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Los Cuadernos Inéditos MOSCU SI CREE EN LAS FIESTAS Alberto Cardín ¡Qué maravillosas eran las fiestas iantiles que se celebraban en casa! Invitaban a todos los demás niños que vivían en el Kremlin, unos veinte o treinta. Entonces era mucha la gente que viv en el Kremlin y todos llevaban una vida sencilla y alegre. Svetlana Alliluyeva, Veinte cartas a un amigo E 1 triun de Poppy sobre la guerrilla gana e tan comentado en las altas esras de la Nomenklatura que el pro- pio Yuri Andropov, recién ascendido al Presidium del Soviet Supremo, quiso volver al viejo edificio de la Plaza Yerzinski, para impo- nerle personalmente la orden de Lenin. La ceremonia, que tuvo lug en el despacho del nuevo je de la KGB, Vitali Fedorchuk, se desarrolló en un tono a la vez solemne y miliar. Habían acudido al acto los más importantes jerar- cas relacionados con la propanda y el espione, entre los que destacaban Georgui Arbatov, Boris Ponomarev, el periodista Víctor Louis, y el ex-es- pía británico Kim Philby. El antiguo je de los Servicios de Seguridad Soviéticos abrazó a la heroína, tras de clavar la preciada insignia en la solapa del sobrio traje sas- tre de apparatchik que ésta lucía para la ocasión, y le dirigió a continuación un pequeño discurso, tratándola con el nuevo nombre con que había sido bautizada dentro de la organización: -Es un honor para mí, camarada Ivana Iva- novna, imponerle esta medalla que premia los más altos actos de servicio prestados en vor de la Patria Soviética. Debo decir que, desde la cha en que Dolores Ibarruri perdió a su más querido hijo en el ente de Stalingrado, ninguna mujer española se había sacrificado con tanto mérito y heroísmo por la patria del socialismo, como usted lo ha hecho en el ente afgano. Espero que, tras el período de rmación a que ahora se la destina, los servicios a que pueda entregarse puedan al- canzar cotas aún mayores. Dicho lo cual, volvió a abrazarla y a besarla en ambas mejillas, en lo que lo imitaron, uno por uno, todos los presentes. Luego, pasaron todos a la habitación contigua, donde había dispuesto un buffet con kumiss, vino georgiano, coñac armenio, vodka polaco y tarrinas de caviar con limón. Arbatov e el primero que se acercó a brindar con la flamante dama de la orden de Lenin, y tras echarse el vasito de vodka coleto, sacó del bolsillo un pequeño paquete cuidadosamente en- vuelto: -Es la edición española de mi libro El aparato de propaganda político e ideológico del imperia- lismo, camarada Ivanovna. Creo que le será de gran utilidad en su rmación. 24 -Creo que de más utilidad le sería escogí la libertad, de su compatriota Valentín González -replicó con tono severo Ponomarev, quien sigilo- samente acababa de aproximarse a la pareja-. Al fin y al cabo la Academia Frunze no es tan distinta del complejo de Samproval, y los españoles siem- pre acaban recayendo en los mismos vicios. Andropov, que en aquel momento se acercaba sonriente con una copa en la mano, lo tomó sua- vemente por el codo: -Vamos, vamos, Boris, no nos agües la fiesta, ahora que Suslov nos ha dejado al fin. Las cosas, por otro lado, han cambiado mucho desde que Valentín González era nuestro revoltoso huésped. Hoy en día lo que el sociismo exige, te todo, es eficacia, y la camarada Ivanovna ha demos- trado ampliamente su competencia en este sen- tido... Y ahora permitidme que la lleve a conocer gente un poco más divertida que vo9tros. Empujándola amablemente por el ombro, An- dropov se llevó consigo a Poppy a la esquina opuesta de la habitación, donde Víctor Louis y Kim Philby departían animadamente: -Camaradas, quiero que sean ustedes quienes se encarguen de mostr a nuestra heroína el lado amable de nuestra adusta Moscú... No ahora, por supuesto, sino cuando vuelva de su período de rmación ...y ahora, brindemos por su larga per- manencia entre nosotros... �¡DOvisványa! ijeron a un tiempo los cuatro, entrechocando sus copas. -Estaré esperándola aquí mismo, en la Lu- bianka, camarada. Verá usted que Moscú no es tan aburrido como suelen pensar en Occidente -dijo Philby, haciendo una ligera inclinación. -Sobre todo cuando conozca Uspénkoe -dijo Louis, acompañando su ase de una taimada son- risa. * * * Tres meses en Samproval, recibiendo instruc- ción teórica, y dos más recorriendo lagers de la zona de los Urales, hicieron que Poppy volviera a Moscú con ganas de divertirse. Habían sido cinco meses inútiles, recibiendo en su mayor parte conocimientos que ya poseía, y otros puramente ideológicos que no le interesaban lo más mínimo. Pero el je del complejo de Sam- proval se había mostrado inflexible: había que cumplir el reglamento. En cuanto a las visitas a los complejos concentracionarios, habían resul- tado un alivio durante los desplazamientos, pero se convertían en una tortura en el recorrido por- menorizado de cada uno de ellos. Poppy no había querido protestar, por no dar la razón a la procía de Ponomarev, pero le parecía aquel un tiempo perdido. Si bien la opinión de su instructor era muy distinta: -Nunca se sabe cuándo un agente secreto tiene que convertirse en torturador, en guardia de pri- sión, e incluso en psiquiatra. Es preciso conocer todas las técnicas de mipulación y anulación del cerebro, para aplicarlas en el momento preciso.

