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210 Mujeres en Vida. Diez años de producción imaginaria Raquel Gutiérrez Estupiñán * María del Carmen García Aguilar (ed.). Mujeres en vida. Diez años de producción imaginaria. Edición en cd. México: Centro de Estudios de Género, Facultad de Filosofía y Letras / Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2007. ISNB: 978 968 9182 29 3 Muchos de nosotros todavía tenemos preferencia por el libro, ese objeto que tie- ne existencia física (no virtual), que se puede tocar, llevar consigo para abrirlo en donde sea, que despide un aroma peculiar. No obstante, debemos reconocer la necesidad de transigir con las limitaciones financieras que se están volvien- do parte de la vida diaria y abandonar nuestros prejuicios ante la tecnología de hoy para celebrar la aparición de este artefacto llamado “cd”, gracias al cual po- demos tener acceso a esta riqueza de escritura y de experiencias humanas que constituyen los trabajos ganadores del concurso Mujeres en Vida. Hay que decir que gracias a este formato, los cuentos estarán al alcance de una multitud de lec- toras, lectores y, es de esperarse, de investigadores en literatura y áreas afines. El concurso ha buscado no sólo que las mujeres escriban, sino que tambien su objetivo va ya más allá y, como afirma en la introducción la maestra Mari- carmen García Aguilar —motor indiscutible de este concurso—, se trata de con- tribuir a la transformación de los imaginarios femeninos. Podría decirse algo de cada uno de los cuentos recopilados, pero ante la imposibilidad de hacerlo en este espacio, me limitaré a citar algunos que han llamado especialmente mi atención, y a señalar rasgos generales, compartidos por muchos de los textos que conforman esta recopilación. Reconstrucción de papeles tradicionales. Los roles asignados por la sociedad (pa- triarcal), empeñada en hacer mujeres que cumplan lo que se espera de ellas (ma- dres, esposas, hijas perfectas) aparecen en un buen número de los textos de la compilación que hoy presentamos. Así se aprecia en cuentos como “Breve es- pacio” (Viginia Hernández), en el que la protagonista pasa revista a los lastres acumulados sobre ella por la educación o, más bien, el entrenamiento, recibi- do. O en “Los cuentos que aburren a las princesas” (Alma Jessica Beltrán Cruz), que deconstruye un discurso “clásico” que relega a las mujeres a roles de sub- ordinación. Este cuento se inserta en la línea de la escritura femenina que ha * Profesora-investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Atónoma de Puebla.

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Mujeres en Vida.Diez años de producción imaginaria

Raquel Gutiérrez Estupiñán*

María del Carmen García Aguilar (ed.). Mujeres en vida. Diez años de producción imaginaria. Edición en cd. México: Centro de Estudios de Género, Facultad de Filosofía y Letras / Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2007.ISNB: 978 968 9182 29 3

Muchos de nosotros todavía tenemos preferencia por el libro, ese objeto que tie-ne existencia física (no virtual), que se puede tocar, llevar consigo para abrirlo en donde sea, que despide un aroma peculiar. No obstante, debemos reconocer la necesidad de transigir con las limitaciones financieras que se están volvien-do parte de la vida diaria y abandonar nuestros prejuicios ante la tecnología de hoy para celebrar la aparición de este artefacto llamado “cd”, gracias al cual po-demos tener acceso a esta riqueza de escritura y de experiencias humanas que constituyen los trabajos ganadores del concurso Mujeres en Vida. Hay que decir que gracias a este formato, los cuentos estarán al alcance de una multitud de lec-toras, lectores y, es de esperarse, de investigadores en literatura y áreas afines.

El concurso ha buscado no sólo que las mujeres escriban, sino que tambien su objetivo va ya más allá y, como afirma en la introducción la maestra Mari-carmen García Aguilar —motor indiscutible de este concurso—, se trata de con-tribuir a la transformación de los imaginarios femeninos.

Podría decirse algo de cada uno de los cuentos recopilados, pero ante la imposibilidad de hacerlo en este espacio, me limitaré a citar algunos que han llamado especialmente mi atención, y a señalar rasgos generales, compartidos por muchos de los textos que conforman esta recopilación.

• Reconstrucción de papeles tradicionales. Los roles asignados por la sociedad (pa-triarcal), empeñada en hacer mujeres que cumplan lo que se espera de ellas (ma-dres, esposas, hijas perfectas) aparecen en un buen número de los textos de la compilación que hoy presentamos. Así se aprecia en cuentos como “Breve es-pacio” (Viginia Hernández), en el que la protagonista pasa revista a los lastres acumulados sobre ella por la educación o, más bien, el entrenamiento, recibi-do. O en “Los cuentos que aburren a las princesas” (Alma Jessica Beltrán Cruz), que deconstruye un discurso “clásico” que relega a las mujeres a roles de sub-ordinación. Este cuento se inserta en la línea de la escritura femenina que ha

* Profesora-investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Atónoma de Puebla.

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revista de la facultad de filosofía y letras

R E S E Ñ A S

procedido a reescribir cuentos infantiles, como Rosario Ferré, Carmen Martín Gaite, Angela Carter o Amelia Domínguez.

