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Número 4 Buenos Aires - 2008 ISSN 1669-7456

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Page 1: Número 4 Buenos Aires - 2008 · La Zaranda de Ideas, Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología es una publicación anual de la Sociedad Argentina de Antropología (SAA)

Número 4Buenos Aires - 2008

ISSN 1669-7456

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La Zaranda de Ideas, Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología es una publicación anual de la Sociedad Argentina de Antropología (SAA) que tiene como objetivo la publicación de los resultados de las investigaciones de estudiantes de grado y egresados recientes de carreras de arqueología o disciplinas afines. Publica artículos e informes de investigación originales que son evaluados en consulta con dos evaluadores, pudiendo ser alguno de los integrantes del Comité Académico, o bien evaluadores ad hoc. Notas breves, entrevistas y otros contenidos de la revista son evaluados por los editores.

La Zaranda está incluida en el Catálogo de LATINDEX (Folio Nº 15292).El contenido de la revista es indexado por Anthropologial Literature (Harvard University, Hollis Catalog Nº 010132040).

Impreso en la Argentina(2008) Número 4 - ISSN 1669-7456Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología Sociedad Argentina de AntropologíaMoreno 350 (1091) Ciudad Autónoma de Buenos [email protected]

Directores

Nicolás C. CiarloEstudiante Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBAInstituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano

Irene LantosLic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBAMuseo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”

Comité Editorial

Agustín AcevedoEstudiante Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBAAsociación de Investigaciones Antropológicas

Melina BednarzEstudiante Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBACentro de Arqueología Urbana

Fernando CabreraEstudiante Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBAMuseo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”

Vanina CejasEstudiante Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA

Paula GrandaEstudiante Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBAInstituto de Arqueología

Jennifer GrantLic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBABecaria doctoral CONICETInstituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano

Catriel GrecoLic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBABecario doctoral CONICETMuseo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”

Joaquín IzaguirreEstudiante Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBAMuseo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”

Julia OlubEstudiante Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA

Ivana OzánEstudiante Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBAMuseo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”

Ariadna SvobodaEstudiante Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBAInstituto de Arqueología

Marcelo VitoresProf. en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA

Comité Académico

Dr. Alejandro AcostaCONICET - INAPL

Dra. Elvira Inés BaffiCONICET - Departamento de Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA

Dr. Luis Alberto BorreroDIPA, IMHICIHU, CONICET

Dra. Adriana CallegariInstituto de Arqueología, FFyL, UBA

Lic. María Magdalena FrèreInstituto de Arqueología, FFyL, UBA

Dr. Luis GonzálezCONICET - Departamento de Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA

Dra. María Isabel GonzálezInstituto de Arqueología, FFyL, UBA

Dr. Daniel LoponteCONICET - INAPL

Dra. Liliana M. ManziDIPA, IMHICIHU, CONICET - UBA

Dr. Javier NastriCONICET - Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”, FFyL, UBA

Dr. Axel NielsenCONICET - INAPL - UNC

Dr. Daniel OliveraCONICET - INAPL - UBA

Dr. José Antonio Pérez GollánCONICET - Director del Museo Histórico Nacional

Dra. Myriam TarragóCONICET - Directora del Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”, FFyL, UBA

Dra. Beatriz N. VenturaCONICET - Instituto de Arqueología, FFyL, UBA

Dra. Verónica I. WilliamsCONICET - Instituto de Arqueología, FFyL, UBA

Dr. Hugo D. YacobaccioCONICET - Instituto de Arqueología, FFyL, UBA

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Auspicios Institucionales

Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. Resolución Nº 1715.

Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Resolución Nº 249/2004.

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (UBA). Resolución Nº 3300.

Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario (UNR). Resolución Nº 969/2004.

Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy (UNJu). Resolución Nº D-164/04.

Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e I.M.L. Universidad Nacional de Tucumán (UNT). 08/06/04.

Museo Etnográfico “Juan Bautista Ambrosetti”, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. 17/05/04.

Asociación de Arqueólogos Profesionales de la República Argentina (AAPRA). 5/9/04.

Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta (UNSa). Resolución 1261/05.

Instituto de Arqueología, FFyL, UBA. 3/11/08.

Dra. María Beatriz CremonteConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Instituto de Geología y Minería,Universidad Nacional de Jujuy

Dra. Patricia S. EscolaConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Universidad Nacional de Catamarca

Dra. Dánae FioreConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Asociación de Investigaciones AntopológicasUniversidad de Buenos Aires

Lic. Margarita E. GentileConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Facultad de Ciencias Naturales y Museo,Universidad Nacional de La PlataInstituto Universitario Nacional de Arte (IUNA), Buenos Aires.

Dr. Facundo Gómez RomeroConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)INCUAPA, Olavarría

Dr. Ricardo A. GuichónConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Laboratorio de Ecología Evolutiva Humana, QuequénDpto. de Arqueología, Fac.Cs.Soc. Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos AiresDpto. de Biología, Fac.Cs.Ex. y Nat. Universidad Nacional de Mar del Plata

Dr. Salomón HocsmanConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Instituto de Arqueología y Museo, FCNeIML,Universidad Nacional de TucumánInstituto Superior de Estudios Sociales

Prof. Matilde M. LanzaPROARHEP, Departamento Ciencias Sociales,Universidad Nacional de Luján

Dr. Leandro H. LunaConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”,FFyL, Universidad de Buenos Aires

Dr. Guillermo Luis Mengoni GoñalonsConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Instituto de ArqueologíaFFyL, Universidad de Buenos Aires

Lic. Valeria PalamarczukMuseo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”,Facultad de Filosofía y Letras,Universidad de Buenos Aires

Dra. María Luisa Ramos SáinzProfesora Titular de Arqueología,Universidad de Cantabria, España

Lic. Ana RocchiettiUniversidad Nacional de Río Cuarto

Lic. Álvaro Romero GuevaraMuseo Arqueológico “San Miguel de Azapa”Universidad de Tarapacá, Arica, Chile

Dra. Verónica SeldesConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano

Dra. Gabriela SicaConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)UNHIR, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales,Universidad Nacional de Jujuy

Lic. Patricia SoláInstituto de Arqueología,Facultad de Filosofía y Letras,Universidad de Buenos Aires

Dr. Andrés TroncosoDepartamento de Antropología,Facultad de Ciencias Sociales,Universidad de Chile

Dra. Beatriz N. VenturaConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires

Prof. Dr. Andrés ZarankinDep. de Sociologia e Antropologia,Universidade Federal de Minas Gerais,Belo Horizonte, Brasil

Evaluadores del Número 4

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Índice

Editorial ..................................................................................................................................................................

ArtículosCaracterísticas del proceso de manufactura de las alfarerías de la Aldea Piedra Negra, correspondientes al primer milenio de nuestra era, distrito Laguna Blanca, Departamento Belén, Provincia de CatamarcaValeria Elizabeth Espiro ...............................................................................................................................

Cuantificando ausencias. Aspectos demográficos de las poblaciones aborígenes pampeanas (1877-1879)Julio César Augusto Spota ..........................................................................................................................

Preservación de restos óseos humanos. Análisis de una muestra fetal contemporáneaRocío García Mancuso .................................................................................................................................

Análisis de las prácticas funerarias en el sector sur de la necrópolis de La Ciénaga (Prov. de Catamarca, Argentina)Leandro Fantuzzi ...........................................................................................................................................

Materias primas y estrategias tecnológicas: un acercamiento al comportamiento de cazadores-recolectores tempranos de la Puna salteña, ca. 10.000-8.000 APFederico Restifo .............................................................................................................................................

De provisiones y consumos urbanos: la comida en La BocaKarina Vanesa Chichkoyan .........................................................................................................................

¿Circulación de símbolos? Calabazas pirograbadas en el TardíoFlorencia Ávila y Verónica Puente .............................................................................................................

Informes de InvestigaciónNuevas evidencias del proceso sociocultural en Antofagasta de la Sierra. Informe de campaña año 2007Daniel E. Olivera, Alejandra M. Elías, Pedro Salminci, Pablo Tchilinguirian, Lorena G. Grana, Jennifer Grant, Paula Miranda ...................................................................................................................

NotasMedio siglo de formación académica en arqueología: avances y cuentas pendientesPaola Silvia Ramundo ..................................................................................................................................

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El cucharín por el mango: propuesta para la aplicación de métodos reflexivos en el trabajo de campo Claudia Amuedo y Marisa Kergaravat .....................................................................................................

Arqueología para todos: una aproximación a la enseñanza de arqueología fuera del ámbito académicoMaría Isabel Capparelli, Florencia Vazquez y Jennifer Liliana Baigorria Di Scala ........................

Notas acerca de una arqueología de la comidaFrancisco Pazzarelli ......................................................................................................................................

MisceláneasOllas y Cucharines: Recetas de campañapor Rosa Aradas .............................................................................................................................................

Recursos de Internet: Arte Rupestrepor Agustín Acevedo .....................................................................................................................................

Desde afueraEl secretopor Tamara Vainscheinker ...........................................................................................................................El Arqueólogo del futuropor Leonel Klajnberg .....................................................................................................................................

Rescate Humorístico por Marcelo Vitores .......................................................................................................................................

Normas Editoriales .............................................................................................................................................

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EDItoRIAL

Cada página siete de un nuevo número de La Zaranda nos pone en el compromiso de hacer una evaluación de lo hecho durante el año de trabajo editorial; revisar los resultados obtenidos, los temas pendientes y los aspectos para corregir. Este ejercicio grupal se da en tiempos en que se conmemoran los cincuenta años de la creación de la carrera, instancia también propicia para la reflexión general de la comunidad académica sobre la arqueología como ciencia, su desarrollo disciplinar y su vinculación con la sociedad.

A pesar de acusar unos jóvenes 4 años, nos permitimos realizar también un breve balance y hacerlo extensivo a todos ustedes. El haber llegado hasta acá, el tener cuatro números en la calle, es resultado de un arduo trabajo llevado a cabo por todos los involucrados que de ninguna manera puede darse sin la existencia asimismo de un público interesado, que acompañe. Sabíamos desde el inicio que no sería una tarea fácil, que el reconocimiento de nuestra publicación se daría con el tiempo, y también somos conscientes de que hay que seguir trabajando, asumir nuevos desafíos y lograr que la revista continúe existiendo más allá del grupo editorial actual.

Dentro de todo lo realizado, queremos destacar algunos aspectos.

En primer lugar, poder mantener y acrecentar el grado de interés de los investigadores en publicar sus artículos en la revista, es una demostración de confianza. Circunstancia que nos reconforta y provee de energías para la edición de los próximos números. Dicha confianza se nos brinda como recompensa y es fruto a su vez del trabajo a conciencia y del respeto por el sacrificio -propio y ajeno- puesto en la revista. Todo esto, con el propósito de alcanzar los requisitos solicitados, a fin de que los artículos, informes y notas sean valorados posteriormente del modo más adecuado, tanto como fuente de información como en el ámbito académico curricular. La inclusión de La Zaranda en el Catálogo de LATINDEX y su indexación en Anthropological Literature (Harvard University), implican el haber alcanzado estándares de calidad editorial y es un indicio más del buen sendero por el cual hoy transitamos.

En segundo lugar y unido a lo expresado anteriormente, la cantidad y variedad de artículos, informes y notas presentados se incrementan en cada numero, situación que nos alegra sobremanera pero nos pone en una difícil encrucijada, dada la limitada cantidad de páginas disponibles, de postergar para un futuro número muchos buenos trabajos, por lo cual agradecemos la paciencia, comprensión y buena voluntad de autores y evaluadores.

En cuanto a la proyección de la revista y su continuidad en el tiempo, el futuro se ve asegurado (o comprometido…) al contar en este nuevo número con el ingreso en las filas editoriales de Agustín Acevedo, Melina Bednarz, Joaquín Izaguirre, Ivana Ozán, Ariadna Svoboda y Marcelo Vitores (aunque seguimos sin poder conseguir que los editores ingresantes ceben los mates); acontecer natural de los hechos, si tenemos presente que desde un principio nos propusimos ser una revista de jóvenes investigadores, y como tal, requiere de la constante renovación editorial.

Mientras se dilata el enriquecimiento de los editores, para la obtención de los medios que nos permitan la publicación de la revista de manera autosuficiente, contamos una vez más con la desinteresada ayuda de jóvenes investigadores que brindan su tiempo y sus conocimientos,

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permitiéndonos ofrecer seminarios en temáticas diversas. Durante el 2008 se dictó “Introducción a la antropología forense” a cargo de Inés Sánchez, Pablo Gallo, Celeste Perosino y Analía González Simonetto, dando la oportunidad de acercamiento a un tema doloroso que, por lo vigente, despierta gran interés. Gisela Spengler y Guillermo Rolón dictaron el seminario “Arqueología de la arquitectura. Nociones teórico-metodológicas para el estudio de la arquitectura arqueológica” y adquirimos una deuda emocional también con ellos.

Queremos mencionar y agradecer muy especialmente a Valeria Espiro (Catamarca), Laura López (Córdoba), Verónica Lema (La Plata), Marco Giovanetti (La Plata), Alejandra Gasco (Mendoza), Laura Roda (Rosario), Mabel Mamani (Salta), Ezequiel Del Bel (Tucumán) y Silvina Curletto (Tucumán) que en sus respectivas facultades nos sirven de nexo en las tareas de venta y distribución, permitiendo subsanar la momentánea falta de nuestro helicóptero, actualmente en reparación.

El Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti” es el espacio en donde realizamos muchas de nuestras actividades, incluyendo los cursos, seminarios y reuniones. Agradecemos a su directora Myriam Tarragó y a todo su personal, por abrirnos las puertas (y dejarnos salir antes de cerrarlas); un agradecimiento especial es para Yanina Soba y Micaela Pereira por toda la ayuda brindada.

Asimismo, queremos agradecer a la Sociedad Argentina de Antropología por su continuo apoyo, en especial a su Secretaria Victoria Coll.

No podemos dejar de lado a Paola Ramundo por su colaboración constante y por aceptar la invitación a publicar en este número una nota acerca de los 50 años de la carrera, a Ana María Flores por su asesoramiento y a los evaluadores por el tiempo y la dedicación invertida…

Por supuesto, nuestro sincero agradecimiento a los autores sin cuyo aporte, interés y esmero nada de esto sería posible.

Y sobre todo queremos agradecerte a vos... si a vos, por estar siempre a contraluz en mis amaneceres… (esta era la opción para todo aquel que no quería arrepentirse en un futuro).

Presentado este número; pasen y vean...

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* CONICET, Escuela de Arqueología, Instituto Interdisciplinario Puneño, UNCa - [email protected]

Espiro, Valeria Elizabeth. 2008. Características del proceso de manufactura de las alfarerías de la Aldea Piedra Negra, correspondientes al primer milenio de nuestra era, distrito Laguna Blanca, Departamento Belén, Provincia de Catamarca. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 4: 9-25. Buenos Aires.

CARACTERÍSTICAS DEL PROCESO DE MANUFACTURA DE LAS ALFARERÍAS DE LA ALDEA PIEDRA NEGRA, CORRESPONDIENTES

AL PRIMER MILENIO DE NUESTRA ERA, DISTRITO LAGUNA BLANCA, DEPARTAMENTO BELÉN, PROVINCIA DE CATAMARCA

Valeria Elizabeth Espiro*

RESUMENLos materiales cerámicos procedentes de Laguna Blanca (Belén, Catamarca) han sido referidos

a la hora de generar síntesis regionales, cuadros temporales y para delimitar áreas culturales. Sin embargo, se ha obtenido muy poca información concerniente a los atributos tecnológicos de los mismos. En este sentido, hemos comenzado a realizar estudios tendientes a clasificar las alfarerías y reconstruir el proceso de la manufactura cerámica procedente de Laguna Blanca y perteneciente al primer milenio de nuestra era.

Este artículo parte de una concepción de los materiales cerámicos como integrantes de la cultura material de una sociedad. Los mismos fueron manufacturados como parte de un proceso tecnológico dinámico, que involucró a los aspectos materiales y a las personas que tomaron parte en su producción, uso y abandono. Desde esta perspectiva se llevaron a cabo tres niveles consecutivos de análisis sobre las alfarerías (macroscópicos, sub-macroscópicos y microscópicos).

Los resultados generados a partir de nuestra investigación permitieron realizar una caracterización tecnológica del proceso de manufactura de los materiales cerámicos y a su vez avanzar en interpretaciones sobre el papel de los mismos dentro de la unidad doméstica.

Palabras clave: Manufactura cerámica - Petrografía - Tecnología - Sociedades agroalfareras

ABSTRACTThe ceramics coming from Laguna Blanca (Belén, Catamarca) have been recounted at the

moment of generating regional syntheses, temporary schemes and to delimit cultural areas. Nevertheless, there has been obtained very little information relating to the technological attributes of this pottery. We have begun to realize studies tending to classify the potteries and reconstruct the process of the ceramic manufacture proceeding from Laguna Blanca and belonging to the first millennium of our age.

This paper departs from a conception of the ceramic as integral materials of the material culture of a society. These materials were manufactured by means of a technological dynamic process, which involved the material aspects and the persons who took part in its production, use and abandon. From this perspective three consecutive levels of analysis were carried out on the potteries (macroscopic, sub-macroscopic and microscopic).

The results generated from our research allowed to realize a technological characterization of the process of manufacture of the ceramic materials and in turn to advance in interpretations on the role of these inside the domestic unit.

Key words: Pottery Manufacture - Petrography - Technology - Farms societies

Artículos

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INTRODUCCIÓN

En el Distrito Laguna Blanca (Norte del Departamento Belén, Provincia de Catamarca), se han registrado cantidades extraordinarias de fragmentos y varias piezas cerámicas asignables a los tipos La Ciénaga, Condorhuasi, Candelaria, La Aguada, San Pedro Negro Pulido y una cerámica gris pulida sin incisiones, a la que González le atribuye una procedencia local (González 1955, 1977; Albeck y Scatollín 1984; Delfino 1997, 1999, 2005; Delfino et al. 2007; Scatollín y Bugliani 2005).

Las ocupaciones prehispánicas perte-necientes al primer milenio de nuestra era, que han brindado esta clase de evidencias en superficie y en excavaciones son sumamente abundantes en el distrito, contando, entre otras, con 11 agrupamientos de tipo aldeano (Delfino 1997, 1999, 2005; Delfino et al. 2007), 9 cementerios (Scatollín y Bugliani 2005), numerosos sitios de habitación y diversos tipos de estructuras funerarias aisladas, así como cuevas y aleros, muchos de ellos con petroglifos y pictografías (Delfino 1997, 1999). No obstante la abundancia de materiales cerámicos, no se han llevado a cabo análisis profundos de los mismos. Scatollín y Bugliani (2005) han realizado una descripción y análisis estilístico de una parte de las piezas pertenecientes a la colección Muñiz Barreto, relacionando los aspectos de decoración y forma con ejemplares similares de zonas aledañas. Más allá del trabajo referido, no se encuentra édito algún otro antecedente que haya tomado por objeto de análisis las cerámicas de la región de estudio.

La escasez de estudios sobre estos materiales, sin embargo, no ha sido un obstáculo a la hora de constituirlos inequívocamente como referentes de la región de Laguna Blanca, integrándola acríticamente a una red de relaciones sociales dentro de diferentes modelos teóricos para interpretar el modo en que se manifestó la producción, la circulación y el consumo de bienes en el pasado de las

sociedades del Noroeste Argentino (Núñez y Dillehay 1978; Tarragó 1984). En estos modelos clásicos se interpretaba que la presencia de alfarerías identificadas bajo los nombres de La Ciénaga, Candelaria, Condorhuasi y La Aguada (atribuidos a los grupos de los Valles Mesotermales) y alfarerías de estilo San Pedro Negro Pulido (atribuidos a los grupos Atacameños) sería una de las evidencias de tales intercambios e interrelaciones, siendo la cerámica misma uno de los objetos intercambiables (Núñez y Dillehay 1978; Tarragó 1984).

No obstante haberse empleado el material cerámico procedente de Laguna Blanca a la hora de generar síntesis regionales, cuadros temporales y para delimitar áreas culturales, se obtuvo anteriormente muy poca información referente a los atributos tecnológicos de estos materiales. En este sentido, hemos comenzado a realizar estudios tendientes a obtener una clasificación de los mismos, con el objetivo de reconstruir el proceso de manufactura cerámica procedente de Laguna Blanca perteneciente al primer milenio de nuestra era.

En este trabajo presentaremos parte de los resultados obtenidos mediante nuestros análisis tecnológicos de los materiales cerámicos, ob-tenidos en excavaciones sistemáticas realizadas en la Aldea agroalfarera Piedra Negra, base residencial 02, situada en Laguna Blanca, en la Puna catamarqueña.

CARACTERIZACIÓN DE LA ALDEA PIEDRA NEGRA

Nuestras investigaciones se llevaron a cabo dentro del distrito de Laguna Blanca, el cual se encuentra entre los 66º 27’ y 67º 00’ de longitud oeste, y los 26º 15’ y 27º 00’ de latitud sur (Figura 1).

La Aldea Piedra Negra se encuentra dentro del Bolsón Puneño de Laguna Blanca,

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entre la zona de La Falda y el paraje El Sauce, abarcando una superficie de 450 ha. La misma está totalmente cubierta por evidencias arqueológicas arquitectónicas de tipo productivo agrícola y de habitación1 (Figura 2). Esta aldea se ubica en el piedemonte oriental del Nevado de Laguna Blanca (sobre la coalescencia de dos conos de deyección) con su menor altitud a 3.260 msnm y la mayor a 3.608 msnm.

En la actualidad, el asentamiento es atravesado por tres cursos de agua de régimen permanente, varios estacionales y escorrentías temporarias. Geomorfológicamente la aldea se ubica en el piedemonte de la Sierra de Laguna Blanca, el cual está constituido por materiales aluvionales y fluviales, éstos en su mayoría son granitos migmatíticos de colores grises y ectinitas o gneiss (provenientes de la Sierra de Laguna Blanca, Formación Chango Real)2 y algunas tobas dacíticas e ignimbritas (provenientes de los morros Ojo de Agua y El Chorro, Formación Laguna Blanca)3. También hay presencia de clastos pertenecientes a los diques de rocas hipabisales que se encuentran en la Sierra de Laguna Blanca, pegmatitas, aplitas y cuarzos (Turner 1973:73).

Esta aldea agraria posee dimensiones excepcionales (Figura 3). Se trata de 52 bases residenciales (sensu Manzanilla 1986) de más de tres recintos y 43 de hasta dos recintos, con un patrón de recintos subcirculares adosados a uno o más patios (Delfino 1995, 2000), los cuales no manifiestan diferencias apreciables que lleven a pensar en algún tipo de jerarquización del sistema de asentamiento (Delfino 2005:270).

La unidad habitacional Piedra Negra 02

Piedra Negra 02 (PIN 02), se ubica en el centro de la Aldea Piedra Negra, y es una base residencial integrada por 9 recintos subcirculares adosados y distribuidos alrededor de 3 recintos mayores de planta cuadrangular

(Figura 4). En esta unidad habitacional se han excavado estratigráficamente por área abierta dos recintos (A y B) y parcialmente un tercero (C). Los recintos excavados en PIN 02 fueron construidos con paredes de roca disponible en el mismo piedemonte, según hiladas simples y con aparejos rústicos. Se precisó que la resolución de los recintos implicó la remoción de tierra para lograr el nivel negativo de su interior, particularidad constructiva que recuerda a las descripciones de casas pozo y semi-pozo definidas por González (1955) para el Valle de Hualfín (Delfino 1997:60; 2005:271).

En el Recinto A (28,20 m2) se recuperaron muestras de carbón de una estructura de combustión, de la cual se obtuvo un fechado radiocarbónico de 1260 ± 70 años AP (LP- 1306). Entre las evidencias artefactuales se destacan varios objetos de metal (en cobre y oro), además de objetos en hueso, cientos de restos óseos, gran cantidad de material lítico

Figura 1. Ubicación de Laguna Blanca.

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y más de cinco mil fragmentos cerámicos (Delfino 1999 y Delfino et al. 2007). Estos últimos constituyeron el objeto de estudio del presente trabajo. Debido a las características de los materiales recuperados, a la presencia de una estructura de combustión y de un muro deflector construido en la entrada, se interpretó a este recinto como un espacio doméstico. Se considera que el mismo fue

destinado tanto a la preparación, cocción y consumo de alimentos como a la realización de otras tareas productivas. Entre las diversas actividades, se incluye también el consumo de sustancias psicoactivas, debido al alto número de hallazgos de cánulas y hornillos de pipas cerámicas. Asimismo, se identificó un gesto de clausura o abandono del recinto, al haberse constatado que se depositó un conjunto de

Figura 2. Panorámica de la Aldea Piedra Negra.

Figura 3. Plano de la Aldea Piedra Negra y ubicación de PIN 02.

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fragmentos cerámicos con especial cuidado, entre los que se halló un vaso antropomorfo. Todos los fragmentos presentaron pintura post-cocción roja y estaban ubicados en el centro del fogón “cubiertos” por la concavidad de un instrumento de molienda (conana), también fragmentado (Delfino 2005; Delfino et al. 2007; Espiro 2007).

En cuanto al recinto B, se puede decir que presenta diferencias sustanciales con el recinto A. En primer lugar, los restos óseos son menos numerosos, los instrumentos de molienda sólo se hallan delante del recinto y no posee estructura de combustión ni deflector. El material cerámico es abundante, pero menor al recuperado en el recinto A, y la proporción de materiales con presencia de decorado en superficie y pulido son superiores en el recinto B. En lo referente a los instrumentos hallados, observamos una mayor recurrencia de fichas y “muyunas” en el recinto A, y una mayor proporción de alisadores en el Recinto B. Estas diferencias nos podrían estar indicando la

realización de prácticas características en cada uno. La ausencia de fechados para el recinto B podría llevar al lector a suponer una asincronía en la ocupación; por tal motivo, advertimos que durante el trabajo de reconstrucción física de los materiales cerámicos obtuvimos ensambles de fragmentos que proveían de la estratigrafía de ambos recintos, reforzando la idea de una probable sincronicidad de la ocupación (Espiro 2006).

DEFINICIONES INELUDIBLES

Durante nuestra investigación consideramos a los materiales cerámicos4 como constituyentes de la cultura material de una sociedad. Se entiende a la cultura material como un producto socialmente construido, no sólo desde las técnicas y procedimientos involucrados en la manufactura, sino contemplando los usos y concepciones que la sociedad realiza sobre los mismos (Lumbreras 1981; Shanks y Tilley 1987; Bate 1998). En este sentido, Miller y

Figura 4. Plano de la unidad habitacional Piedra Negra 02.

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Tilley (1996) reconocen que los estudios que tienen por objetivo la cultura material, además de su proceso productivo, implican los modos en que los artefactos se insertan en la construcción, mantenimiento y transformación de las identidades sociales.

Entendemos que la manufactura cerámica, que forma parte del proceso de producción, implica conocimientos tecnológicos. Es decir, conocimientos específicos sobre los gestos y acciones necesarios para llevar adelante la transformación de los materiales involucrados, mediante el uso de determinados instrumentos, con el fin de lograr el bien o producto buscado (Lemonnier 1992).

Tomamos de Lemonnier (1992) la idea de que los aspectos tecnológicos del proceso de manufactura (en este caso, de los materiales cerámicos y del proceso en sí mismo), se encuentran en estrecha relación con otros procesos productivos y reproductivos dentro de la sociedad, y son inseparables de las dimensiones económicas, sociales y cosmovisionales de la misma. Dentro de la misma línea, Ingold (1999) nos alerta sobre los inconvenientes de ver a la tecnología como perteneciente al mundo de las cosas, separada del mundo de las personas. Un estudio de la tecnología desde esta perspectiva, tomaría a las relaciones entre los materiales como distintas de las relaciones entre las personas, cuando en realidad las relaciones sociales entre las personas de la misma y/u otra sociedad estructuran las prácticas relacionadas a la cultura material. A su vez, la cultura material estructura las prácticas que dan forma a dichas relaciones sociales (Dobres y Hoffman1994; Hoffman y Dobres 1999; Ingold 1999).

ANÁLISIS TECNOLÓGICOS DE LOS MATERIALES CERÁMICOS

Para el análisis tecnológico de los materiales cerámicos realizamos estudios de la composición

de la pasta, de las técnicas de manufactura y el estilo (Shepard 1968; Rye 1988; Cremonte 1989-90; Orton et al. 1993). Se aplicaron técnicas analíticas de caracterización macroscópica con lupa de mano, sub-macroscópica con lupa binocular estereoscópica y microscópica mediante la descripción petrográfica de cortes delgados cerámicos.

Durante la instancia de análisis macroscópico se analizaron los 9.472 tiestos pertenecientes a los recintos A y B de Piedra Negra 2, distinguiéndose, como se muestra en la Figura 5, la presencia de tres grandes grupos: (1) decorados (por agregado de pintura, por corte de la superficie externa, por agregado y/o modelado de arcilla), (2) no decorados y (3) instrumentos (torteros y/o “muyunas”, tembetaes, orejeras, fichas, alisadores, etc.). En los casos posibles se identificó el estilo cerámico.

Sobre este último aspecto podemos mencionar que, dentro de los fragmentos con decoración en superficie, hemos podido identificar los siguientes estilos cerámicos conocidos y definidos para el área de estudio (Heredia 1974; González 1977; Sempé 1993): Ciénaga (56 %), La Aguada (3 %), Saujil (3 %), Condorhuasi (2 %), Candelaria (1 %), San Pedro Negro Pulido (1 %) e indeterminados (34 %).

Para la caracterización tecnológica a nivel submacroscópico se tomó la decisión de realizar un muestreo estratificado aleatorio

Figura 5. Frecuencia absoluta de fragmentos por grupo.

52

4.554

43139

3.703

693

0

1000

2000

3000

4000

5000

Decorados No decorados Instrumentos

Recinto A Recinto B

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(Shennan 1992) sobre los fragmentos del recinto A, obteniéndose una muestra de 1.019 fragmentos. Se confeccionó un código específico, obteniéndose datos significativos referentes al proceso de manufactura, el tipo de cocción, el uso, evidencias de mantenimiento, descarte y/o abandono5.

Así también, en la instancia submacroscópica se analizaron las características de la pasta de los fragmentos, determinando provisoriamente 14 grupos de pastas. Sobre los mismos se realizó un muestro aleatorio estratificado (Shennan 1992), obteniéndose una sub-muestra de 34 fragmentos cerámicos.

Se practicaron cortes delgados de los 34 fragmentos cerámicos y fueron observados al microscopio petrográfico (para lo cual se confeccionó una Ficha de Análisis ad hoc). Se determinó el siguiente perfil geológico: sólo volcánico (44 %), volcánica y plutónica (29 %), volcánica, plutónica y metamórfica (9 %), sólo plutónica (6 %), plutónica y metamórfica (3 %), sólo sedimentaria (3 %), sin fragmentos líticos (6 %). Luego de este análisis la clasificación inicial en 14 tipos de pastas se redujo a 6, las cuales clasificamos como A, B1, B2, C, D y E (Tablas 1, 2 y 3).

En lo referente a los tipos de pasta y los estilos cerámicos identificados, se puede mencionar que se practicaron cortes delgados sobre fragmentos de los estilos: La Ciénaga, La Aguada, Candelaria y Saujil. Como resultado de este análisis se pudo determinar que con el tipo

de Pasta A se manufacturaron los fragmentos de estilos La Ciénaga (Ciénaga II y III) y La Aguada (tipo Hualfín); con el tipo de Pasta B2, fragmentos de estilos La Ciénaga (Ciénaga I y II) y Candelaria; y con el tipo de pasta C, fragmentos pertenecientes a los estilos La Ciénaga (Ciénaga III), La Aguada (Ambato gris grabada) y Saujil.

I N T E R P R E TA C I Ó N D E L O S RESULTADOS OBTENIDOS: EL PROCESO DE MANUFACTURA

Los datos obtenidos mediante los tres niveles de análisis permitieron realizar una aproximación sobre los aspectos tecnológicos de la manufactura de los materiales cerámicos del primer milenio de nuestra era encontrados en la Aldea Piedra Negra, Laguna Blanca.

Secuencia de Producción de los materiales cerámicos

En nuestro análisis reconstruimos la secuencia de producción de los materiales cerámicos tratando de detectar las decisiones (sensu Lemonnier 1992:12-17) tomadas por las personas que manufacturaron las alfarerías. En cada componente (o momento de la secuencia de producción) podemos observar cómo la producción de los materiales cerámicos se desarrolló mediante un proceso tecnológico que involucró a los aspectos materiales y a las personas que tomaron parte en su producción, uso y abandono.

Tabla 1. Resumen de aspectos generales de la matriz de los tipos de pastas cerámicas resultado del análisis petrológico.

PastaMatriz Porosidad de la Matriz

Textura Color Porcentaje Forma Tamaño Orientación

A mixta uniforme baja irregular uniforme homogénea

B1 mixta no uniforme baja, media irregular no uniforme heterogénea

B2 microgranosa uniforme baja, media irregular no uniforme homogénea

C lepidoblástica no uniforme baja, media irregular no uniforme heterogénea

D microgranosa uniforme baja irregular uniforme heterogénea

E lepidoblástica uniforme media irregular no uniforme homogénea

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Obtención de la materia prima

Mediante trabajos de prospección y etnoarqueológicos se logró identificar y localizar algunos lugares de extracción de arcillas o barros utilizados para la confección de ollas de cerámicas y adobes (Figura 6). Dentro del área en que se encuentra la Aldea Piedra Negra se hallan dos puntos de extracción de “barros” o arcilla para la confección de ollas, utilizados actualmente por las olleras de la región: uno queda a 1,5 km y el otro, a 2 km del PIN 02. Subiendo por las quebradas y accediendo a la zona de los puestos del cuidado de la hacienda mayor, encontramos otros dos puntos de arcilla: uno de ellos en el Puesto de la familia Guitián en el paraje Ciénaga Grande, a unos 4 km del PIN 02, el cual es empleado por las olleras de esa familia; el otro, próximo al Puesto de la Familia de Félix y Rosa Pachado, a unos 3 km del PIN 02.

En el paraje denominado El Cardón, a unos 4 km al norte del PIN 02, se encuentra un tercer punto de extracción de arcillas, el cual fue empleado hasta hace unos años por las hermanas Salgado para la fabricación de ollas

Tabla 2. Resumen de aspectos generales de la de las inclusiones de los tipos de Pastas Cerámicas resultado del análisis petrológico.

PastaInclusiones

Densidad Tipo Orientación Forma Tamaño Ordenamiento Litología

A < 20 %cristoclastos,

litoclastoshomogénea

subredondeadas,redondeadas

partícula,grano fino,

grano medio

justo,bueno,

muy buenosólo volcánica

B1 > 30 %cristoclastos,

litoclastosheterogénea

angulares,subangulares,

subredondeadas

grano fino,grano medio,

gránulosjusto

volcánica,plutónica,

metamórfica

B2 < 30 %cristoclastos,

litoclastoshomogénea

angulares,subangulares,

subredondeadas

partícula,grano fino,

grano mediojusto

volcánica,plutónica,

metamórfica

C > 10 < 30 %cristoclastos,

litoclastospreferencial, heterogénea

angulares,subangulares,

subredondeadas,redondeadas

partícula,grano fino,

grano medio

pobre,justo

volcánica,plutónica

D < 5 %cristoclastos,

litoclastosheterogénea subangulares

partícula,grano fino,

grano mediobueno plutónica

E < 10 %cristoclastos,

litoclastoshomogénea

subangulares,subredondeadas

partícula,grano fino,

grano mediojusto

metamórfica,sedimentaria

de barro. También en la zona de Corral Blanco, a unos 10 km de PIN 02, se hallan otras fuentes de extracción de arcillas para la confección de ollas. En La Lomita hay dos ubicaciones empleadas para la fabricación tanto de ollas como de adobes; una de ellas es de color rosado intenso y se emplaza en el mismo cerro de La Lomita; la otra, es un depósito secundario ubicado en las lagunitas de la vega que separa Ganadería de La Lomita. Ambas se localizan a unos 9 km del PIN 02.

El análisis microscópico realizado sobre la muestra de los materiales cerámicos extraídos de la excavación del recinto A del PIN 02 nos reveló la existencia de seis ambientes litológicos y la preeminencia de las inclusiones provenientes de ambientes volcánicos y plutónicos. Las inclusiones de origen volcánico, presentes en el 82 % de los cortes, se correlacionan con las rocas y minerales pertenecientes a las Formaciones Laguna Blanca (Morro La Lomita, Ojo de Agua y El Chorro) y Negro Caranchi (Cerros de Corral Blanco y Cerro Negro Caranchi), mientras que las inclusiones que revelan una litología plutónica, presentes en el 47 % de los cortes, se corresponden con la

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Tabla 3. Resumen de la composición mineralógica y litológica de los tipos de pastas cerámicas.

PastaCristoclastos Litoclastos

Predominantes Aislados Predominantes Aislados

Acuarzos, plagioclasas, biotitas,

muscovitas, feldespatos alterados, hornblendas.

inclusiones pardo rojizas, ftanita, microclino, feldespato

calcosódico, anfíboles.

vidrios volcánicos, esferulitas, vulcánitas, andesitas.

gránulos de arcilla, inclusión anisótropa.

B

cuarzo, plagioclasas, biotitas, ortoclasas, hornblendas,

minerales opacos, muscovitas, feldespatos alterados,

microclinos.

piroxenos, anfíboles, turmalina, granates, épidoto, circón,

microclinos, pertíticos plagioclasas zoneadas,

cuarzos con extinción ondulosa, minerales muy sericitizados.

metacuarcita, rocas plutónicas, gránulos de arcilla, vidrios

volcánicos, esferulitas.andesitas, illita, metamórfitas.

C

cuarzos, plagioclasas (oligoclasas), muscovitas,

biotitas, plagioclasas zoneadas, microclinos, feldespatos

alterados.

hornblendas verdes, granates, apatita, microclino pertíticos, minerales opacos, anfíboles.

vidrio volcánico perlítico, vulcanitas no identificadas,

rocas plutónicasandesitas, granúlos de arcilla.

Dcuarzo, biotitas, plagioclasas,

muscovitas, feldespatos alterados.

anfíbol, microclino. rocas plutónicas.

E

cuarzo, plagioclasas (con maclas según ley de albita

y maclas de dos invididuos), biotitas, muscovitas.

hornblendas verdes, microclinos, minerales sericitizados, cuarzos con extinción zoneada, mineral de hierro, feldespato potásico

pertitico.

limonitas.metacuarcitas,

granúlos de arcillas.

Formación Chango Real (Nevado de Laguna Blanca).

La litología metamórfica y sedimentaria, presente en el 15 % de los cortes, se podría corresponder con los elementos de la Formación Loma Corral, pero estos afloramientos se ubican a más de 20 km de la Aldea Piedra Negra.

Por más de que existe una fuerte correspondencia entre la mineralogía y litología observada microscópicamente y la presente en la región en estudio, sin la realización de análisis químicos no podemos confirmar una procedencia local de las arcillas empleadas en la elaboración de los materiales cerámicos. Más aún cuando gran parte del área puneña y de valles mesotermales comparten una geología muy similar6. No obstante la presencia de inclusiones semejantes en otras zonas,

no es razón suficiente como para descartar una procedencia local. Es reconocido por la mayoría de los autores que realizan trabajos etnoarqueológicos y arqueológicos con cerámicas, que la alfarería empleada para preparar, cocinar y consumir alimentos, en la mayoría de los casos es manufacturada de manera local (Rye 1988; Sinopoli 1991; Arnold 2003). En este sentido, los materiales estudiados aquí provienen de un contexto doméstico y presentan claras evidencias de haber participado en las tareas de reproducción de las personas que habitaban la unidad residencial. ¿Por qué no pensar en una manufactura local de tales materiales?

Preparación de la Pasta

Es conocida la dificultad de distinguir entre las inclusiones propias de la arcilla y aquellas

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incluidas de manera intencional por el alfarero. Mediante la observación con el microscopio petrográfico observamos que:

La pasta A posee abundantes inclusiones volcánicas, como vidrios y vulcanitas, pero las mismas se presentan con tamaños pequeños, y en todos los casos, en formas redondeadas y subredondeadas, sugiriendo su presencia como parte de impurezas propias de la arcilla (Figura 7).

La pasta B posee fragmentos líticos de rocas plutónicas de tamaños grandes y de formas angulosas (Figura 8). La pasta C posee una alta densidad de micas (Figura 9). Luego de un detallado análisis pudimos inferir la intencionalidad del/de la ceramista referida a la presencia de las inclusiones en los tipos de pasta B y C. Debido a que la segunda de ellas, con una mayor porosidad y abundante inclusiones de micas, litoclástos volcánicos y plutónicos de grano pequeño, posee mejores

condiciones para la cocción de alimentos (Rice 1987:229-230; Arnold 2003:72-80), la gran cantidad de fragmentos con hollín en la superficie correspondientes a esta pasta nos indican una exposición al fuego. En cuanto a la cerámica confeccionada con la pasta B, con grandes y angulosos litoclástos plutónicos, que según Arnold (2003:80) no son óptimas para su exposición al fuego, podemos inferir que el o la alfarero/a, poseía una planificación previa a la selección de los materiales. Los fragmentos analizados que se corresponden a la pasta B no poseen hollín, ni marcas de exposición al fuego en sus superficies. De esta manera, se escogieron materias primas para la confección de materiales que no estuvieron destinados a la cocción de alimentos o a la exposición prolongada al fuego.

Confección y Decorado

Las técnicas de trabajo de las piezas detectadas fueron, en la mayoría de los casos,

Figura 6. Ubicación de las canteras de arcilla mencionadas.

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modelado, rodete y laminado. Mediante la observación al microscopio hemos podido observar en el 67 % de los cortes la presencia de una dirección marcada de la pasta y las inclusiones. En algunos cortes pudieron observarse puntos de encuentro de distintas direcciones de la pasta y sus inclusiones (Figura 10). Estos cambios de dirección pueden ser interpretados como puntos de unión de rodetes de pasta cerámica. Así como la lepidoblastía o direccionalidad de la pasta puede interpretarse como resultante de trabajo y amasado de la pasta, propia de las técnicas de construcción que implican el levantamiento de la pieza por la unión de rodetes, láminas o planchas (Arnold 2003:80-94).

En relación al levantado de la pieza, podemos mencionar que durante la excavación de Piedra Negra 02 se recuperaron numerosos fragmentos cerámicos que poseían todas sus aristas pulidas (Figura 11), los cuales fueron interpretados como alisadores, por la similitud de éstos con otros empleados por los alfareros actuales. Estos instrumentos son empleados en la manufactura cerámica, para paletear, alisar y pulir (Sapiencia de Zapata et al. 1997).

También observamos que los rangos de espesores más finos (de 2,20 a 3,78 mm) se corresponden con los fragmentos pulidos de todas las pastas. A su vez, los fragmentos decorados se concentran dentro de los fragmentos pulidos, siendo inexistentes o presentes en muy bajas proporciones dentro de los fragmentos alisados, cepillados o sin tratamiento de acabado de superficie. Esta correlación entre espesor y acabado de superficie nos sugiere que el/la alfarero/a habría decidido la apariencia (es decir el acabado de superficie) de la vasija, al menos, desde el momento de su modelado.

Estas evidencias nos sugieren la presencia de planificación al momento del levantado de la pieza y al aplicar el tratamiento de superficie. Existiendo una estrecha relación entre el

control de un espesor fino y medio, la aplicación de pulidos y bruñido en aquellas piezas que posteriormente iban a ser decoradas.

Cocción

Son necesarios para la cocción de los materiales cerámicos combustibles y estructuras de combustión o espacios destinados para tal fin. En cuanto a la disponibilidad de leña o materiales para realizar la combustión, ésta se encuentra en la Aldea Piedra Negra. En relación a las estructuras de combustión destinadas a la cocción de materiales cerámicos, no han podido ser identificadas debido en parte a que no se han intensificado los trabajos dirigidos a su hallazgo. Aunque estas estructuras pueden ser tanto complejas, como simples espacios de quema al aire libre (Zapata y Bellido

Figura 7. Fotomicrografía mostrando vidrios volcánicos con textura fluidal y perlítico característicos de la pasta A (corte 15 – PPL, objetivo 6,3x).

Figura 8. Fotomicrografía mostrando un fragmento lítico de roca plutónica sin rodamiento característicos de la Pasta B (corte 25, XPL, objetivo 2,5x).

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1992), los cuales dejan muy pocas evidencias. En la actualidad la mayoría de los alfareros que producen materiales cerámicos de un modo artesanal realizan la cocción en hornos semienterrados. En nuestro caso, nos inclinamos más por una estructura al aire libre, ya que este tipo de hornos necesita para su construcción sólo piedras de grandes tamaños y como combustible emplea desechos de animales, terrones de raíces, paja y leños.

El 65 % de los fragmentos analizados fueron cocidos mediante una atmósfera controlada, evidenciando una cocción regular; el 35 % restante mostraron distribuciones irregulares de la cocción (Rye 1988; Sinopoli 1991). A su vez, dentro de la totalidad de la muestra los fragmentos que fueron cocidos en atmósfera oxidante representan el 51 % y

aquellos cocidos en atmósfera reductora, el 49 %. La única correlación que hemos podido identificar entre la cocción y la decoración es que los fragmentos decorados por agregados de pintura presentan una cocción oxidante, mientras que los fragmentos que presentan decoración mediante incisión y estampamiento de círculos, figuras geométricas, zoomorfas y/o antropomorfas, pertenecen a las formas de puco o escudilla y jarra, cocidos en atmósfera reductora perteneciendo a lo que se definió como estilo Ciénaga (Figura 12).

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

Manufactura planificada

Los materiales cerámicos hallados en el recinto A del PIN 02 evidencian un grado de planificación por parte de las/los alfareras/os. Hemos observado cómo los objetos manufacturados con el tipo de Pasta C poseen las mejores condiciones para resistir la exposición al calor, tanto por la composición de la pasta como por el espesor de las paredes. A su vez la relación entre el espesor de las paredes, tratamiento de superficie y decoración nos reveló que, desde el comienzo del levantado

Figura 9. Fotomicrografía mostrando gran densidad y tamaño de micas características de la Pasta C (corte 20, XPL, objetivo 6,3x).

Figura 10. Fotomicrografía mostrando cambios de dirección de la lepidoblastía (corte 23, PPL, objetivo 2,5x).

Figura 11. Fotografía mostrando algunos de los alisadores encontrados durante la excavación de Piedra Negra 02.

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de la pieza se mantuvieron espesores más bajos para la cerámica que iba a estar decorada, la cual recibió un tratamiento de pulido como acabado de la superficie. Por otro lado, hemos podido identificar que la mayoría de la cerámica decorada mediante la técnica de pintura fue cocida en una atmósfera oxidante. Por su parte, la cerámica decorada mediante técnicas que implican corte de la superficie, fueron confeccionadas con pastas con baja densidad de inclusiones, mejorando de esta manera el desplazamiento del instrumento con el que se realizara la decoración.

Ningún material cerámico que presenta decoración en superficie posee hollín sobre la misma, pero sí muchas marcas y rayones de desplazamiento, uso y manipuleo. La correlación de la aplicación de ciertos tipos de decoración sobre ciertas formas y/o sectores de las vasijas, refuerza la noción de que la/el alfarera/o poseía una concepción completa de la pieza antes de su manufactura.

Los materiales cerámicos en la esfera doméstica

Podemos suponer la esfera de actividades y prácticas desarrolladas dentro del recinto A de Piedra Negra 02, a partir de los materiales obtenidos mediante su excavación.

Como ya había planteado Delfino (1997,1999 y 2005), este recinto fue el espacio físico y simbólico que posibilitó, entre otras actividades, desarrollar parte de las prácticas de reproducción del grupo doméstico, ya que hay evidencias de procesamiento, cocción y consumo de alimentos. La gran cantidad de restos óseos, la abundancia de instrumentos líticos, instrumentos de molienda, materiales cerámicos con presencia de hollín y la presencia de una estructura de combustión, junto a un deflector de piedras en la entrada, apoyan esta idea.

Los materiales cerámicos obtenidos en el recinto A, no sólo evidencian una participación

Figura 12. Dos fragmentos de estilo Ciénaga, uno de cocción oxidante pintado (izquierda) y otro de cocción reductora inciso (derecha).

en prácticas de reproducción del grupo, sino también la participación en actividades productivas. La presencia de torteros o “muyunas” de cerámica, nos lleva a pensar en la realización de actividades relacionadas a la producción textil, al igual que los alisadores podrían haber intervenido en la producción cerámica. Pero a su vez, podemos inferir que una proporción de los materiales producidos por los habitantes de PIN 02, una vez manufacturados, integrarían nuevamente prácticas relacionadas a la reproducción y producción del mismo grupo.

La presencia de pipas cerámicas (Figura 13) sugiere el consumo de psicotrópicos relacionados a vegetales que no son propios de la zona, como pueden haber sido el cebil (Anandenanthera columbrina) y/o tabaco (Nicotiana sp.). Los materiales cerámicos que oficiaron de ornamentos faciales (tembetaes y/o orejeras), junto con las cuentas de collar confeccionadas en piedra (algunas en malaquita), recuperados en la excavación del recinto A, nos hablan de la participación de los materiales cerámicos en otra esfera de actividades dentro de la producción y reproducción del grupo doméstico, que no implica directamente su uso como recipiente de cocción o consumo.

Pero hay aspectos del uso, mantenimiento y descarte otorgado a los materiales cerámicos de PIN 02 que no integraban, en principio, la planificación de la/el alfarera/o al momento de

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su manufactura. La presencia de fragmentos reciclados es prueba de ello. La acción de reciclar una vasija fracturada (en un tortero, en un alisador, o en otra clase de instrumento), no se relaciona con la secuencia de producción de esa vasija, sino que evidencia la intención de los habitantes de PIN 02 de mantener dentro de la esfera doméstica este material (o parte del mismo). Así como las reparaciones de los materiales cerámicos fracturados mediante la realización de orificios a ambos lados de la fractura para “coser” o reparar la pieza revelan la intención de conservar el objeto (Figura 14), quizás limitando las prácticas en las cuales pudo verse involucrado (por ejemplo no podrían ser eficientes al momento de contener líquidos o ser sometidos al calor).

Figura 13. Reconstrucción de hornillo de pipa cerámica hallado en Piedra Negra 2, recinto A.

Figura 14. Detalle de una reparación de un puco troncocónico procedente de las excavaciones en la Aldea Piedra Negra.

Tanto el reciclado como el mantenimiento de una alfarería retrasan el abandono o descarte de la misma, evidenciando una intención de conservarla dentro de la esfera doméstica cotidiana, re-significándola y haciéndola partícipe en prácticas y relaciones, distintas para la que fue confeccionada.

PALABRAS FINALES

Los materiales cerámicos de las personas que habitaron Piedra Negra 02 fueron partícipes activos en las actividades que se desarrollaron dentro de la unidad doméstica, relacionándose con las personas que los usaron. Las alfarerías desempeñaron un rol importante dentro de

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las relaciones sociales y políticas mantenidas dentro del núcleo doméstico, ayudando en la reproducción de tales relaciones y, a la vez, generando nuevas. Los materiales cerámicos fueron también estructuradores y se mantuvieron estructurados por las relaciones sociales y políticas mantenidas hacia dentro de la comunidad local y con otras comunidades de zonas aledañas.

Recibido en Marzo de 2007Aceptado en Septiembre de 2008

NOTAS

1. La distinción entre las estructuras de tipo agrícola y aquellas de habitación se ha realizado por asociación de distintos elementos: rasgos arquitectónicos, ubicación y distribución, así como del análisis de la cultura material obtenida luego de introspecciones subsuperficiales y de recolecciones superficiales sistemáticas (Espiro y Díaz 2005; Delfino 2005).

2. La Formación Chango Real se corresponde con la mayoría de las sierras que marcan los límites de nuestra área de estudio, entre ellas, la Sierra de Laguna Blanca. Según Turner (1973:27), la formación está constituida por granitos migmatíticos, vale decir, sedimentos metamorfizados con penetración ígnea. En general estas rocas son homogéneas, de color rojizo o grisáceo. Megascópicamente, la roca es de grano grueso a porfiroideo, mostrando microclino, plagioclasas, cuarzo, biotita, moscovita y como minerales accesorios o secundarios circón, apatita, clorita y epidoto, la pasta por lo general es de cuarzo o feldespato.

3. La Formación Laguna Blanca esta constituida principalmente por tobas dacíticas e ignimbritas. Estas rocas se apoyan discordantemente tanto sobre los granitos migmatíticos de la Formación Chango Real y sobre las ectinitas de la Formación Loma Corral. Los elementos que integran esta Formación son de color predominante gris en corte fresco, y rojizo claro por meteorización. Las tobas vitrocristalinas presentan clastos de dimensiones variables, los cuales son en su mayoría dacitas con presencia de granitos migmatíticos y de ectinitas (Turner 1973:36).

4. Tomamos como materiales cerámicos no sólo a los recipientes cerámicos (ollas, pucos, vasos, jarros, etc.), sino a otros materiales confeccionados con cerámica (figurines, pipas, orejeras, tembetaes, pendientes, etc.) o los logrados a partir del reciclado de fragmentos de cerámica (alisadores o pulidores, fichas, torteros – malacates, “muyunas”-, etc.). Entendemos que sólo incluyendo toda la esfera de materiales manufacturados en cerámica podremos acceder a un análisis amplio y representativo de la manufactura cerámica.

5. La totalidad de los análisis realizados sobre estos materiales cerámicos se encuentran en Espiro (2006).

6. Ver Zagorodny y Balesta (2005), Páez (2005) y Schúster (2005).

AGRADECIMIENTOS

Agradezco profundamente a la comunidad de Laguna Blanca. También debo agradecer a Daniel Delfino, Alejandro Díaz, Guillermo de la Fuente, Néstor Kriscautzky y Sabine Dupuy por las sugerencias realizadas a versiones preliminares de este trabajo. Agradezco al Dr. Gustavo Toselli quien me enseñó sobre petrología aplicada al análisis cerámico, para que yo pudiera integrarla en este trabajo, y por ceder tiempo, equipos y materiales para la realización y estudio de los cortes delgados. Agradezco también a los evaluadores y editores que me han llevado a repensar puntos de este artículo. El contenido sin embargo es de mi absoluta responsabilidad.

BIBLIOGRAFIA

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*Valeria Elizabeth Espiro es Licenciada en Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca desde Agosto de 2006. Este artículo presenta algunos resultados de su tesis de licenciatura. Es ayudante de las cátedras Arqueología del Viejo Mundo I y Arqueología de América II en la Escuela de Arqueología, UNCa. Asimismo, es becaria de CONICET e Investigadora Adscripta al Instituto Interdisciplinario Puneño – UNCa estudiando aspectos sociales del proceso de manufactura y uso de los materiales cerámicos en Laguna Blanca, Belén, Catamarca. Dirección de contacto: [email protected]

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* Sección Etnohistoria, Instituto de Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA - [email protected]

Spota, Julio César Augusto. 2008. Cuantificando ausencias. Aspectos demográficos de las poblaciones aborígenes pampeanas (1877-1879). La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 4: 27-41. Buenos Aires.

CUANTIFICANDO AUSENCIAS.ASPECTOS DEMOGRÁFICOS DE LAS POBLACIONES

ABORÍGENES PAMPEANAS (1877-1879)

Julio César Augusto Spota*

RESUMEN

En el presente trabajo buscamos abordar desde una perspectiva arqueológico-histórica la problemática de la demografía aborigen frontera sur argentina, en el área correspondiente a la actual provincia de La Pampa, durante los años 1877-1879. Nuestro objetivo será presentar algunas hipótesis sobre tal cuestión partiendo de la información recopilada en documentos escritos. Para tal tarea nos proponemos: 1) establecer el marco socio-histórico de los acontecimientos y el rol del ejército dentro del estado-nación argentino; 2) describir la estrategia militar de movilidad en el espacio; 3) establecer el tamaño y la distribución de la población aborigen a fines del siglo XIX en la actual provincia de La Pampa; 4) analizar la estrategia y táctica del ejército como condicionante de la producción de datos escritos y 5) volcar cartográficamente la información obtenida para proponer un modelo predictivo sobre el comportamiento del registro arqueológico con la intención de precisar la ubicación de sitios a partir de las concentraciones demográficas ocupados en la región durante los años 1877, 1878 y 1879.

