muerte medieval. nayeli amezcua
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Concepción medieval de la muerteTRANSCRIPT
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
COLEGIO DE HISTORIA
LA CONCEPCIÓN MEDIEVAL DE LA MUERTE.
AMEZCUA CONSTANDCE NAYELI OLIVIA
MATERIA: EDAD MEDIA EN EUROPA II.
PROFESOR: FELIPE CASTRO.
Ciudad Universitaria, 13 de junio 2005.
1
Introducción.
Pierre Chaunu afirma que el fenómeno humano no se caracteriza por la herramienta,
la vida en sociedad o el lenguaje, sino porque es conciente de que su vida es un proceso que
principia con el nacimiento y termina con la muerte, “el hombre de Neanderthal es hombre
porque ya tiene una representación de la muerte, es conciente de que debe morir.
Extremando las cosas, el fenómeno humano está, incuestionablemente, delimitado por el
rito funerario”1. Este autor afirma que una sociedad puede ser comprendida a partir de su
discurso sobre la muerte, discurso que puede ser coherente o no.
La Edad Media, especialmente a partir de los siglos XIV y XV, se caracterizó por
un discurso particular que, según algunos autores, es una respuesta al alto nivel de
mortandad debido a la peste negra. Sin embargo, otros autores han cuestionado este
argumento afirmando que el cambio en la actitud ante la muerte se debe a otros factores,
como el surgimiento de un nuevo tipo de arte. Si la peste negra no es el factor determinante
de este cambio ¿a qué se deben las dramáticas representaciones de la muerte y el
surgimiento de las llamadas danzas macabras? El propósito de este trabajo es establecer en
qué consistía la visión medieval de la muerte, cuál es el papel que jugó la peste negra en
esta concepción y cuáles fueron los factores determinantes que generaron el cambio en el
discurso medieval sobre la muerte.
Para responder a estas preguntas es necesario conocer cuál era la actitud ante la
muerte antes del siglo XIV, de manera que la primera parte de la investigación abarcará la
doctrina católica sobre la muerte así como la religiosidad y las prácticas populares.
Posteriormente, hablaremos sobre la peste negra y sus consecuencias socioeconómicas,
especialmente su repercusión en el discurso y su relación con el arte funerario y las danzas
macabras.
Debido a que el gran cambio en la concepción medieval se ubica a partir del siglo
XIV, la mayoría de las fuentes se refieren al periodo inmediato, abarcando los siglos XIII,
XIV y XV. Para el estudio del periodo anterior ha sido de gran importancia la obra de
Ariès, algunos manuales de historia medieval y el estudio de Norbert Elias La soledad de
1 Pierre Chaunu. “Morir en París” en Historia serial, historia cuantitativa. México, Fondo de Cultura
Económica, 1987 p. 357.
2
los moribundos, ya que, a pesar de que su obra no se refiere exclusivamente a la Edad
Media, presenta algunos argumentos contrarios al estudio de Ariés, lo que nos ha permitido
tener otra perspectiva para analizar esta última obra.
También será necesaria una pequeña introducción referente a lo que implica un
discurso sobre la muerte, para lo que será necesario consultar algunas obras de carácter
general, como la Antropología de la muerte de Thomas.
La experiencia de la muerte.
Como hecho propiamente humano, las actitudes con que el hombre se enfrenta a la
muerte varían de acuerdo con cada cultura, que genera ritos e ideas específicos que reflejan,
ante todo, un deseo profundo de existencia.
Ante el problema que genera la conciencia de la muerte, la sociedad, que se desea
inmortal, busca, en primer lugar, una justificación para ese hecho. Se considera que la
muerte “solo puede ser efecto de una siniestra maquinación. Sin duda, la realidad desmiente
brutalmente este prejuicio, pero el desmentido se acoge siempre con el mismo movimiento
de estupor indignado y de desesperación. Tal atentado necesita un autor sobre el que poder
descargar la cólera del grupo”2.
Sin embargo, la muerte es, en primera instancia, un hecho individual, ya que a pesar
de su cotidianeidad la muerte propia es un hecho único, en palabras de E. Ionesco, “cada
uno de nosotros es el primero en morir”3. Es sólo gracias a la muerte del otro que la muerte
puede experimentarse a través de su representación, creándose así un imaginario social al
respecto. El imaginario religioso de la muerte es, según Juan Luis de León, el “conjunto de
ideas, representaciones, imágenes y conceptos relativos a la muerte que el hombre, desde
una perspectiva exclusivamente religiosa, ha intuido, creído recibir por revelación,
reflexionado o experimentado”4. Como este autor afirma, esto implica abandonar otras
interpretaciones o respuestas al fenómeno de la muerte, como las proporcionadas por la
medicina o la filosofía.
