michener, james a. - sayonara

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    SayonaraSayonara

    James A. Michenerames A. Michener

    EDICIONES G.P.

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    Ttulo original: SAYONARA

    Traduccin deLEON MIRLAS

    Portada de

    ODUBER

    1972, James A. Michener. Derechos mundiales reservados por el autor Ediciones G. P., 1972 Virgen de Guadalupe, 21-33 Esplugas de Llobregat (Barcelona)

    Depsito Legal: B. 7.164-1972

    Difundido por PLAZA & JANES, S.A.Esplugas da Llobregat: Virgen de Guadalupe, 21-33Buenos Aires: Montevideo, 333Mxico 5, D. F.: Amazonas, 44, 2 piso

    Bogot: Carrera 8." Nms. 17-41

    LIBROS RENO son editados porEdiciones G. P., Virgen de Guadalupe, 21-33Esplugas de Llobregat (Barcelona)e impresos por Grficas Guada, S. A.,Virgen de Guadalupe, 33Esplugas de Llobregat (Barcelona) - ESPAA

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    A Mark

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    CAPELLN FEENEY: Su deber, as como el mo, es impedir

    semejante boda.

    El 4 de abril de 1952 derrib mis sexto y sptimo Mig. Esto sucedi cercadel ro Yal, y cuando volv a la base de J-10 me senta excitado. El mdico delas Fuerzas Areas me mir y dijo:

    Gruver, se lo ha pescado.Estas palabras eran deliciosas qu diablos! Significaban que no me vera

    obligado a volar durante algn tiempo. Pero como era un hombre de WestPoint, me cre en el deber de mostrarme apenado ante el mdico de aeronutica,a quien haban hecho abandonar la vida civil, a pesar de su prominenteabdomen. De modo que frunc el ceo y dije:

    No tengo nada, doctor. Una botella de cerveza me dejar como nuevo.De acuerdo admiti el mdico.Haba tomado en serio mi ansiedad y por un momento me sent un poco

    enfermo, por dentro. Por lo menos en esos instantes no quera seguir volando.Quera mostrarme resistente y dispuesto a proseguir la lucha, a la vez quedeseaba alguna tarea militar slida y tranquila.

    Pero el mdico de aeronutica era sagaz. Se ech a rer y dijo:No palidezca, Gruver. Yo hablaba en broma. Nunca tomo en serio esto de

    los hroes.Suspir con alivio y dije:Gracias. Hasta en Corea uno necesita dormir un poco.Le dir algo mejor dijo el mdico, dejando su estetoscopio. Usted

    volver al Japn!En la manera de decirlo se adivinaba que, en su opinin, el Japn era un

    paraso, pero yo lo haba visitado y mi impresin distaba de ser buena. Callessucias, casas pequeas de papel, hombres regordetes y bajos y mujeres rollizas.

    Yo no haba comprendido jams por qu algunos hombres de las FuerzasAreas se entusiasmaban tanto al hablar del Japn.

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    Si le gusta el Japn, mejor que mejor dije. Yo preferira quedarmeaqu, en la J-10.

    El mdico replic:Conque usted nunca se ha enredado con alguna de esas lindas muecas

    japonesas en Tachikawa?Soy hijo de un general de cuatro estrellas repliqu. No me enredo conmuecas japonesas, sean lindas o no.

    El mdico me mir con aire apesadumbrado y dijo:Camarada, usted est ms enfermo de lo que supona.No deseaba mostrarme mojigato, pero cuando uno sabe que se proponen

    hacerlo progresar rpidamente hasta el grado de coronel y aun quizs hasta elde general de una estrella cuando llegue a los treinta aos, no lo impresionanmucho las parrandas usuales en la vida militar. Por lo dems, nunca trat de

    darme nfulas con los oficiales de la reserva por el solo hecho de que fueranciviles de corazn. Y dije:Doctor, me acordar de usted cuando me tope con esas limpias sbanas de

    Tokio y esa buena cerveza.Mi interlocutor movi la cabeza con una mirada taimada y furtiva, y

    declar:Para usted, camarada, no habr Tokio. Para usted... hay rdenes

    especiales.Como un presentimiento, y sin pensar realmente en esa palabra, exclam:Kobe?S, camarada! Ha adivinado.Instintivamente me llev la mano izquierda a la cadera, tante mi cartera y

    dije:En cuanto a esas rdenes especiales... son del general Webster?S, camarada. Eso es.El mdico junt las manos, me gui el ojo y dijo:Por qu un general no habra de cuidar del hijo do otro general?Yo saba que aquel mdico era un hombre de segundo orden y me negu a

    dejarme arrastrar a una discusin. Le hice el juego y dije:

    Es lo que llaman el espritu de West Point.Eso es lo que quiero decir declar el mdico, Kelly tiene en su poder

    esas rdenes.Ir a ver a Kelly dije, contento de zafarme de aquel civil sabelotodo.Pero cuando sal de la tienda de campaa del cuerpo mdico e iba por el

    sendero de grava al cuartel general de la escuadrilla donde trabajaba Kelly, otrocivil me grit:

    Gruver... Podra hablar con usted?Me volv y vi al capelln, y como ste casi nunca hablaba con nadie, salvo

    cuando se presentaban dificultades, me detuve bruscamente y pregunt:Kelly, de nuevo?

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    S dijo el capelln, con aire casi pesaroso, Kelly.Esper en el sendero de grava mientras el capelln cruzaba el pardo lodo

    coreano, sorteando los obstculos. La J-10 era casi todo lodo. Cuando se meacerc, le pregunt:

    Qu fechora ha cometido ahora Kelly, padre?Esta vez, se trata de algo serio me respondi el sacerdote, con aireacongojado.

    Me condujo a su tienda de campaa, una capilla improvisada con biblias,crucifijos y los objetos de plata usuales para efectuar las ceremonias del culto.

    Kelly afrontar otro Consejo de Guerra? pregunt.Peor an. Ha apelado a su representante en el Congreso.Siempre me haban fastidiado los reclutas que les escriban cartas a los

    legisladores. Las Fuerzas Areas tenan una manera razonable y justa de

    solucionar cualquier problema. Los legisladores estaban de ms. De modo quepregunt:Por qu no le aconseja al coronel que exonere a ese individuo?De acuerdo con las nuevas reglamentaciones...Las nuevas reglamentaciones. Yo las olvidaba a cada paso. Desde 1945,

    un grupo de reblandecidos, benefactores de Washington, haba revisado lasnormas bsicas de la conducta militar y por eso se vean ahora reclutas queescriban cartas a los legisladores. Yo le haba dado siempre la razn a mi padre.Lo que corresponda era propinarles un golpe en la cabeza a aquellos serviles ymandarlos al calabozo. Entonces los benefactores podran llorar de veras.

    Y bien... De acuerdo con las nuevas reglamentaciones... qu pasa? pregunt.

    Kelly se sale con la suya. Vuelve al Japn.Es ridculo repuse. Las Fuerzas Areas se estn convirtiendo en un

    jardn de infancia.Y cuando Kelly vuelva al Japn, se casar con la muchacha.Esto ya era demasiado. Me sent sobre una de las desvencijadas sillas del

    capelln y pregunt:Quiere usted decir que, a pesar de todo lo que le han dicho a ese

    chiquillo el coronel y usted, se le concede permiso para casarse con lamuchacha?

    As es.Por qu no le dar alguien un golpe en la cabeza?Eso no sera una solucin. Quiero que usted hable con l.No puedo decir ms.Comprende ese muchacho que, si se casa con la japonesa, no podr

    llevrsela a Estados Unidos? pregunt el capelln.Claro que s. Le hice firmar el documento probatorio de que lo sabe. Lo

    firm y me dijo qu poda yo hacer con l.Debe volver a hablar con Kelly, Gruver. Es un nio extraviado.

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    Es un delincuente que est en un callejn sin salida, padre, y usted lo sabe.Un delincuente, no! Un muchacho tosco que ha tenido dificultades en las

    Fuerzas Areas. Es, simplemente, un exaltado.Su exaltacin no est en la cabeza, padre1.

    El capelln se ech a rer y dijo:Tiene razn. Por eso mismo, no debemos permitir que pase por tonto.Yo estaba cansado de evasivas y dije, rotundamente:Mire, padre, Kelly es su feligrs y es usted quien tiene que salvarlo.El capelln Feeney adopt un aire grave y tom mis manos entre las suyas.

    Era una treta a la cual apelaba cuando quera demostrar algo y ello explicaba,en gran parte, su xito en la escuadrilla. Nunca tema una discusin con unhombre.

    Debe creerme cuando le digo que no trato de salvar a Kelly para mi

    iglesia. Trato de salvarlo para s mismo. Si se casa con esa japonesa, slo podrprovocar una tragedia. En tiempos normales semejante casamiento ya es unaimprudencia, pero bajo la vigencia de la nueva ley... cuando ni siquiera puedellevrsela a Estados Unidos... Qu pasar, Gruver?

    Hablaba con tanto apasionamiento que hube de ceder.Perfectamente. Qu quiere que yo haga?Al capelln le causaba tanto malestar lo que se propona sugerir que vacil

    durante un momento. Luego dijo, con el tono de quien se disculpa:Usted es el prometido de una hermosa y buena muchacha

    norteamericana. Una noche, me mostr su retrato.Y sonri, mientras yo meta mecnicamente la mano izquierda en el bolsillo

    donde estaba mi cartera.Cuando usted vuela y las cosas comienzan a ponerse difciles, acaricia ese

    retrato en busca de buena suerte... no es eso?Admit que as lo haca. Era una costumbre que haba adquirido al pasar de

    los aviones de propulsin a los aviones a chorro. Como a la mayora de lospilotos, stos me asustaron al principio y, cuando corra un serio peligro,acariciaba mi cartera como a un talismn, porque Eileen Webster haba sidopara m una buena nueva desde el memorable fin de semana en que la

    conociera en San Antonio.El capelln Feeney dijo:Si se presenta la oportunidad, mustrele a Kelly el retrato de su novia.

    Que recuerde cmo es una buena muchacha norteamericana.Yo no vendo nada respond.El capelln era un hombre inteligente.Quin le ha pedido semejante cosa? replic. Cuando Kelly le diga

    que est resuelto a casarse, contstele que lo comprende. Dgale que ha visto aalgunas japonesas realmente maravillosas.

    1 El autor hace un juego de palabras intraducible. En ingls, Hot-headed significa exaltado,pero literalmente, significa de cabeza caliente. - N. del T.

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    Lo malo, padre, es que no las he visto. Todas son tan regordetas ycarirredondas... Cmo pueden nuestros hombres, buenos muchachos de tipocorriente, casarse con esas mujercitas amarillas? En 1945, yo peleaba contra losnipones. Ahora, mis soldados se estn casando con ellos.

    Nunca lo he comprendido. Esos matrimonios estn condenados y mimisin es impedirlos.De acuerdo.Entonces... hablar usted con Kelly?No sera ms sencillo que el coronel le ordenara simplemente no casarse?

    pregunt.El capelln Feeney se ech a rer.Hay cosas que no se pueden solucionar as. Hemos practicado

    investigaciones sobre la muchacha con quien proyecta casarse Kelly. No es una

    prostituta. No es un elemento subversivo. En realidad, la han recomendadonuestros investigadores. Sola trabajar en una biblioteca. Kelly tiene derecho acasarse con ella.

