notas sobre un imposible sujeto de la historia_estudios de ge_nero

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7/26/2019 Notas Sobre Un Imposible Sujeto de La Historia_Estudios de Ge_nero http://slidepdf.com/reader/full/notas-sobre-un-imposible-sujeto-de-la-historiaestudios-de-genero 1/12 Notas sobre un imposible sujeto de la historia Nicole Loraux Ecole des Hautes Etudes en Scicnces Sociales de Paris Paris. Fraoce Resumen Informe de una brevc exporición introductoris a un debare airedednr de Fagonr tragiquer de rr unefmme (Paris, Hachetre, 1985; trad. cas.: Ma,ierm hdgicmde matar a una mujer, Madrid, Visar, 1789). En la pregunta planteada por el titulo del seminari0 *Femme, rujztr de discourr, femmes rt4cr1 d'histoirea, vi la oportunidad de realizar una stlerte de balance, tras un trabajo de diversos aftos sobre las reprercntaciones griegas de 1 fcmenino. Porque he reflexionado mcnos sobre hs mujeres griegas, en tanto quc sujetas de historia o tema de la historia, de lo que me hc preocupado por el discurso: inenconrrable disct~rso e las mujcrcs -stá Safo, ciertamenre, pero convendria aún quc Crta no se conrentase sdlo con darle la vuelta al discurso masculin-, interminable discurso griego robre lar nrujerer, lnmensidad de discursos a propórito dc eros scres para quicnes *el silencio es un adornon --como dirá el Ayax de Sófocles a su cornpafiera. Pero del discurso griego sobte las muje- res he tenido que parat, muy pronto, ai disrursv griego sobre lo femenino, a lo que podria denominxsr de modo m b general la rehción griega con lofemenino. Palahras clave: historia, Grecia, mujeres, sujeto. Abstract. Noter abour a impnrrible su ect ofhirtory Keoorr on a brief introduction to a debate on Faconr mapiouer de tuer une femme (Paris, .. IlXl~rtLc. OXi: bpantch ir nslallon .W me ur n.rf iu t r 2rJr.r NJ 111up1, la drl d, \ ¡,or, 198 )~ n thc auerLruo vu cd bv rhe r.tle ot rhe srm nnr , Fr,n,nrr ;rrrrrr drL.:oz.,,. l rnmr, sujen d'hirtoiues saw thi oppor;unity to, as it wcrr, rake stvck afrer working for scvc;al years on Greek troresenrarions of temininitv. I had eiven las consideration ro Greek women, as the subjects br thcme a f hisrory, than ;o thedi~course, he untraceable discourse of women (there is, of course, Sappho, buc unfonunately evcn rhe contens herseli with tutning round rhe prevailing rnasculine discourse), rhat interminable Greek disroursr on women, a huge numbcr af ~erorarions n hos se beines in whnm d e n c e is n adornment,,, as Sovhocles Ajax said rdhis female companion. ~Yowever, ronr thr Greek discourse on women, I have quicklv maved un to rhe Greek discoorre on the femininc, to what in rnur reneral terms ior~ld c called rhe Greek relarionrhip wirh rhefnnin in~ Key words: history, Greece, women, subject. Este texto se publicó originalmentc n francés en La cablers du grif;nLe genre de I hisro- rieo 37/38 (primavera de 1988 , 113-124. Traducción de Rosa Rius Gatcll.

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Notas sobre

un

imposible sujeto de

la

historia

Nicole

Loraux

Ecole des Hautes Etudes

en

Scicnces Sociales de Paris

Paris.

Fraoce

Resumen

Informe de una brevc exporición introductoris a un debare airedednr de Fagonr tragiquer

de rr u n e f m m e

(Paris, Hachetre,

1985;

trad. cas.:

Ma,ierm hdgicm de matar a una mujer,

Madrid, Visar, 1789).En la pregunta planteada por el titulo del seminari0 *Fem me, rujztr

de discourr, femmes rt4cr1 d'histoirea, vi la oportunidad de realizar una stlerte de balance,

tras un trabajo de diversos aftos sobre las reprercntaciones griegas de

1

fcmenino. Porque

he reflexionado mcnos sobre hs mujeres griegas, en tanto quc sujetas de historia o tema

de la historia, de lo que me hc preocupado por el discurso: inenconrrable disct~rso e las

mujcrcs -stá Safo, ciertamenre, pero convendria aún quc Crta no se conrentase sdlo con

darle la vuelta al discurso masculin-, interminable discurso griego robre lar nrujerer,

lnmensidad de discursos a propórito dc eros scres para quicnes *el silencio es un adornon

--como dirá el Ayax de Sófocles a su cornpafiera. Pero del discurso griego sobte las muje-

res

he

tenido que parat, muy pronto, ai disrursv griego sobre lo femenino,

a

lo que podria

denominxsr de modo m b general la

rehción

griega con lofemenino.

Palahras clave: historia, Grecia, mujeres, sujeto.

Abstract. Noter abour

a

impnrrible su ect ofhirtory

Keoorr on a brief introduction to a debate on Faconr mapiouer de tuer une femme (Paris,

..

IlXl~rtLc.

O X i :

bpantch

ir nslallon

.W me ur

n.rf iu t r 2rJr.r NJ 111up1,

ladrld, \ ¡,or,

1 9 8 ) ~ n thc auerLruo vu cd bv rhe r.tle ot rhe

srm nnr ,

Fr,n,nrr

;rrrrrr drL.:oz . , , .

l rnmr ,

sujen d'hirtoiues saw thi oppor;unity to, as it wcrr, rake stvck afrer working for scvc;al years

on Greek troresenrarions of temininitv.

I

had eiven l a s consideration roGreek women,

as

the subjects br thcme a f hisrory, than ;o thedi~course,he untraceable discourse of women

(there is, of course, Sappho, buc unfonunately evcn rhe contens herseli with tutning round

rhe prevailing rnasculine discourse), rhat interminable Greek disroursr on women, a huge

numbcr af ~erorarions n

hos se

beines in whnm d e n c e is

n

adornment,,, as Sovhocles

Ajax said rdhis female companion. ~Yowever,ronr thr Greek discourse on women, I have

quicklv maved u n to rhe Greek discoorre on the femininc, to what in rnur reneral terms

ior~ld c called

rhe Greek relarionrhip wirh rh e f n n in in ~

Key

words: history, Greece, women, subject.

