mysterium fidei. encíclica de pablo vi

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  • 8/6/2019 MYSTERIUM FIDEI. Encclica de PAblo VI.

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    CARTA ENCCLICA

    MYSTERIUM FIDEI

    DE SU SANTIDAD

    PABLO VI

    SOBRE LA DOCTRINA Y CULTO DE LA SAGRADA EUCARISTA

    1. El misterio de fe, es decir, el inefable don de la Eucarista, que la Iglesia catlica harecibido de Cristo, su Esposo, como prenda de su inmenso amor, lo ha guardadosiempre religiosamente como el tesoro ms precioso, y el Concilio Ecumnico VaticanoII le ha tributado una nueva y solemnsima profesin de fe y culto. En efecto, los Padresdel Concilio, al tratar de restaurar la Sagrada Liturgia, con su pastoral solicitud en favorde la Iglesia universal, de nada se han preocupado tanto como de exhortar a los fieles aque con entera fe y suma piedad participen activamente en la celebracin de estesacrosanto misterio, ofrecindolo, juntamente con el sacerdote, como sacrificio a Dios

    por la salvacin propia y de todo el mundo y nutrindose de l como alimento espiritual.

    Porque si la Sagrada Liturgia ocupa el primer puesto en la vida de la Iglesia, el MisterioEucarstico es como el corazn y el centro de la Sagrada Liturgia, por ser la fuente de lavida que nos purifica y nos fortalece de modo que vivamos no ya para nosotros, sino

    para Dios, y nos unamos entre nosotros mismos con el estrechsimo vnculo de lacaridad.

    Y para resaltar con evidencia la ntima conexin entre la fe y la piedad, los Padres delConcilio, confirmando la doctrina que la Iglesia siempre ha sostenido y enseado y elConcilio de Trento defini solemnemente juzgaron que era oportuno anteponer, al tratardel sacrosanto Misterio de la Eucarista, esta sntesis de verdades:

    Nuestro Salvador, en la Ultima Cena, la noche en que l era traicionado, instituy elsacrificio eucarstico de su cuerpo y sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos,hasta su vuelta, el sacrifico de la cruz y a confiar as a su Esposa, la Iglesia,el memorialde su muerte y resurreccin: sacramento de piedad, signo de unidad,vnculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena degracia y se nos da una prenda de la gloria venidera [1].

    Con estas palabras se enaltecen a un mismo tiempo el sacrificio, que pertenece a laesencia de la misa que se celebra cada da, y el sacramento, del que participan los fieles

    por la sagrada comunin, comiendo la carne y bebiendo la sangre de Cristo, recibiendola gracia, que es anticipacin de la vida eterna y la medicina de la inmortalidad,conforme a las palabras del Seor: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene lavida eterna y yo le resucitar en el ltimo da [2].

    As, pues, de la restauracin de la sagrada liturgia Nos esperamos firmemente quebrotarn copiosos frutos de piedad eucarstica, para que la santa Iglesia, levantando estasaludable ensea de piedad, avance cada da ms hacia la perfecta unidad [3] e invite a

    todos cuantos se gloran del nombre cristiano a la unidad de la fe y de la caridad,atrayndolos suavemente bajo la accin de la divina gracia.

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    Nos parece ya entrever estos frutos y como gustar ya sus primicias en la alegramanifiesta y en la prontitud de nimo con que los hijos de la Iglesia catlica hanacogido la Constitucin de la sagrada liturgia restaurada; y asimismo en muchas y bienescritas publicaciones destinadas a investigar con mayor profundidad y a conocer conmayor fruto la doctrina sobre la santsima Eucarista, especialmente en lo referente a su

    conexin con el misterio de la Iglesia.

    Todo esto nos es motivo de no poco consuelo y gozo, que tambin queremos de buengrado comunicaros, venerables hermanos, para que vosotros, con Nos, deis tambingracias a Dios, dador de todo bien, quien, con su Espritu, gobierna a la Iglesia y lafecunda con crecientes virtudes.

    Motivos de solicitud pastoral y de preocupacin

    2. Sin embargo, venerables hermanos, no faltan, precisamente en la materia de quehablamos, motivos de grave solicitud pastoral y de preocupacin, sobre los cuales no

    nos permite callar la conciencia de nuestro deber apostlico.

    En efecto, sabemos ciertamente que entre los que hablan y escriben de este sacrosantomisterio hay algunos que divulgan ciertas opiniones acerca de las misas privadas, deldogma de la transustanciacin y del culto eucarstico, que perturban las almas de losfieles, causndoles no poca confusin en las verdades de la fe, como si a cualquiera lefuese lcito olvidar la doctrina, una vez definida por la Iglesia, o interpretarla de modoque el genuino significado de las palabra o la reconocida fuerza de los conceptos quedenenervados.

    En efecto, no se puede pongamos un ejemplo exaltar tanto la misa,llamada comunitaria, que se quite importancia a la misa privada; ni insistir tanto en lanaturaleza del signo sacramental como si el simbolismo, que ciertamente todos admitenen la sagrada Eucarista, expresase exhaustivamente el modo de la presencia de Cristoen este sacramento; ni tampoco discutir sobre el misterio de la transustanciacin sinreferirse a la admirable conversin de toda la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo yde toda la sustancia del vino en su sangre, conversin de la que habla el Concilio deTrento, de modo que se limitan ellos tan slo a lo que llaman transignificacin ytransfinalizacin; como, finalmente, no se puede proponer y aceptar la opinin, segn lacual en las hostias consagradas, que quedan despus de celebrado el santo sacrificio dela misa, ya no se halla presente Nuestro Seor Jesucristo.

    Todos comprenden cmo en estas opiniones y en otras semejantes, que se vandivulgando, reciben gran dao la fe y el culto de la divina Eucarista.

    As, pues, para que la esperanza suscitada por el Concilio de una nueva luz de piedadeucarstica que inunda a toda la Iglesia, no sea frustrada ni aniquilada por los grmenesya esparcidos de falsas opiniones, hemos decidido hablaros, venerables hermanos, detan grave tema y comunicaros nuestro pensamiento acerca de l con autoridadapostlica.

