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Oil to Cash (Del petróleo al efectivo): Combatir la maldición de los recursos a través de las
transferencias de efectivo
Todd Moss
Documento de trabajo de CGD 237
Enero de 2011
Resumen
Muchas de las naciones más pobres y frágiles del mundo se están incorporando a las filas de
productores de petróleo y gas. Estos países enfrentan cuestiones políticas críticas sobre cómo
administrar y gastar los nuevos ingresos de manera que beneficie a sus pueblos. Al mismo
tiempo, cada vez más países en vías de desarrollo han iniciado transferencias en efectivo como
respuesta a la pobreza, y estos programas están demostrando resultados impresionantes. En
este artículo, propongo unir estas dos tendencias: los países que buscan administrar el dinero
proveniente de los nuevos recursos naturales deberian considerar la posibilidad de distribuir los
ingresos directamente a los ciudadanos bajo la forma de transferencias en efectivo. Además de
servir como una intervención poderosa y de probada eficacia, las transferencias en efectivo
podrían también mitigar el efecto corrosivo que los ingresos de recursos naturales
frecuentemente tienen sobre la gobernanza.
Introducción
Las filas de países productores de petróleo y gas están aumentando. Precios de las materias
primas, incluyendo petroleo, en altos historicos se están combinando con avances tecnológicos
para impulsar nuevas exploraciones de petróleo y gas en países previamente considerados
marginales para los mercados de energía mundiales. Estos productores nuevos o inminentes
enfrentan decisiones políticas críticas, como por ejemplo, cómo gastar los nuevos ingresos y
cómo tomar medidas para evitar la temida supuesta maldición de los recursos. Ghana se
incorporó al club petrolero el 15 de diciembre de 2010, cuando su campo Jubilee inició sus
operaciones, pero muchas de las cuestiones relacionadas con las políticas petroleras —cómo
manejar los contratos petroleros, cómo administrar los ingresos, qué tipo de supervisión se
necesita— siguen sin resolverse. Estas preguntas son especialmente urgentes y pertinentes,
2
porque muchos de los nuevos productores son algunas de las naciones más pobres y frágiles
del mundo: Sierra Leona, Timor Oriental, Camboya, Papúa Nueva Guinea, Liberia. Lo que estos
países deberían hacer con sus ingresos del petróleo no es una pregunta ni fácil ni obvia. Pero
tiene enormes consecuencias para los millones de personas pobres que viven en estos países.
Al mismo tiempo, y en forma totalmente independiente, las transferencias en efectivo se han
convertido en una respuesta inmensamente popular a la pobreza. El éxito del programa de
transferencias condicionadas en efectivo de México ha llevado a muchos países en desarrollo —
Sudáfrica, Brasil, India, Indonesia, Bangladesh, Nepal, Namibia, Botsuana, Colombia, Honduras,
Armenia, Panamá, Jamaica y otros— a lanzar algún tipo de intervención similar, como
recientemente se resumió en el nuevo libro Just Give Money to The Poor (Hanlon, Barrientos y
Hulme, 2010). De hecho, los autores estiman que por lo menos 45 países tienen ahora
programas de transferencias en efectivo de algún tipo, los cuales alcanzan a 110 millones de
familias. De acuerdo con los defensores/partidarios de las transferencias en efectivo —y
respaldados por una creciente cantidad de evaluaciones rigurosas de estos programas—, dichos
programas son económicamente eficientes y pueden tener un impacto significativo y
mensurable sobre una variedad de resultados relacionados con el desarrollo. Esto, unido a
potenciales poderosos beneficios políticos, sugiere que es probable que los programas de
transferencia en efectivo se sigan extendiendo.
Si bien su conexión no es obvia a primera vista, este artículo propone unir estas dos tendencias:
los países que buscan administrarnuevo dinero proveniente de recursos naturales deben
considerar la posibilidad de distribuir los ingresos directamente a los ciudadanos a través de
transferencias en efectivo. Además de servir como una intervención poderosa y de probada
eficacia, las transferencias en efectivo pueden mitigar el impacto corrosivo del petróleo sobre la
gobernancia. Esta idea ha venido creciendo dentro de la comunidad de investigadores
(Subramanian y Sala-i-Martin, 2003; Birdsall y Subramanian, 2004; Sandbu, 2006; Moss y Young,
2009; Gelb y Grassman, 2009; Segal, 2009; Devarajan, Le y Raballand, 2010b). Lo que es más
importante, esta idea está comenzando a arraigarse entre los encargados de diseñar e
implementar políticas. Alaska distribuye los dividendos de las ganancias de los ahorros del
petróleo directamente a los residentes del estado desde 1982. Más recientemente, Bolivia ha
vinculado sus utilidades del gas con el pago de pensiones (una transferencia en efectivo
destinada a las personas mayores), mientras que Mongolia ha utilizado los ingresos de la
minería para financiar un programa de beneficios para niños (una transferencia en efectivo
destinada a los menores).
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Al haber más países que enfrentan decisiones políticas difíciles, más integrantes de la
comunidad internacional han hecho hincapié en la transparencia como la manera de proceder.
Sin embargo, esfuerzos como la Iniciativa de Transparencia en la Industria Extractiva (EITI, por
sus siglas en inglés) solo arrojan luz sobre un eslabón en la larga cadena desde el petróleo en el
suelo hasta los resultados de desarollo. Del mismo modo, la experiencia de países como Chad
de utilizar fondos soberanos de inversión con especial supervisión externa, no han podido, en
su gran mayoría, lograr el cumplir con su proposito. Estos dos instrumentos contribuyen a crear
un suministro de información transparente, pero demuestran ser insostenibles o insuficientes
porque no crean una demanda de esa transparencia en los países ni incentivos para usar esa
información con el fin de influir en las acciones de los gobiernos.
Una opción, complementaria a la EITI y a la protección de los ingresos a través de fondos
soberanos, es distribuir los ingresos adicionales provenientes de recursos naturales
directamente a los ciudadanos, en un pago regular, universal y transparente. Dicho enfoque
puede acarrear sólidos beneficios económicos y políticos, y puede ayudar a los países no solo a
evitar los efectos corrosivos de la maldición de los recursos, sino también a crear demandas de
transparencia y responsabilidad politica. Este artículo explica la idea de la maldición de los
recursos, la tendencia hacia las transferencias de efectivo y luego propone aunar ambos
conceptos. En secciones posteriores, se analizan los beneficios de tal enfoque, se describen
brevemente algunos de los países donde esta propuesta puede ser más importante, y luego se
comparan las alternativas de políticas. El artículo finaliza abordando algunas objeciones
comunes a la propuesta.