Este texto se publicó originalmentc n francés e n

L a

cablers du grif;nLe genre de I hisro-

rieo 37/38

(primavera de

1988 , 113-124.

Traducción de Rosa Rius Gatcll.

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L nrrhonac 26 1996

Nicole Loraux

¿Las

mujeres gri ega, sujeros de historia? Para la época d á ~ ic a , la quc me dedi-

co erá absoluramente neccsario que el historiado r renuncie

a l

poderosísimo fan-

tasma de la realidad para en trar en el universo dc las representaciones. Sin

dud a, n o renunciará

a

ell0 sin antes intentar10 todo : pedirá en prim er lugar a

las pinturas de las jarras y a las chanzas del gén rro cóm ico qu c se conviertan

en docum entos, en un a via de acceal a

1

real, com o si las mujeres pintadas

en las jarras no estuvieran inmovilizadas en la generalidad de un ripo, com o

si la comed ia nu fi~ es e n géncro literario, con sus thpicos, orientados a susci-

tar ante rodo la tisa. Quizás entoncrs el hisroriador acudirá a 10s epigramas

funerarios, cuya respuesta

a

una definición de do cum ento es considerada más

satisfactoria. Pero, sobre 10 qu e fue realmente la vida de la difunta, en 10s siglos

v

o

IV,

esras inscripciones dan m uy poca inforrnación: una vez m is y co rnc

siempre nas ofrecen estereotipos, y a me nu do la idea de que, xcerca de una

mujer, no hay nada que decir, salvo conceder la yalabra al marido quien, lo

mis brrvemente posible, atestiguad que fue una buena csposa. Desde la ui-

bu na oficial del Cerám ico Pcricles afirmaba solem nem ente q ue la virtud de

una m ujer co~lsiste n que se hable lo menos posiblr de ella, ya sea para ala-

bu la o vituperada (dcclaración que no u a p b a la vigilancia de Virginia Woolf) ,

y no es otra la op inión q ue se expresa en las tum bas privadas a pn,pósito de

las allí enterradas, nvmb radas y sin em bargo anónimas. Tam hién 10s epigra-

mas

manifiestan, pues, una duda que se repite: si existe una gloria de las muje-

res, si existe un kleosgz~naik87z a rnuerta parricipó de ella. U n m od o de alabar

a cada difunta en d etrimenro de la <<razae las mujeres> >.

Detengámonos unos instantes en

kleor.

En la epopeya, este vocablo desig-

na a la vez el genero épico y la gloria: el rumor generado alrededor de un nom-

bre. Si existe un or de las mujeres, éste se ha refugiada por entero en algunas

ilustres desconocidas, difuntas por anad idura. Pero, sobre éstas, no habria nada

qu e decir, ni por parte del portavoz de la ciudad , ni del d e la casa, ni del his-

toriador, ese gu ard iin de la memoria.

Por lo qu e se refiere al histo riado r, deberíam os realizar algunas precisiones:

sin dud a Herodoto trata a rnenudo de mujeres, pero éstas son hijas o esposas

de reyes y dinastas, hijas o esposas de tiranos ; son mujeres individualizadas.

Después están las mujeres en general, que aparecen en todos 10s tratados sobre

10s usos y costumbres de loslas ottoslas, 10s que no hab lan el griego ) a quie -

nes, sin duda alguna, se les denomina barbaros. Pero por parre griega, desde

qu e H erodoto procede a la narración propiamenre dicha de las guerras rnédi-

cas, en el libro

V,

sus apariciones son mis raras, salvo quizás en Esparta. Es

verdad qu e en Esparta hay dos reyes

y

problem as d e legitimidad : 10s alum -

bramientos de las mujeres de 10s reyes constituyen mom entos de crisis, qu e el

relato tiene en cuenta; es cierto tarnbién que, tradicionalmente, las mujeres

roman allí la palabra.

Así

por ejemplo, Herodo to n om bra a Gorgo, hija del

1.

Tuclolo~s 1 45 2, con

el com entaria dc

WOOLF irginia, Una bnhitncidnpropia.

Barcelona:

Seix

Barral, 1980 71: .la m yor gloria de una mujer s que no

hablen

de ella,

dijo Pericles,

<I

el

quc

se habld

muchoa (trad.

PUJOL, Laura).

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rey Cledrnenes

y

esposa dc Lcónidas,

y

menciona sus sagacrs conse jos. I ero,

es

realrnentc distin to el caso de las esyartanas il~lsrres ue el dc las m ujeres de

dinasras? Sc dudará de ello viendo a H erodo to subrayar con insistencia el cck

ter arcaic0 de

las

cosrumbres cspartanas, casi bk baras , según dice.

Peto en Atcnas ya no ocurre nada semejanre -y lo m ism o sucede en

Tucidides con respecto a otras ci~ldades-. ln t c ~ c n c io n e s aras, y no orgatii-

zadas, de grupus de rnujeres en

10

que he denom inado 10s ~i tit en tic in s e la his-

toria,, , esos mom cntos de crisis aguda en que la esencia de la ciudad se discute

dc nuevo. En H erodo to, y

en dus ocasiones, las mujeres de Atcnas intervieneri

violentamente m la narración. Matan , acribillando con sus prendedores (arma

tipicarnenre femenina, de la que Edipo sabe algu,

y

ramhien el rey I oliméstor en

la

écuba

de Euripides), ai úriico superviv~enre c una batalla pcrdida,

y

lapi-

dan a la muje r

y

los hijos de u n conscjcro qu e habia osado sugerir qu e se escu-

cliascn por lo menos las proposiciones d e un et~v iadn el rey de l crsia (esto

succdc du ran te las guerras midicas; los hombres de Atcnas, por su parte, Lpi-

dan al desgraciado consejero). En aguma IPelopone~a u-rada pur Tucidides,

h ~ ~ ~ a m l l s ,omo ejemplos Únicos, peco en esta ocasi6n f ~ ~ e r a

e

Atenas,

a

ciu-

dad-mo delo , dos inrervenciones de mujeres en grupos. En la ciudad d e Platea

asediada, el enerriigu se ha deslizado a rraición,

y

en la caile el cornbare ad qr~ ie -

re una violencia extrcma; las mujcres deciden participar e.ntonces cn 61 a su

m od o (Cste será un to po~ dea Ilisturiografia griega: cuando el combate se desa-

rrolla de nt ro de la ciudad , las mujeres -hermanas, hijas y esposa-, destina-

das a permanecer en cl interior, corren en ayuda dc los s~iyo s).