Palabras clave: La Pampa - Grupos aborígenes - Ejército - Arqueología histórica

ABSTRACT

In this paper, we discuss the issue of aboriginal demography in the southern Argentine frontier during the period 1877-1879, from a historical-archaeological perspective. Our aim is to present some hypotheses on the mentioned theme, based on the information compiled in written documents. For that purpose, we intend to: 1) establish the social – historical framework of the events and the role of the army in the Argentine state; 2) describe the military mobility strategy; 3) establish the size and distribution of the aboriginal population towards the end of the 19th century in the actual province of La Pampa; 4) analyze the army’s strategy and tactics, as a determining factor resulting in written data; 5) map the obtained information, using demographic clusters as indicators in order to propose a predictive model about the location of the archaeological sites in the region for the years 1877, 1878 and 1879.

Key words: La Pampa - Aboriginal groups - Army - Historical archaeology

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CAUSAS POLÍTICAS E IDEOLÓGICAS DE LA CAMPAÑA DEL DESIERTO

Hacia la década de 1870 la diagramación teórica de la extensión territorial de la República Argentina distaba de ser equivalente a la ocupación efectiva de la misma. El país se reducía a una franja diagonal sudoeste / noreste desplegada entre el gran Chaco y la Patagonia, ambas regiones bajo el control de distintas parcialidades aborígenes. La intelectualidad y la opinión pública definían a estas últimas como desierto. Tal conceptualización infería la idea del mencionado espacio como un enorme espacio vacío cuya ocupación urgía. La contradicción inherente al mencionado planteo aparecía encarnada en los habitantes de este supuesto “desierto”. Las poblaciones aborígenes, obstáculos en el camino del progreso (Walther 1980), representaban una impugnación de hecho frente a la aparente presencia de un espacio vacuo en la región. El mismo, un ámbito vacío y ocupado a la vez, entrañaba una paradoja de sangrienta solución. La salida a la encrucijada conceptual suponía la ocupación del área con elementos funcionales al estado. Las poblaciones aborígenes díscolas a las directivas gubernamentales ciertamente distaban de serlo.

“Así, ‘desierto’ para la clase política argentina, estigmatizaba una imagen de vacío, de espacio potencialmente ocupable, conquistable, imagen que negaba a sus habitantes por considerarlos no aptos y por lo tanto prescindibles, en la conformación de una país que crecía mirando a Europa. En su concepción de ‘desierto’ el poder delineaba una geografía de ausencias” (Gómez Romero 2007:14).

A su vez, existía un substrato ideológico que sostenía esta posición. La discursiva decimonónica había ordenado el mundo definiendo a los pueblos como civilizados, bárbaros y salvajes. Dicho planteamiento caló hondo en nuestra intelectualidad (Biagini 1985; Zeballos 1986 [1878], 2002 [1881]; Romero

2002). Lo anteriormente dicho en combinación con los periódicos malones le confería un matiz peyorativo a todo lo indígena (Sarmiento 2001 [1845]).

La nefasta imagen del aborigen, sumada al problema limítrofe con Chile y la necesidad de nuevos campos, eran tres temas que reclamaban una solución. Ella llegó en la forma de la denominada “Conquista del desierto”. Roca plasmó de forma sucinta el plan pergeñado para la finalización del problema indígena:

“A mi juicio el mejor sistema de concluir con los indios, ya sea extinguiéndolos o arrojándolos al otro lado del Río Negro, es el de la guerra ofensiva, que es el mismo seguido por Rosas, que casi concluyó con ellos (…) yo me comprometería, señor Ministro, ante el gobierno y ante el país, a dejar realizado esto que dejo expuesto, en dos años: uno para prepararme y otro para efectuarlo” (Museo Roca. Documentos V, pp. 105, en Walther 1980:427).

Aquí se expresa la política de exterminio del indio. Asimismo, se había previsto que las tierras ocupadas debían redistribuirse entre la oligarquía dominante y como premio a la oficialidad superior por sus servicios y para la explotación agropecuaria. De esto se desprende que la acción del ejército fue uno entre los varios instrumentos de la gran estrategia elaborada para construir el estado-nación argentino. Y el triunfo en la guerra, sólo una de sus metas (Hart 1964, 1973; Villegas 1970).

José Mármol criticó la estrategia militar defensiva adoptada por el gobierno con respecto al aborigen, casi veinte años antes de la campaña del desierto:

“El señor Ministro de la Guerra nos dice hoy que necesita nueve mil hombres para defender la frontera; pero le ruego al señor Ministro que jamás diga eso, que no comprometa su responsabilidad, porque tendría los nueve mili hombres y le vendrían a golpear las puertas

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del Ministerio los reclamantes a decirle que los indios se llevan las familias y las vacas. Yo le digo al señor Ministro que, aunque tuviera quince mil hombres, sería lo mismo; porque no hay fuerza capaz de guardar la frontera de la República. Yo digo que el único medio de salvarnos del peligro de las invasiones es intentar una guerra ofensiva, porque el sistema defensivo sólo nos ha dado funestos resultados” (Archivo General de la Nación, Buenos Aires [AGN], Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación 1863:15).

Sólo un año después, el general Paunero desplegaba ante sus pares un plan militar ofensivo, que nunca fue operacionalizado por falta de apoyo político y a causa del estallido de la guerra del Paraguay. La idea consistía en batir el desierto con dos columnas partidas de Villa Mercedes (provincia de San Luís) y de Buenos Aires, respectivamente. El objetivo suponía forzar a los indios a que se trasladasen al sur del Río Colorado y posteriormente se replegasen hasta el Limay; para luego ocupar Choele-Choel con 500 hombres de caballería (AGN, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación 1864:43).

Teniendo en cuenta que la acción militar de invasión a tierra adentro posee larga data, la línea de fortines materializaba una estrategia defensiva opuesta a la de la guerra ofensiva, alcanzando su cenit con la zanja de Alsina. Empero, allende al perfil estratégico que adoptase la medida, la finalización del problema aborigen perseguía erradicar materialmente el inconveniente político que tal actor social pudiera representar. Recordemos que siempre todo “…objetivo militar es sólo el medio para lograr el fin político (…) de este modo cualquier estudio del problema debe comenzar y finalizar en el plano político” (Hart 1973:361).

Un autor de la segunda mitad del siglo XX continuaba enarbolando los argumentos de Roca a la hora de explicar el conflicto acaecido con el aborigen: “La campaña contra los indios del

desierto, entraña el problema político y social de mayor influencia en la riqueza del país. La solución resuelve una lucha permanente de tres siglos, dobla la extensión territorial, multiplica las empresas capitalistas y los rendimientos del trabajo, asegura la frontera del sur contra la codicia extranjera” (Cárcano 1960:11).

ESTRATEGIAS DE MOVILIDAD EN EL ESPACIO

El período temporal que se analiza (1877-1879) representa un punto de inflexión dentro del amplio marco que suponen las relaciones con el indio. Hasta el año 1878 se siguió una estrategia de tipo defensiva y de contención. Durante la primera parte de la presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1877) Adolfo Alsina ostentó el cargo de ministro de Guerra y Marina. Alsina, durante el ejercicio de su ministerio, concibió la idea de reforzar la defensa de la frontera con el indio excavando una zanja (Figura 1) que protegiese de los malones el territorio controlado por el estado. Una línea de asentamientos militares nuevos precedería al foso en cuestión. Terminada la erección de los asentamientos militares de frontera se encargó al ingeniero Ebelot el trazado y construcción de la zanja epónima del ministro de Guerra y Marina. La obra se finalizó en el mes de julio de 1877, teóricamente la estrategia defensiva desmantelaría la resistencia aborigen:

“…al desalojar a los indios de sus antiguas posesiones, bien provistas de agua y pasto, se los alejaba de las poblaciones; ahora tendrían que recorrer inmensas travesías para llegar y sus caballos no resistirían el viaje de ida y vuelta.

Además, si querían los indios salvar la zanja, desde los fortines que la vigilaban estaban prontos para repelerlos y para dar tiempo a organizar la reacción de lo efectivos, situados en la segunda línea de frontera, es decir desde donde partieran las columnas” (Walther 1980:400).

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Con esta acción Alsina lograba vedarles el acceso a los campos de invernadas y a las aguadas, a la vez que dificultaba la salida de los arreos. Estos puntos habían quedado aislados por la zanja y la línea de asentamientos militares. Los resultados obtenidos por Bernal en el sur de la provincia de Córdoba ejemplifican lo antes dicho. Este militar asoló tolderías ranqueles en dos ocasiones y en consecuencia: “Los ranqueles debieron abandonar sus antiguos campamentos de Leubucó, dispersándose esta aguerrida tribu por los montes al sur de ese lugar” (Walther 1980:439). El único inconveniente consistía en que esta medida se traducía en más gente en la frontera y en un mayor gasto público. Guarnecer el suelo patrio se tornaba cada vez más costoso (Figura 2).

Los opositores al autonomismo porteño propugnado por Alsina hicieron eco de las críticas dirigidas contra la estrategia defensiva (Martínez 1990). Zeballos plasma la cuestión desde una postura crítica. Denuncia a Alsina por “su resolución [la construcción de la zanja] de gastar ingentes caudales en preparar líneas paralelas y sucesivas, prosiguiendo el sistema trazado por el conquistador español” (Zeballos 1986:319 [1878]). Previamente a ocupar el cargo de Alsina, Roca manifestó sus opiniones en su diario personal: “¿Qué disparate la zanja de

Alsina? Y Avellaneda lo deja hacer. Es lo que se le ocurre a un pueblo débil y en la infancia: atajar con murallas a sus enemigos. Así pensaron los chinos, y no se libraron de ser conquistados por un puñado de tártaros, insignificante, comparado con la población china” (Walther 1980:428).

La misma división de opiniones que azotaba al congreso se reproducía en el ejército. La única diferencia radicaba en que el brazo armado del estado se realizaba planteos meramente tácticos. Entre los militares, el sentido de la empresa y su fin, gozaban de los juicios más laudatorios. Los cambios se sucedieron tanto en el sistema de asentamiento militar, como a nivel de los pertrechos personales. La indumentaria cambió para adecuarse más efectivamente al planteo defensivo. Dotaron a los soldados de una pesada coraza de cuero endurecido. Alsina se muestra optimista al respecto de sus innovaciones:

“Por lo que a mi respecta, confieso que sólo me inspira tristeza la lucha cuerpo a cuerpo entre el cristiano y el indio. El primero con su coraza y armado como lo está vencerá siempre, saliendo ileso, a diez de los segundos, que nada tienen que los resguarde y con su chuza despreciable. Así, pues, ordeno que la tropa use coraza” (AGN, Memorias del Ministerio de Guerra y Marina 1877:73).

Figura 1. Esquema de la zanja de Alsina. Extraído de Walther (1980:405).

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De esta manera Alsina intentaba imponer un plan de fortalecimiento fronterizo mediante su zanja. Complementariamente buscó aislar a los grupos aborígenes de sus campos de invernadas y de aguadas. Este objetivo apuntaba a desmoronar el sistema de abastecimiento indígena. Los resultados fueron rotundos, como lo ilustra el siguiente comentario:

“La miseria de muchos indios era evidente y por ello de continuo se rendían a las autoridades fronterizas, como ocurrió con el cacique Ramón, perteneciente a los ranqueles, y con los caciques Manuel Grande, Tripailao, 141 indios de pelea y 300 familiares que se sometieron en masa el 30 de julio de 1877” (Walther 1980:422).

En nuestra región de estudio la estrategia defensiva planteada por Alsina adquiere visibilidad arqueológica en el extremo nororiental de la provincia de La Pampa. El segmento de la zanja que pasaba por territorio pampeano se excavó en sentido noroeste/sudeste, en el departamento Chapaleufú de tal provincia; puntualmente en la Sección I, Fracción B, Lotes 4, 7 y 11. Asimismo, en cada uno de los actuales lotes, el ejército construyó un fortín. El fortín Alvear se encontraba en el lote 4, el Machado en el 7 y el Alsina se ubicaba en el 15 (Figura 3). Postulamos que la materialización arqueológica de la estrategia de Alsina se caracteriza por el emplazamiento de asentamientos militares estructurados (fortines circulares).

Figura 2. Línea de fortines durante la época de Alsina. Tomado de Walther (1980:Anexo Nº 5).

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Por otro lado la estrategia defensiva también tuvo su correlato en la indumentaria militar. Alsina incorporó la coraza anteriormente descripta dentro del uniforme de los soldados. A su vez, sumó unas largas lanzas de madera endurecida al parque de armas del ejército. Estos elementos, de ser arqueológicamente detectables, aparecerán a nivel microescalar o local. Dentro de nuestra área de investigación, las expectativas de recuperar alguno de estos artículos militares se restringe al sector nororiental de La Pampa y a sus inmediaciones; porque como veremos a continuación, el cambio estratégico subsiguiente en la planificación del ejército trajo aparejada la desaparición de la coraza y la lanza larga (Figura 4).

Todas las decisiones de Alsina apuntaban a contener el avance indígena y en dicho estado se mantuvo todo hasta su repentina muerte y consiguiente sustitución por Roca. El cambio en el Ministerio de Guerra y Marina conllevó

una transformación radical en la estrategia militar. Las medidas previas de matiz defensivo se transformaron en acciones agresivas. El plan eminentemente defensivo del período anterior era contrastado por Roca mediante el planteo de “…repetir el plan de Rosas, ahora contando con los adelantos modernos: el ferrocarril, el telégrafo [y] el fusil rémington” (Muñoz Moradela 1980:489).

La zanja cesó su tarea delimitante, porque Roca se propuso un plan bienal de invasión y exterminio. “En síntesis, el plan del general Roca era: eliminar primero las indiadas entre la frontera y los ríos Negro y Neuquén. Avanzar luego la misma hasta esos cursos de agua” (Walther 1980:430). Roca perseguía un objetivo concreto. Buscaba eliminar la presencia indígena, mermando su población, expropiándoles la hacienda y quebrando totalmente su organización socio-política. El éxito en su propósito acarrearía la desaparición

Figura 3. Detalle de la zona nororiental de La Pampa, área donde se situaron algunos de los fortines de la zanja de Alsina: (A) Fortín Alvear; (B) Fortín Machado; (C) Fortín Alsina (Dirección General de Tierras, Dirección General de Catastro, Sección I, B, relevada por Benjamín Domínguez en 1882).

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física del aborigen, el sometimiento voluntario o la emigración del mismo.

La diferencia entre la gestión previa con la de Roca consistía en la potencia de combate atribuida a los indios por los distintos ministerios. En tanto que “El Dr. Alsina daba al indio mayor importancia y temía al desierto más de lo que en realidad era razonable” (Zeballos 1986:318 [1878]); Roca creía que una operación de penetración era la opción más eficiente. La actitud defensiva infería la perduración de la frontera con el indio. Julio A. Roca señaló la influencia nociva que proyectaban lo fortines en el ánimo de las tropas y plantó las bases estratégicas de sus acciones futuras:

“Los fuertes fijos en medios de un desierto, matan la disciplina, diezman las tropas y poco o ningún espacio dominan. Para mí, el mayor fuerte, la mejor muralla para guerrear contra los indios de la Pampa y reducirlos de una vez, es un regimiento o una fracción de tropas de las dos armas, bien montadas, que anden constantemente recorriendo las guardias de los indios y apareciéndoseles por donde menos lo piense” (Zeballos 2001:181 [1884]).

Un clima de algarabía marcial potenció el atractivo de la propuesta de Roca. Se

organizaron cinco divisiones o columnas militares para la expedición. La moderna logística les posibilitaba a las divisiones en el campo una autonomía desconocida hasta ese entonces. Se implementó una táctica de marchas separadas y avance constante con detenciones breves para el descanso de los hombres y la caballada. De esta manera conseguirían recorrer el terreno de manera envolvente, asegurándose un control exhaustivo del espacio.

Paralelamente se incrementó el número y la calidad de la hacienda y la caballada del ejército, a la vez que se alivianó el equipo que cada soldado debía transportar. Se abolieron las corazas de Alsina para darle más soltura al personal, en tanto que se abandonó la artillería. En un momento donde se ponderaba a la velocidad como el principal factor táctico; el transporte de armamento pesado atentaba contra la búsqueda de expeditividad de movimiento. Dichas armas resultaban inútiles frente a un adversario disperso y altamente móvil. Distinto era el papel que cumplían los cañones en los asentamientos militares de frontera. Allí, contrariamente a lo que comúnmente se piensa, que servían para dispersar a la indiada, sólo funcionaban como medio para dar la alarma ante la llegada de ataques indígenas. Nunca se pensó a la artillería como un arma eficiente contra los malones.

Figura 4. Las tropas expedicionarias en sus cuarteles de Púan con las corazas y lanzas de madera de que se había sido provisto a los soldados por orden del ministro Adolfo Alsina (1879) (fotografía de Antonio Pozzo, AGN).

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Todas las medidas de corte táctico tuvieron su correlato en el aspecto logístico. Para mejorar las comunicaciones y coordinar los movimientos de tropas se intensificó el tendido de líneas de telégrafos hasta los límites de la provincia de Buenos Aires. Esto le permitiría al comando central impartir órdenes en tiempo real sin el inconveniente de la delación que significaban las notificaciones vía correos montados, al menos en lo que respecta a la zona bonaerense. En territorio pampeano las comunicaciones se mantuvieron mediante enlaces y correos a caballo.

Roca privilegió la movilidad y la celeridad en aras de que el equipamiento individual de cada combatiente superara en alcance y poder al de los oponentes. Resumiendo, Roca

“…suprimió en la nueva faz de la guerra la artillería, el convoy y los bagajes personales. Cada soldado debía ser tan liviano como cada indio. Triplicó las caballadas, para que nuestras marchas fuesen tan rápidas y constantes como eran las marchas, hasta entonces asombrosas, del salvaje. Decretó el desuso de las corazas, con que por un acto de inexperiencia militar había dotado el doctor Alsina a los regimientos de Caballería…” (Zeballos 2001:199 [1884]).

La comúnmente llamada campaña del desierto constó de dos fases anuales concatenadas. La primera parte, 1878, transcurrió en operaciones masivas de aniquilación, aprisionamientos y confiscaciones de bienes. Durante ese año se capturaron 4.000 aborígenes, se asesinaron a 400 y se incautaron aproximadamente 15.000 cabezas de ganado vacuno, lanar y caballar (Walther 1980:445). Este prólogo sangriento aseguraba la marcha triunfal de su planificador sin el peligro de molestos percances. Todo debía estar listo para llegar a la isla de Choele-Choel el 25 de Mayo de 1879 para festejar la incorporación del desierto dentro de la civilizante égida estatal.

La planificación de Roca para el año siguiente suponía partir desde el sudoeste de Buenos

Aires con la división Nº 1 para arribar al Río Negro. En ese punto se reunirían con los efectivos de la cuarta división, que llegada desde el Fuerte General San Martín (Mendoza), habría pasado por las inmediaciones andinas del Río Neuquén. Luego de esto, la segunda, tercera y posteriormente la quinta división operarían “…concéntricamente en el espacio del interior de La Pampa, limpiando de indiadas enemigas el terreno a recorrer” (Walther 1980:448). En síntesis, dentro del área circunscripta por las marchas de la división Nº 1 y la división Nº 3, los militares buscarían finalizar con las tribus sobrevivientes de la campaña del año anterior. Terminarían con los grupos que por rendición, escape o traspaso y retorno de la región al sur del Río Negro, aún subsistían en el área.

Como previamente establecimos, la estrategia militar privilegió la velocidad. La liviandad del equipo, la rapidez de los caballos y la capacidad de accionar en el terreno durante largos períodos, se contraponían a las condiciones en que se desplazaban los aborígenes. Estos se trasladaban llevando consigo a mujeres, niños, ancianos y ganado doméstico. Zeballos nos relata cómo, luego de un triunfo militar, “Callvucurá se internó en Chilihué hecho y ufano, retirando sus inmensos rebaños, familias y cautivos” (Zeballos 2001:61 [1884]). Los ancianos y enfermos dificultaban los desplazamientos veloces e improvisados, y los infantes requerían una manutención delicada y descansos intermitentes.

Una preocupación central en el ejército era mermar la capacidad de movimiento de los indígenas. “Cualesquiera número de caballos que los indios llevase, redoblaban nuestras fatigas, por cuanto aumentan los medios de movilidad que pueden disponer. Yo siempre he creído que destruyéndoles este elemento, quedaban reducidos a la más completa impotencia…” (Racedo 1965:53 [1879]).

Empeorando el cuadro, la hacienda estaba mayormente compuesta por ovejas (Spota 2007). Estos animales poseen hábitos gregarios

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y una movilidad lenta. Tal es así que en ocasiones la incautación de grandes manadas finalizaba con una hecatombe de las mismas ante la imposibilidad de moverlas velozmente (AGN, Memorias del Ministerio de Guerra y Marina 1879:131). La composición de la hacienda dificultaba el desplazamiento de las poblaciones aborígenes, a pesar de que se valían de la asistencia de perros para el manejo del ganado lanar. “Las cabras y las ovejas venían mezcladas. Llegaron a la puerta de los corrales; y los perros separaron las especies. La operación se hizo con la misma facilidad con que un niño separaría de una canastilla llena de cuentas negras y blancas las que quisiera” (Mansilla 2003:218 [1870]). Este panorama muestra las desventajas aborígenes frente a la expeditividad táctica de los militares. Para paliar la diferencia de movilidad los indígenas recurrían a acciones desorientadoras. Cuando las partidas descubrían un grupo aborigen los guerreros se hacían perseguir en “…un rumbo opuesto al que había tomado la chusma” (Racedo 1965:227 [1879]). Pero estas maniobras lograban escasos efectos.

Resumiendo, la capacidad arqueológica de observación de las partidas incluye las vías por las que se desplazaron, los lugares donde acamparon y los espacios aledaños a los campamentos. Teniendo esto en mente y sumándolo a la velocidad de movimiento de una gran cantidad de partidas podemos establecer varias inferencias sobre nuestro tema de interés.

Construcc ión , caracter í s t i cas y limitaciones del universo de datos

La información obtenida del análisis de los documentos históricos se produjo con el fin de remitirnos a metas planteadas desde una perspectiva arqueológica (Ramos 2006). Siendo nuestro objetivo principal la estimación de la distribución demográfica de las poblaciones aborígenes pampeanas hacia fines del siglo XIX en La Pampa, nos propusimos clasificar y ubicar espacialmente los lugares donde se encontraban los mencionados grupos en el momento de su

encuentro con las fuerzas militares argentinas. A pesar de que existe una extensa producción de documentación histórica relativa a la época estudiada, seleccionamos cuatro fuentes cuyas características las hacían idóneas para responder los interrogantes planteados en nuestra investigación. Ellas son las Memorias del Departamento de Guerra y Marina de los años 1878 y 1879; La Conquista del Desierto de Eduardo Racedo (1965 [1879]) y la obra de Olascoaga Estudio Topográfico de La Pampa y Río Negro (1980 [1879]).

La recopilación de la información sobre aspectos demográficos aborígenes en La Pampa durante el período de estudio se encuentra condicionada por la forma en la cual los datos fueron producidos. Contamos únicamente con las cifras proporcionadas por las expediciones militares destinadas a finalizar con las parcialidades aborígenes frente a las ansias expansivas del estado-nación argentino.

La compilación de la información producida por las divisiones militares en operaciones nos posibilitó plantear un modelo cartográfico de la distribución poblacional aborigen en La Pampa para la época de estudio (1877-1879). Empero, el escenario poblacional resultante adquiere una aplicabilidad cronológica estrictamente limitada al período establecido. Las características intrínsecas del momento de investigación exponen las causas de la limitación temporal del modelo. Con anterioridad a la masiva movilización militar organizada por Roca, los grupos indígenas atravesaron un proceso crítico de desarticulación causado por el recrudecimiento de las relaciones establecidas con el estado argentino (Tamagnini y Pérez Zavala 2002; Irurtia 2005; Martínez Sarasola 2005). Las alteraciones demográficas de localización poblacional acaecidas en la década previa a la campaña del desierto trastornaron los patrones de asentamientos tradicionales a la vez que vulneraron los vínculos de solidaridad, comercio y colaboración previos1.

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Sobre este escenario de desestructuración social, sin solución de continuidad, se desató la violencia militar en toda su potencia (alterando radicalmente y en un período de tiempo muy breve un panorama demográfico de por sí convulsionado). A ello debe sumarse la contundencia del accionar del ejército. El plan de operaciones del brazo armado estatal contemplaba sólo dos opciones con respecto al destino de las poblaciones aborígenes, la sumisión o la ultimación. En consecuencia, la diagramación cartográfica de la distribución demográfica indígena pampeana entre 1877-1879 asume una aplicabilidad temporalmente limitada. Porque la situación consignada no se relaciona en gran medida con los momentos previos al período de estudio (como consecuencia de la intensificación de la violencia estatal en la década de 1870); ni posee vinculación alguna con los años posteriores al mismo (por la radicalidad de los cambios poblacionales (desaparición y relocalizaciones generales) suscitados por la campaña del desierto.

Los desplazamientos poblacionales sucedidos en la década de 1870, especialmente luego de la derrota indígena de San Carlos en 1872, alteraron los sistemas de asentamiento y las redes de sociabilidad intertribal existentes hasta ese momento.

Proyección cartográfica de los datos

La configuración de una imagen cartográfica de la demografía aborigen pampeana hacia fines del siglo XIX requirió la intersección de dos clases de datos, históricos y geográficos. Por un lado, interrogamos las fuentes escritas atendiendo al tamaño y la localización de los grupos aborígenes cuantificados por el ejército (lo que equivale a decir aprisionados o asesinados) (Tabla 1). A continuación, mediante el estudio de los toponimios pampeanos, buscamos ubicar geográficamente el punto exacto del espacio en donde ocurrieron los hechos. Sin embargo, a causa de su

traducción cartográfica, la información histórica sufrió una merma resultante de las limitadas referencias toponímicas disponibles. Del total de aprisionamientos / asesinatos registrados en las fuentes consultadas (n=11.636), logramos ubicar espacialmente aproximadamente 2.450 casos (21 %). La falta de rigurosidad cuantitativa nace de las inexactitudes existentes en las fuentes. Esto restringió la fineza de grano con la cual nos fue posible presentar la información.

Para asignarle un orden al conjunto de casos cartográficamente ubicados se los dividió en agrupamientos determinados por rangos de cantidades de aborígenes apresados / asesinados; a saber: 1) entre 1 y 20; 2) entre 21 y 40 aborígenes; 3) entre 41 y 60; 4) entre 61 y 100; 5) entre 101 y 200; y 6) más de 200. Esto nos brindó la posibilidad de proyectar en un mapa una representación muestral que estime la distribución real de las poblaciones aborígenes pampeanas durante los años 1877, 1878 y 1879. Partiendo de esta modelización, efectuamos una serie de afirmaciones de carácter hipotético.

La interpretación de la información mapeada nos permite sostener que la distribución espacial de los grupos aborígenes pampeanos durante el trienio estudiado posee una correlación con las diferentes zonas fitogeográficas de la actual provincia de La Pampa. El área de mayor densidad de población que se observa en la Figura 5 coincide con la zona central del caldenar. Esta información se desprende de la cantidad y tamaño de los grupos aborígenes registrados en las crónicas militares. La actividad castrense se puntualizó en ese ámbito por tratarse del espacio ocupado por las poblaciones ranquelinas, las más reticentes y belicosas entre las que se opusieron ante el avance estatal. A ello se sumaban los beneficios brindados por un paisaje generoso en recursos. El ejército llevó a cabo la mayoría de las detenciones / cuantificaciones en el caldenar por las dos causas previamente señaladas: por la combatividad de los aborígenes y por las características privilegiadas brindadas por el

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ambiente para la ocupación humana (factor que beneficiaba directamente las voluntades adversas a los designios del poder central). Estas razones llevaron a la tercera división del ejército argentino, al mando de Eduardo Racedo, a localizar su base de operaciones (el campamento de Pitral-Lauquén, o Pitre-Lauquén) en el corazón mismo del caldenar. De forma casi concéntrica, las partidas militares rastrillaron el espacio en torno a Pitral-Lauquén realizando una inspección exhaustiva del terreno. Si bien esta operación se repitió en el resto en la estepa herbácea y la estepa arbustiva, las observaciones demográficas diferenciales provistas por los partes del ejército en relación a las distintas zonas fitogeográficas de La Pampa nos permiten sostener que el caldenar fue el área que albergó el mayor número de aborígenes durante el período de interés.

La estepa herbácea sucedió al caldenar en lo que respecta a importancia demográfica. Las zonas de pastos verdes y las grandes salinas en el segmento centro-oriental del área siempre actuaron como polo de atracción de las poblaciones aborígenes. Esta situación relega a la estepa arbustiva al último lugar en lo tocante a densidad poblacional. La rigurosidad climática y la escasez de agua condicionaban la escala y el número de los asentamientos humanos en la parte occidental de La Pampa. Los testigos presenciales retrataron claramente en sus crónicas la severidad del ambiente. Refiriéndose a la zona en cuestión, Zeballos la describió de la siguiente forma: “…los campos cada vez más altos, más arenosos, con pequeños arbustos de espina, sin caminos, sin más accidentes que unas

sobras tendidas en los horizontes del norte (…). Era aquel país el seno de una enjuta y mortífera Travesía (…). El pavoroso desierto de los cuentos y leyendas aparecía en toda su horrenda realidad…” (Zeballos 2001:70-71 [1884]).

Resumiendo, dentro del caldenar el ejército llevó a cabo la mayoría de las detenciones / cuantificaciones. Esto nos permitió señalar al área central de La Pampa como el ámbito más densamente poblado. A continuación, la estepa herbácea se presenta como la segunda zona fitogeográfica en lo que se refiere a densidad demográfica. En tanto que en la estepa arbustiva las operaciones e incautaciones realizadas fueron menores con respecto a las anteriores zonas. Explicamos este suceso a causa de la aridez característica de esa parte de La Pampa, rasgo que en sí mismo dificulta la explotación humana del área.

CONCLUSIÓN

La recopilación de la información generada por los partes militares nos permitió generar un modelo cartográfico de la distribución poblacional aborigen en La Pampa para la época de estudio (1877-1879). El panorama demográfico propuesto posee una validez temporal restringida exclusivamente a los años señalados. La razón de circunscripta aplicabilidad del modelo se explica por la coyuntura histórica donde se inserta el período de estudio. En momentos previos a la campaña del desierto, las parcialidades aborígenes atravesaron un proceso crítico de desarticulación causado por el recrudecimiento de las relaciones establecidas con el estado argentino (Tamagnini y Pérez Zavala 2002; Irurtia 2005; Martínez Sarasola 2005). Los desplazamientos poblacionales sucedidos en la década de 1870, especialmente luego de la derrota indígena de San Carlos en 1872, alteraron los sistemas de asentamiento y las redes de sociabilidad intertribal existentes hasta ese momento.

Tabla 1. Cuantificación de indígenas muertos y aprisionados durante las campañas militares realizadas entre 1877 y 1879.

INDÍGENAS CANTIDAD PORCENTAJE

Muertos 1.024 9 %

Prisioneros 10.612 91 %

Total 11.636 100 %

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Simultáneamente, el ejército argentino victorioso de la guerra de la triple Alianza (1864-1870) retornó al país con dos intenciones claras. Detener las impugnaciones armadas dirigidas en contra del gobierno central y finalizar con el problema aborigen. Este último objetivo se tradujo en el reforzamiento de los asentamientos militares de frontera, desguarnecidos durante la conflagración con el Paraguay. A causa del mencionado estallido

bélico, las tropas acantonadas en la frontera habían sido redirigidas hacia el frente paraguayo (Spota 2006). Las consecuencias específicas para la frontera sur fueron el avance aborigen y la multiplicación de los malones. Pero el regreso de grandes contingentes de soldados a los fortines forzó la retracción aborigen. Esta brusca expansión y contracción tuvo consecuencias inmediatas sobre la distribución poblacional indígena. Ante la ofensiva castrense,

Figura 5. Mapa de densidad de población aborigen de la región pampeana en estudio entre 1877 y 1879. Referencias: 1. Cerca del cuero; 2. Nalal; 3. Leuvucó; 4. Colétracal; 5. Guada; 6. Chicalcó; 7. Chadi-Leuvú; 8. Politahue; 9. Naancó (toldería de Pichi-Pincen); 10. Salitral La Amarga; 11. Tratrequén; 12. Traru-Lauquén; 13. Quiñ-Malal; 14. Tolderías de Namuncurá; 15. Guatraché; 16. Remecó; 17. Uncal; 18. Atracan; 19. A tres o cuatro leguas al sudoeste de Lihuel-Calel; 20. Pichi-Mahuida; 21. Cuatro leguas a la izquierda de Cura-Ló; 22. Choique-Mahuida.

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se intensificó el progresivo resquebrajamiento de los lazos de solidaridad existentes entre las parcialidades. Las operaciones militares buscaron bloquear definitivamente el acceso aborigen a los campos argentinos y el avance de la frontera procuró enajenarles el control de las fuentes de abastecimiento de los recursos provistos por el paisaje. El máximo esfuerzo en este sentido apareció de la mano de Alsina, con la realización de su zanja epónima.

Con la desaparición de Alsina y su consiguiente sustitución por Julio Argentino Roca en el Ministerio de Guerra y Marina, el perfil estratégico militar mudó su accionar. En vez de plantear una defensa inexpugnable, Roca propuso llevar a cabo un ataque profundo, trasladando la violencia armada hasta el interior mismo de las tolderías. El entonces ministro de Guerra y Marina estableció un plan bienal (1878-1879) de intrusión y exterminio. La masiva invasión militar generó un desplazamiento general de las poblaciones aborígenes hacia el poniente. Esta es la confusa escena que se retrata cartográficamente en el trabajo. En su apresurada huida, las poblaciones buscaban eludir el acoso de las partidas militares. El objetivo de estas últimas era capturarlos o eliminarlos, según dictaran las circunstancias. Las características específicas del episodio histórico son las que sancionan la restringida aplicabilidad temporal del modelo demográfico aquí propuesto. Lo anterior se desprende del hecho que la información provista por el ejército dejó de tener validez en el mismo momento de su enunciación. Cada indígena cuantificado por los militares se transformaba en un individuo aprisionado o asesinado. Esta es la razón por la cual el modelo posee una utilidad categóricamente limitada en su dimensión temporal. Con anterioridad al período de interés, la distribución demográfica aborigen distaba de la aquí representada a causa de su relativa estabilidad. Esto cambió radicalmente con los movimientos poblacionales causados por el avance militar. A su vez, con posterioridad al momento de estudio, el panorama demográfico observable no se correspondía en nada con

el registrado durante los tres años analizados. Porque, como se expuso previamente, los datos producidos por el ejército retrataban la posición y el número de aborígenes capturados y/o asesinados. Por ende, existió una secuencia metonímica de cuantificación / desaparición que invalida la utilidad del modelo para momentos previos y posteriores.

La imagen cartográfica resultante de la intersección de los datos históricos con la información geográfica disponible arroja luz sobre la demografía aborigen pampeana durante el período de estudio. Partiendo desde ese punto creemos posible establecer algunas hipótesis derivadas. Las probabilidades de hallar sitios aborígenes tardíos en La Pampa deben calibrarse en función de lo postulado por nuestro modelo. En primer lugar sostenemos que el caldenar fue el área fitogeográfica más densamente poblada, seguido sucesivamente por la estepa herbácea y la estepa arbustiva. De concordar el modelo cartográfico con su correlato empírico, esta jerarquización posee implicaciones a la hora de orientar investigaciones arqueológico-históricas.

El modelo de distribución poblacional aquí propuesto posee un carácter provisional a las luces de la escasez de información arqueológica e histórica específica sobre el tema. Su corroboración o falseamiento demandará su contrastación contra los resultados de futuras excavaciones e investigaciones sobre fuentes escritas. Confiamos en que nuestras predicciones hipotéticas posean un correlato material en trabajos venideros; y contribuyan a orientar las labores de próximos estudiosos interesados en el tema.

Recibido en Marzo de 2008Aceptado en Agosto de 2008

NOTAS

1. Para considerar las desvinculaciones poblacionales entre los momentos previos y posteriores a nuestro

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estudio en la zona pampeano-patagónica véase Moldes de Extraigas (2005).

AGRADECIMIENTOS

El presente artículo nació bajo la constante tutela de Alicia Tapia, una Mujer cuya pasión científica sólo es igualada por su calidad humana. Deseo expresar mi perenne deuda intelectual con la obra de Facundo Gómez Romero. Su amistad y consejo arrojan luz en el camino de mis reflexiones.

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*Julio César Augusto Spota es Licenciado en Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires. Trabajó en el Instituto de Arqueología entre 2005 y 2007 en arqueología de la Pampa de tiempos postcoloniales. Desde 2007 se desempeña en la Sección de Etnohistoria del ICA, actualmente como becario UBACyT y realizando investigaciones sobre la frontera del Estado argentino con las sociedades aborígenes en el siglo XIX. Dirección de contacto: [email protected]

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* Facultad de Ciencias Naturales y Museo. UNLP - [email protected]

García Mancuso, Rocío. 2008. Preservación de restos óseos humanos. Análisis de una muestra fetal contemporánea. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 4: 43-54. Buenos Aires.

Preservación de restos óseos humanos. análisis de una muestra Fetal contemPoránea

Rocío García Mancuso*

resumen

En este trabajo se analiza la preservación esqueletal en una muestra de 42 individuos (fetales y perinatos) pertenecientes a la Colección Prof. Dr. Rómulo Lambre (UNLP). Los restos fueron cedidos por el Cementerio Municipal de la Ciudad de La Plata. Se realizó la cuantificación de partes esqueletales con el objetivo de conocer cuáles son los elementos óseos que están mejor representados en la muestra. Por otro lado, se seleccionó una serie de elementos que pueden ser utilizados para el diagnóstico de la edad, con el objeto de conocer cuáles son los que mejor se preservan para el análisis morfométrico. Asimismo, se evaluaron las condiciones en las que se obtuvo el material de estudio y su posible relación con la preservación individual. Se discuten las causas de la escasez de restos óseos de individuos en desarrollo en las colecciones arqueológicas.

Palabras clave: Colección osteológica - Esqueletos - Subadultos - Preservación ósea

aBstract

This paper analyses the skeletal preservation in a sample of 42 individuals (fetuses and perinates) from the Prof. Dr. Rómulo Lambre Collection (National University of La Plata). The remains were provided by the La Plata County Cemetery. We quantified skeletal parts to identify which are better represented in the sample. Also, we selected a number of bones that can be used for age diagnosis in order to assess those best preserved for morphometric analysis. In addition, the conditions in which the remains were obtained and the relation with individual preservation are assessed. The causes of scarcity of subadult skeletal remains in archaeological collections are discussed.

Key words: Skeletal collection - Skeletons - Bone preservation - Subadults

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Rocío García Mancuso - Preservación de restos óseos humanos...

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introducción

Los escasos hallazgos de restos óseos de individuos inmaduros en sitios arqueológicos han dado lugar a un intenso debate. Teniendo en cuenta que la mortalidad en las primeras etapas de la vida es más alta que en otras llama la atención que, comparativamente, se encuentren pocos esqueletos correspondientes a este grupo de edad.

Desde el mismo terreno de la arqueología, surgieron preguntas tales como ¿dónde se realizan las excavaciones? ¿cómo podemos estar seguros de que aquellos lugares donde identificamos entierros humanos corresponden a lugares donde se inhumaban individuos de todas las edades? ó ¿cómo podemos estar seguros que las formas del tratamiento de los cuerpos eran iguales para todos? Las investigaciones evidenciaron que las prácticas de entierro suelen presentar variabilidad. El comportamiento social es complejo y la información proveniente de estudios etnográficos e históricos sobre el tratamiento mortuorio es de gran utilidad en la comprensión del registro arqueológico (Larsen 1995; Buckberry 2000; Finlay 2000).

Sin embargo, el problema de la baja representación de individuos inmaduros en el registro arqueológico continúa sin resolverse y se instala en una discusión de difícil solución: ¿las características particulares del hueso en formación favorecen su deterioro y consecuente pérdida del registro? ó ¿las pequeñas dimensiones y formas inmaduras dificultan el reconocimiento y consecuente hallazgo?

En el proceso de formación del tejido óseo se depositan sales inorgánicas (fosfato de calcio cristalino) reemplazando una matriz orgánica de fibras de colágeno dispuestas al azar. A medida que progresa el crecimiento aumenta la proporción del componente inorgánico y el hueso primitivo es reemplazado por tejido

maduro que tiene una disposición ordenada. Esta transición hacia el tejido maduro trae aparejada una mayor resistencia asociada con la función de sostén que cumple el esqueleto. Fundamentalmente la mayor proporción de material orgánico y la distribución irregular de la sustancia mineral, harían al tejido óseo de individuos inmaduros menos resistente a la abrasión y a los agentes químicos (Guy et al. 1997).

Contrariamente, investigadores que se dedicaron al estudio de esqueletos de individuos en crecimiento, notaron que en excavaciones cuidadosas podían encontrarse bien conservados tanto pequeñas epífisis como los frágiles huesos planos de la bóveda craneana, y que estos elementos servían como indicadores de las características biológicas individuales incluso en edades muy tempranas (Sundick 1978; Saunders 1992).

Algunos estudios apoyan la idea de que existe un fuerte sesgo en la conservación de individuos inmaduros. Por ejemplo, procurando determinar la existencia de sesgo por sexo o edad en la preservación diferencial, Walter et al. (1988) realizaron un estudio sobre dos cementerios de California y, aunque uno de ellos corresponde a la primera mitad del siglo XIX y el otro al Período Medio Tardío (300-500 DC), los resultados fueron coincidentes: no se encontraron diferencias significativas en la preservación por sexo, sin embargo, el grupo de entre 18 y 45 años de edad estaba mejor representado que otros grupos etarios.

Así también, sobre la base del estudio de siete colecciones osteoarqueológicas provenientes de Francia e Italia, que datan desde la Edad de Bronce (1800-1500 AC) hasta el siglo XVIII, Bello et al. (2003) realizaron una cuantificación de la conservación general de los elementos óseos a través del índice de conservación anatómica. El índice fue obtenido asignando un valor de conservación porcentual a cada elemento del esqueleto (0 % si la pieza no se encontraba

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y 100 % si estaba intacta) y calculando la sumatoria de todos los valores para un individuo sobre el número total de elementos que componen el esqueleto. Consideraron como “bien conservados” aquellos individuos que obtenían índices de conservación de 50 % o superiores, y encontraron que la proporción de “bien conservados” era siempre mayor en adultos que en inmaduros (hasta 19 años), a la vez que, dentro de los inmaduros esta proporción aumentaba con la edad.

Sin embargo, al analizar colecciones osteológicas debe tenerse en cuenta que el interés de las investigaciones en biología esqueletal hasta la década del 60 se concentraba en el estudio de adultos (Saunders 1992). Buckberry (2000) analizó la representación de infantes del período Anglo-Saxon (Siglos V-XI) en Inglaterra y, tomando en consideración las fechas de publicación de los reportes sobre excavaciones, encontró que entre las décadas del 70 y el 90 aumentaba el porcentaje de entierros de infantes informados.

Otros autores enfocaron sus estudios hacia el análisis de la supervivencia de los elementos esqueletales. En este sentido, excavaciones controladas que contaron con reportes detallados, evidencian que las piezas que se encontraron en mayor número fueron aquellas que presentan mayor densidad, como la porción petrosa del temporal o el fémur. Por el contrario, las piezas pequeñas como los huesos de las manos y los pies, estaban notoriamente subrepresentadas. Estos resultados corresponden a estudios realizados en cementerios medievales (Mays 1998) y del período Romano-Británico (Waldron 1994) en Inglaterra y resultan de gran interés como antecedentes en relación al análisis aquí desarrollado, dado que no se han realizado este tipo de exploraciones sobre materiales provenientes de cementerios en el ámbito local.

El hallazgo de restos óseos humanos no constituye un fin en si mismo, sino que a partir de ellos se puede obtener una

gran cantidad de información que permite tanto conocer la dinámica de poblaciones antiguas como resolver casos judiciales en la actualidad. Teniendo en cuenta lo anteriormente mencionado este trabajo plantea una aproximación a las frecuencias de hallazgos de piezas esqueletales de una muestra de individuos fetales y perinatos1

(Scheuer y Black 2000) a fin de conocer cuáles son las piezas que mejor representan la muestra y determinar cuáles son las que mejor se preservan para la evaluación métrica.

material y métodos

Para la realización de este trabajo se seleccionó una muestra de 42 individuos fetales y perinatos de ambos sexos (Tabla 1) pertenecientes a la Colección Prof. Dr. Rómulo Lambre, actualmente en formación, que se encuentra depositada en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP.

Los restos fueron cedidos por e l Cementerio Municipal de la Ciudad de La Plata a la Facultad de Ciencias Médicas (UNLP) en el marco de la Ordenanza Municipal 9471/022. Cada esqueleto fue entregado por separado, de manera que cada una de las piezas esqueletarias tiene correspondencia con un individuo determinado. También, para cada uno de los individuos que componen la muestra se cuenta con información documental como el sexo, la edad de muerte y la fecha de fallecimiento proveniente de las actas de defunción que obran en el cementerio.

A partir de esta información se conoce que la colección cuenta con 177 esqueletos correspondientes a individuos fetales y hasta los

Tabla 1. Composición de la muestra.

Femenino Masculino Indetermi-nado Total

Fetal 8 17 0 25

Perinato 10 6 1 17

Total 18 23 1 42

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dos años de vida, provenientes de inhumaciones en tierra y que el tiempo transcurrido en el enterratorio es de entre 5 y 8 años (García Mancuso et al. 2007).

A pesar de provenir de exhumaciones del cementerio, los esqueletos no se encontraron completos. Junto con el inventario de las piezas presentes en cada uno de los esqueletos se llevó registro del estado de preservación y fragmentación, y se realizó el remontaje de los elementos que se encontraban fragmentados.

Con el objetivo de conocer si hay una preservación diferencial de los restos se calcularon medidas de abundancia de partes esqueletarias (Tabla 2). Se obtuvieron el MNI (número mínimo de individuos), el MNE (número mínimo de elementos), el MAU (unidades anatómicas mínimas) y el %MAU (unidades anatómicas mínimas estandarizadas en porcentajes) (Binford 1984, en Lyman 1994).

El MNI se obtuvo a partir de la lateralidad del hueso mayoritariamente representado en la muestra. El MNE (Binford 1984, en Lyman 1994) expresa el número de veces que cada unidad anatómica está representada en la muestra, independientemente del lado del esqueleto de donde provenga. Se consideraron como unidades anatómicas a los huesos completos, a su vez, en aquellos casos en que se encontraron fragmentados se decidió que estos especimenes representaran en 1 a la unidad anatómica a la que pertenecieran (Mengoni Goñalons 1988), en otras palabras, se computó como 1 tanto un hueso completo, como dos fragmentos remontados, o un único fragmento que representara la pieza. El MAU se calculó para cada unidad anatómica dividiendo el MNE por la cantidad de veces que esa parte anatómica está presente en el esqueleto. Por último, para conocer la abundancia relativa de las diferentes unidades anatómicas, se dividió cada valor MAU por el valor más alto de MAU y se obtuvo el %MAU (o % de supervivencia, de acuerdo a Brain 1969, en Lyman 1994).

Se realizó una selección de elementos a ser tenidos en cuenta en base a las condiciones en las que se encontraba el material de estudio, así como sus posibilidades de diagnóstico. Por ejemplo, el parietal fue eliminado del análisis por que los restos se encontraban súmamente fragmentados y era prácticamente imposible determinar con seguridad su presencia en gran parte de la muestra. Cabe recordar que, en el estadio de desarrollo que se está analizando, los huesos no se encuentran fusionados, lo que aumenta considerablemente el número de elementos a tener en cuenta; asimismo, al referirnos a los huesos largos sólo se tienen en cuenta las diáfisis en desarrollo.

Las unidades anatómicas consideradas para este trabajo son 28 huesos y una variable llamada mano/pie. De los 28 huesos analizados 17 pertenecen al cráneo y 11 al esqueleto post craneano; a su vez, 24 tienen simetría bilateral y 4 son piezas impares. La variable mano/pie incluye todos los elementos que constituyen el metacarpo, metatarso y falanges de las manos y los pies, lo que hace un total de 76 piezas3. Ésta variable se incluyó en el análisis como un conjunto debido a que la inmadurez de los rasgos diagnósticos dificulta la ubicación anatómica individual de cada uno de los elementos de este grupo.

Los esqueletos fueron exhumados por personal del cementerio y trasladados a la facultad donde fueron acondicionados para su estudio. Durante el proceso de acondicionamiento se observó que aquellos que habían llegado al laboratorio con envolturas se hallaban más completos. Dado que no hubo una intervención profesional previa se llevó a cabo un registro escrito de cómo se encontró el material al momento de la primera observación en el laboratorio y a esto se lo denominó contexto de hallazgo.

Se registró el contexto de hallazgo para 33 de los 42 individuos que constituyen la muestra4 y a partir de esta información

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pudieron definirse básicamente tres tipos de contextos. Uno consistió en el material esqueletario solo, prácticamente sin tierra ni otro tipo de elementos (n=10); en el extremo opuesto encontramos restos acompañados con telas, tejidos o envolturas que de alguna manera contenían el material esqueletario (n=2); en otros casos encontramos tierra y evidencias de los objetos asociados a la inhumación como vestigios de madera, pintura o puntillas (n=21). Luego, se realizó una correlación para definir si el contexto de hallazgo estaba relacionado con el número de elementos encontrados por individuo.

Por último, en el estudio de restos óseos humanos la estimación de las particularidades individuales como la edad y el sexo son de gran importancia y para esto, la integridad de las piezas esqueletarias es fundamental. Se seleccionaron 27 medidas (Tabla 3) y se realizó una evaluación de la posibilidad de tomar mediciones sobre el material. Para esto se comparó la cantidad de medidas previstas sobre cada elemento con las que efectivamente pudieron relevarse, lo que se utilizó como indicador de la integridad de la pieza. Las medidas utilizadas fueron propuestas en diversas publicaciones, y en todos los casos

Abrev. Der. Izq. Indet. MNI MNE MAU %MAU

Frontal Fr. 30 30 1 30 61 30,5 89,71

Porción Escamosa del Temporal T.PE 20 17 - 20 37 18,5 54,41

Anillo Timpánico5 T.AT 10 7 13 13 30 15 44,12

Porción Petromastoidea T.PP 30 30 - 30 60 30 88,24

Porción Escamosa del Occipital O.PE - - 23 23 23 23 67,65

Porción Basilar del Occipital O.PB - - 20 20 20 20 58,82

Porción Lateral del Occipital O.PL 22 25 - 25 47 23,5 69,12

Cuerpo del Esfenoides E.C - - 24 24 24 24 70,59

Alas Menores del Esfenoides E.AMe 21 24 - 24 45 22,5 66,18

Alas Mayores del Esfenoides E.AMa 26 27 1 27 54 27 79,41

Vómer V. - - 15 15 15 15 44,12

Zigomático Z. 21 21 - 21 42 21 61,76

Maxilar Max. 16 14 5 16 35 17,5 51,47

Mandíbula M. 27 28 - 28 55 27,5 80,88

Yunque Yun. - - 22 22 22 11 32,35

Martillo Mar. - - 21 21 21 10,5 30,88

Estribo Est. - - 13 13 13 6,5 19,12

Clavícula C. 22 20 - 22 42 21 61,76

Escápula E. 29 26 - 29 55 27,5 80,88

Ilion I. 29 28 - 29 57 28,5 83,82

Isquion Is. 18 20 - 20 38 19 55,88

Pubis P. 8 11 1 11 20 10 29,41

Húmero H. 31 32 - 32 63 31,5 92,65

Radio R. 25 25 - 25 50 25 73,53

Cúbito Cu. 30 27 - 30 57 28,5 83,82

Fémur F. 35 33 - 35 68 34 100

Tibia T. 33 24 - 33 57 28,5 83,82

Peroné Pe. 22 23 2 23 47 23,5 69,12

Mano/Pie M/P. - - 695 - 695 9,14 26,9

Tabla 2. Cuantificación de partes esqueletarias.Referencias: Abrev.: abreviaturas; T.: temporal; O.: occipital; E.: esfenoides.

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pueden ser utilizadas en la determinación de la edad (Redfield 1970; Fazekas y Kósa 1978; Scheuer y MacLaughlin-Black 1994; Hoppa y Gruspier 1996).

Se relevaron 11 medidas sobre 4 piezas del cráneo (de las cuales tres tienen simetría bilateral y una es un elemento impar) y 16 medidas sobre 7 elementos del esqueleto post craneano (todos con simetría bilateral). Si tomamos en cuenta que en aquellos elementos con simetría bilateral se relevó la medición tanto para el lado derecho como el izquierdo obtenemos un total de 53 mediciones previstas para cada uno de los esqueletos.

resultados

Las condiciones en las que se obtuvo la muestra permiten conocer que la misma está compuesta originalmente por 42 individuos. Sin embargo, se obtuvo un MNI de 35, lo cual significa que, sobre la base del análisis del material esqueletario, la muestra está siendo subestimada en un 16,66 %.

Con el fin de conocer si existía una relación entre el contexto de hallazgo y la cantidad de elementos esqueletarios, se realizó una correlación por rangos de Spearman6. Se codificaron los contextos (asignándoles un número de orden) bajo el supuesto de que en aquellos casos en los que el material había llegado al laboratorio acompañado por envolturas de tela, sería probable que se encontrara más completo, y que por el contrario, cuando no las tuviera, sería esperable que se hubieran perdido mayor cantidad de piezas. Luego se correlacionaron (para los 33 casos que se contaba con información de contexto) el número de orden asignado con el número de elementos esqueletales correspondiente. No se encontró una correlación significativa (r 0,333; p 0,057).

A partir de la obtención del %MAU (Tabla 2) podemos observar que, de las piezas

analizadas para el cráneo, el mayor porcentaje lo presenta el frontal (Fr.: 89,71 %) seguido por la porción petromastoidea del temporal (T.PP: 88,24 %). En el extremo opuesto se encuentran los huesecillos del oído: yunque, martillo y estribo. En cuanto al esqueleto post craneano se observa que el fémur (F.:100 %) y el húmero (H.:92,65 %) son las piezas que muestran porcentajes más altos, en tanto que el pubis (P.:29,41 %) y aquellas agrupadas en la variable mano/pie (26,29 %) son las que menos se han preservado.

Del análisis de las medidas previstas versus las relevadas (Tabla 4) podemos observar que la porción basilar del occipital (O.PB) es la que se ha conservado en mejores condiciones para el relevamiento métrico (91,67 %), le sigue la porción petromastoidea del temporal (T.PP: 87,5 %) y en tercer término aparece el ílion (I.: 82,46 %). Por otro lado, la mandíbula (M.: 44,24 %) y el peroné (Pe.: 40,43 %) son los que se han conservado en peores condiciones para ser medidos.

discusión y conclusiones

Se encontró una diferencia entre el número de individuos que componen la muestra y el MNI obtenido a partir de la cuantificación del material esqueletario (Tabla 2). El MNI subestima la muestra en un 16,66 %, lo que puede deberse a la pérdida de elementos relacionados con la preservación o a problemas en el proceso de obtención de la muestra.

Se conoce que la preservación ósea puede estar condicionada por las características del sedimento (Gordon y Buikstra 1981; White y Hannus 1983; Stojanowski et al. 2002). Gordon y Buikstra (1981) encontraron que el pH del sedimento está correlacionado con la preservación, y que en un pH ácido los huesos de individuos juveniles se deterioran más rápido que los de adultos. Aún no se han realizado estudios del sedimento en el que se

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realizaron los entierros, sin embargo, existen motivos para pensar que el pH no es el factor de preservación de mayor importancia en la muestra analizada. Primero, en nuestro caso todos los restos estuvieron sepultados entre 5 y 8 años. Este período de tiempo es muy breve en comparación con los análisis sobre restos provenientes de excavaciones arqueológicas; por ejemplo, aquellos analizados por Gordon y Buikstra (1981) tienen un mínimo de 700 años de antigüedad. Segundo, el estado de conservación de los elementos esqueletales de nuestra muestra no se caracteriza por el deterioro de la superficie de los huesos (fisuras en la capa cortical), característica que fue utilizada por las autoras antes mencionadas para definir las categorías de preservación que luego correlacionaron con el pH del sedimento.