    La palabra casarse me sobresalt extraamente y me sent arrastrado acuatro aos atrs, a un fin de semana de primavera en Texas, cuando salamosen pandilla de Randolph Field para divertirnos en grande en San Antonio.Bajbamos unos peldaos de piedra que llevaban a un teatro al aire libre, juntoal ro que fluye por el centro de San Antonio, cuando vi repentinamente que seacercaba esa hermosa muchacha. Salt cuatro escalones y exclam: No esusted la hija del general Webster? Y ella me respondi con una sonrisadeslumbrante y dijo que s y me qued mirndola absorto y pregunt: Porqu no tena ese aspecto cuando viva enfrente de m, en Fort Bragg? Y ellareplic que siempre haba sido as, pero que yo haba estado harto ocupado conWest Point para notarlo. Hice memoria, pero ni siquiera pude recordarla conclaridad tal como era entonces y dije: Usted debi ser una chiquillazanquilarga de once aos cuando estbamos en Fort Bragg. Entonces, ella dijoalgo que me dej fro. Haciendo caso omiso de los dems hombres de lasFuerzas Areas que estaban a mi lado, declar:

    Sigo siendo una chiquilla zanquilarga.

    Tena razn y a los dieciocho das decidimos casarnos. Pero la madre deEileen y Corea intervinieron en eso.

    De modo que consegu volver a la realidad de Corea y le dije al capellnFeeney:

    Har lo que pueda.Gracias, Gruver.Cuando me dispona a salir, el capelln me pregunt:Tiene inconveniente en que le hable al coronel de usted?Para qu?

    Usted est tenso como una cuerda de reloj, hijo. Le dir al viejo queconviene dejarlo con el personal de tierra.

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    Me ech a rer y dije:El mdico le ha sacado ventaja. Me voy al Japn.Esplndido respondi el capelln. Tokio?No, Kobe. El padre de mi novia es general all.

    Es una suerte.El asunto tiene sus dificultades.Quiero decir que Kelly va a Kobe tambin. Usted podr vigilarlo.Me sent fastidiado.Conque usted lo devuelve adonde est su novia?Su representante en el Congreso insiste en ello.Me dispona a decir lo que pensaba de los legisladores que se entrometen

    as en los asuntos militares, pero el capelln declar:Usted podra salvar a ese muchacho.

    Pens en el pequeo y esmirriado Kelly y dije, al salir:Nada podra salvar a ese intil.

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    JOE KELLY: Los soldados expedicionarios norteamericanos

    casados con muchachas japonesas dan la impresin deconocer un secreto magno e importante.

    El da era poco comn en Corea. Nuestra base area de J-10 sin ser lo que sellama calurosa, ofreca un hlito primaveral, la tierra comenzaba a deshelarse yhasta Corea se pareca muchsimo a cualquier parte del mundo en primavera.Aspir profundamente dos largas bocanadas de aire y ech a andar hacia lacalle donde estaba el cuartel general, un lgubre tubo cuyos flancosmordisqueaba la primavera y me dije:

    Olvida a Kelly. Que se cuide solo.Me encamin hacia el saln comedor de oficiales, donde habra cerveza y

    una partida de pquer, pero comprend que Kelly deba tener prisa enentregarme las rdenes, de manera que entr en la tienda de campaa de laescuadrilla, donde aquel imbcil estaba sentado detrs de un letrero pintado amano tan grande como si se refiriese a un general y que ostentaba estaspalabras: AVIADOR KELLY.

    Era un muchachito de unos diecinueve aos. Yo tena veintiocho ycualquiera que tuviese menos me pareca inmaduro, pero Kelly en realidad nolo era. Nunca haba ido a la escuela, pero posea una rpida inteligencia animaly una especie de sentido prctico formado en el arroyo. Se haba criado en un

    barrio de gente de mal vivir de Chicago; tena el cabello rufo y un desafianterostro irlands. Estaba siempre contra el mundo, y contra todos los oficiales enparticular. Tena el extrao antecedente de haber sido ascendido a cabo encuatro oportunidades... y reintegrado a la condicin de soldado raso otrastantas. Estaba amargado y siempre en apuros y era, en nuestro cuerpo deaviadores, el hombre de quien menos poda esperarse una relacin seria conuna muchacha.

    Me mostr las rdenes y dijo:Qu bueno es tener amigos.

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    Yo haba provocado uno de los Consejos de Guerra de Kelly, pero l measombr al pedir que yo fuera su defensor. No respetaba a nadie, pero legustaban los hombres que pilotaban los aviones a chorro. Cuando me mostrmis rdenes yo me dispona a echarle otro sermn, pero Kelly sonri y declar:

    He odo decir que usted derrib hoy otros dos aviones.As es.Cmo estuvo eso ah arriba,As?Nunca me result ms fcil.Sabe qu dicen sus rdenes? pregunt, con el aire taimado de un

    pistolero que pregunta por la remuneracin que le deben por una fechora.Kobe dije, tomando los papeles.S, pero quiero decir... Cmo las consigui?Nunca discuto esas cosas con los soldados rasos repliqu, volvindome

    hacia la puerta.Kelly no era como los dems. E inquiri:Lo que quiero decir, es esto... Saba usted que el general Webster le

    escribi al coronel?Aquello era irritante. Sent tentaciones de darle un puetazo en la cara a

    aquel pequeo imbcil, pero Kelly me intrigaba. Vacil y dije:Son amigos.Naturalmente, pero esas cartas se referan a usted.A m?S, el general Webster iniciaba todas sus cartas diciendo: Desde luego,

    no tengo la intencin de entrometerme y el jefe de la escuadrilla es usted,pero... Siempre usaba el pero.

    Pero... qu?Pero le gustara con toda seguridad que el comandante Lloyd Gruver

    viniera inmediatamente a Kobe.Me met los papeles en el bolsillo y dije:No ped rdenes de sas.Kelly ri de una manera extraa y dijo:Usted no ha odo nada an,As.

    Pareca despreciarme por ser un oficial y tolerarme al propio tiempo por serun piloto eficaz. Declar:

    El general Webster lo ha destinado a la Junta de Interservicio deAviacin, lo cual significa que usted se pasar el da sentado sobre suparacadas y no har nada.

    Luego, sonri y agreg:Pero... las noches...Qu noches?Kelly volvi su pequea cabeza roma a un lado y luego a otro y pregunt:

    As... Sabra guardar un secreto?Yo siempre haba tenido buen cuidado de no discutir los secretos militares

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    con nadie y respond:Prefiero no orlo.Kelly me hizo un saludo algo ofensivo y dijo:No se trata de un secreto de las Fuerzas Areas, sino de un secreto de As

    Gruver.Qu quiere decir con eso?Por qu cree que le dan rdenes para Kobe? Y un trabajo cmodo? Y

    un vuelo con prioridad?Adivin que llegaba demasiado lejos con Kelly y cambi de tema.El capelln me dijo que tambin usted va a Kobe.S.Tengo entendido que el asunto lo arregl su representante en el

    Congreso.

    S. El capelln dijo que no. El coronel dijo que no. Pero el legislador dijoque s.Le dej adivinar en mi expresin fisonmica que me disgustaban semejantes

    procedimientos y pregunt, no sin irona:Y tengo entendido que usted se va a casar.S.Su insolencia anulaba toda posible intencin por mi parte de ayudar al

    capelln Feeney tratando de convencer a aquel individuo de baja condicin.Firm el recibo de mis rdenes y me encamin hacia la puerta. Pero Kelly medetuvo bruscamente al decirme:

    Tengo entendido que tambin usted se casa.Qu quiere decir? pregunt.La hija del general llega a Kobe. Maana.Kelly me mir con una sonrisa desagradable y cuando le pregunt si aquello

    era cierto, respondi:S. El general Webster arregla las cosas para que usted se pueda casar con

    su hija. Mi representante en el congreso me las arregla a m. Los generales paralos oficiales. Los legisladores para los campesinos.

    Kelly y yo nos miramos, en uno de esos raros instantes en que a uno le

    parece ver la vida bajo una luz absolutamente clara y fra. Uno ve a otro serhumano sin uniforme, sin jerarqua militar, sin pasado ni futuro. Ah est, consus problemas y ambiciones muy lejanos de los de uno, pero que al propiotiempo forman parte de ellos. En cierta ocasin, el ministro de guerra me dijoque el gran xito de mi padre en el ejrcito provena de su capacidad de ver acada uno de los hombres con quienes tena que trabajar como si se balancearanen el aire, suspendidos de una pequea cuerda que llevaba Dios de la mano. Yopoda respetar a Kelly. Trataba de irritarme y era un pequeo duende maligno,pero yo poda respetarlo.

    Saqu la cartera y pregunt:Le he mostrado alguna vez el retrato de la hija del general?

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    Creo que Kelly deba estar mirndome con la misma luz fra y clara, porquese inclin hacia delante como un ser humano y dijo que no.

    Pero yo estaba aturdido nunca haba derribado a dos Mig en un mismoda y la fotografa que cog no fue mi favorita, sino una de Eileen y su madre.

    Kelly examin la fotografa y dijo:Esa hacha de combate es su suegra?Le arrebat la fotografa y dije:La que me propona mostrarle es sta.Kelly dej escapar un silbido.Caracoles! No hay duda que esta nia llena debidamente un traje de

    bao.Tal era su intencin observ.Es un encanto agreg Kelly. Hasta para ser la hija de un general, es

    un encanto.La idea de que una muchacha como sa lo espera a uno en Kobe esbastante emocionante dije. Gracias por la buena noticia, Kelly.

    Joe replic:Ha visto alguna vez a Katsumi?Dnde est Katsumi? pregunt.La muchacha con quien me caso.Perdn. No conozco los nombres japoneses.No tiene importancia replic l, con aire insolente.Sac a relucir una pequea fotografa del P.X.2 de su muchacha. Sent

    cierto malestar porque aquella Katsumi distaba de ser unaMadame Butterfly. Surostro era grande y redondo, sus mejillas salientes y su cabello negro como elpetrleo. Si uno nunca hubiese estado en el Japn, la habra tomado quiz poruna india o una esquimal. Pero el que haba visto Tokio, poda reconocerinmediatamente a Katsumi. Era una entre tantos millones de muchachas quenunca podran ser lindas, que hacan todos los trabajos pesados y se vestancomo si la nica indumentaria existente en el Japn se hiciera con bolsas viejasde harina.

    Yo tena que decir algo y, a Dios gracias, record que aquella muchacha

    trabajaba en una biblioteca; dije:Realmente, parece inteligente.Kelly replic:Es mucho ms despierta que yo.Me dispona a marcharme cuando record la promesa que le haba hecho al

    sacerdote y pregunt:No estar usted corriendo un gran riesgo?Los riesgos ya no me asustan -dijo con aire desafiante.Me refiero a la imposibilidad de llevrsela a su pas.

