mÁs allÁ de las mÁquinas.la evolución de nuestra extraordinaria capacidad mental para difuminar...
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MÁS ALLÁ DE LAS MÁQUINAS.
Estoy frente a mi computadora tratando de enhebrar pensamientos, ideas, sentimientos
que configuren mi “conversación” contigo, querida Puebla, y al hacerlo reflexiono sobre
ella… la máquina, y la inmensa posibilidad que me ofrece cada día de ensanchar mis
conocimientos, de aprender nuevas ideas, de visitar lugares inimaginables y encontrar
libros y lecturas que jamás imaginé; también de divertirme, de entretenerme, de
comunicarme, de hacer amigos y establecer relaciones… ¡es inagotable y por lo tanto
fascinante! no sé tú, pero yo ya no concibo la vida actual sin ella.
Y es que hoy la computadora y el celular son ya una extensión de nuestro cerebro,
como lo es para el carpintero el martillo o para el taxista el volante. Nuestra habilidad
para combinar todo tipo de herramientas es una de las cualidades que más nos
distinguen como especie; y aún más, está científicamente demostrado que nuestros
cerebros puedan imaginar la mecáni
antes de que exista. La evolución de nuestra extraordinaria capacidad mental para
difuminar la frontera entre lo interno y lo externo, el cuerpo y el instrumento, fue, según
el neurólogo de la Universida
en el desarrollo de la tecnología”. Y esos estrechos lazos que hoy establecemos con
nuestras herramientas tecnológicas van en doble vía, de ida y de regreso, esto es, así
como las máquinas se convier
nos convertimos en extensiones de ellas. “Damos forma a nuestras herramientas
en 1967 el Sacerdote Jesuita y erudito de los medios de comunicación John Culkin
por lo tanto ellas nos dan forma
extendemos una parte de nosotros mismos de forma artificial, también nos distanciamos
de la parte “amplificada” y de sus funciones naturales. Por ejemplo en mi caso, y lo veo
generalizado en mis alumnos
hemos perdido esa facultad, como es el caso del agricultor computarizado que labra la
tierra pero no la toca; y este es el precio que estamos pagando por asumir los poderes
de la tecnología, la alienación, un peaje que puede salirnos particularmente caro en lo
intelectual, porque nos adormece en nuestras más íntimas capacidades, como sería la
MÁS ALLÁ DE LAS MÁQUINAS.Por Jorge Jiménez Alonso
Estoy frente a mi computadora tratando de enhebrar pensamientos, ideas, sentimientos
que configuren mi “conversación” contigo, querida Puebla, y al hacerlo reflexiono sobre
ella… la máquina, y la inmensa posibilidad que me ofrece cada día de ensanchar mis
conocimientos, de aprender nuevas ideas, de visitar lugares inimaginables y encontrar
libros y lecturas que jamás imaginé; también de divertirme, de entretenerme, de
arme, de hacer amigos y establecer relaciones… ¡es inagotable y por lo tanto
fascinante! no sé tú, pero yo ya no concibo la vida actual sin ella.
Y es que hoy la computadora y el celular son ya una extensión de nuestro cerebro,
ero el martillo o para el taxista el volante. Nuestra habilidad
para combinar todo tipo de herramientas es una de las cualidades que más nos
distinguen como especie; y aún más, está científicamente demostrado que nuestros
cerebros puedan imaginar la mecánica y los beneficios de utilizar un nuevo dispositivo
antes de que exista. La evolución de nuestra extraordinaria capacidad mental para
difuminar la frontera entre lo interno y lo externo, el cuerpo y el instrumento, fue, según
el neurólogo de la Universidad de Oregón, Scott Frey, “… sin duda un paso fundamental
en el desarrollo de la tecnología”. Y esos estrechos lazos que hoy establecemos con
nuestras herramientas tecnológicas van en doble vía, de ida y de regreso, esto es, así
como las máquinas se convierten en extensión de nosotros mismos, también nosotros
nos convertimos en extensiones de ellas. “Damos forma a nuestras herramientas
en 1967 el Sacerdote Jesuita y erudito de los medios de comunicación John Culkin
por lo tanto ellas nos dan forma a nosotros”, pero también nos limitan, ya que cuando
extendemos una parte de nosotros mismos de forma artificial, también nos distanciamos
de la parte “amplificada” y de sus funciones naturales. Por ejemplo en mi caso, y lo veo
generalizado en mis alumnos, la escritura a mano se va atrofiando y descomponiendo,
hemos perdido esa facultad, como es el caso del agricultor computarizado que labra la
tierra pero no la toca; y este es el precio que estamos pagando por asumir los poderes
ación, un peaje que puede salirnos particularmente caro en lo
intelectual, porque nos adormece en nuestras más íntimas capacidades, como sería la
MÁS ALLÁ DE LAS MÁQUINAS. Jorge Jiménez Alonso/soylider.lat/ abril 2016
Estoy frente a mi computadora tratando de enhebrar pensamientos, ideas, sentimientos
que configuren mi “conversación” contigo, querida Puebla, y al hacerlo reflexiono sobre
ella… la máquina, y la inmensa posibilidad que me ofrece cada día de ensanchar mis
conocimientos, de aprender nuevas ideas, de visitar lugares inimaginables y encontrar
libros y lecturas que jamás imaginé; también de divertirme, de entretenerme, de
arme, de hacer amigos y establecer relaciones… ¡es inagotable y por lo tanto
fascinante! no sé tú, pero yo ya no concibo la vida actual sin ella.