Por otra parte, ha sido reportado en la bibliografía que existen diferencias en la preservación asociadas a los tipos de los sedimento (Brothwell 1981; White y Hannus 1983; Buckberry 2000; Suby 2007) y la profundidad de los entierros (Buckberry 2000; Stojanowski et al. 2002). Sin embargo, los entierros donde fueron depositados los restos que conforman la muestra en estudio tienen características relativamente homogéneas, esto significa que todos se ubicaban en la misma zona dentro del cementerio, que se utilizó igual profundidad para depositarlos y el mismo sedimento para cubrirlos (véase nota 2), por lo que no se esperan variaciones en este sentido. De todo lo expuesto podemos deducir que la erosión de los materiales esqueletarios, como efecto de las características del sedimento en este caso, no aclara el motivo por el cual los

MedicionesPorción Petromastoidea Longitud a

Ancho a

Porción Basilar del Occipital Ancho a

Longitud Sagital a, c

Longitud Máxima b, c

Porción Lateral del Occipital Ancho a

Longitud 1 a

Longitud 2 b

Mandíbula Longitud del Cuerpo Mandibular a

Ancho del Arco Mandibular a

Longitud Total Hemimandibular a

Ilion Longitud a

Ancho a

Húmero Longitud Total a

Ancho del Extremo Proximal d

Ancho del Extremo Distal d

Radio Longitud Total a

Ancho del Extremo Proximal d

Ancho del Extremo Distal d

Cúbito Longitud Total a

Fémur Longitud Total a

Ancho Mediolateral del Cuello d

Ancho del Extremo Distal d

Tibia Longitud Total a

Ancho del Extremo Proximal d

Ancho del Extremo Distal d

Peroné Longitud Total a

Tabla 3. Detalle de las mediciones relevadas.Referencias: (a) Fazekas y Kósa (1978); (b) Redfield (1970); (c) Scheuer y MacLaughlin-Black (1994); (d) Hoppa y Gruspier (1996).

Tabla 4. Evaluación del estado de conservación para el relevamiento métrico.Referencias: (a) para el significado las abreviaturas ver Tabla 2.(b) número de veces en que el elemento se encuentra presente en la muestra.(c) número de mediciones a realizarse sobre cada elemento. El detalle de las medidas se encuentra en la Tabla 3.(d) número de veces en que se encuentra el elemento en la muestra por número de medidas a realizarse sobre el mismo [(b) x (c)].(e) número de veces que la medida pudo ser relevada en la muestra.(f) medidas relevadas sobre medidas previstas expresado en porcentaje [(e) / (d) x 100].

Elementos (a)

N(b)

Medi-das por

elemento (c)

Medidas previstas

(d)

Medidas relevadas

(e)

%(f)

T. PP 60 2 120 105 87,5

O.PB 20 3 60 55 91,67

O.PL 47 3 141 111 78,72

M. 55 3 165 73 44,24

I. 57 2 114 94 82,46

H. 63 3 189 130 68,78

R. 50 3 150 108 72

Cu. 57 1 57 30 52,63

F. 68 3 204 158 77,45

T. 57 3 171 124 72,51

Pe. 47 1 47 19 40,43

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esqueletos se encuentran incompletos, lo que induce a buscar otras explicaciones.

Numerosos trabajos han descrito la manera adecuada de realizar la excavación, empaquetado y transporte de restos humanos en el marco de un estudio antropológico (Ubelaker 1978; Brothwell 1981; Rodríguez Cuenca 1994; Mays 1998). Sin embargo, los restos que hoy forman la colección osteológica fueron exhumados por personal del cementerio, además, tuvieron una serie de traslados dentro del propio cementerio

y hasta el laboratorio donde hoy son analizados. Vale recordar que, como fue descrito para los contextos de hallazgo, en muchos casos los restos fueron trasladados junto con volúmenes importantes de sedimento. Es por eso que se plantea que el motivo de que los esqueletos se encuentren incompletos puede estar relacionado al proceso de obtención de la muestra.

Para analizar la preservación individual se propuso que los esqueletos que hubieran llegado al laboratorio con envolturas que los contuvieran, habrían perdido menos elementos en la excavación y los traslados y, en consecuencia, se encontrarían más completos. Aunque este supuesto no fue confirmado, es posible que ampliando el número muestral se modifiquen los resultados.

Con respecto a la preservación diferencial de elementos se encontró que las piezas del esqueleto postcraneano que presentan valores %MAU más altos en la muestra son el fémur (F.:100) y el húmero (H.:92,65), en tanto que para el cráneo las piezas más representadas son el frontal (Fr.:89,71) y la porción petromastoidea del temporal (T.PP:88,24). En el extremo opuesto, los elementos que presentan los valores más bajos son los huesecillos del oído, junto con el pubis (P.:29,41) y aquellos reunidos en la variable mano/pie (M/P:26,90). Estos resultados estarían en consonancia con los de Waldron (1994), quien destaca que los elementos que tienen una posición anterior,

como el esternón y el pubis, así como los pequeños huesos de las manos y los pies, tienen una pobre supervivencia.

También Mays realizó un estudio sobre la composición de una muestra arqueológica obtenida de un cementerio, y resolvió que los elementos menos representados son “…los más pequeños y/o los que tienen un alto contenido de hueso trabecular y poco cortical en su composición” (Mays 1998:23 traducido por la autora). En general, los huesos con estas últimas características también son más porosos, tienen una alta proporción de superficie en relación al volumen y son menos densos. La densidad es una variable a tener en cuenta a la hora de analizar la preservación diferencial de partes esqueletarias, dado que muchos de los procesos tafonómicos están mediados por ella (Lyman 1994).

Los datos de densidad mineral ósea han sido ampliamente trabajados para muestras faunísticas, sin embargo no se conocen tantos estudios para restos óseos humanos (Suby 2007). Tampoco se pretende aquí realizar un análisis exhaustivo sobre la preservación diferencial mediada por densidad mineral ósea en restos humanos, como ha sido objeto en otras investigaciones (Lyman 1994; Suby 2007), solo se intenta poner de relieve algunos apuntes sobre el tema. Suby y Guichón obtuvieron valores de densidad sobre el esqueleto un individuo adulto joven de sexo masculino recuperado en una excavación arqueológica en Tierra del Fuego y encontraron que “…en los huesos largos son las diáfisis las que poseen una densidad mayor…” (Suby y Guichón 2004:100). De acuerdo con los valores densitométricos para elementos del esqueleto postcraneal reportados por los autores, fémur, tibia y húmero son los elementos con densidades más altas. Aunque las características de la muestra aquí analizada son muy diferentes, al observar la supervivencia de los huesos largos en nuestra muestra (en la que solo se tuvieron en cuenta las diáfisis) coincidentemente, se encontró que

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fémur, húmero y tibia son los que más se han preservado.

En los procesos tafonómicos mediados por densidad vale recordar que los elementos con una alta densidad mineral ósea, conservan características diagnósticas aún en aquellos casos en que las piezas estuvieran muy deterioradas (Lyman 1994), de modo que también deben tenerse en cuenta otras características como el tamaño y la forma.

En la muestra aquí analizada, la variable tamaño puede estar implicada en la pérdida de elementos tanto por una preservación diferencial como en relación a los problemas en la obtención de la misma. Como se describió oportunamente, en este trabajo se analizan individuos fetales y perinatos, por lo que todas las piezas esqueletales de la muestra son pequeñas y presentan menor cantidad de rasgos diagnósticos que las de un adulto y, en los casos que se encuentran deterioradas o fragmentadas, se vuelven imposibles de identificar. Por otro lado es posible que los restos de menor tamaño no hayan sido recolectados en las exhumaciones, o se hayan perdido y fragmentado en los traslados. Es decir, el hecho de que las piezas que se encontraron en menor proporción sean las de menores dimensiones del esqueleto (pubis, huesos de las manos y los pies) apoya la idea de que los procesos tafonómicos y de obtención de la muestra vayan en detrimento de las piezas más pequeñas.

También el análisis de la forma de las partes esqueletales puede servir para comprender la supervivencia diferencial de las mismas. A pesar de haber encontrado numerosísimas astillas que podían reconocerse como fragmentos de huesos planos del cráneo, no se pudo identificar a cual de los elementos de la bóveda craneana pertenecían. Un caso extremo lo representa el parietal, cuya identificación fue prácticamente imposible, por lo que fue retirado del análisis. Sin embargo, en el extremo opuesto se encuentra el frontal, que se encontró presente

en una altísima proporción (89,71 %) a pesar de ser un hueso de la bóveda craneana. Esto último puede explicarse en relación a la densidad y las características diagnósticas que presenta el reborde orbitario para la identificación de este elemento.

Por último, las piezas que mejor se preservan para la evaluación métrica se determinaron por la cantidad de medidas que pudieron relevarse sobre las mismas. Al realizar este análisis se encontró que las que presentan una mayor supervivencia y las que mejor se preservan para la evaluación métrica no son exactamente las mismas. En este sentido, la porción basilar del occipital toma ventaja sobre elementos con mayores porcentajes de supervivencia como el fémur y el húmero. Esto significa que, a pesar de que su frecuencia de hallazgo no es alta, cuando se encuentra, se conserva en buenas condiciones para el relevamiento métrico, convirtiéndola en una pieza de gran importancia en el análisis de restos esqueletizados (Redfield 1970; Fazekas y Kósa 1978; Scheuer y MacLaughlin-Black 1994). La porción petromastoidea del temporal y el ilion aparecen como los elementos mejor preservados de la muestra: presentan altas proporciones en la cuantificación de las partes esqueletarias y además se conservan en buenas condiciones para el relevamiento métrico (Fazekas y Kósa 1978; Weaver 1979, 1980).

Probablemente las características de densidad, tamaño y forma de la porción basilar del occipital, la porción petromastoidea del temporal y el ilion hayan sido determinantes para su buena preservación. Pero estos resultados también se vuelven relevantes en otro sentido, los elementos esqueletarios antes mencionados pueden constituir una buena fuente de información en la reconstrucción de las particularidades biológicas de los individuos, fundamentalmente la edad y el sexo, que constituyen las primeras aproximaciones a la hora de trabajar con restos óseos humanos (Ubelaker 1978; Saunders 1992; Rodríguez Cuenca 1994).

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El desarrollo del trabajo permite concluir que el fémur, el húmero, el frontal y la porción petromastoidea del temporal son los elementos esqueletarios que mejor representan a la muestra osteológica analizada. También puede afirmarse que la porción basilar del occipital, la porción petromastoidea del temporal y el ílion son las piezas que se han conservado en mejores condiciones para el relevamiento métrico, por lo que estos elementos pueden ser de gran utilidad en la determinación de características individuales.

Por último, aunque es innegable que las características intrínsecas del hueso en formación lo hacen vulnerable a los agentes físico-químicos que contribuyen al deterioro y pérdida de información en el registro, no hay que dejar de lado las dificultades que representa el trabajo con restos óseos humanos y en particular con esqueletos de individuos en desarrollo. Posiblemente el entrenamiento de los observadores y el interés de las investigaciones hayan constituido una importante fuente de sesgo en la construcción de las colecciones osteológicas y en la recuperación de materiales esqueletarios de excavaciones arqueológicas.

Recibido en Marzo de 2008Aceptado en Septiembre de 2008

notas

1. Perinatos: hasta 7 días posteriores al nacimiento.

2. Los restos cedidos por el cementerio son aquellos que no fueron reclamados por los familiares, toda vez que estuvieran vencidos los plazos que son estipulados por la normativa institucional. En esta normativa se determina la profundidad y dimensiones de las sepulturas, como deben ser cubiertas, el tiempo que debe transcurrir antes de exhumar los restos y el depósito definitivo en el osario o fosa común del cementerio de aquellos restos que no tengan destino especial.

3. Mano/pie: esta variable incluye 14 falanges en cada mano (28) y 14 falanges en cada pie (28); más 5

metacarpianos en cada mano (10) y 5 metatarsianos en cada pie (10) lo que hace un total de 76 elementos.

4. El hecho de no contar con la descripción de todos los casos se debe a que al comenzar con el acondicionamento de la muestra se desconocía que podía haber diferencias importantes en las condiciones en que se encontraban los restos esqueletarios al llegar al laboratorio.

5. Anillo timpánico: se determinó su frecuencia así se encontrara fusionado o no fusionado.

6. La correlación por rangos de Spearman es una medida de asociación entre dos variables en escala ordinal (Cortada de Kohan y Carro 1970). Se utilizó el programa New Statistica versión 5.

aGradecimientos

A Gisel Padula por su paciencia e invaluables aportes en la redacción del trabajo. A Susana Salceda y Horacio Calandra por su aliento constante. A Guillermo Prat por su respaldo a la construcción de la colección osteológica. A los integrantes del proyecto “Análisis macro y microscópico de restos óseos humanos” y especialmente a su directora, la Dra. Ana María Inda, por su permanente apoyo.

BiBlioGraFía

Bello, S., A.Thomann, E. Rabino Massa y O. Dutour2003. Quantification de l’état de conservation des collections ostéoarchéologiques et ses champs d’application en anthropologie. Antropo 5:21-37. www.didac.ehu.es/antropo. (Acceso febrero 2008).

Brothwell, D. R. 1981. Desenterrando huesos. Fondo de Cultura Económica, México.

Buckberry, J. 2000. Missing, Presumed Buried? Bone Diagenesis and the Under-Representation of Anglo-Saxon Children. Assemblage 5 (Abril). http://www.assemblage.group.shef.ac.uk/5/buckberr.html (Acceso marzo de 2006)

Cortada de Kohan, N. y J. M. Carro1970. Estadística aplicada. Eudeba, Buenos Aires.

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Rocío García Mancuso - Preservación de restos óseos humanos...

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*Rocío García Mancuso es egresada desde 2004 de la Licenciatura en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente es becaria doctoral de CONICET, investigando el diagnóstico de edad y sexo en restos óseos humanos de individuos subadultos. Dirección de contacto: [email protected]

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* Laboratorio de Análisis Cerámico, Facultad de Ciencias Naturales y Museo. UNLP - [email protected]

Fantuzzi, Leandro. 2008. Análisis de las prácticas funerarias en el sector sur de la necrópolis de La Ciénaga (Prov. de Catamarca, Argentina). La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 4: 55-75. Buenos Aires.

Análisis de lAs prácticAs funerAriAs en el sector sur de lA necrópolis de lA ciénAgA (proV. de

cAtAmArcA, ArgentinA)

Leandro Fantuzzi*

resumen

Se presenta un estudio de los contextos funerarios en el cementerio 13 correspondiente al sector sur de la necrópolis de La Ciénaga (Depto. de Belén, Prov. de Catamarca, Argentina), a partir del aná-lisis de los registros y materiales que son el resultado de las excavaciones de la IX expedición Muñiz Barreto en 1927, y que hoy se conservan en el Museo de de Ciencias Naturales de La Plata.

El estudio se centra en la identificación de patrones generales y de formas de diferenciación en el tratamiento de los muertos. Se pudieron observar diferencias en cuanto al tipo de entierro y al ajuar entre distintos grupos etarios, así como también dentro del grupo etario de los adultos. Estas diferencias permiten pensar en la existencia de individuos que pudieron haber sido conceptualizados de manera distinta en el ámbito funerario, materializándose esta división conceptual en diferentes modalidades de entierro.

Este trabajo se plantea como una contribución al conocimiento de las prácticas mortuorias en La Ciénaga, presentando un interés adicional al ser el primer estudio de este tipo que se realiza específicamente sobre el sector sur de dicha necrópolis.

palabras clave: Contexto funerario - Cementerio - Prácticas mortuorias - Cerámica - Diferenciación

ABstrAct

The purpose of this paper is to present a study on the funerary contexts in Cemetery 13, located in the southern section of the La Ciénaga necropolis (Department of Belén, Province of Catamarca, Argentina). The study is based on an analysis of the documents and materials from the archaeological excavations of the Ninth Muñiz Barreto Expedition in 1927, which are currently preserved in the Museum of Natural Sciences of La Plata.

The study focuses on the identification of general patterns and ways of differentiation in the treatment of the dead. Differences in burial types and grave goods were observed between age groups and within the adult age group. These differences allow us to consider that some individuals may have been conceptualized distinctively, and that this conceptual division was materialized in diverse burial methods.

This paper is a contribution to the knowledge of mortuary practices in La Ciénaga, and has special interest since it is the first study on this topic focused on the southern sector of this necropolis.

Key words: Funerary context - Cemetery - Mortuary practices - Pottery - Differentiation

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introducción

Las investigaciones arqueológicas en la localidad de La Ciénaga (Depto. de Belén, Prov. de Catamarca, Argentina) comenzaron a desarrollarse de modo intensivo a partir de la década del 20 con las expediciones financiadas por Benjamín Muñiz Barreto y dirigidas en el campo principalmente por el ingeniero Vladimiro Weisser. Allí fueron excavados “catorce cementerios” (sensu Weisser 1920-1926; Wolters 1926-1929), que abarcaban casi 1.000 sepulcros y más de 2.600 objetos cerámicos, además de otros materiales diversos -lítico, metal, hueso, etc.- (Sempé 2005). Estos materiales -que se encuentran hoy depositados en el Museo de La Plata- sirvieron años más tarde para definir la así llamada “cultura Ciénaga” del valle de Hualfín (González 1955), ubicada cronológicamente en la segunda mitad del período Temprano (200-600 DC) (González y Cowgill 1975; González 1977).

Diversos estudios han sido llevados a cabo desde entonces acerca de esta cultura, en general orientados hacia el análisis de su cerámica y de las prácticas mortuorias registradas. Sempé (1993, 1997), trabajando con los materiales provenientes de aquellas expediciones, definió una serie de principios normativos para el estilo decorativo de la cerámica. Asimismo, realizó un trabajo de síntesis sobre las principales formas de entierro y las características de la cerámica asociada (Sempé 2005). Por otro lado, la misma autora analizó las conexiones culturales y estilísticas con la cultura Aguada a partir de contextos funerarios de La Ciénaga y La Aguada Orilla Norte (Sempé 1995, 1998) y de contextos habitacionales en el sitio Barrealito de Azampay (Sempé et al. 1996)1.

Posteriormente, Balesta (2000) desarrolló una investigación en torno a la significación de la funebria en La Ciénaga, evaluando entre otros aspectos aquellos relacionados

a la construcción del espacio funerario y la planificación en el proceso de producción cerámica, planteando además un estudio semiótico de las representaciones efectuadas sobre estos materiales (Balesta 1996, 1998). En los últimos años se fue ampliando aún más el conocimiento de esta cerámica a partir de la realización de estudios composicionales, junto a los análisis morfológicos, tecnológicos y decorativos que ya se venían realizando (Zagorodny y Balesta 2005).

A pesar del extenso conocimiento que se ha construido hasta el presente sobre el comportamiento mortuorio de estas poblaciones, cabe destacar que buena parte de los materiales provenientes de las expediciones Muñiz Barreto no han sido aún estudiados en forma exhaustiva. En tal sentido, el presente trabajo se centra en el análisis del cementerio 13 (C13) de esta local idad, buscando caracterizar los contextos funerarios a través de la identificación de patrones generales y de formas de diferenciación en el tratamiento de los muertos. Este análisis presenta un interés adicional, en tanto los trabajos realizados hasta el momento han estado dedicados al estudio del sector central (Balesta 1996, 2000) y norte (Fantuzzi y Val 2004), no existiendo en cambio otros referidos al sector sur, al cual el C13 pertenece. La realización de esta tarea aportará en tal sentido a una mejor comprensión de las prácticas de entierro y de las manifestaciones culturales asociadas.

lA colección BenJAmÍn muÑiZ BArreto

La Colección Muñiz Barreto (CMB) se compone de unas 12.000 piezas, principalmente cerámicas, la mayor parte de las cuales (unas 10.900) fueron recuperadas entre los años 1919 y 1929 a partir de las excavaciones llevadas a cabo en el noroeste argentino por Carlos Schuel, el Ing. Vladimiro Weisser -quien se unió al primero en 1920 y luego

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lo reemplazó en forma definitiva- y Federico Wolters, colaborador de Weisser que quedó a cargo de los trabajos a la muerte de éste en 1926. En 1931 la colección fue depositada en el Museo de La Plata y ofrecida en venta por Barreto a dicha institución, la que recién se llevó a cabo en 1933, días después de la muerte de su propietario (Sempé 1987).

Esta colección es muy significativa no sólo por la cantidad de piezas recuperadas y conservadas, la mayoría de ellas completas, sino también por la existencia de un amplio soporte documental (Weisser 1920-1926; Wolters 1926-1929), consistente en cartas, mapas, diarios de viaje, libretas de campo, dibujos y otros materiales que permiten conocer de manera precisa las condiciones de hallazgo de dichas piezas (Balesta y Zagorodny 2000).

los “catorce cementerios” de la ciénaga

Una porción importante de los materiales de la CMB proviene de los trabajos realizados en la zona próxima a la localidad de La Ciénaga, en el valle de Hualfín, en donde han sido excavados “catorce cementerios” y algunos otros sectores aislados. Los mismos estaban situados a lo largo de las márgenes del Río Hualfín y de su confluencia con otros cauces como el Güiliche y el Diablo (Figura 1). Entre estos últimos ríos está ubicado el sector central, donde se excavó del C1 al C3 y del C6 al C10, además de diversos “sepulcros aislados” (sensu Weisser 1920-1926). Al norte del Río Güiliche se ubicaron el C4, el C5 y el C5A, y al sur del Río Diablo del C11 al C14.

La división de los sectores en cementerios fue establecida por Weisser y Wolters durante las excavaciones en el área, delimitando cada uno de ellos en base a la presencia continua de enterratorios. Sin embargo, los criterios utilizados para esta segmentación espacial están actualmente en tela de juicio. A partir del estudio de los materiales de la CMB

y de la revisión del soporte documental, Balesta (2000) ha propuesto que los distintos “cementerios” formarían más bien parte de una gran “necrópolis” utilizada regionalmente durante cientos de años. Los mismos habrían sido zonas delimitadas arbitrariamente en función de la estrategia de excavación utilizada, más que sectores con límites distinguibles que permitan establecer que se trata de unidades separadas. De hecho, la autora cita varios indicadores que avalan esta idea, inclusive algunos pasajes de los diarios y cartas de Weisser donde éste expresa sus dudas acerca de la separación o continuidad de varios de ellos.

El C13 que aquí se analiza es el más amplio de los cuatro que conforman el sector sur de la necrópolis, es decir aquellos ubicados al sur del Río Diablo. El mismo fue excavado en 1927 durante la IX expedición, bajo la dirección de Wolters. Si bien no existen diarios de viaje, puesto que éstos fueron confeccionados hasta 1926, de todos modos se dispone de información sobre las excavaciones a partir de las libretas de campo y de la correspondencia enviada por Wolters a Muñiz Barreto.

Figura 1. Ubicación de la necrópolis de La Ciénaga, en la margen occidental del Río Hualfín.

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mArco teórico

El estudio de las prácticas mortuorias del pasado tuvo un importante desarrollo durante los años 70 con el advenimiento de la Nueva Arqueología, a partir de los trabajos de diversos autores (Saxe 1970; Binford 1971; Brown 1971; Tainter 1975; O’Shea 1984) que conformaron toda una línea de investigación que ha sido denominada “Arqueología de la Muerte”. Estos trabajos, siguiendo un marco teórico procesual, buscaron elaborar y testear hipótesis acerca de cómo la variabilidad en los contextos funerarios sería un reflejo directo de la organización social. Los mismos debían ser cuantificados para obtener información estadística respecto a cuestiones de rango, estatus y estructura social.

En esa misma década comenzó a cuestionarse ese abordaje, al advertirse que la relación entre aquellas variables no era sencilla (Chapman y Randsborg 1981). Posteriormente, diversos autores posprocesuales plantearon que los comportamientos mortuorios y la cultura material asociada no reflejaban directamente la organización social sino que podían ser utilizados para ocultar o distorsionar la realidad social (Hodder 1982, 1987a; Shanks y Tilley 1982; Parker Pearson 2000).

Siguiendo estos lineamientos, el presente trabajo parte de las ideas de Hodder (1993) y Trigger (1991) quienes conciben a la cultura material como un elemento activo de interacción social. Esta concepción implica una crítica a la formulación procesualista de que la elaboración relativa de las tumbas refleja de modo exacto el grado de diferenciación social y que los objetos del ajuar representan los roles desempeñados por los individuos sepultados.

En este sentido, se toma en consideración el enfoque de Parker Pearson (2000), quien plantea que un entierro constituye la culminación de una serie de actos ejecutados por personas vivas, por lo cual las prácticas funerarias pueden crear

una representación distorsionada, idealizada o ritualizada de los difuntos. De este modo, el entierro es concebido como una construcción social que hablaría más sobre la sociedad que sobre el difunto.

Una aproximación al análisis de esta construcción social a través del estudio del registro arqueológico es la propuesta teórica de Hodder (1993), quien aborda el estudio de la cognición y la vincula con las maneras en que la gente organiza e interpreta el mundo, con las formas de conceptualización llevadas a cabo por los distintos actores sociales, y con la manera en que se materializan estas concepciones en la práctica. El mismo autor advierte que la cognición no debe ser concebida como un fenómeno individual sino que posee un importante componente social, por lo cual no es posible ignorar el contexto y los significados sociales. En cuanto al planteo de alcanzar el significado de los símbolos individuales desde un enfoque hermenéutico o interpretativo (Hodder 1987b, 1993), se considera más operativa en función de los objetivos de este trabajo la propuesta de Earle (1990), quien asume que la preocupación no debe estar en interpretar los significados simbólicos sino más bien en reconocer la forma en que determinados símbolos fueron usados en un contexto particular.

metodologÍA

El estudio del contexto funerario en el C13 se basó, en primer lugar, en el análisis del soporte documental existente (libretas de campo y correspondencia de la IX expedición, Wolters 1926-1929 -entradas correspondientes al año 1927-), donde los excavadores dejaron un registro detallado para cada tumba del número de individuos enterrados, de la edad de los mismos (indicando una categoría etaria y, en algunos casos, la cantidad de años estimada, e.g. “joven de 18-20 años”), su orientación, disposición (flexionada/extendida) y posición relativa horizontal y vertical, y la presencia de

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estructuras arquitectónicas de piedra, entre otros datos, además de todo lo concerniente al ajuar acompañante. De estas características se posee un registro descriptivo así como dibujos en planta y perfil para cada sepulcro2.

Con respecto a la edad se han podido advertir, no sólo aquí sino a través de toda la documentación correspondiente a los distintos sectores de la necrópolis, ciertas dificultades en el uso de las categorías que Weisser y Wolters asignaron a los restos esqueletarios (“párvulos”, “niños”, “jóvenes”, “adultos”). La estimación de la edad en subadultos la efectuaron a partir de los indicadores de erupción dentaria. Sin embargo, un problema importante está dado por el hecho de que a los “niños” se les asignaron edades de hasta 14 años, mientras que a los “jóvenes” se los situó entre los 10 y los 20 años, advirtiéndose de este modo una superposición entre los rangos etarios de ambos grupos. Asimismo, para un gran número de restos no lograron realizar una estimación precisa en años por hallarse los mismos muy pobremente conservados, y sólo se limitaron a incluirlos dentro de alguna de esas dos categorías; en estos casos no es posible por lo tanto inferir la edad, especialmente si se tiene en cuenta la superposición mencionada. Otro problema que se observa, no aquí pero sí en otros cementerios, es que en repetidas ocasiones se utilizaron indistintamente las categorías “párvulos” y “niños”. Afortunadamente los registros del C13 muestran una mayor claridad en algunos de estos aspectos, por lo cual más allá de las dificultades existentes es posible considerar, a partir de una profunda revisión de la documentación, que al menos en este caso:

- los “párvulos” siempre se ubican en urnas, y si bien de ninguno de ellos se mencionan los años, se infiere que serían individuos de muy corta edad3;

- los “niños” tendrían entre 8 y 14 años, y los “jóvenes” entre 10 y 20 años. Ambos grupos se encuentran en entierros directos;

- los “adultos” tienen más de 20 años, aunque en ningún caso se precisa una edad estimada de

los mismos (por ejemplo, no se aclara el grado de madurez).

Es en función de estas dificultades que en el presente trabajo se utilizan como base las categorías etarias adulto/subadulto (Balesta 2000), siendo éstas las únicas claramente definidas en la documentación. A su vez se considerarán dentro del último grupo las distinciones previamente mencionadas, especialmente entre los individuos más pequeños depositados en urnas (“párvulos”) y aquellos entre 8 y 20 años enterrados directamente (“niños”/“jóvenes”). Dados los problemas de superposición observados entre “niños” y “jóvenes”, la distinción entre ambos grupos sólo será tenida en cuenta en unos pocos casos comentados más adelante.

Cabe aclarar que durante las excavaciones sólo fueron levantados los materiales que conformaban los ajuares, mientras que los restos esqueletarios fueron dejados in situ, lo cual no permite la posibilidad de contrastar las estimaciones etarias realizadas, ni efectuar estudios bioarqueológicos que pudieran arrojar información sobre sexo, alimentación, enfermedades y patologías, entre otros aspectos.

En cambio, la conservación en la CMB de los objetos acompañantes permitió realizar un análisis exhaustivo sobre los mismos a fin de evaluar distintas variables, así como establecer una interconexión entre ellos y el contexto de hallazgo. Dentro de este conjunto de materiales, se llevó a cabo un análisis morfológico, métrico y decorativo de las piezas cerámicas, junto al registro gráfico y fotográfico de las mismas; el estudio morfológico se realizó en base a la nomenclatura propuesta por Balfet et al. (1992), donde se presenta una clasificación de las formas de las vasijas basada en relaciones de profundidad y de diámetros (máximo y de boca) y, secundariamente, de dimensiones. El material no cerámico también fue estudiado, si bien representa una pequeña proporción del total.

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En resumen, la propuesta metodológica planteada consiste en la reconstrucción de las prácticas funerarias, a partir del análisis del soporte documental existente y de los materiales recuperados en las tumbas. El objetivo se centra en la identificación de diferencias entre las mismas y su posible vinculación con una serie de variables, principalmente con la edad y la modalidad de entierro. De esta manera se busca definir, en función del marco teórico propuesto, de qué modo se reflejan diversas formas de conceptualización dentro del ámbito mortuorio a través de su materialización en diferentes tipos de inhumación.

el conteXto funerArio

características generales

El C13 consta de 73 tumbas, en las que se registró la presencia de 105 individuos. Se han tomado datos cuantitativos relacionados a la edad de los mismos (Tabla 1), así como al tipo de entierro según la cantidad de esqueletos presentes (Tabla 2) y según su relación con la variable etaria (Tabla 3).

De los datos señalados en las Tablas 1-3 pueden realizarse una serie de observaciones. Si bien el 54 % de los cuerpos son de adultos, más de la mitad de las tumbas contienen únicamente subadultos; esto se explica porque los enterratorios de los últimos son en su gran mayoría individuales, mientras que los primeros tienden a ser sepultados tanto en tumbas individuales como múltiples en proporciones casi equivalentes. Además, los sepulcros múlti-ples de subadultos consisten en todos los casos en apenas dos individuos por cada uno, mientras que en los de adultos puede haber hasta cuatro en la misma tumba.

Otro aspecto importante es la existencia de distintas modalidades de entierro, diferenciándose los “párvulos” en urnas del resto de los individuos que fueron sepultados directamente en el

suelo (Tabla 1). Puede advertirse que entre los primeros se registran tres sepulcros múltiples, mientras que no se halló ningún caso múltiple de subadultos en tierra (“niños”/“jóvenes”). Asimismo, es de destacar la separación que se efectúa entre ambos grupos etarios así como también en relación a los adultos, siendo muy pocos los casos en donde se los pudo encontrar juntos.

Durante las excavaciones en otros sectores de La Ciénaga, Weisser y Wolters advirtieron una relación entre la profundidad de las inhumaciones y la edad, señalando que los subadultos fueron enterrados a menores profundidades, y dentro de ellos notaron a su vez una ligera diferencia entre los dispuestos en urna y los directos, estando los últimos en general un poco más profundos. Esta situación pudo ser constatada en el C13, donde el 67 % de los adultos fue hallado entre 2 y 4 m por debajo de la superficie, mientras que el 98 % de los subadultos no llegaba a los 2 m de profundidad y, de hecho, el único situado a más de 2 m formaba parte de un entierro mixto.

Vinculado a esto último, a lo largo de las excavaciones Weisser y Wolters también efectuaron una distinción entre sepulcros que fueron rellenos con tierra arenosa y otros ubicados en suelo arcilloso más compacto, estando en general los primeros a mayor profundidad. Del mismo modo, se advierte una

Tabla 1. Edad de los individuos sepultados.* Wolters registra 6 “niños” y 16 “jóvenes”, pero debido a la superposición en el rango etario de ambos grupos aquí se los considera en forma conjunta.

Tabla 2. Tipo de entierro según el número de individuos hallados.

Grupo etario (nº) %

Subadultos en urna (“párvulos”) 26 (25 %)

Subadultos en entierros directos (“niños”/”jóvenes”)* 22 (21 %)

Adultos en entierros directos 57 (54 %)

Total 105 (100 %)

Tipo de entierro (nº) %

Individual 50 (68 %)

Múltiple 23 (32 %)

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estrecha relación entre estas dos variantes y la edad: el 94 % en suelo arcilloso correspondían a subadultos (tanto en urna como directos), mientras que el 81 % de aquellos rellenos con tierra arenosa eran adultos (el 96 % de este grupo etario fue rellenado con este tipo de sedimento).

Si se efectúa una comparación general con los resultados obtenidos en análisis semejantes en otros sectores de la necrópolis, puede observarse que la proporción de adultos sepultados aquí es menor que en otros cementerios como el C2 donde éstos se encuentran en un 61 % sobre 118 entierros (Balesta 1996), pero es mayor que la registrada en otros casos donde predominan claramente los subadultos, tal como el C1 en el sector central con un 69 % de estos últimos sobre 216 individuos (Balesta 2000) o el C4, C5 y C5A que componen el sector norte con un 73 % sobre 79 -el 61 % del total corresponden a “párvulos” en urnas- (Fantuzzi y Val 2004). Por otro lado, el predominio de sepulcros individuales es una característica repetida en toda la necrópolis, al igual que la baja frecuencia de entierros mixtos, rasgo este último que acentúa la separación entre los grupos de edad en el ámbito funerario.

disposición y orientación de los cuerpos

En relación a los entierros directos se tienen datos sobre la disposición de los cuerpos y su orientación, obtenidos a partir de la observación de los dibujos en planta de cada una de las tumbas hechos por Wolters (1926-1929). La orientación se infiere a partir de que Wolters señala en cada caso la posición del norte respectiva.

Sobre la disposición hay datos de 74 esqueletos, los que se presentan todos en forma flexionada. Cabe señalar que se tomaron en cuenta únicamente los casos en que la misma podía advertirse claramente en los dibujos, en tanto existen cinco casos donde se plantean

ciertas dudas al respecto, por lo cual no fueron considerados, no pudiéndose descartar que entre los mismos exista algún ejemplo de entierro en posición extendida.

Se advierten distintas variantes dentro de la disposición flexionada, las que además pueden tener alguna relación con la edad (Tabla 4). Se observa un predominio de la posición flexionada sobre el lado derecho (54 %) y, en menor medida, flexionada decúbito dorsal (43 %); entre ambas representan el 97 % de los casos en total.

Del mismo modo, la separación de los datos por grupo etario permite advertir que entre los subadultos (en este caso siempre “niños”/“jóvenes”) es más común la posición flexionada decúbito dorsal (71 %), a diferencia de los adultos donde el 61 % se encuentran recostados sobre el lado derecho. Los casos flexionados sobre el lado izquierdo son casi excepcionales, y se registraron únicamente en adultos.

Debe señalarse también que no se observaron diferencias en este sentido entre sepulcros individuales y múltiples; por otro lado, en las tumbas múltiples de adultos es muy variable la disposición de los cuerpos dentro de cada una de ellas.

Tabla 3. Tipo de entierro según la edad y el número de individuos sepultados.* En algunos hay un subadulto en urna (“párvulo”) mientras que en otros hay uno directo (“niño”/”joven”). Sólo en una tumba el adulto y el subadulto (en este caso, directo) se sitúan en el mismo nivel, estando en las restantes el primero situado a una mayor profundidad.

Tipo de entierro (nº) %

Adulto individual 16 (22 %)

Adulto múltiple 14 (19 %)

SubadultoIndividual

En urna (“párvulos”) 16 (22 %)

Directos (“niños”/”jóvenes”) 18 (25 %)

Subadultomúltiple

En urna múltiple 3 (4 %)

Directos múltiple -

En urna y directos 1 (1 %)

Mixtos (adultos y subadultos)* 5 (7 %)

Total 73 (100 %)

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Con respecto a la orientación, existe información sobre 78 esqueletos (Tabla 5). Puede observarse que en el 37 % de los casos (y en casi la mitad de los subadultos) éstos fueron dispuestos con la cabeza orientando hacia el oeste. A pesar de este predominio, debe señalarse que en otros sectores de La Ciénaga se advierte una cierta variabilidad al respecto, ya que en algunos cementerios se observa un mayor porcentaje al norte, en otros al sur, etc. (Balesta 2000). Un caso en el que se da un alto porcentaje de cuerpos orientados al oeste es en el sector norte, con un 55 % del total, aunque allí la muestra es de sólo 31 individuos (Fantuzzi y Val 2004).

Dentro de los 14 entierros múltiples de adultos se observa una gran variabilidad en cuanto a las orientaciones, ya que sólo en tres de ellos todos se orientan hacia un mismo punto. Puede mencionarse por ejemplo la tumba 35, donde hay cuatro individuos cada uno orientado hacia un punto distinto (norte, sur, este y oeste).

En función de estos datos, parece probable que la orientación no represente una variable significativa dentro de las prácticas mortuorias en el C13 (al igual que en otros sectores de la necrópolis), ya que si bien parecen existir algunas tendencias éstas no son suficientemente notorias, y puestas en un contexto general termina por encontrarse una alta variabilidad al respecto.

estructuras de piedra

La presencia de adiciones arquitectónicas de piedra sólo se advierte en cuatro de las 73 tumbas, lo que representa apenas un 5 % del total; esta baja frecuencia se corresponde con lo registrado en general para toda la necrópolis.

Dentro de esta pequeña muestra, es de destacar una particularidad. Existen tres tumbas casi contiguas (tumbas 18, 21 y 22) en las que la estructura se encuentra lateralmente respecto a los individuos (Figura 2a). Las tres corresponden a entierros múltiples de adultos acompañados de un abundante ajuar. El otro sepulcro con una estructura de piedra corresponde a la tumba 3, donde la estructura se ubicaba por encima de un “joven” de 16-18 años junto a un objeto cerámico (Figura 2b).

En los cuatro casos se trata de inhumaciones directas rellenas con tierra arenosa. Las estructuras consisten en “pircas” o hileras de piedras, existiendo en el caso de la tumba 18 una auténtica pared de 1,6 m de altura separando el relleno arenoso del sedimento arcilloso.

Finalmente, cabe señalar que si bien los objetos cerámicos son abundantes en algunas de estas tumbas, sólo en la Nº 21 se han hallado objetos realizados con materiales de baja frecuencia, habiendo un vaso lítico y un collar de malaquita.

Tabla 4. Modos de disposición de los cuerpos y su relación con la edad.

Tabla 5. Orientación de la cabeza y su relación con la edad.

Disposición Subadultos Adultos Total

Flex. decúbito dorsal 12 (71 %) 20 (35 %) 32 (43 %)

Flex. sobre el lado derecho 5 (29 %) 35 (61 %) 40 (54 %)

Flex. sobre el lado izquierdo - 2 (4 %) 2 (3 %)

Total (por grupo etario) 17 (100 %) 57 (100 %) 74 (100 %)

Orientación O NO N NE E SE S SO Total

Adultos 19 1 11 3 13 1 8 1 57

Subadultos 10 - 4 - 6 - 1 - 21

Total 29 (37 %) 1 (1,3 %) 15 (19 %) 3 (4 %) 19 (24 %) 1 (1,3 %) 9 (12 %) 1 (1,3 %) 78 (100 %)

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entierros en urnas

Se registraron 23 tumbas con entierros en urnas, en las que normalmente se halló una urna por tumba, excepto dos casos en que había dos urnas en la misma tumba. Cada urna contenía un solo cuerpo, a excepción de un único caso donde se encontró una urna con dos esqueletos dentro. El total de sepultados en contenedores cerámicos es entonces de 26, todos ellos “párvulos”.

En general todas estas urnas fueron halladas sin ningún elemento tapándolas (80 % de los casos), aunque existen cuatro casos en los que la urna se encontraba tapada con “tejas” o una “laja”, mientras que en un caso había un “puco” a modo de tapa.

Todos los sepulcros en urnas se realizaron en suelo arcilloso. Sólo en cuatro casos había entierros directos asociados, aunque tres de ellos se encuentran a mayor profundidad y en

suelo arenoso, por lo que su contemporaneidad es incierta.

Ajuar funerario

En el C13 el total de objetos acompañantes -tomando en cuenta todos los tipos de materiales- es de 217. Se ha podido advertir cierta diferencia en la cantidad promedio de objetos según la categoría etaria: mientras que en las inhumaciones de adultos hay 4,6 objetos por tumba y 2,8 por individuo, en las de subadultos sólo hay 1,4 y 1,2 respectivamente, no habiendo casi diferencia dentro de estos últimos entre los sepulcros en urna y los directos. Cabe aclarar que dentro del ajuar no se considera a las urnas, cuya función es la servir como contenedor funerario y no como un objeto “acompañante”.

Puede asimismo tomarse en cuenta la cantidad de entierros de acuerdo al número de objetos acompañantes (Tabla 6). Así, se advierte

Figura 2. Sepulcros con estructuras de piedra adicionales. a) Estructura ubicada lateralmente respecto a los individuos. b) Estructura dispuesta por encima del individuo. Los números de piezas corresponden al catálogo de la Colección Muñiz Barreto; la pieza sin número (s/n) fue registrada por Wolters pero no ingresó a la misma.

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que lo más frecuente es la presencia de un solo objeto como ajuar, y que el 61 % de las tumbas no tiene más de dos objetos, mientras que sólo un 7 % no presenta ningún ajuar; esta última cifra corresponde a cinco casos de “párvulos” en urnas. Por otro lado, en un 19 % de las tumbas se depositaron cinco o más objetos como ajuar, correspondiendo todas ellas a entierros de adultos; el acompañamiento más numeroso fue hallado en la tumba 18, consistiendo en 31 piezas cerámicas junto a cuatro individuos.

Esta diferenciación etaria puede observarse más claramente si se discriminan los datos de acuerdo al tipo de tumba (Tabla 7). Se advierte que las mayores diferencias en las frecuencias de objetos acompañantes se relacionan con la variable “edad” (mayor frecuencia en tumbas de adultos) más que con la variable “número de individuos”, si bien dentro del grupo de los adultos sí hay una ligera tendencia hacia la presencia de ajuares más numerosos cuando son varios los sepultados.

Entre los entierros mixtos, hay que mencionar que en cuatro casos se halló un adulto en suelo arenoso más profundo que uno o dos subadultos en tierra arcillosa, presentando los últimos una sola pieza cerámica como ajuar mientras que los primeros se acompañaban de dos o más objetos, en general cerámicos pero también de materiales de baja frecuencia.

Dentro de los subadultos no se observaron diferencias importantes en el ajuar entre los sepulcros directos y en urnas, predominando en ambos la presencia de un solo objeto acompañante. Tal vez la única diferencia remarcable en este sentido es que hay cinco casos en urna (“párvulos”) que no presentan ajuar, mientras que los sepultados directamente siempre están acompañados por al menos un objeto.

composición del ajuar funerario

En cuanto a los distintos materiales que componen el ajuar, pueden observarse los

porcentajes respectivos en la Tabla 8. La preeminencia del material cerámico es algo recurrente en los distintos sectores de La Ciénaga. Queda igualmente claro que estos porcentajes reflejan únicamente aquellos materiales que se han conservado, ya que es muy posible que factores post-depositacionales hayan incidido en la baja o nula representación de materiales perecederos.

De las 68 tumbas que presentan ajuar, en 65 se halló al menos un objeto cerámico acompañante. En las tres restantes se registraron otros tipos de materiales: una pinza de cobre junto a un “joven” de 18-20 años (tumba 9), otra pinza junto a un adulto (tumba 63) y un objeto de oro junto a un “niño” de 12-14 años (tumba 8).

Para analizar la cantidad de ajuar presente de cada material según la edad (Tabla 9), en los casos en que se depositaron un adulto en tierra arenosa y uno o dos subadultos por encima en suelo arcilloso los mismos fueron tomados por separado, ya que cada uno fue hallado con su respectivo ajuar. De este modo se considera como único entierro mixto “verdadero” aquel en que ambos aparecen juntos (tumba 42).

El dato más destacado que se advierte es que los sepulcros de adultos, aún siendo menos que los de subadultos, tienen casi el triple de objetos cerámicos. Es cierto que entre los primeros, al presentar casi tantas tumbas múltiples como

Tabla 6. División de las tumbas de acuerdo al número de objetos acompañantes en cada una.

(nº) %

Tumbas sin ajuar 5 (7 %)

Tumbas con 1 objeto 26 (36 %)

Tumbas con 2 objetos 13 (18 %)

Tumbas con 3 objetos 8 (11 %)

Tumbas con 4 objetos 7 (10 %)

Tumbas con 5 objetos 4 (5 %)

Tumbas con 6 objetos 5 (7 %)

Tumbas con 7 objetos 2 (3 %)

Tumbas con 8 ó + objetos 3 (4 %)

Total 73 (100 %)

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Tabla 7. División de las tumbas de acuerdo al número de objetos acompañantes en cada una, discriminando por tipo de entierro.

Tabla 8. Tipos de materiales que conforman el ajuar funerario.

Subadulto individual

Subadulto múltiple

Adulto individual

Adulto múltiple Mixtos

Tumbas sin ajuar 5 (15 %) - - - -

Tumbas con 1 objeto 18 (53 %) 1 (25 %) 7 (44 %) - -

Tumbas con 2 objetos 9 (26 %) 1 (25 %) 3 (19 %) - -

Tumbas con 3 objetos 1 (3 %) - 1 (6 %) 3 (21 %) 3 (60 %)

Tumbas con 4 objetos 1 (3 %) 2 (50 %) - 3 (21 %) 1 (20 %)

Tumbas con 5 objetos - - 2 (13 %) 2 (14 %) -

Tumbas con 6 objetos - - 1 (6 %) 3 (21 %) 1 (20 %)

Tumbas con 7 objetos - - 1 (6 %) 1 (7 %) -

Tumbas con 8 ó + objetos - - 1 (6 %) 2 (14 %) -

Totales 34 (100 %) 4 (100 %) 16 (100 %) 14 (100 %) 5 (100 %)

Tipo de material % (nº)

Cerámico 185 (85 %)

Lítico 10 (5 %)

Malaquita (collares o conjuntos de cuentas) 8 (3,5 %)

Cobre 8 (3,5 %)

Trozos de pigmentos4 4 (2 %)

Hueso 1 (0,5 %)

Oro 1 (0,5 %)

Total 217 (100 %)

Tipo de material Adultos (34 tumbas)

SubadultosMixto

(1 tumba)En urna(23 tumbas)

Directos(21 tumbas)*

Total(42 tumbas)**

Cerámica 136 23 24 47 2

Cobre 7 - 1 1 -

Lítico 7 1 1 2 1

Malaquita 3 1 4 5 -

Hueso - - 1 1 -

Oro - - 1 1 -

Pigmentos 3 1 - 1 -

Total 156 26 32 58 3

Tabla 9. Frecuencias de materiales que conforman el ajuar, discriminando por tipo de tumba.* Los únicos objetos de cobre y de piedra se hallaron junto a “jóvenes” de 18-20 años, es decir cerca del rango etario de los adultos.** En dos casos hay un subadulto directo y otro en urna dentro del mismo sepulcro, por tal motivo el total de tumbas de subadultos es de 42.

individuales, el número total de individuos es mayor. Aún así, el promedio de objetos cerámicos por cada uno de ellos también es mayor (2,4) que en el caso de los subadultos (1,0).

Por otro lado, no se observan diferencias

importantes entre los ajuares de subadultos en urna y los directos. Tal vez lo único remarcable en este sentido es una mayor frecuencia de objetos no cerámicos en los últimos, pero el tamaño de la muestra es demasiado pequeño para extraer conclusiones seguras al respecto.

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mAteriAl cerámico

El estudio del material cerámico incluyó el análisis de sus caracteres morfológicos y decorativos, así como las posibles relaciones que pudieran observarse entre ambos. Los resultados de este estudio serán expuestos con mayor detalle en otro trabajo, presentándose aquí una síntesis de los mismos.

Análisis morfológico

Tal como ya fue establecido en los aspectos metodológicos, la clasificación del material cerámico se realizó en base al sistema propuesto por Balfet et al. (1992). De las 192 piezas relevadas, 115 (60 %) corresponden a formas abiertas, 75 (39 %) a formas cerradas, y finalmente hay 2 piezas (1 %) que por sus características morfológicas peculiares -una pipa y un vaso anular- no se las ha ubicado dentro de ninguna de esas categorías.

Entre las vasijas abiertas, hay un gran predominio de los cuencos, los que suman 89, es decir el 77 % de las piezas abiertas y el 46 % del total de la cerámica del C13. Fueron hallados además 16 vasos (de los cuales 14 presentan un asa lateral, clasificándose así como tazas) y 10 escudillas.

Dentro de las vasijas cerradas, sólo una pieza puede ser clasificada como frasco, siendo el resto (74 piezas) categorizadas dentro de las ollas, lo que representa el 39 % del total de la muestra cerámica. De ellas, 48 corresponden a jarros por la presencia de un asa lateral; el resto de las ollas suman 26, de las cuales 16 son ollas grandes que corresponden funcionalmente a urnas.

Cabe aclarar que cuando se habla en este contexto de una “urna”, se está haciendo alusión a un contenedor funerario (Primera Convención Nacional de Antropología 1966:42), representando así una categoría funcional independiente de las características

morfológicas. Si bien en el caso del C13 casi todas las urnas corresponden morfológicamente a ollas grandes, existe un caso (tumba 28) en que un cuenco grande ha servido como contenedor, siendo posible, por lo tanto, incluirlo dentro de aquella categoría funcional.

En lo que respecta a las dimensiones de las vasijas, pudo comprobarse una diferencia interesante en relación a los cuencos. Tomando en cuenta las subdivisiones de esta categoría morfológica que proponen Balfet et al. (1992) de acuerdo a sus dimensiones, se advierte que en el ajuar de adultos el 32 % (20/63) de los cuencos son grandes y el 13 % (8/63) pequeños, mientras que junto a subadultos sólo el 12,5 % (3/24) son cuencos grandes y un 29 % (7/24) pequeños. Del mismo modo, si se compara el ajuar de subadultos en entierros directos con el de aquellos en urna se advierte una tendencia similar, aunque con diferencias menos claras.

Análisis decorativo

Dentro del conjunto cerámico analizado se hallaron 97 piezas con decoración incisa (51 %), 14 pintadas (7 %) y 81 lisas (42 %). Existe una clara predominancia de la cerámica de pasta gris (con distintos matices claros y oscuros), que representa el 80 % del total, mientras que el resto consiste en piezas de color ante, también con varias tonalidades que llegan hasta el rojizo.

La decoración incisa se asocia siempre a cerámica de pasta gris, en tanto que todas las piezas pintadas corresponden a cerámica ante. De las 14 que constituyen la muestra, nueve son de tipo negro sobre ante, tres rojo sobre ante, y dos negro y rojo sobre ante; estas últimas, que fueron halladas juntas en una misma tumba, representan un estilo decorativo poco frecuente en la cerámica de la necrópolis.

Con respecto a las representaciones existentes en la cerámica, las mismas fueron divididas en icónicas y no icónicas (sensu Balesta

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2000). En este trabajo sólo serán señaladas algunas cuestiones generales referidas a las primeras, las que pueden dividirse en zoomorfas y antropomorfas. Entre las zoomorfas, los camélidos constituyen el tipo de representación más frecuente, como se observa en general para la cerámica Ciénaga (González 1977); en total se encontraron figuras de camélidos en ocho piezas, de las que sólo una es pintada. Por otro lado, se han hallado cuatro piezas con representaciones de “saurios” y una con figuras de “simios” (sensu González 1977), siempre realizadas por decoración incisa.

Se identificaron además ocho piezas con representaciones antropomorfas (todas incisas), aunque sólo en una de ellas las figuras aparecen de cuerpo completo (Figura 3a); en el resto, consisten únicamente en cabezas, casi siempre de tipo rectangular (Figura 3b), y diferentes por lo tanto de la pieza de la Figura 3a donde las cabezas son triangulares.

Otras formas distintas de representación son las que pueden observarse en las vasijas modeladas, donde la misma vasija es concebida como si fuera el cuerpo del ser antropomorfo, zoomorfo o fitomorfo que se busca representar, y a la que generalmente se le adosan distintas aplicaciones al pastillaje para señalar otros

detalles del mismo. Dentro del conjunto se distinguieron 15 vasijas de este tipo, en algunos casos lisas y en otros con decoración incisa o pintada asociada. Algunas de ellas consisten en los llamados “pucos en forma de quirquincho” (Sempé 2005:256), si bien se han encontrado otras vasijas zoomorfas distintas, además de algunas antropomorfas y una fitomorfa (en forma de calabaza). A éstas deben sumársele algunas piezas que, no siendo modeladas, presentan igualmente aplicaciones al pastillaje zoomorfas sobre el borde.

Puede señalarse por último que todas las piezas descriptas hasta ahora corresponden a cerámica de estilo Ciénaga, pero dentro del conjunto se han hallado asimismo algunas piezas que pueden adscribirse al estilo Aguada Gris Grabado del Valle de Hualfín (sensu González 1998), las que además de ser escasas, se presentan en general asociadas con cerámica Ciénaga dentro de la misma tumba.

mAteriAl no cerámico

Las frecuencias de los distintos materiales no cerámicos, así como su relación con la edad de los individuos, ya han sido señaladas en las Tablas 8 y 9 respectivamente. Si bien su escasez y el tipo

Figura 3. Dos vasijas con representaciones antropomorfas. a) Vaso gris inciso (CMB 10827), figura con cabeza triangular. b) Cuenco gris inciso (CMB 10781), cabezas rectangulares.

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de material en cuestión muchas veces no permite un estudio similar al efectuado para la cerámica, no deja de ser importante referirse a ellos, por un lado porque en algunos casos -especialmente con el material lítico- es posible hallar formas y representaciones gráficas y plásticas de interés, y por otro lado porque precisamente tal escasez puede ser un factor de importancia para la evaluación del contexto funerario, de acuerdo a la significancia que algunos de estos materiales -y las representaciones plasmadas en ellos- pudieron tener para quienes allí los depositaron.

El material lítico está representado por seis morteros, tres vasos y un hacha. La mayoría presenta algún tipo de decoración esculpida o grabada, en algunos casos zoomorfa o antropomorfa. Las tumbas con material lítico contienen sólo un objeto en cada una, excepto en una tumba donde se encontraron dos objetos líticos.

Los ocho objetos de cobre registrados se distribuían en cinco tumbas, y consisten en tres pinzas, dos cinceles, dos pulseras y un hacha. Los ocho hallazgos de collares o cuentas (guaicas) de malaquita son variables, estando algunos representados por una sola o unas pocas cuentas, y en otros casos por collares de hasta 127 cuentas el más numeroso. El único objeto de oro presente consiste en un ornamento, posiblemente un pectoral, que fue recortado en forma de un pájaro con las alas desplegadas y decorado por medio de puntos repujados (González 1979:Figura 9b).

d i f e r e n c i A c i ó n e n l o s conteXtos funerArios

A partir del análisis de los materiales hallados en el C13, se observó que existe una serie de objetos que pueden considerarse de baja frecuencia, ya sea por la materia prima con la que fueron confeccionados como por la presencia en ellos de determinadas

representaciones icónicas, o bien por ciertos aspectos morfológicos o decorativos singulares. La relativa escasez con la que se muestran estos objetos les atribuye un especial interés, por lo que es importante cruzar estos datos con el contexto en el que fueron hallados, a fin de evaluar su aparición en determinados tipos de entierro. Es por esta razón que al presentar el marco teórico se planteó que el análisis debe centrarse no en interpretar el significado de los símbolos individuales sino en reconocer la forma en que estos símbolos fueron usados en un contexto particular (Earle 1990).

En cuanto a las representaciones icónicas en la cerámica, se advierte que las vasijas con figuras antropomorfas incisas, presentes en siete tumbas, están siempre junto a adultos, con una sola excepción en la que acompañan a un “joven” de 18-20 años. De las 10 tumbas que tienen cerámicas con representaciones de camélidos, siete son de adultos, una mixta, y en las dos restantes de “párvulos” las figuras aparecen representadas sobre urnas funerarias. Todas las demás representaciones icónicas (saurios y simios) se encuentran en tumbas de adultos, excepto una que está en un entierro mixto.