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Page 1: MOSCU SI CREE EN Yo escogí la LAS FIESTAS€¦ · sonriente con una copa en la mano, lo tomó sua vemente por el codo: -Vamos, vamos, Boris, no nos agües la fiesta, ahora que Suslov

Los Cuadernos Inéditos

MOSCU SI CREE EN

LAS FIESTAS Alberto Cardín

¡Qué maravillosas eran las fiestas infantiles que se celebraban en casa! Invitaban a todos los demás niños que vivían en el Kremlin, unos veinte o treinta. Entonces era mucha la gente que vivía en el Kremlin y todos llevaban una vida sencilla y alegre.

Svetlana Alliluyeva, Veinte cartas a un amigo

E1 triunfo de Poppy sobre la guerrilla afgana fue tan comentado en las altas esferas de la Nomenklatura que el pro­pio Yuri Andropov, recién ascendido al

Presidium del Soviet Supremo, quiso volver al viejo edificio de la Plaza Yerzinski, para impo­nerle personalmente la orden de Lenin.

La ceremonia, que tuvo lugar en el despacho del nuevo jefe de la KGB, Vitali Fedorchuk, se desarrolló en un tono a la vez solemne y familiar. Habían acudido al acto los más importantes jerar­cas relacionados con la propaganda y el espionaje, entre los que destacaban Georgui Arbatov, Boris Ponomarev, el periodista Víctor Louis, y el ex-es­pía británico Kim Philby.

El antiguo jefe de los Servicios de Seguridad Soviéticos abrazó a la heroína, tras de clavar la preciada insignia en la solapa del sobrio traje sas­tre de apparatchik que ésta lucía para la ocasión, y le dirigió a continuación un pequeño discurso, tratándola con el nuevo nombre con que había sido bautizada dentro de la organización:

-Es un honor para mí, camarada Ivana Iva­novna, imponerle esta medalla que premia los más altos actos de servicio prestados en favor de la Patria Soviética. Debo decir que, desde la fecha en que Dolores Ibarruri perdió a su más querido hijo en el frente de Stalingrado, ninguna mujer española se había sacrificado con tanto mérito y heroísmo por la patria del socialismo, como usted lo ha hecho en el frente afgano. Espero que, tras el período de formación a que ahora se la destina, los servicios a que pueda entregarse puedan al­canzar cotas aún mayores.

Dicho lo cual, volvió a abrazarla y a besarla en ambas mejillas, en lo que lo imitaron, uno por uno, todos los presentes. Luego, pasaron todos a la habitación contigua, donde había dispuesto un buffet con kumiss, vino georgiano, coñac armenio, vodka polaco y tarrinas de caviar con limón.

Arbatov fue el primero que se acercó a brindar con la flamante dama de la orden de Lenin, y tras echarse el vasito de vodka al coleto, sacó del bolsillo un pequeño paquete cuidadosamente en­vuelto:

-Es la edición española de mi libro El aparatode propaganda político e ideológico del imperia­lismo, camarada Ivanovna. Creo que le será de gran utilidad en su formación.

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-Creo que de más utilidad le sería Yo escogí lalibertad, de su compatriota Valentín González -replicó con tono severo Ponomarev, quien sigilo­samente acababa de aproximarse a la pareja-. Alfin y al cabo la Academia Frunze no es tan distintadel complejo de Samproval, y los españoles siem­pre acaban recayendo en los mismos vicios.

