por Fr. M. 5.—UN REFRÁN GALLEGO, por Fr. G. Placer.—DÍA EUCARÍSTICO,

por Fr. R. Sanjurio.—LA FESTIVIDAD DEL CORPUS EN EL REAL SANATORIO DEL GUADARRA-

MA. — EL CASO DE SANTA TERESITA, por García — CUENTOS VIEJOS, por Naturalista.—DE

SAGRADA ESCRITURA, por Fr. G. VäZqUeZ. — CARTA LÍRICA, por Sergio M. DUITI.- LO QUE

Vi EN MILÁN, por Fr. G. Nlifiez.—PAGINA MISIONAL. — jORA PRO NOBIS!, por 1. G. Herre-

ros.—EL AMOR A CRISTO, por M. S.—NoTiciAs.— NECROLOGÍA. —INDULGENCIAS DEL MES.

ESTAMPAS DE LA MERCED

EL PADRE DE LOS CAUTIVOSCon este sobrenombre es conocido

en Barcelona el santo Fundador delos Mercedarios.

Está ya muy viejecito. Camina suvida hacia el ocaso, como el sol deaquella tarde otoñal en que, a ruegode sus religiosos, hubo de acceder adar un corto paseo, acaso el últimode su vida, por la orilla de encajesy corales del viejo Mediterráneo.

Su humildad no le permite hacer-lo por las plazas y calles de la po-

pulosa urbe. En cuanto por ellas sedeja ver su blanca y venerable si-lueta, un enjambre de niños le rodeaaclamándole, besándole el escapula-

río, pidiéndole la bendición. Lasmujeres—las pobrecitas mujeres—que saben las lágrimas que ha en-

jugado y las penas qué ha mitigado,alzan también su voz y lo bendicen.Los caballeros se le acercan ofre-ciéndole su poderosa ayuda; los me-nestrales y pescadores se descubrena su paso siguiéndole y vitoreándole

sin cesar...«El Padre de los cautivos» es su

padre.El afecto tiernísimo que siente por

sus hijos, le lleva a condescenderpor esta vez con el deseo que tantasveces le han significado ellos de que

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dé algún breve paseo para reparar

sus ya casi exhaustas fuerzas cor-

porales.

Y así, la vera solitaria del mar,

de aquel mar que tantas veces hubo

de cruzar ansiando verter su san

gre por sus queridos cautivOs, lo vi6pasar caminando despacito en la

gloria de* aquel dulce atardecer de'

otoño...

Jesús, su buen amigo, ha encen-

dido un volcán de amor divino en

su pecho. Júzgalo él oculto a las

miradas de los hombres. No se le

alcanza, en su humildad, que nada

hay tan difícil de celar acá en la

tierra como el amor de Jesús, por

ser este amor, al mismo tiempo,

«luz» según la «física divina». Luz

de vibraciones infinitamente más

penetrantes y 'poderosas que, las del

sol.

De ahí que su faz venerable apa-

rezca, a quien la contempla, ungida

y aureolada, no obstante su edad,

de un arrebol inefable, de una eful-gencia misteriosa.

Cuando una lámpara eléctrica re

cibe una corriente de voltaje supe-

rior al que ella puede sostener, aca-

ba la pobrecilla por fundirse y des-

integrarse tras de haber lucido con

un desusado resplandor.

Al corazón de aquel varón de

Dios, vendrá día en que le acaecerá

lo propio., La rosa sangrienta de su

corazón, transformada en lámpara

de luz divina por participación, no

podrá resistir el ímpetu de la • co-

rriente que parte del Corazón de

Cristo. Forzosamente habrá de fe-

necer tras iluminarnos con un ful-

gor inefable...

La cercanía del convento, encla-

vado en la misma marina, le ha,

facilitado al humilde - fundador de

la Merced el poderse alejar, ayuda-

do del joven religioso que le acom-

paña, como un kilómetro y medio

escasos.

Vuelven ahora muy despacio, ad-

mirando el delicioso paisaje ribere-

ño, aspirando el aroma inyodadode la costa, recibiendo en sus ros-

tros la dulce caricia del terral, fra-

gante de membrillos y manzanas...

Tras unas suaves colinas de vio-

leta y entre jirones de una nubecillaroja y malva, dice el sol adiós al

día... Su luz quebrada, tornasola

las velas de los galeones y bergan •

tines que cruzan el mar con lento

cabeceo... Sobre las tapias de las

«torres> y de las cercanas masíasribereñas, cuelgan las últimas ro-

sas y se desperezan los granados

con su fruto abierto en un delicioso

bostezo de rubíes...

Por fin, tras el' breve paseo, ha

logrado nuestro Santo, ayudado y

— 243 —

sostenido casi en vilo por su compa-

ñero, subir los peldaños enmoheci-

dos de la puerta que sobre la misma

Playa tiene el huerto del convento.

Son pocos y breves, orlados de algas

Por sus flancos y cubiertos de arena

Y menudas conchas.

Por un senäerillo orillado de mir-

tos y tapizado de hojas amarillas,

han ascendido poco a poco los dos

hasta la parte central del mismo.

Fórmanlo varios bancales en suave

declive.

Sobre uno de los bancos de ma-

dera cercanos al pozo que en el cen-

tro se yergue, se ha sentado el santo

anciano a descansar. Su compañero

le ruega espere allí unos momentos.

Ra notado en él una fatiga y falta

de fuerzas desacostumbradas. Quie-

re avisar a otrb religioso para que

le ayude a subirlo, como otras veces

han tenido ya que hacer a causa de

su extremada debilidad. En el en-tretanto un paja rillo que ' va bus-

cando asilo donde guarecerse, se ha

Posado en el hierro que corona el

Pozo y ha querido poner una nota

fugitiva de cristal en la serenidad

apacible de aquel atardecer de otoño.

Suena la campana del Monasterio

invitando a sus religiosos al coro.

Nuestro santo Patriarca Nolasco

yérguese juvenilmente, da los pri-

meros pasos, pero al punto torna a

sentir profundo desfallecimiento.

Vuelve, angustiado, su vista a un

lado y a otro para ver si vienen a

ayudarle.De improviso se siente suave-

mente cogido entre los brazos de dos

ángeles que, risueños y dichosos, lo

transportan hasta el coro en medio

del natural estupor de aquellos bue-

nos religiosos...

En el cielo comienzan a brillar

las primeras estrellas. La fronda

de los naranjos y limoneros del

huerto solloza con un inefable estre-• •

mecimiento de pureza.En los claustros y escaleras del

Monasterio se aspira un celestial

perfume de nardos y de azahares.

FR. MIGUEL ESCA'NEZ

San Claudio (Oviedo).

74*-4=

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La paz de Cristo en el reino le Cristo50000sems.0.0000.0neeeee...000000seese—000...emen0000n

amor en las familias, de ellos está La paz que necesitan los pueblos.ausente Cristo, «porque la disgrega-ción de la familia, hace tiempo inicia-da, ha sido favorecida por el azoteterrible de la guerra, que ha alejadodel hogar doméstico a los padres y alos hijos y ha aumentado lamenta-blemente la licencia de las costum-

bres.»Con mucha verdad podernos aplicar

a los momentos actuales que vivenlos pueblos aquellas palabras del Pro-feta Jeremías: «Esperábamos la paz ynada bueno ha venido; el tiempo de lacuración, y ha venido el terror; eltiempo del remedio, y ha venido el es-panto. Esperábamos la luz, y ha ve-nido la oscuridad; el juicio, y no hallegado; la salud, y está lejos de nos-

otros.»

La caridad y la justicia.

— 245 —

La paz política, la paz social, lapaz internacional, la paz impuesta porla Sociedad de Naciones y por lostratados, no son suficientes para tran-quilizar las almas, serenar los espíri-tus y llevar la dulce felicidad a loscorazones. «No son los soldados losque hay que desarmar para que rei-ne la paz entre los pueblos—diceMgr. Cerretti, Nuncio del Romano

Pontífice en París—son los espíritus

y los corazones » , porque sólo así es

como vendrá la paz de Cristo en el

reino de Cristo. La paz que tanto an-helan las almas y las naciones no escuestión de táctica, no se confeccio-na en las cancillerías diplomáticas, nien las bases de los tratados interna-cionales, ni a las orillas del lago deGinebra; la paz es un soberano dondel Espíritu Santo, es cuestión demoral, «que en Dios tiene su funda-

mento y su sanción».

La paz que necesitan los puebloses la paz de Cristo, esa paz que «so-brepuja todo sentido»; aquella paz queen celestiales raudales de armoníaproclamaron los Angeles en la cuevade Belén; la que «es obra de justicia»,

en frase de Isaías; aquella que el

Aguila de Hipona define: «tranquilidad

en el orden»; la que Benedicto XV

llama: «un bellísimo don de Dios»,Porque la paz no es—como dijo Hob-bes—la ausencia de la guerra.

La paz que necesitan los pueblos,la que tanto anhelan las almas, es lapaz que Jesucristo nos trajo al venir aeste mundo; la paz del alma regene-rada por la gracia; la paz del espíritu

Tal es la bella divisa del AugustoPontífice Pío XI, llevar la paz a las al-mas, hacer efectiva la paz en las na-ciones, reverdecer el amor en la fami-lia, restaurar el mundo bajo el imperiode la paz y del amor, asentándolo so-bre sus verdaderas y sólidas basescontenidas en el Evangelio de la pazy del amor.

No hay paz en los pueblos.

No existe la paz en los pueblos, no

se ve por ninguna parte la pacifica-ción de los espíritus, la bella tranqui-lidad de las almas. Al aplicar el oídoal corazón de las modernas socieda-des para auscultarlo, no se observanmás que profundas irregularidadesen sus palpitaciones; condensadosodios, ocultos rencores invaden to-das las capaA sociales; intrigas políti-cas plenas de peligrosas inquietudes,de insanas rebeldías, de temerariasvacilaciones, de hondos recelos, eslo que impera en las altas esferas delos Estados y en las cancillerías di-plomáticas; el nacionalismo más exa-gerado perturba las regiones, sem-brando la desconfianza y la zozobra;el desenvolvimiento y las resolucio-nes que la misma Sociedad de Nacio-nes está dando a los encontrados in-tereses internacionales, satisfacen amuy pocos; ella misma vacila y noencuentra en la senda de la paz másque obstáculos y dificultades; las na-ciones se temen unas a otras, se mi-ran recelosas y siguen armándose,

aumentando con cifras fabulosas elpresupuesto de guerra; la economíanacional sometida a incesantes vaci-laciones, que arrancan ayes de dolora muchos hogares; los generosos es-fuerzos de los hombres de buena vo-luntad—si los hay—son estériles, nose ven coronados con el éxito, porqueel más refinado egoísmo imperialista,económico, industrial y comercial, esel supremo ideal de los pueblos; unanegra ola de maquinaciones, de ame-nazas perturbadoras, de injustificadasresistencias invaden los centros cul-turales, llevando la indisciplina y eldesorden a las hermosas juventudes;los partidos políticos sin orientaciones definidas, sin programas salvado-res, viviendo en una desconcertanteinquietud. Una aterradora desconfian-za se proyecta sobre el mundo.

No existe tampoco la paz social.Por todas partes se ven brotar denuevo la lucha de clases. Los roncosrugidos del comunismo, del sovietis-mo y del socialismo están despertan-do las masas del proletariado paralanzarlas a las conquistas de la de-mocracia universal.

La misma paz religiosa no existe.Las almas viven en constante sobre-salto, porque—como dice el SoberanoPontífice Pío XI—los desastres menossentidos, pero más terribles, produci-dos por la guerra en el orden sobre-natural, han causado grandísimo dañoen las almas.

En los hogares no hay paz, no hay

No; nadie puede creer en una pazuniversal, faltando de las deliberacio-

nes de la Sociedad de Naciones y delas cancillerías diplomáticas la cari-dad y la justicia. La caridad une a los

hombres; el egoísmo los separa. La

j usticia hace grandes a las naciones;el pecado las hace miserables. Para

que brille el sol esplendoroso de lapaz en los pueblos, es necesario que

la justicia y la paz se den un abrazo;es necesario que se borren las iniqui-dades para que venga el advenimientode la justicia eterna.

Pero, ¡no hay justicia! ¡no hay cari-

dad! ¡no puede haber paz!La paz sin Cristo nada vale, nada

significa, porque no puede existir lapaz universal sin la caridad y la justi-Cia.

—• 246 —

vivificado por la Comunión eucarísti-tica; la paz del corazón pleno de amorde Dios; la paz de la inteligencia har-ta de verdad; la paz del trabajo y delsacrificio; la paz exenta de odio, deegoísmo, de inquietud y de injusticia.Esta es la paz que necesitan los pue-blos.

El egoísmo separa a los hombresy a los pueblos.

A las sociedades modernas nada lesfalta, todo lo tienen: confort, adelan-to, progreso, cultura... Pero ¡ah! lesfalta algo, algo muy importante, lesfalta corazón, les falta amor. La gra-ve dolencia del siglo XX es el egoís-mo.

Un gemido sordo—escribe el PadreLacordaire —una queja unánime, des-cubre a toda la tierra el enfriamientode los corazones. Ora escuche yo alhombre que lleva el peso del serviciomilitar, ora al magistrado, llamado alas funciones de justicia, ora al profe-sor que mezcla en el alma del jovensus secretas inclinaciones, ora alhombre político que de cerca estudialos grandes problemas sociales, oraescuche, por último la voz de la so-ciedad, por cuantos poros, oigo sola-mente resonar una palabra en mi oído:el egoísmo.