Por otro lado, las pocas piezas Aguada, que presentan siempre representaciones zoomorfas, se encuentran también con adultos (en general junto con cerámica Ciénaga), excepto una que está junto a dos subadultos -uno directo y el otro en una urna con figuras de camélidos- aunque por debajo de ellos hay asimismo en suelo arenoso un adulto sepultado.

Han sido señaladas en el análisis cerámico dos piezas que poseen características morfológicas singulares: una pipa y un vaso anular. La primera, que en este caso presenta una decoración incisa antropomorfa, es normalmente un objeto cuya aparición reviste un cierto interés, debido a su posible uso en un contexto ritual (González 1977); el vaso anular (Figura 4a), gris liso y sin ninguna decoración plástica asociada, constituye una forma cerámica poco frecuente

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en contextos Ciénaga (Dougherty y Belén 1979). Ambas piezas se asocian aquí a inhumaciones de adultos. Lo mismo puede decirse de los dos cuencos pintados en negro y rojo sobre ante que estaban juntos en una tumba (Figura 4b); si bien el motivo de espigados es común en la cerámica Ciénaga, el estilo decorativo en que aquí se presenta es único en el C13 y poco frecuente en la cerámica de la necrópolis.

En cuanto a las vasijas modeladas, sólo los cuencos en forma de quirquincho se presentan indistintamente con los diferentes grupos de edad. Del resto, la única que acompaña a un subadulto es una vasija en forma de calabaza, ubicada junto a un “joven” de 16-18 años. Las tres vasijas con modelado antropomorfo y las cinco piezas con modelado zoomorfo -exceptuando los quirquinchos- se encuentran todas asociadas a adultos, algo semejante a lo mencionado sobre las representaciones gráficas incisas o pintadas en la cerámica.

Con respecto a los materiales no cerámicos, ya se señaló que los objetos líticos y de cobre

se asocian en su mayoría a adultos, siendo las únicas excepciones dos sepulcros conteniendo cada uno un individuo “joven” de 18-20 años; en cambio, no se observan diferencias de distribución por edad en cuanto a los collares o cuentas de malaquita. Por otro lado, el único objeto de oro, que representa una figura ornitomorfa, se halló junto a un subadulto de 12-14 años enterrado directamente. Es de destacar la escasez de objetos de piedra en los contextos funerarios en relación a la gran cantidad de vasijas cerámicas presentes, sobre todo considerando que el material lítico no se vería afectado en gran medida por procesos post-depositacionales, como sí pudo suceder con otros elementos.

En síntesis, puede advertirse que aunque la cantidad de adultos y subadultos es similar en el C13, la mayoría de los objetos y/o rasgos de baja frecuencia se encuentran acompañando a los primeros o, en todo caso, a “jóvenes” de una edad cercana al límite de esta categoría. Es de interés recalcar que en todos los aspectos señalados previamente, más allá de esta

Figura 4. Dos tipos cerámicos únicos dentro del C13, ambos asociados a entierros de adultos. a) Vaso anular gris liso (CMB 10810). b) Cuencos con decoración pintada en negro y rojo sobre ante (CMB 10937 -arriba- y 10938 –abajo-), hallados juntos en la tumba 55.

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Leandro Fantuzzi - Análisis de las prácticas funerarias en el sector sur de la necrópolis de La Ciénaga...

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distinción etaria, no se observan diferencias entre tumbas individuales o múltiples.

En cuanto a las estructuras constructivas de piedra, otro indicador interesante por su escasez y por el trabajo que implica su disposición, tres de ellas se encontraban en tumbas casi contiguas de adultos múltiples con abundante ajuar, mientras que la otra se halló en un sepulcro directo de un “joven” de 16-18 años.

Como datos adicionales, vale recordar que existen diferencias claras entre los grupos etarios en cuanto a las frecuencias de entierros individuales y múltiples, la profundidad de las inhumaciones, la disposición de los cuerpos y la cantidad de objetos acompañantes en su ajuar. Adicionalmente, se advirtió al presentar el análisis morfológico de la cerámica una diferencia en las dimensiones de los cuencos que conforman el ajuar de ambos grupos.

Teniendo en consideración la totalidad de indicadores presentados, es posible afirmar que dentro del conjunto de prácticas desarrolladas al momento de enterrar a los muertos se establecen ciertas distinciones en función de la edad, observándose una clara diferenciación entre adultos y subadultos. Esta delimitación sugiere que a partir de una determinada edad los mayores pudieron haber sido conceptualizados como una categoría diferente del resto de la sociedad, al menos en el ámbito funerario (Ucko 1969). Debe recordarse un dato que no es menor: la tendencia a separar en las tumbas a los dos grupos señalados, lo que se refleja en que sólo haya un caso en todo el cementerio donde ambos se encuentran juntos5.

Es importante tener presente que la definición de estos grupos etarios se realizó en base a la erupción dentaria, por lo que si bien se advierten en forma clara las diferencias señaladas en las prácticas mortuorias, es muy probable que la definición conceptual de un “adulto” para la gente de La Ciénaga no coincida con la definición biológica mencionada. Como

se señaló en líneas previas, algunos subadultos vinculados a rasgos de baja frecuencia tienen entre 16 y 20 años; esta asociación tal vez constituya un indicio de que la separación entre los adultos y los más jóvenes podría ubicarse alrededor de esa edad más temprana. Igualmente esto debe plantearse como una hipótesis a contrastar, puesto que en otras características (e.g. la cantidad de objetos que conforman los ajuares) los sepulcros de “jóvenes” de 16 a 20 años se asemejan más a los de los restantes subadultos que a los de adultos.

Por otro lado, debe destacarse la diferencia-ción que existe dentro de los subadultos entre los entierros en urna (“párvulos”) y los directos (“niños”/”jóvenes” entre 8 y 20 años). El hecho de que los más pequeños sean ubicados aparte dentro de contenedores cerámicos, sumado a la escasa frecuencia con que ambas modalidades se encuentran asociadas dentro de una misma tumba, permite plantear nuevamente la existencia de una delimitación conceptual entre ambas categorías de individuos que se refleja de este modo en el registro funerario. Entre ambas modalidades, así como también dentro de cada una de ellas, los ajuares no se diferencian en forma significativa, con las pocas excepciones comentadas de algunos rasgos de baja frecuencia asociados a “jóvenes” de mayor edad y, también, de un “niño” de 12-14 años junto a un objeto de oro. Más allá de estos casos aislados, puede concluirse que no existen grandes diferencias en cuanto a la distribución del ajuar dentro de estos grupos de edad más jóvenes.

En cambio, sí es posible advertir diferencias de este tipo entre los entierros de adultos. Un ejemplo lo constituye la tumba 18 (Figura 2a), donde junto a cuatro esqueletos fueron hallados 31 objetos cerámicos, que incluyen algunas vasijas modeladas, otras con representaciones incisas zoomorfas y antropomorfas (incluyendo la única pieza con figuras humanas de cuerpo completo) y el vaso anular. La tumba estaba asociada a una estructura de piedra que, a

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diferencia de otras que consisten en simples hileras de piedras, es una pared de 1,6 m de altura separando el relleno arenoso del suelo arcilloso.

Independientemente de aquel sepulcro, existe un grupo de 11 tumbas, con uno o dos adultos cada una, cuyos ajuares sumados totalizan 50 vasijas cerámicas (incluyendo varias modeladas o con representaciones zoomorfas y antropomorfas), además de objetos líticos y de cobre. Si a ellas se le suma la tumba 18, se concluye que de todo el ajuar cerámico asociado a adultos en el C13, el 60 % se concentra en el 35 % de las tumbas (y el 37 % de los individuos) de este grupo etario.

En función de lo expuesto, puede decirse que dentro de los adultos existen diferencias en cuanto a la distribución de los ajuares que no se observan entre los subadultos. En estos últimos, tanto para los sepultados en urna como para los enterrados de modo directo, los ajuares se distribuyen en forma más equitativa.

considerAciones finAles

Las características observadas en los contextos del C13, ubicado en el sector sur de la necrópolis, coinciden en términos generales con la definición del “programa funerario” de La Ciénaga realizada por Balesta (2000) a partir del análisis del rincón noreste del sector central de la misma (C1, C9, C10 y los llamados “sepulcros entre cementerios”). Puede advertirse entre ambos sectores una cierta continuidad respecto a las prácticas mortuorias, al menos en lo que se refiere a distintos patrones recurrentes, entre los que se destacan:

- la concentración espacial de tumbas en las proximidades de cursos de agua;

- una separación entre inhumaciones de adultos y de subadultos: los primeros dispuestos en forma directa y a mayores profundidades, y los últimos pudiendo estar sepultados también

en forma directa o bien -los más pequeños- en urnas;

- predominancia de los entierros individuales por sobre los múltiples;

- presencia de algunas tumbas con estructuras constructivas de piedra;

- disposición de los cuerpos principalmente en forma flexionada, mayoritariamente sobre el lado derecho (existiendo también en posición decúbito dorsal o bien flexionados sobre el lado izquierdo), y sin una orientación preferencial de la cabeza respecto a los puntos cardinales;

- los individuos fueron sepultados, en la mayoría de los casos, junto a un ajuar consistente sobre todo en piezas cerámicas lisas, incisas y/o pintadas, y en menor medida objetos manufacturados en piedra, cobre, malaquita o hueso.

Esta similitud entre distintos sectores constituye una evidencia adicional en favor de la idea mencionada previamente de que los mismos no configurarían cementerios separados sino más bien una gran necrópolis utilizada por los grupos humanos que habitaron la zona durante cientos de años (Balesta 2000).

De cualquier modo, dentro de ese panorama general de continuidad pueden existir también algunas diferencias entre los distintos sectores. Así, por ejemplo, en el C13 no se advierten con claridad zonas de entierros contiguos de un grupo etario determinado como las que se observan en el C1 (47 sepulcros continuos de subadultos, la mayoría de ellos en urnas); tampoco son frecuentes las tumbas sin ajuar, las que sin embargo se registran en altos porcentajes en algunos cementerios (1 y 10) del sector central. La significación de estas diferencias espaciales es un factor difícil de analizar en función de las evidencias disponibles hasta el momento.

Retomando lo dicho acerca del programa funerario de La Ciénaga, es de especial interés la recurrencia con que en varios sectores se establece una diferenciación entre individuos

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adultos y subadultos, a partir de diversas características vinculadas tanto a la modalidad de entierro como al ajuar acompañante. En el apartado anterior se discutieron algunas de estas formas de diferenciación entre ambas categorías etarias para el caso del C13. En función del enfoque teórico-metodológico expuesto al inicio de este trabajo es posible plantear, dentro de las prácticas mortuorias, la existencia de distintas modalidades de inhumación, que serían el producto de una construcción cognitiva (y por lo tanto social, tal como fuera señalado anteriormente en el marco teórico) y que se vincularían a la conceptualización de adultos y subadultos como dos categorías distintas dentro de la sociedad, o por lo menos en relación al ámbito funerario. El correlato físico de esta delimitación conceptual se lo advierte en la clara distinción efectuada respecto al tratamiento que reciben ambos grupos. De todos modos, sería interesante examinar a futuro otras formas en que esta distinción etaria pudo haberse expresado a lo largo de toda la necrópolis.

Una categorización cognitiva similar puede inferirse a partir de la distinción entre los “párvulos” en urnas y los demás subadultos (“niños”/“jóvenes”) en entierros directos, del modo en que fue expuesto previamente.

De esta manera, es posible concluir que la edad habría constituido dentro de esta sociedad un factor a partir del cual se definiría el modo en que el difunto sería sepultado, estableciéndose en tal sentido tres modalidades distintas: los más pequeños ubicados en urnas mientras que el resto directamente en el suelo, y dentro de estos últimos a partir de una cierta edad, que estaría probablemente entre los 16 y los 20 años, comenzarían a añadirse en los sepulcros ajuares diferentes tanto desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo.

Por otro lado, no debe descartarse la posibilidad de que otras variables más allá de la edad (e.g. sexo, división del trabajo, parentesco, estatus) hayan jugado un papel similar respecto

a la diferenciación en el tratamiento de los muertos, pero lamentablemente el hecho de que los restos esqueletarios fueran dejados en el sitio por los excavadores impidió realizar estudios bioarqueológicos a fin de evaluar hipótesis de este tipo.

En el marco de esta concepción del entierro como una construcción social (Hodder 1982; Parker Pearson 2000) se arriba también a distintas interpretaciones sobre las diferencias observadas en los contextos funerarios dentro del grupo de los adultos. Como Ucko (1969) señala, una escasez de objetos acompañantes no implica necesariamente un bajo nivel de riqueza material o, a la inversa, si hubiera ricos ajuares en las tumbas eso no significaría necesariamente que los sujetos asociados tengan un alto estatus, puesto que pueden existir interpretaciones alternativas para tales situaciones. En este sentido, el tratamiento diferencial que recibió una pequeña porción de los adultos en cuanto a la modalidad de entierro o la distribución de los ajuares no permitiría extraer conclusiones acerca de esos aspectos. Sin embargo, sí puede afirmarse a partir de estas evidencias que, en el momento de ser sepultados, estos individuos fueron percibidos de manera distinta al resto, y si bien el criterio por el cual se realizó esta diferenciación no nos es accesible por el momento, estas tumbas debieron poseer una significación social particular.

Recibido en Marzo de 2008Aceptado en Septiembre de 2008

notAs

1. Es importante señalar que, más allá del sitio Barrealito de Azampay, el cual se corresponde con los momentos finales de la ocupación Ciénaga, es muy poco lo que se conoce respecto a los asentamientos de estas poblaciones del período Temprano, lo que representa en el caso del Valle de Hualfín un importante problema si se tiene en cuenta los centenares de tumbas que

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aquí se han hallado. Las principales menciones que se han realizado sobre restos de viviendas excavados se vinculan a sitios fuera de este valle, como por ejemplo en Laguna Blanca (González 1955) y en las laderas del Aconquija en el Valle de Santa María (González 1977). Por otro lado, dentro del Valle de Hualfín pero en relación al período Medio de ocupación Aguada, González (1998) advierte un problema similar, y plantea en este caso que las habitaciones debieron haber sido construidas con materiales perecederos, en base a restos de paredes o techos que fueron hallados en algunos de los sitios.

2. A pesar del minucioso registro existente para cada sepulcro, no se han encontrado dentro del soporte documental ningún plano del cementerio ni referencias respecto a sus dimensiones o a la ubicación relativa en el espacio de los lugares de entierro. En general la información disponible sobre algunos sectores excavados por Wolters, incluyendo el C13, es menor en relación a la de otros cementerios, especialmente los trabajados años antes por Weisser, donde sí es posible hallar este tipo de datos. En cuanto a la distribución espacial de las tumbas, este último comenta en sus diarios (Weisser 1920-1926) que las excavaciones se realizaban poniendo a los peones en una fila, de modo tal que a lo largo de una línea en el terreno se iban excavando los distintos sepulcros; por tal motivo, la numeración que le asigna a éstos permite a su vez realizar inferencias acerca de su continuidad en el espacio. Si bien Wolters no hace explícita esta información, a través del análisis de la documentación es posible observar una continuidad en la metodología general de sus excavaciones en relación a la empleada por Weisser, por lo cual aquel dato constituye el único indicio disponible respecto a las relaciones espaciales entre sepulcros en el C13.

3. Para algunos cementerios excavados en años previos por Weisser, éste detalla en varios casos la edad de los “párvulos”, situándolos en general entre uno y cuatro años. En cambio, en los sectores excavados por Wolters, incluyendo el C13, nunca se les asigna una edad estimada a los mismos. Si bien se podría plantear una probable correspondencia con aquel rango de edad, el análisis en profundidad de la documentación tampoco permite arribar con certeza a tal conclusión. De cualquier modo, el hecho de que los “niños” de más corta edad aquí registrados se sitúen alrededor de los ocho años permite suponer que los “párvulos” enterrados en urnas serían individuos más pequeños que aquellos, aunque en tal caso no nos es posible

determinar cuánto más pequeños son, ya que con respecto a los “niños” existen unos pocos cuya edad no es explicitada por Wolters y de los cuales no debe descartarse la posibilidad de que fueran aún menores de ocho años.

4. Los trozos de pigmentos pueden ser diferenciados del resto de los objetos de ajuar en tanto no consisten en objetos formatizados sino que son restos de materia prima. Sin embargo, su sola presencia junto a los demás objetos y la posible significación que puedan llegar a poseer debido a la escasez con que se presentan en los ajuares, hace que aquí se los considere como parte del contexto total.

5. De hecho, en este caso Wolters registra al subadulto como “joven”, pero no da una edad estimada del mismo, por lo que tampoco debe descartarse la posibilidad de que se encontrara cerca del límite de edad de los adultos.

AgrAdecimientos

Deseo agradecer especialmente a la Dra. Bárbara Balesta, a la Lic. Nora Zagorodny y al Dr. Federico Wynveldt por el apoyo brindado, la lectura crítica del manuscrito y todos los aportes realizados. Agradezco a la Lic. María Delia Arena por la ayuda prestada durante el trabajo con los materiales de la Colección Muñiz Barreto, así como a Jorge Kraydeberg, Gabriel Alarcón y Gustavo Tolosa de la División Arqueología del Museo de La Plata. A la Lic. Ana Fernández y la Dra. María Carlota Sempé por los comentarios sobre algunas de las piezas analizadas. Por último un agradecimiento a los evaluadores y editores de La Zaranda, cuyas sugerencias y observaciones contribuyeron en gran medida a mejorar este trabajo. De todos modos, lo aquí expuesto es de mi entera responsabilidad.

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*Leandro Fantuzzi es egresado de la carrera de Antropología de la Universidad Nacional de La Plata desde Diciembre de 2007. Este trabajo forma parte de una investigación realizada en el marco de una Beca de Experiencia Laboral otorgada por la FCNyM (UNLP). Dirección de contacto: [email protected]

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* Instituto de Arqueología, Universidad de Buenos Aires - [email protected]

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MATERIAS PRIMAS Y ESTRATEGIAS TECNOLÓGICAS: UN ACERCAMIENTO AL COMPORTAMIENTO DE CAZADORES-

RECOLECTORES TEMPRANOS DE LA PUNA SALTEÑA, CA. 10.000-8.000 AP

Federico Restifo*

RESUMEN

El objetivo de este trabajo es el estudio de las estrategias tecnológicas desarrolladas por los grupos humanos que ocuparon el sitio Alero Cuevas (Cuenca de Pastos Grandes, Puna Salteña) durante el Holoceno Temprano, tomando en cuenta su relación con dos aspectos principales: la disponibilidad de materias primas en la escala regional y la movilidad. Desde la perspectiva de la ecología del comportamiento humano se discute la selección de estrategias tecnológicas en el contexto ecológico y social del Holoceno Temprano. Se concluye que la movilidad jugó un papel de vital importancia en la selección de estrategias tecnológicas en torno a la obtención, transporte y tratamiento de materias primas, y en la selección de recursos líticos no locales de alta calidad como la obsidiana.

Palabras clave: Alero Cuevas - Movilidad - Disponibilidad - Materias primas - Holoceno Temprano

ABSTRACT

The aim of this paper is to study technological strategies developed by the human groups who occupied the Alero Cuevas Rockshelter site (Pastos Grandes Basin, Salta Province Puna) during the Early Holocene, taking into account the relationship with two main topics: raw material availability in the regional scale and mobility. From a Human Behavioral Ecology perspective we discuss the selection of technological strategies in the ecological and social context of the Early Holocene. We conclude that mobility played a key role in the selection of technological strategies towards the procurement, transport and treatment of raw materials, and the selection of nonlocal high quality lithic resources like obsidian.

Key words: Alero Cuevas Rockshelter - Mobility - Availability - Raw materials - Early Holocene

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INTRODUCCIÓN

En la Puna Argentina, durante las últimas décadas, se llevaron a cabo diferentes estudios sobre el registro lítico de cazadores-recolectores tempranos (Yacobaccio 1991; Pintar 1995, 1996; Hernández Llosas 2000; Aschero y Martínez 2001; Martínez 2003, entre otros). Los análisis estuvieron centrados en el registro arqueológico proveniente de cuevas y aleros, destacándose los sitios Inca Cueva 4 -capa E2- (Aguerre et al. 1973; Aschero 1979; Yacobaccio 1991), Huachichocana III -capa E3- (Fernández Distel 1986; Yacobaccio 1991) y Pintoscayoc 1 (Hernández Llosas 2000). Estos sitios corresponden a la Puna de la Provincia de Jujuy. Por otra parte, en la microrregión de Antofagasta de la Sierra (Aschero et al. 2002-2004) se obtuvo valiosa información proveniente de Quebrada Seca 3 (QS 3) (Pintar 1995, 1996; Martínez 1997, 2003).

En general, en estos sitios se evidenció la utilización de importantes proporciones de materias primas de procedencia no local respecto de las materias primas locales. No se observaron notables diferencias en relación al tratamiento de éstas sino que, por el contrario, se destacó un patrón de comportamiento similar para la confección de instrumentos (Yacobaccio 1991; Pintar 1995, 1996; Hernández Llosas 2000) donde el retoque marginal y la unifacialidad constituyen rasgos recurrentes, exceptuando el caso de las puntas de proyectil. En la mayoría de los sitios estas últimas son de morfología triangular apedunculada y presentan retoque bifacial. Este diseño de punta de proyectil es común en el registro arqueológico correspondiente al Holoceno Temprano incluyendo los sitios mencionados y otros de la Puna Chilena (Núñez 1983; De Souza 2004, entre otros). A su vez, dicho diseño ha sido asociado con una técnica de caza a distancia que incluyó el uso de propulsor de dardos como arma (Aschero y Martínez 2001; Martínez 2003).

En este marco, este trabajo se propone realizar un aporte al estudio de las adaptaciones

de cazadores-recolectores tempranos de la Puna, a través del análisis del registro de artefactos líticos proveniente del sitio Alero Cuevas. El mismo se encuentra en el área de la Cuenca de Santa Rosa de los Pastos Grandes, Puna Salteña (en adelante, Cuenca de PG) (López et al. 2004; López 2005). Está ubicado en el faldeo de un cerro de la Quebrada de las Cuevas a 4.400 msnm. Se trata de un alero de 19,3 m en línea recta y profundidades variables a la línea de goteo que están entre los 1,25 m y los 8,7 m. A su vez, el sitio posee las características de ser estratificado y multicomponente, con una secuencia de ocupación que abarca todo el Holoceno y con una potencia máxima de 1 m desde la superficie (López 2007; López y Restifo 2007).

El objetivo principal de este trabajo es profundizar el estudio de las estrategias tecnológicas implementadas por los grupos humanos que ocuparon el sitio Alero Cuevas durante el Holoceno Temprano, considerando su relación con dos aspectos principales: la disponibilidad de materias primas en la escala regional y la movilidad de los grupos humanos. La perspectiva de trabajo es la de la ecología del comportamiento humano (Smith 1992; Winterhalder y Smith 1992). Por tanto, se considera que la variación presente en el registro lítico es el producto de la toma de decisión orientada a la solución de diferentes problemas, siendo estas decisiones parte de estrategias más generales (Bleed 1986; Bousman 1993). Se define a las estrategias como procesos de solución de problemas que responden a las condiciones creadas por la interacción entre los seres humanos y su ambiente, incluyendo este último variables ecológicas y sociales (Nelson 1991).

El mecanismo de toma de decisión permite la adaptación fenotípica al ambiente (Boone y Smith 1998) y, a su vez, es consecuencia de un pasado evolutivo que por selección natural dio lugar a la especie Homo sapiens, con la capacidad de adaptar su fenotipo a ambientes

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cambiantes valiéndose del aprendizaje y de una toma de decisión racional. Esto implica que no sea necesaria una selección genética (Borrero 1993; Boone y Smith 1998).

EL ÁREA DE ESTUDIO

La Puna conforma un ambiente ecológico con las características de un desierto de altura cuya altitud es superior a los 3.000 msnm. Las características que hacen de la Puna un desierto de altura son: la aridez, la baja productividad primaria, la intensa radiación solar, una alta amplitud térmica diaria, y una alta variabilidad espacial y temporal de los recursos críticos para la subsistencia (Yacobaccio 1994). A nivel espacial la variabilidad se manifiesta en la distribución heterogénea de los recursos, caracterizando un ambiente en donde los mismos se presentan en concentraciones denominadas patches (Yacobaccio 1994; Muscio 2004). A nivel temporal tienen lugar variaciones climáticas predecibles e impredecibles que condicionan la adaptación (Yacobaccio 1994; Muscio 1998, 2004).

La Puna argentina es una extensión de l A l t ip l ano And ino (V i l e l a 1969) . Geomorfológicamente, es una meseta de altura surcada por cordones montañosos que se encuentra emplazada entre la Cordillera Occidental Andina y la Cordillera Oriental, con diferencias altitudinales descendentes a partir del borde oriental, lo cual se manifiesta en características ambientales diferenciales. A su vez, se diferencian dos sectores según criterios de temperatura y aridez: la Puna Sur, más fría y seca, y la Puna Norte, con mayor temperatura y humedad (Troll 1958).

Dentro de la Puna Argentina, el área en la que se ubica el sitio Alero Cuevas, es la Cuenca de PG (Figura 1). Este área se encuentra en una zona de transición hacia la Puna Sur. Esto se refleja especialmente por la mayor aridez y las bajas temperaturas, por la presencia de amplios

sectores con escasa o nula vegetación, y por la alta presencia de salares, entre otros factores (López 2005). La superficie aproximada es de 300 km² y la altura promedio es de 4.000 msnm (López 2005). Con respecto a su ubicación geográfica, hacia el norte y noroeste está limitada por los Nevados de Pastos Grandes y hacia el este y el sur por las Sierras y el Salar homónimos respectivamente (López 2005). El área conecta la Puna Argentina con los Valles Mesotermales (norte del Valle Calchaquí) y el norte de Chile.

ACERCA DE LAS MATERIAS PRIMAS

La clasificación de las materias primas se realizó en base a la distinción local y no local. Las materias primas locales son aquellas que se encuentran a una distancia máxima de 20 km respecto de Alero Cuevas. Entre las no

Figura 1. La Cuenca de PG con sus límites, y el sitio Alero Cuevas destacado.

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locales se realizó una división entre intermedia y lejana. La materia prima no local intermedia es la que se encuentra a una distancia máxima de 50 km del sitio; en tanto, las lejanas son las que superan los 50 km respecto del sitio (López 2007). (ver Figura 1)

En relación a las materias primas locales, se detectó una concentración de andesita gris y andesita negra con inclusiones ferromagnesianas, cuya explotación puede sostenerse en base a la abundante distribución de desechos de talla, a los que pueden sumarse algunos núcleos. Este sitio, denominado Picadero (López 2007), se encuentra a unos 10 km de distancia respecto del Alero Cuevas. Por otra parte, entre los recursos líticos potenciales de la Cuenca de PG se incluyen diferentes fuentes de materias primas tales como: cuarzo, sedimentaria, metamórfica, metapelita y cuarcita.

Entre las materias primas intermedias se encuentra la obsidiana proveniente del Abra de Quirón, a unos 30 km de distancia promedio, donde se encuentra distribuida en superficie en forma de nódulos de tamaños diversos, varios de ellos con extracciones. La roca se caracteriza por ser transparente con inclusiones negras de mica. Dentro de la categoría de materias primas lejanas, debido a que no se localizaron posibles fuentes ni en el área de estudio ni en sus cercanías, se destacan otras tres obsidianas de diferentes colores. En primer lugar, se observó la presencia en Alero Cuevas de un tipo de obsidiana de color marrón cuya procedencia podría ser la fuente de Ona, a más de 100 km (Mercuri com. pers. 2008). También se definen como materias primas lejanas a otros dos tipos de obsidiana, de color negro y de color gris.

Finalmente, en relación a la calidad para la talla, se realizó un ranking tentativo de acuerdo al criterio del tamaño de grano e inclusiones presentes en la materia prima. En el mismo se destaca que las obsidianas son las materias primas de mejor calidad para la talla (Tabla 1).

M OV I L I DA D Y E S T R AT E G I A S TECNOLÓGICAS

Se ha planteado que durante el Holoceno Temprano la ocupación humana en la Puna se caracterizó por una baja densidad demográfica y un alto grado de movilidad (Yacobaccio y Vilá 2002). Respecto de la movilidad, López (2007) destaca para el área de la Cuenca de PG que la escasez de artefactos diagnósticos de cazadores-recolectores tempranos representados en superficie tales como puntas triangulares apedunculadas indicaría una tendencia hacia un uso mas extensivo del espacio relacionándose con una alta movilidad. La ausencia de presiones densodependientes en la Puna durante el Holoceno Temprano, sumado a la presencia de grupos pequeños pudo haber favorecido este tipo de comportamiento (Muscio 1999).

Es importante tener en cuenta este aspecto puesto que la movilidad puede tener una marcada influencia en la selección de estrategias tecnológicas (Kelly 1995). A los fines de este trabajo es relevante considerar a la movilidad en relación a la disponibilidad de materias primas, para lo cual es necesario aclarar algunas ideas. El concepto de disponibilidad no sólo alude a la manera en que el recurso lítico se presenta en el espacio, sea en grandes o en pequeñas distribuciones, es decir según la geología regional, sino también a las posibilidades de obtención de las materias primas según el patrón de comportamiento de un grupo determinado (Bamforth 1986).

En relación a ésto, Guráieb et al. (2006) plantean que la disponibilidad del recurso

Tabla 1. Ranking de materias primas de acuerdo a su calidad para la talla.

Roca Calidad para la talla

Obsidianas Muy Buena

Silíceas, cuarcitas, andesitas,metapelitas, volcánicas locales

Buena

Cuarzos, metamórficas locales,sedimentarias locales

Regular

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puede verse afectada también por la forma en que los grupos humanos se organizan. El grado de movilidad, y se agrega también sus costos, condiciona la percepción de la distancia a la fuente de aprovisionamiento, al margen de la distancia efectiva que exista entre la fuente y la localización en que el recurso se utilizará (Ingbar 1994). Por tanto, podemos sostener que, dado menores costos de movilidad a través del espacio es posible que recursos líticos distantes pasen a estar enteramente disponibles implicando comportamientos particulares. Esto puede ilustrarse a la luz del continuum conservación-expeditividad (Binford 1979).

En términos generales, la conservación es una estrategia orientada hacia el cuidado de instrumentos y equipos con la finalidad de que estén enteramente disponibles al momento de ser usados. Al respecto, puede esperarse en los instrumentos un mayor esfuerzo tecnológico expresado en altos grados de mantenimiento o multifuncionalidad (Shott 1986; Bousman 1993), el descarte de instrumentos por agotamiento o la reducción intensiva de núcleos (Borrero y Franco 1997; Civalero 2000; Bayón y Flegenheimer 2004).

Por su parte, la expeditividad se dirige a la minimización del esfuerzo tecnológico. Se trata de un plan basado en una adecuada disponibilidad de materia prima. A diferencia de la estrategia de conservación, la expeditividad tiene como objetivo lograr que la materia prima esté disponible para la confección de instrumentos en el momento en que éstos hagan falta para luego ser inmediatamente descartados (Binford 1979).

Bamforth (1986) destaca que cuanto menor es la disponibilidad de materias primas mayor es la posibilidad de una estrategia centrada en la conservación. Entonces, cuanto mayor es la disponibilidad de materia prima menor es la posibilidad de una estrategia centrada en la conservación, aumentando la tendencia hacia la expeditividad. Tomando en cuenta que la

movilidad puede posibilitar el acceso a fuentes lejanas de materia prima, se puede esperar un comportamiento similar tendiente a la expeditividad para materias primas ubicadas en un amplio rango de distancia respecto del lugar al que son trasladadas.

Por último, si bien la movilidad facilita el acceso a las fuentes de materia prima lejanas, la explotación tiene sus costos. Tratándose de recursos líticos lejanos, es decir, que deberán ser trasladados a largas distancias, pueden esperarse estrategias particulares para minimizar los costos de transporte. Las mismas podrían incluir la eliminación de las partes de menor utilidad del recurso lítico como la corteza. Esto permite que al momento del transporte sólo se carguen unidades con masa lítica enteramente utilizable maximizando de este modo el beneficio de la carga transportable (Beck et al. 2002). Respecto de ésto cabe aclarar que es posible que el aprovisionamiento de materias primas tenga lugar en el marco de la estrategia general de subsistencia realizándose a la par de las actividades de obtención de otros recursos (Binford 1979). Entonces, la minimización de los costos de transporte permitiría que el traslado de recursos líticos no dificulte la búsqueda de otros recursos y su propio transporte.

En relación a lo planteado se desarrollan un conjunto de expectativas a ser contrastadas en el registro arqueológico. Lurie (1989) propuso una serie de expectativas acerca de lo que debería representar en el registro arqueológico la relación entre un patrón de comportamiento de alta movilidad residencial y el uso de materias primas. En primer lugar, la autora sostiene que sería esperable el predominio de la materia prima no local por sobre la local como producto de repetidos movimientos a través del espacio. Una segunda expectativa propuesta por Lurie (1989) es que las materias primas de buena calidad serán utilizadas tanto en la confección de instrumentos de alto costo de producción como en la confección de instrumentos de más bajo costo.

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Por otra parte, se propone que debido a las características de la disponibilidad de materias primas líticas, favorecida por la alta movilidad de los grupos, se espera en el conjunto instrumental del Alero Cuevas durante el Holoceno Temprano un comportamiento tendiente hacia lo expeditivo, caracterizado por un bajo esfuerzo en la elaboración de instrumentos, bajo nivel de estandarización y el predominio de lascas como formas-base (Escola 2000). Por último, en relación a las estrategias de transporte, se espera que en los desechos de talla se reflejen etapas finales de reducción como producto de la entrada al sitio de artefactos en avanzado estado de formatización.

METODOLOGÍA

Como unidad de análisis de mayor inclusividad fue tomado el conjunto lítico correspondiente al componente del Holoceno Temprano del sitio Alero Cuevas (capa F4). El mismo fue delimitado en base a criterios estratigráficos y cronológicos. Los fechados obtenidos por López (2007) resultaron en: 8.504 ± 52 AP, 8.838 ± 52 AP y 9.650 ± 100 AP.

En primer lugar, se dividió al conjunto en las categorías de instrumentos (n=45) y de desechos de talla (n=2098). Destacamos que la muestra analizada no incluye núcleos puesto que no han sido hallados en el componente analizado en este trabajo. Para el análisis del material se siguieron las propuestas metodológicas de diferentes autores.

En el caso de los instrumentos, las variables tomadas en cuenta fueron: el tamaño (Aschero 1975, 1983), la extensión del retoque (ver Yacobaccio 1991; López 2007) tomándolo de modo general englobando las categorías de microretoque y retalla definidas por Aschero (1975, 1983), su extensión sobre las caras (Aschero 1983:B5), la forma-base atendiendo

a si se trata de lascas o extracciones laminares con o sin presencia de corteza (López 2007) y la cantidad y presencia de filos (Aschero 1983:B3). Estas variables fueron seleccionadas con el fin de aproximarse al patrón de inversión de energía en la confección de instrumentos. Para el caso de los desechos de talla se trabajó con el número mínimo de desechos (NMD) (ver Aschero et al. 1993-1994) que se obtuvo a partir de la sumatoria de los desechos enteros y los desechos fragmentados con talón. A su vez se tomaron en cuenta: el origen de las extracciones (Aschero 1983:C3), presencia de corteza, y las características litométricas (Aschero 1975, 1983). Dichas variables se privilegiaron en vistas de determinar las etapas de reducción que tuvieron lugar en el sitio.

Siempre se tuvo en cuenta la distinción del tipo de materia prima. Para esto se contó con la ayuda de la geóloga Patricia Solá, quien se encargó de los análisis petrográficos. Finalmente, se consideró el tipo de materia prima en relación a su calidad para la talla (ver Tabla 1), y de acuerdo a la distancia de la fuente de aprovisionamiento respecto del sitio Alero Cuevas, con el fin de observar posibles patrones diferenciales de comportamiento en el análisis de desechos de talla e instrumentos.

RESULTADOS

Instrumentos

Se identificaron seis grupos tipológicos (Aschero 1975, 1983) (Tabla 2): artefacto de formatización sumaria (35,7 %), fragmento no diferenciado de artefacto formatizado (29 %), punta de proyectil (11,1 %), cuchillo de filo retocado (8,8 %), raspador (8,8 %) y raedera (6,6 %). Por otra parte, la fragmentación de la muestra es elevada llegando al 60 % (Tabla 3). En cuanto a las materias primas, se registraron siete diferentes (Figura 2). Se destaca la elección de obsidiana de Quirón (OQ), materia prima no local intermedia, y una menor distribución

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Tabla 2. Frecuencia de los grupos tipológicos identificados.

Grupo tipológico Frecuencia

Artefacto de formatización sumaria 16

Fragmento no diferenciado de artefacto formatizado 13

Punta de proyectil 5

Cuchillo de filo retocado 4

Raspador 4

Raedera 3

Total 45

Tabla 3. Frecuencia y porcentaje de instrumentos fracturados y enteros según el tipo de materia prima. Referencias: OQ: obsidiana de Quirón; ON: obsidiana negra; AG: andesita gris; AN: andesita negra; SI: silícea indeterminada; M: metapelita; VL: volcánica local.

Fracturado Entero

OQ 22 9

ON 2 -

AG 3 2

AN - 2

SI - 3

M - 1

VL - 1

Total N=45 27 (60 %) 18 (40 %)

Figura 2. Distribución de materias primas en el conjunto de instrumentos.

71,13

2,2211,11

4,44 6,662,22 2,22

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

100

OQ ON AG AN SI VL M

%

Figura 3. Tamaños presentes en la muestra general de instrumentos.

22,227,7

16,8

33,3

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

100

Grande Mediano-grande Mediano-pequeño Pequeño

%

en las materias primas restantes, incluyendo no local lejana como obsidiana negra (ON) y local como andesita gris, andesita negra, volcánica local y metapelita (AG, AN, VL, M), sumados a silícea indeterminada (SI).

Para la variable tamaño sólo se consideraron los instrumentos enteros. No se observó el predominio de algún tamaño en particular puesto que la distribución es bastante homogénea (Figura 3). Tampoco se observaron instrumentos de tamaño muy grande.

En la Tabla 4 se destacan los seis grupos tipológicos identificados y su distribución al interior de las distintas variedades de materias primas. Puede observarse que el único tipo de materia prima en el que están confeccionados ejemplares de cada una de las seis clases es OQ. El caso de las puntas de proyectil es particular. Éstas son de morfología triangular apedunculada y de tamaño mediano-pequeño. Los cinco ejemplares identificados se encuentran todos

ellos confeccionadas en OQ. Por otra parte, en la misma materia prima también se han confeccionado artefactos de menor costo de producción como los de formatización sumaria, sumados a raederas, raspadores, cuchillos de filo retocado y fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados. Esto indica el uso diverso que le fue dado a OQ. También entre las obsidianas se observa la presencia de ON, clasificada como lejana. En cuanto a las materias primas locales, tomándolas en conjunto, se registran todas las clases de instrumentos salvo las mencionadas puntas de proyectil.

Indagando en el retoque en instrumentos y su extensión sobre las caras (Tabla 5), es claro el predominio en materias primas locales y no locales del retoque marginal (78,13 %). El retoque parcialmente extendido (9,36 %) y extendido (12,51 %) están representados principalmente en las puntas de proyectil.

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Con respecto a estas últimas, son las únicas que presentan talla bifacial, aunque sin llegar a cubrir la totalidad de las caras en algunos casos (López 2007). En este sentido, puede destacarse que las puntas de proyectil no habrían sido confeccionadas por adelgazamiento bifacial, técnica relacionada con una alta inversión de trabajo (Hocsman 2006). En relación a esto, el espesor de las mismas se encuentra en el rango 4-6 mm y habría sido controlado a partir de la extracción de la propia forma base. Si bien puede decirse que el costo de producción de las puntas de proyectil sería mayor en relación al resto de los instrumentos, se destaca que se mantiene dentro de un patrón general de baja inversión de energía en el conjunto analizado. En relación a las demás clases de instrumentos, las puntas de proyectil son las únicas que presentan rasgos de estandarización métrica (López 2007). Considerando la presencia y cantidad de filos (Tabla 6), predominan las piezas simples no compuestas, siendo muy pocos los casos de piezas dobles no compuestas (dos casos: dos filos de raedera y dos filos laterales en artefacto de formatización sumaria) y doble compuesta (filo de raedera y punta aguzada de buril).

En la forma-base (Tabla 7), se observa el predominio de las lascas internas (60 %) por sobre las externas (13,3 %). A juzgar por el

ADFS CFR FND PP Rd Rp

OQ 11 2 11 5 2 1

ON - - 1 - - -

AG 2 - 1 - 1 1

AN 1 1 - - - -

VL 1 - - - - -

M - - - - - 1

SI 1 1 - - - 1

Total N=45(100%)

16(35,7%)

4(8,8%)

13(29%)

5(11,1%)

3(6,6%)

4(8,8%)

Tabla 4. Clases de instrumentos de acuerdo a la materia prima. Referencias: OQ: obsidiana de Quirón; ON: obsidiana negra; AG: andesita gris; AN: andesita negra; VL: volcánica local; M: metapelita y SI: silícea indeterminada. ADFS: artefacto de formatización sumaria; CFR: cuchillo de filo retocado; FND: fragmento no diferenciado de artefacto formatizado; PP: punta de proyectil; Rd: raedera; RP: raspador.

Retoquemarginal

Retoque parcialmente

extendido

Retoque extendido

OQ 14 3 4

AG 4 - -

AN 2 - -

SI 3 - -

M 1 - -

VL 1 - -

Total N=32 (100 %)

25(78,13 %)

3(9,36 %)

4(12,51 %)

Tabla 5. Retoque de acuerdo a su extensión sobre las caras. No se consideraron los fragmentos diferenciados de artefacto formatizado.

Lasca interna Lasca externa Lasca nodiferenciada

OQ 15 6 8

ON 2 - 2

AG 4 - -

AN 2 - -

SI 3 - 1

M 1 - -

VL 1 - 1

Total N=45(100 %)

27(60 %)

6(13,3 %)

12(26,7 %)

Tabla 7. Formas-base según el tipo de materia prima.

Presencia y cantidad de filos Frecuencia

Simple no compuesto 29

Doble no compuesto 2

Doble compuesto 1

Total 32

Tabla 6. Presencia y cantidad de filos por pieza. No se consideraron los fragmentos no diferenciados de artefacto formatizado.

predominio de lascas internas como formas-base se puede afirmar que la cantidad de corteza presente en los instrumentos es baja. Así, los 6 casos correspondientes a lascas externas corresponden a obsidiana de Quirón con 10 %, 15 %, 20 % y 30 % (artefactos de formatización sumaria) y 25 % y 30 % (raederas).

Desechos de talla

La muestra de desechos de talla incluye 2098 especimenes. La fragmentación del conjunto

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es del 62 %. Los desechos se discriminaron en lascas enteras (LENT) (n=804), lascas fracturadas con talón (LFCT) (n=224), lascas fracturadas sin talón (LFST) (n=145) e indiferenciadas (INDI) (n=925). Así, se obtuvo un NMD de 1028 especimenes, resultado de la sumatoria de las lascas enteras y las fracturadas con talón. Se trabajó con esta muestra debido a que constituye un total mínimo “real” que no incluye la distorsión ocasionada por las lascas fracturadas e indiferenciadas. El NMD por materia prima se presenta en la Tabla 8. En relación a éstas se destaca una mayor diversidad que la mencionada para los instrumentos (ver Figura 2). Así, a las materias primas locales, tales como andesita gris, andesita negra, metapelita y volcánica, se agregan: cuarcita, cuarzo y sedimentaria local. En las no locales intermedias se mantiene OQ, al igual que en los instrumentos. Por el lado de las lejanas, a la obsidiana negra se suman: obsidiana marrón y obsidiana gris. Considerando el NMD por materia prima los porcentajes son los siguientes: OQ 53,6 %; OM 5,35 %; ON 5,15 %; OG 3,11 %; AG 13,6 %; AN 9,33 %; CTA 4,9 %; CZO 0,7 %; ML 1,07 %; SL 0,7 %; VL 1,16 %; y SI 1,33 %.

En el conjunto de desechos predomina OQ (53,6 %), del mismo modo que en instrumentos. Si a esta materia prima sumamos las demás obsidianas el porcentaje de materia prima no local asciende a 67,21 %. En cuanto a las características litométricas se consideraron sólo las lascas enteras (Figura 4). Se observa la supremacía de las hipermicrolascas. A éstas le siguen las microlascas, y en menor medida, las lascas.

De acuerdo al origen de las extracciones, también considerando sólo lascas enteras, el predominio de las lascas de tipo angular es claro, observándose en menor medida las lascas de arista y las planas. En cuanto a la presencia de corteza los porcentajes son mínimos (Figura 5), habiéndose contabilizado tan sólo 24 especimenes (1,14 %, n=2098). Entre las lascas internas se registró un único espécimen con corteza correspondiente a lasca angular.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

A partir del análisis de los instrumentos y los desechos de talla se observó una alta diversidad de tipos de materias primas tanto locales como no locales representada por trece variedades diferentes. El predominio de las materias primas no locales de alta calidad como la obsidiana es notable, destacándose tanto en la muestra de desechos de talla como de instrumentos.

Así, se hace evidente la utilización mayoritaria de obsidiana de Quirón (no local intermedia). Su uso no se restringió a un tipo de artefacto

Figura 4. Tipos de desechos de talla según su características litométricas.

Figura 5. Desechos de talla de acuerdo al origen de las extracciones.

Tabla 8. NMD por materia prima.

OQ OM ON OG AG AN CTA CZO ML SL VL M SI

LENT 425 36 44 28 117 75 45 6 11 3 1 - 13

LFCT 126 19 9 4 23 21 5 1 - 4 11 - 1

NMD 551 55 53 32 140 96 50 7 11 7 12 - 14

29,22

67,5

3,280

10

20

30

40

50

60

70

80

90

100

Lasca Microlasca Hipermicrolasca

%

0,34 0,34 0,42 3,17 4,36

91,37

0102030405060708090

100

Lascaprimaria

Lascasecundaria

Lasca condorso

natural

Lasca plana Lasca dearista

Lascaangular

%

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en particular que implicara una selección, sino que incluyó toda la diversidad de grupos tipológicos identificados, desde aquellos de menor costo de confección -artefactos de formatización sumaria- hasta aquellos de costos mayores -puntas de proyectil-, pasando por todas las demás clases (raedera, raspador, cuchillo de filo retocado, sumados a fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados). Si bien se observa una preferencia de esta materia prima para la confección de puntas de proyectil, destacamos que en superficie fue hallada una punta triangular apedunculada confeccionada sobre andesita.

Por otra parte, comparando el tratamiento dado a materias primas locales y no locales, no se distinguen un marcado patrón diferencial de comportamiento. Por el contrario, lo que se observa es un tratamiento similar tendiente al bajo esfuerzo tecnológico. Esto se ve sustentado por el predominio absoluto de retoque marginal, la elección de lascas como formas base y el bajo grado de rasgos de estandarización métrica, que solo involucra a las puntas (López 2007).

Por otra parte, se destaca el predominio de las piezas simples no compuestas, lo que puede indicar un bajo grado de multifuncionalidad desde el punto de vista de los filos. No debe descartarse la posibilidad de uso para funciones múltiples en artefactos de filo simple utilizando los filos naturales (Borrero 1993). Esto podrá ser corroborado en base a estudios de microdesgaste. En general, la muestra no avala tareas de mantenimiento puesto que la gran mayoría de los instrumentos no exhiben series técnicas superpuestas que puedan indicar una tendencia hacia dichas tareas, salvo tres casos: cuchillo de filo retocado (andesita negra), raedera (obsidiana de Quirón) y raspador (andesita gris).

Por otra parte, se evidencia un bajo grado de presencia de corteza en instrumentos, a juzgar por el predominio de lascas internas como forma-base, lo que concuerda también

con lo observado en desechos de talla. Ésto puede dar apoyo a la posibilidad de que las unidades de materia prima hayan ingresado al sitio desprovistas de corteza. Estas actividades pudieron haber incluido el descortezamiento inicial y etapas más avanzadas implicando el transporte hacia el sitio de formas-base o preformas, lo cual está reforzado por la ausencia de núcleos en este conjunto.

Las tareas de descortezamiento y reducción pudieron haber sido componentes de una estrategia orientada hacia la minimización de los costos de transporte de materia prima en el marco más general de estrategias de alta movilidad. Esta estrategia habría incluido la eliminación de la parte de menor utilidad del recurso lítico -su corteza- y la obtención de formas-base o preformas con el fin de minimizar el peso, lo cual permitiría maximizar, a su vez, el beneficio de la carga transportada. Asimismo, la muy baja frecuencia de tamaños grandes y la ausencia de tamaños muy grandes (sensu Aschero 1975), pueden relacionarse también con el mismo proceso. Por otra parte, el predominio de hipermicrolascas y microlascas angulares sugiere que en el sitio se habrían llevado a cabo etapas finales de talla orientadas hacia la formatización.

Entonces, a partir de los datos presentados se puede plantear que los grupos que ocuparon el Alero Cuevas durante el Holoceno Tempra-no desarrollaron una estrategia tecnológica tendiente hacia la minimización del esfuerzo tecnológico, privilegiando el manejo de recursos líticos distantes de alta calidad. Sostenemos que la selección de una estrategia tecnológica con estas características se relacionaría con el patrón de comportamiento caracterizado por una alta movilidad planteado para los grupos humanos que ocuparon la Puna en el Holoceno Temprano (Yacobaccio y Vilá 2002).

Esta alta movilidad se habría visto favoreci-da por sus menores costos (Muscio 1999; Yacobaccio y Vilá 2002), debido a grupos de

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tamaño pequeño y baja densidad demográfica, implicando esta última la posibilidad de moverse hacia diversos espacios que no están intensamente ocupados. Por otra parte, la movilidad posibilitó el acceso a recursos líticos no locales de alta calidad para la talla permitiendo el incremento de la disponibilidad de los mismos. Por lo tanto, no habría sido necesaria una estrategia orientada hacia la conservación de las mismas. Por el contrario, se habría seleccionado una estrategia que implicó la minimización del esfuerzo tecnológico enfatizando el uso de materias primas de alta calidad para la talla tales como las obsidianas. Esto a su vez, habría implicado el desarrollo de una estrategia particular para el transporte a través de largas distancias, dentro del rango de movilidad de estos grupos y no necesariamente hacia Alero Cuevas.

En este sentido, es importante remarcar que si bien este trabajo partió de la escala de sitio, su objetivo final es la inserción de la información dentro de una discusión regional. Al respecto, se debe tener en cuenta que el mayor caudal de información acerca del comportamiento de cazadores-recolectores tempranos puneños proviene de cuevas y abrigos rocosos, lo que le da relevancia para estudios comparativos futuros. Es en esta escala donde problemas tales como la relación entre movilidad y estrategias tecnológicas puede adquirir una mayor dimensión.

Recibido en Marzo de 2008Aceptado en Septiembre de 2008

AGRADECIMIENTOS

A Hernán Muscio, Gabriel López y Cecilia Mercuri por su apoyo, impulso y su permanente disponibilidad para realizar comentarios y sugerencias. A Elizabeth Pintar y Marcelo Morales por facilitarme bibliografía

y a María Coronel, bibliotecaria del Instituto de Arqueología de la Universidad de Buenos Aires, por su paciencia. A los evaluadores de este trabajo por sus valiosos comentarios. Finalmente, un agradecimiento especial es para Jorge Martínez por el apoyo brindado en este último tiempo.

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*Federico Restifo es egresado de la carrera de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Este trabajo forma parte de su tesis de licenciatura. Actualmente se encuentra investigando las estrategias tecnológicas en cazadores-recolectores de la Puna. Dirección de contacto: [email protected]

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* Fundación de Historia Natural “Félix de Azara”, CEBBAD, Universidad Maimónides - [email protected]

Chichkoyan, Karina Vanesa. 2008. De provisiones y consumos urbanos: la comida en La Boca. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 4: 91-108. Buenos Aires.

DE PROVISIONES Y CONSUMOS URBANOS: LA COMIDA EN LA BOCA

Karina Vanesa Chichkoyan*

RESUMEN

Abordamos el tema de la alimentación entre los pobladores de la ciudad de Buenos Aires a través del análisis de la estructura de consumo de dos espacios portuarios con distinta funcionalidad: una fonda/almacén (Barraca Peña) y un astillero (Fundación Andreani), ubicados en el barrio de La Boca, dentro del período temporal ca. 1820-1870. Comparamos especies consumidas y representación esqueletaria de los huesos recolectados de ambos sitios.

Para este momento el mercado de abasto es descripto en una forma simple. Sin embargo esto no sucede en lugares de gran cantidad de público como los aquí analizados, ya que no tienen formas de aprovisionamiento comunes. Para esto utilizamos el concepto de unidad de adquisición, debido a que se ajusta a lo que compra el consumidor en el mercado urbano. De esta manera nos separamos del uso de la unidad de trozamiento que, a pesar de que fue definida para contextos de sociedades de cazadores-recolectores, fue también usada en contextos urbanos.

Palabras Clave: Alimentación - Arqueología urbana - Unidad de adquisición - Buenos Aires Siglo XIX - Comercio de carne

ABSTRACT

We address the issue of protein consumption in Buenos Aires’s city, through the archaeological analysis of the consumer structure of two places from La Boca port district with different functions: Barraca Peña -storehouse- and Fundacion Andreani -shipyard- between 1820 and 1870. We compare consumed species and skeletal representation of bones recovered in both archaeological digs.

Although descriptions of the main market and of commercialization chains during the XIX are simple, they do not apply to the sites under study, given that they did not have similar supplying systems. To prove this statement we use the concept of unit of acquisition in order to reflect what consumers buy in urban contexts. In this way we separate from the concept of butchering unit that, although specific to hunt-gathering contexts, was also applied to the city.

Key Words: Feeding - Urban Archaeology - Units of Acquisition - XIX Century Buenos Aires - Meat Trade

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INTRODUCCIÓN

En la Argentina la carne tiene un significado especial. El campo se nutrió de personajes como el gaucho, de conflictos como las campañas al desierto y de riquezas como el patrimonio vacuno. La explotación de este último dio lugar a toda una industria que caló en el imaginario colectivo de sucesivas generaciones de argentinos. Ya desde antes del siglo XIX la carne fue el principal sustento de la población del Virreinato a partir de la organización de las vaquerías y corambres, para la explotación del cuero, sebo, astas, crines y otros productos derivados (Giberti 1961; Barsky y Djenderedjian 2003). De esta manera, como la importancia del animal radicaba en estas utilidades, la carne, elemento secundario de la matanza y faena, era barata y abundante (Giberti 1961; Silveira 2006).

Los trabajos zooarqueológicos efectuados en la ciudad de Buenos Aires confirman esta visión. Silveira (1995, 1999, 2003, 2006) analizó los restos óseos recuperados en contextos arqueológicos de los siglos XVIII y XIX que dan cuenta de la importancia de este alimento. A partir de su estudio determinó un comportamiento alimenticio basado en la carne vacuna (Silveira 1999). Sin embargo, también se registró la presencia de otras especies. Se encontró evidencia de un alto consumo de carne vacuna seguida por la carne ovina y, en menor cantidad, de pescado, aves de caza y de corral. Esto se refleja en la alta variabilidad de especies identificadas: el predominio de Bos taurus (vacuno), pero también de Ovis aries (ovino), Sus scrofa (cerdo), Dasypus hibridus (mulita), Gallus gallus (gallina), Anser domesticus (ganso domestico), Nothura maculosa (perdiz chica), Rynchotus rusfecens (perdiz colorada) Eudromia elegans (martineta) y otros (Schávelzon 1999; Silveira 1999).

Sin embargo la carne no sólo implica su mero consumo, sino la industria que la sustenta. De esta manera mataderos y saladeros fueron los grandes emporios en la ciudad para el siglo XIX. Éstos eran el principal canal a través del cual se

realizaban las exportaciones y con ello la entrada más importante de divisas al país. El saladero se encargaba de realizar el proceso de conservado de la carne con el uso de sal obteniendo el tasajo, producto que era exportado a Brasil y a Cuba para la alimentación de los esclavos (Barsky y Gelman 2001). Esta fue una industria fundamental hasta 1890, donde gracias a cambios políticos (abolición de la esclavitud), económicos (altos aranceles brasileros sobre las carnes argentinas) y tecnológicos (sistemas de conservación por frío) entró en decadencia (Giberti 1961; Rock 1989). Así, la gran demanda de derivados ganaderos explica la abundancia de la carne y su consecuente bajo costo. Esto llevó a su alta preferencia por gran parte de la población nacional y extranjera.