    2 Comercio donde venden cosas, en el Japn, para los soldados norteamericanos. N. del T.

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    Eso es lo que no me asusta declar Kelly.Qu edad tiene usted?Diecinueve aos.No es ms que un chiquillo. Por qu no lo piensa bien?

    Lo he pensado. El Ejrcito, las Fuerzas Areas y el Departamento deEstado se han coligado para impedir que me case. Eso, simplemente, refuerzami decisin.

    Qu quiere decir con eso de que se han coligado? No me gusta la genteque se siente vctima.

    En cuanto mi capitn de Kobe vio que yo ya tena realmente intencionesserias con Katsumi, me mand a Corea. Entonces los figurones de Washingtonfijaron un plazo, dicindome: Si se casa con la japonesa despus de esetrmino, no le permitiremos que la traiga al volver a Estados Unidos. Y me

    formaron Consejo de Guerra por haber pedido que me mandaran nuevamenteal Japn para casarme con la muchacha antes de la nueva ley. No lo hice. Yahora, todas las semanas el padre Feeney me da un folleto que prueba miestupidez slo por pensar en eso.

    Kelly tir con violencia de una gaveta y puso con un golpe sobre elescritorio algunas pginas mimeografiadas que se usaban mucho en nuestrazona para devolverles la cordura a los jovencitos. La de arriba ostentaba elsiguiente ttulo. Pero... LA ACEPTAR SU FAMILIA? Kelly la asi en su manovelluda, la estruj y la tir al cesto de los papeles.

    Lo han intentado todo para impedir que nos casemos, pero... sabe quhar.As?

    Alguna estupidez, con seguridad.Precisamente. Soy lo bastante estpido para estar enamorado. Lo que

    pasa es que amo a esa muchacha. Y si tengo que renunciar a mi ciudadananorteamericana para casarme con ella, estoy dispuesto a hacerlo.

    Kelly temblaba como un posedo y reintegr la fotografa de su muchachaal escritorio.

    Me ultraj la idea de que un norteamericano pudiera hablar as. Renunciara su ciudadana! Sent tentaciones de asir a aquel joven imbcil e infundirle a

    golpes un poco de sentido comn, de decirle que quienquiera tuviese la osadade pensar en abandonar su ciudadana norteamericana para casarse con una

    japonesa deba... Kelly me volvi la espalda y empez a escribir algo, comodespidindome.

    No acepto de nadie semejante actitud. Me enfurec, lo aferr de la camisa ylo hice girar en redondo.

    Quin diablos cree ser? grit.Con gran asombro mo, alz el puo y me amenaz.Se lo har probar,As.

    Por un momento, me sent tentado de liarme con aquel mozalbete y decalentarle las orejas, pero comprend que aquello sera un asesinato. Yo poda

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    derribarlo cuando se me antojara. De manera que dej caer la mano y dije,bastante nervioso:

    Uno pierde la serenidad fcilmente con esos malditos aviones a chorro.Kelly estaba completamente sereno. Rindose replic:

    Nos hacen falta aqu hombres como usted.Disclpeme, Kelly dije. Pero sus palabras me parecieron propias deun loco cuando dijo que renunciara a su ciudadana... por una muchacha.

    Estoy loco repuso. Estoy enamorado... Loco.Me senta algo aturdido y le propuse:Vamos a mi saln, a beber una cerveza.Magnfico exclam Kelly, cerrando con violencia su escritorio, y

    mientras caminbamos bajo el sol del atardecer, envueltos en la insinuacin deuna tibieza primaveral, dijo: Sabe una cosa, As? Hace un momento, yo no

    tema pegarle. Porque saba que usted me respondera lealmente y novociferara pidiendo un fcil Consejo de Guerra.Vamos! Qu manera de equivocarse, Kelly! Acabo de afirmarle al

    capelln que debieran someterlo a Consejo de Guerra por haberle escrito a surepresentante en el Congreso.

    Quise decir que usted no me entregara por un rencor personal.Lo pens un poco y dije:Creo que tiene razn.Eso es lo que he querido decir declar Kelly.Entramos en el saln y pedimos un quinto de Suntory. Le dije a Joe:Creo que los japoneses hacen esta bebida con las medias de los

    agricultores.Pero Joe bebi un sorbo aniquilador y exclam, con aire de aprobacin:Caramba! Esto es bebida de hombres.Era evidente que necesitaba conversar con alguien. Pregunt:Usted supone verdaderamente que estoy chiflado... no es as? Tambin

    lo creen los muchachos del saln. Es decir...Kelly se interrumpi, me mir cautelosamente.Es decir... Algunos de ellos, lo creen. Pero... sabe una cosa extraa, As?

    En los salones de los oficiales, de noche, nunca se oye quejarse a ningn hombreque se haya casado con una japonesa. Muchos se quejan de sus mujeres. Pero nolos casados con japonesas.

    Esto pareca tan inverosmil que beb un largo sorbo de la botella ypregunt:

    Cmo se explica eso?Parece algo anticuado, As, pero debe ser el amor. Si un hombre blanco

    con una buena paga en las Fuerzas Areas se casa con una muchacha amarilla,debe ser por amor.

    Volva a acometerme el deseo de infundirle un poco de sentido comn agolpes a aquel jovencito, pero Kelly haba vuelto a asir la botella y por

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    consiguiente dije:Estoy enamorado. La mitad de los hombres que conozco aqu aman a

    alguna muchacha que est en Estados Unidos. Qu tiene de extraordinario elamor de una japonesa?

    Suele usted venir a los salones comedor de noche? pregunt Kelly.Los hombres que tienen esposas en nuestro pas hablan de los tirantes de suhijito y de los bailes del club del pueblo y de la marca de automvil que hacomprado su mujer. Pero los que se han casado con japonesas slo hablan deuna cosa: de sus maravillosas esposas. Estn enamorados. El asunto es muysencillo.

    Esto me turb, porque Kelly pareca hablar de mi propia familia. Mi padreera un general de cuatro estrellas de gran fama por su actuacin en Guadalcanaly en las Filipinas, y mi madre haba escrito un par de cuentos que se publicaron

    en el Atlantic Monthly. Eran dos seres muy buenos, muy conmovedores, peroque no haban estado enamorados. Seguramente, en las veladas del salncomedor de los oficiales, mi padre hablaba de mis tirantes y del automvil queconduca mi madre. Estoy seguro de que nunca hablaba de amor.

    Hay una explicacin mejor declar. Los que se casan con japonesasson ms jvenes. No tienen hijos de que hablar.

    Joe medit sobre esto, bebi otro sorbo y dijo:Quiz tenga razn,As. Pero no quiero correr riesgos, porque cuando veo a

    Katsumi veo a una mujer capaz de llenar mi corazn durante el resto de mivida.

    Mir el otro extremo de la tienda de campaa, como cavilando sobre suprximo comentario. Luego, se decidi y lo hizo.

    Dgame,As, son sos los sentimientos que le inspira su muchacha?Kelly haba vuelto a herirme en lo vivo porque yo era un soldado

    profesional. Mi futuro estaba trazado y yo saba que nunca encontrara a unamuchacha cuya presencia me llenara el corazn por completo. Entre los oficiales

    jvenes de mi pandilla, el amor no era as. Se inspeccionaba el terreno y si seencontraba a una ciudadana sana y de buen aspecto capaz de soportarlo a unodurante el resto de su vida y, adems, provena de una familia militar, como

    Eileen, no caba pensarlo dos veces. Yo no poda explicarle a Kelly que Eileensera la mejor de las esposas que poda tener un oficial de las Fuerzas Areas,sin ser, con todo, tal como l la pintaba.

    Venga a verme dentro de diez aos y ver a un ciudadano feliz!Joe tom un whisky final y exclam:Le creo,As. Caramba! Hay muy pocos hombres como usted.As, usted es

    el nico, entre un milln de oficiales, con quien puedo hablar.Me estrech con torpeza la mano y sali ruidosamente a la polvorienta calle.

    En el umbral, volvi los ojos y exclam:

    Caramba,As! Lo conseguiremos! Nos casaremos!Y se dirigi, tambalendose, al saln comedor.

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    SRA. WEBSTER: No quiero sugerir que los japoneses sean

    seres inferiores, pero s que debemos recordar quin ganla guerra.

    El lunes, el soldado raso Kelly y yo nos trasladamos al Japn en el mismoavin y mientras yo lo miraba sujetarse con la correa a su asiento con verdaderasatisfaccin al pensar que llegara all y vera a su muchacha, comprend qudistintos eran nuestros viajes. Kelly iba al encuentro de la regordeta Katsumi yde un futuro que nadie poda prever, mientras que yo iba hacia la gran sorpresaque el general Webster me haba preparado: un seguro trabajo de oficina, elcasamiento con su bella hija Eileen y, antes de muchos aos, el ascenso seguro acoronel y el posible ascenso a general.

    No convers con Kelly durante el viaje porque en el avin haba varioscoroneles y me pareci ms prudente quedarme sentado frente a ellos ycambiar ideas sobre los pilotos rusos con quienes nos enfrentramos en Corea.Pero al llegar al Japn subieron los mdicos para desinfectar el avin y mientrasyo estaba parado en el pasillo, Kelly murmur:

    As , usted es el nico amigo que tengo aqu y como est en la mismaescuadrilla...

    Cre que iba a pedirme dinero y me dispona a darle un billete, pero me dijo:Me pregunto si querra usted ser mi testigo de boda. El sbado?

    Los coroneles empezaron a moverse y no pude quedarme all discutiendo.Toda mi manera de ser, todo lo que me haban enseado, todo lo que habaexperimentado, me inducan a decir que no, pero repliqu, con tono brusco:

    Bueno.Gracias dijo l.Mientras Joe cruzaba trabajosamente el aerdromo, con su andar patizambo

    y su cuerpo encorvado como el de un pistolero, pens que aquel muchacho depelo color arena y cabeza cuadrada no tena el tipo de los que se describen

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    como grandes amantes en los libros. En cierto modo, uno no se lo imaginabafranqueando murallas de fuego para conquistar a la princesa. Pareca, ms bien,el muchachn de la estacin de servicio que les silba entre dientes a las alocadas

    flappers modernas que pasan en sus automviles. Pero parta a casarse con una

    muchacha asitica en tierras extraas y deb admitir que tena coraje.Yo observaba a Kelly cuando el general Webster pronunci mi nombre y, almirarlo, not a su lado a la seora Webster. Grit:

    Qu sorpresa! Cundo lleg usted aqu?La seora Webster era una mujer hermosa de las que aparecen en los

    anuncios ilustrados luciendo trajes sastre y cabello cano y dicindole a la jovennovia por qu tal limpiador es mejor que tal otro y en los crculos del Ejrcitose comprenda perfectamente que Mark Webster deba en gran parte su xito aaquella mujer inteligente y enrgica. En cierta ocasin le o decir a mi padre,

    cuando algunos de sus condiscpulos del 22 pasaban unos das con nosotros:Mark Webster, en West Point, era un coronel irremediable. Le resultabaabsolutamente imposible llegar ms lejos. Pero apareci una esposa de primerorden y lo hizo general.