La maldición de los recursos
Después de más de veinte años de investigaciones, la “maldición de los recursos” —la idea de
que la dependencia de un país de la extracción de recursos naturales puede ser perjudicial para
su bienestar económico, político y social— ha llegado a aceptarse ampliamente entre los
politólogos, economistas, periodistas y políticos/dirigentes (Gelb 1988; Sachs y Warner 1995;
Karl 1997; Collier y Hoeffler 2000). Más específicamente, numerosos estudios han descubierto
vinculos entre la dependencia de las exportaciones de recursos naturales y varios resultados
negativos, incluyendo mayor nivel de conflicto, autoritarismo, corrupción, desempeño
macroeconómico deficiente y pobreza. Dado que estos resultados pueden reafirmarse
recíprocamente —por ejemplo, la pobreza puede causar mayor probabilidad de conflicto y
viceversa— la maldición de los recursos pueden llevar a ciclos descendentes de pobreza e
inestabilidad política.
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Investigadores de diversos campos han evaluado las asociaciones entre la dependencia o
abundancia de los recursos naturales y una gran cantidad de resultados económicos y políticos
deficientes:1
Inestabilidad macroeconómica y concentración de exportaciones. La dependencia
extrema de una pequeña cantidad de exportaciones hace que los países sean
vulnerables a la volatilidad de los precios internacionales, lo cual lleva a enormes
cambios en la política fiscal y a la inestabilidad macroeconómica general (Gelb, 1988;
Sachs y Warner, 1995).
Pobreza. De 1960 a 1990, las economías de los países con escasos recursos naturales
crecieron dos a tres veces más rápido que las de los países con gran riqueza natural
(Auty 2001).
Corrupción. Un aumento del 15% en la participación del capital natural en el patrimonio
nacional tiene como correlato una caída de 20 puntos porcentuales en el índice de
percepciones de corrupción (Gylfason 2001).
Autoritarismo. Diamond (2008) informa que los 23 países que más dependen del
petróleo y el gas estuvieron bajo un régimen autoritario en algún momento entre 1974
y 2008, mientras Ross (2001) revela que la presencia de petróleo y minerales esta
significativamente relacionada a con la autocracia.
Conflicto. Cuando las exportaciones de materias primas conforman el 33% del PIB de un
país, la probabilidad de conflicto aumenta al 22%, en comparación del 1% para un país
sin dichas exportaciones (Collier and Hoeffler 2000).
¿Cuál puede ser la explicación de estas asociaciones? Si bien la mayoría de los modelos
reconocen que la maldición de los recursos probablemente opere a través de diversos
mecanismos, existe una división general en las publicaciones entre aquellos que encuentran
una explicación económica (a través del efecto de la enfermedad holandesa) y aquellos que
proponen que los recursos naturales tienen un efecto corrosivo sobre instituciones políticas
claves (un efecto del contrato social). Si bien estos efectos no son recíprocamente excluyentes,
la mayoría de las investigaciones anteriores se han concentrado en uno de estos mecanismos o
han buscado establecer su importancia relativa.
1 Para obtener una revisión más completa de las publicaciones, consulte Moss y Young (2009). Una nueva ronda de
investigaciones ha analizado la maldición de los recursos desde un punto de vista escéptico utilizando datos de paneles e investigando la causalidad inversa, por ejemplo, la posibilidad de que instituciones con mal desempeño provoquen la dependencia de los recursos naturales, y al revés (Brunnschweiler y Bulte 2008; Wacziarg 2009; Haber y Menaldo 2010; Martin 2010). Sin embargo, si bien estas nuevas publicaciones hacen más hincapié en la importancia de la calidad institucional para determinar el impacto neto de los recursos naturales, la idea basada en que en entornos institucionalmente deficientes las rentas del petróleo pueden ser perjudiciales y el divorcio del estado de la responsabilidad pública sigue siendo aceptada en general.
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Los primeros modelos del efecto de los recursos en el crecimiento se concentraron en sus
negativos efectos macroeconómicos. El más conocido de estos efectos es la llamada
“enfermedad holandesa”, y hace referencia a la tendencia de los recursos naturales a desplazar
a otras exportaciones a través de su efecto en las tasas de cambio. El principio económico
detrás de la enfermedad holandesa es claro: un aumento en las exportaciones de recursos
naturales de un país impulsa su tasa de cambio real, lo que hace que otras exportaciones
resulten relativamente más costosas (Corden y Neary 1982; Corden 1984; Neary y van
Wijnbergen 1986). Este impacto negativo sobre otras exportaciones se agrava por la volatilidad
de la tasa de cambio causada por cambios frecuentes en los precios de los recursos naturales
(Gylfason, Herbertsson, y Zoega 1999; Herbertsson, Skuladottir, y Zoega 1999).
Para complicar las cosas, los intentos de los gobiernos por protegerse de la enfermedad
holandesa pueden llegar a ser tan nocivos como la propia enfermedad. Sachs y Warner
sugieren que el mayor efecto indirecto de la dependencia de los recursos naturales sobre el
crecimiento fue provocado por políticas proteccionistas implementadas por los gobiernos al
tratar de detener la atrofia de sus demás exportaciones no relacionadas con materia prima
(1995). En conjunto, estos efectos demuestran ser nocivos para las economías dependientes de
los recursos, lo cual posiblemente explique la relación entre los recursos naturales, los menores
índices de crecimiento y los niveles sostenidos de pobreza.
El otro canal causal principal que podría explicar los resultados negativos de la explotación en
países con abundancia de recursos hace hincapié no en los efectos de los recursos sobre los
precios, sino en su impacto corrosivo sobre las instituciones políticas. En particular, los recursos
naturalessocavan la dependencia de un gobierno en sus ciudadanos para obtener ingresos de
impuestos y, en último término, rompe, o por lo menos perjudica en gran medida, el contrato
social entre ellos.
La teoría del contrato social establece que los impuestos son la base de la responsabilidad en la
gestión entre el estado y sus ciudadanos (Bräutigam, 2008). Esta idea se remonta al desarrollo
de las instituciones democráticas en Inglaterra y Francia, donde gobiernos faltos de dinero
tenían que negociar con los contribuyentes a fin de recaudar fondos para financiar sus costosas
guerras (Tilly 1985; North y Weingast 1989). A cambio de los impuestos, los ciudadanos exigían
servicios públicos, derechos y una mayor participación en las medidas del gobierno (Bates y
Lien 1985).