Esta enfermedad de las sociedadescontemporáneas, que es ya crónica,por ser tan antigua como el hombremismo, atraviesa hoy por graves cir-cunstancias que favorecen su des-arrollo e impiden el advenimiento dela paz de Cristo en el reino de Cristo.¿Quién es si no el culpable de la granguerra que ha flagelado duramente los

pueblos de Europa? El egoísmo.¿Quién es el responsable de esosodios profundos, de esas amenazasde exterminio, de esos peligrosos re-celos y de ese manto de miseria queenvuelve a muchas naciones? Elegoísmo. ¿Cuál es el principal obs-táculo que encuentran los políticos alas orillas del lago de Ginebra para eladvenimiento de la paz mundial? Elegoísmo. ¿Qué vale la razón, qué im-porta el derecho, qué significa la jus-ticia en las cancillerías europeas?Nada. El egoísmo lo absorbe todo ylo mata todo.

Jesucristo Príncipe de la Paz.

Toda la vida de Jesucristo no esmás que la maravillosa historia delreinado de la paz. Jesucristo fué vati-cinado por los Profetas de Israel comoPríncipe de la Paz y Rey Pacífico; alentrar en el mundo fue cantado porlos Angeles con armonioso himno depaz y de amor. Pasó por el mundohaciendo bien y derramando por to-das partes el bellísimo don de la pazde Dios; siempre que abría sús divi-nos labios era para bendecir a las al-mas y pronunciar palabras de ( vidaeterna) que llevasen a los corazonesconsoladoras esperanzas. «La pazsea con vosotros», era su saludo fa-miliar. La mayor y más bella herenciaque deja a sus discípulos es la paz:«mi paz os dejo».

El Evangelio de Jesús es el Evan-gelio de la paz, en frase de San Pa-blo. Todas sus páginas están palpi-tando paz y amor; allí todo es luz,porque todo es paz y amor.

La Iglesia Católica heredera de lapaz de Cristo.

La Iglesia católica, ave divina, queremonta su vuelo desde la cima de lasensangrentadas rocas del Calvario,ha recogido con santa veneración elsagrado legado de la paz y del amor,para irradiarlo en las almas y en lospueblos. Ella está siempre animadade los mismos sentimientos que sudivino Fundador; y por eso no hacemás que predicar y recomendar lapaz. En sus oraciones, en su litúrgi-ca, en su culto, pide incesantementevenga pronto el advenimiento de lapaz de Cristo en el reino de Cristo.Ella trabaja por asentar en las nacio-nes la paz interior y la paz exterior;ha sido siempre la gran maestra yeducadora de las almas, la forjadorade pueblos, la sublime mentora de na-ciones, guia e inspiradora de civiliza-ciones. Por eso, a imitación del celes-tial Maestro, ha pasado y pasa por elmundo haciendo bien; extendiendopor todas partes el esplendoroso rei-nado de la paz, de la caridad, de lajusticia, del derecho, de la fraterni-dad, de la libertad cristianas. ¡Ah!¡qué hermosa y soberanamente bellaes la acción de la Iglesia de jesucris-to dejando sentir su positiva influen-cia y su inmenso poder moral entresus hijos para dirimir enojosas con-tiendas, suavizar peligrosos roza-mientos, evitar dolorosas y lúgubresjornadas, sangrientas luchas y días deluto! ¡Cuántas veces la Iglesia católi-ca, en medio de un horizonte som-brío, preñado de amenazas, levanta labandera blanca de la caridad y pro-

clama, contra la fuerza, la justicia, elderecho y la libertad de las almas yde los pueblos! Ya en su tiempo SanAgustín, refiriéndose a los bárbarosdel norte, escribía: «Todas las devas-taciones, matanzas e incendios quehan cometido, son hijos de los hábitoscrueles de la guerra; pero ese rayo decaridad y de piedad para la debilidaddesarmada y de Cres peto a las cosassantas que ha brillado entre las som-bras de odiosas crueldades, ese es

debido a la influencia de Cristo y, de

la Iglesia» (I). «Sola Ella—escribeun gran publicista contemporáneo —puede traer la paz; Ella tiene en suseno la fe que levanta y consuela, lafe que extingue la desesperación yfortifica las almas. Sólo ella, en lafraternidad cristiana, tiene el secretode la paz y el fermento de las institu-ciones redentoras. Sólo Ella enseñalas leyes de la justicia que dan a lospoderosos la medida de su fuerza y alos débiles la garantía de sus dere-chos; Sólo Ella posee los tesoros dela caridad que consuela los sufrimien-tos y socorre las miserias. Sólo Ellapuede inspirar la triple reforma de Jacual depende la salvación social: laeducación que forma las almas, la or-ganización que armoniza los intere-ses, la legislación que protege la de-

bilidad..Causas de la intranquilidad mun-

dial.

Son múltiples y muy complejas lascausas de la intranquilidad mundial.Los políticos y muchos sociólogos

(1) De civitate Dei. 1-7.

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El Pvdmo. P. Matías Papiol -I- 1568

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las encuentran en otro terreno, peroel augusto Pontífice Pío XI, con ungran conocimiento de los graves ma-les que aquejan al mundo, señala lassiguientes: el triunfo de la fuerza y delnúmero con ultraje de la seguridadhumana: el amor de los bienes mate-riales con desprecio de los espiritua-les; la soberbia, la codicia y la sen-sualidad, esas tres concupiscenciasque nacen de la raíz envenenada delpecado, y roen el viejo tronco de lahumanidad: y también la desviaciónde ese nacionalismo inmoderado queolvida no sólo que todos los pueblos,como miembros de la gran familiahumana, están unidos con los lazosde la fraternidad y tienen derecho a lavida y a la prosperidad, sino tambiénolvidan que no es útil ni permitidosacrificar la justicia a la conveniencia,porque escrito está en el libro de losProverbios que «la justicia eleva a lasnaciones mientras que el pecado lashace miserables». A estas hay queañadir el imperialismo absorbente, elegoísmo, el acaparamiento comercial,el industrialismo, los errores políti-cos, las pasiones, etc., etc., factorestodos generadores de la inquietudmundial. «El día—escribe Pío Xl— enque los Estados y los Gobiernos con-sideren como un deber sagrado regu-lar su vida política interior y exteriorsegún las enseñanzas y preceptos deJesucristo, entonces, y sólo entonces,gozarán en el interior de una paz

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provechosa, establecerán tratados demutua confianza con los demás pue-blos y resolverán pacíficamente losconflictos que pudieran surgir.» Peropara esto es necesario la paz religio-sa, la paz de las almas, la paz domés-tica; sólo así es como vendrá ia pazmundial. Es necesario, para asentarla paz sobre bases firmes y estables,que la Iglesia de Jesucristo deje sentirsu eficaz influencia, su positiva acciónregeneradora en la Sociedad de Na-ciones. Porque—como escribe un cé-lebre publicista—«no se hará obra enlas orillas del lago de Ginebra, si noes informada y regida la vida interna-cional por las verdades santas pro-mulgadas en las orillas del lago deTiberíades», contenidas en el Evan-gelio de la paz y del amor.

Hacia la paz.

Un marcado movimiento pacifistase observa en todas las naciones. Ladoctrina pacificadora de Jesucristo seva imponiendo en la gobernación delos Estados y en las cancillerías di-plomáticas. Los pueblos quieren ypiden paz. Todos , debemos trabajarbajo los soberanos auspicios del Au-gusto Pontífice Pío XI, en la bellaobra pacificadora de las almas y delos pueblos, en el advenimiento de lapaz de Cristo, en el reino de Cristo.

FR. R. DELGADO CAPEÁNS0. de M.

Fue el último General vitalicio de laOrden, aunque gobernó sólo algunosmeses y no llegó a obtener la confir-mación de la Santa Sede por la opo-sición de Felipe 11. Esto le ha perjudi-cado en concepto de algunos, perosin motivo, como demostrarán losdocumentos que alegaré encontradoshace poco y donde menos cabía espe-rarlo: en el Archivo del Reino de Na •

varra (1).Aplicábanse entonces con gran fer-

vor los decretos reformadores delConcilio de Trento (la única reformaverdadera) y casi todas las Ordenesintrodujeron cambios importantes ensu disciplina, beneficiosos en granmanera y aun necesarios conforme ala calidad de los tiempos.

Para implantarlos en la Merced de-seaba el Rey que se defiriera la elec-ción de General. Había muerto en no-viembre de 1567 el Rvdmo. Fr. MiguelPuig y estaba convocada nueva elec-ción para el 20 de enero en Barcelo-na. El Rey dió orden al Embajador enRoma para negociar la suspensióndel capítulo, pero cuando llegó la bulaestaba ya hecha la elección (2).

Para convocar a los electores deCastilla vino a Madrid Fr. SebastiánBeltrán, pero recibió orden de no mo-

(1) Archivo de Navarra: Mercedarios de Pam-!Muna, leg. 416.

(2) Serrano (P. Luciano): Correspondencia di-P l omática entre la Santa Sede y Felipe 11.

verse del Convento hasta nuevo avi-so; el documento firmado por el Se-cretario Zayas está con los otros enPamplona

Lös electores de la corona de Ara-gón y Francia procedieron, sin em-bargo, al nombramiento de Generalel 20 de enero de 1568 y salió elegidoel Prior de Barcelona Fr. Matías Pa-piol. De Francia habían venido elProvincial Maestro Fr. Pedro Penchi-nat, que era a la vez Comendador deCarcasona; el de Tolosa, Fr. Juan Ga-liofy, y el de Maleville, Fr. Juan delAubespin, que fue luego provincial.

Felipe II sintió no haber llegado atiempo, pero supo disimular, sin en-frentarse con la opinión de Cataluñaque apoyaba al P. Papiol. AquellosReyes del «ordeno y mando) sabíanesquivar los choques con la opiniónpública, bien o mal dirigida, hartomejor que los Gobiernos democráti-cos al uso.

Los electores enviaron a Roma alPadre Jerónimo Antich para obtener laconfirmación, presentando al nuevoGeneral en los siguientes términos:

«El dicho Fr. Matías Papiol, electo,es Maestro en Sagrada Teología, decincuenta y cinco años, nacido dematrimonio legítimo y noble, y ha des-empeñado el cargo de Predicador du-rante treinta años y lo continúa aúnen las Catedrales y Diócesis del Reinode Valencia y Mallorca y en las Cate-

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drales de Tarragona, Barcelona, Vichy en casi toda Cataluña, católica ycristianamente, sin que la Inquisiciónhaya encontrado qué reprender en él.

»Fué diez arios Comendador delMonasterio de Santa María de la Mer-ced de la ciudad de Vich, y de dichaencomienda fue trasladado por la Re-ligión a Secretario general de la mis-

ma, desempeñando este oficio más deveinte años.

}Y el año 1555 fue elegido por elcapítulo general celebrado en la ciu-dad de Zaragoza para ir a Argel aredimir cautivos cristianos del poderde los sarracenos, en fuerza de laobediencia y del voto, donde él y suscompañeros pasaron muchas cosasignominiosas, en la cual redenciónrescató y trajo consigo a tierra decristianos 73 cautivos que puso enliberlad.,.

»Por lo cual al año 1561 fué igual-mente elegido redentor de cautivoscristianos, dirigiéndose a Argel, y unode sus compañeros, que era el Co-mendador de Calatayud, por los im-properios que les hicieron los infieles,terminó su vida. En la cual redencióncon sus compañeros rescató 427 cau-tivos cristianos, los que trajo a liber-tad y a tierra de cristianos a Valencia(el 27 de noviembre de 1562)».

Y el año 1561 en dicho capítulo fuecreado y nombrado Vicario generalde toda la Orden... elabía sido ade-más Visitador de la Orden por elObispo de Barcelona, ComisarioApostólico con dos Padres Dominicospara implantar las reformas triden-tinas».

Este documento contiene datos tancuriosos como seguros sobre la vidadel P. General y sobre las redencio-nes de aquellos arios, confirmando enparte lo dicho por nuestros historia-dores.

Por ellos y por las actas de loscapítulos sabemos que el compañerodel P. Papiol en la redención de 1555,fué el P. Miguel de Echarry, que lesiguió también en la de 1562, a pesarde su edad avanzada, acabando lavida en tan glorioso ministerio. EraComendador de Calatayud por lo me-nos desde 1547.

En la redención de 1562 que hicie-ron juntas las provincias de Aragón yCastilla fue redentor por ésta el ve-nerable Padre Juan Vallejo y el Pa-dre Antonio Martínez, Comendadorde Cazorla, muy práctico en estosmenesteres, pues había ido varias ve-ces al Africa. Buena falta hizo su ha-

bilidad para obtener la libertad decuatro monjas franciscanas que se di-rigían a Caller para reformar un Mo-nasterio de su Orden. Con su modes-tia habían impuesto respeto a los mo-ros, mas pedían por ellas una canti-dad exorbitante.