2 Robert Hertz. La muerte, la mano derecha. México, Alianza Editorial Mexicana/ CONACULTA, 1990. p.
90. 3 Citado en Luis- Vincent Thomas. La muerte. Una lectura cultural.. Barcelona, Paidos, 1991. p. 23.
4 Juan Luis de León Azcarate. La muerte y su imaginario en la historia de las religiones. Bilbao, Universidad
de Deusto, 2000. p. 14.
3
La doctrina católica sobre la muerte.
El caso que nos ocupa es el de la muerte cristiana, donde Dios es el “Dios vivo”, el
“Dios por quien se vive”, y por lo tanto, el Dios de los vivos. La muerte entró en el mundo
por causa del pecado, que se explica por la intervención del enemigo del hombre, Satanás.
No obstante, Dios dio al hombre la oportunidad de sobrevivir a la muerte a través de la
resurrección, estableciendo la idea de una muerte subordinada, es decir, dependiente de
Dios5. Philippe Ariès ha estudiado los cambios de esta muerte cristiana a través del tiempo.
Para la época medieval, aproximadamente hasta finales del siglo XIII, Ariés encontró la
concepción de la muerte como una muerte “domada”, como algo familiar y cercano, la
muerte concebida como el destino común de la humanidad6.
La muerte no se concebía como una cesación de funciones físicas o biológicas. Se
pensaba que una parte inmaterial del hombre permanecía después de la muerte y
demandaba cosas de los vivos, quienes realizaban una serie de rituales para complacerlos.
Desde el siglo X el alma se representó como un infante, lo que W. Janzon denomina “child-
soul”, cuya justificación teológica radicaba en la idea de que la muerte era un segundo
nacimiento, ya para la vida eterna, ya parta el fuego del infierno.7
Para el mundo medieval la realidad visible era un reflejo de otra superior más
perfecta, archetypus mundus, de ahí que se hablara de otras enfermedades, otras vidas y
otras muertes de las que las terrenales “eran un pálido reflejo”8. La muerte tiene así un
significado físico pero también espiritual. Físicamente, es una línea fronteriza después de la
cual se encuentra otro tipo de vida, aunque conectada estrechamente con la actual,
específicamente con la fe del individuo y su comportamiento9. Es también lo que Mitre
llama “primera muerte”, siendo el castigo por el pecado original heredado a todos los
hombres siendo la muerte de Cristo la única manera de redención. La segunda muerte es
espiritual y se refiere a la muerte del alma “en vida” a causa de sus actos. Una tercera
muerte se refiere a la condenación eterna.10
Vencer el miedo a esta primera muerte es el
5 Chaunu, op. cit. p. 360.
6 Philippe Ariés. El hombre ante la muerte. Madrid, Taurus, 1999. p. 14.
7 Hurst W. Janzon “The image of the human soul in medieval funeral art” en de la Fuente op. cit. p. 93- 95.
8 Emilio Mitre Fernández. “La muerte primera y las otras muertes. Un discurso para las postrimerías en el
Occidente Medieval” en Aurrel y Pavón (eds.) Ante la muerte. Actitudes, espacios y formas en la España
medieval. Navarra, Ediciones de la Universidad de Navarra, 2002. p. 31. 9 Jan Bialostocki. “The image of death and funerary art in European tradition” en de la Fuente op. cit. p. 12.
10 Mitre. “La muerte primera...” en de Ibid. P. 36.
4
objetivo principal de toda civilización. La del Occidente Medieval creó para ello un sistema
de creencias y gestos que presentaban a la muerte segunda como la más terrible.11
Jaume Aurell afirma que, al percibir al mundo a través de lo simbólico, de lo
sensible, la sociedad medieval se encontraba dominada por las imágenes y el lenguaje del
cuerpo, cuya máxima expresión se encuentra en el arte y las celebraciones religiosas.12
En el
arte cristiano la muerte de Cristo es el tema principal. Su crucifixión, así como la muerte de
los mártires, muestran a la muerte como un testimonio de fe y como aquello que puede
abrir las puertas de la santidad y, por tanto, de la vida eterna. Al lado de ellos se encuentra
la muerte de la virgen como algo apacible, presentada como sueño. A este modelo seguirán
las representaciones de la muerte. El arte funerario de esta época no muestra imágenes de
cuerpos en descomposición. La mayoría de las representaciones muestran imágenes de los
difuntos en actitudes características de sus vidas o en reposo, con las manos en actitud de
oración, ya con los ojos abiertos o cerrados.13
Es una muerte “avisada” ya que una serie de premoniciones indican su llegada. La
buena muerte era, principalmente, la esperada a causa de una enfermedad, ya que permitía
concluir los asuntos terrenales y preparar el alma para la salvación. La mala muerte era la
repentina, vista como un castigo divino, aunque no entraban aquí las víctimas de guerra y
de los caballeros, cuya muerte se consideraba santa.14
Esta muerte es uno de los modelos principales, manifestado en los cantares de gesta,
donde se aprecia una muerte serena. Norbert Elías critica esta postura al considerar que
estos textos reflejan el ideal caballeresco, no la vida real. Considera también que las
conclusiones de Ariès parten de una visión romántica que considera que “todo pasado fue
mejor”. Victoria Cirlot afirma que la imaginación novelesca tenía una función pedagógica
para un grupo específico, los caballeros, más cercanos a la muerte que cualquier otro en la
sociedad medieval, por lo que no deben considerarse como un puro alejamiento de la
realidad. Este grupo “vivió acompañado de estas imágenes y a ellas debía volver una y otra
11
Ibid. p. 37. 12
Jaume Aurell. “La impronta de los testamentos medievales: entre la precariedad de lo corporal y la
durabilidad de lo espiritual” en Aurell y Pavón op. cit. p. 78. 13
Bialostocki “The image...”en de la Fuente op. cit. p. 17- 18. 14
María Concepción Lugo Olín. Una literatura para salvar el alma. Nacimiento y ocaso del género. 1600-