    Cuando dijo esto, en su voz no haba desdn... ni envidia.Al verme la seora Webster se lanz a mi encuentro para besarme en la

    mejilla. Tuve que fingir ignorancia sobre el paradero de Eileen y pregunt:Qu noticias hay de Eileen?Los conspiradores se miraron con aire malicioso.Trabaja an en la compaa petrolfera dijo la seora Webster. Pero

    Tulsa la aburre sin usted.Caramba! Cmo me aburri Corea sin ella!El general Webster dijo:Supongo que no le fastidiar el que yo lo haya alejado de los rusos.Debo decirle con franqueza, seor, que apruebo su actitud. Ya me senta

    un poco nervioso.Bueno. Lo llevaremos a Kobe y le mostraremos cmo estn las cosas.

    Usted figura en la Junta de Interservicio de Aviacin... comprende...? Pero sloempezar a trabajar dentro de una semana.

    Voy a dormir un poco dije y los Webster se echaron a rer, con una risitatonta.

    El general me condujo hasta un Cadillac negro, cuya chapa ostentaba unareluciente estrella roja. Webster haba sido siempre un hombre elegante, y sudelgadez, sus uniformes extrapulcros y su condicin de compaero despiertoen el cuartel general acentuaba la buena impresin que causaba. Era uno deesos individuos a quienes los reclutas llamaban pollos porque exigan todaslas cortesas militares, los quepis bien calados, los botines relucientes. El propioWebster caminaba con zancadas exageradas y empleaba una mirada que era un

    pregn de sinceridad. Como yo conoca a fondo a mi padre, y lo saba ungeneral autntico que omita toda la hojarasca para ir al ncleo de cada

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    problema, dejndoles a los dems los zapatos relucientes y los saludos militaresenrgicos, sospechaba a menudo que Mark Webster jugaba simplemente ageneral. En cierta ocasin se lo hice notar a mi padre, quien se enoj mucho yme replic:

    Mira, sabelotodo! El Ejrcito necesita muchas clases de generales. MarkWebster sabe hacer una docena de cosas que yo no s.Luego, frunciendo el ceo, dijo:No es que yo quiera hacerlas. Pero no subestimes a los hombres que

    mantienen en marcha la organizacin.Unos tres das despus, estbamos cenando en un restaurante adonde

    concurran muchos pisaverdes y mi padre dijo:Siempre admiro a los matres d'htel que parecen impasibles, pero

    mantienen en marcha a la organizacin.

    Me puse la mano sobre la boca y murmur;Das pasados, dijiste lo mismo del general Webster.Mi progenitor me mir con ojos penetrantes, medit durante un momento y

    dijo:Creo que eso era lo que quera decir... si lo dije.Pero durante aquel viaje desde el aerdromo el general Webster pareca

    desquiciado. No era el mismo corts militar de siempre. En realidad, denotabavirtualmente malestar, pero slo cuando llegamos al centro de Kobe descubrqu le roa el alma. La seora Webster estaba montando guardia de nuevo.

    Pasbamos por una esquina en la cual holgazaneaban media docena dereclutas: tenamos orden de no llamarlos ya G.I.3. Estaban en Kobe para sudescanso y restablecimiento despus de la lucha en el frente de Corea y, comola mayora de los soldados, se restablecan con las trotacalles. Cinco rollizasmuchachas japonesas estaban paradas con ellos y, cuando pasbamos en elautomvil, uno de los soldados le dio una palmada en las posaderas a una deellas, que profiri un chillido.

    A eso me refera declar la seora Webster.Kobe es un centro de recreo dijo con aire ceudo el general. No

    puedo cambiar eso.

    Es algo vergonzoso.S que lo es replic el general, con un bufido.Adems, degrada el uniforme militar.No parece existir regla alguna que lo prohba murmur el general

    Webster, echndose atrs, irritado.Al ver que no poda obtener nada del general, la seora Webster me

    pregunt:Qu piensa con respecto a eso, Lloyd?No trate de hacerme hablar contra un general rogu.

    3 Nombre corriente con que se conoce en los pases de habla inglesa a los soldadosexpedicionarios norteamericanos. N. del T.

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    El general Webster se irgui en su asiento.Hablando en serio, Gruver... Qu opinan ustedes, los oficiales jvenes?Yo haba empezado a decir: Nunca comprend cmo puede salir con una

    muchacha japonesa un oficial que se respete, cuando me interrump

    bruscamente, porque, delante mismo de nuestro Cadillac vi a un teniente deMarina, de elevada estatura, que sala de una tienda donde vendan ropainterior de niln, acompaado por la primera muchacha japonesa bonita que yoviera en mi vida. Era esbelta y de cabellos negros y sus ojos no mirabanoblicuamente. Rea. No s por qu, nunca me haba imaginado a las muchachasniponas riendo. Pero aqulla, extraordinariamente hermosa, rea y apretaba supaquete con ropa interior de niln bajo el brazo derecho. Luego, como cualquieresposa norteamericana en una bocacalle de mucho trfico, asi cordialmente lamano de su teniente y le sonri.

    Es una vergenza buf el general.La seora Webster se inclin hacia delante para observar al oficial y a sucompaera.

    Pues es un gallardo joven exclam, con voz entrecortada. Y,probablemente, de muy buena familia. Qu est haciendo con una japonesa?

    Se me ocurri una respuesta propia de un engredo, pero la reprim y miral general y adivin claramente en sus ojos que se le haba ocurrido la mismarplica y que tambin l la haba reprimido, por la misma razn. La seoraWebster nos mir y pregunt:

    Es verdad, Mark, que algunos de nuestros jvenes se han casadofinalmente con esas muchachas?

    Unos diez mil repuso el general, con aire ceudo.Es simplemente increble! Muchachas amarillas como madres de un

    hogar norteamericano! Hasta los pobrecitos que se casaron con francesas laltima vez... Recuerdas a esos horribles Farringdon de Camp Polk?

    Se ha casado con una japonesa algn hombre de su Cuerpo? mepregunt el general Webster.

    El viernes me pas toda la tarde discutiendo con un chiquillo dediecinueve aos que est resuelto a casarse con una de ellas.

    Qu cosa tan lamentable! dijo la seora Webster, con un suspiro.Hablaba con autntica piedad y, al parecer, compadeca realmente a todo

    muchacho de diecinueve aos que, lejos de su pas, se enredaba con una chicajaponesa.

    En ese momento un voluminoso comandante del Ejrcito, quien no eraevidentemente un militar de carrera, se adelant balancendose calle abajo,curioseando los escaparates como si estuviese en San Francisco, y llevabacolgada del brazo, curioseando en los escaparates tambin, a una japonesa.Varios colegas del Ejrcito se cruzaron con ellos y el grueso comandante los

    detuvo para presentarles a su muchacha, como si se tratara de cualquiera conquien hubiese tenido cita en su pas. La japonesa convers durante unos

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    instantes con los oficiales y luego condujo a su comandante calle abajo.Debes hacer algo para poner trmino a esa conducta declar con aire

    adusto la seora Webster. Por lo menos, entre los oficiales.Nuestro Cadillac se detuvo en el Campamento de Kobe y el general

    Webster se ape de un salto diciendo:Tengo que cumplir una tarea desagradable. Nancy, vulvete al Club.Lloyd y yo nos encontraremos pronto all contigo.

    La seora Webster me sonri con picarda.Hoy nos ofrecen un almuerzo especial. Casi extraordinario, dira yo.El general me seal un canap de su hermosa antesala con artesonados

    de pino japons y le dijo a su edecn:Perfectamente. Lo recibir ahora.Un coronel de botas muy lustrosas desapareci en una de las habitaciones

    interiores y dijo, lacnicamente:El general Webster lo recibir ahora.Por la puerta irrumpi el aviador Kelly. Haciendo el juego usual en las

    Fuerzas Areas, no dio seales de conocerme, y pas de largo con la vista fijahacia delante, siguiendo al acicalado coronel, pero cuando ste desapareci poruna puerta que llevaba a la oficina interior del general Webster, Kelly seencogi de hombros.

    Estudi los mapas de la sala de espera del general y hoje su ejemplar de laRevista de Infantera , pero mi lectura fue interrumpida por la voz del general,que gritaba:

    Por qu diablos quiere casarse con ella, despus de todo?Luego o que el coronel argumentaba, ms persuasivamente:Pero, soldado Kelly... Si se casa con ella, no se la podr llevar a Estados

    Unidos.Kelly respondi algo con voz ahogada, pero, a juzgar por lo que sucedi

    luego, aquel chico debi decir: No quiero volver a Estados Unidos, porque elgeneral grit: Al demonio! Yo lo mandar all, le guste o no. Coronel, enve anuestro pas a este mequetrefe. Esta misma noche!

    Fue entonces cuando o por primera vez la voz de Kelly.

    No ir.El general estall:Que no ir?Kelly replic:

    As es. Porque el diputado Shimmark lo ha concertado todo para que mecase.

    He descubierto que, en cualquier sector militar donde uno est el Ejrcito,las Fuerzas Areas, la Marina, tanto da la gente se apacigua cuando alguienmenciona al Congreso. Recuerdo haber odo hablar de la poca en que mi padre

    estaba varado en las Filipinas, sin abastecimientos. Fue durante la batalla enque obtuvo su cuarta estrella y en que McArthur poda desplomarse muerto en

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    cualquier momento y Nimitz era un vagabundo muy capaz de darle un golpeen la cara a Roosevelt. Y cuando apareci un legislador de metro y medio, mipadre se mostr blando como la manteca. Porque saba que los legisladorestienen en sus manos el destino de los militares. Aprueban el presupuesto.

    Por eso, el general Webster dio marcha atrs al or el nombre del diputadoShimmark.Est bien dijo, con aire fanfarrn. Adelante. Estropee su vida. Yo he

    cumplido con mi deber. He tratado de detenerlo.Luego, al parecer, se volvi hacia el coronel, porque exclam, con tono

    brusco:Arregle el casamiento de este joven tonto. Pronto tendremos que

    preparar un cuarto para nios.El coronel tena adustamente apretados los labios cuando llev de nuevo a

    Kelly a la sala de espera.Quin cree ser para hablarle as a un general? mascull, con tonosalvaje.

    Kelly respondi, con gran decisin:No aceptar que me sigan molestando. Me voy a casar.El coronel lo llev hasta la puerta y declar:Lo lamentar durante el resto de su vida.Kelly lo mir y se ech a rer. Luego, me vio y se encogi de hombros

    nuevamente.El sbado dijo, por entre la comisura de la boca.Cuando se hubo marchado, apareci el general. Su rostro estaba

    congestionado y murmur:Demonios! En otros tiempos, yo habra hecho poner en la empalizada a

    ese mocoso insolente. Ahora tenemos un Ejrcito nuevo y todos esos cachorrosles escriben a sus diputados. Qu diablos! Ojal se murieran todos esoslegisladores...

    El coronel trat de bromear y dijo:Usted no puede evitar que los hombres se casen con las mujeres!El general lo mir como si el coronel hubiese perdido la chaveta y gru:

    Pero se puede evitar que los oficiales norteamericanos hagan el ridculoen pblico. Y por Dios que lo conseguir!