Las rentas de recursos naturales, como los ingresos del petróleo, que no requieren ningún
esfuerzo de parte del gobierno, pueden afectar al establecimiento de un contrato social,
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especialmente en países jóvenes que aún se encuentran en el proceso de construir estados
capaces. Básicamente, las rentas de los recursos vertidas directamente en las arcas del estado
reducen la necesidad del estado de recaudar impuestos para financiar el gasto público. Sin esta
necesidad de recaudar fondos de sus ciudadanos, los gobiernos quedan liberados de su
obligación de responder a sus necesidades. Esto puede crear (o reforzar) “estados rentistas”,
que dependen de una base económica limitada (como por ejemplo, un pequeño grupo de
compañías petroleras extranjeras), pero que no tienen que rendir cuentas a sus ciudadanos. Por
el contrario, privados del poder del dinero, los ciudadanos no pueden ejercer presión sobre el
gobierno para el suministro de servicios públicos y una gestión responsable. En otras palabras:
“Sin impuestos no hay representación”.
Las consecuencias de la ruptura del contrato social tienen gran repercusión, ya que los estados
que no tienen que rendir cuentas parecen invertir menos en el desarrollo de sus ciudadanos
(Gylfason 2001), y tienen un gasto público menos eficiente (Robinson, Torvik, y Verdier 2006),
mecanismos de rendición de cuentas más débiles (Devarajan, Le y Raballand, 2010) y mayores
niveles de corrupción (Vicente 2009).
En suma, los importantes descubrimientos de petróleo son muy parecidos a ganar la lotería:
por lo general el anuncio se recibe con gran alegría, pero las consecuencias finales sobre los
beneficiarios suelen ser preocupantes. Esto sugiere que los gobernantes preocupados por la
maldición de los recursos deberían actuar enérgicamente para encontrar maneras de mitigar o
superar sus efectos más perniciosos.
Transferencias de efectivo
Las transferencias de efectivo son cada vez más populares, tanto dentro de la comunidad
donante como entre los dirigentes de los países en desarrollo que buscan estrategias más
innovadoras para aumentar el bienestar. Entre los donantes que intentan reducir la pobreza y
brindar protección social a los más vulnerables de manera más directa, distribuir efectivo puede
ser más eficaz que el gasto en el sector público en muchos países en desarrollo (Standing 2008;
Morley y Coady 2003). Los países de ingreso medio también han innovado con programas de
transferencia condicionadas en efectivo (CCT, por sus siglas en inglés) de gran magnitud con el
fin de proporcionar efectivo a los pobres y fomentar determinadas conductas. Las CCT más
destacadas son Progresa-Oportunidades de México y Bolsa Familia de Brasil. El plan de México
abarca a aproximadamente un cuarto de la población y suministra pagos en efectivo a familias
de bajos ingresos a cambio de asistencia regular a la escuela, visitas a clínicas de salud y
asistencia alimenticia. El programa de Brasil representa la transferencia condicionada en
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efectivo más grande del mundo y suministra estipendios mensuales a 12 millones de familias si
los niños asisten regularmente a la escuela y son vacunados.
Parte de la popularidad de las CCT han sido las evaluaciones rigurosas de los programas, que en
general han demostrado efectos importantes. Por ejemplo, los niños que participando en
Oportunidades tenian un 12% menos de incidencia de enfermedades, una probabilidad 33%
mayor de estar inscritos en la escuela y una probabilidad23% mayor de terminar el noveno
grado que los niños fuera del programa (Hanlon, Barrientos y Hulme, 2010). Curiosamente,
algunas evaluaciones recientes han intentado separar los efectos del efectivo de los efectos de
la condicionalidad. Generalmente sugieren que el principal impacto surge del dinero, y no de la
condición. La pensión rural incondicional de Brasil, por ejemplo, aumentó la inscripción de los
niños en la escuela, mientras que la pensión incondicional en Sudáfrica redujo la falta de
asistencia a la mitad (Hanlon, Barrientos y Hulme, 2010, 57). Un estudio del Banco Mundial
sobre transferencias de efectivo en Malawi llegó a la conclusión de que el factor determinante
para los aumentos en la inscripción en la escuela fue el aumento en los ingresos, no la
condicionalidad, que no tuvo un impacto discernible (Baird, McIntosh, Ozler, 2009). En
consecuencia, las condiciones vinculadas a dichos programas y el costo adicional de hacer que
se cumplan pueden tener menor valor que el dinero en sí. 2
Existen diferentes variantes de transferencias de efectivo. Pueden ser condicionales o
incondicionales, grandes o pequeñas, y universales o destinadas a determinadas poblaciones
demográficas, económicas o geográficas. Una de las transferencias de efectivo incondicionales
que existe más común, pero demográficamente específica, es la pensión. Éstas suelen ser pagos
regulares a un segmento de la población (las personas mayores), pero no dependen de ninguna
conducta (aunque el nivel puede estar vinculado a contribuciones anteriores). Otro tipo común
de transferencia de efectivo demográficamente específica es el beneficio para niños, un simple
pago fijo realizado a las familias por cada hijo, habitualmente con un límite al alcanzar cierta
cantidad. Los beneficios para niños además pueden destinarse solo a los pobres (p. ej., el
Programa Dinero para Niños de Mongolia o el Subsidio de Asistencia Infantil de Sudáfrica), o ser
universales (p. ej., el Beneficio para Niños de Gran Bretaña). Incluso otra forma de transferencia
de efectivo han sido los pagos de ingresos a los indígenas americanos con las ganancias de
juegos de azar, que es universal para todos los miembros adultos de la tribu individual (Akee y
cols., 2008).
2 Sin embargo, los beneficios de la condicionalidad podrían ser más políticos que económicos. Agregar exigencias
para que los pobres “hagan algo” (como enviar a sus hijos a la escuela o vacunarlos) podría ser necesario para contribuir a que las transferencias de efectivo sean políticamente aceptables, incluso aunque no tengan mucho que ver con su éxito final (Morley y Coady, 2003).
