ochate. la puerta secreta

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Jose
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DavidZurdo

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OCHATE

LAPUERTASECRETA

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Siempre estamos en el presente: aquí y ahora. No importa cómo hemosllegadoniadóndenosdirigimos…perocualquierdecisiónquetomemospuedecambiarparasiemprenuestrodestino.

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Eledificiodelaclínicaeragrandeysobrio.Esoeralomejorquepodíadecirsedeél.Lopeor,quedestilabatristezaporloscuatrocostados.Comoelcielogrisplomodeesatardeotoñalylluviosa.Iván llegó a la clínica, en las afueras de Madrid, con tanto temor comoexcitación.Podíanestarsiguiéndole.SiélsabíaqueYolandahabíarecuperadolaconsciencia,tambiénlosabríanquienesmásinterésteníanenquenolohiciera.Poresoutilizólamotodeunamigo,queseladejóaparcadaenunlugarpactadode antemano. Acababa de estacionarla en una pequeña zona ajardinada quepertenecíaalasinstalacionesdelaclínica.Sequitóelcascoysesacudiólaropaparaeliminaralgodelaguaacumuladaduranteel trayecto.Porsuerte, lalluviano era muy intensa ni hacía demasiado frío. Era más bien una sensacióndesapaciblequesealiabaconelaspectodeaquellugar.Se quedó junto a la moto un par de minutos, esperando para comprobar sialguien lohabíaseguido.Enese tiemponovioanadiesospechoso,asíquesedecidióporfinaentrarenel recibidorde laclínica.El interiorera luminosoyaséptico,comocabíaesperar.Sedirigióa la jovendelmostradorderecepción.Estaba leyendo un libro y ni siquiera reparó en él hasta que lo tuvo delante.Cerróellibro,conunpapelmarcandolapágina,ylededicóunasonrisa.

—Buenas tardes, ¿qué desea?—dijo llamándole de usted, aunque Iván noteníamásdeveinticincoaños.

—Hola.Veníaavisitaraunapaciente:YolandaSerna.—¿Laguardiacivil?—preguntólarecepcionista.Al decir eso, su cara mostró cierto abatimiento que Iván no supo cómo

interpretar.—Sí—contestó él—. Me han llamado esta mañana para decirme que ha

salidodelcoma.—¿Sunombre?—IvánCastro.—Espere,porfavor.Avisaréasumédico.La joven consultó el ordenador que tenía a un lado. Luego descolgó el

teléfonoymarcóunaextensión.—¿Doctor Loeches?… Está aquí Iván Castro. Pregunta por la paciente

Yolanda Serna… Sí, ahora mismo se lo digo. Gracias. —Colgó y volvió adirigirse a Iván—:Por favor, siéntese unmomento en esos sillones.El doctorbajaráenseguida.

Lossillonesa losquese refería la recepcionistaestaban juntoa laentrada.Ivánlediolasgraciasyfuehaciaellos.Lajovenlededicóotrasonrisa,másbientriste,yregresóalalectura.

Ivánnotuvoqueesperarmucho.Elmédiconotardómásdedosminutosen

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aparecer por el pasillo que se extendía a ambos lados del mostrador derecepción.Llevabaunacarpetabajoelbrazoynoibavestidoconlatípicabatablanca. La recepcionista le hizo un gesto al pasar para indicarle quién era elvisitante,aunqueenesemomentonohabíanadiemás.

—¿Iván Castro? —dijo el médico, tendiéndole la mano—. Soy el doctorMarioLoeches.HavenidoaveraYolandaSerna,¿noesasí?

Ivánleestrechólamanoycontestóafirmativamente.—¿Esfamiliarsuyo,amigo…?—Somosamigos.—Muybien.Peroantesdellevarleasuhabitación—continuóelmédico—,

megustaríaquehabláramosunmomentoenmidespacho.—¿Esqueocurrealgo?—Mejorhablemosenmidespacho.Allísecontarétodo.Acompáñame,por

favor.Antelamiradacompungidadelarecepcionista,porencimadelaspáginasde

sulibro,atravesaronjuntoselpasilloporelqueeldoctorLoecheshabíavenidohacía unos instantes. Luego tomaron un ascensor, en completo silencio, ysubieron a la segunda planta. Elmédico guió a Iván por otro pasillo hasta lapuerta de su despacho. Dentro, se sentaron a una pequeña mesa circular queestabafrentealescritorioyjuntoaunaventanaquedabaalazonaajardinada.

EldoctorLoechesabriólacarpetaconelinformemédicodeYolanda.—Lapacienteharecobradolaconsciencia,enefecto—confirmó—.Perosus

lesioneseranmuygraves.Aunque labalaquerecibióen lacabezanoafectóaningunaregióncríticadelcerebro,eltraumafuemuyimportante.Perdiómuchasangre.Dehecho,esunmilagroquehayasalidodelcomadespuésdecasiseismeses.

ElmédicocogiódelexpedientealgunasimágenesquemostrabanlaslesionesdeYolandayselaspusodelanteaIván.

—¿Adóndequierellegar,doctor?LaangustiadeIvánaumentabapormomentos.—Elcomanoescomoestardormido.Cuandoesprolongado,amenudose

convierte en irreversible. En caso de que el paciente se recobre, suele llevaraparejados otros problemas. Su amiga Yolanda presenta un caso severo deamnesia.Nohayqueperderlaesperanza:enocasiones,lapersonavarecobrandocon el tiempo sus recuerdos.Pero tambiénhayque ser realistas, yaqueno sepuedeasegurarqueesovayaasuceder.

—¿Nosepuedehacernada?—El cerebro es un gran misterio. Por desgracia, más de la mitad de los

pacientes que trata la psiquiatría desbordan nuestros conocimientos. En casos

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comoeldeYolanda,sóloeltiempotienelaúltimapalabra.Tras la revelación del médico, con Iván aún asimilando la noticia, ambos

salieron del despacho, volvieron al ascensor y subieron otra planta. LahabitacióndeYolandasehallabaenelaladeledificiodonde,denohaberestadoesedíaelcielocompletamentecubiertoporlasnubes,habríadadoelsol.

—Porfavor—dijoelmédicoabriendolapuerta—,leruegoquenosequedecon ella más que unos minutos. Ya habrá otros momentos para verla, másadelante.Ahoradebereposar.

Ivánnoentró.Sequedóquietoenelumbral.Yolandaestabatumbadaenlacamaconaireausente.Alfinsefijóenélycruzaronsusmiradas.Ivánvioensusojosquenoeracapazdereconocerle.Antesdeentrar,notócómosumentebullía:Yolandaera laúnicapersonaquepodíacorroborarsuhistoria.Laúnicapersonaenelmundo,apartedeélmismo,quesabíalaverdad.

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—¡Ahí!¡Aladerecha!ElgritodeIvánsonómuyfuerte,comosilefueralavidaenello.Aunqueno

era más que la indicación del desvío de una gasolinera. Alfredo, que ibaconduciendo,reaccionóatiempoylotomóamásvelocidaddeladebida,dadaslas circunstancias. El cielo estaba tan negro que la noche parecía haberseadelantado.Eltermómetroexteriormarcabadosgradosylanievecaíasobreelparabrisascomolosflecosdeunmantodeshilachado.

IváneraelmejoramigodeAlfredo.Lohabíasidodesdesiempre,desdequeeranunoscríosquevivíanenunpequeñopuebloalasafuerasdeMadrid.EnelasientotraseroibaBeatriz.Aellalaconocíandesdehacíamenostiempo,desdeque coincidió con Alfredo en un curso de literatura creativa, pero los tresformabanungrupoqueparecíaunidoconpegamento.

—Noveohaciadóndeestálagasolinera—dijoAlfredo,conlacabezamuycercadelcristal,comosiconesopudieratraspasarlanevada.

Ivánsacudiólacabeza,negando.—Yotampoco,aunque…nodebedeestarmuylejos.Unpardekilómetrosmásadelante llegaronaunabifurcaciónconunstop.

Losletrerosalotrolado,siesqueloshabía,nollegabanadistinguirse.—¿Derechaoizquierda?—preguntóAlfredo.Beatriz parecía ajena a todo aquello. Estaba repanchingada en el sillón

trasero, con las rodillas sobre el respaldo de Iván y tratando de consultar losmensajesdeTwitterensumóvil.

—Aladerecha—dijoIváncomosisupieraelcamino.Eraalgotípicoenél.Noveníaningúnotro coche; almenos, nohabía lucesque se aproximaran

pordetrás.Alfredocontinuódetenidoenelstop.—¿Noesmejoralaizquierda?Nosacercaríamosmásalaautovía.—Noséparaquépreguntas,perocreoquelaideanoesacercarnosmásala

autovía,sinoencontrarlagasolinera—contestóIvándemalaspulgas.Atrás,Beatrizbloqueósuteléfonoyalfinintervinoenladiscusión:—¡Paz!NoaumentéislaentropíadelUniversoconvuestrasgilipolleces.Alfredo e Iván se miraron y no pudieron evitar sonreírse mutuamente.

Beatriz trabajaba como redactora en una revista de divulgación científica untantoalternativa,ysolíaemplearesetipodefrases“graciosas”.

—Sí, no vayamos a cometer un error de proporciones gaussianas —dijoIván,imitandoasuamiga.

Alfredoarrancóytomóelcaminodeladerecha,elquehabíasugeridoIván.—Venga, vamos por aquí. Qué más da. No creo que podamos perdernos

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mucho.YaestabanenfilandoesesentidodelacarreteracuandoBeatrizemitiódesde

lapartetraseraunsonidodedisgusto.—Sí,esoespero,quenonosperdamos.NohepodidomirarelTwitter.El3G

nofuncionaycasinohaycoberturanormal.—¿TantaurgenciatienesconelTwitter?—dijoAlfredo.—No,somemo,lodigoporelGPS.Sinoshacefaltaponerlo,elmíonocreo

quefuncione.—Notepreocupesporeso—dijoIván—,miteléfonollevaunaantenaGPS

deverdad.Funcionadirectamenteconlossatélites,nolehacefaltacobertura.El cabo JoséMaríaOrtiz y la guardiaYolandaSerna, de laGuardiaCivil,

estabanparadosdentrode su todoterrenoaun ladode la carretera, fuerade lavista de los otros coches que circularan por ella. Aunque, con la niebla y laslucesapagadas,hubieranestadofueradelavistatambiénenmediodelavía.Lasdos últimas horas habían estado reconociendo las carreteras de la zona paracomprobarsilanevadaamenazabaconcortarlas.Demomentonoeraasí,perosilasituaciónempeoraba—comoparecíamásqueprobable—, lospueblosde laregiónquedaríanincomunicadosenvarioskilómetrosalaredonda.Comotodoslosaños.

EsoeraalgoqueelcaboOrtizsabíabien.Siemprehabíavividoallí,primeroelOtsobeltzyluegoenunpueblollamadoTreviño,quedabanombreatodoelcondado:unaisladelaprovinciadeBurgosdentrodelaprovinciadeÁlava,untrozodelaviejaCastilladentrodeEuskadi.LaguardiaSernahabíallegadoasudestino en el puesto deTreviño hacía dosmeses escasos, y aúnno conocía lazonani casinadade susgentes.Aunque lasprimeras impresioneshabían sidobuenas.El caboOrtiz, sin irmás lejos, apesardeunhumor algo irascible, sepreocupaba mucho por instruirla. Era un poco como su padre, tanto por ladiferenciadeedadcomoporlaactitudqueadoptabaaveces.

Yolandaseacaricióelpelo,intensamenterubio,hastaelpequeñomoñoenelquelollevabarecogido.Susojos,azulescomoelcielodeverano,estabanfijosenelcasinegrohorizonteinvernal.FaltabansólodosdíasparalaNochebuena.

—Porfinalguien—dijocuandoviolaslucesdelcocheenqueibanAlfredo,IványBeatriz—.ParecequesedirigenhaciaOtsobeltz.

Asulado,traselvolante,elcaboOrtizasintióysonriólevemente.—Vas aprendiendo, niña —musitó. Su mirada estaba clavada en la

trayectoriadelcoche—.Sí,vanhaciaOtsobeltz.Bien.—¿Bienporqué?—Pornada.Silanievecortalacarretera,allípodránpasarlanoche.—¿Hayunapensiónoalgo?Nolosabía.

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—Unacasa…deunaseñoraquealquilahabitaciones.Lanevadaparecíaconcederunapequeñatregua.Noasílaniebla,queseguía

igual de impenetrable, o peor. Alfredo no había dejado de conducir todo eltiempocasipegadoalvolante.

—Parecesunavieja—seburlóIván.—Vale,listillo,perocomonoencontremoslagasolinerapronto,nosvamosa

reírtodosunmontón.Hacemuchoqueseencendióeltestigodelagasolina,yelaforadorvamal.

—¿El aforaqué? —dijo Beatriz, como si Alfredo hubiera pronunciado lapalabramásraradelmundo.

—El aforador sirve para medir la cantidad de gasolina que hay en eldepósito.Estámediojodidoynomidebienlareserva.Nomegustaríanadaquenosquedáramostiradosenestacarreterademalamuerte.

—Anda,anda,notepreocupestanto—volvióaburlarseIván—:seguroquelaencontraremos.¿Acasotehasquedadoalgunavezsingasolina?

—No,nunca,pero…—Lasuertefavorecealosaudaces.Písaleunpoco,hombre,quelasruedas

nosevanadesintegrarporlavelocidad.Un gruñido casi inaudible, por encima del ruido del motor, fue la única

respuestadeAlfredo.Nopisómáselacelerador.Dehecho,trababadesermuydulceconél,porqueempezabaatemerquepudieranencontrarsealgunasplacasdehielo.

—Quesepáisquenollevamoscadenas—dijoalrato.Siguió conduciendo en silencio durante unos minutos más y, al fin, sin

avisar,sedetuvoaunladoenunapartemásanchadelavía,fueradelarcén.—¡¿Noshemosquedadosingasolina?!—preguntóBeatrizconangustia.—No —dijo Alfredo—. No sé hacia dónde estamos yendo y me parece

absurdo seguir así. Iván, por favor, conecta el GPS y busca en el mapa lagasolinera,oalgunaotraqueestécerca.

Elaludidosacósumóvildelbolsilloyactivólaaplicacióndemapas.Esperóaquelaantenalesdieralaposición.Envano,porqueelpequeñoiconoindicadordelapresenciadesatélitesnodejódeparpadear.

—¿Quépasa?—dijoAlfredo,inquietoporlaespera.—Nolosé.Estonova.Debedeserporlaniebla.Beatrizsacólacabezaentrelosasientosdelanteros.—¿YquétienequeverlanieblaconquefuncioneelGPS?¿Nodecíasqueel

tuyosífuncionabasincobertura?Ivánlededicóunamiradamolesta.—Enteoría,sí.Peroelcasoesquenocogelossatélites.Ynoséporqué.

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—¿TumóviltieneGPS?—preguntódenuevoBeatriz,estavezaAlfredo.—No,elmíoesantiguo.—Bueno,¿yquéhacemos?—Seguir.Tardeotempranollegaremosaalgúnsitio.Alfredo se incorporó de nuevo a la carretera, cada vez más molesto y

frustrado.Laoscuridadlesrodeaba,conunhaloblancoentornoalosfarosqueaumentaba la sensación general de negrura. El pavimento era irregular y eltrazado parecía diseñado por una oruga que se moviera sin rumbo fijo. Sóloveíaneso:elmundohabíadejadodeexistirmásalládelaslucesdelcocheydelreguerodeasfaltoporelqueibanavanzandohacianingúnsitio.

Continuaronensilencio,bajolaincesantenieve,durantealgunoskilómetrosque se hicieron eternos. El ruido del ventilador de la calefacción se unía almurmullodelmotorydelasruedas,enunsonidomonótonoquesólocambiabaconelvaivéndeloslimpiaparabrisas.IvánestabaapuntodepediraAlfredoquevolvieraapararse,paraprobardenuevoconsuGPS,cuandounpuntoluminososurgióalfondodelacarretera,justoalpasarunacurvacerrada.

—¡Ahí!—gritóylaseñalóconeldedo.—Joder,menosmal…—dijoIván.Noeralagasolinera.Alfredofuehacialaluzapasodetortugahastaquese

desdoblóendos.Una,más lejana,parecíaunafarola.Laqueestabamáscercaera el letrero de un bar. No vieron el cartel con el nombre del pueblo, peroestabanentrandoenuno:casasdesperdigadas,confundiéndoseconlanegrura,enmediodeunterrenopedregosoyyermo.Unpueblocomootrocualquieradeesazonaduraycasiestéril.

—Voy a parar en el bar —dijo Alfredo—. Podemos preguntar por lagasolinerayaprovecharparatomaralgo.Mevahaciendofaltauncafé.

Losotrosdosnocontestaron.Selimitaronaasentirensilencio.Alfredofuereduciendolamarcha,lentayadeporsí,ydesviándosehacialaizquierdadelacalle.Sefijóenelcartelluminoso.Desdetancercasípodíaleerseelnombre:LaBoca.Justocuandoibaadetenerseallado,elhazdelosfarosdelcocherebotóen un gran bulto negro. Alfredo frenó en seco. Sus amigos se dieron unsobresalto.Ivánestuvoapuntodecomerseelparabrisas.Beatrizseechóencimadelasientodelanteroporquesehabíaquietadoyaelcinturóndeseguridad.

—¡Joder!—exclamóAlfredo.CuandoIvánpudorecuperar laposiciónymiróa travésdelparabrisas,vio

algo imposible:unanimalnegrocomo lanochey con lospelosdepunta.Susojosreflejabanlaluzdelcochecomominúsculoscarbonesencendidos.

—¿Esunperro,no?—dijoIván.Beatriztambiénlovio.

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—¡Alfredo,notepares,sigue,porfavor!—¿Yquéquieres,queloatropelle?Desdeelasientotrasero,lajovensecolocóentreambosasientosdeunsalto,

sacómediocuerpohaciadelanteyoprimióelclaxondelcoche.Alfredodiounrespingo.Noseesperabaquehicieraeso.

—¡Estatequieta!Eneseprecisoinstante,unnuevotestigoluminososeencendióenelcuadro

demandos,porencimadelindicadordelareservadegasolina.—¡Nomejodas!—exclamóAlfredo.Ivánlemiróconextrañeza.—¿Quéesloquepasa?—Eseltestigodelmotor.Unfallo.—Pero…nosenotanada.Nosehaparado,nihacenadararo.—Daigual: tieneun fallo.Lodetecta lacentralita.Esperoquenoseamuy

grave.Porlomenoslaluzesamarilla,noroja.Con el perro inmóvil delante de ellos, Alfredo paró el motor y volvió a

encenderlo,amododecomprobación.Laluzseguíaahí.—Bueno—dijoresignado—,voyaversidespistoalputoperroypodemos

iralbar.Luegoyaveremosquéhacemos.—Yo no me bajo con un perro ahí fuera —dijo Beatriz—. ¿Y si está

rabioso…?Alfredocogióde laguantera elmanualdel coche.Luegodiomarchaatrás

unosmetros,giróelvolantepararodearelperrosinquitarleojo,yavanzómuydespacio hasta la farola que habían vislumbrado desde lejos. Estaba en unaespecie de bifurcación. La calle de la izquierda seguía a la misma altura,mientrasqueladeladerechaascendíaencuesta,ambashacialanegrura.Comoesperaba, Alfredo comprobó que el perro les había seguido. Frenó junto a lafarolaygiróelvolantea topeparadar lavuelta.Entoncespisóelaceleradorydeshizoatodavelocidadelcaminohastaelbar.Eneltrayecto,elcochediounpardetironesnadahalagüeños.

—¡Ahora!¡Abajo!—dijoconsupuertayaabierta.Iván abrió su puerta para salir.Al hacerlo, una enorme cabeza y una boca

llenadedientesemergieronentrelaniebla.—¡Coño!—gritó,ycerródeinmediato.—Nopuede serelmismoperro—dijoAlfredo—.Noha tenido tiempode

volver.ABeatriz,unescalofríolerecorriótodalaespalda.—¿Yahoraquéhacemos…?—Bajarnostodosporelotroladoycorrerhaciaelbar.Nosemeocurreotra

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cosa,ynocreoquevayaapasarnada.Noesmásqueunchucho.—¡Dechuchonada!—dijoIván—.¿Túhasvistoquéboca?Alfredosintióciertoregocijoalverasusamigostanasustadoporunsimple

perro.Sehubierareídoacarcajadassinofueraporqueestabapreocupadoporlaaveríadelcoche.

—Venga,valientes.Túvas laprimera,Beatriz.Nosotros te seguimos justopordetrás.

Poralgunarazónincomprensible,lajovennoprotestó.Saliódelcocheyselanzóhacialapuertadelbarcontantoímpetuque,dehabertropezadoconalgo,sehabríadadodebrucescontra ella. Iván recurrióa suvergüenza torera,perotambién corrió. El último en entrar fue Alfredo, que echó una última miradaatrásporsiacaso.Noteníamiedoalosperros,perosírespeto.Sobretodoalosgrandes,comoaquellos.

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Enelinteriordelbarsehizoelmáscompletosilencio.Noesqueesofueragrancosa,porqueestabadeporsíbastantepocoanimadoysólohabíacuatroocincopersonasdentro,contandoconelcamarero.Parecíacongeladoenlosañosochenta:paredesdegresmarrónclaro,suelodebaldosasgrises,barraanchadealuminiopulido, cuatromesas tambiéndealuminio, sin lamenor concesiónaladorno.Nisiquierahabíatelevisor.

Beatriz se acercó directamente al camarero, un hombre fornido de unoscincuentaaños,opocomenos.

—Buenasnoches.—Buenasnoches—contestóélmuyserio.—Creoquenoshemosperdido.ÍbamosendirecciónaVitoriaynoshemos

desviadoparaechargasolina.Aellamismalesonóunaexplicaciónuntantoabsurdaeinnecesaria.—¿Sabedóndehayunagasolineracerca?—dijoIván,yaasulado.Elhombreserascóelmentón,conbarbaincipiente.—Lagasolineramás cercana está a unos kilómetros. Pero…—consultó la

hora—.Soncasilasnueveycierrapronto,alasochooalasochoymediacomomucho.Seguroqueyaestácerrada.

Elsilenciovolvióaadueñarsedellugarporunossegundos.—¿Yuntaller?—preguntóAlfredo.—Eso sí lo hay—dijo el camarero—, pero también estará cerrado. Suele

abrirporlastardesunrato,peronohastaestashoras.—¿Ynopodríamosavisaralmecánico?¡Esunaurgencia!Alfredo levantó la mano con el manual de su coche, como si mostrarlo

pudieraservirledealgo.—De todos modos —dijo Iván—, estamos sin gasolina—. Se dirigió de

nuevo al camarero para añadir—: ¿Podemos pasar la noche en algún sitio poraquí?

Elhombre,quehabíaapoyadolasmanosenelmostrador,lasseparóydiounpasoatrás.Dirigióunamiradafugazhaciaotrohombrequeestabasentadosoloaunamesa.Éstenoexpresónadaniconsusojosniconsurostro,queparecíadepiedra.Peroalgúnefecto tuvoenelcamarero,quevolvióamirara loschicos,carraspeóydijo:

—Hay una casa a las afueras. Es de una señora que a veces alquilahabitacionesalosexcursionistas.SellamaAmane.

Beatrizdijo“gracias”mirandohaciaelhombredelamesa.Ésteasintiócasiimperceptiblemente.Pero,encontradeloesperado,tambiénhabló.

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—QueMikellesacompañe—dijoalcamarero,sinapartarsusojosdelosdeBeatriz—.Peroyanohayprisa,¿no?Siosvaisaquedarapasarlanoche,podéissentarosunratoytomaralgoconmigo.Nolleganmuchosforasteros.¿Medejáisqueosinvite?

Ahorahabíaunatisbodesonrisaensuslabios.Movióunadelasmanosparareafirmarsuspalabraseindicarlesquesesentaranconél.

IvánmiróalAlfredo.Beatrizlosmiróaambos.—¿Porquéno?—dijoestaúltima.Nopudoevitarpensaren lohabitualqueeraque loshombressefijaranen

ella.Seguramenteno era el caso, perohabía que reconocer que supelo lisoycasinegro,sucuerpoesbeltoyconlasformasjustas,podíanquitarlarespiraciónacualquiera.

—¿Qué queréis tomar? —dijo el hombre, al tiempo que se levantabacortésmenteparasaludaraBeatriz.

Debía de tener algún problemao defecto en una de sus piernas, porque lecostóponerseenpiey,alhacerlo,vieronunbastóncolgadoporlaempuñaduraenelrespaldodelasilla.

—YounaCoca-Colanormal.Loschicos sepresentaron. Iván se sentó aun ladodeBeatrizyAlfredoal

otro.Ella sepuso frentealhombre.Habíaalgomagnéticoensusojos.Beatrizparecíahipnotizada.

—¿Yvosotros,quétomáis?—dijoelhombrealoschicos.Elcamarerosaliódedetrásdelabarrayseacercóa lamesa.Ivánlepidió

otraCoca-ColayAlfredouncafédoblesolo.—Yotomaréunatónicaconunchorritodeginebra,comosiempre—dijoel

hombre.Luegosepresentó—:MellamoFranciscoOrtiz.Paco,paralosamigos.¿Puedopreguntarosquéoshastraídohastaaquí?Comoosdecía,noeshabitualtenervisitantes,salvoenverano,ynuncasonmuchos.Algunosexcursionistas,paraacampar,hacersenderismo,esascosas…

—Vamos a San Sebastián, a pasar las Navidades con unos amigos—dijoIván—.Estábamos,creo,cercadeVitoria,peronecesitábamosechargasolinayparecequetomamosundesvíoequivocado.Nohemosvistoningunagasolinera,niabiertanicerrada.

—Y con este tiempo, os desorientasteis. Es normal. Os habéis desviadovarioskilómetrosdelaautovía.Perohasidounasuertequehayáisllegadoaquí.Bien.

PacoOrtiz dijo “bien” en un tonomuyparecido al que había empleado elcabo José María Ortiz cuando vio, desde el todoterreno de la Guardia Civil,pasarelcochedeloschicosendirecciónaOtsobeltz.

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—¿Dónde está la casa de esa señora que han mencionado? —preguntóBeatrizsinrecordarelnombre.

—¿DeAmane?Estáalfinaldelpueblo,enloaltodeunacolina.Sellegaporuncaminode tierra.Esunamujermuyamable.Osgustará.Yvosotrosaella,estoyseguro.Leencantarárecibiros.

—Porcierto,¿cómosellamaestepueblo?—Otsobeltz.Esunnombremuyantiguo,vasco.Eneuskeravieneasignificar

“LoboNegro”.—Quécurioso.¿Poresoestebarsellama“LaBoca”?—Nolosé—dijoPacoOrtiz—.PregúntaseloaAntón,eseldueño.Elaludidocontestódesdelabarra,dondeestabaterminandodeprepararlas

consumicionesquelehabíanpedido.—Yo tampoco lo sé.El bar ya se llamaba así cuando lo compré.Supongo

queseráporeso.—Nuncahayquesuponer—dijoPacoOrtizconvozgélida.Luegosonrió—.

Aunqueescierto,seguramenteseaporeso.Elcamarerollegóconunabandejay lespusolasbebidasenlamesa.Paco

Ortizteníasumiradaclavadaenélymanteníasuextrañasonrisa.—¿Dóndeestátuchico?—lepreguntó.—Arriba,ensuhabitación.Debedeestarleyendo.—Dilequebaje.La voz de Paco Ortiz era suave, pero fría y seca. De esas voces que

transmitenautoridad.Denohabersidoporla intensaniebla, loschicoshubierandichoquenole

molestaran, que sabrían llegar a la casa por sí mismos. Pero en talescircunstancias, eramejorymás segurodejarseguiar por el hijodel dueñodelbar.

Mikelbajódelpisosuperiordetrásdesupadre,queacababadeirabuscarle.Tendríadiecisieteodieciochoaños, larguirucho,con lapielde lacara llenadegranos y el pelo corto y un poco rizado. Se acercó a los recién llegados convergüenza,oquizátemor.Eradifícilsaberlo.Beatrizlededicóunaencantadorasonrisaconciertamalaintención.Sehabíafijadoencómolamirabaysabíaque,aesaedad,loschicossoncomogloboshinchadosdehormonas.

Sequedóaunpardemetrosdeellos.HizoelamagodedevolverlasonrisaaBeatriz,peroapenaspudo.CentrósuatenciónenPacoOrtiz.Semantuvoquietoyensilencio,expectante.

—Estosnuevosamigosnecesitanunsitiodondepasarlanoche.QuieroquelesllevesdondeAmane.¿Deacuerdo?

—Yo…Sí,claro.Loqueustedmande.

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—Noesningunaorden,chico.Sólotelopidocomo…favor.Elsitioeraun tantoextraño.Laspersonas,másbien.Alos tresamigos les

extrañóque,faltandodosdíasparalaNavidad,allínohubieraniunsoloadornonavideño. Si les hubieran dicho que habían saltado en el tiempo, casi se lohabríancreído.

—Sí,claro,loqueusted…—Mikelestuvoapuntoderepetir“mande”,peroloevitóatiempo—.Sí,yolesllevo.

—Esperaunmomentoaque terminende tomar susbebidasyosvaisparaallá.Nohayprisa.Ah,por cierto, el otrodía tevi con lahijamayordeTino.¿Estássaliendoconellaoqué?

LasrisasdePacoOrtizacallaronlarespuestadelmuchacho,quedijo“no”enunhilodevoz.

—No tiene que darte ningún apuro. Aquí estamos entre amigos, y en lospueblostodosesabeantesodespués.Túpreocúpatedehacerlascosasbien.Yameentiendes:novayasadejarlapreñada,¿eh?

Elchicosesonrojó,perosemantuvoenelsitiounossegundos,paraluegoirhastalabarraysentarseenuntaburete.ABeatriz,loscomentariosdePacoOrtizleresultarondesagradablesyfueradelugar.Cosasdepueblo,supuso,yprefiriónodarleimportancia.Sinembargo,nofuecapazdecontenerlalengua.

—¿Porquésemeteustedconelchico?PacoOrtizchasqueólalenguaeintensificósusonrisa.—Noesmásqueunabroma,¿verdad,Mikel?¿Tehasenfadado?En su taburete de la barra, elmuchacho agachó la cabeza y no respondió.

PacoOrtizvolvióareírse,ahoraconmásfuerza.Miróalrestodeclientes,quetambiénsereían,aunquenotanfuertecomoél.Finalmentetosióydiounlargotragoasusuavegintonic.

—Este pueblo es pequeño, pero acogedor.Almenos, eso nos parece a losquevivimosaquí.Yodiríaqueestamoshechosdeunapastaespecial.Peroesolopodría decir cualquiera, ¿no es verdad?—Dio otro trago a su copa—.Bueno,jóvenes,imaginoquequerréisinstalarosydescansarunpoco.Porcierto,Amaneesunaexcelentecocinerayseguroqueosdarádecenarunaestupendacomidacasera.¡Igualhastaqueréisquedarosaquíconnosotros!

Parecía que la charla había terminado.Los chicos apuraron sus vasosy selevantaron.

—Gracias por la invitación—dijo Iván—.Y por la información—añadióhaciaeldueñodelbar.

Beatriz y Alfredo también dieron las gracias a Paco Ortiz y a Antón. Sesintieronaliviadosdeirse.Elambientedelbarnolesagradabademasiado,yeracierto que estaban cansados y hambrientos. Siguieron aMikel hacia la puerta,

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desdedondesedespidieronunavezmásantesdesalir.Encuantotraspasaronelumbral,PacoOrtizselevantódesusilla.Cogiósu

bastóndelrespaldoycruzó,cojeando,elespacioqueloseparabadelabarra.SesentóenelmismotaburetedondehabíaestadoMikelhacíaunmomentoehizoungestoaldueñoparaqueseacercaraaél.Lehablóenvozbajaypausada,deunmodoquedejabaclaroquenoesperabarespuesta,yconaúnmayorsuavidaddeloqueerahabitualenél.Subocasonreía;ensusojoshabíafuego.

—Hasidounasuertequeesoschicosllegaranaquí,¿noteparece?

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Fuera del bar, Beatriz se paró tan de repente que Iván chocó contra suespaldayapuntoestuvodehacerlacaer.Alfredoseechóaunladoypudoverelmotivodelareaccióndesuamiga:losperros.Allíestaban,aunpardemetros,tiesoscomosifueranestatuasymirándolesconunosojosquebrillabanalaluzdel letrero del bar.De pronto, ambosmostraron los dientes a la vez, como sisonrieran.

—¡Aaah!—Beatrizahogóungrito.—No pasa nada —dijo Mikel, adelantándose—. Son perros del campo,

asilvestrados,quevivenporahícomopueden,peronohacennada.Vienenaversilesdanalgodecomer.Mipadresueleponerleslassobrasdelbar.Notengáismiedo.

Avanzó hacia los perros y les hizo echarse atrás con unmovimiento de lamanoyunaespeciedegruñido.Losanimalesbajaron lacabeza, retrocedieronsin dejar de mirarles y, finalmente, se dieron la vuelta y se alejaron hastafundirseconlaniebla.

—¿Yhaymuchos?—preguntóBeatrizatemorizada.—No, cuatro o cinco. Algunos eran de pastores. Cada vez hay menos

rebaños.Nohacennada,deverdad.¿Eseesvuestrocoche?—Sí—dijoAlfredo.—Mi padre me ha dicho que estáis sin gasolina y que el motor tiene un

problema,¿no?IvánseadelantóaAlfredoencontestar.—Laaveríanopareceimportante.Perosí,estamoscasisingasolina.—¿Seguro que no podéis seguir hasta la autovía y buscar una gasolinera?

Vitorianoestámuylejos.—Esaesjustolacuestión:quetendríamosquesalirprimeroalaautovía,y

no tenemos ni idea de dónde estamos. Por lo que sea, los GPS de nuestrosmóvilesnonosfuncionan.

—Sueleocurrirenestazona.Nohaymuybuenacobertura…cuandolahay.Yocreoque,detodosmodos,seríamejorquesiguieraisvuestrocamino.

—¿Porquélodices?—preguntóIván.—Por… nada. Era para que no perdierais tiempo, nadamás. Os llevaré a

casadelaseñoraAmane.Mikelsesentóenlapartededelanteradelcoche,juntoaAlfredo.Beatrize

Iván montaron atrás. El motor arrancó sin problemas, aunque a medida queavanzabandioalgunoslevestironesmás.Eracomosielcombustiblenollegarabiena loscilindros.Alfredopensóquepodíaserpor faltadegasolina,perose

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dio cuenta enseguida de que, en ese caso, no se habría encendido el testigoluminosodeavería.

Cuandoalcanzaronlafaroladelabifurcación,Mikellesdijoquetomaranlacalle de la izquierda, la que seguía al mismo nivel. Las casas parecían muyantiguas, quizá construidas hacía más de cien años. Todas mostrabanirregularidades, como si fueran de chocolate y estuvieran derritiéndose. Lasfachadasylasventanasnoseguíanunpatrónniconcordabanunasconotras.Poreltrazadodelascalles,eraobvioqueaquelpueblohabíasurgidohacíamuchossiglos,seguramenteentornoaplazacentral,cuandonadiesepreocupabaaúnporestablecernormasurbanísticas.

Unpocomásadelante, llegaronaunensanche—laplaza—.AlaizquierdahabíaunedificioconsoportalesqueparecíaelAyuntamiento.Frenteaél, a laderecha,estabalaiglesiadelpueblo,cuyocampanarioseperdíaenlaniebla.NiAlfredo ni Iván se fijaron, peroBeatriz, que iba sentada a ese lado, sí se diocuentadequelapuertaestabaentreabierta.

—¿Noesunpoco raroqueel curanocierre lapuertade la iglesia a estashoras,coneltiempoquehace?—dijo.

Mikelsegiróparamirarla.—En este pueblo no hay cura.La iglesia está abandonada.Se llevaron las

imágeneshaceaños.Esomedijomipadre,yoeramuypequeño,creo.—Noesqueyoseareligiosa,ninada—añadióBeatriz—,pero¿esqueaquí

lagentenovaamisa?Tambiénnotóque,comoenelbar,nohabíaadornosnavideñosporningún

lado.Peronohizoningúncomentariosobreeso.—Uncurarecorrevariospuebloslosdomingos—dijoMikel—.Aquísomos

sólo sesenta habitantes, y este es el pueblo más grande de la zona. Bueno,Treviñoesmayor,eselmásimportantedetodos,peroestámáslejos.

—¿Yquéhacéisaquíparadivertiros?—dijoIvánconverdaderacuriosidad.Mikelsuspiró.—Puesnohaymuchoquehacer.Amímegustaverpelículas, leer,pasear,

montarenbici…—Ytambiénhacesotrascosas,¿no?—dijoBeatriz.Sutonoeraburlón.—Sí, cuando se puede —contestó el muchacho azorado, tratando de no

parecerlodelantedeella.—NohagascasodeesePaco.Loquepasaesqueseguroquetieneenvidiade

quetúeresjoven,yseguroqueesachicaconlaquesalesespreciosa.—Arantxaesmuyguapa,sí,esverdad.Beatrizibaaañadirotrodesuscomentarios,casimaternales,cuandoMikel

señalóasuizquierda,haciaunportónmetálicobastantedeteriorado.

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—Ahí está el taller—dijo—.Mañana es sábado, pero Avelino, el dueño,abre hasta la hora de comer o así. Ya estamos cerca de la casa de la señoraAmane.Eslasiguientesalidaalaizquierda.

Alfredo trató de distinguir esa salida, pero no vio nada hasta casi estarencima.Eratanestrechaque,inclusosinniebla,podríahaberlapasadoporalto.

—¡Aquí,aquí!—exclamóMikel.Conelfrenazo,lasruedasdelcochesedeslizaronenelheladopavimentoy

seactivóelABS,consutípico“clac,clac,clac”.—Estarátodoembarrado,¿no?—preguntóAlfredo.—No lo creo—dijoMikel—. Sólo un poco, pero como hace mucho frío

estarábastanteduro.Lacuestanoesmuyempinada.—Vale.Al principio había un bache, queAlfredo tomó con sumo cuidado. Luego

enfiló la subida,quenoera tan ligera comoelmuchachohabíadicho.Peroelcochenoderrapó.En lo alto, las lucesde la casaerancomo luciérnagasen lanochemásoscuraque sepueda imaginar.Pocoapoco, entre laniebla, fueroniluminandoalgodelafachada,queluegorecibióelhazdelosfarosdelcoche.La casa parecía tener dos pisos y una buhardilla de tejado puntiagudo.No separecíaennadaalrestodeedificacionesdelpueblo,chatascomoelterrenoenelqueselevantaban.

—SeparecealacasonademitíaPaquita,ladeCantabria—dijoIván.Sinsaberporqué,Beatrizsintióunescalofrío.—Puedespararahí—indicóMikelaAlfredo,señalandounapartellanaaun

ladodelapuertadeentrada—.Tencuidado,queestájuntoaunterraplén.Losfarosdelcocheapuntabanhaciaarriba.Alfredonovioelterraplénhasta

llegaralapequeñaexplanada.Aunque,másqueverloenrealidad,loqueviofueunalínearecortadaenlanegruramásabsoluta.Lomismopodíaserunterraplénquelamayorsimadelmundo.

Nadamásdetenerse,lapuertadelacasaseabrió.Alhacerlo,untirabuzóndenieblaseretorcióconlabocanadadeairecalientedelinterior,iluminadaporlaamarillenta lámpara del vestíbulo. Por detrás, surgió una figura fantasmal: laseñoraAmane,de largoyvaporosopeloblanco,ataviadaconunvestido largoque le llegaba hasta los pies. Se quedó en el umbral, observando a los reciénllegadossinningúntemoralfríogélidodelanoche.

—¿Queréisqueosayudeconelequipaje?—dijoMikel.Beatriz fue la primera en bajarse del coche. Eso sí, después de haber

comprobadoquenohabía ningúnperro cerca.Almenos, tan cerca comoparaque se viera. Los copos de nieve caían sobre su cabeza. La nevada estabacontraatacando.

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—Vayamierdadetiempo—masculló.—Bienvenidos.Osestabaesperando.LavozdeAmaneeradulceymelodiosa.Nosecorrespondíaconladeuna

anciana,comoparecíaadistancia.CuandoBeatrizseacercólosuficiente,sediocuenta de que no debía de tener ni siquiera sesenta años. Era su pelo, comoalgodón, el que le daba ese aspecto de mujer mayor. Su cutis era finísimo.Apenasexhibíaarrugas,nisiquieraentornoalabocaolosojos.Teníalacaraalargada,casicaballuna,perosepodíaasegurarque,ensujuventud,tuvoqueserhermosa.

—Hola—saludólachicayletendiólamano.Amane la cogió, pero también se acercó a ella y le dio dos besos en las

mejillas.—PacoOrtizmehallamadoporteléfono.Mehadichoqueestáisdeviajey

necesitáisunsitiodondepasarlanoche.—Sí,escierto—Beatrizomitiórepetirlacantineladelagasolinaylaavería

delcoche.—Pues habéis venido al lugar adecuado, ha sido una suerte. Tengo tres

habitacionesmuy acogedoras para vosotros. Y calentitas. No hay ningún otrositiodondepernoctarenelpueblo,nienlosmáscercanos,ymenoseninvierno.Micasaeslaúnicaquealquilahabitaciones.

—Buenasnoches—dijoAlfredo,que llegóconunamaletayunamochila.JuntoaélestabaIván,quetambiénsaludó,yunpocopordetrásMikel.

—Entrad, entrad, que está nevando otra vez. Podéis dejar el equipaje aquímismo,enelrecibidor,conlosabrigos.Yalosubiréisluegoalashabitaciones.

Beatrizpasódelante,seguidadeAlfredoeIván.Porsuparte,Mikeldejólamaletaquellevabasinpasaradentro.AmanecondujoaBeatrizyaIvánhaciaelinterior.Alfredosequedóenlapuertajuntoalmuchacho.

—Yotengoqueirmeya—dijoMikel.—¿Quieresquetellevedevueltaalbar?Ahoraqueyaséelcamino,nocreo

quemepierdaalregresaraquí.—No,nohacefalta.Aversieltiempomejorayospodéisirpronto.—Esoesperoyo también.No teofendas,peronoesmi idealpasar toda la

Navidadenestepueblo.AntesdequeMikelsedieralavueltaparamarcharse,Amaneaparecióenel

umbral.Miró al muchacho sin abandonar su gesto amable y su sonrisa. Perohabíaalgomásenella.Quizáensusojos.

—Dileatupadrequelareuniónserámásprontodeloquepensábamos.Élloentenderá.Novayasaolvidartededecírselo,¿eh?

—No,señoraAmane.Selodiréencuantollegue.

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—Muybien.Buenchico.Ahorapuedesirte.

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4

De regresoalbarde supadre,Mikel caminóa todaprisabajo lanieve.Siseguíacayendoasí,elpueblonotardaríaenquedarincomunicado.Sucedíatodoslosaños,durantemásomenostiempo.Aquelloeracomounaisla,perorodeadade tierra. De una tierra extraña a todos los que no habitaban los pequeñospueblosdelazona.YnosóloporserunenclavecastellanoinmersoenelPaísVasco,sinoporelmuroinvisiblequelorodeaba.Imperceptibleparaquiensóloestuvieradepaso,peroreal.

Al pasar de nuevo ante la Iglesia, esta vez a pie, Mikel se detuvo unosinstantes frente a ella. Su fachada, de estilo gótico, era más moderna que elconjuntodel edificio,queera románico.Desdeniño, las figuras labradasen lapiedra, en el arco de entrada, de rostros impasibles, le habían resultadoinquietantes.AúnseacordabadelúltimopárrocodeOtsobeltz,donJosé,uncuraaltoycompletamentecalvo,conungeniodemildemonios—hastaseempeñabaencolocara losasistentesa lamisadondeélconsiderabaoportuno—.Cuandomurió, demasiado joven, ya no fue reemplazado por otro. Pocas vocaciones,escasapoblación.Esodijeron.TambiéndijeronquedonJosésehabíadespeñadoen una zona abrupta a un par de kilómetros del pueblo. Un desgraciadoaccidente,deesosqueocurrendevezencuando.

Las calles, retorcidas, parecían aún más estrechas en la oscuridad. Losmuros,enloalto,tambiénparecíaninclinarsehaciaelinterior,comosiquisierancerrarsesobresímismos.Quizáparaprotegersedelanevada.Quizáparaformarunaburbujadetejasypizarra,ysepararelpueblodelrestodelmundo.

AMikel no le gustaba vivir allí. Pero su padre tenía que ganarse la vida.Cuando su madre murió—Mikel tenía siete años—, quiso romper con todo,reunir sus escasos ahorros y dejar la ciudad para instalarse en el campo. NoeligióOtsobeltzporningúnmotivoespecial.Sóloseenteródequehabíaunbaren venta. Los anteriores dueños lo habían regentado durante un par de añosescasos.Nodeseabanseguirallíy lovendíanbarato.Apesardesucortaedadcuandollegó,Mikelrecordabaaúnlodifícilquefueintegrarseenelpueblo.Elbar estaba siempre vacío hasta que, un día, su padre estuvo hablando conFranciscoOrtizy,desdeentonces,todocambió.Esofueantesdesuaccidente,elquelodejócojo.

Lanievecaíacadavezconmásintensidad.AúnantelafachadadelaIglesia,Mikelsediocuentadequehabíadadodoso trespasoshaciaella,movidoporunaatraccióndesconocida.Sacudiólacabeza,volviendoalarealidaddesdesuensoñación. Se pasó la mano por el pelo. Lo tenía mojado y frío. Su narizempezabaamoquear.Sorbióconfuerzaysiguiósucamino.Másadelante,dejóa

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unladolafaroladelabifurcaciónycontinuóhacialaluzdelletrerodelbar.Alfondo,viosurgirpocoapocolafiguradeunodelosperrosquehabíanasustadoaBeatriz.Estabaquietobajolanieve.Aunosmetros,habíaotro.Yotromástrasellos.Todosinmóviles,emitiendovahoporlaboca,conlosojosfijosenMikel.

El muchacho no les prestó atención, aunque no le gustaban. Tampoco ledabanmiedo.Peromintióalosreciénllegadosenunacosa:noaparecíantodoslosinviernos.Sóloalgunosaños.LaprimeravezquelosviodesdequellegóaOtsobeltz, fue hacía nueve. Elmismo año en que descubrió que su padre, suhéroecomoniñoqueera,podíatenermiedodeotrohombre.

Los perros se mantuvieron como estaban, observando sin hacer nada,inmutablescomosino fueran reales.Comoestatuas,ocomovigilantes.Mikelibaaentrarporlapuertaprincipaldelbar,perosedetuvoycambiódedirecciónalver allí fuera aFranciscoOrtiz con subastón, fumandoun cigarrillo.Él noparecía haberle visto. Uno de los perros se le acercó y empezó a lamerle lamano.

Mikelrodeóeledificio,entróporlapuertatraseraysubiódirectamenteasuhabitación.Yadentro,sesentóunmomentoenunaesquinade lacama,con lamiradafijaenelpósterdeWarCry,sugrupomusicalfavorito.Peronoloestabaviendo.Agachólacabeza,aguzóeloídoparacomprobarquesupadrenoestabacercaysóloentoncessepusoderodillas.Seinclinósobreelsueloyalargóunamanodebajode la cama.Tanteóhasta tocar loquebuscaba:unavieja cajadezapatillas.Lasacóylevantólatapa.Estaballenadeobjetospequeños,llaveros,algúnmechero,unviejoreloj,unapeonza,unyoyósinhilo…

También había una cajita de metal con el esmalte desconchado. Mikel laabrióysequedóuninstantecontemplandoloquecontenía.Eraunallaveoscurayalgooxidada.Lacogióy laapretóensupuñoconfuerza.RecordóloquelehabíadichoAmanesobre lareunión.Yase lodiríaasupadrealdíasiguiente.Ahorateníaalgomásimportanteenquepensar.

Pordentro,lacasadeAmaneeraexactamentecomosepodíaesperar:suelosdemadera,paredesforradasenpapelesestampados,oscurosypasadosdemodahacíadécadas.Losmuebles,decalidadperoigualdeantiguos,estabanrepletosde pequeños objetos que descansaban sobre ellos en tapetes de encaje. Lasparedes del pasillo que comunicaba la entrada con el interior tenían colgadoscuadros y fotografías enmarcadas, que parecían aprovechar cualquier espaciolibre.

Laseñoraenseñóaloschicoselsalón.Eraunaestanciaamplia,conunagranmesa central oscura, rodeada por diez sillas, con dos grandes candelabros deplatasobreelinevitabletapetedeencaje.Enlasparedeshabíatambiénalgunoscuadros y fotografías, que mostraban todos ellos a personas en poses muy

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similares:retratosestáticos,casidefotomatón.Alfondo,enlaparedopuestaalaentrada había un gran mueble con vitrinas, repleto de platos, vasos, copas yjuegosdecafédeporcelana.Asuladoestabaunaventanadetrescristales,yenlaesquina,unamesabajacondossillastapizadas.Lomásllamativoeraelrelojde péndulo —parado— y un piano Blüthner de pared, de preciosa maderaveteada.

—¿Ustedtoca?—preguntóBeatrizaAmane.—Hacemuchoqueno,hija.Además,esepianoesdemasiadoantiguoyhace

añosquenoseafina.Estáahísólocomoadorno.¿Sabéis?,alospianoslespasalocontrarioquealosviolines:eltiempolosestropea,nolosmejora.

Beatriz, siempre curiosa, siguió contemplando el interior del salón. En elmueble de las vitrinas, reconoció el recipiente típico para hacer queimada, lafamosabebidagallegaabasedeorujo.

—En casa demis padres hay uno casi igual—dijo, señalando la pieza decerámica.

—Meencanta laqueimada—dijoAmane—.Antesdemarcharosos tengoque hacer una.Aunque ahoramismono tengo orujo en casa. Pero ya pensaréalgo.Lomásimportantedelaqueimadaeselfuegoritual,¿losabías?

—Mipadretieneunaespeciedeletaníaenunpapelqueleecuandolahace.Echaelorujoardiendodesdeloalto,conelcucharón,mientrasrecitanosequéparaahuyentaralasmeigas—Beatrizcasise rióaldecirlo.Luego,amododeexplicación, añadió—:Yonací enMadrid,peromisabuelos songallegos.Loscuatro.AntesíbamosmuyamenudoaGalicia.

—Qué interesante… —dijo Amane, aunque cambió de conversación—.Venidconmigo,osenseñarévuestrashabitaciones.Estánenelpisodearriba.Siqueréis,cogedvuestrasmaletasdelrecibidoryasípodéisyainstalarosyponeroscómodos.

Amanemiróaloschicosdeunoenuno.Ivánasintió.—Vamos.—Os gustarán. Son muy cómodas y calientes. Eso sí, esta casa no tiene

calefacción: tendréisqueencender laschimeneas.Sinosabéis,decídmeloyosayudoahacerlo.

—¿Decuándoesestacasa?—preguntóAlfredocuandoyasalíandelsalón.—Oh, tienemuchos,muchos años. Está construida sobre otra que era aún

muchomásantigua.Aquíhanvividopersonasdesdehacemásdedosmilaños,yno exagero. Pero esta casa en concreto es del siglo XIX. Restaurada, porsupuesto,enlamedidadeloquemimodestaeconomíamepermite.

—Puesestámuybien—dijoBeatriz.Noesquelegustaraladecoración,perolascasasantiguassiemprelahabían

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atraído.Estardentrodeuna ledaba lasensaciónde transportarseaotraépoca.Dehecho,esolehizopreguntarotracosaaAmane.

—Nohevistoquetengaustedtelevisor.—No,hija.Perotutéame.Nosoytanmayor…Latelevisiónnomeinteresa,

a decir verdad. Sólo ponen necedades. Prefiero un buen libro. Luego, si osapetece, después de cenar podéis ir a la biblioteca. Tiene mueble-bar. Podéistomarun licor antesde acostaros,y tambiéncoger algún libro si osgusta leerantesdedormir.Yonopodríadormirsinleerunrato.

Amane guió a los chicos por el pasillo hacia las escaleras. Por el ladoizquierdo conducían al piso superior,mientras que por el derecho descendían.Beatriz supuso que al sótano. Iba la última, y se quedó unmomentomirandohacia abajo. La luz del pasillo apenas dejaba ver los últimos escalones, quedabanaunrellano.

Estaba inclinada sobre la barandilla, demadera labrada, cuando de prontoalgolehizodarunrespingo.

—¡¿Habéisoídoeso?!—¿El qué?—dijo Iván, que era quien iba justo por delante de ella y ya

estabasubiendoporlaescalera.—Mehaparecidooíralgo.—Ahínohaynada.¡Comonoseanratones!—exclamóAmane,queparecía

apuntodesoltarunacarcajada.Beatrizlamiródesdeabajoynegóconlacabeza.—A mí me ha parecido… No sé, como si alguien arrastrara algo. Algo

pesado.LacarcajadadeAmanesurgióalfinehizosonreíratodos,menosaBeatriz.—Haycosaspesadasahíabajo,sí.Trastosdetodotipo.Peronadielasestá

arrastrando.Comonoseaunfantasma…La burla era manifiesta. Beatriz enarcó las cejas y empezó a subir las

escaleras.Ellanocreíaenfantasmas,porsupuesto.Estabacansada.Seguramentehabíainterpretadomalalgúnsonido,quedebíadevenirdelastuberías,quizá.Enla revista en la que trabajaba a veces publicaban algún artículo “alternativo”,sobrepsicofonías,por ejemplo.Siempre se reíanal escuchar loqueparaotroseran“vocesdelMásAllá”.Sujefedecíaqueelmaullidodeungatopodíasonarcomounavozhumana,siesquesequeríaoírunavozhumana.Lamentejuegamalaspasadas.