Andropov, que en aquel momento se acercaba sonriente con una copa en la mano, lo tomó sua­vemente por el codo:

-Vamos, vamos, Boris, no nos agües la fiesta,ahora que Suslov nos ha dejado al fin. Las cosas, por otro lado, han cambiado mucho desde que Valentín González era nuestro revoltoso huésped. Hoy en día lo que el socialismo exige, ante todo, es eficacia, y la camarada Ivanovna ha demos­trado ampliamente su competencia en este sen­tido ... Y ahora permitidme que la lleve a conocer gente un poco más divertida que vo:,9tros.

Empujándola amablemente por el 'hombro, An­dropov se llevó consigo a Poppy a la esquina opuesta de la habitación, donde Víctor Louis y Kim Philby departían animadamente:

-Camaradas, quiero que sean ustedes quienesse encarguen de mostrar a nuestra heroína el lado amable de nuestra adusta Moscú ... No ahora, por supuesto, sino cuando vuelva de su período de formación ... y ahora, brindemos por su larga per­manencia entre nosotros ...

�¡DOvisványa! -dijeron a un tiempo los cuatro, entrechocando sus copas.

-Estaré esperándola aquí mismo, en la Lu­bianka, camarada. Verá usted que Moscú no es tan aburrido como suelen pensar en Occidente -dijo Philby, haciendo una ligera inclinación.

-Sobre todo cuando conozca U spénkoe -dijoLouis, acompañando su frase de una taimada son­risa.

* * *

Tres meses en Samproval, recibiendo instruc­ción teórica, y dos más recorriendo lagers de la zona de los Urales, hicieron que Poppy volviera a Moscú con ganas de divertirse.

Habían sido cinco meses inútiles, recibiendo en su mayor parte conocimientos que ya poseía, y otros puramente ideológicos que no le interesaban lo más mínimo. Pero el jefe del complejo de Sam­proval se había mostrado inflexible: había que cumplir el reglamento. En cuanto a las visitas a los complejos concentracionarios, habían resul­tado un alivio durante los desplazamientos, pero se convertían en una tortura en el recorrido por­menorizado de cada uno de ellos.

Poppy no había querido protestar, por no dar la razón a la profecía de Ponomarev, pero le parecía aquel un tiempo perdido. Si bien la opinión de su instructor era muy distinta:

-Nunca se sabe cuándo un agente secreto tieneque convertirse en torturador, en guardia de pri­sión, e incluso en psiquiatra. Es preciso conocer todas las técnicas de manipulación y anulación del cerebro, para aplicarlas en el momento preciso.

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Los Cuadernos Inéditos

Nuestra formación es una preparac10n científica fundada en los principios del materialismo dialéc­tico, cuya aplicación se basa en el análisis con­creto de la situación concreta.

Poppy, cada vez que oía esta retahíla ponía los ojos en blanco y tragaba saliva para no soltar alguna impertinencia. Bien estaba, se decía a sí misma, que para darles el diploma les obligaran a aprenderse el Kuusinen y el Politzer, pero ella sabía muy bien que las armas verdaderamente úti­les que ella podía utilizar tenían poco que ver con el Diamat, al menos tal como se enseñaba en los libros.

Vuelta al fin a Moscú, lo primero que hizo fue pasar por la Lubianka para reportarse. No fue, sin embargo, el propio Fedorchuk quien la recibió, como esperaba, sino su ayudante, el Mayor Kor-

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tinovski, un tipo calvo y estirado, a quien no había visto el día de la ceremonia:

-El camarada Fedorchuk le trasmite sus salu­dos, y le recomienda que se divierta cuanto le sea posible, mientras se le asigna su próxima misión .. Entre tanto, se le ha asignado un apartamento de la zona de N ovie Cherriomushkie y un Chaika en buen uso, para sus desplazamientos.

Al explicarle Kortinovski que su domicilio que­daba próximo a los de Louis y Kim Philby, Poppy le preguntó en qué despacho podía encontrar a este último. A lo que el mayor respondió:

-Temo que el camarada .Philby tendrá que pasaralgún tiempo fuera de Moscú. Su hígado no está muy bien, y de vez en cuando tiene que ir a pasar una temporada de reposo a Crimea ... Es curioso, pero seguramente debió de cruzarse usted con él, al venir de Samproval... De todos modps, si lo que busca usted es un buen cicerone, debo decirle que el mejor de todos es el camarada Louis. Como ya debe saber, su Motorist Guide es la más apre­ciada guía de turismo de la Unión Soviética ...