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Quizás el caso más interesante sea el del Fondo Permanente de Alaska. El Fondo fue
establecido a mediados de la década de 1970 casi inmediatamente después del descubrimiento
de petróleo con el fin de crear una base de inversión que generara ingresos incluso si la
producción de petróleo disminuía en el futuro. En 1982, el gobierno instituyó el programa
Dividendo del Fondo Permanente (PFD, por sus siglas en inglés), una transferencia en efectivo
regular de los intereses del Fondo para los residentes del estado (Fasano, 2000). Propugnado
por el entonces gobernador Jay Hammond, el PFD fue creado explícitamente para dar a los
habitantes de Alaska una participación en la protección de los ingresos del petróleo y la
integridad del Fondo y, en último término, para limitar el gasto del estado antieconómico.
Según declaraciones del gobernador:
En lugar de permitir que el gobierno gaste todo el dinero público obtenido a
través de la explotación de los recursos naturales en lo que el gobierno considera
mejor, démosles participaciones a los residentes de Alaska y permitamos que
ellos determinen qué servicios desean lo suficiente como para permitirle al
gobierno recuperar esas participaciones en impuestos. Nada podría ser más
eficaz para poner freno al crecimiento excesivo del gobierno… (citado en
Harmon 1977)
En los últimos años, los hogares de los residentes de Alaska han recibido entre un 3 y un 6% de
sus ingresos promedio del PFD y ahora es un componente previsto regularmente de los
ingresos familiares. El dividendo ha sido “muy exitoso en la creación de una comunidad política
a favor del Fondo Permanente que antes no existía” y la mayoría de los políticos considera “un
suicidio político sugerir cualquier cambio en la política que posiblemente pudiese tener un
impacto negativo en el presente, o en el futuro, con respecto a la magnitud del PFD”
(Goldsmith, 2002).
Más recientemente, Mongolia y Bolivia han intentado usar parte del modelo de Alaska
vinculando los ingresos de sus propios recursos naturales (minería y gas, respectivamente) para
financiar programas de transferencia en efectivo. Las utilidades del cobre y el oro financian el
Programa Dinero para Niños de Mongolia, mientras que las utilidades del gas natural exportado
de Bolivia se asignan al sistema de pensión.3
3 Consulte los futuros estudios de casos de Revenue Watch Institute sobre Bolivia de Roberto Laserna y sobre
Mongolia de Chuluunbaatar Enkhzaya y Alexandra Gillies.
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Si quiere algo, déjelo en libertad : Una propuesta
Proponemos aunar estas dos tendencias —una mayor comprensión de la maldición de los
recursos y una creciente innovación con las transferencias de efectivo— en un nuevo modelo
para la administración de los recursos naturales en estados con abundantes recursos y mal
gobernancia : proporcionar los ingresos a los ciudadanos en una transferencia en efectivo
regular, universal e incondicional.4 En lugar de asignar los fondos al presupuesto (y esperar que
se filtren al pueblo) o a un fondo de ahorros (y esperar que se use con inteligencia en el futuro),
esto pondría el efectivo directamente en manos de la gente.
La razón fundamental para hacer esto incluye beneficios económicos y políticos:
1. Incentivos para cobrar impuestos. Después de proporcionar dinero en efectivo a sus
ciudadanos, el estado los consideraría ingresos normales y cobraría impuestos sobre ellos
según corresponda. De esta manera se forzaría al estado a cobrar impuestos y a construir una
administración fiscal, en lugar de simplemente pasar por alto a los contribuyentes al depender
en forma exclusiva de las rentas. Aunque esto inicialmente parezca ser un paso innecesario
(¿por qué dar algo que va a recuperar parcialmente?), crear incentivos para la recaudación y
administración de impuestos es quizás el beneficio potencial más importante de este plan
(Devarajan, Le y Raballand, 2010). Debido a que el gobierno debe cobrar impuestos sobre los
ingresos del petróleo a fin de recuperar parte de ellos para el gasto público, el contrato social se
fortalece, en lugar de romperse debido a los ingresos de los recursos naturales.5 Los gobiernos
se verán forzados a depender de los ciudadanos para obtener ingresos y, en consecuencia, los
ciudadanos tendrán mayor influencia e incentivos para ejercer presión sobre la política pública.
2. Incentivos para la rendición de cuentas. Las transferencias de los ingresos de recursos
naturales en efectivo tienen el potencial de proporcionar mayores incentivos para que los
ciudadanos supervisen los ingresos percibidos, la administración de los recursos y el modo en
que éstos se distribuyen. Debido a que los ciudadanos ahora tendrían una participación
personal en los recursos, las transferencias en efectivo probablemente crearían una enorme
comunidad de electores que demandan una administración responsable y rendición de cuentas.
4 Los términos “transferencias en efectivo” y “distribución directa” se usan en las publicaciones y aquí de manera
intercambiable. Durante el resto de este artículo, “transferencias en efectivo” se utilizará para denominar transferencias de efectivo incondicionales, a menos que se indique lo contrario. 5 Consulte Devarajan, Le, y Raballand (2010) sobre la relación empírica positiva entre la aplicación de impuestos y
las medidas de responsabilidad presupuestaria y eficiencia del sector público. Los dólares destinados a asistencia, que abundan en muchos de estos países en vías de desarrollo, irónicamente también pueden tener efectos de gobierno similares al petróleo, lo cual permite a los funcionarios públicos vivir del dinero de subsidios y cercenar la necesidad del estado de prestar servicios a sus votantes (Moss, Pettersson, y van de Walle 2006).
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Una cosa es quedarse al margen frente a la inadecuada administracion de las reservas petoleras,
cuando la renta petrolera se conserva en bancos en el extranjero, o se distribuyen con fines
clientelistas a unos cuantos. Una cosa completamente distinta es cuando la inadecuada
administración de los yacimientos petroleros amenaza una fuente directa de ingresos. Éste fue
el objetivo principal del plan de Alaska: limitar el despilfarro del gobierno creando mayores
incentivos para que los ciudadanos exigieran rendición de cuentas por parte de sus
gobernantes (Fasano, 2000).
3. Es positivo para la equidad nacional. Las transferencias en efectivo probablemente serían
más equitativas y favorables a los pobres, en comparación con los patrones de gasto actuales
en la mayoría de los países en desarrollo. En la mayoría de los países pobres, el gasto del
gobierno está concentrado en áreas urbanas relativamente ricas y, típicamente, muestra
significativas diferencias regionales. En cambio, un pago uniforme y universal en efectivo
permitiría una distribución equitativa para todos los ciudadanos (en el mejor de los casos,
incluyendo a los niños). Este sería un beneficio inmediato para las personas que viven en áreas
carentes de servicios básicos, incluyendo a aquellos pertenecientes a grupos marginalizados.