    Entonces me vio y, tomndome del brazo, dijo:Lloyd, ojal los imbciles que estn bajo mis rdenes fuesen tan

    razonables como usted. Pero lo que sucede es que usted se ha criado en unatradicin de servicio a la nacin. Comprende qu significa un uniforme.

    Busc con los ojos a su Cadillac, que no haba vuelto an, y llam en suremplazo a un Buick. Apenas hubimos subido, dijo:

    A propsito de Eileen, comamos.

    Yo no hablaba de Eileen repuse.Y me ech a rer.

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    Yo s manifest l. Porque... quiero decir... es inconcebible que esosoficiales a quienes uno ve exhibiendo a muchachas japonesas hayan podidoconocer siquiera a muchachas norteamericanas puras y decentes como Eileen...

    Se volvi bruscamente y su voz se perdi en un vago crepitar, como un

    volcn falto de aire. En la vereda de enfrente estaban parados el comandantegordo y su japonesita que iban de tiendas. Miraban vestidos, cogidos de lamano bajo el sol primaveral. El general se inclin y le pregunt a su chfer:

    No es se el comandante Bartlett?S, seor.Vendedor de zapatos en la vida civil observ con un bufido el general

    . Qu puede esperarse de l?El chfer rectific:El comandante Bartlett es el dueo de la cadena de estaciones de servicio,

    seor.El general Webster dej relajar su tensin.Dios mo, qu Ejrcito! suspir.Fuimos en automvil al hotel de lujo japons que albergaba el Club de

    Oficiales y adivin que al general lo excitaba cada vez ms la perspectiva dedarme una sorpresa con Eileen. En realidad, yo tambin estaba bastanteexcitado, porque no vea a Eileen desde haca ms de un ao. Nerviosamente, diuna palmada en mi cartera para tener buena suerte y empec a subir lospeldaos de mrmol.

    Un ordenanza japons salud al general. Un capitn japons le entreg unospapeles. Un ascensorista japons nos llev con rapidez al departamento delgeneral y una camarera japonesa nos gui precipitadamente por el pasillo. Unmayordomo japons nos abri la puerta con una sonrisa feliz y una criada

    japonesa se inclin casi hasta el suelo para honrar al general.Permanec alerta, esperando que se abrieran las altas puertas de la biblioteca

    y recuerdo que me dije: Vamos, torpe. Tienes que fingirte sorprendido. Perono necesitaba el adoctrinamiento, porque Eileen surgi inesperadamente delpasillo y era mucho ms linda de lo que yo la recordaba.

    Aleluya! grit, avanzando presurosamente hacia ella y not que estaba

    ms atractiva, ms linda, cuando sonrea.Eileen corri a mi encuentro, nos besamos y dije:Caramba! Qu manera tan maravillosa de hacer volver a un hombre de

    Corea!Y ella me respondi:Quise telegrafiarte apenas me permiti venir el Ejrcito, pero mam dijo:

    Ms vale que le demos una sorpresa.La seora Webster nos interrumpi.No queramos distraerlo de sus vuelos me dijo.

    Eileen pregunt:Fue duro el asunto esta vez?

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    Estn haciendo jugar a su primer equipo repliqu.Sujet firmemente las manos de Eileen y retroced para inspeccionarla.Conque has cambiado de peinado... eh? Oh, ese hermoso cabello rubio

    cuando todos tienen aqu pelo negro! Y tu vestido... Parece mostrarte por

    dentro y por fuera4

    .Est hecho para mostrarme por dentro y por fuera dijo riendo Eileen.Yo soy yo por dentro y por fuera.

    El general Webster tosi y dijo:Ests mucho ms linda que todas las fotografas que me mandaste...

    salvo quizs aquella especial, en traje de bao. Caramba! sa s que te muestrapor dentro y por fuera!

    sa me muestra toda por fuera dijo Eileen. Pes casi cuatro kilosms este verano!

    No les parece que podramos bajar a comer? propuso el generalWebster.Pero la seora Webster estaba disfrutando de la romntica escena que haba

    concertado y dijo:Bebamos antes a la salud de los jvenes amantes.Sac a relucir un juego de centelleantes vasos de vino y explic:Del P. X.. El pequeo vendedor japons dijo que los fabricaban aqu

    mismo, en Kobe.El general Webster sirvi el jerez y recit, con aire teatral:A la salud de los amantes!Luego, mir a su esposa y dijo, con tono quejumbroso:Qu fea palabra! No son amantes los franceses que viven juntos en una

    buhardilla y nunca se casan?No! exclam Eileen. Los amantes son gente de una pelcula inglesa

    que viven en una cabaa y la esposa del vicario los condena.Una palabra muy desagradable, de todos modos dijo el general, que

    mientras serva ms jerez aadi: A la salud del comandante Lloyd Gruver yde Eileen Webster, de las Fuerzas Areas de Estados Unidos. Eso parece muchoms norteamericano y mucho ms sano.

    La seora Webster se ech a rer.Tienes razn, Mark, pero la palabra amantes tiene otro sentido

    perfectamente sano. Se refiere a los norteamericanos de edad madura que seaman... hasta despus de veintisis aos de matrimonio.

    Se acerc al general y lo bes afectuosamente.Mi padre y mi madre nunca se haban entendido muy bien, y desde los

    diez aos, poco ms o menos, advert que por ms que progresara mi padre ypor ms normal que resultase la carrera de Mark Webster, mis progenitores

    4

    Aqu y en las frases siguientes se hace un juego de palabras con los trminos in and out quetiene cierto sabor en ingls, pero que no puede traducirse con exactitud al castellano. N.del T.

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    envidiaban a los Webster porque Mark y Nancy se amaban, y ellos no. Mi padresola traicionar su desdn por la docilidad con que Mark Webster se dejabamanejar por su esposa, y mi madre, quien provena de una famosa familiaalemana de Lancaster, Pensilvania, se quedaba habitualmente a pasar unos das

    con su crculo de amistades y hablaba con tristeza de Nancy Webster, quiencorreteaba por el mundo como una vivandera.En aquel momento, en Kobe, cuando los Webster se estaban besando,

    compart los sentimientos de mis padres y comprend por primera vez, concierto sobresalto, que cuando me casara con su hija Eileen me pareceraprobablemente ms a mi padre que a Mark Webster. Siempre me sentira algoinhibido: con todo, mientras estaba parado all frente a Eileen y vea su radiante

    belleza, llegu a la conclusin de que estaba profundamente enamorado... a mimanera y como mi padre, y pens en ese instante de vacilacin que mi amor

    parcial, llammoslo as, poda llevar a la creacin de una familia slida como lade mi padre, a mi progreso en las Fuerzas Areas, y a una firme posicin socialcomo la de mi madre en Lancaster. Me dije: As ama un soldado.

    Pero creo que la seora Webster, que conoca bien a mis padres, debiadivinar mis pensamientos, porque exclam, por encima del hombro de sumarido:

    Bese a la muchacha, Lloyd.Lo hice y el general rog:Ahora... podemos comer?Bajamos al comedor, donde el matre japons haba preparado una mesa

    deslumbrante, con flores y una iglesia tallada en hielo. Tres camarerosjaponeses nos acercaron las sillas y una orquesta japonesa de tres instrumentosmartill una versin jive de Aqu viene la novia. Los oficiales de las mesasprximas se levantaron y aplaudieron, pero el almuerzo se estrope cuando a laderecha y bastante cerca de nosotros se sent el teniente de Marina con su bella

    japonesa, mientras que junto a la orquesta se instalaba el gordo comandante ysu muchacha.

    La seora Webster jug nerviosamente con la servilleta.Si yo supiera que eso no haba de humillarlos me ira. Quin ha ganado

    la guerra, a fin de cuentas?Eileen asi el brazo de su madre y murmur:Son buenas muchachas. Por favor, no des un escndalo.La seora Webster cedi y empez a revolver con su cuchara el contenido

    del tazn, pero en seguida se detuvo.Simplemente, no tengo apetito dijo, con firmeza.El almuerzo fue un desastre, y apenas pudo hacerlo decorosamente, el

    general Webster me arrastr de nuevo a su oficina y all le grit a su edecn:Vaya y trigame al comandante Bartlett.

    Luego, llam a su secretario y dict una severa nota:Hgase cumplir inmediatamente: que ningn nativo japons participe en

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    funcin alguna del Club de Oficiales de Kobe, incluyendo, taxativamente, elsaln comedor del club.

    Colquela en un sitio bien visible! dijo el general y cuando susecretario iba a salir, agreg, con voz tonante: Cuide sobre todo de que haya

    una junto a cada ascensor.Al aparecer el comandante Bartlett, el general lo fulmin con la mirada. Elgordo comandante, uno de esos civiles particularmente exasperantes que noquieren tomar en serio la vida militar, no se molest siquiera en cuadrarse.

    Su conducta es deshonrosa.Comprendo.Usted no puede comprender. De ser as, no se paseara por la calle de la

    mano de una muchacha japonesa.Comprendo.

    Maldita sea! Nuestros enemigos hace poco tiempo.Los mos, no. Combat en Alemania.Entonces los de su pas. Usted debiera respetar las responsabilidades de

    su pas.Comprendo dijo el comandante arrastrando la voz, con tono

    inslitamente defensivo.Comprende que no debe volver a traer a esa muchacha al Club?Lo comprendo.Esto enfureci al general, quien dijo:Y tampoco dejarse ver en las calles con ella.El comandante me mir, enarc las cejas y contest:Comprendo.Esto ya era demasiado para el general, quien agreg con aspereza:Comandante Bartlett, me han ordenado que mande a una tanda de

    reclutas a Corea. Ms vale que usted vaya con ellos.Ciertamente.Ahora yo mismo estaba harto ya. Y grit:Ciertamente, seor. Usted sabe que hay una pena por insolencia en los

    modales.Ciertamente, seor me dijo el gordo, con leve gesto de asentimiento.No se meta en esto, Gruver orden el general. Bartlett, la tanda parte

    maana.Ciertamente, seor! dijo el comandante con la mayor precisin militar,

    hacindonos un brusco saludo extrarreglamentario.Cuando Bartlett hubo salido, el general me mir.El eterno civil. Bueno, es intil someter a Consejo de Guerra a un hombre

    como se. Quiz Corea le meta algn sentido comn en la cabeza.

    Me gustara que me permitiera habrmelas con l.Ya descubrir usted que el Ejrcito gana ms a la larga tolerando las

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    tonteras de los civiles. Pero... Vaya! Uno no tiene por qu tolerarlas en losalmuerzos.

    Esa noche, cuando volvimos al club y entramos en el ascensor, el generalcomprob con satisfaccin que su orden haba sido colgada all, pero cuando

    ley la parte final de la hoja impresa se torn carmes, porque alguien habagarabateado con lpiz: Firmado, seora de Webster.Quin hizo eso? grit el general.La muchacha japonesa que manejaba el ascensor no saba leer el ingls y no

    pudo comprender la razn de la ira del general. Webster seal la firmagarabateada con lpiz y pregunt:

    Quin hizo eso?M no ver respondi la muchacha, refugindose intimidada en un

    rincn.