,

en plena guerra

civil, al lado del pucblo de Corcira, hay rnojeres. Si sc afiade qu e la guerra civil

de Corcira es, para Tucidides, paradigmárica del horror que suponc la divisidn

para una Ciudad, se cornprenderi la importancia del episodio.

H c aquí como, de dos modos, la rscrinlra histórica debe tomar nota de la divi-

sión. La que disgrcga la cirldad y la que opo ne y ywtapo ne dos sexus. En ambos

casus, para 10s griegos SC trara de una catástrofe,

y sin

embargo, se adapran nece-

sariamcnre a ello. Mai que bien se acnrnodan a la división d e 10s scxos,

y

aun coti-

siderando la guerra civil com o la pcste po r excclencia, no pueden ahsrenerse de

introd~lc irla iemprc en el seno de la ciudad *sa> se denomina historia

y

desdc

la C oca arcaica mis antigua hasta la epoca helcnisrica, la historia de Grecia est i

hcc de guerms civiles. Uesearia prccisar 10s signos de coincidencia

4

or

10

m m os, de intersccción- entre cstas dos divisiones. M e bastard por ahora cl

tcstimonio dc una paiabra: cl adjerivo nntinneira, que significa a la vez ~ h o ~ t i l

10s hombresn <<iglal los hombrcsn, caracteriza en I-Io~rleto las Arnarnnas, es s

guerreras equiparables a

10s

machos; Pindaru,

s in

embargo, lo dcsvía para desig-

nar la guerra c k il cortio drsrr~rcro ra e hornbres3. La suerte está echada: una

divisióti llama a otra, y es así com o las mujeres

se

colocaran en

e

limite dc la

disgregación dcl orden cívico.

En

el conflicte, com o en su clcmento más propio.

VCarc

<La

i ~ t

hirrorien, les

Fernrnes,i,

PnNnr,

Rcvuc

d Erudes Arltlqurs

Universire de

Toulousc. 2

1985) , 7-30.

3

Amazonas:

IIOMERO, liada,

111 189;

iraric P I N I ~ A R O ,limpicnXII, 15-16

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16 nrahonar 26,

1996

~

Kicolc

Lorau

;Todo csto son representaciones? Hay qu e aceptarlo, a m enos qu e 110s coll-

virtamos en historiadores de la tpo ca h ele~lística.Entonces, cn sociedades m b

aliertas

y

fluidas, los docum entos sobre las mujcrcs scrían m is abun dantes.

I'ara no abando nar totalm ente las representaciones, ofrecería co m o prueba el

tratado qu e Plutarco coll sag a a las av ir~ ud cs c las rnuieresv, o, m is rxacta-

I I L ~ I ~ ~ C ,10s rcactos valerosos de las mujeresr, rexto situado bajo el signo de la

refurac.ión d c Tucídidcs (siern re aquella frase que preten de qu e la gloria de

una mujer consiste en n o tener ), y que, cu cotltra clr la autoridad de Pericles,

so s~ ic nc uc la virtud d c una mujer es de igual naruralcza quc la de un hom -

bre. D e ello se desprcndc qu e esta virtu d com porta en sí lo histórico, apto a

ser expuesto para el placer

y

la edificacid~l el lec ~ o rhistorikun apodciktikon).

Recorde~lloa ue en la ciudad clásica hahía una lllnica definic ión dc la nvirrud)),

corno valor del hom hrc viril

aizer,

andws) que com bate por la ciudad (virtud:

era tanto com o decir andreia, el coraje). D e Plutuc o a Tucídidcs, pa tm -

te la desviaiidrl

...

Pcro

me

rnantengo en la epoca clisica, y vuclvo a

1

quc

podria ser en ella una avirtud dc las mujcres>,.Sin duda alguna, una noción

tan sin uiar

y

específica com o aquella, tan cara a 10s nlédicos, de <<cnfcrrncda-

des de f ~ s uieresn (llay mfcrm cdades de 10s hurnanos, qu e todos, hom brcs

y

mujeres, cornparren sin disrinción,

y

dcspués, aquellas otras q ue las misrnas

cnfermas sdlo nombran bajando la

voz .

Supongamos, pues, la ciudad cla~ ica .

NO

hay orra soluci6n que considcrar

a la

rnrjer, com o siempre, ya constituida por 10s a?zdresen objeto de discurso.

bjeto

de discurso: desde Hesíodo, con su primera mujer, tru llpa pca la hurna-

nidad; desde Hom ero , con Helena, sed~ic tora ausa de la guerra de 'lioy a

...

cn

Grecia resnzna el discurso sobrc las mujcrcs. Y, en este punto , com o en tantos

otros, Hesíodo instaura la tradición según la cual, de nlodo rcpc~ itivo ,a rnlijrr

será

<un

el10

mdn

Dicha tradicihn cuenra c on sus moderados, qu c sc adap-

ran a la calamidad hasra el extremo dc cncerrarla bajo llave para guardársela4,

y

sus ertremisras, que sueñan con u n m und o en que podria prescindirse de las

mujeres para tener hijos. Todo esto es conocido,

y

no m e detendré ahora en

ello.

Pero este discurso demasiado simple cuenta a pes= de todo con sus noras

dis co rdu ~te s, cstu es

1

qu e le cnnfierz su interes. Deliberadarncntc, hc esco-

gido dos de ellas.