4. Es positivo para los pobres. Es importante destacar que las transferencias en efectivo
tendrían beneficios económicos inmediatos y significativos para las familias pobres, y por
consiguiente, para el desarrollo. Incluso una pequeña cantidad de ingresos regulares
adicionales puede hacer una enorme diferencia para los más pobres, permitiendo una mayor
inversión en nutrición, salud, educación e incluso en microempresas (Case 2001; Yanez-Pagans
2008). Proporcionar un ingreso seguro, incluso si los pagos son módicos, evitaría a las familias
pobres acudir a mecanismos de supervivencia, como la liquidación de activos. De hecho, es
difícil imaginar algún servicio público que proporcione ingreso inmediato de, por ejemplo el
10%, a los pobres, salvo las transferencias en efectivo.
El prospecto de los nuevos países en riesgo
¿Qué hace que los países sean más vulnerables a la maldición de los recursos naturales? Los
países de bajo ingreso con mala calidad institucional y gobernabilidad inicial parecen ser más
susceptibles a la maldición de los recursos, que aquellos países que descubren petróleo
después de que son ya estados ricos y consolidados. Esto parece lógico: Nigeria encontró
petróleo en los años inmediatamente posteriores a la independencia y demostró ser más
vulnerable a la maldición que Noruega, que había sido una democracia constitucional durante
al menos 150 años antes de descubrir petróleo. Muchos de los recursos probables en los países
de bajo ingreso aún no han sido descubiertos, y mucho menos explotados (Collier 2010). Sin
embargo, a medida que los yacimientos de petróleo y gas más antiguos comienzan a agotarse y
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los precios de esos productos básicos se mantienen elevados, la exploración se ha acelerado en
nuevos países. De hecho, una cantidad de países de bajo ingreso con gobernanzas
relativamente débiles descubrieron reservas de petróleo o de gas natural licuado (GNL)
comercialmente explotables (Tabla 1).
Tabla 1: Los nuevos exportadores de petróleo y gas (¿Y posibles candidatos para la distribución
de efectivo?)
País Recurso Año de
descubrimi
ento
Extracción
prevista
Posible cantidad PIB/límite
(2008 US$)
Camboya Petróleo
y GNL 2006 2011
Petróleo: 400-700 millones de
barriles (mmb); GNL: 3-5 billones
de pies cúbicos (TCF)
711
Ghana Petróleo 2007 2011 600 millones – 1,800 millones mmb 713
Papúa Nueva
Guinea
GNL 1986 2013-14
9 TCF 1253
Sierra Leona Petróleo 2009
A ser
determinada
> 45 pies netos del pago de
hidrocarburo del bloque Venus 352
Sudán del Sur Petróleo 1978
2011 (posible
independencia)
5,000 millones mmb– 75% de los
cuales se encuentran en el sur n/a
Timor Oriental GNL 2000 2013-2018
5.13 TCF y 225.9 millones de
barriles de condensado 453
Uganda Petróleo 2006 2011
1,200 millones
mmbcomercialmente viables 453
Estos nuevos descubrimientos son potencialmente devastadores, porque estos países en
particular son susceptibles a los efectos perniciosos de las rentas de los recursos sobre sus
economías e instituciones políticas. Al mismo tiempo, los flujos de ingresos esperados brindan
la oportunidad de implementar políticas preventivas —como un plan de transferencia directa
en efectivo— para proteger al estado de la maldición de los recursos naturales. La dinámica de
los intereses adquiridos sugiere que la probabilidad de implementar un plan de distribución
como el propuesto aquí, podría ser más alta si se diseñae implementa antes de que los ingresos
sean percibidos y los grupos políticos influyentes se intenten apropiar de las rentas (véase
Gillies, 2010). Los esfuerzos para poner freno al impacto de la maldición de los recursos
naturales deberían, por lo tanto, concentrarse en estos países.
Propuestas de políticas alternativas a las transferencias en efectivo
La eficacia de distribuir los ingresos provenientes de los recursos naturales directamente a los
ciudadanos, depende delanálisis relativo de este enfoque, con respecto a otras opciones
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disponibles para los diseñadores de políticas. En términos generales, las opciones son: gastarlos
o ahorrarlos.
Gastarlos ahora, a través del presupuesto (aumentar el gasto público)
Si los países de bajo ingreso tienen (casi por definición) problemas de liquidez y carecen de
infraestructura pública básica, ¿por qué no permitir simplemente que el gobierno utilice
directamente las rentas de los recursos naturales para invertir en mejores servicios públicos e
infraestructura? ¿Por qué un gobierno que necesita más fondos para construir escuelas,
hospitales, carreteras y centrales eléctricas entregaría el dinero a los ciudadanos? ¿No son estas
inversiones necesarias para el crecimiento a largo plazo?
En teoría, gastar nuevos ingresos en bienes públicos es una opción inteligente. Sin embargo, la
mera existencia de una carestía no significa necesariamente que la mejor manera de utilizar los
nuevos fondos sea cubriendo esa deficiencia. La eficiencia de los sistemas disponibles para
alcanzar los resultados deseados con los recursos es muy relevante, y en este caso,
posiblemente muy preocupante. Cada vez hay más evidencia de los altos niveles de “fuga” y
niveles extremadamente bajos de prestación de servicios para los supuestos beneficiarios en
muchos de los países que están enfrentando esta opción de políticas. Se han realizado
alrededor de dos docenas de encuestas de seguimiento del gasto público (PETS, por sus siglas
en inglés) en países en desarrollo, mayormente en África Subsahariana (Gauthier 2006). La
primera de éstas, un estudio en Uganda en 1996, reveló que el 87% del gasto en educación,
excluyendo salarios, se perdía antes de llegar a las escuelas a las que estaba destinado (Ablo y
Reinikka 1998). En Chad, un estudio similar realizado antes de que el país comenzara a exportar
petróleo, reveló que solo el 1% del gasto en salud, excluyendo salarios, destinado a las
administraciones de salud regionales, llegaba alos centros de salud. En el sector público de
Ghana, que a menudo se considera como uno de los de mejor desempeño, las encuestas
revelaron tasas de fuga del 50% en educación y del 80% en salud (Gauthier 2006).
Del mismo modo, la grave escasez de infraestructura de calidad en África no implica
necesariamente que cubrir dicha brecha sea una mejor manera de gastar los nuevos ingresos.
