nieves blanco garcÍa. profesora de didÁctica y … · 2013. 3. 25. · 7 de marzo de 2013...

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MANUEL MENOR ¿Qué te parece el sonsonete más habitual sobre educación? Escuchamos cada día que hay que revisar el sistema escolar, que las cosas no van bien. Es ver- dad que hay mucho que mejorar, pero en estos momentos abundan las visiones catastrofistas interesadas, que crean un ambiente de impoten- cia y negatividad que dificulta pensar, y se apro- vecha para justificar medidas que no se apoyan en datos sino en posiciones ideológicas. ¿El sistema educativo, hay que reformarlo o revi- sarlo? El sistema escolar siempre necesita estar en revisión, porque es fundamental para la vida de la sociedad y de cada uno de sus miembros, grandes y pequeños. Es lógico que le preste- mos atención, que cuidemos y analicemos lo que sucede en él. Con más razón en épocas de cambios profundos, como la que vivimos, por- que lo que nos jugamos es mucho. Podemos perder conquistas importantes –en equidad, en convivencia, en valores y prácticas democráti- cas–, pero, sobre todo, hay una gran confusión que puede llevarse por delante el sentido de la educación y del trabajo de la escuela. Los cambios en educación deben ser fruto de un análisis sosegado, de una perspectiva genero- sa y de largo alcance. Pero este afán de querer “refundar” el sistema cada dos por tres carece de sentido, porque no permite asentar nada, distrae la atención de lo que se necesita de ver- dad atender o cambiar, desmotiva al profeso- rado y confunde a la ciudadanía. ¿Nuestros políticos quieren de verdad a la escuela? A pesar de las muchas declaraciones, siento que no hay una preocupación real por la escue- la: se la trata como un servicio social o como un negocio. Pero no se la cuida como lo que es: un lugar fundamental para la vida en común, la individual y la pública. Un espacio irrenunciable de civilización y de convivencia plural –distintas generaciones, lenguajes, historias…–, en el que la cultura se pone a disposición de las chicas y chicos para ayudarles a que encuentren su lugar en el mundo. ¿Hemos logrado una excelencia capaz de aten- der con dignidad la gran variedad social, cultural y económica del alumnado? Pilar Tormo, una maestra admirable que acaba de jubilarse, dice que no debemos olvidar que los niños, las niñas, no vienen solos a la escuela. Vienen con su historia, sus preocupa- ciones, sus expectativas… pero también con las de sus padres, sus madres y con las de la reali- dad en la que viven. A la escuela, al instituto, a la universidad, entra la vida cada día. Y ese es el “material”, frágil y sensible, con que trabajamos las y los docentes. Sin duda hay muchas cosas que cambiar en la escuela. Hay que trabajar mucho para llevar la vida a las aulas –con lo que eso significa de cambios en saberes, metodologías, lenguajes, relaciones…–, para hacer fluidas las relaciones entre lo que se hace dentro y lo que sucede fue- ra, para que las niñas y los niños encuentren un lugar –su lugar– en la mirada de su maestra o de su maestro… Queda mucho por hacer en el plano metodológico y, sobre todo, en las rela- ciones, que son el pilar central, el corazón, de la práctica educativa. Hay muchos aspectos en los que hay que trabajar para garantizar que damos un trato “digno” a cada estudiante, capaz de llevar a cada una y cada uno a la excelencia. Excelen- cia entendida como aquel lugar de máxima posibilidad para cada uno, no una competi- ción por algo que está al alcance solo de unos pocos. La existencia de varias redes dentro del sistema –pública, concertada y privada–, la dis- tribución desigual del alumnado en los centros y, en muchos casos, dentro de los centros, la pretensión de “resucitar” la segregación por sexos, son algunos de los aspectos que cuidar, porque están afectando de manera importante la excelencia y la equidad. ¿Y si nos diera por admitir como principio el “que se apañen”? Debemos pensar, y hacernos cargo –como sociedad y como adultos– del enorme fraude y de la irresponsabilidad colectiva que supone dejar en la estacada a las generaciones mejor formadas de la historia –con lo que eso supone como avance social y personal–, abandonados a su suerte, en sentido literal y simbólico. Este es un problema que hemos de abordar, social y educativamente, y al que tenemos que hacer frente como adultos y como educadores por- que, además, ya está teniendo perversas reper- cusiones en la calidad de vida colectiva y cuya deriva es imprevisible. ¿Cómo afectan a las niñas y los niños que llegan a la escuela los problemas y dificultades que viven los adultos? Creo que los cambios sociales han generado una fractura importante entre generaciones y que, en muchos casos, hay un vacío que no se convierte en posibilidad sino en abismo… Me preocupa la falta de esperanza y la desorienta- ción de los adultos, y la repercusión que eso tie- ne en la gente joven. Porque, para que crezcan de manera saludable, necesitan tener adultos en quienes mirarse, que pueden equivocarse pero que tienen capacidad para atenderlos, que no se paralizan porque no saben qué dirección tomar, que tienen la energía necesaria para ocuparse de sus hijos o de sus alumnos… Esos adultos son los padres, las madres, las abuelas y abuelos, y lo somos también las maes- tras y maestros, que estamos viviendo momen- tos muy difíciles. Y desde luego, hay buenas razones para la preocupación y la indignación. Pero, como dijera Hannah Arendt, la educa- ción es el terreno en que definimos cuánto nos 30 ESCUELA Núm. 3.975 (413) 7 de marzo de 2013 Entrevista “Sin confianza en la diversidad de nuestros alumnos, sus posibilidades y capacidades, y en las nuestras, no se puede hacer este trabajo de civilización” “No podemos aceptar que una ley marque el límite de lo deseable” NIEVES BLANCO GARCÍA. PROFESORA DE DIDÁCTICA Y ORGANIZACIÓN ESCOLAR N ieves Blanco García (Veredas, Ciudad- Real, 1957) es profesora titular de Di- dáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga y miembro de “Sofías, relaciones de autoridad en la educación”. Son significativos los títulos de algunos de sus ar- tículos: Ser una maestra hoy; Sostener la liber- tad: encontrar y cuidar un cuarto propio; Pensar la experiencia, hacer cultura: La escuela de lo que está pasando; El privilegio de tener maes- tra (o maestro) ; Los saberes de las mujeres y la transmisión cultural en los materiales curri- culares; Coeducar es preparar para la libertad; Innovar más allá de las reformas: reconocer el saber de la escuela; Repensar nuestra relación con los libros de texto; ¿Hacia dónde va la liber- tad femenina?Sus preocupaciones se hacen más fuertes en obras coordinadas por otros especialistas, con capítulos como: La investigación en el ámbito del currículum y como método para su desarrollo; De la dificultad y las posibilidades de acompañar a la realidad que cambia; La libertad más difícil de vivir; Reconocer au- toridad femenina en la educación; Análisis de materiales curriculares; Saber para vivir; La enseñanza secundaria en una sociedad democrática; Los efectos de la reforma en la condición profesional de los docentes; El sentido del conocimiento escolar. También en los que ella misma ha coordinado: Teoría y desarrollo del currículum (1994); Educar en femenino y en masculino (2001); y El sexismo en los materiales educativos de la ESO (2000). Es el suyo un bagaje relevante para ayudarnos a comprender los derroteros actuales del sis- tema educativo. Perfil