1700. México, INAH, 2001. p. 20.
5
vez para desentrañar su riquísimo contenido simbólico, para que las imágenes y su
simbolismo acudieran en su ayuda en los momentos cruciales de la vida”15
.
Elías afirma que, en efecto, la vida en la Edad Media era más corta, más violenta y
salvaje. No había posibilidades de aminorar el sufrimiento y la agonía de los moribundos.
No obstante, se hablaba de manera más abierta sobre la muerte. Pero este hecho no implica
que la muerte se viviera de manera más serena16
. Lo cierto es que por lo menos la
representación de la muerte era mucho menos dramática que lo que será posteriormente.
La muerte hasta el siglo XIII fue, en palabras de Malè, pudorosa, suave, pura, con
sus imágenes de bellos jóvenes yacientes17
. Aún cuando los ideales caballerescos
empezaron a decaer, la muerte del caballero fue sustituida por la del santo, específicamente
la del místico que, de igual manera, está enterado de que su momento final se acerca y se
dispone a prepararse para su partida.
En oposición a estos modelos se encuentra el de la muerte súbita, que no permite la
conclusión de los rituales, así como la muerte desconocida, aquella de la que no se tiene
idea de cómo sucedió. Los dos primeros modelos son denominados por Ariès como la
muerte domada, en oposición a una muerte actual salvaje, que no nos es familiar y por lo
tanto, es temida:
En un mundo sometido al cambio, la actitud tradicional ante la muerte aparece como un
rompeolas de inercia y de continuidad.
Está ahora tan difuminada en nuestras costumbres que a duras penas podemos
imaginarla y comprenderla. La actitud antigua en que la muerte está a la vez próxima,
familiar y disminuida, insensibilizada, se opone demasiado a la nuestra, en que cusa tanto
miedo que ya no podemos decir su nombre.
Por eso, cuando llamamos a esta muerte familiar muerte domada, no entendemos
por ese término que fuera antaño salvaje y que luego haya sido domada. Queremos decir
por el contrario que hoy se ha vuelto salvaje mientras que antes no lo era. La muerte más
antigua estaba domada.18
15
Cirlo, Victoria. “El juego de la muerte en la cultura caballeresca” en Agulha. Revista de cultura. Num
18/19 Fortaleza, São Paulo, nov/dic 2001. Consultado en secrel.com.br/jpoesia/ag18cirlot.htm 16
Norbert Elías. La soledad de los moribundos. México, Fondo de Cultura Económica, 1987. p. 20- 22. 17
Emille Malè. El arte religioso del siglo XII al siglo XVIII. México, Fondo de Cultura Económica, 1960. p.
124. 18
Ariès. op. cit. p.
6
Podemos afirmar así que la muerte física o primera no es el fin. La Iglesia se
apoderó de aquello que estaba más allá de esta muerte, considerando a quienes ya la habían
experimentado como parte de su comunidad, constituyéndose en un organismo triforme en
donde sus componentes “colaboraban” para alcanzar la salvación. Estos componentes son
los que están en este mundo, los que purifican su alma en el Más Allá y los que ya han
accedido a la gloria, lo que aún ahora se conoce como Iglesia militante, Iglesia purgante e
Iglesia triunfante19
.
El ritual de la muerte.