La selección de proyectos ha sido históricamente un problema importante en los países de
bajos ingresos (carreteras hacia el pueblo del presidente, en lugar de construirlas hacia el
puerto), mientras que la construcción a gran escala ha estado entre los sectores más
susceptibles a la corrupción (Kenny, 2007).
13
Estos antecedentes desfavorables no sugieren ni que todo el gasto público implica derroches ,
ni que los países no puedan mejorar su desempeño actual.6 Claramente, todos los gobiernos
invierten en servicios públicos, y todos pueden (y deberían) trabajar arduamente para mejorar
su eficiencia. Sin embargo, en el caso de los países donde ya queda muy claro que el gasto
público es problemático, una considerable inyección de recursos frescos debe cotejarse con
otras opciones, basándose en el impacto y el uso probable de esos fondos en la práctica; no con
la simple esperanza de que dichos recursos teóricamente podrían usarse bien si el sistema
mejorara. De hecho, es probable que los esfuerzos por reformar servicios públicos
disfuncionales en algunos casos se vean obstaculizados por un aumento en los flujos de efectivo.
Quizás más importante a destacar, la inversión directa de nuevos ingresos de recursos naturales
en el presupuesto no aborda de ningún modo el efecto del petróleo sobre las instituciones
políticas y el contrato social. De modo que la baja productividad del sector público
probablemente empeore a medida que el estado se divorcia más de la población y de la
rendición de cuentas. De hecho, a medida que las rentas provenientes de recursos naturales
aumenten, también podrían hacerlo los incentivos para que funcionarios públicos y políticos
participen en prácticas clientelistas, búsqueda de rentas y corrupción Gelb 1988; Karl 1997).
Ahorrar para el futuro (crear un fondo de ahorro especial)
Una de las alternativas que se propone con más frecuencia para lidiar con los ingresos
provenientes de recursos naturales es colocarlos en un fondo de estabilización, o un fondo para
generaciones futuras. Un fondo de estabilización está diseñado para regular el gasto público,
protegiendo los ingresos del gobierno de las fluctuaciones de corto y mediano plazo en el
precio del petróleo (Bell, Heller y Heuty, 2010). Un fondo para generaciones futuras
simplemente ahorra los fondos para más adelante, ya sea para tratar de proporcionar
patrimonio intergeneracional, o para utilizar los fondos después de que el recurso (no
renovable) se haya agotado. En la mayoría de los casos, estos fondos se conservan en el
exterior, tanto por motivos económicos (para limitar los de la enfermedad holandesa) como de
gobernabilidad (para permitir la administración profesional del fondo y limitar la interferencia
política).
Noruega, por ejemplo, es un país rico productor de petróleo con una población de edad
avanzada, así que estableció un fondo soberano con el objetivo de financiar su sistema de
pensión. Rusia, por otra parte, que enfrenta un conjunto diferente de limitaciones, estableció
6 En efecto, en un caso muy difundido, una encuesta de seguimiento en Uganda reveló que después de que las
asignaciones de presupuesto se colocaron en la puerta de las escuelas, la tasa de fuga cayó a “sólo” 18% (Gauthier, 2006).
14
un fondo de estabilización principalmente para mitigar los shocks fiscales producidas por las
fluctuaciones en el precio del petróleo. Otros países, como Chile y Ghana, han adoptado o están
en el proceso de crear ambos tipos de fondos.
Si bien reservar los ingresos del petróleo en un fondo para su gasto futuro y cuidadoso podría
parecer lógico, en la práctica el éxito sigue dependiendo de los arreglos políticos. Crear un
fondo de ahorro en sí mismo no cambia la economía política del estado. El gobierno sigue
estando protegido de la responsabilidad política por su acceso a rentas provenientes de
recursos (Humphreys and Sandbu 2007) y puede cambiar las reglas sobre el uso de los fondos
de ahorro. Sin una comunidad políticamente relevante, con un sólido interés en proteger los
fondos ahorrados, los gobiernos pueden simplemente robarlos.7
El ejemplo más infame es el de Chad, donde el préstamo del Banco Mundial para financiar el
oleoducto para exportar petróleo fue condicionado a la colocación de los recursos en un fondo
especial, en su mayoría destinado a financiar programas de desarrollo.8 Apenas el
financiamiento del Banco concluyó, Chad pagó sus préstamos y el parlamento anuló la ley, para
permitir que los ingresos se gastaran en otras prioridades nacionales, como gastos militares y
presidenciales. En Chad no había un electorado influyente para una exigir una administración
adecuada y, por ende, no hubo repercusiones politicas para el gobierno por incumplir el trato.
Nigeria también ha establecido una gran cantidad de reglas de gasto y ahorro para sus ingresos
del petróleo, pero raramente las ha cumplido por un tiempo considerable (Eifert, Gelb, y
Tallroth 2002; Ross 2003; Ahmad y Singh 2003).
Por lo tanto, las cuentas de ahorro especiales en el exterior podrían ser una buena idea para
cumplir ciertos objetivos. Éstas podrían tener sentido como mecanismo para promover la
transparencia y proteger los ingresos provenientes del petróleo (antes de transferirlos al
presupuesto, un fondo para infraestructura, un fondo de ahorros o de riqueza soberano, o un
recurso de transferencias de efectivo). Pero la experiencia de muchos países sugiere que la
mera presencia de un fondo no altera fundamentalmente las elecciones de los encargados de
diseñar políticas.
También vale la pena señalar que estas tres amplias opciones para utilizar los ingresos
inesperados del petróleo —gastarlos, ahorrarlos y entregarlos— no son excluyentes entre sí.
Por supuesto, los encargados del diseño de políticas tienen la opción de asignar los ingresos a
7 Si el principal objetivo es ahorrar para el futuro y prevenir la liquidación de activos, entonces la mejor opción
podría ser simplemente dejar el petróleo o el gas en el suelo restringiendo la producción. 8 El acuerdo estipulaba que el 80% de los ingresos del petróleo se asignaría para gastos directos de desarrollo y
reducción de la pobreza, el 10% se reservaría en un fondo para futuras generaciones, el 5% para la región productora de petróleo y el 5% restante para gastos discrecionales (República de Chad y BIRD, 2001).
15
estas tres alternativas. En otras palabras, implementar un sistema de transferencia de efectivo
no tiene por qué implicar utilizar el 100% de los ingresos. Por los motivos descritos a
continuación, también sería conveniente tener reglas de asignación y presupuesto muy claras
que se ratifiquen en la constitución (a través de una modificación o, probablemente aún mejor,
un referendo nacional). Estas disposiciones pueden ser útiles como límite para futuros
gobiernos que pudieran intentar modificar el acuerdo posteriormente.