Hab ría m uch o que bablar todavía aierca de la rl u ~i ir n e +ria de las

mujeresn, a la vcz irnposihie de adrn itir y de. evitar, y quc s610 cobra su senti-

d o referido al uso griego, cn vi rtu d del cual quien dice r gloria* ice .gloria

viril,,. Así, al en um era r 10s modos ferlleninos de ~ l lu r i r n

la

tragedia griega,

debelllos prcguntarncls: jexisre, en la gloria de las mujcrcs trágicas (Polixena.

la virgen; Evadne, la esposa; Yocasta, la madre), u n w n te n id o qu e podríam os

designar co m o específicamente fem enin o?, u bicn, ¿para acceder a la gloria,

4.

A I < I ~ I ~ I A N I \ ,A tflnloforid~,791 y már gcneralmentc,

785 800: piribarn en forma de

elogio de la r A n r l la n ~ u j c r e s .

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Nores

sobre un mposi le ujcco

dc la

hi~roria

E n r a h o n a r 26

1996

17

debe una mujer, de un modo u o u o , actuar como un hom bre? Yo no he encon-

trado ese conte nid o femenino de la gloria. Y ello no es una razón para subes-

timar la invención trhgica en materia de feminidad ; pero no conviene tampoc0

supervalorarla, pues esa nota discordante se une finalrnente al discurso donii-

nante. Es cierto quizá que el sintagma kleorgunazk~nst6 marcado para siem-

pre por su primera aparición en un texto gricgo: el10 sucede en la Odirea;

Penélope habla con U lises, a quien todavía no ha reconocido, y se confia a i l .

Es Ulises quie n invierte la no rm a

y

dice: , tu gloria llega hasra el anch uro so

cielo co m o la d e un rey eximio y temeroso de 10s dioses, que im pera sob re

muchos y esforzados hombres, hace q ue triunfe la justicia.. ., ,y es ella quien

responde: *M is gracias la belleza y la gala de mi cue rpo) destruykronlas 10s

inmortales cuan do 10s argivos parrieron para Ilión y se fuc con ellos mi espo-

so Ulises. Si este volviendo cuidara de m i vida, mayor y mas herm osa fuera mi

gloria,,5.En el origen, de la disonancia surge lo unísono.

D e hecho, en Grecia, para aislar lo fem enino en su especificidad fascinan-

re hay que buscar su incidencia en 10s discursos que se mantienen sobre el

hom bre verdaderamente anir Se aprenderá allí que u n cuerpo de h om br r no

puede experimentarsr a

mismo, en el placer y en el dolor, m b que imitan-

d o m e j o r , sintiendo- la expcriencia femenina del cuerpo, a la que un grie-

go d ota de un valor paradigmático.

Hipótesis griegas: la mujer siente el placer de moda mis intens0 que el

hombre asi Tiresias, hombre y despues mujer, y convertido de nuevo en hom -

bre, encolerizó a Hera al revelar

1

que la diosa del tna tri r~ ~ on ioo qurría que

se supiese: qu e en el goce del amor, sobre diez parres, la mujer se quedaba con

nueve, y el hom bre con una sola; el desvergonzado fue entonces privado de la

vista, y Atenea, que huye del placer, 10 consolo otorgindole el don de la adi-

vinación). En cuanto al dolor, la referencia esencial es la del parto, sufrimien-

to

y prueha a la vez, proeza y fatiga, 10 que 10s gricgos dcsignan con la palabra

ponos

;Un hom bre ex perinier~ta ntcn sam rnrr placer o dolor? Se dirá que actua

como una mujer, o mis bien que da ricnda suclta a la mujer que hay en él.

Los griegos plantean, explícitamente y sin reticencias, que exisien lror~ibres-

hombres, rnujeres-rnujcrcs, ilomhres-m11,eeresy rnujeres-hombres,

ral

com o afir-

ma un pasaje asombroso del tratado hipocrático

Sobre /a

dieta Demasiada virilidad

amenaia ai hombre, o a l héroe: si, por el contrario, éste libera a la rtlujcr que

llera den tro de sí, su virilidad se ver4 reabada. Heracles, el supermacho, neccsi-

ra bahos calientes su virtud cmolicntc, esto es, de m inan te , es bien conocida de

10s griegos), y yo añadiría que en 111ás de una ocasió11el l i6 ro ~r viste de mujer.

;Qui611 osaria rlcgar la virilidad de Heracles? Esroy convencida de qu c cl hijo dc

Zeus sabe sustentarla libcrando precisamente su parte femenina.

5

Odiren

XIX, 108-111

y 124-128;

trad. citada por

exrenso) de SEGALA

luís, Barcelona, en

Ediciones

B, 1990,

inrroduccidn y noras de

MIRALLES,arles

éase

el

comenrario

de

FOLEY,

Helene P. .?Reverse

Similes

and cx

Roler

in

thc OdYey Arethan

Universiry

of

New ork ar Buffalo, 11 1978), 7-26.

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7/26/2019 Notas Sobre Un Imposible Sujeto de La Historia_Estudios de Ge_nero

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Veamos todavía algunos ejemplos de esa ap ro p ia ~ iú n or parte d r 10s hom -

bres del placer y del dolor. El10 com ienza con Hom ero , cuando en el canto XI

de la

iíiada

Agamenón herido siente 10s dolores *penerrantesD; miis cxacra-

mente, esos dolores

adunar)

se hunde n en su cuerpo (y he aq uí que aparece

el vcrbo

duri;

bundirsp, he aquí, sobre todo, bdines, nombre de 10s dolorcs del

parto). Presa del sufrimienro de su herid a -la ha recibido en el brazo, com o

corresponde al guerrer*, Agam enón sufre agud am en te lo qu e expe rimen -

tan las mujeres en el parto. Pcro, iquién distinguirá ciertos dolores del placer

qu e desgarra? En el ot ro extremo de m i selección, la palma le corresponde a

Platón , ejemplar porque moviliza la feminidad -y la desviaciún

de

10 feme-

nino- en provrcho del hom bre filósofo, y de las emociones de su d m a .