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Page 1: NIEVES BLANCO GARCÍA. PROFESORA DE DIDÁCTICA Y … · 2013. 3. 25. · 7 de marzo de 2013 entrevista Núm. 3.975 (414) ESCUELA 31 importan nuestros hijos –entendiendo por hijos

MANUEL MENOR

¿Qué te parece el sonsonete más habitual sobre educación?

Escuchamos cada día que hay que revisar el sistema escolar, que las cosas no van bien. Es ver-dad que hay mucho que mejorar, pero en estos momentos abundan las visiones catastrofi stas interesadas, que crean un ambiente de impoten-cia y negatividad que difi culta pensar, y se apro-vecha para justifi car medidas que no se apoyan en datos sino en posiciones ideológicas.

¿El sistema educativo, hay que reformarlo o revi-sarlo?

El sistema escolar siempre necesita estar en revisión, porque es fundamental para la vida de la sociedad y de cada uno de sus miembros, grandes y pequeños. Es lógico que le preste-mos atención, que cuidemos y analicemos lo que sucede en él. Con más razón en épocas de cambios profundos, como la que vivimos, por-que lo que nos jugamos es mucho. Podemos perder conquistas importantes –en equidad, en convivencia, en valores y prácticas democráti-cas–, pero, sobre todo, hay una gran confusión que puede llevarse por delante el sentido de la educación y del trabajo de la escuela. Los cambios en educación deben ser fruto de un

análisis sosegado, de una perspectiva genero-sa y de largo alcance. Pero este afán de querer “refundar” el sistema cada dos por tres carece de sentido, porque no permite asentar nada, distrae la atención de lo que se necesita de ver-dad atender o cambiar, desmotiva al profeso-rado y confunde a la ciudadanía.