Las actas del capítulo general de1547, celebrado en Gerona por el Re-verendísimo Fr. Miguel Puig, confir-man que era entonces Comendadorde Vich el P. Matías Papiol y fué nom-brado además primer elector por Ca-taluña para el caso de faltar el Gene-ral; y esto a pesar de su corta edad,que andaba en treinta y cinco años;¡prueba de su valía! Había profesadoen Barcelona el 11 de febrero de 1529,

De todas las hermosasla más bella es mi amada,y el amor que le tengo es el más puro,y el fuego que en mi almaarde profundo, inmenso,es el que Ella ha encendido con su llama.Allí como los hierrosque caldea la fragua,mis afectos sacuden las escorias,resplandecen, se ablandan,y es que el amor de Ellainvade y compenetra mis entrañas.¡Ay, fuego el más querido,centella sosegada,amor que dulcedurnbres celestialespacífico derramas!No eres el cieguezuelode revoltosas alas,el cieguezuelo que desasosiega,

en manos de Fr. Domingo Clavería,lugarteniente de Prior (1).

Aunque las reformas eran necesa-rias, el P. Papiol merecía bien el ge-neralato para el que había sido elegi-do, y tal vez hubiera obtenido la con-firmación si la muerte no le hubierasorprendido en Zaragoza el 28 de ju-lio de 1568.

Con esto quedaba expedito el pasopara quitar el generalato perpetuo,reduciéndolo a seis años, como sehabía hecho en casi todas las Orde-nes.

FI2. GUILLERMO VÁZQUEZ

(1) A. C. A. Monacales 2.710. Libro original deprofesiones.

que suspiros levantadel corazón herido,de/pobre corazón que dolor sangra.Hermosa Peina mía,prendida entre las mallasde esas redes que prenden corazones,prendida está mi ánima:Allí está a su saboren ellas enredada,disfrutando en silencioesa paz de los cielos que embriaga.

—Cuando las hermosuras de este mundo

ante mis ojos sonriendo pasan,embebido en tu amor, Virgen María,las contemplo con lástima,y pienso en tu sonrisa,miel de tus puros labios destilada,que a mi corazón sabe

MI AMOR

ESTUDIOSGALLEGOS Un refrán gallego

— 252 —

como a la tierra ardiente y agrietadala mollizna mansísima cayendo,saciándola, saciándola...dejándole frescuras en sus senos,en los hondos veneros copia de aguasy vistiendo su pobre superficiede ricas vestiduras afelpadas.Tu amor es la molliznaque el corazón con su frescura empapael otro es el turbión que moja apenasy destruye y arrastra.Y cuando desaparece el grupo alegrede bellezas que se ajan,todavía se cierne de las nubesesa llovizna mansa,mientras lejos escucho tempestadesde pasiones que marchan...Dicen que amor fecundo,donde posa las alas,hace surgir la viday a un beso de su boca se levantanseres sin cuento, adórnase naturade sus mejores galas;en rica variedad, doquier pululanvitales energías encerradas,y hermosura, fragor y movimientollenan la soledad más solitaria.Amor es luz y vida,belleza, en fin, doquier desparramada,y también amor es vida y bellezaen el interno mundo de las almas.Pero, ¡ay, que ya no es vida ni hermo-

si del cielo no baja! [sura

El tuyo sí, Virgen mía,el que rebosa vida de la gracia,es el fecundo en flores de virtudes

del cielo trasplantadas,el de la caridad que vivifica,el de energías santasel que deja en el ánima que tocade hermosura y de luz brillantes ráfagas.

Quisiera, Madre mía, que los hombressedientos te gustaran,bebieran a torrentes tu hermosuray su sed rabiosisima sedaran.«¡Amor, amor!, suspiranentreabiertas las bocas abrasadas,se arrojan impetuososal cieno de las charcas,y más su sed se aumentay sus fauces se abrasan.Madre de amor hermoso,fuente de ricas aguasque beban de tu amor: allí tan sóloesa sed ardentísima se apaga.

Sentado yo sereno,lejos del mundo, el ánima callada,a la sombra bendita de mi Madre,gozando algo de dicha anticipada,veré cómo a los hombres uno a unola sima de lo eterno se los traga;veré ilusiones de color de rosadeshacerse, morir, tornarse nada...tal vez escuche risas,tal vez enjugue lágrimas,y en medio de este ruido y movimientode las cosas que pasan,yo esperaré tranquiloque llegue e/ día en que veré a mi Amada.

FR. M. S.

Es una psicología muy sutil la deestas gentes de Galicia; no se sabríadistinguir dónde termina el señor ycomienza el mendigo. Sería difícilacertar qué pasión les mueve.

Decía uno de Galicia que: «es tierraque mueve más a conservar lo here-dado que no a conquistar nada nuevo,que cría más codicia que ambición.»

Y cito estas palabras de Unamuno,porque, en medio de su enfática hin-chazón, tienen algo de verdad. Entodo gallego hay afán de poseer, yhay algos de ambición en su pecho,siempre abierto a empresas heroicas,a cosas sublimes. Franco... Colón...Prisciliano...—cada uno en su esfe-ra — podrían contarnos lo que sintie-ron, cuando repartían a la humanidadlas migajas de sus banquetes ideales.

Con todo, esta misma generosidad,¡oh paradoja!, valió para dar naci-miento a una de las frases más inju-riosas—al menos así se considera—que se esgrimen contra mi gente.

Hagamos historia. Corría el primerperíodo del siglo XV y los gallegos,mientras iban perdiendo su indepen-dencia, ayudaban a Castilla, con sucaracterística energía y brioso pelear,a conseguir la hegemonía nacional.¡Nos viene de antiguo esta manera deser!

Caminaban los tercios de Galicia al a conquista de Almería, efectuada enel año 1412; y, puestos a deliberar,entre Benavente y Puebla de Sanabriasobre quién de los jefes había de ir a

la vanguardia, nadie quería ponerseen razón; y fué entonces cuando PayoMartínez Barbeito se levantó entre lossuyos y dijo: «Somos galegos enon-os entendemos.

La vanguardia es siempre la partemás avanzada de un ejército y porende el lugar de más peligro. El quemas y el que menos de aquellos jefesquería para sí el puesto tan peligroso,¿puede darse mayor arrojo y genero-sidad en servicio de su rey?

Han pasado cinco siglos y todavíase repiten aquellas palabras prover-biales, que a refrán sonaron y en re-frán quedó. ¿Que desde aquella fechano ha variado en nada nuestra psico-logía...; que no nos entendemos o noqueremos entendernos, practicandoentre nosotros la insolidaridad y lafalta de cooperación...; que somos ci-cateros en lo nuestro y largos en daraun a los que nos quieren mal...?Pase; y pase porque todo ello es unasemiverdad y lo llevamos en la mé-dula de los huesos; mas quede asimis-mo bien sentado que el origen denuestro refrán no pudo tener abolen-go más heroico.

Dos caballeros que se disputan elhonor de rematar a un enemigo de lapatria, tienen derecho a empuñar am-bos la lanza e hincarla en el pecho desu contrario; luego a ser coronadosde laurel. La rivalidad en esta ocasiónes honra, y el no entenderse sobra deheroísmo.

Juan Rodríguez del Padrón, que en

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LUGO

— 254 —

sus « Genealogías de Galicia» noscuenta el origen del susodicho pro-verbio, añade escuetamente que cupoen suerte llevar la vanguardia al se-ñor de Moscos°.

De la rapidez que esta frase tuvo enla península nos da testimonio elMaestro Gonzalo Correas, al regis-trarla, en su forma castellana, en el« Vocabulario de refranes»..., en elcual, dicho sea de paso, la docenaescasa de refranes gallegos que trae,no los conoce ni el padre que loshizo. No sé si por culpa de él, o delP. Mir, su editor.

«Somos gallegos y no nos enten-demos», decía el antiguo catedráticode Salamanca en su obra, y en estaso equivalentes palabras lo repitieronnuestros clásicos, siempre alerta aldato chispeante y a la frase burlona.

Entre ellos citaré a Tirso de Moli-na, hermano mío de hábito. En «LosCigarrales de Toledo» trae lo siguien-te, que es al mismo tiempo tremendaironía contra los poetas sus contem-poráneos: «Parece que venían losafectados académicos interpretándo-se a sí mismos unos con otros, conescandalosa confusión de todos, se-gún lo que declarava un pergaminoque rodeava el Parnaso, plaça de superegrina seta, porque venían en élunas letras:

O somos gallegoso no nos entendemos.» (1)

Una nueva y famosísima interpreta-ción sufrió este refrán en Galicia, aúltimos del pasado siglo. Alguien afir-

(1) Edición Renacimiento, Madrid, 1913. Trans-crita y revisada por Víctor Said y Armesto, bene-mérito autor, natural de Bueu (Pontevedra).

tínez Barbeito, que los escritores ga-llegos no podían entenderse unos aotros, ya que cada uno usaba de unlenguaje particular para sus composi-ciones. Santa Simplicitas, se llamaeso, puesto que, todo aquel propósitode barullo no se debió sino al intentode emplear la escritura fonética parael gallego; intento que patrocinabanRibalta y Martínez Salazar, e intentoque, al fin, por no ser lógico, fracasó.

Así, pues, resta decir que, la torciday satírica interpretación que hoy se leda al proverbio, no refleja la nobleemulación que antaño pusieron aque-llos caballeros gallegos, en ser cadauno el primero en un hecho de armas.

Pero aquí viene como anillo al dedolo que el buen gallego P. Feijóo decíaen sus «Cartas eruditas y curiosas»(1) respecto de los refranes satíricos:basta que lo sean, dice, «para conocerque son falsos. Pero es cierto que entodas partes hay de todo, bueno ymalo. Ni cada uno de estos adagiosha tenido otro origen que la maligni-dad de alguno, que hallándose resen-tido de otro, natural de tal provinciao pueblo, extendiendo su irritación atodos los demás naturales, quiso ven-garse, poniendo en consonante, oasonante, alguna sentencia infamato-ria de todos».

Conviene, pues, que el orgullo denuestros varones pretéritos no se co-rrompa y convierta en mofa para lospresentes. Cada cosa en su punto.

F. GLIMERSINDO PLACER

A) Tomo III, pág. 7. Madrid. MDCCLXX. loa-chim Ibarra.

Al amanecer del 22 de este mes deJunio, a las tres y media de la madru-gada, arrancaba una caravana decoches de la Alameda de Pontevedrahacia la ciudad del Sacramento.

Día de júbilo fue sin duda, lleno dePeripecias, pues el divino Jesús conellas quiso hacernos más ameno elviaje. Sin embargo nada pasó de des-agradable para los peregrinos, queanimosos íbamos a comulgar a Lugo.

El himno eucarístico de los Jueves.« ¡Gloria, gloria al Rey!», se oía atro-nador en nuestros coches, que presi-didos por el P. José R. Orjales, Direc-tor de la peregrinación, y el pobrecronista, los íbamos contemplandodesde la cima de uno de ellos paratenerlos a la vista.

Son 160 kilómetros los que tenía-mos que recorrer por una carreterabien arreglada, así que las sacudidasde los baches, pequeños e insignifican-tes, apenas se notaban en nuestrosespléndidos ómnibus.

Una lluvia menuda de niebla nosacompañó hasta Santiago, siendo unpoco mas fuerte hasta Lugo, lo queen lugar de molestarnos nos fue degrandísimo beneficio, pues nos libródel polvo de la carretei .a, que noshubiera hecho bastante más daño.Queríamos llegar a Lugo a eso de lasocho de la mañana, hora para la queestaba anunciada la comunión gene-ral; pero después de Padrón se nosfundió el platino de uno de los co-ches, y con el el humor de dos o tresPeregrinos, hasta Lugo, donde lo re-cobraron plena y satisfactoriamente(no el coche, sino el humor; el cochefue arreglado en Santiago).

Arzua aparece a nuestros ojos y

detenemos los coches. Bajan los pe-regrinos y visitamos a Jesús Sacra-mentado, y de nuevo al auto, deseosode saciarse de kilómetros. Viene luegoMellid y Lugo. Lugo no llega nunca,es inquietante; en un coche en quevan solos peregrinos, creen que ha-yamos equivocado la carretera, yacuden a San Antonio con el sabidoresponso; poco que debió reir desdeel cielo. Por lo menos yo, en la tierra,reí bastante; y es que para correr 104kilómetros que hay desde Santiago,se necesitan dos horas por lo menos,y se hacen muy largas, sobre todo sillueve.

Ya estamos en Palas de Rey; adivi-namos el término de nuestra peregri-nación; ya no llueve tanto y puedobajar un poco del coche, un «Ford»,que a causa de la lluvia tuvimos quecoger en Santiago; empezamos abajar hacia el Miño y... Lugo a lavista. Una explosión de alegría llenael ambiente; ya no llueve, aunque elcielo está encapotado, amenazador;esperamos un poco por los más rega-zados, y juntitos nos disponemos asubir la cuestecilla que nos separa yade la ciudad eucarística.

Rozarnos las murallas de la viejaciudad romana y subimos a la plazaque da a la fachada principal de laCatedral. Allí se arman las tres ban-deras de los Jueves que pertenecen aSangenjo, a Poyo y Pontevedra, y encorrecta formación entramos en eltemplo donde el Sacramentado residedía y noche expuesto a la veneraciónde los fieles, y donde se da culto aMaría bajo la advocación de la Virgende los Ojos Grandes.

Son las diez de la mañana; no

mó, esgrimiendo las palabras de Mar- Poyo-VI-1930.

- 256 - eo0o00000.g0000.0.000.00o0.0.0.000..