—Si los fantasmas tiene a bien dejarnos continuar—dijo Amane en tonoburlón—,osenseñarévuestrashabitaciones.

Los cuatro siguieron subiendo hasta el piso superior. La escaleradesembocabaenunpasillolargoyestrecho,flaqueadodepuertasymáscuadros.

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Amaneabriólaprimeradelaspuertasenelladoizquierdo.—Estaserátuhabitación—dijoaBeatriz—.Eslamásbonita.Aunqueestos

tiemposdefeminismonoshacenbuscar la igualdaden todo,nosotrassabemosque una mujer necesita más comodidades que un hombre. Al menos, que unhombredeverdad.Vosotrosloparecéis,chicos.—Amanevolvióareír.

—Sí,claroquelosomos—dijoIvánsonsoniquete—.Lamejorhabitaciónparaladama.Seamoscaballerosos.

—¡Asímegusta!—dijoAmane—…Quecuidéisavuestrachica.Amane se echó a un lado para dejar entrar aBeatriz. Ésta se quedó en el

umbral:igualquelacasa,erajustoloqueesperaba.Ytuvolamismasensación,mezcladeatracciónpor loantiguoyhorrorpor ladecoración.Enel fondo, legustó.Habíaunapequeñachimeneafrentealacama,tanaltacomounautobús,demaderalabrada,muyparecidaalabarandilladelasescaleras.Aunladodelaventanahabíaunaparadorconungranespejo.Encimadelaparadorhabíavariospeines antiguos y algunos pequeños frascos, seguramente de perfumes olociones. En la pared contigua a la habitación de al lado vio una puerta. Depronto,sesintiótransportadaaunsigloatrás.Podríaquedarseallíuntiempo,enun sitio tandiferente a todoaquello a loqueestabaacostumbrada, si no fueraporqueteníaunasensaciónextraña.

—¿Quéteparece?—dijoAmane,atentaalaexpresióndesucara.—Me…megusta.—¿Estarásbien?—Sí,seguroquesí.IvándiouncodazoaAlfredo.—No, siya sabíamosque tú erasunpocoantigua…Sinofender—añadió

haciaAmane.Amanehizoungestoamplioconlamanoysonrió.—Aquísomosasí,unpocoantiguos.Amantesdelastradiciones.Cosasdela

tierra,yasabéis.Todosasintieron,comosisupieran.Peronosabían.—Chicos, seguidme.Vuestras habitaciones no son tan acogedoras, aunque

también están bien. Ya veréis. —Amane abrió las dos siguientes puertas delpasillo—.Podéiselegirlaquequeráis.

IvánmiróaAlfredoantesdemoversehacialashabitaciones.—Amímedaigual—dijo.—Amítambién—respondióAlfredo.—Pues entonces yo me quedo con la de la izquierda y tú con la de la

derecha,¿vale?Alfredoasintió,aunquesediocuentadequeIvánhabíaelegidolacontiguaa

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ladeBeatriz, laquedabaa lapuertaentreambas.Nodijonadayfuehasta lahabitacióndeladerecha.

—Alfinaldelpasillohayuncuartodebaño.Yoosdejóahora—dijoAmane—.Voyaprepararoslacena.Bajadcuandoestéisinstalados.Notardarémucho,osharéalgosencillo.

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—Eresuncasoclarodedeformaciónprofesional.Tendríasqueserreporteradesucesosenuncanaldetelevisión.

Ivánsonreíaconunpuntodecondescendenciaenlamirada.Yahabíadejadosuscosasensuhabitación.AhoraestabaconBeatrizenlasuya.

—Sinoquierescreerme,nomecreas,peroamíestesitioestáempezandoadarmeunpocodemalrollo.Esoqueyoheoídoahíabajonoeranratones.

—Y yo qué sé, Beatriz. Igual tiene ahí abajo un negocio de inmigrantesilegalescosiendozapatillasocamisetas.

—Nodeberíasbromearconesascosas.Nosonparareírse.Haymuchagentequeesmedioesclavaparaquenosotrostengamosropabarata.

—Perdona,ya lo sé.Sóloqueríadecirqueno ledesmásvueltas.Nodigoque no hayas oído algo, pero, en todo caso, no es de nuestra incumbencia.Amaneparecemaja.Ysóloestaremosaquíunanoche.Dejadedarlevueltas.

Desdesuhabitación,AlfredooyólasvocesdeIványBeatriz,quedebíandeestaren ladeunode losdos.Últimamentehabíaalgoqueno legustabaentreellos,aunquenosabríamuybienexplicarqué.Iványéleranamigosdetodalavida, y siempre habían dicho que una mujer no los separaría jamás. Que suamistad estaba por encima de eso. Pero cuando Beatriz llegó a sus vidas, elequilibrio se trastocó. A Alfredo le gustaba, y estaba seguro de que a Ivántambién. Resultaba curioso que nunca hubieran hablado del tema. Ponía demanifiesto,justamente,elhechodequeaamboslesgustaba.

Alfredo y ella se habían acostado una vez. Aquella noche —hacía dosveranos—,élcreyóqueesosignificabaeliniciodeunarelación,peronofueasí.Aldíasiguienteestuvieronjuntos.Ellaledijoquefueunerror,quequeríaquesiguieransiendosóloamigos,quenobuscabaunarelaciónenesemomentodesuvida.Alfredo loaceptó, sin renunciaraesaposible relaciónenel futuro.Todosiguióigualentrelostres,almenosenapariencia.

—¿No vais a bajar?—dijo Alfredo desde la puerta de Beatriz a sus dosamigos,queestabansentadosenlacama.

—Sí—dijoIván,poniéndoseenpiealgoazorado,aunqueantespasólamanopor laespaldadeBeatriz—.EstábamoshablandodellamaraJuliayaRamón.Habrá que avisarles de que no vamos a llegar esta noche. Para que no sepreocupenysepanquenonoshapasadonada.

Alfredoasintió.—Claro.¿Haycobertura?—Sí, la suficiente. Por lomenos, al lado de la ventana.Voy a llamarles y

luegobajamos.

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IvánsacósuteléfonomóvilybuscóenlaagendaelnúmerodelosamigosdeSan Sebastián que les habían invitado a pasar con ellos la Navidad, en unprecioso caserío a las afueras, cerca del mar. Mientras les llamaba, AlfredoocupósusitiójuntoaBeatriz.

—Mañana aprimerahora llevaré el coche almecánico.Vayamierda tenerquequedarnosadormiraquíestanoche.

—Podríahabersidopeor—dijoBeatriz—.Almenosnonoshemosquedadotiradosenmediodelacarretera.

—No, es cierto: noshemosquedado tirados enmediodeunpuebluchodemalamuerte.Esmuchísimomejor.

El tonodeAlfredomolestóaBeatriz.Se leveía raro, tenso.Nopensóqueellafueralacausa.

—Sí, bueno —dijo—. Pero ya que estamos aquí, tratemos de pasarlo lomejorposibleyrelajarnos,¿vale?

IvánimpidióqueAlfredocontestara.Acababadecolgarelteléfono.—Quenohayningúnproblema,quelleguemoscuandopodamos.Ellosnos

estarán esperando en el caserío.Así que, ya está. ¿Bajamos a ver qué hay decena?Yotengobastantehambre.

En el salón, Amane había cubierto lamesa con platos. Nada de una cenasencilla,comohabíadicho:habíajamóncocido,variosquesosdiferentes,muslosdepollo,huevos,pan,mantequilla,bollos…

—¡Vaya!—exclamóIván,conlosojosperdidosenlosplatos.Amaneemitióunaleverisilla.—Esperoqueosgusteloqueoshepreparado.—¡Menudacenasencilla!—AñadióIván.—Aquí,enelnorte,llamamossencilloaesto.Nohaycosasmuyelaboradas.

Perosíbuenasynutritivas.¡Vamos,sentaos!Laseñoraocupóunadelascabecerasdelamesa.Flanqueándola,Alfredoe

Iván.BeatrizsesentójuntoaAlfredo.CuandoAmanelesdijoqueempezaranaservirse “a discreción”, ésta aprovechó para preguntarle algo que la tenía untantointrigada.

—No hemos visto adornos navideños en ningún lado. Aquí tampoco. ¿EsquenocelebranlaNavidad?

Poruninstante,Amanetitubeó.Fuecasiimperceptible.—Sí, claro.Pero es que…yaos lodije: somosmuy tradicionales.Nonos

gustaadelantarlosacontecimientos.—Esverdadquetodoesodeempezarunmesantessehaceparavender.Ya

nohayespíritunavideño—dijoAlfredo.Beatriznosequedósatisfecha.

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—Sí, pero es que faltan sólo dos días para la Nochebuena. Hoy es 22 dediciembre.

Ivánnopudocontenersealoíresafecha.—¡Ynonoshatocadolalotería!—Es 22 de diciembre, sí. Aún queda tiempo, entonces—dijo Amane sin

hacercasoalachanzadeIván.Sugestoerafrío,almenosencomparaciónconelquehabíatenidohastaese

momento.—NoatodoelmundolegustalaNavidad—dijoAlfredo,alque,dehecho,

nolegustabanadalaNavidaddesdequeerauncrío.—Venga,comed—dijoAmane,cerrandolaconversación—,quehaycosas

quesevanaquedarfríasyasínoestánigualdericas.Mientrasempezabanacomer,lescontólahistoriadelacasa.—Yonací aquí, entre estosmuros.Ymimadre, ymi abuela también.Mis

bisabuelosreconstruyeronlacasadespuésdeunincendio.Comoosdije,noeralaprimeraquehubo.Enestelugarvivíanpueblosceltasanterioresalallegadadelosromanos.Yosaseguroquesiguequedandoalgodeesepasadoremotoennuestro carácter. Aquí no nos hemos olvidado de quiénes somos. Nunca loolvidaremos.

—¿Legustalahistoria?—preguntóAlfredo.—Me apasiona. La historia nos enseña quiénes somos en realidad. Nos

muestranuestrasraíces.Yonopodríaserfelizviviendoenotrolugar,nitampocoignorandomipasado.Estoyasentadaenestatierracomoloestaríaunroble.Séque,hoyendía,nohaymuchosaquieneslesimportenlastradiciones.Lascosascambian.Peronoparatodos.Haylugaresenqueloesencialnohacambiadonicambiarájamás.

EldiscursodeAmane,quehabía idoenaumentoencuantoal tono,acabóconunsilenciodeloschicos.Amanelonotóyvolvióareírse,consurisaleveyarmoniosa.

—Yaveis,lahistoriaesunapasiónparamí…Perocontadme:¿adóndeibais?¿Cómohabéisllegadohastaaquí?

FueIvánelquecontestó.BeatrizeIván,unoalladodelotro,intercambiaronunamiradadesoslayo.

—Íbamos a pasar las Navidades con unos amigos de San Sebastián, a uncaserío.Nosperderemosundía,perovamosaestarconelloshastadespuésdeFindeAño.Todoshemoscogidounosdíasdevacacioneseneltrabajo.

—¿YcómoesquehabéisllegadojustoaOtsobeltz?—Laniebla.Nosdesorientamos.—Laniebla,claro.—Amanesonrióenigmáticamente—.¿Dedóndeveníais?

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—DeMadrid.LostresvivimosenMadrid,aunqueyonacíenBarcelona.—Ahoramedoycuentadequenomehabéisdichovuestrosnombres.—YomellamoIván,ellaBeatrizyélAlfredo—contestóIván,señalandoa

losotrosaldecirsusnombres.—¿Yaquéosdedicáis,Iván,BeatrizyAlfredo?—Yo soy informático —dijo Iván—. Trabajo en una multinacional y me

dedico,sobretodo,alosvideojuegos.Alfredoesfuncionario,oseaqueeselquetieneelmejortrabajodelostres.

Elaludidoforzóunasonrisa.—Quégraciosoeres.—YBeatrizesperiodista—continuóIván.Iba a añadir que trabajaba en una revista de ciencia y curiosidades, y que

tambiénaellaleencantabalahistoria,peroAmanenolediotiempo.—¿Periodista?Quéinteresante…—Ah—dijoIvánparaterminar—,yAlfredoescribe.—Muybien,porcierto—apostillóBeatriz.AAmanepareciónointeresarledemasiadolaaficióndeescritordeAlfredo,

queen realidadaúnnohabía logradopublicarmásque algún relatobreve.LoqueaAmanelehabíallamadomáslaatención,alparecer,eraqueBeatrizfueraperiodista.

—El periodismo siempre me ha parecido una labor importante: dartestimoniodeloquesucede,transmitirloaquienesnoloconocen.

—Sí,bueno—carraspeóBeatriz—.Mitrabajoconsisteenbuscaravancesdelaciencia,decualquiertipo,aunqueseanmuyraros,yescribirsobreellos.

—Peroentrevistarásapersonasinteresantes,¿no?—Aveces.Heentrevistadoaalgunoscientíficosdeprimernivel.Peroloque

hagonoesloquesediceperiodismo,periodismo.Amanesonrióconamplitud.—No te quitesmérito, jovencita.—Hizo una pausa—. ¿Y tú escribes?—

dijo,repentinamenteinteresadaporAlfredo—.¿Quéescribes?—Relatos,novela…—¿Quéclasedenovela?LaspreguntasdeAmanese sucedíancomo lasbalasdeunaametralladora;

comosilastuvierapensadasdeantemano.—Heescritodosnovelas,aunquenomelashanpublicado.—Todavía—dijoIván.—Nomelashanpublicadotodavía—secorrigióAlfredo—.Unatratasobre

unmultimillonarioalquesupasadolealcanza,loquehizoensujuventudparahacerserico,yacabadestruyéndole.Laotraes tipopoliciaca,peroambientada

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en la época deFelipe II y la construcción delEscorial: es de un autor teatral,familiarde laInquisición,que tieneque investigarunoscrímenesextrañosqueocurrenenlaCorte.

—Autorteatral,familiardelaInquisición…—repitióAmane—.¿NoestaráinspiradoeseinvestigadortuyoenLopedeVega?

AAlfredolesorprendióqueAmanesupieraeso.—Sí,exacto.Esunpersonajemuyconocidocomoautor teatral,peronose

haescritomuchosobreél.Denuevo,Amanecambiódetemacomosifueralomásnaturaldelmundo.

AhorasecentróenIván.—¿Ytúhacesvideojuegos?—No, sólo lospruebo,veoquéerrores tienen,hagosugerencias…Trabajo

enmejorarlos.Enrealidad,seprogramanenelextranjero.—Estámuybien—dijoAmane—.¿Yqué,soisamigosoalgomás?Todossequedaronperplejosconlapregunta.Elúnicoquepudoreaccionar

fueIván.—Amigos,somossóloamigos.—¿Perotenéisparejas?Aparte,quierodecir…Beatriz estuvo a punto de soltar que a ella qué le importaba. Se contuvo,

sobretodoporquefueIvánquiencontestódenuevo.—No,lostresestamos“solteros”demomento.—Unapena…Chicostanguaposcomovosotros.Lodigoporlostres.—Nohayprisa—musitóBeatrizporlobajo,entonoglacial.Ya no hubomás preguntas deAmane.Mientras daban buena cuenta de la

cena, se limitó a hacer comentarios sobre la propia comida, el tiempo y otrastrivialidadesporelestilo.

Ytambiénaobservarles.Sobretodoaobservarles.

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6

Acabadalacena,Amanedejósuservilletaenlamesayselevantódelasilla.Hizoungestoaloschicosparaquenolaimitaranysiguieransentados.

—Paramíyaestatarde.Voyaacostarme,esmihora.Perovosotrosquedaoseltiempoquequeráis.Podéisirunratoalabiblioteca,comoosdije.Ahoraquemedoycuenta,siqueréisirallívaisatenerquelevantaros:venidconmigo,oslaenseñaré.

—¿Noprefierequelaayudemosantesallevarlosplatosalacocina?—dijoBeatriz.

—Deningúnmodo.Yaloharéyoporlamañana.Amiedadseduermepoco.Melevantomuytemprano.

Los chicos salieron del salón siguiendo a Amane. La biblioteca era máspequeñaqueelsalón,peromuchomásacogedora.Estabatodaellaforradaconpanelesdemaderayestanteríasrepletasdelibrosdetodoslostamaños,ademásdefigurillasyobjetosdecorativosantiguos,conunaalfombradelanatejidaqueocupabaelsuelocasiporentero.

—Encendílachimeneamientrasestabaisarriba—dijoAmane,señalándola.—Québonita—dijoBeatriz.—Desdeluego—añadióAlfredo.A ambos les entusiasmaban las bibliotecas. Iván se quedómás frío. Al él

también legustaban los libros,peroprefería sindudarlounbuenvideojuegoounapelícula,aserposibledeacción.

—Elmueble-barestáaquí—dijoAmane,abriendolatapaqueservíacomoapoyoparacolocarlosvasos—.Servíosloqueosapetezca.Quieroqueestéisagusto.Haydetodo:whisky,ginebra,ron,refrescos…Oshepuestounacubiteraconhielo,porsiqueréisecharosunpoco.

—Gracias—dijoIván.—Bien.Hastamañana.Quedurmáisbien.—Lomismo usted…—dijoBeatriz, y se corrigió enseguida—:…tú.Que

descanses.Ygraciasportodo,deverdad.—Nohayporquédarlas.Hastamañana—repitióAmane,quesonrióunavez

más,saliódelabibliotecaydesaparecióenelpasillo.Los chicos esperaron unmomento para hablar.Beatriz empezó a ojear los

libros, Alfredo se sentó en un sillón orejero frente a la chimenea e Iván fuedirectoalmueble-bar.

—ParecesSherlockHolmes—dijoIvánaAlfredo,alverleeneltípicosillóninglés—.Sólotefaltalapipa.

—Sí,ylacocaína…Anda,cállateyhazalgoútil:ponmealgodebeber,ya

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queestásahí.—Comomandeelseñor.¿Quédeseasuexcelencia?—Unlicor,algodulce.—ElseñordonAlfredoquiereunlicor—tercióBeatriz—,yladamadesea

ungin-tonicflojito.¿Haytónica?Ivánescrutóelinteriordelmueble.—Sí, hay tónica.Ya queme ha tocado ser elbarman, yo tomaré un buen

burbon con hielo. Aunque… ¡Esta señora se cuida!: tiene una botella deMacallan.Retirolodelburbon.

Enlaoscuridaddesuhabitación,enlapartemásprofundadelpisobajodelacasa,Amaneseacercóalaúnicaventana.Porellaentrabaalgodeluz,reflejadaenlanievedesdeunafarolalejana.Aunladohabíaunamecedora.Amanefuehastaellaysesentóenuntaburetequeestabaunpocopordelante.

Enlamecedorahabíaalguien.Unafigurainmóvil,conunamantasobrelaspiernas.Eraunamujer,conelpelomuyparecidoaldeAmane.Surostroapenaspodíaverse,perotambiénseparecíamuchoalsuyo,aunquemásarrugadoyconlasmarcasdelpasodeltiempo.Aquellaancianaparecíatenercienaños.Susojosestabanvacíos,blancoseinexpresivosporlaceguera.

—Madre—dijoAmane—.¿Duermes?—No,hija,estoydespierta.Lavozdelaancianaerasuaveycasiatonal,comoelsonidodelvientoenun

bosquesolitario.—Teníasrazón,madre.Hanllegado,comotúdijiste,ysontres.—Lo vi, hija mía. —La anciana hizo una pausa—. Mis visiones son

nebulosas,peronuncamefallan.—Sí,losé.Perdóname,madre.Yanuncavolveréadudardeti.Beatriz seguía de pie,mirando los lomos de los libros.De vez en cuando

sacabaalgunoparaverlacubierta,lassolapasoleereltextodecontraportada.—Historia, religión, antropología… —enumeró Beatriz—. No es lectura

muyligera,quesediga.Nomeesperabaunabibliotecacomoestaenmediodeunpuebloperdidoen…—parecióbuscarlapalabraadecuada—enelpáramo.

—Ladueñaesunaapasionadadelahistoria—dijoAlfredo,girándoseenelsillóneincorporándoseparaevitarquelasorejasdelmismolecortaranlavisión.

—Sí,esverdad.Peroquénivel…¡Anda!¿Yesto…?—¿Quéhasencontrado?—Ochate:elpueblomaldito.—Mesueñaesenombre—dijoIvánconlascopasyaenlamano.Beatrizlemirócomoelprofesorquemiraaunniñopocoaplicado.—Ochate,claro,hombre.¿Esquenoloconocéis?Esunpuebloabandonado

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conunmontóndeleyendasmisteriosas.Unpueblomaldito.—¿Malditoporqué?—dijoAlfredo—.Amínimesuena.—Pues esmuy famoso.Hubo varias epidemias seguidas, de enfermedades

distintas.Creoque tifus,viruelaycólera.EsofueelsigloXIX.Alparecer,noafectaronaningúnpueblomás,sóloaOchate.Lasenfermedadeslodiezmarony,alfinal,allínoquedónadievivo.

—Esonopuedeser.Cuentosdeviejas—dijoIván,removiendoelhielodesuwhisky.

Beatriz no le hizo elmenor caso. Tenía el libro en susmanos. Lo abrió yempezóaojearlomientrasseguíahablando.

—Tambiénhubovariasdesaparicionesmisteriosas,quenadielogróexplicar.Elmismopárrocodesapareciósindejarrastro,undíaqueibaaunmonteoaunaermita.Nomeconozcolahistoriaenprofundidad.Pero…

—¿Qué?—dijoAlfredo,aúnmediotorcidoenelsillón.—AquíhayunplanodelCondadodeTreviño.Esoesdondeestamos,¿no?...

Sí,aquíestáOtsobeltz.¡YOchate!Averlaescala…¡PerosiestamossóloadoskilómetrosdeOchate!

—¡Quésuerte!—dijoIván,imitandoeltonoexcitadodeBeatriz.—Idiota—contestóella—.Haymáspueblosalrededor:Aguillo,Imíruri,San

Vicentejo…Ivánsesentóenunasilla,pordelantedeunadelasestanterías.—Bueno,yonocreoenfantasmas.¿Ytú,Alfredo?—Yotampoco.Peroesascosasmedanmalrollo.Nomegustanlashistorias

tantruculentas.—Joder, chicos. Yo tampoco creo en fantasmas, pero no va de eso. Es

interesanteporqueesunmisterio,unenigmahistórico.Estascosassiempremehan llamadomucho la atención desde que era niña. Como el triángulo de lasBermudas, en el que desaparecen de verdad barcos y aviones. No es ningunachorrada.Olaunidadcompletadelejércitojaponésquedesaparecióenelfrente,sindejarrastro,durantelaIIGuerraMundial.Sonhechos.

—Meparecequeafirmarqueesosonhechosesuntantoaventurado—dijoIván—.Ymásviniendodeunaperiodista.

Beatrizsedefendió.—Hay parte de leyenda, claro está. Pero la base es real. Incluso en las

leyendasurbanassuelehaberalgoderealidad.—Sitúlodices…—IvándiounsorboasuMacallan.—Noconocemostodoloquehayenelmundo,olocomprendemos.Sialgo

he aprendido enmi trabajo es eso. Lamayoría de las cosas son chorradas, loreconozco. Hay mucho estafador y mucho imbécil, a partes iguales. Pero

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tambiénhayrealidadesquesenosescapan.—Vale,vale—dijoIván—.Nohacefaltaquenosechesundiscurso.Notelo

digoenplanborde,Beatriz,novayasaenfadarte.Sóloesqueamíestascosasnome interesan. Igualque a ti no te interesa, qué séyo, lavidade laballenaazul.

Beatrizestuvoapuntodedecirqueaellasíleinteresabalavidadelaballenaazul.

—Sí,enesotienesrazón.Aunqueesunapena.Conlofascinantequeeslodesconocido…Almenosparamí.

Ivánasintiósindecirnadamás.ApurósuMacallan,pasólamanoporelculodelvasoparasecarlahumedadcondensadaylodejódevueltaenelmueble-bar.

—Bueno,chicos:yomevoyaacostar.Estoycansadoylacenamehadadosueño.¿Venís?

IvánmiróaBeatriz,esperandoaverquédecía.—Prefieroquedarmeunrato.Quieroseguirmirándomeestelibro.—Yotambiénmevoyaquedarunratotodavía—dijoAlfredo.Ivánsearrepintióalinstantedehaberdichoqueseibaalacama.Nolehacía

demasiadagraciaqueAlfredosequedarasoloconBeatriz,peroeraciertoqueestabacasadoynoibaahoraarecular.Comosolíahacer,optóporbromeary,amododedespedida,dijoconsoniquete:

—Que no se os aparezcan los fantasmas de lasNavidades, como al pobreseñorScrooge.

—Ja ja: tú sí que te pareces al señor Scrooge—contestó Beatriz con unamuecadivertidaenlaboca.

CuandoIvánsaliódelabiblioteca,Alfredoselevantóparaponerseotracopade licor.Beatriz emitió una risilla, lemiró con ojos pícaros y aprovechó parasentarseenelsillónorejero.Lomovióunpocodesusitioparaorientarlohacialalámparadepiequehabíaenunaesquina.

—Siquieres—dijoAlfredoconironía—,siéntateenelsillón.Seestámuybienjuntoalfuego.

Eracierto:elfuegodelachimeneaerasumamenteacogedor.Beatrizabrióellibroporlaprimerapágina.

—¿Teapetecetomaralgomás?—lepreguntó.Ellalehizoungestonegativoconlamanoy,ajenaasupresencia,empezóa

leer.Pordetrás,desdeelmueble-bar,Alfredosesintiórepentinamenteestúpidoporquedarse.Sesentóenunadelasotrassillasdelaestanciaydiounsorboasucopadelicor.

Nadamáscomenzar la lectura,Beatrizcomprobóque lahistoriaquehabíacontado a sus amigos era errónea.O no del todo exacta. El libro recogía una

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investigaciónmuyexhaustiva.Nohabíaningunaconstanciahistórica,basadaendocumentos, de que las supuestas plagas que asolaron el pueblo fueranauténticas.Aunquesílasdesapariciones,ynoúnicamenteladelpárrocoAntonioVillegas—muydiscutida—,quealparecerciertodíafuealacercanaermitadeNuestraSeñoradeBurgondo,entreunaextrañaniebla,yyanuncamássesupodeél.

Elnombreoriginaldelpueblo,elnombremedieval,eraGogate,esdecir,“LapuertadelInfierno”.Tambiénleyólainquietanterevelacióndeque,enantiguoslegajosycancionerosdel sigloXIII, sehablabade los “demoniosdeOchate”.Másadelantesediscutíaelsignificadodelnombredelpueblo:“PuertaSecreta”o “Puerta del Frío”, no estaba muy claro. Lo que sí era cierto es que quedóabandonado,peronoafinalesdelsigloXIX,sinoaprincipiosdelXX.

Apartede lasdesapariciones,en1970encontraronaunpastorquemadoenuna de las casas en ruinas.Y en 1981, un joven empleado de banca, llamadoPrudencioMuguruza,sehizofamosoporlafotoquehizoaunagranesferadeluz que, en su tiempo, se tomó por un ovni. Según su testimonio, estabapaseandopor la zonacon superro, algoque solíahacer amenudo, cuandodeprontosintióalgoextraño.Tambiénelanimal,quizádotadodeunsextosentido,seasustósincausaaparente.Fueentoncescuandoapareció laesfera luminosa,que dejaba entrever alguna clase de estructura tecnológica en su interior. Porsuerte,Muguruza llevaba encima su cámara fotográfica y tuvo los arrestos deutilizarla.Mástarde,sufotofueestudiadaenlaUniversidaddeBilbaoeinclusolaanalizóuncientíficodelaNASA,enEstadosUnidos.

Decuandoencuando,BeatrizcomentabaalgoaAlfredoenvozalta.Élsemilitaba a responder con alguna frase hecha, como “¿no me digas?” o “quécurioso”,sinprestarlamenoratenciónenrealidad.

Otrodelossucesosinsólitosocurrióen1987,cuandounaagrupaciónmilitardeblindados,queestabademaniobras, sevioenvueltaenunanieblaespesayrepentina —como cuando desapareció el párroco Villegas—. Todos losinstrumentos dejaron de funcionar y los militares estuvieron perdidos ydesorientados durante varias horas, sin poder comunicar con la base ni con elrestodeunidadesquesehallabandemaniobrasporlazona.Nadielogrónuncadarleexplicaciónalfenómeno,vividoporunbuenpuñadodesoldadosyexentoporcompletodelposiblefraude.

Y aún en ese mismo año, 1987, ocurrió en Ochate algo mucho másperturbador.

En la casa sobre el bar,Mikel estaba tumbado en la cama, completamentevestido,con losojos fijosenel relojbaratoqueestabacolgadoen lapareddeenfrente.Alllegarlaunadelamadrugada,selevantó.Lallavequehabíacogido

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de la caja que tenía debajo de la cama seguía en sumano. La abrió, como sinecesitaraasegurarsedequeeraasí.Estabahúmedaporelsudoryhabíadejadoenunamarcadeherrumbreensupiel.Lafrotócontrasugruesojerseyyselametióenunbolsillodelospantalones.

Teníapuestosloszapatos.Caminóhastalapuertaconsigiloysequedóenelumbralunmomento, esperandooír a supadre subiendo lasescaleras.Siemprecerrabaelbaralaunaenpunto.Aguardóallí,inmóvil,hastaquealfinescuchósuspasosenlasescalerasyatravesandoelpasilloparallegarhastasuhabitación.Luegovinoelruidodelapuertaalcerrarse.Yelsilencio.

Mikelsiguióquietoduranteunpardeminutosmás.Eltiemposuficienteparaestar segurodequesupadreno ibaadarsecuentadequesalíadecasaaesashoras. Aunque, si le pillaba, siempre podría decir que iba a ver a Arantxa.Porque, lo que su padre no podía siquiera imaginar, era lo que iba a hacer enrealidad.

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Alfredo no tardó mucho en irse también a la cama. Desde que lo hizo,BeatrizllevabamásdeunahoraleyendoOchate:elpueblomaldito.Estabacadavez más sumergida en la lectura. Había llegado al punto más inquietante:ocurrido en 1987, como la “desorientación” de los militares en la niebla quevolviólocosalosinstrumentosylosaparatoselectrónicos.Teníaqueverconuninvestigador que apareció muerto dentro de su coche. Junto a él había unacámaradefotosyunagrabadoradeperiodista.

Cuando se reveló el carrete, se comprobó que el hombre, antes de morir,había hecho varias fotos a unos perros, cada vez más cerca del coche. Lagrabadoraconteníanotasdevoz.Laúltima, transcrita literalmente,decía:“Mehequedadosinbatería.Voya tenerquebajarhastaelpuebloapie…¿Qué?...¡No! ¡No! ¡Nooooo!”.Yunavoz, al parecer, se había colado en la grabación:una psicofonía en la que podía oírse a una mujer, posiblemente anciana, quesusurraba:“¿Quéhaceaúnlapuertacerrada?”.

UnescalofríorecorriólaespaldadeBeatriz,quetuvolarepentinasensacióndequealguienlaobservaba,comosihubieraunapresenciatrasella.Sepusoenpieymiróatrás,perono,nohabíanadie.Ellibroselecayódeentrelasmanos.Al llegar al suelo quedó abierto justo por el medio, como alguien a quienhubieranabatido,conlosbrazosencruz.

—¡Joder!—dijoBeatrizenunsusurrovehemente.Siguióhablandoenvozbajaparaayudarseavencerlasugestión—.Voyacomermeunpastelyluegomevoyyotambiénalacama.

Recogió el libro, comprobó que no se había dañado y lo dejó sobre lapequeñamesaquehabíaenunaesquina.Despuéssaliódelabibliotecaycruzóel pasillo hasta el salón.Amane había dejado allí los restos de la cena. Entreellos,unospequeñosbollitos rellenosdecremaqueestabandeliciosos.Beatrizse sirvió un vaso de agua y cogió uno de los bollos. Tenía un nudo en lagarganta,peroaunasílevinobienelrefrigerio.Adiferenciadesusamigos,ellanohabíacenadomucho,apesardelosuculentodetodoloqueAmaneleshabíapuesto.

—Yahoraalacama—sedijo.Y sintió de nuevo esa extraña sensación en la espalda al pensar en que

tendríaquepasarjuntoaltramodeescalerasquedescendíanalsótanodelacasa.Noteníamásremedio.Sedijoqueeraunatonta.¿Quéibaahaberenesesótano?

—Ratones.No,esono.Loquehabíaoído—ocreídooír,yanoestabasegura—noeran

ratones.Caminóporelpasillohaciaelsalóny,casiinconscientemente,sedetuvo

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juntoalaescalera.Experimentóunaespeciedevértigo:miedoyatracciónalavezpordescubrirquéhabíaallíabajo.

Se agarró con lamano izquierda al pomo demadera de la barandilla y seinclinóunpocohaciaabajo,aguzandoeloído.

Nada.No se atrevió a hablar, ni siquiera en vozmuy baja. Se sentía por dentro

comounatonta.Sí,unaniñatonta.Suvozinteriorlaaguijoneó,diciéndolequenoeratanarrojadayatrevidacomoellasecreía.YaúnmáscuandohizoaflorarqueahoralegustaríatenerallíaIvánoaAlfredo.Unhombrejuntoaella.

Negóconlacabezayforzóasumenteadecirun“no”silenciosoqueresonóen su interior. Reverberó por dentro como un eco mientras sus piernas semovían, casi sin su control consciente. Bajó un peldaño. Luego otro. Muydespacio, descendiendo con lamano siempre en la barandilla, de tacto cálido,comprobandoquelospeldañosnocrujíanbajosuspies.

Sus ojos empezaban a penetrar las sombras hacia las que se dirigía. Leparecióquedesdeabajoveníaunleveresplandor.Muytenue,casiimperceptible.Sedetuvouninstante.Seguíasinoírnada.Pero…

Algosearrastróallíabajo.Le zumbaban los oídos. No podía estar segura de haber oído algo en

realidad.Yanopodíaquedarsequietaovolverarriba.Teníaqueseguir.Lacuriosidadmatóalgato.Suspensamientosvolvíanaatacar.¿Porquéteníanqueescaparasucontrol?

¿Porquénosepodíaevitarpensarenunelefanterosasialguienlomencionaba?Pero,sihabíallegadohastaallí,yanoibaadetenerse.Dealgúnmodo,por

alguna clase de mecanismo inconsciente, en su interior la decisión estabatomada: iba a hacerlo, sí; iba a ver qué había en ese sótano. Nada podríaimpedirlo.Nisiquieraellamisma.

Elcieloseguíadescargandonieve.Mikelestabavolviendoacruzarelpuebloconuna sensación aúnmás opresiva.Todoparecíamoverse hacia él, tratar deenvolverlo.Dedetenerlo,pensó.Aunqueno loconseguiría.Sabíamuybien loqueibaahacer.Loqueteníaquehacer.

Losperrosnoestaban.Aunasí,elchicosemovióconcautela.Noqueríaquenadiepudieseverlodesdealgunaventana,enlapenumbra.Teníaquepasarcercade lacasadeAmane.Sequedóunos instantesalpiede la rampade tierraqueconducíaaella,ocultoentrelassombras.Observólacasa.Allíestabanlostresreciénllegados.Sinsabernada.Ajenosatodo.

Mikel tenía que hacer lo que iba hacer. Pero antes necesitaba ver a unapersona.Comprobóporenésimavezquelallaveestabaensubolsillo,laapretódentroconelpuñocerrado,ysiguiócaminandoalcobijodelosviejosmurosyla

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negrura.Al llegarasudestino,miróunavezmásalcielo.Eracuriosoque loscoposdenieve,tanblancos,parecierannegrosenlaausenciadeluz.Comoaquelpueblo: un sepulcro blanqueado que ocultaba, en su interior, la más terriblepodredumbre.

Sinhacer ruido, secolocódelantedeunapuerta.Erademadera,antiguayestrecha.Dabaalapartedeatrásdeunadelascasas.Sacólallavey,tanteando,logró introducirla en la cerradura. La deslizó despacio, notando cómo cadadienteencajabaensuposición.Luegolagiróconlamismalentitud.Apenashizoruido.Sólounleve“clic”,ylapuertaseabrió.Mikellaempujólonecesarioparapoderdeslizarseenelinterioryvolvióacerrarlaasuespalda.

Ya estaba dentro. Conocía bien esa casa. No encendió ninguna lámpara.Estabaenlacocina,queeraadondedabalapuerta trasera.Lacruzóconpasosdelicados hasta el pasillo, que dejaba a un lado el salón y conducía a lashabitaciones. Fue hasta la última, cuya puerta se hallaba al final del pasillo,ocupandotodasuanchura,comounumbralquecondujeraaotromundo.

Estabaentreabierta.Comohizo antes con la puerta de la cocina,Mikel la empujó suavemente.

Dentroseveíaeltenueresplandordeunviejorelojdespertador.Unaluzrojiza,que iluminaba los números. Se dejó guiar por ella, rodeando la cama queocupaba el centrode la estancia.Aun ladohabíauna silla.Mikel se sentó enella.Notóuncrujidodelasecamadera.

—Abuela—dijoenvozbaja.Luegolorepitióunpocomásalto—:Abuela.Lamujer,quedormíaplácidamenteenlacama,seremovióunpoco,aunque

nollegóadespertarse.Mikelalargóunbrazoylatocóenunodesushombros.—Abuela.La mujer emitió una especie de quejido ahogado y un gorjeo antes de

responder.—¿Erestú,Mikel…?Ellasabíabienqueelchico—quenoerasunieto,enrealidad—noestaría

allísinofuerapor…Sólohabíaunaposibilidad:habíanllegadoforasteros.—Sí,abuela,soyyo.—¿Quéhora es?—dijo ella al tiempoque se incorporaba hacia lamesilla

paramirarlahora.—Launaycuarto.Laancianaseincorporóaúnmás,hastaquedarsentadasobreelcolchón.—¿Sonválidos?—preguntóenuntonocasigutural.—Sí,abuela.—Entoncesdateprisa.Nodebesperdertiempo.Desdeelrellanopodíaverseelúltimotramodeescalones,quedesembocaba

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en una puerta. Beatriz no la veía, pero podía deducir su presencia por elresplandorqueescapabadedoslíneas,unapegadaalsueloylaotravertical.Lapuerta estaba entreabierta y había luz en el interior, luego allí debía de haberalguien.

Depronto, enuna fracciónde segundo, sin formarpalabras, lecruzaron lamentevarias imágenesquepodríanexplicarlo.Perosólounadeellassequedóinstaladamientrasmovíasuspiesparacomenzaradescender:unmonstruo;sí,un monstruo como el de Frankenstein, o mejor, como el Hombre Elefante.Alguienencerradoallíabajopormiedo,ascoovergüenza.

Tradicionales, son muy tradicionales, se dijo a sí misma al recordar laspalabrasdeAmane.Nosepodíaconsentirunmonstruoenlafamilia,uncastigodivino,unamaldición…

Derepente,unruido.Allíabajo.Detrásde lapuertanegraen laoscuridad.Algo semovió tapando parcialmente la luz que escapaba de las rendijas. ¿Lahabríanoído?¿Elmonstruo—secorrigiómentalmente—lahabríaoído?

No,eraimposible.Sequedóquieta,petrificadaporalgoindefinible,unasensaciónquelallenó

porcompleto.Noeramiedo,sinoexcitaciónunidaa lacuriosidadmás intensaquehabíaexperimentadoentodasuvida.

Laluzpordebajodelapuertavolvióaconvertirseenunalíneaperfecta.Ysus pies volvieron a moverse, tirando de ella. Siguió bajando aún con máscautela,muydespacio,atentaacualquiersonidoqueprovinieradelsótanoodelapartealtadelacasa.Peroyanohuboningunomás.

Alcanzó el final de la escalera. La puerta estaba ya casi al alcance de sumano.Diounpasomás.Noqueríamoverla,sóloecharunaojeadaporlarendija.Secolocóenlapartemásoscurayfueladeándoseparaquesusojos—almenosunodeellos—pudieranobservar.

Primero distinguió una pared labrada directamente en la roca, tosca y sinadornos, como la de una mazmorra. Al ganar ángulo, vio una especie altocandelabroconlasvelasencendidas,quearrojabasuluzvibrantesobreunaltarde piedra. En él había un libro abierto. Y a su lado, una figura en pie, deespaldas,ataviadaconunaespeciedetúnica.

EraAmane.Lareconocióporelvaporosopeloblanco.Pero¿quéhacíaallíabajo?Ellanopodíahabersidolacausantedelruidoque

oyó cuando llegaron a la casa, al subir a las habitaciones. Tenía que haberalguienmás.Pero¿dónde?...

Laaberturanolepermitíavermás.Pensóenempujarlevementelapuertayaumentarunpocoel tamañode la rendija.Podíahacerloconmucha suavidad,sincausarelmenorruido.Necesitabaverquémáshabíaallíabajo.

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Enesemomento,Amanesedio lavueltadepronto.Beatriz retrocedióporinstinto.Aquellosojos,aquellamirada…

FuecomosiBeatrizdespertaradeunsueño.¿Quéhacíaallí?¿Porquéestabainvadiendolaintimidaddeaquellamujerdesconocida,queleshabíadadocobijoensucasa?

Hizoelademándegirarseparavolveralasescalerascuandonotóalgoasuespalda.Algoquelaimpidiómoverse.Notuvotiempodeverquéera.Unbrazolaagarródesdeatrás,unamanoletapólaboca,ylanegrura,aúnmayorquelaquelarodeaba,inundósusojos.

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8

Comotodoslosdías,Antón,eldueñode“LaBoca”,abrióelbaralasochoenpuntodelamañana.Erasábadoyteníamenosclientesaesashorasqueenundía laborable, pero aun así abría a la misma hora de siempre. Algo que sólocambiabalosdomingos,enquesepermitíadescansarunpardehorasmásylohacía a las diez.Antes de bajar pasó delante de la puerta de la habitación deMikel.Nooyónadadentro.Suhijo seguramenteaúndormía.Entre semana lehubiera despertado para que bajara a ayudarle, pero siendo sábado le permitíadormirunpocomás.

Antónsacudiólacabeza.Ydeseólasdoscosasquesiempredeseaba,aunqueambaseranimposibles,ylosabía:nohaberperdidoaElisa,sumujer,ynohaberidoaOtsobeltz.Ni siquierahabervistoelanunciodelbarenelperiódico.Nohaberescuchadonuncaesenombrenihaberconocidoesepueblo.SobretodoporMikel.

Perolascosaserancomoeran,yahorayanopodíairsesinmás.Sobretodo,irsesinmás.

Estabapreparandolamáquinadecafé,antesdequeentraraelprimercliente,cuandosealsorprendióveraMikelaparecer.

—Quéprontotehaslevantado—ledijo.El chico tenía ojeras.No contestó inmediatamente.Fuehasta la barra y se

sentó en un taburete antes de bostezar. Su padre esperó a que cerrara la bocaantesdehablarledenuevo.

—¿Teacostastemuytardeanoche?—Sí.—¿Quieresuncafé?—Sí.—Noestásmuyhabladorestamañana…Mikelsefrotólosojosylanariz.Estabaagotadoynoteníaganasdehablar,

perodebíaactuarcomosinohubierapasadonadaesanoche.—Mequedéjugandoconelordenador.—Yameloimaginaba.Esosvideojuegostevanasorberelseso.MientrasleechabaesapequeñabroncaaMikel,Antónpreparóelcafé,bien

cargado.—Anda,toma,aversiestohacequetevuelvalasangrealasvenas.Telohe

puestodoble.Mikelcogióelvasoconambasmanosparacomprobarlatemperatura.Estaba

bien.Diounlargotrago.—Papá,¿teimportasihoynomequedocontigoenelbar?

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—¿Tienesalgoquehacer?—dijoAntónconelceñolevementefruncido—.¿Noseráparaponerteajugarotravez,verdad?

—No, qué va. Quería salir a dar un paseo por el campo. ¿Has visto lanevada?

—Antesque tú.Yonoquemequedohasta las tantasdespiertoy luegonopuedodespegar losojos…Anda,sí,veteadarunavuelta,que tevendrábien.Notenecesitohastaestatarde.

Apesardel tono serio,Antónnoquería serdemasiado severocon suhijo.Sólo quería que no se le escapara de lasmanos.Desde que perdió a Elisa noestabasegurodenadarespectoacómoeducarle.Esasensacióndesercomounnáufragonose limitabaaMikel,sinoamuchasotrascosas.Lahabíaamadoynecesitadotanto…

—Hastaluego,papá.—Tencuidado.YnoteacerquesaOchate,novayasaresbalarycaerteporel

barranco.—No,papá,tranquilo.Voyalbosque.Porcierto,Amanemedijoayerquela

reuniónserápronto.AAntónselehizounnudoenelestómago.EncuantoMikelcogiósuabrigo

ysaliódelbar,Antónpensóenque,seguramente,suhijoiríaabuscaraAranxta,la hija deTino.Comprendía que no quisiera hablar de eso con él.Al fin y alcabo,tambiénhabíatenidodiecisieteaños.Ahorasealegródequesefuera.Esamañananecesitabapensar.

LamortecinaluzdeldíallevabayamuchotiemposobreelrostrodeAlfredo,sinser lobastanteintensaparadespertarlo.Cuandoabrióalfinlosojos,violaventana,queparecíauncuadrocompletamenteblanco,comosialotroladonohubierayamásqueunainmensanadacarentedecolor.

La sensación de Alfredo fue extraña. Fría, aunque en la habitación hacíacalor.Seincorporóyasípudoverqueelmundoseguíaexistiendo:suaveslomasyárbolesdispersos,todocubiertodenieve.Almenos,yanonevaba.

Sedesperezóantesdecogersurelojdelamesilladenocheymirarlahora.—¡Lasdiez!Joder…Noesquetuvieraquelevantarseaningunahoraconcreta,perosuintención

antes de acostarse era salir pronto a buscar almecánico, para resolver cuantoanteselproblemadelcocheyseguirsucaminoaSanSebastián.

SupusoqueIványBeatrizyasehabríanlevantado,yahorasereiríandeélylellamaríandormilón.Saltódelacamaysepuso,atodaprisa,lacamisadeldíaanterior, los pantalones y las deportivas.Volvió a desperezarse y abandonó lahabitaciónparairalcuartodebaño.Desdeelpasillo,vioquelaspuertasdelashabitacionesdesusamigosestabancerradas.Leextrañó.Quizáaúnestuvieran

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durmiendo,despuésdetodo,yéleraelprimeroquesehabíalevantado.Cuandosaliódelbaño,seacercóalahabitacióndeIván.Pusolaorejacerca

delapuertaporsioíaalgúnruido.Nada.EntoncesfuehastaladeBeatrizehizolomismo.Tampocooyóelmenorsonido.Pero,estuvieraonodespierta,yaerahorade levantarse.Llamócon losnudillos, sinobtener respuesta.Esperóunossegundos y volvió a llamar, esta vez más fuerte. Probablemente estuviera yaabajo,desayunando.O leyendoesedichoso libroqueencontróen labibliotecadeladueña.

En todo caso, decidió comprobar si Beatriz seguía en el cuarto. Abrió lapuerta con cuidado, lentamente, hasta que pudo meter la cabeza dentro. Suamiganoestabaallí.Loqueleextrañófuequelacamaestabahechayconropaporencima.Beatrizpodíahaberlahechoallevantarse,perolechocóquehubieradejadoesasprendasasí.

Entonces,unaideacruzósumente.Unaidea,enformadepregunta,queleencogióelcorazón:¿YsiBeatrizhabíapasadolanocheconIván?

Deprontosintiócomosiaquellofueraunaverdadabsoluta,algoindudable,ycorrióa lahabitacióndeIván.Abrió lapuertasin llamarsiquiera,esperandoencontrárselosalosdosabrazadosenlacama.Perono:lacamadeIvánestabadeshechayelcuartovacío.

Entodocaso,unacamahechayotradeshechaeraalgoqueveníaaconfirmarsussospechas.Bajóatodaprisalaescalerahastaelpisoinferiorysedirigióalsalón. Antes de llegar, aún en el pasillo, Amane apareció en el umbral de lacocina.

—Hasdormidobien,¿eh?Alfredosedetuvo,asupesar,paradarlelosbuenosdías.Ellahizoungesto

conlamano,señalandoelsalón.—Anda,veadesayunar.Hepreparadozumodemanzana,tostadas,caféy…

máscosas.—Gracias.AlfredoesperabaqueAmanenonotara lapreocupaciónensurostro.Entró

enelsalón.AllíestabaIván,conunatostadaenlaboca.Lateníatanmetidaque,de haber aparecido en esemomento unos extraterrestres que lo hubieran vistocomoelprimerserhumanodelplaneta,habríanpensandosonseguridadquelatostadaerapartedesucuerpo.

—Bfuefnosdfias—dijocomopudo.—¿YBeatriz?Alfredosequedódepieantesuamigo,quietoyentensión.Ivántragóyle

contestóyaconsuvoznormal.—Niidea.¿Noestáensuhabitación?Yoacabodelevantarme.

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Amaneoyó loquedecíandesde lacocina.Entróenel salóny lesdijoqueBeatriz se había marchado hacía cosa de una hora; que tomó un café y unpanecilloydijoqueseibaadarunavueltaporelpuebloylosalrededores.

—Noquisodespertaros.—¿Ysabeadóndehaido?—preguntóAlfredo.—Pues eso: a dar una vuelta por el pueblo. ¿Habéis visto qué bonito está

todo?Hacaídounabuenanevadaestanoche.—¿Habráncortadolascarreteras?—dijoIván,aquiennoparecíaextrañarle

tantocomoaAlfredolasalidasinavisardeBeatriz.Amaneasintió.—Noloséconseguridad,peroesprobable.—Qué raro… —dijo Alfredo—. Es como si no hubiera dormido en su

habitación.—Quizádurmióenlabiblioteca—dijoAmane—.Estamañanamehablóde

unlibroquehabíaestadoleyendo.Esunachicamuycuriosa,¿verdad?NiAlfredoniIvánpodíansaberhastaquépuntoAmanesabíalocuriosaque

eraBeatriz.Ambosasintieron.Alfredosacósumóvildelbolsillo.—Detodosmodosteníaquehaberdichoadóndeibaoalgo.Voyallamarla,

averpordóndeanda.Luegoyomevoyal tallerparaqueelmecánicomireelcoche.

No había mucha cobertura. Alfredo esperó hasta que el aparato pudoestablecerlallamada.Oyóunprimertimbreensuoído,queenseguidaserepitiócomoalolejos.EraeltonodelmóvildeBeatriz.

—No se ha llevado el móvil —dijo Iván, transformando en palabras loevidente.

Alfredomoviólacabezaparaorientarse.—Suenaenlabiblioteca.Losdoschicos salieronalpasilloy sedirigieronallí.Amane les siguióun

paso atrás, despacio. Sobre lamesa del centro, junto con el libro que Beatrizhabía estado leyendo la noche anterior, estaba sumóvil, sonando y vibrando.Alfredocolgóel suyoysequedóquietounmomento,con lamirada fijaen lamesa.LuegomiróaIvánconelceñofruncido.

—Teníaquetenermáscuidado,joder—dijo—.Noséparaquésirveelmóvilsiunonolollevaencima.

—Bueno,selehabráolvidado—dijoIván.—Sí… —Alfredo no parecía muy convencido—. ¿Por qué no salimos

tambiénnosotros?Podemosiralbardeayeryversiestáallí.Desde la puerta de la biblioteca, Amane carraspeó para hacerse notar.

Sonreía.

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—Chicos, chicos, cómo se nota que sois de ciudad. Vuestra amiga se hadejadoelmóvil,yaestá.Ha salidoadarunavueltapor elpueblo,paraver lanieveyconocerlo.Niquesehubieraidoalfindelmundo.

Loquedecíaeracierto.Aunasí,Alfredoestaba intranquilo,sinsabermuybienporqué.

—De todos modos, vamos al bar—se reafirmó, mirando a Iván—. Amítambiénmeapeteceverelpueblonevado.

Amanenodijonadamás.Susonrisasefuehaciendomásleve.—Claro,chicos,osgustará.

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9

—¿Te pasa algo, Alfredo? —dijo Iván, que empezando a estar un pocomolestoporlasalidaalaquesuamigolehabíapocomenosqueforzado.

—Nada… Bueno, me parece raro que Beatriz se haya ido sin su móvil.Siempreestáconélacuestas.Inclusoquesehayaidoporahíapasearsola,conelmiedoqueledieronanocheesosperros.

Ivántratódecolocarseelcuellodelabrigomáshaciaarriba,parataparselacara hasta la nariz. Hacía mucho frío y había una suave y húmeda neblina,aunquenadaparecidaaladensaniebladelanocheanterior.Almenosseveíaamásdeunpalmodedistancia.

—Puesa lomejor justoporesohadejadoelmóvil:para sentirse libreporunavez.

—Sitúlodices…La contestación de Alfredo sonó despectiva. A Iván no le pasó

desapercibido,aunqueoptóporcallarse.Amboscontinuaronavanzandosobre lacapadenieve.Lasuperficieestaba

casi congelada,peroalpisarla cedía,haciendoque lospies sehundieranhastamás allá del tobillo. Caminar era difícil.Alfredo emitió un gruñido ymiró alsuelo.Deprontosequedóquieto.Ivándiounpardepasosmásantesdenotarlo.Tambiénél separó.Alvolverse,vioasuamigodeespaldas,mirandohacia lacasadeAmane.Recorríaconlamiradaelcaminoqueacabandeseguir.