La Iglesia impuso a sí mismo una serie de rituales que en los que el sacerdote se
encontraba todo el tiempo presente y que incluían desde el momento de la agonía hasta el
entierro. Es importante mencionar que estos ritos se elaboraron con el paso del tiempo hasta
constituir una liturgia formal de la muerte, que puede encontrarse ya constituida hasta el
siglo X. Uno de los primeros elementos fue la reconciliación del moribundo con la Iglesia,
lo que se realizaba a través de la profesión de fe y del ritual de la penitencia. El sacerdote,
junto con la comunidad recitaba la letanía de los santos, “una especie de convocatoria de la
Jerusalén celestial hecha por la Jerusalén terrestre, una especie de transmisión de poder”20
.
Esta plegaria tiene su razón de ser en la concepción de que existe un lugar de espera en el
que los hombres comunes que no alcanzaron la santidad podían purificar sus faltas y donde
jugarían un papel importante las oraciones por los difuntos y las indulgencias.21
Al ser la muerte esperada, avisada, la ideal, el viático se convirtió en un factor
crucial para la salvación o la reducción del tiempo en el purgatorio. Era la comunión de los
moribundos, que debía depositarse en la lengua del enfermo momentos antes de su muerte,
aunque el rigor del momento exacto disminuirá para el siglo VIII. De esta manera, el ritual
de la muerte quedo reducido a tres momentos básicos. Reunida alrededor del moribundo, la
comunidad devuelve el alma al Señor en el ritual llamado commendo. Una vez que ocurría
la muerte, la comunidad terrestre confiaba a la comunidad celestial el alma del difunto,
19
Mitre “La muerte primera...”en Aurell y Pavón op. Cit. p. 42. 20
Maertens y heuschen. Doctrina y pastoral dela liturgia de la muerte. Madrid, Marova, 1965. p. 48. 21
Ariès op. cit. p. 129.
7
commendamus. Procedían entonces los últimos cuidados de los restos y los preparativos
para trasladarlos al lugar de velada y, finalmente a donde reposaría22
.
A pesar de que fue la Iglesia quien impuso su doctrina sobre lo que significaba la
muerte, no podemos decir lo mismo de la manera en que la gente, principalmente los
sectores más bajos de la sociedad, organizaron el ritual en torno a sus creencias. En un
principio, los cristianos manifestaban su dolor por la pérdida de un ser querido a través del
cuidado de los restos mortales y de la celebración del refigerium en torno a los sepulcros,
como símbolo de comunión entre vivos y muertos23
. Sin embargo, con el tiempo se
retomaron algunos elementos de las ceremonias paganas, como las feralia o parentalia, en
honor a los muertos y durante las cuales se acudía a los cementerios para conmemorar a los
muertos a través de banquetes, danzas y cantos desenfrenados. La iglesia instituyó entonces
la fiesta de la cátedra de San Pedro el mismo día de las parentalia, 22 de febrero, para
evitar que los cristianos acudieran a esta ceremonia pagana. No obstante, la costumbre
continuó y en el año 567 en el concilio de Tours se manifestaba esta preocupación, que
continuó durante mucho tiempo y para lo que la Iglesia debió lanzar constantes
exhortaciones a sus fieles.
La influencia pagana también se manifestó en el temor al retorno de los muertos,
idea que había generado la costumbre de enterrarlos fuera de las ciudades. Existía también
el miedo a que se perdiera la posibilidad de la resurrección debido a la violación de la
sepultura. Esto propició que se buscara enterrar a los difuntos al lado de los santos,
enterrados a las afueras de la ciudad. Fue necesario entonces construir algunas capillas al
lado de estas sepultaras, lo que favoreció que se crearan pequeños barrios en torno a los
cementerios, desapareciendo de esta manera la marcada división entre el lugar de los vivos
y el de los muertos24
.
Muy pronto cementerio e iglesia estuvieron ligados y la costumbre de enterrar
muertos dentro del templo se difundió rápidamente. La Iglesia trató de evitar esta práctica
estableciendo que sólo unos cuantos podían ser enterrados dentro de la iglesia,
especialmente los clérigos, hombres distinguidos por su santidad o bien personajes de la
22
Maertens y Heuschen. op. cit. p. 43. 23
Oronzo Giordano Religiosidad popular en la alta Edad Media. Madrid, Gredos, 1983. p. 113. 24
Ariès op. cit. P. 38.
8
nobleza. El común de la gente sólo podía ser enterrada en los cementerios o, en el caso de
ser muy pobres, en las fosas comunes, cuyo uso se extendería durante la peste negra25
.
Uno de las causas que permitieron la pervivencia de costumbres paganas y de
tradiciones populares fue el hecho de que, con el paso del tiempo, el clero desertó de la
celebración de la muerte, dejando a la familia practicar su duelo, haciendo que este perdiera
su carácter sagrado y sustituyendo el ritual de recomendación por la misa. Esta se convirtió
entonces en el principal rito de los muertos. Después de Carlomagno la misa ya no sería la
celebración de la comunidad universal en la que la única distinción es entre vivos y
muertos. A partir de este momento, la misa se convirtió en la plegaria por los muertos y en
ocasiones por algunos vivos sobresalientes, excluyéndose al común de los mortales26
.