    Tan azorada estaba que el ascensor pas de largo ruidosamente por el pisodel general, y cuando la asustada muchacha logr dominarlo, el generalWebster haba arrancado el cartel. Luego arrastr a la ascensorista a sudepartamento y toc furiosamente el timbre para llamar al gerente del hotel,quien estableci el hecho de que el comandante Bartlett haba empleado esatarde el ascensor. Pero era imposible probar nada y a la hora de la cena todoslos oficiales del hotel estaban enterados del incidente, porque los oficiales queno son de carrera parecen colegiales: festejan siempre con risitas de deleite laaparicin de algo que le cause dificultades al maestro.

    Esa noche, la cena fue glacial. Eileen y yo, en silencio, soportbamos lasmiradas de odio de los oficiales que normalmente traan a cenar a japonesas. Elcomandante Bartlett hizo su aparicin, me salud inclinndose y se sent en ellugar preciso donde poda verlo el general, charlando risueamente conalgunos camaradas y contando ancdotas obscenas. Pero el blanco principal delas miradas glaciales esa noche era la seora Webster, a quien no parecanimportarle. Con su marido haba pasado por muchas crisis del Ejrcito algunas, como sa, precipitadas por ella y nunca la haban acobardado lascrticas. Mi padre no aprobaba la intervencin de la seora Webster en la vidamilitar, pero, en cierta ocasin, me dijo:

    Si algn da te ves en apuros, Lloyd, haz como Nancy Webster. Saca lamandbula y aguanta el castigo.

    La seora Webster seal con descaro una mesa donde tres maestrasnorteamericanas cenaban con varios civiles a quienes el ejrcito usaba paramanejar el sistema de abastecimiento de gasolina. Alzando la voz lo suficientepara que la oyeran, dijo:

    Verdad que es encantador ver a esas lindas muchachas norteamericanasjunto a aquella mesa?

    Alguien tena que decir algo y repliqu:

    Cuando uno ha estado en Corea, resulta maravilloso ver a una muchachanorteamericana.

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    Comprend en el acto que eso sonaba horriblemente y me convenc de ellocuando el comandante Bartlett asi de improviso su cuchara y empez alustrarla como un demente. Lo mir con enojo, pero l sigui concentrado en sucuchara, sopl sobre ella como cuando se limpia una manzana y la sigui

    lustrando.Toda dificultad entre el gordo comandante y yo qued solucionada alaparecer el joven teniente de Marina con su linda japonesa. Aparentemente nohaba visto el cartel, porque se encamin hacia una mesa desocupada y todoslos presentes miraron para ver qu pasara.

    El matre se abalanz hacia la pareja, le explic la situacin a la muchacha enun acalorado japons y ella, evidentemente bien educada, se apart de all, conacentuado malestar. El teniente no quiso aceptar la imposicin. Tranquilamenteaferr de la mano a su bella compaera y la condujo hacia la mesa contra su

    voluntad. El matre se enfureci. Le endilg con sibilante voz instrucciones a lamuchacha y tuvo la mala suerte de usar algunas palabras que el oficial conoca,porque el norteamericano solt la silla que le estaba ofreciendo a la muchacha,llev atrs la mano y quiso propinar un puetazo al matre.

    Otro oficial de la Marina lo previo y asi con destreza la mano de su amigo,conteniendo el golpe. Luego, le explic la nueva norma y lo incit a marcharse,pero el primero de los oficiales not en ese instante que en el saln estabaWebster y sus acompaantes. Se sinti espantado. Rpidamente hizo salir deall a la japonesa, se acerc a nuestra mesa y dijo, con vivacidad:

    Lo siento muchsimo, seor. Cre que se burlaban de m.No tiene importancia respondi el general.Lo siento muchsimo, seora Webster.La esposa del general se mostr muy amable y Webster, a sus anchas, dijo:Teniente Bailey, permtame que le presente al comandante Gruver.

    Ingresa en el Cuerpo directivo de ustedes la semana prxima.El teniente dijo:Hemos odo hablar de usted. Siete Mig?Gui el ojo y l declar:Nos sern muy tiles sus servicios.

    Se inclin y sali; el general dijo:Sea como fuere, uno tiene que respetar a la gente de la Marina. Son unos

    sabuesos de la publicidad, pero saben qu es la disciplina.La seora Webster dijo:No es que me disgusten los japoneses. Son gente maravillosa. Muy

    hbiles y con otras virtudes. Hasta durante mi breve permanencia aqu me hantratado con inslita cortesa. Pero un ejrcito conquistador debe conservar sudignidad.

    De acuerdo replic el general, pero segn esos patanes de

    Washington, tenemos que atrarnoslos ahora. Si leyeras las instrucciones querecibo, Nancy!

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    Las apruebo en un ciento por ciento! insisti la seora Webster. ElJapn es ahora un pas libre. Debemos atraer a los japoneses a nuestro bando,pero tambin recordar nuestra posicin. Y mostrarnos firmes.

    Haciendo caso omiso del comandante gordo, la seora Webster sigui

    cenando con fruicin.

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    EILEEN WEBSTER: Yo no podra contentarme nunca con

    vivir la misma vida estril que tu madre.

    El viernes, la seora Webster dio una prueba sorprendente de queefectivamente le gustaban los japoneses... si se mantenan en su lugar. Ella yEileen me vinieron a buscar a medioda y me llevaron al campo, no muy lejosde all, en el Cadillac negro. La seora Webster anunci:

    Tenemos un bocado delicioso para usted, Lloyd. Vamos a Takarazuka.Adnde? pregunt.A Takarazuka repiti ella, lentamente.Qu es eso?Por lo pronto, un pueblecito con un zoolgico delicioso. Pero tambin es

    algo especficamente japons.Por ejemplo?Usted se asombrar!A los pocos minutos penetramos en la aldea japonesa de Takarazuka.

    Salimos por una callejuela muy angosta y nos internamos en algo que parecaun reino de cuento de hadas. Promediaba abril y el caminito que tenamosdelante estaba flanqueado de cerezos y yo nunca haba visto rboles semejantes.Los capullos eran extraordinariamente abundantes, de un color prpuraarenoso, grisceo, fuerte y delicado. Las cargadas ramas se agobiaban sobrenosotros y entre ellas se vislumbraba el cielo azul primaveral. El camino estaballeno de gente que se apresuraba bajo los capullos hacia algn destino que yono poda ver. Haba mujeres en quimono, muchachas en alpargatas, viejos denegro, criaturas con ropas de colores detonantes y media docena de bellsimasmuchachas con una especie de vestido verde que se arremolinaba alrededor desus tobillos al andar.

    Quines son sos? pregunt, con voz entrecortada.

    Son las muchachas del Takarazuka explic la seora Webster.Qu hacen?

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    sa es la gran sorpresa.Pero yo deba tardar en descubrirla, porque la esposa del general nos

    condujo por el sendero florido y dejamos atrs a veintenas de tenduchos quevendan souvenirs de Takarazuka y luego aosos rboles que daban sombra y

    despus diminutos restaurantes en cuyas puertas las mujeres ofrecan comidabarata. Estbamos en el corazn del Japn y la seora Webster se estabadivirtiendo tanto como cualquier japonesa.

    Apenas habamos recorrido una breve distancia, se nos uni un flaco jovende traje negro y nos hizo una profunda reverencia, tomando aliento entredientes.

    Mil, mil perdones dijo. Los esperaba en la oficina principal.Nos llev al zoolgico, donde haba hermosos lagos, macizos de flores y

    encantadores bancos donde uno poda sentarse bajo los cerezos en flor y mirar

    cmo jugaban los nios.El joven pregunt, en buen ingls:Es usted el piloto que abati siete Mig?Se vea que estaba impresionado y expres:Fui aviador. Ahora trabajo aqu.Qu lugar es ste? pregunt, bajando la voz.No lo sabe?

    Nunca o hablar de l.La seora Webster nos vio conversar y exclam:Oh, Lloyd! No nos estropee este placer!Odio los misterios dije.Est bien. Iremos.Ella y el joven flaco nos condujeron fuera del zoolgico, hasta que llegamos

    a un enorme edificio que pareca una armera de Kansas. Era un teatro.Ocupamos nuestras butacas especiales de primera fila y quedamos frente a unode los escenarios ms grandes del mundo, donde se representaba el msasombroso de los espectculos que yo haya visto.

    No puedo decir que haya entendido la obra. Se llamaba, dijo el joven,SarutobiSasuke, lo cual significa El Monito Sasuke, y Sasuke es el nombre de unnio. Se trata de unos nios que, casualmente, hacen aparecer a un mago, quienles ayuda a salvar de manos del enemigo un castillo. No logr comprenderquin era el enemigo o qu castillo era aqul, porque lo importante enTakarazuka no era el argumento, sino el abrumador efecto del tamao.

    La representacin empezaba a la una y segua hasta las seis. Se presentabantreinta y cuatro escenarios distintos, todos ellos tan grandes y dispendiososcomo sea dable imaginar. Nunca vi un espectculo de Ziegfeld, pero la seoraWebster me dijo que cualquiera de los decorados de Takarazuka poda

    eclipsar al mejor de los presentados por Ziegfeld. Haba msica, baile,canciones. En realidad, haba de todo. En aquel espectculo figuraban dos

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    gorilas, dos lechones vivos, un hechicero, tres tercetos distintos que cantabantres clases de canciones distintas, un ballet, un partido de ftbol, una cabra viva,un fragmento cinematogrfico que mostraba el hechicero en accin, un trozo depera y una caverna cuyos rboles se movan. Pero, sobre todo, haba

    muchachas.En escena movanse ms de un centenar de muchachas y todas eranrealmente deslumbrantes, pens: Y t afirmaste no haber visto jams a una

    japonesa bonita! Vamos! Pero, al propio tiempo, haba algo de ridculo en esteexceso de belleza, porque no trabajaban hombres. Las muchachas ms bonitasdesempeaban los papeles masculinos y le murmur a Eileen:

    En este espectculo podran intervenir algunos Clark Gable.La seora Webster me oy y se ech a rer.En Tokio existe otro teatro donde no hay mujeres. All los hombres

    desempean todos los papeles.Eso no parece razonable dije.Es japons explic ella.Pronto me cans el espectculo: slo vea un enorme decorado tras otro y a

    bellas muchachas que se fingan hombres. Dije que estaba dispuesto a irmecuando los dems se diesen por satisfechos. Eileen declar:

    Cuando quieras.Y al echar a andar por el pasillo en sombras, comenc a advertir las

    enormes dimensiones de aquel teatro. Deban de caber ms de tres mil personassentadas. Le pregunt a nuestro gua:

    Se llena siempre as?No se vea un solo asiento desocupado. El joven tom aliento

    orgullosamente y replic:Todos los das del ao. Dos veces los sbados y domingos.No se lo dije, pero supuse que en un espectculo de Takarazuka deba de

    haber algo que ningn norteamericano poda comprender, porque a m meaburra y lo mismo les pasaba a Eileen y a su madre. Pero a los japoneses lesgustaba. Estaban casi apoyados en los bordes de sus asientos, con los redondosrostros transfigurados de intenso placer.