—¿Quépasaahora?—dijoIván.Alfredorespondiócomosiestuvierahablandoparasímismo.Ivánapenasle

oyó.—Nohayhuellas.—¿Qué?—dijoIván,acercándose.—Nohayhuellas.¿Notedascuenta?—¿Cómoquenohayhuellas?¿Esqueestásciegooseteestácongelandoel

cere…Entoncescomprendió loquesuamigoqueríadecir:síhabíahuellas, lasde

ellosdos,peroningunamás.YdebíanhabervistolasdeBeatriz.—Habránevadomásdesdequeella salió—dijo Iván, recapacitando—.Se

habránborrado.Alfredoparecióquedarsecontentoconlaexplicación.Eralógica.Siguieron

caminandohacialabifurcacióndelascallesdelpueblo.Másadelante,elletrerodelbar,ahoraapagado,seveíatodololejosquelabrumapermitía.

—Noestarácerrado…—dijoAlfredo.—Yyoquésé.Vamosyloaveriguamos.

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Ivánseguíamolestoconsuamigo.Noentendíasuactituddeesamañana,ymenosporqueBeatrizsehubieraidoadarunavueltasinavisarlesysinllevarseelteléfono.Noeraparatanto.

Elbarestabaabierto.Cuandoentraron,Antón,eldueño,estabadeespaldastras la barra, preparando un café. Sólo había dos clientes, que parecían lasmomiasdedos antiguos faraones egipcios.Sin advertir supresencia, el dueñohablabaenvozmuyaltaparaqueseleoyeraporencimadelruidodelcompresordelamáquinadecafé.

—…veintecasos.Veintedecien,aquí,enelCondado.Ynotienecura.Losvejestoriosasentíansindecirnada.Cuandoeldueñoacabódecalentarla

leche, se giró y vio a los chicos con el rabillo del ojo. Como si se sintieradesnudoporsullegadainadvertida,lessaludóydijo:

—Estaba hablando de una enfermedad rara: gente que sufre un insomniototal y acaba muriendo. El sitio donde hay más casos en todo el mundo esTreviño.

—¿Ha visto usted a Beatriz, la chica que iba con nosotros anoche? —preguntóAlfredosinhacerelmenorcasoaloqueleshabíadicho.

—¿Vuestraamiga…?—respondióeldueño.Carraspeó—.No,nolahevisto.Poraquínohavenido.

—¿PuedepreguntarleaMikel?—tercióIván.—Mikelnoestá.Salióprontoestamañanaparadarunpaseoporlanieve.El

puebloestámuybonitoconlanevada.Sobretodoelbosque.AlfredomiróaAntónconexpresiónaviesa.EracuriosoquetambiénMikel

hubiera salido temprano, igual queBeatriz, para dar una vuelta por el pueblo.Peronohizoningúncomentariosobreello.

—¿Cómosellegaaesebosque?—Casi rodeaalpueblodesdeelnorte. Idhasta la farolaquehaydonde se

separan los caminos. Tomad el de la derecha y luego, un pocomás adelante,veréisotrocaminoquesube, tambiéna laderecha. Irporallí.Hayunpocodecuesta,perosinoossalísdelcamino,elsuelonoestámal.

SindarlelasgraciasaAntón,AlfredoselimitóadeciraIván:—Venga,vámonos.—¿Noquieresquenostomemosuncafé,yaqueestamosaquí?—No.La respuesta de Alfredo fue seca. Iván ignoraba lo que le pasaba por la

cabezaasuamigo,perooptópornocontradecirle.Asintióylehizoaldueñodelbarungestodedespedida.

El camino de Otsobeltz a Ochate discurría por suaves lomas de pisopedregoso e irregular. El barranco quedaba al otro lado, hacia Imíruri. Mikel

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conocía la zona como la palmade sumano.Cadavezquequería estar solo oalejarse de su padre y de Otsobeltz, tomaba esa dirección. Le agradaba lasoledaddelasinmediacionesdel“pueblomaldito”.

Pocosconocíanlaverdadsobreesecalificativo.YnadiefueradeTreviño.Loquesehabíapublicadoentantosartículosy libroserasólolapartesuperficial.Lacortezadeloqueallíocurría.Comoelepisodiodelamuertedelperiodistaen1987, que era completamente falsa. Los investigadores de Ochate habíanmezcladocosasparaconvergerenunahistoriaquenoeracierta.Aunque teníaunapartedeverdad.ElperiodistasesuicidólejosdeOchate,nomuriódentrodesucoche.Lasfotosquetomódelosperrosylavozquesecolóensugrabadoraeranauténticas,peronocomosehabíapublicado.

MikelconocíalaverdaderahistoriaporFranciscoOrtiz,queselacontóasupadre sin saber que él estaba escuchando. El periodista había ido a Ochate abuscar “misterios”, como tantos otros por aquellos años. Muchos que no losencontraban, se lo inventaban sinmás.Peroaquelperiodista los encontró.Vioalgoquedebíahabervisto.Corrióasucoche,estacionadoenelcaminoquellevade Imíruri a Ochate y, cuando fue a arrancar, se dio cuenta de que no teníabatería. Pero no porque se hubiera agotado, sino porque había sidointencionadamentedesconectada.

Los perros le rodearon. No se atrevía a bajar del coche y tomó unasfotografías. Entonces fue cuando aparecieron un hombre y una mujer y seacercaron a él. El periodista acababa de grabar el mensaje que se conociódespués,enelquese“coló” lapsicofonía.Alveralhombrey lamujerqueseaproximaban,cogióunabarradehierroquellevabasiempredebajodelasiento,porsinecesitabadefenderse.

Nolanecesitó.Elhombreylamujersequedaronaunpardemetros,conlasmanos en alto, y le hicieron señas para que bajara la ventanilla. El periodistadudó, pero al final lo hizo. Sin acercarse más, le dijeron que ellos habíandesconectado labateríadelcoche,yque lesentregara loscarretesy lacámarafotográfica.Sino,nuncasaldríadeallíconvida.

Las peores amenazas son las que no llevan un tono especial. Las palabrasmás serenas atemorizan más que las alteradas. El periodista obedeció,aparentemente.Sacólosrollosdepelículadesubolsademanoyextrajotambiénel último, después de rebobinarlo, que era el que estaba puesto dentro de lacámara.Peroestelodejocaeralsuelodelcoche.

Los desconocidos se acercaron un poco más, vieron la cámara vacía,cogieron los carretes y parecieron quedarse satisfechos. Lamujer sonreía. Eramás como una mueca, la de una serpiente a punto de devorar a su presa. Elhombre,asulado,semanteníainexpresivo.Elperiodistatuvolacertezadeque,

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pasaraloquepasase,nopodíaengañarles;queelloserancapacesdepenetrarsumente, saber lo que había hecho, lo que estaba pensando. Pero qué otra cosapodíahacer…

El hombre se alejó de la ventanilla, abierta sólo hasta algo menos de lamitad,yfuealapartedelanteradelcoche.Levantóelcapóyvolvióaconectarlabatería.Alregresar juntoa lamujer, ledijoalperiodistaquepodíairse.Yquepodíacontarloquequisiera,porquenadielecreería.

Unasemanadespués, elperiodista se suicidó.Nohabíacontadoanadie loquehabíavistoenOchate.Perounacosaeracierta:nadielehubieracreído.

Mikel se detuvo un momento para sacudirse la nieve acumulada en lospantalones.Mientraslohacía,evocólasúltimaspalabrasdelrelatoqueOrtizlehabíacontadoasupadre.Recordósurisafinal,funesta,alrevelarlequiéneseranelhombreylamujerque,hacíauncuartodesiglo,habíanquitadoloscarretesdefotosalperiodista:élmismoyAmane.

El chico siguió caminando. Estaba ya muy cerca de Ochate. De lo quequedabadeél,másbien:cuatrocasasdesperdigadas,demurosmedioderruidos.Salvola torrede la iglesiadeSanMiguel, laúnicaconstrucciónqueseguíaenpie,desafiandoalpasodel tiempocomouncentineladepiedra;ocomosi,dealgúnmodo,senegaraaderrumbarseypermitirqueOchate,conella,cayeraenelolvido.

Elpeligrosobarrancoquedabaenelladoopuesto.Guiándoseporlafiguradela torre, Mikel dejó a un lado los restos de un par de antiguas casas. Quépequeñasparecíandesdefueraaquellasviviendas,alavistadesuscimientosysusmurosagujereados.Mikelnollegóhastalatorre,sinoquegiróhaciaelnortecuandoestabaapenasaunospasosdeellaparatomarelcaminodelaHerradura,queascendíapor las lomashacia laermitadeBurgondo.Tampocoquedabadeellagrancosa.Antesdequedarderruidayabandonada,supórticosellevóparapreservarlo a otro pueblo de la zona,Uzquiano, donde hubo algunas protestasporconsideraralgunosvecinosquepodíaestarmaldito.

Alpasar juntoa las ruinasde laermita,Mikel recordóotrade lashistoriasquesecontabansobreOchate.Sieracierta,algoqueélignoraba,ocurrióenlosañosochenta.Porlovisto,unmendigoserefugióenloquequedabadelaermitay, dentro, hizo un fuego para calentarse. El fuego se extendió y acabódestruyéndolaporcompleto.Decíanqueluegoseencontróallí,entrelascenizas,unmisteriosomedallóndelaVirgen,peroseguramentetodoesonoeranmásquepaparruchasparaocultarlaverdad.

Lo que sí era cierto es que, en una meseta próxima al pueblo, había unaantigua necrópolis con tumbas antropomorfas, muy pequeñas, del tamaño deniños. Por alguna razón, el ser humano se había empeñado en habitar aquella

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estéril región desde tiempos inmemoriales. Se decía que los primerosasentamientos databan de la Edad del Bronce, pero muchos vecinos—comoPaco Ortiz, entre ellos— aseguraban que ya hubo antes seres humanos allí.Mikelignorabacómopodíaélsaberlo,ylociertoesqueledabaigual.

Él se dirigía al bosqueque comenzaba hacia el noreste,más omenos a lamismadistanciaqueseparabalaermitadeBurgondoyla torredeSanMiguel.Lacuestasehacíamásempinada,aunquehabíauncamino,ahoracubiertoporlanieve.Alllegaralapartemásalta,Mikelsemetióentrelosárbolesasuderecha.A unos cienmetros se detuvo. El suelomostraba una pequeña hondura y unaoquedad. Pocos conocían la existencia de aquella cueva. Él mismo no debíaconocerla.

Un ruido le alertó. Venía de muy cerca, de detrás. Se giró en redondo,creyendoquequizáfueraalgunodelosperrosquevagabanporlazona.Peroseequivocaba.

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—ComoBeatriz no esté en ese jodido bosque, voy a llamar a la GuardiaCivil.Estonomegustanada.

IvánmiróaAlfredocomosisuamigohubieradichoqueibaalanzarsedeunaviónsinparacaídas.

—¿AlaGuardiaCivil?¿Setehaidolaolla,oqué?—Paraesoestá,¿no?—¿Paraqué,pararescataramujeresenapuroscapturadasporlosárbolesde

unbosqueencantado?AlfredodedicóunamiradafulminanteaIván.—Búrlatesiquieres.Peroyatehedicholoquevoyahacer.Medaiguallo

quetúopines.—Muybien.Quequedeclaroqueesdecisióntuya.Yonotengonadaquever

eneso.—No,tranquilo.Yaséqueatisetedamuybieneludirlasresponsabilidades.Iván se quedó quieto. Alfredo también, un paso por delante, sin mirarle.

Despuésdeunpardesegundos,Ivánagarróasuamigodelbrazoyleobligóagirarsedeunfuertetirón.

—¿Porquécoñodiceseso,Alfredo?—Amínomehablesenesetono.—Tehablo en el tonoqueme sale de los cojones. ¿Qué coñohas querido

decirconqueeludolasresponsabilidades?—Losabesmuybien,Iván.—No,nolosé.Dímelotú.El sonido de la leve brisa que agitaba la bruma se hizo, por unmomento,

ensordecedor. Alfredo se mantuvo en silencio. Ambos se miraban como dospistolerosdepelículadelOesteapuntodesacarsusrevólveres.

—Quetedenporculo—dijoIvánentonces,ysiguiócaminando.Durantevariosminutos,ningunodelosdosdijonada.Recorrieronelcamino

queleshabíaindicadoAntónhastaquellegaronalasestribacionesdelbosque,porllamarlodealgúnmodo.Losárbolessetomabansuespacioenlapocofértiltierra. Algunos eran altos, desperdigados entrematorral, y otrosmás bajos, yparecíancasiraquíticos.Todoestabacubiertoporelmantoblanco.Sinohubierasidoporlabruma,másintensaallí, leshabríabastadounaojeadaparasabersiBeatrizsehallabacerca.Fueronascendiendoporlaslomashastaunadivisoria.Al otro lado, la pendiente era algo más pronunciada. No había rastro de suamiga.Tampocopisadas.Pero,comohabíadichoIvánalsalirdecasadeAmane,podíahabernevadomásdesdequeellasalió.Yeso,suponiendoquehubieraido

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allí.—¡BEATRIZ!—gritódeprontoAlfredo.Nohuborespuesta.Ivánnoquisoimitarle.Siguióadentrándoseenelbosque

conélpordetrás,aciertadistancia.Mientrascaminabapesadamenteenlagruesacapa de nieve, sus pensamientos se enfocaron en lo que Alfredo había dichosobre que sabía eludirmuy bien las responsabilidades. No esperaba de él esegolpebajo.Aunqueteníarazón,pormuchoqueledolierareconocerlo.

—¡Alfredo,mira!Lavozde Iván,detenido juntoaunarbusto,hizoqueAlfredodieravarias

zancadassobrelanieveparallegarhastaél.Enunaramahabíaunpedazodetelarojooscuro.RojooscurocomoelabrigodeBeatriz.

En cuantoAlfredo lo examinó, se dio cuenta de que no podía ser ella. Senotabaquellevabaallímuchotiempo:estabaraídoporlaintemperie.

Fue un alivio para ambos, pero también, extrañamente, los dejó un tantoapagados.Lacaminatahabíasidoagotadora,teniendosiemprequesacarlospiesdelacapadenieveacadapaso.

—Notienesentidoseguirmásallá—dijoAlfredo—.Volvamosalpueblo,acasadeAmane,ysiBeatriznohavueltoaúnllamamosalaGuardiaCivil.

AntesdequeIvánpudieracontestar,lovieron.Delantedeellos.Muyquieto.—¡Hostias!—exclamóIván.Eraunodelosperros.Enorme,comounloboalacecho.Empezóamoverse

muydespacio.Susojosestabanfijosenellos.Ambossequedaronparalizados.Sidecidíaatacarles,eraimposiblequepudieranescapar.

ElruidoqueMikelhabíaoídocuandoestabajuntoalaentradadelacuevadeOchatenoserepitió.Alertadoporél,elmuchachosehabíaquedadounratoquieto, en completo silencio. Luego fue a explorar los alrededores, entre losárboles,tratandodequenolovieraquienpudierahaberleseguido.Enotraépocadelaño,podía tratarsesimplementedeunpastor,odealguiendandounpaseoporlazona.Inclusodealgúninvestigadoroaficionadoalmisterio.

A menudo, en verano, llegaban a la zona cazadores de psicofonías ofenómenosextraños,quecasinuncase ibandel todoconlasmanosvacías.Enunode lospueblosde la regiónhabía inclusoungrupode jóvenesquedecíanhaberfotografiadoelrostrodeHitlerenloaltodelatorredeOchate,enloquefueelcampanario.Setratabadeunapareidolia,nadamás,perolociertoesquelaimagenseparecíamuchoallídernazi.

Peroahora,enmitaddelinvierno,contodonevado…¿Quiénpodíaestarporallísinquefueraporalgo?

Trasunosminutosderecelosaespera,Mikelllegóalaconclusióndequeelruidoquizánohabíasido real, sinoproductodesu imaginación.De la tensión

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acumuladaensumente.Sieraunanimal,oalgunodelosperros,noteníadequépreocuparse. Su abuela le había hablado de ellos y le aseguró que nunca leatacarían.Le dijo que eran comoguardianes de ese territorio, inofensivos consushabitantes,protectoresdeellos.Nuncaleexplicócómooporquésabíaeso.Ymenosaúnquenoeraverdad.

Máscalmado,Mikeldecidióseguiradelante.Volvióalabocadelacuevayesta vez semetió por ella. La oscuridad le tragó al entrar, como la ballena aJonás.Conocíabien los túneles,quedesembocabanenunagrangruta.Avanzópor ellos tanteando con lasmanos las formas y los quiebros, y al fin llegó allugaralquesedirigía.

Allí estaba la persona a la que quería ver, de la que quería comprobar elestado.Lellevabaalgodecomer,unascuantasbarritasdechocolateenunodelos bolsillos de su abrigo. Se colocó en medio del espacio abierto. Su vozretumbóaldecir:

—¿Beatriz?Los guardias civiles José María Ortiz y Yolanda Serna estacionaron su

todoterrenojuntoaunacafeteríaa lasafuerasdeTreviño.Aúneraprontoparacomer, pero a esas horas intermedias de la mañana no venía nada mal unpequeño refrigerio. Sobre todo con ese frío que parecía robarle la energía alcuerpo. JoséMaría, al volante, paró elmotor y cogió el interfonode la radio.Mientras lo hacía, Yolanda descendió del vehículo. El cabo se limitó acomunicarsuposición,porsiteníanqueavisarlesdealgo.Lanevadahabíasidofuerte, pero aún no había superado a las quitanieves. Por el momento, lascarreterasprincipalesseguíanabiertas.

Yolandaesperóasusuperiorsujetandolapuertadelacafetería.JoséMaríaseapresuróaentrar.Notólabocanadadeairecálidoquesurgíadelinterior.Sequitó la gorra y se frotó las manos, aunque venía del coche, en un gestoinstintivo.Yolandatambiénsequitósugorra,seabrióelabrigoylesiguióhastalabarra.

—Buenosdías—dijoelcaboalacamarerayalospresentes.La respuesta fue un apagado coro de voces entremezcladas, sobre el que

destacóladelamujer,unaorondapaisanaconelrostromáscoloradoqueeldeunpielroja.

—¿Quétomannuestrosguardiaciviles?¿Lodesiempre?ElcabomiróaYolanda,queasintió.—Sí, lo de siempre, Edurne. Pero a mí ponme hoy el café un poco más

cargado,sihaceselfavor.—Elmíotambién—dijoYolanda.Lamujersonrióylevantóambasmanosenunpeculiargestoafirmativo.Se

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notabaqueeraunapersonavital.Losguardiascivilesocuparondostaburetesdelabarra.Comosisusmovimientosestuvieransincronizados,ambosdejaronsugorrasobreella.Antesdequellegaranloscafés,Yolandaseacordódealgoquelerondabalacabezayquequeríapreguntarleasujefedesdelanocheanterior,cuandovieronpasaraquelcocheendirecciónaOtsobeltz.

—¿Puedohacerleunapregunta?—dijoalcabo.Éste la miró con sus ojos inescrutables. Igual podían mostrar enfado que

burla.—Yalohashecho.Perosí,puedespreguntarmeloquequieras.—EssobreOtsobeltz.Elcabosabíacuáleralapregunta.Laesperaba.Laesperabacasidesdeque

la joven guardia había llegado a Treviño. Sobre todo porque era una chicadespierta.

—QuéquieressabersobreOtsobeltz.—Hevisto en los archivosdelpuestoquehacenueveañosdesaparecieron

unosexcursionistas.¿Nuncaseaclarólosucedido?—Yahasvisto cómoes esta zona: dura, con lomas suavesque se alternan

conbarrancostraicioneros.Tambiénhayalgunascuevas…No,nosepudohacernada.Nisiquieraseencontraronloscuerpos.

Lacamareralespusoloscafésy,comosiempre,doscruasanesalaplancha.Alverqueestabanhablando,nolesinterrumpió.

—Pero… —insistió Yolanda, pensativa—, leí que sus cosas sí seencontraron. Es como si hubieran tenido que irse a toda prisa. Tenían unacafeterallenadecafé.Latiendadecampañanoestabarecogida.

—Siquieresdecirconesoquenodebíandeestarmuylejosdelcampamento,supongoquetienesrazón.Peroenlalaborpolicial,querida,lascosasnosiempresoncomoparecen,ocomodebieranser.

—Ya…Tengootrapregunta.Ortizleguiñóunojo.—Dispara.—Usteddijoanoche,cuandovimoselcochequepasabahaciaOtsobeltz,que

allíhayunsitiodondehospedarse.Unsolositio.—Escorrecto:lacasadeunaseñoradelpueblo.SellamaAmane.Yolandamiróunmomentoasucruasán,comosiquisieradarseuninstante

paraelegirbienlaspalabras.—¿Yhacenueveaños?Estavez, lapreguntapareció incomodarunpocoal caboOrtiz.Apretó los

labiosantesdecontestar.—Igual.PeroconozcoaAmanedesdesiempre.MecriéenOtsobeltz,ymi

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hermanoaúnviveallí.Sipretendesinsinuaralgo,olvídalo.—Pero¿estuvieronlosexcursionistashospedadosconella?¿ConAmane?—Queyosepa,no.LarespuestadeJoséMaríadiofina laconversación.Echóelazúcarensu

café,loremovióysepusoauntarlamantequillaylamermeladaensucruasán.Por el tono, seco, tajante,Yolanda supo que se habíamolestado y prefirió noseguir preguntando. Amane debía de ser amiga suya, era comprensible quecualquiersospechasonaraaofensa.Pero,aYolanda,algoledecíaqueloúltimoquelehabíadichosusuperiornoeracierto.

EnelbosquedeOtsobeltz,losdoschicoshabíanestadomuyquietosenlosprimeros instantes tras ver al perroque les había salido al pasodepronto, sinsaberquéhacer,tratandodemantenerlacalma.Elanimal,sindejardemirarles,sehabíaidoacercandoaellosmuydespacio.Noestabasolo.Aunodesusladosapareció otro perro. Y otro más en el lado opuesto. Eran tres, formando unsemicírculoentornoaellos,cadavezmásestrecho.

Iván ya no pudo más, dio un grito a Alfredo y salió corriendo a todavelocidadhacialadivisoriaquehabíaquedadoasusespaldas.Concadazancadalevantabatantanievecomolaquelevantaríaunpetardo.Entodomomentocreyóquealgunodelosperrosestaríaapuntodeabalanzarsesobreél.

Peronofueasí.Cuando, exhausto, tuvo que detenerse ymiró hacia atrás, vio a Alfredo a

unosmetrosyalosperrosenlamismaposiciónqueantesdelafrenéticacarrera.Sedejócaerderodillassobreelblancomanto.

—Tranquilo—dijoAlfredocuandollegóasualtura—.Nocreoquevayanahacernos nada. Si quisieran, lo habrían hecho ya. Acuérdate de lo que dijoMikel:soninofensivos.

—Sientohabermeacojonado—sedisculpóIván.—Esoahoranoimporta.Levántateyvamosalpueblo.Ynocorrasmás,por

favor.HicieronloquehabíadichoAlfredo.Losperrossemantuvieronpordetrás,

avanzandoalmismoritmoqueellos.Cuandollegaronalalíneaimaginariaquemarcabaeliniciodelbosque,simplementedejarondeseguirlesydesparecieronentrelabruma.

Ivánsesentóenelsuelo,jadeando.—Eracomosinoquisieranquenosadentráramosmásenelbosque—dijo.—Es su territorio, al fin y al cabo. Los pastores deben de darles algo de

comercuandolesven.Seguroqueporesonoshanseguido:queríancomida.—Puesvayasusto.Menosmalquelacomidanohemossidonosotros.—Venga,levanta—dijoAlfredo—.VamosacasadeAmaneaversiBeatriz

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yahavuelto.—Seguroquesí—contestóIván,aúnsentadoyagotadoporlacarrera.—Ya,peroquierocomprobarlo.Seestáhaciendotardeynomegustaríaque

noscerraraneltallerytuviéramosquequedarnosaquíotranoche.—¿Te has dado cuenta de que tampoco hemos visto a Mikel en toda la

mañana?—Sí.Peroélesdelpueblo.Seguroqueestáconsunovia.Ysupadreenlas

nubes.Iluso…Subieron por la empinada cuesta que conducía a la casa describiendo una

curvaamplia.Lashuellasquehabíandejadoellosseguíanenlanieve.Yhabíaotrasmás.Seguramente las deBeatriz.Aunque…parecíanunpocograndes yteníanaunladounaespeciedepequeñocírculo.

Los chicos aceleraron el paso. Llamaron al timbre nada más llegar a lapuerta.Amane les abrió casi al instante, como si estuviera esperándoles en elrecibidor.

—¿HavueltoyaBeatriz?—leespetóAlfredo.—No,nohavuelto.Peropasad,quedebéisestarcongelados.Elaspectodeloschicoserauntantolamentable,conlospantalonesmojados

hastalarodillayelpeloapelmazadoyrevuelto.—¿Nosabenadadeella?—preguntóIvánalamujer.—Nada.Notengoniideadedóndepuedeestar.Perotranquilos,estoysegura

dequeaparecerá.Noospreocupéis.Amanelosllevóporelpasillohaciaelsalón.Alfredoestabaapuntodedecir

quenoibaaesperarmás,queibaallamaralaGuardiaCivil,cuandovioaPacoOrtizsentadoenunasillaalfondodelsalón.Ahoraentendíalodelashuellasylamarcacircular:subastón.

—Paco—dijoAmane—.¿Hasvistotúalaamigadeestoschicos?—No.Habráidoadarunavueltaporelpueblo.Estámuybonitoconlani…—Ya la hemos buscado por todas partes—le cortó Alfredo—.De hecho,

llevamoscasi treshorasbuscándola.Hemos recorridoelpueblo,hemosestadoenelbaryhastahemosidoalbosqueporsilaveíamos.

EltonodeAlfredoeraarisco.Ivánterciópararebajarlo.—Lo único que hemos visto han sido unos perros en el bosque. ¡Menudo

sustonoshemosllevado!—Ah,esosperros…Nohayquetemerles:nohacennada—dijoPaco.—Esoahoradaigual.—Alfredoestabanervioso.Sacósumóvildelbolsillo

—.VoyallamaralaGuardiaCivilyquevengan.Noesperomás.Frenteaél,alotroladodelsalón,Pacoselevantó.Llevabaensumanolibre,

la que no tenía agarrada la empuñadura del bastón, una especie de rosario o

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collar,quegirabaenellaenroscándolo.—Nocreoquetehaganmuchocaso.—¿Por qué?—casi gritó Alfredo—. Están para eso, ¿no? Es una persona

desaparecida.—Mira,muchacho, el tiempo está fatal. Es probable que esta tarde o esta

noche nieve otra vez, y toda la zona quedará incomunicada. Vuestra amiga,además,noesunapersonadesaparecida.

—¿Ah,no?¡¿Yquéesentonces?!—Hastaquepasencuarentayochohoras,noesnada.Ahora el tono duro era el de Paco. Se había colocado a escasos treinta

centímetros de Alfredo, mirándole fijamente. Éste no desvió la mirada ni seachantó.

—¿Yustedquésabe?—Algosé.MihermanoescabodelaGuardiaCivil.EnTreviño.Ivánabriómucholosojos.Alfredosequedómudo.FuePacoelquesiguió

hablando.Yvolvióasutonohabitual.—Pero nomemalinterpretéis. Si os parece bien, dejadme que llame ami

hermanoyselocuente.Seguroquesipuede,vendrá.¿Deacuerdo?—Sí —dijo Alfredo, con la mirada ahora en el suelo—. Sí, por favor,

llámele.

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Paco Ortiz y Yolanda Serna aún se hallaban en la cafetería de Treviñocuando el móvil del primero sonó. El cabo, que en ese momento estabaescuchando conpoco interés el parloteode la camarera, le hizo ungesto paraquedetuvieraelsurtidorqueteníaenmediodesucaradeangelote.

—Dime,Paco.La conversación no fue muy larga ni muy elocuente. Ortiz asintió varias

veces antes de decir un escueto “sí” y colgar.Mientras volvía a guardarse elaparato,hizoungestoaYolanda.

—Tenemosqueirnos.—¿Hapasadoalgo?—dijoellainquieta.Elcabosopesósuspalabrasantesdepronunciarlas.—Hadesaparecidounachica.EnOtsobeltz.—¿Noseríaunadelosquellegaronanoche?—Sí.Ibacondoschicos.Y,antesdequemelopreguntes,estabahospedada

encasadeAmane.Yolandasiguióasusuperiorhacialasalida.Nodijonada.Selimitóaocupar

elasientodelacompañanteeneltodoterrenoyaquedarsepensativamientrasélavisabaporradioalpuesto.PidiópermisoparadesplazarsehastaOtsobeltz,yaqueelcieloparecíaestardandounatreguaysupresencianoeranecesaria.Peronoexplicóelmotivo.

CuandoyahabíaenfiladolacarreteraparasalirdeTreviño,Yolandaporfinhabló.

—¿Porquénohacomunicadoalpuestoquehayunapersonadesaparecida?Elcaboemitióunlargosuspiro.—Porquenocreoqueestédesaparecida.Elquemeha llamadohasidomi

hermanoPaco.Por lo quemehadicho, debedehaber salido a ver la nieveyseguramentesehadesorientadoysehaperdido.Gentedeciudad.

—Sí,tienerazón.Esoespero.En casa de Amane, Alfredo esperaba sentado en el sillón orejero de la

biblioteca, en completo silencio, con la mirada fija en la chimenea y en eljugueteo de las llamas lamiendo y devorando la madera. En cambio, Iván semovía de un lado a otro de la estancia tratando de desfogar sus ganas deromperlelacaraasuamigo.PacoOrtizyasehabíamarchado.SólohabíaidoaveraAmaneparahablarconelladeunasuntoprivado.Cuandosefue,lamujerinsistiósobrequeBeatrizaparecería.Estabaseguradeello,dijoaloschicos.

Frente a Alfredo, que no lo tenía tan claro, Iván se había puestoaparentementedepartedeAmane.Entreamboslehicieronsentirunpocotonto,

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comosiestuvieraexagerándolotodoymolestandoatodoelmundosinmotivo.Poreso,enciertomomentosedirigióaIványlanzócontraéltodasuartillería.Lellamóimbécily leacusódenopreocuparseporBeatriz.Algoqueerafalsopor completo. Lo que sucedía es que Iván prefería no exteriorizar tanto sussentimientos.Desde que estuvieron en el bosque y vieron a los perros, ya noteníatanclaroqueBeatrizsólohubieraidoadarunpaseoyquevolveríaajenaporcompletoasuspreocupaciones.

Amanetercióenladisputaylesllevóalabibliotecaparaquetomaranalgoypudieranrelajarse.Pocomenosquelesobligóacomeralgo.Nopodíanestarconelestómagovacíodesdeeldesayuno,ymenoscontodoelejercicioquehabíanhecho.

Desdeelprincipio,desdequellegaron,Alfredosequedóquesilencio,peroIvánestabaapuntodeestallar.AprovechóqueAmanehabía idoa lacocinaabuscarcaféparadesatarse.

—Tú sí que eres un imbécil,Alfredo—le espetó al fin, y sin esperar unarespuestaañadió—:Claroquetodoestomemosquea.NoconocemoslazonayBeatrizhapodidotenerunaccidente.Loquedijeanteserasóloporquelaseñoraloestabadiciendoynocreoqueponernosmástensosayudeennada.

Alfredonocontestóinmediatamente.—Vale—dijoalrato.—¿Vale?¿Yyaestá?—Ysientolodeantes.Ivánnorespondió.Hacíamásomenosunaño,unamigocomúndeambosse

rompió laspiernas esquiando.Vivía soloynecesitó ayuda en casa.Alfredo seencargó de casi todo,mientras Iván se buscaba toda clase de excusas para noaparecer.Losmotivosexistían,peroIvánnuncaseloshabíacontadoaAlfredoniselospensabacontar.Aquelamigocomúneragay,yletirabalostejoscadavezconmenospudor.Lasituaciónsehabíahechomuydesagradable,peroIvánnoquería serdemasiadobrusco.Optóporalejarse, sinmás.Por esonoqueríaestarmetido en su casa todos los días y evitó hacerlo con excusas de lomásvariopinto.Sugranproblemaeraquenosabíamentir.Selenotaba.Desdeniñoeraincapazdeengañaralosdemás,nisiquieraencuestionesinocentes.

Alfredose levantóy tendió lamanoasuamigo.Lesonrió,conciliador.Seconocíanlobastantebiencomosaberloquesignificabacadacosaquedecíanohacían.Susenfadosnuncadurabanmucho.

IvánestabaapuntodeestrecharlelamanoaAlfredocuandosonóeltimbrede la puerta. Fue como la campana de un combate de boxeo.Ambosmiraronhacia la puerta de la biblioteca.Alfredo se levantóy, con Ivánpor detrás, fuehastaelpasillo.Amaneestabayaabriendo.EralaGuardiaCivil:dosagentes,un

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hombre y unamujer. Él tenía que ser JoséMaría, el hermano de PacoOrtiz,aunquenoseparecíanmucho:elguardiacivileramásaltoyesbelto,ysusojosnoparecíantanvivacesnitaninteligentes.

—Estossonloschicos—dijoAmaneparapresentarles—:AlfredoeIván.Losguardiassequitaronlasgorrasalpasaralrecibidor.—CaboOrtizyguardiaSerna—dijoélsinmás—.¿Mepuedencontarqué

hapasado?Eltonodelcaboerabastantesecoyconeldejedequienpiensadeantemano

quesetratadeunatontería.Amaneseguíaconsueternasonrisa.Antesdequeningunodelosdosamigosrespondieraalapregunta,intervinoparadeciralosguardias:

—Peroentrad,noosquedéisahí.Quitaoslosabrigos,vamosalsalón,yasíostomáisuncafémientrasoslocuentantodo.

Amanelosguióyluegosefuealacocina.Losguardiasyloschicostomaronasiento en torno a lamesa del salón.Yolanda sacó una libreta de un bolsillo.Enfrentedeella,apesardelascircunstancias,Ivánnopudoevitarfijarseenloatractivaqueera.Ymásconeluniforme.

FueAlfredoquientomólainiciativa.—Llegamos anoche. Íbamos a San Sebastián a pasar la Navidad. Nos

despistamos buscando una gasolinera y… Pero todo eso da igual. El caso esque…

—Yodecidiréloquedaonoigual—lecortóelcaboOrtiz—.Sedespistaronbuscandounagasolineray…

Alfredoresopló.—Yllegamosaestepueblo.Enelbarnosrecomendaronpasaraquílanoche.

Esta mañana, Beatriz, nuestra amiga, no estaba. Amane nos dijo que saliótempranoadarunpaseo,perosedejóelmóvil,yesoesmuyinusualensucaso,que parece que lo tiene implantado quirúrgicamente. Salimos a buscarla envariossitios,tambiénporelmonte,peronoencontramosnirastrodeella.

—¿Preguntaronenelbar?—Sí.Ynada,nadielahabíavisto.—¿Hapodidopasaralgoquelahayahechomarcharsesinavisar?Alfredopareciónocomprenderlapregunta.Ivánsílaentendió,peroprefirió

quedarsecallado.—¿Algodequétipo?¿Quéquieredecir?—preguntóAlfredo.—Algoentreustedes:unariña,unadisputa,unapelea,unadesavenencia.—No,porsupuestoqueno.Amaneaparecióconunabandejayelcafé.Mientrasloservía,Alfredomiró

a Iván con gesto de perplejidad. Aquel cabo de la Guardia Civil, más que

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ayudarles,parecíaestarinterrogándoles,ydemuymalamanera.—¿EsesaBeatriznoviadealgunodeustedesdos?La pregunta, la forma de expresarla, colmó el aguante de Alfredo, ya

bastantealteradodeporsí.—Ysilofuera,¿quécambiaríaeso?ElcaboOrtizlededicóunamiradacrispada.—Sonustedesquieneshanqueridoqueviniéramos.Sinovanacolaborar,no

haymásquedecir.Noestamosparaperderel tiempo.Ymenosconniñatosdeciudad.

—Por favor —intervino Yolanda para evitar que las cosas se salieran demadre—.Sólohacemosnuestrotrabajo.Todaslaspreguntassonimportantes.

Suvozera serena, agradable, conunatractivopuntograve.Alfredoestabarojodeira.EstavezfueIvánquiencontestó.

—Beatriznoeslanoviadeningunodelosdos.SólosomostresamigosdeviajeaSanSebastián.Comonoconocemoselpueblo,tememosqueBeatrizhayapodidoperderseohabersufridounaccidente.

—Bien—dijoel caboOrtiz, alquenogustódemasiado la intervencióndeYolanda—.Hagamosesto: laguardiaSerna sequedaráconustedesparahacerindagacionesy,sillegaelcaso,parainiciarlabúsqueda.YoregresaréaTreviñoenesperadenoticias.Elpartemeteorológicopronosticaunafuertetormentadenieveparaestar tardeoestanoche,que seprolongará lospróximosdías,ynopuedo, dado el escaso número de efectivos, quedarme yo también. Lo siento.Peroesténtranquilos:seguroquenoseránadayencontraránasuamigapronto.

Sinesperarrespuesta,elcaboselevantódelamesayfuehaciaAmane.Sedespidiódeellaconunaamabilidadquecontrastabaconelmododecomportarsecon los chicos, y que parecía imposible en él. Luego dirigió una mirada aYolandaysiguióaAmanehastalapuerta.

Mikelllegóalbaryvioasupadrerecibirleconcaradepocosamigos.Estabasirviendo la comida a un matrimonio anciano que siempre iba por allí lossábadosylosdomingos.Paraellos,LaBocaeracomounrestaurantedelujo:almenos,eraelúnicorestaurantedeOtsobeltz.Antónrecogiólosprimerosplatos,sirvió los segundos y despareció por la puerta que daba a la cocina.Mikel lesiguió.Vio en sus ojos que su padre sabía lomismo que sabía él, aunque noestabasegurodequefueraadecirlo.

—Unpaseounpocolargo—dijoAntónconsequedad.Mikelnotitubeó.Yaparaqué.Esonoibaacambiarnada.—HeidohastaOchate.—¿HastaOchate?Creíaqueibassóloporelpueblo,oalbosque.—Ya.PeroheidoaOchate.

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—Yaella,¿lahasvisto?—Sí.Anoche.Antóndejólospostrespreparadosysaliódelacocina.Sesirvióunacopade

cerveza tras labarray se labebiódeun tragosinmiraraMikel,quesehabíasentadoenuntaburete.

—¿Noquiereshablar?—lepreguntó.Antón señaló con la vista a los ancianos. No era el lugar ni el momento.

Claroque teníanquehablar.Ymucho.Pero loque tuvieranquedecirse,debíaserasolas.

CuandoelcaboOrtizsemarchó,susubordinadasequedóasolasconIványconAlfredoenelsalóndelacasadeAmane.Laguardiacivilcambióeltonoycomenzóahablarconellosdeunmodomenostenso.

—Enelpueblonohayningunazonapeligrosa.Esciertoqueenelmonteseperdieronunosexcursionistashaceaños,peronofueuncasonormal.

—Cuando la buscábamos por allí —dijo Alfredo—, nos salieron al pasovarios perros asilvestrados. Rondan por el pueblo. ¿Crees que podrían ser unpeligro?Quizá siguieron aBeatriz, se asustó y se cayó en algún sitio.O estáescondida.Ledanmuchomiedo.

—Llevo aquí poco tiempo, unosmeses, y aún no conozco bien la región.Peronocreoqueesosperrossuponganningúnpeligroreal.Lológico,siesquevuestraamiga se losencontróy seasustó,hubiera sidocorrerhaciaelpueblo.Aunquenopodemosdescartarnada.

Enesemomento,AmaneregresódedespediralcaboOrtiz.Sequedódepieenelumbraldelsalón.

—¿Puedoserosdealgunaayuda?—dijo.—Usted conocemejor la zona—dijoYolanda—. ¿Sabe si hay algún sitio

peligrosoadondehayapodidoirla…desaparecida?Laguardiatratódeevitaresaúltimapalabra,perolesalióasí.—¿Peligros por aquí? No. El bosque es de lomas suaves. No hay lugares

escarpados. Cerca deOchate, el pueblo abandonado, sí hay un barranco, peroestálejosy,conlanevada,dudoquenadiefueraaircaminandohastaallí.

—¿Ycuevas?—insistióYolanda.—No,queyosepa.Yadigoqueelterrenoessuaveenestaregión.Exceptoel

barrancodeOchate.—NodebemosdescartarqueBeatrizseadentraraenelbosque,losperrosla

asustaranyllegarahastaOchate.Perocreoqueanteshayqueconfirmarquenoestáaúnenelpueblo.

—Esosperrossontotalmenteinofensivos—tercióAmane.Yolandalamirósinhacermuchocasodeloqueellapudieraopinar.

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—Sí,bueno.Entodocaso,querríaversuscosas,porfavor.Amaneresopló levemente,sinperdersusonrisa,yguióa laguardiacivilal

pisosuperior, seguidade IványAlfredo.Enelpasillo, frentea lapuertade lahabitacióndeBeatriz,Amanesepusoaunladoyseñalóconlamano.

—La instalé aquí. Es el cuarto más confortable de la casa. Exceptuando,quizá,elmíoyeldemimadre.

Aloíreso,IvánmiróperplejoaAlfredo.Noesquefueraalgoextraño,peroningunodelosdoshabíaimaginadoqueAmanenovivierasola.Comonohabíanvistonioídoanadie…Aunque,pensándolobien,síquehabíanoídoalgo.Másenconcreto,lohabíaoídoBeatriz.

—Mimadreescasicentenaria,estáciegaeimpedida,lapobrecilla—aclaróAmane—.Aunquelacabezalerigeperfectamente.Mejorquealamayoría.

IvánestuvoapuntodecontarleaYolandalodelosruidosenelsótano,peroAlfredoleyósuspensamientosyledetuvoconungesto.Noeraelmomento.

—Aquíestásumaleta,suropa…—dijolaguardiacivilcasiparasí—.¿Estassonsuscosas?—preguntóaAmane,señalandolacómodajuntoalaventana.

—Soncosasmías,lamayoría.Esecargadordeteléfono,no.Niesecepillodeplástico.Lodemás…—contestólaseñora,quesehabíaacercadoalacómoda—…elrestoesmío.

Yolandaasintió.Luegodirigiósumiradaaloschicos.—Todoestonomedicenada.¿Puedoregistrarsumaleta?—Noséparaqué—dijoAlfredo.Iváncomprendió al instante loquepretendía: ver si habíadrogaso alguna

otracosaquepudieradarleunapista,un indicioconqueelaborarunaprimerateoría. Algo parecido a lo que intentó su superior, el cabo Ortiz, cuando lespreguntóporsurelaciónconBeatrizysihabíaocurridoalgorecienteentreellos.

—No hay inconveniente —dijo Iván. Esta vez fue él quien hizo callar aAlfredo.

Yolandaasintiódenuevoy fuehasta lamaleta.Lacogióconcuidadoy lapusosobrelacama.Noestabacerrada.Revolviósucontenidoduranteunpardeminutos,bajoeltensosilenciodelosdemás,comprobólosbolsillosinterioresyexteriores,mirósihabíaalgúnespacioocultoy,alfin,sedioporsatisfecha.

—Alsubirnohemosdichonada,peroanocheBeatrizcreyóhaberoídoalgo,unruidoextraño,enelsótanode lacasa—dijoIván,sinpodercontenersepormástiempo—.Nolehicimoscasoynosésipuedeseralgoimportante.

—¿Qué hay en ese sótano? —preguntó Yolanda a Amane—. ¿Cree queBeatrizpudobajarallíantesdeiraacostarse?

Aunquenoporexperienciapersonal,Yolandahabíaleídosobrepersonasquehabíantenidoaccidentesensótanos,desvanesocobertizos.Amenudolagente

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almacenaallí,sinordenniconcierto,trastosdetodotipo,algunospeligrosos.Porsupuesto,silehabíaocurridoalgoenelsótano,nopodíaserverdadlaversióndeAmane de que había salido pronto esamañana, pero no debía descartar nada.Todoelmundomiente.

—Nocreoquebajara—contestóAmaneenarcandolascejas—.Ysilohizo,amínomedijonadaestamañanacuandodesayunó.Detodosmodos,lapuertasiempreestácerradaynohaynadadeespecial.Algúnmuebleviejo.Ratones…

Al decir esto último miró a los chicos y amplió su sempiterna sonrisa.AquelloeralomismoquelehabíadichoaBeatrizlanocheanterior.

—¿Puedobajaryverlo?—preguntóYolanda.—Porsupuesto.Aunquecreoconsinceridadqueesunapérdidadetiempo.Yolandanocontestó.Porprimeravez,surostromostróunaexpresiónglacial

que ninguno de los otros había visto hasta ese momento. Sus ojos azulesparecíanpurohielo.

Otravezenelpasillo,Amaneguióalaguardiacivilhacialasescalerasybajóhasta el rellano del sótano.Cogió la llave de la puerta de un pequeño estantejuntoaellaylaabrió.Noentróenelsótano;sólosehizoaunladoparadejarquefueraYolandaquienpasaraprimero.

—Elinterruptordelaluzestáenlapared,alaizquierda.SiesperabaqueYolandamostraraelmenoratisboderecelo,seequivocó.La

jovenguardiaempujólahojaysemetióenlaoscuridadquereinabaallíabajo.Una bocanada de aire húmedo emergió del interior. Iván la siguió, mientrasAlfredoobservabainmóvillanegrura.

—Noencuentroelinterruptor—dijoYolandadespuésdevariostanteosconlamano.

Tras ella, Amane sonrió y entró también. Alfredo se quedó justo en elumbral,esperando.Cuandosehizolaluz,vieronalfinelinteriordelsótano.

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12

El sótano se descubrió bajo la luz de una bombilla desnuda, situada en eltecho, casi en el centro de la estancia diáfana. Las húmedas paredes estabanexcavadas en la roca del subsuelo, apenas labradas para dejar a la vista unosmurosirregularesybastos.Elsuelo,nodemasiadoplano,eradelosasdepiedrapulida, a base de fragmentos de distintos tamaños que encajaban con pococonciertoentrelasunionesdemortero.

Juntoaunadelasparedeshabíavariosmueblesviejos,uncandelabrodepiede hierro negro, un baúl de madera con refuerzos de metal forjado, diversoscachivaches, tablas y objetos indefinidos… Pero lo que llamó la atención aYolandayalosdosamigosdeBeatrizfueunagranpiedracircularsituadaenelcentro,comolapartesuperiordeunacolumna,queformabaunaespeciedealtar.Teníagrabadosunosextrañossímbolos,desgastadosporelpasodeltiempo.

YolandasegiróhaciaAmane.—¿Quéeseso?—No lo sé a ciencia cierta. Siempre ha estado ahí.Desde antes de que se

construyeraestacasa.Quizátengaalgúnvalorarqueológico,peronuncamehepreocupadodeaveriguarlo,yesoquemelohandichomuchasveces.

—¿Yesossignos?—Tampoco lo sé. Imagino que serán alguna clase de símbolos paganos,

seguroquemuyantiguos.—¿Hayalgunasalidadesdeaquí?—No,ninguna,salvolapuertaporlaquehemosentrado.LacontestacióndeAmanefuerotunda.Enaquellacuevamásquesótano,no

habíalugardondepudieraestarBeatriz.Tampocohabíanadasospechoso,perolaguardiacivil tenía un mal presentimiento sobre Amane. Alfredo e Iván semanteníanensilencio,ajenosalorondabalacabezadeYolanda.

—¿Sueleustedtenerhuéspedesamenudo?—Aveces,cuandovieneelbuen tiempo.Peromenosde loquequisiera,a

decir verdad. El dinero me viene muy bien. Con mi pensión y mis escasosahorros,apenasllegoafindemes.

—Ya.Trasunsilenciotenso,Ivánsaliódesuensoñación.—Encontramos el móvil de Beatriz en la biblioteca. Estuvo allí anoche

leyendounlibrosobreOchate.Yomefuialacama.—DirigiéndoseaAlfredo,añadió—:Cuandotúteacostaste,¿estabaaúnleyéndolo?

—Sí. Me fui a la cama un rato más tarde que tú. Diez minutos, o así.Quedarmeeraunatontería—dijoAlfredoevitandolapunzadadelpococasoque

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ellalehizo—.Beatriznoteníaganasdecharla.Encuantometerminémibebida,mefui.

Yolanda echó una última mirada al sótano. Sin compartir lo que estabapensando,dijo:

—MegustaríaverelmóvildeBeatrizyellibrosobreOchate.Estavez,Amane fue laúltimaen salir.Apagó la luzy cerró lapuerta con

llave.Losotrosyaestabansubiendoporlasescalerascuandovolvióadejarlaenelmismositiodelquelacogió.Fuetrasellosdespacio.

ElteléfonodeBeatrizyellibroseguíanenlamesadelabiblioteca.Yolandamiróaloschicosparapedirlespermisoparacogerelmóvil.Ambosasintieron.Laguardiacivilechóunamiradaalabiblioteca.Nohabíatampoconadafueradelonormal, exceptuando lo anticuadode ladecoración.Cogióel teléfonoyvioqueestababloqueado.

—¿Sabéiselcódigoparadesbloquearlo?Ivánpusocaradepez.Asulado,Alfredodiounpasoalfrente.Serascóel

peloporencimadelaoreja,pensativo,yalfindijo:—Sí.Déjamepensar…Es3140.—¿Ytúcómolosabes?—exclamóIván.—Me lo dijo una vez. Es el número del día del mes en que nació y su

númerofavorito.—¿El40essunúmerofavorito?Quénúmeromásraro,¿no?…—Beatrizesasí,yalaconoces.Nopodíaserel7.Almenosnoeselnúmero

pi.Sinhacerles elmenorcaso, laguardiacivil comprobó lasúltimas llamadas.

No se había hecho ninguna desde el día anterior por la tarde. Sus mensajestambién se interrumpían antes de la noche pasada.No había pista alguna queseguir.Almenos en el teléfono.Eramejor centrarse en el libro.Desdeque lomencionaronenelsótano,unaideahabíaempezadoaformarseensucabeza.

—¿AquésededicaBeatriz?—Esperiodista—dijoIván.—¿YlasleyendasdeOchateleinteresan?Lapreguntacogiódesprevenidosaambosamigos.—Yocreoquenomucho—dijoAlfredo—.Ayernos contóalgunas cosas,

lasconocía,peronoenprofundidad.Loreconocióellamisma.Esperiodista,esosí,ytodoloquesesaledelonormalleinteresa.

Amaneaparecióenelumbral.—Antes dije que no pensaba que hubiera ido aOchate—dijoYolanda—,

pero ya no lo tengo tan claro. Lo que sigo sin entender es que se dejara elteléfono.¿Sabéissillevabacámaradefotos?

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AlfredomiróaIván.—Siempre hace las fotos con el móvil. Nunca la hemos visto con una

cámara. No es reportera, ni nada eso. Trabaja en una revista de divulgacióncientífica.Elsuyoesotrotipodetrabajo,quierodecir.

—Ya.—Entonces,¿quéhacemos?—dijoIván—.¿IraOchateporsisehaperdido

allí?—No—contestóYolanda,rotunda.—Pero…—tratódeprotestarIván.—Vosotrosdososvaisaquedaraquímientrasyohagoalgunasindagaciones

porelpueblo.—¡De eso ni hablar! —casi gritó Iván—. Beatriz es nuestra amiga. No

vamosaquedarnosaquí,manosobremano,sinhacernadaparaencontrarla.Esonipensarlo.

También Alfredo iba a protestar, pero se quedó un poco parado ante lavehemenciadesuamigo.Noesperabaquepudierareaccionarasí.Entodocaso,decidióapoyarle.

—Sí,estoydeacuerdo,nosotrostambiénvamos.—Esto no es una negociación—dijo con sequedad Yolanda—. No os lo

estoysugiriendo.Yosoyaquílaagentedelaautoridad.Amanesonreíacomosiempredesdelapuertadelabiblioteca.Ivánapretólos

puños, rojo de ira, y a punto estuvo de perder los estribos. Por suerte, logrócontenerseenlasformas,aunquenoenlaspalabras.

—No creo que aquí se trate de detener a nadie ni de pegar tiros. Sólo esbuscaranuestraamiga.Nuestraamiga—remarcó—.Yyonopiensoquedarmeaquí metido, con o sin tu permiso. Si eso es desobedecer a la autoridad, yapuedesirponiéndomelasesposas,porquenovoyahacerteniputocaso.

—Elchicotienerazón—tercióAmane—.Déjalesquevayancontigo.O,pormenos,unodelosdos.¿Noteníaisunaaveríaenelcoche?Unopuedeiraveralmecánicoyelotroacompañartesinmolestar,claro.

Yolanda bufó con fastidio, pero tomó la rápida decisión de no ponerse encontrade todos.Era ciertoquedejarse acompañarporunode los chicos—demomento—noteníaporquéserunproblema.

—Muybien—aceptó laguardia—.Loharemosasí: sóloacompañar, ¿estáclaro?—miróaAlfredo,queasintió,yluegoaIván.Éstemantuvolamiradaconelceñofruncido.Yolandainsistió—:¿Estáclaro?

—Sí,muyclaro.—Puesvamos.Aquíyanohacemosnada.Yusted,Amane,aviseenseguida

alpuesto,porfavor,silachicaregresa.

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El cielo seguía mostrando un pesado color plomizo. Parecía como si lasnubes, cargadas hasta el extremo, estuvieran a punto de abalanzarse sobre latierra.Peroahíestaban,cuajadasenlasalturas,esperandosumomento.