¿Nuestros políticos quieren de verdad a la escuela?

A pesar de las muchas declaraciones, siento que no hay una preocupación real por la escue-la: se la trata como un servicio social o como un negocio. Pero no se la cuida como lo que es: un lugar fundamental para la vida en común, la individual y la pública. Un espacio irrenunciable de civilización y de convivencia plural –distintas generaciones, lenguajes, historias…–, en el que la cultura se pone a disposición de las chicas y chicos para ayudarles a que encuentren su lugar en el mundo.

¿Hemos logrado una excelencia capaz de aten-der con dignidad la gran variedad social, cultural y económica del alumnado?

Pilar Tormo, una maestra admirable que acaba de jubilarse, dice que no debemos olvidar que los niños, las niñas, no vienen solos a la escuela. Vienen con su historia, sus preocupa-ciones, sus expectativas… pero también con las de sus padres, sus madres y con las de la reali-dad en la que viven. A la escuela, al instituto, a la universidad, entra la vida cada día. Y ese es el “material”, frágil y sensible, con que trabajamos las y los docentes.

Sin duda hay muchas cosas que cambiar en la escuela. Hay que trabajar mucho para llevar la vida a las aulas –con lo que eso signifi ca de cambios en saberes, metodologías, lenguajes, relaciones…–, para hacer fl uidas las relaciones entre lo que se hace dentro y lo que sucede fue-ra, para que las niñas y los niños encuentren un lugar –su lugar– en la mirada de su maestra o de su maestro… Queda mucho por hacer en el plano metodológico y, sobre todo, en las rela-ciones, que son el pilar central, el corazón, de la práctica educativa.

Hay muchos aspectos en los que hay que trabajar para garantizar que damos un trato “digno” a cada estudiante, capaz de llevar a cada una y cada uno a la excelencia. Excelen-cia entendida como aquel lugar de máxima posibilidad para cada uno, no una competi-ción por algo que está al alcance solo de unos pocos. La existencia de varias redes dentro del sistema –pública, concertada y privada–, la dis-tribución desigual del alumnado en los centros y, en muchos casos, dentro de los centros, la pretensión de “resucitar” la segregación por sexos, son algunos de los aspectos que cuidar, porque están afectando de manera importante la excelencia y la equidad.

¿Y si nos diera por admitir como principio el “que se apañen”?

Debemos pensar, y hacernos cargo –como sociedad y como adultos– del enorme fraude y de la irresponsabilidad colectiva que supone dejar en la estacada a las generaciones mejor formadas de la historia –con lo que eso supone como avance social y personal–, abandonados a su suerte, en sentido literal y simbólico. Este

es un problema que hemos de abordar, social y educativamente, y al que tenemos que hacer frente como adultos y como educadores por-que, además, ya está teniendo perversas reper-cusiones en la calidad de vida colectiva y cuya deriva es imprevisible.

¿Cómo afectan a las niñas y los niños que llegan a la escuela los problemas y difi cultades que viven los adultos?

Creo que los cambios sociales han generado una fractura importante entre generaciones y que, en muchos casos, hay un vacío que no se convierte en posibilidad sino en abismo… Me preocupa la falta de esperanza y la desorienta-

ción de los adultos, y la repercusión que eso tie-ne en la gente joven. Porque, para que crezcan de manera saludable, necesitan tener adultos en quienes mirarse, que pueden equivocarse pero que tienen capacidad para atenderlos, que no se paralizan porque no saben qué dirección tomar, que tienen la energía necesaria para ocuparse de sus hijos o de sus alumnos…

Esos adultos son los padres, las madres, las abuelas y abuelos, y lo somos también las maes-tras y maestros, que estamos viviendo momen-tos muy difíciles. Y desde luego, hay buenas razones para la preocupación y la indignación. Pero, como dijera Hannah Arendt, la educa-ción es el terreno en que defi nimos cuánto nos