    Ciertamente, Nos no negamos a los que divulgan tales opiniones el deseo nada

    despreciable de investigar y poner de manifiesto las inagotables riquezas se tan granmisterio, para hacerlo entender a los hombres de nuestra poca; ms an; reconocemos

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    y aprobamos tal deseo; pero no podemos aprobar las opiniones que defienden, ysentimos el deber de avisaros sobre el grave peligro que esas opiniones constituyen parala recta fe.

    La sagrada Eucarista es un Misterio de fe

    3. Ante todo queremos recordar una verdad, por vosotros bien sabida, pero muynecesaria para eliminar todo veneno de racionalismo; verdad, que muchos catlicos hansellado con su propia sangre y que celebres Padres y Doctores de la Iglesia han

    profesado y enseado constantemente, esto es, que la Eucarista es un altsimo misterio,ms an, hablando con propiedad, como dice la sagrada liturgia, el misterio de fe.Efectivamente, slo en l, como muy sabidamente dice nuestro predecesor Len XIII,de feliz memoria, se contienen con singular riqueza y variedad de milagros todas lasrealidades sobrenaturales[4].

    Luego es necesario que nos acerquemos, particularmente a este misterio, con humilde

    reverencia, no siguiendo razones humanas, que deben callar, sino adhirindonosfirmemente a la Revelacin divina.

    San Juan Crisstomo, que, como sabis, trat con palabra tan elevada y con piedad tanprofunda el misterio eucarstico, instruyendo en cierta ocasin a sus fieles acerca de estaverdad, se expres en estos apropiados trminos: Inclinmonos ante Dios; y no lecontradigamos, aun cuando lo que l dice pueda parecer contrario a nuestra razn y anuestra inteligencia; que su palabra prevalezca sobre nuestra razn e inteligencia.Observemos esta misma conducta respecto al misterio [eucarstico], no considerandosolamente lo que cae bajo los sentidos, sino atendiendo a sus palabras, porque su

    palabra no puede engaar [5].

    Idnticas afirmaciones han hecho con frecuencia los doctores escolsticos. Que en estesacramento se halle presente el cuerpo verdadero y la sangre verdadera de Cristo, no se

    puede percibir con los sentidos como dice Santo Toms,sino slo con la fe, la cualse apoya en la autoridad de Dios. Por esto, comentando aquel pasaje de San Lucas 22,19: Hoc est corpus meum quod pro vobis tradetur, San Cirilo dice: No dudes si estoes verdad, sino ms bien acepta con fe las palabras del Salvador: porque, siendo l laverdad, no miente [6].

    Por eso, haciendo eco al Docto Anglico, el pueblo cristiano canta

    frecuentemente: Visus tactus gustus in te fallitur, sed auditu solo tuto creditur: Credoquidquid dixit Dei Filius, il hoc Verbo veritatis verius. [En ti se engaa la vista, eltacto, el gusto; slo el odo cree con seguridad. Creo lo que ha dicho el Hijo de Dios,

    pues nada hay ms verdadero que este Verbo de la verdad].

    Ms an, afirma San Buenaventura: Que Cristo est en el sacramento como signo, noofrece dificultad alguna; pero que est verdaderamente en el sacramento, como en elcielo, he ah la grandsima dificultad; creer esto, pues, es muy meritorio [7].

    Por lo dems, esto mismo ya lo insina el Evangelio, cuando cuenta cmo muchos delos discpulos de Cristo, luego de or que haban de comer su carne y beber su sangre,

    volvieron las espaldas al Seor y le abandonaron diciendo: Duras son estas palabras!Quin puede orlas?. En cambio Pedro, al preguntarle el Seor si tambin los Doce

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    queran marcharse, afirm con pronta firmeza su fe y la de los dems apstoles, con estaadmirable respuesta: Seor, a quin iramos? T tienes palabras de vida eterna [8].

    Y as es lgico que al investigar este misterio sigamos como una estrella el magisteriode la Iglesia, a la cual el divino Redentor ha confiado la Palabra de Dios, escrita o

    transmitida oralmente, para que la custodie y la interprete, convencidos de que aunqueno se indague con la razn, aunque no se explique con la palabra, es verdad, sinembargo, lo que desde la antigua edad con fe catlica veraz se predica y se cree en

    toda la Iglesia[9].

    Pero esto no basta. Efectivamente, aunque se salve la integridad de la fe, es tambinnecesario atenerse a una manera apropiada de hablar no sea que, con el uso de palabrasinexactas, demos origen a falsas opiniones lo que Dios no quiera acerca de la fe enlos ms altos misterios. Muy a propsito viene el grave aviso de San Agustn, cuandoconsidera el diverso modo de hablar de los filsofos y el de los cristianos: Losfilsofos escribe hablan libremente y en las cosas muy difciles de entender no

    temen herir los odos religiosos. Nosotros, en cambio, debemos hablar segn una regladeterminada, no sea que el abuso de las palabras engendre alguna opinin impa aunsobre las cosas por ellas significadas [10].

    La norma, pues, de hablar que la Iglesia, con un prolongado trabajo de siglos, no sinayuda del Espritu Santo, ha establecido, confirmndola con la autoridad de losconcilios, norma que con frecuencia se ha convertido en contrasea y bandera de la feortodoxa, debe ser religiosamente observada, y nadie, a su propio arbitrio o so pretextode nueva ciencia, presuma cambiarla. Quin, podra tolerar jams, que las frmulasdogmticas usadas por los concilios ecumnicos para los misterios de la SantsimaTrinidad y de la Encarnacin se juzguen como ya inadecuadas a los hombres de nuestrotiempo y que en su lugar se empleen inconsideradamente otras nuevas? Del mismomodo no se puede tolerar que cualquiera pueda atentar a su gusto contra las frmulascon que el Concilio Tridentino ha propuesto la fe del misterio eucarstico. Porque esasfrmulas, como las dems usadas por la Iglesia para proponer los dogmas de la fe,expresan conceptos no ligados a una determinada forma de cultura ni a una determinadafase de progreso cientfico, ni a una u otra escuela teolgica, sino que manifiestan lo quela mente humana percibe de la realidad en la universal y necesaria experiencia y loexpresa con adecuadas y determinadas palabras tomadas del lenguaje popular o dellenguaje culto. Por eso resultan acomodadas a todos los hombres de todo tiempo ylugar.