Cuando sc acerca a

ur1

s r bello lo que está prehado

s

sosiega; se derrama de de-

gris,

alumbra

y

procrea. En cambio, cuandu

s

aproxima a un s r feo, su rosrro

se

ensombrece, se conrrae entristecido

en sí

mismo, se aparca, sc replicga

y

no procrea,

sino que reticne dolorosamente el fruro de su fecundidad. De &i precisamentc

que sea grande

la

pasidn por

10

bcllo que

seda

en cl ser que est5 preñado y abul-

rado

ya

por su fruro, porque 10 bello libera

al

que

10 pusee

de 10s grandes dolores

drl parto

El

barryuete, 206d-e; rrad. de Luis Gil).

¿H ay qu e precisarlo El pa rto es designadn

fidinos. Y

todavía e n el

Pedra

esta es la palabra que caracterim

rl

adoloroso esfuerzon del alma loca de deseo.

Paradoja hien griega del pensmiento platúnico: pasarse el tiempo queriendo

liberar ai d in a del cuerpo, y evocar ai d m a en el l&ico de la mayor sensualidad

(esto es, la sensualidad fem enina). El d m a , pues, se agitará locarnente bajo el

dolo r del deseo y la alegria del recuerdo; presa en esta confusión de scntim ientos

correrá, ansiosa, hacia la helleza (o hacia aquel qu e la posec).

Y

en ese lnism o

instante, el alma fil6sofa expe rimen ta po r última vez el doloro so esfuerzo y

recoge cl placer más dcliciosoG.

; Q u i ganan cn el10 las rnujeres? N o lo

d

ero si s6 qu e l'lathn reserva al

hom bre filósofo el suntuoso regalo d r la feminidad.

Este excursus podria continuar; pero regreso a la ciudad del siglo V pro-

vista d e estas pocas no tas, para insralar cn ella algunas siluetas femen inas sobre

la escena tragica. Porque, m & qu e en c ud qu ic r otro lugar civil, en el teatro se

trara de mujeres. De

mr~jeres de 10 femenino, sin duda. Pero también de

mujeres cn ranto que son a la ver esa .raza>l tan vituperada y la imposib le milad

dc la ciudad.

En la cscena trágica, frcnte a 10s hum bres hay unas m ujeres, y a m enud o,

por

10

menos en Eurípides, aritc hombres inseguros de su virilidad -Jason,

Hipúlito, Admeto. ..- Medeas, Fedras, Ncesris, m uy d iferenrrs entre sí, pero

con un p un to en c om ún: se atrcven a amar (y tambié n, inis d e una vez, a

odiar). Mujeres que am an y hom bres que huy en. C un frecuencia nl r h e pre-

guntado por qu i , en una sociedad en que la homosexualidad nrasculina es la

lm&\

6

PLnlOu,

F~dro 5

c-e.

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7/26/2019 Notas Sobre Un Imposible Sujeto de La Historia_Estudios de Ge_nero

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reconocida dc las pricricas sociales, sólo el am or heterosexual riene derccho de

ciudadania en el t a t r o de Dioniso, iSimple coyuntura?, c ~ ecesidad estruaural

de un género decir vcrdad, nlrnca he sabido po r cuái de las dos respilesras

opcar. La coy untu ra seria alejandrina -o romana: nada prohihe imputar este

silencio s610 a 10s erudiros, aquellos que expurgan (en Alejandrla) o aqucllos que,

en época rotnana , escogen, para u so dc las clases, enrre tragedias qu e deben

conservarse y tragedias perdidas para sienlpre: la virtu d sacaria provecho dc

cllo, pero no la verdad de un género (porqrre la cvocacion fugitiva dc Ganimedes,

amado por Zeus, no borra el recuerdo, conservado por la rrad ición, de un 1,ayo

inventor de la homoscxualidad o de una tragedia de Esquilo -Las

mirmedone

quc escenificaba el amo r de Aquiles p or Parroclo). Pero siempre, cuan do creo

rener esta respucs ta, vuclve, insistenre, la cuestión del genero. M e digo cn ron-

ces que, por naturaleza, la tragedia dramatiza la divisián, todas las divisiones,

cornenzando por la que separa la hunlanidad en dos sexos, y que la represen-

ración cdgica se propone situar la cirrdad a distancia de si misma (y he a q r ~ í

las excluidas de lo polírico que ocup an la esce~ra ).Rien, termino concluyendo

que se debe a razones de esrrucru ra.. . asta que la duda t r ~ r salra de nuevo.

M an tenghnonos por ahora en un hecho: la tragedia tiene rnucho que decir

acerca de las rnujeres, y m uc ho q ue hacer con ellas. En primera fila de 10s trá-

gicos debemos citar a E urípidcs, el Ú ltimo de 10s tres ve gran des n ¿Es Eurlpides

amigo o enemigo de las mujeres? Esta cuesrión se

h a

discutida desde la

A nt ig üed d, y ya cn las comcdias de su contem porkneo Aristófanes, las muje-

res dc Atenas proclarnan su misoginia (pero, iquién hablari de la misoginia

de Aristófanes?). Releyendo las tragedias dc Eurípides se observa rambiérl qrle,

m is de utla vez, las hombres represcntan en ellas u n p obre papel. (H ay que

buscar enronces en su obra algo asi conlo xel partido de las mujercs>>?' ada

se opo ne a ello, a condición, sin embargo, de qu e esta bi~ sq ue da o anule la

cuestión, a mi parccer csencial: ¿po r q u i Eurípides ponc a tantas rnujeres sobre

la escena?

;Po or

qué

unt r

mujeres

sobre

u

excrnn?Porque, por una parte, la tragedia esri

hecha de la represcntacion dc las m ujeres por y p r 10s hombres. Por 10s hom-

bres, ya qu c son hombres -c incluso ciudadanos- quienes actúan, con toda

la arnbigüed ad y el placer q ue el juego dc la interprc racibn implica (el placer

del descmrramicnro, el placer del transvestistno, quc borra y subraya a la vez

la diferencia de sexos). Penscmos en la recienre represenracihn del Edipo rey et1

el O dé on de Paris, do nd e todos 10s pa eles, corn o en la A ntigüe dad , eran

intcrpretados po r ham bres: la Yocasta Arrd rt W irns turb aba , sorprcndia,

sugerla por esa tubació n , apcnas desplazada, la turbación dr pensar

-¿qui

digo

pensar?- de

ver

el incesro, Adrniramos que la t ur l~ ac idn s mayor ra ra noso-

tros, qu e estamos hab ituados a la presencia de

las

mujcres en escena. Admiramos

qu e haya pod ido ser distinta para un ateniensc, pero queda la fucrte rransgre-

7.