Según algunos autores, el proceso de abasto de la carne para la ciudad era relativamente sencillo (Montoya 1956; Giberti 1961; Silveira 2006) donde los protagonistas principales de la cadena eran:

1) El estanciero que criaba su hacienda en el campo hasta que llegaba a un determinado peso.

2) Éste se la vendía en pie al saladero o matadero que se encargaba de faenar el animal, trataba la carne para su conservación, comercializaba el cuero y la grasa.

3) Cuando la estancia se encontraba lejos de la ciudad se agregaba un eslabón más: el campo de invernada. Éstos eran campos de cría ubicados al sur de la ciudad, cerca de los saladeros donde los animales recuperaban el peso requerido para la faena. En el caso de necesitar estos servicios, el invernador compraba la hacienda al estanciero para luego vendérsela al saladero.

4) Por último, estaban los vendedores ambulantes o los mercados al aire libre, donde se vendían grandes trozos de los animales sacrificados.

Esta cadena da cuenta de una comercialización poco compleja donde se destaca una escasa especialización en el faenado de los animales y donde la venta de carne al público era directa.

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Sin embargo, en los contextos urbanos hay una gran variedad de necesidades de los consumidores que pueden ser tanto una familia de unos pocos miembros, organizaciones de distintos tipos (religiosas, deportivas, sociales, de beneficencia, entre otras) como también comercios para el público en general o ámbitos laborales. Para responder a estas distintas situaciones, el mercado adecúa una gran variedad de tipos de cortes y de canales de comercialización, por lo que la cadena de provisión debe ser más compleja y especializada que lo descripto previamente. El concepto de unidad de adquisición (Huelsbeck 1991) nos permite entender la diversidad de opciones que se dan en contextos urbanos ya que es una medida que refleja lo que compran los distintos consumidores. Esta compra está influida por las necesidades, la disponibilidad monetaria y los gustos sociales del que realiza la transacción, por lo que este tipo de unidad considera los distintos contextos donde se dan los diversos tipos de compras. La unidad de adquisición es un concepto flexible que se adapta a la multiplicidad de formas de compra que existen en el mercado urbano y por lo tanto refleja la pluralidad de alternativas que hay en el mismo.

Para entender la complejidad del mercado de abasto de productos cárnicos es necesario enfocar el problema a través de lo que se compra, en este caso, lo que se adquiere en una fonda y en un astillero1. Nuestra hipótesis de trabajo es que en cada uno hubo una compra diferente, o sea una distinta unidad de adquisición. Esto responde a las diferentes funciones que tuvo cada lugar, por lo cual hubo una compra más especializada en la fonda y otra más general en el astillero.

EL BARRIO Y LOS SITIOS

La Boca fue desde un principio el puerto natural de la ciudad de Buenos Aires hasta 1889, cuando se inauguró Puerto Madero (Scobie 1977; Echeverry 1998; Silvestri 2003). A pesar de la existencia de otros fondeaderos como el

muelle de pasajeros (próximo a Retiro) y de la Aduana Taylor (en la actual Plaza Colón), este barrio concentró una alta actividad comercial y portuaria (Bucich 1971) que atrajo numerosas corrientes inmigratorias (italianos, vascos, españoles, británicos, franceses, alemanes, catalanes, portuguéses y africanos entre muchos otros) que desde comienzos del siglo XIX se instalaron en sus orillas (Bucich 1971; Guevara 1988; Devoto 1989). Esta fue una migración “en cadena”, o sea que a medida que los integrantes de una comunidad se estabilizaban en el lugar de destino, tendían a incorporar a más miembros de ese grupo; por lo que se solían reproducir las mismas estructuras sociales que tenían en el país de origen. Es por eso también que fue mucho más homogénea y de mayor cohesión social interna que la inmigración masiva de fines del siglo XIX y principios del XX (Devoto 1989). Dado el crecimiento del barrio en 1870, éste adquiere autonomía propia con la creación del Juzgado de Paz, siendo antes parte del Juzgado de Barracas al Norte (Devoto 1989; Echeverry 1998). Es también en esta época que La Boca comenzó a estar conectada con el resto de la ciudad mediante el tren y el tranvía (Cutolo 1998).

En el puerto predominó el comercio fluvial y marítimo donde se comercializaban distintos productos: frutas, materiales para la construcción, harinas y productos europeos (Devoto 1989; Silvestri 2003). Para el almacenaje de la mercadería se construyeron barracas, que se diseminaron sobre la actual avenida Don Pedro de Mendoza, a lo largo de orilla norte del Riachuelo, desde principios del siglo XIX (Bucich 1971). Para 1869 había “…9 astilleros, 4 almacenes navales, 4 barracas y 4 agencias marítimas. Además de 35 almacenes comestibles, 60 bodegones, 4 confiterías, 31 carnicerías, 5 corralones de madera, 10 fondas, 7 panaderías y 40 pulperías y boliches” (Echeverry 1998:25).

Los sitios aquí analizados fueron parte de este contexto portuario. Ambos se encuentran cercanos entre sí, ya que se ubican en la actual Avenida Don Pedro de Mendoza (Figura 1).

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Mientras que Barraca Peña está casi en el límite de lo que hoy es Barracas, Fundación Andreani se ubica en la denominada Vuelta de Rocha, uno de los puntos turísticos más importantes de la ciudad en el presente.

Barraca Peña (BP)

Se encuentra ubicada en la Avenida Don Pedro de Mendoza al 3.000. Actualmente funciona allí la Unidad Ejecutora de Obras y Proyectos para la Promoción Turística del Barrio de La Boca y la empresa constructora Hormaco S.A. Esta última comenzó en el año 2001 una excavación con pala mecánica para construir un taller mecánico, que luego fue ampliada por el Grupo Arqueológico Riachuelo, a cargo del Dr. Marcelo Weissel.

La Barraca Peña es una de las más antiguas del Riachuelo, perteneciendo a la familia Peña desde fines del siglo XVIII. Hasta 1899 el lugar funcionó como barraca, por lo que se caracterizó en todo momento por una alta actividad mercantil, principalmente para depósito y tráfico de productos (e.g. cueros, lanas y maderas) (Weissel 2001a). La fonda estaba ubicada en el borde noroccidental de la barraca (Sector 3 de la Figura 2) y funcionó junto con ella. Tuvo diversas formas comerciales y denominaciones a través del tiempo (pulpería, fonda, “Almacén El Triunfo”, “La Fortuna”) pero nunca dejó de estar asociada al despacho de comidas y bebidas (Weissel et al. 2006).

A partir del hallazgo y evaluación de restos materiales como botellas de gres, pipas de caolín, lozas (Creamware, Pearlware y Whiteware), botellas de vidrio para vino y botellones de cerámica, se obtuvo la cronología del lugar. Esta se extiende entre fines de siglo XVIII y 1870, con un predominio en materiales depositados en un sub-período que va de 1830 a 1850 (Weissel 2001a; Weissel et al. 2006). También se recuperaron mayólicas, porcelana industrial, materiales de construcción como tejas, ladrillos, mosaicos y metales (Weissel et al. 2006).

El solar posee una superficie de 18.000 m2 donde además de la excavación realizada por la empresa (Sector 1 en Figura 2), se relevaron 9 localizaciones más entre pozos de sondeos y excavaciones arqueológicas, abarcando una superficie de 250 m2 en total (Weissel et al. 2006). De todo el material óseo recuperado del sitio se trabajó con la muestra procedente del Sector 3, denominado BP1. El material de allí proviene del descarte de la fonda (Weissel et al. 2006) ya que en esta época era característico tirar los desechos en los fondos de las viviendas (Guillermo 2004).

Fundación Andreani (FA)

Se ubica en la Avenida Don Pedro de Mendoza 1.987 y 1.993 (Figura 3). Allí los responsables del lugar excavaron dos pozos detectándose en aquella oportunidad material de tipo arqueológico. El grupo a cargo del Dr. Marcelo Weissel trabajó con los montículos de sedimentos ya extraídos, separando muestras para su estudio de laboratorio.

En un principio este lugar perteneció al repartimiento de tierras que efectuó Juan de

Figura 1. Ubicación de los sitios: A) Barraca Peña, B) Fundación Andreani (Fuente Anuario Estadístico 2005).

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Garay. Hasta el 1800 tuvo diversos propietarios y es recién en esta fecha que fue adquirido por la familia Ballester hasta 1860 y luego por el señor Bartolo Pippo, quedando en sus manos y la de sus descendientes hasta 1923. Mientras que fue ocupado por estas dos familias, en el predio se desarrollaron actividades relacionadas a la construcción de barcos. En 1923 fue vendido a los miembros de la familia Piccardo quienes en 1949 lo traspasaron a Ramón Ferro, Manuel y Amador Gontand. Por último en el 2002 pasó a ser parte de la Fundación Andreani (Weissel 2001b).

A partir del análisis de los vidrios de botellas, frascos, vasos y otros materiales, se estimó un período de ocupación de 1846 para el Pozo 1 y de 1853 para el Pozo 2. El Pozo 1 se denominó FAP1, ubicado en Avenida Don Pedro de Mendoza 1987 a 15 m de la línea municipal hacia el nordeste (Figura 3). El Pozo 2 (FAP2) se encuentra en el terreno contiguo (Av. Don Pedro de Mendoza 1993), a 3 m de la línea municipal sobre el sector sur. Se trabajó con el material de FAP1 porque el del pozo 2 proviene de un relleno producto del depósito que realizó

el ingeniero Huergo en toda la zona de la ribera norte homónima (Weissel 2007). En FAP1 se recuperó, además de los restos óseos que se analizan en este trabajo, lozas (Creamware, Pearlware y Whiteware), caolín, carbón mineral, cerámica indígena, gres, cuero, metales, material de construcción, líticos y maderas.

LA UNIDAD DE ADQUISICIÓN EN LA BOCA

El consumo, como cualquier otra práctica, refleja condiciones económicas y sociales (Aguirre 1999). El acto de consumir puede ser definido como una decisión compleja que permite acceder a ciertos bienes, en este caso el alimento, para lograr un beneficio, satisfacer una necesidad básica (Henry 1991). Es una decisión compleja porque en este acto se deben balancear cuestiones económicas, sociales y personales entre otras. Pero dentro de la economía de mercado del sistema capitalista,

Figura 2. Barraca Peña (BP) con los distintos sectores excavados (Extraído de Weissel et al. 2006).

Figura 3. Ubicación de Fundación Andreani (FA) (parcela con letra A) (Imagen inédita brindada por el Dr. Weissel).

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donde uno ya no se apropia en forma directa de su alimento, la moneda es de importancia fundamental, ya que influye en las prácticas de consumo de los individuos y por ende afecta indirectamente el registro arqueológico (Huelsbeck 1991; Landon 1996).

Lo económico es, entonces, el primer factor que interviene en la decisión del comprador, resultando en que los alimentos preferidos sean generalmente aquellos más eficientes en función de la relación costo-beneficio (Harris 1991; Landon 1996). El costo en este caso es el precio de venta al público de los distintos productos alimenticios. Como la compra en contextos urbanos puede realizarse por porciones tan simples como la de una comida individual, es importante determinar la unidad de adquisición, ya que refleja la forma real de consumo para este mercado (Huelsbeck 1991). En cambio, la unidad de trozamiento, medida generalmente usada por los analistas de la arqueofauna urbana, puede producir sesgos en la cantidad total del consumo: “The most noticeable difference between the two methods of quantifying meat is the dramatic difference in the total amount of meat represented. Butchering units (wholesale cuts) are much larger than units of acquisition (retail cuts) and consequently, more meat is represented” (Huelsbeck 1991:69). La unidad de trozamiento permite entender el consumo en contextos cazadores-recolectores donde se tienden a introducir grandes partes del animal. En consecuencia, muchas veces, en el registro arqueológico aparecerán representadas partes de alto rendimiento junto con las de bajo rendimiento, como es el caso de los apendiculares superiores e inferiores (e.g. fémur y tibia con metapodios y falanges) (Binford 1981). En cambio la unidad de adquisición deriva de una mediatización diferente que se hace del animal. Previo a la introducción en el sitio de consumo, existe una cadena de producción que prepara las distintas unidades de compra para los múltiples tipos de compradores que hay en contextos urbanos. La tercerización del procesamiento de la presa, que hace

que una familia ya no obtenga directamente el alimento, permite ofrecer en el mercado distintas opciones de compra de acuerdo a las necesidades del lugar. Además existen otras industrias que aprovechan los subproductos, por ejemplo, en el siglo XIX de los miembros inferiores se extraía el aceite para la iluminación (Barsky y Djenderedjian 2003). En un contexto urbano, el registro arqueológico reflejará en forma más precisa lo consumido en el lugar y será menor la posibilidad de que partes de alto y bajo rendimiento aparezcan juntas ya que previamente hubo una selección de los trozos más adecuada para ser vendidos al público.

La unidad de adquisición esta compuesta por el valor monetario que tenga la pieza y por el tipo de corte. El valor monetario se deduce de la ubicación de la carne en el cuerpo del animal, relacionado a la calidad nutritiva, la cantidad de carne e inserciones tendinosas que posea lo que se denomina carne de primera, segunda y tercera categoría (Figura 4) (Arán y Echevarría ca. 1970s). El tipo de corte está relacionado con el trozado del animal, lo que le da su rendimiento. Este trozado se realiza a partir de las articulaciones y del tejido conjuntivo que separa los distintos músculos de la res. A pesar de innovaciones tecnológicas como los frigoríficos y de herramientas como la sierra eléctrica, por la información brindada en la Federación Gremial del Personal de la Industria de Carne y sus Derivados (com. pers. 2007), los cortes realizados en la actualidad son similares a los que se realizaban en el siglo XIX, ya que esto está relacionado con la anatomía y esqueleto de los animales, más que con una práctica cultural (Binford 1981; Lanata, com. pers. 2007).

Por lo tanto para conocer los distintos tamaños de las piezas que circulaban en el mercado en el siglo XIX nos basamos en la información que brinda la Secretaria de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la Republica Argentina (ca. 2000s) que toma esta información del Nomenclador Oficial de la Ex Junta Nacional de Carnes. Podemos

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diferenciar dos tipos de cortes: los específicos y los no específicos. Los primeros involucran cortes puntuales y/o especializados del animal. Generalmente no poseen base ósea y se ubican en los miembros apendiculares (e.g. bola de lomo, entraña, nalga, para el miembro posterior y el brazuelo, paleta, espinazo, para el miembro anterior). Sin embargo, algunos cortes específicos sí tienen una base ósea, son los que se extraen de la zona de las costillas y el esternón junto con las vértebras (asado, falda, bifes ancho y con lomo) o de los apendiculares distales, tanto en la zona de la tibia como del radiocúbito (corte denominado osobuco).

En cambio los cortes no específicos abarcan una región determinada del animal que incluyen varios músculos y partes óseas, por eso no son puntuales y/o especializados como en el anterior caso. Estos abarcan sectores de los miembros apendiculares y sólo algunos refieren a la parte axial. De los que se extraen de este último sector podemos nombrar el asado con vacío, que incluye toda la parte axial del costillar más la zona abdominal del animal, o el bife angosto junto con el ancho, que abarca toda la zona de las vértebras torácicas hasta las lumbares. En cuanto a los cortes de los miembros apendiculares, para nombrar sólo algunos en el miembro apendicular posterior

se encuentra la pierna mocha que se extiende entre la región sacrocoxal, femoral y tarsotibial. La pistola 3 costillas o pistola 5 costillas (ya que este corte puede incluir hasta la tercera o hasta la quinta costilla) se extiende por la zona lumbar, sacrocoxal, femoral y tarsotibial. La rueda sin garrón incluye la zona del isquión de la pelvis y el fémur sin la tibia. La rueda es similar al anterior pero sí incluye la tibia. Para el miembro anterior tenemos el cuarto delantero a 10 costillas que se extiende desde la zona del húmero hasta la parte escapular, e incluso algunas vértebras torácicas y las diez primeras costillas.

Por lo tanto, los restos óseos en el contexto urbano reflejarán los distintos tipos de compras y por ende la unidad de adquisición preferida por el comprador en base a sus necesidades particulares. Para comprender cuales son las necesidades de los compradores, nosotros analizamos dos contextos distintos, pero con una alta presencia en La Boca: la fonda y el astillero.

¿Cómo compra una fonda y un astillero?

Lo que une ambos lugares es que estaban en íntima relación con la funcionalidad primaria y original que se desarrolló en este barrio

Figura 4. Localización de la carne de primera, segunda y tercera (Modificado de Arán y Echevarría ca. 1970s).

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como puerto comercial: “En estas dos palabras pueden descubrirse el embrión más remoto del constructivismo boquense. Pulperías y astilleros se complementan en realidad” (Bucich 1971: 51).

Las fondas y cantinas junto con las pulperías o almacenes formaban parte del ramo de despacho de comestibles y bebidas (Gayol 1993). Fueron establecimientos abundantes en La Boca y se distribuían entre la calle Don Pedro de Mendoza y Necochea o cammin vegio (Bucich 1961): “Necochea fue siempre calle de grandes atracciones (…) La marinería de todos los puertos del mundo se volcaba en ella y en la explanada de Pedro de Mendoza, la ribera, centro de intensa actividad” (Bucich, 1962:117). Éstos eran espacios de distracción de las tareas laborales y cotidianas donde las relaciones sociales se caracterizaban por ser espontáneas (Gayol 1993).

Los astilleros eran lugares directamente relacionados al trabajo de las embarcaciones: preparación, armado y reparación (Bucich 1971; Devoto 1989; Echeverry 1998). Éstos se extendieron hacia ambas márgenes de la actual Vuelta de Rocha. En general sus propietarios eran de origen italiano, como lo demuestra los apellidos de los más antiguos: Tatto, Cichero, Baglietto, Lambruschini, Scala, Badaracco y Fava (Bucich 1971; Echeverry 1998). Se trataba de amplios talleres navales que se dedicaban a los veleros de madera. La introducción de los grandes buques de hierro después de 1870 implicó su declinación, la incorporación de los talleres metalúrgicos y el cambio hacia otros rubros (Silvestri 2003). Investigaciones actuales sobre los astilleros del siglo XIX dan cuenta de que, dentro de este espacio de trabajo y durante su jornada laboral, el personal tomaba un momento de descanso para el almuerzo (Alberttoti ca. 2008).

En relación con la alimentación en cada uno de estos locales, en las fondas participaría un grupo más diverso y fluctuante de personas a lo largo del tiempo. No sólo habría un recambio

de personas día a día, sino que aún los que iban siempre podían cambiar lo que consumían. Por ello, la fonda debe haber contado con un menú variado para satisfacer los gustos de la clientela, pero al mismo tiempo se habría hecho una estimación del consumo diario. Para esta época que todavía no existían medios de conservación adecuados, se debía prever en forma precisa la cantidad de insumos necesarios para evitar posibles pérdidas. A diferencia de las fondas, en el astillero el consumo se encontraría más estandarizado. Los lugares laborales ofrecerían una oferta alimentaria que era única para todos los comensales. Consecuentemente la gente no tenía opción de elegir, simplemente se “comía lo que había”. De esta manera se podía calcular la cantidad de insumos necesarios para realizar los almuerzos. En este caso son pocas las veces en las que pudieron haber pérdidas o faltado comida, ya que era esperable un número relativamente constante de personas.

Es así que cada uno de los dos contextos descriptos poseería distintos tipos de público y características propias que comprenderían una estructura diferencial de consumo. Esto se reflejaría en una distinta unidad de adquisición ajustada a cada caso. En la fonda habría habido una compra especializada por cortes específicos de animales grandes, en especial cortes de segunda y tercera, que son los más baratos y permiten ajustar los costos de la compra. Así se complementaría el gasto con otros insumos necesarios en este tipo de locales; por ejemplo, otros tipos de carnes (e.g animales medianos y aves). En cambio, en el astillero se haría una compra más general: la dieta se habría basado en animales de porte grande, cuya adquisición se haría por cortes menos específicos, lo que permitiría cubrir las necesidades alimentarias de todos los trabajadores. Aquí se habrían elegido carnes de primera categoría, que a pesar de ser más cara, tiene un mayor rendimiento, lo que abarata el gasto que se hace en un ámbito laboral. De esta manera se mantenía un menú constante y generalmente con los mismos componentes alimenticios.

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Es necesario profundizar en los distintos aspectos que inciden en la compra dentro del mercado en ese momento de transición, como lo fue el siglo XIX, para evaluar la complejidad del mercado ganadero. Se deben analizar los contextos particulares de cada lugar, teniendo en cuenta el poder adquisitivo, fin del lugar y cantidad de gente, entre otras cuestiones para poder hacer una caracterización de las distintas unidades de adquisición existentes en contextos urbanos. Así la cadena directa de estancia - campo de invernada - saladero o matadero - vendedores ambulantes/mercados al aire libre (Montoya 1956; Giberti 1961; Silveira 2006) sería más especializada. El faenado ya no sería tan simple y directo, sino que en muchos casos sería distinto para cada rubro: unidades de adquisición específicas de carne de segunda o tercera en la fonda y unidades de adquisición no específicas de carne de primera en el astillero. Esto se reflejará en distintos patrones arqueológicos para cada caso. Consecuentemente distintas estrategias de compra serían necesarias, máxime si todavía no existían los medios de conservación adecuados. Entenderlo nos permitirá definir de una manera más precisa cómo era el mercado alimenticio en un contexto urbano-portuario.

Metodología

Para comprobar la existencia de las dos unidades de adquisición propuestas realizamos la identificación del material para establecer el tipo de especies consumidas. Se determinaron tres taxones: ave, pez y mamífero. Éste último se subdividió en dos categorías cuando se pudo distinguir el tamaño pero no la especie: animales de porte grande en general y animales de porte mediano en general. También se diferenciaron las aves en general y peces en general, donde se contabilizaron restos pertenecientes a estos taxones pero sin haber podido definir la especie. Seguimos a Mengoni Goñalons (1988) para realizar la identificación de los elementos (término que tomamos como define este autor en el mismo trabajo) en el esqueleto: cabeza, segmento axial (vértebras y las costillas),

miembros posteriores y anteriores (fémur, tibia, metatarso, calcáneos, tarsiano, falanges, húmero, radio, cúbito, metacarpo, carpiano y falanges), cinturas escapular y pélvica. Los huesos largos en general refieren a partes apendiculares que no pudieron identificarse como pertenecientes a ninguno de los dos miembros. Los indeterminados son restos óseos que por su tamaño y forma no se pudo distinguir a qué parte del esqueleto pertenecen. Para determinar la edad de los huesos tuvimos en cuenta el estado de fusión.

Realizamos la cuantificación zooarqueológica de los restos pertenecientes a Bos taurus adulto (NISP, MNI, MNE, MAU y MAU estandarizado) para entender la composición interna de los conjuntos óseos (Grayson 1979, 1984; Binford 1981; Klein y Cruz-Uribe 1984; Mengoni Goñalons 1988). Para calcular el MNE se optó por que cada uno de los elementos represente una unidad anatómica. Por último se obtuvo el MAU y su derivado el MAU estandarizado para determinar la abundancia de partes esqueletarias y la configuración interna del conjunto óseo en cada uno de los sitios (Binford 1978, 1981; Mengoni Goñalons 1988).

RESULTADOS

La identificación de las especies en ambos sitios arrojó los resultados mostrados en la Tabla 1.

En la fonda (BP1), de los 131 huesos pertenecientes a animales de porte grande sólo se pudo hace una identificación exacta de 20 elementos (19 de Bos taurus y 1 de Equus caballus). De los 111 huesos restantes el 70 % son costillas y el 30 % se distribuye principalmente entre huesos largos y vértebras. A diferencia del escaso material que se recuperó de la fonda, en el astillero (FAP1) se contabilizaron 387 huesos pertenecientes a animales de porte grande, una cantidad casi 3 veces mayor que en BP1. Podemos observar en la Tabla 1 que

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46 elementos se identificaron como Bos taurus, lo que arrojó un MNI de 4 (2 autopodios y 1 escápula pertenecen a vacunos juveniles). De los restantes 341 elementos de porte grande hay un 41 % que corresponde a costillas, un 18 % a vértebras y un 16 % a huesos largos. Hay una menor cantidad de mandíbulas, escápulas y huesos planos que suman el 10 % y también hay un 15 % de indeterminados.

Se calculó el MNE, MAU y MAU estandarizado para Bos taurus, cuyos resultados se reflejan en la Tabla 2.

En BP1 hay una buena representación del esqueleto axial, pero el esqueleto apendicular tiene mayores porcentajes de MAU estandarizado. De esta manera las vértebras tienen menor representación a pesar de que en el caso de las torácicas haya 5 elementos. Sin embargo su importancia es mayor aquí que en el astillero donde hay un MNE muy similar (4 elementos) que sin embargo representa el 12 % del MAU estandarizado contra el 25,33 % de la fonda. Por otro lado, es el húmero distal y el fémur proximal junto con las cinturas, las piezas que poseen el mayor MAU estandarizado. La mayor cantidad de elementos esqueletales del miembro anterior (focalizada en la articulación del húmero y la ulna) puede significar una mayor importancia. En cambio, sólo hay dos fragmentos de fémur proximal como únicos representante del miembro posterior.

En FAP1 el esqueleto axial está solamente representado por la mandíbula (que es la que mayor MNE estandarizado tiene entre los elementos axiales) y las vértebras. Al igual que en BP1 las torácicas son las que mayor MNE poseen. Es en el esqueleto apendicular donde la proporción del material reconocido cobra importancia. El húmero proximal y el fémur distal son los que tienen una mayor representación de frecuencia. Sin embargo, a pesar de que el húmero proximal marca el MAU 100 % de la muestra, es muy importante también la participación del miembro posterior, ya que a

pesar de tener porcentajes de MAU menores, hay presencia de fragmentos correspondientes a todo el fémur y toda la tibia.

Los NISP estandarizados de las especies identificadas reflejan una distinta representación de los mismos en cada uno de los sitios (Figuras 5 y 6). A pesar de la mayor presencia de Bos taurus en ambos sitios, en la fonda de la barraca también hay un importante aporte de ovinos y de aves. Además aquí se identificó mayor cantidad de material perteneciente a animales de porte mediano y de aves en general (ver Tabla 1). En el astillero se registró una absoluta predominancia de vacunos y una menor participación de otros tipos de taxones como Ovis aries y Gallus gallus. Esta menor representación de animales de porte mediano y de aves también la podemos observar en la Tabla 1.

En esta misma Tabla vemos la distribución de los elementos esqueletales de los animales de porte mediano. A pesar de que haya un NISP similar para ambos sitios (25 en BP1 y 22 en FAP1), en la fonda hay una mayor concentración de huesos pertenecientes al esqueleto apendicular (14 huesos largos) y en segundo lugar del esqueleto axial. En cambio, en el astillero los huesos identificados se distribuyen en forma más pareja entre el esqueleto axial y apendicular. En cuanto a las aves, en general se ve una mayor diferenciación numérica a favor de BP1. Por último, notamos una participación mucho menor de especies que no tienen una alta presencia osteológica. Es el caso del Equus caballus de BP1 y de Sus scrofa de FAP1, así como también de los peces, tanto los identificados como los peces en general.

DISCUSIÓN

La compra de cortes específicos (que generalmente carecen de hueso) en la fonda daría como resultado una baja tasa de depositación ósea. La necesidad de abaratar los costos implicaría la selección de los cortes

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Tabla 1. Identificación del material.

HuesoBP1 FAP1

Bos taurus Ovis aries Gallus gallus Bos taurus Ovis aries Gallus galluscráneo 1 - - - - -mandíbula - - - 1 1 -vértebra - - 1 - - -vértebra cervical - 1 - - - -vértebra torácica 5 - - 4 1 -vértebra lumbar 1 1 - - 1 -vértebra coccígea 2 - - 1 - -escápula 2 - - 7 - -húmero 3 1 2 8 - -radio - - - 1 1 -ulna 1 - - 2 - 1carpiano - - - 2 - -pelvis 2 2 - 4 1 -fémur 2 2 1 8 - 1tibia - 3 2 5 - 1autopodio - - - 2 - -calcáneo - 1 - - - -astrágalo - 1 - - - -metatarso - 1 - - - -metacarpo - - - - - 1metapodio - 2 - - - -falange - 1 - 1 - -

NISP 19 16 6 46 5 4MNI 2 3 2 4 1 2

NISPEquus caballus 1 -Sus scrofa - 1Hoplias malabaricus 1 -Pterodoras granulosus - 2NISP

Animales porte grande en generalmandíbula - 6costilla 77 139hueso largo 15 55hueso plano 2 15escápula - 12vértebra 15 63indeterminado 2 51

Total 111 341Animales de porte mediano en general

costilla 7 8hueso largo 14 8hueso plano 4 -esternón - 2vértebra lumbar - 1vértebra torácica - 2indeterminado - 1

Total 25 22Aves en general

hueso largo 7 2ulna 1 -

Total 8 2Peces en general

vértebra 2 4escama 4 1indeterminado 2 -

Total 8 5

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HuesoBP1- Bos taurus adulto FAP1- Bos taurus adulto

MNE (I) MAU (II) % (III) MNE (I) MAU (II) % (III)

cráneo 1 1 66,66 - - -

mandíbula - - - 1 1 40

vértebra torácica 5 0,38 25,33 4 0,3 12

vértebra lumbar 1 0,16 10,66 - - -

vértebra coccígea 2 1 66,66 1 0,5 20

escápula 2 1 66,66 3 1,5 60

escápula glenoide - - - 3 1,5 60

húmero proximal - - - 5 2,5 100

húmero distal 3 1,5 100 3 1,5 60

radio distal - - - 1 0,5 20

ulna proximal 1 0,5 33,33 2 1 40

carpiano - - - 2 1 40

pelvis - - - 4 2 80

pelvis illión 2 1 66,66 - - -

fémur proximal 2 1 66,66 1 0,5 20

fémur diáfisis - - - 3 1,5 60

fémur distal - - - 4 2 80

tibia proximal - - - 2 1 40

tibia diáfisis - - - 2 1 40

tibia distal - - - 1 0,5 20

falange - - - 1 0,125 5

Tabla 2: MNE, MAU y MAU estandarizado de Bos taurus adulto BP1 y FAP1.Referencias: (I): Número Mínimo de Elementos (MNE); (II): Número de Unidades anatómicas Mínimas (MAU); (III): MAU expresado porcentualmente, estandarizado con respecto al mayor MAU

Figura 6. Porcentajes de NISP estandarizado de FAP1 (N: 58).

Figura 5. Porcentajes de NISP estandarizado de BP1 (N: 43).

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más económicos (de segunda y tercera) como la zona del costillar, en el caso del esqueleto axial, o del miembro anterior, en el caso del apendicular. Además, al ofrecer un menú variado se esperará una alta variabilidad de las especies representadas. No sólo animales pertenecientes a la especie Bos taurus sino también especies menores como ovinos y aves. En el caso del astillero la compra de cortes menos específicos sería la unidad de adquisición más ajustada a este tipo de negocio, lo que tendrá otro tipo de expectativas arqueológicas. En este caso esperamos una mayor tasa de depositación de material óseo ya que los cortes no específicos abarcan grandes trozos del animal con su base ósea. Al haber mayor cantidad de cortes no específicos de los miembros apendiculares, creemos que habría una mejor representación de éstos, en especial del posterior, por tener esta parte del animal una mayor cantidad de tejido. Aquí la carne de vacuno por su mayor rinde y menor costo en relación a otras especies permitiría sustentar a mayor cantidad de personas con menor inversión. Por lo tanto ésta sería la predominante, con menor frecuencia de ovinos y aves. Éstas serían una opción pocas veces elegida por su bajo rinde.

La muestra de la fonda tiene una baja tasa de depositación ósea. Como vimos sólo se reconocieron 131 huesos de animales de porte grande, de los cuales 19 pertenecen a Bos taurus. Estos lugares se caracterizan por tener una gran variedad de comidas realizadas en base a la carne vacuna; por ejemplo puchero, asado, guisado de carne, carne de setas (Wilde 1960; Bucich 1962) por lo que esta baja representación ósea podría explicarse por lo planteado en este trabajo: la posible compra de cortes específicos, generalmente carentes de hueso. Esta práctica sería operativa a un tipo de negocio donde hay una necesidad de abaratar costos en una época donde todavía no existía la conservación en frío. La compra de cortes puntuales evita la pérdida ya que responde a una estructura de consumo

variable y diversificada. Variable porque el grupo de personas no se mantiene constante a través del tiempo y diversificada porque en la fonda se deben ofrecer distintas opciones para el consumo. La compra por cortes no específicos no sería aplicable aquí ya que si no hay una conservación apropiada de la carne y no se puede realizar su venta, gran parte de lo comprado se desperdicia. Además el mayor gasto hecho en los cortes no específicos significa una menor posibilidad de compra para otros insumos que se necesitan en este tipo de comercios. ¿Pero qué cortes serían comprados? Nosotros planteamos la preferencia por la carne de segunda y tercera categoría por ser los más baratos. En la muestra pudimos ver entre el material identificado como Bos taurus que hay una buena representación de las vértebras, con un porcentaje de representación mayor que en el astillero, y de los miembros apendiculares una mayor cantidad de huesos del esqueleto anterior antes que posterior (recordemos que el húmero distal indica el 100 % del MAU estandarizado). Entre el material perteneciente a animales de porte grande se encontró una abundancia de costillas en detrimento de otros huesos como por ejemplo huesos largos (Figura 7). Esta representación ósea indicaría una preferencia por los cortes de segunda y tercera categoría, por ser los más baratos y en el caso de las costillas también por ser los únicos cortes puntuales que sí poseen base ósea. Esto no significa que los cortes de primera categoría no serían ocasionalmente consumidos. Tanto la pelvis como el fémur (ambos con iguales porcentajes de MAU estandarizado) estarían indicando que partes del esqueleto apendicular serían también introducidos pero en menor cantidad en comparación con los elementos del esqueleto axial. Además en la Figura 5 y en la Tabla 1 pudimos observar la variedad de especies representadas como Ovis aries y Gallus gallus y de animales de porte mediano y de aves en general. De estos dos últimos se destaca la alta presencia de las partes apendiculares, que son las que mayor cantidad de carne poseen.

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La muestra de FAP1 es casi 3 veces mayor que la de la fonda. Esta importante presencia de huesos significaría una compra de cortes con base ósea definidos para este trabajo como no específicos. La compra de cortes más grandes permite abastecer a un personal que se mantiene constante en un contexto donde la variedad de comidas es menor. Pero a diferencia de la fonda, donde se habría elegido la carne de segunda y tercera categoría, en el astillero habría habido una preferencia por la carne de primera categoría, que a pesar de que es relativamente más cara, tiene un mayor rinde que las otras dos. En relación a esto vimos

que a pesar de que el húmero proximal tenga los valores más altos de representatividad, la mayor presencia de restos del miembro posterior indicaría que el peso de la compra se concentraría aquí (Figura 9). En cambio, el esqueleto axial se encuentra pobremente representado ya que, por ejemplo, a pesar de que en el astillero hay una concentración ósea más grande que en la fonda, el porcentaje de costillas de animales de porte grande es mucho menor, lo mismo sucede con las vértebras torácicas y coccígeas identificadas como Bos taurus. Además, la alta presencia de huesos largos de animales de porte grande en general (55 en total) fortalece la idea de la preferencia de cortes relacionados con el esqueleto apendicular por sobre el axial (Figura 8). En cuanto a las especies representadas pudimos ver que el predominio de la carne vacuna fue casi total. Esto también se refleja en los animales de porte grande en general. En cambio especies como Ovis aries, Gallus gallus e incluso Sus scrofa habrían sido pocas veces elegidos dado su menor rinde. Esta menor representación también la pudimos observar en los animales de porte mediano y aves en general. En cuanto a los peces, su baja presencia en ambos sitios puede deberse a procesos postdepositacionales ya que hay evidencias históricas que dan cuenta de su alto consumo debido a la cercanía al río y lo barato que era su venta (Wilde 1960; Silveira 2006).

Por lo tanto creemos que la unidad de adquisición en cada caso varió para animales de porte grande como Bos taurus. La compra de alimentos fue distinta en cada sitio influyendo en la representación de las partes esqueletarias y por lo tanto en el tipo de unidad de adquisición. Según lo expuesto más arriba, en la fonda habría primado la necesidad de abaratar costos para reducir los riesgos que trae aparejado este tipo de comercio. La falta de conservación de productos perecederos, la fluctuación de la gente concurrente y la necesidad de ofrecer un menú variado habrían sido las principales causas para que hubiese una compra de cortes

Figura 7. Costillas de Barraca Peña.

Figura 8. Diáfisis de huesos largos de Fundación Andreani.

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específicos, más baratos y variedad de especies. En el astillero, la menor variación diaria (gracias a que la cantidad de personas se mantenía más estable) habría permitido estimar la cantidad de alimentos diarios. La compra de distintas especies fue nula o pocas veces realizada. La carne vacuna fue la predominante dado su módico precio. Sin embargo, de esta especie se prefirieron los cortes de primera, a pesar de ser más cara, tiene más cantidad de tejido aprovechable.

CONCLUSIONES

En este trabajo nos enfocamos en la cadena alimenticia de la carne desde el comprador, pero no como consumidor final sino desde los espacios no hogareños de consumo funcionalmente opuestos: un lugar de ocio y otro de trabajo. Además partimos desde una conceptualización distinta de esta cadena, no simplificada sino más realista de su compleja estructura. Esta novedosa visión nos permitió caracterizar diversas formas de abasto propias de contextos urbanos, donde existe detrás una industria que procesa y distribuye distintos cortes ajustados a cada

tipo de comprador. Esto concuerda con las recientes investigaciones históricas (Barsky y Gelman 2001; Barsky y Djenderedjian 2003) que enfatizan la especialización y complejidad del proceso productivo ganadero.

A partir de lo propuesto por Huelsbeck (1991), el concepto de unidad de adquisición es necesario para poder entender el entramado ganadero. No sólo mataderos y saladeros fueron protagonistas. Los distintos rubros comerciales que se estaban desarrollando en la Buenos Aires del siglo XIX necesitaron diferentes provisiones de alimentos. Al comenzar en una fonda y un astillero nos estamos adentrando a esta variedad que se despliega en una unidad espacial cada vez más urbanizada. De esta manera, la importancia de la carne vacuna en la alimentación de los pobladores habría dado lugar al desarrollo de una incipiente industria de comercialización de la carne a nivel interno. En el caso de La Boca, si tenemos en cuenta que durante el siglo XIX pulperías y fondas fueron rubros dominantes, la aparición de pequeños intermediarios abastecedores habría sido un negocio altamente redituable dentro del comercio interno. FAP1 también pudo tener un abasto particular, ya que los astilleros

Figura 9. Huesos de FAP1. a) Epífisis de fémur. b) Epífisis de húmeros, excepto en la esquina inferior derecha de la imagen -diáfisis-.

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eran abundantes en la zona. Esto se habría desarrollado en un barrio donde mataderos y saladeros eran industrias muy importantes. Pero su cercanía no habría significado una compra directa o una cadena más simple, sino que la provisión, al menos en lugares masivos, sería más compleja que lo mencionado en la bibliografía hasta ahora (Montoya 1956; Giberti 1961; Silveira 2006).

Otro aspecto distinto que aporta esta investigación es la variedad de alimentos que consumían los trabajadores portuarios. El alto consumo de Ovis aries en BP1 nos revela que no fue sólo la carne vacuna un alimento demandado. En espacios laborales ésta habría sido preferida por su bajo costo y alto rendimiento; sin embargo la presencia de huesos identificados como Ovis aries nos indica que ocasionalmente otras especies eran consumidas.

Este trabajo fue sólo una primera aproximación al tema del abasto alimentario en la ciudad de Buenos Aires. Investigaciones más exhaustivas permitirán profundizar en esta cuestión para entender diversos aspectos relacionados a la alimentación. No sólo para desentrañar el pasado de nuestra ciudad, sino también para perfeccionar una metodología de estudio propia de contextos urbanos.

Recibido en Marzo de 2008Aceptado en Septiembre de 2008

NOTAS

1. Los materiales que analizamos aquí proceden de excavaciones dirigidas por el Dr. Marcelo Weissel durante 2001 (ver Weissel 2001a, 2001b y 2007).

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo resume mi Tesis de Licenciatura. Principalmente agradezco en forma especial a

mi codirector Marcelo Weissel por haberme dado la oportunidad de realizar la tesis con él, y a mi director José Luís Lanata por todas las ideas, sugerencias y correcciones que me permitieron llevar adelante esta investigación.

El procesamiento del material fue hecho en el Centro de Arqueología Urbana junto con la guía y el apoyo que me brindo en todo momento el Dr. Mario Silveira.

Mi reconocimiento a la Fundación Andreani por permitirme trabajar con su material y a la Fundación Félix Azara por brindarme su espacio de trabajo y todos los instrumentos necesarios para el desarrollo de mi trabajo.

A pesar de que muchos colaboraron con información y sugerencias, las ideas aquí discutidas son de mi entera responsabilidad.

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Karina Vanesa Chichkoyan - De provisiones y consumos urbanos: la comida en La Boca

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*Karina Vanesa Chichkoyan es Licenciada en Antropología con orientación arqueológica de la FFyL, UBA desde Septiembre de 2007. Este trabajo sintetiza algunas secciones de su tesis de licenciatura. Continúa investigando la arqueofauna de contextos arqueológicos urbanos y actualmente está realizando el Master de Cuaternario y Prehistoria en Europa, financiado por la beca Erasmus Mundus. Dirección de contacto: [email protected]

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* CONICET - Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano - [email protected]** CONICET - Instituto Ravignani, PROHAL, UBA - [email protected]

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¿CIRCULACIÓN DE SÍMBOLOS? CALABAZAS PIROGRABADAS EN EL TARDÍO

Florencia Ávila*Verónica Puente**

“Lo que perturba y alarma al hombre no son las cosas, sino sus opiniones y figuraciones sobre las cosas”

Epicteto (filósofo griego 50 AC)

RESUMEN

La circulación iconográfica durante el período Tardío en el área circumpuneña ha sido tratada bajo distintos modelos. Los mismos se esforzaron en explicar estas formas de comunicación a través de símbolos visuales como parte del establecimiento de distintas rutas de tráfico e interacción. Siguiendo esta problemática, presentaremos el análisis iconográfico de la representación antropomorfa plasmada sobre un fragmento de calabaza pirograbada recuperada en el yacimiento arqueológico Los Viscos, un alero situado en el Valle del Bolsón (Belén, Catamarca). Este se complementó con una comparación de patrones de representación de la figura humana en arte mobiliar, en diferentes contextos arqueológicos, posiblemente conectados por redes de intercambio.

Mediante este estudio podemos pensar qué rol tendría Los Viscos dentro de una escala regional de interacción, aportando también datos al debate sobre el tráfico caravanero para el momento de Desarrollos Regionales.

Palabras clave: Circulación - Arte mobiliar - Representaciones humanas - Desarrollos Regionales- Caravaneo

ABSTRACT

Iconographic circulation during the Late Prehispanic period in the Circumpuna Area has been discussed under different models. These have attempted to explain this form of communication through visual symbols as part of the development of various traffic and interaction routes. Following up on this subject, we analyze the iconography present on a pyroengraved gourd found in the archaeological site of Los Viscos, a rockshelter located in the Bolsón Valley (Belén, Catamarca). In addition to this analysis, we compare patterns of representation of the human image on artifacts from various archaeological contexts, probably related by exchange networks. Building on this information, we discuss the role of Los Viscos at the regional interaction scale and contribute new data to the debate on the significance of caravan trade during the Regional Developments period.

Key words: Circulation - Mobiliar Art - Human representations - Regional Developments - Caravans

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INTRODUCCIÓN

Tomando como marco conceptual modelos de movilidad de poblaciones y de tráfico e interacción económica, como los propuestos por Núñez y Dillehay (1995 [1979]), Nielsen (2006) y Berenguer (2004), entre otros, abordaremos la circulación iconográfica en el período Tardío (1000 -1430 DC) como forma de comunicación a través de símbolos visuales. Como lo proponen los autores anteriormente citados, en este momento particular de la historia hay una intensa circulación en el ámbito circumpuneño en el que las caravanas están jugando un rol destacado, aunque, simultáneamente, siguen operando otros modos de articulación de personas-bienes-ideas traduciéndose como un complejo sistema de interacción. Nuestro interés en particular es realizar un aporte a dicha temática, generando interrogantes que podrán ser evaluados en futuros trabajos y desde diversas vías de análisis.

Este artículo se enmarca dentro de un proyecto más amplio. El mismo trata sobre la arqueología de los Valles Altos1, proponiéndose como objetivo general la “…identificación de procesos de complej ización social relacionados con estrategias de intensificación en la producción agrícola - ganadera y prácticas caravaneras en una escala de larga duración (350 AC - 1.800 DC)” (Korstanje 2001:1).

Particularmente, aquí nos referiremos al estudio iconográfico de un fragmento de calabaza pirograbada recuperado en el yacimiento arqueológico Los Viscos, un alero situado en el Valle del Bolsón (Belén, Catamarca). Este valle es considerado un área de interacción, dado que se ubica entre dos zonas ecológicamente diferenciadas: borde de puna y zona de valles y bolsones (Korstanje y Aschero 1996; Korstanje 1998).

A partir de esto, buscamos dar un aporte al rol que tuvo el sitio dentro de la dinámica del valle. Cronológicamente, delimitaremos

este análisis al período Tardío (1000 -1430 DC) o de Desarrollos Regionales, momento en el que se ha planteado, por diversos autores, una marcada estandarización en los patrones de representación simbólica y una tendencia regional hacia temas compartidos (Núñez y Dillehay 1995 [1979]; Aschero 1996, 2000; Tarragó 2000; entre otros).

El estudio se llevó a cabo a partir de una comparación de patrones de representación de la figura humana en arte mobiliar entre diferentes áreas, actualmente pertenecientes al noroeste argentino y al norte chileno.

PLANTEO DEL PROBLEMA

Para abordar la circulación simbólica, los referentes del registro arqueológico que consideraremos son los sistemas de representación y sus contextos de uso, tomados como fuente de información del desarrollo de prácticas sociales. Los sistemas de representación pueden ser tratados como vías de formación y estructuración de las relaciones sociales existentes al interior de una población y entre poblaciones (Shanks y Tilley 1987). En este sentido, las representaciones estudiadas no son sólo motivos iconográficos particulares sino que remiten a temas compartidos que circularon a larga distancia.

Se ha planteado que desde hace 10.000 años, en los Andes Centro-Sud se desarrollaron redes de intercambio de información, de bienes y de recursos (Núñez y Dillehay 1995 [1979]). Estas redes fueron explicadas por Núñez y Dillehay dentro de un modelo económico y demográfico -el cual será utilizado como marco para nuestra discusión- planteando la existencia de un patrón de movilidad giratoria. Hacia el año 1000 de la era las sociedades circumpuneñas sufrieron modificaciones importantes en su estar político, económico y social. Mediando el siglo XIII se produjeron cambios que se ven manifestados de manera notoria en la cultura

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material. Por enumerar solamente algunas de las variables, se observan cambios en los patrones de asentamiento (sitios más grandes y más densamente construidos en lugares altos, de difícil acceso y alta visibilidad) con una tendencia a la aglomeración de la población; se produjo una intensificación en la producción, con la incorporación de agricultura hidráulica, para contrarrestar la organización disfuncional; hubieron cambios estilísticos, por ejemplo, en la alfarería y en la arquitectura; la interacción se intensificó pero a su vez se restringió a circuitos específicos, regionalizándose. Todo esto teñido de claras evidencias de conflicto, no sólo manifiestas (evidencia osteológica), sino también tácitas, producidas tanto en el diseño del espacio (aglomeración, intervisibilidad, arquitectura defensiva) como en la elaboración de objetos (producción de “armas”, representaciones plásticas de “guerreros”) (Núñez 1985; Berenguer 1994; Tarragó 2000; Nielsen 2001).

De este modo, la interacción se intensificó en circuitos específicos, lo que generó relaciones activas, dinámicas y de negociación entre estas regiones que seguramente estuvieron en constante cambio. Este tipo de intercambio, según Núñez y Dillehay (1995 [1979]), estuvo caracterizado por ferias móviles a través de aldeas ejes y no hacia un eje mayor único y convergente, lo cual habría permitido la proliferación de aldeas y ferias rotantes, todo esto articulado por movimientos de caravanas.

En particular para el caso de “…las comunidades de los oasis de la Puna de Atacama, Valles del noroeste argentino, y del Altiplano Meridional, las caravanas se entrecruzan en traslados de más corta distancia” (Núñez y Dillehay 1995 [1979]:110). Con respecto a las representaciones iconográficas, se plantea un cambio hacia temas compartidos y una estandarización de lo representado (Aschero 2000). Esto es lo que Núñez y Dillehay (1995 [1979]) tomaron como una menor

variación o pobreza del repertorio iconográfico, consecuencia de “traslados de corta distancia” y de un mayor control sociopolítico. Pero hay que tener en cuenta que, mientras que las distancias que se recorren para intercambios de distintas tecnofacturas podrían acortarse, ciertas figuras icónicas presentan considerables semejanzas a largas distancias (Aschero 2000). Tal es el caso de las representaciones de figuras humanas con uncus y/o petos o como escutiformes y tocados en forma de tumi simple invertido, vistos en la cerámica santamariana, en discos de metal, en arte rupestre y en calabazas pirograbadas, entre otros (Podestá 1986-1987; González 1992; Tarragó et al. 1997).

Para el período que estamos estudiando “...estas representaciones operan sobre la información que circula en el marco de las múltiples interacciones sociales que el tráfico de caravanas habría propiciado” (Aschero 2000:17). Por lo tanto, no son meros productos del azar sino que son parte de la construcción y reproducción de temas que están circulando y que están participando en una interacción comunicativa más allá de regiones específicas.

Para referirnos al rol específico que tienen los símbolos en estos momentos de dinámica de cambio, tenemos que tomar en cuenta que las prácticas sociales están envueltas en formas lingüísticas, en imágenes, en símbolos, de tal forma que se mediatiza el mundo a través de ellos (Tilley 1999). El hombre mediatiza su mundo, un mundo de conflicto, de relaciones de poder, de intercambio y lo hace, muchas veces, a través de metáforas visuales (Gell 1998; Alberti 2001).

En nuestro caso analizaremos un motivo recurrente (la representación humana) que se engloba en distintos temas -ya sea caravaneo, tráfico, diferenciación de status, diferenciación de poder-, apareciendo en diversos soportes, así como en sitios ubicados en distancias considerables. Si lo que se ha planteado es el acortamiento de las distancias de

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interacción económica y social hacia aldeas ejes (Núñez y Dillehay 1995 [1979]), entonces, cabe preguntarnos, ¿se acortaron las redes de circulación de toda la información?, ¿la centralización de poder significó autonomía y aislamiento de las diferentes entidades poblacionales o persisten códigos comunes que traspasan fronteras? En este sentido, este trabajo se plantea como un aporte que puede contribuir a esta discusión.

ÁREA DE ESTUDIO

El Valle del Bolsón está ubicado en el Departamento de Belén, Provincia de Catamarca (República Argentina), entre los 26º 52’ y los 27º 10’ de latitud sur y entre los 66º 30’ y los 66º 55’ de longitud oeste. Es uno de los Valles Altos de la región septentrional de las Sierras Pampeanas (2.900 msnm) que, presentando una orientación norte-sur, ha sido caracterizado como borde de puna, limitando con el comienzo de ésta -Laguna Blanca 3.400 msnm- y la zona típica de valles y bolsones -Valle de Hualfín, 1.500 msnm- (Korstanje y Aschero 1996). Ambos son sectores de producción de recursos potencialmente diferenciados. Por tal característica, esta región ha sido planteada como una zona de tránsito, enlace y/o intercambio entre los recursos vallísticos y puneños (Korstanje y Aschero 1996; Korstanje 1998). A su vez, esta idea se ve reforzada por el hecho que el valle se encuentra entre zonas de importancia arqueológica, Antofagasta de la Sierra/ Laguna Blanca, Valle de Hualfín y Valle de Santa María (Figura 1).

Por estos dos motivos, podemos analizar al Valle del Bolsón como un área intermedia, un área de articulación social, espacial y ambiental, la cual nos brindaría un campo propicio para el estudio de rutas de circulación e intercambio tanto de objetos como de ideas.

Las investigaciones arqueológicas realizadas hasta el momento en esta área han detectado

sitios a cielo abierto y abrigos rocosos que presentan evidencias de ocupación humana (Quiroga 2002, 2003; Korstanje 2005; Quiroga y Korstanje 2005). El sitio Los Viscos es un alero de grandes dimensiones (380 m2) con construcciones cuadrangulares de piedra en superficie, ubicado en una quebrada de difícil acceso (Korstanje y Würschmidt 1999; Korstanje 2005). Entre los materiales recuperados hay muros entramados de cortadera y cardón, emplumaduras, puntas de proyectil confeccionadas en hueso, calabazas pirograbadas y embreadas, cerámica, abundantes cordeles de fibra animal y vegetal (Korstanje y Würschmidt 1999).

Hasta el momento sólo se ha excavado, aproximadamente, el 4 % de la superficie total del alero. Se han realizado seis dataciones radiocarbónicas sobre distintos materiales (cortadera, carbón, maíz, hueso de camélido), las cuales estarían indicando un amplio período de ocupación, aproximadamente entre 350 AC y 1360 DC (Korstanje 2005). Los fragmentos de calabaza fueron recuperados en un sector del sitio que se encuentra perturbado, directamente vinculado a un pozo

Figura 1. Ubicación de los sitios mencionados en el texto.

OCÉA

NOPA

CÍFIC

O

CHILE

ARGENTINA

BOLIVIA

SAN PEDRO deATACAMA

CALAMA

ANTOFAGASTAde la SIERRA

SALTA

JUJUY

CATAMARCA

TUCUMÁN

Chiuchiu TuriLasana

Pica

SantaMaría

BELÉN

N

Hualfín

EL BOLSÓNLos Viscos

22º

70º 66º

26º

Santa Bárbara

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de huaqueo. Dada su ubicación no presentan una asociación contextual directa con los materiales sobre los cuales se realizaron los fechados radiocarbónicos. Sin embargo, en base a las características iconográficas que presenta el diseño, es posible adscribirlos temporalmente a momentos prehispánicos tardíos, según las referencias de trabajos realizados por diversos autores (Berenguer et al. 1985; Podestá 1986-1987; Berenguer 1995, 2004; Aschero 1999, 2000; Tarragó 2000).

A partir de los análisis realizados hasta el momento, se ha planteado que el sitio podría haber funcionado como un refugio temporal vinculado a actividades de tránsito y movilidad interregional (Korstanje y Würschmidt 1999; Quiroga 2005).

LA EVIDENCIA

La muestra recuperada se compone de cuatro fragmentos de 4 mm de espesor (Tabla 1). Dado el pequeño tamaño de los mismos, no es posible determinar si fueron parte de la misma calabaza ni tampoco inferir la forma que pudo o pudieron haber tenido, ya sea esferiforme, botelliforme o de media calabaza (Hernández Llosas 1983).

Para realizar el análisis de los fragmentos de calabaza tendremos en cuenta los motivos iconográficos plasmados sobre los mismos. Probablemente la técnica con la que han sido confeccionadas dichas representaciones es el pirograbado con instrumento de metal de punta fina, con el que se han hecho incisiones delgadas y poco profundas, quemando la superficie del fruto y produciendo líneas de distinto grosor2.

Como puede observarse en la Figura 2, sólo es posible reconocer las representaciones plásticas plasmadas en dos de los fragmentos recuperados: antropomorfa en 6(1)71 y ofídica en 6(1)59. Sin embargo, considerando que la figura de la serpiente ha sido representada de diversos modos a lo largo del espacio y del tiempo -tanto en el noroeste argentino como en el norte chileno-, y teniendo en cuenta el tamaño del fragmento que posee esa representación, no es posible utilizarlo como elemento diagnóstico para introducirlo en el estudio. Por este motivo nuestro trabajo se acotará al análisis iconográfico del fragmento 6(1)71.

En el fragmento mencionado, se aprecia la representación de una figura antropomorfa con un rostro de configuración triangular, que posee un tocado en forma de tumi invertido dentro del cual hay tres penachos de características similares. El fragmento insinúa al sujeto vestido con uncu. Considerando el tamaño de cada atributo de la representación, se destaca la preponderancia del tocado en relación al rostro.

ÁREA DE COMPARACIÓN

A partir de una búsqueda bibliográfica exhaustiva sobre el total del material publicado hasta este momento, se observó que la representación plasmada en el fragmento de calabaza aquí relevado presenta una similitud iconográfica con otras manifestaciones plásticas del norte de Chile, asignable temporalmente al período Intermedio Tardío (900 -1470 DC). En esta área, específicamente en las localidades de Chiuchiu, Catarpe, Turi, Lasana y Santa Bárbara,

Tabla 1. Descripción de los fragmentos de calabaza.