    Verdad es que dichas frmulas se pueden explicar ms clara y ms ampliamente conmucho fruto, pero nunca en un sentido diverso de aquel en que fueron usadas, de modoque al progresar la inteligencia de la fe permanezca intacta la verdad de la fe. Porque,segn ensea el Concilio Vaticano I, en los sagrados dogmasse debe siempre retener el

    sentido que la Santa Madre Iglesia ha declarado una vez para siempre y nunca es lcito

    alejarse de ese sentido bajo el especioso pretexto de una ms profundainteligencia[11].

    El misterio eucarstico se realiza en el sacrificio de la misa

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    4. Y para edificacin y alegra de todos, nos place, venerables hermanos, recordar ladoctrina que la Iglesia catlica conserva por la tradicin y ensea con unnimeconsentimiento.

    Ante todo, es provechoso traer a la memoria lo que es como la sntesis y punto central

    de esta doctrina, es decir, que por el misterio eucarstico se representa de maneraadmirable el sacrificio de la Cruz consumado de una vez para siempre en el Calvario, serecuerda continuamente y se aplica su virtud salvadora para el perdn de los pecadosque diariamente cometemos [12]. Nuestro Seor Jesucristo, al instituir el misterioeucarstico, sancion con su sangre el Nuevo Testamento, cuyo Mediador es l, comoen otro tiempo Moiss haba sancionado el Antiguo con la sangre de los terneros [13].Porque, como cuenta el Evangelista, en la ltima cena, tomando el pan, dio gracias, lo

    parti y se lo dio, diciendo: Este es mi Cuerpo, entregado por vosotros; haced esto enmemoria ma. Asimismo tom el cliz, despus de la cena, diciendo: Este es el cliz dela nueva Alianza en mi sangre, derramada por vosotros [14]. Y as, al ordenar a losApstoles que hicieran esto en memoria suya, quiso por lo mismo que se renovase

    perpetuamente. Y la Iglesia naciente lo cumpli fielmente, perseverando en la doctrinade los Apstoles y reunindose para celebrar el sacrificio eucarstico: Todos ellos

    perseveraban atestigua cuidadosamente San Lucas en la doctrina de los apstoles yen la comunin de la fraccin del pan y en la oracin [15]. Y era tan grande el fervorque los fieles reciban de esto, que poda decirse de ellos: la muchedumbre de loscreyentes era un solo corazn y un alma sola [16].

    Y el apstol Pablo, que nos transmiti con toda fidelidad lo que el Seor le habaenseado [17], habla claramente del sacrificio eucarstico, cuando demuestra que loscristianos no pueden tomar parte en los sacrificios de los paganos, precisamente porquese han hecho participantes de la mesa del Seor. El cliz de bendicin que bendecimos

    dice no es por ventura la comunicacin de la Sangre de Cristo? Y el pan quepartimos no es acaso la participacin del Cuerpo de Cristo?... No podis beber el clizde Cristo y el cliz de los demonios, no podis tomar parte en la mesa del Seor y en lamesa de los demonios [18]. La Iglesia, enseada por el Seor y por los apstoles haofrecido siempre esta nueva oblacin del Nuevo Testamento, que Malaquas haba

    preanunciado[19], no slo por los pecados de los fieles an vivos y por sus penas,expiaciones y dems necesidades, sino tambin por los muertos en Cristo, no

    purificados an del todo [20].

    Y omitiendo otros testimonios, recordamos tan slo el de San Cirilo de Jerusaln, el

    cual, instruyendo a los nefitos en la fe cristiana, dijo estas memorables palabras:Despus de completar el sacrificio espiritual, rito incruento, sobre la hostiapropiciatoria, pedimos a Dios por la paz comn de las Iglesias, por el recto orden delmundo, por los emperadores, por los ejrcitos y los aliados, por los enfermos, por losafligidos, y, en general, todos nosotros rogamos por todos los que tienen necesidad deayuda y ofrecemos esta vctima... y luego [oramos] tambin por los Santos Padres yobispos difuntos y, en general, por todos los que han muerto entre nosotros, persuadidosde que les ser de sumo provecho a las almas por las cuales se eleva la oracin mientrasest aqu presente la Vctima Santa y digna de la mxima reverencia. Confirmandoesto con el ejemplo de la corona entretejida para el emperador a fin de que perdone a losdesterrados, el mismo santo Doctor concluye as su discurso: Del mismo modo

    tambin nosotros ofrecemos plegarias a Dios por los difuntos, aunque sean pecadores;no le entretejemos una corona, pero le ofrecemos en compensacin de nuestros pecados

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    a Cristo inmolado, tratando de hacer a Dios propicio para con nosotros y conellos [21]. San Agustn atestigua que esta costumbre de ofrecer elsacrificio de nuestraredencin tambin por los difuntos estaba vigente en la Iglesia romana [22], y al mismotiempo hace notar que aquella costumbre, como transmitida por los Padres, se guardabaen toda la Iglesia [23].

    Pero hay otra cosa que, por ser muy til para ilustrar el misterio de la Iglesia, nos placeaadir; esto es, que la Iglesia, al desempear la funcin de sacerdote y vctima

    juntamente con Cristo, ofrece toda entera el sacrificio de la misa, y toda entera se ofreceen l. Nos deseamos ardientemente que esta admirable doctrina, enseada ya por losPadres [24], recientemente expuesta por nuestro predecesor Po XII, de inmortalmemoria [25], y ltimamente expresada por el Concilio Vaticano II en laConstitucin De Ecclesiaa propsito del pueblo de Dios [26], se explique confrecuencia y se inculque profundamente en las almas de los fieles, dejando a salvo,como es justo, la distincin no slo de grado, sino tambin de naturaleza que hay entreel sacerdocio de los fieles y el sacerdocio jerrquico [27]. Porque esta doctrina, en

    efecto, es muy apta para alimentar la piedad eucarstica, para enaltecer la dignidad detodos los fieles y para estimular a las almas a llegar a la cumbre de la santidad, que noconsiste sino en entregarse por completo al servicio de la divina Majestad con generosaoblacin de s mismo.