Fue en las abadías donde se mantuvo vivo el ritual de la muerte y donde esta
adquirió una presencia cada vez mas fuerte entre aquellos que ingresaban para escapar de la
condenación eterna. Fue aquí también donde se llevaron a cabo el mayor número de misas
por los difuntos y donde se establecerían los primeros días de muertos, que variaban desde
el 26 de enero, el 17 de diciembre o el día de las fiesta de los santos Macabeos. Sin
embargo, la nueva visión de la muerte que se gestaba se reducía a estos monjes y no era
compartida por el común de la gente, quienes tenían como centro de sus prácticas el duelo y
el velatorio.
Podemos concluir que la doctrina católica de la muerte tuvo algunas consecuencias
importantes pero no pudo controlar del todo el ritual de la muerte. Por un lado, el
cristianismo trajo consigo la desaparición del miedo a los muertos y la idea de que toda la
humanidad se encuentra unidad a través de la Iglesia en sus distintos estratos (militante,
purgante y triunfante). Generó también la idea de que la muerte no era un fin en sí, sino que
constituía el pasaje a otra vida más perfecta, que dependería de las acciones del individuo
durante su vida pero también de la intercesión de los vivos a través de las plegarias y las
indulgencias. El esquema de la sociedad organizada en tres órdenes se mantuvo aún durante
el entierro, siendo dignos de tener un lugar dentro de la iglesia sólo los santos y los nobles,
mientras que el resto debía conformarse con permanecer lo más cerca posible. Cuando los
25
Ibid. p. 55. 26
Ibid. p. 136.
9
sacerdotes se alejaron del ritual de la muerte, este fue manejado por el común de la
población, quienes dotaron de elementos particulares a su ritual.
Aunque algunos autores afirman que la peste negra fue el factor determinante en el
cambio en la concepción de la muerte, otros, como Mitre, afirman que esta es una idea ya
superada. Para Maertens y Heuschen es la desacralización de la muerte lo que explica el
surgimiento del elemento macabro y de tres formas distintas de relacionarse con la muerte:
-en un primer momento se santifica la muerte misma.
-en la parroquias, a partir del siglo VIII se pide por el muerto, cuyo castigo se teme.
-en los ambientes clericales se recita el oficio y se medita sobre la muerte.27
Ariès también afirma la existencia de estas dos concepciones, “la una, tradicional,
común a la gran masa de los laicos, sigue siendo fiel a la imagen de un phylum continuo de
vivos y muertos, unidos sobre la tierra y en la eternidad. La otra, por el contrario, propia de
una sociedad cerrada de monjes y sacerdotes, que atestigua una psicología nueva, más
individualista”28
.
Queda, por tanto, establecer cuál fue el verdadero papel de la peste ya en la
concepción de los laicos ya en la de los clérigos.
La crisis del siglo XIV: la peste y el arte macabro.
La Europa de los siglos XI y XII fue estable gracias al crecimiento de la población,
a los avances técnicos que favorecieron la alimentación y al equilibrio de las enfermedades.
Pero a partir del siglo XIII tuvo lugar lo que se ha denominado la “Pequeña Edad del
Hielo”29
, periodo en que el clima se volvió más frío y húmedo, afectando la agricultura. Sin
embargo, la población continuaba aumentando, lo que ocasionó un déficit alimenticio. Se
practicó entonces la agricultura intensiva lo que resultó contraproducente, ya que debilitó
aún más la tierra, afectada ya por el clima: “agotamiento de la tierra: ese es el principal
27
Maertens y Heuschen op. cit. p. 44. 28
Ariès op. cit. p. 139. 29
Robert Gottfried. La muerte negra. Desastres en la Europa medieval. Traducción de Juan José Utrilla.
México, Fondo de Cultura Económica, 1989. p. 65.
10
peligro para la economía medieval, esencialmente rural” 30
. Se inició así una crisis que
afectó a todos los ámbitos y sectores de la sociedad. No obstante, algunos de ellos
aprovecharon las circunstancias para enriquecerse aún más, mientras que los campesinos
eran los más afectados. “Para el señor que tenía la tierra, el siglo que siguió al año 1250 fue
una época de prosperidad económica; para los campesinos que la trabajaban, fue una época
de desastre indiscutido”31
. Los conflictos sociales no se hicieron esperar y ciudades como
Flandes, Brujas, Ruán, Caen y Orleáns se vieron invadidas por huelgas, motines y
revueltas.
El hambre y las plagas también llegaron, siendo la peste negra el factor que
terminaría de derrumbar los valores sociales de la cristiandad al llevar el sentimiento de
inseguridad al nivel más alto de l toda la Edad Media. Las muertes provocadas por la peste
agregaron otros efectos psicológicos a los económicos de la crisis.