Código Capa Cuadrícula Sector Espesor Alto Ancho Observaciones

6(1) 500 4 R9 A 4 mm 20 mm 18 mm Erosionada. No se observa representación iconográfica

6(1) 451 3 R9 A 4 mm 20 mm 32 mm Con representacion. No determinada

6(1) 59 3 R9 C 4 mm 30 mm 38 mm Con representación. Cabeza de serpiente

6(1) 71 4 Q9 C 4 mm 53 mm 67 mm Con representación. Antropomorfo

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se han hallado representaciones idénticas a las aquí estudiadas, lo que podría estar indicando una circulación temática.

En Chiuchiu, Lasana, Catarpe y Turi se han hallado ejemplares de calabazas pirograbadas que responden a los mismos patrones iconográficos que los aquí presentados (Ryden 1944; Duran Serrano 1976). En las calabazas de Chiuchiu ilustradas por Ryden (1944:Figura 80R) hay un ejemplar con tres personajes con grandes tocados cefálicos vistiendo uncus con grabados de serpientes, tumis enastados y signos escalonados (Figura 3a).

También es de importancia mencionar que calabazas con representaciones similares fueron encontradas por Ambrosetti en las tumbas de Pucarillas en Salta (Argentina), en una expedición hecha entre 1896 y 1897. Una de las mismas tiene una representación de 11 personajes ataviados con diademas de plumas en la cabeza y en el pecho cruces con aspas en escalones y serpientes de dos cabezas (Ambrosetti 1902:Figura 53) (Figura 3b).

Además de estar presentes en un mismo tipo de objeto, estos motivos se repiten a lo largo de diferentes soportes plásticos. Tal es el caso de las representaciones rupestres de Santa Bárbara, una pequeña localidad de la subregión del Alto Loa, situado a unos 90 km al noreste de Calama (II Región de Chile). Esta

se localiza en una posición geográficamente intermedia respecto de los principales sistemas de asentamiento, a 200 km de Pica, a 37 km de Lasana, a 47 km de Chiuchiu y a 55 km de Turi (Berenguer 1995). Este distrito arqueológico tiene 15 km de largo y está situado entre 2.700 y 3.000 msnm, en el límite entre el desierto absoluto y el marginal de altura (entre 21º 50’ y 21º 59’ sur; 68º 35’ y 68º 38’ oeste). Además de estas características, Santa Bárbara se encuentra en medio de rutas naturales que se conectan con los diferentes asentamientos arqueológicos anteriormente citados, en un radio de entre 200 y 250 km2 (Berenguer 1995). En relación con las representaciones iconográficas halladas en esta última zona, encontramos una recurrencia con algunas unidades icónicas que aparecen en la calabaza aquí analizada. Por ejemplo, Berenguer y coautores (1985; Berenguer 1994) han analizado en el sitio SBa-144 el panel 144-UR-VIII, con representaciones de personajes con cascos, penachos, camisas y petos, además de representaciones de camélidos unidos por sogas (Figura 4). Tales figuras se encuentran repetidas en muchos paneles de esta localidad (SBa-103, 119, 110, 141), incluyendo además representaciones de hachas, tumis, cruces de lados iguales, sacrificadores, llameros y llamas cargadas, categorizadas por el autor como el Grupo Estilístico E, vinculado a ocupaciones datadas entre el 1300 - 1470 DC (Berenguer 1995).

Figura 2. Fragmentos de calabaza pirograbada recuperados en el sitio Los Viscos.

6(1)71

6(1)59

6(1)451

6(1)500

4 cm

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Pero estas figuras no sólo se han representado pictóricamente, por ejemplo, los tocados emplumados de los personajes asociados a los paneles y a las calabazas mencionadas, son asimilables a los cascos encontrados en Pica 8 (Berenguer et al. 1985; Berenguer 1995). Asimismo, camisas y petos de cuero fueron recuperados en los cementerios de Quillagua, Calama, Chiuchiu y Lasana (Ryden 1944; Berenguer et al. 1985; Berenguer 1995). De igual forma, los motivos tumiformes dibujados en el interior de los tocados parecen representar elementos de madera aplicados en la parte anterior de algunos cascos (Berenguer 1995). Todos estos objetos se encuentran asociados a ocupaciones vinculadas temporalmente a momentos tardíos (Berenguer et al. 1985; Berenguer 1995).

DISCUSIÓN Y CONSIDERACIONES FINALES

A partir del análisis iconográfico realizado, podemos observar que la misma representación en un mismo soporte aparece en sitios ubicados a 600 km lineales de distancia, desde Los Viscos (Catamarca, Argentina) hasta el Río Loa (Chile). En un momento en el que se asume grandes cambios socioeconómicos dirigidos hacia la concentración de poblaciones y la

Figura 4. Figuras humanas en otros soportes: Figuras humanas y llamas cargadas. Grabados rupestres de Santa Bárbara, Chile. Panel 144-UR-VIII (Redibujado a partir de Berenguer et al. 1985:98).

Figura 3. Representaciones humanas plasmadas en calabazas pirograbadas. a) Sitio Chiuchui, Chile (Ryden 1944:Figura 80R-S). b) Sitio Pucarillas, Salta, Argentina (Ambrosetti 1902:Figura 53).

“autosuficiencia” de las mismas, vemos que hay códigos comunes de comunicación que se manifiestan en distancias considerables. Consideramos que la simil itud de las representaciones analizadas, lejos de manifestar un repertorio iconográfico pobre, producto, entre otras cosas, de una disminución de las distancias recorridas por las caravanas (Núñez y Dillehay 1995[1979]), habría requerido de, por lo menos, algunas interacciones entre puntos alejados. A partir de esto nos preguntamos, ¿se acortaron las rutas de comunicación? ¿O las distancias de interacción varían de acuerdo al indicador arqueológico que se considere en cada caso?

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La cultura material circula y ha circulado por diferentes causas y razones, el intercambio de la misma no es únicamente producto de meras dificultades de subsistencia y tampoco es un simple mecanismo de regulación homeostática sino que es también una forma de construir y reproducir relaciones sociales. Por lo tanto, “…la cultura material es tanto el producto como el medio de la acción social” (Lazzari 1999:371). Las redes en las que los objetos circulan son flexibles, dinámicas, cambian constantemente y están sujetas a demandas particulares sin estar condicionadas por modelos universales que dictaminen su movimiento (Lazzari 1999). Es decir, para cada indicador debemos detenernos a pensar de qué manera circuló y bajo qué objetivos lo hizo.

Es así que la similitud de las representaciones estudiadas estarían indicando que, por lo menos, las distancias que recorren ciertas manifestaciones visuales no se acortaron (Aschero 2000). Las mismas podrían estar señalando distintas estrategias comunicativas entrelazadas en prácticas sociales particulares: “...los significados subjetivos internos que los arqueólogos pueden inferir, (…) no son pensamientos conscientes de los individuos. Por el contrario, son conceptos públicos y sociales, reproducidos en la práctica de la vida cotidiana” (Hodder 1988:139). Estos motivos plásticos podrían estar remitiendo a temas generales que relacionan a poblaciones con prácticas particulares. El mayor tamaño del tocado en relación al rostro ha sido relacionado, entre otras cosas, con perspectivas jerárqui-cas de poder o status de jefe que se habrían enfatizado en este período. Estos repertorios de diseño se reducen a temas comunes del área circumpuneña, expresado en imágenes visuales que se replican a través de un fluido intercambio de información a distancia (Aschero 2000).

En particular para el área en que estamos trabajando, el Valle del Bolsón, este intercam-bio de información puede estar apoyado en el emplazamiento del mismo, un área ubicada

entre zonas de producción potencialmente diferenciadas y que habría funcionado como una región de tránsito, enlace y/o intercambio. Siendo la evidencia iconográfica analizada y su recurrencia en áreas alejadas un factor más que puede ayudar a discutir esa afirmación. A su vez, a modo de hipótesis planteamos que esto podría estar indicando una cierta relación del alero Los Viscos con el tráfico de caravanas. Igualmente, es importante tener en cuenta que para entender el lugar que habría ocupado el sitio dentro del valle y en relación con vías de circulación, tránsito y comunicación, esta información debe ser relacionada con otras líneas de evidencia.

Recibido en Marzo de 2007Aceptado en Septiembre de 2008

NOTAS

1. “Valle Alto” corresponde a una sectorización establecida por Aschero y Korstanje (1996) para definir variaciones altitudinales que plantean espacios de productividad potencialmente diferentes. El Valle del Bolsón fue clasificado dentro del área II (valles altos y faldeos, entre 2.300 y 2.900 msnm) y presenta condiciones para la producción de tubérculos microtérmicos y el pastoreo de llamas.

2. Como antecedentes de trabajos sobre este tipo de material, el análisis de M. Isabel Hernández Llosas es un exponente relevante sobre la problemática que atañe a este tipo de evidencia (1983). Nuestro interés principal está dado sobre la circulación iconográfica de determinadas representaciones las cuales no aparecen en las calabazas pirograbadas trabajadas por la mencionada autora, por tal razón no las consideraremos en nuestra comparación.

AGRADECIMIENTOS

Una versión preliminar de este trabajo fue presentado años atrás en el XV Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Es por eso

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que queremos enfatizar nuestro agradecimiento al comité editorial de la Zaranda de Ideas, así como a sus evaluadores, por la posibilidad de poder publicarlo.

Nuestro agradecimiento por su proceso se dirige a la Dra. Laura Quiroga, Marcela Orlando Amoedo y Matilde García del Corro. Sin más, somos las únicas responsables de lo que aquí se ha expuesto.

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*Florencia Ávila es Lic. en Ciencias Antropológicas (FFyL, UBA) desde Marzo de 2006. Actualmente es becaria doctoral de CONICET, desarrollando estudios sobre iconografía en cerámica del norte de Argentina y sur de Bolivia. Dirección de contacto: florenciaavila @gmail.com**Verónica Puente es Lic. en Ciencias Antropológicas (FFyL, UBA) desde Mayo de 2005. Actualmente es becaria doctoral de CONICET, estudiando la tecnología alfarera de sitios arqueológicos del Valle de Bolsón (Depto. de Belén, Catamarca). Dirección de contacto: [email protected]

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* CONICET/ Universidad de Buenos Aires (UBA) - [email protected]** Becaria CONICET/ Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL) - [email protected]*** Becario CONICET/ INAPL - [email protected]**** UBA/ SEGEMAR - [email protected]***** Becaria Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica/ INAPL - [email protected]****** Becaria CONICET/ INAPL - [email protected]******* UBA - [email protected]

Olivera, Daniel E., Alejandra M. Elías, Pedro Salminci, Pablo Tchilinguirian, Lorena G. Grana, Jennifer Grant, Paula Miranda. 2008. Nuevas evidencias del proceso sociocultural en Antofagasta de la Sierra. Informe de campaña año 2007. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 4: 119-140. Buenos Aires.

NUEVAS EVIDENCIAS DEL PROCESO SOCIOCULTURAL EN ANTOFAGASTA DE LA SIERRA. INFORME DE CAMPAÑA AÑO 2007

Daniel E. Olivera*Alejandra M. Elías**

Pedro Salminci***Pablo Tchilinguirian****Lorena G. Grana*****Jennifer Grant******

Paula Miranda*******

RESUMEN

Se presenta la información obtenida a partir de los últimos trabajos de campo desarrollados en la microrregión de Antofagasta de la Sierra en el marco de las investigaciones previas y en vigencia enfocadas en la dinámica social de los grupos agro-pastoriles prehispánicos que habitaron la región desde ca. 3000 años AP hasta la conquista hispana (ca. 450 años AP). Se describen localidades arqueológicas recientemente identificadas y nuevos datos sobre sitios ya conocidos. Discutimos preliminarmente los datos en relación a los modelos económicos, sociales y políticos planteados hasta el momento.

Palabras clave: Puna Argentina - Formativo - Tardío-Inka - proceso de complejización

ABSTRACT

We publish the information obtained from recent field work developed in Antofagasta de la Sierra, in the context of previous and present research focused on the social dynamics of the agro-pastoral groups who inhabited the region since ca. 3000 years BP to the Spanish conquest (ca. 450 years BP). We describe recently identified archaeological localities and new data about previously known sites. We discuss preliminarily this information in relation to the proposed economic, social and political models.

Key words: Argentine Puna - Formative Period - Late-Inka Period - complexity process

Informes

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INTRODUCCION

Generalmente los arqueólogos no incluimos dentro de las publicaciones en revistas científicas los detalles de las actividades realizadas durante los trabajos de campo, relegando los datos de primera mano a informes entregados a distintas instituciones muchas veces difíciles de obtener por parte de otros colegas. Sin embargo, consideramos que la publicación de estas tareas contribuye al seguimiento del proceso de investigación y producción de conocimiento y facilitan el uso de datos por parte de otros equipos de investigación. Por otro lado, en las discusiones en el campo, así como en las libretas en las cuales tomamos nota de todo lo realizado, surgen ideas e hipótesis que muchas veces se transforman en guías de la investigación futura.

Por estas razones, en este artículo presentamos y discutimos preliminarmente la información obtenida a partir de los trabajos de campo realizados durante los meses de marzo y abril de 2007 en distintas localidades arqueológicas de la microrregión de Antofagasta de la Sierra (Provincia de Catamarca, Puna Meridional Argentina). Se relevaron evidencias materiales de distintos períodos del desarrollo sociocultural de la microrregión, desde el Arcaico hasta momentos históricos. Sin embargo, en esta oportunidad haremos hincapié sobre los hallazgos correspondientes al período Formativo en general (ca. 3000-1200 años AP), y al Tardío y Tardío-Inka (desde ca. 1200 años AP) en particular.

Los trabajos arqueológicos se realizaron con diferentes grados de intensidad en: La Alumbrera (LA), Arroyo Seco (AS), Volcán La Alumbrera (Vc LA), Campo Cortaderas (CCT) y La Virgencita de Cortaderas (LV), Corral Grande 1 (CG1) y Punta Calalaste (PC) (Figura 1).

Asimismo, en estas y otras localidades se realizaron tareas de reconocimiento y muestreo de fuentes de materias primas líticas y recolecciones de muestras paleoambientales.

En primer lugar, presentaremos brevemente los antecedentes con respecto a las características generales de la microrregión y los modelos e ideas propuestos respecto al proceso de desarrollo sociocultural en la misma. Haremos especial énfasis en hipótesis y propuestas desarrolladas para momentos temporales posteriores a ca. 3000 años AP, focalizándonos en aquellos propuestos para ca. 1200 años AP en adelante (Olivera y Vigliani 2000/2002; Olivera et al. 2003/2005; entre otros). En segundo lugar, se describen las localidades visitadas, las actividades realizadas en las mismas y la información generada en la campaña referida. Para concluir, discutiremos cómo esta nueva información preliminar refuerza o modifica, en primera instancia, ideas previas, proponiendo alternativas futuras de investigación.

ANTECEDENTES DE INVESTIGACIóN

La microrregión de Antofagasta de la Sierra se encuentra ubicada en el extremo noroeste de la provincia de Catamarca (Figura 1). Corresponde al sector meridional de la denominada Puna Argentina, que abarca el sector sudoccidental de la provincia de Jujuy y las porciones de Puna de las provincias de Salta y Catamarca (Albeck 2001). Forma parte de lo que se conoce como Puna Salada, la cual se caracteriza por presentar condiciones agudas de aridez e inestabilidad ambiental (Nuñez y Santoro 1988), siendo el sector meridional de la Puna argentina uno de los más representativos en este sentido (Olivera y Elkin 1994).

La cuenca del Río Punilla constituye la red hidrográfica más importante de la zona. Este río es alimentado por varios manantiales que se ubican en la base de los Cerros Mojones, sobre su margen derecha, y del Cerro Galán, sobre su margen izquierda. Entre estos tributarios se encuentran los ríos Ilanco, Las Pitas, Miriguaca, Mojones, Los Colorados, Toconquis y el arroyo de Curuto (Olivera et al. 2004).

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Como en toda la Puna, la distribución de los recursos no es homogénea, diferenciándose zonas de alta concentración de nutrientes frente a otras con baja o nula (Yacobaccio 1994). En la microrregión de interés se distinguieron tres sectores con oferta diferencial de recursos faunísticos, vegetales y minerales: a) fondo de cuenca (3400-3500 msnm), b) sectores intermedios (3550-3900 msnm) y c) quebradas de altura (3900-4600 msnm) (Olivera y Podestá 1993). La forma e intensidad de aprovechamiento de estos sectores por parte de las poblaciones humanas fue cambiando a lo largo del tiempo en la medida que estas experimentaban cambios en su medioambiente, subsistencia, población, organización social y política (Olivera y Vigliani 2000/2002; Olivera et al. 2003/2005; Olivera 2006).

En esta microrregión existen evidencias de grupos humanos tempranos entre ca. 10000-3500 años AP, que apoyados principalmente en la caza de camélidos sudamericanos desarrollaron diversas estrategias de manejo del ambiente. Los mismos participaron a lo

largo del Holoceno de procesos de cambio a diferentes escalas (tecnología, movilidad y asentamiento, organización social) que pudieron haber involucrado la domesticación y el tránsito al pastoreo (Aschero et al. 1991; Elkin 1996; Martínez 2003; Hocsman 2006; entre otros)

Desde ca. 3000 años AP parecen haberse consolidado grupos de pastores con agricultura y caza, con mayor grado de sedentarismo (Olivera 1991, 1998). Se ha formulado para estos momentos un modelo sincrónico funcional denominado de sedentarismo dinámico (Olivera 1988, 1992), según el cual los grupos poseían asentamientos base en los fondos de cuenca en los que parte de sus integrantes permanecían todo el año, y por otro lado, asentamientos temporarios en otros sectores de la cuenca relacionados con el pastoreo y/o la caza.

Desde el comienzo de la era cristiana, parecen haberse incrementado las influencias de los grupos provenientes de los valles de Hualfín y Abaucán (Catamarca) (Olivera y

Figura 1. Microrregión de Antofagasta de la Sierra. Referencias: 1. LA; 2. AS; 3. Vc. LA; 4. Coyparcito; 5. BCI; 6. BCII; 7. Quebrada de Petra; 8. CCT; 9. LV; 10. CG1; 11. PC.

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Podestá 1993). Esto habría estado acompañado por una mayor incidencia de la producción agrícola e incremento demográfico, lo que habría llevado a optimizar el uso de los espacios en la cuenca relacionados a las prácticas productivas, especialmente a la agricultura, provocando ocupaciones más permanentes en los sectores intermedios (Olivera y Vigliani 2000/2002).

A partir de ca. 1200-1000 años AP se habría agudizado esta tendencia hacia el incremento de la producción agrícola, originándose un cambio en la localización del espacio habitacional en el fondo de cuenca, con el abandono de la aldea de Casa Chávez Montículos, en el sector aledaño al río, y el desplazamiento hacia las bases de los Cerros del Coypar (Bajo del Coypar II -BCII-). Desde esta ubicación habría sido posible el uso de terrenos más provechosos para el cultivo intensivo y extensivo, por medio de melgas y parcelas delimitadas por bordos de sedimento y acequias excavadas en el suelo, en la terraza media aluvial del Río Punilla (Bajo del Coypar I -BCI-, Sector 1) (Tchilinguirian y Olivera 2000; Olivera y Vigliani 2000/2002).

Posteriormente, desde ca . 700 años AP aumentaría la incidencia del cultivo en la economía y el crecimiento poblacional. Paralelamente, se habría iniciado una paulatina modificación en la organización social y política de los grupos llevando a una creciente concentración/segmentación del poder y a una alta densidad de población en asentamientos como LA. BCII sería prácticamente abandonado como área residencial e incorporado al sistema de producción agrícola. Lo mismo ocurriría con otro sitio, CCT, el cual habría sido ocupado en estos momentos temporales como área agrícola especializada (Olivera y Vigliani 2000/2002; Olivera et al. 2003/2005; Salminci et al. 2007).

La mayor importancia adquirida por las prácticas agrícolas estaría evidenciada en la relación espacial entre BCI y BCII, así como en el incremento de la importancia de las

técnicas de almacenaje. En este sentido, Vigliani (1999) señala la destacada representación en la ocupación final de BCII (posterior a ca. 670 años AP) de cerámica potencialmente asociada por sus características físicos-mecánicas con esta actividad. Esta tendencia también fue observada entre los materiales de superficie y excavación de LA y CCT (Olivera et al. 2003/2005). No debemos dejar de mencionar la numerosa cantidad de depósitos hallados en Quebrada de Petra con un fechado de 710 ± 30 AP (UGA 8626, M1QP; corregido 940; δ13C:-10,12‰) sobre una muestra tomada de una abundante cantidad de marlos (Olivera y Vigliani 2000/2002).

Otra evidencia que podría asociarse a la intensificación agrícola es la tendencia observada entre los conjuntos líticos relevados en distintos sitios tardíos (LA, CCT, BCII) hacia una mayor expeditividad (sensu Nelson 2007 [1991]) a lo largo de todo el proceso de producción, en comparación a los conjuntos formativos (Escola 2000). La misma estaría evidenciada en la selección de materias primas muy próximas, en la manufactura de artefactos en su mayoría de formatización sumaria con filos marginales y en su corta vida útil. El incremento de la importancia de las prácticas productivas en la subsistencia y la necesidad de invertir más tiempo en otros mecanismos (sociales, tecnológicos, económicos) para dar respuesta a los riesgos a mediano y largo plazo asociados a las mismas, podrían explicar estas tendencias entre los conjuntos líticos tardíos y posteriores (Elías 2006; Escola et al. 2006).

Por otro lado, hemos sugerido que el postulado incremento de la agricultura y el crecimiento poblacional habrían llevado a buscar mayor efectividad de los implementos relacionados a la misma, como artefactos de molienda y palas y/o azadas, así como a aumentar su representación en los conjuntos (Elías 2006). Sin embargo, entre los materiales líticos registrados hasta el momento en LA, BC y CCT no eran tan abundantes este tipo de

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instrumentos, en especial los de labranza (Elías et al. 2001; Elías 2006; Escola et al. 2006). Esta baja frecuencia podría explicarse por diversas razones. Una de ellas es el sesgo de la muestra con la que contamos, principalmente en relación a las exiguas tareas de excavación realizadas en CCT y LA, aunque en BCII la superficie excavada ha sido mayor (Vigliani et al. 1999; Olivera et al. 2003/2005; Elías 2006; Escola et al. 2006). Respecto a la baja representación de palas y/o azadas líticas, sugerimos que su baja frecuencia en los conjuntos respondería al uso de otras materias primas, más específicamente la madera, en la manufactura de estos ítems en momentos tardíos (Elías 2006).

No debemos dejar de mencionar que la caza en el Tardío y Tardío-Inka habría seguido contribuyendo a la dieta de las poblaciones (Olivera 1998) constituyendo, al igual que en el Formativo, una forma de reaseguro del riesgo por medio de la diversificación de la base de recursos (Escola 2002). Los resultados de los análisis iniciales llevados a cabo sobre el material arqueofaunístico de CCT avalan esta idea, ya que si bien muestran una clara presencia de camélidos domesticados (Lama glama), algunos huesos corresponden a Vicugna vicugna, Lagidium sp. y algunas aves (Olivera et al. 2003/2005; Grant Lett-Brown 2008). Asimismo, es llamativa la importante representación de puntas de proyectil entre los conjuntos líticos de excavación de BCII (Escola et al. 2006).

Las investigaciones paleoambientales realizadas hasta el momento han llevado a sugerir que el descrito proceso de cambio experimentado por las sociedades formativas y tardías de la microregión, estaría relacionado con el ambiente más árido que comienza a manifestarse ca. 1650-1700 años AP (Olivera et al. 2004).

Finalmente, la llegada del Imperio Inka introdujo modificaciones en la infraestructura agrícola, caracterizadas por la ampliación y complejización del sistema de producción, que

incluirían la construcción de un canal de riego en ladera, aterrazamientos y cuadros de cultivo en piedra de BCI (Sector 2) (Tchilinguirian y Olivera 2000; Olivera y Vigliani 2000/2002).

Objetivos generales de las tareas de campo

En el citado contexto de investigación se planteó la necesidad de realizar una nueva campaña para ampliar el registro de evidencias arqueológicas y ambientales correspondientes a momentos formativos y tardíos, que permitirían reforzar o modificar las ideas previas respecto al proceso sociocultural regional y a la dinámica de las sociedades involucradas.

Los objetivos generales que guiaron las tareas en el campo fueron:

1) continuar contrastando el modelo de cambio propuesto desde ca. 3000 años AP;

2) profundizar en la comprensión de la subsistencia de las sociedades formativas y tardías y su variación a lo largo del tiempo;

3) profundizar en el estudio de los patrones de asentamiento de las mismas, de la configuración del espacio regional y local formativo y tardío, así como de su dinámica social;

4) empezar a explorar las tendencias y características paleoambientales posteriores a ca. 1200 años AP.

En este sentido era importante la realización de nuevas excavaciones en sitios como LA, con el fin de obtener nuevas muestras para fechar y contrastar la ubicación temporal propuesta para cada sitio. También eran necesarias para obtener nuevas evidencias (óseo, vegetal, cerámico, lítico) principalmente procedentes de estratigrafía. Gran parte de los materiales con los que contábamos correspondían a contextos superficiales.

Por otro lado, era fundamental iniciar el relevamiento sistemático de la arquitectura

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y topografía de los sitios. Hasta el momento, sólo contábamos con croquis de los mismos. La realización de planos se tornó imprescindible no sólo por cuestiones prácticas de ubicación espacial, sino también para avanzar en la comprensión del manejo y uso del espacio natural y arquitectónico por parte de las sociedades que los habitaron.

Finalmente, otro punto pendiente era la recolección de un número mayor de muestras de materias primas líticas en las fuentes de CCT y otras, con el fin de aprehender la variabilidad de rocas presentes y aportar al conocimiento de la disponibilidad espacial de las mismas, paso importante en la comprensión de las decisiones tecnológicas líticas de los grupos y de su entorno socioeconómico.

LAS ACTIVIDADES DE CAMPO

Fondo de cuenca

La Alumbrera (LA)

Es un gran asentamiento conglomerado localizado a orillas de la Laguna Antofagasta. Presenta diversas estructuras (edificios simples y compuestos de tamaños disímiles, tumbas y muros perimetrales) distribuidas sobre el escabroso relieve de coladas basálticas del Volcán Antofagasta. La arquitectura y la cerámica del sitio lo adscriben al Período de Desarrollos Regionales del N.O.A. y lo relacionan al sistema cultural Belén. Asimismo, presenta rasgos que lo asocian con el período Inka (troneras, vanos trapezoidales, imitación de sillería y RPC) (Ambrosetti 1906; Raffino y Cigliano 1973; Olivera 1989, 1991) (Figura 2).

El sitio había sido prospectado y recorrido en sucesivas oportunidades por el equipo desde el año 1991 (Olivera 1991), pero recién en el 2001 fue relevado y estudiado en forma más sistemática. En aquella ocasión realizamos recolecciones intensivas de superficie en

algunos sectores y un pequeño sondeo en un recinto1. Sin embargo, no fueron efectuados relevamientos de su topografía y arquitectura, exceptuando algunos croquis (Olivera et al. 2003/2005; Elías 2006).

Las tareas llevadas a cabo en esta campaña consistieron en prospecciones, nuevas recolecciones de superficie y sondeos en el interior de dos estructuras arquitectónicas. Por otro lado, se mapearon distintas áreas del sitio. A continuación las desarrollaremos:

1) Actividades de mapeo. Se concentraron en el complejo arquitectónico ubicado dentro de los límites del sistema de murallas interno denominado “sector central” (Figura 2). Dichas actividades se basaron en tareas previas realizadas en gabinete sobre imágenes satelitales de alta resolución (Salminci 2007; Salminci et al. 2007). Sin embargo, el mapeo del registro arquitectónico era necesario debido a que a pesar de la buena resolución de las imágenes, los accesos a las estructuras no eran perceptibles en ellas. Por otro lado, las sombras y los derrumbes de muros en muchos casos llevaban a errores y omisiones en la planimetría.

2) Prospección. Se recorrieron distintos sectores del sitio registrando materiales en superficie y otras evidencias. Uno de los objetivos era acercarnos a la representación de artefactos de molienda y palas y/o azadas líticas (Elías 2008). Se registró un número considerable de los primeros, tanto dentro de recintos como en sectores de tránsito. Cada uno de los mismos fue georeferenciado (GPS), fotografiado y medido (soportes, oquedades y superficies trabajadas) (Figura 3). Respecto a las segundas, relevamos en distintos sectores del sitio tres fragmentos de posibles palas y/o azadas líticas en vulcanita 8. Asimismo, un molino y otros artefactos en esta misma roca.

También, registramos varias estructuras consideradas preliminarmente funerarias2,

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muchas de las cuales se encontraban vacías o con escaso material debido al saqueo. Con algunas excepciones, se hallaron principalmente fuera de las áreas internas de los recintos. Identificamos dos tipos: a) estructuras circulares de aproximadamente 50-80 cm de diámetro y 60 cm de profundidad, excavadas en la superficie arenosa y construidas con una técnica bastante refinada de pircas con mortero y en algunos casos con lajas dispersas en las inmediaciones, las que habrían funcionado como cerramiento, y b) otras localizadas en oquedades del afloramiento, de tamaño mayor y cerradas con pircado. Una de éstas concentró nuestra atención. La misma se encontraba saqueada y en el sedimento removido se registró una tarabita3 (Figura 4), huesos humanos y animales, tres tiestos de cerámica ordinaria, así como un pequeño marlo (Figura 5).

3) Sondeos. Se realizaron dos sondeos de 1 x 1 m en el interior de dos recintos ubicados en el sector central (Figura 2). El primero se realizó cerca del ángulo noreste del Recinto 2 e incluyó dos ampliaciones (1 y 2), pudiéndose determinar cuatro capas: superficial, Capa 1, 2 y 3. La profundidad aproximada alcanzada

fue de 60 cm. En la excavación se registró un gran número de artefactos líticos, la mayoría en cuarcita. Asimismo, fue importante la representación de minerales cúpricos4 y calcedonia. En menor proporción se registraron artefactos en vulcanitas oscuras y vulcanita 8 (Aschero et al. 2002/2004), obsidianas y cuarzo. Entre los instrumentos se destaca el hallazgo de cuatro perforadores en calcedonia5 y una mano de moler fracturada en superficie. Respecto a la cerámica, relevamos tiestos ordinarios de tipos tardíos (Vigliani 1999), dos fragmentos de cerámica Belén y otro muy delgado negro/ante (Figura 6 a, b y c). Los restos arqueofaunísticos aparecen muy fragmentados y corresponden, en general, a camélidos. Finalmente, obtuvimos muestras de carbón a lo largo de las distintas capas6. No debemos dejar de mencionar la presencia de restos de pigmentos minerales rojizos.

El segundo sondeo se realizó en el Recinto 14, adyacente al muro norte del mismo. Se trata de una estructura poligonal que junto al Recinto 13 y otros conforman un conjunto arquitectónico de cuidada construcción, con muros altos y dobles con relleno (Figura 2)7. Se

Figura 2. Planimetría sector central de LA y detalle de áreas de sondeo.

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determinaron cuatro capas (superficial, Capa 1, 2 y 3), fértiles hasta los 46 cm de profundidad, mientras que la Capa 3 resultó estéril. A lo largo de éstas relevamos artefactos líticos, principalmente en cuarcita, entre otras materias primas (vulcanitas oscuras, minerales cúpricos, calcedonia, cuarzo y obsidianas). Asimismo, se registraron restos de cobre y pigmentos minerales. Relevamos cuatro puntas de proyectil todas ellas apedunculadas, tres cuentas (Figura 7) y un perforador en calcedonia (Figura 8), así como una considerable cantidad de astillas

Figura 5. Pequeño marlo relevado en tumba de LA. Figura 6. Cerámica relevada en el sondeo del R2 (LA).

Figura 3. Mortero registrado en LA.

Figura 4. Tarabita relevada en tumba de LA.

óseas. Restos vegetales, cáscaras de huevo y un vellón de fibra de vicuña (Vicugna vicugna) (María del Carmen Reigadas, com. pers. 2008) también fueron registrados. Entre el material cerámico relevamos un tiesto Belén negro/rojo (N/R) y dos tiestos sin decoración. Sólo se obtuvo carbón en zaranda, procedente de la Capa 3.

4) Recolecciones de superficie. Fueron realizadas en el Recinto 13 (Figura 2). Entre el material lítico recolectado registramos una alta representación de artefactos en cuarcita y calcedonia (entre estos últimos hemos determinado cinco perforadores). Asimismo, restos de minerales cúpricos, artefactos en vulcanitas oscuras y vulcanita 8, cuarzo y sílice. También, algunos restos de cobre.

El materia l cerámico recogido fue mayoritariamente ordinario, con presencia de tiestos Belén N/R, Santamarianos y Formativos (Tabla 1). Es interesante destacar que entre los ordinarios se encuentran fragmentos de recipientes grandes y paredes muy gruesas asociados a posibles funciones de almacenaje.

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También, hay fragmentos de paredes delgadas con mucha mica y otros de paredes algo más gruesas con mica y cuarzo, con evidencias de exposición al fuego, ambos asociados a actividades domésticas. Estos diferentes tipos son coincidentes con los propuestos por Vigliani (1999) para BCII, aunque es prematuro aún considerar las proporciones en que aparecen.

Arroyo Seco (AS)

Inmediatamente al este de LA se distribuyen, cercanas a la laguna, una serie de estructuras arquitectónicas de formas y dimensiones variables construidas con bloques de piedra negra basáltica (Figura 1). Hasta el momento, no se han realizado recolecciones sistemáticas ni excavación de las mismas. Sólo hemos llevado a cabo un primer reconocimiento en el terreno, relevando únicamente algunas muestras arqueológicas de superficie, principalmente lítico y cerámica. Preliminarmente, se determinaron varios sectores y subsectores en función de los materiales arqueológicos identificados en superficie: Arroyo Seco 1, 2, 3, 4 y 5 (subsecto-res 1, 2, 3, 4 y 5) (Figura 9).

En AS1 se relevaron artefactos sobre vulcanitas oscuras, cuarzo y cuarcita. Entre los primeros, algunos presentan filos largos con retoque marginal. Asimismo, se registró una punta de proyectil temprana y ocho tiestos. Los tiestos corresponden a cinco ordinarios, uno rojo de paredes delgadas, uno gris pulido

en ambas superficies y uno marrón verdoso pulido, todos identificables como similares a tipos hallados en Casa Chávez Montículos y adscribibles al Formativo.

AS2 es un gran corral con paredes de pirca, en cuya construcción se aprovechó la topografía del terreno. Gran parte del material lítico corresponde a artefactos sobre vulcanitas oscuras y vulcanita 8, así como sobre cuarzo y cuarcita. Algunos de vulcanita 8 podrían asociarse a fragmentos de filos de palas y/o azadas líticas. Entre los artefactos en vulcanitas oscuras, se identificaron, al igual que en el sector anterior, filos largos de retoque marginal. Respecto a la cerámica, se recogieron ocho fragmentos ordinarios que por sus características técnicas se corresponden con el Formativo.

AS3 está conformado por dos estructuras circulares adosadas, con escaso material de superficie; sólo dos tiestos cerámicos fueron

Figura 8. Perforador registrado en el sondeo del Recinto 14 (LA).

Figura 7. Cuentas y puntas de proyectil registradas en el sondeo del Recinto 14 (LA).

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relevados, ambos ordinarios y de difícil adscripción.

AS4 se halla al norte de los sectores anteriores, más próximo a la orilla de la laguna. En este sector se encuentra un puesto actual que ha alterado sensiblemente el sitio arqueológico. No se ha recolectado material, aunque sí se ha observado la presencia de cerámica Belén.

AS5 fue dividido en cinco subsectores en función de su ubicación topográfica y los materiales arqueológicos presentes. El subsector 1 se encuentra sobre el piedemonte de las coladas. Allí registramos una cantidad considerable de segmentos de palas y/o azadas sobre vulcanita 8 (Figura 10), desechos de talla e instrumentos en vulcanitas oscuras. Entre los instrumentos sobre vulcanitas oscuras es llamativa la presencia, al igual que en AS1 y 2, de filos largos con retoque marginal (Figura 11). Asimismo, se registraron artefactos sobre cuarcita y obsidianas en menor proporción. Se recolectaron 52 tiestos (Figura 12 a, Tabla 1). Todos los tipos se asocian con la cerámica formativa de Casa Chávez Montículos, en su mayoría con el Componente Superior asociado a la cerámica Ciénaga y Saujil, aunque los tipos negro y rojo con baño grueso de pintura son característicos del Componente Inferior (Olivera 1997). Algunos tiestos deteriorados en su superficie poseen una pasta muy compacta y factura cuidada que recuerda la cerámica Aguada.

El subsector 2 corresponde a un conjunto de estructuras circulares y sub-circulares dispuestas sobre la colada. Algunas de ellas están alteradas dada la utilización de la roca para la fabricación de corrales actuales. Con respecto al material lítico se relevaron artefactos en vulcanitas oscuras, obsidianas, cuarcita, cuarzo y aragonita. No se han registrado palas y/o azadas como en el sector anterior. Entre la evidencia cerámica (Figura 12 b, Tabla 1), al igual que en el subsector 1, los

tipos se asocian con la cerámica formativa de Casa Chávez Montículos, en su mayoría con el Componente Superior, aunque también aquí se hallaron algunos de los tipos negro y rojo con baño grueso de pintura característicos del Componente Inferior (Olivera 1997). Aquí también la mayoría de los tiestos grises-negros e incisos se relacionan a tipos Ciénaga y Saujil, mientras que los negros/rojo recuerdan a Condorhuasi. Finalmente, algunos tiestos ordinarios muestran signos de exposición al fuego.

Se ha registrado una tumba saqueada en este sector, en la que se hallaron fragmentos y asas de cerámica (Tabla 1). En general se destacan en todos ellos las paredes finas a muy finas. Varios tiestos grises-negros con defectos de cocción (superficie manchada) y otros rojos con líneas negras, corresponderían a piezas quebradas durante el saqueo ya que algunos remontan entre sí. Es interesante que en el caso de los rojos con líneas negras se utilizara la técnica de pintura negativa, que ya se ha detectado en el Formativo regional (Olivera 1997). El contexto aquí también se aproxima al Componente Superior de Casa Chávez Montículos.

El subsector 3 es un conjunto de tres estructuras circulares, muy colmatadas de arena. Entre el material lítico registramos artefactos en vulcanitas oscuras y vulcanita 8, cuarcita, calcedonia, obsidianas y cuarzo. Entre los primeros, identificamos filos largos con retoque marginal, al igual que en AS1, 2 y 5 (S1). Entre los segundos, se relevó un filo largo y un fragmento de posible pala y/o azada. El contexto cerámico es muy coincidente con los dos sectores anteriores, con cerámicas dominantes grises a grises-negras (algunas con incisión o pulido en líneas), escasos tiestos rojo o negro con baño de pintura y algunos de técnica Aguada: superficie pulida ante claro, paredes delgadas, cocción oxidante de buena calidad, pasta compacta, textura fina y dureza elevada (Tabla 1).

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El subsector 4 es un conjunto de cuatro estructuras circulares con pirca doble trabada y posible argamasa. Se ha registrado cerámica ordinaria, Belén, escasa cerámica Santamariana y algunos tiestos Aguada y gris (Figura 12 d, Tabla 1). Los tiestos ordinarios se acercan en su mayoría a los tipos tardíos de LA y BC; algunos con paredes muy gruesas y tamaños grandes podrían asociarse a almacenaje. En cuanto al material lítico abundan las lascas de obsidianas y artefactos en vulcanitas oscuras, seguidos por las cuarcitas. Finalmente, el subsector 5, presenta estructuras circulares, con presencia de cerámica ordinaria temprana y de fragmentos de vulcanitas oscuras y palas y/o azadas líticas.

Volcán La Alumbrera (Vc. LA)

Se trata de estructuras circulares ubicadas en el extremo oriental de la Laguna Antofagasta (Figura 1). Determinamos dos sectores: Volcán la

Alumbrera 1 y 2. Al igual que en el sitio anterior, realizamos un primer reconocimiento, sin llevar adelante recolecciones sistemáticas de superficie ni excavación.

En Vc. LA1 la cerámica esta compuesta por tipos ordinarios muy variados, algunos fragmentos grises-negros, ante-rojizos y algunos amarillentos con engobe. Es un contexto poco diagnóstico, pero parecen dominar tipos tardíos e incluso post-hispánicos. Con respecto al material lítico en superficie aparece una considerable presencia de artefactos en cuarcita, tres artefactos en vulcanita 8 y dos en vulcanitas oscuras. En Vc. LA2 registramos un contexto cerámico más ecléctico que en Arroyo Seco 5, aunque parece indudablemente corresponder a épocas Formativas. La escasa presencia de cerámicas incisas o grises pulidas de filiación valliserrana lo aproxima más al Componente Inferior de Casa Chávez Montículos, aunque aún es prematuro pasar del terreno de la hipótesis.

Figura 9. Sectores y subsectores en el área arqueológica de Arroyo Seco. Referencias: AS1: Arroyo Seco 1; AS2: Arroyo Seco 2; AS3: Arroyo Seco 3; AS4: Arroyo Seco 4; AS5 (S1): Arroyo Seco 5, subsector 1; AS5 (S2): Arroyo Seco 5, subsector 2; AS5 (S3): Arroyo Seco 5, subsector 3; AS5 (S4): Arroyo Seco 5, subsector 4; AS5 (S5): Arroyo Seco 5, subsector 5. Imagen modificada a partir de Servicio de imágenes del planeta Google Earth™.

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Figura 11. Fragmentos de artefactos con filos largos con retoque marginal registrados en AS5 (subsector 1).

Figura 10. Fragmentos de palas y/o azadas relevadas en AS5 (subsector 1).

Entre el material lítico registramos artefactos en vulcanitas oscuras y obsidianas, y algunos pocos en vulcanita 8, cuarcita y calcedonia. Entre los primeros, relevamos filos largos con retoque marginal, similar a AS1, 2 y 5 (sectores 1 y 3). Asimismo, se registraron algunos fragmentos de minerales cúpricos.

Sectores Intermedios

Campo Cortaderas (CCT)

Se trata de un área arqueológica con recintos, aterrazados, cuadros de cultivo y vestigios de una acequia o canal de riego prehispánico, similares a los observados en BCI y II (Olivera et al. 2003/2005). Hemos identificado tres quebradas sucesivas con estructuras agrícolas y habitacionales: CCT1, CCT2 y CCT3 (Olivera et al. 2003/2005; Elías 2006)8.

En esta oportunidad no realizamos actividades de campo, exceptuando la recolección de muestras de materias primas líticas de las fuentes cercanas. Sin embargo, consideramos interesante destacar que durante nuestra corta estadía en el sitio tuvimos la oportunidad de observar algunos objetos generosamente facilitados por Don Nicolás Beltrán, dueño del puesto cercano al sitio. Tomamos nota de la información brindada, caracterizando y registrando fotográficamente cada uno de los mismos.

Entre los objetos mencionados pudimos identificar molinos, manos de moler, morteros y un tortero. De acuerdo a Don Beltrán, muchos procederían del sitio CCT o de las cercanías del mismo. Asimismo, nos comentó acerca de la presencia de palas y/o azadas líticas, las cuales actualmente no tenía en su poder. Si bien estos materiales se hallan fuera de contexto y no accedimos a las palas y/o azadas, consideramos que aportan al momento de evaluar nuestros hallazgos en el sitio y en la microrregión en general. En este caso en particular, nos lleva a seguir considerando las posibles razones (temporales, funcionales, actualísticas) de su baja

representación en CCT y su uso en momentos tardíos (Elías 2006, 2007). Por otro lado, habrían existido más morteros que los registrados por nosotros en campañas previas (Elías 2006). En síntesis, si bien las referencias brindadas por Don Beltrán no resuelven nuestras preguntas, sí constituyen una alerta para seguir pensando sobre estos instrumentos y sus evidencias arqueológicas.

La Virgencita de Cortaderas (LV)

Inmediatamente al norte de la localidad arqueológica de Campo Cortaderas, en las inmediaciones de un santuario dedicado a la virgen, hemos encontrado un encierre de pirca

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seca, probablemente de tiempos históricos (Figura 1). Dentro y fuera de la estructura se halló gran cantidad de material lítico y cerámico correspondientes a distintos momentos. Sólo realizamos un reconocimiento inicial, determinando tres zonas de concentración, dos de ellas fuera de la estructura, hacia el sur, y una dentro de la misma. Constituyen verdaderos palimpsestos con presencia de puntas de proyectil arcaicas, cerámica formativa ante-pulida y ordinaria de tipo temprano, y materiales actuales. También hemos registrado un borde de lo que parece ser un recipiente de ignimbrita. Dentro del recinto se visualizan restos de estructuras agrícolas en desuso, quizás de origen histórico, que conforman un trazado rectangular.

En campañas anteriores en la zona de CCT, en lo que denominamos fuente 4, habíamos relevado dos puntas de proyectil arcaicas (Elías 2006). Podemos sugerir, tomando en cuenta los nuevos ejemplares registrados en LV, que el área de CCT fue frecuentada probablemente por poblaciones de cazadores-recolectores desde momentos holocénicos tempranos.

Punta Calalaste (PC)

Este sitio presenta estructuras de cultivo realizadas sobre la misma roca rojiza disponible en el lugar. Algunas están en un sector elevado, sin identificarse aún el sistema de riego, y otras junto al cauce del arroyo, muy posiblemente regadas a partir del mismo. En esta oportunidad sólo realizamos una primera observación con el fin de aprehender sus características principales y registrar el material de superficie, sin efectuar recolección. En un sector del extremo sur de los cuadros de cultivo ubicamos tres estructuras posiblemente de habitación, en cuyo interior registramos la presencia de cerámica Belén y cerámica ordinaria tardía. Con respecto al material lítico observamos la presencia de artefactos sobre una vulcanita oscura, probablemente procedente de fuentes secundarias muy próximas al sitio. Se trata de un muy interesante asentamiento por su probable relación con CCT y CG1, 2 y 3, que podría implicar una importante presencia de la ocupación Tardía-Inka en el corredor desde la Laguna Colorada hasta Los Nacimientos con eje en la cuenca de Calalaste.

Figura 12. Tiestos registrados en los subsectores 1, 2 y 4 de AS5.

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Corral Grande 1 (CG1)

Se han identificado en campañas anteriores y a partir de imágenes satelitales tres sitios arqueológicos (CG1, 2 y 3) de características similares, sobre las terrazas del Otro Río (afluente del Río Mojones) (Figura 1). En esta última campaña, sólo realizamos actividades en el sitio CG1, el más septentrional de los registrados hasta el momento. Se trata de un sitio multicomponente de gran relevancia, con evidencias asignables tanto al Formativo como al Tardío y a momentos históricos. Incluso algunos hallazgos de puntas de proyectil en superficie relacionan el sector a las poblaciones

cazadoras recolectoras del Arcaico. Realizamos relevamientos planimétricos de las estructuras a partir de imágenes satelitales de alta resolución, recolecciones de superficie y registro in situ de algunas evidencias.

Las recolecciones de superficie se concentraron en el sector sudeste de un recinto circular (Recinto 4) ubicado en lo que posiblemente sería el sector de más intensa ocupación en el Formativo. En el mismo, relevamos once posibles manos de molienda (una de ellas con pigmento rojizo en su superficie activa), así como gran cantidad de material lítico correspondiente a artefactos

Tabla 1. Representación de grupos cerámicos en los sitios.Referencias: Grupos cerámicos: Ord: ordinarios; B n/r: Belén N/R; SM: Santamarianos; Gi: Gris inciso; A lp: Ante liso pulido; A-R ln: Ante rojizo con líneas negras; G-GN p: gris-gris negra pulida; G p en l: gris pulido en líneas; Rp/G o GN: rojo pintado sobre gris o gris negro; ANai: Ante natural aplicado e inciso; A-R pd: ante rojizo paredes delgadas; A-R pmd: ante rojizo paredes muy delgadas; N a MV cmc: negro a marrón verdoso con manchas de cocción; R pc: rojo pasta compacta; R pd: rojo paredes delgadas; AA e: Ante amarillento engobados Ind: indeterminados, muy pequeños o deteriorados (no se contabilizaron para elaborar los porcentajes).Sitios: LA R13: La Alumbrera, Recinto 13; AS5 (S1), (S2), (S2 tumba), (S3) y (S4): Arroyo Seco 5, subsectores 1, 2, 3 y 4; Vc. LA1 y LA2: Volcán La Alumbrera 1 y 2; CG1: Corral Grande 1.

Sitios LAR13

AS 5(S1)

AS 5(S2)

AS 5(S2 Tumba)

AS 5(S3)

AS 5(S4) Vc. LA1 Vc. LA2 CG1

Grupos Cerámicos Nº % Nº % Nº % Nº % Nº % Nº % Nº % Nº % Nº %

Ord 48 77 6 14 7 26 18 32 15 53 14 37 11 25 71 51

B n/r 10 16 1 2 7 25

SM 2 3 1 4

Gi 1 2 3 7 3 12 4 7 1 2 10 7

G-GN p 17 41 7 26 19 29 15 28 2 7 6 16 14 30 26 18

G p en l 2 5 2 8 3 6 7 5,1

Rp/G o GN 10 15 1 0,7

ANai 1 2 1 0,7

A lp 1 2 3 6 2 7 2 5 2 4 3 2,1

A-R ln 1 4 2 1,4

A-R pd 4 10 2 8 2 3 2 4 10 26 4 2,7

A-R pmd 4 10 4 2,7

N a MV cmc 2 5 5 9 2 5 8 17 7 5,1

R ln 2 8 34 53 1 2

N pbg 1 2 2 8 1 2 3 7

R pbg 1 2 1 4 2 4 3 7

R pc 1 2 1 2 5 3,5

R pd 1 2 1 2

AA e 4 11

Subtotal 62 100 42 100 26 100 65 100 54 100 28 100 38 100 46 100 141 100

Ind 29 - 10 - 3 - 5 - 3 - 8 - 7 - 10 - 30 -

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realizados sobre vulcanitas oscuras. Otras materias primas (vulcanita similar a la vulcanita 8, obsidianas, vidrios volcánicos, calcedonia, sílice y minerales cúpricos) también encuentran representación, pero en menor proporción. Algunos de los instrumentos líticos relevados presentan filos largos con retoque marginal. Por otro lado, hemos registrado cuentas sobre minerales cúpricos.

Asimismo, recolectamos gran cantidad de material cerámico con y sin tratamientos especiales de superficie, en porcentajes muy equilibrados (Tabla 1, Figura 13). Entre los primeros registramos cerámica gris incisa y gris-gris negro pulidas como dominantes, acompañadas de gran variedad de tipos. Todo el contexto se corresponde muy bien con los de Casa Chávez Montículos y el resto de los sitios con ocupaciones del Formativo en la región, especialmente para momentos posteriores a ca. 2000 años AP con importantes componentes valliserranos y especialmente del Valle de Abaucán. Como es habitual en el Formativo se observa una alta variabilidad de tipos y una baja estandarización en la manufactura, aunque una muy buena destreza técnica. La presencia de diversos tipos ordinarios, algunos con exposición al fuego, apuntan a un típico contexto doméstico.

Por otro lado, realizamos recolecciones aisladas y registros de algunos artefactos (cerámicos y líticos) en distintos sectores del sitio, a saber: Recinto 5, en lo alto de la ladera (hacia el oeste) y en lo que consideramos el sector histórico (hacia el sudeste). En el primero, relevamos cuatro fragmentos

cerámicos tempranos y una punta de proyectil del Arcaico fracturada en su sector medial. En el sector histórico hemos registrado y relevado una cantidad considerable de manos, morteros y molinos. Asimismo, este sector presenta una enorme cantidad de artefactos líticos, cerámica formativa, cerámica tardía, histórica y ordinaria. Llama la atención un fragmento de interior negro similar a los denominados Pucos Interior Negro habituales en contextos de la Puna norte y la Quebrada de Humahuaca, donde se asocian a contextos tardíos (Alfaro de Lanzone 1988).

OTRAS ACTIVIDADES

Estudios de fuentes de materias primas líticas

El reconocimiento y caracterización de fuentes de materias primas líticas constituyó parte de las tareas realizadas en la campaña. Nuestros objetivos al respecto eran: profundizar en la caracterización de fuentes ya registradas, reconocer nuevas y ampliar al número de muestras de materias primas de las que disponíamos.

En el año 2001 registramos afloramientos de materias primas líticas basálticas en el área arqueológica de CCT. En aquella oportunidad aislamos seis sectores con concentración de rocas. En cuatro de ellos (fuentes Nº 1, 2, 3 y 4) identificamos una variedad volcánica de color negro y textura gruesa, muy similar a la vulcanita 4 registrada por Escola (2000) en los afloramientos de Los Negros (aproximadamente 5 km al sur de LA, fondo de cuenca). La roca

Figura 13. Tiestos registrados en el Recinto 4 de CG1.

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que caracteriza a los dos sectores restantes es muy similar a la vulcanita 8, también identificada en el fondo de cuenca (Escola 2000), a 2 km de LA. En aquella instancia, tomamos algunas pocas muestras de cada una de las variedades de materias primas líticas mencionadas para realizar cortes delgados (Elías y Tchilinguirian 2006). En esta ocasión, caracterizamos geológica y arqueológicamente la fuente Nº 1 y recogimos nuevas muestras con el fin de obtener un conjunto más representativo de las variedades presentes. Por razones de tiempo, no pudimos realizar lo correspondiente en las restantes fuentes con presencia de vulcanita oscura. Por otro lado, identificamos por primera vez, inmediatamente al norte del puesto de Don Beltrán (ver página 14) afloramientos primarios de vulcanita 8, los cuales corresponden a frentes de coladas, donde asimismo recogimos diversas muestras.

Como mencionamos, la vulcanita oscura y la vulcanita 8 presentes en los afloramientos de CCT son muy similares macroscópicamente a las denominadas vulcanitas 4 y 8, en afloramientos del fondo de cuenca (Escola 2000; Aschero et al. 2002/2004). Dado que de estas últimas sólo contábamos con unas pocas muestras tomadas por otros investigadores, decidimos realizar nuevas recolecciones.

Finalmente, llevamos adelante un primer reconocimiento de otros afloramientos existentes en la cuenca. Entre estos, un afloramiento secundario de vulcanita oscura en Punta Calalaste, inmediatamente al sur del sitio homónimo (Figura 1). En éste registramos bloques con extracciones, lascas de reducción bifacial, núcleos e instrumentos. Sólo realizamos un primer reconocimiento, recolectando unas pocas muestras de la materia prima lítica presente.

Identificamos, asimismo, posibles fuentes de cuarcita en las cercanías de Laguna Colorada, al pie de la fuente de vulcanita 8 del fondo de cuenca y en las cercanías del afloramiento Los

Negros. Queda pendiente en futuras campañas profundizar en el conocimiento y descripción sistemática de las mismas.

Recolección de muestras paleoambientales

Los análisis paleoambientales previos llevados a cabo en la región han señalado que en el Holoceno Superior existieron oscilaciones de condiciones húmedas y secas durante los últimos 3000 años (Olivera et al. 2004; Olivera et al. 2006). Estas fluctuaciones habrían generado un marco ambiental particular donde las sociedades agro-pastoriles interactuaron y se desarrollaron. Era de suma importancia generar un panorama más claro sobre estas oscilaciones para poder entender y contextualizar los procesos de complejización que se desenvolvieron en la región. Por este motivo, en esta campaña nos propusimos identificar archivos ambientales con una cronología posterior a 3000 años AP.

Se muestrearon tres localidades: el sector oriental de la Laguna Antofagasta, Arroyo Seco y Quebrada del Otro Río (donde se encuentra CG1). Las dos primeras corresponden al denominado fondo de cuenca y la última a sectores intermedios. Recolectamos muestras de sedimentos y suelos para realizar análisis sedimentológicos, diatomológicos e isotópicos.

En el sector oriental de la Laguna Antofagasta se obtuvieron un total de 11 muestras en paleovegas. En Arroyo Seco se relevaron tres perfiles por medio de barreno, obteniendo un total de 23 muestras. Finalmente, en la Quebrada del Otro Río se analizaron cuatros perfiles expuestos, tomando un total de 41 muestras.

DISCUSION Y CONCLUSIONES

La campaña abril/mayo 2007 nos permitió obtener mayor evidencia a partir de la cual repensar los modelos e ideas propuestos

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para las ocupaciones formativas y tardías en Antofagasta de la Sierra.