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La festividad del Corpus en el Real Sanatorio del Guadarrama g

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El P. Delgado Capeáns dando la bendición con el Santísimo a Españadesde la explanada del Real Sanatorio del Guadarrama.

hemos podido llegar más pronto; nosrecibe el alma de la Eucaristía enLugo, D. A. Comide, que da la bienvenida a los peregrinos y les dice locontento que estará Jesús de estasalmas, que valerosas y decididas hanvenido de tan lejos para recibirle yadorarle en la basílica única en elmundo, por su privilegio de tenersiempre expuesto al Señor. Al termi-nar este fervorín, que tan grato fue anuestros peregrinos, comienza lamisa, que celebró D. Manuel Escariz,celoso Párroco de Sangenjo, hablan-do durante ella el Rvdo. P. Orjales, ycelebrada a estilo de las misas de los«Jueves Eucarísticos», cantando comosaben hacerlo los «Jueves» por él fun-dados. Acabada la misa y dadas gra-cias al Señor, fuimos a tomar eldesayuno y comida, todo en unapieza, al salón de Juntas del SindicatoCatólico, puesto a disposición de losperegrinos.

Dado lo tarde que llegamos, pres-cindimos de ir en conjunto a la Misade Pontifical, celebrada a las once, ala que con todo asistieron muchosperegrinos de los nuestros.

Son las tres de la tarde; despuésde haber visto a Lugo y recorrer susmurallas, nos congregamos en la Ca-tedral para celebrar la Hora Santa,dirigida por el Párroco de San An-drés, de Coruña, Sr. Charfolé, Dele-gado general de la Archicofradía delos «Jueves Eucarísticos» para todaGalicia.

Había ocho banderas de «Jueves»;en la hermosísima plática dirigida alos «juevistas», alabó de un modoespecial a los de nuestra peregrina-ción, llegando a decir que la primeracomunión de «Jueves» que se haciaen la Basílica de Lugo, había sido lanuestra. Gozo inmerecido que nosquiso dar el Rey del Sagrario, porhaberle ofrecido gustosos el sacri-ficio de ir a recibirle tan lejos de nues-tras casas. Estas «Horas Santas»,

como los cultos de los jueves, tienenun no sé que de amable y de golosinaespiritual, depositada en ellos porJesús, que atraen a multitud de almasque por otra parte estarían lejos deEl. Es tanto su poder de atracción,que apenas falta nadie a sus ejerci-cios, puestos casi siempre a horas desacrificio para la mayor parte de laspersonas. Es necesario que se fundenen todas las parroquias, pues los be-neficios que reportan son tan palpa-bles, que no hay duda que si de algúnlado ha de venir la salvación de lasociedad actual, tan embriagada yseguidora del oro, ha de ser por laEucaristía.

A las cinco y media tuvo lugar laprocesión magna de banderas y caba-lleros, que recorrió las principalescalles de la ciudad. En un altar her-mosamente engalanado, colocado enla plaza de Santo Domingo, dió labendición con el Santísimo el señorObispo de Orense, amante de laEucaristía como pocos, y a las sietemenos cuarto, recogida ya la proce-sión, nos reunimos en los coches parael regreso.

Volvieron a sonar los Himnos delos «Jueves», y henchidos de alegríacomenzamos a desandar lo andado.Llegamos a Pontevedra a las dos dela madrugada.., y a descansar, quemañana es otro día.

Día fugaz, de gozo y alegría, fueeste. con que Jesús obsequió a susqueridos «Jueves». Que no se pierdatanto bien como se logra en estassantas jornadas, y a prepararse, que-ridísimos peregrinos de Sangenjo,Poyo y Pontevedra, para el año pró-ximo, pues si Dios quiere iremos denuevo a recibir al Dios Sacramentadoa su casa solariega en Galicia.

F. R. SANJLIPJO

Mercedario.

Monasterio de Poyo, 6 Julio 1930.

C1'd

Una fiesta simpática, atrayente, ple-na de emoción y de honda religiosi-dad, hemos presenciado en el RealSanatorio del Guadarrama, de la queguardaremos recuerdo imborrable.

El 19 del pasado, festividad delCorpus Christi, amaneció en estasabruptas montañas, hermoso, esplén-dido, como dulce amanecer del Gua-darrama que se prepara a ofrecer, entan fausto día, sus adoraciones in-conscientes a su Creador. El sol, alremontar los altos picachos, envíasus más suaves rayos corno para noherir a los habitantes del Real Sana-torio; los parleros pajaritos de la

sombría espesura de los bosques ele-van al espacio sus más armoniososarpegios; mientras, un movimientoinusitado se observa en las ampliasgalerías del real edificio, que se con-vierte en hondas de férvida piedad, desana alegría, de suave luz, de encan-tadora poesía, llevando a las almasde enfermos y empleados dulce paz,consoladora tranquilidad, sedante di-cha, vivísimos rayos de esperanza desalud a los corazones. La capilla ygalerías próximas estaban llenas defieles. El P. Delgado Capeáns, Mer-cedario de la Residencia de Madrid,después de dirigir los Ejercicios Es-

1

La procesión del Santísimo saliendo del Real Sanatorio del Guadarrama(Madrid).

-- 258 —

pirituales a las HH . Mercedarias de laCaridad, a cuyo cargo está la direc-ción del Real Sanatorio, quiere tambiénque los enfermos participemos de sucelo apostólico, expone solemnemen-te el Santísimo Sacramento. Empiezael santo Sacrificio de la Misa entrenubes de incienso, sentidos motetes

que las 1-11-1. Mercedarias cantan alAmor de los Amores, a los que seunen los enfermos con mística pie-dad. Al ofertorio el P. Delgado dejaoir su cálida palabra; es escuchadocon profunda atención. Nos habla delamor que Jesucristo tiene a los hom-bres, de la obra suprema del amor deun Dios: la Sagrada Eucaristía, Enfrases cortantes, enérgicas, recorre laspáginas de la historia, exponiendo lasingratitudes que recibe el triste Soli-

tarjo del Sagrario. Las furtivas lágri-mas que sorprendo en las mejillas demuchas damas, caballeros y aun jóve-nes, nos muestra la honda emociónque la palabra del P. Delgado produ-ce en aquellas almas.

Y la emoción crece cuando vemosa los enfermos y servidumbre, con-

fundidos con los hábitos blancos delas beneméritas religiosas, acercarsea recibir el Pan de los Angeles. ¡Oh,cuánta paz y cuánta dicha lleva a susalmas hambrientas de Dios!...

Termina la Misa. El celoso Merce-dario nos da la bendición con el Santí-simo. Nunca en el regio comedor delSaaatorio he presenciado una alegríatan franca, fresca, como la que se res-piraba aquella mañana. ¡Ah!, ¡es queaquellas almas estaban unidas con su

Diloosr,! con el Dios de la paz y delan

Por la tarde, cuando el sol se habíaocultado tras los altos picos del Gua-darrama, salió la procesión. Jesucris-to es llevado en triunfo en la Sagra-da Hostia por los alrededores del Sa-natorio. Los enfermos, las religiosascon sus hábitos blancos, la servidum-bre, los médicos residentes presidi-dos por el Sr. Administrador, todoslos que habitan en este hermoso nidooculto entre las abruptas montañas dela inmensa cordillera, que semeja unnido de hadas, acompañan a CristoRey atronando aquellas alturas consus cánticos. Momento emocionante,sublime, con la sublimidad de las al-turas. La procesión se detiene. Cristo,desde un altar de luces y flores, miradesde 2.000 metros de altura a Espa-ña. El P. Delgado, en frases vibran-tes, patrióticas, nos habla de las glo-rias de España y cómo todas citasestán vinculadas a la Eucaristía. Diceque desde allí va a bendecir a Espa-ña, para que España vuelva a ser loque fué. La Sagrada Hostia se levantaen medio de profunda emoción y dala bendición a la Patria amada. ¡Talvez España nunca haya sido bendeci-da desde tan elevada altura! ¡Nuncanuestros ojos han derramado lágri-mas más dulces! El P. Delgado bendi-

ce también a los enfermos, ya que to-dos confiamos en Aquel que sanaba atodos cuantos se acercaban a El! Ben-dice a los que allí estábamos de rodi-llas; bendice a los que se encontrabanen las galerías y que no habían podidoacompañar a Cristo Jesús, y que reci-ben poseídos de una gran fe y espe-ranza en la Hostia de Salud, cornocanta la Iglesia. ¡Qué momentos tanfelices! ¡Cuánta esperanza nos dió elAmor de los Amores de recobrar lasalud! ¡Cuán cierto era lo que el Pa-dre Delgado nos acababa de decir, deque el Sanatorio, en aquellos momen-tos, iba a convertirse en un hermosoy bello pedazo de Lourdes!... La pro-cesión sigue, pero a duras penas po-demos cantar, embargados por laemoción honda que nos domina. Laprocesión termina en medio de férvi-do entusiasmo, henchidos nuestrospechos de amor a Jesús. La M. Espe-ranza Berrenechea, Superiora de lasHermanas Mercedarias, reparte pre-ciosas estampas como recuerdo detan fausto acontecimiento.

¡Día feliz! ¡Hermosos momentos,que tan gratos recuerdos han dejadoen nuestras almas! ¡Cuán bueno ysuave es el Señor!

UNA ENFERMA

Real Sanatorio del Guadarrama,junio de 1930.

El caso de Santa Teresitae-D

A mi amigo don X.

Muy querido amigo: Otra vez mevuelve Usted a zumbar con que losfrailes no fomentamos las devocionesnetamente españolas y que hemossustituido a Santa Teresa con SantaTeresita. Creo haberle dicho algo aeste propósito, pero como la especiela repiten del Rey abajo bastantesciudadanos, la trataremos más des-pacio.

Sucede con este cargo que se hacea los frailes españoles lo mismo quele apunté días pasados con respectoa la acusación formulada contra elMagistral de Madrid, de llevarse el di-nero español al extranjero con lasperegrinaciones, ¿recuerda?

Mi contestación fue invitar a usteda saludar al señor Magistral y verpor sí mismo la terrible actividad quedesarrolla en el fomento de las pere-grinaciones. Usted no quiso acompa-ñarme, pero yo le conté a él todo loque se decía (descubriendo el pecadosin decir el pecador) y pasamos unrato ameno, sobre todo cuando llega-mos a las esperanzas propincuas deobispar por ese medio.

Creo que esa era la mejor manerade deshacer la objeción y estoy dis-puesto a repetirla, ¿quiere ustedacompañarme? Iremos viendo, ordenpor orden, lo que cada una hace poranular a Santa Teresa y exaltar en sulugar a Santa Teresita.

Llegamos a los Padres Jesuitas, que

son indudablemente los de más in-fluencia y les preguntamos: ¿Qué grandes novenas han organizado ustedesen honor de Santa Teresita? ¿Quélibros u opúsculos han publicadopara hacerla popular? ¿Cuántas imá-genes de ella tienen en sus iglesias?La respuesta déla usted por descon-tada. Si no se ríen como el señorMagistral, por no tener con usted bas-tante confianza, no será porque lapregunta deje de hacerles gracia.

Si continuamos luego la encuestapor los dominicos, franciscanos, agustinos, y aun por los mismos carmeli-tas, nos dirán que lo poco que sehace en sus iglesias es imposición delos devotos, que respetan en estecomo en muchos otros casos.

Dirijámonos ahora a los merceda-rios, escolapios, maristas y otras ór-denes enseñantes y nos recordaránque cada una tiene sus devocionespeculiares y su manera de educar, yque las novedades se aceptan muy di-fícilmente.

¿Quiere que preguntemos tambiénen los cabildos y parroquias, aunquela queja no iba contra ellas? Lo quedescubriríamos sería poca cosa y talvez nos expondríamos a una negativapoco halagüeña para nuestra inocentecuriosidad.

Y ¿de dónde viene entonces la po-pularidad de la Santita?(me preguntaráusted). Es cuestión de psicología co-

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lectiva más complicada aún que la in-dividual, y en que entran múltiplesfactores. Indicaré sólo algunos.

Y sea el primero los favores recibi-dos. Muchísimos son los que a ellaacuden en lances apurados encon-trando remedio o por lo menos con-suelo (que tal vez sea lo más impor-tante). Yo tuve la fortuna o la desgra-cia de servir alguna vez de mediohumano para ello. Una persona atri-bulada comenzó una novena a Teresi-ta cuando aún no estaba beatificada.Al tercer día llegué yo inesperada-mente y el afligido se empeñó en quemi llegada era providencial y que yotenía que sacarla de apuros. No mehizo gracia la propuesta, pero al finhube de arrimar el hombro y despuésde algunos disgustos quiso Dios quela tranquilidad renaciera en aquellafamilia. Ahora doy gracias por ello.

Por otra parte, las muchedumbressaben poca historia y menos arqueo-logía. Comprenden difícilmente lascosas y personas de los siglos pasa-dos, pero se enamoran rápidamentede los que sienten como ellas. Tere-sita, como el Beato Juan Bosco, eramuy de nuestro tiempo, según podráver en sus obras.

La Iglesia, amigo mío, como el Artey la literatura, es de todas las edadesy en cada una ha de encontrar su ex-p resión, más o menos feliz. Pretenderreducirlas a una época o a un estilo,aunque éste sea tan elevado como elgriego, es querer un imposible.