    Nos disponamos a volver a nuestro automvil cuando el gua nos detuvo ydijo:

    El supervisor los invita a asistir a un ensayo especial de nuestroespectculo del mes prximo.

    Tienen ustedes dos Compaas? pregunt Eileen, algo ofuscada porlas ciento quince muchachas que acababa de ver.

    Tenemos cuatro respondi orgullosamente el gua. Una trabaja aqu,otra en Tokio, una tercera sale en gira y la cuarta est ensayando.

    Nos condujo a un enorme escenario vaco donde varias muchachitas de

    faldas verdes ejecutaban una intrincada danza, mientras que un hombre, alpiano, martillaba una meloda que sonaba a Schubert. En otro recinto vaco,

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    otro hombre ejecutaba una cancin que pareca de Gershwin para un terceto demuchachitas, tambin de falda verde.

    Visten el traje de Takarazuka explic el gua.Luego, repentinamente, se puso en guardia y las muchachas que estaban

    junto al piano dejaron de cantar. Todos miraron hacia la puerta, por la cualhaba entrado un anciano de barba blanca, que, al descubrir a la seoraWebster, se adelant presurosamente hacia ella, le hizo una profundareverencia y dijo:

    Seora Webster! Nos hace un extraordinario honor.Agit la mano con aire de desaprobacin y aadi:Esto es un ensayo solamente.Al volverse, dej ver a sus espaldas a una actriz esbelta y muy linda de falda

    plisada, chaquetilla marrn y arrogante boina verde, calada con insolencia

    sobre uno de sus ojos. Murmur a Eileen:sa es la muchacha que estaba con el teniente de Marina.Eileen la observ y dijo:Claro que lo es.El supervisor nos vio contemplar absortos a la llamativa muchacha y dijo:Seora Webster, honorables huspedes... Puedo presentarles a Fumiko-

    san, una de nuestras mejores actrices?Aunque estoy seguro de que la muchacha nos haba reconocido, no lo

    revel, se adelant con parsimonia y se inclin profundamente ante la seoraWebster. Cuando lleg hasta m le tend la mano, pero ella iniciaba una nuevareverencia, por cuya razn retir la mano y vi que me miraba con inmensagratitud por no haberla reconocido en presencia del supervisor. Eileen lo nottambin y tuvo suficiente naturalidad para decir:

    No la hemos visto en el escenario?La muchacha replic, con voz contenida:Yo no trabajar esta semana... Yo... Luna... Compaa.Precipitadamente, el gua explic:Cada una de las cuatro compaas tiene su nombre. Luna, Estrella, Nieve y

    Flor. Podra decirse que la seorita Fumiko es una de las mejores estrellas de la

    compaa Luna.Me dispona a comunicarle que yo haba visto ya a la seorita Fumiko,

    cuando una clara mirada de la actriz me suplic que guardara silencio.Con extraordinaria gracia la seorita Fumiko se acerc a un piano, pero no

    la o cantar porque en el preciso instante en que comenz enfilamos por elflorido sendero que nos llevara de regreso a nuestro Cadillac. Mientrascaminbamos bajo los capullos de cerezo que se balanceaban, not que en todoslos comercios que viramos antes se exhiban grandes fotografas satinadas delas principales actrices de Takarazuka. Cuando pasbamos lentamente por

    all, los retratos de las bellas muchachas, la mitad de las cuales vestanindumentaria masculina, surtieron un efecto mesmerizante, pero, mientras yo

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    los examinaba, Eileen descubri uno de los fenmenos autnticos del Japn.Oh, miren! exclam.El drama SarutobiSasuke haba terminado y las muchachas de Takarazuka

    salan de los camarines y se internaban en el sendero florido. Las ms jvenes

    vestan la tpica falda verde y a su alrededor se apretujaba un grupo deadmiradores que intentaba tocar a las actrices, rozar sus verdes faldas ohacerles aceptar una carta o un regalo. Cuando apareca una muchachaparticularmente famosa, la multitud profera un leve grito y retroceda, y laactriz avanzaba con una suerte de cortesana grandeza.

    Las muchachas de Takarazuka recorrieron el sendero florido con lasverdes faldas balancendose bajo los capullos de los cerezos y pude or suspirosentre la multitud cuando doblaron la esquina, subieron a un puente y cruzaronel ro hasta llegar al otro lado, donde, me haban dicho, vivan como monjas en

    un aislado saln dormitorio. Cuando se fueron, la muchedumbre agolpada antelas puertas de los camarines pase la mirada a su alrededor como si ya no lequedara nada que hacer y por primera vez advert que todos sus integranteseran muchachas. No haba ningn galn de los que esperan junto a la puerta delescenario. Todas eran damitas.

    La seora Webster dijo:Las muchachas del Japn idolatran a esas actrices.No me extraa! contest Eileen. Las actrices son tan hermosas...Y las muchachas que esperan fuera tan feas...! repuso la seora

    Webster.Viste alguna vez tantos rostros redondos y rubicundos? Y a unos

    pequeos seres tan regordetes?No lo s dijo Eileen. Estados Unidos tiene lo suyo. A los trece aos, yo

    me miraba fijamente en el espejo y rezaba para que Dios me asemejara a MyrnaLoy.

    Oh! Pero nunca fuiste una chiquilla de cara cuadrada. Lloyd, estamuchacha fue siempre linda.

    Despus de proferir estas palabras, la seora Webster jug su carta detriunfo.

    Voy a cenar con el supervisor..., ese viejo encantador de la barba. Es unhombre muy importante. Ustedes vulvanse a casa.

    Y me mir con unos ojos absolutamente sinceros, como diciendo:Usted tiene veintiocho aos de edad, Lloyd. Debi casarse con Eileen hace

    cuatro. Crezca.Y, como siempre, tena razn en un ciento por ciento. A pesar de haber

    impedido ella misma ese casamiento en el primer ao sin advertirlo yaunque yo poda poner la guerra de Corea como una excusa adicional, nuncapude explicarme honradamente por qu Eileen y yo no nos habamos casado.

    Estbamos enamoradsimos y ella haba corrido el riesgo de provocarcomentarios trasladndose en autobs a una lejana base area de Texas para

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    pasar conmigo una semana de locura, pero ambos sabamos que, cada vez quese acercaba el gran momento de casarnos, yo lo rehua. Con los aviones a chorrome senta a mis anchas. Con las mujeres, no. Creo que el ver a la seora Webstery a mi madre me haba hecho muy tmido.

    Cierta noche o conversar en un bar a uno de nuestros mdicos. Haba sidotodo un personaje en la vida civil y deca:Vemos que, cuando un hombre proviene de un hogar destrozado, no est

    en condiciones de casarse temprano. Se dira que hay que presentarle el amor.Si no lo encuentra en su propia familia, podra recorrer toda la vida sin hallarlo.Desde luego aadi el mdico, en cualquier momento, cualquiermuchacha, prcticamente podra proporcionarle la enseanza necesaria siquisiera tomarse esa molestia. Pero los hombres de costumbres relajadas que nose casan antes de los cuarenta los hombres que no han conocido realmente el

    amor apenas justifican que una muchacha se moleste por ellos. Por esopodemos decir que algunos hombres viven toda una vida sin descubrir algo tansimple como el amor. Nadie se ha molestado en hacrselo conocer.

    Yo recordaba a menudo las palabras de aquel mdico, pero con laconviccin de que yo no era as, por lo menos en todos los sentidos. Es ciertoque mis progenitores no me haban mostrado su propio amor, ni familiarizadocon la idea de tener un hogar apuntalado por el amor de una muchacha.

    Creo que eso explica por qu tena yo veintiocho aos, estaba vagamenteenamorado de Eileen y segua soltero. Y creo que la seora Webster loadivinaba y nos empujaba ahora al uno hacia el otro.

    Nos volveremos a ver en el hotel exclam y nos abandon, siguiendo aun pequeo japons que la condujo a presencia del supervisor y al cual ellallevaba sus buenos diez centmetros de ventaja.

    Yo esperaba ansiosamente la oportunidad de hablar a solas con Eileen yapenas se hubo alejado la seora Webster, atraje a mi prometida a un rincn delCadillac y la bes fuertemente. Eileen murmur:

    Durante todo el viaje en avin, so con encontrarme contigo en un lugarromntico como ste.

    Seal desde el automvil los pequeos arrozales contiguos a la carretera

    por donde viajbamos y las diminutas casas dispersas entre los rboles. En elaire se cerna una dulce pesadez, y al contemplar a los pequeos obreros

    japoneses que avanzaban trabajosamente por los senderos anochecidos, nospareca formar parte de aquel pas extrao.

    Yo no quera partir de Estados Unidos. La idea de... mi novia vacil yagreg, de casarse en un pas extrao no es muy atrayente. Pero, ahora...

    Simul no haber odo su mencin del matrimonio.Hoy me sent orgulloso de ti.Con qu motivo?

    Esa muchacha.La actriz?

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    S. Sabas que era la misma que tu padre hizo echar del saln comedor.Pero no la pusiste en apuros.

    Por qu haba de hacerlo? Haba venido al club como invitada y suaspecto era muy agradable.

    Pero tu madre...Mam no tiene nada de malo. Slo necesita saber que lo gobierna todo.Se enojara muchsimo si faltramos al almuerzo del club?Sabe que estamos de galanteo.Qu extraa palabra para una muchacha del colegio Vassar!Ya no soy del Vassar. No te dejes engaar por el rtulo. Camarada, yo

    he estado viviendo en Tulsa, donde la gente galantea.Vamos de galanteo.Adnde iremos?

    A un club nocturno japons.Eileen medit y sonri:Vamos de galanteo!

    El chfer nos dej a regaadientes en una esquina y, ms a regaadientesan, nos indic cmo podamos hallar Las Noches del Fuji, al promediar unacallejuela. Las Noches del Fuji result un cuartito especializado en cerveza ypescado frito. Una geisha de rostro blanqueado con almidn de maz se acerc,se sent con nosotros y nos ense a hacer los pedidos. Pronto se nos acercaronotras cuatro geishas de rostro blanco para admirar el rubio cabello de Eileen.Una que hablaba ingls acerc un bucle de Eileen a su pelo, negro como elazabache y dijo, con un suspiro:

    Qu lindo!Eileen replic:Verdad que es fascinante la manera como pronuncia la 1 esta gente?

    (La geisha haba dicho rindo por lindo.)Le pregunt a la geisha:Cmo dicen ustedes linda lnea?Ella se ech a rer y respondi:Usted bromea.

    Por favor! le rogu.La japonesa puso sus finos dedos bajo el mentn de Eileen y dijo:Usted tiene una rinda rnea.Eileen aplaudi y observ:Tambin su quimono es lindo.Las muchachas conversaron un rato y luego hicieron funcionar el receptor

    radiotelefnico y bailamos. La geisha que saba hablar el ingls pregunt aEileen:

    Puedo bailar con su oficial? Es muy importante que nosotras sepamos el

    baile norteamericano.Claro que s dijo Eileen, y por primera vez en mi vida bail con una

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    muchacha extranjera.Aquello fue aburridsimo. La geisha tena algo viscoso en el cabello y su talle

    estaba tan recubierto de ropa que yo no poda asirla firmemente por ningunaparte. Al parecer no era la primera vez que ella afrontaba ese problema porque

    me tom la mano y la desliz hasta una posicin segura bajo un bulto de ropaparticularmente grande y bailamos. Le pregunt por qu usaban tantaindumentaria las geishas y me respondi, con timidez: Yo no ser verdaderageisha. Slo ser geisha de aprs-guerre.