Determinamos, recorrimos y caracterizamos nuevos sitios que corresponderían tanto a momentos formativos como tardíos y posteriores (AS, Vc. LA, LV, PC, CG1), lo que permitirá profundizar en el conocimiento de la dinámica de ocupación de los distintos espacios de la microrregión a lo largo del tiempo. Los nuevos sitios con evidencias del Formativo son indudablemente relevantes, ya que permiten replantear sectores de ocupación del espacio que hoy no poseen ni agua, ni leña, ni pasturas suficientes. El caso más notable es el de los sitios AS y Vc. LA2, especialmente este último, ya que hoy se encuentra en un sector de dunas desérticas. Los registros paleoambientales que indican un período sensiblemente más húmedo entre ca. 3000 y 1700 años AP, permiten hipotetizar sobre la disponibilidad de esos sectores para la ocupación agro-pastoril durante ese período. Por su parte, CG1 puede corresponder a una base residencial similar a Casa Chávez Montículos y constituiría la segunda en su tipo para ese momento en la microrregión. Esto nos permite retomar la hipótesis de que las aldeas del Formativo ocupaban sectores de la cuenca separados por varios kilómetros (Antofagasta, Paicuqui, Corral Grande, Punta de la Peña), manejando parches óptimos del paisaje que involucraban acceso a zonas con recursos diferenciales (fondo de cuenca, quebradas intermedias y quebradas de altura) dentro del modelo de sedentarismo dinámico planteado (Olivera 1988). Los nuevos hallazgos, junto con los de un potencial sitio habitacional formativo en Paicuqui (Patricia Escola, com. pers. 2007), constituyen un nuevo e importante aporte a las investigaciones de las sociedades agro-pastoriles tempranas en la Puna meridional.

Respecto al período Tardío, contamos con nuevas muestras para C14 de LA (en proceso), donde hasta el momento sólo disponíamos de un fechado de 210 ± 70 años AP (UGA

8633, LA M1; corregido 390; δ13C: -13,93‰) obtenido sobre restos óseos humanos de una tumba colectiva (Olivera y Vigliani 2000/2002). Estos nuevos fechados junto a los de BCII, de los sitios de Real Grande (Dellino 1998; Olivera 1992; Escola 2000; Olivera y Vigliani 2000/2002) y CCT, nos permitirán afinar el modelo del proceso sociocultural tardío y repensar el origen valliserrano y la adscripción cronológica de la cultura Belén. Hasta el momento se había sugerido una cronología más temprana para Belén en Hualfín y Abaucán y su posterior ascenso a la Puna en fechas posteriores. Sin embargo, los fechados ya obtenidos en BCII sugieren una presencia de Belén en ca. 1100/1000 años AP en la Puna asociada a contextos más cercanos al Formativo y previos a una mayor complejidad sociopolítica (Olivera y Vigliani 2000/2002). Estos elementos abren interesantes perspectivas de investigación futuras, aunque por el momento debemos ser prudentes y mantenernos en el terreno de las hipótesis.

En relación a la agricultura, se ha señalado su creciente importancia en momentos tardíos (Olivera y Vigliani 2000/2002). En esta campaña determinamos nuevos ejemplares de artefactos de molienda potencialmente asociados a esta actividad. El registro limitado de los mismos en campañas previas se debió, como hemos sugerido, a sesgos de muestreo (Elías 2006). Respecto a las palas y/o azadas líticas, en LA siguen teniendo aún escasa representación, en tanto que en CCT sólo contamos con las referencias brindadas por Don Beltrán. Ahora bien, aunque una de las razones de su limitada presencia pueda deberse al sesgo en las actividades de recolección y a reclamaciones modernas, nos interesa destacar que entre los desechos líticos relevados en LA (en sondeos, prospecciones y recolecciones de superficie) es escasa la representación de la vulcanita 8 utilizada en la manufactura de estos artefactos (Escola 2000). Cabe señalar que las mismas tendencias se observan en los conjuntos líticos de BCII (Escola et al. 2006: Tabla 1). Por lo

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tanto, nos seguimos preguntando: ¿Una razón alternativa de su baja representación podría ser que otras materias primas (por ejemplo madera) fueran elegidas en su fabricación por parte de las poblaciones tardías? (Elías 2006).

Ahora bien, la economía del Tardío era altamente diversificada y el pastoreo y la caza de camélidos fueron actividades destacadas, sin descuidar cierta cuota de recolección. La ganadería de camélidos no sólo estaba dirigida al consumo de carne, sino que estaba muy ligada seguramente a la producción de fibra y al caravaneo. La carne aportada por los camélidos silvestres era seguramente de gran importancia, pero la fibra y el cuero pudieron también constituir un aporte interesante. Es destacable que el vellón registrado en uno de los sondeos de LA corresponda a vicuña (Vicugna vicugna). Esto refuerza la hipótesis previa de que la caza de camélidos silvestres continuó constituyendo un elemento importante en la economía de la sociedad.

Por otro lado, nos interesa destacar las tareas de relevamientos planimétricos realizadas en diversos sitios, las que abrieron una nueva línea de investigación en dirección a la comprensión del uso del espacio natural y artificial por parte de los distintos grupos humanos, tanto a nivel intra como intersitio. Esto permitirá avanzar en la comprensión no sólo de aspectos económicos y tecnológicos de las sociedades del Tardío, sino también en la compleja red de relaciones sociales y políticas de las mismas.

Finalmente , varias de las muestras paleoambientales recogidas durante esta campaña en distintos sectores de la microrregión, ya han sido fechadas con posterioridad a ca. 3000 años AP9. Por lo tanto, contamos actualmente con muestras que nos permitirán caracterizar mejor el paleoambiente correspondiente a momentos posteriores a ca. 1200 años AP. Esto resulta de vital importancia no sólo para la comprensión de los procesos arqueológicos,

sino también para contribuir a las relaciones de producción y sustentabilidad del ambiente para los actuales pobladores, afectados por la marginación y el deterioro de sus medios de producción tradicionales.

Para concluir, muchos de los datos obtenidos se encuentran actualmente en proceso de análisis, sin embargo, a partir de lo desarrollado en este trabajo, podemos decir que ya han aportado en forma inicial y aportarán a futuro información de gran importancia para avanzar en la comprensión del proceso sociocultural de las poblaciones puneñas a partir de ca. 3000 años AP.

Recibido en Marzo de 2008Aceptado en Septiembre de 2008

NOTAS

1. Muestras de carbón tomadas de este sondeo han brindado el siguiente fechado: 981 ± 39 AP (AA78543; δ13C: -21,0‰). Las mismas han sido realizadas en el NSF-Arizona AMS Laboratory.

2. Más investigación es necesaria para reafirmar su uso como tumbas y descartar otros usos alternativos (por ejemplo, almacenamiento).

3. Esta tarabita constituiría el quinto ejemplar relevado en Antofagasta de la Sierra (Ambrosetti 1906; Raviña et al. 2007).

4. Se han registrado cuentas, en general de tamaños pequeños, manufacturadas en estos minerales en la tumba relevada en BCII (Olivera y Vigliani 2000/2002).

5. Ya en el año 2001, en recolecciones de superficie hechas en el sector central se relevaron 14 de estos artefactos (Elías 2006, 2007).

6. Una de estas (Ampliación 2, Capa 3, 60 cm de profundidad) se encuentra en análisis en el NSF-Arizona AMS Laboratory.

7. Este conjunto fue destacado por Weisser (1923/24),

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Raffino y Cigliano (1973) y Olivera (1991).

8. Se han obtenido recientemente dos fechados para esta área arqueológica: CCT 1: 670 ± 38 AP (AA78545; carbón; δ13C: -24,2‰) y CCT 2: 853 ± 39 AP (AA78544; carbón; δ13C: -22,9‰). Los mismos fueron realizados en el NSF-Arizona AMS Laboratory.

9. Realizados en el NSF-Arizona AMS Laboratory.

AGRADECIMIENTOS

A la población de Antofagasta de la Sierra por su cordialidad y apoyo a lo largo de tantos años. Al Dr. Jorge Martínez y al Dr. Salomón Hocsman por su inapreciable colaboración en las tareas en el campo. A los evaluadores y editores, cuyas sugerencias han contribuido definitivamente a mejorar el trabajo. Todo lo explicitado en el presente es responsabilidad de los autores.

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desde una perspectiva bioarqueológica. Dirección de contacto: [email protected]

*Daniel E. Olivera es Investigador Independiente de CONICET y Profesor de la UBA. Actualmente dirige el Proyecto Arqueológico Antofagasta de la Sierra (INAPL). Dirección de contacto: [email protected]

**Alejandra M. Elías es Lic. en Ciencias Antropológicas (FFyL, UBA) desde Marzo de 2006. Actualmente se encuentra realizando su tercer año de Doctorado en la UBA, con el apoyo de una Beca de Postgrado Tipo I (CONICET). Su interés es acercarse a la organización de la tecnología lítica en el contexto del proceso socio-cultural Tardío y Tardío-Inka. Dirección de contacto: [email protected]

***Pedro Salminci es Lic. en Ciencias Antropológicas (FFyL, UBA) desde Diciembre de 2005. Las actividades de campo que se desarrollan en el informe forman parte de la concreción del Plan de Doctorado (UBA) y Beca de Postgrado Tipo I (CONICET), estudiando la organización social y uso del espacio. Dirección de contacto: [email protected]

****Pablo Tchilinguirian es Geólogo (UBA). En este momento está finalizando su doctorado sobre paleoambiente en relación a los procesos socioculturales en la Puna meridional argentina. Dirección de contacto: [email protected]

*****Jennifer Grant es Lic. en Ciencias Antropológicas (FFyL, UBA) desde Marzo de 2008. Las actividades que se exponen en el informe forman parte de la concreción del Plan de Doctorado (UBA) y Beca de Postgrado Tipo I (CONICET). Su interés es el manejo económico de camélidos a través de la osteometría y el análisis de isótopos estables. Dirección de contacto: [email protected]

******Lorena Grana es Lic. en Ciencias Antropológicas (FFyL, UBA) desde Julio de 2007. Las actividades de campo que se desarrollan en el informe forman parte de la concreción del Plan de Doctorado (UBA) y Beca Inicial Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), estudiando el paleoambiente en relación a los procesos socioculturales en la Puna meridional argentina. Dirección de contacto: [email protected]

*******Paula Miranda es tesista de Lic. en Ciencias Antropológicas (FFyL, UBA) y becaria Estímulo de UBACyT. Su interés es aproximarse al estilo de vida de los antiguos habitantes de la Puna Argentina

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* CONICET - UBA

Ramundo, Paola Silvia. 2008. Medio siglo de formación académica en arqueología: avances y cuentas pendientes. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 4: 141-146. Buenos Aires.

Medio siglo de forMación acadéMica en arqueología: avances y cuentas pendientes

Paola Silvia Ramundo*

Cincuenta años han transcurrido desde la creación de la Licenciatura en Ciencias Antropológicas en la Universidad de Buenos Aires (UBA), y a partir de entonces diferentes generaciones de profesionales han contribuido a construir desde sus aulas un peldaño más en la historia del desarrollo disciplinar.

El título mismo de esta nota conmemorativa lleva implícito el hecho de que la constitución de la carrera no fue el comienzo de la historia de la arqueología en nuestro país (que se remonta a varias y lejanas décadas previas), por el contrario hacemos referencia al instante en el cual esta ciencia se instala en el seno de la academia, como otra opción más de la formación ofrecida por la UBA, dentro del campo de las ciencias sociales.

Es difícil desvincular la conformación de la licenciatura y el contexto socio-histórico que le dio marco y que, desde nuestro punto de vista teórico, generó y genera una fuerte impronta en el devenir de la arqueología argentina. En este sentido, su creación fue producto de una situación histórica particular, donde a través de una reforma universitaria radical, gestada durante el gobierno del Presidente A. Frondizi (1958-1962), las autoridades consideraron que la universidad y toda actividad científica en general podrían constituir uno de los ejes fundamentales para un cambio y modernización que permitiera superar el estancamiento en el que el país

estaba inmerso por aquel entonces, y lograr el “despegue nacional y el éxito de un nuevo modelo económico” (Buchbinder 1997:193). Fue así que se consideró como un camino válido elevar el nivel científico-técnico nacional mediante modificaciones de orden curricular y a través de la creación de nuevas carreras universitarias, como Sociología y Psicología en 1957, Antropología en 1958, Historia de las Artes en 1962, etc., así como también conformar en 1958 el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, organismo que promovió y promueve la mayoría de las investigaciones a través de becas y subsidios.

La constitución de la carrera se concreta efectivamente en una sesión del Consejo Directivo de la Facultad de Filosofía y Letras el 1 de septiembre de 1958, que el Consejo Superior ratifica en la Resolución Nº 505 del 18 de octubre del mismo año (Expte. 110-140/58). Allí se acordó que la licenciatura comenzaría a funcionar en 1959, y en su art. 2º se estableció que sería el mismo claustro de profesores de Antropología, Etnología, Arqueología y Prehistoria el encargado de confeccionar un proyecto de plan de estudios que persiguiera una preparación integral en antropología y un aprovechamiento óptimo de las materias existentes en la Facultad, reduciendo al mínimo indispensable las nuevas cátedras. Por otra parte el art. 3º encomendaba a estos docentes la preparación de un proyecto de

Notas

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incorporación de especialistas para completar el cuerpo investigador y docente que tendría a su cargo el dictado de cursos y cursillos de especialización, así como los trabajos de campaña (Expte. 110-140/58). Esta Resolución evidencia un triple aspecto. En primer lugar la necesidad de conformar una carrera nueva universitaria, pero simultáneamente nos revela que ello no debería implicar demasiadas modificaciones a la idea de antropología existente -y consecuentemente a los marcos teórico-metodológicos imperantes-, dado que la creación quedaba en manos de los mismos docentes y las cátedras nuevas deberían ser muy pocas. En segundo lugar, se destaca la importancia otorgada al trabajo de campo, algo concordante con las nuevas formas de pensar la arqueología desde los años cincuenta en adelante por influencia del Dr. A. Rex González y el Prof. O. Menghin -aunque desde marcos teóricos muy diferentes- (Ramundo 2005a y 2005b). Por esta razón algunos autores consideraron algo con lo que concordamos, y es que desde allí en delante “…el trabajo de campo constituye una rutina anual de la gran mayoría de los arqueólogos argentinos” (Nastri 1999:107). De este modo se inicia una larga tradición, que llega hasta nuestros días, donde la relevancia del trabajo en terreno muchas veces subordina y opaca a otras formas de trabajo arqueológico, tales como las tareas de laboratorio, el estudio de colecciones de museos e instituciones depositadas desde épocas inmemoriales, y quizás la más social de todas las tareas y siempre olvidada, que se relaciona con la difusión de nuestros resultados a la comunidad en general. Labor que, como científicos sociales, constituye un obligación y sólo en las últimas décadas ha comenzado a cobrar mayor protagonismo; desde nuestro punto de vista esto constituye un obstáculo -aún reversible- para el mayor desarrollo de la ciencia. En tercer lugar, y teniendo en cuenta lo precedente, se evidencia la profunda impronta que desde la gestación misma de la carrera se imprime a las generaciones futuras, a pesar de las modificaciones curriculares posteriores.

Por otra parte, los considerando de la Resolución establecieron que la etnología, antropología, arqueología y prehistoria constituyen un grupo de disciplinas afines, que requieren técnicas específicas en gran parte distintas de las técnicas historiográficas (Expte. 110-140/58). Este factor nos acerca al enfoque americanista, donde la arqueología es antropología, y evidencia una separación de la visión europea que la consideraba, y en algunos casos la sigue considerando, una parte de la historia. La Resolución destacaba además la honrosa tradición que Argentina posee en los estudios mencionados y que sigue siendo una rica cantera, aunque no suficientemente explotada para los especialistas en las disciplinas antropológicas (Expte. 110-140/58). Esto constituye un reconocimiento a los estudios realizados previamente -fundamentalmente a principios del siglo XX-, y organizados a través de expediciones dirigidas por la propia Facultad de Filosofía y Letras y, por otro lado, revela un llamado de atención sobre la riqueza arqueológica y antropológica que el país encierra. Y como decíamos líneas arriba, se evidencia que sólo desde 1958 la arqueología pasa a formar parte de las carreras universitarias, aunque ya existían antecedentes de destacados y pioneros investigadores, y en muchos casos ya había cátedras de arqueología dentro de la misma UBA, entre otras Altas Casas de Estudio, bajo la titularidad de estos pioneros. El plan original de 1958 establecía además de las materias básicas y obligatorias, un grupo de complementarias de proyección etnohistórica, antropológico-social , etnofi losófica, biopsicológica y antropogeográfica, y finalmente un conjunto de cursillos de especialización entre Etnología, Arqueología y Folklore, aunque no era necesario elaborar una tesis. La arqueología académica de estos primeros momentos quedó incluida en un mismo Departamento junto con Geografía (Buchbinder 1997:197). Y esto se debe a que “la estrecha unión de la arqueología con la geografía se había consolidado a inicios de la década de 1930 a partir de la obra de Félix Outes [1878-1939], arqueólogo él mismo. Por

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entonces, Outes asumía la dirección del Museo Etnográfico de Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires luego de haber tenido a su cargo la Sección de Geografía de la misma facultad” (Farro et al. 1999:223-224). Pero en 1974 la arqueología “…pasó junto con Antropología a integrarse a la Carrera de Ciencias Históricas. En efecto en ese año dicha carrera comprendía tres secciones, Historia, Geografía y Ciencias Antropológicas, que compartían un primer año común” (Farro et al. 1999:223-224).

En los primeros momentos de la carrera -allá por los años sesenta- la disciplina estuvo signada por investigaciones de rigurosa metodología, consecuencia de los desarrollos teóricos realizados durante la década anterior, pues nos encontramos frente a los esfuerzos por incluir a la arqueología dentro del campo de las ciencias sociales, y se comienzan a aceptar nuevamente los aportes provenientes de las ciencias naturales -que se habían olvidado luego de la muerte de Ameghino y su aporte evolucionista-. Por otro lado, sabiendo que la constitución de una ciencia se basa en la consecución de cuatro elementos básicos -objeto de investigación, método, finalidad y estatuto lingüístico-, no es de extrañar que habiendo conseguido los tres primeros elementos, la necesidad de consensuar un estatuto lingüístico guiara parte de los intereses de aquel entonces. Por esa razón, debemos reconocer la importancia de la Primera Convención Nacional de Antropología celebrada en 1964 para unificar criterios frente a problemas metodológicos y terminológicos. Por esos mismos años, los investigadores intentaron alcanzar un mayor nivel científico, a través del XXXVIIº Congreso Internacional de Americanistas de 1966. En dicho evento se evidencia el énfasis en los estudios de áreas arqueológicas, provocando un cambio en la escala de análisis, así como también se consideró importante la investigación del medioambiente en el que se desarrollaron las sociedades pasadas, algo consecuente con el nuevo enfoque ecológico que se introduce a nivel teórico en el país.

Pero el gobierno militar de 1966 enfrentó a los sectores universitarios provocando renuncias masivas, la intervención de la universidad, y finalmente un desmantelamiento institucional, aunque el plan de estudios de Antropología de la UBA permaneció sin modificaciones hasta 1976 (Madrazo 1985).

A comienzos de los setenta la matrícula de la carrera crece y esto trae como consecuencia equipos de investigación más numerosos que comenzaron a abordar problemáticas regionales (apoyados con nuevas tecnologías que llegaban al país). Este crecimiento disciplinar se evidencia al considerar que más allá de la UBA, en 1974 existían en Argentina seis licenciaturas en antropología entre universidades nacionales y provinciales, donde cada una contaba con su propio plan de estudios: Universidad Provincial de Salta, Universidad Nacional de Misiones, de Rosario, de Olavarría, de La Plata (que también se crea en 1958) y la Universidad Nacional de Mar del Plata. Pero el panorama habría de cambiar cuando en 1975 se inicia una represión política y esta represión en el marco de la universidad se reflejó en cesantías, detenciones, exilios y muertes. Así, durante 1976 sobreviene el último gobierno militar y bajo este contexto se crea un nuevo plan de estudios por el cual las materias vinculadas a los temas sociales quedan excluidas y sólo permanecen las orientadas a la etnología, prehistoria y folklore (el ingreso se realizaba por estricto examen, existían ambas orientaciones -arqueología y sociocultural- y no se requería de una tesis para finalizar la carrera). Además se crea el título de Profesor en Ciencias Antropológicas y durante 1981 se cierra el ingreso para transformarla en un curso de postgrado, pero en 1982 gracias a la acción del Colegio de Graduados en Antropología se reabre la inscripción. Para tener una idea del estado de la disciplina, durante 1981 sólo se registran poco más de 500 egresados totales en antropología entre todas las casas de estudios que enseñaban la carrera (Madrazo 1985). Pero aún frente a esta situación donde varios investigadores debieron exiliarse, otros

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resistieron y desarrollaron una labor de reflexión y estudio, dando lugar a pequeños espacios de supervivencia por algún tiempo; aunque más adelante fueron expurgados de la universidad e incluso se suprimió su bibliografía por considerarla “subversiva”.

Este panorama habría de cambiar durante los ochenta, década que implicó la recuperación democrática y el retorno de la autonomía a las universidades así como importantes cambios curriculares. La disciplina abrió camino a nuevos diálogos que permitieron escuchar otras voces. En este sentido, en la UBA se introduce con fuerza una corriente teórica de raíz norteamericana, la cual tímidamente ya había comenzado a incorporarse desde mediados de los setenta, transformándose durante la década siguiente en la corriente de pensamiento teórico-metodológica predominante. Hablamos de la Arqueología Procesual, la cual provocó la introducción de nuevas metodologías de trabajo, una investigación orientada hacia la resolución de problemas y el reconocimiento de las limitaciones de los datos arqueológicos, entre otros aportes. Todos estos cambios que acontecieron con la llegada de la democracia repercutieron sobre la carrera, de modo tal que en 1985 -por Resolución C.S.P. Nº 79 (del 6/03/85)- se crea un nuevo plan, el cual continua vigente, donde se incluye la realización del Ciclo Básico Común, se mantienen ambas orientaciones, se modifican algunas materias, y se establece que para concluir la licenciatura es necesaria la defensa de una tesis.

Debemos aclarar que el plan vigente -a pesar de la actualización de temáticas e introducción de enfoques teóricos más recientes en algunas materias- es objeto desde hace tiempo de debates y se encuentra aún en un arduo proceso de modificación. Especialmente desde el 2005, cuando en el ámbito de la Facultad se produjo una discusión a través de Jornadas Interclaustro, sobre la formación de una Comisión de Plan de Estudios, reuniones de estudiantes, debate en las aulas y presentación

de propuestas de diversos sectores (del mismo claustro docente, los estudiantes y las principales instituciones vinculadas al área donde trabajan profesores de la UBA -por ejemplo el Instituto de Ciencias Antropológicas y el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano-).

Es evidente el crecimiento que la carrera y la disciplina han vivido en este lapso, a través de la introducción de nuevas tecnologías de difícil acceso por nuestras recortadas condiciones socio-económicas, y a pesar de las dificultades producidas como consecuencia del contexto socio-político. Pero paralelamente la especialización, consecuencia inevitable de ese crecimiento -y en el que se ven inmersas la mayoría de las ciencias-, ha llevado a compartimentar el conocimiento y a no poder abordar de manera amplia la formación académica, provocando -a mediano y largo plazo- ciertos vacíos en la formación. Entre estos destacamos la carencia de asignaturas exclusivas que formen en materia de divulgación disciplinar, algo necesario si se pretende desarrollar el rol social de la arqueología y cumplir además con los objetivos pasados (de 1958) y presentes (de 1985) de los planes de estudio que postulaban “resolver problemas sociales”. Simultáneamente deberíamos ahondar en la formación de ética disciplinar, no de manera complementaria dentro de algunas asignaturas, sino como materia exclusiva y dictada por arqueólogos y abogados o especialistas legistas que trabajen de manera conjunta. Especialmente teniendo en cuenta que desde 1999 contamos con un Código de Ética y Estándares de la Práctica Profesional, propuesto desde la AAPRA, creada en 1997. También deberían ser objeto de asignaturas particulares las cuestiones de protección patrimonial -que otras Altas Casas de Estudios ya están abordando desde hace tiempo-1. Y aunque a veces este problema se ve subsanado por seminarios en la UBA, los mismos no son de carácter obligatorio y no se presentan como opción todos los años. Tendríamos que enfatizar también la

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importancia que tiene en la actualidad la arqueología de contrato, los trabajos de rescate y los estudios de impacto. Éstos han surgido como problemáticas y posibles salidas laborales en un país que se ve involucrado en ampliaciones viales, construcciones de gasoductos y demás emprendimientos que afectan el registro arqueológico y el paisaje en general -cuando no están bien realizados-. Y aunque estos temas parecerían cobrar importancia al incluirlos en algún seminario, tampoco se trata de cursos obligatorios y no se dictan constantemente. No está demás mencionar la carencia de materias dedicadas a las más recientes y mediáticas especialidades dentro del campo disciplinar como la arqueología histórica, urbana, subacuática, de alta montaña, etc. Estos vacíos y otros más, provocan una desvinculación entre la formación académica que se ofrece -y que por tradición ha tenido gran reconocimiento a nivel internacional- y las realidades existentes. Por lo tanto, si contamos con la coyuntura de una posible modificación del actual plan de estudios, esta es una excelente oportunidad para subsanar alguno de los vacíos mencionados y hacer que la formación académica en arqueología dentro la UBA sea acorde a los desarrollos arqueológicos mundiales. Y creemos que esto sólo se logrará mediante un trabajo conjunto y consensuado, aprovechando las capacidades y experiencias adquiridas por quienes han sido parte de este largo camino académico y los que lo están transitando actualmente, así como también buscando una educación más versátil y sensible a los cambios y enfoques contemporáneos.

Aquí se intentó reflexionar y mostrar brevemente el desarrollo de los primeros cincuenta años de trayectoria de la licenciatura, como una herramienta más para seguir reconstruyendo la historia de la arqueología argentina, pensando acerca de lo sucedido y, a partir de allí, en las posibles alternativas a seguir. En este sentido, como egresados y docentes, consideramos que sólo mediante una actualizada y reflexiva educación universitaria

podremos acercarnos mejor al pasado para estudiarlo, protegerlo y darlo a conocer a las actuales y futuras generaciones.

Recibido en Julio de 2008Aceptado en Agosto de 2008

notas

1. En la Universidad Nacional de Centro de la Provincia de Buenos Aires se enseña: “Legislación y manejo de recursos culturales”, y en la Universidad Nacional de Morón, donde existe la Licenciatura en Ciencias Antropológicas con orientación en Antropología Turística, se dicta también en quinto año un Seminario en Patrimonio Cultural.

BiBliografía

Buchbinder, P. 1997. Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. EUDEBA, Buenos Aires.

Farro, M., I. Podgorny y M. Tobías1999. Notas para un ensayo sobre la recepción de la “Nueva Arqueología” en la Argentina. Revista do Museu de Arqueología e Etnología, Suplemento 3:221-234.

Madrazo, G. 1985. Determinantes y orientaciones en la antropología argentina. Boletín del IIT 1:13-56.

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Ramundo, P. 2005a. Historiografía de la Investigación Arqueológica Argentina, desde los orígenes hasta hoy. Tesis de Maestría. Departamento de Historia Antigua, Prehistoria y Arqueología. Universidad de Salamanca.

2005b. Historiografía de la investigación arqueológica argentina, desde sus orígenes hasta la actualidad. En Historia de la Ciencia Argentina III. Editado por Lorenzano. UNTREF, Buenos Aires, en prensa.

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Paola Silvia Ramundo - Medio siglo de formación académica en arqueología...

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*Paola Silvia Ramundo es Prof. y Lic. en Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Mag. y Dra. de la Universidad de Salamanca. Fue especialmente invitada por los editores para presentar este trabajo en conmemoración de los 50 años de la carrera de Ciencias Antropológicas de la UBA, en donde actualmente se desempeña como docente. Dirección de contacto: [email protected]

Otras fuentes

Expediente 110-140/58. 1958. UBA y Resolución Nº 50. 1958. Consejo Superior de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

Plan de estudios de Ciencias Antropológicas, 1985. Universidad de Buenos Aires. Resolución C.S.P. Nº 79 (06/03/85).

Programas de la Licenciatura en Ciencias Antropológicas de 1959 y 2007. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

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* FFyL, UBA – [email protected]** FFyL, UBA – [email protected]

Amuedo, Claudia y Marisa Kergaravat. 2008. El cucharín por el mango: propuesta para la aplicación de métodos reflexivos en el trabajo de campo. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 4: 147-152. Buenos Aires.

El cucharín por El mango: propuEsta para la aplicación dE métodos rEflExivos En El trabajo dE campo

Claudia Amuedo*Marisa Kergaravat**

introducción

Tradicionalmente la producción de conocimiento y la interpretación en la arqueología ha estado dividida en dos instancias, el trabajo de campo y el de laboratorio, las cuales, tanto por la naturaleza del conocimiento científico, como por el origen y desarrollo de la disciplina, no gozan de la misma trascendencia a la hora de abordar e interpretar la vida social pasada a partir de la evidencia actual (Hodder 1999). Teniendo en cuenta lo anterior, el objetivo de este trabajo es el de reflexionar y discutir sobre la producción del conocimiento en arqueología y el papel (hoy devaluado) que tiene la etapa de trabajo de campo en la interpretación y la reflexión teórica.

En primer lugar realizaremos una crítica al problema fundamental que surge de reconocer al trabajo de campo y al laboratorio como instancias cualitativamente diferentes. La esfera de trabajo de campo es devaluada a la hora de producir conocimiento, limitando su contribución a la recolección y registro de datos, quedando relegada la interpretación de los mismos a la esfera del laboratorio. Debemos empezar a considerar ambas instancias como esferas de producción de conocimiento distintas, pero no necesariamente excluyentes.

A partir de esto, en un segundo paso buscaremos localizar y valorizar el proceso de reflexión teórica en el campo, considerando el aporte que ésta pueda realizar y los motivos por

los cuales el trabajo de campo no constituye un evento aislado de observación de objetos y contextos. El valor de la reflexión teórica reside en que surge de la experiencia de estar en el campo, de entender que nuestras percepciones y exposición física también constituyen datos que pueden producir conocimiento arqueológico. Además de nuestra inserción en el paisaje habitado por las poblaciones que estudiamos, la producción de conocimiento y teoría en el campo se ve favorecida por la presencia de pobladores locales contemporáneos, con conocimiento práctico y cotidiano de distintas facetas del habitar en la región. Considerar al campo como instancia clave en la generación de conocimiento favorece la producción de narrativas y conocimiento multivocal, en donde el conocimiento generado a partir de cosmovisiones y ontologías nativas aporte a la comprensión de la vida social en el pasado (Acuto et al. 2008).

Por último presentaremos los métodos de

registro que nos resultaron adecuados para integrar el conocimiento de esta instancia a la información obtenida en el laboratorio. Son métodos conocidos y utilizados en la práctica arqueológica, pero sistematizados para documentar las cavilaciones surgidas al estar en contacto con los contextos de origen de los objetos estudiados. En otras palabras, este trabajo apunta a entender que el no registro de la producción de conocimiento realizado en el campo es también pérdida de información y datos para el análisis de laboratorio.

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las dos EsfEras

Hoy por hoy el trabajo del arqueólogo está desdoblado en dos momentos considerados cualitativamente diferentes. La primera instancia consiste en la práctica arqueológica misma, que incluye la recolección y registro, durante el trabajo de campo, de datos siguiendo pasos metodológicos pautados previamente1. Aquellas reflexiones surgidas de estar o experienciar el campo quedan en el plano anecdótico de los participantes (Barley 1996). Consideramos que lo calificado de anecdótico debería ser valorado como instancia reflexiva de este momento, como por ejemplo lo sería la experiencia corporal de acceder y recorrer un sitio (es diferente nuestro desgaste físico como arqueólogos citadinos a la de un habitante local).

La segunda instancia, por su parte, implica el análisis de la información recolectada en el campo y la posterior reflexión teórica e interpretación. En este momento la información extraída del material recolectado es abordada de igual manera por aquellos que participaron en el campo como los que no. En otras palabras, es indiferente tener acceso o no a las experiencias y reflexiones hechas en campaña. No es lo mismo trabajar sobre la planta de excavación de un recinto que el haber estado en él, percibir sus dimensiones, sus cambios de temperatura a lo largo del día y su conexión con el paisaje.

Esta división, entre las esferas práctica y teórica-interpretativa, es un problema arqueológico, ya que su propuesta metodológica no asigna al trabajo de campo la posibilidad de ser una instancia en la cual se genera conocimiento. En The Archaeological Process: An Introduction, Hodder (1999) comienza a ref lexionar sobre la producción de conocimiento en el campo. Esto tiene sus bases en procesos similares que se dieron a partir de los setenta desde los cuestionamientos de la antropología interpretativa en el ámbito del trabajo etnográfico (Geertz 1987; Clifford 1991;

Reynoso 1991). Hodder (1999) planteó que la interpretación empieza en el filo del cucharín, es decir, durante el trabajo de campo mismo. De esta manera, se desdibuja la división que la ciencia positivista establece entre campo y laboratorio, o entre la esfera de la acción y la de la reflexión e interpretación (Hodder 1999).

Esta dualidad fue asumida de manera diferente en los distintos momentos teóricos de la disciplina. Muchos arqueólogos histórico-culturales se apegaron exageradamente a los hechos, a través de descripciones exhaustivas de la evidencia material (Renfrew y Bahn 1993; Lanata y Guráieb 1994). Por su lado, la arqueología procesual reconoció la idea de que los datos son construidos a través de la interpretación. Para evitar esta falencia teórica y a la vez metodológica, que cargaría de subjetividad a los datos, fieles a su postura positiva, emanciparon a éstos de sus interpretaciones a través de la construcción de argumentos de rango medio (McGuire 1992; Hodder 1999).

F i na lmente desde l a s corr i en tes postprocesuales, Hodder (1999) planteó que la interpretación ocurre en varios niveles de la investigación arqueológica, por lo tanto no puede ser confinada a los niveles más altos, como la instancia última del laboratorio. La recolección y el registro son parte de una actividad que produce datos en sí misma, dentro de la cual también se da la producción del conocimiento arqueológico, así como la interpretación y la reflexión teórica.

¿por Qué Es rElEvantE El campo como EsfEra dE producción dE conocimiEnto?

La importancia de reconocer, registrar y valorar las reflexiones en el campo radica en que el conocimiento generado en esta instancia es diferente al elaborado en el laboratorio. Esta particularidad se debe a la imposibilidad de reproducir este conocimiento, relacionado con

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el “estar en el campo” (Hodder 1999; Bradley 2003), en el laboratorio. El trabajo de laboratorio presenta ciertas limitaciones sobre el análisis e interpretación de los datos, que surgen de la abstracción de los mismos respecto de su contexto de origen. Para subsanar esta falencia es necesario complementarlo con las reflexiones sobre el pasado que hayan sido recogidas durante las temporadas de excavación.

Planteamos que el conocimiento producido en el campo es diferente de aquel producido en el laboratorio porque en primer lugar es un conocimiento contextualizado. Se refiere a la situación de estar en el sitio, o “estar en el campo”, la familiarización (o exposición) con el sitio arqueológico y su entorno, es lo que Bradley (2003) denomina tridimensionalidad. “Estar en el campo” implica el estímulo de todos los sentidos, mientras que en el laboratorio el potencial de interpretación se reduce a la indagación sensible de la observación; y aún esta es una visión descontextualizada: “The first lesson we had to learn was that it was naive to study three dimensional monuments on the basis of two-dimensional site plans” (Bradley 2003:163).

Por esto vamos a hablar de bidimensionalidad versus tridimensionalidad (Bradley 2003) de la interpretación de los datos. En el laboratorio los elementos son analizados fuera de su contexto, y justamente éste es el que puede llevar a percibirlos desde una perspectiva diferente o a interpretarlos en forma distinta. Por esto las demandas de la reflexión en el campo no son las mismas que las del laboratorio. Es muy diferente, por ejemplo, la percepción del sitio visto en un plano (que es una abstracción y una reconstrucción simplificada de la realidad) a lo que se ve en una fotografía de la superficie del sitio. A su vez, nutriríamos mucho más nuestro entendimiento si documentáramos otras percepciones sensoriales que son factibles de ser experimentadas desde diferentes puntos del sitio (sonidos, olores, colores, distancias, el clima, etc.). Esto no quiere decir que el material

deba ser analizado en el campo, en su contexto original, sino que cualquier reflexión sobre el mismo y sobre su entorno debe ser registrado en el momento de manera sistemática.

En segundo lugar, valoramos el conocimiento producido en el campo como diferente porque es multivocal e intersubjetivo. La imposibilidad de acceder a éste desde la instancia del laboratorio se deriva de que el mismo se genera a partir de interpretaciones colectivas, resultado de reflexiones y discusiones producidas a través de la discusión conjunta de los participantes. Por esto hablamos de multivocalidad, que se refiere no sólo al aporte de los estudiantes y arqueólogos involucrados, sino también a la incorporación de las voces locales, y a la difusión, justamente para generar esta integración, y por último la incorporación en el trabajo de campo de visiones externas a la arqueología (Agar 1991; Clifford 1991). El conocimiento práctico de los habitantes locales es valioso para la interpretación del pasado porque es producto de la aprehensión cotidiana de los espacios estudiados por los arqueólogos.

Lograr una aproximación multivocal e intersubjetiva es un trabajo de discusión y reflexión conjunta, por esto consideramos que no es válida una estructura jerárquica de producción del conocimiento. Porque plantear una estructura reflexiva, integrada en los equipos, aporta a la producción de trabajos no monológicos sino polifónicos, en términos de Bajtin (1989), integrando diferentes subjetividades en “el hacer arqueología”. Estas interpretaciones colectivas deben ser estimuladas y registradas durante la instancia del trabajo de campo generando momentos donde se puedan hacer puestas en común de las experiencias e interpretaciones individuales

El rEgistro dE la rEflExión

Las ideas expuestas más arriba nos llevaron a poner a prueba en los trabajos de campo,

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realizados en el Valle Calchaquí Norte (Provincia de Salta), distintas técnicas de registro de las reflexiones. A partir de nuestra experiencia en los sitios Mariscal (SSalCac 5), Guitián (SSalCac 2), El Apunao del Chinchillar (SSalCac 86) y Las Pailas (SSalCac 18), apuntamos a reconstruir las experiencias y relaciones sociales de los habitantes del pasado, discutiendo métodos para recuperar, recolectar y sistematizar las reflexiones producidas en el campo, para luego complementarlas con el análisis de los datos obtenidos en el laboratorio.

La visión ofrecida por los relevamientos realizados por nuestro equipo de investigación sobre cada estructura arquitectónica en particular, nos permitió evidenciar la dificultad para reconocer ciertos rasgos (como vías de circulación, vanos de acceso a los recintos, continuación de los muros, rampas, rasgos asociados, relación con el paisaje, nivel de aislamiento entre estructuras, etc.) contando sólo con un relevamiento planimétrico previo. Por esta razón, aplicamos formas de registro de la reflexión sobre nuestras percepciones, para no reducir nuestra comprensión a la sola consideración de los rasgos más sobresalientes, ignorando información igualmente valedera. Estas pueden ser, por ejemplo, los sonidos provenientes de distintas partes del valle que pueden ser percibidos desde los sitios. En Mariscal tomamos en cuenta los sonidos de los niños jugando debajo del sitio, y como éste variaba según el lugar donde uno se ubicara. Otro caso seria el de los olores. Estando en el sitio podíamos saber cuándo la gente cocinaba. La misma gente del lugar puede distinguir qué se está cocinando porque estos olores forman parte de lo cotidiano (Acuto 2007).

Las técnicas de registro que se implementaron fueron algunas formas tradicionales como la fotografía y fichas de relevamiento de estructuras. Estas estaban integradas por preguntas relacionadas con la percepción de quienes llevaban a cabo el registro, como por ejemplo, la relación de los recintos con el paisaje,

los grados de privacidad, esto último medido en términos del acceso sensorial entre estructuras. Además, se llevaron a cabo filmaciones para contrastar lo registrado a través de las fichas y fotografías, complementando lo escrito con el material fílmico. No se busca crear una empatía con la gente que pobló estos paisajes en el pasado sino que nuestra propia inserción en el campo (caminar la región, circular por los sitios, sentarse en las pircas, subir a los cerros, observar el paisaje) genera reflexiones e interpretaciones sobre el pasado, contextualizadas por estar en los mismos lugares que la gente que estudiamos una vez habitó.

La realización de visitas guiadas en el sitio permitió compartir el trabajo de excavación y la experiencia de éste con la comunidad. Esto, junto a la realización de entrevistas a pobladores locales dentro del sitio, permitió la apertura de la reflexión sobre el pasado a gente con una realidad y experiencias de vida diferentes, fomentando el diálogo y la interpretación de los contextos de hallazgo. Esto resultó de gran ayuda a la hora de entender las técnicas de construcción. El entrevistar a un albañil y empleado del museo de Cachi, que conoce y ha utilizado las técnicas constructivas prehispánicas, nos ha brindado información sobre tiempos de construcción, los materiales adecuados, cantidad de gente involucrada, etcétera (Acuto et al. 2008). En este caso su aporte fue importante porque antes de esto considerábamos que el tipo de técnica constructiva que teníamos en el registro arqueológico (pirca simple sin mortero) no podría sostenerse por sí misma. Pero resultó ser una de las técnicas utilizadas actualmente, con éxito, por los habitantes locales.

También incorporamos la colaboración de un artista plástico que realizó reconstrucciones del sitio en el pasado, a partir de las interpretaciones surgidas en los momentos de las discusiones colectivas. Estas nos permitieron complementar los registros anteriores, así como también abrir la discusión hacia profesionales de áreas externas a la arqueología.

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Por último, trabajamos con registros personalizados llevados por cada uno de los miembros de la campaña (Bender et al. 1997). Durante las investigaciones realizadas en el sitio El Apunao del Chinchillar (Leibowicz y Jacob 2007) se implementaron diarios de campo donde cada integrante escribió sus interpretaciones del sitio y su experiencia personal y física al trabajar en un sitio a 5.000 msnm.

Vemos en estas propuestas vetas importantes de producción de conocimiento desde el campo y el registro del mismo. La novedad no se encuentra en su uso sino en su aplicación sistemática para el registro de la reflexión de aquellas cosas que pueden considerarse anecdóticas.

discusión

La división entre la esfera práctica, trabajo de campo, y teórica-interpretativa, laboratorio, no permite valorar la primera esfera como generadora de interpretaciones de la evidencia en arqueología. Consideramos que estas dos esferas son complementarias desde el punto de vista de la investigación y de la producción de conocimiento, y por lo tanto, su escisión, desde el punto de vista de la interpretación, constituye un problema para el desarrollo de la disciplina. A partir del reconocimiento, registro y valoración del conocimiento generado en el campo, es posible complementar las posteriores interpretaciones en la instancia del laboratorio, produciendo un conocimiento diferente de aquel generado a partir del sólo análisis de los datos, descontextualizados de la experiencia de campo.

Dado que no pretendemos reproducir la división tradicional entre interpretaciones en las instancias de los diferentes momentos de la investigación, intentamos exponer el modo en que ambas pueden y deben contribuir de manera complementaria, a partir de la construcción de

un cuerpo metodológico reflexivo susceptible de ser aplicado tanto a los sitios expuestos anteriormente como a futuras investigaciones en el área.

Recibido en Marzo de 2007Aceptado en Agosto de 2008

notas

1. Esto es muy distinto a la discusión sobre la construcción del dato. La carga teórica a priori de las categorías aplicadas en el campo son parte de un debate más amplio (ver Hodder 1999).

agradEcimiEntos

Agradecemos muy especialmente al Dr. Félix Acuto por los aportes, correcciones y horas invertidas en las discusiones. Y al Lic. Sebastián Matera por la lectura y comentarios sobre el trabajo.

Y a los vecinos de Cachi por participar de todas las actividades propuestas por nuestro equipo.

bibliografia

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Acuto, F., C. Amuedo, M. Kergaravat, A. Ferrari, L. Gamarra y A.L. Goldin

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Claudia Amuedo y Marisa Kergaravat - El cucharín por el mango...

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*Claudia Amuedo es estudiante de la carrera de Ciencias Antropológicas con Orientación en Arqueología de la UBA. Actualmente se encuentra trabajando en su tesis de Licenciatura, analizando las prácticas mortuorias de niños en el Período Tardío del Valle Calchaquí Norte, Salta. Dirección de contacto: [email protected]

**Marisa S. Kergaravat es Profesora en Enseñanza Media y Superior en Ciencias Antropológicas, y tesista de la carrera de Ciencias Antropológicas con Orientación en Arqueología, FFyL. UBA. Su tesis de Licenciatura en proceso versa sobre las relaciones de continuidad entre las esferas de la vida y de la muerte en las Prácticas Mortuorias del Valle Calchaquí Norte, Salta. Dirección de contacto: [email protected]

Bajtin, M.1989. El Problema de los Géneros Discursivos. Siglo XXI, México.

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* Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP - [email protected]** Facultad de Filosofía y Letras, UBA – [email protected]*** Facultad de Filosofía y Letras, UBA - [email protected]

Capparelli, María Isabel, Florencia Vazquez y Jennifer Liliana Baigorria Di Scala. 2008. Arqueología para todos: una aproximación a la enseñanza de arqueología fuera del ámbito académico. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 4: 153-156. Buenos Aires.

ArqueologíA pArA todos: unA AproximAción A lA enseñAnzA de ArqueologíA fuerA del ámbito

AcAdémico

María Isabel Capparelli*Florencia Vazquez**

Jennifer Liliana Baigorria Di Scala***

introduccion

La Arqueología como ciencia en nuestro país está poco difundida y a menudo es confundida con otras disciplinas, tanto sociales como naturales. Esto se debe en parte a que el conocimiento generado dentro del ámbito científico frecuentemente se ve abstraído de la comunidad, lo cual provoca no sólo la falta de información y conocimiento acerca de la disciplina sino que esta desinformación ocasiona la desvalorización de las diferencias culturales existentes, del pasado, la identidad y del patrimonio cultural, que constituye un bien único e irremplazable. La falta de comunicación entre la Arqueología y la comunidad podría deberse a la escasa divulgación de los trabajos científicos en los medios masivos y otros espacios de difusión, quedando la información dentro del reducido ámbito académico.

Como respuesta a esta situación y buscando aportar un granito de arena para revertirla, damos a conocer en este trabajo las vías de comunicación que pudimos desarrollar aunando nuestra propia identidad con la formación académica y nuestra experiencia docente, al mismo tiempo que también se pueden aportar algunas reflexiones sobre las metas alcanzadas.

nuestro proYecto

La falta de conocimiento acerca del trabajo arqueológico se refleja en distintas problemáticas que con frecuencia encontramos como profesionales de esta ciencia. En primer lugar, la desinformación en sí, producto de una falla en las vías de comunicación con la mayor parte de la sociedad. Y por otro lado, en íntima relación con la anterior, está la dificultad que presenta la concepción errónea acerca del trabajo de un arqueólogo y su objeto de estudio. La comunidad en general concibe a la arqueología rodeada de mitos y aventuras (Yacobaccio 1988), entendiendo a este trabajo como un pasatiempo de gente que ama lo exótico y pasa su vida buscando tesoros y objetos extraños (Correa y Correa 1999).

Tomar conciencia de estas problemáticas y posicionarnos desde una perspectiva que nos permita subsanarlas es parte de nuestro rol profesional, pues consideramos que la responsabilidad de definir qué es la arqueología es de los mismos arqueólogos. Somos nosotros quienes debemos integrar a la comunidad en nuestro trabajo y destacar la importancia que éste tiene en la comprensión de nuestra historia y la valorización de nuestra identidad.

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Capparelli et al. - Arqueología para todos: una aproximación a la enseñanza de arqueología...

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En el presente trabajo damos a conocer un proyecto que surgió, ante todo, como un desafío personal, pero que busca al fin y al cabo, desarrollar puentes comunicativos con distintos sectores de la sociedad y contribuir a eliminar los obstáculos existentes entre el conocimiento que queremos transmitir y las percepciones que tiene la comunidad en sí (Correa y Correa 1999).

el proYecto en mArcHA

A partir de nuestra formación como arqueólogos y de nuestra experiencia docente, elaboramos una propuesta educativa para llevar la disciplina al ámbito escolar a través de la realización de charlas de divulgación y talleres arqueológicos que se adecuan a la currícula actual. De esta manera queda satisfecha la necesidad personal, pero también ética de colaborar en la creación de un puente entre la arqueología y la comunidad. Los objetivos del proyecto son:

- crear formas de comunicación prácticas para dar a conocer la Arqueología, su metodología de trabajo y las temáticas que pueden abordarse;

- establecer relaciones entre la Arqueología y los contenidos conceptuales propios de la currícula escolar;

- dar a conocer tecnologías indígenas (lítica, cerámica, ósea) y utilizar la arqueología experimental para la práctica de las mismas;

- difundir el quehacer arqueológico, destacando su importancia en el conocimiento de nuestro pasado y la comprensión de nuestro presente.

charlas de divulgación

La realización de estas charlas fue desarrollada en distintos espacios áulicos, en Capital Federal y en provincia de Buenos Aires, respondiendo siempre a las características de cada grupo de trabajo. La preparación de las charlas demandó mucho trabajo porque se debió evaluar con

sumo cuidado el contenido conceptual a tratar y de qué manera relacionarlo con la práctica arqueológica a fin de que generara interés y beneficio mutuo.

Desde el año 2006 hasta la actualidad se dictaron 26 charlas en escuelas primarias y secundarias, en las cuales participaron alumnos de entre 9 y 17 años, docentes y directivos. A modo de evaluar el logro de los objetivos se pensaron estrategias especiales, por lo cual antes del inicio de cada charla se realizaron encuestas para indagar acerca de las preconcepciones del trabajo de un arqueólogo y los temas que con mayor frecuencia se trabajan en Arqueología. Esto nos permitió conocer las ideas o saberes cotidianos de los alumnos (Mazzanti 1999). Se destacó en especial que la Arqueología no constituye apenas una ciencia auxiliar de la Historia, como es enseñado con frecuencia en las escuelas, sino que todo el conocimiento que tenemos sobre las sociedades prehispánicas -e incluso hispánicas- proviene en gran parte de la Arqueología (Correa y Correa 1999). Una vez finalizada la charla, una segunda encuesta permitió evaluar los cambios en las concepciones de los participantes de las charlas y chequear de alguna manera la correcta transposición de conocimiento.

De esta manera pudimos comprobar que, previamente a la puesta en marcha de las charlas, el 22 % del total de alumnos encuestados tenía una idea relativamente correcta acerca de la Arqueología y su objeto de estudio, mientras que el resto no tenía una noción clara. Dentro de este 78 % restante, el 41 % confundía a la Arqueología con otras ciencias, especialmente la Paleontología, el 15 % entregó la consigna en blanco y el restante 22 % contestó erróneamente.

Al finalizar las charlas, se les entregó a los alumnos la segunda encuesta, y gratamente comprobamos que el 84 % de los alumnos realizó definiciones correctas, además de manifestar muy buenos e interesantes comentarios.

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talleres de arqueología

Paralelamente a las charlas de divulgación, y también desde el año 2006, venimos realizando talleres de arqueología para niños y adolescentes en una granja educativa de la localidad de Brandsen.

El contenido del taller esta enfocado desde dos perspectivas:

- la de las Ciencias Sociales, abarcando el estudio de la prehistoria y las estrategias comunitarias como los roles, usos y costumbres de nuestros aborígenes.

- la de las Ciencias Naturales, desarrollando el análisis ecológico y otros aspectos geológicos y climáticos.

La importancia del taller de Arqueología ra-dica en que, desde el punto de vista metodológico, constituye una propuesta de trabajo diferente. Pretende acercar al alumno y a los docentes a la experimentación científica no cotidiana desarrollando tareas en cuadrículas arqueológicas preparadas para tal fin (ver Figura 1), puesto que estas actividades por ser académicas son

restringidas a espacios universitarios. Se dedica un día completo para que los alumnos puedan vivenciar el trabajo de un arqueólogo: desde la familiarización con el instrumental utilizado en una excavación hasta el reconocimiento del material, su limpieza y rotulado y finalmente la interpretación del sitio.

conclusiones

La puesta en práctica de este proyecto surgió frente a la necesidad de volver a la Arqueología una ciencia accesible para todos, al mismo tiempo que se buscó generar entendimiento y difusión del quehacer arqueológico. Creemos que es fundamental concientizarnos como arqueólogos que la divulgación es una parte más de nuestra tarea… parte que tiene -o debería tener- tanta importancia como la investigación y el trabajo de campo.

Consideramos que los objetivos propuestos se cumplieron positivamente por varios motivos. En primer lugar, porque nos permitió identificar en la práctica las preconcepciones más comunes

Figura 1. Cuadrícula utilizada por los alumnos durante el taller arqueológico.

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Capparelli et al. - Arqueología para todos: una aproximación a la enseñanza de arqueología...

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acerca de nuestro trabajo como científicos, al mismo tiempo que pudimos notar el vaciamiento de contenidos no sólo conceptuales sino también procedimentales y actitudinales a nivel escolar de la Arqueología. Esto se debe quizás en parte a que los docentes (en muchos casos) tampoco conocen con exactitud el papel de la Arqueología en el conocimiento de nuestro pasado, y tampoco manejan estrategias didácticas adecuadas para transmitir este tipo de contenidos.

Pero, por sobre todo, este proyecto nos dio la satisfacción de realizar un aporte para superar el problema de la comunicación entre la Arqueología y el resto de la comunidad, brindando herramientas para contribuir a una mejor y correcta interpretación de nuestro trabajo y eliminar imágenes distorsionadas sobre nuestro pasado.

La idea de llevar a cabo este proyecto desde la pedagogía se debe en parte a que creemos sumamente importante construir conciencia desde la base misma de la sociedad, contribuyendo en la formación de sujetos críticos, que comprendan nuestra historia y la diversidad cultural. ¿Quién sabe? Tal vez estos mismos sujetos tendrán en el futuro la responsabilidad de cuidar, y quizás estudiar, el patrimonio arqueológico.

Recibido en Marzo de 2008Aceptado en Agosto de 2008

AgrAdecimientos

Queremos agradecer a todos los alumnos, padres y docentes que participaron del proyecto. Muchas gracias a la Escuela Nº 2 de Wilde, Instituto Santo Domingo de Quilmes, Instituto Molino de los Cedros de Quilmes, Escuela Nº 16 distrito escolar 10, Escuela municipal de cerámica Nº 1, Escuela Nº 5 distrito escolar 1 y Escuela Nº 4 distrito escolar 7. A la Dra. Débora Kligmann, por su apoyo constante.

bibliogrAfíA

Correa, A. y E. Correa1999. Obstáculos en la relación entre conocimiento arqueológico y la percepción social del pasado indígena. En Escuela y sociedades indígenas. Análisis de experiencias de extensión sobre la arqueología regional, editado por C. Quintana, pp. 4-11. Universidad Nacional de Mar del Plata y Municipalidad del Partido de Gral. Pueyrredón. EDEA, La Plata.

Mazzanti, D.1999. La extensión universitaria y la arqueología: un desafío para resignificar la percepción social del pasado regional. En Escuela y sociedades indígenas. Análisis de experiencias de extensión sobre la arqueología regional, editado por C. Quintana, pp. 31-49. Universidad Nacional de Mar del Plata y Municipalidad del Partido de Gral. Pueyrredón. EDEA, La Plata.

Yacobaccio, H.1988. Introducción. En Arqueología Contemporánea Argentina, editado por H. Yacobaccio, pp. 7-12. Editorial Búsqueda, Buenos Aires.

*María Isabel Capparelli es Licenciada en Antropo-logía de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP. Es docente universitaria e investiga sobre las comunidades guaraníes prehispánicas en la Isla Martín García. Dirección de contacto: [email protected]

**Florencia Vazquez es Profesora de Enseñanza Media y Superior en Ciencias Antropológicas (orientación en Arqueología), FFyL, UBA. Actualmente se encuentra trabajando en su Tesis de Licenciatura, abordando los procesos de formación de sitios ubicados en ambientes de altura. Dirección de contacto: [email protected]

**Jennifer Liliana Baigorria Di Scala es Profesora de Enseñanza Media y Superior en Ciencias Antropo-lógicas, egresada en 2007 (FFyL, UBA). En la actualidad es Adscripta de la Catedra Ergología y Tecnología, docente de Educación Especial y Primaria e investiga sobre cerámica de sociedades formativas del Valle de Santa María, Catamarca. Dirección de contacto: [email protected]

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* Museo de Antropología – UNC / CONICET - [email protected]

Pazzarelli, Francisco. 2008. Notas acerca de una arqueología de la comida. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 4: 157-162. Buenos Aires.