    Conviene, adems, recordar la conclusin que de esta doctrina se desprende sobre lanaturaleza pblica y social de toda misa [28]. Porque toda misa, aunque sea celebrada

    privadamente por un sacerdote, no es accin privada, sino accin de Cristo y de laIglesia, la cual, en el sacrifico que ofrece, aprende a ofrecerse a s misma comosacrificio universal, y aplica a la salvacin del mundo entero la nica e infinita virtudredentora del sacrificio de la Cruz.

    Pues cada misa que se celebra se ofrece no slo por la salvacin de algunos, sinotambin por la salvacin de todo el mundo.

    De donde se sigue que, si bien a la celebracin de la misa conviene en gran manera, porsu misma naturaleza, que un gran nmero de fieles tome parte activa en ella, no hay quedesaprobar, sino antes bien aprobar, la misa celebrada privadamente, segn las

    prescripciones y tradiciones de la Iglesia, por un sacerdote con slo el ministro que leayuda y le responde; porque de esta misa se deriva gran abundancia de graciasespeciales para provecho ya del mismo sacerdote, ya del pueblo fiel y de otra la Iglesia,

    y aun de todo el mundo: gracias que no se obtienen en igual abundancia con la solacomunin.

    Por lo tanto, con paternal insistencia, recomendamos a los sacerdotes que de un modoparticular constituyen nuestro gozo y nuestra corona en el Seor que, recordando lapotestad, que recibieron del obispo que los consagr para ofrecer a Dios el sacrificio ycelebrar misas tanto por los vivos como por los difuntos en nombre del Seor[29],celebren cada da la misa digna y devotamente, de suerte que tanto ellos mismos comolos dems cristianos puedan gozar en abundancia de la aplicacin de los frutos que

    brotan del sacrificio de la Cruz. As tambin contribuyen en grado sumo a la salvacindel genero humano.

    En el sacrificio de la misa, Cristo se hace sacramentalmente presente

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    5. Cuanto hemos dicho brevemente acerca del sacrificio de la misa nos anima a exponeralgo tambin sobre el sacramento de la Eucarista, ya que ambos, sacrificio ysacramento, pertenecen al mismo misterio sin que se pueda separar el uno del otro. ElSeor se inmola de manera incruenta en el sacrificio de la misa, que representa elsacrifico de la cruz, y nos aplica su virtud salvadora, cuando por las palabras de la

    consagracin comienza a estar sacramentalmente presente, como alimento espiritual delos fieles, bajo las especies del pan y del vino.

    Bien sabemos todos que son distintas las maneras de estar presente Cristo en su Iglesia.Resulta til recordar algo ms por extenso esta bellsima verdad que la ConstitucinDeSacra Liturgia expuso brevemente [30]. Presente est Cristo en su Iglesia queora, porque es l quien ora por nosotros, ora en nosotros y a El oramos: ora pornosotros como Sacerdote nuestro; ora en nosotros como Cabeza nuestra y a El oramos

    como a Dios nuestro[31]. Y El mismo prometi: Donde estn dos o tres congregadosen mi nombre, all estoy yo en medio de ellos [32].

    Presente est El en su Iglesia que ejerce las obras de misericordia, no slo porquecuando hacemos algn bien a uno de sus hermanos pequeos se lo hacemos al mismoCristo [33], sino tambin porque es Cristo mismo quien realiza estas obras por medio desu Iglesia, socorriendo as continuamente a los hombres con su divina caridad. Presenteest en su Iglesia que peregrina y anhela llegar al puerto de la vida eterna, porque Elhabita en nuestros corazones por la fe [34] y en ellos difunde la caridad por obra delEspritu Santo que El nos ha dado [35].

    De otra forma, muy verdadera, sin embargo, est tambin presente en su Iglesia quepredica, puesto que el Evangelio que ella anuncia es la Palabra de Dios, y solamente enel nombre, con la autoridad y con la asistencia de Cristo, Verbo de Dios encarnado, seanuncia, a fin de que haya una sola grey gobernada por un solo pastor[36].

    Presente est en su Iglesia que rige y gobierna al pueblo de Dios, puesto que la sagradapotestad se deriva de Cristo, y Cristo,Pastor de los pastores[37], asiste a los pastoresque la ejercen, segn la promesa hecha a los Apstoles. Adems, de modo an mssublime, est presente Cristo en su Iglesia que en su nombre ofrece el sacrificio de lamisa y administra los sacramentos. A propsito de la presencia de Cristo en elofrecimiento del sacrificio de la misa, nos place recordar lo que san Juan Crisstomo,lleno de admiracin, dijo con verdad y elocuencia: Quiero aadir una cosaverdaderamente maravillosa, pero no os extrais ni turbis. Qu es? La oblacin es la

    misma, cualquiera que sea el oferente, Pablo o Pedro; es la misma que Cristo confi asus discpulos, y que ahora realizan los sacerdotes; esta no es, en realidad, menor queaqulla, porque no son los hombres quienes la hacen santa, sino aquel que la santific.Porque as como las palabras que Dios pronunci son las mismas que el sacerdote diceahora, as la oblacin es la misma [38].

    Nadie ignora, en efecto, que los sacramentos son acciones de Cristo, que los administrapor medio de los hombres. Y as los sacramentos son santos por s mismos y por lavirtud de Cristo: al tocar los cuerpos, infunden gracia en la almas.