* * *

El propio Louis le confirmó en su despacho de Leninski Prospekt la afección crónica al hígado de Philby, que Poppy había tomado por una forma eufemística de comunicar su envío a un lager.

-El pobre Kim -dijo Louis con un cierto dejo desorna- tiene el hígado hecho fosfatina... Muy tí­pico, por otra parte, de las clases gobernantes británicas; cuanto más oxonienses, más alcohóli­cos. Pero esto no debe preocuparle. Volverá. Como dicen en su país: hierba mala nunca muere. Lo que ahora debe hacer usted ante todo es insta­larse, y luego divertirse. No creo que le dejen mucho tiempo antes de encomendarle una misión: hay mucho trabajo últimamente ... y más que va a haber dentro de muy poco ...

Esto último, lo dijo con un cierto aire miste­rioso. Luego pasó a explicarle la forma de llegar a su <lacha, donde dos días más tarde pensaba cele­brar una fiesta en su honor:

-No tiene pérdida posible. En Moscú las callesestán hechas precisamente para que la gente esté siempre localizable ... sólo tiene que enfilar por la Kutuzovski Prospekt, y en media hora, por la carretera de Minsk, se encontrará en Peredel­kino... mi <lacha está muy cerca de la antigua <lacha de Pasternak. Pregunte por él o por mí a cualquiera, y pronto dará con la fiesta.

* * *

Víctor Louis evolucionaba entre sus invitados, vestido con kaftán de boyardo que había pertene­cido a Nikolai Cherkasov, cuando Poppy hizo su aparición en la sala de la chimenea de su <lacha. Parándose en medio de los circunstantes, levantó los brazos en ademán casi sacerdotal, y dijo:

-¡Amigos, nuestra querida lvana Ivanovna, la heroína de Afganistán!

Todos levantaron sus copas y lanzaron un viva. Luego, ceremoniosamente, Louis se acercó a la heroína, y fue presentándola, uno por uno, a los invitados: la poetisa Bella Ajmadulina, el escritor

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Los Cuadernos Inéditos

Viktor Nekrásov, Matschavariani, compositor en ascenso, Vsévolod Kóchetov, director de Oktiabr,

dos esbeltas y rubias modelos de Dom Modeli, la central soviética de la moda, una «prima balle­rina» retirada del Bolshoi, Pulcheria Floristeva, un profesor negro de la Universidad Patrice Lu­mumba, y en último término, alguien que desde su entrada tenía los ojos fijos en Poppy, una mujer de mirada dura y rasgos orientales que se apoyaba en la repisa de la chimenea, apartada del resto de los invitados, con una copa de vino georgiano en la mano.

-Nuestra admirada Evghenia Yugashevna,Tchuna, la mano que cura a nuestro respetado Secretario General -dijo untuosamente Viktor Louis, casi haciendo una reverencia.

La gélida mirada de Tchuna se clavó por un momento en los ojos de Poppy, como si quisiera hipnotizarla. Luego, atrayendo su mano hacia su cadera, la besó en ambas mejillas, y largamente en la boca.

-He acudido aquí con la sola idea de conocerte-le dijo, sin soltar la mano de Poppy, y mirándolaesta vez acariciadoramente.

* * *

Fue la Floristeva, al cabo de no mucho rato, la que propuso ir a Serebriani Bor, a la fiesta que cada sábado solía dar el patriarca Nicodemus en su dacha:

-Victor querido, esto empieza a parecerse a unareunión de esas tan aburridas que hacéis en la Casa de Escritores, y yo ya no estoy en edad para aburrimientos. Así que me voy a casa de su Beati­tud Nicodemus que, con todo y ser el pope del Partido, sabe divertirse mejor que todos vosotros juntos.