Un ruso cismático que fué a Li-sieux cuenta sus impresiones en unartículo que tradujo hace pocos me-ses la revista Eludes. Su mayor sor-

presa fue encontrarse en la peregri-nación, no sólo cismáticos, sino pro-testantes ingleses. ¿Quién los llevóal sepulcro de la Santita? ¿Serían lossacerdotes católicos? ¿Los elergy-men anglicanos?

A este propósito recuerdo que laprimera vez que conocí el nombre dela monjita (hace unos veinticincoaños), fue en un opúsculo inglés muybien editado y con hermosos graba-dos, que desde Londres enviaban alconvento donde yo terminaba mi ca-rrera.

El citado ruso observa que ni enFrancia misma fué el clero quien pro-movió el movimiento hacia Lisieux.Las multitudes comenzaron a concu-rrir al cementerio común, donde esta-ba enterrada la carmelita, antes que laIglesia hiciera nada por ella.

Y aun después de comprobadas susvirtudes, algunos prelados francesesse opusieron a que la causa fueraadelante y fué preciso que alguien lesdijese: Con nosotros, o sin nosotros,el movimiento seguirá, y lo que bienencauzado podía ser una fuerza santi-ficadora y purificadora, podrá conver-tirse en turbia corriente de supersti-ción y perversión.

Y así se llegó a la canonización deTeresita. El caso no es único aunquea usted le choque. La Iglesia vienesiempre después de los movimientospopulares para encauzarlos y dirigir-los, como en vida de Teresita LeónXIII y el Obispo diocesano modera-ron los ímpetus de la jovencita.

Sobre estos y otros fenómenos degrande importancia leerá usted congran provea° la obra del Padre Gon-

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zález Arintero, santo dominico muer-to hace poco: Desenvolvimiento yvitalidad de la Iglesia, obra de granvalía y prófunda influencia en el cleroespañol, sobre todo en el regular. Enella encontrará usted informacionesharto más seguras sobre las ideas yactividad de los frailes españoles que

en la prensa de la izquierda, dondesuele faltar casi en absoluto la reseñade esos libros, cuya fama traspasa,sin embargo, las fronteras, y que enlos siglos venideros serán citados conlos de nuestros filósofos y teólogosdel siglo de oro.

GARCÍA

CUENTOS VIEJOSCuántos aprendimos en el regazo

de nuestra abuela... Entre ellos nofaltaba nunca el del topo y el sapo.¿No lo recordáis?

El sapo poseía un rabo elegantísi-mo, muy bonito; y el topo una vistapreciosa, envidiable; pero hétenos aquíque un día se encontraron, y el topodijo al sapo: ¿Qué cola más bonitatienes y yo no la tengo, querrías dár-mela? El sapo dijo: Corno yo carezcode vista no sé que es eso, y si la tu-viese ¡qué feliz sería! ¿Sí?—dijo eltopo—. Pues ya está; te regalo misojos y tú me das el rabo. Y entre di-mes y diretes hicieron el cambio. Eltopo se quedó sin vista pero conrabo, y el sapo tuvo desde entoncesojos pero no cola.

Eso creí yo durante mucho tiempo,hasta que un día llegué a cursar laHistoria Natural; aprendí entoncesque el topo, en contra de lo que la sa-bida conseja decía, tiene ojos, aunquesí la mayor parte de ellos cubiertospor la piel. Existen dos especies ennuestra península que se llaman «Tal-pa europea» y «Talpa occidentalis».

La primera tiene los ojos generalmen-te visibles por un orificio de un milí-metro, cuando más, en el que no pue-den distinguirse párpados propiamen-te dichos.

Una descripción completa del topo,puede verse en la obra de A. Cabrera,«Mamíferos»; y la otra especie, esdecir, el T. occidentalis, tiene los ojossiempre cubiertos por la piel, traspa-rentándose esta ligeramente sobreellos. Así que por lo que al topo serefiere, ya veis que no tiene razón elcuento.

Es un animal interesante por suscostumbres que, al parecer, son pocosociables y aun caníbales; vive solosi se exceptúa la época del celo enla primavera; cuando se encuentrandos luchan denodadamente, acabandocasi siempre por comerse el vencedoral vencido; pero no está justificada nimucho menos la inquina que le tienenlos labradores, que lo juzgan comoun animal dañino a la agricultura,siendo en la mayoría de los casosbeneficioso por la cantidad de insec-tos que devora, sobre todo lombrices

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y grillos cebolleros, que son tambiénestos grillos o alacranes cebolleros elplato de gusto de la abubilla.

La persecución del topo llega algu-nas veces a ser costosa; en muchosAyuntamientos de Castilla se da undonativo por cada topo que se caze;de varios sé que es un real, y para queno se cobre más se le corta una manoy todavía puede venderlo el cazadorpara peletería, donde suélese pagar-los bien. Es cierto que con sus traba-j os de mina puede cortar algunas raí-ces de plantas, sobre Iodo tiernas,pero el beneficio de tantos insectos ylarvas como come es sin comparaciónmucho mayor, pues engulle diaria-mente, según algunos zoólogos, unacantidad de insectos igual al peso desu cuerpo.

Hay que extender estos conocimien-tos y protejer a los topos que tantobien hacen.

Pertenece el sapo al género de losBatracios o Anfibios, al orden de losAnuros, que quiere decir sin cola, y ala familia de los Bufónidos.

Nace en el agua, llamándose enton-ces renacuajo, respirando durantePermanece en ella por branquias,como los peces, y se alimenta dePlantas acuáticas; al nacer necesita lacola para mantenerse a flote; al pocotiempo le nacen las patas, comenzan-do por las de atrás; se le atrofia lacola y sale del agua, teniendo ya ap-tos los pulmones para la respiracióny su alimentación es ya a base de in-sectos y larvas, gusanos y pequeñosmoluscos. Estas son las fases por quepasa el sapo.

Nadie duda que es un animal bene-

ficioso para la agricultura, y no esraro verlo en los jardines. Es, contodo, de aspecto asqueroso, debido allíquido que segrega su piel, que esvenenoso para animales pequeños,aunque no para el hombre.

Para ir de un lado a otro, no saltacomo las ranas; anda, al parecer, contorpeza, pero se mueve bastante apri-sa.

Hay que ir, pues, abandonando lasviejas historias acerca de los anima-les, que se creen sin fundamento da-ñinos, no sea que cuando menos lopensemos nos quedemos sin ellos, yentonces sí que notaríamos su falta.

NATURALISTA

Poyo-VI-50.

Favores de la Beata MarianaMADRID

Doy mil gracias a Dios que me haconcedido, por intercesión de la BeataMariana de Jesús, la curación de mihija sin necesidad de operación, comotemíamos, dados los síntomas quepresentaba en su enfermedad, y lopublico en la Revista para que todostengan mucha confianza en el pode-roso valimiento de la gran sierva deDios, pidiéndole perdón por mi tar-danza en hacerlo y suplicándola sigaprotegiéndonos.

C. A.

Suscripción para una beca.Pesetas.

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Una de las cosas en que nuestroSeñor Jesucristo se muestra más dis-tanciado de los fariseos y en que másviolentos choques tiene con ellos, esla observancia del sábado.

Basta recordar algunos episodios.Los apóstoles, usando de una con-cesión expresa de la Ley, para matarel hambre cogían espigas en sábadoy desgranándolas en la mano se co-mían el trigo. Los fariseos se escan-dalizaron de que Jesús permitiera eso,y el Redentor contestó: ¿No recor-dáis cómo David tomó los panes dela proposición, acosado del hambre,a pesar de que estaban reservadosa los sacerdotes? El sábado se hizopara el hombre y no el hombre parael sábado. (Luc., VI, 1-5).

Otra vez se encontraba el Señor enuna sinagoga «y había allí un hombreque tenía una mano seca y le pregun-taron: ¿es lícito curar en sábado? YEl les dijo: ¿qué hombre hay entrevosotros que, si tiene una oveja y éstacae en un pozo el sábado, no acudaa sacarla? ¿Cuánto más vale el hom-bre que la oveja? Por consiguiente eslícito hacer bien en sábado. Y enton-ces dijo al hombre: Alarga tu mano.Y la extendió y quedó sana como laotra.» (Mat., XII, 9-13).

La rabia de los fariseos llegó alparoxismo en este otro caso que re-fiere San Lucas: «Estaba Jesús en-señando en la sinagoga de ellos elsábado, y había allí una mujer quetenía espíritu de enfermedad hacía

dieciocho años, y estaba inclinada yno podía en manera alguna mirararriba. Viéndola, pues, Jesús la llamóa Sí y le dijo: Mujer, quedas libre detu enfermedad. Y le impuso las manosy al punto se enderezó y comenzó aalabar a Dios.»

«Y replicando el jefe de la sina-goga, indignado de que hubiera cu-rado en sábado, dijo a la multitud:Seis días hay en que es lícito trabajar;en éstos, pues, venid y curaos, y noen sábado.»

«Y respondiendo el Señor, dijo:Hipócritas, cada uno de vosotros ¿nodesata su oveja y su asno del pesebrey lo lleva a beber? Y a esta hija deAbraham, a la que el demonio tuvoatada dieciocho años, ¿no debíamosdesatarla en día de sábado?»

«Y diciendo esto se avergonzabantodos sus enemigos; y el pueblo todo,por el contrario, gozaba en todas lascosas que El gloriosamente hacía.»(Luc. XIV, 10).

La cosa no era para menos, puesel sábado entendido a la manera delos fariseos debía ser un verdaderosuplicio, y el día de descanso quenosotros vemos llegar con alegría,debían verlo los judíos como unanube de trueno.

Algunos creen que La oposición delos fariseos a las curaciones de Jesúseran mera explosión de la envidia,sin precedente doctrinal, pero los li-bros que conservamos de ellos de-muestran lo contrario.

La observancia del sábado la teníanperfectamente reglamentada, determi-nando lo que podía y lo que no podíahacerse, y esos reglamentos eran ver-daderamente «un peso insoportableque ellos cargaban sobre los hombrosde los demás y ellos no quieren to-carlo ni con el dedo.» (Mat., XXIII, 4).

Había, según los fariseos, 39 obrasprincipales (o padres de obras) queestaban vedadas, a saber: 1, sem-brar; 2, labrar la tierra; 3, segar;4, atar gavillas; 5, trillar; 6, aventar;7, cribar; 8, moler; nueve, cerner;10, amasar; 11, cocer; 12, tras-quilar; 13, lavar la lana; 14, car-darla; 15, teñirla; 16, hilar; 17, te-j er; 18, hacer dos puntos; 19, torcerdos hilos; 20, separarlos; 21, anudar;22, desanudar; 23, unir dos puntas;24, rasgar para coser; 25, cazar unanimal; 26, matarlo; 27, desollarlo;28, salarlo; 29, preparar la piel; 30,raerla; 31, cortarla; 32, escribir dosletras; 33, borrar para escribir dosletras.; 34, construir; 35, demoler; 36,apagar; 37, encender; 38, martillar;39, transportar de un lugar a otro. (1)

Claro es que muchas de esas cosasestán prohibidas por Dios, pero otraseran meros antojos de los fariseos;así, por ejemplo, la prohibición deescribir o borrar dos letras, de torcerdos hilos o separarlos, de apagar una

(1) Vigouroux: Dictionnaire, palabra, Sabbat.

luz o encenderla. El camino más.largo que se podía recorrer en sábadofuera de la ciudad, era aproximada-mente de un kilómetro.

Se comprende la serie inacabablede conflictos y molestias a que talesprescripciones darían lugar. Pero lomás grave y verdaderamente horri-ble era lo relativo a los enfermos.Salvo peligro de muerte, no se podíahacer por ellos cosa ninguna extra-ordinaria y que no se hiciera todoslos días; así se permitía darles de co-mer, la varios, etc., pero estaba pro-hibido:

1.°, refrescar con agua el pie o lamano que se hubiera torcido; 2.°, qui-tar un emplasto de una herida, salvocasos determinados; 3.°, apretar unallaga para extraer el pus; 4 • 0 , atar unaherida; 5. 0 , componer un hueso roto...

Nuestro Señor Jesucristo quiso vol-ver las cosas a su principio haciendodel día santo un día de alegría paraalabar a Dios y reconocer sus bene-ficios, como lo había sido en los pri-meros años del mundo.

El Yugo de Jesús es verdaderamen-te suave y su carga ligera. Razón demás para que le amemos y nos acer-quemos a El llenos de confianza entodas nuestras dificultades, pues Elllama a todos los que están trabaja-dos y cargados para aliviarlos.

Fi?. G. VÁZQUEZ

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Antonino Díaz.Sarria.

Mi dulce hermano Antonino: ¿Teacuerdas de Poyo? ¿Sientes algunavez la nostalgia de volver a pasearteen la orilla del mar, contemplando lasverdes y ondulantes ondas que milveces abrazaron nuestros cuerpos enlas apacibles tardes del estío?

Ya no ves, al levantarte, la pacíficamole del Castrove, ni en la nochecallada sientes el río de la Escusa quepasa entre pinares. Lo siento, dolcefratello, porque tienes espíritu depoeta, y los encantos de estos her-mosos paisajes servirían de abun-dante materia a tu inspiración.

La Primavera de este año fué cruel;los pobres pajarillos no querían ani-dar, por temor a las inclemencias deltiempo, que no ayudaba a su prole.Las margaritas primerizas de nuestrojardín tuvieron que cerrar sus hojas,y las ví quejarse de frío y mirar conpena las gotas de la fuente que lasmojaba .