    Estas varias maneras de presencia llenan el espritu de estupor y dan a contemplar el

    misterio de la Iglesia. Pero es muy distinto el modo, verdaderamente sublime, con elcual Cristo est presente a su Iglesia en el sacramento de la Eucarista, que por ello

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    es, entre los dems sacramentos, el ms dulce por la devocin, el ms bello por lainteligencia, el ms santo por el contenido[39]; ya que contiene al mismo Cristo yes como la perfeccin de la vida espiritual y el fin de todos los sacramentos[40].

    Tal presencia se llama real, no por exclusin, como si las otras no fueran reales, sino

    por antonomasia, porque es tambin corporal ysubstancial, pues por ella ciertamente sehace presente Cristo, Dios y hombre, entero e ntegro [41]. Falsamente explicara estamanera de presencia quien se imaginara una naturaleza, como dicen, pneumtica yomnipresente, o la redujera a los lmites de un simbolismo, como si este augustsimosacramento no consistiera sino tan slo en un signo eficaz de la presencia espiritual deCristo y de su ntima unin con los fieles del Cuerpo mstico[42].

    Verdad es que acerca del simbolismo eucarstico, sobre todo con referencia a la unidadde la Iglesia, han tratado mucho los Padres y Doctores escolsticos. El Concilio deTrento, al resumir su doctrina, ensea que nuestro Salvador dej en su Iglesia laEucarista como un smbolo... de su unidad y de la caridad con la que quiso estuvieranntimamente unidos entre s todos los cristianos, y por lo tanto, smbolo de aquel nicoCuerpo del cual El es la Cabeza[43].

    Ya en los comienzos de la literatura cristiana, a propsito de este asunto escribi elautor desconocido de la obra llamadaDidachoDoctrina de los doce Apstoles: Porlo que toca a la Eucarista, dad gracias as... como este pan partido estaba antes dispersosobre los montes y recogido se hizo uno, as se rena tu Iglesia desde los confines de latierra en tu reino [44].

    Igualmente San Cipriano, defendiendo la unidad de la Iglesia contra el cisma,

    dice: Finalmente, los mismos sacrificios del Seor manifiestan la unanimidadde los cristianos, entrelazada con slida e indisoluble caridad. Porque cuandoel Seor llama cuerpo suyo al pan integrado por la unin de muchos granos,El est indicando la unin de nuestro pueblo, a quien El sostena; y cuandollama sangre suya al vino exprimido de muchos granos y racimos y queunidos forman una cosa, indica igualmente nuestra grey, compuesta de unamultitud reunida entre s [45].

    Por lo dems, a todos se haba adelantado el Apstol, cuando escriba a losCorintios: Porque el pan es uno solo, constituimos un solo cuerpo todos los

    que participamos de un solo pan [46].

    Pero si el simbolismo eucarstico nos hace comprender bien el efecto propiode este sacramento, que es la unidad del Cuerpo mstico, no explica, sinembargo, ni expresa la naturaleza del sacramento por la cual ste se distinguede los dems. Porque la perpetua instruccin impartida por la Iglesia a loscatecmenos, el sentido del pueblo cristiano, la doctrina definida por elConcilio de Trento, y las mismas palabras de Cristo, al instituir la santsimaEucarista, nos obligan a profesar que la Eucarista es la carne de nuestroSalvador Jesucristo, que padeci por nuestros pecados, y al que el Padre, por

    su bondad, ha resucitado[47]. A estas palabras de san Ignacio de Antioquanos agrada aadir las de Teodoro de Mopsuestia, fiel testigo en esta materia de

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    la fe de la Iglesia, cuando deca al pueblo: Porque el Seor no dijo: Esto esun smbolo de mi cuerpo, y esto un smbolo de mi sangre, sino: Esto es micuerpo y mi sangre. Nos ensea a no considerar la naturaleza de la cosa

    propuesta a los sentidos, ya que con la accin de gracias y las palabraspronunciadas sobre ella se ha cambiado en su carne y sangre [48].

    Apoyado en esta fe de la Iglesia, el Concilio de Trento abierta y simplementeafirma que en el benfico sacramento de la santa Eucarista, despus de la

    consagracin del pan y del vino, se contiene bajo la apariencia de estas cosas sensibles, verdadera, real y substancialmente uestro Seor Jesucristo,verdadero Dios y verdadero hombre. Por lo tanto, nuestro Salvador est

    presente segn su humanidad, no slo a la derecha del Padre, segn el modonatural de existir, sino al mismo tiempo tambin en el sacramento de laEucarista con un modo de existir que si bien apenas podemos expresar con

    las palabras podemos, sin embargo, alcanzar con la razn ilustrada por la fey debemos creer firmsimamente que para Dios es posible[49].

    Cristo Seor est presente en el sacramento de la Eucarista por la

    transustanciacin

    6. Mas para que nadie entienda errneamente este modo de presencia, que supera lasleyes de la naturaleza y constituye en su gnero el mayor de los milagros [50], esnecesario escuchar con docilidad la voz de la iglesia que ensea y ora. Esta voz que, enefecto, constituye un eco perenne de la voz de Cristo, nos asegura que Cristo no se hace

    presente en este sacramento sino por la conversin de toda la sustancia del pan en sucuerpo y de toda la sustancia del vino en su sangre; conversin admirable y singular,que la Iglesia catlica justamente y con propiedad llama transustanciacin [51].Realizada la transustanciacin, las especies del pan y del vino adquieren sin duda unnuevo significado y un nuevo fin, puesto que ya no son el pan ordinario y la ordinaria

    bebida, sino el signo de una cosa sagrada, y signo de un alimento espiritual; pero ya porello adquieren un nuevo significado y un nuevo fin, puesto que contienen unanueva realidadque con razn denominamos ontolgica.

    Porque bajo dichas especies ya no existe lo que antes haba, sino una cosacompletamente diversa; y esto no tan slo por el juicio de la fe de la Iglesia, sino por la

    realidad objetiva, puesto que, convertida la sustancia o naturaleza del pan y del vino enel cuerpo y en la sangre de Cristo, no queda ya nada del pan y del vino, sino tan slo lasespecies: bajo ellas Cristo todo entero est presente en su realidadfsica, auncorporalmente, pero no a la manera que los cuerpos estn en un lugar.