Eso no puede funcionar en mi país: Algunas objeciones comunes
Existen muchos motivos para pensar que un plan de transferencia universal de efectivo podría
no ser apropiada o podría no tener el efecto deseado. Además de los argumentos de que sería
mejor gastar o ahorrar los fondos, descritos anteriormente, algunas de las preguntas más
comunes incluyen:
Logística: ¿Cómo podemos implementar un sistema de transferencia de efectivo para
todos los ciudadanos cuando nosotros no tenemos una identificación nacional y tan
pocas personas tienen cuentas bancarias?
Transferir fondos a toda la población de un país pobre puede parecer abrumador, aunque ya se
está haciendo. Los gobiernos en países en vías de desarrollo y de mercados emergentes hacen
pagos periódicos a alrededor de 170 millones de personas desde 2009, y más de 60 países
tienen alguna forma de sistema de transferencia social (Pickens, Porteous y Rotman, 2009).9
Nueva tecnología para la identificación y las transferencias de dinero hacen que dichos pagos
en efectivo sean viables y posiblemente tengan un muy bajo costo.
Todo sistema de pago debe cumplir dos funciones: verificación de la identidad y transferencia
de fondos. En el pasado, los pagos del gobierno a las personas, como pensiones y transferencias
sociales, se hacían principalmente utilizando repartos de efectivo en persona, a un costo
elevado y con pérdidas significativas. En la actualidad, incluso en los países más pobres, los
sistemas de pago y de transferencia electrónica están ganando popularidad. Quizás el más
conocido de dichos sistemas sea M-PESA en Kenia, que actualmente brinda servicios a 11.9
millones de clientes (correspondiente al 54% de la población adulta de Kenia) y transfiere
aproximadamente $415 millones de dólares cada mes en transacciones de persona a persona
9 La estimación del Grupo Consultivo para Asistir a los Más Pobres (CGAP, por sus siglas en inglés) se basa en sus
propios cálculos para países en vías de desarrollo y mercados emergentes. Los autores primero cuentan la cantidad de beneficiarios de transferencias de efectivo condicionales e incondicionales (125 millones en 33 países). Luego, suman los empleados del sector público y los jubilados, calculando que alrededor del 10% tienen bajos ingresos.
16
(Mas y Radcliffe, 2010). Casi la mitad de los programas de transferencia social implementados
en la última década ya incluyen algún tipo de pago electrónico.
Los pagos electrónicos también reducen los costos administrativos de la transferencia. Cuando
Bolsa Familia de Brasil cambió a tarjetas electrónicas de beneficios, los costos administrativos
cayeron de 14.7% del valor del subsidio a 2.6%. En Sudáfrica, el costo de las transferencias cayó
un 62% después de cambiar a cuentas bancarias ofrecidas por el sector privado (Pickens,
Porteous, and Rotman 2009).
Los sistemas de pago electrónico también pueden reducir las ineficacias que pueden surgir
debido al fraude o la corrupción. Los identificadores exclusivos, como los números de
identificación personal o nuevas tecnologías de datos biométricos —por ejemplo, escaneos de
huellas dactilares y de retina— son cada vez más asequibles (Gelb, mimeo). Los beneficiarios
también podrían recibir los pagos directamente a través de un instrumento que esté bajo su
control, como una tarjeta de débito o un teléfono móvil. Incluso cuando el sistema bancario no
puede proporcionar cobertura universal, la red de proveedores de tarjetas prepagadas de
telefonía móvil habitualmente lo hace.10
Si bien ningún sistema contra el fraude será infalible, también vale la pena recordar las
contrastar conotras opciones. En el caso de Ghana, los fondos perdidos a través del gasto del
sector público oscilaban entre el 50 y el 80%. Por comparación, un millón de beneficiarios
fraudulentos (como beneficiarios fantasma o personas que no son ciudadanos y que reclaman
ilegalmente una transferencia) representarían el equivalente a alrededor de un 4% de fuga.11
Inflación: las transferencias de efectivo, ¿simplemente no aumentarían los precios?
Otro argumento es que las transferencias de efectivo causarán inflación que podría entorpecer
o incluso cancelar las utilidades sociales de las transferencias. Esto parece ser potencialmente
cierto si la demanda de bienes para el consumidor aumenta como resultado de la transferencia
de efectivo y no hay un aumento simultáneo de la oferta (quizás debido a barreras comerciales
o a una baja capacidad de producción local). Sin embargo, esta crítica depende de las opciones
de políticas alternativas que el gobierno esté contemplando. Ahorrar los ingresos en un fondo
10
Utilizar el sistema de transferencia de efectivo para proporcionar identificaciones, cuentas bancarias y teléfonos móviles para todos los ciudadanos también podría tener otros efectos positivos, como proporcionar identificación para el seguro de salud o para votar, mayor acceso a servicios financieros y beneficios de nuevas comunicaciones, incluida mejor información de mercado e incluso alfabetización (Bankable Frontier Associates 2008; Aker y Mbiti, 2010; Aker, Ksoll y Lybbert, 2010). 11
En términos de impacto económico, todo el dinero gastado en Ghana debería tener el mismo efecto, independientemente de la nacionalidad o la identidad del beneficiario.
17
especial no tendría por supuesto un impacto inflacionario mientras los fondos se conserven en
el exterior. No obstante, el principal argumento en contra es que los fondos se asignarán a un
mayor gasto gubernamental. En este caso, hay pocos motivos para creer que el gasto privado
individual será más inflacionario que el gasto del sector público. Si de hecho se demostrara que
las transferencias son inflacionarias, esto podría abordarse a través de una combinación de
política monetaria (según fuera necesario en cualquier caso debido a la afluencia de capital
extranjero) y cambios en política específicas (especialmente, la reducción de las barreras a las
importaciones). Sin embargo, si la inflación es la principal preocupación, la decisión no debe
tomarse entre consumo público y privado, sino entre gasto y ahorro.
Paternalismo: Las transferencias de efectivo a los pobres son malgastadas, porque ellos
no saben qué les conviene
A veces se argumenta que las personas comunes malgastarán los recursos en consumos frívolos.
Existen motivos definitorios, morales y empíricos por los que esta objeción no resiste al análisis.