El tomar conciencia sobre la muerte implica también la conciencia sobre la
fugacidad de la vida. Ante esta idea, las actitudes de los hombres medievales fueron muy
diversas. En general, se consideró que la peste era un castigo divino por los pecados, ya por
los de los mismos cristianos, ya por los de otros grupos, como los judíos, a quienes se
intentó exterminar. Surgieron también grupos como los flagelantes y aumentaron las obras
pías, la caridad a los hospitales, las peregrinaciones y el culto a las reliquias.
Siendo la religión cristiana el sustento y la justificación de todos los valores no es
extraño que la población recurriera a la seguridad que le había sido brindada durante siglos.
Sin embargo la Iglesia no respondió. Al igual que el resto de la población, el clero también
buscó un refugio, abandonando las ciudades donde la peste causaba más estragos, lo que
fue interpretado como el abandono de sus funciones. Esto tuvo dos consecuencias. En
primer lugar, la idea de una muerte súbita y repentina propició el surgimiento del
epicureismo: la búsqueda del mayor goce y disfrute de la vida. Agnolo de Tura refiere que
en la ciudad de Siena, en 1349, tras la peste, “cada uno vivía según su arbitrio; cada uno
tendía a gozar comiendo, bebiendo, cazando, atrapando pájaros y jugando y todo el dinero
30
Jacques Le Goff. La civilización del Occidente Medieval. Barcelona, Piados, 199. p. 218. 31
Gottfried op. cit.p. 70- 71.
11
había pasado a manos de gente nueva”32
. Pero, ¿es posible pensar que toda la gente, aún los
sobrevivientes de la peste, tuvieran la posibilidad de llevar este tipo de vida? Podemos
pensar que aquellos que no pudieron hacerlo recurrieron a la actitud contraria, es decir,
consideraron que debían retornar a los antiguos valores cristianos que se habían corrompido
por el pecado. Sin embargo, aquí surgieron dos actitudes diferentes. Por un lado se
encontraron quienes recurrieron a los rituales que ya hemos mencionado, como la
veneración de ciertos santos y reliquias. Por otra parte, es muy posible que el hambre y la
pobreza estimularan la envidia de las clases bajas por las clases altas, en un momento de
gran injusticia y desigualdad social33
.
Si pensamos que los sacerdotes que abandonaban sus comunidades eran quienes
tenían la capacidad económica para hacerlo, es lógico pensar entonces que el odio a las
clases altas incluyó el odio al alto clero. La carencia de sacerdotes, ya por haber sido estos
víctimas de la peste, ya por abandono, ocasionó que clérigos como el obispo de Bath y
Wells exhortaran a los fieles a confesarse entre ellos:
La contagiosa pestilencia de nuestros días, que está cundiendo a lo lejos, ha dejado muchas iglesias
sin sacerdote o párroco que se encargue de sus feligreses. Puesto que no se encuentran sacerdotes que
estén dispuestos por celo o devoción o por estipendio, a dar atención personal a estos lugares, ni a
visitar a los enfermos y administrarles los sacramentos de la Iglesia, tenemos entendido que, muchas
personas están muriendo sin el sacramento de la penitencia (Por tanto)...persuadid a todos los
hombres, en particular a los que hoy están enfermos, o puedan caer enfermos en el futuro, de que si
están a punto de muerte y no pueden obtener los servicios de un sacerdote, entonces deben
confesarse entre sí...Y si no hay hombre presente entonces a una mujer34
.
¿Hasta qué punto abandonó la Iglesia la doctrina y el ritual de la muerte? Hemos
mencionado ya que, después de establecer el modelo de la Iglesia militante, purgante y
triunfante la Iglesia se alejó y perdió el control del ritual. Pero mencionamos también que
fue dentro de las órdenes monásticas donde se gestó un nuevo ritual y una nueva
32
Citado en Nilda Guglielmi. “Sobre la danza macabra de Guyot Marchant”. En Anales de Historia Antigua y
Medieval. 1977- 1979. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires/ Facultad de Filosofía y Letras, 1980. p.
197. 33
María Laura Pérez Gras. “Las danzas de la muerte” en Gramma Virtual. Publicación de la Facultad de
Historia y Letras de la Universidad del Salvador. Año I No. 1 Septiembre 2000 en salvador. Edu. Ar/ual-
7gramma-01-01-18.htm. 34
Gottfired op. cit. p. 136.
12
concepción sobre la muerte. Mientras que el clero huía de la peste, las órdenes
permanecieron en sus monasterios y conventos y la utilizaron para catequizar a la
población, principalmente a través del arte macabro.