    Por ello los Padres tuvieron gran cuidado de advertir a los fieles que, al considerar esteaugustsimo sacramento creyeran no a los sentidos que se fijan en las propiedades del

    pan y del vino, sino a las palabras de Cristo, que tienen tal virtud que cambian,transforman, transelementan el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre; porque, comoms de una vez lo afirman los mismos Padres, la virtud que realiza esto es la mismavirtud de Dios omnipotente, que al principio del tiempo cre el universo de la nada.

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    Instruido en estas cosas dice san Cirilo de Jerusaln al concluir su sermn sobre losmisterios de la fe e imbuido de una certsima fe, para lo cual lo que parece pan no es

    pan, no obstante la sensacin del gusto, sino que es el cuerpo de Cristo; y lo que parecevino no es vino, aunque as le parezca al gusto, sino que es la Sangre de Cristo...;confirmar tu corazn y come ese pan como algo espiritual y alegra la faz de tu

    alma [52].

    E insiste san Juan Crisstomo: No es el hombre quien convierte las cosas ofrecidas enel cuerpo y sangre de Cristo, sino el mismo Cristo que por nosotros fue crucificado. Elsacerdote, figura de Cristo, pronuncia aquellas palabras, pero su virtud y la gracia sonde Dios. Esto es mi cuerpo, dice. Y esta palabra transforma las cosas ofrecidas [53]. Ycon el obispo de Constantinopla Juan, est perfectamente de acuerdo el obispo deAlejandra Cirilo, cuando en su comentario al Evangelio de san Mateo, escribe:[Cristo], sealando, dijo:Esto es mi cuerpo, y esta es mi sangre, para que no creas queson simples figuras las cosas que se ven, sino que las cosas ofrecidas son transformadas,de manera misteriosa pero realmente por Dios omnipotente, en el cuerpo y en la sangre

    de Cristo, por cuya participacin recibimos la virtud vivificante y santificadora deCristo [54].

    Y Ambrosio, obispo de Miln, hablando con claridad sobre la conversin eucarstica,dice: Convenzmonos de que esto no es lo que la naturaleza form, sino lo que la

    bendicin consagr y que la fuerza de la bendicin es mayor que la de la naturaleza,porque con la bendicin aun la misma naturaleza se cambia. Y queriendo confirmar laverdad del misterio, propone muchos ejemplos de milagros narrados en la Escritura,entre los cuales el nacimiento de Jess de la Virgen Mara, y luego, volvindose a lacreacin concluye: Por lo tanto, la palabra de Cristo, que ha podido hacer de la nada loque no exista, no puede acaso cambiar las cosas que ya existen, en lo que no eran?Pues no es menos dar a las cosas su propia naturaleza, que cambirsela [55].

    Ni es necesario aducir ya muchos testimonios. Ms til es recordar la firmeza de la fecon que la Iglesia, con unnime concordia, resisti a Berengario, quien, cediendo adificultades sugeridas por la razn humana, fue el primero que se atrevi a negar laconversin eucarstica. La Iglesia le amenaz repetidas veces con la condena si no seretractaba. Y por eso san Gregorio VII, nuestro predecesor, le impuso prestar un

    juramento en estos trminos: Creo de corazn y abiertamente confieso que el pan y elvino que se colocan en el altar, por el misterio de la oracin sagrada, y por las palabrasde nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vivificante

    carne y sangre de Nuestro Seor Jesucristo, y que despus de la consagracin est elverdadero cuerpo de Cristo, que naci de la Virgen, y que ofrecido por la salvacin delmundo estuvo pendiente de la cruz, y que est sentado a la derecha del Padre; y que estla verdadera sangre de Cristo, que brot de su costado, y ello no slo por signo y virtuddel sacramento, sino aun en la propiedad de la naturaleza y en la realidad de lasustancia [56].

    Acorde con estas palabras, dando as admirable ejemplo de la firmeza de la fe catlica,est todo cuanto los concilios ecumnicos Lateranense, Constanciense, Florentino y,finalmente, el Tridentino ensearon de un modo constante sobre el misterio de laconversin eucarstica, ya exponiendo la doctrina de la Iglesia, ya condenando los

    errores.

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    Despus del Concilio de Trento, nuestro predecesor Po VI advirti seriamente contralos errores del Snodo de Pistoya, que los prrocos, que tienen el deber de ensear, nodescuiden hablar de la transubstanciacin, que es uno de los artculos de la fe [57].

    Tambin nuestro predecesor Po XII, de feliz memoria, record los lmites que no deben

    pasar todos los que discuten con sutilezas sobre el misterio de latransubstanciacin [58]. Nos mismo, en el reciente Congreso Nacional ItalianoEucarstico de Pisa, cumpliendo Nuestro deber apostlico hemos dado pblico ysolemne testimonio de la fe de la Iglesia [59].

    Por lo dems, la Iglesia catlica, no slo ha enseado siempre la fe sobre a presencia delcuerpo y sangre de Cristo en la Eucarista, sino que la ha vivido tambin, adorando entodos los tiempos sacramento tan grande con el culto latrutico que tan slo a Dios esdebido. Culto sobre el cual escribe san Agustn: En esta misma carne [el Seor] hacaminado aqu y esta misma carne nos la ha dado de comer para la salvacin; y ningunocome esta carne sin haberla adorado antes..., de modo que no pecamos adorndola;

    antes al contrario, pecamos si no la adoramos [60].

    Del culto latrutico debido al sacramento eucarstico

    7. La Iglesia catlica rinde este culto latrutico al sacramento eucarstico, no slodurante la misa, sino tambin fuera de su celebracin, conservando con la mximadiligencia las hostias consagradas, presentndolas a la solemne veneracin de los fielescristianos, llevndolas en procesin con alegra de la multitud del pueblo cristiano.