Nahl~YClairr nEuripidr e t l pani

rler

fcmmesu

n

LE~Y

.

cd.),

Lufimmedami

l~riocii

r i ~otiques Eslrwburgo: Ilniucrri~6 rs Scitncer Humnines dc Srrarho~lrg, 983, 73-92.

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7/26/2019 Notas Sobre Un Imposible Sujeto de La Historia_Estudios de Ge_nero

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2

Enrahonar 26, 1996

Nicolc Lorlux

sión del transvestisme ciertamente dionisíaca y por tanto, tópica en el tea-

tro Ahora bien, turbar es precisamente la h n c i ó n de Dion iso..

Y

todo el10 para 10s

aizdres..

:Para 10s andred N o p iautearé la cuesrión, todavia ahierta, de la composi-

ción del pilblico aren iense: ;s610 10s ciudadanos

(y

10s extranjeros de paso; 10s

metecos, acaso, pero no se sabe con certeza -en tod o caso hombres-)?, o:

-ILIS iudadanos y sus espo sa ? El problema ha apasionado

y

apasiona. Por mi

parre, no lo considero muy importante. Platón, a quien, oficiaimc~~te,o le

gusta la tragedia, hac r de ella un especdcu lo para mujeres; un especdcu lo que,

por lo menos, cn un certanleri para ver aquién regocijaba más a 10s especta-

dores., seria el

preferida

de alas rnujeres

mis

educadas, de 10s jóvenes

y

pode-

mos decir, de la multi tud todav? Puede forzarse el texto

y,

com binindolo con

10 que el filósofo dice tam bién sobre la xteatrocracia,,, esto es, la democracia,

hallar ahí la inenconrrable prueba de la presencia de las rnujeres en tre el públi-

co atenicnse: se apelará entonces

l bon

sens categoria de la q uc 10s hisroria-

dores nunca desconfían

10

bastantc. Es mejor leer el texro en su propia

cohercncia: enc ona arem os entonces en

i

un a declaración sobre la naturaleza

-eminentem mte fe m e n in a - de la tragedia, pero en ningún caso sobre la

composicihn de su público. Pero, insisto, en el fondo esta cuestidn carece de

importancia. Porquc es en el corazdn mismo de la tragedia, cn cada una de sus

palabras, donde hay que dibujar el rostro, s610 punteado, de su destinatario.

Más allá del publico, el destinatar io; o el beneficiari0 qu e es el mismo. Del

modo en que las tragedias, tanto las de Esquilo o Sdfncles com o las de Eurípides,

c s t ~ b l c c e ~ ~ ~ l o sín1itr.xquc nadic p tlc~ lr r.~.n,~rerl~ r,crulra quc I < \ h o r n h ~ i ron

lo\ tin ~ co s c n c ~ ; ~ ~ . ~ r i o sel c q ~ c r d c t ~ l or i : i ~ o Porque,

II

r¿tlcx ionu sol>rr a

muerte dc las rrlujeres en la trigedia,

se

com prueba &e en el seno mismo de la

alteración más sistcmática, hay lírnitrs que no deben transgredirse, porque deter-

minan lo que corresponde a u n homb re y a una mujer. Ya sea una tnujer que,

virilmente, asume el poder -por ejcmplo, Clitemesua-, o un hom bre al que

se lc ha asignado un com portam iento femenino, llega un nlom ento en que la

ortodoxia debe ser rrinsraurada

y

la muerte constituye cl momento privilegia-

do de dicha restauración). Reneficiarios del espectáculo trágico, 10s andm de

Atenas capitalizan cntonces el doble beneficio de haber dt erad o totalmentc el

orden civico en su pensamienro , y de haberlo rcstablecido toralmente después.

Añadire ahora algunas notar; a m odo de

post-rcrip~um

aneras vágic de

macar a una mujer En un libro en el que se traca extensamentr del suicidio,

queria sugetir que son 10s hombres d e Atenas (10s espec tadores) quienes, por

medio de la representación trágica, proceden ficticiamente a la rnucrte. Sucede

qu e, para las virgcnes sacrificadas, la m uerte es efectiva. H e tenido allí la oca-

sión de explicarme sobre lo q ue entiend o por

n

palabra

benejcio.

8.

V asc

ZEI ILIN, Frurna il'laying

rhc

Orher: Theatcr I'hearricalicy

and

the Fcmini~~cn

Greek Drama .

R~cprermratiom.

Urliversiry

of

CaliforniaPres.

11

(1985), 63-94.

9. PLnroN, LmItyei

11 658 d; trad.

PA BON ]^^^ M a n ~ x l y ERNÁNDIZ-GALIANO,Manucl

Madrid:

lnrtiruto

dc Estudios Poliricos, 1960

Page 9: Notas Sobre Un Imposible Sujeto de La Historia_Estudios de Ge_nero

7/26/2019 Notas Sobre Un Imposible Sujeto de La Historia_Estudios de Ge_nero

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No ms sobre u imposiblc rujeco

de

la hisroria

Enrahonar

26

796 2

No hace falta insistir en que normalmentela ciudad clásica ignora 10s sacri-

ficios hurnanos y s610 ofrece a 10s dioses inmolaciones animales. Pero en el

mito se sacrifica a un a jw en

y,

rrasladado a la escena, ese

escandalosa

sacrificio

(q F u e inevitable fuerza que hum an os sacrificios

I

impuso an te un sepulcro

para el qu e bueyes bastan?.)1° es do ble m en te -y más aún , sin duda- signo

del

imaginaria:

porque el mito es un pasadu cum plido que se confronta con

el presente, ya qu e no se ma ta a una vitgen , tierna y am enazadora a la vez, si11