Enel exteriorde la casadeAmane,Yolanda sedetuvoaunospasosde lapuerta.EsperóaqueIványAlfredosepusieranfrenteaella,aunladodelcochedeellos.

—Túvienesconmigo—dijo señalandoaAlfredo—y tú llevasel cochealmecánico—añadióseñalandoaIván.

—ElcocheesdeAlfredo—protestóIván—.Quevayaélaltaller.AAlfredolemolestóquehablaracomosiélnoestuvieraynocontaraconsu

opinión.—Túpuedesllevarloigualqueyo,quetambiéntienescarnédeconducir.No

creoquesetehayaolvidadoconducirendosdías.—Nisiquieratengoideadeloquelepasaalcoche,yquierolargarmedeeste

puebloencuantoencontremosaBeatriz.—Essólo llevárseloalmecánico.Yalomiraráél,queparaesoestá.Noes

tandifícil,¿no?LadiscusiónempezóaaumentarelfastidiodeYolanda.Decidióatajarlade

plano.—Decididloya,porqueyomevoy.Sino,loharésola.—Yovoycontigo—dijoIvántajante.Alfredochasqueóloslabiosylededicóunatristemiradadereproche.—Hazloquetedélagana.Sinesperarrespuesta,sevolvióhaciaelcocheyfuehastaéldandozancadas.

Seagarrólamangadelabrigoconlamanoparaestirarlaylapasóporeltecho,la puerta del conductor y el parabrisas para retirar la capa de nieve. La parteinferior estaba dura. Abrió la puerta y buscó dentro algo que le sirviera pararascarelhielodelcristal.

—Vamos—urgióYolandaaIván,queseguíamirandoasuamigosinsabersidecirlealgoono.

MientrasAlfredoquitabaelhielodelparabrisasconunavieja tarjetadeunprogramadepuntosquenuncaledionada,laguardiacivileIvánbajaronporlacuesta que llevaba a la calle principal del pueblo.Cuando ya estaban allí, sindejardeandar,conelchicoaunpasopordetrás,Yolandadijo:

—Comoentorpezcasmitrabajo,telargas.Sóloparaquelosepas.Ynomegusta que me miren el culo, y menos de uniforme. Para eso me pongo unaminifalda.

LavisióndelaguardiaenminifaldafueimposibledeevitarparaIván,queentodocasodesviósumiradahaciaelfrenteylaelevóalaalturadelcogotede

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Yolanda.—Noteestabamirando—carraspeó.—Ya.Ivánprefiriónoinsistir.Quizálaguardiateníaojosenlaespalda,ounsexto

sentidocomoObiWanKennoby.Seríagenial, pensó,ponerla a cuatropatasyquitarletodaesaarrogancia.

—¿Adóndevamos?—preguntó.—Apreguntarenlascasasmáspróximasalcaminoquellevaalacasadonde

estáishospedados.Quizáalguienvioalgo.Gentemayor,insomnes,cotillas…Nomeextrañaríaqueasífuera.

—¿PorquéestástanseguradequeBeatriznohaidoaOchate?¿Sóloporquesedejóelmóvil?

—Tengomismotivos.Nopreguntesmás.EnningúncasoibaarevelarleaIván,oasuamigoAlfredo,loquepensaba,

niporquéAmaneledabamalaespina.Lassuposicionesylassospechasdebíanquedarseeneso,enloqueeran.

La primera vivienda, lamás cercana a la cuesta, estaba al otro lado de lacalle.Antesdellamaralapuerta,YolandasecolocóenlafachadaymiróhacialacasadeAmane.Seveíanlapartealta,aunquenoelpisobajo,ytodalacuestaqueibahastaella.Traslacomprobación,laguardiasacósulibretadeunbolsillodelabrigo,sequitólagorrayoprimióelbotóndeltimbre.

Del interior llegó una voz que decía “¡ya va!”. A los pocos segundos, unanciano con andador abrió la puerta. Estaba encorvado como un árbolmoribundo,ylecostabarespirarporelesfuerzodehaberatravesadoelsalónyelrecibidor. Sus ojos se abrieron como huevos cuando vio a Yolanda con eluniformedelaGuardiaCivil.

—¿Qué…qué…pasa?—tartamudeóentrejadeos.—No pasa nada, señor, no se preocupe —dijo Yolanda—. Sólo quería

hacerleunapregunta.Elhombrepareciócalmarseunpoco.—Usteddirá.—Estoybuscandoaunachica,morena,másomenosdemiedad.Salióde

paseoestamañanayaúnnohavuelto.¿Lahavistoustedporuncasual?EstabahospedadaencasadeAmane.

LamenciónaAmanehizoalancianocambiarlaexpresióndesurostro.—Yo… No, yo no he… visto a nadie. Mi mujer está enferma. Y yo,

míreme…Nuncasalimos.—Eso no importa—dijo Iván—.No digo que dé igual que sumujer esté

enferma,claro.Perohanpodidoveralgodesdelaventana.

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—No,nosotrosno…YolandaechóunamiradadereprobaciónaIványluegosonrióalanciano.—Gracias, ha sido usted muy amable. Que se mejore su mujer. Sentimos

haberlesmolestado.—Ningunamolestia,porfavor—dijoelhombrevisiblementealiviado.Encuantovolvióacerrarlapuertatrasdesí,laguardiacivilseseparóunos

pasosdelacasa.SequedócalladaunmomentoyluegoseencaróconIván.—Teheavisadodequemedejarashacermitrabajo.—¿No te hasdado cuentadeque eseviejono sabíani lo quedecía?—se

quejóelchico.—Poresomismo.Noíbamosasacarnadaenclaro.Salvoperdereltiempo.—SepusonerviosocuandomencionasteaAmane.Esevidente.LoqueIvándecíaeracierto.Yolandaseguíaformándoseunasospechaensu

mente,peroaúnnoteníaunaformadefinida.—Estábien.Perotelodigoporúltimavez:yosoyquienhacelaspreguntas.

Déjemehacermitrabajoovete.Crecido por la pequeña victoria, Iván estuvo a punto de soltarle que lo de

hacerellalaspreguntaseraalgoquenolehabíadichoantes.PeropincharlaconunachanzaahorapodíasercomoelTitanicchocandocontraeliceberg.

—Deacuerdo,deacuerdo:túhaceslaspreguntas.

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AAlfredo le llevó varios minutos poner el coche en marcha. El contactohacía girar el sistema eléctrico del arranque, pero éste no lograba encender elmotor.Porunmomento,pensóquehabíadichodefinitivamentebasta.Lointentóuna y otra vez, hasta que la batería pareció ir perdiendo fuerza. Antes dequedarsesinenergía,cambiódetáctica.Sebajódelcoche,queestabaenllano,quitóelfrenogeneralyloempujóporelmarcodelapuertahastaeliniciodelacuestamientrasmovíaelvolante.Encuantoelvehículoempezóamoverseporsímismo,montódenuevoyaccionóelcontacto.

—¡Vamos,cabrón!—gritó,al tiempoquesoltabapocoapocoelembragueconlaprimeramarchaengranada.

Elcochesefrenóunpocoyelmotoremitióunquejido,peroarrancó.—¡Sí,joder!¡Sí!Lapalmadaquedioenelvolantefuetanfuertequeestuvoapuntodeperder

elcontrol.Elcristaltraseroestabahelado,peroaunasípudovislumbrarlanubedehumonegroquesalíaporeltubodeescape.Alfinaldelacuestaaceleróconímpetu para forzar elmotor y echar fuera toda esa carbonilla acumulada. Lostironeseranmásintensosquelanocheanterior.

—Aver,eltaller…—sedijoasímismo.Erafácilllegar.Estabaunpocomásadelanteenesamismacalle,antesdela

plazadelayuntamientoylaiglesiaabandonada.Almirarunmomentohacialoalto,paracomprobarelestadodelcielo,sefijóenalgoquenohabíapercibidoantes: el campanario de la iglesia no tenía campanas ni cruz. Su formapuntiagudaylosdoshuecosvacíos,conunaparteoscurapordebajo,lehacíanparecerlacaradeunpayasotriste.

Unpocomásadelante,Alfredogiróhaciael taller.Delantedeélhabíaunapequeña explanada cubierta por la nieve. Avanzó con lentitud hasta la puertametálicaysedetuvoaunpardemetros.Estabacerrada.Mirósureloj:eranmásdelascuatrodelatarde.Entodocaso,habíallegado.Paróelmotorydescendió.Como si acercarse más a la puerta pudiera revelarle que, en realidad, estabaabierta,laescrutóduranteunlargorato.Nohabíanadaenella,niuncartelconelhorarioniunteléfonoalquellamar.Peronoibaarendirsecontantafacilidad.

La casa más cercana quedaba a la derecha. Su puerta daba a un callejónperpendicular a la vía principal.Fuehasta ella, subió losdos escalonesque laseparaban del nivel del suelo y llamó al timbre. Le pareció que no sonaba.Esperóunossegundosyvolvióallamar,estavezconlosnudillos.

—¿Sí?—dijounavozalotrolado.—Hola, perdone —contestó Alfredo en tono alto—. ¿Sabe usted dónde

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puedoencontraralmecánicodeltallerqueestáahí?La puerta se abrió. Desde el otro lado, entre sombras, emergió el rostro

arrugadodeunamujermuypequeñita.Alfredotuvoquebajarlamirada,trasuninstantededesconciertoalabrirselapuertaynoveranadie.

—¿NoestáAvelinoeneltaller?—preguntólaseñora.—No,estácerrado.—EsteAvelino…Antesabríapor las tardes,peroahora…Eselhijodemi

hermana,¿sabe?Unpococabezaloca,elmuchacho.Porlaedaddelamujer,Avelinodebíadeseryauntipomaduro,másqueun

muchacho.Yloquedecíanoeramuyhalagüeño.—¿Noesbuenmecánico?—dijoAlfredo.—Esosí,hijo,peroesque trabajamenosque la sotanadeuncura.Ahora,

últimamente,sólocuandoquiere…—¿Sabeusteddóndepuedoencontrarle?—Encasaoenelbar,seguro.Nosemeocurreningúnotrositio.Éseledaun

pocoalalpiste,¿sabes?El cuadro que estaba haciendo del mecánico su propia tía era como para

dejardepreguntarysalircorriendo.—Elbarsédóndeestá.—Peromiraantesensucasa,quelatienesmáscerca.Siestádurmiendola

siesta,olamona,insistealtimbrehastaqueselevante.Esahí.Esapuertaverdefea.Quiénlemandabapintarladeesecolor…

Laseñorasacótodosucuerpoalexterior,secerrólagruesachaquetadelananegraquellevabapuestayseñalóhaciaelfondodelcallejón.

YolandaeIvánhabíanvisitadoyatrescasasconelmismoresultadoqueenlaprimera,almenosenloquerespectaalainformaciónobtenida.Enaquelpueblosóloparecíahabergentemayor.SalvoMikel,elhijodeldueñodelbar,nohabíanvistoanadieconaspectodetenermenosdecincuentaaños.

Iván estaba empezando a perder la paciencia. No entendía por qué laguardiacivil se empeñaba en indagar en el pueblo, en vez de iniciar unabúsquedadeverdaddeBeatriz.Sialmenoscompartieraconélloquepensaba,quizácomprenderíasusrazones.Perodemomentoguardabasilencio.

IbaalanzarleesosreprochesaYolandacuandolapuertadelacasaalaqueella acababa de llamar se abrió. Tendría que esperar a que la anciana queaparecióenelumbrallesdijera,unavezmás,loconsabido:quenohabíavistonada,quenosabíanada,quenoseenterabadenada…

—Buenosdías.Perdonequelamoleste,señora—saludóYolanda—,perohadesaparecidounachicayquerríahacerleunaspreguntas.

Lamujernocambiólaexpresióndesurostro.Selimitóacontestarconotra

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pregunta,escuetaydirecta:—¿EstabaencasadeAmane?Laquenoesperabaesoeralaguardiacivil.Tardóunsegundoenprocesarla

pregunta.Porfinparecíaquealguienibaaaportaralgoalainvestigación.Ynosóloaladesaparicióndelajoven.

—Sí,sehospedabacondosamigosencasadeAmane.Unodeelloseseste.—Pasad, por favor. Es mejor no hablar aquí fuera —dijo la mujer,

haciéndose a un lado—. Hace frío y nunca se sabe quién puede estarescuchando.

PrimeroentróYolanda,seguidadeIván.Lacasaeraoscuraylosmueblestanrústicos que casi parecían no haber sido labrados por un ebanista sino por unniño. Aquella casa tenía al menos un siglo, y todo en ella lo demostraba: unsuelo de baldosines con dibujos geométricos desgastados, unas paredesirregularesdeunblancodecalamarilleadoporlahumedad,unpasilloestrechoytristequedesembocabaenunasaladeestarconoloracerrado.

—Sentaosdondequeráis—dijolaanciana,señalandounamesacircularconcuatrosillas—.¿Queréistomaruncafé?Acabodehacerlo.

Yolandaagradecióelofrecimiento,aunquelorehusó.Sinembargo,lamujernohizoelmenorcaso.Desaprecióunmomentoenelpasilloyregresóconunabandeja demetal con tazas, un tetrabrick de leche y una cafetera italiana. NiYolandaniIvánsehabíansentadoaúnalamesa.

—Vamos,quelassillasnomuerden.¿Cómotomáiselcafé?—Solo,conbastanteazúcar—dijoYolanda,sentándoseyaceptandoelcasi

obligadocafé.Ivánayudóalaancianaaposarlabandejaenlamesa.Senotabaque,apesar

desuedadavanzada,eraunapersonavitalyenérgica,perosusmanostemblabanligeramente.

—Yolotomoconunpocodeleche,ynormaldeazúcar.—¿Quéesnormaldeazúcarparati,hijo?Yolandaesbozóunasonrisa.Esamujerlerecordabaasupropiaabuela,una

asturianasinpelosenlalenguaquefallecióhacíaunpardeaños.—Unacucharada—dijoIváncomosirespondieraaunaordenmilitar.Laancianasirvióloscafés.Ellasepusounatazasinlecheniazúcar.—Tengoquedeciros,antesdenada,quenohevistoaningunajoven.Eneso

novoyapoderayudaros.Pero…—hizounapausa,durante lacualescrutólosrostrosexpectantesdeYolandaydeIván—…perosí tengoalgoquecontar.Yestoyseguradequeosinteresará.

Alfredo había conseguido arrancar almecánico del sofá a fuerza de hacersonar,sinpiedad,eltimbredesucasa.Demalaspulgas,elhombreseadecentóy

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se aseó lomínimo y fue con el chico hasta el taller. Tenía unas ojeras que lellegabanalospiesyparecía—quizáporlaresacadeunacomidabienregada—poco inclinado a charlas. Cuando Alfredo le contó los síntomas de la avería,estuvo un buen rato mirando el motor y, dentro del coche, acelerando yescuchando el sonido que producía. Sin explicar nada, concentrado como unmédico en su paciente, conectó un pequeño ordenador bastante arañado a unatomainteriordelvehículo.Ejecutóunprograma,miróvariaspantallasy,porfin,hizosudiagnóstico.

—Aestecochelefallanlosinyectores.Perotengoquehacerlemáspruebas.Tendrásquedejármelo.

AAlfredonoleagradónadaesaopción.—¿Nopuedehaceralgúnapañoparaquepodamos llegaraSanSebastián?

Nohacefaltaquequedeperfecto.—Nolosé.Paraeso tengoquemirarlomejor.Si lacosaesmuygrave,no

tengo aquí las piezas y no puedo pedirlas hasta el lunes. Intentaré hacer unarreglodeemergencia,peronosésiseráposible,¿eh?

—Puesvaya...¿Quéhagoentonces,lellamomástardeparaversihapodidohaceralgo?

Elmecánicoledioalchicosunúmerodemóvil.—Llámameapartirdelassieteoasí.Aversihaysuerte.Ahora Alfredo estaba en medio de la calle, cerca de la plaza, con la

sensacióndequetodoseponíaencontra.Sacósuteléfonodelabrigoymarcóelnúmero de Iván.Cuando éste contestó, en voz baja, trató de explicarle lo quehabía pasado con el coche, pero no le dejó. Le dijo dónde estaban él y laguardiacivilylepidióquefueraparaallá.Utilizólapalabra“importante”.

Alfredosequedóuntantoextrañado.IvánnodijoquehubieranencontradoaBeatriz,perodebíandeestarsobreunapista.Esolealegróyleinquietóalavez.Alpensarlo,losegundofueaumentandoendetrimentodelosprimero.

SeapresuróenllegaraladirecciónqueIvánledioporteléfono.Eradeunacasa que estaba por detrás de las primeras en el ramal izquierdo de la calleprincipal,cuyasfachadasdabanaladeAmane.Alfredocruzólavía,bajóporunpequeñoterraplénycaminóunosmetrosendirecciónalasalidadelpueblo.Lasindicacionesnoerandemasiadoprecisas,perosí ladescripciónde lacasa,conunapuertaestrechaymarrónyventanasblancasconmacetassinplantas.

Cuandollamóalapuerta,ladueñapidióaIvánquefueraélaabrir.Yolandaibatomandonotasensulibreta.Hastaelmomento,enefecto, laancianahabíadichoalgunascosasinteresantesyperturbadoras.NohabíavistoaBeatriz,peroen allí pasaban cosasmuy raras, en toda la zona, con su epicentro enOchate.Comoesosperros,quesiempreaparecíancuandoalgoextrañoibaaocurrir.No

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es que no hubiera perros sueltos todos los años, pero, en algunas ocasiones,parecíanirjuntos,tenerunplan,sercapacesde…pensar.

—Yosoytanviejacomolaspiedrasdeestosparajes—dijo—.Haceaños,en1987,creorecordar,murióunperiodistaquehabíaestadoenOchate.Nuncaseinvestigóafondo.Sehancontadomuchascosas.Heoídohablardeellohastaenlatelevisión.Perolaverdadsólolasabemosunospocos.Almenosunapartedelaverdad.Aquelhombremurióporquevioalgoquenodebíahabervisto.¿Qué?:antesdequemelopreguntéis,nolosé.Sólosé,acienciacierta,quesumuerteno fue casual. Está relacionada con esta región. Yo no creo en maldiciones,aunquecreeronocreerenalgonocambialarealidad.Yelpeorciegoeselquenoquierever.

—¿Sabealgode losexcursionistasquedesparecieronhacenueveaños?—preguntóYolanda.

—Ese año también aparecieron los perros, como ahora. Se dijo que losexcursionistashabíandesaparecidoenelmontequeestádetrásdelpueblo,yqueseextiendehastalascercaníasdeOchate,porelnorte.Lodejarontodocomosituvieranintencióndevolver.Loscuerposnuncaseencontraron.Almenos,esodijeron.Han sidoyavarios losdesaparecidosa lo largodel tiempo. InclusoelpadreJosé,elúltimocuraquetuvimos,sematódeunmodoextraño.Sobretodoparaalguientanaficionadocomoélalcampo.Nuncacreíloquecontaron,quese había caído y golpeado con una piedra en la cabeza, ni vi su cuerpo en lacapillaardiente.

Yolandaescuchabaconatención,perosabíamuybienadóndequeríallegar.—¿Losexcursionistasestabanhospedadosaquí,enOtsobeltz?—Estuvieronacampadosunosdíasenelbosque,peroantesestuvieronaquí,

enefecto:encasadeAmane.—¿Puededecirmealgodeella?—¿Delacasa?—No,deAmane.—Notengomuchocontactoconella.Esunamujerquenomegusta.Es…

Tiene algo maligno, no sé si me entienden. Siempre que ha habidodesapariciones,haestadorelacionadadealgúnmodo.IgualquePacoOrtiz.¿Loconocen?

Ivánseapresuróadecirquesí,quelehabíanconocidoenelbardelpueblo,yquefueélquienseofrecióaavisaralaGuardiaCivil.Yolandalevantólamanoparaquenodesviaralaconversación.

—¿YsuhermanoJoséMaría?—No,JoséMaríano.Élnoquisosabernada.Sehizoguardiacivil,comosu

padre.Pacoy JoséMaría sonhermanos,peronadie lodiría.En JoséMaría se

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puede confiar. En Paco…—suspiró—.Está siempre conAmane. Tienen algoentremanos,ytambiénotrosdelpueblo.Aquíhayalgomalo,antiguo.Noséloquees,perolonotocomocuandovaavenirunatormenta,enloshuesos.

Yolandaestabaseguradequeaquellamujersabíamásdeloquedecía,quizápor miedo. Pero, de momento, no convenía presionarla. Al hablar, susexpresiones cambiaban, sus facciones temblaban. Sus sentimientos se veíanaflorar a su rostro como náufragos tratando de escapar de las profundidadesoscurasytraicionerasdelmar.

—Lomejoresqueosmarchéiscuantoantes—añadiólaancianamirandoaloschicos—.LaGuardiaCivilbuscaráavuestraamiga.Es lomejor.Pornadadel mundo querría que os pasara algo a vosotros también. Hacedme caso ymarchaos.

—Nuestrococheestáaveriado—intervinoAlfredo.Laanciananegóyvolvióasuspirar.—Yaveoquenovaisahacermecaso.Peroyoos loheavisado.Nopuedo

hacermás.

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EncuantoYolandayloschicossedespidierondelaancianayabandonaronsucasa,éstaregresódeinmediatoalasaladeestar.Ahorahabíaallíunjoven,depie en medio de la estancia: era Mikel, que había estado escuchándolo todooculto,desdelahabitacióndeallado.

—Abuela,¿estásseguradequehancreídoloqueleshasdicho?—Nolosé,hijo.Peroesloúnicoquepodíahacer.Elmuchacho se sentó en la silladondeunosmomentos anteshabía estado

Yolanda.Laancianaseocupólaqueestabaenfrenteylemiróalacara.Teníalosojosperdidosenelfondodeunadelastazasvacíasdecafé.Pensaba,sinsaberpor qué, en la televisión; en todas esas series y programas en los que salíanjóvenescomoél,que,adiferenciadeél,teníanproblemasdejóvenes.Sintiómásquenuncaestarlejos,muylejosdeOtsobeltz.

—Seguro que me han creído —dijo la anciana, sacándoles de suspensamientos.

Elmuchacholevantólavistadelataza.—¿Quéharemossi...?¿Quéharemossinosedancuentadelaverdad?—No ledesvueltas.Ahoraes tu turno:haz loque tienesquehacer.Y ten

cuidado.Porloquemásquieras,quenotedescubran.—Sí,abuela,loquetúdigas.Sin decir nada más, el muchacho dio un beso a la anciana y se marchó.

Queríaveraotrapersonaantesdeque llegara lanoche, antesdehacer loquedebíahacer.Porsilascosasnosalíancomoestabanplaneadas.

—¿Adóndevamosahora?—preguntóIvánaYolanda.Habíaanochecidoyelcieloamenazabacondescargarlaprometidatormenta

denieve.—Al bar. Quiero ver si está allí Paco Ortiz. Luego volveremos a casa de

Amane.Tambiéntengounaspreguntasparaella.Peroantesquieropreguntarosalgoavosotrosdos.

Alfredolamirósinentender.FueIvánelquehabló.—Preguntaloquequieras.—¿CuálesvuestrarelaciónconBeatriz?Yaséqueesooslohapreguntado

antes mi superior. Pero no se trata de si habéis discutido o estáis peleados.Quierosaberelfondo.¿Sólosoisamigos?¿Nohayohahabidonadamás?

LapreguntadejóaAlfredoclavado.Sintiócómociertoruborlesubíaalasmejillas. Por su parte, Iván se tomó la pregunta, tan directa y personal, comoalgoquenoveníaacuentoysemolestó.

—Ya lo hemos dicho antes: no hay nada más que una estupenda amistad

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entrenosotros.Sóloeso.—Nomelocreo—lepicóYolanda—.Túnocreoquetengasnadaconella.

La estás buscando y aun así me das repasos cada vez que puedes. Pero tú,Alfredo,juraríaquetegusta.Quizáellatecorresponde.¿Esasí?

—AlosdosnosgustaBeatriz—dijoAlfredoazorado—.Esonoes…ningúnsecreto.

—¿Ah,no?—exclamóIván—.Puesparamísíqueesunsecreto.Nuncamelohabíasdicho.Nuncahemoshabladodeeso,dehecho.

Yolandahabíaconseguidoloquequería.Todoelmundomiente.—Yaveoqueatitambiéntegusta.—Beatriz es guapa y muy atractiva—se defendió Iván—. Eso no quiere

decirnada.Yo,desdeluego,notengonadaconella.Alfredo…yanolosé.—No,notengonadaconBeatriz.—¿Nilohastenido?—insistiólaguardiacivil.—No.La respuesta de Alfredo sonó tajante, pero sus ojos se desviaron. No fue

capaz de aguantar la mirada de Yolanda. Era suficiente. Su intención no eraprovocarunconflicto,aunquesi teníaqueprovocarloparasaberloquequería,tampocoibaaandarseconmiramientos.

—Deacuerdo,no tenéisnadaconBeatriz.Salvounahermosaamistad,porsupuesto —dijo aceptando en apariencia, y con cierta socarronería, lasexplicacionesdeambos—.Bien,vamosalbaraversiestáallíelhermanodemijefe.Ojaláélpuedaarrojaralgodeluzentodoesto.Noseosocurradecirnada,ymenoshablardeloquenoshadichoesaanciana.

—¿Qué piensas? —preguntó Alfredo—. ¿Tienes ya alguna sospechaconcreta?

—Yaveremos.Mikelfuehastalacalleprincipalysiguióporellahaciaelayuntamiento.Iba

despacio,distraído.SacósumóvilybuscóelnúmerodeArantxa.Queríahablarconella,escucharsuvoz.Verla,sieraposible.Aunquenopodíacontarlenadadeloqueestabasucediendo.

—Soy Mikel —dijo él, un tanto azorado, cuando la chica contestó a lallamada. Siempre se ponía nervioso cuando hablaba con ella por teléfono, nosabíaporqué—.¿Puedesquedarun ratoahora?...Sí,hasta lahoradecenar…Vale,teesperojuntoalayuntamiento.

Colgóyvolvióaguardarseelmóvil.Ahoranonevaba,asíquepodríandarun paseo.Mikel odiaba no tener un lugar donde verse conArantxa.Quizá, sifueraasí,surelaciónpodríairamás.Nuncasehabíanacostado.

Estaba yamuy cerca del lugar de la cita. Continuó sobre la capa nevada,

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dejando sus huellas en la blancura absoluta y contemplando las casas de esepuebloquedetestaba.Sesentóbajoelpórticodelayuntamiento,apoyadoenunade las columnas de piedra.Enfrente tenía la iglesia.El suelo estaba frío, peroseco,ypreferíaenfriarseeltraseroqueseguirdepie.

Arantxanotardóenaparecer.Sonreíayestabahermosísima,másguapaquenuncapordebajodeungruesogorrodelanaquedejabaaldescubiertolaspuntasde sus orejas, levemente de soplillo. Le miró con picardía y se encendió uncigarrillo.Fumabaaescondidas,sinquelosupierasupadre.

SeacercóaMikel,soltóelhumodelaprimeracalada,ylediounbesoenlamejilla.

—¿Nosvamosaquedaraquí?—ledijo.—Vamosadondetúquieras—contestóél.—Puesnohaymuchasopciones…¿Ysinosmetemosenlaiglesia?La chica se abrió un poco el abrigo y dejó al descubierto dos botes de

cervezaquellevabaescondidos.—Seloshecogidoamipadre.Dentrodelaiglesiayconcervezas,fuelaúnicavezenqueMikelyArantxa

habíantenidocontactofísico.Nofuegrancosa,másalládeunpocodesobeteoyunoscuantosbesos.Hacíamuchofrío,peroquizáhoypudieranllegaramás.

Antes de atravesar la plaza para ir juntos a la vieja iglesia, Mikel vio, adistancia,a losamigosdeBeatriz. Ibanacompañadosde laguardiacivilcon laquehabíanestadoencasadesuabuela.

Paco Ortiz no estaba en ese momento en el bar. Había ido a la casa deAmaneparahablarconella.Yconsumadre, laancianaciegaquedecía tenervisiones.Lostreshabíanbajadoalsótanoporuncorredorsecreto.PordebajodelaestanciaqueAmanehabíamostradoalabisoñaguardiacivilyalosamigosdeBeatriz, habíaotro espaciomuchomayor.Este sehallaba conectado,mediantelargos túneles naturales excavados en la roca por la acción de un antiguo ríosubterráneo,conlosmontesdelapartealtadeOchate,másalládelaermitadeBurgondo.

Laancianaestabaensusilladeruedas,mirandosinverhaciaelfrente,conel rostro impertérrito. Su hija y Ortiz hablaban junto a ella a la luz de uncandelabrodehierronegro,contresvelas,cubiertodeunacapadeceraqueseproyectabahaciaelsuelopétreocomofinasestalactitas.

—Nosabennada—dijoPacoOrtiz.—¿YMikel?¿Ysupadre?¿Yesaalaquellamaabuela?—Mikel y su padre servirán a nuestros propósitos. Su abuela ya ha sido

aleccionada.Laancianaintervinoenesemomento.Suvozsonóagudaperoásperacomo

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elrocedeunasortigas.—¿Yhaaceptadocolaborar?—Sí,lohahecho—dijoPacoOrtizenuntonodemáximorespeto.—¡Noosfiéisdeesa!—Madre—tercióAmane—,tienemotivosparaobedeceryhacertodoloque

ledigamos.Loúnicoquemepreocupaahoraesesaguardiacivil.—Mi hermano la tendrá controlada si llega a ser necesario.Aunque no lo

creo.Nadiepuedeniimaginarloquepasaennuestro…pequeñomundo.—¡Pequeño,sí,peropoderoso,noloolvidéis!—casigritólaanciana.Amane asintió y le acarició el pelo con ternura. Sonrió al evocar el poco

tiempoquelequedabayaasumadre,ycómotodaesaamarguraquedestilabaporsumarchitocuerpose transformaríaencomidapara losgusanos.Entoncesellaheredaríasudon.

El silencio se hizo de nuevo en el bar, como la noche en que llegaron loschicosalpueblo.Peroestavezfuemástenso.Habíaporlomenosdiezodoceclientes,quesecallaronalinstantealveraYolandaysuuniformedelaGuardiaCivil, seguida de los dos amigos de la chica desaparecida. A esa hora, yasumidosenlanocheinvernal,todosenOtsobeltzsabíanloquepasaba.

Antón,eldueño,saludósecamentedesdelabarra.Suexpresióneraseria.Enunrápidoescrutiniodelinterior,IványAlfredocomprobaronqueniPacoOrtizni Mikel estaban entre los presentes. Los tres se acercaron a la barra. Laguardiacivilseabrióelabrigoydejósugorrasobreelviejometalpulido.Loschicosnosabíansiibanapasarallíunrato,perolaimitaron.Fuerahacíamuchofríoyempezabanacaerlosprimeroscoposdenieve.Elcontrasteconlacalidezinteriorleshizosentirunrepentinosofoco.

—Esustedeldueño,¿verdad?—dijoYolandaaAntón,másafirmandoquepreguntando.

—Sí.YustedeslaguardianuevadeTreviño,¿no?—Exacto.Tengoquehacerleunapregunta.Enrealidad,dospreguntas.—Porsupuesto.Pero¿quierentomaralgo?—Después —dijo Yolanda sin esperar a ver qué decían los chicos—.

Supongo que está al tanto de que ha desaparecido una joven que estabahospedadaenelpueblo.

Eldueñoasintióyenarcólascejas.—Sí, llegó anoche con sus acompañantes. Ya han estado aquí y me han

preguntadoestamañana.No lahevuelto aver.Esperoqueno lehayapasadonada.

La respuesta fue convincente. Lo último que había dicho era verdad ymentiraalavez,peronotitubeó.

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—¿YaFranciscoOrtizlohavisto?—continuólaguardiacivil.—¿APaco?Sí,aPacosílohevisto.Haestadoaquíestatarde,haráunahora

opocomás.—¿Ysabeadóndehaido?Esimportantequehableconél.—No,niidea.Imaginoquesehabráidoasucasa.—¿PuedehaberidoacasadeAmane?EsapreguntasíquehizoaAntónvacilar.Seleescapóunamiradadereojo

hacialosclientesqueocupabanlasmesas,comosiquisieraverlareacciónquelaguardiacivilhabíaprovocadoenellos.

—No…losé.Puedeser.Sonamigos.Yonolosé,nosoysuniñera.—Aquínadiesabenada…—sequejóYolandaentredientes.Lohizoparaquetodospensaranquenohabíadescubiertonada.Yasíeraen

cierto modo. Pero sólo en cierto modo. Lo que le había contado la ancianaresultabaimpreciso,vago,aunqueesclarecedor.Ahoratocabaemplearlatácticadehacerse la tonta.Cuandoeraniña,supadre ledijoqueesohacíaelfilósofoSócrates,yasísonsacabaastutamenteacadaunoloquepensabaenrealidad.

—¿Yustedes?—miróhacialosqueestabanenlabarrayluegohaciaelrestode los presentes—. ¿Han visto algo, lo que sea, que nos pueda ayudar aencontraralachica?

Seescuchóunmurmullodenegación.Todaslascabezasnegaronodesviaronlosojos.NoeramásqueloqueYolandaesperaba.Sequitóelabrigoyañadiódenuevohaciaeldueño:

—Habráqueirabuscarlaporelmonte.—¿Estáustedloca?—exclamóAntón—.¿Coneltiempoquehaceylaque

vaacaerestanoche?—Quéremedio…Iván y Alfredo, de momento, eran convidados de piedra. Pero el primero

saltó cuandoYolanda sequitó el abrigoypidió al camareroun café solobiencargadoyunbocadillodejamón.

—¿Creesqueyanohaynadamásquehacer?Además,yahemosbuscadoaBeatrizenelmonte.

—Túcalla,pídetealgoydejademolestar.Quenotienesnipajoleraideadenada.

Elchicosequedóporuninstanteboquiabiertoconladurezadelarespuesta.Estuvoapuntodereplicar,perocomprendióquedebíadeserporalgomásquelasmolestiasqueélpudieracausar.Bufó,sequitótambiénelabrigoysesentóenuntaburete juntoa laguardiacivil.Asu lado,Alfredomirólahoracomosisalieradeuntranceysacósumóvil.

—¡Joder,elmecánico!

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Erancasilasochoyelmecánicolehabíadichoquelellamaraapartirdelassiete.LellamómientrasIvánpedíaunacerveza.Estuvohablandoconélunpardeminutos.Casi todo fueronmonosílabos y negaciones.Al colgar, sus labiosmusitabanalgúnqueotrojuramentoporlobajo.

—Nada, los inyectores están jodidos. No puede arreglar el coche hasta lasemana que viene. Dice que no puede pedir las piezas que necesita antes dellunes.

Ivánselotemíadesdequelecontóloquelehabíadichoelmecánicocuandolellevóelcoche.

—Esoda igual ahora—dijo—.CuandoencontremosaBeatrizyaveremosquéhacemos.

Alfredoasintióensilencio.Miróalsueloyluego,conresignación,levantólavistahaciaelcamarero.

—Otracervezaparamí,porfavor.Enelbar,lavidaempezabaaponersedenuevoenmarcha.Latensióninicial

habíapasado.Alfredosequitótambiénelabrigóylodejóenuntaburete.—Deberíais comer algo —dijo Yolanda, masticando aún el final de un

bocado.Ivánnegóconlamano.—Yoahoranotengohambre—dijoAlfredo.Laguardiacivil ibaa insistirles,porquenoerabuenoestarconelestómago

vacíoyquizánecesitarancontarconsusenergíasintactas.Peronohubotiempoparasurespuesta,porqueeneseprecisoinstantePacoOrtizentró,consubastón,porlapuertadelbar.ComosisupieraqueYolandaylosdemásestaríanallí,sedirigióhaciaellossindudarlo,sólofrenadoporsucojera.Sonriótodoloquesurostrolepermitía,quenoeramucho,ysequedódepie,apoyadoenelbastón,juntoalabarra.

—¿Algúnprogreso?—dijosinsaludar.NiIvánniAlfredoseatrevieronacontestar.Yolandalomiródirectamentea

losojos,semantuvoasíduranteuninstantequepareciódurarunahora,yalfindijo:

—No demasiados. Ahora iba a llamar a mi jefe, su hermano, para darlenovedades.

—Paradecirlequenohaynovedades—lacorrigióOrtiz.—Esomismo.—¿Ycuálvaaserelsiguientepaso?—IrahablardenuevoconAmane.—Yovengodeallí—dijoOrtiz—.Nohavistoalachica.—Supongo que no—contestóYolanda en un tono tan sereno como el del

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hombre—.Delocontrariohabríaavisadoalpuestoymehubieranllamadoparadecírmelo.Quierohablarconellade todosmodos. Imaginoqueno leparecerámal.

—Deningúnmodo,hazcomoquieras.Pero…Haceunashoras,creíaqueladesapariciónnoteníaimportancia.

—¿Yahora?—lepreguntóIván.—Ahora, sin ambages, me temo lo peor. Está nevando ya fuerte, el frío

aumenta, es de noche. Si a vuestra amiga le ha pasado algo y no está acubierto…Nohaymásquesumardosmásdos.

AIvánledieronganarderomperlelacara.Noibaaservirdenada,peroalmenos se quedaría a gusto.Yolanda pareció notar la tensión que crecía en suinterioryseinterpusoentreambos.

—¿Podemossentarnosunmomentoaunamesa?—preguntóaPacoOrtiz.—Porsupuesto.Ahíhayunalibre.—Vosotros quedaos aquí —ordenó la guardiacivil a los chicos, que

obedecieronsinprotestar.

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—¿Me puede decir dónde está el cuarto de baño?—preguntó Alfredo aldueñodelbar.

—Porahí—dijoAntón,señalandounpasilloquellevabatambiénalacocinaylasescalerasdelpisosuperior—.Aladerecha.

Alfredoseencaminóhaciacuartodebañoarrastrandolospies.Enelpasillo,violaspuertasaladerecha,comolehabíadichoeldueño.Comprobócuáleralaquecorrespondíaalaseodecaballerosysemetiódentro.Necesitaba,sobretodo,estarsolounrato.Nosabíaporquéelasuntodelcocheleafectabatanto.Quizáera porque ponía de manifiesto que Beatriz estaba quién sabía dónde, yaumentabaenéllasensaciónopresivadeignorarsuparaderoysentirsepresoenesemalditopueblo.

Alsalir,unpocomásentero,alguienlollamóentrelassombras.Alfredosequedóquietoymiróalrededor.Novionadie.Lavozinsistió.

—Aquí,estoyaquí.En una segunda visual consiguió ver lamitad de la cabeza deMikel, que

emergíadelabarandilladelasescaleras.—Nodigasnada.ElmuchachodejósuesconditeybajóconsigilohastadondeestabaAlfredo,

aúnjuntoalapuertadelservicio.—Estanochealasdoceenlaantiguaiglesia.Ahoranopuedodecirnada.No

faltéis.—Oye.—Alfredoleagarróporelbrazo—.¿EsquesabesalgodeBeatriz?—Alasdoceenlaiglesia—repitióMikel—.Sinomesueltas,tejuroqueno

oscontarénada.Lamano deAlfredo se abrió, dejando regresar almuchacho a las oscuras

escaleras.Desaparecióporellasatodaprisa,sinhacerelmenorruido,comosifueraungato.Alfredosentíacómosucorazóngalopabaensupecho.Duranteunsegundo estuvo tentado de seguir a Mikel escaleras arriba y sacarle lo quesupieraapuñetazos.Recapacitóatiempoysecontuvo.

Alfredo volvió a donde estaba Iván con la cabeza tan caliente como lacalderadeunviejotrendecarbón.

—¿Quétepasa?—dijosuamigoalverle,preocupado—.Estáspálido.¿Teencuentrasmal?

—No,no,estoybien.Sólounpocomareado.Bebióunsorbodesucerveza.Seguíadándolevueltasaloquelehabíadicho

Mikel.SeacercóunpocoaIván,conelvasoenlamano,yledijo:—Luegotengoquecontartealgoimportante.

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—Cuéntameloahora.—No.Luego.Enlamesademetalbarato,Yolandaestabaconsulibretaabierta.PacoOrtiz

había cumplido la ceremonia de colgar su bastón del respaldo de su silla ysentarseparsimoniosamente.Lohizosineliminarsumediasonrisadelacaraycomenzóadargolpecitosenlamesaconlosdedos.

—¿Leimportasipidoalgodebeber?—preguntóalaguardiacivil.Éstalehizoungestodelamanoparaquehicieraloquequisiera.—Antón,unatónicadelasmías.—Hay algunas cosas queme gustaría aclarar, si le parece—dijoYolanda,

conelbolígrafosobreunadelashojasdelalibretaabierta.—Laayudaréentodoloquepueda.Sóloquiero,comotodos,queesachica

aparezca.Ojalásanaysalva.—Pues,sileparece,empieceporhablarmedeustedydeAmane.PacoOrtizseechóhaciaatrásenlasilla.Transmitíauncontrolabsolutodela

situación.—Noséaquéserefiere,niquétienequeveresoconsuinvestigación.Pero

paradarlegusto,lecontestaré:somosamigosdesdelainfancia,nadamás.Nosvemosamenudoparacharlarycomentarlomalquevaelmundo,cómotodohacambiadoporahí,lavidadelpueblo.Esetipodecosas.

—Los últimos excursionistas que desaparecieron hace nueve años estabanhospedadosencasadeAmane.

—Eso fue hace mucho tiempo. No veo a dónde quiere llegar. No estaráinsinuandoqueAmanetuvoalgoquever.

—Nolosé,dígamelousted.—Esobvioqueno.Quédisparate.Aquellosjóvenessehospedaronsóloun

díaodosensucasa.Luegosefueronaacamparenelmonte.Cuandosefueron,estabanperfectamente.Desaparecierondespués,durantelaacampada.

Eldueñodelbar llegóconelgintonicdeOrtiz.Se lopusoen lamesa, sinmiraraningunodelosdos,yregresóalabarra.

—¿Ylamuertedelpárrocodelpueblo?Cómosellamaba…Yolandaconsultósusnotas,peroantesdequeencontraraeldato,PacoOrtiz

selodijo:—DonJosé.SellamabadonJoséCalvo.Eraunbuenhombre.Elpobretuvo

unamalacaídayseabriólacabeza.Cosasquepasan.—¿Nohuboningunasospechadeasesinato?¿Porquénosemostróelcuerpo

alosfeligreses?—Mira,jovencita,nomegustaelcarizqueestátomandoestaconversación.

Pareceuninterrogatorioyaesosíquenoestoydispuesto.

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Era cierto que Yolanda estaba siendo un tanto capciosa. Quería que Ortizcreyeraquelainvestigaciónseleestabaescapandodelasmanos,quenosabíanada y que daba palos de ciego.Así era en ciertomodo, pero almenos teníaclaroloquepretendía.

—Lo siento —se excusó—. Es que no tengo nada sólido y me estoyagobiandounpoco.

Recibióunamirada compasivade su interlocutor.Hizounapausay siguióhablandocomosiestuvierasincerándoseconél.

—LlevósólodosmesesenelpuestodeTreviñoymegustaríacausarbuenaimpresiónamissuperiores.Asuhermano,enespecial.

—Locomprendo,locomprendo.Peronobusquestrespiesalgato.Esachicasehabráperdidoporelmonte,ohabráidoaOchate.Quizá—ojalánoseaasí—ha tenido un resbalón, como don José. Lomejor que puedes hacer es salir abuscarla.Ynotepreocupesmuchopormihermano.Entretúyyo,esuncretino.Buen agente, eso sí. Hazle caso en lo que te pueda enseñar. En lo demás, teaconsejoquemantengasladistanciaynotehagasmuyíntimasuya.

—Supongo que tiene usted razón. En lo de nos buscar tres pies al gato,quierodecir.Detodosmodos,voyallamaralpuestoparadarnovedades.

PacoOrtizasintiómientrasYolandaselevantabadelamesa.Sacósumóvilyvolvió con los chicos. Lo tenía en lamano cuando sonó de pronto. Antes dedescolgar, laguardiacivilvioen lapantallaque teníavarias llamadasperdidas.Parecíauncasodetelepatíatelefónica:elnúmeroquesemostrabaahoraeraeldelpuestodeTreviño.

—GuardiaSernaalaparato—contestó.—¿Dónde te habíasmetido, Yolanda?—dijo JoséMaríaOrtiz en tono de

reproche—. Te he llamado tres o cuatro veces yme salía todo el tiempo queestabassincobertura.

—Losientomucho,micabo.EstoyenelbardeOtsobeltz.Nomehedadocuenta. Tenía el móvil en el bolsillo y debe de ser que aquí no hay buenacobertura.

—Pues estate más atenta la próxima vez. Estar comunicados es esencial.¿Algunanovedad?

—Poca cosa. La chica no aparece. Nadie la ha visto. Temo que puedahabersedesorientadoenelmonteyqueestéperdida.Recomiendounabúsquedainmediataporlazona.

Alotroladohubounsilencio.—¿Ahora?¿Hasvistolaqueestácayendo?Yvaairapeor.Yolandasemovióhacialaventanaquequedabajuntoalapuerta.Alaluzdel

letrerodelbarpudodistinguirloscoposdenievecayendo.Noeranmuchos.

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—Aquínonievademasiado.—Elvientovaenesadirección.Lanevadairáapeor,teloaseguro.Detodos

modos, lo mejor será que yo vaya para allá, ahora que todavía es posibledesplazarseporcarretera.Tenelmóvilamanoparaquepuedaavisartecuandollegue.

—Alaorden.Descuide,comprobaréquetengocobertura.En cuantoYolanda colgó, Iván le preguntóqué le había dicho su superior.

Esta vez, la guardiacivil optó por nomostrarse hostil.Tenía la cabeza en otrolugary,además,elchicoteníaderechoaestaraltanto.

—Mi jefe viene para acá. La previsiónmeteorológica se está cumpliendo:nievaotravez,yseesperaqueestanochecaigaunadelasbuenas.

—¿NovamosabuscaraBeatriz?—Sí,claroquelabuscaremos—dijoYolandaconrotundidad,apesardelo

quehabíahabladoconelcaboOrtiz—.Vámonos.QuieroverantesaAmaneyhablarconellaotravez.

Cuando fuerona abonar sus consumiciones,Antón lesdijoqueya estabanpagadas.SeñalóaPacoOrtiz,queleshizoungestoconlamanodesdelamesa.

—Suerte—lesdeseó.Le agradecieron la invitación, se pudieron sus prendas de abrigo y se

despidierondeél.Yolandateníacadavezmásclaroque,enefecto,enasepueblopasabaalgofueradelocomún.Yestabaresueltaadescubrirlo.

Mikel se había encerrado en su cuarto. Estaba nervioso.No entendíamuybienporquésuabuelano leshabíacontado,a laguardiaya losamigosde lachica,todalaverdadcuandohablaronconellaesatarde,niporquéteníaqueserél quien se la revelara amedianoche en un lugar tan sórdido como la iglesiaabandonada.Laancianaledijoqueconfiaraensujuicio,queteníaquehacerseasí.Sidescubríanlaverdaddemasiadopronto,nopodríanactuarniconseguiríannada.

Eso dijo su abuela. Pero él seguía dándole vueltas a sus palabras sincomprenderlas.

De cualquiermodo, iba hacer exactamente lo que ella le había encargado.Cuando, lanocheanterior,saliódemadrugadaparavisitarlae informarlede lallegada de los forasteros, la anciana le contó una pequeña historia que noconocía. El chico estaba al tanto de lo que pasaba en el pueblo, de lasdesapariciones, del extraño comportamiento deAmane y de PacoOrtiz, entreotros. Pero ignoraba una parte esencial de la historia. Una parte antigua, queveníademuylejosyquelehizosentirauténticomiedo.

Lomejoreranopensarenello.Se tumbóen lacamaysepuso loscascospara escuchar un poco de música. El azar quiso que la primera canción que

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reprodujosump3fueraTodoesinfierno.—Vayamierda de tiempo—dijo Iván subiéndose la cremallera del abrigo

hastalanariz.Alfredoseguíaconelsuyoabierto.Suandareraerráticoyparecíaabsorto.—Deberíasabrigarte—lerecomendóYolanda.Elchicosequedóquietoaunosmetrosdelasalidadelbar.Miróasuespalda

para comprobar que no había nadie cerca. Ni siquiera los perros parecíanatreverseasalirdesusguaridasdurantelacrecientenevada.

—Tengoquedecirosalgomuyimportante.—¿NopuedesesperaraquelleguemosacasadeAmane?—dijoIván—.Nos

vamosacalarhastaloshuesos.—No, no puedo. Antes, cuando fui al servicio, al salir me encontré con

Mikel.Mellamódesdelasescalerasquesubenalacasa.—¡¿Porquénolohasdichoantes?!—leespetólaguardiacivil.—Nopodíahacerlo.Meamenazóconnocontarnosnadasinoleobedecía.—¿Contarnos…?—dijoYolanda.Estabadesconcertada.Esosíquenoselo

esperaba.—Sí, tiene que contarnos algo, pero no me dijo qué. Me pidió que le

esperáramosestanochealasdoceenlaiglesia.Nodijomás.Senotabaqueteníamuchomiedo.

—Tantosecretonopuedeserporquesí—dijolaguardiacivilpensativa,yporprimeravezcompartiópartedeloquepensabaconloschicos—.Cadaveztengosospechasmássólidas:aquípasaalgogrande.

—¿Que pasa qué, Yolanda? ¿Qué es lo que sospechas?—preguntó Iván,llamándolaporsunombre.

—No lo sé. Hasta ahí no llego. Esta noche saldremos de dudas, espero.Menosmalquevienemijefe.Tengounmalpresentimiento,ycreoqueBeatriznosehaperdidosinmás.

—Yo tampoco lo creo —dijo Alfredo, y miró hacia Iván para recibir suaquiescencia.

La nieve cubría ya el pelo de los dos chicos y la gorra reglamentaria deYolanda. La temperatura se había desplomado desde la tarde. Parecía que lanocheyanofueraacedernuncamássuturnoaldía.Todoeranegruraenloalto.

—Nonosquedemosaquímástiempo—dijoYolanda—.Porcierto,cuandoestemosconAmanenomencionéisnadasobrelacitadeestanocheconMikel.

Apasorápido,lostrescaminaronhacialafarolaquemarcabalabifurcacióndelascallesdelpueblo.Ibanconlamiradaenelsuelo,levantándolasóloavecesparacomprobarquenosedesviaban.Lasmarcasdelospocoscochesquehabíapasadopor la nievede la noche anterior empezaban a quedar tapadas.Cuanto

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más blanco estaba el pueblo, más oscuro parecía. Y las casas, sepulcrosblanqueadosenmitaddeunviejocementerio.

Pasaron junto a la farola de la bifurcación y siguieron avanzando hacia elayuntamientoylaiglesia.Nopudieronevitarralentizarelpasoantesufachada.Peronosedetuvieronhasta lacuestaqueconducíaa lacasadeAmane.Noseveía un alma. Sólo las pocas farolas y algunas ventanas iluminadas hacíanpatentequeaquelnoeraunpueblofantasma,abandonado,sinvida.

Ylosperros.Losperros,quenosehabíanidoniestabanaresguardo.Eransieteuocho:todosigualdegrandes, igualdeamenazadoresensuserenapose.Formabanungrupoal piede lade la cuesta, como si tramaranalgo.Susojosbrillaronalaescasaluzdelafarolaquehabíaabajo.

—¡Joder!—Iváncontuvoelgritoyfrenóenseco.—¡Fueradeahí!—lesgritóYolanda.La guardia no parecía tenerles miedo, pero aun así sacó su arma de la

pistoleraylequitóelseguro.—Vanaatacarnos—dijoIvánangustiado.Asulado,Alfredoletocóenelbrazo.—Tranquilo.Nonosharánnada.Yalesconocemos.—Seguidme los dos y no hagáis ningún movimiento brusco —ordenó la

guardiacivil—. No os preocupéis: si intentan hacernos algo, les meto un tiroentrecejayceja.

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Amane cenaba tranquilamente, sola en el salón.Había puesto undisco, devinilo, en el vetusto equipo de música de válvulas de vacío. El sonido eraexcepcional. Acababa de darle la cena a su madre y la había dejado en sumecedora, junto a la ventana de la habitación, como todas las noches. Allíevocabaotrostiemposyesperabasusvisionesdelpasadoyelfuturo.

LasnotasdelsegundomovimientodelaApassionatadeBeethovenllenabanel ambiente. Amane recordó la frase de Lenin, muy aficionado a esa mismasonata, a la que achacaba embargarle y sustraerle de sus actividades políticas:“BeethovenvacontralaRevolución”.

La mujer sonrió. Nueve años había esperado ese momento. Nueve largosaños. Pero así debía ser. Las visiones de sumadre lo confirmaban. Lomenosrelevanteeraeltiempo:eldíahabíallegado,sumomento,esoeraloúnicoqueimportaba.

El timbrede lapuerta lasacódesusevocacionesy lehizofruncirelceño.Esperaba que sonara desde hacía largo rato, pero eso no hizo que no laperturbara ni que se sintiera menos molesta. En todo caso, era una molestianecesaria. Se armó de paciencia, se levantó de su cómoda butaca y salió alpasilloparadirigirsealaentrada.

—Habéistardadomucho—dijoalaguardiacivilyaloschicosalabrirles—.¿SabéisyaalgodeBeatriz?