    Cre que la muchacha haba usado un modismo nipn y le pregunt ququera decir.

    Aprs-guerre dijo. Quiz sea francs. Geisha de la posguerra.Yo no comprenda an y pregunt si se trataba de una clase especial. Con

    verdadero malestar ella rehuy mi mirada y me explic:

    Aqu, nosotras slo ser geishas de mentirijillas. Ser geisha de verdadexigir muchos aos de estudios. Muchos quimonos. Nosotras ser muchachaspobres. Nosotras comprar un solo quimono, fingir para norteamericanos.Nosotras tener que hacer dinero.

    Cuando me llev de nuevo a la mesa, dos de las otras falsas geishasempezaron a hablar en una jerga ininteligible y finalmente una de ellas corri alfondo del saln. Resultaba divertido verla moverse, ya que la mayora de esasmuchachas caminan casi de puntillas, lo cual imprime un cadencioso balanceo asu andar. Al cabo de un instante apareci con un peridico japons y all, deltamao de un penique norteamericano, vease mi fotografa. Esto excit a lascinco geishas y me obligaron a ponerme de pie para poder inspeccionar miuniforme. Una levant siete dedos y asent, despus de lo cual las muchachasprofirieron una exclamacin entrecortada y la primera geisha le dijo a Eileen:

    Usted estar seguramente muy orgullosa.Lo estoy dijo Eileen, y horas ms tarde, cuando volvamos en el

    automvil, me bes apasionadamente y murmur: Me gusta salir de galanteocontigo.

    Recuerdo que pens:Vamos, intil: o resuelves ahora mismo el problema de esta mujer o la

    abandonas para siempre.Y me decid a la zambullida:En mi pueblo, Podner, galanteo significa casamiento. Cundo?Eileen sonri con dulzura, como si hubiera sucedido algo muy natural y

    contest:Yo quisiera casarme... si...Yo me haba zambullido y el agua no me asustaba tanto como esperaba. De

    modo que me tir a fondo y dije algo muy refinado, para ser mo:He estado volando donde los segundos equivalen a horas. No quiero

    esperar un solo da ms.Eileen se ech a rer nerviosamente:

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    No puede vacilar acaso una muchacha cuando le proponen matrimoniopor primera vez?

    Me senta ansioso de representar el papel del enamorado resuelto que meestaba empezando a gustar y contest:

    Siempre supiste que yo no podra vivir con otra esposa que no fueras t.Entonces advert que, en realidad, Eileen estaba perpleja. Honradamente,tena sus dudas. Vacil durante unos instantes y dijo:

    Me resulta difcil explicarlo, pero varias veces, aqu, en el Japn, me hepreguntado si seras mejor marido que tu padre.

    Qu quieres decir? exclam, con voz entrecortada.T lo sabes. Nadie ignora que tu padre vive para una sola cosa: el Ejrcito.Es malo eso?Eileen hizo caso omiso de mi pregunta y declar:

    Lloyd, he tenido el presentimiento, dbil pero terrible, de que algn dapensaras lo mismo que tu padre de tu madre.Repentinamente el agua en que me haba zambullido se volva glacial y

    pregunt:Te parece que mi padre tiene algo de malo?Francamente, s replic ella. Me refiero a su satisfaccin al

    enclaustrar a tu madre en un limitado crculo de amigos ntimos, en Lancaster,mientras l se va a las guerras. Eso no es suficientemente bueno para m.

    Ms vale que afirmemos nuestros pies en el suelo y organicemos ciertascosas.

    Eileen acept mi insinuacin. Abri la portezuela del automvil y se apede un salto.

    Buena idea dijo.Despedimos al chfer y nos lanzamos a vagabundear sin rumbo por las

    calles de Kobe hasta llegar al muelle, donde el gran Mar Interior del Japn habrindado un amarradero, desde tiempos antiqusimos, a los barcos errantes ysus ricos cargamentos. Eileen examin uno de los oscuros navos.

    Vine al Japn porque quera que nuestro matrimonio se iniciara bien dijo ella. Soy ms joven que t, Lloyd, pero igualmente inteligente. Y creo que

    igualmente valerosa. Quiero estar contigo... en las buenas y en las malas.No comprendo de qu me hablas alegu.De nosotros. No, ser sincera. De ti.Qu pasa conmigo?Nunca te lo dije, Lloyd, pero hace nueve meses visit a tu madre. Viajaba

    en automvil por Pensilvania y me detuve all. Me aterr la soledad en quevive..., en que ha vivido siempre.

    Desfallec. Saba que Eileen deca la verdad, pero, con todo, protest:Mam quiere vivir as.

    Tonteras! Ninguna mujer quiere vivir as, sino convivir en cuerpo yalma con el hombre a quien ama. Quiz tu madre afronte valerosamente la vida

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    que se ve obligada a vivir porque no tiene otra alternativa... Dime una cosa,Lloyd. Aquella vez que te segu hasta la base area de West Texas... Por questabas tan asustado?

    Me preocupabas.

    Por qu haba de preocuparte?Te dir...Te refieres... a mi reputacin?Para serte franco, s.Tonteras, Lloyd! La razn de tu pnico era que debas vrtelas con una

    muchacha que insistira en compartir toda tu vida. Pues bien: tenas razn. Nopodras enterrarme en un rincn de Lancaster.

    Sent que me suba la sangre a la garganta y dije, aturdido:Ms vale que te lleve de nuevo al hotel.

    Hubo un penoso instante de silencio que, ahora lo comprendo, pudeinterrumpir con un ruidoso beso y como yo no me mova, Eileen dijo, con aireabatido:

    Creo que tienes razn. Por dnde se va al club de los oficiales?Seguimos andando, en lgubre mudez, durante unos minutos. Luego Eileen

    habl:Querido Lloyd, no te irrites como un chiquillo por esto. Es algo de una

    importancia absolutamente fundamental. Por favor, pinsalo.Que piense qu? grit.No pierdas la serenidad. Me refiero al hecho de que un matrimonio a

    medias no te sirve a ti ni me sirve a m. Necesito a un hombre que me ame contoda su alma. Adelante y convirtete en el ms grande de los generales queregistra la historia de las Fuerzas Areas. Pero mame tambin.

    Te amo, qu diablos! protest, cuando las luces del hotel aparecan aldoblar la esquina.

    Claro que me amas, parcialmente, framente. Meditmoslo durante unosdas.

    De improviso empec a luchar por mi matrimonio y coment:Yo tena entendido que viniste al Japn a casarte.

    As es, pero debo casarme con un hombre completo y no, simplemente,con las hebras que quedaron cuando dej en otra parte lo ms importante de suvida.

    Me enfureci, no lo que dijera Eileen, sino el haber adivinado con tantaclaridad el hombre que mis progenitores haban hecho de m. Razonablementemi padre haba llegado a la conclusin de que le convendra casarse con la hijade un general, que tena una fcil vida de familia en Lancaster. Una esposa asno le estorbara y poda serle til. Ahora yo razonaba de la misma manera.Quera casarme con Eileen porque perteneca a una familia de militares y ella

    comprendera los deberes de las Fuerzas Areas, sin discutir como hacen losciviles. Era linda y, como comprobara esa noche, muy inteligente y valerosa.

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    Implicaba un hallazgo para cualquier hombre, y yo la quera para m, peroEileen tena razn al decir que no me acercaba a ella con un corazn totalmentesuyo. La comprenda, porque saba que nunca la haba querido en forma tanabsorbente como amara a su japonesa aquel enano de Joe Kelly.

    Pero lo importante era esto: yo quera aprender. En el fondo saba que elmodo de vivir de mis padres distaba de ser ideal y deseaba que Eileen meayudara a buscar algo mejor.

    Por lo tanto, la tom en mis brazos y le ofrec lo que llambamos larendicin incondicional, un beso tan largo que Eileen debi golpearme los

    brazos para que la dejara respirar. Cuando la dej en el suelo se ech a rer,mirndome con aquella maravillosa sonrisa suya y dijo, con dulzura:

    Por primera vez tengo la sensacin de que sacaremos a flote esto.Luego me bes en la oreja y murmur:

    Obras mucho mejor de lo que hablas.Y creo que todo habra acabado a las mil maravillas de no mediar lo quesucedi a la maana siguiente.

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    LAMUCHACHAALTA:A una proscrita de Estados Unidos no

    la divierte ver cmo esas lindas japonesas conquistan atodos los norteamericanos.

    Antes de que me levantara me visit el soldado Joe Kelly y me dijo:Bueno,As. Hoy es sbado!Y qu hay con eso? pregunt adormilado.As, me voy a casar.Por un momento, no logr concentrarme en esa idea. Luego le contest:Bueno. Mis felicitaciones.As! grit aquel pequeo pistolero. No lo recuerda? Usted ser mi

    testigo.Me dispona a rehusar y exclam:Caramba, Kelly! Tengo una cita...Pero Kelly formaba parte de mi organizacin. Por intil que fuera,

    perteneca a mi escuadrilla. Por consiguiente, dije:Cancelar ese compromiso, Kelly. Dnde se efectuar ese gran

    acontecimiento?Fui andando hasta el humilde edificio donde tena sus oficinas nuestro

    cnsul y me sorprendi hallar all a cuatro parejas formadas por soldadosnorteamericanos y japonesas que esperaban que los casaran. Todo hombre, enesas circunstancias, mira instintivamente a las muchachas para ver si tomarapor esposa a alguna de ellas, y cranme si les digo que no haba all una solaque pudiera interesarme. Katsumi, la novia de Joe, era idntica a su fotografa:carirredonda, de altos pmulos, tupido cabello negro y ojos pequeos. Cuandosonri durante las presentaciones vi que, como la mayora de las muchachasniponas, tena delante un gran diente de oro.

    Haremos cambiar eso dijo Joe, con cierto malestar.

    Katsumi no estaba muy segura de si deba darme la mano, y cuando le tendla ma se deshizo en atormentadas risitas y se cubri la boca con el puo

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    izquierdo. Sus nudillos estaban agrietados y rojos y mientras yo examinaba aaquellas muchachas me pregunt por qu nuestros G. I. (soldadosexpedicionarios) aunque nos haban ordenado que no usramos la palabra,sta brotaba espontneamente, parecan casarse siempre con las muchachas

    ms feas y nunca con las bonitas que veamos en Takarazuka.La maana era lgubre. Como a Joe le tocaba el tercer turno para casarse,observ con creciente desagrado el espectculo de los soldados norteamericanosque se casaban con las muchachas que haban podido pescar. Me avergonzabael que me atrajera aquel abominable espectculo, por cuya razn me estabamirando las uas cuando una alegre voz me pregunt:

    Es usted el comandante Gruver?Alc los ojos y dej escapar un suspiro de alivio, porque se