qu e intervenga en ello una seduc tora confusión de afectos. Jamás, ni siquiera

en la tragedia, un padre mata a su hijo -son las rnujeres las que actúan en ese

caso, y su acto es un crim en, destina do a umatarx simbólicarnente al marido

(véase

Medea), y n un ca se traca d e sacrificio. S610 la guerra civil, esa calam i-

da d absoluta, puede indu cir

a

un padre a le n n ta r la ma no contra su hijo, y el

ho rro r carece en tonc es de apelativo. Pero el gPnero trágico 1 techaza,

y

asi,

cu an do la inrnolación de su hijo m enor salvaria a Tebas del asedio. Cr eo nte

rechaza con violencia la petición del adivino Titesias (*;No 1 oi, no 1 he escu-

chado ¡No me imp orta la ciudad en sí >>), el adolescente deberá recurrit ai

engafi0 para alejar a ese padre dem asiado amante, y se autoinmolará, e n pie,

com o un guerrerol1. N o hay dud a alguna de que , en la tragedia, se degüella

más fácilmente a las hijas, au nq ue el sacrificador no sea sienlpre -como en

el caso de la Ifigenia de Esquilo-- un padre.

Desde luego, nadie e s d o bligado a justificar el sacrificio de una hija recu-

rriendo

al

temible razona mien to de Praxitea, reina de Atenas, en el Erecteo de

Eurípides:

Si sé contar bien y discernir la diferencia entre el m%y el menos,

la

ruina de un s610

hogar

es

un mal menor que la de una ciudad entera y no riene las mismos efec-

ros. Si en lugar de hijas, a mi alrcdedor hubiesen crecido hijos varones, en la hora

en que la lam a enemiga amena6 la ciudad, jno 10s habria equipada con una lama

para enviarlos al combare, sin temer su rnuerte? ¡Ah Que no renga yo una dcs-

cendencia capaz de luchar

y

de comportarse de modo convenienre a 10s hombres,

y que no sea un adorno inútil de la ciudad 12.

Praxitea, es cierto, es una exaltada; m ujer incluso en su m odo de denegar

todo valor a la fem inidad.

Más

vale -esta eleccibn tiene en tod o caso la pre-

ferencia en Eurípides- rodear el sacrificio de metáforas eque expliquenu la

con dición de victimas d e las vírgenes por su estatu to, sexual y social. La joven

es

pdrthenor

puesto qu e todavía no h a da do el paso del matrirnonio; y, si el

matrirnonio es domesticación, la

partbenor

becerra o caballo salvaje, es la rnás

indicada para reemplazar al animal q ue debe sacrificatse, para qu e se realice la

10. EUKIPIDES,icabe 260 261 a propdsiro del sacrificiode Polirena; trad.

FERNAUDEZ-Gam.

NO Manuel, Tragcdia

hoyanar.

Barcelona: Planeta,

1986.

1 1 Remito

aquí

a arfixicia de EunieroEs.

12. Errctto pieza perdida de

la

que el orador areniense Licurga nas ha transmirido

un

frag

mento en

su

ontrnLrdcnrrpr I00 (ciro 1 s versos 19 27; trad.

sugcrida por la

Dra. Montserrat

]ufresa .

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7/26/2019 Notas Sobre Un Imposible Sujeto de La Historia_Estudios de Ge_nero

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22 nrahanar 26 1996 irolc Loraux

rnetáfora. Pero la

parihenos

es tambiCn (para la tragedia, 10 es

sobre todo

una vir-

gen, deseada, temida, frágil e inquietante . Atractiva en su integridad, y gene-

ralmente protegida por su estatuto pero a la vez inq uie tan te porque

un fantasma m uy griego la hace acreedora de un a sorda resistencia a d ar el

paso que la transfo rrnad en esposa. Asi, la m uerre cum ple imag inariamente

una suerte de desfloracian, por medio de uno de esos desplazamientos de abajo

a arriba qu r caracteri7an el cuerpo hueco de la mu jer en tan to que conduc-

to1*: desplazamiento de la rnatriz hacia la garganta qu e se ahoga, d rsplaza-

miento del sexo desflorado hacia la garganta dond e corta el acero; del prirnero

-que 10s médicos de no m ina n

r e a l

al segundo, qu e 10s espectadores saben

fictici0 pero interpretan en el acto. ;Es tan grande la diferencia?

Antes del sacrificio, es una virgen cuya sangre pura deb e derramarse; des-

put s del sacrificio, una virgen que ha dejado de serln. 1.a virgen degollada sirve

para pensar e n 10s limites d e 10 que la d iferencia de srxos autoriza a fantasear.

En cl rccorrido

SC

hace irresistible la ten ración de detenerse e n lo q ue la

tmgedia sugiere sobre el cuerpo del honlb re

y

de las mujeres. A d c ~ i r erdad,

nada que se apartc scnsiblcmcntc del patrimonio griego de las representaciones

com partidas. Se gún parece, to do se concen tra alrededor d e la sangre, en cl

hecho de que se derrarne o no del cuerpo. Pero la sangre griega haha)es por

definicidn derrame (el térrnino latino

sanguis,

por el contrario, se refiere a la

sangre dentro del cuerpo, por oposici6n a

cruor,

que se vierte y tiiie las armas

del moribun do).

Y

es aquí donde se observa una sorprendente operación del

imaginaria: s610 10s medicos hablan del cuerpo abierto de las mujeres, de dond e

fluye la sangre1 ; fiel

a

las reyresen~aciones el imaginari0 griego, la tragedia

preficrc dcsplazar la abe rtura -en este caso la herida en beneficio del cue rpo

masculino así 10s lugares de rnuerre son innombrab les porquc cl hom brc es

ente ram ente un cuerpo po r abrir; el cuerpo d e las mu jeres, en cambio, es infi-

nitamente tepetitivo, condensado en su garganta por completo: la garganta de

las vírgenes, que ahre un sacrificador -pero la virgen es y no es una mujer-,

la de las esposas qu c estrangula la cuerda de las ahorcadac. Ello porque para la

satisfacci6n del pensam iento, el cuerpo de las nlujeres debe estar cerrad o, y

sobre este pu nto los mddicos no se apartan dem asiado de la tradición griega

m is extendida. A l o sumo distinguen el bue n cierre -el dcl crnbarazo, po r

rned io del cua1 la mujcr alcanza su

telos-

de todos 10s demás, que son malos

y se cuentan entre las <<enfermedadese las mujeres,,: a veces, en el corpus hipo-

critico, el i te ro comienza a vagar y, c omo un a bestia loca (dirá Platón ), sube

13

VL.ase

HES~OIIO

or h b jo~yord b , 5 1 9 5 1 5 y mis observaciones

en

el prefac~o el libro

de Giulia

SISSA

itado

cn

la nota

14 7-8).