Aunque la representación de la muerte individual apareció desde el siglo XIII, es
hasta el XIV cuando “la muerte aparece de pronto con todo su horror”.35
La primera representación del cuerpo en descomposición se encuentra en la tumba
del médico Guillermo de Harcigny, encargado del cuidado de Carlos VI al principio de su
locura. Su tumba se ubica entre 1393 y 1394. En 1402 el cardenal Lagrange dispuso que
hubiera dos tumbas, una para su carne en Amiens y otra en Avignon para sus huesos. De
esta última se encuentra un fragmento donde se halla un bajo relieve del cadáver disecado y
momificado de Lagrange con una banderola que dice: “Desdichado, ¿qué razón tienes para
estar orgulloso? No eres más que ceniza, y muy pronto serás como yo, un fétido cadáver,
pasto de los gusanos”.36
El siglo XV mostró un fuerte auge de esta imagen de la muerte. Las órdenes
mendicantes, mediante la prédica y los grabados de los Ars moriendi, difundieron una
imagen de la muerte relacionada con tres ideas. La primera es la de que todo lo glorioso
desaparece.37
La corrupción del cuerpo confirma la decadencia, tema ya tratado siglos atrás
por los hombres medievales que consideraban que el cuerpo pertenecía al mundo de lo
material, por lo que se recomendaba su descuido. La segunda idea es la de la corrupción de
la belleza, muy relacionada con la idea anterior. Con las Danzas de la muerte apareció la
tercera idea: la igualdad de todos los hombres ante la muerte.38
Estas danzas tuvieron su
antecedente en la leyenda del siglo XIII Dit Tríos Vifs et des Tríos Morts.39
Era una
conversación entre un conde, un duque y el hijo de un rey con tres muertos que en vida
fueron un papa, un cardenal y un notario apostólico. Estos últimos tratan de convencer a los
primeros de lo vano y falso del esplendor humano, manifestándoles: “Lo que sois, lo
fuimos nosotros, lo que somos, vosotros lo seréis”.
35
Malé. El arte religioso del siglo XII al siglo XVIII. México, Fondo de Cultura Económica, 1960. p. 124. 36
Ibid. p. 125. 37
Johan Huizinga. El otoño de la Edad Media. Estudios sobre las formas de la vida y del espíritu durante los
siglos XIV y XV en Francia y en los Países bajos. Madrid, Rev. de occidente, 1961.p. 184. 38
Ibid. p. 192. 39
Paul Westheim. La calavera. México, Era, 1971. p. 67.
13
De 1424 data la primera ilustración de las danzas macabras. Se encontraba en el
cementerio del convento de los Santos inocentes de París. Guyot Marchant, cuya obra es de
1485, reprodujo los grabados del cementerio aunque modificó algunos detalles.40
En las
danzas alternaban vivos y muertos, siendo estos los anfitriones y dirigentes del baile. Los
invitados eran duques, clérigos, reyes, papas, campesinos, artesanos y representantes de
todos los sectores de la sociedad, siendo las danzas una fuerte crítica social.41
La igualdad de la muerte también se manifestó en los cementerios, donde no existía
ninguna distinción. Cuando se cumplía el plazo de descomposición, se vendía de nuevo la
losa sepulcral y los huesos eran llevados al osario, donde normalmente se hallaba una
representación de la danza.42
¿Cuál es el significado de las manifestaciones de lo macabro? Para algunos autores
la danza macabra representa el humor y la ironía causados por la impresión de la muerte.
Westheim afirma que no se puede concebir la idea de la danza como algo humorístico, sino
como la expresión del horror que la muerte causaba, siendo los gestos de los muertos una
reproducción de los convulsos reales.43
Para Ariés, el arte macabro refleja simplemente lo
que no se ve, lo que sucede debajo de la tierra. En su opinión, las imágenes de la muerte y
de la descomposición “no significan ni el miedo a la muerte ni al más allá, incluso aunque
se utilicen para eso. Son el signo de un amor apasionado por el mundo terrestre, y de una
conciencia dolorosa del fracaso al que está condenada cada vida del hombre”.44
¿Y no es la
muerte el mayor fracaso? Tal vez sea Huizinga quien explicó de manera más acertada el
auge de la muerte: “El pensamiento religioso de la última Edad Media sólo conoce los dos
extremos: la lamentación por la caducidad, por el término del poder, de la gloria y del
placer, por la ruina de la belleza y el júbilo por el alma salvada en la bienaventuranza. Todo
lo que hay en medio permanece silenciado”.45
Y esto se debió a que la profunda vivencia
medieval de la muerte remitía a lo espiritual, a lo trascendente, “que son valores
plenamente incertos en la cultura de aquél periodo”.46
40
Malé op. cit. p. 130. 41
Huizinga op. cit. p. 194. 42
Malé op. cit. p. 127. 43
Westheim op. cit. p. 74. 44
Ariés op. cit. p. 115. 45
Huizinga op. cit. p. 199. 46
Jaume Aurell “La impronta de los testamentos bajomedievales: entre la precariedad de lo corporal y la
durabilidad de lo espiritual” en Aurell op. cit. p. 80.