• Historias de mujeres que tuvieron que luchar para autoafirmarse y autoconstruirse en circunstancias adversas. En este grupo destacan “El jazmín y doña Asunción” (Gloria Tirado), donde una mujer logra sobrellevar los papeles asignados, pero llega a poseer iniciativa propia y a destacar en un grupo de mujeres; la heroí-na le transmite su historia a una mujer más joven, que recibe así las enseñan-zas de la mujer mayor.

Otros dos cuentos en los que las protagonistas son mujeres de edad (sobre los setenta años), y que además son excelentes tanto por el tratamiento del tema como por estar muy bien escritos (lo que no podría decirse de todos lo cuentos, aun los ganadores1) son “Dulce compañía” (Ana Emilia Villa Issa) y “Revolu-ción en la eternidad” (María Rosa Palazón). En “Dulce compañía”, una mujer que ha sido confinada a la cárcel por defenderse de un hombre que pretendía atacarla, revisa su vida y, dando muestra de una enorme fuerza de voluntad, logra convertir su desventaja física (ha tenido que usar un bastón durante toda su vida) en un instrumento de liberación. Este cuento se sitúa dentro del género confesional, pero también participa del Bildungsroman femenino. “Revolución en la eternidad”, aparte de presentar un caso de conmovedora solidaridad entre dos mujeres, relata la progresiva decadencia física y la muerte de una mujer de letras. Lo notable es que el deterioro físico es puesto bajo una lente de aumen-to y ofrece imágenes muy vívidas (que no pueden sino hacernos reflexionar); el cuerpo que se desmorona parece gobernar la escritura. Al igual que en “Dul-ce compañía”, se logra dar una dimensión positiva a la decadencia y la muerte.

• Reconstrucción de contextos. “Todo por el 68” (Gloria Tirado), “Cambio de ad-ministración” y “Biógrafos” (Judith Castañeda) ofrecen datos muy detallados sobre el contexto en el que se sitúa la trama, ya se trate de los acontecimientos de 1968 en nuestro país o el ambiente obrero de Río Blanco y el de una empre-sa del ramo textil. En estos cuentos puede señalarse un rasgo de la escritura fe-menina: los contextos no son el tema principal, sino que sirven como trasfondo para transmitir otras historias: de amor en “Todo por el 68”, de las vueltas que dan las cosas en “Cambio de administración” (la narradora regresa, tres años después, a la fábrica de donde la habían despedido) y de cómo una pareja se separa por razones ideológicas en “Biógrafos”.

• Polifonía. La polifonía es también —desde mi punto de vista— característica de lo que escriben las mujeres. Hay, en innumerables muestras de escritura fe-menina, una clara tendencia a la inclusión de todas las voces, sin esa preten-sión de apoderarse del discurso, de controlarlo, que se detecta en la mayoría de lo que escriben los “señores”. En alguna de las ediciones del concurso en-viaron cuentos, por cierto de excelente calidad. Mencionaremos solamente “La otra Penélope”, de Eduardo Sabugal Torres. Éste presenta una propuesta inte-resante, derivada de la actitud ante el género por parte del narrador. Mediante el recurso intertextual a la figura de Ulises, se deconstruyen estereotipos acer-

1. Hay cuentos que no escapan a lugares ya comunes aun en el terreno del feminismo, y que no ayudan a la causa; o que apoyan, por ejemplo, el consumismo que predomina en nuestros días. Hay temas banales o manejo insatisfactorio del lenguaje como herramienta literaria.

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ca de los papeles de mujeres y hombres en la pareja: hay un trastrueque de ro-les, apreciable en varios pasajes del texto, como el siguiente: “me han dado un telar a cambio de mi disfraz de Ulises” (157). A “Ella” (de profesión fotógrafa) se le concede voz para rechazar su papel de “monumento a la paciencia”; el te-lar, por otra parte, ha pasado a manos del hombre, que es quien espera a que la mujer regrese, cosa que ella no piensa hacer.

A pesar de este cierre tan bien logrado, y sin demérito a la calidad literaria de los cuentos escritos por hombres, la inclusión de voces atribuidas a mujeres no es polifónica. A diferencia de lo que encontramos en las voces incorporadas en cuentos de autoría femenina, en estos se percibe una escritura más preocu-pada por lo propiamente literario, por la creación de un objeto estético, por el predominio, en todo momento, de lo mental. Las figuras femeninas en ambos cuentos (y lo mismo sucede en “El ruido de una piedra”, de Rodolfo Luna Ro-dríguez) siguen siendo objeto de la mirada masculina, aun cuando sean ellas quienes se encuentren detrás de la cámara.

Volviendo a “Los cuentos que aburren a las princesas”, este texto contie-ne un mensaje con el que muchas y muchos estamos de acuerdo: tanto muje-res como hombres queremos liberarnos de prejuicios heredados, de una serie de estereotipos que ya se han vuelto obsoletos, de la presión que ejercen sobre nuestro modo de ver la vida (presión que puede llegar al grado de no dejarnos disfrutarla). En este sentido, el universo narrativo de Mujeres en vida. Diez años de producción imaginaria, muestra que hay caminos para vivir la diferencia de género de modos diferentes.