30 ESCUELA Núm. 3.975 (413) 7 de marzo de 2013

Entrevista

“Sin confi anza en la diversidad de nuestros alumnos, sus posibilidades y capacidades, y en las nuestras, no se puede

hacer este trabajo de civilización”

“No podemos aceptar que una ley marque el límite de lo deseable”

NIEVES BLANCO GARCÍA. PROFESORA DE DIDÁCTICA Y ORGANIZACIÓN ESCOLAR

N ieves Blanco García (Veredas, Ciudad-Real, 1957) es profesora titular de Di-dáctica y Organización Escolar de la

Universidad de Málaga y miembro de “Sofías, relaciones de autoridad en la educación”. Son signifi cativos los títulos de algunos de sus ar-tículos: Ser una maestra hoy; Sostener la liber-tad: encontrar y cuidar un cuarto propio; Pensar la experiencia, hacer cultura: La escuela de lo que está pasando; El privilegio de tener maes-tra (o maestro); Los saberes de las mujeres y la transmisión cultural en los materiales curri-culares; Coeducar es preparar para la libertad; Innovar más allá de las reformas: reconocer el saber de la escuela; Repensar nuestra relación con los libros de texto; ¿Hacia dónde va la liber-tad femenina?…

Sus preocupaciones se hacen más fuertes en obras coordinadas por otros especialistas, con capítulos como: La investigación en el ámbito del currículum y como método para su desarrollo; De la difi cultad y las posibilidades de acompañar a la realidad que cambia; La libertad más difícil de vivir; Reconocer au-toridad femenina en la educación; Análisis de materiales curriculares; Saber para vivir; La enseñanza secundaria en una sociedad democrática; Los efectos de la reforma en la condición profesional de los docentes; El sentido del conocimiento escolar. También en los que ella misma ha coordinado: Teoría y desarrollo del currículum (1994); Educar en femenino y en masculino (2001); y El sexismo en los materiales educativos de la ESO (2000). Es el suyo un bagaje relevante para ayudarnos a comprender los derroteros actuales del sis-tema educativo.

Perfi l

Page 2: NIEVES BLANCO GARCÍA. PROFESORA DE DIDÁCTICA Y … · 2013. 3. 25. · 7 de marzo de 2013 entrevista Núm. 3.975 (414) ESCUELA 31 importan nuestros hijos –entendiendo por hijos

entrevista7 de marzo de 2013 Núm. 3.975 (414) ESCUELA 31

importan nuestros hijos –entendiendo por hijos todos los jóvenes–. Creo que quienes nos dedi-camos a la formación del profesorado, tenemos que prestar atención a esto y apoyarle para que se haga responsable de las criaturas que tiene en el aula, para cuidar las relaciones, para apo-yar las posibilidades que cada una y cada uno tiene, y darles confi anza para que las puedan desplegar… La relación fuerte, de confi anza y esperanza, me parece que es la base sólida sobre la que se puede asentar la capacidad para apren-der, para conocer, para proponer, para pensar y recrear el mundo. El futuro se juega en el pre-sente y en que cada cual asumamos la respon-sabilidad de hacer lo que está en nuestra mano para que el mundo –y el mundo está allí don-de estamos nosotros– sea mejor. Esperar a que venga alguien a arreglarlo es un pensamiento venenoso social y educativamente.

¿Qué retos ves más urgentes para quienes ense-ñan actualmente?

El profesorado siempre se enfrenta a retos; buscar conectarse con la vida y sus cambios lo requiere. Y no siempre tenemos la disposición ni los apoyos necesarios para hacerlo. Abrir nuestras aulas –en sentido real y simbólico– al mundo real, a los saberes necesarios para vivir en un mundo donde lo que sobra es informa-ción, a la participación de nuestros estudiantes, a las familias, a la comunidad social.

Incorporar nuevas formas de acceder a la información y, sobre todo, de trabajar con ella, para pensar, para resolver problemas, para plan-tear interrogantes, lejos de la repetición inútil que genera desvinculación y hastío. Modos de pensar y practicar la enseñanza capaces de aten-der a cada criatura, de hacer que la diversidad sea una riqueza en que apoyarse y no un obstá-culo que se busca eliminar, y de cultivar y cuidar todas las dimensiones del ser humano: las inte-lectuales, las emocionales, las sociales…

Estos retos siempre han estado ahí, solo que ahora tienen otra forma. Es importante mirar lo que se está haciendo y no solo lo que no hay; reconocer a quienes trabajan para hacer realidad esa escuela en la que creemos y aprender de ellas y ellos. Y también volver la mirada a nuestra his-toria, a la tradición de la renovación pedagógica que creo sigue siendo una fuente de esperanza y de inspiración, que hay que recrear, hacer vivir de acuerdo a las circunstancias actuales: toda-vía podemos contar con el testimonio de estas maestras y maestros, aunque desgraciadamente ya cada vez queden menos en activo.