El anfitrión se disculpó diciendo que tenía que volver a Moscú, donde había tenido que quedarse su mujer, Jennifer, guardando cama. Y disculpas parecidas dieron el resto de los intelectuales. Sólo el profesor de la Lumumba se apuntó a la fiesta, y se introdujo en el Skoda de las bailarinas del Bolshoi, para confraternizar con ellas durante el trayecto. Las dos modelos, dijeron que tenían que acudir a una fiesta que daba en U spénkoe un vicesecretario llamado Denis Ivanovitch Vojuch, y arrancaron en su V olga de color gris perla. La Floristeva dijo que ella se montaba en el Chaika de Poppy, y se colocó en mitad del asiento tra­sero, entre ésta y Tchuna, sin dejar de hablar en todo el trayecto:

-La época del Club de Benjamin, aquéllo sí queeran fiestas. Era un piso precioso, en plena Le­ninski Prospekt, no como ahora que hay que an­dar de la ceca a la meca por el cinturón de los 40 kms. de \Moscú. Pero todo se acabó con el pro­ceso del coronel Penkovski ... Gala Milovskaia y el divino Benjamin eran los animadores, y allí acu­dían todas las mariquitas de los retretes de la Lobossova y de la Plaza Bolshoi... ¡ Las curdas que Donald Maclean y yo nos pillamos allí! U na vez hasta tuvo que venir la milicia, pero los invi­tamos a entrar y se quedaron ... ¡ Eran tan fuertes!

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Creo que uno de ellos era siberiano ... Ahora, con Nicodemus, las cosas son divertidas, pero no tanto. Pero es éso, o acudir a las aburridas borra­cheras de los capitostes en Uspénkoe ... ¡Ay, es­pero que haya venido el staretz Gálovitch, es el único que logra animar de verdad la fiesta!

* * *

Un joven rubio, de bellas y angulosas facciones y ojos grises, vestido con un traje talar y una ancha estola de diácono les abrió la puerta de la amplia dacha de piedra de estilo neoclásico. Ros­siya Floristeva, al verlo, empezó a dar palmadas de contento y se abalanzó a su 'cuello:

-Mi querido archimandrita Fiodor, qué alegríaverlo aquí. Tenía el presentimiento de que el sta­retz estaría hoy aquí para animar la velada ...

Las miradas del joven eclesiástico y de Poppy quedaron fijamente clavadas una en la otra, y al girarse él para precederlas al interior de la casa, Poppy pudo percibir clavados sobre sí los acera­dos ojos de Evghenia Yugashevna.

La sala central, dominada por una inmensa sa­lamandra de mayólica decorada con motivos sa­cros, estaba sembrada de divanes cubiertos de pieles, sobre los que yacían jóvenes de ambos sexos semidesnudos, mezclados con individuos ya entrados en años, revestidos en su mayor parte con algún indumento eclesiástico.

En medio de la sala, en un amplio sofá forrado de damasco dorado y visón, se hallaba un tipo como de unos sesenta años, de pelo entrecano partido en dos crenchas, barba rojiza apenas sin canas, y unos ojos magnéticos y fijos similares a los de Rasputín en las fotos. Vestía una sencilla sotana negra, ceñida con un fajín morado, y sobre sus rodillas reposaba la cabeza un muchacho de no más de quince años, vestido con una corta capa pluvial que apenas llegaba a tapar sus desnu­deces. El anciano, con los ojos fijos en el infinito, acariciaba morosamente la ,cabeza del niño.

Pulcheria Floristeva se acercó casi coqueta a él, y haciendo una leve inclinación, le tomó para be­sársela la inmensa cruz dorada que lucía sobre el pecho.

-¡ Querido Anton Gálovitch, estoy tan contenta de haberlo encontrado aquí como esperaba! Su­pongo que no nos defraudará, y tendrá preparada una de sus interesantes veladas ...

-¿Cómo he de defraudarlas, con el honor que estener entre nosotros a quien vigila la salud de nuestro querido Secretario General?

Dijo esto sin apartar la mirada del lugar indefi­nido donde la tenía fija, y sin dejar de acariciar los cabellos del hermoso monaguillo. A lo que añadió:

-¿Querrá acaso la estimada Evghenia Yugas­hevna mostrarnos alguna de sus habilidades, para asombro de todos los presentes?

-Siento mucho, staretz -replicó Tchuna contono severo- no haber traído conmigo mis apara­tos de circo, pero no estoy acostumbrada a actuar en grandes escenarios.

-Esa es la diferencia entre ustedes los parapsi­cólogos y nosotros los taumaturgos: nosotros te-

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nemos amplias capas de fieles que nos siguen. Aunque es pena que no se nos llame ya para curar a los grandes dirigentes ...

Tchuna nada respondió a esto. Tenía toda su atención concentrada en el idilio visual que Poppy y el joven archimandrita, colocado a espaldas del pope, mantenían entre sí.