14
Podemos distinguir así dos fines en las danzas macabras, el religiosos y el laico,
finalidades que se encuentran en el inicio mismo del género, cuyo origen debe remitirse a
las tradiciones paganas que permanecieron en el pensamiento cristiano, como la creencia en
danzas nocturnas que realizaban los muertos al salir de sus tumbas47
. Así, mientras que la
Iglesia encontró en este género un medio de catequización, el pueblo vio en él un medio de
protesta, siendo el elemento de desacralización, la sátira, lo que llevó a la danza macabra a
adquirir popularidad incluso entre la burguesía y los grupos más atacados por la danza
misma. “El poderoso que la escuchaba, que la leía, que asistía a su representación, podía
considerarse eximido de la condenación en su dimensión personal aunque la admonición lo
alcanzara como grupo o clase”48
.
De esta manera, la concepción medieval de la muerte llevaría a la crítica de los
valores y del orden establecido ante su incapacidad de otorgar seguridad no sólo económica
o físicamente, sino espiritualmente. Como afirma Gottfried, “la gente quedó traumatizada.
Perdió la fe en sus propias capacidades, en los viejos valores, y si no en un Dios, entonces
en los modos tradicionales en que se le había propiciado. Europa quedó sumida en un crisis
moral. El antiguo orden estaba desplomándose, y el nuevo aún no la reemplazaba”.
Será hasta después de la Contrarreforma cuando la Iglesia retome el control del
ritual de la muerte a través de la reflexión profunda de los jesuitas y de la consolidación,
frente al epicureismo, de ideas como la caducidad del cuerpo, de la consolidación del
sacerdote como único especialista y administrador del memento mori, del énfasis en la
importancia de la pertenencia a la Iglesia como vía para la salvación y, finalmente, de la
confirmación de la desigualdad existente entre los hombres a través de la exaltación de los
“hombres ilustres” en la ostentosa celebración de las exequias.
Conclusión.
En un enfoque materialista, la estructura económica determina la producción
ideológica de la sociedad. Desde esta perspectiva, el cambio en la concepción medieval de
la muerte tiene como fondo el principio de la crisis en el orden estructural de fines del siglo
47
Pérez Grass op. cit. 48
Guglielmi op. cit. p. 224.
15
XIV y principios del XV, en donde la peste negra jugó un papel importante al propiciar la
crítica y los valores del sistema tradicional. Como afirma Ernesto Schetinno, una época de
revolución social implica el surgimiento de discursos contradictorios ante la crisis.
Sin embargo, no podemos reducir el cambio en la actitud ante la muerte a esta crisis.
Son dos los factores que generaron este cambio. Por un lado, la mortandad provocada por la
peste negra propició un resurgimiento religioso que se manifestó en la construcción de
catedrales así como en la aparición de grupos flagelantes y antijudios al tiempo que la
Iglesia hacia resurgir la idea de la muerte como castigo divino por los pecados y de la
salvación por las obras y por la fe, aumentando el número de donaciones a hospitales y
casas religiosas. También es importante el hecho de que la muerte súbita y repentina
ocasionó que cualquier emoción fuera expresada plenamente y que se viviera cada
momento al máximo, como si fuera el último. Así, los siglos XIV y XV serían una
manifestación de extremos: crueldad y violencia, penitencia y alegría.
Pero existe otro factor cuyos antecedentes son más lejanos aún. A principios de la
Edad Media la Iglesia se constituyó en rectora tanto de la vida como de aquello que se creía
estaba después de la muerte, dividiendo a sus integrantes en Iglesia militante, Iglesia
purgante e Iglesia triunfante. Estableció así una serie de normas para el momento de la
muerte y también para aminorar la estancia de las almas en el purgatorio. Sin embargo, por
diversas razones, el clero terminó por alejarse dejando el ritual de la muerte y el cuidado de
los moribundos a los familiares, quienes aún conservaban algunos vestigios de tradiciones
anteriores al cristianismo. Esto propició que el memento mori adquiriera elementos
paganos. Sumado a la crítica por la corrupción y el enriquecimiento del papado, la peste
negra propició que la Iglesia terminara de perder el control del ritual y la concepción de la
muerte, lo que tuvo su máxima expresión en las danzas macabras, que salieron de los
cementerios y los osarios para ser difundidas en textos donde se criticaba al clero y a los
nobles. Será hasta la época de la Contrarreforma cuando la Iglesia retomé este control y
coloque a los sacerdotes en el papel principal del memento mori, a través del arte barroco y
de los Ars moriendi.
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