En este contexto, de retos y necesidades urgentes, ¿cómo ves las propuestas de la Lomce?

Las propuestas que están saliendo del Ministerio de Educación miran la escuela y la universidad como una empresa, la educación como un negocio, y el conocimiento como una mercancía que se puede intercambiar y a la que se adjudica un valor en el mercado. No hay un análisis real y creíble de los problemas o retos que tiene planteado el sistema educati-vo; no hay una mirada de largo alcance, ni la voluntad de debatir y dialogar. Y sí una des-preocupación y un descaro que lleva a utilizar argumentos insostenibles para defender una posición –como la de que, para aprender una lengua extranjera, sea más efi caz un curso en España que en el país de referencia–. O conduce a cambiarlos aleatoriamente si conviene –como ha sucedido con la inicial visión mercantilista del anteproyecto y pasar a mentar más tarde el bienestar del alumnado–. No puedo menos que sumarme a la demanda, irónica y potente, de Gimeno Sacristán, siempre a la búsqueda del sentido de la educación: “¡Cuándo aprendere-mos a discutir antes de hacer el proyecto, en vez de hacerlo público y después discutirlo!”.

Aprovechando la crisis económica y social –que sufrimos quienes no la hemos generado–, se está haciendo una reestructuración de la escuela y de la universidad. Se busca alterar profunda y radicalmente el sentido de estas instituciones, del conocimiento, del valor de la formación, y

del papel de quienes intervenimos como docen-tes y estudiantes, que pasamos a ser proveedores de servicios, consumidores y clientes.

El análisis de la propuesta y la lectura de las actuaciones que están sucediéndose en estos meses –algunas ya ensayadas en algunas comu-nidades–, muestra que es una apuesta ideoló-gica, profundamente reaccionaria, que reaviva y da forma a los viejos “relatos” conservadores, asentados sobre la intolerancia –repugnancia a la mezcla de experiencias, de talentos, de capa-cidades…–, y sobre la voracidad del apetito de poder y rentabilidad económica.

¿A dónde va a parar esta Lomce? Diría que busca “liquidar” la educación –

por utilizar los términos de Anna Maria Pius-si–, actuando tanto en la dimensión política y organizativa como en la simbólica, aquella que modifi can profunda y radicalmente los signifi -cados con los que damos sentido a la realidad. Hay en ello toda una “pedagogía del capital” que, desde los años 80, se ha esforzado con mucha efi cacia por educarnos en un horizon-te consumista, transformando el sentido de los intercambios y relaciones humanas, haciendo que adquieran valor solo aquellos que se aco-modan al modo de intercambio comercial. Lo que ahora vivimos me parece que no es sino un momento específi co de este movimiento; se está aprovechando la coyuntura económica y los recortes presupuestarios, para concluir el desmantelamiento de la escuela y otros servicios públicos, siguiendo las directrices del “capitalis-mo del desastre” que tan bien documenta Nao-mi Klein en La doctrina del shock.

La asfi xia económica de las escuelas y uni-versidades públicas, en cuanto a recursos mate-riales y profesorado, perjudica a toda la socie-dad; no solo a quienes ahora estamos dentro: estudiantes, profesorado y familias. Y de mane-ra especial, desatiende y se desentiende de quie-nes tienen más difi cultades y necesitan mayor apoyo. Y lo hace en el presente, lo que genera enorme preocupación, porque la educación teje los hilos del futuro: los efectos de estas medi-das serán dramáticos en las próximas décadas; lo notaremos especialmente en cuanto a cohe-sión social, convivencia, bienestar colectivo y también en términos subjetivos, de bienestar individual.

¿Cómo ves el futuro educativo de este país? La educación no se cambia por decreto,

aunque las normas son fundamentales para abrir posibilidades o para cerrar caminos. Los planteamientos que se derivan de la Lomce –si sale adelante– van a cerrar caminos, restringirán posibilidades a los estudiantes, a los docentes y a la propia sociedad.