-De todos modos -prosiguió el staretz-, pre­viendo la llegada de nuestra admirada curandera, y de nuestra no menos admirada heroína afgana que la acompaña, había mandado preparar un pe­queño espectáculo en su honor.

A una palmada suya, un teatrillo montado sobre columnas salomónicas fue colocado ante él. Casi de inmediato, el bello acólito, abandonando su regazo, saltó sobre el tablado, y haciendo una triple reverencia hacia el público, dijo:

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-A continuación, el «Misterio de los tres jóve­nes en el horno de Babilonia», según arreglo espe­cial de Serguei Mijailovitch Eisenstein.

La Floristeva, acercándose al oído de Poppy, le susurró:

-j Sabía que sería ésta la sorpresa! ... SergueiMijailovitch la guardó celosamente hasta su muerte, pero Anton Gálovitch la representa desde entonces con cierta frecuencia, con algunos aña­didos, claro, y cambiando las alusiones según el momento ...

Tres jóvenes desnudos habían subido al teatrillo y, abrazados como las tres Gracias, empezaban a entonar coplas obscenas contra Brejnev. El ti- · rano, de pronto, provisto de unas enormes cejas, hacía su aparición por detrás de los jóvenes, y los intimaba a entregársele, mientras sus sayones, desde fuera del tablado los torturaban con sus lanzas. Ellos seguían profiriendo insultos sobre su tiranía, y él, saltando del tablado, ordenaba a sus esbirros prender llamas de papel bajo el teatrillo: llantos de los muchachos, que no quieren ver pe­recer entre las llamas su juventud, y misericordia del tirano, que ordena extinguir la hoguera. El final, entre aplausos del público, es una orgía esti­lizada entre los tres jóvenes y el cejudo sátrapa. Tras de lo cual, enlazados los tres de nuevo, ento­naron un canto a la vida y al realismo político.

-El final -explicaba el staretz a sus invitadas­era por supuesto mucho más trágico. Los jóvenes se entregaban mutuamente su castidad en medio de las llamas, pero a mí me pareció que semejante solución del drama no era cristiana: debemos pre­servar nuestros cuerpos, que son templos del espí­ritu, cueste lo que cueste, ya que la pureza de corazón no es de este mundo ... puede parecer una idea gnóstica, pero ha sido ampliamente bende­cida por nuestro amado patriarca Nicodemus, que ha querido verla varias veces representada aquí en su casa ... al fin y al cabo, es la práctica de nuestra Santa Iglesia bajo el régimen ateo ...

Dicho lo cual,· se levantó del sofá, apoyándose en su desnudo acólito, y se acercó hasta los tres actores, que esperaban recogidos su bendición so­bre el teatrillo. Impuso su diestra a cada uno sobre el cogote, y luego, alzándoles la barbilla los besó en la boca. Tras de lo cual, alzando los tres dedos de la mano derecha, en actitud de bendecir, dijo:

-Amanece ya. Vayamos pues a realizar nuestrasabluciones matinales, con la bendición de Dios Todopoderoso ...

* * *

Eran las tres de la mañana de un día de finales de abril, y un sol rojizo empezaba a asomar ya por el horizonte, rielando sobre el ancho recodo que el Moscova forma frente a la Iglesia de Serebriani Bor.

La madrugada era gélida, y la rala hierba del jardín se hallaba completamente escarchada, pero todos salieron desnudos de la cálida <lacha, preci­pitándose hacia la sauna de troncos situada junto a la orilla del río.

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Los Cuadernos Inéditos

Poppy, con la mano casi entre las piernas, suje­tando sus partes secretas como quien guarda un último resto de pudor, se introdujo en lo más ceñido del pelotón de jóvenes, confiando en que la oscuridad de la sauna le daría refugio suficiente.

Pero, aún no había logrado acomodarse en uno de los bancos pegados a la pared, cuando ya la mano afilada de Tchuna empezaba a hurgar autori­taria por su pubis, hasta tomar entre sus dedos el contraído pene de su víctima.

-¡ Estaba segura ... lo supe desde el principio ... ! Y sujetándole con fuerza ambas manos a la es­

palda, la besó con fuerza, mordiéndole los labios hasta hacerle sangre.

Una boca, entre tanto, se había apropiado de su pene y empezaba a succionarlo con golosina. Poppy quiso soltarse del beso de Tchuna para saber quién era su nuevo atacante. Pero ya ésta había descubierto al intruso y lo tenía aferrado por los pelos: era Fiodor.