—Esobvioquenohavuelto—fuelacontestacióndeYolanda.Amanepusocaradepena.—O sea, que no la habéis encontrado. Pero quitaos esos abrigos y secaos

antesdequecojáisunapulmonía.Venidalcalor,tengolachimeneaencendida.Los tres obedecieron. Yolanda no quería apresurarse. Entró en el salón,

seguidadeIványdeAlfredo,ysóloentoncessedirigióaAmane.—Estatardeheestadoindagandoenelpueblo.Nohesacadonadaenclaro

sobreelparaderodeBeatriz,perohellegadoalaconclusióndequehapodidosersecuestrada.

—¿Porquépiensaseso?—dijoAmane,aparentementeturbada.—Las razones, yno seofenda, no sonde su incumbencia.Pero tengoque

preguntarledenuevosihayalgoquedebacontarme.—Secuestrada…—repitióAmane,ysedejócaerenunasilla.LaApassionata seguía sonandoy remarcando laspalabrasde lospresentes

comounapeculiarbandasonora.—Debo insistir—dijo la guardiacivil—. ¿Hay algo, lo que sea, que pueda

contarmeyqueantesnorecordabaonoleparecióimportante?

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IvánmiróaAlfredo.ConlamiradaletransmitióquenopensabaqueAmanefueseaaportarnadanuevo.Peroseequivocaba.

—Adecirverdad—empezódiciendolamujer—,síhayalgo.Nomeparecióimportante.PeroahoraquedicesqueBeatrizhapodidosersecuestrada,quizásítengaimportancia…

—¿Sí…?—dijoYolanda.—Anoche, cuando fui aacostarme,antesdehacerloestuveun ratoconmi

madre.Lapobrecillaestáimpedida,ciega,ensilladeruedas.Esmuymayor,ylegustaquelehagacompañíaantesdeacostarse…Elcasoesquedespués,cuandoyameibaalacama,miréunmomentoporlaventanademihabitación.Apenashay luz fuera,peroen lacalledeabajohayuna farola,aun lado.Estabamuyoscuro. No estoy segura de lo que creí ver. Quizá sólo fueron imaginacionesmías.

Laguardiacivilinsistió.—Continúe,porfavor.—Puesbien:vi,ocreíver,unasombra.Alguienquesemovíaentrelascasas

de abajo. Cuando volví amirar, ya tratando de fijarmemejor, no volví a vernada.Lasombrayanoestaba.Seguroquenoesnada.Nisiquieraestoyseguradehabervistoesasombra.Debensercosasdelaedad,queavecesjuegamalaspasadas…Yadigo,nolediimportanciaymefuiadormir.

—Esa sombra que creyó ver, y supongamos que la vio, si tuviera queaventurarse—dijoYolanda—,¿diríaquelerecordóaalguiendelpueblo?

—¿Del pueblo? La verdad es que no, no lo creo… Pero, si tengo queaventurarme,porcómosemovió,siesquelavienrealidad…Bueno,semoviórápido. ¿Cómodecirlo?: semovióconagilidad.Sí, esoes, conagilidad.Teníaquetratarsedealguienjoven.Suponiendoquefuesereal.

—¿AlguienjovencomoMikel?—lanzólapreguntaYolanda.—No losé.Alguien joven, sí.YMikel loes.Peronomeatreveríaadecir

queeraél.No,apenasvinada.La guardiacivil estaba llevando poco a poco la conversación hacia donde

quería.—¿Qué sabe usted de ese chico? ¿Cree que podría ser responsable de un

secuestro?—¡Oh,no,deningunamanera!—exclamóAmaneconlosbrazosabiertos—.

Esonolocreo.Aunque…—Aunque…—Lociertoquesiemprehasidounmuchachoraro,untantosolitario,poco

sociable.Últimamentecreoquesaleconunachicadelpueblo,perosiemprehasidosolitario.Supadreyél llegaronaOtsobeltzhaceunosdiezaños.Erande

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fuera.Compraronelbaryseinstalaronaquí.Nuncahanencajadomuybienentrenosotros,paraquédecirotracosa.Puedeparecerunatontería,perolagentedefuera trae ideas nuevas, y aquí eso no nos guata mucho. Somos muytradicionales.

Yolandaasintióysequedóensilencio.EnesemomentorecordóqueelcaboOrtiz lehabíadichoquepodía llamarlaencualquiermomentoysacósumóvilpara comprobar la cobertura.El indicadormostraba una poco halagüeña equisroja.Lolevantóylomovióparaversirecuperabalaconexión,peronofueasí.

—¿Aquínohaycoberturademóvil?—preguntóaAmane.—Sí.Poca,perolahay.¿Porqué?¿Notefuncionaelteléfono?—No.Estásinunasolaraya…¿Podéiscomprobarlosvuestros?—dijoalos

chicos.Iván y Alfredo confirmaron que ellos tampoco tenían cobertura. La

guardiacivil se levantó de la silla ymiró por la ventana. La nieve caía ahoracomo una cortina impenetrable. Seguramente había afectado a la torre detelefoníamóvil,laúnicaquedabaservicioaOtsobeltz.

—Maldita sea…—mascullóYolanda. Luego añadió haciaAmane—: ¿MepermitiríausarsufijoparallamaramijefeaTreviño?

—Porsupuesto.Acompáñame,lotengoenelpasillo.Ambas mujeres salieron del salón. Iván también se puso en pie para ir

tambiénhastalaventana.Desdelasillaqueocupaba,Alfredoseguíaabstraídoyconlamiradaperdida.

—Estoyasustado—dijosinlevantarlavoz.—Yotambién.Estonomegustanada.AversiYolandaconsiguehablarcon

sujefeyestanocheresolvemosloqueseaqueestápasandoaquí.Alfredosefrotólanucayasintió.—Tengoquedecirtealgo,Iván.—Si es por lo de antes, no hay nada que decir. Los dos estamos tensos.

Olvídalo.—No,noesporeso.La expresión de Iván se hizo dubitativa. Se separó de la ventana y dio un

pasohaciaAlfredo.—¿Entoncesqué?—CuandoYolandanospreguntósihabíatenidoalgoconBeatriz…Dijeque

no,peroyosílotuve.Sólofueunavez.Unanocheenquenosemborrachamos.Nuncatelodijeparanoherirte,peroahoracreoquedebessaberlo.

AIvánlecostómuchoevitarqueelgolpequeacababaderecibirsereflejaraensurostro.

—Nomehieresconeso.Ambossoispersonaslibres.

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—Yalosé,perotambiénséqueati,igualqueamí,Beatriztegusta.Senota,nomedigasquenoescierto.

—Sí,megusta,claroquemegusta.Peroesonosignificanada.Siellaquiereestar contigo, adelante. Yo no tengo nada que decir. Nada cambiará entrenosotros.

AlfinAlfredolevantólamirada.SediocuentadequeIvánteníalospuñosapretados,pormuchoquetratarademostrarsecalmadoysereno.

—No,Iván,todocambiará.Dehecho,todohacambiadoya.Loquesientoesnohabértelodichoantes.

Sin que Iván tuviera tiempode responder,YolandayAmane regresaron alsalón.Laguardiacivil lesdijoquenohabíapodidohablarconelcabo,perosíconelpuestodeTreviño,yqueyalehabíanavisadoporradiodellugardondeestabanydequenodisponíandemóviles.

—¿Tardarámuchoenllegar?—preguntóIván,conlamenteenlarevelacióndeAlfredo.

—Esoesdifícildedecirconestetiempo.Cuandohablaronconél,estabaaunoscincokilómetrosdeaquí.Sinose topaconningúnobstáculo imprevisto,debedeestarapuntodellegar.

—Mientras esperáis—intervinoAmane—, puedo prepararos algo de cena.Sonlasdiezdelanoche.

—Gracias,yomehecomidounbocadilloenelbar,notengomáshambre—dijo laguardiacivil—,perovosotrossídeberíaiscomeralgoaunqueno tengáisganas.Yaos lohedichoantes:no sepuedeestar conel estómagovacío tantotiempo,ymenossivamosairabuscaravuestraamiga.

Amanefingiósorpresaanteelfinaldelcomentario.—¿Hasdichoquevaisasalirabuscarlaestanoche?¿Conel tiempocomo

está?¿Noseráporelbosque?—AntesiréconmisuperiorainterrogaraMikel—contestóYolanda—.Siél

no sabe nada, tendremos que salir a buscar a Beatriz por donde haga falta.Aunqueesténevando.Peroantestenemosqueagotartodaslasopcionesquenosquedan.

LoschicosdijeronaAmanequenosemolestaraenhacerlesnadadecomer.Preferían,dadalainminenciadelallegadadelcaboOrtiz,cogeralgo,cualquiercosa,parapoderllevárseloconsigo.

—No servirá de nada que os pida que os quedéis aquí esperándonos,¿verdad?—dijoYolandaconlavistafijaenIván.

Noeraelmomentonilasituación,peroaellatambiénestabaempezandoagustarle el chico. Al principio le pareció un perfecto cretino de ciudad, peroahora,despuésdeunashorasconél,habíaidocambiandodeimpresión.

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—No,noserviríadenada,yalosabes—dijoelaludido.Yolandasuspiróehizoungestoderesignaciónconlosbrazos.—Vale.Yonomeopondré.Peroaverquéopinamijefe.Eleselquemanda,

asíqueharemosloqueéldiga.—Onosdetieneoiremoscontigo—dijoIván,ysonrióporprimeravezen

muchorato.Elsonidodeunmotordegrantamañoprecedióaunbrevesilencioyalruido

deltimbredelapuerta.Amanehizoelamagodeiraabrir,perolaguardiacivilseadelantó.Hizoungestoconlamanoparaqueloschicoslasiguieran.

—Vamos,noperdamostiempo.Afuera,elcaboOrtizestabaresguardadodelanevadabajolacornisa.Aun

así,enelcortotrayectodeltodoterrenoalapuerta,seleveíayamediocubiertodeblanco.Sequitólagorraylasacudiódemalaspulgas.

—Espeordeloquepensábamos—dijoaYolandaalverlaehizoademándeentrarenlacasa.

—No, mi cabo, tenemos una pista consistente.—La guardiacivil no tuvoreparoenmencionarlo.CreyóqueAmanepensaríaqueseestabarefiriendoaloqueellaleshabíadichosobrelasombraquesupuestamentevio—.Selocontarétodoporelcamino.

—Creíaquenohabíasaveriguadonada.—Bueno,esonoesdeltodoexacto.El cabo saludó a Amane desde el umbral. Sus ojos se cruzaron por un

instante.Iváncreyópercibiralgoextrañoenellos.Enlosdelguardiacivil.Peronosabríacómodefinirlo.

—Vosotrosdosnopodéisvenir—dijoaloschicoscuandosediocuentadequetambiénellossedisponíanasalirdelacasa.

—Déjelos,jefe—lerogóYolanda—.Alfinyalcabo,ladesaparecidaessuamigaymehanprometidonoentorpecernos.

—Estábien.Perosihayquehaceralgunaintervención,selargan.Comonome has contado qué has descubierto, no puedo saber qué pasará. Pero que losepan.

De nuevo bajo la cortina de nieve, el cabo y los demás regresaron alvehículo.Yolandasesentóenelpuestodelacompañanteyloschicosenlapartede atrás. Con la reja en medio de ambas zonas de la cabina, parecían dosdetenidos. El enorme motor diesel volvió a rugir. El cabo accionó loslimpiaparabrisas.LacalefacciónestabaatopedesdequesaliódeTreviño.

—Yahoradime,Yolanda:¿quésucede?—TengolasospechadequeBeatriz, lajovendesaparecida,hasidovíctima

deunsecuestro.

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—¿Un secuestro? ¿Aquí, en Otsobeltz? Me resulta inverosímil. Nunca haocurridonadaparecido…

Elcaboenfilólacuestaquebajabahaciaelpueblo.—Eso no podemos asegurarlo —dijo Yolanda—. Los excursionistas que

desaparecieronhacenueveañosnuncavolvieronaaparecer,nivivosnimuertos.Nosabemossilossecuestraron.

—¿Ysospechasdealguien?—Esonolotengoclaroaún.Peroquizálosabremosmuypronto.Alasdoce

vamosaencontrarnosconunchicodelpuebloquetienealgoquecontar.Hasidoélmismoquiensehacitadoconnosotros.SellamaMikel.

—¿Mikel?¿ElhijodeAntón,eldelbar?—Elmismo.—Lesconozcodesdequellegaronalpueblo.Sonbuenagente.¿Nocreerás

quehasidoelchaval?—No.LehehechopensaraAmanequesí,peroestoyconvencidadequeél

nohasido.Aunqueestáclaroquesabealgo.Élmismonoshacitadoenlaiglesiaabandonada.Loquetengaquecontarnos,loignoro.

ElcaboOrtizseparóunmomentolavistadelparabrisas.—¿PorquélehashechocreeraAmanequepodíahabersidoMikel?—Porqueellanoshacontadoquevioestanocheunasombra.Unasombra

que podría haber sido la deMikel.No lo afirma, pero tampoco lo ha negado.Sospechode ella. Sé queusted estará conmigo enque aquí pasa algo inusual.Haceunpardesemanasvienelpuestosucarpetaconrecortesdeprensadelasdesapariciones,delossucesosquehanocurridoenlazonaalolargodelosaños.

—Entonces… —dijo el cabo con voz patibularia—… entonces tambiénsospecharásdemihermano.DondehaestadoAmanehaestadoél.

Bajolanievequecasi tapabaelcristal,conunchorrodeairecálidoqueledabaenplenorostro,Yolandaagachóunpocolacabezaantesdedecir:

—Losiento,perosí,tambiénsospechodesuhermanoFrancisco.

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17

AúnquedabacasiunahoraparalacitaconMikelenlaiglesiaabandonada.Sin embargo, el cabo Ortiz decidió que quería inspeccionarla antes de quellegara el momento de encontrarse con el muchacho. Explicó a Yolanda quenunca había que dejar nada al azar. Si ese joven tenía algo que ver con ladesaparición de Beatriz, aunque la guardiacivil pensará que no era así, quizápodíatenerpensadotenderlesunaemboscadaointentaralgocontraellos.

Dejaron el todoterreno aparcado en un callejón, fuera de la vista desde lafachadade la iglesia y del camino lógicoque conducía a ella desde el bar.Elcaboentróprimero,seguidodeYolandaydelosdoschicos.Elinterioreraunanave diáfana, sin capillas laterales, aunque flanqueada de hornacinas en lasparedes.Tanto éstas como el altarmayor estabanvacíos de cualquier clase deimagenosímbolosagrado.Conelpasodeltiempoyelabandono,lasuciedadsehabía adueñado del lugar. Los viejos bancos de madera estaban tirados ydescolocados, como si hubiera irrumpido en la iglesia un gigante de malaspulgasounamanadadeanimalessalvajes.

Elcaboencendióunapequeñalinternaycomenzóaexplorarlosrecovecos,cualquierlugardondealguienpudierahaberseescondido.Sieraasí,esealguiendebíadeestarmimetizadoconlassombras,porquenohabíamuchossitiosdondeocultarse.Alpasarlaluzporelaltar,viopordetrásdelamesadecelebracionesuna figura, humana en apariencia. Estaba inmóvil, como una estatua.Yolandasacósuarmaycaminóhaciaellamuypegadaaunodelosmuros.Elcabo,sinmoversedesuposiciónnidesviarelhazdelalinterna,sacótambiénsuarmaydijoconautoridad:

—¡Saldeahíahoramismo!Suvozretumbóenelespaciovacío.Noobtuvorespuesta.Insistióenuntono

aúnmásdesafiante,peroelresultadofueelmismo:nada.En esemomento,Yolanda alcanzó el altar por uno de sus laterales.De un

certerosaltó,seplantójuntoalamesayapuntóconsuarmaaldesconocido.Sujuramento,extrañamentecoherenteconunlugarqueunavezfuesagrado,

revelólaverdaddelafigura:—¡Joder,eselCristo!Enefecto,cuandolosdemáscorrieronhaciaellavieronconsuspropiosojos

queelsupuestodesconocidoeralaimagendelCristocrucificado,separadadelacruz,partidaendosmitadesyabandonadaenaquellugar.Lacruznoestabaporningún lado, ni rota ni entera. Sólo quedaba de ella lamarca de haber estadocolgadaenlaparedqueestabatraselaltar.

—Aquínohaynadie—dijoYolanda,notandoaúnelefectodelaadrenalina

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ylapalpitacióndesusvenas.—¿Estaiglesianotienecripta?—preguntóIván.ElcaboOrtizlemiróyasintió.Élconocíaesaiglesiadecuandoeraniñoy,

enefecto, teníaunacripta.Peronuncabajóaellani sabíadóndesehallabaelacceso.

—¿Dónde suelen estar las entradas a las criptas? —dijo Yolanda,preguntándoselomásasímismaqueasuscompañeros.

Loscuatrosepusieronabuscar,cadaunoporunlado.YolandaeIvánconlaslámparas de susmóviles.Alfredo, que tenía unmodelo desfasado, con la casinulaqueemergíadelapantalladelsuyo.Alpocorato,laluzdelteléfonodeIvánseapagó:nolohabíacargadoentodoeldíaysubateríaestabaagotada.

—Putossmartphones…—masculló.No tuvo tiempo de lamentarse.Yolanda dio una voz para avisarles de que

había encontrado el acceso a la cripta. Era una estrecha escalera a la que seaccedíaporlapartedeatrásdelaltar,dondetambiénsehallabalasacristía.Porsuerte,allítampocohabíanadie.Habíanpasadoporaltoesazonaensuprimerainspecciónpornotenermásqueunaúnicalinterna.

—Yolaheencontradoyyovoydelante—dijoYolandaasusuperior.—Deesonada—negóél.—Esperoqueestonoseaporquesoymujer.—Claroqueno,Yolanda.Esonotienenadaquever.Eresguardiaigualque

yo.Esporqueestoyalmandoytengomásexperienciaquetú,¿entendido?Yolandanorespondió,perosediocuentadequehabíadichounatontería.Se

colocódetrásdelcabo,conlapistolareglamentariabienapretadaensupuño,ycomenzóabajardetrásdeélsindejardemirara los traicionerospeldaños.Lapiedra estaba gastada por los siglos de pies hollándolos arriba y abajo. Elsubterráneo no era muy profundo. Olía a humedad reconcentrada, gélida,formandounaespeciedebrumaquecalabaenlapiel.

Abajo, el cabo recorrió el espacio con el haz luminoso. Tampoco parecíahabernadie.Esacriptanoeramásqueunagruta,queaYolanda le recordóalsótano de Amane. Al igual que en la iglesia, por encima, no había imágenessagradas, aunque sí algunos símbolos cristianos grabados en la roca ysemiborradosporel tiempoy lahumedad.Además,alguien loshabíamarcadocon un martillo, un escoplo o algún otro objeto punzante con intención dedestruirlos.

Elúnicolugardondepodíahaberalguienescondidoeradetrásdelaltardelacripta.ElcabolocomprobóyvolvióconYolanda.

—Subamos—dijo,terminadaparaéllainspección.Mientraslohacían,Yolandamirólahoraenlapantalladesumóvil:erasya

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las once ymedia. No quedabamucho para la llegada deMikel. Si es que deverdadsepresentaba.

—Volvamosalcoche—dijoaloschicos,yaarriba.—¿No nos quedamos aquí a esperar a Mikel? —preguntó Alfredo, que

empezaba a recuperarse del estado en que había quedado sumido desde suencuentroconelmuchacho.

—Es mejor que él no nos vea. Vigilaremos la puerta desde lejos y sóloentraremosalahorafijada.Podríaarrepentirsedehablarsisesienteacosadooamenazadodealgúnmodo.

TambiénMikelmirólahora.Lohizoenelrelojdeparedquesuabuelateníaenlasaladeestardonde,esatarde,recibióaYolandayalosforasteros.Sesentíamuynervioso.Contabalosminutoscomosipudieraacelerarlosconelpoderdesumente.Suabuelaestabasentadaenunabutaca,aunlado,ensilencio.Pocoantes—despuésdeestarconArantxayencuantopudozafarsedelcontroldesupadre y marcharse del bar— habían estado hablando del pueblo, de losforasteros,deAmaneydePacoOrtiz.

YdeloqueMikelibaahaceresanoche.Estabatododicho.Lahoraseacercaba.Elmuchachoseacercóalaanciana,

seinclinóhaciaellaylediouncariñosobesoenlafrente.—Mevoy.—Suerte,hijo.Todosaldrábien.Mikelrespiróhondo.Cogiósuabrigodelrespaldodeunadelassillas,donde

lohabíadejadoalllegar,yselopuso.Apesardelcálidointeriordelacasa,latela del abrigo seguía mojada en algunas partes. Ojalá tuviera uno de mejorcalidad, pensó. También, antes de irse, pensó un momento en Arantxa. Eranamigos, quizá algomás, pero no novios. Se gustabanmutuamente, de eso nocabíaduda,peronocompartíanmuchoalmargendesusescarceosrománticos.ParaMikeleraobvio,inclusoeneso,quenoencajabaenaquelpueblo.

Aunqueesanochehabíasidodistinto.Enlaiglesia,lamismaiglesiaalaqueiba a ir ahora con un propósito tan diferente, se bebieron las cervezas, sesumieronenelarrullodelalcohol,alquenoestabanacostumbrados,yacabarontumbadossobreunbancotocándoseyacariciándose.Nohicieronelamor,peropor primera vez Mikel sintió algo especial en ella; como si algo hubieracambiadoydesearaestarconéldeunmododiferente.Poresolecontópartedeloque ibahacermás tarde, esamismanochey en esemismo lugar.Nopodíadecirle toda laverdad,pero tampocoquisodejarla almargen.Arantxa ledabaahoraunafuerzaqueantesnohabíasentido.

Cuando el chico se fue, la anciana se levantó del sofá y caminó despaciohastalapuerta.Lacerróconllaveycorrióelpasadordelcerrojo.Tambiéncerró

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bien la puerta que daba a la parte de atrás, en la cocina. No tenía sueño—yaunquelotuviera,nopodríadormirhastaqueMikelregresara—,perolomejorera acostarse y quedarse a solas con sus pensamientos, en la oscuridad.Esperando.

Sepreparóunvasodelechecaliente,conunpocodemieldetomillo,yselollevó a la habitación. Lo dejó en lamesilla de noche y se quitó la ropa paraponerse el camisón.Cuando la tela de éstedejódevelar susojosy su cabezaemergióporelcuello,loqueviolehizodaruntraspié.Nocayóalsueloporquese topó con el armario por detrás. Lo golpeó con los huesos viejos y casidescarnadosdesuespalda.

Una figura entre las sombras, recortándose ante la única ventana, laobservaba de pie, inmóvil, frente a ella. Se sentó lentamente en una silla, sindecirnada.Noseleveíasurostro,perolamujersabíaperfectamentequiénera.

—¿Quéhaces aquí? ¿Cómohas entrado?—dijo con la voz trémula—.Hehechotodoloquemepedisteis,puntoporpunto—protestó.

—Losé—respondióunavozserenaymasculina.—Entonces,¿porquéhasvenido?Dímelo.—Esloquemehanordenado.Losiento.Lamujercomprendió.Sesentóenelbordedelacama,conscientedequeno

podíahacernadaparacambiarsudestino.Suspensamientosvolaronalaúnicapersonaenelmundoqueleimportaba.

—¿YMikel?—¿Mikel?—repitió la sombra—.No tienes que preocuparte por él, no le

pasaránada.La mentira caló hondo en la mente de la mujer. Uno cree, más que en

cualquierotracosa,enloquequierecreer.—Esoesloúnicoquemeimporta—aceptólaanciana,ysetumbósobreel

colchón,bocaarriba,conlasmanoscruzadasenelpecho.Cerrólosojos—.Porfavor,sólotepidoqueseasrápido.DileaMikelquelequiero.

FueYolandaquienlovio.Aúnfaltabanquinceminutosparalamedianoche.Apenas se podía distinguir quién era la figura que entró huidiza en la iglesia,pero por su forma de moverse y por el hecho en sí de entrar en el desnudotemplo,teníaqueserMikel,queseadelantabaunpocoalahora.

—Mi,cabo, ¡ahíestáelchico!—dijoaJoséMaríaOrtiz,señalandoconeldedo—.¿Vamosya?

—No: esperemos a la hora convenida. Si llegamos antes o después podríaasustarseoimpacientarse.

A Yolanda le pareció perfectamente razonable la decisión de su superior,aunqueporellahubiera idode inmediatoaencontraseconMikel.Empezabaa

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afectarle la tensión de la espera. Si hubiera dependido de ella, aMikel no lehabríaocurridoloqueleocurrió.

Cuando el muchacho entró en la iglesia, se dirigió al altar. Se sentó pordetrás, en espera de que aparecieran la guardiacivil y los amigos de la chicadesaparecida.O,másbien,forzadaadesaparecer.SecolocóaunladodelCristopartido, observándole con una sensación extraña. ¿Era aquella, en realidad, laimagendelhijodeDios?¿HabíarealmenteunDiosbuenoyjustoquevelabaporlossereshumanos?Alavistadeesaimagenrota,antañovenerada,parecíaqueno.

Ajenoatodo,sumidoporcompletoensuspensamientos,sólooyóelruidoasuespaldacuandolapersonaquelohabíaproducidoestabayamuycercadeél.Sevolvió,conmiedoenlosojos,yvioqueeraArantxa.

—¿Qué…quéhacestúaquí?—dijo,levantándosealgomáscalmado.—Hevenidoaverte.Esta tardemeparecióqueestabasunpoco tenso.Me

quedépreocupada.Poresohevenido.—¡Puestienequeirteahoramismo!—dijoMikel.Ella no le hizo elmenor caso. Se acercó a él y le abrazó para besarle.Al

hacerlo,lefueempujandohacialapartedelanavequellevabaalasacristía.—¿Mequieres,Mikel?—lepreguntó.Elchiconoseesperabaeso:nielbeso,tanapasionado,nimuchomenosla

pregunta.—Yo…Claro.Claroquetequiero.Depronto,doshombresaparecieronpordetrás.CuandoMikelsediocuenta,

ya era demasiado tarde para huir. Ambos se abalanzaron sobre él sin darleninguna opción.Arantxa se separó, con una sonrisa en los labios.Uno de loshombresleagarrópordetrásyle tapólaboca.Eramuyfuerte.Elotrollevabaunacuerda.EraelpadredeArantxa.Ladesenrollóylalanzóhacialoalto.Tuvoquehacerlodosveces,bajolaaterrorizadamiradadeMikel.Lacuerdapasóporencimadeunaviejavigay,alvolverabajo,vioquesuextremoteníaunasoga.

Intentógritar,perolatenazadelhombrequeloaprisionabaseloimpidió.Serevolvió,pataleó,diocodazos,intentómorderle.Todosinelmenorefecto.

Sólopudodarungrito,quenadieoyófuera,cuandosubocaquedólibreuninstante mientras le ponían la soga al cuello. Después, ante la mirada fija eimpasibledeArantxa,unfuertetiróndelacuerda,uncrujidodesunucaysusojosdejarondeverparasiempre.

Afuera, el cabo Ortiz y Yolanda vieron entrar a Arantxa en la iglesia.Faltabantodavíaunosminutosparalasdoce.Laguardiacivil,quenolaconocía,quisoseguirla,perosusuperiorvolvióaretenerla.

—Esa es la noviadel chico.Aúnno es la hora.Esmejor que les dejemos

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solos.Aregañadientes,Yolanda tuvoqueobedeceryesperara lasdoceenpunto.

IványAlfredonodijeronnada,aunqueporellostambiénhubieraidoya.Desdeel interior del todoterreno, aislados por la chapa y el cristal, rodeados de laventiscaylanieve,noescucharonningúnsonidoqueprovinieradelaiglesia.

Los últimos minutos pasaron como si fueran horas. El cabo tenía justodelanteelrelojdelsalpicadero,queibaenpunto.

—Ahorasí.Sonlasdoce.Vamos—dijoalfin.Ajenos a lo que acababa de ocurrir o lo que podían encontrar, los cuatro

bajarondelvehículoyseencaminaronalaentrada.El cabo no encendió la linterna hasta que todos estuvieron dentro. En una

primeravisual,noparecíahabernadie.NiMikelniArantxa.AIványaAlfredoelcorazónlesdiounvuelco:¿sehabríaarrepentidoelmuchachoderevelarlesloquesabía?Pero,¿ydóndeestabasunovia?¿Quizáen lapartedeatrás, laquecomunicabaconlacripta?

El haz de luz seguía recorriendo la nave, reflejándose en el polvo ensuspensión.Yolandallamóenvozaltaalmuchachounpardeveces.Fueellalaquevioalgoquenocreíahabervistoantes,ensuanteriorvisitaalaiglesia:unacuerda tensa que cruzaba el altar en diagonal. Pidió a su superior que lailuminaraensubase.Estabaatadaaunode lospesadosbancosdemadera.Laluz lasiguióhaciaarriba.Primeroaparecieronunospies, luegounaspiernasy,por fin, un cuerpo completo. Uno de los pies hizo un repentino movimiento,comounleveespasmo.

—¡Mikel!—gritólaguardiacivil.Reaccionóalinstante.Corrióhaciaelbancodondeestabaatadalacuerday

sepusoaintentardeshacerelnudo.—¡Ayudadme,aúnestávivo!Tiradde lacuerda—pidióa loschicos,para

queMikelnocayeraaplomo.Liberadoelnudo,fueronbajandoalmuchachoconcuidadohastaqueelcabo

Ortizlorecogióensusbrazosylotendióenelsuelo.Lequitólasogadelcuelloypusosumanoaunladoparacomprobarelpulso.Susvenasnopalpitaban.

—Estámuerto—anunció.Enesemomento,oyeronunaespeciedegemidoagudo.Proveníadeunlugar

dondehabíavariosbancosdemaderacruzadosyapilados.Aldirigirlaluzhaciaallí,vieronalajoven,aArantxa.Estabaacurrucada,conlosojosmuyabiertos.Parecíaaterrorizadaporcompleto.

Suactuaciónhubieraengañadoalmismodiablo.Yolandasupusoquehabíapresenciadoloshechosyporesoestabaasí,enestadodeshock.Seleacercóyseagachóasulado.Lepusounamanoenelhombroytratódeconfortarla.

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—Tranquila.Yapasótodo.

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18

Ante la consternación de Alfredo y de Iván por la inesperada muerte deMikel,YolandavolvióconArantxay la sentóenunode losviejosbancos.Sequedó a su lado.La joven, apenas una adolescente, parecía incapaz de hablar.Perovayasilohizo.

—¿Quéhapasado,Arantxa?ElqueselopreguntófueelcaboOrtiz,quelesconocíaaellayasupadre

desdehacíamuchosaños.—Yo…—Esimportante,Arantxa.¿SabesporquésehasuicidadoMikel?Elguardiacivildabaporhechoesacircunstancia.Lachicasoltóunascuantas

lágrimasyluegocontestóconunahogado:—Sí.Todossemiraronconexpectación.ApesardelamuertedeMikel,quizáaún

pudieranaveriguarloquefueraqueibaacontarles.Siesesaerasuintención,ynosólomatarseenlaiglesiaporalgunarazóndesconocida.

—Dinos,¿porquélohahecho?—continuóOrtiz,convozsuave,intentandonopresionarla—.¿Tienealgoqueverconlachicadesaparecida?

—Sí.Él,él…—¿Él…?—Fueélquienlasecuestró.Larevelacióncayócomounabomba,aunqueenlugarderuidoprovocóun

atronadorsilencio.—¿¡Estáviva?!—gritóAlfredo.ElcaboOrtiz lemirócondesaprobación,pero repitiósupreguntaconmás

tiento.—Arantxa,¿estávivalachica?—Cre…creoquesí.Alfredo liberó toda su tensión con un largo suspiro. Iván se inclinó y se

apoyóensuspropiasrodillas.Loúnicoqueimportabaahoraeraencontrarla.—¿Sabesdóndelatiene?–preguntóunavezmáselcabo.—No.Esonoquisodecírmelo.Yolandaselevantódelbancoysearrodillójuntoalcadáverdelmuchacho.

Aúnestabacaliente,apesardelfríoheladorquetambiénreinabaenlaiglesia.ElcaboOrtiz,depiejuntoaella,lailuminóconlalinterna.Laguardiacivilbuscabasignos de forcejeo o de violencia, al margen de las marcas en la piel y lacontusiónprovocadaenelcuellopor lasoga.Noparecíahabernadaextrañoaprimeravista.Siesquelohabía, tendríaquedeterminarloelforensecuandole

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practicaralaautopsia.—¿Peroqué…?AlexaminarunadelasmanosdeMikel,Yolandaencontróunpapelaferrado

dentrodesupuño.Loabrióy locogióconsumocuidado.Estabadobladodosveces,enformadeunpequeñocuadrado.Antesdedesplegarloselomostróasusuperior,quelehizoungestoparaqueloexaminaraellamisma.

—¿Quées?—dijoIván.—Aúnnolosé…Yolanda se puso en pie.Miró haciaArantxa, que negó con la cabeza. Un

poco por delante del cabo y los dos chicos, que miraban sin perder detalle,desplególapequeñahoja,unapáginadeunalibretacuadriculada.IbadirigidaaIványaAlfredo.Conletratemblorosaeirregular,Mikelhabíaescrito:“Ospidoperdónporloquehehecho.Nohepodidoevitarlonisoportomáslavida.Tengoquemorir.YosecuestréavuestraamigaylallevéaunesconditequetengocercadelasruinasdeOchate.Esunacuevaquedescubríhacetiempo.Aellanolehehechoningúndaño.Pudeevitarlo,peronosésipodríaseguircontrolándome,yporesoprefieroacabarconmivida.Porfavor,perdonadmeysalvadavuestraamiga.Ydecidleamipadrequelosientoyquelequiero.Élnotieneningunaculpadecómosoynideloquehecho”.

—¿CreesaMikelcapazdeesto?—preguntóYolandaaArantxa.Lamuchachaagachólamirada.Parecíaapuntodeponerseallorarotravez.

Habíaalgoquenoqueríacontar.—Arantxa,porfavor,contesta—insistiólaguardiacivil.—Mikelestá…estabacomo locoúltimamente.Medabamiedo.Noséqué

lelpasaba,perohabíacambiado.Estamismanocheintentóviolarme.Lajovenrompióallorar.Yolandavolvióasuladoylaabrazó.Creíasaber

cómodebíasentirse,contodoloquehabíaocurrido.Creíasaberlo,perolociertoeraquenoteníanilamásremotaideadelaverdad.

Antón,elpadredeMikel,sacabaenesemomentolabasuraporlapartedeatrásdelbar.Allíseencontró—setopó,másbien—conPacoOrtiz.Yconlosperros.Sellevóunsobresaltoporquenoseloesperabaaesashoras.Despuésdeunsegundoquietocomounaestatua,saludóaOrtizy,sinperderdevistaalosperros,fuehastaloscubos,queestabanaunlado,protegidosporuntechadodeplásticodelanieve.

Ortizseencendióuncigarrillo.Notuvoquedecirnada.Lebastóconunlevegestocon lacabezaparaque losperros—unadecena—empezaranamoversehacia Antón. Se colocaron cortándole el paso, rodeándole e impidiéndoleregresaralcobijodelbar.

—¡Quéesesto!—gritóelhombrehaciaOrtiz.

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—Creo que ya lo sabes—dijo éste—. Todo tiene un precio, y a ti te hallegadolahoradepagarlo.

Sólo había un pequeño espacio, un hueco mínimo, en el cerco de losanimales. Preso del pánico, Antón se lanzó hacia él a toda velocidad. Logrózafarseysedirigióhaciaelcallejónquedesembocabaenundescampadodelaspostrimerías del pueblo. Los perros le siguieron, acosándole. No les costómucho,porqueAntónapenaspodíacorrersobrelagruesacapadenieve.

Se resbaló un par de veces, se levantó, miró hacia atrás. No se echabanencimadeél.Parecíaqueloempujabanhacialasafuerasdelpueblo.

Sólocuandoestuvoenmitaddelaexplanada,amediocaminodeunazonadeárbolesnomuydensa,elprimerodelosperrossaltósobresuespalda.Lehizorodar por la húmeda blancura.Antón quedó de espaldas, pero tuvo tiempo devolverseparaveralsegundoperrosaltandosobreél.Dioungritóquellegóhastaelpueblo.

En menos de un minuto, las diez bocas despedazaron por completo sucuerpo.Noseveíanadaen laoscuridadde lanoche,perosusangre formóuncharco.Uncharcocálidoyoscuroquederritióvarioscentímetrosdenieve,hastallegaralatierra,parahelarsecomoymezclarseconella.

EnelreversodelpapelqueYolandaencontróenlamanodeMikelhabíaunaespeciedemapaoplano.Mostraba,conindicacionesuntantotoscas,uncaminoyalgunasmarcas.Unadeellaserala torredelavieja iglesiadeOchate,comoreferencia,másallá laermitadeBurgondo,enloaltodeuncaminoy,haciaelbosque cercano, la entrada a la cueva donde Mikel confesaba tener presa aBeatriz.

—¡Hayqueirabuscarlaenseguida!—gritóAlfredo.El cabo Ortiz le miró con una expresión extraña. Antes de que pudiera

hablar,siesqueibaahacerlo,Yolandadijo:—Sí, ¿pero cómo? Con esta nevada ni siquiera podríamos llegar con el

todoterreno.Ivándiounpasoalfrente.—Hayqueirdetodosmodos.Tenemosqueintentarlo.—Es imposible llegar a Ochate—dijo el cabo Ortiz. Su voz era la única

serena—.NiconunhelicópterodeProtecciónCivilsepodríallegarahora.Hayqueesperaramañana,alaluzdeldíayaquepareestanevada.

Alfredo estaba frenético. Hizo unos amplios gestos con los brazos comopidiéndolesalosdemásquesecallaran.

—¡Síquehayuna formade ir!Enel tallerdelpueblohayunquad.Lohevistoestatarde,cuandollevéelcocheparaquelorevisaraelmecánico.

—Conunquad,ybienabrigados, sípodríamos intentar llegaraOchate—

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dijoYolanda.—Nisiquieraalguienqueconozcamuybienlazonapodríalograrlo—objetó

elcabo—.Escasiimposiblenodesorientarseconestanevada.—¡PeroBeatrizpodríamorir!—protestóAlfredo—.Nopodemosdejarlaallí

sola.¿Esquenoloentiende?Elguardiacivilmiróalchicoconfuegoenlosojos.Noestabaacostumbrado

aquelocontradijeran,ymenosunniñatodeciudad.—SesuponequeMikellahametidoenunacueva.Allíestaráguarecidadel

temporal.Aunquenohayacomidoenveinticuatrohoras,esonolavaamatar.Y,en todo caso, no pienso arriesgar la vida de nadie más en estas condicionesmeteorológicas.Puntofinal.

—¡Yoiré!—exclamóIvándepronto.—Teloprohíbo—ledijoelcaboconaspereza—.Simeobligasahacerlo,

tendréquedetenerte.Ahoraqueestoyaquí,esresponsabilidadmíavelarporlaseguridaddetodos.

Yolandanoestabadeacuerdo.Noeraelmejormomentoparaoponerseasusuperior, pero el tiempo resultaba vital; más de lo que él decía. Ignoraban elestadorealdeBeatrizosipodíaencontrarsealbordedelacongelación.Yellosuponiendoqueaúnestuvieraviva,locual,pordesgracia,dudabaapesardeloquedecíalanotaydelaspalabrasArantxa,queseguíasentadaenelbancoconlosojosllorosos.

—Déjemeiramí.Iréconelchico.Hoyhaylunaporencimadelasnubes,yalgoseverá,aunqueseapoco.UsaremoselGPSdemimóvilparanoperdernos.Sólo he estado en las inmediaciones de Ochate una vez, pero soy capaz dereconocersutorresolitariasinproblemas.Y,apartirdeahí,lasindicacionesdelacuevaenelplanoparecenfácilesdeseguir.

Contracualquierpronóstico,elcaboOrtiznovoceónimontóencólera.Selimitóanegarsindecirnada.Cuandohabló,ningunopodíaesperarquefueraadecirloquedijo.

—Sólo te lo permitiré si antes compruebas que el GPS funcionacorrectamente.Porestazonafallamucho,noséporqué.Ytambiénsuelensurgirneblinascomodelanada.IrsinelGPSenordenesunalocura.

Las palabras del cabo hicieron a Yolanda pensar en los militares que, afinales de los ochenta, se desorientaron en la niebla y estuvieron perdidosdurante horas enOchate.No eran inexpertos ni excursionistas con una simplebrújula.Noesquefueraaecharseporeso.Simplementelevinoalamente.

De hecho, no tuvomucho tiempo paramantener esa imagen de la unidadmilitarperdida.Alfredonoibaadejarlascosasasí.EstabahartodequeIvánsesalieraconlasuyayquefuerasiempreélquientomaralainiciativa.Estavezno

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estabadispuestoapermitirlo.—YoacompañaréaconYolanda—dijoconfirmeza.—No, Alfredo. Sé que quieres ir tú, y lo comprendo—dijo Iván—. Pero

ahora no se trata de competir para ver quién gana en esta especie de absurdacompeticiónquetenemosaveces.Yotengoexperienciaenmontaña,séconducirunquadyestoymejorpreparadofísicamentequetú.Esasí.

AYolanda le volvió a sorprender Iván.No imaginaba que pudiera ser tansensato,llegadoelmomentodehacersenecesario.Aquelchicodabaunaprimeraimpresiónmuyequivocada.

—Sí, es verdad, tienes razón en todo —reconoció Alfredo—. Pero sigoqueriendoiryo.

TuvoqueserelcaboOrtizquienzanjaraladisputaafavordeIván.Siyaerauna temeridad lanzarse en un quad, en medio de la noche y con esa nevadainfernal,por los traicioneroscaminosqueconectabanOtsobeltzconOchate, loquedeningúnmodoibaapermitiresqueacompañaraasusubordinadaelmenospreparadodelosdosjóvenes.

ParaAlfredofueduroaceptarlo,peronotuvoalternativa.Alfinyalcabo,loúnico importante era ir en busca de Beatriz. Sentía que su amistad con Ivánestaba rota para siempre, pero eso ahora también carecía de importancia. LeindicóaIvándóndevivíaelmecánico,cercadeltallerylaiglesia,yesperóaqueYolanda comprobara su GPS, que recibió enseguida señal de los satélites yfuncionó a la perfección, no como los suyos cuando se desviaron hacia esemalditopueblo.Lesdeseósuerte,aunqueserioydemalaspulgas.

—Serámejorqueos llevéis la linterna—dijoel cabo,y se la entregóa laguardiacivil.

Todos salieron de la iglesia. El guardiacivil yAlfredo fueron conArantxahastael todoterreno.Elchiconodijonadahastaqueelguardiacivilarrancóelmotor.Lohizoparapreguntarle sino ibaa avisarde lo sucedidoalpuestodeTreviño. Parecía lógico hacerlo, tanto por dar parte de las novedades y de lamuertedeMikel,comopornotificarloqueestabanapuntodehacerYolandaeIván.Aunquenopudieranprestarles apoyo inmediato,debíanestar al tantodelosúltimosacontecimientos.

—Antes llevemosArantxa a casa—dijo el cabo.Y luego, hacia ella, queestaba en parte de atrás—:Acuéstate en cuanto llegues. Si le dices algo a tupadre, pídele que no avise aAntón.Es cosamía comunicarle lamuerte de suhijo.

—Sí,señorOrtiz—dijoArantxaenunhilodevoz.—¡Joder!—exclamóelcaboconelcomunicadordelaradioyaenlamano.Alfredocreyóqueestabarota,oquepasabaalgoconella.Peronoteníanada

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queverconeso.—¿Quésucede?—preguntódesdeelasientodelcopiloto.—Tendremosquevolverluegoalaiglesia.—Enesemomentolecontestaron

desdeelpuesto.ElcabopidióunmomentoyterminódeexplicarseconAlfredo—: No podemos dejar ahí tirado el cuerpo de Mikel. Hay que ponerlo aresguardo.Lobuenoesquehacefríoynoserádifícilencontrarunsitiodondemeterlo.

—¿Leharánlaautopsia?—Escasiseguroquesí,peronolosabremosacienciaciertahastaquelovea

el juez y determine si es necesario o no.A su padre le avisarémañana por lamañana.Noquiero irahoraadarleunanoticia tan jodidamentemalayquenotienesolución.

Volvióalaradio.ElguardiaconelquehablóenelpuestodeTreviñoledijoquelascarreterasestabancortadasdesdehacíaunahora.Enviaríanefectivosdeapoyoencuentofueraposible.Seesperabaqueeltemporalremitieradurantelanoche,enlashorassiguientes,paraluegocontraatacaryseguirenlossiguientesdías.

Almenosunabuenanoticia,pensóAlfredo.—Venga, vamos a llevar a Arantxa—anunció el cabo cuando finalizó su

conversaciónconelguardiadelpuesto—.CuandoprotejamosluegoelcuerpodeMikel,volveremosacasadeAmaneaesperar.Nopodemoshacerotracosa.NosquedaremosallíhastaqueYolandaytuamigoregresendeOchate.

Parecía que iba a añadir “si es que regresan”, pero no lo hizo.NiAlfredoquisopensarlotampoco.Dehecho,visualizóensumenteelregreso,nosólodeYolandaeIván,sinodeellosdosconBeatriz,sanaysalva.Despuésdeloquehabíapasadohastaelmomento,yanoibaaseruntimoratoconella.Iványanoibaaserunfreno.Esoseacabó.

Avelino, elmecánico, estaba viendo una película porno cuandoYolanda eIvánaparecieronantesupuerta.Estabaenbataypordebajodeellaseleveíaelpijama. Ninguno de los dos quiso imaginarse lo que estaría haciendo. Laguardiacivilselimitóamostrarlesuplacayapedirlequesevistiera.

Hubo un momento en que el hombre pareció asustado como un conejo.Yolandaleaclaróquenodebíatemernada,quesólonecesitabansuquad,loquelehizocambiarlaexpresiónporotradeincredulidadabsoluta.

—¿Elquad…?¿Paraquéloquierenahora?La guardiacivil sopesó si debía o no contarle la verdad. En las actuales

circunstanciaslojuzgólomássimple.—Estamosbuscandoalachicadesaparecida.Esteesunodesusamigos.—Ah, sí—dijo el mecánico—. Su otro amigo me ha traído esta tarde el

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cocheparaquelemiraraelmotor.—El caso es que necesitamos su quad para ir hastaOchate.Al parecer, la

jovenpodríaestarallí,dentrodeunacueva.Elhombresacólacabezahaciafueraparamirarelcielo.—¿Nolodiráenserio?—Completamente.Vístase,porfavor.Nopodemosperdertiempo.Iványellasequedarondentro,enelrecibidor,mientraselmecánicoseponía

a toda prisa unos pantalones encima de los del pijama y un grueso abrigo deplumas. Desde allí se veían en la pantalla los movimientos de esculturalescuerposentrelazados,delosqueantessólohabíanescuchadopalabrasobscenasygemidos.Almecániconoparecíaimportarledemasiado.Nisiquierasemolestóenapagarelaparatocuandovolvióconellosparaguiarlesaltaller.

Cruzaronelcallejónyatravesaronlapequeñaexplanadaqueestabadelantedel mismo. El hombre quitó el cerrojo de la puertametálica y la abrió haciaarriba. Las lamas emitieron un quejido a corrosión y falta de engrase, cosainesperada en unmecánico. El quad estaba al fondo, por detrás del coche deAlfredo,queteníaelcapóabierto.

—Van tener que abrigarse bien—dijo elmecánico—.Y yo sólo tengo uncascoparadejarles.

—Los cascos son lo de menos —contestó Yolanda—. Pero sí leagradeceríamos que nos prestara algomás de ropa de abrigo y, si tiene, unosgorrosoalgoconquecubrirnoslacabeza.

—Lomejor es un chubasquero por encima de un buen gorro de lana y elabrigo.Siquieren,tengounpardechubasquerosdepublicidad.Melosregalandeunamarcadeaceites.Gorrostambiéndebodetenerporaquí.

—¿Yalgúnjersey?—No,perolesvoyadaruntrucodemotero:hojasdeperiódicos.Iványaloconocía.Eraunabuenaideayfuncionabaalaperfección.Yolanda

y él se quitaron los abrigos y se metieron, por debajo de la ropa, variosperiódicosdelosqueelmecánicousabaparaponerenelsueloynomancharlotanto.Volvieronaponerselosabrigos,unosgorrosdelanagruesosymugrientosy, por fin, se cubrieron con los chubasqueros, de calidad bastante escasa yplásticomuyfino.

—Meolvidabadelosguantes.Tengounosdelquad,perotambiénlespuedenvalerlosqueusocuandomanejolasherramientas.

Elhombrecogióestosúltimosdeencimadeunmuebley losdelquaddelinteriordeuncajón.

—¿Tienesuficientegasolinaeldepósito?—preguntóIván.—Sí,estáatope.Lohellenadohoymismo.

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Nielchiconi laguardiacivilpensaronquepudieranoserverdad.Pero,dehecho, no lo era: con los escasos litros que quedaban en el depósito era casiimposiblequellegaranhastasudestino.

—Saquémosloafuera—dijoYolanda—.Yoconduzco.—¿Estás segura?—preguntó Iván con cierto tonillo—. ¿Has llevado antes

unquad?Noesnadaintuitivo.Seconducecomo…EllasabíaloqueIvánpretendíaylecortólaretahíladecuajo.—Sí, sí he conducido antes quads y sé perfectamente cómo se llevan, no

tengascuidadoporeso.Vamos,montadetrásdemíyagárratefuerte,notevayasacaerdelasientocuandoacelere.

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19

Amane abrió la puerta con una incongruente sonrisa en la boca. Cuando,despuésde llevaraArantxaasucasa,regresaronelcaboOrtizyAlfredo,yelprimerolecontóquehabíanencontradomuertoaMikel,ahorcadoenlaiglesia,parecióquelecostabacambiarlaexpresióndesurostroaunamásseriaygrave,como sería natural en cualquiera al oír eso. Tampoco le pareció a AlfredoprocedentequeelcabolerevelaraaAmanedetallestanconcretosyespecíficosdelamuertedeMikel.YmenosquehabíanencontradoenunadesusmanosunanotadesuicidioyunplanoqueconducíaaunacuevaescondidacercadeOchate,adondesupuestamenteelchicohabíallevadoporlafuerzaaBeatriz.

Sesentaronenelsalón.Sobrelamesahabíabizcochos,unajarraconlecheyunacafeterahumeante.

—Tomaosuncafécaliente.Ossentarábienymeparecequelonecesitáis—dijoAmane.

—Seagradece—correspondióOrtiz.Mientraslamujerservíaelcafé,dijo:—EsterriblelodeMikel.¿Cómoselohatomadoelpadre?El padre no se lo podía tomar de ningún modo, porque también estaba

muerto.Ortizlamiróunmomentoantesdecontestar.—Aúnnoselohecomunicado.—¿Y eso de que Mikel dibujó un plano en la nota con su confesión del

secuestro? ¿Cómo se le ha ocurrido a tu subordinada, que no esmás que unaniña,intentarllegaraOchateenestanocheinfernal?

Alfredopensóque infernal era unmuybuen calificativo.El Infierno sueleasociarseconelcaloryeltormento.Pero,siexiste,seguramenteseparecemásaunainmensaextensiónheladaysolitaria.

—Ellasabeloquesehace.Nohequeridoimpedírselo.Essuprimercasoyestámuyimplicada.

—Locomprendo.Esperoquelasuertelaacompañe.Yatuamigo—añadióAmanemirandoaAlfredo—.Noqueremosmásmuertes,¿verdad?

LaúltimapreguntaibadirigidaalcaboOrtiz.Éstecogióunbizcochodelabandejadelamesa,lomojóenelcaféy,antesdemetérseloenlaboca,contestóconunlánguido:

—No,claroqueno.—¿Yquéhabéishechoconelcadáverdelmuchacho?ElcaboOrtizcogióotrobizcocho.—Lohemosmetido en la cripta de la iglesia.Allí estará frescoyno se lo

comeránlasalimañas.

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Alfredoestabasintiendonáuseasporlanaturalidaddelaconversación,comosi aquellos dos estuvieran hablando sobre cualquier cosa intrascendente. LaimagendelcaboOrtizdevorandobizcochoslerevolviólastripas.

—Si me disculpan, yo voy a subir un momento a la habitación. Quierocambiarmederopa.

—Sí,hijo,ve,estásdisculpado.Lasonrisaabsurdavolvióa los labiosdeAmane.Lamantuvohastaqueel

chicodesaparecióporelpasillo.Luegosecambiódesillaparasentarseenlaqueestabamáscercadelcabo.Yyanosonreía.

LanieveseguíacayendosobreelCondado,aunquequizáconunpocomenosde intensidad.Las únicas luces que rodeaban aYolanda y a Iván eran el focodelanterodelquady lospilotos traseros rojos.Enelmonótono terreno,el faroapenasservíaparaquenosetoparanconeltroncodeunárbolounpedruscoenmediodelcamino.

Sentadodetrásdelaguardiacivilyagarradoaellaporlacintura,Ivánnotabasindesearlolaexcitaciónalcontactoconsucuerpo.Apesardelagruesacapaderopa,podíanotarunvientreplano,coronadoporunpechomásabundantedeloque dejaba entrever el uniforme. Lo peor era sentir su entrepierna sobre sutrasero. El movimiento había provocado que sus pelotas estuvieran sueltas yfueran rebotandoa cadabache.Esperaba con sinceridadque ellano lonotara,porquenoeraalgoquedieraprecisamentebuenaimpresión.

—¡Mecagoenlaputa!—gritódeprontoYolandapordebajodelanorakyelchubasquero.