    De esta veneracin tenemos muchos testimonios en los antiguos documentos de laIglesia. Pues los Pastores de la Iglesia siempre exhortaban solcitamente a los fieles aque conservaran con suma diligencia la Eucarista que llevaban a su casa. En verdad, elCuerpo de Cristo debe ser comido y no despreciado por los fieles, amonestagravemente san Hiplito [61].

    Consta que los fieles crean, y con razn, que pecaban, segn recuerda Orgenes,cuando, luego de haber recibido [para llevarlo] el Cuerpo del Seor, aun conservndolocon todo cuidado y veneracin, se les caa algn fragmento suyo por negligencia [62].

    Que los mismos Pastores reprobaban fuertemente cualquier defecto de debidareverencia, lo atestigua Novaciano digno de fe en esto, cuando juzga merecedor de

    reprobacin a quien, saliendo de la celebracin dominical y llevando an consigo,como se suele, la Eucarista..., lleva el Cuerpo Santo del Seor de ac para all,corriendo a los espectculos y no a su casa[63].

    Todava ms: san Cirilo de Alejandra rechaza como locura la opinin de quienessostenan que la Eucarista no sirve nada para la santificacin, cuando se trata de algnresiduo de ella guardado para el da siguiente:Pues ni se altera Cristo, dice, ni se muda

    su sagrado Cuerpo, sino que persevera siempre en l la fuerza, la potencia y la graciavivificante[64].

    Ni se debe olvidar que antiguamente los fieles, ya se encontrasen bajo la violencia de la

    persecucin, ya por amor de la vida monstica viviesen en la soledad, solan alimentarse

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    diariamente con la Eucarista, tomando la sagrada Comunin aun con sus propiasmanos, cuando estaba ausente el sacerdote o el dicono [65].

    No decimos esto, sin embargo, para que se cambie el modo de custodiar la Eucarista ode recibir la santa comunin, establecido despus por las leyes eclesisticas y todava

    hoy vigente, sino slo para congratularnos de la nica fe de la Iglesia, que permanecesiempre la misma.

    De esta nica fe ha nacido tambin la fiesta del Corpus Christi, que, especialmente porobra de la sierva de Dios santa Juliana de Mont Cornillon, fue celebrada por primera vezen la dicesis de Lieja, y que nuestro predecesor Urbano IV extendi a toda la Iglesia; yde aquella fe han nacido tambin otras muchas instituciones de piedad eucarstica que,

    bajo la inspiracin de la gracia divina, se han multiplicado cada vez ms, y con lascuales la Iglesia catlica, casi a porfa, se esfuerza en rendir homenaje a Cristo, ya paradarle las gracias por don tan grande, ya para implorar su misericordia.

    Exhortacin para promover el culto eucarstico

    8. Os rogamos, pues, venerables hermanos, que custodiis pura e ntegra en el pueblo,confiado a vuestro cuidado y vigilancia, esta fe que nada desea tan ardientemente comoguardar una perfecta fidelidad a la palabra de Cristo y de los Apstoles, rechazando enabsoluto todas las opiniones falsas y perniciosas, y que promovis, sin rehuir palabras nifatigas, el culto eucarstico, al cual deben conducir finalmente todas las otras formas de

    piedad.

    Que los fieles, bajo vuestro impulso, conozcan y experimenten ms y ms esto que diceSan Agustn: El que quiere vivir tiene dnde y de dnde vivir. Que se acerque, quecrea, que se incorpore para ser vivificado. Que no renuncie a la cohesin de losmiembros, que no sea un miembro podrido digno de ser cortado, ni un miembrodeforme de modo que se tenga que avergonzar: que sea un miembro hermoso, apto,sano; que se adhiera al cuerpo, que viva de Dios para Dios; que trabaje ahora en la tierra

    para poder reinar despus en el cielo[66]. Diariamente, como es de desear, los fieles engran nmero participen activamente en el sacrificio de la Misa se alimenten pura ysantamente con la sagrada Comunin, y den gracias a Cristo Nuestro Seor por tan grandon.

    Recuerden estas palabras de nuestro predecesor San Po X: El deseo de Jess y de la

    Iglesia de que todos los fieles se acerquen diariamente al sagrado banquete, consistesobre todo en esto: que los fieles, unidos a Dios por virtud del sacramento, saquen de lfuerza para dominar la sensualidad, para purificar de las leves culpas cotidianas y paraevitar los pecados graves a los que est sujeto la humana fragilidad [67].

    Adems, durante el da, que los fieles no omitan el hacer la visita al SantsimoSacramento, que ha de estar reservado con el mximo honor en el sitio ms noble de lasiglesias, conforme a las leyes litrgicas, pues la visita es seal de gratitud, signo deamor y deber de adoracin a Cristo Nuestro Seor, all presente.

    Todos saben que la divina Eucarista confiere al pueblo cristiano una dignidad

    incomparable. Ya que no slo mientras se ofrece el sacrificio y se realiza el sacramento,sino tambin despus, mientras la Eucarista es conservada en las iglesias y oratorios,

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    Cristo es verdaderamente elEmmanuel, es decir, Dios con nosotros. Porque da ynoche est en medio de nosotros, habita con nosotros lleno de gracia y de verdad [68];ordena las costumbres, alimenta las virtudes, consuela a los afligidos, fortalece a losdbiles, incita a su imitacin a todos que a El se acercan, de modo que con su ejemploaprendan a ser mansos y humildes de corazn, y a buscar no ya las cosas propias, sino

    las de Dios. Y as todo el que se vuelve hacia el augusto sacramento eucarstico conparticular devocin y se esfuerza en amar a su vez con prontitud y generosidad a Cristoque nos ama infinitamente, experimenta y comprende a fondo, no sin gran gozo yaprovechamiento del espritu, cun preciosa es la vida escondida con Cristo enDios [69] y cunto sirve estar en coloquio con Cristo: nada ms dulce, nada ms eficaz

    para recorrer el camino de la santidad.