La respuesta a los azules ojos empañados del archimandrita fue una inmediata erección. Tchuna, apretando aún más su llave, elevó la ca­beza del joven eclesiástico hasta la altura de la boca de Poppy y dejó que ésta buscase su camino hasta ella, arrostrando el dolor de la inclinación.

Pero la llegada en aquel momento de un grupo de sudorosos jóvenes, que empezaron a azotarlos con ramas de abedul, permitió a Poppy sustraerse al candado de la curandera. La mano de Fiodor la condujo en medio de la oscuridad, introduciéndola en un compacto grupo de cuerpos enlazados, donde abriéndose un hueco, y sin hacer caso a las manos y bocas que por todas partes los recorrían, consumaron varios orgasmos seguidos. Luego, con la piel escociéndoles del calor y los verdaga­zos, y casi privados de resuello, salieron de la mano a sumergirse en las frías aguas del Moscova.

* * *

Dos días más tarde, Poppy recibió una breve misiva de Tchuna:

«No te guardo rencor por haberme dejado abando:q�a en Serebriani Bor. Sé cómo volver por mi pie a Moscú. Pero tal vez tú no hayas aprendido todavía las reglas del juego. Si quieres que te las explique, ven a verme.»

Sabía el poder de Tchuna entre la Nomenkla­tura. Una palabra suya a Brejnev durante una de sus sesiones de «magnetismo animal», bastarían para arrojarla de por vida a uno de los leger que había visitado durante su formación. Así que acu­dió de inmediato a la casa de la curandera, en la exclusiva calle Viktorianka.

El apartamento, decorado al gusto georgiano, difería de los de otros jerarcas soviéticos en la total falta de iconos antiguos. Paredes y suelos se hallaban cubiertos de tapices de Tabriz y de al­fombras de fieltro bordado kirguisas y mongolas. Tchuna, con gesto adusto, y sin besarla a la puerta, la pasó a una habitación enteramente tapi­zada en negro.

El único. adorno de la habitación era una horna-

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cina dorada, en cuyo interior se veía un retrato de Brejnev, y un ejemplar de Tierras Vírgenes del que asomaban cartoncillos de varios colores.

-Es la época crucial de su vida -explicó aPoppy, al ver que ésta se quedaba mirando extra­ñada el libro-. Cada color guarda relación con uno de sus órganos ... y aunque tú no lo creas, no se trata de simple magia negra ...

Poppy hizo un gesto, dando a entender que aquello la tenía sin cuidado. A lo que Tchuna, visiblemente molesta, replicó:

-Ya sé que a ti sólo te interesa tontear conjóvenes popes, pero ten cuidado dónde pisas, el staretz es un tipo muy celoso ... sería muy triste que, por tu mala cabeza, te vieras envuelta en una doble amenaza ...

Poppy intentó mostrarse conciliadora: -Compréndelo, Tchuna, yo con mujeres no

puedo hacer nada ... -Eso carece de importancia -dijo Tchuna, cla­

vándole sus afiladas uñas en los brazos, y traspa­sándola con acerados ojos-... Tú no te perteneces, no tienes derecho a decidir. Antes de convertirte siquiera en la media mujer que eres, estabas ya destinada a mí... Yo te descubrí en la antigua Crónica de Néstor ... Eres el andrógino destinado a la tierra salvadora, y yo soy Sira Zemliá, la Húmeda Tierra Rusa que cura... Desde la cálida Georgia yo veía tu sombra y te esperaba ...

Sus manos empezaron a perder fuerza y un tre­mendo estertor empezó a recorrerla. La mandí­bula, falta de control, daqueteaba como la de una calavera, y un hilillo de baba empezó a resbalarle por ambas comisuras. Con los ojos en blanco, cayó hacia atrás, y arqueada en el suelo empezó a mostrar fuertes convulsiones, para luego empezar a girar sobre sí misma, arrastrando consigo todas las alfombras.

Poppy apoyándose un momento sobre la mu­llida pared, para tomar respiro, la contempló un instante, pensando si sería mejor buscar ayuda o salir corriendo. Finalmente pensó que esto último era lo más prudente.

* * *

A los tres días, Viktor Louis la convocó apresu-radamente en su despacho de Leninski Prospeckt. Poppy había pasado aquellos tres días recorriendo los sitios históricos de Moscú de mano del archi­mandrita, y haciendo el amor con él en los sitios más insólitos, incluida la sacritía del monasterio de Zagorek, donde Fiodor había hecho su novi­ciado.