14. Slssn, Giulla, e

c o p

vlrgrn l L

v irg ini té f i inhe en

;rhcp

nncitnne Paris:

Vrin,

1987, ha

PUCS~O

cn evidencia

st

modelo.

1 5 Ni

que decir rirne

qrw no sdlo

on

rnédicor pueden hsblar de ello. Li m~ tin do rn e un

ejern-

rr~o rde mo s ómo cn cl Mahbharata la sangre aimpuran de Draupad i remite metafóri-

carnente

a i

derramarniento

de sangre de

lor guerreros

en

el

c a m po

dc baralla véanse

las

observaciancs de B I AK I J ~ AU adeleine, LeMahbharata,

I .

Paris: Garnier-Flammar~on,

1985, 220-222).

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7/26/2019 Notas Sobre Un Imposible Sujeto de La Historia_Estudios de Ge_nero

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hasta la garganta. Etitonces la mu jer asfixiada se ahorca , aum encan do así la

so foac ión de srl cuerpo, a

1

cual, tendencialmente, la corldena su propia na tu-

raleza. I or

1

me nos escapa a su destino por ese desrino mismo: de nuevo he

vuelto a cnlazar con la tragedia..

Porque, sobre esre pun ro, la tragedia procede igud nlet itc a una desviación.

En el m ito y cn el ritual, y ra m bié~ l n la literatl~ ra ipocririca, las ahorcadas

son parthenoi; prefiriendo ofrecer las jbvenes a la cspada del sacrificio, la cohe-

rencia trigica las susriruye por las esposas: mujeres q ue n o so n madres o que ,

sin llegar a su

telos

valorizan el tiempo anterior a

la

marernidad.

Y

es aquí donde, como ut1 soberhin mentls a mi consrrucción, he encontrado

a Antígona, virgen que no quiere sabcr nada del mati-inlonio

y

que, sin ernhar-

go, se ahorca co m o u na esposa. Y d e esca et~u rne rac ihn el cuerpo cn la que

m c hc deten ido, h e debido regresar, una vez mi s, a la auton om ia d e las muje-

res trágicas. D e esta m anera, m e hc cnfre ntado de nuevo

a

esos limites q ue

nunca llegan a transgrcdirse totalmente. Y e triu dr~ nsidioso, se perfila otra

v a a cuestión del sujeto. Antigona se define aurónoma, y

1

proclama en

1

que

cs inclusa para nnsnrros la primera aparición del adjetivo

atrrorrurnor

pero

Antígona morir6 estrangulada por el lazo, desplazandl, así ran solo ligeramcn-

re el plan de m uer te que C reo nte hahia conrebid o para clla. Antígona se quie-

re helaica, y niuere a causa de la más infamante de las muertes. Antígutra quiere

elegir

1 1 ha l

pero opta por una muerte ssin brazur16 -una muer te en la que

la m ano , de bue n grado sangrie~ lra esde el m om en to q ue acrúa, no ronya

parte-. Antígorra recha7aba el marrimonio y la generación, y, d e m s i a d [ ~den-

tificada co n Yocasta, su m ad re --madre y esposa d e Edipo-, se m at a d l

mism o m od o q ue aquélla. Atltigona la virgen se ditigc al cncue ntro de H ades,

que se casa cor1 todar las virgenes. Anrigona o: quc n o se puede ser sujero en

fem enin o hasra el final.

El

circulo se ha cerrad o,

1

cua1 no excluye q uc cl recorrido h a y i sido

sinuoso. C ie rt m en re , no renia otra solución que comenzar por el gin ern his-

tc~ringrificodel qu e conocía 10s estriccos criterios en cuan to a su objcro-,

para pasar después a la tragedia, de

l a

que durante ticmpo he creido que (se)

reprcsenraba a las mujeres de un m o d o di stin ta d e aque l, tar1 cívicamenre

(~ rro do xo , e la historia. Pero he tenido qu e adrnirir q ue n o rodo cs posible

para el imaginario, y mi tra ba jl~ a consisrido a m cn ud o en un trazado de

10s límires: un mapa de las imposibilidades. Queda11 las fugas dr una Iengua

lihre, que, en E uripides, imita m is qu e repr(lduce el prosalsmo dcl lcnguaje

cotidiano.

Polixena fi~eegollada; ella hubiera querido que N eo ptb~ em oa golpease en

el

pecho, com o a un gucrrero. Sin enlbargu, Talribios, con sus palabras senci-

llas de hom bre del pueblu, n o c esari de exaltar cl heroismo d e la joven dego-

llada. Nu

hay m b

olución quc conformatse r uezcoti estas dos proposiciones.

16.

emito aquí

un esrudio rnucho

mác rrtr so

publicado n

M>IZJ

rvuc JAnthropologie

du Monde Crcc

Ancien Parir-Arenar

1

(1986),

165 196 ((,Lamain

d Anrigoncx).

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Es verdad que, para entrar en el univrrso trigico, lla sido ncccsario antes

admitir todavía otra yroposición, n~ u c h onás grave

y

llena de sentido :

una

mu jer zínicamente tiene nombre en el horizonte de la muerte.

Asi se cierra para un griego todo 1 que, en el decurso de una representación

trigica, se habia ahierto.

ota biográfica

Nicole Loraux es profesora de I Ecolr des Ha ut rs E tudcs n Sciences Socides

de Paris. Historiadora del mu nd o antiguo, ha publicado numerosos articules

y libros dc la Grccia antigua, en tre otros: Ler enfants dAthéna (Paris,

1981 ;

M a n e ra nágic r de matar a una mujer (Madrid, 1989 ; Les mhes en i l París,

1990 ;

Grecia alfem min ile

Bari, 1993 .