Notas acerca de uNa arqueología de la comida

Francisco Pazzarelli*

PuNtos de Partida…

La posibilidad de cualquier tipo de pregunta en arqueología, o en cualquier otra ciencia social, tiene su origen en inquietudes y discusiones que se generan y resuelven dentro de nuestro presente. Y, aunque la idea de una arqueología de la comida nos refiera a las prácticas, sentidos y usos relacionados con la alimentación en el pasado, en este trabajo discutiremos la posibilidad de que una arqueología de este tipo también se (pre)ocupe por la dimensión política de la alimentación y de los discursos sobre ella.

Las reflexiones que intentaremos desarrollar en este escrito surgen, en alguna medida, de algunas experiencias de investigación relacionadas con los universos de la comida. Por un lado, estas experiencias se relacionan con el análisis de las prácticas domésticas de consumo y almacenamiento de recursos alimenticios llevadas a cabo en el Valle de Ambato (Catamarca), en el período definido por el desarrollo de la Cultura de La Aguada (Siglos VI-XI de nuestra era), mediante diferentes aproximaciones metodológicas y con el objetivo de problematizar las ideas acerca de la desigualdad social (Pazzarelli 2006, 2007; Laguens et al. 2007). Aunque de forma inicial, también hemos comenzado a indagar en torno de la realidad actual de la comida en el valle y de las representaciones y usos locales de los discursos sobre “la comida de los indios”. Desde otra perspectiva, también hemos explorado los sentidos de pertenencia implicados en las prácticas de producción y consumo de chicha llevadas a cabo por mujeres migrantes bolivianas, en barrios de la ciudad

de Córdoba (Vargas Ibarra y Pazzarelli 2006; Pazzarelli y Vargas Ibarra 2007). Aunque de apariencia dispar, estas experiencias nos han permitido la maduración de algunas preguntas y cuestionamientos en torno de nuestra práctica como arqueólogos en un tema tan cotidiano y nodal como la comida.

En este sentido, ha sido el reconocimiento de situaciones de inseguridad alimentaria1 en los espacios en donde se desarrollaron las experiencias citadas lo que nos hace cuestionar los sentidos y compromisos posibles de una arqueología de la comida. Estos contextos inseguros incluyen, entre muchísimas otras situaciones, desde la dificultad de lograr una alimentación adecuada, hasta el boicot a la autoproducción y la desigual distribución de ingresos y recursos.

Nos aproximaremos, entonces, a tres reflexiones que surgen de estas experiencias y que proponen espacios a ser explorados. En primer lugar, la necesidad de indagar en torno de las condiciones que hicieron posible la constitución de discursos -arqueológicos, antropológicos, históricos- acerca de la comida y la alimentación en el pasado; en segundo lugar, explorar la articulación entre éstos y los discursos locales acerca de la alimentación; finalmente, reflexionar acerca de los sentidos posibles de un arqueología de la comida practicada desde las ciencias sociales en contextos -nacionales, regionales, locales- de inseguridad alimentaria: ¿cuál es el rol/compromiso que estamos asumiendo?

Pero para hablar de comida quizá lo mejor sea no seguir recetas, por eso, lo que

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Francisco Pazzarelli - Notas acerca de una arqueología de la comida

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presentamos a continuación no pretende agotar la reflexión sobre el tema ni convertirse en un plan de trabajo; tampoco es un intento de definir qué es lo que debería ser -o no ser- una arqueología de este tipo. Por el contrario, se intenta pensar a la comida como una realidad compleja, de múltiples dimensiones; como una experiencia que se involucra en la constitución de los sujetos y de los grupos precisamente por su particular condición de práctica cotidiana y repetitiva (Curtin 1992; Heldke 1992). Así, una arqueología de la comida comenzaría por hacer foco en esa realidad que se mueve, se remueve y que surge desde las ollas; una en la que confluyen distintos sujetos y materialidades en un proceso recursivo en el que cada uno de ellos es definido.

A partir de estas consideraciones, pretendemos arribar a una serie de interrogantes: ¿de qué hablamos cuando creemos que hablamos de la comida en el pasado? y ¿de qué creemos que podríamos hablar -y hacer-?

la comida eN la arqueología

Es verdad que las prácticas sociales que involucran o se relacionan con alimentos constituyen un conjunto de dimensiones que ya ha sido ampliamente discutido en el ámbito de la antropología. Existe una gran cantidad de trabajos etnográficos que han puesto de relevancia la importancia y el aspecto nodal que las prácticas de alimentación y cocina tienen para un grupo humano desde las más diversas perspectivas: en relación al mantenimiento biológico, como forma de expresión y producción de distinciones o jerarquías sociales, como vehículo para la transmisión de saberes o como instrumento para ejercer el poder político. Muchos de estos trabajos, además, se han convertido en esquemas de uso generalizado y han inspirado formas de pensar a las prácticas de cocina y de consumo (Douglas 1973; Appadurai 1981; Harris 1989 [1985]; Goody 1995; Lèvi-Strauss 1996 [1964], entre otros). En los ámbitos específicos

de la antropología de la alimentación, de la antropología aplicada y de la antropología del desarrollo se ha prestado especial atención a cuestiones de seguridad alimentaria, accesibilidad de alimentos y nutrición, considerando a la alimentación y a sus problemas como una realidad compleja que debe ser abordada en todas sus dimensiones para poder actuar en consecuencia (Hintze 1997; Mintz y Du Bois 2002; Carrasco Henríquez 2007).

En arqueología, y sobre todo desde la consolidación de los intereses del procesualismo, las prácticas relacionadas con la alimentación han sido profusamente investigadas bajo la categoría de “subsistencia”, con el objetivo final de dar cuenta de la base económica de las sociedades bajo estudio. Mucha de la atención estuvo puesta en la reconstrucción de series de procesos tales como producción-distribución-consumo, en la generación y aplicación de modelos de productividad, en problemáticas relacionadas con dieta, nutrición y estrés alimentario, estrategias de subsistencia, cuestiones de accesibilidad e intercambio de recursos, entre otros (Gerritsen 2000; Pluciennik 2001). En muchos casos, además, se desarrollaron y aplicaron técnicas analíticas (físicas y químicas) para dar cuenta de los registros invisibles asociados a estas prácticas, con la intención de refinar las ideas -y los datos- en torno a la dieta y el consumo. Sólo en aquellos tipos de consumo que excedían la cotidianeidad (como aquellos de fiestas o celebraciones, o aquellos relacionados con eventos rituales) las explicaciones se alejaron de la lógica de la subsistencia2.

El breve -e incompleto- resumen anterior se nos presenta como un mosaico para pensar la primera de las cuestiones planteadas en nuestra introducción: ¿a cuáles recetas arqueológicas responden las preguntas que nos hacemos sobre la alimentación en el pasado?

Si las preocupaciones de antropólogos sociales, las formulaciones construidas sobre

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casos arqueológicos específicos y la aplicación de técnicas analíticas fueron articulándose y dando lugar a distintas ideas de la alimentación y la comida, nuestras primeras preguntas deberían girar en torno a los cómo y por qué de estas formulaciones prácticas y discursivas. Y para eso, deberíamos concentrarnos en una arqueología (sensu Foucault 1996 [1969], 1999 [1968]) que se ocupe de desentrañar las condiciones que posibilitaron que la alimentación, entendida como subsistencia, se construyera como objeto y problema de las investigaciones arqueológicas, al tiempo que indagar por qué no pudo ser de otra manera.

En este punto, resulta ilustrativo pensar cómo las prácticas de alimentación, entendidas como instancias constitutivas de los sujetos y de los grupos (y no sólo como subsistencia), no hayan sido consideradas por la filosofía y otras ciencias humanas (Curtin 1992; Heldke 1992) precisamente debido a su construcción como experiencias marginales y de la construcción como sujetos marginales de todos aquellos dedicados a su manejo y producción. Es de destacar que estos argumentos son de un carácter similar a aquellos sostenidos por las arqueologías doméstica y de género al poner en discusión a este tipo de actividades (y a otras del ámbito doméstico) como espacios centrales de reproducción social que no han sido considerados (Bardavio y González 1996; Nelson 1997; Hendon 2006). Pensar en la agencia de mujeres, niños y ancianos en este sentido se presenta como una manera de cuestionar la proyección al pasado de la marginalización de mujeres y otros sujetos en la vida moderna.

Así, una revisión de este tipo no sólo brega por un análisis histórico de los diferentes significados que ideas como dieta, estrategias de subsistencia o consumo produjeron a lo largo del tiempo; tampoco se agota en la exploración de las reformulaciones que sufrieron estos conceptos para su aplicación en distintos tipos de problemas. Supone más bien un intento de desandar críticamente los caminos por los

cuales estas ideas -y no otras- se transformaron en herramientas conceptuales y metodológicas plausibles de ser usadas para dar cuenta de la alimentación en el pasado.

Esto nos permitiría reflexionar en torno de nuestros propios espacios de producción y de enunciación al tiempo que posibilitaría la visibilización de otros lugares no contemplados, ya que por fuera de los espacios disciplinares existe más de un discurso en torno de la comida del pasado, otras formas de comprenderla, aprehenderla y usarla.

la “comida de los iNdios”

Considerar a la comida como una realidad que se mueve y se remueve debería dejarnos el camino abierto (como condición de posibilidad y necesidad) para la búsqueda y el encuentro de todos los sentidos que acompañan a esos movimientos. Entre ellos, por ejemplo, los discursos y los contextos locales de los lugares donde trabajamos y excavamos: ¿cómo se articulan con el discurso científico/arqueológico?

Podríamos argumentar que la “comida de los indios”3 es una expresión utilizada por los pobladores actuales de algunos valles del Noroeste Argentino para referirse a… “la comida de los indios” (aunque, claro, un lenguaje arqueológico quizá diría: “para referir a la alimentación de las sociedades del pasado que ocupaban el mismo espacio físico que ellos en la actualidad”). Atender a cómo estas ideas se involucran en la definición de las prácticas locales de alimentación supone reconocer que a través de “la comida de los indios” se producen sentidos que son usados y transformados (sea o no mediante una identificación con ese pasado). La integración de los relatos locales implica dar cuenta de esa realidad como una arena en la que se manifiestan y negocian de manera continua posiciones sociales, identidades, memorias y poder.

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Francisco Pazzarelli - Notas acerca de una arqueología de la comida

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Porque el hacer comida está atravesado por una poética y una política que se ubican más allá del romanticismo reconocible en las recetas que logran platos típicos o tradicionales. No es sólo el relato, sino la propia comida la que puede considerarse como un discurso, uno que se mueve -y se actualiza- a medida que se remueve y que “produce distinción moviéndose” (Bourdieu 1994 [1980]); López García 2003:231).

En este sentido, al (re)conocer los sentidos políticos de los discursos y prácticas locales podemos también explorar en torno de las condiciones de su formación (entre las cuales también se cuenta la práctica arqueológica en el lugar y sus discursos sobre el tema). Al mismo tiempo, es una manera de indagar cómo se articularon -o no- con las explicaciones elaboradas en arqueología (en este punto, por ejemplo, podemos tener en cuenta la estrecha relación que algunos equipos de investigación sostuvieron y sostienen con las comunidades locales: ¿cuál ha sido el carácter de esas relaciones?).

Ahora bien, si reconocemos que muchos de los contextos de enunciación de los relatos locales sobre la “comida de los indios” están atravesados por situaciones de expropiaciones de tierra, de una imposibilidad de autoproducción, de inserción forzada en mercados más amplios, de una violencia que se ejerce a través de los precios y la accesibilidad a los alimentos, podemos cuestionarnos las maneras en que nosotros hoy nos relacionamos con esos discursos y realidades. ¿Son sólo aproximaciones para generar contrastaciones etnoarqueológicas? ¿O suponen un diálogo? ¿Cuál es hoy la realidad de la comida en los lugares en donde trabajamos y nos movemos?

Es en este sentido que podríamos comenzar a pensar y a proponer formas para una arqueología de la comida que implique diálogo y construcción comprometida; una que

también desde la comida del presente -y de sus problemas- se interese por la del pasado.

la cociNa de uNa arqueología de la comida

El interés por una indagación en los términos ya planteados no pretende ser reflejado en un programa estructurado de trabajo. Al contrario, el intento por seguir a la comida en sus movimientos supone una apertura conceptual y metodológica que posibilite una investigación situada en los lugares -y en las encrucijadas- en los que, como arqueólogos y como sujetos políticos que somos, nos encontramos diariamente. Es en este sentido que una revisión crítica de las condiciones que hicieron posible la formulación de ciertos discursos -y no otros- sobre la alimentación y la comida se vuelve una herramienta -y estrategia- necesaria para hacer visibles nuestros lugares de enunciación y poder elegir qué queremos decir y hacer cuando hablemos de comida.

Revisar nuestros lugares, reconocer los sentidos y usos locales en juego y bregar por una práctica profesional comprometida es una manera de pensar a la comida del pasado como una realidad que se hace presente. Una de la que estamos acostumbrados a hablar y a comer; una realidad que es conflictiva y que implica un acercamiento a otros sentidos y experiencias de la práctica de comer y de hacer comida (y de producirla, comprarla, intercambiarla, mezclarla, guardarla, venderla, tirarla, sentir-la, quererla, calentarla, regalarla, cambiarla, repetirla, necesitarla, exigirla, extrañarla y pelear por ella) que no siempre encuentran lugar en preguntas que incluyen sólo a la subsistencia.

Porque si pretendemos lograr una experiencia de investigación situada, podemos comenzar preguntándonos acerca de los sentidos posibles que podemos darle a una arqueología de la comida en un presente de inseguridad alimentaria. Una inseguridad que no sólo remite

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La Zaranda de Ideas 4: 157-162 (2008)

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a la dificultad de lograr una nutrición adecuada sino que es expresión, producto y condición de la reproducción de relaciones desiguales.

…coN FiNales aBiertos

Al preguntarnos ¿de qué hablamos cuando creemos que hablamos de la comida en el pasado? ponemos en discusión nuestros sentidos acerca de la idea y práctica de la comida y nos permitimos pensar por qué estamos mucho más habituados a conceptos como dieta o subsistencia. Como ya dijimos, el interés no es sólo por los significados que esas ideas adquirieron sino por las condiciones que hicieron posible que esas ideas y no otras se convirtieran en formas de dar cuenta de la alimentación en el pasado. El tiempo cotidiano que regula estas prácticas, los sujetos que se encargan de su manejo y los cuerpos y sentidos que se inmiscuyen en su preparación y consumo: todo ello se constituye en la idea de comida que intentamos seguir.

De la misma manera, preguntarnos ¿qué queremos decir y hacer cuando hablamos de comida? es una invitación a repensar los sentidos y compromisos posibles de nuestra práctica. Pero es más que eso: es una invitación a elegir qué queremos decir y hacer desde nuestros lugares, como sujetos políticos y arqueólogos de un presente conflictivo.

Así, elegimos comida y no alimentación porque creemos que de esta manera nos acercamos a otros universos y discursos posibles. La comida como experiencia, como política y como construcción (Curtin 1992; Heldke 1992). Por eso, la apuesta es por una arqueología de la comida que no termine en el pasado, porque reconocemos que tampoco es allí donde comienza.

Recibido en Marzo de 2008Aceptado en Septiembre de 2008

Notas

1. Utilizamos la noción de inseguridad alimentaria para referirnos a contextos en donde la seguridad alimentaria, entendida como el derecho a “tener una alimentación cultural y nutricionalmente adecuada y suficiente” (Aguirre 2006:27), no es respetada. Sin temor a generalizar, podemos imaginar la existencia de estas situaciones de inseguridad en todos los contextos –urbanos y rurales- en donde los arqueólogos vivimos, trabajamos y excavamos.

2. El intento por resumir cómo ha sido el estudio de la “subsistencia” por parte de la arqueología no es el objetivo de este trabajo, ya que reconocemos que se trata de un tema que lo excede. Antes que hacer este racconto, lo que nos interesa es precisar algunos otros puntos de interés en los que una arqueología de la comida podría hacer hincapié.

3. De hecho es una de las expresiones que se utiliza en el Valle de Ambato (Catamarca), lugar en donde se desarrolla el Proyecto Arqueológico Ambato en el que me inserto. La expresión es similar a las que se utilizan en otras zonas del Valle de Catamarca al momento de referir a las “cosas de los indios” (Pizarro 2006).

BiBliograFía

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Francisco Pazzarelli - Notas acerca de una arqueología de la comida

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*Francisco Pazzarelli es egresado de la carrera de Historia (FFyH, Universidad Nac. de Córdoba) desde agosto de 2006. Este trabajo forma parte de su investigación actual centrada en la cultura material asociada a las prácticas de cocina y consumo de alimentos, consideradas como instancias constitutivas de los sujetos y de los grupos, así como implicadas en la constitución de sus diferencias y desigualdades. Desarrolla su trabajo en contextos domésticos arqueológicos del Valle de Ambato (Catamarca, Argentina), dentro de la cultura definida como “La Aguada” (S VI – XI). Sus intereses también se orientan a pensar la constitución de los discursos arqueológicos sobre la alimentación en el pasado junto con sus implicancias sociales y políticas en el presente. Es becario doctoral de CONICET, con lugar de trabajo en el Museo de Antropología, en Córdoba (FFyH, UNC). Dirección de contacto: [email protected]

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Misceláneas

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La Zaranda de Ideas 4 (2008)

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OLLAS y cuchArineS: recetas de campaña

Gramíneas en la mesa, Grano a Grano y verso a verso

por rosa Aradas*

Preparaba una clase sobre la familia de plantas Gramíneas, cuando me llegó el pedido de una receta de cocina para La Zaranda. ¿Dulce ó salado?, pregunté. Me dieron libertad de elección aunque sí aparecieron algunos condicionantes a tener en cuenta: algo que se pueda hacer en campaña, tratando de optimizar recursos, sin mucha disponibilidad de accesorios (buenos hornos, vajilla adecuada, tiempo disponible, etc.), que sea económico… rendidor... sabroso... como un mimo en una tarde de lluvia.

Empecé a pensar y no se me ocurría mucho, hasta que volví a mi tarea previa al pedido ¡las Gramíneas! Tan importantes son y fueron casi desde siempre para la alimentación humana (y también para satisfacción de otras muchas necesidades). Son una de las Familias más extendidas sobre la superficie de la Tierra, crecen en casi todos los climas y hábitats y existen alrededor de diez mil especies, muchísimas de las cuales generan gran rendimiento económico y han sido para algunas culturas como columnas vertebrales de su desarrollo (no podemos obviar por caso, la relación vital entre las Culturas Americanas y el maíz (Zea mays)).

Y bien, ahí apareció, la Oryza sativa ó traducido a lenguaje comestible el noble, versátil y buen “arroz”.

Sin duda cumple todos los requisitos establecidos para la receta y si tenemos la precaución de hervirlo sin sal podemos utilizarlo como plato salado o dulce, según como lo preparemos.

Creo que más que una receta lo mío son “sugerencias”, ¡se me ocurren tantas posibilidades que no me decido! (además así es cómo yo cocino “aquí, ahora y con lo que tengo”).

Por ejemplo, podemos inventar cualquier tipo de ensaladas mezclando nuestro buen arroz hervido con:

- Pollo, carne, atún o pescado fresco (pueden haber quedado de una comida anterior, haberse pescado en algún arroyo cercano en un momento de descanso o simplemente haberse comprado en algún comercio).- Tiritas de jamón o cualquier otro fiambre a elección.- Evitar los puntos anteriores en caso de que haya algún vegetariano en el grupo.- Cebolla (blanca, de verdeo, o cebollín), picada fina (cruda o rehogada en apenas unas gotas de aceite).- Zanahoria rallada, cubitos de tomate u hojas de cualquier ensalada verde disponible (lechuga, rúcula, apio, espinaca, etc.), tiritas de morrón (verde o rojo, crudo o cocido).- Aceitunas (verdes o negras), pickles, champignones, arvejas, granos de choclo (o cualquier otro enlatado que hayan tenido la precaución de incluir en las vituallas).- Tiritas o trocitos de queso tipo Mar del Plata o una buena lluvia de queso rallado.- Ajo y perejil picados muy finos.- Mayonesa, salsa golf, mostaza, ketchup, queso blanco o simplemente aceite y vinagre para homogeneizar la mezcla y un poco de sal y buena pimientita para dar el toque final.

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Ollas y Cucharines: Recetas de Campaña

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- Si hubiese un sobre de gelatina sin sabor, un molde o bol adecuado y una buena heladera para dejarlo reposar, nuestra ensalada se podría parecer a un aspic y podríamos servirla cortada en trozos o utilizarse para rellenar tomates frescos.

Otra posibilidad es convertirlo en una práctica tortilla, mezclándolo con huevos en cantidad suficiente (a ojo, según la cantidad de arroz, de comensales y el tamaño de la sartén), queso rallado y cualquier otro de los ingredientes mencionados para las ensaladas (excepto, para mi gusto, las hojas verdes) y condimentos a elección y cocinándolo en una sartén (si hay de teflón, mejor, para usar menos aceite). Si hubiera horno y un recipiente adecuado, en lugar de tortilla se podría armar un pastel, cubriendo la mezcla con queso rallado horneándola hasta que se gratine. También podemos utilizar la mezcla como relleno de zapallitos o morrones o podemos inventar buñuelos agregando harina leudante (también a ojo) y un chorro de soda hasta obtener una pasta espesa que no se derrame demasiado al levantarla por cucharadas. Los buñuelos sí se cocinan en aceite caliente y pueden espolvorearse con azúcar una vez retirados de la sartén (sí, con azúcar, quedan riquísimos).

Finalmente vayamos a la opción dulce. Se trata también de buñuelos. Tomamos nuestro arroz hervido sin sal y le agregamos azúcar (tres o cuatro cucharadas para un bol mediano), trocitos de manzana y/o banana o cualquier otra fruta, pasas de uva o trocitos de dulce de membrillo o batata, frutas secas o abrillantadas, cerezas o duraznos en almíbar y/o cualquier otro elemento que se nos ocurra y de los que habitualmente se lleven a las campañas arqueológicas... Al igual que para los buñuelos salados agregamos huevos, harina leudante y un poco de soda o leche hasta obtener la consistencia justa (es cuestión de experiencia y ojo) y perfumamos con esencia de vainilla y/o ralladura de limón, podemos agregar algún licor o canela (consultar a los comensales ya que no a todos les gustan estos sabores). Ahora sí, ya se pueden armar los buñuelos, volcando cucharadas de pasta en aceite caliente. Se cocinan de ambos lados y se escurren sobre papel absorbente. Pueden espolvorearse con azúcar común o impalpable o bañarse con almíbar, chocolate derretido o mermelada reducida.

Bueno, hasta acá mis recetas, si es que se pueden considerar como tales. Son las recetas de “o”, o esto, o aquello, más vale invitaciones al ingenio, al descubrimiento y la inventiva que certezas garantizadas. Esta es mi forma de relacionarme con la cocina, así la practico y la disfruto, sin demasiada rigurosidad teórica, si cabe el término, pero con la convicción de que se trata de una de las formas de contacto humano más genuina y constitutiva. Amor en expresión pura, que va y vuelve. Alimento primigenio de todo lo alimentable en el hombre.

Cumplida mi misión, vuelvo a mis Gramíneas, a mi clase y a mis vínculos con las plantas y el diseño y construcción del paisaje, que son mi métier y ojalá mis buñuelitos sirvan como excusa para la charla y el encuentro de quienes, en cualquier sitio trabajan para la reconstrucción de los paisajes de otros espacios, otros tiempos y otros hombres.

*Rosa Aradas es Técnica Superior en Paisajismo, entusiasta del estudio de la historia del arte, practicante del arte de la cocina y fanática de las radios que trasmiten música clásica “todo el tiempo”...

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RECURSOS DE INTERNET

arTe rUPesTre

por Agustín Acevedo*

En lo que se extiende de este apartado es nuestra intención ofrecerles, como lo hemos hecho año tras año, una guía que sirva a modo de orientación en la búsqueda de información disponible en Internet relativa a diferentes temáticas arqueológicas, siendo en este caso el turno del arte rupestre.

Estar al nivel de las ediciones anteriores de esta sección implicaba distanciarnos de la idea de convertirnos en meros reflejos humanos de un buscador de Internet, ofreciendo algo más que el resultado de escribir las palabras “arte rupestre”, o “rock art”, en un recuadro en la pantalla. Con este objetivo en mente, nuestro interés radica en poner a su disposición breves reseñas -no exhaustivas- de la información disponible en Internet, esperando que ustedes puedan convertirla en un recurso para el pensamiento y la acción.

Siguiendo una línea respecto de ediciones anteriores, sólo se detallan a continuación las páginas principales de sitios de acceso libre y gratuito, en inglés y español, inclinando la balanza en favor de la selección de aquellos sitios con mayor cantidad de artículos disponibles.

Cabe anticipar que la mayoría de los sitios presentados posee artículos disponibles en formato pdf, por lo que será necesario tener, para acceder a su lectura, el programa Acrobat Reader, el cual puede ser bajado en forma gratuita ingresando en http://www.adobe.com/es.

Introducción al mundo del arte rupestre

Si estás dando tus primeros pasos en mundo poco conocido, sería bueno saber de qué hablamos cuando hablamos de arte rupestre; implicaciones, potencias y limitaciones de su estudio encuentran una explicación clara en estos dos artículos introductorios al mundo del arte prehispánico:

- Hernández Llosas, María Isabel2007. El arte rupestre en la arqueología argentina. Pasado, presente y futuro.http://www.rupestre.com.ar/articulos/rup01.htm

- Martínez Celis, Diego y Botiva Contreras Álvaro2007. Introducción al arte rupestre. http://www.rupestreweb.info/introduccion.html

el arte rupestre en el mundo

He aquí una pequeña selección de algunas páginas que no suelen ser primera opción de un buscador, pero que en virtud de la calidad de sus publicaciones electrónicas les permitirán no sólo informarse sobre los tópicos que envuelven la discusión arqueológica en torno al arte rupestre, sino también introducirse en un mundo de manifestaciones rupestres usualmente desconocidas.

- http://www.bradshawfoundation.com/inora The Bradshaw Foundation se presenta como

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Recursos de Internet

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una fuente online para el aprendizaje, cuyo objetivo es descubrir, documentar, preservar y promover el estudio del arte rupestre alrededor del mundo. En el interior de su página web, que es verdaderamente enorme, hospeda The International Newsletter on Rock Art (INORA), una publicación online -bilingüe (inglés y francés, por si se emocionaron)- editada por el afamado Jean Clottes y auspiciada por el Comité International d’Art Rupestre, la Union Internationale des Sciences Prehistoriques - Protohistoriques y la Associatión pour le Rayonnement de l’Art Parietal Europeen. Una vez dentro del INORA, accediendo a la sección “newsletter index” podrán disponer de algunos números de esta publicación (en formato pdf) con información acerca de descubrimientos, conservación, artículos y reseñas literarias.

- http://www.rockartscandinavia.se Es la página de la Sociedad Escandinava para el Arte Prehistórico, una organización integrada por representantes de Dinamarca, Noruega y Suecia, cuyo propósito reside en incrementar y promover el conocimiento sobre el arte prehistórico escandinavo. Es necesario advertir que la página sólo posee como opcional el idioma inglés -nótese mi ignorancia- además del de origen. Clickeando en la opción “Publications” podrán ingresar a Adoranten: la publicación anual de la sociedad, que ofrece la posibilidad de acceder a algunos de sus trabajos (en formato pdf) disponibles en inglés. También les puede resultar interesante acceder a la sección “rock art archive”, si su deseo es recorrer algunas galerías de imágenes.

- http://www.arara.org/index.htm Es el espacio web de The American Rock Art Research Association (ARARA), una comunidad de investigadores dedicados a la preservación, educación e investigación sobre el arte rupestre. Esta página cuenta con galerías de imágenes, calendario de eventos y, lo más importante, una publicación de acceso gratuito (disponible en formato pdf): La Pintura, newsletter oficial de ARARA, hospedado al interior de la sección “Publications”.

arte rupestre en américa latina

No sólo en inglés se discute sobre el arte prehistórico, resulta que también hay arte rupestre en América Latina, y en su investigación se debaten muchos de los aspectos teóricos y metodológicos tratados a nivel internacional.

- http://www.rupestreweb.info Rupestreweb es una publicación electrónica editada por Diego Martínez Celis, especializada en la investigación del arte rupestre de América Latina, que se presenta como un espacio de divulgación abierto, gratuito y en permanente actualización. En esta página podrán encontrar numerosos artículos e informes (en formato html), noticias sobre eventos, talleres, exposiciones, simposios, proyectos en curso y reseñas literarias, todo organizado por país. Dado el interés de la publicación por temáticas de origen latinoamericano, salvo escasas excepciones, la mayoría del material disponible está escrito en castellano.

- http://www.siarb-bolivia.org Con más de veinte años de existencia la Sociedad de Investigación del Arte Rupestre de Bolivia ha contribuido considerablemente a la investigación del arte rupestre por intermedio de sus publicaciones y encuentros científicos. Su página de Internet es un sitio bastante grande que contiene, entre múltiples posibilidades de acceso, numerosas galerías de imágenes, información sobre proyectos en curso y una abundante cantidad de publicaciones (disponibles en formato pdf) sobre diversas temáticas tratadas en diferentes países, entre los cuales Chile, Bolivia, Perú, Brasil y Argentina, son sólo algunos de ellos.

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arte rupestre en la investigación argentina

Es una realidad que dentro del inmenso espacio que Internet ha creado para la divulgación de información, los sitios argentinos dedicados a promover y hacer conocer las investigaciones respecto del arte rupestre no ocupan mucho lugar, pero es necesario que sepamos que hay arte más allá de la Cueva de las Manos, y una buena opción para conocer qué se debate a nivel nacional es:

- http://www.rupestre.com.ar La sección de arte rupestre de NAyA (la Ciudad virtual de Antropología y Arqueología) y sin lugar a dudas el recurso de Internet al cual debemos acudir si nuestro objetivo es conocer la actualidad de las investigaciones en torno al arte rupestre de nuestro país. La página no sólo cuenta con numerosos artículos (disponibles en formato htm) respecto al arte de diferentes regiones, escritos por investigadores destacados en la temática, sino que además ostenta ponencias del VI Simposio Internacional de Arte Rupestre (también disponibles en formato htm), información sobre eventos, galerías de imágenes e incluso información de trabajos disponibles en otros servidores de Internet.

Muchos de estos sitios poseen en su interior vínculos conducentes hacia espacios de discusión relativos a la diversidad de temáticas abordadas por cada uno de ellos, razón por la cual consideramos innecesario profundizar demasiado en estos aspectos. Sin embargo, y quizás a modo de ejemplo o de tendenciosidad explicita, ponemos a su disposición -como punto de partida- dos de muchas de las opciones existentes:

- http://www.dialectica.com.ar Es el centro de debates de NAyA y se ofrece como un buen espacio destinado a la discusión de tópicos relacionados con el arte rupestre, donde podrán intercambiar pensamientos y conocimientos, con personas provenientes de diferentes locaciones geográficas y científicas.

- http://espanol.groups.yahoo.com/group/rupestreweb Como grupo de discusión de una página especializada en la investigación del arte rupestre de América Latina (Rupestreweb), dentro de este espacio podrán debatir e intercambiar ideas y comentarios, sobre artículos publicados en el sitio u otros temas relacionados con el arte prehispánico, con investigadores y estudiosos de Latinoamérica. Para suscribirse a este grupo podrán hacerlo directamente desde este vínculo o por intermedio de la página principal del sitio.

En adelante sólo queda su predisposición para introducirse a un mundo de información tan abrumador como interesante, del cual apenas si les hemos ofrecido unos pocos ejemplos. Estará en su interés continuar este trabajo, que quisimos -y esperamos- termine como una introducción.

*Agustin Acevedo es estudiante avanzado de la carrera de Ciencias Antropológicas con orientación en Arqueología. Actualmente se encuentra realizando su tesis de licenciatura sobre arte mobiliar de Patagonia y áreas adyacentes, a la vez que desarrolla de sus estudios sobre el arte rupestre del margen norte del Río Chico y Río Santa Cruz bajo la dirección de la Dra. Dánae Fiore en el marco de los proyectos PIP (Conicet) 5209 (Entre ríos y mesetas: ocupaciones humanas prehistóricas en el área de los ríos Chico y Santa Cruz (Santa Cruz, Argentina)) y UBACyT F119 (Los cazadores - recolectores y la organización del espacio. El caso de la cuenca del Río Santa Cruz), dirigidos por la Dra. Nora Franco.

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DeSDe AFuerA

el secreTo

por Tamara Vainscheinker*

Cava que te cavaarremete el buscadorcon manos de arcilla ocultaen la huella prometida.

Laborioso el tendón que tensaminucioso hacia el hallazgodel trozo que cura heridasentre la tierra maestra.

Arde el fuego libre en el aireferoz su secreto escondeel jarrón en la mano inertedel alma fugaz partida.

El secreto está en el mundo,quizás esté en las estrellas,en el mar devorador de vientosy en la inevitable arena.

Arremete el buscador, allí donde antes jugabaque la plaza era el desiertoy su brazo era la pala.

*Tamara Vainscheinker nació en la Clínica Marini hace poco más de 29 años. Fue muy desmoralizante para ella enterarse que aquella clínica hoy es un tenedor libre gourmet. Pero a pesar de ello siguió adelante. Logró un título terciario de profesora de inglés y está luchando por mantener la cordura en la Facultad de Psicología de la UBA. No somos muy optimistas. Tiene una bella familia que la soporta a pesar a todo. Le garúa finito por estos días.

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el arqUeóloGo del fUTUro

por Leonel Klajnberg*

Año 2500 DC. Durante los últimos siglos La Tierra sufrió guerras nucleares, calentamiento global, enfriamiento global, entibiamiento global... Mientras tanto los robots hacían el trabajo que antes hacían los pobres: recoger la basura, manejar los medios de transporte y limpiar las calles y las casas de los pocos que viven humanamente.

La humanidad había progresado en muchas cosas -ya había colonizado la Luna y Marte- pero había involucionado en muchas otras -había agotado todos los recursos naturales de la Luna y Marte-. Por eso, para estudiar los errores de los cinco siglos anteriores (y de paso ver si se lograba obtener un nuevo recurso natural), el Gobierno Mundial había ordenado la construcción de ciborgs que investigaran las huellas del pasado. Ellos serían los arqueólogos del futuro, mitad hombres, mitad máquinas.

Pero el presupuesto mundial no alcanzaba para construir tantos, ya que los ministros habían gastado los fondos públicos en sus vicios personales, por lo tanto se decidió hacer sólo dos robots.

Uno de ellos fue llamado “excavador 01” y tenía la misión de ir a la parte mas desolada del planeta para socavar información de cómo vivían sus pobladores hace unos 500 años. Este territorio era un lugar que habría sufrido terremotos, glaciaciones, políticos corruptos, y otras catástrofes de igual magnitud. Aquello era lo que antes se había llamado Argentina.

Una vez construida la parte robótica del excavador 01 necesitaban un humano para terminar el modelo final, así que el gobierno eligió al ser mas apto para realizar estas tareas. Sus parámetros de elección fueron: que no le moleste ensuciarse, que le guste rondar en las ruinas y que se queje lo menos posible. Finalmente eligieron al primer vago que pasaba por afuera de la fábrica. El sujeto tenía barba de dos semanas, una camisa medio sucia, pelo largo sin lavar y un pantalón de moda en el siglo XXI.

Unos días después que el excavador 01 fuera terminado, necesitaron ponerlo en acción, pero antes de eso le dieron directivas imprescindibles: la primera era que si, por esas casualidades, encontraba Nutrilium (el mineral mas importante en esos momentos, útil para poner en funcionamiento todas las máquinas que hacían lo que no hacia el hombre) él debía avisar al estado dueño de las licencias de la mayoría de los robot, Los estados Desunidos, sin despertar sospechas de la unión europea Soviética. La segunda directiva consistía en que todos los artefactos que encontrara debía limpiarlos y analizarlos en el momento, para ello el excavador 01 tenia consigo una espátula en la mano, un pincel y una computadora que analizaba los materiales, la parte humana solo estaba para usar estos aparatos. Y para terminar, la tercera directiva establecía que el Estado no se hacia cargo de los viáticos, las comidas ni las reparaciones que pudiera necesitar el robot. Para realizar estas cosas el excavador 01 se tenia que arreglar por si mismo.

La nave despegó desde el viejo Cañón del Colorado y se dirigió al árido desierto de las Pampas,

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Desde Afuera

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donde se detuvo a medir la radiación y calcular cuánto tiempo soportaría el excavador fuera del módulo. Después de detectar que la radiación era casi imperceptible, se desprendió de la nave una cápsula que contenía al excavador 01. La misma cayó a tierra y aminoró el golpe destruyéndose completamente, pero haciendo que el excavador pueda salir, casi intacto, y empezara a trabajar.

Lo primero que hizo el robot-arqueólogo fue analizar el terreno en su computadora, la cual le decía que la zona en donde podía encontrar restos de civilización se ubicaba 30 kilómetros hacia el norte. Así que el excavador sacó sus propulsores y se dispuso a encender las turbinas para dirigirse rápidamente al sitio, pero el Gobierno Mundial no había presupuestado eso en su kit de herramientas y el propulsor no estaba construido, aunque en los papeles figuraba que sí. Después de caminar los 30 kilómetros el excavador llegó al sitio y, entre lagos congelados y edificios destruidos completamente por las inclemencias del tiempo, observó las ruinas del objeto simbólico de los pobladores que moraban estas tierras hacía tiempo: una especie de monolito blanco con leyendas escritas en su parte baja y una ventana en su parte más alta. Quiso saber para qué era utilizado este objeto y, con ese fin, sacó un pedazo de su estructura; además lo describió y puso toda esa información en la computadora, la cual arrojó un único resultado: “objeto inútil”.

El excavador siguió caminando buscando otro monumento significativo y se encontró con algo peculiar... Se trataba de una estructura edilicia de la que en su parte superior sobresalía un domo en el que se leía la leyenda “Congreso de la Nación Argentina”. El excavador tomó una muestra de uno de los asientos en el interior del edificio y gracias a la computadora sacó la conclusión de que nunca fue usado, sólo estaba de adorno, igual que el monolito que había visto anteriormente.

Después de entender que esta civilización era medio perezosa, el excavador se sentó en la terraza de otro edificio antiguo y deglutió su comida prefabricada con gusto a pollo. Ese fue el único momento en que el excavador pudo disfrutar su trabajo. Luego de tirar la lata en uno de los cestos -vacíos- de la antigua ciudad, el excavador encontró lo más llamativo que podía esperarse, un valle que mezclaba flora y ruinas de edificios viejos, en el medio del cual se encontraba un pequeño lago congelado y, dentro de éste, restos de personas que vivieron allí hace mucho tiempo. El excavador llegó y accionó la pala automática de su mano robótica pero, como no había presupuesto, la pala no funcionaba automáticamente, así que tuvo que excavar a mano como los pioneros de la arqueología. Esto provocó que la parte humana del excavador se cansara rápidamente y dejara de cavar para recuperar energías. Entonces se sentó a descansar y cuando trataba de abrir una lata de alimento prefabricado con gusto a arroz, vio lo que necesitaba para cumplir su misión. Se fijó en un cartel que decía “Bienvenidos a los bosques de Palermo” y se dio cuenta que debajo había un cuerpo de lo que parecía ser una persona congelada en el pequeño lago. El excavador se dispuso a descongelar esa parte del lago para examinar el cuerpo. Para ello extendió su soplete de la mano robótica pero, como no había presupuesto, el soplete no funcionaba. En consecuencia tuvo que improvisar una fogata y con eso se las arregló para descongelar, aunque fuera, una parte que le permitiera alcanzar algo del cuerpo y analizarlo con la sonda de la computadora. Procesó los datos pero no obtuvo ningún resultado: en la pantalla que indicaba el sexo de la persona, había un signo de interrogación. El excavador no entendía qué pasaba, por lo que decidió descongelar todo el cuerpo y tomar mejores mediciones, pero la computadora seguía poniendo el mismo signo de pregunta. Entonces, el excavador usó su criterio e investigó el cuerpo por su cuenta, pero descubrió algo siniestro: la persona en cuestión tenía la apariencia y contornos de una mujer y, a la vez, los atributos de un hombre, lo que provocaba la confusión del ordenador. El excavador no podía creer lo que veía, pero era la única verdad,

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así que tomó una muestra más y se la guardó en su mochila de acero, junto con el pedazo del monolito blanco y el asiento del Congreso.

Pasaron los días y las semanas y el excavador 01 no encontraba más que lo encontrado el primer día: unos monumentos obsoletos hasta en su tiempo y una raza mutante que podía optar entre ambos sexos y, como si fuera poco, ya se le acababan los alimentos prefabricados; así que decidió llamar al Gobierno Mundial para que lo rescatara de esa tierra de la perdición.

Un día después la nave que lo recogía llegó, y con ella un grupo de científicos con equipos sofisticados para analizar lo que había recolectado el excavador 01.

Mientras viajaban de vuelta a los Estados Desunidos, las computadoras seguían analizando las muestras y arrojaban estos resultados:

- Tiempo de descomposición: 400 años- Materiales: concreto y bronce- Habitantes: mutantes multisexuales- Nutrilium: no encontrado. Recomendación: Abortar Campaña.

La nave llegó a la base central de los Estados Desunidos y lo primero que hicieron fue darle un nuevo trabajo al excavador 01, ahora iba a ser el encargado de limpieza de las instalaciones científicas. Mientras tanto, el mundo celebraba por un nuevo acontecimiento, una gran hazaña… En la parte sur del continente que en épocas anteriores se hacia llamar África, el excavador 02 había encontrado Nutrilium y por ello el Gobierno Mundial destinaría todos los fondos de ciencia para subvencionar a las empresas privadas que dinamitarían la tierra para extraerlo y, de este modo, la humanidad podría preocuparse por lo que realmente le importaba: obtener dinero a cualquier costo. Por este descubrimiento el excavador 02 fue nombrado como el arqueólogo no completamente humano más importante de la historia de la humanidad.

*Leonel Klajnberg es casi un diseñador de imagen y sonido profesional que en sus momentos de angustia escribe cuentos y anéctodas personales que pública en Internet, donde ya tiene más de 30 narraciones. En su vasta vida de lucha y sacrificio ha pasado por innumerables trabajos: desde cortador de ropa infantil hasta vendedor de lencería, entre otros oficios poco artísticos. Sus pasiones son las películas de ciencia ficción, los videojuegos y el fútbol. Y, según sus amigos más allegados, todavía no puede creer que le publiquen algo en una revista seria.

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reScATe humOríSTicO

por marcelo Vitores*

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*Marcelo Vitores es graduado reciente (siiií!!) de la carrera de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Desde el 2006 participa en el equipo de investigación dirigido por el Dr. Eduardo Crivelli, estudiando cerámica de cazadores recolectores, marco en el que planifica su tesis de licenciatura mientras encomienda al cielo el trámite de su titulo de profesor. Ha sido incorporado como adscripto en dos cátedras de la mencionada carrera y, quien sabe por qué, como miembro del comité editorial de esta noble revista. Tareas todas que lo colman de felicidad, y de textos para revisar.

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nOrmAS eDiTOriALeS

1. PolíTIca edITorIal

La Zaranda de ideas es una publicación anual con referato que tiene como objetivo la publicación de los resultados de las investigaciones de estudiantes de grado y egresados recientes de carreras de arqueología o disciplinas afines. Consideramos egresados recientes aquellos que no hayan superado los cuatro años de haber defendido su Tesis de grado (o fecha de egreso en caso de no realizar Tesis) al momento del llamado para publicación y que no hayan completado una carrera de postgrado.

Los autores envían sus contribuciones, las cuales se someten a consideración del Comité Editor, en forma de Artículos, informes, notas Breves, entrevistas y reseñas de Libros, pudiendo asimismo enviar colaboraciones a la sección misceláneas.

Todas las contribuciones deberán ser inéditas y podrán presentarse en forma individual o en coautoría, siempre y cuando al menos el 50% de los autores sea estudiante y/o egresado reciente.

Los editores se reservan el derecho de selección de las colaboraciones a publicar. La selección de artículos, ensayos e informes de investigación se realizará a partir de la evaluación que de ellos hagan un referato anónimo integrado por un mínimo de dos profesionales especializados en cada tema.

La clasificación de un manuscrito como Artículo, informe de investigación o nota Breve es decisión última del Comité Editor, en consulta con los evaluadores del mismo, aunque los autores deben sugerir a que sección presentan su trabajo. Los artículos son usualmente más extensos y abordan tópicos de mayor importancia y alcance para una amplia audiencia. En contraste, los informes de investigación pueden ser más técnicos, describen proyectos de investigación en curso, y aportan información de base tanto de actividades de campo como de estudios de laboratorio. Las notas Breves pueden implicar comentarios que corrigen errores de hecho o proveen nueva información directamente relevante a un artículo publicado previamente en una de las revistas; también pueden aportar información sucinta sobre proyectos de investigación en curso, tales como resultados preliminares de trabajos de campo, análisis de laboratorio, etc., así como información y discusión relativa a cuestiones académicas, científicas y/o profesionales, conclusiones adoptadas en congresos, etc.

Las contribuciones a la sección misceláneas refieren al ámbito cotidiano de la práctica arqueológica: anécdotas de campaña, recursos de internet, la visión de la gente no dedicada a la arqueología, relatos, fotografías, humor, etc. Alentamos la colaboración en cualquiera de las subsecciones, así como la sugerencia de nuevos tópicos.

2. InformacIón Para los aUTores

2.1. responsabilidades del editor

Los Editores se reservan el derecho a no considerar aquellas colaboraciones no pertinentes al perfil temático de la revista o que no se ajusten a las normas de estilo.

Los Artículos e informes de investigación serán evaluados por el Comité Editor en consulta con dos evaluadores, pudiendo ser alguno de los integrantes del Comité Académico, o bien evaluadores ad hoc. En caso de haber discordancia entre las evaluaciones, el trabajo será remitido a un tercer evaluador a fin de desempatar. Los editores serán quienes seleccionen, con el asesoramiento del Comité Académico, los evaluadores pertinentes para cada trabajo. Los informes de los evaluadores serán anónimos, a menos que éstos decidan hacer pública su evaluación. Las decisiones finales serán responsabilidad de los editores. Los autores tienen derecho a recusar o excusar hasta dos posibles evaluadores, enviando a los editores una carta fundamentando dicha decisión. Las notas Breves, entrevistas, reseñas de Libros y colaboraciones a la sección misceláneas serán evaluadas por los editores.

El Comité Editor se reserva el derecho de rechazar o devolver para su corrección aquellos trabajos que no respondan a las modificaciones sugeridas por los evaluadores y/o por los editores. Las correcciones de los trabajos deberán ser enviadas por los autores en las fechas que los editores oportunamente consignen. En caso contrario, los editores podrán optar continuar con el proceso de evaluación y publicar la versión definitiva del trabajo en un número posterior de la revista.

Los autores serán notificados tan pronto como se sustancie la decisión de aceptar o rechazar el manuscrito. La aceptación será a condición de que se realicen las modificaciones de estilo y forma que los editores y/o

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evaluadores sugieran. Asimismo, si fuera imposible publicar la totalidad de los trabajos aceptados, los editores seleccionarán algunos para ser publicados en el siguiente número de la revista.

Aquellas contribuciones que hayan sido aceptadas serán remitidas a los autores por correo electrónico en un archivo PDF, una vez realizada la prueba de edición del correspondiente número de la revista, con el único objeto de controlar posibles errores tipográficos. No se admitirá reescritura del texto en esta instancia. Todo cambio o adición representa tan sólo una sugerencia, que puede no ser tenida en cuenta por los editores.

Las contribuciones son voluntarias y los editores no cobran por la publicación en la revista. Los autores recibirán un ejemplar gratuito del número en que aparezca publicado su trabajo.

2.2. responsabilidades del autor

Los autores firmantes son responsables del contenido de sus escritos, de adecuar sus trabajos a la presente guía estilística, de la exactitud de los datos consignados y de la correcta atribución de las citas y referencias bibliográficas, de los derechos legales por la publicación del material enviado y del apropiado manejo y tratamiento de las cuestiones relacionadas con la coautoría del mismo. No podrán presentarse manuscritos que están a consideración de otras publicaciones.

Los autores deben firmar una declaración donde reconocen su responsabilidad sobre los contenidos de las colaboraciones, la precisión de las citas efectuadas, el derecho a publicar el material y la autorización para citar aquellos materiales inéditos que se incluyan en la publicación. Asimismo deberán completar un formulario con sus datos personales (uno por cada autor). Ambos documentos pueden descargarse en la siguiente dirección de internet www.lazarandadeideas.com.ar/normas.htm y deberán ser enviados en conjunto con el trabajo impreso.

Los autores son responsables de enviar los trabajos, con las modificaciones sugeridas por los evaluadores y/o el Comité Editor, en las fechas que éstos estipulen para ser admitido para su publicación. De lo contrario aceptarán que la versión definitiva sea publicada en un número posterior de la revista.

2.3 Presentaciones

Los trabajos deben enviarse en las fechas estipuladas en el llamado para publicación de dos maneras:

a) dos copias impresas del texto, las tablas y las figuras a: Sociedad Argentina de Antropología, Revista La Zaranda de Ideas - Museo Etnográfico - Moreno 350 (1091) Ciudad de Buenos Aires.

b) y una copia digital por correo electrónico a [email protected]. El texto debe enviarse en un archivo de Word con tablas y figuras incrustadas en el mismo. Además las tablas y figuras deben enviarse en archivos aparte cuyo nombre sea “Figura 1”, “Tabla 1”, etc.las Tablas deben enviarse como archivos de excel (.Xls). las figuras deben estar en blanco y negro o en escala de grises, y deben consignarse en formato BmP, JPG o TIff, con una resolución no inferior a 300 dpi. las figuras de tipo gráfico de barras, histogramas, etc, generados con excel deben enviarse como archivos de ese programa.

Idioma: para todas las secciones se aceptan colaboraciones en castellano y en portugués, o bien bilingües castellano-idioma original.Tamaño de papel: A4, impreso en una sola cara, todas las hojas numeradas.Márgenes: superior, inferior y derecho 2 cm, izquierdo 3 cm.Fuente: texto arial 12 / bibliografía, notas y agradecimientos arial 9Párrafo: sin sangría ni tabulaciones, alineación justificada sin silabeo, interlineado sencillo, con un espacio entre párrafos.Extensión: La extensión máxima para Artículos e informes será de 20 páginas, incluyendo notas, agradecimientos, figuras, tablas y bibliografía. Las notas Breves, entrevistas, reseñas de Libros tendrán como extensión máxima 5 páginas. Las colaboraciones en la sección misceláneas no deberán exceder 2 páginas.

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Normas Editoriales

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3. GUía de esTIlo

La guía estilística de La Zaranda de ideas está basada en las correspondientes a las revistas relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, intersecciones en Antropología y Latin American Antiquity.

Las consideraciones siguientes son aplicables a todas las contribuciones, salvo los resúmenes (en castellano y en inglés) y las palabras clave (en castellano y en inglés) que sólo deberán ser incluidas en Artículos e informes de investigación.

3.1 secciones del manuscrito

-Título -Autor/es-Resumen en castellano -Palabras clave en castellano-Resumen en inglés-Palabras clave en inglés-Texto (Tablas y Figuras incluidas) -Notas-Agradecimientos-Referencias citadas

3.1.1 Título El nombre del trabajo debe estar centrado y en mayúsculas.

3.1.2 Autor/es A dos espacios por debajo del título y alineado a la izquierda. Debe incluirse nombre y apellido del o

los autores, incluyendo la pertenencia institucional y dirección postal y/o electrónica.

3.1.3. resúmenes y Palabras claveLos Artículos e informes de investigación deben estar acompañados por un resumen en castellano y otro

en inglés de alrededor de 150 palabras cada uno. La pertinencia y correcta realización del resumen son tomadas en cuenta en la evaluación. Sugerimos efectuar una síntesis de los contenidos y conclusiones del escrito, referir datos novedosos allí presentados y aludir especialmente a la relevancia del manuscrito. El resumen no debe ser una introducción al trabajo, ni restringirse a enumerar las secciones que este último contiene, sino que debe presentar un panorama de los puntos temáticos sobre los que versa, invitando al lector a interesarse por el material.

Deben incluirse cinco palabras clave en castellano y en inglés. Sugerimos utilizar términos generales de la problemática que abarca el trabajo. Evite incluir palabras que se encuentren en el título del mismo. Las palabras claves son fundamentales para la indexación de los artículos, por lo tanto si son muy específicas pueden resultar irrelevantes.

3.1.4 encabezadosLos encabezados principales deben estar en mayúsculas, los secundarios en minúsculas con negrita, los

terciarios en minúsculas cursivas y los subsiguientes en minúscula normal. Siempre alineados a la izquierda, a dos espacios del texto que le precede y a uno del que le sigue.

3.1.5 citas- Las referencias bibliográficas irán en el texto siguiendo el sistema autor-año. Ejemplos: (Rodríguez 1980) o (Rodríguez 1980, 1983) o (Rodríguez 1980a, 1980b) o Rodríguez (1980).- Se citan hasta dos autores; si son más de dos se cita el primer autor y se agrega et al.- Citas con números de páginas, figuras, o tablas especificadas: (Smith 1977:3), (Jones y Wilson 1971:Figura 2), (Brown 1968:533-534) Utilice los dos puntos para separar el año de publicación con el resto de la

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información adicional. no debe existir un espacio entre los dos puntos y la información adicional. El número de páginas debe ser solamente indicado cuando se utiliza una cita textual en el trabajo.- Autores diferentes citados dentro de un mismo paréntesis o comentario siempre se deben ordenar cronológicamente. Ejemplo: (Coe 1965; Ashmore 1986; Freidel y Schele 1989). Separe las citas de diferentes autores con un punto y coma.- Evitar la referencia op. cit.- Las frases citadas textualmente que tengan menos de 8 líneas tipeadas deben incluirse dentro del texto entre comillas (“”). Las citas textuales que alcanzan 8 o más líneas tipeadas deben ser separadas del texto como una cita en bloque, con una línea de espacio arriba y abajo del bloque. Luego de la cita textual, cite entre paréntesis al autor, el año de la publicación, y el número de página(s).

3.1.6. referencias citadasLa sección referencias comienza bajo el encabezamiento primario de BIBLIOGRAFÍA. Cada referencia

debe tener un espacio con respecto a la siguiente, incluso cuando son varios trabajos del mismo autor.Los autores se hacen responsables de que las referencias sean exactas y estén completas. Todas las

referencias citadas en el texto deben aparecer en la lista de la sección referencias citadas (excepto las comunicaciones personales y los materiales de primera fuente), y todas las entradas en la lista deben estar citadas en el texto.

Los autores se ordenan alfabéticamente por apellidos. Utilice sólo las iniciales de los nombres (con espacios entre ellos) para primer y segundo nombre de autores y editores, del modo que aparecen en el título de sus trabajos. sólo la inicial del nombre del primer autor va en el orden reverso. Los nombres de los siguientes autores se separan por comas.

Dos o más trabajos del mismo autor deben ser listados cronológicamente. Dos o más trabajos del mismo autor o autores, en el mismo año, deben ser listados en el orden en el cual fueron citados en el texto y diferenciados por letras minúsculas seguidas de la fecha (i.e. 1991a, 1991b). Para números ordinales de edición use: 1ra, 2da, 3ra, etc., separados por puntos.

Ordene las partes de cada referencia de la siguiente manera: Autor/es. Fecha. Título. Publicación, número, páginas. Editorial, Lugar.

Ejemplo de lista bibliográfica:

Ashmore, W.1991. Site-Planning Principles and Concepts of Directionality Among the Ancient Maya. Latin American Antiquity 2:199-226.

Fritz, J. M.1978. Paleopsychology Today: Ideational Systems and Human Adaptation in Prehistory. En Social Archaeology: beyond Subsistence and Dating, editado por C. I. Redman, M. J. Berman, E.V. Curtin, W. T. Langhorne, Jr. N. M. Versaggi y J. Wanser, pp. 37-59. Academic Press, Nueva York.

Schiffer, M.B.1976. Behavioral Archaeology. Academic Press, New York.

la presente es una versión resumida de la guía estilística; la versión completa incluye mayores especificaciones que deben ser tomadas en cuenta en la preparación de los manuscritos y puede ser solicitada al e-mail de la revista: [email protected] o bajada de la siguiente página web:

http://www.lazarandadeideas.com.ar/normas.htm

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