Iván sintió que se iba para delante y que sus pelotas se aplastaban. Laguardiacivilhabíafrenadoenseco.Lasruedasdelquadsebloquearonyfuerondeslizandounosmetrosconelvehículogirandofueradecontrol.

—¿Quépasa?—preguntóIván,gritandotambién.NonecesitóqueYolandaseloexplicara.Lovioélmismoporencimadesu

hombro: los perros. Estaban allí, unos diez, mirándoles tan quietos como lostroncosdelosárbolesqueflanqueabanelcamino.

—¡¿Qué…quéhacemos?!—dijoIvánmuyasustado.Nopudoevitarlo.—Yaverásloquehago—contestóellamientrassebajabadelquad.Tiróhaciaarribadelfaldóndelchubasquero,metiólamanopordebajodel

abrigoysacósupistola.Lequitóelseguroydiountiroalaire.Ladetonaciónresonóenelaireconunecoqueparecíainauditoeneseespacioabierto.

Los perros no se movieron un ápice. Iván hubiera jurado que ni siquieraparpadearon.Susojos,encendidosporlaluzdelfaro,seguíanfijoseimpasiblessobreellos.

—Seacabó—musitóYolanda.

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Dio un paso al frente y apuntó a uno de los animales, el que estabamáscerca, en el centro del camino.Acarició el gatillo con el dedo y se dispuso aoprimirlo.Estabaapuntodehacerlocuandoalgoocurrió.Sinprevioaviso,sinelmenor signo de que fueran a moverse ni actuar de ese modo, los perros sedividieronendosgruposcomosifueransendasbandadasdeaves.Semovieronsincronizados,alunísono,ysealejaronaltrotehacialosárboles.

Yolandaesperóunosmomentos,perpleja,yaúnconrecelovolvióaguardarsuarma.AlvolversehaciaIvánvioquesurostroestabadesencajado.Loachacóalmiedo.Yteníarazón.Peronoalmiedoqueellacreía.

Enelpiso superiorde la casadeAmane,Alfredoentróunmomentoen lahabitación de Beatriz antes de ir a la cuya. Sumaleta abierta seguía sobre lacama,ysuscosasrepartidasenunasillaysobrelacómodadelaventana.Sintiórepentinos deseos de notar su olor. Cogió una de sus camisetas y la estrechócontrasurostro,apretadaconambasmanos.

AspiróelaromadeBeatriz,eldulcearomadeBeatriz,ysumentesellenódeimágenesyderecuerdos.Ydeimágenesyderecuerdosdedeseos,durantetantotiempoacalladosensuinterior.

La resolución de que si todo salía bien cambiaría de actitud respecto a surelación con ella, cobró más fuerza. Dejó la camiseta sobre la cama, la miróduranteunossegundosysediomediavueltaparasalirdelahabitación.Volvióalpasillo y continuó por él hasta la puerta de la suya, un poco más adelante.Cambiarseropaerasólounaexcusa.Loharía,yaquelohabíadicho,peroloquequeríaenrealidaderaestarsoloduranteunosminutos.Relajarse,enlamedidadeloposible,sinestarenpresenciadeAmaneydelcaboOrtizysusbizcochos.Descansaryordenarunpocosuspensamientos.

Aúnenelpasillo,escuchóelsonidodeltimbredelapuerta.Estabaapuntodeentrarenlahabitación,perocambiódesentidoparaacercarsealasescaleras.OyócómoAmaneabríaysaludabaaalguien.Eraunavozmasculina.ParecíaladePacoOrtiz.DespuésoyóladesuhermanoJoséMaría.Sutono—eldeambos—eramuyamigable.Alfredonosabíaporqué,perosehabíaimaginadoquesurelaciónnoseríatancordial.Alfinyalcabo,apesardesusdesavenencias,eranhermanos.

Fueloqueescuchóacontinuación,lasfrasesquedijoAmanecreyendoqueélnolaoiría,loqueprovocóquelasruedasdesucerebroseactivaranytodaslasalarmasseencendieran.Comoenunaviejacomputadora, la información tardóunpocoenaflorar.Perocuandotraspasólabarreradelinconscienteparahacerseconsciente,Alfredosetambaleó,sintiólaspiernassinfuerzayestuvoapuntodecaersealsueloporlaimpresión.

—Yafaltapoco.Todoestásaliendosegúnnuestrosplanes,aunqueesechico,

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Mikel,haestadoapuntodecontarleslaverdad.Y,comosabéis,escrucialquenoladescubran.

EsoeraloquehabíadichoAmane.Un repentino chillido,muy agudo, inyectó enAlfredo la adrenalina que le

hizorecuperarlasenergíasalinstante.En el piso de abajo, se oyeron pisadas rápidas. Amane y el cabo Ortiz

corrían.Paco,porsucojera,ibamásdespacio,perolosgolpesdesubastónenelsuelotambiénsonabanacelerados.

Alfredo dejó de oírles. Lo único que sabía con certeza era que no podíaquedarseallí esperandoaque fueranporél. ¿Quiéneraen realidadesagente?¿Locos, secuestradores, una especie de secta…? Aunque no pudiera avisar aIványaYolanda,porquelosmóvilesnofuncionaban,teníaqueescapardeallí.Esaerasuúnicaesperanza:huir.

—¿Quétepasa?—dijoYolandaaIván,queseguíasentadoenelquadconelpánicodibujadoenelrostro.

—¿Nolohas…visto?—tartamudeóél.—¿Verelqué?¿Losperros?LapreguntadeYolandaeraunaobviedad,peronoseleocurrióquéotracosa

podíahabervistoIványquelehabíahechomostraresacaradeterror.Comonofueraunfantasma...

—Uno de los perros…—dijo el chico—. Tenía algo en la boca. ¿Lo hasvistoono?

—No.Estabademasiadoocupadatratandodepegarlesuntiro.Laguardiacivilestabaempezandoaperderlapaciencia.Respetabalasfobias

—ellamismateníafobiaalospayasosporunamalaexperienciaconunexnovio—,peronopodíanperder tiempoahoraconeso.Noibaacogeralchicode lamanoyacariciárselaparaayudarleacalmarse.

—Uno de los perros —repitió Iván— tenía… sangre. En la boca, en losdientes…Yhabíaalgomás.

—¿Sangre?—dijolaguardiacivilsorprendida.—Ytambiénuntrozodetela.Ensangrentada.—¿Estásseguro?¿Nopuedehabersidounamalapasadadetumente?Atite

danmuchomiedolosperros,¿verdad?—No,Yolanda.Sí,medanmuchomiedolosperros,peronoeseso.Cuando

túestabasahídelante,conlapistola,mequedéparalizado,peroséloquevi.Elfaro iluminaba al perro directamente. Es uno de los que se han ido hacia laderechaparameterseentrelosárboles.

ElruidodelmotorenmarchadelquadresonósobreelsilenciodeYolanda.Eramalasunto.SiIvánhabíavistoenrealidadaunperroconlabocallenade

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sangre,esopodíasignificar tantoquecazóaunanimalcomoquesepeleóconotroperro.Peroeltrozodetelanopodíaserdeunanimal.Sihabíaprobadolasangre humana, querría volver a probarla, como sucede con las fieras de loscircos.Aunasí,tratódequitaryerroalasuntomientrasgrababaensumentequelapróximavezyanodudaríaendisparar.Ynodudabaquehabríaunapróximavez.

—Habrá cazado algún bicho, o mordido a otro perro. Vamos, no nosquedemosaquí,noseaquevuelvan.

—Sí—dijoIvánenunhilodevoz.Yolanda comprobóque elGPS seguíadando laposición.Si losdatos eran

correctos, ya no les quedaba mucho para llegar a Ochate. La luz del faroaumentóde intensidadcuandovolvióalquadygiróconenergía elmandodelacelerador. Las ruedas patinaron antes de adquirir tracción. La nieve caía conmenos fuerza, pero, en contrapartida, el frío estaba aumentando. Y el vientointensificabaesasensacióndesapacibleyheladora.

Si había algo que Alfredo hubiera necesitado en toda su vida, era, justoahora,pensarconrapidez.Élestabaenelpisoaltodelacasa.AmaneylosOrtizestabanabajo.Teníaunpequeñoylimitadoabanicodeopciones:saltarporunaventana,conelriesgoderomperseunapiernaoalgopeor;bajarporlasescalerassinhacerruidoeintentarganarlapuertadelacalleantesdequeadvirtieransupresencia; esconderse y esperar que lo le descubrieran, ocultarse con algocontundenteporsiloencontraban…

Esta última opción resultaba inopinada, teniendo en cuenta que eran trescontraél,yunodeellosguardiacivil,loqueimplicabaunarmareglamentaria.

—¡Vamos,vamos!—sedijoasímismoensususurrovehemente.La idea apareció en su mente como si no tuviera nada que ver con las

opciones que estaba barajando: el sótano. No iba a saltar por la ventana ni aesconderse.Sillegabaalexteriordelacasa,noseríadifícilqueledierancaza,porqueelfríoeramuyintensoynoteníadóndecobijarse.

—¡Laiglesia!Ahoradosposibilidadespugnabanporvencermientrasleshacíanperderun

tiempoprecioso.Ganólaiglesia.Enlacriptahacíafrío,peronocreíaquepudieracongelarse.

Nitampocoquelobuscaranallí.Noeraalgoseguro,perosímejorquemeterseenlaratoneradelsótanodeAmane.

Fue bajando por las escaleras con tiento, evitando ruidos o crujidos de lamadera, muy pegado a la pared, donde los escalones eran más sólidos. Aldescender, empezó a escuchar de nuevo un murmullo que, poco a poco, setransformóenlasreconociblesvocesdeaquellosmalnacidos.Habíaunamás,la

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agudaquedebíadeperteneceralamadredeAmane.Laancianaimpedidadelaque había hablado esa tarde. Tuvo que ser ella la que gritó. Pero ¿por qué lohizo?

Yacasiabajo,distinguióalgunaspalabrassueltasyfragmentosdefrases:“losabe”,“lacueva”,“esachica”,“Ochate”,“elmomento”,y,conmásclaridadqueningunaotra,“noledejéisescapar”.

Peroesoera justo loqueAlfredoseproponía:escapar.Olvidóelsigilo.Seagarróalbordedelabarandillaydiounsaltocontodassusfuerzas.Giróenelaireyseplantóenelpasillo,mirandohacialasalida.Corriósinpensarnimiraratrás.

El chillido se repitió, aún más estridente que el primero. Se oyeron otrosgritos.PeroAlfredollegóalapuerta.Sóloenelmomentodetratardeabrirlasediocuentadequeestabacerradaconllave.Noquisovolverse,peroleasaltóeltemordeque,antesdepoderdarselavuelta,recibiríauntiroenlaespalda.

Sobreelcielocasinegro,aunoscentenaresdemetrosdedondeestaban,latorredelaviejaiglesiadeOchatesedibujócomounamoledepiedraentrelassombras;comouncentinelaimpertérritoalpasodeltiempoylaspenuriasdelasgentesqueallíhabitaron.Sóloesatorreseguíaenpie,testigoorgullosodetodoslos acontecimientos que el ser humano, a posteriori, había interpretado omalinterpretado,sobre losquesehabíadicho laverdad, fantaseadoomentido.Sóloellasabíatodalaverdad,perodenadaservía:nuncapodríacontarla.

Yolanda detuvo el quad y apagó las luces. Quería dejar que sus ojos seacostumbraranalaoscuridadparaconfirmarquesetratabadelatorrealaquesedirigían.SegiróhaciaIván.

—¿Laves?—Sí:esadebedeserlatorredeOchate,¿no?—Loes.Queríaconfirmarquemisojosnomeengañaban.Labrevesensacióndevictoriasequebródeunmodoabrupto.Derepente,el

motordelquademitióunaespeciedequejido,petardeóunpardeveces,volvióaquejarseyseparó.Elsilenciohizoqueseescucharalabrisa.Casinonevabaya.Esoeraloúnicopositivo.

—¿Quéhapasado?¿Sehajodidoelmotor?—preguntóIván.—No,nosehajodido—dijoYolandaconunavozquedabamiedo—.Hijo

deputa…—¿Entonces…?—Eseputomecániconoshaengañado.Eldepósitosehaquedadoseco.—¿Nohayunindicadorounaluz?—No. Yo no he visto ninguna luz. Pero el depósito está seco. No es la

primeravezquemequedosincombustible.

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AIvánlevinoalamemorialatardedeldíaanterior,cuandotodocomenzóconlanecesidadderepostar.Élhabíasidoquiendijoquetomaranladesviaciónque,alapostre,lesllevóhastaOtsobeltz.Podíanohaberlavisto,haberlodichotarde…Unapequeñadecisiónpuedecambiarmuchascosas.Cambiarlotodo.

—¿Quéhacemosahora,Yolanda?—Seguirapie.¿Quéotracosapodemoshacer?Estamoscerca.—¿Ylosperros?Caminandosomosunapresafácil.—Quelointenten.

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20

—¡Noledejéisescapar!—gritóAmane.Alfredoya sehabíadado lavueltayaúnno teníaunbalazoen laespalda.

PeronoporqueelcaboOrtiznohubieratenidolaoportunidad.Desdeelfondodel pasillo, le apuntaba con su arma mientras avanzaba lentamente hacia él,secundandodesuhermanoPacoyseguidode lamujer.Pordetrásseveíaa laancianamadredeAmaneensusilladeruedas.

—Chico,quédatedondeestásynotepasaránada—leordenóelguardiacivilconsuvozseca.

¿Quéotraopciónteníasalvoobedecer?Elpasoalsótanoestabacortado.Lapuerta de la calle, cerrada con llave. Estaba desarmado contra un tipo quellevabaunapistolaysabíautilizarla.

—Nomedispare,porfavor—fueloúnicoqueseleocurriódecir.Cada vez estaban más cerca de él. Si había algo que pudiera hacer, si la

iluminación podía aún llegarle —o más bien, ocurrir un milagro—, que seprodujeraahoraonunca.

Yllegó.Alfredo no sabría decir cómo, pero se dio cuenta de que a su derecha, no

muy lejos, quedaba la puerta de la biblioteca. Si semovía con rapidez, quizápodría llegar a ella antes de que el cabo tuviera tiempo de reaccionar. O, almenos,conunmovimientobrucotendríalaopcióndeevitareldisparo.

Osequedabaquietoyobedecíaaaquellosmalnacidosoactuaba.Ya.—¡Alto!—gritóelguardiacivil.Alfredo había dado un repentino salto hacia delante. El sonido de la

detonación llenó el ambiente. La maldita vieja volvió a chillar. El humo delcañóndelapistolanublóporuninstantelavistadelcaboOrtiz.Aldisiparse,elchiconoestabayaenelpasillo.Corriótrasélhacialabiblioteca.Seescuchóunruidodecristales.

Cuandoelguardiacivilllegó,seguidodeAmaneydesuhermano,laventanaestabarotayunasombracorríaatodavelocidadhacialanegruranevada.

La torredeOchate, sombríay solitaria, fueparaYolandae Ivánel refugioansiadotrasunatravesíaporuninmensodesiertohelado.Lasgentesdelaregióndecían que no se debía entrar, que amenazaba ruina y podía desplomarse encualquiermomento.Ydebíadeserverdad,perosihabíaaguantadosiglosenpie,noibaacaerseprecisamenteesamadrugada.

Volvíaanevarenesanochesinfinenlaqueloscielosparecíancastigaralmundo.Laprimeraenentrarenlapartebajadelatorre,dondenohabíahojaenlapuerta,fueYolanda.Tuvoqueusarlalinternadesumóvil,alquequedabaya

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muypocabatería,parailuminarelinterior.LalinternaquelesdioelcaboOrtiznofuncionaba.Teníapilas,peronofuncionaba.

Enelinteriordelatorrenohabíanadaconloquehacerunapequeñafogata,ycualquiermaderatraídadefueraerainservibleporlahumedad.

—Nosquedaremosunosmomentosaquíaresguardo—dijolaguardiaasucompañeromientras se sacudía la nieve del chubasquero—.Y quiero estudiarunavezmáselplanodeMikelparaorientarme.

Ivánsedejócaerenunaesquina,lamásalejadadeladesprotegidapuerta.—Laermitaesa…comosellame…—Burgondo.—Eso, la ermitadeBurgondoquedamásomenoshaciaelnorte.Hacia la

izquierdadelapuertaporlaquehemosentrado.Debedehaberuncamino.—Pero el camino, aunque esté ahí, no se verá con esta nevada—protestó

Yolanda.—Yalosé.Nopodremosseguirlo,perolaformadeloslateralesnosdaráuna

pistadedóndeestá.—La“formadeloslaterales”—repitióYolandaconsorna—.Sevequeeres

todounhombredecampo.Fuelaprimeravezqueambossonrieron.—Sí,bueno,perocreoquepodríafuncionar.—Detodosmodos,Iván,nosvamosaquedaraquíunrato.Casinollegamos,

ydepocoíbamosaserviraBeatrizsinosconvertimosenmuñecosdenieveporelcamino.

—Tienes razón —convino el chico, y la miró de un modo extraño—.¿Sabes?Antes tedijequenohabía tenidonadaconBeatriz.Escierto,peronoporquenolointentara.SospechabaqueellayAlfredohabíanestadojuntos,poresomeenfadéantescuandoélloreconoció.

—Esoahoranotieneimportancia—dijoYolanda.—Sóloqueríaquelosupieras.Seguía mirándola de ese modo un tanto desconcertante. Sólo cuando él

desviósusojoshacia lapuerta,por laqueentrabaunamínimacantidadde luzdelexterior,elladijounsencillo:

—Vale.Pasaronunosminutosensilencio,sentadosenesquinasopuestas,tratandode

recuperar fuerzas y en espera de que la tormenta amainara. Iván estaba comoretraído,absorto,conlamiradaperdidaenelresquiciodeluzquelalinternadelmóvildeYolandaarrojabaenel suelo.Era lopocoqueescapabadelpapeldeMikel,dondelateníaenfocada,ypasabaentresusrodillas.

Casisinquesedierancuenta,elvientosehabía idohaciendopocoapoco

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menosintenso.Lasráfagas,queavecesentrabanenlabasedelatorrecomosiungigantesoplaradentroasucapricho,empezabanaespaciarse.

—Oye,Iván.Laguardiacivilhabíaterminadoderepasarelplanoyapagadoyalalinterna

delmóvil.—¿Sí?—¿Túcreesenlasleyendasquesecuentansobreestepuebloabandonado?Elchicoencogióloshombrosenlaoscuridad.—Ayernisiquierasabíaqueexistiera.—Merefieroacosascomolaspsicofonías,elespiritismo,losfantasmas,las

maldiciones…todoeso.—No.¿Ytú?Yolandasedemoróuninstanteencontestar.—Yotampoco.ElcaboJoséMaríaOrtiznotardómuchoenseguiraAlfredoporlacuesta

nevadaqueconducíaalpueblo.Adiferenciadelchico,élnolohizocorriendo,sinoeneltodoterrenodelaGuardiaCivil,acompañadodesuhermanoPaco.Enla casa, Amane hacía una llamada telefónica a otra casa de Otsobeltz. A lapersonaquedescolgóalotroladodelalíneasóloledijoquehabíaunpequeñocontratiempo,remarcandolodepequeño.LuegocolgóyvolvióaponereldiscodelaApassionata.

—¿Adónde crees que irá esemaldito chico?—dijo Paco en el asiento decopiloto—.Noconsigoverle.

—¡Ahíestánsushuellas!LaremisióndelanevadajugabaencontradeAlfredo.Lacantidaddecopos

quecaíaahoranobastabaparaborrarlasmarcasdesuspisadasantesdequesusperseguidorespudieranverlasconlaslucesdelcoche.

—Parecequesedirigealaentradadelpueblo—apostillóelguardiacivil.—Noimportaadóndevayanidónde intenteesconderse:osecongelao le

encontraremos.PeroAlfredonoteníaintencióndepermitirqueocurrieraningunadelasdos

cosas. A cierta distancia, oyó el ruido del potente motor diesel y le llegó elreflejo de sus faros. Eramuy consciente de su situación. Lo único que podíahacererabuscarcobijoenelbardelpadredeMikel.Habíanasesinadoasuhijo—ahora lo tenía claro—,ypor esonocreíaqueélpudieraestar compinchadoconAmaney losdoshermanosOrtiz.Teníaqueayudarle.Quizáél tuvierauncoche.Quizáleescondieraolesacaradelpueblo…

Ya a nomucha distancia, jadeando por el esfuerzo y elmiedo, vio que elletrerodelbarnoestabailuminado.Eramuytarde,Antóndebíadehabercerrado

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hacíatiempo,asíquetendríaqueirporlapartedeatrásyrezarporquehubierauntimbreparallamarysacaraldueñodelacama.

Corriólomásvelozmentequepudo.Alllegaralaalturadelbar,lorodeóporelcallejónlateralysiguióhacialapartedeatrás.Allínohabíamáscasas,sólounaextensiónoscura.Alfondoserecortabanunosárbolesdifusossobreuncielocasinegroquelaluzdelalunaaduraspenaslograbaatravesar.

El coche de la Guardia Civil se acercaba. Frenético, Alfredo buscó elllamadorde lapuerta trasera.Aun ladoestaban loscubosdebasura llenosdebolsasquedebíanprocederdelbar.Encuanto localizóelpulsador, looprimiócomosilafuerzapudieradarlemásintensidadaltimbre.Resonóenelinterior,unayotravez.Antónteníaqueestaroyéndolo.

Poruninstante,Alfredopensóenloinsensiblequeerapedirquelosalvaraunhombreque,aunqueaúnnolosupiera,acabadeperderaunhijo.

Nadasemovíadentro.Elúnicosonidoeraeldeltimbre.Aunque,dentrodesí,alchicotambiénlellegabaelretumbardeloslatidosdesucorazón.

—¡Vamos!—ahogóungritollenodeangustia.El todoterreno estaba yamuy cerca.Sus luces entraron en el callejóny se

proyectaronmásallá,haciaeldescampado.Noquedabatiempo.Entonces, elmotor se detuvo.Alfredo dejó de apretar el timbre y escuchó

abrirse las puertas del vehículo. Eran dos. El cabo Ortiz, y quién sabe si suhermano Paco, habían decidido seguirle ahora a pie. Paco era cojo, pero JoséMaríaestabaenbuenaforma.Ymásqueél,loestabasupistola.

¿Quépodíahacer?Nohabíadóndeesconderse…Suúnicaoportunidaderacorrerhacialosárbolesalotroladodelallanuranevada.Dedíahabríasidounblanco perfecto, pero en medio de esa madrugada invernal aún tendría unaopcióndelograrlo.

—Sabemosqueestásahí,chico—lellególavozdelcabodesdeelcallejón.Alfredo no quiso pensar en qué haría después. Sólo corrió, con toda su

energía,sinmiraratrás,excitadocomounpurasangrejustoantesdelacarrera.—¡Quieto!Elruidodeunadetonación.Alfredosintiódeprontouncalorabrasadorenmediodelagélidallanura.—¡Iván!Yolandahabíatenidoquerepetirtresvecessunombreparaquesalieradesu

ensimismamiento. Todo estaba oscuro. La guardiacivil no había queridoencenderlalinternadesumóvilparareservarlosúltimosminutosdebatería.

—¿Sí?—dijoélalfin.—Nosvamos.Yanonieva.Ocasi.Iván se levantó con mucha más ligereza de la que nadie hubiera podido

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imaginar,viéndolearrobadoensuesquinaunossegundosantes.—Perdona,estabapensando…¿Sabescuántotiempohapasado?Eranormalperderlanocióndeltiempoenesascircunstancias.—Unpocomásdemediahora.—Beatriz…—musitóelchico.—He estado comprobando el plano y tienes razón, hay que salir hacia la

izquierday subir por una cuesta.Aunquenopodamosdistinguir el camino, lacuestanosguiará.LaermitadeBurgondoquedaaunlado.Aesaalturatenemosquehacerunquiebroymeternos enunbosque.La entrada a la cuevadeberíaestaraunoscienmetros.

Ivánasintióvariasveces.Éltambiénhabíavistoelplanoyestabadeacuerdoconsuinterpretación.Loqueahoralepreocupabaeraotracosa.

—Séquesoyunpesado,pero¿ysiaparecenotravezesosperros?—Sí,eresunpesado.Telorepito:siaparecen,tranquilo,yoteprotegeré.No

tienesproblemaenqueseaunamujerlaquevayaarmada,¿verdad?—No,ninguno—dijoIván,ysonriólevemente.—Puesvenga,noesperemosmás.Laguardiacivilsacósuarma.Apenascaíanyacoposdenievedelcielo.El

viento también había cesado casi por completo. Sólo el frío seguía igual deintensoycortante.

Ella salió primero, con el arma levantada. No parecía haber ningún perrocerca.Aunasí,nolabajó.SequedóaunladodelapuertaydijoaIvánquelasiguiera.

Alsalir,elchicolarozóenlaespalda.Habíaestadomuchotiempoagarradoa ella en el quad,muchomás cerca y en contactomás estrecho—demasiadoestrecho, se dijo, recordando cómo su entrepierna se bamboleaba sobre sutrasero—. Pero ahora sintió algo muy diferente. Se quedó mirándola. Ellamantuvolamirada.Undeseoirreprimiblelaimpulsóaaproximarseyrozarsuslabiosconlossuyos.

Alfredo no sabía si su herida era grave o no, pero siguió corriendo. Si lasfuerzas leabandonaban,que lohicieran.No ibaadejarse llevarporelpánico.Sentíaundoloragudoyabrasadorensuhombroderecho,portodoél,irradiadohacia el brazo y parte de la espalda. Estaba claro que le había alcanzado unabala,aunquenuncapensóquelasensaciónfueraesa.

Tras él se escucharon dos detonaciones más. Las balas le pasaron cerca,silbando, pero no le alcanzaron.Daba igual si estaba herido.Daba igual si secongelabaenelbosque.Nosedejaríaatraparvivo.

Hastasuspensamientosquedaroninterrumpidosdeimproviso.Algoletrabóun pie. Intentó equilibrarse sin conseguirlo. La caída fue inevitable. Dio una

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vueltaporelsuelo,blandoynevado.Porfortunacayósobreelbrazoizquierdoyquedó boca arriba. Tenía que volver a levantarse de inmediato, seguircorriendo…

—¿Qué…?Notoalgojuntoaél,loquelehabíahechocaer.Noeraunapiedra,sinoalgo

relativamenteblando.Movióelbrazosanoparaempujarseyponersedepie,yfueentoncescuandolotocó.Selehelólasangre:eraunacabeza,unacara.Peronoteníapiel,sinoqueeraunaespeciedemasaamorfa,fríaypringosa.

Aunoscincuentametrosdeél,PacoOrtizinstóasuhermanoaseguirle.Peroelcabonoestabadispuesto.Nihabíalamenornecesidad.

—Volverá.Yentonceslecogeremos.Volveráomoriráenelbosque.—Sí, es verdad—convino Paco, y cargó todo su peso en el bastón para

afianzarlo—.Quesemueracomounaalimañaenelbosque.Pero…¿QuédiráAmane?

—Loignoro…Peroconloquesabe,yanonossirve,¿verdad?—Supongoqueno.

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21

—¿Por qué has hecho eso?—dijo Iván cuando Yolanda se separó de él,despuésdebasarle.

—Losiento.Hasido…unmomentodedebilidad.Élnoladejóterminar.Laatrajohaciasíylabesódenuevo.Estaveznofue

unbesoleve,comoeldeella,sinounoprofundoyapasionado.—No es el momento —trató de decir Yolanda, pero prefirió callarse y

disfrutardelbeso.Aunqueeracierto:noeraelmomento.Dehaberlosido,ningunafuerzadel

Cosmos hubiera podido evitar que acabaran desnudos y con sus cuerposentrelazados.Apesardelfríoylaintemperie.Suardorhubierapodidocontodo.

Peroesonopodíaocurrir.Almenosdemomento.Sesepararondenuevoy,comosinadahubierapasado,empezaronacaminarhacialacuestaqueconducíahacialaermitadeBurgondo.Alrededordeellos,aúncercadelatorredeOchate,habíaalgunasconstruccionesbajasenruinas,destrozadas.Apenasquedabanadade las construcciones originales. Resultaba imposible imaginar que en aquellugarhubounavezunpueblo,conpersonas,animales,sueñosydeseos.

—¿Yelbarranco?—preguntóIvánmientrasavanzabanaduraspenasporlagruesacapadenieve.

—Notepreocupes,estáhaciaelotroladodelpueblo—dijoYolanda.—Esperoquenoaparezcanlosperros.—¡Pesado!:siaparecen,peorparaellos.Yolandaapretó lamanoconquesujetaba laculatade lapistola.En laotra

tenía el móvil, que iba encendiendo cada varios pasos para comprobar queseguíanporelcaminoynoseestabandesorientando.

Lasubidaerasuavealprincipioymásintensahaciaelfinal.Aladerechadelcamino, una forma irregular, pero formada a base de líneas geométricas, serecortó contra el cielo.A un lado, en el horizonte, había algo de iluminación.Pero aún eramuy pronto para el amanecer.Yolanda pensó que podían ser laslucesdeVitoria,aunosquincekilómetrosdedistanciahaciaelnoroeste.

—Creoqueahíestálaermita—dijo,apuntandohaciaellugarconelhazdelmóvil,quenollegóailuminarla.

UnsonidoinesperadohizoqueIvánnocontestara.Unescalofríolerecorrióla espalda. Se volvió y, enmedio de la oscuridad, vio dosminúsculos puntosbrillantes.Estabansobreunamasaapenasvisibleeinmóvil.Cuandopudofijarseenalgoquenofueraeso,másalládelosdospuntosbrillantes,sediocuentadequehabíaotros.Todosigualdequietos,comoflotandoenlanegrura.

—¡Ah!

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Elgritoseapagóen lasoledaddelpáramo.SóloaYolanda leprodujounareacción.IluminóaIvány,alhacerlo,losperrosquedaronalavista.Estabanahí,vigilándoles,sinpareceramenazantes.Laprimerareaccióndelaguardiacivilfuedispararcontraellos.Peroluegopensóqueesopodíaserpeorquedejarloestardemomento.

—Iván, no hagas ningúnmovimiento brusco. Ponte delante demí y siguehacialaermita.Yoirédetrás.Siintentanalgo,meloscargo.

—Disparaya,joder.—No,hazmecaso.Esmejorasí.Elmiedoatenazólamentedelchico,quenopodíacomprenderporquéella

nomatabadeunavezportodasaesosmalditosperros.Peroobedecióysiguióavanzandohacialaviejaermitaderruida.Asuespalda,Yolandacomprobóqueles seguíanmanteniendo la distancia, todos en grupo, sin acercarsemás de lacuentayaparentementeencalma.

Esos perros no iban a atacarles, pensó. Y sin saber por qué, terminó esepensamientocon:“tienenotraintención”.

Entreelfríoyeldolor,Alfredocreyóqueyanopodríavolveralevantarse;quemoriría congelado o desangrado, o ambas cosas almismo tiempo.O aúnpeor:quelosOrtiziríanporélyledaríaneltirodegracia.

Peroeldestinonoleteníadeparadoesefinal.Tras unos minutos de extraña calma, como si la desesperación tuviera la

propiedaddeaportarciertatranquilidadalespíritu,sediocuentadequenoibaamorir.Almenos,demomento.Labalasólolehabíarozadoypodíamoverse.Laheridayanolodolíatanto.Lecostómucho,porquesesentíaagotado,perologróponerseagatasymiróendirecciónalpueblo.Habíaalgode luz,mínima,quellegabade la farolaal fondode lacalleprincipalydeunpardeventanas.Nohabíaniunalmaenlacalle.NitampocorastrodelosOrtiz.

Porunmomento,Alfredoseolvidódeesosmalnacidosypensóenelhombremuerto.Omujer.Lamasaquehabía tocadoal caer sólo revelabaque eraunacabezahumana.Gateóhaciaellasinintencióndevolveratocarla.Loquepalpó,con mano vacilante, fue el resto del cuerpo. Lo que quedaba de él. La ropaestabahechajironesyendurecidapor lasangrehelada.Tuvoquecontenerunanáusea de repugnancia cuando sus dedos se introdujeron en una oquedad yrozaronloqueparecíanórganosinternosyhuesosmachacados.

Sedejócaeraunlado.Aquellapersonanohabíamuertopordisparosoporgolpes. Aquella persona estaba medio devorada. Sólo se le ocurría unaexplicación:losperros.

Depronto,elmiedo inundó todosucuerpo,comosi lehubieran inyectadolitrosdeaguahelada.Preferíacongelarseoquelecosieranabalazosantesque

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morircomoaquelinfeliz,comidoporlosperros.Pero¿quéhacíaesapersonaenaquellugar?¿Acasohabíahuidoyllegóhastadondefuecazada?

Quedarseallíoirhacialosárboleseranlaspeoresopciones.Alfredovolvióahacer un esfuerzo superior a sus energías, se puso de rodillas y luego en pie.Caminó tambaleándose de regreso hacia la parte de trasera del bar. Tambiénvolvíaasuideainicialderefugiarseenlacriptadelaiglesia,juntoalcadáverdeMikel.

Pasara lo que pasase, iría allí. Ya no temía encontrarse con los Ortiz. Sumiedoestabaenfocadoenlosperros.Losperros…

—¡CORRE!ElgritodeYolandasemezclóconeldeunadetonación.Unodelosperros

quelesseguíaaellayaIvánsehabíaadelantadodelgrupo.Alprincipiosólounpoco,peroahoraestabaaunpardemetrosde laguardiacivil.Ellasecontuvo.Era capaz de controlar su temor. Sólo cuando el animal abrió las fauces yadquirióunaposturaqueparecíadeataqueinminente,apretóporfinelgatilloylevolólacabeza.

Lossesosdelperrosaltaronentreunchorrodesangreyhuesos.Elanimalsedesplomó en el suelo como un pelele de trapo. Yolanda vio que los otros sealejaban despavoridos. Pero era un truco, lo sabía. Lo intuía. No dudaba quevolverían.

PordetrásdeIván,corriócontodassusfuerzashacialaermitadeBurgondo,yaaescasosmetrosdeellos.Losdosatravesaronlanavecentral,completamentederruida,conpiedrasy fragmentosdeldesplomado techodesperdigadosporelsuelo.Ivánse tropezóconunoyrodósobre lanieve.Sequedóenunaposturainverosímil, retorcido sobre sí mismo y atenazado por el pánico. Yolanda lelevantó al pasar junto a él, le empujó con fuerzay, juntos, se refugiaronen lapartetraseradeloquefueelaltar,dondequizásealzóantañounatorre.

Enesemurodelfondohabíadospuertaslaterales,yunarcosobreelevadoenel centro. Si los perros volvían por ellos, podrían entrar por cualquiera de loshuecos. Yolanda pensó con rapidez. Lo mejor era situarse en el arco, unaposiciónelevadayconunabuenavisualdelúnicositioporqueelquelosperrospodíanvenir.

—Túquédateahíalfondo—dijoaIványseñalóhaciaelmuro.—¿Ytúquévasahacer?—Esperaraesoshijosdeputa.Le quedaban nueve balas en el cargador de su Beretta reglamentaria. Por

desgracia, no llevaba encima el cargador de repuesto. Pero nueve deberíanbastar. Si mantenía la frialdad para usarlas, los perros no tendrían nada quehacer.Casipreferíaque fueranporelloscuantoantes.Deotromodo,enalgún

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momentotendríanquearriesgarseasalirdesurefugioyexponerseaunataqueinesperadoenelbosque.

Suveladoruegonosehizoesperar.Losperrosfueronapareciendounoaunoenloque,enotrotiempo,fueelarcodeentradaalaermita.Allísecolocaronenuna fila perpendicular a ella, como esperando a que tomara la iniciativa. PeroYolanda no iba a caer en su juego.No dispararía hasta que se acercaranmás,hastaquelostuvieraatiroynopudierafallar.

Enesemomento,sumóvilemitióunpitidoagudo.Sinapartarlamiradadelos perros, la guardiacivil extendió el otro brazo con el aparato en la mano.Tambiénempezabaalevantarseunaleveneblina.Enlapantalla,unaventanadeaviso indicabaque labatería restantehabía llegadoal15%.Oprimióelbotónpara cerrarla. Les quedaban unos minutos de luz. Después, sólo habríaoscuridad.

—¿Quéhabéishechoconelchico?EltonodeAmane,cuandohizolapreguntaalosOrtizalregresarasucasa,

era muy distinto del habitual. No había sonrisas ni palabras suaves: ahorahablabacomounamujerfríayautoritaria.

—Estámuerto—dijoPacoOrtiz.Entraronenelsalón,dondeestabalamadredeAmane.JoséMaríaOrtiz,al

ser interrogado por Amane con la mirada, confirmó lo que había dicho suhermano con un movimiento de cabeza. Pero titubeó por un instante, unafraccióndesegundocasiimperceptible.YAmanelonotó.

—¡Noestámuerto!—gritólevantandolamiradaalasalturas.Sumadre,alladoensusilladeruedas,lorepitióconsuvozchillona.—¡Noestámuerto!¡Noestámuerto!¡Yolohevisto!¡Noledejéislibre!—Nosuponeunaamenazaparanosotros.Yyanonossirve,esoestáclaro.LaspalabrasdeJoséMaríaOrtizencendieronaúnmáslairadeAmane,que

diounpasohaciaélysecolocóaescasoscentímetrosdesurostro.—¡Estúpido!Sínossirve.Claroquenossirve,aunquehabráqueayudarleun

poco…Contádmelotodoyyoosdiréloquehayquehacer.Fue Paco Ortiz quien llevó la voz cantante. Explicaron a Amane todo lo

ocurrido,lahuidadeAlfredohaciaelbosque,eldisparo,sucaídaenlanieve.Elcabo de la guardiacivil asentía sin decir nada. Por su parte, Amane emitíachasquidosconlalenguacadavezquealgoleparecíaerróneo.Cuandoelrelatoterminó,sequedóduranteunossegundosensilencio,reflexionando.Sumadre,antestanactiva,ahoraparecíaajenaatodo,ausenteporcompleto.

—Esechicointentarállegaraalgúnrefugio.Y,apartedelbar,sólohayunoqueélconozca.

—¡Laiglesia!—exclamóJoséMaría.

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—Sí, la iglesia—confirmóAmane—. Id allí a buscarle, pero no le cojáis.Queencuentreélmismoelcamino.

Apoyadoensubastón,unpocoinclinadohaciadelante,PacoOrtizapretóloslabiospensativo.

—¿Ysinoloencuentra?—Matadle.—¡Loencontrará!—gritóde repente sumadre.Yañadióenun susurro—:

Yolohevisto.SiOtsobeltzdaba la impresiónde soledaddurante eldía, en lamadrugada

era comounpueblo fantasma; como los de las viejas leyendas de lugares quesóloaparecencadaciertointervalodetiempo,paravolveradesparecersindejarrastro.

Alfredo caminaba pegado a las viejas fachadas de las casas, buscando suprotección.Elaire,densoypreñadodehumedad,reflejabalaluzdelafaroladelabifurcación,creandounamarillentogloboluminosoqueseibaapagandoenladistancia. Sus oídos estaban tan atentos a cualquier ruido que, en ciertomomento,leparecióescucharunsonidosordo,lejanoyconstante.

Nolequedabamuchadistanciaparallegaralaiglesia.DelosOrtiznohabíani rastro. Debían de haberle dado por muerto, o pensado que, herido comoestaba,moriríaalaintemperie.Osabíanquelosperrosdaríanbuenacuentadeél,comodeldesgraciadosinrostroconelquetropezóensuhuida.

—Beatriz…Sesorprendióasímismopronunciandosunombreenvozalta.¿Quépodía

hacerporella?Sabíaquenada,pero…Suconcienciaserevolvió,quejándosedequeaceptaraladerrotasinlucha.Teníaquehaberalgoquepudierahacer.

—Amane…Sindetenerse,hizounrápidorepasomentalasusopciones:estabaheladoy

herido,noteníaningúnarmaynosabíadóndehabíanocultadoasuamiga.Siesqueseguíaviva.

Obligóasuconcienciaacallarse.Lehubieragustadosermásarrojado,másvaliente.Pero,ahora,suinstintodesupervivenciaprimabasobrecualquierotroimpulsointerior.Comotantosotrosantesqueél,seconvencióasímismodequenohabíanadaquepudierahacer.Y,silointentaba,loúnicoqueconseguiríaesperderlavida.

Sumidoenunsilenciointerioratronador,cruzólacalleyrecorriólosúltimosmetrosqueleseparabandelamargocobijodelaiglesia.

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22

YolandallamóaIván.Nohubieraqueridotenerquemezclarleensutiroteocontralosperros.Sabíaelmiedoqueledabany,alfinyalcabo,laqueestabapreparada para ese tipo de contingencias era ella. Sin embargo, la situaciónrequeríadesupresenciaparaayudarla.Lepidióquemantuviera fija la luzdelmóvilenlosanimales,evitandomoverlacuandodisparara.

Elchicosecolocóenlapartebajadelarco.Laguardiacivilsobreél,conlaspiernasunpocoabiertas,comounaversiónenminiaturadelColosodeRodas.Aguzó lavistasobreelprimerode losperros,parcialmentemimetizadocon laneblina.Eraelqueestabaenel centroyhabía sidoelprimeroenaparecer.Elpulso le temblaba ligeramente. Balanceó el arma, apuntó de nuevo dándosetiempoparahacerloy,porfin,oprimióelgatillo.

La bala cortó el aire y se incrustó en el hocico del animal, que emitió unchillido aterrador y quedó tumbado en el suelo entre ahogados ladridos ymovimientosdescoordinados.Losdemásnosemovieronestavez.Alcontrario:comenzaron a avanzar todos juntos, cerrando filas sobre elmiembro caído sinmirarlesiquiera.Losquejidoscesaron.Elperrohabíamuerto.

ElpulsodeYolandatemblóunpocomás.Esareaccióndelosperrosleponíalospelosdepunta.Eraimposiblequesecomportaranasísinoteníanunobjetivodeterminado,unplan.Unplanurdidoconinteligencia.

Elmiedo se estaba apoderando de ella. Pero, de repente, igual que habíanaparecidoyquesemantuvieronserenoscuandoellamatóaunodelossuyos,lossupervivientesdieronmediavueltaysealejaronaltrote.

Yolandanodabacréditoasureacción.¿Semarchabanparavolverconmásfuerza?...Ellanopodíasaberqueno,queyanoibanavolver.Habíanrecibidouna llamada. De alguien que no estaba presente, pero a quien los perrosobedecían ciegamente. Ese alguien fue quien les hizo acosarlos sin llegar aherirles, ponerlos al límite y hacerles perder tiempo. Y en esa labor, pocoimportabandosperroscaídos.

Enlaermita, la linternadelmóvilseapagófinalmente.Elaparatosehabíaquedado sin batería. Por debajo de las piernas de Yolanda, Iván emitió unsuspiro. Ella bajó a tientas al nivel del suelo y le acarició la espalda consuavidad.Lanieblaibaenaumento.

—Vamos,vuelveconmigoalrefugio.Esperaremosunpocoantesdeseguir.Putaniebla…

—¿Porquésehanmarchado?—dijoIván.—Debendehaberseasustado—mintiólaguardiacivil.Elchicovolvióasuspirar.

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—Entonces…¿porquéseguíanavanzando?LoshermanosOrtizsabíanloqueteníanquehacer,ytambiénquelairade

Amaneeraalgoquenodebíasubestimarse.Mientrasobedecíansusdesigniosyatravesaban el pueblo en dirección a la iglesia, ella se quedó a solas con sumadre.Éstasehallabafrentealaventanadelsalón,ensusilladeruedas,conlaciegamiradafijaenlanegrura.Aunquesusojosestuvieranciegos,apenaspodríavernadadesdeallí.Peroleagradabaeselugar,esaposición.Lasventanasabríansusentidodelavisiónmásalládelasimágenesfísicasydecualquierclasedeluz.

—Madre—dijoAmanecondulzura.—¿Sí,hija?Lavozchillonahabíadesaparecido.Ahorasutonoeradeabsolutososiego,

comoeldeunadulceancianaqueestuvieratomandosuvasodelecheconmielantesdeacostarse.

—Loconseguiremos.—¿Acasolodudabas,hija?—No,madre,pero…Laancianalacortósinperdersutonocalmado,sóloconlevantarunadesus

sarmentosasmanos.—Lo sé, lo sé. Creíste estar lista para seguir mis pasos. Pero no estabas

maduraaún.Ahorasí.Ahorayasídeberíasestarlo.—Pero…Noveoloquetúves.—Lo verás, no lo dudes. Mi hora ha llegado, ambas lo sabemos. Moriré

antesdequeelsolvuelvaailuminarelmundounavezmás.Debesprepararte,hijamía.Lahoraestáapuntodellegar.

—Sí,madre.Cumplirémi cometido como tú antes queyo, tumadre antesquetúylasuyaantesqueella.

—Comodebeser,porsiempre.Amanebesóen lafrenteasumadrey leacaricióelpelo.Sielladecíaque

estabapreparada,esqueloestaba.Nopodíaequivocarse.Cómoibaadisfrutarrenovando loque llevaba tanto tiemporenovándose,continuando loquenuncasehabíadetenidonisedetendríajamás.

SuspensamientosvolaronhastaOchate,dondeIványYolandaesperaban,enlasruinasdelaermitadeBurgondo,aponersedenuevoenmarcha.Yanoteníanlaprotecciónde la luz,ycreíanqueesperareraunabuena idea, sin saberqueesperar era justo lo último que debían hacer. Luego pensó en la iglesia deOtsobeltz,dondelosfielesOrtizsedisponíanacumplirunapartedeloquedebíacumplirse.

Sedeleitóuninstanteenlacontemplacióndesuspensamientosantesdedar

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otro beso a su madre y disculparse ante ella. Había llegado el momento deprepararse,enesperadelregresodelosOrtiz.Sedirigióalpasilloylorecorrióhasta las escalerasquebajabanal sótano.Cogió la llavedelmueble juntoa lapuertaylaabrió.Nonecesitóencenderlaluz:conocíaelcaminodesdeantesdequeseformaransusprimerosrecuerdos.

Cruzólaestanciarodeandoelpilarsituadoensucentro.Loacaricióbajoelensanchamientodelapartesuperiorhastaquesumanoempujóunmecanismo.El ruido fue como el de un pesadomueble arrastrándose. Eso era lo que oyóBeatrizcuandosequedóalpiede lasescaleras lanocheanterior.YAmane losabíaperfectamente,porquefueellaquienseencargóhacerquelooyera.

Ahora,enlanegruratotal,lahumedadyelsilenciodeaquelsótano,Amanelevantó la trampilla demaderaquehabíapor debajodel pasadizo secretoy sedispuso a recorrer el tramo de escalera de caracol, labrada en la piedra, queconducía a su verdadero santuario. Allí tampoco necesitaba ninguna luz. Alcontrario:sesentíamejorasí,arropadaporlaoscuridad.

A cubierto en la cripta de la iglesia, Alfredo se había acurrucado en unaesquina,dondeestabainmóvilytratandodenopensar.Sesentíacomounpelele,incapaz de tomar una decisión ni de la menor iniciativa. Nunca antes habíatenido que ponerse a prueba de verdad.Qué fácil había sido para él imaginarque,llegadoelmomento,daríalatalla.Perono,noeracapazdedarla,yesoleprovocabaundolorinadmisible.

Depronto,creyóescucharalgoquesemovíaen lapartedearriba.Quesemovíadespacio,comoarrastrándose.

“Los perros”, pensó. Pero lo descartó enseguida. ¿Qué iban a hacer losperrosallídentro?Y,sieraasí,podíaestartranquilo:nunca,aunquepercibieransuolor,encontraríanlaentradaalacripta.

No,aquellosonabamásbien…apisadas.Sí.Pisadasdemásdeunapersona.Caminandoconlentitud.

“Eselcojo:PacoOrtiz”.Esta vez el pensamiento atronaba dentro de su cabeza. En un instante, su

corazón se puso a latir desbocado, hasta palpitarle las venas de las sienes. Sumóvil no tenía linterna. Encendió la pantalla y, con la mínima luz que éstaarrojaba, se levantó sinhacer elmenor ruidoy sepuso abuscar algo conquedefenderse.El cadáver deMikel estaba allí, a un lado, cubierto con su propioabrigo. Tuvo la sensación de que se movía bajo la vibración de la luz en sumano. Ojalá lo hubiera hecho. Ojalá el mundo fuese un teatro, algo irreal, eldeliriodeundioslocooelsueñodeundiosdurmiente.

Frenético,rebuscóportodaspartessinhallarmásqueunpedazodemaderacorroído por el tiempo y la humedad. Pero con eso sería como un niño que

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blandeunpalotratandodedeteneruntanque.Ensudesesperación,conlospasoscadavezmáscercadeél,síencontróalgo

más:unaespeciede trampilladepiedra,conunaargollademetal.Tiródeellacontodassusfuerzasylogrólevantarlapesadalosa.Alhacerlo,unhueconegrocomo el corazón de Satanás se abrió por debajo. La pantalla de su móvil nopodíadisiparesastinieblas.

Sólopodíahacerunacosa:metersedentro.Yquizárezarunaoración,yaqueaquellafue,enotro tiempo, lacasadeDios.Nocreíaenél,peroesperabaquefuera cierto lo que los creyentes repetían tan a menudo: él sí cree en loshumanos.

Se guardó el teléfono en un bolsillo, metió las piernas por el hueco,apoyándose con las manos en el suelo, y se fue deslizando y dejándose caerhaciaelinterior.Prontonotóunosescalonesquesobresalíandelaparedenunode los laterales, arcos chatos de metal encastrados en la roca. Los usó paradescenderconmásseguridad,hastaquesucabezaquedóalaalturadelsuelodelacripta.Entoncestiródelalosaquetapabaelhuecoparadevolverlaasulugar.SilosOrtizaparecían,nopodríansaberquehabíaestadoallí.

Lohizoconsumocuidado,evitandohacerruidoaldeslizarlapiedra.Conlosoídos tan aguzados que el simple vuelo de una mosca le hubiera roto lostímpanos,sólolefueimposibleevitarelsonidofinaldelalosaalencajarenelhueco. Pero fue muy leve. No creía que desde la parte superior de la iglesiahubieranpodidooírlo.

Pero se equivocaba. Arriba, PacoOrtiz levantó su bastón y apuntó con élhacialaentradadelacripta.Almismotiempo,miróasuhermano,quesonrió.Ya no hacía falta que siguieran allí. Ahora podían regresar junto a Amane yunirse a ella. Todo estaba saliendo como ella dijo. Como llevaban esperandonueveaños.

Yolanda no aguantaba más metida en ese nicho inmundo de la ermita deBurgondo.Ivánsehabíaacercadoaellapararodearlaconsubrazo.Fueextraño.Se sintiómuy bien, confortadamás que en ningún otromomento de su vida,quizá porque en ese preciso instante necesitaba el brazo de alguien sobre suhombro.

Nunca se había sido una persona que dependiera de nadie. Eso la habíallevado a exagerar su independencia, impidiéndose en ciertomodoa símismateneraotroserhumanoasulado,entodoslossentidos,compartiendolobueno,lomalo,lavida.PoresoahorasesorprendióasímismadeseandoteneraIvánjuntoaella,muchomáscerca,paranosepararsenuncamásdeél.

Perolatensióneratangrandequeesasensaciónnodurómucho.Enseguidasucabezalerobólapequeñatreguaque,quiénsabeporquécausa,lehabíadado,

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yvolvióasentirseenjauladaporunasituaciónquenoeracapazdedominar.—Vamos,Iván—dijoalchicosinrenunciaraúnalabrigodesuabrazo.—¿Ya?—Sí.Ambos se levantaron unidos. Sólo volvieron a ser dos personas distintas

cuandoestuvierondepieyYolandasedispusoacomprobarsuarma.Nolehacíafaltahacerlo,peroeraunacostumbre.

—Pontedetrásdemí—dijolaguardiacivil.Ivánnegó.Ellanoloveía,perosusilencioseloanunció.—Iremosjuntos,unoalladodelotro.Yolandanoquisooponerseestavez.Esetiempohabíapasado.—Vale.Sinverle,másalládeunasombra,unaformasinbrillonicolor,seacercóa

ély lebesó.Luegocaminóhaciaunade laspuertaspor lasquehabíanpasadopararefugiarseenlaermita.Juntosatravesaronlanaveypasaron,entrelaniebla,aunladodelperroqueYolandahabíamatado.Enloalto,lalunaarrojabaalgodesu luzplateadaquepenetrabaentre lasnubes,queparecíanunpocomenosdensas.Por instinto, la guardiacivilmantuvo el cañónde su pistola apuntandohaciaelcuerpodelanimalhastaquelosobrepasaron,comosiesperaraque,deimproviso,pudieramoverseysaltarsobreellos.

No lo hizo. Estaba bienmuerto. Y, sin embargo, aYolanda le produjo unescalofríorecordarcómoélysuscompañerossehabíancolocadoenformación,amenazadoresdeunmodocontrolado,comosoldadosenunabatalla.

Ambossedetuvierondondehabíaestadolaentradadelaermita.Miraronaamboslados.Conlanieblaylapocaluz,eraimposibleveramásdedosmetros.Peronoparecíahaberrastrodelosotrosperros.Y,aunquelohubiera,teníanqueapresurarseenllegaralacueva.

Los escalones metálicos estaban fríos y resbaladizos. Alfredo tuvo queaferrase a ellos para no perder pie y caer por ese pozo del que ignoraba suprofundidad. De haberle sucedido, podría haberse roto las piernas. No seríacapazdecalcularcuántoespaciorecorrió,peroalmenosunadecenademetros.