A últimos de Marzo o principios deAbril, llegó puntual el cuco, y desdeel fondo del robledal anunció a loslabradores que ya era tiempo de sem-brar. Y los paisanos cogieron suarado y en el gris de las besanas blan-quearon los terrones con el sol.Pero... ¿sabes mi secreto? Que encada siembra me pongo más triste,porque ya no es la jornaJa alegreque al salir el sol florecía en can-tares,

Cuando vuelvas por aquí, verás quelos antiguos arados, aquellos aradosromanos de madera, con su planchade metal para abrir la tierra, ya noviven. Los mató la civilización, y ensu lugar nos trajo artefactos de hierroque ahorran tiempo y personas, vol-tean mejor la tierra y aran con másperfección.

Estoy triste y pienso... ¿en qué seocupará ogaño el artista que, paraformar su arado, hacía primero laseñal de la cruz y luego hincaba sualma en que saliese bella y elegantela curvatura—manceira en gallego—que había de manejar el arador?

Ya no va el rapazuelo tirando de lapareja, la voz del timonel ya sobra,no viene ya deshaciendo la tierraaquel rosario de gentes que alegrabael campo, No queda más que el re-cuerdo, y si el recuerdo es poesía,ésta de la sementera se convertirá enelegíaca, sin consolación y plena dellanto.

Menos mal que, si la industria asímata, la naturaleza revive siempre.No puedes figurarte lo floridos queeste año se pusieron los cerezos. Yolos ví de noche, prietos y blanqueados,como una ilusión de paz y calma.Había luna llena. Cada flor semejabael corazón de un ángel.

Nunca he visto el corazón de unángel, pero adivino que, si lo tuvie-sen, se parecería a la flor del cerezo.¿Contemplaste nada más puro y evo-cador?

ti

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Ahora la decoración cambió. Lasflores se trocaron en fruto; miles dePuntitos rojos, como corazones demártires, nos hacen pensar en lo gra-tos que serán para el paladar.

¿Quieres que guarde para tí ce-rezas?

Mientras te escribo esta carta, prietode la ventana que da a la huerta, elsol se va ocultando, y un vientecilloamigo, que baja lamiendo la cariada,me trae el toque apagado de las cam-panas de Campañó... Din, don... Din,din, don...

Es el mismo viento norte que nostrae el silbido de la máquina del tren,cuando sale de la estación de Portela,y lo lleva aún hasta Combarro, hastaacostarlo en el mar.

A veces—me vas a permitir estapequeña confesión—siento deseos detener alas y ser pájaro. Cuando másenfrascado estoy en mis lecturas,curvo el cuerpo sobre la mesa de tra-bajo, con los 'Ojos y la mente en muydiferentes cuestiones; pasa volandoun vertiginoso avión, un vencejo.

Esto parece el toque de alarma, yen mi alma siento así como un em-pujón y noto que se convierte en rosalde auroras; porque yo no sé desdecuando, pero me asomo a la ventanay tengo amistad con todas las cosas:arriba, conozco el beso de los án-geles; abajo, conozco el suspirar delas almas.

De las praderías de mi aldea, delfondo de aquel pinar, de las montañasy del valle, surgen voces amigas queme saludan. ¿No te parece esto uncuento abrileño?

Además, quisiera poseer alas y

saber volar, porque entre los pájarostengo muchos conocidos. Algunoshicieron el nido bajo mi ventana paratenerme más cerca; ¡resulta tan buenacompañía!

Uno solo me es antipático: el go-rrión. Terco, positivista, materialista,sensual, prosaico, es, entre los pá-jaros, lo que el cerdo entre los ani-males. Me enteré que el otro día pactóno sé qué negocio coa una codorniz,y ahora la desengañada no cesa decantar por entre el centeno: «Meustrinta rás!, ¡meus trinta rás!»

En cambio gozo la vecindad de unafamilia de mirlos que, indefectible-mente, todas las mañanas tocan sudiana larga e intrincada como unaenredadera.

Anteayer me levanté más tempranode lo ordinario y marché al patio aver lo que pasaba. Aquello era unaferia; por todas las columnas y corni-samentos, se habían apostado cien-tos de golondrinas a cual más vivasy parlanchinas.

Me escondí tras una columna paraoir lo que decían tres o cuatro, queen grupo, parecían las más animadas,y de su hablar rápido y sonoro com-prendí que no era alegría lo que ex-presaban, sino antes bien, pena, deno ver entre ellas a las viajeras deotros años...

Querido y dulce hermano Antonino:cada vez me voy convenciendo másque todos los seres tienen sus cui-tas y menesteres, que ventilan a sumodo.

Me contó Manolo, nuestro buenamigo, que una noche de luna cogióél a dos sapos esta conversación:

— 268 — — 269 —

—¡Clou!—¡Clou!—Juche ô ferreiro?—Fún.—¿E cravuriache?—Nón— ¡Clou!—¡Clou!Parece conversación insustancial la

de estos batracios, ¿verdad? ¡Oh!¡Cuánto dieras frecuentemente por noverte envuelto entre las palabras doc-tas y presumidas de los hombres!

No te digo más dolce fra/ello. Cuan-do recibas estas letras, ya habrá que-

Había pasado varias veces a sulado, pero sin detenerme. La culpa latuvo un eruditísimo dominico floren-tino, historiador de las Bellas Artes,el Padre Ferretti, de cuyos lab i os fluíadulcísima la lengua toscana. En unaconferencia que pronunció en Romael año 19, nos dijo que la Catedral deMilán era obra tardía y pesada. Lacomenzaron los Visconti a fines delsiglo XIV, pero no pudieron terminarla. Hace un siglo no tenía nada de subelleza exterior. Parecía más bien unpeñasco informe cubierto de musgo.Pero después los milaneses se empe-ñaron en decorarla y lo han conse-guido.

Y como prueba de su aserto nosmostraba en la pantalla un grabadode 1829 en que el Duomo aparecía entoda su fea desnudez.

mulo el sol con mas ardor y atempe-rado la floración lírica que siempretrae consigo la Primavera.

Tengo que detener la pluma paraque no ande, pues me tira con fuerza,como si estuviese de acuerdo con miloca imaginación, que bulle y pugnapor desentrañarse.

Adiós, querido hermano; cuandotiendas la vista por ese valle lucense,piensa en las ondas del mar de Poyo.

Tuyo de corazón,

SERGIO M. DIEM

Poyo, Junio 1930.

Para quitarme los últimos deseosde verlo, un mercedario italiano medecía: ¡No vaya a Milán! Fuera de laCatedral todo es en ella vulgar; esuna ciudad comercial y nada más.

A pesar de todo, me quedaba siem-pre el deseo de verla por mis ojos. Yaproveché una tarde de Junio últimopara dedicarle unas horas. Dejé eltren y entregué en la consigna mi pe-queño equipaje, lanzándome al primertranvía que encontré. El cobrador,sentado en su silla como un señor,me riñó por haber entrado por lapuerta de enmedio, pues debía hacer-lo por delante. —Usted perdone—re-pliqué—hace dos minutos que lleguéa Milán y no he tenido tiempo deaprender sus buenas leyes y costum-bres. A la noche será otra cosa. Nologré hacerle desarrugar el ceño, pero

el público rió la escena. Los tranvíasde Milán son lujosos, pero un pocoraros.

Al cabo de un rato divisé la Cate-dral y a ella me dirigí. Le dí una vuel-ta completa y me parecieron bien em-pleadas las horas que se ocupen env isitarla. Sus pináculos, botareles yarbotantes de mármol de Carrara sonPreciosos y los miles de estatuas quelos pueblan encantadores, y aunquei mitados de otras partes, pocos mode-los se encontrarán tan completos ysin defectos. Ni siquiera me ofendie-ron las puertas y ventanas rectangu-lares, que tanto desentonan en losgrabados de la catedral.

El interior consta de cinco navesamplias con girola, y el coro alrede-dor del altar mayor. Estaban en vís-peras los canónigos. Una cosa mellamó la atención: la bóveda aparecetoda calada con labores del últimoPeríodo gótico; ¡esto no debe ser ver-dad! me dije al instante, pero estábien hecho. Manifesté mis dudas a unsacerdote que pasaba a mi lado y medijo que todo era pintura, efectiva-mente.

Un grupo de gente penetraba en lacripta y me sumé a él. Su principali nterés lo constituye el sepulcro deSan Carlos Borromeo, que es riquísi-mo. Oi con gusto que el conserje de-cía: Ese báculo precioso es regalo deFelipe IV de España. —¡Me alegro!--dije para mis adentros. El Rey poetano tendría un ochavo, pero no fué asaquear a nadie, antes supo dar de suPobreza a los varios estados que for-maban su corona. ¡No todos hicieron1 0 Mismo en Italia y en otras partes!

Satisfecha mi mayor ansia pensé enla Pinacoteca Brera, el Museo de Pin-turas de Milán, que no podía tardarmucho en cerrarse, y en efecto, elportero me advirtió que quedabapoco tiempo... Recorrí, sin embargo,todas las salas, y aunque no vi gran-des novedades, me quedó una impre-sión grata. La mayor parte de loscuadros son del Renacimiento, bue-nos, pero de autores cuya maneraconocemos todos. Hay unas salasmodernas que tampoco son una reve-lación.

Terminada la visita, y adquiridasunas postales, me volví a la Catedral.Los canónigos habían terminado yalas vísperas y quedábamos en mayorlibertad para curiosearlo todo. Des-pués de recorrer despacio todos losaltares, pregunté por el ascensor parasubir a la bóveda, pero me dijeronque no funcionaba. El conserje meentregó\el pase y, sonriendo, me indicó la escalera que hay a la derecha.Después de lo que yo había andadono era mal refresco, pero, en fin, lle-gué a la bóveda y me paseé por ellaa mi gusto, viendo en conjunto y endetalle aquel bosque de columnas yestatuas que dan alguna idea del pa-raíso.

Los pararrayos son numerosos,pero están disimulados de manera in-geniosa: uno en la bandera del Bau-tista, otro en la espada de San Pabloy en semejantes insignias metálicas.Un grupo de obreros trabaja en repa-rar los desperfectos del tiempo, ce-gando las juntas con brea y sustitu-yendo las piezas que saltan. Aun enmedio de tanta hermosura se recuer-

LO QUE VI EN MILAN

--1-,Ori-,-7(,,-;

Fvagina Misional ILr "I

Tokyo, 26 de abril de 1930.

Rmo. P. Fray Inocencio López Santamaría.

— 270 —

da la frase vulgar: un edificio góticoes un enfermo crónico.

Me senté para descansar y escri-bir algunas postales; ¡nunca he te-nido un escritorio semejante! Y des-cendí a la plaza; había visto en ellaun muñeco y deseaba examinarlobien. ¡Esto sí que es un descubri-miento! No sé que ningún viajero lohaya anotado debidamente: en mediode la inmensa plaza pretende alzarseun monumento a Víctor Manuel II,pero de proporciones raquíticas y enactitud de arremeter contra la catedralinmensa... Recuerda inevitablementela fábula de la rana y el buey.

Viendo aquello estuve por enviaruna felicitación a mis paisanos deCompostela, que con buen acuerdorecogieron una palmatoria que al-guien había dejado en la grandiosaplaza del Hospital. No otra cosa pa-recía la mezquina estatua de MonteroRíos, allí erigida hace unos años yahora trasladada a otra parte.

Después fui a la basílica de San

Ambrosio, medio enterrada por el le-vantamiento del suelo en los 13 siglosque han transcurrido desde su funda-ción. Y ví el castillo tan célebre en lahistoria de Carlos V y que Machiave-Ho calificó del mayor enemigo de Mi-lán, por haber sido albergue de sustiranos. Es obra del primer Sforza,de ladrillo rojo, pero de proporcionesgrandiosas.

Y luego tomé todos los tranvías ycrucé /a ciudad en todas direcciones yadmiré sus grandiosos parques y con-contemplé sus vulgares alrededores.Pasé varias veces ante el renombradoteatro de La Scala, cuyos desconcha-dos me quitaron la gana de entrar. Laimpresión general de Milán no es muydiferente de la que me daba el PadreCiuchini, que él fue y no otro quienme disuadió de ir a Milán en añosanteriores.

Y finalmente me senté a rezar y adescansar en un jardín. Por la nochecontinué mi viaje a España.

FR. G. NÚÑEZ

Muy recordado y venerado Padre:En su carta del 29 de diciembre pasa-do decía V. P. Rma. estas palabras:« Mis oraciones las acompañan entodo momento»... Gracias mil por eserecuerdo constante y que el Señorescuche las súplicas de V. P. Rma. enfavor de este pueblo, cuya conversiónhabía de contribuir muchísimo alavance del catolicismo en todo elOriente. ¡Pero es tan difícil la con-versión en masa de un pueblo!... Se-ría necesario otro Recaredo. La manode Dios, sin embargo, no se ha abre-viado y acaso la hora del Señor estámás cerca de lo que pensamos. Losbautismos de adultos son muy fre-cuentes; pero en lo que más avanzanuestra santa religión, es en la estimay el respeto de la gente sensata. Nofaltan, sin embargo, prevencionescontra el catolicismo, y hay padresque prefieren ver a sus hijos muertosque bautizados, hay también familiasen las que todos son paganos menosun hijo o hija que ha tenido la suertede ser educado en algún colegio cató-lico, y ha podido alcanzar de sus pa-dres el permiso de recibir el santobautismo.