En primer lugar, lo que los economistas suelen considerar “consumo” (en contraposición con
“inversión”) quizás sea exactamente el tipo de resultados que mejoran el bienestar al que
aspiran los encargados de establecer políticas. La mejora en el consumo para la mayoría de las
personas situadas cerca o por debajo de la línea de pobreza significa una mejor alimentación y
condiciones de vida. Por ende, para los pobres, un mayor gasto en alimentos, vivienda y otros
gastos de la vida diaria no es consumo en realidad, sino que podrían considerarse inversiones
de capital humano para el futuro.
En segundo lugar, existen razones fundamentadas para creer que la gente —más allá de cuán
pobres, campesinos o faltos de educación sean— sabe más qué es lo que le conviene que los
burócratas apostados en ciudades capitales distantes. Después de todo, el desarrollo consiste
básicamente en liberar a las personas de las restricciones de la pobreza, y no en ordenarles
cómo deberían vivir sus vidas (Sen, 1999). Al proporcionar un ingreso regular y garantizado, un
plan de transferencia puede hacer exactamente eso: dar a los más pobres la libertad de tomar
las decisiones que optimicen su propio bienestar.
Finalmente, la evidencia disponible sugiere que permitir que las personas decidan cómo gastar
su propio dinero tiene también beneficios en términos de eficiencia. En contra de la creencia
popular de que los pobres no usan su dinero con inteligencia, los estudios plantean que las
transferencias de efectivo tienden a aumentar el gasto en salud, nutrición, servicios sanitarios y
educación (Case, 2001; Yanez-Pagans, 2008). Existen pruebas contundentes de una relación
positiva y significativa entre la obtención de una pensión y el aumento de los resultados en
salud para niños y adultos que viven en los hogares de los pensionados (Case, 2001; Duflo,
18
2003). Se registran resultados igualmente positivos para los efectos en la educación, como la
inscripción y la asistencia, para algunos integrantes de hogares que reciben transferencias de
efectivo (Edmonds, 2006; de Carvalho Filho, 2008; Akee y cols., 2008; Baird, McIntosh y Ozler,
2010).
Desincentivo al trabajo: Si la gente obtiene ingresos gratis, ¿por qué querrían trabajar?
En teoría, las transferencias de efectivo también podrían tener un efecto negativo en la oferta
de trabajo. Si bien la evidencia en este aspecto no es unánime, algunos estudios sugieren que el
tradicional efecto de reducción de la mano de obra de los ingresos podría mitigarse para los
hogares extremadamente pobres (Barrientos y Scott 2008). Al mismo tiempo, varios estudios
mencionan que las transferencias permiten que los miembros menos productivos de las
familias permanezcan en el hogar, lo cual permite que los miembros más productivos migren
para encontrar mejores oportunidades económicas (Edmonds, Mammen, y Miller 2005; Posel,
Fairburn, y Lund 2006; Ardington, Case, y Hosegood 2009). Otros han revelado que un ingreso
periódico en efectivo permite que los niños dejen de trabajar y asistan a la escuela (Edmonds
2006).
Si existen inquietudes importantes acerca del posible efecto de las transferencias de efectivo
sobre la disposición a trabajar, esto también puede atenuarse a través del diseño de programas.
Por ejemplo, dado que quizás no se conozcan los futuros ingresos del petróleo y que
transferencias inesperadamente altas pueden distorsionar la realidad, los montos podrían
limitarse a un porcentaje máximo del ingreso nacional promedio; por ejemplo, una norma fiscal
podría limitar las transferencias anuales a no más de 10% del ingreso per cápita promedio.
Visibilidad política: ¿Qué político estaría dispuesto a renunciar al dinero del petróleo?
Uno podría con toda razón argumentar que la distribución directa de efectivo es simplemente
inviable, desde el punto de vista político. Obtener consenso político para aprobar las
transferencias de efectivo podría resultar imposible, debido a que los políticos no tienen
incentivos para renunciar al dinero del petróleo, que pueden utilizar para crear respaldo
político o redes de clientelismo. Implementar esta propuesta seguramente requerirá previsión
política y un nivel de confianza que puede ser inusual. Sin embargo, varios países ya lo están
haciendo, por lo que claramente los políticos en Mongolia, Bolivia y en otros lugares vieron
algún tipo de conjetura política que lo hizo atractivo. La principal pregunta es: ¿qué podría
convencer a los políticos de otros lugares para que la prueben? Los países que todavía no han
recibido ingresos del petróleo pueden ser buenos candidatos, ya que es posible que los
obstáculos a causa de intereses profundamente arraigados sean menores (Gillies, 2010).
19
También puede suceder que una vez que la propuesta se plantee públicamente y comience a
recibir algún respaldo explícito —ya sea como parte de una campaña electoral o quizás como
parte de un debate sobre una nueva ley o disposición constitucional del petróleo— la
resistencia se torne políticamente peligrosa, como ocurrió en Alaska. Los políticos pueden darse
cuenta de que fomentar una propuesta de poner efectivo en manos de sus ciudadanos se
volverá extremadamente popular con rapidez. En países donde no hay políticos destacados que
aprovechen la idea, esta crítica es correcta y la implementación es muy improbable.
Conclusión
La llegada de nuevas rentas de inversión debería ser motivo de celebración en los países pobres.
Sin embargo, la experiencia de muchos países sugiere que dicha afluencia de dinero también
puede ser —y de hecho a menudo lo es— económica y políticamente desestabilizante. Al
mismo tiempo, cada vez más evidencia sugiere que las transferencias de efectivo son una nueva
herramienta poderosa para reducir los peores efectos de la pobreza y lograr resultados
específicos en cuanto al desarrollo. Los encargados de establecer políticas que enfrentan
decisiones cruciales sobre cómo gastar los nuevos ingresos, podrían aprender tanto de la lucha
de muchos países por manejar los ingresos provenientes de los recursos naturales, como del
éxito generalizado de otros en el uso de las transferencias de efectivo. El descubrimiento de
nuevos ingresos provenientes de recursos podría ser una oportunidad ideal para duplicar los
programas de transferencia de efectivo y, al mismo tiempo, las transferencias de efectivo
pueden ser la manera de evitar los peores efectos de la maldición de los recursos y de ayudar a
establecer los incentivos y las instituciones para tener estados transparentes y responsables.
Llegar al extremo de distribuir los ingresos inesperados de los recursos a los ciudadanos puede
parecer radical, pero teniendo en cuenta los graves riesgos políticos y económicos que
enfrentan los nuevos productores de petróleo y gas, la falta de acción es la opción más riesgosa.
20
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