Al leer la nota que Louis le había deslizado bajo la puerta, Poppy comprendió que la doble tenaza con que Tchuna la había amenazado empezaba a cerrarse sobre ella.

-¡Estás loca! -dijo el periodista-espía, bastante alterado, nada más verla-. Si no es por Andropov, a estas horas estarías encerrada en « Villa Kanat­chnikov», como mínimo. ¡ A quién se le ocurre despreciar a la mismísima Evghenia Yugacheva, y con las mismas, robarle el amante al secretario del Patriarca!

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Los Cuadernos Inéditos

-¿ Y ahora qué va a pasar? -preguntó Poppy,fatalista, más que asustada.

-Han llamado a Philby de Crimea. Parece queAndropov quiere enviarte a Inglaterra antes de que las cosas vayan a peor. .. Y o que tú, de todos modos, me andaría con pies de plomo estos días. Tchuna tiene dos sesiones de masaje semanales con Leonid Ilich, y quién sabe lo que puede llegar a sugerirle entre tanto ...

-¿ Crees que una vez fuera quedaré a salvo deella?

-Si se tratara de una persona normal, te diríaque sí, pero esos poderes que tiene ... ¿Estás se­gura de no haber dejado nada tuyo en sus ma­nos ... un pañuelo, cabellos, o algo así?

-¡Oh, vamos, Viktor, un judío ateo como tú pensando en esas cosas!

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-¡Ríete! ... ¿Sabes cómo destruyó a Nikolai Blo­chin, el presidente de la Academia de Medicina, que quería inhabilitarla por farsante? Se apropió de un pañuelo suyo, en una de las sesiones de encuesta a que la convocaron en la Academia, y a los pocos días lo atacó una violenta sinusitis de la que sólo ella pudo librarlo ... Hay quien dice que tiene a Leonid Ilich atado por un sortilegio, y yo me lo creo. Nada más hay que verlo en los actos oficiales, después de una sesión con Tchuna. Es como un robot. ..

-Será cuestión de hacerse con un amuleto -dijoPoppy, al tiempo que fugazmente le pasaba por la cabeza la hornacina dorada, con el libro y el re­trato de Brejnev.

* * *

Philby volvió de Crimea apenas repuesto de su cirrosis hepática:

-Es una vieja dolencia, pero antes se me pasabamás pronto. Me estoy volviendo viejo, es cierto, pero lo que de verdad me está matando es esta inactividad, y este aburrimiento mortal de Moscú ...

-No fue eso lo que dijo delante de Andropov ...-¿ Y qué quería que dijera? Están totalmente

convencidos de vivir una orgía perpetua con sus borracheras de U spénkoe y Bákova, pero a mí las borracheras a palo seco no me van, y el vodka no me sienta bien al estómago ... Tal vez lo de Sere­bríani Bor, donde Viktor me contó lo bien que usted se lo había pasado, sea más divertido, pero yo ya no estoy para esos trotes de saunas al ama­necer y baños en medio de los hielos del Mos­kova ... sólo de pensarlo me dan escalofríos. Hay que ser un ruso tipo Rasputín, como ese Anton Gálovitch, para seguir con ganas de jarana a los sesenta y tantos.

Melinda, la esposa de Philby, entró en aquel momento con una bandeja de ponches humeantes. Philby las presentó a ambas, y mientras le pasaba una taza a Poppy, Melinda retomó el hilo de la conversación de Philby:

-Hace algunos años solíamos acudir a más fies­tas. Era cuando lo del «Club de Benjamin», del que ya te habrán hablado. Iban por allí tipos de esos del P.P.P. Ya sabes, de los que tiran por ahí samizdati y sacan revistas puercas tipo Ssabohota

Chelowneba, y cosas de ésas ... Eran bastante di­vertidos, muy procaces, pero sin llegar a las cosas que cuentan de la <lacha de Nicodemus. Benjamin, en eso, era muy mirado ... Luego, tras el proceso Penkovski, Viktor tomó en cierto modo la alterna­tiva, pero ya nada fue lo mismo ... La última ve­lada a que acudimos en Peredelkino, terminamos dormidos, Kim y yo. Así que ahora, después del trabajo, nos venimos aquí a vegetar y a leer. Vida de espías retirados, como quien dice, pero sin las ventajas que eso tiene en Occidente ... A veces le digo a Kim que tendríamos que volver a Londres, aunque fuera de incógnito, pero él ya no �tiene humor para nada. Tal vez yo un día �. me anime ...