Entre las jóvenes que se educan enlos colegios de religiosas, hay mu-chas que ansían vivamente el bautis-

ino que no pueden recibir por la opo-sición de su familia y por la cuestióndel matrimonio; pero que aman deveras a Dios, asisten a la santa Misay funciones religiosas, y son verda-deros apóstoles; yo creo que muchasde éstas o recibirán al fin el bautismo,que tanto ansían, o entrarán en elcielo con el de deseo.

Ruegue, que muy pronto podamosnosotras abrir un buen colegio dondede ochocientas a mil niñas, que seanluego en sus familias levadura bendi-ta, reciban con la instrucción compe-tente el amor a nuestra religión sa-grada y al Dios verdadero. ¡Cuántolo deseamos! Muchas son las dificul-tades que tendremos que vencer paraconseguir la realización de nuestrosdeseos; pero confiamos er, el Señor,y abrigamos la esperanza de que elaño próximo para la fiesta de nuestroSanto Padre, tendremos por lo menosterreno comprado y empezado el edi-ficio.

Tenga la bondad de saludar a esaRvda. Comunidad, cuyas oracionespido y recibi r el de ésta de Tokyo.

Afectísima e ínfima sierva y hermanaen Nuestra Santísima Madre de Mer-cedes,

SoQ MARÍA BEGOÑA D.O. de M.

-e-1P

¡Ora pro nobis! ee - 275 -

Con su paso rápido de madrileñade veinte abriles, se dirigía Piedad altemplo; era una pobre obrera, peroeducada en los más sólidos principiosde la Religión; no se entregaba nin-gún día a sus tareas, sin santificarlascon las prácticas que su santa madrele enseñara; temprano, muy tempra-no, acudía a oir la Santa Misa y reci-bir aquel amoroso Señor y dueño desu alma, que tan dulcísima paz derra-maba en ella y tanta hermosura y lo-zanía daba a su cuerpo, que hacía irtras ella las miradas masculinas conadmiración, y las femeninas con maldisimulada envidia.

Alegre y serena, como de costum-bre, Piedad se dirigía al templo aque-lla mañana; su hermoso rostro, mediocubierto bajo el velito de tul, resplan-decía con esa dulce modestia que lamoda no enseña; bien al contrario, ensu mano llevaba un librito de oracio-nes, lo que llamó la atención de ungrupo de albañiles que, sentados enla acera, tomaban el desayuno espe-rando que sonara la campana llamán-doles al trabajo.

—¡Ora pro nobis!—dijo uno deellos con acento burlón.

Piedad pasó entre ellos sin hacercaso; pero otro más atrevido, se pusoen pie de un salto, y cerrándola elpaso:

--IRece un poquito por mí, pren-da!—dijo con acento conquistador.

—Así lo haré—dijo levantando un

momento sus negros ojos sobre el—;por usted y por los demás,

Y saliéndose de la acera, siguió sucamino, mientras el que había habladoprimero gritaba, después de soltar lamás horrible de las blasfemias:

—Reza por éste si quieres, que yono necesito beaterías. ¿Oyes?...

Piedad penetró en el templo sin oirmás; pero una vez en su corazón elDios del amor, brotó de lo íntimo desu alma una ferviente plegaria poraquel desconocido que, aunque entono de mofa, la había pedido unaoración, y desde aquel día, por unsentimiento que la inocerVe joven nosabía explicarse, en su acción de gra-cias cotidiana, el recuerdo del apues-to albañil acudía a su espíritu, y enforma de súplica, subía hasta el tronode la Madre de Dios con esta dulcejaculatoria:

«Ruega por él, Santa Madre deDios, para que sea digno de las pro-mesas de tu Divino Hijo.»

II

Pasó algún tiempo; un domingo,Piedad acompañaba a una amiga suyaa visitar un pariente enfermo en elhospital; llevada de una ardiente ca-ridad por los sufrimientos del próji-mo, iba de cama en cama, buscandoa aquellos que más solos se encon-traban, cuando se detuvo por otromotivo ante una cama en que yacía unhombre con la cabeza vendada y unbrazo en cabestrillo.

Piedad se detuvo llena de compa-sión, preguntándole dulcemente a quéa ccidente debía su lastimoso estado;el joven, porque joven era, fijó en ellaSUS ojos con una insistencia que laturbó.

--Usted debe tener la culpa de queYo esté aquí—dijo el enfermo con esae ntonación guasona del pueblo ma-drileño. ¿A que no ha rezado por mínunca, prenda? .

Piedad se puso encendida al reco-nocer aquella voz y aquella mirada, ySin poderse contener:

—Se equivoca usted—dijo viva-mente—; ni un día he dejado de pedirPor usted.

Y avergonzada de su espontanei-dad, añadió:

—Yo rezo por todos los que me loPiden.

El joven obrero se puso serio, yCon voz ligeramente conmovida:

—Es usted tan buena como bonita—dijo—. La creo, porque es precisoque alguien pidiese por mí cuando nocaí muerto como aquel desgraciadoque estaba conmigo en el andamio...¿Se acuerda usted, joven, de aquel quela dijo que no necesitaba beaterías...?

—Y aquel, ¿ha muerto? ¿Aquel queblasfemaba de un modo tan horrible?— dijo Piedad juntando las manos ate-rrada, mientras dos lágrimas corríanPor su lívido rostro.

—Sí; su mujer ha salido ganando,¡Porque la vida que la daba!...

—No hable usted así... ¡Es horri-ble!... ¿Y habrá muerto sin arrepen-tirse?...

—Es probable; pero si usted no leconocía, ¿cómo llora por él?

—¡Era mi prójimo, era mi herma-no!—dijo tristemente Piedad.

—Y yo, ¿qué soy para usted...?Piedad no contestó; en aquel mo-

mento llegaba una Hermana de la Ca-ridad.

—¡Ah! ¿Es usted parienta de estebuen Manuel?—dijo saludando a lajoven—. Le advierto que se ha hechoun buen chico desde que está aquí...Ha hecho una buena confesión y esmuy buen amigo del Sr. Capellán.

—¡Ah! ¿Sí?—dijo Piedad, cuyo co-razón latió violentamente.

—Claro; si usted pedía por mí... yoiba haciéndome bueno—dijo Manuelgalantemente.

III

Han pasado muchos años; Manueles un honrado maestro de obras; Pie-dad no es la linda jovencita que he-mos conocido, sino una hermosa ycristiana madre de familia, verdaderoángel del hogar, venerada de su ma-rido, adorada de sus hijos.

El recuerdo de las dos escenas queacabo de referir es a menudo el temade la conversación del dichoso arte-sano, que se complace en repetir asus hijos:

—Creedme, hijos míos, sin las ora-ciones de vuestra madre, yo sería uncualquier cosa, un desgraciado; peroella pedía a Dios por mí, y Dios y subendita Madre me salvaron.,. Tenéispor madre una santa, hijos míos; nolo olvidéis y amadla como merece.

—Y por padre el mejor de los hom-bres, pero un exagerado de primera —interrumpía Piedad, confusa por las

alabanzas, pero gozosa con el amorde su marido.

— ¡Ea!, hijos míos, a rezar el SantoRosario mientras concluye de hacersela cena, que este es el único caminode ser buenos y felices.

Y alargaba su rosario a Manuel,que tomándolo entre sus dedos fuer-tes y endurecidos por el trabajo, searrodillaba dos pasos delante del gru-po de Piedad y sus hijos, y con vozfirme y reposada, guiaba este sublimey sencillo ejercicio, guirnalda de flo-

res escogidas con predilección por laMadre de Dios.

Y Piedad terminaba aquel hermosoacto, dirigiendo a aquella dulcísimaMadre esta súplica, en que se ence-rraban todas sus ternuras, todas lasesperanzas de su cristiana alma:

—¡Ruega por nos Santa Madre deDios, para que seamos dignos de laspromesas de Nuestro Señor Jesu-cristo!

J. G. HERREROST. de la M.

EL AMOR Â CRISTOLa brigada municipal y algunos

otros obreros agregados a la briga-da, trabajaban en el adoquinado deuna de las calles céntricas de X. DonRomán, reclinado a la sombra de unode los tilos que se alineaban a los doslados del paseo central, observaba.Los trabajadores hablaban; uno deellos, joven de treinta años, parecíamudo: a las preguntas u observacio-nes del capataz contestaba con mo-nosílabos. Pálido, tristón, hastiado,rehuía la común algazara.

Don Ponían llamó al capataz.—Me llama la atención ese joven —

dijo.—¿El Penseque?--¿Así le llaman?—Así le dicen. Su nombre es Juan,

pero le han puesto ese sobrenombreporque hace tiempo piensa siempre.Por lo demás, es buen obrero. Diz

que tuvo amores desgraciados. Sunovia se murió; él se entristeció des-de entonces. Cosa rara en esta gente;el trabajo no les deja tiempo para elamor y sus tristezas, ni los apremiosde la bolsa tampoco. Parece que lospasatiempos de Cupido se han refu-giado en las clases altas... En cuantoa mí, me río de eso... Esto es lo po-sitivo—e hizo sonar alegremente unosduros que en el bolsillo traía.

Don Román se retiró del capatazcon asco mezclado de compasión.

Al terminar al mediodía el trabajo,los obreros se retiraron, quién a laquerencia del hogar, quién a la taber-na, quién a la sombra de un árbol consu atadijo, en cuyas entrañas traíanalgo de comer. De estos últimosfue el Penseque. Don Román se leacercó.

—Amigo Juan—le dijo.

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—Servidor de usted—contestó elobrero.

—¿Quieres acompañarme a co-mer?

—Si fuera usted otro, dudaría; sien-do usted.., andando—y poniéndose ala vera de don Román, se dispuso aacompañarle.

—¿Me conoces?—Sí; yo estaba entre los obreros

aquel día que usted suplantó al ora-dor anarquista y luego nos ofrecióusted catecismos.

Don Román no contestó. A pocollegaban a un restaurant. Don Romándijo al obrero:

—Te he convidado, Juan, porqueme dabas pena viéndote trabajar tanseriote.

—También el obrero tiene SUS pe-nas, don Román.

—Sí; me han dicho que unos amo-res desgraciados, que...

—Más les valiera callarse.—¿No me serás espontáneo? Si

puedo remediarte...—Gracias, señor, — suspiró Juan

conmovido.—Para los trabajos y pe-nurias corporales nuestras, tiene us-ted abierto su bolsillo generoso; paraciertas penas, usted comprenderá queno basta el bolsillo.

—Sí, pero basta otro.- ¿Quién?—Cristo.—¡Siempre Cristo! Lo mismo dijo

usted en aquella plática.— Es que es el único remedio.—Si fuera verdad la religión, si fue-

ra verdad Cristo...Don Román miró con ojos de pie-

dad al trabajador.

—1Pobre Juan! ¡Y aún dudas! Luegoañadió: — Pero cuéntame, hombre,eso.

—¿Qué?— Eso tuyo.—Esto mío le importa a nadie un

bledo. Yo tenía un poco de cariño,que también nosotros amamos; la fa-talidad me lo quitó; busqué amistad,no la encontré; no tengo hogar, notengo nada; sólo estos dos brazospara ganarme un pedazo de pan. ¿Noes esto bien triste? Si hubiera reli-gión verdad, religión de aquí (y setocaba el pecho), religión que lle-nara...

— Parece mentira que teniendo elremedio en la mano, dudes así. Sí,hay religión verdad, hay religión quesatisface esto y esto (y se tocaba su-cesivamente la frente y el corazón).

Juan le miró con interés.—¿No sabes-- continuó Don Ro

mán—, no sabes, desgraciado, que sila religión no se probase por otrasrazones, la probaría el amor que aCristo ha profesado el mundo y lasatisfacción que Cristo, sólo Cristo,puede dar al corazón hastiado?

—Diga, diga usted dijo Juan convehemencia, tirando la cuchara, todoojos y oídos.

—¿Tú conoces algún hombre quelo amen en todo el mundo?

—No, señor contestó el trabaja-dor, un poco sorprendido de la pre-gunta.

—¿Tú amas a Don Pelayo, el cau-dillo de nuestra reconquista?

- Amarlo, no, señor. Lo admiro, loalabo; pero de ahí a amarlo, hay grandiferencia.

NOTICIAS- 276 -

—Ni a los hombres grandes de lahumanidad, ni a los mismos oradoresque os seducen... ¿Puede alguno deellos gloriarse de ser amado dondequiera?

—Nadie.—¿Y si alguien consiguiese ser

amado en todo el mundo?—Ese sería masque todos los hom-

bres juntos.—Tienes razón; ese sería Dios.

Pues oye: uno hay que aman en todoel mundo desde que pasó por él, yéste es Cristo.

El obrero abrió tamaños ojos.—No te admires, Juan. Cristo ha

atraído a sí todos los corazones, y losha atraído porque es Dios. Ningúnhombre es poderoso para semejantemaravilla. Pasó Cristo por la tierra yle amaron cuantos le conocieron, yhoy le aman allí donde ha llegado sunoticia, que es en toda la tierra.