Al llegar abajo, notómás la humedad: sus pies estaban sobre una capa deagua. No era muy profunda, por fortuna, porque sus botas no se empaparon.Tanteóconlasmanosentornoasíparacomprobarsihabíaalturasuficienteparacaminar erguido. Sacó de nuevo su móvil y se iluminó como pudo con lapantalla.Noveíamásqueaunpardemetrosdedistancia,peroenseguidasediocuenta de que había llegado a una oquedad no demasiado amplia. La recorrióconpasocautelosoparacomprobarsiteníaalgunasalida.

—¡Joder!

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Aunosmetros del pozo se topó con una especie de nicho excavado en lapared.Creyóquepodíaserlaansiadasalida,peroenrealidadsetratabadealgobiendistinto.Enelhuecohabíaunbultoalargado,cubiertoconuna tela.Algobrillabaenél,blanquecino.

LaprimerareaccióndeAlfredofueasustarsecomocuandoeraniñoycreíaenmonstruosdentrodearmarios.Diounpasoatrás,aterrorizado.Sólocuandorecobró una cierta serenidad, pudo ver lo que en realidad era: un cadávermomificadoconropasdesacerdote.

—Elcura…—musitó.¿También a él le habían matado? No creía que su “desafortunada caída”,

comoleshabíandichoquesufrió,hubierasidoallíabajo,enlasprofundidadesdelatierra.Poresonadiepudoverelcuerponihubocapillaardiente.

Alfredosepusoencuclillasduranteunossegundospararecuperarelaliento.Aquel sacerdote, se dijo, no iba a hacerle daño.No iba a levantarse como unzombi momificado para comerle el cerebro. El peligro eran los vivos, no losmuertos.

No había humor en sus pensamientos, sólo miedo. Pero tenía que seguirbuscandounasalida.Sino,yapodíabuscarunhuecoparaacomodarsejuntoalcurayesperarhastaquedarsecomoél.

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Amedidaqueascendían,lanieblasehacíaunpocomenosdensa.Ahoraquepodíanveralgodelentorno,Yolandae IvánsequedaronquietosenmediodelcaminoquellevabadesdeOchatealaermitadeBurgondo.Alotroladodeesecaminonohabíarastrodeningúnbosque.Eraunterrenopeladoquedescendíahacia una vaguada. El plano de Mikel estaba mal dibujado. Era lo que lesfaltaba.Laguardiacivilarrugóelpapelensupuño.

—Mecagoen…Ivánselocogiódelamanoyvolvióacomprobarloalaluzdelaluna.—Mikelconocíalazona.Nopuedeserunerrormuygrave—dijo,mientras

mirabaenderredorenbuscadealgúnelementoqueexplicaraladiscrepancia.Un pocomás arriba de la ermita, el camino ascendía hacia una loma y se

adentrabaenunazonaboscosa.—Tiene que ser por ahí.Mikel debió de calcularmal la distancia entre la

ermitayelbosque.—Bosque,por llamarlodealgúnmodo—sequejóYolanda—.Tampocoes

quehayaqueseruningenieroparamarcarbienloselementosesenciales.Tenía razón. Sin embargo, seguir el camino y tratar de confirmar si Iván

estabaenlociertoeralaúnicaopciónquelesquedaba.—Aquí está la ermita—dijo Iván señalándola—, ahí el camino, y ahí hay

árboles.Yocreoquelaentradaalacuevatienequeestarporallíarriba.Todoestabacubiertodenieve.Laluz,queibaenaumento,convertíapocoa

poco los grises oscuros engrises algomás claros.Con la niebla, la visión eradesoladora.Sobretodofría,ynosóloporlabajatemperatura.

Elchicoylaguardiacivilavanzaronaduraspenasporlacuesta,hundiendosuspieshastamásalládeltobillo,mirandosiempreporsuveíanalosperros.Alnopoderdistinguirelterrenopordebajodelanieve,debíantenercuidadodenodarunmalpaso,comocuandoIvánsechocóconelpedruscoque lehizocaerrodandoenlaviejaermita.

Mientrasascendían,elchicoacaricióunmomentolaespaldadeYolanda,queestabacomoensimismada.Ellalemiródeladoylededicóunafugazsonrisa.

—Estabapensando—dijo—.¿Recuerdas lacarpetaquemi jefe tieneenelpuestodeTreviño,conrecortesypapelessobrelasdesapariciones,lasmuertesydemásenlazona?

—Sí, hablaste de ella cuando esperábamos en el todoterreno a queMikelllegaraalaiglesia.

—Enesacarpetasemencionalaúltimadesaparición,ocurridaen2005.Losquedesaparecieronfueronvariosexcursionistas,quesupuestamenteseperdieron

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en losmontes. Antes de salir de acampada se alojaron en lamisma casa quevosotros,ladeAmane.Antes,en1987,murióuninvestigador,quizáasesinado.LoencontraronahorcadoensupisodeVitoria,comoMikel.Pudodescubriralgoy por eso le mataron. Fue justamente días después de la desaparición de unpastorcercadeOchate.El investigador teníaunacámara.Antesdemorirhizoalgunasfotos.Nohaycopiasenlacarpeta,peroenuninformesemencionaqueenvariasdeellasseveíanperrosasualrededor.

—¿Porquémecuentasesoahora?—No lo sé… Me he acordado de lo del investigador ahorcado… Como

Mikel.Iván se detuvo. La guardiacivil avanzó un paso más antes de pararse y

volversehaciaél.—¿QuieresdecirqueAmanepudoteneralgoqueverconsumuerte?—dijo

elchico.—Noeseso—negóella—.Enestazonahanpasadocosasmuyraras,esoes

todo.Queríacompartirlocontigo.—¿YsiMikelnosesuicidó?Lo que dijo Iván fue convertir en palabras lo que rondaba la cabeza de

Yolanda,sinatreverseaformarlas.—Sí,pero¿quésentidotendríaentonceselplano,hacernosvenirhastaaquí?—¿Quitarnosdeenmedio?—dijoIvánentonodeafirmación.—¿Para qué? No me he pasado años en la academia de la Guardia Civil

tocándomelasnarices.Todosloscabossueltospuedenatarsesisesabecómo.Yaquí no encuentro el sentido. —Aunque continuó hablando, también siguióavanzandohaciaelbosque—.SiAmanetuvieraalgoqueverconladesaparicióndeBeatrizocon lamuertedeMikel, ¿porqué lodelplano?Dicesquepodríaquereralejarnos.Siaceptamoseso,habríaqueencontrarunaexplicacióna susmotivos. Alejarnos unas horas no va a cambiar todo lo que venga después,cuandoladesaparicióndetuamigaseconviertaenuncasofirmeyseinvestigueafondo,másalládelpuestodeTreviño.

—Quizásuintencióneraquenosmataranlosperros.—Puedeser…Pero,enesecaso,siestásenlocierto,elplanodeMikelno

llevaráaningunacueva.—Poresoeldibujoesincorrecto:daigualloquepongaporqueesfalso.Yolanda caviló acerca de esa afirmación. Tenía lógica dentro de la ilógica

aparentedetodalasituación.—Sí—dijo—.Perosigamoshastaelbosqueybusquemoslacueva.Esonos

darálaconfirmación.Esloquenosfaltaparaatarloscabos.Yrecemosparaqueestanieblanosehagamásdensa.

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Alfredoavanzabacasiatientasporuncorredor,iluminándoseconlapantalladelmóvil.Lobuenodenotenerunsmartphoneeraquelabateríanoseagotabaen unas pocas horas; lo malo, que carecía de linterna. Con todo, la bateríaempezaba a estar baja y no sabía hacia dónde estaba yendo, aunque no podíadetenerse.Esoeraloúnicoquenopodíahacer.

Enciertomomento,elcorredordesembocóenunagransalacircular.Alfredosedetuvoenelmedio,rodeadodelaescasaluz.Desdeallí,sólopudoverquelasparedesresultabanextrañas.Habíaalgoenellas,colgando.Seacercócontientoa uno de losmuros y lo que vio le hizo sentir un puño apretando su corazóncomounabolaantiestrés:estaban“forrados”decadáveres.

Iluminó los cuerpos uno a uno.Losmás antiguos eran ya sólo esqueletos.Otrosmostrabanaúnalgodesuformaoriginal,aunquesupielteníaunaespeciedecoberturanegra.Habíacabezascortadasymomificadas,comoelcadáverdelcura.Loscuerposmás recientesestabanenteros.ElpánicodeAlfredo llegóalparoxismo:estosestabancalcinadosporcompleto,conhorriblesexpresionesensusrostros,deformadosporelfuego.Eraevidentequefueronquemadosvivos.

Elmiedoleatenazó.Elescenarioeraterrible.Sintiólanecesidaddesentarseenelhúmedosueloyllorar.Peronopudohacerlo.Unruidoasuespaldalehizovolveralarealidad.Parecíaelsonidodeunatrampilla.

Teníaquehaberotrocorredorporelqueseguiradelante.Sieseeraelfinaldeltúnel,estabaatrapado.Peronoibaadejarquehicieranconélloquehabíanhecho con aquellos desgraciados.Se arrojaría con todas sus fuerzas de cabezacontralaspiedras,loquefueracontaldematarseantesdequelotorturarandeesemodotanhorroroso.

¿Acasotendríavalorparahacerlo?“Primerobuscaunasalida”,sedijoasímismo,acallandoasumalditavoz

interior.Enlasoledaddelasentrañasdelatierra,encontróalfinesecorredorquele

daba esperanza.Loque ignoraba eraque el ruidoque escuchónoveníade suespalda,sinodelfondodeesecorredorporelqueahoracasicorría,golpeándoselosbrazosylaspiernas,ariesgodecaerodetorcerseuntobillo.Sóloelmiedo—unmiedoancestral, casianimal—le impulsaba.La razónnocabíaentre losterrores que el hombre antiguo, cuando las cavernas eran su hogar, dejógrabados,impresosenlomásprofundodelamentedelhombremoderno.

El camino por encima de la emita de Burgondo dividía el bosque en dospartes. Según el plano deMikel, a pesar de sus inexactitudes, la entrada a lahipotética cueva debía quedar a la izquierda de la posición donde se hallabanIványYolanda.Teníanquesalirdedudas.Laguardiacivilmiróunmomentoalchico,queasintió.

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—Ojaláestésequivocado—dijoella.Allíarriba,enelbosque, lanieblacasihabíadesaparecidoylosárbolesno

estabandemasiadojuntosunosdeotros,porloqueavanzarnosehacíamuchomás difícil que por el camino. Salieron de una zona llana, que enseguida fueadquiriendoalgodecuesta.Enesaparte,lavegetacióntambiéneraunpocomásdensa.

Depronto,IvándioungolpeaYolandaenelbrazo.—¡Ahí!—dijo,señalandoalgoentrelanieve.No era la entrada de ninguna cueva, sino un bulto blanco con pinceladas

oscuras.Quizárojizas.—¡Beatriz!—exclamóelchicoconunnudoenlagarganta,ysaliócorriendo

haciaelsitio.Setropezósinllegaracaer,chocódeladocontraeltroncodeunárboly,por

fin, se lanzó al suelo por delante del bulto. Yolanda llegó a su lado un pocodespués. Iván agarró lamasa rojiza y tiró de ella.Lanieve se deslizópor susbordes.

—¡EselabrigodeBeatriz!—dijoIván,mostrándoseloalaguardiacivil.—Haestadoaquí,deesonohayduda.Ivánjadeaba.Suspiróconalivioantesdedecir.—Oesotrapistafalsa.—Enseguidasaldremosdedudas.Yolandaleayudóalevantarse.Miróenderredorsindistinguirnadaespecial.

En todo caso, si la cueva existía, su entrada no podía estarmuy lejos de esepunto.

—Vamos —dijo. Y en una frase no muy femenina añadió—: Estoyempezandoaestarhastaloscojonesdetodoesto.

PordebajodelsótanodelacasadeAmane,ésteylosOrtizsehabíanvestidoconunaespeciedetúnicasrituales.Lamadredelamujerreposaba,sinsusillade ruedas, en una gran piedra cubierta con una manta. También había otrapersona,unhombremásjoven,queeraquienvisitóporlanochealaabueladeMikelylecortóelcuellosinpiedad.NiAmanenilosOrtizdeseabanqueMikel,su padre Antón y esa mujer a la que llamaba abuela acabaran así. Hubieranpreferidotenerlosdesuparte,comoelrestodehabitantesdeOtsobeltzymuchosotrosentodalaregión.Pero,apesardelmiedoqueleshabíaninfundido,apesardequeleshabíantendidolamanoyaceptadoentreellos,amenazabancondaraltrasteconsusplanes.Huboquequitarlesdeenmedio.

—El día ha llegado —sentenció Amane, con el viejo libro de páginashinchadasentresusmanos—.Seguidme.Todoloquedebaocurrir,ocurrirá.

JoséMaríaOrtizsecolocópordelantedeella,conunaantorcha.Pacoyel

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otro hombre los siguieron. El primero con otra antorcha y el segundo con lamadredeAmaneensusbrazos,ataviadacompletamentedeblanco.

Elcaminoeralargo.Amanesedejósumergirenlospensamientosquehabíandominado todasuvida.Desdeniña,siempresehabíasentidoconectadacon latierra, con la naturaleza, con las fuerzas invisibles que lo engloban y rodeantodo; antiguas como lamisma tierra o los bosques, los ríos y los animales.Ytambiénhabíaaprendidoamantenerloensecreto,anocompartirloconnadiedefuera, con nadie ajeno a su pequeña comunidad, el último reducto de unascreencias desaparecidas, olvidadas desde hacía muchos siglos en el resto delugaresdondeexistieron.

Luego pensó en los chicos, que habían llegado al pueblo, como sumadrehabíacaptadoensusvisiones,guiadosporunafuerzainvisible.Ytambiénpensóen la joven guardiacivil.No albergaba sentimientos negativos o de odio hacianingunodeellos.Alcontrario:sólohabíagratitudensucorazón.Graciasaellos,elpoderdormidoquehabitaba lasprofundidadesde la tierra lesdaríaotravezsusfavores.

Pordetrásde lacomitiva,Alfredo llegóensucarreraal lugardonde,pocoantes,esaescenasehabíadesarrollado.El resplandordeunavelasolitariaaúnalumbrabaelespacio.Amanehabíapedidoqueladejaranencendida.Elchiconosabíadóndeestaba.Violabocadeunnuevocorredoralfondoyunaescaleraenformadecaracolqueterminabaenunatrampillademaderaeneltecho.Aquellopodíasersusalvación.

Corrióalaescaleraysubióporellahastaalcanzarlapartealta,sintiendoquesuvidaibaenello.Latrampillacarecíadeningunaclasedepasadorodecierre.La empujó con todas sus fuerzas, con el ansia y la esperanza de escapar deaquellapesadilla.Perolatrampillanosemovió.Volvióaintentarlo,aúnconmásfuerza,unayotravezhastaquesusfuerzasleabandonaron.

Sedejódeslizarporlaescaleradecaracol,sentadoenlospeldaños,comoungusanoqueregresaasunido.Denuevoabajo,sequedóconlamiradafijaenlallamade lavela.Luegocontempló lacueva.Antesno lohabíahechomásquetratandodeencontrarunasalida,sinpercibirlosdetalles.

Las paredes exhibían extraños símbolos grabados en la piedra. Estabanrepletasdeellos.Eracomosiaquellugarfueraeltemplodeunaantiguadeidad,ocultabajoelsueloparaescapardelascreenciasnuevas,llegadasmuchossiglosatrásparabarrerasusadoradoresyhastasurecuerdo.

AAlfredoaúnlequedabaelcorredorqueestabaenelladoopuestoaaquelporelquehabía llegado.Cogió laveladelcandelabroysedispusoaseguirlo.¿Quéotracosapodíahacer?Quizáestabametiéndoseenlabocadellobo,siesqueno loestabaya.Osiesqueno loera todoelpueblo, todoOtsobeltz,yel

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mismohechodehaber tomado ladesviaciónequivocadaen la carreterano leshabíaconducido,aélaIványaBeatriz,aarrojarsedellenoensusfauces.

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Apesar de todas las dudas deYolanda y de Iván, la cuevamarcada en elplano deMikel existía. Desde el lugar donde habían encontrado el abrigo deBeatriz,habíamenosdeveintemetroshastalaentrada.Sinolavieronantes,fueporqueestabatapadaconramasylanievesehabíaacumuladosobreellascomoen las copasde los árboles.Apenasuna rendija negra les reveló suubicación.Aunque,alacercarse,sedieroncuentadequelarendijanoeratannegracomoleshabíaparecidoadistancia.

Dehecho,emergíaun leve resplandorque llegabadel interiorde lacueva.Iván estuvo a punto de gritar el nombre deBeatriz, pero la guardiacivil logróimpedírseloatiempo.

—¡No,chssst!—ledijoenunsusurro,agarrándoledelbrazo.—¿Quépasa?Éltambiénhablóenvozbaja,aunquenoentendíaporquédebíahacerlo.—Escucha.Ambosretiraronconcuidadolasramasquetapabanlabocadelacueva,las

echaron a un lado y aguzaron el oído. Era cierto que alguna clase de sonidoemergíadeella.Unrunrúnmonótono,lejano,uncánticoentredientesounrezomilvecesrepetido,comounaletanía.

—Ahíhayalguienmás—dijoYolanda.UnescalofríorecorriólaespaldadeIván.Sinsabermuybienporqué,segiró

paraversilosperrosestabancerca.Perono,élyYolandaseguíansolosenesebosquehelado.

—¿Quién…?—acertóadecirelchico.—Nolosé.La expresión de la guardiacivil hacía patente que se estaba estrujando las

neuronas para encontrar alguna explicación que le hiciera mínimamentecomprensibletodoaquello.

—No lo sé—repitió—. Pero vamos a averiguarlo. Ahora sí que vas a irdetrásdemí,ynoadmitodiscusión.

Ivánnodiscutió:eralógicoqueella,preparadaparaesaclasedesituacionesyconsupistolaenlamano,entraraprimero.Aunasí,elchicocogióungruesopalodelsueloysequedómuycercadesuespalda.

Justoantesdeentrar,laguardiacivillemiróunmomentoydijo:—Seacomosea,vamosaverquiéncoñoestáahídentroyporqué.El corredor subterráneo parecía no tener fin, con subidas y bajadas, y la

permanente humedad por todas partes. Los símbolos que Alfredo había vistohacía poco, en la grutamás grande, también estaban grabados en esosmuros,

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como si tuvieran la función de guiar a quien se adentrara por él. No tenía lamenor idea de dónde podría desembocar, o si le estarían esperando esosmalnacidosdeAmaney los hermanosOrtiz. ¿Seguiría vivaBeatriz? ¿HabríanhechodañoaIványaYolanda?

Esaspreguntaseransecundariasdentrodeél,ylosabía.Suúnicaintenciónrealera,fueracomofuese,escaparo,llegadoelcaso,morirsinqueletorturasen.Evitar el sufrimiento si no lograba salvarse. Las imágenes de los cuerposquemados, de aquellas muecas aterradoras en sus rostros deformados por elfuego, de las cabezas momificadas, le golpeaban por dentro como si abejasatrapadasdentrodelacolmenapugnandoporsalir.

Despuésdeunquiebroeneltúnel,ésteseensanchó.Ahoralasparedeseranmás irregulares, y había grandes rocas que salían del suelo como dientespodridosdeunaboca inmunda.Tambiénel techo,nomuchomásaltoqueunapersona de pie, mostraba picudas rocas amenazando con caer sobre quien sedetuvieraacontemplarlas.Unpocomásadelante,percibióunresplandortenue.Apagólapantalladesumóvilyseacercódespacio.Elmiedoseguíainstaladoenél,sindarlamenortregua.

Al acercarse al sitiopor el que llegaba el resplandor, sedio cuentadequeconectabaconunaespeciedeescalera,labradaenlapiedra,quedescendíahaciaun lugarquenopodíaversedesdedondeél estaba.Loque sípudo fueoírunextraño sonido monótono. Eran voces, que murmuraban algo, una especie decantocuyaspalabrasnoalcanzabaacomprender.

Tenían que serAmaney sus secuaces.Quién sabe cuántos. Puede que allítuvieran a Beatriz, pero seguía siendo consciente de que no había nada quepudierahacerparasalvarla.Niparasalvarseasímismo,probablemente.

Decidiónoseguiravanzandoyesconderseentrelasgrandesrocasdelsuelo.Eligióunade lasmásabruptas.Se arrodillópordetrásde ella, conel corazónsaltandoensupecho,yaproximó la frenteaunade lasaristas. Imaginócómosería,sillegabaelcaso,lanzarsucabeza,contodassusfuerzas,contraesaformapicudaycortante.

Sinpoderevitarlo,sepusoallorar.Alotro ladode lascuevas,Yolandae Ivánhabíandejadoatrás la luzde la

luna filtradapor lasnubes.Laqueahora lesalumbrabaeramuchomáscálida,peroalaveztransmitíaunfríohelador.Amedidaqueavanzabanporlostúneles,sehacíapocoapocomásintensa.Aligualqueelsonidodelatonalcántico,cadavezmásclaro,queleshacíacomprenderqueestabanyamuycercadesudestino.Y también que tendrían que enfrentarse con quienes lo emitían. Podíanencontrarsecontrespersonasocontreinta,esoloignoraban.

Eltúneleraanchoeibaendescenso.Enciertomomento,seabríaaunagruta

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de la que sólo se veía el techo.La luz vibrante del fuego se reflejaba en él yalumbrabaeltúnel.Deallíveníalailuminación.Yolandasequedóquieta.LuegosevolvióhaciaIványlehizoungestoparaqueseagachara.Amboslohicieron.Siguieronunpocomás,yalllegaralaespeciedearcodeaccesoalagruta,sequedaronatónitosconsu tamaño:eraalmenos tangrandecomo lanavede laiglesiadelpueblo.

Alacercarsealhuecoytenerunavisualcompletadelagruta,elcorazónselesheló.AbajoestabanAmaney losOrtiz,vestidoscon túnicasyrodeadosdeotras quince o veinte personas, ataviadas de la misma manera, formando uncírculo. En el centro había una gran hoguera contenida en una estructura demetal. Las paredes mostraban dibujos y símbolos. Algunos eran geométricos,perootrosrepresentabanunafigurasinrostro,negracomolanoche,serenacomosiacecharaaunapresayacazada.

PeronohabíarastrodeBeatriz.NideAlfredo.Aunque…Yolandacambiódeposición,casitiradaenelsuelo,paratenerotroángulo.

Entonceslavio.Beatrizestabaatadacongruesascuerdasaunarocapuntiaguda.Asuladohabíatresjaulasdemadera,vacías.

—¿Quécoño…?—balbuceólaguardiacivil.Desdedondeélestaba,Ivánnopodíavereso.Yolandaseechóparaatrásy

esperóaqueseacercara.Lehablóenvozmuybaja.—TienenahíaBeatriz.—¿Viva?—preguntóél.—Sí.—¿Quéhaceesagente?—Nolosé.Ynomeimporta.Ahoratocaactuar.Quédatedetrásdemí.Ya

has visto que sonmuchos y puede que tengan armas. EsaAmane parece unaespeciedesacerdotisadeunasecta.Nocreoquelesdéigualquelemetauntiroentrecejayceja.Túsíguemeyhaztodoloqueyotediga.

—¿Cuáles…?—Nohaytiempoparaexplicaciones.¡Vamos!Bajaronporuna larga rampa truncadahastaque lospresentes repararonen

ellos.Yolanda apuntaba con su pistola haciaAmane, que en ningúnmomentotratódeprotegerse.

—A ver, hijos de puta —dijo la guardiacivil casi gritando—, me vais aexplicardequécoñovatodoestoyvaisasoltaraBeatrizahoramismo.Delocontrario,vuestraqueridazorradeAmanetendráuntercerojo,ynoseráenelculoprecisamente.¡Venga!

Desdedondeestabapresa,lachicaemitióunaespeciedeahogadochillidode

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esperanza.—¡Beatriz!—exclamóIván.Lajoventeníalosrasgosdesencajadosylosojoshinchadosdellorar.Quizá

lehabíanadministradoalgúncalmanteodroga.Apartedeeso,noparecíaquelehubieranhechodaño.

Encuandoa losdemás,nadiese inmutócon lasamenazadoraspalabrasdeYolanda. Iván tuvo un mal presentimiento. También la guardiacivil, pero nopodíahacermásquereforzarsusórdenesaaquellagente.ApuntóunpocoporencimadelacabezadeAmaneyapretóelgatillo.

Algunos se agacharon por instinto, pero no ella. No Amane, que sonreíacomo cuando la conocieron, con esa sonrisa en apariencia bondadosa que susojosdesmentían.Ahoraesosojosbrillabanalfuegoyparecíanmásluminososyvibrantesquelasmismasllamasqueteníandelante.

—Suelta esa pistola, niña—dijo sin alzar la voz más de lo necesario—.Podríashacertedaño.Yaquínadiequierequetehagasdaño,¿verdad?

LapreguntaibadirigidaaPacoOrtiz,queestabaasulado,igualdeserenoqueella,yquenegóconlacabeza.JoséMaría,suhermano,ocupabaelflancocontrario.

MientrasAmanehablaba,YolandaeIvánsehabíanidoaproximando.Ahoraestaban a unos metros de la mujer, al otro lado de la gran hoguera que,extrañamente,apenasproducíahumo.

—Vamos, zorra, diles a tus payasos que la función ha terminado. —LaguardiacivilhablóhaciaAmane,pero luegodesvíounpoco lamiradahaciasusuperior, el cabo Ortiz—. Lo que no me podía esperar que usted tambiénestuvierametidoenestalocura.¿Quéesloquepretenden?

—Túnopuedescomprenderlo—dijoelguardiacivil.AmaneintervinoantesdequeYolandapudierareplicarle.—Loqueaquíseagita,niña,esunafuerzaindomeñable,sinedadnitiempo.

Una fuerza que exige un sacrificio, pero que prefiere a otros que no sean susfielesynoaceptaqueseobliguealsacrificado.

—¿Qué cojones significa eso? —dijo Yolanda mientras rodeaba el fuegoparaacercarseaúnmásalamujer.

—Significaquenosedebeofreceranadiequeseadeaquíyquenosepuedeofrecer a alguien que no haya venido por su propia voluntad. Así lo mandanuestro señor de las profundidades de la tierra. El mismo que destruyó a losinfielesquehabitaronOchateenotro tiempo.Elmismoquehaprotegidoa losfielesdeOtzobeltzyelrestodepueblos.

—PuesBeatriznohavenidoprecisamenteporpropiavoluntad—intervinoIván.

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Amanelomiróeincrementósusonrisa.—No,ellano.Poresonotendráelhonordesatisfaceranuestroseñor.Pero

vosotrossí.De pronto, todo encajó en la mente de Iván y también en la de la

guardiacivil.Todoaqueljuegodemediasverdadesymentirascobrósentido.ElsecuestrodeBeatrizhabíasidosólounseñuelo,elceboparaatraerleshastaesagruta.Eracierto:habíanidohastaallíporpropiavoluntad.

—¿YAlfredo?—preguntóIván,aúnconmocionadoporlarevelación.—Éltambiénllegarámuypronto—dijoAmane.Yolandaestabayaaunmetrodeella.—Llegue o no, maldita hija de puta, quiero que sueltes a Beatriz ya. Si

quieresunsacrificio,mataatumadre.—Todoensudebidomomento.Sinmoverlospiesniapenaselcuerpo,Amanegiróelcuellohaciaunlado.

Allíestabasumadre,conlosojosblancos,perdidos,yairedeestupor.Laguardiacivilsintiócómounamanogélidaleacariciabalanuca.Fueuna

sensacióncasifísica.Frenteaella,Amaneemitióunaleverisilla.—Nuestroamoyseñorescruel,perojustoygenerosoconnosotros.Ellase

iráhoytambién.Sesacrificaráparadarpasoasusucesora:amí.Asídebeseryasíserá…Yahora,osruegoquenoopongáisresistencia.Notenéisescapatoria.Niña,sueltayaesapistola.

A ambos lados de Yolanda aparecieron varios hombres con escopetas decaza.Elrestosehabíaidoacercandopordetrás.

—Alejaos—lesordenólaguardiacivil—.Sino,vuestrasucesorasequedarásincabeza.

Denuevo, larisilladeAmanehiriólosoídosdeYolanda.Sediocuentadequeloshombresdelasescopetasnolaapuntabanaella,sinoaIván.

—Siyohedemorirhoy—dijoAmane,ysuspendióunmomentoelfinaldelafrase—,sea.

Alzó sumano diestra y dirigió unamirada de aquiescencia a los hombresarmados.

Yolanda no iba a ceder. Apretó con aún más fuerza su arma, apuntadadirectamentealentrecejodeAmane.Ydisparó.

Unpocoantes,desdesuescondite,Alfredohabíaoídoelruidodelaprimeradetonación, que reverberó y se multiplicó en las oquedades y los túneles.Alguienhabíadisparadounarmaallíabajo.QuizáhabíanasesinadoaBeatriz.

El grito que vino después le hizo ponerse en pie de un salto.Era una vozfemeninaperoautoritaria,conocida.

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—¡Yolanda!Lareconocióapesardeladistorsión.Laesperanzaseencendióensuespíritu

como la pólvora de un cohete. Si ella estaba al otro lado de la cueva,seguramenteiríaacompañadadeIván,yambosliberaríanaBeatriz.

Nodebíaquedarseparado,teníaqueunirseaelloscuantoantes.Lahistoriacompletasedibujóparaélcomo loharíaunniñomovidosóloporsusdeseos.Aunasí,dejósuesconditeyse lanzóhacia lasescaleras.Sólosedetuvoaloírotras detonaciones y un nuevo grito. Esta vez era Iván, no cabía duda. Y síentendióloquedijo:“¡NOOOOO!”.

Movidoporunmagnetismodesconocido,Alfredocontinuóapesarde todohacia la oquedady las escaleras.Lasbajó con cuidado, lentamente, agachado,hastaquetuvounavisualdelagrutadedondeprocedíanlosdisparosyelgrito.ViolomismoqueIványYolandaantesqueél:elfuegoritual,Amaneylosotrosconlastúnicas,Beatrizatadaalaroca,lasjaulasdemadera…Yasuamigoyala guardiacivil agarrados por la espalda por dos hombres. Amane tenía en sumanolapistoladeYolandaylamostrabacomoquienexhibeuntrofeo.Juntoaella,otroshombreslesapuntabanconescopetasdecaza.Laguardiacivilteníalamanoderechacubiertadesangre.

Desde donde estaba, Alfredo no podía entender lo que decían, pero unasimple deducción y su lenguaje corporal bastaban para entenderlo: Yolanda eIvánencontraronlaentradaalacueva,intentaronliberaraBeatriz,perocayeronenlasgarrasdeAmaneysusseguidores.LamanoheridadeYolandasignificabaquetuvieronquearrebatarlesuarmaporlafuerza.

Alfredosederrumbódenuevo.Ahorasíquenohabíanadaquehacer.

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25

—¡¡¡Eh,tú!!!El grito de uno de los acólitos deAmane alertó a todos los demás.Había

visto aAlfredo en lo altode las escalerasque conducían a la cuevadesde lostúnelesquepartíandeOtsobeltz.Amanenisiquieramiróhaciaelsitio:sabíaqueelchicovendría.Tardeotemprano.

—Id por él—ordenó a dos de los hombres armados, que cogieron sendasantorchasyobedecieronalpunto.

Alfredoseretrepóenlaescalera,arañandohaciaatráslospeldañosconsusuñas.Sevolviótemblando,cayóalsueloysearrastróhastaquedarmediodepie.Corriócontodassusfuerzasderegresoalostúneles.Susperseguidoresllegaronalpiede laescalerayempezaronaascenderporella.Enbreve lepisarían lostalones.

Lo único que se le ocurrió aAlfredo fue tratar de huir por los corredoreshasta la iglesiadelpueblo.Peroesoeraunalocura.Ellos ibanarmados, teníanluzyconocíanalaperfecciónlascuevas.Todasesaseransusventajas.

Entonces, ¿qué?...Sabía loque teníaquehacer.Ya lohabíapensado.Sielmiedo es capaz de oprimir el pecho, a Alfredo se le encogió como una nuezatrapadaenelcascanueces.Laideadedestrozarselacabezaasímismosehizotanrealqueparecíaestarocurriendoya.

¿Seríatodoaquellounapesadilla?Alfredorogóquelofuera,ydespertarensublandacamasinmásamenazaenciernesquepodertropezarsealponerselaszapatillas.

Loshombresestabanyamuycerca.Losoíatrasél,arrastrandoconsuspieslas piedras disgregadas del suelo. Saltó hacia la roca en la que había estadoescondido.Seagarróaellaconambasmanos,cerrólosojos…

—¡Saldedondeestés!—ordenóunodesusperseguidores.¿Ysinoleencontraban?¿Ysidesistíandebuscarle?...La mente de Alfredo se aferró a una esperanza que ya estaba perdida.

Aguardóalúltimomomento.Laluzdelasantorchasiluminabayasuescondrijo.Estabanencimadeél…

Ahoraonunca.—¡Quieto!Notuvoelvalordehacerlo.Agarrócontantafuerzaloslateralesdelaroca

quesearañólapieldelasmanosyhastasehizosangreenalgunaspartes.Peronopudolanzarsedecabezacontraella.Notuvovalor.

—Saldeahí,chico.Noqueremoshacertedaño.Uno de los hombres le hablaba, con la escopeta baja, mientras el otro le

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apuntabaconlasuyadesdeunpocomásatrás.Alfredonolesmiróalosojos,aningunodelosdos.Selevantósollozandoy

fuehaciaelloscomouncordero.Enlagrutaritual,Amanecolocóelviejolibrodesusantepasadossobreun

anchopedestal labradoen lapiedra,parecidoaunamesadecelebraciones.Loabrióporunadesuscentenariaspáginasy,antesdeempezaraleer,sedirigióaYolandayaIván,queestabandentrodedosdelasjaulasdemadera,atadosdepiesymanos.

—¿QueríaissaberporquénocelebramoslaNavidad?AquínadiecreeenelCrucificado. Es una divinidad demasiado moderna. Y su padre, demasiadoantigua.Nosotroscreemosenotrosdioses.Diosesdelatierrayelagua,delairey el fuego. Son señores poderosos, de nuestros ancestros, que no todos hanolvidadoconelpasodelossiglos.

Luego se puso a leer el libro, escrito en una lengua arcaica y desconocidaparaellos.Amedidaque lohacía, el tonode suvoz ibacreciendoen tensión.Llegó a parecer una cuerda de violín a punto de quebrarse bajo el arco de unviolinistaapasionadohastaelfrenesí.

Cuando terminó la lectura, sedejó caer sobre elpedestal.Estabaexhausta.Aunasí,notardóenincorporarseparadecir:

—Hallegadolahoraderenovarnuestrosvotos.Hizo un gesto a sus seguidores para que fueran por sumadre. La anciana

seguíaausente.Lacogieronentredosdeellosylallevaron,muydespacioyconsumocuidado,hastalaelpedestaldondeestabaAmane.Elrestodelospresentesentonabanuncánticolúgubreenlamismalenguaantigua.

Laanciana fuedepositadasobreelpedestal, conelcuerpoextendido,bocaarriba.Amane la contemplóduranteunos segundos,musitando algo inaudible.Después,PacoOrtizleentregóunlargocuchillodehojacurva.Loaproximóalpechode sumadrey, sindejarde recitar loque fueraqueestaba recitando, loclavó en el corazón. En ningún momento cambió la expresión serena de surostro.

Cuando la sangre empezó a brotar,Amane recogióunpoco en susmanos,formandouncuenco,ylabebió.LuegolaimitaronlosOrtiz,seguidodelrestodeasistentes.Losúltimosapenaspudieronlamerlosúltimosrestosdesufluidovital;dellíquidodelavidadequienfuerasuguíadurantemásdemediosiglo.

—¡Se ha cumplido! —exclamó Amane por fin, con el cuchilloensangrentadoenlamano,goteandosobreelsuelo—.Ahoranuestroseñornosdemandaelsacrificioque,comofielessiervossuyos,ledebemos.

JoséMaríaOrtizdiounpasohaciaAmane.Secolocójuntoaellaylehablóaloídoenvozbaja.

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—¿Noseríamejoresperaraquetraiganalotrochico?—Sí, sí, tienes razón.Nopueden tardarmuchoen traerle.Así el sacrificio

serácompleto.Triunfal.Alfredo caminaba tan dócilmente que los dos hombres que iban con él

bajaron la guardia. Pero eso es algo que nunca se debe hacer con un animalacorralado. En un último acto de desesperación, el chico se dio la vuelta ygolpeóconelcodoenplenacaraalqueiba justopordetrás.Loshuesosdesunarizestallaronenmilpedazosysederrumbócomounpeleledetrapo.

El otro levantó su escopeta y trató de apuntar a Alfredo. La reacción delchicofuetaninesperadaquenologróacertarleconeltiro.

Agachadojuntoalotrohombre,quehabíaperdidoelconocimientoyteníalacarallenadesangre,Alfredocogiósuescopetayvolvióasaltaraunlado,haciaungrupoderocas.Segolpeóenelhombroherido,quehastaesemomentonolehabíavueltoadoler.Apenaslonotóporlaexcitación.

Nunca había usado una escopeta. Aun así, apuntó con mano temblorosa,disparó y, sin saber cómo, acertó de plano en el blanco. En el pecho de suatacanteseabrióunboquetedeltamañodeunpuño.Ensurostro,unaabsolutaexpresióndeincredulidad.

También cayó al suelo, muerto. El otro pareció recobrar levemente elconocimiento con las detonaciones. Levantó un poco la cabeza. Alfredo seacercóaél,empuñólaescopetaporelcañónyleasestóungolpeenlacabezaquevolvióadejarleinconsciente.Quizámuerto.Nolosabíanileimportaba.

Al oír el sonido de los dos disparos, Amane pensó queAlfredo se habríaresistidoynohabíaquedadootroremedioqueacabarconél.MiróaJoséMaríaOrtizcongestocompungido:unomenosparaelsacrificio,decíansusojos.Peronoerademasiadoimportanteenesedíaglorioso,enelqueelladabaelrelevoasumadreysuseñorestabaapuntoderecibirelsacrificiodebido.

Dentro de las jaulas demadera, Iván se revolvió, insultó aAmane y a losdemás. Antes había tratado de hablar con Beatriz, pero le fue imposible: suamigaestabacompletamenteida.LaquesíhablófueYolanda.

—¡¿Creéisqueestovaaquedarasí?!Nosbuscarán.Yosoyguardiacivil,yenelpuestosabenquehadesaparecidounachicayquelaestoybuscando.Novanadejarloestar.Estoesabsurdo,locosbastardos.Vuestrodiosnoexiste.

Paco Ortiz se acercó a la jaula de Yolanda. Dio un golpe en ella con subastónparahacerlacallar.

—Te equivocas —dijo sin alterarse—. En Ochate no se hicieron lossacrificios oportunos y por eso nuestro señor lo asoló con enfermedades,muertes,destrucciónyolvido.Losperrosquehabéisvistosonlasalmasdelosinfieles,condenadosavagarparasiempre.Vosotros tendréisundestinomucho

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mejorqueeso,comoeternosservidoresdenuestroseñorenunmundoqueestámásalládeeste—sonrióconmalignidad—.Tenéisnuestragratitud.

—Estáislocos…¡Soltadnos!—No hay motivo para más dilaciones—intervino Amane—. Proceded al

sacrificio. Primero ella, la guardia. Traedla aquí para que fuego puedatransformarlaenalimentodenuestroseñor.

Varios hombres rodearon la jaula de Yolanda, que seguía gritando einsultando.Introdujeronunoslargospalosenunoshuecospreparadosalefectoylaizaronparallevarlahastaelgranfuegoritual.

Amaneabriódenuevoel libro sagradoy recitóotrosde susversos.Todosrepetían sus palabras, con gesto embargado, embebidos de un ritual que, paraellos,dabaelmáximoyúnicosentidoasuexistencia.

—¡NOOOOO!—gritóIván.Beatrizpareciódespertarsedesuletargo.Lemirósincomprender.Tratóde

moverse,perolascuerdasconqueestabaatadaseloimpidieron.—¿Qué…?¿Quéhacemosaquí?—preguntóconlavozquebrada.Ivánquisodecirlealgo.Loquefuera,salvolaverdad.Aunquenoserviríade

nadaocultársela,porqueenbrevesmomentosladescubriríaporsímisma.Aunasí,semantuvoensilencio,mirándolaalosojos.

—¿Nosvanamatar?—dijoella,cadavezmásconscientedeloquesucedía.Unavezmás,Ivánnorespondió.LajauladeYolandaestabasiendoelevada

antes de ocupar su posición en la especie de gran cuenco en el que ardía elfuego.Existieraonoesadivinidadsanguinariayoscuraa laqueAmaney losdemásadoraban,ibaamorirparaapaciguarla.Ibaaserquemadavivaporesasgentesque,eneldíaadía,labrabanelcampo,cuidabandesusanimales,vendíanelpan,ocualquierotracosa,enunpuebloquepodíapasarpornormalaprimeravista.

—¡SOLTADLES!El gritó venía de las escaleras por las que los dos acólitos habían ido en

buscadeAlfredo.Peronoeraningunodeelloseldueñodelavoz,sinoaquelaquiendebíanapresar,quelesapuntabadesdearribaconunadelasescopetas.

Poco antes, el chico estuvo tentado de huir por los túneles y olvidarse detodo;desusamigosydelaguardiacivil.Suspiernasqueríanhacerlo.Inclusodioalgunos pasos en esa dirección. Pero al final, sin embargo, logró vencer supropiomiedoyregresarensuayuda.Ahorateníaunaescopetay,sinolograbasuobjetivo,sidenuevotratabandecogerlo,sepegaríauntiroen laboca.Esoerarápido.Aesosíqueseatrevería.

BajóporlaescaleraantelamiradadedespreciodeAmane:queaúnestuvieravivonopodíasergratoasuseñor.Yquizásignificaraqueellahabíahechoalgo

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mal.Lasuerteolacasualidadnoexistíanparaella,sóloeldestinoobradoporlavoluntaddesudiososcuro.

Poreso,estaveznodijonada.Susacólitosyasabíanloqueteníanquehacer.Losdosquequedabanarmadoslevantaronloscañonesdesusescopetashaciaelchico. Pero este no se amilanó. Siguió caminando con el cañón de la suyaapuntandoaAmane,sinvacilar.Ensusojoshabíaalgoparecidoalalocura.

LamismaAmanelopercibiócuando,alfin,segiróparaverle.—Soltadamisamigos—dijoAlfredoentredientes.—Tendrás que matarme —contestó Amane—. Y ni siquiera entonces se

librarán. Yo soy prescindible. Nuestro amo y señor será quien decida. Todosucederásegúnsusdesignios,hagasloquehagas.

—Muybien.Alfredonodiscutió,no laamenazóni intentóconvencerla.Eso impresionó

muchoaAmane.Habíahabladoconelaplomoquedebíacaracterizaraunalíder,comoella,peroensuinteriornoestabapreparadaparamorir.Y,adiferenciadeantes,conlaguardia,vioenlosojosdelchicoqueesoeraloqueestabaapuntodesuceder.

—Soltadlesatodos—ordenóasussecuaces.PacoOrtizsacudiólacabeza.Suhermanolemiróinquisitivamente.Nadiese

movió.—Losdesigniosdenuestroseñorsonamenudotortuososeindescifrables—

insistióAmane—.Siéldeseaelsacrificio,nolespermitiráescapar.Dejémoslequenosmuestresupoder.

La jaula de madera de Yolanda, muy cerca del fuego, había empezado aarder.Laguardiacivilgritabadentro.Fuelaprimeraenserliberada.LosacólitosdeAmanereaccionaronalfin,laapartarondelfuegoylasacarondesuprisión,quenotardóenconsumirsesinsupresaenelinterior.LuegosoltaronaBeatrizyaIván.Elchicolaayudóareunirseconlosotros.IvándiolasgraciasaAlfredoy abrazó a Yolanda de lado, sin soltar a Beatriz, que no tenía fuerzas parasostenerseenpieporsímisma.

—Vamos,hayquesalirdeaquí—dijo.Hizoelademándedirigirsehacia lasalidade lacuevaquedabaalbosque

cercanoaOchate.Alfredoledetuvo.—No,porahíno:poraquí—dijo,señalandoconlamiradaalotrolado.Yolanda e Iván quitaron las escopetas a los dos hombres que aún seguían

armadosyrecuperaronlapistoladelaguardiacivil.Porunmomento,IváncreyóquesuamigoibaadispararasangrefríacontraAmane.Secolocóasuladoylerozóenelbrazo.

—Novalelapena.

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SuspalabrasobraronelefectodesacaraAlfredodeunaespeciedetrance.Aquellazorrasemerecíaquelearrancaralacaradeuntiro,peronohacerloerasu segurodevida.Ahora sabíanque,dijera loquedijese, tampocoellaqueríamorir.

—¡Larguémonos!—lesurgióYolanda.Antesdehacerlo,laguardiaseacercóunmomentoaAmaneylearrancóun

trozodesucentenariatúnica.Conlatelasevendólamanoherida.EntreellaeIván llevaron cogida por los brazos aBeatriz.Alfredo los siguió, sin dejar demirar atrás hasta que estuvieron en lo alto de la escalera. Sólo entonces sequebró lacorazaque lehabíaenvuelto,paraconvertirleenunafierasalvaje,yvolvióanotarquelaslágrimasinundabansusojos.

Peroestavezhabíaesperanzaenellas.

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26

—¿Haciadóndevaestetúnel?—preguntóIván.AcababandepasarjuntoallugardondeAlfredohabíadejadoelcadáverde

unodeloshombresquefueronporél,yalotroinconsciente.Aunqueesteúltimonoestabaallí.

—Alpueblo—respondióAlfredo—.Antesmeatacarondos,yunonoestá.Sinosencontramosconél, tiradamatar.Debímatarleyomismocuando tuveocasión…

—¿Vaarmado?—preguntóYolanda.—Le rompí la cara y le quité la escopeta. No sé si llevaría algo más

escondido. No le registré. —La tensión hacía a Alfredo hablar con ciertahostilidad.Sediocuentayrebajóeltono—.Creoqueno,perohabráquetenercuidadoconéldetodosmodos.

Beatriz estaba cada vez más despierta. Si le habían administrado algunasustancia, ésta parecía ir desapareciendo de su organismo. Casi era capaz deandarporsímisma,aunqueseguíanayudándolaparaavanzarconmásrapidez.

Atravesaron los corredores, con sus subidas y bajadas. Por detrás parecíallegarles alguna clase demurmullo. Seguramente eran los acólitos deAmane,queibantrasellos.Delotrohombre,elqueatacóaAlfredo,nohabíanirastro.Conciertadificultad, llegaronhasta lacuevapordebajode lacasadeAmane,cuyatrampilla,enloaltodelaescaleradecaracol,estabaatrancada.Alfredodijoquenointentaranabrirla,queeramejorseguiradelanteysalirporlacriptadelaiglesia.

Aldecireso,aunquenopodíasaberloacienciacierta,YolandasediocuentadequedebíandeestarcercadelacasadeAmane.Nohubierasidomalaopciónsalirporallí,porqueeraprobablequeesazorra tuvieraarmas,oalgoútilparadefenderse.Y,comomínimo,suteléfonofijolesserviríaparaavisaralpuestodeTreviñodeloqueestabasucediendo.

Eraloquenecesitaban:unteléfonoconelquepedirayuda.Sisalíanporlaiglesia,sumejoropciónseríairaltallerycogerelcochede

Alfredo.Aunque funcionaraa tirones, lesbastabacon llegara laautovía.Estaveznoseperderían,acompañadosdeYolanda.

Másalláde la cuevabajo la casa, siguieronpor el corredorque conectabacon la iglesia. Antes de salir por el pozo vertical, todos vieron los cuerposcolgadosenlasparedes.Beatrizahogóungrito.IványYolandasemiraronconincredulidad.Aquellagente—osusantepasados—llevabansigloshaciendo lomismoquequeríanhacerconellos.¿Ytodoparahonraraunaantiguadeidadenlaquesóloelloscreían?

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Iván trató de subir el primero para abrir la trampilla, pero su amigo se loimpidió.

—Conozcomejorquetúelcamino.AhoraeramejornodiscutirconAlfredo.LoquedolióaIvánesquelohizo

comounaespeciederevancha.—Adelante—dijo.Despuésdeunpardeminutos,enlosqueseescucharongolpescadavezmás

fuertes, entremezclados con gruñidos,Alfredo regresó abajo y les dio lamalanoticia.

—Nosepuedeabrir.Debedehaberlacerradoelcabrónqueseescapó.Habrápuestoalgopesadoencima.¡Joder,teníaquehaberlematado!

Laslamentacionesnoservíandenada.Estavez,Ivánlehizoaunlado.—Déjameintentarloamí.—Tehedichoquenosepuede,¿esqueestássordo?Ivánsedetuvoylemirócongestoairado.—¿Quépasa,Alfredo,esqueestámalqueyolointente?¿Prefieresquenos

quedemosaquícruzadosdebrazos?Ahoraambossemirabanfijamente,apuntodeestallar.—Estasdisputasnotienensentido—intervinoYolanda—.Sí,Iván,pruebaa

versitúpuedesabrir.Essólounmomento.Sino,regresaremosalaotracuevayveremosquéhacemos.

—Tampocoallísepuedeabrir,yaloheprobado—dijoAlfredosinapartarlamiradadeIván.

—Ya —dijo la guardiacivil—, pero allí la trampilla es más grande y demadera,ypodemossubirdos juntospor laescalerahastaella.Sihacefalta, ladesharemosabalazos.

Amaneseguíaen lagruta ritual, ahora sentada juntoaPacoOrtiz.Estabansolos. Su hermano José María lideraba la persecución. Ninguno de los doshablaba, pero ambos pensaban lo mismo: si aquellos chicos estabanpredestinadosaalimentarasuseñor,nopodríanescapar.Porque,siescapaban,algoestabamuymalentodoaquello.Noconstabaenlosregistrosnadaparecidoentodoslossiglosenqueesaceremoniadesacrificiosehabíallevadoacabo,nienlatradiciónoraldelosprimerostiemposnienlaescritaposterior.

SilamadredeAmaneaúnviviera,podríaexplicarlesloqueestabapasando.Seguroqueellasabríainterpretarloydarleslaspautasnecesariaspararesolverlo.Pero estaba muerta, y Amane debía sustituirla, tener las mismas visiones, lamismaclaridaddeideasinfundidaporlaconexiónúnicayperfectaconsuseñor.Comotuvotodoesosumadre,capazdeveraunestandociega,demandaraunestandoimpedida.

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—¡Nuestroseñornosprueba!—exclamódeprontoPacoOrtiz.Asulado,Amanesegiróconextrañeza.—¿Nosprueba?¿Porqué?¿Dequémodo?—¿Noloves,viejaamiga?:quieresabersisomosdignosdeél.—Explícate.—Novaahacerél todopornosotros.Quieresabersiestamosdispuestosa

realizar cualquier sacrificio. No podemos dejarles escapar. De lo contrario—ahora lo veo claro—, nuestro señor derramará sobre nosotros su ira. SeremosacreedoresdeuncastigocomoelquedestruyóOchate.

Amaneparecióreflexionarduranteunosinstantes.—Sí…Sí,tienesrazón.Yalocomprendo.Loveo…Porprimeravez,unaimagenseformóenlamentedeAmane,comolasque

sumadre veía por inspiración de su dios. En ella vio a los tres chicos y a laguardiacivilcapturadosenlanieveyconducidosdenuevoalagruta.Laprimeravezhabíanidoallíporpropiavoluntad,yanoimportabaobligarlesavolver.

La visión era nítida, tan clara como un día de verano, pero… Algo laenturbiabaenunaparte;algolahacíanebulosaenciertomomento.Aunque,alfinal,volvíaaaclararseymostrabaelgranfuegodelagrutaritualdevorandoalosinfieles.

Ysuseñordelassombrasylasprofundidadessonreía,desdeelotromundo,consuinvisibleboca.

—¡Vamos!—gritóal tiempoquese levantabacomopor resorte—.Nonosquedemos aquí, viejo amigo. Tú has renovado mi confianza y juntosconseguiremos superar la prueba de nuestro amo y señor. ¡Tenemos que estarpreparados!

TalcomoAlfredohabíadicho,lalosadepiedraquecomunicabaconlacriptade la iglesiaestabaatrancada.Nidiezhombreshubieranpodidomoverla. Ivánbajódenuevoporlospeldañosmetálicosconexpresióndefracasoydeenfado.Encuantolotuvodelante,Alfredolemirócondesdén.

Yolandadiounapalmadaparadeshacerlatensiónentreellosydijo:—Volvemosalaotracueva.¡Venga!La guardiacivil e Iván encabezaron la comitiva. Por detrás de ellos fueron

AlfredoyBeatriz,queyaestabaencondicionesdecaminar.—¿Cómotecogieron?—lepreguntóelchico.—Bajéalsótanodelacasa…Losé,losé:nodebíhacerlo.Lacuriosidadme

pudo.Vi aAmane dentro, vestida con una túnica como la que llevaba puestaantes.De pronto se volvió, como sime hubiera visto, aunque no hice ningúnruido.Intentévolverarribaparaavisaros,peroalguienmecogiópordetrás.Norecuerdonadadespuésdeeso.Perdíelsentido.

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—Ahoratodovaaestarbien.Beatriznorespondió.Seguíaaterrorizada.Porinstinto,sepegóaAlfredoy

lecogiódelbrazo.Éllabesóenelpelo.—Cuandosalgamosdeaquíyestemosotravezencasayasalvo—ledijo—,

quieroque sepasqueparamí se acabaron las dudas.Estoy enamoradode ti yquieroestarcontigo.