Y es que hoy la computadora y el celular son ya una extensión de nuestro cerebro,
ero el martillo o para el taxista el volante. Nuestra habilidad
para combinar todo tipo de herramientas es una de las cualidades que más nos
distinguen como especie; y aún más, está científicamente demostrado que nuestros
ca y los beneficios de utilizar un nuevo dispositivo
antes de que exista. La evolución de nuestra extraordinaria capacidad mental para
difuminar la frontera entre lo interno y lo externo, el cuerpo y el instrumento, fue, según
d de Oregón, Scott Frey, “… sin duda un paso fundamental
en el desarrollo de la tecnología”. Y esos estrechos lazos que hoy establecemos con
nuestras herramientas tecnológicas van en doble vía, de ida y de regreso, esto es, así
ten en extensión de nosotros mismos, también nosotros
nos convertimos en extensiones de ellas. “Damos forma a nuestras herramientas -señaló
en 1967 el Sacerdote Jesuita y erudito de los medios de comunicación John Culkin- y
a nosotros”, pero también nos limitan, ya que cuando
extendemos una parte de nosotros mismos de forma artificial, también nos distanciamos
de la parte “amplificada” y de sus funciones naturales. Por ejemplo en mi caso, y lo veo
, la escritura a mano se va atrofiando y descomponiendo,
hemos perdido esa facultad, como es el caso del agricultor computarizado que labra la
tierra pero no la toca; y este es el precio que estamos pagando por asumir los poderes
ación, un peaje que puede salirnos particularmente caro en lo
intelectual, porque nos adormece en nuestras más íntimas capacidades, como sería la
razón, la percepción, la memoria y la emoción; privándonos de la concentración de la
contemplación y de la reflexión. Y en esto vuelvo a recurrir al ejemplo de mis alumnos y
en general de los estudiantes de este tiempo, que ya no leen y solo a través de la red
copian y pegan textos, sin reconocerlos y mucho menos estudiarlos. Nos hemos
olvidado de las operaciones matemáticas, las máquinas lo hacen todo, pero esto al
mismo tiempo nos condiciona y nos atrofia.
Algo también preocupante y que nos lleva a meditar es el caudal vertiginoso de todo
tipo información que recibimos diariamente, y que materialmente resulta imposible
asimilar y mucho menos digerir en nuestro cerebro. Hay voces de expertos que nos
hablan de que vamos a “evolucionar” para convertirnos en más ágiles consumidores de
datos, lo cual implicará, a mi parecer, no concentrarnos ya en una sola tarea sino en
varias al mismo tiempo, lo que nos llevará a no profundizar, esto es a relativizar cómo
es actualmente ya la realidad; y desde luego en los escolares, al déficit de atención. En
el libro de Nicholas Carr ¿Que está haciendo internet con nuestras mentes?, me
encuentro una cita interesante para el tema. Martín Heidegger señaló, en la década de
1950, que “… la amenazante marea de la revolución tecnológica, podría cautivar,
hechizar, deslumbrar y seducir al hombre hasta tal punto que el pensamiento calculador
algún día pudiera llegar a aceptarse y practicarse como la única manera de pensar”. Y
Carr agrega, “… nuestra capacidad de embarcarnos en el “pensamiento meditativo”, que
para Heidegger era la esencia misma de nuestra humanidad, podría convertirse en una
víctima del progreso más atolondrado”. El frenesí de la tecnología, escribió Heidegger,
amenaza con “afianzarse en todas partes”. Y me pregunto: ¿acaso no estaremos ya en
ese afianzamiento y dando la bienvenida a ese frenesí en nuestras almas?
Pienso en los niños y en los jóvenes, adultos a destiempo por no estar preparados
moralmente para este frenesí, obesos de cuerpo y alma, enfermos de la realidad y
vigorosos de la virtualidad que son, autistas y expertos navegantes de la web, pero
irremediablemente náufragos en su vida real. ¿Qué no acaso necesitamos implementar
de urgencia otro tipo de enseñanza en las escuelas y en las universidades, que permita
a las nuevas generaciones estar preparadas, más allá de las máquinas? El desarrollo de
la inteligencia artificial marcha a pasos agigantados, pero creo firmemente, en que más
allá de las máquinas, los sentimientos, las emociones, el genio, la intuición y el espíritu,
al final serán el dique para detener la catástrofe de una humanidad esclavizada por las
máquinas.
Gracias por tu atención, y recuerda “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”.