—Y también le odian.—Sí, y esta es otra prueba más,

que ahora no quiero apurar. Amoruniversal, odio universal... De esto,sólo Dios es capaz. Cristo lo ha con-seguido, porque Dios y su religión,el catolicismo, participa del amor ydel odio que a El le profesan, porquees la religión verdadera.

Don Román calló. En el corazóndel obrero se libraba interior com-bate.

—¿Y también en la religión hayremedio para esto?—y se llevaba lamano al pecho.

—¿No ha de haberlo? ¿Iba Cristoa excitar amor tan grande y universaly no había de llenar nuestro pobrecorazón?

—Es que el mío es tan pobre y es-toy tan hastiado de todo, de todo...

Don Román miró con interés noexento de ternura a aquel hombre deltrabajo, cuya alteza de sentimientosparecía brotar de un corazón no va-ciado en la común turquesa de lagente baja, baja en las inclinaciones,más que en las faenas humildes, y ledijo:

—Admírome de tus sentires, pobreJuan; pero por esto mismo te veo muycerca del remedio. Tu remedio esDios, tu remedio es la religión. Unsabio ha dicho: «Nuestra alma agotaen algunos minutos de vida todo elmundo que no es Dios; y como elalma tiene horror al vacío, cuando seforma el vacío en ella (como en latuya, pobre amigo); cuando el almase fastidia de todo y no es más queun océano sin agua, viene a ella suhuésped natural, Dios. Nuestra gran-deza crea en nosotros el vacío, y elvacío nos da el hambre de Dios. ' ¿Yquieres tú, Juan bueno y malaventu-rado, que Dios que da esta hambreno sepa llenarla? Tu remedio es Cris-to, tu remedio es la religión. Cree enEl, espera en El, que El te satisfaráaquí en el mundo, y cumplidamenteen la otra vida.

Reclinó Juan la cabeza, asomarondos lágrimas a sus ojos, y dijo entredientes:

—Creo y... espero.

M. S.

MADRID

Buena Dicha.—Del 11 al 19 de Junio se

celebró en esta iglesia la solemne novenacon que todos los años honra a JesúsSacramentado el Centro de los JuevesEucarísticos aquí establecido. Todos hanPuesto el mayor esmero en el esplendor ybrillantez de estos cultos: la Junta direc-tiva, disponiendo y ordenando todo lonecesario; las Camareras, adornando conexquisito gusto el altar; el coro de señori-tas cantoras, interpretando con la delica-deza y afinación de siempre hermosos

motetes de su Director, P. Miguélez, y el

predicador, Rvdmo. P. Inocencio, expli-cando con sencillez y elocuencia los prin-cipios fundamentales de la vida espiritual.La Comunión del último día, fiesta delCorpus, fui numerosísima, y la misa so-

lemne, cantada por el mencionado coro,reforzado por las alumnas del Colegiode. D. Juan de Alarcón, muy del agrado delos oyentes.

EL PARDO'

El 22 del próximo pasado han celebrado

en los Asilos de El Pardo la primera co-munión 56 niñas asiladas. El altar estabacubierto de flores blancas, que hacía unhermoso conjunto con los blancos ves-tidos de las niñas. El Sr. Capellán-Direc-tor, D. Ildefonso Romo, pronunció unamuy sentida plática que conmovió hastalas lágrimas al numeroso público. Duran-te la Misa, el coro de las Mercedarias

de la Caridad y el de los Asilos, cantó

preciosos motetes con irreprochable gus-to y arte.

Por la tarde, con asistencia de todo elclero de El Pardo, de los seminaristas delAsilo y del pueblo, se celebró la proce-sión del Corpus, que recorrió las aveni-das, amplios patios y jardines.

La fiesta de San Juan.—Con gran so-lemnidad han celebrado, en los mismosAsilos, la fiesta de su Patrón San JuanBautista, con asistencia del ExcelentísimoGeneral D. Enrique de Laro, Presi-

dente del Patronato de los Asilos; del Se-ñor Tesorero, del clero, autoridades mili-tares y civiles, de las HH. Mercedarias dela Caridad, asilados y de numeroso pú-blico. Cantó la Misa el coro de la bandade los Asilos, que con tanto acierto dirigeel Maestro Barbero. Predicó el Reverendo

Padre Delgado Capeáns, de la Residencia

de los PP. Mercedarios, de Madrid.Después de la Misa, el Excelentísimo

Señor Capellán-Director y la M. Supe-riora, con la amabilidad que les distin-guen, fueron enseñando a todas las per-sonas que deseaban conocer los Asilos,las oficinas, dormitorios, salones de cla-ses, academia de música, comedores ydemás dependencias, quedando todos gra-

tamente impresionados de la limpieza,orden y buen gusto que reina en las mis-mas, recibiendo la M. Supericra y el Ca-pellán Director los más calurof.os elo-

gios.

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El día 7 de los corrientes, fiesta ono-mástica de la R. M. Superiora de los Asi-los de El Pardo, Sor Fermina Echandi, secelebró a las ocho Misa de Comunión gene-

ral, durante la cual cantaron preciosos mo-tetes el coro de las Hermanas y el de los

Asilos. El Sr. Capellán Director, D. Ilde-fonso Tormo, pronunció una sentida plá-

tica. A las once, el R. P. Alberto Barros,i-npuso solemnemente el Santo Escapula-rio de la Merced a 86 jóvenes asiladas,que ingresaron en la Congregación de

Hijas de María de la Merced que las Her-manas Mercedarias han establecido confecundos resultados para aquellas almas.El P. Delgado Capeáns, dejó oir su pa-labra, exponiendo los orígenes y excelen-cias del Escapulario de Nuestra Santísima

Madre de la Merced, las gracias a él vin-culadas y la protección que siempre dis-pensa a sus devotos. Fué un acto verdade-ramente conmovedor. Terminó tan tiernaceremonia con la bendición del Santísimoy el himno a la Redentora de Cautivos.

Por la tarde, la banda del Asilo dió ungran concierto, y las niñas representaron,en honor de la M. Superiora, unos jugue-tes cómicos y una zarzuela; los tres semi-

naristas del Asilo que cursan en el Semi-

nario, pronunciaron unas breves alocu-ciones testimoniando a la M. Superiora,Hermanas y al Sr. Capellán-Director su

gratitud eterna por haber plasmado sus

almas en una sólida educación cristiana y

haber sabido despertar en sus corazonesla vocación al sacerdocio.

ILLESCAS (Toledo).

Simpática y atrayente ha resultado la

primera Comunión de las alumnas del

Colegio que en esta localidad tienen lasHermanas Mercedarias de la Caridad. Laiglesia parroquial estaba adornada como

en los días de gran gala, en donde Her-

manas y señoritas alumnas habían hecho

derroche de gusto y arte. La Misa fuécantada por las Hermanas, acompañadas

de un nutrido grupo de señoritas. El

Señor Cura Párroco, el ilustrado D. Lope,ha pronuaciado una hermosa plática conla elocuencia que le es propia, haeiendoderramar muchas lágrimas al numeroso

auditorio. Se acercaron a recibir por pri-mera vez el Pan de los Angeles 43 niñasvestidas de ángeles.

Por la tarde salió la procesión del Cor-

pus, y al terminarse, el infatigable D. Lopepronunció una sentida alocución, en laque 13 : zo ver la fecunda labor que contanto acierto están desarrollando las Her-manas Mercedarias, que están operandouna verdadera y honda renovación espiri-tual en el pueblo. Las niñas recitaron pre-

ciosas poesías alusivas a la primera Co-munión. La M. Superiora y Hermanashan recibido muchas y muy merecidasfelicitaciones de lo más significado delpueblo.

ZUMÁRRAGA (Guipúzcoa).

En la Casa-Noviciado que en esta loca-lidad tienen las HH. Mercedarias de laCaridad, han profesado 22 jóvenes novi-cias, y han tomado la blanca librea Mer-cedaria 25.

La vitalidad de tan benemérito Instituto

es verdaderamente maravillosa, y su des-envolvimiento es providencial. No en vano

tiene el ejercicio de la caridad sin fronte-

ras, sin limitaciones, como la caridad deCristo.

ENGUERA (Valencia).

En la capilla del Colegio de las Herma-

nas Mercedarias de la Caridad, de estalocalidad, el día de la Ascensión del Señorse han establecido los Jueves Eucarís-ticos. El Sr. Capellán del Colegio pro-n unció una elocuente plática exponiendo

las magnificencias y grandezas de tant ierna devoción. Hizo ver cómo ellos han

de salvar la familia y a la sociedad, tan

faltas de amor. Pasaron de 120 los fieles

que se alistaron bajo la augusta bandera

eucarística.

Felicitamos a las MM. Mercedarias de

la Caridad por el feliz acierto en estable-cer en su Colegio los Jueves Eucarís-ticos.

HERENCIA (Ciudad Real).En preparación para la fiesta de Pente-

costés, se celebró en la iglesia de los Pa-dres Mercedarios, de esta villa, un nove-

nario, que terminó con un triduo solemne,

P redicado por el Rdo. P. Comendador

Fr. Fernando Díez, y el P. Fidel Gon-zález.

Desde ese día quedó establecida en estaig lesia la Congregación del EspírituSanto.

Con motivo de cumplir las condicionesreq ueridas para tener el Jubileo del Sa-

grado Corazón de Jesús en esta iglesia,se hicieron una especie de Ejercicios du-rante ocho días, predicados por el PadreFidel González.

Al día siguiente de terminar estas plá-

ticas, día 24, empezó la novena solemne

del Sagrado Corazón de Jesús, que es-tuvo sumamente concurrida. Toda ella la

predicó el Rdo. P. Comendador con un

entusiasmo y fervor no igualado. El día

del Sagrado Corazón se celebró una Co-

munión general de todas las asociacio-

nes, y el día 29, a pesar del mal tiempo y

amenazar tormenta en el momento de salir

la procesión, debido a las muchas ora-

ciones que en público se hicieron con todo

el entusiasmo y fervor para que cesara la

tempestuosa lluvia, pudo pasearse el Sa-grado Corazón por las principales calles

de esta villa en medio de repetidos y en-

tusiastas vivas al Sagrado Corazón y a

Cristo Rey. A esta procesión numerosí-

sima, entusiasta y bien ordenada como

nunca, asistieron el Ayuntamiento en ple-no, todas las autoridades civiles en cor-

poración y el clero de esta localidad.

Se dió tin a ia fiesta con un entusiasta

fervorín que electrizó los ánimos de lasmultitudes, hasta hacerles explotar en de-

lirantes vivas al Corazón de Jesús y aNuestra Santísima Madre, etc., etc. De este

entusiasmo resultó el organ i zarse para

el día 4 de los corrientes una peregrina-

ción al Cerro de los Angeles, saliendo de

aquí una caravana de « autos» para comul-

gar allí en el monumento y celebrar la

Hora Santa en medio de un entusiasmo

loco, que el P. Comendador supo inculcar

en los corazones de los pereg ri nos. —Co-

rresponsal.DESDE SITGES

Bodas de oro de la profesión religiosa

de la Rvda. M. Carmen de Jesús de

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Meer. Merecido homenaje.—Le fué tribu-tado a la Madre Comendadora por lasprofesoras, aiumnas y ex alumnas delMonasterio Colegio de Sitges el día 7 delpasado Junio.

LA MERCED se congratula por el home-naje, muy justo y merecido, que le fui tri-butado a la M. Carmen de Jesús de Meer,

y cree recoger el s?nfir unánime de todoslos religiosos Mercedarios, adhiriéndosea las felicitaciones que con tal motivo ledirigieron nuestros Superiores.

La actuación de la M. Meer con respectoa la Orden, y en especial con la provinciade Castilla, no puede pasar desapercibidapare el historiador de estos cincuentaaños desde la restauración. No es este el

momento de hacer su biografía. Pero esde justicia y gratitud el consignar de pa-sada que la M. Meer, entonces Comen-dadora del Convento de D. Juan de Alar-eón, cooperó con todo entusiasmo y muyeficazmente al restablecimiento de losPadres Mercedarios en Madrid.

Y entonces y siempre la actuación de laMadre Meer se caracteriza por un acen-drado amor a la Orden y por la filialadhesión a sus Superiores, cuyas inspi-raciones recogió fidelísimamente en lasempresas por ella tan acertadamente reali-zadas.

¡Que Nuestra Santísima Madre premieesos cincuenta años consagrados contanta abnegación al aumento y prospe-ridad de su obra predilecta!

Necrología.

El 17 de junio falleció en Escoriaza

Sor Teresa María Aránzazu Mendizá-

bal, confortada con los Santos Sa-

cramentos.

Nuestro sentido pésame a la Co-

munidad de Madres Mercedarias de

dicha villa.

Indulgencias del mes de

agosto.

Día 2.—San Alfonso María de Ligo-

rio, Terciario de la Merced. Absolu-

ción general.

Día 10.—Aniversario de la funda-

ción de nuestra Orden. Absolución

general.

Día 15.—La Asunción de Nuestra

Señora. Absolución general y otra

indulgencia plenaria, visitando la

iglesia.

Día 23.—Cuarto sábado. Indulgen-

cia plenaria asistiendo a la misa de

Nuestra Santísima Madre.

Día 28. —Fiesta de San Agustín.

Absolución general,

Dia 31.—San Ramón Nonnato. Ab-

solución general y otra indulgencia

plenaria.

CON LAS DEBIDAS LICENCIAS

Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211.