A Beatriz le chocó que su amigo se comportara con tanto aplomo. Losúltimos acontecimientos, aunque hubieran sido sólo unas horas, debían dehaberlecambiadohastaesepunto.Aellatambiénlegustaba.Cuandoseacostócon él, no lo hizo por haberse pasado de copas. Quiso probar cómo la hacíasentirse en el sentidomás íntimo.Si luego se echópara atrás fueporque tuvomiedo, no porque no le gustara. Lo que ahora estaba ocurriendo le hacíacomprender que, a veces, no hay que pensar sino sólo dejarse llevar por elcorazón.

ApretóelbrazodeAlfredo,sindecirnada,yélsupoquesentíalomismo.—¿Quétepasóenelbrazo?—lepreguntóellaalrato.—Undisparo,enelpueblo.Mepersiguieron,peromelibré.Noesnada,un

rasguño.Iba a decir también que habían matado a otras personas: al hombre que

encontró en el descampado, deshecho, aMikel… y quién sabía a quiénmás.Peroprefiriócallarseparanoasustarlamásdeloqueestaba.

Por delante, sus compañeros también compartieron algo de lo que sentían.Fuemenosromántico,peroigualdeprofundo.

—Yolanda—dijo Iván a la guardiacivil—, antes, cuando estábamos en latorredeOchate,tehubieratumbadoenelsuelosihubierapodido.

—Losé—dijoella.Comoelchiconodecíanadamás,trasunbrevesilenciovolvióahablar—:Yyotehubieradejado.

Los cuatro siguieron en silencio.Los corredores parecían aúnmás tétricosqueantes,ylossímbolosmásamenazadores.Dondeantessólohabíaunaespiral,ahorasemostrabaunremolinoqueconducíaalanadayelolvido;dondeanteshabía una cruz de brazos curvos, en un giro sin fin, ahora había unainmisericorderuedatrituradoradealmas.

Llegaron a la cueva bajo la casa deAmane casi almismo tiempo que susperseguidores.Éstoshabíanidomuchomásdespaciodeloquehubieranpodidoporqueestabandesarmados.Poreso,cuandoloschicosaparecieron,losprimerosdieronmedia vuelta y regresaron al cobijo de los túneles. Su objetivo no eracapturarlos,sinoseguirlos,verpordóndesalíanalexteriorynoperdersurastro.

Yolandagritócomoloharíaunmaestrodeartesmarciales.Disparóun tiroconsupistolacontralanegrabocadelcorredor.Esolesmantendríaalejadosel

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tiempo suficiente para abrir la trampilla y escapar de ese hormiguero y de sureina.

—Subidvosotros—dijoalosdoschicos—.Soismásfuertes.Empujadalavez.Sinosemueveaunasí,yaveremos.

Amboshicieronloquedecía.Sinhablar,subieronporlaescaleradecaracoly,yaarriba,colocaronsushombros—Alfredoelizquierdo,elsano—contralamadera, adquiriendo una postura que les permitiera hacer palanca con susespaldas.Auna,empujaroncontodassusfuerzas.Seoyóunligerocrujidoylatrampilla pareció moverse un poco. Muy poco, casi nada, pero al menos noestabatanatrancadacomolalosaquetapabalacripta.

—¡Otravez!—dijoIvánconánimo.Volvieron a empujar. Y de nuevo la trampilla se movió un poco, pero no

cedió.Asínoibanapoderabrirla.—Bajad,nolointentéismás—dijoYolanda.Teníasupistolaensumanosanayunadelasescopetasbajoelbrazo.Esperó

a que los chicos bajaran para darle la escopeta a Iván.La deAlfredo la teníaBeatriz.

—¿Ysihayalgoarriba,sobrelatrampilla?—dijoésta.—Cruza losdedosparaquenoseaasí—contestóYolanda—.Salgamosde

dudas.Ella y los chicos dispararon contra la madera, que estalló en pedazos. El

huecoqueseabrióeratanoscurocomolacueva.Ignorabansihabíanatravesadola trampillaohabíaalgomásporencima.Yolandacorrióa laescaleraysubióporellaatodavelocidad.

Pronto vieron desaparecer parte de su brazo por el agujero. Lo habíanconseguido.

ElpasoalquecaminabaPacoOrtizestabaenellímitedesucojera.Amanele precedía, obligándole a forzar el ritmo sin el menor miramiento. Aunquellevaban mucho tiempo de desventaja, se encontraron con los suyos en lostúneles, cerca de la cueva bajo el sótano de la casa. Les pusieron enantecedentes:losinfielesestabanallíyhabíandisparado,seguramentecontralatrampilla.

—Bien—dijoAmane—.Que salgan,quecreanquehanescapado.Cuantomásacaricienlaesperanza,máscreeránenellaymásfácilserácapturarles.

—¿Cómoloharemos?Capturarles—seatrevióadecirunodelosacólitos.—A su debido tiempo. —Amane le habló como la profesora severa que

reprendeaunalumnoretrasado—.Sólotenemosqueesperar.Saldránytratarándehuir.Peroasíserá justocomosemeteránellosmismosenlabocadel lobo.UnlobotannegrocomoOtsobeltz.

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LaprimeraensalirporlatrampillafueYolanda.Llegóaunespaciosinluz,quesólolaantorchaqueellallevabareveló.HabíaacertadoconsusuposicióndequedebíandeestardebajodelsótanodeAmane.Reconocióelpilardepiedraenel centroy lasparedesbastasdepiedra.Elpilar esta ahoramovidoaun lado,paradejaraldescubiertoelpasadizosecreto.SeguramenteporallíhabíanbajadoAmane y los suyos para ir hasta la cueva ritual. De no haber estadomovido,nuncahubieranlogradosalirporahí.

Alaluzdelatea,Yolandabuscaba—inclusoesperaba—quehubieraalguiendispuestoaatacardesdelassombras.Porsuerte,nohabíanadie.

—¡Subid!—gritóalosdemásporelhueco.Mientras los otros se unían a ella, la guardiacivil encendió la solitaria

bombilladelsótano.Yaarriba,IványAlfredotrataronencontraralgoconloquecubrir el hueco para que los de abajo no pudieran seguirles. El pilar parecíaimposible demover. Debía de tener unmecanismo oculto que no acertaron aencontrar,pormuchoquelointentaron.Loúnicoquehabía,apartedelpilar,eraunpesadomuebleparecidoaunviejoarmarioropero.

—Vamos,ayudadnosaempujar—pidióIvánaYolandayaBeatriz.La guardia no le hizo elmenor caso. Tenía otros planesmás urgentes: en

esencia,abrirlapuertadelsótanoparapodersubiralacasa.Antes de recurrir a pegarle un tiro a la cerradura, probó con patadas. Sus

golpes en la puerta fueron como la base rítmica de la melodía creada por elmueble al arrastrarse. Bajo la luz amarilla y débil de la bombilla, demasiadoescasa para el tamaño del sótano, entre el frío y la inevitable humedad, nisiquieralamúsicadeunfuneralhubieraresultadotantétrica.

—¿Loconsigues?—preguntóIvánalaguardiacivil.Lerecordóaunaluchadoradekickboxing,soltandopatadatraspatadahasta

que al final perdió las fuerzas, el equilibrio y cayó al suelo. El chico dejó elmueble, ya casi sobre el hueco, y corrió hacia ella para comprobar si seencontrababien.Poruninstante,leparecióquesusojosestabantrémulos.Pero,siestabaapuntodellorar,sindudaeraderabia.

Le tendióelbrazoparaayudarlaaponerseenpie.El trozode la túnicadeAmane, que cubría sumano herida,mostrabamanchas de sangre. Yolanda seagarróaIvánconlaotramanoyselevantó.Lamalditapuertahabíapodidoconella.

Porahora.—Tendremosquegastarunabala—dijo.Ivánasintió.

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—Quéremedio.Peroacabemosdemoverelmuebleantes.Quedabapocoparacolocarloensunuevaubicaciónsobrelatrampilla.Entre

los cuatro, tardaron sólo unos segundos. Ahora nadie podría entrar, pero, demomento,ellostampocopodíansalir.

Yolandaapuntócon lazurdaaunpardemetrosde lapuerta.Asínopodíafallar,aunquefueradiestra.

Ladetonación,queretumbóenlosmurosderoca,semezclóconunmalsanosilbidoqueduróunpocomás.Instintivamente,laguardiacivilseagachóehizoademándeprotegerse:labalahabíarebotado.

—¡Joder, esapuertadebedeestar reforzada!—exclamó.Luego, recobradadelsusto,añadió—:Pareceantigua,peroseguroque tieneunachapadehierrodentro,oalgoparecido.

—La llaveesnormal—dijoAlfredo—.Esosignificaqueelmarconoestáblindado.Oesocreo.

Abalazosno iban a abrir esapuerta.Necesitaban algúnobjetoparausarlocomoariete;algopesadoyquesepudieraagarrarbien,paraimpulsarloylanzarelgolpe.Todos sepusieronabuscar, aunqueBeatrizno se separódeAlfredo.Estuvieronvariosminutos,conunasensacióndeagobioqueibaenaumento.

Allínohabíanada.—Esto sí que no voy a consentirlo —masculló Yolanda—. No nos va a

detenerningunaputapuertademierda.Porpuradesesperación, seacercóaellay le soltóotrapatadaque ledolió

másaellaenelpiequealapuerta.—Tranquila,espera—dijoIván.Había visto algo que quizá pudiera servirles. Habían buscado por todas

partes,sí,peronoenunsitio.Elmásobvio:elmuebleconquehabíancubiertolatrampilla.

Loabrieronymirarondentro.Noparecíahabermásqueropajesantiguosylosqueparecíansermugrientosamuletos.Sacarontodoyloecharonalsuelosinelmenormiramiento.Elarmarioteníaungruesorefuerzovertical.Ivánloagarróconambasmanosytiródeélparacomprobarsuresistencia.

—¿Serviráesto?—preguntóalosdemás.—Nolosé—dijoYolanda—.Peroprobémoslo.Ledierongolpeshastadesencajarlo.Fueradelarmarionoparecíatangrueso,

perosípesabalosuyo.Eradeunamaderamuydensayrobusta.Sóloquedabausarloyrezarparaquebastara.

Tampocoera tan largocomoparaque lo cogieranentre los cuatro.Beatrizquedóexenta.Ivánsecolocóelprimero,conYolandaenelmedioyAlfredopordetrás.Éstetendríaqueempujarlo,justoalfinal,contodassusfuerzas.Yaensu

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posición,recordóalosotros:—Sielmarconoestáblindado,comosuponemos,lomejoresgolpearcerca

delacerradura.Esapartedeberíaserlamásdébil.Cogieroncarrerilla,resoplaronyselanzaronhacialapuerta.Elimpactoles

hizocaeralsueloalostres.Seoyóuncracmuyintenso.Cuandolevantaronlavista,habíaunalíneavertical,quebrada,entrelacerradurayelmarco.

—¡Otravez!—dijoAlfredoeufórico.Repitieronlaoperacióny,estavez,lalíneasehizomásvisible.Alatercera

fuelavencida:lamaderasepartió,dejandoaldescubiertolachapametálicaensuinterior.Lesbastó,ahorasí,unascuantaspatadasparaqueacabaradeabrirse.

Lohabíanconseguido.IvánbesóaYolandayAlfredoabrazóaBeatriz.Sinperder tiempo,seapresuraronasalirdeesa ratonera.Yolandafuedenuevoencabeza, con la pistola, por si había alguien esperándoles en la casa. Salió concautela,preparadaparatodo.Perosumenteestabafijaenelteléfono.

Cuando el último graznido del mueble al detenerse resonó en la cuevainferior, unaparte de los acólitos deAmaneya estaban allí reunidos comounrebaño.Sabíanquetendríanqueesperarparatratardesubir,siesquelograbanabrirdenuevoelhueco.Elrestosiguióhacialaiglesia.Latrampilladelacriptaestabatambiénatrancada,peroquienteníaqueabrirlallegadoelmomentoyalohabíahecho.

Algunos creyentes se quedaban en el pueblo durante el ritual. No todospodían acudir a la ceremonia del sacrificio, en la cuevadeOchate.Cuando elhombrequeabriólatrampillasupoporlosotrosloqueocurría,seledemudóelrostro.EraAvelino,elmecánicodelpueblo.

—Al menos no podrán usar su coche para ir muy lejos —dijo—. Estábastantemalyyonolohetocado,claro.Además¡casinotienegasolina!

Eneseprecisomomento,YolandalevantabaelauriculardelteléfonofijodeAmane.Escuchópara comprobarquehabía línea, comoen losviejos aparatosanalógicos, y marcó el número del puesto. Repasó mentalmente lo que iba adecirparaexplicarseenordenysindejarsellevarporlaurgencia.

Los timbres se sucedieron como si duraran cinco o diez veces más de lonormal.Alfin,alguiendescolgóalotrolado.EraunavozqueYolandaconocíaperfectamente, la de un guardia de unos treinta y cinco años que llevaba untiempoenelpuesto.SunombreeraJorge.

—¡Jorge,graciasaDios,soyYolandaSerna!—Hola,Yolanda.Dime,¿quéseteofrece?¿Pasaalgo?—Sí, escúchame bien, es muy importante: estoy en Otsobeltz con tres

forasteros. Uno es la chica desaparecida que vine a buscar. Han intentadoasesinarnos. ¿Lo has entendido? Han intentado asesinarnos. Y aún nos

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persiguen.Necesitamosayudaurgente.—Va…vale—dijoelguardia, tratandodeprocesar toda la informaciónde

sucompañera—.¿Quiénhasido?—Ahora no hay tiempo para explicaciones, Jorge. Tengo que dejarte.Nos

persiguen.¡Ponteenmarchaya!—Sí,sí,claro.Ahoramismo.Laguardiacivilledejóconlapalabraenlaboca.Recalcóqueenviaraayuda

de inmediato y colgó el auricular. Los otros estaban tras ella, en el pasillo,escuchandoensilenciosupartedelaconversación.

—¿Quétehandicho?—preguntóAlfredo—.¿Mandanrefuerzos?—Sí—contestóYolandapensandoyaenotracosa—.Peromovámonos.Hay

queconseguirunvehículoysalircuantoantesdeestepueblodelocos.Afueranevabaotravez,aunquenoconmuchaintensidad.Juntoalaentrada

de la casa estaba aparcado el todoterreno de la Guardia Civil. Todos menosYolandasintieronunapunzadadeesperanza.Ladisipóconsuspalabras.

—Notengocopiadelasllaves.SiempreconduceJoséMaríaOrtiz.—¿Ynoselepuedehacerunpuente?—preguntóIván—.Sirompemosuna

ventanilla,podremosabrirlapuertayentrar.Alfredosacudiólacabeza.Loquedecíasuamigonoera tanfácilcomose

veíaenlaspelículas.—Enloscochesdeahoraes imposiblehacerunpuente.Con laelectrónica

quellevan,nosepuede.Lomejoresquevayamosaltallerycojamosmicoche.—¿Noteníaunaavería?—dijoYolanda,quenoestabaal tantodelalcance

delfallo.—Datirones,noestangrave.Almenospodremossalirdeaquí.—¿Ylagasolina?—agregóIván,reparandoenlacusadequellegaranaese

lugarmaldito.—Quedapoca,peroseguroquebastanteparallegaralaautovía.Aunquenos

quedemostiradosallí,pasaráalgúncoche.—Si hace falta nos ponemos en medio de la carretera para pararlo —

apostillóBeatriz.Dejaron la casa atrás y comenzaron a bajar por la cuesta que llevaba al

pueblo.Al llegar al final, a pocosmetros de la calle principal, vieronnomuylejosunresplandor.Eradifuso,perovibrante,comosisemoviera.

Y se movía. Unos metros más adelante distinguieron a un grupo deencapuchadosconlinternas.LosseguidoresdeAmaneestabanyaenmarcha.Eltiemposeagotaba.

Los cuatro salieron corriendoendirección al garaje.ABeatriz era aquienmás lecostabacorrer.Alfredoe Iváncasi la llevabanenvolandas,comoantes

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porlostúneles,cogidabajolasaxilas.Comosiempre,Yolandallególaprimera.Lapuertadeltallerestabacerrada.Sacósupistolaydeshizoelcerrojodeuntiro.Quieneslesseguíanprobablementeibantambiénarmados,peronoavanzaban,oavanzabanmuydespacio,comosinoquisieranenfrentarseaellos.Todavía.

ElcochedeAlfredoteníaelcapóabierto.Elchicolocerróatodaprisaantesde montar en el asiento del conductor. Sus compañeros lo esperaban fuera,vigilando.Sólocuandofueaarrancarelmotor,sediocuentadequelasllavesnoestabanpuestasenelcontacto.

—¡Joder!¿Dóndecoño…?Bajódenuevoyempezóarevolverlotodo,frenético.Losruidosylosgolpes

seoíanfuera.Ivánentróaverquépasaba.—¡Lasllaves!¡Noestán!—gritóAlfredo.—Tienenqueestarporalgúnsitio,tranquilo,lasencontraremos.Entre los dos, a toda prisa, miraron por encima del mueble de las

herramientas,enloscajones,enelsueloporsuAlfredo,ensuímpetu,lashabíatiradosinquerer.Nada.

De pronto, una imagen iluminó la mente de Alfredo. La tarde anterior,cuandollevóelcoche,elmecánicocogiólasllaves…Cogiólasllavesylasdejóen…Elchicosedevanólossesos…¡Enunapequeñaestanteríadelapared!

Allíestaban,colgandodeunclavo.—¡Vamos!—leurgióIván,quevolvióasalirafueracorriendo.Alfredosacóelcochemarchaatrás,derrapandoenelsuelomediocongelado.

Los otros montaron al fin y el chico enfiló, como pudo, la calle principal,resbalandoenelfirmeyavanzandoapasodetortuga.

—¡¿Nopuedescorrermás?!—dijoBeatriz,albordedeuncolapsonervioso.—Lasruedasderrapan,nopuedoirmásrápido.—Pon una marcha más larga—le aconsejó Yolanda, que había hecho un

cursodeconducciónenlaGuardiaCivil—.Ypisaconsuavidadelacelerador.Conalgunostironesyalgodepatinaje,pasaronmuycercadeloshombresde

laslinternas.Aesadistanciapudieronverquetambiénhabíaalgunasmujeres.Nilosunosnilasotrassemovían.Estabantodosquietoscomoestatuas.Suvisióneracapazdehelarlasangre.

SiguieronhaciaelbardeAntón.Alpasarjuntoaélydejarloatrás,loschicostuvieronun repentinoataquedeeuforia.AtrásquedabaOtsobeltzy todosesosmalnacidos.Sesentíanlibres,asalvo,ysepusieronagritarydarvítores.Todasu tensión se liberó así, como el corcho de un agitado vino espumoso. SóloYolanda semantenía serena. Sabíamuy bien que aquello no había terminadoaún.

Además, había algo; algo que no era capaz de emerger desde lo más

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profundodesumente,peroqueestabaahí,luchandoporabrirsecamino.Yteníalanítidasensacióndequenoeranadabueno.

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HabíanrecorridoapenasdosotreskilómetrosdesdelasalidadeOtsobeltz.Unosfarostrasellos,enlacarretera,fueronelprimeraviso.Veníandelpuebloyavanzaban mucho más rápido que ellos. Alfredo trató de correr más, pero elcoche no respondía. Los tirones no eran ya el problema, sino la ausencia decadenasenlasruedasylafaltadetracción.

—¡Para!—legritóderepenteYolanda.—¿Qué?—¡Para,coño!Déjameconduciramí.Tengoexperiencia.—¿Ytumanoherida?—dijoIván.—Tejuroquemeaguantaré.A regañadientes,Alfredo sedetuvoenmediode lanegra carretera.A toda

prisa, intercambió su asiento con la guardiacivil, que saltó desde el suyo paraponersefrentealvolanteencuantoelchicolodejólibre.

Yolandareanudólamarchaacelerandoconsuavidad.Ensusmanos,elcocheavanzababastantemásrápido.Parecíaunpilotodecarreras,moviendoelvolantedeladoaladoparacorregirlasderrapadas.Ensurostroestabadibujadoeldolorquelecausabasumanoderecha.Latelaestabacadavezmásrojadesusangre.

Aunasí,conellaalvolante,elcochequelesperseguíaseseguíaacercando.Estabanamediocaminodelaautovía.Sólounpocomásylolograrían.

Acababandepasarporunacerradacurvadelacarreteracuandovieronotrosfaros,estavezpordelantedeellos.

—¡Miscompañeros!—exclamólaguardiacivil.Peroelvehículono llevaba lucespoliciales.Elmalpresentimientosalióde

nuevoaflote.Yestaveztomóformayconsistencia:sinoeransuscompañeros,sino más acólitos de Amane procedentes de algún otro pueblo vecino, lescogeríanentredosfuegos.Teníaquetomarunadecisiónrápida.

Encuantoviounazonaqueparecíadespejada,diounvolantazoy se saliódel asfalto.El cochedioun saltopero, por suerte, no sequedó atrapado en elbarrobajolanieve.

—¡¿Quéhaces?!—gritóIván—.¡¿Nodecíasqueerantuscompañeros?!—Nopodemosarriesgarnos.Nollevanlassirenas.Esoesmuyraro.—¿Yquévamosahacer?—Huirporelcampo.Miscompañerosnosencontraránantesodespués,eso

seguro.¡Perotenemosquemantenernosvivos!Laguardiacivil recordabaquehabíaalgunos refugiosdepastoresycasetas

delabranzaporlazona.Nosabíadóndeconexactitud,perovalíalapenaintentarencontrarunodeellos,ocualquierotro lugardondeesconderse.El frío jugaba

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en su contra, pero eramejormorir congelado que quemado vivo.Ahora teníaquealzarsecomolíderdelgrupo.Nohabíatiempoparanombrarunjefe,yellaeralaúnicapreparadaparaenfrentarseaunasituaciónsemejante.Almenos,enteoría.

Siguiótodoloquepudoporelcampohastaqueunsalientedepiedragolpeóenlosbajosdelcoche,levantándoloyproduciendouncrujidomalsano.Elbotelehizoperderelcontrol:elcochehizoungiroenelsuelonevadoysedetuvo.

—¡Venga,bajadtodos!¡Yabrochaosbienlosabrigos!Pormuchoqueseabrigaran,ningunodeellosllevabacalzadoadecuadopara

lanieve.Laguardiacivileraconscientedeello,peroesperaballegaraunrefugioantesdequesuspiesempezaranacongelarse.

—¡Deprisa!—lesurgió.Dejaronatrásunalíneaeléctrica,pasaronjuntoaunpostedeteléfonosque

parecía de antes de la Guerra Civil y se dirigieron hacia los desperdigadosárboles.Entodalazonasealternabanpequeñasparcelasdepastoocamposdelaborconlosrestosdeantiguosbosquesquepoblaronlaregiónenotrotiempo.Las lomas se sucedían con partesmás llanas.Avanzaron por las que ofrecíanmenor resistencia, bordeando las elevaciones sin ver ninguna construcción.Lanieveempezabaacaerdenuevoconciertaintensidad.

—Hayqueencontrarunsitiodondeescondernos—repitióYolanda,másparasímismaqueparalosotros.

A la que más costaba seguir el ritmo era a Beatriz. No ya por lo que lehubieran metido en el cuerpo, sino porque todavía estaba débil y sus pies ledolíancomosituvieracardosdentrodelaszapatillas.

—Tenemosqueirmásdespacio—dijoAlfredo,juntoaella.—Nopodemosirmásdespacio—dijoYolanda—.Sinoscogennosmatarán,

tenedlopresente.La frase sirvió como acicate para todos, pero sólo durante unos minutos.

Beatrizyanopodíamás.EllayAlfredosequedaronunpocorezagados.Iványlaguardiacivilnosedieroncuentahastaquefuedemasiadotarde.

Sin previo aviso, un grupo de hombres surgió de entre unos árboles. Nollevabanlinternasencendidas,nihicieronelmenorruidohastainterponerseentreellos.Eranmuchos,másdediez,loqueimposibilitabaatacarlesconsusarmas,ademásdequeelgrupotambiéndebíadeirarmado.AlfredoyBeatrizsevieronobligados a retroceder. Sus compañeros no pudieron unírseles y tuvieron queseguiradelante.Habíanquedadoseparados.

Alfredo casi empujaba a su amiga para ir lo más rápido posible.Abandonaron la zona llana para introducirse en una vaguada entre doselevaciones. Había árboles a ambos lados. Les costó lo indecible coronar las

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lomas,peroalotroladolacuestaabajoeramáspronunciada.Sedejaronllevar,conelcorazóndesbocado,hastaelpuntodeacabarrodandoalfinaldelacuesta.

Susperseguidoresahorasíllevabanlaslinternasencendidas.Sushaceserancomo pequeños focos antiaéreos, explorando el espacio de aquí para allá.Estabancerca,peropocoapocosefueronquedandoatrás.Denuevoregresólasensación de euforia. Alfredo apretó la mano de Beatriz. Les estabandespistando.Sólounpocomásyyanoestaríanasualcance.

—¡Ahí!—exclamódeprontoBeatriz.Señaló loqueparecía la esquinadeun tejadoapuntodequedar sepultado

porlanieve.Lasdiversascapasdelosúltimosdíassehabíanacumuladohastaocultarlocasiporcompleto.Siseguíanevandounashorasmás,yanadielovería,comosinuncahubieraexistido.

Alfredo tiró de la mano de ella. Era una caseta de las que utilizan losagricultoresparaguardarsusaperosde labranza.Levantabaapenasunmetroymediodelsuelo.Lapuertaestabaaunladodesuposición.Noteníacerradura,sólo un pasador. Lo descorrieron, empujaron la puerta y se abrió sin oponerresistencia. Alfredo metió dentro a Beatriz mientras él buscaba por losalrededores unas ramas gruesas. Borró con ellas las huellas más próximas yluegolascolocódelado,encimadelaportezuela.Entróenlacasetaconcuidadode que no cayeran al suelo y volvió a colocarlas lomejor que pudomientrascerraba.

Enelinteriorreinabaahoralaoscuridad.Alfredosesentójuntoasuamiga,conlaescopetaenlamano,apuntandohacialapuerta.Alcabodeunrato,laluzque entraba por las rendijas hizo que pudieran verse las caras. Empezaba aamanecer.BeatrizseabrazóconfuerzaaAlfredo.Éstelatrajoaúnmáshaciasí.Sintiócomosupechoseagitabaydeseó,másquenunca,vivir.

También el grupo de perseguidores se había dividido. Yolanda e Iván nohicieronlomismoquesuscompañeros.Elloscontinuaronporlaspartesllanas,que iban levemente cuesta abajo. Tardaron más en alejarse quienes lesperseguían,perotambiénlolograron.Poreso,cuandoloshacesdelaslinternasindicaronqueelgruposeestabaalejandohaciauncaminoequivocado,YolandalevantósusmanosparapedirleaIvánquesedetuviera.Estabaagotada.

Ambossequedaronunratojadeando,apoyadoseneltroncodeunárbol.Alhacerlo,lescayóencimaunpocodelanieveacumuladaensusramas.

—¡Leshemosdespistado!—susurróIvánentrejadeos.—Sí—concordóYolanda—,peroalgonomecuadra.Elchicolamiróconlaextrañezadibujadaenelrostro.—¿Elqué?—¿Notepareceraroquenohayansidocapacesdeseguirnoslapista?

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—Nolosé.—Miideaeracorrermásqueellosparaalejarnosydespistarlos,así,por ir

másrápido.Perosehandespistadoellossolos.Nomelocreo…—Bueno—dijoIván,alquepodíaeldeseo—,quizásonunostorpes.—Quizá.Pero,porsiacaso,nadadeescondernosenningún lado.Hayque

seguir.¿Cómotieneslospies?—Bienjodidos.—¿Perocreesquepuedesseguir?Ivánasintió.Yapretólospuñosalavez:teníalosdedosdelospiesmedio

congeladosyledolíanunabarbaridad.—Puesvenga,nonosenfriemosmás.Volvieron a correr por los campos nevados, sinmirar atrás, sin buscar un

cobertizoounrefugiodepastores,nada.Aunasí,vieronunacabañacuandolasfuerzascasileshabíanabandonadoporcompleto,sobretodoaIván.Eratentadormetersedentro,cobijarseydescansar.Inclusocomeralgo,siesquelohabía.Pormucho fríoquehiciera en el interior, seguroque encontrarían algo con loquetaparse.Y,sino,sedaríancalormutuamente.

El chico se fue quedando parado poco a poco. La guardiacivil vio en surostro una expresión de pesadez invencible. Pero no podía dejar que sederrumbara.Teníanqueseguircaminando.

—Creoqueesmejorescondernos—dijoél.—¡No,Iván,no!¡Hayqueseguir!Lajovensepusofrenteaélylediounlargobesoenlaboca.—Hayqueseguir—repitió.El beso tuvo el efecto de despertar a Iván de su arrobamiento por el

cansancio y el frío. No sabía cuánto más iba a poder seguir, pero estabadispuestoacaermuertosihacíafalta;loquefueraporella.

Enlacasetadelosaperosdelabranza,AlfredoyBeatrizexperimentaronundeseoirrefrenable.Haberestadoapuntodemorirfuecomouncatalizadordesusinstintosmásprofundos.Fueella laqueempezó.Seabrióelabrigoy luego leabrióelsuyoalchico.Lebesó,leacaricióyporfinledesabotonólospantalones.Metió su mano, extrañamente cálida, por sus calzoncillos, y comenzó amasturbarle.

Alfredo no tardó en sentir su pene tan tenso comoun arco a punto de serdisparado.Gemíadeplacer.Noqueríaqueacabara,peronopudoaguantarpormás tiempo. Se levantó cuanto pudo y tumbó a Beatriz en el suelo. Hizo lomismoqueellaunpocoantes,bajándole lospantalonesy lasbragashastacasilas rodillas. Aspiró su aroma demujer. Le encantaba el vello púbico de ella,arregladoperoabundante,negrocomosupelo.Leseparóunpocolaspiernasy

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empezóalamerseelsexoconímpetu.Los gemidos de Beatriz aumentaron exponencialmente, a medida que el

chicomordisqueabasuclítorisylemetíalamenguaenelsexohastaellímitededondepodía llegar.Leagarró lacabezay laempujóhaciasí, sintiéndolehastaqueélseincorporódenuevo.Viosupeneapuntándolacomouncañón.Queríatenerlodentro,lonecesitaba.

Notuvoquerogar.Alfredoterminódebajarlelospantalonesyleseparólaspiernas.Entróenellasinmiramientos,confuria,hastaelfondo,notandosucalorysuhumedad.Siguieronasíhastaqueélahogóungrito.Ellaalcanzóelclímaxalmismo tiempo.Ambos sequedaronabrazadosyexhaustos, sudandoapesardelfrío,queahoranosentíanenabsoluto.Podíanhaberestadoasíparasiempre,portodalaeternidad.

Peroeldestinonolesibaaconcedertantotiempo.Debíandesercercadelasdocecuando,despuésdepasarunaloma,Yolanda

eIvánllegaronhastalaautovía.Ignorabancuántoskilómetroshabíanrecorrido,peroamboscaminabanyacomozombis,movidosporlosúltimosrestosdeunasfuerzas que, de haberse caído, ya no les hubieran bastado para levantarse denuevo.Nisiquieralavisióndelaansiadaautovíaleshizomásqueesbozarunalevesonrisa.

Ivánnopodíaniconlaescopetaquellevaba.Ladejócaer,yYolandanoledijo que la recogiera. Ya no iba a necesitarla. Ella guardó su pistola en unbolsillodelabrigoyambosrecorrieronlosúltimosmetrosquelesseparabandelalibertad.

Tenían que parar a un vehículo como fuera.Yolanda cruzó el quitamiedoscomounaancianaysepusoenelarcén.Sacósuplacaidentificativayesperóaquepasaraelprimervehículo.Fueunturismo,demasiadorápidoparadetenerse.Yolandajurópor lobajo.Pasarondoscochesmás,quetampocopararon,hastaque apreció a lo lejos un camión pequeño. Iba más despacio que los otrosvehículosylaguardiacivilsepusocasienmediodecarrilderecho.

El conductor dio un frenazo que no bastó para detener el camión antes dellegarasualtura.Yolandatuvoquesaltarhaciaelarcén,dondequedóinclinadasobreelquitamiedos.Ivánlaagarróporlacinturaylaayudóaincorporarse.

Elcamiónestabaparadounosmetrospordelante.Amboscaminaronhaciaélhastallegarasupuertaderecha.Elconductorlaabrió,conelsustodibujadoenelrostro.Antesdequedijeranada,Yolandavolvióamostrarsuplaca.

—MellamoYolandaSerna.GuardiaCivildeTreviño.NecesitamosquenoslleveaVitoria.

—Cla…claro.Voyenesadirección—dijoelcamionero—.Suban,suban.AIvánleextrañóqueYolandaquisierairaVitoria,enlugardereunirsecon

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suscompañerosdelpuestodeTreviño.Aunqueenseguidaloentendió.—Yanomefíodenadie—dijoellamientrassubíanalacabina.El camión emprendió lamarcha. Iván acarició la pierna deYolanda. Sólo

enturbiabasucorazónnosaberquéhabíapasadoconAlfredoyBeatriz.AlfredoyBeatriz sehabíanquedadodormidos.Lesdespertóun leve ruido

fueradelacaseta.Estabanhelados,entumecidosyconunatremendasensaciónde sopor. Alfredo se echó hacia atrás, se subió los pantalones como pudo yempuñósuescopeta,apuntandoalapuerta.Alabrirse,estuvoapuntodeapretarelgatillo.

Porsuertenolohizo.En el hueco apareció, recortado a la luz gris y mortecina del exterior, un

hombrevestidodeguardiacivil.Pordetráshabíaotro.Beatriz empezó a llorar como una niña. También afloraron lágrimas de

felicidadenlosojosdeAlfredo.Losguardiaslesayudaronasalir,lespusieronmantasylesdieronunvasodecafécaliente,deuntermoquellevabanconsigo.

—SomosdeTreviño—dijounodeellos—.CompañerosdeYolandaSerna.Quésuertequeoshemosencontrado.

Losdoschicos, casi sinpoder andar, acompañarona losguardiashastauntodoterrenoqueestabaaunoscincuentametros.

—Supusimosqueoshabíascobijadoenalgunacasetaoalgúnrefugio—dijoelotroguardia.

—Gracias —musitó Beatriz temblando, con su café en las manos yagarrándosealavezlosextremosdelamanta.

—Gracias—repitióAlfredo.Enunosminutos,eltodoterrenoarrancó,conAlfredoyBeatrizenlapartede

atrás.Elsolestabayaaltoenelhorizonte.Alolejos,dospersonaslovieronsalirdel campo para continuar por una de las estrechas y vetustas carreteras delCondado.

EranAmaneyPacoOrtiz.Lamujermiróalcojocongestocompungido.—Alguienquehaestadoapuntodemorircongeladonosentirátantoquelo

quemenvivo,¿verdad?Lasrisasdeambossediluyeronenelairemientraseltodoterrenogirabapara

irdirectamentehaciaellos.Iván no tuvo mucho tiempo para pensar en sus amigos. Un poco más

adelante,enlaautovía,vieronparadoenelarcénuncochedelaGuardiaCivil.Losdosagentesestabandepiejuntoalvehículo.Aúnaciertadistancia,Yolandalosreconoció:erancompañerossuyosdelpuestodeTreviño.

Losguardiashicierongestosalcamioneroparaquesedetuviera.

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—Hantenidoustedesmuchasuerte—dijoelhombre,ajenoatodo.Yolanda no concordaba demasiado con esa impresión, pormuy lógica que

pareciera.Entodocaso,cuandoelcamiónseparóaunosmetrospordetrásdelcochedelaGuardiaCivil,Iványellabajaronsindemostrarsusrecelos.Unodelosguardiasseaproximóhaciaellos.EraJorge,elquehabíacogidoelteléfonoenelpuestocuandollamarondesdecasadeAmane.

—Menosmalqueoshemosencontrado—dijo.Yolandametió sumano izquierda en el bolsillo del abrigo, donde tenía la

pistola,ylaagarróbienfuerte.Sucompañerosefijóenlaotramano,laherida.—¿Quétehapasado?Enlugardeexplicarlenada,Yolandalecontestóconotrapregunta.—¿Porquéestáisaquí,enmediodelaautovía?¿Cómoesquenohabéisido

aOtsobeltz?Elguardiasequedóunmomentoensilencio.Segiróparamiraralotro,que

seguía juntoal coche.De repente, ambos sacaron suspistolasy lesapuntaron.Ivándiounpasoatrásy levantólasmanos.Yolandasequedóquieta,sinsacaraúnlamanodelbolsillo.

—Usted circule —ordenó el agente al camionero—. Y vosotros vais aacompañarnosaOtsobeltz.Hayquientienemuchasganasdeveros.

Amedrentado,elcamionerosefuesindeciradiós.Yolandasimulóobedecer.Pero, sinprevio aviso, se agachódeprontoy sacó supistola.PrimerodisparócontraJorge,elqueteníamáscerca.Leacertóenelestómago.Seencorvócomountroncopartidoycayóalsuelo.Elotrorepelióelfuego.Susbalaslapasaronrozando.Ellavolvióadisparar.Estabalejosparauntirocerteroconlaizquierdayfalló.Esoledioasuatacanteuntiempoprecioso,unafraccióndesegundoenlaquepudoapuntarydisparardenuevo.

Estavezacertó.Yolandacayóhaciaatrásentodasulongitud,conunbalazoenlacabeza.

—¡NOOOOO!—gritóIván.Searrojósobreellaparaprotegerlaconsucuerpo.Nosabíasiestabamuerta.

Elguardiacomenzóaandarhaciaél.Yanoteníanadaquetemer.Esechicoerauncorderoenlasgarrasdeunlobo.Perocuandodiounpasomás,notóuncalorextraño y húmedo en el vientre. Se echó la mano al sitio del que venía y lalevantóempapadaensangre:Yolandanohabíafalladosudisparo.

Lasfuerzasleabandonaronderepente.Sehincóderodillas,conunasonrisadeincredulidadenelrostro,queseborróparadarpasoalmiedomásancestraldelserhumano,antesdecaerhaciadelanteaplomo,comounfardo.

IvánacariciólacaradeYolanda.Lasangrebrotabadesuherida,unorificioredondoypequeñoenlafrente.Nosabíaquéhacer.Ellasemoviólevementey

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tratódebalbucearalgo.Nopudoarticularlaspalabras,peroaúnhabíavidaensucuerpo.

Llorando,Ivánlacogióenbrazosylallevóhastalapartedeatrásdelcochepatrulla. Ibaa llevarlaaunhospitalaunquefueraeso loúltimoquehiciera.Siqueríandetenerlo,estaveztendríanqueutilizaruntanque.

EnlagrutadeOchate,elfuegoritualseguíaencendido.Amaneylossuyoshubieran preferido contar con más víctimas para el sacrificio. Pero una—almenosuna—era loquedemandaba su señor.Noeramucho:unavíctimaquehubieraacudidoporsupropiopieysupropiavoluntad.Unasolavíctimaconlaqueaplacarsuirayreclamarsufavor,cumpliendoelpactoquedebíarenovarsecada nueve años, celebrado por sus creyentes desde tiempos inmemoriales.Cuando allí no se hablaba aún el latín; cuando los druidas adoraban a lasdeidades del bosque y de la tierra; cuando este mundo y el otro estabanconectadosporunafronterasutil,quealgunossabíancómotraspasar.

Amaneenpersona lecortóelcuelloaBeatriz,enelmismoaltarenelqueinmolóasupropiamadreyflanqueadaporlosfielesPacoyJoséMaríaOrtiz.Lohizodespacio,disfrutando,conuncuclillodefilodesierra.Despuésseparóconcuidado su cabeza paramomificarla y unirla al resto, las que se hallaban pordebajodelacriptadelaantiguaiglesia.

Alfredotuvoquecontemplarlotodo,impotenteyaterrorizado,dentrodeunade las jaulasdemadera.LosacólitosdeAmane lo llevarondespuésaél,entregritosy lloros,hasta el fuego,donde loquemaronvivoenhonorde suoscurodios.

Secumplíaunavezmáselpactosagrado.Todoslospresentescoreabanlaspalabras que iba recitando Amane, embargados por una felicidad infinita.Gracias a ese sacrificio, las cosechas florecerían, los animales no caeríanenfermos,lasgentesviviríanotrosnueveañosenpazyprosperidad.

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EPÍLOGO

Díasdespués,cuandolasautoridadesllegaronaOtsobeltzguiadasporIván,no encontraron nada anormal. Dos chicos habían desaparecido, sí, y unaguardiacivilestabaencoma,peronadapudoprobarseapesarde losesfuerzosdel amigo de los desaparecidos. Los guardias de Treviño lo negaron todo, yecharon basura sobre Yolanda. Al fin y al cabo, había matado a un agenteintachableydejadoheridodegravedadaotro.

IvánnopudovolveraencontrarlaentradaalacuevadeOchate;nilacriptade la antigua iglesia tenía ningún pozo secreto, ni en el sótano de la casa deAmaneexistíaunasalidaoculta.Todofueborrado,tapado,sellado.

Nohubomododedemostrarloquehabíaocurridoenrealidad.Laactuaciónde los habitantes de Otsobeltz, y de los demás pueblos que circundaban eseepicentroqueeraOchate,fueperfecta,dignadeunpremioteatral.

Yolanda fue ingresada en un hospital, a la espera de juicio. Según lasdeclaracionesdelguardiaquequedóheridoenlaautovía,ellaleshabíaatacadosinmotivoniprevioaviso.TodoloquecontóIváneraunafantasía,unengañourdidoparaocultarqueél sabíaalgosobre lasdesapariciones,y suhistorianoerasinounacortinadehumo.Yolandalehabíaayudado,quiénsabesiengañadatambiénporéloasabiendasdeloquehacía.

Dijerondeellaquenoeradefiar,quesehabíaacostadoconlamitaddeloscompañerosdelpuesto,queeraunaenfermadeambición,dispuestaacualquiercosacontaldeconseguirsusobjetivos.Todoeramuyconfuso, inconexo,peroesoledabacredibilidad.Nadieparecíasaberlarealidadcompleta,sóloindiciosyhechossueltos.

Iván tuvo que responder ante la justicia.Contra él tampoco pudo probarsenada,comoeraobvio,ysaliólibre,aunqueaplastadoporlassospechas.Algunosdijeronqueél asesinóaAlfredoy aBeatrizpor celos,y loshizodesaparecer;otrosqueestabadesequilibradoynohabíaunacausalógicaensusacciones.SiYolanda hubiera podido testificar, defenderse y defenderle, las cosas hubieransidomuydistintas.Peronopodía.Yquizánuncapudierahacerlo.

Elcasoquedóarchivado.Sólodospersonasenelmundosabíanlaverdad.Yunaestabaencoma,quizáirreversible.

LainfinitarabiadeIvándiopaso,enlosmesessiguientes,aunodiociegoque clamaba venganza. Cada día esperaba la llamada de la clínica dondeYolandaestabaingresada.Ycadadía,lallamadesuesperanzasehacíaunpocomáspequeña.

Habíanpasadocasiseismeses.Lallamaerayaapenasunpequeñorescoldoapuntodeextinguirse.Peronoestabaapagadadeltodo.Yaveces,sóloaveces,

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sucedeunmilagro.FIN

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APÉNDICE

Ochate:elpueblomalditoOchate,elpueblomaldito,existeenrealidadyes,desdehacedécadas,uno

de los enclaves favoritos de los investigadores del misterio. Un puebloabandonadoque, segúnnumerosos testigos, escondemásdeun secreto.Todoslos hechos que se narran en la novela sobre lo allí sucedido —como ladesorientacióndelosmilitaresenlanieblaolamuertedelinvestigador—tienenunabasereal.

El Condado de Treviño es realmente una isla de la provincia de Burgos,rodeada por el territorio de la provincia deÁlava. Otsobeltz es una localidadinventada.Aúna,sinserningunodeellos,variospueblosdelazona,algunosdeloscualessecitanconsunombreauténtico:Aguillo,Ajarte,Uzquiano,ImíruriySanVicentejo.ElpuestodelaGuardiaCivilquedaservicioalaregiónestáenTreviño(pueblo),aunos10kmdeOchate.

EnelnortedeEspañaaúnquedanlugaresmarcadosporelmisterio,rodeadosde leyendas de apariciones, desapariciones, extrañas muertes, suicidios yfenómenos paranormales. En Ochate y sus aledaños, se celebraron en laAntigüedadritualespaganos,quesemantuvieronmásalládeltiempoenelquecristianismosehabíaextendidoportodalanación.

La famadeOchatecomopueblomaldito tienemásde tresdécadas.Comosuele ocurrir en todos los sitios cargados de misterio, se entremezclan lasleyendas con la realidad, loverídicocon lo ficticio.Muchoshan sido losque,llevadosporlapoderosaatraccióndelodesconocido,hanacudidoasusruinas,sehancobijadoenlatorredeSanMiguelohanvisitadolaermitadeBurgondo,enbuscadepruebasdeesaotrarealidadquetantossospechamosqueexiste.

Algunosdeestos investigadoresyaficionadosa losenigmassehan topadocon lo desconocido: extrañas neblinas, cámaras o focos que se apagan sinaparentemotivo,lucesenmediodelanoche,sombrassincuerpoquesedisipanen la negrura, extraños seres enlutados, sonidos audibles o inaudibles quehanquedado registrados en grabaciones inquietantes. Casi nada de todo esto sepuededemostrarcientíficamente,peroestáahí,desafiandolarazóndelhombremoderno.

Almargende lo supuestamenteparanormal,hayalgoenOchateque todoslos que lo hemos visitado compartimos y hemos percibido con claridad: lasensación de que allí el tiempo discurre de un modo distinto; que reina unsilencio extraño, denso. Es como si la vida se ralentizara o tuviera recelos deaflorarentrelasruinas.

LaspsicofoníasgrabadashacetreintaañosporFernandoGilyAlfredoResa

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existenenrealidad.Enellasseescuchanconclaridadlosgritosdeloquepareceunaniñapequeñaylavozdeunaancianaque,convozdura,pregunta:“¿Quéhace aún la puerta cerrada?”. La gran cuestión es si esa puerta cerrada hacereferenciaaunodelosposiblessignificadosdelnombredeOchate;ymásallá,cuálesesapuerta,dóndeestá.¿EselmismoOchate,queguardadeestemodosusmisterios?

Según Antonio Arroyo, autor de Ochate. Realidad y leyenda del pueblomaldito,laprimerareferenciaescritaalalocalidadestáfechadaenelaño1025,dondesemencionaconelnombredeGogate.ÍkerJiménezsostieneque,durantelaEdadMedia, enOchatehubo ritualesycultos arcaicos, llevadosa caboporantiguassectasohermandadesquenohabíansidobarridasporelcristianismo.Esdifícildecirhastacuándoperduraron.

El nombre de Ochate, que como hemos dicho procede de Gogate, puedesignificarvariascosaseneuskera:“puertadearriba”,“puertadelfrío”o“puertasecreta”.Incluso,segúnciertainterpretaciónlingüística,“puertadelinfierno”.

Noesverdadquelasfamosasplagasdeviruela,tifusycóleradelasegundamitaddelsigloXIXafectaranúnicamenteaOchate,niquefueranlacausafinalde su abandono. Esto es algo que descubrieron los investigadores AntonioArroyoyJulioCorral,consultandoantiguoslegajosenlosarchivosdelaregión.PerosíesciertoqueafinesdelsigloXIIIellugarfueabandonado,yasíquedóhasta el año 1522, cuando hubo un reasentamiento.El abandono definitivo deOchatefueposterior,aprincipiosdelsigloXX.

ElOVNIavistadoyfotografiadoporPrudencioMuguruzaesreal;almenosloeslafotografía,tomadaenOchateen1981.Tambiénenciertoque,delamanodel escritor Juan José Benítez, ésta fue estudiada por diversos científicosespañolesyextranjeros.

En las ruinas de la ermita de Burgondo puede contemplarse una pintadadiabólicaquerepresentaunpentagramaconunmachocabríoensuinterior.Setratadealgomoderno,quizáunasimplebromadelosjóvenesque,decuandoencuando,tientanaOchateacampandoenlazonaenlascálidasnochesdeverano.Al margen de lo anterior, la ermita de Burgondo tiene una particularidadinteresante y difícil de explicar: su orientación es noroeste-sureste. Desde elsigloIV,todaslasiglesiascristianasmantieneninvariablementeunaorientacióneste-oeste.

LoscapitelesdelpórticodelaiglesiadeOchate,delaqueyasóloquedalatorre que se alza en medio de las ruinas, mostraban escenas del infierno yextrañosmonstruos (actualmentesehallanen lacercana localidaddeUzkiano,provinciadeÁlava).Algunosinvestigadores,comoMarceloEremián,creenqueesto podría demostrar su pasado pagano y explicar el origen de su “leyenda

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negra”.Encualquiercaso,secreaonoenlosenigmasyfenómenosparanormalesde

Ochate,lociertoesqueellugarevocajustamenteeso:elmisterio.LossecretosdeOchate,elpueblomaldito,siguenvivos.Lapuertasigueestandocerrada.

LosceltasylossacrificioshumanosEntodalaEuropadelaAntigüedad,lossacrificioshumanoseranhabituales

entre los diversos pueblos que la habitaban.Algunos fueron abandonando esaformaritual,aunqueotroslamantuvieron,comolosceltas.SegúnlosescritosdeJulioCésar,queconociódeprimeramanolosritoscélticosdurantelaguerradelasGalias,estepuebloconstruíafigurashuecasdemaderaenlasquesequemabaapersonasvivasensuinterior.Avecessetratabadeenemigoscapturados,perotambiénpodíansermujeresoniños,e inclusomiembrosde lapropia tribu.Entodo caso, el sacrificio más grato era el que, mediante engaños, hacía a lavíctima acudir al lugar del sacrificio por su propio pie, sin saber lo que laesperaba.

SegúnelhistoriadorFranciscoMarco-Simón,lossacrificioshumanosdelosgalos estaban presididos por los druidas, que también estaban dispuestos ainmolarseenun“autosacrifico”devocional.Teníanlacreenciadequeunavidahumana no puede compensarse sino con otra vida, y por ello levantaban esosmaniquíes demimbre que llenabande víctimas humanas y a los que prendíanfuego: los suplicios de ladrones y bandidos eran losmás habituales, si bien afalta de éstos no se dudaba en ofrecer a inocentes. Puesto que el poder en elmundo antiguo se legitimaba, sustancialmente, a través de la divinidad, escomprensiblequese llevarancabosacrificioshumanoscomoun ritualqueridoporlosdioses.

El tipode sacrificiohumanodependíade ladivinidada laque sehonraba.Así,aAtisseleofrecíaunjovendespuésdeunañoenelqueselepermitíavivira todo lujo; aEsus se leofrecíanprisioneros a losque semataba colgadosdeárboles; a Taranis, responsable de las tormentas, se le ofrecían víctimasdegolladasalasqueseseparabalacabezaoquemadasenpiras,yaTeutates,eldiosdelaguerra,habíaqueapaciguarloahogandoalosenemigoscapturados.

EnlaHispaniacéltica—todoelnorteyeloestedelaPenínsula—,huboestaclasedesacrificioshumanoshastalallegadadelosromanos,quesupuestamenteloserradicaron.Sinembargo,diversosestudiosossostienenquelossacrificiosnodesaparecieron por completo y siguieron produciéndose durante siglos. Mástardefueronsustituidosporritossimbólicos,quehanderivadoencelebracionescomoladelashoguerasdeSanJuanoHalloween.

En la localidad francesa de Entremont (Provenza), cerca de la ciudad de

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Marsella,existeunyacimientoarqueológicodescubiertoporlosnazisdurantelaocupación del país en la II Guerra Mundial. El lugar estaba dentro de unaguarnición militar, y algunas excavaciones previas habían sacado a la luzdiversosobjetosdepiedra,comodintelesycolumnasconunasextrañascabezasdepiedra,bastasymuypeculiares (algunasnoestabancompletas: les faltabanlosojos,lanarizolaboca,ymostrabangestosgrotescos).

Elhallazgofueatribuidoa losceltasy revelóalgo inusualymacabro:estaculturadecapitabaapersonasypreservabasuscabezassumergidasenaceitedecedro.En algunos dinteles había concavidades en las que se empotraban estascabezas. En los antiguos escritos romanos ya se menciona que los celtasdecapitaban a sus enemigos, y que los guerreros tenían en gran aprecio laposesióndesuscabezas,hastaelpuntodellevarlasconsigodurantelasbatallas.

Entremont puede traducirse como “Entre Montes”. Pero algunos sugierenunainterpretaciónmástenebrosa,quefueloquellamólaatencióndelosnazis:elsignificadonoes“EntreMontes”,yaqueelnombrede la localidadprocededellatín“Intermundum”,sino“EntreMundos”,locualsugiereunportalabiertoentredosmundos,elnuestroyeldelmásallá.Ladecapitaciónerapartedeunritual para conectar este mundo con el otro, siendo Entremont, según esaexplicación,unodeloslugaresmágicosmáspoderososdelplaneta.

Sea como fuere, Entremont es un sitio arqueológico auténtico y lasdecapitaciones y otros sacrificios humanos existieron como parte de los ritosreligiososcélticos,aunqueaúnseespeculaacercadelsignificadodelasmismas.

Ochate.LapuertasecretaDavidZurdo