    Bien conocis, adems, venerables hermanos, que la Eucarista es conservada en lostemplos y oratorios como centro espiritual de la comunidad religiosa y de la parroquial,ms an, de la Iglesia universal y de toda la humanidad, puesto que bajo el velo de lassagradas especies contiene a Cristo, Cabeza invisible de la Iglesia, Redentor del mundo,

    centro de todos los corazones,por quien son todas las cosas y nosotros por El[70].

    De aqu se sigue que el culto de la divina Eucarista mueve muy fuertemente el nimo acultivar el amorsocial[71], por el cual anteponemos al bien privado el bien comn;hacemos nuestra la causa de la comunidad, de la parroquia, de la Iglesia universal, yextendemos la caridad a todo el mundo, porque sabemos que doquier existen miembrosde Cristo.

    Venerables hermanos, puesto que el Sacramento de la Eucarista es signo y causa de launidad del Cuerpo Mstico de Cristo y en aquellos que con mayor fervor lo veneranexcita un activo espritueclesial, segn se dice, no cesis de persuadir a vuestros fieles,

    para que, acercndose al misterio eucarstico, aprendan a hacer suya propia la causa dela Iglesia, a orar a Dios sin interrupcin, a ofrecerse a s mismos a Dios como agradablesacrificio por la paz y la unidad de la Iglesia, a fin de que todos los hijos de la Iglesiasean una sola cosa y tengan el mismo sentimiento, y que no haya entre ellos cismas,sino que sean perfectos en una misma manera de sentir y de pensar, como manda elApstol [72]; y que todos cuantos an no estn unidos en perfecta comunin con laIglesia catlica, por estar separados de ella, pero que se gloran y honran del nombrecristiano, lleguen cuanto antes con el auxilio de la gracia divina a gozar juntamente connosotros aquella unidad de fe y de comunin que Cristo quiso que fuera el distintivo desus discpulos.

    Este deseo de orar y consagrarse a Dios por la unidad de la Iglesia lo deben considerarcomo particularmente suyo los religiosos, hombres y mujeres, puesto que ellos sededican de modo especial a la adoracin del Santsimo Sacramento, y son como sucorona aqu en la tierra, en virtud de los votos que han hecho.

    Pero queremos una vez mas expresar el deseo de la unidad de todos los cristianos, quees el ms querido y grato que tuvo y tiene la Iglesia, con las mismas palabras delConcilio Tridentino en la conclusin del Decreto sobre la santsima Eucarista:Finalmente, el Santo Snodo advierte con paterno afecto, ruega e implora por lasentraas de la misericordia de nuestro Dios[73] que todos y cada uno de los cristianos

    lleguen alguna vez a unirse concordes en este signo de unidad, en este vnculo decaridad, en este smbolo de concordia y considerando tan gran majestad y el amor tan

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    eximio de Nuestro Seor Jesucristo, que dio su preciosa vida como precio de nuestrasalvacin y nos diosu carne para comerla[74], crean y adoren estos sagrados misteriosde su Cuerpo y de su Sangre con fe tan firme y constante, con tanta piedad y culto, queles permita recibir frecuentemente este pansupersustancial[75], y que ste sea paraellos verdaderamente vida del alma y perenne salud de la mente, de tal forma que,

    fortalecidos con su vigor[76], puedan llegar desde esta pobre peregrinacin terrena a lapatria celestial para comer all, ya sin velo alguno, el mismopan de los ngeles[77] queahora "comen bajo los sagrados velos"[78].

    Ojal que el benignsimo Redentor que, ya prximo a la muerte rog al Padre por todoslos que haban de creer en El para que fuesen una sola cosa, como El y el Padre son unacosa sola [79], se digne or lo ms pronto posible este ardentsimo deseo Nuestro y detoda la Iglesia, es decir, que todos, con una sola voz y una sola fe, celebremos elmisterio eucarstico, y que, participando del cuerpo de Cristo, formemos un solocuerpo [80], unido con los mismos vnculos con los que l quiso quedase asegurada suunidad!

    Nos dirigimos, adems, con fraterna caridad a todos los que pertenecen a las venerablesIglesias del Oriente, en las que florecieron tantos celebrrimos Padres cuyos testimoniossobre la Eucarista hemos recordado de buen grado en esta nuestra carta. Nos sentimos

    penetrados por gran gozo cuando consideramos vuestra fe ante la Eucarista quecoincide con nuestra fe; cuando escuchamos las oraciones litrgicas con que celebrisvosotros un misterio tan grande; cuando admiramos vuestro culto eucarstico y leemos avuestros telogos que exponen y defienden la doctrina sobre este augustsimosacramento.

    La Santsima Virgen Mara, de la que Cristo Seor tom aquella carne, que en esteSacramento, bajo las especies del pan y del vino,se contiene, se ofrece y se come[81], ytodos los santos y las santas de Dios, especialmente los que sintieron ms ardientedevocin por la divina Eucarista, intercedan junto al Padre de las misericordias, paraque de la comn fe y culto eucarstico brote y reciba ms vigor la perfecta unidad decomunin entre todos los cristianos. Impresas estn en el nimo la palabras delsantsimo mrtir Ignacio, que amonesta a los fieles de Filadelfia sobre el mal de lasdesviaciones y de los cismas, para los que es remedio la Eucarista: Esforzaos, pues dice, por gozar de una sola Eucarista: porque una sola es la carne de Nuestro SeorJesucristo, y uno solo es el cliz en la unidad de su Sangre, uno el alta, como uno es elobispo...[82].

    Confortados con la dulcsima esperanza de que del acrecentado culto eucarstico se hande derivar muchos bienes para toda la Iglesia y para todo el mundo, a vosotros,venerables hermanos, a los sacerdotes, a los religiosos y a todos los que os prestan sucolaboracin, a todos los fieles confiados a vuestros cuidados, impartimos con granefusin de amor, y en prenda de las gracias celestiales, la bendicin apostlica.

    Dado en Roma junto a San Pedro, en la fiesta de San Po X, el 3 de septiembre del ao

    1965, tercero de uestro Pontificado.

    PAULUS PP. VI