Creo que este es uno de esos momentos en que hay que ir más allá de la ley –en el sentido de no aceptar que marque el límite de lo deseable y lo posible–. Hay que orientarse por lo que una profesora italiana, Antonia de Vita, llama “una política más elemental”, una mirada y un actuar que se apoya en lo bueno que ya existe para sostenerlo y para generar nuevas posibilidades. Este es un modo sensato de proceder, que nos protege del riesgo de caer en la desesperanza o de enredarnos en los tentáculos de argumentos que confunden la repetición con la veracidad: la educación no es una carrera sin freno para pro-ducir títulos, credenciales, competencias, oferta formativa, capital humano..., sino un espacio vital, imprescindible para cada individuo y para la propia sociedad.

En la escuela, en los institutos, en la univer-sidad, hay mucha energía; muchas y muchos estudiantes con entusiasmo, curiosidad y ganas de aprender; y docentes con pasión por lo que hacen, con gran deseo de enseñar y poner a disposición de sus estudiantes sus saberes, cui-dando las relaciones con ellos, con las familias, con la comunidad. Como docentes, tenemos la responsabilidad de atender y cuidar esa energía para hacerla crecer, para convertirla en posibi-lidades de pensar, de actuar, de soñar… Hay muchas y muchos que lo hacen y es necesario aprender de y con ellos.

¿Pueden aportar algo los saberes de las mujeres? No se avanza destruyendo, sino construyen-

do, haciendo existir lo que deseamos. Esto es algo que he aprendido de la política de las mujeres: hacer lo que está en tu mano para que aquello que deseas pueda ser realidad. Y para eso hay que huir de las trampas que el poder nos tiende, no dejándose atrapar por su discurso ni vencer por el desánimo que inocula, no dejándose arrastrar por una espiral desconcertante y debilitante.

¿A dónde mirar, en dónde apoyarse?

Mirar a las escuelas que se mueven, que bus-can modos de no dejarse atrapar por la telaraña de las imposiciones; a las maestras y maestros que cada día ponen su energía en cuidar las relaciones con sus estudiantes para despertar su curiosidad, su pensamiento y sus deseos de seguir planteando preguntas y respuestas; que se esfuerzan por hacer que sean felices, que no les aplaste el desánimo y la frustración que se vive en la calle y en sus casas. Y que buscan la colaboración con otras escuelas, con las fami-lias, con quienes pueden compartir propósitos y hacer realidad sus aspiraciones.

¿El pasado puede aportar algo? Sí, claro. Me parece fundamental recuperar

la memoria y volver la mirada a quienes crea-ron, inventaron y asumieron la responsabilidad de dar un sentido propio a la educación. Los MRP –esos colectivos de profesoras y de pro-fesores que nacieron en los 70 y que aún están vivos– son un referente que no podemos perder. Y desde luego, hay que estar pendientes de las nuevas formas, a menudo creativas y sorpren-dentes, que la gente joven está inventando para hacer oír su voz y dar forma a sus propuestas.

Gracias por tu esperanza... Pienso que hay que hacerla crecer. Es una res-

ponsabilidad fundamental de quienes nos dedi-camos a la educación. Porque no hay educación sin esperanza, sin una mirada positiva sobre el mundo y sobre quienes lo habitamos: sobre nuestros estudiantes, pero también sobre noso-tros como docentes. Sin esa confi anza en nues-tros alumnos, en sus posibilidades y capacidades, y en las nuestras, no se puede hacer este trabajo de civilización y creación del tejido básico de convi-vencia y bienestar en el que consiste educar.

En estos momentos, creo necesario, además, reivindicar algo que es irrenunciable en este tra-bajo: “Alegría”. La alegría como disposición y como actitud vital que custodia la pasión por la relación con la gente joven y su bienestar, y la pasión por el saber y por ponerlo a disposición de otras y otros, tratando de que la vida propia y la de los demás pueda ser vivida en plenitud. Eso es lo que he descubierto que se esfuerzan por proteger y acrecentar –a pesar de las difi culta-des– las maestras y maestros de quienes vale la pena aprender.

“Respecto a la Lomce: no hay un análisis real y creíble de los problemas o retos que tiene planteado el sistema educativo”